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Lectura 1
Hno. Williams Prada
EL HORROR DE LA CRUCIFIXIÓN1
Jesús escucha la sentencia aterrado. Sabe lo que es la crucifixión. Desde niño ha oído hablar
de ese horrible suplicio. Sabe también que no es posible apelación alguna. Pilato es la
autoridad suprema. Él, un súbdito de una provincia sometida a Roma, privado de los derechos
propios de un ciudadano romano. Todo está decidido. A Jesús le esperan las horas más
amargas de su vida2.
La crucifixión era considerada en aquel tiempo como la ejecución más terrible y temida. Flavio
Josefo la considera «la muerte más miserable de todas» y Cicerón la califica como «el suplicio
más cruel y terrible»3. Tres eran los tipos de ejecución más ignominiosos entre los romanos:
agonizar en la cruz (crux), ser devorado por las fieras (damnatio ad bestias) o ser quemado
vivo en la hoguera (crematio). La crucifixión no era una simple ejecución, sino una lenta
tortura. Al crucificado no se le dañaba directamente ningún órgano vital, de manera que su
agonía podía prolongarse durante largas horas y hasta días. Por otra parte, era normal
combinar el castigo básico de la crucifixión con humillaciones y tormentos diversos. Los datos
son escalofriantes4. No es extraño mutilar al crucificado, vaciarle los ojos, quemarlo, flagelarlo
o torturarlo de diversas formas antes de colgarlo en la cruz. La manera de llevar a cabo la
crucifixión se prestaba sin más al sadismo de los verdugos. Séneca habla de hombres
crucificados cabeza abajo o empalados en el poste de la cruz de manera obscena. Al describir
la caída de Jerusalén, Flavio Josefo cuenta que los derrotados «eran azotados y sometidos a
todo tipo de torturas antes de morir crucificados frente a las murallas... Los soldados romanos,
por ira y por odio, para burlarse de ellos, colgaban de diferentes formas a los que cogían, y
eran tantas sus víctimas que no tenían espacio suficiente para poner sus cruces, ni cruces para
clavar sus cuerpos»5. La crucifixión de Jesús no parece haber sido un acto de ensañamiento
especial por parte de los verdugos. Las fuentes cristianas solo hablan de la flagelación y la
crucifixión, además de burlas y humillaciones de diverso tipo.
La crueldad de la crucifixión estaba pensada para aterrorizar a la población y servir así de
escarmiento general Siempre era un acto público. Las víctimas permanecían totalmente
desnudas, agonizando en la cruz, en un lugar visible: un cruce concurrido de caminos, una
pequeña altura no lejos de las puertas de un teatro o el lugar mismo donde el crucificado había
1
PAGOLA, J., (2007), Jesús aproximación histórica, Madrid, España: PPC.
2Los cuatro evangelistas narran con detalle lo sucedido. Marcos 15,15-39 nos ofrece el relato más antiguo. Mateo
27,27-54 le sigue muy de cerca, pero desarrolla mucho más los «prodigios» ocurridos a la muerte de Jesús (vv.
51-54). Lucas 23,24-28 tiene algunos rasgos propios: omite la flagelación; habla del encuentro de Jesús con unas
mujeres que se compadecen de él camino del Calvario; pone en sus labios palabras de perdón para los que le
crucifican (34), de salvación para el buen ladrón (39-43) y de oración confiada al Padre al entregar su vida (46).
Juan 19,17-29 tiene sello propio: omite el episodio de Simón de Cirene; da mucha importancia a la inscripción de
la cruz (19-22); desde la cruz, Jesús tiene un breve diálogo con su madre y el discípulo amado (25-27) y pronuncia
todavía dos breves frases antes de morir (28-30). El Evangelio [apócrifo] de Pedro ofrece un relato muy resumido
de la crucifixión (10-20) con algunos detalles llamativos que iremos comentando.
3 Crudelissimum teterrimumque supplicium (A Verres 2, 5, 165). La crucifixión era practicada en muchos pueblos
de la antigüedad. Persas, asirios, celtas, germanos y cartagineses la utilizaron de diversas maneras. Roma la
aprendió de Cartago e hizo de ella el suplicio preferido para castigar a los peores criminales.
4 Es impresionante el estudio de M. Hengel recogiendo minuciosamente los testimonios e informaciones del mundo
6 En la primera revolución de esclavos de Sicilia (139-132 a. C.) fueron crucificados 450 esclavos. Después de la
derrota de Espartaco, Craso hizo crucificar a 6.000 esclavos en la Vía Apia, entre Capua y Roma.
7 La guerra judía II, 75; II, 241; II, 305-308; V, 449-451. Entre los judíos se practicaba la lapidación, no la crucifixión.
Sin embargo, Alejandro Janeo crucificó a ochocientos fariseos. Al subir al trono, Herodes el Grande la suprimió.
8 Así se dice en Deuteronomio 21,22-23: «Si un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado, lo colgarás de un
árbol. No dejarás que su cadáver pase la noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una
maldición de Dios».