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Frente Occidental, año 1916. El alto mando francés quiere conseguir a toda costa romper el frente
alemán, para lo cual deciden lanzar una ofensiva en un sector fuertemente defendido dominado
por una importante colina. El general Boulard encarga esta tarea al ambicioso y falto de
escrúpulos general Mireau. Éste, a su vez, ordena al Batallón del Coronel Dax que encabece el
ataque. Este se realiza, pero resulta un desastre debido a la fuerte resistencia alemana, que obliga
a los soldados a retroceder a su trinchera. Ante el fracaso de la ofensiva, Mireau, furioso por la
derrota, decide castigar ejemplarmente a la unidad de Dax fusilando a tres soldados por cobardía,
que serán elegidos al azar entre los participantes en el ataque.
En “Senderos de Gloria” (toda una ironía ya desde su título) no hay lugar para el heroísmo ni por
supuesto para esa “gloria”. Los hombres son enviados al matadero por generales deshumanizados
que solo buscan su beneficio personal. Frente a eso, los hombres justos (Dax) se ven impotentes
para detener la maquinaria bélica, que devora vidas amigas y enemigas sin un rastro de
humanidad ni de esperanza.
Escenas como las de la mujer que canta en la cantina para los soldados o las del fusilamiento de
los tres "culpables" prácticamente crean un nudo en la garganta.
En 1917 las operaciones militares se estancaron más que en los dos años anteriores,
alejando cualquier posibilidad de rendición inmediata de uno de los bandos.
Dos acontecimientos cambiaron el rumbo del conflicto y dejaron entrever su conclusión: la
entrada en la guerra de Estados Unidos y la revolución en Rusia.
A ello cabe añadir las crecientes dificultades materiales de los países contendientes y la
quiebra moral del frente interior en buena parte de ellos, se puede afirmar que en 1917 se
incubó la crisis que desencadenó un año después el desenlace de la guerra.
Para 1917 el Ejército austro-húngaro (que combatía en tres frentes) estaba al borde del
colapso y sólo una interesada subordinación a los alemanes podía permitirle continuar su
esfuerzo de guerra.
Para ello necesitaba el control de todas las tropas que operaban en Francia, y así se lo hizo
saber, durante una visita a Caíais, al premier Lloyd George, que accedió a colocar el cuerpo
expedicionario británico bajo la autoridad del general francés. Pero Douglas Haig se negó a
someterse a su colega y hasta finales de año, tras el fracaso inglés de Passchendaele, no
empezó a tomar cuerpo tal medida.