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Filosofos en La Era de Los Algoritmos - Odt
Filosofos en La Era de Los Algoritmos - Odt
El positivismo filosófico del siglo XXI tiene nombre: “Realismo Especulativo”. Tiene, también,
enemigos declarados (el correlacionismo heredado de Kant y Hegel, que supone que la única
experiencia posible del mundo es aquella que tiene al sujeto como protagonista del conocimiento) y
aliados poderosos (la neurociencia, la biología genética, las artes y la computación cuántica). De
todos ellos se valen autores como Quentin Meillassoux, Graham Harman y Ray Brassier, para tratar
de probar que la filosofía no tiene por qué someterse exclusivamente a la realidad susceptible de ser
capturada y “vivida” por el ser humano, y que la obligación de éste no es sólo volverse prescindible
desde un punto de vista metodológico, sino, incluso expandir la frontera de la especulación
científica hasta terrenos que lindan con la literatura fantástica. La narrativa de la nueva filosofía
está, desde entonces, más cerca de novelistas del terror y la utopía, como H.P. Lovecraft y J.G
Ballard, que de Hegel y Adorno.
Federico Romani
Pensadores para la región
En ese pasaje del intelectual crítico al funcionario lo que se pierde en sofisticación teórica o en tener
que justificar a priori el oficialismo, se gana en contacto con un conocimiento directo de los modos
de cambiar la realidad.
La intervención de Laclau y la relación tan estrecha que traza entre teoría, acción política y
coyuntura marcaron un tono muy diferente a los debates que se venían desde los 80. En la
posdemocracia aparecieron una serie de intelectuales que no solo tuvieron una gran relevancia en
los medios sino que al día de hoy siguen influyendo en los debates: Néstor García Canclini,
Beatriz Sarlo, Carlos Monsiváis (muerto en 2010), Nelly Richard, Elena Poniatowska, Jesús
Martín-Barbero, Roberto Schwarz, entre otros. Los temas de debate fundamentales eran la
modernidad, los medios y la democracia y el lugar de los intelectuales como críticos privilegiados,
puesto en cuestión por el avance de los medios. Por supuesto que esa postura crítica del poder es
todavía vigorosa pero lo que cambió es la escena en que se expresa hoy: la exposición pública es
mucho mayor, las intervenciones exigidas por la esfera pública son más frecuentes, la convivencia
con la palabra de otros actores sociales y la aparición de las redes digitales cambiaron las reglas de
juego. Las redes no sólo crearon un nuevo modo de la fama sino que también y se hicieron eco de
opiniones de los y las intelectuales, reproduciéndolas, celebrándolas, tergiversándolas o
injuriándolas. Así, un intelectual opina sobre un tema de importancia como la crisis en Bolivia y
salen muchísimos tweets o posts, algunos escritos por usuarios, otros por trolls, que convierten al
académico en trending topic. Esto le da al discurso crítico un impacto único, poderoso y a la vez
impredecible.
El cambio de escenario es también un cambio en las prioridades de la agenda intelectual. Luchas
que antes eran consideradas específicas o de “minorías” y que tenían un lugar lateral en los debates
de la modernidad –el feminismo, la ecología, los derechos LGTBIQ y las luchas étnicas– pasaron a
ser prioritarias. Estas cuestiones se vienen debatiendo desde hace tiempo pero hoy ocupan un lugar
central y transversal. Cualquier teoría que quiera dar cuenta de la actualidad debe referirse a estas
cuestiones. Por eso, no es casual que las voces más poderosas provengan del feminismo como –para
hablar de aquellas con más trayectoria– Rita Segato, Elena Poniatowska, Silvia Rivera
Cusicanqui y la propia Nelly Richard, quien siempre había tenido una posición más heterodoxa en
los debates sobre la modernidad.
La feminista afrobrasileña Djamila Ribeiro publica en Brasil los libros ¿Quién teme al feminismo
negro? y Un pequeño manual antirracista y se transforman en best-sellers. Con su percepción sutil
de los “mandatos de masculinidad”, Rita Segato logra proponer una contrapedagogía del poder
patriarcal que, del mismo modo que sucedió con Laclau, retomó conceptos que ya estaban en el aire
o que tienen una larga tradición filosófica y llegó a un gran público sin perder solidez. El hecho de
que Segato venga de la antropología tampoco es menor: el trato metódico con las otredades de esta
disciplina la ha dotado de un arsenal conceptual para enfrentar la cuestión contemporánea por
excelencia del presente latinoamericano: ya no si somos o no modernos, sino cómo crear conceptos
para las diferentes resistencias de grupos o colectivos por largo tiempo acallados. Y no solo se trata
de personas humanas sino también de seres de la naturaleza, de la biodiversidad. En este campo, el
antropólogo brasileño Eduardo Viveiros de Castro, a partir de su concepto de “perspectivismo
amerindio”, logra articular una defensa de los indios, los recursos naturales de la Amazonia y los
derechos ciudadanos, convirtiéndose en uno de los intelectuales del momento. Con un gran trabajo
de campo y de archivo pero también respondiendo a las demandas de dar respuestas en momentos
de crisis, los y las intelectuales de América Latina están construyendo teorías de gran potencia para
intervenir en la realidad.
Gonzalo Aguilar
Filósofos en la era del algoritmo: Yuval Noah Harari