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Título: “ Patologías graves en la infancia.

Construcciones en psicoanálisis con


niños: de la repetición de la vivencia a la creación de la experiencia.”
Artículo del libro “Aportes a una psicopatología de la infancia”, JVE ediciones, año
2008.
Autor: Lic. Mariana L.Groisman

“...cuando una persona es lo suficientemente afortunada para vivir dentro de una


historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen.”
Fragmento de Brooklyn Follies de Paul Auster.

Una gran amiga, ávida lectora de cuanto libro cae en sus manos, un día me obsequió con
un texto que trata de cómo Kafka, el maravilloso escritor, se topa en un parque con una
niña que está llorando pues ha perdido su muñeca. A pesar de estar Kafka muy enfermo
y con los días contados, le inventa un cuento a la niña para paliar su tristeza. Día a día
se va encontrando con ella y le va relatando diversas situaciones por las cuales la
muñeca no podía concurrir al encuentro. Finalmente, el autor describe cómo Kafka con
el cuento que crea para la niña le crea una historia a cambio de la muñeca perdida, o sea,
la introduce en otra dimensión que es la de la fantasía, la posibilidad de imaginar y de
sustituir con representaciones al objeto perdido.
Este texto me pareció muy gráfico para mostrar el poder creativo y poético de la palabra
del adulto en el psiquismo infantil, la palabra como forjadora de la matriz
subjetivizante, productora de significaciones y sobre todo para los psicoanalistas de
niños que nos devanamos los sesos tratando de profundizar, mejorar, sofisticar y
ahondar cada vez más en los modos de intervención en la sesión analítica.

Sabemos que el niño se va estructurando en la medida en que es tomado por la palabra


de sus padres en un campo de intersubjetividad y por los modos de funcionamiento
intrapsíquico que le van permitiendo apropiarse de la palabra y realizar el proceso de
instalación en una temporalidad y espacialidad. Se van organizando las instancias
psíquicas a partir del clivaje del aparato y constituyendo los mecanismos de defensa y
las identificaciones. El niño va adquiriendo el lenguaje y desplegando la actividad
simbólica dibujando, construyendo, modelando.
Al mismo tiempo el niño va armando un campo lúdico que cumple una función muy
importante que es la de instaurar un espacio de producción simbólica con efectos en la

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construcción del psiquismo. Además, le permite intentar procesar situaciones
displacenteras transformándolas en placenteras, armarlas y desarmarlas a su antojo,
colocarse del lado que más le plazca, ser el rey, la reina o el más poderoso Power
Ranger.

Consideramos un signo de salud mental que un niño juegue, cuando no lo hace o lo


realiza de una forma reiterativa o pobre o se interrumpe o el juego no existe,
pensamos que alguna dificultad se está presentando en su desarrollo.
Los que nos dedicamos al psicoanálisis de niños utilizamos la técnica del juego y
consideramos al juego simbólico en la sesión, no sólo como equivalente de la libre
asociación sino como una formación de intermediación entre las creaciones
fantasmáticas del sujeto y la realidad (1)

El objetivo de este trabajo es compartir algunas ideas acerca de la clínica psicoanalítica


con niños pues, habitualmente, nos encontramos con ciertas dificultades técnicas
relacionadas no tanto con la comprensión de la problemática del niño, sino con la
modalidad de abordaje, o sea, con las herramientas que poseemos para poder transmitir
al pequeño paciente nuestras ideas y posibilitar un cambio psíquico.

Dos temas considero de importancia: primero, las condiciones de recepción del niño que
tienen que ver con el diagnóstico que hagamos del tipo de constitución psíquica
alcanzado y por otro lado, el manejo de la transferencia y la capacidad del analista para
saber desenvolverse en el encuentro lúdico en la sesión.

Además, hay que señalar que lo que caracteriza al trabajo psicoanalítico con niños es el
estar más relacionado con el ámbito de las neurosis actuales que con el de las
psiconeurosis por lo cual, nos topamos con material más pulsional que representacional.
Sabemos que cuando en el material de la sesión aparece material representacional
nuestro instrumento es la interpretación, pero, cuando surge angustia masiva,
somatizaciones, descargas motrices, hiperactividad, desbordes, agresiones, apatía o
aburrimiento, estamos en presencia de material no reprimido, que no ha sido ligado por
el Yo, propio de las neurosis actuales, y exige ser construido por el analista.
Freud en su artículo sobre las neurosis actuales, dice que la angustia de estas neurosis se
encuentra desviada de lo psíquico “pues de lo contrario habría cobrado vigencia como
libido” (2). Por lo tanto, en el material de las sesiones aparecen momentos donde no hay

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ni palabras, ni juego, ni otro tipo de actividad simbólica y en cambio aparece angustia
aterrorizante como en el caso de Lito o desbordes motores de tipo sexual como en
Danilo, a los que me referiré más adelante.
Es el motivo del presente trabajo ahondar en los recursos que maneja el analista para
realizar sus intervenciones. Pienso que el analista de niños tiene que poseer una
capacidad lúdica bastante desarrollada y haber explorado suficientemente en los
distintos medios expresivos de la voz, el cuerpo, la mirada, el gesto y por supuesto, del
juego, dibujo y modelado que son los distintos “lenguajes” que utiliza el niño para
expresarse de una manera multifacética. ¿ Por qué me interesa destacar esto? Sabemos
que cuando tenemos un adulto en análisis usamos la herramienta privilegiada para el
psicoanálisis que es la palabra hablada para interpretar y construir. Pero, cuando se trata
de niños pequeños o de niños con trastornos en la constitución psíquica o con trastornos
del orden de la impulsividad, nos enfrentamos con un psiquismo precario atravesado por
la vivencia que ha dejado su huella en marcas mudas necesitadas de intervenciones que
tengan la característica de ser fácilmente captadas.
La vivencia tiene carácter pulsional, se refiere a impresiones vistas u oídas que han
impactado el psiquismo pero que carecen de la libido que debe aportar el adulto para
significarlas y prestarles representaciones, “...algo que el niño vió u oyó en la época en
que apenas era capaz de lenguaje todavía.” (3) Insisten y se repiten en forma de
acciones, compulsiones, angustia y son expresiones de desamparo o desvalimiento
psíquico. Las palabras y cualquier otra intervención del analista (suficientemente
preparado para entender y manejar la riqueza de medios expresivos que usan los niños)
otorgarían sentido a las impresiones y vivencias que como compulsión repetitiva, se
expresan en forma directa sin sustituciones investidas desde la pulsión. Cuando esto
ocurre se presenta una escena de la que también forma parte el analista, que lo impacta
y que muestra el fundamento traumático de la sesión. Es necesario por lo tanto hacer
ingresar ese material sin ligadura, puro afecto, en un espacio lúdico donde pueda ser
representado, investido libidinalmente por el trabajo del analista. Estas ideas siguen la
línea de lo que Freud plantea en el artículo de las construcciones en análisis y para
poder realizarlo a fondo se requiere estar compenetrado con el trabajo de figurabilidad
del psiquismo que se basa en la potencia sensorial de la imagen que puede convocar la
capacidad del analista para articular su conceptualización con la plasticidad de sus
intervenciones.
Ya Freud en el capítulo VI de La interpretación de los sueños (4) destaca el trabajo de
figurabilidad como procedimiento específico del trabajo del sueño para otorgar

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representabilidad a ciertos contenidos inconcientes mediante la imagen. En el sueño los
deseos inconcientes se expresan bajo una deformación por los mecanismos de
condensación y desplazamiento que les permiten manifestarse y pasar la censura. Así
como trabaja el psiquismo en el sueño, también el juego simbólico cumple la función de
dar representaciones en un intento de dar ligadura a lo pulsional. Cuando hay despliegue
de juego simbólico, el analista puede trabajar más al estilo como lo hace con la
asociación libre del discurso del adulto, pero, cuando el juego se interrumpe con
actuaciones, aparición de angustia o directamente no hay juego, el analista tiene que
trabajar con construcciones que describan la escena que transcurre en la sesión y que
puedan generar otra experiencia, otra historia:“La escena se presenta actual,
correspondiente al presente de la sesión y de la escena infantil, y desde la organización
preconciente, la construcción le da un carácter temporal, la incluye en el principio del
placer, le otorga representación e historia.”(5)
El trabajo de figurabilidad impregna toda la labor analítica pero es más necesaria cuanto
menos representabilidad hay en el material de la sesión, podríamos decir que el trabajo
de figurabilidad del analista ayuda a constituir psiquismo y el juego que va realizando el
niño va construyendo su subjetividad.
Los autores franceses César y Sara Botella tomando esta idea freudiana la desarrollan
señalando el valor económico y dinámico de la figurabilidad en el aparato psíquico y la
importancia de tenerlo en cuenta para construir nuestras intervenciones comparables a
un trabajo onírico,…”Una suerte de proceso analítico inverso donde el analista
promueve el preconsciente del niño.” (6), construyendo “recuerdos”. Los momentos
más indicados para realizar este tipo de intervenciones son especialmente cuando el
pensamiento del analista se interrumpe, irrumpe el afecto pero sin representaciones y
colapsa podríamos decir la capacidad asociativa provocando malestar, fastidio o temor.
Ahí es donde estos autores señalan la importancia del trabajo de figurabilidad de la
construcción en la sesión comparable al trabajo onírico,...”fue ante ciertos aspectos
traumáticos del pensamiento del analista en sesión como comprendimos
progresivamente que la figurabilidad no puede ser reducida a la imagen, sino que es
producto de un trabajo diurno complejo emparentado con el del sueño nocturno.” (7)

Lito y el monstruo:
A veces nos consultan por niños que tienen un psiquismo precario, como es el caso de
Lito de tres años y medio, que habla poco y llorando, es muy metódico, tiene rituales
para comer y vestirse y grita cuando no respetan la misma secuencia. Se queda mirando

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los ventiladores, le gusta marearse, es obsesivo con la limpieza, presenta alteraciones en
el dormir, no puede dormir solo y tiene la alimentación ritualizada. Se angustia frente a
la separación de su madre, llora cuando lo dejan en el jardín, deben retirarlo antes de
terminar la jornada, no puede ir a los cumpleaños porque llora constantemente. Se la
pasa mirando el video “Buscando a Nemo, repitiendo incesantemente las escenas de la
película. En la consulta escucho que repite frases de la televisión, habla en tercera
persona y cuando le hablo responde con un montón de sonidos ininteligibles. Su único
juego es tomar objetos tirarlos por el aire y decir “se rompió”. A primera vista, Lito
pareciera un niño con una psicosis pero lo que me da más que nada la pauta de la
gravedad o no del cuadro es su capacidad de respuesta a las intervenciones del analista y
ahí el niño mostró signos de cierta flexibilidad psíquica que me permitió pensar en un
pronóstico más favorable .
Es sumamente importante al mismo tiempo que trabajamos con el niño, también ir
tratando de modificar la mirada que los padres le dirigen, puesto que esa mirada
parental coloca al niño en un lugar donde lo identifican ya sea con lo idealizado o con lo
demoníaco. Por supuesto, así va responder ese hijo de la misma manera en que es
mirado, eso le da una identidad que a veces es estigmatizante. En el caso de Lito que
nace con una afección en el pene, un defecto de ubicación del orificio uretral, que se
corrige con cirugías plásticas reparatorias en el primer año de vida, sus padres, de origen
judío y practicantes de la religión, con la aparición inesperada de este problema se
vieron frustrados en la posibilidad de realizar el rito de la circuncisión en el momento
esperado.

En el comienzo de las consultas Lito se aferra a su madre al entrar conmigo al


consultorio. Se aterroriza cuando ve a un muñeco del canasto que es un monstruo verde,
nada lo calma, la mamá le dice que es nada más que un monstruo de juguete, pero no
hay diferencia entre fantasía y realidad, las palabras de su mamá no logran
tranquilizarlo. Sólo cuando le digo si quiere que arroje el muñeco al cesto de la basura,
asiente y se calma. Entonces, tomo el monstruo al que hago gritar como tal y le digo que
ya asustó mucho a Lito, así que lo pondré en un lugar del que no podrá salir. Darle
categoría de verdad a sus afectos jugando a ganarle al miedo al monstruo lo calmó y fue
armando un encuadre lúdico ubicando la dimensión de la fantasía en un juego. En cada
sesión vincular voy señalando el mismo encuadre lúdico y mi actitud receptiva despierta
confianza en el niño. Al mismo tiempo voy pensando que este niño está colocado en el
lugar de “monstruo” pues ha nacido con un problema que si bien es algo que no reviste

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gravedad, sin embargo, ha alterado las expectativas e ideales parentales. La madre lo
identifica con esa imagen y el niño se ve en ella horrorizado de lo que ve de ella, es un
juego de espejos que produce un efecto terrible.

Por supuesto, nada voy a decir al estilo de: lo que pasa es que te sentís un monstruo, o
bien, ves el rostro asustado de tu mamá que te ve como un monstruito y eso te
aterroriza, o que yo soy una perfecta desconocida para vos y te asusto como un
monstruo con mi sola presencia, etc. Lo que creo que tengo que hacer es no desechar
esas ideas sino echar a andar el juego dando cualidad representacional a estas vivencias
aterrorizantes e ir armando escenas de miedo del monstruo dramatizadas y verbalizadas
por mí. La idea es ir armando el juego describiendo por parte del analista pequeñas
escenas con gestos, movimientos, inflexiones entonativas de la voz y todo elemento que
pueda aportar figurabilidad También es muy útil el uso de diferentes materiales, como
hilos para unir o colgar o cortar, papeles para arrugar, despedazar o dibujar y así con
otros materiales.

Un día en que Lito ya se puede despedir de su mamá y quedarse a solas conmigo, se oye
de repente el ladrido lastimero de un perro. Lito deja los juguetes, empalidece, y
aterrorizado me mira. Inmediatamente trato de inventar una escena donde el perrito está
llamando para que le den de comer. Lito se calma y puede reanudar su juego.
A la sesión siguiente vuelve a irrumpir en el momento de la sesión un fuerte ruido,esta
vez es de un chorro de agua, Lito se sobresalta pero, enseguida me mira y sonriente me
dice: -“Ya sé, es el perro”.

Danilo, el “sátiro” del jardín:

Un material diferente tenemos con Danilo, niño de 5 años con un excelente lenguaje y
muy inteligente. Consultan sus padres porque dicen que el niño molesta, hostiga a los
demás, se burla, dice malas palabras a los adultos y a los pares, se baja los pantalones en
cualquier lado, cruza la calle imprevistamente, toca enchufes, y también le toca los
genitales a sus maestras del jardín tomándolas por sorpresa, golpea sus compañeritos,
nadie quiere estar cerca de él ni invitarlo a su cumpleaños. Ni sus padres ni las docentes
saben qué hacer con esta situación. En la primer sesión, Danilo intenta tirar el felpudo
por la escalera, revolea objetos del consultorio, amenaza con tocarme mis genitales, me

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siento fuertemente impactada y por supuesto, me pregunto cómo dar figurabilidad a la
pulsión de dominio omnipotente desatada de manera tan siniestra. Lo actual, esta vez en
el analista es la vivencia de malestar, de estar alerta frente a una posible actitud intrusiva
sexual del niño. Cuando el analista recupera su capacidad de pensamiento puede salir de
ese estado mudo y conmocionante de la vivencia y construir la escena poniendo
palabras a los afectos y ubicándolos en personajes de un juego. Los pensamientos se
relacionan con tratar de despegar a Danilo de una identificación megalómana,
identificación al Yo ideal parental, las fallas en el ejercicio de la función paterna
reguladora y normativizante. de las pulsiones.
Me surge la imagen de un inmenso dragón lanzando una bocanada de fuego y entonces
dramatizo asustarme de la presencia del dragón como viniendo desde otro cuarto,
AHHHHHH!,dice el dragón, abriendo la boca y haciendo salir un aliento quemante.
Danilo es tomado por el juego y me pide repetirlo varias veces, se ríe y afloja un poco
su tensión. Parece que el juego que propuse pudo contener dentro de su marco algo de
los elementos que insistían en ser tramitados en la pura repetición, la voracidad, el deseo
de dominio sobre el otro, la excitación sexual. Describo al dragón como a alguien
insaciable, que nada lo deja contento, por eso quiere tragarse todo, cree que así domina
el mundo, pero al final se queda solo, sin nadie que lo quiera. Luego, le propongo
dibujarlo. Danilo responde con entusiasmo a esta propuesta, me hace muchas preguntas
sobre el dragón, se interesa y eso me permite mejorar las intervenciones ya en el plano
verbal. En este material se ve claramente cómo las dificultades en el establecimiento de
la represión, favoreciendo la desmentida, dejan al psiquismo librado a un ejercicio
pulsional sin regulación, no pudiendo el niño medir los riesgos que él mismo corre. Al ir
describiendo las escenas violentas que se libraban en cada sesión, iba introduciendo
pequeños relatos acerca del dragón que se creía muy poderoso, pero que se quedaba
solo, e iba ubicando el momento adecuado para relacionar en voz alta con lo que le
pasaba a él mismo. Por supuesto, es indispensable el trabajo con los padres que haga
posible una cierta sincronía del trabajo terapéutico individual con los modos de
tramitación pulsional parental en entrevistas con los padres.

Bibliografía:
1)Bleichmar, Silvia: “El carácter lúdico del análisis”, en Actualidad Psicológica, año
1999.

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2)Freud, Sigmund : (1895).Sobre la justificación de separar de la neurastenia un
determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia. AE, tomo III. Buenos Aires,
1981.
3)Freud, Sigmund: (1938) Construcciones en psicoanálisis, AE, tomo XXIII, Buenos
Aires; 1980.
(4) Freud, Sigmund: ( 1900) El miramiento por la figurabilidad, en La interpretación de
los sueños,Tomo V, cap.VI, AE, Buenos Aires, 1984.
(5) Hodara, Sara y Cóccaro, M:: “Juego, Escena y Actuación. Sobre la teoría y la
técnica del psicoanálisis con niños.”, en El desafío de la vivencia, Lugar Editorial,
2000.
(6) Botella, C. y S: La figurabilidad psíquica, Ed.Amorrortu, Buenos Aires, 2003.
(7) Idem, ( las bastardillas son mías.)

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