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Cuando hablamos de bandas que pueden ser consideradas como las precursoras

del heavy metal en términos de sonido, producción y presencia escénica, el


nombre de Deep Purple se hace presente. Olvidémonos por un momento de Black
Sabbath y su mórbida teatralidad que les permitía explorar los mundos sórdidos
del doom. Hagamos a un lado temporalmente ese sonido pesado sin adulteración
con el que Mötorhead y Judas Priest incendiaron los estadios años después. Deep
Purple, la mítica banda inglesa fundada por el guitarrista Ritchie Blackmore –
pionero del estilo neoclásico e inspirador de grandes maestros de las seis cuerdas
como Yngwie Malmsteen-, quien se hacía acompañar de Ian Gillan en las voces,
Ian Paice en la batería, Jon Lord en los teclados y Roger Glover en el bajo, había
implantado ya su propia bandera con In Rock, Fireball y Machine Head, trabajos
en los que se construyeron las bases para el sonido pre-metal que otros
exponentes del género imitarían con el paso del tiempo. Basta con escuchar
‘Highway Star’, ‘Lazy’, ‘Strange Kind of Woman’ o ‘Smoke on the Water’ para
satisfacer cualquier duda, siendo esta última canción la que muchos consideran
como la poseedora del riff más icónico en la historia del rock.
Para 1973, Deep Purple se encontraba en la cúspide del éxito. Costaba imaginar
al reconocido cantante Ian Gilllan y al bajista Roger Glover fuera de sus líneas.
Lamentablemente, las tensiones entre Blackmore y Gillan, sumadas al
agotamiento producido por las extensas giras, contribuyeron al deterioro de la
relación entre los músicos. Sin dos de sus elementos clave, el destino de Deep
Purple era incierto. Seguidores y críticos por igual especulaban si los miembros
restantes eran capaces de continuar y, en el mejor de los casos, de encontrar un
reemplazo digno al enorme vacío dejado por Gillan y Glover. Sin embargo, para
Ritchie Blackmore la derrota era algo impensable. Fue así como, tras reclutar a
Glenn Hughes (Trapeze) y a un por aquel entonces desconocido David Coverdale,
quien años después crearía Whitesnake, Deep Purple resurgía del abismo y daba
a conocer Burn, placa que considero como su obra más importante y el ejemplo
perfecto de una banda que tiene la madurez suficiente para evolucionar su estilo
musical de forma íntegra y digna.
Cuando escucho Burn, pienso en Deep Purple como si se tratara de un profesor
de Enseñanza Media desapegado de la estructura tradicionalista y dispuesto a
impartir sus conocimientos con dinamismo y energía. Su meta consiste en que los
músicos del futuro aprendan el mejor método para transmutar su sonido sin
recurrir al autoplagio y hallar el método indicado en el que se evite el sacrificio de
la calidad en aras de la prostitución musical. Y, mientras el profesor explica, sus
alumnos reaccionan de diversas formas: Iron Maiden es el estudiante aplicado que
siempre presta atención y no necesita tomar notas por su buena retentiva; Dream
Theater es el típico nerd sin amigos que usa gafas y apunta todo a detalle en su
cuaderno; Van Halen capta rápido, pero interrumpe a cada rato para cuestionar o
corregir al profesor; Motley Crüe ha decidido saltarse la clase porque está
besándose con la chica más bonita del salón en algún rincón solitario del
establecimiento; Metallica es el niño rico odiado por sus compañeros debido a que
siempre hace lo que quiere y presume constantemente de saber más que el
docente; Megadeth, por el contrario, viste la misma ropa del día anterior y sufre de
resaca tras una noche de excesos, por lo que está adormilado en su pupitre; en la
última fila se encuentra Slayer, el chico misterioso y renegado que odia al mundo y
las religiones, a tal punto de haberse hecho ya su primer tatuaje a escondidas de
sus padres. Cuando el profesor decide tomar asistencia, descubre que Guns N’
Roses, Bon Jovi y Def Leppard están ausentes.
Encapsular a Burn dentro de un género musical constituye una tarea complicada,
casi titánica, y es precisamente por ello que su influencia en el género del rock es
muy grande. Basta con escuchar el tema de apertura que lleva el título del álbum y
que es un verdadero destructor de mundos. El primer corte contiene toda la
potencia y velocidad que forjaron las bases para el power/speed metal, un género
que Jag Panzer, Helloween y Metal Church impulsarían en la siguiente década. Es
aquí donde David Coverdale y Glenn Hughes demuestran al oyente que Ian Gillan
es cosa del pasado y que ellos están en Deep Purple con la intención de dar una
vuelta de tuerca al sonido del grupo para crear una revolución. Y, es que tanto
Coverdale como Hughes (que también se hace cargo del bajo en este disco)
cogen sus respectivos turnos en Burn para aportar una magia vocal que pocas
agrupaciones alcanzan sin morir en el intento. Glenn Hughes viene de una escuela
más hard rock, mientras que David Coverdale tiene esa alma de blues
inmortalizada en su voz que en el futuro trasladaría a su propia banda Whitesnake.
Esto permite a ambos cantantes lucirse a lo largo de la placa conformando un
excelente trabajo en equipo. Sumémosle a ello los rasgueos guitarreros con aire
revolucionarios de su líder, la frenética interpretación del virtuoso Ian Paice en la
batería, y el dulce sonido de los teclados cortesía de Jon Lord que en más de una
ocasión rivalizan con los solos de Blackmore. ¿El resultado? Un clásico
instantáneo que por sí solo puede opacar discografías enteras. Para despejar
dudas, no hay nada mejor que disfrutar del siguiente video en el que Deep Purple
interpreta “Burn” para el festival ‘California Jam’ realizado en 1974.

https://www.youtube.com/watch?v=mqgBgFKpFIQ

El octavo larga duración de los ingleses tiene muchos elementos que lo alejan del
rock convencional, a tal punto de mostrar sus raíces de R&B, blues y funk a lo
largo de sus temas. Por ejemplo, ‘Lay Down, Stay Down’ es la composición ideal
para que la ejecución del baterista Ian Paice adquiera mayor presencia y le haga
frente con altivez a sus homólogos de la época como los hermanos Appice
(Carmine y Vinny), Keith Moon o el legendario John Bonham de Led Zeppelin.
Pese a su esencia rockera, la canción se presenta dentro de una vestimenta
boogie mezclada con blues de la vieja escuela. La dupla Hughes/Coverdale toma
posesión del oyente una vez más con sus extraordinarios registros que, al
combinarse, ocasionan una explosión de colores y matices vocales que te dejan
sediento y con ganas de escuchar más.
El presente recorrido nos lleva por tracks más relajados y lentos como ‘Might Just
Take Your Life’ y ‘Sail Away’. En el primero, el teclado se nos presenta de forma
un poco más prominente y ambos vocalistas se desplazan en un ambiente
cómodo y agradable, pero sin despegar la vista de la grandeza como meta
máxima. ‘Sail Away’, por su parte, deja que el bajo de Glenn Hughes obtenga un
mayor grado de protagonismo. La robusta participación de Coverdale con sus
graves refuerza la opinión popular de que no existe rival digno para él en esta
categoría hasta el sol de hoy. La composición antes mencionada es un boceto de
lo que escucharíamos a posteriori en Rainbow, el segundo proyecto musical de
Ritchie Blackmore tras su salida de Deep Purple en 1975.
Luego de continuar con lo que Burn tiene para ofrecer, aparece un tema muy
diferente a lo que hemos escuchado hasta el momento. Me refiero a ‘You Fool No
One’, el cual nos sorprende con su ritmo acelerado y cuasi homenaje a la mejor
época de los Beatles donde la melodía se atasca en tu subconsciente desde el
primer segundo. La percusión y el teclado vuelven al ruedo, pero en esta ocasión
tanto Hughes como Coverdale alternan su papel protagónico en momentos
específicos, y es sólo en los coros cuando sus voces se cruzan para crear una
simbiosis extasiante. Esto, combinado con la estrambótica presencia de
Blackmore y sus destellos guitarreros tan futuristas para la época, hacen de esta
pieza algo memorable. No importa que tenga tendencias groovy y un olor a funk,
‘You Fool No One’ acaba por ser otro acierto de los guerreros púrpura.

Deep Purple circa 1974.

Un tema que tal vez no sobresale tanto como los demás, pero es divertido y lleno
de dinamismo es ‘What’s Goin’ On Here’. Gracias a la magistral interpretación de
Jon Lord en los teclados, tu mente divaga hasta transportarte a la taberna o
saloon de una película western, donde el pianista de turno se da a la tarea de
tocar su instrumento de forma desenfrenada y poseída, aunque nadie le preste
atención. Aparte del boogie, se percibe también la presencia del blues rock
segundo a segundo, así como los punteos acertados de Blackmore, cuya
inspiración por aquellos tiempos parecía no tener límites.
Ya en la recta final, toca el turno de ser bombardeados por esa balada bluesera
que figura como una de las más tristes y desoladoras en el ámbito del rock. Me
refiero, por supuesto, a ‘Mistreated’, una extraordinaria muestra a viva voz de lo
que un hombre deprimido puede llegar a sentir cuando es abandonado por el amor
de su vida. Aquí nos encontramos con un Coverdale dolido y un Blackmore con
riffs más nostálgicos que de costumbre. En otras palabras, se nos muestra el
cuadro definitivo de la tristeza absoluta, sin ridiculeces autoindulgentes y más bien
con reacciones legítimas. Indudablemente David Coverdale nos deja en
‘Mistreated’ su mejor interpretación vocal con Deep Purple. Es muy difícil que los
ojos no se humedezcan o que no se forme un nudo en la garganta cada vez que él
canta desesperadamente ‘Baby, baby, baby’, emulando en cierta forma a Robert
Plant de Led Zeppelin. Para el fanático de Deep Purple, será fácil encontrar ciertas
similitudes entre la balada en cuestión y ‘Demon’s Eye’ o ‘Lazy’, cortes de discos
anteriores que lograron hacerse de un espacio en el corazón de los rockeros de la
época. No obstante, ‘Mistreated’ se dispara más allá de la estratósfera y alcanza el
pedestal de los temas imprescindibles. Cuando el suplicio de Coverdale llega a su
fin con un suspiro apagado, el disco cierra con un tema instrumental llamado “A’
200”, que avanza a paso militar y bien puede servir como tema de apertura para
cualquier otro material de la época. Ian Paice y Jon Lorde son los primeros en
lucirse para que luego Blackmore eche mano de su última intervención heroica en
las cuerdas y selle Burn de forma definitiva.

Ritchie Blackmore, todo un amo de las seis cuerdas.

Con lo anterior dicho, este álbum resulta ser una verdadera amalgama de géneros
musicales que, lejos de abrumar, invitan a que sean disfrutados sin prejuicios. Los
únicos que pueden reaccionar con una mueca de disgusto son los puristas que
prefieren la época de Ian Gillan (conocida como Mark II), pero lo que no se puede
negar es la enorme calidad que Burn posee. Como decía al principio de esta
reseña, algo muy importante es la capacidad que tuvo la banda para no caer en la
desesperación luego de que dos de sus componentes desertaran sus filas. Ritchie
Blackmore, al ser el cerebro principal, apostó por un cambio drástico que en
ningún momento dañó la imagen de Deep Purple. Por el contrario, el fichar a
Coverdale y Hughes para ser las nuevas voces del grupo le permitió expandir su
sonido hacia nuevas latitudes. ¿El resultado? Un álbum innovador que conserva el
espíritu del rock ‘n’ roll intacto, pero no teme adentrarse en otros estilos que le
otorgan una personalidad mucho más definida, sin estereotipos. Para muchos es
difícil pensar que ‘Burn’ y ‘You Fool No One’ fueron hechos por la misma banda al
ser diametralmente opuestos en estructura y composición. Cuando otras bandas
intentan la fusión de estilos diferentes, el resultado es nefasto, pero Deep Purple
siempre ha volado a otro nivel. Con Ian Gillan fuera del grupo, Ritchie Blackmore
controla cada uno de los movimientos de los músicos para lograr que Burn
funcione a las mil maravillas. Es el guitarra líder quien nos dice en cada
intervención suya que prestemos atención a los riffs, porque tienen una razón de
ser y no están únicamente de relleno. La nueva sangre de Hughes y Coverdale
permite que el disco galope incansablemente y sin tropiezos; la batería de Ian
Paice y el teclado de Jon Lorde decoran cada canción con ese blues y soul de
ensueño que cualquier fanático de la música puede disfrutar sin remordimientos.
Después de Burn, la formación Mark III gestaría lo que a la postre se convirtió en
el álbum Stormbringer que, pese a ser una gran obra, dejó descontento a
Blackmore por la dirección musical que Deep Purple estaba tomando. Ello, junto
con otros motivos de menor peso, propiciaron su primer adiós a la agrupación que
él mismo fundara en 1968. La dupla Coverdale-Hughes decidió seguir adelante
con un nuevo guitarrista (Tommy Bolin), y así lanzar Come Taste The Band, último
material perteneciente a la tercera etapa de esta leyenda antes de que sus
integrantes anunciaran su separación en 1976. Tendrían que transcurrir ocho años
para que los miembros originales de la etapa Mark II (con Ian Gillan en las voces)
se reunieran para limar asperezas y regresar al estudio de grabación.
Sin duda alguna, Deep Purple es más que una banda; su música infunde un
respeto instantáneo en los amantes de lo clásico y representa una escuela
fundamental que cualquier aspirante a músico debe conocer antes de decidirse a
apostar por el inmortal poder del rock ‘n’ roll.

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