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Es natural preguntarse: ¿Por qué no tomar las verdades tal como Dios
ha visto adecuado revelarlas, y ahorrarnos así la fatiga de mostrar su
relació n y armonía?
La respuesta a esta pregunta es, en primer lugar, que no se puede hacer
así. Es tal la constitució n de la mente humana que no puede dejar de
intentar sistematizar y conciliar los hechos que admite como ciertos. En
ningú n departamento del conocimiento se han quedado los hombres
satisfechos con la posesió n de una masa de hechos no asimilados. Y
tampoco se puede esperar que los estudiantes de la Biblia se queden
satisfechos con ello. Existe, por tanto, la necesidad de construir sistemas
de teología. ...
Segundo: Se obtiene de esta manera una clase muy superior de
conocimiento al que se consigue por la mera acumulació n de hechos
aislados. Una cosa es saber, por ejemplo, que existen océanos,
continentes, islas, montes y no por toda la superficie de la tierra; y otra
cosa má s elevada es saber las causas que han determinado la distribució n
de la tierra y del agua sobre la superficie de nuestro globo; la
configuració n de la tierra; los efectos de esta configuració n sobre el clima,
sobre las razas de plantas y animales, sobre el comercio, la civilizació n y
el destino de las naciones.
Lo que es cierto de otras ciencias es cierto de la teología. No podemos
saber qué es lo que Dios nos ha revelado en su Palabra a no ser que
comprendamos, al menos en cierta medida, la relació n que tienen entre sí
las verdades separadas que esta Palabra contiene. Le costó a la Iglesia
siglos de estudio y controversia resolver el problema acerca de la persona
de Cristo; esto es, ajustar y llevar a una disposició n armó nica todos los
hechos que la Biblia enseñ a acerca de este tema.
Tercero: No tenemos elecció n en esta cuestió n. Si queremos cumplir
con nuestro deber como maestros y defensores de la verdad tenemos que
tratar de traer todos los hechos de la revelació n a un orden sistemá tico y
una mutua relació n. Es só lo así que podremos exhibir de una manera
satisfactoria su veracidad, vindicarlos frente a objeciones, o hacer que
ejerzan todo su peso sobre las mentes de los hombres.
Cuarto: É sta es evidentemente la voluntad de Dios. É l no enseñ a a los
hombres astronomía ni química, pero les da los hechos en base de los que
se erigen estas ciencias. Tampoco nos enseñ a teología sistemá tica, pero
nos da en la Biblia las verdades que, apropiadamente entendidas y
ordenadas constituyen la ciencia de la teología. Así como los hechos de la
naturaleza en todos relacionados y determinados por las leyes físicas, así
los hechos de la Biblia está n todos relacionados y determinados por la
naturaleza de Dios y de sus criaturas.
Y así como É I quiere que los hombres estudien sus obras y descubran
su maravillosa relació n orgá nica y armó nicas combinaciones, así es su
voluntad que estudiemos su Palabra, y aprendamos que, como las
estrellas, sus verdades no son puntos aislados, sino sistemas, ciclos y
epiciclos en una armonía y grandeza sin fin. Ademá s de esto, aunque las
Escrituras no contienen un sistema de teología como un todo, tenemos
partes elaboradas de este sistema en las Epístolas del Nuevo Testamento.
Y éstas son nuestra autoridad y guía.