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Supongamos que se trata de un libro

A propósito de Madmaxismo de Fernando López Lage

fernando barrios

Comencemos parafraseando a Fran Lebowitz- personaje que admiramos ambos- en


Supongamos que N York es una ciudad, plantando la sospecha maliciosa respecto a que
estemos ante un libro. Ya de paso nos evitamos el trillado Esto no es una pipa…Quizás
no sea tan disparatado, ya que sabemos que en el campo del arte nada es lo que parece.
Y dado, además, la más que justificable distancia crítica que el mismo López Lage
establece con la cultura letrada.

El libro en tanto dispositivo colonial de escritura, en este caso al menos, quizás pueda
entenderse como el agenciamiento de textos collage- y el libro mismo puede ser
pensado en tanto collage- o constelación subjetiva de ideas y experiencias a ser vividas,
sin que sean evitables los tropezones, los cambios de dirección y o de tono, las
alternancias de registros distintos de análisis, como capas de cebolla o cinta de
moebious en la que se pierde toda lógica binaria del adentro y del afuera. Quizás más
cercano a la diseminación derridiana o a la escritura proliferante, neobarroca de un
Perlhonger o un Lezama Lima, solo que en el campo del ensayo, Fernando nos pasea
por las mil y una voces de la conversación contemporánea.

Y eso quizás sea ya su primer seña de valor y disidencia: alguien del campo de las artes,
visuales si queremos conservar este adjetivo aún, no un filósofo, ni un sociólogo ni un
antropólogo, hablaescribe (permítanme esta condensación neológica, que creo más que
pertinente, ya que de un escribir cercano al decir, por momentos indistinguiéndose de
él), hablaescribe de filosofía, de política, de biología y de ciencia, de tecnología y de
subjetividad y… de arte. Porque los campos hace rato disueltos, de-generados aún
pretenden especificidad y expertos en la academia y no solo allí.

López Lage atraviesa géneros y disciplinas a tono con lo que Bruno Latour, Donna
Haraway, Viveiros de Castro e Isabelle Stengers entre otrxs, hace tiempo vienen
haciendo.

Dice Bruno Latour en Nunca fuimos modernos: “Híbridos nosotros mismos, instalados
de soslayo en el interior de las instituciones científicas, algo ingenieros, algo filósofos,
terceros instruidos sin buscarlo, hicimos la elección de describir las madejas
dondequiera que nos lleven”

Traducción o red, serán para Latour, las herramientas para recoger estos hilos de
Ariadna, de estas historias mezcladas.

Libro compost, de parentescos raros, de ensamblajes y composición cyborg o pariente


de textos calientes y en descomposición generativa.

Y me detengo tanto en esto que podría no ser nada más- ni nada menos- que una nota
de método, porque hace tiempo considero que: el cómo es también un qué. Es decir,
cómo se hace algo es también ese algo. Forma y contenido nunca fueron del todo por
carriles separados, pero esto supone un paso más, al considerarlos indistinguibles.

Dicho sea de paso, muchas veces constatamos obras de factura formal impecable, super
pro, que sustentan ideas más que pobres o carentes de toda problematización, en sentido
foucaultiano. Y esto vale tanto para la escritura como para las artes visuales.

Supongamos que se trata de un libro, entonces diremos que es de los buenos, en un


sentido más que antojadizo y personal: uno entiende algo de lo que se trata, recién
cuando termina de leerlo. E incluso en su relectura. La última frase, la que cierra,
concluye el libro, dice: “…madmaxismo, esa última expresión desesperada del
humanismo”, y uno suspira: ah! Era eso!!... no estaba tan errado.

Pero el madmaxismo, dice alguien por allí, puede incluir estrategias de supervivencia
ante la crisis que van desde crear tu propia huerta a comprar un rifle para protegerte de
lxs otrxs.

El libro se abre con un paneo descriptivo-analítico de lo que podríamos llamar muy


malamente: el presente. Un presente que se reconoce heredero de una modernidad
occidental, colonial que es conquista y episteme y epistemicidios múltiples y
antropocentrismo especista y una larga lista de sesgos desde los que percibimos/nos
percibimos, concebimos y excluimos… desde los que vivimos. Es también una hoja de
ruta de las múltiples advertencias que hoy ya son imposibles de soslayar: advertencia
decolonial, de los feminismos, de la racialidad y las múltiples opresiones
interseccionales, antiespecista etc etc

Es también una puesta en crisis de una racionalidad, que permea- lo sepamos o no- no
solo el pensamiento o los sistemas filosóficos sino también al arte y a la vida.

De ahí la pregunta no retórica que nos lanza: “¿La vida, la naturaleza, la especie
humana podrán ser interpeladas desde la propia epistemología moderna?; y si no fuera
así ¿cómo lo haremos? ¿Podremos acordarle a la fabulación y a la especulación, y,
mejor aún a la fabulación especulativa, estatuto de conocimiento? ¿Y a otras
cosmovisiones no modernas, a otras cosmopolíticas?
¿Es la episteme el único modo de conocer? ¿Hay lugar para los saberes subalternos, de
los que hablara Foucault en Defender la sociedad? Y ¿acaso el arte- seamos menos
grandilocuentes: acaso algún arte- no operó siempre desde una otra relación al
conocimiento y al saber?

La producción-invención de lo humano se devela de la mano de Peter Sloterdijk y su


noción de antropotécnicas como técnicas de producción de lo humano que ocultan su
costado eugenésico. La eugenesia como fantasma que se adjudica al avance tecnológico
es algo similar a aquello que nos advirtiera el psicoanalista Donald Winnicott: “se teme
algo que ya se vivió”, se teme el advenimiento de lo ya vivido. El futuro ya está aquí o
Nunca fuimos humanos.
Madmaxismo es un reto, una provocación más que una tibia invitación. Es una apuesta
política a revisarlo todo.

Una ampliación de la comunidad que incluye animales humanos y no humanos, seres


bióticos y abióticos, máquinas y sistemas con los que agenciarnos, con los que aumentar
nuestras potencias y hacer vivibles todas las vidas, puede ser visto como utópico y
quizás lo sea, pero emparentado con el sentido revisado que José Esteban Muñoz
plantea en Utopía queer de una “futuridad antinormativa”.
Entre el No future de Lee Edelman y la futuridad queer, la apuesta de Madmaxismo
extiende o borronea las fronteras hasta incluir lo extraplanetario, lo alien.

Acoger lo alien sin miedo a alien-arse, hacerse otrx, desde un compost que habilite
devenires múltiples, no es una apuesta ingenua. Implica una reconfiguración de las
relaciones de poder y dominio que- no solo rigen nuestras vidas- sino que las producen.
Somos efectos de relaciones de poder, que como señala Paul B. Preciado, todxs hemos
creado o sostenido-soportado, por lo que no se trata de una política de la victimización
sino lo contrario una asunción del poder y la potencia en los actos performáticos que
nos producen en relación.

El lugar de las mujeres, en tanto sujeto político que excede la asignación sexo-genérica
e incluye a todxs aquellxs que deciden nominarse mujeres, desde identidades
posicionales y trans, es central en este libro. Y es o son los feminismos el movimiento
social y político más removedor de los siglos XX-XXI, desde las sufragistas a las
xenofeministas post harawaianas, pasando por el feminismo de la diferencia y el de la
igualdad y el transfeminismo- atravesado por la teoría queer- y los feminismos
decoloniales e indígenas e islámicos y los feminismos negros. Porque el
antropocentrismo es un androcentrismo y el capitalismo es también dominación
masculina y colonial y especismo humanista. Y porque el humano es el hombre, desde
una política sexual de la lengua que hace de lo masculino el genérico- Oh casualidad!!

Y entonces se hará entendible el gesto de Haraway de incluir la intervención-caricatura


que Sydney Harris hace del Hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci en El perro de
Leonardo. Caricatura que no obstante no le sirve a Haraway- así lo dice: “para el tipo de
altermundialización que busco con los compañeros mundanos”, ya que aún sostiene un
tecnohumanismo con sueños de purificación y trascendencia.

López Lage puebla la escena contemporánea de una urgencia y una radicalidad inéditas,
y lo hace sin concesiones. Quienes decidan habitar circunstancial o de manera
permanente el campo del arte, no podrán ya refugiarse en las comodidades de lo
ignorado o evitado. Una larga lista de advertencias ha sido hecha y cada quien sabrá o
deberá descubrir que sayo le corresponde.

Es por eso que no sabemos si agradecerle o maldecirlo. Yo elijo agradecerle


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