Está en la página 1de 4

–¿Por qué estás aquí?

–Ni idea, no entiendo tampoco. Solo sé que tú no estás tan bien.

–Eso no es de tu incumbencia. Deberías irte– Le dije a la tipa frente a mi mientras encendía un


cigarrillo. Ella, haciendo como si no escuchara, se sienta a mi lado.

–Hace más frío que la mierda y tú aquí, prendiendo un cigarro en una plaza desierta. Más encima
esos chorros de agua de la pileta dejan todo húmedo. Estás ni ahí con que te asalten, y ni ahí con
morirte de frío. Ah y ebrio, tienes todo el paquete, ridículo.

–y a ti ¿qué? Como te dije, no es de tu incumbencia… no es tu problema. Tampoco tiene sentido


que estés aquí, Helena.

–Si sé, pero tampoco lo entiendo. Solo estoy aquí… Me preocupo por ti.

–Lo que dices tampoco tiene sentido– Medio cigarro se había ido antes de que me pegara una
fumada. Un tipo más borracho que yo pasa frente a nosotros y se me queda mirando, quizás
quiera un cigarro… –este que tengo parece que es el último…- cuando me iba a disponer a buscar
otro el tipo mira extrañado y sigue su camino torcido hacia ningún lugar. Perdiéndose en la bruma
nocturna.

–Se parecía a ti cuando venías para acá.

–No estoy tan curao’… Camino mejor que el compañero de hecho– Saco mi teléfono para mirar la
hora, son las 3:30 de la mañana del domingo. Nos habíamos juntado con unos amigos en
bellavista, desde las 9 que andamos webeando. Salí a caminar un rato de donde estábamos, no me
sentía bien estando ahí, y llegué a parar aquí, frente a una pileta que hay por acá. Tiene luces y tira
un espectáculo de chorros de agua… Igual creo que no estoy tan cerca de donde estaba, tengo la
sensación de haber caminado demás…

–Sipo, ni yo sé dónde estamos Benja… ¿o sí?... Parece que caminamos caleta.

–Pareciera… si… Creo que recuerdo haber estado acá antes.

– Oye, tampoco te has tomado tus pastillas, ¿cachay que no estás bien?

Me quedo en silencio, le pego una última fumada antes de botarlo. Pocos autos transitan a esta
hora, quizá tenga que tomar un Uber hasta moneda. Igual peligroso caminar solo a esta hora.

–No te queda plata en la tarjeta, vamos a tener que caminar… Oye Benja, ¿Por qué no me pescay?
Sigo estando aquí, y sigo sin entender por qué tú llegaste aquí.

–Helena, cállate un rato. No tengo idea de qué hago aquí, llegué nomás.

–Ahí me pescas, en volá’ querías recordar algo, viejos tiempos quizás…

–¿Viejos tiempos? – En el instante en que quizás me hubiese extrañado por esas palabras,
imágenes volvieron a mi cabeza, tan borrosas como la bruma que se movía en ese momento por la
ciudad.
Antes de poder recordar más claramente, me levanto y camino, espero, en dirección a bella para
poder ubicarme mejor.

–Para acá no está bellavista Benja, es para el otro lado. Sígueme- Me doy media vuelta, y sin
dudar, la sigo.

–Pucha que hace frío oh, a ti nomás se te ocurre caminar tanto… ¿Te acorday cuando te perdiste
en fantasilandia? Como eras un llorón en ese tiempo, no parabas de mojar la ropa de tu mami
cuando la encontramos. Y tenías 10 años wachito.

–500 años han pasado po. De las weás que te acuerdas…- Ese día era mi cumpleaños, y fue el día
en que también conocí a la Helena. Teníamos la misma edad en ese momento, ella tenía los ojos
claritos como un cielo despejado. Su pelo me gustaba mucho, era largo y de color marrón pero
oscuro, como el color de la tierra mojada y un olor tan relajante como el mismo. Me tomó de la
mano y me acompañó hasta encontrar a mi mamá, mientras me retaba por caminar solo por el
lugar, pero con cara de lástima cuando me miraba llorar.

–Ha pasado harto tiempo, ¿15 años?... Como es la vida…- dijo ella.

Me vuelvo a quedar en silencio, sumergido en recuerdos y emociones, sin dar cuenta por dónde
caminábamos. Ella me llevaba, así que podía confiar.

Con la Helena fuimos juntos al liceo, pasábamos mucho tiempo juntos. Todos creían que éramos
pololos. Nos webeaban harto, la Helena se enojaba y les paraba la mano. A mi me daba risa, por
dentro me gustaba, me sentía bien con eso. Ella me gustaba, una vez se lo dije y me mandó a la
mierda. “soy como tu hermana” me dijo. Después de eso nos alejamos un poco… me alejé.

–Cacha, ahí está la estatua fea esa. Increíble como se pasea gente aún, bueno… zombies mejor
dicho… como tú, entero pollo.

–Jah, sigo vivo. Hacen falta más que esos mojitos para matarme…- La Helena me miró, con esa
cara de lástima que ponía cuando me retaba.

–Ya me vay a retar… ¿cachay que yo ni si quiera te pedí que me ayudaras?

–¿Y qué esperabas Benja? ¿Que te dejara botao en una plaza como un vagabundo borracho?, sin
menospreciar a la gente que vive en la calle, claro está.

–Nadie te lo pidió… No tenías que hacerlo- Miro hacia donde proviene el inconfundible sonido de
bellavista en modo nocturno y me dispongo a caminar. Siento un nudo en la garganta, podría
llorar ahora y no parar más, llorar hasta desmayarme.

–Lo siento Benja…

–¿Por qué? ¿Qué hiciste? ¿Hiciste algo malo que me pides disculpas? - La Helena se quedó en
silencio, mirándome con la misma cara de lástima que antes, como si viese un cachorro herido y
sin casa.

En cuarto medio se me pasó un poco el amor juvenil que tenía por ella así que volvimos a salir
como amigos. En ese tiempo se puso a pololear con un saco wea, la trataba pésimo. Una vez nos
agarramos a combos porque le vi un ojo morado a la Helena, después de eso terminaron. Pasó una
temporada encerrada, yo la iba a ver, pero era como si ya no fuese ella. Su vieja la llevó a un
psicólogo y de ahí pasó por un psiquiatra. No era la primera vez que la Helena pasaba por todo
eso, de empastillarse contra la pena. Cuando estábamos en primero medio su papá tuvo un
accidente automovilístico y falleció. Y a pesar de que sufrió mucho, ella no cambió demasiado.
Seguía siendo la extrovertida y protectora que era antes, un poco más triste nomás.

–¿Vas a ir para allá? ¿Vas a seguir carreteando? Aún hay micros para irte a tu casa

–Me voy con los chiquillos, quizás me pase para la casa de alguno.

–Quizás no sigan ahí.

–Pronto lo descubriré… así que usted, shhh…- Camino hacia bella una vez más, escucho los pasos
de la Helena detrás de mí y es inevitable pensar en lo nostálgico de aquello.

–Oye, ¿te acorday cuando le pegaste al Roberto?

–¿Cómo olvidarlo? Fue rico pegarle al weón. Un total saco wea…

–Jajaja, te creías Superman salvando a la Lois Lane… - Hace una pausa entre su risa –…fui super
weóna… - Se quedó callada, hasta que rompió el silencio

–No debí haberte rechazado en la media…

–¡Con eso no! – le grito y pierdo las fuerzas en mis rodillas y me voy al piso... –Con eso no, por
favor… - Me quebré en llanto.

La Helena, después de esa temporada media oscura andaba más callada frente a mí. En ocasiones
me coqueteaba de manera tan tímida que el corazón me hacía vuelcos cuando la miraba, pero no
la entendía, me había rechazado una vez y nada había cambiado en mí, a parte no quería
declararme una vez más, sentía que la quería mucho pero ahora era yo el que veía una valiosa
amiga y media hermana, me daba miedo de que por alguna discusión estúpida como las que
teníamos algunas veces, la perdiera. Entonces nunca devolvía sus indirectas y trataba de cambiar
el tema cuando salía.

A continuación, siguió un desfile de weónes pencas en su vida. Cada uno dejaba una marca peor
que el anterior, hasta que ya no quedaba más de la niña que me salvó una vez en fantasilandia.

Una noche, en Julio de hace dos años, la Helena me llama a las 3:30 de la mañana, estaba tan
atrapado en mis sueños que no fui capaz de escuchar mi celular. Al día siguiente, cuando vi su
llamada perdida, me levanté como cualquier otro fin de semana y luego de haber desayunado me
dispuse a ir a la casa de la Helena, no vivía muy lejos de la mía. Al dar vuelta por el pasaje veo una
patrulla de carabineros, el corazón se me apretaba cuando me acercaba a su casa y veía más
claramente frente de donde estaban detenidos, a partir de ahí solo son imágenes borrosas,
mezcladas con las balizas rojas y verde de los pacos.

Me levanto, afirmándome de la baranda del puente Pío Nono, la Helena mantenía su cara de
mamá preocupada.

–Benja…-
–Te quise mucho, y sigo sin entender… no te entiendo Helena…-

A la Helena la encontraron sentada en una banca, frente a la pileta de la plaza Bicentenario. Con
un coctel de clonazepam y quizás que otra droga en su sistema. Tenía una carta en sus piernas
dirigida a su mamá… y eso es todo.

–¡¿Por qué hiciste eso?!... – Le dije mientras me rompía el llanto… Ella sólo me miraba.

–¡¿Por qué no pude despertar en ese momento?! –

–¿Qué habrías hecho? ¿Me habrías rechazado otra vez? – Me pregunta con una mirada más fría,
una mirada como la de sus últimos días.

–No… hubiera ido por ti… no sé… pero hubiera sido algo, por lo menos…

–No había nada que pudieras haber hecho, Benjamín – Logro calmarme un poco, me seco las
lágrimas de la cara y la miro.

–Ya no quiero verte Helena, estoy cansado… por favor, desaparece.

Doy media vuelta, y sigo caminando. Sigo oyendo pasos a mis espaldas. Me giro y grito

–¡Deja de seguirme! – El tipo que venía detrás de mí se espanta y me mira con cara de extrañado.

–Oh, disculpe, pensé que era alguien más…

También podría gustarte