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1
Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Práctica, Prólogo, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 51.
2
Ibíd., p. 53.
3
Ibíd.., p. 269.
podemos tener un convencimiento subjetivo; éste es, sin embargo, racional pues no viene
dado por las exigencias de la revelación, como ocurre con lo que tradicionalmente se
entiende con la noción de fe, sino que proviene de la propia razón.
Por ende, aquella fe racional se entiende en tanto se toma la noción de “fe”, en tanto sólo
cabe subjetivamente, y “racional”, en tanto no viene dada por la revelación sino por la
razón.
En la comprensión de esta fe racional, es que la noción de sumo bien aparece. Dicha noción
viene a ser aquella reunión de las dos aspiraciones humanas fundamentales: virtud y
felicidad. Dicha reunión, no es otra que la necesaria síntesis que dota de sentido a la propia
experiencia moral.
Para Kant, es preciso explicar que la razón especulativa que sólo siendo capaz de
alcanzar el mundo de los fenómenos, los cuales están sometidos a leyes de causalidad, y
por ende, a pura necesidad natural, no puede demostrar la existencia de la libertad como
uno de los postulados de la razón práctica. De esta forma la razón en su uso práctico expone
que existe la libertad, y que podemos probarla, en tanto que conocemos la ley moral que
ella misma funda. Esto mismo en palabras de Kant sería que, la libertad es la ratio essendi,
es decir, la condición de posibilidad de la moralidad, y ésta última la ratio cognoscendi, es
decir, aquella por la cual conocemos o tenemos noticia de la libertad.4
Esta moralidad, que la libertad condiciona, se ha de entender también como un
Factum. Kant habla del Factum de la moral, como aquello que, por medio del cual
podemos pensar la libertad. De esta forma la moralidad, es la condición de posibilidad, a su
vez, de los mandatos universales y necesarios, es decir, del imperativo categórico. Pues la
razón cuando se dirige hacia nuestras acciones, por medio de su uso práctico, los mandatos
o imperativos no son máximas que yo me creo solamente. El imperativo categórico, surgido
del factum de la moral no es otra cosa que aquella conciencia de estar en obligación para
con los demás, en tanto debe hacer cumplir leyes que no sólo yo obedezca sino que sean
incondicionados y absolutos, de manera tal que todos los obedezcamos.
Así la moral kantiana se plantea como una moral no teleológica, en tanto que no
4
Kant, Immanuel. , Crítica de la Razón Práctica, Prólogo, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 52.
tiene una finalidad determinada como uno puede encontrar en la concepción aristotélica.
En donde justamente se define el bien supremo como aquel actuar que contempla el bien
para la mayoría, determinando qué es correcto en tanto sea un bien para todos, sin
distinción alguna y juzga como mala conducta aquella que se alejan del bien. Dentro de este
tipo de éticas, caracterizadas como éticas materiales, dicho bien se presenta un objeto como
placer, dinero, poder, felicidad, contemplación de Dios.
En la moral kantiana, por el contrario, el actuar moral corresponde a obrar de
acuerdo a una ley moral autónoma, en tanto está fundamentada por la libertad, a diferencia
de las éticas materialistas que, según Kant, están determinadas por causas heterónomas y
además constituyen éticas empíricas. De este modo, no pueden llegar a explicar la
existencia de mandatos absolutos, como lo es el imperativo categórico, es decir, no llegan a
concebir la libertad, como fundamento de la conducta moral.
De esta forma, la fundamentación kantiana del actuar moral, fundan una ética que
fija la posibilidad de universalización de la máxima, a partir de la autonomía de los sujetos
libres. Kant expone que, el sujeto libre, con una autonomía efectiva debe intentar realizar la
conducta que manda el imperativo moral, pero no porque este cumplir me “entregue” algún
bien material, sino solamente por respeto a la ley.
III.-Si la moral kantiana niega la teleología, ¿Qué papel juega el sumo bien?
5
Critica de la Razón práctica, Capítulo segundo, p. 221.
6
Ibíd. , p. 224.
7
Ibíd. , p. 227.
8
Ibíd. , p. 233.
De este modo, y para ir redondeando la pregunta en cuestión, el sumo bien, es el que
le da dirección (moral) a la felicidad que el hombre se impone, llevándola al plano de la
moralidad y del imperativo que determina la voluntad del sujeto. La felicidad del hombre
en tanto sujeto autónomo, se concibe a partir de ese equilibrio que da el mandato moral del
imperativo, el cual hace que mi máxima, como representación de mi noción de felicidad y
mis inclinaciones9se trate de hacer universalmente válida y por tanto esté en sintonía con la
virtud.
El sumo bien, no es otra cosa que la consumación misma de aquellos presupuestos
de la razón practica, los cuales apelan a aquella voluntad determinada con la ley moral que
nosotros conocemos por medio de la libertad de la cual somos vividos testigos, pero a la
vez, seremos, a la par de libres, esclavos y presos de nuestros placeres en tanto concibamos
nuestra razón ultima como la realización de mis inclinaciones egoístas, pues en tanto estoy
bajo el mandato de mis inclinaciones sensibles, estamos bajo el amparo de la causalidad
heterónoma natural que no me hace libre, no me hace autónomo, sino que por el contrario
me hace un menor de edad, un sujeto entrampado aún en la primera naturaleza.
Kant, finalmente, expone que en el orden de los fines el ser humano (y con él todo
ente racional) es un fin en sí mismo, es decir, nunca puede ser utilizado como un simple
medio por nadie, ni por el mismo Dios, sin verse tratado al mismo tiempo como el fin que
es(...)10, de esta forma, Kant está exponiendo que justamente la teleología que está ordenada
a los fines, concibe al hombre como medio, en tanto concibe primordialmente el bien
supremo de todos, y no considera que el sujeto autónomo concibe su propia felicidad y que
en tanto él, como dueño de sí y capaz de darse legislación, de esta forma el sumo bien que
es aquella consumación de la virtud y la felicidad en directa proporción a la ley moral y,
por tanto, su rol consiste en ser la consumación de la condición de posibilidad de la
moralidad, quien sustenta la libertad y todo el sistema de la razón.
IV.-Bibliografía.
9
Kant, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Editorial Espasa Calpe, Edición de
Luis Martínez de Velasco, Cap. I, p. 55.
10
Kant, Immanuel., Crítica de la Razón Práctica, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 250.
Kant, Immanuel, Crítica de la Razón Práctica, traducción de Roberto R. Aramayo,
Alianza Editorial, Madrid, 2000.