Está en la página 1de 27

Las reglas de urbanidad

en la sociedad moderna
JEAN-LUC LAGARCE

Traducción: Ingrid Pelicori

La dama:

Si el chico nace muerto, nació muerto, de cualquier modo, de todos


modos, hay que declarar su nacimiento,
declarar su nacimiento y declarar su muerte
y un médico deberá atestiguar que la muerte precedió al nacimiento.

Así es como empieza esto.

Si el chico nace vivo, nació vivo, si el chico está vivo,


a veces pasa que eso pasa,
si el chico nace vivo, su nacimiento se debe declarar en la
municipalidad del lugar donde la madre dio a luz.
La declaración debe hacerse dentro de los tres días siguientes al parto,
después ya sería demasiado tarde, la inscripción de la partida de
nacimiento, sólo se conseguiría al precio de mil molestias, mil gastos, lo
que no es desdeñable, e incluso penalidades que el código dictamina.

Esta obligación,
la inscripción en la municipalidad del lugar,
esta obligación pertenece al padre. Le corresponde a él.

Si el padre no puede presentarse y tampoco otorgó un poder,


si está enfermo, ausente – no es desdeñable- o muerto – es posible-,
la inscripción la va a hacer el médico o la partera, los que atendieron a
la madre,
o cualquiera que hubiera asistido al parto,
no sé, el que sea.

Cuando nacen mellizos,


cuando hay dos mellizos, si los chicos nacen mellizos y siguen viviendo
los dos,
se debe,
se deberá,
se debe dar a conocer el orden en que nacieron,
para que se pueda establecer, cuál es el mayor, quién es el mayor,
cuál es el mayor de los dos.

Si el padre, también en este caso, y para chicos mellizos, mellizos que


nacieron vivos más aún, a doble título, para ser precisos, si el padre no
puede presentarse a la municipalidad y tampoco otorgó un poder, si
está enfermo, ausente, -no es desdeñable-, o muerto, es posible,
la inscripción la hace el médico o la partera, o incluso ambos, o
cualquiera que hubiera asistido al parto,
no sé, el que sea.

Si alguien encontrara de repente un chico recién nacido,


“así como así”, no sé, en cualquier sitio, en la calle
Saint-Vincent-de-Paul,
debería inscribirlo inmediatamente, ya sea que el chico haya nacido
muerto, vivo o mellizo, a doble título, la misma historia, el método es el
mismo.

En el momento de inscribirlo, se presenta el chico a la municipalidad, a


fin de que el empleado del registro civil pueda allí constatar el sexo,
diferenciar el nene de la nena y viceversa.
Con eso no se juega.

Para registrar la partida, en las condiciones requeridas, -nacionalidad


francesa, aptitud para firmar, lógicamente, domicilio en el distrito del
lugar en en el cual se establece la partida-
para registrar la partida, inscribir al chico, es indispensable la presencia
de dos testigos. Siempre lo fue y lo será por mucho tiempo.

Por lo general, al primer hijo, se le da por padrino a su abuelo paterno,


por madrina, a su abuela materna.
El segundo hijo, tendrá por padrino a su abuelo materno, por madrina a
su abuela paterna.

Y así se sigue, en las dos familias, por rango de edad y alternancia de


sexo, si fuera posible. No es complicado.
Pero si se quiere reflexionar al respecto, y para eso estoy aquí, es una
costumbre deplorable, no puedo decir nada menos, y explico porqué.
Padrino y madrina son y fueron siempre sustitutos del padre y de la
madre, y nada más que eso, y si ya son viejos, como es de temerse y de
imaginarse con los abuelos, el chico corre el riesgo de perderlos muy
pronto, y perder al mismo tiempo, y de hecho, el apoyo que quisieron
darle.
Es prudente, entonces, va a ser prudente, y ésta es mi reflexión, elegir
padrino y madrina que le puedan servir al chico más tarde.

Garantizar de esta manera, como dijo el poeta Víctor Hugo, los relevos
de la existencia. Proponer entonces, padrino y madrina más jóvenes,
llenos de vigor y esperanza, multiplicar los regalos que vendrían de
abuelos dejados al abandono y evitar los duelos fastidiosos.

Así es como sigue esto.

Se puede también,
no es una mala idea, es un buen cálculo,
se puede también desear, querer, se puede querer
asegurar a los hijos apoyos más allá de la familia, donde si
reflexionamos, si reflexionamos, la ayuda y la protección ya están
naturalmente acordados.

Entonces, otros apoyos, exteriores, y otras alternativas, más útiles y


más eficaces para padrino y madrina del chico, hay que pensarlo.

Para esta decisión, en ese caso, se debe incluso, se deberá, se debe


incluso tantear la disposición de ánimo de amigos, o de protectores y
superiores que puedan ser útiles al chico, al interesarse por él, en
carácter de ahijado.
Mucha gente tiene repugnancia, porque es repugnancia lisa y
llanamente, muchos tienen repugnancia a asumir las cargas materiales
y morales que competen a padrinos y madrinas, y se deberá sondear, se
sondeará los ánimos que hay al respecto, con mucha diplomacia y
tacto.
Porque hay que admitir, para resumir este capítulo, que es una forma de
impuesto forzado que se carga así, que se va a cargar así, impuesto, y
nada menos. Es hipocresía y puro engaño pretender lo contrario.
Así, si no es bueno exponerse a recibir un rechazo mortificante, siempre
desagradable, desagradable y mortificante, menos habrá que
arriesgarse a comprometer a gente demasiado educada y demasiado
atenta como para declinar la elección que se hizo de ella, pero
demasiado indolente o demasiado pobre como para soportar, sin
agobiarse, los deberes o los gastos que el cargo de padrino impone.

Algunas personas dotadas con bienes de fortuna no tienen hijos.


Parecen ser las más indicadas para reemplazar más tarde a los padres
difuntos.
A ellas hay que dirigirse.

Tengamos a bien observar que es bueno reflexionar en esta


circunstancia, en todas las circunstancias, por lo demás, tengamos a
bien observar que es bueno reflexionar, y no solicitar este servicio a la
ligera, a esto quería llegar.

En caso de que, por el otro lado, le soliciten a usted que sea padrino,
ser padrino, y en caso de que usted quiera declinar la oferta y las
molestias que trae, y se relacionan con ella, porque son molestias, lisa y
llanamente,
usted puede, podría, usted puede contestar, por ejemplo, es un hábil
recurso, usted podría contestar que el día de la ceremonia usted debe,
deberá, debe hacer un viaje y que su ausencia va a prolongarse muy a
pesar suyo, Muy a su pesar.
“Para la fecha del parto de su esposa, voy a estar ausente por bastante
tiempo”.

Es así como esto pasa.

Cuando todas las cosas ya están arregladas y admitidas, del lado de la


madrina y del lado del padrino, se los pone en relación, si no se
conocían todavía.

El padre del chico es quien le presenta el padrino a la madrina cuando


faltan ocho días para la ceremonia, Se encuentran y se ven.
¿Es necesario decir que, si los esposos deben ser compatibles, es
igualmente bueno que el padrino y la madrina combinen, es decir que
tengan una educación y unos modos parecidos?
¿Es necesario decir, aquí como en cualquier parte, y en toda
circunstancia, siempre, aquí como en cualquier parte, y de hecho en la
circunstancia esta, que es bueno que sean compatibles y que, para
precisar mi idea, la compatibilidad es un medio apropiado, un método
excelente, para responder con eficacia a las dificultades inherentes a la
existencia?
En cuanto un hombre, el futuro padrino, se entera de que unos padres lo
eligieron para sostener a su hijo sobre las fuentes del bautismo, les
envía su agradecimiento “por el honor que le concedieron”.
(O se va de viaje imprevistamente, como ya hemos visto.)

La madrina elegida, por su parte, agradece enseguida a aquellos que le


dan un hijo espiritual; recibe encantada al padrino que le dieron. Si es
soltera o muy joven, hace falta un tercero durante la visita que le hace el
padrino, y también cuando vaya a buscarla, si va a buscarla, en el
trayecto que separa su casa de la casa de los padres del chico.
Con esto tampoco se juega.

El primer nombre lo elige la madrina, el segundo el padrino, el tercero,


la madre.
Pero el padrino, por su parte, va a ceder siempre la elección de los
nombres a la madrina, a la madre y al padre.
Los nombres, empiezo de nuevo, los nombres los eligen, entonces, el
padre, la madre y la madrina.
El primero, la madrina, el segundo, por lo tanto, el padre y la madre, y el
tercero, la madre.
No es complicado.
Los nombres deben elegirse entre aquéllos que la ley permita, lo cual
limita la amplitud del problema, pero las personas, las hay, las personas
que son poco imaginativas, no tienen más que consultar el calendario,
para paliar hábilmente el vacío que las habita.

Si ustedes quieren, padrino o madrina –pero tengamos presente que el


padrino descargó solapadamente la elección del nombre en la madre del
chico-
Si ustedes quieren, padrino, madrina, ganar complejidad en la elección
y establecer relación entre el nombre elegido y algunas nociones de
orden general, recuerden, por ejemplo, que Jorge quiere decir “el que
trabaja la tierra”;
Víctor: “vencedor”; Maximiliano: “el más grande”; Felipe: “que siente
amor por los caballos”, Bernardo: “el cazador de los osos”; Luis : “que
conoce a los hombres”; Mauricio: “el hijo del moro”; Gustavo: “en quién
Dios se apoya”; Sofía: “la que está llena de sabiduría”; Margarita:
“perla”; Lucía; “la luz”; y Teresa; acá me detengo, Teresa: “la que sabe
domar a las bestias feroces”.
Puede parecer fastidioso instruirse sobre etimologías, puede parecer
fastidioso, y de una manera general, siempre fastidioso instruirse, y de
hecho, sobre etimologías, pero, de todos modos, habrá que reflexionar,
para eso estoy aquí,
habrá que reflexionar que es bueno en esta circunstancia, y en toda
circunstancia, ya lo dije, es bueno instruirse para evitar dar el nombre
de Maximiliano a un chico nacido de padres enanos a los que va a
parecerse, o el nombre de Mauricio cuando es de temerse que la madre
haya asistido demasiado frecuentemente a salones de baile con
profesores mulatos.
Uno se ríe, hace bromas y sin saberlo se hunde en la infamia.

Así es como esto sigue siempre.

Si, a usted, por el contrario, le gusta lo nuevo, supongamos eso,


consulte el almanaque de nombres de bautismo. Allí encontrará
nombres totalmente auténticos de santos y de santas, que van a hacer
honor a su educación y a su solvencia.
Para un varón, algunas propuestas divertidas:
Teoponte, Prisco, Canuto, Telésforo, Huygen, Tigrio, Miqueo, Popón,
Rémido, Senador, Austricliniano, Colubernio, Verecundo, Carpóforo,
Peleo, Segúndulo, Carpo‚ Acindino‚ Geriberno‚ Sátiro‚ Adjuto‚ Ciro‚
Abacuo‚ Utrilio‚ Metrófano‚ Hésico‚ Sindulfo‚ Escrufario‚ Euprepicio‚
Eutiquiano‚ Vérulo‚ Oso‚ Amador‚ Curcódemo‚ por ejemplo.

Y para una nena:


Sinclética‚ Monorata‚ Clafira‚ Faina‚ Fatícuna‚ Macrina‚ Prisca‚
Werburga‚ Rictruda‚ Poda‚ Potamiena‚ Sinforosa‚ Primitiva‚ Grinconia‚
Grótida‚ Gelidonia‚ Bríctula‚ Foliula‚ Milburgia‚ Herenia‚ Ninfodora‚
Cuartilla‚ Burgundófora‚ Godoberta‚ Engracia‚ Perseveranda‚ Mutiola‚
Miropa‚ Singulena‚ Escribiola‚ Matrona‚ Afiodisia o Casentiana.

Usted podrá elegir entre esta lista de santos y santas. Es auténtica. Si


usted escoge para su ahijado uno de estos nombres, tendrá la certeza
de agradar a su familia y a él le garantiza la felicidad a lo largo de una
escolaridad muy divertida y una desopilante conscripción militar.

A menos que la salud del chico se preste a inquietudes, que vaya a


morirse o que eso sea inminente, para la ceremonia del bautismo se
espera a que la madre se haya reestablecido completamente.
En la mañana del día del bautismo (o en la víspera), la mañana del día
del bautismo, el padrino le envía a la madrina unos paquetes y cajas de
bombones, un ramo de flores, algún adorno, o a este último lo sustituye
por unos guantes adentro de un estuche.

Le envía, al mismo tiempo, a la madre de su ahijado, cajas de


bombones, que ella reparte entre aquellas amigas que no esperan
regalos del padrino o la madrina. Si el padrino es ostentoso –y si
vamos a pensarlo, justamente es por eso que, con buen criterio, fue
elegido- a aquellos parientes con los que todavía no está enemistada la
familia, y a los amigos íntimos, él les envía cajas de bombones.
En la decoración de la caja es donde se acredita el gusto del padrino
por el arte moderno.

Todavía el padrino le debe un regalo a su ahijado. Le regala una pieza


de orfebrería. Por lo general le ofrece taza, cuchara y plato con sus
iniciales, iniciales del ahijado, en plata o en plata dorada, o uno solo de
estos objetos, o un sonajero o cualquier otra cosa de acuerdo con sus
medios.

La madrina ofrece a su ahijado, días antes de la ceremonia, la ropa y el


gorrito que él se pone en el día del bautismo. Si el chico es una nena,
algunas joyas pequeñas para fomentarle bien temprano la coquetería,
tan necesaria para darle encanto a la vida. Ella también aporta, si quiere,
si puede, una mantita, toda hecha con sus manos, si es habilidosa.

Durante la ceremonia, el padrino y la madrina se ubican, el primero a la


derecha, la segunda a la izquierda de la señora que está sosteniendo al
chico; responden juntos a las diversas preguntas que el cura les dirige
y recitan el Credo y el Padrenuestro (en francés) cuando los invitan a
hacerlo. Durante los exorcismos, extienden, al mismo tiempo que el
cura, la mano derecha desnuda sobre la cabeza del chico. Ponen esta
mano otra vez sobre el chico cuando se vierte el agua y recién la retiran
cuando las palabras sacramentales ya fueron dichas. Finalmente,
reciben, con la mano derecha, siempre, un cirio encendido que deben
devolver, como es evidente, después de que el cura bendice al chico.

El padrino y la madrina pueden hacerse representar en el bautismo. Es


mucho más sencillo.

Después de firmar el registro de actas del bautismo, el padrino deberá


todavía, y con esto ya casi termina, depositar sobre la mesa la suma de
dinero destinada al campanero y a los chicos del coro. Esta suma va
envuelta en un papel blanco. Y al volver de la iglesia, el padrino reparte
por aquí y por allá, y esto será todo, propinas más o menos importantes
a la servidumbre de la casa, si la hubiera, a la partera, la nodriza, etc., no
sé, al que sea. Estas sumas van metidas adentro de bolsitas de
bombones, sólo debe hurgarse con esmero. Las cajas y las bolsitas son
azules si se trata de varones, y color rosa cuando es una nena, son
identificaciones lógicas y eficaces.

Se observa que no debe imponerse este título de padrino. Lo habíamos


sobreentendido más arriba, ahora lo afirmamos aquí. Por las mismas
razones, un hombre de posición mediocre, los hay, no deberá ofrecerse
para sostener a un chico sobre la fuente de bautismo. Los padres no se
atreverían quizás a rechazarlo, y tendrían miedo de ver los deberes del
padrinazgo muy pobremente cumplidos y las razones esenciales de su
elección abandonadas sin contrapartida adecuada.

Un bautismo es siempre motivo de una fiesta, salvo en circunstancias


excepcionales y tristes, muerte del chico, no es desdeñable, muerte de
la madre, es posible.
Lujosa o modesta, que el padrino se quede tranquilo, esta fiesta corre
siempre por cuenta del padre del chico. Los domésticos masculinos
deben vestirse con uniforme de gala.
Todos los asistentes están vestidos de fiesta. Es una cena
generalmente lo que reúne a los invitados.
El padrino y la madrina son tratados como los héroes del día, porque lo
son. Se los ubica uno al lado del otro, en el lugar de los dueños de casa.
Es una gran cena, tal vez sea bueno aclararlo, una gran cena según los
recursos del caso. Los bombones, aquí también, aparecen siempre en el
postre.

Si se es rico, no se olvida a los pobres y a los desheredados en este día


feliz. Se les envía a los niños huérfanos los bombones y las sobras de la
mesa. Si se es pobre, no se hace, es así, es de esa manera como se
diferencia.

Después, los años siguientes, el padrino y la madrina están obligados a


interesarse por el chico que habían presentado a bautismo. En año
nuevo, en su primera comunión, su casamiento, su primer éxito,
bachillerato, tesis, galardón, deben hacerle un regalo, de acuerdo con
su fortuna. Salvo imposibilidad, muerte, es posible siempre, lo ven con
frecuencia, lo aconsejan, lo guían y si es necesario lo retan.
El ahijado escribe o va en persona a presentar sus respetos a sus
padrino y madrina, el primero de año, una vez y ya está.

Fuera de la familia más cercana, su padre, su madre, sus hermanos y


hermanas, es a ellos a quiénes él anuncia primero su primera comunión,
su casamiento, pidiéndoles que lo asistan. Los entera de sus éxitos y
los tiene al corriente de todos los hechos importantes de su vida, y
obtiene, si se las ingenia, sustanciales recompensas por esta actitud tan
cortés y eficiente.

Después, esto sigue así.

El chico bautizado, el ahijado anteriormente citado creció y se volvió un


muchacho.
Detecta una muchacha, la ve, se la muestran, él cree amarla. Desea que
se convierta en su esposa, desposarla y hacerle hijos, pero no va
directamente a pedirle la mano.
Él confía sus intenciones a sus padres, o en su defecto –si están
ausentes, no es desdeñable, o muertos, es posible-, en su defecto, a un
amigo más grande, a su protector, a un superior o inclusive: a sus
padrino y madrina.

Las cosas, la vida, las cosas se encadenan hábilmente de la manera


siguiente.
La persona que ha recibido la confesión del jovencito –amigo, superior,
padrino, no sé, el que sea- la persona confidente se pone en contacto
con un amigo íntimo de la familia de la chica, con el fin de arreglar un
encuentro decisivo entre ambos jovencitos, una entrevista que permitirá
saber si los proyectos pueden prosperar.

Pero antes de emprender el negocio matrimonial, porque de negocio se


trata, no nos ocultemos la verdad de las palabras, los intermediarios
deben obtener información exacta y de buena fuente, acerca de la
fortuna, la posición social, la genealogía y la herencia de las dos
familias que están en juego, porque están en juego y nada menos.

Sólo después de estar seguros de que existe conveniencia sobre todos


los puntos, puede arriesgarse la entrevista definitiva. No debe
permitirse que después de producise el encuentro, y que ellos se
conozcan y se gusten, los jóvenes vean soplar sobre sus sueños, el mal
viento de alguna dificultad imprevista, nacida de la situación de alguno
de ellos.

Los casamenteros apelan en su ayuda a todos los recursos de que el


tacto dispone, reflexionan bien antes de iniciar las tratativas, porque,
acá también, son tratativas lisa y llanamente, tratativas en las que debe
resguardarse el justo amor propio de cada parte. Para aclarar mejor el
fondo de mi pensamiento recomiendo que se vigilen los vicios ocultos,
financieros o genéticos.

Es en un baile, generalmente, a veces en el teatro, donde se produce el


encuentro esperado:
el aspirante hace una visita a la madre de la chica en su palco, con el
pretexto de acompañar a una persona que es conocida de ambos. La
persona hábilmente lo presenta.
Después –cuando el joven se haya retirado- la madre de la chica atrae
sobre él la atención de su hija, por, no sé, cualquier cosa, algunas
palabras sobre sus maneras, su aspecto físico, etc., y observa
enseguida qué impresión le produjo él a la heredera, porque es la
heredera lisa y llanamente.

Es incluso preferible y mucho más hábil que unos amigos comunes


reúnan a los jóvenes en una cena íntima, que se organiza para dicha
circunstancia, pero a la que asisten, es obvio, está demás decirlo, los
padres de la chica. Es impensable, espero, que la chica vaya sola a
cenar con el hombre que la quiere como esposa.
(Ella se ríe.)
Los padres tendrán la prudencia de no instruir a su hija sobre el motivo
de esta cena. Esta reserva tiene sus ventajas. Si se previniera a la chica
sobre la especie de examen que le espera, porque es un examen, etc., la
emoción, la aprensión que podría sentir, haría que perdiera su gracia y
su naturalidad y que adquiriera un molesto rubor. Ya no tendría
suficiente sangre fría como para juzgar al que se presenta con idea de
ser el compañero de su vida.

Por otra parte, si ella no le gusta, al fin de cuentas, al caballero, es


posible, no es desdeñable, etc., sería enojoso, enojoso y cruel hacérselo
saber. Se sentiría humillada, perdería toda confianza en sí misma, la vez
siguiente sería peor todavía. Gritos, llantos, se desespera, toma los
hábitos. Ahora bien, si es bueno que una jovencita no tenga nunca una
opinión demasiado alta de ella misma, tampoco debe suceder que se
crea menos de lo que es.
Pero, dirán, ella adivinará enseguida de qué se trata esta cena íntima
donde es la única chica casadera y donde se encuentra con un
caballero al que conoce muy poco, o nada del todo. No importa, es
mejor y más saludable que se quede en la duda, salvo que ella sea “muy
fuerte”, lo que no le deseamos al pretendiente.

Estos mismos amigos comunes


-hay que señalar que sin amigos comunes, conocidos del mismo
mundo, es imposible imaginar una unión cualquiera, se cae de maduro,
por lo menos en el mismo mundo, y la unión de dos mundos diferentes,
me río, esto sí les haría perder los amigos –estos mismos amigos
comunes, entonces, están encargados de hacer conocer el impacto
respectivamente producido.

Si la chica no gusta, no se le dice nada. Permanece inocente.

Si es el pretendiente el que no agrada, porque es una hipótesis no


desdeñable, soporta su suerte dignamente y sobre todo sin rencores.
Se va a la guerra, se inscribe en la legión, se casa con la más fea y la
más deforme de sus primas pobres. Permanece estoico, eso quiero
decir.

Sea cual fuera el resultado que se alcance, los que intercedieron en la


negociación tendrán derecho a los agradecimientos de ambas partes. Si
tienen que llevar una respuesta desfavorable, son de verdad dignos de
compasión, por más que les supongamos grandes talentos para la
oratoria prudente y los rodeos delicados.
Pero siempre -¡siempre!- todo el mundo guarda el secreto
inviolablemente, en caso de fracaso de una u otra parte, y las razones
nunca deben revelarse.

Cuando el pretendiente le gusta de entrada a la chica, puede ocurrir,


raro, extraño pero posible, cuando el pretendiente le gusta a la chica o
cuando pasó con ventaja la prueba, entonces éste demuestra, está en
su derecho, una gran diligencia y de inmediato hará llegar el pedido de
mano oficial, que lo lleva su padre, un viejo amigo o un superior, su
padrino, no sé, el que sea.

Cuando ya fue aceptado oficialmente, el pretendiente se viste con su


traje de gala y enseguida realiza una visita a los padres de la chica, una
visita durante la cual se la llama a ella. Esta entrevista requiere mucho
tacto por parte del futuro (ya es más que pretendiente). Él agradece con
cierta calidez, pero sin exagerar. La frialdad sería inconveniente, pero la
expresión feliz debe ser contenida.

Durante la primera visita, -ya en la primera visita, no se pierde tiempo y


se tendrá que saber lo que hay que decirse-, se fija el día del
compromiso. Se elige una fecha que esté bien cerca porque ya
perdimos bastante tiempo.

Se establece de común acuerdo qué invitaciones enviar para esta fiesta,


es decir, los padres de la concedida,
-es una expresión clara y precisa- le solicitan al futuro cuáles son las
personas de su pertenencia -por lazos de amistad o de familia- que él
desea que se inviten. Se pautan todas estas cosas, porque el noviazgo,
el matrimonio, la vida en general, son una larga sucesión de cosas a
pautar, no lo olvidemos, y sería idiota dejarse desbordar por las
trivialidades accesorias que son los sentimientos.

La fiesta de compromiso se hace en familia, en una intimidad rigurosa.


Los amigos de la víspera, lo que se dice los conocidos, no asisten. No
debe exponerse la felicidad ingenua de la jovencita, sus alegrías
tímidas, a los ojos y comentarios, porque hay que temer comentarios,
no hay que dudarlo, a los ojos y comentarios de los indiferentes y de los
cínicos.

El novio envía su primer ramo de flores el día del compromiso. El ramo


se compone de flores blancas, del tipo de flor que la novia prefiera en
este color. Ella se deslumbra con esta coincidencia de buen augurio.

Él mismo le lleva el anillo. Consultó con discreción para averiguar la


piedra favorita de la chica, porque no debe comprar este anillo al azar.
Hay novias que tienen miedo de las perlas, porque se imaginan que
presagian lágrimas. Es estúpido, pero no se puede empezar a decirlo
desde el mismo día del compromiso.

Sea como sea, de todas maneras, el anillo debe ser bien recibido, es lo
menos que se puede esperar. La chica se maravilla y exclama:
“Ah…”

El novio desliza el anillo en el dedo de la jovencita (en el cuarto de la


mano izquierda), él llega antes que los demás invitados. Por primera vez
está autorizado a llevar a sus labios esta mano que acaba de recibir su
anillo, símbolo de un compromiso que ya no puede romperse sino por
motivos muy graves, esto es algo que no debe ignorarse.

El novio viene acompañado por su padre y por su madre; en su defecto,


muertos, siempre lo mismo, por su hermano mayor, el jefe de la casa, su
padrino, etc. No sé, el que sea.

En la cena –que es indispensable- los novios se ubican uno al lado del


otro, en el medio de la mesa, en el medio del espacio de la mesa.
Son tratados como los héroes del día, porque lo son. Tienen frente a
ellos al padre y a la madre de la chica, el padre del novio está al lado de
la dueña de casa, la madre de la chica, si pudieron seguirme, su madre
está al lado del dueño de casa, el padre de la novia, no abundo más,
está claro.

Las personas que negociaron la boda –porque con todo, fueron lisa y
llanamente negociaciones- los embajadores, digamos, si la palabra
negociadores nos choca- los embajadores del joven se ubican a los
lados de los novios, es decir, si nos concentramos un poco en la
geometría del espacio, en frente, justo, de los padres del novio, todo
esto es muy sencillo y la mesa entera podría obedecer a reglas muy
estrictas sobre las cuales no me extiendo, lo lamento, pero
perfectamente ordenadas (es el principio mismo de las reglas).

El menú de esta cena tiene que ser relativamente sencillo. El


compromiso se declara solemnemente a los postres. Para todos los
invitados es una sorpresa. Nadie se lo esperaba y todo el mundo deja
salir también acá una ligera exclamación de sorpresa feliz:
“Ah”.

Si la recepción es una fiesta bailable, la ceremonia de declaración tiene


lugar a medianoche. Los invitados, todos los invitados, hacen sus votos
de felicidad a los novios.

La joven novia está vestida con un vestido alegre –porque es y debe ser
una circunstancia alegre de la existencia- rosa suave, azul celeste, o
blanco con cintas color aurora. Alegre. En las otras mujeres, se debe
evitar los colores oscuros. El novio y los otros hombres llevarán traje de
noche o frac.

Durante esta velada, sin aislar a los novios, se las arreglan todos de
modo tal que ellos puedan conversar sin ser oídos. Se actuará del
mismo modo hasta la boda. Nunca se los deja solos; pero no se da
muestras de hacer guardia alrededor de este amor de ahora en más
permitido. Se vigila, porque la vigilancia es necesaria, pero se vigila con
discreción delicada.

Para evitar los comentarios, porque comentarios, etc…, para evitar los
comentarios, miradas torcidas y sonrisas burlonas de la gente malvada
que no comparte el secreto y que la asiduidad del novio haría que
hablasen, se arregla, si es posible, que la fecha del casamiento no sea
muy lejana a la del compromiso. Se gana tiempo y se enmudece el
rumor.

Desde la ceremonia de compromiso hasta la de la boda, el ramo de


flores diario es de rigor. Se compone sólo de flores blancas.

Los regalos sólidos, de un valor intrínseco –entendamos por eso que


podrían convertirse en dinero o ser revendidos por la novia misma,
siempre ruborizada, o por sus padres y tutores, si los padres murieron,
no es desdeñable -los regalos sólidos, concretos, las cosas y los
objetos que se pueden cambiar y vender, los regalos sólidos sólo están
autorizados a partir del día en que se reglamenta el dinero y cuando la
organización y repartición de los bienes, dotes, futuras herencias y
legados, quedaron claramente asentados.

El envío del ajuar y la firma del contrato se realizan entre ocho y diez
días antes de la ceremonia de la boda. El ajuar se envía la mañana del
día en que se firma el contrato. La víspera. La mañana de la víspera. Se
compone de vestidos de raso, de terciopelo, etc, en piezas (y la
jovencita los tendrá que rearmar ella misma)
(se ríe)
de encajes blancos y negros–para todas las circunstancias eventuales
de la vida, y no todas serán felices, ni mucho menos, es mejor saberlo
desde ahora-, de tejidos de punto heredados, si las abuelas de la novia
tenían; de alhajas modernas, de alhajas de familia; de un tapado de
nutria; de cintas de lofóforos…

El lofóforo.
El lofóforo es un tipo de gallináceo de las montañas de la India, de un
rico plumaje muy distinguido y es de hecho a la vez un adorno original
para los vestidos y las ropas, y lo que explica su predilección es tanto
su solidez como su belleza asombrosa.
Tejidos de punto heredados, alhajas modernas, alhajas de familia, un
tapado de nutria, cintas de lofóforo.

A este fondo de guardarropa, porque se comprende que sólo se trata de


un fondo, bien en el fondo, se agrega una bolsita repleta de oro -¡piezas
nuevas!- uno o varios abanicos, un libro de horas copiado de una obra
maestra del medioevo. Pero, como es obvio, el ajuar puede ser
infinitamente más modesto, todo depende de los recursos del novio.

Se observa que no se debe imponer este título de novio. Por las mismas
razones, un hombre de posición mediocre, los hay, no deberá ofrecerse
como futuro marido. Los padres no se atreverían quizás a rechazarlo, y
tendrían miedo de ver sus deberes demasiado pobremente cumplidos.

Creo incluso poder decir aquí, que es preferible, de modo general, que
un hombre de posición mediocre no se ofrezca para ninguna cosa,
padrino, novio, padre de familia, etc. Es mejor.

Todos los objetos están contenidos en una gran canasta -de allí que al
ajuar a veces también se lo llama canasta- en una canasta grande de
cestería artística, forrada en raso blanco y de forma cuadrada, para que
las telas allí no se arruguen. Un gran ramo de rosas blancas o un nudo
de raso blanco se ata sobre la tapa. Es muy lindo.

Se tuvo la idea de reemplazar la canasta por algunos miles de francos,


metidos en un sobre, no se hablaba más, todos tranquilos, ¡asunto
arreglado! Pero esta innovación ofendió los delicados sentimientos de
la mayoría de los novios, y la vieja moda prevaleció. Y así quedamos
contentos, todo el mundo está contento, yo también estoy contenta.

El contrato muchas veces se firma en la escribanía. Pero cuando el


escribano se traslada a la casa de los padres de la novia, las personas
interesadas se juntan todas allí. Tanto en uno como en otro caso, las
cláusulas del contrato deben haber sido bien bien debatidas
anticipadamente, entre las dos familias –fuera de la presencia de los
novios, demás está decirlo- para evitar cualquier discusión áspera y
violenta, en el momento de las condiciones últimas.

Cuando el contrato se firma en casa de los padres de la novia, siempre


luego se brinda una cena a la que se invita al escribano. A veces, el
contrato se firma en medio de una velada que reúne a un buen número
de invitados. Las diversiones o la conversación se interrumpen, ¡Hop! El
escribano da lectura al contrato. Todos se sorprenden mucho, dicen:
“Ah”.

Entonces, el prometido (el futuro marido, el novio, el jovencito) el


prometido se levanta, saluda a su novia, firma el acta y le pasa a ella la
pluma.

Después de firmar su nombre, ésta ofrece la pluma a la madre del novio,


quien la pasa entonces a la madre de la chica, luego firman los dos
padres y, después, todos los miembros de las dos familias, por orden
de edad. Esto es simple.

La noche de la firma no tiene el tono íntimo de la fiesta de compromiso.


De todos modos no se invita a los conocidos lejanos.

Para resolver este problema doloroso que parece querer replantearse a


cada rato, yo me atrevo a insinuar que la solución podría ser no tener
nunca conocidos lejanos.

En el momento de la firma, si el escribano le pide a la novia –es su


derecho, ¿por qué va a incomodarse?- permiso para besarle la mano,
ella se lo otorgará, después de haber consultado con una rápida mirada
a su madre y a su novio. Ambos hacen, con los ojos, una señal de
conformidad. Así.
(Ella lo muestra.)
Al solicitar la aprobación del novio, hay como un reconocimiento
anticipado de sus derechos, algo conmovedor y que da una visión cabal
de los deberes de la vida conyugal. Pero, se dirá, la novia todavía
depende de sus padres solamente. No es así; ella lleva un anillo en el
dedo que ya la compromete y ha recibido, ¿es necesario que volvamos
a recordarlo?, regalos sólidos que le crean obligaciones.

El casamiento civil precede al casamiento religioso.


Pero…
(Un tiempo)
pero, uno no puede casarse por iglesia entre el primer domigo de
adviento y el día de la epifanía, ni…
(Un tiempo)
ni desde el miércoles de Cenizas hasta después de la octava de
Pascuas. ¡Son cosas esenciales que deben saberse y no hay que
olvidarlas!
Obviamente, se puede conseguir, por relaciones, cheques o mohines,
excepciones eficaces para celebrar la boda en estos intervalos, será
suficiente con hacer el pedido. ¡Siempre se puede renunciar a todo! ¡Es
una elección, lisa y llanamente!

Es inútil exponer aquí la manera en que se celebra el casamiento civil.


Se trata de la ley solamente y ahí no tengo nada que hacer, nunca
tendré nada que hacer. No es difícil y es muy rápido. Los esposos
deben sólo responder un sí inteligible a la pregunta sacramental
“Acepta por esposo…” o “acepta por esposa…” Sí y eso es todo, ya
está.

La novia es la primera que firma el acta de matrimonio y después le


pasa la pluma al esposo, que la saluda, y le dice, en un tono feliz,
obligatorio, y también con una sonrisa, es lo menos que puede hacer:
“Gracias, señora”.
Es él el primero en darle ese título, es muy gracioso.

El casamiento religioso.

El casamiento religioso se celebra, en general, por la mañana; tiene más


pompa en esta parte del día, a causa de la misa. Todo el mundo está en
mucho mejor estado, se acaban de levantar, tienen buena cara.

El padre y la madre de la novia reciben en la sala a sus invitados. El


novio, por su parte, es el primero que llegó, en compañía de sus padres.
Llegaron al alba.

La joven esposa, ella, recién aparece a último momento; baja la


escalera, llevando en la mano el último ramo blanco que le envió esa
mañana, el que –por la ley civil- ya es su marido. Ella está llena de
frescura matutina.

Está vestida con relativa sencillez.

Los diamantes están de más y habría que excluir incluso los encajes
ricos y pesados. El arreglo debe ser virginal y no ostentoso. Vestido de
raso, de largos pliegues, si es invierno; ropas aéreas de muselina
sedosa de la India si es verano; guirnaldas perfumadas con flores de
naranjo, mezcladas con rosas blancas y mirtos, ¿no es el adorno más
exquisito bajo la nube del velo? A lo sumo podríamos agregar al cuello
de nuestra hija una hilera de perlas.

El novio lleva frac o su uniforme de gala si pertenece al ejército.

Una vez que llegó todo el mundo –y corresponde ser puntual- suben a
un coche para ir a la iglesia. La novia ocupa el primer coche, tiene a su
padre y su madre con ella. En el segundo coche, el novio y sus padres.
Nunca nada complicado. Los testigos se ubican en el tercer y cuarto
coche con los familiares de los novios. No hay jovencitas. Las
jovencitas, de modo general, deben estar aparte, protegidas y
hábilmente rodeadas, no abundo más.
Los otros invitados se reparten en otros coches, ¡no puedo preverlo
todo!

Se debe, en la medida de lo posible –ese día por lo menos, se puede


hacer un esfuerzo- se debe asociar una persona de la familia o de los
amigos de la novia a una persona de la familia o de los amigos del
novio. Todo esto se combina con anterioridad, porque se combina, lisa
y llanamente. Pero acá también, hay una regla que observar: las
jovencitas no suben –ni siquiera de a dos- a un coche donde estarían a
solas con hombres que no pertenecen a su familia próxima.

Cuando llegan a la entrada, se forma el cortejo.


La novia avanza del brazo de su padre; el novio con su madre; la madre
de la novia va llevada por el padre del novio; las damas y los jóvenes de
honor; los testigos y las señoras que venían con ellos en el coche. Las
jovencitas detrás. Es fácil.

La novia toma el brazo izquierdo de su padre, todas las damas tendrán


que tomar el brazo izquierdo de su caballero. Si el padre de la novia es
militar, ella se apoya en su brazo derecho y las otras mujeres siguen su
ejemplo, brazo derecho para todo el mundo.

Cuando la novia hace su entrada, todos los invitados a la misa se


levantan. Los que vinieron por el novio están a la derecha de la nave,
los que vinieron por la novia se ubican a la izquierda.

La novia avanza sin mirar alrededor. Camina derecho hacia el que la


espera.
Muy pocas novias se mantienen naturales con todas las miradas fijas en
ellas. Algunas novias tienen el don de irritar o divertir a los presentes.
Un poco de turbación es necesario pero no hace falta que la novia dé
una impresión, como dijo el poeta Víctor Hugo, de víctima coronada de
flores que conducen al altar. Mejor sería avanzar decididamente, sería
menos ridículo. Que esté emocionada, se puede concebir; feliz y algo
asustada, es de esperar, pero si ella es bien educada, si posee una
dosis suficiente de tacto, en una palabra, si no es muy tonta, va a evitar
tanto los gestos afectados como el gesto demasiado seguro, no caerá
en el pudor exagerado ni tampoco en el aplomo excesivo.

El padre de la novia la conduce a su sitio: el reclinatorio ubicado a la


izquierda y cerca del cual arde un cirio. Es fácil de localizar.
El novio se arrodilla al lado de ella en el otro reclinatorio. Para él todavía
es más simple.

Se acordó, unos ocho días antes, con el cura que va a bendecirla, la


hora, todos los detalles, y el precio de la ceremonia, inevitable, porque
hay un precio que pagar, no se puede decir de otra forma. En este
preciso instante no se discute más.

Los anillos fueron enviados a un sacristán quien los ofrece hábilmente


en una bandeja, en el momento de la ceremonia en el que son
intercambiados. La fecha de la boda está grabada en la parte interior de
cada anillo con el nombre de la mujer en el anillo del novio y el nombre
del novio en el de la mujer. No es nada difícil de seguir y es muy fácil de
retener.
Los novios escuchan, sentados, el discurso que el cura les dirige. Éste
habla de pie sobre las gradas del altar, pero, como es evidente, se
acerca a ellos para unir a los esposos. El novio y la novia se levantan
entonces, el esposo toma con su mano derecha la mano derecha de la
esposa, lo que obliga a la chica a contorsionarse un poco, pero esto
dura sólo un momento muy corto.

A las preguntas que todos conocen:


“¿Acepta por esposa…?, etc”,
Ellos responden:
“Sí.”

No desunen sus manos cuando se arrodillan para que el cura los


bendiga y los salpiquen, porque los salpican. Si en su casa se ejercitan,
arrodillarse de a dos teniendo la mano derecha en la mano derecha,
mientras los salpican con agua, no es tan difícil. Uno se casa sólo una
vez y todo es, siempre, una cuestión de voluntad solamente.

Concluida la celebración, se pasa a la sacristía donde firman el acta de


matrimonio y los invitados felicitan a los novios.

La novia sale de la iglesia tomada del brazo de su novio.


Su padre le ofrece el brazo a la madre del novio.
El padre del novio le ofrece el brazo a la madre de la novia, todo el
mundo puede seguirlo, es suficiente con entender el principio, se hacen
intercambios de una familia a la otra y después se declina, no es
complicado, un miembro masculino de un lado con un miembro
femenino del otro, y así va siguiendo, etc, bueno…

Los invitados a la misa recobraron sus lugares y se quedan parados


ante el paso del cortejo. Están muy contentos. El novio y la novia van
saludando a derecha y a izquierda, mientras sonríen con mucho
esmero.
Los recién casados suben al auto solos, generalmente es una coupé y
se vuelve a la casa para comer.

Esto siempre sigue así.

Hay que celebrar la fiesta de casamiento con todo el esplendor que


pueda permitir la posición de fortuna; cada invitado se deberá vestir con
sus atuendos más brillantes, y deberá aportar una expresión feliz, es lo
menos que puede aportar.
Se debe rodear de brillo y de alegría la felicidad de esta joven pareja,
pero este brillo y esta alegría tienen que ser relativos y no aplastar la
naciente felicidad de los novios. De manera general, si se presta
atención, ese día, son los novios los que deben tener la expresion más
feliz.

Quisiéramos danzas en las bodas, aunque sólo fuera un bailecito, pero


se pierde la costumbre. Nos gustan los casamientos celebrados en el
campo,
En el tiempo de las lilas y las rosas,
En la estación de las canciones y los nidos,
Comer y bailar bajo los árboles.
¿Hay algún marco más atractivo para la blanca esposa?
Si se ofrece una gran cena, la novia se ubica en la mesa, entre su padre
y su suegro (ella está a la derecha de su padre), el novio está frente a
ella, entre su madre y su suegra. Son tratados, los dos, como los héroes
del día, porque lo son.

Se sirve a la novia antes que a todas las otras damas, por más ancianas
o calificadas que éstas fueran. Pero si un personaje notable asiste a la
fiesta, su presencia es considerada como un acto de condescendencia y
para agradecerle, no se hace lo que estoy diciendo y el suegro de la
novia le cede su sitio.

El baile lo abre la novia con el invitado al que le desean demostrar la


mayor deferencia. La segunda contradanza o el segundo vals
pertenecen al novio, el novio de la novia, el esposo. Luego, por su parte,
ella manda invitar a los bailarines que quiere como pareja en las
contradanzas que siguen. Para los valses, y de manera más amplia, para
todas las danzas que incitan al acercamiento físico, ella se reserva para
su marido y los hombres de su familia.

Pese a algunos intentos de hacer renacer la costumbre, ya no se canta a


los postres.
Ya no se sale inmediatamente de viaje de bodas, como se hacía hace
años. Ya no se quiere malgastar las primeras horas de la vida de a dos
sobre las vías férreas, o en hoteles comunes y atiborrados, donde hay
que sufrir mil pequeñas molestias, y donde los caracteres chocan a
veces desde el primer instante, por alguna de las tantas contrariedades
que son inevitables en cualquier viaje.
Ya habrá tiempo para pelearse, para sacarse los ojos, más adelante,
puede esperarse un día o dos. Más tarde, esperemos, las disonancias,
porque son disonancias lisa y llanamente, las disonancias se irán
fundiendo en un acorde más perfecto; el sentido común - inseparable
compañero del buen gusto- es el que fija el momento del viaje de bodas:
seis semanas después del casamiento.

Puede suceder que el primer cónyuge desaparezca, es posible, se fugue


o muera, no es desdeñable. Al decidir volver a casarse, será de buen
gusto hacerlo sin brillo y sin ruido. La ceremonia civil sólo deberá
reunir a los novios, sus padres y madres respectivos, si todavía están
aquí para ver tal espectáculo, y los testigos.

Para el casamiento en la iglesia, se rodean, como en las primeras


nupcias, de sus parientes y amigos íntimos; se envían igualmente
invitaciones a la misa; pero la ceremonia es más sencilla, no hay
decoración floral, ni cantos ni lujo. Sobria y austera.

La viuda que vuelve a casarse no debe vestirse ni de gris ni de malva, lo


que podría darle un aire de medio luto y sería poco amable para su
segundo esposo, debe evitar el rosa, color demasiado alegre, que sería
desubicado. Completará su peinado con una mantilla negra o blanca, en
la cual pinchará algunas flores. Debe evitar los crisantemos y las
escabiosas, a las que se denomina flores de viudas, hay formas de
humor o de piedad que no siempre son comprendidas.

La viuda conserva la alianza de su primer casamiento. Su primer


matrimonio es un hecho que nada puede borrar, su segundo marido no
puede tomar a mal que conserve el signo de sus primeros lazos y, si ella
tiene hijos, les debe también a ellos esta señal de respeto a la memoria
del padre. Entonces, usa dos anillos si se casó dos veces, y luego así,
tantos anillos como… Bueno.

Un almuerzo o una cena sigue luego de la ceremonia religiosa, pero


jamás hay baile para las segundas nupcias, ni baile, ni bailecito.

Si una señorita de cierta edad desea por fin casarse, las ceremonias son
exactamente las mismas que para el matrimonio de una jovencita. El
buen gusto podría restarle algunos detalles, pero eso es todo.

Así, las damas de honor serán de número restringido o incluso, si la


novia es muy mayor, no las habrá en absoluto.

Una señorita de treinta y cinco años no va a envolverse en un velo


largo. Va a cubrir su pelo con una mantilla de encaje blanco que
también va a taparle los hombros. Esta mantilla se sujeta con algunos
capullos de flores de naranjo y de rosas blancas. Vestido blanco, de
todos modos.
A los cuarenta y cinco años, va a elegir un vestido gris plateado, Y se
pondrá un sombrero de encaje blanco con una brizna imperceptible de
flor de naranjo, mezclada con margaritas-reinas, rosadas o lilas.

Una velada danzante conviene más que un baile en estas circunstancias


delicadas.

Se celebran las bodas de plata después de veinticinco años de feliz


unión.
Aunque la unión no hubiera sido feliz, si duró veinticinco años, se la
celebra igual. Se celebran las bodas de plata después de veinticinco
años de unión. De manera más general, y para resumir, en cualquier
circunstancia que fuera, si pasaron veinticinco años, se celebra.

Las bodas de plata son una gran fiesta de familia, muy bonita, a la cual
también se invita a los amigos, pero en la que se elimina a los simples
conocidos, porque hay que conservar un carácter íntimo. Es también
una fiesta alegre, considero, y se le da todo el esplendor posible.

Es incluso una lección de amor conyugal elevada y emocionante dada a


los hijos, el mostrarles a su padre y su madre tan tiernamente, tan
seriamente, tan profundamente unidos el uno al otro después de
veinticinco años de vida juntos, porque son veinticinco años y nada
menos, después de veinticinco años en los que compartieron, como dijo
el poeta Víctor Hugo, las mismas alegrías, pero, también, los mismos
dolores, en los que se hicieron mutuas concesiones y sacrificios
recíprocos.

¿Existe algo más hermoso, más puro que este afecto que resistió al
tiempo, a la desgracia a veces, porque hay desgracias, no hay que
hacerse ilusiones, existe algo que ofrezca un mejor testimonio de la
nobleza de alma del padre, de la ternura del corazón de la madre o
viceversa?

Celebremos entonces las bodas de plata, es un espectáculo que


reconforta.

La esposa todavía es linda, con frecuencia parece la hermana mayor de


sus hijas. Va a adornar su cabello con margaritas-reinas blancas, y se
va a poner, por encima, una mantilla de encaje, blanca también, para
asistir a la misa de bendición. Su vestido igualmente será blanco.
Insistimos a propósito tanto con el blanco, pero es porque se trata del
color de la fe, la pureza, la fidelidad, la vida, la alegría y montones de
cosas más que ahora se me escapan pero que el color blanco también
representa muy bien.

El cortejo sale de la iglesia.

Es en la casa donde toda la familia, todos los amigos, felicitan y abrazan


a los esposos. Son tratados como los héroes del día, porque lo son.
Hay exhibición de los regalos recibidos. Se sirve un lunch a la espera de
la cena, es un verdadero festín. Un baile termina esta fiesta deliciosa. El
padre lo va a abrir con su hija mayor o la esposa de su hijo, la madre
con el mayor de sus hijos o el marido de su hija, el sistema es el mismo
siempre, pero acomodándose a los sobrevivientes.

Cuando se quedan solos, los esposos saborean las alegrías de este día,
los recuerdos de sus años juveniles y la satisfacción del deber
cumplido, miran su álbum.

Sobre la ruta polvorienta caminaron sin tregua,


y franquearon los barrancos y escalaron las alturas.
Realizaban la tarea, atravesaban la tormenta.
¡Oh, los amores fuertes!
Víctor Hugo

Se celebran las bodas de oro después de cincuenta años de feliz unión.


Aunque no hubiera sido feliz, cincuenta años, se celebra igual.

El tiempo ha coronado a esos esposos que habíamos visto, la primera


vez, radiantes de juventud y de felicidad; después, otra vez, llenos de
fuerza y de madurez, rodeados de amor, de respeto, de estima,
habiendo luchado, habiendo sufrido, porque hay lucha y sufrimiento y
es lo contrario lo que me asombraría, pero felices porque se aman como
el primer día, mejor quizás.

Muchos dolores los visitaron, sus hijos se fueron, para fundar, a su vez,
familias felices. Otros ya murieron, es lógico, probable.

Están solos, como al comienzo de su vida de a dos y se aprietan el uno


contra el otro y son todo el uno para el otro.

Sus hijos y sus hijas –los que no se les adelantaron allá arriba –acuden
a su lado, con los hijos de sus hijos; tres generaciones al menos los
rodean.

La fiesta es la misma que en las bodas de plata. Pero con una mayor
intimidad, para cuidar a los héroes del día, porque lo son, cuya vida se
ha vuelto frágil. Se tiene cuidado de no transformar este día de fiesta en
día de duelo. Cada uno trae su regalo, hasta el bisnieto de dos meses,
que sostiene una flor para ellos, con sus pequeños dedos inconcientes.
A la gran comida le sigue un baile organizado o libre. Los dos abuelos lo
abren con dos de sus nietos, en caso de poder. Si no pueden bailar,
miran. Está bien.

La fiesta nunca se prolonga más allá de medianoche. Entonces, dejados


a su suerte, abandonados, porque es abandono, no nos vamos a contar
historias, los viejos esposos caen uno en brazos del otro, y se prometen
que, si volvieran a empezar la vida, se eligirían nuevamente, cosas así
que se dicen y se creen.

Y después, es más o menos así como termina.

No hay nadie que escape a la desgracia de perder a uno de los suyos,


como ya se habrá podido adivinar. Es algo posible, lógico, no es
desdeñable. La etiqueta y la costumbre que no abdican jamás de sus
derechos, en ningún momento de la existencia, también pretenden en
esto pautar la manera en que debemos comportarnos y expresar
nuestro sufrimiento.

Cuando la muerte entra en una casa, los más fuertes, los menos
frágiles, los parientes, los amigos, no sé, el que sea, los otros, los
sobrevivientes, reestablecen en torno al desaparecido, porque es
desaparecido lisa y llanamente, los otros reestablecen la calma y el
orden.

Se cierran los postigos, las persianas y las puertas. Se encienden velas.


Se aleja a los niños pequeños, los niños pequeños son la vida, y aquí la
vida no es el tema. Se camina despacio, se habla bajito, se baja la radio.

Al cuerpo se lo conserva hasta que lo metan en un cajón. Lo limpian, lo


arreglan, visten el cadáver con sus ropas más lindas, las del
casamiento, por ejemplo, es una idea muy bonita.

Se va a la municipalidad del distrito, de la ciudad, de la comuna a hacer


la declaración del deceso. La municipalidad entonces envía un médico
al domicilio del difunto. Él constata el deceso y va a determinar qué
enfermedad causó la muerte, porque no puede ser sino enfermedad, lisa
y llanamente. Si es otra cosa, a la policía y sin titubear.

Una vez que la muerte ha sido debidamente autentificada y admitida, se


arregla con la iglesia y las pompas fúnebres para el servicio, el cortejo y
el entierro.
La habitación se transforma en una capilla ardiente. Es muy bonito.

Muy raras veces, se baja el cajón abierto por la escalera del centro hacia
la sala de gala. El muerto es tratado como el héroe del día, porque lo es.

El día del entierro, se expone el cajón bajo la puerta de la casa. Se lo


cubre de flores. Los grandes poetas, Víctor Hugo, los grandes tribunos,
obtienen carretas enteras.

Los invitados llegan, porque son invitados, y nada menos. Se dan la


mano. No entablan conversaciones. Se adopta un aspecto triste. Se
hace un esfuerzo. Están vestidos de duelo, están limpios y pulcros. El
coche fúnebre se pone en marcha, los coches fúnebres se ponen en
marcha siempre, son palabras que van muy bien juntas.

Los hombres caminan detrás con la cabeza descubierta, las mujeres


van en los autos, a las jovencitas, si queda alguna todavía después de
todos estos años, a las jovencitas se las separa de los muchachos.

El duelo es una marca exterior del dolor. Tiene reglas, hay que
seguirlas. En otros tiempos, era muy largo, el duelo del padre seguía
hasta la muerte del hijo mayor de la familia, y así sucesivamente, era
largo. Pero la duquesa de Berry, hija del regente, una dama de tiempos
pasados, hizo reducir a la mitad la duración de los duelos. Cuando se
pensaba que el hijo mayor promediaba su esperanza de vida, se
renunciaba al duelo del padre. Era menos largo.

El duelo de viuda dura dos años. El gran duelo, muy austero, un año
entero. Ropa de lana lisa, velo sobre la cara, chal de punto, medias
negras de hilo o de lana, guantes iguales, un cuervo y listo. Ni fantasías
ni adornos y nada de rouge en los labios.

Durante los seis primeros meses del segundo período, velo y lanas más
ligeras. Guantes de piel o de seda, empieza a notarse que la coquetería
regresa, joyas de azabache, negras, de azabache.
Los últimos seis meses, encajes, negros, pero encajes finalmente.
Durante los últimos tres meses, poco a poco se ve llegar el final, los
bordados, las telas blancas y negras, y luego, hasta la expiración
completa, el gris, el color ciruela, pensamiento, lilas, hay que prestar
mucha atención a la gradación de los matices, pero, en todas las
circunstancias, si pudieron seguirme, de lo que se trataba siempre era
de gradación justamente.

El duelo de padre o de madre, el de hermano o de hermana se lleva de la


misma forma, con las mismas gradaciones pero con duraciones más
cortas.

Se puede llevar también duelo por un amigo, si es que se tiene alguno,


pero son duelos a los que se llama de cortesía y nada nos obliga.

Uno se abstiene de todo placer, de toda distracción, uno se queda en su


casa, no se ríe a carcajadas. Pero, y es siempre así que sigue y vuelve a
empezar, cuando comienza el segundo período, se permiten ya las
conferencias serias, las exposiciones. Se hacen visitas, se recibe los
martes. Dos meses antes del final, se restablece el ​five o’clock tea​, se
ofrece una cena, se asiste a un concierto, se silba en el baño.

Cuando el duelo termina, se vuelve a aparecer en los bailongos, porque


son bailongos lisa y llanamente, no se baila todavía, se mira, pero el pie,
debajo de la mesa, ya marca el ritmo. Uno va al Teatro Francés o a la
Ópera.

Se baila la giga, se va a un espectáculo de variedades, ya no son más


que malos recuerdos, porque ya es todo recuerdo, lisa y llanamente,
uno sueña con casarse, podría tener un hijo, lo declararía en la
municipalidad del distrito.

Es así como nunca termina de ocurrir.

(…)

7 de julio 1994

También podría gustarte