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LA COLUMNA DE HIERRO
Este libro habla de un hombre “chapado” a la antigua, cuyas virtudes ofendían a los
romanos corrompidos por el poder y la avaricia. Un hombre con los atributos de los
antiguos romanos: justo en su conducta, resuelto en la virtud, fuerte en patriotismo, de
ardiente piedad, animoso en la adversidad, de temperamento pacífico, pero no
servidor secreto de causas equívocas, protector de los débiles, prudente en sus
decisiones, anhelante de justicia, moderado y honorable; poeta, ensayista, orador,
jurista y cónsul.
El 3 de enero del año 648 de la fundación de Roma nació Marco Tulio Cicerón, en la
isla de Arpinum en medio de un clima frío; siendo el tercero con este nombre, hijo de
Marco Tulio Cicerón y Helvia.
El pequeño Marco, aunque delgado como su padre, había andado solo a la prodigiosa
edad de ocho meses y a los dos años ya poseía un formidable vocabulario, gracias a
las secretas visitas que su padre le hacía a su habitación, donde mecía al niño en sus
rodillas mientras le enseñaba a hablar con acento de hombre culto.
El niño se quedaba mirando a su padre con los ojos grandes y cambiantes de su
madre, pero con una mirada mística y elocuente. Por otra parte, a Tulio le complacía
que su hijo se le pareciera. Estaba convencido, cuando Marco cumplió los dos años,
de que su hijo le comprendía perfectamente. Y era verdad. Marco escuchaba a su
padre con una expresión grave y pensativa, arrugando la frente con aire de
concentración y sonriendo dulcemente, como deslumbrado, cuando su padre le
gastaba una broma.
Tenía la cabeza alargada de Tulio, su fino pelo castaño, su redondeada barbilla y su
boca delicada. A veces daba la impresión de ser muy resuelto, lo que no era su padre,
y de tener una mirada decidida, cosas ambas heredadas de su abuelo. De su madre,
en cambio, el pequeño Marco tenía, además de sus ojos, la calma y la constancia.
Marco Tulio Cicerón abuelo, fue un capitán que sirvió al antiguo imperio romano,
descendiente de la familia Cicerón que pertenecía a la clase ecuestre y de la familia de
los Tulios, antiguo linaje real romano, descendientes de Tulio Attio, señor de los
Volscos, que habían ganado una honorable guerra contra los rudos romanos
primitivos.
Por su parte, Helvia descendía de la ilustre familia de los Helvios, que se distinguían
por ser buenos administradores de bienes materiales.
Marco Tulio Cicerón padre tenía vocación de filósofo y poeta griego, mientras Marco
Tulio Cicerón abuelo tenía arraigado el patriotismo militar Romano.
Cicerón padre se hizo de los servicios de su maestro Arquías, que vivía en la ciudad
de Antioquía, era el turno de que su hijo recibiera las enseñanzas de este gran poeta
ateniense en la isla de Arpinum.
Cicerón hijo asimilo el griego rápidamente como si fuera su lengua nativa, a los seis
años ya escribía poemas, que Arquías consideraba uno de los primeros atributos de
un hombre civilizado, del que tristemente carecían los romanos. El poeta griego y el
abuelo Cicerón fueron desde un inicio enemigos mortales, porque Arquías tan sobrado
en mentalidad era poco afecto al excesivo ejercicio físico, mientras que para el abuelo
todo se limitaba a ser un buen granjero y militar romano.
Cuatro años después del nacimiento de Cicerón nació su hermano Quinto Cicerón ,
futuro general en las legiones romanas.
Cuando los hijos de Cicerón padre tenían nueve y cinco años respectivamente, se
trasladaron a la ciudad de Roma, en el Carinae; en la parte sudoeste de la cima de la
colina del Esquilino, a causa de la aguda tos que experimentaba Cicerón padre
durante los inviernos, así como a su necedad de que sus hijos debían de convivir con
niños de familias de alta cuna.
Aquel barrio ya no estaba de moda y las familias ricas se estaban mudando a los
alrededores del Palatino; pero aún habitaban el barrio familias de descendencia
patricia, como la formada por Aurelia, su esposo Cayo Julio César y su hijo, que
llevaba el mismo nombre de su padre y, tenía la misma edad de Quinto. Los César
decían no ser solamente patricios sino que también descendían de Julio, el nieto
semidivino de Venus y Anquises.
Marco Tulio Cicerón hijo continúo sus estudios en la ciudad de Roma en la escuela de
Pilón el liberto griego. A Marco le gustaba la escuela, aunque no algunos de sus
compañeros. Llegó a detestar con un odio que le duró toda la vida al gran amigo de
Julio César, Lucio Sergio Catilina. Éste era el favorito de Pilón porque su familia era a
la vez antigua y aristocrática y llevaba uno de los primeros apellidos de Roma, aunque
en ese entonces estuviera empobrecida.
Lucio era sobre todo un muchacho muy guapo, tenía un enorme magnetismo personal
que la mayoría de la gente le encontraba irresistible, aun sus enemigos, de los cuales
tenía pocos a pesar de su carácter. Era un jefe nato y le seguían incluso aquellos que
desconfiaban de él y no le tenían simpatía. Marco aprendió por primera vez que la
virtud y los buenos modales no procuran necesariamente amigos, así como tampoco
la grandeza de ánimo o la inteligencia. Al revés, descubrió que estas cualidades a
veces causan un efecto repelente. Un hombre perverso es más soportable para la
mayoría que uno bueno, que es para ellos un constante reproche y al que terminan
despreciando.
Cicerón conoció a Livia Curio en una de las tantas ocasiones en que la familia de
marco regresaba a su casa de Arpinum; Livia era alta y agraciada, casi de la misma
altura y edad que Marco, su cabello era castaño rojizo y le llagaba a la cintura. Tenía
unos ojos de azul profundo, enmarcados por pestañas y cejas del mismo color de su
cabello. Su nariz era fina y delgada, la boca carnosa.
El otro evento fue el suicidio cometido por quien sería la cuñada de Cicerón, la virgen
vestal Fabia, que al ser seducida por Catilina y quedar embarazada mancho su honor
y decidió coartar su vida.
Mucho antes de que fuera ceremoniosamente iniciado en los misterios y deberes de la
adolescencia (a los doce años), Marco se sintió aún más desgraciado en la escuela
por el ingreso de dos amigos de Lucio Catilina: Cneio Pisón y Quinto Curio.
Cneio Pisón también tenía aspecto encantador y aire patricio, pero más bajo y rápido
que Lucio y aún más altanero, aunque menos interesado en ser un líder, pues era
precavido e intrigante. Tenía cabello rubio, ojos grises y maneras algo afeminadas, y
reía como una niña. No temía a nada y estaba muy orgulloso de su apellido patricio,
sin embargo, su familia era igual de pobre que la de Lucio.
Quinto curio era un jovenzuelo ceñudo, de rostro moreno, arisco, aunque intelectual.
Llegaría a heredar un puesto en el senado y todos se beneficiarían de ello. Alto,
atlético y delgado, sobrepasaba en estatura a Lucio. Tenía una mirada amenazadora y
un rostro adusto y prominente. Su familia tenía más dinero que los Catilina y los Pisón,
siendo además el futuro heredero de un abuelo riquísimo.
Scaevola se asemejaba a una moneda gigantesca, con su enorme cabeza calva que
parecía no tener cuello, su papada que le colgaba sobre el pecho, su barrigón y sus
cortas piernas regordetas. Su cara parecía la de un sátiro con aspecto de intelectual
astuto. Sus ojos parecían de cristal azul que no miraban a ninguna parte. Le gustaba
que le dijeran que tenía una fea nariz chata como la de Sócrates, sobre sus labios
gordos y llenos de viveza. Tenía voz de toro y, aunque era abuelo, seguía viviendo
apasionadamente la vida y no se negaba a ninguno de los placeres.
Creía que los jóvenes sinceros e idealistas estaban locos y que los que admitían la
posibilidad de que el hombre fuera virtuoso estaban locos. En cuanto a los malvados,
ni los despreciaba ni los denigraba. Aceptaba el mal con buen humor y se reía de él.
Simpatizaba con sus clientes, aunque rar vez creía en su inocencia.
Defendía a todos los que recurrían a él, aun a aquellos que carecían de dinero. Era un
hombre rico, de origen patricio. El pueblo lo adoraba porque lo creía caritativo y por su
ardor en defender a los acusados, se sabia todas las mañas del oficio, todos los
reglamentos y al conocer secretos íntimos de muchos políticos poderosos de roma, no
reparaba en hacer buen uso de ellos cuando se trataba de presionarlos para que se
dictara un fallo a su favor.
Por esta misma época Cicerón entablo una estrecha relación con un editor romano
muy rico y culto, llamado Tito Pomponio Ático; el cual hizo aún más rico a Cicerón al
editar sus ensayos que eran del gusto de los políticos romanos. Dichos ensayos
versaban sobre la idea de que Roma no necesitaba entablar guerras innecesarias con
pueblos vecinos para obtener más tierras, que no era repartidas de manera justa al
pueblo, sino que la solución era tomar medidas en la implementación de actividades
económicas internas que pudieran generar estabilidad en el pueblo romano.
La fama de Marco como abogado y orador crecía cada día más en Roma y bajo la
hábil administración de su esposa Terencia, su fortuna aumentaba. Cuando denunció
públicamente a Verres por sus expoliaciones y robos en Sicilia, así como por sus actos
de crueldad contra los propios romanos, el cariño del pueblo hacía él creció más. A
petición de su amigo Julio César, que ya era un político bien acomodado en Roma, fue
nombrado edil curul. Marco tuvo que dejar la mayor parte de sus trabajos como
abogado y dejo a cargo a sus alumnos mas capaces, porque sus deberes como edil
curul apenas le dejaban tiempo libre. A estas alturas Cicerón ya gozaba de gran fama
y cariño por parte del pueblo romano.
Cicerón llego a obtener el puesto de cónsul, no obstante, sus virtudes de antiguo
romano le trajeron demasiados problemas a lo largo de su vida, incluso con la gente
más allegada a él.
Catilina, Pompeyo y Craso fueron solo algunos de los que conspiraron contra su
muerte, pero sería Octavio el encargado de asesinar a los Ciceronios por orden del
triunvirato.
Unos matones torturaron al hijo de Quinto Cicerón para que éste delatara el paradero
de su padre y este soporto valientemente. Para evitarle más sufrimientos, el padre
salió de su escondite y lo mataron al momento junto a su hijo. En el último momento
ambos se miraron con un gesto de cariño, mientras agonizaban sobre los charcos de
su propia sangre.
Por su parte, en palabras de Plutarco, la vida de Marco Tulio Cicerón termino así:
“ En Gaeta había una capilla no lejos del mar dedicada al dios Apolo, sobre la cual
pasó chillando una bandada de grajos, que se dirigieron hacia el bote de Cicerón
cuando éste regresaba hacia tierra y, posándose sobre ambos lados del penol de la
verga, comenzaron a graznar mientras picoteaban los extremos de las cuerdas. Los
que iban a bordo tomaron esto como mal presagio. Cicerón desembarcó y, entrando
en su casa, se tumbó en la cama para descansar, tiempo después sus esclavos los
hicieron levantarse, lo metieron en su litera y lo llevaron a la orilla del mar.
Ero mientras tanto llegaron los que habían sido enviados para asesinarle. Era Herenio,
el centurión, y Popilio, el tribuno, a los que Cicerón había defendido cuando fueron
acusados del asesinato de su padre. Con ellos venían algunos soldados. Al no
encontrarlo en su casa preguntaron a un tal Filólogo por su amo, el cual les informo
que éste se dirigía hacia el mar en su litera a través del bosque. Cuando cicerón vio a
Herenio aproximarse hacia él por el bosque, ordeno a sus esclavos que dejaran la
litera en el suelo. Todos los presentes se cubrieron el rostro mientras Herenio le daba
muerte. Cicerón asomó la cabeza fuera de la litera y Herenio se la cortó. Luego le
cortó las manos, tal como le había mandado Antonio, pues con ellas había escrito sus
Filípicas.
Sus miembros fueron llevados a Roma y entregados a Marco Antonio, quien mando
que la cabeza y las manos fueran fijadas en la Rostra donde hablaban los oradores,
un horrible espectáculo que hizo estremecer a los romanos.
El mutilado cadáver de Cicerón fue apresuradamente enterrado en el mismo lugar
donde fue asesinado.
Cuarenta u tres años después de estos hechos, los anhelado por cicerón se volvió
realidad, Roma recorría el sangriento camino que lo llevaría a la tiranía y al
despotismo de los Césares que ella misma había criado.