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§
ANNE-MAPJE LosoNCzY
La trama
interétnica
Ritual, sociedad y figuras de intercambio
entrelos §rupos ne§rosyEmbení delChocó
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Instituto Colombiano de Antropología e Historia
Instituto Francés de Estudios Andinos
I t t T
ANNE-MARIE LosoNczY
E
f Anne-Marie Iosonczy es directora de
I estudios en l¿ Escuel¿ Práctica de Altos
Estudios. Seccion de Ciencias Religiosas
(París, Francia). Especialista en antropología
de las sociedades afroamericanas; realizó
- trabajos de campo de larga duración en las
costas Atlántica y Pacífica colombianas, que
la condujeron a entender el mundo social y
ritual de l¿s comun idades negras. como pieza
central de una configuración relacional
interétnica, con los grupos indÍgenas vecinos
y con la sociedad nacional. En la perspectiva
de una antropología del luto y de la
reconstrucción de memorias ha realizado
recientemente investigaciones sobre cultos
emergentes en torno al tratamiento ¡itual de
las muertes en los cernenterios urbanos
colombianos (Bogotá, Medellín y Cali) y en
Cuba. Desde r9go, adelanta estudios sobre la
construcción y reconstrucción de1 lenguaje
ritual de la pertenencia nacional en la
Hungríaposcomunista.
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Ázcuosol e!¡r4.euuy
ec!ul9¡elu!
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186. tz+
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?c ¡l-
La trama
interétnica
R¡tual, soc¡edad
y f¡gura! del ¡ntercamhlo
entre los grupos negrós
y Emberá del Ghocó
lsBN 958-818r-37-2
Edición francesa:
les Sa,r¡ts et /a lo.é¿ R¡tuel, société et figures de I' échan-
ge avec les lnd¡ens Embeá chez les Négto-Colomb¡ens du
Chocó. L'Harmattan. Paris, 1997.
Wilson Pabón
Revis¡ón f¡nal y adaptac¡ón
Agradecimientos 19
Prefacio
CAPíIULO I
cnpfturo ¡r
El Pasado y el presente de los negros-colombianos
del Chocó 45
{
El Chocó: la t¡erra y su gente 47
o<
7_
üu'
H¡storia de un contacto for¿ado: (u
negros, indígenas y blancos 51 Zr
Del fin de la esctavitud hasta el presente:
o(,
ruptura y continuidad 65 a-
v) §:
4-
l¡¡
El terreno 73 -
z
e)
cAPITULo llt
kr organización social "libre" del Chocó:
unidades constitutivas y el sistema social 77
cnpíruLo ¡v
l,ct topografía pragmática y simbólica:
lugares y marcadores
El oro 143
CAPÍTULo V
26
CAPITULO VI
43 Enfermedad, Infortunio y Reparación 239
49
Enfermedades y desgracias 241
53
Las enfermedades d¡v¡nas 243
56
Las enfermedades humanas 245
60
La brujería por pacto: el poder letal 250
)8 El curandero ¡nd¡anizado:
el chamanismo de los negros
t I El trance limitado o el ardid del espíritu 282
't
I
CA P fTULO VII
El sistema chanuinico Embeni 291
El espacio de la ¡estauración:
la ceremonia de curación 317
El chamán y el territorio 322
cAPíTULo vllt
El campo interétnico : representaciones
e intercambios ente los negros y los Emberá
Nominadores y nombrados:
el compadrazgo interétnico
8
¿82 ¿Afr¡ca entre los Emberá? 319
t9t
CONCLUS¡ONES 363
t94
t03 ¿Soc¡edad desorganizada o estructuración
específica? 365
t06
Frontera ¡nterétnica y ritual 366
F ER EN C IA S B IB L IO C RA F ¡CA S 377
27
29
31
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logedsa ue uglclpa Bt e
o!celord
Dentro de r¡¡r itinerario de antropólogo -ya largo pero aún sin con-
cluir-, el regreso de su trabajo a la lengua, al país y a las personas que
fueron su fuente de inspiración constituye un especial momento de emo-
ción. El presente libro, publicado en francés en 199 7, es el fruto de un pro-
bngado trabajo de campo, hecho de idas y venidas entre el Chocó, Bogotá
v Euopa ertre 1,975 y 1992. Por ende, las observaciones, palabras, ritos,
gestos, fiestas, trabajos, narrativas y tensiones recogidos, parecen hoy
pert€necer alavez a la etnografía -ya que lo descrito arln perdura y co-
brea lo nuevo, entretanto acontecidG y a la historia, pues la nueva carta
constitucional y polltica otorgó nuevos maüces y visibilidad a procesos y
configuraciones sociales anteriores, sin llegar a subsumirlos enteramente
o lo organizacional. Entre etnografla e historia, este trabajo entreteje lo
que las gentes dicen, saben, hacen y piensan, y lo poco que de esta comple-
iilad polifónica entendió la e¡:traña, atenta y apasionada que fui.
-{ rni llegada a Colombia era una joven estudiante cuya atracción por
d afro-americanismo se fundamentaba en dos interrogantes que me inte-
rtsaban, muy posiblemente, como consecuencia de mi propia trayectoria
& cenfroeuropea en exilio. El primero, más general, concernía las moda-
Edades de construcción colectiva de nuevas sociabilidades como estructu-
r¿s de i¡herencia, a raíz de una üolenta discontinuidad histórica y a una
situación de desarraigo y opresión. El segundo, complementario, se refería
a bs lÍmites de una identidad así construida con otros conjuntos sociales y
<r turales histó¡icamente más continuos. Pensada en sus comienzos como
rma contribución al conocimiento de los avatares del legado neo-africano
arin sumergido en la marginalidad académica y nacional, mi investiga-
ción, luego del contacto y de la observación, llegó a dibujar un espacio
srio-simbólico negro cuya originalidad disüntiva parece ser precisamente
Ia de construirse sobre una relación especialmente abi€rta, acogedora y de
ninvención frente a la alteridad cultural y social que lo rodea.
r3
I:l
s, d€ que marca hasta hoy a la mayorla de los estudios antropológicos de tipo
€gro monográfico. Manifestación de ello es el postulado frecuente de que las
formas de interpenetración social y cultural no pueden sino empobrecer
y atacar a la "cultura" y someterla al exterior. En mi concepto, el término
:inos
"interétnico" no apunta solamente a la exploración de la interrelación sis-
ode temática que puede ser constructora de lo propio entre grupos culturales
¡ive-
que representan su particularidad con un marcador discursivo de tipo ét-
ocial
nico -problemática relativamente poco analizado hasta hoy. Pued€ incluir,
)acio
igualmente, el análisis de los intersticios e intersecciones culturales entre
racto
colectivos que no se definen ni a ellos mismos ni a los otros en términos
ntIó
étnicos. Una salida del etnicismo persistente que subyace a ciertos campos
:mas
de la disciplina antropológica, sin caer en la trampa inversa de disolver lo
o je-
social en una üsión opuesta d€ agregados aleatorios de indiüduos erran-
:n lo
tes y "globalizados", permitirla una aprehensión más fiel, más dinámica y
ción.
procesal de la construcción cultural simultánea de fronteras y aperturas
de lo
frente al otro. En esta perspectiva amplia, los procesos culturales y las
:ioso
polfticas de etnicización se ubican como una figura, entre muchas otras
ismo
posibles, de la relación entre grupos que se üven diferentes. Así, la cons-
¡ida-
trucción y la üsibilización de fronteras identita¡ias contrastivas dejan de
Ldolo
aparecer como eüdencia de identificación y, por ende, como único hori-
zonte de todos los grupos culturales.
con-
El contexto antropológico y polltico de una perspectiva interétnica de
neri-
investigación sufrió notables cambios desde finales de los años 80. La mo-
unto
ülización política y el cambio legislativo en el estatus de estas poblaciones
gru-
posibilitaron nuevas condiciones de acceso a las tierras y a los recursos, y
)tros
suscitaron una reconstrucción identitaria tras la que subyace ula nueva
rs de
bipolaridad cuyos referentes son Nación versus Comunidades étnicas. La
e re-
descripción de las innovaciones discursivas y organizativas resultantes de
ücos
este proceso, y el análisis de sus repercusiones pollticas en lo nacional y lo
inte-
regional, constituyen el eje de novedad de múltiples estuüos recientes que
'mas
imponen un huevo estatus de üsibilidad académica, abren y enriquecen
). La
el diálogo con el campo organizativo de los grupos n€gros. Otros trabajos
:rsas
privilegian, en cambio, una perspectiva construccionista e interaccionista,
le su
para descifrar el juego social de fenotipos y sus categorizaciones sociales
mte-
en contextos urbanos de hibridación de prácticas y repres€ntacjones. Este
.edio
marco analítico muestra su pertinencia, ante todo, al ser aplicado a prácti-
cas, grupos y personajes que el medio urbano y la experiencia migratoria
)me han liberado del referente terdtorial de enraizamiento como fundador de
:ista la relación social y como slmbolo compartido de la presencia colectiva.
r5
I6
I
yde no representados como totalidades unitarias cerradas sino como compa-
tece- dres, aliados, socios o adversarios. El descubrimiento de esta dimensión co-
rica, lectiva, socio-política y cultural, permite dejar de enraizar de ma¡era ex-
con clusiva el perfil y los limites identitarios de los grupos negros en el proceso
rtex- exterior de dominación -<olonial y nacional-, y mostrar que éste no fue, ni
r:ral es, su único horizonte de referencia, ni su rlnico interlocutor obligado.
:o de
Para concluir, una precisión terminológica. Es bien sabido que desde co-
'mas
mienzos de los años 90, el concepto de "negritud" adquiere una resonancia
telas
polltica y cultural muy importante en la escena nacional y en el quehacer
' que
organizativo y cultural. En los últimos años, a esta ñgura importante se
tual,
le agregaron las nociones de ",Africa" y de "africanismo", con una cada vez
t¿un-
mayor relevancia en los debates organizativos y académicos. Este contex-
ianta
to dio lugar a que los términos de "negro", 'hegro-colombiano" y " afro-
ro de
colombiano" (este último debido a los académicos Nina de Friedmann y
tmas
Jaime Arrocha) fueran sustituidos por el de "afro-descendiente" en el dis-
:es el
curso prlblico y académico.
rizar
Iena" Las personas que me ofrecieron, a lo largo de los años, el priülegio de
I co- compartir su espacio y sus üajes, se auto-denominaban "libres" o "more-
ersas nos" y nombraban a sus vecinos indfgenas emberá como "cholos". Estos
Esta últimos ignoraban arln el uso de la palabra "indlgena" para auto-defi-
'rito- nirse: se nombraban "emberá" (seres humanos, gente) o "cholos". Para
no la especificar a los primeros, seguf el uso académico de la época, llamándolos
tanto "negros" como "negro-colombianos" o "afro-colombianos". Asumo,
en acuerdo con Peter Wade, que estos términos de categorización exterior e
o" en
interior son histó¡icamente cambiantes y su análisis demuestra que, lejos
:rmi-
de ser únicamente referentes genealógicos, son significativos de enütes
levas
polfticos.
entre
ertos Asl pues, no me pareció intelectualmente honesto reemplazar los tér-
r, vi- minos de identificación con los cuales, hasta la conclusión de mi investi-
.ción. gación, reflexioné sobre estos grupos. No expurgar del texto su variedad,
lltico quiere ser el testimonio de lo polifónicas e históricas que son las deno-
Ies y minaciones identita¡ias públicas y académicas. Más allá del aniálisis que
rs in- ofrezco en este libro de los vocablos de designación propia y mutua en las
dien- dos sociedades, para mf, bajo cualquier denominación, la gente del Chocó
p€rmanece como "Emberá" y "Libre" . Más allá del origen colonial de este
ultimo término, su apropiación ulterior, asl como ellos lo adoptaron, los
:omo
describe tal y como los ü. Ambas poblaciones padecen hoy en dla, y desde
los, y
hace algunos años, los horrores de la guerra y del desplazamiento forzado.
17
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sotuo!ru!capEJ6v
soqur
-puol
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I
Alejadas en el espacio, deseo que las gentes que inspiraron y dan üda y
sentido a este libro, encuentren en él r.rnas parcelas de verdad, una pequeña
muestra del deseo que me animó a restituir la compleja densidad y sutili-
dad de sus recursos culturales, su aptitud a la apertura y su talento para
innovar y poder permanecer fleles a sl mismos. En \flla Claret, las familias
Copete, Machado, Tapias y Mosquera me brindaron más que su hospitali-
dad: fueron, jóvenes y adultos, como doña Dolores y doña Noemí, mis pa-
cientes y sagaces interlocutores en todo momento. Gracias a doña Melania
por los alabaos, a don Borja por los viajes en canoa. Capa arriba, eljaibaná
Italiano Dumasa y su extensa familia me acogieron repetidas veces. Gra-
cias por las noches de canto de Jai y por mi ahijada Ana Marla Dumasa. En
Quibdó, ag¡adecimientos a Alberto Achito y Gabriel Forastero, dirigentes
de la OREWA y a todos mis amigos de Quibdó, cuya apertura, humor y
solicitud permanentes me enseñaron tanto; en especial a Inocencia Lemus
de Uribe, Jairo Guerra y Marujita de Guerra, Orian Jiménez, Wilüam Villa,
Mauricio Pardo, Rudesindo Castro, Zulia MENA y Efraín Ruiz. Gracias a
los amigos de Medellín y Bogotá: a Diana Ceballos y Gabriel Vieira, a Car-
los Miguel Ortiz, Clemencia Ramfrez, Margarita Cháv€z, Marta Zambrano
1' Mara Viveros, quienes me abrieron la puerta de múltiples otras 'tolom-
bias", así como las de su propio techo.
2T
Agradec¡m¡entos
Un libro como contrapartida de una aventura intelectual y €xisten-
cial de más de 25 años puede parecer poca cosa para todos aquellos cuyo
encu€ntro y participación le otorgaron color, sabor, intensidad y sentido.
Muchos de ellos, ya muertos o aún üvos, animan con su presencia las
páginas de este texto. A ellos, a los otros, a todos, gracias.
22
o!celord
SPI PI
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-ualsr
t-
Por tradición, la etnología americanista se ha consagrado casi exclusi-
vament€ al estudio de las poblaciones indígenas del continente. La búsque-
da de creencias y de formas de pensamiento no occidentales, la nostalgia
de los orígenes y el atractivo indiscutible que ofrecían las civilizaciones
autóctonas explican el hecho de que hasta fecha reciente los demás pueblos
de América no hayan despertado sino un discreto interés. Es revelador, en
efecto, que los artículos del célebre Journal de la Société des Américanistes
dediquen un espacio reducido a los mundos afro-americanos, cuya impor-
tancia demográfica no se puede sin embargo menospreciar. Aunque hoy
en üa se realzan menos los olgenes que las recomposiciones polfticas de
las minorfas étnicas, la primacla del indígena sigue siendo indiscutible. Por
otra parte, la perspectiva etnológica indigenista que se desarrolló desde
ñnales del siglo XIX coincidía con las ideologías nacionales de los nuevos
estados latinoamericanos, emancipados de la tutela de España y en busca
de sus rafces culturales en un pasado no europeo. El valor emblemático
atribuido a los aztecas, los mayas y los incas en la construcción de la me-
moria de México, América Central y Perú no fue diferente de aquel que la
España del siglo XVI, preocupada por borrar ocho siglos de cohabitación
con los musulmanes, concedió a los romanos y a los visigodos.
Sin embargo, a causa de los prejuicios raciales hacia los negros, éstos no
se prestaban bien para una reapropiación ideológica nacional. Los cultos
de posesión de Brasil, Hail y Cuba fueron üstos primero como mani-
festaciones psicopatológicas, juzgadas como obstáculos para el acceso de
los paÍses a la modernidad. Luego, gracias a su revalorización estética, el
vudú, la santerfa y el candomblé, en los cuales África parecía tan present€,
sr conürtieron €n objeto de estudio para la antropologla y la sociologfa.
Tras la fachada cristiana impuesta por la esclaütud, se pusieron de ma-
nifiesto los orishas y las entidades venidas del otro lado del Atlántico y se
incorporaron en el cuerpo de los celebraltes. La memoria de la tierra natal
yoruba y fon- subsistió en los gestos, los cuerpos y las
-particularmente
cmociones de los descendientes de los esclavos.
Prefac¡o
los cuales se podía si acaso descubrir algunoi elementos africanos diluidos
en los rasgos arcaicos surgidos del contacto prolongado con los europeos.
Anne-Marie Losonczy üvió largo tiempo en las tierras bajas del pacffico
colombiano, una de las regiones más lluüosas del mundo. En esta zona de
rfos y de manglares habitan descendientes de los esclavos africanos lleva-
dos allí por el tráfico desde el siglo X\¡I. Comparten este territorio de agua
y de selva con los indfgenas Emberá, menos numerosos que los negros,
pero autóctonos. Los negros los conside¡an "salvajes", con toda la mezcla
de admiración y de desprecio que contiene el término. Son los amos na-
turales de la selva, de la que consienten en "prestarles" las tierras taladas;
en cambio, para los negros, la tierra p€rtenece a quien la desbroza. Este
malentendido está en la base de las relaciones entre los dos grupos. La
desconfianza recíproca no implica el repliegue en sí rnismos. Entre unos
y otros circula la palabra, desencarnada, al igual que las monedas. Ella se
expresa en un español reducido a lo esencial, despojado de matices y suti-
lezas, y enel que no hay lugar para las improüsaciones estillsticas. El uso
general del gerundio para describir cualquier acción acentúa el aspecto im-
personal de una comunicación que es, no obstante, necesaria. Las palabras
acompañan los intercambios, ya sea de productos naturales o de dinero,
reservando lo gratuito para las relaciones internas de cada grupo. En algu-
nas festiüdades los dos grupos se encuentran lado a lado sin que aquello
implique fundirse en una misma comunidad. En pasajes muy evocadores,
Anne-Marie Losonczy logra hacernos oír el parloteo ruidoso de los negros
frente al silencio impenetrable de los Emberá.
26
Carmen Bernand
luidos Los ritos de padrinazgo introducidos por la Iglesia desde la época colo-
rpeos. nial permiten que se establezcan contactos interétnicos regulares. No deja
de ser paradójico que los negros, a quienes la esclaütud privó de nombres
es del
propios auténticos, hayan sido escogidos por los indlgenas como padrinos
;erva-
para sus hijos (lo que no se produce a la inversa). Dar un nombre, en este
lue se contexto, no es cosa de poca monta. Los negros del Chocó creen, en efec-
ra un
to, que €l apelativo de un indMduo es la materialización de su "sombra",
cuyo
r¡n alma que todo ser adquiere cuando ya puede caminar solo y que no
; aún,
atribuyen entonces, como el aliento, al nacimiento. Este poder otorgado aI
rtrará
negro de "completar" a la persona indígena y de integrarla en un conjunto
n tela más amplio, el del estado, lo conüerte en el representante local del espacio
i con- ¡racional, el intermediario entre los "salvajes" y las instituciones naciona-
h que les. Además, esta asociación no debe sorprender puesto que, a pesar de su
rman posición social inferior, los esclavos africanos eran considerados, por los
diná- menos en los pafses hispanoamericanos, superiores a los nativos al actuar
en nombre del dominante.
Prefacio
queda memoria explícita. El repliegue biológico es entonces la garantía de
esta libertad.
28
Carmen Bernand
:ía de Pero el aporte europeo a la cultura negra del Chocó es fundamental, y
no se puede minimizar el impacto del cristianismo, del que los jesuitas fue-
ron los más ardientes propagadores. Sobre todo porque los discípulos de
rfor-
San Ignacio se valieron de técnicas heterodoxas para captar la atención de
)mu-
los esclavos. No hemos encontrado documentos que describan el impacto
o dsl
probable, en las poblaciones del Congo, de la figura de Cristo traspasado
afro-
por clavos como una figura nksi receptáculo de poder, un "fetiche", del
cidad
portugués "feitigo", es decir un hechizo. En cambio, las cartas que los mi-
gidos
sioneros enüaban a Roma mencionan a las Vlrgenes, cuya factura realista
onial
impresionaba a las gentes, de medallas y de rosarios distribuidos a los so-
sores
breüüentes del üaje trasatlántico, que hacían con ellos amuletos, polvos
\4en-
milagrosos que servÍan para curar las enfermedades e imágenes terapéuti-
Lima
cas de san Ignacio, muy eficaces en los partos,..
años
culos De la España del siglo XVI llegó al Nuevo Mundo el personaje de lo
rdad, 'familiar ", un demonio familiar próximo a los lares romanos, con el que
rcido se podfa establecer un pacto para tener buena suerte y riqueza. La creen-
29
Prefac¡o
los habitantes del Chocó? Anne-Marie Losonczy relata que la üsión onlrica
de la selva o las palabras y los gestos seductores de un muerto pueden "fas-
cinar " a la sombra de una persona y arrastrarla al mr¡¡rdo de los muertos.
Estos, en efecto, desean captar su fuerza al tener con ella comercio sexual.
Ahora bien, desde la antigüedad clásica, la fascinación ha sido concebida
como una posesión sexual, que los romanos atribuían al fascinum
falo- encarnado en el dios del mismo nombre, Fascinus. Es asf como-el los
negros del occidente de Colombia hacen reüür, remodelándolos, los peda-
zos dispersos del chamanismo Emberá y de la magia antigua.
CARMEN BERNAND
Universidad de Parfs X
Instituto Universitario de Francia
:lo
Carmen Bernand
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mcia La América
negra y
los negros
colombianos
El reconocimiento de los descendientes d€ los esclavos africanos como
objeto de €stüdio antropológico es relativamente reciente. La nueva ciu
dadanía de los afro-americanos después de la abolición de la esclaütud y
los problemas planteados por su integración a las nuevas naciones lati-
noamericanas suscitarán las primeras investigaciones. 5u preocupación
central será la de sabe¡ si los afro-americanos son o no asimilables a la
sociedad nacional. En esta perspectiva los prirneros trabajos de Nina Ro-
drigues, describen las prácticas religiosas afro-brasileñas como la expre-
sión de un "animismo fetichista" africano bajo el barniz del catolicismo.
En Cuba, Fernando Ortiz interpreta las manifestaciones religiosas africa-
nas como una brujerÍa supersticiosa y agresiva que constituye la rlnica
dtura del lumpen-proletariado marginal. Estos trabajos que contienen
valiosas descripciones, asocian la africanidad de las prácticas religiosas al
carácter marginal y difícilmente asimilable de los afro-americanos en el
seno de una nación que se atribuye valores europeos. Mientras tanto, el
movimiento de 1a "negritud" surge en Haitl mediante el reconocimiento
del Vudú en cuanto religión portadora de valores nacionales basados en la
he¡encia africana. Estas dos posiciones extremas dan de entrada la medida
de lo histórico, ideológico e identitario, que nunca dejará de influir en el
estudio a las culturas afro-americanas. Anuncian también la divergencia
€ntre un enfoque más sociológico que enfatiza la marginalidad social de
i
los Negros y otro que priülegia el estudio de los sistemas reiigiosos de ins-
piración claramente africana.
I
Habrá que esperar los trabajos de Herskoüts para que el estudio de
I las superüvencias cultu¡ales africanas en el Nuevo Mundo reciba un es-
tatus específicamente antropológico y comparativo. La continuidad entre
los orígenes culturales africanos y las formas culturales afro-americanas
(sobre todo en Haití, la Guayana y las Antillas), es sustentada por Hersko-
ütz en sus extensos estudios en África, a partir de una perspectiva com-
parativa. Es asl como establece una escala de grados de las supervivencias
africanas y de los niveles de sincretismo en las culturas afro-americanas.
Los conceptos teóricos que enmarcan sus trabajos de campo son el cultural
/ocus (el "núcleo cultural") y la reinterpretación. Según é1, la reinterpreta-
ción es el mecanismo cultural primordial por medio del cual los africanos
), sus descendientes respondieron al traumatismo dE la esclavitud y a las
I
imposiciones del catolicismo. Su adaptación al nuevo medio se habrla rea-
lizado mediante la reinterpretación de la cultura europea a través de las
I categorías culturales africanas de su origen.
;.
33
i
La abundante obra de Herskoüts que abarca una multitud de comu-
nidades afro-americanas y una plétora de áreas de investigación, integró
los estudios de estos grupos en la corriente de Ia antropologfa culturalista
y abrió el camino para un fecundo estudio comparativo entre los sistemas
religiosos africanos y los afro-americanos. Esta tendencia tuvo muchos
seguidores; los trabajos de Bascom y de Cabrera sobre la religión afro-cu-
bana, los de Metraux sobre el vudú haitiano, y los de Verger sobre algunas
culturas afro-brasileñas son los más destacados. Estos autores realizan
sus estudios entorno a los sistemas religiosos que poseen centros rituales
y cuyo carácter africano sigue siendo palpable en el panteón de sus diüni-
dades, en los relatos mfticos, en la lengua ritual y, sobre todo, en el lugar
central que ocupa en ellos la posesión, en cuanto modo de comunicación
priülegiado con los dioses. Estos cultos sobreüven en el seno de sociedades
nacionales donde los negros descendientes de esclavos forman parte de los
estratos sociales inferiores.
ll,1
Capítulo I
mu- también a los de origen europeo". Para é1, las estrechas correspondencias
eBrÓ entre dioses africanos (svoduns u orishas) y los santos católicos, resultan
Llista de un proceso de sincretismo religioso en la medida en que exisürla una
rmas equivalencia estructural, cultural y sociológica entre el culto a los santos
chos y el culto a los dioses africanos.
-cu-
Bastide intenta una primera slntesis de la proliferación de culturas afro-
Jnas
izan americanas, y también de las investigaciones en torno a ellas. Establece
una distinción importante entre las diversas formas culturales de descen-
rales
dientes de africanos en el Nuevo Mundo. Existen, por un lado, culturas en
i,ini-
las cuales subsisten estratos enteros de civiüzaciones africanas, surgidas
ugar
ya sea de revueltas y fugas de esclavos sociedades de los negros ci-
Lción -las
ades
marron€s-, o de la organización colonial de las "Naciones" que agrupa-
ban a los negros según su origen étnico: las culturas afro-americanas. El
e los
número e intensidad de las supervivencias africanas disminuye a medida
que uno se aleja de las sociedades aisladas, formadas antiguamente por los
idad esclavos fugitivos, y se aproxima a los cultos afro-americanos en las zonas
' sus rurales y urbanas de las sociedades nacionales. Por otro lado, la disgrega-
rgria ción cultural motivada por la esclaütud y la voluntad de ascenso social
nen de los negros sepultaron ftecuentemente la herencia cultural africana. Las
i na- comunidades, relativamente aisladas, formadas por los afro-americanos
'ntes al finalizar la esclaütud se hicieron entonces a una cultura propia como
ial y respuesta al nuevo medio. Aunque conserva rasgos de origen africano en
te la los cuentos orales, en la música o en el lenguaje gesfual cotidiano y la dan-
r los za, esta cultura está, en su conjunto, tan alejada del Africa de los orlgenes
tesis como de la cultura blanca que se resiste a integrarlos: en este caso se trata
ia el de "culturas negras".
ante
Esta distinción permite, en efecto, dar cuenta de la divergencia entre,
rcia-
,idos
por una parte, los cultos de posesión af¡icanos que sobreviven en socie-
dades como en Cuba, Haitl, Santo Domingo, Ttinidad o Brasil, y por otra
edio
parte, las culturas de los descendientes de africanos en Venezuela, Panamá,
Colombia, Ecuador y Perú, donde dichos sistemas rituales han desapare-
pro- cido completamente. Según Bastide, la práctica ritual que erige un puen-
rbra te entr€ los cultos de posesión manifiestamente africanos y las culturas
ala "negras" se encuentra en la relación que estas últimas establecen con los
le la espfritus de la muerte, relación cuyo origen se propone en el culto banhi
rde de los antepasados. La esclaütud rompió los linajes, base de estos cul-
raer tos, y del mismo modo el desarraigo espacial quebrantó la relación ritual
;ino banhi con los esplritus de la naturaleza, ligados a un territorio perdido
35
36
capítulo I
i,
úal persos de origen africano. Sin embargo, estas culturas se reorgaruzaron en
ln el modalidades sociales y culturales que se han alejado de la herencia africa-
sis- na, pero que siguen siendo específicas, frente a las sociedades indígenas y
que la sociedad de los blancos.
osa Es i¡dudable que la obra de Herskoüts y el trabajo de sÍntesis de Bas-
r los tide plantean interrogantes tanto teóricos como etnográficos. El primero
se refiere a la naturaleza y el alcance del sincretismo entre los diferentes
eali rituales africanos por una parte, y entr€ estos últimos y el catolicismo
ades luso-hispánico por otra. Este interrogante podría conducir a un intento de
enes redefinición teó¡ica del sincretismo.
Jns- El segundo interrogante atañe al lugar diferente que ocupa la herencia
nbia cultu¡al africana en las culturas post coloniales de los descendientes de
Lltu-
Ios esclavos. La diferencia de estatus y de moülidad de los esclavos en la
inio economía de las plantaciones, en Ia economía minera o en las ciudades; la
.ndo
intensidad de la actiüdad misionera; el carácter concentrado o disperso de
Po- la población afro-americana en ciertas regiones; el origen étnico y cultural
ema de la úlüma oleada de esclavos del siglo diecinueve; el conocimiento de
idas todos estos factores contribuye, ciertamente, a la comprensión del mante-
rác nimiento o el debilitamiento de la africanidad en las dife¡entes sociedades
afro-americanas. Sin embargo, la consideración de estas circunstancias
no) históricas ligadas a la colonización y a la esclaütud está lejos de llegar
Itu- a conclusiones unlvocas. En efecto, los cultos de posesión afro-cubanos,
que afro-b¡asileños y haitianos surgen en una economla de plantación, y la
cultura negra ya no africana- de los negros de la costa peruana tam-
esde
-y
bién. Asimismo, la intensidad de la obra misionera fue mucho menor en
zaje
que las zonas auríferas del occidente colombiano que en Cuba; donde, no obs-
nel tante, pudieron sobreüvir numerosos cultos africanos de diversos orígenes
ma- étnicos. Así pues, para comprender la diferencia de estatus de los comple-
nas, jos religiosos africanos originales en las sociedades afro-americanas, pa-
xis- rece indispensable tener en cuenta las caracte¡ísticas estructurales de tales
.o y, sistemas.
. los La exploración etnográfica y teórica del fenómeno sincrético dio lugar
roco
a importantes trabajos, sobre todo en las sociedades surgidas del cima-
cto, rronazgo y sobre los cultos de posesión afro-cubanos, afro-brasileños y
gen del l,udú haitiano. Los primeros, de orientación esencialmente etnográ-
ñca, describen en las sociedades cimarronas de la Guayana, de Jamaica
ven y de Méíco múlüples formas de sinc¡etismo dentro de sistemas sociales
dis y rituales africanos de diversos orígenes étnicos, al mismo tiempo que
37
38
CapÍtulo I
de Mediante esta demostración, el postulado de Bastide se encuentra fun-
lo- damentalmente cuestionado en cuanto a la equivalencia estructural, cul-
ión tural y sociológica entre el culto de los santos y el de los dioses africanos.
1as Pero este cuestionamiento, a nuestro juicio, va mucho más allá: implica,
'al en el nivel metodológico, que se debe superar el inventario de los rasgos
en atribuidos a los sistemas religiosos que co€xisten en la práctica ritual afro-
rco americana, para asl poder examinar la compatibilidad estructural de los
b¡e diversos sistemas en juego. Esta nueva perspectiva sobre los cultos afro-
americanos nos invita a postular nuevas definiciones del fenómeno sincré-
tico como tal.
de
Se constata que estos trabajos, como aquellos que retoman la perspec-
tar
tiva de Bastide, conservan un interés privilegiado por las culturas afro-
¡é-
americanas. Su anclaje africano es manifiesto: ellos centran sus análisis
tos
sobre este núcleo africano que muy a menudo es un complejo ritual de
lad
posesión.
un
tce Las comunidades afro-americanas cuya organización y sistema ritual
i- no conservan sino fragmentos dispersos de la herencia africana han sido
abordados desde dos enfoques. El primero, sociológico, pone en segundo
plano, u omite, el estudio del campo simbólico; describe estas comunida-
de des ya sea como resultado de una adaptación exitosa a medios ecológicos
Ito nuevos y a una historia agitada, o bien como testimonio de una desorga-
10, nización y una marginalización socioeconómicas, ligadas a la política de
lel discriminación racial y económica de los poderes de la sociedad nacional.
án
El segundo enfoque es de tipo folclorista: siguiendo los pasos de los tra-
ra-
bajos de Herskoüts, enfatiza €n €l inv€ntario de los 'tasgos af¡icanos" en
ies
estas culturas y trata de relacionarlos con sus oígenes étnicos africanos.
Lás
39
4o
Capítulo I
le relacionados con el Chocó, emprendidos por jóvenes investigadores como
es \flla y Valencia. Memás son los únicos que mencionan la existencia de in-
ia tercambios conünuos con los vecinos grupos indfgenas Emberá y Waunaná,
ta aunque la exploración de tales relaciones nunca hasta ahora haya sido un
objeto de estudio propiamente dicho.
lI
La Amér¡ca negra y los negros colomb¡anos
El sistema de representación negro-colombiano no posee un referente
mitológico rico y prácticamente carece de una exégesis nativa sistemática;
además prácticamente no exist€n oficiantes rituales priülegiados con un
saber exegético superior al "común"; las funciones rituales están fragmen-
tadas e indiüdualizadas. Ante este carácter difuso del simbolismo cultu-
ral, la enseñanza de Léü-Strauss asume todo su sentido; el etnógrafo debe
prestarle atención a los detalles aparentemente más mínimos. Al situarlos
en un contexto significante, los enunciados dispersos de los comentarios
cotidianos, los actos rituales menores, las prácticas sociales de utilización
del espacio y de representación de los recursos pueden transformarse to-
dos en elementos significativos de interpretación de la realidad cultural del
grupo y participar en la restitución de un orden de inteligibilidad subya-
cent€ en la multiplicidad de las prácticas. Esta forma de concebir el análisis
busca la integración de estas sociedades como legftimos objetos de estudio
para la antropologla am€ricanista.
Al presentar desde
esta perspectiva el caso de la figura teóricamente
menos explorada, del modo de ser de las comunidades de descendientes de
africanos cultura "negra"- se presenta ineütablemente una pr€-
-una
gunta de alcance más teórico: ZCómo comprender la desaparición de la
herencia cultural africana y la construcción de una nueva identidad que
caracteriza a las comunidades afro-americanas de Panamá, Venezuela,
Colombia, Ecuador y Perú? No hay aquí ninguna circunstancia histórica
ünculada al modo de organización de la esclaütud, a la evangelización o
al origen étnico de los esclavos, que diferencie esta vasta región y las zonas
afro-americanas de B¡asil, Haití, Cuba, Santo Domingo o Tlinidad, donde
sobreüüeron los sistemas religiosos africanos. Según esfudios históricos
reci€ntes, ningún grupo étnico africano fue particularmente mayoritario
en las tierras bajas del Paclfico Suramericano. Pero, para Bastide, el mante-
nimiento de los sistemas religiosos de origen africano no estaba ügado a la
cantidad de esclavos provenientes de una u otra etnia, sino a la capacidad
de estos sistemas (sobre todo el yoruba y el fon) de aglutinar y de organi-
zar en un todo, creencias y diünidades africanas dispersas, procedentes de
otros orfgenes étnicos.
42
Capítulo I
nte como de sus descendientes criollos. Pero estos trabqjos no han cubierto
ica; en folma realmente sistemática ni el impacto del contacto con las socie-
un dades indígenas circundantes en la organización social y simbólica de los
en- negro-colombianos, ni los intercambios simbólicos int€rétnicos. Nu€stra
tu- propuesta es darle un lugar analítico central a esa vecindad histórica y al
ebe sistema de intercambios pragmáticos y simbólicos entre los descendientes
los de africanos y los Emberá y Waunaná, abordados desde el punto de üsta
'ios de los grupos negros.
ión Esta perspectiva coloca la cultura negra de las tierras bajas del occidente
to- colombiano en un punto de encuentro entr€ tres sistemas simbólicos: el de
del los orígenes africanos, estructurados en torno a la posesión de los iniciados
{a- por las diünidades; el del catolicismo hispánico, eclesial y popular; y el
isis del sistema chamánico de los Emberá y los Waunaná. Probablemente más
dio que el impacto del catolicismo por todas las culturas afro-ame-
-sufrido
ricanas- serían la larga vecindad histórica y geográfica con los Emberá
v los Waunaná, asf como la proximidad simbólica del sistema chamánico
nte
indígena, lo que habrfa desempeñado un papel esencial en la pérdida de la
de
herencia ritual africana, vinculada a la posesión, y en el surgimiento de
re-
un sistema ritual que desüó las caracterfsticas del catolicismo hispánico
la
hacia una lógica chamánica. P€ro esta "sensibilidad" del sistema de repre-
lu€ sentaciones negro ante el contacto del chamanismo indfgena permite en-
la,
trever una influencia dominante de la cultura bantrl en los esclavos afro-
ica
colombianos: tal es la doble hipótesis que trataremos de poner a prueba
to mediante la exploración sistemática de [a etnografía negro-colombiana del
taS
Chocó. Estas hipótesis se basan en la demostración de Bastide del carácter
Lde
eminentemente flexible y abierto al sincretismo que muestran las cultu-
ros
ras bantúes en toda la América negra. Pero también deben mucho a una
rio sugerencia fecunda de Luc de Heusch quien, en su esbozo de un campo de
te- tralsformación estructural entre la posesión y el chamanismo, muestra
la el "trasfondo chamánico" de los sistemas rituales bantúes en África, del
ad mismo modo que el trasfondo pagano cercano de la lógica chamánica, que
n- está presente en algunas creencias del catolicismo popular europeo, como
de en el pacto maléfico con el Diablo.
13
44
Capítulo I
:o-
:la
re-
m-
nte
las
ta-
en
sta
ció
.res
fla
tra
las
de
¡ti-
ras
cAPírulo t¡
Pasado y
pfesente de los
negfo.Golombianos
del Ghocó
El Chocó forma parte de una configuración geográfica, ecológica y so-
ciocultural, el occidente colombiano, cuyas características se oponen a lo
que los colombianos llaman "el interior", compuesto por regiones andinas
e interandinas y los llanos del oriente del país. Esta configuración situada
entre la ladera oeste de la cordillera occidental y los océanos Atlántico y
Pacífico está limitada en e[ norte por el Golfo de Urabá y se extiende hacia
el sur hasta la fronte¡a con el Ecuador. Comprende varios departamen-
tos: Antioquia, Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño. Durante la época
colonial del Virreinato de Nueva Granada, el conjunto de estas regiones
tropicales y subtropicales formaba un complejo socioeconómico en el que
se articulaban dos principales formas de producción esclavista: las grandes
plantaciones y las haciendas de cría de ganado por una parte (sobre todo
en el Valle del Cauca), y por otra la explotación minera fluüal (sobre todo
en Antioquia, Nariño y Chocó), generando la formación de ciudades y
aldeas portuarias, con Cartagena, punto de convergencia de diferentes for-
mas de comercio colonial, puerto de llegada y distribución de los esclavos.
Contrariamente al "interior" andino, el denominado¡ étnico común de este
complejo fue y sigue siendo el predominio de negros y mulatos, con una
burguesía minoritaria de origen hispánico concentrada en las ciudades,
así como los diferentes grupos de indígenas autóctonos, amestizados con
n€gros o blancos (en el Cauca y en parte de Antioquia), o endógamos (en
el Chocó y en el Litoral Pacífico).
Los grupos que son objeto de este estudio están doblemente üncula-
dos a uno de los componentes de esta configuración. Históricamente, son
descendientes de los esclavos de las minas fluüales de las tierras bajas del
Pacífico, zona cuyos estuüos dialectológicos y etnohistóricos demuestran
el anclaje cultural africano desde principios de la colonización. Ecológi-
camente, su existencia sigue desarrollándose en el complejo tropical-flu-
r.ial-hrlmedo de la selva, que constitufa la base principal de la explotación
colonial.
1t-
48
Capítulo ll
¡tas, sur (el Litoral Pacífico, mucho más extenso), está cubierta por una densa
:olí- selva tropical hrlmeda, de tipo "bosque-galería", de considerable riqueza
Ído vegetal, y es recorrida por un gran n(rmero de ríos y afluentes. Domina en
adi- La fauna la abundancia de especies acuáticas. El carácter ecológicamente
)nes marginal de este territorio, en relación con otras zonas de Colombia e in-
tni cluso frente al conjunto geográfico del continente suramericano, su papel
tna- como "zona de refugio", así como las consecuencias de éste en la singula-
ridad cultural y etnohistó¡ica, han sido destacados tanto por los geógrafos
como por los historiadores y los etnolingüstas.
ten
tven Los tres grandes rfos principales del Chocó, el Atrato, el San Juan y el
5en Baudó, diüden la región en tres zonas naturales. La comunicación entre
cllas por el istmo de San Pablo todalfa es precaria a causa de los remolinos,
las cataratas y las crecidas de los ríos¿. El clima es uno de los más lluüosos
es-
del mundo, con precipitaciones anuales que varfan ent¡e los 10,000 y los
' los
12,000 mms, y con un promedio de humedad atmosférica del 92/o. }1ay
le la
ciertos meses menos lluüosos (llamados 'Verano") que son enero, febrero
:ión
y rrlaÍzo, y en menor medida julio y agosto, cuando las precipitaciones,
dde
más escasas, no tienen lugar sino durante la noche, y los ríos llegan a su
spi-
nivel más bajo. Esto genera cambios climáticos que marcan el ritmo de
tras diversas actividades de subsistencia, como las grandes migraciones de
ilias
verano, entre enero y abril, que hacen los negros para el lavado de oro, la
gún
siembra, la cosecha, la pesca y la caza.
rde-
Lda- Esta configuración ecológica, fo¡mada por una selva particularmente
rmO densa y tenaz, por lagunas, islotes y pantanos, por ríos de corriente capri-
ltes chosa y crecidas devastadoras, donde el único medio de transporte perma-
' al-
nente es el fluüal, ha obstaculizado la completa colonización del Chocó,
engendrando un modelo de extracción ausentista y parcial, originando la
lsa- presencia casi exclusiva de negros y de mulatos en la región, y el repliegue
ios, de las pequeñas comunidades autóctonas hacia las cabeceras de los rfos y
:ula afluentes. Incluso ahora tiene ya varias carreteras y lrrelos aé-
-aunque
¡re-, reos diarios de Quibdo hacia Bogotá y Medellín- el territorio sigue siendo
ire- poco conocido y es üsto con ¡ecelo por los colombianos, manteniéndose
erá, como el 'blüdado" de los sucesivos gobiernos nacionales en materia de
rta- programas educativos, sanitarios y de desarrollo.
'sos
El medio esencial y tradicional de desplazamiento en el Chocó sigue
siendo la canoa, que los afro-colombianos (hombres, mujeres y niños ru-
Ie- rales y urbanos) manejan con tanta maestrÍa y pericia, como aquella de los
nel que antiguamente fueron forzados a ofrecerle este "regalo de bienvenida" a
19
(()
capítulo ll
ln nuevo la vegetación que ha invadido el terreno durante los años de barbe-
ta cho. Las familias siempre tienen varios terrenos en diferentes parajes del
u- ío y sus afluentes, alejados unos de otros y de la casa familiar. En torno a
as ésta por lo general no se cultivan sino plantas medicinales de uso corrien-
in te, y algunas matas de plátano y árboles frutales. Pero como la escogencia
e- del lugar de habitación parece obedecer siempre a los mismos criterios de
es los terrenos agrícolas (lugar relativamente seco, elevado, un poco retirado
ín aunque no lejos del río), es legltimo preguntarse sobre el sentido social de
in esta práctica de diseminación de los terrenos y su distancia de la casa, más
aún porque este tipo de ocupación dispersa del espacio para la agricultura
caracteriza igualmente a la sociedad Emberá.
:l-
le En las comunidades negras, el derecho de uso y posesión de lugares
ia mineros fluüales sigue las mismas reglas que las de los terrenos agrfcolas.
el Es en cuanto miembro de un "tronco" de descendencia cuyos ascendientes
)s
Así pues, la unidad social en el Chocó que se sitúa por encima de la do-
l- méstica, es la del río; esto se refleja en los términos de auto-definición, que
siguen los patronfmicos. Es decir, que el modelo de poblamiento negro de
n
la región tienda últimamente hacia una mayor concentración de
ls -aunque
la üüenda, sobre todo bajo la presión de las insütuciones nacionales como
te
Ia escuela y la iglesia-, se inscribe también, dentro de una unidad más
l-
fluida y mayor que la del "pueblo": casas solitarias y pequeños grupos de
ra
casas de familia nucleares o extendidas, diseminadas en las riberas de un
t-
ío que las une por el viaje en canoa. Teniendo en cuenta la multiplicidad
le
de los espacios ocupados, vemos la irnportancia que su articulación le con-
)-
fiere a los desplazamientos fluüales, asf como a la moülidad y la fluidez
n
en las cuales inscriben estas comunidades su existencia.
;e
H¡slorla de un contacto forzado: negros, indígenas y blancos
o
n La introducción de esclavos negros al Virreinato de la Nueva Granada
comenzó desde los primeros años de la Conquista, provenientes tanto di-
le rectamente del África como del sur de España, donde los esclavos negros,
5r
Capítulo ll
¡.
bes siglo XVIII- padecen todo el rigor de la Inquisición, que persigue sin pie-
ris- dad todas sus prácticas rituales propias, siempre que desborden el marco
ide autorizado de las escasas fiestas en las "cofradías", "naciones" o "cabildos"
,la de algunas ciudades. Disposiciones legales, también muy severas, castigan
Lde el cimarronazgo, la huida, la ayuda o la complicidad pasiva con algún es-
,SA, clavo fugitivo y cualquier acto de desobediencia, con la muerte, los azotes
en o las mutilaciones. Al mismo tiempo, establecen una rigurosa separación
he, €ntre los nativos y los negros, al prohibirles a éstos últimos que vivan en
los aldeas de indígenas o que se acerquen a sus mujetes. Aunque las leyes le
hs, recomiendan a los propietarios casar religiosamente a sus esclavos entre
ra- í, les prohíben, en cambio, la unión de miemb¡os de una misma etnia
Ltía africana.
re-
Estas disposiciones se comprenden siguiendo la lógica de la clasificación
de
social y jurídica que prevalece en la sociedad colonial de la Nueva Grana-
ba,
da. Al contrario del modelo hispánico de descendencia bilateral asimétrica
que rige los matrimonios, la consaguinidad y la transmisión de la herencia
:u- para los españoles; el colonizador, que desde el principio de la esclaütud
tn- fuvo relaciones sexuales con los esclar¡os y a veces incluso con las indÍge-
tso nas, reglamentó la transmisión de la situación de esclavo o de indígena
ios por la vía maternaa. El fruto de la unión entre un esclavo y una indígena
las nacía libre, escapando de este modo a la situación de trabajador gratuito.
Ja- la prohibición del matrimonio entre esclavos de la misma etnia tenla el
v propósito de eütar la reconstitución de vínculos y de complicidades tri-
.ca bales, y de obligar a los africanos al oMdo de sus lenguas de origen y al
a aprendizaje del español.
el
Estas disposiciones legales que rigieron las relaciones interétnicas co-
AS
loniales desde principios del siglo )§4 hasta fines del XMII, cr€aron una
in
sifuación cuyas repercusiones seguirán marcando la eistencia social de
na
los descendientes libres de los esclavos en el Chocó y sus relaciones con los
u-
indígenas: contribuyeron por una parte al olüdo de las lenguas maternas
ae
a- 1' al refugio de los dioses y ritos africanos tras los nombres y las repre-
sentaciones de los santos católicos, y por otra parte, fueron origen de la
as
rigurosa separación residencial y de la prohibición tácita, pero respetada
)n
por ambos bandos, de cualquier matrimonio interétnico.
u1
ta Fue en el sigloX!¡III cuando la institución de la esclavitud y la sub-
f,s siguiente importancia de la población negra llegaron a su máxima ex-
,s. presión. Durante este período, al puerto de Cartagena de Indias llegaron
el anualmente de las costas africanas entre doce y catorce barcos, cargados
. ),1
54
Capítulo ll
\.
s, En cambio, Zapata Olivella, Escalante, Arocha y Friedemann, más cer-
la canos a la postura etnológica y a la metodología propuestas por R. Bastide
)- para el estudio del problema, parten del análisis de las "supervivencias"
§ afiicanas, observables actualmente en la música, el lenguaje hablado, los
o gestos y algunos elementos del sistema de pensamiento, para construir
o una hipótesis sobre los orígenes étnicos de los esclavos de la Nueva Gra-
n nada. Es así como Escalante y Zapata Olivella establecen la predominancia
;- de esclavos de lenguas bantú, originarios de las regiones del Congo y del
,e norte y centro de la actual Angola, en la constitución de la población ne-
,s gro-colombiana5, reconociendo igualmente rasgos Iingülsticos y cultura-
r les que muestran la presencia de esclavos ane-fon, fantí-achanti, así como
e de la costa de Guinea. Estos últimos, según Zapata Olivella, formaron los
o primeros contingentes llegados de África a Cartagena de Indias.
a
En cambio, Friedemann y Arocha, basados no sólo en sus estudios et-
l nográficos de las poblaciones negro-colombianas del Litoral Pacífico sino
en trabajos lingüÍsticos recientes, establecen que la región de Senegambia
fue la fuente principal de procedencia de esclavos hasta mediados del siglo
Xl¡I. Después, durante más o menos un siglo, la proüsión de esclavos de la
l{ueva Granada habrÍa sido dominada por esclavos bantúes, originarios de
las regiones del Congo y de Angola; en el último siglo de la trata se agregan
africanos del golfo de Guinea al flujo continuo de bantúes. Las conclusio-
nes histó¡icas más recientes subrayan, sin embargo, que ningún grupo
étnico africano fue particularmente dominante en estas regiones.
ñc:
E- .-
t¡¡
La historia de la sociedad co""rr, salpicada por revueltas, conflic-
"rt,
tos abiertos, actos de desobediencia y de cimarronazgo, tanto por parte de ¡-
iJ¡
bs indfgenas como de los negros. Aunque estos actos principio aisla-
-al
dos y minoritarios se sucedieron con cierta regularidad desde principios
de la esclavitud, entre 1750 y 179O el conflicto se tornó global, a tal punto
que podría suponerse la existencia de un acuerdo secreto para una remelta
generalizada a escala de toda la Nueva Granada. Este asume la forma de
b que el lenguqje colonial llama "palenque", palabra que originalmente
designa una empalizada de maderos para la defensa de un poblado. Tál era,
ar efecto, la estrategia de los esclavos cimar¡ones que huían hacia zonas
+artadas de las selvas, terrenos pantanosos y estribaciones de las mon-
tañas para formar allí comunidades relativamente estables y proüstas de
una organización social autónoma que resistía, a menudo con éxito, a las
«pediciones punitivas, tanto en Colombia como €n Venezuela, en Brasil,
tn América Central y en las Guyanas.
55
56
Capítulo ll
n lingüística como por las instituciones económicas y jurfdicas dominantes.
fJta convergencia hace parte del telón de fondo histórico sobre el cual se
n pudo establecer progresivamente, desde el fin de ia esclavitud, el sistema
:l dr intercambio interétnico en el Chocó entre las nuevas comunidades de
negros libres y los pequeños grupos locales de nativos sobreviüentes.
]l
1
Durante las últimas décadas del siglo XVIII, los moümientos de cima-
1
ronazgo negro no sólo se generalizaron en las diferentes proüncias del
vi¡reinato, sino que también pudieron establecer relaciones secretas entre
I í y dar lugar, mediante planes de fuga concertados, a una primera mezcla
e
de una parte de la población negra entre las diferentes zonas del occidente
colombiano. Gracias a estos moümientos germinaron en las riberas de
I bs mrlltiples ríos secundarios del Chocó (en el río Otrírn, por ejemplo) los
I primeros intentos la mayor parte- de población negra autó-
-efímeros
I noma. Aunque algunos documentos colonial€s nos permiten vislumbra¡
I que ocasionalmente los negros cimarrones pudieron forzar a los indígenas
para que los ayudaran, e incluso aceptarlos entre ellos, es en esta época qu€
un documento menciona por primera vez el proyecto negro de "pactarse
con el i¡fiel", es decir con los indígenas, "para que los ayudaral a viür li-
bremente", saltando así las rígidas barreras jurídicas, sociales, geográficas
r culturales
-fuentes
de hostilidad y de conflictos- que la organización
colonial nunca dejó de mantener entre los nativos y los esclavos negros.
h *;
En el contexto colonial de cranada, el Chocó fue uno de los
territorios más tardía e incompletamente colonizados, básicamente por
.57
58
Capítulo ll
L
La primera incursión española en territorio del Chocó fue la del ejército
de Balboa en 1511, que llegó hasta la desembocadura del río Sucio. Le siguió
h de Gómez Fernández en 15 39, que llegó hasta el río Andágueda en el alto
Chocó, donde fue expulsado por los Emberá-Citará, así como la expedición
dc Andagoya por el San Juan en 1540, que fue exterminada por los gue-
rreros \,4y'ar¡¡aná. En 1586, después de algunos años de existencia, los Em-
berá destruyeron el centro minero de Nóüta y los Waunaná aniquilaron la
vanguardia española del alto San Juan. En 15 88, la expedición de Velásquez
contagió de varicela a los nativos, pero el hecho de ser diezmados no impi
dió que, en 1605, exterminaran a las tropas del capitán Baeza en la zona
&l Baudó. También, en 1638, los Citará del alto Atrato hicieron fracasar
una avanzada española que trató de establecerse negociando con ellos. Estos
rtos de guerra contra el invaso¡ acentuaron sin embargo las tendencias
ctrrtrífr:gas de la sociedad nativa, tanto que siguió un peíodo de duras re-
F€salias españolas que desencadenó una fuga masiva indígena hacia el alto
Chocó. Fue allí donde el misionero Fray Matías Abad logró persuadir a los
nativos de que se conc€ntraran, se establecieran en aldeas y cesaran la resis-
trncia guerrera. El resultado fue la fundación de cinco poblados, unos cerca
& la actual ciudad de Quibdó y los demás próximos a las actuales poblacio-
E de Neguá y de Lloró. Sin embargo, después de la muerte del misionero,
bs nuevos administradores rompieron los acuerdos que éste había obtenido
para que los Emberá fueran considerados Indios de la Corona (dependientes
&ectos de la Corona, a la que le pagaban un tributo anual, y no sometidos
artonces a Ia encomienda o al trabajo obligatorio).
En 1684 los abusos llevaron a una rer,telta general de todos los indí-
g€nas del alto Atrato y det alto San Juan, rer,rrelta que acabó con todas
las aldeas de la región, así como a casi todos los españoles que se habían
cstablecido en ellas. La represión que siguió los obligó, también esta vez, a
rtalizar una larga peregrinación hacia la parte baja del río Atrato. A me-
nr¡do fueron a¡restados por los colonizadores, que entonces les obligaban
¡ hacerse sedentarios. Las aldeas que fundaron los españoles en la prime-
ra mitad del siglo XUII (Murrí, Beté, Bojayá, Riosucio y Murindó, entre
das) fueron sin embargo destruidas por los indígenas entre 177O y 1 780.
Este estado de guerra endémico explica el hecho de que los yacimientos au-
¡iferos fluviales del Chocó, cuyo descubrimiento despertó la codicia coloni-
zadora, no comenzaran a ser explotados en gran escala antes de 1654.
59
Es claro entonces que fue sólo en la segunda parte del siglo X\¡III que
las autoridades del ürreinato consiguieron integrar en mayor o m€nor
grado parte de los grupos nativos del Chocó a un sistema colonial estable.
Pero no por ello éste dejó de estar socavado por la existencia de numero-
sos negros e indígenas cimarrones, refugiados río arriba en los afluentes
apartados de este territorio. A principios del siglo XIX, estas dos provincias
administrativas de Nóüta, de la región del San Juan, y la de Citará,
-la
en la del Atrate no comprendían respectivamente sino las aldeas indíge-
nas siguientes: Thdó, Noanamá, Brazos, Sipí, Baudó y Juntas en Nóüta;
Quibdó, Lloró, Chaml, Beté, Bebará, Murri y Pabarandó en Citará, que
serlan abandonadas en su totalidad por los indígenas después de la guerra
de lndependencia.
6o
Capítulo ll
rjo de la organización socialy del ritual católico en las comunidades de negros
ón organizadas a partir de la abolición de la esclavitud.
los
Basado en los censos oficiales de principios del siglo XIX y teniendo en
re-
cuenta los fenómenos de dispersión de la población, el historiador Jaime
de
Ja¡amillo Uribe llega a contar cerca de 20.000 indlgenas en el Chocó, que
habrían experimentado desde entonc€s un estancamiento demográfico.
da Cabe anotar que esta población parece efectivamente haberse mantenido
ita hasta principios de la década de 1960, puesto que el etnólogo G. Reichel-
n- Dolmatoff habla en 1960 de una cifra aproximada de 2O.O00 indígenas en
o- el Chocó, incluyendo los Emberá y los Waunaná.
da
ná La supervivencia autónoma de estos dos grupos étnicos a las tribulacio-
nes de una historia colonial de conquista, seguida de una agitada historia
republicana llena de üolencia, supervivencia que contrasta con la desapa-
ue rición de tantas otras etnias en el cr.r¡so de la misma historia, nos plantea
or una cuestión cuya respuesta no puede ser sino hipotética. Parece que el
le.
destino de los Emberá, los Waunaná y los Cuna confirmarÍa la hipótesis
o de varios autores brasileños, según la cual el tipo de actiüdad económica
es
prioritaria de una región, así como la mayor o menor proximidad de los
AS
representantes del Estado y de la Iglesia, determinarlan las oportunidades
'á,
de superüvencia de las sociedades nativas. En este orden de ideas, si la acti-
e-
üdad dominante es de tipo "extractivo", y la presencia estatal y misionera
a;
lejana y esporádica fue el caso del Chocó-, la ocupación perma-
le -como
nente de la tierra no constituye el primer objetivo de los blancos. Por ello,
ra
los indígenas pueden seguir siendo básicamente dueños de su territorio, y
a pesar de los contactos con el colonizador, breves pero üolentos, tendrán
ó, mejores oportunidades de supervivencia autónoma. Sin embargo, la des-
le aparición de numerosos grupos autóctonos del Chocó nos obliga a comple-
in mentar esta hipótesis. La superüvencia de los Emberá, los Waunaná y los
1- Cr.rla probablemente deba mucho a un precoz reconocimiento del invasor
S, como un nuevo género de enemigo y a la prioridad dada a la resistencia
5- guerrera contra é1, en contraste con las incursiones de las tradicionales
)s guerras intertribales. Esto transforma la estrategia indígena tradicional
i- que, desde ese momento, alterna la incu¡sión armada con una fuga cada
)- vez más dispersa. La importancia numérica de estos grupos inügenas en
rn rclación con otros, más pequeños, debió también influir en su favor. La
a convergencia de estos factores debe ser tenida en cuenta para comprender
t- 6ta supervivencia-desaparición selectiva que dejó a salvo a los Emberá, los
Ld Cuna y los Waunaná.
6r
6z
Capítulo ll
a, a menudo un estrecho canal de moülidad social para el descendiente de
i- africana y blanco.
ta
El grupo de trabajadores de la cuadrilla estaba compuesto por esclavos
el
dr los dos sexos, que se diüdlan según dos funciones: los que trabajaban
)s
crt los lavaderos propiamente dichos, y los que aseguraban, con su acti-
ie
üdad hortlcola, el abastecimiento del campamento. A los primeros se les
3S
Ilamaba "piezas de mina" y a los segundos "piezas de roza". Al interior
)s
de cada actiüdad se adaptaba una cierta división ser-ual del trabajo: los
le
grandes despejes de terrenos de cultivo de extrema dureza ffsi-
le -trabajo
la
ca- correspondÍan a los hombres, asf como las excavaciones y primeros
arreglos de los lavaderos; a las mujeres la cocina y el cuidado de los niños
p€queños.
el
Entre el grupo de los esclavos y el administrador, existfa un nivel jerár-
Ia
quico intermedio, el del capataz, o "capitán de cuaüilla". Este, un esclavo
)S
negro, gozaba de la confianza del administrador y del propietario, y reci-
l-
,o bla por sus serücios raciones especiales de alimentación. A su cargo tenla
la disciplina de trabajo al interior del grupo, su ügilancia, la distribución
t-
de la comida y la reunión del oro de cada semana para entregárselo al
l-
administrador. Generalmente éste último, acompañado por una pequeña
la
escolta de esclavos y de trabajadores libres, se dirigla a los puntos de re-
,o
cogida del oro para abastecer el campamento de herramientas y objetos
1-
manufacturados, y para enüar una parte del oro a su propietario.
n A menudo, al lado de los esclavos habla algunos indlgenas, lavadores
de oro o agricultores, y trabajadores mulatos y negros libres. Los últi-
mos debían su libertad a la manumisión, gracias al testamento de un amo
L-
complaciente, o al pago propio de su liberación. Este pago podía hacerse
i-
con el oro rebuscado en el lavade¡o del amo los domingos y dlas feriados
o
religiosos, dfas de reposo que se impusieron a lo largo de las décadas, ante
v la pérdida de la mano de obra por agotamiento y por la presión de los mi-
;,
sioneros. Esta costumbre de dejarle a los esclavos el beneficio del oro así
;l
obtenido parece haber sido una constante del sistema neogranadino desde
I.
cl principio. Los principales benef,ciarios de este sistema de liberación eran
a
cencialmente los capitanes de cuadrilla, quienes por su habilidad minera
o
_v posición
jerárquica tenfan, más que otros, acceso a esta posibilidad. Al
a
überarse, dejaban el puesto de capitán a otro esclavo de la cuadrilla que asl
e
podrfa, algún día, acceder a la libertad.
1 Los negros liberados por esta vla continuaban con frecuencia trabajan-
l do en la mina, siguiendo a las cuadrillas de esclavos hasta los lavaderos
63
64
Capítulo ll
I
e (xndarios. Las fugas se intensificaron du¡ante la gu€rra y al principio del
s período republicano, hasta retirarse de Lloró del municipio de1
-cabecera
i, mismo nombre, que se convertirá con el tiempo en una gran comunidad
e negra- toda la población indígena. Esta se disemina entonces en ptqueños
s grupos de parentesco atomizados y a menudo hostiles, en la escarpada
parte alta del Andágueda y de sus afluentes, en el medio Atrato. Un grupo
:I r desplaza tal vez hacia el nacimiento del rÍo Capá, afluente casi desha-
s bitado del Atrato, donde formará el ntlcleo de las primeras agrupaciones
residenciales Emberá. Es con éstas que los negros libres llegados al Capá
entre 1850 y 186O, establecerán sus primeros contactos.
f
'I Del lin de la esclavitud al Presente: ruptura y continuidad
e
La guerra de Independencia, que puso fin tanto al dominio español en
l
€l Virreinato de la Nueva Granada como a la institución de la esclaütud,
conüerte las proüncias en naciones republicaras independientes. Desde
1820, se presenta un proyecto de ley aboliendo la esclavitud; pero el des-
plome de la economía colonial y el temor de su ruina general provocan
una terca resistencia de los dueños de plantaciones, criadores de ganado y
propietarios de minas ante el peligro de ver completamente abandonadas
sus labores por quienes no querrán seguir siendo retenidos en regiones
aisladas e inhóspitas por ningfin sistema institucionalizado. Esta oposición
retardará treinta años la aplicación masiva y efectiva de esta ley, que no
tendrá ügencia sino hasta 1 851 .
)
Sin embargo, la guerra dejó a su paso brechas en 1a estructura socioló-
gica de la esclaütud al reclutar a muchos negros en las filas del ejército, y
rl posterior perlodo de efervescencia republicana, que diseminó a muchos
otros por todo el occidente colombiano en búsqueda de nuevos territo-
rios donde üür. De este modo, la libertad de moümiento de los esclavos
n€gros, que en adelante se llamará¡r a sí mismo "libres", se manifiesta de
inmediato en un intenso proceso migratorio, que dará lugar a una impor-
tante mezcla de poblaciones negras. Este moümiento dura algunas déca-
das desde el principio de la guerra de Independencia y se renueva en menor
escala cada vez que la agitada historia de Colombia engenüa ur nuevo
enfrentamiento armado.
Durante este perfodo, el Chocó, fuera del desplazamiento y reestruc-
turación de su población negra propiamente dicha, recibe un importante
aporte migratorio, proveniente esencialmente de las zonas mineras del li
toral Pacífico sur (regiones de Cauca y Nariño) y de las que pertenecfan al
65
66
Capítulo ll
.la En las primeras décadas del siglo XX, durante la fiebre amazónica del
os aucho, también se produjeron en el Chocó algunos intentos esporádicos
,io & explotación de esta sustancia. Los dirigfan comerciantes andinos que
de drtcían herramientas a los indígenas del Baudó y d€l Atrato, a cambio del
os Gucho. Estos intentos modestos y rápidamente abandonados no tuvie-
)s. rlxr como consecuencia el genocidio masivo que esta actividad causó en la
ls, -lmazonla. En cambio, fue también en esta época que se creó la Prefectura
.4. -lpostólica del Chocó que, hacia los años treinta, instaló escuelas-interna-
a- &s "indígenas" en varias zonas. Estos inte¡nados separaban a los niños
irdígenas de sus comunidades durante largos años, y a menudo por la
ñrrza, con el fin de "cristianizarlos" con más eficacia. Pero frente a la re-
ue
o¡rrente deserción de los estudiantes y la presión de las crlticas provenien-
to
tts de dentro y fuera de la iglesia, estas escuelas fueron progresivamente
jo
rtrradas durante los años setenta y ochenta. En algunos casos fueron re-
n,
arplazadas por escuelas instaladas dentro de las comunidades nativas.
ar
ra En Colombia, la década de los años cincuenta fue escenario de una gue-
'e- n-a civil particularmente üolenta, desatada por los conflictos entre los dos
a- ¡nrtidos políticos tradicionales, el liberal y el conservador Aunque el Cho-
os ó no fue tan afectado como otras regiones del pafs, desde alll se desenca-
as &nó una nueva e importante oleada migratoria de negros y de indfgenas
ue bria el Darién panameño. La mayor parte de estos emigrantes jamás vol-
o- vitron al Chocó.
En 19óO un moümiento mesiánico recorre la región, luego del paso
)n & un mestizo andino, llamado "El Hermanito", que predica a negros e
rd irdígenas el fin próximo del mundo, la oración, la abstinencia, la pobreza
10 y la necesidad de üür en aldeas. Este movimiento, que decayó rápidamen-
al tr, provocó sin embargo en algunos rfos, como en el Capá, la concentra-
ce ciín pasajera de viüenda tanto entre los negros como entre los indígenas,
le +cnas afectados anteriorm€nte por el celo misionero. También siguieron
¡€ dgunas destrucciones de cosechas y de joyas de plata tradicionales en al-
ts lunos grupos Emberá.
)s
rn
La historia del poblamiento ¡ré*r". U", rlo Capá es un ejemplo bas-
hnte tlpico de procesos similares en otros úos secundarios y terciarios del
,a
Orocó después de la abolición de la esclaütud, aunque el poblamiento del
IJ Capá es más antiguo y continuo que el de la mayor parte de los demás.
rs Con la llegada a este rlo de las primeras familias negras surge un modelo
& ocupación del espacio que fuera de la unidad rfo-suelo, también com-
67
68
Capítulo ll
rder y la desconfianza interétnica entre los pequeños y dispersos
nas, locales Emberá actuaron, d€sde esa época, en el sentido de la conso-
lan del sistema de intercambio interétnico con los n€gros, aú¡r cuando
tra, constituya un puente tendido sobre sentimientos colectivos üfusos de
a,a y de recÍproco desdén entre los dos grupos.
del Ia explotación, muy intermitente, de los yacimientos aluüales en el
superior del río y de sus afluentes por parte de los negros, no parece
lpr- presentado problemas a los Emberá; los lavaderos siempre estaban
rel distantes de sus casas y sus cultivos. Esta aceptación se explica
sy por el abandono radical del lavado de oro nativo desde el siglo
der lo que parece haber sustraído el subsuelo fluüal de las representa-
cia. simbólicas de su territorio.
sa Sucedía y otra cosa con el suelo. Los terrenos que los negros
sucede
lza en la parte alta del rfo estuüeran distantes de sus
'on
-aunque
cultivos y terrenos de caza propios, y aunque no hubieran sido
ber ni despejados ni cultivados por los indlgenas- los consideraban,
tos su parte, p€rtenecientes en forma inalienable al grupo local (y no a
fa- r¡s miembros en particular). En consecuencia, su ocupación y explotación
on pr los negros es considerada, más que un préstamo, como una donación
tondicional, que debería entonces requerir una contrapartida permanente
la ¡nr parte de sus beneficiarios. No ocurrió asl, pues en el concepto negro, el
rabajo (de despeje, explotación y mejoras) es lo único que origina derechos
ior
te- iqlienables de usufructo, de transmisión familiar e incluso de venta de los
ttfr€nos, aunque ésta idealmente no pueda ser sino intracomunitaria.
se
io, He aquí entonces la escena, histórica pero fuertemente presente todavía,
rl. & un primer "malentendido" en el intercambio interétnico: el no-reconoci-
in miento de una donación condicional por parte de los "adquirientes", que se
rá consideran los primeros ocupantes de una tierra vacía. Hasta finales de los
a años ochenta, la relativa abundancia de tierras, asf como las otras formas
de intercambio entre los dos grupos y
l- -el de los signos lingüfsticos, de
bienes, con procedimientos terapéuticos, agresiones y reparaciones mági-
:a'
t, cas; y el del parentesco rifual de inspiración católica, el compadrazgo- lo-
o graron contener este conflicto latente de interpretaciones y de praxis. Pero
e más adelante veremos hasta qué punto este fondo de reciprocidad fallida
o influye sobre dichos intercambios. En ocasiones, la intempestiva interven-
ción de la lógica de la Iglesia o del Estado pudo llevar el sistema hacia un
peligroso punto de desüación hacia la üolencia, que tanto negros como
I indígenas superaron hasta antes de los años noventa.
69
7o
capítulo ll
lel 'bebezones", las reuniones, los üajes, entre otras. Además, en la red inte-
ta dtnica jamás hay inte¡cambio de los productos de la caza y la pesca; para
es bo negros, la caza es apenas una actiüdad complementaria, rnientras que
)s ¡nra los Emberá es el medio para que los hombres adquieran prestigio so-
1z cial y afirmen su virilidad; su producto debe ser integralmente distribuido
lo arrtr€ todos los miembros de la unidad residencial. En cuanto a la pesca, la
ia diñcultad de conservación impide la formación de excedentes, y además,
la d fácil y perman€nte acceso a €ste producto le hace perder cualquier valor
s- & intercambio.
3S
Esta modalidad codificada de intercambio interétnico, que pone en cir-
i-
cr¡lación bienes de subsistencia y herramientas, se realiza en términos de
v @mpra y venta, dentro del ciclo de las fiestas negras y en los espacios co-
)S
munitarios negros. Ello mantiene las interacciones de circulación de bienes
i-
tn un nivel constante, sin excesos, aunque con una precisa e importante
1S
<xcepción: el intercambio en forma de donación que sella el compadrazgo,
n
o el parentesco ritual entre una pareja de negros y una pareja Emberá.
t-
I, Durante el perlodo de siembra y de cosecha de maí2, los negros
menudo a causa de la escasez de mano de obra familiar, debida a las acti-
-a
IC
7r
72
Capítulo ll
,'-
tos; el difuso y r€clproco sentimiento de rec€lo entre ellos, y la persistente
l, fnüsibilidad" de la población negra en la conciencia nacional colombiana,
¡nrecen haber constituido las líneas de fuerza de una continuidad entre el
v ¡nsado colonial y el presente. No obstante, la utilización estratégica de los
&e primeros factores como los elementos esenciales de un sistema inédito
a & comunicación que garantiza los límites sociales y culturales de cada
n gmpo, canaliza los conflictos y abre el campo para la innovación dentro
& la tradición.
Los procesos que marcan una ruptura social entre la época colonial y
h época actual afectan a los dos grupos. La reubicación de poblaciones
rgras en busca d€ nu€vos territorios dio origen, en el Chocó, a un pobla-
¡iento disperso que caracteriza la eistencia social de los nuevos grupos
ribereños negro-colombianos. Entre los Emberá, los ejes de la ruptura con
d período colonial se encuentran en el sistema de parentesco y en la re-
citnte aparición de una organización polltica regional para la defensa de la
r-rtonomía indÍgena3, cuya existencia comienza a constituir un contrapeso
.*ructural frente a la atomización y la desconfianza intraétnicas.
Esta dialéctica de la continuidad y de la innovación biétnicas traza las
heas de fu€rza dentro de las cuales se encu€ntran más inmersos los ne-
tros, con su organización social y sus €strat€gias culfurales, que la so-
<idad Emberá. que ha conservado el modelo pre-colonial de ocupación
ta-ritorial asÍ como su singularidad lingüística y étnica. Por el contrario,
¡nra los negro-colombianos se tratarfa verdaderamente de un acto de fun-
drión. Fundación de una nueva organización social y cultural, originada
o la discontinuidad debida al desarraigo irreversible y a los atropellos
ñsicos y culturales de la esclaütud.
El terreno
73
74
capítulo ll
Notas
Con la €xcepción -{esde 198.1-- de las dos casas situadas en el barrio San
Vrcente, donde funciona la Organización Regional Emberá-Waunaná del Chocó
(OREWA). Los terrenos de estas casas fueron donados por el Centro Pastoral
Indígena (CPI), de la orden claretiana del Chocó. La pequeña sede de OREWA
alb€rga los archivos escritos de la organización, una sala de ¡euniones, oficinas
y habitaciones donde se alojan los dirigentes y algunos colaboradores, asr como
huéspedes de paso.
La preocupación recurrente en la búsqueda de un canal entre los ríos Atrato
y san Juan qu€ comunicaría los dos océanos que supuestamente fue
-canal
cavado por los inügenas autóctonos antes de la colonización y que después
habría sido cubierto por la vegetación-, ha sido desde Carlos V (ver Haring.
1938, citado por Velásqtrez, 7985), motivo de múltiples o¡r?ediciones al Chocó.
La tenaz leyenda de este canal perdido, jamás descubierto y buscado aún hoy
en dfa, añade un misterio más a la imagen que los colombianos tienen sobre
est€ territorio, tachado de ser salvaje, imposible de conocer y d€ dominar.
Entre otros, Juan de Cast€llanos en su Hiitoria d¿ Cartag¿na (Biblioteca Popular
de Cultura Colombia¡ra del Ministerio de Educación Nacional, Bogotá,'1942,
\1, p. 152)t Pedro Cieza d€ León en su Cróníca del PenÍ (Rivadeneira, Madrid,
7947 , cap. X); y Fray Pedro Simón en sus Notic¿a.s Historia¡es (Biblioteca Popu-
lar de Cultura Colombiana del Ministerio de Educación, Bogotá, 1953, vol. \1I,
Noticia V Cap. XXXV pp. 2"17-78.
Esta disposición podla ser suaüzada por la compra propia de la libertad o la
manumisión escritos notariales o testamentos, de los que quedan
-medianteen los archivos- de la madre esclava y,/o de los hlios
numerosos testimonios
mulato¡ de tal udón. Esta disposición jurldica contribuyó a lo largo de la co-
lonización a la formación de un grupo social de negros y de mulatos libertos,
capataces, celadores de plantaciones, pequeños artesanos o comerciantes. La
l€y siguió en ügor, por regla general, hasta principios del siglo XIX.
según estos autor€s, lexemas del habla sincrética, así como el nombre y de-
sarrollo del rito fune¡ario, llamado lumbalú en el Palenque de San Basilio, co-
munidad de descendientes de esclavos cimarrones, sin contacto con la sociedad
nacional durante largo tiempo, constituyen elem€ntos "de origen banhi". Este
pu€blo aislado no se encuentra en €l Chocó.
Los indígenas del Chocó, que al parecer o.?lotaban y trabajaban el oro a pe-
queña escala antes d€ [a llegada de los españoles, lo utilizaban como slmbolo
de prestigio religioso y polltico y lo intercambiaban con los chibchas de Ia alta
meseta andina oriental; pero, al contrario de los negros, los indígenas aban-
donaron definitivamente el lavado de oro desde el traumatismo de las minas
coloniales. (Reichel-Dolmatoff, "l 9 60, p. 7 5).
ta sociedad Emberá era desde antes de la colonización y sigue siéndolo, una
sociedad acéfala, donde en tiempos de paz la condición particutar de 'Jefe",
cuando existía, estaba desproüsta de cualquier tipo de autoridad o co€rción
legfümas, en cambio, implicaba e implica deberes (como por ejemplo el con-
tacto priülegiado con el oi:terior, en representación de la unidad residencial) y
€ngendra prestigio (ver sobre todo Wassen, op. cit.). Además, en lengua Embe-
rá, egoró, jíoró y yord las zonas dialectales- significa tierra; puede ser
-según
75
76
Capítulo ll
cu-
que
ne5
ino
rdf-
que
áy
je-
un
rde
.lo
'ra,
mi-
'c€s
,, y
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es
sde
CAPíTUIO II¡
La organización
soc¡al rrlibre"
del Ghocó:
Unidades
constitutivas y
sistema soc¡al
El análisis del sistema social negro-colombiano y
sobre todo del orden
srbl.acente a sus reglas nunca ant€s fue realizado de manera sistemática
an el Chocó. El enfoque aquí propuesto contradice, tanto por su objeto
aomo por sus supuestos metodológicos, prácticamente todos los trabajos
ateriormente realizados sobre este grupo. En efecto, en ellos predomi-
¡a la orientación "folclorista" (inventario de elementos de supervivencia
{ricana en la danza, la música y la tradición oral), y los pocos estudios
consagrados a la familia negro-colombiana hacen énfasis en el contexto
& pobreza y de reivindicación de la emancipación, algunas veces desde
una perspectiva histórico-descriptiva parcelada en la que se emplean '\,a-
riables" tales como "la ausencia de matrimonio católico", "la ausencia del
paüe", la "desorganización matrifocal", etc. Asl pues, €stos estudios no
onciben la emergencia en los grupos negros de ninguna organización so-
cial ni de un universo de reglas propias.
79
Comienza entonces la paulatina ocupación del rlo Capá, cuya parte alta
era ya habitada por unos cincuenta Emberá. Las casas construidas por los
primeros habitantes fueron situadas en medio de la soledad de la selva, a lo
largo de los ríos. Eran casas cuadradas de madera sobre pilotes, con techos
de pqja trenzada, la entrada principal hacia el río y la cocina abierta de
trás. Según los informantes de más edad, la distancia mínima tácitamente
establecida entre las casas era de media hora en canoa, pero en realidad en
aquella época estaban a hora y media o dos horas. Las cabañas de los re-
cién llegados, dispersas a lo largo del ío, poseían la estructura interna que
conservan hasta hoy: una gran pieza común primero y luego, a lo largo de
un pasillo que desemboca en la cocina, dos o tres pequeños espacios sepa-
rados por tabiques y sin puertas. Esta estructura posiblemente surgió con
Ia llegada de solteros que se casaron con hermanas y luego con hljas de los
¡esidentes, y que s€ establecieron también en el Capá según dos modelos
residenciales intermitentes: el modelo uxori local, en el que se agrandaba
la casa de los suegros, o la residencia neo-local. Los recién llegados cons-
truían entonces sus propias casas, distanciadas entre e1las, pero sin unirlas
con una red de senderos que les perrnitiera atravesar o comunicarse a
través de la selva. Esto explica que la canoa y el viaje hayan sido desde un
principio los elementos básicos de la comunicación entre las familias. El
acceso a los terrenos de cultivo famüares y a los lugares favorables para
la pesca, así como a los múltiples yacimientos aluviales, también se hacían
por medio del río. La explotación de estos rlltimos se desarrolló desde esa
época en dos espacios-tiempos diferentes: el del lavado cotidiano, realizado
por las mujeres de uno o varios grupos domésticos entr€
-emparentados
sí- en u¡r afluente relativamente cercano a la üvienda, y el lavado de oro
anual de larga duración durante los tres meses relativamente secos del
verano. Para ello, todo el grupo doméstico se desplazaba hacia las cuencas
superiores de los diferentes afluentes del rfo, se dedicaba a una intensa
búsqueda del metal mientras aseguraba su alimentación con la pesca, la
caza o la recolección. Estos largos desplazamientos anuales permitían sos-
tener encuentros ocasionales con algún grupo familiar de un río cercano
y que podían culminar en una alianza matrimonial. En esa época, seghn
nuestros informantes, tales alianzas eran de tipo uxori-fluüal, es decir que
el cónyuge se establecía en el río de origen de su mujer, por lo general en
8o
Capítulo lll
Ltre una residencia neo-local. De este modo, las casan albergaban familias cada
rra vez más reducidas que se constitulan en unidades domésticas relativamen-
res t€ independientes pero emparentadas entre si.
óI
8z
Capítulo lll
Eultiespacialidad y de Ia fluidez sociales; asl, €sta práctica y su representa-
ción constituyen uno de los pilares de la identidad negra del Chocó rural.
Con unas treinta casas aisladas, dispersas a lo largo del Capá, tanto rfo
abajo hacia la desembocadura en el Atrato, como rfo arriba hacia la cuenca
s
alta, la comunidad actual combina la dispersión inicial y la aglomeración
posterior La última üüenda negra aislada se encuentra a una distancia de
I
una hora y media en canoa a partir del primer tambo Emberá, seguida por
Ets pequeñas unidades residenciales de entr€ seis y una docena de casas
<ada una.
t
[a tendencia de los negros a la concentración del hábitat se intensificó
S
durante los rlltimos treinta años, sin que mediara la influencia inicial del
)
dero. Todo sucede como si la comunidad sintiera oscuramente la necesidad
& hacer real la representación de sf misma y de arraigarse en un espacio
más unificado, aunque dejando intactas las ot¡as modalidades de ocupa-
cún dispersa. últimamente, es como si la comunidad deseara acentuar sus
lfuiites, viürlos en una forma más intensa, saberse más comunidad que
antes.
133
84
CapÍlulo lll
'
i
L--
s- [-nberá. Esta exclusión, que no se debe a que ignoren la eistencia de estos
la grupos o a que les nieguen su derecho de üür en el Chocó, demuestra que
l- d término "chocoano" designa más una unidad social de autodefinición,
'n que una unidad geográfica de residencia ligada a la región.
la
le
Si pasamos del nivel de la r€presentación al del acceso a Ios recursos
la
conómicos, esta unidad social es igualmente pertinente. Las reglas flexi-
lr Hes de la filiación bilateral así como el parentesco ritual del compadrazgo,
(Dnceden a los descendientes y a los compadres derechos de ex?lotación
& los cultivos o de los yacimientos aluüales, situados en zonas alejadas
t-
& sus comunidades de origen, así como al albergue y a la comida de su
Frentela extendida. La "chocoa¡ridad" se manifiesta €ntonces como la ex-
i- pesión de una yuxtaposición de conjuntos comunitarios del mismo tipo
I_
fr:ribles y solidarios que incluye incluso los barrios periféricos de Quibdó,
a
h capital.
El río, por su lado, constituye una unidad social de co-residencia am-
ptiada, pero cuya función de articulación par€ce ser más simbólica que
rronómica, incluso si los co-residentes utilizan su entorno en forma co-
il qdinada. No existe, de hecho, ninguna actiüdad ligada a la subsistencia,
e
ringuna forma de colaboración que requiera la moülización del conjunto
& los co-residentes de un rfo. Lo que define el contorno de esta unidad es:
s
be ritos de nacimiento que ponen al recién nacido en contacto con el agua
n
& su ío; los mismos antepasados fundadores, enterrados cerca de sus
rürras; la participación en las ceremonias, ligadas al mismo santo patrón
:l
v a la misma Virgen; la definición de la "buena muerte", entendida como
3
norir "en su río"; y una densa red de parentesco consanguíneo y ritual.
Es principalmente por ser " d.el rio" que el chocoano tendrá acceso a los
l
ritos de paso y a los rituales colectivos, y que volverá con frecuencia para
participar en ellos, por muy lejos que se encuentre. Por lo tanto, es ante
todo esta estrecha solidaridad simbólica y religiosa, ligada al territorio del
rir 1, también designada por el término "comunidad", que se expresa la
r¡todefinición de "capaseño".
Ia casa alberga en general una familia restringida neo-local, que se
il¿ntifica con los patroúmicos de los dos cónyrrges, acentuando el patro-
rúmico masculino. Es una unidad doméstica, compuesta por una pareja,
ls hijos y tal vez uno o dos primos hermanos solteros, que trabajan jun-
b6 los terrenos y los lavaderos, con una diüsión ser:ual del trabajo relati-
vamente poco formalizada. La casa es también la morada de los pequeños
Jta¡es de ritos indiüduales, dedicados al "santo de devoción especial" de
85
fl6
Capítulo ¡ll
o reales-, así como €l conflicto, latente, de una autoridad nacional que
acepta difícilmente su falta de control sobre los grupos locales.
Los asuntos que deben arbitrar son, por lo general, leves: intrusiones
momentáneas en los cultivos o lavaderos ajenos, apropiación de un perro
& caza o de una gallina, peleas de borrachos o querellas de mujer€s. Por lo
general, los involucrados reconocen la necesidad imperiosa de un tercero
para zanjar los conflictos, lo que se hace después de largos conciliábulos
que el inspector realiza primero con cada uno de ellos y luego con todos
ra:nidos. Rara vez terminan estas conciliaciones con las multas y los do-
(umentos que debería enviar la comunidad a la autoridad nacional. En
gcneral su resultado es una compensación en o¡o o en especie, dada por
rrna parte a la otra sin constancia escrita. Pero en el caso, muy raro, de que
d inspector trate de imponfl una decisión considerada arbitraria por los
involucrados, el asunto es llevado ante la alcaldÍa de Lloró, compuesta por
87
88
Capítulo lll
paüazgo) que lo atraüesa y lo amplía hasta incluir en el intercambio a la
sociedad Emberá, y la originalidad de su génesis histórica (la institución
cclaüsta) nos obliga a enfocar nuestro análisis en las relaciones sociales
que produce y alimenta. Tiataremos, sin embargo, de indicar algunas pis-
tas para un estudio semántico ulterior de sus categorías. Esta opción está
motivada por el hecho de que este sistema de parentesco, pese a que tiene
una lógica diferente a la del modelo hispánico colonial, toma prestada su
tuminología. Esta divergencia y tensión entre un sistema de parentesco
v sus categorías terminológicas son poco comunes en los estudios sobre
6tos temas, y hacen todavía más complicado un análisis conjunto de los
dos registros.
89
Las relaciones sexuales de los colonizadores con las mujeres de los con-
juntos sociales sometidos son producto de una dominación, es decir de
una anti-reciprocidad, y por ello no consiguen fundar un sistema de in-
tercambio en el sentido leü-straussiano del término. La reciprocidad regía
solamente las esferas endogámicas de los colonizadores hispánicos y las de
las diferentes etnias autóctonas, pero faltaba por completo en el conjunto
social formado por los esclavos en el momento de su llegada a América.
9o
Capítulo lll
ñas unidades residenciales, constituidas en grupos residenciales exogámi-
.os. Esta fluidez contribuía, junto con otras instituciones como la guerra
linerante tradicional, a promover en el seno de la sociedad un perpetuo
mümiento de diüsión y de reagrupamiento.
En cambio, el sistema de parentesco hispánico de la época colonial
una estructura compleja- se inscribe dentro de una regla de filiación bi-
-
lateral y de residencia neo-local. El carácter indisoluble del matrimonio le
onñere rigidez y estabilidad sociológica al sistema y permite trazar una
frontera sólida importante para la transmisión de bie-
-sociológicamente
nes, ltulos y algunos cargos- entre la descendencia legítima y Ia ilegíti
ma. Al interior de esta última categoría se cuentan los niños "sacrflegos"
{hijos de sacerdotes o de religiosas), los hijos de las prostitutas, los frutos
dr relaciones incestuosas, los hijos "adúlteros" (el marido de la madre no
cs el padre), los "bastardos" (la esposa del progenitor no es la madre), y los
hijos "naturales" (nacidos de padres no casados, pero sin ningún impedi-
mento legal para hacerlo).
Las relaciones sexuales del colonizador con sus esclavos negros o con
indígenas no podían ser codificadas. Son uniones üolentas y los hljos na-
cidos de ellas no están cobuados por el carácter positivo de la regla de
filiación hispánica que sanciona el matrimonio religioso. Sin embargo, los
mestizos (hijos de blanco e indÍgena) pueden alcanzar un estatus dentro
del sistema autóctono de parentesco gracias a la regla bilateral de des-
cendencia. Los mulatos, por su parte, sin poseer un estatus codificado, a
menudo se conüerten en esclavos priülegiados, en seres intermediarios en
cl eje de dos universos antagónicos, de los cuales uno está interiormente
cstructurado y el otro desproüsto de estructura interna; su coherencia es
impuesta desde el exterior.
qr
!)2
Capítulo lll
l- Lrs padres del niño de los que serán compadre y comadre, es deci¡ con-
t- snguíneos ficticios, como para el descendiente, ünculado a ellos por el
t- 'ahijamiento", es decir, su filiación ficticia. La creación de estos vínculos
Ir todificados ponüá también en moümi€nto toda una cadena de intercam-
n t¡i¡ de bienes y servicios; aFrda en la educación o el cuidado del niño, in-
tccambio de alimentos y de regalos.
t-
En general, el padrino y la madrina no formaban pareja; su elección
parecerfa estar condicionada esencialmente a su edad. Así, entre más edad
s
tcnían, menos probabilidades había de que su propietario considerara en-
t.
ria¡los a otros destinos; en ese sentido, poseían mayor estabilidad que los
frr'enes, y tanto los amos como los otros esclavos apreciaban su resistencia
r su habilidad para la minería. Así la comadre de edad ügila y educa al
) niño mientras Ia madre trabaja. Entretanto, el compadre se hace cargo de
la protección de lajoven madre al desaparecer el progenitor. Adicionalmen-
) y adquiere
tr le enseña a su ahijado las técnicas para el lavado de oro el
I
&recho de fiscalizar su elección de pareja sex-ual.
Puede suponerse que ---<ontrariamente al derecho canónico en el que
l tsta relación constituye un impedimento matrimonial menor- la rela-
) cún de filiación espiritual constituía en los campamentos mineros una
I preferencia de hecho, para trasponer dicho vínculo en el plan de la alianza
matrimonial; en particular, al casar al ahljado con una de sus propias hi-
Fs, o a la ahijada con uno de sus hijos. Para realizar estas uniones, el pa-
&ino sólo contaba con sus hijos que, nacidos de su última unión, todavía
permanecían en el campamento. Mediante esta "traducción" preferencial
dr la consanguinidad ficticia entre Ia madre y el padrino en un r.lnculo
matrimonial de sus respectivos descendientes, la figura masculina de éste,
que acompañaba al niño en las sucesivas identificaciones de sus relaciones,
st presentaba como una especie de equivalente de hecho del tío materno
dcntro de un sistema matrilineal.
9:l
94
Capítulo lll
& una descendencia negra mtiltiple repercutirá más tarde en las r€presen-
riones de la sociedad negro-colombiana surgida de la esclaütud.
Hacia fines del siglo XVIII, la proporción de negros liberados aum€nta
as
<ro de la población negra global. Sin embargo, los matrimonios cató-
n-
tos de éstos con mujeres esclavas no implican una liberación automática
te
de ellas ni de sus hijos comunes. Aún así, el paüe lüre puede pagar por
3n
libertad de sus hijos, y transmitirle su patronfmico. En tal caso, sus des-
/a
crndientes tendrán dos patronímicos, como en la costumbre hispánica: el
n-
del padre seguido por el de la madre, que a menudo eran diferen-
cs
Es- Los padrinos Iibres también podlan pagar por la libertad de sus ahija-
a-
&c, en cuyo caso se añadía su patronímico al de origen. Por consiguiente,
@tre los nuevos negros libres de la segunda mitad del siglo XtX, habfa
:n rros pocos que podían identificarse con dos patronímicos.
ra
[á Guerra de Independencia y la disolución del sistema colonial abren
ri-
le libertad de moümiento a los negros. El proceso migratorio consiguiente
lo
.l-
Fmit€ una considerable apertura y ampliación del campo para la se-
hcsión de cónyuge. Es probable que un buen número de uniones de la
JS
ipoca fuera entre parientes biológicos muy cercanos, dado que un Ego no
la podía reconocer a sus hermanastros paternos nacidos en un campamento
.a
üerente, y tampoco disponía de medios terminológicos para identificar-
)- b6, puesto que la gran mayorfa de los esclavos de un mismo propietario
ia
taÍa el patronímico único de éste. Por ende, la tendencia a casarse con el
portador de un patronímico diferente aum€nta paulatinamente. Y será la
la irertidumbre sobre la ascendencia paterna, el desconocimiento de los co-
el leterales paternos, así como el de una parte de los prirnos maternos, lo que
la *¡rtará las primeras bases de la representación de un parentesco difuso
l- drtre todos los negros de la región que refuerza aún más el carácter
)s
-lo
¡rducido del ramillete patronfmico. Precisamente esto es lo que constituye
2
te b1'en dfa la base de la unidad social y de la noción de "chocoanidad".
)r
ia
Los Llbres: el llempo de la genealogía
l,
,a A causa de las características de las relaciones sociales en los campa-
;- uentos mineros e incluso en las plantaciones, los esclavos recién liberados
5, partÍan para ocupar los rlos secundarios del Chocó en pequeños grupos,
a brmados en su mayoría por hermanastros y hermanastras del lado ma-
d ttrno, algunos de los cuales ya estaban casados y üajaban acompañados
il por sus respectivos cón¡rges. El periodo en que comenzó la ocupación del
ll C-apá (aproximadamente entre 18ó5 y 18 75) nos indica la profundidad ge-
95
Según dicen los üejos, las primeras familias llegadas al rfo Capá fueron
los Tápias y los Machado, provenientes respectivamente de la zona Paclfica
del Cauca y la de explotación aluüal d€ Antioquia. Poco después llegaron
los Arias, los Serna, los Cuesta y dos hermanas Rodríguez, oriundas de la
zona de lavado de oro colonial del río Andágueda (alto Chocó). Según las
coincidencias entre los relatos de los ancianos, a vec€s un poco contradic-
torios, sobre los matrimonios de la primera generación, se puede inferir
que en lugar de familias, se trataba tal vez más bien de grupos de herma-
nastros con un solo patronímico. No es sino a partir de la generación de
sus propios hijos que se generaliza la posibilidad y la costumbre de lleva¡
juntos los patronlmicos paterno y materno, tanto en el Capá como en
todo el Chocó, marcando así para el hombre negro la emergencia de una
paternidad codificada. La importancia histórica y simbólica del patronl-
mico, cuyas ücisitudes ofrecen una lectura de los cambios sociales en este
universo, contribuye ciertamente a explicar la importancia que tiene hoy
en dfa el idioma patronlmico para la clasificación negra de las relaciones
sociales en términos de parentescoT.
Capítulo lll
tsE equí veremos que dicha regla no seguirá la tendencia de lo "dado", sino
¡ía que instituirá un nuevo tipo codificado de red.
la,
No se puede establecer claramente si las primeras parejas del Capá se
un
formaron antes o después de su instalación en las riberas del río; lo más
probable es que parte de las uniones se habían realizado con anteriori-
pá dad, y que las parejas venían acompañadas por los colaterales maternos
TI. rrpectivos de cada cónyrrge. Como ciertamente se dieron los dos casos,
an ¡ramos más de cerca estos primeros matrimonios que dieron nacimiento
.os
¡ la comunidad de Capá. Los dos hermanos Thpias s€ casaron con dos Ro-
)s.
dríguez, y su hermana con unArias. Dos otros hermanos Arias se casaron
de
rrspectivamente con una Serna y una Machado, mientras que un t€rcer
.as
btrmano Arias se casó con otra Arias que podía ser su prima hermala por
rlo
d lado materno, pues una hermana Arias se habla establecido en el Alto
'e5
-{ndágueda después de haberse casado con un Rodrfguez de ese río. Entre
su
bs Machado no había sino un hombre - rasado con una Prado que llegó
¡rnto con un hermano desde el AIto Andágueda- y dos mujeres: una se
fn casó con un Cuesta, que presumiblemente no tenía hermanos; la otra, que
ca desposó a un Arias, transmitió su hnico patronímico a un hijo que tuvo
ln ¡ntes de casarse. Una de las hermanas Rodrfguez también tuvo un hiio
la fuera del matrimonio y que sólo conservó el patronlmico materno. Final-
a5 m€nte, el hermano Prado se casó con una Serna.
.c-
{r ,11examinar en detalle estos primeros matrimonios, que fundan un mi-
qocosmos parental, se ve cómo emergen ciertas tendencias matrimoniales,
a-
de
bs reglas de descendencia y de residencia, los lfmites de la endogamia local,
ar las modalidades y la orientación geográfica de la exogamia. En las genera-
97
98
Cápítulo lll
[e su (Tra núcleos socio-espaciales dentro de una unidad ribereña trmplia y flui-
Lte y da. ulidad cruzada por vínculos de consanguinidad y de alianzas entre los
épo- boncos de descendencia no unilaterales, con familias restringidas disem:i-
lmo nadas a lo largo del río.
una
La comunidad se instala entonces en una dispersión residencial dentro
:ión,
de una unidad más amplia. El número de la descendencia adquiere una im-
:hos
portancia primordial para una estrategia matrimonial tendiente, por una
una
parte, a solidificar un microcosmos de parentesco particularmente estre
lun
dro mediante los matrimonios entre primos matrilaterales o patrilaterales
otra
en la segunda generación varios matrimonios que repiten en un
lns- -r'eremos
ientido u otro el de los padres-, y que por otra parte trata de diversificar
ien-
las uniones, con el fin de emparentarse por la vía del matrimonio al máxi
le la
mo de familias del rÍo.
ota-
¡de Vimos en la primera generación un grupo familiar Arias que iniciaba la
ecto tendencia de casarse entre primos de primer grado. Esta tendencia se acen-
ecit tuará en la generación siguiente y en la tercera. Fue así como un hijo de
ten- csta primera unión Arias-Arias se casa con una prima patrilateral, y otro
teva -\rias, primo del primero, se casa con una matrilateral cruzada. Un hljo
del matrimonio Arias-Machado se casa con una Machado (prima cruzada
)mo matrilateral), mientras que sus hermanas y sus otras primas conciertan
)ns- matrimonios diversificados con miembros de todos los troncos presentes.
ode Entre los descendientes de los dos matrimonios Tápias-Rodrlguez, uno de
.ari- bs hijos se casa con una prima paralela matrilateral (que va a buscar al
)ase alto Andágueda donde tiene tlos y tías maternos). Otros dos hijos de la
3nte unión Tápias-Rodríguez se casan con dos hermanas Prado-Serna. Esta ge-
deal neración ve la llegada de Abraham Gutiérrez de la costa Pacffica del Chocó,
rsti- quien se casa con una Arias-Serna y funda el tronco Gutiérrez-Arias. El
del apellido Renterla alto Andágueda llega con una esposa Arias, pero
t
-del
|oCA que le ha dado su único patronímico a un hijo nacido fuera de ese matri
resa monio. 5e registra también otro grupo familiar del alto Andágueda, el de
len-. Gonzalo Ríos que llega solo y se casa con una Arias; después, uno de sus
un sobrinos (hijo de un hermano que permaneció en Andágueda) se casó con
una una sobrina de su esposa (h!ja de un hermano) y se establece en el Capá.
reo Para terminar, otros dos solteros, también del alto Andágueda, un Ma-
erte turana y un Mosquera que se casan cada uno con una Thpias, forman el
aporte exterior de la segunda generación.
99
Cápílulo lll
.ampo si€mpre rc-actualizable, que une supueslamcnte d€ manera flexi-
re- bl., de tronco en tronco d€ d€scendrncia, a todos los que tienen el mismo
tr€ patronínrico cnparticular y a todos los n€gros del Chocó en forma más gc-
D.ra¡. Esta prácti(a dr matrimonios orientados por el palronímico ¡:omún,
.Ile
frilita también la codiñc¡rción y la incorporación dcl vfnculo nuevo, no
sstenido por una unidad de residencia común, en la m€moria grnealógica
cia & Ias dos comunidad€s, y al mismo ti€mpo p€rmite la €r.t€nsión de ¿stas
uy bacia los recursos de sübsist€ncia l\¡trá del espacio riberrño.
l€-
P¡ralelamente, en la t€r.€ra g€neración s€ da también Ia incorporación
un
rnediante cl matrimonio de soltercs llegados del exterior. [,os tres herma-
lre
Dos Cop€te proceden de QuiMó; dos se casan con dos hermanas Machado,
te-
ia-
.i terc€ro nunca, a causa de una enferm€dad. Un Guevara del litoral Pacl-
6co se casa con una serna, y sus dos hermanas lo hacrn respectivamente
ria
(on un Ríos y un A¡ias. Un Bejarano, originario también del alto Andá-
ón
gueda se casa con una Renteía, y un Garrido d¡: la misma comunidad sr
c5tablccc en Capá con su €sposa, una Obrrgór d€l alto Andálgueda, seguida
por su hermana que s€ ca§a con un Cutiérrez.
Es esta tercera generación Ia qr¡e conc€ntra una parte del espacio resi-
n- dencial €n Ia "col¡ra" d€ \,i11a Clarrt; ]a ag¡up¡ción de las casas €n "barrios"
o(Presará allí espacialment€ tanto Ia fbrmación de troncos no-unilateral€s
la de d€scendencia como la orientación de sus matrimonios. También tr esta
de
Seneración Ia que inició en la década de l95O Ios grandes desplazamientos
m hacia zonas del medio Chocó (Bebará) y hacia el árca de er?lotación aluüal
la; d€l vccino d€partamento dr Antioquia, donde las pareias ocupan nuevos
de !'acimi€ntos aurll¡ros. Y sol1también ellas las qlr€ acuntuarán ura tenden-
el cia que se i¡á intensificando en la gcneración siguiente: el €stablecimie¡rto
a- a largo plazo dr algunas familias restringidas por fu€ra d€ la comunidad,
rI, ál principio en algunos lugares dc oriSen de miembros de la gens¡ación
as precedent€, tal(s como Lloró o Quibdó --{ond€ se agrupan unos cer0a de
AI otros €n dos bar os pe féricos , y lu€go en ]a zona minera recientemente
ocup¡da d€ ZaraSoza en Antioquia.
lás modalidades matrimoniales de estos establecimi€ntos fuera de la
a-
@munidad son de tres tipos: o bien una pareja formada en el Capá, se ins-
ile
tala y ocupa a la vez terrenos y yacimientos aurífe¡os aún no mupados en
n-
otra zo[a; o un so]tero €ncu€ntra una esposa en otro rfo y se establece allf;
lo o también una mujer d€ Capá se establec€ €n la comunidad de su marido.
Lstas partidas no constituyen ni una pérdida de miembros para la comu-
nidad, ni una forma insidios¡ de disgrcgación. [ás uniones €xogámicas, €n
d, .fecto, hacen part€ ya s€a de un campo d€ reciprocidad de intercambio con
ror
del mismo paüe y Ia misma madr€, tri:s tipos de matrimonio: una unión
cor una p ma matril¡tcral cruzada o patrilateral paralela; otros con co-
laterales de una misma familia, repitirndo el matrimonio de un hermano )'
o una h€rmana; y €n cuanto a los d€más, una div€rsificació¡r de los ma
t rnonios, con (1 fin d€ vincularse al mayor nírm€ro posibli: de familias do
€omunitarias. Esta apertura de los matrimonios prosigue hasta la cuarta
g€neradón con ]a conclusión de por lo menos una unión e¡ogámica ütra- sit
(omunitaria por familia restringida. ta'
lol
Es cvident€ qu€ para r€alizar €st€ id€al extremadament€ div€rsifi-
cado, teni€ndo en cuenta igualmente la ¡¡ortalidad hfartil', la des-
€€ndencia d€be ser lo suficientemente numeros¡. Además, si cada niño
inrplica por Io menos un mat monio posible, también es ]a b¡se de una
relación de consanguinidad ficticia d€ sus padres n€diantc la institu(nin
d€l compadrazgo.
La comunidad dc co-resid€nt€s d€ un úo s€ manifi€sta entonc€s m€nos
como una unidad de producción d€ bi€nes que €omo una de producción
máxima d€ relaciones codificadas, así, la riqueza demográfica de la comu al
lo2
Capílulo lll
nidad significa un aumento de su queza pottncial de relacimes codifica-
das. ltro los límit€s ecológicos y socialeslo de los €spacios explotables por
la dispersióny €l al€jam;€nlo que significa el viaje ---rstrat€gia sociald( di
v€rsilicación ], d€ fluid€z incitan hoy €n día a Ia comunidad a condensar
v unificar su espacio habitado a Io largo del río. ,Al mismo ti€mpo, pued€
ampliarse, tanto m€diante la práctica exogámica como de la primera ocu-
pación de los espacios de explotación aluvial, cada vez más lejanos por pa-
rentrJas endogámicas asociadas, y ge¡eralm€nt€ villculadas por r€petidos
matrimonios mtre dos grlrpos de colaterales-
La cuarta g€n€ración prolongará todavia más las estrat€gias matrimo
niales 1,de residrncia de las g€neraciones precedent€s: €l mahimonio d€
primos (ruzados matrilat€ral€s o d€ primos paralelos patrilaterales lmás
frecu€nte en Ias faffili¿s Tapias y Arias q¡r€ €n las dcmásl, la rePetición d€l
matrimonio d€ un herrnano o hermana mayorts. Al lado de estos ma
trimonios fuertemi:nt€ €ndo8ámicos, los demás sigu€n mostrando una
tendencia a la div€rsifica€ión, tanto al intcrior como al ext€rior de la
comunidad.
Es int€resante evocar brcvement€ los casos poco num€rosos- d€ ca_
paseños qu€ al establccer una r€sidencia €xtra comunitaria no lo hac€n
dentro dc los límites regionales. Solteros, se €stabl€c€n ya sca cn cl c¿Pital
del d€pa¡tamento vecino de Antioquia (Mtdellúr, o en las ciudades coste
ras dl. Irrbo, Cartagena y Bu€nav€ntura, o también en Ios dcpartam€ntos
andinos vecinos, donde contra€n matrirnonios no sólo efracomunita os
1' o.-traregionales, sino incluso mi\1os d€sd€ un punto de vista '?acial",
es decir, se casan con blancas o mcstizas andinas. La conjugacií)n de estos
dos factorrs dr los cual€s €l segundo nunca s€ da sin el primero, que a
su vez puede darse sin el segundo, en cuyo caso el r€torno siempre es Po
sibl€- hace qu€ vayan p€rdiendo tl sentido de pert€n€ncia las dos partes:
tanto la comunidad como €l individuo. Es claro que ]a soi:iedad negro-co-
lombiana d€l Chocó fija ür este punto los lfmites de su fleibilidad y d€ su
crectuli€nto.
rol)
hace siglo y m€dio en esta zona chocoana contradire esta hipótesis, tanto a
más si se considera que los matrimonios intrrétnicos siguen si€ndo ñrme s.
I(),[
Capít lo lll
I
cial formal, y qu€ tras salir dc ]a esclavitud enfrentaron reto de ocupa.
€1
ti€rras prácticamente deshabitadas. Las €aractrrÍsticas rcológicas de este
h¡íbitat, así como el pasado social de los nuevos ocupantes, los empujaron
a una ecoromía dr €xtra.ción, poco compatibl€ corl un t€r torio local, y
te con Ia conformación de grupos locales d€limitados dc una v€z por todas.
Le A d€seo de movilidad surgido romo (ontrapunto de la €sclaütud pudo in
iertarse €ntr€ las opciones ofrecidas por e1 carácto ecológico de la región ),
por €l sab€r t€crolóCico de los nu€vos "]ibrrs". Por dra part€, d atractivo
del mod€lo de desftndencia bilatrral hispánico qu€ prometía reintegrar al
hombre negro cn una €sfera d€ patemidad codificada, sin e¡cluir a la mu-
_t€r negra, furnt€ de id€ntificación social colon;al y punto de cond€nsación
de las relacioDes soci¡]es y afectivas, pudo corstituir otro incit¿nte. En fln,
la p€rccpc;ón ulterior de la novilidad int€rfluüal dc k:s indígenas en busca
dr una €sposa o di. un terr{:no lejano a que leníar d€r€.ho por \,ía dr des
cendcnci¡ paterna o materna, debió también sü un apo!,o d€l ideal bilat€
ral y un punto di: partida para la o cntación €xogámica nrtra-étnil:a.
Sin €mbargo, la atomización y la ausencia de €odificación genealógica
r social €n la raíz de Ia ¿rist€n€ia n€gra libre pudieron al mismo tiempo
rmpujar al fortalecimiento de una parte dc los vínculos codificados, por
la tendencia a repetir los matrimorios dl. Ios parientes o dc los h€rmanos
r h€rmanas mayores ), €asars€ dentro d€ un mismo grupo falnüar. Ull
prim€I esbozo de esta práctica se obsrrva dcsde Ia colonia, cuando el vÍn
culo de consanEluinidad ritual d€l compadrazgo s€ "traducr" en un matri-
monio ent¡€ los descendient€s..on la cre¡ción d€ nírcleos de matrnnonios
cercanos. jlsta tendencia separa €1 sistema de parent€sco negro del sislrma
Emb€rá. Es más, s€gúr illfonnan los ancianos negros, se pu€d€ supor€r
también que los perp€tuos conf'lictos iDtra Étnicos qu€ d€sgarraban las
parentclas residenciales indíg€nas, llevándolos a constantes divisjones y
r€a8rlrpamientos, pudo gen€rar un sentimirnto de repudio que animó más
a los negros a incluir en la fluidez d€ su sistema rúcleos ¡nás densos dr
solidaridad ge[€alógica y r€sidencia].
La otra diferencia mayor tntre los dos sistemas es de n¡tu¡aleza t€rmino-
lógica: s€ trata d€ la predominancia €ntre los n€gro-colombianos del sistemn
patronímico, sobrc una t€rminología espanoh, presente pero dernasi¡do rí
gida y Lnívoca para ta clasificación d€ las r€laciones de par€nt€s(o. Arnbos
sistemas igualm€Dte opuestos a la terminología clasificato a ftnbrrá.
r05
l06
Capílulo lll
patronfmico al húo, éste t€ndrá rl patronímico único de su m¿dre )' se
unirá €rclusivamente al lronco d€ desi:€ndencia de ella. En el caso de que
la madrr se case con otro hombre, €s ft€cuent€ que tom€ €l patronímico
& sü padrastro y s€ ulla a la descendr[cia común d€ Ia pareia. Ad€más, si
d prcgenibr es de la misma unidad ribertña qu€ la madre, la .omunidad,
r€girn su lógica interna, obligará al hombr( a asr¡nlirse como pa&e cons-
mlyendo una cas¿ n€o-kxal para l¡ madre, )' ¡scgurando a5í la unión del
Eiño a dos t¡oncos d( descendencia.
Di€en los ancianos del Capá qü€ antiguammte la poliginia era más fre
cuent€ en la comunidadi ahora sólo hay cirrco grupos familiü¡es basados
ql ella¡r- Sin embargo, ésta no par€ce haber t€nido.iamás un stntido ob¡i
flatorio, corno tampoco parecr hab€r estado Iigada a un €status definido
ií dentro de la organizaci(»r social. No obstante, es €vidcntc que tanto la
ir co-existen(ia de los dos matr¡monios, como el n(rmero particularment€
importante de la dcsc€ndencia así obtcrid¡ tiúm el efccto de ¡nultiplicar
para €l Ego los (ampos de int€rcanlbio estructurados Por tl parentesco
i lconsangufneo, malrimonial ) ritual) y hacen así posibl€ una acumulación
v d€ relacion€s codiñcadas que conjuga lo que los n€gros llaman la "riqu(za"
d€l iDdMduo y Ia dc la comunidad. Esta repressltació¡l de la "riqutza"
que nunca utilizan para referirsc a las posesionss matcúales
-tÉrmino
.s una abr.¡ndar¡cia de rrlaciorrs codificadas quc (stá liSada al prestigio
comunitario. Concuerda (on la norma cultural que ñja el principio dt la
.dad adulta, el de la plelritud iruliüdual y social tanto mascul¡na como
f.m€nina, no err el momrrto d€l matrimonio sino en el del nacimiento
d€l prim€r h¡jo, rs decir, de la cr€ación dt r¡n nucvo'bbjtkt'de rclaci(xres
te
«dific¡das, cuakluiera que sra la modalidad de parentesco social cscoSida,
bájo la fluidcz de las normas c¡ue la scrcirdatl ofrece para la codificación d€
ia
lá descendcncia.
ro7
r()8
Capílulo lll
:el una divrrsiñcación d€ Ios matrimonios, pero esta vez centrada en torno
rú- a l¿ mq,rr. sin cmbargo, el grupo d€ dtsc€ndientes colat€ral€s unificado
:le por rl patroním;(o matcrno es nominalm€nte bilaterat; pero er el nivel
rociológico tiende h¡.iLluna d€finiciór matrifbcal, €lr o('asion€s locando cl
tr€ limite de la mat lateralidad; y será la auloridad de los padri¡os, a menudo
.s(ogjdos entr€ los tíos matcrros o tntre los tÍos abuelos maternos, la que
.quilibre la ausencia pat€rna, sobrc todo durante los p€íodos tn qut la
ñadrc se encuentrc sin compañero.
las Las uniones sucesivas constituyen, €n efecto, un modo de div€rsili(a
las oón d€ los matrimonios con tln número (oDsid€rabl€ d€ descendientts.
Fro sólo a cambio d€ una pÉrdida sociológic¿ del vÍnculo p¡ra que otro
la rínculo matrimo al pu€da crearse, lo que no es el cLtso de la poliginia.
ia -Vemás, si la descendencia numerosa es un objetivo alcanzado en est€ caso
para ]a muj€r y su tronco de desctndencia, no lo es para €l hombr€ que,
el romper el 1,lnculo, desplaza su des€endercia hacia la matrilbcalidad,
ede & tal suerle que pierd€ y hace p€rder a su tronco de dtsccndencia gr¡n
rel Frt€ d€ su p¡ternidad codificada. Se pu€de entonc€s considcrar que la
.rtrategia matrimonial y €l glupo d€ pa.enttsco matrifbcal resultantes
Lcia onstituyen €n cierta forma la periferi¿ del sistema negro colombiaro d€
,e1 parentesco €n Ia m€di(la €n que el intercambio entre grupos familiares se
d.bilita a costa d€ ulla individu¿lización d€ las u ones, corolario de Lma
dre Érdida masculin¡ de ]a descend€ncia. Todo slrcede como si d€spuÉs de la
r.Erifiliación matrice¡trada de hecho, quc marcó €l drstino de los tsclavos,
lel 6ta esp€cie de deslizamiento hacia la matril;liación no dej¿rá de poner en
t.nsií)n rl sistrma d€ parentesco ,regro cobmbiano. Ver en ello u¡a even
ist€ tual "supervivencia" d€ ur sist€ma matril¡teral africano es una hipót€sis
a)' qüe nirgírn dato autoriz¡ con rigor, dada Ia extrema disparidad ét ca
- ?or lo {l€más mal conocida d€ los oríg€nes €srlavos y de la duración
&l sistema esclaüsta.
rla En suma, todo parece indicar qu€ desdr el punto de vista de la preserva
ción y d€ Ia reproduccií)n de l¡ comuDidad ribereña dentro d€ una flu;drz
@dificada como en el de la ap€rtura hacia ohos conjuntos del mismo tipo,
d mod€lo qu€ conciliarf¡ m€jor todos los obj€tivos culturalrs subyacü
t.i:: y hacia los cuales parecería t€nder l¡ comunidad en tl co4junto d€ sus
rci- r¡slemd' ri€ pdr.ntr.(u scfl,r ld poüeinia (.,n und mLritr ( r(.rnr v un¿ mu
lv" F proveniente de otra comunid¡d, pero r€sid€nte en la primera. En (f€cto,
.5t€ modelo prestigioso p€ro minoritario es el que armoniz¿ más Ia exi-
gmcia de la multiplicación de los matrimonios sir "pérdida" mediando,
ro9
lIo
Cap¡tulo lll
parentesco por adop(ión substituy€ Ia €strüctura d€ par€ntesrol...l vol
la üéndos€ lo que es el parentesco cognáticol...l, rl parent€sco ritual com
la pleta dicha tstructru-a; €s 1o qu€ el parentesco cosnático aspira ser sin
conseguirlo"- Adcmils, también des€mpeña una de las tunciones qu€ Mintz
! Wolf le IÉn itribuido: "1...1 consolidar horizontalmente las r€lacion€s
social€s €ntre los miembros dr una misma vecindad rural"rr-
te
El compadrazgo es una relación de respeto que crea un intrrcambio per-
manü(t dt bi(n€s y servicios. Implica ]¡a sea a dos par€jas, o una madre y
una parej¿, ¡sf como a un úio, ).er €I Cho€ó sólo puede ser establecido €n
.l bautizo, segundo lo dr paso obligatorio para todo el mundo. Salvo en
ta
los €asos ctl que un bel)é corre peligro de muerte, ést€ no tiene lugar antes
d€ qu€ €l niño haya cumplido un ¡ño dc vida, "cuardo ya tiene un poco
más dt enterdmiento", como dic€n. de el¡o no tien€ nombre, y por
le ^ntes
lo tanlo nadi€ se dirig€ a é1 nominalmente. l,or lo g€neral, son la madre o
babuela materna qui€n€s €ligen su rombre, aunque corlsultan a supadre,
v es de esta misma lbrma qlr€ son el€gidos los futuros compadie y co-
madre, te¡it¡do en cu€nta sobre todo Ias afinidades interprrsonales, p€ro
igualmente 1¡ volunl¡d d€ "cuajar" y de volv€r duradera una relación que
a m€nudo ya se €ncuentra codific¡d¡ genralógicamerte, pues es sustralda
así d€l confli€to y del cambio.
III
tL2
C.pítulo lll
,lI (ontrario de la consanguinidad, el compadrazgo no forma UIra c¿de-
na; no se transmite como la ñliación. Debe reiniciaBe en cada generación,
Fro se (ristaliza siemprr en torno a la descendencia- Estos \.fnculos, mor
cados con €l signo de "lo divino", no son transmisiblcs; por €nde, suponen
cda v€z un acto que se opon€ al determinismo de la consanguinidad.
fIr €ste sentido, €stt par€nt€sco ntual €s del ord€n de "lo constituyente",
Ei€ntras que la consanguinidad se encuentm en el de "lo instituido". En la
rutil dialédica de ambos se humaniza la ü¿la biológica d€ un ser humano.
ftro, al contrario de l.r alianza matrimonial que tambiéD es un actc- €l
vhcülo de co-nominación es indisoluble e incu€stionable. En estt sentido.
l. convierte en la imagen de una €specie d€ alianza id€al, de la qu€ €starfan
.r(luidos €l rcnflick), la ambivalencia y el cambio- Un Ego no puede tener
dno un padrino ]¡ una madrina, como no ti€n€ sino una vida terrestre,
Fro tendrá tantos compadres como hijos, porque ti.ne la capacidad de
Eultiplicar €l don de la vida.
A est€ propósito, vale la p€na anotar que dentro de la ideología n€8ro-
colombiana, el pasaje entre €l acto de procreaoón lleva €l sello de "lo
-que
humano", de Io cambiabl€, d€ lo perecedero, de Io corporal- y su f¡uto, €l
triño, s€ pasa de UIra categorla de si8nificación a otra: la vida y su eclosión.
Ambas marca¿las con el signo de "lo divino". Por lo tanto, multiplicar €l
acto, ciertament€ humano, de eng€ndrar la üda, cs también multiplicar
tra potencialidad de los vfn«rlos sociales tocados por "lo divino", qüe no
son perecederos; €s realizars€ aJmór¡icamtnte en todds las dimensiones d€l
5€I hr¡mano qlr€ tienerr valor para esta soci€dad. Sólo esta multiplicaci6n
permite acceder a Ia v(z ¿ l¿ pt€nitud biológica indiüdual en el placer, a la
plenitud social de oeación de r€laciones c¡diñcadas diversas y múltipl€s,
) a Ia pl€nitud religiosa d€ oñciánte múltiple de bautismos, de nominador
ritual. L¡ exigencia de rnultiplicación de uniones corporal€s es contraria,
en su lógica, a la valoración de Ia duración y sobre todo al cierre de la pa
reja hombre mujer, de la que únicament€ €1 fruto peflenere a lo diüno y
pu€d€ crear €n torno a sf vínculos que participan de é1. SiIr ernbargo, esta
representación no implica una valorización priülegiada del niño como tal,
sino más bien la de la drscend€ncia. lgualrnente otorSa un lugar siñbólico
Fivitrgi.rdo a los vfnculos de filiación y de consanguinidad frente a aque
llos de la alianza matrimonial entre familids.
II3
II.1
Capítulo lll
nombr€s propios, el hacer latent€ su indvidualidad, tanto romo cualqui€r
aipecto Íntimo-cuyo sigro €s el uso del nombre proPio a fávor de 5u
función ritual compartida de donantes dt nombre.
ma&iras, los abii¡dos ¿lternan
Para dirigirse a sus padrinos ),
y y
-), esto
.s importante rntre los términos tío, tíatr padrino madrina, sinja
más prorunciar su nombrt, ni cuando hablan con ellos ú i:uando los evo
can. [n cambio, no hay posibitidad de llamarl€s padrino o madrina a los
tíos y tías qoe no ¡o son.
II5
rt6
Capítulo lll
I.os espados rrlacional€s d€l "r€speto" --que significa €vitar mut¡.la-
ment€ la proximidad corporal, los chistes verdes, las palabras subidas de
v tono y las acciones mágicas- s€ situan d€ntro d€ la clasiñcación "huma-
no diüna", ahí dond€ no p¡.r€d( haber relaciones sex'ualcs y donde €xista
una dif€renc;a g€neracional, dado qu€ el matrimoño €ntr€ miembros de
g€neraciones dif€r€nt€s €s muy mal visto y por tllo no es nada fte«rtnle.
t-as actitudes etr el campo dtfinido por ]a alianza, es decir €ntre cuñados y
la {l.riiadas, asl como entre los cón].uges son relativament€ informal€s; per-
miten ciertas manifestaciones de mal humor o d€ ira, y bromas entre el,os,
h€ sin jamás pon€r rn cu€stión la estrecha asodación, coop€ración y solidari
'nr dad quc deben unir a los cónyuges €n las múltiples actividades de subsis
tencia compartidas. El pon€r uno u otro en tela de juicio esta solidaridad
la por acto u omisiúr lleva rápidament€ a la disolución del matrnnonio. Por
lo demá§, las relacion€s €ntre los cónyugts, ,¡s dc los padres con sus h¡os
hasta los 13 o 14 arios y eDlre los h€rmanos y h€rmanas mayores con
los rnsnores det mismo sexo sólo durante la niñ€z- son vínculos
-pero
designados para la abierta nanif€stación de sentinientos de contrariedad
rt€ v d€ agr€sividad, así corno de constant€s bromas. Por €1 i:ontrario, si €n las
'ia relaciones erltre mrrrorrs ), mayores, ahijados y padrnlos, y €ntre colate
de rales de ser(o difer€nte, se det€rior¡ la ¡ctitud de 'tespeto" por un conflicto,
.l vínculo debe transtbrmars€ €n distancia, pero jamás en Llna hostilidad
v€rbalizada o gestual. Dicha distancia pucde revertirse mediante la int€r
v€nciór d€ un tercero respetado por ambas paÍ€s: usualn€nt€ se trata d€l
paüiro, la madrina o el compadr€ y la comadre.
A los niños s€ l€s tucluys poco a poco tn las actiüdad€s d€ los adultos.
Tien€n anlr ellos a múltiples ma),ores: padre, mad.€, ab¡.r€los, padrino,
el madrina, h€rmanos y h€rmanas malores- Con éstos la r€lación €s poco ,
¡,
la Yerbalizada; sc d¡n pocas er.?licacion€s y se usan pocas ftases para pedir,
el ordcnar, coDsolar o prohibir. La edu(ac;ón consiste en no5tr¡r cl modelo
:i- d€ comportamirnto o l¿ técni.a dt trabajo, pi:rmitiéndole al niño d€sarro
'ia Iar su inici¡tiva y respoDsabilidad con sus cont€mporán€os o menores por
fu€ra de la casa, pero en €lla l€ €xigen estricta obediencia a los mayores- L¡
niñez €stá l€ios d€ s€r considerüda como una identidad completa; s€ con-
de
cibe más bi€n conlo un estado más próimo a Ia naturaleza que a la €ul-
tura, por Io tarto incompldamente humano ], qu€ debe €scalar p€ldaños
sucesivos mdidos por ur €quilibrio creciente entre autonomía e imita
la ción hacia la plenitud adulta. A Ia rdad de 12 o 1:l ¡ño5, el niño debe
§aber realizar todas las actiüdades que t€ndrá cn ,a vid¡. 5e lc concede un
pedazo de terreno qu€ cultivará 5olo, la mitad de cuyo producto dará a sus
117
lltl
C.pílulo lll
alianza con dos miembros de uDa misma familia. No si€mpre s€ impone
tpo su opinión, por la inexistencia dr cualqüü norma positiva de prcscripción
Én Datrimonial. Los argumentos a l¡vo¡ del mat monio con un¡ prim¡ o uD
'i¡¡- primo, asícomo con un hijo del padrino o la madrina son de orden rclacio-
,ni nal: "uno pel€a m(nos, se entienda m(jor con los sucgros".
El sistema social negro colombiano así constituido s€ exti€nd( sobre
nte
una multiplicidad de rspacios quc Ia práctica y d pensami€rto poftn rn
(omunicación, tundiéndolos €n una topografía particul¡r hibutaria tam
bién de la repr€sent¿ción d€lti€mpo. Es en esta topo8rafla y en este tiempo
'ios que sc arraiga ), sr construy€ el sislem¡ de pensami€nto de los "Libres".
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II9
¡2()
Capílulo lll
ddiDir la coDdición pareDta¡ propia o ajrna. AsÍ, por ejemplo, di.cD: "cs un
Arias Mosquera casado con una Serna Cuesta, y yo soy un Tapiás-Arias casa
ia¡- do con ubá Cuesla-Serna, enton €s ust€d v€ qu€ 1...1", en lugar dr decir "soDros
prihos" o "es mi eñado", etc. Iérmiros que soD hu.ho hás unfvocos y re
ductores, en rlación (.or rI cútailo de düerentes relaciones de parentesco qu€
eD 8en€ral unen dos DSos co ¡esidentes en una mism¡i comunidad.
Esta situación rs lige¡m€nte disti¡ta de aqu€lla descritapor l¡icd.rom (1971
y 198ó, p. 37) €D ltr comunidades n€grás de lavador6 de oro d€I río cuel
mdbi (Iitoral Pacfico sur). A¡1f se drfinr rl tronco de des.endencia como ub
ial- '¡grupo de padentes .onsa¡gufnros que rrmonta su asceDdencia por la \¡á Id-
terna y matrrna hasta utr ascendi€nte frudador del grupo. E1 miehbro dr un
tronco tient dcft(hos sobre los t€rrenos min€ros y terrenos reclamados por el
'ig- tuDdador como propiedad d€ su d.sc€ndenciá. La condición d. mie¡rbro de un
tronco permit€ qu€ las geDtes se i¡tegren a la üda cconómi(a de comruidades
disti¡tas que ia mtiva, cuaDdo se hace diffcil Ia sriprrviven ia eD ei]a". Parece
ría eDtonces que los dere.hos .ompletos d( usut¡ucto y de traNmisión de los
.e.ursos, dados por los tron.os dc dcscebdercia bilateral, del litoral Pacífico sur
§on menos dePe.diebles que eo el (hocó de ta residencia y pdmera ocupaciób
conjur¡ta dc la parOa. Pero el prircipio d€ d€sc€ndencia bilateral l:s común a
tas dos zonas neg¡o (olombianas, asi coDo la fl€xibilidád y f,lalici¡lad de .st€
prDcipio para favorecer ia mulü espa.ialidad en 1a explolaciór de los ¡ecusos
y permiti¡ Ia perDeabilidad de los Ilmites.omunit¡rios
El número promedio de niños üvos por pdreja en .l Cho.ó a.tual oscila €ntrr 6
y 8, pero puede llega á ser dc 1O o 12. I.a mortalidad iDfutil, muy consid€rable
hasta hace sólo tres décadds, rstá d(taalmrnte en retro.eso, sobre todo gra.ias
a lds campdñas contra el paludismo y de vaanación del gobierno y entidades
privadas. La natalidad, por otro lado, par.ce haberse estábilizado en los úllimos
f2t
Nos pare.e ver er esto taDto una er?r.sión adicional d. la .sp€cie d€ "teDta-
ción" matricentráda qur .onda en el conjublo de este sistrma dc parcDtcs.o.
d€sde la es(Iavitud hasta el presente, .omo uD lecu.rdo súyac€nte de aquella,
en el que el padüno .umplr, dc dcrto modo, las funciones de un tio materDo
Capítu¡o lll
CAPíTULO ¡V
La topografía
pragmática
y simbólica:
Lugares
y marcadores
La ocupación ), el simbolismo diferen(iados de los espacios g€ográlicos
kÉ organizan cn un todo articulado e inteligible. Este orden se (unstru)'e
(on base en Ia periodicidad d€ las estacbnes y d€ lar diversas clases de re
o¡rsos naturalcs quc ofr€ce el hábitat, por m€dio de huellas y marcador€s
lopográficos en los que s€ trenzan el simbolismo orltural y la praxis social.
Dr est€ ñodo, Ia orgarización del rspacio natural en ter torio rultural
introducc, en cl conlin¡rum del primero, cortes signiñcativos qu€ las ücti
üdad€s del habajo )' drl pensanimto rr(orren )r reafirman sin desc¿nso-
tsta obm común de lo üvido ), lo prnsado se manfiesta rn la ma).or
parte d€ las culturas a partir d€ una oposición ertre el trrribrio cultural
habitado y €l terreno iDculto y salvaje, situado más allá de los llmites del
primero, y stp¡rados por zonas intcrmtdias d€ ocupación discontinua y d€
posición simbólica particular. A la trama de únculos que los movimientos
de la práctica )' el pensamiento negro-colombianos establecen entre estos
.spacios sub],ace rrn¡ conc€pción g.n¿ric¡ del €spacio y del tiempo. tejos
dr corresponder ¿ categoúar separadas d€ la üpe €ncia, cl tiempo ], €I
6pacio se €ntremczclan constantemente en la construcción d€ Ios mar-
cadores topográlicos. Esta concepción espacio-temporal impllcita se halla
igualment€ codificada er la s€mántica d(l IÉico Lopográfico. Veremos qu€
.sta espacialid.rd, a la v€z üüda y conslruid¡ por el pensamienlo, posee
un siñbolismo propio, ¿l mismo tiempo que constituyc el telón de fondo
$bre el cual sc articul¡n las d€miás fi8ur¿s de1 simbolismo afro {olombia-
no. übuja en filigrana una üsión ¡lcl uniwrso cuyo comentariojamái es
explfcito ertre los negro-colombianos, pero qu€ puede ser reconstruido a
partir d€ enunciados, dichos y práctic¿rs heterogén€as.
Ll arti«rlación simboüca de estos espacios apela también a ciertos ejes del
püs¿¡mimto clasificatorio nativo. Esl:rs cirtcSorías I€ dalr (oherencia al uni-
verso dc la naluraleza )'al d€ la cultura, pues tejen cntre ellos r€lacion€s
flexibles ] complejas. 5u alcaffr no sc limita a la topografia simMüca ) a la
reF€sentación dcl espacio-tiempo, süm que las üncrrlan al sist€ma social y a
las divüsas facetas de! sistema ritual, y es sn este últirno doDdr se despliega
todo su poder de estru(tur¿ción. Hemos visto ),a en acción rl rje cl¿sficatorio
"divino humano" en I¡ organización dr las relaciones s«ialcs. Notaremos
que estructura también oposiciones espacialcs, arí como las bipolaridad€s:
(aliente-ftío, mi¡sculino-f€rnenino y muerto-vivo, todas igualmente inm€rsas
en la oposición fundadora €ntrr lo salvai€ y lo domesticado.
I]r,;
El espaclo habllado
\2$
C.pltulo lV
6¡ando llaman a los niños, para strürle la comida a los hombr€s o parn
IC i a la tierda. T¡mpoco los hombrcs pasan por la part€ d€ atrás, pues la
a (u:ina y el pequ€ño cultivo que la rodca son espacios (xclusivos d€ las mu-
ir.s. EIIas s€ €ncargan primordiüh¡rcnlc del cultivo de las esPecias y de Ia§
,lantas medicinal€s ] su lugar de ret¡nión €s la cocina.
Asl, ta part€ de ¿trás de las.asas co(in¡ ,, el pqueño huerto for-
-la
espa(ial feme¡rino qr.¡c los hombr€s no frecuentan,
E¿ un .ontinuum ]'
&ndr lrs mrú€res incluso las niñus d€sde los 6 o 7 años- cü.ulan dc
a, <i¡§r en (asd, trabajando lado a lado, prcstándos€ alimentos y servicios.
t- -{lí, las p¡rient€s consanguíntas ft¡lts y las comadres intercambian plan-
le tas medicinal€s cultivadas, y sr ¡rr€8lan las disputas €xclusivamtnte fe-
te m€ninas. Este €spacio, calentado Por rl fo8óIr d€ la cocina, e§tá asociado a
L aprrtur.l y la vis;bitidad permantntesr. En cambio, Ia part€ delant€ra de
ts ta casa y su umbral elevado constitu) en un espacio masculino donde los
bombrcs se reún€n para lüblat bcbcr y (omtrj(Intos. El paso entrt el dl¡
Í la noch€ se marca con el cierrc periódico dt la puerta prircipal. La Pieza
grande, donde a vec€s duermcn los hijos mayor€s, no se utiliza durantc
.l dfa sino para fitstas o velorios. si¡l enrbargo no se en.uentra vacl¡: ahl
.5tá ubii:ado el pequeño altar con litografías, estatuillas, alguna§
le -htcho
r?ladoras flores- d€l santo
y de devoción csp€cial que "pertenece" al pa-
d¡.. que a m€nudo está acomp¡ñado por el s¡rnto d€ la madre de familia,
! de ellos sc espera que "deliendan l¡ (asa". En €sta pitza así como en la
ocin¿ s€ realizdn las prácticas má8icas que "in¿qq¡Iran" ia (-asa rcci¿rl
túminada, al "asegurarla" !' "limpiarla" d€ los €spíritus de los mu€rtos
t.
.rrabundos,'d€ la "sucicdad" de la selva, prov€niente de la madera dt la
cas¡ y L1s hojas del techo- La sala, ortre el tsp¡cio masculino de ¡delante y
.l fem€nino dt atrás, se Presenta como !'l ccDtro ritual de la ca§a, €l lugar
dondc sc d€posita su identidad rcligiosa, m(d¡antt Ia prsencia dtl ¿tltar de
Ios santos de devoción espccial. La (ontigtiidad d€ Értos con el altar iDdica
el buen ent€fflimiento €ntre la partja. Cuando sus propi€tarios los retira[
det irltar siempre es señal dt un conflicto importante entre los cónyuges, o
€ntre €l §¡rnto )¡ su dueño.
r !tl
Capítulo lV
pacio de los hombres los "(alienta": y los !'u€lve tributarios d€ una ruidosa
familiaridad.
r!9
Son pocas las iglrsias y cementerios de todos los rlos del Chocó que se
€ncu€rtr¿Ln en plntos €l€vados €n relaciór con el espacio habitado. Sin
€mbargo, en Ias €onversaciones cotidianas, siempre s€ dic€ "ariba" para
ref€rirse a €IIos. Por el contrario, al hablar de las ti€rras cubi€rtas de male
zá que separan los grupos de c¡sas y que están, ¿lla§ sl, a un mayor nivel mi
de altura, lo usual es qur se diga: "pasé por abajo". Aunque "arriba" y po
"abajo" co¡rrspond€n a espacios concr€tos, estos tér¡1inos no señalan una in(
difereffia de reli€ve snm más bi€n una repres€ntación escalonada d€l mu¡
do, nÉcrita en el idioma espacial del hábitat. tss así como Ios habitantes
del Capá, hombres y mqjeres, justjfican el miedo que manifiestan ante la do
sola ;d(a d€ av€nturars€ en Ia roche tu€ra d€ Ia casa con térrnillos qu€ ños pl(
parecieror bastante misteriosos al principio de ru€stra investigación. El .ie
€.runciado "satir dr noch€ es peligroso porque 1l) alto baja ], 10 bajo sub€",
Iro se aclara si no se tiene en cuenta est¿ representación escalonada del
mundo, entre "diü¡o", "humano" y "podredumbre", y el carácter móvil,
sin Iímites fiios, d€l murdo nocturno que moviliza lo "alto" y lo "bajo"
contra el mundo de ]a üvienda humana. en el medio.
al
Si ]a iglesiay el cem€nterio constituyen la ape¡tura hacia un mundo el
supra-crlltural (lo alto) d€ los santos y d€ los muertos, rl espacio cubi€rto
r3I)
Capítulo lV
& maleza constituye, por el contrario, un mundo infTa-cultural, también
tmítrof€ con el de los hombres, el universo de la podredumbre (lo bajo).
Elas dos zonas se presentan como los llmites de la cultura, en el centro
Dúmo d€ ést¡. Se trata d€ €spacios móvil€s, capac€s d€ des.rfiar y de pri-
var, con a).uda de la noche, al mundo l,umano de diferenciaciores y de
límites claros. De este modo la "pod-rcdumbre qu€ s€ levanta" dr lo b¿jo al
@nfundir lo calirnt€ y lo frío, y los esplritus de los mu.rtos que "bajan"
d. lo alto hacia las casas mezcl¡ndo la muerte con l¡ vida, se un€n ambos
cn la üeación de lo indiferenciado. la permutabilidad €ntre eslos espacios
f el tiempo nocturno d€ Ia oscuridad es el indicio de una rcprrsentación
8en€ral del espacio-tiempo en tárminos de una convertibilidad ¡ecíproca,
(r)mo igualm€nte b vcremos en l.l conttxto €otidiaro.
¿Cuáles son entoncrs los térmi¡ros dentro de los cuales esta sociedad
\ive el conjunto del espacio así.onstruido? En primrr lugar, el mundo de
l,as casas es un punto dr partida para todas l¿s formas d€ desplazamien
to que llanan'\,iajr", el acto dtyuntor por exc€l€nciai emharcarse €n la
canoa. l-a casa es también €l lugar dc la única "bu€na muerte" para los
mi€mb¡os de la comunidad, la que le permitiró "irse bien". Está marcada
por el s€llo de Io divino, tanto bajo la lb¡ma "dom€sticada" de los ritua]es
individuales y cdectivos, como bajo la de la pr€sencia imponcnt€, sil€rcio-
sa y temible de Ia iSlrsia. E5 el espacio habit¿do qu€ los santos de l¿ igl€sia
en las proc€siones durante las fiestas comunitarias; el lugar
dond€ €l mundo dc lo "divino" ], de lo "humano" pued€n «rmun¡carse
plenamente. Y precis¿mente estas salidas dr los santos de la iglesia, que
cierran momcntá ram€nt€ €l €sp¡cio del gflrpo de casas: constituyen los
únicos momentos del año en que debe srr suspendido i:ualquirr embürque,
cualquid viaje.
Además, est€ espacio-ti€mpo de la5 ñestas es también la ocasión pará el
€rcuentro con los Emberó, mediatizado por eI intocambio: ést8 comienza
al concluir un ritual qu€ s€lla las relaciones de compadrazgo intüétnico,
€l bautizo de los niños indlgenas realizado por parejas negras. A través del
acto reremonial, el rrparto de Ia (omida, la bebida, €l techo y el diálogo, Ia
r3t
¡¡)
La selva: el espeio ¡nverticlo
dr
El in(trior de Ia selva constituye el polo €spacial que P¡rec€ €xpresar i¡
los límites c\tr€mos de lo pensabl€ para los negro colornbianos, a menudo in
descrito ron Ia fias€ "nada más qu€ bravo". El .ampo senántico del ra_
l;fic¡ti\o "bravo" nllrluy€ "salvaje", pero también "temeraio", "colÉ.ico' i¡
). "ftr€rte". "Selva" ]"'mort€" son los dos términos qlr€ lo designan. Pero
más allá d€ una realidad ecológica o geográfica, si €s ci€rlo que "selva" )'
denota la categoría gendal de espacio salvajt, de vegdación ir€xtric¡bi€ ) lá
densa, de suelo pantaroso, atdado tul río, no apto para €1 fl. tivo y reino al
de la faun¡ salvaj€, además €1 ténnino s€irala más bien una rualidad Lo
d€muestra el uso posible ¿le "s€lva" como adj€tivo. Una "cosa s€lva" €5
algo cuya raracterística prin.ipal ts la confrtsión, la falta di: claridad, un
carácter peligrosamrnte indistinto, sin contorno, p€ro al mismo ti€mpo la
ftrerza. En las referencias al espacio interior d€ la s€Iva, €ncontramos €n '!
t32
Capíiulo lV
d univ.rso v€g€tal. Por su parte, "mont€" designa €l int€ orroncreto de la
r.lva, ahí dond€ st diri8r un individuo p¿ra cazar o para talar los árboles
que utilizará después en la construcción d€ las casas o de las c¿noas que
v.nda en la ciudad.
¡ll3
lll.l
Capín¡b N
'atontado" '!, priv¡do de la palabra por el ex(€so vegctal dc la s€lva, si c€d(
€l d llamado dc €sos srres y los sigue, o si, poseído por un deseo irresistibl€
Jruto de un frrribl€ maleficio- se a(uesta rn la ti€IIa, rntrando en con-
tácto con "1o podrido". Esta locura lleva directo a Ia muert§, pero a una
la 'muerte podrida", a una mlr€rl( no humara, súbita y solitaria, contraria
.las normas del "buen morir", rn la (asa, rodeado dc ]a ayuda ritual de
¡¡ comunidad qu( s( reún€ para r.zar la nov€na. Esta muerte s€para para
rd ricmpre a su vÍctima del "reino de los murrtos" y la deja llotaDdo eterna-
lo Eente €ntre éstc y el mundo cultural de bs cspacios habitados y (rcupados,
1d yagando €n el univrrso inüf€renciado d€1 "abajo" que constitu)'e la selva.
R)r 10 tanto, la nrala muerte €xponr al pod€I manipulador d€l brujo.
¡3.5
rr{¡
Capilulo lv
:ñá- ¿.lo salvaje, bajo los rasgos f€meninos del olro grupo parecc responder
,qio dtrañamente a la prohibición figuro$a, impuesta por una y otra part.:,
ael - cualquier vínculo matrimonial o incluso de cualq¡rier relación lísica
ndo bterétnica. Todo sucede (omo si para las dos sociedades el peligro de una
,SC Foximidad dcmasiado cc¡ca¡a )' por lo tanto de una pédida de id€ntidad,
lla r diera en forma privilegiada a través dc la circulación d€ las mujerrs dr
tra- Er grupo a otro.
ldc
los Sin embargo, entr€ estas dos figuras sobrenaturalcs también hay una
,io- dif«enc¡a importantc. Lá Madreagua Emberá se inscribe cn un sistrma
ritual; hacc part€ de la categoría d€ bs espíritus vinculados ¿ krs animalrs
con los cuaks sr comunica €l chamán, quim con sus ritos pude controlar
gar q¡s acciones y reparar rl mal qu€ rausan o del que son agentes. En cambio,
an-
para los negros, la ñgura dr la Maüemonte está ligada al univ€rso vegctal
die
rilvestr€ y se encuentr¿ radicalmentt fu€ra del sist€ma religioso cultural-
eja
mente pertinent€. Signilica, al contrdrio, la inconlunica¡rilidad: es invisiblc
fi-
par:a todos, imposible dr comunicarse con €lla, y no se puede ni invocarla
]€N
ni luchar contra cllü. Sus acciones, asl como su s€r mismo, se manifi§stan
¡1o
para tos negros €n una forma tan incoltrolablc y a-cdtural como el mis-
las
mo universo veg€tal de I¡ selva.
)y
cie En la selva habitar otros p€rsonajcs femeninos con fama de str malig-
los nos. lás Patasolas; están ünculadas o bs árboles. sus cab€lbs desordena-
ios dos son las ramas y su (rnica pienra el tronco del árhol. Ellas (ondensan en
de iu ser el e trecruzamiento inertricable de la üda (las ranlas móvil(s) y la
los mu€rte (el tronco inmíMl) qu€ abarca toda la sdlva. tlaman con sus Britos
:es o su canto al leñador o al c¡zador, )' se supone que Io dfl,oran o lo ahogan
lel constriñóndolo entre sus ramas. Aqurl que se deje "seducir" por su voz ),
lo, l€s responda no logrará salir nunca rnás de la selva o morirá ahogado rn cl
'e-
rfo. Por lo ta¡rto, la rslüción del hombre con estas fi8r¡ras femeninas aue
Ia no tienen paralelo entre los espírilus f$brrá- st manifi€sta cxclusiv¿-
iu
mente e¡r €l silencio o la rrsistencia pasiva ante los llamados de aqu€lla,
la pues sólo asf podrá rütarlas y continuar la caza o la tala dr árboles. El
:ll
animal capturado y el árbol ta¡ado, .aído a tierra, signilican la üctoria
el
silenciosa del hombre contra €stas peligrcsas seductoras salvaj€s.
¡r
:a La Tunda es una mujtr blanca, de cabellos rubios y sin rostro, que vaga
le por la selva. [.n ocasiones aparecc cn la orilla del ¡ío y l]anra a su víclima
|o con sus cantos o susurr¡ndo su nombre. si se c€de a sus llamados, clla
mata "chupando" de los pies para arriba con sus órganos genitales.
t37
r38
Cápílulo lV
Las figuras sobrenaturales que reinan en la selva rstán circunscritas
a €lla. su podrr re deti€ne allí dondr €1 lrabajo humano ha marcado la
traturaleza colr una huetla duradera, como €n los t€rr€nos despejados, en
las €:plotaciones aluüal€s y €n eI espacio habitado. La Patasola, Ia Madre
mont€ ]¡ la Llorona r€prescntan una €sp€cie de grado cero de la comun;
cación, por quit¡rle al hombrr l¡ capacidad de h¡hlar y d€ precipitarlo en
una locura cuya finica sillida rs la mala mu€rt€. Su €xte or ad radical la
demu€stra irl h€cho de qu€, al contra o incluso del diablo y de los espíritus
de los "muertos podredumbre", con quienes el brujo puede cor¡unicarse
m el espacio córnplice de la selva, esros personajes r€sisten a su podü de
manipu¡ación. Límites €xtrrmos d€ Ia v;da y del p€nsami€nto humanos,
Gstas figuras de lo inefabl€ sor sin embargo f€m€ninas. Pero su feminidad
ralvaj€ s€ halla radicalment€ opu€sta a la f€minidad fl tural que m,rrca los
demás espacios: daña los alimentos e impide la comunicació¡, trae consigo
b locur¡ y la murrte c irraLlia frfo.
¿tluál pü€de s€r €l fundamento de €sta r€pres€ntación? Para los n€gros,
todas las plartas son de naturaleza "fen€nina", pero su frminidad no es
:,
concebida p€ligrosa ni destructora, ya qur son visibks y distinguiblcs. En
cambio, lo que se representa en las figur¡s sobrenaturales l¡m€ninas de
d
h srlva cs el prligro, no doninable por la cirltura, qu€ constituy€ €n la
rdeología negra Ia extrena conc€ntración y enmaranamicnto de plaDtas
silv€str€s er la s€lva, cr€ciendo sobre €se suelo húmedo, frir ], pantanoso
f que "atrar al hombrr l)acia abajo", ]¡ bajo esa penumbr¡ que impide la vi-
tibilidad, penumbra asociada a la rnutrle )'a Io dil€reuciado. R€cordemos
!
qu€ €n el €spacio habitado €s igualment€ Ia conc€ntración d€ los santos
.ll Ia penumbra de la iglesia y d€ los muertos €n el cementerio, la que los
convi€rte €n s€res peligrosos y en€migos dc la palabra humana. Pero al
slir en pro(esiones o al estar en altares indiüduales o en ritos lune¡arios
.l rihlal los ¡lispersa y los visibiliza, y así sc convi€rten en ag€nti:s b€n€-
a
fadores y €n operador€s sinbólicos de palabras y d€ actos d€ comunica-
ción. Paralelan€nte, los negros insisten a m€nudo €n Ia nec€sidad d€ ura
dispersión regü]ar dr los humanos mediante la fragmentación rrsidencial,
Ia ap(rtüra genealógica y Ios viajcs: esta dispcrsión se manifiesta como la
mayor Barantía de una co€xistcncia poco confljctiva. Así pu€s, €l repudio
cl tural, Ia plÉtora y a Ia €onc€ntración d€ lo idéntico parec€ atrav€sar
todos los calnpos de Ia so€iedad n€gro-colombiana. La inagen er.tr€ma drl
pcligro qu€ r€presentan s€ €ncarna €n las figuras f€meninas que habitan el
.spacio salvaj€ de la s€lva.
r3g
f40
Capítulo lV
nás L oposición asl repr€srntada €ntre el espacio habitado y la selva parece
rlgida y sin fallas; no obst¡nt€, el pensamiento y la práctica nrgro-co-
pre bmbianos introducen algunas brrchas en rlla. De este modo, la "subida"
si- lEcturlra de la podredumbre hacia l¡s casas proveniente d€ la "selva chi(:.r"
rel d.sdibuja los límites entre el tspacio sdlvaje y el espacio cultural. P€ro exis-
:taI t otra temporalidad, la dtl ciclo intcrno f€menino dc la menstruación que
bol parece permitir asimismo la irr¡.rpción d€l p¡incipio salvaie en el mundo
<rlltural d€ la complementariedad €ntre los ser.os. I-a mujer que ti€ne la
itgla no puede ir a los lavaderos d€ oro: €l oro "s€ volaía" ante Ia cerc¿nfa
dt Ia sangre. Iámpoco debe partirip¿¡ er la pesca o tocar Ias heúamientas
hortícolas. Incltlso bs prces podrían "volarse" 1'las mal¡s hierb¡s invadir
¡os cultivos. Si llegara a tocar Ia €scop€ta o los perros, la (aza del homb¡e
das
rEultaría ¡nfructüosa ) e¡ cazador correrí¿ el ri€s8o adicional de p€rderse
ión
.ti la selva. Duranle su perfodo menskual ld mrliet parcialm€nte "ratura-
rti-
lizada", se reclu) € en el esp¡cio habitado. Sc üee que el calor qu( em¿na
tn¿
d€l fuqlo d€ la cocina comp.nsa el 'enfriamiento",' (ausado por ln pérdida
de sangre, y qur además neutraliza sus efectos nocivos.
Lna
puro. Los €lemcntos veg€tales qu€ componen el cuerpo del Hojarasquín drl
,la Monte introduc€n en él una connivmcia p¿rrcial (on lo f€m€nino salvojc,
de la misma manera qu€ Ia coDtigüidad de los auimales de caza con la ve-
l{r
La topogralia pragmát¡ca y slmból¡ca: Lug.res y m.rcádores
nia gracias a la modestia de su depr€dacióI, el cazador e).1raüado pued€ -
I€gítimament€, aunque no con cert€za, esp€rar Ia ayuda de est€ Frsonaj. (ü
contra las fuerzas alienantes de la vegetación silvestre femenina. El hom- &
brr pu(dr comuDjcars€ con él por la palabra, aunque el efcck) de esta co- aul
munjcacióñ s€a €n parte aleatorio.
712
Capítulo lV
de peligro y cr turalmente beneficiosas. -Iambién es esta natualeza par
,naj€ cialme¡rte masculiDa Io que explica su habilidad pala curar las mordeduras
de culebra. El pensamiento n€gro p€rcib€ a las cul€bras (omo seres parti
flrlarment( nocivos, debido a su anbigü€dad "entre el anim¡l y las lianas"
v por su familiaridad cor los personaj€s sobr€natur¡les l¡meninos de la
s€1va, que recurren a €lla con frecuencia para atacar al hombr€.
culi-
ellos Por consiguiert€, ciertos curand€ros prefi€ren pedi ]a colaboración d€
€tal. lar curand€ras para ta búsqu€da d€ ci€rtas plantas silvestres, sobre todo
de las qu€ se cre€ fadlitan los partos o que curan enfermedades rspecífica-
mrnt€ infantiles o femeninas. De tal modo, es el saber adqu;rido d€ la cu-
Para rand€ra lo que parece en cierta forma domesticar una pot.ncia femenina
innata ), temible. s€ piensa que €1 "€ntendimiento" obtenido €n el aprerdi-
zaj€ r€ftrerza €n €lla la parte alta del cuerpo, más caliente, más masculina
qu€ la part€ baja.
idad El oro
rác
Desde su llegada al Chocó, el destino de los esclavos africanos ftre üncu,
lado al oro y su er.?lotación. Los descendi€ntes libres continuaron la explo
gni- tación aluvial siguicndo diversas modalidades de cooperación y ocupando
lino multiples €spacios. D€ntro d€ la topografia simbólica negro colombiana, el
,d€n s€ntido de estos espacios está fundamentado en la repres€ntación del oro.
ú."
constituir un i¡te¡rogant€
En efecto, la naturaleza de €ste metal pa¡ece
aros
)di para los n€gros del Chocó, que Io sitúar en diferentes €jes clasificato os
con los que estructuran su aprehensión del univ(rso: el eje s€xual, eltér-
mico, aqu€l definido por la üda y ]a muerte, y el de ]a compatibilidad col1
l€ la
.l espacio d€ lo "divino".
Est¿ El oro €s conc€bido como algo viüente: por sel móüI, puede "aparecer"
r lar o pu€de "€scaparse". Es "luminoso" p€ro sin embargo "fi1o". Como ]a luz,
st35 perten€ce en una lb¡ma general a la categoría d€ lo calierte, y la oscuridad
r13
t11
Capílulo lV
ruÉs, para protegerse contra sus ef€ctos patógeros. Las mqer€s rc d€ben
ha- xunra tornar est¡ forma sitvestre del borrachero, supu€stam€nt€ mortal
B, la a1 instante, ]¡s ]¡vador¿s de oro con m€nopausia sor las únicas a qui€nes
elo t les permite coDsumir la plaDta macho. Tambitu aqrú, €l eje clasificatorio
r.rual vehicula la representación del ca¡ácter silvestre de las plantas como
de naturaleza fem€nina. El peligro sólo pued€ ateDuarse s€parándola del
uni\,€rso cultural femenino. l,a mtdiación masl:ulilra es imperativa; la del
dador de la planta y Ia drl €spacio dond€ deb€ comumirs€.
§Pf-
n€l Entre selva y vivienda, naturaleza y cultura, el pasado d€ los negros y
ru pr€§rnte, €1 b llo del oro aclara tambiér €n Ibrma diltrente la alteridüd
d€ los Emberá. Según los negros, €llos ti€n€n una r€Iaciór €minent€m€n
t. ambigua colr est€ metal vivientr. En el pasado, dicen, los Emberá eraD
rios rus rlnicos poseedores; €l oro l€s 'bb€decía" más qu€ a los blancos o a los
M- negros. CoDocían plantas silvestres en ]a selva que modelaban el oro €n
:lu. objetos dr una bell€za perf€cta, y €llo sir ringuna intervención humana
rst€ .fectiva. D€sde que "dejaron de estar solos €n €l Chocó" no volvieron a
'd. to(arlo, pero siguen conociendo y cons€rvando las plantas silvestres que
rda
Frlr1iten ver el oro bajo tierra, conocimi€rto que supuestarn€nte €scorden
derididamente d€ los negros.
)al
He aquí otra imagm d€ €sta alteridad, ligada toda\.fa ¡ una complici
dad con €l salvajismo dr la srlv¡, tanto animal como vegetal. Más aún, se
piensa que €s pr€cisament€ gracias a €stas plantas y no por medios cultu
lu. rales qu€ los indfgenas domin¿ron este m€tal desconcertante qu€ es €l oro.
d. La pr€sencia d€ los n€gros se coDsideran a sf mismos más cercanos
-que
a la lultür¡ p¡rece habcr despojado a los tudígenas d€ los m€üos para
ajo dom€sticar el oro a través de plartas silvestres, pero todavía cons€rvan la
facultad de '1,er1o", aunque la mantiener celosamentc dentrc de los límites
-v
1ta supon€n los ne8ros ad€más que los t€soros de oro enterrados con Ios
!a radáveres de los antiguos indíg€nas sigu€n viviendo bajo tierra. St les lla
taj ma "guacas"'y du.ante la Semana Santa tarllbiélr s€ vu€lven v;sibles a
'la (ausa d€ Ia luz pálida que sale de la orilla de su enti€rro. sil1 embargo,
tratar de desenterrarlas s€ tien€ por empresa en efremo delicada; para
lograrlo, es ne(esario conocer los "secretos" apropiados, e incluso en estas
rta condiciones la venÉ¡aDza de los espíritus de los irdígeras muerLos no tarda
:ar er ca€r sobr€ €l audaz y su familia. Invocar el poder de Dios y de los santos
sis se consid€ra totalm€nte ineficiente para protegerse, porqu€ "los indios no
c¡een en €llos". Esta repr€s€ntación negra de la guaca, que los irüEienas
r4.5
116
Capítulo lV
tiva por y rxpresión de la alienación
.eli- -bien comcrcial actüal exc€l€ncia, bare
.sclavista del pasad(F tirne precisamente el pod€r d€ denunciar a quien,
rDmpiendo las normas éticas internas de la comunidad, tiene intencion€s
& capital¡znrlo.
ca- La invisibilidad del oro en un lavadero se consid€ra siempre como una
be- huida. Otra de las causas es la c€rc¿rtfa de la süügre. Cuando ósta sale d€l
cuerpo un rasguño, un¿ herida abierta o Ia menstru¡ción de las mu
rla
-por
i.res- el oro sr !,uelve invisible. tá sangre pertenece a la categoría de lo
En calient€. D¡do que en €ste univ€rso la compatibilidad entre dos sustdücias
Esulta del cru(e de cualidad€s contra¡ias, ¡¡ sangr€ d€be a ser perfecta-
ebe mente compatible cun la frialdad dcl oro. Sin (mbargo, sc crer que la pcr-
m- tona que pierde sangre s€ enfrfa, y es por ello que las mujeres ---quienes la
pi.rden regularmente- son d€ natural€za rnás tra que los hombres. Esta
ión térmica del que pierde sangre lo acerca a la categoía de lo frfo,
"rr'olución
ión d. la cual d€p€nde parcialmente el metal. Ahora bien, el pmsamiento d€
kts negros establece una incompatibilidad entr€ las entidades acumuladas
aa- de un¿ misma (atego a clasificabria. Como hemos üsto, la menstruación
femenira s¡gniñca también la turup( ión del €f€rior salvaje no dominado y
ua ffo de la selva, asociado a una feminidad del mismo tipo. 5e concibe como
,in lo contrario de dos €stados por los cual€s la mujer se calienta y se cultu-
raliza integn mente: €l embarazo ), la menopausia. El cuerpo sin mens
un truaci¿m d€ la mqier se \..uelve en cierto modo similar al de los hombr€s.
CI Paralelanente la h€ da abierta de un hombre lo feminiza y d€scultüraliza
metafóri.amente; la pérdida d€ s¡ngr€ €r Él se asocia siempre a una dji-
minución de la tueza vital y d€ la virilidad. Asf pues, Ia pres€ncia del oro
cxige de sus extractores una f€minidad y una masrulinidad no ambiguas,
distintas y complementarias, htegram€nt€ rulturales. ParadójicameDt€,
.sta suitancia que en el pensani€nto negro participa de variai categorfas
clasiñcatorias opuestas, exige para s€r domesticada urra separación clara
entr€ las ca¡acterísticas ser'ual€s de los humanos.
t17
118
Capitulo lV
los :leatorio pero omnipresente, €l oro parece signiñcar la av€ntura en
todos sus espacios; una aventura parcialmente controlablr, fugaz, pero
En aonstantemente recomenzada y nunca agrcsiva, comparado con el carác
ías t.r hcontrolabk, c€rado y agr€sivo de Ia selva. El oro ss da o no se da,
Dientras quc la selva, iDcluso cuando pümite qu€ el hombr€ la despoje de
te: ¡¡ri trozo de su ser, amenaza si€mprc con tomar no sólo la vida terr€stre,
rino hasta Ia identid¿d humana 1, la buena muertc dc quien se aventura
d.masiado adentro. Así, los nrgros nunca atribuyen al oro la respo[sabili
lo, dad d€ 1os ahogados cn los lavadrros; tienden a int€rpretar estos accidentes
iin como signo de la gran proxinidad dc la selva, cuyos poderes sobr€natura
¡.s femeninos agitan sl agua, haciéndola mortal para el lavador.
¡,19
rjo
C.píh¡lo lv
d(l mela¡, apenas k, suficie¡tr para hacrr trueque en l¡ tic¡rda de la aldea
por s¡l, cafÉ, aceite, qrreroseno ), fósforos. Es decir, que rl oro femenino
m alca¡rza sino lrara la alimentación cotidiana de una familia restringida;
Dunca hac€ partc del circuito más amplio de inttrcambios llstivos entrc
ttoncos d( d€scendcncia, par¡rnt€s o consanguíncos ritualrs. En €mbio, el
oro extr¿rldo de los yacimienbs t€janos rs el que sostiene los Bastos incu-
r¡idos en las fi€stas rcligiosas.
I¡s
técnicas que utilizáI las mujcres, llamada "de la batra" o "d€ oro
Egado" es Ia única por excelencia solitaria entre todas las ¿iversas tecno
bgías dtl Iavado de oro ncgro-colombiano. No sxigr ni Ia organización
D ta adecuación dcl lavadrro que r€quieren €n cambio todos los demás
pÍxesos d¡: €xplot¿ción. Su matüia prima {l b¡rro aurífero del fondo
d€ la corrirntr- y su rtlreno son accesiblcs todo el año, dada Ia €xtrcma
diversidad de sitios donde se practica.
Est€ lavado de oro crr,,a técnica requier€ una habilidad, pero monótona,
@nstituy€ una ¡pertura femenina individtal culturalm€ntr legltima hacia
.l €spacio €rt€rior. Esta actividad solilá¡ia y €xchrsivamente femenina s€
sitúa en contrapunb con Ia quc r€aliza el solitario €n €l fondo de
':azador
la selva. La mayor parte del tiempo, la lavadora de oro está sola como lo
.stá el cazador, su presrncia intermitente aprnas marca los espacios rn
que l¿bora, fluidos ), flr¡ctuantes como los espacios d€ la c'i¡zá. ta cultura
nunca marca definitivamentr ni los unos Iri los otros sino que constitu
)'en dos lugares en los qu€ el ser hurnano se €nfronta solo a la naturaleza
media¡rt( extracción ocasion¡l, trátese del oro o de la presa. Sin embar8o,
ni las dos actiüdades, ni sus €spa¡:ios, s( encueDtran en el mismo plano.
l-a s€lva es €l tsce¡rario de la muertt dr: Ia prcsa, pcro tambión €s el lug¡r
donde la locura 1, Ia mu€rtc ac€chan al cazador. [D cambio, Ias riberas del
¡avado dr orc f€m.:nino constitu),en €spacios de una €xtracción sup':rñcial,
igualmente aleabri¿, pero sin enftentamimto ni ricsgo letal. R)r lo tanlo,
m uno y otro, el caráder, y cl s€ntido que lrs olorga el ser humano, se
iunlan fugazmr¡¡tc en €l gesto solita o d€ la captura, ya sca del oro o dr
la presa.
I.;I
r52
C.pítr¡lo lV
ia las muj€r€s, €ntre (llas, son seres s(ri(rulturales incompletos, por lo tanto
v trrás cercanas a la naturaleza que los hombres-
le
Los yacimientos aluüales más lejanos y rigurosament€ d€limitados son
v ¡decuados, posefdos y explotados periódicamsnte por grupos d€ parentes-
e
co que se orÉ¡anizan siguiendo las líncas dc fu€¡za dc la filiacióD bilateral,
d€ la alianza matrimonial y del parentesco ritual. Constituyrn cl contra-
punto t€cnoló8ico y simbólico de los espacios fluctuantes y poco drlimita
dos, lugares del lavado f€menino. Prro todas estas sub{ategorias del espa
a
cio aurffero están marcadas por la presencia del orc cuya aprehflxiór les
imprime un ca.áctrr solitario.
I,;3
Capílulo lV
dc maíz y di. cana de azúcar, la cosecha de estos y de plátanos halla
se
bajo €l signo de la reunión comunitaria. 5( r€activan entorr€s los vínculos
u¡r mcdiante el intercambio f€stivo de objrtos comprados con el oro extraÍdo,
rlol sobre lodo durante la Stmana Sa¡rta..Asf, estas dos categorías d€ espacios-
ga¡, ti€mpos s€ articnlan en to¡no a productos r:on los cuales la práctica y el
guo p€nsamiento negros tirneD relaciones muy distintas.
¡an
En efecto, Ios cnltivos producen no solo los mismos alimentos para
itar
todo el mundo, sino prácticamentc la misma cantidad, dado €l número y
les,
.l t¿maño bastant€ parecido de los terrenos explotados por cada familia, l¡
ela .stabüdad d€l sistema climático del Cho.ó )' la caüdad del su€lo. Estos fac-
dén
torrs hac€n ad€más que los terrenos no se prest€n a muchas mejoras cn su
)do r€ndill1iento. En la alimentación cotidiana básica, hay entonc€s muy poca
50n improvisación; se.aracteriza por la continuidad y la uniformidad; los pe-
queños accid€rtes grntr¿lmrnte a 1o inarcesible de los terrenos,
eel -ligados
debido ¡ ]a subida o bajada dc las aguas- s€ compensan socialmrnte gra-
cias a préstamos d€ plátanos, maíz o (:aña de az(icar eñlre consanÉplnros o
parient€s ritual€s, re€mbolsados al cabo de pocos días. Los ex(edentes hor-
PO¡
tfcolas, qu€ s€ podrían vender en el mcrcado de (¡uibdó son prácticamente
Pe-
in€xist€ntes porque no hay ninSuna motiv¿ciúr smial para crearlos, y su
)io,
transporte serfa difícil.
r€n
Por lo tanto, estos productos contrario del oro cu)a ñnción cs
privilegiada entran mu)¡ poco en los
-al (ircuitos de comercialización con rl
mundo extüior ), en el d€ los ¡ntcrcambtus intracomunitarios privilegia-
ión
dos o festivos. En otras palabras, para los nrgros, al (ontrario del oro, l¿s
i,a5
plantas atimenticias no produc€n sino sus mismos frutos; están presentes
en una forma estable. La madera, vendida o usada para la construcción de
)a- las casas, la canrt d€ caza que alimenta un canje parti.ular e intermitente
entre Ios hombr€s, cons¡nuuínros reales y ritual€s, y las plantas m€dici-
cio nales qu€ se pennutan €ntre las ujrrrs, cons¿ngulneas reales y rituales,
lal son productos cuya pa.ticií)n, donación o intercambio son soport€s de es-
ti- pacios r€lacionales particulares. Las plantas alimrnticias, por su ,ado, son
rja generadoras d€ un tipo d€ colat»ración, p€ro como no €stán sujetas a una
la escasez potencial, ni a lo aleatorio o al peli8ro, lienen un contenido simbó-
ty lico mínimo. Nineún ritual acompaña su i:recimiento, ), tampo{o su pre-
paración y consumo. En cambio, son el soporte y el signo de una igualdad
socio€conómica de base y de la indtpcndencia alimenticia d€ cada familia;
tiencn l¡ mara de la cdidia¡ridad.
n-
El conjunto d€ las plantas alimcDticias se opone a la cat€goría del oro;
ra pertenecen al suelo (y no al subsuelo), su proceso d€ crecimiento y de re-
r.;.i
part
asl como sus espac;os, Ios cultivos, estár disp€rsos; no pu€d€n caracteri-
zarlas Ia maraña y sü co.olario, la mala visibilidad, señales simbó¡;cas del l
pdigro no dominado. Adcmás, los cr;t€rios para escoger los terrenos, los POI
proc€sos para limpiarlos y la ganla de las plan(as cultivadar corr€sponden lav¿
casi ¿xactam€nte a la práctica hortfcola de los Embrrá. Por to tanto, estos hall
espacios y su producto no constituyen el soport€ de ningúfl lfmite simb(i.
lico intüétnico, no produc€n ni4una dif¡renciación. Estas características
afmtan el conjunto dc las plantas ¡limcnticias, a p€sar de que cada una de Tod¡
ellas ocupe un lugar en un sisiema gen€ral d€ clasificaciór. tir (
muj
Entre lo criltural y lo salvaje, lo aleatorio y lo cotidi¡no, el sf mismo )'
elotro, categorías d€ las qu€ cada espacio viüdo o representado constituyr Pec(
el anclaje p
vil€giado y la apertura ha.ia los otros, hay una comunicación
garantizada por €l curso del Ío y el objeto soporte de los desplazamientos, acti
sod
leo
El espacio del río de(
las
La €x?r€siú! bcal chocoana, inconpr€niible en otms part€s, "es poho I
El río es, en efecto, el op€rador-m€diador qu€ une cada ulro d€ los demás
espacios, puesto que uno de los principal€s crit€rios de su clasificación es ]a rlel
rj6
Capítulo lV
val drstancia con retación a ÉL La escala dt proximidad con el rlo corresponde
t€mánticamente a una gradación €n la humanización, rn la culturización
lde & los d;ftrentes espacios. Es así como €l int€rior de la selva, apartado drl
áo, s€ m¿uiliesta como el punto máximo de lo salvaje.
tral
El río se halla drrtro
de la categorÍa de lo viü€nte; para €I pensamiento
oegro es la €xpresión pa.adigmáticu dtl movimiento en el universo natu-
,d€
ral, asl como la condiciór práctica d( desplaz¡miento en el ordcn cultural.
Soporte espacial de drfuúción identitaria para los humaDos, tambirrn ts el
m€dio privilrgi¡do de diferenciarión de los espacios, a partir de1 terr€no
:t€- habitado. Vehíljulo privilegi¡do del oro, ftrnciona como ej€ ] prolongación
,la d€l espacio habitado; ei€ que sigue loDgitudinalmtnt€ Ia disposición de las
ca5as y Ia prolongaciór social d€ estas Liltimas, cn cuanto el río es el espa
do priülegi¿rdo d€ la socializaciór de los niños, que pasan cn él ia mal,or
part€ del tiempo.
:Ii
del En suma, todo lullar o actividad qur sea del hombr€, para el hombr€ y
los por el hombre, s€ articula e¡ torno a]ío; la localizaciór de las casas, Ios
len lavaderos d€ oro -v los terreDos d€ cu¡tivo se escogen en función suya, €l
halazgo y 1¡ señalización dr los espacios s€ organ;zan por la navegación
)G dl €l ío. Éstr pertenece a la cat€goría d€ Io "constantement€ visiblr", p€ro
constituy€ sobr€ todo la condición y el punto d€ paftida de toda visibilidad.
de klo .uanto pueda pensarse en términos de visibfidad, debe s€rlo a par-
tir del rfo: tanto las casas más concret¡mente las co.in¡s , romo la
-y
mujer lavadora de oro m la ribrra, las plantas )' los lultivos )' tambiÉn los
,}
pec€s, írnicos rn cl rtino animal no domesticado coffiderados próximos a
]?
tos hombres. M€diador "Lodo terreno", €1 Ío también es el €spacio d€ una
ón
{tividad de subsistencia: la p€sca. Espacio fluido, cambiante, sin llmites
sociai€s de posesión, las difer€ntes modalid¡des estacion¿les de la pes.a
t¿mbién consid€rada intermtdi¡ entre el tr¡bajo y el juego ,
-a.tividad
k otorgan también Iluidez. Reúne a hombr€s, muier€s y úios en formas
dr colaboración fl€ibl€s, quc sobrtpasal los límites de las familias y de
l,as generaciones. La mr tiplicidad de peces qu€ viven en él se concibe como
uII univ€rso cxento de peligros, de agrrsivjdad o de maliciLr, con el que el
mun¿lo humano mantiene relaciones dir familia¡idad.
ta
v EI agua del rfo ], la lluüa hacen partr d€ l¡ mism¡ calegorl¿ c].rsifi
Gtoria. La clasificación de la tlerra(:omo "buena" o "mala", tien€ como
op€rador conc€ptual la reLación de cada cual ron eI agua. La ti€rra buena
í5 c5 aquella donde las plantas üven sin €nmarañarse. s€ca y ligeram(n(c
la clevada, p€rmit€ el &slizamiento lúrizortal d€ Ia lluvia hacia €l rlo y su
tes nav€gant€s. P€ro sobr€ todo, €n yrrtaposición con el agua bendita, el del
a€¡ua del rlo rs la sus(ancia ritual por excelencia de la nominación, aquella
a través de Ia cual s€ realiza en el bautismo la conjunción €ntre Io divino ] indi
Io humano, por medio dcl signil'icante nomin¡tivo y de la insc pción del :
niño en el espacio de su grupo local.¡ El agua y el río s€ manifiestan enton- fic¿
pfln( ipio simLnlim dc r oniun.ion. hab
158
Capítulo lV
la No es entonccs sorprendent€ quir la canoa cumpla también un papel te
la rapéutico. En efecto, par¡ drten€r 1a h€morragia dr una herida masculina,
l. utiliza a v€ces €1 moho que cubre las canoas inutilizables y abandona-
d¿r: hecho polvo y aplicado en la herida drliene la sangr€. Este procedi
miento metafóri.o impon€ la inmovilidad de l¡ canoa abardonada ab¡n
dono cuyo signo €s pr€cisamente €l moho que se halla €n ella- sobre est¡
Érdida de tuerz.r (pérdida d€ 1a capacidad de moümiento y dr trabajo €n
d hombre), significad¡ por la sangre que coIr€.
i
La canoa slr vuelv€ periódicamente el vehlculo de las represent¡ciones
el & lo sagrado. Durante las procesiones, las imágenes y las €statuas de los
La sntos bajan por el río en canoa; €n cambio nunca suben hacia l.l ter to o
indÍgena.
r59
Pero éste puede ser devuelto a laüda hufnaIla mediant€ la palabr¡ & de
r{io
Capílulo lV
de hasta el creprlsculo, o sea cerca de onc€ horas. A más de tr€s jorna¿las, el
Iugar se considera "muy l€jos", pero la apr€ciación de la distarria sigue
li- también otros criterios. Así por gemplo, la distancia entr€ rl grupo d€
c¿5as de Vilta Claret y la prim€ra casa indígena en la parte alta del rlo s€
¿- calcula rn m€dia jornada, s¡lvo desde errro hasta ñnes d€ marzo cuando
cl nivel bajo de las aguas la prolonSa otra media jornada. En cambio, la
d. distancia entre €sa casa y Villa Cla¡et rlo abajo no es sino dr tres horas, es
el d€cir, "cstá cerca". La dirección del desplazamiento, siemprr considerada
sobre el eje parte alta-par1e baja del ío, es elem€nto integral de la m€dición
d€ la distancia.
dc
'al
Además, sobre €st€ eje del rlo se insoibe tanbién una gradación de los
ri- medios natural€s más o menos "bravos"- Es en la c\renca alta do¡¡de la
rte 5€lva es más espesa, la fauna más rica y los animal€s más feroc€s, €l oro
d. úrás abundante pero mái r€nu€nte; incluso cafdar, remolinos y pie&as en
.l fondo interrumpen €l río. Las grandes tormentas üenen siempre de la
[- cu€nca alta: espacio "bravo" por €xcelencia.
a- Los lavaderos de oro familiares, asf como los cultivosy los sitios donde
lá
talan árbolcs, están casi siempre situados ío arriba del espacio habitado
dc
sea en la parte alta dd ío o en l¡ cuenca sup€ior de los af'lu€nt€s. Se
-ya que
d€duce i¡ implica si€mpre una mayor distancia qu€ regresar.
¡¡t
Por Io tanto, todo sucede como si navegár rfo alriba, qu€ signiñca acer-
carse al espacio indíg€na, fuera simbólicamente percibido como un aumen
to de Ia dista¡rcia €ntre la cultur¡ y los lugar€s a los que asl se llega. Pero
por otro lado, €s €n fu¡ción misrna de la dista¡cia que se supone que los
asp¿cios son prugrcsivdmenle más cos cn re( ursos necesdrios, aunque ¿ 2
D,
ve(€s culturalmente ambiguos, como el oro, Ia caza y las plantss terapéu-
UC
€- ticas "salvaj€s", que conjugan, cada cual €rI forma diferente, la am€naza de
¡o natural y el caráct€r culfural- En este sentido, wocan metafóricamente
Pero al mismo tiempo, los Emberá ti€nen para los n€gros un carácte¡
et p¿rcialmente cultural, que s€ deriva de las relaciones de parmtesco útual
rGr
r{i2
C.pítulo lV
i!)mu dades dbererias no constituy€r sino prolongaciones d€1 trrritorio
nb€reño propio, el espacio urbano dc (luibdó se presenta, por su l¡do, bajo
dos aspectos cliverg€nt€s.
r63
rtj{
Clpítulo ¡v
)gos. De esta forma, eljuego conceptual hecho posilre por la p€rc€pción d€ la
óstancia €spacial cn lérminos dr lrmporalidad, utiliza una r€alidad ñsica
da corri€nte ), contracorriert€ de los ríos) para codificar una graduación
¿. las distancias simbólicas por clrbrir. En consecuenda, si s€ .onsid€ra €l
,gica Etorno río ariba, esta dificultad creci€nte qu{: s€ deb€ superar para volver
qu€ F¡ede ir acompañada de la t€ntación lat€nt€ qu€ ronstituye para el indiü
duo el carácter .ultur¿]mürte arálogo dc las demás comunidadcs negras.
Pued€ vers€ t€ntado a cambiar, a establ€cerse definitivam€nt€ €n otro ío,
rda5 para librars€ d€ las oblieaciores de r€paño qu€ implican sus vínculos d€
onsanguinidad. Mediant€ el €nlare qu€ allí pued€ .ontracr, el indiüduo
6 susceptible de convertirse cn el puirto de patida de ün nucvo tronco d€
dۤcendencia-
r6.;
Estos años de migración no tiencn r¡n (arácter obligatorio, pero son .sP¿
muy f¡ccu€ntes y muy apreciados si a ellos los sigue el retorno. Si8niñ- les I
can una especie de mu€rt€ deljovcn para la comunidad; 5€ va adolescent.
I
), vuelvr adulto para casarse. Son las "andanzas" solitarias, junto con el pu€l
descub¡ini€nto de su identidad étnica más amplia que une aI Chocó con
paci
todo el Orcidente colombiano, frcnte a la Colombia andina mestiza- lo
'ad(
que impulsa dicho cambio. Solo, frente a univcrsos extraños ]'a m€nudo
Parr
hostil(s, el jovrn está sup€rando una prueba, similar a la quc años antes
Io enfrentó a "lo bravo" dt la cuenca alla y de la selva, durante su pdmer
deu
embarque solitario.
lin uno y otro caso, sólo el retorno ¡ndrcará su paso exitoso a otro es- en l,
tado existencial- Esta vez, las andanz¡¡s que le dan a conocer los meandros esp¿
de las relaciones asimétricas, basadas en el dinero y la d€pendencia, deben
culminar en la escogencia consciente de volvcr a la comunidad para üvir
n€g:
allí en ad€lante como adulto.
e¡\
En esta sociedad dondt nirgún rito religioso sanciona el paso de la in- d€l
f¡ncia a la adolescencia, o el de la adoltscencia a la edad adulta, cstas av€¡r- la s,
tu¡as soütarias, inscritas €D la topottrdfla rcal y simbólica de las distancias rfa
por rrcorr€! €quivalen en cisrta lbrm¿ a una iniciación de la que nace cl linÍ
chocoano conscient€ ], adulto. No es ést€ un paso brusco; es t€mporal )' baj;
espacialmente fluido y graduado, cn la medida en que es una escogencia
¡6li
Capllulo lV
€l individual y en buen¿ parte voluntaria. El adulto que vu€1v€ a su comuni
i- dad hahrá p¡sado por la iniciación más apropiada a Ia lógil:a de conjunto
la de su cr tura; Ia d€ Ia fluid€z, de la identidad por y en la diversidad, y e¡
in desafío d€ lo exterior effrentado por Ia apertura.
Í67
r6lJ
Capitulo lV
e Notas
r69
r73
171
C.p¡lulo v
del carácter no-ritu¡rl de una €ntidad sobrenatural, de ]a misma manera
.omo la condensación d€ lo idéntico s€ considera tu€nte de peligro. En €ste
r€ntido, paradoicamente, rste Dios con el cual cu¿lquier comunicación di-
ftcta pare(e imposiblr, €s affn a las €Dtidad€s sobrenatural€s en que se en-
carna Ia selva; figuras ltndadoras de rspacios, s€ manifiesfan todas como
los límites extremos d€ la palabr¡, el pensamiento y l¿ acción humanas.
r7¡
Entft las tres liestas colectivas nombradas son dos Ia semana Santa
y Ia Navidad- las qu€ r€lacionan Ia sociedad negro colombiana con lo'r
grandes momentos universalizantes de la mitología y la liturgia católirar.
asociados a la vida de Jesucristo, su nacimiento, su muertt y su resurrec pi
ción- En cambio, Ias fiestas del santo patrón singula-rizan a cada comuni l¿
dad liblrreña, dada la variedad d€ santos a los que pu€den estar d€dicadar dc
y por el momento del ciclo anual €n qu€ ti(nen lugar. Sin embargo por sü
duracjón de nueve días y nueve noches, período que unifica buena part. !.
dd campo ritual, tiene purtos comun€s cor los ritos tunerarios. La nove- lo
na, de orig€n católico pero de uso más restringido en Ia liturgia oficial, s. al
convierte así €n la unidad de medida ftrrdam€ntal del tiempo ritual negro- la
colorDbjano. Se tr¡ta purs de un pe odo ritual ejltendido, en el cual 5. F
marcan partirularment€ su p ncipio y fir, sr¡ iniciación el p mer dÍa y su dr
conclusión la última noche. Entre las dos se halla cada vez un periodo quc ell
€l discurso n€gro llama "€I c¿Llentamiento de la fiesta" o "el calentami€nto
de los santos". El lenguaje gestual y musical, propiam€rte regro colom-
tr,
biano y ligado a Ios €spacios abi€rtos de la aldea, ante todo l¡ calle, mari:a
en forma particular este periodo de calentami€nto. EI d€spli€gue de este
l¿
Ienguaje constituy€ €I núcleo ritual que unifica las tres fiestas col€ctivas,
sil
junto con ]a salida de las imágenes y estatuas de los santos d€ la iglesja ]
tir
su procesión a través d€I espacio habjtado, seguida de ]a que los lleva úo
abajo. p:
La Semana Santá
La parte común del rspacio habitado decit las call€s- ha sido en-
-es
tretanto decorado con troncos de palmas, adornados con follaje )' llores.
ñ atardeco aparecen prim€ro los tamborrs y luego la chirimfal. Circrr
Ian botellas de aguardient€ k cal y se inicia €l baile a ritmo de aplausos )'
silbidos, tos rep€tidos como'bé, oá", a los qu( resF)nden los tambores.
La multitud danzante recorrc así el espacio habitado y s€ detime €ll cada
esquina, frent€ al río y fin¿lm€nte, por largo tirmpo, al frente d€ la iglesia
para "(alentar a los santos". En caü lugar que se detiene €l grupo ci€r-
tos cantant€s improvis¿dos se enfr€ntan ron coplasjocosas, salpicadas de
alusion€s sexudles, qur r€piten en coro los bail:rdor€s; l¿¡s coplas hablan de
los asuntos y conflictos m€norrs de la comlmidad, y dsl poder y las aven
turas atribuidos a Ios dif€rentes santos o a l¡ Vrr:gen. A J€sucristo y a Dios
los excluyen de €stos diák,gos cantados, porqu€ según dicen "€stán mry
lejos". Esta representación tiende a una concepción d€ lo rifual, litiada a la
177
r78
Capitulo V
l¿ lrz pasan allí una parte dtl dla cantando "alabaos", "salves", "santodios"¡
r -coplas a 1o divino", dirigidos Por los "abridore§" y las "servidoras",
también elegidos por sr.r conociDiento de los cantos rituales- Los santos,
por su parte, habrán sido despoiados de susjoyas d€ oro y a partir delju€-
tts santo no tendrán ningulta ofrerda dt dlimentos o bebidas. En la noche
&l virrnes sarto, Ias s€rvidoras cubren con lelas blancas los muros de la
f,lesia. También sor cubiertos los altar€s eI 1as salas de Ias casas, de la
aúma manera que en los ritos mortuorios. Entr€ ese momento y 1¿ nocht
d.l sábado, €l silencio se apodera d€ 1a aldea, las canoas r€posan, sc Pro
lúe b¡ñarse €n €I río y el consumo d€ aguardiente desde eljuev€s Por la
Dche, al tiempo qu€ se exlinguen las v€ladorar €n el umbral de las casas.
5ólo hasta €l sábado al atardecer la vida, "€ncogida Po¡ la muerte", r€cu-
179
r8()
Capílulo v
Aunque ¡lgunos de estos ritmos'! bailes se difundi€ron con éxito (n l¡
¡ Golombia andina ,' urb¿na, dando origen a va¡iantes crioll¡s ¿preciadas
F todos, €n tl Chocó €ste univfrso Sestual está radicalmsnte sustraído
- l,a esfcra de los i¡ltt'rcambios efcctivos con los Emberá. En ( li'cto, aun
i¡¡. pres€nt€s cn l¿s fiestas d€l olro srupo, i los negros ni los indíg€nas
---<r] o IÉxico gcstual ),coreográfico dc gran parsimonia se cncuentra muy
*Fdo del de los nrgros- ru'rcd bailan(:on una pareia cxtra-éhrii:a, ),
n¡¿mente una rbriedad €xtrema disculpa a ojos de las dos comunidades rl
.dnportamirnto de un indígena, considerado en forma u¡ránim€ como un
ü-¿rgreso! que cnsaya a vec€s movimientos d€ bail€ parrcidos a bs de los
rambién dc una represmtación subyacent€
-grosd. Pareccria tratars€ aquÍ
t -l bailc, .ompartida por los dos grupos. I'¡ra ambos ésta i'nplic¿ la bús-
l¡eda de un¿ proximidad: para k,s ntgros, proximid¡d dtl bailador ] d€l
Drtrumcnto dc per.usión pellsado éstr romo üvienti: y s(xuado , en
Er los santos ]' bs humanos, ) eDtre €l hombr€ )' la mui€r; para los Embe-
rá. la contigüidad entre el mundo animal, los €ipÍritus y el bailador. Ahora
¡¡
lin, el reto subyac€nt€ del .o¡junto del sistema de r€laciones interútnicas
@nsiste prccisanlrnte rn conjurar la proxinidad y €n manten€r una dis-
tancia. Todo sucrd( corno si el lcnguaje no verbal de los movimientos det
hile fueran, para las dos comu dad.s, la clave de su dilertnciarión, una
apr€sión privilrgiada di. su reserya resp€ctiva, cuyos límites se encuen
Ean constant€ment€ en tensión a caus¿ dr' la contigüdad 8(ográñca y los
I hterrambios. El silencio interétnico de €ste lenBuaje st marrifiesta como
¡ ün dis€urso subya(ent€ y complrmentario d€ los intercambios verbales;
omisión elr contrapunto qu€ reafirm¿ l¿ id€ntidad d€ cada cu¡l drntro de
I l¿ diverg€ncia irrtdui:tible de los orígtnes.
I
En el ord(n ¡ir los gestos cotidianos, la indicación de obi€tos se hact
6on los labios, nunca con los dedos. Las mrier(s sostitnen a su brbé con
un brazo sobre un¿ cadcra, ,v llryan sus ca¡gas en la cabtza a la mane
ra africana. El parec¡do entrr esta costumbre y la posición para bailar la
ormbia, así conro su africani¿lad, subriry.rda por Price, ilustran tanto Ia
continuidad cntrr la gestualidad fcstiva y la.otidiana, como su arraigo
común €n los orlgrnes. Asimismo, la fonna de moltr el ¡naíz, d€ canrinar
balanc€ando las c¿der¿s, comer (on los dcdos, los pein¡dos dr Ias muj€rrs
--.on trcnzas lo¡situdiDales o latcrales mu1'se¡aradas- l,sobre todo rl
l€nguaje gcstual del rr$peto ),la reserva h¡c€n constantemcnte revivir un
-\frica de la que no permaneft nirguna huella en la memori¿ coNci€nte d€
€stos grupos. ,A¡rte los €xtranj€ros, o bs ancianos considrr¿dos como "casi
6píritus", en razón de su proximitlad «rn la mu€rt€, €s uDa obligación el
¡tlI
rll2
C.p¡tulo v
lE ¡ una lógica de repre-
núcleos más importantes drl ritüal y dar forma
rrntación de los religioso propiam€nt€ n€gro{olombiano.
El Eccehomo d6 Bá3padura
tb Entre las tres fiestas colectivas cfclicas del Cltocó, la Semana Santa es la
qu€ proyecta a ¡nenr¡do a las familias ¡rstrin8idas dc las dif€r€ntes comu
lát
la- nidad€s ribcreñas hacia Un espacio consid€rado como el c€ntro religioso
d.la unidad chocoana. Se trata dcl purblo de Raspadura, construido cn
'at torno a una iglesia que alberga la im¡8en milagrosa del Santo Eccehomo.
k Cu€ntan quc fu( (ncontrada c€rca dr l'opayán en 18O2 por una costurer¡,
.s{lava negra propirdad d€ don Junn José, y qur fue llwada a Raspadu
ra por sus descclldientes libres. Esta imagen del Crist() resucitación time
b r€putación dc poseer una fuerz¿ milagrosa €xcepc¡o¡al qu€ impregna
todo €l €spacio ald€ano de Raspadura. Testilnonio dt elk, es quc el putbk),
d contrario dcl mod€lo de poblamicnb lin€al y semidisperso gen€ral del
Chocó, fue desde su fuúdación, en el siglo xlx, aglomerado y circular; la
Elesia se encur tra en €l centro de la ald(a, y las casas fucron construidas
(n torno a ell¿. El lugar se consideró dtsdc el .omienzo como un espacio
.sremodal, y para Ios chocoaDos es indispensable ir allí pe ódicamentr
d. A¡rante la Sr¡n¿na salta para "recarg¡r la fuerza". Est. espacio, lugar dt
rltornos regulár€s dc familias restrin8idas provenientes de todo el Cho«j,
iDscrib€ €n sr¡ suelo el modclo de dcambul¿ciones pro(esi()nalts que anima
IF
todas las fiestns col€ctivas bcalesi éstas imprimer una lógica circular al
tÉ
cspacio lineal d( las aglomsrocioncs y de las casas dispersas, las proce-
sion€s rodean las casas l las calles, movinr¡tnto contrarfu ¡l deainbular
otiJjüno ¡i¡eal qu( rlL sepdrd ü hombrcs ) muirr.s.
El lugar de RJsp¿dura también está marcado por la BeoSr¿fí¡ y la his-
toria; €l istmo dr San Pablo €s, r'n tf(to, €l punto de contacto y dc paso
geográfico cntre la zona d€l rio San Juan y Ia dcl At¡ato, por €l que las
mercancías y los csclavos procedentts de Cartag€na y dt l'opayán acctdÍan
¿ la provinci¿ del Atrato. Es clrtor'¡ccs tl i:entro neurálgico d€l Chocó, el
l¡ punto dr articulación de sus dos subregioncs.
l¡ Al llegar a Raspadura, cada familia marra su espacn) reremonial con
un cirio prendido. Para eI sábado vísprra del Domingo dt R¡mos, el bos-
d que de cirios desborda €l r€cinb dc la iglesia y Ilega hasta las casas. Los
peregrinos pasan frent€ a la imagc¡l del Santo Eccel¡omo con un trozo de
a álgodón en la mano. Lo lrotan en una part€ €specílica del cueryo sagrado,
I8:.i
r8l
C.ph¡b v
¡l $ altar doméslico. Slr firsta dura iguaimente nueve dias desde los pre
Frativos para vestirlo y las ofr€ndas €n Ia igl€sia qu€ pr€ci:den la víspera
r el día sigdente del 21 de juni(É días dt músic¡ y danza intrrrumpid¡s
d torno a la proc€sión tdr€str€ y fluüal qu€ lo ll€va d€ rasa €n casa.,Al
t rmfirar la fiesta, 10 desvist€n y lo reduy€n de nuevo en Ia igl(§ia. Estc
tknpo ritual tambiéD reorgariza €n el espacio las unidad€s r€stringidas de
h comunidad. Su iniciaciór correspond€ a Lma conc€ntración, a un rcplie
tue hacia Ia aldea; las familias de¡ rÍo que viven dispersas suben o hajan
por el río para reunirsr allí, al igual que las familias d€ los compadres de
h parte alta. lá proc€sión de la mañana pr€sid€ la r€disp€rsión sj8uiendo
f.. Lín€as de fuerza d€l (jc espücial simbólico pa t alta parte baja. Quicnes
ñ€n río abajo pr€ced el d€sc€nso del santo para poder
r+€rarlo con sus oft€ndas fienLc a sus propias casas; aquellos oryas casas
,Iitarias se encuentran rio arriba acompañan €1 viajr de la balsa sagra-
o
&. participaDdo así con €l santo €n €l d€splazamiento d€sc€ndente hacia
a
b part€ ba,a, y no subcn a sus casas sino al atarde.er. Los indig€nas, por
er lado, aunque estén present€s en la ald€a no €ntran a Ia iglesia y runca
pnrticipanl:on sus canoas €l1 Ia procesión €n cl río.
r8.i
r86
Capltulo V
sc reúneD, y lurgo conductas €.:(ageradas dc al8unos miem-
-gro5 cuando
Los de la comr¡nid¡d. Los niños tcrminan Ia fiesta con burdas imitaciones
d comportamirnto de los adultos con €llos.
ritual de los puntos fuer-
Esta ñesta dc burlas, una auté¡rtica inversión
ti del sislcma cultural y .eligioso, parcce una impronto inconsciente de
,ifrica --donde abundan bs rituales dc inversión- denlro de un mar.o
.¡tólico cu),o seltido origin¿l es subvtrtido. Da forma, por medio de la
h¡rla, a la rrprcsentación negra de los sanbs )- a Ia naturrlcz.l particular
& la r€lacií)n qur s€ establece con ellos- Est¿ ñesta igrrala a humanos y,
rantos bajo los rasgos €sbozados de animalcs genéricos, teatraliz¡ndo todo
b qu€ en su rrspectiva natural€za sr reconoce como rebeldc ¡ los constr€-
ünientos dc los valores culturales. Perc también l.s uno d( hs principales
dúpositivos ótnicos n€gros rn las relaciones interétni(as; ¡unque no tienc
Dingún equivalente €nlre los Embcr¡i, rste ritual se dcs¿rrolla en su pre-
rcncia y reúnt paradójicamentc a los dos grupos en l¿ burla de sus int€r-
Gmbios verbalcs caricaturizados. Finalmmt€, €ste ritual otorga la palabr¿
¡ los niños, a quien€s rl orden cultura¡ .ondena al silencio fr€nt€ a los
¡dultos. Espejo invertido, en el cenlro del espacio habitado, del sistema
.t¡
cultural y rrligjoso, simétrico cn ello con cl espacio lejano dc Ia selva, esta
riE
6€sta domüü y domestica, medianle l¡ burla rih¡aliz¿d¡ y i:ompartida,
dd
d salvajismo subyac€nte atribuido t¿nb a los santos como a todos los
bumanos.
&
El periodo ritual de Ia Navidad es, €ntr€ los tr('s quc h€mos s€ñalado,
.l que rrafirma con más fuerza los hmit€s d€ cada comunidad. Fi€sta dtl
rt naciñiento y d. la lamilia, lejos dr proy€ctars€ hacia otras comunida-
:l¡ d€s ribereñas, la Navidad r€añrma la ind€perderrc;a dc cada ul1a rle el]as.
¡¿ También convoca, más que Ias d€más ñ€stas, al rebrno d€ los nativos que
loó viven en otras p¿rt$ ),prohib€ cualqui€r üaje por €l rio hasta el día dc
,É'
ó¡
iy
¡6 ¿Cuál podria se¡ €ntonces el reto simlxilico d€ esta rrl¿cióD con los san-
tos que eslá tD la base de los rituales colectivos? E¡ cdrilctü de interlo-
;t¡ crtor€s rituales posibles, atribuido a los santos, a caus¿ dc su condición
humana pasada y dc l¡ rcpres€nt¿tiüdad iconográlica qur s€ deriva dc
tu ella, los hace üsibl€s para los hombres. Además, por más qu€ su anclajr
óo sr en(u(nlr. cn la €rl(rJ de lo allo. dr lo divino. € in(,,rporcr en su 5tI un
fragmento del alirnto y la luz divinos, Éstos írltimos sc l.uelv€n conLrola-
bles por los huma[os con su mediación. La fu€Iza hecha dcl alierto y dr la
rl{7
TIJIJ
Capítulo V
d€ su morad¡ hacia el €spacio cr tural y a su dispersión rn é1, mediante su
slid¡ y su "pas€o".
r89
los negros ulla fragmmtaciór extr€ma de las tareas ritualcsi aI hance c]t+. &'
mánico qu€ condensa, €n el espacio ¡itual de la casa, a espfritus que sr repft- Ddi
sentan como üüendo dispersos', (orrtslDndt el repudio n€gro-colombiaÉ <olt
d€ la conc€ntraci(in sobrenahral y la dispcrsión ritual dr los santos a lo largo
y ancho d€ la aldra; la naturaleza fundamental entre animal de los espíritus h)l
(halnáni:os Embtrá s€ opone a Ia sobrehum¡na de los santos negros. Aquí h€
también par«r dibujars€ en ñligrana csh rel¡ción dr atracció¡l-oposiciód úad
frentr a un universo soci.rl y simbólico, espaoal e históricamente contiguo, &I
qLre se conü«te pdra los nu€vos "libres" s¿rlidos de la tsclavitr¡d, e¡r uno de lot ti.¡
pilares de la estructüración de su propio sistcma de penr¿rmiento. t?-
Los tr€s pdiodos rituales articulan e¡l forma diferrnte esta lógica sub- +
yacent€, al aceDtuar.n tormaaltunativa aspectos difrrentes. De tal modo. l
se crce que Ia Sem¡rna S¡nta, qu€ sr inicia con la ¡limentación humana d. ri¿
los saDtos, adelanta e¡ murdo hacia el oscurecimiento tle su luz, provr- que
nient€ de lo diüno, mcdiante la muertc sacrificial dr Cristo, que illunpt mi€
en él y qu€ imponc l¡ desaparición de lo alimenticio ), lo gestual, €1 sjl€n- Ls
(io y Ia inmoülidad rituales d€ 10 viüente, un auténtico punto muerto 5up
del int€rcambio. Pero la resurrección de Cr¡sto hace surgir Ia "nueva luz .lh
del mundo", y.r esta renovación rnerSétiG divina del univemo, respond. ráh
la reanudación del circuito de intcrcambio ritual entrc los sartos y lor inf.
hunanos. En cambio, la firsta del santo patrón se manifiesta domina¿L¡ PTU
r1){)
C.pitülo V
AL lbr el polo humano de est¡ circul¿ci¿)n, es una verdadera (er€monia de
'\l dimentación qu€ parrce rrnovilr una aliarza particular €ntre un santo v
h comunidad hum¡n:l. En cuanto al p.rÍodo de Navidad, pare.e celebrd.
b que se consider¡ (omo el punto dc co¡rju¡¡ción original principal mtr€
b5 figuras dc Io divino parcialmcnte humanizadas y cl mundo de aquí, l.l
ao Ddmitnlo humano corporalizado. Es otra lác€ta más de esla comunidad
& mtural€za tundament¡rl rntrr k)s santos , los trombres, €xt€ndida esta
Gz a los indígen¿s ]' qur ¿¿qrrierr forma ritual en la tiesta de inversión de
rn bÉ S¡ntos lnocrnl€s.
I9I
Para el p€nsamiento ncgro del Chocó, eI acto ser-ual pertenece a la cat.- &
goría de "lo humano", esf¡ra d€ la r€alidad conflictiva ],cambiante, vincu- tn
lado al carácter per€c€dero y €fímero de la corporalidad humana. Adrnit. lár
]¡ supone Por tanto la utilización de procesos mágicos d€ s€du(ción qu. d
implican una manipulación del curryo del olro a través d€ una dr su5 Po
partes (cab€Ilos, s€crccion€s/ uñas, ropas). Er (ambio, la .on.epdór & k,
on niño lo unc€ con el selb de lo üvino, que'tiene de arib¿" e introdurr dc
€ntonc€s la esfera diüna como medaclora entre €l hombre y la mrrjer Aií.
€ste peDsamiento coloca el orig€n de los niños en un más allá €xtrahuma-
no; el espacio d€ lo alto, €l de ]a creación divina de los prim€ros hombr6 tol
El Diño surge a ta vez de ]a luz y el aliento divinos qu€ €manan de Dios \
de 1a unión de sus progenitor€s. Se.omidera su llegada como su descenso (Í
de Io alto dondr antes de la comepción hacía parte de los angclitos sin soio
qu€ son los tuturos niños. Pero si sc cr« que este lugar de sü origer es d la
mismo al que podrár volver d€spués de la muerte, el írnico vínculo qu€ s.
consider¿ entre Ia concepción ]- la muerte es rl dc 1os niños mu€rtos tem-
pr¿na¡¡ent€ que s€ supone \'relve¡ a s€r argelitos, y por 10 tanto el aliento da
divino pucde volver a m¡ndarlos a Ia misma par€ja que los concibió, bajo
otra forma y otro sexo. De tsta man€ra, la primera forma de 1() humano sr af
repres€nta como un s€r cr miniatura, sin sexo !'dr creación diüra, ftag-
m€nto de su iuz. La fu€rza humana ¡tribujda al acto s€r:ual, provoca en
.iertos casos €l p€nsamiento negro postula tuera del entendimi€n-
-que
to, aunqLr€ condcionado en cierta forma por €I carácter "sabroso" de ]ás
la
fiestas col€ctivas- ]a 'tespuesta" d€ la €n€rgía diüna que impulsará a un
dnRcriro.r de.fcnd.r t.t , ,*" * ,
l::". he
Sesupore qu€ Ia preñez cambia el estado térmico tund¿mcntal de la hL
mujer; la vuelve más caliente en la m€üda €n que no pierde sangre. Ibr la
r92
Capitulo V
ü lo tanto, €l embarazo hace que el cuerpo de la mujer se parezca más al del
hombre, consid€rado calient€ y cerrado, sin derrame periódico de sustan
cias €orporales. Pero para evitar ur cal€ntamiento excesivo qu€ seria pató-
genopara €llay sub€bé,lamuj€r encirtarc debe consumir sino alimentos
que €stén en Ia cat€goría d€ lo frío o de lo tibio. Durante el ú¡timo mes de
€mbarazo cuida de tomarse todos los dlas una infusión de plantas tibias,
d€stjnadas a "abrir" su cuerpo y prepararlo para el enfriamiento que sigu€
aI parto y la lactancia; ingiere también purgas d€ ac€itr de palma, qu€ sl.
suponr lavan la suciedad d€l niño por nac€r. Estos brebajes los preparan
Ias h€rmaras mayores, Ias tías y coñadres, o la misma madre, que cujdan
también d€ que no duerma demasiado ]'de que realice normalmente todas
sus achüdades hasta el último momento; de no ser así, €l lliño cr€c€ría
demasiado en su üentre y corr€ía €I riesgo d€ provo€ar complicacior,.s
€n €l parto, así como volverse, una v€z nacido, perezoso- St le prohfben
l¿s relaciones s€xuales desde que se confirma la pr€ñez, tanto para evitar
.l cal€ntami€nto excesivo por el contacto con el calor masculino, como
5 porque su cuerpo¡ convertido en €l r€ceptáculo de un ser prov€ni€nte de
k, diüno, no puede ser paralelamente marcado por lo humaro, del cual
depend€ el acto se¡i:ual.
L
La f¡.rtura madre debe d¡r a luz en su propia rasa, ausentes el prog€ni
tor y los demás hijos, pr€f€riblement€ er su cocina limpiada para €l caso,
cerca del tu€go y rod€ada por sus hermanos mayores, sus tlas y su suegra
lmuy rara v€z por s¡.r propia madre), y con la Presenci¡ de una partera y
cllrand€ra del río. Esta últiüa es la que corta el cordón umbilical y recibe
t b placenta; mediantr estos dos actos comienza la constituciór d€ la per-
ena en el recién naddo. Al igual qu€ entre los Emb€rá, Ia part€ra d€b€
.ortü el cordón a dos dedos de Iargo si €s niño, y a tres si es niña. Es fun
dámertal r€sp€tar €strictamente est¡ reÉlla; si no se cumple puede tener la
cons€cuencia de h¿cer surgi personalidad€s s€r:ualmente ambiguas, niños
¡feminados qu€ lüblan demasiado y col1 voz aguda, qu€ rc cazar y qu€
m tienen hijos o ti€nm poco§, o niñas masculinas, desintercsadas por ]a
caia, üol€ntas y estéril€s, o con hljos que muerenjóvenes.
Esto er?lica que para los n€gros mismo que para los Emberá-
I¿ identidad s€xual se manifi€sta
-Io
ilsuficientementt condicionada por Ia
.onc€pción y €l embarazo; la ind€terminación sex'ual parece üncul¿da al
origer divino d€l niño. Este pensamiento no considera el sexo como un
b(t-ho biológico sino como una creación culhral, atributo distintivo de lo
hu¡nano ya nacido, d€] que Ia primera r€pr€sentante d€ quien€s lo acogen,
la part€r¿r, puede y debe harerle una donación ritual, al r€sp€tar la marca
r93
r9.t
Capílulo V
tD ifügenas dentro del cutrpo materno por ingestión, en la selva y menos
a¡m en la corrientr del rfo- Los libres nunca los erpulsán hacia Ios espacios
á5
atraterritoriales en relación con Io social, porque si s€ supone que €l niño
y ru doblc fetal (la plac€nta) üenen d€ otra paÍe, ést€ no es un espacio
ü- Fhu]nano salvaje como lo es para los Emberá, sino u]r espacio sobrehu-
a. -¿.rio de creación ,¡ recreaciót¡ constantes de lo humanoi la esfera divina.
Una vez separados del niño, las secundi¡as, marcas de su relación cer-
c.n r cor¡ un oriS€n divino, pirrden su carSa peü8rosa de concentración
L - €n€rgla diüna. se puede entonces incorporar su poder positivo €n el
rá Eritorio cultr¡ralizado dr la üvi€rd¡ o, €n el caso de los nadmi€ntos mas-
la .ulinos, €xt€nder a través d€ rste medio sirnbólico los límites territoúal€s
t & lo cultural hacia el s¡lvajismo de la s€lva. Asl pues, en vez de cortar
la r¿dicaim€nte el conta.to entre el niño y su univ€rso de orig€n, regresando
io hs secundinas hacia un mundo considerado precultural, como entre k)s
\l fDb€rá, el tratami€nto de la materia simbólica par€ce destinado a man-
io Lrü €n el €spacio cultural las huellas del origen sobr€humano del niño,
.l a¡.nque substrayéndolas radicalmente de Ia manipulación indiüdual cuyo
Fügro se encarna rn la prog€nitora y la hechicera. Estas dos ligu¡as, más
.l dlá de la regla cr.ütural d€l intercambio, tien€n el pod€r de encerrar a1 ser
üu[nano en una relación dual, sin la m€diación de un t€rccro.
r95
r96
Capítulo V
güda con ¡o aleatorio- se incluyen más bien en la serie de predominancia
Dctorímica.
l^as sustancias, todas supucstamentt calient€s, proc€dentcs dr las par-
kr d€ cuerpos de animales salvaj€s se rsar sólo para "ombligar" a los
¡iños, con excepción de la araña y del conejo salvaje, cuyas caracterÍs
tias de rapidez, tcnacidad ),abundante f€rtilidad se descan transmitir a
hs muj€res. EI polvo d€ lar plantas
-con mayor frecuencia de ¡¡ serir
c¡Ii€nte, prro a v€ces d€ la tibia correspond€ por exc€lcnci¿ a las niñas.
Lai plantas el€gidas ti.n€n casi siempr€ ürtudes terap¡uticas, y han sido
&mesticadas a parti¡ de una variant€ semi silvestrr, que s€ dan fu€ra
¿l espacio habil.ldo, cerca d€l río, al bordr de Ia s€lva, pero jamás en
d nterior dr ¿sla. Se supor€ quc transmiten su raturalrz! c¿licnte, que
.qnparten con el (spacio de la üümda y el €stado dr rmbarazo. Tarnbién
*ü€n transmitir su carácter inofc¡rsivo, Ia tacilidad de multiplicars€, así
úro su capacidad de "estar en su lu8ar", lanto en el espacio habitado (en
b6 huertos de plantas mdicinales y aromáticas que las muj€r(s casadas
oltivan aI lado de la cocina) como €n los espacios de üaje y de tránsito qur
sr las orillas de los ríos cerca de las casas en e1 Iímite {.lc la selva, iugares
ü lavado de oro f(m€nino. sin tmbargo, en la serie vegetal, así como err
h d€ orig.n animal, existe una brecha que introduce Io mascr ino en un
civerso marcado por lo fem€nino. En cfecto, s€ supone qur la "t,üba d€l
dpintoo", planta silv€stre qu€ no rxist( sino selva adentro, tmnsñ€Ie al
hmano la capacidad de salir indemne de situaciones sociales p€ligrosas,
ono las peleas a mano armada o los €ncu€nt¡os con el aparato policivo
Jiudicial de la sociedad nacional; esta planta se utiliza en forma prcfrrcn
.h¡. pero no exclusiva, para "ombli8ar" a los niños- El polvo de oro puede
hbién usarst tanto con los niños como con Ias niñas, (on una clara
Fú€r€ncia para los primeros; sin cmbarSo, se trata de una escogenc¡a
aii.sgada puesto que se cree qu€ su peso en el cuerpo humano predispone
¡ ¡hogami€nto en los remolinos d€ los ríos. También en esto muestra €l
-o 5u (ariz amhiguo para el universo n€gro del Chocó; áquel que tIat€ d€
fuinar demasiado, tn su hUo lo aleatorio de la suerte en el lavado de oro,
Grr €l riesgo de p€rd€rlo-
tl agua d€l rlo, €l polvo extraldo del cucrpo de algunos p€ces rápidos
tEo ro p€ligrosos, y el sudor de la curand€ra constitu),en sustancias s¡n
Era sexual que sirv€n para 'bmbliSa¡" tanto a niñas como a niños. Sin
sucede que s€ usa el sudo¡ de un curandero d€ la familia ¿r.t€nü-
-¡-rgo,
- raunque ausente en €l parto) con los niños,lo quejamás sr pued€ hacer
f97
Todo sucede como si para los n€gros y los Emberá, ser un poco animal o
vegetal por comunidad corporal d€ sustancia, fuera constilutivo d€ Ia con-
dición humana y estuüera ligado al €stablecimiento de un scxo ro equívo-
co, mientras que la separación del ser humano del univrrso sobrenatural
r98
Capílulo V
del que provirne se manifiesta como la condicrón misma de su supervi-
vencia fl tural. Es estr trabajo de corte y de u¡nón, de constitución de irna
ilentidad s€xual u voca €l que efechlan las'viejas madrcs" Emberá con
a gestos €nraizados €n €l mito de orig€n, al igual qu€ las curanderas part€ras
negras cuyo§ actos rituales no se basan en nin8ún relato mltico.
r99
2<Xt
Capílulo V
La modalidad de la relación así tejida con lo vegetal ]¡ 1() animal no será
la misma para los dos sexos. La relación Itmenirta con su v€getal pr€scrib€
que la mujer utilice su planta cor la ma),or intensidad posible. T€ndrá una
babilidad pdrticuldr p¡ra encontrarla en su m€dio natural y para mrilli
plicarla en su pequ€rio huerto doméstico. Ad€más cuando es cL tivada o
.ncontrad por ella, aumenta su eficacia terapéutica Si la consumr l:on
r€gularidad d€sarrolla su propia fuerza vital, suaviza su humor y se hac€
rEsistente al mal que cura la planta. Como inei€re la misma sustancia qu€
d rito ha depositado rn su cuerpo¡ se trata de un intercambio mergético
rimétrico, continuo, gen€rador d€ reciprocniad, ul1a transfer€ncia r€cípro-
ca de "fruerza" positiva entr€ la planta y Ia "ombligada", que se podría
.alificar como una domesticación mutua. Por el .ontra o, se cree que el
@nsumo d€ carne de caza por los "ombligados" con partes no perecede-
rar o no consumibles de los cu€rpos d€ los animal€s salvajes, no aum€nta
r¡ fu€rza vital. Este consumo es discontinuo en relación con la susta[cia
incorporada ritualmente. Pero esta absorción, de ci€rta forma energéti-
(aIn€nt€ n€utra, s€ opone a la transgresión del brujo, el único que comr
6tas sustancias no consumibl€s. con e1 fin de aumentar su fuerza nalé-
6ca. Sin embargo, estas sustancias incluidas €n la cat€goría de lo calient€,
@tran €n la fabricación de los objetos mágicos defensivos que los hombres
lkvan consigo. Pueden d€ferderlos er sus viaj€s y atra€r el animal hacia
dlos cuando cazan. Por consiguiente, €sta relación discontinua masculina
cDn €I cuerpo d€l animal es de una reciprocidad negativa' en este caso, la
comunidad de sustancia que hac€ al hombr€ d€ alguna manera parecido
d animal, lo debilita a áste, y contribuy€ a su propia y efi.az muert€ en l¡
(aza. Se trata por Io tanto de un rapto encrÉi¿tico de l¡ Iucrza animal, qu€
rrelve parcialmente salvaje al hombr€.
R€cordenos que la selva €s para los negros la morada d€ una sobre-
Datural€za salvaj€ y maligna, con la que cualquier .omunicación rihral
rc considera imposible. El hombr€, cazador o l€ñador, va a la s€lva para
dtraer su botín. Su ligazón pragmática con est€ espacio €s por lo tanto de
&pr€dación. su relación simbólica con la sobrenaturaleza selvática fuera
d. lo diüno excluye también cualquier intercambio, cualquier contraparte
que (ompense simbólicamente ]a extracción que realiza a través de ]a caza
o Iá tala d€ áboles. Así pu€s, §e trata de una correspondrncia de saquro
Fagmático y simbólico: saqu€o d€ animales, de madera, pero también de
tuerza vital. También el en5alvajami€Dtorl parcial del hombr€ por su "om-
Uigado" anilnal d€b€ convfftirlo momentánea y pasajeramente parecido
¿ l,os animales que caza, debe entonc€s conv€rtirlo en un depr€dador. Esta
2()t
proymtan también r1
Estos dos modelos de int€rcambio en€rgÉtico se
bre el conjunto del campo mágico religioso: el de la dom€stica.ión re+
proca marca las relacionrs rituales con los santos y con los espíritus de Lr
muertos buenos en el rspacio habitado; el del rapto define la lógica de Ió j
acciones del b¡ujo en la selva. ¿
Sin embargo, €l tual del "ombligado" cxcluye d€l todo a los santcá a,
nrdo sucede como si aquí tambiÉn el silencio ritual (on resp€cto a ellos irF ai
dicara rl conju¡o del p€ligro del exceso de lo idéntico qur su presenc;¡ pro-
vocaría. Lo divino, insc.ito €n €1alma-tuerza vital, ya repres€nta en ella rD a
poderoso ftagm€nto del aliento divino que el rito se propor€ precisament
fragmentar entre el t€rritorio habitado y el r€ino vegetal y animal. Ad.- a
más, todo el campo ritual det nacimiento sepres€nta fuertement€ marca& I
por los paralelismos col1 €l d€ los Emberá. Aunque la repr€sentación dd *
universo prehumano, tugar de o g€n del niño, difiere €n los dos gruPlr-. F
Ia conformaciór tual de los vlnculos d€ €omunidad de sustancia con C lt
r€ino natural, mediante el to del "ombligado" qur con fr€cuEr- b
-palabra ¡
cia usan los indfgenas para d€signar su p¡opio ritual- son casi idéntic¿r
Dado qu€ se at buye a los indíg€nas una intimidad intrínseca con el reim ñ
natu¡al, €ste ñto negro, que tambitu €onstru]¡e una familiaridad con Éstr h
mediante la coniullción de Io diüno, toma un sentido suplementa o par¡ ¿
1a sociedad regro colombiana: el de una aproximación tual a la identid¡C ¡
y a 1a fu€rza particular d€ los indígenas, por medio d€ la ap€rtura parci¡l
del sf al otro, €strat€gia negra qu€ ya h€mos üsto en acción para tratar i¿
alteridad.
E
Est€ rito
d€ paso instaura la pimera armazón d€ la id€ntidad hurn¿- ü
na. sin e¡nbargo, ésta todaúa es frágil y la a.echan malas influ€ncias. t-i b
madre debe enterrar cuidadosam€nt€, bajo los pilotes de ¡a casa, €1 pelo r ó
las uñas cortadas, part€s separadas del cuerpo qul. darían poder sotlre ¿i ?
alma fu€rza vital. Si el brujo se apodera de estas, podrla capturar el alma
El niño s€ d€bilitaría y su alma-tuerza ütal que "se deb€ a lo divino F
aumentarÍa 1a fuerza maléfica del brujo. El otro peligro, €l del "mat d( ¿
ojo", capacidad maligna que se supone innata en ci€rtos seres humanos, r.
conjura m€diante la confe€ción y el porte de allruletos. EI más eficaz es "€,
doble", compu€sto de dos tipos de amuletos: el prim€ro l.s preparado por
Capítulo V
una curandera ne8¡a a bas€ de elementos veg€tales y animales; el otro €s
fabricado po¡ los indlg€nas con dientes d€ animales salvajes. Cada uno de
6tos amuletos es la conjunción de dos alteddad€§, parcialmente domina-
das e integradas por el mundo cultu¡al n€grc-colombiano.
cl-
Pero la defensa mágica del pequeño niño negro no se detiene allí. En
álgunas zonas del Pacffico, tiene luSar €l "bautismo del agua" unos días
d€spués del nacimiento. Este hace entrar €n €sc€na €l universo masculino,
<j€ de las relaciones sociales codiñcadas. En efecto, aunque los útos de na-
Para el niño n€gro <olombiano, sin nombre aún, el mom€nto del bau
tismo de nombrc llega obligatoriamente. Será el surgimiento d€ su segun
¿a alma, el "alma-sombra", llamada también el "ángel gua¡dián". según
bs negros, es la verticalidad, la capacidad del caminar .¡utónomo lo que
dota al ser humano d€ su sombra. Por end€, €l ritual dc nominación nunca
t
t F¡ede t€n€r luSar antes de que el niño camin€ por sl solo. Se supone que el
mmbre, utilizado en forma masiva por la comunidad ribereña, s€ "com-
parte" con su sombra. Esta s€gunda alma se inj€rta, a través del ritual
d. Ia nominación, en la primera, el ¡lma tu€Iza ütal, llamada tanbién
'ali€nto", muda para €l lenguaje ),el ritu¿I.
t Ya hemos aludido a la escasa cantidad de patronímicos ql]e s€ usan en
d Chocó y a su papel €n la deñnición dr los límites y las aperturas de las
2()3
Capítulo V
L paüino, donde se cofftruye un p€queño altar con ciios blancos y ador-
nos florales recogrdos €n €ljardln de la madrina, rodeando una imaSen de
la Virg(n con €l Niño Jesús. Esta ocasión amerita con frccuencia el t¡aslado
uansitorio del santo de devoción especial hacia el dormitorio pequeño. Los
asistentes no €mparentados düectamente con eI niño permanecen en el
dterior de la sala abierta. Después de una invocación a Ia VirgeD, al Niño
:- Jesús y a todos los santos, que por lo general empieza con la fórmula:
'Santo Dios, santo e inrnortal", Ios padrinos toman cada uno un cüio para
r¡ ilumhrar al niño. El padñno y Ia madrina le ü€rt€r1 a su turno agua ben-
dita en la cabrza, diciendo en coro dos veces: "En el nombr€ del Padre, del
o Hüo y del Espfitu Santo, con la ayuda de l¡ virgen y de todos los santos,
D yo te bautizo X". Entonc€s el padrc, y después la madre Iamall al niño por
iü nuevo nombre seguido d€ sus dos ap€llidos. Al final de la cer€monia,
Ias dos parejas se t(xan la fr€nte con agua bendita y dicen, con un cüio
pr€ndido en Ia mano, "en el nombre drl Padre, del Hijo y del Espfritu Santo
F con llr a}.uda d€ la \¡rgen y de todos los santos, y en nombre de X, te
''
acojo compadrc (comadre)". Después de estüs palabras, la sala se Ilen¡ de
g?nte: el tabaco, los alimentos y los licores circulan, todos cantan "coplas"
¡ y "romances a lo humano" hasta bien entrada la roche. Los nuevos com-
¡ padres intercambian reg¡los:joyas de oro, tocad;icos d€ pila, telas finas. El
niño rccibc el prim€r regalo d€ sus padrinos, qu€ también ofrecen la ficst.¡.
t, A esta le sigue, o rara v€z la precede, el baut¡smo en la iglesia con la in-
t.rvención del cura. En algunas zonas del Chocó, el bautismo 5e prolonga
hastá en el úo, con los padres, y los padrinos, los abu€los y los consangtf-
neos, qu€ eligen la d€sembocadu¡a d€ un pequeño afluent€, o s. embarc¡n
.ri canoa hacia la mitad del rlo, donde el agua €s "pura". Con clla f¡otan
.l cuerpo del riño relitiendo las palabrás ritual€s ya citadas. Se cree que
¡ 6ta probngación ritual del bautismo liga el niño al ío, unidad espaciál y
social de la identificación comunitari¿.
2\t5
sarianente volver al aliento divino par¡ pagar "la d€uda por su sombra", t
según l.r exógesis n€gra.
2()f;
Capítulo V
I
Da. Se piensa que est€compon€rte exha{orporal y üsibl€ del s€I humano
Í engarza de dla al cuerpo por los pi€s, y que en la noch€, al contrario,
r€ sePara del durmiente para pasearse por el mundo; los sueños son sus
av€nturai. Por sus encuentros onfricos son otras almas,sombras de los
rivos o con los €spÍritus de los muertos, inspira desd€ los 12 o'13 años
pr€sagios y pres€ntimi€ntos qu€ se cree protegen de peligros al indiüduo,
¡e recuerdan sus d€ber€s para con los üvos y los muertos, o lo guían €n
sus decisiones diurnas.
Sir embargo, para esta alma sombra, suma de una historia indiüdual
oscilante ertre lo diurno y lo nocturno, sopo¡te del acto ritual de nomina
sión, la noche constituye un espacio-tiempo cargado de ambigüedad. La
noche que se supone "hace ertrar lo podrido en las casas" y "levantars€ las
almas de los muertos" es por excelencia el mom€nto €n que se borran los
puntos d€ referencia, las honteras y límites €ntr€ lo salvaje y lo doméstico,
entre h v a y Ia mu€rte. La noche es d tiempo d€ las simbiosis indebidas,
'! de las separaciones peligrosas- Es asf como la movilidad onírica de esta
alma, (onsid€rada además como signo de una idertidad humana sana y
cada vez más realizada, la €nfr€nta también a dos graves peligros noctur
nos. En primer lugar, la visión oúrica d€ la s€Iva o los gestos y las palabras
seductoras de un muerto pariente o algui€n d€l s€xo opuesto- pu€den
hundtuIa en ulla fascinación malsana que pu€de hacerla abandon¡r defini
tivamente €l cuerpo üvient€ para ser llev¿da al mundo de los muertos, que
desean capta¡ su fu€rza, mediante €l comercio serrual onírico, con el fin de
alMar su penitencia. C€der ante €sta fascinación es un riesgo p€rman€n-
te para el durmiente porque e1 pensamiento negro no reconoc€ er nadie
en el brujo y en los cu¡and€ros que har hecho un aprendizaj€ corl
-salvo
los chamanes Emb€rá- la capacidad de dominar por ertero su propia
alma sombra üocturna o €1 €spacio onírico en el cual actria.
207
208
Capllrlo V
deseo de proximidad, esta fascinación inicial, €ste Éxtasis se comparan con
r¡ .l des€o ser.'ual. P€ro est€ d€seo rocturno es peligroso; Ia atracción que
qerc€ la selva puede incitar al.iov€n in€xperto a su erploración diurna.
También a m€nudo "€s difícil saber si la gente que uno ve en Los sueños
.stá viva o mu€rta". Ahora bien, ceder ant€ la fascinación d€ un muerto o
?
una mu€rta lleva a Ia captura d€l soñador, que corre el riesllo de no volver
F
a d€speftarse, €s decia de morir. Asl pües, €l alma sombra debe aprender
d
a "resisti a la tentación" onírica m€dante cl aprendizaj€ diurno dtl tn
trndimi€nto: €l niño debe contarl€ sus sueños a los mayores para que le
t¡
¡ndiquen los p€ligros qu€ corre su alma sombra- Pa¡a deftnd€rlos dt e)los,
¡ deb€rá aprtlrd€r a dormir cada v€z menos profundo. otro m€dio para pro
a
t¿g€r €1alma-sombra contra la lascinaoón nocfuma de los muertos y de
T
la selva consist€ en comenzar Io más pronto posible en la üd¡ diurna ],
seducir al otro s,rxo, a1 aprender los procedimientos de la magia amorosa,
\' a iniciars€ con ios mayor€s (n el conocimiento cinergético para poder ir
r a la s€lva como cazador.
a
P€ro €stos conocimientos que sirveD para manipular el cuerpo del otro
t \' €l mundo animal de la selva aumcntan el peso del pecado en el alma
I sombra. Est€ pecado no onírico, que protege contra los peligros de los sue
ños, se asocia al objetivo de obtener b que se desea sin contraparte. Benefi
ciars€ de los favorrs del otro sexo sin cohabitar públicamente, o compartir
€1 trabajo y los bi€nes, responde a la misma lógica que el comportamiento
2rJ9
Nada parecido suced€ con lajoven qu€ se emba¡ca po¡ primcra vez sol,¡
hacia una ribern más o menos c€¡cana; aunqu€ lo realiza sota, este via¡
s€ inscribr en la relaciór de domesticación recfproca que el pensaniento
negro atribu),e a la prcximidad del humano con el agua del río, mediatÉ
zado por Ia canoa. La primera wez que la muj€r oi?erimehta la capacidad
que proporcione el tntendimiento de suspender una parte de su identidad
--olüdar momentárarnente lo divino- es cuando s€ enfrenta sola aloro.
siendo ya casada y madre.
2IO
C.pítulo v
También sr cree qu€ el p€riodo de "caminar ]. conocer" lapsos de
-r¿ncia que llwan a la mayor p¿rt€ de los jóvenes )' algunas jóv€nes
I b.É otras r€giones ,, ciudad€s de Colombia- provee al alma-sombra de
ctendimiento. Est€ periodo se cara(trriza por la limitación drl uso social
d nombre, reemplazando con un uso nlayor de los ap€llidos. Durante su
r¡ Eanscurso, el joven solitario descubrirá una alteridad humana que le es
&ronocida ], qur a menudo considrr¿ hostil. En consecuencia, se iniciará
I . Iá magia defensiva )' agresiva. tamb¡én es un momento existencial en el
!a l¡f priman las exprri€ncias sexuales furtiv¿s. Aquí, otra vcz es su regreso
I r 5us acciones, (onform€s a Ias normas culturales adultas de la socie¿lad,
C b qu€ sanciona su paso exitoso por h prueba de inmersión solitaria cn el
a Eundo de la altcridad- Su acceso ¡ una pat€rnidad o materDidad codili
.adar por el mat¡imonio rematará estt paso al permitirlc convertise en
p¿drino, €s decir en nominador-
l,
Estas prucbas solitariai qu€ se supon€ cargan d¿ pecado y de entendi
b miento al alma-sombr¿ deljoven, lo trasladan sin embargo hacia tl plano
de una realidad ext€rior al mundo cultural y sobr€natural de la comuni
L
dad- t'rente d esl.r realidad, €stas p .rcbas parecen asociar las nociones con-
E
(omitant€s de pec¡do y de €ntendimitnto con una capa(idad para mani-
pular en la vida diurna los comportami€ntos inmateriales d€l propio ser, y
¡
arí proteger la identidad de los p€ligros dc la alteridad. Detrás de este poder
L sobre sí mismo, signo de madur€z para los negros, s€ dibuj¡ en filigrana el
proceso d€ iniciación del chamán Emb€rá.
, Desde ese momento y hasta Ia muert€, la exrstenciaindividual adulta s€
d€sarrollará sin pasajes ireversiblrs que ftanquear Pero cl problema que
plantra para el pensañiento el carácter lábil , apb de la metamorfbsis
del alma sombra irrumpe regularmente en la p€riferia del campo fihral a
a
través del (ontacto onírico con los muertos, y «rando en tl curso de una
borrachera festivJ la ebriedad crea un espaoo tiempo diltrente.
!II
C.p¡tulo v
itag€n del salvajismo f€menino, rcnuent€ a toda comunicación, que en-
arna la sobrenaturaleza hostil de la selva, también ¡lena del peligro de una
-¡la muerte definitiva. triunfo del diablo sohe el a¡ma sombra cautiva en
r derno dominio.
Esta concepción muy poco cristiana del dominio del diablo sobre (l
&na sombra gracias a la d€socupación d€¡ cuerpo, parec€ oscilar entr€
r¡a lógica af¡icana subyacente de la "posesión desgraciada", y uno de bs
Fradigmas Emb€rá de ¡a patología, que posfula como su causa la intrrr
íón maléfica de los €splritus enüados por un chamán memigo contra el
<u€rpo.
r¿t
Durante el sueño pesado que sigue al ¿xceso etflico, las almas d€ la per-
rona se reen8anchan a su cu€rpo. En el orden social, la brecha abierta por
{ la irrupción d€ actos y palabras procedentes d€ una alt€ridad tan próxima
l¡ (omo irr€ductible, se c€rrará. Al evocar Ios daños y destruccion€s causados
5, por un borracho, los chocoanos diccll en forma unánime: "No fue X, fu€
5 una mala borrachera". La comunidad le conc€de al indiüduo el perdón por
¡ su comportami€nto etfico, al reconocer el vaclo identficatorio inducido
por la €briedad.
a
El sueño y Ia ebrirdad salvaje se manifi€stan en el corazón mismo de
la persona constituida por los ritos d€ paso, como una puesta a prueba d€
los llmit€s extremos de su €ñcacia. Detás de estas dos expeúencias se per-
frla la imagen de una muste cultural, concebidá aquí como una aus€ncia
reorrente en medio de la ü¿la. Ambas son asediadas por el silencio y el
abuso del lenguaje, ent€ndidos como dos (ódigos significantes subyacentes
a los actos de habla y que l€s confi€r€n siempre un sentido suplementario.
Estas experirncias que suspend€n mom€ntáneam€nte las reglas c¡.tlturales
constituyen para €l alma-sombra una carga adicional de pecados y de en-
t€ndimicnto, pues para esta cultura la naturalEá inhíns€ca de lo humano
.sta marcada por la ambigüedad. Ésta resulta de su posición intermedia
entre Io divino y el infierno; el humano lleva la marca de ambos U¡iver-
sos. tá comprensión de esta natoralez.a d€l mundo apartir de la-§ sucesivas
experiencias, y Ia adquisición d€ herrami€ntas personales para dominarla
determina Ia plenitud adulta del entendimiento. Esta concepción nada ca-
tólica del pecado, ünculada al poder personal de controlar los diferentes
componentes d€l univ€rso y dela persona, se manifiest3 también en €l rito,
no obligatorio p€ro muy fr€cuente, de la elección individual de un santo
d€ devoción rsp€cial.
2r3
Capílulo V
b.rro; a San Juan, aguaidi€nte; a San Antonio, €igarros. Otra obliga€ión
¿d "du€ño" pronunciar en forma r€gular oracione§ (que s€ supone
es 1a de
Eren poderes mági€os) apropiadas, siemPr€ con una v€la pr€ndida.
s€ cr€e que el no respetar €1 d€b€I d€ las ofr€ndas produce l¡ venganz¡
&l santo, con enferm€dad€s r€currentes qu€ af€ctan al "dreño" y a su fa-
Eilia restringida. En cambio, la contraparte l€gítimamente esperada por €l
rtspeto riguroso de estos d€ber€s conjunto se designa con la frase
-cuyo
'cuidar su santo"-, €s la obligaciór que incurnb€ al santo d€ conc€d€r los
prdidos de más suertr o d€ prot€cción nágica de ciertas empresas. Aquí se
trata también deun intercambio de €nergía en cirruito cerrado, tn el que el
bombre parece alimentar la tu€rza mágica d€l santo, una parte de l¡ .ual
lt le transfiere a é1. Si €l santo romp( la reciproddad d€ tsta transferencia,
i persist€ €n no conceder los deseos d€ su "dueño" a p€sar de la r€gularidad
r la abuñdan.ia d€ sus ofrendas, r€tiran su im¡gen del alt¿r y ]a expon€n
a la intemp€rie, €n €I pasaje lateral entre las casas. Arn€nudo el "dueño" Io
ora allí, lo injuria cn público y a vefts l€ pore basuras €nfrrnte; a veces su
§€nganza se manifiesta con tormentos a la imagen, tal€s como golpearla o
atravesarla con alfil€res. S€ Pone fin a lo qu€ llaman sus "qu€r€llas", si €l
5anto satisfáce por fin los d€seos d€ su "du€ño" o, de no ser asf, enterrando
l¿ imas€n detrás de Ia islesia y escogiendo un nu€vo santo de d€voción ')
esPecial.
2r5
Al igual qu€ los espfritus de los muertos en los velorios, se (re€ que d
s¡nto efectivamente se hace presente, sólo qu€ no pos€e a los hombrcs irF
troduciéndos€ en sus (uerpos, y tarnpoco pued€ ser atraldo por ellos con
ningún sabcr demiúrgico, como el chamanismo. Sin embargo, Ia r€lación
coñtinua, p€$onalizada y sin int€rmediario entre el santo y su dueño,
recu€rda la ]ógica chamánica. La difer¿nc¡a radica en la srparación de doó
cuerpos distintos, vinculados por una alinentación recíproca. Es la 1ó8ica
de un chamanismo en ñligrana qu€ trata d€ eütar €l cuerpo a cuerpo d.
la prnetráción y d€l trance. Pero la dicotomfa sexual de los tanbores y las
continuas alusiones eróticas, verbal€s o cantadas, le dan un papel central
en esta fi€sta a las metáfor¿rs de las rclaciones sexual€s hu¡nanas, dominio
por exc€lencia de lo huñaro, cr¡yo objetivo cuerpo a cuerpo del abrazo
-€l
y de la posesión mutua- se opone a la distancia corporal que debe regü
todo lo atin€nte a lo diüno. 'Ibdo sucede coño si la humanización ambiguá
del santo fuera Ia condición de una alianza dual mágicamente eñcaz con
é1, álianza qu€ por su repr€sentación misma, oscila constartement€ en el
borde de la pot€ncialidad de una confusión corporal entre los dos socios.
2r6
Capllulo V
Antes de €stos períodos, el destino del niño €n el más allá no bJlu€ncia
las relaciones extra-famüar€s. sjn pecado ni ent€ndimiento, su alma-som-
bra irá directament€ a lo Alk, y allí se hansformará en ánget qu€ pod.á
'reenüarse" a sus padres baio la forma de otro niño, o en un ángel que
pu€da jnterceder por su familia r€stringida en et Juicio Final. Por €nd€, el
rito funerario de los niños se caracteriza por un ambiente de franca al€gría
1-no dura sino una noche. La queza d€ los términos que designan este
ritual contrasta cor €l ténnino único, la nov€na, empl€ado para los lune
rales de los adultos. Algunos de ellos son: €l bunde, €1 gualí, €I chiSualo,
€l an8elito bailao, el velorio. "Bunde" parece derivado de znd¿, I€¡€ma
africano proven,ente de la región d€ sierra Leone (donde significa "canto")
v qu€ €n ¡a cosia Pacíñca designa el conjunto de bs cantos ejerutados en el
ritual. "Chigualo" tal vez se origine en la l€ngua Emberá, en Ia que hut? o
uara significan 'hiño", y cái es un pr€ñjo pos€sivo. "GualÍ" también pued€
remitir a un término Emberá que significa "niño", o de varse del lexem¡
"gongolo", que en el habla sincrética negra del Palenquc d€ San Basilio, d€
la costa Atlántica, quiere decir "bail€". La denomina.ión d€ est€ rito es la
única en la qu€ st marca la influ€ncia lingülstic¿ Emberá. sin €mbargo,
su desallollo, mucho más que el de la nov€na, lo emparenta con el "lum
balú", rito fun€rario qu€ se practica en el Palenque d€ San Basilio y cuyo
origen banhi ya ha sido d€mostrado.
2r8
CaphuloV
gualf, es considerada de naturaleza
especie d€ contagio del cucrpo del
-¿ pues ac€lera el envío d€ otros niños por el aliento divino. Por
ttoceadora,
@sigr¡iente, la natural€za del gualí-ang€üto se inscribe en dos univ€rsos
crá¡¡ticos: su Iado puro y Ia int€rcrsitn por sus fanilia¡es ant€ €l Dios
l¡.2 b anclan al campo de lo divino de origrn católico, mientrar que su
É.rta demultiplicador energético, cercana a lo natural, Io asocia con los
irdígenas.
2t!)
22t)
CapítuloV
¡ ataúd y la tumba, y ref¡Il€n suñci€nte tabaco, café, aguardient€, galletaj
,, velas para los v€]orios- Pero al mismo tiempo la larga a8onla plantea
inter¡ogantes €n cuanto a todo lo que podría secretamente atar todavía la
sombra ¡ €st€ mundo. 5i comprueban que €l enfermo posee oraciones o /'se
qetos" de carácter mágico, los queman después de le€rlos en su presencia,
djsuelven Ias cenizas en agua bendita y se 1a dan a beber Antes d€ enter¡arlo
dctrás de la iglesia, le mu6tran por últimá vez la imagen de su santo d€
devoción especial. D€struyen frmt€ a é1 sus objetos mágicos de p¡ot€.ción
o de agr€sión, y los entierran €n la orilla d€ la selva. El último rec\r$o para
s€parar deñnitivamente €l alma-sombra de los lugares, objetos y relaciones,
que FolonSan su ¡dentidad llacia el erfterior en el qüe se encuentra toda\,,Ia
atrapJda. €s L,btener el perdL,n pubüco de sus enemigos.
Capítulo V
tr, Iás oraciones e invocacion€s de los üvos solicitan la m€diación de los
santos, h \4r8en y Jesurr¡to para que sea "menos p€sada la penitencia
rlo del alma", evoaando ]os mom€ntos diffciles de su exist€ncia humana- En
'za cambio, los cantos fun€rarios constituyen la palabra misma del alma del
la muerto, dicha por la voz d€ los vivos. Cantar un alabao significa entonces
que este €spfritu, en €l €j€ d€ dos mundos, d€be ser acogido en el interior
tn del cantant€, allf donde el alma-soñbra propia deja Ia huel¡a de Ia memo
za ria y d€l lenSuaje. Es un p€ligroso ejercicio d€ ¿Iesdoblamiento destinado
de solo para personas "con eI €ntendimimto fuert€", cualidad que se ma
nifi€sta üsualmente por una sombra particularmente nftida en el suelo.
Esta sombra requiere adem.ír Ia ebriedád domesticada del ritual, para asf
i- s€I capaz de encogerse en su propio cuerpo sí1 separarre de é1, dejando
lugar al espf¡itu d€l muerto para qüe lo ll€n€ cor su presencia dolorosa y
sui palabras. Aunque €sta especie de posesión momentánea por el €spíritu
del muerto gracias a un cierto vacfo pasaj€ro del alma, creado aquí por Ia
ebri€dad ritüal, ¡ecuerda hasta cierto punto algunas concepciones banhíes
del cóntacto con los muertos, su carácts indiüdual, deseado y buscado,
asícomo la persistercia de la identidadpropia d€I "portador de la muerte",
son más próximos de los paradigmas Emberá que rigen la comunicación
5
ritual chamánica con los espíritus.
e ¿Pero qué dicen €sai palabras, venidas del más allá que el ritu¿l \, €Iv€
talr próximo7 Evocan eI podff mediador de los santos, dc Cristo y de la \4r
gen para el alma-esptuitu en su penosa separación del mundo de los vivos y
€l largo viaje hacia la esfera de Io divino, para que alll s€ajuzgada por Dios y
l€ s€a asignada su última morada en €l Pugato¡io, el Reino de los Muertos.
También describeD para los üvos ese ot¡o lado que es su dertino futuro, y Ia
anBrstia, Ia tristeza, la r€belión y la resignación d€ Ulra conciencia hurnana
que, desencarnada pero en la pl€nitud de su lucid€z, co empla la vida y su
propia muerte. De stos cantos, no citaremos sino algunos que se vuelven
como leiEnotiv en un corpus de cerca de setenta alabaos y salves recogrdos
m las diferentes zonas d€l ütoral Pacfñco colombiano.
Aqul no hay reposo ni felicidad
nrre Presurosa la eternida¡1.
Para ml rc hay sol ni luna
ni tampoco claridail,
solamente me acompaña
una trbte oscltridad,
una trbte oscuridad
me acompaña eI día de hoy.
Dor¡ni¿La la volunta¿l
recuet¿lo el entendimienlo.
Muerto ¿Ie los cinco sentiilos
perc vivo el pensamiento.
221
Capitulo V
v el entendimiento qu€ gufan Ias acciones, los rincos sentidos que permi
ten conocer el mundo y "vivir sabroso". Pero la muerte qu€ fragmenta la
identidad no aniquila del todo Ia condición humana sino que la reduce a
su núcleo más paradójico, Ia lucid€z d€l atna desencarnada y sin sombra,
transformándose en espíritu, que s€ observa como cadáver y qu€ se per
cibe como alma de muerto, sufri€ndo de serlo, posada como se ercuentra
en esa cresta qu€ €l espacio-tiempo d€l ritual instaura €ntre la üda y la
muerte defir tiva, de dond€ domina y contempla los dos. Pensamiento üvo
que aba¡ca esta última av€ntura mortal y su propia impotellcia ante ella,
el alma par€ce agrandarse hasta el conffn mismo d€ lo pensable; la üda y
Ia ñuerte, lo humano ), lo divino, lo temporal y lo atemporal de la etemi
dad, el yo y la a]t€ridad del yo, son percibidos y enunciados en el choque
entr€ €spacios y ti€mpos quc realiza el rito, llevados por las voces sucesivas
de los vivos-
Levanten la tTtmba
ile clrcrpo preseñte,
se va un pe.ador
en vida y mueft¿
226
Capílulo v
lrr rnuerto de la familia, escuc.harun secr€to que p€sa €n su espfritu y l€
itrpide partir hacia el Reino d€ los Dituntos, acoger un pedido de oración
o promesa para acompañarlo en su üaje, o percibir un presagio feliz o
d.sg¡aciado d€l que es portador y recordarlo en la existencia diurna. Esta
@municación fuera de los fmit€s del cuerpo y de l¡ percepción ordinaria
que maniñesta, entre la sombra y el espf¡itu, como una homologfa de na-
tural€za que el sueño, estado intermedio entrr la vida y la muerte vehicula
,, !,uelve perceptibl€. Esta escucha del muerto fanilial Perten.ce al ámbito
oo-ritual dr la intimidad nocturna y no siempre se exPresa verbalmente
después. En cambio, €1 €spacro tiempo del rito funerario crea, m€diante
la ebriedad ritual, una fluidez momentánea de los Iímites corporal€s y un
cncogirniento de la sombra en estado de ügilia, Io que permite acoger en
rf al espíritu desenca¡nado del muerto, para luego hablar en púbüco con
ru l€nguaj€. Sueño y €briedad útua] se presentan €ntonces en continuum
como dos caras complementaüas de una c¿pacidad psicológica y cognitiva
Para comunicar con los muertos.
Aunque €1 rilo fun€rario de la novena se realiza para todos los qu€ mue-
ren en la aldea, lá id€ntidad nombrada del espftitu d€I muerto, 5u apari-
ción onfrica despuÉs del ritual y la posibilidad de que oscile largo tiempo
entre un imposible retorno a la vida ) su ¡legada definitiva al Reino de los
Muertos par€cen vinculadas a la exist€ncia de descendientes vivos. tá ñgu-
ra conceptual del Anima Sola correspond€ a una esP¿ci€ d. alma colectiva,
qu€ incluye a Ios muertos que no tienen descendientes en el mundo de los
üvos. Nunca presente en los sueños, s€ la considera una entidad errante,
en busca del camino para partir hacia el Reiro de los Difuntos, difusa en
todos los espacios, tanto salvajes coño domesticados, a¡ contrario de las
almas nombradas que no s€ pres€ntán sino €n cl espacio habitado o el
cem€nteúo. Aiumirndo a v€ces la forma de una ni€bla gris, el,4ñima So¡a
puede ser üsta por los vivos €n la selva o €n playas solitarias, perc 'ho
ti€re voz para identificars€". La voluntad maléfica del b¡ujo no la controla,
pero los hombres sf prreden concertar en el cemente o un pacto defensi
vo con elia a cambio de ofrendas en la igl€sia y de un cirio bendito que se
enciende cada lunes €n la norhe, asl como el Día de Difuntos; asf protege
d€ los peligros y aumenta la su€rte del indiüduo. Ahora, si s€ d€scuidan
las obligaciones rituales, su venganza no tarala €n llegar. Se cr€e qu€ causa
la muerte de los hiJos dc la persona, para que enriquezca su prcvisión de
€spíritus anónimos qr¡e flotan en la prriferia d€ lo natural, lo huInano y
228
Cápítulo v
Ll-
La oftenda a los muertos {irios, o¡aciones, y misas- no ti€ne un ca-
in
rácter "nutritivo" que trataría de humanizar, d€ darle un ru€rpo al muer-
to; consiste, al contrario, en palabras cuyo fin es la separación comp¡eta
l. del muerto ),Io humano. Esta ofrenda, d€stirada á "aligerar su p€nitencia"
sólo s€ personaliza cuando es pedido onfrico d€ un muerto identificado de
lo
la familia. La invo€ación diurna d€ los muertos, mediant€ omciones ), ci-
rios pr€ndidos, puede también realizars€ por iniciativa d€I individ'ro vivo,
r- con el obj€tivo de prdir en contrapartc aclaraciones de carárter adivinato-
tI rio sobre ciertos hechos o actiüdades. El solicitante invocará en general un
,D conjunto de mu€rtos r€lativamrnte recientes d€ su familia extendida. No
r€ pued€ saber cuál de €llos lo escuchará y s€ le pres€ntará en sueños, puesto
que la respuesta d€l mu€rto Ie será dada oníricamente y 5€ cr€e que el espf-
ritu d€l mu€rto es cl qu€ €scoge el mom€nto de hacerlo. P€dirá en contra-
partida más cirios y a vec€s la intrrvención del santo de devoción esp€cial
del durmi€nte. En esta representaciónse trata de nuevo de un intercambio
recfproco, pues es m€nos dual y p€rsonalizado qu€ e¡ que vincula a una
persona con su santo. Al contrano de la r€lación con e¡ Santo d€ Devoción
Especial, €s un intercambio que excluye cualquier manipulación corporal
del espfritu d€l mucrto.
¡
esplritus d¿ los muertos/ sus propios parientes auxiliares o los del solici-
tante, para obtencr su ayuda o apaciguarlos, a través de un diálogo sin
I
dramatización ni trance. También puede apelar a Ios malos espíritus de
los muertos (de los que han t€nido una mala mue¡te o que han sido parti-
I
cula¡m€nte malvados durante su üda), para pe{udicar a un enrmigo d€l
solicitante. tá relación de €st€ €specialista con los esplritus de los muertos
invierte la lógica que orgariza la del hombre común con éstos; no es onl-
rica y desborda el marco del par€ntesco bilateral cercano, asl romo la opo
siaión €ntre los €spfritus cuya muerte ha sido domesticada por el ritual, y
que por Io tanto pertenecen a lo divino, y los espfuitus salvajes, vinculados
al diablo, el brujo o la s€lva. su relación con ellos es continua y se basa
en ofr€ndas e invocaciones regular€s, pero también en la posesión de un
229
23(]
Capítulo V
ral importante en los sistemas má8ico-religiosos n€grc cubanos, negro-
brasileros y n€gro haitianos de manifiesto orig€n banhl- El carácler más
abierto al sincr€tismo, más mágico y más taumatírrgico d€ €§tos sistemas
bantír en América, frent€ a otros d€ origen yoruba y fon ha sido subra)'a-
do. En el Chocó, a la .ontigüidad con €l sistema chamánico Emberá wau-
naná, se agr€ga €l catolicismo impuesto para probar e influir aún más en
esta capacidad estrtlcfu¡al de flexibilidacl.
entorno a dos
Los relatos €tiológicos de carácter míticors 5€ €structuran
acontecimi€ntos fundadores, consid€rados ambos en el orig€n del tiempo
social: el origen y la aparición de la muerte y el d€ las razas, es decir, de
Ias etnias. En esta sociedad, ningún relato trata sobre 1o qu€ está codifi-
ca¿lo por el sistema clasiñcatorio y el sistema tual; como si Ia Práctica
y €1 pensami€nto negro-colombianos tuüeran cuidadosamente §eParados
dos ámbitos conceptuales qu€ desea mantener distintos. El relato mftico
calla ertonces todo aquello d€ lo que habla el campo religioso y rit¡ral' El
único ámbito €n el que el p€rsamiento mítico y €l ritual se d€spliegan en
dos discursos complementarios, pero qu€ están l€jos d€ converg€r, es el del
campo semántico d€ la mu€rte en sus dos fácetas distinlas e inseparables:
el destino universal que inaugura Ia cultura y el d€stino indiüdual cultu
ralm€nt€ ambiguo. Pero incluso en é1, los relatos míticos, lo§ comentarios
indiüduales, los enunciados y las prácticas rituales €nfoca¡ €r fbrmas
difer€ntes la mu€rte, en la qu€ lo que calla uno lo dice y achía €1 otro. De
esta manera, ningún retato mítico habla de los santos, del destino de los
mu€rtos en el más altá y de sus relaciones con el mundo d€ los üvos y
con el mundo d€ Io diüno; €stas repr€senlaciones ro se expresan sino €n
las glosas y los tuales donde vida y muerte individualcs s€ €ntrelazan.
El surgimiento de la finitud, al contrario, como Punto de partida de un
ilestino cultural coltctivo sólo se expücita en los relatos d€ caráct€r miti-
co. El rito, la glosa y el mito arhculan entonc€s discursos €ontiguos p€ro
distintos sobr€ la muerte. Por ende, optamos por analizar tan solo lo que
subyace el sist€ma ritual.
Si el
tual centrado en torno a la rnuerte corstituye un campo fuerte
mente unificado en todo €l occid€rte negro-colombiano, los relatos míticos
r€cogidos €n el Chocó, en cambio, c¡.rentan el surgimiento d€ Ia muert€ €n
tr€s registros diferentes. Este es el P mero:
2llr
"un día, Dios les envió de regalo una piedra nega muy
dura- Eva la toñó en s s manos, Ia mitó con cuidado y se
prcguntó: '¿Para qué servirá esta @sa que no se pw¿le cor-
tar con un hacha, ni rompe¡, ni moler? No le ent¡a naila, ni
la siena, ni los ¿lientes. Dios se bu a de nosotros, de nues-
tru pobreza'. Llorando de la rabia, Eva esperó a su marialo,
gue llevaba varios días en el lavailero, para que ¿leciiliera
qué hacer con La piell¡a-
Capítulo v
I
Nacerán, crecerán, tend¡án hijos que tomarán su fugar y
morirán'-
Aquí, la situaciór iniciál s€ opone a la del prime¡ relato e¡l que Ia sep]-
ración d€l cielo y d€ la tiera ya €stá consumada y los hombres viv€n .a
sociedad. Si en el primer relato los ¡epr€sentantes d€l gén€ro bumano eraD
sóIo üna pareja, €n é5te son demasiado nulnerosos. Si en aquel Dios les d¡
a los humanos la posibilidad de escoger, en éste Dios impone su volunt¿d:
en aquel la escogencia de la primera pareja inaugura la soci€dad misma.
en ést€ la escogencia de Dios cr€a una soci€dad distinta. La promeración
incontrolable de los hombres pone en peligro su mundo, la tielra, pero .l
remedio está Iejos de se¡ del todo positivo; el ántagonismo de las r€lacio-
n€s entre los humanos y Dios impone entonces la muerte, p€ro erl form¿
ind ecta, al pon€rla en manos de los hombres. En esta v€rsión, nada con-
forme a las en§€ñanzas cristianas ortodoxas, los pecados humanos son
la voh¡ntad y r€sponsabilidad de Dios mismo; para la perdurabilidad d.l
mundo social, la mu€rte indiüduat es indispensabl€, asl como lo son la
agresiüdad, las pasiones y el antagonismo. Los p€cados y la muerte s.
prrsentan aquí como dos pilares de la exist€ncia cultural realizada y de su
reproducción; el mundo de los hombres sobrevive a costa de una opacidad
de la cordición h¡mana y de lo social, a costa d€ una opacidad drl mismo
Dios. El surgimiento de la mueñ€ expr€sa y perpehia €sta opacidad impla-
cable, compartida en los orlgenes €ntre Dios y los hombres; ni el pecado,
ni la mue e se consideran propiamente hablando como un castigo de lo
diüno, sino como el precio d€ la perpetuación de lá cnltura, y del acto de
multiplicarse. Muertc y fecundidad se piens¿n aquí terdependient€s. Una
fecurdidad insufici€nte equivale a una condición prehumana y pr€social,
pero la ausencia d€ la mortalidad arnenaza a la sociedad ya existente. Thm-
bién en €ste r€lato, la mt¡ertr y la fecundidad aseguranjüntas la sup€rvi-
vencia cultural, pero €l precio es cada vez el al€jami€rto definitivo de Dios,
que sin embargo ha dejado en el mundo la marca ambigua de su poder
y la opacidad que en.u€lve €n adelant€ las relaciones entre lo divino y lo
humano. Est€ segundo relato €ncüentra un eco en la r€presentación del
entendimi€nto, vinculado al pecado, así como en la d€l alma-sombra y d€
su frdtdmiento ritual con los rilos tunrrdrios.
231
Capílulo V
L
ra que pudieran resucitar después ¿lc la muerte. El .laguar
se puso enarchat Wro a ¡nitad ile camino se cansó y se
quedó dormido. La Strpient¿ que odiaba aI Jaguar, porque
la había pisado una wz en una frcsta, le dijo: 'No tengo
hada en contft ile .!ue los hombres üvan to¿lo el tiempo, me
entiendo bien con ellos. Pero que este insolente, mal edu.ailo
con las mujeres, sed eterno, no lo puedo aguantar Voy a
decirle a Dios q e cuando muerary no los hata resucitar' .
Este relato inviert€ la situación inicial de los otros dos en varios pun
tos. la muerte ya está presente €ntre los hombr€s y la resurrección es su
d€seo consci€nte. .,tven lejos de Dios, p€ro hablan y s€ llevan bi€n con los
animales hurnanizados. Aquí la historia es ¡a de una comunicación fallida
por culpa del mediador €ntre los hombres y Dios; €ste mediador perezoso
es un ánimal masculino, y quien a conciencia hace que Dios rechace €l
mrnsaje de los hombres, un animal f€menino. Lo qu€ trastoca ta comu-
nicadón entre los hombr€s y un Dios lejano, p€ro to¿la\4a accesible, es €l
antaftonismo entre los sexos. El orgullo y la pereza d€l Jaguar y la vanidad
y astucia de la Serpient€ contribuyenjuntas a la aparición de la muerte sin
remedio en la ti€rra; el odio de los hombres hacia €llos inicia La separación
cntre los humanos y el reino animal. El antagonismo €ntre los sexos que
esta situación evidencia, pone fin al estado parcialmente cultu¡al en el que
Ios hombr€s y los animales comparten Ios mismos atributos, y aleja para
siempre a Dios de la tierra. Est€ antagonisEro se manifiesta aqul como el
235
Aunque los relatos sil€mi€n los múltiples despliegues del campo reli-
gioso y ritual, dalr forma a las oposicion€s sobr€ las cuales se basán laj
repr€sentaciones que los subyacen, De nu€vo en este caso, es en las formas
y personqres prestados del catoliciimo qu€ se d€sarrolla una cosmogonÍ¡
oriSinal que ftagmenta las ígidas oposiciones d€l cristianismo al desviar
su sentido. La rcpr€s€ntación de las figuras d€l infortunio, de la enferme-
dad y de la acción hechicera se ür§': be, también, en €sta lógica.
zel¡
Capitr¡lo V
I Notas
Auque los estudios más reci€ntes que tratan sbre la cultura ne8ra del Ch(ró
mencionan las relacion€s intcrÉtnicás n€8ro-nrdÍgenas y súrayú dc paso sr¡
signifi.ación s{xiár, solament€ ¡riedemam (1986) reco¡(xe en formá e}Plici(a
su importancia melodológica, esencial paa comF.nde. mejo. el sistema de pa-
r.ntcsco negro. Ent¡e )¿s obras sobre rl peNamiento Ernb€rá, P¡rdo (1987, p. 81.
)'s5.) describe alSunos int€r.ambi{» de procdimieDlos toapóutircs .ntrc ¡ndig.-
nas y negros, pero su e§tudio §c corK(ntm €n rl charn¿¡ismo rmberá, d€ modo
qu. kx dtimos figuran en h p.if€¡ia diluiü del p€rl"iamiento indÍgeDa.
Esta rep¡es€ntación €scalonada del cosmos €ntre el '?Uriba" (la cloria y .l Pur-
gatorio), ei mundo humano y €l Abaio", €1 Inñ€rno, cuya apertura hacia el
muulo de tos hombres consiste en cl cementerio y ta selva (v€r Cáp. Iv), se
enc¡rentra.n fo.m muy parecida entre los negrc e.uato.ianos de la proüncia
costera de Esmcraldas. Ver Whitten (1970) y Ra]¡ier (1986).
Esla (oD.ep.ión €nrr8étiG ts simétrica a la qu. subya.e a la naturaleza hostit
y no rituálizada de la selvá, receptáculo de las fuerzas vitales h¡mana, v.Eetal
y anima] sin embargo, la divergencia de estas dos /'cncrgías" se ptasma en los
ritos d€ nacimiento. Yer inf¡a.
ln .hirimÍa nunca falta o las fi€stas .ol.ctivas del Cho.ó. Esta orquesta in
corpom la tambora (tambor) de üpo español, el requinto y los platillos, ins-
trumrntos rflmi.os de odgcn amerindio, y €l clari¡cte- A veces, otros instru
mcntos ltmicos de oúgen afto amerindio, como la raspa o las mdcas, ha(€n
pafr d. ela. Los tarnbores de forma africana se pueden usar paralelam€nte cor
la chirir¡fa, pero nunca sn in orporados a ella. Este uiverso iGtrumental sr
manifiesta asf.omo una m€tárora de Ia ontura n€gro-colombiana, con sus tr.s
comPorcntes de olge¡es culturdlcs div€rsos cuyojuego de conjuto engendra
sü emba.go una m'.isica nueva.
Los santos no mvegan ¡unca rio arriba en eI Capa o m olros ríos dond€ los
Emberá ocupan la cuenca ¡lla. No obstant., €n los íos sin presencia tlmberá la
procesión fluvial también vá rfo aIriba.
Fo.mas cá¡tadás dr poesla nqro-(olombiana, ligadas al contexto fuerario
cuyo tcDa central es la nuerte, el paso ¡l más a]Iá y lá imploración a los santo§
de ayuda. No son canlados sino en los díá5 de duelo d.la s.m¿na smta y en
1os ritos tunerüios; cotarlos füera d€ €stos contdtos "atrae¡fa a Ia mu€rte".
Pda su Dátisis detallado. Ver in la.
El ex..lent. análisis de \4lh (1984, manusÉrito) sobre la fi€sta müd d€ San
Pancho, santo patrón de QuiMó, nos ofr€ce una magistral ilustración aI
z1/
23ll
C.pítulo Vl
CAPíTULO VI
Enfermedad,
infortunio y
feparac¡on
El campo ritual, cuyas dfer€ntes facetas acabamos de ánalizar, s€ de
rarolla y reversibl€ de los
a través de dos üpos de temporalidad: Ia cíclica
titos colectivos y Ia de la existencia indiüdual, marcadd por los ñtos de
paso que introducen en ella una irrevemibilidad y hacen lineal su tempora-
Mad. Pero las ücisitudes de las €nfermedades y del infortlrnio constituy€n
-ontecimientos a la v€z previsibles y siempre impr€vistos; surgen €n el
(amino d€ la persona, se imprimen rn €l tejido social y amenazan ertonces
tanto al individuo particular como al orden colectivo del qur hace parte- La
Epresentación negro .olombiana de la drsgracia, el mal€star y la enf€r-
medad, así como las prácticas repa¡adoras con que se los enfrenta, son in-
5€parables d€ las repr€sentaciones de la persona y del universo subyacentes
.n Io r€ligioso y lo ritual. Pero una t€mporalidad rev€rsible, la del paso no
d€fir tivo entre el bienestar y el rnalestar, une el campo del infortunio con
.l de su reparación. L¡s figuras del infortunio, €n un s€ntido amplio d€l
término, inclüyen las enferm€dad€s que afectan los componentes internos,
inmat€rial€s, de la persona, pero también comprend€n las alteraciones de
Ias prolongaciones de ésta en el mundo, tanto Ia mala surrte en la caza o
t
en la ex?lotación del o¡o como la enfermedad o la muert€ del cónyuge, los
hijos o los h€rmanos.
Enfermedáde3 y de3gEclas
211
212
Copílulo vl
Dentro d€l campo de Ia "enferm€dad", en efecto, una diüsión etiológica
impo.tante separa las enfermedades llamadas "diünas" de aquelas califi-
la cadas como "humanas"- Esta diüsión corresponde menos a ura dif€rencia
d€ sfutomas entr€ las dos categorfas de enferm€dades, qu€ al grado de su
grave¿hd/ su carácter contagioso y su tenacidad. Las alteradones del jui
cio, como perder €l conocimi€nto o la disminución de algunas facultad€s
múl¡les, apuntan claram€nte a ]a €nfermedad humana.
213
211
C.píhllo vl
C
rnposible d€ nombrar. La lucha contra su manifestación patológi(a remite
¡
i : otra faceta de lo diüno, Ia que se puede domesticar mediante la palabra
r el ñtual. Es así como las oraciones y secretos que se usan en el trata
¡. Eierto etiológico de estas €nf€rmedades y que contdbuy€n a reforzar el
alma-fuerza vital, pertenecen ambas a la categoría de lo divino, y sor su
E
¿sp€cto rit¡.Elizado.
d
Curiosament€, €ste modtlo etno médico recuerda ]a lógica de ciertas
il€as sobre el capital genético humano en ]a medicina occidental. se trata
d€ L¡na patdogía potencial, ligada al origen, que en estt caso st piensa
como €xtrahumana, pero qu€ €s comtitutiva d€ la condición del hombre y
d
que se sostiene en la herencia biológica bilat€ral, transmitida por la sangre
r' por la l€che materra. No se considera qu€ la instalación de €stas poten-
cialidades patóg€nas en la identidad f€tal por el aliento diüno sea cons€-
a- cuencia de una maldad p€rsonalizada o general d€ Dios hacia los hombres.
se la licne más bien como un signo intrínseco de ]a diterencia ineductible
v ¿ristert€ entre la energía divíÉ y la del hombre, qu€ proc€d€ de ella, al
misrno tiempo que por un ef€cto d€ su paso de lo hmat€rial at ¡naterial
h efímero d€l cuerpo; di(en que "el aliento diüno nunca s€ €nferma porque
no tiene cu€rpo". Esta patología latente que se actualiza en situadones d€
contacto exc€sivo con los el€m€ntos naturales ]¡ los humanos, funciona
tambiÉn como un r€cordato o de 1as normas culturales de la apropiada
distancia coryoral tanto con Ia natural€za como entre Ios hombrcs y k s
sexos. Estos contactos inoportunos debütan la parte divina d€l alma-fü€r
za vital. El tratami€nto etiológico tendrá como €f€cto 'tecargar" €ste com-
r
ponente, es d€cir, curar con lo idéntico; el carácter diüno de las oraciones
), los secretos 'hrelv€ a amarrar" la €¡fermedad y refuerza esta faceta d€l
alma alieDto. Esta lógica €voca el principio homeopático de la curación con
10 idénticor: mediante la terapia €1 indivnluo §€ hará más resislsnte ante
esta forma patológica, y el sigui€nte ¿xceso en que incurra s€rá 1a causa dc
otra €nf€rm€dad divina. Así, la memoria personal y familiar sobr€ los di
versos mal€s d€ €sta clas€ ya sufridos y curados ti€ne un papel importante
en la búsqueda d€ un cirandero, porque es sobre la base d€ los sfitomas
pasados que éste decidirá la tuerza d€I €nlermo y la etiología diüna, hu
mana o mLxta del nuevo episodio patológico.
245
216
Cepfu¡lo Vl
diurno. En fir, estas enfermedades puestas intervien€n d€ man€ra nefasta
do en el campo por rxcelencia humano y cambiant€ del contacto s€a'ual.
al,
El denominador común d€ €stos tr€s ámbitos es su ambivalencia intrín
s€ca: la de lo divino s€ manifi€sta €n la pot€mialidad innata d( las siete
enferm€dad€s; la d€ la sangr€, su transmisión siempre patrilateral, pcro
cuyos movimientos irternos er el cuerpo dif€rencian los dos sexosi y la de
Ia sexualidad, cu],a r€presentaciór n€gra oscila €ntre lo divino, campo dc
la procreación, y lo hunano, terreno de la s€ducción y lo aleatorio.
ta
!:l ef€cto d€ la brujería común también se desarrolla con base €n el ca
as ráct¿I ambival€nt€ de esta int€racción entre lo diüno ],1o humano, lo rul
tural y lo salvaj€, que constituy€ €l alma tuerza vital, base energética d€ Ia
p€rsona negro-colombiana: ambivalencia inherente a su condición sana.
La interv€ffiór maligna influye en esta ambigüedad, ya sea llevárdola ha-
cia un debilitamiento de los caracteres sexuales r€alizados (el hombr€ san-
ra
srant€ € impotent€, la mujer frlgida y sin ütalidad); hacia una anarquía d€
los órganos y de los líquidos corporales; o también hacia la contusión qui:
crea el cortagio entr€ €l interior del cuerpo de la víctima y €l €xt€rior social
d€ sus r€laciores d€ parentesco. Estos efectos producen enfermedades con
límites corfusos, más debilitantes y más rebeld€s al tratami€nto que las
d d€ origen diüno-
211
218
Crpinllo Vl
de la mujea ya s€a €n el tratamiento de las secundinas, se "d€jó el.ordón
la umbilical demasiado largo, .omo €l d€ los niños", ya s€a €n la €scogencia
d, de la sustancia natural del "ombtigado" que, en €ste caso, se cree hab€r
Ia sido d€ tipo masculino. La mirada fija en los bebés es lo que denota la
enüdia y transmite este poder patógeno supuestamente involunta o, al
i- "hacer que suban" las enfermedades divinas €n €l niño y s€ transformen
c €nseguida en humanas- Se cr€e qu€ el port€ de obj€tos mágicos dobl€s,
compuestos ya se¿ por elem€ntos v€Cetal€s y animal€s elaborados por
, una curandera negra, o únicamente cueryos de animales, pero trabaja
dos por un chamán Emb€rá, detiene y atrapa ]a mirada y proteg€ al niño
o disminuy€ el impacto patógeno.
,49
Pero el b¡ujo, por su pacto con un avatar del diablo, puede también de§-
pojar a una l,fctima üü€nte d€ su alma sombra, al aprovechar los paseot
onlricos nocturnos del alma, una mala borrachera en la que s€ €ncu€rrtrr
encogida, o también alguna incursión de un cazador €n la selva. Captura¡
250
Crpltulo Vl
el alma en el intrrior de la s€lva provoca "la
locura de los hombr€s", segui-
da d€ un rápido desenlace mortal €n el lugar. El espÍrifu de quien muere
queda así cautivo para siempre bajo el pod€I del brujo y se conü€rte en su
k familiar, r€sponsáble de una clase de "locura de mujer", qu€ sin embargo
es curable. Esta la provoca el envío d€ un alma d€ mala muerte que €lbrujo
t-
ha capturado. 5e cree que este €splritu hac€ €1 amor con el alma-sombra
de una joven soltera; también trata de inducir la huida de Ia !,lctima a Ia
n
selva y de alarle mala muert€ con Ia cópula naléfica y la locura que pro-
duce- S€ coruidera que esta enfermedad mertal femenina qu€ manifiesta
J
una agitación psicomotora brutal y destructiva, sólo afecta a lasjóv€nes
vfrgenes que no han estado en brazos de ur viviente. Sr cree que las rela
ciones se¡:uales regular€s prote[len contra esta c]ase de locura: al ponerse
t en conta.to dos almas fuerzas vitaks, se calienta a I¿ mujer y al mismo
tiempo se ata ru alma-sombra. Esta enf€rmedad requier€ una terapia en-
caminada a desunir dEfinitivamente el alma del murrto y la de la vfttima,
y a repdrdr la m.rnchd delalma-sombra Iemrnina.
t-a concepción del rapto del alma constituye la srgunda categola etio-
lógica Emberá; su €xistencia cn cl campo etnomédico n€8ro lo oi€nta ha-
cia la lógica chamánica. Pero esta agresión s€ presenta aquf como el límite
extr€mo, €l grado c€ro del poder terapéutico negro; éste no cuenta con
ning¡ln medio para oponas€le, y la agr€sión es inevitablem€nte mortar,
aunqu€ €I ritual divino pueda arrancar port mort¿m al alma üctima d€l
campo energético brujo-
25r
Las entidades sobrenaturales con las cuales el brujo pacta su poder, soD
llamadas "familiares" o "aliados". 'Obten€r un famüar" significa concluir
una serie d€ páctos de los oales €l primero es €l que hac€ posible los demiís,
y el que se establece siempre con r¡na d€ las dife¡entes manif€staciones dd
diablo, llamado también "el encmigo" o "€l malo". En efecto, el pod€r dd
mal es ulla especie d€ nebulosa cuya totalidad es inacc.sible para el hom-
bre y "no es de est€ mundo". Por lo tanto, el hoñbr€ no pu€de aprehende
sino un fragmento suyo, encarnado ür cada rürr de las múItiples figuraj
que lo componen. Esta representación d€l mal recuerda €n forma simétrica
la representación d€ Io diüno y la lógica de fragmentación que caracteriza
las relacion€s rituales colectivas o individuales con éI.
252
Capítulo vl
precisar lo que pretcnde con €l pode¡ que pid€; si lo concibe sólo como
defensa de sf mismo sin agr€sión, no podrá concluirs€ el pacto. Enseguida
l
Donaí enuncia las condicion€s: los Bustos alimenticios del futuro faniliar,
las oraciones de fuerza mágica qu€ le correspond€n (y que €l candidato
debe comprar fucra dr la comuridad), y los el€mentos d€ cuerpos de ani-
males o de plantas silvestres que Ie servirán para preparar entretanto Ia
morada del "fámiliar". Al concluir el pacto, Ia fueEa mágica de ést€ se
unirá al amuleto y el brujo se conv€rttá €n su "dueño". Pero la condición
Iirndamental, previa a la llamada del "€nemigo", es que el candidato esté
dispuesto a vend€rle su alma-sombra, renunciando asf, para siempre, a
su conüción d€ cristiano; que haya roto ant€s con su santo de devoción
especial y que no entre nrmca más en una igl€sia. Esta venta d€I alma
tendrá como efecto ulla mala muerte solitaria en la selv¡, lejos d€l €spacio
habitado y sin la compañía del rito funerario de la novena; d€ €sta ñane
ra, el alma enriquecerá la fu€rza d€l diablo- Parer€ operar aquí, en suma,
una transferencia energética recíproca, pero difeúda en el tiempo- El diablo
rrfuerza las dos almas del candidato y le da pod€r sobre otras, y después
de su mu€rte, su fuerza acrec€ntadd, "cargada d€ negro", sustralda de lo
diuno volverá,r él ! ¿umcntdr.r su poder.
Pero el pacto no puede concluirse sino d€spués de un perlodo de prepa-
ración que debe comenz¿r el primcr üernes d€ cuar€§ma, dla que se cr€e
'bscurecido" y "sin luz divina". Por la noche, d candidato deb€ ir al lugar
§olitario de la selva, donde tuvo lugar su primer contacto con el mensajero
del diablo; debe llevar un gato neg¡o vivo y castrado, un recipiente grande
nuevo y queroseno. Prerde una hoguera y pone a h€rvir agua de un char-
co estancado. En el mom€nto d€ Ia ebullición pone al animal üvo y s€ r€-
tüa con la espalda hacia el fuego, üciendo en voz alta la "oración del gato
negro", llamada también "las v€ütiún palabras ocultai", fórmula mágica
de poder maléñco que se utiliza únicammte en esta ocasión. El aFendiz
deberá r€gresar los s€is ü€rnes de cuaresma por la noche, para r€cita¡
Ia oración, volve¡ a pr€nder el tuego y añadir agu¡, cui¿lando siempr€
de hacerlo de €spuldas y sin tocar el platón. EI séptimo üernes ya pu€de
pararse enf¡ente, a una cierta distancia, pero debe acercarse de espal¿las.
Luego gira, destapa el recipiente y comienza a separar los huesos del gato
preguntando €da vez: "¿éste?". Si la respuesta es nrgativa, tira €l hueso, y
de no serlo lo guár¿la en un frasco nuevo opaco, hasta completar veinti¡1n
huesos. En ese momento se presenta el mensaj€ro del diablo y toca el ftas-
co y el amuleto vegetal o anilnal preparado. Coffluye asf el pacto, con-
vertido el candidato en aliado d€ uno de los múltiples avatares del poder
.:r,1
ende diabólico. Para comprar uno, por lo g€neral hay que hacerlo fuera d.l (
Chocó, y como su posesión revela Ia intención mal¿ñca d€ un pacto con .l I
diablo, hay qu€ esconderlo en un lugar solitario, encerrado en unajaula, y
I
alim€ntarlo hasta su sacrificio. El cocimi€nto ritual al que se l€ somet€ pa- I
rece r€alizar un reparto progresivo de fuerzas; se süpone que la carne y la i
sangr€ del arümal, asl como las palabras mágicas de la oración alimentan I
al diablo, mientras que la fuerza contenida en los huesos corresponde al
I
aprendiz de brujo. Todo suc€de como si el cocimiento con agua estancada,
llama¿la "agua muerta", repartiem el cuerpo del animal entre sus sustan- I
CapíIulo Vl
sombra al Mal. La primera de estas modalidades utiliza los huevos de un
pájaro negro nocturno, aI que d€scriber como poseedor de una agresiüdad
l€tal de vampiro hacia los hombre§, de aspecto repugnant€ e imposible de
capturar o matar; lo llaman "el pájaro brujo" y Io consideran el ave de1
diablo. Se supone que se presenta €n luna menguante er la.s beras soli-
tadas de los pequeños afluentes, donde pone los huevos y los cubre con
arena. EI aprendiz d€ brujo debe d€sent€¡rar tres y llevarlos ocultos a su
casa. En la noche del primer viernes de cuaresma debe enterrarlos en un
lugar solitario erl lo proft¡ndo de Ia selva; debe volver los viernes siguientes
para recitar alll la oración del pájaro nego, que ha adqutido con anterio-
ridad. EI último vie¡nes de cuaresma encontra¡á en este lugar tres peque-
ños pájaros hujos a los que, rlliertuas guarda las cáscaras de los huevo§,
les ¿li¡á: "Yo los hice nacer y los qüero como familiares". Concluido asl el
pacto, po&á enviarlos para que vacfen a una !,fdima de su sangre. Aquf,
el candidato a brujo suplanta al pájaro gmitor y se convierte así €rI un ani-
mal metafórico; Ia ¡€lación establecida parece más bien del orden de una
filiación desviada que de un pacto; tarnbién se üee qu€ el poder del brujo
sobre sus familiares, rcsidente en las cáscaras de los huevos, es mayor que
el recibido d€l diablo.
255
256
Cspílulo vl
de una forma de locura que se cre€ afecta a las jóven€s, pero que sl tiene
cura. A.hora bien, la álianza truja implica un pacto más, ull pacto con ¡a
serPi€rte.
257
2..;8
Capltulo Vl
la tlltima noche, el oficiánt€ deb€ cubri la fosa con barro y suplicarle
. h estatuilla que atraiga el alma del üvo. Se supone que la vlrtima muere
.r. mismo dla, y que su ¿lma-sombra, vetado para ella el acceso al mundo
üvino de los difunlos po¡ una mala muerte, vaga et€mamente po¡ la selva
v las úberas solitarias, )' desata temp€slrd€s € inundaciones.
259
La segunda vaiiante d€l rito ---+n la quc las oracion6 se recitan invir-
tiendo el ord€n de las fras€s- cvidencia más aún su objetivo, el enturba-
mi€nto voluntario de la comunicaciór con lo diüno, la ankluilación del
podrr de comuni(ación de las palabras para no conservar sino su poder
evo(ador de la muerte, la eñcaciá disyuntiva de los componentes int€rnos
de la pe¡sona. Por lo tanto es esta ániquilación d€l podcl comunicador d€
Ia palabra divina que se conücrte de €§t€ modo en seductora
-palabra
y trampa d€l alma, a imagen drl espacio salvaie €n el que se d€splaza €l
agresor-, la que parece darle a €ste to su carácter irrevocablemente letal.
También aqul s€ ¡cvela Ia raturaleza profundament€ ambivalent€ y ligada
a la espacralidad quc la id€ologfa n€gra atribuy( a lo dMno. Este d€s!,lo
malÉfico dl. lo diüno, paralelo al que la brujerfa común infli8e a las enfer-
m€dades divinas, apunta €r ñligr¿¡ha hacia una teoría suby¡c(nte d€ la pa-
l¿brd eficaz, qur también organiza el campo de las palabras reparador:as.
2tit)
Capilulo Vl
il Aunque la figura negro-colombiana del brujo por pacto y sus actua-
ciones parecen ser de inspüación chamánica, el corjunto del ámbito de la
a bruj€ría muestra una co€xistencia de varios mod€los conceptuales cuya
t, conjunción parece rara. Se encueDtra en é1, en ef€cto, el desvío de una €n-
f€rmedad diüna, la nanipulación de la sangre, la agr€sión por ptnetración
d€ proyectil€s m'ágicos naturales, el d€spos€imiento del alma por rapto ]'
la fim€sta posesión del alma de una mujer por el espíritu de un muerto.
a Esta ),uxtaposición de múltiples modelos le da al campo del Inaleficio un
carácter de mosáco qu€ recuerda el qu€ descubrimos en el campo religioso
t y ritual.
!iir
C¡pltulo Vl
el elemento mediador y mezclador ent¡e las dos primeras. S€gún €sta con-
cepción, el cuerpo de ¡as plantas realiza en forma priülegiada la síntesis ),
la fusión dr estas fuentes térmicas p mordial€s; por ello, si la clasificación
térmica conciunr a todo e¡ universo, las plantas sc manifiestan de cierta
manera como tipos ideales, condensadoras primordiales de las categorías
térmicas.
Sin €mbargo, los órganos humanos, Ias €tapas del ciclo ütal, los s€xos.
l¿s enftrmedad€s, los fenómenos climáticos, los mintrales, las part€s de¡
cuerpo animal, los obj€tos mágico-religiosos y hasta la muerte, pueden
todos ordenarse según un ej€ que va d€ Io calient€ a Io frlo, y €ntre los dos,
de lo tibio a 10 neutro. Pero rstas categoías son en €xtremo móviles y flexi-
bles: un mismo objeto puede cambiar de natural€zá s€gún la composición
alimenticia o médica, o según €I contexto de que haga parte enun momen-
to dado. La interpretación nativa de este carácte¡ fundamentalmentr lábil
y rontrxtual de ¡ü n¿tur¿leza lérmica de los seres evo(d sicmpr€ por ana-
logía el mundo de las plantas tomado como prototipo. A1 resultar de una
conjunaión esp€cíñca dr la tierra, del aire, d€l sol ), d€ Ia luna, las plantas
poseen un Srado d€ calor o d€ lrfo que varios factores pueden cambiar o
restablecer Entre €stos se encuentra la calidad (üva o murrta, cüculante
o $tancada) del agua y el carácter espaciado o concentrado d€ las pla¡tas;
este Írltimo des\.fa su raturaleza térmica hacia €l frlo integral y vurtve
por ello potrncialnente peli8rosas para el hoñbre a las plantas que cr€cen
e¡uedádas. Esta labilidad térmica afecta €n (ierta mrdida todos los demás
elementos del universo, como si €stos, mediant€ una €specie d€ contagio
idcntitario, se hubieran alineado con el irniverso vegetal, primer cataliza-
dor térmico. Se supone qu€ €l mecanismo de lal contagio es, primcro, el
contacto quc a partir del nacimiento €l ¡ito d€l ombligado in$ribe €n d
cuerpo, y sobre todo la i¡g€stión y rl constante contacto con las plantas
tanto de los hombres como de los animales. Pero si en el caso d€ las plan-
tas los elem€ntos transformadores de la natural€za térmica par€cen ser
primo¡dialm€nte el agua y la concentración vegetat, para Ios demás com-
ponent€s del univdso, €l p€nsamiento n€8ro-colombiano hace intervenir
otros varios factores entrecruzados, muchos de Ios cuales depend€n de la
manipulación humana.
Las enf€rmedades calientes pueden evolucronar hacia Io tibio o lo frio,
s€gún la edad y cl ser(o del suj€to, y también s€8ún las condiciones rlimáti-
cas. Los objetos minerales, Ias pa es del cu€rpo animal y hasta lai m€zclas
veg€tal€s pued€n también cambiar de naturaleza se8ún el momento de su
263
I-a categorla fría agrupa las plantas silvestres sin vari€dad cultivada;
sus nombres nativos jamás incluycn un nombre propio o un topónimo.
Estas plantas son ambivalent€s desde el punto de üsta terapéutico; para
dosificarlas se n€cesita un sabü más especíñco, Io cual las limita aI uso casi
exclusivo d€ los curanderos. Lás plantas alim€nticias cultivadas y la carn€
animal tambián pertenec€r a esta categorla, asl como la arena, el bárro, el
oro y la leche rle mujer o de vaca. l-a parte baja del rueryo, a partir de la
cintura, €s más ftía que la alta.
261
Capilulo Vl
La cat€goría de lo tibio o de lo que se considera térmicamente neutro, la
constjtuyen las uñas, la orina, el sudor, la saliva, los cabellos, la plac€nta
y el cordón umbilical hurnanos-
El principio de Io (a]i€nte constituye una cadena siDtagmática entre
el€m€ntos que se manifiestan de alguna úanera como puent€s y agent€s
de cultu¡a, "buenos para pensar" o '/buenos pará consumir " en sí mismos,
§in intervención transformadora y ligados a lo masculino. En cambio, €l
ftío parece agrupar elementos a poner €n circulación y á transformar,
€lementos necesarios p€ro peligrosos o ineficaces sin la m€diación calient€
de lo masculino.
2{;i
2ti6
CapíiuloVl
d€ lasmuj€rrs lieadas ai movimiento dl. su sangre que tien€n origen €n €l
útero y la vagina.
En una s€gunda s€cu€ncia, d€terminados el anclaj€ y la naturaleza tÉr-
mica primera de los síntomas, el curandero los üuza con los {:pisodios
mórbidos pasados del pacientc, sus actividades recientes y su dieta, para
averiguar €1 "camino" de la enfermedad: el contacto calentador o enftiante
con un €lemento natural o con eI otro sexo. La edad y el s€xo del paci€nt€
contribuyen a la previsión d€l "camino", es decir, la propia €volución d€ la
enfermedad en términos térmicos, hacia lo cali€nt€, Io ftío o lo tibio.
267
268
Capítulo Vl
forma su d€stinatario para poder realiza¡ su obra letal; el €spacio de la
s€lva y la subversión del ord€n d€ las frases aontribuyen ambas a cortar la
comunicación con lo divino y a dirigirs€ únicamente al alma sombra de la
üctima, con todo el poder dis],'untivo de alma de este lenguaje fuerza.
Entre estos dos casos extremos animal y d€svlo del des-
-destinatario
tinatario"- hay abundantes oraciones y secretos dirigidos a los dif€rentes
santos, a las dive¡sas denominaciones d€ Cristo (€l Niño Jesf¡s, el Cruci-
ficado, el Resucitado) y de la Virgen, a veces por la €vocaciór de ciertos
objetos si8nificativos de su ü¿la y por lo tanto provistos de fuerzá, como
los cl¡vos con los que clavaron a Cristo, el marto de la \rlrgtn, o la piedr¡
del sab€r. listas son fórmulas verbales que constituyen la t€rapéutica €tio-
lógica d€ las €nfúmedades divinas y de aquellas humanas, que son efecto
de la brujerla común. La multiplicid¿d de las oraciones y seúetos proüenr
de que cada una evoca un hecho de la vida de los santos y evidencia una
virtud, una capacidad mágica diferente que incluy€ Ia astucia, la cólera, la
v€nganza y la mentira oportuna. Estas oraciones tienen eficacia terapéuti-
ca porqut "aum€rtan el aliento ¿Lvino" en el alma-fuerza vital, que le dan
más peso y la \'nelven a atar a la cabeza y al corazón. En cambio, las qu€
evocan a Cristo y a la Virgen actúan en el alma sombra reforzándola, y
'lolviendo a arraigar €l €ntendimiento". Se cree qu€ su eficacia reparadora
arm€nta si la evGación se r€aliza mediante la m€nción de objetos o de
sust¿ncias codtiguas a su cuerpo y que simbolizan su destino diüno, como
.\rllgen,
el manto o las lágrimas d€ la o los clavos de la cruz. Todo sucede
aquf también como si el carácter "demasiado c€rcano" al propio Dios de es-
tos personajes vehirulara una condensación de en€rgía divina insostenibl€
para Ios humanos y de imposible manipr¡lación. Las figuras metonfmicas
dc los objetos fragm€ntan dicha energfa y la hac€n benéfica para los sr:res
humanos. L¡s ora':ion€s qu€ los evo ¡n sc consideran del todo divinas;
solo sirven para curar y "deshacer los maleficios"- Se cree por el contrario
qu€ las oraciones y s€cretos que evocan a los santos solr a la vez diünas
y humanas; posren, aderr.ís de su efi(aria curativa, ¡]n poder mágico d€
defensa propia y de aumento de las fuerzas ffsicas y mentales del indiüduo
en situaciones socialmente ambiguas. Existen algunas €specíñcas para la
magia amorosa, para obtener el don de Ia ubicuidad, la invisibilidad ante
los adversarios o la inmovilización momentán€a d€l agresor en una pelea.
según el contexto de su uso y la intencion dc quien las pronuncia, s€ ac-
tualiza en Ia terapéutica y la reparación d€l i¡fortunio es su lado diüno;
su lado humano sirv€ para aumentár la fuerza y €l €ntendimiento indivi-
duales, a menudo en detrimento de otro, Estas fórmulas verbales evocan,
269
270
C.pílulo vl
t sin embargo, €st¿ €ficacia €nergética propia de la p¿labra svocadora,
¡- ttdoblad¡ por la de la comunicación, se despliega en forma dif€rente en
a d iámbito de lo humano y en el de lo divino. Así, Ias oraciones y secr€-
a tos enteramente diünos y Ia faceta divina de quienes evocan ¡ los santos
+untan a un aumento general de la fuerza vital y del ent€ndiniento €n
un proceso de curación progresivo. En cambio, se con§idera que las formas
a rrbales mágic¿s completarnente humanas (agrcsivas) y el lado humano
d. Ia-§ oracron€s a los santos, Iado que se actualiza €n su u5o individual
¡ frente a Ia desgracia o la mala su€rte, ti€n€n una €ficacia inmediata, per
¡ Gptible en una capacidad pr€cisa del indiüduo, o en la obtenciór d€ una
Íentaja inmediata.
I Lo divilo manifiesta entonces como el campo de una cficacia general,
se
t m€diata y difusa, activada mediante el curandero, que contribuye al pasaje
: progresivo de un estado a otro ¡{racias a un aumento gen€ral de la fu€rza
i del individuo. El cdmpo de lo humano st presenta en cambio como €l de
una eficacia inmediata y precisa, obtenida en situaciones solitarias, y que
contribu),e no al pasaje d€ un estado a otro, sino ü la conservación por
la huida exitosa o Ia conjura de un psligro- del €stado inicial, mediantc
€l ¿um€rto Éticam€nt€ ambiguo de una capacidad del individuo. El pacto
qu€ se propone Ia obten':ión d€ un familiar mediante oracionrs qu€ evocan
a los animales, constituye el polo extremo de lo hunano; es el ámbito d€
una eficacia logr¡da sin intermediario, prro global, duradera y defensiva,
aunque fundam€ntalment€ agresiva y maléfica.
Las oraciones y los s€crrtos, dirigidos ya sea a los santos o a los anima-
l€s, se compran sin negociar su precio, incluso a hijo o de maü€ a hü¡. Re
galadai perde an su eficaci¿ para e¡ donante ], el beneficiado. Para apr€n-
derlar s€ r€quiere ser adulto y tener una madurez dejuicio que soblevi€n€
con el bautismo del prim€r hijo; antes de ese momento, su fu€rza dañaría
el alma-sombra y l€ harla perder la razón. Cuando son robadas las oracio-
nes det€ntadas por escrito, se pierde su lado divino, curativo o preventivo,
y .olo <ubsrste la fa(et.r enlerdmenlc humdn¿. dgresiv¿
EI poseedor d€ €stas fórmulas purde interv€nir a distancia en Ia t€ra-
péutica, desviando la enfe¡medad humana, incluso si no fuera quien la
puso. Para ello rec¡ta las oraciones susc€ptibles d€ ñejorar el mal, pero al
revés, es d€cir, in!-irti€ndo el orden de Ias frases. El debilitamiento del poder
curativo puede s.r contrarrestado multipücando las imágenes de santos
y las oraciones divinas dichas €n torno al enf€rmo. Se trata d€ una lucha
rntre magia blanc¡ y negra mediant€ palabras y objetos interpuestos- l-ar
27r
Capítulo Vl
otro secreto divino que rvo(a a la \4rgen. Enseguida, el curand€ro llena su
is- boca con hojas de tab¡co o con una m(z(la de tres plantas cultivadas, con
€l fin d€ crear una barrera para el veneno. Entonces chupa el veneno d€ la
io heúda e inm€diatamente lo escupe en una pequ€ña hoguera de carbón ve
'a- getal. D€spués toma su "pi€dra de hierbas", un compu€sto de plantas me
m dicinales silveskes, endurecido (on grasa vcg€tal, y lo presiona con fuerza
es, sobre la herida. Este objeto {frfo y silv€str€ por las plantas que lo fo nan, y
caliente por la Crasa) se ll.rm¿ t¡mbién "liga", y s€ cree qu€ detiene el resto
del veneno y evita que suba en el cuerpo.
en
y calientrs,
En este punto, irtervi€nen los compuestos de plantas frías
y
todas silvestres recogidas srlva adentro. Sor tres, cinco, siete o nueve,
Én s€gún la Crav€dad del caso; rntre t:llas hay dos con las que s€ slrpore se
de alimenta la culebra para €laborar el veneno. Estas plantas se aplic¡n m€-
ta diante una infusión, con compresas o en un baño. Su función no es sólo
a- curar la he da, sino hacü que en el futuro la \.,lctima resista más el veneno
de las serpientes, por un efecto qlre recu€rda el p ncipio de las vacunas en
Ia medi.ina occidental.
re
El €nfermo se recluye en la casa del curandero, porque su curación pu€-
a- de fallar si ve mujeres en €dad de procr€ar. S€ cree que la naturaleza feme
a] nina salvaje de la cul€b¡a y de su veneno pueden aüvarse €n el cuerpo con
ia eI contacto de mujeres con r€81a, si8no en ellas de esa misma naturaleza.
a- L sirv€ pues al eDfermo una mujer que ya t€rya la menopausia. Además
la su flrración será más lenta ) dejará secuelas si ha tenido una r€lación
lo s€xual €n Ia víspera de Ia picadura. L¿ pitza donde guardará reposo d€b(
ta "asegularse" esparciendo §al en los cuatro rincones, corl agua bendita, o
)- incluso con el humo d€ tabaco fumado por eI cuande¡o. C€rrar el espacio
te sirve para contrarestar l¡ influencia del brujo que puede reducir la €fica-
aa cia curativa.
z 1,1
271
Capítulo Vl
¡ medicinales silvestres y ftías, cr tivadas y (ali€nt€s, eleIn€ntos animales qu€
I evoca.n Ia furrzá especíñca d€ la especie (uñas de tapfu, dient€s de jaguar,
t hilos d€ araña, etc.), aguardi€nte, y a v«rs d€ orina o saliva del cuandero,
a quien prepara €sta bebida con la que introduce su "fuerza acompañada de
n Dios". Esta práctica tien€ r¡na eñcacia preventiva contra la agresión hechice-
ra d€ tipo p€netrante (el envío de proyectiles mágicos al cu€rpo) y contra
E el desüo de alguras €nfermedades divinas mediante la brujería comírn; se
ü supone que Ia bebida hace 't€sbalar" la agr€sión y así €vita que el desúo
del brujo alcancr el cuerpo. Ia operación de cerrar €l cu€rpo por luera
a tienr, por el conhario, eI fin de prevenir €l rapto del alma, el mal de ojo y
a las acciones d€ los brujos varnpiros, asf como la pu€sta de enfermedades
a peligrosas, qu€ s€ supone penetran cn el cuerpo por m€dio del air€ o la tie-
t rra pisoteadn. Esta op€ración perñl¿ un campo de fuerzas d€fensivas, p¡o-
vcnient.s d€ todos los niveles del universo (de los reinos v€getal, animal,
humano y diüno) que rod€an el cuerpo, a tiempo que detienen la agresión
en los llmites de éste. t-a conjunción dr l¡s dos operaciones debr crrar un
circuito eüergético defersivo cuya apertura o d€terio¡o eigen igualmente
la fu€rza conjugada de varias clases de ataqu€s maléficos dirigidos a la
v€z contra €I alma-fuerza vitül interior de la persona y contra su sombra,
prolongación exteúor móvil de su identidad.
[á locura de las mujer€s tieDe dos etidoglas distintas. I-a que vehicula
la alteración en la sangr€ mcnstrual o €n €l pospafo afecta ant€ todo a
las mujeres casadas, y resr ta dc una ácción d€ brujería común, cuyo ori-
gen social €s a m€nudo un¿ validad amorosa o matrimonial. La sangre
"enJrla", "rmpobrere", "s€ vuelve agria", alt€ra Ia fuerza vital y afecta
también la I€che materna, y por €nde al beL¡é. 5e cree por lo tanto que
tamlriÉn tiene un €f€cto d€bilitante sobre los vlnculos que establec€ Ia leche
materna, entre el bebé y €l tronco de descendencia d€ la madrt. En ocasio-
nes se atribuye a la subida de Ia sanSrr a la cabeza de la mujer, que alter¿
la función del alma-sombra de vaSar por la noche en los sueños y recupr-
rar su bas€ corporal al desp€rtar. Se considera qu€ el alma-sombra queda
"alrapada" d€bido a la concentración peligrosa de la sangre, por lo qur
sigu€ siendo prisionera d€l €spacio onlrico qu€ se desborda en el diurno.
La mujer sueña despierta y murmura palabms incompr€nsibles, porque
"habla con Ios muertos". l,¿r te¡apia contra estas perturbacion€s de la san
gre femenina se compone de oraciones diünas y mezclas de remedios de
naturaleza cali€rte. P€ro para reparar la alteración causada por Ia subida
de Ia sangr€ s€ reqü€r€ tañbién la colaboración del padrino y de Ia madri-
na de la mujer, quienes d€b€n velár su suEño con oraciones y llamarla sin
275
276
Capílulo Vl
del existenaia de dos formas opuestas y complementarias que no surgen sino
con la üda y que se acaban con la muete: lo marculino y Io f€menino
cuya lógica se opone a aqu€lla, asaxuada, de lo divino. D€l mismo modo,
Es
la aprchensión d€ lás diffl€Irt€g 6guras de lo sobr€natural debe hacerse a
ru-
distancia, sin confusión corporal, sin tranc€.
ala
¡et
)a- El curandero aclmpañado da Olos
Po
Ln- Los negro-colombianos suelen rcferirse a la natu¡aleza particular de la
re, r€lación que el curandero tiene con lo diüno con la ftase: "Está acompa
en ñado por Dios". Esta relación con lo divino se adquiere tras un apr€ndizaje
Ia qu€ repercute en la identidad del curandero-
le
[.] aprendizaj€ del saber curativo €s una libre €lección, y en buena parte
oa
es accesibl€ a las mujeres. Esta d€cisión no debe nada a una "enferme
a-
dad d€ elección", como €n €l chamanismo, suel€ estar condicionada por ¡a
la
aparición onlrica d€ un santo con fama de curandero (como san Lázaro o
l¿l
santa Lucla), qu€ Ie ofr€ce su compañía. El hombre o la mujer que su€ñan
Lel
con ellos deben d€ inmediato hacer su santo de devoción especial, aunque
no tenSan la obligación de comenzar el aprendizaje con un maestro cu
ts randero. sin embargo, la sapiencia cu¡ativa tambiÉn puede h€redarse d€
€l padr€ a hijo y de madre a hija: se supone qu¿ Ia sangre paterna y la leche
mat€rna Eansmiten estr talento que después s€rá perfeccionado. Iámbién
:- puede suceder que un curandero le transmite su entendimiento a un recién
'a nacido dr otra familia ron el consentimiento de 1a madft, puecle €mplear
t, su propio sudor como sustancia de 'bmbligado". En tal cáso, el niño así
n designado hará después su aprendizaje con el donante de la sust.Úrcia.
27 t-
Sin embargo, este saber aprendido qu€ capta mediante una impr€gna-
ción interna un tuagmento de en€rgfa proveniente de lo divino, po¡ me-
dio d€ l¿ palabra, ti€ne ulra eñcacia linilada. Aunque tl ¡apto brujo del
alma-sombra en la selva no pueda afectar personalrne¡rtr al cu¡and€ro,
sus conocimi€ntos son inop€rantes fTente a é1. ta "novena al revés", letal
también, es imparable si llega a su término. Lo mráximo que puede hacer el
curandero €n este caro es usar la faceta de sL¡ acompañamiento divino que
comporta una capacidad mayor de paciñcación de la hostilidad interper
sonal, a t¡avés de sus palabras cargadas de Io diüno. Asimismo, cuando ve
un debilitami€nto, una apatía y una mela¡tcolia €xtraordinarias, se dedica
a id€ntificar los en€migos del enf€rmo- Pronuncia sus nombres de tres en
tres, hasta qu€ acaba por "sentir" cual es el culpable. Luego lo busca solo y
se vale de toda su autori¿lad y su fuerza para lograr que det€nga el malefi-
cio mortal, única oportunidad de superüvencia de la víctima.
278
Capítulo Vl
se ercuentra más allá d€I saber flrrativo negro-colombiano, €s Ia práctica
Se chamánica del cuandero mismo, apr€ndida de los chamanes Emberá. pero
reconfigurada d€ntro de la lógica simbólica negra. Esta práctica es exclusiva
de los cunnderos hombres, aquellos que, además de un aprendizaje dc los
procesos divinos y v€8€tal€s, aprenden de los chamanes indíg€nas a "curar
corl €l diablo"; ti€n€r fama de s€r los más ef€ctivos. P€ro €ste curard€ro,
llamado "dobl€", d€be €quübrar esta faceta ambigua de su sab€I con una
t€, piedad a toda prueba respecto a lo divino, al }lal:er una ofrenda y una pro
rin mesa en la iglesia después de cada terapia chamánica. Esta práctica ritual €n
una frontera intercultural introduce el universo indfg€na €n la escena de la
ita flrraciór d€ ]a €nfermedad negra.
de
v
), reconocer algunos espíritus ligados a los animales salvajes, _v luego la
m€morización dr cantos para llamarlos y seducirlos. Sin embargo, al coñ
trario d€l apr€nd;z Emberá, el candidato a chamán ncgro no llamará, ni
tendrá contacto onírico con los espíritus chamánicos p mordiales qu€ r€-
pr€sentan a los p m€ros chaman€s d€ntro d€ la mitología Enberá. Ambos
grupos consid€ran que €st€ arraigo €n Ia anc€stratidad chamánica Emb€rá
l€s rs imposible. Para los iDdígenas, estos €spíritus primordialcs "sólo cs
cuchan Emberá". A los negros, además, Ies pare€e literalmente impensablc
llamar a los muertos, arrebatarlos del Reino de los Difuntos, donde el hom
br€ no tiene ningún poder No pueden, por añadidura, considerar positiva
una conjunción que creen ser la fuente de peliÉlros mayores rn su cultura;
€l de laüday la muert€, que se pres€ntaría sin falta al Ilamar a un mu€rto.
279
28o
Capílulo Vl
dos¡', so pena que pierdán cualquier eñcacia y sobre todo que "liberen" a
Doraf, que "d€struirfa todo". Ya d€ noche, también es esa cábaña donde se
a librará la batálla ¡itual con el poder del brujo para liberar el cu€rpo de Ia
!,fctima de un proyectil mágico.
28r
EI chamán negro toma solo la chicha c€remonial que más tard€ ha &
compartir con los €splritus inütados, a qui€nes gufa luego hacia la caba-
ña, agitando la palma y sentado en la tierra. Uama al €spÍritu auxiliát
indígena y a Donaí con el mismo grito ítmico repetido, "¡Ay, mi mae§-
trol", luego pronuncia el nombre Emberá de algunos esplritus ligados a lot
animales salvajes, a los que invita, con la melo¿ha de un canto Emberá y
palabras €spañolas, a tomar ciicha y dialogar con é1. Al llegar, se supon
que se b€b€n €l cont€nido de las toturnas dispuestas para ellos y luego !c
susurran al curandero la naturaleza d€I proyectil mágico que d€be €xtraet
asl como su localüadón corporal exacta. Éste baila €rI torno al enfermo al
mismo tiempo que golpea el piso con el mach€te de madera, y lDego sopla
varias veces hacia el paciente- Ens€guida le da chicha a bebfl y pasa lot
bastones por su cuerpo, de la cab€za a los pies, diciéndole "¡tomal" a los
báston€s, que s€ supone se apoderan del proyectil y lo pa¡alizan dentro d€l
cuerpo del €nfermo. Finalmente, chupa las pa¡t€s afectadas a través d€ ho-
jas de plátano; éstas contienen las partes sueltas del proyectil que ha sido
extirpado, que tira en la selva, lejos de la cabaña.
2lJ2
Capítulo Vl
priülegiada para comünicars€ con esas diferentes entidades portadoras del
ali€nto divino que son los santos. En cambio, el d€sdibujamiento, €l d€svío
o el corte de esta comunicación, mediante la invcrsión d€l orden d€ las ora
ciones o d€splazamiento de sus palabras a la selva, denota especlficamente
ulra acción maléfica, d€structora de cuerpos y d€ alm¿s. lá c€remonia
chamánica, a la que se le reconoce una eficacia concreta para combalir la
agresión intrusiva de ta bruj€ría por pacto, constit¡.¡ye una inv€rsión total
de esta repr€sentac¡ón. Aquf, para lograr la identificación del proyectil , su
ext¡acción curativa, se deb€ cortar cualq¡iicr comunicación con lo divino,
apartarlo d€l prnsamiento y rolocarsc en €l rspacio s€lvático, fuer¡ de su
podrr. Es sólo asf que se pu€den mani,cstar entidades sobrenaturales no
diünas, pero qur también son reparadoras. La comunicación con €llas in
ü€rte el mod€lo de comportami€nto curativo habitual. Este si€mpre actúa
I
en rstado de lucidez: establece romunicación con las €ntidades d€ lo divino
m€diant€ fórmulas verbales aprendidas y normativamentt ñjas, cuya €fi
t cacia reside en sL¡ repetición exacta y que no admit€n ninguna improü-
sación. Tienen la forma de tin pedido €vocador que no busca un contacto
I c€rcano con los destinatarios divilos; r€qui€re solamentc un fra8mento de
sü €nergía a dist¿rncia. La ccremonia chamánica, al contrario, se propone
establecd con los espíritus un cara a cara que s€ realiza por medio al€ un
llamado invocación imperioso, cuyas palabras a m€nudo s€ improüsan¡6
según €l "€ntendimiento" d€l curaDd€ro chamán, qui€n r€aliza €st€ llama
do urgente en un estado d€ conciencia oscuro affn al tranc€. Los ásist€n-
tes perciben la contigüidad espacial de las entidades sobrenafurales con 1o
humano y €l diálogo entre €llas y el curandero-chamán; se supone qu€
Ios espfritus hacen ruido al ll€gar y que s€ toman la chicha dispu€sta para
ellos, contraparte alimenticia inm€diata ofrecida a cambio de su interv€n
ción reparadora.
2lt3
28'1
CapíluloVl
salvaje de la selva, transforrna las palabras diünas de oraciones para los
muertos en una trampa para las almas d€ los vivos. Los proyectiles na-
turales intrusivos, procedentes de la selva y enviados por un brujo aliado
de un avatar del diablo, ponen en evidencia otra faceta d€ €sta diüsión: el
h€cho de que el universo vegetal y animal de la selva s€ asocie con 1os indf-
gena§. Su mundo se presenta como fuente indispensable de la fu€rza ütal,
integrada itualmente al cuerpo de¡ recién nacido. Pero, al rnismo tiempo
es enemigo mortal d€l alma somb¡a qu€ €m€r:gr ffr el bautismo-
d
No obstant€, si lo divino puede combatir al diablo, por el contrario es
impotente para áctuar contra la srlva, por lo que el objÉtivo del dtrlal
chamánico n€gro es el d€ no rornper con lo divino, tal como Io hace el
brujo, sino encontrar al mismo üempo armas simbólicas para vencer a
los objetos metonlmicos de la selva. D€ esta forma se aclara la tensión qu€
alimenta la ámbigüedad del chamán-curandero negro, €ntr€ su aprendi-
zajr chamánico y la salvaguarda de sü condición de cristiano, cuyo pado
con el diablo, comprom€tüía el destino positivo d€ su alma en el más allá.
La ingestión inicial de alucinógenos, y lu€go el contacto con los esplritus
in¿llgenas li8ados a los animales salvajes y al 'Jau¡e" de su iniciador Em-
berá no afectardn su alma sombra, protegida por el cierre pr€üo con el
hebaj€ mágico. Asl, su oe€riencia chamá¡ica no se inscrib€ en su alma-
fuerza ütal, reforzada por su "ombligado" con una sustancia animal y
recubierta de divino mediante su prádica d€ curandero. Sin embargo, en
su iniciación tiene que "colocar afuera" incluso estas huellas indíg€nas, al
ponerlas en sus dos bastones chamánicos, para restablecer de €sta man€ra
su int€gridad corporal fr€nte al poder sobrenatural, dentrc de Ia 1ógica de
su cultura.
2li.i
Est€ cara a cara con un avatar del diablo y con los €spíritus indíg€r¡¿t
constitu]¡€, sin embargo, un¿ transgresión d€l orden divino. se r€quieE
entonces que el curandero st esconda de su mirada, sin por ello pasar*
enteramente del lado de la selva y del diablo, como es el caso del bruF
El indjanizar su apariencia (orporal y cl ingcrir chicha procedente de }c6
Emberá, persigue irn doble objetivo simbóIico: escond€rs€ d€ lo divino Y
aumentar su 'travura". El pimer obj€tivo se apo] a €n una represent+.
ción negra d¿ la socirdad Emberá que no la consid€ra opuesto a 10 diviñ
como el interior de la selva o el brujo, §ino "fuera de Ia mirada" de ést.
EI djscürso ¡egro corrieDt€ sobre los indígenas afirma a veces que éstot
d€penden d€ otro Dios, y que por lo tanto su d€stino en el más allá no loó
lleva ni al purgatorio, ni al ci€lo ni al infi€rno¡8. lndianizarsr no rquivak
pues a opon€rse a lo divino, ¡ri a 'lomp€I" con é1, sino más bi€n a situars.
momentáneamente en un lugar diferente, erterior al universo escalonado
entre lo diüno y el mal.
286
Capílulo Vl
Entr€ €ste chamanismo timitado d€ l1atural€za particular y el sistema
global Embdá, rxiste un concepto-op€rador privilegiado que permite pa
sar de un sistema a otro y que revela su secreta complicidad. Se trata del
concepto del "familiar". Los Emberá también usan este tÉrrüino español
En prim€r lugar, €l lexema Emberá "bine" designa un temible conjunto de
€spíritus de muertos (fall€cidos €n forma súbita o por mu€rt€ viotenta)
cuya aparición intemp€stiva €n la selva o €n los sueños es at€radora y
pr€sagio de una €nf€rmedad, d€ una d€sgracia o incluso d€ la muerte. Sólo
el establecimiento de una relación dual, de "familiar", entre Ia úctima y el
espíritu puede pacificar a est€ últiIno. El chaInán consultado talla en ma
dera una estatuilla a[t¡opomorfa, y rn un ritual dond€ sólo €stá pr€s€nte
] el solicitante, fija €n ella al espíritu, qu€ €ntonc€s se ronüefte en el f¡mi
liaa er €I espíritu tutelar de su du€ño, dejardo d€ atormertarlo. Más aún,
le servirá como p¡otedor durante la caza y Ios viajes, a cambio de una
alim€ntación reCrLIa¡ con chicha u otra bebida, p€ro s€ volverá patóg€no
y peligroso si no s€ cumpl€ cor €sta obligación. Esta práctica común de
"chamanizdr", que R. Hamayon describ€ en numerosas sociedades siberia
nas, €stabl€re, por irtermedio del üamár, una r€laciór p€rsoml y dual,
que excluye €1 cu€rpo a cu€rpo d€l hance/ entre un espíritu y ur individuo
que no es chamán; esta relación se par€ce a Ia práctira negra del pacto,
tambiúr p€riférica €n relación con el dtual central.
; l,ero "familiar " o "aliado" son tanbién t&minos con los que los chama
r nes Emb€rá, al hablar €n €spañol, d€signa¡ a los espíritus dobl€s y auxi-
liares que el aprendizaj€ y la iniciación les permiten controlar, fijados €n
baston€s tual€s y dentro d€ su cu€rpo. Los n€gros tanbién utilizan €stos
l€xemas para hablar d€ Donaí y de los espfritus indígenas fijados en los 2
=;
bastones del curandero chamán, pero para distinguirlos de los familiares
t
del brujo le añad€n Ia ¿\presiór "por cholo"r'. Estos dos com€ptos coniti-
tuyen un puente entre los campos de la brujerÍa común y del chamanismo
intra y €r.tra-étni€o, haciendo visible una lóeica comúr subyac€rte €ntr€
sus modos de contacLo con las entidades sobrenaturalesro-
24,7
Esta entrada explfcita del chamanisrno Emberá dentro del campo etno-
médico n€gro está lejos d€ constituir un h€cho aislado. Es la ñgura simbó-
lica condensada d€ Iapresencia indfgena en los modos de organizacióny &
representación negros del Chocó. Po¡ lo tanto, pÉtIa comprender el reto y d
alcance de €stos ajustes simbóü.os y de los intercambios entre las dos so'
ciedades, se impone elanális¡ del sisteña cham.áIrico Emberá, núclm d€ l¡
influencia indfgena er €l sistema de representaciones negro-colombiáno,
28ll
Capitulo Vl
Nolá3
ü- I Hasta .l momento no exist€ Dingún cstudio que confrontr esta nosograha ne-
Jel
8ra.on la de Ia medicina. según nuestra encuesta, a ]os estados in.lusos p¿-
tá_ saje.os c8.acte.izados por una los persist(nte y un ahogami.nto rtipido los
llman tuber.urosis, p(roDocre.n que sean contagiosos, y por lo tmto pu.dm
ser transmilidos por el contacto int.Ipersonal. EI "tifo" cs una entcr¡nrdad (a
racterizada po¡ la ñebrc ¡]ta, ls d.posi.iones lfqüdas y una fatiga persistente:
Ín la drscripción de los sfntomás de ld malaria y su cdrácl(r recurrrnte parc..n
corresponder a la categoía nosológica biomédica-
: Este paralelo sumario ent¡e una lóBica diotógica dc o¡igeD no cientffi.o ), la
de dlgund ramas d€ la medici¡a o.cidrntal le debc mucho a la reflexión de
ó- Chaumeil sobr. la faceta "€tno-virológica" d€l chamiuismo ámeriDüo; Chau
de meil, 1991. Le agrad€(emos a J.an-Pi€rre ChauDeil .I hab€nos facilita¡lo su
el
I Los estudios de los sistemas de agresión en las sociedad€s aDerindias utilizu
á nenudo csta n(rión. Vo entre otros, Albcrt 11985), pp. 40 y ss., sobre los
la
I Esta conc.pción dc úa e¡f¡rm€dad debida a la penetración de obj( tos, di¡igidos
por una malüd humaha y sobr€natual, €s una de las dos grandes catrgolas
noúló,aiÉs drl ch@nismo Emberá, asf .omo de Ios chamanismos am¿óni
cos €n g€neral. Sob¡€ est. tema vet rntr. ot¡os, Chaumeil 11983).
5 Este no 6 el (üo cnt¡€ los Embeá v(iDos, donde la acción chamánica pucde
reparar la agresión por rapto drl alma.
El pacto con el üablo, asf como el gato negro en cuanto imal diabólico, tam-
bién hacen pate de Ios temas d€ ta brujeía popule euop€a de la Edad Media.
sin embalgo, éstos se hallan inmersos aquf o una lógica de rcnjruto, difertnte
de aqL¡ena qtle subyacc en el Gtolicismo €urcp€o.
La id€a de este pode¡ del brujo de asumir la forma de animal se empa€Dta l.on
la de los Emberá, que piensan que su cha¡nán puede traNformars€ en Lm ani
rñ¿l salvaje, p¿¡a ara.ar a una ví.tima m€diani€ est¿ acrualización d€ la fa.da
m¡l€vola de su poder D€spuÉs de su mrrere, se clce qu€ el ctLlmán se trans
form (njagrE áüdo de sanSre humna, a menos que sc tomm pre(aucioncs
esp.dales en su <nti€r¡o. V.. ad.lantr €l cap. \¡lll.
En todo el ch(,có e).i5tr un conjmto {ie relatos que cu.ntan la v¡da y a..ion€s
mágicas (lransformacion€s €n anirnales, ca¡Di¡ar sobrc el a8ua, viaJes de dis
tan.ias enormes en unos minutos, €tc.) de generaciones de nEgos bru.jos p(r
t€necicntes a troncos de descendencia enstenles y conocidos. Ei tronco Mena de
Quibdó y Condoto, el tro¡rco Caicedo, el tronco Lo:¿ano-Mosqu€ra son a¡gunos
de elos. varios le he dado al Chocó poelas, escritores y congresistas nativos,
conocidos en el resto de Colombia. Nm(rosos son los informa¡tcs que hacen
un ac€rcmiento explícilo otr. esta aomula.iótr familiar de poderrs mágicos
adqüridos eñ iÍnea patcrna o nEterna, y rl acceso a .onocimicntos apr€.iados
por la s&iedad global, combinados con una posición socisl elÉvada.
Recosida €D 1988 en 1os rfos Ncsuá y Capá.
Cie(as pla¡tas dlimenticias son tanto "silvestres" como "domésticar', tro por-
que no st¡n siempre cultlg.nos (Ia papaya, Ia gr¡ayaba, ¡a piña, .l borojó. ei
almijaro), sino poi su localización már o moos cercam al lugar habitodo.
:rlt!l
2qo
Capílulo Vl
PíTULO vII
El sistema
chamánico
emberá
l-as cer€monias chanánicas no r€pr€sentan l,a totalidád del campo ri-
tual Emb€rá. En efecto, los ritos en torno al nacimi€nto, como el ombüga-
do, la iniciación de la jove]J liemenedé) y los ritos tunerarios no requier€n
la participación del chamán sino en un papel secundario o excepcional. En
un nacimiento no s€ necesita §u pre§encia sino en caso de que el €mbarazo
sea arormal y sólo durante el parto. En la iniciación de lajoven, el chamán
29:J
Una mirada fúa y aguda, una ci€rta autoridad r€specto de sus comp.-
ñeros de la misma edad, una atención poco habituat a las palabras del ot¡o
s¿xo, un üvo interés €n las ceremonias chamánicas, sueños poblados da
animales salvajcs y de s€res indeñnibles, y sobre todo el llamado cada v.2
más lancinante de ciertos animales que lo incitan a la exploración solit¡-
ria de la selva desde Ia niñez, Ia percepción de cantos lejanos en €stado &
vigilia y luego cn los sueños, s€guida de la visión onírica d€ espftitus qtE
"piden.antar con é1" o "ser sus familiares, sus aliados", son unas tantas d.
las peruliaridades que llaman la at€nción de los chamancs hacia un candÉ
dato para este tipo de conocimiento, aunque también han podido escogerb
ya en el ü€ntre de su madr€. Esta elección in ut¿ro está prec€dida por utr
surño €n €l que el chamán ve al niño o niña nacer y crec€r; sc !,uelv€ dc- t
finitiva flrando el chamán sopla y escupe sobre €l ü€ntre de la mujer eÍF
barazada, murmurando y canturreando d€seos imperiosos para la buer¡a
salud y los talentos chamánicos del bebé que va a nacer. El elegido deberá. I
en todo caso, hacerse notar por las mismas particularidades y experi€ncias
oníricas de los demás candidatos, y además, hacia la edad de diez o doc.
años, un sueño le hará reconocer al chamán que Io ha escogido ],, llevado
por una fu€rza irresistible, l€ pedüá que sea su ma€stro.
2l)4
Capftülo Vll
pule sus conocimientos en €l curso de Un ú1tiho aprendizaje en el que s€rá
iniciado ante su grupor.
l-
Esta itinerancia solitaria €ntre diferertes maestros prefigura e i¡rsc b€
le en la r€alidad la sucesión de viajes-pers€cuciones onlricas qu€ construi-
'.2 rán la id€ntidad cham,ánica. Fr€nte al mundo móvil de los espíritus, cstos
aprendizaj€s dotan al candidab de una movilidad onírica cada v€z mayor,
le corolario de sus viajes reatts hacia el ext€rio¡; ésta sepresenta como doble,
cuya cülminación será su r€torno y su riltima iniciación. A esta movili¿lad
Ir creci{int€ d€I chamán signiñca el aumento de su sabor- corresponde
-que
i- urü disminución gradual de la movilidad intrfns€ca de bsjaú, hasta su
captura y €ncierro, logro y prim€r objetivo del apr€ndizaje. lirdo suc€de
como si la capacidad ihnemnte de las €ntidades sobrenaturales fuera lilni-
:- tada y que debie¡an p€rderla necesariam€nt€ al compartüla a la fuerza con
el chamián. En otras palabras, €l obielivo y la consecuencia d€ la itinerancia
r€al y onírica del tuturo chamán es prccisament€ r€ducir la de losja¡i. Su
i, progr€siva inmovilización, así como €l conlrol cada vez más riguroso de
sus movimientos, se manifi€stan entonc€s como rl signo mismo del poder
chamánico adquirido.
29:l
296
Cepltulo Vll
Esta es la diferencia principal entre el aprendizaj€ "de totuma" y otro
medio, menos común, de acceso a los conorirnientos chamánicos qu€ los
Emberá llaman 'railranismo de yerba". Est€ aprendizaje se realiza directa
ment€ con losjair sin intermediario humano; se hace por completo en la
selva con las pl¿ntasjaik¿ra como únicas armas rituales. Entre €l chamán
de plantas y losjai! no circr¡lan sino sustancias que pert€necen al mundo
extra-hunano. Comprometido cn un intcrcambio asimétrico con los es
plritl]s, el jafuaná de yerba parece más ser parte del mundo sobrenatural
salvaje que d€l univ$so cultural humano; €s lo que expresan los Emb€rá
cuando afirman que es más ani]nal que Emberá.
297
¿Cuáles son estos s€I€s móviles y diversos que llenan poco a poco el
espacio int€rior del candidato chamán, pasivo ant€ sus primeros llama-
dos escuchados m la infancia, pero que poco a poco aprendc a dominarl
"Es todo, de toda clase, en todas partes, son luga¡es, v€hículos, animales.
personas qu€ no son Pe¡sonas, es todo": así €s como trata de definir su
id€ntidad Italiano tlumasa,jai¡aná del ío Capá- Ttataremos de clasificar
€stos seres cuya variedad y multiplicación incesant€s por voluntad d€ los
chaman€s, y a causa de la apariciór de nu€vos obj€tos en su univ$so, han
desanimado el afán tipológi€o d€ la mayor parte de los observadores,.
298
CapítuloVll
del aprendizaje "de totuma"j a medida que aumenta el control chamánico
sobrc ellos, su €ncuentro clejará de exigir la incorporación de sustancias de
a origen salvaje y compartirán entonces bebidas d€ fabricación humana.
a
Los demás jals pueden ser o no nombrados, libfts (flotantes, fuera de
lí
cuÁlqui€r control chamánico, pero s€ pueden captura¡ en ocasion€s par¡
una c€r€monia o d€finitivamente) o €ncerrados (qu€ hacen part€ d€ los que
un chalnián controla €n forma permanentc). Siempre van en pareja ) se
¡ep¡oducen por €mparej¡miento; pero repres€ntados como inseparables,
hohbr€ y mujer a la v€2, pero en Ia etiolol¡Ía d€ las cnfermedades pucde
predominar uno u otro aspecto de su naturaleza s€xuada. El prim.ro de
los grupos más nulnerosos d€ jaii es el d€ los cfti vand¡a (madr€ de los
animales salvaj€§), siendo cada uno la esencia más feroz d€ una especi€
animal, al mismo tiempo que su protector frente a los cazadores. Son,
3l como todos losrai; seres ambiguos, pero €n quienes a menudo predomina
la fac€ta vengadora o maléficapara el hombre, pues son los agentes de nu-
m€¡osas enf¡Imedades Braves. EI control d€lja¡baná sobre ellos nunca €s
total; si a veces ést€ puede obligarlos a curar las enf€rm€dad€s que causan,
a mrnudo se ve obügado a rcgociar la €ntr€ga a ellos dc una üda humana
en ind€mnización por una cacería exagdada que empobrece su esp€ci€;
:l €l ser humano habrá sido el€gido conjuntament€ y luego se enf€rmará y
.1
morirá para ga¡antizar así los futuros éxitos de cac€ría de su comunidad.
El chamán no puede nunca €ncerrar a los .hi yandra; lo máximo qu€ pue
,,
de hacer es acercárseles por intermedio de los sueños o conüdarlos ¡ una
ceremonia; como dicen los Emberá, "los chi yandra no tienen amo".
ir
El otro grupo de losjaii es el de los espíritus de los mu€rtos, entre los
cuales algunos tien€n nombre propio. Pu€den ser libres, o estar enctrra-
dos.rribada es el término que d€signa a los esplritus de losjai¡aruír muer-
tos qu€ pueden conv€rtirs€ €n dobles o guardiancs implacables del chamán
5 üvo; habitan a la vez cn su cuerpo ), er uno de sus bastones rituales. A la
muert€ deljaiDaná, quedan librcs y a menudo s€ pres€ntan bajo la forma
del jagua¡ por lo cual constituyen un grave peligro que sólo puede con
jura-r sü captura por otro chaInán. Coma¡dan y arrastran en pos dc él
5 una gran cantidad de esplritus de difuntos anónimos que, lihes, rondan
cerca ds los lugares de su mu€rte o en la selva y las cuevas, a menudo
bajo la forma de aninrales salvajes, pero qu€ por el carácter irr€gular o
vio¡ento de su mu€rte, el rhanán puede capturar fácilmente. Proceden de
la podredumb¡€ de un cadáver que no ha sido €nterado, víctima de una
mucrte súbita, solitaria y sin a8oñfá: cazador€s desafortunados, matados
por animales, p€rdidos, ahogados o asesinados, muertos de una forma a lo
29!)
humaia d€l maestro cuando el nüevo iailraná lo llama. Es así como los
n
chaman€s maestros, conve*idos €njai za¡¡a, se desdoblán y multiplican
d
aún en üda; briznas de su ser se diseminan así en todo el terntorio Em-
berá. Habitan el espacio onlrico, €l cuerpo y el bastón de sus discípulos y r
achian con ellos, al mismo tiempo qu€ siguen ejerciendo su saber en su co- v
300
Capitr¡lo vll
ia los lugares acuáticos a los que están ünruladas personifican la apertura
rl hacia un mítico mundo de Abajo, ambiguo frent€ al univ€rso hunano. Sin
lr embargo, la intervención tual chamánica puede encerrarlas, caso en €l
I: cual dejan d€ hacer dano a los hombres.
Le
Cada uno delosjaibbia llosjaibuenos) tiene la cap.rcidad de curar una
enf€rm€dad esp€cíñca. Su rombr€ hace refer€mia a la especie veg€tal o
animal en cuyo contacto €stá el orig€n d€l mal, o a los objetos cuya pene
tración en el cuerpo los hace agentes de la enfermedad. Estosjaii se purd€r
comprar, y su circulación neÉiociada entre Ios chaman€s €s p€rmarente.
En cambio, el chamán puede utilizar los jai kachirua (los jai malos)
para agredir o para defenderse contra los ataques de un col€ga celoso. Sorl
i
libres o aliados de ul1jaibaná. La áturniá, llamada por los negros "madre
de agua", incluy€ ula vari€dad d€ s€res sobremturales vinculados al uni
verso subacuático que ahogan a sus víctimas. En canbio, Ia pako¡¿ es una
identidad femenina cuya influencia maléfica se ejerce en la caza, al confun-
dir al cazador que se extravfa. Pakoré también significa "suegra" Embe-
rá, y erl algunos r€Iatos estEjai selvático habla de sus víctimas como sus
ü,iü sak¿ (rernos"). Eljai¡aná puede pacifi€ar a estas €ntidades agresivas
mediante una invitación a compartir en una ceremonia comidas, bebidas,
c¡ntos y danzas. Pero su alianza con el chamán tanbién puede exacerbar
su natr.ral€za viot€nta, por lo que a menudo st las €mp1ea para agredir.
Las flores, los rfos, las montañas y hasta lüs ciudades lejanas pueden
convertirse temporalment€ €njai] si el chamán Iogra captuarlos m€dian-
te una reremonia particular, así como pu€de encerrar tugazmente el alma
de personas üvas que vagan tu€ra del i:u€rpo durante el sueño. Estosjaii
ocasionales siempre son buenos; su fuelza contribuye a la curación.
30r
3')2
Capilulo Vll
o garras se hunden en el cuerpo humano. Son el habitáculo p€rmanent€
d€ los.iaii; uno, el qu€ r€gala €l maestro a su alumno el dla de 1a cer€
monia de legitimación, contiene sujai zar¡a poderoso, al mando de un¡
tropa de parejas dejaú; el otro, tallado por €l candidato, €ncierra después
a un jaí zarra libre que captura bajo Ia dirección de su iniciadot gracias a
palabras cantos. Estos, r€petidos col1 €1 maestro y en los süeños, y luego
improvisados a partir de lo qu€ ha aprendido y dr otros sueños más, atrar
gradualment€ hacia el bastón al jai rel]alcitrante, pero solamente 1(] fij¡
definitivamentr m el momento de la ceremonia niriática.
Al mismo tirmpo qu€ los bastones, eI cardidato hac€ (on balso tablillas
y estatuillas ligeras que van a ser los receptáculos, los lugar€s dr fiJa
ción provisoria de losjai! r€sponsables de las perturbaciones por reparar o
agúles de reparación p¿r¡ ceremonias particular€s, y qu€ artúan dir€cta-
mente sobre el cuerpo enfermo al aspirar €l mal.
I:
Lá ceremonla cle leg¡t¡mac¡ón: el espac¡o chamán¡co
2
Llega por fin el momento de la cer€monia, €l final d€l apr€ndizaje, a ve-
,.
ces prec€dido de una b¡eve reclusión en una cabana de hojas entr€lazadas
que el mismo candidato ha construido en la selva; atll a].una, 5ólo toman-
do agua o brebaies de "pild€" o de borrachero con el fin de multiplicar y
perfeccionar los sueños que Io comunican con susjaib y los de su maestro.
Estos lr transmiten los cantos qu€ I€ permiten diagnoslicar y curar, y otros
ja* que lo proiegen le dan la capacidad d€ soportar los ataq¡.r€s mágicos
solapados d€ ot¡osjaiban¿L§, siempre celosos de sus colegas. También €s en
sü cabaria dord€ compl€ta su arsenal de olrj€tos chamá1icos; allí acaba la
talla del barco d€ los jaii (los €spíritus de jail,aná míticos que flotan €n
canoa entre el mundo de Arriba, e1 ñundo humano y el mundo d€ Abajo),
así como el pequeño banco en el qu€ se sienta apa¡te del espacio tual para
soñdr. I en su (entro desPuei pdrd oficid-r.
3()3
lJ( )+
CapÍlulo Vll
€n los baitones y €l (arcrpo del nuevo cha-trliá¡ sus dobles, sus aliados, que
sólo €l lla¡nado voluntario deljaibaná liberará temporal¡nente para curar
I a sus pacientrs, librar el teritorio comunitario dej¿ú indeseabl€s, com-
batir o capturar a losjais adversos de otros chamanes rivales, o también
para hac€r enfrrm¡r a sus en€migos, Para que la fijación de losjaii en los
bastones y el cuerpo de1 candidato sean definitivos, la ceremonia s€ r€pite,
de ser posible, durante flratro noches seguidas. Lu€go, el nuevo ja¡baná
debe partir €n busca de un mf€rmo, encontrarlo lo más pronto posit¡le y
procurar su curación con su banco y cantos a losjaii. Después de esta pri
mera acción ri(ual autónoma, €n el curso de la cual libera a susjaii de los
bastones y del cu€¡po, alimentados con chicha y palabras, y luciéndolos
trabajar para después reintegrarlos á su habitáculo, €s cuando finalmente
sus espíritus aliados se anclan definitivam€nte en é1.
3().t
3()6
Capítulo Vll
la máxima distancia social y simbólica todavía conc€bibl€ como existerte
para los Emberá) mostrara los llrnites de la eficacia chamárica tanto en su
faceta reparadora como €n sr aspecto venÉiador. Es como si esta distancia
mrixima, acompañada por la percepción de una presencia difusa, anóni
ma, p€ro pe¡manente (cuyos signos sor tas enfermedades impreüsibles),
pusiera en dificultad el mecanismo chamánico d€ id€ntificación pr€cisa del
agente, y restringiera d€l mismo modo el alcance del r€torno d€ la agre-
sión. Al estar en todas partes, los blancos no son identiñcables, individual
mente o por grupo de parentesco, dertro de ningr.ln espacio delimitable
para los Emb€rá. Por ende, el intercambio de agresiones con €llos se mani-
fiesta marcado por el sello del anonimato ], s€ conüert€ a5í en ulla especi€
de intercambio frustrado cuyos objetivos ], alcances permanecen inci€rtos
para los dos lados. Contra las €nf€rmedades que afectan indistintamente
y en forña impreüsible a los s€xos y clas€s de edad diferentes, responde
una bruj€ía chamánica que atenta a ciegas contra Ias posesiones de un
conjunto discreto d€ persoras anónimas. La plena efi€acia de la repr€salia
chamánica se manifiesta pu€s insepa¡able de una identidad sin arnbigüe-
dad€s, de un .rdveisario preciso y bi€n localizado.
3<t7
308
Capílulo Vll
(chamán), €l con la m€diación de los jai!, entidades so-
jai y el agredido,
ta brenat¡rrales controladas por el chamán. El caráctrr ambivalente de losjai,
I€ connotado por Ia palabra kachirúa (ruin, brutal, salvaje, pero al mismo
la ti€mpo valiente, temerario) modela la pe¡c€pciór de €stas enl¡rmedades,
que circulan dentro de un sist€ma de intercambio d€ agresion€s entre uni-
dades residenciales. 5e trata de un modelo de agresión doble, por una parte
con la proyección de entidades y sustancias letales, y por Ia otra con la
captura de un componente vital dt la persona. Estas dos formas de ác-
€l ción pued€n causar daño a distancia, pero algunas agresion€s específicas
requi€ren la proximidad €spacial entre el chamán agresor y la víctima, lo
que acontece p€riódicamente durante los ritos de iniciación de lasjóvcncs,
jsmen¿d¿, la presentación ñtual bianual d€ la chicha nueva, prro también
en los cncu€ntros fuformales entre difercnt€s grupos Emberá en el terreno
s
extraétnico de la capital del Chocó. La sustracción del jaur€, que el agre-
sor esconde bajo el agua del rlo o en la s€lva, €s una agresión curable que
precipita a la víctima a un estado de profunda anorexia. Sc suponc que
te
se efechla a distancla con el errvío de un jai. Cuando ést€ se envía d(sde
l€jos por un chamán y se int¡oduce en €l cuerpo del enfermo en forma de
t-
€l
animales, plantas o minerahs que desgarran, cierran o ahogan. La inter'
vención terapéutica del chamán de lá comunidad consist€ €ntonces cn su
¿rdracción.
]
üctima por unja¡, enüado
Por el contrario, la d€voración deljaür¿ de la
bajo la forma d€ un animal salvaje, constituye una agresión imposibl€ de
det€n€r y con un des€nlac€ siempre mortal. Esta agr€sión pone de nuevo
ie en eüdencia el profundo !'fnculo de id€ntificación entre chamán y ani-
males salvajes por intermedio de los jair, l,fnculo que perfila al chamán
t- como una esp€ci€ d€ caníbal simbólico, qu€ practica un €xocanibalismo rn
los lfmites del grupo y del otro próximo, zona ésta de ambivalencia en Ia
t¿I
alianza potencial €ntre unidad€s residenciales atomüadas.
Existe una forma de agr€sión chamánica que consiste elr tomar la fuerz.a
del "ombligado" de ta víctima. Esta tue¡za aumenta €1 poder del chamán
le
a[rresor/ no fiente a susjaüs, sino contra la hostilidad de los humanos hacia
é1, mientras que su carencia hace a¡ agr€dido !,rrnerabl€ ante los ánimales d€
3()9
Capítulo Vll
ri- rio y de sus dobl€s, pierde la batalla, el fracaso significa su aniquilamiento
t¡- y la dispersión consecutiva de su comunidad desamparada. Como el cha-
ld mán Emb€rá siempre permanece solita¡io €n el mundo de los hombres, ),
ri- sus r€laciones con sus congéner€s (salvo las que tien€ con sus maestros)
be se caracterizan por la hostilidad y el desprecio, se requiere un casus bclli
lo particularm€nt€ 8rave, ya sea intercomunitario o entre chamanes, para
in que interte esla forma de agresión, la única entre todas que tiene las ca-
racterlsticas d€ una Suerra chamánica total. P€ro su amenaza lat€nte pesa
constantemente en los intercambios entre unidades residencial€s Emberá.
3rf
3r2
Capít¡¡lo Vll
cada unidad r€sidencial, y acentüó aún más el carácter tradicionalment€
independi€nt€ de los grupos locaks de parentesco. lá posterior huida hacia
las l€janas partes altas de los íos ante €l avance de la colonización tam-
n
bién aurn€rtó €l aislami€nto de las unidades residenciales, lo qu€ en gran
medida persistió hasta una fecha r€ciente. Er €sta sociedad polfticament€
acéfala, la evolución demográfica positiva y la vecindad rle8ro colombiana
l
gencran üna escas€z d€ t€rritoüos disponibles. Esto amenaza la eficacia del
1
mecanismo tradicional d€ r€solución de conflictos entIe Unidad€s domés-
ticas, qur consistían en la divj-sión de los grupos local€s y la tundación de
nuevas uridades residenciales.
3r3
d
Lá qrrac¡ón como tgresión
3¡.1
Capltulo Vll
t- aSuas de un afluent€, en sitios que sólo é1 conoce, y que Ios Emb€rá consi-
a deran aperturas hacia el mundo d€Abajo,lugar mítico de origer de losjais
y fu€nte del saber chamánico de 1os primerosjaibaná.
Por ende, la curación misma puedc s€r üsta como una modalidad dr
agr€sión. Un tratamiento y una canalización particularm€nte sutil€s de la
ag¡€sividad intrfnseca de la pareja chamán-jai, en la que cada e)ctracción
exitosa d€r;ii aum€nta la queza de €spiritus del jaibaná, ypor lo tanto
su agresiüdad, qu€ es, .n suma, su capacidad terapéutica misma.
Ya sea que devor€ eljaurc d€ sus tlctimas, qu€ tom€ la fuerza d€l "om-
bligado" de nacimiento, que enferme a los animales de caza e incluso que
cure al €nfermo aI encerrar a¡jai extraño responsable de¡ mal, o que cap-
ture a losjali y todo el poder de otros chamanes, el pode¡ deljaibaná se
álim€nta de la fueEa y d€ los mal€s de los demás humanos. Nos encontra-
mos entonces ante una f¡gura cuyo núcleo parece ser la agr€sión.
llr,5
3li
CepíluloVll
volv€r a abrir €l cuerpo femenino sirve para que puedan fluir librement€
la sangre y la leche y que la mujer recupoe así su ap€rtura controlada d€
"captora" de hijos.
La topograffa del cuerpo enfermo se altera entonces €n fbrma d(üle: el
d€splazamiento dc sus límites lo desexualiza y Io despoja de su identidad
fr-urcional y simbólica. Pero tañbién lo altera su brüsca y d¡amática con-
fuiión con un cu€rpo-mundo, cuyas pa¡t€s diigrcgadas, dispersai y que
escap¡n a cualqui€r orden parecen personificarue en lias dif€r€nt€s catego
rids deidls y sus armds prolongaciones agresivas.
317
llrS
Capilulovll
Existe, en cambio, unútual chamánico llámado r¡en¡¿aoi que se con-
sid€ra el punto cul¡ninante de una convalecencia porque su propósito €s
"r€forzar €l alma d€l €nfermo al mismo ti€mpo que a los jai que lo han
curado". En este caso par€ce invertirse Ia relación del espacio rihral con la
naturaleza salvajr. En efecto, aunque las jóv€nes qu€ p¡epa¡an la bebida
ritual en este caso guarapo de caña- adornan su currpo con flor€s y
plantas ñagantes, son los hombres qujenes decoran las vigas de ]a casa
con ñguras dc reptiles, animales acuáticos y pájaros, talladas en balsa-
EI fitual comienza con cantos masculinos onomatopéyicos que apr€nden
desde niños, y que llevan el nombre de los animales €vocadospor las esta-
tuillas. Esta pr€sencia metafórica masiva del reino animal su compo-
y
-enpropiament€
n€rte intermedio entre los animales domésticos los de caza
dichos- §e ¿clara si se considera que el alma de cada persona proüene
supu€stamente en parte del r¡niverso animal. EI anclaje de la identidad
humana normal en la animalidad se mánifiesta como cl punto d€ conv€r-
gencia mtre la humanidad y el mundo de losjai. Por lo tanto, el refuezo
d€ est€ condensado d€ energfa ütal que es el alma exiSe Ia presencra del
elemento animal, cuyo llamado parece también perrnitir la ¡rconciliación
y la alimentación compartida con losjair. Este acto de ¡evitalización de los
hombres y los espfritus parece también eigir la incorporación d€ lo natu-
ral en €l espacio ¡itual, pero aquí se trata de su aspecto animal, asociado
a la ma-§culinidad.
lir9
p1
palabms caltadas que acompañan la mayor pa-rte de las sesiones rituales, d
término kabai denota una acción de pen€tración, una apertura (como la & h.
la tie¡ra con €l palo para €xcavar), y en forma implícita la idea de que ésta s. d,
320
C.pítulo vll
r, de un mundo en €l que ordena la topografra silnMlica. El espacio humano
cerrado dr la casa contime ahora al cosmos; las par€j¿s inseparables deja¡!
entrecruzan alll Io femenino y lo masculino; la presencia de los espíritus
de los antiguos chama¡es y los esplritus d€ los muertos ha(en entrelazar
alll Ia muertr y Iaüda de los asistentes; Ias Madres de los animal€s y d€ las
el
plantas, losjaii
del umbral de los mundos y los d€ los lugares nombrados
ie hacen que entren en la casa Ia selva y lo qu€ está más allá; los guardianes
del jatbaná, a la vez dobles de ést€ y animal€s salvaj€s, hacen palpable el
ambival€nte entrelazamiento d€l hombft y del aIrimál en la persona del
cazador- Todos €stán aIí, en el espacio dtual construido por el jaibaná,
t. obligados por él a renunciar a su disp€rsión y moülidad original€s para
convertirse en partes y prolongaciones d€ su cu€rpo abierto, ampliado
hasta las dimrnsion€s del cosmos, al mismo tiempo que éste último se
condensa a la m€didá hir]nana del espacio d€ Ia casa.
d
Est€ es el mom€nto en que losjaii, s¿ciada su s€d y alegres, v¿rn a co-
laborar en la r€§tauración d€ los llmites del (alerpo enfermo- se inclinan
con el ja¡baná sobr€ €l paciente. El canto prosigue, solicitando altelllati-
L€ v¿nente el lado "hombr€" y eI ládo "mujer" d€ los €spfritus y d€l mismo
chamán, pero acompañado ahorá por un conjunto d€ Sestos sob¡e el cuer-
po del enfermo. El chanán pasa sus bastones - -jai para percibir el anclaje
del mal y determinar la zona corporal los pies, la boca, las orejas o la
roronilla- por la cual tien€ que hacerlo subir o bajar. Cub¡e con el humo
d€ su cigarro en primer lugar €l punto de arraigo d€ la enfermedad, y
luego el de la "salida"; hac€ un masaje álll y después, segtin la natural€za
ü del mal, la chripa durante largo tiempo a través de hojas de plátano, o la
ftota con una estatuilla antropomorfa, todo lo cual tira al amanec€r €n la
selva. Termina 3u trabajo, soplando varias veces en la coronilla o €rlaboca
del enfermo, y luego le da ta chicha de una de las totumas dispuestas para
tosjaii, El objeto del soplo y de la bebirla de losj¿i3 es ll€nar de tuerza el
cuerpo d€ la vlctima.
)
t Este t¡abajo gestual que dibuja en el cuerpo enfermo la topografía del
I mal al igual que el camino de su salida, es obra deljaibaná único que
-el
t Ios aiist€ntes pueden ver asf como d€ sus dobles y de losjais €ncargados
de esa €nfermedad párticulari las totumas de chicha vacfas d€mu€stran su
presencia. No le queda más al chamán que entonar los c¡ntos para volver
a abrir los caminos del retorno y obliSar a losjaú a reSresar a su espacio
de anclaje €n lo5 mundo§ €r.teriores y dentro de su cuerpo. Yá ha aInan€-
cido, y es hora de restablecer las fionteras entre €l exterior y el int€rior
€ntre Ia selva y la casa, entre el mundo de Abajo y el mundo hurnano, entre
l.l2r
misma decoración v€getal d€l espacio realizadas por Ias mujer€s antes de si
Cápítulo Vll
'\/€I a la g€nte"). Esta't/isión clara" no se obtiene, segl¡n losjail,aná Em
berá, sino después de culminar el aprendjzaje con varios maestros; incluso
si el chamánjovm pu€d€ Ilamar a los espíritus, sólo esta üsión ]e permitr
garantizar la eficacia d€ su acción ritual. Unjai¿,aná "con muchos basto-
nes" (cada u1o significa un aprendizaj€ ya hecho) ]¡ gran oeeriencia puede
y debe p€rmitks€ simplifirar el dispositivo ritual y aume¡tar su parte d€
improvisación para acceder al trance- t\ede bastarle cerrar los ojos para
laimokará (soñarl, después d€ un brev€ canto y de haberse tomado una
totuma d€ chicha. S€Cím los chamanes, el re€uerdo sensorial y üsual del
tranc€ s€ vuelve cada v€z m.ís pr€ciso, la mayor parte lo desc¡iber como
ulla s€niación de ligereza corporal/ de calor y de frlo intensos. Hablan de
una "fuerza qu€ invade y que sale", de una "niebla gris que s€ l€vanta poco
a Poco y 5e comienzan a ver Ios jaii d€ los animal€s, de los lugares, de
todo"Lo. El trance chamánico tranquilo y dominado, que animan
-trarlc€
solo el canto y aleunos pasos €sbozados- se pr€senta como la demostra-
ción pública del poder del jaibaná. Es ]a prolongación y 1a manifestación
itualizada de 5u actividad onf ca solitaria.
Hecho notable es que el t¡¿mce del chamán Emberá no esté necesariamente
ligado a la ingtstión d€ una sustancia psicohópica, auque implique sin em
bargo el consumo d€ uIla bebida y/o d€ tabaco comúnii. Todo suc€de como
si €l challlán debiera hac€r entrar en su cuerpo un alimmto piüa compartülo
así con los espliitus guárdianes que habitan en su cuerpo. Este reparto, r€ali
zado en estado de kamokárá (de sueño ritual) que suporc abr€ su ruerpo,
se
desdibuja las front€ras eÍrc €l ad€ntro y €l afu€ra, con €l fin d€ que sus dobles
puedan salir para luego €ntuar en €l cudpo del enfermo. tll cueryo del cha-
márl, al contmrio del posefdo, no debe estar vaclo para acogerlos: deb€ estar
I€I1o para hacerlos salir tn bebida y el tabaco no se utüzan €ntonc€s como
substancias embriagantes (la ebriedad deljaibaná lo hala peder €l control de
susjaü), sino vehfcr os simbólicos que abr€n 1as ftonteras €Iltu€ los espacios,
los universos creados por €l chamán. Este s€ manifiesta a Ia vez como hom-
br€ y (.omo multipücidad de espíritu§; su acción fitual consiste precisamente
€11 d€senvolverse como hombre+spíritu con otros espftitus en el espacio sin
323
321
Capitulo Vll
t
Notas
325
"L¡bres" y "Cholos"
329
33')
CapÍlulo Vlll
sidera f€os € iSnorant€s porque no creen €n Dios, no sc üst€n como los
cristianos y se Ia pasan vagando por la s€lva. Sin embargo, los negros les
conceden un sabe¡ sup€rior al suyo "en las cosas d€l diablo", saber que no
d€ja de inquietarlos e intrigarlosr. Al mismo tiempo, les parecen "salvajes"
los fr€cu€ntes conflictos int¡a-étnicos que a menudo llevan a la división de
sus pequeñas unid¿des r€sidenciales.
Capilulo Vlll
mitir la transmisión de todos los mensajes. Existeun filtro riguroso pa.a
los erunciados v€rbales "buenos para el intercanbio", y además se tiende
a despojarlos de cualquier incidencia indiüdual. Los mensajes que este l€n-
guaje transmite son en su mayorfa de orden económico, ecológico, y están
relacionados con el destino y la duración d€ los viajes, o con las modali
5 dades de curación de 1as €nf€rmedades b€nignas para lo cual los indfgenas
a(,(¡den d menudo d lo\.ur.rnderos negro\.
5
Este código común de los dos grupos refleja u¡á ideología
-üeación
subyacent€ compartida del \.fnculo entre sf y con Ia alleridad, id€ología
t que rige también todos los demás niveles del sisl€ma de intercambio €ntre
los dos grupos. Dos lendencias co¡lrarias op€ran en ella, qu€ cr€an y re
crean cada v€z un equilibrio dinámico: Ia que lleva al intercambio y la que
limita su campo y su alcance, d€ forma qu€ salvaguarde lo Fopio de los
Y €spacios simbólicos intraétnicos, mediant€ la afirmación de esas zo[as de
comunicación restringida, donde el espacio cultural propio toca €1 €spacio
rl limftrofe. Estc lenguaje de compromiso qu€ hace posibl€ Ia comunicación,
aunqu€ al mismo ti€mpo la linita, codifica también con sus silencios una
r€lación pot€ncial d€ conflicto intraétnico. En otras palabras, no contiene
L literalm€nte palabras comunes para verbalizar mutuamente una hostili-
dad individual o colectiva. En este sentido, veremos que dicho código cons-
tituye ]a faceta linÉiüfstica complementa a de Ia €strategia interétnica del
comPadrazgo.
Capílulo Vlll
conocida er ambos grupo§. De Ia misma forma, los dos sist€ma5 de paren-
tesco mueshan una tendencia a la valoúzación simbólica priülegiada d€
los vfnculos de filiación y de consanSuinidad, frente a los del mat¡imonio.
Es asl como €l peligro social y sobrenatural de estas Uniones matrimonia-
les inl€rétnicas pensadas como demasiado lejanas, no hace sino complicar
€l riesgo que cada uno de los dos grupos asocia a la representación intra-
étnica de la alianza matrirnonial-
5e trata del mismo ritual bautismal que €n el caso de ulr bautismo in-
traétnico. Pero aquf, el padrino y Ia madúna neSros son los únicos encar-
gados de realizarlo, diciendo: "En el nombre del Padre, del Hiio y del Esptui-
tu Santo, yo te bautizo fulano". Entre tanto los padres indíg€nas guardan
silencio. También son sólo los paddnos quienes deben pronunciar: "En €l
nombre del Padre, d.l HUo y del Esplrifu Santo, somos compadres"; mien-
tras que la pareja indJsena se limita a repetir el término "compadres". La
ceremonia termina con u.n ademán del paüino y Ia maüina los
-que
padres no ilnitan- que consiste en tocar al niño con un cirio b€ndito prm-
dido, al mismo tiempo que hazan la señal de la cruz frrnte a sus ojos, boca
y or.jas, r€citando un Padrenuestro. Al salir de eslr br€ve fitual, el paüino
negro le da algunos regalos (roparr, herramientas o una escopeta) a su
nuevo compadre, que responde regalándole malz, gallinas o canastos.
Est.r cer€monia puede t€ner lugár tanto por iniciativa del padre como
del padrino, y siempre es una r€lación en la qu€ predomina lo mascrrlino;
el hijo báutiz-ado también es un niño la mayorfa de las v€ces. En la €sco-
g€ncia del compadre, las preferencias p€rsonales de parte y parte jueSan
igualmente un papel. sin embargo, también existe un cierta t€ndencia a
m6
Cap¡tulo Vlll
por otra, parece ser de n¡rturaleza diferent€ al vfnculo que une a los negros
al convertise rn compadrrs. A1 contrario dc las dos parejas n€gras ir las
qut el bautisño d€I hijo dc una de ell¡s los h¿ct co nomiDador€s tuales,
en el otro caso el padrino y la madrina negros son los úni(os oficiantes del
ritual y los nominadorcs. Además, son doblemente nominadores puesto
que es fr€cu€nte qu€ impongan al niño el noml)re del padrino. Los padres
irdfgcnas r€ciben €l nombre pü medio d€l niño; permanecn inmóüles
y mudos durante Ia ceremolria. Su actitud de contacto limitada con las
palabras 1, los gestos rituales de los oficiantes negros rrcuerda en form¡
simétrica la del curandero-chamán negro ante la c€remonia chamánic¡ y
Ios cspíritus Emberá. Más aÍrn, est¿ rrlación ritrlal nunca €s reclproca; los
indlgenas nunca pueden scr padrinos d€ Lm niño negro. Asl pues, sr trat¡
de un¿t relación ¿tsimétrica t.ntr€ los donartes y los rtceptores del nombre,
ya qut ést€ solam€nt€ provien€ de Ias resrrvas onomásticas d€ la sodedad
d€l donant€, y que a m€nudo €s €l su),o propio. La cons¡nguinidad ritual
así establ€cida no €s entonc€s biunfvoca, como lo es €ntft los negros. Su
lógica r€cu€rda más bien la de las relaciones entr€ mayores y m(nores,
tanto más cuanto que la afiliación ritual drl nombrado (€l niño) con los
rominador€s pasa muy rli¡ranente ¿ un segundo plano €n la perc€pción
de los dos grupos, pu€s es la relacrón e[tr€ adultos ta que prima-
Fuera del patroúmico, el nombrc d€ una persona proviene del rito dr.
nacimi€nto, llamado 'bmbligado", que €ntre los Emberá consiste €n fiotar
todo el cuerpo d€l recién nacido con una partr del cuerpo de un animal
(las Sarras, las patas, los ojos, Ias plrrmas, et(.) o d€ una planta reducida
a polvo, o dársela d€ beber Piensan que €sta impregnación o ingestión fija
€n la p€rsonr ciertas caract€rÍsticas o virtudes fundonal€s atribuidas al
animal, si se trata d€ un niño, o a una planta en el caso de una niña. Este
permanerte contacto ritual netonlmico con una especie animal o vegetal
con rl cual el rito marca el cuerpo humano, precede ], abre el pro(eso d€
337
33ll
Capítulo Vlll
distancia, y en medio de risas general€s, gestos de clara significación sexual
o dirigidos a Ias mujeres del otro grupo. Estos gestos hac€n que la unión po-
tencial (perc no realiza¿la) pase al nivel de la evocació[ maniñesta. EI inter-
cambio que efectivamente realiza el rompadraqlo imposibilita la potenci¿l
¡rnión al cr€ar rma corsanguinidad ficticia. l-os g€stos de broma ], cl compa
drazgo constituyen dos fácetas d€l intocambio posible de mujfles, una que
lo insinú¡ y otra que lo probibe al "sustituirlo" simbólicam€nte.
lir
El campo lnlerátn¡co: repra6entacloñe3 e ¡nteroamblo3 entre los ñegro3 y loa a.nba.a
el mal d€ ojo, por una picadura de culeha infectada u otras enfermedad6
d€ carácter particular.
3.10
Capítulo Vlll
entonces el marco priülegiado d€ 1a afirmación d€ una identidad étnica
común y de una potencial solidaridad. Las luchas dtualizadas entrr los
hombres y las discusiones públicas d€ las mujeres durant€ la part€ profana
de estos rituales constituyen rxpresior€s no üolentas de estos conJlictos.
ln Sin embargo, más allá de un cierto umbral de tensión, y b¡jo el efecto del
a] licor, pueden degenerar en una agresión física grav€ y hasta en un bomi-
cidio €n venganza.
34r
Por su partr, los Embrrá del Capá percihen tales .oDccsiones como un
p
deber, €n ci€rta forma, una mínima cortraparte a cambio de la ocupación
por los negros de terrenos c€rca d€ la part€ alta del rlo, qu€ los illdígerlas
p
consideran parte de su propio teritorio. Por lo demás, la condición de los
n€gros inütados, relegados al margen d€ ]a ñesta y €xcluidos de su part€
ritual se aclara aún más si se tiene en cuenta que para los Emberá €stos
rituales están üncul.dos ya sea a la limpieza d€l territo o d€ los espíritus
maléficos y a su re-d€limitación simbólica, o a la iniciación de lasjóvenes
n
asociada al matrimonio y la procreación. Ahora bien, estos árnbitos mar
can precisam€nt€ los límites d€ las relaciores interétnicas.
342
Capílulo Vlll
pu€sta chamánica negra, son ante todo los accid€ntes rlacionados con los
animales de la selva los que motivan el acudü a una terapéutiaa cham¡áni-
ca Emb€rá. En cañbio, para Ios indfgenas, todos los males que no par€c€n
proceder d€ la int€rvención de losjais pued€n en principio srr ocasión para
r€currir a k,s curanderos negros. Estas enfermedades son d€ dos clases: €n
primer lugar, "las €nferm€dades de los blancos" (tos f€rina, gripa, ürue¡a,
n€uInonía, tuberculosis), que €l contacto esporádico con la ciudad o con
üsitantes blancos ha Foy€ctado en la repres€ntación Emb€rá de Ia €nfer-
medad- Son mal€s qu€ no pueden ser curados con la int(rvención de los
chamanes. Una parte de ellos corr€sponde a las enfermedades qu€ están
incluidas cn la categoría negra de las enfermedad€s divinas; sin ernbargo,
en estos casos, Ios curanderos I1o las asocian con la idea de un orig€n di-
vino de la fuerza ütal indíg€na. La ven más bien como un debilitamiento
del ariento natural (vegetal o animal) atribuido a Ia fuerza ütal indíg€na.
Pu€den combatir este d€bütamiento mrdiante fórmulas vcrbals que wo-
can a los s¿intos, pero no a Jesucristo.
I,a s€gundá categoría d€ €nferm€dades por las que ]os incllgenas con-
sultan al cura¡rd€ro o a la curandera negros son las causadas por Ia intro
ducción d€ un veneno vegetal en la comida o la bebida. Esta acción forma
parte, según ellos, d€ la brujela común m€nor Cuando se prod¡.rce dentro
de la unidad rrsid(ncial, está ügada a los azares d€ la magia amorosa o
a Ias desaven€ncias matuimoniales. Si el mal s€ d€scubre después d€ una
fiesta con una presencia Emberá exterior, s€ busca Ia causa en una disputa
menor que lugar durante ésta. La enfcrmedad por envenenamiento tam-
bién se puede atribuir a una tquivocaciór involurtaria en la dosis de un
remedio de un yerbatero indíg€na: niára, que designa en Emb€rá tanto al
veneno como al r€medio vegetal.
lás rcpetidas h€ridas causadas po¡ una Inislna €speci€ animal q¡.¡e afli
gen al cazador o al l€ñador ne8¡o5, o la desaparición de una especie fla
imposibilidad prolongada d€ cazarla y matarla) provoca qu€ las víctimas
piensen en la "cólera" d( ésta con ellos. Para curar las heridas y contentar
a la especie del caso, los negros recurren al chamán Emberá que consid€ran
familiar de los animales d€ la selva. Perc una picadura d6 culebra y sus
complicaciones ulte ores son €l motivo más frecuente para ll€var a cato
una ceremonia terapéutica con el chamán, qui€n simplemente le solicita a
la Madr€ de la especie qu€ r€tire el veneno del cuerpo de la i,lctima o d€j€
de picarlo; después de compartir la chicha ritual con €I espfitu-Madre y de
bailar con é1, el chamán chupa la herida.
343
311
Capílülo Vlll
aromáticas cultivadas. Los dos grupos comparten también Ie clasificación
tamica de las af€cc.iones, así como de los veg€tales y partes del cuerpo
dnimal r on e[eclos lrrdpéuticos y rituales.
La oposición caliente-frío constituy€ frecuentemente uno d€ los ejes
central€s del discurso nosológico de sociedades muy diversas, pero s€ p¡e-
senta €n particular en num€rosos sistemas etnomédicos negro-america-
nos, sobre todo en Haití, Santo Domin8o, Martinica y Guadalupe donde
las etnias indígenas locales s€ extinguieron desde hace siglos. Sin busca¡
resolver el problema del origen cultural de est€ sistena entr€ los negro-
anericanos, p¿rrce lfcito pensar, en vista de los datos disponibles, que al
contrario de Ia opinión de Pardo, €n el Chocó €ste sistema sería más bien
el resultado d€ ün encuentro entr€ los d€scendiertes de los africanos y los
Emberá. Los priúeros habían tomado pr€stado muchos conocimientos
botánicos de los segundos- En esta óptica, el manejo de las plantas ttla-
páuticas clasiñcadas según el €je t&mico podía s€r una cr€ación común
que los dos grupos utilizan tanto dentro de su cultura respectiva como
en los intercambios int€réhücos. Este campo corr€sponde entonces a un
Ievantamiento reclproco de las fronteras entre los dos grupos, un nivel d€
intercanbio donde los dos conjuntos étnicos, distintos por Io demás, tun-
cionan como una sola soci€dad,
315
Los dos grupos consideran que no hay sino un tipo de a8resión simbóü-
ca que puede atravesar los límites átnicos. La agr€sión de los negros conEa
los Emberá sólo la transmit€ €l mal de ojo, lo que implica la proximidad
espacial entre la vlctima y €l agresor, proximidad "a la vista". Para los
negro {olombianos se trata de rrná caPacidad femenina difusa y €n gran
parte involuntaria d€ causar daño a la integridad corporal del otlo. Está
ünculada con probl€mas d€ fertilidad, pero tras el aprendizaje mágico o
€r ciertas circunstancias, como la menstruación o la ausencia t.mporal de
una par€ja s€xual, puede agudizars€ y volvers€ vohrntaria. En cambio, los
indígenas piensan que el "mal d€ ojo" emana €n diversos Srados de todos
los miembros de la comunidad n€g¡a, pero en forma particularmente in-
tensa de las mujer€s. El modelo de un poder maléfico difuso también existe
en la etiologfa propia d€ los Emberá)!, pero aquí lo perciben transmitido
por la mirada. For lo tanto, para ddenders€, los indlSenas se pintan el
cuerpo cuida{.losamente conjagua auando üsitán a sus vecinos, y tambiÉn
se clrbren €l cuerpo con ropas ¡ecibidas d€ sus compadres negros; panta-
lones y camisas los hombres, blusas o büandas para cubrirse el Pecho las
mu¡res.
De part€ de los Emberá, s€ cft€ que Ia agr€sión interÉtnica contra los ne-
gros es transmitida por Un €spíritu p¡imordial muy Poderoso que llaman
en español Ia "madreagua". Est€jai subacuático forma Parie del mundo
de Abajo. Lo r€pr€sentan como un rer peludo de color negro brillante
-las
mismas caract€rfsticas con las que los Embe¡á d€scriben a sus vecíús n€-
gros. Capturan y se comen a los niños indfgenas, a m€nos que los €nci€rt
un chaInáIL En cambio, para sus vfctirnas €xtraétnicas, este jai canftal
ti€ne los rasgos de un indígena desnudo, qu€ capfura a los ncgros adultos
ylos ahoga en el rlo o qu€, por órdenes de un chamán. les lanza proy€ctiles
mágicos que devora¡ sus €IltIañas. Esta segunda faceta de su agr€siüdad
Io empa enta con el brujo negro colombiano por pacto.
ll46
C.píiulo vlll
tambo; pero también €s posibl€ ponerlo a distancia y hácerlo entrar en €l
cuerpo por medio del air€. Esta r€prrsentación €xplica €l hecho de que los
negros hagan todo Io posible para no aceptar la comida o las brbidas que
les otuecen €n las unidad€s resid€nciales Emberá; también cuidan de no
perder de üsta su canoa cuando están d€ visita allí.
347
31ll
Capilulo Vlll
su peligro. P€ro añbos par€c€n rcpresentar como ineludibl€ Ia presencia
del otro €n la perifeüa d€ su espacio simbólico.
350
Capítulo Vlll
es con Él con quien el chalnán comparte €l alimmto, el baile y el diálogo
lue sobre la terapéutica, como acostumbra hac€I con losjaú inütados. El r€-
sultado es que este enf€Imo espfritu se presenta como un poseldo, víctima
de ura "posesión d€sgraciad¡" por un espíritu ligado al mundo d€ tos ani
males salvai€s; el objetivo del ritual es, por lo tanto, la disyunción de esta
Jel fusión patológica. Segrln V€rrill, se supone que la sangre que escup€n, eI
"baile frenético" y el mordisqueo del cochinillo extraen la enfermedad d€I
ür cuerpo del Paciente.
is-
El chamán, año d€ los esplrifus,trata aquí al enfermo como espíritu.
n-
Pero al mismo tiempo se comporta como un exorcista conscient€, ya que
el
no entra en trance- Parece, más bien, acompañar la crisis del enfermo.
Pero, ¿qué sucede con el sacrificio üolento y la sangre del animal domésti-
ta co, bebida y luego escupida?
a-
Las s€cuencias rituales d€ esta ceremonia pres€ntan intrigantes analo-
gías con el tratamierto que los ThonSa, población banhl de Mozambique,
da a los patolóSicament€ poseldos por los espfitus ancestrales proced€ntes
io
de etnias vecinasr¡. La sangre escupida del admal sac ficado s€ presenta
rt en él como €l vehlculo del €§píritu, el medio de su expulsión del cuerpo de
ts
la úctima. De Heusch percib€ €n esta práctica ñtual bantú un "chamari§-
¡t
mo debiütado, privado de su sustancia extática", es deci¡, del trance del te-
rap€uta- l-a considera como "un punto crítico d€ estructuráción, €l enlace
l;
'invertido' que une sólidanente el chaman¡mo y la posesión".
,
Esta singular inupción de la ñgura de la pos€sión maléfrca africana
a en el chamanismo autóctono del Chocó podría ser un signo de antiguos
contactos con los esclavos negros, probablemerte de orig€n bantii. Cons-
tituiría entonces una etapa en la tortuosa marcha de la posesión en €ste
encuerho interétnico; €ntle, por una parte, los descendi€ntes de ¡os alri-
canos que lo borraron de su campo ritual a cambio d€ una comunicación
miás distante (.on un sobrenatural de origen católico, y por otra parte los
in¿llgenas que acogieron esta pos€sión par¡ inscdbirla en la perif€ria de su
sistema chamánico. Porque la solución ritual exorcista de €sta posesión,
I peniada como maléñca, s€ sihia, en efecto, en el límite extr€mo de la lógica
I
chamánica Emberá. Esta reconoce el ataqu€ de un espfritu por penetraciór
I
como la enfermedad, signo de la elección por los espíritus del futuro cha
mrán. Considera que el alejami€nto de este espfritu del cuerpo-vírtima, que
constituye el objetivo de esta cer€monia de origen africano, no €s Irxís que
una solución momentánea y d€f€ctuos¡ que responde a la reticencia de 1a
víctima ante un comercio continuo con el €spftifu po¡ medio del aprendi-
,)iI
Lste r itu¿l n,, pdr c(( 5rr rl r' (u <ignu d( l.r f resenci¿ de AFicd en el cen-
tro d€l chamanjimo Emberá. D€sd€ 1940, wirss€n señaló el pamcido entre
algunos bastones chanánicos antropo-zoomorfos Emb«ás y los bastones
fituales que s€ encu€ntran €n €1 área bantu africana, d€sde Angola haita
ciertas regiones del actual Congo. Atribuía Wassen el par€cido a antiguos €
incesantes contactos entre los Emberá y los descendientes de los africanos.
Esta pjsta de investigació¡ no ha sido evlorada en trabajos post€riorestr5.
Estos baston€s son los habitáculos permane[tes de los espfritus, dobles y
atrxiliares d€l dürnár, obt€nidos en su iniciación. Que su representación
iconográfica, cargada de eficada ritual, haya podido int€grar formas ¿¡f¡i
canas de origen banhl mostrala la profundidad de la pres€ncia n€gra en el
cent¡o mismo de lo sob¡enatural Emberá- Sela entonces una especi€ de pa-
¡d1do de Ia ideologfa de 1a posesión desafortunada y de una práctica limitada
del €xorcismo.
tsld pres€ncia en liligrdnd del Alrnd bdnlu cnlrt lo< JUlo(lonn. del
Chocó también una fac€ta oculta € inconscient€ d€l int€rcarrbio interét
es
nico. En efecto, ni el rifual africano que exorciza de una "pos€sión d€sgra-
ciada", ni las representaciones iconográñcas de entidades sobrenatural€s de
fndole af¡icana, existen ya en el campo religioso de los negro colombianos.
Todo sucede €ntonc€s como si una parte de la africanidad d€ su identidad,
desapar€cida d€ su m€moria colectiva, se hubiera €n cierta forma deposi
tado y guardado entre los indígenas. Pero la posibilidad d€ incluirla €n la
malla de una lógica chamánica no se \'nelve comprensible sino admiti€ndo
con Dr Heusch que posesión y chamanismo constituyen los dos polos d€
un mismo campo religioso de traDsformación.
Cap¡lulo Vlll
¿ijo: "Hijos míos, vayan a la costa Pacífrca y hagan esta-
tuillas con este bano. Cuantlo la], hayan hccho, sóplenlas
y después póngalas s avemente en La costa para qLrc no se
rompan. Se convertirán en Los hombrcs de allá" .
&;3
No obstante, el barrc que Dios les da en est€ caso a los ángeles €s de tres
colores. Los prim€ros €n sff üeados son los indígenasr'. En rambio, los lc
n€gros figuan deúltimos, por drenta de su color. Los modelan de forma tL
más tosca y los tiran sin mirami€ntos €l1 una tierra ingrata, lo que explica ri
las pa¡ticulaÍdad€s físi.as que los distinguen de los otros dos grupos- l€
pl
El segundo r€lato atbuye arin con mayor cla dad la diferencia a una
voluntad divina tras url primer acto d€ creación uniforme de hombres
dr
oscuros. Pero hace interv€nir también €l comportami€nto de éstos frente
al orden diüno. La humildad sin r€beldía ni vacilación ante esta voluntad
diü¡a introduce unajerarquía cn la diferencia; los que se le muestran máj
sumisos, dominarán el mundo de 1os hombr€s. En este caso, el color de los d,
negros es el signo visibl€ de su re€alcitrant€ sunisión a ta volurtad divina; b,
€sta vez €s esta reticencia la que los convertirá de nuevo en los últimos, lc
después de los blancos y los indíg€nas. fr
Ie
Estos relatos reo¡gaüizan €l€m€ntos prov€nient€s de la evang€lización
t¿
colonial y postcolonial para erl?res¿r un¿ relación ambigu¡ entre los ne-
bl
gro colombianos ), Dios. H€mos visto que esta ambigü€dad opera también
p
€r las r€pr€s€ntaciores que sub],acen el campo religioso y tual. Perc aquí
no se formula eD el registro d€ una superabundancia €n€rgética cuya per
ttnercia a lo divino no la !'uelve menos temible. En cambio ronrcid€ €on
3.i1
Capílulo Vlll
Ia imagen divina que formulan los rclatos sobr€ eI origen de la muerte. La
ambigüedad que se atribuy€ a Dios fr€nte a sus criaturas lo presenta como
fu€rte de üda, pero tambiÉn como fuente de enfermedades y de muerte, de
conJlictos e injusticia. Sin embargo, en el p¡imer relato sobre el origen d€
las razas, la r€sponsabilidad de la injusticia hacia los negros incluye a toda
lá esfera de lo divino; es Ia negligencia de los ángeles lo que peúudica a los
negros. El segundo enfrenta d€ nuevo a Dios y a los hombres; Ia reticente
sulnisión ante su poder, que no admit€ sino la crega ob€di€ncia, marca a
los rebeld€s con el color negro. A la ambiSüedad d€ Dios, rsponde €n est€
caso el recelo d€ los negros hacia É1.
3:i.i
356
Capítulo Vlll
y su carácter interétnico. Estos arraigan la difer€ncia en el fundammto
mismo d€l mundo humano, y la pr€sentan en térmiDos del color corporal,
vinculado primero a Iatierra, y lu€go al agua y a la leche respectivament€.
Si la tierra se manifiesta como portadora de una naturaleza primordial
fmdamentalm€nte similar de unos ), otros, las otras son los ve.hículos de
urra dif€rmcia posterior. Todo suc€d€ como ésta, materia corporal primor-
dial común, se manifestara como portadora de la comunicación posible
entrt los dos grupos, mientras qu€ el color es signo de su dif¡rmcia y de su
necesaria separación. Pero tanto esta comunidad de materia corporal c:omo
la aparición d€ dilrrent€s colores corporales están vinculadas al Creador.
No obstarte, mientras los indlg€nas purden asociar esta dualidad a la rxis-
tencia y rivalidad de dos dioses taumaturgos, el discurso de los ne8ros
arentúa, por su parte, la ambigüedad de Ia ftlación con un solo Dios, cu,.a
imagen se perfila en estos mitos muy diferente d€ aquella qu€ se despreld€
d€ los rituales negro-colombianos. En este caso, su acción creadora Io asi-
mila en cierta forma al Creador indígena y lo aleja así d€ los n€gros. Estos
fratan de superar €sta diüsión de Ia imagen de lo divino, qu€ s€ presenta
unas veces en eI c€ntro mismo del espacio social y simbólico negro, y otras,
como aquí, en la ext€rioridad étnica, al afi¡mar que, al contrario de lo que
sucedió con ellos, los indígenas terminarcn por "abandonar" a Dios y vi
ven desde entonces "fuera de la mirada de lo divino".
3.i7
358
Capítulo Vlll
Notas
359
B6J
Conclu3lonaa
gunos €studios americanistas recientes han d€saüollado €n el campo social
amerindio. Estos t¡abajos s€ niegan a caracteriza¡ eslas soci€dad€s como
"flexibles" € "informales" y se propon€n dar cuenta de su especrficidad
€structural. Centran el análisis en el lugar p ülegiado que lai sociedades
amerindias coIrc€dejl a los intercambios rituáles d€ propiedades simbóti
cai (constituyentes no mat€dales d€ la persona) en la construcción de un
espacio sociopolltico entr€ grupos locales. Esta mr€va persp€ctiva permi
tiÍa comprerder la organización social de Ias comunidades "negras", en
términos de su representación y üvencia por sus miemb¡os, en lugar d€
caracterizarla negativarn€nte, a través de la apticación de cat€gorías analí
hcas inspüadas er el estudio de Ia sociedad racional, o en la investigación
d€ "supervivencias africanas".
366
firman la interdependencia d€ las dos sociedades- De tal suerte qu€, com-
padrazgo y práctica charnánica neg¡Holombiana colocan respectivamen-
te la lógica cultu¡al del otuo er €l centio mismo de cada sociedad m€diante
el ñtual. Por otIo lado, el carácter circünscrito de estos intercambios, asl
como la prohibición de Ia circulación interétnica de mujeres mediante el
matrimonio, se manifiestan como los principales mecanismos sociológicos
y simbólicos de afirmación de las fronteras €rtre los dos grupos.
/El obj€tivo subyacente de estos intercambios simbólicos €ntr€ las dos
sociedades nos pareció doble: n€utalizar la arnenaza del extedor al ins-
cribir al otro en su propia perife¡ia s{xial, y al mismo tiempo camuflarse
simbólicámente detrás de él para eludir un peligro simbólico interno. En
este sentido, se podla decir que el espacio social' regro y el espacio social
Emberá comportan cada cual urla intersección con el otro que hace parte
integral del campo social propio. Ni dos conjuntos sociales de lÍnites ígi-
dos y formales, ünculados por algunas prácticas d€ intercambio ad hoc, ni
Una sola sociedad, resultado cohesivo o fragmentado de un encuentro in
terétdco, las comunidad€s n€gras y Emberá del Chocó nos obügan a con-
siderar los lfmites de co4untos étnicos diitintos, pero hist&ica, g€ográJica
y simbólicarnente cercanos/ en cuanto lugares de transacciones simbólicas
especfficai enh€ alteridades étnicas parcialmente ajustadas e iIrtüd€p€r-
dientes. La naturaleza de estas t.arsaccion€s rituales modifica la lógica
intraétnica de cada uno de los espacios sociales del caso.
Entre los negros y los Enb€rá d€l Chocó, €ste hatamiento particular d€
los límites sociales y simbólicos se apoya en el intercambio ritual de bienes
iDnateriales (nombr€s, espfritus, enfermedades, métodos terapéuticos). El
papel que aquf le corresponde al ¡ito Io p€xfila como el soporte de una
"estructura d€ r€d"r, como armazón socio simbólica d€ transacciones que
abren y d€limitan a la vez un €spacio social. Pero el rito se p¡esta para ello
por el objetivo que Lévi Strauss le reconoció, el de "r€construir lo conti
nuo mediante operaciones prácticas a partir de lo discontinuo esp€culati-
vo [...]".'En este caso, Io discontinuo lo constituyen las diferenciaciones
concepfuales que también tienen una pertinencia de tipo sffiológico; su
representación privil€giada se €ncuentra, para los negros {olombianos, en
la diüsión que establ€ce su topograffa simMlica €ntre el espacio habitado
y la selva, que asocian a los indlgenas. Es sobre este discontinuo hterétni-
co codificado er el idioma espacial que los intercambios rituales entre los
negros y los ftnberá tratan d€ construir paralelos.
367
Conclus¡ones
En el pl:lno sociológico, el ritual tendría la misma tunción qu€ l€ atribu-
ye Albert, haci€ndo eco a Leü-Strauss, €n oposición al mito: "r€{:omponer
co[stantem€nte las disyunciones iilpuestas por la organización cognitiva
de lo real"5. El rito por lo tanto se nos presenta como "una €structura d€
comu cación constitutiva de la afticutación int€rna de cr.ralqüer orden
social"6. El estudio del espacio sociopolltico de algunas sociedades amerin-
dias'iha comprobado ]a pertinencia de tal conccpto d€l ñtual en cuanto
Iundador y a¡mazón de ¡.rn €spacio socjal en su densidad máxima d€ntro
de una etnia. EI caso de los intercambios simbólicos int€rétnicos entre los
n€gros y los Emberá del Chocó incita a prolongar rsta perspectiva y a
contempl¿r de manera complementaria el rito en cuanto dispositivo cr -
tural pdül€eiado d€ r€lacion€s con el otro €xtraétnico, en cuanto Ia acción
ritual re maneja las posiciones de los actores creando entre ellos nuevas
reladones. Dentro de esta óptica, el acogd recíprocament€ €lem€ntos - 1
368
dualidad cortradicto¡ia. inscrita en su idertidad misma, som€te al hom
br€ n€gro-colombiano a un¡ tensión €ntr€ la relación d€ depr€dación sin
contraparte frcnte a la selva, y a Ia r€¡riprocidad ritual en el comercio con
los santos. Adentrarse en Ia selva para toma-r aul la vida de un animal
conitituye pues una doble transgresión del ord€r de Io diüno. Exige que el
cazador ponga en suspenso mom€ntáneamente su alma sombra, marcada
por lo divino, soporte de su nombr€ y de su memo a. Esta maniPulación
deliberada d€ un componente no-mat€rial d€ la idertidad se empar¡enta a
Ia lógica del actuar chamánico Emb€rá.
869
Concluslones
)
€n todas partes al sugimiento d€l modelo "contractual" d€ comunicación
con 1lr sobrenatural. Bastide demostró que aunqu€ Ios cultos de posesión
de oúgen yoruba, fon y fanti-achanti, rultos ftrertem€rte a¡ticulados a
una mitología nrt€grada, pu€d€n Frxtapon€r figuras sobr€natual€s aje
nas, estas últimas siguen estando subordinadas a la lógica ritual y ñito
lógica original. En cambio, Ias prácticas tual€s d€ orig€n bantú acogen
g€nerosament€ entidades rituales proc€d€ntes d€ otros sist€mas y s€ dejan
transformar por €1lar.
Pero más allá d€ €sta ap€rturabantii al sincretismo, atestiguado en toda
América, la sensibilidad particular del campo tual negro-colombiano a la
lóElica cbamánica nos parece rer[itir al lbndo chamánico de las culturas
b¡ntrles en África, puesto al día por 11 análisis de De Heusch. Lo desi:ubr€
en la brujela en AfIica central y del sur, donde su modo de agr€sión €s
representado por la liente como un "chamanismo vacÍo", sin ritual üsible,
integralmentc figurado en el imaginario. Pero este fondo clÉmánico s€
precisa aún más a través del análisis de De H€usch de la prácti€a ritual d€1
"mÉdium smo" como un chamanismo mitigado; más qu€ d€ un cu€rpo a
cuerpo, se trata de un cara a cara del médium y del espíritu prot€ctor m€-
diante un trance autoinducido. D€ Heusch situa €sta práctica tual, que
caracteriza a varias poblaciones bantues, er rl rj€ d€l chananismo y de Ia
posesión. Su posición estructural le permite en tal forma "evolucionar in-
diferentemente hacia manifestaciones francas de pos€sión o, al conhario,
trocarse en un c]ümanismo auténtico"8.
37()
€l contacto con el sistema chamánico Emberá y \¡r'aunarlá. S€ habría des
pl€gado, ordenando tos €l€mentos del catolicismo impuesto, er?lotando
€l fondo pagano d€l pacto con el diabb, para instaurarlo como modelo
general de comunicación cor las e¡rtidades sobrenaturales- Pcro los lÍmi
tes estructural€s d€ una sobrcnaturaleza católica fuertemerte humani-
zada, límit€s tal vez fortal€cidos nriis ¿ún por la voluntad de dif€rencia-
ci(in étnica de los negro colombianos, no p€rmiti€ron Ia incorporaciór¡
€n €l1a d€ una dim€ruión natural (v(8rtal ), animal). Por consiguielte,
cl espado selvátiro salvaje, asociado con los indígenas, s€ convi ió en
la sede dr un universo sobrenatural en cierta forma concurr€nte, qu€
€xcluye cualquier comunicación dentro dcl sist€ma dtual negro, y que
constitu]-€ el límit€ de su lógica simbólica. 5ólo por intermedio d€ un
acceso c inclusión parciabs y limitados a Ia práctica chamánica Emberá,
basada en una alianza con los esplritus de natural€za vegetal y animal,
estr rspacio pudo (onvertirse er el soport( de una comuricación rihral
positiva para los negro colombianos.
Nos parec€ que est€ análisjs puede aplicars€ para €l estudio de otras cul-
turas negro-am€ricanas dond€ la africanidad de los orígen€s no sobrevi-
v€ sino en elementos dispersos, integrados a sistemas de rcpresentacioncs
c€ntrados en la relación ritual con los santos y Ios €spíritus de los muertos
f¡miliarcs. Tal par«e ser €l caso de los grupos negros d€ V€nezuela, Pana-
má, Ecuador ,, Perú, y los "quilombos" ruralcs de Brasil. tá ma]'or partc
dc €stas comunidad€s se encuent¡an próxi¡nas a etnias indígenas, incluso
si es variable su grado de aislamiento dr la sociedad mcional m€stiza. Est€
trabajo se propuso mostrar que la comprens¡ón de los sistemas socialcs
y rituales n€gro-americanos g¿na en p¡ofundidad si s€ c€ntra el ¿nálisis
en la compatibilidad ],los ajustes de las diferentes lógicas de r€presenta-
cionrs qu€ la historia puso en contacto. También desea demostrar que ]a
diüsión analítica € id€oló8ic¡ con la cual la lit€ratura alio americanista
ha abordado la africanidad manifiesla de álgunos cultos d€ pos€sión en las
amériras, o Ia desaparición de la hereDcja aliicana en otros grupos negro
americanos, pued€n ocultar la wolución más compleja y subterránea de
u¡a lógica de orig€n africano. En este sentido, €I sist€ma ritual puede vrrse
como marcado por una africanidad latente, por una lógica banhi cuyo €n-
ruentro con el catolicismo hispánico ), cl chamanismo r,mberá w¡ünaná
ha acentuado el fondo chalnánico. Este a su v€z ha modificado la lógica
católica y el chamanismo indígena, dando ¡sf nacimi€nto a un nuevo sis-
tema autóromo. Este complejo proceso muestra el caráder simplista de
la división entre una africanidad, asociada únicam€nte a la exiitencia de
371
Conclusloño8
rasgos manifiestos, y la consideración de las sociedades negro ame canas
como ensamblaj€s h€teróclitos, construidos sobre e.l "vacío" cr tlrlal qu€
habrfa dejado Ia completa d€saparición cle la her€ncia africana.
373
Conclusiona3
l, los procdimi€Itos terapÉuticos se inscriben solam€nte en la p€ f€ria
del sistema itual chamánico sú modificar fundamentalm€nt€ su lógica de
conjunto. Esto sugiere que Ia comprensión del proceso sincrético gana al
analizarb cono modificador de todos los sistemas que Ie están asociados
sin embargo, l¡s modalidades y la profundidad de esta transformación
d€perder d€ ias virtualidadrs internas de la lógica dc cada cultura Para
tratar Ia alteridad y trazar las fronteras d€ su id€ntidad.
371
-.¡
Nos parece que el tipo de sincretismo que s€ irstauró entre sus dos sis
temas rituales y d€ r€pres€rtacion€s constitriy€ precisamente una soiución
cultural alternativa a la üolencia d€ un enlr€ntaniento mortlftro entr€
los hombres. Todo sucede como si tuera una especre de guerra simbóli-
ca col1 r€henes, una captura reclproc¿ de elementos del otro, tanto para
desarmarlo gracias a una asimilación parcial como para reproducir por
intermedio suyo la identidad propia y sus límites. Est€ doble objetivo, sub
yacük' en lodos los irtercambios, conitituy€ una articulación simbólica
de la agr€sividad int€rétnica qu€ €vita €1 deslizamiento hacia la violencia
det €nfrentamiento. El sistema de ajustes ), de implicaciones mutuas que
vincula a los dos espacios soci¡ks y simbólicos nos parece s€r una figura
aún demasiado poco er?lorada del sincretismo €rtre dos socie¿lades, entre
las cuales ninguna doñina a 1a otra. Pero pose€ también, a nuestrojuicjo,
una dimensjón política fturdamertal por €l he€ho de ronstituir una estra
t€gia coh€r€rt€ para manejar y desarmar ]a violencia virtual que entraña
el contacto €on la alteridad étnica, sin caer por €llo €r Ia ftrsión id€ntita
Iia, ni tampoco en ]a ignorancia reclproca. Esperamos por lo tanto haber
contribuido a demostrar €l interés de un €nfoqu€ de este tipo de relaciones
interétnicas er términos de €squ€mas conceptuales y simbólicos que or-
ganizan €l €spacio social y tual de dos cultuas radicalm€nte difer€ntes.
Pero son sus ajust€s y diferenciaciones mutuas Io que dal1 coher€ncia a la
€strategia de contacto con el otro, al crrar un €spacio socio-simbóliro de
intersec.ión, integrado al espacio propio d€ cada uno.
Nos parece que en América del SuI y €n otras partes abundan situa
ciones int€rétnicas parecidas, en tas qu€ €l sincretismo y el tratamiento de
Ia viol€ncia intra € interétnica pueden manifestarse ünculados d€ man€ra
análoga.
,A1 final, el iargo itin€rario a qu€ ha conüdado este estudio perfila unas
figuras d€ diálogo. Para los negros y los [mberá del Chocó Éste no par€ce
posible sino en la medid¡ en que los interlocutores se perciber como ni del
todo el mismo, ni del todo el otro, y qr¡e cada cual logre conc€bir simbóli-
cament€ y d€spl€8ar pragmáticanente la alteridad €n su propio espacio y
Io falnitiar en el espacio d€l otIo.
375
Conclusloñes
/
l{otas
Para una caraderizació. más general de éstas, ver sohe todo overng xapla¡
(r977), p. 391; y Alb.rt (19A5), pp- 673-67A-
Para el análisis de este tipo de orgadzación social, pensamos con Albert (1985),
p. 684, que el conccpto de cspacio social más p.rti¡ente €s €l dcsarrollado para
el sudeste asiático po¡ condomina§ (1980)r "B espa¡rio social es el espacio de
termimdo por el conjrnto de tos sistemas de .elacion€s ceacterfstico del grupo
considerado" (P. l4). Es en este sentido que utiliamos esta noción.
sp€rb€r {1972), pp. t l6-118.
Livi st auss (1971), p. ó1O-
Albert (r985), p.690.
Albert (1985), p. ó91.
oveñng-kplan (1981), Hugh Jones, C. (19791, y Albert 11985), eDtr€ otros.
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l¡ Fes€mia, d impacto fl¡ltural y la parcial iadusión
dd oto cn el cspacio social propio para dcsplegar
todos los rccursosycomp€tenci¡ssocialesyo¡ltu¡¡les
para sentirs€ plcaemente ü¡o ñismo? ¿Pueden
mterdss. lá trarie iBterémicaysus difercntcs f iguras
coño un¿ de las fucntes de la creatividad rocül y de le
singularidad cultu¡al de ci.r:os grupos Einoritarios
I
acercailos por la historia y el territorio? ¿Cómo
"n,¡i'_i construcciotrei colturales cuya identidad
cons¡ta precisamante m su apertut!¡ auüz h¿cü
otr¡s, en la mdtiplicidad de prácticas, aliaaz:e y
refe¡€ntcs territo.iales y cultu¡.lcs? ¿Sela esta
ese¡tegia o¡ln¡r¿l une alt mativa a ta ignorenci¿ dd
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