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EL CANIBALISMO CRIMINAL

Ingerir carne como alimento forma parte de la cotidianeidad en muchas


variedades zoológicas. Así una forma de vida elimina a otra y se nutre de ella para
la propia subsistencia. Es la más simple representación del equilibrio natural.
Determinadas especies, incluyendo a los seres humanos autoproscriben la
posibilidad de alimentarse de la propia, tomando otras opciones.
Para los animales carnívoros que adhieren a tal prohibición, la falta critica de
sustento motiva que la soslayen. Por ejemplo los perros Siberian Huskies que
comparten su trabajo cotidiano tirando de sus trineos, en grupos sociales
armónicos, al quedarse sin alimento en la estepa, atacan y devoran al más débil
del grupo para subsistir.
Para los seres humanos la cuestión es mas compleja, no es puramente
biológica, sino que depende de factores culturales y psicológicos.
Bajo el título general de canibalismo, se reúnen las distintas variantes de
ingestión de carne humana por parte de congéneres.
Un informe dado a conocer por especialistas de las Naciones Unidas en
1962, mostraba que las tres grandes zonas geográficas de la práctica de
canibalismo ancestral fueron África, Oceanía y América.
No es fácil reconocer que un antepasado se alimento de sus semejantes sin
remordimiento y hasta con placer, menos fácil es reconocer que el hábito
antropofágico se prolongue hasta hoy en muchos lugares del mundo, pese a que
el progreso económico y social, el desarrollo científico, la civilidad, la educación, la
religión y otros elementos intercedieron en el desuso de la práctica.
Sin embargo, la posibilidad de la antropofagia está latente en el humano, y se
manifiesta ante circunstancias excepcionales como lo fue la de los rugbiers
uruguayos cuyo avión cayó en la cordillera de Los Andes y sobrevivieron
alimentándose de los cuerpos de sus compañeros. También han existido casos de
aislamiento sin posibilidad de otros alimentos: por catástrofes, tormentas,
naufragios, guerras, u otras circunstancias.
Como ya hemos enunciado, las desviaciones sexuales o parafilias son
expresiones que aluden a la impropia naturaleza del objeto adoptado para lograr la
satisfacción sexual, entre ellos la practica antropofagica.
Existen diversas expresiones de esta alteración psíquica como son la zoofilia,
necrofilia, pedofilia o el sado-masoquismo.
Los crímenes cometidos por los delincuentes sádicos adoptan todas las
variantes imaginables, yendo desde aquellos practicados impulsivamente, sin
preparación alguna, a otros planificados y ejecutados con exquisita minuciosidad y
refinamiento. Algunos son homicidios simples, otros van acompañados de torturas
y mutilaciones de las víctimas, cuya elección puede ser indiscriminada o
cuidadosamente seleccionada.
Esta forma criminal responde a individuos de sexualidad profundamente
perturbada y deficitaria, la que es reemplazada por la actividad homicida y otras
conductas aberrantes, como necrofilia, mutilación, canibalismo, vampirismo,
fetichismo cadavérico, etcétera.
El sadismo involucra la deliberada tortura sexual de una víctima sin su
consentimiento. El fin que suele en estos casos es el de lograr la excitación sexual
con el sufrimiento ocasionado a la víctima. Hay casos de victimas participatorias,
lo que resulta sorprendente, aunque ante esta libre decisión queda determinada
otra patología mental el masoquismo.
Son múltiples las causas que se postulan para explicar la aparición y
consumación de fantasías sexuales macabras.

El Maestro Nerio Rojas dice: “La causa de las perversiones sexuales es


compleja y no está determinada con exactitud. Es un punto oscuro y discutido, en
cuyos detalles no puedo aquí entrar. Hay al respecto diversas doctrinas y es lo
más seguro que no obedezcan todas al mismo proceso. Algunos las consideran
una de las formas de la degeneración psíquica, dentro de las perversiones
instintivas (Dupré) ; otros sostienen la intervención de factores orgánicos,
glandulares (esto es aceptable para muchos casos de homosexualidad) ; hay
quienes dan preponderancia a las causas psiconerviosas, y entre estas doctrinas
deben destacarse dos: la interpretación psicoanalítica con los shocks de la
infancia, fijación, narcisismo, evolución psicosexual de la personalidad, etc.”
(Rojas, Nerio; Medicina legal, 7ª ed., El Ateneo, Buenos Aires, 1959).

Otros autores expresan, que sin duda influyen factores constitucionales en el


desarrollo cerebral temprano intrauterino, así como ambientales, derivados de una
inadecuada asimilación de la sexualidad o de la creación de vínculos en las
relaciones interpersonales alterados. Se sabe que cuanto mayor es la
desorganización de la estructura familiar de origen más desorganizada, y por lo
tanto terrible, es la parafilia. La elección del canibalismo u otro objeto sexual es tan
difícil de explicar como la diversidad en el pensamiento humano. No hay que
olvidar que las metáforas gastronómicas son frecuentes en las relaciones eróticas.
El resurgimiento del canibalismo responde a la actividad criminal patológica.
Ejemplos son:
Fritz Haarmann, Georg Grossmann, Kate Webster, por citar algunos.
Haarmann fue decapitado en Alemania el 20 de diciembre de 1924 después de
haber cometido un número tan elevado de crímenes que ni siquiera él podía
mensurar. Luego vendía la carne de los niños. Grossmann, tampoco pudo cifrar el
número exacto de asesinatos que cometió (alrededor de cincuenta) aunque sí se
sabe que hizo con los cadáveres: los convertía en salchichas que el mismo vendía
en la estación de ferrocarril en la que trabajaba. El caso de Webster no deja de ser
curioso. Después de matar a la señora para la que trabajaba con un hacha de
partir carbón, la despedazó ayudándose de una sierra especial para carne y se
deshizo de las piezas mayores tirándolas a un río o quemándolas. Hecho esto,
coció las partes más "substanciosas" de las que extrajo la grasa, que embotelló y
vendió a un restaurante como aderezo para los platos.
A esta casuística la llamamos canibalismo involuntario e inconsciente, toda
vez que el sujeto que ingiere el producto de la carne humana, no lo hace
intencionalmente.
En la década de los ‘80, Jean-Bedel Bokassa, Emperador de África Central,
fue derrocado. Permaneció trece años frente a un gobierno dictatorial donde
predominaron el genocidio tribal y el canibalismo. Hallaron en los congeladores de
su palacio, cadáveres humanos faenados.
Jeffrey Dahmer -más conocido como el "carnicero de Milwaukee" violó,
asesinó, bebió la sangre y deglutió los cerebros de diecisiete jóvenes. En su juicio
oral dijo: "Me hacía sentir que pasaban a ser permanentemente parte de mí,
aparte de la curiosidad de saber cómo eran".
Thomas Quick es el alias de Thomas Sture, pretendiendo apropiarse de su
personalidad adoptó el nombre de su primera víctima. Fue juzgado y condenado
en 1994 por violar, torturar, descuartizar e ingerir a cinco niños de entre once y
quince años.
Andrei Romanovich Chikatilo, conocido como “El carnicero de Rostov”, un
aparente correcto profesor de escuela secundaria, durante diez años, se dedicó a
seducir jóvenes de ambos sexos en los bosques de los alrededores de la estación
ferroviaria de Rostov, matando a sus víctimas mediante el empleo de armas
blancas y contundentes, violándolas, sodomizándolas o masturbándose sobre sus
cuerpos en el mismo momento del óbito. Su situación de funcionario soviético,
vinculado a la KGB, según Patrick Bellamy en The Herat of a monster, le otorgó
cierta inmunidad, ya que en todo momento formó parte de la lista de sospechosos
del Coronel Víctor Burakov, jefe de la División Especial de Crímenes Graves.
Chikatilo fue condenado el 15 de octubre de 1992 por la autoría de cincuenta
y dos homicidios de adolescentes, a igual cantidad de sentencias individuales a
muerte. El 14 de febrero de 1994, fue ejecutado con un disparo en la nuca. En la
mayoría de los casos cometió actos de antropofagia.
Seis meses después, en mayo de 1993, se revelaba en Rusia la existencia
de otro criminal con similar modalidad. Fue llamado por los medios de
comunicación Miklujo - Maklai, nombre de un célebre explorador y etnógrafo ruso
de finales del siglo XIX, que recorrió Papua Nueva Guinea y otros lugares de
Oceanía. El seudónimo se le puso porque mató al menos a veinticuatro mujeres y
otros tantos hombres, siguiendo exóticos rituales antropofagicos de las etnias del
Sud Pacífico. Apuntaba en un dossier todos los detalles de sus crímenes.
Francisco García Escalero, fue llevado a juicio por la autoría de once
homicidios, resultó absuelto en 1995 tras declarársele no responsable de sus
actos. Durante los interrogatorios, el "mendigo psicópata" relató haberse comido el
corazón de algunas de sus víctimas.
Henry Heepe mató a su madre de setenta y siete años en 1994 y cocinó un
guisado con su cadáver, por considerarla un vampiro diabólico que tenía dos
corazones que latían sincrónicamente.
George Hasselberg declaró en 1995 haber devorado el cadáver de su
amante de ochenta años
Filita Malishipa, fue sentenciada en 1995 en Zambia, al confesar haberse
comido a sus hijos, con la asistencia del demonio, en el transcurso de un ritual de
magia negra.
En 1997 Alexander Spetitsev mató y se comió a ochenta personas en
Siberia. Spetitsev, ya había sido sometido a proceso con anterioridad por el
homicidio de su novia, fue declarado inimputable. Después de
tres años en un psiquiátrico, recuperó su libertad, y se dedicó a la práctica de la
antropofagia con su hermana y su madre.

* * *
“Berlin.- Armin Meiwes, quien confesó haberse comido en parte a un hombre
al que conoció por Internet, declaró hoy en la primera sesión del juicio que se le
sigue por asesinato que su interés por el canibalismo se remonta a su pubertad,
cuando fantaseaba con comerse a compañeros de colegio.
Meiwes, un técnico informático de cuarenta y dos años al que la prensa
alemana bautizó como ‘el caníbal de Roteburgo’, se mostró tranquilo y lúcido al
describir ante la Audiencia Provincial de Kassel (centro del país) el origen de sus
fantasías caníbales.
En su declaración, explicó que cuando tenía entre ocho y doce años
fantaseaba con descuartizar y comerse a compañeros de escuela que le
gustaban, y mencionó como origen de esas fantasías el deseo frustrado de tener
un hermano pequeño.
Mientras la acusación plantea un delito de asesinato con motivación sexual y
perturbación del descanso de los muertos, la defensa habla de ‘homicidio por
deseo’ y apoya su argumentación en el testamento de la víctima, en el que declaró
que se sometió voluntariamente al ritual caníbal.
La víctima, un ingeniero de 43 años que residía en Berlín, respondió a un
anuncio del acusado en el que éste buscaba a hombres dispuestos a ser
devorados, y viajó al domicilio de Meiwes, en la pequeña localidad de Roteburgo
del Fulda.
Internet aportó pistas: Las autoridades dieron con la pista del supuesto
caníbal gracias a la advertencia de un estudiante de la ciudad austríaca de
Innsbruck quien, tras descubrir en Internet un anuncio en el que Meiwes buscaba
a nuevas víctimas, avisó a la central de la Oficina Federal de lo Criminal (BKA), la
policía criminal alemana.
En diciembre del pasado año, la policía registró el domicilio de Meiwes, un
caserón del siglo XVIII donde vivía solo, ocupando unas pocas habitaciones tras la
muerte de su madre, y encontraron cuatro bolsas de plástico con restos humanos
en el congelador y varios huesos y un cráneo humano enterrados en el jardín.
Meiwes se entregó a la policía y confesó haber matado y descuartizado a su
víctima, así como haber grabado todo el ritual con una cámara de video que se
presentará como prueba en el juicio, que concluirá previsiblemente a finales del
próximo mes de enero.
Las autoridades se incautaron en el citado caserón de dieciséis ordenadores
personales, 221 discos duros y 307 videos de contenido relacionado con prácticas
caníbales.
Una obsesión de su pubertad: Durante su pubertad vivió solo con su madre y
se sentía abandonado, y para ‘crear’ a ese hermano imaginario desarrolló ese tipo
de fantasías, que le excitaban sexualmente, señaló.
‘Rubio y delgado, ése hubiera sido el tipo’, precisó al describir la clase de
chico de sus fantasías.
El acusado agregó que películas de zombis e imágenes de mataderos de
animales avivaron sus fantasías caníbales, y manifestó que ‘la idea la tenía, y así
es como terminé haciéndolo’.
La fiscalía considera el proceso como el primero de estas características en
la historia penal internacional, pues presenta la particularidad de que el
canibalismo no está tipificado específicamente como delito.
A pesar de que expertos judiciales estiman bastante elevado el riesgo de que
Meiwes vuelva a cometer un crimen semejante, en caso de que le condene será
difícil que se le someta a un internamiento de seguridad, porque no tiene
precedentes penales.
Además, un informe psiquiátrico certifica que Meiwes domina plenamente sus
facultades mentales, por lo que no podría aplicársele una condena de muchos
años como las que cumplen en centros penitenciarios especiales los enfermos
psíquicos”. (Diario La Nación, “Comienza el juicio contra el hombre que confesó
ser caníbal”. Edición: miércoles 3 de diciembre de 2003).

* * *

“Escalofriantes detalles de un caso de canibalismo que conmociona a


Alemania y que representa un desafío legal sin precedente en el país fueron
revelados ayer, cuando Armin Meiwes contó de qué forma mató, descuartizó y se
comió los restos de un hombre al que citó por Internet. ‘Mi idea era que él se
convirtiera en parte de mi cuerpo’... La víctima respondió a un aviso en Internet
que convocaba a ‘hombres jóvenes y robustos, de entre 18 y 30 años, para ser
devorados’...insistió en que no hizo nada ‘en contra de la voluntad’ de Brandes,
cuyo pene habrían comido juntos.
La fiscalía acusa a Meiwes de ‘asesinato por placer’ y de ‘perturbación de la
paz de los muertos’, por lo que podría ser condenado a una pena máxima de
quince años de prisión. Pero la defensa alega que se trató de un ‘homicidio a
pedido’, una forma de eutanasia que se castiga con penas de entre seis meses y
cinco años.
‘Era como comulgar’: Meiwes agregó que degolló y descuartizó el cadáver del
ingeniero diez horas más tarde, cuando éste se desmayó por la abundante pérdida
de sangre. Luego congeló unos treinta kilos de su carne -veinte de los cuales
comió durante las siguientes semanas- y enterró en el jardín sus huesos y su
cráneo. ‘Lo recordaba (a Brandes) en cada pedazo de carne que me comía. Era
como comulgar’, dijo Meiwes, y confesó que el descuartizamiento del cuerpo le
causó ‘placer’. Sin embargo, aseguró que ‘el momento de la muerte fue terrible’.
‘Durante el acto sentí odio, rabia y felicidad a la vez -agregó-. Toda mi vida había
deseado esto.’
Meiwes reveló que su interés por el canibalismo surgió cuando tenía entre
ocho y doce años y fantaseaba con comerse a compañeros de colegio. Recordó
que entonces vivía solo con su madre y se sentía abandonado, y que la idea de
tener un hermano pequeño lo obsesionaba –‘alguien que fuera parte de mí’,
explicó-. Así, llegó a crear uno imaginario, al que llamaba Frank.
Por otra parte, Meiwes dijo que la idea de cortar un cuerpo humano lo
excitaba sexualmente, y que para estimular sus fantasías miraba películas de
zombis y de matanzas. Después de concretar su deseo, Meiwes se encontró con
otros cinco hombres que habían respondido a sus anuncios en Internet. Según él,
tres de ellos sólo querían participar en un ‘juego de rol’, en los que se interpreta a
víctimas y a victimarios. Otro quería ser decapitado, pero a Meiwes le parecía
demasiado gordo y no le cayó simpático. Y el quinto desistió después de que el
autor del aviso le advirtió que, si visitaba su casa, ‘ésa sería la última vez’.
La policía arrestó a Meiwes en diciembre de 2002, luego de registrar su casa,
a la que se dirigió cuando un estudiante de la ciudad austríaca de Innsbruck
advirtió sobre el siniestro anuncio en Internet. Allí, en un caserón del siglo XVIII
donde Meiwes vivía solo, se encontraron cuatro bolsas de plástico con restos
humanos en el congelador y varios huesos y un cráneo enterrados en el jardín.
También fueron incautados videocasetes en los que se veía a Meiwes
cortándole el pene a su víctima o comiendo su carne con papas, verduras y vino
tinto chileno. (Diario La Nación, “Escalofriantes detalles de un caso de
canibalismo”, Edición: jueves 4 de diciembre de 2003.

El profesor Andreas Marneros, director de la Clínica Halle de Psiquiatría y


Psicoterapia, que analizó las pruebas acumuladas y las declaraciones de Armin
Meiwes, declaró: “se trata de un caso de canibalismo como perversión sexual, es
un fenómeno conocido a través de los siglos. He tratado a cuatro de estas
personas".
Como en todos estos casos prevalece la discusión entre el diagnóstico de
psicopatía y psicosis.
En el sub examine, pareciera transmitirse la idea que la actuación del criminal
fue con plena conciencia y a sabiendas de cada uno de los procedimientos que
llevó a cabo culminaron devorando a su víctima.
Encontramos ciertos mecanismos que permiten observar este flanco:
Notamos la ausencia de culpa y remordimiento en el relato del goce de ingerir
la carne en distintas variedades culinarias y que acompañó con un buen vino. “Me
comí su hígado con alubias y lo acompañé con un buen vino Chianti”, (del
personaje Hannibal Lecter en el Silencio de los Inocentes).
Esta asimismo presente la exacerbación religiosa, al establecer una analogía
entre el consumo caníbal y la comunión.
El componente erótico se manifiesta cuando declara: “...la idea de cortar un
cuerpo humano me excitaba sexualmente...” y se ratifica cuando comparte la
ingesta del órgano viril de la victima.
Sobre este tópico, menciona Bonnet: “La etiología y formas clínicas pueden
ser variadas. Observación de Romanese (1939). Se refiere a los casos Hartmann
y Denke. Ambos atraían a sus víctimas a sus respectivos domicilios, donde luego
de darles muerte seccionaban el cuerpo en trozos, alimentándose con su carne.
Denke alcanzó a dar muerte a más de treinta personas, y al ser descubierto fueron
hallados en su casa recipientes llenos de carne salada”.
Observación de Nerio Rojas (1945): Trae el caso de “...un vagabundo de
cincuenta años de edad, con incipientes signos de arteriosclerosis, afectado de un
cuadro de alineación mental, de tipo delirio alucinatorio, que dio muerte a un
menor, seccionando luego varios trozos de carne del cadáver, que ingirió una vez
freídos en la grasa subcutánea”.
Observación de A. Daniel (1962): “En el mes de junio de 1960, en la zona
noreste de la provincia de Tucumán, en el departamento de Trancas, en una
región montañosa, a poca distancia de la frontera con la provincia de Salta, a sólo
diez kilómetros al oeste de la villa veraniega de San Pedro de Colalao, se presenta
ante la policía el vecino Z. R., argentino, de cincuenta y ocho años de edad, para
denunciar la desaparición de un hijo suyo, de once años de edad, de sexo
masculino. El 18 de junio de 1960, el menor en cuestión, siguiendo la rutina
indicada por su madre, salió a vender pan casero a las 9.30 horas. Esto solía
hacerlo los días sábados y domingos, y en horas de la tarde regresaba en su
caballo al hogar. En esa oportunidad el menor no volvió a su casa, esto motivó
una búsqueda por toda la región, con baqueanos y vecinos, hasta horas
avanzadas de la noche. La búsqueda fue infructuosa. Al día siguiente regresó a la
casa el caballo solo, con los aperos intactos, la bolsa encima, faltándole dos
panes. Los vecinos de la región habían visto la cabalgadura por última vez en un
paraje conocido como ‘La Angostura’, situado entre unos cerros. Los rastros del
animal condujeron a un rancho vecino, donde vivía un matrimonio. En
consecuencia, en ese domicilio se interrogó a la dueña de casa y a su marido,
ambos descendientes de antiguos pobladores de la zona. El hombre, P. S. A., de
cincuenta y tres años de edad, informó a la policía que en esa fecha había salido
al campo a comprar cueros y pieles, actividad a la que se dedicaba, además del
cultivo de su terreno y de la cría de animales domésticos; por tal razón regresó
tarde a su casa y desconocía la desaparición del menor. La mujer de treinta y seis
años, a su vez, había contestado al padre del menor desaparecido, a las 10 de la
noche anterior, cuando fue a averiguar por su hijo, que creía haberlo visto pasar
camino arriba y no recordaba si después volvió o no.
Una mujer de un rancho vecino, ubicado a unos cien metros de distancia, dijo
haber oído llantos de un niño y después el galopar de un caballo, sin aportar
mayores datos. Como la búsqueda fue infructuosa, las sospechas se hicieron más
firmes hacia ella; el 12 de julio de 1960, casi un mes después del hecho, la policía
resuelve volver a interrogarla y confiesa haber dado muerte al menor, he hizo un
relato donde manifestó que la madre del menor ‘le había dicho en diferentes
oportunidades que como muchas veces no tenía qué comer podía servirse del
chico y que no lo dejara pasar cuando volviera a su casa’; así fue que, el día del
hecho, el menor se presentó a su casa y dijo: ‘Aquí he venido, no me deje pasar;
ya he arreglado con mi madre’ y como ‘...le exigía que se sirviera de él...’, cuando
éste desmontó del caballo ella penetró en la cocina y sacó un cuchillo de gran
tamaño, muy filoso y le dio un puntazo a la altura del cuello, cayendo al suelo sin
vida. Levantó las mangas del saco y le cortó varios trozos de carne de los brazos y
de los muslos, se fue a la cocina y en una sartén los frió; de esta carne comió ella
y dio a dos de sus hijos menores de edad”. (Referido por: Rojas, Nerio; “Medicina
legal”...Cit.).

Observación de O. E. Loudet (1964): “Corresponde a un sujeto de 73 años de


edad, alcoholista crónico, que durante un episodio de gran excitación psicomotriz y
alucinaciones zoopsicas dio muerte a su esposa mediante golpes en el cráneo con
un hierro. Luego de fallecida, Ie secciona varios trozos de piel y músculos y Ios
ingiere. AI llegar aI Iugar un conocido, 10 halla sentado sobre el cadáver de su
victima ingiriendo un pedazo de carne y con un cuchillo en Ia mano Ie formula el
siguiente comentario: ‘He matado a Ia vaca tarquina. Queres comprar un pedazo?
Podernos pesarlo en Ia romana'. Detenido por la policía, su estado de excitación
psicomotriz y de delirio confusionaI duro varios días mas. Del hecho existía una
amnesia completa que se mantuvo sin modificaciones a lo largo de los años. EI
electroencefalograma destaco anormalidades bioeléctricas de ritmo Iento y un
hipersincronismo paroxístico. El test de Rorschach evidencio acentuada
perseveracion y choque al color. Loudet lo interpreto como un episodio de
excitación psicomotriz y confusional-onírico, en un epiléptico con antecedentes
alcohólicos. Nosotros nos inclinamos mas por un episodio de delirium tremens,
puesto que desde quince días antes del hecho el sujeto presento un cuadro
creciente de excitación, y porque Ias zoopsias y Ias alucinaciones de carácter
profesional se manifestaron el día anterior aI acto. Es posible que Ia epilepsia
haya contribuido a activar la sintomatología”. (Referido por: Bonnet, Emilio
Federico P., “Medicina Legal”...cit.).

Otro caso por demás interesante en la historia criminológica argentina es el


de Daniel Florindo Urteaga, oriundo de Guatraché, actual Provincia de La Pampa.

“No creo que hayan abundado en las penitenciarías y prisiones argentinas los
locos delincuentes. Pero al menos los había en el año 1923 en Sierra Chica...
aquel hombre que, en recuerdo de su hijo, tenía llena su celda de retratos de niños
de pantalón corto –dice Jiménez de Asúa– aquella extraña paidofilia, que hacía
creer a los ingenuos vigilantes en un tierno corazón de padre, era sin duda de muy
otro origen. Más tal vez no denunciara un claro caso de psiquiatría, sino más bien
un sujeto digno del psicoanálisis. En cambio era de evidencia psicótica este otro
que voy a recordar. Urteaga era un criollo viejo, de pequeña estatura y de aspecto
ensimismado, acaso por los años que ya llevaba de encierro. Su crimen fue éste:
había cazado a lazo una mujer en la pampa; la había violado primero, muerto
después y extraído su útero por fin. El corolario fue de franca antropofagia: asó la
matriz y se la comió. Poco tiempo más tarde repitió puntualmente estos hechos
con otra infeliz víctima. Transcurridos muchos años he recordado a aquel criollo
recluido en Sierra Chica. En casa de Jules Moch, en París, se reunieron en julio de
1939 varios abogados para despedirme –pocos días más tarde debía embarcar en
El Havre rumbo a Buenos Aires–, y entre ellos estaba el famoso Moro Giafferi. Se
contaban anécdotas de la profesión y se desempolvaban recuerdos forenses. El
célebre maître francés contó su primer triunfo: tenía que defender a un pavoroso
asesino y no había medio alguno de hallar atenuantes. Moro pidió la exhumación
del cadáver de la víctima, y observó que faltaba buena parte de las nalgas.
Apretado a preguntas el defendido, en la intimidad del locutorio de abogados,
confesó que había devorado unos cuantos filetes del muerto. Ello sólo le bastó al
entonces novicio letrado para pedir un peritaje médico y obtuvo con él la
absolución de aquel pobre monstruo enfermo de la mente. Yo estoy seguro de que
una exploración psiquiátrica, sobre el viejo criollo de Sierra Chica, que con su
aspecto sereno y hasta amable gustaba úteros recién extraídos, hubiese dado
como conclusión la psicosis del autor de tan extraños banquetes y, por ende, la
irresponsabilidad de este loco delincuente, que ignoro si vive todavía y si perturba
el muerto ambiente carcelario con ramalazos de insania...”. (Jiménez de Asúa,
Luis; “Tratado de Derecho Penal”, 5ta. Edición, Buenos Aires, Editorial Losada,
1992).

Otra variante queda representada por la ingesta ritual. Algunos aborígenes


han consumido carne de animales y humana selectivamente, esto es
seleccionando partes especificas (Ej. corazón), como una forma de transmisión de
poder.

“Los descuartizaban y se comían el corazón: La policía colombiana detuvo al


jefe de una banda de criminales que realizaba oscuros rituales. También serían
responsables del robo de caballos y violaciones de menores.
El jefe de una banda de criminales que mataban y luego se comían el
corazón de sus víctimas fue detenido en el departamento colombiano de Casanare
durante la operación ‘Jaguar’ llevada a cabo por la Policía del lugar.
Armando Barragán Betancourt, más conocido como ‘El Comandante’, era
para la policía el último de los miembros de la banda que seguía en libertad. El
resto de los integrantes fueron asesinados o capturados por la Armada
colombiana en diferentes operativos.
La banda de Barragán protagonizaba oscuros rituales en los cuales los
criminales descuartizaban a sus víctimas y luego se comían su corazón y bebían
su sangre.
Las autoridades del departamento de Casanare esperan que luego del
operativo Jaguar desaparezcan el robo de caballos, las violaciones de menores y
la matanza de personas en la región cercana a Orocue, informó el sitio de noticias
colombiano RCN”. (Infobae, 27 de septiembre de 2005.)

La conclusión a la que arribamos es que para los hechos registrados en la


Republica Argentina, en todos los casos se trato de individuos psicóticos, con la
única excepción de una serie de hechos ocurridos en 1973 en la Zona Norte del
Gran Buenos Aires.
Se trató de violaciones seguidas de muerte, que corresponderían a la
actividad de un único criminal. El caso mas conocido fue el de una mujer llamada
Diana Goldstein. En el examen de los cadáveres, se evidenciaban lesiones
extragenitales por mordeduras, donde se arrancaba el tejido blando por tracción,
que luego no se hallaba en la escena del crimen.
Los investigadores concluyeron que era ingerido por el homicida. El perfil
trazado en la época indicaba una personalidad psicopática. Aquí hallamos una
convergencia con casos de otros países, en los que a estas personalidades se le
atribuyen hechos de antropofagia.
Debemos aclarar que no deben entenderse necesariamente como
expresiones antropofágicas las lesiones de mordeduras halladas en el cadáver, en
zonas genitales, paragenitales o extragenitales. Su aparición es frecuente en los
delitos contra la integridad sexual y deben interpretarse como una manifestación
sádica y de ejercicio de poder y dominio ante la victima sometida. La ingesta será
el elemento condicionante para considerar el canibalismo.
En estos casos surge un importante indicio investigativo, la impronta dentaria,
que permite en muchos casos la identificación del agresor con eficacia. “La
identificación humana por el sistema estomatognático es tema tan extenso y
apasionante como la Identidad. Esta se refiere todos aquellos caracteres que
hacen que un individuo sea distinto a los demás pero idéntico a sí mismo. La
identificación por métodos odontológicos cobra especial importancia en aquellos
casos en que la identificación por otros métodos resulta compleja o no puede
realizarse”. Correa Ramírez, Alberto Isaac, "La odontología como ciencia forense",
Universidad Autónoma de México, 2002.
Una de las pruebas de cargo utilizadas por el fiscal en el caso del famoso
homicida serial Theordore “Ted” Robert Bundy, fueron las improntas de sus
mordeduras a las victimas. Estos estudios especializados de las huellas de
mordeduras humanas relacionadas con eventos como homicidios y violaciones
sexuales, son actividades periciales exclusivas del odontólogo forense.
Analicemos un caso:

“...una menor ha sido violentada sexualmente en una habitación de su casa,


específicamente en la cama, donde el agresor (victimario} la golpeó varias veces
para someterla físicamente, provocándole escoriaciones y hematomas en la cara.
Ella, en un momento de desesperación, le encaja las uñas en su cara y brazos
provocándole sangrado en esas zonas, que quedan marcadas. El sujeto le
desgarra su vestido y su ropa interior y se baja los pantalones y calzoncillos hasta
quitárselos para poder penetrarla, ya que en ese momento se encuentra en
erección su miembro. La besa en varias partes de su cuerpo y en un momento
determinado la muerde en los labios, mejilla derecha y en el pubis. Cuando la trata
de penetrar con su pene, los órganos sexuales de la menor sangran
profusamente, ya que son desgarrados, y el pene del sujeto sufre lesiones y
sangrado a la vez. Posteriormente el sujeto eyacula en los órganos sexuales de la
menor y parte del contenido seminal y hemático caen sobre la colcha del lecho
donde ha sido violentada. Como ella grita fuertemente, él la besa mordiendo los
labios, ocasionándole una laceración que sangra, succionando la sangre que
emana de la menor, y al mismo tiempo colocando su cara y cuerpo sobre la cara y
el cuerpo de ella; no la suelta hasta que se da cuenta que ella no se mueve, pues
ya está muerta. El sujeto se limpia con la colcha y parte de la ropa desgarrada de
la víctima, se dirige hacia el baño y se limpia las manos y parte de su cara con una
toalla, cuando en ese momento escucha que se acercan los padres de la menor,
que habían salido, y huye por otra puerta pero sufre una caída al bajar unas
escaleras y pierde el sentido. Unos vecinos que escuchan los gritos de la madre
de la menor corren en su auxilio y relacionan al sujeto como sospechoso, por lo
que lo detienen y dan aviso a la policía preventiva. Los policías someten al sujeto
y dan aviso por radio al Ministerio Publico, el cual con un equipo de peritos en
Criminalística y con cuatro elementos de la policía judicial se dirige rápidamente al
lugar de los hechos. Al llegar el agente investigador del MP solicita información a
los agentes de la policía preventiva, los cuales le comentan de la muerte de la
menor y del probable sospechoso que tienen en resguardo. A la casa no han
permitido entrar a nadie, a excepción del padre y la madre de la menor. El agente
investigador le da indicaciones a la policía judicial para que resguarde en la
patrulla al probable delincuente y con los peritos en criminalística se dirige al
departamento donde ocurrieron los hechos. Los criminalistas de campo, usando
batas blancas se colocan sus guantes e informan a los padres de la menor que
iniciarán la investigación, por lo que les solicitan que dejen a la menor en la cama
y se retiren a otra habitación con el agente investigador del MP para estudiar la
escena. Apoyados con otros elementos de la policía judicial, los padres de la
víctima de manera obligada se van a otra habitación para comentar de lo que
saben sobre la mecánica del suceso. El equipo de criminalística de campo está
formado por dos elementos, a saber: el criminalista de campo y el fotógrafo
judicial. El fotógrafo toma impresiones desde la entrada del departamento
efectuando registros parte por parte del lugar, hasta donde se encuentra la víctima
a la que fija con medianos y grandes acercamientos, tanto de su cara como de las
lesiones más importantes. Al mismo tiempo, con el criminalista de campo, se
seleccionan áreas de acceso al mismo lecho previniendo el no tocar, alterar,
mover o pisar las evidencias materiales relacionadas con el evento. El criminalista
de campo describe la posición final de la víctima, observando que se encuentra en
decúbito dorsal con la extremidad cefálica hacia el norte, los miembros torácicos
en extensión y los miembros pélvicos separados y dirigidos hacia el sur. El cuerpo
se encuentra sobre una cama matrimonial, cubierta con una sábana color rosa
pálido con flores blancas, en la cual se observan manchas que posiblemente son
hemáticas. Cerca del cuerpo de la menor existen fragmentos de lo que es un
vestido y una pantaleta color blanco con manchas rojas (probablemente
hemáticas). Se comprueba que no existen latidos del corazón, que hay ausencia
de respiración, que al tomar la temperatura del cuerpo presenta 35 grados
centígrados. El cuerpo es revisado detenidamente de cabeza a pies por el
criminalista, anotando en su tablilla los datos sobresalientes; voltea el cuerpo y lo
revisa. Al darse cuenta de que existen huellas de mordeduras avisa por radio que
existe la necesidad de que intervenga el odontólogo legista, por lo que solicita que
en el anfiteatro de la agencia investigadora se encuentren ambos para revisar y
estudiar las lesiones que probablemente fueron producidas por arcadas humanas.
El criminalista y el fotógrafo se dirigen paso a paso a las otras habitaciones,
fijando el lugar y como se dan cuenta de que existe un goteo hemático de la cama
al baño, lo siguen con detenimiento y al llegar al lavabo observan y fijan las
manchas hemáticas que se encuentran en él y en la toalla que se encuentra sobre
el piso. Con un hisopo se toman muestras de las manchas y las colocan en un
contenedor. Además identifican y levantan huellas dactilares sobre el lavabo
(emplean polvos específicos con brocha, lupa y papel adhesivo para levantar las
huellas). Buscan en las otras habitaciones del lugar y no encuentran evidencias
materiales que les orienten a relacionarlas con ese evento, pero fijan el lugar,
observado que toda esa parte de la casa aparentemente está en orden. El
criminalista envuelve las manos de la menor con bolsas de papel y el mismo
cuerpo en una sábana limpia y blanca de algodón, que saca de una bolsa. Pasan
el cuerpo, sin golpearlo, a una camilla que toman de su vehículo y con mucho
cuidado lo llevan al mismo. Todas las evidencias materiales relacionadas, tales
como los fragmentos de ropa, toalla y demás elementos materiales son colocados
en contenedores especiales y llevados con el cuerpo a la agencia investigadora.
Mientras esto sucede, el agente investigador toma datos de los padres de la
menor para considerar la identificación del lugar, de la víctima y de los tiempos
que rodearon previamente al suceso, solicitando lo acompañen a la agencia
investigadora. Los policías judiciales que se han encargado del presunto victimario
toman nota de sus datos generales y de las declaraciones del sujeto. Éste les
informa que lo único que recuerda es que bajando de la escalera se cayó y perdió
el sentido. Con disciplina y energía, se le comunica que será llevado a la agencia
del MP más cercana como sujeto en investigación y sin más preámbulos lo
transportan en su patrulla al lugar indicado. Los policías judiciales ponen al sujeto
a disposición del agente investigador del MP, el cual informa de sus derechos
constitucionales al probable sujeto activo del delito e inicia su entrevista
ministerial. En el anfiteatro de la agencia investigadora se encuentra el médico
legista, el criminalista y el odontólogo forense, quienes por disposición del agente
del MP se disponen a efectuar los estudios que corresponden a cada uno de ellos.
Previa fijación fotográfica del cuerpo de la menor, retiran las pocas ropas
desgarradas y las separan para su estudio, ya que el anfiteatro es también la sala
de análisis de evidencias. El médico legista elabora su dictamen médico basado
en un estudio externo del cadáver. El criminalista de campo le informa al
odontólogo legista de las probables huellas de mordeduras humanas, para lo cual
en ese momento éste inicia su pericia registrando fotográficamente las evidencias
en medianos y grandes acercamientos, con una regla de color forense, una regla
dos en uno (en forma de L) y con una moneda, para posteriormente considerar la
escala real (1 a 1). En forma continua levanta muestras de la superficie de las
huellas de mordeduras con un fragmento de tela de popelina con pinzas y con
solución salina al 85%. Así se inicia la actividad pericial del odontólogo
especializado en el área normativa y se fundamenta su relación con la
criminalística de campo”. (Correa Ramírez, Alberto Isaac; "La odontología....” Cit.).

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