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LA FAMILIA: FUTURO DE LA HUMANIDAD

Por: Pavlusha K. Luyando Joo


luyandojoo@yahoo.com
blog: http://reflexionboletinsagradafamilia.blogspot.com

Ningún país del mundo puede pensar en su futuro si es que no lo hace en base al buen desarrollo
de sus nuevas generaciones.

Un país debe preocuparse por sus generaciones futuras, no solamente desde la perspectiva
intelectual; sino también por la calidad moral de sus individuos. La conjunción de estas dos
realidades hace posible el verdadero desarrollo de una nación.

Para saber cómo se valoran las nuevas generaciones, solo basta echar una mirada a como se
relaciona la sociedad actual frente a eventos trascedentes como el matrimonio, el embarazo y al
tipo del apoyo que se da a las familias. Parece claro que en el mundo contemporáneo se
infravalora la importancia del futuro.

Por ello todo lo que se haga por dar apoyo a las familias, está destinado a tener éxito e incluso a
influenciar en otras personas y en la sociedad en general. Apostar por la familia es apostar por el
futuro del mundo.

Es indispensable promover los valores de la familia, se debe amar a la familia; por ello también se
debe advertir los peligros que la acechan y las herramientas de cómo superarlos.

El futuro de la humanidad está en la familia.

LA GRAN PREOCUPACIÓN: GENERAR CULTURA DE VALORES

“No todas las expresiones de un hombre o de una sociedad pueden calificarse como cultura. Si la
sociedad pasa por una crisis de valores difícilmente sus expresiones podrían ser culturales. Se
podrían calificar más bien como de una falta de cultura”.

Para que se algo sea catalogado como cultura debe tener calidad y valor estético. En la actualidad
se ve un rechazo a los valores culturales históricos, se ataca el bien y la verdad y se quiere poner
de relieve una subjetividad que renuncie a definiciones precisas (relativismo), como por ejemplo el
de considerar a la familia tradicional, al matrimonio entre varón y mujer, la disciplina, el sacrificio
por el prójimo, la religiosidad; etc, como “pasados de moda”

Cuando la sociedad relativista minimiza los compromisos del hombre, en cuanto al compromiso de
buscar el bien sobre todas las cosas, conlleva a una actitud de no querer mirar lo que está mal, y
se convierte en un peligro para sí mismo y para la sociedad. Corre el riesgo de aceptar cualquier
idea venga de donde venga en aras de su libertad, lo que conlleva a seguir un camino sin un punto
de referencia claro, lo que ocasiona la debacle social, pues los individuos de una sociedad que no
tenga brújula caminan perdidos, no tienen ideales altos y son más manipulables, presa fácil de
cualquier ideología, aunque esta lo conlleve a la nada. Un ejemplo de ello es la tácita aceptación
por parte de la población, que a través de los medios de comunicación: radios, periódicos,
televisión; etc, se ofrezca material poco educativo y hasta inmoral en determinados casos

A toda persona se le debe formar con claridad en las nociones del bien y del mal. No puede haber
cultura sin los valores que elevan el espíritu y las facultades humanas, no puede ser cultura lo que
denigra al hombre o empobrece su esencia. Si se tuvieran estos principios claros; no permitiríamos
que pulule material denigrante. La crisis de valores que hoy sufre nuestra sociedad, ocurre entre
otras cosas por no hacer nada para hacer frente a la cultura de antivalores.

La educación debe asegurar una formación rica en interioridad, para que el individuo pueda
discernir claramente entre el bien y el mal. Una educación que no señala el camino correcto es un
remedo de pedagogía y formación. Se debe de educar no solamente describiendo fenómenos, sino
también induciendo a la reflexión, al discernimiento entre lo correcto y lo incorrecto.

Todas las personas deben dar prioridad a la formación moral, no es correcto pensar que solo basta
la preparación técnico-intelectual; hoy vemos que el problema moral recae incluso en
profesionales y personajes de nivel económico alto.

La cultura no es entretenimiento de la persona, sino más bien el cultivo de la persona para


convertirla en una de calidad. La base de los ambientes son las virtudes humanas. Las virtudes son
el eje fundamental para convertirnos en verdaderas personas. Todo proyecto educativo serio tiene
base la formación en valores, este es el objetivo de la verdadera educación: forjar buenos
ciudadanos para hacer una sociedad mejor.

Cada vez se hace más difícil encontrar educadores que no sean permisivos, educadores que sean
capaces de hacer una valoración correcta de lo que está bien y lo que está mal. Más bien
sobreabundan aquellos que no quieren tocar “temas difíciles”, como los relacionados con la
sexualidad, prefiriendo la inhibición.

Las virtudes son las que ayudan a desarrollar las capacidades intrínsecas de todo ser humano. Pero
es necesario ejercitarlas en uno mismo primero para poder enseñarlas. Es decir no puedo enseñar
honestidad, responsabilidad o respeto, si es que no he aprendido a practicarlas en mí mismo.

El ejercicio de la docencia es una de las profesiones más importantes que existen, porque permite
formar a los futuros líderes, a los que alguna vez conducirán una familia, una organización o un
país, de eso ello depende el fututo de una nación. Por ello el que enseña debe discriminar lo
correcto de lo incorrecto, debe ser una persona de reflexión constante, que tenga una sólida
cultura de valores y un buen soporte académico, de esa forma su mensaje tendrá más impacto en
aquellos que lo escuchen.
LA IDEOLOGÍA DEL RESENTIMIENTO
Cuando los padres han sido verdugos y se ha vivido el abandono afectivo, cuando no se ha recibido
amor de sus semejantes, el corazón se llena de odio. De esta forma empieza el odio a todos y a
todo.
Los que odian, son proclives a aceptar ideologías cuyo contenido es odio: Marxismo (lucha de
clases), ideología de género (el hombre vs la mujer), terrorismo, fascismo, ideologías pro-aborto
(eugenesia) y un largo etc. Estas son las ideologías surgidas por el resentimiento.
El común denominador de todas estas ideologías es el uso de la violencia, y el del “fin justifica los
medios”. La retórica de los que están a favor de estas tendencias siempre es beligerante y
amenazadora, hasta en el lenguaje y expresión se evidencian.
El resentimiento genera odio y el odio genera endurecimiento en el discernimiento; es decir la
persona deja de ver solución asertiva y sola percibe una: deseo de venganza.

El hombre al que Dios no sana su odio termina por proyectar este sentimiento malo en todo lo que
hace; pero para ello primero hay que reflexionar en un profundo examen de conciencia la razón de
nuestro actuar y del origen de nuestros pensamientos.

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