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Existe una cultura organizacional fuerte cuando el personal cuando responde a los estímulos debido

a su adaptación a los valores de la organización. En tales ambientes, las culturas fuertes ayudan a las
empresas a funcionar como máquinas bien engrasadas. Por el contrario, hay una cultura débil
cuando hay poca alineación con los valores de la organización y el control debe ser ejercido a través
de procedimientos exhaustivos, la jerarquía y la burocracia.

Donde la cultura es fuerte, la gente hace las cosas porque creen que es lo que hay que hacer, hay un
riesgo de otro fenómeno, pensamiento de grupo. "El Pensamiento de grupo", fue descrito por Irving
L. Janis. Lo definió como "... una forma fácil y rápida para hacer referencia a un modo de pensar que
las personas realizan cuando están profundamente involucradas en un grupo interno cohesionado;
cuando los esfuerzos de los miembros, gracias a su motivación, dejan a un lado su motivación
individual para priorizar el beneficio del grupo". Este es un estado donde la gente, incluso si tienen
ideas diferentes, no desafia el pensamiento organizacional, y por lo tanto hay una menor capacidad
de pensamiento innovador. Esto podría ocurrir, por ejemplo, donde hay una gran dependencia de
una figura carismática central en la organización, o cuando hay una creencia en los valores
"evangélicos" de la organización, o también en los grupos donde el clima es agradable en la base de
su identidad (evitación de conflictos). Los miembros que son desafiantes con frecuencia son
rechazados o vistos como una influencia negativa en el resto del grupo, porque traen conflicto.
Las organizaciones innovadoras necesitan de personas que estén dispuestas a desafiar el status quo-
ya sea el pensamiento de grupo o la burocracia, y también necesitamos procedimientos para aplicar
las nuevas ideas de manera eficaz.

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