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LIMA Y LA VISIÓN DE LOS VIAJEROS.


TESTIMONIOS LITERARIOS Y GRÁFICOS.
SIGLOS XVI AL XIX

Martha Barriga Tello


UNMSM( Lima, Perú)
México UNAM IIE 6 Nov

Este trabajo tiene como objetivo ofrecer las características de Lima, capital del
Virreinato del Perú, en dos momentos de su historia virreinal. La propuesta está
referida a que el aspecto de la ciudad y la actitud de sus habitantes tendrán una
significativa influencia en las expresiones artísticas que se desarrollaron, en y a
partir de, ella. Fue frecuente la presencia de visitantes durante el siglo XVIII y
primera mitad del XIX. Si bien para el viajero extranjero la ciudad estuvo
caracterizada por las actividades de las clases sociales más destacadas en el
contexto de la vida civil y religiosa, los otros grupos sociales compartieron de
algún modo la conducta y los gustos que se expresaban en lo oficial, por su
interacción en el dinamismo de la ciudad. Muchos de los viajeros acompañaron
los textos con estampas o pinturas que complementaron sus descripciones.

Los testimonios
Para un acercamiento a la imagen de Lima y sus habitantes en el siglo XVIII
limeño en modelo comparativo, expondremos el testimonio de un español que
vivió en la ciudad a fines del siglo XVI, intercalados con los de aquellos que la
visitaron, o vivieron en ella, en el siglo XVIII, dos momentos cruciales que se
contraponen. En el primero Lima se estaba estableciendo como sede hispana;
en el siglo XVIII, por el contrario, los cambios políticos y económicos la estaban
progresivamente distanciando de ese modelo a medida que fortalecía el propio,
lo que finalmente culminaría en la independencia en 1821.

La Discrición general del Reyno / del Pirú, em particular de Lima fue preparada
por Pedro León Portocarrero, un comerciante judío portugués que a fines del
siglo XVI casó con la nieta de un médico, ex Rector de la Universidad de San
2

Marcos, por la que adquirió casa conocida en Lima. León Portocarrero es un


hábil descriptor, de juicios precisos, que narra sus experiencias en el Perú,
particularmente de Lima, entre 1605 y 16151, precisamente el momento en el
que se consolidaba el régimen virreinal. Un viajero francés que la visitó en la
primera década del siglo XVIII Amadée F. Frézier (Saboya, Francia1682-1773),
en su Relación del viaje por el Mar del sur en las costas de Chile y Perú,
realizado entre los años 1712 y 1714 y publicado el París en 1716, ofrece aún la
visión de una ciudad disfrutando de prestigio y prosperidad. Años después, la
Descripción en diálogo de la ciudad de Lima entre un peruano práctico y un
bisoño chapetón. (Compendio histórico, geográfico, genealógico y político del
Reino del Perú. División por mayor de la América Meridional. Con sucinta
descripción de la ciudad de Lima y sus nacionales)2, pertenece al Coronel de
Milicias Gregorio de Cangas, un funcionario del gobierno del virrey Manuel de
Amat y Junyet, que transmite, cuando ya residía en Madrid, el espíritu y
costumbres de Lima y su gente. La obra completa fue encontrada inédita en
Sevilla a mediados del siglo XX y posteriormente, se halló una copia en el
Archivo Especial de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú,
que se publicó en 1997.

De 1776 es el Epítome cronológico o idea general del Perú (en que se hace
clara y sucinta descripción de este imperio, del origen de su monarquía, su
descubrimiento y conquista por los españoles y sus virreyes con los más
memorables sucesos acaecidos hasta el presente año de 1776,ilustrándose con
una breve exacta descripción de Lima y otras noticias curiosas del estado del
Reino), del mestizo peruano José Eusebio Llano Zapata (Lima 1721-Cádiz
1780), residente en España desde 17513 y considerado un destacado
representante de la ilustración criolla limeña. Entre otras de sus obras es
igualmente importante para este estudio su Carta o diario que escribe don José
Eusebio Llano y Zapata a su más venerado amigo y docto correspondiente el

1
León Portocarrero, 1958.
2
Cangas, 1997.
3
Llano Zapata, 2005, pp. 8 y 9.
3

doctor don Ignacio Quiroga y Daza, canónigo de la santa Iglesia de Quito, en


que con la mayor verdad y crítica más segura le da cuenta de todo lo acaecido
en esta capital del Perú desde el viernes 28 de octubre, cuando experimentó su
mayor ruina…(1748)4, a propósito del terremoto de 1746, que fue reimpresa el
mismo año en Madrid y que amplió en Observación diaria crítico-histórico-
metodológica (1748), entre otras publicaciones referidas a hechos históricos y
culturales de la época.

Otro testimonio es de Esteban de Terralla y Landa (¿?- Lima, 1792), un poeta


español con residencia previa en México que, bajo el seudónimo de Simón
Ayanque, escribió Lima por dentro y por fuera, inicialmente publicada en Madrid
en 1798, en el siglo XIX (1854) fue reeditada en París con dibujos del pintor
peruano Ignacio Merino (Terralla 1854). Su descripción de Lima está referida
constantemente a la Nueva España. Se caracteriza por estar formulada en verso
y por su estilo satírico. Es particularmente interesante porque revela la paridad
de problemas y soluciones que podían encontrarse en las dos sedes de corte
virreinal americana, aunque sus comentarios ofendieron enormemente a los
limeños. El historiador Alberto Tauro del Pino refiere que en la sesión de Cabildo
Metropolitano del 1 de enero de 1799 fue presentada una moción para requisar
los ejemplares que estaban circulando, e incluso que algunos fueron quemados
en “una especie de acto de fe durante una función de teatro”5, lo que no hizo
sino corroborar la percepción del autor sobre el espíritu limeño6.

El último texto es del botánico Hipólito Ruiz (Burgos 1754-Madrid 1816)


encargado de dirigir una expedición científica por encargo del gobierno español,
con la colaboración de José Pavón. El documento fue encontrado en los

4
Pérez- Mallaína, 2001, pp. 394-395.
5
Tauro del Pino, 1987.
6
Terralla también fue autor de: Lamento métrico general-Llanto funesto y gemido triste por la muerte de Carlos III
(1790); Alegría universal- Lima festiva y encomio poético, en loor del virrey Gil de Taboada y Lemus (1790); El sol en
el mediodía-Año feliz y júbilo particular en elogio de la coronación de Carlos IV (1790). Publicó Vida de muchos o Una
semana bien empleada por un currutaco de Lima (1791). Dejó inéditos: Juicio sin juicio que a muchos sacará de juicio
si acaso hubiere juicio hasta el día del juicio; Azote de mentecatos y bolonios; y Convocatoria métrico festiva para la
corrida de toros del 26 de enero de 1791.
4

archivos del Botanical Department British Museum of Natural History de Londres


y era el resultado del viaje al Perú entre 1777 y el 1 de abril de 17887.
Posteriormente, Ruiz escribió varios textos científicos con José Pavón
recogiendo las experiencias tomadas en la expedición. Todos ellos permitirán
apreciar la focalización del eventual testigo, así como recoger aspectos de la
Lima virreinal en gran parte tributarios de las hispanas pero, igualmente,
devenidas en singulares en las nuevas tierras

UNA ACTITUD Apariencia general de Lima y sus habitantes Siglo XVI, última
etapa y siglo XVIII: comparación

Los viajeros llegaban a Lima desde el puerto de El Callao, cuya rada era “sin
lugar a dudas, la más hermosa y la más segura de todo el Mar del Sur”8 y, la
pequeña y pobre ciudad, habitada principalmente por pescadores y trabajadores
vinculados a las tareas marítimas, un centro comercial muy activo. Desde allí el
ingreso a la ciudad se hacía por un camino “a través de una hermosa planicie”9,
“Una espléndida avenida de árboles” [sauces]10, en la que “El cielo despejado, el
delicioso perfume de los naranjos y la sombreada “alameda”, se unían
virtualmente para cautivar al extranjero tan pronto como se acercaba a la gran
ciudad……”11. Esta avenida estaba flanqueada por bancas para descanso de los
viajeros. La imagen armoniosa se quebraba, sin embargo,

“Esta perspectiva parece una realización de las magias más maravillosas.


La llegada por la alameda grande, o paseo de la puerta del Callao,
mantiene esta ilusión. Esta entrada majestuosa parece que debía
conducir a un nuevo Edén, pero una polvareda insoportable que apaga el
verdor de los árboles, atempera un poco esta súbita exaltación. Sin

7
Harth-Terré 1948
8
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 172
9
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982:180
10
Mathison, Gilbert, Esq. 1822: Viajeros, Núñez, Estuardo
11
Hiram Paulding, 1824. Viajeros, Núñez Estuardo
5

embargo durante todo el paseo, los jardines, los setos y el perfume de las
flores mantienen la imaginación en una esfera etérea…”12

Esta “esfera etérea” que menciona el viajero fue sensación recurrente en los
visitantes, incluso los más advertidos. Las fuentes informan que a inicios del
siglo XVII Lima se había configurado como una “gran ciudad”. Un puente sobre
el río Rímac distinguía la zona española del barrio llamado de San Lázaro; otra
zona, hacia el Este, era El Cercado, llamado así por estar separado por un muro
de adobe, con puertas que se cerraban cada noche. Allí las casas tenían huertas
y jardines y los jesuitas conducían un colegio para los indígenas. La zona central
de la ciudad era la plaza mayor, lugar de fiestas y celebraciones, tanto como
centro político y próspero lugar comercial. Según los testimonios, la capital
virreinal se mostraba dinámica, bien surtida de alimentos y mercaderías
provenientes de todo el mundo, en la que se celebraban opíparos y frecuentes
banquetes; cocheros negros adecuadamente vestidos conducían las ricas
carrozas jaladas por caballos y mulas, que recorrían el diseño ajedrezado de sus
bien delineadas calles; las edificaciones civiles eran agradables al exterior y bien
adornadas al interior, en competencia con los impresionantes edificios religiosos;
las servían multitud de sirvientes tan elegantes y engalanados como sus
patrones. Una ciudad cuyos habitantes, “la gente blanca”, los criollos, “Todos
son ricos y poderosos, todos gastan como príncipes…”13. Éstos fueron
calificados de hermosas y gallardas las mujeres; galanes y bizarros los hombres,
la mayoría, según León Portocarrero, pendiente de sus orígenes trasatlánticos y
preciándose de ficticia o escasamente atisbada aristocracia

“de que descienden de grande nobleza y que son hidalgos de solar


conocido. Es tanta su locura, que el que en España fue pobre oficial, en
pasando del polo ártico al antártico luego le crecen los pensamientos y le
parece que merece por su linaje juntarse con los mejores de la tierra. Y
por esta razón y locura que en sí conciben dan muchos en perdidos,
sin se querer sujetar al trabajo. Otros que les dice mejor la suerte
vienen a alcanzar casamientos con que se hacen ricos. Y en se

12
Lafond, Gabriel, 1822 Núñez, Estuardo. Viajeros
13
León Portocarrero, 1958, pp. 37.
6

viendo con bienes de fortuna le[s] crecen mayores pensamientos y


se toman títulos de caballero” (León Portocarrero 1958: 68).

En correspondencia al alto nivel que pretendían para sí, los ciudadanos eran
discretos, corteses, afables y bien criados; pero a la vez liberales, gastadores,
embusteros, “pobres soberbios” y jactanciosos. Esta imagen se mantuvo casi
inalterada durante el virreinato. Próxima a finalizar la administración española un
viajero francés afirmaba que “los habitantes son todos animados, sociables, y
corteses; cualidades que, unidas al buen gusto, parecen ser hereditarias de
todos los peruanos”14 y en ello no distinguía a ningún sector.

Entre mediados del siglo XVI y del siglo XVIII, Lima fue una ciudad en constante
auge. Signada por la apariencia, estuvo orientada por el afán consumista y
derrochador; en la que era indispensable destacarse del común, acumular
fortuna y aparentar prosperidad, sacrificando incluso el sustento diario. El
vestido y el adorno fueron prioritarios a cualquier consideración. Establecerse y
obtener un lugar relevante en el marco social, así como conseguir respeto y
poder, marcaron la actitud de quienes decidieron hacer de América su nuevo
hogar. Como León Portocarrero señaló, quienes se esforzaban lograban un
diverso destino: “Por esto se dice quien va al Perú de cien no vuelve uno”15 a
España, a pesar de tener caudales suficientes: “los señores de Lima gozan un
paraíso en este mundo”16, pues en la Península no hubieran podido reproducir el
tren de vida americano, sustentar la hidalguía, ni gozar de los múltiples
beneficios,

“por estas causas no quieren los hombres volver a España, quel volver
en habiendo dineros es cosa fácil. Siempre tienen en Lima muchas
fiestas, grandes procesiones con muchas danzas y (54) mucho
estruendo de instrumentos, y con tantas invenciones que (en)
España no hay ciudad donde hagan tantas cosas como en Lima, ni

14
Amasa Delano, A narrative of voyages ans travels in the Northern and Southern Hemispheres: comprising three
voyages round the World; together with a voyage of survey and discovery in the Pacific Ocean and Oriental Islands,
Boston, E.G. House, 1817: 35
15
León Portocarrero, 1958, pp. 54.
16
León Portocarrero, 1958, pp. 39.
7

donde cuelguen las calles con más riquezas; toros y cañas se


juegan todos los meses; comedias y músicas son ordinarias,
(durante la) entrada de bisorreyes se hunde la ciudad con fiestas y
todos se empeñan por echar entonces galas;(…) paseos de
caballeros y de mercaderes por las calles y al campo que todas las
tardes campean todos a caballo; salidas a holgar al campo y por
las huertas hay meriendas y banquetes…” 17.

Incluso no siendo prósperos, como era el caso de los vagabundos, mayores


posibilidades tenían de sobrevivir y, eventualmente, hacer fortuna en América. A
inicios del siglo XVII era posible identificar a algunos que evitaban trabajar, o que
nadie empleaba, por lo que se les encontraba vagando de un lugar a otro: León
Portocarrero les reprochaba: “siempre andan con la cabeza baja…con los naipes
en las manos…son grandísimos fulleros…Esta gente es mucha la que anda por
el Perú”18.

Todas las ventajas de una tierra pródiga, en la que el trabajo era responsabilidad
de los naturales y los esclavos, lleva a que a los españoles en América se los
tache de holgazanes y poco dispuestos a la acción. Frezier en 1713 opinó que
“la molicie y la haraganería están apegadas al país, quizás porque éste es
demasiado bueno”, al punto que hasta los europeos se “tornaban flojos en poco
19
tiempo” . No cambió la situación con el tiempo, pues los testigos en el siglo
XVIII censuraban su poca afición a la guerra y que el máximo ejercicio fuera los
alardes que gente bisoña realizaba en las calles y plaza mayor, que a lo mucho
sabía tirar de un arcabuz, única ocasión, según Terralla y Landa, para demostrar
algo de capacidad militar pero, sobre todo, para lucir una deslumbrante
vestimenta, tanto los ejecutantes como los espectadores. A los criollos, llamados
“de pan y miel” por su gusto por los dulces20, los califica de menos porque la
única opción de sobrellevar su condición era para los varones el estudio, y para
todos, la Iglesia; no les reconoce capacidad alguna

17
León Portocarrero, 1958, p. 55.
18
León Portocarrero, 1958, p. 69.
19
Frezier, Amadée. Relación del viaje por el Mar del Sur. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 214
20
León Portocarrero, 1958, p. 51.
8

“Son poco aficionados al trabajo, son muy desvanecidos en esto de la


hidalguía; y ansí se dan muchos al estudio y se hacen frailes y clérigos, y
las criollas se meten monjas. Si la comunicación de las gentes que van
de España no tuvieran los criollos, se volverían de otra naturaleza y
condición bárbara”21.

Para los hijos de peninsulares que nacían en América la situación era compleja,
no tenían la experiencia europea y debían resaltar los valores de la propia
nación, a costa de la de su origen familiar. En los primeros años del siglo XVIII
Amadée François Frezier observó que los criollos eran hábiles en muchos
aspectos, entre ellos las ciencias y el comercio pero que creaba una inevitable
animadversión el que peninsulares con menor capacidad ocuparan los mejores
cargos públicos22. En ese contexto Terralla y Landa ironizaba sobre el afán que
mostraban por educarse y convertirse en abogados o sacerdotes, porque tanto
afán tenía como consecuencia que,

La propiedad mas laudable/ Que saca el niño en efecto,/ Es ser mortal


enemigo/ De cualquier hombre europeo (…)
De forma que no exime / De aquel rencoroso afecto,/ Ni el mismo que le
dio el ser, /Ni tampoco sus abuelos” 23.

Esta actitud era claramente contradictoria con el afán por encontrar y mostrar
rasgos de abolengo en los parientes peninsulares. Desde fines del XVI e inicios
del siglo XVII los testigos perciben que los nacidos en la tierra eran diferentes,
sus aspiraciones otras y que no compartían las preocupaciones esenciales para
sus padres. Esta diferencia tal vez se remitía a que, como señaló León
Portocarrero en 1615,

“En Lima y por todo el Perú viven y anda(n) gentes de todos los mejores
lugares, ciudades y villas de España, y hay gentes de la nación
portuguesa, hay gallegos, asturianos, vizcaínos, navarros, aragoneses,
valencianos, de Murcia, franceses, italianos, alemanes, flamencos,
griegos y raguceses, corsos, genoveses, mallorquines, canarios,
ingleses, moriscos, gente de la India y de la China, y otras muchas

21
León Portocarrero, 1958, p. 74.
22
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 214
23
Terralla y Landa, 1854, p. 116.
9

mezclas y mixturas. Y como son diferentes en naciones lo son


también en condición y voluntades…”24.

La acotación evidencia la variedad de procedencias del mestizaje en el proceso


de consolidación de la administración española entre fines del siglo XVI e inicios
del XVII, lo que se agudizó en la segunda mitad del XVIII, porque los sujetos de
otras naciones se relacionaban con españoles e indígenas en las ciudades y
pueblos, entablaban compromisos económicos y matrimoniales, formaban
familias, lo que lleva a identificar diversas opciones culturales que, con la
española y la nativa, contribuyeron a formar la nación americana desde muy
temprano. Aunque mayoritariamente en las zonas urbanas de la costa, en
especial en Lima, la base fue hispana, resulta más sutil y matizada la
identificación de procedencias y factores culturales en las zonas urbana y rural
andinas, en las que con mayor frecuencia se asentaban los extranjeros. Hipólito
Ruiz en 1788 hizo un adecuado enfoque cuando señaló : “Parece que por sí
misma se demuestra la constitución de los habitantes, siendo tan diversos en
castas, en complexiones, y en estados, y tan unos en el manejo”25.

UNA CIUDAD, UN TEMPERAMENTO: LA CORTE DEL VIRREY AMAT

A mediados del siglo XVIII, etapa decisiva porque se resquebrajaba la presencia


hispana en el Perú, el coronel Gregorio de Cangas, que residió en el virreinato
peruano alrededor de 1762 y 177626, señala en la introducción de su Descripción
que, de regreso en España, le interesa ofrecer su experiencia, en sentido distinto

“…para que conozcas los escollos… que no te encuentres con la


infelicidad…sírvate de escarmiento el propio mío, pues de haber servido
tres corregimientos, me hallo de regreso en esta corte, pobre, cansado
de tanta peregrinación, lleno de empeños, con pocos amigos y
menos conexiones…”27.

24
León Portocarrero, 1958, p. 73.
25
Harth-Terré 1948
26
Cangas, 1997, pp.17,18,21. Cangas menciona conocer las fechas de varias reales cédulas: 17 de diciembre, 1759 y
14 de agosto de 1763; 21 de junio de 1772; 12 de noviembre de 1751 y 11 de noviembre de 1755;
27
Cangas, 1997, p. 2
10

Además de su amarga queja, pues no se cumplió en él la prosperidad augurada


para los que viajaban al Perú, el testigo muestra una apreciación resignada e
irónica de los habitantes de la capital virreinal; el aspecto de la ciudad coincide
con la descripción de León Portocarrero: agradable, armoniosa y con servicio de
agua adecuado; clima benévolo, variedad y riqueza de las especies comestibles
y exquisita gastronomía; pondera la belleza de sus templos, plazas, alamedas y
fuentes; registra cincuenta títulos de Castilla y relevantes funcionarios criollos.
Contabilizó tres mil carruajes de hechuras “algunas costosas y de visible idea”28.
Se admiró de la riqueza de la vestimenta femenina, del uso de valiosas alhajas y
apropiados tocados. Puntualizó la calidad y confección de los vestidos, los
zapatos y resaltó las distintas costumbres. En su tiempo Lima seguía siendo
centro de un comercio activo, “por ser depósito y almacén de toda América
Meridional”29, el centro económico financiero de América del Sur, dinámica,
competitiva, próspera y ambiciosa. Años después a fines del virreinato todavía
se encontraban en Lima “personas de ambos sexos que tienen título. Yo conocí
[menciona el viajero] a muchos con título de marqués y marquesa, así como
cantidad de títulos menores”30, un rezago de la prosperidad y prestigio de los que
había gozado la ciudad.

Del Diálogo de Cangas se desprenderá lo particular de la idiosincrasia local


porque, si bien el virrey Amat “procuró desterrar las costumbres, que oscurecían
las [prácticas] apreciables de la ciudad nunca pudo conseguirlo absolutamente
en varias [que eran] inveteradas”31, un problema que enfrentaron varios virreyes
en temas como el vestido y otros, en los que los limeños se mantuvieron
recalcitrantes. Tal el caso de la “tapada” que se afianzó en el siglo XVIII, “trage
(sic) que no tendrá semejante en nación alguna, dando principio a él las damas

28
Cangas 1997, p. 31
29
Cangas, 1997, p. 63.
30
Amasa Delano, A narrative of voyages ans travels in the Northern and Southern Hemispheres: comprising three
voyages round the World; together with a voyage of survey and discovery in the Pacific Ocean and Oriental Islands,
Boston, E.G. House, 1817: 22
31
Cangas, 1997, p. 54
11

cortesanas y siguiéndole las Señoras”32. Esta opinión coincide con aquellas en


las que observamos que, entre la propuesta legislativa, la normativa peninsular y
su aceptación en el virreinato, existía correspondencia entre la distancia
geográfica y la ideológica. En Lima se había ido estructurando un sistema de
vida y de comprensión del entorno, que no siempre sintonizaba con el que
emanaba de las leyes a lo que se añadía la convicción de lo innecesario de
cumplirlas, o hacerlas cumplir. Si se compara la descripción de León
Portocarrero de inicios del siglo XVII, con la situación 150 años después, se
observará que los criollos se habían situado convenientemente en la
administración; se comportaban como sus abuelos, con liberalidad y libre
pensamiento respecto hacia donde y cómo conducirse; habían desarrollado
modos y usos que les eran propios, y que no cedían ante las restricciones que
pretendió imponer la legislación. Incluso se advierte una respuesta competitiva
en sentido inverso.

Balance
El imaginario americano construyó, adecuó, modificó y evadió la normativa
peninsular elaborada sobre la base de una realidad de proyecto diferente al que
se experimentaba en su territorio. Lima se había construido bajo el modelo
peninsular pero, en muchos aspectos, se desarrolló separada de su realidad de
origen. Especialmente esto se observa en el Perú porque la distancia que lo
separaba de Europa obligaba, y también propiciaba, tomar decisiones sobre
aspectos que no podían esperar 60 o más días para definirse, y mucho menos
para castigarse cuando se transgredía alguna ley. Esta coyuntura afectó la
realidad del Virreinato en todos los aspectos que pueden estudiarse, porque
estaban engranados y dependieron significativamente unos de otros. El sujeto
hispanoamericano fue otro y uno con su tradición, sin importar el lugar del cual
provino, porque su entorno fue diferente, las dificultades, tanto como las
facilidades y ventajas, conformaron una realidad que estuvo permanentemente
en adaptación y afianzamiento. Paralelamente a ello, el mercado de arte fue

32
Harth-Terré, 1948
12

igualmente tributario del español en tanto las obras de destacados artistas eran
importadas por particulares y comunidades (Rocamadour) pero la alta demanda
también propició que a fines del siglo XVI llegaran artistas europeos, italianos
especialmente, convocados por la plaza y por las comunidades religiosas
(retrato de Alesio de Inés, retrato de santa Rosa). A partir de ellos se formaron
artistas locales que aglutinaron formas y estilos para responder a lo
requerimientos de los clientes. El personal calificado se formó paulatinamente
como advirtió en los últimos años del virreinato un viajero norteamericano,

“Los mestizos e hijos de españoles en mujeres indias, se aplican


principalmente a las artes liberales y las ciencias, y hacen gran progreso
tanto en pintura como en escultura, considerando que en la prosecución
de sus estudios son privados de aquellos modelos que son juzgados tan
indispensables para los estudiantes europeos”33.

Es cierto que esta opinión evidencia las limitaciones formales que ofrecía la
plástica virreinal por la carencia de estudios apropiados, e igualmente, desliza
opinión sobre la calidad de los productos, aunque se los ajuste a un “gran
progreso”, pero también señala la presencia y aceptación de artistas mestizos,
factor indispensable para responder a la necesidad del medio. De acuerdo a la
apreciación de León Portocarrero se explica que los sectores hispanos y criollos
con capacidad económica buscasen distinguirse a partir de la divisa social que
significaba encargar obras de arte y contribuir a construir edificaciones. E
igualmente lo hicieron las cofradías y hermandades que también congregaban
sectores de la población menos pudientes. Esta conjunción de voluntades hará
de Lima una ciudad con un activo mercado de obras de arte, que continuaba en
auge finalizando el virreinato. En 1815, deslumbrado por la riqueza de la ciudad
y el alto costo de vida, opinaba un comerciante francés que pasó un tiempo en

33
Amasa Delano, A narrative of voyages ans travels in the Northern and Southern Hemispheres: comprising three
voyages round the World; together with a voyage of survey and discovery in the POacific Ocean and Orintal Islands,
Boston, E.G. House, 1817: 35
13

Lima: “Todos los artistas, de que he hablado en las grandes ciudades ya


descritas, no tardarán en hacer fortuna aquí…”34.

LA ILUSTRACIÓN
La narración de Hipólito Ruiz y José Pavón, resultado de su viaje a América del
Sur entre 1777 y 1788, se produjo en un momento histórico distinto, aunque no
muy distante, en el que se separaron extensas zonas del dominio peruano,
efecto que Lima pudo soportar con mucha dificultad y ninguna resignación. Una
divergencia que resalta es la tendencia de pensamiento de sus autores. A
diferencia de Gregorio Cangas, un hombre que formó parte de la corte
afrancesada del virrey Amat, disfrutó del espíritu festivo de la ciudad y padeció,
como otros muchos, los avatares de una fortuna esquiva, Ruiz y Pavón eran
funcionarios ilustrados, de pensamiento práctico, en misión científica oficial.

En su recorrido estuvieron un tiempo en Lima, de la que alaban su buen diseño


urbano de 209 manzanas, con 74 iglesias; 21 conventos; 13 monasterios; 4
beaterios;12 hospitales y poblada de haciendas. El texto trasluce las inquietudes
de orden y disciplina del pensamiento europeo expresadas en ácidas opiniones
sobre las costumbres limeñas que diferían de las peninsulares. En esto debe
advertirse que la referencia de los autores es un modelo idealizado a través de
la norma ilustrada, antes que una experiencia directa con la vida cotidiana en
España. El primer reproche se dirige al excesivo dispendio que se advertía en
los actos oficiales, como el recibimiento de los nuevos virreyes, con el
consecuente descuido de las obras públicas indispensables. Lo concreto es que
las decisiones en este sector eran responsabilidad de las autoridades españolas
en el país, junto con el representante del funcionario entrante. Pero en el texto
se las advierte “mimetizadas” con el carácter de los limeños, por lo que la crítica
principal se orienta hacia los habitantes criollos. El recuento de las variadas
combinaciones raciales es el sustento para afirmar que: “El agregado de muchas

34
Julian Mellet (1785-184..) Voyages dans l’interieur de la Amerique Meridionale. Paris, Chez Masson et fils, 1824.
“Impresiones sobre el Perú en 1815”: Nuñez, Estuardo, 1971: vol I: 81-117: 89.
14

de ellas, que componen a manera de un monstruo físico, producen naturalmente


en cierto modo un monstruo moral”, con el que se contaminaba “el triste
español” que nacía en el país, porque desarrollaba rápida y frecuentemente
“gran calor en la sangre y en la imaginación, que son con el tiempo el inductivo y
el cebo de pasiones muy vehementes”. Además, el peninsular era digno de
lástima porque desarrollaba

“una cierta propensión a ser liviano, altivo, cobarde, doble, infiel, rapaz y
de una gran dehabilidad para el ejercicio (sic) de estas
pasiones…inseparable del atolondramiento, de la falta de palabra, de la
cabilación (sic), del desvanecimiento, y de aquella elación que hace
al hombre contemplarse mejor que sus padres nacidos en Europa,
y considerarse dignos de todas las honras y empleos aunque se
palpe la ineptitud y engolfarse…En efecto este es en general el
carácter de los Españoles naturales que llaman por otro nombre
criollos, y aún el de muchos Europeos que allí se crean y
entroncan…” 35.

Aunque, por supuesto, también existían familias que se habían mantenido al


margen, cultivando la “más exacta civilidad, decoro y virtud”, en la educación de
sus hijos. Esta opinión recuerda casi textualmente las pragmáticas que
anatematizaron como “monstruosidades del arte y descalabros del buen gusto”,
las diversas características del estilo artístico de la época, vinculándolos con la
degradación moral de los usuarios.

LA DIVERSIÓN
Es conocido que en Lima las fechas destinadas a la fiesta y la celebración en
ocasiones superaba las 2/3 partes de los días del año. La fiesta, especialmente
la religiosa, comprometió los espacios público y privado. Cuando la celebración
de San Francisco el 4 de octubre de 1713 los frailes recibieron la “visita” de
santo Domingo en su convento. El santo dominico llegó “engalanado con ricas
telas de oro, y resplandeciente debido a pequeñas estrellas de oropel que lo

35
Harth-Terré, 1948.
15

salpicaban para que se lo percibiese desde lejos”36. Su anfitrión lo recibió vestido


con su modesto hábito pero “rodeado de rayos de plata” y a sus pies vasos y
adornos de plata y oro que difícilmente llevaban 18 cargadores. Después del
saludo protocolar entre ambas imágenes se inició una espléndida fiesta con
tarascas, gigantones, figuras mitológicas, y diversos muñecos que se agitaban al
ritmo de la música. En la noche hubo fuegos artificiales y al día siguiente se
abrió los claustros, bellamente engalanados, para la visita general antes que el
santo invitado regresara en procesión a su casa. El sentido dramático de esta
celebración religiosa estaba enmarcado en la política propiciada por la
administración, coincidente con el gusto popular.

La tendencia a la diversión ostentosa que observaron los testigos ilustrados no


fue invención limeña ni americana. El virrey Amat y Junyent, como otros antes
que él, la apoyaron en concordancia con la experiencia en España. Como señaló
Llano y Zapata, el virrey “desde los principios de su gobierno se dedicó con
anhelo hacia el bien público de esta ciudad [Lima], diversión y desahogo de sus
moradores, no le sirvió de estorbo la incesante tarea al despacho, en las
providencias y ocupaciones expresadas…”37. Además de invertir en obras
públicas – como el Paseo de Aguas- Amat hizo construir la “magnífica obra de la
plaza firme de toros, en el sitio que llaman del Acho, con costo de más de
60,000 pesos para las dos corridas que se hacen todos los años coronándola
una regia y grande galería donde el Virrey pueda ver distinguidamente con toda
su familia y oficialidad”. También se preocupó de dotar a la ciudad de un “teatro
para el juego de gallos”38. Las “peleas de gallos” estaban entre las diversiones
más constantes de los limeños en la que participaban todas las clases sociales y
se apostaba, otra inveterada costumbre en la ciudad. Las reuniones estaban
permitidas los sábados, domingos, feriados y dos días laborables de la semana.
Se realizaban en un local en la plaza de Santa Catalina, de acuerdo a testimonio

36
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 181
37
Llano Zapata, 2005, p. 250
38
Llano zapata 2005: nota 162
16

“El edificio mismo forma un hermoso anfiteatro de una forma regular, con hileras
de asientos y galerías”39. Contó un marino francés en 1817

Las peleas de gallos están también muy de moda en Lima, dando lugar a
apuestas considerables. Esta diversión tiene lugar dos veces por
semana, aparte de los domingos y días de fiesta, en un edificio
público destinado a este espectáculo desde 1762, a fin de prevenir
los inconvenientes y los desórdenes que se producían en muchas
casa particulares40.

La actitud del público estaba orientada a la pura diversión, no comprometía


posturas extremas ni parecía significar más allá de la actividad misma. Respecto
a la lidia de toros la misma fuente informó que

“Este espectáculo sanguinario ha resultado la diversión favorita notable


por su dulcedumbre. No llama menos la atención la imparcialidad con la
que se reparten los aplausos a todos los combatientes, hombres o toros,
según las proezas de cada uno…”41.

La celebración era parte de la cultura hispana en América, fue auspiciada por las
autoridades y también apoyada con entusiasmo y muy bien recibida por la
cultura indígena, acostumbrada a dedicar fechas puntuales de su calendario a
la misma actividad.

Templos
Para los testigos ilustrados avanzada la segunda mitad del siglo XVIII, la
ostentación visible en los usos –vestimenta, fiestas, carruajes, personal de
servicio, juego de apuestas, celebraciones y diversiones como las procesiones,
los toros, los gallos y las comedias- era lo más ofensivo de las costumbres

39
Amasa Delano, A narrative of voyages ans travels in the Northern and Southern Hemispheres: comprising three
voyages round the World; together with a voyage of survey and discovery in the POacific Ocean and Orintal Islands,
Boston, E.G. House, 1817: 34
40 Teniente de Navío marqués Camille de Roquefeuil (1781-1831), Journal d’un Voyage autour du Monde. 2 tomos,

Paris 1823. 1817) Núñez Viajeros I119-144: 136)


41 Teniente de Navío marqués Camille de Roquefeuil (1781-1831), Journal d’un Voyage autour du Monde. 2 tomos,

Paris 1823. 1817) Núñez Viajeros I119-144: 136)


17

limeñas, porque se interpretó como el encubrimiento de la pobreza que, como


agravante, significaba el descuido en desarrollar actividades más productivas.
De acuerdo a los testimonios, los limeños de todas las clases sociales habrían
vivido de las apariencias, invirtiendo caudales en el ostentoso aparato exterior
“en [las casas], en los templos, en los Coliseos y lugares públicos, no se ve más
que gala, pompa…”42, pero sacrificando y reduciendo al mínimo de
supervivencia la alimentación privada. Esto habría fomentado el juego y el robo,
también las casas de empeño y la liberalidad en las costumbres. Pero esta
suntuosidad y el dispendio, visible especialmente por comparación con lo que
era una evidencia de recesión no aceptada por la población, estaba en parte
sustentada en la riqueza que mostraban hasta entonces los templos.

Testimonios de viajeros de inicios del siglo XIX nos permite acercarnos a lo


afirmado, pues antes de 1821, fecha de la independencia, Lima sostenía las
características que la habían distinguido como capital virreinal. El viajero
norteamericano Amasa Delano (1763-1823) pasó por el Perú en 1791, 1802 y
1806. De este último viaje afirmó refiriéndose a los templos

Las iglesias y monasterios son extremadamente ricos, y se hallan


decorados con muchas imágenes de santos hechas de oro macizo, que
están adornadas con joyas y dijes de inmenso valor (9) (…) Las iglesias
de esta ciudad son dignas de un comentario. Hay entre treinta y cuarenta
de ellas, y algunas son quizá las más ricas de cualquier parte del
mundo. Son muy grandes, y seguramente, pensé, altas... He
estado en el interior de ellas, y nunca vi nada que pudiera
compararse con ellas en riqueza. El oro y la plata alrededor de los
altares son desmedidos. Los pilares de algunos son labrados en
plata maciza, de seis pulgadas de diámetro y de doce pies de
largo: Muchas de sus vasijas son de oro, y de un valor
extraordinario. Las decoraciones de rica seda, tales como cortinas,
cojines y borlas, son todas de damasco carmesí, lo cual da a su
totalidad una opulenta apariencia. Los pisos son de mármol de
diferentes colores, colocados en forma jaspeada en diamantes
regulares, y tienen el mayor brillo imaginable …los patios de sus
contornos son espaciosos y están pavimentados con grandes
piedras planas, cortadas regularmente. Las gradas de piedra que

42
Harth-Terré 1948
18

llevan a la entrada, así como las verjas en torno del patio, son
todas muy pulidas muestras de arquitectura. las campanas de
estas iglesias son las mayores que haya visto. Hay tantas como de
doce a veinte en cada iglesia. Las cúpulas son grandes y
espléndidas; las veletas en algunas son imágenes de hombres, en
reverencia al santo al santo al cual está dedicada la iglesia. …
Todas las iglesias están construidas de piedra o ladrillo, y ligadas
con tirantes o viguetas de hierro de la manera más sólida que
pudieran ser hechas, para evitar que sean reducidas a escombros
por los temblores (20)43

En 1818 el marino ruso Vasili Mickailovicht Golovnin, muy crítico en varios


aspectos que encontró en la ciudad reconoció que

Después de visitar la catedral y alabar que “En la capilla principal hay un


altar redondo de plata maciza; las dos hileras de columnas, los
balaustres, los candelabros, las lámparas y los pedestales de las
estatuas de los santos, todos son de plata, y hasta muchas imágenes
también lo son” (156) [lo llevaron a conocer los templos de La Merced,
San Agustín y Santo Domingo] “Los tres son muy grandes, de dos
pisos, con tres o cuatro claustros interiores, alrededor de los cuales
hay amplias arquerías de dos pisos. Por su gran tamaño estos
edificios más parecen cuarteles que conventos. El interior es muy
limpio, las iglesias están llenas de riquezas y los altares son todos
de plata. El altar más lujoso de todo Lima, consagrado a Nuestra
Señora del Rosario, lo hemos visto en el convento de Santo
Domingo. Está a la mano derecha del altar principal. Aunque la
capilla es muy alta, el altar no tiene nada que no sea de plata,
desde el piso hasta el techo. las columnas, los pedestales, las
rejas, todos los adornos de arriba y de abajo, las lámparas, los
candelabros y las imágenes de los santos, todo está hecho de
plata. Las aureolas de la Virgen, y del Niño Jesús que tiene en sus
brazos, están adornadas con una multitud de piedras preciosas de
las más ricas. Lo mismo puede decirse del vestido que llevan44.

No menos reconoció en las casas de la alta clase social,

43
Amasa Delano, A narrative of voyages ans travels in the Northern and Southern Hemispheres: comprising three
voyages round the World; together with a voyage of survey and discovery in the POacific Ocean and Orintal Islands,
Boston, E.G. House, 1817
44
Vasili Golovnin, 1818 Lima y Callao en 1818. En:,Núñez, Estuardo. Viajeros Vol. 1
19

Las casas de gente rica tienen en su interior patios muy amplios y hasta
jardines. La decoración y los muebles de los aposentos son todos a la
antigua, extremadamente lujosos. En vez de papel, las paredes están
recubiertas de magníficas y riquísimas telas de seda; las corinas de
las ventanas son también de seda con borlas de oro y los muebles
son de maderas preciosas talladas y a menudo doradas. Los
conventos y las iglesias de Lima son justamente célebres por sus
riquezas: se puede decir que están llenos de metales preciosos 45

Cien años antes Amadée Frezier había señalado el mismo aspecto de la


vivienda, aunque recalcó la sobriedad y falta de decoración interior salvo que “La
única tapicería es una gran cantidad de malos cuadros que hacen los indios del
Cuzco”46. Este testimonio es de 1713 por lo es significativa la comprobación del
activo comercio de pintura cusqueña en la capital virreinal, extendido a otras
regiones americanas, después que los indígenas decidieran separarse del
gremio.

La comedia

No era solamente la costumbre de lo taurino y sus colaterales de ostentación lo


que ocupaba el tiempo en la ciudad. También estaba el que se destinaba a otra
diversión a la que la población era adicta, la comedia. El viajero ilustrado no
olvida señalarlo

“(Comedias) La Farsa se verifica los Domingos, fiestas y jueves y nunca


dexa de llenarse el teatro, especialmente en los años en que lo extraño
del baile Italiano obligó a ensancharlos. Oí decir al Actor Italiano que
pasó de México a Lima con su Muger (sic) y otros baylarines (sic)
que el adiestro de esta capital, que de quantos países havía
recorrido no se le había ofrecido otro que tanto enriquezerse (sic)
como en Lima, porque aunque ésta es de menos caudal que otras
Ciudades para él havía un gran tesoro en los genios de sus vecinos
noveleros, ociosos y gastadores. Acaso se sentiría así porque vio

45
Vasili Golovnin 1818: NÚÑEZ, Estuardo, Relaciones de Viajeros. T. XXVII, 1971I: 164
46
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 225
20

que no se reparó a fin de acrecer el teatro, y en asignar al mismo


Actor cinco mil pesos anuales”47.

Como durante el terremoto de 1746 quedó en ruinas “el Real Coliseo, donde los
días de fiesta y algunos de trabajo se representan públicamente comedias a la
española”48, el virrey Amat decidió reconstruirlo “puesto hoy en tan bello orden y
gusto, que así en decoraciones como música y representaciones imita en mucho
a los de Madrid”49. En 1806 Amasa Delano señalaba que había visto “muy
elegantes presentaciones en los teatros” de Lima y que “los actores tienen voces
que asemejan las notas de melodiosos pájaros cantores. De todos los lenguajes
que he escuchado, no ha habido nada tan musical como las voces que he oído
en la escena de Lima”50. Fuera por la calidad de la representación, no se
equivocó el observador en resaltar el permanente gusto limeño por la comedia.
León Portocarrero señaló que hacia 1615 el Corral de Comedias ocupaba parte
del terreno del proverbialmente prestigioso y honorable convento dominico en
Lima. En el siglo XVIII Esteban Terralla y Landa (Simón Ayanque), dedicó una
sección completa, el Descanso XIII, al “coliseo de comedias y sus
impropiedades”(138-144, en 31 estrofas y 124 versos), con lo que queda poco
por comentar: “Verás como es diferente/ De nuestro coliseo, /Que toda la
compañía /Se compone de europeos”51.

A propósito de la Pascua en 1817 se realizó una función teatral, que un Teniente


de Navío francés describió

La fiesta de Pascua fue celebrada con mucha pompa, y las diversiones


públicas, suspendidas por la cuaresma, volvieron a tomar su ritmo.
Se continuó, en la tarde, con el espectáculo: se dio el Barón de
Trenck, tragedia lastimosamente escrita y mal representada; en
seguida, una ópera bufa y una farsa que fueron un poco más
47
Harth-Terré, 1948.
48
Llano zapata 2005: nota 162
49
Llano Zapata 2005: 250
50
Amasa Delano, A narrative of voyages ans travels in the Northern and Southern Hemispheres: comprising three
voyages round the World; together with a voyage of survey and discovery in the POacific Ocean and Orintal Islands,
Boston, E.G. House, 1817: 21
51
Esteban Terralla, 2005, p. 144
21

soportables. Artistas europeos ejecutaron boleros en los entreactos


(134)

La sala de espectáculos se encuentra adornada de un modo simple y


fresco, parecería agradable sino estuviese mal alumbrada. El parterre [la
platea], dos filas de palcos cerrados y un gran anfiteatro reservado a las
mujeres de la ciudad, podrían contener unos 1,200 espectadores,
sentados todos. Con excepción del palco del virrey y algunos otros
más o menos arreglados, el conjunto responde a los teatros de
nuestras ciudades de segundo orden

La conducta que se observa en el auditorio en Lima podría servir de


modelo a la de varios de nuestros departamentos meridionales. Hay que
decir, sin embargo, que los habitantes de las clases todas tienen una
costumbre que repugna a nuestras ideas de decoro. No bien ha bajado el
telón, se escucha una crepitación de briquetes [encendedores];
cada boca, hasta la más bonita, enarbola un cigarrillo, y en medio
de la nube de humo, que se eleva de todas partes, no se distingue
desde un lado a otro de la sala sino el resplandor de esos
lanzallamas (135) 52

En el contexto de las costumbres el pensamiento ilustrado rechazó las, con


frecuencia, peligrosas y subversivas representaciones, pero tampoco pudo
negarles el valor como instrumento didáctico popular, una creencia que
contribuyó a que no se prohibieran de manera absoluta. Por otra parte, el teatro
tuvo mucha aceptación en la ciudad, especialmente entre las clases populares,
en el marco del gusto por el espectáculo que caracterizó a la ciudad desde su
fundación. Las obras más serias concitaron la atención del espectador educado
y las más ligeras, la general. Los sainetes y entremeses y la música
entusiasmaban al espectador tanto como la inventiva iconográfica, muchas
veces exquisita y vistosa. La comedia tuvo el mismo rango que la lidia y fue un
vehículo de crítica política e ideológica, especialmente en los momentos más
difíciles del Virreinato53.

52 Teniente de Navío marqués Camille de Roquefeuil (1781-1831), Journal d’un Voyage autour du Monde. 2 tomos,
Paris 1823. 1817) Núñez Viajeros I119-144: 131
53
Vázquez Marín, 1996, pp. 883-889.
22

Esta continua diversión y dispendio, que no olvidaba las festividades religiosas y


civiles que incorporaban espectáculos de toros y teatro, ofendió el sentido
ilustrado de Ruiz y Pavón pues advierten tres razones como generadoras del
mal. La primera es que los oficios y artes estaban en manos de las castas y, por
lo tanto, los blancos se negaban a rebajarse a ejercerlos, lo que los conducía al
ocio, la trampa y el juego. La segunda causa era la falta de empleo para las
mujeres, por la importación indiscriminada de productos que había dejado sin
mercado a costureras, tejedoras y bordadoras. La tercera era la especulación
con los alimentos, especialmente el pescado. Una suerte de sistema por el que
los comerciantes acaparaban productos para producir una falsa escasez,
propiciando la actividad de los revendedores que así lograban aumentar sus
ganancias, ante la absoluta indiferencia de las autoridades porque, como ocurría
a inicios del XVII, eran las primeras comprometidas en el lucrativo comercio. La
especulación se extendía al papel, el hierro, la cera, el hilo, las sedas y otros
productos. Aumentaron las importaciones, se redujo la recaudación y, como
consecuencia, se había extendido la costumbre de comprar al crédito. En
resumen, una desalentadora descripción de observadores perspicaces.

LA APARIENCIA Y EL ENGAÑO: El vestido

A inicios del siglo XVIII (1718) destacaba el uso de hombres y mujeres por llevar
magníficos trajes. Un viajero francés afirmó que la “vanidad y la sensualidad” de
las mujeres limeñas las volvía “insaciables en materia de adornos y de buena
mesa” y que “aunque la manera de vestirse sea [fuera] de por si bastante
sencilla y poco sujeta al cambio de modas, gustan mostrarse magníficas a
cualquier precio que sea, aun en los lugares más ocultos”54, las camisas y las
enaguas, las zapatillas y las sábanas estaban cargados de puntillas, algunas de
oro y plata en las faldas

54
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 221
23

“…y son insaciables con las perlas y las pedrerías, con los brazaletes,
zarcillos y otros accesorios, que cuestan mucho y arruinan a los maridos
y a los galanes. Hemos visto damas que llevan sesenta mil pesos
en joyas sobre su cuerpo…”

si se considera que el sueldo anual de un virrey era oficialmente de cuarenta mil


pesos, se comprenderá el escándalo. Contra estos y otros excesos en la
apariencia ostentosa de los individuos en todo el territorio bajo la corona
hispana, estuvo la preocupación por controlar el uso cotidiano del traje. En una
Pragmática del 15 de noviembre de 1723, Felipe V encargó a los Obispos, y
Prelados que corrigieran “los excesos de las modas escandalosas en los trajes
de las mujeres”55. Esta pragmática era muy específica porque prohibió que
alguna persona, cualquiera fuera su condición, usase brocados, bordados de oro
y plata, seda, cualquier tipo de guarniciones o piedras preciosas; y cintas de oro
y plata rodeando la cabeza para sujetar el peinado. Los hombres vestían trajes a
la francesa de seda de colores vivos(Frezier: 223). Se comprenderá lo
inaplicable de esta norma que contravenía la inveterada tendencia al lujo y la
ostentación de los limeños. Iniciado el siglo XVII León Portocarrero opinó que
las mujeres limeñas

“ …para todo tienen gracia. Visten gallarda y costosamente; todas


generalmente visten seda y muy ricas telas y terciopelos de oro y plata
fina. Tienen cadenas de oro grueso, mazos de perlas, sortijas,
gargantillas y cintillos de diamantes, rubíes, esmeraldas y amatistas
y otras piedras de valor y estima; tienen sillas de manos en que las
llevan los negros quando van a misa y a sus visitas (…) (los
hombres) Todos generalmente traen buenos vestidos de seda y
paños finos de Segovia y cuellos ricos con puntas costosas de
Flandes. Todos calzan medias de seda…”56.

Pero el lujo y la ostentación no se concentraban en la población civil. En 1713


Amadée Frezier comentó que a despecho del número de templos, conventos y
monasterios Lima era una ciudad en la que

55
Saavedra, 2004, p. 287.
56
León Portocarrero, 1958, p. 39.
24

“…las religiosas, con excepción de tres o cuatro conventos, tienen


también sólo una apariencia de regularidad que deben exclusivamente a
la clausura; pues en lugar de vivir en comunidad y en la pobreza, de
la que hacen voto, viven como particulares y a su costa, con un
gran séquito de domésticas y esclavas negras y mulatas, a las que
convierten en agentes de la galantería que mantienen en el
locutorio”57.

No debió ser prerrogativa limeña, porque una Pragmática de Felipe V del 15 de


noviembre de 1723 señaló: “Se ruega, y encarga a los Obispos, y Prelados, que
con celo, y discreción, procuren corregir los excesos de las modas escandalosas
en los trajes de las mujeres, recurriendo, en caso necesario, al Consejo, al cual
se manda, que les de todo el auxilio conveniente”58. Cuál habría sido la reacción
de alguno de ellos si hubiese participado de la visita canónica a los monasterios
de la ciudad de Lima realizada por su Arzobispo Don Diego Antonio de Parada
en 1775. Eran famosos los lujos y excesos que las Abadesas permitían a las
incontrolables monjas, frecuentemente colectivos con ninguna vocación. En el
artículo tercero de su Auto de Visita, Parada ordenó que “ninguna [novicia] para
tomar el hábito se adorne con perlas, diamantes, alhajas de oro, ni otros
vestuarios”59, que se añadían a los trajes de seda, encaje y brocado de la monja
y su séquito. El tipo y calidad del vestido era un distintivo social que ninguna
circunstancia pudo obstaculizar y, por consiguiente, también fue una pauta
iconográfica que continuó controlada hasta el fin del virreinato.

Grande fue la incomodidad de un viajero francés, marino y noble, en 1817 por el


vestido de las mujeres que recibían en los salones
(vestido)Las mujeres, que salen poco al exterior, en Lima, como no sea
disfrazadas con la saya (falda plisada, estrecha que dibuja las formas con

57
Los religiosos evidenciaban signos de ligereza” … falta mucho para que ese hermoso exterior sea sostenido por la
piedad de quienes los habitan, pues la mayoría de los religiosos llevan una vida tan licenciosa que hasta los
superiores y los provinciales sacan de los conventos de su dependencia sumas considerables para atender no sólo
los gastos de una vida mundana, sino también, a veces, libertinajes tan poco disimulados, que no tienen dificultad en
aceptar los hijos que de ellos resultan” Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de
Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A. Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982:200. También agrega que llevaban
puñales cotidianamente y que otros “hacen incluso ostentación de hábitos de color adornados con dorados, bajo su
hábito ordinario” (Ibid: 210)
58
Saavedra, 2005, p. 287.
59
Angulo, 1927, p. 111.
25

una indecente exactitud) y la manta (velo negro ceñido al cuerpo, que


cubre tanto como el rostro) salen aquí vestidas a la europea, con
sombreros, tocado que sienta a su fisonomía. Se organizan
reuniones a menudo, en las que lo ceremonioso de la capital cede
su sitio al placer (Roquefeuil, 1817)

Efectivamente, las mujeres salían excepcionalmente durante el día “pero a la


entrada de la nche tienen libertad para ir a hacer sus visitas lo más
frecuentemente adonde menos se lo espera, pues las más tímidas en pleno día
son las más audaces de noche”60. El vestido para la salida nocturna, que con
frecuencia siguió usando la “tapada” limeña avanzada la segunda década del
XIX, intrigaba al visitante

El modesto aire de las mujeres es apenas un refinamiento de coquetería.


revestidas de la saya y de la manta, no dejando entrever de su rostro sino
un ojo brillante, pueden ellas escapar impunemente a todas las miradas,
siendo este traje singular, austero a primera vista, más bien un
disfraz que sirve para perpetuar las intrigas y los excesos del
tiempo de carnaval (Gabriel Lafond 1822)

Un ejemplo, lo menciona Hipólito Ruiz

“Todo esto se llama diversión a que es propensa toda la gente por


temperamento y en fuerza de la ociosidad, languidez y ansia de lucir
donde la hay. Así se ven de acompañados los Teatros. A una
función que se repite al año ocho o diez veces, sin embargo de no
haber Toreros, ni ser la Plaza más que un rastro o Carnicería,
concurre tanta gente que las casas y las calles parecen desiertos y
en el Circo no se ve otra cosa que gala y profusión. Raro es el
espectador, especialmente del bello sexo, que no haga ropa nueva
para ir a los Toros, y que sobre el gasto de esto y el asiento no
empleen la compra de muchos comestibles y golosinas que con
abundancia se venden en el contorno. Jamás se cansan estas
gentes, ni la intimidan las desgracias que no faltan…”61.

60
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 217
61
Harth-Terré, 1948.
26

Lima era considerada a inicios del siglo XVIII “el depósito de los tesoros del
Perú” en la que se gastaba ingentes cantidades de dinero diariamente62. Por
ello, y en descargo de los opinantes, puede comprenderse que el descalabro
económico de la ciudad a fines del siglo XVIII no fue asimilado de manera
inmediata por la población anteriormente próspera, que intentó por todos los
medios revertir la situación, ahora desfavorable, y mantener la apariencia de
solvencia, resaltada por la superficialidad en las costumbres. Un testigo señaló
a propósito de este rasgo de carácter

“En verdad había habido guerras de carácter revolucionario en el interior


del Perú, pero su efecto desolador no había llegado hasta ahora a la
capital cuyos habitantes continuaron con su acostumbrada manera de
lujo espléndido en quietud y seguridad disipadas, hasta que vino el
enemigo y llamó “a las puertas de plata de la ciudad de los reyes” (Hiram
Paulding, 1824)

Aunque en lo cotidiano español y americano la identificación de la apariencia


externa del individuo con su posición social era decisiva, en cuanta ocasión
pública o privada estuviese, esta fue problemática y ambigua en el virreinato
peruano. Allí los amos competían por ofrecer a sus servidores indumentarias
que realzaran su prestigio personal, debido a que el gesto connotaba
desprendimiento y largueza. No se ocultaba que si el esclavo o el servidor
estaban cubiertos de tanta riqueza, cuánta más correspondería al amo. Como
anécdota y comprobación de las consecuencias de este trato encontramos los
testimonios de los viajeros del siglo XVIII cuando censuran que en Lima el traje
no fuera un factor determinante de distinción social, tal como estaban
acostumbrados ocurría en Europa, especialmente porque en la algarabía de las
celebraciones algunos establecían vínculos “inconvenientes” con personas de
inferior o dudoso nivel social.

62
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 191
27

LA PIEDAD EN EL SIGLO XVIII LIMEÑO

En la primera década del siglo XVIII Lima continuaba disfrutando de los


esplendores de su mayor prosperidad. Amadée Frezier comentó

“…entré yo el 2 de octubre de 1713…Dos días después de mi llegada se


celebró la fiesta de San Francisco de Asís, que no es una de las menores
del año; pues los españoles obsesionados y ofuscados por los religiosos,
especialmente por los franciscanos y dominicos, consideran a los
fundadores de estas dos órdenes los mayores santos del paraíso; la
especial veneración que tienen por ellos se extiende hasta los
hábitos de esas órdenes que es mucho mayor que la que sienten
por otros hábitos monásticos. Sobre todo creen ganar grandes
indulgencias al besar el de San Francisco…para mantener con
brillo la estima general que se tiene por su orden, y hacer sentir
públicamente su grandeza, el día de la fiesta del fundador, hacen
fuegos artificiales y magníficas procesiones y embellecen sus
claustros por dentro y por fuera con lo más rico que puedan
encontrar. Así deslumbran a un pueblo sensual que se contenta
con esas hermosas apariencias, y en cierto modo los aparta de la
verdadera vida religiosa”63

Los españoles criollos de jactaban de contarse entre los mejores cristianos pero
el exceso y ocasional impudor en las demostraciones piadosas populares, y el
que no se cumpliera estrictamente con los preceptos, ofreció a la opinión externa
una pobre imagen. La religiosidad tradicional no desapareció, a pesar de las
aparentes liberalidades, la percepción de los eventuales testigos y las quejas
arzobispales sobre un presunto descreimiento. Mucho menos la menoscabó la
legislación borbónica a pesar de sus esfuerzos. Hubo ocasiones de necesidad
extrema que la mantuvieron excepcionalmente vigente, en las que una piedad
renovada, avivada por el decaimiento espiritual culpable, permitía que la Iglesia
retomara su papel protector y se involucrara espectacularmente en las
ceremonias que conmovían a la población. A propósito del terremoto del 28 de
octubre de 1746 en Lima, Eugenio Llano Zapata en carta a un amigo en Quito
describe una procesión realizada el 2 de noviembre:

63
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 180
28

“En este día se dejaron ver… muchos sacerdotes descalzos, ceñidas sus
sienes con espinas, sus cuellos oprimidos con sogas, sus pies sujetados
con duras y pesadas cadenas… hubo sacerdote, prelado de cierta
religión, que desnuda la espalda, mortificados sus ojos con duras
puntas de fierro, atormentada su boca con un pesado freno y
encenizado el rostro, llevaba tras si un religioso lego que, en voz de
pregonero decía: esta es la justicia del Rey de los Cielos que
manda ejecutar en este vil pecador y, al terminar estas palabras
descargaba este ministro de la obediencia sobre las espaldas de su
ejemplar prelado y venerable sacerdote, tan fuertes golpes, con lo
crudo del cuero que, rompiéndole la carne, hacía verter la sangre
de sus venas (…) Acompañaban estos piadosos ejercicios
innumerables hombres y mujeres, sin que la más tierna doncella, ni
el más tierno niño, cada uno más allá de la proporción de sus
fuerzas, perdonase la mortificación y el castigo…”64.

En estas ocasiones los religiosos condujeron las acciones de arrepentimiento


público que coincidían con lo demostrativo del gusto popular, pero en sentido
opuesto. No faltó en ellas la teatralidad, el dramatismo, la sensualidad y, muy
probablemente, estuvo implícita la competencia entre las congregaciones por
sobresalir. El celo por la auto ponderación se extendió a los momentos de luto
familiar o a los de tragedia colectiva, como estos desastres naturales que
periódicamente azotaron la ciudad, dejándola muchas veces en ruinas. Se ha
remarcado la importancia que para el espíritu de confrontación de los limeños
tuvo el creerse objeto del castigo divino después del devastador terremoto del 28
de octubre. Porque “En la Lima de 1746 esta competición por ser el mayor
pecador se mantenía plenamente vigente…[y en los religiosos flagelantes era]
una clarísima muestra de falsa modestia y de un interés desmedido por
aparentar grandeza aun en lo malo”65. Una actitud que se evidenció “cuando
traían los sacerdotes en sus hombros la sagrada imagen de Cristo Crucificado…
acompañándole el señor virrey, la Real Audiencia y Cabildo Secular, vestidos de
negro todos; con sogas al cuello y encenizados”66. Los religiosos fueron en gran
parte responsables por incentivar el gusto por los signos sobrenaturales, muchas

64
Pérez-Mallaína, 2001, pp. 394-395; Harth-Terré, 1946.
65
Pérez-Mallaína, 2001, p. 403.
66
Pérez- Mallaína, 2001, p. 423.
29

veces supersticiosos, desde el púlpito y con el objetivo de beneficiarse como era


evidente en las limosnas, donaciones y disposiciones testamentarias.

AUTONOMÍA Y FIDELIDAD: UNA CIUDAD EN TRANSICIÓN

La competitividad de la población limeña marcó todos los aspectos de lo


cotidiano, en especial las acciones que era posible hacer públicas. Por eso la
autoridad religiosa logró escaso éxito en prohibir los excesos en las
celebraciones particulares o generales, una práctica que ella misma transgredió
porque más importante que el derroche o el patetismo, era preservar el prestigio
paralelamente a generar ganancias y en este compromiso, que estuvo
enmarcado en la ofensiva monárquica por ocupar los espacios públicos, así
como por reforzar el respeto y la sumisión a su imagen, no hubo excepciones. El
objetivo no era enmendar las costumbres, a pesar de que en algunos casos se
hizo y fue indispensable, sino consolidar la presencia estatal en, y a través de, la
Iglesia.

La permanente reformulación de una realidad en transformación se evidencia en


el peruano ilustrado Eugenio Llano Zapata, quien en 1776 inicia su Epítome
cronológico o idea general del Perú “desde el principio de su monarquía, por sus
reyes Incas”67, e incorpora a sus gobernantes en la secuencia de construcción
del Perú que culmina en el virrey Manuel Guirior, tal como el movimiento
reivindicativo de la nobleza Inca luchaba por imponer en la misma época. El
autor afirmó que se valía de “los mejores documentos, que he podido adquirir de
los historiadores de más crédito”68, entre ellos la cronística del XVI y el Inca
Garcilaso de la Vega para el periodo antiguo, así como de las principales
informaciones acerca de cada uno de los gobiernos virreinales. Llano Zapata
desarrolló pormenorizadas descripciones de las fiestas más importantes de las
que fue testigo, especialmente puede encontrarse opiniones puntuales en una

67
Llano Zapata, 1976, p. 86.
68
Llano Zapata, 1976, p. 86.
30

carta o diario que escribió a un amigo suyo, canónigo de la catedral de Quito, a


propósito del terremoto del 28 de octubre de 1746 que se mencionó antes69. Su
orgullo por la tierra se canalizó en sus Memorias histórico, físicas, crítico,
apologéticas de la América Meridional a través de las descripciones de los
productos animales, vegetales y paisajísticos, así como por los que se
comercializaban ya procesados, todos por los que se reconocía las bondades
americanas. La riqueza y la belleza de la tierra fueron enarboladas por Llano
Zapata con nada disimulado orgullo, exacto el término apologéticas, aunado a su
interés científico ilustrado. Puede comprenderse su actitud en el contexto de su
viaje a España y su búsqueda de reconocimiento, en similar marco por el que los
testigos españoles del siglo XVI subrayaron las bondades de la tierra obtenida
para la corona hispana: insistir en que era equivalente el valor de la tierra al de
sus captores también fue un argumento en el proyecto científico ilustrado de su
tiempo.

CONCLUSIONES

La comprensiva opinión del francés Amadée François Frezier hacia los afanes e
imprudencia de los limeños puede acercarnos a las causas de su temperamento
“ por el ejemplo de las personas que por su estado deben edificar a los
seglares, fácil es adivinar cuál es la pasión dominante en este país. Su
fertilidad, la abundancia de todas las cosas y la muelle tranquilidad de la
que goza perpetuamente no contribuyen en poco el temperamento
amoroso que aquí reina… y si el placer de vivir en un aire siempre
igualmente atemperado no fuese turbado por los frecuentes terremotos,
no creo que existiera lugar más apropiado que éste para darnos una idea
del paraíso terrenal, pues la tierra también es fértil en toda clase de
frutas”70

Descripciones como la anterior abundan en los relatos de viajeros. ¿Pero cuánto


de realidad hay en ellas? ¿Cuánto de verdad en las hermosas pinturas y
magníficos grabados con los que muchos acompañaron sus narraciones? En

69
También en Llano Zapata 2005, pp. 338-340, Notas 161 y 162. Allí menciona que escribió dos diarios con sus
informes sobre el sismo de 1746.
70
Frezier, Amadée François. Relación del viaje por el Mar del Sur. Prólogo de Gregorio Weinberg. Trad. Miguel A.
Guerin. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, 1982: 201
31

1866 el diplomático francés Léonce Angrand escribió una carta en respuesta a


un amigo que le había preguntado por los “jardines encantados” que decían
tenía Lima. En ella le decía

“…pues bien sé cuáles son las ideas que en general se tienen sobre
este país tan celebrado pero en el fondo tan poco conocido, y sé por
anticipado que hallaré muy desfavorable acogida, al decir lo que pienso
de los jardines encantados con que se complacen en adornar la moderna
capital del Imperio de los Incas.(…)El verdadero Perú es mucho más
simple que todo eso, y no por ello menos atrayente, a mi modo de
ver, pues posee todos los encantos de una originalidad
sorprendente; pero de todos sus méritos, es éste el más difícil de
hacer comprender a distancia….[estos paseos de Lima son] tan
diferentes de lo que le han dicho a usted, y sobre todo de lo que se
ve en otras partes…(163) toman del reino vegetal su elemento
esencial y los más bellos motivos de su decoración…[pero]
conserva[n] aquí todas esas intemperancias que la convierten en
una fuente inagotable de deleites. Es en ciento modo el huésped
preferido al que el amor bien inspirado del placer ha tenido la
satisfacción de invitar a la luz de solemnidades populares… Un
entendimiento tan primitivo y [ ]…después de todo finamente
sensual, de la vida de las plantas sujeta a la de los hombres…(164)
respondía a la naturaleza de las sensaciones que debían dominar
todo en un sitio tan admirable situado al pie de la cadena
majestuosa de los Andes, frente a la inmensidad del océano. Como
consecuencia, bajo el imperio de esta doble influencia, el arte se ha
inspirado de un sentimiento exquisito de la sobriedad contenida…el
pensamiento decorativo…la emoción inseparable de un
espectáculo sublime de grandeza y de nobleza …un carácter de
simplicidad grandiosa mezclada con una suerte de abandono pleno
de encantos71.

La impresión que dejó en Angrand su permanencia de varios años en Lima en


la primera mitad del siglo XIX coincide con las de otros testigos. Un primer
aspecto es que el recuerdo de la ciudad se magnificaba en la distancia, crecía
en la remembranza, positiva o negativamente, según fuera la experiencia.
Aunque los hubo, como Cangas, que a pesar de todo la añora. Otro es la
percepción sobre la sencillez casual de la ciudad y sus costumbres, y de su
liberalidad. Lima se había moldeado en el ejemplo español, pero su carácter

71
Angrand, 1972, pp. 163-165.
32

estaba dado por un sentimiento y un pensamiento común, emanado de la


conducta de sus habitantes porque, según Angrand, “a pesar de esta libertad
que permiten las costumbres del país no cesa de reinar, en medio de estos
placeres sin pretensiones, un sentimiento de elegancia natural que difunde,
hasta en las relaciones más simples, un aire de desenvoltura y de urbanidad
perfectos”72. Todos los testimonios que hemos comentado concuerdan en que la
belleza y opulencia de la ciudad, tanto como su desembarazo y altivez o
pedantería, se concretaban sutilmente y era difícil explicarlos de manera precisa.
Los testigos no logran aceptar o rechazar las costumbres de manera absoluta y
definida debido a la tenue línea que separaba lo noble y apropiado, de lo que no
lo era. Ciudad de ilusiones y desvaríos; de entretenimiento y diversión; de
bullicio y recogimiento; de engaño y seriedad, siempre fascinó a los viajeros y
atrapó a los inmigrantes quienes, como señaló León Portocarrero a inicios del
siglo XVII, decidían establecerse en ella a pesar de tener caudal suficiente para
regresar a Europa.

Los testimonios de época también evidencian que la influencia cultural española


en el virreinato peruano fue profunda en lo grave y lo festivo; en el compromiso y
la frivolidad. Entre sus habitantes supuso el orgullo por la tierra; la consciencia
de que en ella se asentó un imperio ancestral y poderoso del que se insiste en
reivindicar exclusivamente su legado noble; su tendencia indesmallable por
construir un mundo propio; por inaugurar formas nuevas y sorprendentes de
celebración, de apariencia y de conducta social; la consolidación del espíritu de
rebeldía; de libertad e independencia de pensamiento; su convicción en sus
capacidades intelectuales y creativas; su defensa inexcusable de su derecho a
decidir y de mostrarse diferentes, sin que ello significara en absoluto un divorcio.
Todo ello se concretó en el aspecto de la ciudad que, en ocasiones sin
percatarse, captaron los escritores y los artistas que en diversos momentos
estuvieron viviendo en ella. Los textos son más explícitos en los datos, se
explayan en consideraciones puntuales, emiten opinión. Los artistas se dejan

72
Angrand, 1972, p. 168
33

llevar por su sentido creativo, seleccionan, discriminan, recrean embelleciendo, y


nos dejan una ciudad de ensueño que solamente un milagro nos haría
recuperar.

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de los Virreyes. Por el Coronel de Milicias Don Gregorio de Cangas, con residencia actual en esta Corte- Quien lo dedica al Excmo.
Señor Don Manuel de Amat y Junient, escrita por un funcionario del gobierno de este virrey, se transmite el espíritu y costumbres de
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_____________________________________________________________________________
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34

EXPEDICIONES CIENTÍFICAS Ilustración (Víctor Peralta Ruiz y Charles F. Walter: “Viajeros


naturalistas, científicos y dibujantes. De la Ilustración al costumbrismo en las artes
(siglos XVIII y XIX) Imagen y símbolo: BCP:243-273

Padre Louis Aconches Feuillé (1660-1732) Visita a Chile y Perú: 1707-1711. Journal des
Observations physiques, mathematiques et botaniques sur le Cótes Orientales de
l’Amerique Meridionale (2 tomos 1714)

Amadée François Frezier (1682-1773). Visita 1712-1714. Relation du Voyage de l Mer du Sud.
París 1714. Grabador: Nicolas Guérad (1648-1719)

Charles Marie de la Condamine(1701-1774) y Luis Godin. Expedición geodésica (en Quito en


1736) Relación abreviada de un viaje hecho por el interior de la América Meridional.
Amsterdam 1745. Grabador desconocido
Antonio de Ulloa y Jorge Juan. Formaban parte de la expedición de La Condamine pero
partieron inesperadamente a Lima en septiembre de 1740 invitados por el virrey
marqués de Villagarcía: Antonio Ulloa: Relación histórica del viaje a la América
meridional 2 tomos(1748) Grabadores: Vicente de la Fuente; Juan Moreno y Juan
Bernabé Palomino(1692-1777),(grabador de cámara del rey y fundador de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando);En el segundo tomo, además del plano de
Lima antes del terremoto de 1746 y del Callao aparece: “Sucesión de los Incas y reyes
del Perú” de Palomino sobre dibujo de Diego de Villanueva; Jorge Juan:
Observaciones astronómicas y físicas en los reinos del Perú (1748)

José Eusebio Llano Zapata (1721-1780) Criollo limeño. Viajó entre 1751 y 1755. Memorias
histórico, físicas, crítico, pologéticas de la América Meridional(Cádiz)

Joseph Dombey (1742- 1794) Expedición botánica hispano-francesa. Dombey, Ruiz y Pavón
llegaron a Lima: 8 de abril 1778. Dibujantes: José Brunete (1746-1787) e Isidro
Gálvez y Gallo ( 1754-1829). En Perú se unieron: Francisco Pulgar (1784-1815) y a su
renuncia en 1794 lo reemplazo en huanuqueño José Gabriel Rivera. La única misión
era exclusivamente documentar plantas. Hipólito Ruiz (1754-1816) y José Pavón
(1754-1840) formaron parte de esta expedición

Baltazar Jaime Martínez Compagnon. Trujillo del Perú (1780-1789). Enviadas a España en
1789

Alejandro Malaspina (1754-1810). Dibujantes: José del Pozo (1757-1821)para planos,


perspectivas y retratos; y José Guío Sánchez(¿) para plantas. Viaje: navío La
Descubierta: julio 1789-mayo 1793. Se aunó dibujante Francisco Pulgar (1784-1815).
Del Pozo radicó en Lima y no siguió viaje a Nueva España con Malaspina. Guío fue
con Malaspina pero se desligó para dibujar por su cuenta la flora mexicana hasta que
regresó a España en 1791. En México en 1791 se unieron a Malaspina los dibujantes
italianos Fernando Brambilla (1763-1834) y Juan Ravenet (1766-1821?) En su
regreso a España Malaspina estuvo en Lima nuevamente en junio de 1793. Ravenet
realizó en Lima retratos de cuerpo entero y medio cuerpo femeninos y de indios;
Brambilla realizó la vista panorámica de Lima desde la Plaza de toros en Acho en tinta,
pluma y aguada sepia; Paseo de Aguas, Quinta Presa y retratos de damas limeñas.

Alexander von Humboldt (Prusia 1769-1859). Viaje en 1799 Nave El Pizarro. En Perú por
tierra entre 1801 y 1802. Lo acompañó el botánico y médico francés Aimé Bonpland
(1773-1858) y el ilustrador quiteño Carlos Montúfar (1780-1816)

COSTUMBRISMO (yo diría romanticismo, en general)


35

Joseph Skinner. The present State of Peru (1805) con artículos tomados del Mercurio Peruano
y copia de lienzos
Gilbert Mathison: 1822
Charles Brand. Viaje del Rio de la Plata al Perú. Publicó sus apuntes de viaje en 1828.
Auguste Nicolás Vaillant. Nave La Bonité. En Perú en 1837. 14 estampas por Bartolomé
Lauvergne y Theodore Fisquet Mansión de la Perricholi; Calle Valladolid; Catedral)
Alcides d’Orbigny (1802-1857)
Maspelet.

VIAJEROS
Léonce Angrand (1808-1886)
Johann Moritz Rugendas (1802-1858). En Lima entre diciembre 1842 y julio 1844
Auguste Borget. Lima, inicio de 1838
A.A. Bonaffé (¿-¿) Recuerdos de Lima. Album tipos, trajes y costumbres dibujados y publicados
por…(1856-1857)
NN Descripción de la ciudad de Lima Capital del Reyno…. 1774. Detractora de Lima
Esteban Terrala y landa. Lima por dentro y por fuera Madrid 1798. Detractora de Lima
Frederic Church. USA. Representante de la escuela de Hudson.
Alfred T. Agate. USA. Nueva Cork, científico. Llegó a El callao en el verano de 1839, por un
mes

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