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https://www.youtube.com/watch?v=mqgBgFKpFIQ
El octavo larga duración de los ingleses tiene muchos elementos que lo alejan del
rock convencional, a tal punto de mostrar sus raíces de R&B, blues y funk a lo
largo de sus temas. Por ejemplo, ‘Lay Down, Stay Down’ es la composición ideal
para que la ejecución del baterista Ian Paice adquiera mayor presencia y le haga
frente con altivez a sus homólogos de la época como los hermanos Appice
(Carmine y Vinny), Keith Moon o el legendario John Bonham de Led Zeppelin.
Pese a su esencia rockera, la canción se presenta dentro de una vestimenta
boogie mezclada con blues de la vieja escuela. La dupla Hughes/Coverdale toma
posesión del oyente una vez más con sus extraordinarios registros que, al
combinarse, ocasionan una explosión de colores y matices vocales que te dejan
sediento y con ganas de escuchar más.
El presente recorrido nos lleva por tracks más relajados y lentos como ‘Might Just
Take Your Life’ y ‘Sail Away’. En el primero, el teclado se nos presenta de forma
un poco más prominente y ambos vocalistas se desplazan en un ambiente
cómodo y agradable, pero sin despegar la vista de la grandeza como meta
máxima. ‘Sail Away’, por su parte, deja que el bajo de Glenn Hughes obtenga un
mayor grado de protagonismo. La robusta participación de Coverdale con sus
graves refuerza la opinión popular de que no existe rival digno para él en esta
categoría hasta el sol de hoy. La composición antes mencionada es un boceto de
lo que escucharíamos a posteriori en Rainbow, el segundo proyecto musical de
Ritchie Blackmore tras su salida de Deep Purple en 1975.
Luego de continuar con lo que Burn tiene para ofrecer, aparece un tema muy
diferente a lo que hemos escuchado hasta el momento. Me refiero a ‘You Fool No
One’, el cual nos sorprende con su ritmo acelerado y cuasi homenaje a la mejor
época de los Beatles donde la melodía se atasca en tu subconsciente desde el
primer segundo. La percusión y el teclado vuelven al ruedo, pero en esta ocasión
tanto Hughes como Coverdale alternan su papel protagónico en momentos
específicos, y es sólo en los coros cuando sus voces se cruzan para crear una
simbiosis extasiante. Esto, combinado con la estrambótica presencia de
Blackmore y sus destellos guitarreros tan futuristas para la época, hacen de esta
pieza algo memorable. No importa que tenga tendencias groovy y un olor a funk,
‘You Fool No One’ acaba por ser otro acierto de los guerreros púrpura.
Un tema que tal vez no sobresale tanto como los demás, pero es divertido y lleno
de dinamismo es ‘What’s Goin’ On Here’. Gracias a la magistral interpretación de
Jon Lord en los teclados, tu mente divaga hasta transportarte a la taberna o
saloon de una película western, donde el pianista de turno se da a la tarea de
tocar su instrumento de forma desenfrenada y poseída, aunque nadie le preste
atención. Aparte del boogie, se percibe también la presencia del blues rock
segundo a segundo, así como los punteos acertados de Blackmore, cuya
inspiración por aquellos tiempos parecía no tener límites.
Ya en la recta final, toca el turno de ser bombardeados por esa balada bluesera
que figura como una de las más tristes y desoladoras en el ámbito del rock. Me
refiero, por supuesto, a ‘Mistreated’, una extraordinaria muestra a viva voz de lo
que un hombre deprimido puede llegar a sentir cuando es abandonado por el amor
de su vida. Aquí nos encontramos con un Coverdale dolido y un Blackmore con
riffs más nostálgicos que de costumbre. En otras palabras, se nos muestra el
cuadro definitivo de la tristeza absoluta, sin ridiculeces autoindulgentes y más bien
con reacciones legítimas. Indudablemente David Coverdale nos deja en
‘Mistreated’ su mejor interpretación vocal con Deep Purple. Es muy difícil que los
ojos no se humedezcan o que no se forme un nudo en la garganta cada vez que él
canta desesperadamente ‘Baby, baby, baby’, emulando en cierta forma a Robert
Plant de Led Zeppelin. Para el fanático de Deep Purple, será fácil encontrar ciertas
similitudes entre la balada en cuestión y ‘Demon’s Eye’ o ‘Lazy’, cortes de discos
anteriores que lograron hacerse de un espacio en el corazón de los rockeros de la
época. No obstante, ‘Mistreated’ se dispara más allá de la estratósfera y alcanza el
pedestal de los temas imprescindibles. Cuando el suplicio de Coverdale llega a su
fin con un suspiro apagado, el disco cierra con un tema instrumental llamado “A’
200”, que avanza a paso militar y bien puede servir como tema de apertura para
cualquier otro material de la época. Ian Paice y Jon Lorde son los primeros en
lucirse para que luego Blackmore eche mano de su última intervención heroica en
las cuerdas y selle Burn de forma definitiva.
Con lo anterior dicho, este álbum resulta ser una verdadera amalgama de géneros
musicales que, lejos de abrumar, invitan a que sean disfrutados sin prejuicios. Los
únicos que pueden reaccionar con una mueca de disgusto son los puristas que
prefieren la época de Ian Gillan (conocida como Mark II), pero lo que no se puede
negar es la enorme calidad que Burn posee. Como decía al principio de esta
reseña, algo muy importante es la capacidad que tuvo la banda para no caer en la
desesperación luego de que dos de sus componentes desertaran sus filas. Ritchie
Blackmore, al ser el cerebro principal, apostó por un cambio drástico que en
ningún momento dañó la imagen de Deep Purple. Por el contrario, el fichar a
Coverdale y Hughes para ser las nuevas voces del grupo le permitió expandir su
sonido hacia nuevas latitudes. ¿El resultado? Un álbum innovador que conserva el
espíritu del rock ‘n’ roll intacto, pero no teme adentrarse en otros estilos que le
otorgan una personalidad mucho más definida, sin estereotipos. Para muchos es
difícil pensar que ‘Burn’ y ‘You Fool No One’ fueron hechos por la misma banda al
ser diametralmente opuestos en estructura y composición. Cuando otras bandas
intentan la fusión de estilos diferentes, el resultado es nefasto, pero Deep Purple
siempre ha volado a otro nivel. Con Ian Gillan fuera del grupo, Ritchie Blackmore
controla cada uno de los movimientos de los músicos para lograr que Burn
funcione a las mil maravillas. Es el guitarra líder quien nos dice en cada
intervención suya que prestemos atención a los riffs, porque tienen una razón de
ser y no están únicamente de relleno. La nueva sangre de Hughes y Coverdale
permite que el disco galope incansablemente y sin tropiezos; la batería de Ian
Paice y el teclado de Jon Lorde decoran cada canción con ese blues y soul de
ensueño que cualquier fanático de la música puede disfrutar sin remordimientos.
Después de Burn, la formación Mark III gestaría lo que a la postre se convirtió en
el álbum Stormbringer que, pese a ser una gran obra, dejó descontento a
Blackmore por la dirección musical que Deep Purple estaba tomando. Ello, junto
con otros motivos de menor peso, propiciaron su primer adiós a la agrupación que
él mismo fundara en 1968. La dupla Coverdale-Hughes decidió seguir adelante
con un nuevo guitarrista (Tommy Bolin), y así lanzar Come Taste The Band, último
material perteneciente a la tercera etapa de esta leyenda antes de que sus
integrantes anunciaran su separación en 1976. Tendrían que transcurrir ocho años
para que los miembros originales de la etapa Mark II (con Ian Gillan en las voces)
se reunieran para limar asperezas y regresar al estudio de grabación.
Sin duda alguna, Deep Purple es más que una banda; su música infunde un
respeto instantáneo en los amantes de lo clásico y representa una escuela
fundamental que cualquier aspirante a músico debe conocer antes de decidirse a
apostar por el inmortal poder del rock ‘n’ roll.