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Las inversiones que se realicen con las reservas deben ser seguras y
líquidas; es decir, no debe haber posibilidad de perdida del dinero y se debe
poder disponer de éste en cualquier momento para cumplir con otras
funciones, como son los pagos que debe hacer el país en el exterior.
La Misión Kemmerer pudo cumplir con su cometido inicial en tan sólo dos
meses, ya que parte del camino había sido preparado por los parlamentarios
colombianos, quienes venían debatiendo, desde comienzos de los años diez,
la necesidad de crear un banco de emisión. Además, desde 1917 se había
logrado un consenso en torno a que dicho banco debería seguir, en lo
fundamental, la organización y las funciones del sistema de 1a Reserva
Federal de los Estados Unidos.
Por ello, la Misión Kemmerer, cuya intención era establecer en Colombia una
organización bancaria similar a la de Estados Unidos, no tuvo mayores
dificultades para convencer a los dirigentes locales respecto a la legislación
que querían proponer. Esto se aprecia claramente, al comparar la Ley 30 de
1922 con la Ley 25 de 1923. Esta última fue redactada por la Misión
Kemmerer, pero retomó muchos de los artículos de la primera, en forma casi
literal.