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CAPÍTULO 3 - EL PECADO DEFINIDO

La Iglesia con frecuencia se desvía de la definición básica de pecado. No nos conectamos con
su verdadero significado.

Juguemos por un momento. Por falta de un mejor título, llamémoslo el juego del psicólogo y el
paciente. Usted es el paciente reclinado en el sofá y yo el psicólogo sentado en la silla al lado
suyo. Le diré una palabra y usted dirá lo primero que le venga a la mente. ¿Listo? Aquí está la
palabra: pecado. ¿Qué le vino a la mente primero?

Después de hablar con muchos creyentes y líderes en todo el mundo, puedo adivinar lo que se
le vino a la mente. Pudo haber pensado sobre el adulterio, la fornicación, la perversión o
alguna otra forma de mal comportamiento sexual. Escucho esta declaración trágica con mucha
frecuencia: “Él cayó en pecado”. Esto usualmente se refiere a la caída de un líder en el área
sexual. El que me informa no necesita explicar más; sé de inmediato a qué se está refiriendo.
En los círculos eclesiásticos este pensamiento parece estar a la vanguardia en cuanto a las
asociaciones con la palabra pecado.

Quizás una imagen de borrachera o abuso de drogas pasó por su mente. Los creyentes
ciertamente ven estas cosas como pecados grandes. Tal vez pensó en apostar, asesinato, robo
o brujería. Es posible, pero no tan probable, que haya pensado en el odio, la contienda, la
envidia o la falta de perdón en su categorización de pecado. Creo que podemos asumir con
seguridad que la lista amenaza ser un poco larga.

DESCONEXIÓN CON LA DEFINICIÓN BÁSICA

Luego de pensar en eso, permítame decir lo siguiente: ¡Adán no se fue a la cama con una
mujer extraña en el huerto, ni tampoco fumó hierba extraña! Sin embargo, su pecado fue tan
serio que llevó a toda la creación a la cautividad y la esclavitud. Necesitamos considerar la
situación de Adán al definir el pecado, pues la naturaleza de su transgresión se esparció por las
venas de la raza humana. ¿Qué hizo él que trajo tanta destrucción a la humanidad? Puesto
simplemente, él no fue obediente a lo que Dios le dijo.

Piense en esto por un momento. No quiero decir que la lista que acabo de citar esté vacía de
pecado, sino que estoy enfatizando un punto del cual la iglesia con frecuencia se desvía, en
cuanto a la definición básica del pecado. No estamos conectados con su verdadero significado.
Sin este enlace importante, podemos ser guiados fácilmente a la decepción, como
aprenderemos en este capítulo.

Permítame dar otro ejemplo. Digamos que su nivel de conocimiento o entendimiento básico
de lo que es la enfermedad se reduzca a una persona con una temperatura que exceda los 38°,
acompañada de un malestar general del cuerpo y tos, estornudos o vómitos. En mi mente
infantil de siete años, ese era todo mi entendimiento de lo que era estar enfermo cuando mi
amada hermana de catorce años fue diagnosticada con cáncer. Ella iba con frecuencia a los
médicos y estuvo hospitalizada un par de semanas. Mi madre me explicó: “Johnny, tu hermana
está muy enferma”. Pero ella no tenía fiebre ni estaba tosiendo o estornudando. No podía
entender por qué mis padres y mi hermana mayor estaban tan preocupados. Razonaba que
ella simplemente estaba cansada. Yo no podía comprender la severidad de su enfermedad
porque la procesaba a través de lo que sabía y había experimentado.
Nunca lo entendí realmente hasta que un día fui llamado de mi clase de primer grado, se me
llevó a casa y vi a un sacerdote sentado en nuestra sala junto a mis padres. Entonces me
dijeron que mi hermana estaba muerta. Sólo entonces comprendí que ella había estado muy
enferma. Durante todos esos meses, nunca estuve conectado con lo que en realidad estaba
ocurriendo porque mi definición de estar enfermo estaba limitada a sólo un aspecto. Pregunté
e investigué. Aprendí que una persona enferma es alguien afligido con una mala salud o
enfermedad. Ya no la consideraba como antes; me enteré de lo que abarcaba la verdadera
definición de estar enfermo.

LA VERDADERA DEFINICIÓN DEL PECADO

Lo mismo es cierto de mucha gente en la iglesia. Con demasiada frecuencia nos falta el
entendimiento básico de lo que el pecado es en realidad. Para poder progresar, debemos ver
cómo la Escritura lo define. La Biblia declara: “el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). La
palabra griega que traduce la frase “infracción de la ley” es anomia. El Diccionario Griego de
Thayer define esta palabra como: “la condición (de estar) sin ley debido a ignorancia de esta
o a su violación”. En palabras simples la infracción de la ley significa no someterse a ella o a la
autoridad de Dios. El Diccionario de Vine declara que este versículo da “el verdadero
significado de la palabra [pecado]”. Vine continúa diciendo: “esta definición de pecado
establece su carácter esencial como el rechazo de la ley, o voluntad, de Dios y la sustitución
de esta por la voluntad propia”.

Para confirmar esta definición, veamos una parábola de Jesús. Él estaba comiendo con unas
personas y uno de ellos dijo: “Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios” (Lucas
14:15).

El Señor se aprovechó del comentario de este hombre para hablar de quien comería a la mesa
de las bodas del Cordero. Él comenzó diciendo: “Un hombre hizo una gran cena, y convidó a
muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo
está preparado” (Lucas 14:16-17).

El hombre que hace la cena representa al Padre y el siervo es Jesús mismo. El uso del singular
“siervo” apoya esta interpretación. La Escritura dice específicamente: “Dios, habiendo hablado
muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos
postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1-2). Jesús es nuestro portavoz. Las
personas que predican, enseñan o escriben en este tiempo del Nuevo Testamento son
ordenados a hablar los oráculos del Señor. Debemos escuchar lo que Él nos está diciendo y
comunicarlo fielmente.

En esta parábola la voluntad del Padre es expresada: “Venid, que ya todo está preparado”.
Este anuncio es dirigido a los que ya han sido invitados, es decir, a las personas en la iglesia, no
a los incrédulos que nunca han escuchado el evangelio.

Sin embargo, estas personas comienzan a das excusas para no atender al llamado: “Venid”. Él
primero dijo: “Tengo un poco de vodka y una buena fiesta este fin de semana, y realmente
quiero ir a ella; permíteme excusarme”.

El segundo alega: “Me he ganado un viaje con todos los gastos pagados a Las Vegas. Y además
cinco mil dólares para gastar en los casinos. Realmente deseo ir, de manera que discúlpeme
por no poder asistir”.
El tercero afirmó: “Me enamoré de mi secretaria y nos vamos de viaje esta semana a un club
vacacional en Hawái para disfrutar una semana de amor. Pero, por favor, no le diga nada a mi
esposa; ella cree que me voy en un viaje de negocios. De manera que no puedo asistir”. ¿Es
eso lo que dicen? Si usted lee su Biblia, hallará que sus respuestas son muy diferentes.
Examinemos cada una.

“El primero dijo (al siervo): He comprado una hacienda”. Tengo una pregunta antes de que
continuemos: ¿Es pecado comprar un pedazo de tierra? Si lo es, muchos de nosotros estamos
en problemas. La respuesta es no. Todos sabemos eso. Veamos de nuevo lo que dijo: “He
comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses” (v. 18). Como dije,
comprar tierra no es pecado, pero cuando el interés en las posesiones llega a ser más
importante que la sumisión inmediata a la Palabra de Dios esto cae bajo la definición básica de
pecado. Es infracción de la ley; no someterse a la autoridad de Dios.

El próximo hombre no estaba a punto de irse en un viaje a apostar. Él dijo: “He comprado
cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses” (v. 19). ¿Es comprar
bueyes o cualquier equipo necesario para nuestro sustento un pecado? Desde luego que no,
pero cuando la industria o los negocios llegan a ser más importantes que la obediencia
inmediata a la palabra o la voluntad de Dios, ¡eso es pecado! Recuerde, Adán no jugó a las
apuestas en el huerto de Edén. Simplemente no se sometió a lo que Dios le dijo.

El último dijo: “Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir” (v. 20). ¿Es casarse un pecado? Por
supuesto que no. Si lo fuera, la mayoría de nosotros estaría en graves problemas. Sin embargo,
cuando el deseo de agradar al cónyuge llega a ser más importante que someterse a la voluntad
de Dios, es pecado. Otra vez, ¿recuerda el huerto? Eva fue engañada (2 Corintios 11:3 Pero
temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas
de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo), pero con Adán fue una historia diferente:
“Adán no fue engañado” (1 Timoteo 2:14). Refiriéndose a la naturaleza del pecado de Adán, la
Escritura indica: “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron
constituidos pecadores” (Romanos 5:19). Adán desobedeció porque su esposa ya había
comido y quería que él hiciera lo mismo. Él la escogió a ella antes que someterse a la autoridad
de Dios. Esto es pecado. Como resultado de la desobediencia de Adán, “muchos fueron
constituidos pecadores”, o podemos decirlo así: “Muchos fueron hechos desobedientes a la
autoridad de Dios”. Esto es verdaderamente pecado. En el caso de esta parábola Jesús mostró
cómo el hombre escogió a su esposa a expensas de no obedecer la Palabra de Dios.

Escuche ahora lo que Jesús dijo sobre estos hombres que se excusaron muy educadamente
pero que no se sometieron a la voz y la autoridad de Dios: “Porque os digo que ninguno de
aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena” (Lucas 14:24). ¡Esto da mucho que
pensar! A esos hombres no se les permitiría comer en la cena de las bodas para la cual habían
previamente recibido invitaciones de honor. A ellos se les prohibió entrar a la cena de las
bodas del Cordero, no debido a inmoralidad sexual, o al abuso de las drogas, sino simplemente
por su desobediencia a la Palabra de Dios. ¿Por qué debe sorprendernos esto? Si lo pensamos
bien, ¿no fue la desobediencia de Adán lo que trajo la mayor consecuencia de juicio sobre la
humanidad?

¿No es interesante que no se haga mención en esta parábola a la adicción a las drogas,
prostitutas, alcohólicos, asesinos o ladrones?

Si continúa leyendo, notará que el siervo se reportó al amo y le contó todas las excusas. El amo
de la casa instruyó al siervo: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para
que se llene mi casa” (Lucas 14:23). Las personas de los caminos y los vallados en las Escrituras
representan las prostitutas, sus empleadores, los ladrones, miembros de pandillas, asesinos,
alcohólicos, etc. ¡Bueno, ellos están en la parábola, pero en un sentido bueno!

El Señor sabe que en estos últimos días, muchas de esas personas se darán cuenta de que sus
vidas están vacías y que su forma de vivir no les da nada sino dolor, y se cansarán de dar coces
contra el aguijón. Cuando escuchen la voz del amo, responderán con obediencia inmediata. En
contraste, los que fueron invitados, que asisten a las iglesias y se consideran a sí mismos
piadosos, pero obedecen a Dios sólo cuando les es conveniente o no interfiere con sus
horarios, agendas, bendiciones o placeres, se hallarán a sí mismos con Adán, excluidos de la
presencia gloriosa de Dios.

“SÍ, SEÑOR"

El pecado revela su verdadera definición en la parábola de las bodas de la cena como


desobediencia a la autoridad de Dios. Jesús dejó esto claro en otra parábola, la cual inició con
la pregunta: “Pero ¿qué os parece?” Con esas palabras iniciales intentó llamar la atención de
sus oyentes justos en apariencia, a que miraran más a fondo y vieran la verdad en su propia
respuesta.

Jesús habló de un hombre que tenía dos hijos. El padre fue a su primer hijo y le dijo: “Hijo, ve
hoy a trabajar a mi viña”.

El hijo respondió “No quiero”. Sin embargo, luego cambió de parecer y dejó lo que estaba
haciendo y trabajó en la viña.

Luego el padre se acercó al segundo hijo y le pidió lo mismo. El hijo respondió a su padre: “Sí,
señor, voy”. Luce como un buen hijo, y ciertamente le habló con respeto a su padre. Pero Jesús
dijo: “y no fue”.

Luego Jesús planteó la pregunta de mayor importancia, aunque fácil de responder: “¿Cuál de
los dos hizo la voluntad de su padre?”

El grupo al cual le estaba hablando contestó correctamente: “El primero”.

Luego Jesús se dirigió al corazón del asunto y dijo: “De cierto os digo, que los publicamos y las
rameras van delante de vosotros al reino de Dios” (Mateo 21:28-31). Ahora bien, es obvio que
cualquier padre preferiría que su hijo dijera: “Sí, señor, iré”, e ir con gozo, no sólo obedeciendo
el mandamiento, si no con una actitud dispuesta también. Pero esta parábola les mostró a
estos líderes que el significado básico del pecado es la desobediencia a la autoridad de Dios.
No está confinado al adulterio, el asesinato, el robo y cosas por el estilo.

Los líderes eran orgullosos y confiaban en sí mismos porque no estaban atrapados en lo que
consideraban “grandes pecados”. Sin embargo, con su definición limitada, eran engañados
fácilmente a cometer lo que profesaban evitar tan diligentemente: el pecado o desobediencia
a la autoridad divina.

¿Y QUÉ CON LOS PECADOS GRANDES?

Podemos ir a través de la Biblia y hallar este mismo mensaje repetidas veces. Usted puede
estar pensando: ¿Y qué con la mentira, la borrachera, el adulterio, robar y asesinar, no son
estos pecados? ¡Absolutamente! Estas acciones van contra la autoridad de Dios también. Es
Dios quien nos dice que desechemos la mentira y “hablar verdad cada uno con su prójimo”
(Efesios 4:24-25). En cuanto a emborracharse, mandó: “No os embriaguéis con vino” (Efesios
5:18). En cuanto al adulterio nos advierte: “Huid de la fornicación” (1 Corintios 6:18). ¿Qué tal
del robo? Se nos instruye: “El que hurtaba no hurte más” (Efesios 4:28). En cuanto el
homicidio se nos dice: “Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que
ningún homicida tiene vida eterna permanente en él” (1 Juan 3:15). El Nuevo Testamento
enfatiza que los que practican estas cosas no heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9-11
¿No sabéis que los injustos y los malhechores no heredarán o tendrán participación alguna en
el reino de Dios? No se deje engañar (sorprender): ni los impuros e inmorales (fornicarios), ni
los idólatras, ni adúlteros, ni los que participan en la homosexualidad, ni los tramposos
(estafadores y ladrones), ni avaros (codiciosos), ni los borrachos, ni los maldicientes,
malhablados y calumniadores, ni los estafadores y los rapaces heredarán o tendrán
participación alguna en el reino de Dios; Gálatas 5:19-21 Ahora las acciones (prácticas) de la
carne son evidentes (obvias): son inmoralidad, impureza, libertinaje, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, enojos (mal carácter), el egoísmo, las divisiones (disensiones), el
espíritu de partido (facciones , sectas con opiniones propias, herejías), envidias, borracheras,
orgías, y cosas por el estilo contra las cuales les advierto de antemano, como lo hice antes, que
los que practican tales cosas no heredarán ni participaran en el reino de Dios; Apocalipsis 21:8
Pero los cobardes, incrédulos, abominables, asesinos, inmorales, hechiceros, idólatras y todos
los mentirosos tendrán su herencia en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda). Pero no perdamos de vista el hecho de que todo pecado destruye, no sólo aquellos a
los que llamamos “grandes pecados”.

Regresemos a nuestro juego de psicólogo y paciente. El paciente en el sofá con un buen


entendimiento del pecado podría responder fácilmente: “No me someteré a la autoridad
divina”. Él entiende la conexión entre el pecado y la infracción de la ley.

LOS TIEMPOS MALOS

Los discípulos de Jesús le preguntaron sobre el final de los tiempos. Él respondió contándoles
acerca de eventos que ocurrirían y describió las condiciones que prevalecerían en los días
precedentes a su segunda venida. Una de las condiciones es esta: “Y por haberse multiplicado
la maldad, el amor de muchos se enfriará. Más el que persevere hasta el fin, éste será salvo”
(Mateo 24:12-13).

Cuando pregunto en las iglesias si esto se aplica a nuestra sociedad actual, muchos levantan
sus manos y asienten con sus cabezas; la mayoría ve nuestra sociedad como pecaminosa. Muy
pocos, si alguno, cuestionan si esa es una evaluación correcta. Sin embargo, Jesús no estaba
describiendo a la sociedad en su declaración. ¡Describía a la iglesia! Tal vez se pregunte cómo
llego a tal conclusión. Bueno, dos frases distintas muestran que Él estaba hablando sobre la
iglesia y no de la sociedad en general.

La primera es la frase clave entre comillas “el amor de muchos se enfriará”. La palabra griega
para “amor” es ágape. W.E. Vine, que es un experto en griego, escribe que ágape es usado
“por el espíritu de la revelación... para expresar ideas no conocidas anteriormente”.
Recuerde, Jesús dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis [agapao, la forma verbal
del sustantivo ágape] unos a otros; como yo os he amado” (Juan 13:34). Este amor no había
sido previamente conocido por la humanidad; fue Él quien lo introdujo. Él lo definió con la
frase “como yo os he amado”. Vine continúa diciendo: “este amor expresa el ‘amor’ profundo
y constante y el interés de un Ser perfecto hacia objetos completamente indignos”. En
esencia habla del amor incondicional de Dios, el amor derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo, del cual Jesús dijo: “al cual el mundo no puede recibir” (Romanos 5:5; Juan
14:17). En esencia este amor sólo puede ser hallado en aquellos que han recibido a Jesucristo
como Salvador.

Hay otras palabras griegas traducidas como “amor” en el Nuevo Testamento. Sin embargo,
cada una de ellas puede ser fácilmente aplicada a no creyentes y a creyentes. Una de ellas es
fileo. Esta palabra, según W.E. Vine, “debe ser distinguida de agapao en lo siguiente, que fileo
más cercanamente representa ‘tierno afecto’. Fileo nunca es usado en un mandamiento a los
hombres a amar a Dios”. Esta palabra no es usada exclusivamente por los creyentes como lo es
ágape.

En la declaración de Jesús: “Y por haberse multiplicado la maldad el amor de muchos se


enfriará”, la palabra griega usada para “amor” no es fileo sino ¡ágape! Jesús no dirige su
declaración a la sociedad; más bien, le estaba hablando a la iglesia. Afirma que la maldad va a
abundar en la iglesia en los últimos días.

No podemos pasar por alto otras declaraciones que hizo. Una de ellas se halla en el Evangelio
de Mateo: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21).

Esta declaración cancela nuestro concepto y definición general de quién es salvo. Hemos
enseñado y creído que todo lo que se necesita hacer es decir la “la oración del pecador”, y se
le asegura un lugar en el cielo. Hemos descuidado o no enfatizado guardar sus
mandamientos.

Esta falsa gracia extravía a muchos, causando que no se tome la obediencia en serio. Jesús dijo
que los que irán al cielo son los que confiesan y hacen la voluntad de Dios, guardando sus
mandamientos.

La verdadera gracia nos ha sido dada para capacitarnos a fin de obedecer lo que Él demanda
de nosotros. El escritor a los Hebreos lo dijo de la mejor forma: “Tengamos gratitud, y
mediante ella sirvamos a Dios agradándole” (Hebreos 12:28). La gracia nos capacita para servir
a Dios de forma aceptable, lo cual está de acuerdo con su voluntad.

Jesús continuó diciendo: “Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”
(Mateo 7:22).

Este pasaje se refiere no a pocos sino a muchos. ¿Recuerda la palabra muchos en su


declaración previa “el amor de muchos se enfriará?” Estas multitudes le dirán a Jesús: “Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre
hicimos muchos milagros?” Un incrédulo no puede echar demonios en el nombre de Jesús
(Hechos 19:13-17 Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, trataron de
invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo: Os ordeno
por Jesús, a quien Pablo predica. Y siete hijos de un tal Esceva, uno de los principales
sacerdotes judíos, eran los que hacían esto. Pero el espíritu malo respondió, y les dijo: A Jesús
conozco, y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois? Y el hombre en quien estaba el
espíritu malo se lanzó sobre ellos, y los dominó y pudo más que ellos, de manera que huyeron
de aquella casa desnudos y heridos. Y supieron esto todos los habitantes de Éfeso, tanto judíos
como griegos; y el temor se apoderó de todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era exaltado).
De manera que le hablaba a las personas en la iglesia.
Entonces les dirá a esos que profesan ser cristianos: “Apartaos de mí, hacedores de maldad”
(Mateo 7:23). Note lo que ellos hacen: maldad. En otras palabras, tienen un estilo de vida
similar a las personas mencionadas en la parábola de las bodas. Han desarrollado un patrón
que coloca sus agendas, placeres o planes antes que los mandamientos del Señor. Hoy esto
parece un comportamiento normal o natural. Ellos simplemente no viven su confesión de
sumisión a su señorío. Es más, obedecen lo que se ajusta a sus planes. No están al tanto de su
maldad. Esta, tristemente, es la condición de muchos de los que profesan ser cristianos hoy
día.

La segunda razón por la cual sabemos que Jesús le está hablando a la Iglesia se halla en la
próxima frase: “Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo”. Para perseverar en una
carrera, usted debe iniciarla. Los incrédulos todavía no han comenzado el camino cristiano.

EL CHOQUE Y LA AGONÍA DEL ENGAÑO

Cuando Jesús y los apóstoles le hablaban a la gente de los últimos días, vemos advertencias
repetidas contra lo que mejor describe la atmósfera de su tiempo, el engaño. Una razón del
engaño generalizado es la falta de entendimiento del significado básico del pecado. Eso no
difiere mucho de lo que pensé en cuanto a la enfermedad de mi hermana. Quedé
conmocionado cuando llegué a casa y la hallé muerta puesto que nunca acepté el hecho de
que estaba realmente enferma. Esto se relaciona con una experiencia que tuve a finales de los
ochenta.

Mientras estaba en oración recibí una visión espiritual impresionante que cambió el curso de
mi vida y ministerio. Vi una multitud de personas, incontable, la magnitud de la cual nunca
había visto. Estaban reunidas ante las puertas del cielo, esperando entrar, esperando al Señor
decir: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la
fundación del mundo” (Mateo 25:34). Pero por el contrario lo oyeron decir: “Apartaos de mí,
hacedores de maldad”. Vi la mirada de terrible asombro, agonía y terror en sus rostros.
Realmente creían que fueron destinados al cielo porque habían profesado el señorío de Jesús y
el cristianismo. Pero no habían entendido el significado verdadero o básico del pecado.
Aunque deseaban el cielo, no tenían la pasión para hacer obedientemente la voluntad del
Padre.

Dios está buscando hijos cuyos corazones deseen caminar en obediencia. No importa qué área
de la vida pueda tocar, como creyentes debemos deleitarnos en hacer su voluntad. Al final de
una vida llena de éxito por la obediencia y dificultades por la desobediencia, Salomón
pronunció sabiduría válida para toda época: “El fin de todo discurso oído es este: Teme a Dios,
y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:13).

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El versículo completo de Mateo 7:23 dice: “Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad”. Algunos pueden cuestionar que este versículo se
aplique a creyentes porque Jesús dice: “Nunca os conocí”. Recuerde, los incrédulos no pueden
echar demonios en el nombre de Jesús. Cuando Jesús dijo: “Nunca os conocí.”, es importante
entender que la palabra griega traducida “conocí” es ginosko. Esta palabra es usada para
describir la relación sexual entre un hombre y una mujer en el Nuevo Testamento (Mateo 1:25
y la conservó virgen hasta que dio a luz un hijo; y le puso por nombre Jesús). Esto representa
intimidad. Jesús estaba diciendo en realidad: “Yo nunca les conocí íntimamente”. Leemos en
Primera a los Corintios 8:13 “Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él”. La palabra
traducida “conocido” es la misma griega ginosko. Dios conoce íntimamente a los que le aman.
Los que le aman son los que se someten a su autoridad obedeciendo sus palabras. Jesús dijo:
“El que no me ama, no guarda mis palabras” (Juan 14:24).

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