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Posible significado simbólico de la figura del

«Discípulo Amado»[editar]
Según Kragerud,37 el «Discípulo Amado» sería una figura simbólica. Para esa interpretación,
este autor se basó particularmente en la relación del «Discípulo Amado» con Pedro. Sin
embargo, una dificultad para considerar la figura del «Discípulo Amado» solamente como un
símbolo es que los restantes personajes asociados al «Discípulo Amado» (Simón Pedro,
la Madre de Jesús, y el mismo Jesús) son considerados por el autor del Evangelio como
personajes históricos. Una yuxtaposición de personajes históricos y simbólicos no tendría
mucho sentido. Lorenzen38 señaló que se debe considerar, además de la figura histórica del
«Discípulo Amado», su significado simbólico. Según Bauckham, 39 la imagen del «Discípulo
Amado» en el cuarto Evangelio presenta al autor ideal. Su especial intimidad con Jesús, su
presencia en los eventos clave en la historia y su percepción de su significado lo califica para
ser el testigo ideal de Jesús y por lo tanto el autor ideal de un Evangelio. Por su
parte, Raymond E. Brown25 sostuvo que “resulta patente que el «Discípulo Amado» tiene una
dimensión figurada. En muchas formas es el ejemplo del cristiano (...) Sin embargo, la
dimensión simbólica no significa que el «Discípulo Amado» sea nada más que un símbolo”.
Quizás, más importante que saber el nombre del "discípulo a quien Jesús amaba" es conocer
qué posible significación implicó esta figura. Una implicancia posible es señalada por el
escriturista Luis H. Rivas.2040 Con ese fin, se pueden rever los pasajes en los que aparece esta
figura.
(1) En la primera escena, durante la Última Cena, Jesús comienza a hablar de la traición de
Judas. Los discípulos que están sentados con Él no entienden bien de qué se trata. Como el
«Discípulo Amado» estaba sentado junto a Jesús, Pedro le hace señas para que le pregunte
de quién está hablando. El «Discípulo Amado» se recuesta sobre el pecho de Jesús y le
pregunta: "¿Quién es?", y recibe la respuesta de Jesús (Juan 13, 26). La expresiones
"recostarse sobre el pecho" y "estar en el seno de" se usan muy a propósito para indicar que
se goza de la familiaridad de alguien. La relación entre Cristo y el Padre se reproduce ahora
entre Cristo y el discípulo, quien recibe sus confidencias para comunicarlas a los demás.
(2) En la segunda escena, el «Discípulo Amado» aparece junto a la cruz donde está clavado
Jesús. También allí se encuentra la Madre de Jesús, y el discípulo la recibe como madre
propia (Juan 19, 25-27). Un discípulo amado por Jesús sería quien se mantiene junto al
crucificado y quien recibe a María como a su propia madre.
(3) En la tercera escena, en el domingo de Pascua, el «Discípulo Amado» y Pedro reciben el
mensaje de María Magdalena de que el sepulcro donde sepultaron a Jesús está vacío. Ambos
corren hacia el sepulcro. El «Discípulo Amado» llega primero pero espera a Pedro antes de
entrar. Al ingresar en el sepulcro, ven las vendas en el suelo y el sudario que cubrió la cabeza
de Jesús, no junto a las vendas sino plegado en un lugar aparte. El «Discípulo Amado» vio y
creyó (Juan 20, 1-10). Un discípulo amado por Jesús sería aquel que se encuentra junto a
Pedro, a quien respeta, y quien tiene fe en la resurrección del Señor.
(4) En la cuarta escena, Jesús resucitado se aparece a sus discípulos a orillas del mar de
Tiberíades. Ellos están en la barca pescando, y el «Discípulo Amado» es el primero en
reconocer a Jesús (Juan 21, 1-7). Un discípulo amado por Jesús sería el que sabe
reconocerlo presente después de su resurrección.
(5) En la quinta escena, Pedro pregunta a Jesús qué sucederá con el «Discípulo Amado». Él
responde: "Si yo quiero que él permanezca hasta mi venida, ¿a ti que te importa? Tú sígueme"
(Juan 21, 20-23). Un discípulo amado por Jesús sería aquel que "permanece" fiel, que
persevera hasta que Jesús vuelva.
A través de la figura del «Discípulo Amado», el Evangelio según San Juan parece describir no
solo a un personaje histórico, sino además al cristiano ideal, como aquel que:

 tiene familiaridad con Cristo y recibe sus confidencias,


 permanece junto a la cruz del crucificado y recibe a María como a su propia
madre,
 permanece junto a Pedro y lo respeta,
 tiene fe en la resurrección del Señor y sabe reconocer al resucitado presente, y
 permanece fiel hasta que Jesús vuelva.

BIOGRFIA

Juan el Apóstol
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Juan

San Juan el Evangelista (1600), por El Greco. Museo del Prado (Madrid).

Apóstol y Evangelista

Nombre Juan, hijo de Zebedeo.

Nacimiento Aproximadamente en 6 d. C.,


en Betsaida, Galilea.
Padres Zebedeo   y Salomé 

Fallecimient Aproximadamente en 101 d. C, hacia el tercer año de


o gobierno del emperador Trajano,
en Éfeso.

Venerado en Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Comunión


anglicana, Iglesia copta, Iglesia luterana e Iglesias
evangélicas en general, Iglesia apostólica armenia.
Tanto en la Iglesia de Occidente como en la de
Oriente se celebra a «Juan, Apóstol y Evangelista».

Principal Su culto se originó probablemente en Éfeso,


santuario donde Justiniano edificó una basílica en su memoria.
Hoy, la basílica principal a la memoria conjunta de los
santos Juan el Bautista y Juan el Evangelista, es
la Archibasílica de San Juan de Letrán en Roma,
dedicada a «Nuestro Salvador». Hay además
numerosas basílicas e iglesias dedicadas a San Juan,
particularmente en España e Italia.

Festividad  27 de diciembre (rito romano, rito anglicano, rito


luterano)

 26 de septiembre (rito bizantino)
 29 de diciembre (rito hispano, rito armenio)
 8 de mayo (rito ortodoxo siríaco)
 4 de tobi (rito copto)
 6 de mayo San Juan ante la Puerta Latina
(vetus ordo)

Atributos Libro, águila (símbolo de la altura espiritual que


residía en Juan, apóstol y evangelista), cáliz. En el
simbolismo medieval, se consideró
la esmeralda (piedra preciosa) como atributo de Juan
el Apóstol.1

Patronazgo Editores, encuadernadores, libreros, teólogos y escrito
res. También se le adjudica el patronazgo sobre
la amistad. Es patrono de Asia Menor, en la
actual   Turquía. En   Italia, es patrono
de Andoain , es patrono de Sansepolcro o Borgo del
Santo Sepolcro, Montelupo Fiorentino, Ponsacco
y Teverola (todas ellas, localidades de la región
de   Toscana); Motta San Giovanni (en la región
de   Calabria); Galbiate (en la región de   
Lombardía). En el norte de   Hungría, es patrono
de la Arquidiócesis de Eger. En   Alemania, es
patrono de Sundern, apareciendo su imagen en el

escudo  . En los   Países Bajos, es patrono de


Morra, en   Frisia. En   Estados Unidos, en
calidad de «Evangelista», es patrono de diferentes
diócesis católicas: la Arquidiócesis de   
Milwaukee (Wisconsin), y las diócesis de   
Cleveland (Ohio), de Boise (  Idaho), y de Taos (
 Nuevo México).

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Juan el Apóstol (hebreo ‫יוחנן‬ Yohanan, «el Señor es misericordioso») fue, según diversos


textos neotestamentarios (Evangelios sinópticos, Hechos de los Apóstoles, Epístola a los
Gálatas), uno de los discípulos más destacados de Jesús de Nazaret. Nativo de
Juan el Apóstol (hebreo ‫יוחנן‬ Yohanan, «el Señor es misericordioso») fue, según diversos
textos neotestamentarios (Evangelios sinópticos, Hechos de los Apóstoles, Epístola a los
Gálatas), uno de los discípulos más destacados de Jesús de Nazaret. Nativo de Galilea, era
hermano de Santiago el Mayor e hijo de Zebedeo. Su madre podría ser Salomé. Fue pescador
de oficio en el mar de Galilea, como otros apóstoles. La mayoría de los autores lo considera el
más joven del grupo de «los Doce». Probablemente vivía en Cafarnaún, compañero de Pedro.
Junto a su hermano Santiago, Jesús los llamó ‫בני רעם‬ Bnéy-ré'em (arameo), Bnéy
Rá'am (hebreo), que ha pasado por el griego al español como «Boanerges», y que significa
«hijos del trueno», por su gran ímpetu. Juan pertenecía al llamado «círculo de dilectos» de
Jesús que estuvo con él en ocasiones especiales: en la resurrección de la hija de Jairo, en
la transfiguración de Jesús, y en el huerto de Getsemaní, donde Jesús se retiró a orar en
agonía ante la perspectiva de su pasión y muerte. También fue testigo privilegiado de las
apariciones de Jesús resucitado y de la pesca milagrosa en el Mar de Tiberíades.
Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, Pentecostés encontró a Juan el Apóstol en
espera orante, ya como uno de los máximos referentes junto a Pedro de la primera
comunidad. Juan acompañó a Pedro, tanto en la predicación inicial en el Templo de
Jerusalén (donde, apresados, llegaron a comparecer ante el Gran Sanedrín por causa de
Jesús), como en su viaje de predicación a Samaria.
La mención del nombre «Juan», antecedido por el de «Santiago» y el de «Cefas» (Simón
Pedro), como uno de los «pilares» de la Iglesia primitiva por parte de Pablo de Tarso en
su epístola a los Gálatas es interpretada por la mayoría de los estudiosos como referencia de
la presencia de Juan el Apóstol en el Concilio de Jerusalén.
Las polémicas que sobre él se abatieron y aún se abaten (en particular, si Juan el Apóstol
y Juan el Evangelista fueron o no la misma persona, y si Juan el Apóstol fue autor o inspirador
de otros libros del Nuevo Testamento, como el Apocalipsis y las Epístolas joánicas
-Primera, Segunda y Tercera-) no impiden ver la tremenda personalidad y la altura espiritual
que a Juan se adjudica, no solo en el cristianismo, sino en la cultura universal. Muchos
autores lo han identificado con el discípulo a quien Jesús amaba, que cuidó de María, madre
de Jesús, a pedido del propio crucificado (Stabat Mater). Diversos textos patrísticos le
adjudican su destierro en Patmos durante el gobierno de Domiciano, y una prolongada
estancia en Éfeso, constituido en fundamento de la vigorosa «comunidad joánica», en cuyo
marco habría muerto a edad avanzada. A través de la historia, su figura ha sido asociada con
la cumbre de la mística experimental cristiana. Su presencia en artes tan diversas como
la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la literatura, y la cinematografía es notable.
La Iglesia católica, la ortodoxa, y la anglicana entre otras, lo celebran en distintas festividades
(ver ficha).
El águila es el atributo más conocido de Juan, símbolo de la «devoradora pasión del espíritu»
que caracterizó a ese hombre

¿Quién era el discípulo amado?


Presentación
El objetivo del presente estudio es el de definir principalmente dos aspectos importantes: quien
fue el discípulo amado y quien fue el autor de los escritos atribuidos a Juan el Zebedeo. Ambos
temas han motivado muchos y diferentes estudios, tanto históricos como teológicos, y el
resultado nunca ha podido ser esclarecido y confirmado totalmente, sino que han surgido
diversas hipótesis al respecto por parte de historiadores, exégetas y teólogos desde los primeros
siglos del cristianismo.
Las diferentes iglesias cristianas, principalmente la católica, han seguido manteniendo vigente
la tradición aportada por San Ireneo de Lyon (siglo III), quien indicó lo siguiente: "… y después
Juan, el discípulo del Señor que se recostó sobre su pecho, editó el Evangelio cuando habitaba
en Éfeso"(Adversus Haereses III, 1.1). Esta afirmación expresa que Juan, el hijo de Zebedeo, no
solo fue el autor del Evangelio que lleva su nombre, sino que considera que por el simple hecho
de haberse recostado sobre el pecho del Señor durante la Última Cena, se trata ya del discípulo
amado.
Igual convicción fue sostenida por San Agustín de Hipona en su obra Comentarios al
Evangelio de San Juan (LXI, 4) y por otros, como San Juan Crisóstomo, San Gregorio,
Clemente de Alejandría, San Justino, Tertuliano e incluso el propio Canon Muratori. Más tarde
Beda el Venerable (672-735) identificó al discípulo amado con Juan, el discípulo del Señor.
Sin embargo no existe ninguna confirmación evidente de tal aseveración hasta nuestros días,
por lo que en este estudio analizaremos algunos pasajes del cuarto Evangelio en donde se
menciona al discípulo amado, y observaremos que no existen pruebas fehacientes acerca de
que dicho personaje sea el Apóstol Juan. Entonces, ¿quien fue realmente el discípulo amado?

Citas evangélicas
A pesar de que algunos estudiosos del tema consideran que la figura del discípulo amado tiene
una dimensión figurada (Raymond Brown, Alv. Kragerud), consideramos que es importante no
sólo saber el nombre de dicha figura, sino también conocer la significación que el discípulo
amado tuvo, tal como dice el escriturista Luis H. Rivas.
Para ello nos centraremos en los siguientes versículos del cuarto Evangelio:
Juan 13:23-25
"Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Pedro le hace
una seña y le dice: pregúntale de quien está hablando. El, recostándose sobre el pecho de
Jesús, le dice: Señor, ¿quien es?".
En primer lugar, el texto por sí solo no nos indica de forma fehaciente que el discípulo a quien
Jesús amaba se tratara del apóstol Juan. Independientemente de que las
expresiones recostarse sobre el pecho y estar en el seno de se usaban muy a propósito para
indicar que se gozaba de la familiaridad de alguien (Luis H. Rivas), es de destacar que según la
costumbre judía de aquella época, el dueño de la casa, o en su ausencia, su hijo primogénito, se
sentaban a la derecha del invitado, apoyando en determinado momento la cabeza en su pecho
(Henri Cazelles, "Estudio sociológico sobre el sacerdocio del Templo", pagina 480).
De acuerdo a las conclusiones del propio Cazelles, la Última Cena se celebró en la casa de un
conocido de Jesús, y quien estaba sentado a su diestra era el propietario de la casa, o bien su
hijo primogénito. Todo esto no desdice que el discípulo que apoyó su cabeza sobre el pecho de
Jesús fuese Juan el Zebedeo, pero tampoco nos lo confirma.
Más adelante, en este mismo estudio, nos centraremos de una forma más detenida en este
punto al analizar otra hipótesis al respecto.
Juan 19:25-27
"Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de
Clopás, y María Magdalena. Jesús, mirando a su madre y junto a ella el discípulo a quien
amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu
madre. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa"
De nuevo aparece el discípulo amado sin que por ello pudiera ser tampoco identificado
plenamente. En esta ocasión, según Juan, está al pie de la cruz junto a María, la madre de
Jesús, María Magdalena, María la esposa de Clopás y de otra persona nombrada como la
hermana de María, la madre de Jesús. De acuerdo a la nota al pie de pagina de la Biblia de
Jerusalén, la hermana de su madre podía ser o bien Salomé, madre de los hijos de Zebedeo, o
bien se trataría de unir esa designación a la frase que sigue, o sea, la mujer de Clopás.
En cambio Mateo en el capitulo 27, versículo 56 de su Evangelio nos dice que al pie de la cruz
se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos
de Zebedeo.
En los dos textos aparece la madre de los hijos de Zebedeo, Salomé. Es muy posible que la
hermana de María que cita Juan sea la madre de Santiago y de José que narra Mateo, y que el
título de hermana de María sea un referente a que ambas eran Ahim según el texto hebreo, o
sea, hermanas en el Señor. Curiosamente Mateo no menciona que al pie de la cruz se
encontrara el discípulo amado.
Pero si analizamos este hecho bajo la cronología histórica podemos adivinar cierto paralelismo
entre Juan y el discípulo amado acerca del encargo de Jesús de que velara por su madre
después de la crucifixión: Juan se trasladó a Éfeso en el 62 d.C., el emperador Domiciano le
destierra a Patmos en el 95 d.C., y otro emperador romano, Nerva, le permite regresar a Éfeso
en el 98 d.C. Posteriormente Juan fallece en Éfeso a los cien años de edad, aproximadamente
entre los años 115 y 117 d.C.
San Ireneo de Lyon nos especifica más concretamente esta fecha con la siguiente
mención: "Todos los presbíteros que se han encontrado en Asia con Juan, el discípulo del
Señor, dan testimonio de que Juan ha transmitido esto, porque permaneció con ellos hasta los
tiempos de Trajano" (Adversus Haereses II, 22.5). Por todo lo anterior es históricamente
creíble que María haya ido con Juan a residir en Éfeso, más aun al considerar que el emperador
Trajano reinó desde el año 98 hasta el 117 d.C.
Sin embargo no se ha demostrado plenamente que Juan Zebedeo haya sido el autor real
del libro del Apocalipsis y, por lo tanto, nunca hubiese sido desterrado a la isla de Patmos. A
pesar de los escritos que mencionan que María, la madre de Jesús, residió en Éfeso, tampoco
hay pruebas concretas sobre ello, por lo cual la duda acerca de la identidad del discípulo
amado seguirá existiendo.
Juan 20:1-2
"El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía
estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega a Simón Pedro y al
otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: Se han llevado del sepulcro al Señor, y no
sabemos donde le han puesto"
De nuevo aquí se menciona al discípulo amado, pero también sin identificación alguna sobre
su nombre.
Juan 21:1-2 y Juan 21:7
"Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades.
Se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, el llamado Mellizo,
Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos" (Juan 21:1-2). El
discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: Es el Señor" (Juan 21:7).
En estos dos textos podemos comprar que de nuevo se menciona al discípulo amado, pero
observamos que Juan estaba con su hermano Santiago el Mayor y que, además, había otros dos
discípulos de los cuales no se mencionan sus nombres. Por ello tampoco podemos identificar
fehacientemente a Juan como el discípulo amado.
Juan 21:20-22
"Pedro se vuelve y ve, siguiéndoles detrás, al discípulo a quien Jesús amaba, que además,
durante la Cena se había recostado en su pecho y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te va
a entregar? Viéndole Pedro, dice a Jesús: Señor, ¿y este qué? Jesús le respondió: Si quiero que
se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme"
Tampoco aquí se menciona la identidad del discípulo amado, pero hay un detalle muy
significativo. El discípulo amado llevó una amistad abierta con Simón Pedro (Juan 13:23 y
20:2-9), que en el libro de los Hechos de los Apóstoles se pone de manifiesto (Hechos 3:1-9,
4:1-13 y 8:14-15). Si observamos los textos bíblicos con detenimiento podremos comprobar que
en la mayoría de las ocasiones Pedro y Juan iban casi siempre juntos. Esto dio pie a uno de los
miembros más ilustres de la Escuela Bíblica y Arqueológica francesa de Jerusalén, Marie-Emile
Boismard a manifestar que Juan Zebedeo fue el discípulo amado, quien junto con Pedro y
Santiago estimaban a Jesús de un modo particular.
Como podemos corroborar, Juan Zebedeo tenía un papel muy especial en su relación de
amistad con Jesús. Sin embargo ello no nos confirma definitivamente que Juan haya sido
el discípulo amado del que habla la Biblia.

¿Pescador y sacerdote?
Los estudios del exégeta francés Henri Cazelles han demostrado en un estudio sociológico
sobre el sacerdocio en el Templo antes de su destrucción en el año 63 d.C., una teoría muy
plausible acerca del punto número uno mencionado en el capitulo Citas Evangélicas del
presente estudio (página dos), la cual nos presenta un aspecto curioso desde el punto de vista
histórico.
Si nos limitamos a la lectura de Juan 13:25 observaremos que dice: "Él, recostándose sobre el
pecho de Jesús, le dice…". Si recordamos que el hecho de apoyar la cabeza sobre el pecho de
alguien era, en aquella época, una muestra de familiaridad y de respeto con la persona invitada,
y que ello debía efectuarse durante la cena con la persona que había sido invitada por parte del
propietario de la casa o de su hijo en ausencia de dueño de la casa, y si por otro lado
suponemos que quien apoyó la cabeza sobre el pecho de Jesús fue Juan, entonces obtendremos
que aquella casa era propiedad de Zebedeo y que, en ausencia suya, fue su hijo Juan Zebedeo el
encargado de tal postura.
Pero todo ello no nos demuestra que por el hecho de apoyar su cabeza en el pecho del Señor
durante la Ultima Cena Juan fuese el discípulo amado, sino que cumplía con la cortesía que
ordenaban las costumbres judías de la época.
Si todo ello fuese cierto, ¿por qué Zebedeo o quizás el propio Juan poseían una casa en
Jerusalén? ¿Se trataba de una casa de paso o de una residencia permanente? Conociendo que la
familia de Zebedeo era de Galilea, debemos suponer que era una casa de paso ocupada durante
tiempos limitados y por razones concretas.
Si prestamos atención al texto del Evangelio de Juan (18:15-16) nos daremos cuenta de que
cuando Jesús fue a la casa de Anás para ser juzgado, le acompañaban Simón Pedro y otro
discípulo, el cual era conocido del sumo sacerdote Anás. Este discípulo entró con Jesús,
mientras que Pedro se quedó afuera de la casa. Esto significa que el discípulo en cuestión era
conocido de Anás, quizás porque él mismo o su padre efectuaban algún tipo de labor en el
Templo de Jerusalén.
Debido a que a Pedro y Juan les unía una gran amistad y en la mayoría de ocasiones se
acompañaban mutuamente, podemos suponer que Juan era quien entró con Jesús en la casa de
Anas, teoría que se ve reforzada si en realidad Juan Zebedeo era el discípulo amado. Todo ello
nos conduce a una pregunta: ¿estaba de algún modo trabajando alguno de los Zebedeos en el
Templo? ¿Pudieron haber tenido alguna relación especial o de conocimientocon la familia del
sumo sacerdote o quizás con el mismo?
Como dijimos antes, el exégeta Henri Cazelles demostró que una identificación de este tipo es
sin duda plausible. Los sacerdotes temporales ejercían suservicio o avodah en el Templo por
turnos semanales, dos veces al año. Al finalizar dicho servicio el sacerdote regresaba a
su tierra ya que no era inusual que para ganarse la vida debiera ejercer otra profesión. Además
se sobreentiende que el Zebedeo no era un simple pescador, sino que daba trabajo a diversos
jornaleros, lo cual posibilitaba que pudiera ausentarse temporalmente.
Posiblemente Zebedeo pudo haber sido un sacerdote no permanente, pero al
mismo tiempo tener también su oficio en Galilea ya que la pesca en el lago le ayudaba a ganarse
la vida. Por ello es que Zebedeo poseía una casa en Jerusalén; por sus asistencias temporales en
el Templo. Y el propio Zebedeo cedió el cuarto superior de su propiedad a Jesús y a los Doce
para la celebración de la Santa Cena.

La comunidad joánica
Independientemente de si Juan Zebedeo fue el discípulo amado o no, sí se conoce que a su
alrededor se formó una comunidad cristiana que se distinguía de las demás por tener una
cristología más elevada. Dicha comunidad estaba establecida en la ciudad de Éfeso, en el Asia
Menor, en lo que actualmente es Turquía.
En su obra Historia de la Iglesia, el historiador del siglo IV, Eusebio de Cesárea, nos informa
acerca de una obra en cinco volúmenes que escribió el obispo Papías de Hierápolis, quien
falleció en el año 120 d.C. En dicha obra Papías menciona que él no había llegado a conocer a
los apóstoles de Cristo, pero que había recibido la doctrina de aquellos que
habían estado próximos a los apóstoles.
El obispo Papías, en lo que actualmente se conoce como los fragmentos de Papías, habla de
otras personas que también habían sido discípulos de Jesús y concretamente cita los nombres
de Aristón y de un tal Presbítero Juan, conocido también bajo el nombre de Juan el Anciano.
Con ello Papías distingue entre el apóstol Juan por un lado, y el Presbítero Juan por el otro
lado. Mientras que al primero no llegó a conocerle personalmente, sí tuvo algún tipo de
encuentro personal con el segundo (Eusebio: Historia de la Iglesia, III.39).
Como sabemos, en Éfeso existió una especie de escuela joánica, la llamada Comunidad
Joánica, que hace remontar su origen a Juan Zebedeo, el discípulo de Jesús, y en la cual había
además un Presbítero Juan, que se convirtió en la autoridad decisiva. Es evidente que él mismo
no es el apóstol, pero tuvo que haber estado estrechamente relacionado con él, e incluso quizás
llegó a conocer personalmente a Jesús.
A la muerte del apóstol Juan se consideró al Presbítero Juan el depositario de su legado. En
cualquier caso podemos atribuir al Presbítero Juan unafunción esencial en
la redacción definitiva del texto evangélico, durante cuya época él se consideró siempre
el administrador de la tradición recibida por parte de Juan Zebedeo.
Con todo ello podemos considerar la existencia de dos Juanes con decisiva importancia dentro
de dicha Comunidad Joánica: Juan Zebedeo, el apóstol y evangelista, y Juan el Presbítero o el
Anciano.
La autoría de los escritos joánicos por parte de un autor o de varios la enfocaremos más
adelante en este mismo estudio.

Los escritos joánicos


Los escritos considerados como joánicos son el Evangelio de Juan, la Primera Carta de Juan, la
Segunda Carta de Juan, la Tercera Carta de Juan y el Apocalipsis de Juan. Todos ellos
comparten ciertas similitudes en el trasfondo teológico, pero también existen diferencias que
siguen originando debates en la actualidad.
Tradicionalmente estos libros del Antiguo Testamento se han atribuido todos a Juan el Apóstol,
de quien se asume que es el propio Juan el Evangelista e hijo de Zebedeo. Sin embargo la
cuestión sobre la autoría de los escritos joánicos ha sido disputada. El decreto emitido al
respecto en el Concilio de Roma en el 382 atribuye el Evangelio, la Primera Carta y el libro del
Apocalipsis al apóstol Juan, mientras que la Segunda y la Tercera carta es atribuida a Juan el
Presbítero.
A continuación analizaremos cada uno de los mencionados escritos con el objetivo de descifrar
al verdadero autor de cada uno de ellos.
Primera Carta o Epístola
No existe duda alguna acerca de que el autor de esta primera Carta fue Juan Zebedeo, el
Apóstol y Evangelista. La fraseología de esta primera Carta de Juan es muy similar a la del
cuarto Evangelio. Hay frases que únicamente se repiten en ambas obras como, por
ejemplo, tener pecado y hacer la verdad. Ambos escritos tienen un sabor semítico que tiende a
lo griego, y también los dos textos poseen los mismos conceptos básicos: el mundo, el Único
elegido, la encarnación, el paso de la muerte a la vida, la verdad y la mentira, etc. Muchos
críticos se refieren a la existencia de una escuela joánica, de la cual emanó el texto de esta
primera Carta de la mano del Apóstol mismo.
Segunda y Tercera Carta o Epístola
Aunque la tradición normalmente le asigna ambas Epístolas a San Juan, el hecho mismo de
que el autor se identifique a sí mismo como el Presbítero (1ª. Juan 1:1 y 2ª. Juan 1:1), deja
dudas sobre esta asignación tradicional, incluso en tiempos de la Iglesia primitiva. Sin embargo
dado que existen suficientes similitudes literarias y teológicas con la Primera Epístola, se
asume que provienen del mismo círculo teológico: la Comunidad Joánica. Por el título
de Presbítero que se asigna el autor de la segunda y de la tercera Epístola o Carta, se presupone
que estos dos escritos fueron redactados por Juan el Presbítero.
Basándose en los fragmentos del obispo Papías mencionados anteriormente, también San
Jerónimo confirmó en su obra De Viris Illustribus que el verdadero autor de las Epístolas
segunda y tercera fue Juan el Presbítero.
Libro del Apocalipsis
El autor del Apocalipsis se identifica a sí mismo como Juan, sin ningún título posterior al
nombre. Por ello este libro se le ha acreditado tradicionalmente al apóstol San Juan. Se ha
encontrado evidencia de esta identificación desde Justino Mártir (103-165) en su obra Dialogo
con Trifón. Otros testigos de esta tradición son Ireneo de Lyon (130-202), Clemente de
Alejandría (150-213) y Tertuliano (160-220).
Las primeras dudas acerca de la autoría del libro del Apocalipsis empezaron en el siglo III. El
obispo Dionisio de Alejandría rechazaba la autoría apostólica, pero aceptaba su canonicidad.
Más radicalmente en el siglo IV, la mayoría de la Iglesia Oriental rechazaba su canonicidad.
Este punto de vista era compartido por varios Padres de la Iglesia, como Cirilo de Jerusalén,
Gregorio de Nacianzo, Juan Crisóstomo y Teodoreto de Ciro. También fue rechazado en Siria.
La cuestión de la canonicidad fue reabierta en occidente por los protestantes de la Reforma en
el siglo XV. Por otra parte el Concilio de Trento (1545-1563) de la Iglesia Católica reafirmó su
canonicidad. Hoy en día muchas Iglesias cristianas aceptan este libro como parte del Canon.
Hay muchas afinidades entre el libro del Apocalipsis y el cuarto Evangelio de Juan, tales como
el uso de alegorías, simbolismos y metáforas similares como el agua viva, el pastor, el
cordero y el maná. Sin embargo las diferencias entre ambos libros son mucho más notables
que sus afinidades. El libro del Apocalipsis no entra en varios de los temas típicos juaninos,
tales como la luz, la oscuridad, la verdad, el amor y el mundo en sentido negativo.
La escatología de ambas obras es también muy diferente.
Una identificación precisa del autor es casi imposible debido a la falta de evidencia fehaciente.
Sin embargo la obra es por lo general asignada a un círculo de discípulos cercanos al apóstol
Juan, muy posiblemente dentro de la Comunidad Joánica de Éfeso y, más concretamente, el
texto pudo ser muy influenciado por Juan el Presbítero.
La fecha de composición del libro del Apocalipsis es ampliamente discutida. Tanto Ireneo de
Lyon como Eusebio y Jerónimo lo datan hacia el final del reinado de Domiciano, el cual se
extendió desde el 81 al 96 d.C. Esta es la opinión más común entre varios críticos modernos,
que consideran la obra como escrita de una sola vez. Sin embargo, el obispo Epifanio (310-403)
cita la composición en el reinado del emperador Claudio (41 al 54), mientras que Canon de
Muratori (1740) sugiere la composición en tiempos de Nerón (54 al 68).
Si volvemos a revisar el contenido del punto número dos del capítulo Citas Evangélicas de este
mismo estudio, deberemos dar la razón a los historiadores que avalan la hipótesis de que el
libro del Apocalipsis fue escrito de una sola vez a finales del reinado de Domiciano, lo cual nos
acerca más a la posibilidad de que realmente fue Juan el Evangelista el autor de esta obra,
puesto que si Juan residía en Éfeso desde el año 62, Domiciano le desterró a Patmos en el 95, y
su regreso a Éfeso fue por orden del emperador Nerva en el 98, coincide plenamente la fecha
estimada de la composición del Apocalipsis a finales del siglo I d.C. Es posible también que
Juan hubiese escrito una gran parte del libro durante su destierro en Patmos, o posiblemente la
totalidad del mismo.
Sin embargo, algunos exégetas como Toilleux, Gelin y Feuillet distinguen dos fechas: la
publicación bajo Domiciano (95 o 96) y la fecha de las Visiones bajo Vespasiano (69-79). De
acuerdo con esta teoría el documento habría sido retocado por discípulos de Juan
posteriormente a su composición original, dentro de la llamada Comunidad Joánica. Por todo
ello es que el fechado de la obra es aún muy debatido en la comunidad de estudiosos.
El cuarto Evangelio
El Evangelio de Juan es un libro del Nuevo Testamento que la tradición atribuye su autoría al
apóstol y evangelista Juan Zebedeo, aunque dada la fecha de su supuesta redacción (90 d.C.),
algunos expertos cuestionan dicha autoría. Existe la posibilidad de que fuera fruto de la
Comunidad Joánica de Éfeso, como también es plausible que miembros de dicha comunidad
hayan retocado o influido de alguna forma en la redacción del texto evangélico. Sin embargo
algunos papiros hallados en Nag-Mahadi (Egipto), que datan de comienzos del siglo II d.C.,
demostraron que este Evangelio debió haberse escrito ya en el siglo I d.C., y más
concretamente, a finales del mismo.
También se ha confirmado definitivamente que el cuarto Evangelio se basa en un conocimiento
extraordinariamente preciso de lugares y tiempos, que solamente pueden proceder de alguien
perfectamente familiarizado con la Palestina de la época de Jesús. Además se ha comprobado
con total claridad que este Evangelio piensa y argumenta totalmente a partir del Antiguo
Testamento, y más concretamente desde la Torá, y que toda su forma de expresión está
profundamente enraizada en el judaísmo de la época de Cristo.
De acuerdo al exégeta Hengel, la obra está escrita en un griego koiné no literario, sino sencillo e
impregnado del lenguaje de la piedad judía, tal como era hablado en Jerusalén también por las
clases medias y altas, pero donde al mismo tiempo también se discutía, se oraba y se leía
la Escritura en la lenguasagrada (La cuestión joanica, Martin Hengel).
Desde Ireneo de Lyon en el siglo III, la tradición de la Iglesia reconoce unánimemente a Juan
Zebedeo como el discípulo predilecto y el autor del cuarto Evangelio. Esto se ajusta a los
indicios de identificación del Evangelio que, en cualquier caso, remiten a un apóstol y
compañero de camino de Jesús, desde el bautismo en el río Jordán hasta la Última Cena, la
cruz y la resurrección. Pero Martin L. Smith escribe en su libro Respirando junto al pecho de
Jesús que el autor del cuarto Evangelio es muy difícil de identificar puesto que él mismo
decidió ocultar su verdadera identidad para que los lectores de este Evangelio acepten
fácilmente la cercanía afectiva existente entre ese discípulo y Jesús, así como para hacer más
creíble aún su testimonio.
No obstante John Chapman en su obra Nombres en el cuarto Evangelio (1928), señaló un
aspecto llamativo para la identificación del autor del cuarto Evangelio canónico, y para
la descripción del discípulo amado contenida en el mismo. Es el silencio absoluto que guarda
este Evangelio sobre el apóstol Juan, sobre su hermano Santiago el Mayor, y aún sobre la
misma expresión indirecta de hijos de Zebedeo que aparece en Juan 21:2. Este absoluto silencio
es tanto más sugerente cuanto que el apóstol Juan aparece 17 veces en los Evangelios
sinópticos, Santiago el Mayor 15 veces, y la expresión hijos de Zebedeo tres veces, sin
mencionar directamente sus nombres. Entonces, ¿por qué no se menciona a Juan y a Santiago
el Mayor, reconocidos por San Pablo en Gálatas 2:9 como dos columnas de la Iglesia primitiva?
Quienes sostienen que el autor del cuarto Evangelio, o al menos la fuente inicial del mismo es
Juan el Apóstol y Evangelista, encuentran una explicación del silencio del nombre de Juan y de
su hermano en su sencillez y humildad.
A partir del trabajo de Chapman y en concordancia con San Agustín, San Juan Crisóstomo y
San Gregorio, el teólogo y exégeta J. de Maldonado afirma en su libro Comentarios al
Evangelio de Juan (1954) que el apóstol Juan silenció su propio nombre por humildad a
imitación de su Maestro, quien veló su trascendencia divina con el humilde título de Hijo del
hombre. Igual postura es seguida por Juan Leal, profesor de la Compañía de Jesús.
Algunos exégetas consideran que el discípulo al que Jesús amaba debió ser distinto del autor
del Evangelio según San Juan porque es inaceptable que éste se honrara a sí mismo
asignándose este título, y porque no sería un gesto de humildad que para ocultar su propio
nombre se cubriese con el honroso título de discípulo amado. Sin embargo, y como se indicó
anteriormente en este mismo estudio, es muy probable que las ediciones posteriores del cuarto
Evangelio hayan estado en manos de otros miembros escogidos de la Comunidad Joánica,
quienes asignaron el título de discípulo amado a Juan Evangelista.

¿El discípulo amado pudo haber sido otro?


Al comprobarse que no se podía identificar fehacientemente al personaje conocido como
el discípulo amado, varios autores trataron de localizar otras probabilidades al respecto. Se
barajaron diversas identidades además de Juan, tales como la Samaritana o María de Magdala,
pero desde hace décadas algunos historiadores y exégetas se han inclinado por una cuarta
opción: posiblemente, y según ellos, el discípulo amado pudo haber sido Lázaro de Betania.
Dichos autores son F.V. Filson en su obra ¿Quien fue el discípulo amado? (1949), J.N. Sanders
con la obra ¿Quien fue el discípulo al que Jesús amó? (1957) y C. Spiq en Ágape en el Nuevo
Testamento (1977).
Todos ellos se basan en el texto del Evangelio de Juan que narra la resurrección de Lázaro,
especialmente en determinados versículos del capítulo 11, como los siguientes:
Juan 11:3 "Señor, aquel a quien tú quieres, está enfermo"
Juan 11:5 "Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro"
Juan 11:35 "Jesús derramó lágrimas"
Juan 11:36 "Los judíos entonces decían: Mirad como le quería"
Si revisamos algunas de las palabras contenidas en estos versículos en el idioma
griego koiné hablado en aquella época, observaremos que el término quieres o amas (11:3)
corresponde a phileis, que significa cariño. El término amaba o quería (11:5) era égapa en
koiné. Y quería (11:36) es la traducciónde ephilei, que identifica un amor muy personal.
En la misma línea, el exégeta Sanders identifica la resurrección de Lázaro con la opinión de que
el discípulo amado jamás moriría, tal como manifestaban entonces varios discípulos de
Jesús: "Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría" (Juan 21:23).
Incluso algún estudioso ha dicho que el nombre Juan se le aplicó a Lázaro después de su
resurrección, lo cual ya se ha demostrado que es del todo imposible.
En realidad esta hipótesis no es nueva ya que ha sido tratada décadas antes sin recibir
aceptación, aunque actualmente existan más adeptos afiliados a esta creencia.

Conclusión
Después de leer atentamente todo lo detallado en este estudio, podemos llegar a la siguiente
conclusión: es del todo imposible confirmar la identidad deldiscípulo amado por Jesús, por
muchas y variadas hipótesis que se barajen. ¿Fue Juan, el hijo de Zebedeo, como se mantiene
tradicionalmente? ¿Quizás fue Lázaro por ser el único por el cual Jesús lloró al enterarse de su
fallecimiento? En la intención de las hermanas de Lázaro no había confusión posible: Jesús no
tenía mas que un amigo y este era Lázaro. ¿No sería entonces éste el discípulo amado?
Sin embargo la identificación del apóstol Juan con el discípulo amado tiene la garantía de la
Tradición. Esto se refiere primariamente al testimonio apostólico que está detrás del Evangelio.
Con ello no se excluye la posibilidad de que la obra joánica haya podido ser escrita por un
discípulo de Juan, quien la haya puesto bajo la autoridad del apóstol (Biblia de Jerusalén,
1998). Pero tampoco excluye ni confirma la posibilidad de que Juan Zebedeo haya sido en
realidad el discípulo amado. Pero también la Tradición ha tenido sus opositores, por lo cual la
realidad de la identificación del discípulo amado nunca será plenamente conocida, a menos
que el Señor nos la desee revelar un día. Mientras tanto, los estudios, hipótesis y
probabilidades continuarán indefinidamente hasta que nos llegue tal revelación.
No obstante no olvidemos nunca que todos y cada uno de nosotros podemos considerarnos
como discípulos amados del Señor, siempre y cuando aceptemos y cumplamos las enseñanzas
que Él nos dejó.
"Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que les ha escrito, y nosotros sabemos
que su testimonio es verdadero"

Discípulo amado
Curiosamente, Juan nunca es nombrado en el Evangelio que
tradicionalmente se le ha atribuido. El Evangelio de Juan menciona a los
dos hijos de Zebedeo una sola vez, en el último capítulo, donde se
hallaban entre los siete discípulos que se encontraron con el Señor
resucitado junto al Mar de Galilea. Incluso allí, sin embargo, no son
mencionados por su nombre. En cambio, la tradición, apoyada por
referencias de las Escrituras de la Restauración14, ha identificado a Juan
como el anónimo “discípulo a quien Jesús amaba” que estuvo presente en
la Última Cena, la Crucifixión, la tumba vacía y la aparición final de Jesús
en el Mar de Galilea15.
También puede haber sido el “otro discípulo” que, junto con Andrés,
había sido seguidor de Juan el Bautista, y le oyó testificar que Jesús era el
Cordero de Dios (véase Juan 1:35–40), y es probable que fuera el discípulo
que acompañó a Pedro después del arresto de Jesús y le ayudó a acceder
al patio del sumo sacerdote (véase Juan 18:15–16).
En el Evangelio de Juan, el discípulo amado emerge como un amigo
cercano y personal del Señor. Junto con Marta, Lázaro y María, Juan es
descrito explícitamente en este Evangelio como alguien a quien Jesús amó
(véase Juan 11:3, 5). Su posición en la mesa durante la Última Cena
reflejaba no solo honor sino también cercanía.
Más allá de su amistad con el Salvador, otros pasajes lo revelan como un
testigo poderoso de los acontecimientos más importantes de la misión de
Jesús: permaneció al pie de la cruz para presenciar la muerte del Señor
como sacrificio por el pecado, corrió a la tumba después de la
Resurrección para confirmar que estaba vacía, y vio al Salvador
resucitado.
Dos veces menciona el Evangelio de Juan que está basado en el
testimonio del discípulo amado y recalca que su testimonio es
verdadero16, lo cual coincide con el título que José Smith le dio a este
Evangelio: “El Testimonio de Juan”17.
Aunque los eruditos todavía debaten sobre la identidad del discípulo
amado, si era el apóstol Juan, entonces fue la fuente del material de este
Evangelio, si no su autor original18. ¿Por qué entonces permaneció sin
nombre, sin ser identificado nunca directamente como el apóstol Juan? La
respuesta podría ser en parte porque su intención era que sus propias
experiencias fueran modelos para creyentes y discípulos de todas las
épocas. Permaneciendo en el anonimato, podría permitirnos proyectarnos
en sus experiencias, aprendiendo a amar y ser amados por el Señor y
obteniendo nuestros propios testimonios, que después se nos llama a
compartir con los demás.

Juan Evangelista
(? - Éfeso, hoy Salçuk, actual Turquía, siglo I) Apóstol de Jesús al que se
atribuye la autoría del cuarto Evangelio, de las cuatro Epístolas que llevan
su nombre y del libro del Apocalipsis. El Evangelio de San Juan relata, de
forma detallada, varios aspectos de la vida de Jesús de Nazaret, y su
redacción suele fecharse entre los años 90 y 100.
San Juan Evangelista (óleo de El Greco, 1609)

Era hijo de Zebedeo, un pescador de Galilea, y de Salomé, quien


frecuentaba el círculo de discípulos de Jesús. Según la tradición cristiana,
Juan Evangelista fue, junto a su hermano San Santiago Apóstol, uno de los
primeros apóstoles de Cristo. Jesús llamaba a Santiago y a
Juan boanerges («hijos del trueno») por su carácter impetuoso, que se
pone de manifiesto en algunos hechos relatados en los
otros evangelios (San Marcos, 9:38, y San Lucas, 9:54). Ellos dos, junto
con San Pedro, constituían el núcleo más íntimo del maestro. Fue San Juan
Evangelista quien, con la Virgen María, se encontraba al pie de la cruz
cuando murió Cristo.
Tras la resurrección de Jesús, San Juan Evangelista ocupó una posición
relevante entre los discípulos. No está claro, sin embargo, cuál fue su
actitud en la fundamental controversia, la primera del cristianismo, acerca
de si los gentiles habían de ser admitidos o no a la fe de Cristo,
controversia en la que, como es sabido, triunfó el punto de vista ecuménico
(universal) de San Pablo.
La historia posterior de San Juan Evangelista es incierta y se encuentra
oscurecida por las leyendas. Se cree que fue responsable de la
evangelización de Asia Menor, por lo cual recibió el castigo de los romanos.
El pasaje de San Marcos (10:39) en el que Jesucristo dice a los hijos de
Zebedeo que beberían el cáliz de su pasión dio pie para escribir que Juan
había sido arrojado a una caldera de aceite hirviendo de la que escapó
milagrosamente. Otra tradición aseguraba que no había muerto, sino que
fue arrebatado al cielo, como Elías.
Lo que parece cierto es que San Juan escribió su Evangelio y
sus Epístolas en Éfeso (Asia menor) y el Apocalipsis en la isla de Patmos,
en el mar Egeo. Tanto en su Evangelio como en las visiones proféticas
del Apocalipsis, San Juan utilizó un lenguaje doctrinal y simbólico de gran
altura teológica. Su símbolo como evangelista fue el águila, y de ahí su
sobrenombre de «el águila de Patmos».
Ya desde fecha muy temprana varias ciudades rivalizaron por acoger los
restos de San Juan. La mayoría de las tradiciones indican que fue enterrado
en Éfeso. En el siglo II d. C., el obispo de Éfeso aseguró haber identificado
su tumba. Irineo, obispo de Lyon en el año 180, respaldó dicha hipótesis, al
tiempo que afirmó que su obra había sido escrito en parte en Éfeso y en
parte en Patmos. A partir del siglo VI, la iglesia de Éfeso aseguró también
poseer el manuscrito original del cuarto Evangelio. La Iglesia Católica lo
conmemora el 27 de diciembre.

El Apóstol Juan
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 San Juan Evangelista en la isla de Patmos—La obra representa al apóstol San Juan
Evangelista mientras se hallaba desterrado en la isla de Patmos, donde según la tradición
escribió el libro del Apocalipsis. Pedro Orrente, circa 1620 [dominio publico], via
Wikimedia Commons
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Ana Fermin
Updated November 01, 2019

El Apóstol Juan fue uno de los más cercanos a Jesús. Al ser testigo de uno de
los milagros del Señor, Juan decide dejarlo todo para seguirle. Realmente
amaba al Señor y dedicó su vida a predicar sobre el amor de Dios. Como los
demás apóstoles, sufrió mucho bajo las persecuciones de ese tiempo pero
Dios lo acompaño hasta su vejez.

Datos interesantes
 El más joven de los 12 discípulos
 Conocido como “el discípulo amado”
 Jesús le puso el apodo “hijos de trueno” a él y Jacobo
 El único de los 12 que no sufrió el martirio
 Autor del evangelio y las epístolas que llevan su nombre, y de
Apocalipsis.
 Pescador de profesión
 Su hermano Jacobo también era uno de los 12
 Pedro y Andrés eran compañeros en la pesca
 Primo de Jesús

Historial de Juan
Los padres de Juan eran Zebedeo y Salome (Mateo 27:55-56). Varios pasajes
en los evangelios nos hacen pensar que esta familia contaba con buenos
recursos. Zebedeo, un pescador, le iba lo suficientemente bien para poder
emplear a otros (Marcos 1:20). También su madre apoyaba el ministerio de
Jesús con sus bienes.  Basándose en Juan 19:25, algunos creen que Salome
era hermana de María, la madre de Jesús, por lo cual Juan y Jacobo eran
entonces primos hermanos del Señor y de Santiago. Si es así, pues también
era pariente de Juan el Bautista, del cual Juan fue discípulo antes de seguir a
Jesús.

Como los apóstoles Pedro y Andrés, Juan también era  originalmente de


Betsaida (Mateo 4:21) y luego trabajaba cerca en Capernaum. 

Jesús llama a Juan


Sin duda Juan conocía a Jesús. No fue hasta el milagro de la pesca milagrosa
en Lucas 5 que decide dejar todo y seguir a Jesús. Dice el versos 9 y 10 que el
milagro lo dejó pasmado y sorprendido. Pedro y Jacobo también fueron
llamados al ministerio ese día.  Estos tres se convierten en el grupo íntimo de
Jesús que tuvo el privilegio de estar presente en algunos milagros de los
cuales nadie más fueron testigos, tal como la resurrección de la hija de Jairo
y la transfiguración del Señor. 

Eventos importantes relacionados con el apóstol


Juan
 La segunda pesca milagrosa: Juan 21:1-25
 Jesús resucita a la hija de Jairo: Marcos 5:37-43
 Salomé pide lugar de honor para Juan y Jacobo en el reino: Mateo
20:20-24
 Prepara la última cena con Pedro: Lucas 22
 Jesús le encomienda el cuidado de su madre: Juan 19:26-27
 Corrió a ver la tumba vacía: Juan 20:1-8
 El milagro del cojo en Jerusalén: Hechos 3:1-11

En sus viajes misionero Juan probablemente fundó las iglesias de Sardis,


Esmirna, Filadelfia, Pérgamo, Laodicea y Tiatira. También estuvo en Éfeso,
Roma y Patmos. 

Juan y María, la madre de Jesús


En el libro En Busca de los 12 Apóstoles, donde William Steuart  McBirnie
investiga las tradiciones cristianas que han sobrevivido hasta el día de hoy,
se sugiere que Juan si fue fiel al cuidar de María como su propia madre. Se
dice que ella vivió con Juan y su familia en la casa que tenían en Éfeso. 

Las epístolas de Juan y Apocalipsis


Juan es conocido como “el teólogo” porque en su evangelio se propone a
presentar a Jesús como el verdadero hijo de Dios. Diferente a los
evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, el evangelio de Juan no es cronológico,
y no incluye todos los eventos que se encuentran en los demás libros. Hay un
enfoque en diálogos sobre la divinidad de Jesús, la razón por la cual vino al
mundo, y la esperanza de vida eterna. 

A Juan también se le conoce por la forma en que habla del amor, el tema
central de las tres epístolas que escribió. En 1 Juan 4:8 encontramos la
simple, pero impactante, frase “Dios es amor”. 
A Juan también le podemos atribuir el título de profeta, pues el libro de
Apocalipsis contiene revelaciones críticas acerca de los últimos tiempos,
dadas al apóstol mientras estaba en la isla de Patmos.  

Muerte del apóstol Juan


La tradición más fuerte sobre los últimos años de Juan nos dicen que fue el
único de los 12 apóstoles que llegó a ser un anciano, muriendo casi 70 años
después de la resurrección de Jesús. Fue el único no martirizado.  

El discípulo al cual
Jesús amaba.
 
 
 
 
 
 
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Cuando hablamos del amor de Dios hay un nombre que nos viene a
la cabeza, el apóstol Juan. El amor es el tema central de tanto su
evangelio como de sus cartas pastorales. De sus escritos sacamos
continuamente la necesidad de amarnos los unos a los otros, del
amor como una marca del verdadero hijo de Dios o del amor como la
forma de vida de los hermanos en la iglesia.
Juan es capaz de hablar de este amor no sólo porque lo hay visto en
Cristo, o  porque haya sido capacitado por el E.S. Juan es capaz de
hablar de este amor porque lo ha vivido y lo ha sentido y ha visto los
efectos de este  amor en
su vida.

Esto lo vemos en su propio evangelio donde Juan evita nombrarse a


sí mismo en ninguna ocasión, pero cuando tiene que hacerlo, en la
parte final del libro lo hace bajo un “apodo” muy clarificador “el
discípulo al que Jesús amaba” lo hace hasta en cinco ocasiones.

La primera de ellas la encontramos en Jn. 13:21-26. La última cena


de Jesús empieza con una nota aclaratoria del propio Juan (Jn.
13:1) donde dice que “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el
final” vemos que cuando tiene que recordar aquellos momentos,
cuando tiene que hablar sobre lo que pasó en esa pascua. Juan sólo
puede recocer que fue el amor lo que llevó a Jesús a hacer lo que
hizo. En primer lugar tomo el sitio que nadie quería, lavar los pies de
todos los allí presentes. Acto seguido después del lavar su cuerpo, les
enseña acerca de la humildad y el amor, de la necesidad de lavar su
vida de egoísmo y de la búsqueda de los primeros lugares, lección
que el propio Juan y su hermano Jacobo tuvieron que aprender con
una reprimenda de Jesús (Mr. 10:35-45) cuando le pidieron poder
sentarse a su izquierda y su derecha. Jesús les recuerda que sólo el
que sirve a los demás puede considerarse importante en el reino de
Dios.

Estando en esa cena tan tensa, porque luego Jesús va a afirma que
uno de ellos lo va a entregar dejando a los discípulo sin palabras
porque no entendían que pasaba, Juan se declara el siervo al que
Jesús amaba. Juan se siente amado al verse cuidado por su Pastor,
por su maestro. Jesús, la persona que guía la vida de Juan se
enfrenta al momento más duro de su existencia y aún así aparta
tiempo para cuidar de su rebaño. Juan echando la vida atrás no
puede sentirse otra cosa que amado por Jesús, amado porque tomó
la posición que su orgullo le impidió toma, amado porque Jesús
cuidó de su vida espiritual enseñándole que es lo que Dios esperaba
de él acerca de la humildad y el servicio a los demás.

Juan se siente como esa oveja que es llevada con esfuerzo a buenos
prados para comer del mejor alimento para su vida. “Jehová es mi
pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará
descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi
alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su
nombre.” Sal. 23:1-3

La segunda ocasión en que Juan habla de si mismo como el discípulo


que Jesús amaba lo encontramos en la cruz  Jn. 19:26-27. Desde
Getsemaní todo ha sido confusión, traición, carreras y nada para
entender. El maestro sobre el que hace apenas unas horas recostaba
su cabeza ahora está colgado en una cruz muriendo de la manera
más cruel. Juan está allí para verlo y en ese instante Jesús le pide
que cuide de su madre. Tarea que Juan cumple de inmediato porque
“Desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”.

En ese momento reinaba la confusión entre los discípulos, muchos


huían, Pedro había negado a Jesús. Ninguno entendía lo que estaba
pasado. ¿Estaba su maestro fracasando?. Pero a pesar de esa
circunstancia Juan se siente amado al ser comisionado por Dios para
una tarea tan importante como es la cuidar a su madre. Juan se
siente amado, porque se siente valorado por Jesús, al encargarle
aquella tarea, Juan siente que con su esfuerzo puede obedecer la
voluntad de Dios y hacer algo por una persona necesitada, en este
caso una viuda.

Los seres humanos nos sentimos valorados a través de nuestra


utilidad, cuando somos útiles, cuando hacemos algo que resulta
beneficioso, sobre todo cuando es beneficioso para una persona que
realmente lo necesita, como era esta madre que estaba viendo como
crucificaban cruelmente a su hijo.
La tercera ocasión ocurre en Jn. 20:1-9. Cuando toda esperanza se
encuentra perdida, cuando los discípulos se escondían porque tenían
miedo de que fueran a por ellos de la misma forma que fueron a por
Jesús. Cuando pensaban que todo lo que quedaba de su Maestro, de
aquel del cual pensaban que era el Cristo, era un cadáver torturado
en una tumba. María Magdalena llega corriendo a decirles que
habían robado el cuerpo de Jesús. Dos discípulos, Pedro y Juan,
corren llegando antes Juan, pero no se atreve a entrar sino que es
Pedro, el impetuoso y valiente el que entra primero. Pero cuando
Juan entra la Biblia nos dice que “Entonces entró también el otro
discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó”.
Juan vio los lienzos que envolvían a Jesús y creyó que había
resucitado, creyó en las palabras que el propio Jesús “Y comenzó a
enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho,
y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y
por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días”
(Mr. 8:31) donde anunciaba su propia muerte, pero también que
iba a resucitar al tercer día.

Juan no pasa por el mismo proceso de incredulidad que otros


discípulos como Tomás “Si no viere en sus manos la señal de los
clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi
mano en su costado, no creeré.” (Jn. 20:25). Sino que al ver
aquellos lienzos bien puestos a un lado, dando claro testimonio de
que el cuerpo no fue robado sino que tuvo que ser resucitado, creyó.

Juan se siente amado al ver que Jesús cumple sus promesas. Juan se
siente amado porque su Maestro cumplió su palabra de resucitar.
Aunque ni él ni sus otros diez compañeros lo esperasen, habían
perdido la esperanza, pero en mitad de esa desesperación y de no
saber bien que hacer, mezclado con el temor a que a ellos les pasase
lo mismo.
La cuarta ocasión donde vemos a Juan autodefinirse como
el discípulo al cual Jesús amaba es en (Jn. 21:1-14) A pesar de
creer en su resurrección y de haberlo visto en dos ocasiones los
discípulos siguen confusos y nos saben bien que hacer, están un poco
perdidos y Pedro el impetuoso decide ir a pescar, igual porque no
soportaba el echo de estar parado sin hacer nada. El resto de
discípulos le sigue. Jesús aparece para volver a hacer un milagro,
esta vez una pesca milagrosa. Pero nadie se da cuenta de que

es  Jesús hasta que “el


discípulo al cual Jesús amaba lo identifica”. El Maestro al que
durante tres años acompañaron por toda la tierra de Judá desde su
muerte y resurrección se había convertido en una persona esquiva,
que sólo se aparecía en determinadas ocasiones, por eso sus
discípulo se encontraban perdidos.

Pero lo que choca a los discípulos, lo que les hace perder el habla es
lo que Jesús estaba preparando en la orilla. Les estaba preparando
una comida, un pez. El cual compartiría con ellos. El Dios Señor del
universo que murió y lo habían visto, que resucitó y lo habían visto
estaba de nuevo sirviendo a sus discípulos.

Juan se siente amado porque se siente guiado por Jesús. A pesar de


que Jesús ha cambiado, ya no es la persona física que les guiaba
físicamente por palestina y que les iba corrigiendo y enseñando, es
esta nueva etapa sigue estando a su lado.

(Jn. 21:20-24) Llegamos al final del libro, a los últimos compases


de la estancia de Jesús con sus discípulos. Jesús da las últimas
instrucciones a sus discípulos. Vemos a Jesús comisionando a Pedro
para que sea un siervo fiel. Juan aclara un mal entendido que se
propagó en las iglesias, pero sobre todo vemos misión. Jesús
enviando a sus discípulos.
Juan, aunque Jesús no le dijo directamente cual era su papel sabía
que debía ser testigo de todas estas cosas que habían pasado, sabía
que no debía callarse ni dejar que otros difundieran mentiras acerca
de lo que pasó con Jesús. Juan usa estos últimos versículos de su
evangelio para aclarar cual es el propósito de este libro “dar
testimonio de estas cosas”. Juan se siente amado cuando es un
testigo fiel de su maestro. Es un poco raro, sentirse amado cuando
eres tu el que haces algo, pero Juan se siente amado porque está
cumpliendo la voluntad de Jesús. Para esto lo seleccionó, para esto
estuvo enseñandole y corrigiendole durante tres años. Para esto lo
acogió en su seno íntimo. Para que fuera un testigo fiel de lo que
había pasado y que fuera un pastor de otros como Jesús lo había sido
de Él.

No todas estas circunstancias son felices, no todas son éxitos, hay


lágrimas, hay desesperación, hay momentos en lo cuales Juan no
sabe que va hacer, se siente perdido, con cuando estaban en el lago
Tiberias, o en la cruz. Pero en todas esas circunstancias Juan se
siente amado por Dios igual en ese mismo momento no se dio
cuenta, pero cuando echa la vista atrás y escribe su evangelio se da
cuenta, ve el amor de Cristo en cada situación, el mismo amor que
nos pide a nosotros, el mismo amor que enseña en sus cartas.

De la misma forma que Juan, nosotros podemos vernos en


momentos oscuros, en momento donde no entendamos lo que está
pasando, en momentos donde nos da ganas de salir corriendo, pero
demos confiar en que en todo momento que Cristo nos ama. Puede
que nos sintamos cerca de Dios como Juan en el aposento alto, o en
un momento duro como el apóstol en la crucifixión de su maestro o
incluso perdidos, pero debemos saber que en toda circunstancia
somos “Los discípulos amados por Dios“.
En Juan 21:20-25 se identifica al discípulo que Jesús amaba como el autor
de este evangelio y se hace referencia a otra ocasión en la que se le llamó el
discípulo que Jesús amaba.
Hola Joana!! Gracias por comentar. Al final del evangelio de Juan se
especifica que Pedro y Jesús están hablando cerca del discípulo a quién Jesús
amaba (v. 20) y más adelante se identifica a este discípulo como el autor del
evangelio (v. 24) con lo cual tiene que ser Juan
“20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba Jesús,
el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho:
Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?

21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor, ¿y qué de éste?

22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?
Sígueme tú.

23 Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo
no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si quiero que él quede
hasta que yo venga, ¿qué a ti?

24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas


cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se
escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros
que se habrían de escribir. Amén.”

Qué sabemos del “discípulo amado” por Jesús, y por


María? – San Juan
 Ver imagen más grande


San Juan Apóstol y


Evangelista
San Juan Evangelista, a quien se distingue como “el
discípulo amado de Jesús” y a quien a menudo le llaman
“el divino” (es decir, el “Teólogo”) sobre todo entre los
griegos y en Inglaterra, era un judío de Galilea, hijo de
Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con quien
desempeñaba el oficio de pescador.
Junto con su hermano Santiago, se hallaba Juan remendando las
redes a la orilla del lago de Galilea, cuando Jesús, que acababa de
llamar a su servicio a Pedro y a Andrés, los llamó también a ellos
para que fuesen sus Apóstoles. El propio Jesucristo les puso a Juan
y a Santiago el sobrenombre de Boanerges, o sea “hijos del
trueno” (Lucas 9, 54), aunque no está aclarado si lo hizo como una
recomendación o bien a causa de la violencia de su
temperamento.

Se dice que San Juan era el más joven de los doce Apóstoles y que
sobrevivió a todos los demás. Es el único de los Apóstoles que no
murió martirizado.

En el Evangelio que escribió se refiere a sí mismo, como “el


discípulo a quien Jesús amaba”, y es evidente que era de los mas
íntimos de Jesús. El Señor quiso que estuviese, junto con Pedro y
Santiago, en el momento de Su transfiguración, así como durante
Su agonía en el Huerto de los Olivos. En muchas otras ocasiones,
Jesús demostró a Juan su predilección o su afecto especial. Por
consiguiente, nada tiene de extraño desde el punto de vista
humano, que la esposa de Zebedeo pidiese al Señor que sus dos
hijos llegasen a sentarse junto a Él, uno a la derecha y el otro a la
izquierda, en Su Reino.

San Juan Apóstol con Jesús

Juan fue el elegido para acompañar a Pedro a la ciudad a fin de


preparar la cena de la última Pascua y, en el curso de aquella
última cena, Juan reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús y fue a
Juan a quien el Maestro indicó, no obstante que Pedro formuló la
pregunta, el nombre del discípulo que habría de traicionarle. Es
creencia general la de que era Juan aquel “otro discípulo” que
entró con Jesús ante el tribunal de Caifás, mientras Pedro se
quedaba afuera.

Juan fue el único de los Apóstoles que estuvo al pie de la cruz con
la Virgen María y las otras piadosas mujeres y fue él quien recibió
el sublime encargo de tomar bajo su cuidado a la Madre del
Redentor. “Mujer, he ahí a tu hijo”, murmuró Jesús a su Madre
desde la cruz. “He ahí a tu madre”, le dijo a Juan. Y desde aquel
momento, el discípulo la tomó como suya. El Señor nos llamó a
todos hermanos y nos encomendó el amoroso cuidado de Su
propia Madre, pero entre todos los hijos adoptivos de la Virgen
María, San Juan fue el primero. Tan sólo a él le fue dado el
privilegio de llevar físicamente a María a su propia casa como una
verdadera madre y honrarla, servirla y cuidarla en persona.

Gran testigo de la Gloria del Maestro

Cuando María Magdalena trajo la noticia de que el sepulcro de


Cristo se hallaba abierto y vacío, Pedro y Juan acudieron
inmediatamente y Juan, que era el más joven y el que corría más
de prisa, llegó primero. Sin embargo, esperó a que llegase San
Pedro y los dos juntos se acercaron al sepulcro y los dos “vieron y
creyeron” que Jesús había resucitado.

A los pocos días, Jesús se les apareció por tercera vez, a orillas del
lago de Galilea, y vino a su encuentro caminando por la playa. Fue
entonces cuando interrogó a San Pedro sobre la sinceridad de su
amor, le puso al frente de Su Iglesia y le vaticinó su martirio. San
Pedro, al caer en la cuenta de que San Juan se hallaba detrás de él,
preguntó a su Maestro sobre el futuro de su compañero:

«Señor, y éste, ¿qué?» (Jn 21,21) Jesús le respondió: «Si quiero que
se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» (Jn
21,22)

Debido a aquella respuesta, no es sorprendente que entre los


hermanos corriese el rumor de que Juan no iba a morir, un rumor
que el mismo Juan se encargó de desmentir al indicar que el Señor
nunca dijo: “No morirá”. (Jn 21,23).

Después de la Ascensión de Jesucristo, volvemos a encontrarnos


con Pedro y Juan que subían juntos al templo y, antes de entrar,
curaron milagrosamente a un tullido. Los dos fueron hechos
prisioneros, pero se les dejó en libertad con la orden de que se
abstuviesen de predicar en nombre de Cristo, a lo que Pedro y Juan
respondieron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a
vosotros más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de
lo que hemos visto y oído.» (Hechos 4:19-20)
Después, los Apóstoles fueron enviados a confirmar a los fieles que
el diácono Felipe había convertido en Samaria. Cuando San Pablo
fue a Jerusalén tras de su conversión se dirigió a aquellos que
“parecían ser los pilares” de la Iglesia, es decir a Santiago, Pedro y
Juan, quienes confirmaron su misión entre los gentiles y fue por
entonces cuando San Juan asistió al primer Concilio de Apóstoles
en Jerusalén. Tal vez concluido éste, San Juan partió de Palestina
para viajar al Asia Menor.

Efeso

San Ireneo, Padre de la Iglesia, quien fue discípulo de San


Policarpo, quién a su vez fue discípulo de San Juan, es una segura
fuente de información sobre el Apóstol. San Ireneo afirma que este
se estableció en Efeso después del martirio de San Pedro y San
Pablo, pero es imposible determinar la época precisa. De acuerdo
con la Tradición, durante el reinado de Domiciano, San Juan fue
llevado a Roma, donde quedó milagrosamente frustrado un intento
para quitarle la vida. La misma tradición afirma que
posteriormente fue desterrado a la isla de Patmos, donde recibió
las revelaciones celestiales que escribió en su libro del Apocalipsis.

Maravillosas revelaciones celestiales

Después de la muerte de Domiciano, en el año 96, San Juan pudo


regresar a Efeso, y es creencia general que fue entonces cuando
escribió su Evangelio. El mismo nos revela el objetivo que tenía
presente al escribirlo. “Todas estas cosas las escribo para que
podáis creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que, al
creer, tengáis la vida en Su nombre”. Su Evangelio tiene un
carácter enteramente distinto al de los otros tres y es una obra
teológica tan sublime que, como dice Teodoreto, “está más allá del
entendimiento humano el llegar a profundizarlo y comprenderlo
enteramente”. La elevación de su espíritu y de su estilo y lenguaje,
está debidamente representada por el águila que es el símbolo de
San Juan el Evangelista.

También escribió el Apóstol tres epístolas: a la primera se le llama


Católica, ya que está dirigida a todos los otros cristianos,
particularmente a los que él convirtió, a quienes insta a la pureza y
santidad de vida y a la precaución contra las artimañas de los
seductores. Las otras dos son breves y están dirigidas a
determinadas personas: una probablemente a la Iglesia local, y la
otra a un tal Gayo, un comedido instructor de cristianos. A lo largo
de todos sus escritos, impera el mismo inimitable espíritu de
caridad. No es éste el lugar para hacer referencias a las objeciones
que se han hecho a la afirmación de que San Juan sea el autor del
cuarto Evangelio.

Predicando la Verdad y el amor

Los más antiguos escritores hablan de la decidida oposición de San


Juan a las herejías de los ebionitas y a los seguidores del gnóstico
Cerinto. En cierta ocasión, según San Ireneo, cuando Juan iba a los
baños públicos, se enteró de que Cerinto estaba en ellos y
entonces se devolvió y comentó con algunos amigos que le
acompañaban: “¡Vámonos hermanos y a toda prisa, no sea que los
baños en donde está Cerinto, el enemigo de la verdad, caigan
sobre su cabeza y nos aplasten!”.

Dice San Ireneo que fue informado de este incidente por el propio
San Policarpio el discípulo personal de San Juan. Por su parte,
Clemente de Alejandría relata que en cierta ciudad cuyo nombre
omite, San Juan vio a un apuesto joven en la congregación y, con
el íntimo sentimiento de que mucho de bueno podría sacarse de él,
lo llevó a presentar al obispo a quien él mismo había consagrado.
“En presencia de Cristo y ante esta congregación, recomiendo este
joven a tus cuidados”. De acuerdo con las recomendaciones de
San Juan, el joven se hospedó en la casa del obispo, quien le dio
instrucciones, le mantuvo dentro de la disciplina y a la larga lo
bautizó y lo confirmó. Pero desde entonces, las atenciones del
obispo se enfriaron, el neófito frecuentó las malas compañías y
acabó por convertirse en un asaltante de caminos.

Transcurrió algún tiempo, y San Juan volvió a aquella ciudad y


pidió al obispo: “Devuélveme ahora el cargo que Jesucristo y yo
encomendamos a tus cuidados en presencia de tu iglesia”. El
obispo se sorprendió creyendo que se trataba de algún dinero que
se le había confiado, pero San Juan explicó que se refería al joven
que le había presentado y entonces el obispo exclamó: “¡Pobre
joven! Ha muerto”. “¿De qué murió, preguntó San Juan. “Ha
muerto para Dios, puesto que es un ladrón” , fue la respuesta. Al
oír estas palabras, el anciano Apóstol pidió un caballo y un guía
para dirigirse hacia las montañas donde los asaltantes de caminos
tenían su guarida.

Tan pronto como se adentró por los tortuosos senderos de los


montes, los ladrones le rodearon y le apresaron. “¡Para esto he
venido!”, gritó San Juan. “¡Llevadme con vosotros!” Al llegar a la
guarida, el joven renegado reconoció al prisionero y trató de huir,
lleno de vergüenza, pero Juan le gritó para detenerle: “¡Muchacho!
¿Por qué huyes de mí, tu padre, un viejo y sin armas? Siempre hay
tiempo para el arrepentimiento. Yo responderé por ti ante mi Señor
Jesucristo y estoy dispuesto a dar la vida por tu salvación. Es Cristo
quien me envía”. El joven escuchó estas palabras inmóvil en su
sitio; luego bajó la cabeza y, de pronto, se echó a llorar y se acercó
a San Juan para implorarle, según dice Clemente de Alejandría, una
segunda oportunidad. Por su parte, el Apóstol no quiso abandonar
la guarida de los ladrones hasta que el pecador quedó reconciliado
con la Iglesia.

Aquella caridad que inflamaba su alma, deseaba infundirla en los


otros de una manera constante y afectuosa. Dice San Jerónimo en
sus escritos que, cuando San Juan era ya muy anciano y estaba tan
debilitado que no podía predicar al pueblo, se hacía llevar en una
silla a las asambleas de los fieles de Efeso y siempre les decía
estas mismas palabras: “Hijitos míos, amaos entre vosotros . . .”
Alguna vez le preguntaron por qué repetía siempre la frase,
respondió San Juan: “Porque ése es el mandamiento del Señor y si
lo cumplís ya habréis hecho bastante”.

San Juan murió pacíficamente en Efeso hacia el tercer año del


reinado de Trajano, es decir hacia el año cien de la era cristiana,
cuando tenía la edad de noventa y cuatro años, de acuerdo con
San Epifanio.

Según los datos que nos proporcionan San Gregorio de Nissa, el


Breviarium sirio de principios del siglo quinto y el Calendario de
Cartago, la práctica de celebrar la fiesta de San Juan el Evangelista
inmediatamente después de la de San Esteban, es antiquísima. En
el texto original del Hieronymianum, (alrededor del año 600 P.C.),
la conmemoración parece haber sido anotada de esta manera: “La
Asunción de San Juan el Evangelista en Efeso y la ordenación al
episcopado de Santo Santiago, el hermano de Nuestro Señor y el
primer judío que fue ordenado obispo de Jerusalén por los
Apóstoles y que obtuvo la corona del martirio en el tiempo de la
Pascua”. Era de esperarse que en una nota como la anterior, se
mencionaran juntos a Juan y a Santiago, los hijos de Zebedeo; sin
embargo, es evidente que el Santiago a quien se hace referencia,
es el otro, el hijo de Alfeo.

La frase “Asunción de San Juan”, resulta interesante puesto que se


refiere claramente a la última parte de las apócrifas “Actas de San
Juan”. La errónea creencia de que San Juan, durante los últimos
días de su vida en Éfeso, desapareció sencillamente, como si
hubiese ascendido al cielo en cuerpo y alma puesto que nunca se
encontró su cadáver, una idea que surgió sin duda de la afirmación
de que aquel discípulo de Cristo “no moriría”, tuvo gran difusión
aceptación a fines del siglo II. Por otra parte, de acuerdo con los
griegos, el lugar de su sepultura en Efeso era bien conocida y aun
famosa por los milagro que se obraban allí.

El “Acta Johannis”, que ha llegado hasta nosotros en forma


imperfecta y que ha sido condenada a causa de sus tendencias
heréticas, por autoridades en la materia tan antiguas como
Eusebio, Epifanio, Agustín y Toribio de Astorga, contribuyó
grandemente a crear una leyenda. De estas fuentes o, en todo
caso, del pseudo Abdías, procede la historia en base a la cual se
representa con frecuencia a San Juan con un cáliz y una víbora. Se
cuenta que Aristodemus, el sumo sacerdote de Diana en Efeso,
lanzó un reto a San Juan para que bebiese de una copa que
contenía un líquido envenenado. El Apóstol tomó el veneno sin
sufrir daño alguno y, a raíz de aquel milagro, convirtió a muchos,
incluso al sumo sacerdote. En ese incidente se funda también sin
duda la costumbre popular que prevalece sobre todo en Alemania,
de beber la Johannis-Minne, la copa amable o poculum charitatis,
con la que se brinda en honor de San Juan. En la ritualia medieval
hay numerosas fórmulas para ese brindis y para que, al beber la
Johannis-Minne, se evitaran los peligros, se recuperara la salud y
se llegara al cielo.

San Juan es sin duda un hombre de extraordinaria y al mismo


tiempo de profundidad mística. Al amarlo tanto, Jesús nos enseña
que esta combinación de virtudes debe ser el ideal del hombre, es
decir el requisito para un hombre plenamente hombre. Esto choca
contra el modelo de hombre machista que es objeto de falsa
adulación en la cultura, un hombre preso de sus instintos bajos.
Por eso el arte tiende a representar a San Juan como una persona
suave, y, a diferencia de los demás Apóstoles, sin barba. Es
necesario recuperar a San Juan como modelo: El hombre capaz de
recostar su cabeza sobre el corazón de Jesús, y precisamente por
eso ser valiente para estar al pie de la cruz como ningún otro. Por
algo Jesús le llamaba “hijo del trueno”. Quizás antes para mal, pero
una vez transformado en Cristo, para mayor gloria de Dios.

AUTOR Y
CARACTERÍSTICAS
GENERALES DEL
CUARTO EVANGELIO(4)
Si después de leer los Evangelios Sinópticos nos adentramos en
el Evangelio de San Juan, se tiene la impresión de entrar en una
atmósfera distinta. Se percibe otra forma de presentar la persona
de Jesús y su ministerio en lo que se refiere a los lugares de su
predicación, los milagros que realiza, el modo de su enseñanza,
etc. Ante estas diferencias cabe preguntarse por el género de
este escrito: ¿se puede decir que se trata de un evangelio del
mismo modo que lo son los otros tres? La respuesta es afirmativa,
porque, como los Evangelio Sinópticos, el cuarto evangelista es
un testimonio apostólico sobre las palabras y acciones de
Jesús, escrito con la finalidad de que “creáis que Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en
su nombre“ (Jn 20,31).

Es cierto que la redacción final del Evangelio de Juan manifiesta


un proceso de elaboración en el que se observan diversas manos
(añadidos: Jn 21,1-25; transmisión del texto: Jn 7,53-8,11) y que
en la estructura se encuentran ciertas anomalías en lo que se
refiere a la linealidad del escrito (posibles cambios de orden: Jn 5-
7-6), pero por encima de aparentes irregularidades, en el origen
del Cuarto Evangelio se encuentra el testimonio apostólico
del Discípulo Amado. Éste es el verdadero autor del Evangelio y
el garante de la verdad de lo que en él se narra.

Desde el siglo II, la Tradición de la Iglesia ha identificado este


discípulo con el apóstol San Juan, hijo de Zebedeo.

Conviene tratar ahora acerca de la denominada “cuestión


joánica” que trata  a fondo todo lo relativo a la autoría del cuarto
evangelio y a su valor histórico.

ESTUDIO DEL EVANGELIO DE JUAN (2)

MÉTODO CRÍTICO
1) ¿QUIÉN ESCRIBIÓ EL  LIBRO?  Juan (Juan 21:20-25)

2) ¿CUÁNDO FUE ESCRITO? Entre el año 80 y el 95 d. C., aunque algunos


eruditos sostienen que pudo haberlo escrito entre el año 50 y el 70 d. C. Juan se
hallaba probablemente en Éfeso, ciudad situada en la actual Turquía.

3) ¿A QUIÉN FUE ESCRITO?  A los seguidores de Jesús que no eran judíos,


específicamente a aquellos que tenían dificultades con la filosofía griega que
enseñaba que la salvación se obtiene a través de un conocimiento especial y que
Jesús era divino, pero no auténticamente humano. Juan insiste en que la
salvación se recibe por la fe en el Hijo de Dios, Jesucristo, que se hizo carne.

4) ¿DE DÓNDE FUE ESCRITO? Éfeso

MÉTODO  HISTÓRICO

1) ¿CUÁL ES EL TRASFONDO  HISTÓRICO DEL LIBRO?

     Juan, él más joven de los doce apóstoles, escribió este evangelio algún tiempo
después de que Mateo, Marcos y Lucas escribieron los suyos,  y su propósito fue
suplementar esos mensajes. Los primeros tres evangelios han sido llamados
"sinópticos"(del griego "ver juntos") debido a que presentan en general el mismo
punto de vista de la vida y enseñanza  de Cristo. El evangelio de Juan es un libro
extraordinario. Trata de los asuntos más profundos de la vida, usando un estilo
directo y simple. Juan presenta a Jesús como el Hijo de Dios y el "unigénito del
Padre." El versículo 16 del capítulo 3 ha sido llamado "el corazón del evangelio".
Juan también estaba pensando en las enseñanzas del gnosticismo, para
desenmascararlo con la verdad del evangelio. 91 veces repite la palabra Padre
MÉTODO LITERARIO
1) ¿QUÉ GÉNERO DE LITERATURA ES EL LIBRO?  Narración prosaica

MÉTODO PANORÁMICO
1) ¿CUÁL ES LA IDEA PRINCIPAL DEL LIBRO?  La deidad de Jesucristo, y de
que él en verdad es el hijo de Dios y la vida eterna.

2) ¿CUÁL  FUE LA RAZÓN PRINCIPAL POR LA CUAL SE ESCRIBIÓ ESTE


LIBRO? Dar el testimonio de Jesús. Por medio de alguien que estuvo recostado
en el pecho del maestro. Testimonio de la vida del él, y cómo acabar con
gnosticismo y el Legalismo religioso. El Evangelio que faltaba. Propósito del Libro:
Juan 20:30, 31

PALABRAS CLAVE EN  JUAN (RV 1960) creer, vida, señal (s), juzgar
(juicio), condenar (condenación), testimonio (testificar), verdad
(verdadero, veraz, verdaderamente), rey y reino.

TEMAS: Jesús es el Hijo de Dios que hace señales y, en base a su muerte y su


resurrección, da vida eterna a todos los que creen en El.

RECIPIENTES: ver 1 Juan, con la que este Evangelio se relaciona muy


íntimamente. 

ÉNFASIS: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; su encarnación y su crucifixión, por


medio de las cuales reveló el amor de Dios y también redimió a la humanidad;
el discipulado significa "permanecer en la vid" (Jesús) y llevar fruto (amar como él
amó); el Espíritu Santo será dado a su pueblo para que continúa su obra.  

CARACTERÍSTICAS PARTICULARES: De los ocho milagros descritos, seis son


únicos (en relación con los Evangelios), como es el caso del discurso en el
aposento alto (capítulos 14-17). Más del noventa por ciento de Juan es único,
peculiar. Juan no incluye una genealogía ni referencia alguna al nacimiento de
Jesús, su niñez, tentación, transfiguración, elección de sus discípulos, tampoco
hay parábolas, ascensión ni la Gran Comisión.    

CÓMO LEER JUAN:
    En los días de Jesús, al igual que en la actualidad, existían muchos sistemas de
creencias que competían y trataban de conectarnos con una realidad espiritual
mas allá de nosotros. Una de las religiones con más seguidores ofrece un dios de
poder y de venganza; otra adora a un dios que guarda silencio y es indiferente al
sufrimiento de la gente; y otra ofrece a un dios misterioso e incomprensible que
absorbe a la humanidad en un gran océano cósmico integrador. Algunas personas
adoran a los «dioses» de la riqueza, la fama y el entretenimiento. Solo una fe, el
cristianismo, adora a un ser increíble y personal, quien es conocido principalmente
por su amor sacrificado. Este libro retrata a ese Dios único revelado en la persona
de Jesucristo: Dios hecho carne.
Al examinar este relato de la vida de Jesús te verás confrontado con algunas
afirmaciones sorprendentes acerca de su persona: Quién es Él y qué vino a hacer.
Juan nos asegura que escogió una pequeña porción de las muchas obras que
Jesucristo realizó para ayudarnos a entender quién es Él. Juan solo registra siete
milagros, llegando a un clímax en la resurrección de Jesús. Para él, estas señales
son una prueba indiscutible que Jesús es el Hijo de Dios. Es más, afirma que si se
escribieran cada una de las poderosas obras que hizo Jesús «el mundo entero no
podría contener los libros que se escribirían.» (Jn 21:25). Sin embargo, ¿por qué
seleccionó estos episodios? Fue para provocar una respuesta de fe en el corazón
«para que ustedes continúen creyendo que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y
para que, al creer en él, tengan vida por el poder de su nombre.» (Jn 20:31)
Observa las características únicas del Evangelio de Juan. Las imágenes de luz y
de vida que describen la actividad divina en el mundo. Juan incluye también varios
sermones de Cristo no registrados en otros evangelios (3:10-21; 5:19-47; 9:41-
10:5; 10:7-18; 10:25-30; 13:7; 13:8; 13:10; 13:12-20; 13:21; 13:26; 13:27; 13:31-
35; 13:36; 13:38-14:4; 14:6-7; 14:9-21; 14:23-16; 16:19-28; 16:31-33; 17:1-26).
Vemos que Juan resalta las veces que Jesús declara «Yo Soy». Jesús proclama
que Él es el Mesías, el pan de vida del cielo, el enviado por Dios, la luz de este
mundo, la puerta, el Buen Pastor, el Hijo de Dios, la resurrección, la vida, el
camino, la verdad, la vid verdadera y el Rey de los Judíos. ¡Estas afirmaciones
deberían proporcionarte evidencia más que suficiente para creer!

TÍTULO: El título del cuarto Evangelio continúa el patrón de los otros Evangelios,
siendo originalmente identificado como "Según Juan". Al igual que los otros, "El
Evangelio" fue añadido más tarde.

Autor y fecha
        Aunque el nombre del autor no aparece en el Evangelio, la tradición de la
iglesia primitiva fuerte y consecuentemente lo identificó como el apóstol Juan. El
padre de la iglesia primitiva Ireneo (130-200 d.C.) fue un discípulo de Policarpo
(70-160 d.C.), quién su vez fue un discípulo del apóstol Juan, y él testificó en la
autoridad de Policarpo que Juan escribió escribió el Evangelio durante su
residencia en Éfeso en Asia Menor cuando él era avanzado en edad (Against
Heresies [Contra herejías] 2.22.5; 3.1.1). Después de Ireneo, todos los padres de
la iglesia dieron por sentado que Juan era el escritor del Evangelio. Clemente de
Alejandría (150-215 d.C.) escribió que Juan, consciente de los hechos
establecidos en los otros Evangelios y siendo guiado por el Espíritu Santo,
compuso un "evangelio espiritual" (Historia de la iglesia, de Eusebio 6.14.7). 
    Reforzando la tradición de la iglesia primitiva hay características significativas
internas del Evangelio. Mientras que los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos,
Lucas) identifican al apóstol Juan por nombre aproximadamente veinte veces
(incluyendo paralelos), él no es mencionado directamente por nombre en el
Evangelio de Juan. En lugar de esto, el autor prefiere identificarse a sí mismo
como el discípulo "al cual Jesús amaba" (13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20). La
ausencia de cualquier mención del nombre de Juan directamente es
impresionante cuando uno considera la participación importante que tuvieron otros
discípulos que son nombrados en este Evangelio. Sin embargo, la designación
continua de sí mismo como el discípulo "al cual Jesús amaba", una evasión
deliberada por parte de Juan de su nombre personal, refleja su humildad y celebra
su relación para con su Señor Jesús. Ninguna mención de su nombre fue
necesaria debido a que sus lectores originales claramente entendieron que él era
el autor del Evangelio. También, a través de un proceso de eliminación basado
primordialmente en un análisis del material en los capítulos 20-21, este discípulo
"al cual Jesús amaba" se reduce al apóstol Juan (21:24; cp 21:2).  Debido a que el
autor del Evangelio es exacto en mencionar los nombres de otros personajes en el
libro, si el autor hubiera sido alguien fuera del apóstol Juan, no habría omitido el
nombre de Juan.  

    La condición anónima del Evangelio fuertemente refuerza los argumentos en


favor de que Juan sea el autor, ya que solo alguien de su bien conocida
y preeminente autoridad como apóstol podría ser capaz de escribir un Evangelio
que fuera diferente de una manera tan marcada en forma y sustancia de los otros
Evangelios y haber recibido aceptación unánime en la iglesia primitiva. En
contraste, los evangelios apócrifos producidos a mediados del siglo segundo en
adelante fueron falsamente atribuidos a apóstoles u otras personas famosas
asociadas de manera cercana a Jesús, sin embargo, universalmente fueron
rechazados por la iglesia. 

    Juan y Jacobo, su hermano mayor (Hch 12:2), eran conocidos como "los hijos
de Zebedeo" (Mt 10:2-4), y Jesús les dio el nombre de "Hijos del trueno" (Mr 3:17).
Juan fue un apóstol (Lc 6:12-16) y uno de los tres asociados más íntimos de Jesús
(junto con Pedro y Jacobo, Mt 17:1; 26:37), siendo un testigo ocular y participante
en el ministerio terrenal de Jesús (1Jn 1:1-4). Después de la ascensión de Cristo,
Juan se convirtió en un "pilar" en la iglesia de Jerusalén (Gá 2:9). Él ministró con
Pedro (Hch 3:1; 4:13; 8:14) hasta que fue a Éfeso (la tradición dice antes de la
destrucción de Jerusalén), desde donde escribió este Evangelio y desde donde los
romanos lo exiliaron a Patmos (Ap 1:9). Además del Evangelio que lleva su
nombre, Juan también escribió 1, 2 y 3 de Juan y el libro de Apocalipsis (Ap 1:1).

    Debido a que los escritos de algunos de los padres de la iglesia indican que
Juan estuvo activamente escribiendo durante su edad madura y que estaba
consciente de los Evangelios sinópticos, muchos fechan el Evangelio en algún
momento después de la composición es estos últimos, pero previo al momento en
el que Juan escribió 1, 2 y 3 Juan o Apocalipsis. Juan escribió su Evangelio 80-90
d.C., alrededor de cincuenta años después de que fue testigo del ministerio
terrenal de Jesús. 

Contexto Histórico de Juan


    El hecho de que, de acuerdo con la tradición, Juan tenía conocimiento
de los Evangelios sinópticos, es estratégico para el contexto histórico de
su Evangelio. Al parecer, él escribió su Evangelio para hacer una
contribución única al registro de la vida del Señor ("un Evangelio
espiritual") y en parte, para ser suplementario como también
complementario  Mateo, Marcos y Lucas.

    Las características únicas del Evangelio refuerzan este propósito: En


primer lugar, Juan suplió una gran cantidad de material único no
registrado en los otros Evangelios. En segundo lugar, frecuentemente
suplió información que ayuda a entender los acontecimientos en los
sinópticos. Por ejemplo, mientras que los sinópticos comienzan con el
ministerio de Jesús en Galilea, implican que Jesús tuvo un ministerio
previo a este (Mt 4:12; Mr 1:14). Juan suple la respuesta con información
del ministerio previo de Jesús en Judea (cap. 3) y Samaria (cap. 4). En
Marcos 6.45, después de la alimentación de los cinco mil, Jesús hizo que
sus discípulos cruzaran el Mar de Galilea a Betsaida. Juan registró la
razón. Las personas estaba a punto de hacer rey a Jesús debido a su
multiplicación milagrosa de alimento y Él estaba evitando sus esfuerzos
motivados erróneamente (6:26). En tercer lugar, Juan es el más teológico
de los Evangelios, conteniendo por ejemplo un prólogo fuertemente
teológico (1:1-18), mayores cantidades de material didáctico y de
discurso en proporción a la narración (3:13-17) y la mayor cantidad de
enseñanza del Espíritu Santo (14:16, 17, 26; 16:7-14). Aunque Juan
conocía los sinópticos y modeló su Evangelio teniéndolos en mente, no
dependió de ellos para obtener información. Sino que más bien, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, utilizó su propia memoria como un testigo
ocular al componer el Evangelio (1:14; 19:35; 21:24).          
    El Evangelio de Juan es el único de los cuatro que contiene una
afirmación precisa del propósito del autor (20:30, 31). Él declara: "Estas
se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y
para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (20:31). Los propósitos
primordiales, entonces, son dos: evangelístico y apologético. Reforzando
el propósito evangelístico está el hecho de que la palabra "creer" se usa
aproximadamente cien veces en el Evangelio (los sinópticos usan el
término menos de la mitad de esta cantidad). Juan compuso su
Evangelio para proveer razones de la fe salvadora en sus lectores y
como resultado, para asegurarles que recibirían el regalo divino de vida
eterna. (1:12). 

    El propósito apologético está relacionado muy de cerca al propósito


evangelístico. Juan escribió para convencer a sus lectores de la
verdadera identidad de Jesús como Dios-Hombre encarnado cuyas
naturalezas divina y humana estaban perfectamente unidas en una
persona quien era el Cristo ("Mesías") profetizado y Salvador del mundo
(1:41; 3:16; 4:25, 26; 8:58). El organizó su Evangelio alrededor de ocho
"señales" o pruebas que refuerzan la verdadera identidad de Jesús
llevando a la fe. La primera mitad de su obra se centra alrededor de siete
señales milagrosas seleccionadas para revelar la persona de Cristo y
producir fe: 1) agua convertida en vino (2:1-11); 2) la sanidad del hijo del
hombre noble (4:46-54); 3)la sanidad del hombre paralítico (5:1-18); 4) la
alimentación de la multitud (6:1-15); 5) caminando sobre agua (6:16-21);
6) la sanidad del hombre ciego (9:1-41); y 7) la resurrección de Lázaro
(11:1-57). La octava señal es la pesca milagros (21:6-11) después de la
resurrección de Jesús.       

El Apóstol Juan
 Los demás apóstoles murieron martirizados, y solo Juan murió de vejez.
 Su padre se llamaba Zebedeo (Mat. 4:21) 
 Su madre era Salomé (Mat. 27:56; Mar 15:49) la cual comparándose con
Juan 19:25 era la hermana de María la madre de Jesús.
 Juan era el primo de Jesús y siendo más o menos de la misma edad, puede
haberle conocido desde la niñez.
 Juan era comerciante más o menos acomodado. Era uno de los cinco
socios de una empresa pesquera de importancia suficiente como para
emplear trabajadores a sueldo (Mar. 1:16:20).
 Además de su negocio de pesca en Capernaum, tenía casa propia en
Jerusalén (Juan 19:27), y era conocido del sumo sacerdote (Juan
18:15, 16)
 Era discípulo de Juan el Bautista (Juan 1:35, 40)
 Por testimonio del Bautista, Juan se hizo luego discípulo de Jesús  (Juan
1:35-51)
 Unos de los primeros cinco discípulos de Jesús, y regreso con Jesús a
Galilea (Juan 2:2, 11)
 Jesús le apodo “Hijo de Trueno” (Marcos 3:17), lo cual parece indicar un
carácter vehemente y violento.
  Pero luego él pudo dominar este genio:

1.      El incidente de prohibir al desconocido que usara el


nombre de Jesús para echar fuera demonios (Marcos
9:38)

2.      Y el querer pedir fuego del cielo sobre los


samaritanos (Lucas 9:54) son vislumbres interesantes
de su temperamento.

 Fue uno de los tres del círculo íntimo entre los discípulos, y era
reconocido como él más cercano a Jesús.
 Cinco veces se le nombra como el discípulo “a quien amaba Jesús”
(Juan 12:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20)
 Debe de haber sido hombre de carácter poco común, para atraer
de esta manera las afecciones de Jesús.
 El y Pedro llegaron a ser los caudillos reconocidos de los 12, y
aunque de temperamento totalmente diferentes, estaban
generalmente juntos (Juan 20:2; Hechos 3:1, 11; 4:13; 8:14)
 Durante algunos años, Jerusalén fue su residencia principal.
 Y pasó sus últimos años en Éfeso, en donde escribió a edad muy
avanzada su Evangelio, sus tres Epístolas y el Apocalipsis

 
Solo lo dice Juan
 

 “Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea


manifiesto que sus obras son hechas en Dios”   Juan 3:21
 “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que adoren” Juan 4:24
 “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si
vosotros permaneciereis en mi palabra,  seréis verdaderamente
mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres” Juan 8:31,32
 “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene
al Padre, sino por mí"   Juan 14:6”
 “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad;
porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere,
y os hará saber las cosas que habrán de venir”Juan 16:13
 “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad”Juan 17:17

Retos de Interpretación
  Debido a que Juan compuso su registro en un estilo simple y claro,
uno puede tender a subestimar la profundidad de este Evangelio. 
Debido a que el Evangelio de Juan es un Evangelio "espiritual", las
verdades que él expresa son profundas. El lector debe explorar el
libro en oración y de una manera meticulosa, para descubrir la
vasta riqueza de los tesoros espirituales que el apóstol, bajo la guía
del Espíritu Santo (14:26; 16:13), ha depositado amorosamente en
su Evangelio.

  El recuento cronológico entre el Evangelio de Juan y los sinópticos


presenta un reto, especialmente con relación al tiempo de la Última
Cena (13:2). Mientras que los sinópticos muestran a los discípulos 
y al Señor en la Última Cena comiendo la comida de la Pascua la
tarde del jueves (Nisán 14) y Jesús siendo crucificado el viernes, el
Evangelio de Juan afirma que los judíos no entraron al pretorio
"para no contaminarse, y así poder comer la pascua" (18:28).
Entonces, los discípulos habían comido la Pascua en jueves por la
tarde, pero los judíos no. De hecho Juan (19:14) afirma que el
juicio y crucifixión de Jesús fueron el día de la preparación para la
Pascua y no después de haber comido la Pascua, de tal manera
que con el juicio y la crucifixión, el viernes Cristo de hecho fue
sacrificado el mismo tiempo en el que los corderos de la Pascua
estaban siendo sacrificados (19:14). La pregunta es: "¿Por qué es
que los discípulos comieron la comida de la Pascua el jueves?" 

  La respuesta se encuentra en una diferencia entre los judíos en la


manera en la contaban el principio y el final de los días.  De Josefo,
la Mishná y otras fuentes judías antiguas aprendemos que los
judíos en Palestina del norte calculaban los días de salida a salida
del sol. Esa área incluía la región de Galilea, donde Jesús y todos
los discípulos, a excepción de Judas, habían crecido. Al parecer la
mayoría, si no es que todos, de los fariseos usaban ese sistema
para contar los días. Pero los judíos en la parte sur, la cual se
centraba en Jerusalén, calculaban los días de puesta a puesta del
sol. Debido a que todos los sacerdotes necesariamente vivían en
Jerusalén o cerca de ella, como la mayoría de los saduceos, estos
grupos siguieron la forma del sur.

  Esta variación sin lugar a dudas causó confusión en algunas


ocasiones, pero también tenía algunos beneficios prácticos.
Durante el tiempo de la Pascua, p. ej. permitía que la fiesta fuera
celebrada legítimamente en dos días adjuntos, así permitía que los
sacrificios del templo fueran llevados a cabo en un período de
cuatro horas en total en lugar de dos. Esta separación de días
también pudo haber tenido el efecto de reducir tanto los choques
regionales como religiosos entre los dos grupos.     

 
  A la luz de esto, las aparentes contradicciones en los relatos de
los Evangelios son fácilmente explicadas. Siendo galileos, Jesús y
los discípulos consideraban que el día de la Pascua había
comenzado cuando salió el sol el jueves y que había terminado
cuando salió el sol el viernes. Los líderes judíos que arrestaron y
juzgaron a Jesús, siendo en su mayoría sacerdotes y saduceos,
consideraron que el día de la Pascua comenzó a la puesta del sol
del jueves y que terminó a la puesta del sol del viernes. Por esa
variación, predeterminada por la provisión soberana de Dios, Jesús
pudo legítimamente celebrar la última comida de la Pascua con sus
discípulos y sin embargo, aún ser sacrificado el día de la Pascua.

  Una vez más uno puede ver como Dios soberana y


maravillosamente provee para el cumplimiento preciso de su plan
redentor. Jesús fue todo menos una víctima de los planes impíos
de los hombres mucho menos de la circunstancia ciega. Cada
palabra que habló y cada acción que llevó a cabo fueron
divinamente dirigidas y aseguradas. Aun las palabras y acciones
de otros en contra de Él fueron divinamente controladas. Vea, p. ej
11:49-52; 19:11.

Temas históricos y teológicos


 

  De acuerdo con los propósitos evangelísticos y apologéticos de


Juan, el mensaje general del Evangelio se encuentra en el 20:31:
"Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios". El libro entonces, se centra en
la persona y obra de Cristo. Tres palabras predominantes
("señales", "creer" y "vida") en el 20:30, 31 reciben énfasis a los
largo del Evangelio para reforzar el tema de la salvación en Él, que
es presentado por primera vez en el prólogo (1:1-18; cp. 1 Jn. 1:1-
4) y se vuelve e expresar a lo largo del Evangelio de diferentes
maneras (6:35, 48; 8:12; 10:7, 9; 10:11-14; 11:25; 14:6; 17:3).
Además, Juan provee el registro de cómo los hombres
respondieron a Jesucristo y la salvación que Él ofreció. En
resumen, el Evangelio se enfoca en:

1. Jesús como el Verbo, el Mesías y el Hijo de Dios.


2. Quien trae la dádiva de salvación a la humanidad.
3. Quien acepta o rechaza el ofrecimiento.

  Juan también presenta ciertos temas secundarios de contraste


que refuerzan su tema principal. Él usa dualismo (vida y muerte,
luz y oscuridad, amor y odio, de arriba y de abajo) para comunicar
información vital acerca de la persona y obra de Cristo y la
necesidad de creer en Él (1:4, 5, 12, 13; 3:16-21; 12:44-46; 15:17-
20).

  También hay siete afirmaciones de "YO SOY" enfáticas que


identifican a Jesús como Dios y Mesías (6:35; 8:12; 10:7, 9; 10:11,
14; 11:25; 14:6; 15:1, 15)

Vista Panorámica de Juan


El apóstol Juan escribió más libros del Nuevo Testamento que los
otros escritores, excepto Pablo. El se llama el discípulo a quien Jesús
amó (13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20), que se reclinó en su pecho
(13:23, 25; 21:20), y el otro discípulo (18:16; 20:3, 4, 8). También se
autonombra como un testigo presencial (1:14; 19:35; 21:24; 1 Jn 1:1–
4; 4:14; Ap 22:18, 20), el anciano (2 Jn 1; 3 Jn 1), siervo de Jesucristo
(Ap 1:1) y Juan (Ap 1:1, 4, 9; 22:8). Otros escritores de la Biblia se
refieren a él como apóstol (Mt 10:2–4; Lc 6:13–14), hijo de Zebedeo y
Salomé (Mt 10:2–4; 27:56; Mr 1:19–20; 15:40) y por tanto primo de Jesús
(Mr 16:1; Jn 19:25). Juan es llamado hijo del trueno (Mr 3:17) y fue uno
del círculo interior de tres, junto con Pedro y Santiago, que gozaron cierta
relación especial con Jesús (Mt 17:1; 26:37; Mr 5:37; 9:2; 14:33). El
apóstol Juan había sido discípulo de Juan el Bautista (1:35) y fue de los
primeros en responder a la invitación de Jesús a seguirle (1:36–39). Era
socio en un próspero negocio pesquero (Mr 1:16–20) y amigo personal
del sumo sacerdote (18:15–16). Juan presenció la crucifixión de Jesús, y
en ese momento, le asignó el cuidado de su madre (19:26–27). El se
regocijó de ver al Cristo resucitado el día mismo de la resurrección
(20:19–20). Juan se asoció con Pedro en Jerusalén en los primeros días
de la iglesia (Hch 3:1; 4:13, 19; 8:14) y estaba en esa ciudad cuando
llegó Pablo después de su primer viaje misionero (Hch 15:2, 6;
Gá 2:1, 9). Juan vivió hasta una avanzada edad, ministrando por muchos
años en Efeso y murió de muerte natural (21:20–23) durante el reinado
del emperador Trajano (98–117 d.C.). El Evangelio lo escribió en Efeso
entre 85–90 d.C. Los primeros recipientes probablemente eran creyentes
de las iglesias en Asia Menor (Ap 2:1–3:22).

El Evangelio de Juan es bastante diferente de los otros. Presenta a


Jesucristo como Dios (1:1–5, 9–18; 2:23–25; 3:31–36; 5:30–47; 6:66–
69; 8:46–59; 9:35–41; 10:22–39), y no contiene narrativa de su
nacimiento, genealogía, juventud, bautismo, tentación, transfiguración ni
ascensión. Su propósito se anuncia claramente: traer a todos a la fe en
Cristo para vida eterna (20:30–31). Noventa por ciento del material de
Juan es exclusivo en su Evangelio. Mientras su contenido abarca cuatro
Pascuas (2:13; 6:4; 13:1; 18:28), sólo pocos días del ministerio de Jesús
están en forma cronológica [los capítulos 13–18 cubren sólo un día].
Juan desarrolla su caso para la Deidad de Cristo alrededor de sus nueve
discursos (3:1–21; 4:7–42; 5:19–47; 6:22–59, 60–71; 8:12–30, 31–
59; 10:1–18; 14:1–16:33) y ocho señales milagrosas (2:1–11; 4:46–
54; 5:1–18; 6:1–15, 16–21; 9:1–41; 11:1–57; 21:6–11). Jesús afirmó ser
Dios en la manera más fuerte posible (4:24–26; 8:24, 28, 58; 13:19). El
también se presentó como el pan de vida (6:35), la luz del mundo ((8:12),
la puerta (10:7, 9), el buen pastor (10:11, 14), la resurrección y la vida
(11:25), el camino, la verdad y la vida (14:6) y la vid verdadera (15:1, 5).
Da enseñanzas sobre el nuevo nacimiento (3:1–15) y el Espíritu Santo
(14:16–17, 26; 15:26; 16:7–15). Temas importantes como la verdad (26
veces), el amor (57 veces), la gloria (33 veces) y creer (100 veces) son
desarrollados.
El cuarto Evangelio se centra en la persona de Jesucristo, el Hijo de
Dios (v. Bosquejo). Comenzando con su eterna Deidad (1:1–3), Juan
describe la encarnación de Cristo como el Dios-hombre perfecto (1:4–14)
y su confirmación por el testimonio de Juan el Bautista (1:15–34). A base
de estas realidades históricas, el apóstol Juan proporciona ejemplos de
la presentación de Jesús de sí mismo por medio de discursos
persuasivos y señales milagrosas en Judea, Samaria y Galilea (1:35–
4:54), y en varias fiestas en Jerusalén (5:1–12:50). Juan entonces gira
bruscamente de este despliegue público de las declaraciones de Cristo a
la enseñanza privada a sus propios discípulos (13:1–17:26). El discurso
del aposento alto provee la muestra más íntima del corazón del Hijo de
Dios que se encuentra en las Escrituras. Juan concluye el relato de su
evangelio con la crucifixión (18:1–19:42) y la resurrección (20:1–21:25)
de Jesús.

Como en todos los escritos de Juan, el resultado anticipado es que el


lector sea movido por el testimonio a la fe personal en Jesucristo como
Salvador y Señor, y al hacerlo, tendrá asegurada la vida eterna (20:30–
31; 1 Jn 5:13; Ap 22:16–17). ¡Este libro es una herramienta muy efectiva
para el evangelismo y está disponible a todo cristiano!

Conexiones 

    La imagen que Juan expone de Jesús como el Dios del Antiguo Testamento, se
aprecia más enfáticamente en los siete “Yo Soy” de las declaraciones de Jesús. Él
es el “Pan de vida” (Juan 6:35), proporcionado por Dios para alimentar las almas
de Su pueblo, así como Él proveyó el maná del cielo para alimentar a los israelitas
en el desierto (Éxodo 16:11-36). Jesús es la “Luz del mundo” (Juan 8:12), la
misma Luz que Dios prometió a Su pueblo en el Antiguo Testamento (Isaías
30:26, 60:19-22), y la cual llegará a su culminación en la Nueva Jerusalén, cuando
Cristo, el Cordero sea su Luz (Apocalipsis 21:23). Dos de las declaraciones del
“Yo Soy,” se refieren a Jesús, como el “Buen Pastor” y la “Puerta de las ovejas.”
Aquí vemos claras referencias de Jesús como el Dios del Antiguo Testamento, el
Pastor de Israel (Salmos 23:1; 80:1; Jeremías 31:10; Ezequiel 34:23) y, como la
única Puerta dentro del redil, el único camino para la salvación.

    Los judíos creían en la resurrección y, de hecho, usaban la doctrina para tratar


de engañar a Jesús para hacer declaraciones que pudieran usar en Su contra.
Pero Su declaración en la tumba de Lázaro “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan
11:25) debe haberlos escandalizado. Él estaba declarando ser la causa de la
resurrección y el poseedor del poder sobre la vida y la muerte. Nadie más que
Dios Mismo podría pretender tal cosa. Similarmente, Su declaración de ser el
“camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6) lo relacionaban indiscutiblemente con el
Antiguo Testamento. Él es el “Camino de Santidad” profetizado en Isaías 35:8; Él
estableció la “Ciudad de la Verdad” de Zacarías 8:3 cuando Él, quien es la
“verdad” misma, estaba en Jerusalén y las verdades del Evangelio fueron
predicadas ahí por Él y Sus apóstoles; y como “la Vida,” Él afirma Su deidad, el
Creador de la vida, Dios encarnado (Juan 1:1-3). Finalmente, como la “Vid
verdadera” (Juan 15:1, 5) Jesús se identifica a Sí Mismo con la nación de Israel,
quien es llamada la viña del Señor en muchos pasajes del Antiguo Testamento.
Como la vid Verdadera del viñedo de Israel, Él se presenta a Sí Mismo como el
Señor del “Israel verdadero” –todos aquellos que vinieran a Él en fe, porque “... no
todos los que descienden de Israel son israelitas,” (Romanos 9:6).

Importancia en la Biblia
    Está claro que, sin desentenderse por completo de la historia, Juan escribe con
un interés más teológico que histórico. Los demás Evangelios se esfuerzan en
presentar a Cristo como el cumplimiento de las promesas de salvación
veterotestamentarias. Juan comienza con la preexistencia de Jesucristo (1.1).
Jesús es divino (1.1), pero también es humano, porque «aquel Verbo fue hecho
carne (1.14). Solo así podría ser el que nos revelara al Padre.

    En el mismo comienzo, Juan nos presenta a Jesucristo con siete títulos clave:
Verbo, Cordero de Dios, Rabí, Mesías, Rey de Israel, Hijo de Dios e Hijo
del Hombre. Solo en Juan encontramos el «Yo soy» que afirma ser el
pan de vida (6.35), la luz del mundo (8.12), predecesor de Abraham
(8.58), la puerta de las ovejas (10.7), etc. También lo hallamos diciendo:
«Yo y el Padre uno somos» (10.30) y «Yo soy el camino, la verdad y la
vida; nadie viene al Padre sino por mí» (14.6). En cada una de estas
afirmaciones, el «Yo» es enfático. Nos recuerda el nombre de Dios: «YO
SOY» (Éx 3.14).

    En el Antiguo Testamento las palabras de Dios había que aceptarlas


reverentemente. Lo mismo con Jesús. En Juan Él comienza sus mensajes
diciendo: «De cierto, de cierto te digo», Así como en el Antiguo
Testamento a Dios es al único al que se debe adorar, Jesús es el único
en quien se debe creer. Para Juan, la fe que salva es un verbo que
expresa 
acción: la acción de creer en Jesús.
    En Juan Jesús no entra en cuestiones de orar, ayunar, matrimonio, riquezas,
como lo hace en otros Evangelios. En vez de eso, las relaciones de uno
con Dios, los demás y el mundo se resumen en la palabra amor. El amor
que Dios siente por su Hijo (3.35; 15.9) pasa a través de su Hijo a los que
son suyos (13.1). Como recipientes del amor de Dios, los cristianos
deben amar a Dios amándose unos a otros (13.34). Este amor que une a
los creyentes es también un testimonio al mundo. Juan 3.16 expresa la
verdad teológica básica del evangelio: «De tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él
cree, no se pierda, mas tenga vida eterna».

El Carácter de Dios en Juan


    1, Dios es accesible: 1:51; 10:7, 9; 14:6
    2. Dios es glorioso: 1:14
    3, Dios es invisible: 1:18; 5:37
    4. Dios es amoroso: 3:16; 15:9, 10; 16:27; 17:23, 26
    5. Dios es recto y justo: 17:25
    6. Dios es espíritu: 4:24
    7. Dios es verdadero: 17:3, 17
    8. Dios es uno: 10:30; 14:9-11; 17:3
    9. Dios se aíra: 3:14-18, 36
    
Cristo en Juan
    Es incuestionable el hecho de que el Evangelio de Juan constituye una
proclamación de la divinidad de Jesucristo. Juan revela ya en la primera
oración la naturaleza de Cristo: "En el principio era el Verbo, y el Verbo
era con Dios, y el Verbo era Dios" (1:1). Mientras el Evangelio de Marcos
se centra en Jesús como el HIjo del Hombre, el mensaje de Juan es que
"Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios" (20:31). Lo que se destaca es que
Jesús afirma ser Dios en siete declaraciones explícitas en que se
designa así mismo como "Yo soy"  (6:35; 8:12; 10:7, 9; 10:11, 14; 11:25;
14:6; 15:1, 5)

"Si los Evangelios Sinópticos se ocupan del lugar de Jesús en la


historia de Israel y más allá, Juan se ocupa del lugar de Jesús en
todo el esquema de las cosas, desde la creación hasta la redención
y más allá (resurrección final). Que el Mesías no es otro que el
eterno Hijo de Dios son las buenas nuevas finales de la historia
cristiana"(DIFERENCIA)

El discípulo amado de Jesús[editar]


Artículo principal: El discípulo a quien Jesús amaba

El Evangelio de Juan presenta la figura del discípulo a quien Jesús amaba en cinco pasajes.
La mayoría de los estudiosos concuerda en que se trata de un personaje real, un testigo sobre
cuyo testimonio fiable descansa la veracidad del propio evangelio: «El que lo vio lo atestigua,
y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis»
(Juan 19, 35). La tradición cristiana lo ha identificado con Juan el Apóstol, aunque el Evangelio
de Juan nunca lo menciona por su nombre. Existen discrepancias entre los exégetas sobre la
identificación de esta figura, sin que al presente pueda asegurarse una solución que satisfaga
a todos.
Al igual que en el caso de la madre de Jesús, el Evangelio de Juan otorga al personaje del
discípulo amado un valor simbólico adicional al de su identidad histórica. Nota 4

1. El discípulo amado aparece recostado sobre el pecho de Jesús, durante


la Última Cena, lo que significa que goza de su familiaridad y confidencias.
Entonces le pregunta quién es el discípulo que lo va a entregar, y recibe la
respuesta de Jesús.ah
2. Durante la crucifixión de Jesús, el discípulo amado aparece al pie de la cruz,
junto a la madre de Jesús.ai Jesús crucificado se la confía, y desde aquella
hora el discípulo la acogió en su casa.
3. En el día de la resurrección de Jesús, el discípulo amado corre con Simón
Pedro hacia el sepulcro vacío donde Jesús había sido sepultado. aj Llega
primero al sepulcro, pero espera a Pedro para entrar y, al entrar, ve y cree.
4. El discípulo amado se presenta nuevamente al lado de Simón Pedro durante
la aparición de Jesús resucitado a sus discípulos a orillas del Mar de
Tiberíades, y es el primero en reconocer a Jesús.ak
5. Finalmente, el Evangelio de Juan presenta al discípulo amado como aquel de
quien había corrido la voz de que no moriría. El evangelio explicita: «Pero
Jesús no había dicho a Pedro: "No morirá", sino: "Si quiero que se quede
hasta que yo venga."».al
Considerando la dimensión simbólica del Evangelio de Juan, el discípulo amado por el
Señor se identifica con el discípulo ideal de Jesús. El discípulo amado es aquel que:

1. tiene familiaridad con Jesucristo y recibe sus confidencias: se sienta junto a


Jesús, y recibe la respuesta de Jesús;am
2. permanece junto a la cruz del crucificado y recibe a María como a su propia
madre;an
3. tiene contacto habitual, sencillo y llano con Pedro, permanece junto a él y lo
respeta;ao
4. sabe reconocer a Jesús resucitado presente; ap y
5. permanece fiel, es decir, que persevera hasta que Jesús vuelva. aq21
6.
7.Evangelio de Juan(4)
8. Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
9.
10. Folio del Codex Aureus de Lorsch (fines del siglo VIII y principios del IX) en el que se
representa a Juan el evangelista escribiendo el Evangelio.

11.
12. Primer folio del papiro 66 (66), códice datado del año 200, en el que se observa la
sobreinscripción del nombre del Evangelio de Juan. Se trata de un papiro de Categoría I según
la clasificación de Kurt Aland y Barbara Aland.1

13. El Evangelio de Juan, también llamado Evangelio según san Juan o Evangelio


según Juan es el cuarto de los evangelios canónicos constitutivos del Nuevo
Testamento. Se caracteriza por las marcadas diferencias estilísticas y temáticas, como
así también por las divergencias en su esquema cronológico y topográfico respecto de
los otros tres, llamados evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas).
14. El Evangelio de Juan no solo contiene muchos pasajes sin equivalente en los otros
evangelios canónicos, sino que aun los pasajes con cierta similitud son presentados
de forma totalmente diversa en cuanto al contenido, al lenguaje, a las expresiones y
giros con que predica Jesús de Nazaret y a los lugares de su ministerio. La tradición
apostólica atribuye la autoría de este evangelio a Juan el
apóstol y evangelista aunque, dada la falta de unidad en su redacción final, el estilo y
la fecha supuesta de redacción (en torno al año 90 d. C.), entre otros puntos, se
cuestiona tanto la autoría en sí como sus alcances (redactor, comunidad responsable).
Existe la posibilidad de que el Evangelio de Juan fuera fruto de la comunidad fundada
alrededor de uno de los discípulos de Jesús, presentado en el evangelio con el título
de «discípulo a quien Jesús amaba», seguramente la de Éfeso.
15. Entre las características del Evangelio de Juan, se acepta ampliamente la de ser un
escrito para la meditación en el que sobresalen los discursos como forma de reflexión
en torno a la figura de Jesús de Nazaret, a quien se presenta desde el prólogo como
el Logos, la Palabra eterna de Dios. Es un evangelio sumamente simbólico y litúrgico,
que enmarca el ministerio público de Jesús en la sucesión de festividades judías (entre
ellas, la Pascua judía, la Fiesta de la dedicación o de las luminarias y la Fiesta de los
tabernáculos o de las tiendas). Muchos estudiosos han visto en el Evangelio de Juan
un carácter marcadamente místico.
16. Las polémicas de que fue y es objeto el Evangelio de Juan son el resultado de su
singularidad. No se trata de una obra corriente: se disputa su autor, el ambiente que
haya podido influir en su pensamiento y sus modos de expresión, su estructura
literaria, sus fuentes y hasta la naturaleza del libro. Con todo, siempre fue recibido sin
reticencias por parte de la Iglesia.Nota 1 La bibliografía sobre el Evangelio de Juan se
acrecentó mucho en el último siglo, y hoy es sumamente abundante. Junto con los
numerosos análisis que de él se hicieron, se puso aún más de manifiesto su
profundidad, que supera el marco estrictamente religioso
(cristológico, soteriológico y eclesiológico) y que, a través del tiempo, alcanzó los más
diversos campos de la cultura y de las artes.

Jesús, Su vida y mensaje: Diferencias entre los evangelios

[Jesus—His Life and Message: Gospel Differences]

(Si lo deseas, puedes consultar el artículo introductorio en el que se explican el


propósito y el plan de esta serie.)

Todos los sucesos estudiados hasta ahora en esta serie —el nacimiento de Jesús, Su
infancia, Su bautismo y la tentación en el desierto— son anteriores al inicio de Su vida
pública. Antes de entrar en lo que cuentan los evangelios sobre Su vida, ministerio y
enseñanzas, puede ser conveniente hablar de algunas de las diferencias que hay entre
los evangelios.

Al leer los cuatro Evangelios se evidencia que existen diferencias entre ellos, tanto en
la forma como en el fondo. El Evangelio de Juan no cuenta los hechos de la misma
manera que los evangelios sinópticos[1]. Omite muchos de los relatos que incluyen los
evangelistas sinópticos, a la vez que refiere detalles y palabras de Jesús que los
escritores sinópticos no mencionan. Por otra parte, si bien los evangelios sinópticos
tienen muchas similitudes, también hay diferencias entre ellos en cuanto a los hechos
narrados, el orden en que se disponen, las palabras y acciones de Jesús, y la forma de
encuadrar la presentación de cada uno de los autores.

De todos modos, a pesar de esas diferencias el mensaje general de los cuatro


evangelios es el mismo: Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías al que se referían los textos
del Antiguo Testamento, enviado por Su Padre para que, mediante Su muerte
expiatoria y Su resurrección, redimiera a la humanidad y la condujera a una renovada
relación con Dios.

Si bien lo que escribieron los evangelistas fue por inspiración del Espíritu Santo, cada
uno tenía su propia personalidad, experiencia, contexto cultural, fuentes, estilo y
público, todo lo cual se refleja en los evangelios. Se basaron en lo que ellos mismos
recordaban o en lo que les contaron testigos presenciales (Mateo y Juan
probablemente en lo que recordaban, y Lucas y Marcos en lo que les dijeron testigos
oculares). Con la guía del Espíritu Santo, elaboraron su presentación de la vida y las
enseñanzas de Jesús de una manera que cuadrara con su propio estilo literario y con el
público al que se dirigían. Por consiguiente, es lógico que haya algunas diferencias
entre un evangelio y otro.
Aunque haya diferencias en algunos pasajes de los evangelios, debe entenderse que,
como los evangelistas transmitieron testimonios personales —el suyo propio o el de
otras personas—, es normal que haya diferencias en algunos detalles, ya que eso es lo
que ocurre con los testimonios personales. En un juicio, los testigos casi nunca
concuerdan en cada detalle; cuando lo hacen, se suele considerar que están
contaminados o incluso que se han coludido para engañar al tribunal. Por lo general,
las declaraciones de los testigos presenciales difieren en cierta medida unas de otras, e
incluyen u omiten aspectos que otros testigos mencionan. Tales disparidades no
vuelven poco fiables las declaraciones.

Algunos pasajes de los evangelios refieren un suceso de forma incompleta o abreviada;


tales descripciones no dejan de ser ciertas por el hecho de que no incluyan todos los
detalles. Oí a alguien presentar una ilustración que a mi modo de ver explica bien esta
cuestión: Le preguntaron a un joven en distintos momentos cuándo había conocido a
su esposa. En una ocasión respondió que fue en un sofá: en otra, en un desván: y la
tercera vez dijo que fue en una reunión para estudiar la Biblia. Todas esas
contestaciones eran ciertas, puesto que se sentó al lado de ella en un sofá en el curso
de una reunión para estudiar la Biblia que se celebró en el desván de un amigo. Al
comparar distintos pasajes de los evangelios conviene recordar que una información
incompleta no es necesariamente falsa.

¿Deberían preocuparnos las diferencias que hay en la presentación de la vida de Jesús


por parte de cada uno de los evangelistas? ¿Significan que los evangelios son inexactos
o falsos? De ninguna manera. Cada evangelista contó la vida de Jesús con el objetivo
de dar a conocer la buena nueva de quién era Él y qué había enseñado, de modo que
sus lectores entendieran la maravilla que Dios había hecho y creyeran. Aunque los
cuatro evangelistas narraron la misma vida, cada uno quiso hacer hincapié o centrarse
en distintos aspectos y preparó su libro en consecuencia[2].

Por ejemplo, Mateo enfatiza que la venida de Jesús fue planeada y predicha por Dios a
lo largo de las escrituras judías (el Antiguo Testamento) siglos antes de Su nacimiento.
Su nacimiento, vida, enseñanzas, milagros y muerte cumplieron profecías específicas
del Antiguo Testamento. Once veces en su evangelio Mateo incluye profecías y su
cumplimiento[3]. Eso indica que probablemente escribió su evangelio pensando en un
público judío o judeocristiano, y presentó el material de una manera que ayudara a esa
clase de público a abrazar la fe.

El Evangelio de Mateo se estructura en torno a cinco grandes discursos:

1) el Sermón del monte, que trata del discipulado (5:1–7:29);

2) el encargo de Jesús a los apóstoles (8:1–11:1);

3) las parábolas del reino (13:1–52);

4) las relaciones en el reino, que toca el tema de la administración de la iglesia (18:1–


19:1);

5) el Discurso del olivar, que habla del juicio (24:1–25:46).

Mediante estos discursos, Mateo presentó las enseñanzas de Jesús, encuadrándolas en


Su vida, muerte y resurrección.
Marcos, que fue quien escribió el evangelio más breve, enfocó el relato de otra
manera. No incluyó grandes porciones de discursos como Mateo. Su presentación se
centra más en la acción. Este evangelio recorre velozmente la vida de Jesús. Por
ejemplo, el bautismo de Jesús, el descenso del Espíritu sobre Él y las tentaciones en el
desierto se narran en apenas cuatro versículos. Mateo cuenta lo mismo en dieciséis
versículos; Lucas, en quince. Con Marcos, todo parece estar lleno de intensidad y
acción. Las cosas suceden inmediatamente. Marcos emplea en cuarenta ocasiones el
término griego eutheōs, que se traduce como al instante/al momento/en seguida. En su
evangelio la gente corre:

Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió y se arrodilló ante Él [4]. Corrieron allá a
pie de todas las ciudades[5]. Los habitantes […] corrieron por toda la región
llevando a los enfermos en camillas hasta donde oían que Él estaba [6]. Corrió uno
y, empapando una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio a beber [7].

Marcos se centra en el hecho de que Jesús es el Hijo de Dios. Comienza su evangelio


con las palabras: «Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» [8], y también deja
constancia de que al morir Jesús el centurión romano que estaba frente a Él dijo:

«¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!»[9] Los espíritus malignos lo


llaman «el Santo de Dios»[10] y también «el Hijo de Dios»[11]. En la transfiguración,
Dios dice: «Este es Mi Hijo amado; a Él oíd»[12].

En Su juicio, cuando le preguntan si es el Mesías, el Hijo de Dios, responde: «Yo soy. Y


veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes
del cielo»[13]. A lo largo del Evangelio de Marcos, Jesús es retratado como el Hijo de Dios,
con autoridad y poder sobre enfermedades, demonios y la naturaleza. La gente que lo
oye y ve lo que hace se admira, se maravilla y se asombra [14].

Lucas hace hincapié en el hecho de que Jesús vino para todos, incluidos los gentiles.
Cuando Jesús nació, los ángeles anunciaron paz para todos los que gozan del favor de
Dios[15]. Simeón llamó a Jesús «luz para revelación a los gentiles»[16]. Lucas menciona
que Jesús se refirió a gentiles del Antiguo Testamento que se beneficiaron de la gracia
de Dios, como la viuda de Sarepta y Naamán el sirio[17]. Muestra asimismo que Jesús
habló bien de un samaritano[18] y de un centurión romano[19].

Lucas también enfatiza el papel del Espíritu Santo: el Espíritu cubrió a María con Su
sombra[20]; Juan el Bautista fue lleno del Espíritu[21], así como su madre[22] y su padre[23];
también lo fue Simeón en el Templo[24]. Jesús fue especialmente lleno del Espíritu en Su
bautismo, y en Su vida se manifestó una y otra vez la presencia del Espíritu [25].

Tras contar el nacimiento de Jesús y hablar del ministerio de Juan el Bautista, Lucas
detalla el ministerio galileo de Jesús (4:14–9:50). Cierra esa sección con la declaración
de Pedro de que Jesús es el Mesías, la explicación de Jesús de que debe padecer
muchas cosas y ser muerto, y una descripción de la transfiguración. A continuación, en
los diez capítulos siguientes, Jesús viaja a Jerusalén (9:51–19:27). En ese viaje sitúa
Lucas la mayoría de las parábolas de Jesús, muchas de las cuales se hallan únicamente
en su evangelio. A diferencia del Evangelio de Marcos, el de Lucas incluye muchas
enseñanzas de Jesús.

El Evangelio de Juan se divide en dos partes principales, encuadradas entre un prólogo


(1:1–18) y un epílogo (capítulo 21). La primera parte (1:19–12:50) suele llamarse libro
de las señales. Todos los milagros (señales) de Jesús están en esa parte. La segunda
parte, denominada libro de gloria, comienza con la Última Cena (capítulo 13), de ahí
pasa al Discurso de despedida (capítulos 14–17) y termina con el relato de la pasión y
la resurrección (capítulos 18–20).

El Evangelio de Juan presenta a Jesús como la encarnación de Dios, Dios hecho


hombre. Personifica la vida:

«En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» [26]. «Así como me envió
el Padre viviente y Yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por
Mí»[27]. Personifica la luz: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en
tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»[28]. Personifica la verdad: «Yo soy el
camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí»[29].

En este evangelio, Jesús es también la expresión personal de Dios como Hijo.

Sepan y entiendan que el Padre está en Mí y Yo en el Padre [30]. El Padre y Yo uno


somos[31]. Por esto los judíos aún más intentaban matarlo, porque no solo
quebrantaba el sábado, sino que también decía que Dios era Su propio Padre,
haciéndose igual a Dios[32].

Si bien todos los evangelios cuentan básicamente lo mismo, cada uno lo hace a su
manera; así que tenemos cuatro versiones de la vida de Jesús. Incluso entre los
evangelios sinópticos —los de Mateo, Marcos y Lucas, que son bastante similares— hay
diferencias en cuanto al orden y el lugar de diversos episodios. Por ejemplo, Mateo
habla de un sermón dado en un monte[33], mientras que Lucas reseña uno pronunciado
en un lugar llano[34]. El contenido de esos dos sermones, a pesar de ser parecido, no
coincide exactamente. Los lectores debemos tener presente que las palabras que dijo
Jesús, los sermones que predicó, no se grabaron ni se transcribieron luego. De todos
modos, probablemente los repitió en distintos momentos y distintos lugares.

Al igual que otros maestros judíos de Su tiempo, Jesús fue un maestro itinerante. Iba de
pueblo en pueblo con Sus discípulos a la zaga. Predicaba y enseñaba dondequiera que
se le presentara la oportunidad. Sin lugar a dudas repitió los mismos sermones y las
mismas enseñanzas numerosas veces, a distintos públicos; y aunque fueran los
mismos sermones o enseñanzas, lo más probable es que no siempre empleara
exactamente las mismas palabras que había usado en otras ocasiones y en otros sitios.
Sus discípulos debían de estar muy acostumbrados a lo que decía, habiéndolo oído
muchas veces, y seguramente eran capaces de recordar y transmitir con bastante
precisión lo que Él enseñaba, aunque hubiera diferencias en cuanto a los términos
empleados. Tales diferencias se reflejan en los evangelios.

Los evangelistas, siguiendo el género de las biografías de la Antigüedad, enfatizaron


distintos aspectos de Jesús y de Su ministerio y ordenaron los acontecimientos de la
manera que mejor encajaba con su presentación del Evangelio. Con frecuencia
escogieron un orden temático más que cronológico. Por consiguiente, existen
disparidades en cuanto al marco temporal de algunos episodios de los evangelios [35]. A
lo largo de esta serie sobre los evangelios no intentaré sincronizar o armonizar el
momento en que ocurrió cada suceso o las variaciones en los términos empleados, sino
que me concentraré más bien en el sentido de lo que Jesús enseñó y en el mensaje de
Su vida.

Aunque cada evangelista haga hincapié en distintos aspectos de las enseñanzas de


Jesús e incluya en su evangelio porciones que son originales, todos escribieron
magníficas biografías de Jesús que han servido para conducir a miles de millones de
almas al reino de Dios. Valoremos sus transformadores relatos y démoslos a conocer a
las personas que Dios ponga en nuestro camino.

Evangelios sinópticos
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Johann Jakob Griesbach, biblista alemán. El título de su libro Synopsis, edición crítica en la que se
presentaban los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas en columnas paralelas para su comparación, dio
lugar a la denominación «evangelios sinópticos».

La denominación evangelios sinópticos se utiliza para hacer referencia a tres de los


cuatro evangelios canónicos, en concreto los de Mateo, Marcos y Lucas, en razón de su
afinidad y de sus semejanzas en cuanto al orden de la narración y al contenido. 1

¿Porqué es el Evangelio de Juan es


diferente de los Evangelios Sinópticos?
(ESTA)
Si cuatro personas asistieron al mismo evento deportivo, y más tarde se les pide
dar un resumen del mismo, cada uno de ellos dará una relación diferente. Lo
mismo sucede con los Evangelios: los escritores de Mateo, Marcos, Lucas y
Juan escribieron sobre la vida de Jesús. Los Evangelios de Mateo, Marcos y
Lucas, aunque no son idénticos, son muy similares entre sí. Sin embargo, el
relato escrito por Juan es notablemente diferente. Juntos, los cuatro evangelios
dan una visión completa de la vida, el ministerio y la obra de Jesús.
¿Qué son los Evangelios Sinópticos?
Los teólogos llaman a Mateo, Marcos y Lucas los "Evangelios Sinópticos" por
que presentan la vida de Jesús de una manera muy similar entre sí. "Sinópticos"
tiene raíz en dos palabras griegas: "Syn", traducida como "juntos" y "óptica", que
se refiere a la visión. En su conjunto, sinóptica significa "ver juntos", que describe
la forma en que los últimos tres Evangelios son similares. Debido a que el
Evangelio de Juan es muy diferente de los demás, no es uno de los evangelios
sinópticos.

¿Porqué el Evangelio de Juan es diferente?


Una de las razones por la que Juan es diferente a los Evangelios Sinópticos, es
que tenía un propósito diferente para escribir su relato. La audiencia para la que
estaba escribiendo era diferente y quiso hacer hincapié en diferentes aspectos
de la vida y obra de Jesús. El Evangelio de Mateo fue escrito con una audiencia
judía en mente, y presenta a Jesús como el Rey de los Judíos. El Evangelio de
Marcos fue escrito para una audiencia de gentiles romanos y presenta a Jesús
como el Siervo del hombre, haciendo hincapié en su ministerio. El Evangelio de
Lucas fue escrito para un público amplio gentil y presenta a Jesús como el Hijo
del hombre, haciendo hincapié en su naturaleza humana. Finalmente, el
Evangelio de Juan presenta a Jesús como el Hijo de Dios, y hace hincapié en su
deidad. Juan dijo de su Evangelio: "Estas empero son escritas, para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su
nombre." (Juan 20:31, RVA).

Diferencias de contenido
Hay varias cosas que el Evangelio de Juan no menciona, pero que están
presentes en los Evangelios Sinópticos. Estos son el nacimiento virginal de
Jesús, el bautismo de Jesús, las tentaciones de Jesús en el desierto, las
parábolas, la Transfiguración y la institución de la Cena del Señor.

El Evangelio de Juan también incluye algún contenido que no aparece en los


Evangelios Sinópticos. Estas adiciones son el Primer ministerio de Jesús, las
bodas de Caná (donde Jesús realizó su primer milagro), sus encuentros con
Nicodemo y con la Samaritana, la curación del paralítico de la piscina y del ciego,
la resurrección de Lázaro, el pasaje de Jesús lavando los pies de sus discípulos,
su "discurso de despedida" y partes de la narración de la Pasión.

Diferencias en cronología
El Evangelio de Juan también relata algunos de los acontecimientos de la vida
de Jesús en un orden diferente al de los Sinópticos. Estos eventos son la
purificación del Templo, la unción por la mujer de Betania y la Última Cena. Juan
también difiere de los Evangelios Sinópticos en su razón de la duración del
ministerio de Jesús

Diferencias entre Juan y los Evangelios Sinópticos

1. En Juan no encontramos parábolas; exorcismos de demonios; la curación de leprosos;


publicanos; Saduceos; pecadores compartiendo la mesa con Cristo; relatos del nacimiento,
bautismo, tentación y transfiguración de Jesús; el huerto de Getsemaní, el material del Sermón del
Monte, el material del discurso en el Monte de Olivos, y de la institución de la Santa Cena. 2. Juan
incluye elementos que no se encuentran en los Sinópticos: Encuentros con Nicodemo y la mujer
Samaritana; la referencia de tres Pascuas (2.13, 6.4, 11.55); el material en caps. 7-11, 14-17; los
dichos “Yo Soy”, el lavamiento de los pies de los discípulos; nuevos milagros (2.1ff, 5.1ff, 9.1ff,
11.1ff); la conversación con Pilato, las dudas de Tomás. 3. Sólo menciona el “reino de Dios” dos
veces, no habla del arrepentimiento, no menciona la palabra “evangelio,” no menciona la Parousia
(con la posible excepción de 14.3, 21.22- 23). 4. Tiene términos que los otros Evangelios casi no
enfatizan: Verdad, testigo, mundo, amar, creer, luz, tinieblas, vida, Padre, Hijo. 5. Donde los
Sinópticos hacen el contraste entre este siglo y el siglo venidero (horizontal), Juan contrasta el
cielo y la tierra (vertical) 6. Enfatiza diálogos y monólogos extendidos en vez de dichos cortos. 7.
Jesús limpia el templo al inicio de su ministerio en vez de la última semana de su vida. Parece
morir un día antes de la Pascua (Jn. 18.28, 13.1) en vez del día después de la Pascua (Mt. 26.17,
Mc. 14.12, Lc. 22.7) 8. Su griego es sencillo y muy distinto. Un recurso de www.giffmex.org F

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