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Mafia, Ndrangheta, Camorra. en Los Entresijos Del Poder Paralelo PDF
Mafia, Ndrangheta, Camorra. en Los Entresijos Del Poder Paralelo PDF
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D urante los últimos años hemos asistido a la enorme expansión del término
“mafia”1, que ha pasado, de designar el fenómeno de criminalidad organizada
típico de Sicilia, a ser empleado para referirse a una gran variedad de
organizaciones criminales que proceden de distintas zonas del planeta (mafia rusa,
china, turca, etc.) e incluso, de manera general, a una serie de fenómenos de
corrupción más o menos sistemática. Sin embargo, el hecho de que englobemos en
una única categoría a los más variados grupos criminales organizados y a
fenómenos ilegales o criminales de distintas matrices es un obstáculo importante
para la comprensión tanto de la delincuencia organizada nacional e internacional
como de la de los fenómenos propiamente mafiosos.
Dentro de la criminalidad organizada la mafiosa destaca por unas
características distintivas como son su penetración en la sociedad civil, el control
del territorio sobre el que ejerce sus actividades, el empleo de un poder de tipo
totalitario y su capacidad para tejer relaciones relativamente estables con el poder
político. De mantenerse la indistinción entre los dos ámbitos, difícilmente
podríamos, por ejemplo, dar cuenta de la triste y lamentable duración –más de 150
1
A lo largo de esta introducción emplearemos el término “mafia” en minúscula para
referirnos en general al fenómeno criminal. Con la letra mayúscula queremos poner el acento sobre el
hecho de que nos estamos refiriendo a la asociación típica de Sicilia en sentido estricto, a saber,
llamándola por su nombre “propio”, ya que podríamos definir “mafia” también a las otras
organizaciones criminales regionales. Asimismo cuando el término es acompañado por el adjetivo
“siciliana” utilizamos, por lo general, la minúscula, al entender que es suficientemente claro nuestro
objeto. Lo mismo vale para los términos “’Ndrangheta” y “Camorra”. A lo largo de los textos hemos
preferido respetar las indicaciones de los autores teniendo siempre presente la diferencia de matices
que, de manera general, encierra el uso de la letra mayúscula o la minúscula.
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años– de este fenómeno. Una vez hecha esta aclaración y entrando a analizar la
especificidad de los fenómenos de tipo mafioso, debemos distinguir entre las
diferentes organizaciones que pueden adscribirse a esta denominación común, a
saber, la Mafia siciliana, la ‘Ndrangheta2 calabresa y la Camorra napolitana.3 Si
bien podemos reconocer entre ellas unas características comunes, son distintos, por
ciertos aspectos, los campos de acción, las estructuras organizativas y las estrategias
elaboradas a lo largo de la historia.
Pero ¿cuál es la idea que se tiene de la mafia fuera de Italia?
Sin duda se trata de una imagen fuertemente condicionada por las visiones
estereotipadas difundidas por el cine, la literatura y los medios de comunicación de
masas a lo largo de este siglo. La mafia es vista como una organización inasible
compuesta por hombres que se rigen por reglas y códigos de conducta que parecen
proceder de algún fondo oscuro y arcaico de las acciones humanas y que se mueven
dentro de un contexto igualmente arcaico. Se trata de una imagen que despierta en
igual medida la preocupación y cierta curiosidad enfermiza que los fenómenos
truculentos y parcialmente incomprensibles suelen producir en la opinión pública.
Al contrario, si nos referimos a la realidad histórica, el panorama se vuelve
decididamente menos indeterminado. Mucho se conoce ya de estas organizaciones
y numerosos han sido los mafiosos, ‘ndranghetistas y camorristas que, gracias a la
labor llevada a cabo por la magistratura italiana, han sido procesados y condenados.
Abundante es la información que hoy tenemos de estos fenómenos, gracias
a las agudas y eficaces actuaciones judiciales que se han llevado a cabo en las
fiscalías italianas, a partir especialmente de los años ochenta, y a la obra de
historiadores, antropólogos y sociólogos. Muchos lugares comunes e ideas
fuertemente arraigadas en torno a la problemática mafiosa han sido superados,
como por ejemplo la que sostenía que la mafia es de algún modo el espejo de la
sociedad tradicional meridional, un caso de parasitismo criminal nacido dentro de
un sistema socio–económico estático y aún feudal, como se suponía que era la
Sicilia de mediados del siglo XIX, y funcional a la reproducción del mismo. Es
2
El término ‘Ndrangheta como organización mafiosa típica de Calabria no está aún recogido
por los diccionarios españoles, si bien empieza a aparecer en artículos de prensa e informes policiales.
La razón es que este fenómeno ha sido relativamente subestimado incluso en la propia Italia, donde
durante mucho tiempo esta organización ha sido considerada menos peligrosa que la Camorra
napolitana y por supuesto que la Mafia siciliana, hasta la reciente toma de conciencia de que la
‘Ndrangheta es posiblemente la más poderosa y peligrosa organización de tipo mafioso incluso a nivel
internacional. Por ende, es natural que fuera de Italia el término sea poco frecuente. No obstante, hemos
decidido utilizar en esta introducción y a lo largo del libro el término ‘ndranghetista, adaptándolo,
cuando esto se ha considerado necesario, al castellano (‘ndranghetistas) para señalar a los exponentes
de tal organización (sust.) o a lo referente a la misma (adj.), así como en español se encuentra ya
codificado “mafioso” tanto como adjetivo cuanto como sustantivo.
3
Hay una cuarta “mafia” italiana que en este libro no es analizada expresamente, la Sacra
Corona Unita, que opera en Apulia.
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cierto lo contrario; ya desde sus orígenes la mafia se afirma en las zonas que
estaban viviendo la división de la propiedad latifundista. Nace ya, diríamos, con la
característica de saberse adaptar e introducir rápidamente en las dinámicas y en las
transformaciones del desarrollo económico y productivo, lo que nos permite superar
el otro tópico de la dialéctica entre una supuesta vieja mafia, que ejercía únicamente
funciones de intermediación y de “protección” en un ámbito agrario estático, y una
nueva mafia que se dedica a la rapaz acumulación de capitales y que no sólo intenta
captar los flujos de dinero público dirigido a la realización de obras extorsionando
porcentajes del mismo a las empresas, sino que se hace ella misma empresa
invadiendo tanto los mercados ilícitos como los legales.
Tampoco son un misterio las ramificaciones que las organizaciones
mafiosas italianas han extendido no sólo por toda la península transalpina sino a lo
largo del mundo, más allá del tradicional eje Palermo–Estados Unidos, sin por ello
abandonar el control de sus territorios de origen y sus actividades tradicionales.
Baste con señalar que la ‘Ndrangheta posee desde hace años importantes sucursales
en países y áreas tan distantes entre sí como Australia y Canadá, Alemania y el
Norte de África, y ha llegado, en la opinión de los expertos, a conseguir el triste
objetivo de ser la primera organización criminal del mundo debido a su poder y
peligrosidad.4
La imagen de la mafia como espejo de la tradición tenía, en muchos de los
análisis que se han sucedido, un especial correlato que tendía a negar la existencia
de la organización como tal y a considerar la “mafiosidad” como un rasgo típico del
carácter y la cultura, como una suerte de atávica actitud de las poblaciones del Sur
de Italia, y de Sicilia en particular, a tomarse la justicia por su mano, a desconfiar de
la autoridad estatal, a establecer relaciones de solidaridad centradas en torno al
ámbito familiar. Es de notar que, al menos hasta los años cincuenta del siglo
pasado, afirmaciones de este tipo constituían también los ejes defensivos de los
mafiosos en numerosos procesos, a través de la paradoja finísima y solo aparente de
negar la mafia revindicándola. Es decir, se afirmaba públicamente, y en algunas
ocasiones con orgullo, la “mafiosidad” como dato cultural para negar la existencia
de la mafia como organización.5
4
A todo esto no queda inmune tampoco España, considerada como uno de las principales
etapas del tráfico de drogas desde Latinoamérica por cuenta de las mafias italianas, y cuyo territorio
ha sido elegido para reinvertir las ganancias ilícitas, especialmente en el mercado inmobiliario de la
Costa del Sol, y en ocasiones refugio para los miembros en fuga de la policía italiana o de los
conflictos internos a la propia mafia. Véase, entre otros, Ciconte 1996: 193 y el artículo de Carlos
Resa Nestares, “Evolución reciente de la delincuencia organizada transnacional en España”, en
http://www.uam.es/personal_pdi/economicas/cresa/text2.html
5
Véase, a este respecto, la reconstrucción que hace el historiador Salvatore Lupo de las
declaraciones del conocido político siciliano de la primera mitad del siglo Vittorio Emanuele Orlando
(Lupo 1996: 176).
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Podríamos definir genéricamente el término omertà como “ley del silencio”. En realidad
esta palabra encierra una serie de modelos de comportamiento desde la indicación de vengar por propia
cuenta las ofensas sin recurrir a la autoridad estatal hasta mantener una relación de distancia respecto a
ésta. Según las interpretaciones tradicionales omertà derivaría de la raíz siciliana omu (hombre) y
estaría relacionada con un particular concepto de virilidad, o bien del término umiltà, palabra utilizada
en el siglo XIX en las organizaciones masónicas. Para un análisis más amplio del tema, véase el artículo
de L. M. Lombardi Satriani en este libro, y también Lupo 1996: 38, 59, 143,144.
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Justamente mientras escribimos estas notas llegan desde Italia noticias de una terrible
guerra entre distintos clanes de la Camorra que está ensangrentando las calles de Nápoles y provocando
un clima de auténtica emergencia. Se calcula que, sólo en la zona de Nápoles, desde comienzos de 2004
han sido asesinadas más de 120 personas. Nótese que el diario El País del 12 de noviembre de 2004
recoge la noticia con un elocuente subtítulo “La ausencia de líder mafioso desencadena en Nápoles una
ola de crímenes” y añade, más adelante, que la terrible serie de asesinatos se produce “porque falta un
gran capo que controle a la veintena de clanes que compiten por el control de la ciudad y restaure el
viejo sistema de alianzas”. El ejemplo es interesante ya que parece tratarse del caso típico de la
extensión de un único supuesto “modelo” de mafia compuesto por un jefe indiscutido que manda, como
si fuera un padrino cinematográfico, sobre un amplio ejército de matones sumisos. La historia de la
Camorra revela todo lo contrario: en este caso no se ha conseguido jamás una estructura vertical y
centralizada que reuniese a los distintos clanes (con las excepciones que hemos mencionado en el texto)
sino que se ha mantenido generalmente una estructura “horizontal”. Las fuentes investigadoras más
creíbles apuntan a que en los últimos años se ha producido un intento centralizador por parte del jefe del
clan Di Lauro, cuyo heredero ha intensificado en momentos más recientes, desencadenando una
reacción centrípeta que parece estar en el origen de la sangrienta guerra de estos últimos meses.
INTRODUCCIÓN 13
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Hay que señalar, sin embargo, que esta “regla” ha sido quebrantada por lo menos en una
ocasión. El 9 de agosto de 1991 la ‘ndrangheta asesinó, cerca de Reggio Calabria, al juez Antonio
Scopelliti, que se estaba ocupando de un importante proceso contra la mafia siciliana que parece haber
sido quien urdiera el asesinato delegando en los calabreses para su ejecución material como
contrapartida para su mediación en la pacificación de la sangrienta guerra entre bandas de la
‘ndrangheta que había protagonizado los últimos años de la década de los ochenta y los primeros de la
de los noventa. A este respecto véase el artículo de Salvatore Boemi en este libro, y Ciconte 1996: 149-
150.
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mafia es una especie de “Estado” dentro del Estado, naturalmente en conflicto con
éste pero que existe contemporánea y paralelamente al mismo.
Sin embargo, si nos detenemos a observar el complejo funcionamiento de
las organizaciones mafiosas, sus variados campos de influencia y sus intereses,
pronto descubriremos que la descripción de la mafia como una realidad anti–
Estado es parcial e insuficiente. El primer objetivo de la mafia es la acumulación
de riquezas, bien parasitando las actividades comerciales y productivas, bien
“interceptando” los fondos “públicos” o comerciando con bienes ilegales y
reinvirtiendo sus ganancias ilícitas en la economía legal. Es evidente que alcanzar
un alto nivel de enfrentamiento con el Estado y atraer la atención de sus aparatos
de represión pondría en peligro justamente este objetivo prioritario. Es más,
muchas de las necesidades económicas e incluso organizativas de la mafia
requieren una cierta capacidad para encontrar el apoyo de funcionarios del Estado
y de políticos “complacientes”, tanto para ver favorecida la empresa “protegida”
en la asignación de una contrata pública, como para intentar “arreglar” los juicios
contra miembros de la organización.
Se trata, en todo caso, de una “coexistencia” que puede romperse en cada
momento; el juez Falcone escribía, en un libro publicado pocos meses antes de su
trágico asesinato, “el diálogo Estado–mafia, con los altibajos entre ambos
ordenamientos, demuestra claramente que la Cosa Nostra no es un anti–Estado,
sino más bien una organización paralela que quiere aprovechar los desajustes del
desarrollo económico actuando en la ilegalidad y que, en cuanto se ve realmente
contestada y en dificultad, reacciona como puede, agachando la cabeza” (Falcone–
Padovani 1991: 82); análisis que pone de relieve la extraordinaria adaptabilidad de
la mafia frente a las instituciones. En los años noventa se estaban llevando a cabo
procesos históricos contra esta organización criminal, que se lanzó a la eliminación
de quienes representaban la vanguardia de la lucha antimafia, así como a perpetrar
atentados terroristas como los ya mencionados de Milán, Florencia y Roma.
Sabemos que esta estrategia costó cara a la Mafia, la cual se vio hostigada por la
respuesta contundente del Estado que llevaría incluso a la captura del que entonces
era el jefe absoluto, Totó Riina.
Las palabras de Falcone se adaptan perfectamente a descifrar la fase actual
del fenómeno mafioso: ante las graves pérdidas sufridas en los años noventa y las
numerosas detenciones, la Mafia ha decidido abandonar la estrategia de Riina y
“agachar la cabeza”, cerrar filas y abstenerse de toda acción que motivara un
especial celo por parte de los aparatos represivos institucionales. En definitiva,
hacerse “invisible” para volver a sus lucrativos negocios sin ser molestada.
Sin embargo muchas cosas han cambiado en la sociedad italiana
especialmente a lo largo de los últimos veinte años. Una nueva generación de
magistrados preparados y valientes ha dado un impulso inédito a las investigaciones
relativas a los fenómenos mafiosos a partir de los años ochenta y especialmente en
INTRODUCCIÓN 15
los noventa, no sólo en la ciudad de Palermo, sino también en otras fiscalías del Sur
de Italia. El propio Estado ha manifestado, en ocasiones, mayor decisión y voluntad
que en el pasado y la legislación antimafia se ha ido enriqueciendo con
disposiciones importantes para contrarrestar no sólo el brazo militar de la mafia sino
también sus intereses económicos. La sociedad ha desarrollado una creciente
conciencia de rechazo y oposición a este fenómeno criminal y a la cultura mafiosa;
muchas son las asociaciones, las coordinadoras y los movimientos antimafia que se
han constituido y que han creado un clima de aprecio y de apoyo hacia la labor de
los magistrados.
Sin embargo, la mafia está lejos de ser derrotada; algunos señalan que
“mientras las mafias de un tiempo han visto entrar en crisis su legitimación
popular, viceversa se han puesto en sintonía absoluta con los valores transmitidos
por el sistema político meridional que ha asumido esta grave responsabilidad:
relegitimar con sus comportamientos el sistema mafioso mientras éste perdía sus
raíces populares” (Centorrino–La Spina–Signorino 1999: 13). Es nuestra opinión
que este papel de “legitimación” no es exclusivo de la clase política, sino resultado
del concurso de distintos sectores de la sociedad, como por ejemplo ciertos ámbitos
empresariales que, lejos de ser únicamente víctimas de la prepotencia mafiosa, en
ocasiones encuentran en ésta un partenaire que refuerza su posición en el mercado
haciendo ineficientes los mecanismos de la competencia, privilegia su acceso a los
fondos y contratas públicas, e incluso aporta capitales llegando a dar vida a
auténticos casos de “empresa con participación mafiosa”.
La mafia, tal como antiguamente ocurría en el ámbito agrario, ha actualiza-
do su papel, llegando en muchos casos a ser el lugar donde encuentran cabida y se
median una serie de intereses distintos, que ven intervenir sectores de la política, de
la empresa (no sólo meridional ni sólo italiana) y de las profesiones liberales que
conforman también (sin profundizar y suspendiendo el juicio acerca de la
problemática de una supuesta “burguesía mafiosa”, como sostiene Umberto Santino
–Santino1995–) un sistema de poder económico paralelo profundamente perjudicial
pero eficaz.
El fenómeno mafioso es, por ende, especialmente complejo, y requiere,
para su comprensión, una serie de análisis que no se limitan al puro hecho criminal,
sino que deben ahondar también en ámbitos distintos como los factores culturales,
sociales y económicos.
En el presente volumen el Profesor Angelo Sindoni se ocupa del tema de
las visiones, de los lugares comunes y de las más relevantes adquisiciones de la
historiografía en torno a la ‘Ndrangheta, la Camorra y la Mafia, ofreciéndonos un
panorama preciso del origen de estos términos y efectuando una incisiva acción de
demolición de los errores de evaluación y de las imprecisiones que, desde muchos
ámbitos, se han acumulado en torno a la reflexión sobre estos temas.
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represalias mafiosas, es el tema del artículo de Tano Grasso, quien fue el “padre” de
esta asociación que ha constituido el modelo para importantes experiencias
posteriores y colabora actualmente con los Ayuntamientos de Nápoles y Roma
como asesor sobre estos temas.
Giuseppe Lavorato nos introduce a las problemáticas con las que se
enfrenta un alcalde de una ciudad con intensa influencia mafiosa, cuáles son las
dificultades y cuáles las acciones que éste puede emprender partiendo de su
experiencia directa al frente del Ayuntamiento de Rosarno, una localidad de la
provincia de Reggio Calabria que sufre, lamentablemente, una importante presencia
mafiosa pero que ha demostrado saber reaccionar con valor.
Un balance de la legislación italiana en tema de lucha contra las
infiltraciones mafiosas en las instituciones es cuanto ha desarrollado Giuseppe
Priolo en su artículo, señalando para el lector el contexto en el que determinados
instrumentos legislativos han sido adoptados, los logros de los mismos y sus
límites.
La importancia de la difusión de la cultura de la legalidad para luchar con-
tra las organizaciones y los comportamientos mafiosos y preparar las condiciones
para una sociedad más justa es el centro de la ponencia de don Luigi Ciotti,
presidente de Libera, una red de asociaciones que de alguna manera sintetiza los
esfuerzos y las iniciativas que la sociedad civil ha puesto en práctica a lo largo de la
última década en Italia; una asociación que nos es presentada por Davide Pati, quien
no sólo aborda la génesis de la misma, sino también analiza las principales
actividades que ésta realiza, como la educación en las escuelas y la reutilización
para fines sociales de los bienes confiscados a los mafiosos.
La ponencia de Patrizia Resta aborda el tema de las mafias balcánicas,
especialmente la albanesa, cuya virulencia se ha puesto de manifiesto con las
convulsas transformaciones que este país ha experimentado tras la caída del Muro
de Berlín; fenómeno mafioso que ha encontrado en las estructuras tradicionales de
la sociedad albanesa un marco propicio en el que desarrollar su actividad delictiva.
La reconocida capacidad de la mafia para establecer conexiones con otros
grupos criminales internacionales adquiere otro cariz debido al proceso de
globalización de los mercados y de eliminación de las fronteras. Las múltiples
problemáticas vinculadas a la criminalidad transnacional en un escenario global
constituyen el argumento propuesto por el economista Mario Centorrino, quien
analiza estos temas sin pasar por alto las relaciones y las repercusiones que tales
procesos tienen sobre los ámbitos económicos locales.
Justamente esta dimensión internacional y transnacional de las actividades
de las organizaciones criminales y mafiosas reta a los Estados a afrontar el
problema de la cooperación policial y judicial, abatiendo las fronteras que aún
constituyen barreras casi infranqueables para las policías y los magistrados y que,
sin embargo, son sólo un recuerdo del pasado para las actividades criminales.
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es el actual ministro de obras públicas de Italia, quien, no hace mucho, afirmó que
con la mafia “hay que aprender a convivir”, demostrando, en la más benevolente de
las hipótesis, un absoluto desconocimiento y subestimación del problema.
No se trata, en nuestra opinión, de cuestiones superfluas, especialmente si
nos detenemos a analizar las repercusiones que determinados ataques y ciertas
declaraciones tienen en la opinión pública; si por un lado se ve avanzar un clima
general de desconfianza hacia la magistratura, por el otro, muchos que en el pasado
habían vislumbrado la esperanza del cambio, podrían sentirse impulsados a
considerar que, en este clima, la lucha contra la mafia resulta improductiva, está
abocada al fracaso o es incluso poco deseable.
Sin embargo, el hecho de que el fenómeno mafioso siga floreciendo y
demostrando su capacidad de penetración en los ganglios de la sociedad no autoriza
a pensar que se trata de una batalla ya perdida ni menos aún que con la mafia
tengamos que resignarnos o convencernos a convivir. Parte del legado de Giovanni
Falcone reside en su afirmación de que la mafia es un “fenómeno humano, y como
todos los fenómenos humanos tiene un comienzo, una evolución y un final”
(Falcone–Padovani 1991: 154).
Es una batalla difícil, que no puede ser ganada sólo por la vía judicial y la
represión policial; si es cierto que el fenómeno mafioso no debe reducirse sólo a los
afiliados de la organización, sino que es el resultado de una serie de relaciones,
conexiones, intereses en los que intervienen distintos sectores de la sociedad,
también lo es la necesidad de que de éstos originen una señal fuerte de inversión del
rumbo para quebrantar la red de solidaridades, intereses y ambigüedades entre la
política, la economía y los criminales que conforman el sistema de poder mafioso.
Justamente en estos días llega desde Calabria la noticia de una
investigación judicial que está poniendo de manifiesto un perverso entramado de
‘ndrangheta, política y negocios.9 El escenario dibujado por los jueces que están
llevando a cabo la investigación es sobremanera preocupante, ya que indica y
confirma la extraordinaria capacidad de la ‘ndrangheta para llevar a cabo planes
criminales de alto nivel, coagular en torno a sí una gran variedad de intereses e
influir profundamente en la gestión política y administrativa a nivel municipal,
provincial y regional, así como establecer contactos y relaciones con sectores
centrales de la política y de las instituciones también a nivel nacional. El grupo
estaría compuesto por periodistas, ex diputados nacionales ya implicados en
procesos de mafia, profesionales liberales, miembros del ordenamiento judicial e
incluso un agente de los servicios secretos los cuales ponían en práctica, entre otras,
9
Cfr. la mayoría de los periódicos calabreses y nacionales de las días 10, 11 y 12 de
noviembre 2004, especialmente Gazzetta del Sud (10 de noviembre) y La Repubblica (10 de
noviembre).
20 STEFANO MORABITO
Bibliografía
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