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TRES MIRADAS SOBRE LO RIDÍCULO: BAJTIN, SHAFTESBURY


Y BERGSON
(Julián Muñoz)
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INDICE

INTRODUCCIÓN 3

RIDÍCULO Y GROTESCO 4

RIDÍCULO E INGENIO 6

RISA Y RIDÍCULO 11

BAJTIN Y BERGSON: LA RISA Y LA VIDA 11

SHAFTESBURY Y BERGSON: LA RISA COMO CORRECTIVO. 15

CONCLUSIONES GENERALES 17

BIBLIOGRAFÍA 18
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INTRODUCCIÓN

Con este estudio pretendía, en primer lugar, tratar el tema la risa. En este
sentido abordé tres perspectivas teóricas distintas. En primer lugar está Bajtin, con
el capítulo que dedica a la historia de la risa en su texto La Cultura Popular en la
Edad Media y el Renacimiento. Segundo, el ensayo Sensus Communis, de Shaftesbury
sobre la libertad de ingenio. Finalmente el ensayo La Risa, de Bergson.

Aunque inicialmente el tema de indagación era la risa, el concepto de lo


ridículo, que era un concepto secundario, empezó a ocupar un lugar central a
medida que avanzaba mi lectura, porque fui encontrando relaciones de éste con
otros conceptos, tales como lo grotesco y el ingenio. Sin embargo, considero que
no descuidé el tema de la risa, pues dediqué un capítulo a la relación de ésta con lo
ridículo.

Es importante tener en cuenta que cada una de las teorías arriba


mencionadas está elaborada dentro de contextos diferentes: primero, Bajtin trata,
entre otros, el concepto del cuerpo grotesco y el papel de la risa dentro de lo que él
llama el realismo grotesco, que es el sistema de imágenes de la cultura cómica
popular de la Edad Media y El Renacimiento; en segundo lugar, el campo en
donde se ubica la teoría del humor de Shaftesbury es muy preciso y limitado: las
conversaciones sobre asuntos de política y religión en la sociedad pre-moderna; y
tercero, Bergson indaga sobre la significación social de lo ridículo y la función social
de la risa en la sociedad moderna.

Hecha esta aclaración, propongo las siguientes preguntas que espero poder,
si no responder del todo, por lo menos utilizar como hilo conductor de mí análisis:
¿Qué es lo ridículo?, ¿cómo se relaciona lo ridículo con la risa?, ¿Tiene alguna
función la risa?, y si la tiene ¿cuál es?

A continuación doy una posible respuesta a estas preguntas a partir de las


tres teorías antes mencionadas.
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RIDÍCULO Y GROTESCO

“[…] nada hay de ridículo sino lo deforme […]” [Shaftesbury 1995: 191]. De esta
manera Shaftesbury opone lo ridículo a lo hermoso, que es también para él lo que
se ajusta a la verdad, es decir lo verdadero. Por otro lado, Bajtin dice que “El
aspecto esencial del grotesco es deformidad” [Bajtin, 2002: 44]. En estas dos
afirmaciones, la deformidad parece un rasgo común entre la noción de Shaftesbury
de lo ridículo y la de Bajtin de lo grotesco. Sin embargo, la deformidad tiene valores
opuestos para cada uno de estos autores. Veamos por qué.

Empecemos por decir que Shaftesbury no se está refiriendo a lo ridículo en


general, sino que lo ubica dentro de una actividad humana específica que es la
conversación o, mejor, la argumentación sobre temas de religión y política
principalmente. Entonces, cuando dice que lo ridículo es lo deforme, no se está
refiriendo a la deformidad física o corporal, sino a la deformidad de las opiniones
y de los argumentos sobre aquellos temas. Vale la pena resaltar que para
Shaftesbury lo hermoso es lo que se ajusta a la verdad −lo verdadero− ya que, por
oposición, lo ridículo y lo deforme vendría a ser lo feo y lo que no se ajusta a la
verdad −lo falso. En otras palabras, para Shaftesbury lo ridículo es todo lo que
hay de falso en una opinión. Es fundamental que lo falso, para que sea ridículo,
se encuentre dentro de una opinión porque, si fuera de otra manera, sería
solamente algo falso y no tendría nada de ridículo. Justamente es ridículo porque
es una opinión que contiene algo falso, o mejor, es la creencia de que esa opinión,
que contiene algo falso, es completamente verdadera. Eso es lo ridículo para
Shaftesbury.

Al contrario de Shaftesbury, Bajtin se refiere de manera exclusiva a la


deformidad en el plano material y corporal. Es más, se refiere particularmente a la
deformidad de lo que él llama el cuerpo grotesco. Que la deformidad sea el aspecto
esencial del grotesco quiere decir que el cuerpo grotesco no tiene una forma
definida, es decir que carece de límites claros y precisos. Esto implica que el
cuerpo grotesco es siempre incompleto e inacabado o, en palabras de este autor, es
un cuerpo que “no está estrictamente separado del mundo: está enredado con él” [Bajtin,
2002: 30]. Tal enredo del cuerpo grotesco con el mundo se da gracias la exageración
característica de aquel, la cual hace que carezca de límites claros y precisos. La
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lógica interna de dicha exageración, dice Bajtin, es la lógica del crecimiento, la


fecundidad y la superabundancia y, en este sentido, “el énfasis está puesto en las partes
del cuerpo en que éste se abre al mundo exterior o penetra en él […]” [Bajtin, 2002: 30].
Esto implica que los miembros y orificios corporales, así como los genitales, son
resaltados en el cuerpo grotesco como expresiones de esa lógica de la procreación.
Por lo anterior podemos decir que la exageración del cuerpo grotesco no es una
exageración denigrante −una caricatura− sino una exageración exuberante, cargada
de un carácter profundamente positivo.

Resumiendo, tenemos, por un lado (Shaftesbury), que la deformidad está


asociada con la fealdad y la falsedad, mientras que, por otro lado (Bajtin), se le asocia
con la exuberancia y la procreación. Es cierto que estos dos pares de nociones no son
opuestas directamente entre ellas, pues lo opuesto de lo feo y falso es lo hermoso y
verdadero, y lo de lo exuberante y procreador, podríamos decir que es lo escaso y
estéril. Sin embargo, podemos afirmar que los valores con que se asocia la
deformidad son opuestos entre ellos. En el caso de Shaftesbury, la fealdad y
falsedad son despreciadas en relación con valores opuestos, considerados
positivos, tales como la hermosura y la verdad, mientras que para Bajtin la
exuberancia y la procreación no son puestos en relación con otros valores, es decir
que son valores positivos ellos mismos. En otras palabras, desde la perspectiva de
Shaftesbury, la deformidad está asociada con valores negativos, mientras que para
Bajtin la deformidad está asociada con valores positivos.

A partir de lo anterior podemos ver como la noción de Shaftesbury de lo


ridículo aparece y adquiere su valor –negativo, claro está− cuando es comparada
con nociones de valor positivo, tales como la hermosura y la verdad. En la teoría
de Bajtin lo ridículo no tiene cabida porque la deformidad, que en la perspectiva de
Shaftesbury es valorada negativamente como ridícula, aquí es considerada un
valor positivo.
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RIDÍCULO E INGENIO

El tema central del ensayo de Shaftesbury es justamente la libertad de


ingenio. Por esto, dicha noción tiene un papel central en su teoría. Por otro lado, y
aunque no es el tema central de su ensayo, Bergson también dedica una parte de
éste al ingenio. Recordemos que lo que nos interesa aquí es la manera como estos
autores conciben la noción de lo ridículo. Por tal razón, hemos dedicado este
capítulo a hablar del ingenio, solamente en su relación con dicha noción. Para
comprender esta relación, empezaremos por ver en qué consiste lo ridículo para
cada uno de los autores mencionados.

“Lo cómico habrá de producirse, a lo que parece, cuando los hombres que componen
un grupo concentren toda su atención en uno de sus compañeros, imponiendo silencio a la
sentimentalidad y ejercitando únicamente la inteligencia” [Bergson, 2003: 16]. En esta
frase de Bergson están resumidas las tres características que él considera más
generales de lo cómico o lo ridículo (el autor trata indistintamente los dos
concepto): en primer lugar, este fenómeno se manifiesta de manera exclusiva
dentro de la esfera de lo humano; segundo, para Bergson la risa siempre se
manifiesta en grupo; finalmente, para Bergson lo ridículo se dirige a la inteligencia
pura para provocar la risa. Estas tres características lo llevan a plantear una mucho
más general: lo ridículo es “lo mecánico calcado sobre lo vivo” [Bergson, 2003: 36]. Lo
vivo es definido por Bergson como lo continuamente cambiante, lo irreversible y
perfectamente individualizado, mientras que, por oposición, lo mecánico se
manifiesta mediante la repetición, la inversión y la interferencia de series
individuales. Bergson parte de la suposición de que la vida, a la cual pertenecen
los asuntos humanos, debe marchar continuamente hacia adelante y de manera
progresiva. Pero durante esta marcha, dice el autor, se instalan la mecanicidad y el
automatismo, como si la vida misma se hubiera distraído en su andar. Este
automatismo instalado en la vida e intentando imitarla es lo que Bergson define
como lo ridículo en general.

Por otro lado, Shaftesbuty considera inicialmente lo ridículo como “ese modo
de prueba mediante el cual discernimos cuánto en un asunto está expuesto a una justa
chanza” [Shaftesbury 1995: 132]. Es decir, los ridículo es como una especie de filtro
que permite identificar y separar en cualquier asunto lo que está expuesto a una
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justa chanza de lo que no. Pero, ¿qué es una justa chanza? O mejor, ¿Qué hace que
una chanza sea justa? Más adelante dice este autor que “nada hay de ridículo sino lo
deforme, ni hay nada a salvo de chanza sino lo que es hermoso y ajustado” […]
[Shaftesbury 1995: 190]. A partir de esta afirmación podemos responder a la
pregunta, diciendo de manera más precisa que, para Shaftesbury, lo ridículo es
aquello que está expuesto a una justa chanza, que es lo deforme, lo que no es
hermoso ni se ajusta a la verdad, mientras que la chanza justa es aquella que se
puede “aplicar”, como filtro de lo ridículo. Es decir que el filtro no es el ridículo
mismo, como dijimos inicialmente, sino la justa chanza, que puede separar dentro
de cualquier asunto lo que es ridículo de lo que no lo es. Es más, podemos decir
que, para Shaftesbury, la justa chanza tiene una función crítica porque es lo que nos
permite identificar el aspecto ridículo de cualquier asunto, es decir aquello que no
es hermoso y verdadero, sino deforme y falso. Es importante recordar que la teoría
de Shaftesbury sobre el humor tiene como trasfondo la especulación religiosa y
política, y es dentro de este marco en donde tiene sentido considerar lo ridículo
como lo deforme, lo que no es hermoso ni verdadero. En otras palabras, el autor
no se refiere al ridículo en general, sino que lo ubica dentro de una actividad
humana específica que es la conversación, o mejor la argumentación sobre temas
de religión y política principalmente. Por todo lo anterior podemos decir que la
chanza justa es aquel mecanismo que nos permite identificar lo que hay de falso en
cualquier opinión o argumentación sobre asuntos de religión y política.

“Nos afinamos los unos a los otros, limamos nuestros ángulos y lados ásperos,
mediante una suerte de colisión amigable” [Shaftesbury 1995: 136. Las negrillas son
mías]. Con esta imagen de colisión amigable el autor parece resaltar un aspecto
esencial de la crítica. Colisión significa choque: la crítica no es en sí misma amigable
porque implica una especie de choque entre una persona y otra. Parece que
cuando criticamos a una persona −ya sea valiéndonos de la chanza o no− de alguna
manera la estamos atacando porque lo que buscamos es resaltar lo que hay de
ridículo en su opinión. Una conversación, aunque pueda llegar a tener un carácter
familiar, para Shaftesbury no deja de ser una contienda o, en sus propias palabras,
un combate cuerpo a cuerpo [Shaftesbury 1995: 140] en el que los dos contrincantes
participan de manera voluntaria, con la condición de respetar unas reglas de juego
limpio, que son el manejo de un lenguaje decente y evitar ofenderse entre ellos.
Esta condición es lo que garantiza que dicha colisión sea en efecto amigable. El
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cuerpo de los participantes vendría a ser la opinión o el argumento de cada uno y


el objetivo sería que cada uno atacara al otro criticando su respectiva posición.
Para este caso, y respetando siempre las condiciones, el uso de la chanza sería una
forma de ataque, un golpe. Si llevamos más allá la imagen del combate cuerpo a
cuerpo, podemos decir que uno lograría golpear al adversario si “lanza” una
chanza que diera con algún aspecto realmente ridículo −falso− de la opinión del
otro. Si, por el contrario, la chanza es dirigida hacia algo que es verdadero, la
persona que lanzó la chanza será ridiculizada, como si el golpe dado se le
devolviera. Dicho de otra manera, cuando en una conversación le hacemos a
nuestro “contrincante” una chanza justa sobre su opinión, estaríamos poniendo al
descubierto lo que él cree que es verdadero, siendo en realidad falso. Si, por el
contrario, la opinión hacia la que “lanzamos” la chanza no tiene nada de ridículo –
de falso− seremos nosotros, o mejor nuestra opinión la que tendrá algo de ridículo
porque estaríamos creyendo que lo verdadero es falso.

Ha de notarse que Shaftesbury se refiere más al uso de la chanza dentro de


las conversaciones que a la risa que ésta pueda generar. Incluso podemos afirmar
que para él la risa se encuentra en un segundo plano. La justa chanza es útil
principalmente porque es una herramienta que permite evaluar lo que hay de
verdad en una opinión o un argumento. Sin embargo, ésta no es su única utilidad.
Shaftesbury reconoce que el uso de la chanza genera cierto placer en la persona
que la usa, es decir en el crítico. Este placer, que no es generado por la risa que
produce la chanza, sino por el libre uso de la misma, es útil en la medida en que
estimula el ejercicio de razonar, pues libera a la razón de los formalismos de los
discursos racionales. Es muy importante tener en cuenta que dicho placer tiene
importancia siempre y cuando esté vinculado a la búsqueda de la verdad, pues
para Shaftesbury no tiene ningún valor una chanza que sea realizada con el único
fin de divertir, es decir de provocar la risa.

En cuanto a Bergson, él también se refiere a lo ridículo que puede


manifestarse dentro del lenguaje. Para esto hace una importante distinción entre lo
ridículo y lo ingenioso. Según este autor, podemos decir que, en una conversación,
las palabras son ridículas cuando nos reímos de la persona que las pronuncia,
mientras que son ingeniosas si el objeto de risa es otra persona distinta de quien las
dice [Bergson, 2003: 82]. Más exactamente, Bergson define el concepto de ingenio,
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dentro de su teoría de la risa, de la siguiente manera: “[…] llamaremos ingenio a


cierta disposición que tiende a esforzar como de pasada unas escenas de comedia, pero tan
discreta, tan ligera y tan rápidamente, que todo haya concluido cuando lo empecemos a
advertir” [Bergson, 2003: 84]. Imaginemos que estamos en una conversación con
una persona que dice una frase ingeniosa: el efecto de esta frase será hacernos
sentir como personajes de una escena cómica. En otras palabras, la persona
ingeniosa nos hará sentir como parte de un mecanismo o un automatismo que se
ha instalado sobre nosotros sin darnos cuenta, como parte de lo ridículo de la vida.
No nos reiremos de la persona ingeniosa, sino de nosotros mismos, o mejor, de la
situación en la que estamos.

Para Bergson, una forma de ingenio consiste en “[…] prolongar muchas veces
la idea de un interlocutor hasta el extremo de hacerle decir lo contrario de su pensamiento, y
obligarle a que caiga él mismo en las redes de su discurso” [Bergson, 2003: 90]. Esta
definición es muy parecida a lo que Shaftesbury pretendía mostrar con la imagen
del combate cuerpo a cuerpo, porque aquí también se recurre al ingenio para
buscar los aspectos ridículos de las palabras. Aunque no encontramos en su texto
una definición exacta, podemos decir que, para Shaftesbury, el ingenio es el libre
uso de la justa chanza como una herramienta que permite evaluar lo que hay de
verdadero y de falso en una opinión o un argumento, y que además estimula el
ejercicio de razonar. La principal diferencia de esta noción de ingenio con la de
Bergson es que, para éste, el uso del ingenio no está directamente vinculado con la
búsqueda o evaluación de la verdad en lo que dicen las palabras, sino con la
exposición o el señalamiento de las imperfecciones de las mismas que, como toda
obra humana, pueden presentar aspectos ridículos. Sin embargo, podemos decir
de manera general que, tanto para Shaftesbury como para Bergson, el ingenio es
una herramienta que permite detectar lo ridículo en el lenguaje. Pero lo ridículo en el
lenguaje no tiene el mismo valor para los dos autores. Mientras que, como ya
vimos, para Shaftesbury lo ridículo se opone a lo hermoso y verdadero, para
Bergson esta noción se opone más bien a lo vivo.

Tenemos entonces dos nociones distintas de lo ridículo y dos más o menos


similares del ingenio. Por un lado, lo ridículo es definido como la deformidad o
falsedad que se oponen a lo hermoso y verdadero, mientras que, por otro lado, esta
noción aparece como un automatismo que se opone a lo vivo. En los dos casos el
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ingenio es concebido como una especie de habilidad que permite encontrar lo


ridículo en el lenguaje. Sin embargo, aunque se trate de dos nociones distintas de
lo ridículo, podemos notar que, en los dos casos, lo ridículo está definido en
relación con valores opuestos, que son tomados como positivos. En un caso el
valor positivo es lo hermoso y verdadero, y en el otro lo vivo.
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RISA Y RIDÍCULO

En este capítulo veremos la función que para cada uno de los autores tiene
la risa dentro de su teoría. De igual manera, indagaremos sobre la relación de la
misma con las nociones de lo ridículo, en las teorías de Shaftesbury y Bergson.

BAJTIN Y BERGSON: LA RISA Y LA VIDA

“La risa degrada y materializa” [Bajtin, 2002: 25]. En esta frase Bajtin pone de
manifiesto el vínculo existente entre la risa y lo que él llama la degradación, que es el
rasgo sobresaliente de lo que él llama el realismo grotesco, que es el sistema de
imágenes de la cultura cómica popular de la Edad Media y el Renacimiento. Por
esto es importante comprender primero en qué consiste la degradación dentro de
dicho sistema, para entender mejor la función de la risa dentro del mismo. Para
Bajtin la degradación es “la transferencia al plano material y corporal de lo elevado,
espiritual, ideal y abstracto” [Bajtin, 2002: 24]. El principio material y corporal −en la
Edad Media y el Renacimiento− está vinculado inseparablemente con la tierra, que
es concebida como un principio inagotable de absorción y al mismo tiempo de
nacimiento. La absorción implica la desintegración (descomposición) de todo lo
que entra en comunión con la tierra y en este sentido la muerte de ese todo. Pero a
la vez esta forma de muerte es generación de vida: la descomposición de los
cuerpos genera nuevas formas de vida que, a su vez, vuelven a entrar en el proceso
de degradación, renovando permanentemente el principio material y corporal.
Degradación y renovación, muerte y nacimiento, negación y afirmación, son pares
de nociones que, según Bajtin, no existen de manera separada para la cosmovisión
carnavalesca (de la cultura popular de la Edad media y el Renacimiento), debido a
su concepción cíclica del proceso vital. Entonces, en el proceso de degradación,
todos los principios que son considerados elevados, ideales, espirituales y/o
abstractos, los cuales hacen parte de la totalidad del mundo, son arrastrados por
este proceso, es decir que son desintegrados, descompuestos y negados hasta su
“muerte” para, al mismo tiempo, poder dar vida a otros principios que, en su
momento, serán degradados también.
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La risa carnavalesca, dice Bajtin, es la manifestación corporal humana de


dicho proceso de degradación, de constante renovación, por lo cual esta risa tiene
una fuerza liberadora y regeneradora: no se trata de una risa exclusivamente negativa,
que solo degrada a su objeto de burla, sino que contiene en sí misma un aspecto
afirmativo y renovador, que permite la creación de nuevos principios.

Por otro lado, Bergson considera que la risa sí está vinculada a lo ridículo,
que, como ya vimos, para este autor significa automatismo. Y para entender a qué
se refiere dicho automatismo, es necesario partir de la siguiente premisa: según
Bergson, la sociedad busca siempre la más alta sociabilidad posible. Esto quiere
decir que se exige de todos y de cada uno de sus individuos un continuo esfuerzo
de tensión intelectual que les permita adaptarse a las distintas y cambiantes
situaciones que se presentan a medida que la vida, especialmente la vida en
sociedad, va fluyendo progresivamente. Esto representa un esfuerzo –esfuerzo
que es llamado por el autor el buen sentido [Bergson, 2003: 143] – porque requiere
del individuo una atención permanente, además de agilidad y flexibilidad. Cuando
alguna de estas tres habilidades le hace falta, así sea momentáneamente, el
individuo es visto como poseído por cierto automatismo, mediante el cual aquél
pareciera escaparse a sí mismo. En otras palabras, para Bergson lo ridículo en el
individuo es un automatismo (al que Bergson también llama rigidez) que se
manifiesta en su distracción, es decir que escapa a su propia observación,
obstaculizando la adaptación de dicho individuo al flujo de la vida.

Ahora veamos la función que, para Bergson, tiene la risa. Partiendo de que
la sociedad busca eliminar el automatismo, la rigidez antes mencionada, el autor
afirma que dicha rigidez “[…] constituye lo cómico y la risa su castigo” [Bergson, 2003:
25]. Entonces, reuniendo todo lo anterior, tenemos que la sociedad, en búsqueda
siempre de la más alta sociabilidad posible, pretende eliminar la inadaptación –
automatismo o rigidez– de los individuos con respecto a ella misma por medio de
la risa. En este punto se hace mucho más evidente la dimensión social que ésta
tiene para Bergson:

“Un hombre ridículo, desde el instante en que advierte su ridiculez, trata de


modificarse, al menos en lo externo“[Bergson, 2003: 22]. “La risa es ante todo
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una corrección. Hecha para humillar, ha de producir una impresión penosa en


la persona sobre quien actúa” [Bergson, 2003: 144].

Estas afirmaciones de Bergson nos dan la clave para entender en qué se basa
el supuesto poder correctivo de la risa. Su fuerza radica en el efecto que, según el
autor, la risa produce o habría de producir en la persona que la provoca: la
humillación, la vergüenza. Es el sentimiento de vergüenza generado por la risa de
los demás lo que, según Bergson, lleva al individuo a, primero, darse cuenta de lo
ridículo que hay en él y, segundo, modificarse a sí mismo. Aquí es importante
resaltar la aclaración que hace Bergson, de que los defectos que resalta y que
pretende corregir la risa no son necesariamente defectos morales, sino más bien
defectos sociales: defectos relacionados con la incapacidad de adaptación del
individuo a la vida en sociedad. De esto podemos decir que la risa aparece cuando
el vínculo entre un individuo −o un grupo de individuos− y la sociedad a la que
pertenecen se debilita, o mejor cuando la fragilidad de dicho vínculo se hace
evidente. En otras palabras, la sociedad se ríe de los individuos que se aíslan de
ella, para que la vergüenza generada en ellos por la risa los lleve a modificarse y
volver a unirse a dicha sociedad.

Sin perder de vista este carácter afirmativo de la risa carnavalesca, es


importante tener en cuenta que ésta también tiene un aspecto negativo de
degradación, que puede ser más o menos equivalente con el carácter negativo
−humillante− de la concepción bergsoniana de la risa. En este sentido, es posible
pensar que el proceso de degradación de la risa carnavalesca tiene una etapa de
humillación. Lo que mantendría la diferencia de la humillación que produce la
risa carnavalesca y la risa concebida por Bergson, serían las tres características
esenciales de aquella, que son: 1) carácter popular: la risa hace parte de todo el
pueblo, es decir que no se trata de uno o unos pocos individuos que se ríen de una
parte del mundo sino que todo el pueblo ríe; 2) universalidad: la risa está dirigida
hacia la totalidad del mundo y no hacia un aspecto aislado del mismo; y 3)
ambivalencia: se trata de una risa que es burlona y alegre a la vez, es decir que,
como manifestación corporal humana de la degradación, niega y afirma, amortaja
y siembra al mismo tiempo. Además de estas tres características, o mejor como
resultado de las mismas, la risa festiva, dice Bajtin, tiene un carácter de
cosmovisión porque es la forma como el pueblo expresa su concepción del mundo
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–concepción cíclica del proceso vital−, de la totalidad de lo que lo rodea, en la que


se incluyen los problemas de la vida y la muerte. Y lo hace no sólo negando –
humillando, degradando− los principios elevados, espirituales, ideales y
abstractos, sino también captando −afirmando− ciertos aspectos excepcionales del
mundo que solo la risa puede captar. Es muy importante notar que la risa
carnavalesca a la que se refiere Bajtín no está relacionada con ninguna de las
nociones de lo ridículo que hemos visto aquí.

Según Bajtin, el principal problema de la concepción bergsoniana de la risa


es que ésta ignora la posibilidad de que la risa exprese una concepción del mundo,
una cosmovisión. Por oposición a las tres características esenciales de la risa
carnavalesca que expone Bajtin, podemos decir que para Bergson la risa no puede
expresar una cosmovisión porque: 1) no es de carácter popular: aunque para Bergson
la risa siempre es una risa de grupo, no es una risa de todos, es decir que no todo el
pueblo ríe. Esto es de gran importancia para Bajtin porque implica que la risa en la
fiesta popular “[…] escarnece a los mismos burladores” [Bajtin, 2002: 17]. Sin
embargo, para Bergson el que ríe resulta impune; 2) no es universal: para Bergson, la
risa está dirigida contra una porción de la totalidad del mundo (que puede ser uno
o varios individuos), pero nunca hacia dicha totalidad. En esta pérdida del
carácter universal de la risa radica, según Bajtin, el error de Bergson; y 3) no es
ambivalente: como ya dijimos, para Bergson la risa solamente tiene un carácter
negativo, pues sólo es humillante. La crítica de Bajtin a Bergson a este respecto
consiste en que éste autor solamente considera dicho carácter negativo y no tiene
en cuenta el carácter afirmativo y regenerador de la risa carnavalesca.

A pesar de las diferencias en la forma como cada uno de estos dos autores
concibe la risa, debemos notar que cada perspectiva tiene como trasfondo una
concepción particular de la vida y de lo vivo. Respecto a la risa carnavalesca, ésta
es concebida por Bajtin como la manifestación corporal humana que representa
una concepción cíclica del proceso vital. Esta concepción ve la muerte y el
nacimiento, no como opuestos, sino como fases necesarias dentro de dicho proceso.
En cuanto a la risa bergsoniana, ésta es utilizada por la sociedad como una
herramienta que le permite mantener a los individuos vinculados, o mejor
adaptados al continuo flujo de los asuntos de la vida.
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En conclusión, podemos decir que: 1) dentro de la cosmovisión cíclica del


proceso vital, la risa carnavalesca es concebida por Bajtin como la manifestación
corporal humana que representa dicha cosmovisión; y 2) En la concepción de la vida
como flujo lineal y continuo, Bergson concibe la risa, no como la representación de
esta cosmovisión, sino como una herramienta social que obliga a los individuos a
adaptarse a la misma, es decir a la idea de un cambio continuo y progresivo de las
circunstancias de la vida.

SHAFTESBURY Y BERGSON: LA RISA COMO CORRECTIVO.

“[…] la función de la risa consiste en reprimir toda tendencia aisladora. Su papel es


corregir toda rigidez, dándole una nueva flexibilidad, hacer que cada uno vuelva a
adaptarse a los otros, limar los ángulos” [Bergson, 2003: 132. Las negrillas son mías].
Esta imagen de limar los ángulos la encontramos también cuando nos referimos a la
noción de crítica en Shaftesbury. Recordemos la cita: “Nos afinamos los unos a los
otros, limamos nuestros ángulos y lados ásperos, mediante una suerte de colisión
amigable” [Shaftesbury 1995: 136. Las negrillas son mías]. Los dos autores hablan
de limar los ángulos. Sin embargo, esto parece tener distintos sentidos para cada
uno. Recordemos que, para Shaftesbury, se trata de resaltar lo que hay de ridículo
en la opinión de las personas por medio de la crítica. Dice Shaftesbury: “Hay una
gran diferencia entre ver cómo provocar la risa sobre cualquier cosa y ver qué hay
justamente de ridículo en todas las cosas” [Shaftesbury 1995: 191]. En esta afirmación
vemos claramente que para este autor lo importante no es la risa por sí misma, sino
señalar lo ridículo, deforme o falso, en las opiniones, pero no con el fin exclusivo
de hacer reír, sino con el de identificarlo y separarlo de lo que hay de verdad en
éstas. En otras palabras, podemos decir que, para Shaftesbury, la risa es útil
solamente en la medida en que permita identificar y señalar lo ridículo de las
opiniones.

Bergson, por su parte, se refiere a corregir toda rigidez, o automatismo –es


decir todo lo ridículo− por medio de la risa. Para este autor la risa tiene un papel
importante porque, como ya vimos, además de señalar lo ridículo de las personas –
no sólo de las opiniones−, el sentimiento de vergüenza generado por la risa de los
demás puede llevar al individuo que provoca la risa, al individuo ridículo, a
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modificarse a sí mismo, es decir a corregirse, para adaptarse a los demás.


Shaftesbury no es tan claro al respecto, pues no habla explícitamente de una
función correctiva de la risa. Sin embargo, es posible afirmar que para él la risa, si
bien puede no ser humillante para la persona que la produce, sí tiene un carácter
negativo. Y esto porque para él la risa debe estar dirigida solamente hacia los
aspectos ridículos de las opiniones, los cuales, como ya vimos, son despreciados en
relación con lo hermoso y verdadero.

Confrontando la teoría de Shaftesbury con la de Bergson nos encontramos,


ya no con dos cosmovisiones, sino con dos sistemas de valores. En los dos lo
ridículo aparece como un valor negativo que se opone, en la teoría de Shaftesbury,
a lo hermoso y verdadero, y, en la teoría de Bergson, a lo vivo. Sin embargo,
aunque los valores con los que cada autor relaciona lo ridículo son diferentes, en
ambos casos la risa se concibe como una herramienta de identificación y corrección
de lo ridículo.
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CONCLUSIONES GENERALES

Dentro de las tres teorías que aquí se han estudiado, podemos afirmar las
siguientes conclusiones generales respecto al concepto de lo ridículo:

 Lo ridículo no existe por sí mismo, sino que se manifiesta como una cualidad de las
cosas, cuando estas son contempladas en relación con valores externos a ellas. En el
caso de Shaftesbury encontramos que lo ridículo aparece como opuesto a lo
hermoso y verdadero, mientras que para Bergson lo ridículo se da como
opuesto a lo vivo. A diferencia de ellos dos, en Bajtin no encontramos que
aparezca tal noción de lo ridículo, porque los valores que para los otros son
negativos, especialmente la deformidad, en la teoría de lo grotesco son
considerados positivos por sí mismos.

 Lo ridículo aparece cuando la risa pierde su carácter popular, universal, y


ambivalente. Esto quiere decir que lo ridículo aparece cuando ya no es la
totalidad del pueblo la que ríe de la totalidad del mundo para degradar los
valores ideales, elevados y espirituales con el fin de crear otros. Cuando
esto ocurre, la risa se convierte en una herramienta a útil para señalar, y
posteriormente corregir ciertos aspectos parciales de dicha totalidad,
valorados negativamente, en relación con un sistema de valores establecido.

 La risa siempre tiene un aspecto negativo. Incluso en la teoría de Bajtin, en la


que risa que tiene como fin la afirmación, la risa parece tener como
consecuencia necesaria, la degradación o humillación de aquello que la
genera.

 La risa es una herramienta que pretende corregir lo ridículo. Hablamos de lo


ridículo solo cuando nos estamos refiriendo a un sistema de valores. Es
respecto a este sistema de valores que la risa es útil, porque quien se vale de
ella busca identificar lo ridículo de las cosas, con el fin de eliminarlo. En la
teoría de Shaftesbury lo que se busca corregir es lo que se aleja y opone a la
verdad, es decir lo falso. Para Bergson, lo que se pretende corregir es lo que
aleja al individuo de la sociedad que, como ya vimos, es el automatismo
individual.
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BIBLIOGRAFÍA

 Bajtin, Mijail. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: el


contexto de François Rabelais. Alianza Editorial. Madrid, 2002.
 Shaftesbury. Sensus Communis. Ensayo sobre la libertad de ingenio y humor.
Pre-Textos. Valencia, 1995.
 Bergson, Henri Louis. La risa: ensayo sobre la significación de lo cómico.
Traducción de Amalia Haydée Raggio. Losada. Buenos Aires, 2003.

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