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INSTITUCION EDUCATIVA PARTICULAR

“SALAZAR BONDY”

TEMA: Biografía de Cesar Vallejo

ALUMNO: Ruiz Segura, Gina María

CURSO : Comunicación

DOCENTE:

GRADO : Quinto

SECCION: “C”

Trujillo-Perú
2013
BIOGRAFÍA DE CESAR VALLEJO

César Abraham Vallejo nació el 16 de marzo de 1892 en la


ciudad andina de Santiago de Chuco del norte del Perú.
Por extraña coincidencia sus abuelas habían provenido de
la cultura Chimú y sus abuelos habían sido curas
españoles. Vallejo fue el menor de once hermanos y creció
en medio de una gran devoción cristiana la cual provocó el
deseo de su familia para que él se convirtiera en cura.

A pesar de ello, él completó su escuela secundaria en la


ciudad de Huamachuco en 1908 y obtuvo su bachillerato
de letras en la universidad de Trujillo en 1916 escribiendo dos años más tarde su primer
libro de Poesía llamado "Los Heraldos Negros". En 1922, Vallejo escribió otro libro
titulado "Trilce" y vivió enseñando en Lima hasta su destitución en 1923. Fue en ese
entonces que él decidió partir a Francia.

Sus primeros años en Francia no fueron muy felices. En 1923 y 1924, Vallejo vivió entre la
miseria llegando a padecer de hambre. Felizmente, él pudo encontrar su primer trabajo
estable el siguiente año con una nueva agencia de prensa llamada "Les Grands Journaux
Ibéro-Américains" contribuyendo con sus artículos a los semanales "Mundial" y
"Variedades". En ese mismo año Vallejo obtuvo una beca menor en la universidad de
Madrid en España donde continuó brevemente sus estudios de leyes que fueron una vez
interrumpidos.

A su regreso de España en 1926, Vallejo se alojó en el Hotel Richelieu de París. Fue en este
mismo hotel a través de la ventana de su habitación que él conoció a una joven llamada
Gorgette con la que obtuvo matrimonio en enero de 1929. Sus últimos tres libros se
realizaron durante su permanencia en Europa. El primero de ellos titulado "Nómina de
Huesos” contiene 41 poemas y prosas los cuales fueron escritos durante los años 1923 y
1936. Durante los años siguientes Vallejo escribió un libro de 51 poemas titulado "Sermón
de la Barbarie" para finalizar en 1938 con su famoso libro de 15 poemas titulado "España
aparta de mí esta Cáliz".
Vallejo murió el 15 de Abril de ese mismo año (1938) con ningún diagnostico de su
enfermedad establecido. Como él había profetizado en uno de sus poesías, él murió un
jueves "en París con aguacero"

 LISTA DE OBRAS PUBLICADAS

Poesía
1919- Los heraldos negros
1922- Trilce
1936- Nómina de huesos
1937- España, aparta de mí esta cáliz
1937- Sermón de la barbarie
1939- Poemas humanos
1942- Antología de César Vallejo

Ficción
1923- Escalas melografiadas, talleres tipografía de la penitenciaria (cuentos)
1931- Tungsteno (novela)
1931- Hora del hombre (novela)
Libros de Referencia
1932- Rusia en 1931: reflexiones al pie de Kremlin
1932- Rusia antes del segundo Quinquenal

Drama
1937- La piedra cansada

Artículos
1923- Fabla salvaje
1925- La carta de Paris
1925- Entre Francia y España
1926- Menos comunista y menos fascista
1926- Estado de la literatura española
1926- El secreto de Toledo
1926- El enigma de los EEUU
1927- Los hombres de la época
1928- El parlamento de post-guerra
1928-La diplomacia latino-americana
1928- La juventud de América en Europa
1928- La Semana Santa en Paris
1929- La megalomanía de un continente
1929-El espíritu universitario
1929- Las lecciones del marxismo
1935- Los incas redivivos

 CESAR VALLEJO Y SU OBRA LITERARIA

César Vallejo impone al proceso de la poesía peruana una ruptura tan radical —o más—
que la que produjo Eguren. Con él comparte una misma y dolorosa experiencia de la
realidad como categoría negadora de los valores humanos, pero, al revés de lo que
intentó el autor de Simbólicas, Vallejo decide hundirse en esa realidad, asumiéndola
como único horizonte legítimo de la existencia humana. A la nostalgia del espíritu
solitario que se refleja a sí mismo en la perfección del acto poético y a la sustitución
imaginaria de la hiriente objetividad, Vallejo prefiere la trágica confrontación con los
límites e imperfecciones del mundo concreto, la impregnación de su destino personal
con el dolor de todos y la inmersión de su poesía en el flujo de una cotidianeidad que se
esencializa al ser vivida a fondo, incondicionalmente. De aquí emana la energía que le
permite imaginar finalmente un mundo distinto y mejor, pero tan real como el presente,
y la fuerza para intentar la realización histórica de esa imagen desiderativa.
Dialécticamente Vallejo se abre hacia una positividad madura que, sin escamotear el
cimiento trágico de la existencia, dignifica la aventura terrena del hombre y humaniza la
realidad concreta del mundo. Le confiere ("para que todo el mundo sea un hombre") un
sentido.
Vallejo nació y vivió su infancia y adolescencia en un pequeñísimo pueblo andino,
Santiago de Chuco, y nunca dejó de evocar las experiencias fundadoras de este tiempo
primero: el hogar ceñido a viejas tradiciones bajo el amparo bienhechor de la madre; el
ascetismo de la vida campesina y la omnipresencia de contenidos y signos religiosos; el
paisaje como inicial y espontánea experiencia estética y al mismo tiempo como espacio
de trabajo y producción material; la miseria y la injusticia de la sociedad campesina y
los recursos míticos con que explica sus carencias y las refiere a designios
sobrenaturales; y, sobre todo, en un nivel más profundo, el doble ritmo socio-cultural de
un pueblo mestizo pero aún desintegrado.
Refiriéndose especialmente a Los heraldos negros, Mariátegui privilegió, como nota
fundamental del arte vallejiano, su sentimiento indígena (Mariátegui: 1928). Pero, por
encima de la pluralidad de factores que impactaron en la conciencia inicial de Vallejo,
parece ser el desconcierto, una aguda sensación de confusión y debilidad frente a las
dolorosas incógnitas de la existencia, la huella que más, profundamente marcó el
periodo formativo del poeta. Es sintomático que el estribillo del poema inicial de su
primer libro: "Yo no sé!", exprese precisamente ese desconcierto ante la vida,, ente el
dolor y el absurdo que parecen dominarla.

En cierto sentido las experiencias posteriores, primero en Trujillo (1910-1917) como


estudiante y miembro del grupo formado alrededor de Antenor Orrego, más tarde en
Lima (1918-1923, con un breve retorno a Trujillo y Santiago de Chuco) intensamente
dedicado a la literatura y con eventuales trabajos en la docencia y el periodismo, e
inclusive durante su estada en Europa (a partir de 1923), pueden entenderse como
tentativas de resolver mediante aproximaciones distintas que a veces sin embargo se
acumulan, las incógnitas que hirieron desde muy temprano su sensibilidad.
Durante los años limeños y los primeros de Europa Vallejo ahonda el examen de la
condición humana, centrándolo en su propia vivencia, marcada a fuego por dos
acontecimientos infaustos: la muerte de su madre (1918) y su encarcelamiento en
relación a una asonada en su pueblo natal (cuatro meses, entre 1920 y 1921), sin
obtener otra conclusión que no sea un estoico fatalismo y consiguientemente una
profundización en el sentido trágico de la existencia, apenas aliviado por un creciente y
cálido sentimiento de fraterna solidaridad con sus semejantes. Más tarde, conforme va
asumiendo el marxismo y comprometiéndose en la militancia partidaria, en relación con
los Partidos Comunistas de Francia y España y el Partido Socialista del Perú, fundado
por Mariátegui, Vallejo comienza a encontrar expuestas a sus preguntas iniciales y
deriva su obsesionada introspección hacia el auscultamiento de las condiciones sociales
de la existencia y hacia el sentido que portan los sucesos históricos de su tiempo, en
todo lo cual es evidente la acción de sus experiencias adquiridas en los viajes a Rusia
(1928, 1929, 1931) y sobre todo el impacto de las luchas políticas en España y la
tragedia de su Guerra Civil.

Su poesía expresa, en sus rasgos básicos, este mismo itinerario: "la circunstancia
histórico-social que contempla el poeta durante sus años en el viejo continente, lo lleva
a postular una explicación que ya no es individual ni idealista, sino interpersonal y
objetiva. El hombre "golpeado" o "encarcelado" de los primeros libros, en Poemas
humanos aparecerá como el trabajador expoliado. Pero este mismo hombre, al descubrir
su situación y reconocerse en los otros, en sus semejantes, adviene en su miseria a la
capacidad de re-humanizar la vida y convertirse en constructor de un nuevo régimen
social. En esta forma, el mal llamado pesimismo de Vallejo se colora de una fuerza que
concierta con el enfoque de la lucha clasista y la dialéctica de la historia humana. Lo
que está en debate y se cuestiona ya no es un designio personal, ni el fracaso de Dios o
la trampa del lenguaje; es la crisis de un sistema y descoyuntamiento de un juego de
valores enmascarador". Subyace también en este tenso proceso vital las precarias
condiciones de existencia material que tuvo que soportar Vallejo, con frecuencia
hundido en la miseria, durante casi toda su vida.
 LA VIGENCIA E IMPORTANCIA DE LA POESÍA DE VALLEJO

La poesía de César Vallejo sigue sorprendiendo por su frescura, por su novedad. ¿Cuál
es el secreto de esta larga juventud? Es difícil aseverarlo rápidamente. Algunas notas
pueden contribuir a iluminarlo. En primer lugar, la vitalidad de la poesía vallejiana. A
lo largo de su carrera literaria, Vallejo maneja unos pocos temas, vivamente sentidos: el
hogar lejano y perdido, el amor erótico nunca totalmente satisfecho, la amarga
experiencia de la cárcel, la angustia existencial de un hombre arrojado en un mundo "al
que nunca dijo que lo trajeran", la solidaridad entrañable con la humanidad doliente,
con los desvalidos de la tierra, la esperanza en una revolución que haga de la tierra una
patria para todos los hombres. En segundo lugar, su perpetua lucha con el lenguaje para
encontrar la palabra, justa, la palabra singular e incambiable que exprese cabalmente su
emoción poética; este combate permanente con el lenguaje empieza en Los Heraldos
Negros y culmina en Trilce, de una manera arrebatada y angustiosa, pero no deja de
percibirse en los Poemas Humanos y en España, aparta de mi este cáliz.

Una nota más: desde sus primeros poemas, Vallejo


es un poeta concreto, objetivo, vale decir épico.
Poemas como "Los arrieros" o "Terceto autóctono",
nos muestran a un poeta alejado de las tentaciones
fáciles del folclorismo ingenuo o del
sentimentalismo vacuo. En sus obras posteriores,
sobre todo en la dedicada a la guerra civil española
su objetivismo, riguroso y consiente, se acrecienta.
El poeta se eleva de su primigenia objetividad
andina, localista, hasta una visión totalizadora y magnífica de la historia
contemporánea. Son diversos los temas poéticos que preocuparon continuamente a
César Vallejo: el hogar perdido, el amor insatisfecho, la cárcel, la solidaridad humana,
la revolución regeneradora.
 ANÁLISIS DEL POEMA MASA

Este poema está incluido en una serie que se publicó bajo el título de “España... aparta de
mí este cáliz”.

Masa es el sustituto de Cristo. Si éste es uno sólo, ahora hablamos de todos que se
transforman en uno solo: el Hombre. Sólo con la unión de todos los hombres es posible lo
imposible: la resurrección de un cadáver. Ese es el tema de este poema formado por cuatro
estrofas donde la primera es una presentación de la situación, las otras dos son los
diferentes ruegos y la última es la conclusión.

Al fin de la batalla,
Y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
Y le dijo: 'No mueras, ¡te amo tanto!'
Pero el cadáver ¡ay! Siguió muriendo.

El poema comienza con una ubicación espacial: la batalla. ¿Qué batalla? No importa, puede
ser cualquiera, puede ser real, puede ser metafórica. Pueden ser las batallas externas,
pueden ser las batallas internas. Pero ésta ya ha terminado y sólo hay una consecuencia: el
combatiente ya está muerto. La batalla implica una lucha entre dos fuerzas, donde uno
pierde o gana, y aquí conocemos que nuestro “héroe” es el perdedor. Si entendemos que
héroe es aquel que conlleva todas las virtudes de una comunidad, en este caso, éste está
vencido, ha peleado en el combate, ha dado la batalla como cualquier hombre, pero como
tal, también es vulnerable. Lo que lo hace heroico es haber combatido. En eso radica la
vida, no en perder o ganar, sino en combatir, en dar la batalla.

Existe en la expresión “muerto el combatiente” un oxímoron (unión de palabras contrarias


que no pueden separarse porque cambiaría el sentido). Este oxímoron hace que
comprendamos cómo lo imposible es posible.

Y este “dar batalla” conmueve y por eso que un hombre se acerca a exhortarlo. Uno
cualquiera, del que no conocemos su nombre, un igual a él, capaz de conocer la valentía de
la lucha. No hay nombres en este poema, no hay destaques individuales, porque no
importan, sólo es un combatiente que ahora es un cadáver y un hombre vivo, que se
conmueve, y que dispondrá a todos los hombres a que también reconozcan al combatiente.

Este hombre conmovido ante la muerte de un luchador expresa su pedido y su amor, con
todas sus fuerzas, humanas, limitadas, pero apasionadas. Por eso utiliza los signos de
exclamación “¡Te amo tanto!”. Estamos hablando del amor a la humanidad, el
reconocimiento a la lucha humana, a la batalla que tanto se sufre, al amor cristiano por el
prójimo. En este ruego podría verse un reproche velado, como si el que muere lo hiciera por
su propia voluntad, porque se le acabaron las fuerzas, porque se deja morir, porque se
entrega.

La estrofa termina con un motivo que se repite: “pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo”. Su
ruego es en vano, no cambia su condición de cadáver, lo único que cambia es el gerundio
(“muriendo”), ya no es “muerto”. El gerundio permite hacer que el pasado llegue hasta el
presente, así se despierta la esperanza, y aunque el cadáver siga muriendo nunca se pierde
la posibilidad de revertir la situación.

Este “¡ay!” que corta el verso en dos, no es claro quién lo expresa, si el cadáver, si el
hombre que ruega, o el mismo yo lírico. Tal vez, los tres porque de esa manera, el yo lírico
también se une al sufrimiento de esos hombres. Recordemos que necesitamos a Todos los
hombres conmovidos, así que también al yo lírico.

Se le acercaron dos y repitiéronle:


'¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!'
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo

En la estrofa tenemos un cambio: son tres versos, pero ya no es un hombre el que reclama
por esa vida, sino dos, y el yo lírico aclara “repiten”. Aunque no dicen lo mismo, de todas
formas repiten el desesperado ruego. Ahora se involucran en éste: “no nos dejes”. Una vez
más parecería que la posibilidad de volver a la vida fuera voluntaria. Pero ahora apelan a
una característica del combatiente, viendo si, tal vez, eso lo mueve otra vez a la lucha
“¡valor!”.
El nexo adversativo “pero” muestra la inutilidad del pedido. Aún no se puede contra la
muerte, contra la caída del que luchaba, aún no hay fuerzas que puedan contra la entrega:
sigue muriendo. Pero también aún queda la esperanza.

El ruego de estos dos hombres se hace entrecortado por una serie de cesuras que muestran
la desesperación de estos, ellos alientan con pasión, con sentencias cortas, con llamados
encendidos. La vida tiene que poder contra la muerte, ese es el mensaje para quien ha
vivido combatiendo. Y a eso apelan.

Le rodearon millones de individuos,


Con un ruego común: '¡Quédate hermano!'
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

La masa se va formando, ahora no son uno, ni dos, son millones. Ya no se acercan, ahora lo
rodean, lo contienen, lo alientan. Ahora ya no son hombres, ahora son individuos. Esto es
interesante porque si bien se va formando la masa, ninguno pierde su individualidad,
aunque tengan un “ruego común”. Es la voluntad, el amor, el deseo de millones, sin dejar
de ser individuos. La suma de cada uno no deja de ser cada uno. Lo que los une es la
solidaridad y el amor. Estamos cerca del ideal, del “todos” unidos. Vamos acercándonos,
también, al ideal cristiano, todos juntos con una idea en común: “quédate hermano”. La
palabra hermano tiene esa connotación cristiana, todos venimos del mismo lugar, todos
tenemos el mismo padre, y todos somos combatientes de esta vida, y la lucha de cada uno y
de todos, es fundamental. Esta idea de unidad es la que predica el Evangelio, llamándose
entre ellos “hermanos”.

Otra vez el estribillo muestra que aún no es posible lo imposible. Aún no existe la fuerza
que devuelva al combatiente su “deseo” de volver a la vida, que es sinónimo de la lucha.

Entonces, todos los hombres de la tierra le rodearon;


les vio el cadáver triste, emocionado;
incorpórose lentamente,
abrazó al primer hombre, echóse a andar...
La última estrofa vuelve a los cuatro versos, y ahora no son millones, son todos los
hombres: se ha formado la masa que tiene el poder de cambiar el rumbo de los
acontecimientos. Son “todos los hombres de la tierra”, y es el adverbio “entonces” lo que
nos pauta que ahora sí habrá un cambio. Ellos lo rodean, como lo hicieron los millones,
pero hay algo diferente: no hablan. Ya no hay palabras. Ya no son necesarias. No son las
palabras que reviven al muerto, sino la acción de rodearlo todos los hombres del mundo.
Esto que parece oponerse al discurso cristiano, en realidad se complementa, porque la fe
entra por la palabra, pero si no tiene acciones, es fe muerta, según el paradigma cristiano.
Acá es lo mismo, las palabras sobran, las acciones conmueven. Ahora el cadáver tiene
sentimientos, está triste y emocionado. Triste por su derrota, emocionado por el amor que
todos están prodigando. Esta es la única posible salvación. El amor común. Esto mueve al
cadáver, esto mueve a lo que no es posible ser movido de ninguna manera. El cadáver
vuelve a su condición de combatiente y lentamente, vuelve a la lucha abrazándose al primer
hombre. A aquel movido a compasión, aquel que le mostró su primer amor, que le recordó
quién era. El poema termina con una acción que responde a la acción de todos “echóse a
andar”. Vuelve así a la vida, a la lucha, y lo que parecía imposible se realiza.

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