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50 brechas de Grey
«Ya nada funciona», dicen los malos jugadores. «El
mundo va mal», opina la sabiduría popular. Nosotros
decimos más bien que el mundo se fragmenta. Nos
habían prometido un nuevo orden mundial. Lo que se está
produciendo es lo contrario. Anunciaban la generalización
planetaria de la democracia liberal. Lo que se generaliza
es más bien las «insurrecciones electorales» en contra de
ella y su hipocresía, como se quejan amargamente los
liberales. Sector tras sector, la fragmentación del mundo
se prosigue, sin descanso, sin interrupción. Y esto no es
únicamente un asunto de geopolítica. Es en todos los
dominios que el mundo se fragmenta, es en todos los
dominios que la unidad se ha vuelto problemática. Unidad
en la «sociedad», en nuestros días, ya no existe más de lo
que existe en la «ciencia». El salariado explota en todos
los tipos de nichos, de excepciones, de condiciones
derogatorias. La idea de «precariado» oculta
oportunamente que ya no existe ninguna experiencia
común del trabajo, ni siquiera precario. Tanto es así que
ya tampoco puede haber experiencia común de su
detenimiento, y que el viejo mito de la huelga general
existe ya sólo para ser depositado en el estante de los
accesorios inútiles. La medicina occidental se limita a
improvisar con técnicas que hacen volar en pedazos su
unidad doctrinal, como por ejemplo la acupuntura, la
hipnosis o el magnetismo. Más allá de los usuales amaños
parlamentarios, no existe ya, políticamente, una mayoría
para nada. El comentario periodístico más atinado,
durante el conflicto que comenzó con la ley Trabajo en la
primavera de 2016, constataba que dos minorías, una
minoría gubernamental y una minoría manifestante, se
enfrentaban ante los ojos de una población espectadora.
Incluso nuestro propio Yo se presenta como un
rompecabezas cada vez más complejo, cada vez menos
coherente — tanto es así que para que se sostenga,
además de las sesiones con el psicólogo y los
comprimidos, ahora son necesarios algoritmos. Es por una
simple antífrasis que se llama «muro» al flujo tendido de
imágenes, de informaciones y de comentarios mediante
el cual Facebook trata de dar forma al Yo. La experiencia
contemporánea de la vida en un mundo hecho de
circulación, de telecomunicaciones, de redes, de un caos
de informaciones en tiempo real y de imágenes que
intentan captar nuestra atención, es fundamentalmente
discontinua. En una escala completamente distinta, los
intereses particulares de las personalidades tienen cada
vez más problemas para hacerse pasar por «el interés
general». Sólo hace falta ver cómo los Estados tienen
dificultades para implementar sus grandes proyectos de
infraestructuras, desde el valle de Susa a Standing Rock,
para darse cuenta de que la cosa ya no marcha. Que
ahora haga falta solicitar una intervención del ejército y
sus cuerpos de élite en el territorio nacional para una obra
de poca monta muestra claramente que ahora son
percibidas como las operaciones mafiosas que en igual
medida son.