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Stee Hernández

Ensayo teórico III


Filosofía contemporánea
Universidad Iberoamericana

La subjetividad plástica: una breve reflexión sobre el ensayo La plasticidad en espera


de Catherine Malabou

El propósito de Catherine Malabou es proponer una ruta “reflexiva” (o una genealogía


sintomática) en la que la plasticidad adquiera una inteligibilidad como concepto: se trata de
hacer un tratamiento plástico sobre la misma plasticidad. Su problema de raíz radica cómo
un simple adjetivo (lo plástico) y, en ocasiones, un sujeto (el plástico) pueden adquirir la
condición de idad. Se trata de describir la plasticidad de la plasticidad (en este sentido, su
reflexión es de segundo orden, pues no tratará de ver manifestaciones de lo plástico en
objetos, sociedades, etc; sino la plasticidad misma).
Para dicho propósito, Catherine Malabou sigue de cerca el concepto de “situación votiva”
de Georges- Didi Huberman. Esta situación votiva se refleja, según Malabou, en el ejemplo
de la cera: la cera no solamente recibe forma y permite dar forma, sino que también es la
impronta misma: allí se consagra un síntoma; no se trata de una mera representación que
desde su ausencia remite a una presencia, sino que es “el puro abrirse paso de la impronta o
la huella; en este caso, la pura escritura del sufrimiento” (Malabou, p.82).
Esta inscripción del síntoma en la cera es una consagración temporal: allí se devela el
provenir orgánico del tiempo y el porvenir temporal de lo orgánico. La plasticidad es, ante
todo, temporal (cf. Malabou, p.83).
Para develar esta estructura temporal de la plasticidad o la temporalidad de la misma
plasticidad, Malabou hace tres anotaciones: una lingüística y dos filosóficas (una referida a
Hegel y otra referida a Derrida y a Levinas). Con respecto al momento de la lengua,
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muestra el carácter polisémico de la plasticidad: es un sujeto (el modelador), un verbo


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(modelar) y un predicado (el objeto modelado); también, está referido a la escultura y al


arte como la capacidad de crear bellas figuras; finalmente, se encuentra el plástico como un
artefacto explosivo o de deflagración.
En este marco, a través de este análisis de los diferentes modos de presentación de la
plasticidad, Malabou concluye que este fenómeno encierra el siguiente enigma: devela un
momento de creación, de recibir una forma; pero también guarda un momento de la
deflagración de la forma misma. La plasticidad es creación y destrucción al mismo tiempo:
una vez inicia exige su destrucción.
Con lo que concierne ahora a la plasticidad y a la filosofía de Hegel, Malabou hace
algunas advertencias: (1) La subjetividad en Hegel es plástica, pues es una subjetividad que
recibe forma (tiene un momento pasivo); pero luego tiene el potencial de transformar y
modificar esa forma dada: la actividad subjetiva, si se quiere, es un moldeamiento
constante. No se trata de volver al paradigma de una subjetividad soberana, sino más bien
de reconocer dos fuerzas en ésta, a saber, su capacidad de recibir forma; pero luego
distanciarse de la forma dada; (2) esta subjetividad plástica, a su vez, implica que el valor
temporal de la plasticidad se haga patente: cuando un sujeto recibe forma, a su vez, recibe
sedimentaciones históricas que determinan su modo de ser; pero también el sujeto busca
idear un provenir, moldea un horizonte a través de lo recibido. En eso radica el predicado
cronológico de la plasticidad, diferente a su predicado lógico (que es mero atributo de una
sustancia).
Finalmente, (3) la plasticidad es la manifestación temporal de lo orgánico mismo: la
Aufhebung (que es traducido por lo reemplazable y no por superación) es un movimiento
plástico de la vida misma (su cuerpo y su historia): se trata de un proceso en que se recibe
una forma, se hace algo con esa forma, se destruyen partes de la forma y se construye una
“nueva forma” (luego el proceso se repite con esta nueva forma).
Finalmente, Malabou expone brevemente dos posturas filosóficas que no aceptan la
plasticidad: la de Derrida y la de Levinas. Por una parte, Derrida renuncia a toda plasticidad
por ser una filosofía de la forma en la que aparecerán en escena nuevamente una
subjetividad creadora (con su analítica, sintética o dialéctica); por el contrario el síntoma
para Derrida no se hace comprensible mediante la plasticidad, sino más bien por su
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irresolubilidad, pues en éste jamás va haber una resolución, si se quiere, plástica .Por otro
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lado, Levinas con el sufrimiento del rostro del radicalmente otro pone de manifiesto que se
trata de una “casi revelación” que va más allá de la plasticidad: la exigencia de justicia del
rostro del otro no es representable ni objetivable; no puede haber una plástica del rostro de
la víctima según Levinas. Expuestos estos dos modelos filosóficos “antiplasticos”, Malabou
presenta una tensión en su propuesta: cómo a partir de conceptos o reflexiones de estas
propuestas filosóficas antiplasticas se pueden sacar consecuencias para una filosofía de la
plasticidad.
La reflexión de Malabou permite pensar una nueva dimensión de la plasticidad:
normalmente solo se tiende a ver la parte resolutiva de ésta, a saber, el dar y recibir forma,
pues en esta acción el pensamiento puede aprehender algo; sin embargo, se tiende a ignorar
la parte explosiva de la plasticidad y sus contornos oscuros: tematizar este proceso de
deflagración de la plasticidad es clave para intentar entrever mutaciones históricas,
orgánicas, etc. No solo se trata de atender la resolución, sino también la conflictividad. Sin
embargo, según Malabou, Hegel ya era un filósofo de la plasticidad; entonces, en términos
filosóficos, ¿Hegel no ha sido superado? ¿por qué retornar a Hegel en un tiempo donde
muchas filosofías se consideran antihegelianas? Hipotéticamente se puede decir que la
plasticidad implica ver: forma y explosión: una filosofía que se mantenga en la forma es
incompleta al igual que una que se mantiene en la explosión o en la deflagración. Se trata,
entonces, pensar en la frontera de ambas.
Para concluir se puede decir que el concepto de plasticidad permite pensar un proceso de
individuación política, en el sentido de que para posicionarse políticamente, al menos, se
requieren dos momentos: (1) recibir una forma; pero luego (2) destruir y moldear otro
horizonte a partir de esa forma dada. Tomar un postura política, en parte, implica reconocer
la constitución temporal de la identidad; pero también implica una ruptura de eso recibido.
En parte, lo político implica ese doble movimiento de formación-deflagración. Así mismo,
una política con solo formación (o forma) puede devenir conservadurismo; una política con
solo deflagración puede devenir mero impulso; tal vez el entre de los dos permite una
trayectoria política más potente.

Referencias
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Malabou, C. La plasticidad en espera. Santiago de Chile: Palinodia, 2018, pp.81-94.


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