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HOMILIAS DE LA REVISTA "PALABRA"

CICLO A
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700 TIEMPO ORDINARIO


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701 I DOMINGO

Ciclo A: 701A
Is .1-4.6-7. Hechos 10,34-38. Mt.3,13-17

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702 II DOMINGO

Ciclo A 702A

Is.46,3.5-6: "Te hago luz de las naciones"


II Cor.1,1-3: "el pueblo santo que Él llamó"
Jn. 1,29-34: "Éste es el Cordero...el Hijo de Dios"

1. NOSOTROS LO HEMOS VISTO 702A1

1. Hablar de lo que hemos visto. Desde pequeños estamos tratando al


Señor asiduamente: Hemos escuchado su palabra, hemos aprendido su doctrina, le
hemos recibido en la Comunión muchísimas veces, nos hemos rozado con Él
frecuentemente en la Santa Misa, en los sacramentos, en la oración. Hemos visto al
Señor a nuestro lado cada vez que hemos sufrido o nos hemos alegrado o alguien
nos ha dado un buen consejo; al hace una obra de caridad, al tropezarnos con un
pobre, o al leer un buen libro espiritual. Somos testigos de primera mano de todo lo
que el Señor ha hecho por los hombres, de su vida íntima, de su amor por nosotros,
de toda su inquietud divina por salvarnos. Sabemos mucho del Señor, y eso no
podemos callárnoslo. Tenemos que hablar de Cristo y, ¡bien alto para que lo oigan
todos! Amar a Dios y hablar de Él es nuestra obligación más apremiante.
Juan el Bautista comienza a predicar a Cristo, a darlo a conocer: "Este es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Evangelio). Juan habla de lo que
ha contemplado, de lo que ha conocido, porque no se lo puede callar; es un deber de
justicia y una obligación de conciencia. "Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que
éste es el Hijo de Dios" (Ibidem), y muchos siguieron al Señor y lo dejaron a Él. ¡Gran
lección de humildad y de apostolado! Necesitamos hablar de Dios, tenemos que
hablar de Cristo, porque no podemos limitarnos a escuchar y a vivir con timidez
nuestra fe.
2. Te hago luz de las naciones. Así fue como Dios habló por Isaías: "Es
poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los
supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance
hasta el confín de la tierra" (1ª Lectura). Los cristianos somos luz para el mundo; una
luz que no podemos esconder, y mucho menos dejar que se apague. Hay gente que
le falta claridad en sus vidas y están deseando encontrar a alguien que haga con
ellos un poco de lazarillos. "No es verdad que toda la gente de hoy -así en general y
en bloque- está cerrada, o permanezca indiferente, a lo que la fe cristiana enseña
sobre el destino del ser del hombre; y no es cierto que los hombres de este mundo
se ocupen sólo de las cosas de la tierra, y se desinteresen de mirar a cielo" (Es
Cristo que pasa, n.132).
3. Mantenernos en la unidad. Hay algo que habla de Dios por sí solo:
nuestra unión en la caridad; el estrechamiento de nuestros corazones en torno al
corazón de Cristo. Ya dijo el Señor que en esto nos conocerían: en que nos
amásemos los unos a los otros. Por ello San Pablo nos dice hoy. "La gracia y la
paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo sea con vosotros" (2ª
Lectura). Sería un lamentable ejemplo para el mundo el espectáculo de los cristianos
desunidos. Todos unidos en una misma fe, en una misma oración, en la obediencia
filial a los Pastores, lograremos ser testigos de la verdad: "Nadie se engañe: quien no
está unido al altar se priva del pan de Dios. Si tanta fuerza tiene la oración de cada
uno en particular, ¿cuánto más la que se hace presidida por el obispo y en unión con
toda la Iglesia?" (De la carta de San Ignacio de Antioquía a los Efesios 2, 2-5,2;
cfr.Liturgia de las horas de este domingo).

2. SACRIFICIOS EXPIATORIOS 702A2


1. "Tú eres mi siervo de quien estoy orgulloso". Estas palabras de Isaías
están dirigidas al futuro Mesías, en quien confluye todo Israel, instrumento de
salvación para todos los pueblos. En Cristo se unen en la Persona del Hijo de Dios,
la naturaleza divina y la naturaleza humana que le viene de María, y con María de
todo el linaje escogido desde Abrahán. "Es poco que seas mi siervo y restablezcas
las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las
naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra". Sólo Jesucristo
será la complacencia plena del Padre: "Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y en
cambio me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: aquí
estoy, Señor, para hacer tu voluntad".
2. Dios no rechaza el culto sagrado israelita (instituido por el mismo Dios),
sino que lo declara insuficiente para restablecer las relaciones paterno-filiales entre
Dios y el hombre, rotas por el pecado original, al que se suman los pecados
personales de todos los tiempos. Los "sacrificios expiatorios" a que se refiere el
salmista son los sacrificios simbólicos de animales, cuyo valor depende del sacrificio
interior del corazón humano. Tampoco la ley mosaica es capaz de salvar, aunque
sea de origen divino, ya que da el conocimiento de la ley de Dios desde fuera, pero
no renueva al hombre por dentro con la gracia, haciéndole capaz de cumplirla. El
Siervo de Dios capaz de salvar a su pueblo y a la humanidad entera unirá en su
corazón, limpio de pecado y santo, el sacrificio expiatorio por los demás y el
cumplimiento perfecto de la ley del amor: "Como está escrito en mi libro: para hacer
tu voluntad". Dios mío, lo quiero y llevo tu ley en mis entrañas".
3. En el Evangelio de hoy, unas palabras de Juan Bautista describen la
misión de Cristo: "al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: -Este es el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo-". Nuestro Señor se hizo víctima en
la Cruz. Su sacrificio real ("antes de su Pasión voluntariamente aceptada", dirá el
sacerdote cuando se disponga a consagrar sobre el altar en este Sacrificio de la
Misa), era la culminación de una obediencia filial y amorosa que comenzó en Belén.
Cuando llegue el momento de la comunión, el sacerdote ofrecerá a la contemplación
de la fe el Cuerpo de Cristo, y dirá a los fieles las mismas palabras de Juan: "Este es
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo". El mismo Cristo que se inmoló
por nuestros pecados, de un modo cruento en el Calvario, ahora se inmola en la
Santa Misa de un modo incruento, también por nuestros pecados, y se nos ofrece
como alimento.

3. LA CONFIRMACION 702A3
1. "En aquel tiempo, vio Juan venir a Jesús y dijo: He aquí el Cordero de Dios,
he aquí el que quita los pecados del mundo". La Sagrada Escritura sigue
insistiéndonos en la persona de Jesús como Salvador de los hombres. En Jesucristo
obtenemos la salvación: "a los santificados en Jesucristo llamados santos". En
Jesucristo Dios redime a los hombres: "He aquí que Yo te he establecido para que
seas luz de las naciones, y seas mi salvación hasta los extremos de la tierra".
"Pues aunque de modo especial seamos signados en el cuerpo, en verdad
somos signados en el corazón, para que el Espíritu Santo imprima en nosotros la
efigie de la imagen celestial" (S. Ambrosio).
- "He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo". El
anuncio de Juan sobre Jesús lleva de nuevo a la consideración de la persona del
Redentor. En Jesucristo Dios santifica al hombre: Jesús es la salvación. Vivir la vida
de Cristo es salvarse, es participar en la vida divina. Los sacramentos, "huellas de la
Encarnación del Verbo", salvan incorporándonos a Cristo.
- El Concilio Vaticano II explica así el Sacramento de la Confirmación: "Por
este sacramento los bautizados se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se
enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados
más estrictamente a difundir y defender la fe con su palabra y sus obras como
verdaderos testigos de Cristo".
-El sacramento de la Confirmación nos incorpora de un modo más estrecho a
Cristo: somos testigos suyos por todos los confines de la tierra. La gracia
santificante, la gracia sacramental y el carácter propio de este sacramento permiten
al cristiano ser luz y salvación para los hombres. Junto a la obligación de defender y
difundir la fe, el deber de crecer en ella mediante el trato diario con Jesús.
Somos soldados y apóstoles de Cristo. Que cada día, con nuestro ejemplo y
con nuestra palabra, acerquemos a quienes con nosotros conviven a Cristo. No
tengamos miedo ni respetos humanos: Cristo actúa en nosotros.

4. EL PAPEL DE LA GRACIA 702A4


1. Dios busca nuestras almas. El plan divino de la creación, descrito en los
primeros capítulos del Génesis, quedó roto al perder el hombre el estado de justicia
original en el que fue creado. Pero Dios no abandonó al hombre a su suerte y trazó,
también desde el principio, un plan de salvación. Dios no se cansa de anhelar
nuestra compañía, quiere vivir dentro de nuestras almas. Gracias a la muerte de
Jesús en la Cruz, quedó inaugurado el tiempo de la gracia y por el Bautismo somos
cada uno de nosotros incorporados a esa vida nueva. Por eso nos son tan familiares
las palabras de Isaías: "Desde el seno materno me formó para siervo suyo" (1ª
lectura). Con una tozudez digna de mejor causa, el demonio pretende asimismo
apoderarse de nuestras almas. Nos dice San Agustín: "¿Queréis saber lo que vale
vuestra alma? Id, preguntádselo al demonio, el os lo dirá. El demonio tiene en tanto a
nuestra alma que, aunque viviésemos cuatro mil años, si después de esos cuatro mil
años de tentaciones nos ganase, tendría por muy bien empleado su trabajo" (S.
CURA DE ARS, Sermón sobre Jesucristo).
2. Belleza del alma en gracia. La hermosura del alma en gracia de Dios es
tal que ningún tesoro puede comparársele. Nos hace <<agradables a Dios>>,
<<amables>>, en el sentido de <<dignos de ser amados>>. Por eso, en el Gloria de
la Misa se habla de la paz que es propia <<de los hombres que ama el Señor>>, de
los que están en gracia. Así, San Pablo nos desea la gracia y la paz como bienes
inseparables, propios de los amados del Señor. Esta es la paz que el mundo no
puede dar porque sólo proviene <<de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesús>>
(segunda lectura). Por tanto, qué mezquina y atolondrada es la postura del hombre
cuando se empeña en despreciar este don divino. <<Comprometeos a vivir en gracia.
Jesús ha nacido en Belén precisamente para esto: para revelarnos la verdad salvífica
y para darnos la vida de la gracia. Comprometeos a ser siempre partícipes de la vida
divina injertada en nosotros por el Bautismo. Vivir en gracia es la dignidad suprema,
es alegría inefable, es garantía de paz, es ideal maravilloso y debe ser también
preocupación lógica de quien se llama discípulo de Cristo>> (JUAN PABLO II, Roma,
Hom. a los universitarios 18-XII-1979). Discípulos de Cristo: así no ha gustado
llamarnos desde pequeños, cuando aprendimos las fórmulas del catecismo. ¿Qué
quiere decir cristiano? ¿Eres cristiano?... Responder correctamente -soy cristiano,
esto es, discípulo de Cristo, por la gracia de Dios- supone asumir entero el
compromiso de que la gracia hermosee y dignifique nuestras almas.
3. Un propósito firme. Acudamos al que da la Vida a nuestras almas.
Corramos tras el <<Cordero de Dios que quita el pecado del mundo>> (Evangelio).
Para que esta vida que sólo Dios puede dar y que es la fuente de la paz, hemos de
acudir a Aquel de quien el Bautista dio testimonio. Y Jesús no hace penoso su
seguimiento. El Cordero inmaculado ha puesto muy claras las huellas sobre las que
hemos de pisar: los sacramentos. Estos <<están ordenados a la santificación de los
hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios>>
(Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 59).

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703 III DOMINGO

Ciclo A: 703A

Isaías 8,23b-9,3: "una luz les brilló"


I Cor.1,10-13.17: "¿está dividido Cristo?"
Mateo 4,12-23: "Convertíos... el reino de los cielos"

La verdad y la buena fama del prójimo (CDC. lec.27).

1. VOCACION CATOLICA 703A1


1. "En otro tiempo, el Señor humilló el país de Zabulón y el país de Neftalí;
ahora ensalzará el camino del mar, al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles".
Isaías, profeta, habla aquí de un futuro que presenta como ya realizado. Los judíos
sabían que Dios sólo se había revelado a ellos; los demás pueblos -los gentiles-
carecían de la guía segura del Señor. Los hombres santos, como Isaías y demás
Profetas recordaban, sin embargo, a su nación que el privilegio de ser elegidos de
Dios no significaba que sólo ellos alcanzarían la salvación, sino que a través de la
fidelidad de Israel, la salud llegaría a todas las gentes: "El pueblo que camina en
tinieblas vio una luz grande; habitan tierras de sombras, y una luz les brilló". Los
planes de Dios siempre se cumplen, aunque, a veces, de un modo distinto al que
creen conocer los mismos hombres. La Salvación no se realizó a través de una
persona colectiva (un Israel-comunidad), sino que por medio de Jesucristo, hijo de
Dios, y en cuanto hombre, el verdadero Israel.
2. En el Evangelio de hoy, Jesús pasa a predicar a una zona de Palestina
que, en su tiempo, era prácticamente gentil o pagana, extraña a las promesas
hechas a Israel. "Dejando Nazareth se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el
territorio de Zabulón y Neftalí" (aquel territorio había pertenecido a las dos tribus
israelitas, pero habían perdido con el correr del tiempo su identidad nacional y
religiosa). El propio San Mateo nos hace ver en esta estancia de Jesús y en su
abundante predicación a aquellas gentes, el cumplimiento de las misteriosas
palabras pronunciadas siglos antes por Isaías. El Señor, que dedicó la mayor parte
de su actividad a la atención a su pueblo, observando un orden de preferencia.
adelanta también los tiempos en que la salvación sobrenatural estará destinada a
todos los hombres de todas las razas y culturas, de toda condición.
3. San Pablo, en la Carta a los Corintios, amonesta a los cristianos por las
incipientes divisiones que se dan en la comunidad local. "Hermanos, me he enterado
por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros. Y por eso hablo así, porque
andáis divididos diciendo: -Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo
soy de Cristo". La Iglesia es el hogar común de todos los cristianos. Las divisiones
humanas pierden su sentido en la medida en que se encuentra a Cristo. La
coincidencia -identidad- de los cristianos en la misma fe (que tiene formulaciones
estables de valencia universal), en la misma esperanza (porque nos espera el
mismo Cielo) y en la misma caridad (porque sólo hay un amor de Dios infinito y
participable en todos los corazones cristianos), no elimina las reales divergencias en
lo temporal que se siguen dando entre los cristianos. No elimina la variedad, pero la
sitúa en un plano muy secundario si se compara con la fuerza de lo que une: "¿Está
dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la Cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados
en nombre de Pablo?". En la medida en que profundicemos en nuestra vocación
católica, perderán fuerza los instintos, a veces gregarios, que llevan a identificarse
con grupos étnicos, ideológicos, sociales, etc. Tampoco la pertenencia a la única
Iglesia de Cristo uniformiza en lo temporal, pero deja en su sitio, eliminando
exageraciones, a aquellas cosas en las que se puede discrepar unidos en la caridad
sinceramente fraterna.

2. BIEN UNIDOS 703A2


1. Jesús predica la conversión. Enterado el Señor de que Juan el Bautista
había sido arrestado se retiró a Galilea y comenzó a predicar la penitencia:
Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos (Evangelio). La conversión
es una vuelta a Dios con todo lo que esto supone de unificación en nuestra vida:
-Unidad interior: para que nuestra alma no ande dispersa en la lucha por
tender a la santidad. En nuestra alma debe reinar la armonía y la paz, como
resultado de un orden interior que nos hace caminar con fidelidad a la vocación
cristiana.
-Unidad en la fe: porque recibimos un solo Credo y lo acogimos sin reservas.
Creemos, sin ningún género de dudas, en todo lo que Dios nos ha revelado y la
Iglesia nos enseña. La formación doctrinal, fielmente asentada en el Magisterio de la
Iglesia, nos inmuniza de las ideologías en boga.
-Unidad en la caridad: ya que la vuelta a la casa del Padre que supone la
conversión, nos facilita el encuentro con los hermanos en la fe. No se concibe una
vida cristiana sin un fuerte espíritu de unidad fraterna, que lleve a poner todos los
medios para estrechar más los corazones de todos los hombres en el amor de Dios.
Debemos huir con urgencia de todo aquello que pueda dar origen a situaciones
encontradas. Lo nuestro es unir.
2. Estad bien unidos. San Pablo dirige a los Corintios una fuerte llamada
a la unidad, pues andaban divididos siguiendo no a Cristo, sino aislados en
banderías. No podemos olvidar que nuestro punto de mira debe estar anclado en
Dios. Que no se trata de ser secuaces de idologías. Es Dios quien clama y reparte
según su beneplácito las gracias y carismas, dentro de la una y única Iglesia por
él fundada.
Todos estamos llamados a la santidad, y es el camino: Cristo. Dentro de ese
amplio Camino, cada uno recibe un don, para la común edificación de la Iglesia.
Creemos en la misma Doctrina, la que predicó el Señor y la Iglesia enseña
infaliblemente. Todo lo que no sea beber fielmente del Depósito de la Revelación, es
inventar y exponernos a seguir otros caminos que no son precisamente el que marcó
claramente el Señor. Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos
de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y
sentir (2ª Lectura).
3. Una luz les brilló. Así dice el profeta Isaías cuando habla de esa
llegada del Mesías a la Galilea de los gentiles : El pueblo que caminaba en
tinieblas vio una luz grande (1.ª Lectura). Nosotros, que gozamos de esa luz de la
presencia de Dios en medio de su Pueblo, debemos iluminar con nuestro ejemplo de
unidad a los otros hombres que nos miran con esperanza. ¡Cuántos se preguntan si
son aceptados por los que les rodean! Nuestros hermanos, los hombres, tienen
necesidad de encontrar a otros hermanos que irradien serenidad, alegría, esperanza,
caridad a pesar de las pruebas y contradicciones que también ellos tienen que
soportar. Ser testigos de la fuerza de Dios que actúa en la asombrosa y resurgente
fragilidad humana no es alienar al hombre, sino ofrecerles camino de libertad" ( Pablo
VI, Aloc. 2 de octubre de 1974).

3. LA REALIDAD DEL PECADO 703A3


1. UN DESORDEN INSOSPECHADO. Echamos un vistazo al mundo y nos
asombra su oscuridad. A veces, incluso, se nos antoja como un lugar poco
confortable para vivir. Sin embargo, cuando Dios lo creó <<vio que era muy bueno
cuanto había hecho>> (Gen 1, 31). ¿Qué ha pasado entonces? Lo que ha pasado es
que en el mundo ha aparecido una realidad -más bien, una irrealidad- no creada por
Dios que lo ha enturbiado todo: el pecado. Para que nos hagamos una idea de las
dimensiones de este desorden, basta pensar en la magnitud de la tragedia de la
Pasión, que fue el precio que hubo de pagar por el arreglo. Si no se hubiera llevado a
cabo la redención, estaríamos desesperados, sin saber cómo salir del caos. Pero
Dios ha tenido compasión de nosotros u <<se ha alzado una luz grande>> (primera
lectura). La salvación mesiánica consiste en el paso de las tinieblas a la luz.
2. LA MALICIA DEL PECADO. Por desgracia, el pecado no nos es ajeno,
puesto que ya nacemos con él. Pero, ¿cabe mayor desdicha que permitir que el
pecado arraigue y lo destroce todo? <<Cuando la realidad social se ve viciada por las
consecuencias del pecado, el hombre, ya inclinado al mal desde su nacimiento,
encuentra nuevos estímulos para el pecado, los cuales sólo pueden vencerse con
denodado esfuerzo, ayudado por la gracia>> (Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et
Spes, n. 25). Es necesario que nos percatemos de la tremenda malicia del pecado,
de su gravedad, del desorden tan tremendo que supone. Se ha dicho que en nuestro
mundo moderno se ha perdido el verdadero sentido del pecado. Hoy día no se teme
al pecado. Se teme la muerte violenta, la enfermedad, la pobreza o el deslizamiento
de la capa de ozono de la atmósfera. Y es el pecado -causa de todos los demás
males- el único mal verdadero: <<No olvides, hijo, que para ti, en la tierra sólo hay un
mal que habrás de temer, y evitar con la gracia divina: el pecado>> (JOSEMARIA
ESCRIVA, Camino n.386). Por la tremenda grandeza de este mal, sale Jesús a
nuestro encuentro y nos grita <<Arrepentíos>> (Evangelio). Y es que <<más que el
pecado mismo, irrita y ofende a Dios que los pecadores no sientan dolor alguno por
sus pecados>> (S. JUAN CRISOSTOMO, Hom. sobre San Mateo, 14).
3. ROMPER LAS CADENAS. Todos tenemos un alto sentido del ridículo.
Sentimos a veces incluso vergüenza para hacer el bien. Pero cuando se trata de
pecar, todo se vuelve desfachatez y cinismo. Tenemos que dejar que nos hable el
sentido común: <<Nada hay más infeliz que la felicidad de los que pecan>> (S.
AGUSTIN, en Catena Aurea, vol. 1, p. 325). Vamos, por tanto, a reservar la
vergüenza para pecar. La vida de un hombre sólo tiene sentido cuando se decide a
colaborar con Dios y rompe definitivamente con las ataduras del pecado. El
arrepentimiento sincero nos pone en camino para participar de ese Reino de Dios
que se acerca.

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704 IV DOMINGO

Ciclo A: 704A

Sofonías 2,3;3,12-13: "el resto de Israel"


I Cor. 1,26-31: "ha escogido lo que no cuenta"
Mat. 5, 1-12a: "dichosos... dichosos..."
Sal.145,7-10
La Iglesia (FDCI. pp. 49-56)

1. LOS POBRES DEL SEÑOR 704A1


1. Jesús va e exponer por primera vez la síntesis de su doctrina. Para ello
subió a un monte, se sentó rodeado de sus discípulos y "se puso a hablar
enseñándoles" (San Juan Crisóstomo comenta así la frase: "Cristo también callando
enseñaba con la voz de sus obras").
Y lo primero que dice es : "Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos
es el reino de los cielos." ¿Quiénes son estos hombres felices? El término pobreza
puede significar varias cosas. En el A.T. se distingue al "ebyon", indigente, del
"anaw", hombre abajado, afligido, humilde, que se vuelve a Dios y confía en El; sólo
este último es alabado, mientras que la simple pobreza estaba mal considerada,
como un castigo de Dios o consecuencia de la pereza.
Es fácil advertir la relación -que no identidad- entre pobreza y humildad. El
hombre desprovisto de honores y bienes puede rebelarse contra su suerte y llenarse
de envidia (lo que no es loable), o bien humillarse y volver los ojos confiado al Señor.
Por eso, los "anawin" del AT son siempre humildes, piadosos: "Buscad al Señor los
humildes, que cumplís sus mandamientos: buscad la justicia, buscad la moderación...
Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del
Señor." (1ª lect.)
2. Esta es la idea que expresa el Ev.: "los pobres de espíritu". La pobreza
amada por Cristo no es tanto una situación económica, como un estado espiritual,
religioso. Son felices los "pobres del Señor", los humildes en su alma, los mansos y
sosegados en las pruebas de la vida -aunque no débiles de carácter-, que no se
apoyan en lo terreno, sino en Dios, "que se complace en su pueblo y adorna de
salvación a los humildes" (Sal. 149) "hace justicia a los oprimidos... y ama a los
justos" (Sal. resp.). Idea estrechamente ligada al Magnificat de María: "Dispersó a
los que se engríen con los pensamientos de su corazón, derribó a los potentados de
sus tronos y ensalzó a los humildes." Está claro que el señor no es enemigo
sistemático de los que tienen dinero o poder, sino de los orgullosos, materialistas,
injustos. Tanto Zaqueo, Lázaro, José de Arimatea y Nicodemo, como los pastores de
Belén, la viuda del óbolo y el buen ladrón, son destinatarios de la Buena Nueva. En
todos se cumple que "los pobres son evangelizados" (Lc. 4, 18).
3. San Pablo (2ª lect.) hace ver a los corintios que son necios, flacos y
plebeyos para el mundo, pero elegidos por Dios para confundir a quienes no lo son;
de modo que " el que se gloríe, que se gloríe en el señor". Era una situación histórica
de la que deduce una enseñanza religiosa. Hoy, el cristiano puede ser "alguien" o un
"Don Nadie" para el mundo. Pero Cristo lo eligió para que con su humildad,
paciencia, fidelidad y trabajo realice en el mundo una misión divina, auténtica y
fecunda -imposible para los engreídos y suficientes-, y luego herede el Reino de los
cielos.

2. BIENAVENTURADOS LOS SANTOS 704A2


1. Un tema frecuente en la predicación de los Profetas es el "resto de
Yahveh" o "resto de Israel", para designar una porción del pueblo elegido que por su
fidelidad alcanzará las promesas, aunque una mayoría se extravíe y quede fuera de
los planes divinos. Este "resto" será suficiente para transmitir a las generaciones
siguientes la semilla que contiene la vida. Vendrá "el día de la ira del Señor", pero
dice Dios por el Profeta: "dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que
confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá
mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin
sobresaltos". Lo esencial de esta "pobreza" característica de quienes sean
instrumentos de Dios en la salvación de muchas almas, consiste en un
desprendimiento del recurso a los medios terrenos de poder, orgullo, ambición, para
afirmarse en la tierra, a cambio de una apertura a la gracia de Dios.
2. Nuestro Señor encontró en grandes sectores de su pueblo gente así:
humilde y acogedora de la Palabra divina. "En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío,
subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar,
enseñándoles". Todo el Sermón de las Bienaventuranzas es un compendio de la
moral cristiana. En cada bienaventuranza hay una burla divina a la astucia humana,
cuando cree que sale gananciosa a base de no reconocer los derechos soberanos
de Dios y recurre a todos los medios para poner en el placer, en la hartura, en la
opresión del débil, en la impureza, el centro de la vida en la tierra. Ciertamente el
Señor no quiere que renunciemos a toda justicia en la tierra, a una pasividad
imprudente ante los males evitables. Pero deja en claro el orden de los objetivos:
primero, el Cielo. "Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán saciados". Incluso deja claro el Señor que los "suyos" deben estar dispuestos a
"perder" aparentemente aquí en la tierra: "Dichosos vosotros cuando os insulten, y os
persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos,
porque vuestra recompensa será grande en el Cielo" Una "pérdida" que ya es
ganancia aquí : "estad alegres y contentos".
3. San Pablo habla en términos fuertes a los cristianos de Corinto. Les
llama a la humildad; a que reparen la desproporción entre lo que son y lo que Dios
hará a través de ellos. Entre los cristianos había gente de toda condición social (no
había ni elitismo, ni demagogia); por ello, teniendo en cuenta la sociedad de
entonces: "no hay entre vosotros muchos sabios en lo humano, ni muchos
poderosos, ni muchos aristócratas" (es de suponer que habría algunos también
sabios, o poderosos o aristócratas). La penetración pacífica del espíritu cristiano en
la sociedad no será fruto de fuerzas sociales (ni de cambios de arriba abajo ni de
abajo a arriba), sino fruto de la gracia operante en la santidad de las personas, con
independencia de su posición social.

3. ESTAD ALEGRES Y SERENOS 704A3


1. Buscad al Señor los humildes. El Antiguo Testamento nos testimonia la
predilección de Dios por los humildes, los sencillos de corazón, los necesitados, los
que buscan ayuda, los que agradecen el favor, los que el mundo margina porque no
quieren ser mundanos, los despreciados por ser buenos, los que no encajan en los
moldes sociales fabricados por la soberbia del hombre, los que se sienten como
niños pequeños y tienden la mano para que alguien les conduzca a Dios, El Señor
tiene una debilidad especial por los que sufren calladamente, los que trabajan en
silencio, los que cumplen su deber sin alardes, los enfermos y los disminuidos físicos
y espirituales, los ancianos, y todos aquellos que llevan adelante su cruz sin
resentimientos, sino con la alegría del que busca a Dios con sincero corazón.
El necesitado debe confiar en recibir esta ayuda divina, pero su confianza en
Dios ha de ser incondicional. Dios eleva a los humildes y abaja a los orgullosos,
tratando de conseguir su conversión interior: Los ojos altivos del hombre serán
abajados, se humillará la altanería humana, y será exaltado Yahvéh sólo en
aquel día (Is 2,11): Dios ayuda a todos aquellos que tienen abatido el ánimo y
destrozado el espíritu, a los que tienen el corazón contrito, pues Dios no desprecia a
todo aquel que se arrepiente sinceramente de sus faltas y reconoce su miseria.
Somos de barro frágil, y por eso acudimos humildemente a solicitar la
fortaleza divina. "Llevemos esto a la vida interior. Ante nuestras miserias y nuestros
pecados, ante nuestros errores -aunque, por la gracia divina, sean de poca monta-,
vayamos a la oración y digamos a nuestro Padre: ¡Señor, en mi pobreza, en mi
fragilidad, en este barro mío de vasija rota, Señor, colócame una lañas y -con mi
dolor y con tu perdón- seré más fuerte y más gracioso que antes! Una oración
consoladora para que la repitamos cuando se destroce este pobre barro nuestro" (J.
Escrivá de Balaguer, Humildad, Folleto M.C.,n. 163,p.6).
2. Estad alegres y serenos. Tenemos que estar especialmente dichosos
cuando nos insulten por ser cristianos, y nos persigan, y nos calumnien por causa de
Cristo. Hay que estar dispuestos a darlo todo por defender nuestra fe, y
precisamente en estos tiempos en que se incita solapadamente a olvidar a Cristo.
"En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en este se enseña
a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se
usaba de la violencia, ahora de insidias; entonces se oía rugir al enemigo; ahora,
presentándose con mansedumbre insinuante, y rondando, difícilmente se le advierte.
Es cosa sabida de qué modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo:
procuraban atraerlos a sí para que renegasen; pero ellos, confesando a Cristo, eran
coronados. Ahora enseñan a negar a Cristo, y engañándolos, no quieren que
parezca que los aparta de Cristo" (San Agustín, In Ps. enarr.,39,1).
3. Nuestra gloria es Dios. Dice San Pablo que Dios ha escogido lo más
bajo y despreciable para llevar a cabo su obra de salvación en el mundo. Para darle
la razón basta con mirarnos a nosotros mismos: ¿Qué méritos tenemos para contar
con esta abundancia de bienes divinos? Nada tenemos propio; si algo de valor
adorna nuestra vida es por pura atención divina. Por eso, recordemos lo que dice
San Pablo: El que se gloríe, que se gloríe en el Señor (2.ª Lectura).

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705 V DOMINGO

Ciclo A: 705A

Isaías 58,7-10: "no te cierres a tu propia carne"


I Cor. 2,1-5: "vuestra fe se apoye en el poder de Dios"
Mat. 5,13-16: "vosotros sois la sal... la luz"
Sal.111.4-9
La pureza de las acciones (CDC. lecc. 25)

1. EL CRISTIANO, SAL Y LUZ 705A1


1. A pesar de nuestras limitaciones humanas, el Señor nos ha elegido a sus
discípulos para una misión universal, sin límites de tiempo ni de lugar: "Vosotros sois
la sal de la tierra... Vosotros sois la luz del mundo." Es fácil suponer la perplejidad de
sus sencillos oyentes. Cristo emplea como símbolos la sal y la luz, de uso corriente y
raigambre bíblica: "son necesarios para la vida del hombre, el agua, el fuego, el
hierro, la sal..." (Ecli 39, 31). Así. pues, lo que la sal y la luz son en el orden natural,
el cristiano lo será para el mundo en todo orden, especialmente en el sobrenatural.
a) La sal evita la putrefacción de la carne y otros alimentos. El pecado, la
ignorancia y el error amenazan corromper el criterio, la vida e intenciones de los
hombres. El hombre de fe y sentido sobrenatural inmunizará todas las realidades
terrenas y las conservará para el servicio de Dios y del prójimo: "no dejarás que a tu
ofrenda le falte la sal de la alianza del Señor" (Lev. 2, 13).
b) La sal sazona y hace digeribles los alimentos. Las exigencias de Cristo,
los ideales elevados, resultan con frecuencia amargos y desabridos para el mundo.
Tarea nuestra es mostrarlos asequibles en la práctica, al alcance de los hombres de
toda condición: "somos para Dios el buen aroma de Cristo" (2 Cor. 2, 15), y debemos
serlo también para el mundo.
c) La "sal" es también una cualidad que hace al lenguaje vivo y atrayente;
es parte del "don de lenguas", necesario para exponer la palabra de Dios: "sea
vuestro discurso con gracia, sazonado con sal, de manera que sepáis cómo os
convenga responder a cada uno" (Col. 4,6). Y esto sin detrimento de la fidelidad a
Cristo: "vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de
Dios" (2ª lect.).
2. "Vosotros sois la luz del mundo." Quien vive en el mundo no puede
ocultar sus obras. El comportamiento del cristiano será tal, que induzca a los demás
hacia el bien: "cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del
indigente, brillará tu luz en las tinieblas" (1ª lect.). "El justo brilla en las tinieblas como
una luz... Su recuerdo será perpetuo." (Sal. resp.). Más aún, el Señor nos pide que
vean nuestras buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos.
3. Dos peligros habremos de evitar. El primero, ser "sal insípida". Esta es
un contrasentido tan grande como lo es el cristiano tibio, que ha perdido la energía
vital: no sirve para nada y merece ser arrojada y pisada de las gentes. Un proverbio
rabínico decía que "no hay sal para la sal": si pierde su fuerza, no hay modo de
devolvérsela.
El segundo peligro es el del egoísmo: "tampoco se enciende una vela para
meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos
los de la casa". Las virtudes cristianas no pueden producir un beneficio exclusivo
para el que las practica, sino que han de dar fruto cuajado en sectores cada vez más
amplios de la sociedad.

2. LA VERDADERA LUZ DEL MUNDO 705A2


1. "Yo soy la luz del mundo -dice el Señor. El que me sigue no camina en las
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". En Cristo se encierra toda la Sabiduría
divina, porque es el mismo Verbo encarnado, que habla con palabras humanas, y
con su conducta ratifica lo enseñado. Pero una característica de la Verdad divina es
que "ciega" a nuestra inteligencia natural porque ésta es limitada y no resiste el fulgor
infinito de la claridad divina. Por ello Dios exige a la criatura, cuando se le revela, una
obediencia de fe, que consiste en una sumisión rendida de la inteligencia y de la
voluntad a cuanto enseña y manda por la razón exclusiva de que es Dios.
2. San Pablo, Apóstol de Cristo, en su Epístola a los Corintios, manifiesta
su conducta en un ambiente intelectual (el mundo helénico) muy pagado de sí
mismo, un ambiente en el que se consideraba al "hombre medida de todas las
cosas", donde todo había de ser reducido al tamaño intelectual del hombre. "Cuando
vine a vosotros a anunciaros el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia
o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a
Jesucristo, y éste crucificado". Y explica a los cristianos que procedió así "para que
vuestra fe no se apoye en la sabiduría humana, sino en el poder de Dios". Nada más
sin sentido para una cultura centrada en el hombre y en esta tierra que la predicación
de Jesucristo crucificado.
3. "En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -Vosotros sois la sal de la
tierra... Vosotros sois la luz del mundo". Es verdad que cada uno de nosotros ha de
llegar en su trabajo hasta donde le permitan sus posibilidades. Y que en el trabajo
intelectual nunca han faltado portentosas inteligencias en la Iglesia, que han sido
lumbreras para todos los cristianos y para todos los hombres. Pero esa "luz" divina
que esparcerán los buenos cristianos entre las tinieblas de un mundo que, a veces,
se cree muy civilizado y muy culto, será la luz de la conciencia clara, limpia, alegre.
La luz que arroja a su alrededor quien se esfuerza por vivir de acuerdo con la fe y
con la moral de Cristo. Hay infinitamente más luz en una persona sencilla que
conoce, ama y cree un buen catecismo de la doctrina cristiana que en las
pedanterías que pueda escribir o divulgar un intelectual que ande a oscuras. Hay
infinitamente más luz en los consejos que da una madre piadosa, con sentido común
y sobrenatural, que en mil panfletos de algunos que se llaman "teólogos". Hay
infinitamente más luz en las almas en gracia de Dios (aunque fueran analfabetas)
que en las disquisiciones de todos los sabios del mundo. Pero con todo ello, hemos
de pedir al Señor que sigan surgiendo en mayor número, buenos maestros
cristianos, en todos los campos del saber humano y en las Ciencias Sagradas, que
sean humildes, que continúen el trabajo de los grandes Padres y Doctores de la
Iglesia, en un común esfuerzo de servicio a la Iglesia y a las almas.

3. SOMOS LA LUZ DEL MUNDO 705A3


1. Debemos ser luz para los hombres. Dios ha tenido con nosotros los
cristianos una predilección y una confianza extraordinaria. Mucho nos quiere el Señor
para hacernos portadores de Su Luz ante tantos que se debaten tristemente en la
oscuridad de unas ideologías de poca monta. Hemos alcanzado un progreso
espectacular en muchos campos de la ciencia; la doctrina está clarísima; las
soluciones a los problemas las tenemos al alcance de la mano; sabemos cuál es el
camino para construir un mundo más digno de criaturas racionales. A pesar de todo,
los hombres seguimos sin ver, o sin querer ver, con claridad, cuál es el fin por el que
luchamos y cuáles son los medios correctos para alcanzarlo.
El Señor nos vuelve a decir hoy con toda energía: Vosotros sois la luz del
mundo (Evangelio).
No podemos contentarnos con un lamento estéril o una crítica negativa de las
situaciones absurdas, o de las soluciones injustas. Tenemos que mirar al mundo con
ojos optimistas y luchar sin complejos. Debemos iluminar desde la fe a este mundo
nuestro que no siempre sabe caminar hacia adelante de la mano de la moral. "En
lugar de limitarnos a deplorar o a denunciar insuficiencias, creemos que nuestro
deber en este terreno es el de recordar y aclara los principios, el de animar a los
hombres para que los apliquen fielmente, y el de no rehusar nuestra colaboración a
las tentativas concretas de solución de los problemas que esta aplicación lleva
consigo..." (Pablo VI, Aloc. 12 de enero de 1974).
2. La luz es fruto del amor. Por nuestras obras conocerá, que somos
discípulos del Señor, nos dijo el mismo Cristo. Seremos realmente luz para el mundo
cuando vivamos seriamente la caridad. No se trata sólo de aconsejar, o de protestar,
o de exigir; tenemos que convencer con nuestra vida. Los primeros cristianos
cambiaron el mundo pagano con el maravillosos ejemplo de su caridad fraterna. Su
amor mutuo se convirtió en un espectáculo para un mundo que se recomía en su
egoísmo.
Esto dice el Señor: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres
sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces
romperá tu luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana; te abrirá
camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor (1ª Lectura).
3. No hay más luz que Cristo. Para los males que aquejan al mundo no
hay más solución que Cristo. San Pablo dice claramente a los Corintios: nunca entre
vosotros me precié de saber cosa alguna sino a Jesucristo, y éste crucificado
(2ª Lectura). Cristo es la pregunta a todos los interrogantes, la solución a todos los
problemas: "Nuestro Señor ha venido a traer la paz, la buena nueva, la vida, a todos
los hombres. No sólo a los ricos, ni sólo a los pobres. No sólo a los sabios, ni sólo a
los ingenuos. A todos. A los hermanos, que hermanos somos, pues somos hijos de
un mismo Padre Dios" (J. Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 106). Si
somos responsables con nuestra vocación, brillaremos en las tinieblas como una
luz (Salmo responsorial).

4. OBRAS SON AMORES 705A4


1. CONTANTES Y SONANTES. Desde muy pequeñines aprendimos que una
fe sin obras es una fe muerta. La verdadera religión se mide por el amor en obras
para con los demás (cfr. primera lectura). ¿Cuanto me cuesta ser cristiano? ¿Cuánto
me cuesta, también económicamente? Una fe que se mueve exclusivamente entre
los sonidos de una palabrería inútil, sólo serviría para dar consuelo a corazones
mezquinos. Delante de Dios, al igual que nos pasa a nosotros, vale lo que cuesta. No
pensemos que se trata de dar cuatro perras gordas. Esta caridad está muy bien,
como nos recuerda San Juan Crisóstomo: <<No me refiero sólo a los ricos, sino
tambien a los pobres, a los que viven mendigando; no hay pobres, por muy pobres
que sean, que no tenga dos céntimos que dar>> (Hom. sobre la Epist. a los Hebreos,
3, 2). Hay algo que, aunque seamos indigentes, podemos dar: nuestro propio yo.
¿Para cuándo dejamos las obras de misericordia? Visitar a los enfermos, enseñar el
catecismo a los niños, formar bien nuestra conciencia cristiana, dar buena doctrina y
corregir a los que yerran, dar limosna generosa. Obras, obras, obras...
2. UN CRISTIANISMO EVALUABLE. La Iglesia no tiene como fin arreglar los
problemas sociales. Su finalidad <<no es ciertamente un mero sentimiento
humanitario. Ni la comunidad de los discípulos de Cristo es una agencia de
voluntariado y de ayuda social>> (JUAN PABLO II, Hom. Monte del Gozo, Santiago
de Compostela, 20-VIII-1989). El fin de la Iglesia es la salvación de las almas. Un fin
sobrenatural, por tanto. Pero qué duda cabe que el amor a las almas nos lleva
también a ocuparnos de las necesidades materiales. ¿Cómo se hicieron las
catedrales del siglo XIII? Con fe y con geometría. Las levantaron los cristianos que
sabían poner todo su yo al servicio de su fe. Esta fe se puede medir, cortar y pesar.
¿Quién duda que hoy día, más que hambre de buen pan, lo que padece mucha
gente es hambre de cultura, de doctrina, de solidaridad y de cariño? <<¿Cómo
puedes decir que amas a Dios a quien no ves si no amas a tu hermano a quien ves?
>>, nos pregunta San Juan (Jn 4, 20). Una caridad evaluable pasa necesariamente
por compartir, por no regatear a nuestros hermanos los hombres ni nuestro tiempo,
ni nuestros bienes ni nuestros talentos.
3. DIOS AMA AL QUE SE DA. Sin caer en una contabilidad presuntuosa,
deberíamos poder medir de algún modo nuestros hechos de entrega. <<Hay un caso
que nos debe doler sobremanera: el de aquellos cristianos que podrían dar más y no
se deciden; que podrían entregarse del todo, viviendo todas las consecuencias de su
vocación de hijos de Dios, pero se resisten a ser generosos. Nos debe doler, porque
la gracia de la fe no se nos ha dado para que esté oculta, sino para que brille ante los
hombres (Evangelio); porque además, está en juego la felicidad temporal y eterna de
quienes así obran>> (JOSEMARIA ESCRIVA, Es Cristo que pasa, 147). Este <<dar
más>> bien podría traducirse por <<darse mejor>>, porque <<Nadie tiene más amor
que el que da su vida por sus amigos>> (Jn 15, 13). En este darse, hemos de
procurar no llamar la atención y <<Que no sepa nuestra mano derecha lo que hace la
izquierda>> (Mt 6, 3).

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706 VI DOMINGO

Ciclo A 706A

Ecl.15,15-21: "ante ti están... muerte y vida"


I Cor.2,6-10: "enseñamos una sabiduría divina"
Mat.5,17-37: "yo os digo..."
Sal.118,1-2.4-5.17-33-34.

El Matrimonio (RF. S. cap. 9)

1. CUMPLIR LA LEY 706A1


1. "Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su
voluntad" (1ª lect.). Y el Señor dice: "si quieres entrar en la vida eterna, guarda los
mandamientos" (Mt. 19, 17). Pero el hombre puede cometer en este punto dos
errores: cumplir la voluntad de Dios con desgana, como quien soporta una pesada
carga; o adaptarla a sus gustos y conveniencias, hasta convertirla en una serie de
preceptos humanos. La historia de Israel nos ofrece muestras de ambas actitudes:
quejas contra la ley y deformaciones de las escuelas rabinas. Sin embargo, el justo
comprende que ha de amar la ley para amar a Dios, y que cumplirla fielmente es ser
buen hijo de Dios. "Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del
Señor... Abreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad" (Sal. resp.).
2. Cristo viene al mundo a dar testimonio de la verdad y a encaminarnos a
la vida eterna. Pero lejos de despreciar la ley, nos dice: "No creáis que he venido a
abolir la ley o los profetas..., sino a dar plenitud" (Ev.). Para ello, en primer término,
restaurará los mandamientos en su genuina pureza; además, los desarrollará hasta
sus últimas perfecciones. En el Ev. de hoy, contrapone lo que "habéis oído que se
dijo", con lo que "yo os digo" (donde muestra su poder divino). Hace particular
referencia a tres preceptos:
2º Mandamiento: No basta -dice- evitar el perjurio (juramento falso). Tampoco
debemos jurar innecesariamente: "A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de
ahí viene del Maligno." El nombre de Dios merece toda veneración y amor;
pronunciarlo por ligereza, en conversaciones mundanas o en disputas, es indigno de
un cristiano. Hemos de ganarnos con nuestra rectitud la fama de veraces, para
merecer la credibilidad de la gente.
5º Mandamiento: Es preciso que estemos a bien con todos, que amemos a
todos sinceramente y sin reservas en el fondo del corazón. El que se enoja, insulta o
critica al prójimo, es merecedor de castigo, y Dios no acepta su ofrenda mientras no
medie una sincera reconciliación.
6º Mandamiento: La verdadera pureza no consiste en la ausencia de actos
externos contrarios a ella. Debe proceder de un corazón limpio, ofrecido a Dios en un
don de auténtico amor.
3. El Señor nos hace ver que todos los Mandamientos exigen una actitud
perfecta de lo más íntimo de nuestro ser, del corazón. Esta actitud no es posible si no
amamos la ley, porque "la plenitud de la ley es el amor" (Rom. 3, 10): si no amamos
la ley, no cumpliremos la ley del amor, en lo que estriba nuestra santidad. Si
cumplimos la voluntad de Dios amorosamente, seremos santos y alcanzaremos la
perfecta libertad de los hijos de Dios: "ama y haz lo que quieras" (San Agustín).
Es preciso que profundicemos en el contenido del Decálogo y que hilemos
más fino en el examen de nuestra conciencia, para ser siervos fieles en la letra
pequeña; de este modo, el premio será la gloria: "Si quieres entrar en la vida eterna,
guarda los Mandamientos".

2. EL DON DE LA LIBERTAD 706A2


1. UN DESAFIO. Dios ha puesto al hombre en la cumbre de la creación para
que administre todos los bienes de la tierra y colabore con el orden creador,
enderezándolo todo a la gloria de Dios. Tenemos una parte animal, perecedera, que
es el cuerpo. Tenemos también un alma inmortal, espiritual que es la que nos da esa
<<imagen y semejanza>> de la que habla el Génesis (1, 26). Entre los dones divinos
que residen en el alma están la inteligencia -chispazo del entendimiento divino- y la
libertad. Ambos conforman nuestro obrar moral y sobre ellos actúa la gracia. Pero
Dios jugó muy fuerte al darnos este don maravilloso de la libertad, porque cabe que
el hombre se rebele y le niegue; puede que en vez de edificar el mundo lo desordene
y corrompa. Tenemos la tremenda posibilidad de decir que no a Dios. Tenemos la
gran responsabilidad de escoger entre <<la muerte y la vida>> (primera lectura). Y
<<¿Qué muerte más funesta para el alma que la libertad de errar?>> (S. AGUSTIN,
Epístola 105, 10).
2. BUSCAR EL BIEN. Mucha gente opina que la libertad consiste en elegir lo
que les venga en gana. No hay libertad sin responsabilidad. <<La primera libertad es
carecer de pecados>>, nos dice San Agustín (Trat. Evang. S. Juan, 41, 8). Dios nos
ha dado la inteligencia para que descubramos la verdad, no para entumecernos
entre errores o ignorancias. La libertad es un don divino para acertar con la elección
del bien. <<No fuimos creados para la muerte, sino que morimos por nuestra culpa.
La libertad nos perdió; esclavos quedamos los que éramos libres; por el pecado
fuimos vencidos>> (TACIANO, Disc. contra los griegos). A la vez, no existe un amor
que sea forzoso, que carezca de libertad. ¡Qué tesoros de grandeza encierra el amor
de Dios movido por la libre decisión de agradarle en todo! <<Cuando Dios libra al
hombre del pecado que lo hace esclavo, lo desembaraza de toda servidumbre y lo
establece en la verdadera libertad>> (S. CATALINA DE GENOVA, Le libre arbitre,
110).
3. CAMINO, VERDAD Y VIDA. Si el hombre es la cumbre de la creación,
Cristo es la cumbre del hombre. Todas las aspiraciones humanas hacia el amor, la
felicidad, la bondad y la belleza se encuentran en Cristo. Por tanto, no es esclavitud,
sino liberación, someterse al yugo de Cristo. <<Pido al Señor que nos ayude a crecer
en esta libertad real, como criterio básico e iluminador de juicio y de elección en la
vida. Esa misma libertad orientará vuestro comportamiento moral en la verdad y en la
caridad. Os ayudará a descubrir el amor auténtico, no deteriorado por un
permisivismo alienante. Os hará personas abiertas a una eventual llamada a la
donación total en el sacerdocio o en la vida consagrada. Os hará crecer en
humanidad mediante el estudio y el trabajo. Animará vuestras obras de solidaridad y
vuestro servicio a los necesitados en el cuerpo y en el alma. Os convertirá en
señores, para servir mejor y no ser esclavos, víctimas y seguidores de los modelos
dominantes en las actitudes y formas de comportamiento>> (JUAN PABLO II, Hom.
Monte del Gozo, Santiago, 20-VIII-1989).

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707 VII DOMINGO

Ciclo A: 707A

Lev. 19,1-2.17-18: "seréis santos porque yo... soy santo"


I Cor.3,16-23: "vosotros sois de Cristo..."
Mat. 5,38-48: "amad a vuestros enemigos"

Los Dones del Espíritu Santo (CDC. lecc. 40)

1. EL SECRETO DEL AMOR 707A1


1. TODO TUYO. El gran secreto de toda la existencia cristiana, el eje del
cumplimiento de la voluntad salvífica de Dios, es la entrega total, radical, definitiva de
Cristo al querer del Padre. Toda la Trinidad beatísima parece conmoverse ante la
fuerza con que Jesucristo se abraza al madero de la Cruz. <<El secreto para dar
relieve a lo más humilde, aun a lo más humillante, es amar>> (JOSEMARIA
ESCRIVA, Camino, n. 418). Cuando nos paramos a pensar un poco despacio lo que
es y lo que supone el amor de Dios por nosotros, no puede extrañarnos que se nos
pida ese mismo amor y en el mismo grado excelso: <<sed santos porque Yo soy
santo>> (primera lectura). Si nos preguntamos cómo puede ser esto siendo nuestra
condición tan miserable y poco dada al altruismo, nos responde San Pablo: <<¿No
sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?>>
(segunda lectura). Este es el secreto que hace del cristiano un ser peculiar, capaz de
llevar a Dios y sembrar amor. Por eso el amor de los cristianos es la medicina del
mundo.
2. AMOR CON AMOR SE PAGA. El odio, el rencor, el resentimiento o la
envidia no son conciliables con el estilo de Cristo. Es más, el viejo precepto
<<amarás al prójimo como a ti mismo>> es elevado por Jesús a una altura mayor:
<<Amaos... como Yo os he amado>> (Jn 13, 34). El modo de entender un cariño así
es comprender que Cristo está en los demás. El amor que hemos recibido se paga
dando amor, el mismo amor que hemos recibido de Cristo, debemos darlo a los
demás. En nada se parecen al Maestro quienes, bien preocupados de cumplir
puntillosamente con sus obligaciones, al rato de salir del Templo se olvidan de todo y
alimentan rencillas familiares. O se niegan a perdonar. A Jesús se acercaban las
gentes sin miedo a ser rechazadas, por grandes que fueran sus podredumbres
espirituales o corporales. Si no imaginamos vernos rechazados por el Maestro,
¿cómo podemos ser capaces de rechazarle nosotros en los demás?
3. LO PROPIO DE LOS HIJOS DE DIOS. Tal vez nos ha parecido alguna vez
un poco tonto o nada práctico el consejo de poner la otra mejilla ante las ofendas
(Evangelio). ¿No es un poco excesivo eso de orar por los que nos persiguen y
calumnian? La verdad es que tendría muy poca gracia que cada uno se hiciera un
cristianismo a su medida, amputando y omitiendo lo que no nos interesa o conviene.
El comportamiento propio de los hijos de Dios, de los que son <<medicina de Dios>>
en este mundo, es tan radical y tan profundo como el del Mesías. El no se conformó
con predicar, sino que lo vivió. Pensemos en el momento en que Jesús, roto por el
dolor que le ata a la Cruz, exclama: <<Padre, perdónales, porque no saben lo que
hacen>> (Lc 23, 34).
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708 VIII DOMINGO

Ciclo A:

Isaías 49,14-15 "yo no te olvidará"


I Cor. 4, 1-5: "dejar que venga el Señor"
Mat. 6, 24-34: "no andéis agobiados..."

Filiación divina (Rf. M. cap.15).

1. LA PROVIDENCIA DIVINA 708A1


1. NADIE PUEDE ESTAR AL SERVICIO DE DOS AMOS. La Providencia
divina es el cuidado, la preocupación que Dios siempre ha tenido con su Pueblo, y
muy especialmente con todos aquellos que han puesto en El toda su confianza. Dios
no se contenta con crear el mundo y las criaturas vivientes, sino que se preocupa
minuciosamente de cada una de ellas, se recrea a diario en las obras que han salido
de sus manos. En el Nuevo Testamento se relaciona la Providencia especialmente
con la gran Revelación que nos hace Jesucristo: Dios es Padre de los hombres. Por
ser hijos de Dios, debemos poner en nuestro Padre toda confianza, sabiendo que
nos quiere con pasión.
La vida de Jesús revela a Dios Padre como Aquel que ama a los hombres y es
causa de la seguridad de que todo va dirigido al bien de los que le aman: POR LO
DEMAS, SABEMOS QUE EN TODAS LAS COSAS INTERVIENE DIOS PARA BIEN
DE LOS QUE LE AMAN; DE AQUELLOS QUE HAN SIDO LLAMADOS SEGUN SU
DESIGNIO (Rm 8,28). Desde esta perspectiva, se vislumbra incluso el misterio del
mal. Sin duda, Dios no es el autor del mal, ni lo quiere. La culpa del mal la tiene el
hombre: POR TANTO, COMO POR UN SOLO HOMBRE ENTRO EL PECADO EN
EL MUNDO Y POR EL PECADO LA MUERTE Y ASI LA MUERTE ALCANZO A
TODOS, POR CUANTO TODOS PECARON (Rm 5,12). Pero aún ese mal culpable y
sus tristes penalidades, que Dios no quiere, lo permite para que, por la purificación y
la penitencia, obtengamos frutos sabrosos de santificación y apostolado.
POR ESO OS DIGO: NO ESTÉIS AGOBIADOS POR LA VIDA PENSANDO
QUÉ VAIS A COMER, NI POR EL CUERPO PENSANDO CON QUÉ OS VAIS A
VESTIR. ¿NO VALE MAS LA VIDA QUE EL ALIMENTO Y EL CUERPO QUE EL
VESTIDO? (Evangelio). Y el Señor les invita a contemplar los pájaros y los lirios para
que comprendan que hay que vivir con alegre esperanza el quehacer de cada
instante, sabiendo que, en definitiva, es Dios quien nos ha de dar el fruto. Es natural
que haya sufrimiento y preocupaciones, pero sin agobios inútiles que roban la paz.
No podemos servir a dos señores: o servimos a Dios con todo lo que esto supone de
abandono en sus manos, o servimos al dinero con todo lo que esto lleva consigo de
decepción y de hastío. Lo que realmente merece la pena, lo que estamos en
condiciones de hacer, es vivir cara a Dios intensamente el momento presente porque
así estaremos construyendo nuestro mañana: "Pórtate bien ahora, sin acordarte de
ayer, que ya pasó, y sin preocuparte de mañana, que no sabes si llegará para ti"
(Camino,n.253).
2. SER FIELES. QUE LA GENTE SOLO VEA EN VOSOTROS
SERVIDORES DE CRISTO Y ADMINISTRADORES DE LOS MISTERIOS DE DIOS
(2ª Lectura). De esto se trata: de caer de una vez para siempre en la cuenta de que
sólo somos simples administradores de los talentos que Dios ha depositado en
nosotros; que no somos dueños de lo que usamos, ni las cosas que tenemos pueden
adueñarse de nuestra persona. Todo aquel que confía en la Providencia divina es el
que está en condiciones de vivir en libertad, ya que la misma pobreza de espíritu le
desliga de las ataduras del materialismo.

2. UNA ESPERANZA FORMIDABLE 708A2


1. LLEGAR A LA META. Dios es fiel. A pesar de nuestras traiciones, Dios no
nos abandona. Son tan admirables su misericordia y su bondad que nos pone un
ejemplo radical: <<¿Puede una madre olvidarse de su criatura?... Pues aunque ella
se olvidase, Yo no te olvidaré>> (primera lectura). Ni siquiera permite el Señor que
nos dejemos arrastrar por el desaliento. Nos anima a perseverar y a arrepentirnos de
nuestros descaminos. No podía ser menos en un Dios que nos quiere más que todas
las madres del mundo juntas puedan querer a sus hijos. <<El amor es más grande
que el pecado, que la debilidad, que la vanidad de la creación, más fuerte que la
muerte; el amor siempre dispuesto a aliviar y perdonar, siempre dispuesto a ir al
encuentro del hijo pródigo..., y tal revelación del amor y de la misericordia tiene en la
historia del hombre una forma y un nombre: se llama Jesucristo>> (JUAN PABLO II,
Redemptor hominis, II, 9).
2. A DIOS ROGANDO... La esperanza de alcanzar la meta que Dios nos ha
propuesto no es una ingenuidad ni una utopía. El Señor, que pone al descubierto los
designios del corazón (segunda lectura), sabe muy bien lo que nos cuesta ser
constantes en la lucha. Pero, lógicamente, no puede el Señor salvar a quien no
quiere salvarse. Hace falta poner de nuestra parte. La esperanza se sustenta en la
fuerza con que procuramos no alejarnos de Dios. <<Importa mucho y el todo una
gran y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que
viniere, suceda lo que sucediere, trabájase lo que trabajare, murmurare quien
murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino, siquiera no tenga
devoción por los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo>> (S. TERESA,
Camino de perfección, 21, 2). Ese esfuerzo por nuestra parte, ese alargar el brazo
para coger el que Dios nos tiende, ese querer nos corresponde a nosotros. El resto lo
pone Dios.
3. NI PRESUMIDOS NI AGOBIONES. Dios, que se ocupa de los lirios del
campo y del alimento de los pájaros (Evangelio), no dejará de cuidar de esas
criaturas a quienes ha elevado a una categoría inimaginable al asumir su naturaleza
en la Persona de su Hijo. Cuando Dios ha hecho tantas locuras por salvarnos, resulta
ridícula y agobiona la actitud de quien busca atar todos los cabos, estigmatizando su
conciencia con la enfermedad de los escrúpulos, sin contar con la Voluntad salvífica
de Dios. Otro extremos igualmente absurdo es el de quien se despreocupe y se
duerma en los laureles sin pensar que en la lucha contra el pecado no hay tregua
posible. <<Si el señor no construye la casa, en vano se afanan los albañiles>>
(Salmo 126). Confiemos en Santa María, esperanza nuestra, y que Ella aliente
nuestra perseverancia.

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709 IX DOMINGO

Ciclo A: 709A

Deut.11,18.26-28: "metéos mis palabras en el alma..."


Rom.3,21-25a.28: "el hombre es justificado por la fe"
Mateo 7,21-27: "el que cumple la voluntad de mi Padre"

La Ley (Rf. M. cap. 1, 1-4)


1. CON LA AYUDA DE LA GRACIA 709A1
1. La Sagrada Escritura es entendida por su sentido genuino (el pretendido
por Dios) en la Iglesia Católica. Dentro de la Iglesia compete al Magisterio custodiar
el sentido auténtico de los textos sagrados. Cuando alguien interpreta un pasaje de
la Escritura de modo que contradice al resto de la Sagrada Escritura, o cuando
contradice algo definido por el Magisterio, podemos estar ciertos de que esa
interpretación es falsa. Por eso, cuando se argumenta contra la fe católica alegando
textos bíblicos es porque se han alterado los textos o no se entienden correctamente.
De hecho, muchas herejías pasadas buscaron su fuerza contra la legítima autoridad
eclesiástica apelando a la Sagrada Escritura, pero en esos casos, de modo
automático se ha desvirtuado el texto sagrado erigiendo como criterio de
interpretación un parecer subjetivo o una pretendida iluminación privada del Espíritu
Santo contradictoria con la luz verdadera que el Espíritu Santo ha esparcido por la
Iglesia Católica desde Pentecostés.
2. El texto de San Pablo que hoy leemos fue interpretado heréticamente
en siglos pasados. Por ello la Iglesia movida de un celo pastoral definió
dogmáticamente una serie de verdades en el Concilio de Trento. En la misa de hoy
tenemos una variedad de textos, que dan contexto a los versículos de San Pablo, y
ayudan a comprender la coherencia que la Suma Verdad tiene consigo misma. El
Apóstol enseña que las "obras de la ley" fueron insuficientes para salvarnos:
"sostenemos, pues, que el hombre es justificado por la fe, sin las obras de la ley".
Con ello, en continuidad con todas sus cartas hace ver que el hombre, aun
conociendo la ley moral por revelación divina (como era el caso del pueblo del
Antiguo Testamento, que conocía el Decálogo y las prescripciones cultuales queridas
por Dios), sin la ayuda de la gracia, es incapaz de cumplirla en su integridad. La
sola voluntad del hombre no redimido es incapaz de orientarse por sí misma hacia
Dios, por encima de todas las cosas, constantemente y en todo. El impulso divino,
que no quita la libertad pero la capacita para dirigirse al fin sobrenatural propuesto
por Dios, se llama gracia primera o gracia de la conversión. Esta primera gracia no
puede ser merecida, y por eso se llama gracia.
3. Si se corresponde a esa gracia de la conversión, el que se convierte a
Dios acoge su palabra con fe y acude al bautismo para ser renovado interiormente,
después de detestar el pecado y empezar a vivir inicialmente la vida de fe, de
esperanza y de caridad. Una vez recibido el Sacramento (que produce el mismo fruto
en un niño), el neófito está en gracia (gracia habitual o santificante), que sólo se
pierde por el pecado mortal, y puede recuperarse por el Sacramento de la Confesión
(que viene a ser como un segundo bautismo). Con la gracia sí que podemos luchar y
vencer para cumplir la ley de Cristo, que se hace interior por la caridad. Al darnos el
Señor la gracia sobrenatural nos capacita para seguir su Camino (con caídas y fallos,
pero con una continua posibilidad de rehacerse) y por ello nos pide junto con la fe las
obras. Estas palabras de Jesús lo dicen claro:
"No todo el que diga -Señor, Señor-, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que
cumple la voluntad de mi Padre que está en el Cielo".

2. EDIFICAR SOBRE LA ROCA 709A2


1. CUMPLIR LA VOLUNTAD DEL PADRE. Es frecuente encontrar cristianos
que reducen la religión al cumplimiento rutinario de unas normas de piedad o de
culto, con una despreocupación cansina por identificar su vida con la Voluntad de
Dios. La vida de piedad y el culto son un camino para encontrarnos con el Señor,
descubrir sus planes para nuestra vida, y tratar de obrar en consecuencia. En caso
contrario estamos falseando todo el espíritu evangélico, pues precisamente Cristo
vino a rectificar unas prácticas religiosas que se habían quedado en el ritualismo y en
la mera literalidad de la ley disociando la fe de las obras y, por consiguiente,
precipitando a la mayoría de los creyentes al despreciable fariseísmo.
NO TODO EL QUE ME DICE "SEÑOR, SEÑOR" ENTRARA EN EL REINO DE
LOS CIELOS, SINO EL QUE CUMPLE LA VOLUNTAD DE MI PADRE QUE ESTA
EN LOS CIELOS (Evangelio). Aquí está la esencia de la Religión cristiana. "El
programa de la existencia en el tiempo es el siguiente: hacer la voluntad de Dios.
¿Recordáis el FIAT VOLUNTAS TUA del PATER NOSTER? Así respondió Jesús, el
Maestro de nuestra vida, al joven del Evangelio que le preguntaba qué debía hacer:
-observar los mandamientos-. Este es el sentido intencional de nuestra vida, ésta
debiera ser la palabra de nuestra conciencia, ésta es la exigencia principal y directiva
de nuestra actividad" (Pablo VI, ALOC. 29-X-75).
2. EDIFICAR SOBRE ROCA. Edificar sobre la Voluntad de Dios es
construir con seguridad nuestra personalidad cristiana. No dependeremos del viento
que sople, de los contratiempos, de las crisis ocasionales, de los estados de ánimo,
del ambiente que reine, de la opinión de los demás, del ejemplo de los otros... El que
es cristiano de una pieza no se derrumba tan fácilmente porque es sólida su fe y
busca con ansiedad agradar en todo a Dios. EL QUE ESCUCHA ESTAS PALABRAS
MIAS Y LAS PONE EN PRACTICA SE PARECE A AQUEL HOMBRE PRUDENTE
QUE EDIFICO SU CASA SOBRE ROCA. CAYO LLUVIA, SE SALIERON LOS RIOS,
SOPLARON LOS VIENTOS Y DESCARGARON SOBRE LA CASA; PERO NO SE
HUNDIO, PORQUE ESTABA CIMENTADA SOBRE ROCA (Mt 7,21-27). Aquí está la
verdadera prudencia. "Señor: que tenga peso y medida en todo... menos en el Amor"
(Camino, n.427); lo contrario es de necios que se aventuran a levantar castillos en el
aire sin más cimiento que la ocurrencia, el oportunismo, la conveniencia, o la simple
visión humana de las cosas.
3. CUMPLIMIENTO DEL DEBER. Algo de lo que no se habla mucho es
del cumplimiento del deber, porque nos preocupan más nuestros derechos. Nuestro
deber cristiano está bien explicitado en la Escritura y en la Doctrina. Tenemos que
repasar a diario cuáles son nuestros principios para tenerlos bien presentes a la hora
de actuar. "Creemos que esta sagrada palabra deber no tendría que ser abolida de
nuestro pensamiento y de nuestro lenguaje, sobre todo, cuando como ahora,
queremos renovar en nosotros el sentido cristiano; es una palabra llena de fuerza, de
honor, de amor, de confianza; una palabra que tendría que estar impresa, como
hicieron los grandes, los héroes y los Santos, en el corazón del hombre: ¡yo debo!"
(Pablo VI, a.c.)

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710 X DOMINGO

Ciclo A:
Oseas 6, 3-6: "esforcémonos por conocer al Señor"
Rom.4,18-25: "Abrahán creyó contra toda esperanza"
Mat. 9,9-13: "he venido a llamar a los pecadores"

La conciencia moral (Rf. M. cap.1, 5-6)


1. ABANDONO EN DIOS 710A1
1. San Pablo pone el ejemplo de Abrahán, que depositó toda su confianza en
Dios y "contra toda esperanza" tuvo siempre por cierto cuanto el Señor le había
revelado, esperó el cumplimiento de sus promesas y fue en todo obediente a sus
mandatos. Este comportamiento de Abraham "le fue computado como justicia".
Todos los bienes recibidos por Abraham fueron gratuitos, Dios le concedió dones que
ningún esfuerzo humano tiene derecho a exigir: una descendencia cuando era viejo y
caduco, un Pueblo que surgió de su sangre (Israel) y luego se extendió a todas las
naciones (la Iglesia, en la que llamamos a Abraham "nuestro padre en la fe"). Y
sobre todo, Nuestro Señor Jesucristo por quien nos vino la salvación. Sin tener
derecho a lo sobrenatural (porque nadie lo tiene), su fe, su docilidad y su obediencia,
fueron el hueco hecho de humilde rendición en el que Dios volcó los tesoros de la
gracia.
2. En el Evangelio de hoy, San Mateo nos narra su propia conversión ante
la llamada del Señor. Lo dejó todo y siguió a Jesús. Su condición de publicano
(hombre que cobraba impuestos en favor de los romanos)le mantuvieron lejos del
mundo oficialmente "justo" (santo) de Israel. El mismo hecho de que organizara un
banquete para celebrar su nueva vida, y que invitara a todos sus amigos, son un
reflejo de su mentalidad poco habituada a formalismos y de su corazón expansivo. El
Señor parece encontrarse a gusto en aquel ambiente heterogéneo, en el que
abundaban "pecadores". Los fariseos, muy seguros de sí, complacidos en sus
observancias externas, se escandalizan. Y van a los discípulos: "¿Cómo es que
vuestro maestro come con publicanos y pecadores?". El Señor oyó la pregunta y con
fina ironía les dice: "No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos".
3. La vida cristiana viene a ser como un largo proceso de "curación" que
culmina en la muerte del siervo bueno y fiel. Todos tenemos enfermedades o males
del alma: los pecados, los vicios, las malas inclinaciones. Si ignoramos nuestra
situación real de indigencia espiritual será muy difícil que podamos curarnos, porque
no buscaremos ni al Médico ni la medicina. Ese desconocimiento práctico de la
propia limitación es una de las caras de la soberbia. Hemos de aplicarnos siempre
las palabras dirigidas por el Señor a los fariseos como reproches cariñosos válidos
para nosotros mismos. Sólo siendo humildes (realistas) acudiremos al Señor y a los
medios por Él dispuestos para mejorar la salud espiritual del alma (si no se ha
perdido del todo, en cuyo caso también puede recuperarse con la Confesión
sacramental). Estos medios son los de siempre: la oración, la mortificación, la
frecuencia de Sacramentos, la lucha personal contra los propios defectos y el
esfuerzo por servir a los demás.

2. FUERTES EN LA FE 710A2
1. SEGUIR AL SEÑOR. Con impresionante sencillez nos cuenta San Mateo
su propia vocación apostólica. EN AQUEL TIEMPO VIO JESUS A UN HOMBRE
LLAMADO MATEO SENTADO AL MOSTRADOR DE LOS IMPUESTOS, Y LE DIJO:
-SIGUEME. EL SE LEVANTO Y LO SIGUIO (Evangelio). El Señor pasa cerca de
cada uno de nosotros y nos llama a todos, pero hay que tener una sensibilidad
especial para escuchar su voz y darnos por aludidos. Es la virtud de la fe tomada en
serio la que arranca de nosotros ese sí totalmente libre que Jesucristo espera de
cada uno. Cuando hay fe sincera estamos en condiciones de dejar lo que haya que
dejar, levantarnos y seguir al Señor.
Es necesario que adquiramos una visión más sobrenatural para ver las cosas
desde una perspectiva divina, y esto se consigue con una fe humilde: "Procuremos
que aumente nuestra humildad. Porque sólo una fe humilde permite que miremos
con visión sobrenatural. Y no existe otra alternativa. Sólo son posibles dos modos de
vivir en la tierra: o se vive vida sobrenatural, o vida animal. Y tú y yo no podemos vivir
más que la vida de Dios, la vida sobrenatural. ¿DE QUE LE SIRVE AL HOMBRE
GANAR TODO EL MUNDO SI PIERDE EL ALMA? ¿Qué aprovecha al hombre todo
lo que puebla la tierra, todas las ambiciones de la inteligencia y de la voluntad? ¿Qué
vale esto, si todo se acaba, si todo se hunde, si son bambalinas de teatro todas las
riquezas de este mundo terreno; si después es la eternidad para siempre, para
siempre, para siempre?" (J. Escrivá de Balaguer, AMIGOS DE DIOS, n.200).
2. FUERTES EN LA FE. Uno de los grandes ejemplos de fe sobrenatural
que nos proporciona el Antiguo Testamento es la respuesta de Abraham a los planes
de Dios. San Pablo nos lo presenta como proptotipo de lo que debe ser un hombre
de fe: ABRAHAM, APOYADO EN LA ESPERANZA, CREYO CONTRA TODA
ESPERANZA, QUE LLEGARIA A SER PADRE DE MUCHAS NACIONES, SEGUN
LO QUE SE LE HABIA DICHO: ASI SERA TU DESCENDENCIA. NO VACILO EN LA
FE... ANTE LA PROMESA NO FUE INCREDULO, SINO QUE SE HIZO FUERTE EN
LA FE POR LA GLORIA DADA A DIOS AL PERSUADIRSE DE QUE DIOS ES
CAPAZ DE HACER LO QUE PROMETE, POR LO CUAL LE FUE COMPUTADO
COMO JUSTICIA (2.ª Lectura).
Para poder contar con esta fortaleza en la fe tenemos que estar muy unidos a
Dios por la gracia y ser hombres de buena voluntad. El verdadero obstáculo a la
buena voluntad en un hombre reside en su negativa a renunciar a todo aquello que
en él se opone a la Fe, y sobre todo, a renunciarse a sí mismo. La renuncia es la
condición sin la cual los proyectos divinos en cada hombre concreto no se pueden
realizar. No se responde a una llamada si no es abandonando el lugar que se ocupa,
como hizo Mateo. Si no removemos los obstáculos la gracia no produce sus frutos.
Responder a Dios con fortaleza, aunque todavía no oigamos con plena nitidez su
llamada, exige romper las ataduras que nos aprisionan y ponernos en camino. Y con
esta buena disposición para la respuesta, nuestra fe aumenta y se robustece. La
primera etapa del camino que había de llevar al patriarca a la fe iba acompañada de
una primera renuncia necesaria. Y tras esa renuncia han de venir otras más duras,
hasta que podamos conseguir aquello que nos dice el Señor: negarnos a nosotros
mismos y cargar con la cruz para caminar detrás de El.

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711 XI DOMINGO

Ciclo A: 711A

Ex. 19,2-6a: "si de veras escucháis mi voz"


Rom. 5,5-11: "la prueba de que Dios nos ama..."
Mat. 9,36-10,8: "como ovejas... sin pastor"
Sal.99,2-3.5

La Iglesia, institución de salvación (DCG. n.67)

1. UN REINO DE SACERDOTES 711A1


1. Desde antiguo, el hombre siente necesidad de mediadores -sacerdotes- en
sus relaciones con Dios. En el AT el Señor elige sacerdotes para el pueblo israelita
dentro de la estirpe de Aarón. El sacerdote, como ministro del culto, es mediador
presentando a Dios sacrificios y ofrendas de los fieles, y transmitiendo a éstos las
bendiciones divinas; y, como ministro de la palabra, media también por la custodia,
proclamación y explicación de la palabra de Dios a los hombres.
Pero el sacerdocio del AT es deficiente y provisional; ha de ser paso al
sacerdocio de Cristo, perfecto porque es Dios encarnado, hecho hombre: "tiene un
sacerdocio perpetuo; y es, por tanto, perfecto su poder de salvar a los que por Él se
acercan a Dios y siempre vive para interceder por ellos" (Heb 7, 24-25). Por medio
de Él "hemos obtenido ahora la reconciliación" (2ª lect.).
2. En virtud de su sacerdocio, el Señor toma sobre sí los pecados de los
hombres y se hace cargo de ellos. Por eso, "al ver a las gentes se compadecía de
ellas porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor"
(Ev.). Es una descripción válida para toda la humanidad, cuando Cristo vino. Las
ovejas sin pastor están sucias, famélicas, llenas de mataduras y medrosas. Al
contrario, las ovejas de Cristo están lozanas, limpias y confiadas: las guarda, cura,
defiende de los peligros y las alimenta con su Cuerpo. Si nos dejamos guiar por
Jesús, seremos en verdad su "propiedad personal" (1ª lect.) y se nos aplicarán las
palabras de David: "Sabed que el Señor es Dios: que Él nos hizo y somos suyos, su
pueblo y ovejas de su rebaño" (Sal. resp.).
3. Pero los cristianos no podemos imitar a Israel, orgulloso de ser el
pueblo de Dios y que, por eso, descuidó algo trascendental: "seréis para mí un reino
de sacerdotes y una nación santa" (1ª lect.). Ya Dios había dicho a Abraham: "con
tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo" (Gn 12, 3). Israel no cumplió
su misión de llevar a los pueblos paganos la palabra del verdadero Dios y promover
su culto. Y este quehacer sacerdotal lo transmite Cristo a su Iglesia: "Id por todo el
mundo..." A tal fin, Jesús elige a los Doce "y les dio autoridad para expulsar espíritus
inmundos y curar toda dolencia". Los envía a tantas ovejas sin pastor, a las que
nadie ayuda por falta de brazos.
El lamento de Cristo ha de sonar en nuestras conciencias como un
aldabonazo: "La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al
Señor de la mies que mande trabajadores a su mies" (Ev.). Aquel pequeño núcleo es
como el grano de mostaza que está destinado a desarrollarse. Mientras son muchos
los cristianos egoístas que esperan el premio, los trabajadores son pocos. Es preciso
desear vocaciones, fomentarlas, pedirlas a Dios, proteger las existentes.
Además de eso, todo cristiano está llamado a participar en la misión profética,
sacerdotal y real de Cristo. Todos, en medio del mundo, en el ejercicio de sus
trabajos y relaciones, debemos ofrecer a Dios sacrificios, difundir el Evangelio y
orientar a los hombres: ser otros Cristos.

2. EL SACERDOCIO DE LA IGLESIA 711A2


1. Dios manifiesta a Moisés la condición sacerdotal y sagrada que otorgará a
todo el pueblo de Israel: "Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa".
Estas palabras volverán a ser citadas en el Nuevo Testamento por San Pedro
refiriéndolas a los cristianos. El Pueblo de Dios del Nuevo Testamento (la Iglesia) es
un pueblo sacerdotal. Cada fiel cristiano recibe en el Bautismo una unción santa que
le dispone a dar un sentido sobrenatural a toda su vida: le capacita para dar gloria a
Dios en todo momento, viviendo según el modelo de Cristo que se ofreció al Padre
en la Cruz. De una manera eminente este sacerdocio común de los fieles se
actualiza en la recepción de los demás Sacramentos, y en especial cuando se une al
Santo
Sacrificio de la Misa celebrada por un Obispo o un Presbítero.
2. En la lectura del Evangelio podemos contemplar la elección que Jesús
hace de un grupo reducido de sus discípulos para dotarles de poderes
sobrenaturales especiales: "Llamó a los Doce y les dio autoridad para expulsar
espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia. Estos son los nombres de los
Doce Apóstoles...". Apóstol significa enviado, comisionado, delegado. Nuestro Señor
preparó el fundamento de la gran familia futura de los hijos de Dios en su Iglesia.
Para ello estableció una jerarquía, es decir una autoridad sagrada, con misión de
gobierno, de magisterio y de santificación a través de los Sacramentos en el nuevo
Pueblo de Dios. Más adelante -el Jueves Santo- los instituyó sacerdotes cuando les
capacitó para celebrar la Santa Misa, para consagrar las sagradas especies y
confeccionar de este modo el Sacramento eucarístico.
3. En la Iglesia se superponen ambos sacerdocios. Uno, llamado
sacerdocio común de los fieles, que es una participación del Sacerdocio de Cristo
recibida a través del Bautismo y de la Confirmación; otro, llamado sacerdocio
jerárquico o ministerial, que es una nueva participación del sacerdocio de Cristo
recibida a través del Sacramento del Orden. Entre ambos sacerdocios hay una
diferencia no sólo de grado sino esencial o específica. Por el sacerdocio común hay
una común vocación a la santidad de vida que, en cierto modo, nos sitúa a todos los
cristianos en pie de igualdad dentro del Pueblo de Dios. Pero el sacerdocio jerárquico
o ministerial (en sus tres grados: episcopado, presbiterado y diaconado), hace de la
Iglesia una sociedad jerárquica (es decir, no democrática), en la que hay una
autoridad sagrada (en lo referente al magisterio, al culto sacramental y al gobierno
pastoral) detentada por unos pocos; esta autoridad, que es de origen divino, dentro
de la Iglesia es servicio a los hermanos. De este modo, ambos sacerdocios se
complementan, porque cada uno tiene una esfera propia de santificación y
apostolado.

3. LA MIES ES ABUNDANTE 711A3


1. JESUS SE COMPADECE DE LA GENTE. Eran muchísimas las personas
que, con un olvido de sus necesidades materiales, le seguían con hambre espiritual.
El Señor se conmueve al ver tanta fe y tanto deseo de escuchar la Palabra de Dios.
Y es que impresiona contemplar a tantas almas sencillas que en cualquier parte del
mundo reciben con alegría el anuncio de la Buena Nueva, el mensaje evangélico.
Gran lección para todos nosotros que estamos acostumbrados a oír hablar de Dios y
nos deja indiferentes, o vivimos tibiamente nuestra vocación cristiana. Son muchas
las almas que hoy buscan a Dios, a tientas, y no tienen a la mano un corazón amigo
que les encienda en la fe. ¿Hemos perdido vibración apostólica los cristianos? ¿Nos
falta coraje para decidirnos a hablar de Cristo sin vergüenza ninguna, a la luz del día,
y a toda persona que, como un mendigo, nos está pidiendo la limosna de un poco de
aliento espiritual para su alma hambrienta? Jesús sufre por las almas necesitadas, y
nosotros tenemos que sentir el mismo dolor al observar el panorama del mundo. "Si
fuéramos consecuentes con nuestra fe, al mirar a nuestro alrededor y contemplar el
espectáculo de la historia y del mundo, no podríamos menos de sentir que se eleven
en nuestro corazón los mismos sentimientos que animaron el de Jesucristo" (J.
Escrivá de Balaguer, ES CRISTO QUE PASA, n.133). La salvación de las almas es
tarea nuestra, y todos hemos de sentirnos responsables en el desempeño de esta
labor apostólica.
2. ES NECESARIO PEDIR AYUDA AL SEÑOR. Mirada la situación desde un
punto de vista humano, nos puede resultar algo desalentadora. Pero, desde el punto
de vista divino, la época que nos ha tocado vivir es apasionante. Las almas
apostólicas de verdad no dan abasto en su tarea; los sacerdotes, bastantes escasos,
tenemos campo en abundancia para trabajar; los cristianos sinceros están volviendo
al encuentro de lo esencial de nuestra fe; muchos hombres están viendo en la Iglesia
lo que tienen derecho a ver; el trabajo se va acumulando; se observa un despertar
muy esperanzador. Y para todo ello hacen falta manos dispuestas a recoger la mies
abundante,
Hay que rezar urgentemente, y con mucha fe, para alcanzar del Señor la
gracia de las vocaciones apostólicas. Que aumenten los sacerdotes, que no se
pierda en la juventud la ilusión por la entrega al más grande de los ideales: Dios.
Tenemos que pedir valentía para que muchos se decidan a dar el paso definitivo, y
para que otros no se vuelvan atrás. Hay mucha cobardía, y mucho materialismo,
para optar por una entrega a Dios en exclusiva. Es mucho el trabajo que hay y no
podemos darnos por no enterados; todos tenemos que trabajar en el campo del
Señor. "No concluyas cómodamente: yo para esto no sirvo, para esto ya hay otros;
esas tareas me resultan extrañas. No, para esto, no hay otros; si tú pudieras decir
eso, todos podrían decir lo mismo. El ruego de Cristo se dirige a todos y a cada uno
de los cristianos. Nadie está dispensado: ni por razones de edad, ni de salud, ni de
ocupación" (J. Escrivá de Balaguer, AMIGOS DE DIOS, n.272.

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712 XII DOMINGO

Ciclo A: 712A

Jer.20,10-13: "el Señor está conmigo"


Rom. 5,12-15: "no hay proporción entre la culpa y el don"
Mat. 10,26-33: "No tengáis miedo a los hombres"
Sal.68,8-33-35

Quién es Dios (FDCI. pp. 71 ss.)

1. DECIDLO A PLENO DIA 712A1


1. Después de elegir Jesús a los doce Apóstoles, los envía a predicar, tras
hacerles algunas recomendaciones. "Nada hay cubierto que no llegue a descubrirse;
nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en
pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea" (Ev.). Ellos,
"habiendo partido", iban de lugar en lugar anunciando el Evangelio y curando
enfermos por todas partes" (Lc 9,6).
La predicación de la palabra de Dios es un deber ineludible de la Iglesia, una
actividad permanente derivada de su carácter misionero. Como dice San Pablo (Rom
10), los hombres no pueden creer si no se les predica, pues la ignorancia hace
imposible la fe; por eso recoge la exclamación de (Is 52,7): "Qué feliz es la llegada de
los que anuncian el Evangelio de la paz!"
2. Todos los cristianos hemos recibido la palabra de Dios, el mensaje de
Cristo; es un don preciosísimo que debemos conservar diligentemente (cf. 2 Tes
2,15). Pero no es suficiente: debemos difundirlo, es un bien comunicable. El Señor
nos ha hablado al oído para que seamos portadores de su palabra, para que la
pregonemos desde las azoteas: en el hogar, en el lugar de trabajo, en la calle, en las
reuniones. No es preciso hacer nada extraño; cada uno realizará su misión sin salirse
de su sitio: basta "aprovechar la variedad de medios de que se dispone en la vida
actual para anunciar la doctrina cristiana... en escuelas, universidades, conferencias
y reuniones de todo género, así como de la difusión de la misma por públicas
declaraciones con ocasión de determinados acontecimientos, por la prensa y los
varios medio de comunicación social, de que es menester usar a todo trance para
anunciar el Evangelio de Cristo" (Decr. Christus D., n.ª 13). Conviene que amemos
este modo básico de hacer apostolado que Cristo nos pide. Escuchemos al Apóstol:
"Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber
que me incumbe. Y ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Cor 9, 16).
3. No tengáis miedo.- Esta misión no carece de peligros. En ocasiones,
los cristianos han expuesto su vida por difundir el Evangelio, y los mismos Apóstoles
y profetas fueron un ejemplo de ello (1ª lect.), ya que la Iglesia "va peregrinando
entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios" (San Agustín; LB, n.º 8).
El cristiano debe estar presto a todo, animado por Cristo: "No tengáis miedo a los
que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma" (Ev.), pues "el que pierda su
vida por mí, la hallará" (Mt 10, 39). Y explica a sus oyentes que Dios es providente, y
tiene cuidado de los gorriones y de los cabellos de nuestra cabeza: si algo perdemos
es para ganar con ello mucho más.
Pero de ordinario las cosas no llegarán a tal extremo de morir. Casi siempre el
cristiano se expone a la incomprensión, la burla, la ironía de las gentes. Corre
entonces el peligro de dejarse dominar por el respeto humano. Seamos siempre
auténticos, valientes, intrépidos ante los obstáculos ambientales: "Si uno se pone de
mi parte delante de los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre
del cielo..."

2. SEREMOS SIEMPRE 712A2


1. El Profeta Jeremías describe su situación, desde un punto de vista
exclusivamente humano, angustiosa. Cercado de enemigos que le odian por la única
razón de que habla de parte de Dios, y sus palabras no son halagüeñas al oído
mundano: "Oía el cuchicheo de la gente: "pavor en torno". Delatadlo, vamos a
delatarlo, mis amigos acechaban mi traspiés. A ver si se deja seducir y lo
violentaremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él". Sin embargo, el Profeta
-hombre de Dios- está sereno en medio de la adversidad porque se sabe en manos
de Dios: "El Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no
podrán conmigo".
2. La humildad cristiana está íntimamente unida a la fortaleza, como la
raíz al fruto. Es verdad que de Adán traemos la debilidad: "por un hombre entró el
pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los
hombres porque todos pecaron...". San Pablo resume en estas palabras el dogma de
la transmisión del pecado original y de sus consecuencias. Pero junto a esta
debilidad, que es curada de raíz en el bautismo -aun cuando queden secuelas de un
desorden en las pasiones, de un deterioro en la naturaleza-, recibimos de Cristo la
vida de la gracia, el endiosamiento de los hijos de Dios: "si por la culpa de uno
murieron todos, mucho más, gracias a un sólo hombre, Jesucristo, la benevolencia y
el don de Dios desbordaron sobre todos".
3. Las palabras de Jesús en el Evangelio son una invitación a la serenidad
en todo momento. Por imponente que aparezca la hostilidad a la Iglesia, salvación de
las almas, a la hora de la verdad no tendrá importancia. Aunque se urdan calumnias,
aunque se levanten juicios colectivos o personales contra toda evidencia, no
permitirá Dios que dure siempre el estado de injusticia: "No tengáis miedo a los
hombres porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido
que no llegue a saberse". ¡Cuántas mentiras arrojadas sobre los buenos cristianos
de todos los tiempos en nombre de la historia "científica", del análisis "dialéctico", de
principios filosóficos irracionales, se desvanecerán algún día como una inmensa
patraña que ha tenido en tinieblas a millones de "ilustrados"!. En el terreno más
inmediato de nuestra vida personal, hemos de estar serenos siempre, sin temor ante
nada ni nadie que vaya contra Dios, porque toda rebeldía contra Dios acaba
revelándose como la estupidez de un enano fatuo: "No tengáis miedo... ¿No se
venden un par de gorriones por unos cuartos? y, sin embargo, ni uno sólo cae al
suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de vuestra
cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo, no hay comparación entre
vosotros y los gorriones".

3. EL PRECURSOR 712A3
1. IR POR DELANTE. San Juan Bautista es uno de los poquísimos santos de
quien se celebra el nacimiento, cuando la regla general es celebrar el <<dies
natalis>>, esto es, el día que <<nacen para el Cielo>>, o sea, su muerte. Pero no en
vano, San Juan es el Precursor: <<Aún antes de nacer, en el episodio de la
Visitación, fue el primero en saludar gozosamente al
Mesías; Juan va siempre por delante, siempre es el primero, tanto en manifestarse
como en desaparecer>> (C. PUJOL, La casa de los santos, p. 219). La aparición de
este hombre de Dios, peculiar y enigmatico, en el pueblo de Israel, produjo una
consternación no pequeña. No sólo por las circunstancias de su nacimiento
(Evangelio), ni por ser el más grande de entre los nacidos de mujer (cfr. Mat 11, 11),
ni por llevar a cabo un bautismo de penitencia que anunciaba el de Cristo. Hoy nos
interesa resaltar un grito suyo, aquel que sacudió la conciencia moral del Pueblo
Elegido: <<¡Non licet!>>
2. <<NON LICET>>. (No te es lícito). Parece la expresión oral más gráfica de
aquella <<voz que clama en el desierto>> (Lc 3, 4), una voz que sale de una <<boca
de afilada espada>> (Primera lectura) y que recuerda a sus contemporáneos cómo
hay que conducirse para recibir al Salvador. Así declarará la licitud o ilicitud del
comportamiento moral de los recaudadores de impuestos, de los soldados, de los
ricos, de los pobres, de la gente corriente e incluso, de aquel pobre rey corrupto que
se llamaba Herodes (cfr. Lc 3, 10-15). Su grito no es un discurso político, ni siquiera
aureolado de ribetes sociales. Mira al interior del corazón, al centro del obrar moral y
prepara para Cristo una leva de hombres a quienes se ha enviado el mensaje de la
salvación (Segunda lectura). Nuestro comportamiento en las actividades más
corrientes -el trabajo, la familia, los negocios, el descanso- no es ajeno al querer
divino. Especialmente en el trabajo humano ha de brillar una rectitud propia de hijos
de Dios que saben del valor salvífico de su esfuerzo y que buscan que sus obras
sean coherentes con la fe que profesan.
3. MORAL PROFESIONAL. Un periodista contemporáneo ha dicho que
vivimos una nueva fiebre del oro, como la de aquellos míticos buscadores del Oeste
americano. Sí que se aprecia una fiebre de dinero que fácilmente relega a un
segundo plano la ilusión profesional, la ambición sana de la obra bien hecha, el
carácter solidario de la actividad laboral. De ahí nacen las chapuzas, las injusticias,
los enriquecimientos inmorales, la especulación y el fraude, el tráfico de influencias,
etc. Hoy, como ayer, se levanta el <<non licet>> de la Iglesia: <<Qué lejos están de
concepto cristiano del trabajo -y hasta de una recta visión del orden social-
determinadas actitudes de desinterés, de derroche de tiempo y de recursos que se
están difundiendo en nuestro tiempo tanto en el sector público como en el privado>>
(JUAN PABLO II, Barcelona, 7-11-1982). ¿De qué sirve, pues, enriquecerse y
acumular bienestar si eso redunda en la perdición del hombre y en la degradación de
la sociedad? <<La experiencia de los últimos años demuestra que si toda la
considerable masa de recursos y potencialidades puestas a disposición del hombre
no es regida por un objetivo moral (...) se vuelve fácilmente contra él para oprimirlo>>
(JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 27). Que Santa María, en cuyo seno
reconoció el Bautista al Mesías nonnato, nos ayude a pensar que los cristianos
<<con su trabajo sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a
que se cumplan los designios de Dios en la Historia>> (Conc. Vat. II, Gaudium et
Spes, 34).

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713 XIII DOMINGO

Ciclo A: 713A

II Rey.4,8-11.14-16a: "cuando venga a visitarnos, se quedará"


Rom. 6,3-4. 8-11: "vivos para Dios en Cristo Jesús"
Mateo 10,37-42: "el que os recibe a vosotros a mí me..." Sal.88,2-3.16-19

El ministerio sacerdotal (Rf. S. cap. 1)

1. LA DIGNIDAD DEL HOMBRE 713A1


1. "El que quiere... no es digno de mí" (Ev.). Un hombre es digno cuando
por su conducta merece alabanza o recompensa: dignidad y mérito están
estrechamente ligados a la idea de justicia. La dignidad ante el mundo es muy
distinta de la dignidad ante Dios. Para el mundo tienen valor las actitudes externas, el
aspecto de la persona, su condición económica y social: tras esta dignidad se
esconden con frecuencia el orgullo y la hipocresía. Por eso nos importa más ser
dignos a los ojos de Dios, que escruta el corazón humano y lo juzga certeramente.
¿Es digno el hombre ante Dios? En justicia estricta, ninguna recompensa
podríamos exigir de Él, ya que todo lo hemos recibido de Dios (cf. 1 Cor 4,7). Ahora
bien, el señor nos otorgó la capacidad de merecer: nos hizo a su imagen y
semejanza, y nos elevó gratuitamente a la dignidad de hijos suyos. Y cuando por el
pecado "vivíamos en servidumbre bajo los elementos del mundo, envió Dios a su
Hijo... para que recibiésemos la adopción... De manera que ya no es siervo sino hijo,
y el hijo, heredero por la gracia de Dios" (Gal 4, 3-7). De aquí que nuestra dignidad
-imagen de Dios, hijos de Dios- trae su origen de la dignidad de Dios. Así pues,
"cantaré eternamente las misericordias del Señor. Porque tú eres su honor" (Sal.
resp.). Dios es el honor y la dignidad de su pueblo.
2. Por tanto el hombre cristiano tiene dignidad y es merecedor, en cuanto
está injertado en Cristo y es fiel a su vocación. "Habéis de andar de una manera
digna de la vocación con que fuisteis llamados" (Ef 4, 1). En cambio el pecado nos
aparta de Dios y nos hace merecedores de castigo. El hijo pródigo dice: "ya no soy
digno de ser llamado hijo tuyo" (Lc 15,21); San Pablo, al recordar su vida pasada, se
humilla: "no soy digno de llamarme apóstol" (1 Cor 15,9); el señor de la parábola
dice: "el banquete está dispuesto, pero los invitados no eran dignos" (Mt 22, 8), y el
buen ladrón reconoce: "nosotros recibimos el digno castigo de nuestras obras" (Lc
23, 41).
Pero si estamos unidos a Cristo por la gracia, somos en verdad "vivos para
Dios" (2ª lect.) y capaces de realizar obras de vida eterna.
3. Jesús nos habla hoy (Ev.) de dos condiciones para tener auténtica
dignidad cristiana y recibir la recompensa:
a) Desasimiento: "El que quiere a su padre o a su madre más que a mí,
no es digno de mí..." Los lazos del mundo, aun en principio buenos, pueden ser un
obstáculo para ser dignos de Cristo. Todo hemos de postergarlo a Él: sólo así
podremos amarle y seguirle con entera libertad. Purificación: "haced frutos dignos de
penitencia" (Mt 3, 8).
b) Servicio: Hay que realizar obras buenas, especialmente las que
benefician al prójimo: "el que os recibe a vosotros, me recibe a mí". Toda obra buena
ofrecida a Dios es meritoria. Como la sunamita que hospedó a Eliseo (1ª lect.), "el
que dé de beber... sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga".
Aprovechemos las grandes facilidades que nos da Dios misericordioso, para
hacernos siempre dignos de Cristo, nuestra esperanza.

2. AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS 713A2


1. EL PRIMER MANDAMIENTO. Los mandamientos, que son
manifestaciones de la Voluntad divina, arrancan del deber fundamental de AMAR A
DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS. Esta es la principal obligación de toda criatura
racional: colocar siempre a Dios el primero en el orden de sus decisiones, de sus
programas de vida, de sus inquietudes... Sobre nosotros esta, indudablemente, Dios,
aunque no caigamos en la cuenta, aunque muchos no lo sepan y otros lo rechacen.
Dios es el primero, y con referencia a El se debe organizar la vida. Esto es una
consecuencia lógica de su grandeza, de su soberanía absoluta sobre nosotros, de la
especial preferencia que demuestra tener con los hombres, de nuestra filiación
divina, de la gratitud que le debemos, de nuestra vocación de llamados y elegidos.
Dios es todo para nosotros porque: sólo Dios es BUENO (Mc 10,18), es
CREADOR (Mc 13,19) y GUIA (Lc 12,24). Con Dios van unidas: la PAZ (Rm 15,33),
ESPERANZA (Rm 15,13), PACIENCIA (Rm 15,5), FIDELIDAD (Rm 11,29),
VERACIDAD (Jn 3,33). El da a los que le piden (Mt 7,11), está pendiente de nosotros
porque somos imágenes suyas, hijos muy queridos, almas redimidas. A Dios no es
fácil conocerle desde nuestras limitaciones, pero le aceptamos plenamente por la fe,
y desde la fe vamos descubriendo su luz, que adquiere su plena claridad en la
Humanidad Santísima de Cristo: DOY GRACIAS A DIOS SIN CESAR POR
VOSOTROS, A CAUSA DE LA GRACIA DE DIOS QUE OS HA SIDO OTORGADA
EN CRISTO JESUS, PUES EN EL HABEIS SIDO ENRIQUECIDOS EN TODO, EN
TODA PALABRA Y EN TODO CONOCIMIENTO, EN LA MEDIDA EN QUE SE HA
CONSOLIDADO ENTRE VOSOTROS EL TESTIMONIO DE CRISTO. ASI, YA NO
OS FALTA NINGUN DON DE GRACIA A LOS QUE ESPERAIS LA
MANIFESTACION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (1 Co 1, 4-7). Jesucristo es
el mismo Dios entre nosotros, y por eso comprendemos perfectamente que El nos
diga hoy: EL QUE QUIERE A SU PADRE O A SU MADRE MAS QUE A MI, NO ES
DIGNO DE MI; Y EL QUE QUIERE A SU HIJO O A SU HIJA MAS QUE A MI, NO ES
DIGNO DE MI; Y EL QUE NO TOMA SU CRUZ Y ME SIGUE, NO ES DIGNO DE MI
(Evangelio). En el orden jerárquico de nuestros amores está Cristo en primer lugar, si
queremos ser dignos de El. Muchas almas se quedan raquíticas por puro egoísmo
familiar: padres que discuten a Dios el derecho que El tiene sobre sus hijos, o hijos
que olvidan que Dios nos quiere más y mejor: Cuando ponemos a Dios en primer
lugar, amamos a todos, y en primer lugar a la familia, con un amor nuevo, más
espiritual, más puro, más divino y más humano. Dios nos llama, nos espera, y no
podemos negarle nuestra respuesta; y esto lleva consigo el dolor que comportan las
dificultades del ambiente, incluso domésticas.
2. DAR NUESTRA VIDA POR EL. EL QUE ENCUENTRE SU VIDA, LA
PERDERA, Y EL QUE PIERDA SU VIDA POR MI, LA ENCONTRARA (Evangelio).
Dos vidas frente a frente se disputan su hegemonía sobre el hombre: la vida carnal y
la vida espiritual. El Señor resuelve la cuestión: solamente encontrará la auténtica
vida, la sobrenatural, el que apueste todo lo que tiene por Cristo. ¡Vale la pena el
cambio! Dios da mucho más.

3. ESPIRITU DE SERVICIO 713A3


1. SERVIR ES REINAR. Puede que estas palabras nos suenen a viejas, pero
las recoge el Concilio (cfr. Lumen Gentium, 36). Ciertamente, nos conmueve la
solicitud de esa mujer sunamita que acoge y sirve al profeta Eliseo (Primera lectura)
y vemos que el agradecimiento del hombre de Dios se traduce en un don que no
puede sino venir del Altísimo. A Dios no podemos ganarle en generosidad y no
vamos a encontrar mejor pagador que El. Fijémonos: <<El que dé de beber aunque
no sea más que un vaso de agua fresca...>> (Evangelio). No tiene Dios una tabla de
recompensas según cuáles sena los dones que recibe del hombre. No se fija en lo
que se da, sino en cómo se da. Sobre este acto de dar -de darse- gravita el peso del
servicio cristiano. Así lo aprendemos de Cristo que <<no vino para ser servido sino
para servir>> (Mt 20, 28). Esta actitud de servicio, de entrega a Dios y al prójimo, se
fundamenta en la libertad que Cristo nos ha ganado: <<Pido al Señor que os ayude a
crecer en esta libertad real, que (...) os hará crecer en humanidad mediante el
estudio y el trabajo. Animará vuestras obras de solidaridad y vuestro servicio a los
necesitados en el cuerpo y en el alma. Os convertirá en señores, para servir mejor y
no ser esclavos, víctimas y seguidores de los modelos dominantes en las actitudes y
formas de comportamiento>> (JUAN PABLO II, Santiago de Compostela, 20-8-1989).
2. PARA SERVIR, SERVIR. El Evangelio nos descubre infinitas formas de
servicio. Pero no es necesario buscar mucho: Dios mismo se postra y lava los pies
de sus apóstoles (cfr. Jn 13, 5). En nuestra sociedad opulenta, en cambio, el lujo, el
bienestar y la búsqueda insaciable de placer han hecho que la palabra servicio esté
muy devaluada. Fácilmente se identifica con servidumbre y se la rechaza. Para la
Iglesia, esta palabra toma el oficio de categoría. El sacerdote es ministro de Dios, y
ministro, en latín, servidor. El diácono es, por excelencia, el servidor, tomada la
palabra de la lengua griega. Así se entienden los términos <<misterio sacerdotal>>,
<<ministros de la palabra>> y hasta que el Papa se llame así mismo <<Siervo de los
siervos de Dios>>. ¿Cómo entendemos nosotros este servicio? ¿Es una actividad
encaminada a llevar <<los unos las cargas de los otros? (Gal 6, 2)>>. ¿No venís aquí
tal vez -preguntaba el Papa a los jóvenes reunidos en Compostela- para
convenceros de que ser grandes quiere decir servir? Pero..., ¿estáis dispuestos a
beber aquel cáliz? (JUAN PABLO II, Santiago, 20-8-1989).
3. UN MODELO DE SERVICIO. Nuestra Madre del Cielo nos presenta un
magnífico modelo de servicio. La invocamos como Reina y Señora de la Creación
entera, y ciertamente lo es. Pero no cabe olvidar que su vida en la tierra fue un
continuo servicio como el que realizan millones de mujeres en el mundo: el trabajo
del hogar. Y esta Mujer, mil veces ponderada en el Biblia, tiene sus manos ajadas
por el duro trabajo doméstico: hacer el pan, barrer, cocinar, lavar en el río, moler,
remendar la ropa y un largo etcétera. ¡Cuántos fatuos -y fatuas- desprecian el
servicio doméstico de las amas de casa y las empleadas del hogar! Suponen que es
un trabajo humillante y alienador y olvidan que fue la actividad que desarrolló toda su
vida la más hermosa de las mujeres. Sólo hay una servidumbre que esclaviza, la del
pecado. De ella nos ha liberado Cristo <<para que sirviendo a Cristo en los demás,
conduzcamos en humildad y paciencia a nuestros hermanos al Rey>> (Conc. Vat. II,
Lumen Gentium, 36).
4. CONDICIONES PARA EL SEGUIMIENTO. 713A4
1. Orden en el amor. El Evangelio de hoy nos plantea un conflicto entre el
primero y el cuarto mandamiento de la ley de Dios: "El que quiera a sus padres más
que a mí no es digno de mí"... Propiamente no existe un dilema de este género: amar
a Dios o amar a los padres. Pero sí debe señalarse, y esto hace Cristo, un orden a
salvaguardar. A Dios le amamos por encima de todas las cosas (Cfr. Mat.22,37), por
ser bien infinito, a quien debemos cuanto somos y tenemos. A los padre los
amaremos de modo especial porque generosamente han colaborado con el poder
creador de Dios para traernos a la vida, y además, les debemos multitud de
beneficios. Pero este amor se subordina a aquel y, en caso de conflicto, cuando los
vínculos familiares dificultan de alguna manera cumplir la voluntad de Dios, se opta
por lo que es primero y fundamental" Dios.
2. Tomar la cruz. También es condición indispensable para seguirle (Ev.). La
cruz era un suplicio ignominioso, además de terrible, Pero desde el momento en que
Dios dispuso
que se convirtiera en instrumento de redención, la cruz, la santa cruz, aparece al
cristiano como un gran bien, misterio sólo comprensible, en cierta medida, a la luz de
la fe. Cometeríamos un grave error si no la supiéramos aceptar en nuestra vida.
Todos los días nos aguarda esa cruz pequeña, por lo general. No procede de
motivos notoriamente dolorosos. Muchas veces leves contrariedades indipendientes
de nuestra libertad, el mal tiempo, un asunto que se tuerce, un dolor de cabeza, una
minúscula humillación. No es extraño que el Señor se sirva de esta clase de sucesos
para que alcancemos otros
bienes que nos son precisos: crecer en la fe, ejercitarnos en la paciencia, purificar el
alma de tantos errores... Entonces ha llegado la hora de tomar la cruz y de ofrecer el
propio sacrificio con el de Cristo, con afán de redención.
3. Morir para vivir. Continúa la enseñanza: "El que encuentre la vida, la
perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará" (Ev.). Todos los buenos
negocios llevan aparejados algún costo traducible en sacrificio. Para alcanzar a Dios
-la vida- no se produce la excepción, es preciso morir, perder. Pero no significa esto
renuncia a lo que es positivo y noble, a lo que es perfección humana. Lo sobrenatural
no se logra al precio de renunciar a lo verdaderamente humano, "la gracia no
destruye la naturaleza, sino que la eleva y perfecciona". Supone, por el contrario,
morir a las tendencias desviadas en dirección al pecado. Ahí si que es conveniente
negarse. De otro modo ¿cómo vamos a orientarnos hacia Dios? Morir al egoísmo, en
ocasiones casi brutal; morir algo a la sensualidad que amenaza con paralizar las
mejores energías del espíritu; morir a la soberbia, coraza impenetrable a la gracia
divina. El mismo bautismo, por el que nos hemos iniciado como discípulos de Cristo,
miembros de su cuerpo, tiene ese sentido de muerte espiritual, de muerte al pecado,
para renacer a una vida nueva (Cfr.2ªlect.).

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XIV DOMINGO

Ciclo A:

Zac.9,9-10: "mira a tu Rey que viene a ti..."


Rom.8,9.11-13: "si el Espíritu...habita en vosotros"
Mat. 11,25-30: "yo os aliviaré..."
Sal.144,1-2.8-14
Jesús y su Iglesia en medio de los hombres (Vat.II, GS. Par.I, cap IV).
1. DESCUBRIR A DIOS 714A1
1. El hombre busca a Dios, a quien juzga lejano y de difícil acceso; a fin de
desentrañar el misterio divino, instala la batería de sus facultades cognoscitivas.
Cuando he aquí que aparece el Mesías Rey de un modo que sorprende la previsión y
la lógica humanas. Se muestra (1.ª lect.) "modesto y cabalgando en un asno". Pero
su humildad no es debilidad: es "victorioso", destruirá los carros, romperá los arcos
guerreros, dictará la paz y dominará a las naciones. Vencerá a la soberbia y el
egoísmo de los hombres, evitará sus contiendas. Su venida será motivo de alegría
para los que confían en Él: alégrate, hija de Sión; canta..."
2. Sal. resp.- Las relaciones entre ese Rey y sus súbditos son algo vivo,
íntimo y personal: las de un padre benigno con sus hijos pequeños y necesitados. Es
Dios "clemente y misericordioso", "cariñoso con todas sus criaturas", "bondadoso en
todas sus acciones". Empleará su poder para ayudar, más que para dominar:
"sostiene a los que van a caer", "endereza a los que ya se doblan". Nada tiene de
extraño, Señor, que "te bendigan tus fieles", y quieran estar siempre cerca de ti.
3. En el Evangelio, Cristo insiste en que las realidades divinas han sido
escondidas a los sabios y entendidos, mientras que el Padre las ha revelado a la
gente sencilla. No lo hace por contradecir a la naturaleza humana, sino porque
aquéllas exceden a nuestra capacidad; pero por otro lado Dios está realmente más
cerca de nosotros de cuanto podamos pensar; es asequible a todos, y no sólo a
quienes realizan especiales investigaciones. Por eso dice Pablo: "el Espíritu de Dios
habita en vosotros" (2.ª lect.). Dios es amor, amor de Padre, y se revela "a quien el
hijo se lo quiere revelar"; a los hombres con un corazón bien dispuesto y que no
confían en sí mismos. No es que la razón sea inútil o perjudicial para acercarnos a
los misterios divinos, pero es insuficiente; y además, el hombre corre el peligro de
enamorarse de sus pobres elucubraciones y sutilezas, como los rabinos, si no
cultivan una sólida vida de piedad. El corazón humilde y generoso facilita la
recepción de Dios. Recordemos que fácilmente llegan a Cristo los pastores de Belén
y el ciego de nacimiento (Jn 9), y con cuánta dificultad Nicodemo. Fomentemos ese
encuentro cordial y amoroso con Dios a través de la oración, que se resume "en dos
palabras: conocerle y conocerte: tratarse!" (Camino, n.º 91).
Cristo nos invita a acudir a Él, imitándole en su mansedumbre y humildad
-justificadas en nosotros- cuando estamos cansados y agobiados, con la promesa:
"yo os aliviaré". El Señor se nos da para nuestro descanso. Mas no queda ahí la
cosa, ya que la tarea del cristiano, además de buscar a Cristo, está en la fidelidad y
entrega: "cargad con mi yugo". No nos asuste el panorama, pues "mi yugo es
llevadero y mi carga ligera". ¿Por qué será, Señor, que a veces nos quejamos algo
de tu voluntad?

2. DESCANSAR EN DIOS 714A2


1. El Profeta Zacarías describe la mansedumbre de Jesús en su entrada
triunfal en Jerusalén. El Profeta escribe estas palabras con una gran anticipación a
los hechos: "Alégrate, hija de Sión; canta, hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a
ti justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno, en un pollino de borrica". Dios
desconcertará la aparente fortaleza humana -el poderío terreno antidivino-
desbaratándolo con la humildad, con la mansedumbre: "Destruiré los carros de
Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros...".
2. Palabras de Jesús que llenos hoy en el Evangelio nos repiten esa
misma realidad divina y humana. El Señor habla con sencillez de los misterios
sobrenaturales y los "sabios" no entienden nada; en cambio, los humildes saben que
quiere decir con sus parábolas: "En aquel tiempo Jesús exclamó: Te doy gracias,
Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y las has revelado a los pequeñuelos". Sólo la altanería humana resiste a
la Revelación sobrenatural de Dios. Sólo la soberbia se cierra ante la verdad que
salva.
3. El Señor no invita ciertamente al apocamiento de ánimo -que nada tiene
que ver con la humildad-, pero continuamente nos hace ver que nuestro enemigo
interior es la soberbia, la pretendida autosuficiencia de las fuerzas del hombre. Por
ello permite, como trámite curativo, el cansancio y el agobio que nacen de comprobar
la irrealidad de que el hombre es todopoderoso. Él mismo quiso experimentar en su
condición humana la debilidad que se convierte en fortaleza imponente cuando lleva
al abandono en los brazos del único Todopoderoso: "Venid a mí los que estáis
cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que
soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo
es llevadero y mi carga ligera". Lo que agota al hombre haciendo vanos sus
proyectos es la resistencia al Amor de Dios que se nos da también en la Cruz. Lo
que alivia y descansa, es rendir la inteligencia con la fe ante la Sabiduría infinita de
Dios y rendir la voluntad con la obediencia al que es Todopoderoso.

3. LA SENCILLEZ EVANGELICA 714A3


1. A DIOS LE GUSTA LA SENCILLEZ. Es un descanso para el alma
comprobar que la vida cristiana, a la cual todos estamos llamados, no es cuestión de
complicaciones. Todo el ejemplo y la doctrina de Cristo es una invitación imperiosa a
la humildad, a la sencillez. A los hombres nos gusta complicar las cosas, y nuestra
propia soberbia nos incapacita para comprender a Dios que se hace Niño, que nace
pobre, que trabaja como todos, que se acerca a todo aquel que no tiene prejuicios ni
egoísmo para decirle que cuenta con El. En el Evangelio todo el mundo entiende a
Jesús, menos los orgullosos y los engreídos, los que están llenos de sí mismos y se
encaraman para sobresalir por encima de los demás. TE DOY GRACIAS, PADRE,
SEÑOR DE CIELO Y TIERRA, PORQUE HAS ESCONDIDO ESTAS COSAS A LOS
SABIOS Y ENTENDIDOS Y LAS HAS REVELADO A LA GENTE SENCILLA. SI,
PADRE, ASI TE HA PARECIDO MEJOR (Evangelio).
La sencillez no significa algo así como insuficiencia de espíritu; la Sagrada
Escritura concibe la sencillez como fidelidad con la que el individuo y la comunidad
se mantienen unidos a Dios (Sb 1,1s). Sencillez designa también el tener
sentimientos sinceros hacia Cristo (2 Co 11,3), que hace posible el recibirle en la
Sagrada Eucaristía, el tratarle en la oración, el amar plenamente Su Voluntad. Esta
sinceridad se sostiene gracias a la generosidad de corazón y a la caridad sincera (2
Co 8,2;9,13). El alma sencilla sabe darse sin ningún cálculo egoísta (Rm 12,8), y
goza de una disposición permanente para el servicio (Ef 6,5; Col 3,22). La sencillez
supone una visión sobrenatural que nos hace colocar a Dios en el justo puesto que le
corresponde, tratando de vivir nosotros la humildad. Al mismo tiempo el humilde, el
que no descansa en su propio yo ni apela a su valía, es el único que está en
condiciones de juzgar la vida desde una perspectiva divina. Es el Evangelio de hoy,
por tanto, una llamada a la infancia espiritual: "Hacernos niños: renunciar a la
soberbia, a la autosuficiencia; reconocer que nosotros solos nada podemos, porque
necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar
y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se
abandonan los niños, creer como creen los niños, pedir como piden los niños" (J.
Escrivá de Balaguer, ES CRISTO QUE PASA, N.143).
2. NUESTRO DESCANSO. Es dura la vida porque son muchas las
contrariedades que tenemos que afrontar cada jornada. Pero no podemos olvidar
que la vida es lucha, es esfuerzo, es trabajo, es renuncia, es un constante empeño
por cumplir nuestro deber. Todo ello supone cansancio y agobio; y más aún si
añadimos la prisa y la urgencia que nos suele acompañar siempre. Por eso nos
llenan de paz esas palabras de Cristo que, como brisa fresca, acarician nuestra
alma: VENID A MI TODOS LOS QUE ESTAIS CANSADOS Y AGOBIADOS Y YO OS
ALIVIARE (Evangelio). Y no se refiere el Señor a un descanso material, a unas
vacaciones, sino a la paz que invade el alma cuando hay mansedumbre y humildad:
CARGAD CON MI YUGO Y APRENDED DE MI, QUE SOY MANSO Y HUMILDE DE
CORAZON, Y ENCONTRAREIS... (Evangelio).

4. SER BUENA TIERRA 714A4


1. SALIO EL SEMBRADOR A SEMBRAR. Con una parábola clarísima,
Jesucristo nos describe las distintas actitudes que se pueden dar ante la Palabra de
Dios. Un hecho cierto es que Cristo, el Sembrador, sale cada día a esparcir la semilla
por el campo de las almas. Dios nos habla a diario por la voz de la conciencia, la
Sagrada Escritura, la oración, el consejo de las personas honradas, las buenas
lecturas, los acontecimientos de la vida ordinaria, las enseñanzas de la Iglesia, etc.
Muchas veces al día llega a nosotros la voz de Dios, y, si estamos atentos, todo
nuestro día se puede convertir en una conversación familiar con nuestro Padre: "Con
esta búsqueda del Señor, toda nuestra jornada se convierte en una sola, íntima y
confiada conversación" (J. Escrivá de Balaguer, AMIGOS DE DIOS,N.247). Dios
siempre nos habla en directo porque necesitamos ese alimento diario. Jesús
respondió al demonio que le tentó en el desierto: ESCRITO ESTA: NO SOLO DE
PAN VIVE EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE
DIOS (Mt 4,4).
Y fundamentalmente Dios nos habla a través de esa labor evangelizadora de
la Iglesia. Nuestra madre la Iglesia siente la necesidad ineludible de transmitirnos
machaconamente la doctrina de Cristo, la Voluntad de Dios, para que no le falte a
nuestra alma la semilla constante, el alimento diario. Es algo que tenemos que
agradecer al Magisterio de la Iglesia: la enseñanza limpia y sólida, oportuna y
valiente, fiel y permanente. No en vano goza de la infalible asistencia del Espíritu
Santo. Hoy, como siempre, el Sembrador ha salido a sembrar; ¿qué tierra
encontrará?
2. LA BUENA TIERRA. Tenemos la suerte de escuchar del mismo Cristo
la explicación de esta parábola. ¿Qué nos quiere enseñar Jesús? Que no todas las
almas están dispuestas a recibir con generosidad y agradecimiento la Palabra de
Dios. Todos los días, y en especial los días festivos, la doctrina de Cristo se esparce
a voleo entre millones de almas. ¿Qué ocurre?:
-Parte cae en tierra de camino: ESCUCHA LA PALABRA DEL REINO SIN
ENTENDERLA, VIENE EL MALIGNO Y ROBA LO SEMBRADO EN SU CORAZON.
Hay que intentar comprender, acoger la Palabra, asimilarla, meditarla en nuestro
corazón. Siempre nos dice algo.
-Parte cae en terreno pedregoso: SIGNIFICA EL QUE LA ESCUCHA Y LA
ACEPTA CON ALEGRIA EN SEGUIDA; PERO NO TIENE RAICES, ES
INCONSTANTE, Y, EN CUANTO VIENE UNA DIFICULTAD O PERSECUCION POR
LA PALABRA, SUCUMBE. No podemos ser superficiales y cobardes. El que acepta
la palabra tiene que hacerlo con todas sus consecuencias.
-Parte cae entre zarzas: SIGNIFICA EL QUE ESCUCHA LA PALABRA; PERO
LOS AFANES DE LA VIDA Y LA SEDUCCION DE LAS RIQUEZAS LA AHOGAN Y
SE QUEDA ESTERIL. Para que la palabra fructifique hay que dejarse de egoísmos y
afanes materialistas. NO PODEMOS SERVIR A DIOS Y AL DINERO.
-Parte cae en tierra buena: SIGNIFICA EL QUE ESCUCHA LA PALABRA Y LA
ENTIENDE; ESTE DARA FRUTO Y PRODUCIRA CIENTO O SESENTA O TREINTA
POR UNO. ¡Vale la pena!.

5. TEMPLANZA 714A5
1. EL SEÑORIO DEL CRISTIANO. El espíritu de este mundo pugna con el
espíritu del Evangelio: <<Oiréis a la gente que os dirá: "vuestra felicidad está en
acumular dinero y en consumir tantas cosas como podáis, y cuando os sintáis
infelices acudid a la evasión del alcohol o de la droga". Nada de esto es verdadero>>
(JUAN PABLO II, Vancouver, Canadá, 18-9-1984). Ninguno de nosotros es ajeno a
esa codicia de los ojos que pretende hacer mullida la vida de la carne. Pero, nos
advierte el Apóstol, <<si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el espíritu
dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis>> (Segunda lectura). La templanza es la
virtud que modera el desordenado afán de molicie y de deleite de los sentidos que es
consecuencia de las heridas del pecado original. Para no pocos, <<cuya ley es el
vientre>> (cfr. Fil 3, 19), esta moderación la imaginan una carga insufrible. Parece
haber olvidado que el Maestro ha dicho: <<Mi yugo es suave y mi carga ligera>>
(Evangelio). Además, <<la templanza cría al alma sobria, modesta, comprensiva; le
facilita un natural recato que es siempre atractivo, porque se nota en la conducta el
señorío de la inteligencia. La templanza no supone limitación, sino grandeza. Hay
muchas más privación en la destemplanza, en la que el corazón abdica en sí mismo
para servir al primero que le presente el pobre sonido de unos cencerros de lata>>
(JOSEMARIA ESCRIVA, Amigos de Dios, 84).
2. SOBRIEDAD. Vivir templadamente no consiste en renunciar a ese mínimo
bienestar material que tiene la vida humana. Pero sí consiste en aprender a valorar el
dinero, en evitar caprichos, cosas superfluas y vanidades ostentosas. ¿No miramos
con un poquito de risa y un poquito de asco la incontinencia de quienes se gastan
fortunas en comilonas y banquetazos, llenando el buche con manjares exquisitos
como si su estómago fuese una hormigonera? Es penoso que nuestros jóvenes se
acostumbren a beber en exceso desde la adolescencia. Es triste ver derrochar
millones en loterías y tragaperras con una actitud manirrota que nada tiene que ver
con el Evangelio. ¿Es irremediable que el erotismo se compre y se venda como una
mercancía más? Vale la pena volver a abrir el Evangelio y preguntarnos, como lo
hacía el Papa: <<¿Por qué estáis aquí vosotros, jóvenes de los años noventa y del
siglo XX? ¿No sentís acaso también dentro de vosotros el espíritu del Evangelio?>>
(Compostela, 20-8-1990).
3. LA SANTA PUREZA. La moderación del uso de la facultad sexual, según el
orden establecido por Dios, es también una parte de la virtud de la templanza a la
que llamamos castidad o pureza. Es una virtud cristianísima, y no está pasada de
moda. Que Dios nos dé fuerzas para desenmascarar a los farsantes que opinan que
el hombre no es más que una bestia sofisticada. <<¿Pureza?, preguntan. Y se
sonríen. -Son los mismos que van al matrimonio con el cuerpo marchito y el alma
desencantada>> (JOSEMARIA ESCRIVA, Camino, 120). La pureza es la afirmación
gozosa -decía el Fundador del Opus Dei- de los que creen en el amor, y, más
radicalmente, de quienes creen en la dignidad de la persona humana. La cita que
viene a continuación es un poco fuerte, pero viene de la mano nada menos que de
San Jerónimo: <<El varón sabio debe amar a la mujer con juicio, no con apego:
contendrá los ímpetus de deleite y no se llegará precipitado al acto carnal, pues no
hay cosa más fea que amar a la mujer como a una adúltera>> (cit. en Catec.
Romano, II 33). Que Santa María, Madre del Amor Hermoso, nos alcance de su Hijo
un alma templada.

6. PAZ INTERIOR 714A6


1. Humildad de Cristo. Nos dice el Señor: "Ejemplo os he dado" (Jn.13,15).
Ejemplo en todo, pero en ninguna virtud quizá tanto como en la humildad. Pudo
haber nacido en un palacio y prefirió el establo húmedo y sucio. Se ocultó en Nazaret
por espacio de treinta años, e incluso en su vida pública no buscó gloria humana.
Cuando los discípulos se enzarzan, una vez más, en discusiones de primacías y
dignidades, no tuvo inconveniente en lavarles los pies, como un siervo. Siempre
predicando con el ejemplo. Permitió la traición de uno de los suyos. Fue objeto de
acusaciones injustas y las soportó en silencio. Abofeteado por un esbirro, objeto de
burlas y golpes por parte del Sanedrín. Un proceso inicuo ante Pilatos, desprecio de
Herodes, azotes, coronación de espinas -con nuevas burlas-, una cruz sobre los
hombros camino del Calvario, crucifixión y muerte. Hoy, en la primera lectura,
escuchamos las palabras de un profeta que Cristo cumplirá al pie de la letra: "Mira a
tu rey, que viene a ti justo y victorioso, modesto y cabalgando en un asno, en un
pollino de borrica". Ahí le tenemos, Rey de humildad, para que sepamos cuanto vale
la grandeza de abajarse.
2. Hacernos niños. Con el ejemplo de su conducta, palabras precisas sobre
la conveniencia de no ser soberbios. Cuando los hijos de Zabedeo solicitan los
mejores puestos, una aclaración: "quien quisiere hacerse mayor, ha de ser vuestro
criado, y quien quisiere ser entre vosotros el primero, debe hacerse siervo de todos"
(Mc.10,43-44). En el camino de Cafarnaún se suscitó la discusión sobre categorías
personales, y el Maestro abordó el tema del servicio a los demás: "Y cogiendo a un
niño lo puso en medio de ellos y después de abrazarles, prosiguió: cualquiera que
acogiere a uno de estos niños por amor mío, a mí me acoge, y cualquiera que me
acoge, no sólo me acoge a mí, sino también al que me ha enviado" (Mc.9,36-37).
3. Sin agobios. Cristo entra en Jerusalén como Rey de paz, montado en un
borrico (1ª lect.). Humildad y paz interior son cualidades que van de la mano. ¿Por
qué hay personas que sufren y se convierten en desgraciadas? No pocas veces a
causa de su soberbia o por egoísmo. "La mayor parte de los conflictos que se
plantean en la vida interior de muchas gentes, los fabrica la imaginación: que si han
dicho, que si pensarán, que si me consideran... Y esa pobre alma sufre, por su triste
fatuidad, con sospechas que no son reales. En esa aventura desgraciada, su
amargura es continua y procura producir desasosiego en los demás: porque no sabe
ser humilde, porque no ha aprendido a olvidarse de sí misma para darse,
generosamente, al servicio de los otros por amor a Dios"
(J.Escrivá, Amigos de Dios, 101). La soberbia destruye la paz interior y crea agobios.
"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados" (Ev.). Vayamos al ejemplo
de Cristo, aprendamos de su conducta, y no faltará la paz en el alma. Y si nos
hacemos niños en su presencia, gozaremos de la alegría íntima de quien se
abandona confiado en los brazos de su Padre: no habrá pena en este mundo que
pueda hacer mella en nuestro ser.

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715 XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.

Ciclo A: 715A

Isaías 55,10-11: "así será mi palabra"


Rom. 8,18-23: "la gloria que... se nos descubrirá"
Mat. 13, 1-23: "salió el sembrador a sembrar"
Sal.64,10-14

La palabra de Dios sembrada en el mundo (Vat.II,OV -sobre la divina


revelación-

1. EL FRUTO DE LA PALABRA 715A1


1. La solicitud del Padre por los hombres se muestra en la liturgia de hoy, que
gira en torno a la palabra divina y al fruto que en nosotros produce. Dios no ahorra
medio alguno para que nuestra eficacia sobrenatural sea inmensa. La 1.º lect.
compara su palabra a esa lluvia que empapa la tierra, la fecunda y hace germinar,
dando pan al que come y semilla al sembrador. El salmo responsorial canta la labor
que el labrador divino realiza en la tierra: la cuida, riega y enriquece sin medida;
prepara los trigales mediante el arado, iguala el terreno y lo deja mullido. Ese es el
trabajo que hace Dios en el alma: por medio de las gracias actuales la pone en
capacidad de recibir la semilla, hacerla germinar y dar fruto abundante.
2. El Evangelio nos muestra a Jesús predicando a la muchedumbre desde
una barca. "Salió el sembrador a sembrar". La semilla es de la mejor calidad y sin
mezcla de cizaña: es la palabra de Dios. Aunque el Señor ha tratado previamente el
campo con objeto de obtener una buena cosecha, ese campo -cada uno de
nosotros- puede responder de muy diversas maneras. Dios es la causa principal de
la santidad, pero cuenta con nuestra libertad y la respeta. De nosotros -causas
secundarias- depende el resultado. He aquí lo que puede suceder:
a) Parte de la semilla cae al borde del camino, y la comieron los pájaros.
Representa a aquellos hombres que oyen la palabra de Dios, pero la rechazan
conscientemente. El diablo cierra sus oídos y endurece su corazón para que no
entiendan el mensaje divino. Hay hoy, lamentablemente, muchos hombres
inicialmente cristianos que vuelven sus espaldas a Cristo y prefieren seguir la senda
por donde les lleva su soberbia.
b) Parte cayó en terreno pedregoso, con muy poca tierra, donde pronto
germinó y brotó la planta, pero también se secó pronto al salir el sol, por falta de raíz.
Estos son los hombres de buen natural, que aceptan pronto y con alegría la palabra
divina, acuden con gusto a toda clase de reuniones apostólicas y lo pasan muy bien.
Pero por falta de raíces son inconstantes y débiles ante las exigencias del
compromiso. Empiezan a menudo, pero no perseveran. Seguirían a Cristo de buen
grado, si esto fuese fácil y compatible con su falta de reciedumbre y su cobardía ante
las dificultades ambientales.
c) Parte cayó entre zarzas, que crecieron y la ahogaron. Tales son
quienes junto con su deseo de servir a Dios, dan mayor importancia a los placeres y
negocios; y "los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra y
se queda estéril". Serían fieles a Dios si pudieran servir a dos señores, y si la vida
espiritual no les restase tiempo ni fuese obstáculo a sus ambiciones y egoísmos.
3. "El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros,
setenta..." Tomemos conciencia de nuestra responsabilidad personal, ya que por
parte de Dios ningún obstáculo habrá para que demos fruto abundante. Basta que
seamos tenaces en seguir a Cristo, en cumplir la voluntad de Dios a costa de
cualquier renuncia, poniéndolo sobre todas las cosas. De lo contrario, seremos
terreno duro donde campea el Maligno, o produciremos hierba seca para el fuego.

2. RESPONSABILIDAD 715A2
1. El Profeta Isaías escribe la Palabra de Dios como lluvia y nieve del cielo
que "no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y de hacerla
germinar". No es jamás inútil el agua que cae y retorna a la atmósfera. "Así será mi
palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y
cumplirá el encargo". Esa Palabra de Dios nos ha venido por los Profetas y de un
modo total y exhaustivo con la Encarnación del Verbo (Palabra divina), con su
presencia personal entre los hombres, con sus enseñanzas y milagros, con su
Pasión, Muerte y Resurrección. Esa Palabra sigue resonando en la Iglesia cuando
enseña y en el interior de las almas cuando se recogen a oír "la fe que habita en
vuestros corazones", a escuchar al mismo Dios, Uno y Trino, que habita en el alma
del justo.
2. En el Evangelio, Jesús compara la Palabra de Dios al grano esparcido
generosamente por el sembrador. La suerte de la simiente es distinta para cada
alma: "Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo
sembrado en su corazón... Lo sembrado entre zarzas significa... Lo sembrado en
tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y
producirá ciento o setenta o treinta por uno". Se complementan las comparaciones
del Profeta y del Redentor: Dios nunca fracasa en sus planes, pero el hombre,
personalmente (tu o yo), sí que puede fracasar.
3. Una vez más nos topamos con un misterio sobrenatural que
corresponde a la condición personal del hombre: libre, responsable, con destino
único e intransferible según su correspondencia a la gracia. La Salvación no es
colectiva, aunque todos estemos llamados a la vida sobrenatural (a través de la única
Iglesia) y aunque sea de fe que Dios tiene una voluntad salvífica universal. El
realismo de las palabras de Jesús es incompatible con ese pensamiento anticristiano
(y de base antinatural) de que la salvación del hombre consiste en una parte
integrada en un todo (un Estado, un colectivo profano o sagrado). Desde luego hay
que estar donde cae el grano, donde cae la lluvia y la nieve, donde hay Palabra de
Dios y Sacramentos... pero hay grano que se pierde, grano que da poco, grano que
da mucho, grano que da muchísimo. Dentro de la Iglesia única de Cristo está la
Salvación, pero ésta se ventila en última instancia en una relación personal con Dios.

3. DIOS NOS QUIERE FUERTES 715A3


1. TODA FORTALEZA VIENE DE DIOS. Todo viene de Dios, como nos
recuerda Isaías (Primera lectura) y cuando Dios da a sus hijos los hombres el
mandato de dominar la tierra (Gen 1, 28) y de evangelizarla (Mt 28, 19), da también
la fortaleza para hacer Su voluntad sobre la tendencia humana a la flojera, esto es, al
temor exagerado al esfuerzo para obrar el bien. Nuestra naturaleza caída se
encuentra frecuentemente lastrada por esa debilidad e indolencia frente al bien
arduo, frente a la necesidad de hacer lo que se debe y más cuando ese deber es
incómodo. Pero no podemos olvidar nunca, por grande que sea la flaqueza de
nuestra condición, que <<nuestro auxilio es el Nombre del Señor y Rey (...), ¿por qué
no he de tener yo fortaleza para combatir con todo el infierno? (Vida, 25, 20).
Obstáculos no van a faltar, es cierto. El camino reseco, donde la semilla no prende;
las espinas y las seducciones del mundo, que ahogan la llamada, los pedregales
estériles donde no puede oírse la voz de Dios (cfr. Evangelio). Pero nuestra debilidad
se hace fortaleza con este Dios -Padre- que nos conforta (cfr. Filip. 4, 13).
2. EL COMPROMISO CRISTIANO. <<El amor es fuerte como la muerte>>
(Cant 8, 6). ¿Cuál es el secreto de la fidelidad, del compromiso, de la entrega... de
todo aquello que vale aunque cueste? El Amor, es la respuesta. Sólo el amor llena
de firmeza nuestra fragilidad. Y Dios, que nunca desampara a sus hijos, nos dará la
fortaleza, en los momentos duros, para ser valientes <<no solamente en los campos
de batalla, sino también en los pasillos de los hospitales y junto al lecho del dolor>>
(JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-11-1978). El Papa pone un par de ejemplos
significativos: <<Un hombre al que se le promete la libertad, e incluso una carrera
fácil a condición de que reniegue de los propios principios o bien apruebe algo que
está en contra de su honestidad>> o <<una señora, madre de una familia numerosa,
a la que es aconsejado por muchos que suprima una vida concebida en su seno,
sometiéndose a la intervención de interrupción de la maternidad>> (idem). Si este
hombre y esta mujer responden audazmente que no, que la vida, la conciencia y el
honor de Dios son bienes suficientemente grandes para no ceder a las presiones o a
las lisonjas, se puede decir de ellos: he aquí un hombre, he aquí una mujer valiente.
3. FUERTES EN LA FE. <<Deseo rendir homenaje a todos estos valientes
desconocidos. A todos los que tienen el valor de decir "no" o "si" cuando esto
cuesta>> (JUAN PABLO II, Sobre la fortaleza, 15-11-1978). Entre esos
<<desconocidos>> estamos nosotros cuando defendemos el tesoro de la fe que Dios
nos ha dado. Esta es la fortaleza para proteger y permitir que arraigue la semilla que
cayó en tierra buena y que, de suyo, es más necesaria que la que se requiere para
proteger otras virtudes. ¡Fuertes en la fe! Con una firmeza más audaz que aquella
que tradicionalmente se refiere a la mujer que defiende su honra con uñas y dientes.
Por eso un católico debe formarse bien, debe saber lo que lee, por ejemplo. Y si, por
casualidad, cae en manos una publicación que atenta con la fe o la moral cristiana,
hay que decir ¡no!, con energía, y desprenderse de aquella basura. Y por la fe hay
que dar la cara, hasta el martirio si fuera menester. Si alguna vez nos acecha la
tentación de claudicar, de ser cobardes, que nos estimule la reciedumbre y la
fortaleza de Santa María junto a la Cruz.

4. LA BUENA TIERRA 715A4


1. Siembra divina. La parábola del sembrador capta nuestra atención. La
semilla es la palabra de Dios, su enseñanza. Una palabra que significa mucho más
que un mera palabra hablada, pues en la Sagrada Escritura es prácticamente
sinónimo del poder divino; de ese poder que es la eficacia, energía, fuerza salvadora.
Por eso hay ante la palabra divina una seria responsabilidad: "la palabra que sale de
mi boca no volverá vacía, sino que hará mi voluntad" (1ª lect.). Debe dar fruto en
nosotros como semilla en el campo arado. Dios es, a través de Cristo, quien siembra
en nosotros los hombres. Y siembra abundantemente en todos, es siembra a voleo.
"Con esta parábola quiso declarar el Señor que Él habla a todos con mucha
generosidad. Porque así como el labrador no distingue la tierra que van pisando sus
pies, sino que arroja natural e indistintamente su semilla, así el Señor no distingue el
pobre del rico, el sabio del ignorante, el tibio del perezoso, el valiente del cobarde"
(San Juan Crisóstomo).
2. Malos terrenos. Cristo pensaría en este momento en la acogida que se le
había dispensado. Se habían convertido gentes sencillas (Zaqueo, la Magdalena,
etc.), pero había topado con oyentes que apenas prestaban atención a sus
enseñanzas, con avarientos y con soberbios fariseos. ¿Por qué
se es mala tierra?
Lo "sembrado al borde del camino" son las personas que no ponen interés por
las cosas de Dios, Les llega alguna voz, un reportaje sobre el Papa, la asistencia a
una boda, bautizo o funeral por conveniencia social; pero no atienden. Lo "sembrado
en terreno pedregoso" produce escasez de raices. Se ha vivido en cristiano antes,
pero sin profundizar en la fe, sin exigencia, con tibieza. Todo se viene abajo cuando
surge un clima menos favorable (marcha a la ciudad, nueva pandilla de amigos, paso
del colegio a la universidad, etc.). Lo "sembrado entre zarzas" equivale a la
preocupación por el dinero -el materialismo, en una palabra-, que sofoca y ahoga el
crecimiento de la buena doctrina recibida. No se puede servir a dos señores y se
acaba por servir sólo a las riquezas, muchas o pocas (Cfr. Mt. 6,24).
3. Tierra agradecida. Esa debe ser nuestra característica. Significa "el que
escucha la palabra". Es lo primero en que debemos empeñarnos; poner nuestro oído
atento a lo que viene de Dios; acudir a la predicación con interés de aprender; leer la
Escritura y libros que nos ayuden a profundizar en ella; no ser sordos a las
inspiraciones del Espíritu Santo en el alma. Y "la entiende", es decir, la medita,
reflexiona.

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716 XVI DOMINGO

Ciclo A: 716A

Sab.12,13.16-19: "en el pecado, das lugar al arrempent."


Rom. 8,26-27: "el Espir.viene en ayuda de nuest.debilid."
Mat.13,24-43: "dejadlos crecer hasta la siega"
Sal.85,5-6.9-10.15-16a

Los pecados (CDC. lecc.33 y FDCI.pp.182-183)

1. LA SIEMBRA DEL ENEMIGO 716A1


1. "El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla
en su campo." Ese campo de Dios es el mundo entero y cada hombre. Los cristianos
debemos sentirnos responsables de nosotros mismos y de cuanto acaece en el
mundo.
"Pero, mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio
del trigo y se marchó." El enemigo que actúa a escondidas y que desaparece una
vez realizado el daño -explica Jesús- es el diablo. El modo de obrar artero es peculiar
en el "padre de la mentira". Buena parte de su eficacia nace de pasar inadvertido; de
este modo nadie impide su siembra, que se confunde con la buena, y encuentra las
condiciones adecuadas para que germine: tierra removida y abonada, húmeda y libre
de piedras y otras hierbas.
2. Muchos se preguntan hoy si el demonio es un ser real, o más bien fruto de
cierta tendencia de las religiones primitivas a personificar unos fenómenos externos o
sentimientos internos. Pero es doctrina segura de siempre, avalada por la SE, la
existencia de los ángeles malos que intervienen cerca de los hombres. Es el diablo y
Satanás (Apoc 20,2), Beelzebul (Mt 12,24), que persigue por envidia a los hijos de
Dios" (Sab 2,24). Cristo lo encuentra muchas veces: en el desierto y en las tareas
apostólicas, y lo expulsa de muchos hombres, discutiendo con él: "¿Qué hay entre ti
y nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Te conozco; tú eres el
Santo de Dios. Jesús le mandó: Cállate y sal de él" (Mc 1, 24-25). Da a sus
discípulos poder para expulsar demonios, y ellos cuentan gozosos: "Hasta los
demonios se sometían en tu nombre" (Lc 10,17).
3. "Mientras la gente dormía." Los hijos de la luz duermen, y el diablo
aprovecha la ocasión para ejecutar sus planes: "la cizaña son los partidarios del
Maligno". Todos los cristianos debemos vigilar en nuestra vida personal y en la
Iglesia, pues el dormirnos trae fatales consecuencias. Pero mayor aún es la
responsabilidad de los pastores, de que el lobo no arrebate y disperse las ovejas (Jn
10, 12). Cuando Pablo se entera de que en Tesalónica se difunde el error, les envía
a Timoteo "para recibir informes de vuestra situación en la fe; no fuera que os
hubiese tentado Satanás y resultasen estériles nuestras fatigas" (1 Tes 3, 5).
Evitemos que se mezclen otras semillas con la palabra de Dios: "Vigilad y orad para
no caer en la tentación" (Mt 23,41).
"Cuando empezaba a verdear... apareció también la cizaña." Los criados,
sorprendidos, proponen al amo: "¿Quieres que vayamos a arrancarla?" Pero el amo
se opone: ya es demasiado tarde para evitar el daño, y aún es pronto para castigarlo.
Aprendamos a poner el remedio oportunamente, con vigilancia, oración, doctrina. Ni
el ingenuo descuido de la primera hora, ni las tardías lamentaciones, indican otra
cosa que una culpable omisión. Seamos fieles y responsables de todo el Cuerpo:
"todos los miembros se preocupan por el bien de unos y otros. Si padece un
miembro, todos los demás padecen con él" (1 Cor 12, 25-26).

2. LA INFLUENCIA CRISTIANA EN EL MUNDO 716A2


1. Jesús se hacía entender del pueblo con ejemplos sencillos tomados de la
vida del campo, de la pesca, de las incidencias cotidianas en una casa, en una fiesta.
Estas parábolas encierran una enseñanza sobrenatural cuyo sentido está claro para
los humildes y, generalmente oscuro para los soberbios. En el Evangelio de hoy
leemos tres parábolas que tienen un mismo sentido: la influencia de los cristianos en
la sociedad, la influencia de nuestra conducta en la marcha del mundo. Los
discípulos le piden al Señor que les aclare el significado de una de las tres
parábolas, y Jesús, en un aparte, les indica con precisión qué ha querido decir. Es
como si el Señor hiciera una homilía de sus propias palabras, porque homilía es
explicar la Palabra de Dios, no porque esté oscura sino porque es fuente inagotable
de verdades que pueden entenderse más y más, sin llegar a su fondo de infinita
claridad.
2. "El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre; el campo es el
mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios
del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin de los
tiempos, y los segadores los ángeles". En esta parábola,a diferencia de la que se
leyó el domingo pasado, la simiente no es la Palabra de Dios, sino "los ciudadanos
del Reino", es decir los buenos cristianos. Si en la parábola del sembrador, Jesús se
refiere al fruto de la predicación en cada alma, aquí se refiere al fruto de la acción de
los cristianos en el mundo, en la sociedad, en las costumbres. No siempre podemos
juzgar los hombres con nitidez dónde hay trigo y dónde cizaña, cuando la conducta
propia o ajena es siembra de trigo o siembra de cizaña, pero a los ojos de Dios la
diferencia es precisa, y no hay términos medios: o estamos sirviendo a Dios
extendiendo su Reino o, con más o menos consciencia de lo que hacemos, servimos
al Maligno. Aunque no siempre se pueden conocer quiénes son, desde luego
podemos estar seguros de que el demonio tiene "partidarios", es decir de que hay
una instigación consciente contra la Iglesia y contra la salvación de las almas por
parte de personas concretas. Negar esa posibilidad es no tomar en serio la
advertencia del Señor; indica además desconocimiento de la historia antigua y
reciente de la Iglesia e ignorancia de nuestra propia capacidad de perversión. Al lado
de quienes diabólicamente maltratan a las almas está (o estamos) una gran masa
de cristianos que por nuestra dejación o falta de santidad contribuimos a la
prosperidad de la cizaña.
3. El Señor, sin embargo, nos hace ver la inutilidad de esos esfuerzos
anticristianos. Aunque aparentemente haya buena cosecha de cizaña, su destino
final es el fuego (el Infierno). Entre tanto hemos de luchar, procurando ser
consecuentes con nuestra fe cristiana, buscando la santidad y la coherencia de vida
en el terreno familiar, social, profesional, etc., para que prospere en el mundo el buen
trigo de la vida cristiana. También hemos de unir la tenacidad con la paciencia de
quien sabe que la consumación del Reino no es una utopía terrena, sino algo
sobrenatural.

3. NO PODEMOS DORMIRNOS 716A3


1. EL ENEMIGO NO DESCANSA. La parábola de la cizaña nos brinda la
ocasión de recordar que no podemos contentarnos con ser buena tierra. No basta
que la semilla brote con una abundancia generosa. No es suficiente estar en la
verdad, y echarnos a dormir pensando que está asegurada nuestra fidelidad. La
lucha ha de ser constante porque el enemigo no duerme, y siempre cabe la
posibilidad de un tropiezo, de una renuncia, de un fracaso, de una duda, de una
traición. Desde Judas hasta aquí han abundado, por desgracia, los que son capaces
de vender al Señor por un poco de dinero, por soberbia, por pereza, por miedo, por
vergüenza, por complejo, por snobismo, por descuido, por querer contemporizar...
Hoy el error se pasea a la luz del día con aire de triunfo ante la doctrina que califican
de "anticuada", los dogmas que llaman "anquilosados", los principios que consideran
"desencarnados", la moral que tachan de "legalista y falta de espíritu", el Magisterio
que tildan de culpable de una Iglesia anclada en el pasado. Se pretende arrumbar los
catecismos, se contesta la teología fiel a las fuentes de Revelación, se silencia la voz
del Papa, se pretende edificar en vano una Iglesia paralela sobre cimientos
ocasionales. Se han puesto en pie las herejías de otros tiempos tratando de asestar
un golpe de muerte a nuestra madre la Iglesia, fiel defensora del Depósito de la Fe.
Todo esto crea dolor y desorientación: "¿Quién no conoce las difíciles
condiciones en que se encuentra la Iglesia, es decir, las personas que todavía se
adhieren a ella, en no pocos países del mundo? No hablamos más de ello para no
agrabar la oprimente situación de tantos hermanos e hijos católicos, a los cuales no
se les puede imputar más delito que el de ser fieles a su fe. ¿Y qué diremos del triste
fenómeno de aquellos católicos, que se dedican hoy a afligir a la Iglesia de Dios,
dando la sensación de hacer propia la profética palabra del Señor: -Los enemigos del
hombre serán los de su casa-?" (Mt 10,36) (Pablo VI, ALOC. 26 de junio de 1974).
2. HAY QUE TENER ESPERANZA. Ante estos problemas nos pueden
entrar el desánimo o la impaciencia. Pero Cristo nos enseña a esperar hasta que
crezca la semilla junto con la cizaña. Ya llegará el día de la siega y escucharemos la
voz del Señor que dice: ARRANCAD PRIMERO LA CIZAÑA Y ATADLA EN
GAVILLAS PARA QUEMARLA, Y EL TRIGO ALMACENARLO EN MI GRANERO
(Evangelio). Y el día tiene que llegar, aunque nos parezca larga la espera, porque
siempre triunfa la verdad. De Dios nadie se ríe, porque Dios es justo y poderoso: TU
PODER ES EL PRINCIPIO DE LA JUSTICIA, Y TU SOBERANIA UNIVERSAL TE
HACE PERDONAR A TODOS. TU DEMUESTRAS TU FUERZA A LOS QUE DUDAN
DE TU PODER TOTAL Y REPRIMES LA AUDACIA DE LOS QUE NO LO CONOCEN
(1.ª Lectura). No podemos dormirnos dejando indefensa a nuestra santa Madre la
Iglesia, ni mucho menos coquetear con la mentira. Respetamos y perdonamos a las
personas, pero somos intransigentes con el error. Somos responsables del tesoro
que Dios ha depositado en nuestras manos, y a El tenemos que dar cuentas.

4. LA VIRTUD DE LA JUSTICIA 716A4


1. UNA VIRTUD PARA TODOS. <<Tu poder es el principio de la justicia y tu
soberanía universal te hace perdonar a todos>> (Primera lectura). La virtud cardinal
de la justicia, que Dios nos da enderezar la voluntad herida por la malicia del pecado,
es una virtud que debe ser vivida por todos los que se honren con el título de
cristianos. En la Sagrada Escritura, el término <<Justo>> equivale al de <<santo>>.
Sin embargo, conviene que ahora nos fijemos en un nivel más primario, más
elemental de esta virtud, por así decir, como la carrerilla que endereza y guía los
pasos del hombre hacia la santidad. ¿Qué quiere decir el Papa cuando, por ejemplo,
reclama justicia ante el abandono de los pueblos más desfavorecidos por parte de
las naciones opuestas? ¿Qué es lo que nos lleva a calificar primordialmente de
injustos pecados como la corrupción de la infancia o la infidelidad conyugal? La
respuesta es que hay un núcleo en esta virtud que se hace evidente a todos y que
nos asemeja a Dios que mira misericordiosamente a cada una de sus criaturas.
<<Amar la justicia no es otra cosa que amar a Dios. Y como este amor de Dios va
siempre unido al amor que se interesa por el prójimo, el hambre de justicia se ve
acompañada por la virtud de la misericordia>> (S. LEON MAGNO, Sobre las
Bienaventuranzas, 95).
2. LO PRIMERO: JUSTICIA CON DIOS. Sin hacer referencia a Dios, la
justicia no es otra cosa que injusticia. Por eso canta la Iglesia que <<en verdad es
justo y necesario (...) darte gracias>> (Del Prefacio). La creación entera proviene de
Dios y a El se endereza, pues encuentra en Dios su término y cumplimiento. ¿Puedo
decir de verdad que me he afanado en dar a Dios lo que es justo darle, esto es, el
culto, el respeto y la obediencia a sus disposiciones sapientísimas? Recordemos
aquel episodio en que Jesús cura a diez leprosos (cfr. Lc 17, 12). Sólo uno vuelve,
agradecido, a dar al Señor el reconocimiento debido. Jesús alaba esta actitud
porque, entre otras cosas, es intrínsecamente justa. Esta justicia es la que lleva a
exclamar al Maestro: <<Los justos brillarán como el sol en el Reino de mi Padre>>
(Evangelio). Es lógico, ya que <<negar a nuestro Creador y Redentor el
reconocimiento de los abundantes e inefables bienes que nos concede, encierra la
más tremenda e ingrata de las injusticias>> (JOSEMARIA ESCRIVA, Amigos de
Dios, 167).
3. HAMBRE Y SED DE JUSTICIA. Justicia es una palabra que se utiliza
frecuentemente para reivindicar derechos. Pero no olvidemos que <<mediante este
hambre de justicia, el hombre se abre a Dios, que es la justicia misma>> (JUAN
PABLO II, Aud. gen., 8-IX-78). Para un cristiano, por tanto, es obvio que la justicia a
secas no vale; el amor llega donde no llega la justicia y ya decían los clásicos que la
suma justicia es la suma injusticia. <<La justicia y la misericordia están tan unidas,
que la una sostiene a la otra. La justicia sin misericordia es crueldad; la misericordia
sin justicia es ruina, destrucción>> (S. TOMAS, Catena Aurea, V, I, 247). Por
ejemplo, es justo perdonar cuando nos piden disculpas razonablemente. Así obra
Dios con nosotros. Pero, a veces, nuestras entrañas de crueldad nos impiden
perdonar. <<Un mundo en el que se eliminase el perdón, sería solamente un mundo
de fría e irrespetuosa justicia>> (JUAN PABLO II, Dives in Misericoria, 14). Que la
Virgen, Espejo de Justicia, nos enseñe a tratar a los demás como merece su
dignidad de hijos de Dios.
5. LA PACIENCIA DE DIOS 716A5
1. Presencia del mal. Fácilmente el corazón del hombre se deja llevar por
un optimismo ingenuo, o se desliza hacia el pesimismo y la desesperanza; la historia
es pródiga en ejemplos. La parábola de la cizaña mezclada con el trigo nos muestra
como convive en el campo del mundo el bien con el mal. En cada uno de nosotros se
da una capacidad de nobleza, de amor, de sinceridad, y, al mismo tiempo, la facilidad
para el egoísmo, el engaño y cualquier tipo de bajeza. En el fondo de esta inclinación
al pecado se encuentra el pecado de origen, afectando a toda la naturaleza humana
que, aunque redimida, conserva las heridas del daño causado en los albores de la
humanidad. Además damos facilidades al demonio: "mientras la gente dormía, un
enemigo fue y sembró cizaña.
2. Nuevas oportunidades. Dios quiere esperar, nos dice la Escritura. Es el
hombre que marchó a lejanas tierras y dejó tiempo a los administradores para que se
aplicaran (Mat.25,14-30). Hay una viña plantada y arrendada a la que se envían
sucesivos emisarios (Lc.20,9-18). También se nos habla de una higuera estéril que
ocupa inútilmente un terreno productivo; merecería que la cortasen, pero alguien
-Cristo- intercede por ella y se le concede una nueva oportunidad (Lc.13,6-9).
Paciencia divina. Hay cristianos que no entienden este modo de proceder de Dios.
Lamentan que hayan personas de conducta injusta, a las que los negocios colman
de satisfacciones. Da la impresión de que la Providencia les favoreciese; ¿Por qué
Dios no los aniquila?, se preguntan. ¿Quieres que vayamos a arrancarla?" No se dan
cuenta de que Dios es paciente y misericordioso: "diste a tus hijos la dulce esperanza
de que, en el pecado, das lugar al arrepentimiento"(1ª lect.).
3. Peligro de impenitencia. Dios da oportunidades. La gracia, el amor, es
mucho más grande que el pecado. Esta verdad aumenta nuestra esperanza. Pero un
peligro nos acecha siempre, y consiste en acostumbrarse a dilatar el momento de
corresponder a la gracia; dar largas, dejarlo para más adelante. Y puede no haber
ese más adelante. Se acaba, además,
de crear un verdadero hábito de resistencia al favor divino. Hay quienes comienzan
por quitar importancia al pecado venial y se habitúan a cometerlo sin contrición. Al
final se acaba llegando al mortal y a un nuevo acostumbramiento; esta vez a vivir
lejos de Dios, privados de la gracia santificante. Quizá se tranquilizan con el
pensamiento de que ya habrá tiempo para la contrición y el perdón: ¡Dios es tan
bueno! De momento, ninguna preocupación. Así puede llegar el instante de la muerte
con un arraigado hábito de impenitencia.

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717 XVII DOMINGO

Ciclo A: 717A

I Reyes 3,5.7-12: "un corazón dócil..."


Rom.8,25-30: "diligentibus Deum omnia in bonum..."
Mat.13,44-52: "el Reino de los Cielo...tesoro"

La alegría de la fe en un mundo difícil (CT. nn. 56-61)

1. DISTINGUIR EL BIEN DEL MAL 717A1


1. Todo género de peces. El Reino de los Cielo es como una red que allega
toda clase de peces (Ev.). Cristo ha muerto por todos y la Iglesia pretende cobijar en
su interior a la humanidad entera. De hecho se incorporan, por el bautismo, personas
de todas las razas, colores, pueblos, edades y niveles sociales. Muchos pertenecen
a la Iglesia casi "sin esfuerzo"; han nacido en una familia cristiana y han recibido la fe
de sus mayores; toparon con el tesoro sin buscarlo (Ev.). Otros, por el contrario, han
alcanzado a Cristo tras una búsqueda sincera de la verdad -quizá prolongada y
dificultosa-; un día descubrieron con alegría la perla preciosa (Ev.), por la que valía
la pena darlo todo y darse del todo: la fe católica. La verdad no acaba aquí. Hay
quien vive en gracia de Dios y quien se halla en pecado mortal; quien practica la
religión y quien se ha abandonado casi por completo.
2. Juicio particular y universal. La parábola de la red barredera nos
recuerda que no basta con estar en la Iglesia para salvarse. Llega un momento en
que la red está llena. Es decir, hay un tiempo en el que Dios tiene decidido el final de
la humanidad en la tierra; entonces se producirá el juicio universal. Los peces,
sacados a la orilla, se examinan. No es igual el destino de unos y de otros. En
realidad, en el instante de la muerte compareceremos ante el tribunal de Dios, y allí
se nos hará examen justísimo de cuanto hicimos o dejamos de hacer. Es el juicio
particular. Además, al final de los tiempos, en el mismo día y lugar, compareceremos
todos los hombres ante Cristo, Juez Supremo. Este juicio universal es conveniente
por varios motivos. Se verá como el bien y el mal que obramos han influido sobre
todos los demás positiva o negativamente. Servirá de honra para los buenos,
muchas veces sin honra en su vida terrena. También los cuerpos, responsables con
el alma de las buenas y malas obras, tendrán su correspondiente premio o castigo.
Quedará claro que todo se ha regido según la infinita sabiduría y justicia de Dios.
3. Preparados. El conocimiento de estas verdades relativas, al fina de la vida,
debe influir en la conducta actual. Pueden ser ayuda para apartarnos decididamente
de una situación de pecado o del peligro de llegar ahí. "En todas tus acciones
acuérdate de tus novísimos, y nunca jamás pecarás" (Ecl.). El cristiano no orienta
sus actos movido por el temor, sino por amor del hijo hacia la voluntad del Padre;
pero no cabe duda de que, algunas veces, saberse emplazado ante el tribunal divino
a la hora de la muerte ayuda a valorar mejor el propio comportamiento. Salomón
agradó a Dios por pedirle, no riquezas ni victorias, sino la sabiduría para discernir
entre el bien y el mal; la ciencia de hacer en cada momento lo que es justo, lo que
concuerda con la ley de Dios (1ª lect.).
Esto hemos de solicitar en la oración. Nos ayudará también la práctica del examen
de conciencia diario, saber enfrentarse con nosotros mismos y analizar, al final de la
jornada, cual ha sido nuestro proceder. El conocimiento propio facilita el
arrepentimiento y permite planear la inmediata rectificación.

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718 XVIII DOMINGO

Ciclo A: 718A

Isaías 55,1-3: "escuchadme... y comeréis bien"


Rom.8,35.37-39: "¿quién podrá apartarnos del amor de Cristo?
Mat. 14,13-32: "dadle vosotros de comer"
Sal.144,8-9.15-18
La comunidad humana (Vat.II.GS.Pat.I,cap.II)

1. DADLES VOSOTROS DE COMER 718A1


1. El Ev. narra el milagro de la multiplicación de panes y peces que hizo Cristo
para alimentar a la muchedumbre hambrienta. Ciertamente a Dios no resulta
indiferente que el hombre coma o pase hambre, porque lo ama en la totalidad de su
ser que Él creó; por eso Jesús nos enseña a pedir: "el pan nuestro de cada día
dánosle hoy". En vano nos llamaríamos cristianos si no fuésemos sensibles y
responsables ante las necesidades ajenas. También los discípulos de Jesús se
preocupan del hambre de aquella gente, pero nada hacen para saciarla: "despide a
la multitud para que vaya..." Recuerdan a tantos que hoy denuncian hambre,
injusticia y opresión, y no encuentran el modo de vivir personalmente la justicia y la
misericordia. Una cosa es predicar, y otra dar trigo.
2. Las lecturas de hoy aluden a un hambre y sed de naturaleza espiritual.
La primera es una invitación a los exilados judíos a pactar una nueva alianza de
salvación con Dios, bajo la figura de comida y bebida: "Oíd, sedientos todos, acudid
por agua... Venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde". Es trasunto
del Sal. 41,3: "tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo". Es preciso convertirse a
Dios, acudir a Él, fuente de aguas vivas, por medio del amor y la oración constante;
así no desfalleceremos. El sal.resp. dice: "Tú les das comida a su tiempo; abres tú la
mano, y sacias de favores a todo viviente"; desde antiguo se usa este salmo como
oración eucarística (Grad. Corpus).
Estos dones proceden del amor que nos tiene Dios, que ninguna tribulación
nos robará; la segunda lectura es un canto de esperanza: ¿Quién podrá apartarnos
del amor de Cristo?" Correspondámosle nosotros: "Vive del Amor y vencerás
siempre -aunque seas vencido- en las Navas y los Lepantos de tu lucha interior"
(Camino, n.433).
3. Veamos cómo actúa jesús en esta ocasión. Al ver el gentío, le dio
lástima, y "les hablaba del Reino de Dios y curaba a todos los necesitados" (Lc 9,11).
Sacia el hambre espiritual, y luego la física, ya que "no sólo de pan vive el hombre,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4). La primera necesidad del
hombre que se encuentra con Cristo y su Iglesia es la de una catequesis adecuada y
el acceso a los medios de santificación. Y cuando los discípulos dicen al Señor:
"estamos en despoblado y es muy tarde", demuestran falta de fe, pues el que está
con Jesús, ni está fuera de lugar (en despoblado) ni de tiempo (tarde). Por tanto, "no
hace falta que vayan, dadles vosotros de comer".
Es enorme la responsabilidad de la Iglesia, misionera por naturaleza, de dar el
alimento del Evangelio que tanto necesitan los hombres hambrientos: pueblos
antiguos y generaciones nuevas, grupos desarraigados y cristianos por tradición.
Cristo nos invita: "dadles vosotros de comer". Sin eludir responsabilidades en lo
material, cada uno de nosotros, con fe y trabajo, podrá hacer a la Iglesia siempre
fecunda, madre nutricia, instrumento de salvación.

2. PREEMINENCIA DE LOS BIENES SOBRENATURALES 718A2


1. El Profeta Isaías, en un lenguaje metafórico, anima al pueblo israelita
para que busque un alimento y agua, al lado de los cuales poco valen los bienes
materiales: "Oíd, sedientos todos, acudid por agua también los que no tenéis dinero:
Venid, comprad trigo; comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis
dinero en lo que no alimenta?". Ese alimento espiritual es la Palabra de Dios, que es
la Revelación de Sí y de sus designios con los hombres, por tanto siempre es noticia
y tarea encomendada: "Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme y viviréis". Durante
el Antiguo Testamento, los Profetas eran oráculo de Dios. Después de la venida de
Cristo, la Palabra de Dios es Cristo mismo, su presencia personal, sus enseñanzas,
sus hechos.
2. En el relato evangélico de hoy, podemos contemplar a una
muchedumbre que sigue a Jesús hambrienta de su divina palabra. Es tal el interés
con que le buscan, que descuidan muchas precauciones materiales: se adentran en
el desierto, no llevan provisiones para alimentarse, Jesús en premio a esa confianza
en su divina Persona, también cuida del sustento temporal de cuantos le siguen y
realiza el milagro de la multiplicación de los panes y los peces: "Comieron todos
hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos
cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños". En este gesto del Señor hay algo
parecido a una sanción definitiva -de afirmación, de elogio- a un orden recto en la
búsqueda de los fines en nuestra vida.
3. "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios". Cuando se descristianiza una sociedad, se da en ella una inversión en
el orden de los bienes. Alejado de Dios, Sumo Bien y fin último de la criatura, el
hombre se vuelve hacia la materia, que también viene de Dios, pero que ocupa un
lugar subordinado en la escala de la Creación. En esa preeminencia de los bienes
materiales como última meta de la sociedad puede verse el grado de alejamiento de
su verdadero fin, es decir Dios.

3. DIOS ES AMOR 718A3


1. LA MAS HERMOSA DE TODAS. Hemos venido contemplando la riqueza
que encierran las virtudes morales. Al recalar ahora junto a las virtudes infusas,
reparamos en la caridad, que es la más hermosa de todas, ya que <<Dios es
Amor>> (1 Jn 4, 8). Sólo el amor es capaz de hacernos entrar en el recinto
maravilloso de la bondad divina. Por eso exclama San Pablo: <<¿Quién podrá
apartarnos del amor de Cristo?>> (Segunda lectura). Nada, si estamos enamorados,
ya que éste es el secreto de la perseverancia: <<Enamórate y no Le dejarás>>
(JOSEMARIA ESCRIVA, Camino 999). Amar a Dios es el primer mandamiento y el
resumen de todos, es el nervio íntimo de toda la vida cristiana. La Madre Teresa de
Calcuta advertía a los periodistas que la veían -no sin asombre- trabajar entre
auténticos despojos humanos, que no fueran a confundirse pensando que ella era un
filántropo o una especie de benefactora de la Humanidad: <<Lo hacemos todo por
Jesús>> (cfr. EDWARD LE JOLY, La Madre Teresa, 16). Nosotros debemos hacer el
bien, pero por amor de Dios: <<Si te callas, cállate por amor; si gritas, grita por amor;
si corriges, hazlo por amor; si perdonas, hazlo también por amor>> (S. AGUSTIN,
Com. 1.ª Ep. S. Juan, 9).
2. EL AMOR DE DIOS. ¿No remueven nuestras entrañas algunos dichos
sociales muy extendidos? <<Por el amor de Dios>>, nos advierte o se nos pide
limosna. <<Rogad a Dios en caridad por el alma de...>>, se lee a veces en las
esquelas. Todos nos damos cuenta de la formidable fuerza del amor, que <<es fuerte
como la muerte>> (Cant. 8, 6). Vale la pena fijarnos en el comportamiento del
Salvador para entender la profundidad del amor divino. Leemos en el Evangelio de
hoy que el Señor siente compasión por la muchedumbre, porque se hace tarde y no
tienen qué comer. Sus entrañas se enternecen manifestando una vez más que:
<<Dios es cariñoso con todas sus criaturas>> (S. 144). Así nos enseña a querer el
Señor: no dando, sino dándose. Bucear en el significado de la palabra amor es darse
cuenta que significa aconsejar, socorrer, sufrir, perdonar, guiar, edificar,
corresponder, luchar, agradecer y un largísimo etcétera. Todo lo que tiene sentido
para un cristiano ha de ser movido por la caridad, por el amor de Dios. De lo
contrario, seríamos <<como bronce que suena o como címbalo que retiñe>> (1 Cor
13, 2).
3. EL AMOR AL PROJIMO. <<El amor a los demás debe ser verdadero, como
el que nos tenemos a nosotros mismos; ordenado; efectivo; constante; limpio y
santo>> (S. TOMAS, Sobre la Caridad, 219). Para que no quedara ninguna duda,
Nuestro Señor ha unido indisolublemente el amor de Dios y el del prójimo:
<<Amaos... como Yo os he amado>> (Jn 13, 34). Más tarde, el discípulo que había
recogido estas palabras del Maestro argumenta: <<¿Como puedes decir que amas a
Dios a quien no ves, si no amas a tu hermano al que ves?>> (1 Jn 4, 20). Además,
los mismos paganos se asombraban de este cariño, y Tertuliano recoge su
exclamación: <<Mirad cómo se aman>> (Apolog., 39), al ver su actitud ante la vida y
la muerte. Se ve que tenían bien aprendida la lección. ¿Y nosotros? ¿Para cuándo
dejamos esta virtud? ¿Esperamos sucesos singulares para manifestarla? <<La
caridad no hay que buscarla únicamente en los acontecimientos importantes, sino,
ante todo, en la vida ordinaria>>, nos recuerda el Concilio (CONCILIO VATICANO II,
Gaudium & Spes, 38). La Virgen, que tanto sabe de amor, nos enseñará a querer
así.

4. COLABORADORES DE DIOS 718A4


1. Generosidad del Señor. Qué grande es el amor de Jesucristo. "Vio el
Señor al gentío, le di lástima y curó a los enfermos" (Ev.) Quien lo ha experimentado
-San Pablo- se pregunta: ¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿la aflicción,
la angustia, la persecución?... (2ª lect.). Predica, consuela, cura y, finalmente,
alimenta a los hambrientos. Lo hace con generosidad. Allí estaban unos cinco mil, sin
contar mujeres y niños, y sobraron doce canastos. El Señor, no lo olvidemos, no es
menos pródigo con nosotros, sus discípulos. Nos ve desorientados, desvalidos,
necesitados, y acude en socorro nuestro con el mejor de los alimentos: su palabra y
el pan de la eucaristía, su propio cuerpo. "Venid a mí todos los fatigados y agobiados
y yo os aliviaré" (Mat.11,28). ¿Por qué quizá no acudimos a esa esplendidez de
bienes celestiales? Buscamos ansiosamente lo que nos puede reportar paz y alegría
en las cosas materiales, y podemos olvidar la reconvención del Espíritu Santo: ¿Por
qué gastáis dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos" (1166 lect.).
2. Instrumentos. En las manos de Cristo se multiplican los alimentos. El
milagro es suyo pero los apóstoles prestan su colaboración a la hora de hacer el
bien. "Dadle vosotros de comer" (Ev.). Se mirarían sorprendidos ¿nosotros, que
vamos a dar a esas gentes? Algo aportan": primero, los panes y los peces; después,
reparten lo que se multiplica en las manos del Señor. Pasados los años recordarían
aquel suceso cuando ellos mismos se ocupaban de predicar el evangelio y de
realizar el milagro de la transubstanciación en las celebraciones eucarísticas.
Entonces comprenden con mayor hondura aquella invitación divina: "dadles vosotros
de comer", y se llenarían de dicha por poder servir a sus hermanos con el sacerdocio
ministerial. Así día tras día, en cada iglesia, se vuelve a presenciar este hecho de un
Dios que se sirve de las manos, la voz, los gestos, de unos pobres hombres al fin y al
cabo, honrados por el precioso don del sacramento del Orden. Un don para el bien
de todos. No deberíamos acostumbrarnos.
3. Optimismo. Si el Evangelio nos lleva a agradecer la solicitud con que
Cristo se nos da y a valorar en su justa medida el sacerdocio ministerial, también nos
permite a todos fortalecer nuestro optimismo. El Señor no espera de nosotros hecho
milagrosos. No nos pide que hagamos lo que está por encima de nuestra capacidad
personal. Sólo espera que pongamos esfuerzo por vivir las exigencias de nuestra
propia vocación, y por llevar a cabo un fecundo apostolado. Es decir, que aportemos
sencillamente una poca cantidad de panes y de peces. Una cantidad en sí ridícula
para una tarea sobrenatural, pero en las manos de Jesús el trabajo se avalora. El
puede poner lo que falta a la indigencia humana. Si correspondemos a la gracia
veremos con asombro, como los apóstoles, que podemos mucho más de lo que era
legítimo imaginar. Basta con ser un buen instrumento para el Señor. El mejor posible,
dócil y sacrificado. Él da el incremento y la eficacia.

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719 XIX DOMINGO

Ciclo A: 719A

1 Reyes 19,9a 11-13a: "que el Señor va a pasar..."


Rom. 9, 1-5: "quisiera incluso ser un proscrito"
Mat. 14,22-23: "Soy yo; no tengáis miedo"
Sal.84,9-14

Efectos y séquito de la gracia actual (FDCI. p.121 S.).

1. ¿POR QUE HAS DUDADO? 719A1


1. Después de la multiplicación de los panes, Jesús apremia a los Apóstoles a
que embarquen y crucen el lago, mientras despide a la gente. Luego "subió al monte
a solas a orar" y así pasó la noche, dejando que la barca sufriera el embate de las
olas y un viento contrario. Así nos enseña que la oración, el diálogo pausado y a
solas con Dios, es lo primero que ha de hacer el cristiano, antes incluso de ocuparse
del prójimo. No puede reducirse el mensaje evangélico a su exclusiva proyección
social, recortando su contenido y privando a la religión de su sentido vertical, de
unión con Dios. ¿Qué diríamos entonces de Jesús, que ora largamente mientras los
suyos luchan con el mar?
2. De madrugada, se acerca Jesús a sus discípulos andando sobre el
agua; al verlo, se asustan y gritan creyéndole un fantasma. " Animo, soy yo, no
tengáis miedo!" Es el Jesús de siempre, que les ha confortado en tantas ocasiones.
La presencia de Cristo, su posesión, es nuestro bien definitivo. Por eso son dignos
de lástima los israelitas que elegidos los primeros rechazaron al Mesías, "el que está
por encima de todo: Dios bendito por los siglos" (2ª lect.).
Pedro, movido por su amor a Cristo y el deseo de estar junto a Él, le hace una
petición poco razonable: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti andando sobre el agua.
Él le dijo: Ven". Pedro no duda en saltar fuera de la barca y caminar sobre el mar. De
pronto, la creciente furia del viento le hace temer y empieza a hundirse. Grita:
"Señor, sálvame". Y Jesús le sostiene.
La gran fe inicial de Pedro fue poco duradera, se convirtió en temor. Qué poca
fe! ¿Por qué has dudado?", le reprocha el Señor. Por un momento dejó de mirar a
Cristo para fijarse en los obstáculos. Se olvida de la invitación de Jesús y le hace
dudar la consideración de su debilidad, le atemoriza el viento. Pero cuando comienza
a hundirse, vuelve de nuevo a Él con una súplica confiada y ardiente: "Señor,
sálvame".
3. También a nosotros pueden asaltarnos dudas y temores por diversas
causas. A veces Dios los permite para que nuestra fe sea más humilde, sobrenatural
y meritoria: la fe es un don divino y no una conquista humana. Otras veces puede
turbarnos la hondura de los misterios sobrenaturales y nuestra incapacidad para
comprenderlos; o la inconstancia y debilidad de nuestra voluntad a la hora del
sacrificio para servir a Dios y al prójimo.
En tales circunstancias, pensemos que Dios no nos pide más de lo que
podemos hacer. Nadie pierde la fe si utiliza los medios a su alcance. Si combatimos
el orgullo y la sensualidad, si nos aplicamos a la oración humilde e insistente,
sentiremos como Elías la presencia de Dios en forma de susurro, de brisa tranquila y
suave que nos devolverá la paz (1ª lect.); y comprobaremos, como Pedro, que la
mano de Cristo nos sostiene. "Dios anuncia la paz. La salvación está ya cerca de sus
fieles y la gloria habitará en nuestra tierra" (Sal. resp.).

2. LA MAXIMA REVELACION 719A2


1. Dios se ha manifestado a los hombres de un modo gradual. Además del
conocimiento que por la luz natural de la razón -luz que da el mismo Dios- el hombre
puede adquirir acerca de su Creador y Señor, ha habido una Revelación sobrenatural
(por encima de cuanto puede entender el hombre por sí mismo) por la cual Dios se
ha dado a conocer, mostrando su intimidad y llamándonos a participar de su propia
condición y vida. Esta Revelación sobrenatural empezó en el Antiguo Testamento, de
un modo incipiente. Los testigos de esas manifestaciones extraordinarias del Señor
fueron unos pocos, elegidos para ser transmisores o mensajeros de parte de Dios
ante el Pueblo elegido de Israel.
2. En el relato del Antiguo Testamento que hoy hemos leído, podemos
comprobar cómo a Elías, Profeta, Dios se le manifestó de algún modo enteramente
sobrenatural. Sin embargo Elías, como en el caso de cualquier otro mortal, no llegó a
tener la visión beatífica o visión de Dios cara a cara, porque esta felicidad sólo es
dada a los que van al Cielo (por ello se llaman bienaventurados). A través de la
predicación y los escritos de los Profetas, comenzando por Moisés, los israelitas
tenían una noticia cierta de Dios y de sus designios. También esperaban un
cumplimiento de promesas divinas, que se podían resumir en una máxima cercanía
de Dios a cada hijo del Reino, en una Alianza Nueva.
3. En el Evangelio de hoy, podemos contemplar el milagro de Jesús
andando sobre las aguas del mar. Asimismo el Señor hace el milagro de que Pedro
pueda mantenerse sobre el agua, mientras tiene fe: por último, el Señor calma
súbitamente el viento que azotaba el lago. Ante un dominio tan ostensible sobre las
leyes de la naturaleza, la fe de los discípulos se agiganta, y proclaman con certeza la
verdadera identidad del Maestro: "Los de la barca se postraron ante Él diciendo:
Realmente eres Hijo de Dios".
La máxima revelación de Dios a los hombres tiene lugar en la Encarnación de
su Hijo, a través del cual llegamos al Padre. Esta gracia que culmina la donación de
Dios al hombre fue desaprovechada por la mayor parte del pueblo a quien iba, en
primer lugar destinada. Por eso el Apóstol Pablo, llevado del amor a su pueblo judío,
sufre hasta el punto de decir que preferiría verse privado de tanto bien, a cambio de
que lo tuvieran sus hermanos: "Siento una gran pena y un dolor incesante, pues por
el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera incluso ser un proscrito
lejos de Cristo...".
La Iglesia, nuevo y definitivo Israel, siempre ha tenido un especial respeto por
el viejo Israel, del cual brotó como renuevo en un olivo viejo: "Suyos son los
patriarcas, de quienes según lo humano, nació el Mesías". Y por ello, con frecuencia
reza por quienes se extraviaron del verdadero camino, pidiendo para ellos la luz de la
fe.

3. VALE LA PENA ESPERAR 719A3


1. MIS PALABRAS NO PASARAN. En la Misa, de hoy la Iglesia propone
como versículo antes del Evangelio, unas palabras tomadas del Salmo 129:
<<Espero en el Señor, pendiente estoy de su Palabra>>. La esperanza, que al igual
que la caridad y la fe es una virtud infusa, alimenta la vida del cristiano y de toda la
Iglesia. Dios nos ha prometido su auxilio y, seguros de su palabra, peregrinamos
hacia Dios con la confianza del que sabe que no se verá defraudado. Con esta
esperanza saltó Pedro de la barca y caminó sobre el mar hacia Jesús. Su fe flaca le
hace hundirse, pero la mano atenta del Salvador está atenta para asegurarle (cfr.
Evangelio). Pedro parece inseguro sobre el mar. Parece que tiene menos esperanza
que coraje. El Señor podría haberle dicho: <<¿Por qué desesperas? ¿No te tengo
dicho que el cielo y la tierra pueden pasar, que puede faltar el mar, pero mis palabras
no pasarán?>> (cfr. Mt 24, 35). Nuestra esperanza se alimenta de la Palabra de
Dios, de su Voluntad amabilísima que no puede ser vencida por todas las furias del
mundo desatadas. ¿Qué importa que todo parezca hundirse si tenemos confianza en
la promesa de Dios?
2. ¿ESPERANZA U OPTIMISMO? Sobran en nuestro mundo los profetas
amargos de desgracias inauditas y no faltan tampoco los ilusos que pretenden
embaucarnos con optimismo que no pone los pies en la tierra. Esperanza no es lo
mismo que optimismo. Nadie puede cerrar los ojos ante la realidad de un mundo que
agoniza por haberse apartado de Dios. Es una falsa componenda la de los que creen
interpretar la infidelidad, la traición a la vocación o el abandono de la fe como una
purificación necesaria según el sentir de los tiempos que corren. Los cristianos nos
llenamos de esperanza, porque la palabra de Cristo no puede fallar, pero sabemos
ver la tremenda realidad del misterio de iniquidad que se encierra en todo pecado.
Por eso, sin cegarnos, estamos alegres. Sabemos que Dios no pierde batallas. Un
hombre de fe, cuando está unido a Dios, sólo puede cantar victoria. ¿Quiere esto
decir que nos da igual si las almas se salvan o se condenan? ¿Acaso no se nos
parte el corazón ante la sangría de vocaciones que está padeciendo la Iglesia?
3. ALEGRIA EN LA ABNEGACION. <<Un secreto. -Un secreto a voces: estas
crisis mundiales son crisis de santos. -Dios quiere un puñado de hombres "suyos" en
cada actividad humana. -Después... "Pax Christi in Regno Christi" -la paz de Cristo
en el reino de Cristo>> (JOSEMARIA ESCRIVA, Camino 301). Al convencernos de la
seguridad que nos proporciona la vocación que Cristo nos ha dado para cooperar en
la redención del mundo, esperamos, con lógica y filial confianza, en la gracia de Dios
que no nos puede faltar. Dios es fiel, y cuando da una misión, no deja de
proporcionar los medios para llevarla a cabo. Y eso sin que falten tribulaciones, como
tampoco faltaron el oleaje y el viente a ese Pedro que caminaba por las aguas. Nos
hemos fiado de la palabra de Dios y desde todos los rincones del Cielo, los santos
parecen gritarnos: vale la pena esperar. Y si alguna vez parece dominarnos el
desaliento, consuelo del mundo, rescate de los cautivos, alegría de los enfermos>>
(S. A. M.ª DE LIGORIO, Visitas al S. Sacramento, 2).

4. NO AL MIEDO 719A4
1. Dios es paz. Elías, en un momento de desánimo, se refugia en el monte
Horeb (Sinaí). Dios acude en su ayuda y se le manifiesta. Hace sentir su presencia,
no en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en un brisa tranquila y
suave, en un susurro (1ª lect.), porque Dios es paz para el hombre. Siglos más tarde
los apóstoles se ven atrapados una noche en medio del lago por una de esas
tempestades nada raras en aquel lugar, que hacen su aparición de modo súbito,
sorprendiendo incluso a los pescadores más avezados. El oleaje es fuerte y la barca
peligra. En medio de la angustia, Cristo viene a ellos con majestad divina, pero no le
reconocen. Gritan despavoridos ante una aparición que les turba casi más que la
tempestad. "¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!" (Ev.). Miedo. Los hombres muchas
veces lo tiene. A la soledad, a la inseguridad, al desencanto, a las enfermedades, al
poder destructivo de las armas, a deshumanizarse, a la muerte, a la vida (¡se impide
vivir y se mata en el seno materno!). El Papa nos recuerda que no tengamos miedo a
Cristo. Él nos conoce, nos valora. Es paz, amor, vida eterna.
2. Hay una providencia. Pedro tiene un arranque de valor, basado más en
su natural propicio para estos prontos, que en la fe; "Señor, si eres tú, mándame ir
hacia ti andando sobre las aguas". Y al poco la confianza se desvanece, comienza a
hundirse. Muchos se hunden porque no confían en Dios. Piensan que los
acontecimientos depende sólo de un destino o casualidad, y se sienten a merced de
una fuerza ciega. No reconocen, faltos de fe, que existe una providencia divina, un
cuidado amoroso y paternal de Dios sobre nuestras vidas. Aunque nos veamos
zarandeados por los sucesos que nos afectan, a veces duros e hirientes, no
debemos perder la serenidad. También Dios está detrás de estos hechos
permitiéndolos para nuestro bien, aunque no seamos capaces siempre de advertir su
conveniencia. Podemos quedar desconcertados un momento, pero enseguida
debemos rehacernos y considerar que Dios pasa por nuestra vida y nos susurra
"¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!". Sólo el pecado puede sembrar soledad, tristeza,
amargura. Cristo siempre deja paz en el alma.
3. Abandono. Un aprendizaje que nunca termina: abandonarse en la
providencia de Dios, como el niño pequeño en brazos de su madre. Confianza plena
en quien nos ama hasta el extremo de encarnarse y dar la vida por nosotros. Oración
hecha con fe, sin sombra de duda, pues "quien anda dudando se asemeja a la ola
del mar alborotada y agitada del viento, acá y allá" (Sant.1,6). Confianza en la
oración, en la gracia divina que viene siempre en auxilio nuestro "¡Animo, soy yo!"
Ante el "¡Señor, sálvame!", la respuesta de Cristo es inmediata; su brazo se tiende
firme y sostiene al que se va a hundir: "¿Por qué has dudado?" Confianza también
en los medio que Dios ha entregado a su Iglesia para nuestra salvación: la doctrina y
los sacramentos. Confianza además en las personas que, de alguna manera, ha
puesto en nuestro camino para que nos ayuden. Todo eso es abandono. Abandono
activo, que no rehuye poner todos los medios humanos y sobrenaturales para
avanzar. Así no falta la paz. Los mismos errores y fallos favorecen la humildad y
enseñan a confiar más en Dios que en uno mismo.

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720 XX DOMINGO

Ciclo A: 720A

Isaías 56,1.6-7: "a los extranjeros..."


Rom.11,13-15.29-32: "a vosotros gentiles...los de mi raza"
Mat. 15,21-28: "sólo... a las ovejas... de Israel..."
Sal.66,2-3.5-6.8
El Bautismo (CDC. lecc. 43)

1. QUE TODOS LOS PUEBLOS TE ALABEN 720A1


1. El hombre es muy sensible a los derechos adquiridos, y poco a sus
deberes, aun en el terreno religioso. Los judíos fueron especialmente celosos como
pueblo elegido. Hubieron de separarse de los pueblos paganos para evitar los
peligros de contaminación, idolatría y sincretismo religioso; pero ello derivó en
sentimientos de orgullo nacionalista, desprecio al extranjero y monopolio de la verdad
y de la salvación.
No obstante, la voluntad salvífica universal de Dios es clara: desea perdonar y
atraer a sí a todos los hombres. En la 1ª lect. promete a los extranjeros que se han
dado al Señor para servirlo: "los traeré a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de
oración; aceptaré sobre mi altar los holocaustos y sacrificios". Y David ora así: Oh
Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben" (Sal. resp.).
2. Esa Redención universal frente al nacionalismo religioso tendrá
cumplimiento en Cristo, que es "luz para las naciones" (Lc 2,32) y que envía a los
Apóstoles a predicar por todo el mundo. Lo que abundantemente recibieron los
judíos se convierte en motivo de culpa: "todo el día extendí mis manos hacia el
pueblo incrédulo y rebelde" (Rom 10,21), y por eso dice S. León M.: "La Iglesia de las
naciones fieles ha recibido lo que no mereció la sinagoga de los judíos carnales."
Pero Dios se reserva en su pueblo un "resto" de hombres fieles (Rom 11,5) al que se
sumarán los gentiles que crean en Jesucristo; y San Pablo expresa su confianza de
que la conversión de los paganos despertará la emulación entre Israel y se convierta,
pues todos desobedecimos y todos somos llamados a la santidad por la misericordia
de Dios (2ª lect.).
3. En el Ev., Jesús realiza el milagro tras un diálogo, en apariencia duro,
que pone de manifiesto la fe de la cananea: "Mujer, qué grande es tu fe." El Señor,
dolido por la incredulidad de los judíos, trata en vano de despertar la emulación en
ellos. Está pronto a conceder su gracia a todos, siempre que respondan
adecuadamente.
¿Cuáles son sus exigencias? En primer término una fe profunda como la de la
cananea; luego, espíritu de servicio a Dios (1ª lect.); adoración y no orgullo; "la
salvación viene de los judíos; pero viene la hora, y es ésta, cuando los verdaderos
adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, pues tales son los adoradores
que el Padre busca" (Jn 4, 22-23). San Bernardo dice: "el judío confía, porque ha
hecho pacto con Dios; pero yo confío en Él, porque me he entregado del todo a su
beneplácito".
La Iglesia llama a todos en nombre de Cristo; pide fe, servicio, adoración, que
hagamos de su casa casa de oración, que aprovechemos los medios de santificación
sin considerarnos privilegiados ni rechazados, sino objeto de misericordia. Nos invita
a que seamos "resto fiel", primero; y, luego, levadura para que todos fermenten: los
que aún no conocen a Cristo, los que habiéndolo conocido se alejaron de Él, los
tibios y descuidados. Trabajemos para que todos puedan oír del Señor: "Grande es
tu fe". Nuestro respeto por todos es compatible con el celo por las almas. "Señor, que
todos los pueblos te alaben".

2. GRACIA Y CORRESPONDENCIA 720A2


1. En la homilía del domingo anterior, comentábase la elección de Israel
como Pueblo destinatario en primer término de la Revelación sobrenatural de Dios.
En los planes divinos, el Pueblo Santo sería además el instrumento para que la
Salvación llegase a la humanidad entera: Dios quería servirse de un pueblo para
llegar a todos los pueblos. Por eso, los Profetas siempre recuerdan la misión
universal de los judíos si son fieles al Señor: "A los extranjeros que se han dado al
Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores... los traeré
a mi Monte Santo, los alegraré en mi casa de oración: aceptaré sobre mi altar sus
holocaustos y sacrificios, porque mi casa es casa de oración y así la llamarán todos
los pueblos".
2. Cuando se cumplieron los tiempos y vino Jesús, su atención se dirigió
en primer lugar a los judíos. A ellos dedicó fundamentalmente su vida pública. En el
corazón de Cristo cabían todos los hombres de todos los tiempos, pero en la
ejecución del plan redentor sigue un orden. En el pasaje que hoy hemos leído puede
observarse cómo el Señor procede ante la petición insistente de una mujer cananea
(no perteneciente al pueblo de Israel). La mujer implora en favor de su hija enferma.
Las palabras de Jesús son aparentemente duras: "Sólo me han enviado a las ovejas
descarriadas de Israel". "No está bien echar a los perros el pan de los hijos". Ante la
humildad y la fe de aquella mujer pagana, el Señor adelanta la hora feliz en que
todos los pueblos recibirán el fruto sobreabundante de su Redención: "Mujer, grande
es tu fe; que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija".
3. San Pablo en sus cartas a los cristianos de origen no judío(que serían
la inmensa mayoría de los componentes de la Iglesia) les recuerda con frecuencia la
humildad con que deben contemplar la desgracia de Israel, que fue canal a través de
los cuales llegó al mundo la Salvación quedando él fuera y sin beneficio de la gracia.
"Vosotros, en otro tiempo, desobedecisteis a Dios; pero, ahora, al desobedecer ellos,
habéis obtenido misericordia...". Dios nunca deja de realizar sus planes: la falta de
correspondencia de los hombres puede ser motivo para que Dios dé a unos lo que
tenía preparado para otros. "Pues Dios nos encerró a todos en la desobediencia,
para tener misericordia de todos". Por esta razón lo que viene de Dios (la gracia, la
fe, las demás virtudes y dones) nunca puede ser ocasión de orgullo ni de
menosprecio a otros que carecen de ese favor divino: todo es fruto de la misericordia
de Dios.

3. REZAR POR LOS HIJOS 720A3


1. SOLICITUD POR LOS HIJOS. Las buenas madres que aparecen en el
Evangelio siempre manifiestan solicitud por sus hijos. Una vez será la madre de
Santiago y Juan que pide a Jesucristo que reserve un buen puesto para sus hijos.
Otra vez será aquella pobre viuda que va llorando detrás de su hijo muerto y
consigue del Señor, tal vez con una sola mirada, que se lo devuelva con vida. Isabel
y María, de modo singular, son un auténtico modelo evangélico de madres: la
primera, amando hasta el final su vocación maternal; la Virgen convirtiendo su
Maternidad Divina en un modo de servir a Dios aceptando con alegría sus planes. En
el Evangelio de hoy escuchamos la voz dolorida de una madre que, llena de fe,
suplica a Cristo que eche de su hija un demonio muy malo.
Es una ocasión más que nos brinda la Palabra de Dios para meditar sobre la
educación de los hijos. Es muy importante que los padres se pregunten, con la mano
en el corazón,si están haciendo por sus hijos todo lo que deben. Muchos dirán que sí
porque : ya les "dicen" lo que han de hacer; porque los mandan a un buen colegio;
porque no les falta de nada; porque estamos en otros tiempos y hay que dejar
libertad... Otros se excusarán diciendo que el ambiente no es bueno y que en los
centros de enseñanza no enseñan lo que deben. Otros, tal vez, pierdan la calma
porque las cosas no salen como ellos habían soñado. Hay quien convierte en un
verdadero drama la tarea educativa. Hay otros padres que son unos auténticos
irresponsables. Unos y otros deben pensar que la educación de los hijos es la tarea
más seria que Dios les ha encomendado. Y que educar es, sobre todo, contagiar
unos principios y un estilo de vida. Se educa fundamentalmente amando y
compartiendo. Se educa creando un clima de amistad, responsabilidad y respeto.
Educar es tratar de conseguir que los hijos sepan ser justos para dar a cada uno lo
que le corresponde: A Dios lo que es de Dios y a los demás lo que es de los demás.
En definitiva, , educar es hacer posible que los hijos sean libres. Con la tarea
educativa se está cultivando una planta que normalmente dará su fruto si no se deja
malograr.
2. REZAR POR LOS HIJOS. Para unos padres cristianos lo primero que
cuenta en la educación es la oración. Hay actitudes en los hijos que no se resuelven
aplicando la receta psicológica. Hay situaciones espirituales cuya única solución está
en la oración fervorosa y constante. Hay muchos demonios malos que tratan de
engañar a los niños y a los jóvenes y que sólo Cristo puede dominar. LA MUJER
CANANEA nos da un ejemplo muy vivo de amor a su hija, de preocupación por su
educación en la fe, de amor y confianza en Jesucristo. Por eso el Señor le dice:
-MUJER, ¡QUE GRANDE ES TU FE!, QUE SE CUMPLA LO QUE DESEAS
(Evangelio). Hay verdadera educación cuando anda Dios por medio.

4. UNA LUZ PARA EL ALMA 72OA4


1. UNA ARRIESGADA SEGURIDAD. Todos los Padres de la Iglesia, pero de
un modo particular San Agustín, nos insisten en que la fe es un conocimiento. Con
las luces naturales que Dios nos ha dado, podemos llegar a una cierta inteligencia de
las cosas, pero es la fe la que proporciona al hombre una visión más profunda de la
realidad. De igual manera que en una habitación se ven mejor las cosas cuanta más
luz las ilumine, así las verdades reveladas por Dios arrojan una sobreabundancia de
luz con la que podemos llegar a conocer cosas que jamás hubiéramos podido soñar
con la sola fuerza de nuestras cavilaciones. ¿Que podemos renegar de esa luz?
Ciertamente. La Iglesia nos advierte que la fe se puede perder. <<De la misma
manera que la luz presente está ausente a los ciegos y a los que cierran los ojos, así
el Reino de Dios, aunque nunca se ausenta de la tierra, está, sin embargo, ausente a
quienes lo ignoran>> (SAN AGUSTIN, Sobre el Sermón de la montaña, 2, 20). La fe
es la victoria de Dios que se revela (cfr. Primera lectura) y proporciona al creyente
una seguridad que, indudablemente, no tienen los que cierran sus ojos a la luz de
Dios. No es infrecuente que agnósticos, escépticos y toda la pléyade de incrédulos
motejen de fanáticos a los católicos. Lo triste sería que nos dejásemos acomplejar
por carecer de la miopía de la que ellos alardean.
2. LA FE HAY QUE PREGONARLA. Con las obras es como se pregona la fe,
y no sólo con palabras: <<¿De qué sirve invocar con la voz a quien niegas con las
obras?>> (SAN JERONIMO, Hom. sobre los Evangelios). Hoy día estamos asistiendo
en el mundo al desmoronamiento de las ideologías comunistas que hicieron del
ateísmo una bandera militante. A todos nos ha asombrado ver salir de entre os
escombros de lo que ataño fue una imponente torre de babel que desafió a Dios, a
un montón de personas que enarbolaban crucifijos. Cabe el riesgo de dejarse llevar
por la ilusión de un nuevo auge del prestigio del catolicismo en el mundo y soñar que
se acabó la persecución por causa de la fe. Esta postura es falsa y mantenerla sería
suponer que el cristianismo es una ideología más. La fe es un don de Dios y el
hombre de fe ha sido, es y será siempre un signo de contradicción, una bofetada
moral para sus contemporáneos que no aceptan que el cristiano tenga un hilo directo
con Dios. De ahí la responsabilidad de los cristianos, de ahí que se exija de nosotros
un comportamiento que podríamos llamar heroico: <<No sólo niega a Cristo quien
dice que no existe, sino también quien niega a su condición de cristiano>> (RABANO
MAURO, en Catena Aurea, v. III, 340).
3. LA NATURALIDAD DE LA FE. Aquella mujer que insiste sin desanimarse,
a quien nada le importa las miradas burlonas de los que desaprueban si
comportamiento pesado, excéntrico y poco pendiente, merece, sin embargo, un
cálido elogio de Jesús: <<Oh, mujer, grande es tu fe>> (Evangelio). No hay que tener
miedo a que se note que tenemos fe. Es igual si a nuestro alrededor se cree o no se
cree o se ha llenado el ambiente de supercherías abandonando al Dios vivo, al único
que da la salvación. Así lo describía un hombre, recientemente declarado Venerable
por la Iglesia: <<"Y ¿en un ambiente paganizado o pagano, al chocar este ambiente
con la vida, no parecerá postiza mi naturalidad?", me preguntas. -Y te contesto:
Chocará, sin duda, la vida tuya con la de ellos: y ese contraste, por confirmar con tus
obras tu fe, es precisamente la naturalidad que yo te pido>> (JOSEMARIA ESCRIVA,
Camino, 380). Pidamos a Nuestra Madre del Cielo que nos alcance de su Hijo una fe
sincera y firme para que el mundo se llene de la claridad de Cristo.

5. BUENA ORACION 720A5


1. Pedir. Cristo se encuentra fuera de los límites de Israel, en el país de Tiro y
Sidón, ciudades fenicias a orillas del Mediterráneo (actual Líbano), gentes en su
mayoría paganas. Se retira el Señor para evitar la persecución de Herodes Antipas y
de los judíos; para tener posibilidad de dedicar más tiempo a la formación de los
apóstoles y de tomar un breve descanso. No va en plan de misión como se observa
en el relato, y seguramente desea pasar desapercibido. Entonces, una mujer le
suplica: "Ten compasión de mí, Señor, hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy
malo" (Ev.). La respuesta de Cristo ante la insistencia de la mujer, no debe
sorprender. En el plan divino de la salvación, Israel está en primer lugar. Él dará su
vida por todos los hombres y enviará a los apóstoles al mundo entero. Universalidad
ya anunciada por Isaías (1ª lect.). Pero nuestro Señor, que trae el Evangelio a todas
las naciones, sólo predica directamente a Israel. También San Pablo, el Apóstol de
los gentiles (2ª lect.), se dirige primero a los judíos (Hech.13,46).
2. Porfiar. Qué buena oración la de la Cananea. Sabe insistir. Cristo, al
principio, calla; hace como si no hubiera oído la súplica. Luego, ante la porfiada
petición de la madre -Señor, socórreme-, da una respuesta que suena
aparentemente dura: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos". Pero
sabemos que la mirada de Cristo y el todo suave de su voz, impedían que la mujer
pudiera sentirse herida. Los hijos son el pueblo de Israel, al que ella no pertenecía.
Ya llegará la hora de los gentiles. La cananea se acoge al mismo ejemplo que le
pone el Mesías: "Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas
que caen de la mesa de los amos". Poder de la súplica insistente llena de fe: "Mujer,
¡qué grande es tu fe!, que se cumpla lo que deseas!". Jesús, a veces, nos hace
esperar. Cuando la hija de Jairo agoniza, Él parecía no darse prisa (Mat.9,18-26).
Luego concede un bien mayor. Algo parecido ocurre con la resurrección de Lázaro
(Jn.11,1-44). Pensamos que no nos atiende y quizá nos otorgua luego una gracia
mejor. Además, orar nos hace bien: la fe se robustece, la intención se purifica.
3. Con humildad. La oración de la cananea tenía todas las condiciones de
una buena oración; era humilde: "Señor, socórreme". Pide compasión, apela a la
misericordia: "También los perros se comen las migajas..." Lejos están estas
palabras de aquella altanería del fariseo de la parábola: "¡Oh Dios! te doy gracias de
que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni como ese
publicano. Ayuno..." (Luc.18, 10-14). Nos recuerda más bien el humillarse del pobre
publicano: "¡Oh Dios! apiádate de mí" (Ibidem), o a las palabras del padre del niño
endemoniado: "Señor, ten compasión de mi hijo" (Mat.17,14). No se apela al poder
de Jesucristo. No se hacen valer méritos propios ni se ofrece nada. Sólo se pide
compasión. Esto es humildad; la mejor cualidad junto a la fe y la constancia, para
que la oración sea atendida por el Señor. Puede ocurrir que no responda de
inmediato a las peticiones: no nos demos por vencidos ante ese aparente
desentenderse. A lo mejor necesitamos ejercitarnos algo más en esta virtud. Quizá el
silencio es una ayuda para que mejoremos nuestras disposiciones y nos hagamos
más dignos de ser escuchados.

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721 XXI DOMINGO

Ciclo A: 721A

Isaías 22,19-23: "colgaré sobre su hombro..."


Rom.11,33-36: "¿quién conoció la mente del Señor?"
Mat.16,13-29: "Tú eres el Mesías..."

Conocer y amar a Dios (PVE.cap.4)

1. INFALIBILIDAD 721A1
1. Tres consideraciones cabe hacer acerca del Evangelio de hoy. En primer
lugar, vemos cómo Jesús interroga a los discípulos sobre la opinión que acerca de su
Persona se da entre los hombres: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?"
La respuesta es semejante al resultado de una encuesta realizada con muchas
personas: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de
los Profetas". Estas interpretaciones acerca de la identidad personal de Jesús
denotan respeto, admiración, veneración por parte de la muchedumbre, que ve en el
Señor un enviado de Dios. Sin embargo, ninguna de estas respuestas es acertada.
Para saber quién es Jesús de Nazareth, de poco valen las opiniones humanas,
incluso las de quienes le admiran.
2. A renglón seguido, Jesús interroga a los Apóstoles: "Y vosotros, ¿quién
decís que soy?" La respuesta viene de Pedro, que se singulariza entre los Doce,
confesando cabalmente: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". El Señor hace ver
la suerte de Pedro, que ha llegado a ese conocimiento fundamental no por un
discurso exclusivamente humano ("la carne y la sangre") sino por influjo sobrenatural
de Dios: "¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado la carne
y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos". Con estas palabras Jesús indica
que la fe es un conocimiento que el hombre puede aceptar o rechazar (en este
segundo caso ofendiendo a Dios), porque quien hace ver la verdad de fe no es la
inteligencia natural sino la autoridad de Dios que revela.
3. Jesús en ese mismo momento promete a Pedro una situación única en
la Iglesia, que se transmitirá a todos sus sucesores (los Romanos Pontífices): "Tú
eres Pedro (piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del Infierno no
la derrocará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra
quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Uno de los atributos personales de quien ocupa en la Iglesia el lugar de Pedro,
es decir, el Papa, es el ser instancia suprema en cuestiones de fe y moral, de modo
que por especial designio del Señor y por especial intervención del Espíritu Santo
cuando el Romano Pontífice, usando la plenitud de su potestad sobre toda la Iglesia,
de una manera explícita, solemne e inequívoca define en cuestiones de fe y
costumbres, su definición que se llama entonces ex cathedra, es infalible: es decir,
carece de error.

2. LA SEGURIDAD DE LA IGLESIA 721A2


1. DIOS CONFIA EN LOS HOMBRES DE FE. Sobre Jesús se daban
entonces, como ahora, diversidad de opiniones, Cuando juzgamos las cosas de
"tejas abajo", sin visión sobrenatural, no es extraño que hagamos interpretaciones
pintorescas. Jesús pregunta a los discípulos sobre la opinión que la gente tenía de
Él. Y la gente ya se había inventado las curiosas respuestas que nos ofrece el
Evangelio. No habían descubierto en Cristo al Mesías, al Hijo de Dios vivo porque no
tenían verdadera fe. Solo Pedro, en nombre de los Apóstoles, da la respuesta
exacta: "Solamente con la luz de la fe y con la meditación de la palabra divina es
posible reconocer siempre y en todo lugar a Dios, EN QUIEN VIVIMOS, NOS
MOVEMOS Y EXISTIMOS (Act 17,28); buscar su voluntad en todos los
acontecimientos, contemplar a Cristo en todos los hombres, próximos o extraños. y
juzgar con rectitud sobre el verdadero sentido y valor de las realidades temporales,
tanto en sí mismas como en el orden al fin del hombre. Quienes poseen esta fe viven
con la esperanza de la revelación de los hijos de Dios, acordándose de la cruz y de
la resurrección del Señor" (Vaticano II, APOSTOLICAM ACTUOSITATEM, 4).
Es fácil comprender entonces que Dios confíe plenamente en los hombres de
fe, porque solamente ellos serán capaces de ser fieles para transmitir la verdad, y
sostener con su fortaleza esta gran familia de los hijos de Dios que es la Iglesia.
Mientras hay espíritu, humildad, confianza en Dios, y ganas de luchar, no hay nada
que temer. Y esto siempre se dará en la Iglesia porque está edificada sobre roca.
2. EL PODER DEL INFIERNO NO LA DERROTARA. ¡Qué gran paz y
alegría infunde en nuestras almas estas palabras de Jesucristo! No hay nada que
temer, aunque veamos tambalearse el edificio de la Iglesia, aunque la veamos
atacada por todos los flancos, a pesar de tantos malos tratos como recibe, aunque la
cizaña esté alta y el demonio siga sembrando el terror y la desunión. Por muy duras
que sean las crisis y muy largas que nos parezcan las pruebas, no hay nada que
temer porque la Iglesia está siempre bien cimentada. Y la roca de la Iglesia es Pedro,
el Papa, al que tenemos que obedecer sin vacilar, y apoyar con nuestra oración y
nuestra fidelidad inquebrantable. Sabemos que el demonio nunca derrotará a la
Iglesia, pero nuestra negligencia puede dar lugar a que tengamos que utilizar más
energías en consolidar el edificio resquebrajado que en salir en busca de los que
todavía no habitan en él.
El Papa es el representante de Cristo en la tierra; es la cabeza visible de la
Iglesia. El goza de todos los poderes para atar y desatar, y con su infalibilidad en
materias de fe y costumbres supone para nosotros la plena garantía en la
interpretación de la doctrina, el lazo de unión de todos los católicos, el guía más
seguro para llegar al Reino de los cielos. Es tiempo de apiñarnos en torno al Santo
Padre para vivir mejor nuestro amor a la Iglesia.

3. ¡ANIMO, SOY YO, NO TENGAIS MIEDO! 721A3


1. LA ORACION DE CRISTO. Los problemas personales, la frialdad espiritual
de muchos cristianos, el abandono de tantos que no han sabido ser fieles, la falta de
almas dispuestas a dar la vida para servir a Dios, las crisis de todo tipo, la escalada
materialista, la falta de amor, nuestras propias miserias, nos pueden hacer caer en la
tentación del desánimo, del miedo, del pesimismo, de la desilusión. Cristo vive los
problemas de entonces y de ahora, y Cristo reza, habla con el Padre, implora para
que el hombre no malogre su auténtica vocación de hijo de Dios. Y DESPUES DE
DESPEDIR A LA GENTE SUBIO AL MONTE A SOLAS PARA ORAR (Evangelio). Es
este un momento de la historia en el que tenemos que orar con fuerza, cara a cara
con Dios, dejando a un lado ese activismo que está vaciando nuestra alma de
espiritualidad. Las prisas, los ruidos y las preocupaciones diarias nos absorben y nos
quitan la paz y la alegría porque nos falta visión sobrenatural, vida interior.
Jesús reza tranquilamente, porque no podemos tener prisas para tratar a
Dios:LLEGADA LA NOCHE, ESTABA ALLI SOLO. MIENTRAS TANTO, LA BARCA
IBA MUY LEJOS DE TIERRA, SACUDIDA POR LAS OLAS, PORQUE EL VIENTO
ERA CONTRARIO (Ibídem). Ahora que la barca de la Iglesia es sacudida por fuertes
tormentas internas y externas, ¿qué hace Cristo?, nos podemos preguntar. Cristo
ora, habla con el Padre desde el silencio del Tabernáculo, desde la Santa Misa,
desde las almas contemplativas, desde los enfermos que sufren con paz, desde el
corazón de cada cristiano que lucha por la santidad. Cristo no pierde la paz; la Iglesia
no se hunde; sí sufre, porque necesitamos el dolor para purificarnos, para ganar en
calidad y autenticidad. A todos los que sentimos dolor de hijos por los sufrimientos de
nuestra Madre la Iglesia, el Señor nos dice que oremos constantemente. De nada
valen los lamentos, las críticas, las indiferencias, la lucha entre hermanos. Lo que
necesita la Iglesia es oración y sacrificio fundamentalmente: "Primero, oración;
después, expiación; en tercer lugar, muy en "tercer lugar", acción" (CAMINO, n.82).
2. NO DUDAR DE CRISTO. Jesús se acerca andando sobre las aguas para
calmar los ánimos de los apóstoles asustados por la tempestad. Ellos, cegados por el
miedo, no le reconocen, lo confunden con un fantasma. El miedo suele ser siempre
la causa de nuestra falta de visión sobrenatural. Cuando nos entra el miedo,
perdemos la confianza, y terminamos por no reconocer a Cristo. El mismo miedo
apaga nuestra fe: "Hay mucha gente que no cree en nada, porque tiene miedo de
todo" (Hebbel); y nuestra esperanza: "El corazón que está lleno de miedo ha de
estar vacío de esperanza" (Fray Antonio de Guevara); y nuestra caridad: "El miedo
es más elevado que la perfidia, y más asesino que la ira" (Amado Nervo). Jesucristo
dice a sus discípulos: ¡ANIMO, SOY YO, NO TENGAIS MIEDO! (Evangelio). A Pedro
le entra el miedo cuando anda sobre el agua y grita: ¡SEÑOR, SALVAME! A él y a
nosotros nos dice hoy: ¡QUE POCA FE! ¿POR QUE HAS DUDADO? El Señor está
con nosotros.

4. LA CLAVE DE LA ORACION 721A4


1. AGRADAR A DIOS. Con frecuencia asimilamos la palabra oración a la
palabra petición. Rezar es pedir. Y es cierto que al Señor le gusta que le pidamos.
<<Dios quiere ser rogado, quiere ser coaccionado, quiere ser vencido por una cierta
inoportunidad>> (S. GREGORIO MAGNO, Sermón sobre el Salmo, 50). Sin
embargo, conviene no perder de vista que para llegar a Dios, para enamorarnos de
El, para <<endiosarnos>> es necesario llegar al cauce manso y ancho de la oración
mental. Orar es hablar con Dios de nuestros asuntos cotidianos, de los problemas,
de la infinita misericordia divina. No es éste un camino para privilegiados ni
reservado a aquellos que cultivan la mística. Agradar a Dios con la oración es un
regalo que el Señor hace a quienes se acercan confiadamente a hablar con El. Es
Dios mismo quien pone en nuestra alma ese diálogo para que le agrademos:
<<Dichoso tú, Simón hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y
hueso sino mi Padre que está en el cielo>> (Evangelio).
2. LA GRACIA DE LA ORACION. Nos enseña la fe que la gracia santificante
nos hace gratos a los ojos de Dios. De ahí que lo primero sea buscar la unión con el
Señor a través de los sacramentos, especialmente los de la Penitencia y la
Eucaristía. De este modo nuestra alma, <<hermanada>> de algún modo con la
divinidad, se halla dispuesta a entablar el coloquio amistoso con Dios. ¿Dificultades?,
sí, las habrá. Casi todas proceden de la debilidad de nuestra naturaleza caída que se
distrae o se disipa. Pero lo importante es seguir. Si una madre se enternece cuando
su hijo la busca angustiado, ¿no va a llenarse de compasión Nuestro Señor al vernos
rastrear sus huellas con la ilusión de encontrarle? <<Cuando te invoqué me
escuchastes, acreciste el valor de mi alma>> (Salmo 137). Convenzámonos de una
vez, no es difícil hacer oración, <<no son menester fuerzas corporales para ella, sino
sólo amar y costumbre, que el Señor da siempre oportunidad si queremos>> (S.
TERESA, Vida, 7, 4). Sinceramente. ¿qué es lo que nos detiene para buscar unos
minutos cada día para elevar nuestro corazón a Dios y charlar con El? ¿No será
comodidad?
3. CONFIANZA, HUMILDE Y PERSEVERANTE. <<¿Santo sin oración?... -No
creo en esa santidad>> (JOSEMARIA ESCRIVA, Camino, 107). Una vez que hemos
encontrado un rato para hacer la oración, es necesario perseverar en ella. Lo mejor
será tener previsto hacerla a hora fija, de modo que no baile en el horario por pereza
o por antojo. Con humildad, le iremos contando al Señor los grandes y pequeños
sucesos de cada jornada, aquellas cosas que El conoce muy bien, pero que le gusta
que se las digamos. Incluso, le haremos presentes nuestras dificultades para hacer
ese ratito de conversación, y le pediremos tozudamente su gracia para ganárnoslo.
<<Con la oración todo lo podéis, sois dueños, por así decir, del querer de Dios>>
(SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la perseverancia). Santa María, maestra de
oración, nos llevará de la mano para descaminarnos en nuestro intento de hablar con
Dios.
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722 XXII DOMINGO

Ciclo A: 722A

Jerm.20,7-9: "me sedujiste, Señor, y me dejé seducir"


Rom. 12,1-2: "no os ajustéis a este mundo"
Mat.16,21-27: "piensas como los hombres, no como Dios"
Sal.62,2-6.8-9.

Declaración sobre la educación cristiana de la juventud (Vat.II,GE.).

1. RESISTENCIA A DIOS 722A1


1. Seguir al Señor supone trabajos, abandonarse plenamente en sus
manos, decidirse a serle fiel todos los instantes de la vida. Por eso el cristiano puede
sentir el deseo de que Dios se ocupe menos de él, y aún de resistirle. La SE nos
muestra muchos ejemplos, desde Adán y Eva hasta Jonás y Moisés; y a Jeremías,
de natural pacífico y bondadoso, destinado por Dios a vaticinar al rey y al pueblo la
destrucción de Jerusalén, por lo que le persiguen como traidor y al final lo lapidarán.
En la 1ª lect. se duele de su misión ingrata: anunciar violencia y destrucción; por la
palabra de Dios se convierte en el hazmerreir y es objeto de "oprobio y desprecio
todo el día". Por eso quiere olvidarse de su misión: "Me dije: no me acordaré de él,
no hablaré más en su nombre; pero la palabra era en mis entrañas fuego ardiente...;
intentaba contenerla, y no podía".
Los cristianos hemos de ser fuertes en la fe para ser fieles a los
requerimientos de Dios, aun en un ambiente hostil y muelle.
2. Algo semejante sucede a Pedro, que trata de oponerse a la muerte de
Cristo: "No lo permita Dios, Señor!" (Ev.). Comprendemos su reacción, fruto del
amor, pero que en definitiva es humana. "Tú piensas como los hombres, no como
Dios": he ahí su error. Por eso nos aconseja San Pablo: "No os ajustéis a este
mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo
que es voluntad de Dios" (2ª lect.).
En definitiva, el cristiano soporta la tensión de dos polos opuestos. Por un lado
está el mundo y sus atractivos, su modo de pensar, la búsqueda de lo placentero
evitando en lo posible todo sacrificio. Por el otro, "mi alma está sedienta de ti, Señor,
Dios mío" (Sal. resp.). Y buscando a Dios nos topamos con Cristo dispuesto allegar a
la Cruz, que nos invita a negarnos y a seguirle, cargando con nuestra cruz.
3. Ante esos dos criterios antitéticos, decidámonos por Dios. Por el
sacrificio saldremos gananciosos: "el que pierde su vida por mí la encontrará" (Ev.).
Empecemos por lograr la victoria sobre nuestros apetitos inferiores: "Os exhorto a
presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es
vuestro culto razonable" (la castidad es sacrificio agradable a Dios). Luego
descubriremos "lo que es voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto" (2ª
lect.).
Descubrir la voluntad de Dios, lo bueno, no es difícil a quien se lo propone sin
ofrecer obstáculos. Pero otros no lo quieren, en nombre de una mal empleada
libertad; no les aparta del sacramento de la penitencia y la dirección espiritual -por
ejemplo- la molestia de confesar los pecados, sino esa resistencia interior a recibir
consejos que les muestren las exigencias del Evangelio. Son como personas que no
van a comprar un objeto por miedo a que les ofrezcan otro de mayor valor y precio.
Dispongámonos a no resistir a Dios, a conocer su voluntad por los medios
adecuados, con limpieza de corazón y espíritu de sacrificio: por la oración sincera y
la dirección espiritual. "Porque el Hijo del Hombre vendrá... y entonces pagará a cada
uno según su conducta" (Ev.).

2. AGRADAR A DIOS 722A2


1. El Profeta Jeremías se lamenta finalmente ante Dios, no con rebeldía sino
como quien desahoga su alma para seguir adelante en el mismo empeño difícil: "Me
sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste. Yo era el hazmerreir
todo el día, todos se burlaban de mí... la palabra del Señor se volvió para mí oprobio
y desprecio todo el día". Los sufrimientos del Profeta son incontables, porque al decir
claramente a su nación lo que Dios le ha encargado decir, encuentra siempre
resistencia, amenazas, desprecios, peligros, amarguras, burlas... Incluso confiesa su
tentación de abandonar la misión recibida: "Me dije: no me acordaré más de Él, no
hablaré más en su nombre". Algo interior le impele a continuar: "Pero la palabra era
en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huecos, intentaba contenerla y no
podía".
2. En el Evangelio de hoy vemos cómo Pedro, con buena voluntad pero
sin captar la imprudencia y la falta de sentido de su intervención, intenta disuadir al
Señor del camino que se le presenta por delante: "Empezó Jesús a explicar a sus
discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los
senadores, sumos sacerdotes y letrados y que tenía que ser ejecutado y resucitado
al tercer día". El Señor rechaza la razones humanas de Pedro, con una energía
impresionante: "Quítate de mi vista, Satanás..., tú piensas como los hombres, no
como Dios". Y señala que el camino de quien quiera seguirle, siendo buen cristiano,
será siempre difícil, aunque lleve a una paz inigualable: "El que quiera venir conmigo
que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su
vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará".
3. San Pablo, recuerda a los cristianos de Roma que no es norma
acertada para uno conducta propia de quien sigue al Señor "conformarse con este
mundo", es decir, seguir en todo lo que suele hacerse o está en el ambiente, sin
discernir su coincidencia o su oposición a lo que Dios quiere: "Transformaos por la
renovación de vuestra mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de
Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto". No debe extrañaros que, a veces, en un
ambiente muy descristianizado, tengamos que ir contracorriente, sin un asentimiento
o un elogio general por parte de todo el mundo. Hemos de procurar no herir nunca a
nadie; es más, todas las almas han de caber en nuestro corazón. Pero no olvidemos
que a quien hemos de agradar es a Dios y no a los hombres.

3. NEGARSE A SI MISMO 722A3


1. LA TENTACION DE LA COMODIDAD. Somos muy humanos y podemos
fallar en cualquier momento. En este caso Pedro, después de una valiente profesión
de fe en la divinidad de Jesucristo y en su mesianismo, se deja llevar del egoísmo de
la carne e increpa a Cristo para disuadirlo de esa decisión de sufrir por la humanidad:
-¡NO LO PERMITA DIOS, SEÑOR! ESO NO PUEDE PASARTE (Evangelio). El
intenso amor que Pedro le tiene al Señor y su espontánea nobleza le descarga de
gran parte de culpa en esta desafortunada intervención. El Señor lo comprende
perfectamente, pero no quiere dejar pasar la oportunidad para rechazar con toda
firmeza algo que afecta a la médula de su misión como Salvador de la humanidad.
La Cruz, el sacrificio, la mortificación, la humillación, la inmolación total, son las
armas que ha querido empuñar para luchar y vencer al pecado. Para Cristo el dolor
se ha convertido en su mejor compañero, y para nosotros en nuestra Redención. Por
eso Jesús se volvió enérgicamente y dijo a Pedro con toda firmeza: ¡QUITATE DE MI
VISTA, SATANAS, QUE ME HACES TROPEZAR; TU PIENSAS COMO LOS
HOMBRES, NO COMO DIOS!(Ibídem). Palabras duras pero muy aleccionadoras. No
tentemos a Dios pretendiendo enmendarle la plana. El sabe lo que se hace, y sería
una arrogancia pretender imponer, nada menos que a Dios, nuestros raquíticos
criterios.
El pecado más absurdo que el hombre ha cometido siempre, y hoy con
especial abundancia, es el de la soberbia. Nos cuesta el sufrimiento, más que por el
dolor que le acompaña, por lo que supone de humillación. El cuerpo tiene una
tendencia natural a la comodidad, al placer, a la vida fácil. Nuestra propia pereza nos
predispone para la huida cobarde cuando aparece la cruz. Por eso es tan difícil ser
buen cristiano: porque no hay cristianismo sin sufrimiento, sin mortificación, sin cruz.
2. SEGUIR AL SEÑOR CON LA CRUZ A CUESTAS. El Señor,
dirigiéndose a sus discípulos les dijo: EL QUE QUIERA VENIRSE CONMIGO, QUE
SE NIEGUE A SI MISMO, QUE CARGUE CON SU CRUZ Y ME SIGA (Evangelio).
Estas son las condiciones: la humillación y el sufrimiento. Este es el cristianismo
verdadero, y lo demás son adulteraciones o abortos espirituales. Y aquí está la clave
para interpretar toda la vida y obre de Jesús, así como nuestra misión apostólica en
el mundo. Cristo no pide un sacrificio cualquiera, sino la renuncia a lo que más nos
cuesta y a lo que más vale: nuestra propia vida, nosotros mismos. Cargar con la Cruz
es la tarea más noble que podemos realizar, porque es lo que más nos acerca a
Jesús. "Cargar con la Cruz es algo grande, grande... Quiere decir afrontar la vida con
coraje, sin blanduras ni vilezas; quiere decir transformar en energía moral las
dificultades que nunca faltarán en nuestra existencia; quiere decir saber comprender
el dolor humano, y por último, saber amar verdaderamente" (Pablo VI, Aloc. 24,
marzo 1967).
Dice el Señor que el que ande buscando su vida, su apaño, lo perderá todo.
Pero el que pierda su vida por El, la encontrará. Esta es nuestra mayor riqueza: dar
la vida por Dios.

4. EL FUTURO DE LA MORTIFICACION 722A4


1. EL VALOR DE LA MORTIFICACION. ¿Vale la pena mortificarse? Algunos
afirman que no. Para ellos, es ésta una palabra proscrita que recuerda cosas
desagradables, y el alma que desea imitar a Jesucristo y se niega a sí misma puede
llegar a sentir lo que el profeta: <<Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban
de mí>> (Primera lectura). Mortificarse es domar las rebeldías de nuestra naturaleza
caída, para que así tenga cabida en nosotros la vida de la gracia. Al igual que Cristo,
ofrecemos a Dios Padre nuestro cuerpo como <<hostia viva, santa, agradable a
Dios>> (Segunda lectura). Si bien nuestra naturaleza se rebela ante el dolor,
sabemos muy bien que fue precisamente éste el camino elegido por el Maestro para
redimirnos. Durante siglos, los cristianos han entendido el valor expiatorio del
sufrimiento. ¿Por qué ahora no? Como le ocurrió a S. Pedro, nos disgusta ver
padecer cuando no entendemos el motivo. <<Eso no puede pasarte>>, le dice. Pero
ha de escuchar el reproche del Señor, <<Apártate de mí, satanás>> (Evangelio).
2. CAUSAS DE UN RECHAZO. Lo que Pedro no podía comprender entonces
lo entendió después, que el secreto de la mortificación es el amor, que el dolor es la
piedra de toque del cariño y que huir de la mortificación no es otra cosa que
desamor. Mortificarse no es hacerse daño a lo tonto, ni ser masoquista ni quebrantar
irresponsablemente la salud. Es negarse a caprichos, disciplinar el alma, cortar el
paso a las pasiones y enciende la verdadera luz de la castidad>> (S. AGUSTIN,
Sermón 73). Oír hablar de cilicios, penitencias corporales o ayunos provoca en
algunos un espanto casi enfermizo. Quizá sean los mismos que se someten después
a dolorosas curas de adelgazamiento, o son capaces de sufrir hasta el tormento con
tal de conservar un poco de pelo o algunos dientes más. Tal vez no odian tanto a sus
pasiones como a sus michelines o a su calvicie.
3. LAS LLAGAS DE CRISTO. <<Satán puede aparecerse bajo numerosos
disfraces en forma de Cristo y, en los últimos tiempos, aparecerá como un
bienhechos y un filántropo, pero Satán nunca se ha aparecido ni se aparecerá jamás
con llagas en el cuerpo (...). En realidad, sólo hay dos filosofías de la vida: para una,
primero es el banquete y luego el dolor de cabeza; para la otra, primero es el ayuno y
después el banquete>> (FULTON J. SHEEN, Vida de Cristo, 9). Un cristiano que no
se mortifique, que desconozca el valor de la expiación, es imposible que pueda
paladear las delicias de la vida sobrenatural, porque Cristo -nuestro modelo, nuestro
camino y nuestro fin- tiene su cuerpo llagado y su dolor nos enseña a purificar el
nuestro. Penas en esta tierra nunca faltan. Pero depende de nosotros aprovecharlas
para corredimir o desesperarnos y hacerlas estériles. La Virgen, Madre de dolores,
es un magnífico ejemplo para todos.

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723 XXIII DOMINGO

Ciclo A: 723A

Ez.33,7-9: "les darás la alarma de mi parte"


Rom.13,8-10: "amar es cumplir la ley entera"
Mat.18,15-20: "repréndelo a solas entre los dos"
Sal.94,1-2.6-9.

La confesión (RF.S. cap.7).

1. LA CORRECCION FRATERNA 723A1


1. La liturgia de hoy se refiere al amor al prójimo en un aspecto particular:
corregir al que yerra. S. Pablo habla del amor como una deuda que debemos pagar:
"a nadie le debáis nada, más que amor"; la ley se resume -junto con el amor a Dios-
en "amarás a tu prójimo como a ti mismo"; por tanto, "amar es cumplir la ley entera"
(2ª lect.).
Pero esa caridad con e prójimo no ha de ser meramente sentimental, sino
efectiva y práctica. Comprende cuanto de bueno podemos dar al prójimo en los
órdenes natural y sobrenatural. Cristo nos demostró su amor perfecto dando su vida
por nuestra salvación, y nos enseña a romper nuestro egoísmo cuidando al prójimo
como si fuese otro yo: "Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te
hace caso, has salvado a tu hermano" (Ev.). He aquí formulada la ley de la
corrección fraterna.
2. La corrección fraterna expresa la solidaridad y responsabilidad por los
demás. Ezequiel (1ª lect.) es puesto por Dios como atalaya de su pueblo: "Si tú no
hablas, poniendo en guardia al malvado... te pediré cuenta de su sangre"; lo tratará
igual que a Caín. La corrección fraterna nos permite participar de la solicitud de
Cristo, buen pastor. Esa obligación es tanto más grave, cuanto mayor sea la
necesidad del prójimo y nuestra relación con él. "El que busca su propia comodidad y
no el bien de Jesucristo... se calla, no corrige. Eres mercenario (no buen pastor): has
visto venir al lobo y has huido. Tal vez respondas: aquí estoy, no he huido. Huiste
porque te has callado" (San Agustín).
Hemos de vivir una consciente y delicada caridad, estando en guardia para
ayudar a los demás en su lucha por la perfección. Todos somos débiles y pecadores,
y necesitamos apoyarnos unos en otros: "El hermano ayudado por su hermano es
como una ciudad amurallada" (Prov 18,19); en cambio, "ay del solo, que cuando
caiga no tendrá quien lo levante" (Ecles. 4,10).
Tenemos, pues, una responsabilidad respecto a los que están con nosotros.
De nada vale aducir los propios defectos, ni el respeto -humano- a la libertad de
ellos. Todo eso es comodidad, cobardía y falta de amor: "Amonestaos todos los días
unos a otros... para que ninguno llegue a endurecerse con el engañoso atractivo del
pecado" (Heb 3,13); "quien convierte a un pecador de su extravío, salvará a un alma,
y cubrirá la muchedumbre de sus propios pecados" (San. 5,20).
3. No es corrección fraterna la represión airada, privada o pública, la
acusación vengativa o la murmuración. Lo es en cambio la advertencia afectuosa,
hecha a solas, al amigo para que mejore; una palabras de ánimo, al mismo tiempo
que se le indica el modo cómo debe actuar. "Si uno cae, amonestadle e instruirle con
espíritu de mansedumbre, reflexionando cada uno sobre sí, no sea que también
caiga" (Gal 6,1). Y además, encomendándole a Dios para que la corrección sea
eficaz.
Comprender no es aprobar lo que está mal. La corrección es la mejor muestra
de amor y lealtad con los demás. El corregido debe agradecerla, pues "no es castigo,
que es regalo, la reprensión de un amigo" (L. de Vega), y "uno que ama a su prójimo
no le hace daño" (2ª lect.). El Señor nos habla a través de un verdadero amigo:
"Ojalá escuchéis hoy su voz" (Sal. resp.).

2. AMAR CON OBRAS 723A2


1. San Pablo nos hace ver cómo toda la Ley divina, tanto en el Antiguo
Testamento como en el Nuevo, se resume en un doble precepto de amor. La
diferencia radica en la gracia merecida por Cristo, la cual permite una plenitud o
perfección sobrenatural en el amor a Dios y en el amor al prójimo que, de ningún
modo, puede lograr la sola voluntad humana: "A nadie le debáis nada, más que
amor, porque el que ama tiene cumplido el resto de la ley". Y el Apóstol hace ver
cómo los siete mandamientos que se refieren al prójimo (después de los tres
primeros que se refieren directamente a Dios), se reducen a amar al prójimo. Sin
embargo la palabra "amor" (incluso, el término más preciso de la "caridad") en la
práctica están tan mal usadas que difícilmente, en ocasiones, de un vago
sentimentalismo de cariz humanista, sin contenido real, y menos, sobrenatural.
2. El Profeta Ezequiel recoge unas palabras del Señor, de perenne
vigencia para todos aquellos que desempeñen alguna forma de autoridad, en
cualquier terreno (porque toda autoridad es, con todas sus imperfecciones y
limitaciones, una representación vicaria de Dios): "A ti, hijo de Adán, te he puesto de
atalaya en la casa de Israel; cuando escuches las palabras de mi boca, les darás la
alarma de mi parte. Si yo digo al malvado: "Malvado, eres reo de muerte", y tú no
hablas, poniendo en guardia al malvado, para que cambie de conducta, el malvado
morirá por su culpa, pero a ti se te pedirá cuenta de su sangre". La responsabilidad
última de nuestros actos (si nos exceptuamos de los niños pequeños y de los
dementes) es personal, y personal, por tanto, será el juicio de Dios después de la
muerte. Pero Dios ha querido un orden social a través del cual se nos ayuda a
conocer y a cumplir el bien moral. Por tanto, el primer deber de caridad (y de justicia)
de quien manda legítimamente es atender con obras al bien espiritual de las
personas confiadas a su tutela. Esta doctrina vale para la jerarquía eclesiástica, para
la autoridad divino-natural de los padres en el seno de la familia, y para las
autoridades, en la sociedad civil más amplia.
3. En un plano de igualdad, de convivencia fraterna entre cristianos, Jesús
dio a sus discípulos unas normas bien precisas para que esa ayuda entre los
cristianos discurriera por cauces ordenados, en los que se armoniza la caridad con la
prudencia. Se recogen en el Evangelio de hoy. Se trata de la corrección fraterna
como medio para ayudarnos, sin delaciones cobardes, sin murmuraciones inútiles y
perjudiciales: en una palabra, con lealtad. Una vez más, el Señor hace ver cómo el
amor que no se traduce en obras de servicio al prójimo es una palabra vacía. Y a la
hora de calibrar esas obras, tienen primacía aquellas obras de misericordia (de
cariño auténtico) que ayudan al alma de nuestros hermanos, sin humillar y sin
sentirnos superiores: "Si tu hermano peca, repréndele a solas entre los dos..."

3. LA CORRECCION FRATERNA 723A3


1. CORREGIR POR CARIDAD. El Evangelio de este domingo nos recuerda
una obligación moral y una necesidad espiritual poco vivida: la corrección fraterna.
Somos duros a la hora de juzgar y muy fáciles a la crítica y al comentario sobre los
defectos ajenos. Esto no beneficia a nadie y demuestra poca finura de espíritu para
vivir la justicia y la caridad con el prójimo. No podemos olvidar que siempre está en
juego la salud espiritual de nuestros hermanos, ¡quién sabe si la salvación eterna!
Por eso nos dice el Señor: SI TU HERMANO PECA, REPRÉNDELO A SOLAS
ENTRE LOS DOS. SI TE HACE CASO, HAS SALVADO A TU HERMANO
(Evangelio).
Ya en el Antiguo Testamento se nos hable de la obligación de corregir al
prójimo que no obra con rectitud: CORRIGE AL AMIGO QUE QUIZA NO OBRO CON
MALA INTENCION Y DIRA: "YO NO HICE ESO"; PERO SI LO HIZO, A FIN DE QUE
NO LO HAGA MAS... CORRIGE AL PROJIMO ANTES DE USAR DE AMENAZAS
(Eccl. 19,13.17). En otro lugar se nos habla de cómo debemos recibir la corrección
fraterna: EL VARON CUERDO Y BIEN ENSEÑADO NO MURMURA, CUANDO ES
CORREGIDO (Eccli 10,28; cfr.Prv 9,8).
En el Evangelio se nos insiste en una serie de obligaciones que debemos
observar para con el prójimo. Senos habla del interés que debemos tener por la
salvación de las almas, de cómo hay que buscar la oveja perdida, de no limitarnos a
perdonar "siete veces" como pretendía Pedro, de la comprensión con todo el que se
equivoca, de no lanzarnos a tirar la primera piedra porque no estamos libres de
pecado, de saber decir siempre -como Cristo-: PADRE, PERDONALOS PORQUE
NO SABEN LO QUE HACEN. En el Evangelio de hoy se nos habla clarísimamente
de la corrección fraterna en interés de la salvación individual, y de la corrección
judicial hecha por la Iglesia en orden al bien común, cuando la corrección fraterna no
ha surtido efecto.
2. DIOS NOS PIDE CUENTAS DE LOS DEMAS. La corrección fraterna
nace de la caridad, porque todos debemos sentirnos responsables del bien espiritual
de nuestros hermanos, y no podemos quedarnos indiferentes ante una conducta
incorrecta. Todos somos miembros de un mismo cuerpo, de una misma familia, y nos
debe doler todo lo que a un hermano nuestro le perjudique. San Pablo así lo vive y lo
enseña: ¿Quién se escandaliza, que yo no me queme? (2 Co 11,29). Y a Timoteo le
dice: REPRENDE A LOS QUE PEQUEN, EN PRESENCIA DE TODOS, A FIN DE
QUE LOS DEMAS SIENTAN TEMOR (1 Tim 5,20; cfr. 2 Tim 4,2).
La corrección fraterna era vivida con mucha exigencia en la primitiva Iglesia.
Así leemos en la DIDACHÉ, o DOCTRINA DE LOS DOCE APOSTOLES: "No
aborrecerán a ningún hombre, sino que a unos los corregirás, a otros los
compadecerás; por unos rogarás y a otros amarás más que a tu propia alma."
Somos responsables de nuestros hermanos por nuestra propia condición de
hijos de Dios y miembros de la sociedad. Dios dice que si no hablamos al malvado, el
malvado morirá por su culpa, pero a ti te pedirán cuentas; pero el que corrige salva la
vida (cfr. 1.ª Lectura).

4. EL AMOR QUE CORRIGE 723A4


1. ¿COMO HABLA DIOS? Por mucho que queramos al Señor y nos sintamos
queridos por El, no debemos esperar signos extraordinarios para que Dios nos haga
conocer su voluntad. Sería presunción y desatino esperar aperturas de cielo y
teofanías. Dios habla suave y, la mayoría de las veces, a través de otras personas.
En ocasiones, también lo hace por medio de sucesos o acontecimientos. Lo normal,
no obstante, es la palabra, y así nos lo cuenta el Profeta: <<Cuando escuches la
palabra de mi boca, les darás la alarma de mi parte>> (Primera lectura). Dios nos
dice lo que quiere de nosotros de una manera tranquila, nada llamativa: a través de
la palabra de un hermano, de alguien que nos quiere bien y nos hace conocer su
voluntad. <<Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas>> (Evangelio).
2. MISION DE TODOS. Es un gran tesoro que tengamos a nuestro lado quien
nos pueda hacer entender en qué cosas nos apartamos del camino recto. La
corrección fraterna, esa gran novedad del Evangelio, no es una práctica reservada a
especialistas. Todos los cristianos, con un mandato de caridad, hemos de dar luz a
nuestros hermanos. Esta luz viene de Dios. <<Debemos, pues, corregir por amor, no
con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda. Si
así lo hacemos, cumpliremos muy bien el precepto. ¿Por qué le corriges? ¿Porque te
apena haber sido ofendido por él? No lo quiera Dios. Si lo haces por amor propio,
nada haces. Si es el Amor lo que te mueve, obras excelentemente>> (S. AGUSTIN,
Sermón, 82). Enseñar al que no sabe, corregir al que yerra..., las obras de
misericordia de siempre que algunos, obstinadamente, se empeñan en asegurar que
son imposibles de llevar a la práctica. Siempre es posible advertir a una persona de
sus errores. Haciéndolo con cariño, la corrección no duele, sino que siempre se
agradece.
3. LOS ERRORES PROPIOS Y LOS AJENOS. Ante las faltas de los demás,
lo más sencillo es encogerse de hombros. Es más fácil, pero es menos sobrenatural.
Y lo que desde luego es un crimen es criticar y murmurar a espaldas del interesado.
Al advertir de una equivocación, no nos proponemos a nosotros mismos como
ejemplo y modelo de la virtud. Conviene no olvidar que es Dios el que corrige,
conviene que nos examinemos sobre ese mismo asunto y luchemos igualmente por
mejorar; de este modo predicaremos con el ejemplo. Nuestras miserias no son
obstáculo para que advirtamos a nuestros hermanos del peligro, ni nos servirán de
excusa para desentendernos. El Señor es muy exigente en este punto, ya que nos
recuerda: <<El malvado morirá por culpa, pero a ti te pedirá cuenta de su sangre>>
(Primera lectura). Pidamos a Nuestra Madre, la Virgen Santa María que, como nos
dice S. Ambrosio, hagamos la corrección de modo correcto, delicado y cariñoso, sin
que sea <<tan rígida que desanime, ni haya connivencia que facilite el pecar>> (En
Catena Aurea, VI, 266).

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724 DOMINGO XXIV

Ciclo A: 724A
Ecl.27,32-28,9: "el furor y la cólera son odiosas"
Rom. 14,7-9: "ninguno vive para sí mismo" Mat.18,21-35:
"perdonar de corazón al hermano"

Declaración sobre la libertad religiosa (DH) (Vat.II)

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725 DOMINGO XXV

Ciclo A: 725A

Isaías 55,6-9: "mis caminos..."


Filip.1,20c-24.27a: "para mí la vida es Cristo"
Mat.20,1-16a: "¿... no tengo libertad...?

La templanza y la castidad (RF.M.cap,10)

1. SIN OPONER CONDICIONES 725A1


1. "Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis
caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos
son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes". Los caminos por
los cuales Dios ha querido salvar al género humano (y en cada caso particular, los
caminos por los que nos conduce a la santidad) desbordan toda previsión humana,
porque su sabiduría es infinitamente superior a la nuestra. Por ello, hemos de estar
en disposición de apertura total ante lo que el Señor dispone, prontos a aceptar su
Voluntad, sin ponerle como condición el que siempre y en todo le entendamos
perfectamente: equivaldría este comportamiento a condicionar la infinitud de su amor
y su inteligencia por la pequeñez de nuestro corazón y nuestra mente.
2. Jesucristo nos ha dado la vida de la gracia a través de la fe y los
Sacramentos de su Iglesia. Gracia es lo inmerecido, lo inesperado, lo que no puede
exigirse según justicia. En el Evangelio de hoy, el Señor narra una parábola: "El
Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar
jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario, los envió a la
viña..." A distintas horas del día, vuelve a contratar nuevos gañanes. Al final de la
jornada, cuando se dispone a pagar el jornal, comenzando por los que sólo han
trabajado una hora, a todos paga igual. Las protestas surgen enseguida. Pero el
señor hace ver que la justicia la ha cumplido con todos, pagando lo acordado; si a
unos (los que menos méritos podrían tener), quiere pagar más, es libre para hacerlo.
Con este ejemplo, Jesús parece poner ante nuestra consideración cómo no pueden
ser tratados en un lenguaje de derecho estricto todos los bienes sobrenaturales que,
en abundancia, distribuye entre los hombres.
3. No podemos tratar a Dios como si fuera nuestro igual. Hemos de ser
radicalmente humildes (estar en nuestro sitio, estar en la realidad).
Ejemplo máximo nos dio Jesús, que dio la vida, poniendo a los pies del Padre,
amorosamente, su honra, su crédito, su cuerpo, su alma. Nuestra vida cristiana, ante
Dios, ha de ser de entrega (no podemos exigir, si no es con la sencilla petición de los
hijos). "Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir", dice San Pablo hoy.
Hemos de vivir para Dios, que es buscarle, servirle y servir por El a nuestros
hermanos, con amor, sin condicionamientos que no tienen sentido ante Quien lo es
Todo, y ante Quien se nos da como Don total.
2. DIOS ES BUENO 725A2
1. TRABAJAR EN SU VIÑA. Jesucristo compara el Reino de los Cielos a un
propietario que tiene una viña y sale a diferentes horas del día a contratar
trabajadores. Unos responden a primera hora, otros más tarde, y otros cuando el día
ya está declinando. A cada uno le llega la hora en su momento, pero lo importante es
responder cuando nos llaman. Al final aquel señor iguala a los últimos con los
primeros, porque todos se pusieron a trabajar con ilusión cuando se les llamó.
En el Reino de los cielos, que ya comienza aquí en la tierra, todos tenemos
nuestro quehacer. Hay quien tiene la suerte de conocer a Dios, tratarle y trabajar con
El desde niños. Otros se encuentran con El cuando la vida se agota. Pero lo que de
verdad cuenta para Dios es la respuesta sincera, pronta, ilusionada, cuando oímos
claramente su voz. Dios es bueno y no nos pide más de lo que podemos darle. Es un
Padre que llama a cada uno de acuerdo con sus circunstancias personales. Que no
tiraniza a nadie, ni le agrada ver sufrir. Tiene paciencia y comprensión, y por eso sale
muchas veces a buscarnos para ofrecernos un trabajo apostólico. Pero nosotros no
podemos hacerle esperar quedándonos en la "plaza" sin darnos por aludidos. Se
equivocan los que dejándose llevar por la presunción creen que pueden ampararse
en la misericordia divina para llevar una vida indigna de un cristiano. "Pero nosotros
hemos nacido cristianos, hemos sido educados en la fe, hemos recibido, muy clara,
la elección del Señor. Esta es la realidad. Entonces, cuando os sentís invitados a
corresponder, aunque sea a última hora, ¿podréis continuar en la plaza pública,
tomando el sol como muchos de aquellos obreros, porque les sobraba el tiempo?" (J.
Escrivá de Balaguer, AMIGOS DE DIOS, n.42). Cada uno tiene que corresponder
con puntualidad a la llamada, y Dios a todos ya nos ha llamado. Y al ponernos a
trabajar, aunque no es malo pensar en la recompensa, debemos centrar más nuestra
atención en la tarea.
2. MIS PLANES NO SON VUESTROS PLANES. Es absurdo, pero nada raro,
que los cristianos protestemos cuando parece que los planes de Dios no coinciden
con los nuestros. Nos solemos hacer una bonita novela de nuestra vida sin contar
con la voluntad del Señor, que tiene en sus manos los hilos de nuestra existencia. Y,
ante la rebeldía de tantos que no están dispuestos a dar su brazo a torcer, parece
como si Dios estorbase en nuestras vidas cuando no se adapta a nuestros gustos.
Es la soberbia del hombre que quiere manejar a Dios, o lo echa de su lado cuando le
hace la competencia. Y es que los caminos de Dios
no suelen coincidir con los nuestros. Así dice Isaías: BUSCAD AL SEÑOR
MIENTRAS SE LE ENCUENTRA, INVOCADLO MIENTRAS ESTA CERCA; QUE EL
MALVADO ABANDONE SU CAMINO, Y EL CRIMINAL SUS PLANES; QUE
REGRESE AL SEÑOR, Y EL TENDRA PIEDAD; A NUESTRO DIOS, QUE ES RICO
EN PERDON. MIS PLANES NO SON NUESTROS PLANES, VUESTROS CAMINOS
NO SON MIS CAMINOS (1.ª Lectura). Debemos hacer una labor de examen y de
contraste para ver qué estamos haciendo de nuestra vida. Que no pequemos de
mezquinos y de rastreros. Los caminos de Dios son más altos: MIS CAMINOS SON
MAS ALTOS QUE LOS VUESTROS; MIS PLANES QUE VUESTROS PLANES
(Ibídem).

3. LA LOGICA DE UNA MISION 725A3


1. EL PAPEL DE LOS LAICOS. Gracias a la orientación del Concilio Vaticano
II es hoy una verdad pacíficamente poseída que todos los bautizados, precisamente
por el título de su Bautismo, están llamados por Dios a colaborar directamente en la
gran empresa sobrenatural de corredimir con Cristo. Es la consecuencia lógica de la
llamada universal a la santidad, proclamada por el Concilio y de la que fue precursor
el Venerable Siervo de Dios JOSEMARIA ESCRIVA: <<Tienes la obligación de
santificarte. -Tú tambien. -¿Quién piensa que ésta es labor exclusiva de sacerdotes y
religiosos? A todos, sin excepción, dijo el Señor: "Sed perfectos, como mi Padre
celestial es perfecto" (Camino, 291). En el mismo sentido, el Papa deseaba que el
fruto más valioso del Sínodo de 1987 fuese <<la acogida por parte de los fieles laicos
del llamamiento de Cristo a trabajar en su vida, a tomar parte activa, consciente y
responsable en la misión de la Iglesia en esta magnífica y dramática hora de la
historia, ante la llegada inminente del tercer milenio>> (JUAN PABLO II, Christifideles
laici, 30.I.89, 3).
2. ¿OCIOSOS TODO EL DIA? Felizmente, pensamos, han quedado
superados los planteamientos clericales que relegaban a los laicos a papeles
secundarios dentro del plan de salvación que Dios realiza a través de la Iglesia.
Muchos, tal vez, podrían excusarse con las mismas palabras de los obreros ociosos
en la plaza, <<Nadie nos ha contratado>> (Evangelio). Sin embargo, hoy más que
nunca, está necesitado nuestro tiempo de que los fieles laicos -respondiendo a su
propia vocación- santifiquen el mundo desde dentro. <<Id también vosotros a mi
viña>> (Evangelio). <<No hay lugar para el ocio -comenta el Papa-, tanto es el
trabajo que a todos espera en la viña del Señor (...) cada cristiano, mediante la fe y
los sacramentos de la iniciación cristiana, ha sido injertado como miembro vivo en la
Iglesia y es sujeto activo de su misión de salvación>> (Christifideles laici, 3). No
tenemos derecho a desentendernos, porque sería como claudicar de una
responsabilidad propia, de la que Dios nos pedirá estrecha cuenta en esta vida y en
la eterna.
3. CADA CUAL EN LO SUYO. El intelectual con sus libros, el campesino con
sus tierras, la mujer con su hogar y sus hijos, el deportista con su esfuerzo... todos,
en el lugar del mundo en que Dios nos ha colocado hemos de ser heraldos de Cristo.
<<Si todos los hijos de la Iglesia fueran misioneros incansables del Evangelio,
brotaría una nueva floración de santidad y de renovación en este mundo sediento de
amor y de verdad>> (JUAN PABLO I, Primer mensaje, 27.8.78). No hay actividad
humana alguna, mientras sea honesta, que no se pueda santificar y santificar a los
demás, siendo un foco de irradiación cristiana. ¿Hemos pensado en serio en el valor
salvífico de nuestras ocupaciones ordinarias? Es ahí donde Cristo necesita testigos.
Que Nuestra Madre del Cielo nos obtenga la fortaleza de ser siempre una brasa
encendida que propague el incendio que Cristo vino a traer en la tierra.

***************
726 XXVI DOMINGO

Ciclo A: 726A

Ez.18,25-28: "comentas: no es justo el proceder de Dios"


Filip.2,1-11: "manteneos unánimes y concordes"
Mat.21,28-32: "os llevan la delantera"
Sal.24,4b-9.

El IX y X mandamientos (Rf.M. cap. 13)

1. EL CAMINO DEL REINO 726A1


1. El hombre recorre día a día un camino; pero sólo el cristiano conoce a
dónde le lleva, por dónde y cómo debe recorrerlo. Es el camino de la salvación, "el
camino del Reino de Dios" (Ev.), que el mismo Cristo nos abrió con su muerte, nos
enseña con su doctrina y ejemplo, y nos ayuda a recorrer con su gracia. No podemos
sustituirlo por ningún otro, si queremos salvarnos. Es "camino de la justicia", que
tiene su comienzo por la fe y el arrepentimiento: sin ellos el hombre no dará ni un
paso, como aquellos sumos sacerdotes y ancianos que "dicen y no hacen" (Mt 23,3).
En cambio los publicanos y las prostitutas que creyeron a Juan y se arrepintieron de
sus pecados les "llevan la delantera en el camino".
2. Pero no basta emprender la marcha: es preciso perseverar en ella y
llegar a buen término; de modo que quien comienza bien y no termina, tiene la
perdición por suerte: tal es el caso del hijo que acepta ir a la viña del padre, mas
luego no va (Ev.). Por eso "cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad
y muere" (1ª lect.).
Por el contrario, hay personas que en un principio se resisten, como el hijo
que se negó a trabajar en la viña "pero después se arrepintió y fue"; éste "hizo lo que
quería el padre" (Ev.). Del mismo modo, "cuando el malvado se convierte de la
maldad que hizo, y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida" (1ª lect.).
Nuestro futuro está en nuestras manos (con la gracia de Dios, como queda dicho).
3. Puesto que somos cristianos y recibimos la palabra de Dios, nuestra
alternativa es obediencia o desobediencia; cualquier otro elemento nos llamaría a
engaño. El Evangelio, en definitiva, nos muestra el camino del Reino: tarea nuestra
es seguirlo.
El ideal es comenzar pronto y bien, esforzarnos día a día y alcanzar la meta, y
con ella el premio. Pero la débil condición humana hace que unos ni siquiera
emprendan la marcha; que de otros pueda decirse: "corríais bien, ¿quién os ha
impedido obedecer a la verdad? (Gal 5,7); y que otros comiencen tarde. Por eso
nunca ha de faltar en nosotros esa dosis de humildad y arrepentimiento para corregir
errores y descuidos, si examinada nuestra conducta observamos que no es lo que
debiera.
Por último, según San Pablo, ese camino es el mismo que Cristo recorrió sin
detenerse: "Tened en vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús",
quien "se despojó de su rango", "se rebajó hasta someterse incluso a la muerte". Es
camino de humildad y de cruz. de concordia y unidad, de amor e interés por los
demás (2ª lect.).
Es bueno pedirle al Señor: "enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas
y haz que camine en lealtad... porque tú eres mi Dios y Salvador" (Sal. resp.).
Para ser leales a Cristo, hagamos sincero examen de nuestra marcha,
rectifiquemos lo necesario y decidámonos a alcanzar la santidad, imitándole en su
sacrificio y amor. "Comenzar es de todos; perseverar, de santos. Que tu
perseverancia no sea consecuencia ciega del primer impulso, obra de la inercia: que
sea una perseverancia reflexiva" (Camino, n. 983)

Is 55,6-9;Sal 144,2-3.8-9.17-18;Fil 1,20c-24.27a; Mt 20, 1-16

2. RECIBIERON UN DENARIO 726A2


De las lecturas de hoy sacaremos tres ideas:
1. Buscar a Dios: Los últimos jornaleros que el Señor halló al caer la
tarde dieron como excusa: "Nadie nos ha contratado" (Ev.). Pobre justificación ante
quien desde el amanecer y por cinco veces busca a los desocupados y contrata a
cuantos encuentra. Efectivamente, Dios nos busca con amor ansioso, y muchos
dicen querer encontrarle, pero no le buscan. No es suficiente tener inquietud, ni
esperarlo de cualquier modo; es preciso utilizar los medios que conducen a la
conversión: un deseo ardiente y sincero, el olvido de nosotros mismos, la oración
confiada, la meditación serena del Evangelio, la petición de consejo a quien
realmente puede orientarnos, la frecuencia de sacramentos.
Isaías nos anima a esa búsqueda y conversión: "Buscad al Señor mientras se
le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino"
(1ª lect.). Y San Pablo converso, dice: "Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el
morir" (2ª lect.).
2. La paga.- El Señor nos llama a trabajar y nos ofrece un denario que,
para quien ha respondido a Dios, significa la vida eterna, una paga insuperable. No
importa que se haya comenzado antes o después a trabajar; lo importante es poner
manos a la obra cuando se recibe la invitación. A unos les pide Dios la vida desde su
juventud; otros sienten su llamada en la madurez; a veces es el hombre cargado de
años y experiencias quien siente el toque de la gracia en su alma. Que ninguno
desconfíe de la misericordia de Dios; los jóvenes recibirán la gracia de la fidelidad, y
los viejos la del arrepentimiento. Y todos, en orden a la salvación.
3. Alegrarnos de la paga ajena.- La envidia es la tristeza por el bien
ajeno, en cuanto menoscaba nuestra propia valía. No cabe en la vida de un cristiano.
Veamos por qué:
La envidia de los bienes materiales supondría que ponemos en ellos nuestro
corazón, que de su posesión o carencia depende nuestra alegría o tristeza. La
envidia de los bienes espirituales es aún peor, pues es más dañino el egoísmo
espiritual que el material. Los dones de Dios son inagotables: ningún menoscabo
recibiremos de la generosidad de Dios con los demás. Por eso es laudable tener esta
"aspiración: que sea yo bueno, y todos los demás mejores que yo" (Camino, n.284).
"Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo" (Sab 2,24); por envidia,
Caín mató a su hermano (Gen 4,5); y por envidia -según Sto. Tomás- el hombre
incurre en odio, murmuración, difamación, gozo en la adversidad ajena y aflicción en
su prosperidad. La envidia es repugnante.
El amo generoso riñe a los descontentos: "¿Vas a tener tu envidia porque yo
soy bueno?". Alegrémonos del bien de los demás, sobre todo del espiritual.
Pensemos qué fiesta hay en el cielo por un pecador arrepentido; pidamos a Dios por
la santidad del prójimo, que nos beneficiará por la Comunión de los santos; démonos
cuenta de que lo que vale está a nuestro alcance: "está cerca el Señor de los que le
invocan" (Sal. resp.); y trabajemos con ahínco, para que nos pague una medida
apretada y rebosante.

3. SENTIR Y CONSENTIR 726A3


1. Jesús, en el Evangelio de hoy, escenifica de modo sencillo un conflicto que,
a menudo, se da en nuestras almas. "Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al
primero y le dijo: -Hijo, ve hoy a trabajar en la viña. El le contestó: -No quiero. Pero
después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. El le contestó:
-Voy, Señor. Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el Padre?
Tanto en un caso como en otro, llama la atención la prontitud con que
responden de palabra a la petición del padre, y luego, el modo real, efectivo con que
actúan, que resulta en uno y otro hijo, opuesto al manifestado de un modo un tanto
impulsivo, sin reflexión.
2. Para tener la conciencia moral bien formada es preciso que sepamos
distinguir dentro de nosotros dos momentos o dos planos. Uno es el sensible, el
emotivo, el pasional, el instintivo. Aun antes de la reflexión lúcida y de la decisión
responsable, hay un movimiento de las pasiones (emotividad) ante situaciones
concretas. En la condición presente del género humano, como consecuencia del
pecado original hay un cierto desequilibrio en nuestras pasiones, en el sentido de
que tienden a desbordar a la inteligencia y a la libertad, moviendo hacia lo cómodo y
rehuyendo del sacrificio de un modo desordenado, es decir, pecaminoso o
disponiendo al pecado. Por ello no debe extrañarnos que, en un primer momento,
hagan su aparición en nuestro corazón fuerzas contrarias a la ley divina,
especialmente cuando el cumplimiento de nuestro deber se hace arduo o cuando el
pecado se reviste de aparente atractivo. Esas primeras inclinaciones (que tienen
siete nombres, correspondientes a los siete pecados capitales) no son en sí mismas
pecado, a no ser que se despierten voluntariamente, o se ponga uno en ocasión de
que se despierten. En cuyo caso ya hay una complicidad, que por ser advertida y
querida, ya es pecado.
3. Donde radica el pecado o el acto virtuoso es en la voluntad. Por ello lo
que da sentido moral a nuestros actos (conforme a la voluntad de Dios o contrarios a
ella) es la determinación de la voluntad, que es la única que puede dar cabida al
fomes peccati (concupiscencia) en el alma. De ahí la necesidad de distinguir entre
sentir y consentir. Y también entre la tentación no prevista (que si Dios la permite ve
acompañada de la gracia suficiente para vencerla), y la tentación buscada, por no
huir de las malas ocasiones, en cuyo caso ya hay malicia voluntaria (pecado) y no
tenemos promesa de Dios de darnos la gracia necesaria para vencerla.

4. HACER LA VOLUNTAD DEL SEÑOR 726A4


1. AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS. El,primer mandamiento de
la ley de Dios, y el más importante, nos dice que tenemos que amar a Dios sobre
todas las cosas. Nos solemos fijar mucho en el resto de los mandamientos y
perdemos de vista el que da razón de ser a todas nuestras obligaciones para con
Dios y para con los demás. Dios es el primero. Dios está por encima de todo. Dios es
infinitamente más importante que todo lo que nos suele preocupar a los hombres.
Pero el amor a Dios no es un simple sentimiento de respeto y admiración. No
basta con decir: yo creo en Dios. No es suficiente con rezar. El amor verdadero se
demuestra cumpliendo la voluntad de la persona amada. NO TODO EL QUE DICE
¡SEÑOR, SEÑOR!, ENTRARA EN EL REINO DE LOS CIELOS, SINO EL QUE HACE
LA VOLUNTAD DE MI PADRE CELESTIAL (Mt 7,21). El apóstol Santiago lo expresa
muy claro en su carta cuando dice: ¡DE QUÉ SIRVE HERMANOS MIOS, QUE
ALGUIEN DIGA: TENGO FE, SI NO TIENE OBRAS?...ASI TAMBIEN LA FE, SI NO
TIENE OBRAS, ESTA REALMENTE MUERTA (stg 3, 14-17).
En el Evangelio de hoy observamos dos posturas: la del hijo que se opone a la
voluntad del padre porque le cuesta obedecer, pero después la cumple; y la del hijo
que con mucha amabilidad acepta lo que le manda y después no lo hace. ¿Quién se
comportó mejor? Aun con todas sus deficiencias, el primero. Es la reacción más
corriente ante algo que exige esfuerzo. Tendemos a esquivar lo que cuesta, pero si
escuchamos la voz de la conciencia en la serenidad de la reflexión, normalmente
terminamos por hacer lo que debemos.
¡Qué molestos resultan los que sólo tienen buenas palabras para quedar bien
y salir del compromiso, pero con la decidida intención de no hacer nada! También es
triste la situación de los que se estancan en los buenos deseos y se dejan dominar
por la apatía y la inconstancia. Con este tipo de personan no se puede contar para
nada. Son tibios empedernidos, y ya se sabe que los tibios dan asco al Señor.
QUIEN CUMPLE LA VOLUNTAD DE MI PADRE, QUE ESTA EN LOS
CIELOS, ÉSTE ES MI HERMANO, Y MI HERMANA, Y MI MADRE (Mt 12,50). San
Juan Crisóstomo decía que "sólo hay una verdadera nobleza: cumplir la voluntad de
Dios. Y en esto demostró la Virgen su categoría espiritual, en responder con un FIAT,
con un HAGASE, a lo que Dios le pidió. Todos los días, cuando recemos el
Padrenuestro y digamos: HAGASE TU VOLUNTAD, debemos pensar a qué nos
comprometemos. No nos podemos conformar con dar culto a Dios y repetirle que le
queremos mucho y que haremos lo que nos manda. Todo eso no vale para nada si
no somos sinceros y cumplimos efectivamente Su voluntad.
2. TENER LOS SENTIMIENTOS DE CRISTO. San Pablo nos lo recuerda
en la 2ª Lectura de hoy: TENED ENTRE VOSOTROS LOS SENTIMIENTOS
PROPIOS DE UNA VIDA EN CRISTO JESUS. Y lo que movía el corazón de Jesús a
darse a los hombres era el profundo deseo de cumplir la Voluntad del Padre, y el
amor extremado que nos tiene a todos. Ser cristianos es sentir como Cristo, vivir
como Cristo y obedecer como El. Todo lo demás sería pura ficción.

5. LA CIUDAD TERRENA 726A5


1. LA ORGANIZACION HUMANA. Los hombres, debido a nuestra condición
de seres sociales, nos agrupamos en naciones y Estados que engloban y
caracterizan nuestra vida en atención a factores de nacimiento, de lengua o de
cultura. Dios ha dejado en manos del arbitrio humano la plasmación concreta de
estos modos políticos y organizativos de la vida colectiva. Nuestro tiempo es testigo
de un intento de arrojar a Dios de la vida social, como si Dios no tuviera nada que
decir en estos asuntos o como si su Providencia no alcanzase a la vida social. El
Señor nos ha enseñado a hacer también cristiano el entorno social en el que nos ha
tocado vivir. <<Es hora de abandonar la opinión de que el cristiano ha de
considerarse satisfecho sólo porque goza de la libertad de culto y no es víctima de
discriminaciones a causa de su fe. A riesgo de parecer sectario, afirmo que nada
puede satisfacer al cristiano más que la organización cristiana de la sociedad. Se
trataría de una sociedad en la que se reconocería a todos el derecho a alcanzar el fin
natural del hombre, y se tutelaría el derecho al fin sobrenatural a quienes tiene ojos
para verlo>> (T.S. ELIOT, La idea de una sociedad cristiana, 1939).
2. FAMILIA Y EDUCACION. El consejo de S. Pablo es claro: <<manteneos
unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir>> (Segunda lectura).
Hay una serie de temas clave, en la organización de la vida social, en los que los
cristianos han de buscar con ahínco el reflejo del Evangelio. No se trata de temas
opinables o que dependan de los programas de los partidos políticos. El Magisterio
nos da continuamente orientaciones claras en estos campos. <<La familia es
insustituible y, como tal, ha de ser defendida con todo vigor. Lo requiere, no sólo el
bien "privado" de cada persona, sino también el bien común de toda sociedad,
nación o Estado>> (JUAN PABLO II, Aloc. 3.I.79). Respecto a la educación, también
hemos de tener ideas claras: <<La autoridad pública tiene en este campo un papel
subsidiario, y no abdica de sus derechos cuando se considera al servicio de los
padres; al contrario, ésta es precisamente su grandeza: defender y promover el libre
ejercicio de los derechos educativos>> (JUAN PABLO II, Aloc. a las familias, Madrid,
2.11.82).
3. CATOLICOS EN LA VIDA PUBLICA. <<Aconfesionalismo. Neutralidad.
-Viejos mitos que intentan siempre remozarse. ¿Te has molestado en meditar lo
absurdo que es dejar de ser católico, al entrar en la Universidad o en la asociación
profesional o en la asamblea sabia o en el Parlamento, como quien deja el sombrero
a la puerta? (JOSEMARIA ESCRIVA, Camino, 353). La fe y el contenido del
Evangelio son las armas para combatir esta batalla de paz por vivir en una sociedad
cristiana. Si mi fe no cuenta a la hora de votar, a la hora de elegir escuela o a la hora
de organizar el comportamiento de la vida familiar, entonces, ¿para qué me sirve?
Sería una fe muerta o recluida en la penumbra de una sacristía. Una fe así sería
aventajada por la de los publicanos y las prostitutas, cuya fe les hizo convertirse (Cfr.
Evangelio).

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727 XXVII DOMINGO

Ciclo A: 727A

Isaías 5,1-7: "mi amigo tenía una viña"


Filip.4,6-9: "ponedlo por obra..."
Mat.21,33-43: "se dará a... que produzca sus frutos"
Sal.79,9.12-16.19-20

El Derecho de propiedad (CDC. lecc.26).

1. UN PUEBLO QUE DE FRUTOS 727A1


1. En la 1ª lect. se compara el Reino de los Cielos a una viña que Dios planta
con buenas cepas en fértil collado, la cava y limpia de piedras, construye en ella una
atalaya y un lugar. "y esperó que diese uvas". Esta viña es inicialmente el pueblo de
Israel; pero en vez de buenos frutos le dio uvas agrias. "Esperó de ellos derecho, y
ahí tenéis: asesinatos; esperó justicia, y ahí tenéis: lamentos". Tras hacer cuanto
podía por la viña, el Señor pone pleito contra su pueblo, y determina "quitar su valla
para que sirva de pasto, derruir su tapia para que la pisoteen. La dejaré arrasada". El
mismo fin que de Israel vaticinan Jeremías (2,21; 5,10; 8,13) y Ezequiel (15,6; 19,14).
2. En la parábola del Ev. Cristo describe, junto a la viña de buena calidad,
la malicia de los viñadores que al tiempo de la vendimia niegan al amo los frutos.
Este, paciente, envía a sus criados -los profetas-, a quienes aquéllos apalean,
apedrean o dan muerte. Por fin les envía a su hijo, y los jefes del pueblo colmarán su
ignominia asesinándolo. De aquí deduce Jesús las consecuencias: los labradores
serán castigados, y se les quitará la viña, que será confiada a otros viñadores fieles
-la Iglesia- que a su tiempo entreguen el fruto convenido.
A partir de su muerte, Cristo, que "es ahora la piedra angular", se convierte en
la nueva viña, pues derramando su sangre sella la nueva alianza con su nuevo
pueblo. Para la Iglesia, el fruto de la vid será signo sacramental del sacrificio fecundo
del Señor, y la comunión realizará nuestra unión con Cristo, en el cual
permanecemos (Jn 6,56). Prometámosle firmemente: "no nos alejaremos de ti; danos
vida para que invoquemos tu nombre" (Sal. resp.).
3. La historia es maestra de la vida. Tanto la suerte de Israel como la
historia de la Iglesia nos enseña que hubo hermosas viñas plantadas por Dios en el
mundo, que luego dieron agrazones, quedaron estériles y acabaron desoladas. Es un
toque de atención para los cristianos y las instituciones: es preciso producir para Dios
frutos de justicia y santidad verdaderas. Si permanecemos unidos a Cristo, como el
sarmiento a la vid, el fruto está asegurado: "La paz de Dios que sobrepasa a todo
juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (2ª
lect.). Podremos dar un buen fruto al señor, a condición de que cuidemos la viña, y
evitemos cada día los descuidos, las faltas leves que poco a poco pueden ir
agravándose. Hemos de saber "cazar las pequeñas raposas que destruyen la viña"
(Cant 2,15).
San Pablo nos da unos consejos prácticos, para que nonos quedemos en
palabras: "todo lo que es noble, justo, puro, amable laudable; todo lo que es virtud o
mérito, tenedlo en cuenta" (2ª lect.). El cristiano no ha de adoptar una postura
meramente defensiva: incorporados a Cristo por la Eucaristía, tomemos cuanto de
bueno puede hallarse en el mundo y hagámoslo nuestro. De este modo nos
santificaremos y también santificaremos el mundo, llevando todas las cosas a Cristo,
el dueño que espera el fruto de su viña.

2. ACOGER LAS LLAMADAS 727A2


1. Las lecturas de hoy permiten ver la continuidad entre al Antiguo
Testamento y el Nuevo. Jesús emplea frases, imágenes, alegorías, que ya
emplearon los Profetas del Antiguo Testamento y les da un sentido pleno. Isaías
recoge un canto lastimero de Dios que lamenta la falta de correspondencia por parte
de su pueblo a sus continuos gestos de Padre amoroso: "Voy a cantar en nombre de
mi amigo un canto de amor a su viña". Esta viña -"en un fértil otero", entrecavada, sin
piedras y plantada con buenas cepas- es el pueblo de Israel. La queja de Dios es
amorosa, la viña no dio uvas sino agraces, en vez de dulzura la respuesta agria del
desamor: ¿Qué más cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho?"
2. Jesús reitera, con matices nuevos, ese lamento: "Escuchad otra
parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en
ella un lagar..." Reiteradas veces envía criados para recoger los frutos de la viña,
pero los arrendatarios los apalean y despiden con las manos vacías. Esos criados o
siervos son todos los Profetas enviados por Dios, a través de siglos, para urgir a una
mayor santidad a Israel. Al final, "les mandó a su hijo, diciéndose: Tendrán respeto a
mi hijo". Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: "Este es el heredero: venid, lo
matamos y nos quedamos con su herencia". Este crimen postrero merece la ira del
dueño de la viña, que "hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la
viña o otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos". El Hijo fue el
propio Jesús, enviado a la viña de Israel, para recoger los frutos de la simiente
divina; pero fue crucificado. Y la viña, que es la Iglesia (Nuevo Israel) ha sido
entregada a otra gente, ala humanidad entera.
3. Una lección para nuestro caso personal podemos deducir de esta
historia de todo un pueblo. El Señor es paciente: nos perdona, una y otra vez; nos
envía gracias para una nueva conversión. Esas gracias pueden ser interiores; otras
veces se vale el Señor de un amigo, de una lectura que remueve por dentro, del
ejemplo de un buen cristiano, de una circunstancia de nuestra vida social, profesional
o de un contratiempo familiar, etc., para movernos a una enmienda, a una
conversión, a una buena confesión de nuestros pecados. No podemos abusar de esa
paciencia de Dios. El rechazo sistemático de una gracia tras otra, lleva a un
endurecimiento del corazón, a un encallecimiento de la conciencia, y al final
podemos quedarnos completamente fuera, es decir, sin gracia de Dios, sin la luz de
la fe, sin ver, ni oír, ni entender. Un propósito: no dejar caer en terreno baldío las
llamadas de Dios a nuestra alma.

3. LOS FRUTOS QUE ESPERA EL SEÑOR 727A3


1. NO PODEMOS MALGASTAR LOS DONES DE DIOS. Siguiendo en la
misma línea de llamada a la responsabilidad y condena de la desidia espiritual, de
que ya se nos hablaba el domingo anterior en la parábola de los dos hijos invitados a
trabajar por su padre, el Señor vuelve a echarnos en cara crudamente nuestra mala
disposición para darle cuenta de la tarea que nos ha confiado. Haciendo un recuento
de nuestra vida no podemos quejarnos de la generosidad con que Dios nos ha
favorecido. Lo tenemos todo y en abundancia, nos cuida y nos trata con mimo, nos
protege celosamente, somos sus hijos queridos y sus colaboradores. ¿Qué más
pudo hacer por nosotros que no haya hecho?
De todo ello tiene derecho Dios a esperar el fruto apropiado. Es justo que
demos a Dios lo que se merece, dejando a un lado la impiedad, la ingratitud, la
indolencia, la apatía, el aburguesamiento, el egoísmo, la incredulidad, la ambición...
Dios siempre espera frutos de nosotros, como los esperaba de aquella higuera que
sólo le ofreció hojas, o de tantos que no supieron ser fieles, y se conformaron con
una vida aburrida e interesada. La historia de nuestras infidelidades para con Dios se
repite frecuentemente porque nunca terminamos de mar a Dios en serio. "La
tradición ha visto, en este relato, una imagen del destino del pueblo elegido por Dios;
y nos ha señalado principalmente cómo, a tanto amor por parte del Señor,
correspondemos los hombres con infidelidad, con falta de agradecimiento.
Concretamente pretendo detenerme en este SE AUSENTO A UN PAIS
LEJANO. En seguida llego a la conclusión de que los cristianos no debemos
abandonar esta viña, en la que nos ha metido el Señor. Hemos de emplear nuestras
fuerzas en esa labor, dentro de la cerca, trabajando en el lagar y, acabada la faena
diaria, descansando en la torre. Si nos dejáramos arrastrar por la comodidad, sería
como contestar a Cristo: ¡eh!, que mis años son para mí, no para ti. No deseo
decidirme a cuidar tu viña" (J. Escrivá de Balaguer, AMIGOS DE DIOS, N.48).
Tenemos plena libertad para orientar nuestra vida como queramos, para seguir al
Señor o dejarle, para dar el tono que Dios espera o conformarnos con menos, para
trabajar en la viña o luchar contra su dueño, para dar frutos o conformarnos con las
hojas. Dios no coacciona a nadie, pero ¡qué lástima sería que al final hayamos
perdido el tiempo! Y el tiempo es eternidad. La viña es de todos, y todos debemos
sacarla adelante. Y para ello hay que aprovechar el tiempo trabajando.
2. CON LA AYUDA DE DIOS. Alguien decía al final de su vida que se
miraba las manos y las encontraba vacía de frutos, Muchos nos podemos mirar las
manos sinceramente y, por lo menos, encontraremos grandes huecos. Hemos
perdido infinidad de oportunidades de hacer el bien. No hemos sabido reaccionar con
prontitud y generosidad cuando se trataba de "arrimar el hombro" en alguna tarea
apostólica. Y es que nos falta vida interior, trato con Dios en la oración. Por eso es
bueno recordar lo que nos dice San Pablo: HERMANOS: NADA OS PREOCUPE;
SINO QUE EN TODA OCASION, EN LA ORACION Y SUPLICA CON ACCION DE
GRACIAS, VUESTRAS PETICIONES SEAN PRESENTADAS A DIOS... Y EL DIOS
DE LA PAZ ESTARA CON VOSOTROS (2.ª Lectura).

4. LOS PROYECTOS DE DIOS PADRE 727A4


1. LA VIÑA DEL SEÑOR. El lenguaje que emplea el Señor para referirse al
mundo que ha creado, está lleno de ternura. Ve que toda la creación es buena (cfr.
Gen 1, 10). Canta a sus criaturas con el cariño que pone un labrador al hablar de su
viña. Pero, con no poca sorpresa, se aprecia la labor devastadora del pecado:
<<¿Por qué, esperando que dieras uvas, dio agrazones?>> (Primera lectura). A
nadie se le escapa el desorden que reina en nuestro planeta. Claro que Dios no es la
causa de los males que aquejan a los hombres. En definitiva, el mal es lectura
humana que se contrapone a la hechura divina de la creación. <<Nada hay que
reputar por malo como tal, es decir, intrínsecamente, más que el pecado. Es lo único
que nos separa de Dios, que es el bien supremo y nos une al demonio, que es el mal
por antonomasia>> (CASIANO, collationes, 6).
2. LA CASA DE ISRAEL. Con inmenso amor. Dios ha creado el mundo y lo ha
puesto a disposición del hombre <<para que lo trabajara y lo dominase>> (Gen 3, 6).
Pero el mundo no es un juguete entregado en nuestras manos para que abusemos
de él a nuestro antojo. Dios lo gobierna con su providencia: ha cavado un lagar, ha
construido una cerca, ha hecho la casa de guarda... (Cfr. Evangelio). El Sector se
procuró un pueblo que fuera el heredero de sus promesas y del cual había de nacer
el Mesías. Desde la nueva Alianza, el Pueblo de Dios somos nosotros, los miembros
de la Iglesia. ¿Ha cambiado la viña del Señor? Por desgracia, vemos que sigue
habiendo traiciones, abusos y mal uso de la libertad que Cristo nos ha ganado con su
muerte en la Cruz. Hemos pagado la claridad de Dios con oscuridad nuestra; su
generosidad, con nuestros egoísmos; su Amor, con frialdad y desprecio por nuestra
parte. Si no aceptamos su ley, el mundo -que es bueno, por ser obra de Dios-
termina volviéndose contra el mismo hombre, hasta hacer el mundo inhabitable.
3. CRIATURAS DE DIOS. Algunos piensan que el hecho de ser criaturas
supone una merma en la libertad individual. Se ha hecho un dogma de esos
principios. Los que a sí mismos se llaman <<civilizados>>, <<adultos>> o
<<postmodernos>> opinan que el hombre se ha emancipado de Dios y que ya no
necesita de El. Los nuevos <<dioses>> se llaman <<democracia>>, <<pluralismo>> y
<<consenso>>. Por supuesto que estos conceptos no son malos. Lo malo es que se
les dé un valor absoluto y se les convierta en los sucedáneos de Dios. De esta
inversión de valores proviene los Gulag, los Auschwitz, las devastaciones atómicas,
la masacre abortista o la educación de los pueblos al estilo camboyano. <<Al
negarse a reconocer a Dios como su principio, el hombre rompe la debida
subordinación con su fin último y también toda su ordenación, tanto por lo que toca a
su propia persona, como a las relaciones con los demás y con el resto de la
creación>> (Conc. Vat. II, Gaudium & Spes, 13).

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728 XXVIII DOMINGO

Ciclo A: 728A

Isaías 25,6-10a: "preparará el Señor... un festín"


Filip.4,12-14.19-20: "Dios proveerá... con magnificencia"
Mat.22,1-14: "a todos... convidadlos"
Sal.22,1-6

La Gracia (CDC.lecc.34).

1. NADA ME FALTA 728A1


1. Bajo la alegoría de un festín o boda, las lecturas de hoy nos ponderan la
riqueza de la salvación, así como los medios que la harán posible, que Dios
amorosamente pone a nuestra disposición. Ya en la 1ª lect. Isaías describe el
llamamiento universal a la salvación: "Preparará el Señor de los Ejércitos para todos
los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos... Aquí está nuestro
Dios, de quien esperábamos que nos salvara". Esa salvación, esa hartura, tiene
realidad ya aquí en la tierra, como anticipo de lo que nos ofrece en el cielo.
El Sal. resp. expresa también en forma alegórica el estado del hombre
cuidado y alimentado por Dios: "El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes
praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas... Preparas una
mesa ante mí... y mi copa rebosa". Cae por su base la idea de que la crisis de fe, de
obediencia, de identidad, etc., son algo consubstancial a la Iglesia y a la vida del
cristiano: por frecuentes y extendidas que fueren, siempre supondrán una anomalía,
una enfermedad o hambre que Dios no quiere y que nosotros debemos evitar por los
medios oportunos.
2. En el Ev. aparece la misma idea, pero más desarrollada. Un Rey
convida a los hombres a la boda de su hijo. Fácil es comprender quien es el rey
-Dios- y quién su Hijo. En cuanto a la boda, unos la interpretan como la encarnación
por la cual el Verbo se une a la humanidad para siempre, pero es más frecuente
considerarla como esa comunión de salvación de Cristo con su Iglesia, por la cual
nos salvamos (S. Gregorio M.) y nos alimenta con manjares apetitosos.
La respuesta del hombre a la invitación tiene importancia capital: "los
convidados no hicieron caso"; unos se marcharon a sus tierras o a sus negocios,
otros maltrataron y mataron a los criados. Aquí están representados los que
rechazaron o persiguieron a los profetas, a Cristo o a la Iglesia: su destino es la
perdición.
De entre los que por fin llenaron la sala del banquete, los había buenos y
malos (lo que indica que se trata de la Iglesia terrena). "Cuando el rey entró a saludar
a los comensales" (lo que simboliza el Juicio), halló a uno sin el vestido de fiesta (la
gracia) y mandó a los criados que le arrojasen a las tinieblas exteriores.
3. Por la fe y el bautismo, nosotros hemos acudido al banquete de Cristo,
que vino para que tengamos vida abundante (Jn 10,10), para darnos una paz que el
mundo no puede dar (Jn 14,27). Sólo una intensa vida de piedad, el trato amoroso
con Cristo en la oración, la participación abundante en el banquete de su Cuerpo y
en los demás sacramentos, saciarán nuestra hambre y nos permitirán presentarnos
ante Dios sin harapos, con vestido de boda. Esto exige un esfuerzo continuo y es
compatible con algún momento difícil; pero "aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo" (Sal. resp.). Y San Pablo dice que por compartir
sus tribulaciones, "en pago mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con
magnificencia, conforme a su riqueza en Cristo Jesús" (2ª lect.).

2. CONFIANZA PRESUNTUOSA 728A2


1. Al igual que en el domingo anterior, Jesús emplea todo un lenguaje
alegórico bien conocido de los judíos, porque está tomado de los libros del Antiguo
Testamento. El Profeta Isaías describe el Cielo al que están convocados todos los
pueblos, como un gran banquete. Cuando el Profeta, que es oráculo de Dios, dice
"este monte", se refiere a la colina sobre la cual se asienta Jerusalén y en especial el
Templo. La llamada universal a la salvación se realizará a través de Israel. Siglos
más tarde, el Señor describirá así el Reino de los Cielos: "se parece a un rey que
celebra la boda de su hijo".
2. En la parábola empleada por Jesús se describe el afán del rey por
llenar de invitados su casa. Los criados van a llamar a los amigos. Pero en
respuesta, reciben excusas banales: "uno se marchó a sus tierras, otro a sus
negocios, los demás les maltrataron hasta matarlos". Nadie de los invitados por el
señor gustaron la alegría de la fiesta. Pero la "boda está preparada: los convidados
no la merecían. Id ahora -ordena el rey- a los cruces de los caminos y reunieron a
todos los que encontraron, malos y buenos". Dios no deja de cumplir sus planes
aunque fallen los instrumentos elegidos: otros ocuparán sus sitios.
3. Una reflexión se impone, entre otras muchas posibles. En las cosas de
Dios (en la santidad, en la edificación de la Iglesia) no existen derechos adquiridos,
que no puedan ser revocados o anulados, mientras andemos por esta vida. Muchos
años de probidad, de servicio fiel dentro del propio estado o de la propia vocación, no
dispensan de una profunda humildad, porque todo puede venirse abajo a causa de la
soberbia. Un descuido y otro, un abandono en la piedad, en la práctica de los
Sacramentos, puede llevarnos a estar en el banquete "sin vestido de fiesta" (como le
ocurrió a aquel asistente a las bodas). La rutina, la falta de lucha, la vana confianza
en uno mismo conduce a la insensibilidad, a incurrir en una indelicadeza habitual con
Nuestro Señor, a la tibieza espiritual, a una pérdida de sentido sobrenatural. Y la
caída es más lamentable si se cae de más alto. Un buen procedimiento para sacar
mayores luces del Evangelio consiste en aplicarnos personalmente, en la intimidad
de nuestro examen de conciencia, cada una de las advertencias que hace veinte
siglos dirigió el Señor a los fariseos.

3. MUCHOS SON LOS LLAMADOS 728A3


1. EL BANQUETE DEL REINO. Desde una perspectiva humana no es fácil
imaginarnos en qué consistirá el Reino de los cielos. Estamos tan apegados a la vida
que nos cuesta hacernos a la idea de que un día todo esto lo tenemos que dejar. Nos
parecemos un poco a aquella anciana moribunda que ante las palabras de consuelo
del sacerdote que le ponderaba las excelencias de la otra vida, le respondió: -Padre,
todo eso está muy bien, pero como en la casa de uno no se está en ninguna parte.
El Reino de los cielos es como un banquete a donde vamos a gozar junto a
Dios. Es absurdo hacer comparaciones porque la vida sobrenatural supera en
muchísimo el placer y las alegrías que nos proporciona la vida presente. "El cielo: -ni
ojo alguno vio, ni oreja oyó, ni pasaron a hombre por pensamiento las cosas que
tiene Dios preparadas para aquellos que le aman- ¿no te empuja a luchar esas
revelaciones del apóstol?" (Camino, n.751). ¿Estamos de verdad convencidos que la
vida no es un paraíso eterno? ¿Recordamos que tenemos un alma espiritual que
está llamada a gozar eternamente de Dios en una "fiesta familiar" que no tiene
equiparación posible con estas migajas de alegría que de vez en cuando
paladeamos mientras vivimos en la tierra? "Esto de aquí es un continuo acabarse:
aún no empieza el placer y ya se termina" (Camino, n.753). ¡Qué alegría nos da
saber que Dios nos espera para pasarlo bien con nosotros! Dios está dispuesto a
salvarnos, y tenemos que poner el esfuerzo necesario por conseguirlo.
2. TODOS SOMOS LLAMADOS. Dios nos llama a todos a la salvación.
Nadie puede considerarse eludido de esta vocación universal a la santidad. Es
realmente un misterio que tanta gente pueda poner excusas a los planes de Dios en
favor de los hombres. Somos incomprensiblemente especialistas en ir jugando un
poco al escondite con Dios, y como niños bobos creemos que desviando la mirada,
escondiendo la cabeza o haciéndonos los distraídos ya salvamos el compromiso. ¡Y
se trata nada menos que de Dios y de mi alma! Aunque sólo fuese por egoísmo
deberíamos estar vivamente interesados en que la voz de Dios pasase cerca de
nosotros para escucharla con interés y responder urgentemente que sí a sus
insinuaciones. Nunca hay motivos serios para excusarnos ante Cristo que pasa
llamándonos a la conversión, a la fe, a la entrega, al apostolado, a disfrutar con El.
Somos libres de decir sí o no, pero denota una tremenda falta de responsabilidad el
huir de este compromiso de amor. Hemos de entrar a las bodas con el traje puesto,
con el alma en gracia. Solamente son escogidos los que están bien dispuestos.

4. SALVARSE ES COOPERAR CON DIOS 728A4


1. LAS BODAS REALES. <<El Reino de Dios se parece a un rey que
celebraba la boda de su hijo>> (Evangelio). Dios llama a todos a la salvación, ha
preparado el banquete y las fiestas, quiere que todos los hombres se salven, da una
y mil oportunidades... ¿Cómo es que los hombres nos encogemos de hombros y
declinamos la invitación con las excusas más tontas? De nada vale decir que es muy
difícil aceptar la invitación, porque no es cierto, ya que Dios nos ayuda: <<Todo lo
puedo en aquel que me conforta>> (Segunda lectura). ¿Es que no queremos
salvarnos? ¡Por supuesto que sí! Lo que ocurre es que querríamos hacerlo sin
complicarnos la vida. <<Para que no lo imites, copio de una carta este ejemplo de
cobardía: "desde luego, le agradezco mucho que se acuerde de mí, porque necesito
de sus oraciones. Pero también le agradecería que, al suplicarle al Señor que me
haga apóstol, no se esfuerce en pedirle que me exija la entrega de mi libertad">>
(JOSEMARIA ESCRIVA, Surco, nº 11).
2. EL FRUTO DE LA ENTREGA. <<La boda está preparada, pero los
convidados no se la merecían>> (Evangelio). Con sorpresa, descubrimos que otros
-que consideramos menos idóneos que nosotros- nos adelantan en el camino hacia
Dios. No pocas veces la envidia nos lleva a pensar que les mueve algún afán torcido.
¿Por qué envidiamos su virtud en lugar de imitar su entrega? La santidad -esto es,
cooperar con Dios en la propia salvación y en la de los demás- no consiste en hacer
cosas difíciles, llamativas o extravagantes. La entrega es silenciosa y discreta: <<Son
más numerosos los acontecimientos cuyo realce social queda ahora oculto: es la
multitud inmensa de almas que han pasado su existencia gastándose en el
anonimato de la casa, de la fábrica, de la oficina, que se han consumido en la
soledad orante del claustro: que se han inmolado en el martirio cotidiano de la
enfermedad>> (JUAN PABLO II, Hom. 11.2.81). El día del Juicio, tal vez algunos se
pregunten: ¿Cómo es que éste es aceptado en el banquete, mientras que yo -más
devoto, más cristiano- soy rechazado? La respuesta es simple: él se ha entregado y
tú no.
3. EL TRAJE NUPCIAL. <<Muchos son llamados y pocos los escogidos>>
(Evangelio). Conviene no olvidar que es Dios quien escoge, quien llama a la santidad
y quien lleva a las almas a su banquete. Si no queremos complicarnos la vida, si
pretendemos sólo <<cumplir>> para que no se nos pueda reprochar que hemos
dejado de observar los mínimos establecidos, ¿puede extrañarnos que se nos
excluya de un festín reservado a los que se han dado del todo? <<Dios que te creó
sin ti, no te salvará sin ti>> (S. AGUSTIN, Sermón 169). Nadie puede objetar al Señor
que no le haya dado oportunidades o medios para alcanzar el fin. La gracia no falta,
lo que falta a veces es cooperación: <<Merecemos el premio o el castigo en la
medida en que hayamos cooperado a ese plan divino que su paternal providencia
había concebido sobre nosotros>> (CASIANO, collationes, 3). Que Nuestra Madre
del Cielo nos enseñe a ser generosos cooperadores de la gracia.

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729 XXIX DOMINGO

Ciclo A: 729A

Isaías 45,1.4-6: "Yo soy el Señor y no hay otro"


I Tess.1,1-5b: "El os ha elegido... convicción"
Mat.22,15-21: "a Dios lo que es de Dios..."
Sal.95,1.3-5.7-10ac.

I Mandamiento de la Ley de Dios (CDC.lecc.20).

1. DIOS Y EL CESAR 729A1


1. Jesús ha de enfrentarse una vez más a sus enemigos, que tratan de
comprometerle. Estos, pese a sus malas intenciones, no pueden menos que dejar
constancia de la veracidad del Señor: "Maestro, sabemos que eres sincero y que
enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no
te fijas en las apariencias". Aprendamos de Cristo a amar la verdad, a ser sinceros y
valientes y no dejarnos manejar por el ambiente. Para ello debemos poner la mente y
el corazón en Dios, sin faltar a la caridad: "no seamos niños que fluctúan..., sino que,
al contrario, abrazados a la verdad, en todo crezcamos en caridad, llegándonos a
aquel que es nuestra cabeza, Cristo" (Ef 4, 14-15).
El amor a la verdad nos hará sencillos, como simple es Dios: las
consideraciones humanas nos harían hipócritas y dobles como los fariseos. El
cristiano que cae en doblez es contradictorio, y acabará achacando su contradicción
al mismo Cristo.
2. La pregunta de los fariseos muestra su falsía: "¿es lícito pagar
impuesto al César o no?" (1) Si Jesús responde afirmativamente, se hace enemigo
del pueblo y de sus íntimas convicciones; si niega la licitud del tributo, presentes
están los partidarios de Herodes, que le echarán mano y meterán en prisión por
sedicioso.
La respuesta no es oportunista, sino sincera y clara: ¡Hipócritas!, ¿por qué me
tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto". Y como tenía la efigie y el nombre de
Tiberio César, "pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios". Es patente la mala fe de los fariseos. "Por amor del Señor -escribe Pedro-
estad sujetos a toda institución humana: ya al emperador, como soberano, ya a los
gobernadores..." (1 Pe 2,13-14).
Podríamos aquí preguntarnos cómo cumplimos nuestros deberes cívicos.
"Todos los cristianos deben tener conciencia de la vocación particular y propia que
tienen en la comunidad política; en virtud de esta vocación están obligados a dar
ejemplo de sentido de responsabilidad y de servicio al bien común; así demostrarán
también con hechos cómo pueden armonizarse la autoridad y la libertad, la iniciativa
personal y la necesaria solidaridad del cuerpo social, las ventajas de la unidad
combinada con la provechosa diversidad" (G. et S., núm. 75). No caigamos en
inhibiciones, ni egoísmos, ni injusticias.
3. Pero Jesús no pretende establecer una oposición o alternativa entre lo
que es de Dios y lo que es del César, y menos poner a ambos en un plano de
igualdad, ya que todo lo concerniente a la sociedad civil proviene y depende de Dios
(Ver 1ª lect.).
Dar a Dios lo que es de Dios. "Yo soy el Señor y no hay otro" (1ª lect.).
"Aclamad la gloria y el nombre del Señor; pues los dioses de los gentiles son
apariencia" (Sal. resp.). Vivamos un amor a Dios que se traduzca en actos de
adoración, piedad, y obras concretas, rechazando cualquier género de idolatría,
debemos servir a un sólo Dios en nuestra vida privada y social, sin que se interponga
ningún otro ser real o ficticio. Practiquemos como los Tesalonicenses las virtudes
teologales (2ª lect.): ejercitemos la fe, la esperanza y la caridad con el corazón, los
labios y las obras todas.

2. MISION SOBRENATURAL DE JESUCRISTO 729A2


1. Nos basta ceñirnos al texto del Evangelio de hoy para encontrar
enseñanzas del Señor que son permanentes. La pregunta que le hacen en público a
Jesús los fariseos y herodianos estaba muy bien pensada, y aunque va precedida de
una introducción laudatoria y con apariencia de sinceridad ("Maestro, sabemos que
res sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad..."), se trata de
una trampa urdida para obligar al Señor a dar una respuesta, que si es afirmativa
(obligación de pagar tributo a los romanos, a los gentiles dominadores) puede ser
utilizada como acusación de antipatriotismo, o de traición, a los ojos del pueblo judío;
y si es negativa (no debe darse ningún dinero al César), puede convertirse en
pretexto para llevarle a los tribunales del Imperio, acusado de nacionalista, de
subversivo.
2. El Señor, con una prudencia superior. llena de una sencillez que
desconcierta, sabe evitar la alternativa en que le pretenden colocar. Con su pregunta
acerca de quién está representado en la moneda romana (que es el César),
establece una clara distinción entre un plano temporal o político (en el que se ventila
el gobierno de los asuntos civiles) y un plano religioso (en el que se dilucida el
señorío supremo de Dios sobre toda criatura). Jesús, con esta distinción, deja claro
que su misión trasciende al problema que en aquellos años preocupaba a un gran
sector del pueblo judío: el problema de la independencia política frente a la presencia
de la administración romana. Jesús, en este sentido, defraudará a quienes quieren
convertirle en un dirigente público, en un caudillo, en un jefe de facción política. El
Señor es el Hijo de Dios que viene a salvar tanto a los judíos como a los gentiles;
viene a redimir a la humanidad entera.
3. Sin embargo, hay que saber entender correctamente lo que el Vaticano
II llamaba "legítima autonomía del orden temporal": la Iglesia siempre ha recordado
que ninguna realidad creada queda excluida de su dependencia divina y de su
orientación querida por Dios (no hay actos humanos de ámbito privado o de
repercusión pública que se substraigan al juicio divino porque la ley de Dios abarca la
totalidad del hombre). La misma obediencia a la legítima autoridad civil cuando no
obliga a ir contra la moral cristiana, es un acto moralmente bueno dentro de la misma
moral cristiana. La "legítima autonomía del orden temporal" se refiere no frente a
Dios, sino frente a quienes representan o actúan "in persona Christi", es decir, frente
a la Jerarquía. Misión de la autoridad eclesiástica es iluminar, de acuerdo con la
Revelación divina, el sentido último de las criaturas y de su uso, pero hay un amplio
margen de incompetencia eclesiástica cuando se trata de asuntos temporales, y
en ese amplio campo han de actuar los cristianos como ciudadanos libres y
responsables (sin representar a los demás cristianos), guiándose por la conciencia
cristiana.

3. SER SINCEROS 729A3


1. LA SINCERIDAD DE JESUCRISTO. La sinceridad es una virtud cristiana
por excelencia, porque está directamente relacionada con la verdad, y Cristo dijo que
él era la Verdad. Que el Señor era sincero lo sabían hasta sus propios enemigos,
que reconocen que enseña el camino de Dios conforme a la verdad: MAESTRO,
SABEMOS QUE ERES SINCERO Y QUE ENSEÑAS EL CAMINO DE DIOS
CONFORME A LA VERDAD; SIN QUE TE IMPORTE NADIE, PORQUE NO TE
FIJAS EN LAS APARIENCIAS (Evangelio). Jesucristo llama a las cosas por su
nombre, porque no caben engaños cuando están en juego las cosas de Dios y la
salvación de las almas. A los hombres nos da miedo la verdad porque es exigente y
comprometida. Preferimos el disimulo, el rodeo, la politiquilla y la diplomacia, a veces
la mentira abierta y el engaño premeditado, otras veces cambiamos el nombre para
que no resulte extridente el decir las cosas como son. Y lo más curioso es que nos
seguimos llamando sinceros porque nosotros mismos nos creemos nuestras propias
mentiras.
Debemos ser sinceros siempre: -EN LAS PALABRAS: PORQUE NO SOMOS
COMO MUCHOS, QUE TRAFICAN CON LA PALABRA DE DIOS, SINO QUE
SINCERAMENTE, COMO DE DIOS, HABLAMOS DELANTE DE DIOS EN CRISTO
(2 Co 2,17).
-EN NUESTRAS ACCIONES: LA NOCHE VA MUY AVANZADA Y SE
ACERCA YA EL DIA. DESPOJEMONOS, PUES, DE LAS OBRAS DE LAS
TINIEBLAS Y VISTAMOS LAS ARMAS DE LA LUZ (Rm 13,12). Nos quiere decir San
Pablo que nuestras acciones han de ser claras y sinceras, porque el cristiano no
tiene nada que ocultar.
-EN NUESTRA CARIDAD: SI ALGUNO DIJERE: AMO A DIOS, PERO
ABORRECE A SU HERMANO, MIENTE. PUES EL QUE NO AMA A SU HERMANO,
A QUIEN VE, NO ES POSIBLE QUE AME A DIOS, A QUIEN NO VE (1Jn 4,20). No
podemos confundir caridad con simple educación. Ser sinceros en la caridad es amar
de corazón.
-CON TODA VALENTIA: ESTAD, PUES, ALERTA CEÑIDOS VUESTROS
LOMOS CON LA VERDAD, REVESTIDA LA CORAZA DE LA JUSTICIA, Y
CALZADOS LOS PIES, PRONTOS PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO DE LA PAZ
(Ef 6, 14-15). Nunca podemos tener miedo a la verdad, porque precisamente es la
Verdad la que nos hará libres (cfr. Jn 8,32).
2. PRONTOS PARA EVANGELIZAR. La familia La Trémoille, de Francia,
tenía el siguiente lema: "Sincero y pronto". Sinceros para no dar de lado a la verdad,
y prontos para actuar conforme a ella. Y no olvidemos aquello que decía Mons.
Fulton Sheen: "Decir que somos sinceros no transforma en bueno lo que es malo".
Lo que realmente importa es que tratemos de buscar siempre lo auténtico, para no
caer en la vulgar falsificación.
Una consecuencia de la sinceridad es la necesidad que tenemos de difundir el
Evangelio. Todos somos apóstoles de Cristo, y con la fuerza del Espíritu y la
convicción profunda, debemos hablarles a todos los hombres de Dios (cfr. 2ª
Lectura).

4. LA CIUDAD DE DIOS 729A4


1. DIOS Y EL CESAR. La Iglesia y el Estado, <<cada una en su ámbito
propio, son mutuamente independientes y autónomos. Sin embargo, ambos, aunque
por título diverso, están al servicio de la vocación personal y social de unos mismos
hombres. Tanto más eficazmente ejercerán este servicio en bien de todos cuanto
mejor cultiven entre ellas una sana colaboración>> (Conc. Vat. II Gaudium & Spes,
76). En la respuesta de Jesús a los enviados de los fariseos, se encuentra la doctrina
sobre la mutua independencia de lo civil y lo eclesiástico. Dios nos pide amor, y el
Estado dinero. Aunque parezca una simplificación, es bien conocida la voracidad
fiscal del Estado que se llama a sí mismo <<del bienestar>>. En cualquier caso, el
mandato divino de obedecer a las legítimas autoridades y de pagar los impuestos
justos, sigue en pie. <<Al César lo que es del César>> (Evangelio). Según comenta
el filósofo Aristóteles, el Estado debe proveer a la <<buena vida>> -el bienestar- de
sus ciudadanos, y para ese fin recauda impuestos. El fin de la Iglesia apunta más
alto -a la salvación de las almas- y, por tanto, a la Vida eterna.
2. BUENA VIDA Y VIDA ETERNA. Ambos fines no son contradictorios, ni
mucho menos. No seríamos hombres ni cristianos si nos desentendiésemos de las
necesidades materiales de nuestros conciudadanos. Desde el principio, la Iglesia ha
desarrollado todo tipo de labores asistenciales, educativas y de caridad con las que
contribuye a hacer este mundo más humano y más cristiano. Pero también estamos
asistiendo a un proceso de secularización que pretende poner en manos del Estado
-en régimen de monopolio- las escuelas, los hospitales y todas las labores sociales.
¿Por qué? Porque el simple bienestar se ha convertido en el fin último y los
preconizadores del estatalismo se inhiben -cuando no se oponen- al fin sobrenatural
del hombre. Por eso el <<gran pecado mortal>> de la sociedad moderna es, para
algunos, la evasión fiscal. Es obvio que un cristiano no puede aceptar este modo de
pensar. El bien común incluye el bien que supone no ser un esclavo del Estado.
3. A DIOS LO QUE ES DE DIOS. <<Yo soy el Señor y no hay otro, fuera de
mí no hay Dios>> (Primera lectura). La sociedad cristiana no se contrapone a la
organización social. Sólo que el cristiano, al tener hilo directo con Dios, es mucho
más que una pieza del entramado social o un generador de renta. La libertad que
Cristo nos ha ganado nos libera de todas las esclavitudes. El Estado no es una
divinidad ante la que haya que doblegar todo, incluida la conciencia. Por preconizar
esto, son anticristianos el marxismo, el nazismo y todos los <<ismos>> que
sustituyen a Dios por el Estado. Un católico sabe que <<no se puede separar la
religión de la vida, ni en el pensamiento, ni en la realidad cotidiana>> (JOSEMARIA
ESCRIVA, Surco, 308). Miente, por tanto quienes querrían relegar la fe a las
sacristías so pretexto de no enturbiar la convivencia social. La fe se ha de manifestar
de modo que la ciudad terrena sea un anticipo de la ciudad celestial.

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73O XXX DOMINGO

Ciclo A: 730A

Ex. 22,21-27: "yo soy compasivo..."


I Tess.1,5c-10: "os volvisteis a Dios..."
Mat.22,34-40: "amarás al Señor... a tu prójimo"
Sal.17,2-4.47.51ab

Dios LEGISLADOR (FDCI. pp.177-181).

1. EL AMOR COMO LEY Y ORDEN 730A1


1. Los escribas y fariseos poseían una mentalidad legalista que les hacía
por un lado atenerse a la letra de la Ley, y por otro perderse en interpretaciones a
veces minuciosas y abusivas de la misma, que dieron lugar a cientos de preceptos y
prohibiciones. Todo este extenso repertorio era celosamente custodiado y exigido al
pueblo como la voluntad de Dios.
Pero enredados en esa intrincada maraña sintieron la necesidad de establecer
una jerarquía de normas. De ahí la pregunta que el fariseo dirige a Jesús, sin que
ahora nos importe su intención: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la
Ley?" La respuesta debe ceñirse a los términos y limitaciones de la pregunta; Cristo
ha de emplear palabras de la Ley, y las toma de dos libros del AT (Dt 6,5; Lev 19,18):
"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este
es el mandamiento principal y primero. El segundo es semejante a él: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo".
2. El domingo pasado veíamos cómo deriva del amor a Dios el
cumplimiento de nuestros deberes cívicos ("dad al César..."). Hoy nos enseña Jesús
que el amor a Dios con todo nuestro ser funda y causa el amor al prójimo, pues une
estos dos preceptos y los llama "semejantes". De modo que "si alguno dijere que
ama a Dios pero no ama a su hermano, miente" (1 Jn 4,20); y quien diga amar al
prójimo sin un motivo sobrenatural, se verá limitado por la naturaleza: sólo amará a
quien le resulte simpático, a quien congenie con él o le produzca algún beneficio.
Pero hay más. El amor no es sólo el primer mandamiento de la Ley, sino
también compendio y resUmen de todos sus preceptos: "Estos dos mandamientos
sostienen la Ley entera y los profetas" (Ev.). En efecto, Dios es amor, y crea todos
los seres y los cuida por amor. El amor es, pues, el "clima" de la vida de Dios, y en
consecuencia el clima en que debe desarrollarse nuestra vida, "porque en El vivimos,
nos movemos y existimos" (He 17,28).
En consecuencia, todos los demás mandamientos y preceptos encuentran su
sentido último en la "ley" del amor; y nuestras acciones valen en tanto que
acrecienten en nosotros el amor con obras a Dios y al prójimo por El.
3. No pensemos, sin embargo, que el amor que Dios nos pide es el
sentimental, carente de contenido. Cristo nos da ejemplo de perfecto amor al Padre y
al prójimo con su vida entera y su sacrificio. Respecto al prójimo, la 1ª lect. señala a
los israelitas el comportamiento que han de seguir con los forasteros, los huérfanos,
las viudas y los pobres; el Señor los protege contra todo abuso ("porque yo soy
compasivo", dice). La 2ª lect. nos muestra un importante contenido espiritual del
amor: "llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes..., vuestra fe en Dios
había corrido de boca en boca".
Por último, en vosotros hallamos el modo y medida del amor al prójimo:
"amarás a tu prójimo como a ti mismo". Buscamos nuestro bien, alegría y felicidad, y
así habremos de hacer con los demás, para que el Señor nos acoja benignamente:
"Venid, benditos de mi Padre..."

2, AMOR A DIOS Y AL PROJIMO 73OA2


1. Si leemos con atención los mandatos de Dios contenidos en la lectura del
libro del Éxodo correspondiente al día de hoy, podemos ver esbozada la ley natural
(o más claramente expresado: la ley divino-natural confirmada por la Revelación).
Los preceptos concretos son otras tantas manifestaciones de una convivencia justa
("no oprimirás ni vejarás al forastero" es convertible con el respeto a los derechos de
los inmigrantes que vienen a buscar trabajo, con la eliminación en los corazones de
todo sentido racista; "no explotarás a viudas ni a huérfanos" es un modo muy
concreto de indicar la necesidad de ayudar al más débil dentro de la sociedad, si no
se vale por sí mismo, etc.). Todos estos preceptos se refieren a comportamientos
con nuestros semejantes: parientes, vecinos, amigos, conciudadanos. La fuerza con
que Dios manda el cumplimiento de estos preceptos morales se encierra en esta
advertencia divina: "si (el injuriado) clama a mí, yo lo escucharé". El último motivo por
el cual para nosotros el prójimo ha de ser amado, es porque Dios le quiere y no
consentirá que se le maltrate siempre.
2. La Carta del Apóstol San Pablo elogia a la cristiandad de Tesalónica: su
fe y su fervor ha edificado a otros grupos de cristianos. La unidad y la concordia de
las primeras comunidades cristianas tenía una gran eficacia ejemplar, porque se
contagiaban unas a otras en el buen espíritu. San Pablo resume el motivo de la
admiración despertada por los tesalonicenses en estas palabras: "cómo
abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero".
Se pueden superponer los dos textos citados para comprender qué sofisma se
encierra en la disyuntiva Dios-los demás. El amor a Dios y el amor al prójimo son
inseparables, pero existe un orden entre ambos amores: el amor al prójimo se
alimenta del amor a Dios, y sólo en la medida en que se quiere realmente a Dios se
sabe querer realmente al prójimo, porque el modelo del cariño a cada persona está
en el cariño con que Dios quiere a cada hijo suyo.
3. En el Evangelio, Jesús resume toda la Ley y los profetas en ese doble
precepto: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo
tu ser" (medida sin medida, a Dios hay que amarle totalmente, según toda nuestra
capacidad, y nunca llegaremos a amarle cuanto se merece por su Bondad infinita);
"en segundo lugar: amarás a tu prójimo como a ti mismo" (amor a una criatura, que
no puede ser equiparado al amor absoluto debido a Dios, sino al amor con que nos
debemos amar a nosotros mismos). Si amásemos a cualquier criatura (yo, otro) tanto
como a Dios estaríamos cometiendo un pecado de idolatría. Sin embargo, en la
práctica no hay problemas: el trato habitual con el Señor a través de la oración y los
Sacramentos nos ayudan a rectificar en nuestro trato cotidiano con los semejantes.
Si dejamos de ser amigos de Dios, irremisiblemente nos aislaremos también de los
demás.

3. EL PRIMER MANDAMIENTO 730A3


1. Los DIEZ MANDAMIENTOS. Desde siempre Dios ha puesto unos cauces
a la vida moral del hombre con el fin de ordenar su conducta y lograr su santificación.
Los mandamientos divinos son una prueba de lo mucho que Dios nos quiere, pues
aparte de imprimir en nuestra conciencia la ley natural, nos ha dejado bien
especificado, por escrito, todo lo bueno que debemos hacer y lo malo que hemos de
evitar. Por la Ley de Dios el hombre puede aspirar a alcanzar el sueño de siempre: la
libertad. Somos moralmente libres cuando hemos logrado desarraigar en nosotros
todo aquello que nos impide hacer el bien. Los Mandamientos son como esos brazos
largos de Dios que nos van llevando por el camino seguro.
La sociedad ha de poner como base de sus normas de conducta la ley divina
si quiere convivir honestamente en paz, porque la norma suprema de la vida humana
es precisamente la Ley de Dios: "Todo esto se hace aún más evidente cuando se
considera que la norma suprema de la vida humana es la propia ley divina, eterna,
objetiva y universal, por la que Dios ordena, dirige y gobierna el mundo universo y los
caminos de la comunidad humana según el designio de su sabiduría y de su amor
(Vat.II,Dignit.hum.,3).
El hombre va alcanzando su propia realización a medida que va observando
minuciosamente las normas dadas por Dios Creador y Santificador. La sociedad
progresa cuando es obediente a Dios, y decae moralmente cuando le da las
espaldas al Supremo Legislador: "El hombre percibe y reconoce por medio de su
conciencia los dictámenes de la ley divina, conciencia que tiene obligación de seguir
fielmente en toda su actividad para llegar a Dios, que es su fin" (Ibídem, n.3).
La misma autoridad civil debe facilitar las cosas de manera que tanto la
comunidad humana, como cada persona concreta, pueda adaptar su conducta a la
Voluntad de Dios con el fin de no perder su dignidad: "Se injuria, pues, a la persona
humana y al mismo orden que Dios ha establecido para el hombre si se niega a éste
el libre ejercicio de la religión en la sociedad, siempre que se respete el justo orden
público" (Ibídem, n.3). Amar a Dios y obedecerle es lo que más engrandece al
hombre y lo que más le dignifica.
2. EL PRIMER MANDAMIENTO: Jesucristo lleva los Mandamientos a la
plenitud del amor tratando de que no nos quedemos en la pura letra. Cuando al
Señor le preguntan sobre el mandamiento principal, dice: AMARAS AL SEÑOR, TU
DIOS, CON TODO TU CORAZON, CON TODA TU ALMA Y CON TODA TU MENTE.
ESTE ES EL MAS GRANDE Y PRINCIPAL MANDAMIENTO (Evangelio). Cristo
quiere recordarnos que Dios está muy por encima de todas las cosas y ha de ser el
primero de nuestros amores. Dios ocupa el centro de nuestra vida y es la auténtica
causa de nuestra felicidad. Es justo y necesario que tengamos con Él la
consideración debida y estemos dispuestos a subordinar todas las cosas a las
obligaciones que tenemos para con nuestro Padre. De esto está pendiente nuestra
salvación eterna: NO TODO EL QUE DICE: SEÑOR, SEÑOR, ENTRARA EN EL
REINO DE LOS CIELOS, SINO EL QUE CUMPLE LA VOLUNTAD DE MI PADRE
CELESTIAL (Mt 7,21).

4. SANTIFICAR EL MUNDO 730A4


1. RECRISTIANIZAR LA SOCIEDAD. La tarea del Espíritu Santo, como alma
de la Iglesia y como santificador de nuestras almas es una labor inmensa. El mundo
entero espera <<la manifestación de los hijos de Dios>> (Rom 8, 21). Nosotros
somos los portadores de Dios y cada vez se abren ante nuestros ojos más y más
perspectivas de apostolado: los países del Tercer mundo y los países del Este
europeo son un reto para nuestro afán de ganar almas para Cristo. Son pueblos que,
bien por su extrema pobreza o por la terribles tiranías que han tenido que soportar,
están clamando por recibir la luz del Evangelio. <<Si grita a mí Yo lo escucharé,
porque Yo soy compasivo>> (Primera lectura). Las naciones tradicionalmente
cristianas están particularmente llamadas a participar en esta nueva Pentecostés a la
que nos llama el Espíritu Santo. <<A todos los cristianos se nos impone la gloriosa
tarea de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado
en todas partes por todos los hombres>> (Con. Vat. II, Apostolicam actuositatem, 3).
2. EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA. Hasta hace poco tiempo, podíamos
pensar que había sectores del planeta definitivamente cerrados al Evangelio. Esa
perspectiva ha cambiado. Millones de almas nos esperan y esperan algo más que
meras palabras de aliento o un poco de calderilla. Hacen falta apóstoles, se
necesitan sacerdotes, vocaciones religiosas y la vibración de los fieles cristianos que
se tomen en serio su vocación apostólica. Sería un traición a Cristo volver las
espaldas a todos los que nos llaman para que manifestemos en ellos la fraternidad
cristiana. Además, un cristiano que no tenga hambre de extender el Reino de Dios,
comprometería su propia salvación, ya que <<debe participar en el designio divino de
la salvación. Debe marchar hacia la salvación y ayudar a los demás a fin de que se
salven. Ayudando a los demás, se salva a sí mismo>> (JUAN PABLO II, sobre la
prudencia, 25.10.78). ¿Cómo es que no nos decidimos a ser instrumentos de Dios y
a combinar en esta <<cruzada>> de amor y paz?
3. REINA DE LOS APOSTOLES. Toda esta batalla para dilatar el Reinado de
Cristo ha sido puesta por el Papa en manos de nuestra Madre del Cielo. Ella nos
guía. Ella, la Inmaculada, que ha pisado la cabeza del dragón infernal, será el auxilio
de los cristianos. Debemos implorar a nuestra Señora para que nos alcance la gracia
de tomarnos en serio nuestra vocación cristiana. <<El modelo perfecto de esta
espiritualidad apostólica es la Santísima Virgen María, Reina de los apóstoles, la
cual, mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás, llena de
preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida a su Hijo y
cooperó de modo singularísimo a la obra del Salvador>> (Conc. Vat. II, Apostolicam
actuositatem, 4). El arma más poderosa para ganar esta contienda es el Santo
Rosario. En este mes de octubre habremos rezado la oración preferida de la Virgen
con la fe con que los cristianos de otros tiempos pidieron a la Señora que les librase
del peligro turco.

***************
731 XXXI DOMINGO

Ciclo A: 731A

Mal.1,14b-2,2b.8-10: "por no haber guardado mis caminos"


I Tess.2,7b-9.13: "entregaros...Evangelio...y persona" Mat.23,1-12:
"todo...para que los vea la gente"
Sal.130,1-3:

Obras de cara a Dios: Rectitud de intención.

1. ENSEÑAR Y VIVIR 731A1


1. En el pueblo de Dios, los pastores constituyen la porción más delicada, por
la repercusión que su doctrina y vida tienen en los demás. Jesús dice: "En la cátedra
de Moisés se han sentado los letrados y fariseos" (Ev.). Siempre habrá personas que
sin un mandato de Dios se irrogan una autoridad en cuestiones de fe, moral o
disciplina de la Iglesia, pero Cristo lo ha dicho a todos: "quien a vosotros os oye, a mi
me oye" (Lc 10,16).
El Señor indica aquí un hecho: los escribas y fariseos se encargan en aquel
momento de la custodia y administración de la Ley; y no se trata de la legitimidad de
tal función. Por eso añade: "haced y cumplid lo que os digan". En principio, Jesús no
rechaza las enseñanzas de los fariseos, antes bien anima al pueblo a seguirlas; pero
manifiesta la contradicción entre la doctrina y la vida de aquéllos. Son hipócritas que
pretenden enseñar el recto camino, pero no dan buen ejemplo. De ahí que sean
malos pastores, que hacen daño al pueblo y desprestigian con sus obras la palabra
de Dios: "confiesan a Dios con las palabras, pero le niegan con las obras" (Tit 1,16).
2. Esa hipocresía es patente por el hecho de que oprimen a los hombres
con pesadas cargas mientras ellos no viven tales exigencias. Y más aún, "porque
todo lo que hacen es para que los vea la gente": se preocupan de la opinión de los
hombres y no de la voluntad de Dios; buscan la gloria humana y para ello alargan las
franjas del manto, y desean los primeros puestos, las reverencias y el título de
maestros.
Parecida acusación lanza Dios en la 1ª lect. contra algunos sacerdotes: "Si no
obedecéis y no os proponéis dar gloria a mi nombre... os enviaré mi maldición. Os
apartasteis del camino, habéis hecho tropezar a muchos en la ley... Pues yo os haré
despreciables y viles ante el pueblo". Son falsos pastores y profetas que
desconciertan y descarrían a las ovejas que se les confían. Su responsabilidad es
tremenda.

3. En contraste, Pablo aparece ante los Tesalonicenses como modelo


sacerdotal (2ª lect.). Les transmitió fielmente el Evangelio, la Palabra de Dios, no
fríamente "como campana que suena", sino como pastor que ama: "os tratamos con
delicadeza... Os tenemos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el
Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado
nuestro amor". Amor que les impulsa a hacer "esfuerzos y fatigas; trabajando día y
noche para no serle gravoso a nadie". De ahí la respuesta de los Tesalonicenses: "la
acogisteis (la predicación) no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como
Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes". Y a los
Gálatas los alabará: "me recibisteis como un ángel de Dios, como a Cristo Jesús"
(Gal 4,14).
Pidamos a Cristo durante su Sacrificio que dé a su Iglesia pastores y doctores
aptos para enseñar, con doctrina sana, buena y conforme a la piedad y a la tradición
apostólica (cf. 1 Tim 1,10; 3,2; 4,6; 6,3); que vivan santamente, para que santifiquen
"in persona Christi"; que cumplan con fidelidad su misión de edificar el Cuerpo de
Cristo.

2. LOS SACERDOTES 731A2


1. Las lecturas de hoy revisten una especial gravedad para cuantos
desempeñamos en la Iglesia un ministerio público, pero también hay una enseñanza
destinada a todo el pueblo fiel. El Señor dijo: "En la cátedra de Moisés se han
sentado los letrados y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis
lo que ellos hacen...". Es muy cómodo (y casi siempre injusto) considerarse
dispensado del cumplimiento del deber (de nuestra obligación de buscar la santidad)
porque nos parezca que no lo cumple quien, por oficio, lo enseña o lo recuerda.
Expresiones como "yo no creo en los curas", o "no practico porque he conocido tal o
tal caso", pudieran entenderse en mentalidades muy pueriles o con ideas poco claras
sobre la naturaleza y el fundamento de nuestra fe católica (aparte de lo injusto de
ese comentario generalizado).
2. "Uno sólo es vuestro Maestro...; uno sólo es vuestro Padre...; uno sólo
es vuestro Cristo". La adhesión que prestamos al Magisterio auténtico de la Iglesia
(tanto en materia de fe como de costumbres) no se basa ni en la sabiduría ni en la
santidad de vida de quienes hablan, sino en la autoridad de Cristo, en cuyo nombre
hablan y cuya doctrina transmiten. La eficacia de los Sacramentos (a través de los
cuales se nos aplican los méritos infinitos de la Pasión y Muerte de Cristo) es
independiente de la santidad o de la fe del ministro, sea un obispo o un sacerdote. El
ministro sagrado actúa en la celebración de la Santa Misa o en la confección de los
demás Sacramentos in persona Christi, como meros instrumentos a través de los
cuales el Señor nos dispensa su gracia. Crecer en la fe significa, entre otras cosas,
radicarla en la autoridad de Dios que revela y en la eficacia de Cristo que actúa a
través de los Sacramentos, y sustraerla, cada vez más, al influjo negativo que las
debilidades propias o ajenas puedan ejercer sobre ella.
3. El Señor dedica palabras ciertamente duras a quienes en su nombre
guían al pueblo de Dios, tanto en el Antiguo Testamento (como hemos visto en la
lectura de hoy), como en el Nuevo. Sin embargo, esas palabras deben invitarnos a la
humildad absolutamente a todos. La maledicencia es un pecado grave. Y si la
maledicencia va dirigida contra los sacerdotes es un pecado especialmente grave,
que hace daño a los débiles en la fe. El sacerdote está siempre dispuesto a aceptar
humildemente y con agradecimiento la corrección fraterna que con el debido respeto
y delicadeza le haga un hermano suyo. Y además, todos los sacerdotes estamos
necesitados de la oración de nuestro pueblo, como medio seguro para que
acertemos a cumplir nuestro oficio de Buen Pastor. Hemos de pedir al Señor para su
Iglesia pastores que sientan como el Apóstol: "Os tratamos con delicadeza, como
una madre cuida de sus hijos. Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros
no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas...".

3. VIDA CRISTIANA 731A3


1. UNIDAD DE VIDA. El cristianismo es un estilo de vida de acuerdo con unas
verdades reveladas y una vocación divina concreta. Y lo más contrario a la verdadera
vida cristiana es la hipocresía, el fariseísmo, la doblez que nos hace llevar una vida
engañosa. La clave de todo radica en el olvido de la presencia de Dios que lo ve todo
y no juzga por las apariencias, sino por las obras auténticas fruto de buenas
intenciones. El Señor observa el corazón del hombre, por eso desprecia con energía
la falta de sinceridad, el puro espectáculo, la hojarasca, la simple fachada sin
contenido interior, la mentira abierta, el disimulo. NO es cristiano el que anda
trampeando con Dios y tratando de figurar ante los demás como modelos. No es
cristiano el que sólo tiene buenas palabras para enseñar y aconsejar, pero no está
dispuesto a predicar con el ejemplo. No es cristiano el tramposo y el cínico que se las
arregla como puede para lucir una conducta intachable, mientras hace lo que quiere
a la espalda sin ninguna conciencia.
No seremos juzgados por las palabras, sino por las obras. Mientras no
queramos en serio buscar la verdad no estamos en condiciones de vivir según la fe
que pretendemos confesar. Hablando de los fariseos dice el Señor: "HACED Y
CUMPLID LO QUE OS DIGAN, PERO NO HAGAIS LO QUE ELLOS HACEN,
PORQUE ELLOS NO HACEN LO QUE DICEN. ELLOS LIAN FARDOS PESADOS E
INSOPORTABLES Y SE LOS CARGAN A LA GENTE EN LOS HOMBROS; PERO
NO ESTAN DISPUESTOS A MOVER UN DEDO PARA EMPUJAR (Evangelio).
Unidad de vida quiere decir sencillamente tratar de adaptar nuestra conducta a la fe
que libremente profesamos, porque es el único modo posible de ser cristiano. "Se
dan, a veces, algunas actitudes, que son producto de no saber penetrar en ese
misterio de Jesús. Por ejemplo, la mentalidad de quienes ven el cristianismo como un
conjunto de prácticas o actos de piedad, sin percibir su relación con las situaciones
de la vida corriente, con la urgencia de atender a las necesidades de los demás y de
esforzarse por remediar las injusticias. Diría que quien tiene esa mentalidad no ha
comprendido todavía lo que significa que el Hijo de Dios se haya encarnado, que
haya tomado cuerpo, alma y voz de hombre, que haya participado en nuestro destino
hasta experimentar el desgarramiento supremo de la muerte. Quizá, sin querer,
algunas personas consideran a Cristo como un extraño en el ambiente de los
hombres" (J. Escrivá de Balaguer, ES CRISTO QUE PASA, n.98).
2. SER HUMILDES. Generalmente es la soberbia, la vanagloria, el ansia de
poder, la ambición, el origen de la hipocresía y la falsedad de tantas vidas que se
llaman cristianas. Por eso en el centro de todo el mensaje evangélico está esa
llamada imperiosa a la humildad y sencillez. EL QUE SE ENALTECE SERA
HUMILLADO, Y EL QUE SE HUMILLA SERA ENALTECIDO (Evangelio). Y como
modelo la Virgen "María escogida por gracia especialísima para traernos a ese Jesús
instaurador del nuevo orden, aportó en su totalidad lo que estaba en sus manos: la
humildad, virtud que facilita desde la raíz el cumplimiento eficaz de toda justicia"
(Javier Echevarría, EL AMOR A MARIA SANTISIMA..., "Palabra" nn.156-157, p.10.

4. SANTIFICAR EL MUNDO 731A4


1. RECRISTIANIZAR LA SOCIEDAD. La tarea del Espíritu Santo, como alma
de la Iglesia y como santificador de nuestras almas es una labor inmensa. El mundo
entero espera <<la manifestación de los hijos de Dios>> (Rom 8, 21). Nosotros
somos los portadores de Dios y cada vez se abren ante nuestros ojos más y más
perspectivas de apostolado: los países del Tercer mundo y los países del Este
europeo son un reto para nuestro afán de ganar almas para Cristo. Son pueblos que,
bien por su extrema pobreza o por la terribles tiranías que han tenido que soportar,
están clamando por recibir la luz del Evangelio. <<Si grita a mí Yo lo escucharé,
porque Yo soy compasivo>> (Primera lectura). Las naciones tradicionalmente
cristianas están particularmente llamadas a participar en esta nueva Pentecostés a la
que nos llama el Espíritu Santo. <<A todos los cristianos se nos impone la gloriosa
tarea de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado
en todas partes por todos los hombres>> (Con. Vat. II, Apostolicam actuositatem, 3).
2. EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA. Hasta hace poco tiempo, podíamos
pensar que había sectores del planeta definitivamente cerrados al Evangelio. Esa
perspectiva ha cambiado. Millones de almas nos esperan y esperan algo más que
meras palabras de aliento o un poco de calderilla. Hacen falta apóstoles, se
necesitan sacerdotes, vocaciones religiosas y la vibración de los fieles cristianos que
se tomen en serio su vocación apostólica. Sería un traición a Cristo volver las
espaldas a todos los que nos llaman para que manifestemos en ellos la fraternidad
cristiana. Además, un cristiano que no tenga hambre de extender el Reino de Dios,
comprometería su propia salvación, ya que <<debe participar en el designio divino de
la salvación. Debe marchar hacia la salvación y ayudar a los demás a fin de que se
salven. Ayudando a los demás, se salva a sí mismo>> (JUAN PABLO II, sobre la
prudencia, 25.10.78). ¿Cómo es que no nos decidimos a ser instrumentos de Dios y
a combinar en esta <<cruzada>> de amor y paz?
3. REINA DE LOS APOSTOLES. Toda esta batalla para dilatar el Reinado de
Cristo ha sido puesta por el Papa en manos de nuestra Madre del Cielo. Ella nos
guía. Ella, la Inmaculada, que ha pisado la cabeza del dragón infernal, será el auxilio
de los cristianos. Debemos implorar a nuestra Señora para que nos alcance la gracia
de tomarnos en serio nuestra vocación cristiana. <<El modelo perfecto de esta
espiritualidad apostólica es la Santísima Virgen María, Reina de los apóstoles, la
cual, mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás, llena de
preocupaciones familiares y de trabajos, estaba constantemente unida a su Hijo y
cooperó de modo singularísimo a la obra del Salvador>> (Conc. Vat. II, Apostolicam
actuositatem, 4). El arma más poderosa para ganar esta contienda es el Santo
Rosario. En este mes de octubre habremos rezado la oración preferida de la Virgen
con la fe con que los cristianos de otros tiempos pidieron a la Señora que les librase
del peligro turco.

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732 XXXII DOMINGO

Ciclo A: 732A

Sab.6,13-17: "la encuentran los que la buscan"


I Tess.4,13-17: "la muerte de los difuntos..."
Mat.25,1-13: "Velad, porque no sabéis el día ni la hora"
Sal.62,2-8:

DIOS CONSUMADOR (FDCI. pp.239-243)

1. SALID A RECIBIRLO 732A1


1. En consonancia con el próximo final del año litúrgico, la parábola del
Evangelio tiene un sentido escatológico: se refiere a la Parusía o segunda venida de
Cristo. "Diez doncellas tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo":
nuestra vida se resume en una preparación (no simple espera) para participar en
aquel cortejo de Cristo hacia la gloria. Cada hombre lleva su lámpara -su conciencia,
sus razones verdaderas o falsas- para caminar y dar sentido a su vida. Los hay que
viven sólo del momento presente, sin perspectiva de eternidad: son imprevisores
como aquellas necias que "se dejaron el aceite". En cambio los sensatos prevén el
"después", la longitud del camino y su final, y se proveen del abundante aceite de las
buenas obras.
"Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron". Ese sueño
es la muerte, que sobreviene a buenos y malos antes de la llegada imprevisible del
Esposo y Juez: "como ladrón de noche, así vendrá el día del Señor" (1 Tes 5,2).
2. "A medianoche se oyó una voz: ¡que llega el esposo, salid a recibirlo!".
"El Señor, a la voz del arcángel y al son de la trompeta divina, descenderá del cielo, y
los muertos en Cristo resucitarán en primer lugar" (2ª lect.). Aquellas vírgenes se
levantan de prisa: ha llegado el momento crucial, que da sentido a todos los trabajos
y preparativos. "Aderezan sus lámparas porque van repasando consigo sus obras
por las que esperan recibir la bienaventuranza. Las necias, interiormente vacías,
buscan fuera un testimonio en favor suyo, pero las prudentes no pueden prestarles el
aceite: en aquel día apenas si cada uno bastará para prueba de sí mismo" (S.
Gregorio M.). Ya no es hora de adquirir el aceite -no lo han dado los atractivos del
mundo, la soberbia, la sensualidad- para que sus lámparas alumbren en el día del
Juicio.
Entre tanto las prudentes entraron con el esposo al banquete y se cerró
definitivamente la puerta. En vano gritan las necias aterradas: "Señor, Señor"; sólo
ofrecen palabras ("no todo el que dice..."). Cristo les dirá: "Os lo aseguro: no os
conozco".
3. El aceite de que debemos proveernos en esta vida es el de las buenas
obras, el del Evangelio practicado. El Señor sólo reconocerá en aquel día a los
prudentes que le buscaron y trataron a diario. A la Sabiduría de Dios "fácilmente la
ven los que la aman y la encuentran los que la buscan. Se anticipa a darse a conocer
a los que la desean" (1ª lect.). Jesús dice: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue
no anda en tinieblas" (Jn 8,12).
Salgamos a recibirlo hoy: "Este es el tiempo favorable, éste es el día de la
salvación" (2 Cor 6,2). "Buscad al Señor mientras se deja encontrar; invocadle
mientras está cerca" (Is 55,6).
"Velad, porque no sabéis el día ni la hora". Velaremos practicando las virtudes:
"Nosotros, hijos del día, seamos sobrios, revestidos de la coraza de la fe y de la
caridad, y del yelmo de la esperanza en la salvación" (1 Tes 5,8); "que seáis puros
e irreprensibles en el día de Cristo" (Fil 1,10).

2. LA SABIDURIA 732A2
1. La sabiduría es encontrada por quien la busca. En el texto sagrado se
habla de una sabiduría, que es un don de Dios y que no coincide con una
acumulación de conocimientos técnicos, científicos o eruditos. La sabiduría que Dios
concede a quienes tienen sed y hambre de saber, es un conocimiento sencillo y
profundo acerca de lo que es Dios y lo que es la criatura (y en especial, uno mismo).
Con este conocimiento se sabe la posición propia en los planes de Dios, se conoce el
sentido de la propia vida, lo que hemos de hacer por los demás. Esa sabiduría (que
puede darse en un analfabeto o en una persona de medianas "luces") acierta cuando
le da importancia a una cosa que parece a otros que no la tiene, y cuando se ríe por
dentro ante acontecimientos o cosas que impresionan a la mayoría, porque sabe que
para Dios eso no tiene importancia.
2. La Sabiduría es considerada, en su grado más perfecto, como uno de
los siete Dones del Espíritu Santo. Pero se encuentran en la misma dirección, como
peldaños previos, la fe católica (lo que contiene un sencillo Catecismo
acertadamente compuesto), la ilustración en la propia fe, el conocimiento del
Magisterio unitario y coherente y homogéneo de veinte siglos, la formación de la
conciencia, el tener criterio para juzgar de las cosas, el sentido común y el sentido
sobrenatural de la realidad... Pero Dios nos hace ver que la Sabiduría es concedida
cuando se busca, se desea, se anhela. Y esto ya presupone un punto de partida
realista, de humildad, de desconfianza en la propia razón como norma única y
suprema de captación de la realidad.
3. "En el lecho me acuerdo de Ti y velando medito en Ti". El camino
sencillo que lleva a la Sabiduría es la oración, el trato continuo con el Señor. Dios es
la misma Sabiduría. Siendo muy amigos de Dios, acertaremos. El Señor nos irá
dando luces.

3. LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA 732A3


1. PRUDENTES Y NECIOS. La virtud de la prudencia es la que da valor a las
demás virtudes, porque todo acto de virtud hecho sin prudencia deja de serlo. La
prudencia es el punto exacto en donde coincidimos con la Voluntad de Dios. La
prudencia es la que va llevando de la mano a las demás virtudes para que de verdad
consigan su finalidad. Santo Tomás la llama "el ojo del alma", porque si obras sin ella
es como obrar a ciegas. San Bernardo dice que "es como el timón o el piloto en un
navío, sin el cual necesariamente ha de perecer o naufragar". Y San Francisco de
Sales dice que la prudencia "es luz o antorcha de nuestra vida, que nos ilumina para
no errar el camino... y sal que preserva de la corrupción a las demás virtudes".
Podríamos definir la prudencia como "el juicio práctico, que nos dice en cada caso, lo
que conviene hacer o dejar de hacer..., la que nos enseña los medios que conducen
al fin que pretendemos... La que nos indica CUANDO Y COMO debemos obrar".
Hay dos clases de prudencia: la del espíritu y la de la carne. San Pablo dice
que la primera es vida y paz verdadera del alma; es la verdadera prudencia, y la
verdadera sabiduría; la única que merece llamarse así. La segunda es una prudencia
mala, falsa, enemiga de Dios, contraria a los planes divinos; sólo está a las órdenes
de la carne. Y esta prudencia es la del mundo: se confunde con el disimulo, la
hipocresía, la astucia, el cálculo interesado y egoísta, que no mira más que el interés
material. Y por eso esta prudencia falsa es en realidad: miedo, temor, cobardía,
pereza, aburguesamiento, apatía y tibieza.
El ejemplo lo tenemos en los dos grupos de vírgenes que hoy aparecen como
protagonistas en el Evangelio. Las prudentes según el espíritu, que supieron estar
vigilantes con la luz encendida esperando al esposo. Es decir, las que se preocupan
de tener el alma en condiciones para recibir a Cristo en el momento preciso. Las
prudentes según la carne, fueron unas necias porque no supieron tomarse en serio
la espera del Dios que llega, y les sorprendió con las luces apagadas, el alma en
pecado, dormidas en la pereza. Cuando ya tarde fueron llamando a la puerta para
entrar como lo hicieron las prudentes, escucharon una voz que les dijo: OS LO
ASEGURO: NO OS CONOZCO (Evangelio). ¡Qué duro es que tenga que decirnos
esto el Señor! Pero es que hay gente que no piensa, cree que no es verdad que hay
juicio; o ven muy lejos la hora de la revisión de cuentas. Hay muchos que no
prefieren lanzarse demasiado, no acercarse mucho al Señor, no escuchar... no sea
que Dios le pida "más de la cuenta". A todos nos dice el Señor: VELAD, PORQUE
NO SABEIS EL DIA NI LA HORA (Evangelio).
2. BUSCAR LA SABIDURIA. Son prudentes los sabios, los que saben valorar
la verdad y piensan las cosas minuciosamente. Seríamos más prudentes si
tuviéramos un poco de sentido común y reflexionásemos más. RADIANTE E
INMARCESIBLE ES LA SABIDURIA; FACILMENTE LA VEN LOS QUE LA AMAN Y
LA ENCUENTRAN LOS QUE LA BUSCAN (1ª Lectura).

***************
733 XXXIII DOMINGO

Ciclo A: 733A

Prov.31,10-13.19-20.30-31: "el ama de casa con temor de Dios"


I Tess.5,1-6: "que no os sorprenda ese día..."
Mat.25,14-30: "se puso a ajustar cuentas..."
Sal.127,1-5:

La participación de la vida divina ahora y después (CT.n.30)

1. LOS TALENTOS 733A1


1. Las lecturas de hoy insisten en el tema ya considerado el domingo anterior.
El Señor volverá de modo imprevisible, pero los hijos de la luz nada han de temer:
basta que "estemos vigilantes y vivamos sobriamente" (2ª lect.). S. Pablo nos pide
una austeridad religiosa que nos capacite para recibir los dones divinos.
Pero la vigilancia no basta. El Ev. nos habla de un hombre -El Señor- que
yéndose a lejanas tierras encarga de sus bienes a tres criados, dándoles cinco
talentos, dos y uno: "a cada cual según su capacidad". Los talentos, cantidad
realmente importante, simbolizan los muchos bienes que el Señor nos da. La distinta
capacidad de los hombres, tanto en lo natural como en lo sobrenatural, es un hecho
que a nadie debe extrañar ni humillar: todos recibimos medios sobrados para nuestra
santificación. Y como Dios es justo, da y pide a cada uno lo que le corresponde.
2. El Señor dejó encargados a aquellos criados: confía plenamente en
ellos y no interfiere en su gestión. Son, pues, administradores, gerentes con amplio
poder, y deben ejercitar el espíritu de iniciativa y asumir un riesgo personal. Ciertas
personas parecen simples "depositarias" de los dones de Dios: utilizan los talentos
para aparentar, por vanidad o gloria humana. Algunas parecen una feria de
muestras. A este respecto dice la 1ª lect.: "engañosa es la gracia (natural), fugaz la
hermosura"; y San Pablo: "a nuestros miembros más viles los vestimos con mayor
honestidad; pues nuestros miembros honestos no lo necesitan" (1 Cor 12, 23-24). No
todo lo recibido de Dios es para mostrar: pudor, modestia.
Los dos primeros criados tomaron los talentos y "fueron en seguida a negociar
con ellos". Seamos laboriosos, aprovechemos el tiempo para que, cuando vuelva el
Señor y nos pida cuentas, pueda decirnos: "Muy bien. Eres un empleado fiel y
cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al
banquete de tu Señor". La gloria eterna depende de nuestra fidelidad en cosas
pequeñas. "La santidad grande está en cumplir los deberes pequeños de cada
instante" (Camino, núm. 817).
Eso mismo hace la "mujer hacendosa" (1ª lect.), que "vale mucho más que las
perlas", que "trabaja con la destreza de sus manos" y "abre sus manos al
necesitado", "la que teme al Señor merece alabanza. Cantadle por el éxito de su
trabajo". El trabajo por amor a Dios santifica y ennoblece.
3. Pero el tercer criado "hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de
su Señor". Y trata de justificarse: "sabía que eres exigente... tuve miedo y fui a
esconder tu dinero. Aquí tienes lo tuyo". Enterrar los talentos es dejarlos
improductivos; es pecado de omisión, falsa humildad. Excusas de mal pagador: "no
sé, no puedo, no tengo tiempo, temo el fracaso". En el fondo, un miedoso, "un
empleado negligente y holgazán". Bastaba llevar el talento al banco, para que
rindiera intereses. Consecuencia: le quitan el talento y es expulsado fuera.
No caigamos en una cómoda y falsa humildad pues nadie hay que no haya
recibido talentos: María humildísima, fue dócil a los planes divinos, y fecunda Madre
de Dios y Madre nuestra.

2. APROVECHAR EL TIEMPO 733A2


1. En la lectura del Antiguo Testamento de hoy se alaba la laboriosidad de
una madre de familia que trabaja noche y día. El bienestar de los suyos depende del
aprovechamiento heroico y habitual del tiempo de esa buena mujer: "Tu mujer como
parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos como renuevo de olivo alrededor de tu
mesa".
Sobre este texto, el Apóstol San Pablo, aporta sentidos nuevos. Escribe a los
fieles cristianos de Tesalónica advirtiéndoles sobre el fin de los tiempos: "En lo
referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis que os escriba. Sabéis
perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche". Por eso les
exhorta a la vigilancia, a no dormirse en su empeño por la santificación.
2. El Día del Señor será el retorno definitivo de Cristo en carne gloriosa a
este mundo, pero también para cada uno de nosotros hay un "día del Señor" que
será el momento de la muerte, cuando se acabe el plazo concedido por Dios para
que llegáramos a la meta. El consejo del Apóstol vale para cada uno personalmente
con independencia del destino de la humanidad: "Así, pues, no durmamos como los
demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente". El recuerdo de nuestra
futura muerte debe ser como un acicate para que aprovechemos bien el tiempo, este
tiempo que se va y no vuelve, este tiempo en el que se labra la propia salvación y las
de los demás.
3. Jesús, mediante una parábola sencilla, nos ayuda a penetrar en una
misma consideración. "Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y
los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos;
a otro, uno; a cada uno según su propia capacidad. Luego se marchó. Los dos
primeros trabajaron con diligencia durante la ausencia de su amo y lograron, como
fruto de su esfuerzo, doblar el capital recibido. Cuando regresa el amo y pide
cuentas, elogia la diligencia de sus dos siervos: "Muy bien, siervo bueno y fiel... ". El
premio simbolizado en la comunión, en un banquete con el dueño, es el Cielo. En
contraste, el tercer servidor recibe una durísima reprimenda por su comportamiento.
Escondió el talento bajo tierra. Por eso es llamado negligente, holgazán, malo. Y es
condenado: "a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el
rechinar de dientes" (con lo que se refiere al infierno).
Los talentos recibidos por cada uno son toda la capacidad de servir a Dios y a
los demás con que el Señor nos ha dotado: la vida natural, la gracia de la fe, la luz, la
inteligencia, la educación, el buen ejemplo de otros, los bienes de fortuna, el prestigio
o ascendiente social, etc. Nuestra suerte eterna depende de cómo aprovechemos el
tiempo es decir de cómo pongamos en servicio de Dios y de las almas toda nuestra
capacidad natural y sobrenatural (recibidas ambas de Dios). Hemos de evitar la triste
posibilidad de pasar por la tierra "con el talento enterrado.

3. FIELES Y CUMPLIDORES 733A3


1. CADA UNO SUS TALENTOS. Estamos terminando el año litúrgico y es una
oportunidad que podemos aprovechar para hacer un poco de recuento, de examen
de nuestra vida cristiana para comprobar si hemos obrado con responsabilidad. En
todos nosotros ha depositado Dios unos bienes, unos talentos, que no podemos
ocultar, ni mucho menos malgastar. Hay personas que actúan en la vida como si no
dependiesen de Dios para nada; piensan que son dueños absolutos de lo que tienen:
son los soberbios y materialistas que no ven más allá de los límites de su propia
existencia. Hay otros que reconocen que lo que tienen lo han recibido de Dios, pero
no se acuerdan que algún día tienen que devolverlo con los frutos conseguidos: son
los tibios que no viven su fe con energía y fidelidad. Los hay que piensan que ellos
no tiene talentos y valen para poco: son los acomplejados, los falsamente humildes,
los injustos con Dios que no valoran todos los dones con que El los ha adornado. Y
los hay que saben con qué cuentan, reconociendo humildemente que Dios ha puesto
en sus manos unos bienes con los que ha de negociar su santidad, la salvación de
los demás y, por tanto, la gloria de Dios.
Debemos pararnos a reflexionar sobre los talentos que tenemos (la vida, la fe,
la filiación divina, la condición de católicos, la gracia de Dios, los sacramentos, la
inteligencia, la formación, la salud o la enfermedad, el trabajo, la familia, el dinero, los
amigos, los sacerdotes, el amor de Dios, las cualidades, la vocación, el afán
apostólico...); debemos meditar también sobre el esfuerzo que hemos puesto este
año litúrgico que termina para sacarle todo el jugo posible; y también debemos
formular un serio propósito de rectificar nuestros errores y nuestra falta de
correspondencia. La clave de todo está en que nos sintamos criaturas dependientes
de un Dios que nos crea, nos da muchas cosas, se recrea en nosotros, y espera
como Padre nuestra respuesta generosa. Dice Jacques Leclercq que, "hay pocos
hombres que conozcan a Dios, porque hay pocos que conozcan de veras su
condición de criaturas".
Cada uno con sus talentos ha de ser fiel y cumplidor como aquellos
empleados que no se limitaron cómodamente a enterrar la gracia divina, sino a
negociar con ellas su propia salvación. No podemos perder el tiempo: "Cuando el
cristiano mata su tiempo en la tierra, se coloca en el peligro de MATAR SU CIELO:
cuando por egoísmo se retrae, se esconde, se despreocupa. El que ama a Dios no
sólo entrega lo que tiene, lo que es, al servicio de Cristo: se da él mismo. No ve -con
mirada rastrera- su yo en la salud, en el nombre, en la carrera" (J. Escrivá de
Balaguer, AMIGOS DE DIOS, n.46).
2. ESTAR VIGILANTES. Dice San Pablo que nosotros no somos como los
demás porque somos hijos de la luz. No nos puede sorprender el día del juicio en
bancarrota porque no somos unos ignorantes. ASI PUES, NO DURMAMOS COMO
LOS DEMAS, SINO ESTEMOS VIGILANTES Y VIVAMOS SOBRIAMENTE (2.ª
Lectura). Que digamos muchas veces a Dios lo que hemos pedido en la primera
oración: CONCEDENOS VIVIR SIEMPRE ALEGRES EN TU SERVICIO.

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ULTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

734 JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

Ciclo A: 734A

Ez.34,11-12.15-17: "Yo buscaré a mis ovejas"


I Cor.15,20-26a 28: "Cristo tiene que reinar"
Mat.25,31-46: "Se sentará en el trono de su gloria"
Sal.22.1-3.5-6:

Indole escatológica de la Iglesia peregrinante.


(Vat.II, LG.cap.VII).

1. CRISTO REY 734A1


1. En el Evangelio de hoy, Jesús anuncia el juicio final: "Cuando venga en su
gloria el Hijo del Hombre y todos los ángeles con El, se sentará en el trono de su
gloria y serán reunidas ante él todas las naciones". El final de su paso por la tierra
fue aparentemente un fracaso: en la soledad del Calvario, rechazado de su pueblo, el
Señor ofreció su vida por todos los hombres.
Quienes esperaban un Mesías triunfante, que sin dificultad se haría con el
poder de Israel, y a través de Israel del mundo entero, sufrieron una decepción total.
Sin embargo, en los designios divinos, éste era el camino: por la Pasión y Muerte de
Cruz llegar a la gloria de la Resurrección. Una vez Resucitado, Jesús subió a los
Cielos, y desde allí conduce misteriosamente la Redención a su término. El Reino
que muchos judíos materializaban hasta el punto de identificarlo con un orden
político, vendrá triunfante, de un modo distinto, al final de los tiempos.
2. "Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de
mi Padre: heredad el reino, preparado para vosotros desde la Creación del mundo".
En muchos otros pasajes, nuestro Señor describe la suerte de los bienaventurados
como una participación en su reinado sobre toda criatura.
Todos los acontecimientos tienen su curso: la Providencia divina juega con la
libertad de los hombres: el final, sin embargo, será claro. Entre tanto, aquí en la tierra
-durante años, durante siglos- podemos equivocarnos continuamente, llamando
"triunfos" a lo que son fracasos del hombre, y viceversa. Cada vez que se exalta,
como un logro de la humanidad, el que las leyes de Dios se inculquen o se
desprecien, cada vez que el hombre se gloria en sí mismo, aunque aparentemente el
"Señorío de Cristo" se haya eclipsado, se prepara en el alma de los cristianos que
luchan por la lealtad a la fe y al amor una resurrección que dará sus frutos cuando
Dios quiera.
3. La invocación de Cristo como Rey tiene su fundamento en la Sagrada
Escritura y la Iglesia ha dedicado un domingo del año a la consideración de este
título mesiánico, de esta prerrogativa de Cristo, muerto y resucitado. Los cristianos
con buena formación nunca entendido esta soberanía del Señor como un pretexto
para empresas de dominio humano. Por el contrario, la absoluta seguridad de que
"Dios no pierde batallas", ha de darnos una gran serenidad en el fondo de nuestras
almas. Los medios a través de los cuales Jesús irá introduciendo su dulce dominio
en los corazones son sobrenaturales, y se apoya Nuestro Señor en la santidad de
sus hijos, en su siembra apostólica de paz y de alegría a través de una vida
ordenada, laboriosa, pacífica, llena de oración y de espíritu de sacrificio.

2. LAS OVEJAS A SU DERECHA 734A2


1. SEREMOS JUZGADOS DE AMOR. Dice San Juan de la Cruz,
refiriéndose, sin duda al Evangelio de este domingo, que "al atardecer de nuestra
vida, se nos juzgará de amor". Jesucristo afirma claramente que el Hijo del hombre,
como Rey del universo, en el momento del juicio separará las ovejas de las cabras. Y
pondrá las ovejas a la derecha porque supieron vivir la caridad con El, viviéndola con
los demás. Jesucristo es Rey, pero del reino de la verdad, de la vida, de la santidad,
de la gracia, de la justicia, del amor y la paz. Un Reino presidio por la Cruz y el
esfuerzo por servir. Un Reino que se conquista con la lucha interior, y que tiene la
puerta de entrada estrecha y exigente. Un Reino que está dentro de nosotros
mismos cuando estamos en gracia y amamos sinceramente.
Todos entramos en este Reino por la puerta del Bautismo, pero continuamos
en El si tenemos corazón grande para amar a Dios y al prójimo como Jesucristo
manda. Esa es nuestra misión y nuestra tarea, vencer el mal con la abundancia de
bien: "Nuestra misión es vencer al mal a fuerza de ser buenos, amar con un corazón
tan ancho como nos lo pide Jesucristo, amar con un corazón católico" (E. Mersch).
El Reino de Cristo es el Reino de los sencillos, de los humildes, de los que
saben querer sin rencores, de los que saben perdonar y comprender, de los que
ponen a Dios por encima de todas las cosas y se desviven por sus hermanos los
hombres, de los que sufren y lloran, de los desprendidos de las cosas materiales y
que tienen hambre y sed de justicia, de los misericordiosos y de los perseguidos por
ser buenos, de todos aquellos que saben decir a Dios que si y se dan por completo
sin guardarse nada, de los niños y de los que se hacen como ellos, de los limpios de
corazón y de los que saben vivir la auténtica alegría...
"Pide a Dios que se quede entre nosotros; Él es el principio, la fuerza y el fin
de nuestro amor" (René Bazin). Es una buena oración para este día, final de año
litúrgico, en el que debemos reconsiderar nuestra vocación a este Reino de Cristo
presente en su Iglesia.
2. EL SEÑOR CUIDA DE SUS OVEJAS. YO MISMO APACENTARE A MIS
OVEJAS, YO MISMO LAS HARE SESTEAR -ORACULO DEL SEÑOR DIOS-
BUSCARE LAS OVEJAS PERDIDAS, HARE VOLVER LAS DESCARRIADAS,
VENDARE A LAS HERIDAS, CURARE A LAS ENFERMAS; A LAS GORDAS Y
FUERTES LAS GUARDARE Y LAS APACENTARE DEBIDAMENTE (1ª Lectura).
Esta es nuestra gran alegría: sabernos atendidos por Dios que nos quiere, por un
Pastor que nos guía, por un juez misericordioso. EL SEÑOR ES MI PASTOR, NADA
ME FALTA (Salmo responsorial), estamos seguros siempre que nos dejemos ayudar.
Y no olvidemos nunca que no basta con ser oveja del rebaño de Cristo, no basta con
pertenecer a su Reino, porque dice el Señor: HE AQUI QUE VOY A JUZGAR ENTRE
OVEJA Y OVEJA, ENTRE CARNERO Y MACHO CABRIO (1.ª Lectura). Es oportuno
que revisemos en este día nuestro comportamiento, la situación de nuestra alma,
nuestra actitud ante la Voluntad de Dios, los frutos hasta ahora conseguidos,
nuestros propósitos e ilusiones. Es momento de expresar al Señor, a Cristo Rey, el
amor tan grande que le tenemos. "La hora mejor empleada de nuestra vida es
aquella en la que más hemos amado a Jesucristo" (Ch. de Foucauld).

3. EL REINO DE DIOS 734A3


1. EL JUICIO DEL MUNDO. Termina el año litúrgico y la Iglesia nos hace
reflexionar con lo que ocurrirá al final de los tiempos. Seguramente hemos pensado
más de una vez en lo lógico que es que el Señor, al volver a la tierra lleno de gloria y
majestad, juzgue con Rey del Universo la conducta de los hombres, de los pueblos,
de las naciones, de sus implicaciones y sus efectos. Al considerar el juicio de Dios,
tal vez nos entre un pequeño estremecimiento. ¿Verá Dios las cosas como las veo
yo? ¿En qué quedarán tantas engañifas y trapisondas de los hombres ante un juez
para quien toda la verdad se presenta desnuda y pura? Para un Dios que lee
directamente los corazones de nada valen los maquillajes ni los tapujos. El juicio de
Dios nos habla en primer lugar, pues, de sinceridad y rectitud de intención. El Señor
recompensará generosísimamente cada gesto de cariño y afecto sincero, porque
<<cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo
lo hicisteis>> (Evangelio).
2. REINO DE AMOR Y JUSTICIA. Es verdad que Dios vengará toda injusticia,
enjugará cada lágrima derramada y humillará la soberbia de los orgullosos. Ya en el
catecismo aprendimos que Dios premia a los buenos y castiga a los malos. El juicio
del mundo servirá para la glorificación de Dios (cfr Tes 1, 10). ¿Significa esto que
hemos de temer a Dios? ¿Es en verdad la nuestra una religión fundada en el temor,
en el miedo al castigo? Hay quienes confunde la justicia de Dios con la severidad
terrible de un juez incapaz de pasar por alto la más pequeña imperfección. Esta
manera de pensar ha producido no pocos herejes. No, conviene no olvidar que Dios
es Padre y que no busca amedrentarnos, sino que le amemos: <<A la tarde te
examinarán en el amor. Aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu
propia condición>> (S. JUAN DE LA CRUZ, Avisos y sentencias, 57). Cuando alguna
vez nos parezca imposible conciliar la perfecta justicia divina con su infinita
misericordia, habremos de acordarnos de que <<para los hombres es imposible, pero
para Dios todo es posible>> (Mc 10, 27).
3. LAS CUENTAS DE DIOS. Dios derrocha ternura con sus criaturas. Nadie
jamás podrá alegar que el Señor no le ha dado oportunidades: <<Yo mismo buscará
mis ovejas siguiendo su rastro>> (Primera lectura). ¿De qué tener miedo entonces?
Si hemos correspondido sinceramente a Dios, no caben la aprensión ni el recelo ante
la cuenta que nos pedirá Dios. <<"Me hizo gracia que hable usted de la cuenta que le
pedirá Nuestro Señor. No, para ustedes no será Juez -en el sentido austero de la
palabra-, sino simplemente Jesús". Esta frase, escrita por un Obispo santo, que ha
consolado más de un corazón atribulado, bien puede consolar el tuyo>>
(JOSEMARIA ESCRIVA, Camino, 168). De todo lo dicho se desprende que, si
buscamos sinceramente agradar a Dios, nada nos podrá apartar del amor y
reinaremos eternamente con El. Que la Reina del Cielo, Nuestra Madre Santa María,
nos obtenga la gracia de la perseverancia final.

4. EL REINO DE DIOS 734A4


1. Rey y Pastor.- La liturgia trienal de esta solemnidad contempla aspectos
diversos del Reino de Cristo: es un reino espiritual de hombres libres que el Señor
funda ya en la tierra (ciclo B); es un Rey que da su vida por nosotros y nos redime en
la Cruz (ciclo C).
También la 1ª lect. del presente ciclo detalla cuánto hace Dios como Buen
Pastor en favor de los hombres: "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas
siguiendo su rastro... Haré volver las descarriadas, vendaré las heridas, curaré a las
enfermas: a las gordas y fuertes las guardaré y apacentaré debidamente". Tales
palabras adquieren plena significación en Cristo, pastor inigualable, y lo retratan
como el ansiado Mesías de Israel. El, mejor que nadie, podría preguntar a su pueblo:
"Después de esto, ¿qué más puedo hacer por ti? (Gen 27,37). El sal. resp. es el
reconocimiento por el hombre de todos esos beneficios.
2. Rey y Juez.- Mas la característica de este ciclo litúrgico proviene del
Ev., en que Jesús traza una realista descripción del Juicio universal. Aquí la figura de
Cristo trasciende el mero papel nacionalista mesiánico, pues es Dios y hombre
constituido Juez omnipotente e inapelable de la humanidad entera. Si antes lo
veíamos humilde Pastor que busca a sus ovejas, ahora es "el Rey que ha de regir a
todas las naciones con vara de hierro" (Ap 12,5), porque el Padre le ha dado "todo
poder en la tierra y en el cielo" (Mt 28,18).
Entonces vendrá "el Hijo del Hombre y todos los ángeles con Él, se sentará en
el trono de su gloria y serán reunidas ante Él todas las naciones". Es Dios glorioso, a
quien los ángeles sirven y cuyos mandatos cumplen. "Él separará a unos de otros,
como un pastor separa a las ovejas de las cabras". Son palabras cuyo precedente
tenemos en la 1ª lect.: "He aquí que voy a juzgar entre oveja y oveja...". Desde su
trono, símbolo de poder y majestad, hará dos grupos, separados a derecha e
izquierda, mediante un juicio de discernimiento entre buenos y malos, que nada
tendrá de error ni arbitrariedad.
3. A los de su derecha dirá: "Venid". A los otros: "Apartaos". Y da la razón:
"Tuve hambre... Tuve sed...". Y todos mostrarán asombro: "Señor, ¿cuándo te
vimos...?". Tras la explicación de Jesús, nosotros no podemos llamarnos a engaño.
Se trata de amar y servir a los demás, pensando que son Cristo. No basta respetar,
no ofender, callar: hay que servir con obras concretas que supongan donación de lo
nuestro, de nuestro ser.
A los buenos dirá Cristo: "heredad el Reino preparado para vosotros desde la
creación del mundo". A los malos: "Id al fuego eterno". El Señor nos invita a ese
reino: en esta vida, se someten los hombres libremente para heredar el Reino; en la
otra, los enemigos serán sometidos por fuerza al fuego. Por eso leemos en la 2ª lect.
que "por Cristo todos volverán a la vida", que Él "tiene que reinar hasta que Dios
haga de sus enemigos estrado de sus pies", y luego devolverá "a Dios Padre su
reino", una vez juzgados los hombres.
Elijamos ahora libre y conscientemente la herencia del reino, por la fe y el
amor que produzca frutos de vida eterna.

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