Está en la página 1de 173

Palabras liminares

El siglo XIX es uno de los períodos más significativos de la historia mo-


derna de la humanidad. La herencia científica de la Ilustración y los
ideales libertarios de la revolución francesa de finales del siglo XVIII eran
entonces patrimonio colectivo de miles de personas que formaban el pen-
samiento de vanguardia de las naciones europeas. Pero el siglo XIX es
también el tiempo de la eclosión de la ciencia y la tecnología; invencio-
nes como la máquina de vapor, el ferrocarril, el telégrafo así como la
consolidación y expansión del capitalismo sustentaron el nuevo para-
digma del progreso, definiendo así un período extraordinario de cam-
bios que la historia conoce como “ la revolución industrial” .
Se podría decir que el mundo (urbano), a partir de la expansión del
capital y las comunicaciones, vivía la primera ola de globalización, ani-
mando así la esperanza de un porvenir mejor para millones de jóvenes
en el viejo mundo. Sin embargo esta visión optimista del futuro estaba
lejos de la realidad que se vivía en la Europa de aquellos años. La turbu-
lencia política resultado del enfrentamiento entre liberales y conserva-
dores (restauradores), las guerras de expansión imperialista y las luchas
independentistas, seguidas de períodos de hambruna generalizada, to-
caron en mayor o menor medida a todas las naciones europeas.
En este escenario contradictorio, el destino americano surge como
alternativa y esperanza para millones de personas. Nunca antes en la
historia de la humanidad se trasladó un número tan significativo de
personas por distancias tan largas y en tan poco tiempo. En muchos
casos este anhelo de prosperidad iba alumbrado por el resplandor del
oro. A la fama de California o de los remotos territorios de Australia, se
sumaba la proverbial riqueza aurífera del país de los Incas, la que se vio
revitalizada en aquellos años con el redescubrimiento de lavaderos del
precioso metal en la inhóspita y desconocida provincia de Carabaya.

[11] 11
Sin embargo, ni las naturales riquezas mineras ni el afiebrado entu-
siasmo por explotarlas es garantía de éxito en la ansiada empresa de la
prosperidad. La transformación en riqueza que guarda la entraña mine-
ral exigía en este tiempo, como ahora, otra racionalidad. En ese sentido
la historia nos enseña que sus páginas también se escriben gracias al
talento de hombres providenciales. Sin duda es el caso del milanés Anto-
nio Raimondi y su aporte fundamental al desarrollo de la geología y la
minería en el Perú. En su persona se integraron el rigor del científico, la
pasión del naturalista, el don de ubicuidad del descubridor y el desinte-
rés de quien puso siempre sus conocimientos al servicio del Perú.
La colección que ahora presentamos compila sus trabajos clásicos
en esta materia, los que se ven revitalizados con las acuarelas, dibujos o
mapas, que en la mayoría de casos no pudieron acompañar a las edicio-
nes originales. Ellos, junto a la prosa de Raimondi, son testimonio de su
visión y mensaje vigente sobre la importancia de la minería para el desa-
rrollo económico del país que lo adoptó como uno de sus hijos. En ese
sentido es un honor que la A sociación Educacional A ntonio Raimondi,
institución representativa de los italianos afincados en el Perú, lidere
desde el Museo que patrocina este esfuerzo editorial, al que se suman
decididamente la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y las em-
presas mineras más importantes del Perú, como un reconocimiento y
homenaje a la figura crucial de la hermandad y el intercambio cultural
entre dos pueblos.

Dr. Sergio Busetto


Embajador de la República de Italia

12
Presentación a la colección

La historia de nuestro país esta íntimamente ligada al brillo hipnotizante


del oro. A inicios del siglo XVI la leyenda sobre un desconocido pero rico
reino áureo ubicado en los territorios al sur del istmo de Panamá anima-
ron la épica empresa de la conquista. El encuentro de Cajamarca, el res-
cate de A tahualpa, la entrada hispana al Cuzco y la consolidación de la
conquista del imperio de los Incas hicieron realidad la leyenda, dándole
a este territorio un nuevo nombre que desde ese tiempo se hizo sinónimo
de oro: el Perú.
Desde aquel instante el ingenio popular acuñó diversas frases que
hacen referencia a esta bonanza de fábula, habiendo arraigado profun-
damente en el imaginario colectivo nacional la visión de que somos un
país de recursos inagotables y de fácil riqueza. La historia y nuestra
experiencia como República ha comprobado, a veces dolorosamente, que
ésta es una verdad a medias. El guano y el salitre, la cascarilla y el cau-
cho son sólo algunos ejemplos de las inmensas riquezas naturales que
pasaron con poco provecho para el país.
Sin embargo, la historia del Perú no puede ser otra que la del opti-
mismo y la pasión, aquella que se inspira a la sombra de la cordillera de
los Andes, el espinazo de nuestro territorio y seno de la riqueza geológica
y mineral del país. Su caprichosa topografía configura uno de los esce-
narios más inhóspitos para la vida humana, recordándonos en cada
uno de sus paisajes que la extracción y el disfrute de sus recursos sólo
serán posibles, hoy como ayer, mediante el rigor del trabajo. Este mensaje
fue entendido hace un siglo y medio por Antonio Raimondi, quien en sus
recorridos palmo a palmo por el Ande interpretó a la naturaleza perua-
na como un reto infinito para el ingenio del hombre. El Perú minero que
encontró Raimondi se debatía entre la añoranza de los tiempos de es-
plendor del ya lejano período colonial y el letargo en el que se encontraba

[13] 13
sumida esta actividad durante las primeras décadas de nuestra vida
republicana.
No es exagerado decir que la explotación minera en nuestro país se
vio revitalizada, entre otros aspectos, por la importante labor de Raimon-
di en este campo. El sabio italiano fue responsable, como lo escribe Mario
Samamé Boggio, del primer y más completo inventario geológico y mine-
ro de su tiempo. Éste fue base e inspiración para el desarrollo de las
futuras generaciones de mineros en nuestro país cuya primera institu-
ción fue la Escuela de Ingenieros Civiles y de Minas, la que contó con su
propio medio difusor, la revista Anales, en la que Raimondi publicó im-
portantes ensayos.
Podemos interpretar que el Perú minero de Raimondi es la confluen-
cia en un solo espacio de áridos desiertos, agrestes montañas e impene-
trables bosques, donde sus recursos se transforman en riqueza sólo por
la acción dignificante del trabajo. En definitiva somos un país áureo,
pero gracias al esfuerzo de gente de oro que edificó sobre la arena, el
barro y las piedras del territorio más accidentado y difícil del mundo un
país con futuro.
La A sociación Educacional A ntonio Raimondi, promotora de la ac-
tual colección de obras completas sobre la geología y minería de Raimondi,
testimonia su homenaje a la memoria del sabio italiano, al país entero, a
los mineros del Perú y a los que viniendo de fuera, como la comunidad
italiana que representamos, sumaron con su noble esfuerzo en la cons-
trucción de un Perú próspero y digno.

Ing. Edoardo Soldano Real


Presidente de la A sociación
Educacional A ntonio Raimondi

14
Prólogo

Como minero peruano es para mí un honor prologar con esta breve nota
la compilación y reedición de un grupo de obras escritas por un persona-
je fundamental en la historia de la geología y minería nacional: el italia-
no Antonio Raimondi.
Resulta extraño describir la sensación que me invadió al releer las
obras de Raimondi y revisar el poco conocido mapa de Carabaya y Sandia
que son la razón de esta edición. Al detallado inventario de minas de oro
por departamento se suman importantes reseñas técnicas sobre su
factibilidad, las características y tipos de vetas auríferas así como apre-
ciaciones sobre el futuro desarrollo económico y de infraestructura aso-
ciados a su explotación. A soma también ante nosotros el explorador
impenitente, aquel que hizo de la ciencia su inspiración y del Perú su
razón de ser. El extracto del territorio nacional representado en el mapa
de las provincias auríferas de Puno es la muestra palpable de su habili-
dad como cartógrafo y su concepción integral de la geografía en el esque-
ma más amplio de su investigación. En este documento aparece dibuja-
da una región que en la descripción de su itinerario que acompaña este
volumen parece infinita. En suma, razón y pasión encuentran en el ta-
lento y sensibilidad de la personalidad de Raimondi el delicado equili-
brio que nos permite apreciar en su obra la dimensión donde la ciencia y
el arte alcanzan una sola expresión.
Por otra parte puedo decir, con una mezcla de orgullo y nostalgia,
que a lo largo de los años de experiencia en la minería del Perú he sido
testigo de cómo muchas de las minas que Raimondi mencionó visio-
nariamente destacan hoy en día en el escenario nacional. Es el caso par-
ticular de Julcani, mina de Huancavelica donde Buenaventura se inició
como empresa hace más de cincuenta años atrás. Sorprende también, a
pesar del tiempo y de los avances de las prospecciones geológicas y
mineras, encontrar nuevos derroteros en los trabajos de Raimondi, los

[15] 15
que estamos seguros animarán a muchos empresarios mineros de hoy a
realizar exploraciones, inspirados por los datos del sabio italiano. Ésta
es sin duda la magia oculta e inexplicable de Raimondi, aquella que le
permite mantenerse vigente a pesar de la amenaza permanente del tiem-
po y del olvido.
No quisiera dejar de mencionar el acertado estudio introductorio
que acompaña el inicio de esta obra; en sus líneas se resume de una
manera didáctica, documentada y creativa la historia de la minería en
nuestro país y el rol que le cupo a Raimondi en su esfuerzo personal por
sacudirla del letargo en el que se encontró hasta finales del siglo XIX. El
concierto internacional, los grandes avances tecnológicos de la época,
así como el convulso y poco propicio escenario nacional dan la pauta
sobre el contexto en el que se desarrolló la minería desde finales de la
Colonia hasta la muerte del naturalista milanés. En este estudio queda
patente lo que antes ya ha sido mencionado pero que vale la pena recal-
car: pocas veces un país le debió tanto a un solo hombre.
Veo además con profunda satisfacción que esta edición, primer vo-
lumen de una colección más ambiciosa, es resultado de un esfuerzo co-
lectivo, suma de voluntades institucionales que no persiguen otra cosa
más que mantener vigente el legado científico y ético del ilustre sabio
italiano que adoptó al Perú en su corazón como su segunda patria. Este
espíritu altruista en beneficio de la educación y la cultura nacional nos
compromete a sumarnos solidariamente en esta afortunada iniciativa, la
que hacemos nuestra con la misma vocación colectiva que agrupa a to-
dos los promotores de esta colección.
Por último deseo expresar que como hombre forjado en el rigor de las
minas nacionales, es que resulta una gran emoción presentar esta obra
dedicada al oro visionado como posibilidad; dorado metal cuyo brillo
ilumina al fin, como lo soñó A ntonio Raimondi hace más de cien años, la
senda del desarrollo minero del Perú de cara al siglo XXI.

Ing. Alberto Benavides de la Quintana


Presidente del Directorio de M inas Buenaventura

16
Introducción

La colección Estudios Geológicos y M ineros para la obra “ El Perú” pretende


compilar y reeditar los principales escritos del sabio Antonio Raimondi
en estos campos de la ciencia. En estos escritos se mantiene vigente su
aporte científico y su visión sobre el ineludible rol que le asiste a la mine-
ría en el reto del desarrollo nacional. Asimismo esta edición cumple con
un sentido de homenaje a la memoria del científico milanés, debido a que
el presente año se celebra ciento ochenta años de su nacimiento. Cabe
indicar que el nombre de esta colección tiene también un propósito sim-
bólico y reivindicatorio; Raimondi jamás llegó a escribir los volúmenes
correspondientes a los estudios geológicos y mineralógicos considera-
dos en el plan original de su serie enciclopédica bautizada como El Perú.
Ciento treinta años después de la publicación del primer volumen de
esta incompleta colección sobre la historia natural nacional, nos hemos
tomado la licencia de agrupar sus principales obras en los referidos cam-
pos, considerando arbitrariamente que ellas representaron en su tiempo
los adelantos (estudios) y hoy en día el legado, de lo que pudieron ser los
volúmenes dedicados a estas materias, aquellos que concibió con tanta
ilusión, pero que jamás pudo publicar.
Así, la selección de obras que integran el primer volumen de la pre-
sente colección denominado Oro del Perú compila tres obras de notable
calidad e importancia sobre la riqueza aurífera de nuestro país. El pri-
mer escrito, que resume en una amena crónica el viaje a la provincia de
Carabaya, corresponde en realidad a un extracto del tomo I de El Perú,
publicado en 1874. Estamos seguros de que el lector encontrará intere-
sante esta lectura, por lo vívido del relato y el extraordinario complemen-
to que hace del mapa de Carabaya y Sandia que cierra el volumen. La
siguiente obra compilada fue publicada por el medio difusor de la Escue-
la de Ingenieros Civiles y de Minas en 1887 bajo el título de Minas de Oro
del Perú. En ella Raimondi hace un inventario de las principales fuentes

[17] 17
auríferas del territorio nacional a la vez que reseña importantes observa-
ciones sobre las características tecnologías y sociales de esta producción
y las diversas problemáticas que se afrontaba en ese tiempo.
Por último, se incluye la reedición del “ Mapa de las Provincias de
Carabaya y Sandia” , extraordinario y muy poco conocido documento
cartográfico publicado en 1887 en París por la prestigiosa casa Erhard
hermanos, afamada imprenta especializada en la edición de planos. En
el esfuerzo y calidad de su realización se da cuenta de la expectativa
nacional e internacional que despertaron los afamados recursos aurífe-
ros de estos remotos territorios de la República.
A simismo se ha considerado oportuno incluir en esta publicación
una serie de cartas y documentos oficiales que confirman el interés mun-
dial por la remota región de Carabaya. Este “ Epistolario áureo” , reseña
en las cartas de Sir Clements Markham, Jan Stolzmann, Eduardo de
Habich, y otros más, el rol que le cupo a Raimondi como el único referen-
te científico fidedigno en nuestro medio sobre esta apartada provincia.
Por otra parte debemos advertir que con el objetivo de hacer más ágil
y didáctica la lectura de las obras compiladas en este volumen, es que la
puntuación y ortografía han sido actualizadas de acuerdo a las normas
vigentes. De la misma manera, la fe de erratas señalada en la primera
edición ha sido subsanada en la presente. Por último, se adjunta un
glosario de términos a fin de esclarecer el significado de algunas pala-
bras propias de especialidades como la geología y minería.
El presente volumen se inicia con un estudio introductorio sobre la
historia de la explotación aurífera en el Perú en el contexto político, so-
cial y económico de los últimos años de la Colonia y a lo largo del proce-
so de consolidación de nuestra vida republicana (siglo XIX). En el mismo
se resumen las circunstancias que llevaron a la minería a la situación de
crisis que pasó durante muchos años, especialmente durante las prime-
ras décadas de nuestra trayectoria como República. En este último esce-
nario se reseña el aporte fundamental de la obra de Antonio Raimondi, y
de su legado científico y humanista, como inspiración y fundamento
para el desarrollo de los estudios geológicos y mineros en el Perú.

Luis Felipe V illacorta O.


Lima, febrero de 2004

18
Antonio Raimondi,
contexto histórico de su labor geológica y minera

1
Luis Felipe Villacorta Ostolaza

1. La minería en el Perú de Raimondi:


antecedentes de una actividad en crisis
2
La llegada del milanés A ntonio Raimondi al Perú coincide con un largo
período de crisis de la actividad minera en nuestro medio. En realidad
esta situación de falencia era resultado del caos y desorden crónico que
sufría esta actividad desde finales del siglo XVIII, aunque ciertamente en
un contexto político, económico y social particular: el último período de
la Colonia.
El Perú colonial vivió durante esta etapa de su historia una serie de
sucesos en su orden interno, los que sumados a importantes aconteci-
mientos de Europa en su conjunto, configuraron un escenario político de
agitación permanente que tuvo como punto culminante la independen-
cia de las naciones americanas. A pesar de la reacción hispana de este
tiempo materializada en las llamadas reformas borbónicas promovidas
por Carlos III, cuyo objetivo fue suavizar las condiciones de tributo indí-
gena pero a la vez optimizar la recaudación de impuestos mediante una
reforma administrativa, política y tecnológica de las colonias america-
nas, la senda de la convulsión social estaba trazada en la región. En el
Perú este panorama tiene sus particularidades, cuyo suceso se deja sen-
tir en la actividad minera. Sin duda es la revuelta del líder indígena
Túpac A maru, entre 1780 y 1781, la que señala el inicio de esta etapa de
nuestra historia y a la vez ilustra en una de sus reivindicaciones, la
abolición de la mita minera, una de las aristas principales de la crisis de
3
esta importante industria.
1
Director del Museo Raimondi, Asociación Educacional Antonio Raimondi, Lima. Av.
La Fontana 755 – La Molina. Teléfonos: 349-6166; 349-4380; 349-6092, Anexo 132
Página web: www.museoraimondi.org.pe; correo electrónico: museo@ciaraimondi.edu.pe
2
Arribó el 28 de julio de 1850 a los 26 años de edad (ver JANNI 1942; VILLACORTA 2003).
3
SAMAMÉ 1979: I, 89.

[19] 19
La mita era la acción mediante la cual se obligaba a las poblaciones
indígenas a brindar como tributo su fuerza de trabajo en las principales
actividades productivas o de servicio de la Colonia (por ejemplo agríco-
las, pastoriles, obrajes, mineras, de servicio doméstico e incluso de bús-
4
queda de antiguo s teso ro s “ incas” ). Esta manera de tributo de raíz
prehispánica, que organizaba a la población para trabajos colectivos
por turnos, fue institucionalizada por el virrey Francisco de Toledo, quien
la utilizó hábilmente en favor de la Corona española. En nuestro medio
fue administrada por diversas y sucesivas instancias burocráticas his-
panas; en un inicio estuvo a cargo de los encomenderos, luego pasó a los
corregidores, bajo cuya tutela el trato inhumano a los indios se generali-
zó, para finalmente culminar en manos de los intendentes.
En el caso del sur del virreinato del Perú, la mita más famosa era la
minera, la que obligó a miles de indios a laborar ininterrumpidamente
durante más de dos siglos en los principales asientos mineros de la re-
5
gión, como las minas de azogue (mercurio) de Huancavelica o en la
6
explotación de las riquísimas vetas argentíferas de Potosí, mina que
demandó la mayor cantidad de todos estos contingentes humanos.
Las durísimas condiciones del trabajo minero, las que gravaban por
diez meses de labor al año a un tercio de la población de una localidad
en edad de tributar, fueron las causantes de una permanente y sensible
baja demográfica en la región, la que afectó progresivamente a la misma
minería, ávida de fuerza de trabajo debido al alto requerimiento de mano
7 8
de obra de esta actividad y a la poca tecnificación de su industria. La
baja de la población fue tan sensible que incluso los tradicionales territo-
rios de sembríos de hoja de coca de la vertiente oriental de los Andes,
fundamentales en la tradición económica y social de las poblaciones
indígenas alto andinas, fueron prácticamente abandonados durante este
9
período al no poder ser atendidos de manera eficiente por estos grupos.

4
“La mita de la Huaca”, modalidad especialmente popular en la región de Trujillo (véase
ZEVALLOS QUIÑONES 1994).
5
Mina descubierta en 1566; SAMAMÉ 1979: 20.
6
Mina descubierta en 1545; SAMAMÉ 1979: 20.
7
La mita necesitaba de trabajadores tanto para la satisfacción de los requerimientos
logísticos de la explotación minera (v. g. construcción de las redes, canales y pozas
–cochas– para el transporte y almacenamiento de agua, preparación de alimentos de los
mitayos –operarios–, etc.), como para atender las diversas etapas de la cadena productiva
(v. g. trabajo en los socavones, traslado del mineral a los centros de transformación,
operación de los trapiches o moliendas, trabajo en los centros de amalgamación mineral,
etcétera).
8
Humboldt argumentó que las minas de Cerro de Pasco eran las peor trabajadas de América
por el gran desperdicio de mineral, la poca refinación de su beneficio y el casi nulo
conocimiento de las técnicas mineras modernas de los operarios ( HUMBOLDT 2002: 131).
9
SALA VILA 1998: 402-420.

20
Todas estas condiciones hicieron que la situación de la minería en el
Perú de finales del siglo XVIII fuera sinónimo de postración y estanco. A
fin de contrarrestar este hecho, el gobierno del recientemente ascendido
rey Carlos IV de España formó la Real Comisión de M etalúrgicos A lemanes
comandada por el afamado Barón de Nordenflycht cuya misión fue adies-
trar en las nuevas tecnologías mineras e implementar un orden adminis-
trativo acorde con estas reformas, ello dirigido a los mineros y autorida-
10
des burocráticas virreinales encargadas de esta producción. El objetivo
de la misión era optimizar la producción minera del Perú para lo que
11
tuvo un plazo de diez años. Cabe indicar que los alemanes tenían una
gran tradición mineralógica y metalurgista en Europa a partir del gran
desarrollo académico y tecnológico alcanzado en el centro minero de
12
Freiberg, conocimiento del que eran depositarios los integrantes de esta
13
misión. Debió haber sido muy sensible la caída de la productividad de
las minas del virreinato del Perú para que el rey de España soslayara el
hecho de que esta misión estuviera integrada por extranjeros que “ profe-
saban” el luteranismo.
A pesar de los amplios poderes de los que venía investida la comi-
sión, su trabajo fue hostilizado por las intrigas, intereses y corruptelas
que rodeaban la producción minera colonial y su antiguo ordenamiento
14
jurídico y fiscal. El origen germano y el credo luterano de sus integran-
tes hicieron aún más difícil el cumplimiento de la misión encomendada
15
así como su adecuada integración a la sociedad colonial. El acoso a
Nordenflycht y su labor profesional llegó a tal nivel que debió afrontar
problemas con la Santa Inquisición debido a que se le acusó de poseer
literatura proscrita. Incluso se sabe que Humboldt, quien fuera su hués-
ped durante su estadía en Lima, tuvo que interponer sus buenos oficios
ante el virrey de turno a fin de liberar de estas presiones al comisionado
16
germano.
A finales del siglo XVIII, la actividad minera en el sur de la Colonia
languidecía: la revuelta de Túpac Amaru, si bien sofocada, había dejado
abierto el espíritu de la insurrección entre la población, peor aún la nueva
organización administrativa representada por los intendentes no había
cambiado en lo sustantivo el antiguo estilo de gobierno de los corregido-

10
Nordenflycht llegó al Perú en 1790 (NÚÑEZ y P ETERSEN 2002: 249; SOBREVILLA 2002: 19).
11
Esta comisión estuvo integrada por 15 especialistas alemanes (SAMAMÉ 1974: 20). Estuardo
Núñez sostiene que fueron 12 (NÚÑEZ y P ETERSEN 2002: 249).
12
Sajonia, territorio ubicado al suroeste de la actual república de Alemania.
13
Entre sus integrantes destacaron Anton Zacarias Helms, Johann Daniel Weber y Friederich
Mothes (NÚÑEZ y P ETERSEN 2002: 249).
14
SAMAMÉ 1979: I, 86; ver también una apreciación semejante en SOBREVILLA 2002: 19.
15
NÚÑEZ y P ETERSEN 2002: 249.
16
NÚÑEZ y P ETERSEN 2002: 250.

21
17
res. Por otra parte, la ley y la productividad del azogue de las minas de
18
Huancavelica disminuían progresivamente, y en lo político la creación
19
en 1776 del virreinato del Río de la Plata como parte de las reformas
borbónicas, incluyendo la adjudicación de la jurisdicción territorial de
las minas de Potosí, significó para Lima la pérdida de la administración
del asiento mineral más importante de la América española.
No obstante, a pesar de ello, el recortado virreinato del Perú seguía
dando razones para la esperanza de mejores tiempos para la producción
minera. En la región de Cajamarca, el español Rodríguez de Ocaña des-
20
cubrió en 1772 las ricas minas de Hualgayoc y entre 1786 y 1795 la
producción de plata extraída del Real Asiento Minero de Cerro de Pasco
21
se cuadruplicó. Sin embargo este escenario sólo fue un paliativo a la
crisis que ya se vivía, ya que nunca se pudo remontar la baja de la pro-
ductividad de las minas tradicionales (v. g. Huancavelica). Considere-
mos, además, la poca pericia técnica en la explotación minera, la falta de
capitales para nuevas inversiones y los problemas logísticos derivados
de la distancia y lo accidentado del transporte del mineral hasta los
puertos de embarque. Esta situación se agravó con el campeante contra-
bando de barras de plata que, a lo largo y ancho de la Colonia peruana,
fue una actividad cotidiana, perjudicando directamente los ingresos fis-
22
cales de la Corona española.
Esta situación tiene como punto culminante las presiones y envi-
dias que se suscitaron entre los funcionarios realistas encargados direc-
tamente de la producción en las minas como de la administración fiscal
de los recursos obtenidos de ellas. Presionados por satisfacer las cuotas
de producción impuestas por el fisco colonial y a la vez garantizar una
trayectoria merecedora de reconocimientos públicos y económicos, mu-
chos funcionarios realizaron acciones de explotación minera temerarias
y negligentes, lo que ocasionó derrumbes y prácticamente el abandono
23
de importantes minas. La competencia entre funcionarios fue también
un importante factor de la crisis, ya que se saboteaba la labor y capaci-

17
VALIENTE 2003: 10 (http://www.ini.gob.mx/iii/ai1_03/borbonicas.pdf). 02/02/2004.
18
HUMBOLDT 2002: 138-143.
19
Creada mediante la Real Cédula del 1 de agosto de 1776.
20
SAMAMÉ 1974: 20.
21
VALIENTE 2003: 10 (http://www.ini.gob.mx/iii/ai1_03/borbonicas.pdf). 02/02/2004. A
fines del siglo XVIII Cerro de Pasco, con una población permanente de más de 5 mil
habitantes, se transformó en la mina más importante del virreinato del Perú.
22
VALIENTE 2003: 10 (http://www.ini.gob.mx/iii/ai1_03/borbonicas.pdf). 02/02/2004.
23
Éste fue el caso de mina Santa Bárbara de Huancavelica, parte de la cual se hundió en
1786 “por disposiciones irracionales de Juan Francisco Marroquín y Vicente Cajenaga,
directores de la mina” (SAMAMÉ 1994: 43); ver también HUMBOLDT 2002: 139.

22
dad instalada de las minas a fin de no beneficiar la “ carrera” de aquellos
24
que vendrían después.
Por otra parte, el contexto político internacional no favorecía a la
minería pues, a inicios del siglo XIX, los territorios americanos se encon-
traban en plena efervescencia emancipadora. Esta inestabilidad hacía
impensable asumir la inversión costosa y de largo plazo que demandaba
esta producción. Esta perspectiva se complicó con la ocupación de Espa-
ña por las tropas francesas comandadas por Napoleón a finales de 1808
y que señala el inicio de una serie de acontecimientos que mantendrían
la convulsión política en la península hasta más allá de la muerte de
Fernando VII en 1833.
Asimismo, la campaña militar de la independencia del Perú iniciada
en 1820 con la llegada de la expedición libertadora del general San Martín
tuvo como escenario principal de acción a la sierra central del país. Las
producciones minerales tenían importancia capital para los bandos en
conflicto, ya que la riqueza representada por las minas de Cerro de Pasco
era la garantía del financiamiento de los pertrechos militares y demás
25
gastos necesarios para asumir los costos de la guerra. Las sucesivas
campañas del general Juan Antonio Álvarez de Arenales y del libertador
Bolívar tuvieron como escenario recurrente la sierra central, en ese enton-
ces la zona en producción minera más importante del país. Si bien la
campaña militar emancipadora consolida la independencia del Perú, ella
tuvo efectos desastrosos en la actividad minera. Ello explica la causa del
descenso de la producción de plata que en años anteriores a este período
alcanzó los quinientos mil pesos, pero que durante el lapso comprendido
26
entre 1821 y 1825 sólo llegó a los ciento cincuenta mil pesos por año.

2. La fundación de la República y los paradigmas del progre-


so occidental decimonónico: la máquina de vapor,
los ferrocarriles, el telégrafo, el capitalismo y la
capacitación académico-profesional.

El período comprendido entre la consolidación de la independencia del


Perú en 1824 y la llegada de Raimondi en 1850 prácticamente coincide
con aquella etapa de nuestra historia que Basadre denomina La inicia-
27
ción de la Republica. A pesar del entusiasmo que despertó la emancipa-
24
SAMAMÉ 1979: I, 89.
25
SAMAMÉ 1979: I, 91.
26
SAMAMÉ 1979: I, 92.
27
Si bien BASADRE (2002) utiliza este término para hacer referencia a un período de nuestra
historia más breve (1820-1839), hemos creído conveniente usarla en este estudio para
abarcar un plazo un poco mayor (hasta 1850) por el carácter ilustrativo y representativo
de la frase.

23
ción en amplios sectores nacionales, este tiempo no es más que la prolon-
gación de la situación de crisis heredada de la última etapa del período
colonial, realidad de la que la minería no pudo escapar. Sin embrago,
desde el primer momento de nuestra vida independiente surgieron ini-
ciativas que trataron de revertir esta difícil situación. Ello se vio reflejado
de inmediato en el nuevo orden jurídico que trató de impulsar el joven
Estado independiente, algunas de cuyas tempranas leyes otorgaban los
mismos derechos que tenían los nacionales a los ciudadanos extranje-
ros, incluyendo beneficios tributarios al exonerarlos del pago de impues-
tos hasta por un año si invertían en actividades productivas como la
28
minería. La causa libertadora exigió también reparaciones a todos aque-
llos patriotas que contribuyeron con sus recursos en esta empresa; así,
en marzo de 1825, Bolívar y Unanue refrendaron una ley que adjudicó
29
diversas minas a los acreedores internos de la independencia. La rique-
za minera del país, a pesar de lo precario de su situación, era al igual que
en la Colonia, el principal aval de la ahora naciente República peruana.
Las primeras décadas de la vida republicana de nuestro país son
particularmente difíciles y convulsionadas ante los acontecimientos inter-
nos y externos; a las disputas entre los caudillos y militares de esta época
se suceden conflictos internacionales como la guerra con la Gran Colom-
30
bia (1829), la aparición y conflicto limítrofe con Ecuador así como el pro-
yecto de Confederación Peruano-Boliviana de Santa Cruz y la expedición
restauradora del ejército de Chile como el apoyo que recibió de la facción
peruana al mando de Gamarra (1836-1839). Todos estos sucesos hicieron
imposible que la actividad minera pudiera encontrar algún alivio a la
situación de postración que la tenía sumida en una crisis de más de medio
siglo. A pesar de ello se hicieron algunos esfuerzos, fundamentalmente en
el orden jurídico administrativo, como la creación del Tribunal de Mine-
31
ría, organismo que tenía como base una institución análoga de la época
colonial, pero adaptada al nuevo tiempo republicano, incluyéndosele en
32
el orden jurídico amparado por la Constitución de 1839.
En 1840, la historia de la minería en el Perú cambia significativamen-
33
te, pues éste es el año que señala el inicio de la explotación del guano. Si
bien su origen orgánico, resultado de la deyección de las aves del litoral
acumulado en sucesivos y densos sedimentos a lo largo de cientos de

28
Decreto del 19 de abril de 1822 (BASADRE 1969: I, 230).
29
BASADRE 1969: I, 223-224.
30
Que entre otros motivos desencadenó la guerra de finales de la década del cincuenta del
siglo XIX (BASADRE 1969: IV) como otros conflictos bélicos a lo largo del siglo XX.
31
BASADRE 1969: II, 289.
32
Para ver detalles sobre sus integrantes y funcionamiento véase MIDDENDORF 1893: I, 286.
33
SAMAMÉ 1979: I, 99-100.

24
años, la explotación de este recurso fue considerada en su tiempo una
34
actividad extractiva de características mineras. Ella requería de una
35
gran cantidad de mano de obra poco calificada; la extracción se desa-
36
rrollaba al aire libre en yacimientos que semejaban canteras y su carguío
como exportación demandaba muy poca infraestructura, pues el recurso
era depositado directamente en las bodegas de los barcos mediante un
37
sistema de mangueras de embarque. Todas estas actividades eran acom-
pañadas de muestreos permanentes los que, mediando análisis quími-
cos, establecían los componentes relativos de las distintas calidades de
38
guano.
El inusitado éxito del guano como fertilizante coincidió con la im-
portancia creciente de la naciente agroindustria en Norteamérica y Eu-
ropa. Su impacto fue muy importante al elevar la productividad de las
cosechas, lo que provocó una demanda cada vez mayor de este insumo,
favoreciendo su precio en el mercado internacional. Esta situación devino
en un inesperado como vertiginoso crecimiento de las exportaciones pe-
ruanas de este producto. Lamentablemente, el Perú nunca estuvo prepa-
rado para administrar los ingentes como súbitos recursos generados por
la explotación guanera, los que en su mayor parte fueron invertidos en
operaciones superfluas como en satisfacer una creciente y voraz buro-
cracia. Durante esta etapa la administración fiscal, la organización eco-
nómica de la nación, la opinión pública y los inversionistas nacionales
y extranjeros se concentraron en este recurso, que tenía como atractivos
su fácil explotación y alta cotización en el mercado externo, relegando a
un segundo plano cualquier esfuerzo significativo por parte del Estado
o los particulares en favorecer la actividad minera tradicional o minería
39
metálica. Incluso las crecientes exportaciones de salitre, las que se
habían iniciado diez años antes (v. g. 1830) en la provincia litoral de
Tarapacá ante el desconocimiento casi absoluto del Estado, fueron
40
opacadas por el súbito auge guanero.
A pesar de que la riqueza guanera generó una sensación de progre-
so y optimismo en el país, ella fue efímera debido a que estos recursos no
se destinaron a inversiones públicas capaces de estimular otras activi-
34
SAMAMÉ 1979: I, 96-112.
35
Véase el caso de la mano de obra china empleada en las islas de Chincha en P IÉROLA 1854;
Samamé refiere también la existencia de operarios polinesios, peruanos y chilenos (SAMAMÉ
1979: I, 111-112).
36
Ver excelentes fotografías sobre la explotación guanera en MAJLUF y W UFFARDEN, La
Recuperación de la Memoria. El primer siglo de la Fotografía en el Perú: 1842-1942,
Lima, Museo de Arte y Fundación Telefónica, 2001, pp. 214-217.
37
CAÑAS 1854; VILLACORTA 2003.
38
RAIMONDI 2003.
39
SAMAMÉ 1979: I, 96.
40
SAMAMÉ 1979: I, 113.

25
dades productivas permanentes, razón por la cual este período de la
41
historia republicana pasó a ser conocido como el de la prosperidad falaz.
Podemos concluir que el tiempo del guano para el Perú fue sinónimo de
dispendio y corrupción; al respecto Mario Samamé Boggio sostiene lo
42
siguiente:
A partir de 1840, año en el que se inicia la era del guano, ni siquiera existía
el estímulo de la necesidad, pues la comercialización de una riqueza que
estaba a la mano, crea una sensación de prosperidad y opulencia que
adormece el espíritu de empresa, y únicamente hay sitio para la volup-
tuosidad y el sensualismo, y también para el enriquecimiento vertigino-
so, frecuentemente ilícito, de quienes intervienen en las concesiones,
consignaciones y contratos de exportación, por cuya vía se despilfarran,
en corto lapso, las enormes reservas de fertilizantes acumuladas a través
de los siglos.43

Además se debe considerar el hecho de que prácticamente las pri-


meras décadas de vida republicana transitan por un período de ines-
tabilidad política permanente, lo que se traduce en una sucesión de
conflictos intestinos e internacionales. Baste decir que “ del veinte al
44
cuarentaidós, pasó el Perú catorce años de guerra” . El país era goberna-
do indistinta y casi indiscriminadamente por caudillos de turno, cuya
intención mayoritaria, más allá de la ejecución de un proyecto de cons-
trucción nacional, era el ánimo del disfrute efímero del poder.
Este escenario político nacional no distaba mucho de aquellos que
caracterizaban a otras jóvenes naciones sudamericanas, donde caudillis-
mos de todos los tipos y variantes se habían entronizado en el poder una
vez alcanzada la ansiada independencia. Parecía que los valores que ha-
bían animado la emancipación, entre los que destaca la misión de em-
prender un proceso de modernización sin exclusiones sociales como fun-
damento del progreso nacional, habían sucumbido ante la vigencia es-
tructural de organizaciones e idiosincrasias de raíz colonial, las que por
su sinuosidad, servilismo y poca transparencia eran perfectas para el ejer-
45
cicio del poder “ absolutista” del caudillo de turno. El ideal bolivariano y
panamericano, aquel que evocaba la posibilidad de la gran nación ameri-
cana, había sucumbido y sólo reverdecería efímeramente ante la amenaza
restauradora simbolizada en la guerra con España, cuyo evento culmi-
nante fue el combate del 2 de mayo de 1866 en el puerto del Callao.

41
BASADRE 1969: III y IV.
42
SAMAMÉ 1979: I, 85.
43
SAMAMÉ 1979: I, 85.
44
BASADRE 1969: III, 111.
45
MC EVOY 2001: 21-29.

26
Si bien este tiempo de convulsión era un rasgo común con la Europa
de mediados del siglo XIX, fue también un período de grandes avances
científicos y tecnológicos, los mismos que revolucionaron la economía,
la industria y las comunicaciones en el viejo continente. Podemos decir,
como lo sostiene Carmen Mc Evoy, que
La existencia, para mediados del siglo XIX, de un temprano proceso de
“ globalización” , evidente en la mundialización de la economía y en
importantes cambios tecnológicos que se manifestaron en la inven-
ción del telégrafo, el barco a vapor y el ferrocarril, provocó un replan-
teamiento intelectual en las periferias. El mismo debió de contem-
plar, entre otras cosas, una reevaluación del viejo proyecto republica-
no, un análisis de la correlación de las fuerzas sociales al interior de
las jóvenes repúblicas, un proyecto económico en el que se privilegia-
ran las bondades del liberalismo y de los mecanismos de inserción al
sistema capitalista internacional y un intento por parte de los intelec-
tuales periféricos por trasladar (y la más de las veces traducir) a sus
países de origen los avances culturales acontecidos en los centros de
poder mundial.46

Estos avances consolidaron en el mundo un nuevo paradigma del


progreso occidental; el colonialismo “ cedía” aceleradamente el paso al
liberalismo, la capacitación académico profesional, el capital y a la in-
dustrialización de la mano de la innovación tecnología representada
por las bondades de la máquina de vapor (v. g. barcos, locomotoras,
bombas hidráulicas, etc.). La antigua matriz colonial de mercados cerra-
dos, administración burocrática, control de inmensos territorios plenos
de recursos naturales y el manejo virtualmente esclavizante de grandes
contingentes de mano de obra no calificada, quedaban cada vez más
obsoletos ante este nuevo orden del progreso.
En las ciencias, el ejemplo inspirador del humanismo científico de
47 48
Humboldt y los novedosos conceptos evolucionistas de Darw in ter-
minaron por hacer colapsar toda resistencia que aún se opusiera al avance
arrollador de las investigaciones, cualquiera que fuera su especialidad.
A partir de este tiempo se consolida el vínculo indisoluble entre la inves-
tigación científica y el progreso, percepción que se generaliza incluso en
el imaginario colectivo popular europeo. No es de extrañar entonces que
éste sea el tiempo en que surgen las más prestigiosas instituciones y
agremiaciones científicas de Europa, entre las que destacan multitud de
museos, jardines botánicos, sociedades geográficas o de exploradores

46
MC EVOY 2001: 27.
47
NÚÑEZ 2002: 261.
48
El origen de las especies. Londres, 1859.

27
entre otras agrupaciones académicas, muchas de las que mantienen su
vigencia hasta nuestros días.
Sin duda, el centro del nuevo paradigma europeo era Inglaterra, se-
guida del aporte creativo de naciones como Estados Unidos, Francia y
Prusia. En este escenario es importante resaltar el papel de algunas ciuda-
des europeas ubicadas fuera del ámbito de los países mencionados; ellas,
gracias al empuje de sus ciudadanos y el espíritu renovador de sus élites
intelectuales, pueden ser consideradas como parte importante de este
movimiento, así podemos citar Milán, Florencia, Viena, Praga y Varsovia.
España estuvo lejos de integrar esta corriente en Europa; la antigua
potencia en ultramar representaba el poder colonial más importante de
su tiempo, por lo que el nuevo modelo estaba lejos de convenirle. Asimis-
mo, desde el inicio de este período afrontó una serie de problemas en su
orden interno y externo, los que se originan en la ocupación napoleónica
de la península. Ello señala el comienzo de un tiempo de continua exal-
tación política en la metrópoli, el que incluso le impidió reaccionar mili-
tarmente a fin de impedir la independencia de sus principales colonias
americanas a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XIX. Este
nuevo paradigma fue muy difícil de asimilar para España, lo que quedó
demostrado en su tardío y anacrónico intento de la década de los sesen-
49
tas por recuperar militarmente sus colonias en Sudamérica. Irónica-
mente la escuadra bajo la que se amparaba esta intentona navegaba bajo
el nombre de “ Expedición Científica Española al Pacífico” , pretendien-
do con este membrete marcar inútilmente distancias ante cualquier evo-
cación colonialista resultado de la memoria de un pasado aún cercano.
Por otra parte debemos considerar que la historia de la difusión en
la antigua A mérica española de los ideales y pensamiento que daban
forma a los nuevos paradigmas del decimonónico europeo fue mérito de
50
personalidades criollas lúcidas y preclaras. De alguna manera, espe-
cialmente en la segunda mitad del siglo XIX, se inició un proceso de “ po-
,51
linización intelectual” el mismo que tiene como precepto en lo político
promoción del modelo republicano y de los valores éticos en la gestión
de la cosa pública como respuesta ante el desgaste y fracaso de los
52
caudillismos postindependentistas. La modernización del país era parte
fundamental de este discurso, el mismo que se inspiraba en lo científico,
más que en el desarrollo de una propia matriz americana, en la incorpo-
ración y adaptación tangible de aquellos avances tecnológicos en los

49
BASADRE 1969: V.
50
Ver un excelente trabajo sobre este tema en MC EVOY 2001.
51
Término acuñado por Carmen Mc Evoy para hacer referencia a los criollos americanos
ilustrados en Europa en el siglo XIX (MC EVOY 2001: 24).
52
MC EVOY 2001: 37-63.

28
que se fundamentaba el nuevo progreso europeo (v. g. ferrocarriles, telé-
grafos, máquina a vapor, etc.).
El discurso modernizante era inclusivo y su difusión de pretensio-
nes masivas; la vulgarización del vocabulario y valores del modelo re-
publicano liberal en el pueblo era uno de sus ideales, los que pretendie-
ron así formalizar un código de comunicación revitalizado de nuevos
contenidos semánticos que facilitaran el cambio de mentalidad en la
masa que la apuesta por este sistema proponía. Por supuesto el escena-
rio mayoritariamente analfabeto, poco educado y rural de la mayoría de
las poblaciones americanas conspiraron contra el éxito de esta posibili-
dad, la que pretendía, casi desesperadamente, el progreso sostenido y
53
ético de las naciones americanas.
Este complejo escenario es una de las causas de la gran distancia
que existió entre la modernización del país y el ejercicio de los sucesivos
54
gobiernos de la etapa de la iniciación de la república. Durante este perío-
do la organización administrativa del Estado así como la idiosincrasia
de gobierno, estuvieron basados en métodos y marcos jurídicos de raíz
colonial. Estado y “ modernidad” sólo encontrarán coincidencias recién
55
a mediados del siglo XIX , con el advenimiento del primer gobierno de
Castilla (1845-1851), período que Basadre denominó el apaciguamiento
56
nacional.

3. La “ polinización” y la modernización de la República:


los paradigmas en la periferia

El proceso de modernización de la República tiene dos escenarios en


nuestro medio: el político y el científico. En ese sentido no resulta extraño
que en algunos casos personalidades notorias relacionadas con esta eta-
pa de la historia nacional hayan encarnado en sí las dos facetas. La in-
fluencia política representada en las máximas de la revolución francesa,
a saber: libertad, igualdad y fraternidad, así como el nuevo paradigma
académico de la Ilustración y su doctrina de investigación científica sin
límites, modelaron el espíritu cosmopolita de la vanguardia del pensa-
miento europeo y americano.
53
Este propósito se puede apreciar en el Diccionario para el Pueblo: republicano
democrático, moral, político y filosófico de Juan Espinosa de 1856. Reeditado en el 2001
por Sewanee University y la Pontificia Universidad Católica del Perú (Instituto Riva
Agüero). Asimismo ver el excelente estudio introductorio elaborado Carmen Mc Evoy
que acompaña esta reedición.
54
Título de la primera obra de envergadura de Basadre sobre la historia de la República. Ver
reedición de la misma en la serie Clásicos Sanmarquinos, editado por el Fondo Editorial
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima, 2002.
55
MIDDENDORF 1973: I.
56
BASADRE 1969: III: 73.

29
En nuestro medio destaca el caso del criollo Hipólito Unanue, quien
fuera una de las figuras principales de la inteligencia local, talento que
se vio plasmado en la fundación del colegio médico de San Fernando, la
formación de la Sociedad de Amantes del País y la edición de su medio
difusor El Mercurio Peruano, publicación científica en la que participó
bajo el pseudónimo de “ A riosto” y que fuera elogiada por el mismo
57
Humboldt. No resulta raro que en lo académico, el padre de la medicina
peruana haya crecido intelectualmente al amparo y protección del cos-
mógrafo real del virreynato del Perú, el español Cosme Bueno, quien
fuera la figura precursora de la renovación científica en nuestro medio a
lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII.
En lo político, la trayectoria de Unanue no es menos notable, ya que
apenas proclamada la independencia se desempeñó como Ministro de
Hacienda, fue integrante del primer Congreso Constituyente y miembro
del Consejo de Gobierno. Hombre de confianza de múltiples virreyes en
la Colonia, como de San Martín y Bolívar en la etapa de la emancipación,
su labor simboliza “ la realidad, por algunos desconocida, de que el Perú
existe desde antes de la independencia y marca un sentido de continui-
dad entre las dos épocas; sin que ello implique afrenta ni desdoro, sino,
58
antes bien, honra y prestigio” . Esta “ versatilidad” política no corres-
ponde a las sinuosidades de una personalidad débil y ubicua; todo lo
contrario, representan la manifestación consecuente de su vocación de
servicio a la nación y el esfuerzo con el que trató de contribuir a que el
Perú ingresará en la mejor condición a esta nueva etapa de su historia: la
República. En ese sentido, quizá la conciencia histórica de Unanue es
otro de sus principales aportes al proceso de modernización del país.
En cuanto a la “ polinización tecnológica” , el aporte del Barón de
Nordenflycht y la comisión que lideró en el campo de la minería se cuen-
ta entre los principales antecedentes en el esfuerzo por la modernización
productiva del país durante la última etapa de la Colonia. Éste a su vez
es el anticipo más importante del papel protagónico desempeñado por
los extranjeros “ calificados” en el desarrollo académico y científico del
Perú.
Una vez alcanzada la independencia, el país se vio involucrado en
un período de permanente agitación política y social (ver punto anterior
en este estudio). Este clima de conflicto afectó a la minería, y no discrimi-
nó en su perjuicio algunos avances significativos en este campo, como el
uso de la máquina de vapor para desaguar minas implementado por
primera vez en Cerro de Pasco. Esta innovación tecnológica fue introdu-
cida de la mano del notable ingeniero inglés Richard Trevithick, quien

57
NÚÑEZ 2002: 259-263.
58
BASADRE 1969: I: 172.

30
adaptó esta invención a la realidad de la explotación minera alto andina
desde su llegada al Perú en 1818. Lamentablemente, la turbulencia polí-
tica obligó a Trevithick a abandonar apuradamente el país en 1826, de-
jando detras de sí sus máquinas de vapor, sus minas de plata y su fortu-
59
na personal.
Sin embargo, la figura científica más relevante de la primera mitad
del siglo XIX fue el sabio arequipeño Mariano Eduardo de Rivero y Ustáriz,
amigo de Bolívar y Humboldt, quien regresó al Perú en 1826 luego de
60
realizar importantes trabajos en la Gran Colombia. La joven nación le
confió en esta etapa formativa de su historia diversos cargos, tanto en lo
científico como en lo político, los que eran acordes tanto con su espíritu
ecuménico como con su sólida formación académica y humanística al-
canzada en las más exigentes instituciones educativas de Francia, Ingla-
61
terra y Alemania.
Durante el gobierno vitalicio de Bolívar fue nombrado Director Ge-
62
neral de Minería e inspector de Instrucción Pública, investiduras con
63
las que recorre buena parte de la República. En 1831 asume la dirección
y el reto de instituir el Museo de Historia Natural y Antigüedades en la
ciudad de Lima, experiencia que culminará con la publicación de una
64
serie de importantes escritos sobre este tema. Luego es nombrado Pre-
fecto por el departamento de Junín, donde transformó el Colegio de Ins-
65
trucción Científica en la Escuela Central de Minería. Con esta última
medida deja traslucir su preocupación por la adecuada capacitación de
futuros cuadros técnicos en una de las regiones mineras más importan-
tes del país: la sierra central. La muerte lo sorprende en 1857 en Europa,
cuando desempeñaba un importante cargo consular al servicio del Esta-
66
do peruano en París.
La obra de Rivero representa la continuidad de aquélla iniciada por
Unanue; incluso son semejantes en su labor editorial, representada en el
esfuerzo del primero en la publicación de la revista científica M emorial de
Ciencias. Sin embargo el pequeño universo científico del Perú de aquellos

59
Nacido en Cornwall, Inglaterra en 1771, fue contratado en 1816 para trabajar en las
minas de Cerro de Pasco (http://www.spartacus.schoolnet.co.uk/RAtrevithick.htm)
04/02/2004.
60
RAIMONDI 1874: 31. Rivero se desempeñó como comisionado por el gobierno republicano
de la Gran Colombia para una expedición científica por este país (HAMPE 2002: 44).
61
Nacido en Arequipa en 1798, viajó a los 12 años a capacitarse a Europa. En Francia fue
alumno de la Escuela Politécnica y de la Escuela de Minas (Ver ALAPERRINE-BOUYER
1999: 15-18; también HAMPE 2002: 43).
62
HAMPE 2002: 44.
63
SAMAMÉ 1979: I, 92.
64
RAIMONDI 1874: 32.
65
BASADRE 1969: III: 209.
66
HAMPE 2002: 45.

31
años sumados a la inestabilidad del período posterior a la independencia
conspiraron en contra de sus trabajos: “ En la tormenta política de los años
que siguieron, permaneció siempre fiel a su ideal de progreso pero estaba
demasiado solo para lograr hacerlo triunfar frente a los intereses desenfre-
nados de los políticos, y tuvo que contentarse con pequeños pasos cuando
.67
lo que necesitaba su país eran trancones” Rivero sólo encontró eco y
continuidad a su filosofía científica en la labor de su asistente y colabora-
68
dor cercano, el también arequipeño Nicolás de Piérola.
El advenimiento de los dos períodos de gobierno de Castilla (1845-
1851 y 1855-1862) enrumbaron al país hacia la tan ansiada senda del
progreso nacional. Su gobierno coincide en lo político con un período de
apaciguamiento nacional y en lo económico con el auge guanero. La
holgura fiscal resultado de este tiempo se manifestó en la construcción
del primer ferrocarril del Perú, proyecto varias veces postergado debido
69
a las crisis políticas previas y cuyo servicio finalmente se inicio en 1851
con la línea Lima-Callao. Otro hecho digno de notar fue la adquisición
del “ Rímac” y el “ A mazonas” , naves de guerra con propulsión a vapor,
las mismas que fueron las primeras de su tipo en integrarse a una flota
70
de esta parte del continente. A estas innovaciones se suma la revolu-
ción en las comunicaciones representada por la llegada del telégrafo,
cuya primera línea entre Lima y Callao se inauguró en 1857.
Otro de los hitos que señala el inicio de un nuevo tiempo en la histo-
ria republicana fue la llegada de la fotografía al Perú (1842). La sociedad
limeña asume la moda venida de Europa con inusual ímpetu, incluso
antes que otras importantes ciudades de Latinoamérica o Estados Uni-
dos. Retratos individuales o familiares, paisajes urbanos, eventos socia-
les e incluso tarjetas de visita muestran una comunidad cosmopolita,
empeñada en mostrarse civilizada, lejos de aquella imagen exótica e indí-
71
gena que dominaba el imaginario colectivo europeo.
A pesar de todo, estos avances no eran más que manifestaciones de
72
un progresismo materialista, el que no se había visto equiparado en el
desarrollo de instituciones académicas acordes con estas innovaciones,
menos aún en la adaptación y adecuación de esta tecnología a un verda-
dero plan de desarrollo nacional fundamentado en las capacidades aca-
démicas y productivas de la nación; en realidad nuestra dependencia de

67
ALAPERRINE-BOUYER 1999: 36.
68
Padre del caudillo político del mismo nombre que alcanzará gran protagonismo en la
historia de la Republica en la segunda mitad del siglo XIX. Ver ALAPERRINE-BOUYER 1999:
34 y 37.
69
MIDDENDORF 1973: I, 334-335.
70
BASADRE 1969: III, 138-140.
71
MAJLUF y W UFFARDEN 2002: 91.
72
BASADRE 1969: III: 307.

32
Europa se había incrementado, ya que ahora necesitábamos no sólo de
su tecnológica sino también de sus cuadros técnicos.
La llegada de Raimondi es prácticamente contemporánea al arribo
de muchas de estas innovaciones al Perú. El sabio italiano reconoce rá-
pidamente las ventajas de estas invenciones para sus estudios, las que
aprecia en nuestro medio desde su perspectiva científica. Así se sabe por
su propio testimonio que se sirvió de fotógrafo itinerante para registrar
la imagen de indígenas de distintas regiones del país, con el propósito
consciente de difundir un aspecto poco conocido e incluso negado por
amplios sectores de la sociedad oficial de aquellos tiempos: la diversidad
73
étnica del Perú.
De la misma manera, Raimondi encontrará en la coincidencia de
sus notables conocimientos de geología y mineralogía y la importancia
creciente de los ferrocarriles, la oportunidad para dar a conocer la cali-
dad y profundidad de sus trabajos. Su manejo sobre los principales yaci-
mientos mineros del país y su importancia estratégica como un recurso
fundamental para el desarrollo nacional quedaron en evidencia al pla-
nificarse la construcción de algunos ferrocarriles en regiones dónde el
potencial de la explotación minera pudiera alcanzar una escala signifi-
cativa. Este propósito se comprueba en su importante obra El departa-
74
mento de Ancash y sus riquezas minerales, edición patrocinada por Enri-
que Meiggs, principal empresario ferroviario en nuestro medio durante
75
el siglo XIX .
Desde su llegada, Antonio Raimondi se vio vinculado directa o in-
directamente con todos aquellos acontecimientos relacionados con el
progreso del país. Su extremo rigor como investigador, la gran amplitud
de su obra y su gran patrimonio científico representado en sus coleccio-
nes y registros manuscritos resultado de casi veinte años de viajes por el
territorio nacional, sumados al ejercicio ético de su labor profesional y su
personalidad impoluta, hicieron de su figura el referente más importan-
te de las ciencias en nuestro medio. Esta situación tiene un gran mérito si
76
tenemos en cuenta su formación autodidacta y el hecho de que llegó al
Perú sin ningún aval académico, como bien pudo haber sido su partici-
pación como miembro corresponsal de un museo, de una misión científi-
ca internacional o de un jardín botánico europeo. En suma, Raimondi se
hizo en el Perú.

73
RAIMONDI 1874: 109. Lamentablemente no tenemos conocimiento de que estas fotografías
se hayan conservado hasta nuestros días.
74
RAIMONDI 1873.
75
SEINER 2003: 164-165.
76
Se sabe que antes de su llegada al Perú realizó estudios en las ramas de Química y Botánica
(VILLACORTA 2003).

33
En este tiempo aparecen también otros ilustres personajes de la cul-
tura y la ciencia en nuestro país; son de destacar figuras como Manuel
Atanasio Fuentes y Mariano Felipe Paz Soldán. El primero es célebre por
la publicación de su obra Lima, apuntes históricos, descriptivos, estadísticos
77
y de costumbres, mientras que el segundo pasó a la historia por su famo-
78 79
sa Geografía del Perú y sobre todo el A tlas Geográfico del Perú ambas
obras impresas en Francia. Las décadas de los sesenta y setenta fueron
de gran creatividad y riqueza cultural, incluso hubo espacio para el de-
sarrollo de la inventiva y talento empírico de notables personajes como
el famoso Pedro Ruíz Gallo, cuyo ingenio y versatilidad lo llevaron a
desarrollar facetas tan variadas como la astronomía, relojería, música,
80
pintura e incluso la ingeniería militar.
Sin duda, el símbolo más importante del acelerado proceso de mo-
dernización en el que se encontraba concentrado el país, y del que la
ciudad de Lima era su representante emblemático, fue el proyecto del
81
Palacio de la exposición. Esta obra fue inaugurada el 1 de julio de 1872
bajo el auspicio del gobierno de José Balta; su propósito original fue
82
albergar la Exposición Industrial de Lima inaugurada el año 1869. Esta
obra, encargada al famoso periodista Manuel Atanasio Fuentes y al ar-
quitecto italiano Antonio Leonardi, se inspiró en el estilo arquitectónico
del neorrenacimiento veneciano, transmitiéndonos en el sabor europeo
de su diseño, el mensaje de que el Perú se encontraba ( al fin) a la altura de
las grandes capitales occidentales.
Pocos meses después de la inauguración del Palacio de la exposi-
ción, sucede un hecho político sin precedentes en la historia republicana
del Perú: Manuel Pardo asciende a la Presidencia de la República como
el primer mandatario electo democráticamente en el país. El gobierno de
Pardo, líder del partido civilista, significó un período de importantes
proyectos nacionales, favoreciendo aspectos como la salud e instrucción
pública elemental así como la reforma y consolidación académica e
institucional de la universidad. Antonio Raimondi era amigo de Manuel
83
Pardo al menos desde la década de los años sesenta; al amparo del
gobierno civilista, el naturalista italiano encontrará al fin el apoyo polí-
tico y económico para ver florecer su obra, pero también tomará partido
77
Lima, 1867; editado en Francia, incluyó notas en español, inglés y francés.
78
París, 1862; en realidad esta obra fue iniciada por su hermano, el matemático Mateo Paz
Soldán, quien muere antes de terminarla; Mariano Felipe, con gran esfuerzo, la culmina
(BASADRE 1969: V, 74-77).
79
París, 1865. Destaca en esta obra el gran Mapa del Perú.
80
BASADRE 1969: IV, 287-297.
81
BASADRE 1969: VI, 231-234.
82
Cuando Manuel Pardo era alcalde de Lima.
83
El Museo Raimondi conserva amistosas cartas de Manuel Pardo dirigidas al Sabio desde
esta década.

34
por la política económica de Pardo, ganándose el encono de los empre-
sarios salitreros, el que se manifiesta públicamente en un álgido debate
84
ventilado en los principales medios periodísticos de la época.
Una de las obras más significativas de Pardo fue la creación de la
Escuela de Ingenieros Civiles y de Minas del Perú. Esta institución fue
liderada por el famoso ingeniero de origen polaco Eduardo de Habich,
quien logró el concurso de varios de sus compatriotas formados profe-
sionalmente en la famosa Escuela Superior de Puentes y Caminos de
París, una de cuyas dependencias agrupaba a los exiliados políticos
polacos residentes en Francia. De esta manera, la Escuela quedó estable-
cida y su plana docente integrada principalmente por prestigiosos inge-
nieros polacos, los que formaron las primeras generaciones de ingenie-
ros peruanos educados en el propio país.
Fue en este contexto que sucedió el acontecimiento que marcó el
“ termómetro” del progreso entre todas las naciones del mundo: la céle-
bre Exposición Universal de París de 1878. En ese evento, el Estado peruano
acreditó su propia representación; en ella se mostraba al mundo las crea-
ciones artísticas, históricas y científicas así como las producciones natu-
rales e industriales del Perú. Fue allí donde Antonio Raimondi recibió la
medalla de Oro en su categoría por la presentación de una colección de
85
652 especímenes que muestran la riqueza mineral del Perú. Esta selec-
ción estuvo acompañada de la edición de un libro denominado Catálogo
86
Razonado de los M inerales del Perú, el mismo que contó con una versión
87
traducida al francés.
Esta distinción debió llenar de una profunda e íntima satisfacción
al naturalista italiano, ya que ella era a la vez un halago y confirmación
de la calidad de su trabajo evaluado por un jurado integrado por lo más
reputado de la ciencia del viejo mundo. Ello tuvo de seguro un valor
especial para alguien que había salido discretamente de Europa veintio-
cho años antes, pero cuya obra había sido galardonada con la distinción
más alta del certamen más prestigioso del planeta.
El camino de la modernización nacional en el que estaba encamina-
do el Perú, con todas sus contradicciones y dificultades, encontró en la
guerra con Chile el escollo que frustró este sueño. La senda de la moder-
nización será tomada luego de este episodio de nuestra historia, pero
ella se desarrollará a la sombra de otros valores y paradigmas, aquellos
que rigieron al mundo a inicios del siglo XX.

84
RAIMONDI 2003.
85
LLONA 1884: 27-28.
86
RAIMONDI 1878.
87
SEINER 2003: 160.

35
4. El oro en el Perú: entre el mito y la realidad

La conquista del imperio del Tahuantinsuyo a manos de las huestes his-


panas comandadas por Pizarro y la riqueza de fábula representada por el
rescate y posterior repartija del oro y plata de Atahualpa, constituyen la
suma de hechos históricos en los que se fundamenta el origen de la fama
88
áurea del Perú. Incluso podemos postular la idea de que la “ abundan-
cia” del oro prehispánico y su apropiación como parte del “ botín” por el
rescate del Inca fueron ingredientes sustanciales en la formación de una
idiosincrasia social que concibe al Perú como un país de fácil riqueza. Esta
idea ha llegado a tener concepciones deformantes en el imaginario colecti-
vo popular, ya que no podemos soslayar el hecho de que a lo largo de
nuestra historia colonial y republicana, la intrínseca riqueza natural del
Perú fue acariciada por muchos como un sueño obsesivo de rápida pros-
peridad, a la que se podía (y debía) acceder de cualquier manera, incluso a
costa de métodos vedados como el saqueo o el robo.
Sin embargo, el esfuerzo por obtener la riqueza aurífera del Perú
exige como única posibilidad para su disfrute la fuerza y perseverancia
del trabajo. En ese sentido, el gran organizador de la actividad y rentas
del período colonial en nuestro país fue el virrey Francisco de Toledo,
reformador en lo administrativo y económico del virreinato del Perú y
verdadero artífice de la prosperidad minera de la Colonia. Sin embargo,
la riqueza mineral del Perú durante la mayor parte del período de domi-
nio hispano se fundamentó principalmente en la plata de Potosí. Baste
decir a manera de ejemplo que durante buena parte del siglo XVII la pro-
89
ducción de oro fue virtualmente de cero kilogramos.
A pesar de lo contradictorio que pudiera parecer lo señalado en el
párrafo anterior, la remota zona de Carabaya, ubicada en el extremo
norte del actual departamento de Puno, ya era conocida desde los tiem-
pos más tempranos de la Colonia como una región de ricos yacimientos
auríferos (ver mapa de Puno). En 1553 el cronista Pedro Cieza de León
hacía notar la importancia de las minas de oro de esta apartada provin-
90
cia, cuya extracción bien podía remontarse a la época prehispánica.
Años después, el célebre Garcilaso de la Vega menciona en su famosa
obra Comentarios reales... haber visto una pepita de oro “ como la cabeza
91
de un hombre” proveniente de esta región.

88
Sólo Pizarro recibió para sí 263 265 kilos de oro y 540 609 kilos de plata. Francico de
Jerez, un soldado “de a pie” recibió 40 488 kg de oro y 74 995 kg de plata (SAMAMÉ
1994: 26).
89
En referencia a la producción declarada oficialmente. SAMAMÉ 1994: 39-40.
90
SAMAMÉ 1994: 32.
91
Cometarios reales..., libro VIII, cap. XXIV. Citado por RAIMONDI (1867: 78). Ver
descripción de las minas de oro de Puno en la parte compilatoria de esta edición. Por otra

36
MAPA DE PUNO EN
TODA LA CAJA, YA NO
VA COMO ENCARTE

37
Por su parte, el afamado cosmógrafo de los virreyes, el aragonés
92
Cosme Bueno en sus estudios sobre el virreynato del Perú, dio cuenta
en el siglo XVIII de la fama aurífera de este territorio y de la existencia del
conocido poblado minero de San Juan de Oro, ubicado en la vertiente
93
nororiental de la cordillera de Carabaya. En la misma, reseña también
los problemas y pleitos típicos que traen consigo la explotación artesanal
y empírica de las fuentes auríferas.
En realidad, la explotación del oro en el Perú colonial “ vuelve” a
tener indicadores significativos a inicios del siglo XVIII, como lo dejan
notar las estadísticas de la época, las mismas que señalan como máxi-
mo apogeo el período comprendido entre 1735 y 1779, tiempo en el cual
94
se produjo un promedio de 1 000 a 3 000 kilogramos por año. La
explotación aurífera se concentró en la región norteña del virreynato,
las zonas de influencia de la ciudad del Cuzco así como en la Caja Real
de Lima, que en realidad era un gran centro de acopio de la producción
aurífera de la Colonia o Bajo Perú, concentrando porcentajes de hasta el
95
90% de todos los valores registrados. Con el desprendimiento de la
mina de Po to sí, que paso al virreynato del Río de la Plata en 1776,
asciende también en importancia la producción de oro de Carabaya,
que por este tiempo integró la jurisdicción platense del A lto Perú, cons-
96
tituyéndose en la Caja Real más productiva de aquella región.
Luego de este período de apogeo, la explotación de oro en el Perú
experimenta un descenso progresivo y considerable, el mismo que se
prolonga hasta bien entrada la época republicana, esto es hasta finales
del siglo XIX. Las causas que explican esta declinación ya han sido rese-
ñadas en el punto uno de este estudio (v.g. revuelta de Túpac Amaru, la
crisis de mano de obra, la falta de inversión en tecnología, la campaña
militar de la independencia, la falta de estabilidad política y económica
resultado de las guerras intestinas e internacionales y finalmente el auge
guanero).
Así en 1850, año de la llegada de Antonio Raimondi al Perú, nuestro
país sólo produjo 600 kilogramos de este precioso metal. Esta tendencia
declinante se agudizó al año siguiente con una producción de 200 kilo-
gramos y tocó fondo durante el conflicto armado con Chile y los años
inmediatos de la posguerra, cuando la producción total de oro fluctuó

parte es muy probable que la versión de Garcilaso sea exagerada, teniendo en cuenta
además el sentido poco preciso de muchas de las afirmaciones que caracterizan su obra.
92
Efemérides, 1778. Citado por Raimondi en su obra Minas de Oro. Ver la transcripción de
esta obra en la parte compilatoria de este volumen.
93
Hoy en día ubicado en la provincia de Sandia.
94
SAMAMÉ 1994: 25, 40-42.
95
SAMAMÉ 1994: 28.
96
SAMAMÉ 1994: 28.

38
97
entre 73 a 105 kilos hasta 1890. No es de extrañar entonces que, debido
a la crisis en la que estaba sumida la actividad minera en general, se
proclamara ese mismo año (v. g. 1890) una ley que exoneraba de todo
impuesto hasta por un plazo de 25 años a cualquier explotación de este
98
tipo en nuestro medio.
A pesar de la escasa producción de este precioso mineral, el Perú
no dejó de vivir los tiempos de la fiebre del oro que agitaron el mundo
a mediados del siglo XIX a partir del descubrimiento de los riquísimos
yacimientos de A ustralia y California. Ello coincidió con el primer
gobierno de Ramón Castilla, período de paz política y crecimiento
99
económico. La expansió n y co nso lidació n eco nó mica e institucio nal
del país llevaro n al Perú a una situació n expectante, incluso en el
escenario internacional; prueba de ello es el episodio mediante el cual
el Estad o peruano envió en misió n o ficial al buque d e la armad a
“ Gamarra” a las co stas de San Francisco , Califo rnia, con el fin d e ga-
rantizar la intangibilidad de los interés económicos de los comercian-
tes peruanos representados por buques cargueros de nuestra bandera
100
aportados en esta bahía.
El Perú vivía un tiempo de gran autoestima nacional apuntalada
por su bonanza económica; la sensación de modernización de la nación
era palpable a partir de la introducción en el país de la máquina a vapor,
101
el ferrocarril y las comunicaciones telegráficas. Prácticamente, el ini-
cio de la década de los años cincuenta coincide con el descubrimiento de
la rica quebrada aurífera de Challuma, en lo profundo de la selva de
Carabaya. Ello llevó a gran cantidad de aventureros de todas partes del
Perú (y del mundo) a adentrarse en esta remota región del norte de Puno,
atraídos por el brillo hipnotizante del oro. Su interés se vio intensificado
aún más por el favorable (y afiebrado) escenario internacional de A ustra-
lia y California. Esta tendencia se puede apreciar claramente en la anéc-
dota reseñada por el mismo Raimondi, quien describe el hallazgo de este
precioso metal en el cerro Sanú de Huacho en 1851, acontecimiento que
suscitó un importante traslado de gente de Lima hacia esa provincia a
102
fin de hacerse de esta riqueza. Sin embargo el oro era escaso y de baja

97
SAMAMÉ 1994: 42-44. Es mismo año Antonio Raimondi muere en la ciudad de San Pedro
de Lloc.
98
SAMAMÉ 1994: 43.
99
SAMAMÉ 1979: I, 102-108.
100
BASADRE 1969: III, 139-141.
101
MIDDENDORF 1973: I, 332-342.
102
“… descubrimiento que causó tanto entusiasmo en Lima, que millares de personas se
dirigieron llenas de ilusiones hacia esta nueva California, creyendo recoger el oro a
manos llenas...”. (RAIMONDI 1887: 33) Ver transcripción de Minas de Oro del Perú en el
presente volumen.

39
ley, demandando muchos gastos y trabajo para poder beneficiarlo, de-
volviendo a la cruda realidad a sus entusiastas explotadores.
La fiebre por la explotación del oro en el Perú del siglo XIX fue efímera,
pues el disfrute de esta riqueza se vio opacado por lo agreste y distante
de muchos de los principales territorios auríferos de la nación ( v .g. Pataz
o Carabaya), la ausencia de capitales que permitan una verdadera in-
dustrialización de su extracción, así como el nulo o escaso adiestramien-
to técnico y académico de la mano de obra como de los “ empresarios”
mineros. Consideremos además la importancia y vertiginoso crecimien-
to de las exportaciones guaneras, verdadero oro en polvo para la nacien-
te agroindustria mundial. La generación (y disfrute) de la riqueza tenían
un paradigma exclusivo en nuestro medio, ya que era mucho más senci-
llo y rápido para la naciente burguesía nacional alcanzar la prosperi-
dad mediante su integración a la dinámica productiva, de servicios y
burocrática beneficiada por la actividad guanera, que asumir la aventu-
ra, incomodidades y riesgos propios de la minería metálica tradicional.
Sin embargo, la fiebre del oro continuó en nuestro país, pero esta vez
llegó proveniente de París, transformada en espléndidas joyas símbolo
de la bonanza nacional alcanzada por todos aquellos vinculados al nego-
cio guanero y, cómo no, adornando también a algunas que otras damas,
esposas de notorios funcionarios públicos. Ricardo Palma reseña en una
de sus célebres tradiciones, “ El baile de la Victoria” , los profundos cam-
bios que vivió la República en este nuevo tiempo, donde la burguesía
nacional validaba su nuevo estatus gracias a su emergente poder econó-
mico, reclamando para sí un espacio en la cúspide social junto a la tradi-
103
cional aristocracia limeña, de títulos nobiliarios de raíz colonial.
Es muy interesante constatar que en plena efervescencia guanera
hubo quienes manifestaron su preocupación por el estancamiento de la
actividad minera, la que ya llevaba casi un siglo de crisis. A ntonio
Raimondi fue uno de los que denunció esta situación al publicarse en
1858 su intervención en el Senado de la República acerca de este tema, a
saber: “ Exposición sobre la decadencia del ramo de la Minería” . En su
participación “ … traza, aquí a grandes rasgos, pero magistralmente para
104
la época, el plan y fines de una Escuela de Minería” . Resulta relevante
constatar el nivel de prestigio que había alcanzado el naturalista italia-
no en tan sólo ocho años de permanencia en nuestro medio; su interven-
ción en el Senado así lo confirma. La fama de sus viajes y su vinculación
académica como un prestigioso profesor de la Facultad de Medicina de
105
San Fernando generaban un respeto creciente en la opinión pública a

103
BASADRE 1969: IV: 78-79; ver también VILLACORTA 2003: 60.
104
En BALTA 1926: 20. Desafortunadamente no hemos podido acceder a esta publicación.
105
Desde su fundación en 1856.

40
106 107
pesar de su juventud y nacionalidad extranjera. Es interesante resal-
tar, como lo señala Balta, que la intervención de Raimondi haya hecho
énfasis en la importancia para el país de una Escuela de Minas, hecho
que sólo se consumó casi veinte años después. Hay que tener en cuenta
que el milanés llegó a nuestro medio sin ningún título de Europa que lo
108
respalde, razón por la cual la búsqueda por la excelencia académica
109
fue otra de sus permanentes y sinceras preocupaciones.
La atención del Sabio con respecto a la importancia de la capacita-
ción académica para el desarrollo de la minería nacional se puede cons-
tatar en sus propios escritos, como aquellos resultado de su visita a la
mina de Hualgayoc en Cajamarca:
Para que este importante ramo de la industria progrese [la minería], se
necesitan hombres inteligentes en la materia y capitales. En el Perú
faltan los primeros, porque no se ha fundado hasta ahora ninguna es-
cuela de minería; y como no se recoge si no se siembra, nunca habrá
personas capaces de dirigir empresas mineras, si no se piensa antes en
establecer una buena escuela de minas.110

Sin embargo el interés de Raimondi por la minería involucra otras


aristas de esta actividad. A su conocida faceta de químico y geólogo
consultor del Estado, mediante la cual analizó muestras de todas partes
111
del país, se añade otra menos conocida, la elaboración de planos de
112
plantas para el procesamiento de minerales. De este tiempo se conser-
va un juego de planos acabados en delicadas acuarelas en el que se
muestra en todo su detalle el despliegue y maquinarias necesarias para
113
la instalación de una planta de amalgamación de minerales (ver pla-
nos 1 a 3 al final del presente volumen). No existe referencia precisa de
cuándo ni para quién se elaboró este interesante proyecto, sin embargo
su autoría es obvia y se comprueba en el estilo del arte y en algunos
escritos de puño y letra de Raimondi sobre el mismo.

106
En 1858 Raimondi tenía 34 años de edad.
107
La colonia italiana en el Perú de mediados del siglo XIX era el colectivo extranjero más
numeroso y prestigioso de todos los afincados en el país. Además de Raimondi, otros
valiosos académicos, como los médicos Manuel Solari, José Éboli o Juan Copello contribuían
con su bien ganado protagonismo en la escena nacional (ver p. e. BONFIGLIO 1993).
108
JANNI 1944; VILLACORTA 2003.
109
En 1862 recibió el título de Doctor en Ciencias Naturales por la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. El título original se conserva en el Museo Raimondi.
110
Lima, 8 de noviembre de 1861. Ver en SAEZ y BENAVIDES 2003 (www.museoraimondi.org.pe
/raimondi.htm) 18/02/2004.
111
ver p. e. RAIMONDI 2003.
112
A. MALDONADO y Juan de Dios GUEVARA 1950: 179.
113
Planos pertenecientes al Archivo del Museo Raimondi.

41
La amalgamación de minerales es una de las técnicas de beneficio
mineral más antiguas y populares de todas aquellas empleadas en el
Perú. Se remonta al tiempo de la Colonia, habiendo llegado a nuestro
114
país desde México. Su ventaja radica en que no existe un estándar para
el empleo de esta técnica, lo que la hizo versátil y fácil de implementar,
pero casi siempre sobre la base de un alto grado de ineficiencia operativa
115
y productiva.
El proceso de amalgamación del oro consiste en recuperar el valioso
metal de la carga de minerales y rocas contenidos en tanques mezclados
con agua y mercurio, la que en su conjunto forma una sustancia de textu-
ra viscosa y color blanquecino brillante a la que se le denomina amalga-
ma. El mercurio tiene la propiedad de actuar como catalizador del oro,
capturando las partículas pesadas de este mineral en esta suspensión
acuosa. Al final, el oro puro se obtiene haciendo hervir la amalgama, lo
que favorece la evaporación del azogue o mercurio, liberando así el pre-
cioso metal.
El plano elaborado por Raimondi y que acompaña esta edición (ver
planos 1 a 3), si bien basado en el mismo principio “ artesanal” de la
amalgamación, supone una sistematización del proceso con un claro
propósito de industrializar esta actividad y hacer más eficiente la pro-
ducción. Sin duda este diseño representa un salto cualitativo y cuantita-
tivo en la explotación minera del país, el mismo que es acorde con el
espíritu modernizante de la obra de Raimondi.

5. El viaje de Raimondi a Carabaya: el pez en el agua


116
Como parte de su itinerario de viajes por el sur del Perú, Raimondi
llegó a la localidad de Crucero el 15 de agosto de 1864, iniciando de esta
117
manera su exploración por la provincia de Carabaya. Esta travesía
formaba parte de la segunda etapa de sus recorridos por la nación, aque-
118
lla que podemos denominar viajes complementarios. El interés por
explorar esta famosa provincia resulta obvio a la luz de lo expuesto en el
punto previo; sin embargo, más allá de sus afamados recursos auríferos,
114
HUMBOLDT 2002: 142.
115
SAMAMÉ 1994: 19 y 20; HUMBOLDT 2002: 142-143.
116
Raimondi inició este viaje el 15 de mayo de 1862 ( El Perú, tomo I: p. 158), el mismo que
interrumpió entre diciembre de 1862 y agosto de 1863 a fin de recuperarse del mal de la
verruga, enfermedad que contrajo en el valle de Omas al sur de Lima. El 10 de agosto del
último año (v. g. 1863) retomó desde la ciudad de Ica su itinerario al sur del país, el que
lo llevó a explorar los territorios de Ica, Arequipa, Moquegua, Tacna y Puno antes de
iniciar su recorrido por Carabaya.
117
La provincia de Sandia se creó por ley en 1875, con lo cual la antigua provincia de
Carabaya se dividió en dos.
118
RAIMONDI 1874: I, 158.

42
este territorio también representaba un destino virtualmente inexplora-
do para la ciencia, a cuya riqueza mineral se sumaba otro recurso natu-
119
ral muy importante para la época: la cascarilla o árbol de la quina. La
historia de la cascarilla y el oro están íntimamente ligados en Carabaya,
ya que Raimondi atribuye el “ redescubrimiento” del potencial aurífero
de esta región a unos cascarilleros, quienes en una de sus exploraciones
a fin de proveerse de la corteza de esta apreciada planta medicinal, ha-
llaron importantes depósitos de este valioso mineral en la quebrada de
120
Challuma.
Carabaya y Sandia eran entonces, casi como lo continúan siendo
hasta nuestros días, una de las regiones más remotas y desconocidas de
la geografía nacional. Ubicados al norte de la jurisdicción territorial de
Puno, aparecen separados de la región medular de este departamento, la
hoya o área circunlacustre del Titicaca, por la accidentada y elevada
cordillera nevada de Carabaya (ver mapa de Puno). Esta barrera natural
favorece a su vez un dramático cambio medioambiental, ya que las frías
punas y heladas cordilleras de la vertiente suroccidental de esta cadena
montañosa dan paso en su ladera opuesta (v. g. cara nororiental), a la
tupida y exuberante floresta amazónica. Raimondi nota inmediatamen-
te el efecto de la cordillera en la ecología, la misma que señala “ el límite
entre la Flora y la Fauna andinas con la Flora y la Fauna del Brasil;
barrera, en fin, que separa la región de los llanos, del terreno más quebra-
do, y pasada la cual toda la naturaleza varía, como si se entrara en un
121
nuevo mundo” .
Lo más notorio de esta parte de todo su itinerario por el Perú, es que
en esta región el naturalista italiano experimentó el extremo de sus capa-
cidades físicas y mentales, traspasando el umbral de sus propias limita-
ciones. Fue el estímulo de lo desconocido y su afán por el descubrimiento
de una nueva frontera para la ciencia aquello que lo llevó a soslayar
peligros, carencias logísticas y capacidades propias como las de sus
acompañantes. Obnubilado por el vigor de la naturaleza y los ocultos
secretos de Carabaya, se internó en este territorio sin reparar en ninguna
limitación. Estas circunstancias fueron la prueba suprema de su férrea
voluntad, la misma que lo llevó a superar a lo largo de este viaje todo tipo
de contratiempos: lluvias que semejaban diluvios, deslizamientos catas-
tróficos, el eco amplificado y ensordecedor de los truenos resonando
entre los acantilados boscosos, el hambre, la fatiga física e incluso el
119
Plantas amazónicas del género Chinchona famosas por sus propiedades medicinales para
combatir la malaria.
120
Véase el pasaje sobre “Descubrimiento del oro en la quebrada de Challuma” en la
transcripción de la obra Minas de Oro en la parte compilatoria de este volumen.
121
RAIMONDI 1874: I, 178; ver también transcripción del pasaje en la parte compilatoria de
este volumen.

43
miedo al ataque de tribus hostiles, omnipresentes tras la espesura de la
floresta amazónica. Este último factor fue el causante de sucesivas diver-
gencias con su equipo de cargadores y guías, quienes veían su vida ame-
nazada al adentrarse cada vez más por territorios ni siquiera conocidos
por ellos mismos.
No es entonces de extrañar que el rigor de este viaje casi le cueste a la
vida, cuando toda su humanidad resbaló en un tramo empinado de un
camino sobre una formación geológica de pizarra humedecida por una
lluvia reciente. Su caída al precipicio, rumbo a la muerte segura, fue evita-
da gracias al auxilio de uno de sus cargadores, quien alcanzó a sujetarlo
de los pies, interrumpiendo así su trayecto hacia el despeñadero.
El contacto con las fuerzas de la naturaleza en su estado más prísti-
no le inspiró momentos de profunda introspección personal, los mismos
que dan cuenta de su espíritu delicado y sensible: “ … los fuertes relám-
pagos, los estruendosos truenos y la densa y brumosa atmósfera que
abulta los objetos, junto con la soledad del lugar, obraban sobre el alma,
produciendo un estado de tristeza y desasosiego indescriptibles” .
Sin embargo, a diferencia de Raimondi, otras fuerzas más seculares
habían atraído a una multitud de personas a este remoto territorio: su
riqueza aurífera, fama que como ya se ha visto, se remontaba al tiempo
de la Colonia. El interesante fenómeno económico y social desencadena-
do por la explotación del oro de Carabaya aparece claramente documen-
tado por Raimondi. Sus escritos reseñan las características “ tecnológi-
cas” de la explotación aurífera vistos a partir de las diferencias entre
122
aventaderos, rebosaderos y lavaderos, el rol de la mano de obra alto-
andina en esta actividad así como la experiencia catastrófica del proyec-
to de “ industrialización” bajo la luz de la introducción de una máquina a
vapor estropeada rápidamente por acción de la selva, la impericia de los
operarios y una inexistente red logística que garantice la adecuada pro-
visión de repuestos.
A pesar de lo penoso y sacrificado de las condiciones de esta activi-
dad, Carabaya era el territorio de la esperanza iluminada por el brillo
aurífero; aquí llegaron mineros (y aventureros) de todas partes del mun-
do en busca de fortuna, entre ellos el francés Gabriel Larrieu, quien fun-
123
dó en la confluencia del río Huari Huari y la quebrada de Challuma, el
centro de explotación minera de la región, el poblado de Versalles. Este
nombre debió surgir de la afiebrada intención de su fundador de evocar a
la vez el esplendor del célebre palacio de su madre patria como de las

122
Ver la interesante definición de cada una de estas modalidades de explotación aurífera en
la parte compilada en este volumen correspondiente a la obra Minas de Oro del Perú.
123
El nombre de este mismo río cambia a Inambari conforme avanza su curso (ver mapa de
Raimondi adjunto a la presente edición).

44
grandes expectativas de progreso depositadas en el recurso áureo explo-
tado en las inmediaciones. Sin embargo, la historia del Versalles de
Carabaya fue efímera; fue borrado del mapa por sucesivas inundacio-
nes, las que se llevaron en lo caudaloso de las aguas que lo arrasaron
muchas ilusiones de prosperidad.
Si bien la riqueza de Carabaya aparece envuelta en el halo de la
leyenda, no deja de tener importantes asideros empíricamente contras-
tables. Raimondi mismo registra pepitas de oro de más de 23 quilates en
sendas muestras de 10 gramos y 53 onzas de peso obtenidas del famoso
rebosadero de Quinsamayo ubicado en la quebrada de Challuma y pro-
piedad del Sr. Félix Rodríguez. Es interesante notar que en uno de los
dibujos que se conservan de la oficina de redacción de la obra El Perú se
124
ilustran las características de la explotación aurífera en Quinsamayo
(ver dibujo de Alfred Dumontel). Incluso de la lectura cuidadosa de los
escritos de Raimondi, se puede precisar en su mapa de Carabaya y Sandia
el sitio exacto de la ubicación de este rebosadero, a saber: “ lugar donde
125
se reúnen tres ríos” ; esto es según nuestra impresión en la parte alta de
la quebrada de Challuma, lugar que aparece señalado en este mapa con
126
la leyenda respectiva para notar la existencia de una “ mina” de oro.
Al entusiasmo inicial que despertó esta empresa aurífera en la re-
gión, le sucedieron conflictos y riñas entre los mineros, la mayoría por
posicionarse de las zonas más ricas de esta parte de la California peruana.
La ausencia de una autoridad que pudiera poner orden en la explota-
ción, la distancia y lo accidentado de la vías de comunicación hacia los
127
puntos de venta del oro, la agreste geografía, la hostilidad de los gru-
pos nativos y el rápido “ agotamiento” de las principales fuentes aurífe-
ras (cuando la quebrada de Challuma quedó “ exhausta” ), devolvieron
al olvido esta remota región, quedando como un recuerdo de la explota-
ción del oro la actividad extractiva en los discretos lavaderos de las ori-
llas de los ríos de Carabaya y Sandia.
Sobre este tema Raimondi escribió en su libreta de viaje lo siguiente:
Solamente en 1851 poco después del descubrimiento del mineral de
Challumas la población de Crucero era bastante concurrida de comer-
ciantes porque si se exceptúa a los hermanos Poblete, descubridores del
depósito aurífero, que sacaron bastante cantidad del precioso metal, los
demás emprendedores que habían venido de todas partes a la noticia de

124
Alfred Dumontel, artista autor de este dibujo formó parte del equipo de redacción de la obra
El Perú entre 1873 hasta su fallecimiento en 1875. No participó del viaje de Raimondi a
Carabaya, por lo que es seguro que este dibujo fue realizado sobre la base de indicaciones e
ilustraciones del propio naturalista italiano (ver VILLACORTA 2003: 46-52).
125
RAIMONDI 1874: I, 185. Ver crónica de viaje a Carabaya compilada en este volumen.
126
Ver mapa de Carabaya y Sandia de Raimondi adjunto en el presente volumen.
127
Las ciudades de Cuzco y Puno principalmente.

45
Dibujo Quinsamayo 1680
(Incluir logo del Museo de Arte

46
esta nueva California, salieron de Carabaya más pobres de cuando ha-
bían entrado. Pero estos malos resultados no eran debidos a la falta de
oro sino a los malos caminos, a la falta de víveres y a la poca práctica de
los exploradores.128

Otro de los aspectos interesantes que destacan en el panorama social


descrito por Raimondi es aquel que reseña los conflictos territoriales que
caracterizaban la relación entre los indígenas y los colonos; estos últimos
dedicados principalmente a la actividad de recoleccción de la cascarilla, a
brindar su fuerza de trabajo en la extracción de oro en los lavaderos y luego
al sembrío de caña y al cultivo de coca, planta esta última de importancia
ancestral para estas poblaciones. En ese sentido, Raimondi distingue a
dos grupos principales: los indios, integrados por aquellos contingentes
humanos provenientes de las vertientes altoandinas, especialmente de la
región de Azángaro y los nativos, habitantes tradicionales de la remota
129
floresta, a quienes se refiere como infieles, chunchos o salvajes.
Es interesante apreciar también el interés de Raimondi en describir
las particularidades y calidades de las producciones agropecuarias de
todas las zonas de ambas provincias. Desde aquellas ubicadas en las
regiones altoandinas donde predomina el cultivo de tubérculos hasta la
transformación en uso agrícola de los nuevos territorios colonizados en
la selva, los que se dedican principalmente al sembrío de la coca y al
cultivo de caña de azúcar. En el último caso, la producción estaba aso-
ciada a trapiches, instrumento fundamental en la elaboración de destila-
dos o aguardientes de caña, licor bastante apreciado por los indios según
testimonio del propio naturalista.
Teniendo en cuenta el método compulsivo y sistemático por el regis-
tro científico de todo lo que observó a su pasó, es que la ilustración de las
plantas distintivas de esta apartada provincia devino en una necesidad
imperiosa y a la vez coherente con este propósito documental. No en
vano Raimondi empleó varios días de su apreciado tiempo en detener su
recorrido por esta provincia para dedicarlo al dibujo de plantas, muchas
130
de ellas nuevas para la ciencia. Algunos de estos dibujos culminaron
en hermosas acuarelas, algunas de las cuales se conservan hasta nues-
tros días (ver acuarelas 1-7).
A lo valioso que resultan estas acuarelas como documentos artísti-
cos e históricos, pues es seguro que en varias se registren por primera vez

128
RAIMONDI 1950: 36.
129
A pesar de que estos términos pueden tener aún sentido peyorativo (y de hecho fue así en
su tiempo), Raimondi los utiliza principalmente por su sentido coloquial. Es conocida su
amplia admiración por los grupos nativos de la selva amazónica.
130
En Sandia se dedicó al dibujo de plantas por cuatro días. El Perú, 1874, tomo I, p. 192.
Todo indica que a pesar de estas paradas, Raimondi no pudo culminar estas ilustraciones.
Véase transcripción del viaje a Carabaya en este volumen.

47
nuevas especies para la botánica, se suma el hecho de que las plantas que
en ellas aparecen representadas son excelentes bioindicadores, es decir,
que su presencia señala la existencia y características de un ecosistema
en particular. Así, por ejemplo, las espléndidas orquídeas que Raimondi
documenta, como la Brassia juninensis (N.° 1), la kollensteinia sp. (N.° 2); la
Stanhopea sp. (N.° 3) y la Cleistes rosea (N.° 4), corresponden a variedades
que prosperan en la montaña, selva alta o bosque nubosos y que son
propias de la vertiente oriental de los andes (1 800 a 2 500 msnm). De la
misma manera, la W erneria orbygniana (N.° 5) y la Ranunculus krapfia (N.° 6)
son plantas propias de otro tipo de medio ambiente específico, como lo es
la agreste y frígida meseta altoandina o puna (4 000 a 4 600 msnm). Por
último destaca la Spartium junceum, (N.° 7), especie de origen mediterrá-
neo (Europa), la que en nuestro medio es muy conocida como flor de reta-
ma y que está ampliamente aclimatada a los Andes. Ella florece en los
espacios mesotérmicos propios de los climas templados de los valles
131
interandinos (entre los 2 500 a 3 500 msnm).
Éste fue un detalle de la biología vegetal que no debió haber pasado
desapercibido por el naturalista italiano, quien además señala al pie de
132
cada uno de sus dibujos el territorio específico donde fue registrada cada
planta (ver p. e. referencias a territorios o lugares en las acuarelas 1-5).
Resulta además obvio que nunca pudo culminar del todo sus acuarelas
debido al poco tiempo del que disponía, apurado siempre por cumplir
sus itinerarios. Ello es evidente en el detalle inconcluso, en trazo y color,
de los dibujos ampliados varias veces en su tamaño natural, de distintas
133
partes de la morfología de la planta, especialmente de la flor (p. e.
ovarios, labelos, estambres, pistilos, pétalos o estigmas; ver p. e. acuare-
os
las N. 1-5 y 7).
La suma de los criterios expuestos en los dos párrafos previos, es
decir la identificación y selección de (nuevas) especies bioindicadoras
como el dibujo y registro exacto del lugar donde se ubicó cada planta,
nos permite dilucidar otro de los criterios científicos tenidos en cuenta
por el naturalista: precisar la distribución fitogeográfica de las especies
botánicas. Esta información era crucial a fin de establecer la distribución
en el territorio patrio de las principales familias y géneros de la flora
nacional, ya que Raimondi vislumbró en la diversidad y riqueza botáni-

131
La identificación taxonómica de las especies representadas en las acuarelas de Raimondi
que acompañan esta edición fue realizada gracias a la atenta colaboración del Dr. Óscar
Tovar del Museo de Historia Natural de Javier Prado (UNMSM).
132
El procedimiento para realizar una acuarela implica necesariamente, y como paso previo,
el trazo a lápiz de la imagen a representar. Una vez logrado el dibujo sobre un soporte de
papel, la imagen adquiere color gracias al empleo de lápices cuyos diversos tonos se
humectan al agua, plasmándose como resultado final de este proceder la acuarela.
133
Para realizar este tipo de dibujos utilizó una lupa de aumento.

48
2
1

49
3

50
5
4

51
7
6

52
134
ca del Perú, un importante potencial en favor del desarrollo nacional.
Este propósito no era más que la continuación del plan original del Sabio
en este campo de la ciencia, como lo deja expresamente establecido en el
título de su principal obra sobre la flora nacional, a saber: Elementos de la
Botánica aplicada a la M edicina y a la Industria en los cuales se trata especial-
135
mente de las plantas del Perú.
A sí, resulta sorprendente el talento de Raimondi no sólo por develar
para la ciencia los secretos de este territorio, sino también por la forma
cómo desenmaraña en este “ pequeño” pero diverso cosmos las fronteras
trazadas por la cultura y la naturaleza. En sus escritos aparecen clara-
mente señalados los límites sociales que separaban a los hombres (crio-
llos, europeos, “ indios” y “ chunchos” ), así como los roles exclusivos y
excluyentes de cada uno de estos grupos. También aparecen descritas las
producciones y calidades agropecuarias de cada región, así como se vis-
lumbran las fronteras fitogeográficas representadas en plantas endémicas
de medioambientes específicos. Esta condición natural tiene coherencia si
recordamos que Raimondi repara enfáticamente en la frontera geográfica
representada por la cordillera de Carabaya, la que separa a la flora y fauna
altoandinas de aquellas de la hoya amazónica. La última barrera señala-
ba igualmente la frontera geológica que en su cara nororiental rebosaba de
recursos auríferos, contrastando así con aquella otrapobre del sur occiden-
tal. Resulta irónico percibir que cada una de las caras de esta barrera
cordillerana simbolizó respectivamente para una multitud de personas la
esperanza inspiradora del progreso o la resignación al frío infortunio.
De lo expuesto es evidente que ningún tipo de frontera pasó inad-
vertida para Raimondi, confirmándonos así la personalidad sin límites
que gobernaba su espíritu científico y de explorador.

6. El mapa de Carabaya y Sandia: la racionalidad del


naturalista y la revitalización de la República

El interés de Raimondi por contribuir al conocimiento de esta apartada


región se puede comprobar en su temprana colaboración con un artículo
publicado en 1867 en el Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Lon-
dres en el que reseña las características de las cuencas de los ríos San-
136
gabán y Ayapata, región del extremo occidental de Carabaya. Este aporte

134
Sólo su herbario superó los veinte mil ejemplares colectados en todo el ámbito nacional,
lo que sin duda constituía el corpus más amplio y completo de plantas existentes en el
Perú para su tiempo. BALTA 1926: 83.
135
RAIMONDI 1857.
136
RAIMONDI 1867. Ver también carta de Sir Clements Markham en la sección correspondiente
al epistolario en este volumen.

53
tiene coherencia si tenemos en cuenta que años antes Sir Clements
Markham, secretario de esta misma asociación científica británica, había
recorrido el extremo oriental de este territorio, especialmente la cuenca
137
del río Tambopata. Así, en la suma de los aportes de ambos científicos,
se configuraba hasta ese momento la visión más certera y fidedigna sobre
esta alejada provincia. Sin embargo, tras veinte años de la publicación del
ensayo de Raimondi, esta información resultaba obsoleta ante la siempre
demandante comunidad científica y el interés permanente por los recur-
sos auríferos de las provincias del norte de Puno.
En ese sentido es que uno de los hechos que muestran de manera
más patente el compromiso y visión de Raimondi por el desarrollo del
país, fundamentado principalmente en el rol de la actividad minera,
queda de manifiesto en el esfuerzo que dedicaron él y su equipo en la
elaboración y publicación de su “ Mapa del Perú” o lo que hoy conoce-
138
mos mejor como carta nacional. Esta obra fue su esfuerzo final, al que
dedicó con vehemencia los últimos años de su vida, y en el que tuvo que
sobreponerse no sólo a la estrechez de recursos económicos para la con-
139
tinuación de sus trabajos, sino también a su delicado estado de salud
y a los apuros propios del cuidado de los serios problemas psiquiátricos
140
de su esposa. A mbas circunstancias afectaron tanto su capacidad de
concentración como la paz familiar, influenciando negativamente su tra-
bajo. A pesar de esta difícil situación, Raimondi encontró tiempo en esta
etapa postrera de su vida para elaborar una de las obras cumbres de la
cartografía nacional, sin duda una de las composiciones más importan-
tes de la historia de esta especialidad en nuestro país.
Este gran mapa (en adelante carta nacional), era el fundamento y marco
de referencia de toda su obra por venir, es decir, de los siguientes tomos de
141
la serie enciclopédica El Perú. Resulta interesante que Raimondi haya
decidido en primer término elaborar un mapa detallado de las provincias
de Carabaya y Sandia antes de publicar cualquiera de las fojas integrantes

137
“Travels in Peru and India while superintendenting the collection of chinchona plants”.
Londres, 1862. Ver también Basadre 1969: IV, 378. En su recorrido por la cuenca del río
Tambopata Raimondi llegó a contar con la ayuda del mismo guía que orientó a los
naturalistas H. A. Weddell y C. Markham por este mismo territorio, “el práctico”
Mariano Martínez. Ver transcripción del viaje a Carabaya en la parte compilatoria de
este volumen.
138
VILLACORTA 2003: 56-59.
139
Se sabe que para este tiempo el naturalista sufría de insomnio, inapetencia y fuertes
dolores lumbares, a lo que se sumaba su visión cada vez más corta y cansada (ver
P RETZNER 1910; JANNI 1942: 303-304, 307-309).
140
Ver JANNI 1942: 304, 317. También cartas del Enrique Raimondi y Ernesto Malinowski
(Archivo del Museo Raimondi).
141
Ver plan original de la obra en el tomo I de El Perú, 1874, pp. 1-134.

54
142
de su carta nacional. Se sabe por versión del mismo Sabio que este plano
estaba bastante avanzado por propia iniciativa cuando en 1886 el Estado
143
peruano reinició los desembolsos para la continuación de su obra.
Este esfuerzo “ coincide” con la publicación de una serie de monogra-
fías sobre la riqueza aurífera del Perú en general y de Carabaya y Sandia
en particular, las mismas que ven la luz a lo largo de la década de los
144
años ochentas. El mismo naturalista deja entrever la razón de este
interés en una misiva de respuesta dirigida al Director del Ministerio de
Instrucción y cuyo extracto reproducimos a continuación:
Este mapa [del Perú] se compone de 33 grandes fojas grabadas sobre
piedra e impreso con distintos colores.

Empezé con las provincias de Sandia y Carabaya siendo de actualidad


la formación de compañías para explotar los valiosos depósitos de oro
de aquella rica región del Perú.

Luego principié el grabado de las primeras 5 fojas del mapa general


de la República que co mprend en una gran parte d e la Regio nes
Amazónicas.145
El interés de los particulares en la formalización de empresas para
la explotación de los recursos auríferos de esta región debió ser parte de
la información exclusiva que Raimondi manejó debido a su faceta de
geólogo y químico consultor, tanto del Estado como de los particula-
146
res. Ello le permitió estar al tanto de los más importantes proyectos
mineros en el país, ya que su opinión era considerada un requisito indis-
pensable entre los empresarios de la época. El ejercicio privado de esta
faceta profesional se “ intensificó” durante el tiempo de la guerra del
Pacífico, constituyéndose incluso en la única fuente de magros ingresos
durante el difícil período de la ocupación chilena de Lima, lapso duran-
te el que se suspendió el trabajo de la oficina de redacción de El Perú
147
financiado por el Estado. Durante este período se vio obligado a trasla-

142
Según carta de Raimondi del 20 de enero de 1890 y reproducida en este volumen, el
número de fojas originales en las que dividió el mapa del Perú fue de 33; sin embargo, la
Sociedad Geográfica de Lima aumentó a 37 el número total de fojas, las que elaboró
respetando las apreciaciones del naturalista italiano (ver BALTA 1926: 14-15). Ver también
carta de Raimondi del 3 de enero de 1888 sobre este tema.
143
“Organizada la oficina de dibujo me dediqué inmediatamente á continuar un mapa parcial
que comprende las auríferas provincias de Sandia y Carabaya que tenía bastante adelantado”.
Carta del 03 de enero de 1888.
144
Ver p. e. RAIMONDI 1883, 1885 y 1886.
145
Carta del 20 de enero de 1890 de Raimondi dirigida al Director del Ministerio de Instrucción
(Archivo del Museo Raimondi). Esta carta ha sido reproducida en su integridad en la
sección epistolar del presente volumen.
146
véase también JANNI 1942: 301.
147
Ver VILLACORTA 2003: 44.

55
dar todas sus colecciones del local de la Facultad de Medicina de San
148
Fernando a su casa, donde continuó sus investigaciones; incluso fue
autorizado por el gobierno a mudar el taller e instrumentos de grabación
del artista francés Víctor Ravillón a fin de que pudiera continuar con su
149
labor bajo el amparo del estatus internacional de su residencia.
Cuando el plano de Carabaya y Sandia llegó al Perú, en diciembre
de 1888, el Estado peruano prestó gran importancia a esta publicación,
lo que se deja traslucir en una carta del Ministerio de Gobierno, en la que
150
se requiere con apuro este documento. Sin duda la posibilidad de ex-
plotación minera de esta remota pero afamada región aurífera represen-
taba la esperanza de recursos frescos para la exhausta caja fiscal de la
posguerra.
El mapa de Carabaya y Sandia, publicado por la prestigiosa casa
151 152
Erhard hermanos de Francia en 1888, es la primera muestra de la
pericia técnica y compromiso profesional alcanzado por el equipo de la
oficina de redacción liderado por Raimondi, el mismo que estuvo inte-
grado en esta segunda etapa de su historia por el dibujante Rafael Ba-
luarte, el asistente Juan Gastelú y su hijo Enrique, el último incorporado
en calidad de secretario. Este trabajo es aún más meritorio teniendo en
cuenta la crisis en la que estaba sumido el país luego de la guerra del
Pacífico, por los escasos recursos con los que contaba el naturalista y la
fatalidad que persiguió a varios de sus miembros, suma de hechos de-
153
safortunados que redujo al equipo original a lo mínimo indispensable.
Destacan en el mapa de Carabaya y Sandia el uso de tres colores
(azul, marrón y negro sobre un fondo beige), una acertada leyenda que a

148
Acerca de los trabajos de Raimondi en su casa durante la ocupación chilena ver extracto
de la crónica publicada en el diario Danbury News del 7 de enero del 1885 en LA T ORRE
2003 (www.museoraimondi.org.pe/raimondi.htm/etnólogo) 18/02/2004.
149
Carta de la Secretaría de Estado en el Despacho de Fomento N.° 920 firmada por el
Sr. Echegaray el 4 de septiembre de 1880 (Archivo del Museo Raimondi). Durante el
tiempo de la ocupación de Lima, la casa de Raimondi enarboló la bandera italiana, lo que
salvó del saqueo a su colección.
150
Carta del Sr. Amat y León reproducida en la sección epistolar del presente volumen.
151
La dirección de la Casa Erhard hermanos que aparece en el plano es Calle Denfert-
Rochereau 35 bis, París. Ver también Balta 1926: 51-52.
152
En este mapa aparece impreso el año de 1887, pero en realidad se publicó en 1888. El
primer año señala el período en que se realizó el grabado o litografía que dio origen a este
documento (p. e. ver carta de Raimondi del 3 de enero de 1888 en este volumen).
153
Desde el inicio de los trabajos en la oficina de redacción de El Perú en 1873, la muerte
sorprendió sucesivamente a varios de sus miembros, como al corrector de estilo, el
literato Constantino Carrasco, al artista Alfred Dumontel, al grabador Vítor Ramillón y
al dibujante cartógrafo Manuel Charon. Asimismo, la guerra con Chile hizo abandonar el
país al naturalista en comisión, al polaco Constantino Jelski y casi con seguridad al
dibujante de probable origen francés H. del Garnier. Para más detalles sobre este tema ver
VILLACORTA 2003: 38-46.

56
las tradicionales convenciones utilizadas para límites políticos, capitales
de provincia, distrito o poblados, incorpora otras que señalan en el paisaje
representado por la carta la existencia de instituciones propias de la reali-
dad e historia de nuestro país, a saber tambos, pascanas, haciendas o
ruinas arqueológicas. El relieve aparece ilustrado por delicadas y acerta-
das convenciones topográficas que dan cuenta de lo accidentado del terri-
torio. Igualmente, la altura en la que se ubican los poblados o lo empinado
de los pasos andinos son datos reseñados en cifras exactas que indican su
elevación en metros sobre el nivel del mar. Por su precisión y composición
estética, estas convenciones no hacen extrañar a las actuales curvas de
nivel utilizadas en la cartografía de nuestros días.
En cuanto a su georreferenciación norte-sur, el mapa utiliza los dos
sistemas vigentes, es decir tanto la longitud al oeste de París como aqué-
154
lla al oeste de Greenw ich; asimismo, la latitud tiene como referencia
los paralelos respecto al sur de la línea ecuatorial. Por último, en cuanto
a criterios económico-productivos, el mapa señala las vías o rutas de
comunicación en esta remota región así como los lugares precisos donde
se encuentran las minas de oro, rasgo este último que explica por sí sólo
el esfuerzo de elaboración e impresión de este documento (ver reedición
de este mapa en encarte adjunto al final de este volumen).
Como ya se deja entrever líneas arriba, es evidente que la edición del
mapa de esta rica región del norte del departamento de Puno no fue un
hecho fortuito. Raimondi aprovechó la inminencia de su publicación
para agrupar en una sola obra todos sus escritos sobre la riqueza aurífera
155
del Perú, la que enriqueció con nuevos datos. Esta compilación vio la
156
luz en 1887 bajo el título de M inas de Oro de Perú, la misma que fue
publicada en el tomo V I de la revista Anales, prestigioso medio difusor de
157
la Escuela de Construcciones Civiles y de Minas del Perú.
Cabe indicar que esta Escuela fue encargada por ley de controlar la
asignación y destino de los fondos del fisco empleados por el naturalista
158
para la publicación de la obra El Perú durante la etapa de la posguerra.
Ello queda demostrado en el informe económico presentado por Raimondi
sobre los primeros catorce meses de trabajo de esta oficina una vez
159
reiniciada sus labores. Esta institución estaba dirigida en ese entonces

154
Londres, Inglaterra.
155
Ver RAIMONDI 1880, 1885 y 1886; ver también apreciación semejante en Samamé
1979: I, 154.
156
Publicado en Anales y Construcciones Civiles y de Minas del Perú, tomo VI , 1887.
157
Raimondi formó parte del Directorio de esta publicación. MALDONADO y GUEVARA
1950: 178.
158
Decreto Supremo firmado por Andrés Avelino Cáceres el 14 de octubre del 1886.
159
Carta del 3 de enero de 1888 y demás documentos incluidos en la sección epistolar del
presente volumen.

57
por el prestigioso y a la vez amigo personal del sabio italiano, el ingenie-
160
ro de origen polaco Eduardo de Habich.
De esta manera el propósito consciente de la publicación casi en
simultáneo del plano de Carabaya y Sandia y el estudio sobre las Minas
de Oro del Perú, nos presentan en toda su dimensión la racionalidad y
responsabilidad del naturalista, quien asume consecuentemente su mi-
sión autoimpuesta: “ dar a conocer al mundo las riquezas naturales de
161
este privilegiado país [el Perú]” . La vigencia del interés científico por
la riqueza aurífera de esta región queda demostrada no sólo por los epi-
162
sodios del pasado, sino también en el recurrente interés de sociedades
163
geográficas y misiones extranjeras por explorar esta región.
Por todo ello, no queda duda de que el mapa de Carabaya y Sandia
fue el gran ensayo cartográfico del equipo dirigido por Raimondi, prue-
ba indispensable para asumir el reto mayor representado por la elabora-
ción del mapa de la República. Así, la experiencia representada por la
carta de estas remotas provincias puneñas fue fundamental para definir
las mejoras en tamaño, escala, color y demás convenciones cartográficas
que luego se plasmaron en su elaborada y minuciosa carta nacional.
Las bondades de este proceder se aprecian en las mejoras de la
calid ad y co mpo sició n carto gráfica que caracteriza la entrega d el
164
esplendido “ Mapa del Perú” de Raimondi. Así por ejemplo en este
último documento se incorpora un color más (“ verde” para representar
la floresta amazónica), se establecen convenciones para tierras panta-
nosas, bosques, islas, así como para minas de oro, plata, cobre y carbón
e incluso para antiguas misiones abandonadas. Se señalan las rutas de
vías férreas, tanto existentes como por construir. La geografía humana

160
Personaje crucial en la historia de la ingeniería en el Perú. Luego de una corta pero
intensa carrera militar en el ejército ruso, pasó a estudiar en Francia, donde se graduó en
la Escuela Superior de Puentes y Caminos de París. En el país galo fue Director de la
Escuela Superior Polaca en Montparnasse, institución que agrupaba a los exiliados políticos
de ese país. En 1869 fue contratado en Europa por el gobierno peruano para desempeñarse
como Director de Obras Públicas en nuestro país. Luego de unos años el gobierno de
Manuel Pardo le encargó contratar en París a los ilustres ingenieros polacos con los que
formó la plana docente de la Escuela de Ingenieros Civiles y de Minas del Perú. En esta
última institución se desempeñó como director durante 33 años. Murió en Lima el 31 de
octubre de 1909 (KOCHANEK 1979: 84-88).
161
Introducción a la obra: Minerales del Perú o catálogo razonado de una muestra que
representa los principales tipo de minerales de la república, Lima, 1878.
162
Ver puntos 3 y 4 de este estudio.
163
Ver las cartas de Sir Clements Markham y Jan Stolzmann en la sección epistolar de este
volumen.
164
Luego de la muerte de Raimondi, su carta nacional fue culminada gracias al esfuerzo de
la Sociedad Geográfica de Lima, la que dispuso de los borradores de las fojas no impresas
y de la continuidad de sus trabajos representada en la labor del dibujante Rafael Baluarte
(ver BALUARTE 1906).

58
aparece representada mediante la ubicación en el territorio amazónico
de las distintas etnias habitantes de la remota, distante e impenetrable
floresta así como de sus nuevos inquilinos europeos: la colonia alema-
165
na del río Pozuzo.
Esta obra, además de ser la introducción a la diversidad cultural,
histó rica y natural d el Perú, es una invitació n a la esperanza y al
desarro llo nacio nal; ella no s presenta un país co mo reto , pleno de
posibilidades que sólo esperan el ingenio y voluntad del hombre para
transformar en riqueza los recursos naturales que en él se guardan.
La carta nacional de Raimondi tiene también un propósito introspecti-
vo, ya que es un llamado a los peruanos a voltear la mirada al interior
y encontrar en la entraña del país, el espejo de nosotros mismos y en
nuestro reflejo como colectivo, el impulso vital para el desarrollo del
Perú. Este documento era pues la indispensable hoja de ruta para el
progreso de la nación, el referente de todos los proyectos por venir, el
mismo que vio la luz luego de uno de los períodos más oscuros de la
histo ria nacio nal.
En ese sentido la carta nacional es a su vez testimonio preciso del
sentido de ubicuidad del naturalista italiano, quien consciente de la
realidad que afrontaba su patria adoptiva en este tiempo, encuentra en
la amplitud de su trabajo enciclopédico, la arista precisa a desarrollar,
como su íntima contribución a la recuperación anímica y económica de
la nació n.

7. A manera de conclusión

Raimondi tuvo varios motivos para planificar su viaje a Carabaya, entre


los que podemos citar la comprobación de propia vista de las riquezas
auríferas de la región, la diversidad natural de la misma esbozada a
partir de viajes previos de otros científicos como Weddell y Markham,
así como dilucidar las características orográficas y trayecto de las princi-
pales cuencas fluviales de la región, muchas de las cuales permanecían
desconocidas para su tiempo. En ese sentido su mapa sobre estos territo-
rios es su aporte fundamental y prueba fehaciente de su detallado cono-
cimiento geográfico de esta región. A su vez, el recorrido por Carabaya
también fue importante debido a que le brindó elementos de juicio fun-
damentales a fin de combatir testimonios “ exagerados o poco veraces”
de otros viajeros, quienes escribieron sobre las características naturales
166
de estos remotos territorios que dicen haber visitado.

165
Carta nacional, foja N.° 17.
166
Es el caso del viajero francés Laurent Saint-Criq, más conocido por su pseudónimo de
Paul Marcoy.

59
La obra de Raimondi es enciclopédica, total, como lo fue su relación
con la naturaleza y las ciencias. Su compenetración con la naturaleza es
íntima, personal, como ya lo señalara Honorio Delgado y como queda
comprobado en su crónica de viaje a Carabaya. No en vano sus pasos
son la referencia para las distancias geográficas y su visión el tamiz
cromático del color de la naturaleza, es decir su cuerpo y alma no sólo
están entregados a la naturaleza sino son parte de ella. A sí, la materia
que formó su cuerpo aparece transubstanciada en las más diversas ma-
nifestaciones naturales, como el verde de las plantas, el color de las plu-
mas de las aves, el rigor de las aristas geológicas que forman las monta-
ñas andinas, las suaves arenas del desierto costero o lo salado y dulce de
las aguas de nuestro país.
Esta relación mágica y poética con la naturaleza sólo pudo conce-
birse en su espíritu ecuménico, el mismo que le permitió gozar del reco-
nocimiento y respeto general. No en vano su impecable trayectoria cien-
tífica fue la razón por la cual el calor popular le otorgó el título honorífico
de “ Sabio” , quizá la más preciada distinción a la que cualquier investi-
gador pudiera aspirar.
Sin embargo era también el progreso del hombre como destino la
otra fuerza que animaba su íntima relación con las ciencias naturales.
En su caso esta motivación tenía un aliciente especial, ya que el Perú era
un país en plena construcción que a la vez desconocía el propio poten-
cial representado por sus reservas naturales. A pesar de los múltiples
problemas por los que atravesó el país hasta antes de la guerra del Pací-
fico, como las dificultades fiscales, las sucesivas crisis políticas, los pro-
blemas de integración y demás factores adversos, el Perú vivía un clima
de optimismo y esperanza en el futuro, en el cual las fuerzas promotoras
e ilustradas de su vanguardia —no necesariamente representadas por la
mayoría de los políticos nacionales de ese tiempo—, estaban involucradas
decididamente en el esfuerzo por el desarrollo nacional.
El propósito del desarrollo de la explotación aurífera de Carabaya y
Sandia puede representar el extremo de esta visión optimista, si es que
reparamos en las dificultades antes señaladas para establecer un centro
de producción industrializado en este remoto territorio en este tiempo.
Sin embargo, Raimondi era optimista porque confiaba en el progreso
inexorable de las ciencias, y en su avance la solución a todas estas difi-
cultades. Irónicamente, casi ciento veinte años después de la publica-
ción del mapa sobre estas provincias, la explotación a gran escala del
oro de Carabaya y Sandia sigue representando un reto para el país. In-
cluso resulta paradójico afirmar que las características de la producción
aurífera en la región siguen siendo muy parecidas a las descritas por
Raimondi en su visita de 1864.

60
No podemos concluir dejando de mencionar que la descripción
del itinerario de Raimondi por el alejado e ignoto territorio de Carabaya
y Sandia constituye una de las cumbres de las crónicas viajeras jamás
167
escritas sobre cualquier región nacional. En ella el naturalista italia-
no reseña el paisaje natural y social de la región, develándonos no sólo
su talento de “ observador totalizador” sino también su férrea convic-
ción exploradora y científica. Por dichos rasgos este viaje se constituye
sin duda en la cumbre épica de todos sus itinerarios por el Perú. Este
sentir queda expresado en el testimonio del propio A ntonio Raimondi,
quien al dejar detras de sí la aventura de casi cinco meses de tránsito
por la espesura de la floresta, los caudalosos ríos orientales y altas
cumbres nevadas que configuran el territorio de Carabaya, vio realiza-
168
do el ansiado sueño de su infancia. Era el 24 de diciembre 1864,
vísperas de Navidad.

Agradecimientos

La realización de esta obra no hubiera sido posible sin el aporte funda-


mental de Minas Buenaventura. Es por ello que queremos expresar nues-
tro público agradecimiento al Ing. A lberto Benavides de la Quintana,
presidente del Directorio de dicha empresa y reconocido admirador de
la obra de A ntonio Raimondi. Su auspicio a esta edición marca el inicio
de una colección dedicada a resaltar el legado y vigencia de la obra de
Raimondi en el campo de la geología y minería. La contribución de
Minas Buenaventura y de su presidente nos llena de honda satisfac-
ción a la vez de motivarnos a continuar en el esfuerzo por culminar este
proyecto.
El Colegio Italiano Antonio Raimondi es el hogar del Museo que
honra la memoria del sabio italiano. A su amparo, desde la inaugura-
ción de su local en la Av. Arequipa en 1930, se cautela parte importante
del legado documental original del viajero milanés. Esta rica tradición
no sólo ha sido respetada sino promovida activamente por las actuales
autoridades académicas del colegio, la directora general Iris Orbegoso y
el Preside italiano Franceso Sepe. A ellos particularmente y a todo el gru-
po de profesores integrantes de la plana docente del colegio en general,
nuestro más sincero agradecimiento por su apoyo, sensibilidad y cola-
boración permanente. Un reconocimiento especial merece el Ing. Edoardo
Soldano y toda la junta directiva de la A sociación Educacional que pre-
side, ya que gracias a su esfuerzo, manifestado en la política académica
y cultural del ente promotor, el legado de Antonio Raimondi se preserva
167
Ver crónica de viaje a la provincia de Carabaya en este volumen.
168
RAIMONDI 1874: I, 202.

61
en su aporte más apreciado a la colectividad nacional: el Colegio Italia-
no y el Museo Raimondi.
Queremos destacar también el apoyo permanente del excelentísimo
Embajador de la República de Italia, Dr. Sergio Busetto, así como del
Director del Instituto Italiano de Cultura, Dr. Nadir Morosi, quienes co-
laboran decididamente en todas las iniciativas recientes del Museo así
como en el diseño y promoción de la política institucional de difusión de
la obra del sabio milanés como referente fundamental de los sólidos vín-
culos que unen al Perú e Italia.
Asimismo, quisiéramos expresar nuestro público agradecimiento a
la Dra. Teresa Carrasco, Jefa del A rchivo General de la Nación y a la Dra.
Natalia Majluf, Directora del Museo de Arte de Lima, quienes una vez
más colaboran desinteresadamente con la labor editorial en la que esta-
mos empeñados al autorizar la reproducción de imágenes provenientes
de sus propios archivos. De la misma manera agradecemos la asesoría
del Ing. Luis Guillermo Morales en las ramas de geología y minería y del
Dr. Óscar Tovar en botánica, quienes desde el Museo de Historia Natu-
ral de San Marcos colaboraron con la revisión de distintos términos cien-
tíficos y técnicos aparecidos en esta edición.
Por último quisiera agradecer al Dr. José Carlos Ballón, Director del
Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por
su apoyo constante en difundir la obra del sabio italiano. Esta conside-
ración incluye también a su apreciado equipo editorial, integrado por
Odín, Erminia, Gino, Marco y Miriam. En la calidad profesional y digna
labor de sus integrantes se encarna con justicia el sentido de la frase que
es su razón de ser: la universidad es lo que pública. Estamos convencidos de
que San Marcos encuentra en el equipo del Fondo Editorial uno de sus
más emblemáticos representantes en cuanto a su trayectoria de excelen-
cia académica e institucional.
Por último debo advertir que el autor se hace responsable exclusivo
de lo escrito en estas páginas y del criterio de compilación que agrupa
las obras de Raimondi en este primer volumen de esta colección.

Referencias citadas

A LA PERRINE-BOUYER, Monique
1999 M ariano Eduardo de Rivero en algunas de sus cartas al barón Alexander von
Humboldt. Centro de Estudios A requipeños, Claustro Mayor. Universi-
dad Nacional San Agustín de Arequipa. Perú.
A SOCIACIÓN EDUCA CIONA L A N TON IO RA IMONDI (AEAR)
1990 Epistolario de Antonio Raimondi. Investigación Nicola Colombo y Ricar-
do La Torre. Gráfica Biblos, Lima.

62
BALUARTE, Rafael
1906 “ La obra de Raimondi” . Carta publicada en el diario El Comercio el 20
de abril. Lima.
BALTA , José
1926 La Labor de Raimondi. Imprenta Torres A guirre. Lima.

BASADRE, Jo rge
1969 Historia de la República del Perú, 1822-1933. Tomos I-XVI. Sexta edición
aumentada y corregida. Editorial Universitaria. Lima.
2002 La iniciación de la República . To m o s I y II. Co lecció n Clásico s
Sanmarquinos. Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, Lima.
BONFIGLIO, Giovanni
1993 Los italianos en la sociedad peruana: Una visión histórica. Asociación de
Italianos del Perú. Sayw a Editores. Lima.
C AÑAS, Francisco
1854 Exploración a las islas de Chincha con tres planos . Imprenta la Patria –
Lima. Otra versión en: Informes y polémicas sobre el huano y el salitre (Perú:
1854-1877) . Compilación de escritos de Antonio Raimondi. Colección Clá-
sicos Sanmarquinos. Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, Lima.
H A MPE MA RTÍNEZ , Teodoro
2002 “ Humboldt: sus contactos latinoamericanos durante el proceso de la
independencia” , en Acta Herediana, vol. 32, abril-septiembre, pp. 35-47.
Revista de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, Lima.
H UMBOLDT, A lexander von
2002 “ Diario de Viajes y Otros Escritos” , en A lexander von Humboldt en el
Perú, Estuardo Núñez y Georg Pedersen, Banco Central de Reserva del
Perú. Lima.
JA NNI, Ettore
1942 Vida de Antonio Raimondi. Empresa Gráfica T. Scheuch. Lima.

KOCHA NEK, Kazimierz


1979 Los polacos en el Perú. Embajada de Polonia. Editorial Salesiana, Lima.

LA TORRE, Ricardo
2003 “ Raimondi y sus estudios etnológicos” . Documento elaborado para la
página w eb del Museo Raimondi, en: w w w .museoraimondi.org.pe/
raimondi.htm (25/ 02/ 2004).

63
LLONA, Emiliano
1884 “ La obra de Raymondi” . Colección de artículos publicados en El Co-
mercio de Lima. Imprenta de Peter Bacigalupi y Cía. Lima.

MALDONADO, Ángel y Juan de Dios Guevara


1950 “ La obra de Raimondi en el campo de la química” , en Boletín de la
Sociedad Química del Perú, vol. XVI, N.° 3. Lima.

MA JLUF, Natalia y Luis Eduardo W UFFARDEN


2002 “ El primer siglo de la fotografía en el Perú” , en La recuperación de la
memoria. Perú 1842 – 1942. Museo de Arte de Lima y Fundación Telefónica
del Perú. Lima.
MIDDENDORF, Ernst W.
(1893) 1973 Perú: Observaciones y Estudios del País y sus habitantes durante una
permanencia de 25 años. Tres tomos. Dirección Universitaria de Biblioteca y
Publicaciones de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
MC EVOY, Carmen
2001 Estudio preliminar en: Diccionario para el Pueblo republicano democrático,
moral, político y filosófico, de Juan Espinosa, antiguo soldado del ejercito de
los A ndes. Reedición de la obra de 1856. Instituto Riva A güero-Pontificia
Universidad Católica del Perú y Univerity of the South-Sew anee.
N ÚÑEZ , Estuardo y Georg PETERSEN
2002 Alexander von Humboldt en el Perú. Diario de Viajes y otros escritos. Banco
Central de Reserva del Perú. Lima.
PIÉROLA , Nicolás de
1854 “ Informe sobre el estado del carguío de huano en las islas de Chincha,
y sobre el cumplimiento de del contrato celebrado con D. Domingo
Elías” , en Informes sobre la existencia de huano en las islas de Chincha presen-
tados por la Comisión nombrada por el gobierno peruano con los planos levanta-
dos por la misma Comisión . Tipografía El Heraldo, Lima: pp. 3-19.

PRETZNER, David
1905 “ A ntonio Raimondi. A puntes biográficos” , en El Comercio, jueves 20
de abril, Lima.
RA IMONDI, A ntonio
1857 Elementos de la botánica aplicada a la medicina y la industria en las cuales se
trata de las plantas del Perú. Escuela de Medicina de Lima.

1862 A puntes sobre la provincia litoral de Loreto. Tipografía Nacional, Lima.

1867 “ On the rivers San Gaban and A yapata in the province of Carabaya” .
Journal of the Royal Geographical Society , vo l. XXXVII, pp. 116-151, Londres.

64
RA IMONDI, A ntonio
1873 El departamento de A ncash y sus riquezas minerales. Lima (obra con el
patrocinio de Enrique Meiggs).
1874 El Perú, Parte Preliminar. Tomo I, Imprenta del Estado, Lima.

1876 El Perú, Historia de la Geografía del Perú. Tomo II, Imprenta del Estado,
Lima.
1878 M inerales del Perú o Catálogo Razonado de una colección que representa los
principales tipos de minerales de la República con muestras de huano y restos de
aves que lo han producido. Imprenta del Estado. Calle de la Rifa N.° 58,
Lima.
1880a Perú, Historia de la Geografía del Perú. Tomo III, Imprenta del Estado,
Lima.
1880b “ Estudios sobre el magistral que se emplea en el beneficio de los
minerales de plata, por el método de amalgamación americana” , en
A nales de la Escuela de Construcciones Civiles y de M inas del Perú. Lima.

1880c “ A péndice al Catalogo Razonado de los Minerales del Perú” , en Ana-


les de la Escuela de Construcciones Civiles y de M inas del Perú. Lima.

1882 “ Las aguas Minerales del Perú” , en A nales de la Escuela de Construccio-


nes Civiles y de M inas del Perú. Lima.

1883 “ Las minas de oro de Carabaya” , en Anales de la Escuela de Construccio-


nes Civiles y de M inas del Perú. Lima.

1885 “ Rápida ojeada a la provincia de Carabaya” . Conferencia en el Club Lite-


rario de Lima. A teneo de Lima. T. I, Lima.
1887 “ Minas de Oro del Perú” ., en A nales de Construcciones Civiles y de
M inas, A ño I y II. Lima.
to
1950 Notas de Viaje para su obra ‘ El Perú’ : Viaje al Departamento de Puno. 5.
volumen publicado por el Ing, A lberto Jochamow itz. Lima.
1991 Apreciaciones personales: Cartas a M iguel Colunga. Serie Epistolarios.
Biblioteca Nacional del Perú, Lima.
2003 Informes y polémicas sobre el huano y el salitre (Perú: 1854 – 1877) . Com-
pilació n de escrito s de A nto nio Raimo ndi. Co lecció n Clásico s San-
marquinos. Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, Lima.
SAEZ , Jo rge y A lberto BENA VIDES DE LA QUINTA NA
2003 “ Antonio Raimondi: su valiosa contribución al conocimiento de las ciencias
de la tierra y al desarrollo de la minería en el Perú” . Documento elaborado
para la página w eb del Museo Raimondi: w w w .museoraimondi.org.pe/
raimondi.htm (28/ 02/ 2004).

65
SALA V ILA , Nuria
1998 “ Cusco y su proyección en el oriente amazónico (1800-1929)” , en Fron-
teras, colonización y mano de obra indígena en la Amazonía peruana (s. X IX y X X )
de Pilar García Jordán ed. Pontificia Universidad Católica del Perú y Uni-
versidad de Barcelona. Lima.
SAMAMÉ BOGGIO, Mario
1974 Minería Peruana. Biografía y estrategia de una actividad decisiva. Tomo I.
Segunda edición, Lima.
1979 El Perú Minero. INCITEMI-Editora Perú, Lima.

1994 El oro en el Perú. Edición conmemorativa por los 25 años de la Univer-


sidad Ricardo Palma, Lima.
SEINER L., Lizardo
2003 “ A ntonio Raimondi: difusor pionero de la ciencia en el Perú” , en
Revista de la Facultad de Lenguas M odernas, N.° 6: 155-172. Universidad
Ricardo Palma, Lima.
SOBREVILLA , David
2002 “ La visión crítica de Humboldt de la sociedad peruana” , en A cta
Herediana, vol. 32, abril – septiembre, pp. 17-34. Revista de la Universi-
dad Peruana Cayetano Heredia, Lima.
V A LIENTE C., Enrique
2003 “ El derecho indiano y las reformas borbónicas en la sociedad colonial
peruana (Lima y Sierra)” , en A mérica Indígena, volumen LIX, N.° 1, enero-
marzo de 2003. http:/ / www.ini.gob.mx/ iii/ ai1_03/ borbonicas.pdf. ( 02/
02/ 2004).
V ILLACORTA O., Luis Felipe
2003 “ A ntonio Raimondi: Semblanza de un naturalista enciclopédico” , en
Informes y polémicas sobre el huano y el salitre (Perú: 1854-1877) . Compila-
ción de escritos de Antonio Raimondi. Colección Clásicos Sanmarquinos.
Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima.
Z EVA LLOS QUIÑONES, Jo rge
1994 Huacas y huaqueros en Trujillo durante el Virreynato (1535-1835). Editora
Normas legales, Trujillo.

66
—I—

Viaje a la provincia de Carabaya.


-Exploración del río Sangabán.
-Viaje a las minas de oro.
Expedición a las quebradas de Sandia y Tambopata.
18741

1
Extraído de El Perú, tomo I : 1874: libro segundo, cáp. V, pp. 177-202. Se sugiere realizar
la lectura de este texto siguiendo el itinerario de Raimondi en el plano adjunto a la
presente edición. [N. del Comp.]

67
Esta apartada provincia, célebre por sus ricas minas de oro, siendo muy
poco conocida, tanto por hallarse muy arrinconada en el extremo Sur de
la República, cuanto por la falta de caminos para entrar en sus fértiles
valles, llamaba mi atención de un modo particular, y desde mi salida de
Lima había hecho el propósito de recorrerla, aunque fuese a pie, de un
extremo a otro, visitando todas las quebradas que tributan sus aguas al
río Inambari; propósito que realicé empezando por la parte occidental,
que linda con el departamento del Cuzco, y acabando por la quebrada de
Tambopata, que sirve de límite con la República de Bolivia.
Empleé en esta penosa tarea, andando continuamente, cerca de cua-
tro meses y medio, habiendo entrado a la población del Crucero el 15 de
agosto y salido de la provincia el 24 de diciembre.
Sólo por su posición central y ser, por decirlo así, la puerta de entra-
da a los fértiles valles de la provincia de Carabaya, puede ser capital la
ruinosa población del Crucero; porque es casi incomprensible cómo se
haya fundado este pueblo en una pampa que nada produce y donde en
la estación de invierno los habitantes llevan a sus casas, en estado de
hielo, el agua que necesitan para los usos domésticos.
Del Crucero me dirigí al pueblo de Macusani pasando por el caserío
de Acoyani, donde logré ver un pequeño número de graciosos paco-vicu-
ñas, resto de la manada debida a los cuidados del presbítero Cabrera, el
que queriendo reunir en un solo individuo la fina lana de la vicuña y la
abundante de la alpaca, cruzó estos dos animales y obtuvo los mestizos
llamados paco-vicuñas, alcanzando en gran parte su objetivo.
Macusani es población más elevada que el Crucero, pero su clima es
menos frío, hallándose en el fondo de una quebrada que, a causa de esta
disposición topográfica, produce cebada, papas y quinua.
Continué mi camino hacia Ayapata situada en la vertiente oriental
de la gran Cordillera Nevada, continuación de la de Bolivia que tiene los
elevados picos Illampo e Illimani.

[69] 69
Cordillera Nevada.— A una legua de Ayapata, en un punto elevado, se
presenta a la vista un grandioso panorama de cerros cubiertos de nieve;
formidable barrera que divide la región selvática de la provincia de
Carabaya, de la frígida hoya del Titicaca; barrera que sirve de límite entre
la flora y fauna andinas con la flora y fauna del Brasil; barrera, en fin, que
separa la región de los llanos, del terreno más quebrado, y pasada la cual
toda la naturaleza varía, como si se entrara en un nuevo mundo.
Subí pues poco a poco la gran cadena, cuyo aspecto se hacía cada
vez más imponente, hasta que pasada la primera cumbre y pisando el
cuerpo de estos gigantes, halleme en una glacial región, en medio de
numerosas lagunas, dominadas por elevados barrancos de cristalino y
azulejo hielo, abriéndose a mis pies unas angostas gargantas cortadas
entre cerros de roca negra salpicados acá y allá de blanca nieve, y el
todo envuelto por una espesa neblina que cubría como de un misterio-
so velo la profunda y obscura hoya del valle. No hay palabras para
describir las sensaciones que experimenta el viajero en presencia de
estos cuadros de la ruda naturaleza, sensación que se modifica de un
momento a otro con los cambios atmosféricos tan frecuentes en la cor-
dillera. Este paisaje iluminado por el sol nos ofrece una escena aunque
muerta, al menos tranquila y agradable; pero basta que se levante una
tempestad para que la misma escena se presente luego con un aspecto
tétrico, terrible y amenazador.
La Cordillera Nevada de Carabaya tiene la vertiente occidental mu-
cho menos inclinada que la oriental, de modo que la subida se hace
insensiblemente; al contrario, la bajada presenta casi siempre escalones.

Exploración del río Sangabán.— La bajada a A yapata no es tan abrup-


ta como la de otras quebradas; sin embargo, no deja de tener largos tre-
chos con escalones de piedra.
Llegué en fin a A yapata, pueblo situado en la región de las neblinas;
por lo cual su atmósfera es muy húmeda y el interior de las casas muy
obscuro, siendo a veces necesario tener luz artificial durante el día.
De A yapata pasé a la quebrada de Ollachea, atravesando la ramifi-
cación de la Cordillera que separa las dos quebradas, la que es bastante
elevada y tiene varias lagunas. Bajé a Ollachea, pueblo de clima templa-
do y agradable, por estar situado mucho más abajo que Ayapata. Reco-
nocí su agua termal que se halla cerca de la población.
Pasé enseguida al pueblecito de Chia, subiendo por otra quebrada
que desemboca más abajo de la de Ollachea. Vi poco más allá de Chia las
extensas ruinas de un pueblo anterior a la conquista, con las faldas del
cerro dispuestas en andenes para el cultivo, sostenidos por paredes de
piedra muy bien construidas.

70
De Chia fui a visitar la quebrada de Palca, situada más al Oeste, y la
última de Carabaya, estando dividida por un ramal de la Cordillera, de
la quebrada de Marcapata del departamento del Cuzco, con la que pare-
ce reunirse más abajo.
Después de haber descendido por la quebrada de Palca y visto el
pueblecito de Ivipata, emprendí mi marcha al elevado pueblo de Corani
y de allí pasé nuevamente a Ollachea marchando por camino muy frago-
so donde hay que subir hasta casi el nivel de la nieve perpetua para
poder bajar a la profunda quebrada.
El río que pasa por el pueblo de Ollachea es el mismo que después se
llama Sangabán; pero como no se puede seguir, ni a pie, el curso del río
por los cerros muy inclinados y casi cortados, a pique bajé por la quebra-
da hasta donde me fue posible y regresé a Ayapata para entrar nueva-
mente a la quebrada de Sangabán por otro camino.
Salí de A yapata con el propósito de seguir el río de Sangabán hasta
su desembocadura en otro mayor que, según mi modo de ver, debía ser el
Inambari y no el de Marcapata, como se observa en varios mapas, y como
lo ha hecho creer un viajero que no ha visto siquiera esta región.
De Ayapata, marchando por un camino muy escabroso, en el que se
atraviesan varios ríos y arroyos que tributan sus aguas al río de Esquilaya
(nombre que se da más bajo al río que pasa por Ayapata), llegué al punto
más elevado del camino y una legua más adelante pisaba un terreno
cuyas aguas bajan al río Ollachea o de Sangabán, y poco después des-
cansaba en el tambo de Quiton-quiton. Éste consiste en una techumbre
sostenida por cuatro paredes de rústicas piedras y sin puerta y sirve
también de abrigo a las vacas que pacen en aquellos elevados cerros; lo
que, a pesar de esto, no deja de ser un gran consuelo para el viajero que
recorre aquellos lugares deshabitados y que ha tenido que sufrir la ac-
ción de la lluvia durante todo el día.
Desde este lugar elevado se domina toda la región de los bosques
que se extiende abajo hasta perderse en el horizonte; pero esta región
amanece casi siempre cubierta de densos vapores, y mirada desde el
tambo se presenta a los pies del espectador en un verdadero océano
vaporoso en el que se descubren unos raros islotes formados por la cum-
bre de los cerros cubiertos de bosques.
Dejando el tambo de Quiton-quiton, alumbrado por el sol, bajé por
un camino muy inclinado, hundiéndome, por decirlo así, en el terreno, el
que se halla cortado en barranco a los dos lados; y bajando, como en casi
todas las quebradas de la provincia de Carabaya, por una serie de saltos
sobre elevados escalones, se entra en una húmeda región que favorece de
un modo asombroso la vida de las diminutas plantas criptógamas, las

71
que cubren de un verde tapiz la superficie inclinada del terreno y hasta
las ramas de los arbustos y arbolillos.
Siguiendo el camino en constante descenso, y descansando en va-
rios tambos, llegué a la hacienda de San José de Bellavista, situada en el
límite de los terrenos habitados por los salvajes, que en varias ocasiones
la han invadido causando algunas desgracias.
En San José, queriendo llevar a cabo mi propósito de ver la desembo-
cadura del mentado río de Sangabán, pude con no poca dificultad pro-
porcionarme cuatro peones para cargar la cama y víveres, así como para
acompañarme en mi peligrosa expedición.
Muy largo sería describir aquí los trabajos y penalidades de esta
marcha a pie por un terreno sin camino de ninguna clase; teniendo a
veces que fabricar escaleras de palos para subir a elevados barrancos
cortados a pique; haciendo marchas casi aéreas por terrenos de rápida
pendiente; pasando a vado una infinidad de arroyos y ríos; atravesando
tupidos bosques de plantas espinosas por donde teníamos que adelan-
tar lentamente, abriéndonos el paso a golpe de machete; pernoctando en
la playa del río en continuo peligro de ser sorprendidos por los salvajes,
y careciendo en una ocasión hasta del diario alimento.
Pero al fin alcanzamos la victoria: llegamos a la desembocadura del
río Sangabán en el caudaloso Inambari, y en sus playas descansamos un
día para saborear la satisfacción moral de haber logrado nuestro objeto
después de tantas fatigas.

Quebrada de A yapata o de Esquilaya.— De las playas del río Inambari,


en vez de regresar por el mismo camino, seguí este río aguas arriba hasta
encontrar la desembocadura del río de A yapata o Esquilaya y subí la-
deando este río.
Al tomar este nuevo camino tenía la convicción de que pasaría me-
nos trabajos que por la quebrada de Sangabán. Sin embargo, no mejoré
de condición, puesto que tuve que superar obstáculos de distinta natura-
leza, llegando a un lugar donde no había posibilidad de seguir la mar-
cha en la margen izquierda por lo escarpado del terreno; y para pasar a
la otra banda tuvimos que hacer un puente con un gran tronco de árbol,
lo cual nos costó muchas fatigas y mucho riesgo.
En este camino nos faltaron también los víveres, añadiéndose al
cansancio el hambre; hubo veces que no hallamos ni un metro de terreno
llano para tender la cama, viéndonos obligados a dormir casi sobre los
árboles y en continuo peligro de rodar hasta el río.
Siguiendo por esta quebrada hallamos algunos pequeños plantíos
de coca pertenecientes a indios de Ayapata, pero solitarios porque sus
dueños los ocupan solamente en la época de la cosecha. Llegué por fin a

72
un puente que lleva el mismo nombre de Esquilaya, pasado el cual subí
una media legua para llegar al tambo, que es el único lugar poblado y
donde residen constantemente un alcalde y un alguacil. Este tambo no
está libre de las correrías de los salvajes; pero la visita más desastrosa es
la que se verificó el 4 de mayo de 1859 en la cual mataron al alcalde y se
llevaron ochocientos machetes y trescientas hachas que habían deposi-
tado en el Tambo los indios, que van temporalmente a sus cocales situa-
dos en la quebrada.
Del Tambo de Esquilaya me dirigí a Ayapata, donde llegué al si-
guiente día, pasando la noche en el Tambo de Ichucalla.

Regreso al Crucero.— Terminada esta primera expedición con toda


felicidad, y con el placer de haber aclarado algún tanto la hidrografía de
esta desconocida parte del Perú, cobré nuevo valor para emprender otras
campañas y salí de Ayapata para ir al pueblo de Ituata, que en línea recta
dista muy poco, pero por lo quebrado del terreno se andan tres leguas.
Ituata se podría llamar el país de la neblina. Casi todo el año está
envuelto en una espesa capa de vapor acuoso; y si acaso se halla despe-
jado el cielo en el pueblo, no lo está por cierto en la quebrada que pasa al
pie, la cual aparece como un mar de densos vapores que se mueven a
manera de olas, no dejando distinguir objeto alguno situado en el plan
de la quebrada. El río que pasa al pie de Ituata lleva sus aguas al de
Esquilaya. Más abajo, dos leguas antes del Tambo de este nombre, entra
por la derecha en el río Esquilaya, el de Caxili, que tiene lavaderos de oro.
De Ituata me fui a Tambillo, caserío situado a mucha elevación en la
margen izquierda del río que más abajo se llama Caxili. Sus habitantes
siembran papas con las que preparan el chuño que les sirve de alimento
en sus viajes.
Pasé el río de Tambillo sobre un sólido y sencillo puente, formado
por dos grandes piedras atravesadas, una de las cuales tiene siete me-
tros de largo. La construcción de este puente es anterior a la conquista
del Perú; notándose a poca distancia paredes arruinadas de edificios de
aquella época. Se sube enseguida casi hasta la nieve, pasando cerca de
varias lagunas; se atraviesan varios riachuelos y arroyos, bajando y su-
biendo continuamente hasta llegar al pueblo de Coasa, el que se halla en
la cuchilla d e una lo mad a entre d o s río s. El principal se llama d e
Chuiquiña, nombre que conserva aun más abajo.
Después de haber visto la disposición hidrográfica de la quebrada
de Coasa, pasé al pueblo de Usicayos, viendo en el camino algunos anti-
guos sepulcros o Chulpas que tienen la forma de pequeñas casitas cua-
drangulares con techo de piedras de forma piramidal. Enseguida regresé
a la capital de la provincia, esto es, a la población del Crucero.

73
V iaje a las minas de oro.— Después de un descanso de cinco días, salí
nuevamente del Crucero para visitar otras quebradas que tributan sus
aguas al Inambari y ver el célebre mineral de oro de Challumas.
El camino ladea el río que baña la población del Crucero por poco
más de una legua y después se dirige hacia la Cordillera Nevada, que
ofrece en este lugar una vista imponente. Seguí mi marcha a orillas de la
bella laguna de Aricoma, gozando del espectáculo de un enorme alud o
caída de nieve desde lo alto, con ruido atronador.
A l terminar la laguna los inmensos cerros nevados parecen formar
una barrera insuperable, no distinguiéndose el lugar por donde pasa el
camino. Éste sigue tortuoso y subiendo poco a poco, dando varias vuel-
tas, llega insensiblemente al nivel de la nieve perpetua, la cual aparece
dispuesta en capas horizontales formando barrancos de más de treinta
metros de espesor.
De la cumbre de esta gigantesca barrera bajé al otro lado, pasando la
noche en el tambo de Huancarani, el que a pesar de ser despoblado como
todos los demás, es al menos bastante espacioso. Enseguida, marchando
por un camino muy quebrado, me dirigí al pueblo de Phara, situado en
condiciones análogas al de Coasa, esto es, fundado sobre una lomada en
medio de dos riachuelos que se reúnen al pie del pueblo.
De Phara seguí marchando por una fragosísima senda hasta llegar
al tambo de Huaturo, pasando en el camino la estancia de Palca y el
tambo de Uco.
El tambo de Huaturo se puede considerar como la puerta para en-
trar a la Montaña, pues un poco más allá empieza la vegetación con más
vigor, sucediendo los árboles a las pequeñas matas y apareciendo ense-
guida las elegantes palmeras.
A poco más de una legua de este tambo se halla el de Patalayuni.
Desde este punto, el camino va haciéndose cada vez peor y casi imposi-
ble la marcha a bestia, de manera que continué a pie, bajando largos
trechos por elevados escalones en un verdadero ejercicio gimnástico.
Entre el tambo de Mamanta y el de Cotani se pasa un trecho de
camino muy angosto con precipicios en ambos lados. Este lugar se llama
el Puente y está sostenido por una elevada calzada artificial que no se
sabe cuándo ha sido construida.
Después de otra serie de saltos llegué por fin al lugar poblado llama-
do la Mina, situado en la confluencia de los ríos Machicamani y Capac-
mayo, entre los cuales baja el camino. Este lugar debe su nombre a algu-
nos lavaderos y minas de oro que se hallan en sus inmediaciones. Exis-
ten en este punto unas tres casas y un tambo donde vive un alcalde.
De la Mina, en vez de seguir por el camino derecho que conduce a
los minerales de oro de Challuma, di unas largas vueltas continuando la

74
marcha a pie para ver el río Pulipuli, el antiguo mineral de oro de Aporoma,
el río Pacchani y el lugar llamado Palcabamba, situado en la orilla del río
Huari-huari, que más abajo toma el nombre de Inambari.
De Palcabamba continué mi marcha por una pésima senda, siguien-
do a poca distancia el curso del río Huari-huari, subiendo y bajando
continuamente, pasando por la inclinada falda de cerros con derrumba-
deros a cada paso, y atravesando arroyos llenos de piedras y palizadas
traídas por las avenidas, hasta encontrar el camino que conduce recta-
mente de la Mina a Challuma y de allí al tambo que lleva el mismo nom-
bre de Huari-huari que se da al río.
A poca distancia de este tambo atravesé el río Huari-huari sobre una
pequeña balsa y entré al lugar llamado Versalles, situado cerca de la
desembocadura del rico río de Challuma en el Huari-huari.
El lector quedará sorprendido al ver un lugar que se llama Versalles,
en una comarca tan apartada, a la que no se puede entrar sino por fatigo-
sas marchas a pie; pero desaparecerá su sorpresa al saber que este nuevo
Versalles recibió su bautismo de un entusiasta francés, el señor D. Gabriel
Larrieu, el 9 de diciembre de 1849, poco después del descubrimiento de
los ricos minerales de oro de Challuma.
Actualmente, la efímera población de Versalles se halla completa-
mente arruinada pues, además de la decadencia del mineral de Challuma,
sufrió dos inundaciones: una por el río Huari-huari, en marzo de 1862, y
otra por el río Challuma, el 30 de septiembre de 1863, casi un mes y
medio antes de mi llegada a este lugar, en cuya fecha quedaban solamen-
te tres casas.
Los que no han viajado por las montañas del Perú difícilmente po-
drán formarse una idea del camino que conduce desde Versalles a las
minas de oro de Challuma, el que se hace en gran parte por el cauce del
mismo río, entrando a cada rato en el agua para pasarlo y repasarlo
todas las veces que se presenta algún obstáculo.
A pesar de que en 1851 se abrió un camino con los soldados del
batallón Yungay, esto no duró sino pocos meses y actualmente está en
completo abandono.
Poco después se abrió otro que, por las numerosas vueltas que da, se
llama de la Moyoca, que en lengua quechua quiere decir vuelta. Este
camino es tan malo que cuando el río no está crecido se prefiere marchar
por largos trechos en el cauce y pasarlo a vado a cada rato.
En el camino que yo he recorrido para ir de Versalles al último punto
donde se trabajó oro en esta quebrada, y que se llama el Carrizal, he
pasado a vado diez veces el río Challuma y treinta y cinco veces el ria-
chuelo Pucamayo.

75
En este trabajoso camino vi todos los lugares que han dado grandes
cantidades del tan codiciado metal, y la mayor parte de los cuales se
hallan hoy día completamente despoblados; tales son: Pusupunco, don-
de no se ve ni vestigio de casa; San Simón; San José, cerca del riachuelo
del mismo nombre, donde hubo una casa; Cangali, que ha sido lugar
habitado, dio unos tres quintales de oro; Cementerio; Alta-gracia, en cuyo
lugar una sola batea de tierra del peso de unas quince libras dio al señor
D. José Poblete 43 onzas de oro. En Alta-gracia hubo muchas casas, de
las cuales cuando yo pasé había una sola.
En Quimsamayo, lugar donde se reúnen tres ríos, hallé al señor D.
2
Félix Rodríguez que estaba trabajando un gran rebosadero, cuya capa
aurífera (venero) se hallaba cubierta por un depósito de piedras y tierra
estéril (carga) del espesor de más de cuarenta metros. Desde este punto,
subiendo por el cauce del riachuelo Pucamayo, fui visitando el lugar
llamado Mercedes, donde el señor Rodríguez sacó una pepita de oro de
cuarenta y cinco onzas, y Puerta-libre donde había una máquina para
beneficiar el oro de las vetas mandada construir por el señor D. Manuel
Costas. Subiendo enseguida una cuesta parada, llegué a las minas de
Capac Orcco (que en lengua quechua, quiere decir “ cerro rico” ); más allá
vi las vetas del Sacramento y de la Recompensadora; y más debajo de
Capac Orcco o Montebello, hacia el río, vi la veta Mercedes.
Por último, fui recorriendo todos los puntos auríferos del río Puca-
mayo hasta llegar al Carrizal, que es el último y dio bastante oro. En este
lugar han existido muchas casas, pero actualmente está desierto.
Dejé esta apartada e inhospitalaria región aurífera con sus inferna-
les caminos, que sólo el más vivo entusiasmo por la ciencia o la sed del
oro puede hacer recorrer y, pasando nuevamente por treinta y cinco ve-
ces el torrentoso Pucayaco y otras diez veces el río Challuma, llegué al
desdichado Versalles, donde atravesé el caudaloso Huari-huari para ir
a descansar al tambo del mismo nombre.

Curso del río Huari-huari.— Después de haber visto esta rica porción
de la provincia de Carabaya, tan concurrida y animada en los años 1849
y 1850 y hoy casi desierta, quise hacer algo también para el adelanto de
la geografía, siguiendo el curso del río Huari-huari hasta el punto donde
toma el nombre de Inambari, río que reúne casi todas las aguas que bajan
por la vertiente oriental de la Cordillera Nevada.

2
En Carabaya se da el nombre de rebosadero a un depósito aurífero formado de tierra y
piedra sueltas de espesor variable, situado a diferente altura sobre el nivel actual del río;
pero el oro se halla en la parte inferior del depósito y casi en contacto con la peña;
dándose el nombre de carga a toda la parte superior formada de tierra y piedra estéril.

76
Antes de emprender esta arriesgada marcha, sabía por experiencia
propia todas las dificultades que tenía que superar al marchar por las
vírgenes quebradas de esta provincia, formada por un enjambre de
torrentosos ríos que corren entre escarpados y puntiagudos cerros, don-
de el terreno llano es casi enteramente desconocido.
Sin embargo, yo fundaba mis cálculos sobre lo que había visto y
padecido en las quebradas de Sangabán y Esquilaya, no teniendo en
cuenta dos circunstancias posteriores, que agregaron otras dificultades
y peligros a los que ofrece de por sí este quebrado terreno.
El 5 de septiembre hubo en esta parte de la provincia de Carabaya
un fuerte temblor que conmovió la tierra en muchos puntos y causó va-
rios derrumbes. Este temblor fue precursor de nuevas desgracias, pues
todo el mes de septiembre llovió con mucha fuerza y principalmente el
30, en cuyo día hubo un verdadero diluvio.
Las excesivas lluvias fueron causa de la inundación del citado pue-
blo de Versalles y de muchos otros puntos. Hallándose crecidos todos
los ríos, inundaban los terrenos; minaban la tierra que sostenía grandes
árboles, y ésta derrumbándose se llevaba consigo toda la vegetación, la
que era luego arrastrada por la impetuosa corriente del río. La capa de
tierra vegetal con sus sembríos de coca, situados en la inclinada falda de
los cerros, habiendo sido removida por el temblor, si no había caído
entonces, resbalaba bajo la acción de los continuos aguaceros dejando
desnuda la roca.
Con estas circunstancias agravantes fue como emprendí mi marcha,
siguiendo a pie el río Huari-huari en su margen izquierda. Salí pues
subiendo primero y marchando enseguida por una ladera inclinada
hasta llegar a una casita con un pequeño sembrío de coca, el cual se
había en parte derrumbado hasta el río; pasé el riachuelo de Mama-
huata donde vi más arriba otro cocal derrumbado; luego atravesé otro
riachuelo llamado Cajatira y un arroyo llegando después a un pequeño
llano con algunas casuchas y sembríos de coca, lugar que se conoce con
el nombre de Chicali.
Siguiendo el camino me hallé en la orilla del río Huma-Apachecta
(sic), que tiene bastante agua y, cuando está un poco crecido, se hace muy
peligroso vadearlo.
A poca distancia de este río me encontré en un mal paso, teniendo que
atravesar un fuerte derrumbe; lo superé con facilidad y bajé enseguida a la
orilla del río Huari-huari. Con gran sorpresa hallé la playa del río empe-
drada artificialmente; pero supe luego que se había hecho este empedrado
con el objeto de recoger el oro que arrastra el río. Siendo costumbre de los
indios hacer en la estación seca, en las playas que deja el Huari-huari, este
piso de piedra que llaman Tocclla, y bajar después de la estación de las

77
aguas a deshacerlo para recoger el oro que ha dejado el río entre las pie-
dras. Estas playas son unas verdaderas chacras auríferas, puesto que se
siembran piedras en una estación para recoger oro en otra.
Continué mi marcha atravesando varios derrumbes, hallando de
trecho en trecho algún pequeño sembrío de coca y varios empedrados en
la playa. Vi la desembocadura en el Huari-huari de los ríos Macho-tacuma
y Huayna-tacuma, que entran por la otra banda y que tienen depósitos
de tierra aurífera todavía vírgenes.
Subí enseguida una larga cuesta y desde el punto culminante divisé
abajo en una profunda quebrada el río Pullani, el cual por su reunión
con el Huari-huari, forma el caudaloso Inambari.
Bajé hacia dicho río, pasando uno tras otro varios peligrosos de-
rrumbes, hasta llegar a una casita deshabitada, situada a dos o tres cua-
dras más arriba del río, donde busqué un asilo contra una terrible tem-
pestad que nos amenazaba.
La atmósfera se iba continuamente obscureciendo, un viento hú-
medo y frío soplaba con fuerza, y poco después la lluvia caía a torren-
tes. Entonces por las faldas inclinadísimas de los cerros que flanquean
la quebrada se veían derrumbarse grandes trechos de terreno con sus
plantíos de coca, los que cayendo hasta el río desde una altura de más
de cuatrocientos metros producían un ruido aterrador, el cual se au-
mentaba por el eco repercutido en los elevados cerros de la profunda
quebrada. Parecía que todos los elementos de la naturaleza se hubiesen
desencadenado y reunido para producir una escena de horror y des-
trucción. Las piedras que rodaban de lo alto venían dando repetidos y
gigantescos saltos sobre la escarpada peña hasta hallar su tumba en el
río; el agua de este último aparecía con un color sanguinolento por la
tierra rojiza que iba continuamente cayendo, y aumentada con los nu-
merosos afluentes que se habían improvisado por la lluvia diluvial que
continuaba con fuerza, iba creciendo con extremada rapidez. Las ori-
llas roídas por la impetuosa corriente del río se derrumbaban por gran-
des trechos y caían al agua levantando fuertes oleadas. El miserable
rancho donde me hallaba asilado fue luego invadido por el agua, la
que bajando a manera de río por la pendiente del cerro entraba por un
lado y salía por el otro, tomando su curso hacia el río. Nada era estable
en aquel momento, y hasta la tierra parecía moverse bajo mis pies, te-
miendo además de un instante a otro algún derrumbe del cerro inme-
diato que me enterrase vivo. Por último, los fuertes relámpagos, los
estruendosos truenos y la densa y brumosa atmósfera que abulta los
objetos, junto con la soledad del lugar, obraban sobre el alma produ-
ciendo un estado de tristeza y desasosiego indescriptible.

78
Pasé una tenebrosa e interminable noche en aquel sepulcro, hasta
que una radiante aurora disipó todos mis temores al ver que había salido
ileso de aquella larga lucha con la formidable naturaleza.
Proseguí mi marcha pasando tres derrumbes, viendo en la otra ban-
da del río varios cocales completamente destruidos y llegué al lugar don-
de existía el puente que se había llevado el río en su venida del 30 de
septiembre; y a pocas cuadras de este punto hallé las ruinas del tambo de
Pullani, el que había caído la víspera por un derrumbe de la orilla, lle-
vándose el río una gran parte del mismo tambo.
Entonces me consideré feliz con haber pasado la noche en el endeble
ranchito puesto que si hubiera descansado en el tambo habría sido tal
vez tragado por el río o aplastado por la caída del techo que debía haber-
me servido de protección contra la fuerte lluvia.
A pocas cuadras de este punto, el río Pullani se reúne con el Huari-
huari y juntos forman el Inambari, que había visto en mi viaje por el río
de Sangabán.

Regreso a Phara y al Crucero.— De este lugar emprendí mi marcha,


siguiendo el río Pullani hacia su origen por el más horrible camino; pues
no pudiendo marchar cerca del río fuimos obligados a trepar una cuesta
y seguir por una falda muy inclinada llena de derrumbes, en muchos de
los cuales no quedaba sino la viva peña.
A cababa apenas de salvar un mal paso cuando se me presentó de-
lante otro trecho de camino destruido, habiendo rodado la tierra hasta el
río por la rápida pendiente del cerro, dejando una desnuda e inclinada
laja de pizarra.
Sólo unas manchas de tierra apoyadas sobre alguna aspereza de la
roca habían permanecido en este resbaladero. En la imposibilidad de
marchar sobre la lustrosa e inclinada pizarra, para pasar este peligroso
trecho, tuve que aprovechar de estos diminutos oasis de tierra, apoyando
sobre ellos cautelosamente los pies. Mas la poca tierra que me servía de
sostén, habiendo sido removida por la acción de las fuertes lluvias, y
colocado sobre un declive bajo el peso del cuerpo, empieza a resbalar y
con ella adquiere mi cuerpo una lenta traslación hacia abajo. A l sentir
moverse la tierra bajo de mí, las manos involuntariamente buscan un
apoyo y unas raquíticas plantas que crecen en las grietas de la peña
presentan sus tortuosas ramas como un amigo que presta el auxilio de
su mano para salvar un difícil paso. Pero el movimiento del cuerpo se
había acelerado y bajo su peso la rama se desgaja o la mata se desarraiga
y los pies van resbalando por la lisa peña con más velocidad aún. Como
el náufrago en el acto de ahogarse busca una tabla de salvación, así yo
mientras iba rodando eché a mi alrededor una rápida mirada y, abriendo

79
instintivamente los brazos, buscaba alguna desigualdad de la peña de
donde asirme y parar mi rápida traslación hacia el precipicio que se
abría bajo mis pies; una pequeña piedra saliente se presenta a mis ma-
nos e inmediatamente me agarro de ella, mas, ¡oh desgracia!, la piedra
no está fija, se desprende y resbala conmigo. Entonces un torbellino de
ideas siniestras atraviesan como un relámpago por mi imaginación. Con
el cuerpo y los miembros enteramente extendidos en el suelo, como para
abarcar más superficie, hago los mayores esfuerzos para contener mi
involuntaria caída; introduzco los dedos en todas las grietas y resqui-
cios de la peña, pero en vano; los músculos pierden su contractilidad y
rozando como cuerpo muerto sobre la resbalosa pizarra, continué el des-
censo por el declive del cerro. Viéndome inevitablemente perdido, pro-
rrumpí en un grito de desesperación, al cual uno de mis indios cargueros
que había hallado un paso menos peligroso algunas varas más abajo,
alzó la cabeza y mirándome rodar hacia él levantó al instante las manos
y, agarrándome por las plantas de los pies, me sostuvo casi en el aire.
Con este punto de apoyo, aunque ya se había agotado la fuerza de mis
manos, que se hallaban todas ensangrentadas, pude arrastrarme peno-
samente y pasar al otro lado de este peligrosísimo resbaladero.
Después de un descanso de algunas horas para recobrar las fuerzas
perdidas, me puse nuevamente en camino. Los derrumbes se sucedían
uno a otro sin interrupción, y hubo ocasiones en que viéndonos deteni-
dos por elevados barrancos teníamos que dar infinitos rodeos, subiendo
mucho más arriba, asiéndonos con pies y manos de las ramas y raíces de
los árboles.
Después de haber pasado treinta y dos derrumbes más o menos
peligrosos, llegué al río de Torrebamba llamado también del Sagrario; lo
pasé a vado y subí por una cuchilla entre este río y el de Pullani para
llegar al tambo que lleva el mismo nombre de Sagrario.
De este tambo continuamos la subida por la misma cuchilla que
divide los ríos para llegar al de Chivini, el que, careciendo de agua, hace
necesario salir del camino unas ocho cuadras para abastecerse de este
indispensable elemento.
Seguimos subiendo en dirección al tambo de Humabamba, pasando
por los de Ramo y Sachapata y dejando a un lado el caserío de Quiton-
quiton, lugar que se ha hecho célebre en toda la provincia de Carabaya
por los perfumados y muy apetitosos ajíes que produce.
El tambo de Humabamba se halla en un lugar bastante elevado,
afuera de la región de los bosques y en una fría pampa con atolladeros.
3
De Humabamba continué subiendo para llegar a la apachecta de Buena-
3
En el sur del Perú se da el nombre de apachecta a los puntos más culminantes de los
caminos donde acaba una cuesta para empezar una bajada.

80
vista, cerca de la cual se observan varias vetas de cuarzo que han sido
trabajadas para extraer oro. Enseguida continué mi marcha hacia Phara,
a cuya población llegué después de continuas bajadas y subidas. De
Phara regresé al Crucero, que fue el centro de todas mis exploraciones en
las distintas quebradas de Carabaya.

Expedición a la quebrada de Sandia, Tambopata, Sina y Quiaca.— En el


Crucero descansé siete días y el 30 de octubre hubo un eclipse de sol
durante el cual hice varias observaciones sobre la marcha de la tempera-
tura. El 2 de noviembre salí de la población de Crucero dirigiéndome al
mineral de Poto. Para esto seguí el río del Crucero hacia su origen y
pasando por el caserío de Acco-kunka, donde los indios extraen un poco
de oro lavando la tierra de las inmediaciones, llegué al elevado pueblo
de Poto que pertenece a la provincia de Azángaro.
Sólo el deseo del oro puede convidar a vivir en este desdichado
pueblo, donde la helada tierra se opone a toda clase de cultivo.
Según tradición recogida de boca de sus habitantes, el descubri-
miento del oro en Poto se debe a algunos individuos condenados a muer-
te que se escaparon de la cárcel de Azángaro y, refugiados en este frígido
lugar, descubrieron por una rara casualidad algunas pepitas de oro y en
poco tiempo reunieron lo suficiente para llenar dos pequeñas ollas. Con
este tesoro volvieron a Azángaro donde, merced a la influencia que ejer-
ce este precioso metal, obtuvieron el perdón y rescataron su vida. ¡Por-
tentoso poder del oro que borra los más graves delitos!
Si llama la atención el ver que se puede vivir en un pueblo como el de
Poto, situado a 4 717 metros de elevación sobre el nivel del mar, ¿qué se
dirá de la población de Ananea, situada en medio de la nieve perpetua?
Visité esta población, hoy día desierta, fundada en la falda de un
grande nevado a tres leguas de Poto. Vi las ruinas de su iglesia, recorrí
sus estrechas callejuelas y observé muchas bocaminas llenas de agua y
de grandes y transparentes estalactitas de hielo. A nanea, situada a 5 210
metros de altura sobre el nivel del mar, ha sido sin duda la población
más elevada del globo y puede decirse que se halla todavía más arriba
del nivel inferior de la nieve perpetua, puesto que a un lado de la pobla-
ción se ve la nieve extenderse a unas dos cuadras más abajo.
Salí de estos ricos cerros cruzados por vetas de cuarzo aurífero, donde
la vida se halla enteramente apagada por falta de calor, y me dirigí a otras
quebradas de la provincia de Carabaya donde por el contrario reuniéndo-
se las dos condiciones favorables, calor y humedad, se manifiesta la vida
en toda su munificencia.
De Poto continué mi marcha por un terreno poco quebrado hasta
llegar al punto donde empieza la bajada al pueblo de Cuyo-cuyo, por unos

81
escalones hechos de grandes lajas de pizarra, apareciendo luego algunos
pequeños arbustos que hacen más agradable el camino. Seguí bajando y vi
las faldas de los cerros dispuestos en andenes, sostenidos por antiguas
paredes de piedra muy bien conservadas, dando a conocer que estos luga-
res han sido en otra época muy poblados. Pero lo que no había visto en
otras partes son unas aberturas cuadradas, a manera de nichos, hechas en
las mismas paredes que sostienen los andenes y en los cuales viven algu-
nos indios en tiempo de cosecha para cuidar de que no roben.
Llegué a Cuyo-cuyo, antigua población dividida por un pequeño
río, y después de haber visto sus cultivos de cebolla, papas, cebada, etc.,
y reconocido su agua termal pasé a Patambuco.
Estando situado este pueblo en otra quebrada, he tenido que subir a
una gran elevación y bajar enseguida por escalones muy malos; viendo
en el camino muchísimos sepulcros cuadrados o Chulpas pertenecientes
a los antiguos habitantes del Perú. Vi también una pequeña casucha con
techo de piedra de la misma época.
Dejé el ruinoso pueblo de Patambuco, casi siempre envuelto en den-
sa neblina, la que favoreciendo la vegetación hace que se cubran de plan-
tas hasta las paredes y techos de las casas. Después de visitar sus cerca-
nías regresé a Cuyo-cuyo para continuar mi camino quebrada abajo ha-
cia la población de Sandia. En la bajada de Cuyo-cuyo a Sandia, la vege-
tación va aumentando poco a poco, haciéndose notar unos elegantes
arbustos de Vallea.
En Sandia pasé unos cuatro días dibujando varias plantas intere-
santes y hacer los preparativos para visitar el Valle Grande llamado de
Atunyunca o Huasayunca donde tienen sus cocales y cultivo de café varios
vecinos de dicha población.
Una terrible enfermedad de la coca, llamada muña y que se ha exten-
dido quebrada abajo en el valle que llaman de Iparo, fue la causa de que
los habitantes de Sandia buscasen otra quebrada para sus cultivos, hu-
yendo de la epidemia que se había propagado en todos sus cocales.
Después de haber atravesado la elevada cadena de cerros, que ladea
la quebrada por el lado izquierdo, bajaron por otra y habiendo hallado
un valle espacioso; le dieron el nombre de Valle Grande o Atun-yunca
(palabra quechua que tiene el mismo significado), y allá empezaron sus
sembríos de café y coca; pero desgraciadamente la esterilizadora muña
se propagó también en los nuevos cocales del Valle Grande, y tiende a
destruir casi todos los cocales del valle de Sandia y hacer desaparecer
uno de sus principales ramos de riqueza.
Seguí pues mi camino bajando por la quebrada de Sandia unas seis
leguas y dejando el camino de Iparo, que sigue el curso del río, subí una
larga cuesta para atravesar la cadena de montañas que cierra la quebra-

82
da de Sandia por el lado izquierdo, pasando por el tambo de Ichubamba
y la punta de Ramos-pata. Bajé al otro lado sobre una angosta cuchilla,
la que en muchos puntos tiene menos de una vara de ancho y llegué al
tambo de Yuncacoya. Después de una nueva subida y bajada por el más
horrible camino, pasando largos trechos sobre palos atravesados en un
barro profundo y ligoso, en donde se resbala a cada paso para hundirse
en el fango, llegué al último tambo llamado de Isilluma.
En este lugar fui desalojado del tambo por una invasión de hormigas
del género Eciton, las que entraron en grandes falanges y tomando por
asalto las puertas, palos y techo del tambo acabaron en un momento con
las cucarachas, arañas y otros bichos que habían fijado en él su mansión,
y hubieran esqueletizado mi cuerpo si hubiese permanecido allí.
Del tambo de Isilluma continué mi camino siguiendo el mismo Huari-
huari quebrada arriba, deseando ver este río en cuantos puntos me fuera
posible, para poder trazar su curso y visité los lugares con cultivos de
coca y café, llamados San José, Ccaclluni, Vilcabamba y Cuchini. Entre
estos dos últimos lugares hay una oroya para pasar a la otra banda del
Huari-huari, donde también existen muchos cocales.
Contramarché a la población de Sandia, para seguir el curso del río
que baña esta población. Dejé esta población con su agradable clima y
pasé a Carasamani donde se cultivan muchos árboles frutales y el
Amaranthus caudatus, cuyas semillas comen con el nombre de Coimi . Se-
guí al tambo de Iparo, viendo en el camino unas pintorescas cascadas
donde el agua viene cayendo como blanca espuma sobre peña viva.
Con el mismo nombre de Iparo se conoce también todo este valle, que
en otra época tenía muchísimos cocales, destruidos ya por la devastadora
muña, observándose actualmente tan sólo los desnudos andenes que
cubren la falda de los cerros.
En este camino vi por primera vez en su lugar natal la pequeña
variedad de la preciosa y febrífuga Calisaya, que en el país llaman Ichu
cascarilla o cascarilla del pajonal.
De Iparo continué mi marcha por la quebrada, pasando el río de
Sandia sobre un puente; subí a la otra banda y siguiendo por la falda de
los cerros cubiertos de pajonales llegué al punto donde el río de Sandia
entra en el Huari-huari, que viene de Quiaca y Sina. Pasé éste no sobre
un extraño y rústico puente de palos, en un punto donde tiene dieciocho
varas de ancho, y dejando un poco más allá el camino que conduce a la
quebrada de Tambopata seguí hasta el lugar llamado Paraíso donde hay
un regular plantío de exquisito café.
A llí vi también varias matas de la verdadera cascarilla Calisaya, la
mayor parte jóvenes, proveniente de semillas de tres plantas que había
cuando se rozó el monte para el sombrío del café.

83
Continué mi exploración quebrada abajo, donde han existido en
otra época los célebres lavaderos de San Juan del Oro, para conocer el
curso del Huari-huari; después de haber visto distintos lugares y varios
ríos, retrocedí casi hasta la reunión del río de Sandia con el Huari-huari,
para pasar a la quebrada de Tambopata, situada casi en el límite del
Perú con Bolivia. El camino sigue por una cuchilla cubierta de pajonal,
en medio de la cual se notan a veces unas manchas de monte, formando
graciosos y pintorescos bosquecillos de plantas variadas que producen
el más bello contraste con el monótono pajonal, casi únicamente cubierto
de gramíneas con uno que otro arbusto de pequeña talla.
Continué la marcha por la cuchilla que divide la quebrada de Laccani
o Tiquira de la de San Lorenzo, que ambas bajan al Huari-huari, obser-
vando en el camino varias matas de cascarilla (Cinchona calisaya y
carabayensis); una especie de Clusia que conocen en el país con el nombre
de Huaturo y de la que sacan el incienso; una bella Thibaudia que llaman
Huilunto , cuyos frutos comen, y unas bellas y caprichosas orquídeas.
Llegando a la parte elevada de este camino, que separa la quebrada
de Sandia de la de Tambopata, y que llaman Marun-kunka, marché lar-
gos trechos por callejones con muchísimo barro y bajé enseguida por la
quebrada de Llami-llami, tributaria de la de Tambopata, dirigiéndome a
un lugar habitado llamado Huacaychuro. A quí desde 1860 se ha rozado
el monte para cultivar un poco de caña con cuyo caldo fermentado se
fabrica por medio de un alambique muy sencillo un aguardiente que es
oro en polvo para los indios de aquellas regiones.
En Huacaychuro me alisté para emprender una campaña en los
bosques vírgenes de la quebrada de Tambopata, la que había sido visita-
da en parte por el botánico Weddell en 1846 y por D. Clemente Markham
en 1860; el primero con el objeto de estudiar las cascarillas en su lugar
natal, y el último con el de recoger un gran número de estas plantas para
introducir su cultivo en la India.
Busqué algunos indios para cargar todo lo necesario para esta
expedición y un guía práctico acostumbrado a la vida de los bosques.
Tuve la felicidad de hallar al mismo Mariano Martínez, que había acom-
pañado al doctor Weddell en 1846 y al señor Markham en 1860; hom-
bre que por su mismo oficio de cascarillero ha recorrido todos aquellos
lugares y tiene conocimientos prácticos de un gran número de plantas
útiles.
El 6 de diciembre salí de Huacaychuro marchando sobre un terreno
arcilloso y muy resbaladizo cuando está mojado; pasé por un lugar habi-
tado llamado Ichupata y llegué a Llinqui-huayccu donde hay un caña-
veral con su trapiche y un aparato para destilar aguardiente de forma
primitiva.

84
Casi enfrente de Llinqui-huayccu, en la otra banda del río, hay un
cerro elevado llamado Chunchocabana, porque en 1835 bajaron por este
cerro algunos salvajes (chunchos) y mataron una mujer y un indio que
fueron los primeros habitantes de Tambopata.
Después de cuatro o cinco años de este suceso, empezaron a entrar a
esta quebrada en busca de cascarilla, y parece que desde aquella fecha
los salvajes se han retirado más allá del lugar llamado Putina-punco,
cerca de un río que lo s cascarillero s bautizaro n co n el no mbre de
Chunchos-mayo.
De Llinqui-huayccu me fui al lugar de San Juan-pata donde hay el
mejor y más antiguo cañaveral, pues fue plantado en 1856; y de allí,
bajando por un pésimo camino, llegué un poco más allá del río de
Challuma, que tiene dos brazos; el primero se pasa a vado y el segundo,
que es el principal, sobre un puentecito formado de dos palos, a pocas
varas de su desembocadura en el río principal de Tambopata.
Hasta este punto llegó el doctor Weddell en 1846, cuando la quebra-
da de Tambopata se hallaba casi despoblada, existiendo solamente un
tambo cerca de Llami-llami, que era el lugar de cita de los cascarilleros y
que hoy se halla completamente destruido.
Continué mi marcha hasta el lugar llamado Santa Rosa donde exis-
ten sembríos de coca, maíz y una casa, en la que vivía el guía Martínez.
En Santa Rosa vi en abundancia unas gruesas cañas (Guadua) que lla-
man Tocoro y que emplean en varios usos; y a la salida descubrí algunas
matas de cascarilla ( Cinchona micrantha) y de palo santo (Triplaris), con
sus huecas ramas donde anidan unas ponzoñosas hormigas.
A media legua escasa de Santa Rosa hay un pequeño cocal; éste era
entonces el último punto poblado de la quebrada de Tambopata desde
cuyo lugar el camino se hace mucho más penoso y ofrece varios pasos
peligrosos.
Pasé el riachuelo de Huaynapata y seguí por la orilla del río princi-
pal, marchando en gran parte sobre peñascos, donde era preciso aga-
rrarse también co n las mano s; po co d espués llegué a la cueva d e
Ccasasani, la que consiste en un gran hueco en la peña, situada en la
misma orilla del río y que sirve de abrigo para pasar la noche.
Aquí empieza la subida al temible mal paso que lleva el mismo nom-
bre de la cueva, donde se trepa sobre la peña cortada a pique, apoyando
los pies sobre algunos palitos tendidos y amarrados con bejuco. ¡Desgra-
ciado del viajero que dé una falsa pisada o al que se le rompa un palo
bajo el peso de su cuerpo! Pues caería irremediablemente desde lo alto de
la peña hasta un profundo precipicio.
En la cumbre del morro de Ccasasani vi varias jóvenes matas de
Calisaya que habían brotado de los árboles que se cortaron en este lugar;

85
entre ellas crecía también la Lasionema rosea que, vista de lejos, se confun-
de fácilmente con la Cinchona Calisaya y engaña a veces al cascarillero,
que anda inútilmente largos trechos de penoso camino para alcanzar los
árboles que había divisado de lejos hallando después de tanta fatiga el
más amargo desengaño.
Habiendo bajado al otro lado del peligroso Ccasa-sani continué la
marcha por ladera hallando en el camino varias especies de ficus cono-
cidas por los indios con los nombres de Layo y de Chilina; usando como
sogas la fibrosa corteza del primero y las tenaces raíces adventicias de la
última.
A medida que iba adelantando, la vegetación se hacía siempre más
soberbia y variada, apareciendo varias especies de elegantes palmeras
que caracterizan los bosques de las regiones tropicales.
A bsorto en la contemplación de tantas bellezas naturales llegué in-
sensiblemente a la desembocadura del río Yanamayo donde, en 1860,
estableció su campamento el señor Markham, con el objeto de explorar
todas las inmediaciones para recoger las plantas de cascarillas que llevó
a la India, donde hoy día se hallan completamente aclimatadas.
Como mi objeto era distinto del que había tenido este ilustre viajero,
teniendo yo en mira el progreso de la geografía y el descubrimiento de
nuevas riquezas naturales, quise pasar más allá que mis predecesores,
los señores Weddell y Markham, y continuar en terreno virgen mi peno-
sa marcha; teniendo para esto que vencer graves dificultades, no sola-
mente por los obstáculos que me ponía el terreno, sino también por la
oposición de los indios que me acompañaban quienes tomaban por pre-
texto el peligro de encontrarse con los salvajes y la escasez de alimentos
para continuar la marcha; pretextos con los que sitian al entusiasta via-
jero y lo obligan a veces a contramarchar, frustrando de este modo la
realización de su proyecto.
A pesar de hallarme solo, con cinco individuos enteramente desco-
nocidos, valiéndome unas veces de la persuasión y otras de la fuerza,
logré continuar mi viaje al interior de la quebrada de Tambopata.
Salí pues de la confluencia del río Yanamayo subiendo por un terreno
poco inclinado, a la sombra de bellas y coposas palmeras, cuyo virgen
suelo, quién sabe desde cuanto tiempo, no recibía un solo rayo del sol.
En medio de este bosque observé algunas escasas matas de cascari-
lla que el práctico Martínez distinguía con el nombre de Calisaya blanca;
y a poca distancia se elevaba un arbolillo de Gonphosia clorantha a la que
conocen en el lugar con el nombre de Compadre de Calisaya, porque acom-
paña casi siempre a la cascarilla de este nombre.
Llegado a la cumbre o parte más elevada, bajé por un terreno cubier-
to de las gruesas cañas que llaman Tocoro o Chuquis, las que armadas de

86
ganchosas espinas me desgarraban a cada paso la ropa y aun el cutis.
Pero si es verdad que esta planta es muy molesta por sus espinas, es en
cambio muy útil al fatigado y sediento viajero, proporcionándole un agua
fresca y transparente que le sirve de gran refrigerio.
¡Cuántas veces el pobre cascarillero engolfado en aquellos solitarios
bosques, lejos de todo río, y acabadas sus provisiones, ha salvado su
vida solamente alimentándose de los cogollos de los palmitos y apagan-
do su sed con la cristalina agua que llena el interior de esta útil caña!
A cabando la bajada llegué a un riachuelo de poca consideración
llamado Pacchani y enseguida continué mi marcha por una ladera a la
sombra de elegantes quitasoles formados por las recortadas hojas de
numerosos helechos arbóreos, que en el país conocen con el nombre de
Sano-sano y emplean la materia mucilaginosa que sale cuando se corta el
tronco para la curación de las llagas y heridas.
Alcancé la cumbre de una lomada en la que se elevaba un árbol de
Beno-beno, para cuyo vegetal el doctor Weddell creó el genero Pimentelia
en recuerdo de D. Carlos Pimentel, antiguo subprefecto de la provincia
de Carabaya, quien prestó auxilios a dicho botánico en su exploración
de aquella parte del Perú.
De este punto seguí por la ladera; pasé por un pequeño sotechado
donde habían tendido a secar un poco de cascarilla y bajé hasta la playa
del río principal en el lugar llamado Cruzplaya, do nde hallé o tro
sotechado con cascarilla.
En este lugar mis cargueros, de común acuerdo, me dijeron que no
querían pasar adelante porque nos hallábamos en terreno habitado por
los chunchos o salvajes. Pero yo estaba resuelto a continuar más adelan-
te, aunque hubiese tenido necesidad de vivir de cogollos de palmito y
agua de tocoro; con un poco de energía y prometiéndoles una buena
gratificación, pude conseguir que continuasen la marcha.
En Cruzplaya se encuentra cascarilla calisaya y morada ( Chinchona
Boliviana) en más abundancia.
Desde este punto subimos por una ladera muy inclinada, haciendo
una marcha más arbórea que terrestre, sufriendo caídas, golpes y rasgu-
ños a cada paso. Después de un largo trecho de tan penoso camino bajé
a un río que lleva el mismo nombre de Cruzplaya, el cual tiene poco más
o menos el mismo caudal de agua que el Yanamayo. Pasé este río a pocos
pasos de su desembocadura en el río grande de Tambopata y seguí la
marcha por un terreno más llano, pasando algunos arroyos y luego otro
largo trecho de continuas subidas y bajadas para volver enseguida a
marchar po r grand es pampas o llanuras d o nd e se po d rían fo rmar
magnificas haciendas.
En una pampa llamada de Santo Tomás hice plantar mi toldo, ha-
llando en este lugar una buena cosecha de plantas.

87
Al día siguiente, tomando el camino que está cerca del río, vi apare-
cer la caña brava (Ginerium sagittale), la que indica ya un terreno muy
bajo; luego anduve por una ladera muy mala y bajé nuevamente a la
orilla del río para pasar el riachuelo de Santo Tomás. Después de un
trecho llano en la orilla del río tuvimos que trepar por una ladera casi
cortada en barranco hasta llegar al río Charuyo, el cual pasé con una
cantidad de agua un poco menor que la del Yanamayo.
En este lugar la vegetación se presenta en todo su esplendor, obser-
vándose gigantescos y añosos árboles ( Ficus) de extraordinario grosor de
palo de balsa (Ochroma piscatoria) y matas de zarzaparrilla, Maranta,
Costus, Piper, etc.
Seguí mi viaje de exploración por un terreno muy quebrado, a veces
en el monte y otras en la orilla del río, pasando por trechos de ladera y
por un derrumbe muy peligroso hasta llegar a la pampa que llamaron de
Moyobamba donde planté mi campamento.
Allí los cargueros echaron al suelo su carga y me dijeron todos a la
vez que no darían un paso más adelante. Viendo su resolución y desean-
do muchísimo conocer el lugar de Putinapunco, que se halla a poca
distancia de la confluencia con el Tambopata de otro gran río llamado de
Pablo bamba o de San Cristóbal, que juzgaba estar muy cerca, me decidí
a dejar en este sitio a los indios con las cargas y continuar sólo con el
guía Martínez hasta Putinapunco, a lo que accedieron los cargueros.
Salimos los dos, como se dice, de escoteros marchando por un terre-
no arcilloso muy resbaladizo por algunas cuadras; enseguida continua-
mos por la playa y luego por el mismo cauce de un brazo del río y, por
último, en la orilla izquierda del río grande llegamos impensadamente
al encuentro del río Tambopata con el de San Cristóbal. Satisfecho de
haber alcanzado este punto hice una observación barométrica para cal-
cular la altura, que es de 690 metros, y seguí luego a Putina-punco para
tener tiempo de regresar antes de principiar la noche al lugar donde
había dejado a los peones.
En muy poco tiempo llegamos a un punto donde el río pasa encajo-
nado entre peña viva como por una puerta. A este lugar es al que los
cascarilleros han dado el nombre de Putinapunco, por tener alguna se-
mejanza con otro lugar de las inmediaciones de Putina de la provincia
de Azángaro, cuyo río pasa como aquí por una estrecha garganta entre
las peñas.
No puedo describir el gozo que experimenté al haber realizado mi
proyecto, a pesar de todas las dificultades y obstáculos que se me presen-
taron y de la obstinada oposición de los indios, sin la cual me hubiera tal
vez animado a seguir el río hasta su desembocadura en uno más grande.
Sin embargo, yo me contaba por feliz al haber podido vencer por tres

88
veces su tenaz oposición, que llegó a rayar en motín, habiéndome ame-
nazado con abandonarme de noche si yo insistía en hacerlos avanzar.
Ahora diré de paso que por la dirección que lleva el río Tambopata y
por los datos que he podido adquirir creo, casi con seguridad, que se
reúne con el Madidi, el cual desemboca en el río Beni, cerca de Cavinas.
Terminada esta penosa expedición regresé prontamente a Huacay-
churo para seguir mi ruta a Sina y Quiaca para conocer el origen del
Huari-huari y completar mis estudios sobre la hoya del río Inambari.
De Huacaychuro pasé al río Llami-llami y subí a la otra banda a un
lugar llamado Tambopata, existiendo en otra época un tambo donde se
reunían los cascarilleros; éste es el lugar que ha dado nombre a toda la
quebrada.
En Tambopata dejé a la derecha el camino de Sandia y continué
subiendo por la quebrada. Bajé luego al riachuelo de Llenqueni donde
existen unas casitas que llevan el mismo nombre; enseguida continué a
Raquiraqui y a Chinihuaya, donde existe una casa con sembrío de coca.
De Chinahuaya seguí la marcha hacia el río Yanahuaya, tributario
del Tambopata, viendo en la otra banda de este último río el riachuelo de
Limpacuna, que baja a la pampa del trapiche, así llamada por haber
existido allí un trapiche donde se beneficiaban unos minerales de oro.
Después de haber atravesado el río de Yanahuaya empecé a subir
una cuesta, pasando un trecho de camino muy malo formado de eleva-
dos escalones cortados en la viva peña. El camino continúa parte en el
monte y parte en el pajonal y, después de más de media legua de subida,
se descubren en el monte que sigue a la derecha las ruinas de una capilla
y de algunas casas, conociéndose este lugar con el nombre de la Villa, y
hay tradición, confirmada por las ruinas, de la existencia de una gran
población.
Continué subiendo por una cuchilla que divide el río de Yanahuaya
del de Tambopata y alcancé el tambo de Huichullumi, que consiste en un
simple sotechado abierto por todos lados. Siguiendo la subida divisé por
la otra banda del Tambopata la quebrada de Charubamba y, un poco
más arriba, la de San Blas, cuyo río baja a reunirse con el que viene de
Saqui para formar el río de Tambopata.
Seguí todavía subiendo y pasé un trecho pantanoso y casi entera-
mente inundado llamado la Calzada, porque se marcha realmente sobre
una malísima calzada para evitar el atollarse en el fango. Por último,
acabé la subida con la horrible cuesta de Quequenota, formada de eleva-
dos escalones, a los que suceden unos estrechos y profundos callejones.
Llegué, al fin, al punto culminante de este penoso camino donde el
viajero, en compensación de la fatigosa marcha, goza de la más hermosa
vista, divisando a sus pies las numerosas quebradas que tributan sus

89
aguas al río de Tambopata y dominando con la vista hacia lo lejos regio-
nes enteramente desconocidas.
Bajé al otro lado por un camino indescriptible formado por una su-
cesión de hoyos o cavidades de distinta profundidad, en un terreno arci-
lloso muy resbaladizo cuando está mojado. Este trecho tan perverso se
llama Escalera de Yanay , pasada la cual continué la bajada hasta el tambo
de Congata que estaba entonces recién construido.
El tambo de Congata se halla en una quebrada que lleva el mismo
nombre y desemboca en la del Huari-huari.
Seguí la bajada por escalones llegando al río Cahuanaco, el que a
pocos pasos del vado se precipita en el Huari-huari por un elevado ba-
rranco, formando una hermosa cascada; enseguida subí a la otra banda,
al tambo que lleva el mismo nombre del río.
De Cahuanaco continué ladeando el río Huari-huari; pasé por algu-
nas bocaminas en las que se trabajó antiguamente una veta de oro; luego
atravesé a vado el río Chullumayo, en cuya cabecera hay un cerro aurífe-
ro; y después de algunos trechos por una ladera elevada y peligrosa bajé
un poco más arriba de la confluencia de los ríos de Quiaca y Sina, los
cuales por su reunión forman el Huari-huari, llegando al tambo de
Chimbata y luego al puente sobre el río de Sina.
Pasado el río de Sina sobre el puente continué mi marcha subiendo
por la cuchilla de cerros que divide las quebradas de Sina y Quiaca; y
llegado a la cumbre de la cuesta seguí faldeando los cerros hasta el tam-
bo de Pucarumi, que consiste en un sotechado situado en una ladera,
donde no hay ni pasto para las bestias.
De este último lugar proseguí mi viaje por un terreno bastante que-
brado y pasando por varias casuchas y pequeños caseríos entré con
placer a la población de Quiaca, no habiendo visto ningún pueblo desde
mi salida de Sandia.
Un solo día gocé del benigno clima de Quiaca, emprendiendo luego
mi marcha hacia Sina que dista seis leguas. Salí pues de Quiaca por una
ladera esmaltada de vistosas flores bajando insensiblemente al río el cual
pasé para subir caracoleando hasta la cumbre de los cerros que dividen la
quebrada de Quiaca de la de Sina y bajando por el otro lado entré en la
ancha quebrada donde se halla situada esta última población.
Llegué a Sina que no tiene de importante sino sus sabrosas papas y
su pequeño comercio de tablas de aliso; para obtener estas tablas, de un
tronco entero se saca a golpe de hachuela una sola tabla.
Estando en Sina me faltaba ver el último rincón de la provincia de
Carabaya, esto es, la hacienda de Saqui, situada casi en el origen del río
de Tambopata, que había recorrido hacia el interior. Este lugar me llama-
ba además la atención por hallarse casi en el límite entre el Perú y Bolivia
y deseaba por consiguiente ver el término del Perú por este lado.

90
Hice pues esta excursión de cinco leguas y me fui a Saqui, hacienda
de ganado vacuno y sembrío de papas, regresando el día siguiente a
Sina.
De esta última población seguí subiendo por la quebrada para ver el
origen más lejano del río Huari-huari, que es al mismo tiempo el del
caudaloso Inambari, y después de haber pasado numerosos arroyos que
bajan por ambos lados llevando su pequeño tributo de agua apareció
ante mi vista un gigantesco nevado (Vizcachani) anunciándome la proxi-
midad de la colosal barrera que cierra por este lado la entrada a la aurífera
provincia de Carabaya.
Poco después llegaba a la apachecta, o línea divisoria de las aguas
que van al A mazonas, de las que bajan al pequeño mar de agua dulce,
interandino, que llaman lago Titicaca.
A lgunos pasos más y ya había salido de la silvestre provincia de
Carabaya; de aquélla sin par región donde parece atropellarse la vida
animal con la vida vegetal; donde la Naturaleza es reina absoluta y el
hombre un ser débil e impotente.
Si es verdad que mucho había sufrido, recorriendo aquel mundo
primitivo, puedo también decir que mucho había gozado; puesto que allí
se habían verificado del modo más completo, los sueños de mi infancia,
de ver aquellos empinados cerros, torrentosos ríos e impenetrables bos-
ques, en su estado más virgen, sin huella alguna de la civilización del
hombre.
A pesar de que salía muy fatigado de tantas correrías y marchas a
pie, mi ánimo experimentaba un vago sentimiento de tristeza, al dejar
detras de mí aquel emporio de vida, para subir a la helada región de la
Cordillera y recorrer nuevamente los elevados y desnudos llanos del
departamento de Puno.

91
—II—
M inas de Oro del Perú

93
Introducción

La pródiga Naturaleza que ha colmado al Perú de tantas riquezas, no ha


sido menos generosa en dotar a este privilegiado país con numerosas
minas o lavaderos del más precioso metal, cual es el oro.
No hay región del Perú que no ofrezca algún depósito aurífero; los
cerritos que forman pequeñas cadenas en la llana región de la Costa; las
profundas quebradas de la Sierra; la elevada e inhospitalaria Cordillera;
los vírgenes bosques de la M ontaña; en una palabra, todas las zonas
ofrecen minas o lavaderos de oro.
El oro es sumamente repartido en toda la extensión del Perú; y si es
verdad que hay lugares donde la cantidad de este metal contenida en
terrenos auríferos es demasiado pequeña para pagar los gastos de ex-
tracción, lo es también que hay otros en que las minas y lavaderos pagan
dichos gastos con usura.
La riqueza del Perú en metales preciosos es proverbial, siendo muy
común el oír decir, exagerando la riqueza de un lugar o el valor de una
cosa, es rico como el Perú o vale un Perú.
Esta riqueza en oro está confirmada por los antiguos historiadores
al tratar del rescate del inca A tahualpa, en cuya ocasión, los conquista-
dores quedaron asombrados al ver la inmensa cantidad de oro labrado
que existía en el país.
Bajo el gobierno español, sí debemos juzgar por las numerosas
bocaminas, socavones, ruinas de casas, ingenios y quimbaletes para mo-
ler el mineral aurífero, que la explotación del oro fue bastante activa; pero
admira la falta casi absoluta de datos sobre la producción de dicho metal.
Actualmente, la explotación de las minas de oro en el Perú es muy
reducida, verificándose en muy pocos lugares y en muy pequeña escala; y
verdaderamente sorprende el ver que una región tan rica en oro casi no
figure entre los países productores de este precioso metal. ¿Se han agotado
tal vez las minas de oro en el Perú? Por cierto que no, pues los ríos Huari-

[95] 95
huari e Inambari en la provincia de Sandia y Carabaya; el río Marañón en
Chuquibamba, Uco, Balzas, etc.; el río de Tablachaca al pie de la población
de Pallasca, y tantos otros, siguen continuamente acarreando en sus are-
nas numerosas partículas de oro. ¿De dónde traen el oro estos ríos? Es
indudable que toman este metal de los cerros o depósitos de tierras aurífe-
ras situados más arriba hacia el origen de las quebradas.
Se preguntará ¿cuál es la causa de la decadencia en que se halla la
explotación del oro? Según mi modo de ver, las causas del estado de
abatimiento en que se halla la industria orera (sic) son múltiples y entre
ellas las principales son, la falta de asociación y por consiguiente de
capitales para emprender obras costosas, tales como por ejemplo, la cons-
trucción de una larga acequia para traer el agua necesaria para lavar la
tierra aurífera, la mala administración, que en muchos casos consume
los capitales de la compañía en obras superfluas, faltando más tarde
para las más necesarias; y, por último, la falta de conocimientos científi-
cos que trae consigo el mal éxito de la empresa y la justa desconfianza de
los que invierten sus capitales en esta clase de industria.
Pero debemos confesar que las condiciones de la industria minera
del país, en estos últimos años, han mejorado notablemente. Con la cons-
trucción de los ferrocarriles se ha facilitado la exportación de los minera-
les y con la plantificación de la Escuela de Minas se está formando, poco
a poco, un personal inteligente, el que alumbrado con la viva luz que
presta la ciencia y al corriente de los procedimientos metalúrgicos más
perfeccionados, ofrece mayor garantía de buen éxito en las empresas
mineras. ¡Cuántas minas de oro que yacen abandonadas por no pagar
los gastos de explotación, por la escasa ley de sus minerales, podrán con
el auxilio de las máquinas y métodos más modernos ser explotadas en
gran escala y ofrecer pingües ganancias!
No dejaré pasar en silencio un nuevo estímulo que puede favorecer
la explotación de las minas de oro, debido a un fenómeno monetario
internacional, que está, causando una alarmante depreciación de la pla-
ta y, por consiguiente, un relativo aumento en el valor del oro. Es preciso,
pues, que los mineros no pierdan la oportunidad y se dediquen a la
explotación del precioso metal, que con tanta munificencia ha dado al
Perú la generosa Naturaleza.

96
Distribución del oro
en el Perú

En la región de la Costa, donde los cerros son casi exclusivamente forma-


dos de rocas cristalinas, el oro se encuentra en las vetas de cuarzo que se
han abierto paso en los terrenos graníticos y sieníticos. En esta región el
cuarzo aurífero va casi siempre acompañado de óxido de fierro hidratado
(limonita) o anhidro (fierro oligisto compacto y micáceo).
La proporción del óxido de fierro que acompaña al cuarzo aurífero
varía muchísimo, de manera que se observan todas las variedades posi-
bles desde el cuarzo blanco con pequeñas manchas ferruginosas, hasta
una roca rojiza tan cargada de óxido de fierro que este último forma casi
la totalidad del mineral aurífero, presentándose el cuarzo casi de un
modo accidental.
El cuarzo en los minerales auríferos de la Costa varía mucho en su
aspecto, hallándose cristalizado en prismas, en granos semicristalinos
aglomerados y reunidos por el óxido de fierro, y en masas amorfas más o
menos compactas, o esponjosas con aspecto de escoria.
En esta región no es raro el caso de presentarse el cuarzo aurífero
asociado con otros minerales, tales como una materia talcosa de color
blanco, muy suave al tacto con brillo sedoso casi argentino, trozos de
carbonato de cal de estructura lamelar y limonita de aspecto resinoide.
Por último, en la Costa del Perú se nota a veces el oro nativo también
en los minerales de cobre, en los que se observan entremezclados la
chalko sina, co vellina, fillipsita, chalko pirita, ziguelina, malaquita,
atacamita y crisocola o silicato de cobre.
En la regió n de la Sierra en do nde predo minan las ro cas sedi-
mentarias no solamente se ven vetas de oro en los terrenos cristalinos,
sino que se presentan también en rocas metamórficas, tales como cuarcitas
y pizarras, introduciéndose comúnmente entre la roca sedimentaria y la
eruptiva.

[97] 97
El oro se presenta en estas vetas tanto en estado nativo como en la
pirita o sulfuro de fierro, o acompañando otros sulfuros metálicos más o
meno s argentífero s, tales co mo chalko pirita, panabas, bo urno nita,
jamesonita, galena, etc.
El oro en la región de la Sierra no se presenta solamente en vetas o
filones, sino que aparece también en escamas o en granos sueltos, en los
terrenos de aluvión antiguos y modernos, constituyendo en el primer
caso los depósitos auríferos que llaman en el país rebosaderos y aventade-
ros y, en el último, los lavaderos que son casi desconocidos en la región
de la Costa.
En la Cordillera oriental y en la región llamada la Montaña, el oro se
encuentra comúnmente en vetas de cuarzo inyectadas en las pizarras
talcosas y arcillosas por el solevantamiento de las rocas cristalinas. El
cuarzo que acompaña al oro en esta región es comúnmente blanco y si a
veces tiene manchas de óxido de fierro nunca este último se halla en
tanta abundancia como en los minerales auríferos de la Costa. El cuarzo
de las vetas auríferas de esta región y principalmente de la provincia de
Sandia ofrece a veces puntos y pequeñas manchas de mispikel o pirita
arsenical.
En esta parte del Perú hay grandes depósitos de tierras auríferas y es
de donde se han sacado las más grandes pepitas de oro.
Para que se tenga una idea de la diseminación del oro en el Perú,
vamos a pasar brevemente en revista todos los lugares de la República
adonde, según lo que tengo conocimiento, se ha reconocido la presencia
del oro, siguiendo, para esto el orden geográfico por departamentos de
Norte a Sur.

Departamento de Loreto

En este departamento se encuentran muchos lavaderos de oro en la pro-


vincia de Alto Amazonas, entre el mentado Pongo de Manseriche y la
desembocadura del río Huallaga.
Los principales lavaderos son los de Chaupirumi, Pucayaco, Purua-
ga, Calentura, Achual, Limón, Nitagua, etc. Estos lavaderos han sido
explotados desde hace dos siglos, pero fueron temporalmente trabajados
y abandonados por los continuos asaltos de los salvajes que habitan
aquella región, los mismos que en el año de 1857 destruyeron los pueblos
inmediatos de Barranca y San A ntonio.
En el año de 1867 el capitán de corbeta D. Mariano A . Vargas, en
su viaje de exploración a vapor de los ríos Morona y Marañón, visitó
dicho s lavadero s y pudo presenciar, perso nalmente, en el lugar lla-
mad o Huaslica, la o peració n d e lavar el o ro , que practicaban d o s in-

98
dios allí establecidos; quedando admirado de la riqueza en oro de
aquello s terreno s.
A ctualmente se hallan establecidos en aquella región varios indivi-
duos que se dedican a la explotación del oro con bastante ventaja.
Lavaderos de oro en las orillas del río Napo.— El caudaloso río Napo
que tiene su origen en el territorio de la vecina República del Ecuador;
acarrea en sus arenas bastante oro en granos y escamitas muy pequeñas,
y que extraen los indios por medio del lavado en bateas.
El viajero Osculati que bajó por las aguas de aquel hermoso río, en el
año 1846, dice que los indios pagan su tributo al gobierno del Ecuador
con oro que sacan de las arenas del río, llenando con el polvo de este
precioso metal unos canutitos que tienen casi una medida fija; y dado el
caso que hubiesen recogido más oro de lo necesario para su contribución
lo devuelven al río echándolo en sus aguas.

Departamento de Amazonas

M inas de oro de Sto. Tomás.— El principal lugar en donde se encuentran


minas de oro en el departamento de Amazonas es en el distrito de Santo
Tomás, perteneciente a la provincia de Luya. Las minas distan dos le-
guas de la población de Santo Tomás y quince de la ciudad de Chachapo-
yas, en dirección casi al Sur.
Los cerros auríferos se llaman de San José y Chururco y con el mis-
mo nombre de Chururco se designa la veta principal, la que tiene 800
metros de largo con una anchura de 3 a 24 centímetros. La veta Chururco
recibe el nombre de Reo al pasar la quebrada de este nombre y en la otra
banda se le conoce con el nombre de Culquinchar.
Otra veta lleva el nombre de Hora-buena y tiene de 30 a 50 centíme-
tros de ancho. Estas vetas corren en una formación de pizarras talcosas
y micáceas, y el oro se halla en un criadero cuarzoso más o menos acom-
pañado de óxido de fierro y pirita.
La riqueza del mineral en oro varía muchísimo, habiendo ensayado
muestras que han dado desde media hasta cuatro onzas por tonelada
(14,37 a 115 gramos por tonelada métrica). En el lugar se distinguen
varias clases de minerales de oro a las que se les da un nombre particu-
lar. Cuatro variedades son las principales, las que se denominan Ñusco,
Panal de rosa, Hígado y Bronce. La primera variedad, esto es, el Ñusco es la
más estimada por ser la más rica y la más fácil de explotar; es de color
negruzco y está formada de una masa heterogénea de óxidos de fierro y
manganeso con pizarra talcosa y cuarzo. Esta variedad no tiene consis-
tencia y se rompe a la simple presión de los dedos. El Ñusco muchas
veces presenta oro a la vista.

99
El Panal de rosa está formado de cuarzo más o menos cavernoso que
también a veces tiene oro a la vista; pero esta variedad es menos aprecia-
da que la anterior por ser más difícil de sacar y moler.
La variedad llamada Hígado es un óxido de fierro que a veces acom-
paña al Ñusco o al Panal de rosa, y también se encuentra en pequeñas
masas aisladas. Esta variedad casi nunca tiene oro a la vista, pero lo
ofrece en un estado de gran división, que lo hace imperceptible al ojo.
Por último, el Bronce es una pirita o sulfuro de fierro que también tiene
oro, pero para extraerlo se necesita calcinar el mineral. Antes del año 1880
la extracción del oro, en este lugar, se hacía del modo más primitivo y en
muy pequeña escala, por medio de quimbaletes o batanes en donde se
muele el mineral y al mismo tiempo se amalgama el oro que contiene; em-
pleando todo el día para beneficiar un solo quintal de mineral.
En dicho año, el inteligente ingeniero D. Arturo Wertheman, organi-
zó en Chachapoyas una pequeña compañía para la explotación de las
minas de oro de Santo Tomás; y con la actividad que le es característica
construyó un ingenio para moler el mineral, casa, distintas oficinas, y
puso trabajo a las minas. Desgraciadamente, después de haber sacado
un poco del precioso metal y probado de un modo práctico que dichas
minas podían explotarse con provecho, vino la maldita guerra con Chile
a interrumpir los trabajos; pues con la falta de brazos, la dificultad de las
comunicaciones y obstáculos de todo género era imposible continuar.
Pero no dudo un instante que habiendo terminado la sangrienta
guerra, que destrozó las entrañas de este rico país, se volverá a empren-
der los trabajos en las minas de Santo Tomás.
Lavadero de Patahuachana.— En el departamento de A mazonas hay
también un lavadero de oro en el lugar llamado Patahuachana situado
en la desembocadura del río Nieva en el Marañón; pero no se trabaja por
hallarse en un lugar muy apartado y habitado por los infieles aguarunas.
Este lavadero ha sido reconocido en 1859 por la expedición encabe-
zada por el Ilustrísimo obispo Ruiz, con el objeto de abrir un camino
entre Chachapoyas y el Marañón.
Arenas auríferas del Marañón, cerca de Balsas.— En el punto en el cual se
pasa el Marañón para ir de Cajamarca a Chachapoyas, se halla el pueblo de
Balsas e inmediato a éste se halla la Quebrada Honda, en cuya desemboca-
dura las arenas de la orilla del Marañón contienen oro de buena calidad.

Departamento de Piura

Lavadero de Hualcarumi.— El departamento de Piura tiene un lavadero de


oro en la quebrada del Hualca-rumi, 3 leguas al Norte de la población de
Ayabaca, capital de la provincia del mismo nombre.

100
El oro se halla en un terreno de aluvión que descansa sobre rocas
cristalinas y porfídicas. Según el profesor Olaechea, que ha dado una
1
descripción de este depósito aurífero, el oro se encuentra desde el estado
de polvo fino, hasta el de granos del tamaño de un garbanzo; y por una
experiencia que hizo, lavando una cierta cantidad de tierra, obtuvo para
su riqueza en oro 1,87 gramos por tonelada.
M ina de oro en el distrito de Frías.— Además del lavadero de Hual-
carumi, el departamento de Piura, tiene una mina de oro situada entre la
población de Frías y la hacienda de Yanango, en la misma provincia de
Ayabaca. El oro se halla en un criadero cuarzoso que forma una veta en
una roca sienítica.
Esta mina parece que ha sido abandonada por su pequeña ley de
oro, que según muestras ensayadas no llega la proporción a una onza
por cajón de sesenta quintales.

Departamento de Cajamarca

Lavadero de oro en la provincia de Jaén.— En la parte norte de la provincia


de Jaén, perteneciente al departamento de Cajamarca, y casi en el límite
del Perú con la República del Ecuador, se halla el pueblo de San Ignacio,
que no tiene otra cosa notable que un lavadero de oro situado a una
media legua de distancia. Este depósito aurífero se halla cerca de la casa
de la hacienda de Tomaqui, pero no se puede explotar en gran escala por
la suma escasez de agua.
Ahora, estando de Subprefecto de la provincia de Jaén, el Sr. D. José
María Villanueva, puso trabajo en este lavadero, construyendo un pe-
queño depósito que llenaba durante la noche con la muy poca agua que
hay en el lugar y por la mañana vaciaba el depósito echando toda el
agua sobre el terreno aurífero para lavar la tierra y separar el oro.
A rena aurífera del río Chinchipe.— Bajando del pueblo de San Ignacio
unas dos leguas hacia el NE se llega a la orilla del río Chinchipe, que
tiene su origen en el territorio de la República del Ecuador.
En las playas de este río se encuentra oro, el que se podría extraer
con ventaja si no fuera un obstáculo la gran distancia (70 leguas de Caja-
marca), la escasez de recursos y los malos caminos de aquella apartada
región.
M inas de oro de la A sunción.— A unas dos leguas al SO del pueblo de
la A sunción de la provincia de Cajamarca y a unas nueve leguas de esta
última población se hallan las minas de oro llamadas de Capan en un
cerro de arenisca muy metamórfica. El oro se encuentra tanto en el cuar-

1
Véase “El oro de Ayabaca”, en Boletín de Minas, Industria y Construcciones, año I, N.º II.

101
zo con óxido de fierro, como en una pirita de fierro con pirita de cobre y
fierro magnético; o también en un mineral terroso con óxido de fierro y
manchas cobrizas ( Paco ).
Las piritas que he tenido ocasión de ensayar tienen desde una onza
hasta dos onzas y media de oro por cajón, (10,4 a 26 gramos por tonelada
métrica); mientras que los pacos tienen hasta cuatro onzas de dicho me-
tal por cajón (41,6 gramos por tonelada métrica).
Las minas están mal trabajadas, habiéndose hecho agujeros sola-
mente donde encontraban buen mineral. A una legua de las minas de
Capan se halla el cerro Colladar y en el lugar de Chirinpata se encuen-
tran varias minas, algunas de las cuales se hallan muy trabajadas, con
largos y cómodos socavones y muchos frontones con vetas de mineral
2
Paco que alternan con otras de carbonato de cal, de estructura lamelar
con puntos de pirita.
En el plan de la quebrada al pie de dicho cerro se notan, en el lugar
llamado Sapú, los restos de un ingenio en donde beneficiaban los mine-
rales de Chirinpata; observándose además en varios puntos, los primiti-
vos quimbaletes que usan todavía en distintas partes del Perú.
Las principales minas son las llamadas Chirinpata, la Colorada, el
Chino, etc.; y si debemos juzgar por los trabajos interiores, estas minas
deben haber dado una gran cantidad de mineral aurífero.
Desgraciadamente los minerales que quedan son muy pobres; pues
habiendo tenido ocasión de ensayar, en estos días, varias muestras de
Paco, dieron por término medio solamente 12 adarmes de oro por cada
cajón de 60 quintales, lo que corresponde a 6,46 gramos por tonelada
métrica.
En cuanto al carbonato de cal con puntos de pirita dio apenas tra-
zas de oro. En la parte superior del cerro se ha encontrado una veta de
blenda (sulfuro de zinc) ferrífera.
M inas de oro de Carachugo.— Casi en la cumbre de la Cordillera, entre
Cajamarca y Yanacancha, se notan varios depósitos de desmontes y al-
gunas minas trabajadas por los antiguos indios, habiéndose encontrado
en su interior varios instrumentos de piedra que servían para la explota-
ción del mineral aurífero.
Estas minas actualmente abandonadas se conocen con el nombre de
Carachugo y han sido explotadas en una roca cuarzosa muy porosa, que
tiene un aspecto escoriáceo. Se observan en este lugar socavones muy
largos pero mal trabajados.

2
Peróxido de fierro terroso.

102
Departamento de La Libertad

Cerro del Toro .— A una med ia legua al Oeste d e la p o blació n d e


Huamachuco hay un cerro llamado del Toro. Este cerro está formado de
arenisca en capas casi verticales y entre ellas se notan algunas de arcilla
rojiza, blancuzca o azuleja, que forman una veta, o mejor dicho un man-
to. Entre estas capas arcillosas se encuentra a veces una especie de arci-
lla talcosa que tiene el aspecto de ceniza y que contiene una apreciable
cantidad de oro.
Este manto llamado del Carmen y del Rosario corre de SSO a NNE
entre capas de arenisca blancuzca y se hunde hacia el cerro (SEE) con un
ángulo de 80º.
Este manto en la superficie tiene un pie de anchura, pero abajo se va
ensanchando de modo que a cierta profundidad tiene más de dos metros
de ancho.
Este manto ha sido trabajado desde mucho tiempo y tenía, cuando
yo visité ese lugar, 124 metros de corrida. A unos 50 metros más abajo, el
Sr. Liberato Jara empezó un socavón para cortar el manto transver-
salmente y trabajó más de 40 metros. D. Manuel Lavado continuó la obra
por otros 25 metros y, por último, el minero D. Juan López Reyna lo llevó
a término habiendo cortado el manto a los tres metros.
La dirección o rumbo de este socavón es de NO a SE. El Sr. Reyna
trabajó también otro pique, al que le dio el nombre de San Francisco de
California.
M inas de oro de la provincia de Pataz .— La provincia de Pataz, princi-
palmente la parte Sur, es una de las más ricas en oro de todo el Perú y se
podría casi decir que las poblaciones de Pataz, Parcoy, Soledad y Taya-
bamba se hallan sentadas sobre depósitos auríferos; puesto que en estas
poblaciones, y principalmente Parcoy y Tayabamba, cuando llueve con
fuerza, de modo que el agua corre por las calles, se descubren en el terre-
no de la misma plaza algunas partículas de oro que en el lugar le llaman
astillas; habiéndose hallado aun muy pequeñas pepitas, del peso de
cerca de un gramo.
M inas de oro de las cercanías de Pataz .— En las inmediaciones de la
población de Pataz existen muchas bocaminas de donde se ha extraído
grandes cantidades de oro; pero la mayor parte de ellas se halla actual-
mente abandonada.
El oro se halla en el cuarzo, el que forma muchas vetas en las rocas
sieníticas y pórfidos dioríticos, siendo con corta deferencia, su dirección
más constante de N a S. Comúnmente éstas están acompañadas de una
roca blancuzca, especie de kaolín, y a veces también de algunas vetillas
de arcilla talcosa, que en el país llaman indistintamente Panizo.

103
Los principales cerros de las cercanías de Pataz en donde se ha
trabajado minas de oro son:
El cerro de S. Francisco.— Situado al SO de la población a una media
legua de Pataz, cerro arriba. Su bocamina principal lleva el mismo nom-
bre del cerro; teniendo la mina, según datos que me dieron en el lugar,
más de 240 metros de corrida y cerca de 100 metros de profundidad
vertical. A l pie se ha abierto un socavón para desaguarla. El cerro de San
Francisco no sólo ha dado minerales de oro sino que tiene también vetas
de galena y pavonado.
El cerro de Jembon.— Situado al NNE de la población en el camino
que va a Cajamarquilla, se halla enteramente cruzado de vetas auríferas.
La principal se llama la Polvadera y tiene una bocamina del mismo nom-
bre situada a 10 ó 12 cuadras de la población de Pataz.
La veta es de cuarzo con panizo; sus minerales han dado desde una
onza y un tercio hasta cincuenta onzas de oro por cajón, que equivale de
13,88 a 520,83 gramos de oro por tonelada métrica.
El cerro de Sarumillo.— Situado al otro lado del río de Caruabamba y
a una legua al norte de Pataz, tiene numerosas vetas, las que parecen
juntarse al pie del cerro en un lugar llamado Uquilaya, donde se encuen-
tra una bocamina que lleva este nombre. Los minerales de esta mina son
pacos y dan unos 35 gramos de oro por cajón, o sea 12,68 gramos por
tonelada métrica. Los relaves del beneficio por oro dan 6 marcos de plata
por cajón.
M inas de oro de Parcoy .— La población de Parcoy, que es la capital de
la provincia de Pataz, dista de Pataz 13 leguas. Este último pueblo tiene
en sus cercanías numerosas minas de oro abandonadas, lo que hace
creer que este lugar era en otro tiempo un centro de activa explotación.
Los cerros auríferos de las cercanías de Parcoy son:
El cerro de Mishito.— Situado al NEE y al E de la población, hallán-
dose sobre una loma de este cerro el panteón de Parcoy. El mineral aurí-
fero es una pirita llamada comúnmente bronce y forma vetas formales.
Este mineral no se trabaja porque se dice ser de poca ley; pero es
posible que no saque todo el oro que contiene, porque lo benefician sin
calcinarlo previamente. En el cerro de Mishito se encuentra también un
poco de oro en el paco u óxido de fierro.
El cerro de Puyhuancito .– Situado al otro lado de la quebrada de la
Soledad, a una media legua al NNE de Parcoy. Este cerro contiene bas-
tante oro, pero se halla en una tierra muy suelta que va sujeta a continuos
derrumbes, de manera que se han paralizado los trabajos por las sucesi-
vas desgracias que acaecían.
El cerro de Chinchil.– Situado al NNO de la población, tiene vetas de
paco con oro; muchas veces el mineral tiene oro a la vista. El mineral de

104
esta mina es tan poco coherente que se lava en batea echando el azogue
en la misma batea y moliendo la granza en batán o quimbalete.
Detrás de este cerro y en otro llamado Puyhuan Grande, que se pue-
de considerar como una parte del mismo cerro Chinchil, se encuentra la
mina Gallinero y la del Cerrito Blanco, las que han dado bastante oro y
cuyo descubrimiento ha sido el origen de la fundación de Parcoy.
M ina del Tajo.— Casi en el origen de la quebrada de Yacuabamba hay
una mina de oro trabajada a tajo abierto por cuya razón se llama El Tajo.
Esta mina se trabaja como lavadero, haciendo correr la tierra aurífera por
medio del agua sobre un piso de champa (especie de turba) de 50 varas de
largo, con el objeto de retener el oro. Cada quince o veinte días se levanta
la champa para recoger el oro. Esta mina ha dado bastante oro; pero el
peligro a que están continuamente sujetos los operarios de quedar ente-
rrados por los derrumbes, ha hecho prohibir el trabajo de ella.
M ina Gigante.— Siguiendo casi hasta la cumbre del cerro Mishito, se
encuentra el socavón o corte de Huacrachuco, que tiene más de 300 me-
tros de largo y excavado para desaguar la rica mina Gigante que se halla
un poco más arriba del lugar llamado el Crucero, punto donde se cruzan
varias vetas.
Esta mina, según documentos que existían en poder del Sr. Terro-
nes, ha dado hasta una libra de oro por cada capacho de cinco arrobas
de mineral.
Según parece, la mina Gigante tiene el oro también en la pirita, pues
en octubre del año 1883 tuve ocasión de ensayar una pirita, como prove-
niente de la mina Gigante del distrito de Parcoy, la que ha resultado
contener 9 onzas de oro por cajón o sea 3 onzas por tonelada.
Lavaderos de oro de Cajas.— Marchando unas dos leguas casi al E de
la población de Tayabamba, perteneciente a la misma provincia de Pataz,
se llega a la orilla del río de Cajas o de los lavaderos de oro, en cuya
margen derecha, y por más de cuatro leguas de extensión, se observan
capas de arenisca rojiza con granos de cuarzo y capas de tierra ferruginosa
muy suelta. El oro se halla en esta última y principalmente en la capa de
cascajo que se encuentra por debajo, y donde va acompañado de algunas
piedras rodadas de hematita o fierro oligisto compacto, que en el país
designan con el nombre de matriz del oro: de modo que la aparición de
estas piedras es para los mineros del lugar la señal más segura de la
presencia del precioso metal.
En los lavaderos de Cajas se ha hallado una pepita del peso de 5
libras, siendo muy frecuentes las de una a dos onzas.
En la margen derecha del río de Cajas, donde están los lavaderos de
oro, bajan de trecho en trecho riachuelitos que arrastran oro en sus are-
nas, entre los cuales es digno de citarse uno que entra al río de Cajas a

105
unas 3 leguas de distancia de Tayabamba y que baja del cerro de Pagrasha,
el que es bastante elevado y tiene muchas minas de oro. Las piedras roda-
das que trae el riachuelito que baja de Pagrasha son de pizarra talcosa, lo
que hace suponer que dicho cerro sea de esta última roca.
M ina de oro cerca de Trujillo.— Recientemente se ha descubierto una
mina de oro a tres leguas del puerto de Salaverry hacia el interior. El oro
se halla en el cuarzo que forma vetas en una roca sienítica. El cuarzo
aurífero tiene un aspecto muy variado, presentándose más o menos com-
pacto o también poroso, y acompañado de cantidad muy variable de
óxido de fierro; habiendo partes en que el óxido de fierro es tan abundan-
te que el mineral puede considerarse como un paco.
En los primeros ensayes que hice del mineral sacado de esta mina
obtuve una ley de oro variable de una a nueve onzas por cajón de 60
quintales de mineral, lo que corresponde desde 10,4 gramos a 93,6 gra-
mos por tonelada métrica. Pero últimamente me remitieron de la misma
localidad minerales mucho más ricos en los que el oro se halla asociado
con plata y plomo en la proporción siguiente:

Oro 0,00009 o sea 90 gramos por tonelada métrica


Plata 0,0009 o sea 900 gramos por tonelada métrica
Plomo 0,3 o sea 30 por ciento.

M inas de Zalpo.— A unas 18 leguas de Trujillo, en la provincia de


Otuzco, se halla el asiento mineral de Zalpo, cuyas minas tienen plata y
oro. La mina más rica en este último metal es la que se conoce con el
nombre de Pique de Zalpito, en la que el oro se halla en el cuarzo acom-
pañado de kerargira (cloruro de plata), limonita y óxido de manganeso.
Una muestra muy rica sacada de esta mina me ha dado al ensaye 0,00231
de oro y 0,0329 de plata lo cual equivale a 27,72 marcos de oro y 394,8
marcos de plata por cajón.
Otra muestra menos rica en oro, pero más rica en plata ha dado
0,002 de oro y 0,04 de plata, que equivale a 24 marcos de oro y 480 de
plata por cajón.
En las minas de Zalpo el oro no se halla solamente en estado nativo
sino también combinado con el sulfuro de plomo y plata, habiendo ensa-
yado una muestra sacada de la mina de Carabamba, sobre la veta de
Zalpo, formada de sulfuro de plomo rico en plata y oro y acompañada de
chalkopirita, pirita y blenda, la que resultó tener, una ley de oro igual a
0,0007 de oro y 0,0288 de plata o sea 8,4 marcos de oro, y 345,6 de plata.
Minas de oro de la hacienda de Guadalupito .— En la margen derecha del
río de Santa, a dos leguas de esta población, se halla la hacienda de
Guadalupita, comprendida en el distrito de Virú de la provincia de Trujillo.

106
En los cerritos sieníticos, que se hallan en los terrenos de la hacien-
da, se notan algunas vetas de cuarzo aurífero acompañado a veces de
limonita, calcita y talco.
Una muestra de cuarzo con limonita y talco ha dado al ensaye una ley
de oro de 10 gramos por tonelada métrica, o sea, casi una onza por cajón.
Otra muestra más rica, formada de cuarzo con limonita y calcita, ha
dado 40 gramos de oro por tonelada métrica, o sea, un poco menos de 4
onzas por cajón.

Departamento de Áncash

El departamento de Áncash, sin ser tan rico en oro como el departamento


de la Libertad, no deja de tener lavaderos y minas de este precioso metal.
Lavaderos de Pallasca.— A l pie de la población de Pallasca, en la
provincia de este nombre, corre el río de Chuquicara llamado también de
Tablachaca, el que separa por este lado el departamento de Áncash del
de La Libertad.
Este río acarrea oro en sus arenas, principalmente en la parte com-
prendida desde el puente que lleva el mismo nombre de Tablachaca,
hasta el punto de reunión con el río que baña el Callejón de Huaylas
para formar el río de Santa.
Una parte de los habitantes de Pallasca se dedican a la extracción
del oro en la playa de dicho río y por este motivo se les llama playeros.
El oro del río Chuquicara o Tablachaca está en escamitas muy pe-
queñas, de manera que después de lavar la arena en bateas para concen-
trar el oro, separan este metal por medio del azogue, destilando ensegui-
da la amalgama que acostumbran amoldar en pequeñas bolas.
Una muestra de oro de los lavaderos de Pallasca me ha dado al
análisis la siguiente composición:

Oro 0,840
Plata 0,084
Cobre 0,076

El oro de los lavaderos del río de Chuquicara proviene de depósitos


de tierras auríferas, situadas en la orilla del río y del que es acarreado por
el agua de las quebraditas secundarias, entre ellas la de Chuygoran que
baja a ¼ de legua de la población de Pallasca; siendo un hecho conocido
que la arena del río Chuquicara es más rica en oro después de la con-
fluencia de dicha quebrada.
En las inmediaciones de la población de Pallasca, en una formación
de pizarra talcosa metamórfica, cuyas capas han sido levantadas por la

107
erupción de una roca sienítica, se encuentran algunas vetas de cuarzo
ferruginoso aurífero.
Una muestra de este cuarzo aurífero recogida en la quebrada de
Chuygoran ha dado al ensaye 95,8 gramos por tonelada métrica, que
corresponde a 9,2 onzas de oro por cada cajón de 60 quintales.
M inas de oro del distrito de Uco .— En la parte más oriental de la pro-
vincia de Huari, a unas 15 leguas de esta población, hacia el NEE, se
encuentra el distrito de Uco, bastante rico en minas y lavaderos de oro.
Las minas se hallan en un elevado cerro de pizarra talcosa y gneis,
llamado San Cristóbal de Uchusinga, el que se halla situado al NNE de
la población de Uco.
El oro se encuentra en el cuarzo el que forma varias vetas, de las
cuales la principal tiene la dirección de SSU a NNO, hundiéndose al
NNE con un ángulo de 75° a 80°. El cuarzo se presenta a veces cristaliza-
do y con un poco de pirita. La veta se halla acompañada de una ligera
capa de tierra arcillosa llamada vulgarmente caliche.
Una muestra del cuarzo aurífero del cerro de San Cristóbal de
Uchusinga ha resultado tener la ley de gramos 37,5 de oro por tonelada
métrica que corresponde, con corta diferencia, a 3 onzas y ½ por cajón.
Un hecho particular se nota en esta veta y es que a unos 12 metros
hacia el interior del cerro desaparece una de las cajas y ésta es reempla-
zada por una roca feldespática blanca, casi en estado de descomposi-
ción, a la que dan en el lugar el nombre de panizo; pero lo que es digno de
atención es que con este cambio, que en el país expresan diciendo que ha
habido una abreria, la riqueza en oro disminuye muchísimo, haciéndose
la veta casi estéril.
Lavaderos de oro.— En el mismo distrito de Uco, además de las nume-
rosas minas diseminadas en el cerro de San Cristóbal de Uchusinga, se
hallan buenos lavaderos del tan codiciado metal. Estos lavaderos se ha-
llan en la quebrada de Ninamayhua, situada al otro lado del cerro de
San Cristóbal, hacia el Marañón. Aunque todos los lavaderos del distrito
de Uco se encuentran en la quebrada de Ninamayhua son conocidos con
distintos nombres, según los puntos de la quebrada; siendo los principa-
les los de Ninamayhua, Chinchuragra y Pucaragra.
Los terrenos auríferos que constituyen los lavaderos son de aluvión;
su color en general es rojizo debido a una fuerte cantidad de óxido de
fierro, y están formados de detritus y piedras rodadas de distinta naturale-
za, tales como granito, gneis, pizarra talcosa y micácea, cuarzo, diorita,
caliza y hematita, hallándose estas últimas en la parte inferior de los depó-
sitos auríferos, siendo estas piedras los verdaderos compañeros del oro.
Estos terrenos de aluvión descansan sobre una caliza con amonitas
que pertenece a la formación cretácea.

108
Los lavaderos de Uco contienen el oro en pequeñas escamas y tam-
bién en pepitas; pero estas últimas raras veces pasan del peso de media
onza. En cuanto a la riqueza en oro de estos lavaderos, aunque es difícil
determinarla con precisión, por ser muy variada, se puede calcular en
dos gramos por cada tonelada métrica de tierra.
Sin embargo, debemos decir que en los últimos años se ha encontra-
do en un solo punto más de dos arrobas y media de oro.
Por lo que toca a la calidad del oro de estos lavaderos, se puede
considerar como de buena ley. Habiendo analizado una pepita del la-
vadero de Ninamayhua he obtenido la composición siguiente:

Oro 0,892
Plata 0,048
Cobre 0,060

Minas de oro de Janca.— A 6 leguas de la caleta de Culebras, en la


provincia de Santa, se halla la hacienda de Cusmo; a 3 leguas de Cusmo
hacia el interior y a una media legua del caserío de Janca, se halla la
mina de oro de este nombre.
La mina, cuando yo la visité, tenía pocos metros de profundidad y
presentaba una vetilla de cuarzo ferruginoso aurífero en medio de una
sienita ligeramente micácea. La veta corre de N a S y es casi vertical.
A una legua de esta mina hay un lugar en donde se observan otras
cuatro bocaminas que han sido trabajadas antiguamente. El mineral
aurífero es formado de cuarzo más o menos ferruginoso y la roca del
cerro es una sienita micácea.
El oro de estas minas es muy argentífero, como se puede ver por el
resultado siguiente obtenido del ensaye de tres muestras.
Una muestra de cuarzo sacado de la parte superior de la primera
bocamina ha dado por cada tonelada métrica:

Oro, 41 gramos que corresponde casi a onza 4 por cajón.


Plata, 104 gramos que corresponde casi a onza 10 por cajón.

Otra muestra sacada de la cuarta bocamina ha dado al ensaye por


cada tonelada métrica:

Oro, 78 gramos que corresponde a casi 7 onzas y ½ por cajón.


Plata, 63 gramos que corresponde a casi 6 onzas y ½ por cajón.

Por último, una muestra mucho más rica constituida de óxido de


fierro aurífero, con roca cuarzosa poco coherente, y que forma solamente

109
una mancha en medio de la veta ha resultado contener por cada tonela-
da métrica:

Oro, 114 gramos que corresponde marcos 1,36 por cajón.


Plata, 90 gramos que corresponde marcos 1,07 por cajón.

M ineral de oro de Chuquia.— En los altos del pueblo de Mato pertene-


ciente a la provincia de Huaylas, en un lugar llamado Chuquia, se obser-
van más de 50 bocaminas; hoy día están completamente abandonadas y
muchas de ellas derrumbadas. A lgunas de estas minas manifiestan ha-
ber sido bastante trabajadas, mientras que otras se hallan solamente al
estado de Catas.
En las minas de Chuquia el oro se encuentra en pequeña cantidad
en la pirita, en el óxido de fierro y en el cuarzo ferruginoso y, por su
extrema división, no se puede distinguir a simple vista ni por medio de
una lente.
La riqueza en oro de las distintas muestras recogidas en este lugar
varía muchísimo, pues habiendo ensayado ocho muestras he obtenido
una ley de oro variable desde 5 hasta 50 gramos de este metal por cada
tonelada métrica, que corresponde casi desde media hasta 5 onzas de
oro por cajón.
M inas de oro del distrito de M acate.— En la misma pro vincia de
Huaylas, del departamento de Á ncash, se halla el distrito de Macate, el
que además de sus numerosas minas de plata tiene también unos cerros
auríferos, conocidos con los nombres de Huanca, Toca, Macon y del
Milagro.
Los minerales auríferos de estos cerros son muy variados, estando
formados de pirita, chalkopirita, limonita, fierro oligisto, clorita, cianosa
y cuarzo más o menos ferruginoso.
En general no son muy ricos, sin embargo, a veces se encuentran
piedras de regular ley de oro.
Una muestra de pirita con chalkopirita y cianosa del cerro de Toca
ha dado 35 gramos de oro por tonelada métrica; esto es, un poco más de
3 onzas y un tercio por cajón.
Seis muestras del cerro Macón han dado al ensaye una ley variada
desde 20 hasta 70 gramos de oro por tonelada, o sea, desde 2 onzas hasta
6 onzas y ¾ por cajón.
Por último, otras 5 muestras del cerro Huanca han resultado tener
una ley de 5 a 10 gramos de oro por cada tonelada métrica que correspon-
de, con corta diferencia, desde media hasta una onza de oro por cajón.
M ina de oro de Quillo.— Inmediato al pueblo de Casma baja con di-
rección de NEE a SOO la quebrada de Quillo por la que va el camino que

110
conduce de Casma a Yungay, y así llamada por existir en ella el pueblo
de ese nombre.
Muy cerca del pueblo de Quillo se halla una mina de oro, en la que
este metal está en un criadero de cuarzo algo ferruginoso, con feldespato
rosado y talco clorítico, variedad de protogina, cuyos elementos minera-
les, se hallan a veces como fundidos en una masa, dando lugar a una
roca anómala, con matices amarillentos y verdosos.
Algunas muestras de minerales de esta mina ofrecen el oro visible a
simple vista, formando como vetillas en el cuarzo con óxido de fierro. La
veta tiene como un tercio de ancho y el mineral común, que no tiene oro
a la vista, ha dado al ensaye 60 gramos de oro por tonelada métrica, que
corresponde a un poco más de cinco onzas y tres cuartos por cajón.
Minas de Huancoy .— En la quebrada de Ámbar, cuyo río desemboca
al mar cerca de Supe, y en un lugar llamado Huancoy, distante de Huacho
unas 15 leguas, existe una mina abandonada de la que hay tradición que
ha dado mucho oro.
Esta mina parece que hubiera sido trabajada por los peruanos desde
antes de la conquista del Perú, lo que sería de cierto modo comprobado
por los antiguos morteros que se hallaron al pie del cerro, y por unos
travesaños o tincas de piedra que se notan en una especie de lumbrera.
Una piedra de cuarzo cavernoso, recogida en las inmediaciones de
la mina, ha dado una ley de oro de 16 gramos por tonelada métrica, que
equivale a una onza y media por cajón.
M ina de oro de Huarmey .— En las inmediacio nes del pueblo de
Huarmey, perteneciente a la pro vincia de Santa, se hallan algunas
bocaminas de las cuales se ha extraído oro. Este metal se halla en el
cuarzo con óxido de fierro, el que forma algunas vetas en la roca sienítica.
A unque se dice que se han encontrado algunas piedras con oro a la vista
en general el mineral es bastante pobre; pues de todas las muestras que
he tenido ocasión de ensayar, ninguna ha pasado de una ley de 20 gra-
mos de oro por tonelada métrica, lo que equivale casi a 2 onzas por cajón.
M inas de oro de Pamplona.— En la provincia de Cajatambo, cerca del
punto de confluencia de la rama principal del río de Barranca con el río
de Gorgor, se halla el mineral de Pamplona, en donde se encuentran
minas de oro y de plomo.
M inerales del departamento de Á ncash, en los que el oro se halla asociado
con otros metales.— El oro en el departamento de Áncash, a más de hallar-
se en estado nativo, se encuentra también combinado o mezclado con
otros metales. Así, en el mineral del distrito de Recuay se encuentra el oro
en cantidad sensible en la galena argentífera de la mina de Santa Rosa;
en la galena argentífera y en la pirita con bournonita del socavón de
Balona; en la pirita con fillipsita y la bournonita de la mina Salteada; en

111
la estibina con panabas y blenda de la mina Mercedes; en la blenda
argentífera co n pirita de la mina de San A gustín; en la jameso nita
argentífera de la mina de San Bartolomé; en la blenda argentífera y gale-
na con bournonita y blenda, de la mina de Laccha y en la argirosa con
galena y anglesita de la mina Huerta y Toma.
En los minerales del distrito de Macate de la provincia de Huaylas
se encuentra oro, en la limonita argentífera y en la blenda argentífera de
la mina de San Lázaro.
En varios minerales del distrito de Aija de la provincia de Huaraz se
encuentra el oro en proporción de dos a tres onzas por cajón o sea 20,8 a
31,2 gramos por tonelada métrica; tales son la jamesonita con anglesita y
la galena argentífera del cerro de Huayhuash; la pirita con mispickel y
covellina de la mina Huancarama; así como panabas con mispickel de la
mina Yanahuanca.
Entre los minerales de la provincia de Cajatambo que contienen oro
se puede citar la plata nativa con galena de la mina del Rosario de
A uquimarca y la galena con plata nativa, panabas y chaikopirita de la
mina de Santa Rosa, del mismo lugar de A uquimarca.
Ahora diremos que es muy probable que muchísimos otros minera-
les del departamento de Áncash, que no han sido ensayados por oro,
contengan alguna cantidad de este precioso metal.

Departamento de Huánuco

El departamento de Huánuco, sin ser de los más ricos en oro, no deja


de tener sus lavad ero s y vetas auríferas, siend o el principal el d e
Chuquibamba.
Lavadero de Chuquibamba.— La aldea de Chuquibamba pertenece al
distrito de Singa de la provincia de Huamalies, que forma parte del de-
partamento de Huánuco. Chuquibamba háyase situado en la orilla del
Marañón, el que divide a este pequeño pueblo en dos partes que comuni-
can entre sí por medio de un puente.
En este lugar, el río Marañón se estrecha muchísimo y pasa, con
corriente tranquila, entre peñas de pizarra talcosa, siendo esta última
roca la dominante en el lugar.
Chuquibamba ha sido célebre en otro tiempo por sus ricos lavaderos
de oro, habiéndose sacado de un solo punto, en el siglo pasado, más de
ocho arrobas de este valioso metal.
En ambas orillas del río se notan muchos grandes agujeros excavados
para buscar el oro, el que ordinariamente se halla sobre la pizarra talcosa,
sobre cuya roca descansa el terreno de aluvión.

112
En el siglo pasado, bajo el gobierno español, un cura de la población
de Llata en compañía de un corregidor, con el objeto de extraer en gran-
des cantidades el oro que se halla en el lecho del río, acometió la atrevida
empresa de querer desviar la corriente, construyendo una sólida pared
de calicanto en un lado del río de la que se notan todavía los restos.
Hace muchos años que un norteamericano, habiendo hallado oro
en la arena casi superficial, tuvo el mismo proyecto de desviar a un lado
la corriente del Marañón; pero le sorprendió la muerte antes de dar cima
a su atrevida empresa.
Los Sres. Villamil emprendieron, también, grandes trabajos y saca-
ron un poco de oro. Finalmente, hace seis años que el Sr. D. Benito Arana
concibió la idea de extraer el oro del fondo del río cerca del puente en
donde el Marañón forma un remanso. Con este objetivo hizo construir
una draga para sacar el oro que debía de haberse acumulado en este
punto, por ser el río allí más profundo y su corriente más suave.
Desgraciadamente, después de haber hecho fuertes gastos para el
transporte e instalación de la draga, ésta no pudo funcionar por las gran-
des piedras que se hallan en el fondo del río.
A ctualmente los lavaderos de Chuquibamba están casi abandona-
dos y sólo algunos indígenas y vecinos del lugar se dedican a recoger el
oro, pero en muy pequeña escala.
Lavadero de Rain.— Siguiendo de Chuquibamba la orilla del Mara-
ñón hacia su origen, a unas cuatro leguas después y a una legua de
Chavinillo (pueblos pertenecientes a la provincia Dos de Mayo), se halla
en la margen izquierda del río Marañón la estancia de Rain. A l pie de
esta estancia hay un terreno de aluvión aurífero que se puede decir no
está explotado. Una muestra que poseo, sacada de este terreno, presenta
el oro muy visible, en una especie de aglomeración de limonita, detritus
de pizarra talcosa y pedacitos de huesos.
M ina de oro Boca de Sapo.— En la quebrada de Tucapa, cerca de la
población de Huallanca, perteneciente a la provincia Dos de Mayo exis-
te una mina llamada Boca de Sapo. El mineral es de color amarillento
pardo y es formado de una roca cuarzosa llena de pequeñas cavidades,
como una esponja, y acompañada de óxido de fierro.
Una muestra de este mineral, ensayado, ha resultado contener 32
gramos de oro por tonelada que equivale a un poco más de 3 onzas por
cajón.
Tierra aurífera cerca de Jesús, en la provincia Dos de M ayo.— Saliendo
del pueblo de Jesús, marchando quebrada abajo por un cuarto de legua,
casi enfrente de las aguas minerales, se encuentran, a unas 304 cuadras
del río, muchísimos montones de tierra aurífera que parece haber sido

113
llevada allí por los antiguos peruanos con el objeto de lavar el oro que
contiene.
M inas de oro en las inmediaciones de Huánuco .— En el sitio llamado
Fuelles a menos de una legua de la población de Huánuco y casi en-
frente al puente de Huayaopampa, hay minas de oro antiguas muy
bien trabajadas.
A una legua de Huánuco, en la Rinconada de Mamayaco, hay vetas
de oro trabajadas en otro tiempo por D. Juan Estevan Duran.
En el lugar llamado Llicua a una legua de la ciudad de Huánuco
hay grandes vetas de mineral de cobre aurífero.
A una legua poco más o menos distante de Huánuco se encontró, en
una quebradita, que no tiene dos leguas de longitud, una rica piedra que
3
actualmente forma parte de mi colección, compuesta de pizarra talcosa
atravesada de una vetilla de cuarzo de aspecto grasoso enteramente cua-
jada de oro nativo. Esta piedra es de superficie redondeada lo que hace
creer que ha sido rodada por el agua, y la pizarra talcosa de la que está
formada es igual a la de los cerros de la quebradita donde se halla. Sin
embargo, a pesar de todas las diligencias hechas para averiguar su ori-
gen, no se ha podido saber de dónde se ha desprendido.
En Cani y Paucar, a 4 leguas de Huánuco, en el camino de la quebra-
da de Higueras, hay abundantes vetas de minerales de oro, cobre y plata.
M inas de oro en los distritos de Chinchao y Panao.— En los terrenos de
pastos de Yanamugui perteneciente al Sr. D. Gregorio Duran, colindan-
tes con la hacienda Callana del distrito de Chinchao, se hallan varias
minas antiguas, cuyos minerales tienen una ley de oro de 5 onzas por
cajón, que equivalen a 52 gramos por tonelada métrica.
En el camino de Huánuco a la montaña del Pozuzo y entre los pue-
blos de Chaglla y Muña está la quebrada de Santo Domingo, cuyas are-
nas son auríferas. En la quebrada de Cutama, cuyo riachuelo es afluente
del río Chinchao, se han sacado, aunque con escasez, pepitas de oro de
buen tamaño.
Lavadero y vetas de oro en la quebrada de Cayumba.— El río de Cayumba
es un afluente del Huallaga que desemboca a este último entre los ríos de
Chinchao y Monzón. Los terrenos de la quebrada de Cayumba son aurí-
feros sobre una gran extensión; pues en la parte baja, cerca de la desem-
bocadura del río, hay buenos lavaderos; y en la cabecera de dicha que-
brada se encuentran ricas vetas de oro nativo. En el lugar existe la tradi-
ción de una muy rica, llamada Las tres alcantarillas, que dio gran cantidad
de oro.

3
Esta rica muestra me fue obsequiada por el Sr. Pinzas en mi tránsito por la ciudad de
Huánuco el año 1860.

114
Cerro de San M atia.— En la montaña del Mayro, casi en el punto de
confluencia de los ríos Palcazo y Pozuzo, se halla el cerro de San Matia,
sobre el cual hay tradiciones de ser muy rico en oro; pero hasta el día de
hoy no se ha podido hallar algún mineral aurífero que justifique la fama
de este cerro.
Oro combinado con otros minerales.— En el departamento de Huánuco
hay también minerales auríferos en los cuales el oro se halla combinado
con minerales de distinta naturaleza. Así, en el lugar llamado Verdecocha,
en los terrenos del pueblo de Chaulan, perteneciente al distrito de Higue-
ras, se halla minerales formados de pirita, panabas argentífero, azurita y
malaquita, que contienen 35 gramos de oro por tonelada métrica, que
equivale a 3,36 onzas por cajón.

Departamento de Junín

El departamento de Junín, si es verdad que es uno de los más ricos en


minerales de plata, es en cambio muy pobre en los del oro, hallándose
este precioso metal tan sólo en la arena de algunos ríos y en unas escasas
vetas de cuarzo o de pirita de poca importancia.
Oro en la arena de los ríos.— Casi todos los ríos que bajan de la cordi-
llera oriental hacia la región de la Montaña y que por su reunión forman
el Perené, acarrean en sus arenas una pequeña cantidad de oro en dimi-
nutos granos.
Lo s río s aurífero s so n el Oxabamba, el Paucartambo , el Chan-
chamayo, el Tulumayo y el Pangoa, y el oro que arrastran proviene de las
vetas de cuarzo que cruzan la gran formación de pizarras y rocas crista-
linas de que está constituida dicha cordillera; pero el precioso metal
tanto en las vetas cuarzosas como en la arena de los ríos se halla en
cantidad tan pequeña que difícilmente puede pagar los gastos de su
extracción.
Minas de oro cerca de Cerro de Pasco .— A dos leguas de Cerro de Pasco,
en el lugar llamado la Quinua, se hallan en los cerros inmediatos y en los
de Chiquirin y Huamanranca varias minas de oro; pero las principales
se encuentran en el elevado cerro de Chuquitambo.
Este cerro está formado de arenisca metamórfica y el mineral aurífe-
ro es una pirita cúbica que va acompañada de mineral cobrizo, notándose
en él manchas verdes de carbonato de cobre.
Estas piritas se hallan también en la pizarra arcillosa, que se nota en
el mismo cerro y han sido explotadas desde hace muchísimos años.
Su riqueza en oro es de 3 a 5 onzas por cajón, o sea, de 31 a 52
gramos por cada tonelada métrica.

115
Minas de oro de Mosca.— En los altos de Chaucayan cerca del pueble-
cito de Mosca, perteneciente al distrito de Huariaca de la provincia de
Pasco, se hallan algunas vetas de cuarzo aurífero en una formación de
pizarra talcosa.
El oro de estas minas contiene plata, lo que hace bajar un poco su
ley.
M ina de oro de Paucamarca.— En el distrito de Huasahuasi, que hace
parte de la provincia de Tarma, se halla la mina de Paucamarca que tiene
minerales de cuarzo aurífero con limonita terrosa.
M ina de oro de M orococha .— Cerca d e la haciend a mineral d e
Morococha, comprendida en el distrito de Yauli de la provincia de Tarma,
hay un cerro llamado Nuevo Potosí y al pie de éste, en un crestón de
arenisca metamórfica que se prolonga hasta la orilla de la laguna, se
encuentra una mina de oro en una veta de cuarzo y de pirita. En el siglo
pasado se explotaba esta mina y varias otras situadas en las cercanías,
existiendo todavía al principio de este siglo, en la hacienda de Tucto,
situada a ¼ de legua de Morococha, un ingenio para el beneficio a de los
minerales auríferos.
Oro en los minerales argentíferos del distrito de Yauli.— Además del oro
nativo, en varias minas del distrito de Yauli, se encuentra este metal, en
cantidad más o menos notable, al estado de combinación, en algunos
minerales de plata, tales son los de las minas Florencio, M aría, Esmeralda,
Unión y Volcán, siendo esta última la más rica en oro.
Un hecho notable es que el oro es más común en los minerales
argentíferos del distrito de Yauli acompañado de rodizonita o cuarzo
coloreado en rosado por el óxido de manganeso.

Departamento de Lima

M inas de oro en la quebrada de Lurín en las inmediaciones de Lima y en


Ancón.— El oro se halla diseminado, aunque en muy poca cantidad, en
toda la cadena de cerritos que ladea la costa del Perú a muy poca dis-
tancia del mar.
Comúnmente el oro se halla en el cuarzo que forma vetas en los
cerros sieníticos y graníticos; y en la parte de la costa comprendida en el
departamento de Lima se hallan minas o indicios de este precioso metal
en casi todas las quebradas.
A sí, en la quebrada de Mala se hallan indicios de oro cerca de
Calango. En la quebrada de Lurín hay minas de oro cerca de Manchay y
Cieneguilla. En las cercanías de Lima no faltan minas que han sido tra-
bajadas con el objeto de sacar oro, notándose una bocamina en el cerro
inmediato al de las Caleras: otra en el cerrito llamado de las Ramas, y

116
algunas catas detrás del cerro de Amancaes. En el mismo cerro de San
Cristóbal, inmediato a la ciudad, he recogido muestras que han dado al
ensaye vestigios del tan codiciado metal.
En la quebrada de Ancón hay minerales de oro de muy escasa ley,
formados de cuarzo con óxido de fierro y manchas verdes de carbonato y
silicato de cobre.
M inas de oro en el cerro Sanú.— A cuatro leguas de la población de
Huacho está el célebre cerro Sanú, en el que se descubrió en 1851 algunas
vetas de cuarzo aurífero; descubrimiento que causó tanto entusiasmo en
Lima, que millares de personas se dirigieron llenas de ilusiones hacia
esta nueva California, creyendo recoger el oro a manos llenas. Pero si es
verdad que este cerro contiene oro, este metal se halla en pequeña canti-
dad y no es tan fácil obtenerlo, pues demanda gastos de extracción y
beneficio; de modo que algunos de los improvisados mineros después de
haber pasado dos o tres días de grandes privaciones tuvieron que regre-
sar con sus lampas y barretas sin poder llenar de oro los sacos que ha-
bían llevado consigo.
Este desengaño hizo muy pronto olvidar al tan celebrado cerro y al
poco tiempo quedaron las minas completamente abandonadas.
Pero dejando a un lado las ilusiones que se forman los que no tienen
conocimiento alguno de lo que es una mina y del modo cómo se encuen-
tra el oro en la naturaleza, el cerro Sanú, como he dicho ya, contiene
efectivamente oro, sólo que este metal se halla repartido en las vetas de
un modo irregular; a veces se hallan piedras de cuarzo que tienen algún
punto de oro a la vista y de las que conservo una muestra sacada de la
mina de Santa Catalina. Ahora, sucede también, que en algunos trechos
de la misma veta, el cuarzo es casi completamente estéril, de modo que es
muy difícil saber la verdadera riqueza del mineral.
Para tener una idea diré que, habiendo ensayado un común de va-
rias piedras, he obtenido una ley de 32 gramos por cada tonelada métri-
ca, que corresponde con corta diferencia a 3 onzas de oro por cajón de 60
quintales de mineral.
Presencia del oro en Piedras Gordas.— En el lugar llamado Piedras
Gordas, en el camino de Lima a Ancón, hay un cerro en el que se han
hecho algunas catas, de las cuales se han extraído muestras de cuarzo
ferruginoso con manchas de silicato de cobre y vestigios de oro. Una
muestra formada en su mayor parte de una roca cuarzosa con cavidades,
que le dan un aspecto escoriáceo, y cuya variedad se conoce en el país
con el nombre de quijo podrido, ha dado al ensaye vestigios muy sensi-
bles de oro.
M ina de oro de Ccorimina.— En el distrito de Atavillos altos de la
provincia de Canta, en un lugar llamado Ccorimina, se halla la mina de

117
este no mbre. Sus minerales so n paco s, fo rmad o s d e una arenisca
metamórfica con cuarzo ferruginoso escoriáceo, que tienen plata y oro.
Un común hecho de varias piedras ha dado al ensaye una ley de
plata de 0,0005 que corresponde a 6 marcos por cajón, y una ley de oro de
0,000015 que equivale a 15 gramos por tonelada métrica, y aproximada-
mente a una onza y media por cajón de 60 quintales.
M inas de oro de Huayo.— En el distrito de Huamantanga de la pro-
vincia de Canta existe un lugar llamado Huayo, donde hay varias minas
abandonadas que han sido trabajadas en otra época, por oro.
Habiendo ensayado hace poco tiempo tres muestras de minerales
extraídos de estas minas, he obtenido el resultado siguiente.
1.ª Muestra de la mina de Nuestra Señora del Carmen, formada de
limonita de color amarillo rojizo y de aspecto terroso, entremezclada de
cuarzo.
Ley de oro: 0,000020 que equivale a 20 gramos por tonelada métrica,
esto es, un poco menos de dos onzas por cajón.
2.ª Muestra de la misma mina, formada de cuarzo cristalizado con
limonita. Separada esta última de los grandes cristales de cuarzo ha
dado la misma ley de oro que la muestra anterior.
3.ª Muestra de la mina de nuestro señor de S. José de Huarmi-runay,
formada de trozos de cuarzo escoriáceo, es decir, lleno de cavidades y
acompañado de limonita terrosa de color amarillento y rojizo.
Ley de oro, 9 gramos por tonelada métrica, que corresponde casi a 14
adarmes por cajón.
M inas de oro de la hacienda Carretería.— En la hacienda de este nom-
bre, situada en el distrito de Pativilca de la provincia de Chancay se
hallan muchas bocaminas, algunas de ellas bastante trabajadas, pero en
la actualidad completamente abandonadas.
El oro se encuentra en el cuarzo, el que ofrece un aspecto grasoso
debido a una mezcla íntima con talco. Este cuarzo tiene pequeñas cavi-
dades revestidas de óxido de fierro y de manganeso.
Una muestra de este cuarzo, que tuve ocasión de ensayar hace pocos
meses, resultó contener 10 gramos de oro por cada tonelada métrica, lo
que corresponde a un poco menos de una onza por cajón.

Departamento de Ica

M inas de oro de las cercanías de Ica.— A unas tres leguas de la ciudad de Ica
se encuentran algunas minas de oro de las que fueron extraídas unas
muestras que me remitieron a Lima hace cinco años. Estas muestras
ofrecen el oro muy dividido, pero visible a simple vista. Las piedras son
algo variadas, pues algunas son formadas en su mayor parte de fierro

118
oligisto compacto o hematita, con un poco de horneblenda negra de es-
tructura radiada y pequeñas manchas verdes de silicato de cobre. Otras
son formadas de una mezcla confusa de dichos minerales, con un poco
de limonita u óxido de fierro hidratado.
Este mineral es interesante, bajo el punto de vista geológico, por la
asociación del fierro oligisto compacto o hematita con el oro y el anfíbol;
esto explica cómo en los lavaderos se encuentra el oro en depósitos de
tierras coloradas debido a la descomposición de las rocas, junto con
piedras rodadas de hematita.
Oro asociado con los minerales de cobre.— En las cercanías de Ica existen
muchas minas de cobre, tales son las de Canza, Tingue y Yauca, las que
dan minerales muy variados, notándose entre ellos la cuprita, chalcosina,
co vellina, chalco pirita, fillipsita, atacamita, malaquita, azurita, cu-
procalcita, crisocola y varias mezclas íntimas de chalcosina con atacamita,
limonita, etc. Estos minerales van frecuentemente acompañados de pirita,
cuarzo, calcita, yeso, etc., y algunos rara vez de pequeña cantidad de oro
nativo. Pero este último metal se halla diseminado en dichos minerales de
un modo muy irregular, puesto que el oro aparece solamente de cuando en
cuando, sucediendo que muchas partidas de minerales cobrizos, sacados
de estas minas, son enteramente estériles de oro.
Cerro mineral de Cinco Cruces.— Otro ejemplo de la presencia del oro,
de un modo accidental, en los minerales de cobre, lo tenemos en el cerro
mineral de Cinco Cruces, situado en la provincia de Chincha del mismo
departamento de Ica y a unas 8 leguas de Pisco.
Los minerales del cerro de Cinco Cruces son poco más o menos los
mismos que los de Canza y Tingue y sólo de tiempo en tiempo aparecen
piedras con oro nativo muy visible a la simple vista y en cantidad
alucinadora.
Una hermosa muestra extraída de la mina Juanita, y que conservo
en mi colección, presenta el oro nativo en una laminita bastante gruesa,
en un pequeño trozo que ofrece la chalcosina, acompañada de atacamita
cristalizada en pequeños prismas y cuarzo. El oro se presenta en los
puntos de contacto entre la chalcosina y el cuarzo formando como la
línea divisoria entre estos minerales.
Pero como he dicho más arriba, la presencia del oro en estos minera-
les no es constante, habiendo ensayado numerosas muestras de la mis-
ma mina Juanita en las que no he hallado traza alguna de oro, y en otras,
cantidades insignificantes de este metal.
M inas de oro de Nazca.— Cerca d e la po blació n d e Nazca hay un
cerro aurífero conocido con el nombre de Cerro Blanco . El o ro se en-
cuentra diseminado , e invisible a simple vista, en el cuarzo co n ó xido
de fierro.

119
La riqueza en oro de este mineral varía muchísimo. Un común de
varias piedras ha dado 22 gramos de oro por tonelada métrica, que co-
rresponde a un poco menos de dos onzas por cajón.
Últimamente el Sr. profesor de Mineralogía de la Escuela de Minas
ha tenido la bondad de proporcionarme algunas muestras de los mine-
rales auríferos de Nazca y sus inmediaciones.
De las muestras dadas por el Sr. Olaechea, seis son del Cerro Blanco;
una de un cerro tres leguas al sur de Nazca y otra de los alrededores de
la hacienda de Chillo, perteneciente al Sr. D. Manuel Elías, situada a una
legua al NO de Palpa.
Las muestras del Cerro Blanco han sido sacadas del socavón princi-
pal, que tiene 300 metros de corrida y son las siguientes:

1.ª Cuarzo ferruginoso con limonita. Esta muestra parece formada


de algunas piedras angulosas reunidas por un cemento silicioso.
2.ª y 3.ª A glomeración de piedrecillas de cuarzo, más o menos
ferruginoso con pequeños cristales del mismo mineral.
4.ª Mezcla de roca cuarzosa, fierro oligisto y limonita con pequeñas
escamas de talco.
5.ª Fierro oligisto con cuarzo y limonita.
6.ª Aglomeración de piedras angulosas de cuarzo coloreado exterior-
mente por el óxido fierro.

Habiendo hecho un ensaye del común formado por la mezcla de las


6 precedentes muestras he obtenido una ley de oro de 10 gramos por
tonelada métrica lo que corresponde a un poco menos de una onza de
oro por cajón de 60 quintales de mineral.
Este resultado es casi idéntico al que obtuve hace pocos meses, del
ensaye de un común de minerales del mismo cerro, que me remitió el
Sr. Elster.
Sin embargo, estando el oro repartido de un modo muy irregular en
las vetas de cuarzo, es muy posible que se saquen del Cerro Blanco mues-
tras mucho más ricas, pues basta que por casualidad haya algún granito
del precioso metal en la muestra que se ensaya para dar una ley mucho
más subida que la citada más arriba. Lo cierto es que las minas del Cerro
Blanco deben haber dado bastante oro para ser tan trabajadas, como lo
demuestra el socavón de 300 metros de largo y otros secundarios.
El profesor Olaechea refiere que existe en este lugar la tradición de
que, hasta hace poco, un indio sacaba en un día de una de las minas, una
onza de oro, yendo siempre solo: actualmente se ignora de cuál de las
minas obtenía esa cantidad de oro.

120
Hoy día los indios del lugar trabajan algunas minas y venden en la
ciudad de Nazca el oro que sacan.
La muestra de mineral aurífero traída por el profesor Olaechea,
como proveniente de un cerro situado a tres leguas al sur de Nazca,
está formada de cuarzo con óxido de fierro y silicato de cobre de color
verde azulejo.
Habiendo examinado esta muestra con un lente he podido descu-
brir en el silicato de cobre unas diminutas partículas de oro, y hecho el
ensaye de una parte de dicha muestra, ha resultado tener una ley de oro
igual a 0,00026, que corresponde a 260 gramos por tonelada métrica, y
con muy poca diferencia a 25 onzas de oro por cajón de 60 quintales.
Esta muestra, según el precedente resultado, es muy rica en oro y es
muy probable que la tradición del indio que sacaba una onza de oro al
día se refiera a este cerro y no al Cerro Blanco; pues bastaría beneficiar
una carga de mineral, lo que se puede hacer fácilmente en un día, para
obtener más de una onza oro.
Este mineral es explotado actualmente por los indios. La muestra
traída por el profesor Olaechea de los alrededores de la hacienda de
Chillo está formada de cuarzo blanco con pequeñas cavidades y colorea-
do exteriormente por el óxido de fierro.
Esta muestra ha dado al ensaye solamente vestigios de oro; pero
como el ensaye ha sido hecho sobre una sola piedra, podría darse el
caso, que si la muestra ensayada es casi estéril, un común hecho de
muchas piedras pueda dar mayor cantidad del precioso metal.
Por último, hay depósitos auríferos poco conocidos cerca de la ha-
cienda de San Gerónimo y a poca distancia del pueblo de Santa Lucía.

Departamento de Huancavelica

El departamento de Huancavelica no es de los más ricos en oro, siendo


muy reducido el número de los lugares en donde se encuentra este metal.
He aquí los puntos en los que se ha reconocido la presencia del oro.
Cerro de Potocche.— El cerro de Potocche, llamado por algunos
Potocchi, se halla situado inmediato a la ciudad de Huancavelica y tiene
minas de plata, de oro y de cobre. Una muestra sacada de la mina de los
Santos Inocentes y formada de paco con un poco de azurita y malaquita,
me dio al ensaye una ley de plata de 0,004, que corresponde a 48 marcos
de plata por cajón, y además tres onzas de oro (gramos 31,24 por tonela-
da métrica).
Minas de Julcani .— A unas 8 leguas de la ciudad de Huancavelica, en
dirección al pueblo de Lircay, se halla el cerro de Julcani en donde se
notan centenares de bocaminas, muchas de ellas trabajadas a tajo abier-

121
to, con la dirección de NOO a SEE. El mineral metálico forma muchas
vetillas o más bien pequeños mantos que alternan con capas verticales
de una roca diorítica, que aparece como estratificada.
Las minas de Julcani son de plata, pero en la parte central y más
elevada del mismo cerro se encuentran las minas de oro llamadas de
Corihuacta. El oro se halla en el cuarzo poroso con manchas de óxido de
fierro y se puede distinguir a simple vista.
M inas de Lircay .— A una legua y media casi al NE de Lircay, pueblo
perteneciente a la provincia de A ngaraes, se hallan las minas llamadas
de Viscachas, conocidas también con el nombre de minas de Lircay por
su proximidad al pueblo de este nombre.
Las minas de Viscachas son de plata, pero como en Julcani en la
parte elevada del cerro se hallan las minas de oro.
M inas de oro de Coris.— En los altos del pueblo de Coris, pertenecien-
te a la provincia de Tayacaja y cerca de la laguna de Pumacocha, existen
algunas minas de oro de las cuales se han sacado muestras muy ricas,
entre ellas una que me fue dada por el Sr. Dr. D. Feliciano Urbina. Esta
preciosa muestra ofrece el oro nativo en dendritas e hilitos aglomerados
sobre una roca cuarzosa ferruginosa.

Departamento de Ayacucho

Este departamento tiene varias minas de oro, pues a principio de este


siglo había en corriente en todo el departamento 41 minas de este metal,
a saber: 5 en la provincia de Lucanas, 18 en la de Parinacochas, 4 en la de
Cangallo y 14 en la de Huanta; pero actualmente se hallan casi todas
abandonadas y ni aun se tiene dato alguno para saber con precisión el
lugar donde existían dichas minas. Las más conocidas son las que se
hallan cerca del pueblo de Chaypi y las del cerro Luicho.
M inas de oro de Chaypi.— En las inmediaciones del pueblo de Chaypi,
perteneciente al distrito de Pullo de la provincia de Parinacochas, se
hallan los cerros de Pullo, Chaypi y Tocota, los que tienen muchas minas
de oro, casi todas abandonadas. El oro se halla en el cuarzo, el que forma
numerosas vetas en los terrenos graníticos y sieníticos, de que están cons-
tituidos casi todos los cerros de aquella región.
El ingeniero del Estado, Sr. Babinski, que visitó aquel lugar hace
solamente dos años, dice que las vetas que tuvo ocasión de reconocer no
tienen oro a la vista, pero pueden dar de 3 a 5 onzas de oro por cajón
(31,34 gramos a 52 gramos por tonelada métrica); y cree que entre las
numerosas minas de aquel paraje pueden haber algunas más ricas que
podrían explotarse con ventaja.

122
Según tradición local existían en otro tiempo en ese lugar más de 30
minas, entre las cuales las más ricas eran las minas Muchadero y S. Luis
que fueron explotadas por más de 80 años; situadas la primera a 5 le-
guas al sur de Chaypi y la última a poca distancia de este pueblo.
A tres leguas de Chaypi, hacia Pullo, se halla la mina de A ncocola,
hoy día completamente abandonada, la que ha dado en otra época mine-
rales muy ricos; pues se asegura que en una ocasión de un solo capacho
de 6 arrobas de mineral se sacó 90 onzas de oro. Desgraciadamente, el
enemigo más temible de todas las minas, esto es el agua, vino a impedir
la explotación y quedó abandonada.
A dos leguas del pueblo de Chaypi, hacia el Norte, existe la mina
Lambramani que se halla abandonada por estar aguada; a la misma
distancia hacia el Sur se halla la mina Yamcama y el lavadero de Pisacaya.
Por último, la mina de Salinas, cerca de Tocota, tiene una veta de un
metro de ancho y no se trabaja por falta de aire.
En las cercanías de Tocota existen muchas otras minas abandona-
das, tales son las de Mollehuaca, Tocota grande, S. Andrés grande, S.
A ndrés chico, el Diablo, el Triunfo, las Torrecillas, Santa Rosa, la Capita-
na, el Cobrizo, etc.
Esta región parece ser bastante aurífera puesto que cuando llueve y
corre el agua por la quebrada cerca de Chaypi, se nota entre la arena y las
piedras escamitas y aun pequeñas pepitas de oro.
En la época que el ingeniero Sr. Babinski visitó ese lugar, un solo
minero, Buenaventura Roselino, trabajaba aunque en pequeña escala
algunas minas, moliendo y amalgamando el mineral por medio de
quimbaletes y vendía el oro que sacaba a los comerciantes de Chala.
Es de esperarse, sin embargo, que algún día se forme alguna socie-
dad para trabajar aquellas minas en gran escala, pues la existencia real
del oro, el agradable clima de aquellos lugares y la fácil vía de comunica-
ción que existe con el puerto de Chala son condiciones favorables para
estimular la organización de una compañía minera.
Minas de oro de Otoca.— Hacia el origen del río del Ingenio, que baña
una parte del departamento de Ica y en territorio perteneciente a la provin-
cia de Lucanas, se halla el pueblo de Otoca y su anexo Chavincha, en
cuyas inmediaciones existen muchas minas de oro hoy día abandonadas.
Estas minas, descubiertas entre 1670 y 1673, produjeron fuertes can-
tidades del precioso metal que llegaron a dar de quinto al Rey de España
la elevada suma de 80 000 pesos anuales.
El asiento minero de Otoca tomó tanta importancia que pocos años
después de su descubrimiento se trasladaron a él las Cajas Reales que
residían en Castro Virreyna.

123
4
M inas de oro del cerro de Luicho .— A unas dos leguas en línea recta al
NO de Pauza, antigua capital de la provincia de Parinacochas, y en un
ramal de la cordillera de Alcallara, que se desprende de la cordillera
principal, llamada de Huanzo, y que divide la hoya del río de Cotahuasi
del de Lampa se halla el cerro aurífero de Luicho.
A unque se ha dicho que la distancia en línea recta de la población
de Pauza al cerro de Luicho es de dos leguas, para ir de un punto a otro
se emplean 6 horas por ser el terreno muy quebrado.
La formación geológica del cerro de Luicho es de arenisca más o
menos metamórfica como la del mineral de Huallura, con la diferencia
de que en Huallura las capas de arenisca tienen una posición casi verti-
cal, mientras que la del cerro de Luicho son casi horizontales.
Esta formación de arenisca tiene un espesor de 800 metros, hallán-
dose la cumbre del cerro sobre el nivel del mar a 3 400 metros y la parte
inferior a la altura de 2 600 metros.
En el cerro de Luicho hay muchas minas trabajadas antiguamente,
de las que las principales son: I.° la Descubridora; 2.° el Choclón; 3.° San
Agustín; 4.º la Piedra Lipe; 5.° Santa Bárbara; 6.º Labor Negro; 7.° Boca de
Sarate; 8.° Copacabana; 9.º Tajo de Velido; 10.° Boca de Acuña y 11°.
Tunas-pata. Desgraciadamente el terrible temblor del mes de agosto de
1868 ha destruido gran parte de las galerías, de manera que hoy es impo-
sible llegar hasta el frontón, para reconocer la naturaleza del mineral
aurífero y saber si realmente es tan rica como lo afirman los indios del
lugar.
El Sr. Babinski, habiendo visitado las minas en las que las vetas son
todavía visibles, no ha hallado minerales ricos que puedan confirmar la
celebridad y proverbial riqueza del cerro de Luicho. Sin embargo, dice
que con el auxilio del microscopio pudo observar algunas chispas de
oro, lo que prueba que dichas minas no están completamente agotadas.
En el cerro de Luicho, además de las vetas, hay también terreno de
aluvión aurífero. Este terreno está formado de arena, guijarros, cascajos,
arcillas y piedras rodadas muy grandes y descansa sobre las rocas que le
han dado origen.
Según los mineros del lugar, el oro se halla diseminado en este terre-
no bajo la forma de granos, hojillas y a veces también en pepitas; pero el
Sr. Babinski dice que después de un examen prolijo no ha podido hallar
en este terreno de aluvión ni granos ni pepitas, sino solamente hojillas
muy delgadas, que en el ensaye por medio de la puruña se separan de la
tierra con mucha dificultad.
4
Los datos sobre las minas de oro del cerro de Luicho han sido extraídos de un informe del
ingeniero Sr. Babinski, presentado el año 1876, a la Junta Central de Ingenieros, y cuyo
autor tuvo la bondad de proporcionármelo.

124
También dicho ingeniero examinó los desmontes y sólo encontró
chispas muy finas de oro. En el año de 1876 se había formado una
compañía para explotar el oro, no de las vetas sino del terreno de aluvión
del cerro de Luicho; pero esta Sociedad notó luego que el agua que tenía
a su disposición era muy escasa para lavar las tierras auríferas y que por
ello se decidió construir una acequia para traer el agua de otro lugar.
Para la ejecución de esta obra se encargó al Sr. Mabila, el que con activi-
dad e inteligencia poco común, en muy poco tiempo logró traer el agua
de un punto llamado Ispana, situado a 6 leguas de distancia reuniendo
en la acequia toda el agua que sale de las vertientes del cerro.
Esta acequia, aunque no es una obra perfecta, llena sin embargo el
objeto para el cual se ha construido; pues aun no contando toda el agua
que se pierde por evaporación e infiltración en su largo curso, según
cálculo del ingeniero Sr. Babinski, llega a Luicho poco más o menos un
pie cúbico, o sea, 27 litros de agua por segundo; cantidad suficiente para
lavar las tierras auríferas del cerro de Luicho.
La So cied ad mand ó también co ntratar un minero práctico d e
California, Sr. D. Carlos Hern, para construir una máquina para lavar
las tierras en gran escala.
Según datos que pudo conseguir el Sr. Babinski en el lugar, los inte-
resados calculaban sacar 4 adarmes, o sea, ¼ de onza por cada 6 arrobas
de tierra, lo que corresponde poco más o menos a 94 gramos de oro por
tonelada métrica de tierra; pero, según los ensayes hechos en Lima, de
muchas muestras de tierra de Luicho traídos por el Sr. Babinski, se puede
calcular las riquezas en oro de dichas tierras en 10 gramos por 1 000 kg
o tonelada métrica, que corresponde a un poco menos de una onza de oro
por cajón.
Aun reducida la riqueza en oro de las tierras de Luicho a estas últi-
mas cifras, teniendo ya el mineral la suficiente cantidad de agua para su
explotación, y gozando el lugar de un clima muy agradable, era de espe-
rarse que con estas condiciones tan favorables, pudiera la Sociedad sacar
grandes ventajas de su empresa; pero ignoro el motivo, m as lo cierto es que
la Sociedad se deshizo y el mineral de Luicho quedó casi abandonado.
M inas de oro y plata de M aran.— A unas tres leguas al sur de la pobla-
ción de Pauza, que como hemos dicho es la capital de la provincia de
Parinacochas, se halla el caserío de Maran y al otro lado del río de Lampa
se halla una mina abandonada que ha sido trabajada en otro tiempo
para extraer el oro y plata que contienen sus minerales. La mina se llama
Esperanza y se halla casi en un barranco a 15 metros sobre el nivel del río
de Lampa el que a su vez se halla a 1 460 metros sobre el nivel del mar.
El ingeniero Sr. Babinski que visitó ese lugar en 1882 tuvo que valer-
se de sogas y escaleras para llegar a dicha mina. Según dicho Señor “ la

125
veta es casi perpendicular al río y corre de E a O, tiene 0 m 10 de ancho
por arriba y parece aumentar de espesor por abajo. La caja de esta veta es
de pórfido y la ganga o matriz está compuesta de sulfato de barita y de
cuarzo. El metal es un cobre gris: analizado en el laboratorio da 12 mar-
cos de plata y 6 onzas de oro por cajón” . Contiene además una elevada
proporción de cobre.
Esta mina fue trabajada por poco tiempo, antes del año 1868; pero
fue abandonada por la dificultad de exportar los minerales.
En las inmediaciones de la mina Esperanza existen varias otras
bocaminas de muy poca importancia y cuya explotación es, además,
muy difícil por hallarse en lugares casi inaccesibles.
Lavaderos de oro en la montaña de Huanta.— En varios lugares de la
montaña de Huanta, tanto en el valle de Simariba como en el de Acon, se
encuentran lavaderos de oro; pero las preocupaciones de los habitantes
del lugar impiden que se trabajen; teniendo la creencia de que, si se saca
el oro todas sus sementeras no producen y de consiguiente, se verían
expuestos a morir de hambre.

Departamento del Cuzco

En el dilatado departamento del Cuzco existe una región muy rica en


oro; ésta es la provincia de Paucartambo de cuyas minas sin duda algu-
na sacaron los antiguos peruanos la ingente cantidad de este valioso
metal, que encontraron los españoles al entrar en la gran capital del
Imperio de los Incas.
La parte de la provincia de Paucartambo que ha sido más ricamente
dotada de oro por la naturaleza es la hoya del río Mapacho, desde casi
su origen cerca del pueblo de Ocongate hasta la capital de la provincia,
esto es, la población de Paucartambo.
La roca dominante en toda esta región es la pizarra, variando ésta
de un punto a otro, desde la pizarra tricosa a la micácea, y en algunos
puntos a una pizarra muy arcillosa la cual insensiblemente pasa a unas
arcillas talcosas endurecidas que descansan sobre la primera.
El oro se halla casi siempre en el cuarzo, cuyo mineral varía muchí-
simo en su aspecto, siendo más o menos blanco y compacto o más o
menos poroso y manchado de limonita. Este cuarzo forma muchas vetillas
en la pizarra, las que son a veces muy ricas en oro pero generalmente
tienen poco espesor.
Empezando hacia el origen del río Mapacho, que es conocido tam-
bién con los nombres de río de Ocongate o de Paucartambo, según los
distritos que baña, tenemos las siguientes minas.

126
M ina de oro de Huiscapata.— La mina de este nombre se halla situada
en la margen derecha del río de Ocongate, a un cuarto de legua de esta
última población y en una falda muy suave.
La roca es una pizarra muy arcillosa y de aspecto casi terroso, de
manera que se desagrega fácilmente. La bocamina está situada en el
punto en donde se cruzan varias vetillas de cuarzo y se halla actualmen-
te obstruida, por haberse sentado todas las labores superficiales. La veta
principal corre de E a O y es formada de cuarzo poroso teñido de óxido
de fierro.
La mina de Huiscapata ha sido muy afamada, pues ha dado gran-
des cantidades de oro a su primitivo dueño, D. Evarito Gallareta, quien
la trabajó desde la superficie hace unos 80 años.
Hallándose la mina en su apogeo, con más de 10 varas de labor con
grande cantidad de oro nativo a la vista, fue invadida por un gran chorro
de agua que la ahogó en pocas horas. El dueño hizo un socavón con el
objeto de desaguar la mina pero no dio con las labores inundadas. Em-
pezó otro socavón pero sin conocimientos especiales en la materia gastó
inútilmente su dinero, sin obtener el resultado que deseaba. Estos soca-
vones actualmente son casi inaccesibles por haberse derrumbado.
Otro socavón se abrió después por el lado oeste, sobre el rumbo de la
veta principal, hacia el Este, sin duda con el objeto de encontrar las labo-
res inundadas, pero sin éxito alguno.
Hay quien opina que no es posible desaguar la mina de Huiscapata
por medio de socavones porque creen que las labores inundadas se ha-
llan más abajo del nivel del río que baña la quebrada.
En la orilla del río al pie de la mina se observan las ruinas de la
hacienda donde se beneficiaban los minerales de esta mina.
M ina de oro de Carhuayo.— A menos de una legua de la población de
Ocongate, quebrada abajo, y en la margen derecha del río, se halla la
mina de oro de Carhuayo la que ha sido recientemente descubierta y es
tal vez la única entre las minas de la provincia de Paucartambo que se
halla en trabajo permanente.
El cuarzo aurífero de esta mina es muy blanco, algo compacto y
ligeramente diáfano; raras veces tiene manchas de óxido de fierro y ofre-
ce, en algunas ocasiones pequeñas manchas de sulfato de cobre y globu-
lillos de cobre nativo.
Este cuarzo no forma una verdadera veta sino un manto, puesto que
corre paralelo con la estratificación de la pizarra, la que es arcillosa,
talcosa y ferruginosa y en algunas partes tiene una estructura semicris-
talina por la introducción de un filón de granito que ha modificado su
naturaleza.

127
El manto de cuarzo aurífero es casi horizontal; corre con rumbo de
SE a NO y tiene un espesor variable de 20 a 25 centímetros.
En esta mina el oro se encuentra de preferencia cerca de la caja,
hallándose este metal tanto en el cuarzo como en la pizarra de la caja,
estando el oro más abundante cerca de la caja superior del manto.
5
El ingeniero Sr. Görhing, quien ha visitado esta mina, dice haber
encontrado en el desmonte muchas piedras de pizarra de las inmedia-
ciones del manto aurífero, claveteadas de oro.
En la época en que dicho ingeniero reconoció la mina de Carhuayo, el
laboreo estaba dividido en cuatro fracciones trabajadas a manera de soca-
vones, de los cuales el más largo tenía 24 metros y el más corto 5; pero
según comunicaciones posteriores del mismo dueño, el Sr. D. Federico
Chacón, se habían extendido las labores a 7,50 metros más en longitud.
Dos de dichas labores tuvieron oro a la vista diseminado en el cuar-
zo bajo la forma de filamentos y granos.
La oficina en donde se beneficia el mineral aurífero se halla cerca de la
mina. La molienda y amalgamación se verifica en quimbaletes que muelen
apenas 50 libras de mineral por día, las que producen término máximo 10
onzas de oro; de modo que la ley máxima de oro de este mineral es de
kilogramos 12,5 por cada tonelada métrica, que corresponde a 150 marcos
por cada cajón de 60 quintales. Pero esta ley, como se ha dicho, correspon-
de al máximo, esto es, al mineral más rico pues desde esta elevada propor-
ción de oro hacia abajo hay minerales de toda clase de ley.
La producción de la mina de Carhuayo, en los años de 1872 y 1873,
ha sido, según las cuentas de los administradores, de 540 onzas de oro.
Otras minas en la quebrada de Paucartambo.— En las inmediaciones de
Huiscapata, Carhuayo y Ocongate hay muchas minas con vetas de cuar-
zo aurífero; pero tienen el defecto de que a los pocos metros de profundi-
dad no se puede seguir el trabajo por el agua de infiltración y de lluvia
que invade las labores.
Continuando por la margen izquierda del río de Paucartambo hacia
abajo se encuentra, a dos leguas de distancia de Ocongate, cerca de la
desembocadura del río de Ccatcca, y en su orilla derecha, el trapiche de
Marcopata (hoy en ruina), que pertenecía al Sr. Garmendia, y donde se
molían los minerales de la mina Ccatcca, situada a tres leguas más abajo,
en la banda derecha del río.
A una media legua más abajo de Marcopata está la hacienda de
Capana y a otra media legua más adelante se encuentran los aventaderos
de Pantipata de donde su dueño, D. José Araníbar, sacó bastante oro.

5
El Sr. Görhing publicó, en el año 1877, su Informe al Supremo Gobierno del Perú sobre
la expedición de los valles de Paucartambo en 1870, al mando del Coronel D. Baltazar
La Torre, de cuyo trabajo he tomado muchos datos sobre las millas de oro.

128
Continuando el camino por algunas cuadras se llega a otro mineral
de oro llamado de Cocha-cocha donde existen algunas chozas de opera-
rios. Después de Cocha-cocha siguen las haciendas Chichina, Pampaco-
cha, Hualque y Huatocto; esta última está situada en la desembocadura
del río de Churo.
Siguiendo la margen derecha del río de Paucartambo, después de
las minas de Huiscapata y Carhuayo, de las que hemos hablado, se en-
cuentra, a dos leguas más abajo, la hacienda de Pallacana y a una legua
más allá la de Huaynapata. En los altos de esta última hacienda, a unas
dos leguas de distancia, está la de Umana, donde se halla la quebradita
de Machaypata, célebre por sus ricos lavaderos de oro que han hecho la
fortuna de varios mineros. En la hacienda de Umana no sólo hay lavade-
ros sino que se encuentran también vetas de cuarzo aurífero que produ-
cen un oro de muy buena ley, pasando casi siempre de 23 quilates.
El lugar o cerro donde están las minas se llama Alcumbrera y se han
trabajado en él muchas vetas, entre las cuales la que lleva el mismo nom-
bre del cerro dio al Sr. D. Francisco Garmendia grandes cantidades de
oro. Otra veta la está actualmente trabajando D. Mariano Calero con
bastante provecho. Por último, otra veta del mismo cerro de Alcumbrera
ha sido trabajada por D. Manuel Sarape y fue repentinamente inundada
cuando rendía bastante oro.
Al pie de dicho cerro hay otras vetas, tales son: una trabajada por su
dueño, Dámaso A paricio, y actualmente abandonada; otra llamada
Ichuna, explotada por D. Mariano Lino Aparicio; una tercera llamada
Ormana-Ccata, abandonada por su dueño D. Ramón Ordóñez, hace dos
años, por escasez de recursos.
Entre los lavaderos el principal es el llamado Lahuisto, el que fue
abandonado por falta de operarios y fondos a pesar de que su dueño, el
Sr. Ordóñez, cree que se puede sacar de ahí grandes cantidades de oro.
A tres leguas al SE de la población de Paucartambo, que es la capital
de la provincia, se halla la hacienda de Cusipata que pertenece al Sr. D
Federico Bornaz y está bañada por un riachuelo que baja al río principal
o Mapacho. En esta quebrada se han trabajado en diferentes épocas ricos
lavaderos que actualmente se hallan abandonados.
M ina de oro de Chiripuquio.— Dejando la quebrada de Paucartambo y
subiendo dos leguas por la bañada por el río de Churo, que desemboca a
la primera, cerca de la hacienda de Huatocto, se llega a la hacienda de
Pichiuca, en cuyos terrenos se halla la mina de Chiripuquio.
Esta mina pertenece al distrito de Ccatcca, de la misma provincia de
Paucartambo y dista 4 leguas de la primera población y 8 de esta última.
Se halla situada al pie de una pequeña quebrada y cerca del caserío de la
hacienda de Pichiuca.

129
La mina de Chiripuquio ha sido trabajada, hace poco más o menos
50 años, por un Sr. Mariano Álvarez y se calcula que dio libre de gastos
750 000 soles moliéndose el mineral en un trapiche y 18 quimbaletes que
se hallaban a media legua de distancia, en el lugar llamado Huancapunco.
Se empezó el laboreo de la mina de Chiripuquio sobre un hilo de
cuarzo muy delgado, el que fue engrosando más abajo hasta tener 10
centímetros de espesor. Esta vetilla se halla cruzada en varias direccio-
nes por otra de uno a seis centímetros de espesor, formada de cuarzo
blanco compacto sin pirita y sin oro a la vista. La vetilla principal corre
en una pizarra cristalina muy dura.
Parece que esta mina empezó a brocear y entonces su dueño hizo un
estanque de agua o cocha en la parte elevada, con el objeto de lavar toda
la arena y tierra suelta que cubre el cerro; logrando únicamente, con este
trabajo llenar la mina de tierra y escombros, de manera que hoy día no se
puede penetrar en su interior.
Minas de Incacancha.— A unas dos leguas de Chiripuquio, entre los
dos riachuelos, Quiseriuma y Quenuamayo, tributarios del río Churu, se
levanta el rico cerro de Incacancha en cuya cumbre existen varias minas
abandonadas. La roca es una pizarra muy arcillosa en láminas delga-
das, que en varios puntos aparecen onduladas y también dobladas o
torcidas y dirigidas en todos sentidos. El cuarzo aurífero que ha penetra-
do en esta roca rellenando las hendiduras y cavidades aparece bajo for-
ma muy irregular originando vetillas que corren en distintas direccio-
nes, angostándose, ensanchándose o formando bolsonadas, las cuales
han sido explotadas quedando tan sólo las cavidades.
Las minas abandonadas que se observan en este poderoso cerro
so n: la D escubridora, Lleqquechuni, M erced, Hatunhuailla, Santa Cruz,
Quehuarñiyoc, Archihuanchiyoc y Hualpa-huacayñiyoc. Estas minas han sido
trabajadas al principio de este siglo y han dado ingentes cantidades de
oro. Se calcula en más de tres millones de soles la cantidad de oro extraí-
da en pocos años de estas minas.
En el cerro de Incacancha se observan varios canales que han servi-
do para lavar la tierra y descubrir las venas auríferas. También se han
encontrado cuñas, cinceles y pequeñas barretas de cobre pertenecientes
a los antiguos peruanos; lo que hace conocer que este rico depósito de
oro ha sido también explotado en una época anterior a la conquista.
Como no se nota ningún resto de acequia en la parte elevada del
cerro, donde se observan surcos y canales, es probable que los antiguos
peruanos lavaran la tierra aurífera sólo en la estación de lluvias.
Más tarde, cuando empezaron las minas a brocear se lavó la tierra
por medio del agua reunida en estanques o cochas, formándose así en el
lugar de la mina Merced una verdadera quebrada.

130
Lavaderos de oro de Churo.— Cerca de la hacienda de Churo, situada
en el camino de Ccatcca a Paucartambo, a unas tres leguas de la primera
población, existen en ambos lados del río, que lleva el mismo nombre de
Churo, unos depósitos de terrenos de aluvión rojizos auríferos, que se
extienden al pie del cerro Incacancha y en el riachuelo Queñuamayo, de
donde se han sacado asombrosas cantidades de oro y varios instrumen-
tos de los gentiles o antiguos peruanos.
En estos depósitos de aluvión se observan muchas excavaciones
recientes, hechas por los actuales indios de Churu, los que habiendo
descubierto que en dicho terreno hay ciertas capas de una arena fina
arcillosa de color amarillento más rica en oro, lavaron con actividad
durante unos seis meses y sacaron más de dos quintales de oro, y entre
esta cantidad una pepita de 12 onzas y 14 adarmes.
El Sr. Görhing hizo lavar a su vista por un indio tres porciones de
tierra, de la que desprecian por pobre, y obtuvo dos pepitas las que,
relativamente a la cantidad de tierra lavada, correspondían a una ley de
oro de 5 onzas por cajón una, y 12 onzas otra, no habiendo dado buen
resultado la tercera muestra.
Lavaderos de oro en la región de la M ontaña de Paucartambo.— La rica
provincia de Paucartambo tiene minerales de oro también al otro lado de
la cordillera oriental, esto es, en la región de la Montaña. Éstos consisten
en depósitos de tierras y arenas auríferas que arrastran los ríos. A unque
el oro se halla sumamente repartido en esta parte de la provincia de
Paucartambo, la región más privilegiada a este respecto se halla al NEE
de la población de Paucartambo en las quebradas bañadas por los
riachuelos, que por su reunión forman el río de Pilcopata, tales son
Huasampillo, Huacaca, Ccachupata y Pucará.
Estos lavaderos han sido explotados por los indios del lugar lavando
la tierra por medio de bateas, pero hoy día se hallan casi abandonados.
M inas de oro del Cerro Camante.— Pocos años después de la conquis-
ta del Perú los intrépidos españoles habían ya penetrado a los apartados
valles de Marcapata, conocidos entonces con el nombre de A ndes de
Cuchoa y pertenecientes hoy día a la provincia de Quispicanchi del de-
partamento del Cuzco.
A unas 25 leguas más al interior que el pueblo de Marcapata, no se
sabe en qué año, se descubrió el oro en un cerro llamado Camante; luego
de reconocerse que aquel cerro encerraba grandes riquezas se organizó
una compañía y se estableció el laboreo siendo el director un tal Goyguro.
Éste formó estanques o cochas para lavar la tierra aurífera, plantificó
ingenios, organizó oficinas de herrería y carpintería para tener a la mano
todo lo necesario para una activa explotación. A lentado Goyguro a la
vista del oro que había producido las primeras lavadas, redobló los tra-

131
bajos para sacar con más prontitud y abundancia el codiciado metal,
hasta que una noche reventaron las cochas y precipitándose el agua
desde lo alto vino destruyendo todo lo que hallaba a su paso y cubrió con
una inmensa carga de tierra toda la oficina; este hecho hizo paralizar la
explotación.
A esto agrégase otra desgracia análoga pero en mayor escala. El
hecho es que habiéndose derrumbado un cerro sobre el río Marcapata se
formó una represa, la que duró muchas horas, hasta que rompiéndose el
improvisado dique se produjo una inundación que causó la pérdida de
las grandes y hermosas haciendas de coca y el camino que servía de
entrada a los valles. Con esta última catástrofe el célebre cerro Camante
quedó abandonado.
En 1828 el cura de Marcapata, deseando rehabilitar los cultivos de
coca en los fértiles valles de su doctrina y estimular los trabajos en el
cerro Camante, mandó abrir una senda la cual dio lugar a la formación
de varias haciendas y a una expedición al rico cerro Camante, que veri-
ficó D. José Mariano Ochoa el año 1830. Con los datos que éste propor-
cionó se organizó otra en 1836 por una asociación de cuzqueños bajo la
dirección de D. José María Pacheco, cuyo resultado se publicó en un
6
folleto.
Esta expedición, después de grandes trabajos, llegó al deseado
Camante; subió hasta la cumbre y allí encontró una cocha bastante espa-
ciosa; anduvo por el cerro y vio varios caños muy profundos que bajan del
estanque hacia el ingenio; hallaron este último en una quebrada profunda
y a la distancia de un cuarto de legua de la cocha principal y la expedición
pudo ver la gran cantidad de tierra que arrastró el agua por la ruptura de
la cocha de Goyguro; por fin, los expedicionarios vieron el oro que tiene
este poderoso cerro. He aquí lo que dice el Sr. Pacheco en su folleto: “ Don-
de quiera que se pique, se encuentra este precioso metal ya en el panizo, ya
en las lamas, ya en el cachí, ya en el quijo o en la arena, muy delgado en los
dos primeros y grueso en los demás. De algunas lavas que hicimos senci-
lla e informalmente se sacaron como 8 onzas y además una piedra blanca
encharcada de oro en la mayor parte de su peso y dimensión” .
El camante está formado de dos cerros reunidos y desiguales; el
menor que es donde trabajaba Goyguro se llama Huayna-Camante y el
otro más grande Macho Camante. Estos cerros están poblados de bosque
hasta la cumbre.
En la misma quebrada, además del cerro Camante, hay muchos pun-
tos donde se encuentra oro; puntos tales como Ccorimayo, que quiere
decir río de oro; Saniaca, la quebrada del Garrote cuyo riachuelo baña el
6
Viaje al célebre Camante realizado por una Sociedad de aficionados a la Mineralogía.
Cuzco, 1840.

132
pie del cerro Camante; el Yanamayo que también pasa cerca; el Basiri,
situado enfrente del Camante en la otra banda del río y, por último, el
Choquellusca, que quiere decir resbaladero de oro.
M ina de oro en la provincia de Chumbivilcas.— En el cerro de Condoray
del distrito de Colquemarca, perteneciente a la provincia de Chumbivilcas,
hay un lavadero de oro, el cual ha dado en algunas épocas hasta dos
arrobas de oro al año. El oro es de buena ley, vendiéndose en el mismo
lugar (el año 1865) hasta a 20 pesos la onza.
M inas de oro en la provincia de Paruro.— En el distrito de Ccapi de la
provincia de Paruro, entre los pueblos de Coyabamba y Pocoray, se halla
un lugar llamado Virona donde existen varias minas de oro. Desgracia-
damente aunque ese paraje no escasea de oro y tiene un clima templado
muy agradable, el terreno que contiene el precioso metal es muy delezna-
ble y hace peligroso el trabajo de explotación por los continuos derrum-
bes a que da lugar. Varios operarios han quedado enterrados por estos
derrumbes y en el lugar hay tradición de un desplome que sepultó a 80
personas, por cuyo motivo este mineral se halla casi abandonado.
La formación geológica es una diorita descompuesta, notándose en
las inmediaciones una diorita estratificada.
El oro de las minas de Virona es de muy buena ley.

Departamento de Apurímac

El departamento de A purímac, creado hace pocos años (1873) con la


provincia de A ndahuaylas del departamento de A yacucho y las de
Abancay, Cotabamba, Aymaraes y Antabamba del departamento del Cuz-
co, tiene varios lavaderos de oro; pero la mayor parte de ellos, tales son,
los de Sañayca, Carpani, Muya-Muya, Milmicuna, Auccampa, etc., se
hallan casi enteramente abandonados.
A ctualmente sólo los lavaderos de Huayllaripa, en la provincia de
Aymaraes, y los de Ayahuaya en la de Antabamba, aunque en pequeña
escala, se hallan en explotación.
Lavaderos de oro de Huayllaripa.— El pequeño pueblo de Huayllaripa,
cuyos habitantes se ocupan casi exclusivamente en lavar las tierras au-
ríferas para extraer el oro, se halla situado en la banda izquierda del río
Pachachaca, a 4 leguas de la población de Challhuanca, que es la capital
de la provincia de Aymaraes, y a 5 leguas y ½ del pueblo de Sañayca.
En la época que yo visité ese lugar (agosto de 1865) los lavaderos de
Huayllaripa se hallaban abandonados, de manera que pude solamente
proporcionarme una muestra de tierra aurífera de color amarillento, con
piedrecitas de una roca sienítica en descomposición, y de pizarra talcosa.
Habiendo ensayado esta muestra ha resultado contener un gramo de oro

133
por cada tonelada métrica, lo cual corresponde a un adarme y 20 gramos
de oro por cajón de 60 quintales de tierra.
Los lavaderos de Huayllaripa, aunque trabajados desde la antigüe-
dad y seguramente aun antes de la conquista eran, sin embargo, hasta
hace algunos meses, muy poco conocidos, al menos en lo que se refiere a
su importancia y producción. Hoy debemos al profesor Olaechea, que en
su excursión científica al departamento de Apurímac ha visitado los
lavaderos de oro de Huayllaripa y Ayahuaya, datos más precisos sobre
estos depósitos auríferos.
El importante estudio del profesor Olaechea ha sido publicado en
7
un artículo del Boletín de M inas del Perú y de él tomamos los datos que
siguen:
El pueblo de Huayllaripa se halla como en el centro de una depre-
sión del terreno, rodeado por depósitos de terrenos de aluvión de bastan-
te espesor, que los indios llaman las Minas de Huayllaripa.
En la bajada a la población se notan conglomerados, guijarros y
chinas de distinta naturaleza; esto es, porfídica, sienítica y cuarzosa,
siendo más comunes los conglomerados hacia el Este; mientras que pre-
dominan los guijarros en el fondo de la quebrada.
Los depósitos de aluvión aurífero están formados de tierra arcillosa
y ferruginosa con fragmentos de rocas más o menos redondeados o tam-
bién simplemente constituidos de limonita.
Los principales depósitos de aluvión aurífero, llamados en el lugar
Minas, so n tres, a saber: Santa Ro sa al N O, Ccaccasmina al N y
Pampamina al E y S; hallándose actualmente en trabajo tan sólo los de
Santa Rosa y Pampamina. En la mina de Santa Rosa trabajan 15 indivi-
duos durante todo el año, mientras que en Pampamina trabaja un solo
hombre. Como el agua es bastante escasa, acostumbran en tiempo de
seca alternarse en el uso de tan necesario elemento.
La explotación del oro se hace en Huayllaripa del modo más primiti-
vo, de manera que no se saca la mitad de lo que contiene la tierra. Para esto
conducen el agua sobre el depósito aurífero, trayéndola en pequeños ca-
nales excavados expresamente en la parte elevadaen donde predomina la
limonita. El agua, precipitándose de cierta altura, arrastra la tierra aurífera
y al mismo tiempo produce profundos surcos casi verticales en la masa del
depósito. Estos surcos en su parte inferior se hallan en comunicación con
otros inclinados llamados cañones, en los que de trecho en trecho se colo-
can champas formando pequeños planos horizontales de un metro de
largo, sobre los que se coloca la raíz de una gramínea llamada Ichu.

7
Boletín de Minas, Industria, y Construcciones, publicado por la Escuela Especial de
Ingenieros, año II, número V.

134
El agua al pasar con fuerza por los cañones y sobre las champas
arrastra la tierra y deja sobre estás últimas las partículas de oro, que por
su peso específico no pueden ir muy lejos. Pasados unos pocos días
recogen las champas y las dejan secar para lavarlas enseguida en bateas
y recoger el oro.
La operación de secar las champas antes de lavarlas en la batea no
se practica en otros lugares y parece debida a una preocupación del
lugar; pero los oreros de Huayllaripa dicen que “ el oro se madura” prac-
ticando esta operación.
Recogido el oro de las champas vuelven a practicar otro lavado de la
tierra para separar el oro menudo que retiene. Para esto hacen pasar el
agua por un pequeño canal cubriendo el fondo con un pellejo de carnero
con lana recortada, sobre la que se depositan las partículas de oro que se
han escapado en la primera operación. Separan este polvo de oro lavan-
do el pellejo en una batea; enseguida se pone en la chua o puruña grande
con mercurio para amalgamarlo.
Obtenida la amalgama se comprime en una tela para separar el ex-
ceso de mercurio y forman con esta pella de oro unas pequeñas bolas que
refogan para expulsar todo el mercurio y obtener el oro puro.
Ahora, como ha sucedido alguna vez que individuos de mala fe han
introducido en la parte central de las bolitas cuerpos extraños, como
arena, piedra molida o pedacitos de fierro, para aumentar el peso del oro,
los rescatadores acostumbran presenciar la preparación de las bolitas
(que en el lugar llaman papillas) para evitar el engaño.
Por lo que toca a la calidad del oro de los lavaderos de Huayllaripa,
el de Santa Rosa y Pampamina es de color amarillo subido y de muy
buena ley; mientras que el de Ccaccasmina es de color amarillo pálido y
de baja ley. Tanto en Santa Rosa como en Ccaccasmina el oro se presenta
frecuentemente muy menudo, sucediendo lo contrario en Pampamina
donde se presenta casi siempre en granos más o menos grandes, habién-
dose hallado en esta mina pequeñas pepitas desde medio adarme hasta
20 gramos de peso.
La explotación de las minas de Huayllaripa se hace más activa en
los tres primeros meses del año que corresponden a la estación de aguas;
pues la producción del oro está en razón directa de la cantidad de agua
de que se dispone para lavar la tierra aurífera; calculándose que cada
individuo saca por término medio, en la estación de aguas, cuatro onzas
de oro al mes en la mina de Santa Rosa y seis onzas en la de Pampamina.
En la estación seca, la saca del oro se reduce sólo a media onza al mes por
cada orero (sic), en la mina de Santa Rosa, y a una onza en la de Pampamina.
Conociendo ahora la cantidad de oro que saca cada orero en los
distintos meses del año y el número de individuos que se dedican en

135
cada mina a esta industria, es fácil calcular la producción anual de oro
de las dos minas; el resultado es de 248 onzas de oro para la mina de
Santa Rosa y 27 onzas para la de Pampamina.
En cuanto al valor del oro producido por estas minas, calculando
que se vende en Huayllaripa a 12 soles con 80 centavos la onza, se obtie-
ne el valor total 3 520 soles.
Lavaderos de oro de A yahuaya.— A unas 10 leguas y media al SE de la
población de Challhuanca, en el territorio del distrito de Pachaconas,
perteneciente a la provincia de Antabamba, se halla el desdichado pue-
blo de Ayahuaya que no tiene de notable sino los numerosos lavaderos
situados en sus inmediaciones.
Los lavaderos de A yahuaya han sido, sin duda alguna, trabajados
por los antiguos peruanos; existen en el lugar indicios de antiguas ex-
plotaciones ya que en algunas cuadras de la población actual se encuen-
tran los restos de un pueblo de la época incaica.
Las tierras auríferas de Ayahuaya, en su aspecto, difieren muy poco de
las de los lavaderos de Huayllaripa, con la sola diferencia que las de
Ayahuaya son más sueltas; lo que justifica el nombre de ayahuaya que en
lengua quichua, según el profesor Olaechea, significa “ muerto flojo” ; así
como la palabra Huayllaripay quiere decir “ lavar en paja” haciendo alusión
al modo de recoger el oro sobre las raíces de ichu que llaman también paja.
Entre los depósitos auríferos de Ayahuaya los principales son el de
Lambraschayoc y el de Marcaccahuana, siendo también los únicos que se
trabajan actualmente. Los indios de Ayahuaya son los que se dedican a la
explotación del oro; pero en muy pequeña escala, siendo el rendimiento total
de estas minas, poco más o menos de 250 onzas, o sea, 3 200 soles al año.
Como se ve, la producción del oro en Huayllaripa y Ayahuaya, rela-
tivamente a la extensión de sus depósitos auríferos, es muy exigua; sin
embargo, si el trabajo hecho en tan pequeña escala y con los métodos
primitivos e imperfectos deja ganancia a los que se dedican a esta indus-
tria, fácil es concebir los pingües resultados que darían estas minas tra-
bajadas con método y con los auxilios que presta la ciencia.
Lavaderos de A uccampa.— Hace poco tiempo que he tenido ocasión
de ensayar una muestra de tierra aurífera que me fue remitida con el
nombre de tierra aurífera de los lavaderos de Auccampa, situados a poca
distancia de Huayllaripa.
Esta tierra es casi enteramente formada de limonita o peróxido de
fierro hidratado y dio al ensaye 22 gramos de oro por tonelada métrica, lo
que corresponde a tres adarmes y medio por cajón.
Otros lavaderos de oro de la provincia de A ntabamba.— Entre los eleva-
dos cerros que dividen la hoya del río Antabamba llamado Pacsica, del
de Totora y Oropesa, existen grandes llanos con extensos lavaderos de

136
oro, los que no se trabajan por la crudeza del clima del lugar y la falta de
todo recurso, siendo aquella región muy despoblada.
Arenas auríferas del río Pachachaca.— El río de Pachachaca, que baña
las provincias de A bancay y A imaraes, arrastra en sus arenas una no
despreciable cantidad de oro; pero este noble metal no se encuentra en
toda la extensión del mencionado río, sino que empieza a notarse un
poco más abajo de Challhuanca y aumenta en el trecho del río que pasa
por la hacienda de Pampatama y Cásinchihua, disminuyendo después
paulatinamente más abajo.
Conociendo la posición de los lavaderos de Huayllaripa y de Ayahua-
ya es fácil descubrir el origen del oro que arrastra el río de Pachachaca,
sabiendo que las aguas que bajan de los altos de Huayllaripa y de los
lavaderos de Ayahuaya van al mentado río. También no es difícil explicar
la disminución del oro más abajo de la hacienda de Casinchihua, sabien-
do que el río Pachachaca en su curso por la provincia de Abancay tiene
una corriente mucho más suave, de modo que el agua no tiene la fuerza
suficiente para arrastrar las pesadas partículas de oro.

Departamento de Arequipa

El departamento de Arequipa es uno de los más ricos en oro de toda la


República; pero entre las provincias que forman este departamento la de
la Unión sobrepasa, por su riqueza en oro, a todas las demás; se podría
decir que toda la provincia descansa sobre terrenos auríferos.
M inas de oro de la provincia de la Unión.— Como se ha dicho, la pro-
vincia de la Unión es la más rica en oro, hallándose este metal suma-
mente repartido en casi todo su territorio. Las principales minas se ha-
llan comprendidas en tres asientos que son: Huayllura, Palmadera y
Montesclaros.
M inas de Huayllura.— Estas célebres minas pertenecen al distrito de
Sayla y se hallan situadas en la cordillera llamada de A lcallara, que es
una ramificación de la elevada cordillera de Huanzo.
Las minas de Huayllura fueron descubiertas en el año 1827 por
Angelino Torres. Las primeras minas que se trabajaron fueron en el lu-
gar llamado Pabellones, pero la gran boya de Huayllura fue en 1829 en
la mina de Copacabana, cuya veta corre de NNE a SSE y donde el oro se
hallaba en charperia, habiendo muestras que presentaban el oro en el
estado macizo.
Con la noticia de hallarse en estas minas una gran abundancia de
oro acudieron de todas partes, y en los años de 1829 y 30, época de su
apogeo, el asiento de Huayllura llegó a tener 14 000 habitantes y produjo
en tres años más de 6 millones de pesos.

137
La formación geológica del mineral de Huayllura es de arenisca
cuarzosa de distintos colores, más o menos compacta y dispuesta en capas
muy trastornadas, notándose en algunos puntos en capas verticales. La
parte superior de esta formación se halla cubierta de terrenos volcánicos.
Cuando visité este lugar, en diciembre de 1865, se hallaban en
Huayllura unos pocos mineros quienes desprovistos de capitales traba-
jaban en pequeña escala, en el lugar de Pabellones, la veta Desampara-
dos y la de Animas, dirigiéndose la primera de E a O y la segunda de
NNE a SSO. La veta de A nimas es casi vertical y apoya al SEE. El mineral
que explotaban en aquella época era bastante pobre y sólo de cuando en
cuando sacaban algunos trozos de regular ley. Se calculaba la riqueza
del mineral en un adarme de oro por cada capacho de dos arrobas, que
corresponde a 82 gramos por tonelada métrica. El mineral aurífero se
beneficiaba todavía con el primitivo sistema de quimbaletes por medio
de los cuales un hombre trabajando todo el día no puede moler más de 6
arrobas de mineral. Ahora, si empleando este sistema de beneficio tan
moroso se saca alguna ventaja, es muy natural creer que beneficiando el
mineral de Huayllura por medio de las modernas y perfeccionadas má-
quinas que se emplean en los Estados Unidos se podrían obtener pin-
gües ganancias.
El ingeniero del Estado, Sr. Babinski, quien visitó hace poco las mi-
nas de oro de la provincia de la Unión por cuenta de una sociedad anó-
8
nima, quiso visitar el socavón de la mina Copacabana, que con grandes
gastos acababa de limpiarse por un capitalista extranjero, y halló la en-
trada principal nuevamente obstruida. No habiendo podido conseguir
su objeto, entrar a la mina por este lado, bajó un barranco de 100 metros
de altura y llegó a un punto de la veta de donde pudo sacar una cierta
cantidad del mineral que no tenía oro a la vista; esta parte que sacó
estaba formada por panabas o cobre gris, que dio al ensaye 8 onzas de
oro y 36 marcos de plata por cajón, y 7 por ciento de cobre.
El Sr. Babinski opina que los mineros del lugar abandonaron la
mina de Copacabana desde el momento en que apreciaron que dicho
mineral no tenía oro visible, aunque lleva oculto este precioso metal.
Según los estudios del Sr. Babinski resulta que Huayllura se halla a
4 330 metros sobre el nivel del mar, y el río de Cotahuasi que corre al pie
del mineral en una profunda quebrada se halla solamente a 1 000 me-
tros; y como la veta Copacabana es casi vertical y baja hasta el río, pre-
senta, pues, según dicho ingeniero, un vasto campo para la explotación
futura, pudiéndose decir que esta veta es casi virgen.
8
Informe sobre las diferentes minas de cobre, plata y oro que se encuentran en la
provincia de la Unión, Departamento de Arequipa, presentado a la Sociedad Anónima
de las Minas de Oro de Montesclaros y Palmadera. Lima, 1883.

138
El oro, en la mina de Copacabana, se presenta en una arenisca
cuarzosa más o menos compacta, que varía en su aspecto desde la are-
nisca bien caracterizada hasta una cuarcita; presentándose muestras
que parecen formadas de la variedad de arenisca que los franceses dis-
tinguen con el nombre de grès lustré.
También se presenta el oro en la mina de Copacabana en una espe-
cie de limonita sin cohesión, y a veces pulverulenta, que los mineros del
país llaman llampo, afectando el precioso metal la forma de hilos más o
menos torcidos y de pequeñas dendritas.
El oro de Copacabana es de muy buena ley, siendo de 23 quilates,
que corresponde a 96 por ciento de oro fino.
Minas de oro de Palmadera.— Este asiento minero se halla situado un
poco más abajo de Huayllura a una legua de distancia y a 4 100 metros
sobre el nivel del mar. Actualmente, no hay en este lugar sino dos o tres
casitas construidas en la falda del cerro, las que son habitadas temporal-
mente por algunos mineros de Sayla, que van de cuando en cuando a
sacar un poco de oro, y se retiran enseguida, dejando aquel lugar comple-
tamente deshabitado. La población de Sayla, que es la capital del distrito a
que pertenece el asiento de Palmadera, dista de este lugar 5 leguas.
La formación geológica de este lugar es de arenisca más o menos
ferruginosa, como en Huayllura, y como en este mineral las vetas aurífe-
ras son casi verticales. La dirección de estas últimas es de E a O.
La veta principal del asiento minero de Palmadera es la llamada
V alencia la que tiene oro a la vista. Los cerros auríferos tienen como en
Huayllura un fuerte declive hacia el lado del río de Cotahuasi, de mane-
ra que las minas se hallan siempre secas.
En Palmadera hay muchas minas y entre ellas hay algunas anti-
guas que tienen labores de 20 a 40 metros de largo, y otras que están
apenas principiadas, de manera que este mineral ofrece todavía vasto
campo a la explotación.
Lo que falta en Palmadera no es oro sino el agua necesaria para el
beneficio de este metal. Careciendo el lugar de Palmadera de agua, los
mineros se ven obligados a transportar sus minerales hasta dos leguas
de distancia donde hay una pampa con un poco de agua. Felizmente el
transporte no es muy caro, costando 6 soles cada cajón de 60 quintales.
Casi todas las piedras que se sacan de las vetas tienen oro a la vista
y dan 16 onzas de oro por cajón, que corresponde a 166,6 gramos por
tonelada métrica.
El oro de Palmadera, como en Huayllura se halla en una arenisca
más o menos modificada por metamorfismo. Una muestra bastante rica
que forma parte de mi colección ofrece el oro en una cuarcita con peque-
ños cristales de cuarzo.

139
El asiento minero de Palmadera, como se ve, tanto por su formación
geológica, cuanto por la posición de sus vetas, tiene mucha analogía con
el de Huayllura, pudiéndose decir que uno no es sino la continuación
del otro.
En efecto, existen minas sobre una extensión de más de tres leguas,
desde el asiento de Palmadera hasta dos leguas más allá de Huayllura,
en dirección al pueblo de Charcana, contándose en este trecho 32, las
que han sido más o menos explotadas y pueden dar todavía grandes
cantidades del precioso metal.
Estas minas pertenecen todas al asiento minero de Huayllura, y
principiando por el lado de Palmadera son: San Román, Santa Rosa,
Quele Patria, Copacabana, San Gregorio, Napoleón, Santa Eulalia, Tri-
nidad, Santa Bárbara, Rosario, Ccorichacra, Espíritu Santo, Cruz de Mayo,
San José, Concepción, San Jorge, San Luis, Jesús María, Los Á ngeles,
Bruno Mota, Carmen, Tenorio, Egocheaga, Alvarado, Tajo o Charpera,
Tasta-huayco, Cahuitones o Quispi-huaman, Pucullani, Supa-ccota y
Humapauciri.
La mina de Humapauciri se halla a dos leguas de Huayllura por el
lado de Charcana. Según el informe del ingeniero del Estado, Sr. Babinski,
tiene minerales bastante ricos, habiendo sacado muestras que ofrecen
chispas de oro, hilos de plata y cobre al estado nativo. A pesar de esto,
dicha mina es apenas trabajada por lo muy quebrado del terreno, que
hace muy difícil llegar a ella.
M inas de oro de M ontesclaros.— Estas célebres minas, que según la
tradición daban ingentes cantidades de oro al gobierno español, se ha-
llan situadas en la banda izquierda del río de Cotahuasi, en la falda de
un ramal de la cordillera que separa este último río del de Salamanca.
Un gran derrumbe de tierra y piedras de los cerros inmediatos, acae-
cido en el año 1783 según unos, y en 1797 según otros, sepultó la veta
principal y un gran número de trabajadores, lo que ocasionó el abando-
no de este asiento minero.
A ntes de esta catástrofe existía un pequeño pueblo que llevaba el
mismo nombre del asiento minero, esto es, Montesclaros, del que no
quedan sino las ruinas de la iglesia y de algunas casas, en un lugar de
clima bastante templado, hallándose situado a 2 260 metros sobre el
nivel del mar.
A un cuarto de legua más abajo de las ruinas del pueblo, hacia el río
de Cotahuasi, se halla la veta principal, la que según se dice fue trabaja-
da por cuenta del Rey de España, produciendo cada año más de 200
arrobas de oro.
En 1835, hallánd o se d e d irecto r d e las emp resas mineras d e
Huayllura y Montesclaros el sabio naturalista D. Nicolás de Piérola,

140
después de haber ejecutado algunos trabajos, juzgó que era imposible
explotar la veta de Montesclaros por la gran cantidad de arena que cubre
el cerro.
En septiembre de 1882, el ingeniero de Estado, Sr. Babinski, habien-
do visitado el mineral de Montesclaros, con el objeto de ver el estado en
que se encuentra, ha calculado que el depósito de tierra y piedras que
cubre el cerro e impide el trabajo de las minas, no pasa de 9 000 metros
cúbicos, cuya cantidad puede ser botada en tres o cuatro semanas con
200 ó 300 operarios, y un gasto aproximado de 4 000 soles de plata.
Dicho ingeniero ha podido descubrir, bajo las piedras, una galería
9
de 40 metros de largo y 0 m 50 de altura, que se cree haya sido mandada
abrir por el Sr. de Piérola, y que sin duda alguna no ha sido hecha para
la explotación, sino con el objeto de penetrar lo más pronto posible en las
labores antiguas.
El Sr. Babinski reconoció esta galería en toda su longitud y aunque
no pudo examinar detenidamente el frontón, por la posición forzada en
que se hallaba, debida a la poca altura de la galería que lo obligaba a
estar acostado boca abajo, logró sacar bastante cantidad de mineral para
hacer un ensaye práctico en quimbalete y con azogue. Habiendo hecho
la experiencia sobre un capacho de 22 libras de mineral, pudo obtener
0,914 gramos de oro, lo que corresponde a 8 onzas y media de oro por
cajón. Otro ensaye hecho en el laboratorio dio 8 onzas de oro por cada
cajón de 60 quintales de mineral.
El asiento minero de Montesclaros tiene un aspecto muy distinto del
que presentan los asientos mineros de Huayllura y de Palmadera, tanto
por la naturaleza de las rocas como por la posición de las vetas. En
efecto, en Montesclaros no existe la arenisca que es la roca dominante en
Huayllura y Palmadera, observándose en cambio pizarras negruzcas y
rocas eruptivas, tales como lavas, traquitas y pórfidos traquiticos.
En cuanto a la posición de las vetas hemos visto ya que en Huayllura
y Palmadera las vetas son casi verticales, mientras que en Montesclaros
la veta es más o menos echada, formando según el lenguaje del país un
manto .
Por lo que toca al mineral aurífero, en Montesclaros no se presenta
como en Huayllura y Palmadera el oro a la vista, hallándose formado el
mineral de la veta de Montesclaros, de pirita de cobre de distintos mati-
ces, con cuarzo y sulfato de barita.
Una muestra de mineral aurífero de Montesclaros, que debo a la
amabilidad del Sr. Babinski , se halla formada de muchas piedrecillas,
algunas de las cuales son de cuarzo con limonita y chalcopirita y otras,

9
Léase 50 centímetros de alto. [N. del E.]

141
además de estos minerales, van acompañadas de una arcilla azuleja
debido a la mezcla de un poco de carbonato de cobre.
Otra muestra sacada de una nueva veta, en el asiento minero de
Montesclaros, está formada de galena de grandes facetas brillantes y
encorvadas. Contiene una pequeña cantidad de plata y trazas sensibles
de oro.
El asiento minero de Montesclaros tiene una ventaja sobre los de
Huayllura y Palmadera, y es la de tener un poco más de agua; pues en
estos últimos lugares hay época del año en que se carece casi completa-
mente de tan indispensable elemento.
El ingeniero Sr. Babinski, después de haber visitado los tres asientos
mineros de Huayllura, Palmadera y Montesclaros, en su informe más
arriba citado, opina que se debe de preferencia poner trabajo en la veta de
Montesclaros, la que relativamente exige un pequeño capital para ser
puesta de nuevo en explotación.
O tras minas de oro en la provincia de la Unión.— Aparte de los tres
asientos mineros de Huayllura, Palmadera y Montesclaros, de que nos
hemos ocupado, existen en la provincia de la Unión un gran número de
minas de oro que son muy poco conocidas, sea por la falta de caminos
o por lo despoblado del lugar en donde se hallan. En los muchísimos
lugares de esta rica provincia se notan antiguos quimbaletes que han
servido en otra época para la molienda y beneficio de los minerales de
oro de las inmediaciones, cuyas minas se hallan hoy día completamen-
te abandonadas.
M ina de oro de Picha.— En la banda derecha del río de Cotahuasi, a
dos leguas del pueblo de Charcana, capital del distrito del mismo nom-
bre, se halla el pueblo de Picha, en cuya inmediación existe una antigua
mina de galena aurífera.
La veta metalífera tiene más de un metro de ancho desde la superfi-
cie; es casi vertical y corre en una roca diorítica.
Una muestra de mineral recogida por el Sr. Babinski ha dado al
análisis 41 gramos de oro y 492 gramos de plata por tonelada métrica,
que equivale a onzas 4 de oro y 6 marcos de plata por cajón. Además dio
50 por ciento de plomo.
M inas de oro en el cerro del Huanzo.— A unas 6 leguas al NNE de la
población de Cotahuasi, que como se sabe es la capital de la provincia de
la Unión, se halla en el lugar de Antabamba perteneciente al distrito de
Huaynacota, y en cuya cercanía se levanta el elevado cerro del Huanzo,
que da nombre a un ramal de la cordillera. En la parte norte hay una
hoyada donde se cultivan papas y se cría ganado y en las faldas hay
muchas minas antiguas de oro, en algunas de las cuales el precioso
metal se halla mezclado con cobre.

142
En el declive del lado del río, este cerro está formado de tierra suelta
y piedras, que al menor golpe se vienen derrumbando, motivo por el cual
no se trabaja una riquísima mina que hay en dicha falda. Esta mina no
tiene tres metros de profundidad y su boca se halla sostenida con palos
que llaman Callapo.
A lgunos vecinos del lugar, cuando se hallan muy necesitados de
dinero, van a trabajar esta mina aun con riesgo de quedar enterrados;
pero la explotación se hace en diminuta escala, puesto que trabajan dos
o tres semanas para extraer unas pocas libras de tierra aurífera. El traba-
jo de esta mina es muy original, pues por miedo de los derrumbes no
penetran en la mina, sacando el mineral desde la puerta por medio de un
largo palo o caña, en cuya extremidad se halla atada una especie de
cuchara. Con este instrumento y con mucha paciencia sacan un poco de
tierra aurífera, la que está formada de una limonita suelta de color ama-
rillento rojizo, con oro nativo.
Este mineral forma una guía de unos cuatro dedos de ancho en
medio de la veta y contiene una proporción de oro muy variable, habién-
dose dado el caso de sacar más de una onza de oro de pocas libras de
tierra.
En el lugar de A ntabamba y en la hoyada de Huanzo, citada más
arriba, se notan muchos quimbaletes de las dimensiones más variadas,
pertenecientes a los antiguos peruanos, algunos de los cuales sirven a
los mineros actuales para el beneficio de los minerales de oro, que sacan
de varias vetas situadas en las inmediaciones.
M inas de Pararapa.— En el distrito de Huaynacota, a 3 leguas de
Cotahuasi y en la región de la puna se halla el cerro de Pararapa donde
se observan muchas vetas y muchas bocaminas. La veta principal tiene
bastante extensión y ha sido trabajada en distintos puntos. En este lugar,
cerca de la laguna de Cieneguilla, existe la mina de Curihuaraca que fue
trabajada por el Sr. D. Pedro José Honderma.
Al terminar la pampa de Llamoca, y al pie del cerro de Pararapa, hay
dos haciendas minerales actualmente en escombros, en cuyas inmedia-
ciones existen muchas bocaminas trabajadas con mucha formalidad.
Los desmontes forman grandes montones que parecen cerritos, lo que da
una idea de la importancia de estas minas.
El Sr. Gastelú que visitó este lugar, y que tuvo la bondad de propor-
cionarme estos datos, halló en dichos desmontes algunas piedras con
oro a la vista; y habiendo penetrado en algunas minas viejas, con el
dueño de la hacienda de Antabamba, D. Apolinario Chirinos, ha podido
observar la presencia de oro nativo, tanto en la roca que forma las cajas
de la veta como en el cuarzo y en la pizarra que forman los puentes o
estribos de las labores. En un día de trabajo pudieron sacar como una

143
onza del precioso metal, pero no siguieron trabajando por el peligro de
que se derrumbase la mina.
En el interior de las minas existen todavía los palos puestos por los
antiguos, y juzgando por los espaciosos salones que se notan, se puede
deducir que estas minas han dado mucho oro.
M inas de Huayllapana.— En el mismo distrito de Huaynacota, colin-
dante con el de Pampamarca, se halla el asiento minero de Huayllapana,
situado en la región de la puna. En este lugar hay muchas bocaminas
antiguas. Actualmente los vecinos del lugar sacan su poco de oro, des-
truyendo los estribos dejados por los antiguos, lo que va ocasionando la
destrucción de estas minas.
El oro de Huayllapana y el de Pararaca es bajo de ley, pues contiene
25% de plata.
En Huayllapana existen numerosos quimbaletes antiguos.
M inas de oro de Cox chic.— A unas cinco leguas d el pueblo d e
Huaynacota, en el territorio de este distrito, y a 4 leguas del mineral de
Huanzo, hay un lugar llamado Coxchic, donde hay muchas vetas de oro
todavía vírgenes. Este mineral se halla situado en una puna con abun-
dante pasto para llamas.
Minas de Ocoruro.— En el distrito de Alca de la misma provincia de
la Unión, y a unas ocho leguas de dicho pueblo, hay varias bocaminas y
quimbaletes diseminados en las cercanías.
M inas de oro de la provincia de Condesuyos.— Cerca de Orcopampa, en
el distrito de Salamanca de la provincia de Condesuyos, existen minas
de oro en Arirahua, Quiquimbro y Aynacolca. Estas minas son bastante
antiguas y hoy día están casi completamente abandonadas por la dure-
za y escasa ley de oro del mineral. Desde el siglo pasado, en la explota-
ción de estas minas había necesidad de hacer uso de la pólvora. La ley de
oro de estos minerales, desde entonces no pasaba de 3 a 4 onzas por
cajón.
M inas de oro de la provincia de A requipa.— La provincia de A requipa,
aunque no es de las más ricas en oro, no deja de tener minas de este
valioso metal. He aquí los lugares donde se ha reconocido la presencia
del oro en dicha provincia.
Quebrada de Cachendo.— Dos muestras de minerales auríferos han
sido recogidas en la quebrada de Cachendo, situada entre el valle de
Tambo y la pampa llamada de La Joya, cerca del ferrocarril de Arequipa.
La primera está formada de un silicato de fierro con manchas azules
de distintos matices de silicato de cobre. El oro se halla diseminado en la
masa y está tan dividido, que se hace un poco difícil lavar el mineral
molido para recoger el precioso metal.

144
Un común hecho de una cierta cantidad de mineral ha dado al ensa-
ye una ley de oro de 93,74 gramos por cada tonelada métrica, que equiva-
le a 9 onzas de oro por cada cajón de 60 quintales.
La otra muestra está formada de una roca cuarzosa con talco y pe-
queñas manchas cobrizas. Esta muestra ha dado al ensaye una ley de
oro de 83,33 gramos por tonelada métrica, que corresponde a onzas 8 por
cada cajón de 60 quintales de mineral.
M ina de oro a 6 leguas de V itor hacia Siguas.— Hace 7 años que recibí
de Arequipa una muestra de mineral aurífero, como proveniente de una
mina situada a 6 leguas de Vitor hacia Siguas. Esta muestra es muy
particular por la clase de roca en la que se encuentra el oro. Esta roca es
una especie de anagenita de color rojizo, formada en su mayor parte de
gruesos granos de cuarzo y de talco, de color gris con brillo semimetálico;
todo reunido por un cemento formado de feldespato y cuarzo en granos
mucho más finos.
El oro se halla repartido en esta roca en escamitas muy pequeñas, pero
es bastante abundante, notándose con mucha facilidad a simple vista.
M inas de oro cerca de Quishuarani y Huasamayo.— En el distrito de
Uchumayo de la provincia de Arequipa, se hallan dos lugares llamados
Quishuarani y Huasamayo, donde hay vetas de cuarzo aurífero, pero
muy poco trabajadas. En Quishuarani hay un trapiche, donde se benefi-
ciaba el mineral que se sacaba de la mina, situada a dos o tres cuadras de
distancia en la banda izquierda del río.
Oro asociado con otros minerales.— Con el nombre vulgar de liga colo-
rada, me remitieron hace pocos años de Arequipa, una muestra de mine-
ral proveniente de la mina Carmen en el Cerro de la Trinidad, situada a
2 leguas al SE del pueblo de Tiabaya, capital del distrito del mismo nom-
bre. Este mineral está formado de cerusa o carbonato de plomo, con silicato
de fierro (especie de jaspe), y manchas verdes de crisocola o silicato de
cobre. Al ensaye da una ley de plata de 0,0016 que corresponde a 19,2
marcos por cajón, y una proporción de 83,33 gramos de oro por tonelada
métrica, lo que corresponde a 8 onzas por cajón de 60 quintales.
Minas de oro en la provincia de Camaná.— En la provincia de Camaná
hay minas de oro en los cerros Achatayhua y Huanuhuanu. En este últi-
mo cerro hay muchas bocaminas, siendo la principal la mina Santa Rita.
A cuatro leguas del puerto de Chala hay varias minas de cobre y una
de oro llamada Lucmila. Pero el lugar más rico en oro de toda la provin-
cia de Camaná es el asiento minero de Posco.
M inas de oro de Posco .— A nueve leguas de la población de Caravelí,
en dirección hacia Ocoña, se halla el asiento minero de Posco, el que,
aunque poco conocido, ha dado grandes cantidades de oro, y ha sido
trabajado con bastante actividad por más de 40 años.

145
Sus labores son muy profundas y hay muchas bocaminas sobre la
misma veta, la que corre con corta diferencia de E a O. La roca es una
sienita que a veces es talcosa.
La quebrada de Posco es muy estrecha y tiene un hilito de agua que
sirve para alimentar los quimbaletes que se emplean para moler el mineral.
En esta quebrada se notan las ruinas de muchos ranchos, y una
capilla con paredes construidas con piedras reunidas con barro, que
tiene una pequeña cantidad de oro.
Cuando visité este asiento minero (el 18 de noviembre de 1863) habi-
taban allí dos o tres individuos, que se ocupaban en lavar y relavar los
desmontes para sacar el poco de oro que contienen. Para lavar estos
desmontes hay un pequeño estanque donde durante la noche se reúne la
poca agua que corre por la quebradita.
El oro se recoge sobre pellejos y, como es menudo, se amalgama en el
quimbalete; y enseguida se destila el mercurio de la pella para obtener el oro.
Al principio de este año un Sr. Onorato Montoya puso trabajo en el
mineral de Posco y ha tenido la felicidad de hallar una vetilla que da
media onza de oro por cada 6 arrobas de mineral, que corresponde a
208,2 gramos por tonelada métrica.
El oro de Posco en general es blanquizco y tiene baja ley, sin embar-
go hay minas en el mismo lugar que dan oro de mejor calidad.

Departamento de Puno

De las siete provincias que comprende actualmente el departamento de


Puno sólo dos tienen ricas minas de oro; éstas son las de Carabaya y de
Sandia, que antes del año 1875 constituían una sola, con el antiguo nom-
bre de provincia de Carabaya.
Las provincias de Sandia y Carabaya se hallan en la más apartada
región del Perú, limítrofe con Bolivia, y su mayor extensión se halla al
otro lado de la cordillera oriental, continuación de la de Bolivia, en la que
descuellan por su altura los elevados picos Illimani y Sorata; de modo
que para entrar a la parte más rica en oro es preciso atravesar esa gigan-
tesca cadena formada por una serie no interrumpida de picos nevados,
marchando por estrechas sendas sobre un terreno sumamente quebrado,
el que es preciso recorrer en su mayor parte a pie.
Pero si es verdad que el camino que conduce a la parte interior de las
provincias de Sandia y Carabaya, donde se hallan los lavaderos y vetas
auríferas, es muy escabroso y difícil, lo es también que esa región ha
dado y puede dar todavía inmensas riquezas; de manera que con razón
la región de Carabaya ha sido considerada como la más rica en oro de
toda Sudamérica.

146
Las minas de oro de Carabaya son, sin duda alguna, las más anti-
guamente conocidas, pues el nombre de Carabaya, más o menos modifi-
cado en Caruaya, Collahuaya, etc., es citado por los antiguos historiado-
res como el de un lugar muy rico en oro, conservándose la tradición de
una gran pepita de la forma de una cabeza de caballo y de cuatro arrobas
y libras de peso que fue sacada de los lavaderos de la quebrada de
Inahuaya; además de otra como la cabeza de un hombre, hallada en 1556
10
en un resquicio de la peña y que vio el historiador Garcilaso.
11
M inas y lavaderos de oro de la provincia de Sandia .— La provincia de
Sandia, creada en 1875, con parte de la antigua provincia de Carabaya, y
el distrito de Poto de la provincia de Huancané, es la más rica en oro,
hallándose este precioso metal tanto en los depósitos de terrenos de alu-
vión, como en vetas de cuarzo.
Las principales minas y lavaderos de oro de la provincia de Sandia
son las siguientes:
Asiento minero de Poto .— Este importante asiento minero se halla
situado al sur de la cordillera oriental que atraviesa la provincia de Sandia
y casi en el origen del río que baña la población del Crucero, antigua
capital de la provincia de Carabaya.
Su clima es muy crudo por la gran elevación del lugar, hallándose el
pueblo inmediato que lleva el mismo nombre a 4 717 metros sobre el
nivel del mar.
El oro se halla diseminado en una tierra de color ceniciento, forma-
da de piedras cuarosas, pizarras y una arenisca metamórfica con tierra
gredosa, distinguiéndose de los demás terrenos auríferos, que por lo co-
mún son de color rojizo.
La tierra aurífera de Poto forma inmensos depósitos que se extien-
den desde los cerros nevados de Comuni y Ananea hasta la población de
Poto, midiendo unas tres leguas de largo.
Examinando el terreno aurífero de Poto se notan varias piedras
angulosas, que hacen conocer que no han sido rodadas por el agua, y
hacen creer que estos detritus hayan sido arrastrados en medio de un
barro espeso. Otra observación en apoyo de esta hipótesis la tenemos en
el modo cómo se presenta el oro, el que en vez de hallarse en la parte
inferior del depósito de aluvión, se encuentra diseminado en todo el
espesor de la masa terrosa, desde la superficie hasta el fondo; hallándo-
se solamente algunas partes de tierra gredosa en que no se encuentra el
precioso metal, a la que en el lugar dan el nombre de llinqui .

10
GARCILASO , Comentarios reales, libro VIII, cap. XXIV.
11
Los datos para este artículo sobre las minas de oro de la provincia de Sandia han sido
extractados de una memoria que publiqué sobre las Minas de Oro de Carabaya, en el III
tomo de los Anales de Construcciones Civiles y de Minas del Perú. Lima, 1882.

147
En el mineral de Poto no se encuentran pepitas grandes, llegando las
mayores, al peso de un adarme (casi 1,8 gramos), siendo en general el oro
muy menudo. En el lugar aplican distintos nombres al oro, según su esta-
do de división; así, llaman afrechoso al oro en pequeñas escamas como el
afrecho; natoso al que por ser más menudo es fácilmente arrastrado por el
agua cuando se lava en bateas; y por último dan el nombre de polvillo al
oro muy dividido que comúnmente se saca por medio del azogue.
El mineral de Poto podría dar grandes cantidades de oro si dispu-
siera de mayor cantidad de agua, elemento que desgraciadamente esca-
sea, a pesar de tener tan cerca inmensos cerros nevados.
El agua que sirve para el lavado de las tierras auríferas en Poto es
traída por medio de una acequia, de una lagunita situada al pie del
nevado Comuni , que se halla a tres leguas de distancia, y conducida a un
depósito llamado Cocha de Pampa Blanca. Este depósito provee de agua
a otros dos, llamado uno Cocha del Carmen, y otro Cocha de S. Antonio,
que sirven para lavar la tierra aurífera.
Por la escasez del agua no pueden emplear en Poto el mismo sistema
de explotación adoptado en los otros lugares de la provincia donde echan
el agua a torrentes sobre los depósitos auríferos hasta llegar a la capa
que contiene el oro. En Poto acostumbran excavar en el terreno aurífero
un gran número de socavones, a la distancia de una vara o vara y media
uno de otro. Después abren un gran agujero en los pilares que separan
los socavones, de manera que estos últimos comuniquen unos con otros;
por último, practican la peligrosa operación de cortar los pilares o puen-
tes para que caiga el terreno; operación que llaman cortar los pies y que
expresan con la palabra Chaquipaqui . A medida que la tierra aurífera va
desmoronándose y cae en una especie de acequia o caño, los operarios la
deshacen para que sea arrastrada por el agua, quedando tan sólo la
parte más pesada que contiene el oro y las piedras. Una vez reunida una
cierta cantidad, quitan las piedras del depósito que queda en el caño y
enseguida sacan la tierra con el oro, la que recibe el nombre de quinto ;
después la transportan al ingenio, donde por medio de un lavado metó-
dico sacan el oro que contiene.
M inas de oro en el cerro Ananea.— A unas tres leguas al NE del pueblo
de Poto, y en un cerro nevado inmediato al de Comuni, más arriba citado,
se hallan las ruinas de un pueblo que se conoce con el nombre de Ananea
y del que no se tiene la menor tradición. Sólo por los restos de la iglesia,
que se notan todavía entre las ruinas de la población, se puede deducir
que ha sido fundada por los españoles.
La población de A nanea se halla todavía a mayor elevación sobre el
nivel del mar que Poto; está situada a 5 210 metros de altura y se puede
decir que se halla casi más arriba del nivel de la nieve perpetua, puesto

148
que a un lado del pueblo se ve esta última extenderse algunas cuadras
más abajo.
Inmediato a las ruinas de la población y en las mismas callejuelas se
notan muchas bocaminas llenas de agua, observándose en muchas de
ellas unas estalactitas de hielo transparente producidas por el agua de
las goteras que se solidifica a medida que va cayendo.
Las bocaminas del cerro Ananea se hallan excavadas en un manto
que sigue la dirección de las capas de una pizarra ferruginosa, cuyo rum-
bo es de N 15 E a S 15 O, hundiéndose al SEE con un ángulo de 30º a 35°.
En una peña negruzca que sale en medio de la nieve que cubre el
cerro Ananea, y conocida con el hombre de lunar, se han descubierto dos
vetas de cuarzo; en una de las cuales, de pocas pulgadas de ancho, se
distingue el oro a simple vista; y la otra veta de una cuarta de ancho,
tiene oro muy menudo.
Se ignora el motivo que ha hecho abandonar la población de Ananea;
pero, se supone que haya sido el descubrimiento del oro en Poto y el
haberse llenado de agua las minas.
Asiento minero de S. Juan del Oro.— Hoy día no se tiene dato alguno
sobre este célebre asiento minero, ni de la opulenta población de S. Juan
del Oro, que parece haber sido la primera que fundaron los españoles en
la silvestre región de Carabaya, que actualmente es parte de la provincia
de Sandía.
Pero lo más extraño es que no se sepa con precisión el lugar donde
existía la célebre villa imperial de S. Juan del Oro; pues algunos creen
que dicha población se hallaba muy al interior en la quebrada de Sandia,
mientras que otros la colocan en la quebrada de Tambopata.
Habiendo tenido ocasión de consultar algunos documentos anti-
guos, he llegado a convencerme de que dicha población debía existir en
la quebrada de Tambopata a una legua más arriba del punto en donde se
pasa el río de Yanahuaya, en un lugar llamado, aun en la actualidad, la
Villa o Villapata, lo que quiere decir meseta de la Villa.
Según vagas tradiciones se atribuye el descubrimiento del oro en
Carabaya y la fundación de la Villa de S. Juan del Oro a unos españoles
fugitivos de los partidos de Pizarro y Almagro. Esta población llegó a
tener, según el Dr. Cosme Bueno, 3 000 habitantes; pero la codicia del oro
hizo dividir a éstos en bandos que se destruyeron unos con otros; de
manera que en 1768, época en que escribía el Dr. Cosme Bueno, la célebre
villa contaba solamente con seis familias de indios y otras tantas de
12
españoles.
Hoy día no sólo han desaparecido todos los habitantes, sino como
se ha visto, se ignora hasta el lugar donde existía la población.
12
Cosme BUENO, Efemérides por el año de 1768.

149
A siento minero de A poroma.— En una lomada que divide los ríos
Machicamani y Pulipuli, que bajan de la cordillera nevada al río Inambari,
y a la derecha del camino que conduce del pueblo de Phara al lugar
llamado la Mina, existía en otra época el asiento minero de Aporoma,
con sus ricas minas de oro.
Aunque se ignora la época del descubrimiento del oro en Aporoma
y en la que fue fundada la población de este nombre, se sabe que fue
posterior a la fundación de la Villa de S. Juan del Oro.
Aporoma ha dado ingentes cantidades de oro; una prueba patente
de la riqueza de sus minas la tenemos en los inmensos gastos que se
hicieron para la construcción del camino y de una acequia de más de dos
leguas de largo, la mayor parte de la cual se halla cortada en peña viva.
Según una memoria manuscrita que conservo se gastaron tan sólo
en la construcción de la acequia 997 000 castellanos de oro.
Las principales minas del asiento minero de Aporoma son: Allpacato,
S. Juan de Pablocoya, S. Gerónimo, S. Bernabé y Mirabella. Estas minas,
hacia la mitad del siglo pasado, estaban ya muy trabajadas, de modo que
la explotación del oro se hacía con dificultad y poca ventaja.
Desde aquella época el mineral de Aporoma había ido continua-
mente decayendo y despoblándose, de manera que a principios de este
siglo se hallaba, como San Juan del Oro, completamente deshabitado.
Sin embargo, en estos últimos años algunos mineros han vuelto a traba-
jar, aunque en pequeña escala, en este célebre asiento minero.
Descubrimiento del oro en la quebrada de Challuma.— No hace todavía
50 años de que casi todas las minas de oro de la provincia de Sandia se
hallaban paralizadas, cuando unos cascarilleros descubrieron la pre-
sencia del oro en el lugar llamado Quimsahuasi; pero no fue sino al
siguiente año (1849) que otros peones enviados por los Sres. Poblete de
Coaza en busca de cascarilla, llegaron a la quebrada de Challuma y
tuvieron la felicidad de descubrir unos grandes depósitos auríferos.
En muy poco tiempo se esparció la noticia de este valioso hallazgo,
y prontamente la silvestre y solitaria quebrada de Challuma, situada al
otro lado del río Huari-huari, se transformó en el lugar de cita de una
infinidad de personas que venían en busca del precioso metal. Merced al
mágico poder del oro, este apartado rincón de la República se volvió un
centro de activo comercio; se fundó una población que recibió el nombre
de Versalles; se fundó una sociedad llamada Trasandina y, por último,
no faltaron las riñas y los pleitos para disputarse el terreno más rico.
Partidas de mineros recorrieron en toda su extensión la quebrada de
Challuma y descubrieron nuevos aventaderos y rebosaderos de los cua-
les sacaron grandes riquezas, de modo que se pesaba el oro con roma-
nas, como se hace con las materias de poco valor.

150
Todos los depósitos de tierra aurífera descubiertos en 1849 y 1850
en esta región estaban en la quebrada de Challuma y en la de su afluente
el río Pucamayo. Los lugares que dieron notable cantidad de oro fueron,
empezando desde abajo hacia arriba, Pusupunco, San Simón, San José,
Cangali, Cementerio, Altagracia, donde de una sola batea de 15 libras de
tierra se sacó 13 onzas de oro; y por último, Quinsamayo.
En la quebrada del río Pucamayo se encontró oro en los lugares
llamados Natividad, Tablahuasi, San Pedro, de donde se sacó una pepi-
ta de 27 onzas y de una sola batea de tierra 3 libras y 5 onzas del precioso
metal; más arriba de este punto siguen los parajes llamados Santa
Fortunata, Mercedes, donde se halló una pepita de 40 onzas; Medialuna,
que dio una pepita de 29 onzas; Puertalibre, Rosario, donde se halló otra
pepita de 36 onzas y, por último, el lugar llamado Carrizal.
En las provincias de Sandia y de Carabaya se distinguen dos clases
de depósitos de tierra aurífera, a los que se da el nombre de rebosaderos y
de aventaderos; reservando el nombre de lavadero tan sólo a las arenas
auríferas que arrastran actualmente los ríos, y de las cuales se extrae el
oro en las playas.
Se llaman rebosaderos a los depósitos auríferos formados de tierra y
piedras sueltas, situados a distinta altura sobre el nivel del río, y en los
cuales el oro se halla en la parte inferior, en contacto con la roca que se
halla por debajo.
En los rebosaderos se distinguen dos partes distintas; la primera o
superior está formada de tierra estéril, esto es, sin oro, y se conoce con el
nombre de carga. La parte inferior, que está en contacto con la peña y que
comúnmente contiene el oro, se llama venero y se conoce por la presencia
de unas piedras pesadas formadas de pirita de fierro y pirita arsenical,
llamadas en el lugar margajetas, y otras de color gris o rojizo, que se
pueden considerar como las compañeras del oro, y son formadas de
fierro oligisto compacto o hematita, las que son conocidas en el lugar con
el nombre de huincho.
Los depósitos de tierras auríferas llamados aventaderos se distin-
guen de los rebosaderos por tener varios veneros sobrepuestos uno a
otro y alternados con capas de tierra estéril o cargas.
En cuanto a la riqueza de oro de los depósitos auríferos, llamados en
la provincia de Sandia rebosaderos y aventaderos, es imposible determi-
narla aunque sea por aproximación, pues no sólo puede variar muchísi-
mo el espesor de la masa de piedras y tierra estéril, denominada carga,
que cubre la capa rica en oro, llamada venero, sino que puede variar
inmensamente la cantidad de oro de este último.
Para dar una idea de cuánto varía la cantidad de oro que puede dar
un rebosadero diré que han habido depósitos de tierras auríferas que

151
tenían una carga estéril solamente de dos o tres metros de espesor y se
han explotado, también algunos, que tenían una carga de más de 50
metros. Lo mismo sucede con la cantidad de oro que puede dar un vene-
ro, habiendo existido algunos que han dado unas pocas libras de oro,
mientras que otros dieron varios quintales del precioso metal.
El oro se halla en los rebosaderos en pequeñas escamas y en pepitas
de dimensiones muy variadas, habiendo tenido ocasión de ver yo mismo
una pepita de 53 onzas que sacó un Sr. Rodríguez en Quinsamayo.
El oro de las pepitas es de buena calidad pasando casi siempre de 23
quilates. Habiendo analizado una pepita de 10 gramos, hallada en
Quinsamayo, he obtenido la composición siguiente:

Oro 96,46
Plata 2,50
Cobre 0,04
Fierro 0,30

La explotación del oro de los terrenos de aluvión se hace en las


quebradas de Challuma y Pucamayo del modo siguiente: Hallado un
rebosadero se desmonta, esto es, se corta la vegetación que lo cubre y
enseguida se quita la carga formada de piedras y tierra estéril que cubre
el venero, operación que se ejecuta de un modo económico por medio del
agua. Para esto se saca una acequia del río que baña la quebrada en un
punto bastante elevado, de manera que se halle a una altura mayor que
la del depósito aurífero que se quiere explotar. Enseguida excavan don-
de termina la acequia una hoya que debe servir de depósito para el agua
traída por la acequia y a la que se da el nombre de ccocha (nombre quechua
que quiere decir “ laguna” ). A esta ccocha se adapta una compuerta fácil
de abrir, de modo que se pueda vaciar la ccocha o depósito cuando se
necesita.
Construida la acequia y la ccocha, y llena esta última de agua, se abre
la compuerta de modo que el agua, precipitándose con fuerza sobre el
terreno que se quiere lavar, lo desagregue y arrastre consigo una gran
cantidad de tierra, mientras que algunos hombres situados en ambos
lados de esta especie de torrente ayudan con lampas y barretas a hacer
caer la tierra. Vaciado el depósito de agua se vuelve a llenar y se repite la
misma operación, que en el país llaman ccocheo, hasta que se haya quita-
do toda la carga y aparezca la parte más rica en oro llamada venero, lo
que se conoce a la presencia de algunas piedras pesadas de margajeta y
huincho (pirita y fierro oligisto compacto). Llegado al venero se quitan
todas las piedras, operación que se llaman Cascajeo, dejando tan sólo la
tierra con el oro, a la que dan el nombre de quinto . Por último, se procede

152
a la operación de la lava, la que se verifica en el ingenio. Dase este nom-
bre, en la quebrada de Challuma y Pucayaco, a una especie de canal
formado por paredes de piedras donde se separa el oro de la tierra y cuya
disposición es la siguiente: en la parte superior del canal, cuyo piso es
algo inclinado, se coloca una tabla lisa y nivelada, y un poco más abajo
de la tabla, en el mismo canal se excava un hoyo o pequeño pozo. Ense-
guida se extiende una bayeta desde el punto donde termina la tabla y,
revistiendo el hoyo, se continúa tapizando el fondo del canal por un
cierto trecho.
Con las raíces y materia algodonosa que cubre el tronco de un hele-
cho arbóreo, conocido en el lugar con el nombre de Sano-sano, forman
unos pequeños cilindros de tres a cuatro pulgadas de diámetro que lla-
man Colon-colones y que disponen transversalmente en el hoyo. Por últi-
mo, donde terminan los cilindros se acomoda sobre la bayeta que reviste
el fondo del canal una especie de estera formada de cañas atravesadas y
amarradas unas con otras por sus extremidades.
Para lavar la tierra con oro, o sea el quinto, se hace venir el agua
sobre la tabla y se va echando poco a poco la tierra del quinto, la que se
deslíe con la mano, para facilitar su acarreo, quedando las pepitas y el
oro en granos gruesos sobre la tabla, mientras que el menudo, siendo
arrastrado más allá, queda entre los colon-colones; las partículas más
finas se hallan detenidas por las cañas atravesadas y caen sobre la baye-
ta que se encuentra debajo. Una vez terminada la lava del quinto se
levantan los colon-colones y se sacuden en el agua contenida en una
batea, haciendo lo mismo con las cañas y la bayeta que cubre el fondo del
canal, y se recoge el oro que se deposita en el fondo de la batea.
M inas de oro de Ccapac-orcco o M ontebello.— Hacia el origen del río
Pucamayo, que tributa sus aguas al río de Challuma el que desemboca a
su vez en el caudaloso Huari-huari o Inambari, se encuentra un cerro
muy rico en oro llamado Ccapac-orcco (que quiere decir “ cerro rico” ) o
Montebello, que tiene varias vetas del precioso metal.
El cerro Ccapac-orcco a más de la veta que le da su nombre tiene, a
unas cuatro cuadras de distancia, otra llamada Sacramento que corre de
S 70 E a N 70 O, casi en la misma dirección de las capas de pizarras que
forman el cerro. Inmediata a esta veta se halla otra que lleva el nombre de
Recompensadora, la que ladea una quebradita con dirección SOO a NEE
y se hunde al S 20 E con un ángulo de 30° a 35°.
Varias labores profundas que se notan en esta veta dan a conocer
que ha sido explotada con ventaja. En la época que yo visité ese rico
cerro (octubre de 1864) se proyectaba dar un corte por la quebradita con
el objeto de encontrar las labores y extraer el mineral aurífero con más
facilidad.

153
Más abajo de la veta que lleva el nombre del cerro y hacia el río
Pucamayo se halla la veta Mercedes, la que en la época de su descubri-
miento ha dado muy rico mineral, cuya vista sirvió de estímulo para la
formación de una compañía; pero sucedió el caso raro de que al empezar
los trabajos no se halló la más pequeña cantidad de oro.
El oro de las vetas del cerro Ccapac-orcco se halla acompañado de
cuarzo llamado vulgarmente en el país quijo. Este mineral varía en cuan-
to a su aspecto, pues a veces se presenta casi enteramente blanco sin
manchas ni cavidades y otras veces ofrece manchas rojizas de óxido de
fierro y varias pequeñas cavidades; pero lo que es más común, y hace
conocer el cuarzo aurífero de esta localidad, son unos puntos o manchas
de color ceniciento negrusco formados por la pirita arsenical o mispikel,
más o menos aurífero.
La riqueza en oro de los minerales extraídos de las vetas del cerro de
Ccapac-orcco varía al infinito, pues se notan todas las transiciones desde
el cuarzo casi estéril de oro hasta el cuarzo muy rico, presentándose este
metal bajo la forma de puntos, clavos, pequeñas láminas o gruesas cos-
tras, en cuyo caso se le da en el lugar el nombre de franja o de charperia. El
cuarzo con oro, que no se distingue a simple vista, ha dado al ensaye de
60 a 120 gramos de oro por tonelada métrica. Otras muestras con el oro
visible en pequeños puntos han resultado contener de 200 a 500 gramos
de oro por tonelada métrica y las muestras de cuarzo con charperia dan
hasta 2 ó 3 por ciento de oro.
Por lo que toca a la calidad del oro de las vetas del cerro Ccapac-orcco
se puede decir que es muy buena, como se ve por el siguiente resultado
del análisis practicado de una muestra de aquel poderoso cerro.

Oro 97,10
Plata 1,80
Cobre 0,04
Fierro 0,80

Esta muestra de oro tiene la particularidad de contener una propor-


ción de fierro que aunque no llega a uno por ciento es, sin embargo,
mayor que la contenida en todas las muestras de oro de los distintos
puntos del Perú que he tenido ocasión de ensayar hasta ahora.
La extracción del oro del cuarzo aurífero se hacía antes en la provin-
cia de Sandia por medio de quimbaletes que consiste en una especie de
batán formado de una gran piedra con una cavidad en la que se muele el
mineral, con azogue, por medio de otra piedra que comúnmente se pone
en movimiento con los pies. Solamente en 1850, época en la que se descu-
brieron las vetas de oro en el cerro de Ccapac-orcco , fue construida en el

154
lugar llamado Puerta-Libre, situado en la quebrada de Pucamayo, una
máquina para beneficiar los minerales auríferos en más grande escala;
esta máquina consistía en una almadeneta o serie de pilones puestos en
movimiento por una rueda hidráulica vertical.
Esta máquina que había costado a su dueño, el Sr. D. Manuel Cos-
tas, una fuerte suma, por la dificultad de transporte en los fragosos cami-
nos de aquella región, no sirvió sino unos pocos meses, pues habiéndose
descompuesto y roto algunas piezas fue abandonada. En mi viaje por
aquella apartada provincia, en octubre de 1864, pude ver todavía los
restos de la rueda hidráulica.
Con la desgraciada suerte que tuvo la sobredicha máquina tuvieron
los mineros del lugar que volver a emplear los antiguos quimbaletes, que
se usan todavía en la mayor parte de las minas de oro del Perú.
Lavaderos de oro en las playas del río Huari-huari o Inambari.— De un
modo general se puede decir que todos los ríos de la provincia de Sandia
el que más el que menos tiene oro, siendo los más ricos en este metal
los ríos Puli-puli, Ccapacmayo, Pacchani, Challuma y Huari-huari o
Inambari.
Los explotadores de oro que carecen de los capitales necesarios para
extraer el precioso metal de los rebosaderos, donde a veces es necesario
trabajar algunos meses para quitar toda la tierra estéril que cubre el vene-
ro o capa aurífera, se dedican a lavar la arena de los ríos en grandes
bateas de madera que contienen unas 15 libras de tierra.
Hay también individuos que se ocupan en lavar las tierras auríferas
ya beneficiadas, o peració n que en la pro vincia de Sandia se llama
chichiqueo; dándose el nombre de chichiqueadores a las personas que se
dedican a esta industria.
Pero lo que es digno de mención es el modo cómo los habitantes de la
provincia de Sandia extraen el oro de la arena que acarrean los ríos más
arriba citados, y principalmente del caudaloso Inambari al que tributan
casi todos los ríos de la provincia de Sandia que bajan por la vertiente
norte de la gran cordillera nevada.
En la estación seca, desde junio hasta octubre, los ríos van disminu-
yendo su caudal de agua y dejan unas grandes playas cubiertas de arena
aurífera; mas como la cantidad del precioso metal es demasiado peque-
ña para pagar los gastos de su explotación han inventado un método
para concentrar el oro sin gasto alguno y enriquecer la arena lo suficien-
te para sacar ventaja a la explotación.
Este método consiste en formar en las playas de los ríos en la esta-
ción seca una especie de empedrado, al que le dan en el país el nombre de
toccllas, dispuesto de tal modo que en la época de la creciente el oro
arrastrado con la arena cae en los intersticios que dejan las piedras. Para

155
esto escogen las piedras más chatas y las disponen como las tejas de un
tejado haciendo de modo que una apoye sobre la otra en el mismo senti-
do de la corriente. Esta disposición de las piedras es indispensable ya
que de lo contrario casi no se obtiene oro puesto que en el primer caso el
agua del río en tiempo de creciente pasa como resbalando sobre las pie-
dras y deja caer las partículas de oro por su elevada densidad en los
intersticios de las piedras; mientras que en el segundo caso el agua del
río choca con fuerza en las cavidades de las piedras y hace saltar afuera
las partículas de oro.
Pasada la estación de las lluvias, bajan los indios de sus pueblos,
situados en la cabecera de las quebradas, y se establecen en las playas
donde deshaciendo el empedrado recogen la arena aurífera acumulada
en las cavidades que dejan las piedras, la que lavan en bateas para ex-
traer el oro que contiene.
Lo que hay de notable en este ingenioso método de explotación del
oro es que en ciertos parajes se obtiene una determinada cantidad de oro
por una superficie dada de empedrado; habiéndose notado, en distintas
ocasiones, que en la playa del río Inambari, más abajo de la desemboca-
dura del río Challuma, cada vara cuadrada de superficie de empedrado
da poco más o menos 2 adarmes de oro. He aquí, pues, una chacra donde
se siembran piedras para cosechar más tarde oro.
En cuanto a la calidad, el oro de los lavaderos de las playas del río
Inambari es de superior calidad, como se puede ver por el resultado del
análisis de una muestra en pequeñas escamas, recogida cerca de la de-
sembocadura del río Challuma.

Oro 97,30
Plata 2,40
Cobre 0,03
Fierro 0,05

M inas de oro de la provincia de Carabaya.— La actual provincia de


Carabaya, que es una parte de la antigua provincia de este nombre, aun-
que menos conocida, es tal vez tan rica en oro como la de Sandia.
13
El Dr. Cosme Bueno, hablando de la provincia de Carabaya, dice:
“ casi todo el suelo de esta provincia parece que está mezclado con oro.
Cuando se limpia el pilón de la fuente de la plaza de A yapata se hallan
en él briznas y aun pequeñas pepitas o granos de oro” .
Los distritos de la actual provincia de Carabaya más ricos en oro
son los de Ollachea, A yapata, Juata, Coasa y Usicayos.
13
Cosme BUENO. Efemérides, por el año 1768. ODRIOZOLA. Documentos Literarios del
Perú, tomo III , p. 102.

156
El distrito de Ollachea tiene un antiguo lavadero de oro llamado el
Asiento, explotado hace mucho tiempo y actualmente casi abandonado.
El distrito de Ayapata tiene lavaderos de oro en las orillas de los ríos
Piquitiri y Cajatiri, afluentes del río San Gabán, el cual tributa sus aguas
al Inambari.
Hace muchos años que D. Agustín Aragón, dueño de la hacienda de
San José de Bellavista en el valle de San Gabán, habiendo descubierto en
la quebrada de Cajatiri los restos de grandes trabajos hechos por los
españoles para desviar el río, se animó a emprender la explotación de las
arenas auríferas que acarrea este río.
En la época de mi visita a este apartado lugar tuve ocasión de cercio-
rarme de la presencia de oro en las arenas del río Cajatiri, pues los peo-
nes que llevaban mis cargas lavaron un poco de arena y sacaron a mi
vista algunas partículas del precioso metal.
El distrito de Juata tiene unos célebres lavaderos en las playas del
río Mucumayo, que desaguan junto con el Caxili en el río de Ayapata o
Esquilaya, el que a su vez desemboca en el río Inambari.
Los lavaderos de Mucumayo han sido trabajados en la época del
gobierno español y más tarde en diversas épocas. El oro se halla a veces
en pepitas bastante grandes habiéndose encontrado, en el año 1851, una
pepita de oro del peso de 49 onzas y 12 adarmes.
El distrito de Coasa tiene varios lavaderos, pero poco conocidos;
entre ellos el más notable es el de Antiuno, situado en una quebradita
que lleva este nombre y cuyo riachuelo baja al Inambari por la derecha.
En los meses de julio y agosto el río de Antiuno se seca en gran parte
y dividiéndose en varios brazos deja pequeñas playas de arena muy rica
en oro; sólo que la explotación es allí algo peligrosa por la inmediación a
los salvajes.
En el distrito de Coasa se halla también oro en la quebrada de
A nccoccala, hacia su origen, en cuyo lugar se notan muchas bocaminas,
vetas y rebosaderos.
Por último, el distrito de Usicayos tiene rebosaderos en la quebrada
de Macho-tacuma, que baja al Inambari paralelamente a la de Challuma.
Los habitantes de este distrito se dedican también a la extracción del
oro en las playas del río Inambari por el ingenioso método de las tocllas
de que hemos hablado en otro lugar.
M inas de oro de la provincia de A zángaro.— En el distrito de Munani,
que pertenece a la provincia de Azángaro, existen minas de oro; de éstas
la principal se conoce con el nombre de Caño Grande y al principio de
este siglo producía un quintal de oro al año.

157
Conclusión

Por la revista que acabamos de hacer se ve cuán numerosos son los luga-
res donde se encuentra oro en el Perú, y hay que advertir que todos los
parajes citados son de los que directa o indirectamente he tenido conoci-
miento; siendo muy probable, por no decir seguro, que existen muchos
otros depósitos del precioso metal en lugares para mí desconocidos.
Siendo el oro tan generalmente repartido en todo el territorio de la
República, sorprende realmente ver el abandono en que yacen actual-
mente casi todas las minas de este metal, no obstante que en otra época
han sido explotadas con bastante ventaja.
Es verdad que hay minas que a pesar de tener oro no se hallan en
condiciones favorables para ser explotadas, sea por la exigua cantidad
del noble metal y la inconstancia de las vetas, que a veces presentan
grandes trechos completamente estériles; sea por falta del agua necesa-
ria para la molienda del mineral o para el lavado de las tierras auríferas.
Pero hay también muchas que no presentan dichos obstáculos y cuya
explotación en gran escala podría dar pingües ganancias, tales son por
ejemplo: las minas de Santo Tomas en el departamento de Amazonas; las
de la provincia de Pataz, en el departamento de la Libertad; las de la
provincia de la Unión, en el departamento de Arequipa; las de Paucar-
tambo, en el departamento del Cuzco; los lavaderos de Pallasca y Huari,
en el departamento de Áncash; los de Chuquibamba, en el departamento
de Huánuco; los de Huayllaripa y Antabamba, en el departamento de
Apurímac; los lavaderos y rebosaderos en las orillas del Inambari, de
Mucumayo y Aporoma, de las provincias de Sandia y Carabaya en el
departamento de Puno, etc., etc.
De todas las regiones auríferas del Perú la más célebre es, sin duda,
la que comprende las provincias de Sandia y Carabaya, y si esta privi-
legiada parte del Perú no ha dado sino una muy pequeña porción de
las riquezas que contiene no es debido, por cierto, a la falta de oro y
agua para su beneficio sino a la de hallarse situada en el más apartado
rincón de la República y a la falta de vías de comunicación; siendo
necesario, para penetrar a los lugares más ricos en oro de la provincia
de Sandia, marchar por sendas muy escabrosas, haciendo gran parte
del camino a pie, y pasando a vado muchísimas veces los ríos de Challu-
ma y Pucamayo.
Así pues para explotar en gran escala los depósitos auríferos de las
provincias de Sandia y Carabaya es de suma necesidad abrir antes bue-
nos caminos de herradura que permitan transitar cómodamente a bestia
e introducir con facilidad las máquinas necesarias para moler el mineral
y para lavar las tierras auríferas.

158
También me parece conveniente que antes de emprender grandes
gastos para la explotación de las minas y lavaderos de oro de estas dos
provincias se forme una compañía para la exploración, con el objeto de
reconocer ante todo los lugares donde hay probabilidad de descubrir
algunas vetas o depósitos de tierra aurífera.
Para esto, siendo el río Inambari el que recibe casi todas las aguas de
las provincias de Sandia y Carabaya, se debería ensayar las arenas de
cada tributario en el punto de su desembocadura y en caso de encontrar
oro sería más fácil descubrir de dónde viene recorriendo la quebrada
hasta su origen. Para esta clase de trabajo sería conveniente emplear
individuos prácticos que se hayan dedicado en California al cateo de las
minas de oro.
Para concluir, repetiré aquí el último acápite de mi memoria sobre
14
las minas de oro de Carabaya que dice así:
Yo no dudo un instante, que con la apertura de buenos caminos y un
estudio prolijo del territorio de las provincias de Sandia y Carabaya y
el empleo de máquinas, como las que se usan en California, Australia,
etc., aquella apartada región volverá a dar, y por muchas generaciones,
grandes cantidades de oro, como las que han hecho tan célebre el nom-
bre de Carabaya.

14
Anales de Construcciones Civiles y de Minas del Perú, tomo III .

159
Epistolario áureo1

Al Señor
Don Antonio Raimondi.

Sociedad Real de Geografía


15 Whitehall Place
Londres
15 de diciembre de 1863

Muy estimado Señor:

Tengo el gusto de anunciar a VM su elección como Miembro Honorario


y Corresponsal de la Sociedad Real de Geografía de Londres. Entre de
2
dos o tres correos su Diploma será mandado a Lima.
El Consejo de la Sociedad tiene la esperanza que VM será un corres-
pondiente de la Sociedad, y que VM enviará sus memorias sobre la geo-
grafía a la Sociedad, de tiempo en tiempo. Especialmente el Consejo agra-
decerá recibir memorias sobre la laguna de Titicaca, y la poca conocida
laguna al Norte, sobre las montañas de Carabaya, y generalmente sobre
todas las montañas, donde corren los confluentes del río A mazonas:
Estoy, Señor, siempre su humilde servidor.

O.S.M.B

3
[Firma de Clemente R. Markham]
Secretario a la Sociedad
Real de Geografía de Londres.

1
En la transcripción se ha modernizado la acentuación y en algunos casos la puntuación
para una lectura más dinámica. Este trabajo fue realizado gracias a la colaboración de la
historiadora Deborah Ubillús y revisado por el autor de la compilación.
2
El Museo Raimondi guarda el título original de la Real Sociedad Geográfica de Londres
que nombra a Antonio Raimondi socio honorario y corresponsal de la misma. [N. del
Comp.]
3
Prestigioso naturalista, viajero e historiador inglés del siglo XIX. Nacido en 1838, realizó
importantes recorridos por distintas partes del mundo. Estuvo en el Perú en dos oportunida-
des entre 1852-1854, así como entre 1860-1861. Fue el responsable de introducir y
aclimatar en la India y Ceilán (actual República de Sri Lanka) el cultivo de la cascarilla o

[161] 161
4
ANDRÉS A. CÁCERES
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE LA REPÚBLICA

Por Cuanto el Congreso ha dado la ley siguiente:

EL CONGRESO DE LA REPÚBLICA PERUANA

Ha dado la ley siguiente:

Art. 1. Señálase la renta de cuatro mil soles anuales, al naturalista D.


Antonio Raimondi, para que se dedique exclusivamente a terminar la
publicación de su obra El Perú.
Art. 2. Señálase así mismo, la cantidad de ocho mil soles anuales,
que se pondrán a disposicion del expresado señor Raimondi, para aten-
der a los gastos que demande dicha publicación.
Art. 3. Las cantidades a que se refieren los artículos anteriores, se
abonarán de preferencia a todo otro gasto, por la Escuela de Minas, de
los fondos especiales que le están asignados.
Comuníquese al Poder Ejecutivo para que disponga lo necesario a
su cumplimiento.
Dada en la Sala de Sesiones del Congreso en Lima, a 12 de octubre
de 1886.
F. García Calderón. Presidente del Senado - Alejandro Arenas, Pre-
sidente de la Cámara de Diputados - Cesáreo Chacaltana, Secretario del
Senado - Daniel de los Heros, Secretario de la Cámara de Diputados.

Por tanto: mando se imprima, publique y circule, y se le dé el debido


cumplimiento.

Dado en la Casa de Gobierno en Lima, a los catorce días del mes de


octubre de 1886.

ANDRÉS A. CÁCERES

J. Araníbar

árbol de la quina, semillas que extrajo de su viaje a la provincia de Carabaya. En su país se


desempeñó como secretario de la Real Sociedad Geográfica de Londres entre 1863 y
1888. Asimismo fue Presidente de esta misma institución por doce años (de 1893 a
1905), período no igualado hasta la fecha. Murió en 1916. [N. del Comp.]
4
A pesar de que este documento no corresponde a una carta in strictu sensu, se ha juzgado
oportuno reproducir la misma en esta sección por el valor histórico que tiene como la
resolución que amparó la continuidad de los trabajos de Antonio Raimondi por cuenta del
Estado peruano luego de la guerra del Pacífico. [N. del Comp.]

162
5
Lima, 3 enero de 1888

Señor Ministro de Estado


en el despacho de Hacienda y Comercio

Sr. M.

El Soberano Congreso de 1886, en su sesión del 14 de octubre, se dignó


en dar una ley en mi favor señalando la cantidad de 4 000 soles anuales
para mi sueldo y otra cantidad de 8 000 soles anuales para atender a los
gastos que demanda la publicación de la obra El Perú.
La ilimitada confianza depositada en mí, que se deduce en los térmi-
nos en que se halla concebido dicha ley, me impone el sagrado deber, al
principiar el nuevo año, de informar a Ud. de lo que se ha hecho y la
inversión que se dio a una parte de la suma señalada para la publicación
de la obra más arriba citada.
Publicado el 3º tomo, y con él terminada la parte histórica de la
Geografía del Perú, había pensado continuar con la Geografía física;
pero reflexionando que es de mayor interés general el Mapa de la Repú-
blica; pudiéndose considerar éste como la base de todos los estudios
sobre el país y sin el cual no podría tratar algunas cuestiones de geogra-
fía física, he creído conveniente dedicarme exclusivamente al trazo de
dicho mapa; cuyo trabajo, por su extensión y minuciosidad, demanda
mucho tiempo.
Para empezar, luego del trabajo nombré con fecha 1 de noviembre de
1886 a dos de mis antiguos empleados, los Sres. D. Manuel Charon y D.
Juan Gastelú; el primero para ayudarme en el trazo del mapa y el último
para trabajos secundarios.
Organizada la oficina de dibujo me dediqué inmediatamente a con-
tinuar un mapa parcial que comprende las auríferas provincias de Sandia
y Carabaya que tenía bastante adelantado.
Este mapa tiene, hoy, doble interés; el de dar a conocer geográ-
ficamente la más apartada región del Perú y el de servir de guía a los
buscadores de oro, para cuya explotación se están organizando actual-
mente algunas compañías, tanto en el Perú como en Europa.
Por lo que toca al grabado, habiendo fallecido el habilísimo graba-
dor Víctor Ravillón, que se hizo venir de Europa en la época del gobierno

5
Carta que forma parte del informe (expediente) presentado por Raimondi al Ministerio
de Hacienda y Comercio al inicio del año 1888 (Archivo del Museo Raimondi). Existe
otra versión en borrador de esta carta que fue publicada en el epistolario de Raimondi
editado el año de la conmemoración del centenario del fallecimiento del sabio italiano
(Asociación Educacional Antonio Raimondi, 1990: pp. 57-58; Cod. E-034).

163
del señor Pardo, era preciso buscar otro que lo reemplazase. Hice algu-
nas diligencias en este sentido, pero infructuosas; pues aunque se en-
cuentran en Lima muy hábiles grabadores, no hay quien se dedique de
un modo especial al trabajo de mapas. Era pues necesario dirigirme a
algunas de las principales casa editoras de Estados Unidos o de Europa.
El Sr. D. Julio Perret, establecido en París, se ofreció ser mi represen-
tante en todo lo que concierne al grabado e impresión de los mapas; y
siendo para mí muy favorable tener una persona que se entienda directa-
mente con la casa editora, que vigile la ejecución del grabado y que pue-
da resolver algunas consultas, evitando la pérdida de tres meses en ida
y vuelta de Europa, acepté con placer el ofrecimiento.
El Sr. Perret se dirigió luego a las casas editoras de Hachette y de
Erhard; pero entre ellas, prefirió la última, por ser la que más se dedica a
trabajos de esta naturaleza; grabándose ahora mismo en su estableci-
miento, los mapas para el Ministerio de Guerra de Francia; de los cuales
me remitió unas muestras muy bien hechas.
Mas como, mandando a grabar los mapas en Europa, podría darse
la desgracia, sea por naufragio del vapor o desvío de la correspondencia,
de perderse algún original, lo que costaría muchísimo tiempo para reha-
cerlo, he creído necesario contratar al dibujante Sr. D. Rafael Baluarte
para que vaya haciendo, con mucho cuidado, una copia de todos.
Pasando ahora al estado en que se encuentra el trabajo de los mapas,
puedo decir que a pesar de hallarme continuamente enfermiso, se ha ade-
lantado bastante; pues además de haberse concluido el mapa de las pro-
vincias de Sandia y Carabaya, el que se está actualmente grabando en
París, se han terminado las 10 primeras fojas del mapa general de la Repú-
blica, hallándose todas las demás fojas más o menos adelantadas.
Por lo que se refiere a los gastos, diré que hasta ahora, en los 14
meses, transcurridos desde el 1 de noviembre de 1886, hasta el 31 de
diciembre de 1887, he pedido a la Escuela de Minas, a cuenta de la can-
tidad votada por el Congreso para la publicación de la obra El Peru, 200
soles mensuales, por el sueldo de mis empleados y gastos para la oficina
de dibujo, escritorio, etc.; y 2 000 soles, parte de los cuales para remitir al
señor Perret a fin de que pueda cubrir los gastos de grabado, papel e
impresión del mapa de las provincias de Carabaya y Sandia y retener la
otra como fondo de reserva para los gastos imprevistos; lo que se halla
especificado en la cuenta documentada que acompaño.

[S/ F]

Antonio Raimondi

164
6
Lima, 7 de enero de 1888

Informe de la Escuela de Minas

[Firma de funcionario]

R/ N.° 1
7
Enero 7/88: recibe el 18 en la tarde
Señor Director General

N.° 5 En los límites de la Obligación impues-


ta a la Escuela por la ley de 14 de octubre de 1886, tengo la honra de
informar, conforme a los documentos existentes en la tesorería, que el Sr.
D. A ntonio Raimondi ha recibido de la dicha tesorería las siguientes
cantidades:

En 1886 por su sueldo al respecto de S/ . 4 000 anuales

En el mes de octubre del 14 al 31 S/ . 193,35


En noviembre y diciembre S/ . 666,66 S/ . 859,91
Por cuenta de la publicación de su obra S/ . 400,00
Total en 1886 S/ .1 259,91
En 1887.- Por sueldo todo el año S/ .4 000,00
Por cuenta de sus publicaciones S/ .4 400,00
Total en 1887 S/ .8 400,00

Cantidades que son conformes con las indicadas por el Sr. Raimondi
en su nota y piezas necesarias accesorias que corren en este expediente.

La que me es grato informar a Uds. en cumplimiento de la orden que


antecede.

Lima, 1 de febrero de 1888

[Firmado Eduardo de Habich]

6
Sigue expediente.
7
Sigue expediente. Escrito sobre sello de la Secretaría de la Escuela de Ingenieros.

165
8
Lima, 9 de febrero 1888
Infme. la Sección 2.ª
[Firma de funcionario]

Señor Director General


El naturalista D. A ntonio Raimondi, autor y encargado de publicar la
obra El Perú, expone: que habiendo concluido el tomo 3º de la referida
obra, con que terminaba la parte histórica de la Geografía del Perú,
había juzgado de mayor interés que continuar con la Geografía física,
publicar el mapa de la República, como base para todos los estudios
sobre el país, y sin el que no podría tratar algunas cuestiones de Geo-
grafía física: que la extensión y detalles del mencionado mapa, deman-
dando mucho tiempo , empleó desde noviembre de 1886 a dos indivi-
duos, uno para ayudarlo y otro para los trabajos del mapa, y otro para
los trabajos secundarios: que organizada con ese personal la oficina de
dibujo, había principiado un mapa parcial de las provincias auríferas
de Sandia y Carabaya, a fin de que sirvan de guía a los buscadores de
oro, para cuya explotación se organizan Compañías en el Perú y el
Extranjero: que por el fallecimiento del grabador D. Víctor Ravillón que
no era posible reemplazarlo con artistas del país, le había sido necesa-
rio dirigirse a Casas editoras de Europa y Estados Unidos: que siendo
su representante en París D. Julio Perret para el grabado e impresión de
los mapas, y habiendo preferido la Casa Erhard, que es la que graba los
mapas para el Ministerio de la Guerra de Francia, y temeroso de la
pérdida o desvío de los dibujos originales, había creído prudente sacar
copias exactas de ellas, contratando con tal objeto, al dibujante D. Ra-
fael Baluarte: que hallándose grabado ya en París los mapas de Sandia
y Carabaya, tiene unas diez hojas terminadas del mapa general de la
República, hallándose las restantes, más o menos abanzadas: que por
lo que respecta a gastos en los catorce meses transcurridos del 1º de
noviembre de 1886 hasta el 31 de diciembre de 1887, había pedido a la
Escuela de Minas, a cuenta de la cantidad votada por el Congreso para
la publicación de la obra El Perú doscientos soles mensuales para el
sueldo de sus empleados y gastos de oficina, de dibujo, escritorio, etc.,
y dos mil soles para remitir parte al Sr. Perret para cubrir los gastos del
grabado que se hace, el papel e impresión del mapa de Sandia y Cara-
baya, reteniendo la otra como fondo de reserva, para los imprevistos,
todo lo que comprueba con la cuenta documentada que acompaña.
Pedido por Uds. que informe la Escuela de Minas en el referido
oficio, le expido ésta afirmando: que las cantidades entregadas al Dr.
Raimondi, en cumplimiento de la ley del 14 de octubre del 86, que dispuso
8
Último legajo transcrito de este expediente.

166
que de los fondos del establecimiento se abonase como sueldo al Sr.
Raimondi cuatro mil soles anuales y ocho mil para la publicación de la
obra El Perú, fueron, como sueldo de octubre a diciembre de dicho año
ochocientos cincuenta nuevos soles y noventa y un centavos, y cuatro-
cientos para la publicacion de la obra, cerrando en consecuencia ese año
con S/ . 1 259, 91; que en el año completo de 1887, se le habían entre-
gado los cuatro mil soles de su sueldo, y cuatro mil cuatrocientos para
los gastos de su obra, o sea ocho mil cuatrocientos en todo; siendo dichas
sumas conformes con la cuenta y documentación presentada por el
Sr. Raimondi
Aun que este Señor no expresa el objeto con que presenta esta cuenta
documentada, se colige que no puede ser otro que el de su aprobación;
dando razón a la vez de los progresos que se hacen en la obra que escribe
y publica, y medios de que se vale para darle cima.
Bajo el indicado supuesto, la Sección es de parecer: que se aprueben
las cuentas y procedimientos empleados por D. Antonio Raimondi en la
realización de la monumental obra de que es autor, y de la que la Nación
expresa los más propicios resultados.

Lima, 2 de marzo de 1888


S.D.G.

[Firma de Narciso Alayza]

* * *

9
Redacción de la obra “ El Perú”

Cuenta documentada de los ingresos y egresos


desde el 1º de noviembre de 1886 hasta el 31 de diciembre de 1887

Ingresos

Recibido de la Escuela de Minas 200 soles mensuales


desde el 1º de noviembre de 1886 hasta el 31 de diciembre
de 1887; que son 14 meses S/ . 2 800
Día 14 de septiembre de 1887 recibido de la Escuela de
Minas S/ . 2 000
Total: S/ . 4 800
9
Anexo económico al expediente del informe presentado por Raimondi el 3 de enero de
1888.

167
Egresos
N.° 1 Sueldo del S. Charon desde el 1º de noviembre
de 1886 hasta el 31 de diciembre de 1887: son 14 meses
a S/ . 106,66 ctv. S/ . 1 493,24
N.° 2 Sueldo del Sr. Gastelú 14 meses a S/ . 53,33 ctv. S/ . 746,62
N.° 3 Sueldo del Sr. Baluarte desde el 1 de agosto de
1887 hasta el 31 de diciembre del mismo año; son 5
meses a S/ . 50 S/ . 250,00
N.° 4 Gastos para la oficina de dibujo y de escritorio S/ . 131,50
N.° 5 Alquiler del local por 14 meses a 12 soles S/ . 168,00
N.° 6 Letra de 160 libras esterlinas contra la casa
Murieta y Cia, remitida al Sr. D. Julio Perret para
cubrir los gastos de grabado e impresión del mapa
de las provincias de Carabaya y Sandia.
Esta letra me fue proporcionada por los SS. Courret hs.
por la suma de S/ . 1 097,15
S/ . 3 886,49
Ingresos S/ . 4 800,00
Egresos S/ . 3 886,49
Saldo S/ . 913,51

Lima, 3 de enero de 1888

[Firmado Antonio Raimondi]

* * *

10
Lima, 11 de diciembre de 1888

Señor Director General del


Ministerio de Gobierno
Sección de Obras Públicas

Sr. Dr. G.
Tengo el honor de participar a Ud. que han llegado de Europa 950 ejem-
plares del Mapa de las Provincias de Sandia y Carabaya, que hace parte
de la obra El Perú que se publica a gastos del gobierno con la cantidad
11
señalada por la ley del Congreso (del) 14 de octubre de 1886.

10
Borrador original de puño y letra de Raimondi; el documento no aparece firmado (Archivo
del Museo Raimondi).
11
En la carta original, esta palabra aparece tachada, sin embargo se la transcribe entre
paréntesis a fin de favorecer la construcción gramatical y lectura correcta de esta oración.

168
Desde la publicación del primer volumen de dicha obra se ha conve-
nido dividir toda la edición en tres partes, de las que una sería para el
Ministerio, otra para conservar en el depósito de la Biblioteca Nacional
y la última tercera parte para el autor.
Habiendo adoptado, salvo mejor disposición de Uds., este modo de
repartición, he separado 316 ejemplares del dicho mapa que son los que
me corresponden.
En cuanto a los demás quedan a la orden de Uds. para ser entrega-
dos a quien corresponden.

[Sin firma]

* * *

Lima, 22 de diciembre de 1888


Sr. D. Antonio Raimondi
Pte.

Muy respetado señor:

En oficio de esta fecha me es satisfactorio transcribir a U, la resolución


expedida por el Sr. Ministro, en su asunto relativo al mapa de Sandia y
Carabaya, y esta particular que me permito dirigirle, tiene por objeto
rogarle que, en parte de los 316 ejemplares que debe remitir a esta Direc-
ción, se digne enviarme dos con el portador, pues S Sª me ha manisfestado
el deseo de tenerlos cuanto antes a la vista para completar ciertos traba-
jos que está preparando.
La bondad de U. disculpará la molestia que le ocasiona el que se
honra, suscribiéndose de U. como muy leal amigo y respetuoso servidor.

12
[Firmado M. Amat y León]

* * *

V arsovia, 20 de junio de 1889


Muy estimado Señor y Amigo.
13
El portador de ésta, Sr. Don Juan Kalinowski, es un viajero distinguido,
quien por espacio de diez años exploraba la parte oriental del A sia,

12
Funcionario del Ministerio de Gobierno.
13
Juan Kalinowski fue uno de los científicos de origen polaco más importantes afincado en
nuestro medio. Fue el continuador en el siglo XX de los trabajos iniciados por Jelski y

169
principalmente la Kamtschaska y la península de Corea. Regresó hace
un año a Polonia, donde el joven conde Branicki, hijo del finado conde
Constantino, lo encontró para algunos años encargándole la explora-
ción de la parte sur del Perú y enseguida la de Bolivia. Ya U. debe saber
por mis cartas que el joven conde Javier Br., siguiendo dignas huellas de
su padre, sacrificó una parte de su fortuna a las exploraciones científicas
y estableció en Varsovia un Museo Zoológico particular, entregándome
a mí la dirección de éste. El nucleo del nuevo Museo formaron varias
colecciones, en primer lugar la mía de mi último viaje al Ecuador y ense-
guida varias colecciones, enviadas por Kalinow ski, Jankow ski, Barcy y
otros de varias partes del Asia. Sabiendo bien que la República del Perú
presenta todavía un vasto campo para las exploraciones zoológicas, he-
mos decidido con el Dr. Taczanow ski enviar al Sr. Kalinow ski para el
Perú, encargándole la exploración de la parte sur de la República duran-
te unos dos años, para que enseguida pasase a la República de Bolivia,
hasta ahora la menos conocida de toda la A mérica del Sur.
No dudo, que U. apoyará a nuestro viajero con su consejo. Kalinowski
desgraciadamente no conoce las lenguas extranjeras, excepto un poco de
inglés; por lo tanto, encontrará al principio muchas dificultades. En com-
pesación tiene mucha energía y una grande facilidad en aprender los
idiomas extranjeros, en que dio pruebas aprendiendo en poco tiempo el
idioma de Corea, el japonés y el inglés.
Nuestra idea de exploración es, diga el mismo paralelo principiando
desde el mar la dirección al Este, de manera que haya las siguientes esta-
ciones: 1º La Costa, escogiendo un valle el más rico en producciones ani-
males. 2º Una altura de 6 000 pies sobre el nivel del mar. 3º Una altura de
9 000 pies. 4º La puna y la exploración del lago Titicaca. Sigue la explora-
ción de la pendiente oriental. Para esto sería tal vez lo mejor de escoger la
provincia de Carabaya, donde ningún viajero ha permanecido por más
tiempo. Allí debería hacer también unas tres estaciones, a saber: 1º La Ceja
de la Montaña. 2º Una altura de 6 000 pies, y 3º La altura, la más baja (unas
2 000), en el caso si en la provincia de Carabaya encontrara habitaciones
en este clima. Le ruego pues a U., se tome el cargo de indicarle los lugares
donde podría permanecer tranquilamente siguiendo su tarea.
El Dr. Taczanowski me habló de que no tenía nuevas de U. y no sabe
si las colecciones han llegado bien a Lima. Dígnese U. de escribirme

Stolzmann. Se estableció en la región de la Convención y Quillabamba en la selva de


Cuzco, para luego asentarse en Quincemil. Al igual que sus predecesores, su trabajo fue
financiado en un inicio gracias a la vocación filantrópica del conde Branicki de Polonia.
Desde el Perú enviaba aquellos ejemplares que recolectaba en la espesura de la selva al
Gabinete Zoológico de Varsovia. Llegó a ser corresponsal de los principales museos de
Europa y América, por lo que no es exagerado decir que su fama llegó a ser mundial.
Murió en el Perú en 1941 (KOCHANEK 1979: 116-118). [N. del Comp.]

170
respecto a este asunto, como tambien dándome nuevas de su persona y
las de su digna familia.
Kalinowski no sabe dónde vive el Sr. Wakulski; pudiera ser le indi-
cara U., como también dónde podría establecerse en Lima para un par de
semanas. Yo le aconsejaba de tomar un cuarto en la casa de Morel, pero
no sé si tal casa existe todavía,
Sin más por ahora, quedo de U. su affmo servidor y seguro amigo

14
Juan Stolzmann

V arsovia (Rusia) Calle W iejska N.° 10


al Sr. Dr. Don Antonio Raimondi. Lima. Calle de Junín N.° 333

* * *

15
Lima, 20 de enero de 1890

Señor Director del Ministerio de Instrucción


S. D.

He tenido el honor de recibir la apreciada carta de Ud. en la que me


comunica que el Señor vuestro desea saber el estado en que se halla la
publicación de mi obra El Perú en la que dice se han invertido por cuenta
del fisco más de doce mil soles.
Cumpliendo con la orden del señor Ministro tengo la honra de par-
ticipar a Ud. lo siguiente:
Mi obra El Perú empezó el año 1874, publicándose el primer tomo o
“ Parte preliminar” el dicho año.
En 1876 vio la luz el 2° tomo en el que se trata la historia de la
geografía del Perú, desde el descubrimiento hasta el año 1800.
En 1878 publiqué el catálogo de los minerales del (Perú) en el que
están descritos muchos minerales nuevos hasta aquella fecha. Ese libro
aunque no hace parte de la obra El Perú, puede incluirse en ella.
En 1880 salió el tercer tomo de El Perú que comprende la Historia de
la Geografía del Perú desde el año 1880 hasta el año 1878.

14
Naturalista de origen polaco que trabajó en el Perú entre 1875 y 1881, continuando con
la labor iniciada por Constantino Jelski. Destaca su particular interés en la ornitología,
ya que en su país colaboró estrechamente con W. Taczanowski, especialista de fama
mundial en esta rama de la ciencia. Sus expediciones en nuestro país fueron subvencionadas
gracias al aporte del conde Branicki, reconocido benefactor de las Ciencias Naturales en
Polonia (KOCHANEK 1979: 111-116). [N. del Comp.]
15
Manuscrito en borrador de puño y letra de Raimondi (Archivo del Museo Raimondi;
publicado también en VILLACORTA, 2003).

171
Vino la guerra con Chile y con ella suspendo casi todos los trabajos
científicos. Sin embargo, no perdí tiempo porque durante la ocupación
extranjera hice una multitud de análisis de aguas minerales y publiqué
en los Anales de minas varios folletos a […] minerales del Perú, Las Minas
de Oro de (Carabaya,) las aguas potables del Perú, etc.
Por fin vino el año de 1886 en cuyo mes de octubre el Soberano
Congreso dio una ley en mi favor señalándome el sueldo de 4 000 soles
anuales y además que se me entregase una suma de 8 000 soles anuales
para continuar la publicación de mi obra.
Concluida la Historia de la Geografía del Perú había pensado publicar
la Geografía física, pero reflexionando 1° que el mapa constituye la base de
todos los trabajos, 2° que el mapa es de interés más general que cualquiera
otra parte y, por último, que hallándome en un estado de profunda anemia
que no me permite ocuparme largo tiempo de trabajos intelectuales, creí
conveniente dedicarme exclusivamente al trazo del mapa general de la Re-
pública para lo cual tengo reunido mucho material enteramente nuevo, el
que ha sido recogido en mis viajes en toda la región de la Montaña.
Este mapa se compone de 33 grandes fojas grabadas sobre piedra e
impreso con distintos colores.
Empecé con las provincias de Sandia y Carabaya, siendo de actuali-
dad la formación de compañías para explotar los valiosos depósitos de
oro de aquella rica región del Perú.
Luego principié el grabado de las primeras 5 fojas del mapa general
de la República que comprenden una gran parte de la regiones amazóni-
cas. Estas fojas terminadas de grabar, corregidas e impresas acaban de
llegar al Callao en 7 cajones.
A ctualmente se ha acabado de grabar en París las fojas 6 y 7 de las
que tengo en mis manos las pruebas para hacer las correcciones. Por últi-
mo, está para terminarse el grabado de las fojas 8 y 9 y remito a París las
fojas originales 10 y 11.
En fin, respecto a lo que se dice que se han invertido ya por cuenta
del Fisco más de doce mil soles, tengo la honra y el placer de participar a
Ud. que la suma gastada hasta ahora es muy inferior a la votada por el
Soberano Congreso para publicar la obra El Perú.
Este es el estado actual en que se halla la publicación del mapa gene-
ral que hace parte de mi obra El Perú.
Por lo que toca al tiempo que considero necesario para dejar termi-
nada mi obra, diré que no me es posible calcularlo, ni por aproximación,
pues mil causas pueden intervenir a hacerlo cambiar enteramente.

[Sin firma]
Antonio Raimondi

172
Glosario geológico y minero1

Adarmes: Peso que tiene 3 tomines y equivale a 1,79 g aproximadamente .


A malgama: Aleación de mercurio con otro metal.
A monitas: Cefalópodos marinos fósiles.
Anfibol: Silicato de calcio, sodio, potasio, hierro, magnesio y otros meta-
les; generalmente de color verde o negro y brillo nacarado.
A ntimonita: Sulfuro de antimonio; es la mena más importante del
antimonio.
A renisca: Roca sedimentaria formada por arena de cuarzo cuyos granos
están unidos por un cemento silíceo, arcilloso, calizo o ferruginoso que
le comunica mayor o menor dureza.
A rgentífera: Que contiene plata.
A rroba: Peso equivalente a 11 kilos y 502 gramos, o 25 libras.
Aurífero: Que lleva o contiene oro.
A zogue: Mercurio. Metal líquido blanco y brillante, más pesado que el
plomo.
A zurita: Carbonato de cobre. Mineral duro de color azul, de textura cris-
talina o fibrosa.
Batán: Máquina de mano para moler, golpear, etc. Usada para la molien-
da de minerales.
Bayeta: Tela de lana, floja y poco tupida.
Blenda: Sulfuro de zinc que se encuentra en la naturaleza en forma de
cristales muy brillantes, del cual se extrae el zinc.
Brizna: Porción insignificante de algo.
Brocear: De broza. Dicho de una mina que hace referencia su agotamien-
to o empobrecimiento mineral.

1
Agradecemos especialmente al Ing. Luis Guillermo Morales del departamento de Geología
del Museo de Historia Natural Javier Prado de la UNMSM por la asesoría y revisión de los
términos geológicos y mineros considerados en este glosario. [N. del Comp.]

[173] 173
2
Bornita: Sulfuro de cobre y fierro.
Cachí: Sal (cloruro de sodio).
Cajón: medida utilizada en minería equivalente a 60 quintales.
Calcita: Carbonato cálcico. Blanda, exfoliable y de colores variados. Muy
abundante en la naturaleza. Es la materia prima del cemento y de la cal,
y se usa también en metalurgia y como fertilizante.
Callapo: En las minas, madero que sirve para apuntalar.
Capacho: Especie de cesto de material flexible, casi siempre de fibra ve-
getal, que tiene diversos usos.
Carbonato: Sal resultante de la combinación del ácido carbónico con un
radical.
Cata: Búsqueda de minerales con cateador, pala, pico, punta, combo y
barreno. El término se usa también para la pequeña labor minera reali-
zada con anterioridad a la industrialización de esta actividad.
Cianosa: Cianita o Distena.
Clorita: Nombre común que reciben los minerales formados por silicatos
hidratados de aluminio, hierro y magnesio.
Conglomerado: Masa formada por fragmentos redondeados de diversas
rocas o sustancias minerales unidos por un cemento calcáreo, silicio o
arcilloso.
Covellina: Sulfuro cúprico (también conocido como Covelita).
Cretáceo: Período superior de la era mesozoica.
Cuarzo: Mineral muy duro, de brillo vítreo, formado por la sílice. Clase
romboédrica.
Chalkopirita: Pirita de cobre.
Champa: Terrón de tierra con pasto duro.
Detritus: De detrito. Resultado de la descomposición de una masa roco-
sa sólida en partículas.
Diorita: Roca magmática plutónica, compuesta fundamentalmente por
plagioclasas (andesina y oligoclasa). Cuando el cuarzo es muy abun-
dante recibe el nombre de diorita o tonalita cuarcífera. Tiene una estruc-
tura parecida a la del granito, aunque suele ser más oscura. Se utiliza
como piedra ornamental y en la construcción.
Estibina: A ntimonita.
Feldespato: Grupo de minerales en cuya composición entran silicatos
de aluminio y otros metales.
Ferruginoso: Que está compuesto de hierro o lo contiene.
Fierro: Hierro.
Filón: Masa metalífera o pétrea que rellena una antigua quiebra de las
rocas de un terreno.
Galena: Mineral compuesto de azufre y plomo, de color gris y lustre intenso.
2
Raimondi lo escribe como Buornita.

174
G anga: Materia inútil que acompaña a los minerales; v. g. separar la
ganga de la mena del hierro.
Gneis: Roca de la misma composición que el granito, pero de origen
metamórfico.
Granito: Roca cristalina formada de cuarzo, feldespato y mica.
G ranza: Carbón mineral cuyos trozos tienen un tamaño comprendido
entre 15 y 25 mm.
Guijarro: Pequeño canto rodado.
Hornblenda: Mineral pesado, de buena exfoliación, que se encuentra en
las rocas ígneas metamórficas.
Ichu: Planta gramínea que crece en la puna de los A ndes.
Lava: Materia derretida o en fusión que sale de un volcán al tiempo de la
erupción.
Ley: Cantidad de metal contenida en una mena.
Limonita: Mineral blando y opaco, de color amarillo, que se usa como
pigmento y del que se extrae el hierro, por estar constituido por hidróxi-
do de este metal.
Lumbrera: Tragaluz.
M ena: Mineral metalífero de valor económico recuperable, tal como se
extrae y antes de beneficiarlo.
M etamórfico: (adj.) Se dice de los minerales y rocas que han sufrido
metamorfismo. Geol. Los minerales metamórficos pueden estar asocia-
dos con rocas ígneas, con rocas sedimentarias o ser metamórficos pecu-
liares, es decir, formados exclusivamente por acciones tectono-termales
sobre rocas preexistentes. Entre los minerales típicos se encuentran los
del grupo de la andalucita, belimanita, los granates, la clorita, la serpen-
tina, el talco y el grafito. Las rocas metamórficas se llaman también
estratocristalinas porque suelen conservar la disposición estratigráfica
de la roca sedimentaria y sus componentes minerales suelen estar crista-
lizados. Las más comunes son los mármoles, las cuarcitas, las pizarras,
las micacitas, los esquistos y los gneis.
M ica: Grupo de minerales formados de láminas transparentes, elásticas
y que se separan con facilidad. Es un silicato múltiple.
M ispickel: Es un sulfato arsénico de hierro.
Oligisto: Óxido de hierro, metal éste del que es una de las principales
menas. Es un mineral de color gris negruzco o rojizo opaco, de forma
granulada, muy duro y pesado, que cristaliza en el sistema trigonal.
También se denomina hematites.
O nza: Medida de peso que consta de 16 adarmes y equivale a 28,7 g.
Óxido: Combinación de un metal o un metaloide con oxígeno.
Paco: Mineral de plata con ganga ferruginosa de típico color rojizo. Voz
que viene del quechua puca que significa rojo.

175
Panabas: A ntigua denominación de la tetrahedrita.
Panizo: Porción arcillosa de las vetas minerales.
Pella: Masa que se une y aprieta, regularmente en forma redonda. Masa
de los metales fundidos o sin labrar.
Pirita: Mineral color bronce o dorado; es un sulfuro de hierro.
Pizarra: Roca de color negro azulado y grano muy fino; es de origen
metamórfico.
Pongo: De la voz quechua Puncu. Significa portada, ingreso o acceso.
Pórfido: Roca eruptiva, compacta y dura, formada por una pasta vítrea
oscura y granulada en la que se incrustan grandes cristales de feldespato,
cuarzo y otros minerales.
Quijo: Cuarzo en los filones que sirve regularmente de matriz al mineral
de oro o plata.
Quilate: Cada una de las veinticuatro partes en peso de oro puro que
contiene cualquier aleación de este metal.
Q uimbalete: Como un batán pero accionado por los pies, mediante el
balanceo del peso del cuerpo.
Quintal: Unidad de peso castellana equivalente a 46 kg o 100 libras. Un
quintal métrico equivale a un peso de cien kilogramos.
Romana: Instrumento que sirve para pesar, compuesto de una palanca
de brazos muy desiguales, con el fiel sobre el punto de apoyo. El cuerpo
que se ha de pesar se coloca en el extremo del brazo menor, y se equilibra
con un pilón o peso constante que se hace correr sobre el brazo mayor,
donde se halla trazada la escala de los pesos.
Sienita: Roca compuesta de feldespato, anfibol y cuarzo infrecuente; de
color generalmente rosado o rojo y que se descompone con más dificul-
tad que el granito.
Silicato: Grupo de minerales silicatados, componentes fundamentales
de la corteza terrestre, que entran a formar parte de la composición de
casi todas las rocas.
Sílice: Dióxido de silicio, compuesto químico formado por la combina-
ción de un átomo de silicio y dos de oxígeno.
Talco: Silicato de magnesio, lustroso, blando y suave. Primero en la esca-
la de dureza de Mohs.
Trapiche: Molino para pulverizar minerales.
Traquitas: Equivalente volcánico de las sienitas.
V ara: Medida de longitud equivalente a 835 mm y 9 décimas.
V eta: Vena, filón metálico.
Venero: Yacimiento de sustancias inorgánicas (minerales) útiles.
Yeso: Sulfato de calcio hidratado, compacto o terroso, generalmente blan-
co, que tiene la propiedad de endurecerse rápidamente cuando se amasa
con agua.

176
Índice de lugares y de algunos minerales

A Capana (hacienda) / 128


Alcumbrera (cerro aurífero) / 129, 177 Carabaya (minas de oro) 146, 147, 156, 159
A nanea / 147, 148, 149 Carachugo (minas de oro) / 102
Á ncash / 33, 107, 110, 111, 112, 158 Carhuayo (mina de oro) / 127, 128
A nccoccala / 157 Cayumba (minas de oro-vetas?) / 114
A ncón / 116 Ccapac-orcco (cerro aurífero) / 153,
A ntabamba / 136 154

A ntiuno / 157 Ccorimina (mina de oro) / 117

Aporoma (Asiento minero) / 150 Cerro de Pasco (mina de oro) / 20, 22,
23, 31, 115
Apurímac (Departamento) / 133, 134,
158 Cerro de S. Francisco (mina de oro) / 104

Arequipa (Departamento) / 137, 138, Cerro del Toro (mina de oro) / 103
158 Cinco Cruces (cerro mineral) / 119
Arequipa (minas de oro) / 144 Cocha-cocha (hacienda mineral) / 129
Asiento (lavadero de oro) / 157 Colladar (cerro aurífero) / 102
Asunción (minas de oro) / 101 Condesuyos (minas de oro) / 144
A uccampa (lavadero de oro) / 136 Coris (mina de oro) / 122
Aventadero (depósito aurífero) / 98, Coxchic (minas de oro) / 144
151
Cusipata (hacienda) / 129
A yacucho (Departamento) / 122, 133
Cuzco (Departamento) / 13, 38, 69, 71,
A yahuaya (lavadero de oro) / 133 126, 131, 133, 158
A zángaro (minas de oro) / 157 CH
B Challuma (quebrada aurífera) / 39, 44,
Bronce (mineral aurífero) / 99, 100, 104 45, 150, 151, 152, 153, 157

C Chaypi (minas de oro) / 122

Cachendo (quebrada) / 144 Chichina (hacienda) / 129

Cajamarca (Departamento) / 101 Chinchao (minas de oro) / 114

Cajas (lavadero de oro) / 105 Chinchil (cerro aurífero) / 104, 105

Cajatiri (lavadero) / 157 Chinchipe (arena aurífera) / 101

Camaná (minas de oro) / 145 Chirinpata (minas de oro) / 102

Camante (cerro aurífero) / 131, 132 Chiripuquio (minas de oro) / 129, 130

Capan (rama de oro?) / 101, 102 Chumbivilcas (minas de oro) / 133

[177] 177
Chuquia (minas de oro) / 110 Jembon (cerro aurífero) / 104
Chuquibamba (lavadero de oro) / 112, Jesús (tierra aurífera) / 113
113
Julcani (minas) 121, 122
Churo (lavadero de oro) / 131
L
F
Lahuisto (lavadero) / 129
Frías (mina de oro) / 101
Lima (minas de oro) / 116
G
Lircay (minas) / 122
Gigante (mina de oro) / 105
Loreto (Departamento) / 98
Guadalupito (hacienda) / 106
Luicho (minas de oro) / 124
H
Lurín (minas de oro) / 116
Hígado (mineral aurífero) / 99, 100
M
Hualcarumi (lavadero) / 100
Macate (minas de oro) / 110
Hualque (hacienda) / 129
Machaypata (quebrada aurífera) / 129
Huancavelica (Departamento) / 121
Macho-tacuma (rebosadero) / 157
Huancoy (minas) / 11
Maran (minas de oro y plata) / 125
Huánuco (Departamento) / 112, 115,
Marañón (arenas auríferas) / 100
158
Marcopata (trapiche) / 128
Huánuco (minas de oro) / 114
Mishito (cerro aurífero) / 104, 105
Huanzo (cerro aurífero) / 142
Montaña de Huanta (lavadero) / 126
Huarmey (minas de oro) / 111
Montaña de Paucartambo (lavadero) / 131
Huasamayo (minas de oro) / 145
Montebello (cerro aurífero) / 153
Huatocto (hacienda) / 129
Montesclaros (minas de oro) / 140
Huayllapana (minas de oro) / 144
Morococha (mina de oro) / 116
Huayllaripa (lavaderos de oro) / 133,
134, 135, 136, 137 Mosca (minas de oro) / 116
Huayllura (minas de oro) / 137 Mucumayo (lavadero) / 157
Huaynapata (hacienda) / 129 N
Huayo (minas de oro) / 118 Napo (lavaderos de oro) / 99
Huiscapata (minas de oro) / 127, 129 Nazca (minas de oro) / 119
Humapauciri (mina de oro) / 140 Ñ
I Ñusco (mineral aurífero) / 99, 100
Ica (Departamento) / 118, 119, 123 O
Ica (minas de oro) / 118 Ocoruro (minas) / 144
Incacancha (minas de oro) / 130 Oro (asociado con minerales de cobre) /
97
J
Oro (asociado con otros metales) / 98
Jaén (lavadero de oro) / 101
Oro (en la arena de los ríos) / 96
Janca (minas de oro) / 109
Otoca (minas de oro) / 123

178
P Q
Pachachaca (río aurífero) / 133, 137 Quillo (mina de oro) / 110
Palmadera (minas de oro) / 137, 139 Quishuarani (mina de oro) / 145
Pallacana (hacienda) / 129 R

Pallasca (lavaderos) / 107, 158 Rain (lavadero) / 113


Pampacocha (hacienda) / 129 Rebosadero (depósito aurífero) / 76,
151, 152
Pamplona (minas de oro) / 111
S
Panal de rosa (mineral aurífero) / 99, 100
San Francisco (cerro aurífero) / 104
Panao (minas de oro) / 114
San Juan del Oro (Asiento minero) / 150
Pantipata (aventaderos) / 128
San Matia (cerro) / 115
Pararapa (minas de oro) / 143
Sandia (minas de oro) / 146, 147, 150
Parcoy (minas de oro) / 104
Sanú (cerro aurífero) / 39, 117
Paruro (minas de oro) / 133
Sarumillo (cerro aurífero) / 104
Patahuachana (lavadero) / 100
T
Pataz (minas de oro) / 103
Tajo (mina de oro) / 105
Paucamarca (mina de oro) / 116
Toca (cerro aurífero) / 110
Paucartambo (otras minas) / 128
Tocota (mina) / 123
Picha (mina de oro) / 142
Trujillo (mina de oro) / 106
Pichiuca (hacienda) / 129
U
Piedras Gordas (presencia del oro) / 117
Uco (lavaderos de oro) / 108, 109
Piquitiri (lavadero de oro) / 157
Umana (hacienda) / 129
Piura (Departamento) 100, 101
Unión (provincia) / 137, 138, 142, 158
Playeros / 107
V
Posco (minas de oro) / 145
Virona (minas de oro) / 133
Poto (Asiento minero) / 147
Vitor (mina de oro) / 145
Potocche (cerro mineral) / 121
Y
Puno (Departamento) / 36, 57, 91, 146,
158 Yauli (oro en minerales de plata) / 116
Puyhuan Grande (cerro aurífero) / 105 Z
Puyhuancito (cerro aurífero) / 104 Z alpo (minas) / 106

179

También podría gustarte