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CICLO A
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701 I DOMINGO
Ciclo A: 701A
Is .1-4.6-7. Hechos 10,34-38. Mt.3,13-17
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702 II DOMINGO
Ciclo A 702A
3. LA CONFIRMACION 702A3
1. "En aquel tiempo, vio Juan venir a Jesús y dijo: He aquí el Cordero de Dios,
he aquí el que quita los pecados del mundo". La Sagrada Escritura sigue
insistiéndonos en la persona de Jesús como Salvador de los hombres. En Jesucristo
obtenemos la salvación: "a los santificados en Jesucristo llamados santos". En
Jesucristo Dios redime a los hombres: "He aquí que Yo te he establecido para que
seas luz de las naciones, y seas mi salvación hasta los extremos de la tierra".
"Pues aunque de modo especial seamos signados en el cuerpo, en verdad
somos signados en el corazón, para que el Espíritu Santo imprima en nosotros la
efigie de la imagen celestial" (S. Ambrosio).
- "He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo". El
anuncio de Juan sobre Jesús lleva de nuevo a la consideración de la persona del
Redentor. En Jesucristo Dios santifica al hombre: Jesús es la salvación. Vivir la vida
de Cristo es salvarse, es participar en la vida divina. Los sacramentos, "huellas de la
Encarnación del Verbo", salvan incorporándonos a Cristo.
- El Concilio Vaticano II explica así el Sacramento de la Confirmación: "Por
este sacramento los bautizados se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se
enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello quedan obligados
más estrictamente a difundir y defender la fe con su palabra y sus obras como
verdaderos testigos de Cristo".
-El sacramento de la Confirmación nos incorpora de un modo más estrecho a
Cristo: somos testigos suyos por todos los confines de la tierra. La gracia
santificante, la gracia sacramental y el carácter propio de este sacramento permiten
al cristiano ser luz y salvación para los hombres. Junto a la obligación de defender y
difundir la fe, el deber de crecer en ella mediante el trato diario con Jesús.
Somos soldados y apóstoles de Cristo. Que cada día, con nuestro ejemplo y
con nuestra palabra, acerquemos a quienes con nosotros conviven a Cristo. No
tengamos miedo ni respetos humanos: Cristo actúa en nosotros.
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703 III DOMINGO
Ciclo A: 703A
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704 IV DOMINGO
Ciclo A: 704A
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705 V DOMINGO
Ciclo A: 705A
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706 VI DOMINGO
Ciclo A 706A
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707 VII DOMINGO
Ciclo A: 707A
Ciclo A:
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709 IX DOMINGO
Ciclo A: 709A
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710 X DOMINGO
Ciclo A:
Oseas 6, 3-6: "esforcémonos por conocer al Señor"
Rom.4,18-25: "Abrahán creyó contra toda esperanza"
Mat. 9,9-13: "he venido a llamar a los pecadores"
2. FUERTES EN LA FE 710A2
1. SEGUIR AL SEÑOR. Con impresionante sencillez nos cuenta San Mateo
su propia vocación apostólica. EN AQUEL TIEMPO VIO JESUS A UN HOMBRE
LLAMADO MATEO SENTADO AL MOSTRADOR DE LOS IMPUESTOS, Y LE DIJO:
-SIGUEME. EL SE LEVANTO Y LO SIGUIO (Evangelio). El Señor pasa cerca de
cada uno de nosotros y nos llama a todos, pero hay que tener una sensibilidad
especial para escuchar su voz y darnos por aludidos. Es la virtud de la fe tomada en
serio la que arranca de nosotros ese sí totalmente libre que Jesucristo espera de
cada uno. Cuando hay fe sincera estamos en condiciones de dejar lo que haya que
dejar, levantarnos y seguir al Señor.
Es necesario que adquiramos una visión más sobrenatural para ver las cosas
desde una perspectiva divina, y esto se consigue con una fe humilde: "Procuremos
que aumente nuestra humildad. Porque sólo una fe humilde permite que miremos
con visión sobrenatural. Y no existe otra alternativa. Sólo son posibles dos modos de
vivir en la tierra: o se vive vida sobrenatural, o vida animal. Y tú y yo no podemos vivir
más que la vida de Dios, la vida sobrenatural. ¿DE QUE LE SIRVE AL HOMBRE
GANAR TODO EL MUNDO SI PIERDE EL ALMA? ¿Qué aprovecha al hombre todo
lo que puebla la tierra, todas las ambiciones de la inteligencia y de la voluntad? ¿Qué
vale esto, si todo se acaba, si todo se hunde, si son bambalinas de teatro todas las
riquezas de este mundo terreno; si después es la eternidad para siempre, para
siempre, para siempre?" (J. Escrivá de Balaguer, AMIGOS DE DIOS, n.200).
2. FUERTES EN LA FE. Uno de los grandes ejemplos de fe sobrenatural
que nos proporciona el Antiguo Testamento es la respuesta de Abraham a los planes
de Dios. San Pablo nos lo presenta como proptotipo de lo que debe ser un hombre
de fe: ABRAHAM, APOYADO EN LA ESPERANZA, CREYO CONTRA TODA
ESPERANZA, QUE LLEGARIA A SER PADRE DE MUCHAS NACIONES, SEGUN
LO QUE SE LE HABIA DICHO: ASI SERA TU DESCENDENCIA. NO VACILO EN LA
FE... ANTE LA PROMESA NO FUE INCREDULO, SINO QUE SE HIZO FUERTE EN
LA FE POR LA GLORIA DADA A DIOS AL PERSUADIRSE DE QUE DIOS ES
CAPAZ DE HACER LO QUE PROMETE, POR LO CUAL LE FUE COMPUTADO
COMO JUSTICIA (2.ª Lectura).
Para poder contar con esta fortaleza en la fe tenemos que estar muy unidos a
Dios por la gracia y ser hombres de buena voluntad. El verdadero obstáculo a la
buena voluntad en un hombre reside en su negativa a renunciar a todo aquello que
en él se opone a la Fe, y sobre todo, a renunciarse a sí mismo. La renuncia es la
condición sin la cual los proyectos divinos en cada hombre concreto no se pueden
realizar. No se responde a una llamada si no es abandonando el lugar que se ocupa,
como hizo Mateo. Si no removemos los obstáculos la gracia no produce sus frutos.
Responder a Dios con fortaleza, aunque todavía no oigamos con plena nitidez su
llamada, exige romper las ataduras que nos aprisionan y ponernos en camino. Y con
esta buena disposición para la respuesta, nuestra fe aumenta y se robustece. La
primera etapa del camino que había de llevar al patriarca a la fe iba acompañada de
una primera renuncia necesaria. Y tras esa renuncia han de venir otras más duras,
hasta que podamos conseguir aquello que nos dice el Señor: negarnos a nosotros
mismos y cargar con la cruz para caminar detrás de El.
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711 XI DOMINGO
Ciclo A: 711A
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712 XII DOMINGO
Ciclo A: 712A
3. EL PRECURSOR 712A3
1. IR POR DELANTE. San Juan Bautista es uno de los poquísimos santos de
quien se celebra el nacimiento, cuando la regla general es celebrar el <<dies
natalis>>, esto es, el día que <<nacen para el Cielo>>, o sea, su muerte. Pero no en
vano, San Juan es el Precursor: <<Aún antes de nacer, en el episodio de la
Visitación, fue el primero en saludar gozosamente al
Mesías; Juan va siempre por delante, siempre es el primero, tanto en manifestarse
como en desaparecer>> (C. PUJOL, La casa de los santos, p. 219). La aparición de
este hombre de Dios, peculiar y enigmatico, en el pueblo de Israel, produjo una
consternación no pequeña. No sólo por las circunstancias de su nacimiento
(Evangelio), ni por ser el más grande de entre los nacidos de mujer (cfr. Mat 11, 11),
ni por llevar a cabo un bautismo de penitencia que anunciaba el de Cristo. Hoy nos
interesa resaltar un grito suyo, aquel que sacudió la conciencia moral del Pueblo
Elegido: <<¡Non licet!>>
2. <<NON LICET>>. (No te es lícito). Parece la expresión oral más gráfica de
aquella <<voz que clama en el desierto>> (Lc 3, 4), una voz que sale de una <<boca
de afilada espada>> (Primera lectura) y que recuerda a sus contemporáneos cómo
hay que conducirse para recibir al Salvador. Así declarará la licitud o ilicitud del
comportamiento moral de los recaudadores de impuestos, de los soldados, de los
ricos, de los pobres, de la gente corriente e incluso, de aquel pobre rey corrupto que
se llamaba Herodes (cfr. Lc 3, 10-15). Su grito no es un discurso político, ni siquiera
aureolado de ribetes sociales. Mira al interior del corazón, al centro del obrar moral y
prepara para Cristo una leva de hombres a quienes se ha enviado el mensaje de la
salvación (Segunda lectura). Nuestro comportamiento en las actividades más
corrientes -el trabajo, la familia, los negocios, el descanso- no es ajeno al querer
divino. Especialmente en el trabajo humano ha de brillar una rectitud propia de hijos
de Dios que saben del valor salvífico de su esfuerzo y que buscan que sus obras
sean coherentes con la fe que profesan.
3. MORAL PROFESIONAL. Un periodista contemporáneo ha dicho que
vivimos una nueva fiebre del oro, como la de aquellos míticos buscadores del Oeste
americano. Sí que se aprecia una fiebre de dinero que fácilmente relega a un
segundo plano la ilusión profesional, la ambición sana de la obra bien hecha, el
carácter solidario de la actividad laboral. De ahí nacen las chapuzas, las injusticias,
los enriquecimientos inmorales, la especulación y el fraude, el tráfico de influencias,
etc. Hoy, como ayer, se levanta el <<non licet>> de la Iglesia: <<Qué lejos están de
concepto cristiano del trabajo -y hasta de una recta visión del orden social-
determinadas actitudes de desinterés, de derroche de tiempo y de recursos que se
están difundiendo en nuestro tiempo tanto en el sector público como en el privado>>
(JUAN PABLO II, Barcelona, 7-11-1982). ¿De qué sirve, pues, enriquecerse y
acumular bienestar si eso redunda en la perdición del hombre y en la degradación de
la sociedad? <<La experiencia de los últimos años demuestra que si toda la
considerable masa de recursos y potencialidades puestas a disposición del hombre
no es regida por un objetivo moral (...) se vuelve fácilmente contra él para oprimirlo>>
(JUAN PABLO II, Sollicitudo rei socialis, 27). Que Santa María, en cuyo seno
reconoció el Bautista al Mesías nonnato, nos ayude a pensar que los cristianos
<<con su trabajo sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo personal a
que se cumplan los designios de Dios en la Historia>> (Conc. Vat. II, Gaudium et
Spes, 34).
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713 XIII DOMINGO
Ciclo A: 713A
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XIV DOMINGO
Ciclo A:
5. TEMPLANZA 714A5
1. EL SEÑORIO DEL CRISTIANO. El espíritu de este mundo pugna con el
espíritu del Evangelio: <<Oiréis a la gente que os dirá: "vuestra felicidad está en
acumular dinero y en consumir tantas cosas como podáis, y cuando os sintáis
infelices acudid a la evasión del alcohol o de la droga". Nada de esto es verdadero>>
(JUAN PABLO II, Vancouver, Canadá, 18-9-1984). Ninguno de nosotros es ajeno a
esa codicia de los ojos que pretende hacer mullida la vida de la carne. Pero, nos
advierte el Apóstol, <<si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el espíritu
dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis>> (Segunda lectura). La templanza es la
virtud que modera el desordenado afán de molicie y de deleite de los sentidos que es
consecuencia de las heridas del pecado original. Para no pocos, <<cuya ley es el
vientre>> (cfr. Fil 3, 19), esta moderación la imaginan una carga insufrible. Parece
haber olvidado que el Maestro ha dicho: <<Mi yugo es suave y mi carga ligera>>
(Evangelio). Además, <<la templanza cría al alma sobria, modesta, comprensiva; le
facilita un natural recato que es siempre atractivo, porque se nota en la conducta el
señorío de la inteligencia. La templanza no supone limitación, sino grandeza. Hay
muchas más privación en la destemplanza, en la que el corazón abdica en sí mismo
para servir al primero que le presente el pobre sonido de unos cencerros de lata>>
(JOSEMARIA ESCRIVA, Amigos de Dios, 84).
2. SOBRIEDAD. Vivir templadamente no consiste en renunciar a ese mínimo
bienestar material que tiene la vida humana. Pero sí consiste en aprender a valorar el
dinero, en evitar caprichos, cosas superfluas y vanidades ostentosas. ¿No miramos
con un poquito de risa y un poquito de asco la incontinencia de quienes se gastan
fortunas en comilonas y banquetazos, llenando el buche con manjares exquisitos
como si su estómago fuese una hormigonera? Es penoso que nuestros jóvenes se
acostumbren a beber en exceso desde la adolescencia. Es triste ver derrochar
millones en loterías y tragaperras con una actitud manirrota que nada tiene que ver
con el Evangelio. ¿Es irremediable que el erotismo se compre y se venda como una
mercancía más? Vale la pena volver a abrir el Evangelio y preguntarnos, como lo
hacía el Papa: <<¿Por qué estáis aquí vosotros, jóvenes de los años noventa y del
siglo XX? ¿No sentís acaso también dentro de vosotros el espíritu del Evangelio?>>
(Compostela, 20-8-1990).
3. LA SANTA PUREZA. La moderación del uso de la facultad sexual, según el
orden establecido por Dios, es también una parte de la virtud de la templanza a la
que llamamos castidad o pureza. Es una virtud cristianísima, y no está pasada de
moda. Que Dios nos dé fuerzas para desenmascarar a los farsantes que opinan que
el hombre no es más que una bestia sofisticada. <<¿Pureza?, preguntan. Y se
sonríen. -Son los mismos que van al matrimonio con el cuerpo marchito y el alma
desencantada>> (JOSEMARIA ESCRIVA, Camino, 120). La pureza es la afirmación
gozosa -decía el Fundador del Opus Dei- de los que creen en el amor, y, más
radicalmente, de quienes creen en la dignidad de la persona humana. La cita que
viene a continuación es un poco fuerte, pero viene de la mano nada menos que de
San Jerónimo: <<El varón sabio debe amar a la mujer con juicio, no con apego:
contendrá los ímpetus de deleite y no se llegará precipitado al acto carnal, pues no
hay cosa más fea que amar a la mujer como a una adúltera>> (cit. en Catec.
Romano, II 33). Que Santa María, Madre del Amor Hermoso, nos alcance de su Hijo
un alma templada.
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715 XV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO.
Ciclo A: 715A
2. RESPONSABILIDAD 715A2
1. El Profeta Isaías escribe la Palabra de Dios como lluvia y nieve del cielo
que "no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y de hacerla
germinar". No es jamás inútil el agua que cae y retorna a la atmósfera. "Así será mi
palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y
cumplirá el encargo". Esa Palabra de Dios nos ha venido por los Profetas y de un
modo total y exhaustivo con la Encarnación del Verbo (Palabra divina), con su
presencia personal entre los hombres, con sus enseñanzas y milagros, con su
Pasión, Muerte y Resurrección. Esa Palabra sigue resonando en la Iglesia cuando
enseña y en el interior de las almas cuando se recogen a oír "la fe que habita en
vuestros corazones", a escuchar al mismo Dios, Uno y Trino, que habita en el alma
del justo.
2. En el Evangelio, Jesús compara la Palabra de Dios al grano esparcido
generosamente por el sembrador. La suerte de la simiente es distinta para cada
alma: "Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo
sembrado en su corazón... Lo sembrado entre zarzas significa... Lo sembrado en
tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y
producirá ciento o setenta o treinta por uno". Se complementan las comparaciones
del Profeta y del Redentor: Dios nunca fracasa en sus planes, pero el hombre,
personalmente (tu o yo), sí que puede fracasar.
3. Una vez más nos topamos con un misterio sobrenatural que
corresponde a la condición personal del hombre: libre, responsable, con destino
único e intransferible según su correspondencia a la gracia. La Salvación no es
colectiva, aunque todos estemos llamados a la vida sobrenatural (a través de la única
Iglesia) y aunque sea de fe que Dios tiene una voluntad salvífica universal. El
realismo de las palabras de Jesús es incompatible con ese pensamiento anticristiano
(y de base antinatural) de que la salvación del hombre consiste en una parte
integrada en un todo (un Estado, un colectivo profano o sagrado). Desde luego hay
que estar donde cae el grano, donde cae la lluvia y la nieve, donde hay Palabra de
Dios y Sacramentos... pero hay grano que se pierde, grano que da poco, grano que
da mucho, grano que da muchísimo. Dentro de la Iglesia única de Cristo está la
Salvación, pero ésta se ventila en última instancia en una relación personal con Dios.
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716 XVI DOMINGO
Ciclo A: 716A
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717 XVII DOMINGO
Ciclo A: 717A
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718 XVIII DOMINGO
Ciclo A: 718A
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719 XIX DOMINGO
Ciclo A: 719A
4. NO AL MIEDO 719A4
1. Dios es paz. Elías, en un momento de desánimo, se refugia en el monte
Horeb (Sinaí). Dios acude en su ayuda y se le manifiesta. Hace sentir su presencia,
no en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en un brisa tranquila y
suave, en un susurro (1ª lect.), porque Dios es paz para el hombre. Siglos más tarde
los apóstoles se ven atrapados una noche en medio del lago por una de esas
tempestades nada raras en aquel lugar, que hacen su aparición de modo súbito,
sorprendiendo incluso a los pescadores más avezados. El oleaje es fuerte y la barca
peligra. En medio de la angustia, Cristo viene a ellos con majestad divina, pero no le
reconocen. Gritan despavoridos ante una aparición que les turba casi más que la
tempestad. "¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!" (Ev.). Miedo. Los hombres muchas
veces lo tiene. A la soledad, a la inseguridad, al desencanto, a las enfermedades, al
poder destructivo de las armas, a deshumanizarse, a la muerte, a la vida (¡se impide
vivir y se mata en el seno materno!). El Papa nos recuerda que no tengamos miedo a
Cristo. Él nos conoce, nos valora. Es paz, amor, vida eterna.
2. Hay una providencia. Pedro tiene un arranque de valor, basado más en
su natural propicio para estos prontos, que en la fe; "Señor, si eres tú, mándame ir
hacia ti andando sobre las aguas". Y al poco la confianza se desvanece, comienza a
hundirse. Muchos se hunden porque no confían en Dios. Piensan que los
acontecimientos depende sólo de un destino o casualidad, y se sienten a merced de
una fuerza ciega. No reconocen, faltos de fe, que existe una providencia divina, un
cuidado amoroso y paternal de Dios sobre nuestras vidas. Aunque nos veamos
zarandeados por los sucesos que nos afectan, a veces duros e hirientes, no
debemos perder la serenidad. También Dios está detrás de estos hechos
permitiéndolos para nuestro bien, aunque no seamos capaces siempre de advertir su
conveniencia. Podemos quedar desconcertados un momento, pero enseguida
debemos rehacernos y considerar que Dios pasa por nuestra vida y nos susurra
"¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!". Sólo el pecado puede sembrar soledad, tristeza,
amargura. Cristo siempre deja paz en el alma.
3. Abandono. Un aprendizaje que nunca termina: abandonarse en la
providencia de Dios, como el niño pequeño en brazos de su madre. Confianza plena
en quien nos ama hasta el extremo de encarnarse y dar la vida por nosotros. Oración
hecha con fe, sin sombra de duda, pues "quien anda dudando se asemeja a la ola
del mar alborotada y agitada del viento, acá y allá" (Sant.1,6). Confianza en la
oración, en la gracia divina que viene siempre en auxilio nuestro "¡Animo, soy yo!"
Ante el "¡Señor, sálvame!", la respuesta de Cristo es inmediata; su brazo se tiende
firme y sostiene al que se va a hundir: "¿Por qué has dudado?" Confianza también
en los medio que Dios ha entregado a su Iglesia para nuestra salvación: la doctrina y
los sacramentos. Confianza además en las personas que, de alguna manera, ha
puesto en nuestro camino para que nos ayuden. Todo eso es abandono. Abandono
activo, que no rehuye poner todos los medios humanos y sobrenaturales para
avanzar. Así no falta la paz. Los mismos errores y fallos favorecen la humildad y
enseñan a confiar más en Dios que en uno mismo.
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720 XX DOMINGO
Ciclo A: 720A
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721 XXI DOMINGO
Ciclo A: 721A
1. INFALIBILIDAD 721A1
1. Tres consideraciones cabe hacer acerca del Evangelio de hoy. En primer
lugar, vemos cómo Jesús interroga a los discípulos sobre la opinión que acerca de su
Persona se da entre los hombres: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?"
La respuesta es semejante al resultado de una encuesta realizada con muchas
personas: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de
los Profetas". Estas interpretaciones acerca de la identidad personal de Jesús
denotan respeto, admiración, veneración por parte de la muchedumbre, que ve en el
Señor un enviado de Dios. Sin embargo, ninguna de estas respuestas es acertada.
Para saber quién es Jesús de Nazareth, de poco valen las opiniones humanas,
incluso las de quienes le admiran.
2. A renglón seguido, Jesús interroga a los Apóstoles: "Y vosotros, ¿quién
decís que soy?" La respuesta viene de Pedro, que se singulariza entre los Doce,
confesando cabalmente: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". El Señor hace ver
la suerte de Pedro, que ha llegado a ese conocimiento fundamental no por un
discurso exclusivamente humano ("la carne y la sangre") sino por influjo sobrenatural
de Dios: "¡Dichoso tú, Simón hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado la carne
y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos". Con estas palabras Jesús indica
que la fe es un conocimiento que el hombre puede aceptar o rechazar (en este
segundo caso ofendiendo a Dios), porque quien hace ver la verdad de fe no es la
inteligencia natural sino la autoridad de Dios que revela.
3. Jesús en ese mismo momento promete a Pedro una situación única en
la Iglesia, que se transmitirá a todos sus sucesores (los Romanos Pontífices): "Tú
eres Pedro (piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del Infierno no
la derrocará. Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra
quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Uno de los atributos personales de quien ocupa en la Iglesia el lugar de Pedro,
es decir, el Papa, es el ser instancia suprema en cuestiones de fe y moral, de modo
que por especial designio del Señor y por especial intervención del Espíritu Santo
cuando el Romano Pontífice, usando la plenitud de su potestad sobre toda la Iglesia,
de una manera explícita, solemne e inequívoca define en cuestiones de fe y
costumbres, su definición que se llama entonces ex cathedra, es infalible: es decir,
carece de error.
Ciclo A: 722A
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723 XXIII DOMINGO
Ciclo A: 723A
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724 DOMINGO XXIV
Ciclo A: 724A
Ecl.27,32-28,9: "el furor y la cólera son odiosas"
Rom. 14,7-9: "ninguno vive para sí mismo" Mat.18,21-35:
"perdonar de corazón al hermano"
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725 DOMINGO XXV
Ciclo A: 725A
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726 XXVI DOMINGO
Ciclo A: 726A
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727 XXVII DOMINGO
Ciclo A: 727A
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728 XXVIII DOMINGO
Ciclo A: 728A
La Gracia (CDC.lecc.34).
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729 XXIX DOMINGO
Ciclo A: 729A
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73O XXX DOMINGO
Ciclo A: 730A
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731 XXXI DOMINGO
Ciclo A: 731A
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732 XXXII DOMINGO
Ciclo A: 732A
2. LA SABIDURIA 732A2
1. La sabiduría es encontrada por quien la busca. En el texto sagrado se
habla de una sabiduría, que es un don de Dios y que no coincide con una
acumulación de conocimientos técnicos, científicos o eruditos. La sabiduría que Dios
concede a quienes tienen sed y hambre de saber, es un conocimiento sencillo y
profundo acerca de lo que es Dios y lo que es la criatura (y en especial, uno mismo).
Con este conocimiento se sabe la posición propia en los planes de Dios, se conoce el
sentido de la propia vida, lo que hemos de hacer por los demás. Esa sabiduría (que
puede darse en un analfabeto o en una persona de medianas "luces") acierta cuando
le da importancia a una cosa que parece a otros que no la tiene, y cuando se ríe por
dentro ante acontecimientos o cosas que impresionan a la mayoría, porque sabe que
para Dios eso no tiene importancia.
2. La Sabiduría es considerada, en su grado más perfecto, como uno de
los siete Dones del Espíritu Santo. Pero se encuentran en la misma dirección, como
peldaños previos, la fe católica (lo que contiene un sencillo Catecismo
acertadamente compuesto), la ilustración en la propia fe, el conocimiento del
Magisterio unitario y coherente y homogéneo de veinte siglos, la formación de la
conciencia, el tener criterio para juzgar de las cosas, el sentido común y el sentido
sobrenatural de la realidad... Pero Dios nos hace ver que la Sabiduría es concedida
cuando se busca, se desea, se anhela. Y esto ya presupone un punto de partida
realista, de humildad, de desconfianza en la propia razón como norma única y
suprema de captación de la realidad.
3. "En el lecho me acuerdo de Ti y velando medito en Ti". El camino
sencillo que lleva a la Sabiduría es la oración, el trato continuo con el Señor. Dios es
la misma Sabiduría. Siendo muy amigos de Dios, acertaremos. El Señor nos irá
dando luces.
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733 XXXIII DOMINGO
Ciclo A: 733A
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ULTIMO DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO
Ciclo A: 734A