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Los Santos y la teología: Natura y

método de la teología espiritual.


Trabajo de Diego Armando Rivera
Hurtado Síntesis
de la materia

En un recorrido por la historia es posible evidenciar el esfuerzo del ser humano por
conocer a Dios. Las herejías fueron intentos que erraron, también los métodos cambiaron
de época en época, pero jamás se podría decir que el ser humano ha dejado de buscar a
Dios. Todos estos esfuerzos del hombre por encontrar, durante el curso de la historia, a
Dios, reciben una elocuente respuesta que el evangelio de Juan (20,1-9) señala en el
momento en que los discípulos buscan el cuerpo del Señor: un vacío. Este persuasivo
“vacío” dice a todas las religiones y a todos los intelectuales de la historia que Dios no es
posible encontrarlo (Banenzi) a no ser que Él se haga encontrar, y, también dice que, de
muy poco valdrían los esfuerzos (científicos, filosóficos y teológicos) por tener entre las
manos al Dios que nos tiene entre sus manos. De este modo, la posibilidad de acceder a
Dios (“Homo Capax Dei”. Capítulo 1 # 27 C.IC) como una Gracia suya no elimina la
capacidad con la cual puede el ser humano llegar, es decir, usando sus connaturales
facultades, sus mediaciones lingüísticas, su cultura y su temporalidad. Esta combinación
entre lo que Dios da y lo que el ser humano (en este caso el teólogo) puede captar y
sistematizar, da a entender que el santo tiene algo para decir a la teología y esto debe ser
escuchado con la conciencia de que, al tratarse de la búsqueda de la verdad, que no es
una idea sino una Persona (Jn 14,6), tanto el uno como el otro deben trascender; el
teólogo su ciencia, el santo su experiencia.

Es mas quien sólo ama que quien poco ama y mucho conoce, aunque quien sólo ama ya
de por sí conoce y no poco. La primacía del amor que se aprende de Santo Tomás de
Aquino y de Santa Teresita del Niño Jesús, subrayan el valor de la fe, virtud tan
aparentemente simple que en mi caso personal llega a través de una cadena de eslabones
humildes entre los que están básicamente mi abuela y mi mamá, mujeres que sin mucha
influencia en la historia llevaban un tesoro así de grande que permitiría, no solamente a
mí, abrir las puertas al acceso del infinito Dios. Esta inmensidad de Dios desplegada en los
siglos (Chiara Lubic) y que no es agotable por la totalidad de los santos de todos los
tiempos, enseña que cada fruto de santidad es un “renglón” de Jesús, la definitiva homilía
del Padre (Lc 4,21), vivido y encarnado por las personas que así lo aceptaron y que, con su
ejemplo, hoy me hacen una contundente invitación, pues la santidad ofrece un especifico
modo de conocer a Dios para abordar la teología de manera que, buscando la santidad,
soy encontrado por el misterio de Dios.

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