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MAURICIO CARLA VILLA

ANTIESPANA
19 5 9

N O S

19 5 9
MAURICIO CARLA VILLA

ANTI-ESPAÑA 1959
AUTORES, COMPLICES Y ENCUBRIDORES
DEL COM UNISM O

NOS
MADRID
1959
OBRAS DE «MAURICIO KARL»
El Comunismo en España (1931).
El enemigo. Marxismo, Anarquismo, Masonería (1934).
Asesinos de España (1935).
Técnica del Komintern en España (1937).
El tenebroso plan Roosevelt-Stalin (1946).
Sinfonía en rojo mayor (T.) (1950).
Guerra (1952).
En tomo al X IX Congreso del Partido Comunista de la U. R. S. S. (edi­
tado por un Centro Oficial para personalidades) (1953).
Beria (editado por un Centro Oficial para personalidades) (1953).
Malenkov (1954).
Pearl Harbour, traición de Roosevelt (1954).
Moscú, hoy (1955).
Y alta. Documentación completa del Departamento de Estado, comentarios
y notas (1955).
Sodomitas (1956).
El Rey (1957).
Kruschev (1958).
Anti-España 1959,

OTROS TRABAJOS
Prólogo, epílogo y notas a Yo, jefe del Servicio Secreto Militar Soviético,
de W a l t e r K r i v i t s k y . (1946).
Epílogo a Sucedió en la U. R. S. S., de A. P e s t a ñ a , A. G ide, etc. (1946).
Prólogo, epílogo y notas a Stalin y sus crímenes, de L e ó n T r o t s k y (1947).
Prólogo y ampliación a El misterio del Estado de Israel, de A r t h u r Ro-
GERS (1948).
Prólogo y notas a Los mariscales rojos hablan, de C ir il o K a l in o v (1950).
Prólogo a Yo escogí la esclavitud, de “ E l C a m p e s in o ” (1952).
Prólogo a Un siglo de atentados políticos, de E duardo C o m ín (1952).
Prólogo a Historia secreta de la Segunda República, de E duardo C om ín
(1953).
Prólogo a Yo escogí la esclavitud, de “ E l C a m p e s in o ” (19 5 3 ).
Piólogo y notas a Yo, ministro de Stalin en España, de J e s ú s H e r n á n ­
dez (1954).
Prólogo, biografía y notas a Yo y Moscú, de I ndalecio P r ieto (1955).
Prólogo y ampliaciones a El dinero de Hítler, de S id n e y W arburg (1955).
Prólogo, comentarios, ampliaciones y notas a Masonería Española, de M i ­
guel M o r a y ta (1956).
Prólogo y epílogo a Filosofía de la Masonería y Simbolismo de la Maso­
nería (1957).

EN PRENSA
El Rey. La historia silenciada del Reinado de S. M. Alfonso XIII
(2.* parte).
RAZON Y FIN

¿Un libro en defensa y apología del Régimen?, se preguntarán


los lectores antes de abrirlo.
Ni defensa, y menos aún, apología del Régimen actual.
¿Razón y fin de la presente obra?
Sólo una razón y un fin : España.
Hago notar una realidad, con vigencia en miles de páginas,
escritas por el autor al reanudar su labor político-literaria cuando
finaliza la Guerra Mundial. En las bibliotecas están sus libros, en­
sayos, comentarios, prólogos y epílogos; pueden ser vistos y re­
buscados página por página, pero no encuentran apología ni de­
fensa del actual Régimen, de sus hombres o del Jefe del Estado.
En prueba decisiva, búsquese y rebúsquese; ni siquiera el apellido
Franco está escrito por mi pluma.
El tema de todas mis obras de Postguerra es el Comunismo; el
Comunismo en su acción internacional, sus progenitores, Judaismo,
Masonería, sus iniquidades y hombres decisivos.
Es el Comunismo como peligro para la Humanidad, la Cris­
tiandad y España el tema único de cuanto he publicado desde que
finalizó la Guerra Mundial.
La línea general de todas mis obras de la Postguerra, sin solu­
ción de continuidad ni siquiera flexión, es prolongación de mis
cuatro primeras obras.
El Comunismo en España (1931).
El Enem igo: M a rx ism o - Anarquismo-M asonería (1934).
Asesinos de España: Morxismlo-Anarquismo-Masonería (1935), y
Técnica de la Komintern en España (1937).
Bastan sus títulos para revelar sus temas y su p r o p ó s ito ; su tema
durante la R epública fue siempre el Com unism o en España, com o
señalan especialmente con sus títu los; y su fin fué mostrar a los es­
pañoles el peligro del triunfo del Com unismo en nuestra Patria
para, mostrándoles tan horroroso peligro, provocar en ellos el ins­
tinto de conservación personal y nacional y lanzarlos a la R eb elión
salvadora.
En una palabra, el único Antagonista en aquellas cuatro p r i­
meras obras era el E n em igo: M arxism o, Anarquism o, M a son ería ;
pero, en primer lugar, el Enemigo indígena.
Salvada España del Comunismo p or el M ovim iento N acional
español, pero, inmediatamente después, triunfador el Com unism o
en Europa y en el m u n d o; invadidas y esclavizadas tantas naciones
y amenazadas todas las del Planeta y , p or lo tanto, tam bién Es­
paña, desde cuando la Guerra Mundial acaba, volví a tom ar la p lu ­
ma para mostrar de nuevo a españoles y extranjeros la universal
amenaza de muerte o esclavitud comunista.
Ahora bien, si en mis cuatro primeros libros el Antagonista era
el Comunismo indígena, con las com plicidades interiores y exte­
riores de Judaismo y Masonería y la ayuda decisiva de M oscú, en
mis obras de Postguerra hube de cam biar el orden de factores,
aunque sin alterar el resultado, y el Antagonista fué ya en ellas el
Comunismo internacional, Moscú, y sus cóm plices, Judaism o, M aso­
nería y el Comunismo indígena.
Dada la situación y correlación de fuerzas, y dado el carácter
del Régimen español, yo estimé desde 1945 hasta fecha reciente
que el Comunismo no podría ya triunfar en España sin el estallido
de una nueva Guerra Mundial y la invasión subsiguiente, física,
real, de la Península por el Ejército R o jo , trayendo en sus fu rgo­
nes y retaguardia la Cheka gubernamental formada por comunistas
indígenas. Creía, y con razones, que a España sólo le podría su­
ceder lo acaecido a tantas naciones de la Europa oriental.
De ahí, de tales ejem plos y razones, el dedicar por entero mi
atención en estos años de la postguerra mundial a denunciar el De
l.gro exterior del Comunismo, y sólo en consecuencia, en muy ee-
gundo lugar, el peligro comunista interior.
A hora b ien , lectores; desde hace poco tiempo, un par de año»
todo lo mas, atento siempre a la permanente conspiración masóni-
ca, lie llegado a esta conclusión definida y concreta:
El Com unism o pu ed e volver a esclavizar a España, sin la previa
invasión del E jército R ojo.
Y tal convicción es la determinante única del presente libro mío •
A N T IE SP A Ñ A 1959.
La exposición documentada de lo intentado y realizado por los
autores, cóm plices y encubridores del Comunismo para franquear­
le las puertas de España, pues tal exposición es mi libro, será la
prueba de si puede o no volver a dominar nuestra Patria la peste
roja para perpetuar su asesinato y esclavizar a los españoles.
P or añeja experiencia, bien sé yo con cuánta incredulidad y
exceplicism o serán acogidas mis pruebas y razones. La frivolidad y
estupidez de las gentes “ cultas” , en complicidad inconsciente con la
traición a España— traición permanente y organizada— , me opondrá
la cerrada conspiración del silencio. Todo lo más, en privado y con
aires de superioridad, me motejarán de sensacionalista y truculento...
De truculento y sensacionalista me motejaron esos mismos tipos
a partir de 1931, en cuanto apareció mi primer libro, en el cual
revelaba el futuro triunfo del Comunismo en España.
De 1931 a 1936 hube de sufrir el impacto constante de la sonrisa
escéptica lanzada con superioridad y suficiencia por esa plaga social
de tipos al cabo de todo y de vuelta de Podo, cuya insolente vanidad
les hace creerse dotados de suprema ciencia infusa.
No incluyo en esa j)laga de la superioridad y sujiciencia los cóm­
plices y encubridores conscientes del Comunismo. Sólo incluyo a
esa “ élite” de la “ Inteligencia” nacional con cultura de lujo, po í-
tica, literaria o artística, cultura toda de segunda mano, grosero
calco de la moda diseñada, cortada y recortada, según les de la rea
gana a los modistos culturales extranjeros cada témpora a,
vertidos en “ autoridades consagradas” por Agencias y Prensa, so
en el mejor de los casos; pues en su mayoría la plaga no basa
El E nem igo: Marxism o-Anarquism o-M asonería (1934).
Asesinos de España: Marxism)o-Anarquismo-Masonería (1935), y
Técnica de la Komintern en España (1937).
Bastan sus títulos para revelar sus temas y su p r o p ó s ito ; 6U tema
durante la República fué siempre el Com unism o en España, com o
señalan especialmente con sus títu los; y su fin fué mostrar a los es­
pañoles el peligro del triunfo del Com unismo en nuestra Patria
para, mostrándoles tan horroroso peligro, provocar en ellos el ins­
tinto de conservación personal y nacional y lanzarlos a la R eb elión
salvadora.
En una palabra, el único Antagonista en aquellas cuatro p r i­
meras obras era el E n em igo: M arxism o, Anarquism o, M a son ería ;
pero, en primer lugar, el Enem igo indígena.
Salvada España del Comunismo p or el M ovim iento N acional
español, pero, inmediatamente después, triunfador el Com unism o
en Europa y en- el m u n d o; invadidas y esclavizadas tantas naciones
y amenazadas todas las del Planeta y , p or lo tanto, tam bién Es­
paña, desde cuando la Guerra Mundial acaba, volví a tom ar la p lu ­
ma para mostrar de nuevo a españoles y extranjeros la universal
amenaza de muerte o esclavitud comunista.
Ahora bien, si en mis cuatro primeros libros el Antagonista era
el Comunismo indígena, con las com plicidades interiores y exte­
riores de Judaismo y Masonería y la ayuda decisiva de M oscú, en
mis obras de Postguerra hube de cam biar el orden de factores,
aunque sin alterar el resultado, y el Antagonista fué ya en ellas el
Comunismo internacional, Moscú, y sus cóm plices, Judaism o, M aso­
nería y el Comunismo indígena.
Dada la situación y correlación de fuerzas, y dado el carácter
del Régimen español, yo estimé desde 1945 hasta fecha reciente
que el Comunismo no podría ya triunfar en España sin el estallido
de una nueva Guerra Mundial y la invasión subsiguiente, física,
real, de la Península por el Ejército R o jo , trayendo en sus fu rgo­
nes y retaguardia la Cheka gubernamental formada por comunistas
indígenas. Creía, y con razones, que a España sólo le podría su­
ceder lo acaecido a tantas naciones de la Europa oriental.
De ahí, de tales ejem plos y razones, el dedicar por entero mi
atención en estos años de la postguerra mundial a denunciar el oe-
l.gro exterior del Comunismo, y sólo en consecuencia, en muy se-
gundo lugar, el peligro comunista interior.
A hora b ien , lectores; desde hace poco tiempo, un par de año.
tod o lo mas, atento siempre a la permanente conspiración masón.-
ca, he llegado a esta conclusión definida y concreta:
E l Com unism o puede volver a esclavizar a España, sin la previa
invasión del E jército R ojo.
Y tal convicción es la determinante única del presente libro mío •
A N T I ESPAÑA 1959.
La exposición documentada de lo intentado y realizado por los
autores, cóm plices y encubridores del Comunismo para franquear-
le las puertas de España, pues tal exposición es mi libro, será la
prueba de si puede o no volver a dominar nuestra Patria la peste
roja para perpetuar su asesinato y esclavizar a los españoles.
P or añeja experiencia, bien sé yo con cuánta incredulidad y
excepticism o serán acogidas mis pruebas y razones. La frivolidad y
estupidez de las gentes “ cultas” , en complicidad inconsciente con la
traición a España— traición permanente y organizada— , me opondrá
la cerrada conspiración del silencio. Todo lo más, en privado y con
aires de superioridad, me motejarán de sensacionalista y truculento...
De truculento y sensacionalista me motejaron esos mismos tipos
a partir de 1931, en cuanto apareció mi primer libro, en el cual
revelaba el futuro triunfo del Comunismo en España.
De 1931 a 1936 hube de sufrir el impacto constante de la sonrisa
escéptica lanzada con superioridad y suficiencia por esa plaga social
de tipos al cabo de todo y de vuelta de todo, cuya insolente vanidad
les hace creerse dotados de suprema ciencia infusa.
No incluyo en esa plaga de la superioridad y suficiencia los cóm­
plices y encubridores conscientes del Comunismo. Sólo incluyo a
esa “ élite” de la “ Inteligencia” nacional con cultura de lujo, polí­
tica, literaria o artística, cultura toda de segunda mano, grose
calco de la moda diseñada, cortada y recortada, según les de la rea
gana a los modistos culturales extranjeros cada .témpora a»
vertidos en “ autoridades consagradas” por Agencias y Prensa,
en el mejor de los casos; pues en su mayoría la plaga no asa
propia superioridad y suficiencia en una pistática repetición de
ideas a la m oda, sino en su posición económ ica, en su rango aristo­
crático, profesional o administrativo. A qu í, en España, esta gran
personalidad inherente a nuestra raza se h ipertrofia en las llamadas
“ clases elevadas” , y su rango, en cualquier categoría social, hasta
siendo producto de la herencia, incluso si la herencia es tan sólo
crematística, Ies hace creerse o sentirse una especie de superhom ­
bres en toda ciencia, en toda disciplina, en toda especialidad. N o
escuchan, no leen, no viven cosa ninguna; y, sin em bargo, tom e,
lector, contacto con esas clases “ elevadas” y cualquiera de sus m iem ­
bros, cuanto más ignaro, iletrado y estulto sea, más os abrumará
con su lección doctoral, con sus rancios y cien veces refutados tó ­
picos. Su indigencia cultural está en razón directa siem pre con su
petulancia, vanidad e incontinencia verbal.
Incapaces de crear una idea propia sobre nada, y m enos aún
en p olítica ; con horror a la lectu ra ; sin criterio p r o p io ; los de las
“ clases elevadas” tan sólo son capaces de dar entrada en su vacío
mental, pues de algo lo han de llenar, a lo llegado hasta ellos
exaltado por la propaganda; entiéndase, p or la propaganda extran­
jera. Y no por despertarles ella ninguna inquietud espiritual, sino
simplemente por ir, hasta mentalmente, a la última moda.
Ahí está el ya famoso engendro del ju d ío com unista Pasternak.
Las clases elevadas no le e n ; esta es una evidencia editorial. España
es el país de más bajas .tiradas de Europa. El h ech o demuestra de
manera neta que quienes pueden leer, pues tienen dinero y tiem po
suficiente— o sea las clases “ elevadas” — , no quieren leer... Para
que tales clases elevadas lean es preciso que llegue a España un
libro precedido del estruendo propagandístico ex tra n jero; sobre
todo, si la propaganda se la brinda el Prem io N ovel o el Stalin
(ahora L en in ); sin pararse a pensar que hasta h oy, ni p or eq u ivo­
cación, ha recibido tales galardones ninguna obra genial con ca­
lidad intrínseca para poder sobrevivir a la tempestad mundial de
eu propaganda.
Ese Doctor Jivago es un libro con más de diez años en librerías,
y hasta ser descubietro y consagrado genial por los masónicos aca­
dém icos suecos, nadie íué capaz de reparar en él v - a
hallarlo genial. ¿E so no es verdad? ’ 7 ^ ^ **

« , Per,° !,0d° , eS° “ ada leS Ímp° rta en absoluto a nuestras clase*
elevadas ; el asunto es ir ellas a la m oda; pues ¿cómo podrían
presentarse ante su sociedad sin haber leído el Platero de Jiménez
— treinta y tantos años ignorado por todos los “ elevado#’—o el
D octor de Pasternak?

Ni saben y, menos aún, les importa que los premios Novel sean
adjudicados por imperativos extraños a la literatura. Los acadé­
micos premiantes han obedecido, com o tantas veces, a dictados ma­
sónicos, a dictados de sectarismo político.
La simetría masónica en los casos Jiménez y Pasternak resulta
evidente com o nunca. Los masónicos académicos han querido pre­
miar a dos “ genios” indígenas adversarios, y sólo por adversarios,
de dos dictadores, uno de derecha y otro de izquierda; y como no
disponían de ningún genio a mano, se han visto en la necesidad im­
periosa de arrancar con fórceps a Jiménez y Pasternak de su oscu­
ridad. Y así, de ser despreciados por las gentes, los han convertido
en insignes genios para esas mismas gentes...
El auténtico mérito literario y artístico era lo de menos. Tan
6Ólo se trataba de batir con tiros indirectos a Franco y Kruschev, es
cosa demasiado evidente: a Franco por anticomunista; y a Krus­
chev, por h eterod oxo, ya que no comulga él con el Comunismo
m asónico.
Dueños Judaismo y Masonería de la máquina mundial de la pro­
paganda, la máquina de poner de moda las ideas, tan sólo alcanzan
el rango de doctrinas distinguidas, chic, a la moda, ideas masónico-
demo-comunistas.
Y com o nuestras clases “ elevadas” tan sólo leen cosas chic y de
m oda, sin poseer cultura ni formación para invalidar en sus cere-
bros v conciencias la sofística de sus masónicas
hasta' donde son capaces de comulgar en algo, en ales idea.
I T ellas implícita o expb'citamente, subjetiva u objetivamente,

rel " u " d e , lectores?... Acaece un fenómeno revolucionario


va viejo y con sobrada constancia histórica en todas las R ev olu cio­
nes, incluyendo la francesa, y a partir de la misma.
Podría yo traer aquí páginas y páginas para m ostrarlo en muy
distintos episodios históricos con los más variados testim on ios;
pero me bastará con uno, dada su excepcional calidad.
M axim iliano Robespierre nos d ir á :
“ Si se produce una Revolución en estos países (d e E uropa) no
puede ser más que gradualm ente; com ienza por los n obles, p or el
clero, por los ricos, apoyándolos el p u eb lo en tanto sus intereses
van de acuerdo con el suyo prop io. Tam bién entre vosotros han
sido los Parlamentos, los nobles, el clero, los ricos, los que han
dado el im puko a la R ev olu ción ; luego ha h ech o su aparición el
Pueblo... (1)” .
Definitivo, lecto r; definitivo. Así fué y así es.
“ La Revolución comienza por los nobles, el clero y los ricos” ...
Empieza, y no es paradoja, porque con estulticia suprem a, son in ­
capaces de creer en ella y están ciegos para verla. Para ellos la R e­
volución, a la cual ni tal nom bre le dan, es tan sólo un m ed io para
dar satisfacción a sus apetitos y odios personales; y tal es su o r ­
gullo, vanidad y desmedido concepto de su pod er de clase, que
todos y cada uno de los “ elevados” se considera capaz de frenar y
hasta de parar en seco el m ovim iento del alud revolu cion ario en
el punto y momento en que ha satisfecho su am bición alzándole al
poder y su odio aplastando a sus adversarios... P ero com o afirma
con entera verdad el terrorista Robespierre, cuando las clases ele­
vadas han satisfecho sus ambiciones, odios e “ intereses” , aparece el
P ueblo... ese “ pueblo” que para R obespierre, com o para tod o re­
volucionario terrorista, incluido el com unista, es tan sólo el P a r­
tido creado y dirigido por el revolucionario profesional, capaz, eto
sí, de fanatizar y arrastrar a grandes masas populares, excitando
en ellas los más bajos y elementales instintos, los mismos en esen­
cia que impulsaron a las clases elevadas; pero llevados a infra­
humano extrem o...
A toda Revolución social-terrorista precedió siempre un período
de anarquía mental y política de las clases elevadas; una rebelión

(1) Robespierre: Discurso en la Convención.


de nobles clérigos y n eos contra el Estado; fueron y son las clases
elevadas» el necesario trampolín para el salto hasta el Poder de
los auténticos revoluiconarios; en el momento actual, los comu-
nistas.
Y , naturalmente, resulta ser condición sin equan non que tales
clases “ elevadas” no crean y, sobre todo, que no quieran creer en
la u lterior “ aparición del pueblo” , en la ulterior aparición del Par­
tido Comunista, puñado de revolucionarios profesionales, capaces
de arrastrar grandes masas populares con la tentación satánica de
mostrarles— ;o b clases “ elevadas” ! — vuestros palacios, vuestros ban­
cos, vuestras haciendas, vuestros dineros, vuestras esposas, vuestras
hijas a violar y vuestras vacías cabezas para cercenar, prometién­
doles, com o Satán a Jesús: todo esto te daré...
Esto mism o he dicho y repetido desde 1931 a 1936 sin lograr
ser creído por las clases “ elevadas” .
Y o no lo sabía desde que triunfó la República; lo sabía mucho
antes; exactamente desde cuando las clases “ elevadas” , acaudilla­
das p or Sánchez Guerra, el vesánico jefe de los conservadores, y
p o r C am bó, cerebro de los financieros, se rebelaron contra el Ré­
gimen del General Prim o de Rivera.
Y o conocía ya que la primera condición señalada por Lenin para
la lucha final” victoriosa de la Revolución e ra :
«P rim ero, que todas las fuerzas hostiles (al Comunismo) estén
suficientem ente sumidas en confusión, suficientemente reñidas unas
con otras v suficientemente debilitadas por una lucha intestina y
superior a sus fuerzas» (2). ^
¿N o era ésta la situación en las postrimerías de la “ dictadura
de Prim o de R ivera...?
Y o también sabía que el Partido, «en su lucha por el omu
nism o.. debe tener el camino libre, debe s e r v i r s e de todas las
armas a su alcance. La democracia, la plena libertad polit.ca, son
sus m ejores armaso (3).
¿N o era ésta la situación que prometían los enemigos e
tadura” al Comunismo? Situación que establecería el genera o g -

Lenín: E l Comunismo de Izquierda', Pá£- 195‘


( 2) Lenín: Dos Tácticas: juni-1905 (articulo).
(3)
nizador de derrotas B eren gu er, ganándose el h onroso título de
ujier introductor d e la R evolu ción .
Y no ignoraba tam poco que “ no ha estallado ninguna revolu ción
ni puede estallar sin la desorganización del ejército (4 ), y que
“ El prim er acto de toda revolución victoriosa— com o lo han seña­
lado Marx y Engels— ha sido destruir el antiguo ejército, destro­
zarlo y reemplazarlo por un ejército nuevo. La clase social nueva
que aspira al Poder no ha p od id o nunca, y actualmente tam poco
puede, alcanzar y asegurar su dom inación de otra manera que des­
trozando el antiguo ejército” (5).
¿N o me era con ocido que la “ trituración” del E jército español
era la misión esencial y más revolucionaria im puesta p o r las fuerzas
secretas de la R evolución a la R epú blica en España?
Y sabiendo esto y algo más— nadie me lo podrá negar— , y ha­
biendo realizado lo h echo después, con más riesgo y m ayores d ifi­
cultades, será mala fe negarme que yo tuviese la in ten ción, en I09
últimos tiempos de P rim o de R ivera, de revelar p o r escrito y con
publicidad que cuantos conspiraban contra el Régim en aquél trae­
rían a España la R epú blica, y la R epú blica al Com unism o.
L o escribí, pero no lo p u b liq u é : P rim ero, p or carecer absolu­
tamente del par de miles de pesetas necesarias para pu b lica r en ton ­
ces un lib r o ; y ni pensar en lina editorial capaz de lanzar un lib ro
tal. Segundo, porque, dado el “ clim a” general, era estupidez p u ­
blicar un libro hablando del peligro comunista en España, cuando
para todas las clases “ elevadas” su vida era inviolable y su p ro p ie ­
dad cosa eterna y sagrada.
Publicados no uno, sino tres libros, durante la R ep ú b lica , re­
velando con pruebas irrefutables el peligro del C om unism o, p ero, a
pesar del ensayo general de octubre de 1934, con expropiaciones y
asesinatos de verdad, sólo muy pocos me creyeron, aun cuando yo
anunciase meses antes, en ju n io, aquella R evolu ción , cóm o sería
y dónde triunfaría...
M i anuncio, punto por punto realizado, debió ser para los más,
si es que llegaron a pensar, una mera concidenica casual, sin valor

(4) Lenín: La Victoria Proletaria y el Renegado K a uetky, pég. 119.


(5) Lenín: La Victoria del Proletariado \ pág. 120.
ni Presuntivo para creer que yo sería capa, «le acertar al anunciar
en 1935 el nuevo y definitivo asalto triunfal del Comunismo
D e haberlo creído, de haber tomado siquiera en cuenta mi,
aciertos anteriores, no se hubiera incurrido en la reiteración ,le
aquella insensatez del 14 de abril del 1931 en el fatídico 16 de fe-
brero de 1936, dando el Poder previamente a un Pórtela Vallada-
res, otro, y más con ocido, masónico ujier introductor de la Revo­
lución. ..
Sólo así pudo llegar la espantosa hecatombe de un millón de
muertos españoles.
Ya he dicho que yo debí revelar el peligro del Comunismo (hi­
lante los dos últimos año9 del Régimen de Primo de Rivera, pues
ya lo conocía entonces. Expuesta queda la imposibilidad material
que me im pidió realizar tal propósito.
H oy no se me opone ninguna dificultad insuperable y no me
veo precisado a esperar, com o entonces, a cuando sea demasiado
tarde.
Diré ahora mi verdad a España, cuando no están aún en el
Poder los ujieres introductores de la Revolución.
Los ujieres de la Revolución, contando con la ignorancia y bue­
na fe de muchos patriotas, pretenden introducir en el reducto del
P od er a la Antiespaña ocultándola tras cruces, coronas reales y
regios armiños. Veremos si tantos engañados patriotas, cuando les
descubra las patibularias y siniestras cataduras de Jos masónics ase­
sinos de la Patria, son capaces de seguir siendo coautores y cómpli­
ces de la Antiespaña.
Veremos cuán pocos quedan dispuestos para abrirle las puertas
de la nación al Comunismo, por muchas cruces, coronas y armiños
que lo disfracen... .
¿Q ué tal cosa es defensa del Régimen actual?... No soy su ícien
temente tonto para ignorarlo. _
En efecto; harto hoy, nadie ha planteado a los españoles otra
opción.: este Régimen o el de la Antiespana.
Y evidente resulta'en tal situación dada, que frustrar a *mVres
do la Antiespaña resulta, quiera o no, una defensa .leí Reamen

actual...
ANTi-rsrAtf* 1 —2. -
IVro. repito, en cala situnción (bufo, cumulo e.slá rn peligro no
bólo la existencia del Régim en, sino la tic España ¿p o r no d e­
fender al Régim en, puedo y debo 110 defender mi Patriad...
Y o te planteo, lector, tal dilema en este m om en to; pero no de­
cidas en el instante. Puedes creer, fallo de in form ación, que la .si­
tuación dada no es tal y com o yo Ja planteo y, p or lo tanto, que no
son hoy conexas la defensa de Régim en y Patria. N o decidas, lector,
te repito, en esto m om ento; decide cuando hayas leíd o Ja última
página de mi libro.
En tanto te adentras en su lectura, perm ítem e decirte algo más
de tipo personal.
Ya he afirmado antes que nadie podrá decir que en mi ya c o ­
piosa producción he deslizado la más leve apología de este R égi­
men, el menor elogio en h onor de ninguno de sus hombre,» en el
Poder y ni siquiera he m encionado ni una vez el n om bre de Fran­
cisco Franco.
Desafío a que alguien pueda descubrir o averiguar que yo he
recibido del Régimen favor, distinción, h on or, b en eficio, cargo, cu
fin, algo para satisfacer mi vanidad, am bición o interés.
He sido, y el menor tiem po posible para no perder mis derecho»
administrativos, funcionario de la P o lic ía ; un fun cionario más, uno
de tantos; he ascendido, llegando a la categoría que p or antigüedad
extricla me correspondía, y cuando me ha llegado la edad, lio sido
un jubilado más. Es tod o, lector. Si esto es factor, distinción, h onor,
beneficio, cargo político, algo capaz de satisfacer mi vanidad, am ­
bición o interés... nadie será capaz do afirm arlo... porqu e algo tan
mediocre, una profesión obtenida por oposición , la obtuve en 1921,
me la quitó la República en 1935 y la recuperé com o cualquiera, con
arreglo a la ley, en 1940.
luí es, lector, mi situación oficial pretérita y presente con res­
pecto al Régimen actual.
Mi silencio absoluto com o escritor en relación al Régim en y sus
hombres puede ser interpretado com o se quiera. Puede eer consi­
derado como indiferencia y hasta com o actitud adversa; mas opí-
nette como so quiera, nadie bagado en hechos ni en palabras mías
podrá calificarm e ,lr f, r un defensor ni ,ln ^
actual...

Acaso resulte lod o eso algo enigmático a los le,clore?: probable


m entc, con disparidad de opiniones, me calificarán .le partidario,
de indiferente o de adversario de este Régimen.
Me permitirán dejar a cada uno con su opinión personal. Sólo
quiero recordarles una cosa demasiado sabida: soy escritor; como
tal elaboro una obra, buena, mala o regular; yo, sinceramente, la
creo muy buena— y 110 en sentido literario, que la literatura nada
uie im porta— ; buena en tanto y cuanto es lucha denodada contra
el Enem igo de la Cristiandad y España.
Vincularm e yo, autor de tal obra, con actitud política, con lazo
partidista o personalista, con defensas o apologías a este Régimen o
a cualquier otro, scrí.i tanto com o macular yo mismo mi obra con
los errores fatales de cualquier Régimen o de cualquier hombre;
hasta los más perfectos, todos ellos falibles.
Lleve mi obra para la? gentes, y, según quiero, para la poste­
ridad solamente mis propios errores. Nada de los ajenos, y menos
aún la empañe pombra siquiera de haber sido dictada por el so­
born o del favor o los honores, por bajo afán apologclico o de adn-
Iación a los poderosos.
Yo escribí en el prefacio del primer libro m ío:
('reo que. la plum a, flecha para herir dioses, no debe serlo de
pavo real, destinada al pkthre oficio de cosquillear medulas... ¡¡d n-
tes ro ta !!
N í» era un» mera frase, lector.
Creo que mi pluma sólo ha «ido flecha para herir dion-s... ¿1W
Pues bien, le ctor; cuando yo, en esto momento, a conciencia
•Ir <;■>.' defiendo r! urinal ««'gim en, me lanzo n publicar el presente
libro, por lo menos ha* de M arch ar rao,ivo .....
decide a ello.
De creerme capuz de lal defensa impnlíado por bastardos mo­
tivos, piensa : ¿p o r «jué yo espere, tanto tiempo y me di.ci
De ser hombre .. la busca y captura de favores o beneficios f -
hernamcntalcs, los hubiera inlentado buscar y <(.plorar
dios años, cuando la edad y la necesidad eran tentaciones más fu er­
tes que ahora...
Soy quien fui, ni menos ni más, exactamente igual.
La situación dada en este año 1959 vuelve a ser la misma para
mí que aquella del 1929-30.
Com o entonces quise y no pu de, ahora quiero y p u ed o decirle
a España que gentes insospechadas, inconscientes, p ero conscientes
otras, están maquinando traer de nuevo el C om unism o a España,
tendiendo el puente de una M onarquía-R epública.
Créanme, si 6e quiere recordar, que yo anuncié con reiteración
y precisión, de 1931 al 1936, el asesinato de E sp a ñ a ; o no se me
crea, com o entonces ocurrió.
En ambos casos, yo habré cu m p lido con m i deber para con Diog
y España.
Que me importan sobre toda 9 las cosas.
JUAN ANTONIO ANSALDO, NUESTRO
INFORMADOR

La presentación del autor de “ ¿Para qu é...? la hace él mismo


al pie de su propia fotografía, en uniforme de Teniente Coronel de
Aviación :

Cruz Laureada de San Fernando; Medalla Militar; 5 Cruces


M crito Militar distintivo r o jo ; Cruz de la Legión de Honor, grado
de o fic ia l; Título de Piloto Honorario francés; Medalla Italiana al
V alor, etc., etc.”
B ajo su nom bre, en la portada, leem os: “ Ex Agregado Aéreo
en París, V ichy y Londres” .
En otros lugares de la obra se dice que perteneció al Cuerpo Ju­
ríd ico del E jército Español y, como Piloto militar, sirvió en el
E jército del Aire.
Políticam ente, perteneció al grupo Acción Española y, desde
su fundación, a Falange, teniendo el mando durante algún tiempo
de las Escuadras de Acción. Expulsado por José Antonio Primo de
Rivera, pasó al Bloque Nacional, creando y mandando su Milicia
guerrillera.
Tom ó parte en la conspiración para el Movimiento del 10 de
agosto e intervino cuando estalló en la tentativa frustrada de asalto
al Ministerio de la Guerra. Fracasado, llevó al Genera] don Emilio
Barrera a Francia en su avioneta, desde donde, inmediatamente,
regresaron am bo, a Sevilla, volviendo a M adrid al ser preso el Ge­
neral Sanjurjo, pasando de nuevo a Francia.
Intervino en la preparación del M ovim iento N acional desde la
primera hora.
Estallado el M ovim iento, fué a Lisboa con su avioneta para tras­
ladar en la misma al General San ju rjo a P am plon a , y en un ac­
cidente, al despegar, murió carbonizado el G eneral y A n sald o re-
m ltó herido.
Incorporado al Arma de A viación, tom ó parte en la Guerra de
Liberación al mando de diferentes escuadrillas, com portán dose h e ­
roicamente, siendo condecorado varias veces y alcanzando el grado
de Coronel.
Terminada la Guerra española, fué destinado de A gregado A éreo
en París, pasando luego a V ich y y, después, con el m ism o cargo,
a Londres.
Como él <c lo llama, “ conspirador profesion al” , durante nuestra
Guerra y después de ella, conspiró en toda oportu nidad para la
Restauración de al M onarquía, pues, a pesar de sus distintas p e r­
tenencias políticas, Ansaldo fué siem pre un m on á rq u ico de la m o ­
narquía saguntina.
Exilado voluntariamente, sin haber sufrido sanción m ayor que
amonestaciones y un par de arrestos leves, pasó a P ortu gal, donde
le fué fijada residencia en M adera, y luego en L isboa. P or estas
fechas, se ofreció a los anglosajones para luchar en Filipinas a su
lado.

Tanto en Portugal com o en Francia, donde después pasó, siguió


conspirando para la Restauración m onárquica.
Desde hace años mantiene contactos con jefes de los enemigos
de España, considerándolos Ansaldo sólo enem igos del Régim en :
masones, republicanos, socialistas, separatistas— estas relaciones
conspiradoras, confesadas por él— y, probablem ente, con los com u ­
nistas últimamente.
Queda presentado el autor de “ ¿Para q u é ...? ” .
Presentamos en unas líneas la obra.
¿Para q u é ...'” eou las memorias personales de Juan Antonio
Ansaldo, escritas por él y editadas por Editorial Vasca E kin r
a n t i - i: s p a ñ a 19.VJ

S. R . r... P en i, 175. Bueno, A ire, (1951); por una editor!,] de lo.


separatistas.
El .señor Ansaldo tiene la humorada de hacer figurar como autor
del lib ro a su perro, pu e, lo subtitula “ Memorias de un “ caniche’ .
El “ caniche” habla constantemente de su amo, y lo llama Jaiú
el apelativo familiar del mismo, y a su esposa, Pilar, la llama Plon
también designación íntima de la misma.
Sólo agregar por nuestra parte que, siendo don Juan Antonio
Ansaldo un h eroico laureado, por cuyo insigne honor siente el autor
el más profundo respeto y le rinde un devoto culto, ha de tratarlo
con la máxima consideración y comprensión. Con tantas, que si el
autor de muchos de los hechos confesados por él fuera otro, le lan­
zaríamos todo el peso de nuestra condenación.
Repetim os : hemos de ser comprensivos v respetuosos por la ra­
zón expuesta. Respeto y comprensión pedimos a nuestros lectores
para él, y esperamos no ser desatendidos.
Bastante castigo se im pone, sin saberlo ni quererlo, el señor
Alicaído a sí mismo con su propio libro.
Desde el misn:o título de su libro “ ¿Pora qu é...?” ( “ ¿Para qué
nuestra Guerra?” , ¿no es así?) se plantea un problema— ¿cómo
c alificarlo suavemente? incongruente.
¿Para qué nuestra Guerra, señor?...
Si en su ofuscación actual se le ha borrado en la mente su alta
v trascendente razón y necesidad para la existencia e independen­
cia de nuestra Patria, creemos que su amnesia no ha de haberle
privado del instinto personal y familiar de conservación.
¿Para qué nuestra Guerra?. Sencillamente, señor, para qu<
usted viva aún y viva su digna y también heroica familia.
Algo tan elemental y sencillo ¿podrá entenderlo, a pesar de su
lamentable ofuscación actual?
Para terminar, volvemos a demandar a nuestros lectores respeto
y comprensión para el heroico autor .le la obra c u y o s fragmentos
vamos a publicar v comentar, que los nuestros no le han c a tar. i
no los mereciese, y los merece sobradamente por .u magnifico his­
torial militar, se diría que la Providencia quiso con cierto eeignio
irónico hacerle rescatar su culpa intencional en hechos y palabras
con la efectividad que, contra su deseo, alcanza con su lib ro.
Muy rara vez— nosotros no conocem os ninguno un lib ro será
capaz de causar un efecto más opuesto y contrario al que se prop u ­
siera su autor.
El libro del señor Ansaldo, pretendiendo atacar y perjudicar
al Régimen y beneficiar a sus enemigos — que son los enem igos de
España, ¿p or qué, si no, los com batió con las armas?— beneficia y
defiende, a su pesar, al Régim en y a España, porqu e su testim onio
es el acta más auténtica e irrefutable de la perm anente traición
perpetrada por los derrotados, que aún sueñan con asesinar a Es­
paña y con hacer esclavos a los españoles de naciones extrañas.
Diríamos es un designio providencial que lava esa Cruz de
rojas espadas y la corona de laireles, que España pusiera en su
pecho por heroicas hazañas, de la hedionda mácula con que el
contacto con los asesinos de España la profana.
Hay Providencia para España, señ or; y, com o ve, hay P rov i­
dencia para usted también.
A ella rogamos para que lo ilum ine y vuelva de nuevo a ser un
heroico laureado que la defienda de muerte y esclavitud contra el
Enemigo de ayer y de siempre.
Amén.

AU TOPRESEN TACIO N

“ Soy blanco y me llaman Tarín. Para las edades de los perros


resulto ya muy viejo — doce años y m ed io— , pero m i espíritu es
infinitamente más viejo, pues lleva encam ando en cuerpos caninos
QÍÍ6ientes desde un tiempo indefinido. Las personas que nos con o­
cen bien — Axel Munthe, por ejem plo— saben que sólo hay un
perro en cada familia. P or ello, cuando uno de nosotros muere y
nuestro amo, partida el alma de dolor, prom ete solemnemente 110
adquirir jamás otro nuevo, sabe muy bien que esto es im posible,
aunque quizá no llegue a com prender que “ 6u perro” , cualquiera
que fuere su raza o color, será siempre el mismo : EL PE R R O .
Conozco perfectamente el nombre de mis amo,, que a mi oido
suenan JAN el de él, y el de ella PLON. Así lo , nombraré corrien
temente, aunque algunas vece, dé más detalle,. M i, memorias son
mas bien las suyas, y me he decidido a escribirlas, ya que él, aun-
que tiene este propósito, estoy convencido de que jamás lo llevará
a cabo.
“ Poseo muy buena memoria, pero he perdido algunas notas que
guardaba, por culpa de tanta guerra, revolución y emigración. Es
posible que por ello me falte cierta precisión en datos y fechas,
pero respondo del fondo.
“ P uedo remontarme en esta historia familiar hasta siglos atrás,
pero no se trata, por ahora, más que de un corto período.
“ Si logro éxito en mi empresa, desearía ofrecer a mi patrón,
com o regalo, un m oderno avión de turismo. El lo está deseando
y yo tam bién, pues acostumbrados los dos a viajar por el aire en
aparato p ropio, encontramos muy lentos y anticuados los restantes
m edios de locom oción.
“ Manos, pues, a la obra.”

Em pieza el señor Ansaldo su primer capítulo con la estampa de


las dos bellas y simpáticas Infantas, dona Beatriz y Cristina, visi­
tando en la Clínica de la Cruz R oja, el 11 de abril de 1931, a la
esposa de nuestro protagonista:
“ Buenos días, Pilaron” , murmuraron en voz baja. “ Venimos un
m om ento para interesarnos por tu salud.”
“ El lunes — pasado mañana— volveremos a verte y a quedar­
nos un rato contigo” . Y con cierta vacilación angustiosa, termina
ron : “ B ueno, suponiendo que no pase nada... (1).
Y aquel mañana, 12 de abril, elecciones municipales, pasó mu-
clio : la Monarquía se suicidaba...
Y , con modesta sinceridad, el señor Ansaldo exclama:
“ j Qué desorientados estábamos todos, aquellos días
Primera consulta popular — aquellas elecciones rabiosame
26 M U U il C l O CAULA VILLA

ceras" en frase ya histórica, de uno de los ministros del últim o G o ­


bierno m onárquico— ” (2).
Comprenderá el exclamante que no podam os, ni yo ni nadie,
conceder el menor crédito a la capacidad política de cuantos m o ­
nárquicos estaban desorientados — o dem asiado granoricntados, esto
viene de Gran Oriente— aquel 11 de abril. Y menos crédito aún se
puede conceder a la capacidad política de m onárquicos que, com o
el señor Ansaldo, tenían contacto tan íntim o y directo con el Rey
y la familia real.
Un solo m onárquico en tal situación con la más m ínim a capaci­
dad política o con deseos de inform arse sobre la situación real, re­
curriendo a los técnicos que la conocíam os, hubiera bastado para
convencer a Don Alfonso de que se hallaba en manos de ineptos y
traidores que lo llevaban a la catástrofe a él, a la M onarquía y a
España.
He aludido a “ los técnicos que conocíam os la situación” . N o
dude el señor Ansaldo que existíamos. Usted m ism o lo recon oce
poco después, y perdone me incluya yo entre esos “ técnicos” , pues
es usted quien, sin saberlo o sin quererlo decir, me cuenta entre
ellos.
Hablando usted del M ovim iento del 10 de agosto y de las in ci­
dencias y errores habidos, reconoce :
“ El servicio de inform ación fué, quizá, el m ejor organizado y
el que mayor rendim iento p rod u jo. Costaba 5.000 pesetas al mes
— algo menos de m il dólares, entonces— , cantidad a la sazón de cier­
ta importancia, independientem ente de dietas y viáticos, y corría
a cargo de un inteligentísimo com isario de policía , Martín Bágue-
nas, más tarde asesinado, que en contacto con el centro mism o de
la Dirección de Seguridad, suministraba inapreciables in for­
mes” (3).
Ha de saber usted, señor Ansaldo, que quien llevó al señor
Martín Báguena y otros a la preparación del 10 de agosto fui yo.
Personalmente y o , presentado por la condesa de Santa María de
Sisla, conferencie con el General Barrena una noche en su casa,

(2) 1(1., Id., págs. 15-16.


(o) Id. Id., pág. 50.
/u r b a n o , 21, desuñándome como enlace a s„ propio hijo Alfonso
Han muerto ya la mayoría de lo9 personajes, aquella gran señora'
la condesa, el patriota General, su bravo h ijo, el coronel De" Be-
m to y otros, pero con familiares de todos podría reconstruir aque-
líos hechos, y sobre todo con Digno Fuertes Galindo, actual Comi.
sano General de lo Político Social, y con muchos más que llevé a
la conspiración.
Habla-usted de dinero, de 5.000 pesetas, que costaba aquel ser­
vicio de inform ación. Debo aclararle que ni yo, ni Fuertes, ni otro
alguno del grupo cobramos nada de ese dinero. El único que per­
cib ió algo, asignado a él personalmente por el General Barrera, fué
Martín Bá^uena, y justificadamente, pues a la sazón, enero de 1932.
se hallaba cesante, con unas migajas de jubilación, ochenta duros.
Lo había dejado cesante Maura, Ministro de la Gobernación, y
Carlos Blanco, Director General de Seguridad de la República
— éste ya lo había 6Ído con la Monarquía., ¡qué perspicacia! —
haciéndolo víctima propiciatoria, con otros, igualmente inocentes,
de la quema de los conventos... en ocasión que Báguena no tenía
servicio, por haber sido trasladado a Astorga, donde no pudo tomar
posesión por haberse amotinado los socialistas indígenas contra, él.
Reducido a cuatrocientas pesetas de jubilación para él, esposa y
cuatro h ijos, una hija tuberculosa, se refugió en Segovia, y allí
fui yo a proponerle que entrara en la conspiración, trasladándose
a M adrid, donde recibiría mil quinientas pesetas mensuales para
cubrir su déficit económico. La primera cantidad se la entregué yo
m ism o en el café de Atocha, estando presente el compañero Fuer­
tes. En los meses sucesivos, las recibió directamente de Alfonso
Barrera.
H onrado a ultranza toda su vida Báguena, y sin bienes perso­
nales, hubo que pensar en la justificación de sus ingresos .ec
tos. Se halló la 6olución haciendo correr el rumor enlre la o ícia
de que él era autor de mi primer libro, El Comunismo en p&
fm’ \ v hasta él vendió directamente a policías amigos unos c^ tc'
nares’, recibiendo una comisión del 40 por 100. Y co.no el hbro
se vendió mucho. „ « * * pudo sospechar qne Bápirn. ten,a ,n-
gresos que debían ocultarse.
Lleva razón el señor Ansaldo diriendo que imrHlro servicio de
información “ produ jo el mayor rendim iento . La D irección do
Seguridad no dio una donde enero al 9 do agosto. Báguena, Tuer­
tes, H oracio Iglesias, Yanguas, Díaz, Borras, com andante Alegría
y tres do los cuatro funcionan)* do Telégrafos destinados en ol G a­
binete T elefónico-T elcgráfico de la D irección do Seguridad En­
cinas, Aguado y Montero frustramos todo el espion aje desple­
gado por la Policía, que también, sea d ich o en su h on or, «alvo
contadas o inesperadas excepciones, no ponía gran entusiasm o en
cumplir las órdenes que recibía para perseguir u militares y de­
más personas patriotas.
Personalmente, la familia Ansaldo se b e n e fic ió ; yo m ism o di
el aviso a Barrera de que a la mañana siguiente sería registrado
su palacete de Marqués de U rqu ijo. Presentes cuando el aviso a
Alfonso, la Condesa de Santa María de Sisla, la esposa del G en e­
ral Barrera y esposa de su h ijo. L u ga r: los Burgaleses, calle del
Príncipe, a la salida de la función de la n oche del Teatro de la
Coinedia; donde podía encontrarse o avisarse en tod o m om ento a
Alfonso Barrera, gracias a don T irso, bu h ijo y Saez, su adm inis­
trador del teatro.
“ hl Gobierno — com o usted dice— , plenam ente in fo rm a d o ...
por una espía enamorada de un oficia l rep u b lica n o, había releva­
do la guardia” (4 ) ; pero debería agregar que sólo fué avisado el
Director Menendez, y personalm ente, después de las diez de la
noche del día 9 ; es decir, muy pocas horas antes de la sublevación.
Sin tener nosotros tiempo para enterarnos y avisar.
He relatado el episodio con cierta extensión para dem ostrarlo
a usted, senor Ansaldo, que no soy ni he sido nunca un adversario
de, la Monarquía, sino todo lo contrario, un defensor, porqu e co m ­
prenderá que yo sabía perfectamente que el M ovim iento del 10 do
agosto era monárquico en un 99 por 100. Y fui yo un defensor do
la Mouurquíu y del Bey, antes de la R epú blica, no sólo por mi
deber y lealtad com o policía, sino com o español, pues la defendí
sin cumplir o rd e n a y hustu con ejem plos de pasividad y conlraórdc-
nes de Ioh altos m andos; y la defendí durante la República, con la
particularidad do que yo nada tenía que agradecerle personalmente
ni ascensos, ni cruces, ni llaves, ni retribuciones; todo cuanto recibí
fueron I o h cincuenta y tontos duros de mi sueldo, que en octubre
de 1935 perdí, al saber el Gobierno que yo era Mauricio Karl.
No vea usted, señor Ansaldo, en mí, un enemigo de la Mo-
narquÍH ruando en estas páginas lealmente lo ataco. Al atacarlo,
lo eren o no lo crea, lo pueda comprender o no, sigo defendiendo
u la M onarquía... contra los “ monárquicos” . Contra los “ monár­
quicos” , s í; porque si el Rey Alfonso X1ÍI fué destronado, no lo
destroñaron los republicanos. Fué destronado por la traición de
los “ m onárquicos” . Traición consciente, de algunos; inconscien­
te, de m u ch os; y por la truición que fué la pasividad de los más...
Esas tres clases de traidores “ monárquicos” —y nadie inás—
fueron los que aparturon MHtemáticainente del Rey a cuantos hu­
bieran salvado la Corona ..
¿Q uién, si no «sos “ monárquicos” , acabaron con el General
Prim o de Rivera, asquearon a Sanjurjo, calumniaron a Calvo So-
telo, upartaron a Guadulhorce, Hau, Maeztu, Pradera, José An­
tonio y a todos los valores patrióticos y humanos del Trono?...
¿Q uién, si no esos “ monárquicos” , posibilitaron la entrega y
rntregaron el Poder monárquico al “ ujier introductor de la Revo­
lución” (5) y organizador de lu derrotu, Dámaso Iierenguer, el de
A n im a l?...
¿Q uién, si no esos “ monárquicos” , objetiva y efectivamente
antimonárquicos, están rodeundo en el momento a I)on Juan para
que, <*omo su padre el año 30, entregue el Poder monárquico a
oíros organizadores de derrotas y ujieres de la Revolución?
Son esos “ monárquicos"’ . Y es usted, ««ñor Ansaldo, también;
Hiendo usted, entiéndalo bien, o usted «olo, a quien, en honor
mi heroísmo, a esa Laureada de su pecho, le concedo que b
por ofuscación y error... A todos los demás no l e s concec o
eximente moral. Kso lo dejo al infalible juicio de Dios.

(5) León TroUky: La lU volncum Kgañola y í ? ^ ^ n ^ U ^ í^ r .71^932*


Apéndice do La Krvolntion Permanente, pátf. ¿¿^ k «ic,°
Para mí, en el ju icio político, sólo tienen vigencia y validez,
no intenciones ni errores humanos, sino la objetividad y efectivi­
dad de las acciones de los hombres.
Y la objetividad y efectividad de esos “ m onárquicos” es h oy,
com o lo fuere con el berenguerismo, traer de nuevo el Com unism o
a España.
Lo afirmo ahora con la autoridad de h aberlo proclam ado asi­
mismo, cercado por el escepticismo general, en el prim er año de
la República... ¿ Y fué o no fué verdad?...
ANSALDO, "ESPIA HITLERIANO”

“ Ansaldo — exclamó el coronel jefe de la Segunda Sección del


Estado M ayor del Aire al toparse con mi amo en el Ministerio— ,
el ministro te llama, pues desea que salgas para Londres lo antes
posib le.”
“ ... la gran batalla aérea de Inglaterra acababa de terminar
virtualmente, y aunque los bombardeos continuaban con relativa
regularidad o intensidad... la prensa de Franco fomentaba en
morbosos relatos, fotografías e informaciones la satisfacción que
entre el pú blico habría de producir la “ coventrización” de toda
aglom eración urbana enclavada en las Islas Británicas.
” La Em bajada inglesa en Madrid, deseosa indudablemente de
contrarrestar tales informaciones, demostrando que aquellas anhe­
ladas “ destrucciones” , aunque de gran gravedad, no habían arra­
sado por com pleto el país, ni mucho menos anulado su espíritu
com bativo, que renacía en proporción creciente hora tras hora,
insistió ante el Gobierno español para quo una Misión .Aeronáu­
tica examinara sobre el terreno lo acaecido, juzgando por sus pro­
pios ojos. Aceptada tal propuesta, mi amo, acompanado de dos
capitanes de aviación, salió el 29 de octubre, vía Lisboa, hacia
L ondres...” (1).
Anotemos : la misión-Ansaldo es enviada a Londres accedien­
do el G obierno español a los deseos y conveniencias de lo» ing/e-

(1 ) J. A. A n .-ja lilo : ¿Para ( j u é . . . ? , pág$. 2 1 C - 2 1 7 .


ses. El “ caniche” , digo, Ansaldo, lo hace constar así. Tom em os
nota, y pasemos a lo gra ve:
” Las instrucciones que de sus jefes recib ió fueron las corrien ­
tes en tales casos: “ Entérate de cuanto pu edas; fíjate en tod o y
no pierdas un detalle” . Una peculiaridad insólita las acom paña
sin embargo. “ Verás — le d ijo un alto je fe — , los alemanes tienen
especial interés en que averigües algunas cosas, y te voy a pon er
en relación con uno de ellos, para que directam ente te exprese
sus deseos” . “ Si no te importa — respondió JAN — , preferiría que
tú lo hicieras de palabra o por escrito, y trataré de conservar tod o
en la memoria para no llevar papel alguno” . Así se h i z o ; y mi
amo aún recuerdas las principales materias que interesaban al
Servicio Alemán :
” C.antidad y calidad del material aeronáutico am ericano reci­
bido o esperado.
” Personal de esta nacionalidad en servicio voluntario en In ­
glaterra.
” Existencia de bauxita en las Islas y p rop orción de su llegada
del exterior.
” Dispositivo antiaéreo en Londres.
” Tonelaje marítimo hundido por el arma subm arina.
” Especialidad para la localización de aviones, ya que ésta se
realizaba con gran eficacia.
” Caza nocturna.
"Dispositivos de puntería de “ Spitfires” y “ H urricans” .
” Estado de construcción de navios de batalla.
” Moral de la población” (2).
Un jefe del E jército español revela públicam ente una misión
secreta ordenada por el Mando a él mism o. El h echo en sí ya es
grave. Sin contar con la palabra de h onor, expresa o tácita, del
jefe que recibe la misión, y también con el cu m plim iento del más
elemental deber militar de lealtad al G obierno y a los jefes que
reconoce y acata, el señor Ansaldo no hubiera sido jamás encar­
gado de la supuesta misión de espionaje en Inglaterra, en el caco
de suponerlo capaz de revelarla cualquier día de su vida.
Es indudable que un Estado tiene derecho a realizar el espió-
naje contra cualquier nación extranjera. Todos los Estados, desde
las más remotas edades, lo han practicado. Tal derecho nace y se
justifica por dos razones: por necesidad y reciprocidad.
Tam bién es evidente que un Estado tiene derecho a exigir que
practiquen el espionaje contra Estado extranjero a todo duda-
daño. Si el Estado en guerra o preparación para ella tiene dere­
cho a exigirles el sacrificio de su vida, igual derecho ha de tener
a exigirles que realicen el espionaje. La necesidad y la reciproci­
dad, razones justificantes, justifican tal derecho del Estado con
arreglo a las normas de la moral política, pues ella da derecho al
uso de las mismas arma9 empleadas por el Estado contra el cual
son utilizadas. Y es un hecho, del cual dimana el derecho, que
Inglaterra, com o todas las grandes potencias, pero históricamen­
te más que cualquiera, empleó el arma del Espionaje con una in­
tensidad y tan multilateralmente, que hasta la aparición del Es­
tado Comunista soviético, ninguna otra nación la igualó en esta
guerra secreta y no declarada que libró durante siglos su Intelli-
gen ce S ervice; al cual, más que a ninguna otra arma, debió su
colosal Im perio.
Queda, 6eñor Ansaldo, justificada la misión a usted encomen­
dada por los jefes a quienes, com o español y más como militar,
debía ciega obediencia y tenía el compromiso de honor de no vio­
lar su secreto.
Nos obstenemos de calificar dentro del Código Militar y de
H onor su acción de com unicar a Estado extranjero el supuesto es­
pionaje realizado contra él por usted, cumpliendo las órdenes do
las autoridades legítimas del suyo, el español.
No calificamos su acción ateniéndonos al Código Militar y al
de H o n o r; pero 6Í queremos y podemos calificar su naturaleza.
Usted, señor Ansaldo, con su revelación y testimonio persona),
se ha convertido en informador de potencia extranjera...
¿ Y cóm o se llama en el diccionario de nuestra lengua a
inform adores? Sencillamente, se les llama espías.
Y si el ser espía sirviendo o su patria es h e r o í s m o el ser espía
sirvit ndo a nación extranjera es deshonroso, y tal esi

ANTl-rSPAfÍA 19r>9.— 8.
convertirá en traición si el servicio a potencia extranjera hiere a
Ja propia nación.
Quien sirve a potencia extranjera sin autorización del Estado,
pierde automáticamente su n acion a lid ad; y el servir a potencia
extranjera contra su propia patria es clarísima y neta traición.
Hemos antes reiterado que no calificam os el h ech o del señor
Ansaldo. Creemos que al com eterlo no alcanzó a m edir su ca li­
dad real. Su magnífico historial patriótico y m ilitar es prueba
para creerlo así. Llegar a com eter un h ech o de tal naturaleza una
persona con esa historia y form ación , tan sólo puede ser en un
estado pasional que anule conciencia y razón. Condenam os el acto,
pero hallamos tal eximente m oral para el actor.
Formulada nuestra calificación del h ech o en sí, pasem os a exa ­
minar una característica singular del m ism o, que puede servir
para explicar — no para justificar— lo h ech o p or el señor Ansal­
do. Nos referimos a lo que dice se le d ijo para darle a con ocer uno
de los motivos de la misión que se le encom endaba : “ que los ale­
manes tenían especial interés en que averiguara ciertas cosas” en
Inglaterra.
Esto lo explica el señor Ansaldo con tod o detalle en las pági­
nas siguientes:
a“ Pase por aquí” — exclam ó sonriendo el general V igón , m i­
nistro del A ire, al apercibir al agregado aéreo acom pañado p or los
do9 capitanes Avial y Larios, a la hora fija d a , en el lugar m ar­
cado , “ pero usted solo, y que sus acompañantes esperen fuera” .
«El ministro hizo las presentaciones — que com o siempre o cu ­
rre, confusamente pronunciadas, nunca se entienden— pero cuya
idea general, captada por el asom brado visitante, fué la de que
se trataba de altos funcionarios del Servicio de Inform ación A le ­
mán, con el almirante Canaris al parecer a su frente, y que en
viaje especial desde Berlín habían llegado a M adrid para som eter­
lo a interrogatorio sobre su visita a Inglaterra.
«No vamos a “ presumir” que JAN conocía todos los secretos
planes británicos de defensa y de ataque. Seguramente no poseía
ni un solo secretillo, pues buen cuidado tuvieron en Inglaterra
de que así ocurriera, primeramente por ser ello norma general en
’ o'lo 1>ais cn paz ° cn S',erra> y ”*>y especialmente en este caso
t:i que no podía escapar a la perspicacia tradicional inglesa el i e ¿
tino final de tales informes. JAN tampoco habia dudado nunca
de que cuanto el sabía iba a ser conocido por los alemanes, pero
lo que le desconcertó totalmente fué la forma de la “ operación” .
«V olviendo al relato añadiremos que a “ trancas y barrancas”
fue el interesado respondiendo a docenas de preguntas, en la me­
dida de sus fuerzas. Solamente una vez no pudo contenerse. Fué
al exigírsele la localización del gran aeródromo de bombardeo del
que partían los aviones hacia Berlín, y en el que experimentara
las hondas emociones que el lector conoce.
a“ Mi general — preguntó a Vigón— : en este campo me han
tratado com o a un hermano. ¿Es que tengo que explicar aquí su
situación, para que inmediatamente lo bombardeen?” Con su son­
risa beatífica, aclaró el ministro: “ Sí, Ansaldo, conteste usted a
todas las preguntas1” . Realmente, el juego era pueril, pues en
aquella noche oscura — ahora comprendió y agradeció JAN las
idas y venidas, cruces de carreteras, retrocesos y virajes a que la9
agraciadas “ W . A. F .” sometieron a los vehículos de la “ R. A. F.” —
resultaba totalmente imposible una precisa orientación. Por ello
se lim itó a responder: “ A unas veinte millas al Sudeste de Cam­
bridge” .
«Entre apretones de manos, reverencias y nuevas sonrisas ter­
minó el interrogatorio aquel día, completado al siguiente en la
Embajada alemana — ya con cierto aire de novela policíaca, en
una habitación privada y entrando por la escalera de socorro—,
en la que mi amo tuvo que examinar la puesta en limpio de las
notas taquigráficas y completar determinados detalles sobie el dis-
positivo de puntería de “ Spitfires” y “ Ilurricans .
«Su asombro al presentarse oficialmente en el despacho
ministro del Aire, finalizada la tarea, en visita de despedida ca-
mino otra v e, de París v Vichy, fué inmenso cuando el genera
Vigón le d ijo : “ Bueno, puede usted irse ahora algún tiempo a
Francia para obtener información y resolver ciertos asun os
“ recuperación” pendientes; pero como “ nuestros alia os
muy satisfechos do su actuación en Inglaterra, lo volveré a mandar
allí dentro de p oco» (3).
Como vem os, el señor Ansaldo confiesa que en su in form e es­
crito, y sobre todo en el “ interrogatorio^, in form ó a los alemanes.
Debemos creer, aun cuando 110 lo especifica, pues asi lo sugiere,
que inform ó respondiendo al cuestionario recib id o antes de rea­
lizar su v ia je ; es decir, sobre asuntos de interés m ilitar para los
alemanes, cn guerra entonces con la Gran Bretaña.
Claro es, el señor Ansaldo anticipa una exim ente m oral válida
para los ingleses: el haber obrado cn cu m p lim ien to d e órd enes
recibidas.
Pero, sin duda, el señor Ansaldo n o reflexion ó en los posibles
efectos de su9 acusaciones.
Su “ eximente m oral” ante I09 británicos determ ina una grave
responsabilidad ante los mismos de quienes le dieron la orden.
Mas, com o él señala, fué un m inistro del G ob iern o español, y
com o tal, quien le da la orden. Y , com o es evidente, si el Estado
británico hubiera decidido sancionar el h ech o com etid o contra la
nación inglesa, no habría p o d id o hacer que recayera su castigo
sobre la persona del m inistro, sino sobre la nación de la cual m i­
nistro era : sobre España.
Sobre su propia Patria, señor Ansaldo.
Como todos podem os recordar, la Gran Bretaña y sus aliados
declararon con reiteración y solem nidad durante ambas que “ no
hacían la guerra contra Alem ania, sino contra el K áiser — en la
primera— y contra H ítler cn la segu nda; pero los muertos y h e­
ridos fueron alemanes, y las destrucciones y sanciones, alemanas
también. Fue castigada Alem ania.
Hubiera proclamado Inglaterra que “ hacía la guerra no co n ­
tra Empana, sino contra V igón o contra Franco” ; pero si, en vir­
tud de su delación, Inglaterra la declara, sobre tod o y ante todo
hubieran sido los muertos y heridos españoles... y la castigada
España; la Patria del delator.
¿V erd a d que en bu ofuscación jam ás ha p o d id o usted, señor
Ansa Ido, deducir tamaña consecuencia & » jW w ión de fet-
vicio a potencia extranjera? ’
Estamos plenamente seguros de que no.
Y , dicho esto, que ha brotado de nuestra pluma con fuerza
incontenible y espontáneamente al copiar la delación nominal
pasamos a examinar la característica singular del hecho, cn el afán
de explicar y hallarle atenuantes al delator.
Según las palabras del señor Ansaldo y el contexto de su es­
crito, el m otivo capital que determina la orden de que 61 haga
espionaje en Inglaterra es prestar un servicio a Alemania, enton­
ces en guerra con aquélla.
Jurídico al fin, el señor Ansaldo, revelando esta característica
el hecho, busca instintivamente — con instinto de abogado— cons­
truirse una coartada.
Si yo, ahora, con mi revelación sirvo a potencia extranjera,
ellos, el ministro y general Vigón singularmente, también, y pre­
viamente, sirvió a potencia extranjera... ergo, mi servicio a la
enemiga de ésta es una mera compensación y está justificado ju­
rídica y moralmente.
fósto está im plícito en la revelación hecha por el señor A n e l­
do ; ello es evidente para cualquiera que posea un elemental do­
minio de la dialéctica; pero para muchos hombres sencillos ha
de pasar desapercibida la cortada.
Kn el deseo de alegar cuanto sea posible y verdadero en favor
del señor Ansaldo, com o hc ha visto, hemos transformado su jus­
tificación implícita en justificación explícita, y estamos seguros
de haber impresionado a la gente sencilla en su favor. ¿No es así,
sencillo lector? n
Lo sentimos mucho, señor Ansaldo; pero su coarta a es
falsa; completamente falsa.
Un G obierno, un gobernante, dentro de su potestad y cum-
oliendo su deber, con fidelidad a la ética política y al patnot.s-
mo. tiene derecho a ordenar acciones de espionaje contra pa.s
extranjero y a exigir el ser obedecido. Sí, señor Ansaldo aun en
el caso, co.no nsted ha delatado, en „ue el serv.c.o o denado y
..jecuta,lo beneficie dire,.ámente, y hasta exclus.va.nente, a
país extranjero... ¡si hasta tiene derecho a perm itir el gobernan­
te que los ciudadanos de su país, sin perder la ciudadanía, sirvan
con las armas a nación extranjera! El Estado al que com batan
podrá decir lo que quiera y podrá reaccionar según en tien d a ; pero
ni él ni otro alguno serán capaces de negarle derecho a obrar así.
Cuando para defender el T rono cíe la rama b orb ón ica ilegítim a, el
de Isabel II, permitieron Francia, Portugal e Inglaterra que se
reclutasen y formasen las “ Legiones” portuguesa, francesa e in ­
glesa y vinieron a luchar contra el Rey legítim o de España, n o se
le ocurrió a ningún país negarle tr.l derecho a las tres naciones
democráticas y, seguramente, tam poco se le ocu rrió a n inguno
de sus isabelinos ascendientes; y, desde lu ego, ta m poco se le ha
ocurrido jamás a usted.
Esa decisión, com o todas las de un gobernante, es legítim a
siempre que se hallen determinadas p or el interés m c io n a l; p or
el interés nacional, por eso tan insignificante que tantas veces ig­
nora la pasión y la ofuscación política.
Tan rebelde com o lo haya sido y lo sea usted, señor Ansaldo,
lo ha sido y lo es el autor.
En plena República, y tratando de exaltar a los m ilitares es­
pañoles, después de haber proba d o en centenares de páginas que
los gobernantes de la R epú blica eran traidores, term inaba sen­
tando esta jurisprudencia:
“ ... la obediencia tiene un lím ite.
La subordinación acaba cuando em pieza la traición d el qu e
manda” (4).

Y o reto a usted, señor Ansaldo, y apelo a su h on or, para que


diga si el general V igón, el Ministro del A ire del Estado Español,
dándole aquella orden, era traidor a nuestra Patria.
Es ahí, sólo ahí, donde podría usted basar su ju stificación.
Y a pocos, a muy pocos, le consta má 9 que a usted, señor
Ansaldo, el gran patriotismo del general V igón .
Pero es que hay m á s; es que, cegado por un resentim iento
político rayano cn lo demencial, el señor Ansaldo quiere trans-

(4) Mauricio Karl: Asesinos de España, pág. 396 (junio 1935).


alta política, una farsa
form ar una cosa form al, un ardid de alto p o t ó & llít t i farsa W „
orquestada, en una realidad. “ b,en
La fecha está señalada por él. Aquel episodio aánce después
del derrum be total de Francia. El señor Ansaldo ha de venir de
V ichy a Madrid para encargarse de su misión en Londres. ;N o
es así?... ’
Bien. El E jército Alemán, vencedor absoluto en toda la Euro-
pa continental, com o nunca poderoso y creciendo en potencia cada
día, está en los Pirineos, a lo largo de toda la frontera española.
Es un h e ch o ; es una circunstancia que determina fatal y de-
cisivamente las actitudes del Gobierno español. ¿Fué así o no,
señor Ansaldo? P oco importa su respuesta cuando la dió ya la
Historia.
Parece ser que la misma Historia dice que fué designio per­
manente del Jefe del Estado evitar la entrada de España en la
guerra.
Podrá usted, señor Ansaldo, y quien quiera estimar acertado
o no que España no entrara cn la guerra; pero ni usted ni nadie
podrá decir con razón moral ni jurídica que el no hacerle a Es­
paña entrar en la Guerra fué una traición del Gobierno español;
el único caso en que sus acusaciones ante potencia extranjera
tendrían justificación.
Pues bien, si la decisión de mantener a España fuera de la
Guerra era una decisión legítima, y el Jefe del Estado y 6U Go­
bierno tenían derecho absoluto a conseguirlo, se reconocerá que,
dada la circunstancia, no era fácil evitar que España fuese arras­
trada a la contienda.
Repetim os, en aquel preciso momento histórico, el invicto Ejér
cito Alemán, com o nunca potente y sin enemigo en todo el con
tinente, se hallaba en los Pirineos.
También es ya Historia. Si Hítler hubiera sospechado en aquel
preciso m)omentó que el Jefe de Estado Español había adoptado la
decisión de mantener a ultranza fuera de la Guerra a núes
tria, ordena la invasión de España. Los motivos y razones
gados por Hítler para justificar su alto en los P i r i n e o s fueron o -
ululados demasiado tarde, cuando se hallaba imposi n a o
lita miente para invadir España. H ítler lio invadió a España des­
pués de aplastar a Francia, previa una breve preparación p sico­
lógica y una labor de atracción de fuerzas políticas, para la cual
no le faltaban hombres, porque hasta después de p ercib ir la p o ­
sibilidad de su derrota, siguió creyendo que España entraría en
la Guerra com o aliada de Alem ania.
No traeremos aquí todos los intentos de H ítler para que E s ­
paña entrara en la Guerra cuando sospechó, prim ero, y se co n ­
venció, luego, de que el Jefe del Estado tenía tom ada la decisión
de rnautener a España en paz. Tam bién es algo registrado ya por
la Historia.
Pues bien, com o hemos afirm ado y nadie lo desm entirá, cuando
Hítler podía invadir no lo h izo únicam ente p or cree r él que Es­
paña entraría en la Guerra volu ntariam en te..., es natural que la
creencia hitleriana se basara en a lg o ; p orqu e, aun cuando cre­
yente en la Astrología el Führer, n i él ni nadie nos ha dich o que
la futura beligerancia española se la revelaron las estrellas.
Esa “ misión de espionaje” de usted, 6eñor Ansaldo, y tantas
otras cosas de las que tan feroz y feam ente acusa usted al R égi­
men, fueron esos algos en que se basó la creen cia de H ítler de que
España entraría en la Guerra, determ inándolo a n o em plear aque­
lla 6U form idable fuerza m ilitar del año 1940 para forzarnos a
entrar.
¿N o le ha intrigado, señor Ansaldo, el que, precisam ente, fu e­
ra usted el seleccionado para su famosa m isión de espion a je en las
Islas Británicas?
La visita — usted lo confiesa— fué deseada y sugerida p or la
Embajada inglesa. Es natural que, siendo así, el personal de la
mi6ion, y sobre todo su jefe, fuera elegido p or ser persona grata.
Díganos, señor A n sa ld o; usted, alfonsino faná,tioo, ren dido
admirador de la Reina Victoria y, com o tal, p or todos con ocid o,
¿era usted o no persona grata?...
Elementalmente, si no lo hubiera sido, n o va usted a Ingla­
terra ; le sobran recursos a la diplom acia para fabricar cuantos
pretextos sean necesarios para que no atraviese las fronteras una
persona no grata.
AN TI-ESPAÑA 1959 41

Per. ° vhay. “ á9i C


u° mé9lenü3’ 6eñor Ansaldo: ¿sabían o no el
general V .gon y su hermano que usted era un anglofilo cien por
cien ?... F
No podrá negar usted que les constaba; no podía ser de otro
m odo para los dos hermanos Vigón, que habían tenido y tenían
con usted intimidad personal y política, como confiesa reitera-
(lamente. Y cóm o no constarles a ellos si su anglotilia, señor An-
saldo, la conocíam os tantos, mucho más distantes; y, en castizo,
podríam os decir que “ lo sabían hasta las madres” ... claro es, todos,
meno3 los famosos Servicios alemanes, que nunca supieron uada
de nada.
¿N o le resulta muy raro que usted, conocido anglofilo, fuera
elegido por el general Vigón para ser espía contra Inglaterra?
Tendría el general que haber sido un tonto de solemnidad, y
eso, ni usted mismo ha 6Ído capaz de afirmarlo. De ser “ tonto”
el general Vigón, ¿cóm o el Rey Alfonso XIII pudo nombrarlo
profesor de su presunto heredero?... Si tonto uno, tonto el otro;
y Don A lfonso 110 tenía de tonto ni un pelo.
Terminam os ya este dramón propio de “ El Caso” reducién­
dolo a sus propios términos...
Los famosos Servicios Secretos alemanes —con su más alto
je fe , Canaris, al servicio de Inglaterra, y ellos sin enterarse so­
licitan del “ seguro” y “ futuro” aliado información sobro Ingla­
terra.
Ilay que robustecer la creencia hitleriana en la futura y se­
gura entrada de España en la Guerra, garantía única contra la
invasión. .
Se accede «1 envío del “ espía” - l>«ro el Ministro padeca e
“ lamentable error” de mandar al militar más anglóhlo de lodo el
E jército español, que forjará un puro cuento a su r e g r e s o - c o m o
“ cuento” fué cuanto usted respondió en aquel tenebroso inte-
rrogatorio.
Usted mismo se vende cuando d ice:
„C o „ un resquemor desagradable,
com enzó JAN la redacción del ''entregándolo después
cins, empleando en ello un p«r de
al Estado Mayor del Aire. Fué muy elogiado su trabajo, pero para
el no contaban tales ju icios, ya que en su interior com prendía
que aquellas notas, redactadas con cuidado y esm ero, eran com o
papel m ojado en com paración con las taquigráficas tomadas p or el
Servicio Alem án, principalmente interesado en la m ateria” (5).
Esto es curioso. El inform e oficial, el que da sólo para espa­
rtóles, es “ papel m ojado” en com paración a lo com un icado a los
alemanes. Cuando se lo lia com un icado, según el señor Ansaldo,
estaba presente el Ministro. ¿C óm o fué posible ocultar en el in ­
forme para españoles lo dicho a los alemanes, que era lo más “ im ­
portante” ?.. . ¿ Y por qué lo escam oteó el señor A n sa ld o?... ¿Y
por qué consintió tal escamoteo el M inistro, con oced or de lo es­
cam oteado?... ¿N o resulta in explicable y extraño tod o esto?...
Evidentemente, se induce claram ente que usted, señor A nsal­
do, está fabricando una “ prueba” m oral para sus afirm aciones.
Al escribir, teme ser refutado con la ex h ib ición de su p r o p io in ­
forme, donde no hay nada de espion aje contra la Gran Bretaña,
y quiere hacer creer que dió dos inform es distintos; u n o, el im ­
portante, a los alem anes; y otro, inocente, a I09 españ oles... N a­
turalmente, con el conocim iento y aquiescencia personal del p r o ­
pio Ministro.
Créanos, señor A n sa ld o; algo tan in verosím il y hasta grotes­
co no pueden creerlo ni los mismos ingleses.
La realidad es, y meteríamos la m ano en el fuego, que el señor
Ansaldo no inform ó a los alemanes, sino que los d esin form ó.
Los desinform ó, según el M inistro deseaba y esperaba lo h icie­
ra el anglofilo, que, a conciencia de que lo era, eligió para m an­
darlo a Inglaterra.
Fué todo, 6eñor.
Hemos dedicado más espacio del que proporcionalm ente dis­
ponemos a este ajfaire, porque nos ha parecido útil y conveniente
mostrar con cierto detalle cuál es el estado pasional del señor
Ansaldo y hasta qué límites puede llevarlo su ofuscación.
Recomendamos a nuestros lectores que recuerden este episo-

(5) J. A. Ansaldo: ¿Para qué...?, pág. 232.


dio para juzgar sobre la ver,la,1, exactitud y objetividad de las
alegaciones del apasionadísimo JAN.
Tan ofuscado y apasionado está, que resulta iücapaz de k
elemental autocrítica.

M ezclado con los fragmentos copiados anteriormente, el señor


Ansaldo inserta el siguiente:

«A unque no estaba incluido en el programa oficial, ni posible-


mente hubiera m erecido la aprobación superior en caso de con-
sulta la iniciativa JAN, acompañado por sus amigos “ resistentes” ,
se presentó cn el Cuartel General del Movimiento “ gaullista” pre­
via invitación del almirante Musselier, que, en ausencia de su jefe
— en jira africana— , dirigía sus actividades en Inglaterra interi-
llámente. En su modestia de medios y efectivos, la organización
de aquel semi-Guartel General, semi-Gobiemo cn el destierro era
eficiente, nítida y optimista. Mi amo, vistiendo de uniforme, fué
acogido por la guardia de «poilus” , disciplinada y rígida, cruzan­
do ba jo una gran bandera tricolor, en cuyo centro, por vez pri­
mera, contem pló las aspas desiguales de la cruz de Lorena.
«Despachos, dependencias, oficinas, todo fué recorrido minu­
ciosamente, mientras la conversación se animaba por momentos y
nuevos oficiales acudían a lomar en ella parte. Su emoción al en­
terarse de que aquel visitante inesperado atravesaría Francia en
m últiples direcciones poco día9 despue3, ee expresaba inconteni­
blem ente en encargos de palabra o por escrito, frases cariñosas
o de ánim o para familiares y auxilios económicos, tan necesarios
para ellos en su situación de perseguidos por el Gobierno de
V ich y, que iba acentuando progresivamente sus medidas repre­
sivas. A sí, cuando mi amo abandonó Inglaterra, su equipaje hab*
aumentado en cierta proporción debido a estos mensajes y envíos,
que para llegar a su destino habrían de atravesar tantas fronteras
V zonas prohibidas, cuidadosamente disimulados, v que despuco
de entregados dieron origen a un incidente trágico-sennmental,
que más tarde relataremos» (6).
L o hemos visto acusar o £» ntperior jerárau.co de haberle «r-

(G) Ansaldo. Obra citada, pág. 224.


(lenado una m isión de espionaje en Inglaterra a favor de A lem a­
n ia..., pero él se ufana de haber realizado otra en favor de los
enemigos de Alem ania, sirviéndose para ejecutarla de los privile­
gios diplom áticos que su Patria le con cedía para m uy distintos
fines...
Mal, muy mal, que así lo hiciera el señor A n sa ld o; pero ¿q u é
pensar de su estado cuando es capaz de con ta rlo?... Y sobre tod o,
¿qu é pensar de él cuando hace tal con fesión m ezclada con 6us acu­
saciones y dándose con ellas de coces?...

* * *

Este lib ro , si ve la luz, ha de llegar a manos del señor Ansaldo.


Com o de su patriotism o radical esperam os le haga un día rectifi­
car, y así lo deseamos, vam os a mostrarle una im agen sem ejante
a la suya, pero diam etralm eute opuesta, p or si en ella es capaz de
reconocer su propia faz.
Y o , señor Ansaldo, supe o adiviné, según quiera usted, que rl
Generalísimo jamás 6e aliaría m ilitarm ente con A lem ania. Esto
lo supe o lo adiviné — y tengo un testigo para probarlo— a fin a ­
les de 1936.
Con mayores m otivos que usted, yo tenía derecho a 6er tan
gemían ófilo com o anglofilo era usted. A l fin , que yo sepa, jam ás
Alemania derramó sangre española, ro b ó a España ninguna c o ­
lonia ni su bandera m e insulta ufanada sobre ningún sacro trozo
de mi Patria. Y , que yo 6epa, y usted confiesa, la Alem ania de
Hítler ayudó a España para que salvase su vida e in depen den ­
cia y, a la vez, m i vida, la de los m íos y nuestra libertad.
Dada la ayuda de naciones dem ocráticas y la form idable de la
Unión Soviética, con tod o el Com unism o internacional, era esen­
cial para el triunfo del E jército nacional tal ayuda de Alem ania
e Italia.
Supongamos que y o, com o U 6 t e d , hubiera querido el triunfo
de Alemania, y también, com o usted creyó en el inglés, que yo hu­
biera creído en el alemán. Otra determinante podía existir para m í,
rom piendo nuestro p a ra lelo; motivadam ente, podía yo creer quo
la victoria de Alemunia era la extirpación del Com unism o en el
m undo, en cuya empresa tenía yo detecho a ettima, ^ deb¡a
participar España en armas. ueoia
Tales motivos tienen más justificación y 60n más patrióticos
que los de usted al desear el triunfo de Inglaterra y estar deci-
dido a em puñar personalmente las am a s en su favor y como
verem os, conspirar para forzar a España a ir a la guerra a favor de
Inglaterra, con vin ien do el suelo de la Patria en campo de ba-
talla... ya llegaremos al proyecto de Rosas.
De padecer la ofuscación de usted, impulsado por motivos
m ucho más poderosos, porque eran y parecían ser más patrióti­
cos, com o ha hecho usted, yo debí delatarle a Hítler que Franco
110 sería jamás el aliado militar de la Alemania hitleriana.
Y que le conste, 6eíior Ansaldo, que me sobraban medios para
conseguir hacer llegar al Fíihrer tal delación. Y constele también
que tenía yo cierta autoridad personal para ser creído. No en
vano era el prim er español y el que con más denuedo me había
lanzado al ataque del Marxismo, la Masonería y el Judaismo en
España en cuanto tal trinidad fué dueña de los destinos de la
Patria. Y no creo dirá usted ni nadie que Marxismo, Masonería
y Judaismo eran para Hítler y los suyos meros tópicos de pro­
paganda.
Sólo mantuve contactos con dirigentes alemanes el corto pe­
ríod o en que intenté la salvación de José Antonio; pero coinci­
diendo con ello, consultado exclusivamente 6obre lo más trascen­
dental para la España nacional, si descontamos la victoria, mi
dictamen fué creído, aceptado por Berlín, y obró en consecuen-
cía. Y constele, sólo por mi autoridad como enemigo de Marxis­
m o, Masonería y Judaismo. Siento no poder ser más explícito,
pero de ello tengo pruebas. .
Mi delación podía producir, y seguramente hubiera prodnc-
do, estos dos efectos: . ,
Que, chantajeando Hítler con la amenaza de re tir» .w■ X
— esencial, dada la comunista-democrática de los rojos , .
sacrificándose n los altos intereses patrios se hu .era re •
y, com o usted no ha de creerlo capaz de ello, es igual, 1 «
les que lo eligieron, por idénticos in .p er.tm », lo hubieran
t¡luido, con lo d o fu sentimiento, «1 im ponerlo la salvación de la
Patria.
Otro efecto alternativo se hubiera p od id o p r o d u c ir: la reti­
rada pura y simple de la ayuda alemana.
N o me negará usted que, en el prim er (taso, el menos tem ible,
el resultado significaba elevar a la Jefatura del Estado Español
a un Quisling cu alqu iera..., a un virrey hilleriuno de la misma
catadura que aquellos que pusiera Inglaterra en el trono español
o en la Poltrona Presidencial republican a... ¡N o me reducía, señor
Ansaldo, com o le seduce a usted y a tantos tener a un rey o un
presidente exaltados a la Jefatura del Estado por arle o p.’ rte de
nación extranjera... No me seduce, ni pagándom e, com o me hu ­
biera pagado llítle r y el exaltado p or mi dela ción ... ¡Q u é quiere
u ste d !... soy tan retrasado menlvjl que aún estoy con los del 2 de
mayo en contra de todo Intruso, se llam e rey o presidente, traído
a la Jefatura del Estado Español por C hurchill o B e v in ; por llítler
o Stalin, por el Papa o por el Gran Maestre Universal de la M a­
sonería.
Sólo admito que llegue a la Jefatura del Estado por la Gracia
de Dios, por derecho dinástico no invalidado p or obedien cia m a­
sónica o a nación extranjera, y siem pre p or decisión de los es­
pañoles : de los españoles reales, no de los que sólo son españoles
documentales y sirven a Estados o Supereslados extranjeros, por
cuyo delito han perdido la nacionalidad.
Y o huí com o de la peste de provocar con mi delación la exalta­
ción de un Q uisling... Y huí com o de la muerte de provocar la
derrota de España y el triunfo del Com unism o en España con la
retirada de la ayuda alemana.
No delaté que Franco jamás frería el ali.?do de la Alemania
hitleriana.
Y no t:e puede probar, porque fué derrotada ; pero tengo de­
recho a que se me crea. De triunfar Ilíllc r, yo hubiera huido
com o del deshonor de hacerle saber, com o le hace saber usted a
Inglaterra, que Franco lo había traicionado, com o, para usted,
“ traicionó” a Inglaterra
N o lo hubiera hecho ni teniendo mil motivos m&s que UBted
pnra odiar a Franco, por el K-ncillo hecho de que mi delación
hubiera puesto en peligro a España.
ANSALDO, CONSPIRADOR PROFESIONAL

No había terminado aún la Guerra Mundial, y el señor An­


saldo, si es que había de jado de conspirar en algún instante, volvía
de nuevo a ser conspirador.
Y nos re fie re :
«En las conversaciones que Su Majestad sostuvo con JAN (1),
demostró estar plenamente informado de la actualidad interna­
cional y de la situación interior española. La reina doña Victoria,
totalmente convencida del triunfo británico, no admitía la sombra
de una duda 6obre tal materia. Don Juan, más cauteloso, miraba
a Oriente y a Occidente, confiando en que tras el fracaso de la
“ guerra relámpago” Alemania acabaría por sucumbir; pero pen­
sando que su agonía estaba aún lejana y que duras pruebas es­
peraban al mundo.
«Com o mi amo lo incitara a presentarse en España a recla­
mar la corona de sus mayores, en armonía con las ilusiones y es­
peranzas de la mayoría de quienes figuraron como vencedores en
la guerra civil, él respondió a sí: “ Estoy dispuesto a seguir el
ejem plo de mi abuelo, don Alfonso X II, tan pronto como surja
un nuevo Martínez Campos” — y dirigiéndose a PLON, termino:
“ Com o verás, se trata de algo que nuestros abuelos, el tuyo y el
mío, supieron ya resolver en otra ocasión semejante” (2).

(1) Recordamos de nuevo: el “ autor" de la obra es el perro del seirlor


Ansaldo, su “ caniche", y el JAN de que habla, su amo, don Juan Antonio
n^2)C° Recordemos que PLON era nieta del general Martínez. Campos,
sublevado contra otro Generalísimo— el duque de la T one p iipV¿ fli
ce emigrado don Alfonso, a quien con el triunfo de su ga p
Palacio Real de Madrid. (Nota de Ansaldo.)
A n t i- rbpañ a lo r .o .-
«A lo largo de varios años de tralo p eriód ico con 6U rey, mi
amo no ha p o d id o apreciar variación esencial en su form a de
enfoque del problem a de la Restauración, desde el punto de vista
de la técnica de su mecanismo.
«Los razonamientos de JAN para anim ar a su señor a lom ar la
iniciativa personal, apareciendo p or sorpresa en M adrid o B arce­
lona, se estrellaban contra su firm e p o s ic ió n ; aclarando en ex p lica ­
ción de su a ctitu d : “ No te creas que es p o r falta de ganas o de d e­
cisión ; pero no puedo arrastraros al sacrificio a unos cuantos in ­
condicionales sin tener una relativa seguridad en el éxito de la em ­
presa. Esta sólo me la puede p rop orcion a r el p revio alzam ento a
mi favor de uno región de im portancia, y en este supuesto, sin p e r­
der un instante, me tendrías a vuestro lado con toda la fuerza de
mis derechos y de mis proyectos de pa cifica d or de un país asolado
materialmente por la guerra civil y agonizando espiritualm ente en ­
tre odios im placables fom entados p or el p od er p ú b lico ’ 9! (3).
Sólo muy ligeras observaciones.
Ante todo, hacer observar que la Restauración im aginada por
los reales interlocutores y el señor A nsaldo lo ha de ser para todos
ellos en función de la derrota de A lem ania, de la n ación que ha
hecho posible con su ayuda a la España n acional elim inar la R ep ú ­
blica, y sobre todo, en función del triun fo de Inglaterra.
¿Será el sino de la rama b orb ón ica ilegítim a isabelina y alfonsi-
na reinar en función de la hegem onía británica?
Por lo visto, tal es su sin o, ya que la nueva Restauración p r o ­
yectada en esta conversación íntim a tam bién ha de ser en función
del triunfo de Inglaterra.
Es así, no teniendo ningún español necesidad para saberlo de
esta nueva prueba que con su proverbial indiscreción brinda el se­
ñor Ansaldo.
Indiscreción dañina para la causa restauradora p or él defendida,
porque la confesión de parte sobre la vinculación de la rama b o r b ó ­
nica liberal con Inglaterra será prueba para los españoles de que
aún perdura el vínculo culpable, cuando muchos lo creían cadu­
cado.
a n t i-e sp añ a 1 95 0

Hace mal a su causa el señer Ansaldo informando de que “ la


reina doña V ictoria, totalmente convencida del triunfo británico,
no admitía la sombra de una duda sobre tal materia” . Hace mal]
repetim os, porque muchos verán ahí que la reina doña Victoril
tomaba por una realidad sus propios deseos. Y esos deseos en una
reina española, pensarán muchos españoles, y con razón, delatan
en ella una vinculación con la nación inglesa a la cual debió aban­
donar al aceptar la nacionalidad española; y ese sentimiento que
el señor Ansaldo atribuye a doña Victoria dará motivo para pensar
que la reina destronada no renunció a la nacionalidad inglesa más
que formal y legalm ente, pero que real y efectivamente siguió sien­
do una inglesa... Dar motivo a tal sospecha ya es muy grave para
la Restauración anhelada por el señor Ansaldo; la gravedad se de­
riva de resultar gravísimo que una Reina de España pueda ser efec­
tiva y realm ente extranjera; el patriotismo en una Reina, como su
fidelidad conyugal, no admite ni siquiera la sombra de una sospe­
cha. Un m onárquico tan puro como el señor Ansaldo no podrá ne­
garnos ninguna de las dos cosas.
Sólo un aspecto más de lo copiado.
Dice el “ caniche” :
aCom o mi amo lo incitara — a don Juan— a presentarse en Es­
paña a reclamar la corona de sus mayores, en armonía con las ilu­
siones y esperanzas de la mayoría de quienes figuraran como ven­
cedores en la guerra civil...»
¿C óm o “ la mayoría” ?... ¿La mayoría del Ejército nacional ven­
cedor, n o ?...
Eso es una megalomanía del señor Ansaldo, no compartida ni
siquiera por el más interesado en creerla, por don Juan, cuando
re p lica : “ no puedo arrastraros al sacrificio a unos cuantos me ^
dicionales sin tener una relativa seguridad en el éxito de
presa. Esta sólo me la puede proporcionar el previo alzamiento a
mi favor de una región de importancia...
Es decir, otra “ Saguntada” , precisa el pretendiente a Rey.
Si com o dice, y »in duda cree Ansaldo, la R e s t a u r a r o n es p a ­
sión y esperanza de la mayoría de los vencedores , no u g»
tada” , sino el alzamiento general era posible...
¿N o toma usted, señor Ansaldo, sus deseos por verdades?...
Teniendo la Restauración la mayoría del E jército, ¿para qué
acariciar este proyecto decim on ónico de una ‘ revolucioncita de pa­
lacio” , que usted proyecta?
V e a m o s:
«En el Club Marítimo de las Arenas, en B ilb a o, organizó E ugenio
Vegas, aun en el verano de 1941, un alm uerzo p o lítico , encuadra­
do dentro del más puro estilo de A cción Española. A los postres,
incitó a mi amo para que dijera unas palabras. Este, ob edien te a
&u “ mentor” , quizá sobrepasó las esperanzas del m ism o respecto
a los límites de su agresividad contra el régim en, en ardecien do a
los presentes.
«La base de la tesis p or él sostenida era la que ya con ocem os
sobradam ente: “ el resultado del alzam iento n acional había de­
fraudado totalmente las ilusiones que en él se pu sieron ” . Era, p o r
lo tanto, necesario adoptar, con respecto a Franco y a su “ tinglado” ,
una actitud de hostilidad, de intensidad igual o superior a la que
había sido norma de A cción Española con referencia a los g o b ie r­
nos republicanos más izquierdistas.
«Los monárquicos de acción se agitaban sin cesar, en contrando
por todos los ámbitos nacionales simpatizantes entusiastas con la
idea de que una restauración inm ediata de la M onarquía podría
equilibrar exteriorm ente la com prom etida situación española, can­
celar el desorden ideológico y sentimental consecutivo a la guerra
civil y organizar una N ación única no gobernada en el partidism o
de un solo bando, que en condiciones de tranquilidad interna y de
prestigio internacional pudiera enfrentarse serenamente con los gran­
des acontecimientos universales, que indefectiblem ente habrían de
producirse.»
«JAN, sin destino por el m om ento, recorría ciudades y provincias,
tanteando, controlando, com prom etien do... rejuven ecido en su cons­
tante actuación conspiratoria... logró mi amo en su especialidad p e­
culiar el com prom iso solemne de casi un centenar de jefes y o fi­
ciales del Arma Aérea, esparcidos adecuadamente por el país, para,
en la hora II, alzarse por su rey. Otras muchas promesas y coop e­
raciones consiguió en aquella eta p a ; pero, pese al carácter indis­
creto de este lib ro, no es aún el momentadg
feíttás que por
m iedo a perjudicar intereses, por prudent
utilización
futura de servicios» (4).
Y lu e g o :
aAnte la estupefacción del momento histórico y los éxitos alia-
dos, Areilza, Valdecasas, Paco Eliseda, López Ibor (5), Otero (6),
Iglesias (7) y JAN se reunían casi a diario por considerar, dada su
especialísima lealtad hacia la Causa monárquica y la estrecha her­
mandad de propósitos y sentimientos que los unían, que en aquellos
instantes un golpe audaz hubiera podido solucionarlo todo..
«Predom inaba en estas reuniones la mayoría pro-aliada; es de­
cir, quienes consideraban la balanza de la guerra definitivamente
favorable a los anglo-sajones. Sin embargo, aún quedaban algunos
m iem bros, capitaneados por Areilza el “ irreductible” , que confia­
ban en el triunfo alemán, pero todos y cada uno suponían que cual­
quiera que fuera el rumbo de la contienda, la eliminación de Fran­
co y la instauración de la Monarquía habrían de colocar al país en
condiciones magníficas para defender sus intereses en los años su­
cesivos, que se avizoraban ya en un futuro inmediato» (8).
Anotem os por anticipado: una vez más, la Restauración aparece
para los conspiradores com o función y efecto, no ya del triunfo bri­
tánico, sino del “ triunfo aliado” ; incluido, naturalmente, el “ aliado
comunista” ...
Y sigue A n sa ld o:
«Sería interminable la relación de los esfuerzos y gestiones que
con tal motivo se llevaron a cabo. Desgraciadamente, su resultado
fué negativo. JAN planeaba — esta vez ciertamente, no como en la
fantástica conjura que Franco y Jordana le achacaron un día la
recocida discreta del rey en Suiza y su traslado en vu elo al v ie jo
aeródrom o fam iliar, que ya casi hemos olvid a do. A llí, un gru po de
generales, jefes y oficiales habrían de recib irlo, dirigiéndose in m e­
diatamente al Pardo. Es indudable que la sorpresa de centinelas y
oficiales de servicio, de modesta graduación, ante aquel con ju n to
de entorchados y estrellas, facilitaría su paso hasta el p r o p io des­
pacho del Generalísimo. A llí, el rey, rod ead o de 6us fieles, d eb e­
ría dirigir a Franco la palabra, p o c o más o m enos com o 6Ígue:
«General, indudablem ente serán recon ocid os los servicios pres­
tados por usted no solamente p o r las generaciones actuales, sino asi­
mismo por la H istoria. Sin em bargo, su p r o p io patriotism o debe
aconsejarle el separarse en este instante, con toda su sign ificación
partidista interior y exterior, de la dirección de los destinos na­
cionales. En nom bre de mis antepasados, forja d ores de la tradición
patria, y en el m ío p ro p io , ruégole que preste este ú ltim o servicio
a los intereses de España.»
« ¡ Qué inmenso con ju n to de posibilid ades de éxito tenía este
plan de acción!
«Cuando, meses más tarde, alguien com entaba el p royecto con
don Pedro Sainz R odríguez, en su em igración en L isboa, éste res­
pondió con su desenvuelto garbo dialéctico h a b itu a l: “ N o h acía fa l­
ta tanto. Si D on Juan quiere, y o hago la restauración lleván dole al
Pardo en un coche de punto” » (9).
Pasa don Pedro Sainz R odríguez p or ser un h om b re agudísim o,
que se perece por fabricar una frase.
La que le atribuye el señor A nsaldo, 6Í no es suya, m erece ser­
lo ... porque demuestra 6U ingenio de frasista; pero a la vez lo ca ­
lifica de pésimo p olítico... dos calidades coexistentes en don P ed ro,
a pesar de su aparente antagonismo.
Si con tanto contaba la Restauración y , en consecuencia, tan
débil era el Régimen que bastaba para darle posesión al R ey con un
coche de punto, estos “ cerebros” de los m onárquicos se descalifican
a sí mism os; porque demuestran haber sido incapaces de conseguir
un simón un cochero y el correspondiente jamelgo para llegar W
ta hjl Pardo...
Quede constancia de la calidad política de talea “ cerebros” re.-
tauradores.
Terminemos este capítulo destacando un aspecto importante:
Al trasladarnos el señor Ansaldo palabras del Príncipe Don Jna»,
pone en 6us labios las frases siguientes:
“ Estoy dispuesto a seguir el ejem plo de mi abuelo, Don Alfon­
so X II, tan pronto com o surja un nuevo Martínez Campos.”
La evocación de la Restauración sagunlina es reveladora.
La Restauración fué calificada y vaticinado su porvenir por Cas-
telar con estas palabras dirigidas al Gobierno y a la mayoría mo­
nárquica del C ongreso:
“ Maldecís de la Revolución y no podéis saliros de ella... y, mal
que os pese, habéis de seguir, aunque no queráis, aunque no lo se­
páis, en el camino de la Revolución” (10).
En el “ camino de la Revolución” , por el cual llegó aquella Mo­
narquía de la Restauración al 14 de abril, a entregar los poderes y
fuerzas del Estado Español a los hombres de la Revolución, part
que con ellos en sus manos los utilizaran para el asesinato d© Es­
paña.
Asesinato frustrado por el Alzamiento Nacional.
Com o frustrara en el pasado siglo el primer intento de asesinar
a España perpetrado por la primera República el Alzamiento Na­
cional carlista...
Sí, españoles; así fué, aunque os lo silencien los “ historiado­
res” padecidos.
Escuchad al general Pavía, el autor del pronunciamiento “anti­
rrepublicano” , premisa y causa primera de la Restauración.
«“ Había vo escrito varias cartas a los ejércitos del Norte, «
Centro y de Cataluña y había mandado comisionados con el objeto
de saber cóm o opinaban respecto al Gobierno que suce lera a se
Castelar y respecto de aquellas Cortes. En los ejército, del Norte,
del Centro y de Cataluña reinaba el mismo descontento que en

( 10) Castelar: Discurso en el Congreso el 8 d . julio de 1878.


fracciones p o lítica s : todos estaban unánimes en ob edecer al señor
Castelar y eran contrarios al G obiern o que le sucediera, y todos se
mostraban agresivos contra aquellas Cortes.
«“ La anarquía hubiera sido el triunfo inm ediato y seguro del
carlism o.
«“ M i situación de capitán general de M adrid, ante unas Cortes
impotentes para gobernar, era dificilísim a. A sí, pues, me decidí
a llevar a cabo el acto violento del 3 de enero.
«“ ¡A h , señores diputados! Si y o n o h ubiera ejecu tad o aquel
acto, España entera me hubiera despreciado y el E jército m e h u ­
biera m aldecido, porque sin aquel acto no h ubiera quizá term inado
el 3 de enero sin que hubiese entrado en M adrid don Carlos de
B orbón” .» (11.)
No dió le golpe Pavía para acabar con la R ep ú b lica , sino para
im pedir que el patriotism o del E jército que luchaba contra D on
Carlos se im pusiera, cuando el despedazam iento cantonal de España
se consumara, y 6e pasara en masa al cam p o del patriotism o.
El Enemigo de España debía frustrar el advenim iento fatal del
carlism o; jo r q u e significaba llevar a España fuera del cam ino
de la R evolu ción ... y, para evitarlo, sólo para eso, se d ió el golpe
de Pavía y el de Sagunto, y la Restauración, lo quisieran o n o, lo
supieran o no los restauradores, m antuvo y e m p u jó a España por
el camino de la R evolu ción .
La Historia lo proclama y lo gritan un millón de muertos es­
pañoles.
Estaba dicho y previsto... ¿no?
Escuchad:
«La Masonería fué partidaria de la Restauración. En El D eb a tep
órgano de la Orden, núm ero correspondiente al 30 de noviem bre
de 1882, se lee lo siguiente: “ El C ódigo inm ortal de 1869, que no
pudo arraigarse en nuestro país b a jo la m onarquía de don Am adeo
de Saboya, por razones que están al alcance de tod o el m undo,
echará raíces b a jo la de don Alfonso. Tras un largo e infructuoso
período de aventuras, tras el desdichado ensnvo de la R epú blica,

(11) General Pavía. Discurso en el Congreso en J.7 de marzo de 1876.


dorante la cual la nación estuvo a punto de caer en lo, brazo, de
la demagogia prim ero y dcspué, en la, garras del absolutismo e,
logico que pensemos todos, que piensen todos los demócrata, en
contribuir, con su prestigio y con sus fuerzas, a robustecer lo exis­
tente, buscando la restauración de las conquistas de septiembre
p or los medios suavesc y pacíficos, y abandonando, por gastado»,
los recursos revolucionarios.
«En septiembre de 1882 el Serenísimo Gran Oriente de España
pu blicó un manifiesto en el que daba cuenta de su “ creciente des­
arrollo, representado en sus 39 capítulos y 280 Logias, sin contar
las Cámaras superiores, ya filosóficas, ya sublimes, y cuyo número
jamás alcanzó nuestra Institución en este desgraciado país, ni aun
en la época en que, abiertas con la Revolución de septiembre de 1868
las válvulas de la libertad y del progreso, el espíritu de una pro­
paganda más entusiasta que reflexiva atrajo infinitivos iniciados
a nuestros Talleres, que pronto se multiplicaron en asombrosa pro­
porción, comparada con la forzada inercia a que a la Masonería
redujera en época anterior el fanatismo político y la intoleran­
cia religiosa.
aDe 1820 a 1823 y luego en 1836, hubo más masones que nuna.
Ello no obsta para que en 1882 fuera Esptiña “ la quinta potencia
( masónica) del glob o» (12).
¿Qué se quiere h oy?... Se quiere, como con el golpe de Pavia
y el pronunciamiento de Sagunto, llevar de nuevo a España al ca­
mino de la Revolución. Ahora, no de la Revolución democrática,
sino al camino de la Revolución comunista.
El “ Código inmortal de 1882” y aquello del “ Manifiesto” de
Sandhurst de que el príncipe restaurado sería “ rey de todos los es-
pañoles” ... . ,.
Repetimos, es reveladora la evocación de la saguntada en labio
del pretendiente a la Restauración, porque, como se a »
pretende ser “ pacificador” de un país-España-asolado « t e ñ a ­
mente por la guerra civil— ¿guerra civil la de Spana CO° . .
asesinos?— y agonizando espiritualmente (M ) entre odi
cables fomentados (?) por el Poder público....
(12) Latomia. (Publicación masónica oficial: voí. II» P fa 2
Esto es reincidir con otras palabras en aquello del m anifiesto
de su abuelo, palabras que repetirá literalm ente lu ego en su m a­
nifiesto de Estoril de 7 de abril de 1947: M i suprem a ilusión es ser
rey d e todos los españoles.
“ Ilusión” que ilustraría p oco después en sus declaraciones al
O b serv en
Estoy dispuesto a escuchar y dar la bienvenid a a todos los q u e
vengan a mí, p o rq u e, en lo qu e a mí se r e fie r e , todos tien en el
mismo títu lo: ser españoles.
¿T o d o s?... ¿Hasta los que no lo son ni lo fueron ja m á s?...
¿Son españoles, don Juan, quienes sirven a Estados o Super-
estados extranjeros?...
¿Son españoles marxistas y masones que ob edecen a Estados o
Supere9tados extranjeros?
¿Sería S. A. R ey tam bién de e llos?...
En ese caso, puede ufanarse S. A . de h aber inventado con gran
anticipación el slogan adoptado h oy p or el P a rtido Com unista in d í­
gena, es decir, por K ruschev, su A m o y Señ or...
Porque, com o ya verem os, el P artido Com unista indígena, des­
pués de haber agotado él y sus A m os y Señores del K rem lin todos
los recursos de la violencia y la intriga en el in terior y le exterior,
propugna hoy :
LA R ECO N CILIACION D E TO D O S LOS ESPAÑ O LES.
Esa “ RECONCILIACION'” que im plica el ser S. A. R e y d e todos
los españoles...
¡Es para ufanarse por la coincid encia— no fortuita— de un R ey
con los comunistas, declarados asesinos de su P a tria !...
Se quiere y se maquina que la Restauración sea, com o la de la
paviada y saguntada :
Maldición verbal de la R evolu ción sin poder salir de ella” ...
ya que los restauradores, com o en la vez pasada “ mal que os
pese, habéis de seguir, aunque no lo queráis, aunque no lo sepáis,
en el camino de la R evolución” .
De la Revolución comunista.
AL SERVICIO DE UNA POTENCIA EXTRANJERA:
FRANCIA

El 4 caniche” del señor Ansaldo se hace un delator de su amo.


Dadas las gravísimas acusaciones que con tanta frivolidad hace
Ansaldo contra sí mismo, hay momentos en que su ficción litera*
ria de hacerle hablar a su perro la creemos una realidad y, sin
darnos cuenta, nos parece oír hablar al can. Es increíble la ofusca*
ción mental en cualquiera, pues el señor Ansaldo se acusa con toda
naturalidad y desenvoltura de actos castigados por el Código Penal
y condenados por la ética patriótica más elemental, creyendo ceñirse
una corona.
Escuchemos al c a n :
«M i patrón tenía muy buenos amigos en la Embajada de Fran­
cia en Madrid. Aparte del embajador Pietri, con quien también
mantenía relaciones cordiales, pero que en su especial condición
nada podía hacer, la mayoría de los funcionarios diplomáticos de
la misma trabajaban, más o menos descaradamente, en contra de
las directrices de Vichy y a favor de la cooperación con los aliados.
Sin embargo, personalmente respetaban y querían al mariscal Pé*
tain. Coincidiendo en estos sentimientos con el ex agregado aéreo
en su país, trataron de utilizarlo para llevar al mediatizado Jefe
del Estado francés aires nuevos que reavivaran ilusiones antiguas.
«JAN aceptó encantado, dispuesto a aprovechar con tal objeto
la despedida oficial de su puesto, que protocolariamente debía de
verificarse en V ich y, pero qne 6e iba retrasando en espera de la
recuperación para Francia de algunos aviones internados p o r el
G obierno español, y que mi amo deseaba personalm ente entregar
a la aviación francesa.
«En el piso coqueto y agradable de uno de aquellos diplom áticos
amigos almorzó el “ em isario” — p o c o antes de su partida— para
ultimar y concretar los detalles de su co m e tid o . d (1 .)
He aquí al señor Ansaldo confesando con orgu llo que se ha
ofrecido a servir a una potencia extran jera. Es decir, se disponía
él a com eter un hecho p or el cual perdía la n acionalidad española.
Ya el acto mismo de enlazar a los franceses de M adrid con Pétain,
aprovechando para realizarlo y para 6U im pun idad la inm unidad
diplomática que posee gracias al cargo y m isión con fiada p o r Es­
paña, puede calificarse de servicio consum ado a potencia extran­
jera. Su naturaleza y circunstancias lo califican para cualquiera de
espionaje. Y naturalmente, la pérdida de la n acionalidad española,
según el Código Penal, es a u tom ática; y al señor Ansaldo tan sólo
le faltó que fuera con ocida y juzgada su acción p or un T ribu n al
militar para que dejara oficialm en te de ser español, com o voluntaria
y realmente había dejado de serlo desde aquel m om ento.
Lo con fiesa ; el señor Ansaldo pretendía, después de servir para
urdir el proyecto, ser el p iloto del avión en que el M ariscal Pétain
pasase de la neutralidad a la guerra... ¿E sto, qué e s ?... Que lo
digan los juristas.
El señor Ansaldo podía— y allá él con su con ciencia patriótica—
ponerse al servicio de los aliados en m isiones de espion aje y guerra.
Pero dado su cargo diplom ático y las circunstancias bélicas— las
divisiones hitlerianas están aún en la frontera— podía ser una p r o ­
vocación de guerra contra E spañ a; porqu e daba m otivo para que
Hitler pudiera creer que Ansaldo actuaba con el consentim iento y
com plicidad del Estado Español. D el acto agresivo del señor A n ­
saldo contra Alemania podía ser responsabilizada España y pagarlo
con su sangre los españoles. Y ese posible crim en de lesa Patria
es incalificable..,

(1) J. A. Ansaldo. ¿Para qué...?, pág. 276.


Si fuera otro autor, si no fuera el laureado Ansaldo, nnestra
calificación sería gravísima. Pero n o ; la dejamos en suspenso.
Si el autor no tuviera su magnífico historial, creeríamos y di­
ríamos que tales hechos tan sólo puede realizarlos un masón que
haya renunciado desde mucho tiempo antes a la nacionalidad es­
pañola en virtud de sus juramentos de fidelidad al Superestade
m asónico, aliado entonces a otros Estados, incluido el soviético.
Pero del señor Ansaldo no creemos eso, y antes hemos de creer
que obraba en estado de enajenación mental.
Hay Providencia para España, porque, según el señor Ansaldo
confiesa después:
“ Desgraciadamente la misión oficiosa de JAN embarrancó en
aquel ambiente desfavorable. Ya no volvió a ver al Mariscal. Su
ayudante visitó a mi amo, expresándole la conveniencia de sus­
pender, por el mom ento, toda conversación encaminada al logro
de proyectos fundamentados en la indefectible victoria aliada. Y
terminó en su abrazo de despedida: “ El Mariscal anhela y confía
en que dentro de poco grandes acontecimientos favorables al bando
que hoy se encuentra abatido le proporcionarán el ambiente y la
ocasión propicios para la realización de sus deseos. Me encarga te
ruegue que vuelvas por aquí, para entonces” (2).
El acto del señor Ansaldo quedó reducido a uno de ignorado
e sp ion a je; y al no pasar a desarrollarse por completo con la luga
del Mariscal Pétain, España no llegó a correr el riesgo de una
agresión de Alemania, previamente agredida por el agregado aero-
náutico de la Embajada española en Vichy.
QUIERE SERVIR CON LAS ARMAS A NACIONES
EXTRANJERAS

El “ horroroso castigo” que suponía para el señor Ansaldo su


destino a Valencia le fuerza a tomar una decisión extrema: la de
exilarse.
Y nos informa su “ caniche” :
“ JAN pensó por un momento que había llegado el instante pre­
ciso de escaparse de España, para, con don Pedro Sáinz y Eugenio
Vegas, y reviviendo tiempos pasados, reanudar el ataque desde el
exterior contra el régimen. Sin embargo, a pesar de lo que estaba
viendo, siempre queda en el fondo de la conciencia humana cierta
propensión a juzgar im posible el triunfo del atropello sobre la
justicia.” (1 .)
Este pensameinto lo motivaba el que, por fin, ante su actitud,
la Autoridad Militar decide abrirle sumario por desobediencia,
interrogándole el Juez nombrado al efecto.
Como se ve, un procedimiento “ tiránico1” y “ arbitrario” llevado
al extrem o... del que, según confesión propia, “ acabará por salir
del atolladero” (2).
Prescindiremos de los detalles que con minuciosidad aporta el
señor Ansaldo, que nada quitan ni ponen a la gravedad íntima de

(1) J. A. Ansaldo: ¿Para qué...?, pátf. 299.


(2) Ansaldo. Obra citada, pág:. 300.
los liechos. Tan sólo trasladar sus intenciones para el caso de ser
llevado ante un Consejo de Guerra :
«Declaraciones y más declaraciones; lucha ya violenta entre
Juez y procesado, fueron llenando las horas de aquella cautividad.
El monstruoso atropello jurídico que se acababa de com eter se
revelaba cada vez con mayor claridad. Ello, unido probablem ente
a la conocida decisión del procesado de hablar con toda franqueza
en el Consejo de Guerra, “ sin omitir detalle de su M isión a In gla­
terra y posteriores consecuencias” , seguramente apagó en m ucho el
entusiasmo vengativo del ministro, que ante la perspectiva de una
publicidad no recomendable, hizo que un buen día se sobreseyera
el proceso por falta de materia delitiva*’ (3).
El señor Ansaldo reincide en su decisión de provocar represa­
lias contra España por parte de las Naciones Unidas en Guerra,
incluida entre ellas la Unión Soviética, que, cierlam ente, no nece­
sitaba de provocaciones para su ataque a España y para la cual sería
de perlas la delación del delator español.
Como hemos dicho, el señor Ansaldo decide marcharse al ex­
tranjero; para pasar la frontera piensa utilizar un avión m ilitar
que, previamente, ha de rob a r: esta es la calificación ju rídica del
hecho delictivo.
Pero el señor Ansaldo, con su ciencia jurídica y su dom inio del
código moral, busca una eximente para su delito y nos d ic e :
«... en aquellos tiempos, esclavizarse al servicio de los alemanes
y espiar en su provecho eran nobles tareas, en parangón con la
traición que representaba ¡hasta tomar el c a fé !, en reunión íi\n*
ma, con un grupo de anglo-sajones.» (4.)
Ya hemos dicho que resulta inconcebible que un G obierno sa­
biendo, como dice Ansaldo lo sabía el español, que él estaba en
relación con los “ aliados” para llevarnos a la Guerra, le encargase,
precisamente a él, hacer espionaje en contra de los mismos con los
que se hallaba confabulado. Caeo de ser cierto que el G obierno
español espiase— cosa que nadie ha sostenido entre las Naciones
nidas, si descontamos al Imperio Comunista— , la acusación del

(3) Ansaldo. Obra citada, pág. 301.


(4) Ansaldo. Obra citada, pág. 306.
a n t i-k s p a n a 1.959

S«ñor Ansaldo es tan absurda y estúpida que sólo con estupidez


igual puede creer nadie posible tal absurdo.
No lo com prende así él dentro de su obcecación mental y para
poder autoabsolverse del robo del avión, vuelve a encenagare
reiterando su absurda delación, que sólo daños puede acarrear a
su Patria.
En fin ; el señor Ansaldo se fuga en avión y aterriza en Por­
tugal.
Lo prim ero que se nos ocurre preguntar ante la consumación del
hecho es: ¿T an terrible y feroz era la estrecha vigilancia policíaca
de que era víctima el señor Ansaldo?...
Ya está en Lisboa el señor Ansaldo, y nos dice:
«Particularm ente, en lo que a los fugitivos se refiere, parecía
haberse renunciado a la posibilidad de una extradición, que hu­
biera resultado demasiado escandalosa, en su ilegalidad, ante el
m undo exterior.
«El terror de que JAN “ contara todo” en un Consejo de Guerra,
con asistencia de representantes aliados, frenó grandemente lo»
primeros anhelos “ extradicionalistas” (5).
Es obsesión del señor Ansaldo, que acaricia con fruición, la
de convertirse en delator del Gobierno, al que ha jurado fidelidad,
ante las potencias extranjeras, sin mirar ni por un momento Jos
incalculables daños que podía causar a su Patria, cuya existencia
v presencia 110 aparece ni como sombra en su horizonte mental.
Las únicas naciones que, en lugar de la suya, parecen ser objeto
de sus amores son las Naciones Unidas; porque el señor Ansaldo
intentó alistarse en las fuerzas armadas de una de las naciones en
guerra. Es decir, intentó realizar un hecho público y específico en
virtud del cual perdía la nacionalidad española. La nacionalidad
de la misma nación a la que pretendía imponer un Régimen v una
forma de gobierno. Y a cuya nación, España, a cuya nacionalidad
quiso renunciar, sigue pretendiendo imponerle Régimen y forma
de gobierno.
S in duda, su esta d o de o b c e c a c ió n m en ta l le im p id e a p r e c ia r

(5) Ansaldo. Obra citada, pág. 31C.


A n t .'CBI'A ña 193D.— ú.
que se Halla moral y hasta legalmente incapacitado para tener arte
ni parte en cuanto a España se refiere, por haber renunciado a
pertenecer a ella.
Lo mas extraordinario es el afán que muestra el señor Ansaldo
en propalar sus intentos de servir com o delator y hasta con las
armas a naciones extranjeras, descalificándose a sí mism o ante los
españoles, a la vez que trata por todos los m edios de atraerlos para
que secunden sus propósitos políticos. Sin duda tiene m uy pob re
idea del patriotismo e inteligencia de los españoles a quienes se
dirige, pues, desde luego, 110 piensa ni por un m om ento que de los
hechos relatados por él han de deducir que m oralm ente, p or lo
menos, ha renegado de su nacionalidad. Y es lo menos que se puede
pedir a quien intenta intervenir en asuntos de España : que sea
español.
He aquí cómo refiere con toda ingenuidad sus intentos de abdi­
car de la nacionalidad española :
«Tampoco dió resultado la gestión iniciada meses antes por I09
evadidos para obtener su enrolamiento en las Fuerzas Filipinas, en
lucha contra el invasor japonés. Sobre esta materia, JAN había
planeado, todavía en Madrid, la organización de una Unidad aérea,
constituida por aviadores españoles m onárquicos, ansiosos de lu ­
char por la defensa y liberación de aquel archipiélago, tan íntim a­
mente unido histórica, religiosa y culturalmente a las más puras
esencias del alma nacional.
«Filipino por 6U n acim iento; español de nacionalidad hasta
fecha reciente, y a la sazón coronel del E jército am ericano, a las
órdenes inmediatas del general Mac Arthur— a quien acom pañó
durante su odisea oriental— , parecía estar especialmente indicado,
por todo ello y por su calidad presente de ministro en el Gabinete
de Guerra filipino, para dar vida a esta Unidad española.
«Es necesario comprender la delicada com plicación que su creu-
ción representaba, desde el punto de vista del sentimentalismo na­
cional. En efecto, independientemente de las inclinaciones “ pro”
o antialiadas de sus eventuales componentes, los oficiales volun­
tarios no podían someterse al Mando directo de las autoridades
americanas, representantes del país que, aun en época contemporá-
ANTl-ESPAÑ.V 1950 67

nea de la Historia, había despojado a España de los últimos


llorones del inmenso Im perio, al que prestó su sangre y su
ideal» (6 ).
Sólo señalar esas últimas palabras del señor Ansaldo para mos­
trar el tremendo galimatías de su cerebro caundo pretende ingresar
en la 9 fuerzas armadas extranjeras para “ liberar” a una antigua
colonia española del yugo japonés, y se topa él al querer hacerlo
con que ha de pasar a estar a las órdenes del mismo ejército ex­
tranjero que luchó contra el español para quitarle la colonia filipi­
na... cuyo nom bre indica el origen “ anglosajón” de sus descubrido­
res y civilizadores.
OPPAS, URBAN & CORPORATION

Fracasada la consumación de la agresión personal del señor


Auealdo a Alemania, pues el Mariscal Pétain aplazó para mejor
ocasión el ser llevado por el agregado aeronáutico de la Embajada
española a Marruecos para volver a entrar en la Guerra, veamos
cómo se reincide, no ya en crearle peligros a España provocando
lina reacción bélica hitleriana, sino conspirando para provocar
agresiones directas de las potencias en guerra.
Pasados tantos siglos, estos “ monárquicos” reviven la maniobra
de los hijos de Witiza y sus partidarios, que llamaron a los maho­
metanos, sin duda, para con su ayuda quitarle a Don Rodrigo la
corona . con el resultado de haberles entregado España.
Sin duda, estos “ monárquicos” también quieren traer tropas ex­
tranjeras para servirlas y, a cambio, servirse de ellas para izar
sobre sus bayonetas a su rev . Claro es que los hijos de Witiza
ignoran las reservas mentales de los judíos al sugerirles aliarse con
los mahometanos y los auténticos fines de sus cómplices israelitas
al ayudar con su traición a los invasores... Tampoco eran capaces
de adivinar estos monárquicos los últimos fines de los judíos para
el caso, los masones, judíos ersatz—al impulsarlos a llamar a tropas
extranjeras para realizar la Restauración monárquica... Estamos se­
guros de que, como a tantos traidores “ cristianos” del Guadalete,
les habrían cercenado la cabeza los rojos indígenas, pues para ellos
hubiera sido el Poder, y prueba de ello es lo acordado en Postdam
y lo intentado por las Naciones Unidas.
Y con tal preámbulo dejamos hablar al 6eñor Ansaldo,
«Una noche, Paco Eliseda organizó en el comedor privado del
iViievo Club—el más distinguido círculo madrileño una comida
cn h on or de cierto alto personaje de la Embajada a m erica n a , cuyo
nombre creemos prudente ocultar. En los restantes puestos figura-
ban: Quintanar, Valdecasas, Víctor Urrutia y naturalmente JAN.
Mucho se habló y se dejó correr la fantasía en a q u ella V elada,
totalmente captada por los servicios confidenciales d e la Dirección
de Seguridad.
«Mi amo esbozó su “ enésimo” plan de acción, encaminado esta
vez a la consecución de una doble finalidad armónica y comple­
mentaria : la proclamación de la Monarquía en España, y su en­
trada en la guerra a favor de los Aliados» (1).
Así de claro; con la mayor frivolidad.
El que los “ aliados” hayan triunfado no disminuye un ápice la
traición proyectada contra España.
“ Enésimo plan de acción (Ansaldo confiesa su contumacia) en­
caminado a la ENTRADA DE ESPAÑA EN GUERRA A FAVOR
DE LOS ALIADOS.”
La cosa es clara. Se trata de comprar a naciones extranjeras la
instauración de la Monarquía, pagándola con la sangre del Ejército
español.
Esta confesión inaudita, hecha sólo por snobismo ahora, nos
demuestra un estado mental deplorable, que exime al autor de cual­
quier responsabilidad moral.
Conspirar con potencias extranjeras para provocar la entrada
de la Patria en la guerra es delito de traición... y, que sepamos,
hasta hoy nadie ha confesado tan hediondo crimen de lesa Patria
sin ser obligado a ello, y menos aún 6e ha ufanado de haber inten­
tado cometerlo. Sin duda, no hay en el señor Ansaldo conciencia
ni consciencia de su acto, ni siendo un ju rídico; y, por lo tanto,
no hay sujeto de delito.
Sigamos con lo que dice a continuación :
«La maniobra era complicada, pero posible. Podrá parecer el
argumento de un film supersensacional, pero múltiples acciones que

(1) J. A. Ansaldo: ¿Para qué...?, pág. 295.


luego han triunfado en la práctica presentaron « pr0pi0 carácter
al ser examinadas a pnori” .
«La base del proyecto contenía un doble movimiento inicial: el
general Kindelán debería hacerse nuevamente cargo del Mando de
Cataluña, proclamando inmediatamente la Monarquía. Al propio
tiempo, como réplica a la acción ofensiva que contra aquella región
rebelde habrían de desarrollar indefectiblemente Franco y lai
Fuerzas Alemanas, se solicitaría el apoyo Aliado, facilitándose el
desembarco de sus tropas en la histórica bahía de Rosas.” (2.)
Un inciso. Debemos traer aquí una fuga padecida por el señor
Ansaldo en página precedente. El ha contado:
«A la hora del lé se tocaron nuevamente los asuntos políticos
e internacionales pendientes. Mi dueño quedó impresionado por
la seguridad interna que la reina doña Vctoria poseía, no sola­
mente en el triunfo aliado, sino hasta en la forma de su desarrollo
victorioso.
a“ El verano que viene—afirmaba la augusta señora—no creo
que aún pueda verificarse el desembarco en la Europa continental,
naturalmente en las proximidades del Canal de la Mancha; pero
desde luego, a más tardar el 44, tendrá lugar e6ta operación” . Y
añadía: “ Quizá antes se verifiquen otros desembarcos; pero el
definitivo 6erá en la costa atlántica franceia, como puerta del co­
razón de Alemania” .» (3).
«Quizá antes se verifiquen otros desembarcos” , dijo doña Victo
ria de Battemberg.
¿Será mera coincidencia que su interlocutor planee por “enési­
ma” vez ootro desembarco» aliado, precisamente en España?...
Invitamos a meditar sobre nuestro inciso y, luego, sigan escu­
chando al señor Ansaldo:
«El éxito d . esta maniobra pondría a los anglosajones en el
continente europeo, sin resistencia alguna en los momentos difíciles
del desembarco. .
.(N o .e insiste en el complicado y preciso maqumismo, previste
para el caso, por razones de prudencia claramente compren»

(2) Ansaldo. Obra citada, págs. 295-296.


(3) Ansaldo. Obra citada, pag.
ya qne muchos de los elementos entonces comprometidos ocupan
hoy cargos de gran responsabilidad.)
«No prosperó por múltiples causas, que no es pertinente repro­
ducir, el proyecto en estudio. Cuando días más tarde, a la salida
del cine Callao, donde el “ todo Madrid” había aplaudido la primera
exhibición de la película genial ” Gone with the wind” , JAN cruzó
»u mirada con la del diplomático americano y comprendió que por
el momento “ nada había que hacer” . Limitóse como otros muchos
invitados a reparar los pinchazos que millares de tachuelas espar­
cidas por los alrededores habrían producido en los coches de los
asistentes» (4).
Ha dicho antea el señor Ansaldo que la reunión conspiradora
del Nuevo Club fué totalmente captada por la Dirección de Segu­
ridad” .
¿Y le parece mucho castigo a un jurídico militar aquella broma
de las tachuelas en la Plaza del Callao? ..
¿Y cuál es todo el castigo que le impone, señor Ansaldo, esta
“ feroz'’ Dictadura que usted les pinta a 9us lectores?
Dígalo:
«Dos días después, siguiendo inmediatamente a la reunión en
el Nuevo Club a que acabamos de aludir, otro compañero de mi
amo le telefoneó diciendo: “ Me acabo de enterar de que te destinan
a Valencia fulminantemente, y que mañana saldrá la disposición
en el diario “ oficial” ... Por otra parte, acababa de ser advertido,
también particularemnte, de que la Policía Militar tenía orden de
detener su “ Chrysler ’ en cualquier lugar donde fuera encontrado.
* í El cerco ya se había cerrado totalmente!» (5).
Dos días después de la reunión del Nuevo Club” , en la cual
el señor Ansaldo confiesa que se ha conspirado contra la seguridad
de la nación en presencia de un representante diplomático extran­
jero, delito penado por el Código de Justicia Militar, el Gobierno,
en lugar de meter al delincuente en Prisiones Militares y ordenar
un Consejo de Guerra sumarísimo ¿qué le hace?

(4) Ansaldo. Obra citada, pága. 295-296.


(5) Ansaldo. Obra citada, páys. 296-297.
Destinarlo a la inhóspita, fea, malsana j <le terrible eUmo y
le n ca fulm.nanten.ente, abusando de su, poderes” . cuando ,1
destino salga con todos los requisitos, pasados días, en el Diario Oti-
ca l.. Es un sadismo el oficial com o para llevar al señor Ansaldo
al martirologio político español.
¿Qué puede hacer el hombre así “ cercado” por el terrorífico
poder de tal Estado “ policíaco-totalitario!” , como Ansaldo lo califica
con tanta reiteración?...
También nos lo dice su “ caniche” :
«Siendo necesario permanecer en Madrid para el desarrollo de
la actividad monárquica, más imprescindible que en cualquier otro
momento de la postguerra, y habiendo sido destinado contra todo
derecho y reglamento fuera de la capital, ya que, como queda dicho,
su situación oficial era la de “ baja por heridof” , trataría de aferrarse
a la misma para defenderse con la ley en la mano contra arbitra­
riedad tan manifiesta.
«La jugada era característica del espíritu hipócrita, pero impla­
cable, reinante en las altas esferas. No hay duda de que el régimen
franquista, tiránico y sin control, hubiera obrado lógicamente de­
portando a JAN por sus actividades antiestatalee.» (6.)
¿“ Antiestatales” únicamente?
Desde luego, el Régimen, y todo régimen, por muy democrático
([ue sea—en primer lugar, el norteamericano—, tiene derecho, como
el señor Ansaldo reconoce, a deportar y a castigar aún más seve-
rameiite a un militar que conspira contra la segundad del Estado,
siquiera sea confundiendo al Estado con el Gobierno al cual ha ju-
rado fidelidad como militar profesional.
Pero tengámoslo bien en cuenta. Hemos visto a través de as
propias palabras del señor Ansaldo que se trata, « , de t r a e r a
España la Monarquía; sí, de un cambio de Régimen... y a e s deli­
to en un militar conspirar para cambiar por laviolencia el^Regimen
que ha jurado defender. Que lo intentara en los Estados Unido. , .
vería qué diez años sufría de condena.
Pero ese fin, el cambio de Régimen por la violenca. como deht •
queda muy por bajo del medio por el cual lia de ser conseguido. El
medio a utilizar supera en gravedad al fin, porque el medio no es
uua violencia cualquiera, un pronunciamiento, una sedición o re­
belión militar. No, el medio es «la entrada en guerra de España a
favor de los aliados» (7). Es un atentado, no contra la seguridad del
Estado-Régimen, sino un atentado contra la seguridad de la Patria,
cometido en complicidad con Estados extranjeros y con su inler-
\ención armada... ¡nada mas que eso!...
¡Y al señor Ansaldo le parece una “ ferocidad” su destino a
Valencia!
Siga refiriendo lo acaecido el señor Ansaldo con toda su ingenua
inconsciencia :
«Los primeros “ rounds” de match tan desigual— mi amo solo,
luchando contra toda la fuerza del Estado franquista— fueron, no
obstante, favorables a JAN. Claro es que para ello tenía un gran
triunfo en la mano, o mejor diho, en la espalda.
«La9 radiografías de su columna vertebral acusaban grandes
'‘averías” en sus vértebras, como consecuencia, 6egún conocemos,
del trágico accidente de Estoril. Ante esa realidad irrefutable, los
médicos certificaron por tres veces consecutivas durante un mes
“ que no estaba en condiciones de incorporarse al servicio activo” ».
«Físicamente, mi amo tenía la posibilidad de incorporarse a
Valencia... y al fin del mundo. Pero no podía exigírsele ello como
obligación» (8).
Es decir, que el señor Ansaldo reconoce que, con sus tres certi­
ficados médicos, estaba realizando un truco para no obedecer; y
que con su truco puede permanecer en Madrid más de un mes en
libertad y seguir conspirando, a ciencia y paciencia del “ terrible
Gobierno franquista” ...
Que siga el señor Ansaldo echándose tierra sobre sí. El párrafo
siguiente es de antología:
«Además, una inquietud fundamentada en ciertos informes con­
fidenciales que venía recibiendo, intranquilizaba su ánimo, ante
la perspectiva de que, quizá en forma diferente, se tratara en

(7) Ansaldo. Obra citada, pág. 295.


(8) Ansaldo. Obra citada, págB. 297-298.
el nuevo de8tino de colocarlo ante un dilema—entre honor y obe­
diencia-análogo a aquel que fuera causa de su cese en la agrega-
duría aérea en Inglaterra. Tunto como entonces repugnaba a sus
sentimientos la utilización clandestina de informaciones referentes
a movimientos de convoyes marítimos, principalmente, adquiridas
bajo la protección de un pabellón neutral para ofrecérselas más
tarde, como gentil obsequio, al Alto Mando alemán...» (9).
De manera que el Gobierno, sabedor, como Ansaldo ha confe­
sado antes, que conspira con un representante de los aliados para
llevar a España a la guerra como aliada suya, es tan estúpido que,
realizando espionaje contra esos aliados de Ansaldo—según él lo
acusa— , le encargaría, precisamente al señor Ansaldo, la realiza­
ción de tales misiones de espionaje... ¿Tan estúpido sería ese Go­
bierno?
Le iba a encargar al señor Ansaldo que espiase los movimientos
de los barcos aliados sabiendo:
“ ... la conocida posición del procesado (Ansaldo; sigue hablan­
do su perro) de “ hablar con toda franqueza” en el Consejo de Gue­
rra, “ sin oinitr detalle de su Misión en Inglaterra y posibles con-
eecuencias” (10).
Ansaldo había sido procesado, no por el delito principal, atenta­
do a la seguridad del Régimen y de la Patria, sino por desobedien­
cia... y él amenazaba con convertirse en público y solemne delator
del Estado ante unos beligerantes que, de creer la patraña de su es­
pionaje ordenado por el Gobierno, podían declararle la guerra a Es­
paña, con aparentes motivos jurídicos...
¿Esto qué es, señor Ansaldo? Califíquelo usted con su saber de
jurídico militar. .
Era, reiteradamente, atentar contra la seguridad de su faina.
Era provocar la agresión armada contra España.
Díganos: ¿es o no es traición?...

(9) Obra citada, pág’. 298.


(10) Obra citada, páff. 301.
MAS CHURCHILLISTA QUE CHURCHILL

-No trasladaremos a los lectores la indignación del señor Ansaldo


contra el Gobierno portugués, por haberse opuesto a que hiciera
del territorio de su soberanía base de operaciones para los ataques
al Gobierno español. Ha de ser tanta la ciencia jurídica en Derecho
Internacional del señor Ansaldo que, al parecer, ignora la obliga­
ción de todo Gobierno de velar para impedir cualquier ataque a lo*
vecinos fraguado en el territorio de su soberanía. Y si el Gobierno
portugués le hizo al señor Ansaldo fijar su residencia en la isla de
Madera, con ello no hacía má« que cumplir con el deber impuesto
a cualquier Gobieno por la vecindad con el atacado por el conspi­
rador residenciado.
Suponemos que nuestros lectores habrán formado ya el debido
concepto respecto al estado del señor Ansaldo con sólo tomar como
elemnetos de juicio las palabras copiadas de su libro. Pero ahora
van a leer unas líneas suyas que han de producir su pasmo.
He aquí sus palabras:
«En una una infausta, llegó a sus oídos aquel desgraciado dis­
curso de Churchill (1)—el 4 de mayo de 1944— en la Cámara de loa
Comunes, que lanío daño hiso a su propio autor, apagando entu-

(1) So alude a la conocida declaración, afirmando^uü la E .pafia^.


Franco habla prestado servicio» considerables a los aliados. (INot
¿aldo.)
siasmos probritánicos y hasta prodemocráticos de grandes masas
de opinión. El Caudillo y su Régimen, por el contrario, pudieron
aprovecharse bien de aquellas palabras elocuentes, pero injusti-
ficadas, y con ello brotó en el horizonte del Estado franquista la
ilusión jubilosa de su posible perduración, si, al fin, Alemania no
fuera invencible.
«Para JAN, la voz tan conocida y admirada fué puñal traicio­
nero, que moral y físicamente prodújole inmenso malestar y grave
daño.» (2).
Churchill, con autoridad sin par, echa por tierra con gran so­
lemnidad y publicidad en su discurso ante la Cámara de los Comu­
nes toda la serie de calumnas que ha venido vertiendo el señor
Ansaldo contra el Gobierno español, provocando con ellas gravísi­
mos peligros para nuestra Patria, cual si no fuera la suya.
Otro en su lugar no hubiera estampado en las páginas de su
libró tales calumnias, habiéndolas desmentido todo un Primer Mi­
nistro de Inglaterra, pues el libro del señor Ansaldo está escrito
años después de haberlo desmentido a él Churchill.
Pero no; el señor Ansaldo tiene razón contra Churchill. El,
Ansaldo, sabe mucho mejor que el más alto conductor de la Guerra
si España perjudicó a Inglaterra o la benefició durante la Guerra
Mundial... Si esto no es una megalomanía, nosotros reconoceremos
haber perdido la razón y que nos encierren en un manicomio.
Que Churchill desmintiera las calumnias— después de lo dicho
por el Premier hay derecho a calificar así las acusaciones— “ fué un
puñal traicionero la vez” del Primer Ministro británico. ¡Churchill
traicionó al señor Ansaldo!...
I-o dicho : ¡Megalómano!...
El señor Ansaldo continúa en Madera, espectador pasivo de lo 9
acontecimientos bélicos, cuyo curso él 6oñara cambiar provocando
la invasión de España por las fuerzas armadas extranjeras y su en­
trada en la guerra junto a las naciones que, desde 1936 a 1939,
ayudaron a librarla de la esclavitud y la muerte; junto a Francia
y la Unión Soviética, que intentaron esclavizar y asesinar a su Pa-
tria... ¡Qué dolor para el señor Ansaldo el no
sangre española y atacándolas por la espalda tan 1 ü “ “
h o n o r !... P 8 tan 8agra(1a deuda de

Escuchémosle cóm o pasan los episodios guerreros ante su. o jo ,-


«El desembarco aliado en Normandía” ’
«El empleo de la9 bombas volantes” ...
«La marcha triunfal liberadora de Francia” ... y, por fin,
«La entrada apoteósica en París” .
«Estos tremendos acontecimientos históricos se sucedían atrope-
liándose a través de aquel verano.
«Por un momento volvió a aparecer, ya al alcance de la mano,
la ansiada vctoria» (3).
« ¡ La ansiada vitcoria!...»
¿Qué beneficios y venturas podía producir esa victoria sobre
Alemania para ser tan “ ansiada” por el señor Ansaldo?
¿La restitución de Gibraltar?... ¿La devolución de algún augus­
to jirón del Imperio español arrancado por la rapacidad hitleria­
na?... ¿Siquiera un Tánger español?...
Diga, díganos, señor Ansaldo.
Dígalo, porque en las 568 páginas de su obra no justifica su
ansia por la victoria de los aliados, incluida, claro está, la victoria
del “ aliado” comunista soviético.
No justifica su ansia, si no tomamos como justificación la si­
guiente :
«La tesis oficial generalmente compartida por “ élite” y masa en
la España de la postguerra civil, era la siguiente:
«Desde el Siglo de Oro, del predominio hispánico universal, 11a*
bía ido decayendo lenta, pero fatalmente, su poderío por múltiples
causas, muy especialmente por la continua intriga anglosajona que
sabiamente— comenzando por su apoyo al separatismo lusitano
había aprovechado toda circunstancia propicia para debilitar al
León español. Si en el Pueblo más ignorante el “ antifrancesismo” ,
consecuencia inevitable de una vecindad accidentada, exacerba o
por la ocupación napoleónica, aún contaba mucho, en las e~ era
más cultas predominaba la auglofobia indiscutiblemente. Y un he­
cho concreto, amargo y doloroso no idamente para el orgullo, sino
hasta para la dignidad nacional, mantenía al rojo vivo tal resenti­
miento: la ocupación británica de Gibraltar.
«No vamos a estudiar a fondo este problema, ni casi a tocarlo,
pero el anglo-sajón más "chauvinista” 110 podrá negar, si honrada­
mente reflexiona, la brutalidad ofensiva de esta realidad : la exis­
tencia de una colonia inglesa en Europa enclavada en zona de alta
civilización milenaria. Hoy, que un movimiento irredentista sur-
americano pretende expulsar de aquel continente los líltimos vesti­
gios extranjeros, resulta inaudita la permanencia de este Peñón en
manos extrañas, máxime si se tiene en cuenta el origen de su con­
quista.
«Es posible que en las escuelas británicas se estudie tal episodio
como un incidente de una guerra internacional; pero para los es­
pañoles, Gibraltar fué ocupado provisionalmente por unas tropas,
aliadas a un bando nacional, en una guerra civil y a las órdenes de
un rey o pretendiente español, más tarde derrotado. Su conserva­
ción, tras dicha derrota, por los amigos del vencido resulta tan
monstruosa a nuestros ojos como lo sería la de Bilbao, pongo por
ejemplo, por una guarnición rusa que hubiera ayudado a su
defensa contra los nacionales en la guerra civil.» (4.)
Sin duda, el señor Ansaldo no se incluye a sí mismo en esa
élite entre comillas—y menos aún en la “ masa de la España de
la postguerra” , cuya tesis era la expuesta por él en lo acabado de
copiar.
Pero, díganos: ¿Es o no histórico y patrióticamente real y es-
pañolísima tal tesis?...
Y siéndolo, v no siendo menos verdad que en el momento más
trágico para España desde Guadalete, Alemania e Italia, como
usted reconoce a continuación, «participaron fuerzas germanas e
italianas al lado del bando ( \«bando” , eh !), vencedor en la guerra
civil» (5), al lado de ese "‘bando” , en el que se hallaba tisted, ueñor
Ansaldo, que luchó y venció para salvar la existencia y la indepen-

(4) Ansaldo. Obra citada, págs. 218-219.


(5) Ansaldo. Obra citada, pág. 219.
delicia de España, entregada ya en su parle r.o liberada a Staliü
(lea usted a Hernández y al Campesino) con la complicidad por
acción y omisión, más por acción que por omisión, de la. naciones
“ democráticas” , que le hubieran entregado España a Mo.cú con la
misma facilidad que le lian entregado todas la. nacione. de la
Europa oriental Y siendo históricamente cierto eso, repetimo»,
mentó insigne, sin par en la Historia de las naciones, es que Es­
paña, dominando impulsos de sagradas venganzas que reclamaban
torrentes de sangre vertida por sus héroes y mártires, fuera capaz
de ser fiel a la paz, no queriendo verter sangre de naciones cris­
tianas... Porque su auténtica conciencia cristiana, con imperativo
categórico, le dictó en las dos guerras mundiales que ambas eran
el suicidio de Europa, lo más y mejor de la Cristiandad, en bene­
ficio de Enemigo, del Comunismo: el Anticristianismo..
Fiel al Cristianismo España; fiel, por lo tanto, así misma nuestra
Patria, desde la invasión napoleónica, sintiendo que toda guerra
civil de Europa, sea el que sea su desenlace, será siempre una vic­
toria del Comunismo, del Anticristianismo, no vertió una tola gota
de sangre europea...
Y si en la última guerra su difícil neutralidad benefició por
imperativos geográficos y estratégicos al bando enemigo de Ale­
mania, tal efecto, independiente de su voluntad, no fué jamás ale*
gado como algo que se pretendiera cobrar... porque a España le
repugnaba percibir nada de una empresa que, quisieran o no todos
ios empresarios, había costado vida y libertad a tantas naciones
europeas... Si alegó la verdad reconocida de su neutralidad fue
cuando el Comunismo y la Masonería mundial quisieron, como
usted, señor Ansaldo, convertir tal neutralidad beneficiosa para los
vencedores en pérfida beligerancia contra ellos, llegando a imponer
a España inicuas sanciones, que sólo sirvieron, si no contamos los
sufrimentos infligidos a nuestro pueblo, soportados con digno estoi­
cismo y rechazados con fiera rebeldía, para que má. altamente
fuera reparada la gran injusticia cometida... „ „ trn
Es nítida Historia cuanto hemos expuesto; nítida . meontr -
vertible. Y raya en lo inaudito que un señor Ansaldo sea c ^ J e
reiterar cuantas calumnias propalara el Kremlin en la p
A n t i-e s p a ñ a 1 9 5 0 .— 6 .
cuando las grandes potencias occidentales, Norteamérica, Inglaterra
v Francia, cuya victoria él “ ansiara” , reconocieron hace años la
ejemplar conducta española durante la Guerra Mundial.
Más churchillista que Churchill, hemos rotulado este capítulo;
más aliadófilo que los aliados, podemos agregar, resulta ser el se­
ñor Ansaldo, y como él, tantos “ monárquicos” de su cuerda.
¿Por qué?... ¿Por qué?... Nos preguntamos una y otra vez.
En nuestro afán de hallar humana explicación a hechos tan in­
calificables—va que justificación es imposible hallarles— , tan sólo
podemos encontrar un motivo para sus im pulsos: su ciego monar­
quismo.
El 6eñor Ansaldo nos ha dado gratuitamente sobradas pruebas
de que, tanto él como muchos que cita y no cita, vinculaban su
anhelada Restauración al triunfo de las que se llaman hoy “ Nacio­
nes Unidas1” ; y para decidirlas a restaurar la Monarquía en España,
no discurrieron nada más inteligente que fabricar la leyenda ca­
lumniosa de que su actual Régimen había sido un taimado beli­
gerante contra los vencedores.
No lo creyeron así Gran Bretaña y Estados Unidos, con más
pruebas que un Ansaldo y compañeros de patraña; pero ellos, como
los embusteros de ley, habiéndose llegado a creer sus propias in­
vencionesi, tan encariñados estaban con ellas, llegan al record de
desmentir a los Gobiernos norteamericano y británico... ¡qué saben
ellos!... comparados con los Ansaldo que andan por ahí...
Sin duda, el peor enemigo de una idea es el que la exagera; y
esto le, acaece a tales Ansaldo, que son más de la cuenta.
LA PAZ MUNDIAL ES LA GUERRA EN ESPAÑA
PARA LOS «MONARQUICOS»

Llegó, por fin, la tan “ ansiada*’ victoria de los “ Aliados” , como


los llama el señor Ansaldo. Claro es, llegó también la tan “ ansiada”
victoria del “ aliado” soviético. Pero, desde luego, esta última y
tremenda realidad, aunque plasmada tan sangrienta y formidable­
mente en el mapa de nuestra Europa, no contó para nada en los
cálculos y proyectos “ monárquicos” ; sigamos llamándoles “mo­
nárquicos” por pura inercia de léxico.
Dejamos al señor Ansaldo la tarea de relatarnos con su gran
euforia la impresión causada en él y sus afines por la victoria de
los “ Aliados” :
aLa misma habitación del Hotel Victoria, sobre la gran avenida
lisboeta... acogió a mis amos a su llegada a la capital portuguesa.
aAllí escucharon por sus ondas amigas el 1 de agosto la noticia
apasionante del acuerdo de Po^tdam, que conmovió hasta sus ci­
mientos más profundos al Régimen franquista. Fueron momento?
de intensa emoción, y hasta los más interesados en la permanencia
del totalitarismo español abandonaron durante algunos días toda
esperanza en su posible mántenimiento.
a“ Hemos perdido mucho tiempo en traer al rey susurraba uno
de ellos— , y ahora nos vamos a encontrar en manos de la dema­
gogia.”
«Por toda España, principalmente en Madrid y Barcelona, se
respiraba la atmósfera desmoralizadora, y los más notorios falan­
gistas y gestapistas (1), responsables de crueldades y vejaciones,
preparaban sus maletas, orientándose en busca d© la mejor ruta
de evasión (2). Horas cruciales estúpidamente desperdiciadas por
los monárquicos, que con un gesto de audacia 6e hubieran adue­
ñado del Poder.» (3.)
Termina el señor Ansaldo con una tartarinada más. Una tartari-
nada que vuelve a desprestigiar aquello mismo cuyo prestigio busca.
Si sólo un “ gesto de audacia” bastaba para conseguir el triunfo
“ monárquico” , implícita, pero muy claramente, reconoce usted,
señor Ansaldo, que los “ monárquico^” carecieron de valor personal
hasta para realizar un gesto audaz; lo poco audaz que puede ser
un gesto... ¿no es así, señor Ansaldo?... No ve usted que obra contra
su propia causa delatando la carencia de valor de sus congéneres
“ monárquicos'', pues, desde siempre, los españoles han sido ca­
paces de perdonarlo todo, menos la cobardía humana.
Y ahora, pasamos a un párrafo que contiene una felonía en su
intención, aun cuando, por ser insensata, resulte una estupidez
inefable.
He aquí el estúpido párrafo :
«Persona altamente informada en cuestiones internacionales afir*
ma categóricamente que fué el propio Stalin quien, tras la conde­
nación teórica con miras propagandísticas del Régimen franquista,
ofreció bajo cuerda—en contactos secretos establecidos en Roma—

(1) ¿Quiénes eran esos “ gestapistas” , señor Ansaldo? Creemos que no


callará sus nombres por cobardía personal, ni por falta del deseo de de­
latarlos... ¿Por qué calla, pues?... Se lo diremos a usted. Porque dentro
ue su obcecación irreparable, ha faltado a la verdad. No hubo Gestapo ni
£estapistas en España. Es usted testigo de mayor excepción; de haber
existido gestapistas” en el Régimen español, con la mitad de lo que usted
na contado sobre lo maquinado contra él, hubiera sido ahorcado; por mu­
cho menos ahorcó la Gestapo, según cuentan.
(2) Tampoco denuncia el señor Ansaldo a ninguno de los personajes
lugados ; ni siquiera da un solo nombre de los que “ preparaban sus
maletas . Otra inexactitud más a la cuenta, señor Ansaldo. Reconozca
usted, pues resulta inteligente reconocerlo, el valor de sus adversarios, que
correlativamente dará más categoría al suyo, y reconozca que ninguno
if' , Pa^a cuando vencieron los “ aliados” ; aun cuando no podía
ocultárseles el peligro que corrían, dados los pactos de los vencedores con
los vencidos rojos de España, y con los que se les habían “ pasado” desde
nuestro campo al suyo, con los Ansaldo en cabeza.
(3) Ansaldo. Obra citada, pág. 344.
su apoyo indirecto al dictador. Lo, espíritu, .imple. no puedeQ
comprender estas su,.le, maniobras diplomática,, pero la HUtoria
esta llena de hechos semejantes. Indudablemente que a largo pía
zo la tesis moscovita presentaba posibilidades grandemente favo
rabies para su autor. Uní Monarquía española, moderada y en la
órbita occidental privaba a la Rusia soviética de una esperanza y
de un argumento.
«Argumento poderoso en su simplicidad antidemocrática. En
efecto; si americanos y británicos seguían manteniendo amistosas
relaciones y sosteniendo más o menos veladamente al Caudillo,
¡ qué fácilmente podría “ airear” la propaganda comunista esta si­
tuación, como demostración de simpatía innata en los países capi­
talistas hacia las dictaduras occidentales!» (4.)
Pasemos, antes de más, a la “ prueba” que en nota de pie de
página nos aporta el señor Ans.»Ido de la “ colusión” Franco-Stalin:
“ En el discurso inaugural de sus “ Cortes” del 18 de mayo de
1949. al que en nota anterior hemos aludido, exhibió Franco ciertos
telegramas cuyos textos corroboran la información a que arriba nos
referimos.
” Reproducimos el texto de los referidos telegramas, según los
publica la Prensa española:
« “ Londres, 31 de enero de 1944.—Llega a nuestro conocimiento
y al Gobierno de Su Majestad el magnífico informe, trasladado por
míster Harry Hopkins, que el jefe de Información Secreta Ameri­
cana ha presentado bajo la firma prestigiosa y respetable del oficial
general míster Jorge Strong. La Gran Bretaña ve con el máximo
interés, simpatía y deseo de acierto las sugerencias del distinguido
firmante, tanto más cuanto que a las facilidades que brinda la Pen-
ínsula Ibérica (sobre todo de lograrse una doble protesta impo­
tente previa) se une el agrado con que seguramente nuestra magni­
fica y heroica aliada la V. R. S. S. acogería ese puente de acces
a la fortaleza europea. Con la c o n f o r m i d a d absoluta de n u e o
“ premier” y del Gobierno de Su Majestad bntan.ca y con nue.<
felicitación por el indudable acieito. Robert
«-Moscú, 7 de febrero de 1944.— ¡Salud y unión! Reunido el
P olitbu ró de la nueva República Federal Socialista rusa, bajo la alta
presidencia del compañero M. I. Kalinin, ve con agrado las frases
del comunicado de Washington de 4 de febrero corriente, mas no
así la copia de la conformidad británica para algo q u e hemos re­
chazado sin discusión. A la R. S. F. S. R. no le interesa en el mo­
mento presente la Península Ibérica como simple paso que pudiera
detener a sus aliados, con una segunda triste parte de la hazaña en
Italia, sino el ataque a fondo al Reich por la fortaleza del Atlántico.
Toda otra cosa no la estima este Politburó materia de discusión al
presente. Ciertamente acogemos la afirmación británica de nuestro
enorme interés permanente por la Península Ibérica; pero sabemos
cuál es el mejor procedimiento para nuestra mayor necesidad del
momento.” Siguen otros párrafos de menor interés para term inar:
“ ¡La victoria o la muerte! En la torre gris del Kremlin. Por orden
suprema del compañero Stalin, Anatoli Laurentiev” .»
«Del examen de estos documentos se deduce claramente que “ el
enorme interés permanente” experimentado por la U. R. S. S. con
respecto a la Península Ibérica no era obstáculo para que la propia
Rusia se opusiera a un desembarco aliado en la misma, que fatal­
mente hubiera liquidado al Régimen franquista.
«¡Qué anchos horizontes abren las indiscreciones del Jefe del
Estado falangista a la especulación política y a la interpretación
diplomática!
«Recojamos también de la “ oración^’ del tirano español la rei­
teración en el uso del vocablo “ realista” , encontrado a cada paso
en la misma y en todas sus recientes declaraciones.
«Mi amo tiembla al escuchar frases como la siguiente en boca
no sólo de Franco, sino también de políticos, generales, financieros
> diplomáticos de las “ Grandes Democracias” : “ Seamos realistas;
dejémonos de teorías y examinemos con sentido realista el proble-
má” , y otras análogas.
«El realismo” , en la acepción que nos interesa, podría tradu­
cirse al lenguaje vulgar com o: sinvergoncería, espíritu ventajista,
falta de decencia moral, etc., etc.
«Nadie más realista” que el viajero que viendo caer la cartera
repleta de billetes de Banco del bolsillo a»
tamento, adormecido, después d e T * " ? * * * * '-
su gesto, la guarda para sí . 6 6 «•
«¡Q ué lejos estamos del realismo franquista y exterin, A i

r (5”, '■ • h“ í" " » h“ “ - i- ¿


Hemos dejado fuir sin la menor interrupción esta nota iracunda
y por iracunda, ciega, del señor Ansaldo, hasta su final, con todoi
eus improperios bellacos por colofón.
Sin duda, es un caso pasajero de enajenación mental; perdo-
némoslo, antes de darle una benigna respuesta.
Empecemos por el final.
Se atreve Ansaldo a insultar al Jefe de Estado español, negán­
dole “ moral cristiana” , “ caballerosidad” e “ hidalguía'’ ... no sabe-
mos por qu é; pero dado el contexto, debe ser por haber dado a
conocer unos telegramas cambiados entre Londres y Moscú, que
afectan a España.
En los documentos se habla de un proyecto angloamericano
para realizar un desembarco de sus fuerzas armadas en las costa•
españolas.
Se trata, según ha revelado previamente el señor Ansaldo (pá­
ginas 295 y 296 de su libro), del desembarco en la bahía de Rosas,
ya mencionado en este libro.
Aquel proyecto, según ha confesado el señor Ansaldo, contó con
su complicidad personal y con su prometida ayuda, como militar,
para el caso de haberse consumado tal agresión contra España. Ya
hemos calificado el hecho al aportarlo a estas paginas.
Pues bien, el señor Ansaldo, incapaz aún de formar conciencia
sobre aquel hecho califcado por todos los Códigos penales de ^trai­
ción a la Patria, pues él aún era un español, tal es su patológica
privación de conciencia y razón, que él, precisamente él, ufano de
su traición frustrada, moteja de falta de moral cristiana, caballero-
aidad e hidalguía al mismo cuya única falta, obligada por imperati-
vos de alta política, fué la de no haber castigado aquel intento de
traición con el pelotón de ejecución...
Si cuantos han de juzgar fueran inteligentes, no sería necesaria
la menor explicación sobre la insensatez de afirmar que fué el
propio Stalin quien, tras la condenación teórica con miras propa­
gandísticas del Régmen franquista, ofreció bajo cuerda— en con­
tactos secretos establecidos en Roma—su apoyo directo al dictador* .
Tal conseja se cae por sí sola, dada la Historia ulterior, para
cualquier persona medianamente inteligente; pero como hay bas­
tantes impresionables y tontas, debemos dedicar unas palabras
a tan estúpida patraña.
Es posible que Stalin se opusiese al proyectado desembarco en
España. Mucho antes, también se había opuesto a muchos otros
desembarcos: al de Africa, al de Sicilia, al de la península italiana;
a éstos, sin éxito. Se opuso antes, y luego, al desembarco en los
Balcanes, hasta cuando los alemanes ofrecían a Mijailovitch eva­
cuar Grecia, Bulgaria y Yugoslavia sin combatir, con la sola con­
dición de que fuera el general monárquico yugoslavo, y no Tito,
quien ocupase inmediatamente los territorios que fueran abando­
nando las divisiones alemanas; todos podemos recordar, y además
está escrito en muchas partes por los mismos protagonistas, aquella
frase de Churchill, tan popularizada por entonces, del bajo vientre
de Europa, refiriéndose a la península balcánica, como el sector
más vulnerable del Eje para el desembarco aliado... Se opuso Sta­
lin al desembarco en las Azores, en las Canarias y en Portugal;
todo, antea de oponerse al desembarco en España, si fué cierta ?u
oposición.
Díganos el señor Ansaldo si también “ pactó” Stalin con Hitler
para oponerse al desembarco en Africa; con Mussolini, para op o­
nerse al desembarco en Sicilia y en la península italiana; otra v e/
eon Hitler, para oponerse al desembarco balcánico, y, por último,
con Salazar, para oponerse al desembarco en las Azores y en el
Portugal continental... diga, diga, señor Ansaldo; no se pare en
barras...
Sí; su infantilismo político es tanto que puede llegar a creer en
ese pacto multilateral de Stalin con todos sus enemigos. .
Sin duda, U6ted, señor Ansaldo, carece hasta de los más pimples
elementos de juicio para comprender las ratones de Stalin al opo­
nerse a esos desembarcos. Usted no tiene simii*r.
u n. frase el mundo - t e r o ^ ^ 0“

1 ‘ A C6a. * f e6,gna el Com" “ ^ o • cuanto, enemigo, en


«n «"n Sa endol° ° no’ queriéndolo o no, le sirven par.

Compañeros de viaje, a escala mundial, eran para Stalin .as


aliados-enemigos capitalistas.
Si, señor Ansaldo, en la vida, y sobre todo en la vida política,
existen amigos-enemigos. Como usted hoy los tiene, sin saberlo; y.
se convencerá y lo pagará muy dolorosamente, si la Providencia no
ee lo evita.
Stalin, amigo-enemigo de los Estados capitalistas, se opnso siem­
pre a esos desembarcos porque suponían lo siguiente:
El de Africa era conseguir con pocas pérdidas una base de ope­
raciones para el desembarco en Italia y en los Balcanes, el bajo
vientre de Europa.
El desembarco en Italia, si en este segundo frente se volcaba
todo el potencial anglo-sajón, y no se reducía, como se redujo, por
imposición de Stalin, con la complicidad de Roosevelt, a una mera
diversión estratégica, suponía llegar a los Cárpatos, Praga y Var-
eovia mucho antes que los ejércitos comunistas hubieran atravesado
el Vístula.
El desembarco en los Balcanes suponía llegar a la desembocadu­
ra del Danubio y a Viena y Budapest cuando las divisiones rojas
estuvieran alejadas más de mil kilómetros de ellas.
Los desembarcos en Portugal o en España significaban en aque­
llas fechas que sus amigos-enemigos pondrían el pie en el continente
europeo con pérdidas mínimas.
Con pérdidas infinitamente menores que la» qne hubieran su-
trido en las fechas en qne se le proponían a Stalin todos esos des­
embarcos en sustitución del “ segundo frente , que e rec a
entonces, asaltando la fortaleza aüántica, cuando aun era muy fu , -
le el Ejército alemán y la preparación del anglo-.menc.no msnf,
cíente par. tamaña empresa. ^ constantemente
Stalin no quería de ninguna manera ) __
con hacer 1. paz separad, con Hitler, dígalo M .koyan-qu. 1..
fuerzas armadas de 6us amigos-enemigos ocupasen antes que las
íuyas los países orientales y centro-europeos que había decidido
hacer suyos, como suyos fueron, gracias a la complicidad de Roose-
velt, en lucha con Churchill, al que venció.
Y tampoco quería Stalin que los ejércitos anglo-sajones llegasen
a invadir Alemania en el apogeo de su potencia militar, por ei
Roosevelt, incumpliendo sus promesas de Teherán y Yalta, llegaba
a Berlín antes que él y le hacía retroceder hasta Ucrania. Los ejér­
citos angloamericanos, según el designio staliniano, debían 6ufrir
pérdidas ingentes, dada su falta de elementos, en su asalto prema­
turo a la fortaleza atlántica. Tal designio fué frustrado por Chur­
chill, hasta donde pudo, retrasando el asalto hasta que la potencia
militar anglo-americana fué tremenda y la desmoralización alemana
muy grande.
Algo tan sencillo y elemental, escrito en tantos textos, no ha
podido llegar a la mente del señor Ansaldo, cerrada a cal y canto
por la obcecación de 6us odio9.
Y así es capaz de llegar a creer en esa insensatez del pacto
Franco-Stalin, que, de ser cierto, resultaría un prodigio rayano en
el milagro...
Y menos capaz es de ver en esa secuencia prodigiosa de los
contradictorios acontecimientos de la Gran Guerra la mano todopo­
derosa de la Providencia.
Sí, señor Ansaldo; la mano todopoderosa de la Providencia
salvando a nuestra España de una horrorosa guerra... Esa mano de
la Providencia, tan todopoderosa, que es capaz de hacerle realizar
sus designios divinos a un Stalin, aunque no quiera, con sólo per­
mitirle que obedezca los impulsos de sus ambiciones inauditas...
¿Por qué si no, señor Ansaldo, debe usted registrar inmediata­
mente algo insólito, fuera de toda razón y cálculos humanos?
Porque usted reconoce que :
El resultado fué que ni Postdam ni el triunfo laborista en la
Gran Bretaña que sobrecogió nuevamente de estupor y de pánico
a la España oficial—lograron desalojar a Franco.” (6.)
Y ni ante prodigio tal, que a nadie puede achacar, ¿no ve aún
la todopoderosa mano de la Providencia, evitándole a España el
derramamiento de sangre?... esa sangre que usted mismo en su
enajenación mental hizo tanto para derramar.
Humíllese un poco cristianamente y así lo reconocerá.
PLATICAS DE FAMILIA

El caniche del señor Ansaldo comadrea :


El ano 1946, el primero de la paz, surgió jovial y pleno de
optimismo.
Un rumor insistente circulaba entre los elementos monárquicos
españoles de dentro y fuera del país, machaconamente repetidos
en la “ Rocha” por parientes, amigos y visitantes: “Los reyes vienen
a Portugal” . Mi amo experimentaba diversas sensaciones, de opues­
to contenido, al examinar la posibilidad de esta hipótesis. Por un
lado, la consideraba, desde su punto de vista personal, como una
bendición del cielo, ya que, aparte del cariño y veneración que
hacia los miembros de la real familia sentía, su llegada a Estoril
habría necesariamente de transformar su apacible destierro en fe­
cundo período de actividad poh'tica, lleno de excitación e interés.
” Los signos precursores de la salida del sol monárquico habían
hecho su aparición por aquellos días. Aunque sin relación alguna
con el tinglado político oficial, JAN comenzaba a experimentar
determinado recrudecimiento en la amistad de personas que había
dejado de ver, y que súbitamente se sentían interesadas por cuanto
a él se refería.
” E1 confusionismo que el traslado regio creó en inteligencias y
corazones produjo fenómenos curiosos: nacimientos de lealtades
insospechadas, acrecentamiento de otras semimarchitas, pequeñas
intrigas para colocarse bien y equilibrios habilidosos para no pe
der por ningún lado, en espera de llegar las tornas.
” La idea general era que don Juan y el Caudillo, de acuerdo en
fondo y detalle, habían convenido en un traspaso de poderes y que
la Monarquía iba a ser implantada en España inmediatamente.
” Mis amos no creían una sola palabra de todo esto, dejando ató­
nitos con su escepticismo a cuantos “ inflamados monárquicos del
momento” les comunicaban sus venturosas certidumbres.
” Febrero de 1946.
” Arrogantes, majestuosos, simpáticos y sonrientes, cruzaron don
Juan y doña María el vestíbulo del pabellón central del aeropuerto
lisboeta, en una noche cerrada y desapacible, en que sábanas den­
sas de agua se desplomaban desde el cielo negro.
” Intriga política, disposiciones policíacas, tiquis-miquis y “ pré-
séances" de Corte, pánico en algunos, cursilería en otros, desorien­
tación en todos, fueron factores primordiales que precedieron, acom­
pañaron e incluso completaron aquella incongruente organización
de la recepción regia.”
«Aquellos primeros meses que siguieron a la llegada de don Juan
fueron testigos de una actividad política, social y palatina ininte­
rrumpida y bulliciosa.
«Las corrientes de aproximación entre los elementos antifran­
quistas de todas las tendencias se manifestaron en tomas de con­
tacto, quizá esporádicas y desorganizadas, pero reveladoras de un
movimiento de opinión fundamentado y real.
«En los primeros días de marzo fué publicada la importante
Nota Tripartita, suscrita por los Estados Unidos, la Gran Bretaña
> Francia, y que aún hoy constituye el texto oficial de mayor tras­
cendencia, referente al “ casd” español, y al que hay que volver,
en definitiva, siempre que se trata de encontrarle solución adecuada.
«Las tres potencias signatarias, después de manifestar solemne­
mente su incompatibilidad con el régimen de Franco, animaban a
los españoles de ideas no totalitarias para agruparse y constituir
un núcleo directivo, que más tarde pudiera transformarse en Go­
bierno y que encaminara e u s esfuerzos a la liquidación pacífica del
régimen falangista, como primer paso para una consulta popular
que, libremente, determinara la forma que habría de augurar en
lo sucesivo, la gobernación de los intereses nacionaleB» (1).
Ya qne no había sido hecha la Restauración con la» bayoneta,
de las fuerzas armadas extranjeras, los cómplices y coautores de 1.
frustrada traición, como su portavoz, el “ caniche” del An­
saldo nos informa, pretendían realizarla con Notas tripartita,, res-
paldadas por la monopartita de la Unión Soviética.
¡Siempre tratando de darle un origen muy nacional a la Mo­
narquía borbónica!... ¡cosa muy grata, como en la Historia cons-
ta, para I09 españoles!
Al señor Ansaldo no le consta. Lo del 2 de mayo y cuanto le si­
guió, nada menos que la Guerra de la Independencia, nada le dicen
a él. Y he aquí cómo refiere y comenta lo acaecido en España cuan­
do se intenta, partiendo de la Nota Tripartita, realizar una inter­
vención extranjera, para imponernos quién ha de gobernamos y
cómo.
«La respuesta oficial de Ja España franquista al nuevo estado de
cosas que la mencionada Nota Tripartita representó, siguió la tra­
yectoria a cuya iniciación hemos asistido: una forzada y controlada
reacción “ espontánea” de protesta contra aquellas ingerencias. El
socorrido truco del orgullo nacional ofendido y de la dignidad pa­
tria amenazada fué aireado y remozado fácilmente, con los resor­
tes que el poder totalitario proporciona.
«Manifestaciones callejeras, barullo propagandista, rumores y
comentarios al dictado de tales directrices lograron —hay que re­
conocerlo— engañar, en la mayoría de los casos, a los observadores
que desde el exterior juzgaban las “verdades” españolas, más por
la bambolla de su presentación escénica que por el fondo de su
realidad» (2). ,
Los observadores extranjeros están en Madrid y en e
España; el señor Ansaldo, en Estoril; pues bien, el sabe, sin
nada, que todo es “ bambolla” ; los demás, viéndolo, que se ha pro
ducido un movimiento fuerte y auténtico. _fron,Vros de
«“ Tendrás que reconocer -decían a JAN .mi«o. extranjeros

(1) Ansaldo: ¿Para qué...?, 351 3o2 3<J


(2) Ansaldo. Obra citada, pag. 368.
buena fe__que Franco sale fortificado cada vez que desde fuera de
España se trata de apretarle las clavijas, ya que el orgulloso pueblo
español, no tolerante de que otros se inmiscuyan en eus problemas
interiores, se agrupa instintivamente en torno al Caudillo, sin dis­
tinción de ideas políticas o de simpatías personales. Lo mejor que
podemos hacer quienes realmente deseamos su caída es dejar a los
propios españoles que solucionen su problema particular” » (3).
Veamos el argumento peregrino con el que Ansaldo “ refuta” la
consecuencia extraída de los acontecimientos españoles por sus ami­
gos extranjeros:
«No es posible reproducir el vocablo sonoro y contundente con
que mi amo interrumpía tan sensatas sancedes... añadiendo des­
pués : “ Llevo quince años conspirando dentro y fuera de España
y veo que os habéis dejado engañar como idiotas. ¿No compren­
déis que si fuera verdad que Franco le conviniera ser atacado desde
el extranjero, no lo diría públicamente, para que siguieran hacién­
dolo así? Cuando a bombo y platillos afirma que servís sus inte­
reses de esta forma, es que quiere que os lo creáis y le dejéis tran­
quilo® (4).
¿Cuándo afirmaría Franco tal cosa?... El fortalecimiento del
Régimen con los ataques extranjeros fué una consecuencia extraída
por los representantes de las potencias a la vista de la realidad es­
pañola.
No puede comprender el señor Ansaldo que un gobernante re­
nuncie y no quiera para él aquello que le beneficia personalmente.
Según la tesis implícita en su argumento, un gobernante sólo
puede querer, a toda costa, cuanto le favorece, cuanto pueda con­
tribuir a consolidar su poder personal... Según tal tesis, no hay go­
bernantes patriotas. Porque un gobernante patriota renunciará siem­
pre, por mucho que le convenga y consolide su estancia en el Poder,
a cuanto signifique peligro, afrenta o daño para la nación que él
gobierna.
Y la maniobra extranjera de referencia, si realmente “ Franco

(3) Ansaldo. Obra citada, pág. 369.


(4) Ansaldo. Obra citada, pág. 369.
salía fortificado” , era evidente que significaba peligro, afrenta y
daño para España.
Pretende al hablar el señor Ansaldo dañar y desprestigiar al
Jefe del Estado; es mucha su sotisse, señor Ansaldo; y debe recor­
dar, si alguna vez se lo enseñaron, que, en política, “ peor que u«
crimen es una sotisse” ...
Pero, en fin, son pláticas de familia... de laa que no debemos
hacer caso.
Pasemos a cosa de mayor fuste.
UNA LECCION DE MORAL Y DERECHO
INTERNACIONAL

El senor Ansaldo lia informado a sus lectores con cierta reite-


ración 6obre su calidad de jurídico profesional.
Lo recordamos porque, cuando conozcan los lectores la “ lección”
de moral y de política internacional que el señor Ansaldo les dará
en el párrafo siguiente, deben recordar su profesionalismo jurídico,
que resulta magnificado con un florón fuera de serie... ¡Oh manes
de Vitoria!...
«“ Puedo juraros que ni un solo antifranquista se ha pasado al
Caudillo, porque desde fuera se ha tratado de ayudar al pueblo es­
pañol a librarse de su tirano. En el mundo actual —como por lo
demás, siempre ha ocurrido a lo largo de la Historia— cada cual
“ arrima el ascua a su sardina^’ y emplea la argumentación que a su
caso conviene” (1).
Dejamos aparte el egregio léxico jurisprudencial del abogado
Ansaldo, que puede ser envidiado por su maestro Sánchez Román,
incapaz de alcanzar esas alturas sardineras.
¿Cómo sabe tal cosa el señor Ansaldo? ¿Cómo ha podido su “ do­
ble vista” perforar el muro de todcs las conciencias individuales de
tantos millones de españoles que se alzaban en ingentes masas por
calles y plazas para rechazar la ingerencia extranjera en su Patria

(1) Ansaldo. Obra citada, pág. 369.


Podrían ser muchos los “ antifranquista, y continuar siéndolo, entre
aquellos millones con su patriotismo en carne viva; pero franquis­
tas eran en aquel momento, ya que, al defender a España contra el
atentado extranjero, sabían muy bien que defendían la permanencia
de Franco en el Poder... El que un hombre supere sus preferencias
políticas, olvide sus ofensas personales y hasta que llegue al sa­
crificio de beneficiar a su enemigo si así lo demanda el soberano
imperial de la existencia e independencia de España... por lo visto
es algo incapaz de concebir este señor Ansaldo y tantos como él.
Nada de apostrofes; nos dan lástima.
Pero vayamos al tema principal.
Tratando el señor Ansaldo de justificar moral y jurídicamente
la intervención extranjera, el párrafo antes copiado lo apostilla con
la siguiente nota, que figura al pie de la misma página :
«El resonante proceso del cardenal Mindszenty, primado de Hun­
gría, ha venido a confirmar plenamente nuestras afirmaciones.
«Indudablemente, todo espíritu civilizado, amante de la justicia
y de la libertad debe condenar la forma en que el mismo se llevó
a cabo, como un atropello a la dignidad humana. No es tan claro
que pueda hacerlo el régimen franquista, tan habituado a métodos
semejantes, que llevaron a la muerte y a encarcelamientos de con­
siderable duración a millares de ciudadanos — entre ellos, cente­
nares de sacerdotes católicos— por el delito de opinar libremente.
Y aún es más extraña la paradoja revelada por este hecho en lo que
al principio de la intervención extranjera se refiere. En efecto, la
prensa del Estado falangista arrecia día tras días en su campaña fa­
vorable a sanciones de todo tipo contra el Gobierno y el régimen de
Hungría, abogando, ahora, por una posible gestión en tal sentido
intervencionista de la O. N. U., Estados Unidos e Inglaterra.
«Nosotros, que consideramos lícitas dichas intervenciones, po­
demos enfrentarnos con el Estado franquista, preguntándole: “ Si
ningún Poder exterior tiene derecho a inmiscuirse en el interior de
otros países y ninguna nación digna puede admitir estas ingerencias
atentativas a su honor, según venís afirmando continuamente cuan-
do a vuestro interés conviene, ;por aué
húngaro, de estos principios indiscutible»?” ( 2 ) ^ ^ ' ^
¡Esto ha escrito el jurídico Ansaldo!
El Régimen español es idéntico al húngaro. Si lo hubiera sido

tiempo’ P° r UD m° ment° ' ¿¿6nÍe eS,arfa U8ted d«d e hace mucho

El “ paralelo” es grotesco... ¿qué guerra civil, con un millón de


muertos, y entre ellos, centenares de miles de asesinados y martiri-
zados, ha debido sancionar el gobierno “ húngaro” ?... Diga, señor
Ansaldo... usted habla mucho antes del patriótico alzamiento hún­
garo.
Habla usted, señor Ansaldo, de “ encarcelamientos de considera-
ble duración... de centenares de sacerdotes católicos... por el delito
de opinar libremente” . Decir eso, señor, es faltar a la verdad y sa­
biéndolo. S í; han estado en prisión sacerdotes, y por muy poco
tiempo, como le ha de constar; pero ¿“ por el delito de opinar li­
bremente” ? .. No, señor, y lo sabe usted perfectamente. Fueron
detenidos, juzgados y muy pronto indultados por el delito de “ se­
paratismo” ; un delito penado en todos los códigos del mundo, y en
muchos, con la muerte. Que se lo digan los irlandeses y los sudistas
de los Estados Unidos. Esas dos democracias, tan admiradas por el
señor Ansaldo, estimaron siempre que el “ separatismo” justificaba
la guerra civil; e hicieron tal guerra contra los separatistas... ¿Es
que su juridicidad, señor Ansaldo, es capaz de negarle a España el
derecho que para sí mismas consagran las dos grandes democracias
anglo-sajoñas?... Más agravante tiene aún el separatismo vasco; tal
separatismo se alió con el Comunismo; es decir, se alió para conse­
guir la independencia de las provincias vascas españolas con el Es­
tado Comunista, cuyo imperialismo intemacionalista niega en ab­
soluto el derecho a la independencia de toda nación, y si favorece
nodo nacionalismo separatista fuera de sus fronteras y, a la vez, llega
al genocinio dentro de las de su Imperio para y u g u l a r todo sepa­
ratismo, es porque el separatismo debilita la potencia de toda na-
ción extranjera, y debilitada, le será mucho más fácil conquistarla
V esclavizarla al Imperio Comunista, conquistando y esclavizando
a la vez, claro es, al país separatista o separado, su aliado...
Si los separatistas aliados del Comunismo — y todos lo son sub­
jetiva u objetivamente— no debieran ser castigados por cometer
delito de lesa Patria, deberían ser fusilados por idiotas.
Y los separatistas de España fueron aliados del Imperio Comu­
nista no sólo objetivamente, como tantos, sino subjetivamente, por­
que contra España lucharon codo a codo con comunistas indígenas
e internacionales.
Otro agravante mas en esos “ sacerdotes católicos” vascos mencio­
nados por el señor Ansaldo: fueron aliados del Comunismo; del
Comunismo ateo, condenado por su Iglesia. Y fueron aliados de
comunistas y masones, también condenados éstos por 6U Iglesia;
y estuvieron aliados con masones, comunistas y anarquistas cuando
martirizaban y asesinaban a catorce obispos y a dieciséis mil sacer­
dotes, religiosos y religiosas y a centenares de miles de católicos por
el mero hecho de serlo... como, de triunfar, hubieran asesinado a
esos aliados sacerdotes separatistas... por separatistas y por sacer­
dotes.
Y, repetimos, si los separatistas en general no debieran ser cas­
tigados por su delito de lesa Patria, deberían ser fusilados por idio-
tas... ¿qué deberemos decir de estos separatistas-sacerdotes, idiotas
por partida doble?...
Porque, por doble motivo, por separatistas y por sacerdotes,
hicieron cuanto en su mano estuvo para que triunfase el Comu­
nismo en España, el que, de triunfar, los habría martirizado por
separatistas y por sacerdotes...
¿Es mucho pagar con un corto período de prisión que España
librase, a costa de la sangre de sus hijos, a esos sacerdotes sepa­
ratistas del doble suicidio que intentaron cometer?...
Pasemos al punto siguiente.
Dice que la prensa “ falangista” pide sanciones contra el Go­
bierno y Régimen de Hungría, “ abogando por una posible gestión
en sentido intervencionista” y, gran dialéctico el señor Ansaldo,
pretende coger en contradicción a los españoles que tal cosa piden
L i í * " dl ■* « * * .. -

Y el genial dialéctico termina eu aleiratn tan


haberlos cogido en esa férrea tenaza de su dilema... ° creyen °
Señor Ansaldo, ¡por el amor de Dios!... El Gobierno de Hun
gna es nn equipo de traidores, llegado, al país en los furgones del
Ejercito invasor.
Señor Ansaldo: el Gobierno de Hungría tiranta y esclaviza esa
desgraciada nación gracias a la ocupación de su territorio por las
Fuerzas Armadas del Imperio que lo ha convertido en su feudo
como hemos visto a pocos años de fecha de cuando usted es­
cribe, el pueblo húngaro se ha bastado y sobrado para aniquilar
al Gobierno comunista húngaro, y han debido ser las divisiones
blindadas de la U. R. S. S., una vez reforzadas, las que impongan
la Restauración del Régimen Comunista derrotado.
Y por último, señor Ansaldo, Hungría fué ocupada por el Ejér­
cito R ojo cuando la Unión Soviética era “ aliada” de las naciones
enemigas de Hitler, y la ocupó en virtud de la derrota de Alema­
nia, conseguida por todos los ejércitos “ aliados” ... La ocupación
de Hungría no le daba ningún derecho al Imperio Comunista para
convertirla en una colonia suya; y, menos aún, para convertirla
en base militar para su premeditado ataque al Occidente...
Para establecer cierta paridad entre el Régimen español y el
que sufre Hungría, querrá el señor Ansaldo responder a estas tres
preguntas:
1.* ¿Está compuesto el Gobierno de España por traidores qu«
hayan llegado en los furgones del ejército invasor de su Patria?
2.* ¿Esa pretendida tiranía del Régimen español es posible en
virtud de la ocupación del territorio nacional por Fuerzas Arma­
da, extranjeras..., ha necesitado el Gobierno de España de Fuer-
. . . Armadas extranjeras para aplastar alguna Revolución contra
é l...; y, por último, ha llegado el Gobierno español en los furgone,
de algún ejército extranjero?...
3.* ¿Ha sido convertida España en colonia por el ™Pe" o qU*
le impuso este Régimen y Gobierno, J tal Impeno la h.
tido en base militar para conquistar y esclavizar a Europa y Amé-
rica?...
Ya puede ver el señor Ansaldo a qué ha quedado reducida sil
férrea dialéctica.
Si en Hungría se dan tan gravísimos hechos para ella y para
naciones extranjeras y, por el contrario, en España no se dan tale*
hechos para ella ni para las naciones libres... habrá derecho divino
y humano para pedir y realizar la intervención extranjera en Hun­
gría y no habrá derecho divino ni humano para pedir ni realizar
la intervención en España. Esto es dialéctica, señor Ansaldo, para
toda persona inteligente y honrada.
Claro es que, para usted, no hemos dicho nada. Usted, previa­
mente, se ha colocado fuera de toda dialéctica inteligente y hon­
rada ; porque ha estampado esta premisa encabezando su dilema :
“ Nosotros, que consideramos lícitas tales intervenciones...” (3).
Y remacha la licitud de toda intervención. En apoyo de e¿a
peregrina tesis alega que la Banca Morgan, temiendo por su dine­
ro, no ratificó a la República el empréstito concedido a la Monar­
quía; que hubo quienes acudieron a periódicos extranjeros para
protestar de la quema de los conventos; y, por último, que el Ejér­
cito nacional recibió ayuda alemana e italiana...
Como 6i un banquero no tuviese derecho a prestar a unos y a
otros no. Como si un crimen cometido por Masonería y Comunis­
mo, fuerzas internacionales, por el hecho de ser coautor el G obier­
no de España, no pudiera ser atacado internacionalmente. Y , por
último, transformada nuestra última Guerra de la Independencia,
como la librada contra Napoleón, en guerra internacional, por
creerse Alemania e Italia amenazadas por el Imperio Comunista,
si éste se adueñaba de España, como Inglaterra y Portugal se sin­
tieron amenazadas por Napoleón, ¿cómo no iban Alemania e Ita­
lia a ayudar a la España que les libraba de la amenaza comunis­
t a ... ¿Por el hecho de que el Kremlin conservase un “ Gobierno
republicano de marionetas” ...
Y, después de tan firmes alegaciones, el señor Ansaldo reafirma
la juridicidad de su intervencionismo a ultranza con estas palabras:
«¿Cómo vamos a hacer remilgos ahora a la intervención extran­
jera? El problema hay que plantearlo así: somos enemigos acérri­
mos de la participación extranjera en nuestros pleitos interiores,
bí es que ésta favorece a nuestros enemigos; y partidarios entusias­
tas de la ayuda exterior —propaganda, auxilio económico e inclu­
so divisiones voluntarias, aviones y tanques— si es en ayuda de
nuestros gustos e intereses partidistas» (4).
¡Sobre la Patria están para el señor Ansaldo “ sus gustos e in­
tereses partidistas” !
Por lo menos tiene el mérito de ser franco en grado impúdico...
¿Y a España que la parta un rayo, si así es su gusto y su interés
partidista?...
LA OFENSIVA CONTRA ESPAÑA

«La recomendación de las Naciones Unidas de diciembre de 1946,


para que sus miembros retiraran a embajadora y representante^
diplomáticos de superior categoría de sus Misiones en Madrid, ha-
bía seguido — después de la Nota Tripartita— a las declaraciones
del “ premier” británico: “ Detesto el régimen de Franco” . Para en­
tonces, Francia había cerrado la frontera con la España falan­
gista.» (1).
¿Qué hacían los monárquicos “ antifranquistas” ante la agresión
extranjera?
«Las conversaciones entre monárquicos antifranquistas y ele­
mentos democráticos liberales, dispuestos a colaborar en una ofen­
siva contra el dictador, y, más tarde, cn una solución de compro­
miso pacífica y templada del problema español, 6e multiplicaban,
avanzando, dificultosa pero incesantemente, hacia un acuerdo final.
«La base jurídica y diplomática de toda actuación táctica seguía
6Íendo la repetida Nota Tripartita.» (2).
¿La NOTA TRIPARTITA, base jurídica? ¡Ah, sí!.
Registremos la confesión de que cuando los traidores exilados
acuden a la O. N. U. y mendigan en todas las cancillerías masónicas
y comunistas la intervención armada extranjera, y, esperándola, se
deciden a lanzar desde Francia los restos de sus hordas rojas contra

(1) J. A. Ansaldo: ¿Para qué...?, pág. 382.


(2) Ansaldo. Obra citada, pág. 382,
España, ya están en conversaciones los “ monárquicos antifranquis­
tas” con aelementos democráticos y liberales, dispuestos a colaborar
en una ofensiva contra el dictador...»
¿Contra España, no?
Preciosa declaración la que sigue:
«En el campo monárquico, el Comité de Madrid laboraba en
gorda pugna contra su sección de Estoril, a la que acusaba de mirar
para fuera y no hacia el interior del país.» (3).
Hasta ciertos monárquicos residentes en España se daban cuenta
de que otros, como Ansaldo, “ miraban para fuera y no hacia el in-
rior del país” ..., un eufemismo para decir que condenaban hasta
cierto punto su apelación a la intervención extranjera.
Pero lo más interesante viene inmediatamente después:
«... la actitud anglo-sajona. Esta, deseosa de la caída de Franco,
lo era aún más de la evitación de otra nueva querella sangrienta en
el país, y hasta de una posible confusión, que pudiera ser aprove­
chada por los elementos extremistas de obediencia comunis-
toide» (4).
Por fin, aunque con sordina, el señor Ansaldo se hace eco del
pensamiento rector de Norteamérica (gobernada por los demócra­
tas) y de Inglaterra (por los laboristas) en su política respecto a
España.
Condicionan su acción al peligro de que un cambio de Régimen
en España pueda ofrecer una nueva oportunidad al Imperio Comu­
nista para reconquistar el Poder que perdiera en 1939, al ser de­
rrotadas sus fuerzas en España por el Ejército Nacional español...
y que el mundo libre aún sufriera la irreparable pérdida del Reduc­
to de Europa, que es España.
La razón militar-estratégica, dada la creciente amenaza revo-
lucionaria-militar del Imperio Esclavista soviético, se iba de día
en día imponiendo en los Estados democráticos anglo-sajones a sus
pretextos ideológicos en su acción contra España.
A pesar de lo anotado por él mismo, como para el señor An­
saldo eso del Comunismo no existe, veamos cómo se revuelve contra

(3) Ansaldo. Obra citada, pág. 382.


( 4 ). Ansaldo. Obra citada, pág. 382.
SUS admiradas naciones anglo-sajonas cuando « * » ■ . « , • •
res nacional, no se deciden a imponer a
cas, y menos guerreras, a España, como Stalin p r e c i e
Anotemos, antes de más, que el señor Ansaldo silencia .Utemi-
ticamente lo mucho que intentó e hizo el Imperio Comunista contra
España en aquella época; y menos aún menciona, ni de lejos, 1.
evolucion de la política internacional en aquellos anos, en loa
cuales, día por día, se agudiza la tensión entre Norteamérica e In-
glaterra, de un lado, con la U. R. S. S., a medida que se daban
cuenta de los insaciados e insaciables apetitos imperiales del
Kremlin.

Es peregrino que el señor Ansaldo ignore al Imperio Comunista


cuando de nuestra Patria se trata; y esto dice mucho de su perspi­
cacia o de su honestidad política.
Veamos cómo Ansaldo da lecciones de “ ciencia política” y mo­
ral a los Gobiernos anglo-sajones :
a... las naciones anglo-sajonas no estaban dispuestas a dar un
paso más y se negaban a adoptar la única medida eficaz que hu­
biera indefectiblemente liquidado el régimen franquista : el embar­
go de sus importaciones de determinados artículos a España, pe­
tróleo y algodón principalmente.
«Un nuevo argumento era empleado como justificación a esta
línea de conducta: “ Aunque deseamos ardientemente la caída de
Franco, no podemos, cortando el suministro de determinadas ma­
terias, infligir sufrimientos adicionales al pueblo español, sobre
los que ya padece en la actualidad” . ¡ Pobre argumento., columiia
de humo para ocultar la verdad, tan vieja como el mundo, de que,
desgraciadamente, los más puros principios ideológicos queda
curecidos o ignorados ante el inmediato interés material.
«“ Business as usual” . ¡Cuántos crímenes se han cometido bajo
la capa protectora de esta consigna tan anglo-sajona.
«El pueblo español, el que sufre bajo la bota del Caudil ,
helante de su liberación, no puede agradecer esa f.lantrop.a deJ *
si,npa.izan.es extranjeros al .ra.ar de evitarle “ sufrumen.os «h-
cionales” . Por lo demás, los embargos de petróleo y algodón casi
no llegarían en sus efectos últimos a la masa» (5).
¡Buena vista!... El pueblo 110 viaja ni en ferrocarril ni ©n
autobús movidos por gasolina; los tractores agrícolas se mueven
con agua, y la tierra con ellos labrada no produce trigo ni nada
comestible; ni tampoco se viste la gente del pueblo con algodón;
todos, hasta los más pobres, se visten de seda...
Y siga el señor Ansaldo dándoles su “ patriótica” lección a las
naciones extranjeras :
«Lo» enchufistas del régimen, sus jerarcas y la nueva oligar­
quía estraperlista y aprovechada serían los perjudicados directa­
mente.
«Está fuera de duda que un corte general de aquellos aprovisio­
namientos hubiera producido indefectiblemente el fin apetecido.
Máxime de ir acompañado de una discreta gestión de I09 represen­
tantes de los países democráticos. En ella deberían ést09 hacer ver
claramente a ciertos personajes — generales, financieros, jerarcas,
altas dignidades eclesiásticas— el firme propósito de sus gobiernos
de continuar, por la ruta emprendida, hasta el final.
«Mi amo, en completo acuerdo con los monárquicos más repre­
sentativos del interior, podría facilitar una corta lista — alrededor
de veinte nombres— de personajes capaces de obligar al dictador
a dejar su puesto. Pero para impulsarlos a la ejecución de esta ope­
ración eliminatoria, sería preciso convencerlos plenamente de la de­
cisión a que nos venimos refiriendo.
«Así como las ratas abandonan el barco a punto de naufragar,
los principales beneficiarios del régimen actual desalojarían la nave
condenada al hundimiento.
«Es casi seguro que el episodio final de la Dictadura franquista
se desarrolle en esta forma..., pero desgraciadamente se habrán
perdido varios años y causado durante ellos — ahora sí que real­
mente dano3 y sufrimientos crueles e innecesarios al pueblo es­
pañol ...
« Los estados son soberanos en gu interior, y hasta los estatu­
tos fundamentales de las Naciones Unidas prohiben las ingeren-
cías exteriore. en loe asunto, interno» de otro, pai^,” afirm ,

d¡.
va, en ... última trinchera defensiva, quiene. nada quérían h
.- iw -
lado esto de q u e : uno, paíee» jamás intervienen en lo que pa.«
dentro de los demás” . La Historia nos muestra claramente que e\
mundo ha sido s.empre un todo permeable, y no un conjunto de
cotos cerrados o de campanas pneumáticas. Si ahora experimen.
tan ciertas naciones remilgos y escrúpulos repentinamente, tran­
quilicen sus conciencias delicadas. Cortar los envíos de algunos pro-
duelos a determinado país es un acto de estricta jurisdicción pri-
vttdu, de tipo comercial, ajeno a toda intervención en la política
interior de aquél; mucho más ajeno que el afirmar públicamente:
“ Detestamos el régimen de Franco” o “ Apoyaremos a un Gobierno
democrático, capaz de reunir una gran ma6a de opinión, para de­
rribarlo” . Esto, sin embargo —palabras que el viento «e llevase—
ha podido hacer sin escrúpulos morales” ...
«“ Sí, claro —finalizaban por conceder los sostenedores de la an­
terior tesis— , pero las piritas de Huelva, el azogue, las naranjas,
y, 6obre lodo, el no perder mercados y organizaciones comercialei,
interesan mucho mirando hacia el futuro y a la competencia te­
rrible que, forzosamente, el día de mañana habrá de presentarle.
AI fin y al cabo, “ les affaires sont les affaires” » (6).
KI señor Ansaldo, después de mendigar, primero, la interven­
ción armada de las naciones extranjeras en su Patria, y después el
bloqueo total económico para servicio de “ sus gustos e intereses par-
tidibtas” , al no lograr una cosa ni otra de las naciones anglo-sajonas,
csle mendigo las insulta motejándolas de no buscar ma< que
“ affaires” .
Le consta dem asiado bien al señor Ansaldo y a su grupo
p ira d o r hasta d ónd e alcanza el od io a España con indepeHdenai.
do su, regímenes, de las Fuerzas Abisales q u e dirigen
los Estados anglo-sajones. Ese odio lia de haber o perci i ,
teniendo tan anestesiad, su ~
frecuentes m aquinaciones contra 1,ucs ‘ ()<) a $er tanta m
destacados h om bres de tales Fuerzas. Y
insensibilidad que ya es incapaz de percibir su odio, su cultura
no ha de ser tan escasa para no haberlo visto plasmado en cada
capítulo de la Historia de la Edad Moderna.
Y siendo así, ¿no se le puede ancanzar al señor Ansaldo y con­
géneres que si esas Fuerzas Abisales (Judaismo y Masonería) no se
lanzan a satisfacer su odio a España en ocasión tan propicia, y
contando con tantos cómplices de calidad, algo más que los affai-
res” , que les sobran, debe determinar su moderación en el ataque
a España y a 6U Régimen?
A no ser que ahora sean capaces el señor Ansaldo y eu grupo,
arrastrados por el despecho de ver sus planes frustrados, de afir­
mar que el Judaismo y la Masonería, fuerzas todopoderosas en los
países anglo-sajones y en tantos otros, se han convertido de repente,
por mera codicia de “ affaires” , en amantes aliadas de España y de
su Régimen... No podría extrañarnos que el señor Ansaldo y con-
,sortes llegaran a ese “ colmo” . Ya hemos visto con qué desparpajo
han afirmado antes que Franco y Stalin pactaron.
No hay ningún misterio, señor Ansaldo, en esas moderadas ac­
titudes de los Estados anglo-sajones. El motivo primero es tan
enorme, que sólo una ceguera total de la mente puede ignorarlo.
No sabemos 6Í le descubriremos al señor Ansaldo y consortes un
“ mundo nuevo” al “ revelarles” cuál es la causa de lo que tanto les
sorprende ahora en los Estados anglo-sajones. Todo es posible. La
causa, señor Ansaldo, eitá en estas cuatro versales: U. R. S. S.
En esa “ pequeña” cosa nombrada con tal anagrama. Una cosa
que ha surgido hace cincuenta años en el planeta, en un país lla­
mado Rusia... Una cosa ignorada y despreciada por los estadistas
democráticos del Occidente y que, de la noche a la mañana, de
1945 a 1948, se ha convertido en un Imperio integrado por mil mi­
llones de seres humanos y cuyas fronteras, sin solución de conti­
nuidad, encierran la mitad de la superficie habitable del planeta
Tierra... Es un Imperio cuyo potencial humano y extensión útil
habitada y dominada no alcanzó, ni de lejos, ninguno en toda la
Historia Universal...
Ya sería digno de atención para los demás Estados algo tan for­
midable ; y más lo ha de ser dada la evidencia de que tan colosal
Imperio cuenta, más acá de su, frontera., en ^
fuerzas indígenas pública, y ,ecretas que
y Je rinden ciega obediencia... Algo que tampoco h l ^ S h
Historia de la Humanidad a escala tal.
Y , por último, señor Ansaldo, esa cosa llamada U R S S
sometiendo a sus ciudadanos a un nivel de vida infrahumano' £
d.ca todos sus recursos disponibles -hum anos, económicos, todu.-
tríales y cien tíficos- a forjar una potencia militar que le permita
en fecha próxima lanzarse a la lucha final para esclavizar o exter-
minar a la Humanidad entera...
Esa cosa, lo crea o no lo crea, la vea o no la vea usted, señor
Ansaldo, existe y es así...
Y los Estados anglo-sajones, aunque tarde y lentamente, así la
ven y consideran, lo crea o no, lo vea o no lo vea usted...
Y obran en consecuencia.
Estiman, lo crea o no usted, que ya le regalaron bastantes na­
ciones al Imperio Comunista en el segundo quinquenio de los años
cuarentas, y por lo menos buscan su contención desde tal fecha. .
¿No le suena esa palabra “ contención” , señor Ansaldo?... Pues hn
sonado bastante por esos mundos y con gran ruido, como en Corea,
para no ser oída por todos, hasta por sordos tan “ tapia"’ como usted.
Y he ahí la causa de esa conducta moderada de las democracias
para con España, que tanto le sorprende a usted y le irrita.
Sencillamente, no quieren regalarle al Imperio Comunista más
naciones.
Y, por lo tanto, no quieren regalarle una cuyo valor estratégico

no iguala ninguna: España.


Estiman los expertos militares de los Estados Mayores que re-
galarle al Imperio Comunista España seria tanto como arriesgar
y perder la vida sus naciones...
Y, como ni usted, ni Rey, ni Roque, les garantiza que un can,
bio de Régimen impediría el triunfo del Comunismo en E^pana h
ahí la sencilla razón por la cual esos grandes Estados
no se decidieron a lanzar sus Fuerzas Armadas contra Espan p

A n t i- españ a 1 0 6 0 .— 8 .
derribar •« Régimen, y ni siquiera se atrevieron a intentar el ren­
dirla por hambre con al bloqueo...
Consuélese, señor Ansaldo; si no lo hicieron, no fué por falla
d# ganas... pero pudo más en los Estados anglo-sa jones su ambi­
ción de hacer un “ affaire” : el “ affaire” de no arriesgar o perder
su propia vida — ¡un gran affaire, en verdad!— entregando España
al Comunismo...
Tales Estados —un poco tarde, ciertamente— han llegado a la
conclusión —lo declaren o no— de que no ya la República, sino
la Monarquía, entregaría España al Comunismo...
¿Cómo no creerlo, si República y Monarquía, por igual, tienen
un programa tal y como lo desea y planea el Comunismo?...
Un programa calcado en aquel de Berenguer, “ el ujier intro­
ductor de la Revolución” , como Trotsky lo calificara, gracias al
cual, no siendo la U. R. S. S. de I09 años treintas ni sombra de ésta
de los cincuentas, hizo triunfar el Comunismo en España... ¿Con
qué velocidad no le harían triunfar hoy las mismas causas, p o­
tenciadas por las ingentes fuerzas y audacia inaudita del actual
Imperio Comunista?...
Ustedes, los monárquicos, han errado su ruta. Si verdaderamen­
te pretendían llegar a la Restauración de la Monarquía en España,
tan sólo debían lograr demostrarle a España, primero, y a las na­
ciones aún libres del mundo, después, que un Rey en nuestra
Patria era garantía mayor y mejor que el Régimen actual para
que no triunfase el Comunismo en España...
Y ustedes, tan inteligentes como en 1930, incapaces de apren­
der nada de nada, se han dedicado a todo lo contrario: a realizar
y prometer cuanto el Comunismo anhela... para volver a ser due­
ño de España.
No lo duden ustedes; no me desmientan, como me desmin­
tieron desde 1931 a 1936. Ahora tengo tanta razón como entonces
contra todos.
Y, además, no pasarán muchas páginas sin demostrarles docu­
mentalmente que cuanto planean y pretenden coincide perfecta y
exactamente con cuanto planea y pretende Moscú...
En una palabra, como Trotsky I09 llamaría, que son ustedes
los ujieres introductores de la Revolución; de la Revolución comu­
nista, que con ustedes, como en el 36, pero más rápida y totalmen­
te, triunfaría si lograsen su Restauración.
Se lo demostraré.
¿DON JUAN MASON?

Con su frivolidad y desparpajo, rayando en la inconsciencia,


el señor Ansaldo dedica unas páginas al tema del catolicismo del
pretendiente.
Aprovecha para rozarlo la «primera Comunión de Don Juani-
to (sic), príncipe de Asturias, que con emotiva pompa y discreta
solemnidad tuvo lugar en la capilla del Palacio Arzobispal de Lis­
boa, que — según Ansaldo— produjo efectos enfurecedores en el
ánimo del Generalísimo y en el de su cristiano Gobierno» (1).
Apelamos al testimonio de los españoles para conocer si la pri­
mera Comunión de S. A. produjo tales “ efectos enfurecedores” en
las altas esferas. Ningún español ha tenido noticia, ni ha trascen­
dido hasta nadie síntoma ninguno; pero el señor Ansaldo, con sas
extraordinarias dotes telepáticas y de vidente, debió captar el
e n o jo ; y es lástima que no se moleste en aportarnos a los sim­
ples mortales una mínima prueba sobre su afirmación.
Tampoco hemos tenido conocimiento de que:
«En sacristías, atrios, zaguanes conventuales y especialmente
en salas de juntas de organismos “ apolíticos” confesionales, públi­
camente se aceptaba la especie de “ irreligiosidad intrínseca en los
augustos desterrados de Estoril” . Con ligereza incomprensible y
calumniosa se hacían correr entre beatonas y fariseos informa
ciones totalmente injuriosas que presentaban, en contraste decisi

(1) J. A Ansaldo: ¿Para qué...t, pág. 388.


vo —como entre el bien y el mal— la santidad inefable del Caudi­
llo y la relajada vida del pretendiente, entregado a placeres ince­
santes y hasta... — ¡terrible imputación en la España falangista! —
“ masón” notorio» (2).
Nos interesa mucho el fragmento.
Según el señor Ansaldo, en “ sacristías, atrios, zaguanes conven­
tuales y especialmente en salas de juntas de organismos “ apolíticos”
confesionales, públicamente se acepta la especie de “ irreligiosidad
intrínseca de los augustos desterrados de Estori»” ... se hacían co­
rrer... informaciones... sobre la relajada vida del pretendiente. .
y ha?ta sobre que era “ masón notorio” .
Tal es, despojado de adjetivos de discutible gusto literario, el
contenido del fragmento que nos interesa.
A nadie se le ha oído hablar de la religiosidad ni de la irreli­
giosidad de don Juan. Esas imputaciones de “ irreligiosidad” hemos
de creerlas tan sólo por el testimonio del señor A nsaldo; y, como
es costumbre en él no aportar nombres ni pruebas, nos permitirá
dudar de la exactitud de su referencia; porque, viviendo en Espa­
ña permanentemente, y con ciertas aptitudes y medios para la
información, y radicado él tantos años en el extranjero, nos per­
mitirá que creamos más verídico lo captado por nosotros que lo
llegado hasta él en lo referente a tal opinión de los círculos alu­
didos sobre don Juan.
En el momento al que el señor Ansaldo se refiere, si no estamos
equivocados, uno de los políticos que privaban con el pretendiente
era don José María Gil Robles, ex-jefazo de esas “ fuerzas confe­
sionales» y jefe aún de un amplio sector de las mismas... ¿cóm o com­
paginar tales murmuraciones de “ organismos confesionales” con la
adhesión al pretendiente de su destacado jefe?
Explíquelo, señor Ansaldo.
Pero hay un aspecto que nos interesa mucho más que la con­
tradicción apuntada, y es el siguiente :
Según Ansaldo, para esas gentes el pretendiente es “ masón no­
torio” .
También es nueva para nosotros tal imputación. Jamás hemos
oído a nadie afirmar tan rotundamente que do» l n »
y menos aún “ masón notorio». Y nos coTceder! < Z 2 Z r ' Z ' Z '
que gocemos de cierta personalidad en asunto. ^ “
nos llegase acusación de tal índole. q
Lealmente le vamos a comunicar al señor Ansaldo > que B0.
ha llegado mas de una vez en relación al asunto; y, como h« d.
ver, difiere de su versión en mucho.
Bastantes veces, personas de probado patriotismo y de aeen-
drada religiosidad, reconociendo autoridad en asuntos masónico,
en el autor, le han planteado sus preocupaciones sobre don Juan
de diferentes manera, en cuanto a la forma, pero en lo esencial
todas han coincidido en lo esencial. Por lo tanto, podemo. ence-
rrar sus inquietudes en estas breves palabras:
“ Dados los distintos ascendientes masones por línea paterna,
borbónica, y los más numerosos por línea materna, y habida cuen­
ta de haber pertenecido el infante don Juan a la Marina de Guerra
británica, donde tanto abunda la Masonería, y, por último, te­
niendo en cuenta su parentesco carnal con la familia real británi­
ca, en la cual está vinculada secularmente la Gran Maestría de la
Masonería inglesa y, según muchos, también la Jefatura de la Ma­
sonería mundial, y eiendo el Príncipe su candidado para la Corona
de España, ¿no se habrá hecho masón, o le habrán hecho hacerle a
don Juan?...” .
Esto es. señor Ansaldo, cuanto nos han dicho personas de cuyo
patriotismo no podemos dudar, por tenerlo demostrado con su«
vidas de sacrificio. Y, como puede apreciar, la cosa es muy dife­
rente de la manera frívola o fanática en que usted la presenta.
Y si tiene curiosidad el señor Ansaldo, y también algún lector,
por conocer nuestra respuesta, vamos a complacerlos.
“ Ciertamente -respondimos siempre-, varios ascendientes pa­
ternos, borbónicos, y numerosos maternos, Battenberg (hoy oun-
batten), muerto, o vivientes, fueron o son masones. El Gran Maes­
trazgo de la Masonería británica, en efecto, está vinculado desd.
hace mucho tiempo a la familia real británica, y según o p m .c n J .
personas enteradas, también el Gran Maestrazgo de la M .s o «
mundial, aun cuando -e x p liq u é - ambas dignidad., ritual-.,
las más elevadas, no signifiquen real ni prácticamente la Jefatura
efectiva, política, de la Masonería británica ni de la mundial, en
otras manos siempre, y no racialmente anglosajonas. El que don
Juan haya servido en la Marina real británica, donde, ciertamente,
tanto abundan los masones, no implica necesariamente que se de­
biera iniciar en la Masonería británica, por mucho que a ello pu­
diera favorecer el medio donde militó y las presiones y captaciones
de que, indudablemente, sería objeto por parte de sus jefes y com ­
pañeros de armas. Y, por último, el que Inglaterra lo tenga por
candidato suyo para ceñir la Corona de España, si puede servir
de base para la sospecha del masonismo de don Juan, tampoco ar­
guye definitivamente que realmente pertenezca él a la Masonería;
sin llegar a ser masón, la Gran Bretaña puede tener otras razone*
para su predilección; por ejem plo, el pretendiente se ha decla­
rado siempre como futuro “ rey constitucional” , y, naturalmente,
“ demócrata” ; es decir, que de reinar, permitiría la existencia legal
de toda clase de partidos; de todos, sin excepción, incluso los di­
rigidos e integrados por no españoles, por marxistas, obedientes a
la Internacional Socialista o a la Unión Soviética; dirigidos e inte­
grados por separatistas, por los que voluntariamente y de hecho
han dejado de ser españoles de manera real e intentan dejar de
serlo de manera legal, así como las regiones españolas de que pro­
ceden; y, naturalmente, también concedería existencia legal a la
Masonería y a los partidos políticos que la obedecen; formada ella
y dirigidos ellos por indígenas que han dejado de ser españoles
por su obediencia a entidad extranjera... En una palabra, el cons­
titucionalismo y democratismo profesado por el pretendiente, lo
sepa o no, lo quiera o no, efectiva y objetivamente, concede a los
no españoles y a los antiespañoles derechos y medios para tomar y
ejercer el Poder en España... y, no siendo españoles, utilizarán el
Poder para hacerle servir a España los intereses de los Estados a
los cuales realmente obedecen y sirven; al conceder a los anties­
pañoles derecho y medios para tomar el Poder, si lo consiguen
sólo en parte lo utilizarán en contra de España; si se adueñan del
Poder totalmente, acabarán con su independencia, esclavizándola
a Estado extranjero; si 6on comunistas moscovitas, la entregarán
descaradamente a la TJ R S 9
utcus,
nuestra Patria y disimuladamente a lo, E s t a d o s ^ I T
«los a que todas esas fuerza, pertenecen o sirven, según lo, " . o .
y siendo Inglaterra uno de tale, Estados servido, por alguna, dé
esas fuerzas, el que el pretendiente, lo sepa o no, lo quiera o no
declare que quiere darles una nueva oportunidad, basta, sin ne’.
cesidad de que se haya iniciado masón, para que sea el candidato
predilecto de la Gran Bretaña. Es decir, como dado su público
programa, para la Monarquía restaurada en su persona, objetiva
y electivamente, produciría los mismos resultados que si el rey res­
taurado fuera masón, lie ahí la lógica razón de que Inglaterra quie­
ra y apoye al pretendiente don Juan de Borbón y Battenberg” .
Así hemos respondido siempre a las personas que han llegado
hasta nosotros preguntándonos si don Juan era masón. Como no
tenemos prueba de ningún género demostrando que se haya ini­
ciado masón, jamás lo hemos afirmado, ni siquiera insinuado. Por
rl contrario, los hechos que motivaban tal sospecha en nuestros in­
terlocutores los hemos explicado con las razones ya expuestas, qu©
todas excluyen la necesidad lógica de que el pretendiente haya
tenido necesidad alguna de iniciarse.
Muy otro método ha seguido el señor Ansaldo al plantearle o
plantearse que don Juan sea o no masón. Como hemos visto, al
hacerse eco de la imputación de que don Juan es “ masón notorio” ,
no lo niega él, aun cuando, en verdad, tampoco lo insinúa ni
afirma.
Pero no podemos dejar de señalar el flaco s e r v i c i o que hace a
la causa y al Príncipe que dice defender e idolatrar. En el mc.,o
en que acompaña el traslado de la imputación de m a s ó n notorio ,
dirigida contra don Juan, el señor Ancaldo lanza esta exclamación.
«Terrible imputación en la España falangista.».
Por el contexto, la exclamación de Ansaldo es iro“ *Ca’J iaPJ*j*".
de con ella ridiculizar la gravedad asignada por a £ del
gis,a” a que alguien sea masón. Tal es nuestra ^
significado del inciso ansaldiano, y no creemos 9
quiera un académico, pueda extraer significado dis.mt .
“La imputación de masón notorio es terrible en la España fa­
langista” , dice usted, señor Ansaldo, entre irónicas y ridiculizantes
admiraciones.
Supongamos que así sea — desgraciadamente no es así, según
creemos— y démoslo por cierto...
Pero para usted, señor Ansaldo, y por lo visto para su medio
monárquico, el ser masón no es nada terrible...
Y puesto que se trata de un posible rey de España, para usted
v para su medio monárquico, ¿tampoco es terrible que sea masón
un rey de España?...
Usted, señor Ansaldo, ha traído a cuento esa imputación de
masón dirigida contra don Juan en ocasión de patentizar su cato­
licismo con la primera Comunión de su primogénito, haciendo
constar que «a continuación recibieron los reyes y príncipes la
Comunión, acompañando al nuevo invitado al banquete eucarísti-
c o » y agrega inmediatamente: «la familia real, según todo
Portugal podía diariamente apreciarlo, recibía habitualmente y con
frecuencia los Sacramentos» (3).
Como se puede apreciar por lo copiado, el autor no escamotea
en absoluto nada de lo alegado por el señor Ansaldo que pueda
honrar y favorecer a las reales personas ante los españoles ca­
tólicos.
Pero dada constancia de tales actos que los honran y favorecen,
sigamos nuestra línea argumental y preguntemos al señor Ansaldo
y a su medio monárquico:
¿No sería terrible para ustedes que, siendo masón el preten­
diente, tomara la Comunión, con el agravante de tomarla frecuen­
temente?
¿No sería terrible que fuera el rey de España masón, un cripto-
hereje, irradiado de la Iglesia y habitual sacrilego de la Euca­
ristía?...
¿Es que, para ustedes, no sería terrible que para este Borbón,
más sacrilegamente que para su lejano ascendiente Enrique, “ la
corona bien vale una Comunión?” ...
Con su torpe “ ironía” , queriendo “ ridiculizar” ©s« supuesto
“ W . ^ prestado
ante la España católica, y, si ^ e r e / L T J ¡
camente honesta. España eti-
Pasemos al “ servicio” pre6Udo por U8ted g k
que dice defender. ^ ^

¿No sería terrible que fuera el rey de España masón, que hu-
biera prestado juramento de obedecer a un Superestado interna-
cional y, a través del mismo, a Estados aliados suyos y beneficia-
dos por el, cuyos intereses pueden estar, y están, en pugna con los
de la España cuya Corona ceñirá?...
¿No es terrible para usted que el rey de España sea un traidor,
pues traidor es todo masón, lo sepa o no, lo quiera o no?...
Con su pretendido sarcasmo, dada su alardeada intimidad con
las personas reales, ha clavado el aguijón de la sospecha, y hasta
el de la creencia en los predispuestos, sobre si don Juan es masón.
Créanos, señor Ansaldo, tal ha sido el efecto de las palabras de
usted, lo quiera o no.
Permítame, sin pretender darle una lección, decirle cómo nos
habríamos expresado hallándonos en su lugar, en caso de haber
estimado conveniente salir al paso de imputaciones, para mí ca­
lumniosas, sobre el masonismo de don Juan :
Sencillamente, hubiera negado con indignación la calumnia, pro­
bando su falsedad, si me resultaba posible, aun cuando comprendo
la dificultad de la prueba en contra implicando negatividad, em­
peñando su palabra de honor y hasta desafiando en todos los te
rrenos a quien se atreviese a calumniar a su rey calificándolo de
masón; porque, hubiera agregado, si estaba convencido de e^°‘
rey no podía ser un cripto-hereje sacrilego habitual ni un tra.dor
a España.
Su irónico sarcasmo contra quienes consideran terrible aei' ma­
tón, y sobre todo si quien lo es aspira o es rey de España, er, tag
de obrar como habríamos obrado nosotros, da base lógica p q
cualquiera, discurriendo rectamente, piense que si 11 ^ j uan
ni repele violentamente la supuesta imputación
pertenece a la Masonería es porque teme que alguien tenga la prue­
ba y la esgrima.
Su prueba, dialécticamente, sólo formal, de la frecuencia del
Príncipe en recibir la Eucaristía, sin ir acompañada de la execración
de la Masonería, todo lo cual invalida su sarcástica ironía contra
los que creemos que sería terrible que fuera masón quien ciñera la
Corona de España, no podemos creer que sea por su parte “ habili­
dad” política...
Al producirse así, dejando en el aire si don Juan es o no masón,
podrán pensar los indocumentados que usted, hábilmente, ha pre­
tendido sugerir en los masones que don Juan puede serlo o que lo
es, dado que no desprecia, sino que busca su colaboración para
realizar la Restauración. Esa explicación es ingenua. Si don Juan
fuera masón, como si no lo es, los masones, por lo menos los ma­
sones importantes, los que deciden y mandan, lo sabrían con toda
seguridad, y no sería necesario sugerirles nada en uno u otro sen­
tido para que obrasen consecuentemente.
Hemos querido apurar las razones y hasta las atenuantes en fa­
vor del señor Ansaldo para justificar su actitud polémica frente a
quienes creen o sospechan que su pretendiente sea masón.
Sentimos si la lógica conclusión extraída es que, sin pretenderlo
ni de lejos, ha reforzado creencias y sospechas en aquellos que las
abrigaban y las ha suscitado en quienes no había pasado por su
pensamiento tal cosa, pues muchos creen y sospechan hoy que
don Juan es masón.
En nuestra opinión, si algo vale para ellos, no lo es. Natural­
mente. por imperativo de conciencia, siempre creemos y decimos
que cualquier persona no es masón si no poseemos pruebas de que
lo es. Así obramos, por ejemplo, con Largo Caballero, negando que
fuera masón hasta saberlo a ciencia cierta. Y si así no 9 comportamos
con un enemigo, con mayores motivos nos comportaremos igual­
mente con don Juan, a cuya real persona rendimos cordial afecto
y rendido respeto; aun cuando esos mismos sentimientos nos dicten
una leal y patriótica oposición a lo que consideramos errores suyos.
BEVIN, PRIETO Y GIL ROBLES: TODA
ESPAÑA ES GIBRALTAR

En este momento de sus memorias, el señor Ansaldo se ha tras-


ladado a la Francia de la IV República, hoy fenecida, para dedi­
carse a conspirar a fondo contra el Régimen español, sin los “ tre­
mendos” obstáculos que se le oponían en Portugal.
Veamos a través de sus palabras el color del i:uevo ambiente.
«San Juan de Luz, otra vez en pleno verano, rebosaba de anima­
ción y alegría exterior, superando, por lo menos en cantidad, la
concurrencia de su playa, “ boites” y lugares de expansión y recreo
a la de cualquier año anterior.
aMis amos y nosotros dos—“ Sati” (1) ya me acompañaba en todo
instante—gozábamos en aquel ambiente de libertad absoluta, de
dulzura comprensiva y de facilidad, que tras tan larga permanencia
en zonas oprimidas, creíamos había desaparecido de la faz del Uni­
verso.
«Otra vez el golf de Chantaco acogió nuestra presencia con re­
gocijado murmullo de brisa...» (2).
Como podemos apreciar, el “ pan de la emigración” no e. de-
n iasiado am argo para el señor Ansaldo.
Y ahora empieza él a entrar en materia:
“ ' ( 1) Dtro "caniche” negro que regaló a mi ama el ministro de Suiza
en Portugal. (Nota de Ansaldo.)
(2) J. A. Ansaldo: ¿Para qué...?, pág. 4Ub.
«Eugenio Vegas citó a JAN en París, acudiendo allí también
López Ibor, reanudándose con otros elementos de nuevo cuño y vie­
jos amigos—Armand Magescas, entre ellos— trabajos y gestiones,
encaminados siempre al mismo e inalterable fin.
«“ Pero, monsieur Ansaldo— preguntaban antiguos conocimien­
tos__, ¿es verdad que no puede usted volver a España y que está
trabajando contra el régimen de Franco?” No alcanzaban a com ­
prender estas personas cómo un emigrado político antirepublicano
de los años 31 al 36 podía volver a encontrarse en situación seme­
jan t»* con respecto al régimen franquista, que, al parecer, había
contribuido tan activamente a implantar.
«“ Pero ¿es que nunca va a estar contento en la vida?” , inquirían,
y levantando los hombros se alejaban m urm urando: “ Es un cons­
pirador profesional” ...
aMi amo, algunas veces, llegó a preocuparse por esta unanimi­
dad de comentario. Luego, reflexionó que eran personas, si normal­
mente bien intencionadas, generalmente desconocedoras del proble­
ma político español, quienes así pensaban.
aEra muy difícil explicar en poco tiempo cóm o, quien dedicó
considerable esfuerzo a laborar por la restauración de la Monarquía
en su país, reaccionaba en 1947 en relación a Franco y su régimen
en forma análoga a la que lo hiciera ante la República del 31, pese
a haber figurado en el bando vencedor de la guerra civil.
aEstas Memorias, que quizá vayan alargándose en demasía, tra­
tan, entre otras cosas, de explicar la aparente paradoja...» (3).
Una paradoja que, habiendo leído la obra con cierto deteni­
miento, queda tan inexplicada como si no la conociéramos. Sin
duda, es por nuestra deficiencia de comprensión.
Todo lo más que se nos puede alcanzar para explicárnosla di­
mana déla confesión precedente del señor Ansaldo. Ya liemos leído
en líneas próximas anteriores, en las cuales el confiesa de sí mismo
que es quien dedicó considerable esfuerzo a laborar por la restau­
ración de la Monarquía en su país, y reaccionaba en 1947 en rela­
ción a Franco y su régimen en forma análoga a la que lo hiciera
ante la República del 31.»
Si n o hem os entendido m al, el señor A „. u
el 31 luchó por la restauración de la Monarquía0. qU\ de9de

E T J - ¿ ” a para " Sted 6eCUndario y adjetivo todo l o ' d S j ”


Muchísimos luchamos, y muchos murieron, por algo mis y m4,
im portante, según creíamos, que la Restauración de la M o n a !”
por ejemplo, luchamos y murieron por la Patria, nada más y nad’a
menos...
En nuestra modesta opinión, la inmensa mayoría de los comba-
tientes lucharon y murieron por su Patria.
Esto no quiere decir de ningún modo que fueran todos, ni si-
quiera la mayoría, contrarios a la Restauración de la Monarquía,
una vez salvada la existencia e independencia de España. No me
atreveré a calcular el porcentaje de aquellos que, a posteriori de
la victoria, eran partidarios de la Restauración específica propug*
nada por el señor Ansaldo; restauración pura y simple de la Mo­
narquía barrida el 14 de abril, tal y como era cuando su desastrada
caída.
Si recordamos la proporción de los uniformes de los voluntarios
de primera hora, falangistas y tradicionalistas casi únicamente, sal­
vando pequeños grupos de monárquicos, no será exacto deducir que
ni siquiera una muy apreciable masa de combatientes era monár­
quica ; claro está, de la rama borbonica isabelina, constitucional,
democrática, etc., etc., por la cual dice luchó el señor Ansaldo.
Más le diremos para su ilustración. Incluso esos grupos de com-
batientes específicamente monárquicos, donde militaron tan heroi­
cos combatientes, dudamos que fueran partidarios de la Monarquía
barrida el 14 de abril, tal y como la liemos adjetivado y tal como
la pretende restaurar el señor Ansaldo.
Nuestra duda, según creemos, tiene muy sólida ase. o uj>-
.1.08 de que el señor Ansaldo le concederá certa categ y

« - •“ “ ' > «
qu e m enos qu e a sí m ism o, p ero, despues de ei,
le jo s en la jerarqu ía m onárquica.
El E nem igo de la M onarquía le * ^ T h o u o r de ser

sulflp H m lCagraen ^ “ 1 , tendría sus ratone. el Enemigo


para concederle tal categoría. Y según creemos, fueron muchos, la
mayoría seguramente, de cuantos prepararon el Movimiento y se
lanzaron a él en el primer día los que también lo consideraban como
el Primer Jefe monárquico y jefe político del Movimiento. Pode­
mos dar testimonio personal de que esa doble calidad se la conce­
dían los generales Sanjurjo, Goded y Mola, y según sabemos por
varias personas de calidad, igualmente pensaban la mayoría y pro­
bablemente todos los demás generales que organizaron y se alzaron
el primer día.
Pues bien; dicho esto, informaremos al señor Ansaldo de algo
bastante sustancial. Cierta mañana del mes de noviembre de 1935,
el autor tuvo el honor de ser designado para formar parte de una
comisión, con el comandante Arredondo y el capitán Gándara (m ár­
tires por España los dos), para visitar a don José Calvo Sotelo con
el fin de tratar sobre un asunto referente a la Unión Militar Es­
pañola.
Lo recordamos perfectamente. Sentados nosotros tres, Calvo So-
telo de pie, recortándose su vigorosa figura en la contraluz de los
balcones, ultimado el asunto, espontáneamente nos habló a9Í :
«Nuestro Movimiento triunfante contruirá un Estado español,
tan nacional y justo, con tal poder y autoridad, que sea capaz de
ahorcar en la Puerta del Sol a un ex-presidente del Consejo, un
duque, un banquero, un general y un obispo. Pasados los años,
cuando tal Estado esté perfectamente acabado y la Nación en ple­
na forma, instauraremos, no restauraremos, la M onarquía; lo re­
mataremos con la Corona.»
Esto nos dijo don José Calvo Sotelo con acento patriótico que le
estallaba en su pecho. Ignoramos, pues ninguno se lo preguntó, si
al hablar así pensaba en algún ex-presidente, duque, banquero, ge­
neral u obispo en particular o hablaba en cuádruple metáfora.
Pero ninguno dudamos, ni creemos nadie dudará, de que Calvo
Sotelo no pretendió jamas “ restaurar” la Monarquía echada el 14
de abril, sino INSTAURAR una Monarquía tan radicalmente otra
y distinta que de la desaparecida sólo conservase la esencia dinás-
tica, para respetar esa esencia de la Institución, que un monárquico
auténtico no podrá jamás despreciar; y Calvo Sotelo era esencial­
mente un monárquico auténtico; no un farsante mi-
sona, dinastía y corona es pura escenografía
lo mas antimonárquico y antipatriótico que se pueda
rey ujter productor de la Revolución, como Trotsky ¿ 2 decir
o com o dijera M oya n o: un rey cuyo sino borbónico sea traer Ú
Revolución y morir a manos de la Revolución traída por él
Si lo que Trotsky pudo decir y lo dicho por Moyano es la Res-
tauración pretendida por el señor Ansaldo y los “ monárquicos” como
él, no hay tal paradoja en su situación, sino pura lógica.
Vamos a dejarle hablar de nuevo, y él mismo nos lo demostrará
con hechos y lujo de detalles:
«De momento, las gestiones encaminadas a la alianza de todas
las fuerzas antifranquistas no totalitarias continuaban en forma len­
ta y precaria, pero por buen camino. Esto y el llevar a las altas
esferas del Vaticano el conocimiento real del problema católico es­
pañol, mejor dicho, de la actuación de las autoridades eclesiásticas
nacionales con respecto al régimen de Franco, constituían, a la sa­
zón, los dos fines esenciales perseguidos por el grupo monárquico
anticolaboracionista» (4).
Es decir, que los aliados antifranquistas, sin más limitación que
la de ser “ antitotalitarios” —por lo tanto, incluidos masones y mar-
xistas, ateos todos ellos—pretendían dar una lección a la Jerarquía
eclesiástica española ante la misma Cátedra de San Pedro... ¡va es
osadía!
No es menor la del señor Ansaldo y sus “ monárquicos” , en con-
tubcrnio con los mismos ateos masónico-niarxistas, disertar todos
sobre la conducta religiosa, política V personal del Jefe del E»ta o,
negándole, con el refrendo de la autoridad de sus heréticos abados,
calidades v derechos religiosos, políticos y persona es.
¡Es mucha, sin duda, la dogmática autoridad de ««J *
masones y marxistas del señor Ansaldo, con sus rostros Ifumado
aún por los incendos de los templos, con las
la sangre de miles de sacerdotes asesinados y maculada su alma por
los sacrilegios sacramentales para siempre!

(4) Ansaldo. Obra citada, pág. 407.


Á N T I-E S rA f.A 1 9 -'0 .— 0.
¡Qué “ Santos Padres” han buscado estos monárquicos para lan­
zar iui anatemas contra el Generalísimo ante Su Santidad!..
Claro ©•, aunque aliados los ateos, masones y marxistaa, más
inteligentes y cautos que sus nuevos amigos, no fueron ellos per-
sonalmente quienes comparecieron en el Vaticano para culpar de
“ anticristiano” , “ pagano” , “ farisaico” , etc., etc., al Jefe del Estado
español y a su Régimen. No; se buscaron y hallaron un abogado
muy calificado para el caso.
Lo dice con toda ingenuidad el 6eñor Ansaldo; y no quitamos
punto ni coma:
Gil Robles visitó a mis amos este verano, debiendo acortar su
estancia en San Juan de Luz por grave enfermedad de uno de
sui hijos.
«Venía de Roma, y durante tres días, con el peso que a su
argumentación prestaba su historia de Jefe del mayor partido
católico de la España contemporánea, expuso ante el Santo Padre
y sus más íntimos consejeros la verdad exacta sobre el angustioso
problema que tanto preocupa a los verdaderos creyentes; es decir,
el riesgo inmenso que del interesado propósito del franquismo
—identificar su Régimen con la Iglesia Católica— se deriva para
nuestra Santa Religión.
«Los asuntos de Roma avanzan con lentitud, pero inexorable­
mente. Ultimamente, en ciertos matices de consignas y pautas,
parece percibirse una prudente tendencia de directrices y tácticas
en este sector católico político de nuestra Patria, a marcar, cada
día con mayor nitidez, la clara línea que separa “ lo que a Dios
compete de lo que al César corresponde.» (5).
Hace años de todo esto. Como podemos apreciar, la exactitud
an?aldista es total. Hemos oído hablar un poco después de un
cierto Concordato entre Su Santidad y el Jefe del Estado español.
Pero lo inefable llega en el párrafo siguiente, sin más separa­
ción qu« tres asteriscos, en triángulo. . y toquen hierro los su­
persticiosos.
Oigamos:
Por fin, en Londres, tuvo lugar la entrevista, anhelada desde
anos atrás por un vasto núcleo de opinión-pavorosa para Fran-
e o - entre los dos jefes de aquellas agrupaciones que más habían
contado, y volverán a contar, en la opinión democrática nacional,
y a quienes en términos actuales podríamos titular: democracil
cristiana y social democracia. Gil Robles y Prieto, sus líderes
respectivos, cambiaron franca y ampliamente impresiones, con-
ferenciando mas tarde con Bevin, el ministro laborista británico.
«En principio quedó desbrozada la ruta para el acuerdo final,
que desgraciadamente aún fué retrasado varios meses por múlti­
ples incidencias y obstáculos inesperados».” (6).
Y en la línea siguiente, el señor Ansaldo comenta con una
inconsciencia de niño de teta:
aNueva algarabía “ patriotera” movilizó, con tal motivo, el
régimen falangista en el interior de la Península.» (7).
¿Qué quiere el 6eñor Ansaldo?... Dos ex ministros de la Re­
pública, los “ jefes de dos agrupaciones políticas” indígenas, de
la Democracia “ cristiana” y de la Social Democracia (Partido So­
cialista), conferencian con el ministro de Asuntos Exteriores de un
Estado extranjero para tratar con él del cambio de Régimen en
su Patria oficial, como si España fuera un Protectorado cualquiera
del Imperio Británico o toda ella un Gibraltar...
¿Le parece mucho al señor Ansaldo que los españoles nos li­
mitemos a expresar verbalmente, con más desprecio que furor,
nuestra protesta por vernos tratados como cipayos u hotentotes
por un ministro de Su Graciosa Majestad Británica y por esos
dos ex ministros indígenas?...
No vamos a calificar una vez más esas maniobras de lesa Patria
realizadas por ambos personajes. Por esta vez dejaremos la cali­
ficación de los que acuden ante autoridades extranjeras para 6oli
citar intervenciones en España... ¡a que no lo adivina el 6eñor
Ansaldo!... ¿No?, pues acudiremos al propio Indalecio Prieto
para que los califique y se califique a sí mismo.
a6 enero 1941.
aDe cuando en cuando, radias de optimismo sacuden a ios es-

(6) Ansaldo. Obra citada, págs. 4\2-413-


(7) Ansaldo. Obra citada, pag. 41o,
pañoles que el derrumbamiento de la República expatrió y, en­
tonces, las imaginaciones ociosas, que son muchas entre nosotros,
sobre todo aquellas en las cuales se suman al golpeteo dramático
de la lucha armada sobreexcitaciones propias de la altiplanicie
mexicana, échanse a volar, llegando al desvarío. Cierto que hasta
ahora el curso de la guerra mundial no da motivo a tan desbor­
dadas ilusiones, pero cierto también que, en cualquier instante,
pueden ocurrir acontecimientos que planteen con urgencia el caso
de España, ahora semiolvidado en las cancillerías.
«Conveniencia de eludir el ridículo.
aPero si ben este trance puede surgir súbitamente, tal presun­
ción no justifica premuras por formar órganos de redención a los
cuales una forzosa inercia les dejaría exhaustos de prestigio si
naciesen prestigiados. Cada cosa tiene su hora y anticiparse suele
conducir al fracaso, porque, según muy 6abio refrán, “ no por
mucho madrugar amanece más temprano” . Si viéramos a cualquier
señor que, habiendo madrugado mucho, llevara una sombrilla
abierta para protegerse de los rayos solares antes de despuntar
el alba, le tomaríamos por un ente risible. Lo único que en polí­
tica no admite defensa es el ridículo, y, consiguientemente, huir
de él constituye cautela elemental para los hombres públicos.
oEn esferas de ridiculez caerían cuantos, a destiempo, se apres­
tasen a exhibir viejas y sucias credenciales para pedir su reinstala­
ción en puestos con que les premió el loco sorteo de la guerra
y hasta para reclamar ascensos. Calma, amigos, calma y, sobre
todo, discreción, porque los destinos de España no van a decidirse
desde aquí, en los colmados donde halla asiento el ocio, ni en
las tertulias políticas, donde encuentra acomodo el chismorreo.
Aunque semejantes corrillos condensasen el sentir de los españoles
expatriados, reducidos a varios millares, no cabría dar a su opi­
nión valor grande, pues la que, en definitiva, debe pesar es la
de los veintitantos millones de españoles que están en España y
con los cuales parece no contarse, como si el ombligo de España
fuese la avenida Juárez. Pero, aparte de la discreción, conviene
cuidar otro factor aún más valioso: el de la dignidad. Lo digo
por quienes parecen disputarse lugar preferente en la simpatía
y el apoyo de Gobiernos extranjeros. Sobre tal particular la ían-
tasia alcanza extremos denigrantes; bastan rumores de que el
portero de determinada Legación le ha hecho guiños afectuosos
ai hermano de un amigo de cualquier personaje español para su­
poner a éste con máximas probabilidades de gobernar la España
futura.
<(Vilezas entre fantasías.
«Vengo registrando el curioso fenómeno de que cada ráfaga
optimista de éstas que orignan tamañas insensateces desata furio­
sas campañas contra mí, cual si se pretendiera eliminarme del
cuadro de posibles gobernantes, campañas que, o tienen pública
y ruidosa expresión, o se deslizan sigilosamente, en centros de
donde se espera el favor, rebajando el rango nacional de España,
muy superior al de un Protectorado. La última vileza consiste
en decir al oído que soy amigo y admirador de Alemania. Y lo
insinúan precisamente quienes durante cerca de dos años han fa­
vorecido al nazismo, justificando el pacto Hitler-Stalin y procu­
rando extirpar toda simpatía proletaria por Inglaterra, bajo el
avieso alegato de que la guerra desencadenada en Europa era
meramente imperialista.
«Claro que ni mi historia política, ya muy vieja, que abarca
el período de la guerra anterior, ni mi actitud respecto al con­
flicto actual, suficientemente clara desde el primer momento,
cuando la de otros paladines presentábase oscura, van a padecer
con tamaña estupidez, pero, como decía cierto confesor al con­
denar propósitos pecaminosos de un penitente, “ con la intención
basta” . Yo no me opondré a que se cave mi sepultura política e
incluso me allano—lo dije hace dos años—a auxiliar personalmen-
te a los enterradores. Ahora bien, no acepto que me la cubran de
basura. Ni entre los vivos ni entre los muertos figura quien haya
servido a la República española, desde antes del nacimiento del
régimen hasta su muerte, con más pulcritud y abnegación que yo
Con más talento, muchos, seguramente; con más limpie»^ nin­
guno. Ni entre los vivos ni entre los muertos, repito, anadiendo
que, 6Ín proponerme desmochar laureles plantados so re
sepulcros, no me avendré a que de mi tumba haga nadie un ba­
surero, y menos vertiendo sobre ella detritos ajenos. Podré per­
donar que inconsciencias pueriles se entretengan en estos juegos,
pero no los toleraré a personas a quienes deba exigírseles discer­
nimiento, al menos en razón de su madurez. Conste así, por ei
acaso, y conste también que, como yo no deifico la muerte, me
siento libre para traspasar con mi crítica sus umbrales.
aFuera de las filas mendicantes.
«Este artículo va a ahorrarme bastantes cartas, pues al soplar
las brisas que atraen hoy mi comentario me escriben muchos pre­
guntando mi opinión y me llegan emisarios encargados de explorar
mi actitud. Pues bien, sepan todos que yo no figuro en la lista,
demasiado profusa, de candidatos, más o menos ilusos, a la gober­
nación de España y que si tuviera la debilidad— Dios sabrá librar­
me de ella—de presentar mi candidatura, consideraría indigno
llamar con los nudillos, para obtener protección, a ninguna puer­
ta extranjera, por blasonada que sea. Me lo impedirían mi altivez
personal y mi respeto a Jas representaciones que ostenté. Por tanto,
nadie me encontrará nunca en filas mendicantes, ni me verá pug­
nando por abrirme hueco en ellas, ni me descubrirá empujando
hacia adelante o hacia atrás a quienes las integren. Mi devoción
por la causa que personifican Inglaterra, Norteamérica y los demás
países unidos a ellas está demasiado patente para que necesite
recordarla. Creo, además, haberles prestado, aunque modestos,
algunos servicios en esta guerra, como se los presté en la anterior.
Pero no sería hidalgo presentar a cuenta de ellos factura alguna
y menos reclamar como premio determinadas cooperaciones con
mengua de la soberanía española. Los Gobiernos que haya de tener
España debe dárselos España sola, sin que desde fuera, directa
o indirectamente, se los imponga nadie. Esto que hoy digo públi­
camente lo he dicho sin rebozo a quienes, con relieve bastante
para pedírmela, solicitaron mi opinión. Y debo aclarar que jamás
hice en ese orden ofrecimientos oficiosos, ni nunca traduje tan
explicables deseos informativos en ofrecimientos tutelares, como
les ha sucedido, por lo visto, a quienes casi se consideran requerí-
dos para ocupar el Poder porque agentes secundarios hubieren de
acercárseles a indagar cómo pensaban.» (8).
Por nuestra parte, nada más.
Que discutan los señores Gil Robles y Ansaldo con Indalecio
Prieto.
Y Prieto, consigo mismo.
¡A h !, fce me olvidaba. Prieto también tiene dicho:
aEn Downing Street creyeron—y el duque de Alba también
lo creyó, sin duda—que el triunfo de Franco significaría restaurar
el régimen monárquico y entronizar, por renuncia de Alfonso XIII,
al infante don Juan, oficial de la Marina de guerra inglesa. Lon­
dres soñó con una España parecida a un Dominio británico.» (9).

¡s¡ ¡ s is : R 8 ¡ « a s » S?*
PRIETO “ M ONARQUICO”

En el capítulo precedente hemos visto a Prieto, el marxiste,


en colusión con Gil Robles, el demo-“ cristiano” , acudir a Londres
con el fin de obtener la masónica bendición de Bevin, el marxista,
ministro de Asuntos Exteriores de Su Graciosa Majestad Británica,
para 6U común empresa de “ hacer de España un Dominio britá­
nico” ... ¿para qué si no?... De lo contrario, ¿qué vela llevaba el
masónico-marxista ministro inglés en este entierro?...
Bien; pasamos en el momento a examinar cuál es la interven­
ción y actitud en el ajjaire de los “ monárquicos” específicos, ya
que ambos personajes, Prieto y Gil Robles, el primero era repu­
blicano y el segundo también, aun cuando éste profesase la idea
de la “ accidentalidad” de las formas de gobierno.
Hasta donde puede y resulta discreto, el señor Ansaldo nos
informa sobre la intervención y actitud de loe “ monárquicos orto­
doxos” .
Veámoslo:
«Indalecio Prieto— don Inda, para todos—es un personaje tí­
pico y extraordinario, demasiado conocido en el mundo entero
para tratar de descubridlo ahora. De “ auténtico” vendedor de pe­
riódicos en sus mocedades llegó a ocupar los puestos más altos y
a ostentar las representaciones más codiciadas, merced únicamen­
te a su personal esfuerzo.
«Hoy, enfermo y refunfuñón, recluido casi a perpetuidad en
un rincón soleado que domina la bahía de San Juan de Luz, man­
tiene sin embargo actividad intelectual ininterrumpida y ¡para­
doja del destino!—constituye, después del conde de Barcelona,
la preocupación más acuciante del régimne .franquista.
«Para JAN, desde su más tierna infancia, representaba—socia­
lista y revolucionario—todo el campo izquierdista y antimonár­
quico, enemigo integral de sus convicciones, contra el que la lucha
sin cuartel era inevitable y necesaria. No obstante, y sin detri­
mento de esta hostilidad intrínseca, a lo largo de las diversas actua­
ciones del líder obrerista, pudo mi amo apreciar en él ciertas dotes
de humor, humana simpatía y patriotismo generoso, que, pese a
la decisiva diferenciación y oposición de los sectores por ambos
ocupados, producíanle curiosa atracción hacia el pintoresco hom­
bre público.
«En el comienzo de la guerra civil oyó sus palabras dirigidas
a todos los españoles, de uno y otro bando, en las que pedía, por
encima de todo partidismo y de toda inevitable violencia en la
lucha, generosidad con el caído y la evitación de crueldades y
persecuciones, constitutivas siempre de baldón de ignominia para
los pueblos que las ejecutaban o admitían.
«En los años cumbres de la lucha fratricida fué don Inda per­
diendo influencia oficial, y por último, separado de las funciones
de gobierno, por su incompatibilidad manifiesta con “ aquellos
nuevos modos” de inspiración orienta], que encontraron en Negrín
y su grupo adeptos incondicionales.
«Prieto, demócrata cien por ciento, socialista al estilo román­
tico de Jaurés y su escuela, no podía prestarse, ni siquiera en las
angustias de una contienda a muerte, a la esclavización de cuerpos
y espíritus.. .» (1).
Como está bien claro, ese apunte biográfico y calificación ética
de Indalecio Prieto que el señor Ansaldo confecciona en el frag­
mento anterior, pretende blanquear la siniestra figura político-
moral de Prieto, “ enemigo integral de sus convicciones monárqui­
cas» y, como ha de resultar para el panegirista— si Patria y Mo-
narquía son consustanciales-, también un “ enemigo integral” de
IjSpfllld,

Naturalmente, el señor Ansaldo pretende blanquear a Prieto


para hacerlo potable a los monárquicos ingenuos.
El autor ro perderá el tiempo en desmentir ese cliché made in
masonic reproducido por el señor Ansaldo.
Con gran rabia de Prieto—seis columnas de improperios en El
Socialista de Toulousse, sin refutar un solo hecho ni cargo__, hac*
ya tiempo que tal cliché quedó destrozado en el libro Yo y Moscú,
con sus propios textos; en la misma forma que acabamos de lo­
grarlo, al hacerle al propio Prieto que a sí mismo se califique y
condene cuando acude con Gil Robles a un ministro de nación
extranjera para demandar la intervención inglesa contra España.
Quien voluntariamente no quiera ser engañado por esas pa­
trañas ansaldistas que quieren atestiguar en favor del patriotismo
y honestidad de Prieto, que acuda en demanda de la verdad a
las páginas de nuestro libro Yo y Moscú; no vamos a repetirlas
aquí, pues poseemos muchas verdades aún inéditas.
El así elogiado por el señor Ansaldo, en artículo escrito con el
título de TUTE DE REYES, nos dirá bajo el subtítulo:

“ EL DISCURSO DEL INFANTE DON JUAN

«En un diario argentino acabo de leer íntegro el discurso que


el infante don Juan pronunció ante los delegados de la Grandeza
de España que se trasladaron a Roma para asistir a los funerales
de don Alfonso XIII... Ante la veintena de linajudos privilegia-
dos, don Juan inició su discurso con estas palabras: El rey mu­
rió, pero la Monarquía vive” . Y a seguida, definió el régimen
monárquico diciendo que “ no necesita contemporizar con nadie
ni halagar a ningún sector social determinado y sí únicamente
consolidarse y afirmarse poniendo su autoridad al exclusivo ser
vicio del supremo interés de la nación” . Quien haya redactado e
discurso no ha debido de devanarse los sesos, pues le ha bastado
copiar la definición de Charles Maurras. Mas, aun aceptando e
supuesto de que la Monarquía, por no ser de elección, se ve i re
de contemporizar con ningún sector—en último término el doble-
gamiento del Poder republicano a la mayoría equivale a inter­
pretar y respetar la voluntad del pueblo— , tan benévola definición
no exime las funestas consecuencias de que el régimen hereditario
nos depare un rey imbécil, malvado o traidor o una reina entre­
gada a frenéticas liviandades. La Monarquía española nos ofrece
copiosos ejemplos, antiguos y modernos, de todo ello. Pero hoy
no pretendo polemizar en serio.
«La oración del infante don Juan rememora aquellos tradicio­
nales discursos de la Corona, cuando, previo envío de los atributos
reales al Senado o al Congreso, según correspondiese por riguroso
turno, el monarca comparecía a inaugurar la legislatura y a 60 -
meter al Parlamento las líneas generales de política propuestas
por su Gobierno. El Ejército cubría la carrera, batían marcha
tambores y cornetas, piafaban orgullosos los soberbios caballos de
las históricas carrozas y brillaban al sol cascos y sables de la es­
colta real. Dentro del recinto parlamentario, diputados y senado­
res, vestidos de frac, embajadores (de uniforme y damas cjon
soberbias toilettes poníanse ceremoniosamente en pie al entrar la
corte. El discurso de ahora, escrito con el fin de enterarnos que
la Monarquía es suficientemente flexible “ para incorporarse cuan­
tas fórmulas políticas o sociales que pudieran redundar en bene­
ficio de la nación” y que “ las futuras transformaciones del Estado
no serán incompatibles con ella” , se ha pronunciado en el hall
de un hotel romano sin trazas de catacumba y ante una veintena
de nobles, de prosapia más o menos limpia.

“ CURRO, EL COCHERO

La nobleza española hn sentido profundo desprecio por el


pueblo. De un manifestó suyo, de 1918, procede la injuriosa frase
de chusma encanallada. Yo me cobré del insulto al discutir por
entonces en el Congreso con el duque del Infantado, a quien dije
que muchas duquesas habían descorrido placenteras las cortinas
de sus lechos para dar paso a cocheros y lacayos de buena planta,
” AI día siguiente, un tipo garrido me detuvo eb la calle d.
a» preguntándome con marcado acento sevillano:
«— ¿Don Indalecio Prieto?
•Y al contestarle yo afirmativamente, mi interlocutor hizo su
propia presentación de esta guisa:
* Curro Caro Vigil, más conocido por Curro, el Cochero,
para servirle. En la calle del Conde de Aranda, número 7, tiene
usted su casa, y mi mujer un taller de plancha. ¿Usted se ha fijado
en las tersas pecheras que lleva don José Sánchez Guerra? Pues
se las plancha mi señora.
«Sin yo llegar a decir palabra, Curro se quitó el sombrero y
me tendió la mano, añadiendo :
«—Quiero felicitarle por eso que le dijo usted ayer en el
Congreso al duque del Infantado. Gran verdad lo de las duquesas
y I09 cocheros. ¡Por ahí andan más de cuatro duques que son
hijos míos!
«Nos hicimos grandes amigos y conocí la historia de Curro.
Hasta la innovación del automovilismo había sido cochero de casa
grande y servido a blasonadas familias. Ahora pertenecía al pin­
toresco gremio de la afición taurina. Siempre amigo de la9 prime­
ras figuras del toreo, iba con ellas a todas las ferias, dándose vida
de príncipe. Invitado a buenas comidas, si veía distribuidos por la
mesa sabrosos entremeses y botellas de vino añejo, 6U frase sacra­
mental era: “ ¡Bien regao está el ruedo!” . Joselito, cierta vez que
tenía muchos y distinguidos comensales, les gastó la chanza de
hacerles esperar tres cuartos de hora porque faltaba el invitado
principal. Creyeron todos que se trataba del monarca y no de
Curro, el Cochero. Oír una conversación entre éste y Antonio
Ramírez Memento—otro tipo también merecedor de un libro ,
rivalizando en hipérboles y embustes, era presenciar la más gra­
ciosa comedia del mundo.

“ NOBLES A TANTO ALZADO

“ Si mi amigo Curro descubría la verdadera progenie de bas­


tantes duques, marqueses y condes, atribuyéndose él la paterni
de algunos y adjudicando la de otros a varios camaradas aurigas,
yo sabía de la concesión de títulos de nobleza a tanto alzado. No
en vano residía en Bilbao desde la niñez, conociendo los entresijos
de la vida social vizcaína. A varios capitalistas de humilde origen,
no contentos con el fulgor de sus fortunas, le9 acometieron dos
vanidades: ser parlamentarios sin saber hablar y convertirse en
nobles sin tener gota de sangre azul. Lo uno y lo otro les costaba
buenos dineros, porque habían de comprar actas y títulos. Alfon­
so XIII explotaba con buen sentido estas vanidades en provecho
de instituciones benéficas y de empresas artísticas. Por ejemplo,
al naviero Félix Abásolo le costó su título de conde de Abásolo
cuantioso donativo para el Colegio de Huérfanos de la Guardia
Civil y otro fuerte desembolso para comprar los bustos de la Raza,
de Julio Antonio, con destino al Museo de Arte Moderno. Abásolo
fué, además, senador y diputado, sin que supiera ni pudiera ha­
blar, porque le faltaba la laringe, que le extirparon en Alemania.
Desde el escaño, contestaba en las votaciones sí o no mediante
movimientos de cabeza, y esa era toda su actividad tribunicia.
«Aunque lo de los títulos nobiliarios arreglábase con dinero,
resultaba siempre indispensable el expediente acreditativo de ori­
gen noble y limpieza de sangre. Por los tiempos de la gran guerra,
que en España fueron los de las vacas gordas, se especializaron en
instruir tan curiosos expedientes don Juan Barriobero, en Madrid,
y don Fernando de la Quadra Salcedo, en Bilbao. La tarea aparecía
más ardua en Vizcaya que en Castilla, porque el País Vasco— anti­
quísima democracia—nunca albergó señores feudales ni siervos.
Pero si el señor Barriobero estaba acreditado en la materia por
muy documentados volúmenes, obra suya, el señor De la Quadra
Salcedo ganábale en osadía. Sin embargo, cualquiera de los do 9,
entrelazando hábilmente el ramaje de los árboles genealógicos,
podía demostrar a conciencia que el hijo de un repartidor de
estiercol o el nieto de una vendedora de mondongo descendían
del rey Recaredo.” (2).
He alií, señor Ansaldo, lo que piensa y dice su elogiado “ mo­
nárquico” Prieto de la realeza y nobleza española. Polemice usted
con él en defen.a de sus reye. y sus nobles, que m4, motivos
medios tiene; nos reservamos para nosotros la tarea de salir en
defensa de España contra ese “ enemigo integral” de ella que es
Prieto, y disculpe, señor Ansaldo, si, dada su proximidad y con-
tubernio con Prieto, algún dardo le alcanza de los destinados a él.
Y sigue Ansaldo “ descubriéndonos” al “ nuevo” Prieto:
«En los años de su emigración, claramente manifestóse su ten-
dencia de pensamiento hacia la única fórmula nacional viable: la
concordia entre españoles, arrepentidos y fatigados de tanta im­
placable violencia. Su intervención en los comicios parlamentarios
de la República exilada, criticada acerbamente por los fetichistas
de su legalidad, abrió sin embargo el camino a un posible enten­
dimiento entre amplias masas de opinión.
«Mi amo—que de lejos lo había visto tantas veces—lo encontró
por primera vez en el malecón que circunda la playa luziana, bau­
tizado unánimemente con el nombre de “ Paseo de los Refugiados” .
Después lo ha visitado con cierta regularidad, y entre los antiguos
adversarios 6e han ido ligando lentamente relaciones de afectuosa
amistad.
«“ ¿Pero es posible que Ansaldo hable con Prieto, ese terrible
asesino, incendiario, monstruo de crueldad?” , se preguntan en
el interior de España algunos “ amigos” de mi dueño.» (3).
Y a esta patriótica interrogación responde el señor Ansaldo
con la siguiente nota de la misma página:
«Pemán, quien como nadie cantó a San Francisco Javier en ei
“ Divino Impaciente” , y cuyos antecedentes no creemos permitan
calificarlo de “ rojo” , hizo determinadas declaraciones en Lima,
reproducidas por Lino Landy, en la revista “ //oy” , de Méjico, el
18 de septiembre del pasado año 1948. De esta interview entre
sacamos los siguientes pasajes:
«“ Pemán acepta que existe el problema español” .
«“ Cree que Franco debe dar paso a la Monarquía, y sostiene que
es la única solución para que los republicanos españo es vuev
a la Patria sin sentirse derrotados, para que el orgu o^ nació
quede a salvo en la íntima conciencia de los expatnados .
«“ Que se vuelvan a España todos los exilados, ain sentirse de*
rrotados” . Y al decir esto, hace esfuerzos para convencerme de
que es sincero.
«“ Ojalá—exclama—que todos los dirigente* republicanos tu­
vieran el sentido común y el sentido espanolista de Indalecio Prie­
to” . Me asombro al escuchar estas palabras.
«“ No importa—me aclara—la posición política de Prieto. So­
mos contrarios en el campo político; pero negarle sus dotes y su
patriotismo, sería estúpido” .
aEn términos semejantes expresó eu opinión sobre dicho jefe
obrerista nuestro viejo amigo Fernando Quintanar en resonante
artículo publicado en el Brasil, y cuya reproducción en un órgano
falangista madrileño se esgrimió como arma mortífera contra el
marqués “ socialista” .» (4).
Error de mucho9, consuelo de...
Sigamos con los manejos de Ansaldo con su amigo P rieto:
«“ ¿Qué pasa del Pacto?” —inquiría JAN en sus visitas perió­
dicas al ex ministro socialista.
«“ Usted lo sabrá mejor que yo” , contestaba aquél.
«“ Eran los meses primaverales y veraniegos de 1948, en los que
una labor de ajuste, complicada y precisa, debía cristalizar en la
redacción del documento, que, interpretando fielmente el conte­
nido de aquella conversación Gil Robles-Prieto de Londres, pu­
diera ser aceptado por todos los españoles de buena voluntad.» (5).
“ Buena voluntad” , ¿para qué?...
Como se ve, Prieto no se fiaba de la discreción de su nuevo
amigo.
De momento, sólo destacar que se trataba en el Pacto de “ in­
terpretar fielmente el contenido de aquella conversación Gil Ro­
bles-Prieto de Londres” con el ministro británico, masón-marxista,
Bevin.
¿Qué contenido?
El contenido” lo ignorarán la masa de loa monárquicos siem^
pre.. ¡ pero ellos tan contentos!...

(4) Ansaldo. Obra citada, pág. 419.


(5) Ansaldo. Obra citada, pág. 420.
Mas continuemos:
«En el París abrileño del 48, y en plena recuperación, encon-
tro nuevamente JAN a sus reyes, en ruta hacia Suiza. Fueron días
alegres y optimistas, y en uno de los almuerzos íntimos-refinado
y perfecto, como siempre—que Quiñones de León ofreciera a los
soberanos y al que tuvo la gentileza de invitar al ex agregado
aéreo emigrado, éste experimentó honda emoción cuando el anfi­
trión— después de solicitar la venia de Sus Majestades—levantó la
clásica copa de champagne para dedicar un recuerdo a PLON.
benévolamente compartido por los augustos comensales.
«“ Que nuestros pensamientos vayan—dijo el embajador—a l a
querida Pilaron, que no ha podido venir a acompañar a su reina
por estar al servicio de otra reina más alta” .
«Coincidiendo con la estancia de los condes de Barcelona en la
capital de Francia, Prieto laboraba infatigable en la misma ciu­
dad, sin desviarse de la ruta emprendida hacia el objetivo que
conocemos. Se alojaba en el hotel “ Mont Thabor” , a pocos metros
del lujoso “ Meurice” , por lo que JAN, que lo visitó varias veces,
no podía sustraerse al recuerdo de otros tiempos (tres lustros
atrás), en que efectuara el mismo recorrido, saludando en los
propios lugares al rey don Alfonso XIII y al ilustre jefe político
nacional, Calvo Sotelo.» (6).
Ya dice bastante el señor Ansaldo al destacar la proximidad
entre el Mont Thabor y el Meurice y enterarnos de sus idas y ve­
nidas, de don Juan a Prieto y de Prieto a don Juan.
Y resulta sublime el paralelo del momento con el del pasado,
cuando el señor Ansaldo hacía sus idas y venidas entre don Al­
fonso y Calvo Sotelo...
Entonces, entre don Alfonso y el “ ilustre jefe nacional instau-
rador.
Ahora, entre don Juan v el principal destronador de su Padre.
Entonces era el señor Ansaldo el amigo y mensajero de Calvo
Sotelo, el asesinado.
Ahora era el amigo y mensajero de uno de sus asesinos...
¡Magnífico y aleccionador, señor Ansaldo!..
EL PACTO DE LONDRES

Sin quitar punto ni coma:


«Coincidiendo virtualmente con la entrevista marítima, Prieto
y loa suyos publicaban una nota optimista y esperanzadora sobre
el e9tado de madurez del anhelado acuerdo monárquico-socialista.
Y pocos días má9 tarde, la B. B. C. lanzaba a los cuatro vientos
la noticia decisiva: se había firmado el convenio entre ambas
fuerzas nacionales y se invitaba a las restantes no totalitarias para
suscribirlo también, proporcionando con ello, al fin, el soporte
indispensable a las naciones democráticas para aplicar el progra­
ma esbozado en su célebre Nota Tripartita de 1946.
aDesde este momento, una suerte de histerismo agudo apode­
róse de los medios y elementos interesados en el problema español.
aPor un lado, las rectificaciones y desmentidos de Gil Robles
desde Portugal parecieron verter una ducha helada sobre las
esperanzas y entusiasmos que la nueva del acuerdo produjera. Se
veía, sin embargo, que, aunque desanimadoras, tales declaracio­
nes no tocaban al fondo del asunto. Se decía: “ Yo no he firmado ,
pero no: “ El convenio no existe” (1).

(1) Aunque mi amo haya sufrido profundo desconcierto y


como consecuencia de los vehementes desmentidos de su admirado £
don José María Gil Robles, llega a comprender en parte lo ocu™ “ 0 , como
espera lo harán los lectores de estas Memorias. Para juzgar sob >
ciones determinadas, es preciso ajustarnos a las ®ircJ*n? ^ n®“ i- tL
po y lugar en que se desarrollaron. En ? or.t “ gal7 ^ 15^aí f gaido‘)
Franco— no se puede hablar como en un país libre. (Nota de Ansaíd
aPasaron varios días angustiosos en que franquistas y anti-
prietistas (republicanos fetichistas y comunistas) cantaban al uní­
sono— ¡hasta dónde llega la ceguera sectaria!—el fracaso del líder
socialista, sus sueños megalómanos y el carácter fantasmagórico de
su Pacto, que según aseveraban, había firmado “ consigo mismo” .
«Por fin, en las Embajadas y Legaciones de los países intere­
sados en Madrid fué entregado el ejemplar de dicho convenio,
que, 6egún lo decidido, deberían hacer llegar las fuerzas monár­
quicas del interior por tal conducto a las naciones democráticas.
Desgraciadamente, tanto barullo, arranque, parada, rectificación
y desmentido habían apagado el primer clamor emotivo de la
opinión, y el éxito indiscutible del hecho quedó oscurecido en
consecuencia. Ello no obsta para que la realidad del acto brille
con toda la fuerza de su trascendencia extraordinaria.» (2).
Como resalta de manera nítida, la Restauración tenía un ca­
rácter esencialmente nacional:
La determinaba la Nota Tripartita de 1946; un ultimátum de
tres potencias extranjeras conminando a España para que cambiase
las personas y el régimen de su Gobierno.
La promovía un pacto tripartito también forjado en Londres
al dictado del ministro de Asuntos Exteriores británico a sus va­
léis indígenas, Gil Robles y Prieto.
Y por último, los conspiradores daban cuenta de su Pacto a
las Embajadas extranjeras de Madrid, sin duda para lograr su
superior aprobación, refrendo y promulgación...
¡lo d o muy nacional, como se puede ver!...
Sigamos conociendo lo muy nacional que sería la Monarquía
cuya restauración se tramaba.
El señor Ansaldo nos informa:
«En el otoño de 1948, los hombres más representativos, aristo­
cracia, milicia, cultura, finanzas, de la Monarquía española llega-

Contranota: Quiere decir Ansaldo que Gil Robles decía verdad al afir­
mar que no había estampado m aterialmente su firma en el Pacto; pero no
negaba su existencia y vigencia, obra suya y de Prieto, y que sólo conve­
niencias personales y tácticas le obligaban a esa negativa meramente fo r ­
mal, no real, del hecho. ¿No es esto?
(2) Ansaldo. Obra citada, págs. 428-429.
ron al siguiente acuerdo, que a continuación reproducimos, con
las organizaciones socialistas nacionales.» (3).
¿Nacionales?... Suponemos que lo de nacional sea una expre
«ion meramente geográfica; porque el Socialismo marxista y el
Partido Socialista y la U. G. T. marxistas son, y siempre han sido,
internacionales y jamás nacionales. ’
Sigue aumentando su carácter nacional esa Monarquía que se
pretende restaurar en España...
Veamos el documento del Pacto, según lo copia el señor An-
saldo:
«Las fuerzas políticas signatarias de esta declaración, movidas
por su deseo de evitar la ruina de la Patria y de impedir los su­
frimientos que entrañarían cualesquiera soluciones violentas del
problema político, se comprometen de modo solemne a atenerse a
los siguientes principios, implantándolos, o ayudando de manera
decidida a implantarlos, durante período de transición, que per­
mita a España establecer una normalidad institucional que sea la
expresión auténtica de su voluntad:
«PRIMERO. Dictar una amplia amnistía de delitos político».
aSEGUNDO. Instaurar desde el primer momento un Estatuto
jurídico que regule el uso de los derechos de la persona humana
y que establezca un sistema de recursos judiciales contra las extra-
limitaciones del Poder Público.
«TERCERO. Mantener inflexiblemente -el orden público e
impedir todo género de venganzas o represalias por motivos reli­
giosos, sociales o políticos.
«CUARTO. Reajustar, con el concurso de todos los elementos
interesados en la producción, la quebrantada economía nacional.
«QUINTO. Eliminar de la dirección política del país todo
núcleo o influencia totalitarios, sean cuales sean sus matices.
«SEXTO. Incorporar España inmediatamente al grupo de as
Naciones Occidentales del Continente Europeo, asociadas para e
plan de recuperación de Europa, iniciado merced al auxi 10
nómico de los Estados Unidos, e incorporarla asimismo al ac °
de lo. Cinco—Inglaterra, Francia, Bélgica, Holanda y Luxembur-
go— , núcleo inicial de la Federación del Occidente de Europa,
primero, y de la de toda Europa después, siempre dentro de la
Carla de las Naciones Unidas, promulgada en San Francisco.
«SEPTIMO. Asegurar el libre ejercicio del culto y la consi­
deración que merece la Religión Católica, sin mengua del respeto
que a las demás creencias religiosas se debe, conforme a la libertad
de pensamiento; y
«OCTAVO. Previa devolución de las libertades ciudadanas,
que se efectuará con el ritmo más rápido que permitan las cir­
cunstancias, consultar a la Nación, a fin de establecer, bien en
forma directa o a través de representantes, pero en cualquier caso
mediante voto secreto, al que tendrán derecho todos los españoles
de ambos sexos, capacitados para emitirlo, un régimen político
definitivo. El Gobierno que presida esta consulta, por su compo­
sición y por la significación de sus miembros, deberá *er eficaz
garantía de imparcialidad.
«Las fuerzas políticas signatarias de la precedente declaración
proceden a constituir un Comité de Enlace que, con carácter per­
manente, estará enc¿:rgado de cuanto concierne al cumplimiento
de los ocho puntos que constituyen la declaración.» (4).
Para no fragmentar o reiterar el análisis y crítica del documen­
to y de otros, como el Manifiesto de Lausana, que le precede, y
de otros ulteriores, todos los cuales coinciden y se complementan
mutuamente, por el momento suspendemos análisis y crítica.
Seguidamente, el señor Ansaldo nos ilustra un tanto sobre la
parte silenciada del documento, diciéndonos:
«Este documento, en unión de otro ejemplar idéntico de pro­
cedencia socialista, figura en los archivos de los Ministerios de
Asuntos Exteriores de las potencias democráticas.
«Por parte de la Confederación de Fuerzas Monárquicas se
señala que, como componentes de la misma, representados por lo
tanto en el acuerdo, figuran: “ Los elementos supervivientes de
los antiguos Partidos de la Monarquía” ; “ el sector más importante
de Renovación Española” ; “ la antigua C. E. D. A.” ; “ la Liga
Regionalista Catalana” ; “ el grupo de escritores de la Revista
“ Acción Española” , y otros elementos intelectuales. A esto sigue
una lista nominal de sus personalidades más descollantes y el co
mentarlo: “ La Confederación actúa como una organización clan-
destina, para evitar no sólo las persecuciones contra sus miembros,
sino para no atraer las represalias del régimen sobre las entidades’,
negocios, etc., en que actúan las individualidades confederadas..’
Existe en el exterior una delegación que tiene a su cargo todo lo
referente a política internacional y relación con las fuerzas antito­
talitarias del extranjero” .»
Días después, una nueva nota complementaria, entregada a los
propios destinatarios y de procedencia semejante, aclaraba algunos
extremos en la siguiente form a:
al. El rey no toma parte en las negociaciones entre los gru­
pos políticos, pero conoce, aprueba y alienta todas las actuaciones
de la Confederación de Fuerzas Monárquicas, y en especial la nota
entregada recientemente a las representaciones diplomáticas de
Estados Unidos, Inglaterra y Francia, en Madrid.
«2. La entrevista celebrada entre el rey y el general Franco
el 25 de agosto último, la ida del príncipe de Asturias a España y
las negociaciones que posteriormente puedan celebrarse, tienen
como exclusiva finalidad hacer evolucionar el régimen español
hacia su pacífica liquidación. Con ello, el rey está convencido
de que presta un gran servicio a la democracia y a la paz del
mundo, y hace posible la incorporación de Espana al Bloque anti-
comunista de las Naciones Occidentales, cosa que mientras el ge­
neral Franco ocupe el Poder es imposible o lleno de gravísimos
inconvenientes.
«3. La aproximación del rey al dictador, para la finalidad
expuesta en el número anterior, no es obstáculo para que la po­
lítica de la Monarquía restaurada se inspire en las normas de
conciliación v paz que ha concretado la Confederación de Fuerzas
Monárquicas en la nota entregada, que a su v e z coinc.de con la
que otras fuerzas antitotalitarias han puesto también en conocí
miento de las potencias democráticas. „iiritar
,4. La evolución esbozada por el general Franco a m tou r
una entrevista con el rey, dependerá en máxima parte de 1. actitud
que observen con el dictador las Naciones extranjeras, principal­
mente los Estados Unidos. Si el general Franco se convence de
que mientras esté él en el Poder no hay ayuda, acelerará la evolu­
ción y acabará por dar paso al rey. Si, por el contrario, recibe una
ayuda, principalmente económica, se afianzará en el Poder y la
Dictadura se prolongará indefinidamente.
«Puede asegurarse que de los Estados Unidos depende hoy que
el general Franco se marche o que siga por tiempo indefinido.
aNoviembre, 15 de 1948.» (5).
Leyendo estos documentos a la distancia de diez años, tienen
a la vista de cualquiera muy mediocre importancia; pero enton­
ces, dado el panorama internacional, cobraban apariencias formi­
dables para los conspiradores.
Ahora bien, para cualquiera medianamente observador, iban
acompañados los manejos de tales cosas contradictorias que a los
mismos conspiradores los dejaban perplejos.
Varias páginas dedica el señor Ansaldo a tratar de explicarse
una serie de contradicciones bien patentes, 6Ín llegar a conse­
guirlo.
No queremos abrumar a los lectores con sus cuitas y nos lim i­
tamos a dar constancia de los hechos, lal y como él puede per­
cibirlos :
“ Coincidiendo casi exactamente con la entrega oficial por los
monárquicos del Pacto antifranquista a que anteriormente ee alu­
dió, el nieto de aquel rey expulsado de su Patria, muerto en el
exilio y cuyo cuerpo permanece aún en tierra extraña, llegó a
Madrid, “ finalmente” ...” (6).
Y se pregunta saturado de perplejidad :
« ¿Pero qué maniobra está jugando don Juan? ¿Cómo es po­
sible que, mientras autoriza y anima a los jefes monárquicos más
caracterizados para pactar solemnemente con las fuerzas antifran­
quistas, se entrevista, al parecer amigablemente, con el usurpador
del trono de sus mayores y le entregue su hijo primogénito?», ee

(5) Ansaldo. Obra citada, págs. 430-431.


(6) Ansaldo. Obra citada, pág. 432.
preguntaban propio» y extraños, acosando a mi amo de toda, panes
con semejantes interrogaciones.
«JAN no sabía qué decir, ni siquiera qué pensar. La más ele­
mental lógica de raciocinio parecía indicar que el rey jamás hu-
biera accedido a autorizar la permanencia de su hijo primogénito
en Madrid para satisfacción y provecho indiscutibles de Franco,
ei no hubiera obtenido una contrapartida proporcionada a tal sa-
crificio. Las noticias que llagaban de Estoril revelaban que dele­
gados colaboracionistas del Caudillo visitaban continuamente a Su
Majestad, celebrando con él entrevistas interminables.
«¿A qué conducía todo ello?
«Por un momento pareció presentarse como explicación má9
racional la de una gestión conciliadora de las potencias democrá­
ticas, encaminada a facilitar la transmisión de Poderes, por vía
pacífica, del Dictador al Pretendiente. Esto, aunque improbable,
tal vez hubiera sido provocado por una decisión inmediata de gue­
rra mundial, y en tal caso, resultaba normal que don Juan se en-
tregara a tan alta influencia.
aJAN recordaba, por otro lado, la extraña proposición del di­
putado laborista Follick, al que ya se ha aludido en estas Me­
morias, preguntándose si aquella extravagante idea ofrecer el
Pretendiente al Generalísimo su colaboración para un Gobierno
de ambos—podría haber prosperado.
aTodo eran vacilaciones, interpretaciones, dudas y oscurida­
des...” (7).
Sigue durante páginas haciendo cabalas, para terminar dicien
do que m u c h o s — monárquicos, n a t u r a l m e n t e — “ afirmaban que don
Juan” :
«“ No hay duda que este Borbón es magnífico táctico en polí­
tica: pues mientras con unas palabras y el envío de su hijo a
España entretiene al Generalísimo y posiblemente obtiene promesa
o seguridades de una restauración, por otro lado concierta u
convenio con los antifranquistas españoles, que lo co oca
mundo en la posición indiscutible de restaurador de la democracia
en el país” .» (8).
Y terminaremos con las minucias copiando esto:
«Hemos entrado ya en el año 1949. Las aguas agitadas por las
contradicciones corrientes de aproximación, entre don Juan y las
izquierdas, y don Juan y el Caudillo, fueron calmándose lenta­
mente. Sin embargo, los hechos concretos subsisten.
«Don Juanito—tras algunos días de nuevas incertidumbres en
la opinión española—regresó a Madrid a reanudar sus estudios.
«El convenio monárquico-socialista permanece en pie, reclu­
tando adhesiones y simpatías, cada día más expresivas, en amplias
zonas de opinión. Un Comité de Enlace, con miembros clandesti­
nos en el interior y públicamente conocidos en el extranjero, está
virtualmente ya formado y radicado en París.
«Las inquietudes, terrores y pánicos pintorescos de los supues­
to^ firmantes del Pacto por parte de los monárquicos, se esfuma­
ron o apaciguaron, tras aquellos días álgidos del otoño, en que
nadie podía cruzar la frontera sin ser acusado de haber visitado
a Prieto o de haber firmado el Acuerdo.» (9).
Todo, como apreciarán ustedes, los lectores, muy pintoresco,
pueril y hasta grotesco, si no se tratara de nuestra Patria y de una
tentativa más en su Historia de arrastrarla, primero, a la esclavitud
extranjera, y, luego, a la muerte a manos del Comunismo.
Estas revelaciones de Ansaldo, si algún valor tienen, es el de
constituir una confesión de parte que muestra la profundidad y
altura de la traición encarnada, no en proletarios deslumbrados
por el mito del “ paraíso” comunista y las artes de Moscú, 6Íno
en “ los hombres más representativos, aristocracia, milicia, cultura,
finanzas, de la Monarquía” , demostrada en la firma de ese Pació
con los jefes socialistas...
Calla sus nombres el señor Ansaldo, y no sería difícil para
nosotros adivinarlos; pero delata su calidad : aristócratas, milita­
res, intelectuales, financieros...
Dada su “ clase” , si fuera cierta la teoría “ determinista” de

(8) Ansaldo. Obra citada, pág. 438.


(9) Ansaldo. Obra citada, pág. 442.
Marx, a los de su clase acudirían para pactar contra Franco ;no

nluc61 T D° ’ arÍStÓCrata8’ militare9> intelectuales y fi­


nancieros buscan con ansia su alianza con los marxistas; llamé-
mosles por su nombre, don los comunistas.
Pues, ¿qué es el “ Socialismo'’ ?...
Dígalo su aliado, Prieto:
“Ideológicamente, el Socialismo no discrepa del Comunismo.
Comunista se llamó el Manjiesto de Carlos Marx y Federico En-
gels, síntesis de la doctrina tíoleclivista común a todos los enemigos
del capital.” (10).
¿Razón de tal contradicción?...
Examinémosla en aquellos en que la contradicción parece ser
más tremenda; en los financieros...
Multimillonarios, explotando una Banca y obteniendo unas
utilidades en un porcentaje infinitamente superior al que consigue
cualquiera otra de cualquier nación; utilidades que no podemos
cifrar nosotros, ni nadie, pero que afloran desbordantes en tantas
esquinas de nuestras ciudades ufanando con impudor sus mármo­
les y bronces... Bancos, ni uno solo quebrado, a pesar de la in­
gente y sin par crisis económica provocada por una guerra, como
la nuestra, en cuya pavorosa llama se quemó tanta riqueza nacio­
nal .. ni quiebras ni dificultades en tal Banca; todo lo contrario
— ¡paradoja inexplicada e inexplicable!—, la nación española
queda en quiebra económica y financiera cuando acaba nuestra
Guerra de Liberación... pero Ja Banca está próspera como jamás
y prosigue su marcha ascensional con las fabulosas cifras de sus
balances anuales, hasta llegar a su apogeo actual... Tal es el pro­
digio inenarrable de la Bauca española; una Banca que el 18 de
julio, por todo tener, tenía unos mostradores y unas cajas con
paquetes de pequeños papeles, llamados billetes, títulos y accio­
nes ; aquéllos, sin encaje metálico alguno; éstos, representando
industrias y bienes expropiados por los rojos los más y, el resto,
en peligro de ser expropiados si vencía el Ejército rojo... Aquellos
billetes, títulos y acciones de la Banca, el 18 de julio, financiera y
realmente, no valían en absoluto nada... todo su valor radicaba en
la creencia—crédito—en el triunfo del Ejército nacional; en que
sus hombres, del soldado al general, dieran su vida y su sangre
para salvar la existencia de la Pajtria... la creencia en que vence­
rían concedióles valor a los papeles mojados de la Banca la victo­
ria del Ejército nacional. Y, a costa de torrentes de sangre, lograda
la victoria garantizó su valor... Tal es el hecho auténtico y real.
Pues bien, he aquí al banquero expropiado aliándose con sus
expropiadores en contra de quienes a costa de tanta sangre resca­
taron y dieron valor a sus “ valores” ...
¿Se lo puede alguien explicar?...
Hemos planteado el enigma singular a muchos, pero sin lograr
una lógica respuesta. Por lo ingeniosa y cáustica sólo merece ser
anotada ésta:
«Se alian los banqueros expropiados con los marxistas expro­
piadores en virtud de su afinidad psicológica y por pertenecer a la
misma “ clase” : banqueros y marxistas pertenecen a la misma
clase; a la clase expropiadora; su diferencia única en Occidente
es que los banqueros han expropiado ya y siguen expropiando, den­
tro de la ley, y los marxistas, salvo excepciones, no han expropia­
do aún, pero pretenden expropiar, haciendo previamente la ley
que se lo permita. No hay diferencia esencial ni personal entre
banquero y marxista: son hermanos de clase, de la clase expro-
piadora... por algo azuzó Marx en el Manifiesto: “ Expropiemos a
los expropiadores” ...b
Como explicación ingeniosa es muy brillante.
Pero para nosotros no vale tal afinidad psicológica y de “ clase” ;
porque, desde tiempo inmemorial hasta el de los gangsters, por
mucha que sea la afinidad entre los expropiadores, las bandas riva­
les siempre riñeron y se ametrallaron mutuamente a placer. Y,
por muy de la misma clase expropiadora que sean financieros y
marxistas, constituyen dos bandas rivales, que como las de los
gangsters, debieran ametrallarse y no aliarse...
¿Qué razón puede haber en este pacto entre financieros y mar­
xistas españole*?...
Francamente, lo ignoramos, y lamentamos nuestra ignorancia
pues dañamos cualquier cosa por poder contestar esa pregunta’
Una explicación podría ser que tales financieros fueran maso-
nes. Aun cuando ninguno ha sido visto en “ templos” masónicos in-
digenas y no se halló ficha ni documento para identificarlos como
“ hijos de la viuda” , esto no sería un argumento insalvable en con­
tra de su pertenencia a la Mosonería. Podrían ser miembros de
cualquier Obediencia masónica extranjera; por ejemplo, como
tantos otros personajes podrían pertenecer a la Gran Logia de In­
glaterra. Podría ser así; pero, que conste, lo ignoramos; no de­
cimos que así es, como tampoco que así no sea.
En esa hipótesis ya tendría explicación el pacto financiero-mar-
xista. El masón, cualquiera que sea su clase y categoría, es un per­
petuo engañado por la Masonería. La mayoría de las veces, la gran
masa de los masones no obedece por disciplina ni por coacción a
sus secretos jefes. Sólo una minoría obedece por propio fanatis­
mo ideológico y otra minoiía por chantaje masónico. Y no cree­
mos que un financiero sea propenso a ningún fanatismo ideológi­
co y tampoco creemos que sean muchos contra los cuales pueda es­
grimir la Masonería el chantaje de vicios y tareas inconfesables, o
de delitos ignorados. Desechemos lo excepcional y recurramos a lo
más frecuente, al engaño. Sabemos todos que el capitalista es tími­
do como una liebre; su musa es el miedo a perder su dinero. ¡Oh
dinero!... La Masonería no lo ignora y los puede mover explotando
6U pavor cerval a perder lo que más aman en este mundo y en el
otro, su oro. Pues bien; la Masonería puede haberles hecho creer
que la mejor manera de que no les expropien su dinero es hacién­
dose amigos de los expropiadores, ofreciéndose a la vez de interme­
diaria para zurcir al amistad entre expropiables y expropiadores.
Más aún, descubriéndoles a los financieros que los más importantes
jefes de la banda socialista de expropiadores son masones, por tanto,
hermanos de los grandes financieros, internacionales y que obede­
cerán a la Orden y los tratarán como “hermanos” , el multimillona­
rio puede llegar a la conclusión de que su dinero está más garantiza
do pactando con los expropiadores y dándoles el Poder que temen
dolo aquellos que les deben y les respetan vidas y haciendas...
Es muy propio de la psicología financiera pensar así: “ El Ré-
gimen español actual, ciertamente, respeta y hace respetar mi capi­
tal, pero csía garantía ya la tengo de todas maneras y ocurra lo que
ocurra... es prudente, puesto que no arriesgo nada, hacerme un
seguro contra el siniestro revolucionario... ¡y pacto!”
No es muy moral esta manera de pensar y obrar, cierto; pero
no negará nadie que resulta ingeniosa y muy humana; demasiado
humana...
Ingeniosa y muy humana, exacto; pero a condición de que 1t
Masonería no engañase, como engaña y engañó siempre a estos in­
geniosos... La Masonería es la madre de la Revolución; de la Revo­
lución que tiene como meta final el Esclavismo, llamado Comu­
nismo...
Nada importa que temporalmente lo contenga en tanto no pueda
situar los judíos, a I09 que sirve, en la Jefatura del Estado comunis­
ta... cuando pueda situarlos le abrirá desde dentro las puertas del
Estado a la Revolución comunista, como tantas veces se las abrió a
la Revolución política...
Más debéis conocer vosotros los financieros españoles engaña­
dos por la Masonería: ella no es la gran fautora de la Revolución
tan sólo por un desenfrenado apetito de Poder sumo, del sumo Po­
der, que sólo puede ejercer con el Comunismo, sino que quiere
todo el Poder para acabar con el Cristianismo; porque el Comu­
nismo, en su esencia y realidad, es eso: Anticristianismo.
España es, demostrándolo su Historia, una nación nacida por y
para el Cristianismo... y, siendo así, Judaismo y Masonería no quie­
ren ya que España sea de tal o cual manera; quieren que no sea;
la quieren muerta.
Por eso, señor financiero, en España no hubo jamás límite, tre­
gua ni contención para la Revolución; ni jamás límite, tregua ni
contención le pondrán judaismo y masonería: porque así se lo im­
pone su imperativo má3 categórico; el de su anticristianismo.
Por eso, señor financiero, las combinaciones masónicas, que han
podido tener mayor o menor éxito en ciertos países extranjeros, en
España son pura farsa; una estafa de la que resulta ser víctima el
masón capitalista.
Esa ei una hipotética explicación del pacto financiero-marxista •
desde luego, la más verosímil, aunque no la única.
Existen otras tres, cuya posibilidad no es discutible.
Primera : Que haya poderosos financieros españoles, tenido, por
multimillonaros, que tan sólo sean pobres testaferros de grandes
capitalistas extranjeros y a los cuales obedezcan contra España por
no perder el disfrute de sus pingües comisiones como tales testa-
ferros.
Segunda: Que haya grandes banqueros cuyo capital y solven­
cia nos parezcan fabulosos y, en efecto, que sean pura fábula, y no
resistieran la presentación de un cheque al portador que, sin fe­
cha, está en manos de cualquier judío de la “ City” , como garantía
de préstamo usurario recibido en momento de crisis de su Banco. .
y, naturalmente, tales banqueros obedecerán a quienes pueden arrui­
narlos aunque sea traicionando a su Patria, y
Tercera : Que sean imbéciles; hipótesis ésta no excluíble.
Naturalmente, lectores, los personajes de todas esas hipótesis
•on puramente imaginarios, cualquier semejanza con personajes
vivientes es pura coincidencia.
Lo único afirmado es que hay financieros en España que han
firmado un pacto con los expropiadores socialistas, por otro nom­
bre comunistas; pero esto no lo dice por su cuenta el autor; lo dice
el señor Ansaldo públicamente . a él demandas y querellas.
Pero, ¿quiénes serán esos aristócratas, militares, intelectuales y
financieros que, según Ansaldo, firmaron el pacto con sus futuros
expropiadores?...
No da sus nombres. Tan 6Ólo, sibilino él y un tanto maquiavé­
lico, agrega su perro:
«Hasta en mi propio amo, que en su calidad de franc t^e|2r
como sabemos no ostenta representación monárquica alguna oficial,
recayó la sospecha de ser uno de los firmantes del susodicho com­
promiso. Entre sus papeles figura un recorte de cierto perio ico
portugués, reproduciendo determinada información en que se
atribuye tal cometido, añadiendo: “ Que dada su escasa^ sigm
ción política no puede concedérsele importancia al hecho ».
«Particularmente y por autoridades —no españolas— ha 9Ído
amablemente requerido para aclarar tal especie. Su contestación
acompañada de leve sonrisa irónica, no sin cierto deje de amargu­
ra. fué la siguiente: “ ¡ Qué más hubiera querido yo que tener ca­
tegoría para ello! Mi exaltación únicamente me permite ser “ franc-
tireur” . Por lo demás, documento de tan grave trascendencia, ha
sido suscripto en representación de fuerzas importantísimas por
personajes de elevadísima posición, cuyos nombres no pueden re­
velarse no solamente en atención a los riesgos personales que ello
acarrearía, sino muy especialmente considerando los grandes ser­
vicios que desde los puestos que ocupan pueden, en un momento
dado, prestar a la Causa de la Restauración” » (11).
«M ONARQUICOS» Y SEPARATISTAS

Llegamos al Apéndice, no del “ caniche” del señor Ansaldo, sino


al de sus memorias, que titula “ ¿Hasta cuándo...?” y en el que, “ da­
do al carácter eminentemente político de este epílogo, el autor ha
abandonado la forma literaria de hacer hablar en su nombre al
Caniche Tarín, como ocurre en las Memorias, para utilizar ahora
la forma directa y personal de expresión” (1).
El inspirador contacto de los monárquicos del Pacto con los so­
cialistas continuaba.
«Prieto seguía en San Juan de Luz, enfermo y refunfuñón como
siempre, aunque quizá algo más optimista. El Comité de Enlace
entre las fuerzas antifranquistas del exterior —con exclusión natu­
ralmente de los comunistas— funcionaba en la práctica con regu­
laridad satisfactoria. A ello contribuía grandemente el trato per­
sonal entre emigrados políticos españoles de diversos orígenes, que
apretando lazos de simpatía, atracciones ideológicas y, en último
caso, comunidad de ilusiones, facilitaba cada vez más una fecunda
colaboración, lo que constituía garantía favorable ante una even­
tual transformación en la situación política que indudablemente ha­
bría de convertir a algunos de los desterrados de hoy en los gobei-
nantes de mañana» (2).

(1) J. A. Ansaldo: ¿Para q u é...?, pág . 448.


(2) Ansaldo: ¿H asta cuándo...? Epílogo de ¿Para qué...?, pág. 466.
anti - esta Ra 1069.— 11.
Y, sin transición, en las línea® siguientes, el señor Ansaldo
agrega:
“ Pilaron tuvo la suerte de visitar en Irún al Infante don Alfon­
so de Orleáns, que a duras penas y con motivo de la enfermedad
de su madre, la infanta doña Eulalia, había logrado abandonar por
unos días su seniiprisión de Sanlúcar de Barrameda, en la punta
meridional de la Península.
»Para entonces, las memorias de Tarín estaban ya terminadas
y el infante, tan mezclado en los acontecimientos a que ellas se
refieren, pudo leerlas rápida pero concienzudamente. Cuando la
viajera regresó de Irún — en la frontera hispanofrancesa— pudo
transmitirme, con un abrazo cariñoso de mi antiguo general, la
cordial expresión de su constante compenetración, simpatía y afec­
to...» (3)
Como podemos ver, estos “ semiprisioneros” y estos conspirado­
res, tan sometidos están a la tiranía policíaca que pueden pasar y
repasar las fronteras españolas, entrevistarse con el Infante “ cons­
pirador” —“ tan mezclado en los acontecimientos que en las Memo­
rias se refieren”— y con Prieto, no menos mezclado, con entera
libertad, y sin pasarles nada en absoluto.
Como la cosa más natural del mundo, con su ingenuidad congé-
nita, seguidamente Ansaldo nos revela:
«Por primera vez tuve ocasión de conversar larga e íntimamen­
te con José Antonio de Aguirre, en un encuentro casual en casa de
Monzón. Me imagino los aspavientos que en muchos de inis anti­
guos amigos y compañeros producirá la noticia de esta entrevista.
Porque en la España de Franco, como ya sabemos, a pesar de su
monopolio oficial del catolicismo, ni la caridad cuenta, ni el olvido
existe, ni el adversario es prójimo, ni las ofensas se perdonan, ni
los hombres 6on seres humanos y el odio inextinguible e implacable
se fomenta y se canta como esencia misma del régimen y de la
Patria.» (4)
Hemos dejado íntegra la precedente lirada de insultos, con los
ouale9 pretende el señor Ansaldo defenderse de los que teme caigan

(3) Ansaldo. Obra citada, pág. 467.


(4) Ansaldo. Obra citada, pág. 367,
íobre A) por su alianza con el separatista ‘"Presidente Vasco», A*m.
rre. Y lo teme con m otivo.

En el curso de su, Memorias ha invocado varias veces la me


mona del protomártir José Calvo Sotelo para cubrirse con su ex-
oelso patriotismo en sus ataques al Régimen español. Naturalmen-
te, el señor Ansaldo, expresa y tácitamente, pretende hacer creer
que sigue profesando loa mismos ideales por lo, que dió su vida el
protomártir. Pero quiere olvidar que Calvo Sotelo, en inmortal
frase, dijo a todos sus seguidores:

Prefiero una España roja,


antes que una España rota.

E6o y muchas cosas más ha de haber olvidado e9te laureado mi­


litar Ansaldo para poder estrechar la mano del separatista “ Presi­
dente Vasco” , Aguirre, llegando a pactar con él; porque pactar
con un separatista, con quien se siente no español y es antiespañol
inmediata o mediatamente, se quiera o no, ee sepa o no, es ir dere­
cho a la traición a la Patria.
Hemos dejado, como decimos, íntegra e9a tirada de imprope­
rios lanzados por Ansaldo contra cuantos no perdonamos a los trai
dores separatistas, como tampoco a los marxistas, porque conta­
giado de un fariseísmo que no se ha cocido en su elemental discer­
nimiento, apela al Catolicismo para lanzarnos una especie de re­
ligioso anatema.
Se trata de José Antonio Aguirre, el “ Presidente Vasco ’, título
que Je reconoce Ansaldo en el siguiente párrafo. Es el jefe reco­
nocido y oficial de los que quieren una España rota, premisa de la
España asesinada por la Bestia comunista, su aliada, y avudaudo
a la cual I09 separatistas que le obedecían vertieron a torrentes la
sangre española. Y es evidente, derrotados y durante tantos años
en el exilio, su odio a España no se ha extinguido y apelaron y
apelan a todos los medios y alianzas para volver a ensangrentar a
España y lograr despedazarla. No está ninguno arrepentido, siguen
siendo enemigos de la Patria.
Así son aquellos a quienes no perdonamos los que no renegamos
del patriotismo por ningún motivo ni causa, y por lo cual Ansa >
invocando no sabemos qué Catolicismo, trata de abrumarnos con
una especie de “ anatema” .
Vamos a ver, señor Ansaldo... ¿qué precepto cristiano nos pres*
cribe a los católicos perdonar políticamente a los enemigos de nues­
tra Patria, en tanto sigan siendo sus enemigos?...
¿Qué confusión de órdenes es esa, señor Ansaldo?... Eso es
involucrar el orden religioso con el político; y tal cosa jamás la
pretendió nuestra Iglesia.
El no matarás del precepto divino, desde su promulgación en el
Sinaí, jamás prohibió matar al enemigo de la Patria; e igualmen­
te, la obligación del cristiano de “ perdonar al enemigo” jamás com­
prendió el perdón del enemigo de la Patria.
Nosotros, los cristianos, no podemos matar a nuestros enemigos
personales y debemos perdonarlos; y llevando al extremo ambos
preceptos, ni siquiera nos sentimos con derecho a matar al enemigo
de la Patria por propia iniciativa, sin orden de la jerarquía que su
autoridad encarna. Esa es, señor Ansaldo, la doctrina católica, y
no ninguna otra, por mucho que el fariseísmo y la falacia quieran
crear confusionismos. Nadie, absolutamente nadie, por alta que
sea su potestad religiosa, puede imponer o exigir que un cristiano
perdone a los enemigos de su Patria.
Tanto es así, que a ningún patriota español se le ocurrió jamás
pedir, y menos exigir, a la Jerarquía de la Iglesia, que condenase
a los separatistas que fueran o dijeran ser católicos; ni siquiera
cuando tales separatistas, para conseguir despedazar a España, se
alian con masones, marxistas y anarquistas, fanáticos antiteos, sa-
crílegos, asesinos de sacerdotes y cristianos por el 6olo hecho de
serlo...
Al enemigo de la Patria no lo puede perdonar el patriota en
tanto enemigo 6ea...; el perdón del patriota depende siempre del
propio enemigo; lo conseguirá en el instante que deje de serlo.,
y no han dejado de serlo Aguirre y sus separatistas.
En tanto, resulta farisíaco apelar a nuestro catolicismo... Nues­
tro catolicismo, que no exige ni puede exigirnos perdonar a los ene­
migos de la Patria; eso sí, sean los que sean, separatistas, masones
o marxistas, por ser criaturas de Dios, nos impide represalias y
venganzas Personales ; y ahí están, señor Ansaldo, miles de ase
sinos mdultados paseándose libremente por campo,, p j ^
ciudades de esta España católica, rozándose todos los días con pa
dres, esposas, hijos y hermanos martirizados por ellos, y nue pre-
senciaron cómo ferozmente martirizaban y asesinaban a su, espo­
sos, padres, hijo, y hermanos esos mismos asesinos; pues bien,
señor Ansaldo, a usted le consta que ni uno solo de eso, asesino^
indultados —y son decenas de miles- ha sido víctima de la ven­
ganza de los familiares de aquello, que asesinaron los indultados.
Esto es lo que puede exigir y exige nuestro Catolicismo: perdonar
al criminal, por horroroso que sea el crimen cometido por él con-
tra nosotros o los nuestros; y perdonados están, como toda Es­
paña lo demuestra. Pero exigirnos el perdón del enemigo de la
Patria, eso ni pudo exigirlo el Catolicismo, ni lo podrá exigir
jamás... ¡Y al diablo los fariseísmos!
Sigamos con el relato, aunque debamos reprimir el asco; y he
aquí la “ honorable y patriótica” escena de la despedida de Ansaldo
del empedernido separatista vasco:
«“ ¡Hasta mediados de marzo, en Nueva York!” —exclamó el
Presidente vasco al despedirse. Contesté: “ Te aseguro que haré
cuanto pueda por conseguir que algún monárquico de categoría
apropiada para ello coincida allí contigo en dicha fecha, y en este
caso es muy posible que en su compañía nos encontremos nueva­
mente para laborar, de común acuerdo, en el problema inmediato
que tanto nos interesa” .
aAunque este propósito no llegó a convertirse en realidad, se­
gún más adelante veremos, seguimos paso a paso los éxitos obte­
nidos por el “ Lendakari” en su recorrido, que culminaron con la
inauguración del Hogar Vasco de Caracas».
aEn Cuba, México y Estados Unidos desarrolló Aguirre una ac­
tividad política eficiente y de gran trascendencia, por la que todos
los españoles anti-franquistas debemos estarle íeconocidos.
«Con su doble representación de perseguido por el dictador y
de católico cien por cien, poseí» calificaciones excepcionales para
desbaratar la leyenda que pudiéramos llamar blanca , presen­
tando a tanto anti-franquista como comunista o comunistoide» (5).
¡Este Ansaldo es un tesoro!
fía empezado por invocar el Catolicismo para tratar de excul­
parse del antipatriotismo que supone su contubernio con el sepa­
ratismo, y a la vez para “ excomulgarnos ’ por no peraonar a estos
enemigos de nuestra Patria; y ahora, a renglón seguido, nos da el
testimonio inefable de que :
Aguirre, “ con su... representación de católico cien por cien,
poseía calificaciones excepcionales para desbaratar la leyenda...
presentando a todo anti-franquista como comunista o comunistoide” .
De manera que el Catolicismo, según Ansaldo y Aguirre, su fla­
mante aliado, debe servir simultáneamente para estas dos cosas:
Una, para que nosotros los españoles, en virtud de nuestro Ca­
tolicismo, perdonemos a los separatistas.
Otra, para que los separatistas, en virtud de su Catolicismo,
desbaraten la creencia de que los antifranquistas son “ comunistas
o comunistoides” .
He aquí un fariseísmo maquiavélico, que pretende hacer del
Catolicismo un arma política de doble filo, pero que por los dos
hiere a España... Por uno, quiere anestesiar la sensibilidad patrió­
tica de los católicos españoles con la confusión del perdón del ene­
migo personal con el perdón del enemigo de la Patria, para que
desarmemos, abandonemos la beligerancia, y el enemigo, en alian­
za con todos sus otros enemigos — aunque sean también éstos ene­
migos del Cristianismo— , puedan penetrar en la nación para vol­
ver a intentar asesinarla.
Por el otro filo del arma, el presunto y decantado catolicismo
del separatismo trata de hacer desaparecer el horror suscitado en
todo el mundo católico por los espantosos sacrilegios, martirios y
asesinatos cometidos por sus aliados comunistas, socialistas, anar­
quistas y masones en las personas de tantos obispos, de miles y
miles de sacerdotes, religiosas y religiosos, a fin de llegar a des­
mentir tan monstruosa realidad histórica, para que naciones y ma­
sas cristianas extranjeras apoyen a esta masa de anticristianos a?:r-
sinos en sus intentos de volver a exterminar a los cristiano, espa-

Y a desmentir la horrorosa verdad del anticristianismo total de


los enemigos de España y de su Régimen actual va por tierras ex­
tranjeras esa exigua fracción confesional del separatismo vasco-
una gota de agua en el rojo y ateo mar de los anticristianos asesinos
de España.
Mezclan ellos y su aliado y portavoz actual, Ansaldo, política y
Religión, en pérfido confusionismo. Nos repugna entrar en tal te­
rreno, pero ya que apelan los enemigos de nuestra nación a la Re-
ligión para desarmar a los católicos defensores de la Patria, y
también apelan a ella para enmascarar el anticristianismo de su
inmensa mayoría comunista, masónica, socialista y anarquista, va*
mos a entrar decididos en ese confusionismo con denuedo y claridad
Es un hecho que la Iglesia Católica no condena ni puede con­
denar cualquier nacionalismo separatista en sí. Es así, porque con­
sidera rectamente que todo separatismo, como tal, es exclusivamente
político, y, por lo tanto, independiente de la Religión, y negocio
exclusivamente humano, donde puede la libertad de cada hombre
decidir con independencia de su calidad cristiana.
Creemos haber expresado en el punto precedente, con toda sen­
cillez y claridad, la doctrina de la Iglesia sobre los nacionalismos
separatistas. Y que conste : como cristianos y patriotas nada opone­
mos contra ella y aceptamos plenamente y sin reserva mental de
ningún género su dictado. No creemos que ningún nacionalista
separatista pueda exigirnos más.
Ahora bien, esa doctrina de la Iglesia Católica, por suya, es
universal, y afecta y se refiere al nacionalismo separatista en gene-
ral, abstracto, diríamos químicamente puro, sin prejuzgar de nin­
gún modo tal o cual nacionalismo separatista con cualquier
cación, objetividad y efectividad. ¿se atreverá nadie a negarlo.
Concretam os la generalización interrogando asi:
¿Se inhibe y puede inhibirse la Iglesia frente al nacionalismo se-
paratiata profesado por católicos c u a n d o , ta
realidad concreta, por su implicación, objetivé J
B pasar de su catolicismo subjetivo, resulta ser an ícr
Naturalmente, como católico tenemos una respuesta para la
interrogación precedente. Pero, respetuosos con la autoridad de
la Jerarquía, la silenciamos, en espera de su contestación.
Sólo entraremos a dilucidar si el supuesto anticristianismo de
un nacionalismo separatista católico dado es real y vigente, y no
una mera hipótesis racional. Más aún: vamos a demostrar que e9a
fracción del nacionalismo vasco, confesionalmente católica , es
anticristiana.
Creemos que nadie podrá discutir la autoridad de un Lenin y
un Stalin en Comunismo. Ellos nos hablarán de nacionalismos se­
paratistas :
«No se puede, en la hora presente, limitarse a reconocer o a
proclamar simplemente la aproximación de los trabajadores de las
diversas naciones. Lo que importa es proseguir la realización de
la más estrecha unión de todos los movimientos de emancipación
nacional (separatistas) y colonial con la Rusia de los Soviets, dán­
dole a esta unión formas correspondientes al grado de desarrollo
del movimiento comunista en el seno del proletariado de cada país
o del movimiento libertador (separatista) democrático burgués de
los obreros y campesinos de nacionalidades atrasadas.
«Es necesario que todos los partidos comunistas presten un con­
curso directo a los movimientos revolucionarios de las naciones
dependientes o lesionadas en sus derechos, por ejemplo a Irlanda,
a los negros de América, etc., y los de las colonias» (6).
¿Ordenaba Lenin a la Internacional Comunista su alianza con
los nacionalismos separatistas y con los movimientos separatistas de
las colonias por mero amor a la libertad e independencia de pueblos
y naciones?... ¿Cómo él, comunista, enemigo de la existencia de
toda nación independiente y partidario de la UNIDAD TOTAL de
todas en una Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas mundial (7)
ordena luchar a los comunistas unidos a todos los separatistas para
multiplicar el número de naciones independientes?... ¿Acaso Lenin,

(6) Lenin: Oeuvres choisies. Premiére ébauche des themes sur les
questions nationale et coloniale, pour le IIé Congres de l’Internationale
Commumste. II, págs. 796-797.
(7) Lenin: Obra citada, pág. 796.
tan “ católico” , lo hace para independizar la católica Irlanda de la
protestante Inglaterra?... manda de la
Solo una simple aclaración como respuesta: los comunistas de­
berán aliarse con los separatistas y luchar para dar la independen-
cía a toda minoría nacional y a todas las colonias fuera de la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas; pero, dentro de las fronteras
del Estado Comunista, aplastarán todo movimiento nacionalista y
exterminarán a los separatistas.
¿Por qué, entonces, la alianza de la Internacional Comunista y
de la Unión Soviética con todos los separatistas exteriores?
Lenin responde:
*E1 resultado de la lucha (el triunfo del Comunismo en el
mundo) depende finalmente de que Rusia, India, China, etc. for-
man la inmensa mayoría de la población que, desde hace algunos
años, ha sido arrastrada con una velocidad increíble a la lucha por
su liberación; a este respecto, no puede haber una sombra de
duda en cuanto al resultado final de la lucha universal. A este res­
pecto, la victoria del Socialismo (para Lenin, Socialismo es sinóni­
mo do Comunismo) está plenamente asegurada» (8).
Es decir, el triunfo del Comunismo está asegurado porque los
países dependientes y coloniales, como China, India y los demás,
lucharán por su independencia, unidos a la Unión Soviética, que
aprovechará la victoria para imponer el Comunismo al mundo
entero.
Stalin, con más tiempo y más medios que Lenin, dentro de su
misma h'nea, fué aún más claro.
Leamos unos pequeños fragmentos de lo mucho que escribió
eobre los nacionalismos separatistas y el Comunismo.
«... el problema nacional ha dejado de ser un problema par
ticular e interno de los Estados, para convertirse en un problema
general e internacional, en el problema mundial de liberar a los
pueblos oprimidos de los países dependientes y de as co onia
del yugo del imperialismo.
«El problema de las naciones oprimidas se ha convertido en e

(8) Lenin: Obra citada, vol. II. p á e 1045


mieux, artículo publicado en “ Pravda , núm. 49, 4
problema (le apoyar y ayudar, ayudar de un modo real y constante,
a las naciones oprimidas en su lucha contra el imperialismo, por
la verdadera igualdad de las naciones, por su existencia indepen­
diente como Estados.
«El leninismo ha demostrado, y la guerra imperialista y la Re­
volución rusa lo lian corroborado, que el problema nacional sólo
puede resolverse en relación con la Revolución proletaria y a base
de ella, que el camino del triunfo de la Revolución en Occidente
va, a través de la alianza revolucionaria, con el movimiento de li­
beración de las colonias y de los países dependientes contra el im­
perialismo. El problema nacional e9 una parte del problema gene­
ral de la Revolución proletaria, una parte del problema de la dic­
tadura del proletariado.
«Esto no significa, naturalmente, que el proletariado deba apo­
yar siempre y en todas partes, en todos y cada uno de los casos con­
cretos, todo movimiento nacional. De lo que se trata es de apoyar
aquellos movimientos nacionales encaminarlos a debilitar, a de-
rrumbar el imperialismo, y 110 a reforzarlo y mantenerlo.
«“ Las distintas reivindicaciones de la democracia — dice Lenin-
incluyendo la de la autodeterminación nacional, no son algo abso­
luto, 6Íno partículas de todo el movimiento democrático (hoy, so­
cialista) mundial. Puede suceder que, en un caso dado, lo parcial
se halle en contradicción con lo general; en casos tales hay que
desecharlo” . (V. Obras Completas, t. X IX, págs. 257-258.)
«Así se plantea el problema en lo que se refiere a los distintos
movimientos nacionales y al posible carácter reaccionario de estos
movimientos; siempre y cuando, naturalmente, que no se los en­
foque desde un punto de vista formal, desde el punto de vista
de los derechos abstractos, sino en un plano concreto, desde el
punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario.
olro tanto hay que decir en lo que se refiere al carácter
revolucionario de los movimientos nacionales en general. El ca­
rácter indiscutiblemente revolucionario de la inmensa mayoría do
lo» movimientos nacionales es algo tan relativo y peculiar como lo
es el posible carácter reaccionario de algunos m ovim ientos n a cio ­
nales concretos. El carácter del movimento nacional, bajo las
condiciones de la opresión imperialista, no presupone en modo
-gt-no, forzosamente, la existencia en el movimiento de elemento,
proletarios, la existencia de un programa revolucionario o repu­
blicano a que obedezca el movimiento, la existencia en éste de una
base democrática. La lucha mantenida por el Emir de Afganistán
por la independencia de su país es una lucha objetivamente revolu-
cionaria, a pesar de las ideas monárquicas del Emir y de sus se­
cuaces, pues esta lucha debilita, descompone, socava los cimientoa
del imperialismo... La lucha de los comerciantes y de los intelec­
tuales burgueses egipcios por Ja independencia de Egipto es, por
las mismas causas, una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar
del origen burgués y la denominación burguesa de los líderes del
movimiento nacional egipcio y a pesar de que están en contra del
socialismo; en cambio, la lucha del Gobierno laborista inglés por
mantener la situación de dependencia de Egipto es, por las mismas
causas, una lucha reaccionaria, a pesar del origen proletario y de la
posición proletaria de los miembros de este Gobierno, y a pesar
de que están “ en pro” del socialismo. Y no digamos el movimiento
nacional de otros países coloniales y dependientes mayores, como
la India y China, cada uno de cuyos pasos en la senda de la libe­
ración, aun cuando infrinja las exigencias de la democracia formal,
representa un mazazo asestado contra el imperialismo, es decir, un
paso indiscutible revolucionario.
«Para resolver el problema nacional, el leninismo parte de los
principios siguientes:
«Los intereses del movimiento proletario en los países desarro-
liados, y del movimiento de liberación nacional en las colonias, exi­
gen que estos do, aspecto, del movimiento revolucionario se unan
en un frente común contra el enemigo común: contra e niperia
lismo;
«La clase obrera, en los países desarrollados, no puede triun­
far, ni los pueblo, oprimidos pueden liberarle del yugo del Impe-
rialismo sin la formación y consolidación de un frente revohiuo-

“ T e T S : , . revolucionario genera, no
proletariado de la» naciones opresoras no presta un p .
y resuelto al movimiento de liberación de los pueblos oprimidos
contra el imperialismo “ de su propia patria” , pues “ no puede ser
libre el pueblo que oprime a otros pueblos” (M arx);
«Este apoyo significa el sostener, defender y llevar a la práctica
la consigna del derecho de los pueblos a separarse y a existir
como Estados independientes;
«Sin poner en práctica esta consigna será imposible lograr la
unificación y colaboración de las naciones en una sola Economía
mundial, que constituye la base material para el triunfo del so­
cialismo ;
«El Comunismo sabe que la unificación de los pueblos en una
6ola Economía mundial sólo es posible sobre la base de la confian­
za mutua y del libre consentimiento, que el camino hacia la forma­
ción de la unión voluntaria de los pueblos pasa a través de la
separación de las colonias del “ todo único” imperialista y de su
transformación en Estados independientes.
«He aquí lo que dice Lenin acerca de los dos aspectos de esta
labor del Comunismo para educar a los obreros en el espíritu del
internacionalismo:
«“ Esta educación .. ¿puede ser Concretamente igual en las gran­
des naciones opresoras que en las pequeñas naciones oprimidas, en
las naciones anexionistas que en las naciones anexionadas?
«“ Evidentemente, no. El camino que lleva al objetivo común,
hacia la completa igualdad de derechos, hacia el más estrecho
acercamiento y la ulterior fusión de Codas las naciones, sigue aquí,
evidentemente, distintas rutas concretas... Si el socialdemócrata de
una gran nación opresora, anexionista, partidario de la fusión de
las naciones en general, se olvida, aunque sólo sea por un instante,
de que “ su Nicolás II” , “ su” Guillermo II, Jorge V, Poincaré y
otros abogan también en favor de la fusión con las naciones pe­
queñas (por medio de las anexiones), de que Nicolás II aboga en
favor de la “ fusión” con Galitzia, Guillermo II en favor de la
fusión con Bélgica, etc., ese socialista resultará ser, en teoría,
un ridículo doctrinario, y en la práctica, un auxiliar del Impe­
rialismo.
c El centro de gravedad de la educación intemacionalista de
los obreros de los países opresores tiene que estar •
en la propaganda y en la defensa de la Ubertad
a.. « oP„ r , s ,„ „ „ „ „
derecho y el deber de despreciar y calificar de inperialistas y
canallas a los socialistas de las naciones opresoras que no desplie
guen una propaganda de es,e tipo. Es ésta una exigencia incondi-
cional, aunque el caso de la separación no pueda darse y “reali-
zarse” antes del socialismo más que en el uno por mü de los
casos...”
a“ Y, a la inversa, los socialdemócratas de las naciones peque
ñas deben tomar como centro de gravedad de sus campañas de agi-
tación la segunda parte de nuestra fórmula general: “ unión volun­
taria” de las naciones*’.
a“ Gentes que no han penetrado en el problema encuentran “con­
tradictorio que los socialistas de las naciones opresoras insistan
en la libertad de separación” , y los socialistas de las naciones
oprimidas en la libertad de u n i fi c a c ió n Pero, a poco que se re­
flexione, se ve que, partiendo de esta “ situación dada, no hay ni
puede haber otro camino que lleve al internacionalismo y a la
fusión de las naciones” . (Obras Completas, t. XIX, págs. 261-
262.)» (9).
Clara y brutalmente dice Stalin —y hoy practica Kruschev—
que el apoyo del Comunismo a cualquier separatismo del mundo
tiene como fin debilitar a las grandes naciones con las cuales ha
de luchar para imponerle a la Humanidad entera el Esclavismo,
llamado Comunismo, y más fácilmente vencerlas.
Vencidas las grandes naciones, las pequeñas, esa constelación
de atrasados y débiles Estados, cuya independencia lograron con
el apoyo de Moscú, serán esclavizadas fatalmente y con suma fa­
cilidad en esa que llama Stalin '"fusión de naciones ; cuyo pn>to
tipo viviente es la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas"...
Eslo, y más, lo dice Stalin en 1924, en sus conferencias dada,
en la Universidad Sverdlov, de Moscú...
Lo decía doce años ante, de que el nacionalismo separatista
vasco, con su fracción confesionalmente católica , se a lase co
el Comunismo contra España... Y fuera tal nacionalismo separatis~
ta “ católico” —Slalin dixit—- “ objetivamente revolucionario”
Objetivamente comunista.
Porque ese nacionalismo separatista católico debilitabaf luchan­
do contra él, al Ejército anticomunista español, y, por lo tanto,
luchaba en favor del triunfo del Comunismo en España.
¿Sólo en favor del triunfo del Comunismo en la España tra­
zada por la geopolítica separatista?.
No; luchaba para la instauración del Comunismo en la España
total, incluido el país vasco; porque, de haber sido derrotado el
Ejército Nacional español, e instaurado el Estado Comunista, como
premisas y testimonios demuestran... ¿hubiera respetado tal Es-
tado Comunista la independencia del aEstado Vasco” , capitalista y
católico?..
Según Lenin y Sstalin, después del triunfo del Comunismo, lo­
grado gracias a su alianza con los separatismos, la “ unificación” , la
esclavización de las naciones vencidas o aliadas ee fatal.
¿Hubiera hecho Moscú una excepción a favor del “ Estado Vas­
co” , respetando su independencia?... ¿Por qué?... ¿Por católico y
capitalista?... El mapa europeo da la infame respuesta del Comu­
nismo a los torpes o ingenuos capaces de creerlo.
Aparte de la conclusión a que se ha llegado con respecto al na­
cionalismo separatista en general, y al nacionalismo separatista
vasco en particular, de que todos ello 9 son 'objetivamente comu­
nistas, otra realidad se da en la fracción confesional católica del
separatismo vasco.
Al ser esta fracción, como todo separatismo, objetivamente co­
munista, coexisten en la misma un cristianismo subjetixH) y un
antierintianismo objetivo, y sus militantes 6on subjetivamente cris­
tianos y objetivamente anticristianos... ya que, al ser objetivamen­
te comunistas, han de ser objetivamente anticristianos, porque el
Comunismo, por antiteo y antihumano, es Anticristiano.
Implícitamente, ya estaba condenado el moderno Comunismo,
en línea eu condena con la del Ebionismo, comunismo, la primera
herejía declarada por la Iglesia Apostólica. Hoy esta formal, no­
minal y solemnemente condenado.
Y preguntamos : el nacionalismo separalieta, siendo él objeté
vamente comunista, es decir, objetivamente anticristiano, ; puede ger
él subjetivamente católico?..
El que no sepa qué es, y el que no quiera ser objetivamente
comunista, objetivamente anticristiano, ¿lo exime de condena re­
ligiosa, y puede seguir dándose en él esa monstruosa aberración
de ser a la vez subjetivamente cristiano y objetivamente anticris­
tiano, sin canónica condena previa y autorizada advertencia?
Planteemos el problema, pero negándonos a nosotros mismos
autoridad y ciencia, 110 lo resolveremos públicamente.
Sin duda, es fácil intuir cuál sería nuestra respuesta. Mucho
agradecerá el autor, en sumiso católico, que alguien con autoridad
suficiente le dijera cuál ©s la respuesta jerárquica de la Iglesia.
PINTORESCAS REVELACIONES

Sin el menor preámbulo:


«Paralelamente a la marcha de tales acontecimientos, la labor
“ facilitadora” del advenimiento de “ aquellos” que todos esperaban
continuaba discreta y eficiente.
«El ex embajador K... y el conde de... ultimaron, en colabora­
ción con nosotros, lo que pudiera llamarse el guión director de de­
terminada maniobra, como posible detonador que pusiera en mar­
cha el complicado piecanismo que habría de producir la elimina­
ción de Franco.
«Insistamos sobre los elementos fundamentales que la conE-
tituían.
«Dado el ambiente propicio al “ apartamiento pacífico” del dic­
tador, únicamente interesaba llevar el convencimiento absoluto a
la mente de los ejecutores de la operación de que: “AMERICA NO
RESPALDABA AL CAUDILLO, Y QUE, DESEANDO SU CAIDA,
SINCERAMENTE APOYARIA A UN REGIMEN NORMAL QUE
LO REEMPLAZARA, ABRIENDO A ESPAÑA LA PUERTA DE
LA COMUNIDAD OCCIDENTAL, CON SUS CORRESPONDIEN­
TES VENTAJAS MORALES Y MATERIALES” .
aDesignada la lujosa mansión que habría de ser marco apropia­
do para el desarrollo de la escena, fueron elegidos los personajes
qu« en ella habrían de intervenir. En términos de arte dramático,
podríamos describirlos como sigue :
ANTI-ESPAÑA 19 69 .— l í .
«Un opulento marqués, financiero y político, en el papel de
anfitrión.
«Un antiguo ministro y embajador, de renombre mundial.
«Otro ex ministro monárquico, gran señor, jovial e inteligente.
«Dos populares tenientes generales del Ejército franquista, auda­
ces, proselitistas y con mandos de considerable importancia.
«El encargado de negocios en Madrid de un gran país.
«Semanas y semanas esperé la nota telegráfica que, en clave
convenida, debería anunciar la ejecución de la maniobra “ C” ,
según había sido aquélla bautizada».
Por fin hubo de modificarse — descendiendo ya de lo dramático
a lo “ vaudevillesco”— la técnica requerida, ya que, al igual que
en la historieta de “ el lobo, la cabra y la col” , todos y cada uno de
los “ actores” indispensables eran, a su vez, incompatibles con uno
por lo menos de los restantes, con lo cual el rigodón conspiratorio
fallaba indefectiblemente. Pero la imaginación de los principales
interesados discurrió un plan secundario y en el que, como en
ciertas farsas teatrales, el escenario, dividido en do9 partes —come­
dor suntuoso y salón confortable— , permitiría a los generales es­
cuchar desde determinada pieza cuanto en la contigua se mani­
festara...
a¿Ha llegado a celebrarse esta entrevista “ sui generis” ? No lo
sabemos aún a ciencia cierta, pero fundadamente sospechamos que
no, y también que entre los “ invitados” a la misma, el que a “ última
hora” hubo de excusarse no fué ni general, ni aristócrata, ni ex em­
bajador. ..
«¡La pelota está aún en el tejado, y reunir — incluso con un
tapiz separador— a seis personajes, no parece empresa irrealiza­
ble!» (1).
El mismo Ansaldo, a pesar de su embotamiento mental para
percibir el ridículo, no puede ocultar, en la escena proyectada o
representada, su aspecto grotesco.
Por nuestra parte, ni el menor comentario; dejamos la escena
tal y como nos la ilumina el narrador. No sabríamos nosotros pro­
vocar mayor hilaridad ni mayor asco...
Asistiera o no ese supuesto “ encargado de negocios de „ „ gran
F , ’ e, kpr0yec,° ’ ias gest,°nes y el ac'°> caso de haberse cele-
brado, debieron producir en él risa, y también asco...
Y el resultado no dejó de producirse:
aUn día, quizá la antevíspera del fijado para la reunión a que
acabamos de referirnos —concretamente, el 16 de enero de 1950—,
surgió por las ondas el texto de una carta del senador Connally
dirigida al secretario de Estado nortemericano. En ella, el presi­
dente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado rompía una
lanza en favor de la reanudación de relaciones diplomáticas com-
pletas entre los Estados Unidos y la España franquista.
«Acostumbrados como estábamos a semejantes manifestaciones,
no nos intranquilizó demasiado esta última, aunque tampoco pode­
mos afirmar que fuera de nuestro agrado. La verdadera bomba ex­
plotó algo mas tarde. Acheson, el mismo hombre que tan decidida­
mente había descrito al régimen franquista como un Gobierno fas­
cista y dictatorial, en misiva extensa y retorcida, anunciaba públi­
camente el propósito del Gobierno americano de apoyar, en la pri­
mera reunión de las Naciones Unidas, la anulación de la recomen­
dación de diciembre de 1946, que aconsejaba la retirada de los
Jefes de Misiones diplomáticas de la España de Franco.
«El primer efecto fué mortífero para los antifranquistas» (2).
Después de referir el efecto del impacto, Ansaldo. recogiendo
sin duda opiniones de sus mentores, las hace suyas, y se dedica con
toda naturalidad a dar lecciones de política internacional en rela­
ción con España, y hasta en relación con China, a la diplomacia
norteamericana... ¡ Sin comentarios! .
Sigamos con sus revelaciones, que es lo único que puede inte
resarnos algo :
«.. un grupo de monárquicos decididos y entusiastas deposita­
ban, ante el representante del pueblo ameiicano en Madrid,^
protesta escrita contra la categórica afirmación a que nos íenim
refiriendo. Al frente de los que con este motivo fueron encarce­
lados más tarde figuraba la duquesa de Valencia, personaje co-
nocido dentro y fuera de España, y que, por lo tanto, no precisa­
mos presentar al lector» (3).
Protestaban de que el Estado norteamericano, al que tanto ha­
bían adulado para que derribase al Régimen español y les restau­
rase la Monarquía, no accediese a sus demandas, y, en uso de 6u
pleno derecho, realizase la política que, a su entender, servía los
intereses de Norteamérica. Un poco de inteligencia y una pizca de
pudor no les vendría mal a los que mendigan a las puertas de las
Embajadas extranjeras. Quien mendiga queda incapacitado para
criticar al que limosna le p id ió; esta es una decencia que no ignora
ningún pordiosero español.
«Ante la ofensiva del 6uper-embajador Lequerica en Norte­
américa, que por fin parecía poderse apuntar un “ round” de im­
portancia, las fuerzas antifranquistas decidieron enviar allí una
comisión con amplios poderes para en entrevistas, conferencias,
conversaciones y otra9 actuaciones similares desbaratar el vacilante
edificio falangista, débil por esencia al estar asentado sobre ci­
mientos de falsedades y de engaños» (4).
Dejamos la noticia con su pintoresco léxico; en su metáfora
dice que los enviados iban a “ desbaratar el vacilante edificio fa­
langista... asentado sobre falsedades y engaños” ... Naturalmente,
engaños de que eran víctimas los gobernantes americanos, precisa­
mente a los que acudían los visitantes para desengañarlos... Es una
manera como cualquier otra de llamarles tontos a esos gobernan­
tes, los mismos que acuden a ellos en demandantes... ¡muy hábil
e inteligente!
aEra necesario, para que dicha visita produjera un rendimien­
to efectivo, que en ella figurara por lo menos un monárquico, ya
que, fatigados los países democráticos de esperar tanto, considera­
ban necesaria una fórmula de avenencia de amplia base, que sin
la presencia monárquica no solamente perdía en eficiencia exterior,
sino fundamentalmente en posibilidades tácticas de acción inme­
diata en el interior del país.
«Todo el mundo estaba conforme en ello, y desde luego los mo-

(3) Ansaldo. Obra citada, pág 477


(4) Ansaldo. Obra citada, pág. 478’.
nárquicos también. Pero para la elección «

T v hu T ntde todo
dificultades dr mpeñar
genero» raisión
(5). tan
¿Qué género de dificultades? Otra vez lo grotesco:
.Como sabemos, a la inversa de lo que con otras ‘í„e«a , a„ti.
franquistas ocurre, la inmensa mayoría de los directivos monár-
quicos residen en España, y, por lo tanto, una delegación de emi­
grados pecaría, por lo menos en apariencia, de falta de prestigio
ante el público exterior, no en lo que a las personas se refiere,
sino en cuanto toca a la autenticidad de su mandato» (6).
j Qué horror!... Los lectores extranjeros del señor Ansaldo, al
ingerir los espeluznantes adjetivos dedicados al Régimen español
que esmaltan todo su libro, habrán creído que los monárquicos
padecían un terrorismo como el soviético..., y al llegar, después de
tal masa de fárrago “ de miedo” a esta página 478, les informa de
que “ la inmensa mayoría de los directivos monárquicos (“ directi­
vos” , los jefes conspiradores) residen en España” . ¡A pesar del
“ terrorismo franquista” !... Pero antes, al principio de página, nos
ha dicho:
« ¡ Qué distinto sería todo en España si otras personas de su clase
y rango (se refiere a la clase y rango de la duquesa de Valencia)
hubieran preferido el honor de la lucha por el ideal al cómodo
sesteo a la sombra del Poder, compartiendo con gestos fáciles de
lealtad de labios afuera hacia los augustos desterrados de Estoril!
¡Por qué puede resultar tan provechoso jugar con dos barajas en
la m ano!» (7).
No sólo resulta que no hay ningún “ terrorismo” , sino que hasta
resulta provechoso “ jugar con dos barajas ...
«Aquí volvemos a toparnos con la paradoja que tanto comp
el problema español, y es la de la convivencia estrecha que ante
un observador superficial existe entre monárquicos inip<-cient ■ i
derrocar a Franco y otros que no sienten esa necesidad por e mo­
mento. Lo, perteneciente, «1 primer grupo, entre quienes habría

(5) Ansaldo. Obra citada, pág. 478.


(6) Ansaldo. Obra citada, pág. 478.
(7) Ansaldo. Obra citada, pag. 47».
de recaer la misión exterior aludida, tropezaban para realizarla
con dificultades sin cuento, iniciadas ya en el momento de solici­
tar su pasaporte» (8).
La dificultad era el pasaporte, según el señor Ansaldo. Los
“ Grandes de España” disfrutan de pasaporte diplomático español.
No existía tal dificultad para ellos. En cuanto a los demas, caso
de ser cierta esa dificultad, no creemos que ella haya arredrado
jamás a ningún conspirador, por muy mediocre que fuera... ¿O es
que pretenden los monárquicos españoles ir a conspirar al extran­
jero con autorización —y acaso con pingües dietas— del mismo
Estado que van a derribar?... No puede extrañarnos; no sería el
pirmer caso en el que se goza de tal facilidad.
Véase la velada muestra:
aAdemás, la publicidad que necesariamente habría de darse a
la intervención de los delegados monárquicos en América aterro­
rizaba a todo candidato eventual, pues las represalias franquistas
—probablemente en forma sinuosa e hipócrita— recaerían sobre
sus familiares, sus intereses y. finalmente, sobre las actividades
todas de su existencia. Se pensó, pues, en aprovechar algún viaje
Yarticular justificado, o incluso algún desplazamiento sej::i oficial,
para que personajes no demasiado sospechosos a Franco pudieran
con la máxima discreción apoyar, en un momento dado, con su
aquiescencia, las gestiones de aquellos otros miembros de la co­
misión que, residentes en el extranjero, no tenían ya nada que
temer de la reacción franquista.
«¡Qué difícil y complicado resultaba todo!» (9).
En efecto, cuando no hay valor ni ganas de correr ningún ries­
go, ni siquiera esas “ represalias” tan fieras y feroces que pueden
ber sinuosas e hipócritas... Diga la verdad francamente, señor Au-
saldo. Ningún personaje monárquico quería “ dar la cara” en Nor­
teamérica, porque ninguno quería renunciar durante una tempo­
rada a estar ausente de España... Sólo dos emigrados monárquicos
existen hoy de cuantos usted ha nombrado: usted y el señor Sáinz
Rodríguez; éste, y creo que usted también, porque quieren. Gil

(8) Ansaldo. Obra citada, pág. 478.


(9) Ansaldo. Obra citada, pág. 478-479.
Sigamos con el pintoresquismo del proyectado viaie del “ dele-
gado monárquico” a Norteamérica :
«Nos veíamos y nos deseábamos para templar gaitas, limar as-
perezas y convencer a unos y a otros de que tantos retrasos, dila­
ciones y vacilaciones no se debían a mala voluntad del Movimiento
monárquico, sino a este especial tipo de dificultades existentes.
«El infante don Alfonso de Orleáns, el duque de Alba, el gene-
ral Kindelán, el marqués de Aledo, el ex-ministro de Hacienda de
Franco señor Larraz, el conde de los Andes... y algunos otros nom­
bres, tan ilustres como los que preceden, se barajaban en proyectos
y contraproyectos para aquella misión. Y en lugar secundario, para
acompañarlos en sus gestiones, se contaba con otros elementos me­
nos preeminentes, entre los cuales figuró algún tiempo mi propia
persona, que con tal motivo se transformaría, al menos ocasional­
mente, de “ franco-tirador” en agente discreto y disciplinado.
«En este estado de cosas, el presidente Aguirre, “ interviuvado”
en I09 Estados Unidos sobre tales cuestiones, declaró que, desde
luego, un representante monárquico era esperado en breve para
la misón de conjunto a que nos venimos refiriendo.
«Arriba, el diario ultra-falangista, insertaba la noticia el 23 de
febrero del año en curso:

«“ SEPARATISTAS, “ MONARQUICOS” Y SOCIALISTAS.


UNIDOS CONTRA FRANCO”

«“ Aguirre anuncia la presencia en la conspiración de


de un
un
enviado
de don Juan

compaña en de establecer el
fuerte coalición de elementos políticos capaces
régimen interino en España. Aguirre, jefe del Partido separatista
vasco, que llegó a ésta el pasado lunes procedente de Europa,
a bordo del “ Queen Elisabeth” , ha declarado que este grupo
demostrará que no es verdad lo de que “ no existe otra alterna­
tiva que Franco” , como réplica a la afirmación de Acheson de
que no existía alternativa al actual Régimen.
«“ Hay un enorme sector político — dijo el jefe separatista—
que comprende I09 socialistas, catalanes, vascos y liberales mo­
derados, desde Prieto hasta monárquicos, capaces y dispuestos
a establecer un régimen provisional” .
«“ Aguirre se unirá en Washington con el resto de la Dele­
gación, que está integrada, además de Aguirre, por Trifón Gó­
mez, socialista, representante de la Unión General de Trabaja­
dores; Jesús Galíndez, de Solidaridad de Trabajadores Vascos?;
Rafael Supervía, republicano de Izquierda Republicana, y Jai­
me Miratvilles, representante del catalanismo. Además, Aguirre
ha anunciado la llegada de un representante monárquico, que
actualmente conferencia con don Juan en Lisboa. (Efe)” .
«“ Leí cuanto antecede con verdadera alegría, pues indudable­
mente en el interior de España un suspiro inmenso de satisfacción
colectiva habría de corear la noticia, publicada con fines totalmen­
te opuestos a este resultado. “ ¡Por fin — dirían masas ingentes de
opinión— cristaliza en algo concreto esta unión (que hace la fuer­
za), indispensable para destruir la tiranía cine nos asfixia” * (10).
¡O h !... ¡O h !...
Pero sin Terror ni mártires, el gran acontecimiento, la marcha
al Nuevo Mundo del personaje va deshaciéndose por si sola.
En efecto, según Ansaldo:
«Una nota difundida por la agencia Efe frenó, algún tiempo
después, mi entusiasmo y alegría. Nuevamente volvíamos a aque­
llas afirmaciones y desmentidos que tanto ahogaron el clamor sub­
siguiente al acuerdo monárquico-socialista del otoño de 1948. In­
trigado e inquieto, pregunté, inquirí y averigüé con mis medios de
enlace en Madrid, París y Estoril. Al fin recibí una aclaración, que
hoy transmito al mundo exterior :
«“ La rectificación de la secretaría del conde de Barcelona ,e re-
fiere categóricamente a la noticia del periódico “Arriba” y nada
mas a dicha noticia; don Juan no puede enviar un representante
suyo a una misión política determinada. Es la Confederación Mo-
narquica la encargada de dicho cometido” .
«Y se añadía confidencialmente: “ Esta rectificación era Unto
mas necesaria por ser la persona designada para tal empeño de ca-
tegoría y condición como para crear confusiones entre actuaciones
políticas y augustas gestiones” . Y se añadía aún: “ Se trata del
candidato que tú propusiste” .
«Mitad satisfecho y mitad preocupado ante la explicación que
habría de dar a quienes gustaban más de claridades meridianas que
do habilidades y exquisiteces diplomáticas, respondí: “Llevo un
año proponiendo personalidades diferentes, de modo que no me
extraña que en alguno de ellos haya recaído el nombramiento” .
Pero apenas terminada esta frase, comprendí de quién se trataba,
y aun no figurando su nombre entre aquellos que anteriormente
consigné, me sentí plenamente satisfecho con tal elección...
«En el misterio discreto y perezoso que en nuestro campo en­
vuelve estas materias, aún no he podido descubrir si la alta per­
sonalidad designada llegó ya a América o si, en espera de impor­
tantes informaciones, provenientes de lugares doblemente santos
en estas fechas, que enlazan las dos mitades de una centuria, tar-
dará aún en volar hacia allí, portador de un apoyo hoy más que
nunca necesario para el triunfo de nuestros planes» (11).
¿ Creerán los lectores que Ansaldo vuelve a mencionar esta ma­
niobra de monárquicos, masones, separatistas y marxista, en or-
teamérica? En absoluto. No se llegó al famoso parto de lo, mon­
tes... ¡Ni siquiera el consabido ratoncillo!.
EN EL PANTANO MASONICO-MARXISTA

Estamos terminando con las aventuras del señor Ansaldo y con


sus revelaciones de la conspiración de los “ monárquicos” , masones
y marxistas.
En el episodio que ahora llega ya no veremos al señor Ansaldo
tomar contactos vergonzantes con los rojos exilados, adoptando el
apropiado secreto de los conspiradores. No, lo veremos en una re­
unión pública, mano a mano con un Salvador de Madariaga y con
fc.u aliado, Rodolío Llopis, masón y dirigente del Partido Socialista,
hoy Presidente del mismo.
He aquí Ja reseña de la reunión :
«Invitado por el Secretario General del Consejo Federal Espa­
ñol para asistir a las Jornadas de Estudio que dicha entidad orga­
nizaba, acudí a París, personándome en el local elegido para diclias
reuniones el 28 de abril del corriente año.
«Aunque no ostentaba representación oficial de la Confedera­
ción de Fuerzas Monárquicas españolas, poseía autorización explí­
cita para figurar, en mi calidad de monárquico, a título personal,
en aquellos trabajos y deliberaciones.
«En la tarde de este mismo día tuvo lugar la sesión inaugural,
en la que hicieron uso de la palabra:
«1.° Don Salvador de Madariaga, presidente del Consejo Fe­
deral Español.
«2." El ex ministro francés, M. Robert Bichet, «ecretar.o ge-
neral de los Nuevos Equipos Internacionales (Unión Internacional
de Partidos Demócratas Cristianos) (?).
«3.° Mr. Henri Brugmans, ex ministro holandés y presidente
de la Unión Europea de Federalistas.
«4.* El ex ministro francés M. André Philip, delegado gene­
ral del Movimiento Europeo. Y finalmente
«5.° Don Rodolfo Llopie, presidente del Comité Ejecutivo del
Consejo Federal Español.
«El fondo de todos sus discursos coincidió en tres afirmaciones
fundamentales:
«A. Europa, para subsistir, precisaba organizarse en Federación
de Estados.
«B. Esta Federación sería imperfecta mientras en ella no figu­
rara España.
aC. La incorporación de este país a la Unión Europea sería to­
talmente irrealizable en tanto que a Franco y su régimen no hubiera
sucedido un sistema de gobierno armónico con los principios impe­
rantes en los restantes pueblos agrupados en ella» (1).
Como se ve, se trata de un acto más de injerencia extranjera en
los asuntos interiores de España.
Claro es que para un Ansaldo que ha maquinado con potencias
extranjeras la invasión por fuerzas armadas de las mismas de cu
Patria, y para Madariaga y Llopis, que la han mendigado en todas
las cancillerías y hasta públicamente en la O. N. U., esta injerencia
verbal y pública no tiene ninguna importancia.
Veamos:
«Mientras los oradores extranjeros, no sin dejar de aludir al
caso español, dedicaron la mayor parte de &us discursos al estudio
del problema europeo en general, por el contrario nuestros delega­
dos invirtieron la proporción precitada refiriéndose principalmente
a la situación política nacional.
«El acto resultó brillante, respirándose en él una atmósfera de
optimismo y de esperanza.
«Mi Situación, si no desairada, fué por lo menos precaria y casi
incómoda durante e6ta sesión inaugural. Aunque provisto de una
tarjeta en que con mi condición de monárquico figuraba como pir
ícipante en estas Jornadas de Estudio, ni ,e me señaló puesto al-
guno ni aparte de los saludo» afectuosos de cierto, antiguo, co-
nocidos recibí otro trato especial de favor.
«Don Salvador de Madariaga, al aludir en su final intervención
a as diversas representaciones de grupos políticos allí presente»,
aprovechó el momento para con irónica frase resaltar que, por fin’,
los monárquicos habían aparecido en una reunión pública de emi’
grados anti-franquistas. Y añadió: “ Los extranjeros que tanto nos
preguntaban por ellos podrán verlos hoy aquí, pue» como vengo
diciendo, aunque tarde, finalmente llegaron” .
«Ciertas sonrisas y murmullos acogieron estas palabras, mien­
tras las miradas de la concurrencia se volvían hacia mí, que con otra
sonrisa —más bien de conejo— tuve que aguantar el ambiente del
momento.
aEn la mañana del día 29 creí oportuno solicitar el uso de la
palabra, y al serme ésta concedida me levanté entre el asombro y la
curiosidad de I09 circunstantes, expresándome como sigue:
«“ No voy a tocar los problemas de tipo europeo, ya que otras
personas más calificadas se están ocupando de ellos. Sin embargo,
no puedo dejar de recoger las frases de nuestro presidente” —víc­
tima del frío reinante en aquella sala durante la sesión inaugural,
debió guardar cama este día— “ que con cierto sarcástico ingenio
aludió a la tardanza de los monárquicos en lo que a este tipo de
colaboración 6e refiere. Es posible que hayamos llegado tarde, pero
lo que no quiero que creáis es que, además de impuntuales, somos
sordomudos. Por eso, yo, que padezco de la primera parte de esta
dolencia, voy a tratar de hablaros con toda claridad. Para mi, este
instante es uno de los más emocionantes de mi vida, al enfrentarme
por primera vez desde hace catorce años con quienes fueron mis
contrarios en nuestra sangrienta guerra civil. Y tengo que deciros
que no puedo ver va en vosotros ni a adversarios ni a enemigos, pues
un sentimiento de cordialidad me hace miraros como a companeros,
aliados y hermanos® (2). ,
El señor Ansaldo parece muy empeñado en hacernos pensar
de él. Esas palabras 9uya9 de “ compañeros, aliados y hermanos” ,
ante todo esta de “ hermanos” , dirigidas a una asamblea donde pu­
lulan los masones, fatalmente nos ha traído a la mente una in­
terrogación, que no podemos dejar de formularla.
¿Ese saludo de “ hermanos” es tan sólo una efusión cordial parí
sus “ compañeros” y “ aliados” o es un saludo “ ritual” dirigido a sus
“ hermanos” masones, por pertenecer usted a la Masonería?
No lo hemos creído ni lo creemos; pero la ocasión, el momento
y la escena nos incitan, sin poder contenernos, a dirigirlo tal pre­
gunta. Ignoramos si el señor Ansaldo nos responderá en el futuro;
si lo hiciera, y contra nuestro supuesto contestase afirmativamente,
lo sentiríamos por él, que nunca es grato conocer que ha llegado
a ser un renegado de Religión y Patria un caballero Laureado, pero,
en meros técnicos de la política, científicamente, nos encantaría;
porque al desfilar uno tras otro sus actos políticos, contados por él.
sinceramente, siempre han carecido para nosotros de explicación
plena y auténtica, dada la personalidad que atribuimos a su autor.
Nos explicaremos. No considerando un masón al señor Ansaldo,
como no lo hemos considerado en momento alguno, esa cadena de
acciones suyas colocándose al servicio de potencias extranjera* con
toda naturalidad, sin rastro de violencia moral y sin delatar que
forma conciencia de la gravedad de su actos, es algo que únicamen­
te lo hemos visto en masones; esta es la verdad.
En masones, porque sólo en masones puede darse tal aberración
de conciencia patriótica o tal inversión de valores, previa la trans­
mutación operada en ellos de intelecto moral en virtud de la de­
formación que la técnica masónica es capaz de lograr en muchos de
sus adeptos cuando son elevados realmente a los más altos grados.
En esencia, y en cuanto al patriotismo se refiere, la Masonería logra
con relativa frecuencia una inversión de valores en la conciencia de
muchos hermanos” , en virtud de la cual la idea Patria se trans­
muta en patria Idea..
Ignoro si la forzada síntesis podrá suscitar en todos los lectores
una exacta comprensión del fenómeno. Por si puede ampliar su
comprensión, les diremos que el efecto de tal transmutación es el
de subordinar y hasta sacrificar los intereses de la Patria a los ín-
tereses de una Idea dándose la coincidencia de que tal “Idea” di
recta o indirectamente, objetiva y efectivamente, siempre .¡aba
sirviendo a los fines de la Masonería o los intereses de la. potencia.
auadas con ella.
Tal es el caso del señor Ansaldo, demostrado con mil ejemplos
por él mismo relatados: él y los suyos han subordinado y sacrifi­
cado los intereses de España a los intereses de una Idea, de la “ idea”
monárquica, dicen ellos, pero da la coincidencia, como siempre, de
que tal “ idea monárquica” , tal como la conciben y quieren, y dada*
sus determinantes y aliados, quieran o no, lo sepan o no, directa o
indirectamente, objetiva y efectivamente, acaba sirviendo los fines
de la Masonería y los intereses de las potencias aliadas con ella...
Si así no fuera, ¿por qué la Masonería y tales potencias ayudan a
los Ansaldos a traer su “ monarquía” ?...
Nosotros hemos calificado de muchas cosas a la Masonería y a
las potencias aliadas de ella, pero jamás, jamás, de imbéciles...
Pues bien; si el señor Ansaldo no es un masón, como creemos
y deseamos, resulta su caso tan estupendo e insólito para nosotro3
como hallar el antropopitecus..
Y sin más, continuemos con el discurso:
aTodo esto es debido a que por fin, y a Dios gracias, de nuestros
corazones y en nuestras almas han desaparecido cuantos sentimien­
tos de violencia, de enemistad y hasta de odio dominaron los añoa
trágicos en nuestra guerra fratricida, y quizá más aún los de la sub­
siguiente posguerra.
«El hecho de mayor trascendencia del momento actual español
es la superación total y definitiva de aquella atmósfera de guerra
intestina a que me vengo refiriendo. El perdón y el olvido mutuos
y la esperanza de una fácil convivencia futura entre hermanos
los sentimientos y aspiraciones que, pese a quien pese, domi
la inmensa mayoría de quienes en un bando o en otro com
en una guerra tan dura como inútil.
«Franco y sus compinches, que saben muy ien que es e c
envenenado de odios y rencores constituye el umco Pretex,0P
su supervivencia en el poder, tratan de luchar contra esta
incontenible, sin lograrlo.
«Puedo afirmaros, con convicción profunda, que si nuevamente
•e presentara una situación semejante a la de aquel verano de 1936,
yo, que entonces acudí con entusiasmo a la lucha, hoy no solamente
no lo haría, sino que procuraría por todo9 lo* medios disuadir a
quienes tuvieran el propósito contrario# (3).
Es el impudor del renegado.
Siguen unas líneas de insultos e improperios que sólo por buen
gusto no reproducimos, pretendiendo que sean razones justificantes
de su abjuración de renegado, pero tan mezquinas y frívolas, tan
intrascendentes y tan de plazuela, que no merecen mención en es­
tas páginas.
Termina reiterando lo que para él debe ser su argumento ma­
gistral :
oY termino en la misma forma que lo hacen unas Memorias po­
líticas que he escrito y que posiblemente podréis algún día le e r:
“ Tantos sufrimientos, tantos odios, tantas lágrimas y tanta sangre ..
¿Para qué?” » (4).
¿Para qué, señor Ansaldo? Sencillamente, para que esta Patria
que le vió nacer no fuera asesinada y esclavizados los españoles su­
pervivientes por el Esclavismo, llamado Comunismo; para que no
fueran asesinados o esclavizados incluso esos mismos exilados que
lo escuchan... Ellos mismos lo han confesado verbalmente y por es­
crito multitud de veces, y ahí tiene usted confesiones de algunos c-n
la primera parte de este mismo libro.
Para eso y para mucho más, ciertamente; pero con sólo haber
evitado el asesinato de España y la muerte y esclavitud de los es­
pañoles, ya tiene usted, señor Ansaldo, respuesta a su ¿Para q u é?...
Habían de ser ciertos eeos improperios de su discurso y cuantos
esmaltan su libro contra el Régimen y sus dirigentes, y auténticos los
cien mil más de que los acusen, y el Movimiento Nacional tendría
eternamente una sacrosanta y dual razón: salvar España y Re­
ligión.
Y yo le digo a usted, señor Ansaldo, y a los pocos que se pre­
guntan también ¿para qué?... yo, que ni por apariencia de ningún

(3) Ansaldo. Obra citada, págs. 511-512.


(4) Ansaldo. Obra citada, pág. 512.
género tengo ni puedo tener arte ni parte en j
buyen al Régimen y a sus hombres, yo le. digo T rilito • 6 §
Que si nuevamente se presentara una situación ««nejante a U
de aquel verano de 1936 - o a la del 10 de agosto de 1932 y a la del
5 de octubre de 1934— , yo, que entonces acudí con entusiasmo a la
lucha, hoy no sólo lo haría con el mismo entusiasmo, sino que, co­
mo entonces, procuraría por todos los medios arrastrar a los quo
tuvieran propósito contrario... Y lo haría aun cuando fuese verdad,
como usted acusa, que hubiéramos sido “ estafados, defraudados y
derrotados al final” y ya es conceder en hipótesis, señor Ansaldo,
que “ hayamos sido derrota doá” . ¿A que resulta que España es un
satélite de Moscú y la Pasionaria es la virreina de Jruschov en el
Palacio de Oriente?... ¿A que la verdad es que usted es su propio
“ astral” y su cuerpo yace en la checa de Fomento?... ¿A que lo
cierto es que su hermano no es el que vuela en la Iberia, sino í u
“ doble” ; él reposa en Paracuellos del Jarama?...
Disculpen los lectores si he derivado hacia lo jocoso. Es una
compensación; por un momento, el ¿para qué? de Ansaldo me ha
puesto demasiado serio... he olvidado quién lo ha pronunciado, j él
no merece mi furor; todo lo más. ironía o compasión.
Mejor 6eguir en el mismo tono.
Ansaldo y su discurso recibieron inmediatamente la masónica
bendición del masón-maxista Rodolfo Llopis, que se expresó así:
«“ Los aplausos entusiastas y la aprobación unánime que en esta
Asamblea premiaron las frases del coronel Ansaldo me evitan el te­
ner que repetir lo que aquéllos claramente demuestran; es decir,
el sentir general de coincidencia con 6us nobles ideales que todo*
compartimos. Firmemente creo que desde este instante la ruta que
puede liberar a nuestra Patria de la opresión se presenta más
y prometedora» (5). . j
Como después demostraremos documentalmente, a en ícion e
masón-marxista Llopis ha sido reforzada por la del Kremlin nn-
partiéndosela en sil nombre La Pasionaria ¡que
saldo, para la familia “ monárquica "«.«nármiica”
Y aludimos a la familia “ monárquica” -«>en>pre monarqmca ,
entre comillas— porque en ulterior intervención ante la misma re­
unión Ansaldo declaró :
«Antes de terminar —continué— quiero repetiros que aunque
no representando a ninguna organización oficial monárquica — si
bien autorizado, como lo sabéis, por la Confederación de toda9
ellas— ? al hablar a título personal lo hago, sin embargo, con el
conocimiento pleno y recientemente ratificado de interpretar loa
sentimientos de mis hermanos y compañeros de ideales, que su­
fren, laboran y esperan en el interior» (6).
Que sepamos, nadie de la familia “ monárquica” ha condenado
ni desautorizado nada de lo dicho por Ansaldo.
Muy al contrario, él nos informa en la página siguiente :
«Habiéndome presentado en el domicilio del embajador señor
Quiñones de León a mi llegada, fui convocado por él el martes día
2 de mayo, y en una corta y cordial entrevista, le di cuenta de todas
mis gestiones, que parecieron satisfacerle y agradarle» (7).
Podríamos hablar mucho de este Quiñones de León, pero...
¡Paz a los muertos!. .
A continuación de los episodios precedentes, refiere Ansaldo el
siguiente :
aLa reina doña Victoria, después de tantos años de ausencia,
volvió a visitar estas tierras, cuyo cielo estival fuera testigo de su
idilio romántico, casi ya viejo de medio siglo, que un día trans­
formara a la dulce princesa británica en reina de una España tre­
pidante.
«Tuvimos ocasión de saludarla, y “ entre bastidores” de fiestas
sociales, que su presencia realzaba, asistimos y participamos en di­
versos incidentes que la sordina del protocolo impidió adquirieran
resonancia exterior.
«El mal-entendu” , o mejor dicho, la oposición entre aquellos
monárquicos de “ bodas y bautizos” que tan bien conocemos y cuan­
tos laboramos sinceramente en contra del detenlador del poder ab­
soluto nacional, persistía rígido y hasta erizado en hostilidades im­
placables bajo sonrisas corteses y amigables saludos.

(6) Ansaldo. Obra citada, pág. 514.


(7) Ansaldo. Obra citada, pág. 515.
«Cierta dama de la vieja nobleza castellaa., co la b o rw iS Ii
desde su instauración con el régimen, entre osada e
de felicitarse en su calidad de monárquica por la tercera reproduc-
ción del “ episodio” príncipe de Asturias.
* Qué alegría, señora, para todos los leales a la C.n.f, que
V. M. representa ha producido el conocer que el Palacio de Mira-
mar, tan lleno de recuerdos de la familia real, está siendo objeto
de reparaciones para albergar dignamente al hijo primogénito de
nuestros reyes!” Y en su indiscreto inquirir añadió: “ ¿Vuestra Ma-
jestad estará altamente satisfecha ante esta perspectiva?”
a“ Si en principio considero conveniente que el futuro rey de
España se eduque desde niño en su país, rodeado de quienes más
tarde habrán de ser sus súbditos y colaboradores, en este caso, y mas
aún después de los últimos “ discursitos” , no me parece fácil la
realización de tal proyecto” —objetó la soberana.
«Una persona de mi íntima familiaridad intervino preguntan­
do : “ Perdóneme, señora, pero no recuerdo en este momento a qué
“ discursitos” alude V. M.”
«Con expresión ligeramente iracunda, brillando en sus grandes
ojos claros y serenos, cortó tajante doña Victoria: “ Los últimos...
los últimos de Franco. En ellos no desaprovechó ocasión de insultar
a los Borbones, y como mi nieto es Borbón, no me parece éste un
buen camino para animar al rey a que lo envíe donde así se injuria,
sin posibilidad de defensa, a su propia familia.'”
«Botón de muestra el que antecede suficiente para iluminar al
lector en sus juicios y raciocinios...» (8).
En efecto, episodio “ suficiente para iluminar al lector en sus
juicios y raciocinios.. .”
Pero acaso 110 suficienle para iluminar a todos lo bastante.
Primeramente, destacar la correlación de fechas. La sucesión a
los sucosos, como empezaba la definición del t i e m p o cierto pro
de la Universidad Central, confundiendo el contenido con c con i-
nvnte, es algo de suma importancia para el historiador ; porque un
suceso precedente puede siempre determinar otro ulterior, pero
más a Ja inversa...
Las reuniones mundanas de Biarritz, donde Ansaldo toma con­
tacto con Doña Victoria, son ulteriores a las celebradas por él con
los representantes del Frente Popular en París, a su público y ta­
jante reniego de haber pertenecido al Movimiento Nacional y a su
pública declaración de su alianza personal y de su sector “ monár­
quico” con tal Frente Popular, en el cual se hallan todos los hom­
bres y fuerzas convocados por la Komintern en 1935. Todos y todas,
menos el Partido Comunista, que no es hoy “ admitido” en el Frente
Popular, ciertamente, no porque Moscú se oponga de ningún modo
a cuanto haga contra España y su Régimen, sino por mera razón
táctica, ya que los dirigentes del Frente buscan la alianza con laj
grandes democracias, cuya fuerza estiman decisiva para derribar al
Régimen español ., y como se da la coincidencia de que las grandes
democracias están hoy, al contrario que en 1935-36, enfrentadas con
Moscú, la presencia oficial del Comunismo en el Frente Popular im­
pediría en absoluto que las grandes democracias se aliasen con el,
dándole su decisivo apoyo... El Frente Popular, con certera táctica,
trata de sumar, y no de restar, fuerzas para su causa. La presencia
oficial del Comunismo en el Frente restaría las fuerzas de las de­
mocracias... y sin sustraerle las de la Unión Soviética, con cuyas
fuerzas cuenta igualmente, se halle o no integrado formalmente el
Partido Comunista con socialistas, republicanos, separatistas, mo­
nárquicos y demo-“ cristianos” en el Frente, ya que el Comunismo,
en cuanto al Régimen español, tiene hoy, como siempre, los mismos
objetivos exactamente que el Frente Popular, en el cual realmente
y de hecho está Moscú.
Expuesta con tal nitidez la situación y posición de los “ monár­
quicos ’, y habiéndola revelado públicamente Ansaldo en fecha pró­
xima y anterior, e9 decir, no pudiendo Doña Victoria ignorarlo, ul­
teriormente lo recibe y convive con él.
Claro es que no hay por parte de Doña Victoria una declaración
pública y expresa en la cual apruebe la colusión de Ansaldo y su*
monárquicos con masones, marxistas y separatistas, con los ene­
migos de la Patria, pero, por lo menos, tenemos motivo para inte­
rrogarnos :
¿No aprueba Dona Victoria, tácita, pero muy elocuentemente, la
pública e impúdica alianza de Ansaldo y ,u, “ monárquicos” con lo,
enemigos de España, masones, marxistae y separatistas?...
En el fragmento que acabamos de insertar se sugiere nítidamente
que Dona Victoria muestra oposición a lo, llamados “ monárquico,
colaboracionistas” , despectivamente, “ monárquicos de bodas y bau-
tizos” ; es decir, Doña Victoria está en contra de aquellos monár­
quicos que, siendo contrarios al Régimen español, no son conspi­
radores, y si lo son, de ninguna manera quieren, como hacen An­
saldo y sus monárquicos” , aliarse con masones, marxistae y sepa-
ratistas.
El episodio de Doña Victoria con “ cierta dama de la vieja no­
bleza castellana, colaboracionista...” es muy elocuente.
Como se ha leído, dicha dama se congratula de la venida del
Infante Don Juan Carlos a España; venida que tiene la oposición
cerrada de los “ monárquicos” aliados con los enemigos de la Patria,
porque significa, en principio, una Restauración hecha de acuerdo
con el actual Jefe del Estado; es decir, una Restauración de la Mo­
narquía no en contra, sino de acuerdo con el Movimiento Nacional...
Esta es nuestra interpretación personal de la trascendencia del
hecho, y no creemos hallarnos en un error. Si tuviéramos alguna
sospecha de padecerlo, no3 bastaría para desvanecerla contemplar
la oposición a la venida de Don Juan Carlos de los aliados perso­
nales de masones, marxistas y separatistas y aliados objetivamente
con los comunistas...
Queriéndola justificar con una defensa de los Borbones, Doña
Victoria toma posición junto a los “ monárquicos” aliados con los
enemigos de la Patria y, también enemigos de siempre de la Monar
quía, por tanto, enemigos de los Borbones ¿no es así? en
contra del Jefe del Movimiento Nacional que ha vuelto a hacer de
España un Reino y no se opone, sino que quiere coronar a un Bor-
bón Rey del Reino español.
Está Doña Victoria con lo, “ monárquicos” aliado, a los^enemi­
go, de España, de la Monarquía y de lo, Borbones, aliad». con
quienes destronaron al Rey, su esposo, y a e a misma,^ y
de un jefe de Estado y de un Movimiento político que han restaura
do la Monarquía y quieren sentar a un Borbón en el T rono; prefi­
riendo a Don Juan Carlos, su propio nieto...
¿Razón?... Ninguna; desafiamos a que se alegue una patriótica
o política.
Pretexto; únicamente pretexto. Y ahí esta : unos pretendidos in­
sultos a los Borbones” del Jefe del Estado.
Señora: si lo dicho por el Generalísimo son insultos para los
Borbones, quien los insulta es la Historia.
Que hayamos podido leer, el Jefe del Estado español se ha limi­
tado siempre a buscar en la Historia testimonios para demostrar
que no fué jamás España, como nación y pueblo, la culpable de la
cadena de desastres que acabaron con el Imperio español, sino sus
gobiernos. Que la Historia diga unánime que la cadena de desastres
no tuvo solución de continuidad desde el primer rey Borbón, Feli­
pe V, hasta el último, su esposo, Don Alfonso X III, es un realidad
de la cual el Caudillo no tiene culpa de ningún género.
Sería una felonía histórica y patriótica exculpar en bloque a to­
dos los reyes de la dinastía borbónica en la pérdida del Imperio y
eu la decadencia política española.
¿Quién pudo tener más arte y parte en la pérdida y decadencia
que la dinastía reinante durante los dos siglos en los cuales acae­
cen?...
Dígase: ¿Quién?...
Ya sabemos que el cripto-judaísmo y el masonismo, culminando
en la degeneración del 98, han hallado un máximo culpable de los
de astres españoles. No han hallado como máximo culpable a nin­
gún rey ni gobernante. Para ellos, el máximo y único culpable fué el
propio Pueblo español...
eámoslo así en los dos más conocidos epígonos de la degenera-
ción del 98: Ortega y Gasset y Marañón.
«Yo sospecho que, merced a causas desconocidas, la morada ín­
tima de los españoles fué tomada tiempo hace por el odio, que per­
manece allí artillado, moviendo guerra al mundo” ... “ Los españoles
ofrecemos a la vida un corazón blindado por el rencor, y la9 cosas,
rebotando en él, son despedidas cruelmente. Hay en derredor nuea-
tro, desde hace siglos, un incesante y progresivo i
de los valores» (9).
«En la Antropología de Kant hay una observación tan honda v
tan certera sobre España que, al tropezaría, se sobrecoge el ánimo.
Dice Kant que los turcos cuando viajan suelen caracterizar los paí­
ses según su vicio genuino, y que, usando de esta maniobra, él com-
pendia: . . .Tierra de los antepasados (España).
«¡Tierra de los antepasados ! Por tanto, no nuestra, no li­
bre propiedad de los españoles actuales. Los que antes pasaron si­
guen gobernándonos y forman una oligarquía de la muerte, que nos
oprime. “ Sabedlo —dice el criado en Coéforas—, los muertos matan
a los vivos” .
a... tenemos los ámbitos de! alma inficcionados, y como los pá­
jaros al volar sobre los miasmas de una marisma, cae muerto el pa
sado dentro de nuestras memorias» (10).
«¿Qué es la Restauración? Según Cánovas, la continuación de la
historia de España .. ¡Mal año para la historia de España si legí­
timamente valiera la Restauración como su secuencia!
«... ha sido la característica de nuestro pueblo haber brillado
más como esforzado que como inteligente.
«Vida española, digámoslo lealmente, vida española, hasta aho­
ra ha sido posible sólo con dinamismo.
«Cuando nuestra nación deja de ser dinámica, cae de golpe en
un hondísimo letargo y no ejerce más función vital que la de soñar
que vive.
«La Restauración, señores, fué un panorama de fantasmas, y Cá
novas, el gran empresario de la fantasmagoría» (11)*
«¿Por qué el español se o b s t i n a en vivir a n a c r ó n i c a m e n t e consi­
go mismo? ¿Por que él se olvida de su herencia germánica, i n
—no hay duda— padecería un destino equívoco. Detrás de sus
ciones mediterráneas parece esconderse el gesto asiático o
y en éste - e n los ojos en los labios asiáticos o africanos- yace como

(9) J. Ortega y Gasset: Meditaciones del Quijote. Obras. I,

( í o / J. Ortega y Gasset: Meditaciones del ° br'“/ ' p á / 96.


(11) J. Ortega y Gasset: Vieja y nueva pohttea. Obi as. I. P S
adormecida la bestia infrahumana, presta a invadir la entera fiso­
nomía)) (12).
«Lo malo es que no es el Estado español quien está enfermo por
externos errores de política sólo; que quien está enferma, casi mo­
ribunda, es la raza, la substancia nacional» (13).
«... yo ahora no hago sino dirigirme al fondo leal de vuestros
corazones y preguntaros si allá, en ese fondo insobornable que no
•e deja desorientar nunca por completo, al comparar la época actual
con la que queda del otro lado, del otro lado del 98, si no notáis
que t:s característica de la actual la sospecha recia y trágica de que
no ha sido sólo este o el otro hombre, este o el otro Gobierno, tal
institución o tal otra, quien ha llegado con sus errores y sus faltas
a desvirtuar la energía nacional al punto a que ha llegado; y estoy
»eguro de que en ese fondo leal de vosotros a que antes me refe­
ría, si recordáis lo que 09 pasara siempre que hayáis pensado en un
tema político con un poco de atención, habréis sorprendido en voá-
otros la sospecha previa de que las soluciones políticas no son bas­
tantes; de que, bajo las presentes texturas legales, la raza se halla
como exánime; de que no se puede contar, por lo menos de ante­
mano y como cuentan otros pueblos, con una abundancia de ener­
gías que sólo aguardan cauce, que sólo quedan unos hilillos de vi­
talidad histórica y de que, por tanto, toda solución meramente
política es insuficiente.
«... estamos convencidos de que tenemos muy poca vida» (14).
«La anormalidad de la historia española ha sido demasiado per­
manente para que obedezca a causas accidentales...
«Venimos, pues, a la conclusión de que la historia de España
entera, y salvo fugaces jornadas, ha sido la historia de una deca­
dencia» (15).
«La intención de este ensayo era mostrar que la raíz del fenó-
x'ie ’ rAoircioiíririo ha de buscarse en una determinada afección de
i£' ... Todo pueblo cuyo desarrollo no haya sido violen-

y Gassct: ' d o n e s del Q uijote. Obras. I, pág. 43.


V y V Hueva, Política. Obras. I, pág. 93.
• V y Vieju V X u cva Política. Obras. I, pág. 95.
>-í) ’ -7 E l tema de nueatro tiempo. Obras. II, pá-
tamente perturbado llega en su evolución intelectual » . j-
racionalista Cuando el racionalismo se ha convenido en el modo
general de funcionar la, almas, el proceso revolucionario £e dUpara
automáticamente, ineludiblemente. P
“ Este origen intelectual de las revoluciones recibe elegante com-
probacion cuando ge advierte que el radicalismo, duración y mó-
dulo de aquéllas son proporcionales a lo que sea la inteligencia den-
tro de cada raza. Razas poco inteligentes son poco revolucionarias.
El caso de España es bien claro: ee han dado y se dan extremada-
mente en nuestro país todos los otros factores que se suelen con­
siderar decisivos para que la revolución estalle. Sin embargo, no
ha habido propiamente espíritu revolucionario. Nuestra inteligen­
cia étnica ha sido siempre una función atrofiada que no ha tenido
un normal desarrollo. Lo poco que ha habido de temperamento sub­
versivo se redujo, se reduce, a reflejo del de otros países. Exacta­
mente lo mismo que acontece con nuestra inteligencia: la poca que
hay es reflejo de otras culturas» (16).
aLas razas soberbias son consecuentemente dignas, pero angos­
tas de caletre e incapaces de gozarse en la vida. En cambio, su com­
postura será siempre elegante. La actitud de “ gran señor” consiste
simplemente en no mostrar necesidad y urgencia de nada. El plebe­
yo, el burgués son “ necesitados” ; el noble es el suficiente. El aban­
dono infantil con que el inglés viejo se pone a jugar, la fruición sen­
sual con que el francés maduro se entrega a la mesa y a Venus pa
recerán siempre al español cosas poco dignas. El español fino no
necesita de nada, y menos que de nada, de nadie.
.Por esta razón es nuestra raza de tal manera mieoneísta. Acep­
tar, desde luego, una novedad nos humillaría, porque equivale a re­
conocer que antes no éramos perfectos, que fuera de nosotros que­
daba aún algo bueno por descubrir. Al español castizo toda inno-
vación le parece francamente una ofensa person
.Pero con todo esto no queda definida la forma eSp e o íf ic n d « J a
soberbia española. El soberbio practica un sohps.smo estuna .

(1«) J. Ortega y Gasset: El tema dt nuestto tiempo.


g in a s 807-898.
sólo sabe descubrir en sí mismo valores, calidades preciosas, cosas
egregias. En el prójimo no las ve nunca.
«Imagínese ahora un hombre no sólo aquejado de la ceguera para
las virtudes del prójimo, sino que, aun dentro de sí mismo, no rinde
acatamiento a esos valores máximos, sino que estima exclusivamen­
te las calidades elementales adscritas genéricamente a todo hombre.
¿Se advierte la curiosa inversión de la perspectiva moral y social
que esto trae consigo? Pues ésta es la soberbia vasca.
«El vasco cree que por el mero hecho de haber nacido y ser in­
dividuo humano vale ya cuanto es posible valer en el mundo. Ser
listo o tonto, sabio o ignorante, hermoso o feo, artista o torpe, son
diferencias de escasísima importancia, apenas dignas de atención si
se las compara con lo que significa ser individuo, ser hombre vi­
viente... Todas las excelencias y perfecciones de I09 hombres que 6e
elevan sobre la superficie de lo elemental humano, del mero existir
y alentar, son mísera excrecencia negligible. Lo grande, la valioso
del hombre es lo íntimo y aborigen, lo subterráneo, lo que le pone
en pie sobre la tierra. Ahora bien : como la Historia es principal­
mente concurso, y disputa, y emulación para conseguir esas perfec­
ciones superfluas y “ superficiales” — el saber, el arte, el dominio
político, etc.— , no es de extrañar que la raza vasca se haya inte­
resado tan poco en la Historia.
«Sin embargo, a esta inversión de la perspectiva en la apreciación
de los valores no llega el alma rusa por soberbia, sino merced a una
peculiar sensibilidad cósmica y religiosa que revela la filiación asiá­
tica del mundo eslavo.
«En el vasco, la afirmación que cada sujeto hace de sí mismo
fundado en los valores ínfimos humanos carece de todo fondo y at­
mósfera ideológicas o religiosas. Es una afirmación que 9e nutre
exclusivamente de la energía individual, que vive en seco de eí
misma y equivale a una declaración audaz de democracia metafísica,
de igualitarismo trascendente. ¡Quién duda de que esta actitud ante
la vida rezuma un bronco sabor de grandeza, bien que satánica!. .
En rigor, dentro de su mundo hermético y solipsista —cada vasco
vive encerrado dentro de sí mismo, como un crustáceo esperitual— ,
es el superior y aun el único. Pero esto hace imposible toda jerar­
quía interindividual, y entonces se opta para 109 eIectM dc ,a
cion social —que es mínima en el vr.sco—, se aceola
como el mal menor un “ ¡todos iguales!” , ese terrible, n e^ Z T d es'
truclor .todos iguales!” que se oye de punta a punta en la’ his-
tona ríe fcspana si se tiene fino oído sociológico.
«Esta democracia negativa es el natval resultado de una sober­
bia fundada en los valores ínfimos. Me ha parecido justo localizarla
en el pueblo vasco, que es donde se da más clara y a la vez más
limpia y enteriza. De los grupos étnicos peninsulares, sólo el vasco,
a mi juicio, conserva aún vigorosas las disciplinas internas de uua
raza no gastada. Es el único rincón peninsular donde aún se encuen-
tra uua ética sana y espontánea. Las almas de Vasconía son pulcras
y fuertes. En el resto de España hallamos la misma soberbia, pero
embadurnada y rota.
«Esta manera de soberbia es una potencia antisocial. Con ella
no se puede hacer un gran pueblo y conduce irremediablemente a
una degeneración del tipo humano, que es lo acontecido en la raza
española» (17).
Y terminamos con los salivazos lanzados por “el filósofo” al
pueblo español con esta última frase:
«En los países de habla española lo mismo da escribir una gran
verdad que una insolente inepcia : nada trae consecuencias» (18).
En efecto; lo sabía Ortega por propia experiencia. ¿Se ha visto
serie tal de insolentes inepcias?...
Con menor “ categoría” , dentro de la jerarquía negativa de va­
lores, Marañón (no liemos explorado su (¿su?) ingente bibliografía
para poder extraer tan copioso ramillete de inepcias contra e p
blo español) escupirá: ,
“ El pueblo español venía sustentando sobre sus espaldas. «tade
que se constituyó la nación actual, en la aurora de la Edad Moder-
na, esos obstáculos tradicionales, más que resigna ámente,, sinc
ciencia de que existían; como se soportan las cosas eonlasqu
nace y se muere, transmitidas generación tras generación, mientras

--------- — Jo-ric dentro. Obras. II, páginas


(17) J. Ortega y Gasset: Goethe de-de denUo.
1380-1390-1391. ^ t _ .. dentro. Obras, II, pág.
(18) J. Ortega y Gasset: Goethe ciesae
no se des-pierta en el espíritu el problema de por qué razóu so han
de seguir soportando. Corno los siervos de la Edad Media jamás se
preguntaban el porqué de su servidumbre, o los esclavos la razón
de su esclavitud, así los españoles vivieron durante toda la época
de su esplendor colonial sometidos pasivamente a la influencia de
Jos poderes vinculados con la Monarquía; poderes unas veces bue­
nos; oirás, las más, malos; pero siempre indiscutidos e irrespon­
sables Por defender, por cambiar su monarquía, los españoles lle­
garon a realizar movimientos populares de intensidad inaudita, como
la guerra de la Independencia y las guerras carlistas. Nunca se mo­
vieron para juzgarla y discutirla. Como que para esto era necesario
que entrase en juego la conciencia civil del pueblo; y el pueblo
español llegó, hasta épocas muy próximas a la nuestra, sin esa con­
ciencia colectiva... Ha sido nuestro pueblo, grande, generoso: todo
lo que se quiera; pero civilmente inconsciente. Ha vivido los cinco
siglos de la era moderna tutelado por su monarquía absoluta ( ab­
soluta hasta cuando no se lo llamaba) y por otros poderes adjuntos
de ía monarquía que ahora no hay para qué analizar; y bajo esta
tutela ha vivido corriendo eternamente aventuras en tierras extrañas,
volcándose siempre hacia afuera; jamás recogiéndose en su propia
personalidad.
clloy vemos claramente que el punto de contrición de la raza,
el momento de recobrar su sentido, no empezó hasta perderse el
último resto de nuestras colonias... Fueron días malos, pero preci­
sos para la madurez futura. Días en los que España parecía, des­
pués de tantas amputaciones, un cadáver desangrado: y lo estaba,
en efecto, pero de la sangre fanfarrona y centrífuga que había de
ser eustituída por otra más humilde, pero más eficaz.
«Del pesimismo de las generaciones que nos antecedieron, las
que recibieron en pleno corazón la lanzada del año 98, surgió la
inquietud progresiva de nuestras generaciones. Ya no se trataba
de volar por el mundo: no nos quedaba ni una pluma en las alas,
ni en las garras una uña... Y nos pusimos a trabajar para nosotros
mismos. Para nosotros; pero, cosa singular, con la mirada puesta
por primera vez en la meta del mundo.
«Digo que es singular el fenómeno porque el español, mientra*
se paseaba por toda la tierra como
por ru propia casa, no ee enteró
que había otro país que España. El ,ol no le ponU ea nue#tro,
dominios, pero e8pmtualmente vivíamos recluido» entre lo. Piri-
neos y los mares ibéricos como en una celda de cartujo»... ¿Quién
duda que hoy el alma española está mucho más cerca del alma de]
mundo que lo estuvo jamás? Pues esto es obra de los hombres de
nuestra época. Que son también—otra paradoja—, a pesar de esta
tendencia centrífuga de su espíritu, los que mejor han conocido la
tierra patria y los que más profundamente la han amado. El amor
menudo, entrañable, apasionado, al páramo y a la sierra, a la vega
y al mar españoles, a sus frutos y a sus seres vivientes, tal como se
recoge, estremecido todavía a pesar de los siglos, en la loa a España
del Rey Sabio, no vuelve a surgir en nuestra literatura hasta lo*
año9 actuales. De la Rábida a Cavite, España no aparece más que
como un fondo de personajes absurdo»: tahuree, caballero* fan­
farrones, teólogos o monjes; acaso como escenario de pintoresca»
aventuras» (19).
Sin adjetivos.
¿Queréis, señora, que el Jefe del Estado, para explicarse y ex­
plicar la pérdida del Imperio español V la decadencia de nuestra
Patria, repita esa serie de insolentes inepcias lanzándolas al rostro
de la raza española?...
¿O queréis que, como vuestro Macaulay, todo lo atribuya tam­
bién a que España tiene una mala Religión ?. ..
Nos hemos de plantear la siguiente alternativa: ¿Quiénes fue
ron responsable» de lo acaecido a España, reyes y gobernante, o

pueblo? ,
Naturalm ente, no dejamos de tener en
b re'\ el Extranjero; pero como España también e
para las demás naciones, tal factor se compensa, y en el j g
nuestro juicio s0b re responsab^ d a d es o pucbIo?
Respóndanos la Señora. ,, y y onsabilicemos a lo.
N os permitirá que, por nuestra f ^ , fl| blo e6pflñol
reyes y los Gobiernos escogidos por ellos .

^ -M a r a ñ a n : Prí.ogc de O M o s Tradicional, pígs. 8 + 1 ° - » -

1 5 -1 0 -1 7 .
como totalidad nacional. Es curioso; la tesis de responsabilizar al
pueblo español es inventada y sostenida en España por los más
puros roussonianos, por aquellos que comulgan con la infalibilidad
del que llaman Soberaivo al Pueblo... Sin duda, para ellos, rousso­
nianos, demócratas, etc., el pueblo español es la única excepción
entre todos los pueblos del género humano; porque, oyéndolos,
resulta ser el único entre todos capaz de error; es más, de un error
permanente; cual si el error fuera en él una constante histórica...
Dejémoslos con su contradicción filosófico-política; y que se la
resuelvan.
Tampoco creemos que Doña Victoria, de plantearse la prece­
dente alternativa, lanzaría contra el pueblo español esas invectivas
de Ortega y Marañón. Si le faltaba cultura histórica, que no le fal­
taría, bastaría con dejar hablar a su gratitud de esposa y madre
de Borbones.
El mismo Marañón, estupefacto y dolorido en su fuero interno,
se ha visto en la obligación de reconocer y evocar q u e :
«Por defender, por cambiar su monarquía, los españoles llega­
ron a realizar movimientos populares de intensidad inaudita, como
la guerra de la Independencia y las guerras carlistas.»
Y añade:
aNunca se movieron para juzgarla y discutirla» (la Monarquía).
No hace falta ilustrar que los “ movimientos inauditos para cam­
biar la Monarquía” , las guerras carlistas, no arguyen contra lo3
Borbones, porque, tanto carlistas como isabelinos y alfonsinos, to­
dos querían un Borbón para Rey.
Ningún pueblo del mundo ha luchado en tantas guerras ni vertió
tantos y tan grandes torrentes de su sangre como el español para
que fueran sus reyes de la Casa de Borbón : la guerra de Sucesión,
la guerra de la Independencia, e incluso las guerras carlistas — que
se libraron, primero, contra los cripto-republicanos, y después,
contra la República— constituyen una serie tremenda de gestas es­
pañolas, no igualadas por las de ningún país, para mantener en el
Trono a los reyes de la Casa de Borbón.
Si quisiéramos entrar en la parte de responsabilidad que pueda
caber a nuestro pueblo en sus derrotas y decadencia —excluyendo
las altas razones nacionales conexas en tales hechos históricos- p0.
d riamos decir que la culpabilidad popular primera j capital está
en su fanatismo para defender a los Borbones.
Luchó el pueblo con inaudita intensidad por los reyes de la Casa
de Borbón, simplemente por ser suyos; no por ninguna otra razón
o conveniencia. Por ser suyos, repetimos, por estimarlos consuman-
dales con la independencia nacional.
Humanamente, nadie será capaz de negarlo históricamente, José
Bonaparte y Amadeo de Saboya eran infinitamente superiores
a Fernando VII e Isabel II. ¿Y qué sucedió?... Que, creyendo
los españoles a Fernando e Isabel suyos —consustanciales con su
independencia— , sin mirar calidades personales ni conveniencias
internacionales, despreciaron a los que no consideraban suyos. Esto
nos dice la Historia en dos de los tres casos que al pueblo español
se le puso en la necesidad de optar entre monarca y monarca; en
el caso del archiduque Carlos, carecemos de suficientes elementos
de ju icio; pero no necesitaba de dotes humanas muy excepciona­
les para superar a las de un Felipe V, soñando toda su vida con
dejar de ser español para ceñir la corona de su primitiva patri,¡.
Francia.
Señora; no ha insultado el actual Jefe del Estado a les Borbones.
Aludió con gran moderación en varios momentos, ayuno en abso­
luto de pasión y silenciando mucho de cuanto pudo acusar, al pro­
blema de la responsabilidad histórica en la pérdida del Imperio y
en la decadencia española, y, claro es, no se decidió por acusar a
nuestro pueblo...
Pudo hablar de la idiota sumisión de un Fernando VI a su
mujer extranjera y a los masones al servicio de Inglaterra, 9ac
ficando a una y otros a Ensenada, el más grande estadista y p
triota gobernante que ha tenido su Casa, con gran reDocijo
Bretaña y a mayor y mejor gloria de ella.
Pudo hablar del “beato” Carlos III, cuyo
consciente que entregaba el Gobierno a la masónica íee
expulsaba a los Jesuítas, los paladines espaiio es e
eiendo el uJUr introductor en España d e U^deas d e l a ^ ^
y, por sus masones, precursor de la secesión
lástima que no viviera bastante para recoger la cosecha revolucio­
naria que sembrara.
Pudo decir de un Carlos IV, por lo menos, lo que dijeran de él
su propia esposa y su hijo...
Pudo hablar de Fernando VII como hablaron y escribieron loa
monárquicos de la Restauración.
Pudo contar de Isabel II, si la decencia no se lo impidiera, un
poco de lo dicho por su marido, por Moltó, Serrano, etc., etc., o
por cualquier hstoriador monárquico de la Restauración.
Pudo hacer, y la hizo, la apología de la reina María Cristina,
como cristiana, mujer y reina.
Pudo hacerle, y se la hizo, justicia muy comprensiva, como no
se la hiciera ninguno de sus políticos y Grandes, al rey Alfon­
so XIII, su esposo, Señora...
Al rey, por si os agrada saberlo, que para este autor fué, hu­
manamente juzgado, el mejor, y con mucho, de todos los Borbones
antes nombrados; y no es la primera vez que así lo afirma. Claro
e* que, si con intención polémica se le apurara para explicar la
excepción borbónica que se diera en Don Alfonso, podría respon­
der, sin réplica, que no sabría si su egregia personalidad humana
la debió a 6er Borbón o Habsburgo... ¡Pero tiene réplica, Señora!. ..
El ser Borbón, como ser de cualquier otra estirpe, no determina
calidades humanas buenas ni malas. Borbones eran también los de
la Rama desposeída—para el autor, la legítima— , y los que histó­
ricamente conocemos fueron hombres egregios.
Si es cierto lo que os atribuye Ansaldo, Señora, cometéis una
injusticia diciendo que “ Franco no desaprovechó ocasión para in­
sultar a los Borboneá*’ . No sólo no insultó a los Borbones, sino
que 6u censura, tan insultada por sus monárquicos, impidió, no
insultar, sino decir una verdad sobre los Battenberg.
¿Queréis 6aber qué verdad?
Simplemente, impidió publicar el árbol genealógico de la Casa
Battenberg-Mountbalen, por la nimiedad genealógica de figurar el
apellido Hauke en su primera rama, y ser el Hauke un apellido
judío.
¿No lo agradecerá la Señora?... porque, sin duda, la censura
de Franco suprimió el árbol de su Casa debido a que hay gentes
aún —en contra de la cristiana opinión de este autor— que estiman
una determinante nefanda el tener sangre judía en las vena9 ; miran
la sangre judía con más horror que la liemofílica; y estiman como
un sacrilegio el que, por primera vez en la historia de España, se
siente en el Trono de Isabel la Católica quien tenga en su corazón
una sola gota de sangre judía...
EXPLICACION PREVIA PARA ESTA SEGUNDA
PARTE

Ansaldo acaba sus ¿PARA QUE? en 1950. Desde tal fecha


carecemos de testimonios de los conspiradores relativos a su per­
manente complot. Expliquémonos; carecemos de testimonios pu-
blicables. Desde finales de 1952 a principios de 1958, el autor h a
prestado sus servicios en la Policía — después de diez años de e x c e ­
dencia voluntaria— , y durante esos cinco años ha conocido más o
menos de la conspiración en 6U calidad de funcionario; nada de
todo ello puede darlo a la publicidad, por impedirlo el “secre: •>
profesional” . Ciertamente, tal “ secreto profesional” puede ser que­
brantado por autorización de la Autoridad policial; pero no hemos
pedido autorización y jamás pensamos recabarla para dar a la pu­
blicidad nada de cuanto como funcionario hayamos logrado saber.
A continuación van a conocer nuestros lectores ciertos documen­
tos referentes a la conspiración. Sin explicarles antes su proceden­
cia, tendrían derecho a suponer al autor portavoz oficial u oficioso
de la Dirección de Seguridad, por creer pueda proceder de dicho
centro la documentación que seguidamente aparece.
Nada más erróneo. Los documentos no los ha recibido el autor,
ni menos aún los ha tomado, de la Dirección de Seguridad. Muy al
contrario, es la Dirección de Seguridad la que los ha recibido
autor. .
Y desde luego, el autor no logró poseer los documentos en virtuc
de su cargo, en cuyo caso debió entregarlos y habrían quedado so­
metidos al “ secreto profesional” , resultando así para él impublica­
bles. No adquirió los documentos en virtud de ser Comisario de
Policía, por la sencilla razón de haberlos logrado en el extranjero,
en Francia, y, como es natural, allí no era ni podía ser un policía
de ningún modo ni actuar como tal. Precisemos más, cuando adqui­
rió los documentos, ni siquiera se hallaba en Francia en “ comisión
de servicio” , esa situación oficiosa en la cual puede hallarse cual­
quier funcionario del Estado, y durante la cual, moralmente, a
pesar de la extraterritorialidad, depende de sus jefes naturales. No
era tal el caso del autor; jamás ha sido enviado a Francia ni a
ningún otro país en “ comisión de serviciof’ ; se podría demostrar.
Ha estado en varios países extranjeros, pero siempre como turista
particular, viviendo de su propio dinero y sin obedecer a nadie;
sólo a su propio patriotismo, que, como es natural, no dejaba jamás,
como la placa y la pistola, en el puesto fronterizo español.
Por tanto, cuanto el autor averiguara y adquiriera en país
extranjero era en absoluto suyo y, naturalmente, podía disponer de
todo ello a su antojo. Que, usando de tal derecho, e impulsado por
el patriotismo, entregó esos documentos a la Dirección de Seguridad,
el hecho, dado el origen de los mismos, no mermaba en absoluto
su derecho a emplear los documentos tal y como le diera la real
gana...
Y quede así explicado el motivo por el cual podemos dar a la
publicidad cuanto a continuación va.
Sólo ya una ligera explicación más.
Como todos o casi todos nuestros lectores no son técnicos en la
materia, para favorecer su comprensión personal, estimamos opor­
tuno darles a conocer la naturaleza de los documentos y el sector
político del que proceden.
Sin duda de ningún género, el contenido de los documentos es
un informe redactado por alguien que ha debido asistir como dele­
gado a las reuniones conspiradoras de que tratan, para dar cuenta
de lo tratado en ellas al Comité representado por el informante.
Según el contexto, el redactor, o redactores, de los documentos per­
tenece a la C. N. T. (Confederación Nacional del Trabajo) y ha
debido asistir como delegado de tal organización a las reuniones y
despues, para conocimiento de los dirigentes de la misma, redactó
6U escrito.
Si los lectores tienen curiosidad por conocer cómo han podido
llegar a nuestras manos estos papeles, deberán resignarse a no
verla satisfecha, porque nosotros no se lo diremos. Concedan al
autor de la presente obra suficiente imaginación para tejer una
bonita fábula del género policial; pero estimamos el asunto dema­
siado serio para mezclarlo con fábulas. En asuntos de este género,
cuando papeles median, son muchos los recursos a emplear: com­
pra, robo, pérdida, microfilm, etc., etc... Pudimos adquirirlos po?
cualquiera de tales procedimientos y también por otros muchos
Piensen los lectores en aquel que más le guste.
Resta un aspecto importante: la autenticidad del contenido de
los documentos. Se comprenderá muy fácilmente que la prueba
pericial y testifical directa no es posible. En cambio, la prueba mo­
ral es fácil y muy asequible. La mayoría de los personajes citado
t*n los documentos tienen dadas infinitas pruebas con palabra' y
hechos públicos de que piensan, hablan y obran tal y con'») apare­
cen reflejados en los informes.
De otros, como el HERRERA ORIA, no existen palabras y he­
chos públicos que concuerden con lo dicho por él, según el redactor
de los documentos. Esto es cierto; mas, para desgracia suya, ti y
otros están procesados por estos hechos y otros conexos aludidos en
nuestros informes, y, según es de creer, la vista pública de su pro-
ceso no estará muy lejana. En estrados aparecerá la verdad jurídica
de su9 hechos y podremos comprobar hasta dónde coincide o
crepa de lo escrito en estos informes.
Y no más explicaciones previas.
«Los tres representantes de las fuerzas centro-derecha del Inte­
rior tenían gran interés en que se consiguiera la adhesión y pre­
sencia de la C. N. T., y HERRERA ORIA manifestó al empezar:
«“ Siendo la C. N. T. la fuerza que tiene más efectivos en el
interior del país, no queremos prescindir de su valiosa colaboración
para derribar al franquismo.”
«Y aludiendo a la posición adoptada por la fracción “ colabora­
cionista” , y demostrando conocerla por “ España Libre1” , calificó su
campaña com o:
«“ La postura más sensata para resolver nuestros asuntos nacio­
nales.”
«GORDON ORDAS, hablando extensamente, fijó el primer
objetivo con estas palabras :
a“ Poner fin al Gobierno de Franco. causante de la ruina física,
moral e intelectual de España.”
«Y aclaró:
«“ Aun cuando la C. N. T. no figura en el Gobierno republicano,
ella ayuda a todo lo que considera útil para la liberación de nuestro
país, y es mucho lo que debemos agradecerle por las pruebas que
da de su gran responsabilidad nacional, obrera y libertaria en estas
horas de prueba.”
aLa reunión duró unas ocho horas. Durante ellas hablaron todos
mucho, y es imposible sintetizar todo cuanto fué dicho. No ofrece
la mayor parte gran interés, por referirse a la crítica del Régimen
español, al cual condenaron todos unánimemente. Por ejemplo,
una vez más, fué evocada la colaboración de Franco con Roma y
Rerlín y el que llaman “ vergonzoso abandono de Marruecos” .
«Durante toda esta revisión retrospectiva, el representante de
la C. N. T. guardó absoluto silencio.
aDespués de la comida, se reanudó la reunión, tomando la pa­
labra el representante de la C. N. T. para hacer la apología de la
Organización Confederal, siendo sus principales conceptos lo9 si­
guientes, que se copian literalmente :
« No vale la pena que nos dediquemos ahora a criticar al Ré­
gimen de Franco, al que tenemos declarada guerra a muerte sin
que estemos dispuestos a arriar esta bandera en ninguna ocasión.
O Franco y su tiranía o la libertad de España, es nuestra divisa
«” Pero entiende la Confederación que ahora lo que imporU „
buscar la solución que a todos nos interesa.
«"España está siendo sacrificada. Si unos y otros no sabemos
encontrar una solución nacional honrosa, mediante la liquidación
de la guerra civil y el establecimiento de un nuevo régimen de con­
vivencia nacional, España no será ni para derechas ni izquierdas,
puesto que habremos cavado su tumba.
«'” No nos guían sentimientos de venganza ni pretendemos im­
poner nuestras ideas mediante la violencia. Como movimiento obre­
ro, sindicalista y libertario, exigimos respeto para todas las ideas
político-sociales, filosóficas y religiosas. Y lo que pedimos para
la C. N. T., ella está dispuesta a otorgarlo a las demás, sioni;
que no se atente al interés común de todos.”
«Agregó el representante de la C. N. T. que la colaboración de
la misma sería prestada sin dobles intenciones, reivindicando para
la C. N. T. la defensa de la clase obrera, y aseguró que, disfrutando
de libertad para desenvolverse, la Confederación sería el factor más
efectivo para el orden y la seguridad nacional.
«Ratificó su pretensión de «fraternidad, tolerancia, compren­
sión y buen entendimiento” , y el deseo de no abrir heridas, sino
de curarlas.
«A continuación intervino HERRERA ORIA, el representante
de los “ Social-Cristianos” , que dijo:
«“ Estoy avergonzado de representar a una fuerza que se dice
cristiana, ya que el verdadero Cristianismo es el que expresa
Anarquismo confederal.
o'” La lectura de los acuerdos del Pleno Extraordinario de
la C. N. T. pueden considerarse como el Evangelio pohtico-socia
de la nueva España.
«” Es inmenso el beneficio que se obtiene de poder tratarse y
conocerse. ,
«” ¿Por qué, por qué, Señor mío, nos hemos destrozado en
los españoles?
k' Después de lo dicho por la C. N. T., a la que felicito huma­
namente, puedo asegurarles que ahora sí que habrá solución para
España. Estoy seguro-”
«GORDON ORDAS subrayó:
«“ Ya les había dicho quién era este hombre y cuáles son los
propósitos de la C. N. T., que yo he elogiado en una interviú. Es
la entidad más consciente de la vida española y la más despren­
dida.”
«HERRERA ORIA ratificó :
«“ Exacto; ya que nos dan la más grande lección. Los que más
han sufrido y sufren son los que más perdonan. Eso sólo podría
hacerlo el propio Jesús.”
«El cenetista exaltó a su manera las virtudes españolas, convi­
niendo en que todo se haría “ sin falsos patriotismos trasnochado»” .

«PROBLEMA RELIGIOSO.

Refiriéndose a la solución propugnada por la C. N. T. para este


punto, dijo el señor HERRERA ORIA :
«“ ¿Cuál es la posición confederal sobre el problema religioso?
Porque hemos de hablar con toda claridad; de lo que se diga de­
pende si podemos llegar o no a un acuerdo.”
«El Delegado de la C. N. T. respondió:
«“ Garantía y tolerancia de todas las religiones, respetando las
diversas creencias de orden espiritual, por considerar que el pa­
trimonio íntimo de los hombres es sagrado; ninguna religión de­
berá ser vinculada económicamente a los recursos del pueblo espa­
ñol con carácter de reconocimiento legal.
« Mas, para que no haya equívocos, agregamos que re chazamos
el Concordato firmado entre el Vaticano y el Gobierno de Franco,
convenido al margen de la voluntad popular, no reconociendo más
Concordato que aquél que el pueblo concuerda soberanamente y
en pleno regimen democrático y libre.”
aHERRERA ORIA convino:
a Eso es muy digno, y eso es lo que nosotros suscribimos sin
la menor objeción.'*’
«GORDON ORDAS apoyó lo dicho leyendo el artículo de la
Constitución de 1931 referente a la tolerancia ,„v •
HERRERA ORIA agregó : 'g,08a' DesP »«
«“ Si ese punto debatido ,e redacta en eSe sentido, creo que
podremos llegar a un acuerdo total, ya que éste es el pnn,o e l , -
cial para nosotros.”
«CUESTION M ILITAR.

«El Delegado de la C. N. T., el primero en tratar el problema,


empezó diciendo que España tenía más generales que Rusia y Amé'
rica y que no era necesario un ejército careciendo de Imperio.
«GORDON ORDAS leyó algunos párrafos de la «Ley de Azaña”
que “ hoy admiten los militares que ayer la combatieron” .
«HERRERA sugirió :
«“ No podemos seguir manteniendo esa pesada carga, pero ahora
hay que procurar que los militares no se den cuenta de q u e lo*
queremos anular (1).
<s” Ellos dicen que el Ejército debe ser acoplado a las ex igen cia
nacionales, pero piden que se les dé de comer en el caso de ser
jubilados. Creo que deberíamos redactar algo en este sentido para
ganar adeptos en favor de lo que nos proponemos.
«” Y después ya veremos lo que el pueblo decide democrática­
mente. . J”
«ORGAN IZACION DEL ESTADO.
«El Delegado de la C. N. T. propugnó que ee condenara “el
estatismo, que no permite la autonomía de los hombres ni de lo?
pueblos” .
«.RELACIONES EXTERIORES.
«Acordaron redactar una declaración dirigida a los países domo
cráticos.
«LIB ER TAD E S.
-En la primera que convinieron fué en el derecho a la huelga
como el natural de lo, trabajadores, pero debidamente reglamen-

«En la libertad de Prensa se sostuvo el criterio de condicionarla

(1) Tomen buena nota los militares españoles. (Nota del autor d
libro.)
mediante una Ley que fijara la responsabilidad, a fin de evitar que
“ en el momento de cambio del Régimen se lanzara a una carrera
de demagogia y de violencia” , que sería fatal para todos.
«ORDEN PUBLICO.

«GORDON ORDAS defendió la conveniencia de redactar un


punto de carácter muy fuerte condenando severamente todo desmán
v toda amenaza personal. La C. N. T ., argumentando que ese no
era un léxico propio de la paz, propuso que se dijera :
«” Comprometerse todos a consolidar el orden en España.”
«IGLESIA.
«Fué considerada por todos los reunidos como algo sustancial,
y sobre la cuestión dijo el señor HERRERA ORIA :
«“ El Vaticano no puede intervenir en política, pero yo r ‘ jy
seguro de que, cuando conozca lo tratado aquí, nos apoyará, por
ser nuestra posición la misma de Roma con referencia al problema
español.” (2).
«Propugnó el mismo que se concediese a la Iglesia el derecho
a la enseñanza libre; pero se opusieron GORDON y TJARTE, por­
que la cuestión, dijeron, debía ser resuelta democráticamente por
el pueblo y no por un Gobierno provisional.
«OTRAS CUESTIONES.

«Sobre la enseñanza fué condenada la “ plaga de analfabetos y


retrasados existentes en España” , propugnando la idea de crear
una estructura “ capaz de elevar el nivel cultural deficiente de nues­
tro paíeT.
aEn relación a la Justicia, aprobaron todos:
« La independencia del poder judicial, estimando que el Go­
bierno no debía gobernar en este aspecto.”
«El problema social fué tratado por RAMON LIARTE desde el
punto de vista de la C. N. T., sin que nadie se opusiera a sus razo­
namientos y propuestas.
«Hablaron luego sobre la Hacienda, siendo GORDON ORDAS
el que más extensamente trató del asunto. Dentro de e0*** punto

(2) ¿Con qué autoridad” habla este indocumentado conspirador? ¿A


quien puede enganar...? (Nota del autor del libro.)
“ zr: “ ver;”;■
la CAMPSA y oirás entidades estatales que maneja a su antojo”
Aprueban por tanto, “ una fórmula de economía libre sin pre-
dominio del Estado totalitario” .
«Los reunidos acordaron que GORDON ORDAS se encargase
de dar forma a los asuntos tratados, redactando el correspondiente
documento que serviría de fórmula para el pacto.

«AM PL IAC IO N DE LO TRATADO.

«Lo que mejor puede dar idea de la esencia de lo tratado en la


reunión son las siguientes palabras pronunciadas por el señor HE­
RRERA O R IA :
«“ Por parte nuestra, contamos con el Ministerio de Relaciones
Exteriores, ya que ARTA JO hará todo lo que le diga mi hermano
y el Vaticano. En el Ministerio de la Guerra está andado todo el
camino para darle una salida a España.
a“ Nos falta el Ministerio de ]a Gobernación, pero si conseguimos
dinero, el señor GORDON ORDAS, por su parte, y yo por la mía,
lo podremos solucionar todo, pudiendo llegar a tener el Ministerio
en nuestras manos para un golpe posterior.
a“ Contamos con militares de nombre para luchar contra FRAN­
CO ; entre otros... (4) y ARANDA.
«?,Es seguro que, caso de que lleguemos a un enlendimiento, I09
militares retirados y los que están en activo acabarán con FRANCO,
como hicieron los de Argentina con PERON.”
«Se estudió la manera de iniciar la ofensiva. Conviniendo pri
m eram ente en que se deberá resaltar la política de paz como
punto esencial de la acción del nuevo Régim en, con lo cua p
conseguirse que el Vaticano y los Gobiernos occidentales, ap )
a la fuerza de la oposición del interior, le planteen e pr
FRANCO, obligán dole a dar paso a un nuevo Régimen

(3) ¡Dinero de capitalistas extranjeros!... ¡Que nacional y P


triótico” sería el proyectado raleg aue n0 incluimos por creer
(4) Aquí van los nombres de dos generales que
que son ilusiones de los conspiradores.
vencía basado en las condiciones precisadas en los acuerdos adop­
tados por ellos. Pero en caso de que FRANCO se niegue, empeT
fiándose en desacatar la voluntad nacional, habrá que pasar al con­
tragolpe de Estado para derribarlo.
«Cuando se planteó la posibilidad del golpe de Estado, el Dele­
gado de la C. N. T. fué preguntado:
«“ ¿Con qué efectivos cuenta la C. N. T. para la lucha?7’
«El Delegado contestó lo siguiente:
«“ Esa misma pregunta hizo STALIN refiriéndose al Pontífice
Romano, y el Papa contestó: Con las divisiones que tengo en el
Cielo. La C. N. T. cuenta con la simpatía general de todos los tra­
bajadores de España. No estamos dispuestos a sacarle las castañas
del fuego a nadie. Pero si los militares y la Iglesia pasan a la acción,
en este caso nosotros podemos desencadenar una huelga general en
toda España.”
«DATOS SOBRE LOS TRES D E L E G A D O S D E L IN T E R IO R :
«FRANCISCO HERRERA ORIA representa a los Social-Cris-
tianos.
Este se ofreció para todo aquello que pueda ser útil a la C. N. T .t
ya que, según dice, su influencia en los medios católicos, capitalis­
tas y militares es muy grande.
Dijo que, caso de ser visitado por algunos enviados de la C. N. T.
del interior, se le dé como contraseña que van a tratar del Agua de
Solares.
El representante de la Confederación ha comentado :
«“ Estos Social-Cristianos controlan todas las publicaciones cató­
licas que hay en España, estando a cargo de la familia HERRERA
todo lo económico y doctrinal del n egocio/’
aEn conversación, al parecer sincera, y meditando sus palabras,
él d ijo :
« Consideramos que no puede lucharse a estas alturas para res­
taurar una Monarquía. Siguiendo el ejemplo del católico DE GAS-
PERI en Italia, nosotros vamos hacia una República en España.
Cuando aquel estadista trazó tal trayectoria para Italia, el mismo
Vaticano discrepaba de DE GASPERI, pero después hubo de re­
conocer que la República había sido la salvación de Italia.”
«Y dijo máa :
« Si nosotros pretendiésemos implantar una Monarquía teñ­
amos que perder mucho tiempo y excesivas energías para’ man-
erla. Lo que importa, pues, es que instauremos la República
para todos; para izquierdas, centro y derechas/’
«ANTONIO MENCHACA COREAGA, que representa a los In-
lelectuales, dijo hablar en nombre de MARAÑON, JULIAN MA­
RIAS y de todos Jos profesores descontentos, añadiendo que:
«“ Si se llegaba a un acuerdo, éste sería suscrito por la intelec­
tualidad española en general, que sin distinción de creencias y de
ideas está dispuesta a luchar contra el Régimen franquista.”
«VALENTIN LOPEZ APARICIO (Justo), según la misma re­
ferencia del Delegado de la C. N. T .: “ Vive en Fernández de la
Hoz, 56, 6.* derecha, con quien si deseáis hablar podéis hacerlo
mencionando la frase FINCA DEL MONCAYO. Este representa a
los liberales del interior, que tienen 6U propia organización. Por
conducto seguro y reservado, hemos logrado saber que el Gobierno
republicano le ha nombrado Ministro del Interior para el Gobierno
provisional, ya que el partido de Unión Republicana piensa atraér-
eelo en vista de los grandes trabajos que ha realizado en el inte­
rior” .
«iGOBIERNO PROVISIONAL.
«No está formado, ni hay asignadas definitivamente cartera»;
pero los nombres que se barajan hasta ahora son los siguiente»:

«SALVADOR DE MADARIAGA.
tGREGORIO m a r a ñ o n .
«INDALECIO PRIETO.
«RODOLFO LLOPIS.
«FELIX GORDON ORDAS.
«DIEGO MARTINEZ BARRIOS.
«VALENTIN LOPEZ APARICIO.
«.[Hasta esta fe

roca. Al parecer
REUNION DE LA C. N. T. (CONFEDERACION NACIONAL DEL
TRABAJO) CON EL P. S. O. E. (PARTIDO SOCIALISTA), LA
ü. G. T. (UNION GENERAL DE TRABAJADORES)
Y DEMAS SECTORES
17 de febrero de 1957 y siguientes

«EJ 17 de febrero pasado, convocados por PASCUAL TOMAS,


Secretario General de la U. G. T. de España en el exilio, ie reunían
ROMERO y RAMON LIARTE, Administrador y Secretario del
Subcomité Nacional en el exterior de la C. N. T.
«PASCUAL TOMAS comenzó diciendo:
«“ El P. S. O. E. (Partido Socialista) y la U. G. T. (Unión Ge­
neral de Trabajadores) han recibido un documento de las fuerzas
del centro y derecha del interior en el cual manifiestan que estad
ellos en condiciones de dar un golpe de Estado para implantar el
nuevo Régimen.
o/” Ante la importancia de los hechos, y con el documento a la
vista, hemos hecho una respuesta que vamos a someter a la aproba­
ción de las organizaciones sindicales y a los partidos de izquierda.
«f’De acuerdo con lo estipulado en anteriores entrevistas, leí
hemos llamado a ustedes para informarles, pedirles parecer, y de
searíamos que firmasen el documento.
«f’Ya tenemos concordada una reunión en París, a la cual
tirán todos los organismos, excepto los de oaiácter comunista y
dudosos al respecto.'’
ANTI-ESPAÑA r jü t».— 15.
«Los delegados de la C. N. T. insisten en que esta organización
es la fuerza más poderosa del antifascismo español y 9e duelen de
que 110 se contara con ellos para el Pleno de ParÍ9, al que, afirma*
ron, debían asistir, no como invitados, sino con todos lo8 derechos.
«De las mutuas acusaciones que profirieron, se deduce : desunión
•ntre los socialistas españoles y la fracción colaboracionista de
la C. N. T. Desunión entre la organización anarquista internacional
y la C. N. T. de España. Conceptos despectivos hacia PRIETO en
lo relacionado con problemas sindicales.
«Más tarde acabó la reunión en tono cordial.
«En París, los socialistas, federales, republicanos y vascos acor­
daron tener contactos con la C. N. T., representada por el Subco-
mité Nacional del Exterior. La Ezquerra Catalana abogó por con­
tactos con la oposición confederal.
«Después de encarnizada discusión con los catalanes y vascos,
*e aprobó la tesis socialista de no abordar en los momentos actuales
la cuestión del derecho autónomo de las regiones peninsulares.
«Al regreso de París, en una nueva reunión muy cordial, lo»
socialistas leyeron al representante de la C. N. T. el documento fir­
mado y el enviado por las fuerzas centro-derecha. La C. N. T.,
después de uu nuevo estudio, acordó firmar el primero.
«En una reunión acordaron redactar las bases para la unión de
la U. G. T. y la C. N. T. con vistas a que las dos centrales sindicales
lleguen a tener en sus manos el control de la economía y el trabajo
«ti el futuro de España partiendo de I09 Sindicatos y Municipios
basta donde les interese. Quedó encargada la C. N. T. de redactar
este documento, así como un manifiesto dirigido a los trabajadores
españoles.
«Respecto al documento suscrito por todas las entidades de exi­
lados, se acordó no hacerlo público hasta el momento oportuno,
sobre todo hasta que las fuerzas del interior den su acuse de recibo
Entretanto, y con vistas a salir al paso de los titistas y comunistas
que no han participado en la reunión, se convino en publicar una
nota de Prensa en “ España Libré” .
«Por otra parte, se tiene la intención de celebrar varios actos
en París, Marsella, Burdeos, Lyon y Toulouse, fijando la postura
de los partidos de izquierda y organizaciones obreras ante el actual
instante de lucha por la liberación nacional.
«Según la C. N. T., ella ha conseguido los siguientes objetivos;
«1.° Unidad de acción en esta hora para que todos los partidos
y organizaciones encaminen sus pasos en una misma dirección.
«2.° La cooperación de las izquierdas y las derechas para
obtener una finalidad concreta: sustituir al régimen actual por
otro sistema que haga posible el ejercicio de la legalidad.
a3.° La unión C. N. T.-U. G. T. para abordar el presente y
porvenir de España.
«LLOPIS, en conversación amistosa con los miembros de la
C. N. T., manifestó:
«“ Estoy convencido de que pronto nos van a colocar una nueva
Monarquía en España; hay preparado un golpe de Estado. Detrás
de todo esto se hallan las fuerzas militares, católicas y capitalistas.
La herencia que van a recoger es espantosa. No debemos quererla
para nosotros. Más vale que al principio entre la Monarquía, y como
tendrán necesidad de nosotros, nos mimarán y haremos valer núes*
tras fuerzas. Si el P. S. 0 . E., la C. N. T. y la U. G. T. preaentan
un frente unido, no podrá nadie con nosotros* .»
DOCUMENTO DE LAS FUERZAS CENTRO-DERECHA DEL
INTERIOR DE ESPAÑA
(Se dopia literalmente)

«Determinados elementos del interior de España envían nn do-


cumento en el que figuran la3 siguientes hipótesis comentadas:
al.* Que la forma de Gobierno fuera elegida libremente por
el pueblo español.
«Se coincide en admitir que esta solución sería la más apta para
obtener una adhesión de mayor volumen y para evitar futuros ata-
ques e impugnaciones.
«2.a Que la forma de Gobierno fuera traída sin previa ni pos­
terior consulta al país.
aSe coincide en admitir la inconveniencia de este hecho, que
provocaría la imposibilidad de coincidencia de los grupos que acep­
ten el contenido de este documento.
«3.ft Que la forma de Gobierno, aunque impuesta “ de facto” ,
fuera posteriormente legitimada por la consulta al país.
«Se aceptaría el hecho si fuera inevitable, bien porque fuera
el más apto para evitar una peligrosa solución de continuidad en el
Poder público, bien porque sirviera para acelerar la caída del ré­
gimen actual; y siempre que la consulta al país se efectuase en el
plazo más breve posible, cuyo momento se fijará una vez que 6C
haya producido la caída del régimen actual,
«Después de enumerar esas tres hipótesis con el breve comen­
tario que se añade, señala como “ supuestos” unos puntos esenciales
de coincidencia:
« I. Constitución política.
« II. . Derechos y garantías auténticos.
« III. Régimen de partidos.
c IV. Mantenimiento riguroso del orden público.
« V. Saneamiento material y espiritual del país, sin incurrir
en represalias.
« VI. Asimilación de la guerra civil como un hecho histórico.
« VII. Resolución del problema regional.
«VIII. Compromiso para hacer de los diferentes partidos po­
líticos órganos de gobierno y base de la estabilidad na­
cional.
« IX. Independencia entre la Iglesia y el Estado, regulada por
un concordato.
«Al documento en cuestión que se resume anteriormente acom­
pañaba una carta personal, dirigida al Secretario del P. S. O. E.,
de la que se extrae lo siguiente:
«“ Parece un hecho que el futuro inmediato del país está deter­
minado : será la Monarquía. Más vale pactar ahora que humillarse
después. El documento es el máximo de lo que se ha logrado. A
partir de él, se pueden conseguir conversaciones amplias con re­
presentantes autorizados de los distintos grupos monárquicos. Tales
conversaciones deben celebrarse cuanto antes.”
«Más adelante añade:
«“ El proceso de descomposición interna (del régimen) no pue­
de dar el fruto de una nueva situación liberal, a no ser que las
izquierdas puedan condicionar la nueva situación con una acción
rápida y eficaz. En otro caso, el porvenir será una restauración
antidemocrática en la que el Monarca será el prisionero de la9
mismas fuerzas que hoy dominan el país. La nueva situación con­
duciría a un totalitarismo de derechas y a una supresión de las
libertades y crearía en los elementos avanzados socialmente el deseo
de implantar un régimen totalitario y radical de tipo comunista, ’
«La carta termina de e8ta forma:
«“ Rogamos al Partido Socialista y a los grupos democráticos-li-
berales que estén en contacto con él y por su intervención acepten
el documento, firmándolo y comprometiéndose a cumplir su letra
y su espíritu. Advertimos que este acuerdo puede ser la última
oportunidad que tienen los grupos de izquierda para cooperar en
la restauración y, por tanto, para determinar su carácter democráti­
co y social.”

«Madrid, 19 de enero de 1957.»


DOCUMENTO FIRMADO POR LAS FUERZAS DEMOCRATICAS
EN EL EXILIO

(Se copia literalmente)

«Las fuerzas democráticas que suscriben han examinado con la


atención que la importancia del caso requiere el documento pre-
sentado a nuestra consideración, en el que se indican distintas si­
tuaciones que pueden crearse en España después de la caída del
régimen actual.
«No se nos dice en dicho documento cómo puede llegarse a la
creación de dichas situaciones, es decir, en virtud de qué actos o
serie de actos, punto al que concedemos extraordinaria importancia,
pues estamos seguros de que la manera como se produzca la caída
del régimen actual ha de condicionar, si no determinar, las situa­
ciones o etapas inmediatamente posteriores a ella. Sin embargo, no
insistimos en ese silencio del documento, pues pensamos que cuando
no se habla de él es porque todavía no se puede o no se debe hablar.
Respetamos el silencio en este momento, mas no sin dejar constan­
cia de la importancia decisiva que concedemos a esta cuestión, que,
tarde o temprano, necesitaría plantearse.
«El documento que se ofrece a nuestra consideración señala tres
hipótesis y a cada una de ellas se acompaña un breve comentario
que expresa las coincidencias a que se ha llegado acerca de cada
una de ellas por los proponentes. Nosotros, a nuestra ve*, estimamos
nuestro deber precisar, aunque sólo brevemente, nuestro pensa­
miento en orden a cada una de esas tres hipótesis.
«Una de ellas, la segunda en el documento, supone que la forma
de gobierno que haya de suceder a la caída del régimen actual sea
implantada “ sin previa ni posterior consulta al país” .
aComo en el documento se dice respecto a esta hipótesis que “ se
coincide en admitir la inconveniencia de este hecho que provocaría
la imposibilidad de coincidencia de los grupos que aceptan el con­
tenido de este documento”” , entendemos que se desecha dicha hipó­
tesis. Quede de todos modos bien claro que nosotros no prestaríamos
nuestra aquiescencia a semejante hipótesis, ni, por tanto, nos im­
plicaríamos ni complicaríamos en su desarrollo.
«Otra de las hipótesis, la tercera en el documento, dice que “ la
forma de gobierno, aunque impuesta “ de facto1” , sería posterior­
mente legitimada con la consulta al país” .
«El comentario que acompaña a dicha hipótesis dice “ que se
aceptaría el hecho si fuese inevitable, bien porque fuera el más
apto para evitar una peligrosa solución de continuidad en el Poder
público, bien porque sirviera para acelerar la caída del régimen
actual, y siempre que la consulta al país se efectuase en el más
breve plazo posible, cuyo momento se fijará una vez que se haya
producido la caída del régimen actual” .
aLos términos en que se formula esta hipótesis nos llaman la
atención. Y del comentario que la acompaña necesitaríamos algunos
esclarecimientos. En su defecto, trataremos de suplirlos con nues­
tras interpretaciones y conjeturas.
«¿Qué es lo que puede hacer “ inevitable” el hecho de que, desde
el primer momento, la nueva situación haya de tener signo institu­
cional definido?
oEn el comentario se invocan dos motivos posibles. Uno de ellos
alude al deseo de evitar “ una peligrosa solución de continuidad en
el orden público” . A nuestro juicio, no puede haber esa “ peligrosa
continuidad cn el orden público” , pues es de suponer que quienes
ejerzan el Poder durante esle período, lo ejercerán plenamente
dentro de loe límites que determine el Estatuto Jurídico Provisional
que. para garantía de todos los españoles, ha de formar la vida del
país durante este período transitorio. Estatuto en el m ,. r '

z?i:zicuestioaesquese
“ E l segundo motivo invocado alude a las facilidades que esa
solución procuraría “ para acelerar la caída del Régimen actual” ,
t i l o nos hace pensar que se trata de una concesión que constituye,
probablem ente, una condición previa para poder lograr la colabora'
ción de determinados elementos cuya intervención se reputa de­
cisiva en la operación, seguramente prevista, aunque silenciada en
el documento.
aSi esas nuestras conjeturas resultasen justas, carecería ya de
interés el preocuparse de la consulta al país y de la fijación de pía-
zos para llevarla a cabo, máxime cuando, según el enunciado de
la hipótesis, a la referida consulta se le reserva papel tan poco
airoso cual es el de “ legitimar” la forma de gobierno impuesta “ de
fncto” . —
«T am poco podemos prestar nuestra aquiescencia a semejante hi­
pótesis, ni por tanto implicarnos ni complicarnos en su desarrollo.
«Queda, por últim o, otra hipótesis, la primera en el documen­
to, la cual dice que “ la forma de gobierno fuera elegida por el
pueblo español” .
aE l comentario que a esta hipótesis se acompaña dice que ee
coincide en admitir que esta solución sería más apta para obtener
una adhesión de mayor volumen y para evitar futuros ataques e
im pugnaciones” . Así lo estimamos también nosotros.
«Nosotros queremos contribuir eficazmente a liquidar una si-
tuación que comenzó hace más de veinte años, durante los cu
el régimen dictatorial que padece España se recreó en mantener
vivo el penoso abismo que la guerra civil abrió y la erne P
sión ahondó todavía mucho más.
«Pero para nosotros no se «rata de liquidar solamente la opro­
biosa situación en que se consume España, sino e propicia
más una nueva situación totalmente diferente de la « c .u a l.S e r a
de devolver a España plenamente sus 1
p rerrog a t v .. y que lo» -
pañoles dejen de ser súbditos para convertirse en ,u ,e n ,co c.ad.
danos libres. Se trata de interesar a los «panoles en 1. obra
reconstrucción moral y material que el país necesita y que cobren
consciencia de sus derechos y de sus obligaciones; e incorporarlos
a la vida ciudadana, de la que llevan ausentes tantos años, hacién­
doles dueños de sus propios destinos.
«Para lograrlo estimamos que la solución nacional pacíñca, hu­
mana y digna para todos consiste en crear una situación transitoria
a la caída del Régimen actual, situación transitoria sin signo insti­
tucional definido, es decir: que no sea monárquica ni republicana,
que no figure ni prejuzgue la futura forma de gobierno de España.
Esa cuestión se reserva íntegramente a la voluntad soberana del
país, que la expresará libremente y con toda clase de garantías en
el momento más adecuado.
«Defendemos esa fórmula como solución pacífica de la situa­
ción actual, por creerla más razonable y más democrática; porque
estimamos la pueden aceptar como transacción eficaz y sin desdoro
ni humillación para nadie los beligerantes de ayer y la nueva ge­
neración de hoy, los monárquicos, los republicanos y los indiferen­
tes o todavía no definidos en orden a la forma de gobierno, porque
a los republicanos y a los monárquicos se les ofrecen las mismas
posibilidades de conquistar democráticamente su República o su
Monarquía, y porque traduce efectivamente el derecho de los es­
pañoles a decidir de sus propios destinos sin previas hipotecas. Que­
de bien claro, pues, que no es entre nosotros donde deben discu­
tirse las legitimidades históricas, sino ante el país.
Cualquier Régimen puesto a España, es decir, implantado sin
contar con la voluntad del país, expresada de manera inequívoca,
libremente y con toda clase de garantías, sobre continuar los mé­
todos de tutela y protectorado que padecen actualmente los espa­
ñoles, sería desde el primer momento incentivo para la conspira­
ción de los descontentos, que no habrían de faltar, con lo que ee
proseguiría la zozobra, la incertidumbre y la intranquilidad vi­
gentes.
«Lo que creemos que España necesita y quiere no es eso, sino
entrar definitivamente en la vida normal para restañar 6us heridas
y para que los españoles se entreguen por completo a la recons­
trucción y al progreso del país. Ello se lograría dotando a España
áe un régimen que fuera expresión auténtica d* 1* . j
ritaria de lo. emanóles. Un régimen alumbrado en e « ,
nea, monárquico o republicano, tendrían la obligación de aceptarle
todo» los españoles aunque no le sirvieran quienes no lo g r w j ven­
cer los escrúpulos de conciencia que pudiesen asaltarles.
«Si para servir al nuevo régimen definitivo que surja de la
consulta al país son previsibles los escrúpulos de conciencia, en
cambio, para el período transitorio, sin signo institucional, nos pa­
rece posible y relativamente fácil la conjunción de fuerzas políti­
cas de los antidemocráticos, que coinciden en lo esencial e indispon-
sable previamente convenido.
«Para llegar a esa conjunción de fuerzas de significación diver­
sa no se pediría a nadie que renuncie a su respectivo programa, sea
cual fuere, ni que sacrifique sus convicciones, sean las que fue­
ren. Todos conservarían sus propios programas y sus propias con­
vicciones y el derecho a defenderlos y a propagarlos, con la espe­
ranza en cada cual de hacer triunfar democráticamente un día. A
nadie, pues, se pide que renuncie a nada, siquiera todos habrían
de hacer durante el período transitorio las concesiones necesarias
que las coincidencias indispensables exijan para poner en marcha
la nueva España.
«De esa conjunción de fuerzas puede surgir el instrumento na-
cional que ejerza el poder y gobierno provisionalmente durante el
período transitorio; preparado, tras la previa devolución de las li­
bertades ciudadanas, que se efectuarán con el ritmo más rápido
que las circunstancias permitan, la consulta al país, a fin de cons­
tituir definitivamente el Estado español.
«Quienes suscriben el presente escrito estiman altamente bene­
ficiosos para España los contactos que traducen el ocumeri o
cuestión y el deseo que supone el reanudar el d.alogo entr lo,
españoles de muy diversas condicione,, diálogo
actual quiso impedir y que nosotros queramos continuar

«Deseoso,, como quien fámula


los que no antepongan sus preocupaciones legítimas a la libera*
ción de España.
«Nosotros llevamos dieciocho años expatriados y seguimos fie­
les a nuestras convicciones de siempre, como fieles a esas mismas
convicciones se mantienen nuestros correligionarios de España que
están en relación con nosotros y cuya representación nos confían.
Sin embargo, no reivindicamos como cuestión previa la legitimidad
republicana, sino que nos entregamos al veredicto que en su día
pronuncie el país. Ello nos autoriza a pedir a I09 demás que hagan
lo mismo y que sometan también al veredicto del país la legitimi­
dad que defienden. Después de todo, ese es el mensaje de despe­
dida que Don Alfonso X III dirigió a los españoles en 1931.
«Tal es nuestro pensamiento acerca de lo que entendemos debe
ser la situación transitoria que se cree después de la caída del
Régimen actual. Creemos, además, que mientras no lleguemos a
un acuerdo, que deseamos vivamente, sobre problema tan funda­
mental, no debemos entrar nosotros, por ahora, a examinar las
cuestiones, que, como “ supuestos” , figuran en el documento que se
ha sometido a nuestra consideración.
París, febrero 1957.
aPor el P. S. 0 . E. : Rodolfo L lopis; por el Partido de Izquier­
da Republicana : Maldonado; por el Partido de Unión Republica­
na : A. Ortega; por el Partido Republicano Federal: doctor Martí
Fedec; por el Partido Nacionalista Vasco: Xavier de Landaburu;
por Acción Nacionalista Vasca: G oitia; por Ezquerra Republica­
na de Cataluña: J. Sauret; por el Movimiento Socialista de Cata­
luña: Pallech; por la U. G. T. de España: Pascual Tomás; por
la C. N. T. : Liarte; por Solidaridad de Trabajadora* Vascos:
G. Ruiz,»
FUERZA QUE IMPULSA A CENTRO-DERECHISTAS
CATOLICOS” Y CAPITALISTAS AL SUICIDIO

Con su clásica hipocresía y con las reticencias de hablar en la


Camara, un Ministro de Asuntos Exteriores británico diría lo más
concluyente sobre la íntima realidad de la política internacional
británica:
«Yo no puedo dejar de temer la guerra cuando pienso en el
poder inmenso de este nuestro país, porque sé que ee alistarán en
sus banderas, para tomar parte en la lucha, todos Zos desconten­
tos y todos los ánimos revolucionarios de todo país que, con razón
o sin ella, están disgustados con la situación actual de su patria.
«La idea de una situación semejante excita mis temores, por­
que muestra que existe en las manos de Gran Bretaña el poder más
terrible que jamás se vió en la Historia de la especie humana...
La situación de nuestro país puede ser comparada a la del dueño
de los vientos, tal cual la describió el poeta :

tCelsa sedet Eulus arce,


tEceptra tenes: molliteque ánimos, et tempera iras;
aNi faciat, maria ac térras coelumque profundum
aQuippe ferant rapidi secumt verrantque per áureos>.

No es un extemporáneo alarde erudito la evocación del texto


de Canning, ya más que centenario.
En el folio primero del documento número 1 leemos;
” Dado que los ingleses saben la predisposición que tenemos pará
ponernos en contacto con las demás fuerzas centro-derecha del in­
terior, estas fuerzas han desplazado sus representantes a París...'”
Poco esfuerzo intelectual es necesario para interpretar el claro
párrafo. Bastará con darle mejor construcción:
A l saber los ingleses que los republicanos, socialistas y anarquis­
tas acceden a establecer contacto con todas las fuerzas políticas de
centro-derecha — con vistas a concertar una alianza revolucionaria — ,
tales fuerzas de centro-derecha desplazan a París sus representantes.
Causa: el conocer los ingleses la predisposición de los rojos para
el pacto con los de centro-derecha.
Efecto: el contacto previo y el pacto, consumado en febrero (du-
cumento número 2).
Realidad: que, obedeciendo a Inglaterra, se alistan en sus ban­
deras para tomar parte en la lucha todos los descontentos y todos
los ánimos revolucionarios., que , con razón o sin ella , están dis­
gustados con la situación de su patria” , España.
No sé si alguien, leyendo los documentos y conociendo el nú­
mero y calidad de las fuerzas aliadas, podrá decir que 110 se con­
vierten en pura realidad las lejanas palabras del ministro Canning.
Dígase si en la enumeración falta ningún descontento ni revolucio­
nario, con razón o sin ella, de los que están disgustados con la si­
tuación actual de nuestra Patria.
Bien; habrá quien pregunte :
¿Cómo puede Inglaterra lograr que se alíen contra el Régimen
católicos con antiteos, capitalistas con comunistas; los predesti­
nados a ser asesinados con sus futuros asesinos?... ¿Qué mágica
fuerza tiene Inglaterra en sus manos capaz de tal milagro?
La respuesta es fácil. La fuerza capaz del milagro es la Maso­
nería.
Pero el concepto formado sobre la Masonería en la generalidad
de las mentes, hasta en las de los antimasones de mejor buena fe,
les impide creer que la Masonería posee poder para llevar a cató­
licos, aristócratas, capitalistas y demás conspicuos del centro-dere­
cha a pactar con sus clásicos y peores enemigos.
* - i— - ¿ = i “
No es cosa de traer aquí una visión histórica retrospectiva sobre
los reales, .mpenales, principescos, episcopales, clericales, ariete
cráneos y capitalistas “ cuadros lógicos” de la masonería universal y
la española.
Un hecho contemporáneo, con testigos vivientes, resultará más
convincente:
Después del 10 de agosto continuaron afluyendo denuncias a la
Dirección de Seguridad, acusando que en determinado y elevado
círculo de recreo conspiraban los monárquicos contra la República.
En virtud de las mismas, la Dirección decidió practicar un registro
en las cajas particulares del círculo; y a tal fin, envió un grupo
de agentes al mando de un inspector. Empezó el registro; fueron
abiertas las primeras cajas; con gran sorpresa de los agentes que las
registraban, hallaron en casi la mitad de las abiertas un mandil ma­
sónico en cada una. Al darse cuenta el inspector, mandó suspender
el registro, poniéndose al habla con el Director de Seguridad y re­
firiendo lo que sucedía. Recibió la orden de no continuar y esperar.
Al poco, se presentó el Jefe Superior, y continuó el registro de las
cajas; pero siendo él quien primero miraba su contenido, autorizan­
do a los agentes a que registraran unas sí y otras no. El Jefe Superior
autorizó a los agentes a que registraran poco más de la mitad del
total. Y en ninguna encontraron ya ningún mandil masónico.
Como es natural, mandil había en cuantas cajas vió y no auto­
rizó el Jefe Superior que fueran registradas por los policías.
El episodio demuestra que casi la mitad de J°^S®C^ S 32 elJ ¿ sntjros
co círculo en posesión de caja eran masones e an
que, no teniendo caja, guardasen el mandil e n su c
. • ~ Jo lne socios de tal circulo se
Es un hecho que a casi ninguno flnt#»redentes
le vió pisar jamás una Logia, ni tampoco se con“ce
masónicos de más do dos o tres en !,s arch.vos pohaacos.
Y surge el problema siguiente: aristócratas, ca-
¿A qué
¿A qué Obediencia masónica pertenecí
a n t i- e s pa ñ a 19 59 .— 1(3.
pitalistas y militares socios de la Gran Peña y a qué “ templo” ma­
sónico acudían con sus mandiles para celebrar sus “ tenidas” ?
Si no pertenecían al Gran Oriente ni a la Gran Logia, es que en
España existía una tercera Obediencia masónica. ¿Y cuál podía
ser? No se alcanza que pudiera ni pueda ser otra que la de la Gran
Logia de Inglaterra, cuyo mando delegado y cuyo “ templo” debía,
y debe, gozar de la extraterritorialidad diplomática, cuando a nin­
guno de los masones de la Gran Peña se le ha visto en contacto
masónico con autoridad o rito de las Obediencias masónicas indíge­
nas de España.
La hipótesis no es aventurada ni carente de histórica base. La pri­
mera Logia instalada en España lo fué en la Embajada inglesa en
tiempos del Embajador Benjamín Keene; para mayor elocuencia,
Keene fué el diplomático inglés que, con la complicidad de los Alba,
Carvajal, Wall y demás, fraguó la caída de Ensenada, para que Es­
paña no tuviese ya Escuadra... y, sin Escuadra, perdiera el Imperio.
También cabe pensar: si el mismo registro se realiza cn los otros
tres clubs de categoría social similar de Madrid, con toda seguridad
aparecen mandiles masónicos en igual o mayor proporción dentro
de sus cajas.
He ahí una fuerza, poderosa por la categoría social de los hom­
bres que la integran, y más poderosa aún por ser desconocida, con
la cual puede realizar Inglaterra ese increíble prodigio de aliar con­
tra un Régimen español a católicos con antiteos, a capitalistas con
comunistas, a sentenciados a 6er asesinados con I09 asesinos de sus
progenitores y futuros asesinos suyos...
Muchos de los que pertenecen a la Obediencia ma6Ónisa de la
Gran Logia de Inglaterra se creen a sí mismos ajenos, y hasta opues­
tos, a la Masonería continental. Estiman que cuanto a ellos les exi­
ge “ suT Masonería es igual que lo exigido a los masones ingleses:
monarquía constitucional, sufragio universal, libertad económica,
de asociación, reunión y prensa...
En realidad, no les exige “ su” Masonería más. Pero no es igual
dejar sin defensas fisiológicas, sin “ anticuerpos” , a un organismo,
en este caso al Estado, dentro de una atmósfera social aséptica, sin
morbos revolucionarios, como es, por ahora, la sociedad inglesa,
que dejarlo sin defensa» en España, cuya sociedad está previamente
infestada de poderosas “ bacterias” antinacionales y subversivas.
La Masonería es Una ; es la misma en Inglaterra que en España,
tiene los mismos fines anticristianos, antipatrióticos y comunista»
en una y otra nación; pero empleará distintos métodos en cada una :
evolutivo, lento, en Inglaterra; revolucionario, violento y veloz, en
España. Esta diferencia de táctica le es impuesta a la Masonería,
porque ha de actuar utilizando las fuerzas estatales inglesas contra
las restantes naciones; primero, contra las católicas, sirviéndose de
Inglaterra y, a la vez, sirviéndola, porque la debilitación y media-
tización de las naciones europeas fué la causa de la hegemonía in­
glesa. En tanto sobrevivan y ofrezcan peligrosidad las naciones eu­
ropeas, en tanto no haga triunfar al Comunismo en ellas —el co­
munismo masónico, el de su Igualdad, el trotskista o titoísta— la
acción masónica en Inglaterra sólo será en ella evolutivamente re­
volucionaria, porque le es necesario que conserve ciertas fuerzas
para poder seguir empleándolas contra las demás naciones.
Cuando las demás estén aniquiladas y esclavizadas... “Inglate­
rra es el único país en que la Revolución social inevitable puede
triunfar íntegramente mediante medidas pacíficas y legales” (1).
La “ técnica” masónica sólo exige a los “ hermanos” de la Obedien­
cia británica que luchen por instaurar un Régimen en España igual
o parecido al británico, con el cual —les dice— lograrán idéntica
prosperidad y paz. No les enteran de que, a la vez, la Masonería
Una ordena el ataque a su mano izquierda, a la Masonería peninsu­
lar y a la fuerzas a ella obedientes. Cuyo ataque ha de triunfar,
porque los masones de obediencia inglesa, los masones de “centro-
derecha” , previamente, han dejado sin “ defensas” al Estado es­
pañol. .
Véase la Historia y dígase si todo triunfo revolucionario no es­
tuvo precedido de una situación “ centro-derecha que constitucio
nalmente” , “ democráticamente” , dejó al Estado sin fuerzas morales
ni físicas para reaccionar contra la Revolución recientemen e .
renguer, Pórtela.
(I) E ngels: E l Capital, pág. 28' 1PrólJ f°E™ i s n^fiffura^en8 la edi­
torial Cénit Madrid (1934) Este prologo de Engels ugu
ción de Aguilar. Madrid (1931).
Naturalmente, lo anterior se refiere al masón de Obediencia in­
glesa en general; al tipo corriente y vulgar, que es el inayoritario.
No se refiere, desde luego, a sus verdaderos dirigentes, a los que
pactan y se alian real y conscientemente con los dirigentes masónicos
de las fuerzas específica y clásicamente revolucionarias, con los que
tienen aún manchadas las manos con la sangre de los mártires ase­
sinados por sus órdenes en las checas y en los paredones.
Estos dirigentes que pactan conscientemente con los patibularios
no son, como la mayoría de los masones españoles de la Obediencia
inglesa, unos reblandecidos hipnotizados por todo lo británico. Y
como no son héroes ni místicos, héroes y místicos del mal y el cri­
men, como los han sido ciertos psicópatas del Anarquismo y el Co­
munismo, e9 necesario inducir la verdadera causa que los impulsa
tan absolutamente a la traición y al crimen.
Descuento su insaciable apetito de poder y de riqueza, que la
Masonería e Inglaterra les ofrecen hartar hasta la saciedad, aun
cuando sea engañándolos y su destino sea morir a manos de la Re­
volución por ellos traída a España.
Real ese su impulso ciego hacia el Poder y la riqueza; pero no
es menos verdad que ninguno de los pactantes posee un espíritu, un
valor o una desesperación de hombre enterizo en grado tan alto
que lo lleve a la traición y al riesgo consiguiente. Porque, debe sub­
rayarse, ellos son conscientes de quiénes son aquellos con quien
pactan y se alian.
Algo más fuerte y poderoso ha de arrastrarlos. Y conociendo a
la Masonería, sólo puede ser un temible chantaje.
Se comprende y explica que la sugestión ejercida por lo británico
pueda llevar a tantos a concederle a la Revolución unas premisas
de seguro triunfo, ignorando que monarquía constitucional, sufra­
gio, libertad y todo lo demás no traerá la Revolución al ralcnti como
en Inglaterra, y que serán arrollados por el asalto revolucionario.
Pero que un hombre, un español, pacte directamente con los ayer
traidores y asesinos de su Patria y asesinos de cientos de miles de
sus conciudadanos sin ser él por situación, educación y formación
un transformado en asesino y traidor, resulta inexplicable dentro
de la psicología normal de cualquier ser humano. Ha de existir ac­
tuando sobre tal tipo un imperativo irresistible y, también dentro
de lo humano, sólo puede ser el imperativo de un chantaje.
Y cabe preguntarse psicológica y policíacamente:
¿Cuántos pueden ser deshechos por ser homosexuales?
¿Cuántos pueden ser enviados a presidio por violación de una
menor?
¿Cuántos pueden ser arruinados de la noche a la mañana por­
que su situación financiera, contra las apariencias, depende de un
c rédito bancario cualquiera?
¿Cuántos tienen —por ejemplo— en manos de la Masonería o
del Intelligence Service cheques sin cobertura?
¿Cuántos son en España los que legalmente figuran como pode­
rosos financieros, como dueños de bancos o industrias, y sólo son
meros testaferros de capital extranjero?
No será necesario seguir relacionando lo que desde Fuché y Sti-
ber tiene como arma de sus Servicios Secretos interiores y exteriores
cualquier nación que tenga la decisión de ser o seguir siendo una
gran Potencia...
REALIDAD DE LAS LLAMADAS FUERZAS
DE “CENTRO-DERECHA”

Ahora paso a examinar lo que puede haber bajo el rótulo de


fuerzas de centro y derecha.
Naturalmente, las que así se llaman a sí mismas no pertenecen
al menos oficialmente— a ninguno de los partidos integrantes del
Frente Popular, cuyos mandos se hallan hoy en el extranjero. Son
fuerzas políticas que, más o menos voluntariamente, más o menos
activamente, más o menos obligadas por las circunstancias, han
figurado en el Movimiento Nacional. Ciertamente, han figurado en
él con grandes reservas mentales. El imperativo que unió a esas
fuerzas políticas, llamadas de centro-derecha, con el Movimento no
fué ningún ideal; ante todo, las unió a él la necesidad de salvar sus
vidas y haciendas. No exagero al atribuirles un móvil tan materia­
lista, pero, a la vez, tan humano. Si hubieran estado movidas por
los elevados ideales que impulsaron a los iniciadores primeros del
Movimiento Nacional, militares en primer lugar, tradicionalistas,
monárquicos primorriveristas o calvosotelistas y falangistas, no hu­
bieran aceptado antes, unos de derecho y todos de hecho, la Re­
pública durante el tiempo que creyeron poder salvar dentro de la
misma sus vidas y haciendas. Porque esa masa que hoy se designa
con el nombre de centro-derecha es la que dió su apoyo y votos en
«u gran mayoría, primero, a Lerroux; luego, a Gil Robles, y algunos
también a loa agrarios y, por fin, a los portelÍ6tas. A cuantos le*.
ofrecieron con engaños garantizarles, aunque sólo fuera de por vida,
su existencia y la posesión de sus bienes. Sin que les importase nada,
si no era de labios afuera, la descristianización, el despedazamiento
de España, la destrucción de sus más sacros valores, el aniquila­
miento de Iglesia y Ejército, la corrupción de inteligencias y cos­
tumbres. Todo eso que, de haber durado la República un decenio
siquiera, hubiera sufrido tal quebranto que el Movimiento salvador
no se habría podido realizar. Y sin él, todos esos centro-derechista6,
a quienes únicamente importaba vida y hacienda, hubieran perdi­
do hacienda y vida irremisiblemente para siempre; porque España
habría carecido ya de fuerzas para salvárselas.
Definidas así en su realidad auténtica las fuerzas centro-derecha,
ya es fácil identificarlas.
Por su historia y antecedentes resultan ser las siguientes:
Todas las fuerzas monárquicas de la Restauración que derriba*
ron a Primo de Rivera, gobernaron con Berenguer y entregaron Es­
paña a la República, traicionando vil y cobardemente al Rey.
Salvando muy contadas y honestas excepciones personales, en
ese conjunto figuran: los partidos Conservador y Liberal, en toda
6U gama, y el Regionalismo catalán. La minoría profesional univer­

sitaria liberaloide que no era revolucionaria ni antidinástica.


La Finanza, la gran Industria y la Aristocracia, salvando tam­
bién muy contadas excepciones.
E9 fácil identificar a esas fuerzas en las que genéricamente son
llamadas de centro-derecha; hoy en alianza real y formal con las
específicas de la Antiespaña.
Tan sólo les faltan los antiguos rótulos a los partidos; pero, co­
mo ayer, les cuadra hoy el de liberal-conservadores. La “ demo­
cracia” —véase 6U programa en el documento— es su justo y común
denominador.
Preciso. Forman el grupo los políticos supervivientes de los par­
tidos liberal y conservador, uniéndose a ellos los antiguos catala­
nistas de Cambó; aristócratas, banqueros, grandes industriales y
ciertos generales descontentos y militares vincularlos familiarmente
con esas clases. Es todo lo que comprende tal grupo. Vinculados al
grupo están también, con todas sus reservas mentales, políticos e in*
telectuales republicanos de renombre; a la cabeza, Madariaga y
Marañón. Mucho más inteligentes y maquiavélicos que los monár­
quicos del grupo, estiman que la República, con su criminal histo­
ria tan reciente, no puede venir por un golpe de Estado Militar, si
no es disfrazada de Monarquía... Una Monarquía de tal manera
constituida y determinada por su Constitución„y sus hombres que
no sea obstáculo, sino franco puente para la Revolución republi­
cana, sin solución de continuidad con la Revolución comunista.
CON DOLOR Y CONSTERNACION

Si a] poner sobre nuestra mesa de trabajo el libro de Ansaldo


para realizar la vivisección de su autor sentimos un gran dolor, y
así lo hicimos constar, por tratarse de un militar español, y además
Laureado, ¿cuál no será nuestro dolor y consternación ahora, cuan­
do por imperativo patriótico nos vemos obligados a tomar el cau­
terio en la mano para cauterizar un sarcoma político incrustado en
el Catolicismo español en estos tiempos de arterías y confucionis-
inos?...
Porque, sí, lector; entre los cómplices y encubridores del Co­
munismo a denunciar en esta última parte de nuestro libro están
personas con representación —que si creemos sus palabras es real—
de organización política confesional “ católica” , a la cual así de­
finen y presentan.
Esa organización cancerosa es la que intentamos cauterizar. Mas
no ignoramos, ni podemos ignorar, dada su autodefinición de “ca­
tolicé” , que tal organización se halla enraizada en el cuerpo vivo
de la Iglesia Católica española y se nutre de la comunión de autén­
ticos fieles. Y es pavoroso para el autor correr el peligro de que­
mar células vivas, católicos auténticos, al tratar de cauterizar esas
célalas muertas del sarcoma llamado demo-“cristiano , dada la inti­
midad y tangencia de las vivas con las muertr?.
La metáfora del sarcoma no queremos que induzca de ningún
m edo a nuestros lectores a establecer paridad ni siquiera semejara*
entre la Iglesia Católica, organismo vivo de Cristo, y el organismo
humano. Si el organismo animal, por imperfección o tara congénita,
produce su sarcoma, por el contrario, la Iglesia Católica carece de
imperfección o taras intrínsecas capaces de hacer nacer en ella estos
cánceres; el sarcoma de la herejía, por ejeuplo, no es intrínseco
en ella, sino extrínseco; aun cuando se dé y se produzca en su cuer­
po místico, no procede jamás de su con^tíLución, sino de fuera; de
la inoculación de gérmenes ajenos y extraños insertados en deter­
minadas células, en hombres; y siempre, siempre, previo consen­
timiento volitivo de los mismos. No se da el sarcoma herético en la
Iglesia por su propia constitución, sino a pesar de su constitución ,
que no es adecuada ni siquiera neutra, sino radical y absolutamente
anticancerosa, antiherética, como lo demuestra su constante his­
tórica ; pues jamás el cáncer cismático ni herético pusieron en pe­
ligro su existencia, sino que, por el contrario, la reacción y subli­
mación provocada por cisma o herejía motivaron en Ella mayor
vigor y salud.
Al tratar de huir de una posible sugerencia motivada por la me­
táfora del sarcoma, podemos haber sugerido también otra idea erró­
nea al mencionar cismas y herejías como ejemplo del efecto pro­
ducido en la Iglesia Católica por cualquier evento ajeno intrínseca­
mente a ella, como resulta ser este de los demo-“ cristianos” espa­
ñoles. Si en alguien, sin pretenderlo, hemos podido sugerir idea o
sospecha de herejía en estos demo-“ cristianos” , que aleje de sí tal
idea o sospecha. No somos nosotros los llamados a definir herejías;
autoridad para tal definición tan sólo la posee y sólo se la recono­
cemos a la suprema Jerarquía de la Iglesia.
Eso sí; cuando creamos hallar semejanzas entre determinadas
doctrinas de los demo-“ cristianos” con las de los heréticos, nos cree­
mos autorizados a revelarlas. Nadie podrá negarnos ese derecho,
como tampoco nadie podría negárnoslo si, al tratar de las doctrinas
de Rousseau, señaláramos su semejanza con las del gnóstico Car-
pócrates; y si de las de Hegel, con la Kábala.
Si se tratase de una entidad política que no se declarase a sí mis­
ma confesional, “ cristiana” , su coincidencia con la heterodoxia, con
ser grave, no alcanzaría tan tremenda gravedad como la contraida
por esta Democracia-“ ,;m tk n;r\ caso de incurrir 6US dirigentes en
herejía pues como la Historia de las herejías demuestra, su peli-
grosidad y daño dimanan en su mayor y peor parte de moarar-e
todas ellas como Cristianismo; y más aún, como el más auténtico
y perfecto...
Pretende poseer la llamada Democracia-Acristiana” , con respecto
a las demás entidades políticas integradas por cristianos, una di­
mensión específica más como tal entidad: la “ religiosa-católica” .
El resto de las entidades integradas por católicos, aun cuando
sólo católicos haya en ellas, carecen de confesionalidad como tales
entidades para los demo-“ cristianos” , aun cuando jamás nos hayan
podido explicar cómo, si todas las partes de un todo son confesio­
nales, católicas, ese su todo puede ser aconjesional.
A nuestro parecer, ahí existe, por lo menos, un equívoco... Un
equívoco cuya trascendencia y peligrosidad puede ser tremenda, por­
que su pretendido monopolio de “ confesionalidad católica” puede
llevar a católicos y anticatólicos a creer que los demo-“ cristianos‘*
también poseen el monopolio de la doctrina de la Iglesia con el
privilegio exclusivo de su auténtica traducción a la política...
Grave creerse a sí mismos los demo-“ cristianos” exclusivos de­
positarios de la doctrina de la Iglesia y únicos intérpretes y reali­
zadores políticos de la misma, pues de incurrir en tal error o es­
candalizar sugiriéndolo a los demás, de tal manera llegan a con­
vertir la doctrina de la Iglesia en doctrina de clase o a escandalizar
si su equívoco da lugar a que sea creída doctrina ae clase por los
demás, con desprecio en uno y otro caso de la verdad primera de !a
Iglesia, como tal, su catolicidad, como cuerpo místico de Dios-Cristo,
y de la catolicidad de su doctrina.
Grave, sí, ese real o aparente clasismo subjetivo u objetivo, cons­
ciente o inconsciente, de los demo-“ cristiano» , hasta en el caso
fícil, dificilísimo, de ser capaces de llegar a interpretar y realizar
políticamente con entera fidelidad y acierto la doctr.na me,a,>oh.
tica de la iglesia, porque su clasismo en todo caso sena un nten a
a su intrínseca y efectiva catolicidad.
Y más que grave, gravísimo si la pretensión o cqmvoco c o»
do los demo-“ cristianos” llegase a ser lo que una t.,ducc.on literal
dt &« nombre nos puede autorizar a leer: dem o , demonio, yuxta­
puesto. determinando y dominando, lo cristiano...
Ya, ya conocemos la traducción “ oficial” del dem o, demos , pue­
blo No decimos que su traducción verdadera, dado el sujeto así
llamado, sea demo, demonio... pero ¡tan cerca está demonio de car­
ne, y carne es el demos l ... que humana y posible sería en la reali­
dad política que subjetiva u objetivamente, el demo fuera demonio
resultando así, de hecho, alegórico el nombre demo-“ cristiano” ; en
castellano, demonio-cristiano.
Evoca en el autor esa posible alegoría otra descifrada por él,
o por lo menos, que no tiene noticia de haber sido descifrada por
nadie antes.
Nos referimos a la figura simbólica de la Orden Rosa-Cruz, adop­
tada después por el Grado 18 — Caballero Rosa-Cruz— de la Ma­
sonería.
Como muchos han de saber, el símbolo es la Cruz cristiana, y
sobre la misma, una rosa roja; cruz y rosa, de ahí el nombre adop­
tado por la sociedad secreta que aflora en el principio del si­
glo XVII, aun cuando ella sea más antigua; sociedad que propicia y
engendra inmediatamente la Masonería, y con la cual se funde, in­
jerta o integra.
De tal alegoría hay muchas explicaciones, tanto de I09 Rosa-
Cruces y masones como de otros autores, pero ninguna satisfactoria,
aunque la explicación correcta era fácil y estaba muy a la vista.
Bastaba con abrir el Zohar, esa “ biblia” de la ICábala, pues en su
primer libro y primer versículo podemos leer :
¿Qué designa la palabra R O SA? Ella designa la “ Comunidad de
Israel” (1).
Por tanto, sobreponer la Rosa a la Cruz será un símbolo o
alegoría significando la superposición de Israel al Cristianismo;
más exacta y trascendentalmente: inserción de Israel en el Cristia­
nismo. Y habida cuenta de qué Israel se trata, del Israel kabalisla,
el significado preciso es insertar el KabalismDo en el Cristianismo.
Y tal símbolo aflora y se populariza en el principio del si­
glo XVII. y lo adopta la kabalista y comunista Orden Rosa-Cruz, y
despues, su creación, la Masonería, apadrinada» amba» públiwment»
por kabalistas, y doctrinalmente, kabalistas ambas... Y ¡qué coin­
cidencia! El primer heresíarca, Simón de Gitoi, el Mago, realiza
ya frente a Pedro el mismo intento: insertar el Kabalismo en el
Cristianismo que, como dirá el 9abio judío Franck, “leyendo la
Gran Exposición de Simón de Gitoi creemos haber hallado frag­
mentos desperdigados de la ICábala” (2).
He ahí, lector, cómo en alegoría tan bella y poética — Rosa y
Cruz— está contenida la idea más perversa y más satánica conce­
bida contra el Cristianismo: hacer de él un Panteísmo Racista,
negándole la divinidad de Cristo, para la divinización del Israel
kabalista... Idea satánica que animará infundiendo espíritu y dán­
dole ímpetu a toda gran herejía, desde el Ebionismo al actual Co­
munismo, síntesis y culminación de cuantas en la Historia fueron.
No quisiéramos de ningún modo sugerir que nos hallemos con
los demo-“ cristianos” en idéntico caso que con I09 Rosa-Cruz. Pero
sí queremos advertir que, tratándose de cosas humanas, los nombres
dicen todo, parte o nada; y hasta pueden decir todo lo contrario
de su significación etimológica.
Son I09 hechos de los hombres los que definen con verdad ab­
soluta la realidad de su naturaleza y trascendencia.
Y por tanto, serán sus hechos, y uo sus nombres, los que no»
dirán cómo debemos traducir la palabra demo, ú como demócrata
o demoniócrata...
DEMO-“CRISTIANOS”

Como se aprecia en los documentos, bajo el rótulo de “FUERZAS


DE CENTRO-DERECHA” figura la de los demo-“cristianos” .
Esta fuerza tiene como masa españoles de magnífica moral v
formación religiosa y están inspirados por los más puros sentimien­
tos patrióticos, pero poseen muy deficiente formación política, lo
que determina en ellos una perniciosa ingenuidad, gracias a la cual
acatan el mando a ojos cerrados del católico profesional, y enten­
demos por “ católico profesional” aquel que vive de la Religión,
haciéndoles creer que vive para la Religión. Esto, en el menos malo
de los casos, porque cuando terminó nuestra Cruzada, el Co­
munismo y la Masonería dieron órdenes a los militantes suyos no
identificados de “ convertirse” en los más fervorosos y ostentosos
católicos; primero, para explotar la caridad cristiana del sacerdote
y de los fieles de la Iglesia; después, para lograr un camuflaje y un
escudo para 6U actuación política solapada y clandestina roja, y por
último, para contagiar con sus ideologías a los católicos militantes,
pervirtiendo sus puros sentimientos de caridad cristiana social, ha­
ciéndoles llegar, por aberración sentimental, a un Marxismo real
y objetivo, creyéndolo Cristianismo social... y estos cripta-masones
y cripto-comunistas están ahí también, dirigiendo desde puestos
poco brillantes, pero muy eficaces, el movimiento demo-cristiano,
y llevándolo, como vemos, quiera o no lo sepa o no, la mayoría de
sus hombres, a ser objetiva y efectivamente anticristiano y anties-
pañol: a ser Anti-España.
El fenómeno de este “ catolicismo profesional” en España es real­
mente muy extraordinario. Como todos conocemos, el partido ca­
tólico” primero nació en Alemania, país mayoritariamente protes­
tante, cuna de la Reforma. La legitimidad de su nacimiento proce­
dió de la necesidad de hacer frente a la Kulturkampf—“ Lucha por
la Cultura” —, movimiento creado e impulsado por Bismarck— ma­
són__para llegar a la descatolización del Imperio alemán. Ulterior­
mente, animados por el triunfo del partido católico alemán, van
apareciendo partidos católicos en países donde los Gobiernos per­
siguen a la Iglesia. Es el caso de España con la última República,
aun cuando no llegase ninguno de los integrados en la C. E. D. A.
(Confederación Española de Derechas Autónomas) a llamarse “ ca­
tólico” ni “ cristiano'” .
Parecería que al cesar la causa, la persecución religiosa, debió
cesar el efecto, el “ partido católico” . Pero, evidentemente, no ha
sido así: se diría que la función creó el órgano, y el órgano sobre­
vive a la función. Porque no hay en España función defensiva de
Religión e Iglesia cuando el Régimen imperante les ha concedido
una situación que no se atrevió a soñar en los tres últimos siglos
el partido más católico del mundo; y, desde luego, le ha concedido
infinitamente más que los “ partidos católicos” propugnaron en
cualquier país. Pueden compararse sus programas máximos respec­
tivos. El Concordato firmado entre España y el Vaticano es el ex­
ponente de lo concedido por España a la Iglesia. Se puede desafiar
a que se muestre, de tres siglos a esta parte, y hasta desde Cons­
tantino, un Estado soberano donde haya obtenido más.
Registrar el hecho—quede constancia—no supone de ninguna
manera oposición, crítica ni disconformidad con lo pactado; lo
declaro así espontáneamente, sin reserva mental de ningún género.
Y en prueba, sea por mi parte una justificación política—metapolí-
tica, mejor de la excepcional situación concedida por el Régimen
a la Iglesia Católica en España; explicación espontánea, repito,
y además necesaria, según creo, porque, a mi entender, ha sido
insuficiente a todas luces la explicación y justificación dadas por
quienes podían y debían darlas al pueblo católico español, habida
cuenta de la pérfida crítica desatada contra el Concordato por los
anticatólicos fuera y dentro de España; la cual, me consta, produjo
efectos nefastos hasta en las conciencias católicas bien formadas,
y no digamos en las mal formadas y deformadas.
S í; estimo justificada y necesaria una situación excepcional para
la Iglesia Católica en España. No es válida para juzgarla su com­
paración con la disfrutada por ella en otros Estados; ni siquiera
con la situación gozada en los más católicos.
Si la Iglesia es una y la misma en cualquier país del mundo,
y de tal hecho induce a extraer en consecuencia que es justo y
conveniente un estatuto igual para ella en todos los países católicos,
tal razonamiento es falso, por despreciar una realidad evidente y
dada en tal razonamiento. Si, en efecto, la Iglesia Católica es una
y la misma en todo país y tal hecho en sí, aislado, sería determi­
nante de una situación igual en todo Estado, razonarlo de tal modo
resulta ilógico y erróneo, por pretender iguorar otra realidad tam­
bién evidente, la diferencia entre país y país. Para una igual situa­
ción de la Iglesia en todas las naciones, además de ser ella una y
la misma en todas ellas, también se requeriría para esa hipotética
igualdad de situación universal la identidad absoluta de todos los
países entre sí.
Y como es evidente y nadie negará, tal identidad internacional
no se da.
La diferencia de situación de la Iglesia Católica, por tanto,
está motivada y justificada por la correspondiente diferencia de la
personalidad singular de cada Estado.
Sentada esa evidente verdad de tipo general, ya podemos pasar
a justificar la situación privilegiada de la Iglesia en España, pri
vilegiada si la comparamos con la tenida por ella en los demás
países.
La justificación, siguiendo la línea lógica trazada, emanara de
si España es diferente a las demás naciones en cuanto a su per.o
nalidad, y establecida tal diferencia, examinar si su naturaleza
determina e impone una situación excepcional para a D
tólica en ella. . , ,
Los iberos, nación guerrera. no, define Am olele. (1). P
tanto, ya era legendaria la belicosidad hispana en tiempos del
Peripatético.
Sobre la base de tal realidad, ratificada por muchos otros his­
toriadores ulteriores y, sobre todo, por hechos elocuentes de los
iberos registrados por la Historia, plantearemos un problema no
formulado hasta la fecha, según creemos, por ningún historiador,
filósofo ni sociólogo. Y el problema es el siguiente :
¿Por qué “los iberos, nación guerrera” soportaron tantas inva­
siones sin librar guerras de independencia?
Porque, realmente, pocas naciones fueron víctimas de tantoa
invasores sin librar otras tantas guerras para expulsarlos de su tie­
rra. Penetraron y se adueñaron de parte o de toda la península
ibérica, que sepamos, celtas, fenicios, griegos, cartagineses, roma­
nos, vándalos, alanos, suevos, visigodos... pueblos aguerridos unos;
otros, cobardes mercaderes. Y, salvo gestos individuales o locales,
dando muestras aisladas, aunque insignes, de la fiereza ibérica,
nada parecido a guerra de liberación, a un alzamiento general o
importante contra el invasor extranjero hubo jamás en la pen­
ínsula ibérica. Por el contrario, el español se alista gozoso en el
ejército invasor y lucha con valor militar de asombro a sus órdenes
para darle nuevas victorias y conquistas. Es a los iberos a quienes
Aníbal debe sus fulgurantes hazañas bélicas, pasmo del mundo,
terror de Roma. Vencido el caudillo cartaginés, como si tal cosa,
el guerrero ibero es el mejor soldado de las legiones romanas; lu­
cha, mata y muere por la Ciudad Eterna en Britania, en Colonia,
en la Mesopotamia, en Egipto, en Cirenaica... y, sin transición,
6erá fiel soldado de la monarquía visigoda. Sin duda, la guerra
es para el ibero puro deportivismo emotivo, jamás el acto más
egregio y sublime de un hombre cuando en ella lucha, mata y
muere por su propio pueblo...
¿Cómo explicarse a “ los iberos, nación guerrera” , guerreando
siempre y en todas partes por todas las naciones menos por su
propia patria?...
lal fué su constante histórica; y, por ser constante, se diría
consustancial con el ibero el ser, como lo fuera durante tantos si­
glos, un tipo anacional...
Una vez más, la nación ibérica nueva invasión padece. Una vez
más, ante la derrota del Guadalete y la fácil y rauda invasión aga-
rena de toda la península, parecía que el ibero continuaba siendo
tan totalmente anacional como frente a los Amílcar o Escipión;
si en la conquista musulmana d o se contaba con la traición judía
Ante aquel panorama de la invasión, cualquier superficial obser­
vador de la época hubiera podido vaticinar que los famosos guerre­
ros españoles llegarían a ser, como con Cartago y Roma, los
mejores mercenarios del Islam, imponiendo el señorío de la Media
Luna a toda la Cristiandad...
Mas no; la “ guerrera nación de los iberos” , tan guerrera, pero
nada nación, por primera vez en su Historia es nación real y en
forma.
Sin sentimiento ni conciencia nacional España durante todos
los tiempos de su Historia, de repente brota en ella el sentimiento
nacional y quiere ser nación a toda costa.
¡ Y a qué costa!... Para ser nación independiente y una, libra
la más larga y sangrienta guerra de toda la Historia Universal...
Y libra esa guerra multisecular el mismo pueblo ibero, el mismo
que se allanó a todas las invasiones y fué gozoso mercenario de sus
dominadores.
Concederán los historiadores doctorales la existencia de un enig­
ma, no advertido por ninguno y, naturalmente, no descifrado tam­
poco hasta hoy...
¿Por qué, ínclitos historiadores y egregios filósofos de la Histo­
ria?... ¿Por qué ayer el ibero es anacional, incapaz de luchar por
la independencia de su patria y mercenario de los invasores. ¿Y
por qué, de repente, es él un fanático patriota y lucha durante
ocho siglos contra la más poderosa invasión de su Historia y la
más peligrosa por su religión y política, las más atrayentes y cau
tivadoras?..
Es el mismo español el de Canias que el de Covadouga, ¿por
qué, señores historiadores, el ibero ya obra cual si fuera un om
nuevo?
No responderán los historiadores doctorales; unos, por
el motivo; los más, por conocerlo demasiado y no querer con­
fesarlo.
Un hombre nuevo parecía ser el español desde Covadonga. Y
un hombre nuevo erat lectores.
Ninguna diferencia psicológica ni física podría nadie descubrir
entre aquellos españoles apatridas de los tiempos de Cartago y Roma
y estos españoles patriotas de la Reconquista.
En ellos tan sólo existía un algo que no existía en sus antepa­
sados: los españoles de Covadonga y la Reconquista eran ya cris­
tianos.
Desafiamos a que se nos demuestre la existencia de otra dife­
rencia entre los predecesores apatridas y los sucesores patriotas.
Tan sólo se diferenciaban en que los apatridas eran idólatras, y loa
patriotas, cristianos.
El Cristianismo, y sólo él, infunde al ibero sentimiento y con­
ciencia de patria; porque su Cristianismo no es gnóstico ni arriano,
ni panteísta ni negador de la divinidad de Cristo; es el Cristia­
nismo de Dios hecho Hombre para morir por los hombres, reve­
lándose como el auténtico Dios; como Dios A m or...
Jesús Crucificado es para el ibero la Encarnación real de Dios;
porque es el Dios Crucificado por ser Amor El.
Y al conocerle y amarle como Amor, sólo entonces brota en el
ibero su patriotismo; porque también el patriotismo es amor; es
darse hasta morir por amor a Dio 9 y, como él, por amor al prójim o ,
al próximo.
Y luchará el ibero siglos y siglos por ser ya tal patriota, por
amar a su prójimo como ?u amor, Cristo, amó a todos los hombres;
por ser Dios, todos ellos prójimos, próximos, para El.
Más aún, y sobre todo, luchará ocho siglos, porque aquel nuevo
invasor no 6Ólo pretende arrancarle su patria y libertad, 6Íno tam­
bién su Dios; su Dios Amor y su supremo amor.
El español sintió su patria por amor a Cristo y por amor fué
patriota.
Espaiia fué por Dios-Cristo; en consecuencia, ha sido, es y será
para CristQ-Dios,
Tal ee la verdad de nuestra Historia, determinada por la Meta-
historia.
Y quien quiera puede leer esa verdad, no sólo en aquel mo­
mento en el cual España nace, cuando es; quienquiera puede leerla
en todo su histórico acontecer ulterior.
Hace veintidós años ya escribíamos así:
«Sabe España vivir una Historia que supera con sus gestas in-
signes y reales el poema épico de Homero, forjado a fuerza de di­
vinas fantasías en ámbito sin fin de la quimera. Y vemos asombra­
dos que aquellas hazañas mitológicas de dioses y titanes quedaron
muy pequeñas al lado de nuestras heroicas conquistas imperiales,
hijas del ímpetu y coraje, no de míticas deidades, sino de hidalgos,
frailes y porqueros españoles...
aNadie suponga al leer estas palabras que ellas encabezan nin­
gún himno megalómano, elevando al hispano a categoría de super­
hombre. Si nos tentara tal torpeza, pronto descenderíamos del pe­
destal de nuestro orgullo al mirarnos sumidos con frecuencia en
lodazales de impotencia y desgracia. No nos quitó Dios nuestra
capacidad autocrítica, librándonos de caer, además de en la des­
gracia, en el más feroz de los ridículos. Don Quijote sigue llevando
por escudero a Sancho Panza.
aNo es un semidiós el español; no lo es, ni lo creyó jamás...,
pero ahí están sus hechos sin par entre las hazañas de los hombres...
Y ese gran enigma planteamos a la “ Filosofía de la Historia” con
el Hecho español, muy digno de basar una hermosa teoría... Yo
invito a mis amados filósofos históricos, auténticos poetas, a que
lancen sus geniales destellos sobre la causa incógnita que es capaz
de proyectar a España hacia el mismo cénit radiante de la Gloria...,
pero de la que cae luego en vertical desplome. ¿Cómo así, si es la
misma España?... Porque diríase que el mito de Icaro se repite a
lo largo de la Historia patria.
«En tanto nos llegan, plenas de autoridad y ciencia, esas ape­
radas teorías, me permito ensayar una, humilde como mía.
«Pasando mi visión miope, por la ignorancia corta, so re
inmensos horizontes de la Historia, percibo dos caudalosa, faerz.s
conjugadas en esos instantes de la España cenital,
aUna fuerza e* vital y horizontal; sin límite en el limitado
mundo: HUMANIDAD.
«Y la otra, mística, vertical; sin fin humano: DIVINIDAD.
«¡Humanidad y Divinidad! Esta es la suprema ecuación del
espíritu hispano, geometrizada en una Cruz: horizontalidad hu­
mana y vertical de Dios.
«Así, desde que alumbra al mundo la Idea de Cristo— Espíritu,
ímpetu ascensional hacia la Divinidad— , España es la PROTAGO­
NISTA en los cuatro grandes asaltos que sufre la Cristiandad: I§-
lam, Reforma, Revolución y Marxismo.
aEn I09 veinte siglos de nuestra Era, sólo cuatro veces se lanzan
fuerzas a impulsos de una idea con potencia bastante para torcer
los destinos cristianos y católicos del mundo. No hay más que eso>
cuatro movimientos que ponen a la Nave de Pedro en trance de
zozobrar. La guerra mundial última, hecho de volumen material
parejo, tiene móviles y destinos confusionarios. Ninguna idea me­
tafísica guía las fuerzas antagónicas; no hay sentido religioso en
la6 banderas enfrentadas. Y eso es el motivo trascendente que man­
tuvo a España neutral y ausente.
«Asistimos hoy al cuarto asalto lanzado contra la Cristiandad.
«Las torvas fuerzas del Materialismo, al aire sus roja6 banderas
ensangrentadas, llegan del bárbaro Oriente satanizadas... Su lógica
línea de invasión parece que no debiera pasar primero por España;
recta ruta le ofrecen la Turquía laica, la Checoslovaquia masónica
y la Rumania judaizada hacia centros vitales europeos, emporio
de riqueza y poderío...; pero igual que el Islam, la Reforma y la
Revolución, el Marxismo busca herir ante9 que nada el corazón
de España.
«Diríase que a ese genial e incógnito estratega que dirige sus
fuerzas al asalto le importa mucho más que los ricos países europeos
adueñarse del mágico talismán del Espíritu Cristiano que se guarda
intacto tras el bastión de las sierras castellanas... Piensa, sin duda,
que vencida España, vencido será el Mundo.
«Y acierta.» (2).
Y como en la Segunda Guerra Mundial tampoco “ una idea me*
ta£Í6¡ca guía la. fuerza» antagónicas, ni hay temido reliposo en las
banderas enfrentadas, también España es neutral.
Religión re ligio, eo9a que liga, une, cosa ligada, unida, tal
creemos su verdadera etimología—primero, la Religión es liga,
unión con Dios; en consecuencia, liga, unión, entre hombres por
Dios y para Dios. Así lo sintió y entendió el español desde el primer
instante que conoció a Cristo-Dios. Y siendo la Religión para él la
cosa que lo liga, une; la cosa que le hace ser nación—que nación
es liga, unión, de hombree— ; ser para la Religión, no sólo es en
el español liga, unión, con Dios, sino también liga, unión, entre
españoles; por tanto, la Religión es la causa real y primera
de que el español sea España.
Sin alegar más hechos ni razones, creo habrá quedado bastante
demostrada la singularidad religiosa de España y resultará evidente
eu diferencia con respecto a otras naciones.
De ahí, y aquí pretendíamos llegar, la necesidad y conveniencia
de que la Religión Católica posea también una situación diferente
y singular en España... porque de ser cristiano-católico el español
dependió, depende y dependerá que España sea, y que España sea
España.
Y es maravillosa la gran prueba de tal verdad la proporcionada
por los documentos conspirativos, ya conocidos por los lectores.
Como han visto, cuando el delegado antiteo de la C. N. T. dice:
aPara que no haya equívocos, agregamos que rechazamos el
Concordato firmado entre el Vaticano y el Gobierno de Franco,
convenido al margen de la voluntad popular, no reconociendo más
Concordato que aquel que el pueblo concuerda soberanamente y
en pleno régimen democrático y libre.»
¿Qué responde quien dice llevar la representación de las fuerza»
“ específicamente católicas” ?
Esto :
«Eso es muy digno, y eso e* lo que nosotros suscribimos
menor objeción.» ,
Por tonto, lo» demo-“ cristianos’\ según su delega
«muy digno y suscriben sin la menor objeción... rec azar e
dato firmado entre el Vaticano y el Gobierno de Franco,,
Sin duda, es la primera prueba y la más decisiva de las exigidas
a los demo-“ cristianos” para ser considerados dignos de entrar a
formar parte de la Antiespaña... porque no conceder a Dios lo que
es de Dios en España es la condición sine qua non para que España
no sea España y acabe por no ser.
“ERROR DEMO-CRISTÍANO”

Con ser monstruoso el error de loa centro-derechistas puramenta


capitalistas, aristócratas y burgueses, al fin, subjetivamente, sólo
es una monstruosidad humana, político-económica.
Pero la monstruosidad del “error” alcanza insondable profun­
didad al padecerlo también los demo-“ cristianos” , porque, sobre la
monstruosidad político-económica de sus aliados, se da en ellos
una real y explícita monstruosidad en el orden religioso.
Si graves resultan ser siempre los errores e iniquidades en el
orden político-económico, al fin los estragos pueden ser reparados
y compensados; todo en tal orden es temporal y limitado, y por
tanto, lo deshecho por hombres puede ser por hombres rehecho.
Hasta en el orden puramente humano, cuando los hombres lle­
gan a la iniquidad de quitar su vida a seres humanos. Tremendo
e inhumano es aniquilar el supremo valor temporal que son las
vidas; pero, para el cristiano, el hombre no muere... y la muerte
física no implica su muerte metafísica.
Mas cuando un “ error” implica la muerte metafísica del hom*
bre, para el cristiano, la pérdida de su alma, ningún humano lo
iguala en trascendencia, porque resulta su efecto irreparable y
eterno.
Y he aquí, lectores, cómo quieren y proyectan esas fuerzas
de centro-derecha llegar a lo que Churchill expresaría con espíen
dida frase el gran crimen comunista: el asesinar almas..,
Porque, sí, lectores, lo quieran o no, lo sepan o no, las fuerzas
centro- derecha, por su dolusión con los antiteos de la Anliespaña,
están fraguando asesinar almas.
Si, magnánimos, queremos disminuir o anular su responsabili­
dad moral—atreviéndonos a leer en sus conciencias; es decir, sus­
tituyéndonos en Dios— , podremos creer que obran por invencible
ignorancia; ya es conceder; aun cuando, sépase, ni política ni
jurídicamente tiene jamás validez tal eximente, que la ignorancia
no exime de penas a los autores de los hechos delictivos.
Ahora bien, lo inicuo y asombroso en grado sumo resulta
que en esas fuerzas de centro-derecha están integrados los demo-
“ cristianos” y quienes dicen ser “ cristianos” , y como tales y por
tale9 reivindican personalidad política, resultan ser I09 más eficaces
coautores en el proyectado asesinato de almas...
Los más eficaces coautores, repetimos, porque, tenidos por “ cris­
tianos auténticos” , por paladines en el área política de la Religión
Católica, sólo ellos resultan capaces de disfrazar la catadura del
antiteísmo profesado secularmente por masones, anarquistas y mar­
xistas, frustrando así la reacción defensiva de los españoles autén­
ticos cristianos.
¿Es aplicable a estos demo-“ cristianos” la atenuante o eximente
de ignorancia posible de sus restantes aliados de centro-derecha?...
Sólo Dios lo sabe. Pero hasta donde se nos alcanza por la hu­
mana razón, mucho lo dudamos; y, en fin, yo soy incapaz de creer
en su ignorancia invencible.
No se califican ni alardean de nada baladí. Se califican y alar­
dean nada menos que de cristianos, de la cosa más seria del mundo...
pero no se califican o se presentan como cristianos ordinarios, como
tú y yo, lector, en la Comunión de los Santos y objeto de la gracia
de Dios; el atreverse a adoptar el nombre de cristiano es algo
específico, en el caso, en política, para no ser en vano, implica
imperativamente la posesión de una calidad cristiana extraordina­
ria, sobresaliente y específica para realizar en política una función
cristiana.
Porgue no creemos ni podemos creer de ningún modo que a]
calificarse de cristiano un político pueda dejar de ser para realizar
en política función cristiana; de lo contrario, u.a la palabra en
vano, si no e. para él un antifaz para ocultar .u auténtica faz d.
amvista, escalador, antipatriota o antiteo.
Yo apelo «1 testimonio interno de mis lectores. Al presentarse
a ellos alguno de estos que adoptan título de cristiano, sólo por
titularse así lo creen un cristiano, si no mejor moralmente, como
no lo será en muchos casos, desde luego le conceden una formación
doctrinal y técnica en Cristianismo muy superior a la del católico
vulgar y corriente. ¿No es así, lectores?...
Y siendo así, dada esa supuesta superioridad técnica y doctrinal,
¿cómo concederles a la vez una ignorancia invencible, precisamente
ahí, en lo políticamente cristiano, donde poseen su reconocida su­
perioridad específica doctrinal y técnica?...
Herrera Oria, el pretendido representante de los demo-cristia-
nos, dijo en la reunión conspiradora de París, dirigiéndose al re­
presentante del anarcosindicalismo antiteo:
aEl verdadero Cristianismo es el que expresa el Anarquismo con­
federal. La lectura de los acuerdos del Pleno Extraordinario de la
C. N. T. pueden considerarse como el Evangelio político-social de
la nueva España... ¡Por qué, por qué, Señor mío, nos hemos des­
trozado entre españoles!...»
El español sencillo, pero con un adarme de memoria, quedara
estupefacto escuchando al pretendido representante del Catolicismo
decir que el Anarquismo antiteo, sacrilego, asesino y antipatriótico
es el “ verdadero Cristianismo” ... el Anarquismo asesino del purpu­
rado de Zaragoza y de miles de sacerdotes; asesino y violador
esposas del Señor; regicida, magnicida, exterminador de cien
de miles de hombres y mujeres por el hecho de ser cristianos;
profanador del Santo Sacramento, incendiario de iglesiasi y conven­
tos, el que durante más de un siglo, al dictado de la Masonería,
con la pistola y la dinamita ha intentado y ha logrado varias vece
asesinara todo gobernante cristiano y patriota... J 6®®’ ®
m o, es para Herrera Oria el VERDADERO CRISTIANISMO
El español sencillo y honrado, escuchando tal blasfemia, creerá
que el que habla o quien le hace hablar así, el Herrera Oria, es
un traidor malvado o que se ha vuelto loco de repente.
Sin excluir ninguna de esas hipótesi?, pero uniéndolas, ya que
traición, maldad o idiotez son compatibles a la vez en una persona,
debemos recordar que no es nada nueva tal aberración en I09 cris­
tianos.
Y no dejaremos de verlo.
UNICA PELIGROSIDAD DE LAS FUERZAS
CENTRO - DERECHA

La peligrosidad de estas fuerzas de centro-derecha no radica


en que posean masas, ni siquiera grupos, capaces de nada en el
terreno de la violencia. En realidad, sus posibilidades se reducen
a crear estados de opinión asfixiantes para el Régimen en las capas
sociales impermeables a la propaganda roja. Pero siendo ello bas­
tante, por sí solo no es cosa capaz de hacer peligrar su vida.
La peligrosidad real de estas fuerzas de centro-derecha está en
que, por sus apariencias y por la idea que inspiran a la mayoría
de la nación, borran en las mentes patriotas y cristianas toda sos­
pecha de que un cambio de Régimen provocado por tales fuerzas
pueda significar el principio de la Revolución anticristiana y anti­
española que lleve al Comunismo.
Nadie sería capaz de hacerles creer a gentes normales, dada su
falta de información y de preparación política, que “ católicos pro­
fesionales” , banqueros, capitalistas, intelectuales (personas que hu­
biesen sido asesinadas de ser cogidas en la zona roja y que asesina­
das serán si, logrando sus designios, vuelve a España la República)
pueden traer un Régimen en el cual perderán ¡rus vidas y haciendas.
En realidad, esas gentes normales y sencillas creerán todo lo
contrario. Creerán que con “ católicos profesionales , aristócratas,
banqueros y capitalistas tendrán sus vidas y haciendas más garan
tizadas que con nadie.
Y tal creencia —y aquí radica específicamente la gran peligro^
sidad—puede ganar la mentalidad de militares españoles; ante
todo, de aquellos, ya numerosos, que no han vivido la guerra de
Liberación, que no han conocido al rojo tal y como es, teniendo
de él esa idea confusa, mezcla de estupidez y simpatía vergonzante,
que ha sido la tónica ignara de la propaganda literaria tolerada,
y hasta estimulada y premiada.
En fin, sea en una sola frase: estas fuerzas centro-derecha vola­
tilizan dentro del frente nacional su idea aglutinante, que ha sido
durante veinte años el temor a la Revolución, el temor al Comu­
nismo.
Al conjuro de sus apariencias y de los hombres y títulos de las
personalidades que figuran a la cabeza del “ centro-derechismo” , el
temor al Comunismo se ha evaporado en infinidad de mentes espa­
ñolas, para las cuales ya es tan sólo un fantasma agitado por el
Régimen y sus beneficiados para seguir disfrutando la9 delicias del
Poder.
Como se puede apreciar poi lo expuesto, la peligrosidad de las
fuerzas centro-derecha radica en dos equívocos:
Uno, en que las fuerzas catalogadas como de centro derecha,
siéndolo subjetivamente por la situación económica y por la ideo­
logía que profesan verbal y teóricamente sus dirigentes, real y o b je­
tiva m en te son el izquierdismo más eficaz y temible, por los efectos
nefastos que producen contra España y el Régimen; porque sólo
estas fuerzas de “ centro-derecha” pueden hoy, gracias a sus falsas
apariencias, abrirle las puertas de España y del Estado a las derro­
tadas e incapaces fuerzas de la clásica Antiespaña, siendo también
hoy objetiva y eficazmente Antiespaña.
El otro equívoco radica en que uno de los sectores de las fuerzas
centro-derecha», también por sus falsas apariencias monárquico-
derechistas, son capaces de engañar a una gran masa de ciudadanos
de ideas anticomunistas, haciéndoles creer, como en 1930-1931, que
el peligro comunista no existe en España y que su pequeña capa­
cidad subversiva con ningún Estado como con el monárquico demo-
“ cristiano” -aristocrático-plutocrático—“ antípoda” del Comunismo—
estarán má» .alvaguardadas la» vida* y hacienda, d. capitalista, y
burgueses. 7
El gran valor de los documentos radica en que muestran la se-
creta colusión de monárquicos, «católicos» y capitalistas con todas
las fuerzas masónicas y comunistas de la Revolución roja y antina­
cional. Demuestran los documentos la realidad secreta, pero autén­
tica, en el complot de esos dos equívocos, de esas dos mentiras, que,
con las apariencias visibles de centro-derechismo, engañan a una
gran masa de españoles.
Se explicaría, dadas las posiciones económicas y las ideologías
“ católico” -capitalista de las fuerzas centro-derechistas (¿por qué,
si no, tal nombre?), que pretendiesen suplantar al actual Régimen,
acusado por ellas de ser demagógico en lo económico-social, por
otro clásicamente conservador-capitalista, con su correspondiente
economía liberal, coronado por una Monarquía, síntesis y garantía
de tales características estatales. Buscando un antecedente, parece­
ría lógico que, dada su ideología pública y oficial, propugnasen un
Régimen que en sus fines coincidiera con los logrados por el del
General Primo de Rivera, y tratasen tales fuerzas de conseguirlo,
no por medio de una dictadura militar, sino por la parlamentaria
— disfrazada de democrática— mediante un aparente juego de dos
partidos, que serían uno mismo, asfixiando a las fuerzas republica­
nas, socialistas, anarquistas, separatistas y comunistas, al privarlus
de la complicidad gubernamental, cualquiera que fuera el partido
que se hallase en el Poder. Esto fué lo que quisieron e intentaron
Maura y La Cierva, sin poder conseguirlo, porque el Partido Libe­
ral no quiso dejar de ser cómplice de las fuerzas republicano
revolucionarias; y el intento de Canalejas para acabar con tal
complicidad fué frustrado por la bala de Pardiñas, tan impuiK. >
certera y ‘oportunamente” disparada con la oportuna y previa
“ ceguerd” de un Barroso en Gobernación y con el ca.ua e
ficio de un Romanones. .. y, claro es, con la inspiración y comp i-
cidad de Inglaterra y Francia, con vistas a barruecos y a a gu
europea, prevista para poco más de un año fecha.
Repito, sería lógico, dentro de la oficial y aparente filiación
política de las fuerzas centro-derecha, que intentasen mstaurar u
ANTI-BSPAÑA 10 60 .— 18.
Régimen con esa* características conservadoras-capitalistas y contra­
rrevolucionarias.
¿Pero qué vemos en el documento?
Vemos que se busca y se logra formar un frente común entre
las pretendidas fuerzas de centro-derecha y todas las fuerzas rojas,
desde las republicanas a las socialistas-anarquistas; con las socia-
listas-anarquistas, que son comunistas, aunque no obedezcan a Mos­
cú. No figuran los comunistas de manera oficial; sin duda por
táctica, para no estampillarse el frente católico-m onárquico-repu-
blicano-separatista-anarquista de comunista sovietófilo. Pero de
hecho y en realidad, el Partido Comunista se halla dentro de tal
frente, se le conceda o no representación formal en el Comité de
complot.
Ahí está el manifiesto de su Buró Político que se adjunta, fe­
cha 9 de febrero, el cual coincide por entero con lo acordado en
París por los conspiradores reunidos. En tal manifiesto podemos
leer cosas como éstas :
“ El Partido Comunista... saluda a todas las fuerzas políticas
que han coincidido en la acción” ... “ felicita y alienta a los com u­
nistas a continuar los esfuerzos para desarrollar y consolidar el
movimiento de reconciliación nacional...” “ La coincidencia entre
las fuerzas de izquierda y derecha Jtiene lugar en el momento en que
la descomposición del fascismo se manifiesta por una nueva cri­
sis...” “ En el país, entre izquierdas y derechas existen profundas
corrientes de reconciliación...” “ Una de estas fórmulas de transi­
ción que podría encontrar apoyo y comprensión por parte de am­
plios sectores del país, incluido nuestro Partido, sería un Gobierno
compuestos por elementos liberales de diverso matiz que diese una
amplia y efectiva amnistía política, iniciase el restablecimiento de
las libertades públicas, sin discriminación...” “ El Buró Político
del P. C. llama a sus organizaciones y militantes a inspirarse en el
ejemplo de Barcelona y Madrid y a encontrar en otras provincias
las formas más adecuadas para manifestar la oposición popular a
la dictadura del general Franco, de acuerdo con todas las fuerzan
antifranquistas, de derecha e izquierda...’* “ El Partido Comunista
reitera su propósito de facilitar todo paso que contribuya a alejar
del Poder al general Franco y a facilitar la transición pacífica hacia
un régimen de democracia; manifiesta, una vez más, su decisión de
concertarse con todas las fuerzas políticas, de DERECHA e IZ­
QUIERDA, para lograr estos objetivos .”
Diga quien quiera si el Comunismo no está práctica y realmente
dentro del frente encabezado por las fuerzas de “ centro-derecha” .
¿Cóm o no ha de hallarse en él, si ha de ser él mediata, pero abso­
lutamente, el único y último beneficiado con lo que se trama?
En el hecho señalado queda patentizada la más grave y trascen­
dente contradicción entre lo que dicen y parecen ser las fuerzas
“ centro-derecha” y lo que realmente son.
Si alguien estimase que tal efectividad y consecuencia en favor
del Comunismo soviético se produce involuntariamente, a pesar y
en contra de los deseos e intenciones de los jefes del centro-dere­
chismo, yo podría decir que tal estupidez les descalifica a tales
jefes para pretender vivir en España y más aún para pretender
fijarle sus destinos y gobernarla.
Más adelante, revelaremos la causa de bu “ error” .
¿PRONUNCIAMIENTO?

Pronunciamiento; si, de eso se trata, según resalta en cada linea


de los documentos.
En técnico exclusivamente voy a empezar el análisis del objetivo
inmediato de los conspiradores.
La panorámica general de las fuerzas políticas en colusión la
veo a s í:
Batidas en la guerra, fracasadas en el intento de que las nacio­
nes democrático-comunistas vencedoras les entregasen a España de
nuevo, sin espíritu ni fuerza para intentar nada importante y me­
nos decisivo en el terreno de la violencia, sin crédito para lograr
del Kremlin una inversión con probabilidad de que sea rentable
revolucionariamente, he aquí en los documentos del resucitado
Frente Popular constancia plena de que las FUERZAS DE CEN­
TRO Y DERECHA se aprestan a brindarle la Patria española en
bandeja de plata al Comunismo.
En bandeja de plata, porque ni siquiera pueden los dirigentes
de esas fuerzas CENTRO-DERECHA agitar el fantasma de una Re-
volución izquierdista, como en abril de 1931, y justificarse con el
pretexto de rendirse para evitarla; porque hoy ni siquiera existe en
España tal fantasma.
Existe— según propia confesión—un complot para dar un GOL­
PE DE ESTADO con el fin de implantar un nuevo Régimen. Un
complot fraguado exclusivamente por fuerzas de centro-derech'í.
De ahí que no hablen de movimiento nacional, sino de lo único
que pudieran lograr con la complicidad de algún militar cripto-
masón y la legal subordinación a él de alguna fuerza del Ejército
español: el GOLPE DE ESTADO, a través del clásico PRONUN­
CIAMIENTO.
No examinaré ahora la indudable supervaloracion de fuerzas y
posibilidades cn que incurren los conspiradores; algo demasiado
frecuente en toda conspiración, al tomar deseos por realidades.
No poseo datos ni elementos de ju icio suficientes para valorar
ni aproximadamente las fuerzas con que la conspiración cuenta. Una
mirada desde fuera me permite inducir que no pueden contar con
masa militar trabajada” y, por tanto, decidida. Es mi creencia
— sólo creencia— que deben contar con cierto número de militares
de categoría; ciertamente, algunos con mando, com prom etidos a
la Saguntada, pero que, acaso, tan sólo sea capaz alguno de una
cuartelada. El conocer y aquilatar la cuantía de las posibles fuerzas
comprometidas no es cuenta mía ni está a mi alcance. Esa es misión
de la Policía si, como tantas veces en el pasado, no se le veda la
investigación en el área militar o carece de los elementos y medios
especiales necesarios para tan delicada misión. En pasadas épocas
—nos consta por propia experiencia— así a caeció; y al carecer de
autorización y medios, debió mantenerse a distancia de los cuar­
teles, en evitación de que sus investigaciones, realizadas por los
medios más elementales, resultasen provocaciones.
Antepongo estas consideraciones relativas al GOLPE DE ES­
TADO, porque, sinceramente, resulta ser lo más grave de cuanto
tratan los dos documentos. Estoy seguro de que exageran los cons­
piradores al dar tan pomposo nombre a lo que dicen está en su
mano alcanzar; intuyo que, en el m ejor caeo para ellos, no son
capaces de sublevar más que alguna población— otra Ciudad Real,
otra Jaca , logrando que la guarnición, por engaño, y obede­
ciendo a la inercia de la subordinación al mando de la plaza, 6e
convierta en un cantón monárquico durante unas horas; las pocas
que la realidad tarde en hacerles ver a los sublevados — com o an­
taño— que nadie les secunda en el resto de España.
Pero yo me pregunto : ¿Podría soportar el Régimen las graves
consecuencias que la fatai represión de la rebelión le acarrearía?
Primo de Rivera dominó incruentamente lo de Ciudad Real y Va-
lencia y lo liquidó de la misma manera. Berenguer liquidó lo de
Jaca con sólo dos penas de muerte. Pero es indudable que en Va-
lencia y Ciudad Real quedó herida de muerte la Dictadura y que
en Jaca murió la Monarquía. No creo que Franco sea políticamente
tan ingenuo com o un Miguel Primo de Rivera ni tan blando y hui­
dizo como un Alfonso X I I I ; pero sí me atrevo a predecir que muy
difícilmente podría superar las consecuencias de una rebelión mili-
tar por leves que ahora parezcan. Más difícilmente, mucho más,
que el más difícil trance nacional o internacional de los muchos
que ha sabido superar.
Me fundo para opinar así en que, por primera vez, y en materia
la más grave, Franco no tendrá tras de sí la unanimidad de las
fuerzas nacionales, esas fuerzas que han permanecido unidas en
todo lo esencial y freí > a todo lo que es Antiespaña desde el día
18 de ju lio de 1936 hast¿. hoy.
Esa falta de unanimidad, ciertamente, será un imponderable
— nadie podrá medir pesar su volumen y gravitación— , pero re­
sulta suicida despreciar su efecto asfixiante para el Régimen, al ser
explotado por la complicidad y la propaganda exterior e interior.
La experiencia histórica inmediata, la de la Dictadura y la del
berenguerismo, imponen dar un dictamen para el problema que
plantea, según el documento, el GOLPE DE ESTADO, aun cuando
sólo llegue a pronunciamiento. Y el dictamen e s: evitarlo.
Quien conozca y quiera recordar en su verdadera intimidad y
gestación lo de Valencia, Ciudad Real y lo de Jaca, deberá reco­
nocer que esos episodios pudieron y debieron ser evitados con
suma facilidad.
Pero la tacañería de Martínez Anido, sumada a que Quiñones
de León consideraba Francia “ coto cerrado para la Policía, rc*®r
vándoselo él— por su cuenta y razón— , motivó que el Gobierno fue­
ra sorprendido con lo que se habían fraguado en París Caín o,
Sánchez Guerra y Esplá, como directores. Un triángulo en el que
el dinero, las ambiciones y la Masonería se unieron, como a
para frustrar el exponente del resurgir español, que eran as
Exposiciones. Cuando, acaecidos fcs sucesos, la Policía gozó de
cierta libertad para “ tocar” p o l í t i c o s y militares de alguna categoría,
se advirtió con asombro la completa libertad e impunidad con que
se había fraguado aquel golpe de Estado. Durante más de un año,
la Junta Nacional R e v o l u c i o n a r i a se había reunido cuando y donde
quiso, había enviado delegados repetidas veces a todas las guarni­
ciones de España; la relación con París había sido continua. Se
vió que desde hacía mucho tiempo eran miles los que conocían en
mayor o menor medida lo que se preparaba. Y , se sabe bien, ni
Gobierno ni Policía tuvieron la menor n oticia ; y, en consecuen­
cia. no se realizaron detenciones preventivas, registros ni nada en
absoluto de lo que debe realizarse para evitar un movimiento
militar.
¿Causas?... Primera y principal, que la Policía carecía de h om ­
bres propios con formación, organización y medios para insertarse
dentro de la conspiración.
En aquellas conspiraciones, cuya fachada la constituían— com o
ahora— fuerzas de “ derecha” , con sus correspondientes “ mascaro­
nes” — hombres que han gobernado y han mandado— , se produjo
un “ desinflamiento” en los mandos policía cos; sobre todo en los
“ altos mandos” , que, con su “ no hacer” , cuando no con su tácita
complicidad, trataban de no malquistarse con las personalidades
conspiradoras, ayer ministros varios, y ciue podrían volver a serlo
mañana, si triunfan, regresando de nuevo al Régimen. Como los
“ altos mandos policíacos” no veían en lo que se preparaba nada
esencialmente peligroso, anárquico ni comunista, sino una variante
de Régimen, que realmente sólo significaba en apariencia un cam­
bio de personas, pensaban que su “ no hacer” no era pecado grave,
y que bien merecía una falta leve, que nadie conocería ni castigaría,
el asegurarse el porvenir, por si triunfaban los conspiradores. Algo,
acaso mucho, de esto sucedió cuando lo de Valencia y Ciudad Real.
Cuando Jaca, también, pero excepcionalmente, y no por culpa
del general Mola, sino de Berenguer y de aquello a que obedecía
el hombre de Anual...
Tenía entonces la Policía sus clásicos confidentes; confidentes
baratos, dada la tacañería clásica para esas inversiones. Por su clase
y categoría— anarquistas y comunistas— no tenían entrada en una
conspiración dirigida por millonarios, ex presidentes del Consejo
y generales, que eran los que exclusivamente “ trabajaban” a los
militares. Los anarquistas y comunistas únicamente se hallaban den-
tro de la conspiración a través de los enlaces masónicos, ignorándolo
todo, ya que tan eólo se les reservaba el papel de unirse al movi­
miento militar cuando ya estuviesen los sublevados en la calle.
Por las veladas pero claras palabras de los documentos, igual
que sucede ahora. El GOLPE DE ESTADO se proyecta sin la in­
tervención inmediata de cenetistas, socialistas y comunistas. Estos
deberán secundarlo, una vez dado, estando enterados de su prepa­
ración únicamente sus dirigentes, pero sin conocer más que conta­
dos nombres de militares y ningún detalle.
Me he referido particularmente al movimiento llamado de Sán­
chez Guerra, por haber sido en todos sus aspectos idéntico al que
hoy se prepara, constituyendo para el de ahora un precioso ejem*
pío. También era específicamente un movimiento de centro-derecha,
conectado subterráne •nente con toda9 las fuerzas de izquierda, in­
cluidos anarquistas, comunistas y socialistas, a través de la Maso­
nería, que fia b a su triu n fo exclusivamente al éxito inicial de un gol­
pe de Estado militar.
He ahí el posible paralelismo entre lo proyectado y lo de Ciu­
dad Real-Valencia y Jaca.
El paralelo tan sólo es real en cuanto se refiere a los factores
técnicos en los hechos pretéritos y en lo gestado por los conspi­
radores reunidos.
En cuanto a factores políticos, ni paralelos ni semejanzas pue
den admitirse hoy en cuanto a los preponderantes.
Ni en Ciudad Real-Valencia, ni en Jaca, y ni siquiera en el
14 de abril, tenía gravitación para nadie en tales acontecimientos e
factor decisivo de la Historia Universal en la época presente de
Humanidad : el Comunismo, la U. R. S. S.
Será el fraude perfecto y meticuloso el camuflaje, unido a la
insigne ignorancia de tantos, pero nadie será capaz hoy e íacer e
desaparecer al Comunismo de la retina intelectual de los más, como
tampoco nada será capaz de atenuar en el subconsciente de todo ser
humano esa invisible gravittffeión del peligro del Esclavismo, que es
angustia letal y permanente para todo humano espíritu aún en li­
bertad.
Por ignorada e inconfesatla qne sea la presencia permanente y
total del Comunismo en el 90 &ntecer español, su gravitación en las
almas es tremenda, y toda empresa subversiva, a pesar de sus muy
perfectas apariencias “ eristiafcfts” , “ monárquicas” , de “ orden” , ca­
pitalistas y burgueses, chocaíjfe con la invisible muralla del sub­
consciente del español, en vÉtcid del cual presiente, desde 1936
— fecha magistral de nuestra Historia patria— el feroz acecho del
Imperio Comunista. ;
Hasta 1936, el militar espaá¿l, com o los políticos y cualquier
ciudadano, incluso los policías, al intervenir o ser afectados de cual­
quier forma por una conspiración tendente a dar golpe de Estado,
Revolución o un movimiento de fuerza, en el caso más extremo,
tan sólo eran capaces de pensar o imaginar superficiales m odifica­
ciones de Régimen, más o mecos radicales, o en su suplantación
por otro más o menos extremista; todo lo demás, el más exaltado
podía imaginar un período limitado de violencia y terror contra
determinados adversarios. Pero nadie jamás pudo pensar ni siquiera
imaginar en la violencia com o Régimen y en el Terror com o Siste­
ma; es decir, en la Revolución permanente .. Menos aún imaginó
nadie, ni como hipótesis, la posibilidad de una España asesinada
como nación, y su pueblo, no el pueblo abstracto, sino el real, tú
y yo, asesinado espiritualmente todo él y físicamente los mejores
y sujeto el resto a la esclavitud física, por obra, decisión y potencia
del Imperio esclavista, llamado comunista.
De que nadie fué capaz de imaginar ese H orror hasta 1936,
hasta después de tomar el Poder el Frente Popular, soy el testigo
mas excepcional: mis tres libros, así com o los impresos clandesti­
nos escritos por mí, desde 1931 a 1936, para la Unión Militar Es­
pañola, sólo tenían como única finalidad el demostrarle a todo
patriota español, y especialmente al militar patriota, la realidad
e inminencia del Horror del Comunismo... excitándolo-! a obrar en
consecuencia.
No fui creído por número suficiente de patriotas; no existía en
España ejem plo ni antecedente válido para las ,„entes • era tan
inaudito e increíble aquel Horror, que disculpa tienen los patriotas
porque padecían de incapacidad innata para imaginar lo inimagi­
nable... Y de ahí que, hasta no ver el Horror inmediato, tangible,
real, y no por faltarles valor y patriotismo, el resorte de su con^
ciencia no se disparó lanzándolos a morir y a matar para salvar a
la Patria del asesinato...
Ya no necesita el patriota español hacer ningún esfuerzo con su
imaginación para imaginar lo inimaginable; le basta su memoria
para evocar con toda nitidez aquel horror de crimen y sangre... y
si en algún momento le invade amnesia, desde cualquier meridiano
del planeta le llega el angustiado y fatídico grito de una nueva
tragedia nacional y humana, perpetrada por el Comunismo. Y si
la tragedia lejana no bastara, de Polo a Polo, de cénit a nadir, y
hasta en los espacios siderales, presente y potente, con potencia en
progresión geométrica, frente a sí tiene al Horror del Imperio es­
clavista, inolvidable...
He ahí, lectores, algo y formidable cuya existencia y presencia
no tenía gravitación de ningún género en las conspiraciones espa­
ñolas precedentes. Y de ahí por qué, debiendo atraer a la suya
por el engaño a militares patriotas, vaya la Antiespaña de fracaso
en fracaso...
La causa radical y auténtica está en la invencible resistencia de
la conciencia o subsconsciencia del patriota, cuya voz, sin sonido y
sin palabras, le hace sentir o presentir que el Horror del Comu­
nismo en acecho está siempre ahí, dispuesto al asalto en el mo­
mento que los españoles vuelvan a luchar entre sí... El español pa­
triota tiene la intuición de que toda lucha entre españoles ha de
ser el definitivo suicidio nacional...
Carentes de patriotismo en absoluto los conspiradores, por tener
lo aberrado o anestesiado, están en situación de incapacidad para
sentir o presentir esa realidad suicida. Y, claro es, también son
incapaces de suponernos a los demás capaces de sentirla o presen

tirla" i j
He ahí la razón por la cual insisten e insistirán, a prueba de
fracasos, en tratar de arrastrar al patriota militar a perpetrar et
suicidio de su Patria con pronunciamientos militares.
humano esa invisible gravitación del peligro del Esclavismo, qu© ©s
angustia letal y permanente para todo humano espíritu aiin en li­
bertad.
Por ignorada e inconfesada que sea la presencia permanente y
total del Comunismo en el acontecer español, su gravitación en las
almas es tremenda, y toda empresa subversiva, a pesar de sus muy
perfectas apariencias “ cristianas” , “ monárquicas” , de “ orden” , ca­
pitalistas y burgueses, chocará con la invisible muralla del sub­
consciente del español, en virtud del cual presiente, desde 1936
— fecha magistral de nuestra Historia patria— el feroz acecho del
Imperio Comunista.
Hasta 1936, el militar español, com o los políticos y cualquier
ciudadano, incluso los policías, al intervenir o ser afectados de cual­
quier forma por una conspiración tendente a dar golpe de Estado,
Revolución o un movimiento de fuerza, en el caso más extremo,
tan sólo eran capaces de pensar o imaginar superficiales m odifica­
ciones de Régimen, inás o menos radicales, o en su suplantación
por otro más o menos extremista; todo lo demás, el más exaltado
podía imaginar un período limitado de violencia y terror contra
determinados adversarios. Pero nadie jamás pudo pensar ni siquiera
imaginar en la violencia como Régimen y en el Terror com o Siste­
ma; es decir, en la Revolución permanente... Menos aún imaginó
nadie, ni como hipótesis, la posibilidad de una España asesinada
como nación, y su pueblo, no el pueblo abstracto, sino el real, tú
y yo, asesinado espiritualmente todo él y físicamente los mejores
y sujeto el resto a la esclavitud física, por obra, decisión y potencia
del Imperio esclavista, llamado comunista.
De que nadie fué capaz de imaginar ese Horror hasta 1936,
hasta después de tomar el Poder el Frente Popular, soy el testigo
más excepcional: mis tres libros, así como los impresos clandesti­
nos escritos por mí, desde 1931 a 1936, para la Unión Militar Es­
pañola, sólo tenían como única finalidad el demostrarle a todo
patriota español, y especialmente al militar patriota, la realidad
e inminencia del Horror del Comunismo... excitándolos a obrar en
consecuencia.
No fui creído por número suficiente de patriotas; no existía en
España ejem plo ni antecedente válido para las mentes- cra
inaudito e increíble aquel Horror, que disculpa tienen los'patriotas
porque padecían de incapacidad innata para imaginar lo inimaci
noble.. . Y de ahí que, hasta no ver el Horror inmediato, tangible'
real, y no por faltarles valor y patriotismo, el resorte de eu con^
ciencia no se disparó lanzándolos a morir y a matar para salvar a
la Patria del asesinato...
Ya no necesita el patriota español hacer ningún esfuerzo con su
imaginación para imaginar lo inimaginable; le basta su memoria
para evocar con toda nitidez aquel horror de crimen y sangre... y
6Í en algún momento le invade amnesia, desde cualquier meridiano
del planeta le llega el angustiado y fatídico grito de una nueva
tragedia nacional y humana, perpetrada por el Comunismo. Y si
la tragedia lejana no bastara, de Polo a Polo, de cénit a nadir, y
hasta en los espacios siderales, presente y potente, con potencia en
progresión geométrica, frente a sí tiene al Horror del Imperio es­
clavista, inolvidable...
He ahí, lectores, algo y formidable cuya existencia y presencia
no tenía gravitación de ningún género en las conspiraciones espa­
ñolas precedentes. Y de ahí por qué, debiendo atraer a la suya
por el engaño a militares patriotas, vaya la Antiespaña de fracaso
en fracaso...
La causa radical y auténtica está en la invencible resistencia de
la conciencia o subsconsciencia del patriota, cuya voz, sin sonido y
sin palabras, le hace sentir o presentir que el Horror del Comu­
nismo en acecho está siempre ahí, dispuesto al asalto en el jno-
mento que los españoles vuelvan a luchar entre sí... El español pa­
triota tiene la intuición de que toda lucha entre españoles ha de
ser el definitivo suicidio nacional...
Carentes de patriotismo en absoluto los conspiradores, por tener
lo aberrado o anestesiado, están en situación de incapacidad para
sentir o presentir esa realidad suicida. Y, claro es, también son
incapaces de suponernos a los demás capaces de sentirla o presen
tirla... , ,
He ahí la razón por la cual insisten e insistirán, a prueba de
fracasos, en tratar de arrastrar al patriota militar a perpetrar el
suicidio de su Patria con pronunciamientos militares.
M ONARQUIA, ULTIMO RECURSO
DE LA MASONERIA

Ansaldo nos refiere la siguiente anécdota, que atribuye al ex mi­


nistro Lequ erica:
«“ ¿Usted será también monárquico?— inquirieron los periodistas
a la llegada de aquel personaje a un país extranjero.
“ Verán, amigos— contestó el interpelado, con una maliciosa son­
risa— , no soy suficientemente republicano para poder ser ahora
monárquico” .»
Destinado el libro de Ansaldo a los monárquicos españoles, el
menos agudo, siendo su autor, nunca hubiera insertado tal anéc­
dota en las páginas de su obra, pues en todas ellas nos demuestra
que los “ auténticos monárquicos” de su Pretendiente son todos re­
publicanos.
Ya hemos visto por su propio relato cuáles son las fuerzas que
conspiran para traer a Don Juan al T rono: Izquierda Republicana
(Martínez Barrios, federales, separatistas catalanes y vascos de
todo matiz, socialistas y anarco-sindicalistas. No confiesan la pre­
sencia del Partido Comunista ni la de los trostkistas o titoístas en
el frente conspirador; pero su adhesión es real, aunque se niegue
formalmente, ya que pactan los moscovitas, según ya demostra­
remos.
Sin faltar un solo partido ni grupo en la conspiración monár­
quica” , en ella están todas las fuerzas políticas que formaron la
candidatura electoral republicana el 1 2 d« a b ril; w decir, cuantas
fuerzas destronaron a Don Alfonso XIII, padre del actual Preten­
diente.
Naturalmente, también hay “ monárquicos históricos en la cons­
piración.
De tales monárquicos podríamos decir lo atribuido a un general
inglés cuando acabó de leer un parte de bajas, despues de una cruen^
ta batalla de la guerra de 1914.
Veinticinco mil franceses, 3.000 americanos, 15.000 canadienses,
8.000 australianos, 1 1 .0 0 0 indios, 16.000 negros, etc., etc., y un
inglés.
¿Y qué hacía este inglés allí?, preguntó con gran sorpresa el
general británico.
Es posible que algún lector, com o aquel general inglés, pregun­
te qué hacen esas docenas de monárquicos junto a los demo-cristia-
nos, Izquierda Repubilcana, fedelares, separatistas, anarcosindica­
listas, socialistas y comunistas.
Sencillamente, lectores, servirles de careta; de careta monár­
quica nada más.
Como hemos visto, a pesar de su carácter secreto y clandesti­
nidad, los documentos aportados aluden e insinúan “ que la solu­
ción monárquica” , detestada com o es natural por todas las fuerzas
marxistas, e incluso por las “ demo-cristianas” , es aceptada por m oti­
vos tácticos. Aclaremos las alusiones e insinuaciones: Aceptan la
instauración de la Monarquía, porque creen que la magia del nom ­
bre puede llevar al golpe de Estado militar, a la Saguntada, a cier­
tos “ altos Mandos militares” con fuerzas suficientes para derribar
el Régimen actual.
Hemos podido leer (Documento núm. 4 ) :
“ El segundo motivo invocado (para restaurar la Monarquía)
alude a las facilidades que esa solución procuraría para acelerar la
caída del Régimen actual. Ello nos hace pensar que se trata de una
concesión que constituye probablemente una condición previa para
poder lograr la colaboración de determinados elemento:;, cuya inter­
vención se reputa decisiva en la operación, seguramente prevista,
aunque silenciada en el documento.”
SI mái rom o d# inteligencia com prend*-^BHp§J£ trata En
“ «riítiano” diríamo*: La Restauración de la rt &ce^
da por la* fuerzas masónico-niarxistas, republlo^^todai ellas
porque sólo la Monarquía puede llevar al golpe de Estado militar
a “ determinados elementos” , a fuerzas militares, a las mismas fuer­
zas militares que son enemigas de masones y marxistas; que estu­
vieron y están frente a ellas, las cuales se rebelarían contra el Ré­
gimen actual y en favor de la Monarquía, creyendo por la mera ma­
gia de I09 nombres- que un rey sería mayor y mejor garantía que
Franco contra la Antiespaña... El truco es muy sabio: la inercia
mental provocada por el significado literal de los nombres, y ha­
bida cuenta de la carencia de información y de la existencia de una
desinformación padecida por muchos militares, les puede llevar
a creer que la Monarquía es la mayor antítesis de República... y
que un rey es lo más opuesto a lo republicauo. Y claro es, pen­
sando con tal simplismo, en un caso dado, podrían ser arrastrados
algunos Mandos militares que así pensaran al golpe de Estado contra
el Régimen actual, en la firme creencia de que la Monarquía por
ellos restaurada sería la suprema salvaguardia de la Patria contra
la Antiespaña: Marxismo, anarquismo, masonería..., ignorando que
la Antiespaña había llegado cabalgando a lomos de la Monarquía...
Y no saben, porque nadie se lo ha revelado, que la Monarquía
proyectada, la del Pretendiente Don Juan, ha pactado con toda la
Antiespaña indígena y extranjera ..
Y esta mi obra es la prueba.
De las reservas mentales en el Pacto de las fuerzas republicanas
clásicas darán idea las que profesan los flamantes republicanos de-
mo-cristianos” .
Recordemos que el delegado anarcosindicalista (Documento nú
mero 1) lia revelado:
«En conversación, al parecer sincera, y meditando sus pa
bras, Herrera d i j o :
«Consideramos que no puede lucharse a esta9 alturas para
taurar una Monarquía. Siguiendo el ejemplo del cató ico « ^
peri en Italia, nosotros vamos hacia una República en span
Cuando aquel estadista trazó la trayectoria para Ita ia,
Vaticano discrepaba de De Gásperi, pero después hubo de recono­
cer que la República había sido la salvación de Italia. Si nosotros
pretendiésemos implantar una Monarquía, tendríamos que perder
mucho tiempo y excesivas energías para mantenerla. Lo que im ­
porta, pues, es que instauremos la República para to d o s : para iz­
quierdas, centro y derechas.»
Sí, la República “ para todos” ; menos para España.
El porvenir de la Monarquía traída por los republicanos y mar*
xistas nos lo han revelado (Docum ento núm. 2) el masón-marxista
Rodolfo Llopis. Ya hemos leído lo que dice hablando con el anar­
cosindicalista :
«Estoy convencido de que pronto nos van a colocar una nueva
Monarquía en España; hay preparado un golpe de Estado. Detrás
de todo esto se hallan las fuerzas militares, católicas y capitalistas.
La herencia que van a recoger es espantosa. No debemos quererla
para nosotros. Más vale que al principio entre la Monarquía y, co­
mo tendrán necesidad de nosotros, nos mimarán y haremos valer
nuestras fuerzas. Si el Partido Socialista, la Confederación N acio­
nal del Trabajo y la Unión General de Trabajadores presentan un
frente unido, no podrá nadie con nosotros.»
No vamos a repetir aquí cuanto los documentos nos aportan
sobre lo que para los conspiradores es la Monarquía :
1.® Un medio para engañar a fuerzas militares y arrastrarlas
a un golpe de Estado para derribar al Régimen actual, en cuya
empresa han fracasado estruendosamente las clásicas y conocidas
fuerzas de la Antiespaña, y fracasarían mil veces.
2.° Restaurada la Monarquía por el golpe de Estado, pero pro­
visionalmente, a resultas de las elecccioncs constituyentes, derribar­
la con la papeleta electoral, sumando las papeletas republicanas de
los “ demo-cristianos” . Como en Italia.
3.° Si no consiguen echar al R ey provisional elecloralmente,
echarlo revolucionariamente, contando con la gran masa de fuer­
zas revolucionarias, socialistas, anarquistas y comunistas, y con los
ujieres introductores de la Revolución, con los Berengueres y P ór­
telas en el Gobierno del Rey, es decir, con la traición gubernamen­
tal de la Masonería.
En tota l:
Un 14 de abril o una Revolución de octubre. Y en uno u otro
caso, como la Historia tan próxima nos demuestra TRIUNFO T)FT
COMUNISMO A POCOS MESES FECHA.
Es muy posible, y cuento con ello, que los interesados y lo.
pazguatos nieguen autenticidad y validez a los documentos, dado
que son clandestinos y secretos.
Sinceramente, lamentamos por los interesados y pazguatos que
estos conspiradores no estimasen oportuno hacer comparecer a un
notario en sus conciliábulos para dar fe de sus acuerdos.
Mas, reconózcase, no suelen tener costumbres los hombres de
un com plot de levantar actas notariales de sus ideas y proyectos.
Y, naturalmente, si ellos no hacen levantar actas a los notarios, co­
mo yo no las fabrique, me será imposible aportarlas aquí.
Pero, desde luego, quien no quiera creer en la autenticidad de
los documentos, deberá reconocer que sus revelaciones resultan
menos extraordinarias y espectaculares que las hechas públicas y
fehacientemente por el conspirador Ansaldo, en su libro, ya cono­
cidas por sus lectores.
Y también han de reconocer que la coincidencia entre las re­
velaciones de Ansaldo y los planes contenidos en los documentos
es total. Naturalmente, faltan en el libro de Ansaldo las reservas
mentales y los futuros planes antimonárquicos de sus '‘aliados
marxistas y republicanos. Pero creemos que se necesita padecer de
tanta ingenuidad como padecen estos “ ansaldos” monárquicos para
creer que masones y marxistas van a ser unos monárquicos modelo
bajo el regio manto de Juan III.
Nada sobrará para disipar tanta ingenuidad monárquica, tanta
ceguera provocada por el odio al Régimen actual. Y, por fortuna,
podemos brindar a los lectores una detallada exposición del pro­
blema r e p u b lic a n o -m o n á r q u ic o , elaborada por la personalidad con
mayor autoridad (con la británica) en el complot; por la person
lid a d que figura en cabeza de la lista de Gobierno que se insert
en el Documento número 1.
Nos referim os a Salvador Madariaga. ^
Este “ presentido” prim er ministro del Gobierno Provisiona ,

A.VTi-EBfASA 1 9 50 .— 10.
cuando se hizo pública la colusión monárquico-masónico-marxista,
fraguada por designio de Londres y cuya paternidad legal asume
Madariaga, debió sufrir los ataques de ciertos republicanos ce­
rriles y elementales, incapaces de com prender las tácticas sutiles
de la Intelligence...
He aquí, lectores, el artículo publicado por Salvador Madaria­
ga en el diario argentino La Prensa el día 3 de agosto del pasado
año.
Está completo, no habiendo suprimido en él más que los o b li­
gados insultos al Régimen español; obligados para estampillarse
de “ leal” y no perder autoridad ante los republicanos cerriles.
He aquí el artículo:

REPUBLICA-MONARQUIA

«Otra vez, y con una renuncia que raya en repugnancia, vengo


obligado a dedicar este artículo a cosas atañedoras no tanto a mi
persona como a mi labor. Andan circulando por ahí seudonoticias
que fantasean sobre mis actos e ideas; y más solapadamente se viene
haciendo campaña de siseos que intentan desfigurarme todavía
más. ¿Cómo? ¿Por qué? No estará de más averiguarlo.
«Empezaré, mal que me pese, por hacer constar que desde hace
años llevo el peso de una oposición individual al franquismo, que
pocos, si los hay, superarán entre todos los desterrados. Así com o
suena. Si cada palo ha de aguantar su vela, también tiene derecho
a izar gallardete. Entre las cuatrocientas cincuenta crónicas radia­
das que hice durante la guerra mundial para la B. B. C. y otras
tantas que hice después para Radiodifusión Francesa, he hablado
en español a España e Hispanoamérica novecientas veces y aún
creo que la cifra más exacta sería mil. Calculo que por lo menos
la mitad de estas crónicas en su totalidad y otra cuarta parte en
tal o cual paso o aspecto constituyeron agudas y severas críticas
del franquismo.
•Añádanse las crónicas radiadas en francés, inglés y alemán,
los artículos y libros en las cuatro lenguas y algunas más y las
conferencias dadas desde Estocolmo hasta Dublín y Atenas, desde
Chicago y Nueva York a Buenos Aires y de.de Delhi y Bombay a
Canberra; añádase el acceso personal a los dirigentes político, de
los países visitados y creo que quedará patente que en lo arriba
escrito no ha habido exageración.
«Pero ya ven ustedes lo que son las cosas; ahora resulta que
yo debo abrigar algún siniestro propósito, pues ciertos ilustres des-
conocidos han descubierto que rehuí hablar en mis conferencias de
los escritores de la izquierda perseguidos o caídos en la guerra
civil. Esta actitud tendenciosa de mis semiocultos críticos revela
tu origen comunista o filocomunista. Tiene todo el tufillo de hipo-
cresía, ignorancia e insensatez que distingue a los sacristanes de la
iglesia roja com o a los de la iglesia negra.
Para ser republicano se requiere objetividad.

Se me ha atribuido una actividad monarquizante. Pura fanta­


sía. Sobre la forma de Gobierno, he aquí mi postura en cuanto a
las ideas, primero, y, luego, en cuanto a la táctica inmediata. Ya
en otro de mis libro9, O jo, vencedores, analicé lo que hay de na­
tural en el dilema república-monarquía. No basta llamarse repu­
blicano, ni aún creer serlo : Hay que serlo de verdad; ahora bien,
para ser republicano de verdad hay que sentir primordial interés
en la cosa pública, Rex publica. Hay que ser, pues, realista (de rex
y no de rey), e 9 decir, objetivo. En Europa los pueblos del Norte
son objetivos. Les interesa el presupuesto, la política exterior, las
condiciones sociológicas y económicas de su vida, más que el Mar­
tínez, el Pérez o el García que ha de gobernar. Son, pues, republi­
canos esenciales, ya sean por mera circunstancia histórica, monár­
quicos formales, como los escandinavos, o republicanos formales,
como los suizos. En los pueblos del sur de Europa abunda y aún
predomina el subjetivismo o íulanismo. Los espanoles, italianos,
griegos y aun franceses, somos, pues, monárquicos esenciales, aun­
que por las circunstancias seamos a veces republicanos fórmale.
Como todos los españoles, tiendo por naturaleza a ser monárqu’c
en la esencia, pero procuro por convicción ser en esencia repu
can o; o, dicho de otro modo, soy subjetivo y personalista por natu­
raleza, pero me esfuerzo en ser objetivo > realista \ creo que
t;ro a veces.
Proposiciones para derribar el Régimen de Franco .
Por tanto, ante el dilema monarquía-república, mi actitud es
empírica, y frente al problema actual de España podría resumirla
en las proposiciones siguientes:
1.° El Régimen actual es tan malo que urge derribarlo sea como
fuere.
2.° Las izquierdas españolas no pueden derribarlo.
3.° Las derechas españolas antifranquistas podrían derribarlo,
pero no solas; necesitarían el apoyo y aún la iniciativa de las dere­
chas neoantifranquistas, es decir , del franquismo que se ha apea­
do del burro.
4.° Si, como parece, esta combinación de antiíranquismo dere­
chista viejo y nuevo exigiera para hacer la operación que las iz­
quierdas concediesen a la restauración un plazo garantizado de
cinco años, creo que sería locura negarlo. Procedería discutir para
exigir contragarantías de libertad de Prensa, justicia independiente
y elecciones libres, y con estas tres garantías conceder el plazo de­
seado.
5.° Si la monarquía así restaurada tomara un rum bo análogo
a las monarquías nórdicas, si en particular no opusiera obstáculos
ni al liberalismo ni al socialismo, estimo que no habría razón para
derribarla aun cumplido el plazo de garantía. Y aún iría más le­
jos : del estudio comparativo de las dictaduras de Prim o y do
Franco, como de las de Mussolini y de Hitler, se desprende que e 9
más fácil derribar a un dictador con Rey que a un dictador sin
Rey. De todos modos, la consolidación del Régimen monárquico en
este caso, o republicano en el contrario, dependería de los progre­
sos del republicanismo esencial en España. Porque sólo un país
de republicanos esenciales es capaz de estabilidad política, ya en
monarquía, como en Suecia, ya en República, com o en Suiza.
¿Está claro?»
Ignoro si para muchos o pocos no resultarán bastante claras la9
palabras del Premier “ en canuto” , Madariaga.
Y o podría demostrar que cuanto hay en páginas precedentes y
ulteriores al presente capítulo estaba ya escrito mucho antes que
llegase a mis manos el artículo copiado. Podría demostrarlo con
testimonios de la más alta calidad y jerarquía. Quiero decir con
esto que no me revela Madariaga el truco anglomaeónico, pues yo lo
he detallado, hasta con mayor detalle y claridad. Madariaga sólo
me proporciona una prueba; ciertamente, de la más alta calidad,
por tratarte de confesión de parte... ¡Y qué parte! Porque muy
pocos gozarán de una confianza tan grande y merecida como die-
fruta Salvador Madariaga por parte del InteUigence Service britá­
nico. Traduzcamos para los pocos no enterados: confianza por parte
del Servicio de Espionaje Británico.
Nada de juicios temerarios. Ansaldo y los documentos de los
conspiradores hablan sin eufemismo del gran papel representado
por Inglaterra en cuanto se ha fraguado contra el Régimen espa­
ñol. Ahí está la entrevista Bevin-Prieto-Gil Robles... ¿Quién hoy
con más méritos — hasta méritos de guerra— que el profesor de
Oxford, Salvador Madariaga, como él mismo alardea?...
Nada nos parecerá bastante para convencer a cuantos puedan
ser tentados por la Masonería; por ello, aún cuando las palabras
de Madariaga tengan una claridad meridiana, queremos ponerlas
al desnudo, pues no faltarán quienes, deslumbrados por las dotes
literarias del profesor de Oxford, se pierdan entre las ramas de su
follaje verbal.
Ante todo, destaquemos un punto, el
2.° LAS IZQUIERDAS ESPAÑOLAS NO PUEDEN DERRI­
BAR AL REGIMEN ACTUAL.
Así de neto y claro. La confesión es de calidad.
Todo lo demás está determinado absolutamente por tal reali­
dad : por no poder las izquierdas derribar al Régimen actual.
Pasemos al punto
3.° Las derechas españolas antifranquistas podrían derribarlo...
Esta primera oración del punto 3.° también es cierta. Si por
derechas entiende Madariaga todas las fuerzas que instauraron e
actual Régimen y que lo apoyaron y lo apoyan. Naturalmente si
al Régimen le faltasen todas o la gran mayoría de tales fuerzas, infa­
liblem ente caería.
Pero tal supuesto no se d a ; no han huido del Régimen y, menos
aún, están contra él lodas las fuerzas, ni siquiera la gran mayoría
de las que lo instauraron y lo apoyaron hasta hoy. Esta realidad
110 es ignorada por Madariaga y los demás conspiradores: de ahí
sil condicional del mismo punto que sigue a lo co p ia d o :
Las derechas antifranquistas podrían derribarlo... pero no so­
las; necesitarían el apoyo y aún la iniciativa de las derechas neoan­
tifranquistas, es decir, del franquismo que se ha apeado del burro.
Hay una distinción implícita que puede pasar inadvertida. Ma­
dariaga menciona dos fuerzas: una, “ las derechas” ; otra, los “ neo-,
franquistas” ; éstos son los que fueron franquistas y han dejado
de serlo.
Indudablemente, para Madariaga sus “ derechas” no han sido y
menos aún son franquistas; com o para él franquismo y Régimen
son cosas idénticas, reconoce la existencia de una fuerza que no fué
ni es republicana ni marxista, pero que tam poco e9 del Régimen
actual; fuerza que califica de “ derecha” sin a djetivo; también re­
sulta claro que tal fuerza, por ser de “ derech^” , no estuvo con las
izquierdas republicano-marxistas... ¿D ónde pudieron dstar esas
“ derechas” , señor Madariaga, sobre todo durante nuestra guerra?
■No pudieron estar en la “ tierra de nadie” , único terreno, entre
línea y línea, entre trinchera y trinchera, donde hipotéticamente,
no realmente, pudieron haber permanecido para no estar ni con I09
nacionales ni con los rojos.
Como tal situación física era im posible, ¿dónde podían estar?
Madariaga, con autoridad y privilegiada situación para saberlo,
no vincula esas fuerzas de derecha con el franquismo, con el Régi­
men actual en ningún momento, porque no alude a su distancia-
miento ni ruptura con él. ¿Entonces?
Debemos inducir su situación; su situación física y política.
Por ser derechas no podían estar físicamente en la zona r o ja ;
las derechas eran exterminadas en ella, y sus hombres murieron
asesinados o huyeron; muy contados pudieron salvarse ocultán­
dose. Por tanto, en su inmensa mayoría, los supervivientes y los
habitantes en la zona nacional de los que integran esas fuerzas de
derecha, estuvieron físicamente con el Régimen, con el Movimien­
to INacional. Pero, por lo que nos revela Madariaga— y para saberlo
ha tenido y tiene posición, inteligencia e Intelligence— , moral y
políticamente no estuvieron jamás con el Régimen, el Mo ■
miento Nacional.
Lo creem os; lo supimos desde siempre, por mucho que fin-
gieran.
B ie n ; pero no debe ser grande la cantidad de tales tuerzas de
derecha, sea la que sea su calidad, y Ansaldo nos ha presentado un
buen muestrario de apellidos y prclesioues para conocerlas. No
puede ser grande su cantidad y, por tanto, su fuerza cuando Ma­
dariaga no las estima capaces por sí solas de llegar a derribar al
Régimen.
Esas derechas dice— necesitarían el apoyo y aún la inicia­
tiva de las derechas neoantifranquistas. El mismo Madariaga expli­
ca el significado de la palabreja: neoantifraDquistas son los fran­
quistas que se han apeado del burro.
Quiere decir que los neofranquistas son los que fueron fran­
quistas y han dejado de serlo para convertirse en adversarios de
Franco. Es decir, los que lo han traicionado... Su mayoría, después
de haber sido por primera vez algo en su vida y haberse lucrado;
es decir, unos Serrano Súñer o unos Ridruejos cualquiera... sólo
tipos así. Mas, desde luego, sería ingenuo limitar ese “ neoantifran-
quismo” a tan contados tipos y casos como esos. Indudablemente,
Madariaga, gracias a su situación; inteligencia e lntelligence, cuenta
bastantes neoantifranquistas no conocidos aún por no haber exte­
riorizado su antifranquismo, que son, o pueden volver a ser, je­
rarcas del Régimen... y de ahí la fuerza decisiva que Madariaga los
asigna, pues podrían poner al servicio del antifranquismo las fuer­
zas del Régimen que como jerarquías franquistas mandan.
Entramos en un terreno difícil y hasta delicado.
La existencia de hombres con situación, cargo y mando dentro
de un Régimen, como en los pasados y futuros, en España y fuera
de ella, es posible; más aún, cierta. El cripto-traidor es una plan
ta parasitaria que s© da en cualquier Estado. Por cripto-traidorei
deberemos entender aquellos que, fingiendo lealtad y servicio a un
Régimen, son sus enemigos y conspiran contra él.
Su calidad personal como enemigo es muy mediocre,
ment«, ion tipos cobardes, y su peligrosidad tan sólo es gran • por
hallarse con situación y medios, dados a ellos por el propio Régi­
men, para realizar el sabotaje, es decir, dañarle en sos funciones
ocultando la mano y siguiendo en el cargo.
Estos grupos de cripto-traidores I09 integran generalmente tipos
ambiciosos no satisfechos con el cargo y los beneficios logrados, y.
principalmente, cuantos por torpe naturaleza sienten odio mortal
a quien los benefició.
La experiencia política y profesional me ha hecho siempre 6aber
que la peligrosidad para un Régimen de estos cripto-traidores, aun
cuando no sea despreciable, nunca es grande y menos aún decisiva.
El cripto-traidor, salvo muy contadas excepciones, siempre es
un cobarde, incapaz de arriesgarse ni de tomar iniciativas violentas.
Sólo es una carcoma. Su verdadera peligrosidad sólo es decisiva
cuando un Régimen sufre una crisis importante y se halla en trance
de caer; es decir, cuando el cripto-traidor cree que caerá con toda
seguridad. Entonces, no temiendo él correr ningún riesgo, con ca­
reta todavía o quitándosela repentinamente, ataca desde dentro y
ai puñalada puede ser mortal.
Hasta llegar ese momento, sólo traicionará en menor cuantía,
eso sí, constantemente; y, com o su careta es siempre la adulación
al Jefe, gracias a ella conseguirá confianza y autoridad, que usará
para calumniar y hacer sospechosos a I09 leales. La gran técnica
del traidor no identificado es conseguir ser creído un le a l; más
leal que los auténticos leales.
El porvenir de un Régimen como el que sueñan los conspira­
dores. traído principalmente por los “ neoantifranquietas” , por los
cripto-traidores. como espera el documento Madariaga, es de su­
poner cuál pueda ser. Su destino fatal será morir a manos de los
cripto-traidores; poique tales tipos humanos son traidores natos
y seguirán traicionando. Se desharán unos a otros en beneficio más
o menos próximo del Comunismo, la gran organización de los trai­
dores, pero tan sabiamente forjada por ellos que resulta inmune a
la traición.
D ejo ya tan asqueroso tem a; pero antes de apartar nuestra mi­
rada d© su hedionda realidad, permítaseme la evocación de aquel
14 d« abril, jugada maestra de los cripto-traidores,
Y , naturalmente, como peligro nunca deben « r lale. eripto-
traidores despreciados, aunque sean tan despreciables,
Pasemos al punto 4.° de Madariaga.
En él pasa el profesor de Oxford a examinar cuál debe ,er la
táctica de las izquierdas clásicas, desenmascaradas, para conseguir
que el “ antiíranquismo viejo y nuevo haga la operación” (la ope-
ración de derribar al Régimen).
Y nos d ic e : «Si ese antiíranquismo viejo y nuevo exigiera que
las izquierdas concediesen a la Restauración un plazo garantizado
de cinco años, creo que sería locura negarlo.»
La “ lógica” del profesor es maravillosa, aLas izquierdas españo­
las no pueden derribar el Régimen »... Esta es la premisa y deter­
minante clave.
Comprobada tal incapacidad de las izquierdas con sus fracasos
durante dos decenios, y concediéndoles a las derechas fuerza y po­
sición para conseguir derribar el Régimen, aquí llega lo extraordi­
nario y chusco : las izquierdas incapaces, magnánimas, les conce­
derán a las derechas capaces una tregua hasta de cinco años; les
perdonarán la vida durante un quinquenio.
Me recuerdan las izquierdas al portugués del cuento: Sácame
del pozo y te perdono la vida...
Se necesita toda la idiotez y toda la traición que infesta hoy a
estas derechas españolas para tener su sensibilidad en estado tal
de anestesia y ser incapaces de percibir esa situación tan grotesca.
Naturalmente, las incapaces izquierdas, para perdonarles la vida
a las derechas y a su “ monarquía” (con minúscula) dictan sus
condiciones. No quieren ser sacadas del posto del ostracismo y la
emigración de cualquier manera, n o; han de concederles las de­
rechas salvadoras, a cambio de perdonarles la vida: garantías de
libertad de Prensa, justicia independiente y elecciones^ libre?, y
con estas garantías conceden el plazo (de vida) deseado (por las
derechas).
Es decir, las impotentes izquierdas, para conceder, una vez sa­
cadas del pozo , esos cinco años de vida a la “ monarquía” , piden
esas garantías; piden cuanto les ha de ser necesario para qu
)«8 vidas a “ derechas” y “ monarquía” ; ya verían ellas si en uno,
dos O cinco años les era posible otro 14 de abril u otra Revolución
violenta para acabar con “ monarquía” y “ derechas” , com o antaño
hicieran. Esto último, claro es, n o son tan cándidos para decírselo
así, aunque implícitamente se lo estén diciendo con gran cinism o...
Cuentan las izquierdas con la indigencia mental de tales “ dere­
chas” y de tal “ monarquía” , incapaces en su estulticia, doblada por
el orgullo, de tener en la memoria la Historia de España de un ayer
tan próximo, va que lo tramado en estos momentos es tan sólo
una “ reprise” idéntica de lo acaecido ante sus propios ojos en la
década de los años treintas... como aquello fuera exacta “ reprise”
de lo de Cabezas de San Juan y de A lcolea... acción idéntica y exac­
tamente “ reprisada” , sin molestarse siquiera en cambiar los per­
sonajes ni la tramoya de la farsa... ¿Para qué — se dirán las masóni­
cas izquierdas— si son también las mismas derechas ; incapaces de
aprender nada ni de tener memoria de nada?...
Como en los antaños, les musitarán al oído el mismo “ cuento” ,
tantas veces repetido y otras tantas evaporado por las llamas de los
incendios sacrilegos y por la sangre de los asesinatos corriendo a
raudales...
El “ cuento” está en el punto 5.* por entero...
Después de perdonarles la vida a “ derechas” y “ m onarquía». .
por cinco años; si han sido buenecitas — reza el cuento— hasta pue­
den llegar la9 izquierdas a perdonarles la vida durante mucho tiem­
po más; incluso para siempre...
oSi la monarquía así restaurada tomara un rumbo análogo a las
monarquías nórdicas»... (¿cu á l?) «Si en particular no opusiera obs­
táculos ni al liberalismo ni al socialismo... no habría razón para
derribarla aun cumplido el plazo de garantía.»
Al escuchar esto el aristocratoide y el derechoide de tanda pon­
drá los ojos en blanco cual si su sabia “ amigüita” le hubiese acari­
ciado e u reblandecida médula con la más refinada caricia...
Vengan aquí los aristocratoides y derechoides .. ¿Qué os dice
Madariaga para que os derritáis de gusto?...
Os dice que si vuestra “ monarquía” es en esencia (es su palabra)
una República, más república de hecho que las padecidas por Es­
paña, a tal “ monarquía” debe perdonársele la vida sino dio,».
Vuestra roma inteligencia derechoide y aristocratoide será in
capaz de comprender como vuestra “ monarquía” puede ser más R-.
pública que las repúblicas.
¿Entienden ustedes de condicionales?...
La condición para perdonarle la vida a esa “ monarquía” es que
«no oponga obstáculos ni al liberalismo ni al socialismo», dice tez-
lualmente Madariaga.
Pero por muy romos que seáis los aristocratoides y derechoides,
habréis de comprender que las repúblicas nunca opusieron obstácu­
los a liberalismo y socialismo. Y siendo más inteligente Madariaga,
lo sabe m ejor que vosotros.
¿Qué quiere decir en realidad Madariaga? Si la “ monarquía”
merece vivir únicamente por “ no oponer obstáculos a liberalismo
y socialismo” , cualquier mentalidad ínfima, como la derechoide,
podrá pensar que como la república ofrece menos obstáculos a li­
beralismo y socialismo, es una inconsecuencia en Madariaga pro­
pugnar la continuidad de la “ monarquía” por esa única razón de
«no ser obstáculo a liberalismo y socialismo», ya que Ja “ república”
110 sólo no es obstáculo, sino liberalismo y socialismo por esencia
y en descenso creciente hasta llegar a Anarquismo y Comunismo...
¿Es un torpe inconsciente Madariaga produciéndose así?...
Al parecer, los republicanos cerriles —“ formales” los llama él—
por torpe, inconsecuente y hasta por traidor lo tienen...
Permítaseme romper una lanza en honor de la lealtad republi­
cana y de la inteligencia e Intelligence del profesor Madariaga.
No da el profesor una lección más de filosofía política en su ar­
tículo. No habla teoréticamente ni en abstracto, sino muy práctica
y concretamente. No se refiere a puros entes de razón o entidades
imaginarias. El trata de una entidad concreta, dada: España. Y de
una monarquía y república concretas, dadas, para España.
Y no puede ser más claro ni más lógico; el republicano esen
cial” habla del problema concreto, real y actual que a la República
esencial le plantea la España esencial y real.
Y dice ante sus ojos la historia española contemporánea :
La República no sólo no es obstáculo para liberalismo y soc
lismo, sino liberalismo y socialismo en acción y descenso — as­
censo” para él— para llegar a so apogeo y f i n : Anarquismo y Co­
munismo.
Pero lo sabe bien — sabe Historia, mucha más que aristocratoi-
des y derechoides— que si se tratase de una República teórica y abs­
tracta y de un país imaginario cualquiera, desde luego, así sería...
Mas trata de España y de la República para España.
¿Y qué le dice la Historia contemporánea?
Una cosa evidente, que hasta los derechoides y aristocratoides
con ocen : España ha tenido ya dos Repúblicas.
Dos Repúblicas, encarnación de liberalismo y socialismo en evo­
lución hacia su apogeo y fin, Anarquismo y Comunismo. ¿Y qué
acaeció?... Que cuando la primera se hallaba a punto de lle­
gar al Anarquismo, la reacción vital fué tanta que por horas 110
triunfó su más genuino adversario, el Carlismo, el de DÍ09 , Patria
y Rey — Rey, con mayúscula— y los republicanos-esenciales debie­
ron recurrir a la Monarquía saguntina «para que España continuase
por el camino de la Revolución» liberal y socialista, en pos de su
fin, Anarquismo y Comunismo.
¿Será necesario decir lo que Madariaga ha contem plado en la
fcegunda República? Probablemente, s í; tanta es la estupidez del
derechoide.
Ha contemplado cómo cuando la República liberal-socialista
llegaba en 1936 a su a pogeo: Anarquismo-Comunismo, aquel mis­
mo Carlismo y su versión actualizada, el Falangismo, unidos al
Ejército español, ya sin la venda de la monarquía saguntina, con­
templando ya el rostro auténtico de la República, Comunismo y
Anarquismo, asesinos de la Patria, se alzaron y a costa de un m i­
llón de muertos, pudieron salvar de la muerte a España... Y no para
que, como en la Saguntada, reanudase otra vez su marcha por el
camino de la Revolución, sino para instaurar un Régimen que eli­
minando a los traidores al servicio de Estados y Superestados ex­
tranjeros hiciese imposible la Revolución, logrando que España fue*
ra España...
Sendas catástrofes ocasionaron las dos Repúblicas a liberalis­
mo y socialismo — a comunismo y anarquismo— , y esto lo sabe
demasiado bien Madariaga,
En cambio, conoce tan bien o mejor q „e durante la “ monar-
qma saguntma, cuando Maura-La Cierva o p rimo de Rivera ^
tentaron en ella apartar a España del “ camino de la Revolución"
sólo el Rey pudo echar al ostracismo a esos estadistas patriotas
No echaron a Maura-La Cierva y a Primo de Rivera las izquier­
das, cuyas escasas fuerzas revolucionarias habían fracasado reitera­
damente al intentar echarlos por la violencia, e incluso providen-
cialmente, hasta fracasaron en los magnicidios. Pero las sinies­
tras — m ejor que izquierdas, pues les cuadra mejor el doble sen­
tido de la palabra— tuvieron sobradas fuerzas para imponerse na­
cional e internacionalmente al Rey constitucional y obligarle a des­
tituir a los únicos gobernantes capaces de apartar a España del fa­
tal camino de la Revolución.
¿Quién si no Alfonso X III pudo echar y echó del Poder a Mau-
ra-La Cierva y Primo de Rivera?...
Y esto lo sabe demasiado bien Salvador Madariaga. Por eso, con
suma claridad para cualquiera un tanto inteligente, acaba dicién-
doles a los republicanos cerriles:
«Del estudio comparativo de las dictaduras de Primo y de Frau-
co, com o de las de Mussolini y de Hitler, se desprende que es más
fácil derribar a un dictador con Rey que a un dictador sin Rey.»
¿Habrán entendido los republicanos cerriles lo que les quiere
decir Madariaga? Les dice que a Primo de Rivera y Mussolini pu­
dieron derribarlos las izquierdas por tener sus Regímenes Rey,
pues fueron sus reyes respectivos quienes los derribaron; bien con
la destitución pura y simple acatada, como hiciera Alfonso de Bor­
bón con Primo de Rivera, o tendiéndole un indigno lazo en su
propio Palacio, como hiciera Víctor Manuel de Italia... Y, en cam
bio, les hace ver que para acabar con un Hitler, por no haber un
rey alemán a quien amedrentar o ganar, tuvieron que invadir
Alemania los más poderosos ejércitos de la Tierra... Y Franc^ ,
también sin un rey a quien convencer, ganar o intimidar, contin
en el Poder.
Una enseñanza pretende Madariaga que extraigan lo* rep
canos cerriles para un futuro hipotético. Y es: La pasada Repú­
blica, liberalismo y socialismo, cuando alcanzó su lógico fin y apo­
geo, Annrquismo y Comunismo, fué derribada y frustrado su fin
por la reacción vital de la Nación, y advino un Régimen con el
cual acabaron todas las posibilidades estatales para la Revolución,
para el Comunismo y Anarquismo... En cambio, cuando una m o­
narquía” de rumbo nórdico, que no opone obstáculos al liberalis­
mo ni al socialismo — ni, en consecuencia, al Anarquismo ni al
Comunismo— como la “ monarquía” saguntina y la “ monarquía”
proyectada en el momento, también puede producirse, y se produce,
la reacción vilal de la Nación — Maura-La Cierva y Prim o de R i­
vera— 9 pero existiendo tal “ monarquía” , tal reacción la tuerce, ate­
núa y frustra el Rey, com o la Historia nacional y extranjera no-
demuestra...
Más concreta y actualmente quiere decirles M adariaga: Una
República traída por las derechas antifranquistas o neoantifranqui.^
tas, por imposición o inhibición del Ejército español, cn cuanto el
engaño se disipase al mostrar el liberalismo y socialismo su autén­
tica faz, Anarquismo y Comunismo, la reacción vital española se
reproduciría una vez más... ¿y quién la torcería, atenuaría y frus­
traría?... Volvería un Régimen Nacional sin oportunidades estata­
les para la Revolución, para Comunismo y Anarquism o...
En cambio, con Monarquía liberal-socialista, la reacción vital
española, infalible frente a Comunismo y Anarquismo, sería con ­
tenida por el Rey, porque muchos, fiados en formas y símbolos,
confiarían cn él como “ Poder moderador” para mantener el R é­
gimen dentro del equilibrio inestable e imposible de liberalismo-
eocialismo, como en Inglaterra, Suecia, etc., etc.
En tanto, piensa y proyecta la Masonería, la Traición perma­
nente, sabia y paciente, en tanto el equilibrio liberal-socialista “ m o­
nárquico” perdura cinco, diez años, el ateísmo, la corrupción de
almas y cuerpos y el anlipatriotismo avanza, gracias a la libertad
de propaganda y a la morfina monárquica que anestesia la sensibili­
dad de los patriotas... hasta que un día, el nuevo intento anarquista-
comunieta no provoque va esa reacción vital que ha frustrado todo9
los analtos de la Revolución... \Y consumatum c stl...
No sé si los republicanos cerriles habrán comprendido a Mnda-
riaga.
Por lo visto, sí.
Tam poco sé si los “ monárquicos” comprenderán a Madariaga.
Por lo visto, no.
EL ANARQUISMO, “VERDADERO
CRISTIANISMO”

Cierta disculpa podría conceder a quien del Anarquismo sólo


supiera por cualquier folleto de tipo tolstoiano, impregnado de hu­
manitarismo pacifista y de horror a la sangre, hasta prescribir el
regimrn vegetariano, pues a veces así se disfraza el Anarquismo
para su propaganda y proselitismo.
Mas ni ese raro disfiaz de la pandestrucción anárquica engaña
ni puede engañar jamás a ningún ciudadano de España. El nacido
en nuestra Patria, como 110 puede alegar ignorancia, miente si con­
funde al Anarquismo con cualquier idealismo más o menos huma­
nitario, y es un blasfemo a sabiendas cuando es capaz de calificar­
lo de verdadero Cristianismo...
Es tan larga, intensa y estruendosa la historia de crimen y sa­
crilegio del Anarquismo en España, que ningún espanol, y menos
^{Ue cualquiera el católico, podrá proferir esa blasfemia por igno­
rancia.
Es nuestra Patria excepción única en el mundo; ella es el úni­
co país donde tuvo v tiene aún organización específica el Anarquis-
«lo , la Federación Anarquista Ibérica (F. A. 1.) y donde pudo ha­
cerse obedecer por grandes masas obreras, encuadradas en una or­
ganización sindica] propia, la Confederación Nacional del Tra­
bajo (C. N. T.).
a n t i - kni-a ñ a 1í>69.— 20 .
La F. A. I. y la C. N. T. son un subproducto extranjerizo del
Nihilismo ruso y del Carbonarismo italiano, elaborado por el anar-
co-masón Bakunin al reñir con Marx disputándose la jefatura de
la primera Internacional, e introducido en España por el anarco-
masón-carbonario Fanelli, un diputado italiano del Risorgimento.
En la segunda mitad del pasado siglo, época de su mayor y trá­
gico esplendor, el Anarquismo tan sólo consiguió muy menguado
proselitismo en los países europeos, con la única excepción de R u­
sia y España. En ambas naciones, la organización específicamente
anarquista-terrorista, si no logró gran masa numérica, consiguió re­
clutar y mantener muchos grupos de acción o de combate , cuyo
terrorismo esmalta la historia del período con regicidios, magnici-
dios y demás crímenes políticos perpetrados en todos los países
civilizados... Mas, en todos, incluida Rusia, el Anarquismo fué ago­
tándose, quedando reducido a ciertos pequeños grupos insignifican­
tes, incapaces de hazañas terroristas, y a ciertos intelectualoides
maniáticos y excéntricos nada serios. Triunfante el Comunismo
marxista en Rusia, los «comunistas libertarios», los anarquistas, los
discípulos de Bakunin, el antiguo rival de Marx, fueron extermina­
dos totalmente.
Y así será España la nación en el mundo que goza del triste y
trágico privilegio de albergar en su seno a la única organización
considerable y temible del Anarquismo.
¿Por qué tan singular privilegio?...
Las características esenciales, pero las menos conocidas y estu­
diadas, del Anarquismo con su identificación ideológica con los
últimos fines de la Masonería y la obediencia estricta de los jefes
anarquistas a los mandos masónicos.
En muchos de mis libros lo he mostrado históricamente y lo
he demostrado con pruebas irrefutables; a ellos me remito.
Tan sólo recordar a mis lectores aquella campaña mundial des­
atada contra España y contra uno de los pocos Gobiernos patrióti­
cos que tuviera la Restauración, el de Maura-La Cierva, por haber
permitido que se cumpliera la sentencia de muerte dictada por un
Tribunal militar contra un anarquista incurso en delito de traición;
que traición fué hacer estallar una Revolución para impedir que las
fuerzas militares pudieran acudir a Marruecos, donde estaba siendo
atacada y en peligro de ser exterminada la guarnición del territorio
de Melilla.
El hecho en sí mismo, aún sin contar los asesinatos, incendios,
saqueos, sacrilegios y las muertes causadas en las fuerzas del Ejér­
cito y de Orden público, está castigado con la pena de muerte en
todos los países del m undo; y en los pocos países donde tal delito
de lesa Patria fué cometido, los autores fueron fusilados inexorable­
mente; sin ir más lejo9, en Francia, durante y después de las dos
guerras mundiales. Y a ningún país civilizado ni bárbaro se le ocu­
rrió jamás desatar una campaña semejante a la que desató el mun­
do entero contra España por el fusilamiento de Francisco Ferrcr
Guardia, el hom bre que más propagó y engrandeció el Anarquismo
en España, el regicida y magnicida frustrado, el organizador de los
regicidios de la calle de Rohán y de la calle Mayor; el jefe único
de la Revolución de 1909.
¿Sólo por esos títulos la mundial campaña contra España?...
No, le cto r;' Francisco Ferrer Guardia, el jefe del Anarquismo
español, además de anarquista y terrorista, era un masón grado 33,
obediente a la Gran Logia de Francia; y como jefe del Anarquis­
mo, como anarquista y terrorista, obedecía y servía a la Masone­
ría, la cual tenía puestas en él sus mayores esperanzas para el ase­
sinato de España.
Se ha querido pintar a Ferrer, al jefe del Anarquismo en Es­
paña, com o un simple pedagogo fundador de la llamada Escuela
Moderna, que sólo fué una de sus actividades, de gran trascenden
cia, pero no inmediata; pues, dedicada a formar niños an a rq u istas,
sus efectos tardaron una década, por lo menos, en producirse. ,
¿qué fué y es la Escuela Moderna?
Odón de Buen, profesor de la U n iv e r s id a d de Barcelona, de la
msma Escuela Moderna y alto dignatario de la Masonerú,
d irá:
«Una escuela e m a n c i p a d o r a , la cual se encargará de d ^
de los cerebros... religión, falso concepto de la propiedad, patna,
La F. A. I. y la C. N. T. son un subproducto extranjerizo del
Nihilismo ruso y del Carbonarismo italiano, elaborado por el anar-
co-masón Bakunin al reñir con Marx disputándose la jefatura de
la primera Internacional, e introducido en España por el anarco-
masón-carbonario Fanelli, un diputado italiano del Risorgimento.
En la segunda mitad del pasado siglo, época de su mayor y trá­
gico esplendor, el Anarquismo tan sólo consiguió muy menguado
proselitismo en los países europeos, con la única excepción de Ru­
sia y España. En ambas naciones, la organización específicamente
anarquista-terrorista, si no logró gran masa numérica, consiguió re­
clutar y mantener muchos grupos de acción o de combate , cuyo
terrorismo esmalta la historia del período con regicidios, magnici-
dios y demás crímenes políticos perpetrados en todos los países
civilizados... Mas, en todos, incluida Rusia, el Anarquismo fué ago­
tándose, quedando reducido a ciertos pequeños grupos insignifican­
tes, incapaces de hazañas terroristas, y a ciertos intelectualoides
maniáticos y excéntricos nada serios. Triunfante el Comunismo
marxista en Rusia, los «comunistas libertarios», los anarquistas, los
discípulos de Bakunin, el antiguo rival de Marx, fueron extermina­
dos totalmente.
Y así será España la nación en el mundo que goza del triste V
trágico privilegio de albergar en su seno a la única organización
considerable y temible del Anarquismo.
¿Por qué tan singular privilegio?...
Las características esenciales, pero las menos conocidas y estu­
diadas, del Anarquismo con su identificación ideológica con los
últimos fines de la Masonería y la obediencia estricta de los jefes
anarquistas a los mandos masónicos.
En muchos de mis libros lo he mostrado históricamente y lo
he demostrado con pruebas irrefutables; a ellos me remito.
Tan sólo recordar a mis lectores aquella campaña mundial des­
atada contra España y contra uno de los pocos Gobiernos patrióti­
cos que tuviera la Restauración, el de Maura-La Cierva, por haber
permitido que se cumpliera la sentencia de muerte dictada por un
Tribunal militar contra un anarquista incurso en delito de traición;
que traición fué hacer estallar una Revolución para impedir que las
fuerzas militares pudieran acudir a Marruecos, donde estaba siendo
atacada y en peligro de ser exterminada la guarnición del territorio
de Melilla.
El hecho en sí mismo, aún sin contar los asesinatos, incendios,
saqueos, sacrilegios y las muertes causadas en las fuerzas del Ejér­
cito y de Orden público, está castigado con la pena de muerte en
todos los países del m u n do; y en los pocos países donde tal delito
de lesa Patria fué com etido, los autores fueron fusilados inexorable­
mente; sin ir más lejo9, en Francia, durante y después de las dos
guerras mundiales. Y a ningún país civilizado ni bárbaro se le ocu­
rrió jamás desatar una campaña semejante a la que desató el mun­
do entero contra España por el fusilamiento de Francisco Ferrer
Guardia, el hom bre que más propagó y engrandeció el Anarquismo
en España, el regicida y magnicida frustrado, el organizador de los
regicidios de la calle de Rohán y de la calle Mayor; el jefe único
de la Revolución de 1909.
¿Sólo por esos títulos la mundial campaña contra España?...
No, lector; Francisco Ferrer Guardia, el jefe del Anarquismo
español, además de anarquista y terrorista, era un masón grado 33,
obediente a la Gran Logia de Francia; y como jefe del Anarquis­
mo, como anarquista y terrorista, obedecía y servía a la Masone­
ría, la cual tenía puestas en él sus mayores esperanzas para el ase­
sinato de España.
Se ha querido pintar a Ferrer, al jefe del Anarquismo en Es­
paña, com o un simple pedagogo fundador de la llamada Escuela
Moderna, que sólo fué una de sus actividades, de gran trascenden­
cia, pero no inmediata; pues, dedicada a formar niños anarquistas,
sus efectos tardaron una década, por lo menos, en producirse. Mas,
¿qué fué y es la Escuela Moderna?
Odón de Buen, profesor de la Universidad de Barcelona, de la
msma Escuela Moderna y alto dignatario de la Masonería, nos
dirá :
«Una escuela emancipadora, la cual 6e encargará de desterra
<le los cerebros., religión, falso concepto de la propiedad, patria,
La F. A. I. y la C. N. T. son un subproducto extranjerizo del
Nihilismo ruso y del Carbonarismo italiano, elaborado por el anar-
co-masón Bakunin al reñir con Marx disputándose la jefatura de
la primera Internacional, e introducido en España por el anarco-
ma6Ón-carbonario Fanelli, un diputado italiano del Risorgimento.
En la segunda mitad del pasado siglo, época de su mayor y trá­
gico esplendor, el Anarquismo tan sólo consiguió muy menguado
proselitismo en los países europeos, con la única excepción de R u­
sia y España. En ambas naciones, la organización específicamente
anarquista-terrorista, si no logró gran masa numérica, consiguió re­
clutar y mantener muchos grupos de acción o de combate , cuyo
terrorismo esmalta la historia del período con regicidios, magnici-
dios y demás crímenes políticos perpetrados en todos los países
civilizados... Mas, en todos, incluida Rusia, el Anarquismo fué ago­
tándose, quedando reducido a ciertos pequeños grupos insignifican­
tes, incapaces de hazañas terroristas, y a ciertos intelectualoides
maniáticos y excéntricos nada serios. Triunfante el Comunismo
marxista en Rusia, los «comunistas libertarios», los anarquistas, los
discípulos de Bakunin, el antiguo rival de Marx, fueron extermina­
dos totalmente.
Y así será España la nación en el mundo que goza del triste y
trágico privilegio de albergar en su seno a la única organización
considerable y temible del Anarquismo.
¿Por qué tan singular privilegio?...
Las características esenciales, pero las menos conocidas y estu­
diadas, del Anarquismo con su identificación ideológica con los
últimos fines de la Masonería y la obediencia estricta de los jefes
anarquistas a los mandos masónicos.
En muchos de mis libros lo he mostrado históricamente y lo
he demostrado con pruebas irrefutables; a ellos me remito.
Tan sólo recordar a mis lectores aquella campaña mundial des­
atada contra España y contra uno de los pocos Gobiernos patrióti­
cos que tuviera la Restauración, el de Maura-La Cierva, por haber
permitido que ee cumpliera la sentencia de muerte dictada por un
Tribunal militar contra un anarquista incurso en delito de traición;
que traición fué hacer estallar una Revolución para impedir que lan
fuerzas militares pudieran acudir a Marruecos, donde estaba siendo
atacada y en peligro de ser exterminada la guarnición del territorio
de Melilla.
El hecho en sí mismo, aún sin contar los asesinatos, incendios,
saqueos, sacrilegios y las muertes causadas en las fuerzas del Ejér­
cito y de Orden público, está castigado con la pena de muerte en
todos los países del m u n do; y en los pocos países donde tal delito
de lesa Patria fué cometido, los autores fueron fusilados inexorable­
mente; sin ir más lejo9, en Francia, durante y después de las dos
guerras mundiales. Y a ningún país civilizado ni bárbaro se le ocu­
rrió jamás desatar una campaña semejante a la que desató el mun­
do entero contra España por el fusilamiento de Francisco Ferrer
Guardia, el hom bre que más propagó y engrandeció el Anarquismo
en España, el regicida y magnicida frustrado, el organizador de los
regicidios de la calle de Rohán y de la calle Mayor; el jefe único
de la Revolución de 1909.
¿Sólo por eso9 títulos la mundial campaña contra España?...
ISo, lector; Francisco Ferrer Guardia, el jefe del Anarquismo
español, además de anarquista y terrorista, era un masón grado 33,
obediente a la Gran Logia de Francia; y como jefe del Anarquis­
mo, como anarquista y terrorista, obedecía y servía a la Masone­
ría. la cual tenía puestas en él sus mayores esperanzas para el ase­
sinato de España.
Se ha querido pintar a Ferrer, al jefe del Anarquismo en Es­
paña, como un simple pedagogo fundador de la llamada Escuela
Moderna, que sólo fué una de sus actividades, de gran trascenden­
cia, pero no inmediata; pues, dedicada a formar niños anarquistas,
sus efectos tardaron una década, por lo menos, en producirse. Mas,
¿qué fué y es la Escuela Moderna?
Odón de Buen, profesor de la Universidad de Barcelona, de la
msma Escuela Moderna y alto dignatario de la Masonería, nos
d irá:
«Una escuela emancipadora, la cual se encargará de desterrar
de los cerebros... religión, falso concepto de la propiedad, patria,
familia, etc ., 110 habrá de glorificarse a Dios, ni a Patria, ni a
nada» (1).
Ferrer mismo, hablando de un texto de su Escuela , d ir á :
«Juzgamos perfectamente adecuado el presente extracto, que
con el título de Origen del Cristianismo hemos formado del libro
Ciencia y Religión , de Malvert, donde los mitos, los dogmas y las
ceremonias se presentan en su sencillez primitiva, unas veces com o
símbolo esotérico, que oculta una verdad para el iniciado y deja al
ignorante una conseja, y otras como una adaptación de creencias
anteriores, impuestas por la torpe rutina y conservadas por la ma­
licia utilitaria» (2).
Otra tesis ferrerista:
«... siendo la razón y la ciencia la antítesis de todo dogma, en
nuestra escuela no se enseñará religión alguna. Sabíamos que esta
declaración provocaría el odio de la casta sacerdotal y que nos
veríamos combatidos con las armas que suelen emplear quienes
solamente viven del engaño y de la hipocresía...
a... la Escuela Moderna no se limita a que desaparezca de los
cerebros el principio religioso...; si la clase trabajadora se librara
del prejuicio religioso y conservara el de la propiedad..., podríamos
muy bien vivir entre ateos más o menos sanos y robustos... pero no
dejaríamos de hallarnos entre esclavos del capital» (3).
Y como político, como anarquista, nada más claro que su P R O ­
GRAMA de la Revolución de 1909, escrito de su puño y letra y
hallado al ser detenido en su hotel Mas Germinal:
«PR O G R A M A :
«Abolición de todas las leyes existentes.
aExpulsión o exterminio de las Comunidades religiosas.
«Disolución de la Magistratura, del Ejército y de la Marina.
«Derribo de las iglesias.
«Confiscación del Banco y de los bienes de cuantos hom bre 3 ,
civiles o militares, hayan gobernado a España o en sus perdidas
colonias.
(1) Odón de Buen, carta al anarquista Prast.
(2) Ferrer: Prólogo a Origen del Cristianismo, reproducido en L a
Escuela Moderna, del mismo, pág. 138.
(3) F. Ferrer: Carta 1-5-1907, reproducida en su libro La Escuela
Moderna, pág. 215-216.
aInmediata prisión de todos ellos hasta que se justifiquen o
sean ejecutados.
«Prohibición absoluta de salir del territorio, ni aun en cueros
a todos los que hayan desempeñado funciones públicas.
«Confiscación de los ferrocarriles y de todos los Bancos llama-
dos de crédito.
«Para el cumplimiento de estas primeras medidas, se consti­
tuirá una Delegación de tres delegados o ministros: de Hacienda
Relaciones exteriores y Asuntos interiores. Serán elegidos plebisci­
tariamente ; no podrá ser elegido ningún abogado, y serán conjun­
tamente responsables ante la plebe.
«¡V iva la Revolución!
« ¡Exterminadora de todos los explotadores!
« ¡Viva la Revolución!
«¡V engadora de todas las injusticias!»
El Gran Oriente de Francia glorificará a su hermano, autor de
tal programa, con estas palabras:
«Ferrer fué uno de los nuestros, pues él sentía que el alma ma­
sónica expresaba el más alto ideal que el hombre puede realizar.
Ferrer es el ideal masónico^ (4).
El Gran Oriente de España d irá :
«La Mas. •. mundial se dirigió a este Gran Oriente Español an­
tes de la ejecución de Ferrer invitándole a procurar su indulto.
«España conoció su sentencia casi a la vez que su ejecución. La
M a s.-., sin embargo, pidió a tiempo, por conducto de hh. •.
muy queridos, su perdón. Mas era evidente que la clerigalla, dueña
del poder, no le perdonaría; le odiaba por propagandista y por
niasón.
«Víctima constante nuestra infortunada nación del Vaticano,
que viene de antiguo tratándola como feudo suyo, ha sucumbido
bajo su yugo varias veces y hecho casi imposible la ordenada mar­
cha de la libertad...
«Or. •. de Madrid, 23 de octubre de 1909 (e. •. v. •.). El Gr. .
Maest. •., Presidente del Cons. •. de la Orden, Dr. Miguel Morayta
Gr. •. 33 - Por acuerdo, el Gr. •. Secretario Adj. • Basilio Lancha
d eja Cruz, gr. •. 13.»
(4) Circular pública del Gran Oriente de Francia (1909).
He ahí un poco de la personalidad masónico-antítea de Fran­
cisco Ferrer Guardia, maestro del Anarquismo español, el hombre
que más niños españoles pervirtió y de cuyo vivero de la Escuela
Moderna surgieron los dinamiteros y pistoleros que mas atentados
y asesinatos cometieron en el territorio español.
Sus discípulos, aparte de los barbaros asesinatos, incendios y
sacrilegios de la Semana Trágica, 6on los autores, dirigidos perso­
nalmente por él, del atentado con bombas com etido en la calle de
Rohan contra el Rey Alfonso X III y el Presidente de la R epú bli­
ca francesa; del regicidio frustrado en la calle Mayor de Madrid,
con gran número de víctimas. Ya muerto Ferrer, sus mismos discí­
pulos asesinan a Canalejas y D ato; atentan contra Maura, La Cier­
va y, otra vez, contra el R ey ; cometen el bárbaro asesinato del
Cardenal Soldevilla. Son incontables los asesinatos de obreros y
patronos y los atracos antes de la R epú b lica ; instaurada esta, con
mayor libertad e impunidad, sus crímenes aumentan. Y en el
curso de la guerra de Liberación, el Anarquismo, con ministros
suyos en los gobiernos rojos de Madrid y Barcelona, com petirá con
socialistas, republicanos y socialistas en las ingentes matanzas de
la retaguardia roja, contándose sus crímenes y martirios por cen­
tenares de miles.
Los anarquistas, educados en el odio a Dios por Ferrer y por
los maestros formados por él, en esa ingente masa de muertos
harán que, proporcionalmente, sean en mayor número los mártires
sacerdotes, religiosos y obispos...
¡ Quién les podna decir a los miles y miles de sacerdotes már­
tires que hoy un llamado católico blasfemaría en París que el ver­
dadero Cristianismo no eran ellos, los mártires, sino los anarquis­
tas, sus torturadores y sacrilegos asesinos!...
CRISTIANISMO Y COMUNISMO

En los documentos copiados aparece una frase impresionante,


que se atribuye al señor Herrera O ria :
Estoy avergonzado de representar una fuerza que se dice cris-
tiana, ya que el verdadero Cristianismo es el que expresa el Anar-
quismo Confederal.

En verdad, carece de autoridad en absoluto para mí este su­


puesto representante de los demo-“ cristianos’\
Pero si para mi carece de cualquier autoridad religiosa y cien­
tífica el citado señor, pueden atribuírsela otros, y desde luego aque­
llos que integran esa fuerza demo-“ cristiana” , que le hayan podido
dar su representación para conspirar en París. Me importa la auto­
ridad que le puedan conceder al señor Herrera Oria los componen­
tes de tal fuerza política siendo cristianos; pero cristianos 6Ín co­
millas... si es que pueden serlo al aprobar el pacto con los comu­
nistas, concertado por su representante político.
Y sobre todo me importa destruir el efecto demagógico de su
afirmación de que el verdadero Cristianismo es el que expresa el
Anarquismo.
Es decir, que el verdadero Cristianismo es el Comunismo; por­
que el Anarquismo es tan Comunismo como el obediente a Moscú.
Me importa la frase, vuelvo a repetir; porque, sin tanta niti­
dez y audacia, expresa idea y sentimiento, más o menos conscien­
tes, profesados por muchos que se tienen hoy a sí mismos no por
cristianos, sino por únicos cristianos verdaderos, por el mérito (le
profesar la creencia de que el Cristianismo es com patible con el
Comunismo y llegar a proclamar, como el Herrera, que el Comu­
nismo es el verdadero Cristianismo.
Estimando de siempre que cuanto afecta o puede afectar a
nuestra Religión, aun siendo muy levemente, resulta siempre ma­
teria grave, intentaré aquí, en la medida de mis fuerzas, destruir
esas peligrosas ideas aberrantes, confusionarias y demagógicas que
hoy se abren paso en tantos medios y cerebros católicos.
No improviso mi refutación. La tenge escrita desde hace varios
años como capítulo para la Prehistoria de mi Historia de la
U. R. S. S., aún en elaboración.
Es decir, que yo escribí cuando ni en la imaginación tenía la
más leve idea de escribir el presente libro. Sin embargo, por la
redacción polémica de tal capítulo se ha de ver que ya percibía la
germinación de afinidades “ cristianos-comunistas en determinados
medios confesionalmente “ católicos” ; aun cuando ni en sueños
podía pensar que tan pronto se podría producir esta colusión y
aberración, patentizada en la declaración del señor Herrera Oria.
Y, sin más preámbulo, paso a mi antiguo escrito :

“ COMUNISMO ” DEL CRISTIAN ISM O P R IM IT IV O

Lo llamado Comunismo es la forma totalitaria del Anticristia­


nismo, con adecuación al estado de la sociedad humana contem ­
poránea, la del homo económicus. Y es un refinamiento sofístico,
no superado jamás, el afirmar la identidad entre la negación y lo
negado : la identidad entre Cristianismo y Comunismo.
Para mostrarla y demostrarla, el recurso falaz es fácil y nada
nuevo: “ el Cristianismo actual, a partir de San P ablo, es un Cris­
tianismo falsificado, contrario en absoluto a Cristo y al Cristia­
nismo de la Iglesia primitiva, la de Jerusalén, con Pedro a la ca­
beza, hasta ser sugestionado por Pablo, y con Santiago y Juan hasta
su muerte” .
Tal es la tesis; y la prueba, com o se ha dicho, fácil y nada
nueva. Ella 6e obtiene mediante la técnica exegética kabalista, filo-
niana, gnóstica, neoplatónica, etc., etc., que resulta ser la del “ libre
examen” , aplicado por la Kábala y Filón al Antiguo Testamento,
y por sus epígonos gnósticos y neoplatónicos y demás sectas me­
dievales, hasta llegar al Protestantismo, masonisrao y comunismo,
al Nuevo Testamento.
Si para la interpretación es necesario someter a la tortura ka-
balista los textos de Jesús y los apostólicos, hasta lograr hacerles
decir lo contrario, a tortura y amputación se les somete. ¿Por qué
no?... Un texto es inanim ado; no sufre dolor en el tormento ni
exhala conmovedores lamentos... No dejarán de atormentar y mu­
tilar unos textos, para obligarles a declarar cuanto ellos quieran,
quienes atormentan y mutilan a hombres vivos para obligarles a
declarar tantas monstruosidades como quieran y les convenga (*).
Es así desde hace veinte siglos. Tertuliano, siglo 11 , ya lo de­
nunció :
«Valentín, que no se contenta con su interpretación particular
de las Escrituras, sino que pretende corregir, pretextando que ellas
fueron corrompidas antes» (1).
«Los que lian concebido el proyecto de cambiar la enseñanza
se han visto obligados a cambiar también sus fuentes. ¡Cómo in­
troducir una nueva doctrina sin tener donde fundarla!
«Aun cuando Valentín parece recibir el Antiguo Testamento
todo entero, en el fondo él no es menos enemigo de la verdad que
M arción: tan sólo es más artificioso. Marción, hierro en mano,
en lugar del lápiz, ha dividido en pedazos todas las Escrituras para
darle peso a su sistema... Valentín ha adoptado el aire de respe­
tarlas y el de buscar menos el acomodarlas a sus errores, sino el de
conciliar sus propios errores con ellas; y, no obstante, él ha in­
terpolado más que Marción, quitando a todas las palabras su ener­
gía y su significación natural, para darles sentido forzado, e ima­
ginando todos esos seres invisibles y fantásticos» (2).
Así se ha llegado a un Jesús fantástico.
No cabría en toda esta Historia una leve referencia de cuanto

(*) En el momento actual, hay ya confesión de parte; de parte de


* ruschev.
(1) Tertuliano: Contra Gentiles, J v v Á/ttt
(2) Tertuliano: Contra Gentiles, X X X VIH.
lia sido forjado torturando los hechos y los textos en el potro de la
crítica racionalista moderna. Sólo en Alemania se acumularon m on­
tañas eruditas, de cuya cantera tomaría Renán arcilla para modelar
sus siete tomos tan densos, donde con su pérfido estilo de fariseo
quintaesenciado, introducirá en la parte mayor de la Cristiandad,
la católica, esa imagen falsificada de Jesús y sus Apóstoles, fabri­
cada en las retortas kabalistas del ideísmo alemán, indigestas en
su versión original para la mentalidad latina.
Max Beer sintetizará en corta frase la figura de Jesús falsificado :
«Jesús era el heredero de los profetas. Su acción se acusaba
manifiestamente antinacionalista y antirreligiosa. Toda su propa­
ganda estaba inspirada por el espíritu anárquico-comunista» (3) (*).
Se alude antes a Renán, y será necesario citar unas frases bien
escogidas capaces de reflejar hasta donde sea posible su “ fabrica­
ción” de Jesús e Iglesia.
Sea una “ constante” histórica, extraída por él no sabemos de
dón de:
«Una verdad general nos es revelada por la Historia comparada
de las religiones: todas las que han tenido un principio, y que no
son contemporáneas del origen del lenguaje mismo, han sido es­
tablecidas por razones sociales más que por razones teológicas» (4).
«El espíritu comunista, que fué el espíritu del cristianismo na­
ciente...» (5).
«El puro Ebionismo , es decir, la doctrina de que los pobres
( ebionim ) serán los únicos salvados, fué, por tanto, la doctrin i
de Jesús» (6). «... los ebionim , es decir, estos pequeños cristianos
de Betania que guardaron el rito sirio-caldeo, y que parece, por m a­
chos aspectos, que continuaron la línea de Jesús» (7).
«El Cristianismo primitivo puede definirse com o una gran aso­
ciación de pobres» (8).
Jesús, en el aspecto social, es reducido al papel de un agitador

(3) Beer: Historia General del Socialismo, pág. 95.


Herrera 0 ria, ¿ha leído usted al judío Beer?...
(4) Renán. Les A potres, pág. 115.
(5) Renán. Vie de Jésus. Prólogo, pág. XV.
(6) Renán: Vie de Jésus. Prólogo, pág. 185.
(7) Renán. Vie de Jésus. Prólogo, pág. LXX XIX .
(8) Renán: Les A potres, pág. 131.
y la Iglesia a una sociedad clasista. Y , esto es lo fc&pbrtante tanto
Jesús com o su Iglesia resultan determinados, como todas las reli­
giones de que hay memoria, por motivos sociales; es decir, eco­
nóm icos..., coincidencia de Renán con Marx, o a la inversa.
Debemos abreviar.

Sin contar que todos los movimientos comunistas de la Edad


Media reivindican a Jesús como un precursor, en el siglo xvm,
cuando triunfa la segunda fase de la Revolución Una, la Política,
y se inicia la tercera y última, la Económica, llamada Social, se­
guirá ocurriendo igual. El abate Morelly, comunista él, ve en Cristo
la encarnación del ideal comunista. Baboeuf habla con simpatía
y contenido entusiasmo de Jesús. Cabet lo adornará con el título
de Príncipe de los comunistas.
Ya en el siglo XIX es expuesta la figura de Jesús no como autor
de una moral, sino com o propagandista de ideas subversivas contra
los regímenes y leyes existentes. Y se asegura que, de aparecer de
nuevo, predicando como lo hiciera en Galilea, los Gobiernos eu­
ropeos, considerándolo como un comunista revolucionario, lo hu­
bieran tratado con el mismo rigor que Anás y Kaifás. Un profesor
americano, Mr. Peabody, con toda la erudición posible, plantea y
resuelve en tal sentido el hipotético encuentro de Jesús con los Po­
deres judiciales modernos (9).
Engels, el amigo y colaborador de Marx, reitera la gran ana­
logía existente entre las formas del Comunismo y las del Cristia­
nismo en sus primeros tiempos. Sin embargo, Engels limita el pa­
recido a lo formal, pues luego dirá :
«El Cristianismo no ha conocido más que una igualdad, la del
pecado original, igual entre los hombres; lo cual respondía per
fectamente a su carácter, pues era la religión de los esclavos y de
los oprimidos. Más allá de ésta no conocía otra igualdad que la de
los elegidos, a lo sum o; incluso ésta no fué afirmada más que al
comienzo. Los rasgos de comunidades de bienes que se encuent
igualmente en los comienzos de la nueva religión se explican más
por la solidaridad de los proscritos que por verdaderas ideas igua­
litarias» (10).
La gran autoridad de Engels, igual a la de Marx, para los mar­
xistas y sus epígonos debería bastar para decidir la cuestión; pero
como no es así, deberemos continuar su exposición y análisis; con
mayor motivo en la presente década, por haber surgido el viejo
sofisma junto a la masónica coexistencia con el Comunismo, que
arrastra un gran número de mentalidades inertes y de espíritus
pusilánimes; en fin, a cuantos, por falta de fe viva, sienten pánico
cerval a ser mártires, sin pensar que así serán víctimas. Es un axio­
ma, confirmado como nunca en estos tiem pos: cuantos menos quie­
ren ser mártires, tantos más son víctimas.

LA COM UN ID AD DE LOS PR IM E RO S
CRISTIANOS

Las primeras noticias relativas al grupo de cristianos reunidos


en Jerusalén junto a los Apóstoles lo señalan entre los años 35 y
37 de nuestra Era (11).
La comunidad en que habían vivido el Maestro v sus discípu­
los continuó después de la muerte de Jesús. Los apóstoles y el grupo
de cristianos militantes vivieron en común, com o si tuvieran un
solo corazón y una misma alma (12). Nadie poseía nada propio. Al
hacerse discípulos de Jesús y pasar a formar parte de la com uni­
dad, vendían ci:: bienes y entregaban el producto a la sociedad.
Habitaban lo más próximos que podían, en unas manzanas de casas
agrupadas (13). Al principio, la coiríunidad la formaban unas cien
personas (14). Desde luego, ese número indica qüe no todos los
cristianos, todos los que creyeron en Jesús y fueron bautizados,
vinieron a vivir en comunidad. Así lo estima el abate Jacquier, en
su análisis de los Hechos , calificando «ese número com o aproxima­

dlo) Engels: Contra Duhring, pág. 201.


CCLXXXIX68 ^C3 res• (Abate Jacquier). Introducción, página

ÍÍS
(13) 4 C,es* í í ’ 42-47; IV’ 32-37; V> 1~l l > VI> 17 sigtes.
A ctes. II, 44, 46, 47,
(14) A ctes. I, 15.
d o ; comprendiendo a I 03 hermanos que se
crusalén
y uo a todos los que habían creído en Jesús»
La comunidad pasaba largas horas entregada a & oíadón. La
concordia era absoluta. El recuerdo del Maestro, a qaien todos
habían conocido, avivado por la palabra y el ejemplo de sus dis­
cípulos, reinaba sobre todos, impidiendo cualquier disputa o que­
rella doctrinal. La alegría interior reinaba en todos los corazones.
Ninguna literatura reitera tan frecuentemente la palabra “ alegría”
como el Nuevo Testamento (16).
Pero hemos de fijar nuestra atención especialmente en el aspec­
to “ comunista” .
Los Hechos están de acuerdo en que los bienes pertenecían a la
comunidad por donación de aquellos cristianos que entraban a
formar parte de ella (17).
En un pasaje dicen los Hechos que los miembros de la comuni­
dad «vendían sus propiedades y sus bienes y partían (acaso, “ com­
partían” ) el producto de la venta de cada uno» (18). En otro se
dice que el producto de la venta era depositado «a los pies de los
Apóstoles» (19).
Dos críticos, Jacquier y Loisy, que difieren con frecuencia, están
de acuerdo en atribuir la formalización de la economía de la co­
munidad a la afluencia de «los primeros creyentes llegados a Jeru-
salén de Galilea, que, extraños en la ciudad, debieron arreglar 6U
manera de vivir juntos, para lo cual pondrían en común los pocos
recursos de que podrían disponer» (20).
En los primeros m omentos, cuando la comunidad era reducida,
los Apóstoles administraron la economía; pero al engrosar muy rá­
pidamente, sobre todo por la llegada de cristianos procedentes de
territorios griegos o helenizados, para no ser distraídos de sus tareas
espirituales, delegaron la administración en siete hombres consi­
derados y competentes. La elección recayó en Esteban, Felipe, Pro-

(15) Jacquier: A ctes des Apotres, pág. 31. r , t y o2*


(16) I. Tesal. I, 6; V, 16; Romanos, XIV, 17; XV, 13, Calatas, V, ¿á,
Filip. I, 25; III, 1; IV, 4; I Juan, I, 4 ere.
(17) A ctes. II, 44-45; IV, 34-35.
(18) A ctes. II, 45.
(19) A ctes. IV, 35.
(20) Loisy. A ctes des Apótres, pág. 218.
cozo, Nicanor, Tiinon, Parmenas y Nicolás. Los nombres de los
siete diáconos son griegos, aun cuando fueran de raza hebrea, in*
dicando que no procedían de Palestina, donde acaso ninguno na­
cería. El hecho viene a confirmar que la com unidad se hallaba
formada principalmente por cristianos que no estaban avecindados
en Jerusalén y que ni siquiera serían ciudadanos de Judea, de lo
cual se puede llegar a deducir que la com unidad apostólica, ya
establecida en vida de Jesús, fué ampliada principalmente para
dar acogida e intimidad a los cristianos extranjeros, que continua­
mente llegaban, cada vez en mayor número, para ser confirmados
e instruidos en fe y doctrina por los Apóstoles y partir de nuevo,
ya instruidos, a propagar el Cristianismo en las tierras de donde
procedían. Así vemos la comunidad primitiva en un aspecto n u e v o :
como seminario — semillero— donde se formaban docentemente por
el magisterio apostólico los nuevos evangelizadores.
Otros detalles aportados por los Hechos son menos significati­
vos. Sobre el alojamiento, sólo dicen que «los Apóstoles se reunían
en la cámara alta donde lo hacían de ordinario» (21). Sin duda,
teniendo en cuenta la falta de viviendas, común a todas las ciu ­
dades en la época (22), no podrían habitar en grandes ed ificio s ;
debían hallarse diseminados con arreglo a las posibilidades del
alojamiento, procurando situarse próximos unos de otros. Debían
alojarse un poco en precario; muchos, en las casas particulares de
los cristianos que vivían en Jerusalén.
La comida en común era el acto más importante de la com uni­
dad cristiana, constituyendo «su principal acto religioso» (23). Des­
de luego, la última cena se reproducía, y la presencia de Jesús in­
visible se hacía sentir. Era ya la misa en esencia, sin el rito y todas
las preces que se integrarían en ella.
Que aquella comida en común era una, y más que nada un acto
religioso, podemos deducirlo del texto que d ic e : aLos que traba­
jan en la predicación y en la enseñanza tienen derecho a un doble
honor». Que podemos interpretar, con San Pablo, cuando dice que

(21) A ctes. L, 13.


9ítado en W ohyngosm ot im A lt. de Vergang u Gegenu. XVII, 1.
(23) Megr. Duchesne: H ist. de VÉgl., I, pág. 27.
el sacerdote tenga doble parte en ágapes (24), y quiere decir, sin
duda, que debía hacer dos comidas, lo cual implícitamente indica
que la generalidad de I09 fieles tan sólo hacía una en común. Aparte
de esto, hallamos mención de la enseñanza y de la existencia de
cristianos dedicados a ella totalmente, lo cual confirma la exis­
tencia de una de las principales razones, ya indicada, para que
fuese organizada la vida en com ún : la de sostener materialmente
al profesorado, evitando a los maestros el que se ocupasen de ga­
narse el sustento, para dedicarse por completo a la enseñanza.
Es todo cuanto de importancia pudieron aportar los autores
en relación al “ comunismo” de la primitiva Iglesia de Jerusalén.
Es todo cuanto aportan y aceptan como verdadero los autores lai­
cos, en su mayoría enemigos de la Iglesia, y donde basaron los
primeros comunistas utópicos, libertarios y “ científicos” la afir­
mación de que el Cristianismo primitivo fué comunista. Má9 re­
cientemente, cuando el Comunismo marxista toma fuerza, y se
siente con bastante para no necesitar de leyendas, rectificará, ate­
nuará y hasta negará que fuera comunista el régimen de vida que
adoptaron los primeros cristianos. Y, cosa extraña, cuando el Co­
munismo triunfante lo niega, surgen aquí o allá unos llamados
cristianos modernistas, progresistas, una especie de neoebionistas,
haciendo suya la leyenda del “ comunismo apostólico” , en un in­
terno de conciliar Cristianismo y Comunismo, o por lo menos de
lograr una coexistencia. Que a tales extremos lleva el temblor de
la mente ante una amenaza tan inmensa como es la que se mate­
rializa hoy en el Imperio Comunista, como es el extremo de in­
tentar una síntesis entre Cristianismo y Comunismo, de tesis y
antítesis : de Cristo y Anticristo.
No es nuevo el fenómeno, aun cuando hasta la época presente
no hubiese abarcado a tan amplios sectores cristianos.
W ifredo Pareto trata con gran agudeza tal fenómeno:
«Un signo que anuncia casi siempre la decadencia de una aris
tocracia es la invasión de sentimientos humanitarios y de sensib e
ría, que la hacen incapaz de defender sus posiciones. No es nece­
sario confundir la violencia con la fuerza. La violencia acompaña

(24) San Pablo. Tim. 5, 17 Rom. 12, 13, Tim. 3, 2. Hebr. 13, 2-3.
frecuentemente a la debilidad. Trajano era fuerte, pero no violen­
to ; Calígula era violento, pero no fuerte. T od o pueblo que sienta
horror de la sangre hasta el punto de no saberse defender, acabara
pronto o tarde por ser la presa de cualquier pueblo belicoso» (25).
«Toda élite que no se halle dispuesta a librar batalla para defender
sus posiciones, está en plena decadencia, y no le resta otro recurso
que dejar su sitio a otra clite que posea las cualidades viriles de
que ella carece. Es puro ensueño si la élite se imagina que los prin­
cipios humanitarios que ella ha proclamado le serán a plicad os:
los vencedores harán resonar en sus oídos el vae victis. El filo de
la guillotina se afilaba en la sombra cuando, al final del siglo XVHI,
las clases dirigentes francesas se dedicaban a desarrollar su “ sensi­
bilidad” . Esta sociedad holgazana y frívola, que vivía cual parásito
sobre el país, hablaba en sus cenas elegantes de “ librar al mundo
de la superstición y de aplastar al Infame” (V oltaire), sin sospe­
char que ella sería la aplastada» (26).
Nadie supondrá que Pareto, ni el autor al citarlo y solidarizarse
con él en tal aspecto, reniegan del humanitarismo. Reniegan del
“ humanitarismo” inspirado por el miedo. Y más aún se debe re­
negar del neocomunismo adoptado por tantos, creyendo así “ conte­
ner” y “ apaciguar” al enemigo mortal del Cristianismo, cuando
carecen de valor para empuñar la espada... Y si de valor humano
carecen para ser héroes, más carecerán del valor sobrehumano para
ser mártires. Y es una realidad viviendo los veinte siglos de la
Era : frente al peligro mortal de la Crisitiandad, sólo prevaleció y
prevalecerá el mártir y el héroe.

ANALISIS C O M PAR AT IVO DEL “ COM UNISM O ”


DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS.

Ante todo, una característica fundamental. El “ comunismo” de


I03 primeros cristianos de Jerusalén fué voluntario.
Si para ser cristiano a nadie se le impuso la condición de re­
nunciar a sus bienes — y no hay ni sospecha documentada— , el Cris-

(25) Pareto: Les system es socialistes, págs. 37-38.


(26) Pareto: Les system es socialistes , pág. 40.
iianismo no fué jamás comunista; porque de cuantos sistema» son
conocidos, lo radical en ellos es la expropiación general obligatoria
de la propiedad privada. Sin obligatoriedad y generalidad no hay
sistema. Y si para la sociedad específica cristiana no se impuso la
entrega de los bienes, menos aún puede F^ponerse que soñará el
Cristianismo ni pensase jamás imponer el Comunismo a la sociedad
política.
Después de la expropiación general de la propiedad privada, el
Comunism o es un sistema de producción y consumo.
En el cuadro de la comunidad cristiana de Jerusalén llegado
hasta nosotros, nadie halló nada que se refiera de ningún modo al
sistema de producción comunista; ni al sistema comunista ni a
ningún otro. ¿Qué sistema comunista podía ser el de la agrupa­
ción de Jerusalén, que prescindía en absoluto de la producción y,
por tanto, de su fuente, el trabajo, y de los bienes de pro­
ducción?
Es el sistema de producción el aspecto fundamental de todo ré­
gimen o sistema com unista; y lo es por estar implícito en el mismo
el problema de la distribución y el consumo. E9, precisamente, el
sistema de trabajo, premisa de la producción, por donde falla el
Comunismo, siendo un problema no resuelto aún prácticamente
por el régimen comunista, el cual ha debido apelar a instaurar la
esclavitud para poderle hallar parcial solución.
Si la evidencia de los hechos fuera desconocida, y debido a ello
nuestra conclusión despreciada, veamos si el “ argumento de auto­
ridad” de uno de los más apreciados doctores del “ Marxismo cien­
tífico” merece más crédito.
Karl Kautsky dice, refiriéndose al “ comunismo” de los cristianos
de Jerusalén:
«Este comunismo no era comunismo de producción, sino úni
camente un comunismo del consumo» (27).
Es decir, era como un “ bípedo” de un solo pie... Si a eso se
puede llamar “ comunismo” , es comunismo también el sistema eco­
nómico familiar dentro del hogar, donde rige un “ comunismo
para el consumo.
(27) Kautsky: Des Ursprung des Christentums, pág. 363.
ANTI-rspaS* 1059.—21,
El “ comunismo” de aquella sociedad cristiana tenia com o base
económica principal la caritativa generosidad de los cristianos que
vivían fuera de e lla ; lo cual indica bien qué comunismo ’ era
aquel de «acordaos de los pobres» (28), que se recomendaba a los
evangelizadores cuando salían en misión.
Será ya en tiempos de Constantino cuando los cristianos pudien­
tes organizan una especie de talleres cooperativos, donde trabaja­
ban principalmente mujeres (29).
Según estas realidades, de las que podríamos hacer un gran
acopio, se demuestra que la caridad cristiana constituía el sistema
de producción del grupo de cristianos de Jerusalén; y si aquello
era comunismo, comunismo deberemos llamar a toda caridad. Y
comunistas han de ser todos los establecimientos benéficos, así com o
todas las comunidades religiosas...
Y, cosa extraña, maravillosa, los comunistas, precisamente los
comunistas, han sentido de siempre un odio mortal a estas asocia­
ciones religiosas “ comunistas” ; las cuales (d e ser cierta la utopía
del “ cristianismo comunista primitivo” , en cuya primera comunidad
se inspiran las comunidades religiosas) serían precursoras del Co­
munismo actual... ¿por qué tal odio y tanto afán para destruir 3a
supervivencia de aquel “ comunismo” del cristiano prim itivo?...
¿Por qué el Comunismo actual, sea por medio de la violencia re­
volucionaria o por el terror gubernamental, intentó y consumó la
destrucción del “ comunismo” cristiano de las órdenes religiosas?...
Si es comunismo, ¿cóm o no lo absorbió, y, en cam bio, renegando
de su “ ascendencia” secular, empuñó la tea y la pistola para acabar
con esas instituciones “ comunistas” y con los “ comunistas’ ’ que las
integran?...
¿Hay una respuesta?
Habrá muchas; pero no esperamos ésta, que ya está dada, pero
(A:ic debemos reiterar: el Comunismo es Anticristianism o; lo de su
comunidad de bienes” , tan sólo es su acumulación en manos del
Estado, en las de los hombres de Estado, con lo cual consiguen el

( 28 ) SaV-tas. II, 9-10.


(2í») Véase t’imigni: L ’ Kcov.vnvia c.nrirh’ r r i : *iana av. C o n s ta n tin o ,
Poder sumo, el totalitario; el que estim an.... N||jpillj| m matar al
Cristianismo. xamrvw

Lo llamado “ comunismo cristiano” es caridad .


Es esa caridad cuyo nombre parece avergonzar al hombre de
hoy, sea él sujeto u objeto de la misma. Extraño fenómeno, en
verdad; porque la caridad es: Una virtud sobrenatural por la que
amamos a Dios por sí mismo sobre todas las cosas y al prójimo por
amor de Dios (30).
Y San M a teo:
36. Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande
de la Ley?
37. El ie contestó: “ Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu
mente (31).
38. Este es el más grande y el primer mandamiento.
39. Un segundo hay igual a é l : amarás a tu próji­
mo como a ti mismo (32).
40. En estos do3 mandamientos se funda toda la ley
de los profetas (33).
La caridad es amor. Y es la que vemos hoy suplantada, incluso
en muchas cátedras sagradas, en virtud del arrastre de la inercia
de los tiempos, por apelaciones a la justicia, a la “ justicia social” ...
) no hay justicia sin evocación del derecho. El derecho, el mismo
derecho — sólo hav uno— al que apela el Comunismo.
Se olvida que “ /a caridad perfecta devora al derecho (34), y
traído por el hilo de tan magnífica verdad, expresada con vivo fuego
literario, he aquí una página del mismo Janct, plena de ciencia y
luminosidad gala, mostrándonos la diferencia entre caridad y
derecho:
«Cristianamente, yo debo soportar la injusticia, y hasta alegrar­
me ; en derecho, yo no estoy obligado. Cristianamente y religiosa-

(30) Santo Tomás. V ir tu s su pern atu ralis, qua su per omnxa düigxmus
D e u m p i o p t e r se, et p r o x im u n p r o p te r D eu m .
(31) (Deut. 6, 5).
(32) (Lev. 19, 18).

(34) P a u W a ne t ^ / / ¡sioiré de la Sciencia P o lM q u c . Vol. I, P*<S-


mente, yo debo amar a mis perseguidores; en derecho, yo puedo
defenderme, oponer la fuerza a la violencia : lo que se concilia di­
fícilmente con el principio del amor. Sin ninguna duda, la idea
cristiana es más alta que la idea del derecho.
«Es la confusión de estas dos ideas, de la idea cristiana de la
caridad y de la idea filosófica del derecho, la que ha mostrado en
nuestros días tan cambiado el verdadero carácter del Cristianismo,
haciéndole adquirir un sentido político-social que jamás ha tenido
en su origen. Nada más contrario al buen sentido que transformar
a Jesucristo en una especie de reformador filántropo y socialista.
Jesús jamás ha querido más que una sola reforma : el m ejoram iento
de las almas. La única sociedad que El ha tenido ante sus ojos es
la sociedad celeste, que El consideraba com o la inversa de la socie­
dad terrena. La riqueza y la dominación que aseguran la superiori­
dad sobre la tierra son, por el contrario, para el cielo, una cruz
y un impedimento. Es por lo que El gritaría : “ Desgraciados vos­
otros, los ricos, que tenéis vuestro consuelo” (35).
aEs por lo que los ricos entrarán difícilm ente en el reino de
los cielos» (36).
aEn la Ciudad Prometida, I09 primeros serán los últimos y I09
últimos serán los primeros» (37).
aPero tal cambio no tendrá lugar más que en el reino celeste;
y si él se puede realizar aquí abajo, e 9 a condición de que los gran­
des se hagan pequeños, y no porque los pequeños aspiren a ser
grandes: la igualdad cristiana e 9 una igualdad m oral, religiosa,
voluntaria, y no social y política.
aUn punto no es menos cierto, y es que Jesús, que no tiene nin­
gún carácter de reformador político, tam poco tiene pretensiones
de ejercer un papel de dominador y de rey. Se sabe que ésta ha
sido la ceguera de los ju d ío s : su error ha sido el de no reconocer
al Mesías en Aquel que no era acompañado por ningún signo de la
realeza. Ahora bien, es cierto que Jesucristo no ha reclamado la
dominación ni para El ni para su9 discípulos. Como El d i j o : “ Yo

(35) Mas. X, 23.


(36) Luc. IV, 24, 25.
(37) Mat. X X , 25, 27, Luc. X X II, 25, 27.
no he venido para ser servido, sino para servir* (3B) y “ Mi reino
no es de este mundo” (39). Todos los textos que en la Edad Media
fueron interpretados en el sentido de la dominación eclesiástica,
no tienen más que un sentido espiritual.
Maestro, dile a mi hermano que parta conmigo mi
herencia.
¿Quién me ha hecho juez sobre vosotros para hacer
vuestras particiones? (40).
Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es
de Dios (41).
«Se puede, por tanto, rechazar como falsas las dos tesis sos­
tenidas en diversas épocas y desde diferentes puntos de vista:
la primera, que el Cristianismo es una doctrina de emancipación
social y política, que él es para los pueblos y los reyes, y que pone
la fuerza al servicio del derecho; y la segunda, que la Iglesia es
superior al Estado, que el Estado le debe obediencia y homenaje,
que el Jefe de la Iglesia es el jefe del mundo. Estas doctrinas son
contrarias a la letra y al espíritu del Evangelio. El Evangelio no es
ni democrático ni teocrático; él no predice ni la revolución ni la
dominación.
«Es cierto que introduciendo un reino de Dios en el reino del
mundo, el Cristianismo planteaba por lo mismo la cuestión de
saber cóm o estos dos reinos podrían unirse, entenderse, limitarse.
Pero esta cuestión apenas está indicada en el Evangelio; es el pro­
blema de la Edad Media y de los tiempos modernos...».
“ El principio del Cristianismo es el amor a la caridad. ”
Dice así P a b lo :
«Aun cuando yo hablase todas las lenguas de los hombres y de
los ángeles, si yo no tengo caridad, no será más que aire sonoro,
un címbalo retumbante. Aun cuando yo tuviese el don de la profe
cía y penetrase en todos los misterios, y poseyese todas las cien­
cias; aun cuando tuviese una fe que moviese las montañas, si no
tuviese caridad, yo no soy nada. Y cuando yo distribuyera todos

(38) Mat. XX, 28.


(39) Juan. XVIII, 36.
(41) Mat. X X Í l)4Í7, 21. Luc. XX, 22, 25. Marc. XII, III, K l ? .
mis bienes para alimentar a los pobres, y diese mi corazón para ser
com ido, si yo carezco de caridad, todo e 60 no me sirve de nada.
La caridad es paciencia, ella es beneficencia; ella no es envidiosa,
ella no es tem eraria; ella no es envanecimiento. Ella lo sufre todo,
ella lo espera todo, ella lo soporta todo» (42).

UNA E X PR ESIO N IM P O SIBLE

Ni literaria ni tampoco históricamente resulta posible dar idea


de Jesús y del Cristianismo eliminando su más pura esencia: 6U
esencia sobrenatural.
Nos hemos esforzado, colocando estas páginas al nivel cultural
impuesto por el canon racionalista vigente hoy, en describir en
forma “ natural” aquella vida de la comunidad cristiana. Como
cuantos nos precedieron, y fueron numerosos, hemos fracasado. No
es comprensible ni Jesús ni el Cristianismo elim inando su absoluta
gravitación sobrenatural, divina, con vigencia en todo instante de su
existencia. Tan imposible, más im posible aún, com o pretender dar
idea física de un cuerpo eliminando su profundidad, por ejem plo,
y mostrándolo únicamente con sus otras dos dimensiones.
Los esfuerzos para superar ese im posible fueron infinitos en
todos los tiem pos; el más popular, el más perversamente atrayen­
te fué aquel de Renán en su Historia de los Orígenes del Cristia­
nismo, empezada con su Vida de Jesús, donde la famosa “ claridad”
francesa pretende iluminar la obcecación argumental teutona con
alardes de objetividad anglosajona. El resultado, vencidos los siete
libros, es comprender menos aún a Jesús y al Cristianismo.
No hay explicación ni tampoco posible comprensión viendo en
Jesús a un hombre, por egregio que sea, y en el Cristianismo una
entidad humana y una empresa humana más.
Para quien pretenda explicar y comprender a Jesús y al Cris­
tianismo ha de tener validez esta verdad primera, enunciada por
su predilecto Juan:
«En esto habéis de reconocer el Espíritu de Dios : todo espíritu
que confiesa que Jesús ha venido en carne, es de D ios; y todo es-
píritu que no confiesa que Jesús es Dios. Y éste es el espíritu del
Anticnsto, que habéis oído que va a venir y, en realidad, ya está
en el mundo» (43).
Aceptar a Jesús como Dios y al Cristianismo como una empresa
divina es hallar una explicación total y la única. Todas las tenia-
tivas de “ conciliación” de la vida de Jesús y de la Historia del
Cristianismo con lo meramente humano será siempre un fracaso.
Se podrá explotar hasta el extremo el hecho real de que no haya
contradicción entre la vida humana de Jesús y la histórica del
Cristianismo con lo natural, porque lo sobrenatural no se opone
a lo natural, sino que lo comprende y supera; pero insertos tan sólo
en lo natural y terreno, Jesús y el Cristianismo son un absurdo,
“ un escándalo” para la razón y para la Historia.
Jesús y el Cristianismo son un milagro de Amor. Del Amor que
es Dios, en la más alta categoría de comprensión de que el hombre
es capaz. Milagro es el de Jesús queriendo triunfar a través de la
muerte. Y milagro es el del Cristianismo que lucha y vence, no
matando, sino muriendo y perdonando.
Sin comprender el doble milagro, cuya clave prodigiosa, única,
es el Am or Todopoderoso, Dios, sería una contradicción, un impo­
nible moral insuperable. Y como un imposible moral surgirá siem­
pre si en lo puramente cristiano sólo se quiere ver lo humano y
natural, por la única y parcial razón de que el Cristianismo no vive
ni actúa sólo en un plano metafísico, sino también vive y actúa
en el humano y físico. Y será cegar 6Í de la instantánea coexisten­
cia del Cristianismo en los dos órdenes y de ser él comprensión y
superación del segundo, dada su esencia sobrenatural, se pretende
hallarle única razón de ser en el humano espíritu, estimando a éste
como su origen, vida y fin.
Así acaece de manera fatal cuando el historiador “ naturalista
pretende comprender con su mera razón geométrica la ^ida de Ja
primera comunidad cristiana, pues guiado por la visión de su ex
terioridad. por apariencias económicas v por la pobreza vocacio
nal, incurre en llamar “ comunismo” , en el sentido político-econo-
mico actual, a la vida en común ascética vivida y regida por ios
Apóstoles. Para llegar a ello, el historiador “ natural-racionalista”
y, por tanto, “ dialéctico a ultranza'’ , prescindirá del motivo y del
fin de lo creído por el comunismo. Un motivo y fin excluyendo hu­
mana reivindicación y exigiendo voluntaria renunciación. Un m oti­
vo y íin que son A m o r: Dios, principio y fin.
Si con un gran esfuerzo de imaginación podemos llegar a sus­
tituirnos en un pagano de los primeros tiempos del Cristianism o;
es decir, si eliminando de nuestra conciencia cuanto han sedi­
mentado en ella veinte siglos de Cristianismo — algo enorm e, hasta
en la de sus enemigos— y adoptamos la mentalidad de un rom ano
enfrentándonos con el Cristianismo del Apostolado y del M artiro­
logio, sería profundo nuestro escándalo racional y creeríamos ha­
llarnos ante un absurdo profesado por locos.
Como tal sustitución nos resultará muy difícil a todos, la da­
remos hecha por mano de Renán, del cual no habrá sospecha de
parcialidad cristiana ni de prejuicio gobrenatural. H aciendo él
omisión absoluta de lo esencial, de lo divino, en el Cristianismo,
tan evidente por prodigioso en aquellos tiempos prim eros, y vién­
dolo únicamente como podemos ver hoy un movimiento social más
o menos extraño y audaz, he aquí cóm o se representa Renán al
atónito intelectual romano del primer siglo contem plando a los
cristianos:
«Yo he pensado frecuentemente lo que un pagano contem porá­
neo de Augusto habría podido hacer valer para la conservación del
antiguo orden de cosas... ¿Qué quiere esta religión sombría y tris­
te? ¿Qué personas son los cristianos?
a ¡Son gentes que huyen de la luz, insociables, plebe, hez del
pu eblo!... No es necesario rechazar al Cristianismo; es necesario
suprimirlo. La sociedad está en presencia del Cristianismo com o
arríe un enemigo im placable; es necesario que la sociedad lo aplas­
te o que ella sea aplastada por él. En estos términos, toda discu­
sión §e reduce a una lucha, todo argumento en un arma. ¿Qué hacer
frente a un enemigo inconciliable?... ¿Controversias? No, se le hace
la guerra. Así, la sociedad no debe defenderse del Cristianismo con
razonamientos, 6Íno con la fuerza. Ella no debe rechazar eus doc­
trina*, 6Íno suprimirla», Y o me imagino a Séneca cayendo por az¡ar
C11 este pasaje de Sau P a b lo : Non est judeus ñeque graecus, non
est servas ñeque líber , non est masculus ñeque }emiita\ oiwiesenim
vos unum estis in Christo ; él habría ciertamente dicho: wHe aquí
un utopista. ¿Cóm o queréis que una sociedad prescinda de los es­
clavos? Será necesario que yo cultive mis tierras con mis propias
manos. Esto es querer revolucionar el orden público. ¿Y quién
es, pues, este Cristo que realiza una misión tan extraña? Estas gen­
tes son peligrosas. Y o hablaré a Nerón” . Es cierto que si los es­
clavos, tomando al pie de la letra, y como inmediatamente aplica­
bles, las palabras de San Pablo, hubieran establecido su domina­
ción sobre las ruinas humeantes de Roma y privado al mundo de
los beneficios que podía obtener de la dominación romana, Séneca
hubiera tenido un poco de razón. Y si un esclavo cristiano hubiera
dicho al filó so fo : ¡Oh A n n eo!... yo conozco al hombre que ha
escrito esas sentencias: él no predica más que la sumisión y la
paciencia. Lo que él ha dicho so cumplirá sin revueltas y por obra
de los mismos amos. Un día vendrá en que esa sociedad será posi­
ble, aun cuando vosotros, los filósofos, no podáis imaginarle/’. Sé­
neca no lo habría creído, sin duda; y puede ser que, no obstante,
hubiese consentido que se azotase con vergajos a este inocente so-
ña doro (44).
Y no otra cosa dirá el filósofo racionalista y el político materia­
lista, que sobrepasarán la crueldad de Séneca, viendo que se ha
realizado la liberación incruenta del género humano cumpliendo
estos consejos del primer Pontífice R om ano:
“ Mis queridos hermanos: yo os suplico el comportaros
entre los gentiles como deben hacerlo los extranjeros; los
expatriados, velando atentamente sobre vuestra conducta, a
fin de que los que os calumnian y os muestran como malhe­
chores, a la vista de vuestras obras, glorifiquen a Dios en el
día de su visita. Sed sumisos a toda criatura humana, a causa
del Señor; al Rey, como soberano; a los gobernadores, co­
mo delegados del Rey, para castigar a los malhechores y ala­
bar a los que hacen el bien. Es la voluntad de Dios que por
vuestra conducta cerréis la boca a vuestros detractores, cie­
gos e ignorantes. Comportaos com o verdaderos hombres li.
b re s; no com o hombres para quienes la libertad es un manto
que cubre su malicia, sino com o servidores de Dios. Sed
respetuosos con todo el mundo, amad a los hermanos, temed
a Dios, respetad al Rey. Esclavos, sed sumisos con temor a
vuestros amos, no solo a los que son buenos y humanos, sino
también a los que son malvados. Es una gracia sufrir injus­
tamente por su fe. Si, después de haber com etido una falta,
vosotros soportáis paoientemente las bofetadas, ¿cuál es
vuestro mérito? Pero si, después de haber hecho el bien,
vosotros soportáis pacientemente las sevicias, he ahí lo que
se llama una gracia a los ojos de Dios. Cristo ha sufrido por
vosotros dejándoos un ejem plo a seguir. Ultrajado, El no
ultraja; maltratado, El no m altrata; El remite su causa a
Aquel que juzga con justicia» (45).
¿Qué han de pensar frente a tal escandaloso absurdo cuantos
no crean en lo sobrenatural del Cristianismo?
Racionalmente, tan sólo eso, lo juzgarán un absurdo de loco.
Pero el “ racionalista” , y más aún, el “ racionalista total” , el ma­
terialista, inspirado no por la zarón, sino por la pasión... por una
pasión lúcida, dialéctica, verá en ese Cristiano de Pedro al inven­
cible adversario; al ser humano sobre el cual jamás podrá ejercer
su dictadura de hombre divinizado. Nadie vencerá jamás a quien
se ha vencido a sí mismo; que nadie vence al vencido.
Y así vemos al Racionalismo siempre, pero sobre todo cuando
llega él a su apogeo en el Comunismo, declararse oficial y racional­
mente coincidente con el ideal del Cristianismo, proclamarse a sí
mismo el auténtico, y hasta su misma superación... y, a la vez, pro­
clamarse ateo, pero para ser auténticamente antiteo , lanzado al
af.alto contra Dios y a la exterminación del Cristianismo y los cris­
tianos.
La realidad de siglos lo atestigua en forma creciente a medida
que el Racionalismo — auto-divinización del hombre— alcanza gra­
dos más altos, hasta llegar al Comunismo.
No han faltado voces y razones, hasta dentro ¿éf$«ttpo in a r x i e t a
pretendiendo hacer ver la contradicción en que ta n ja n y sus ma’
los efectos utilitarios para el propio socialismo, tfea At las voces
primeras fué laniada en Alemania, cuando el Socialismo, no mar-
xista ni comunista oficialmente aún, empezó a gozar de cierta fuer­
za. Fué en el año 1878, cuando el Zukunft, de Berlín, órgano cien­
tífico de la Socialdemocracia alemana, reprochando la propaganda
y acción antirreligiosa del Partido, decía:
«El programa de la Social-democracia de Alemania proclama
que la religión es un interés completamente privado, derivando úni­
camente de la conciencia individual. En virtud de su constitución,
de su código fundamental, el socialismo alemán, en tanto que par­
tido económ ico, no acepta ni combate oficialmente ninguna doc­
trina religiosa, ningún dogma, ninguna tendencia teológica o filo­
sófica. El se mantiene neutro entre las creencias y las escuelas, tra­
bajando únicamente con la vista puesta en su fin, que es la reforma
de las condiciones económicas de la organización del trabajo... He
ahí la letra del Programa. En realidad, los agitadores del Partido,
cuando ellos hablan a los adheridos y a la masa del pueblo en nom­
bre de la democracia socialista, se muestran gozosamente adversa­
rios encarnizados del Cristianismo y de toda religión positiva y
partidarios del materialismo y del ateísmo. Tal actitud está en con­
tradicción flagrante con las declaraciones fundamentales del Par­
tido... Por otra parte, las tendencias ateas de la Social-democracia
pueden muy bien procurarle, por espíritu afín, personas que pro­
fesan la antirreligión; pero no pueden, al mismo tiempo, hacerle
ganar un número considerable de espíritus reflexivos, inclinados
hacia el lado ideal de la vida, que saludan en el Cristo una de las
grandes figuras de la Historia y en los Evangelios una moral pura,
en la cual el Socialismo puede muy bien introducir sus principios de
justicia y de equidad en la organización del trabajo y en la dis­
tribución de los productos de la actividad colectiva# (46).
En el error de aquellos “ socialistas científicos” de la revista
Zukunft participarán muchos, como nunca ho\, formando una im
ponente masa, con la particularidad de ser ya muy pocos los ere-

(46) Vie Kirche und Zukunftstaat. Zukunft. 15 junio 1378,


yentes en el Socialismo como empresa de mejora de clase entre los
jerarcas del mismo; esa falsa idea es profesada en masa por lin a in­
finidad de gentes no afiliadas a las organizaciones marxistas, las
cuales, creyendo al Socialismo, más o menos, una empresa redentora
del proletariado, se dedican a realizar el Socialismo... para evi­
tarlo.
El Socialismo, dejando aparte el galimatías de sus definiciones
teóricas y su 'Inmensa variedad formal y doctrinal, y viéndolo en
su realidad, es una empresa política para la toma del Poder, con
el cual, una vez en las manos de los dirigentes de la empresa, es
instaurado el Comunismo, que tampoco es la solución del problema
económicos de la sociedad por medio de la igualdad, sino la suma
del Poder Económico al Poder Político, con el cual el clásico Poder
del Estado, condicionado y limitado por la propiedad individual, al
ser expropiada ésta, se transforma en Poder absoluto y universal...
Mas esa meta del Poder absoluto y universal, esa realización del
hombre-dios, encarnación del Estado divinizado, desde el primer
figlo de nuestra Era, desde Cristo-Dios, por ser Dios, tiene un obs­
táculo insuperado e insuperable en el Cristianismo. De ahí qur lo
llamado Socialismo y Comunismo deba ser y sea, sobre todo y ante
todo, Anticristianismo.
Ya pueden argiiirle algunos desde fuera o desde dentro al So­
cialismo y al Comunismo que se contradicen y se perjudican mos­
trándose anticristianos. Los veremos cómo siguen siéndolo más fe­
rozmente cada día, sin perjuicio de paréntesis de hipocresía. Y es
así porque no hay contradicción esencial entre su creencia y 6U
obrar.
Pueden hallarse contradicciones entre sus palabras y “ dogmas”
y 6u Anticristianismo, y se hallan mil veces. Pero palabras y “ dog­
mas ’ tan sólo son cosas accidentales, armas de propaganda, sin sub­
ordinación a la verdad objetiva; porque si la moral no existe para
el marxista, la verdad, una de sus categorías, no puede prevalecer.
No hay contradicción sustancial en el Anticristianismo Comunista;
todo lo contrario : el Anticristianismo es en él de una lógica fatal.
No hay compatibilidad y sí destrucción mutua entre dos absolutos:
entre al afirmación total del hombre como ente metafísico, político
y físico, que e, el Cristianismo, y su total negación metafísica, p e
jíuca y tantas veces física, que es el Comunismo.
Así, aun a riesgo de escandalizar a unos cuantos cándido., como
aquellos de la Zukunft, el Socialismo y el Comunismo dirán por
boca de sus más insignes “ maestros” :
Lafargüe, h ijo político de Marx :
«Marx echó a Dios de la Historia» (47).
Marx, en la FALSEDAD DEL SOCIALISMO CRISTIANO, tita-
lo bastante elocuente:
«La Filosofía hace suya la fe de Prometeo, odio a los dioses del
cielo y de la tierra, que no reconocen a la conciencia humana como
divinidad suprema.
aLa idea de Dios es la clave de bóveda de una civilización per­
vertida. Tal idea debe ser destruida. La verdadera raíz de la Liber­
tad, la Igualdad y la Cultura es el ateísmo» (48).
Y E ngels:
«Nuestra conciencia y nuestro pensamiento, por muy suprasen­
sibles que parezcan, son el producto de un órgano físico, material:
el cerebro. La materia no es un producto del espíritu, sino que el
espíritu mismo no es más que el producto más elevado de la ma­
teria» (4-9).
Del mismo:
«El designio no es introducido dentro de la Naturaleza por un
tercer agente que obra con propósito, tal como la sabiduría de una
Providencia, sino que late en la necesidad del ser mismo (50).
De Bebel, a quien era dirigido el reproche por los de la Zu­
kunft:
«El Cristianismo y el Socialismo son el uno con respecto del otro
como el fuego y el agua. El Cristianismo es el enemigo de la Li­
bertad y de la Civilización. El ha tenido a la especie humana en
esclavitud y la opresión.»
Citado por
(47) uitaao E. W.
Dor n. ™. Steed:
o c Mes Souvenirs, pág. 365.3.
Cristiano.
(48) K. M a rx: La falsedad del a f i r m o introducción al
(49) F. E ngels: Materialismo DmléetMo^ V^S Aeuilar. Editor.
Materialismo Dialéctico y al Socialismo Cient J
Madrid. 1932. XT v
(50) AnH-Dühring, pég. 79. N. Y. (1935}.
Lo recitaría el Social-Demórrnta de lW lín :
aEs una necesidad declarar con franqueza que el Cristianismo e3
el enemigo más cruel de la Social-democracia. Una religión tan an-
tirracional como es el Cristianismo solo podía ecliar reices dcspucs
de dos mil años en una Humanidad que había degenerado por com­
pleto...
«Cuando Dios haya sido desalojado del cerebro de los hombres,
todo sistema de privilegio por la gracia de Dios ee derrumbará.
Cuando ya sólo se vea el Cielo como una gran mentira, los hom­
bres intentarán restablecerle aquí abajo. En consecuencia, quien
ataque al Cristianismo ataca a la vez a la Monarquía y al Capita­
lismo.»
Con sólo esto de los “ maestros” y de los moderados social-demó-
cratas pudo Lafargue conseguir que Pablo Iglesias escribiera en la
segunda línea de su primer artículo periodístico:
«Si nosotros fuéramos deístas (51); si nosotros creyéramos en
alguno de tantos dioses como todas las religiones cobijan en m se­
no; si nosotros creyéramos, volvemos a repetir, en alguno de esos
ídolos (52).
No lo 6abía Pablo Iglesias; pero, al producirse así, su carrera
en el Socialismo Marxista estaba hecha.
Sin saberlo, el tipógrafo Iglesias, de cultura incipiente, había
entrado, según dijo Proudhon (53), en...
«Esa larga conspiración contra Dios que a sí misma 6e ha dado
el nombre de Filosofía.»
Menos aún podía r>aber el tipógrafo que al negar a Dios había
conectado nada menos que con Kant, en cuya misantrópica filosofía
iría el judío Cohén a buscarle un refuerzo a la desmedrada de Marx,
cuando decía :
«El renacimiento kantiano trajo una nueva ayuda filosófica al
6ocialisíno eticista; y así, al publicar A. Lange, en 1865, su pre­
cioso libro La cuestión obrera, escribió : “ No debe verse en el mo-

(51) El pobre Pablo usaba mal la palabra que habría cazado al vuelo
cn alguna perorata de Lafargue.
(52) P. Iglenias: Solidaridad, agosto de 1870.
(53) Proudhon: Sistem a de laa contradicciones económicas, pág. 15.
Aguilar. Editor. Madrid.
vimienlo obrero el peligro, «ino el comienzo de 1. . . l vaci6n dp „ „
gran peligro , ( Die Arbeiterfrag<C\ pág. 91); y eJ eco de L
repercute y le vemos adquirir de nuevo precisión rotunda en Cohén
y en lo , discípulos de éste, Vorlánder y Estau.linger. La. palabra,
del maestro de Ortega son éstas:
«f,a idea de la preemineiicia del fin de la Humanidad nos lleva
al socialismo, en el que cada hombre es definido como fin último,
como fin de sí mismo» (54).
El judío Cohén trata de hallarle árbol de nobleza ética en Kant
al Socialismo: el hombre, fin de sí mismo...
No Dios, sino el hombre, fin de mis propias acciones. ¿Y esto es
ética?... ¿Es ahí, en ese absoluto egoísmo, donde puede hallar tí­
tulo de nobleza y de altruismo el Socialismo?... ¿Y puede hallar
también ahí su conciliación con el Cristianismo?
Hay entre Cristianismo y Comunismo una antítesis metafísica
irreductible. La misma antítesis resucitada que existió entre el Im­
perio divinizado de Roma y el Cristianismo, de Ja misma índole
metafísica. Y sólo 110 viéndola en su auténtica esencia, creyéndola
únicamente política o económica, puede creer alguno en una posible
conciliación. Sólo una grosera concepción del Cristianismo, el creer­
lo una cosa humana niás, puede llevar a un error tan capital...
Creer al Cristianismo una cosa humana, repetimos; porque también
contribuye a la falsa creencia de creer al Comunismo algo mera­
mente humano... Porque para ser él, como es, negación total de lo
motafísicamente perfecto, de Dios necesariamente también eu nti-
pulno ha de tener un origen metafísico...
Que metafísico es el intento pasional de aniquilar cn la Humani­
dad la gravitación universal del Amor, de Dios, para sumirla en la
cierna conflagración heraclitana, kabalista-esenia-ebionita-gnóstic.o
m aniquea y hegeliana-m arxista, donde la lucha, el Mal, resulta ser
°1 “ dem iu rgo” del llam ado “ Bien* , que es mal... jAy de l( s qn
llaman al mal bien y al bien mal! Los qne hacen de la luz tinieblas
y dv. las tinieblas luz. (55).

(54) Ethik des reinen willcns, 2.* cíüc., pnff. 321.


(65) Isaías 5, 18-20.
¿Qué impulso puede llevar a tal aberración, a tal monstruos!-
dad?. .
Sin duda, un impulso metafísico, satánico, que puramente satá­
nico es hacer creer al mal Bien y al Bien mal.
DOCTRINA SOCIAL DE LOS EVANGELIOS

Alguien ha llamado a San Lucas “ evangelista socialista” , viendo


en él a “ un socialista militante de nuestros días” (56).
Sólo se puede llegar a conclusiones de tal índole bajo el impe­
rativo de prejuicios cegadores. El Evangelista Lucas ha dicho :
«No andéis, pues, afanados por lo que habéis de comer y beber;
y no andéis elevados, porque todas estas son cosas por las que an­
dan afanadas las gentes del mundo. Y vuestro Padre sabe que de
éstas tenéis necesidad. Por tanto, buscad primeramente el Reino
de Dios y su justicia; y todas estas cosas os serán añadidas» (57).
Dicho esto y subordinado a esto, que es el estado subjetivo, y
por tanto, el decisivo, que el Evangelista prescribe al cristiano,
el orden donde quedan insertas cuantas palabras diga queda bien
definido y está bien claro: es en el orden de la caridad.
Que recomiende la renuncia a los bienes por considerarlos un
obstáculo para la perfección cristiana, para buscar el Reino de Dios
y su justicia, la única auténtica, es concordar siempre con lo dicho.
Que aquel que tiene dos túnicas las comparta con el que no
tienen ninguna y que aquel que tiene qué comer haga igual (58). ¿Es
socialismo o es caridad? ¿Hay apelación al derecho? Y, sobre to­
do, ¿se dirige al poseedor o al pobre? El Socialismo jamás ha
dicho al rico da; siempre le ha dicho al pobre toma. Más aún, el
Socialismo prescribe tomar con violencia y por medio de la lucha...
Si alguno te toma tu manto, no le impidas tampoco tomar tu tú­
nica... (59), dice San Lucas; como vemos, el Evangelista es un
denodado partidario de la “ lucha de clases” ...
Las palabras del Evangelista son clarísimas; no pueden de
ninguna manera engendrar la menor duda. Pues bien, su conse-

(56) G. Walter: H istoire du Communisme, pág. 84.


(57) S. Lucas. Cap. XII, v. 29, 30 y 31.
(58) S. Lucas. Cap. XII, v. 29, 30 y 31.
(59) San Lucas. VI, 30.
jo (le no luchar para defender nuestros bienes han llegado a trans­
formarlo en autorización para tomar lo ajeno... (60); ya es obce
cación el hacer del santo Evangelista un revolucionario^exnr!
piador, faltando al Decálogo.
Ante tal probidad intelectual es inútil argumentar.
La Doctrina de los Doce Apóstoles está considerada como “el
prototipo de todas las compilaciones de Constituciones o cáno­
nes apostólicos, con los cuales se abre el derecho eclesiástico de
Oriente y Occidente” (61). Se supone con fundamento que fué
redactada entre los años 80 y 90, en Palestina. Es, por tanto, un
tcxlo con reconocida autoridad.
El precepto del pasaje 4,34 de los Hechos, que se refiere a los
bienes en común de la primitiva comunidad de Jerusalén, está
contenido en el texto siguiente de la Doctrina: “ Pon todo en co­
mún con tu termano y no digas que tú tienes bienes propios” (62),
y añadirá: «Da a quien te pida, porque el Padre quiere que se
dé parte a todos de sus propias larguezas.» (63)
De ahí se ha extraído con la tortura del texto conclusiones co­
munistas contra la propiedad y en favor del reparto. Al parecer,
esas prescripciones perduran hasta hoy para todas las comunida-
(íes religiosas católicas, y ninguno de cuantos escritores atri­
buyen “ comunismo” a la Iglesia primitiva fundándose en estos
texíos, ante esa misma realidad en la vida monástica de hoy se
ha creído en el deber de considerar a las comunidades religiosas
con derecho a ingresas en la Internacional Comunista...
Sin duda existe algún motivo. Al parecer, entre aquello de
que “ la propiedad es un robo1”, fundamento jurídico de todo el
comunismo, y la Doctrina diciendo: “Harás participar de todos
tus bienes a tu prójimo y tú no dirás que posees nada propio, por
que si nosotros participáis en común los bienes eternos, con más
motivo en los bienes temporales” , hay una diferencia fundamental.
Sin duda, la doctrina de que todos los bienes pertenecen a
Dios y que quien los posea, en derecho divino, es tan sólo un

(60) G. Walter. O. c., pág. 89. j , lg3


(Gl) Monseñor Duchesne: Histoire de l E gl . voi. i, pa&.
(62) Bardenhewer.
(63) Doctrina, 4, 8.
AUTI-ESI'AÑA 1 9 5 9 .— 22 .
administrador que, en nombre del único Propietario, debe dar par­
ticipación a todas las criaturas, está contenida en los textos evan­
gélicos.
Ahora bien, sin entrar en un utopismo universal donde cada
uno se pueda forjar su propia utopía comunista, nadie puede
afirmar que haya Comunismo en Jesús ni en los Apostoles. Cree­
mos queda dicho con toda claridad. Nos referimos al Comunismo
real, objeto único de Historia, no al “ comunismo” imaginario e
imaginado de cualquiera cuyo arbitrario esquema puede ser di­
señado ajustándose a cualquier texto, más o menos aislado. El
Comunismo, el único merecedor del nombre, es el real, dado;
algo con exisLencia verdadera, y así se impone para ser posible
tratarlo científicamente, racionalmente, dentro de la Filosofía y
de la Historia, las dos ciencias dialécticas, ya que no hay dialécti­
ca posible sin un punto de referencia material o racional dado en
lo real.
Puede encontrar cualquiera “ comunismo evangélico” , hallán­
dole a la doctrina de Cristo y a los textos evangélicos, y también
a su vida humana y a la de la comunidad cristiana primitiva, coin­
cidencia total o bastante con un “ comunismo” imaginado por quien
quiera y como quiera. Mas, al poder ser tan vario y poder llegar
a número infinito en cuanto a clases y formas ese tipo de comu­
nismo utópico, nos impide llegar a forjar juicio, por carecer de
término de comparación. Para poder afirmar o negar que la doc­
trina y vida de Jesús y de los apóstoles fué parcial o totalmente
“ comunista” , las hemos de comparar con el Comunismo dado, exis­
tente, real; con el comunismo conocido históricamente, ya estu­
diado en sus tipos principales, el pretérito, y el actual, el de la
U. R. S. S.
En relación a esos comunismos, negamos toda identidad entre
ellos y las doctrinas de Cristo, y los apóstoles y de la primitiva
comunidad apostólica.
Empezamos por hallar no identidad, sino una primera dife­
rencia radical entre el Cristianismo y el Comunismo en el modo
de llegar a sus respectivos tipos de vida individual, política y eco­
nómica.
El Cristianismo invoca deberes humanos universales para lo
universal; para la Humanidad. El Comunismo exige derechos uni-
versales para lo parcial; para la “ clase” .
Para el Cristianismo, el bien individual, político y económico
posible —no hay ni esquema definido— es una consecuencia de la
previa perfección moral voluntaria del individuo. Para el Comu­
nismo, la perfección moral del individuo es independiente de sí
mismo; es una consecuencia del bien económico, del Comunismo.
En síntesis, para el Cristianismo, la moral del hombre, su amor
al prójimo, es lo determinante de lo político y económico; para el
Comunismo, lo económico es determinante de lo moral, del amor
del hombre al prójimo, y de lo político. En una sola frase: Para
el Cristianismo, el amor es el motor de la Historia; para el Co­
munismo, es el odio, la lucha: «Toda la Historia de la sociedad
es la historia de la lucha de clases.» (64)
Establecida la diferencia sustancial y radical, no seguiremos
las líneas históricas divergentes de Cristianismo y Comunismo, que
sería transformar este capítulo en la Historia.
De momento ha de bastar a los lectores con las oposiciones ra­
dicales ya expuestas, determinantes de toda la oposición históri­
ca entre Cristianismo y Comunismo; y bastará con tenerlas pre­
sentes al meditar en el problema de su despliegue y trascendencia.
Bien a mi pesar he de abreviar. Es mucho, muchísimo, cuanto
podría y debería decir para oponerme a esa enorme aberración
del comunismo “ cristiano” , cuyos estragos resultan ser cada día
más tremendos.
Muchos creerán que ese comunismo “cristiano” ha surgido fla­
mante y nuevo en la época contemporánea como un subproducto
del contagio provocado por la existencia, triunfo y apogeo del Im
perio Comunista, novísimo fenómeno en la Historia de la Cris­
tiandad.
Nada más erróneo.
La Historia de la Filosofía y de la Herejía delatan al comu­
nismo “ cristiano” con un clarísimo nombre: Ebionismo, de la
palabra hebrea ebionim, pobre.
(64) [(. Marx y F. Engels: Manifiesto Comunista.
Los ebionistas también son conocidos luego como nazarenos y
judaizantes...
Su doctrina tcosófica era emanatista; la “ emanación de loa se­
res «le Dios, de los cu a le s , Jesús, Mesías, pero no Dios, era el
más alto de los emanados” . Están inspirados por la doctrina kaba-
lista-esenia, adaptada por Simón Mago, que trasciende luego cn
todo el Gnosticismo herético, hasta llegar a nuestros tiempos con
Hegel y su areconocimiento de la filiación divina de todos los hom­
bres, que Cristo solamente conoció por vez primera», aconsideran-
do la Religión cristiana sólo como la autoconciencia perfecta de
Dios en el hombre» (65).
Este panteísmo — identidad, por emanación, de Dios y hom­
bre— es un comunismo íísico-metafísico, el cual, como deduce
Scheler, es “ punto de partida de todo falso comunismo socioló­
gico ... consecuencia esencialmente necesaria del erróneo punto
de partida panteísta” (66).
Nada nuevo bujo el sol, pues el Marxismo es Hegelianismo, al
cual se ha suprimido su En-xoph, digo, su Idea-dios, sustituyéndolo
por la Materia-dios, dotada de los mismos atributos.
Propugnaban los Ebionistas la expropiación y la comunidad de
bienes como condición para poder pertenecer a la Iglesia cris­
tiana. Y, además de tal Cristianismo de clase, de clase ebionim,
pobre, proletario; lo querían también racista, ju dío; de ahí que
sean apodados judaizantes y nazarenos.
Si vertemos al lengua je popularizado en la hora presente la
definición de esta primera secta judía, deberíamos decir:
Que negando la divinidad de Cristo y proclamando a los seres
emanados de Dios, eran panteístas deterministas.
Y que la expropiación y comunidad de bienes los califica d*t
comunistas. Y que su título de “ pobres” es sinónimo de “ prole­
tarios” , como luego los llamaría su hermano de raza, Marx.
Así, el Kbionisino, primera versión del panteísmo poscristiano
dentro de. la Iglesia — adviértase— tiene como fin transformar al
Cristianismo en una religión de clase... la misma empresa que, más
o menos vergonzantemente, tiene hoy el comunismo “ cristiano” ...
(60) Max Rchuler: De lo E terno en el hombre, pág. 228.
(66) Max Scheler: De lo E terno en el hombre, pájj. 228.
Una religión de claae quieren los comunista* “ crUtiaaótf' i
decir, transformar la Religión de Cristo, R e lia n de Amor en
religión de lucha, de lucha de claiei; en religión de odio. *
¿Qué otra cosa ch el Marxismo? El Marxismo, como lo vemos
hoy prácticamente en el bolchevismo, es una “ religión de clase” ;
la divinización do una clase, la del pobre, el proletario; clase co*
mo Dios, máH que Dioir, sobre el bien y el mal, sobre toda moral,
ya que hóIo «es moral —como proclamaran Lenin y Trotsky—
cuanto favorece el triunfo de la Revolución, el triunfo del prole­
tariado.»
Unicamente ya destacar que la primera aparición del panteís­
mo (comunismo metafísico) en el seno de la Iglesia Cristiana, en
los primeros años d e hu existencia, la hace unido al panteísmo eco­
nómico (comunismo)... y que quicnen dirigen la secta herética
mui judíos, juduizantes...

¿Cuántas veces durante veinte siglos acaecerá igual?...


Más o menos explícita, más o menos radicalmente no ha exis­
tido .solución de continuidad.
101 Comunismo late y muchas veces brota, como con Carpócra-
tes, Plotino y Mani, en todo el Gnosticismo de los primeros siglos.
So derrama y extiende con los paulicianos, bogomiles, cátha-
ros, putorines, albigenses, husitas, anabaptistas...
Con el Protestantismo cobrará nuevas e inextinguibles fuerzas
el comunismo : campesinos, niveladores, la Nueva Israel del judío
Juan Bokclsen (a) Ley den, el Rosa*crucismo, Camponella, An-
dreao...
Hasta llegar, por este último, a la Masonería contemporánea,
cuyo lema Igualdad es el Comunismo, su realidad.
So diría que cuando la «evolución Irina y Uno — religioBa, po­
lítica, HOcial— está logrnndo bu plenitud, intenta una vez ma-,
y Ion todas hiih fuerzas, lo intrntudo por primera vez por < ^ w
niamo: hacer del OiMiunix/no unu religión de clase; una religión
.le l.Mha, ,1.. odio.... hacer del Crútiani.mo el An.icn»tianiemo.
l’orqur, consciente o ¡ncon,.c¡enterneitte, decir que el verdades
*>i«Iiimi<nio «» el Anarquismo, en mu: proclamar Ointianumo
Anl ¡cristianismo.
Lo sepan o no, lo quieran o no, estos “ comunistillas de sacris­
tía” . que así lo proclaman, el “ Comunismo Libertario” , llamado
Anarquismo, es aquel mismo comunismo que hizo presa en la Igle­
sia primitiva con el nombre de Ebionismo...
El Ebionismo fue insertado en la Iglesia apostólica por el Esc-
nismo kabalista, por los que a sí mismos se llamaban «los Pobres”
—ebionim— , pretendiendo hacer del Cristianismo un apéndice del
Esenismo; un movimiento político-clasista-racista judío, oponién­
dose a la Catolicidad de la Iglesia; conquistando un reino en este
mundo; haciendo que fuese obedecida, no por amor y libre vo­
luntad. sino por el terror de zelotes y sicarios y el Poder absoluto
de la Iglesia-Estado. El Poder absoluto de un Cesaro-Papismo co­
munista. Claro es, un Cesaro-Papismo comunista regido por un
Mesías judío...
Nada nuevo bajo el sol. Al cabo de veinte siglos, a través del
kabalismo y el Gnosticismo, del neo-platonismo y del masonis-
mo, vuelve aquel Esenio-Ebionismo, aquel Comunismo, del pri­
mer siglo de la Era a tratar de insertarse en la Iglesia para infestar­
la, aliándose los clásicos enemigos de Cristo, de los que proceden
6U8 jefes intelectual, moral y hasta racialmente, judíos kabalislas
y masones, llamándose a sí mismos, como el Ebionismo y toda
herejía ulterior, verdadero Cristianismo.
Ahí está toda la Historia de la Iglesia. Ninguno de sus gran­
des enemigos, que fueron siempre los salidos de su propio seno,
negó sus verdades ni la > atacó de frente. Las verdades del Cristia­
nismo son inatacables. Y, por eso, los grandes heresiarcas, de Si­
món a Lutero, pasando por Nicolás, Valentín, Nestorio, Arrio y
tantos más, siempre proclamaron que sólo pretendían purificar,
perfeccionar, depurar o sublimar el Cristianismo...
Si, como su Dios y Fundador, Cristo, el Cristianismo es Cari­
dad, Amor divino, es ahí, en esa su esencia radical, donde los gran­
des enemigos de la Cristiandad pretenderán realizar su purifica­
ción, perfección, depuración o sublimación, para que nuestra Re­
ligión sea el verdadero Cristianismo...
Si el verdadero Cristianismo es, como su Dios, Caridad, ar­
güirán, el auténtico es aquel donde la Caridad es total, universal
y necesaria; donde ningún cristiano es capaz de no vivir la Ca
ridad Com o sucedería ei la Cristiandad viviera en Comunismo-
luego el Comunismo es el verdadero Cristianismo... ’
Seamos francos y sinceros. ¿Cuántos hoy, creyéndose los ver-
daderos cristianos “ razonan” así o por lo menos así sienten?... Ese
razonar o ese sentir ha de ser muy general hoy en la Cristiandad,
porque, si hemos de pensar en determinantes honestas, tal razonar
o sentir únicamente pueden arrastrar a ese “ comunismo cristia-
no” profesado más o menos confusamente, más o menos profunda
o explícitamente, por tantos y tantos cristianos, que creyéndose
impulsados por la Caridad, están en plena demogagia comunista.
Excluyo, naturalmente, al comunista disfrazado de cristiano,
espía y traidor en ejercicio, insertado en la comunión católica para
corromper y aberrar sus sentimientos humanitarios y caritativos
transmutándolos en odio comunista. Ya diré de ellos.
Me refiero aquí solamente a cuantos razonan, sienten o pre­
sienten, como he dicho ya, que el “ verdadero Cristianismo es aquel
donde la Caridad es total, universal y necesaria; donde ningún
cristiano es capaz de no vivir la Caridad... Como sucedería si la
Cristiandad viviera en Comunismo. Y que, por tanto, el Comunis­
mo es el verdadero Cristianismo'” .
Formulada o no con tal rigor dialéctico, sentida o presentida
consciente o inconscientemente, ahí está la primera y profunda
razón determinante del gran fenómeno del instante, conocido con
el nombre y adjetivo de “ comunismo cristiano y sus demás deri­
vados, demo-“ cristianismo” , social-“ cristianismo , etc., etc.
La gran verdad del Cristianismo es la Caridad; contra nin-
guna gran verdad, y menos que contra ninguna contra esa de la
más alta y divina categoría, puede nadie luchar sentimental ni ra­
cionalmente. Sólo un recurso humano liay, diríase satánico, para
ir contra ella : su aberración.
Es aberrar totalmente una cosa privarla de su esencia, de su
causa y su fin. Y tal aberración es el fenómeno llamado comu-
nismo cristiano” .
Veamos. Con motivo y razón de ser tantos los cristianos ca­
rentes de Caridad, o con Caridad insuficiente, nos proponen un
“ Estado Cristiano” donde la Caridad sea total, universal y nece­
saria; donde ningún cristiano sea capaz de no vivir la Caridad...
¿Cómo? Haciendo la Caridad obligatoria... Haciendo todo de
todos. Haciendo vivir en Comunismo... que es la pancaridad; que
es el Pancristianismo...
Tal pancaridad, tal Pancristianismo, no se instaurará instantá­
nea ni evolutivamente por aclamación y voluntariamente. La ha
de instaurar la coacción y la coacción lo ha de mantener. No diré
si democrática o terrorista, pero coacción ha de haber... Más aún,
tal pancaridad, tal Pancristianismo, ha de investir a su Estado con
la Autoridad de Am o; con la del propietario total y universal,
porque sólo el Estado-amo totalitario podrá ejercer esa pancari-
dad, ese Pancristianismo perfecto de dar a cada uno según sus ne­
cesidades... y, para ello, exigir de cada uno según sus posibilidades.
Perfecto, ¿no?...
Pues he ahí, lectores, consumada la total aberración de la Ca­
ridad y, por tanto, la del Cristianismo.
Aberración, he dicho, es privar a una cosa de su esencia.
Caridad es... Amor. Tal es su etimología. Específicamente:
Amor de Dios. El dar y darse lo llaman impropiamente caridad;
el dar y darse, no es caridad, es efecto y prueba de caridad; efec­
to y prueba de amor.
En esa pancaridad, en ese Pancristianismo, no existe ya la Ca­
ridad, no existe el Amor; porque se ha matado la libertad, y no
hay amor sin libertad.
Y como no hay libertad, necesariamente, fatalmente, ha de
surgir el Pantirano, el Estado-Amo de todos los bienes, privando a
todos los hombres del último reducto de su libertad, la propiedad.
A todos, menos al Hombre de Estado y a sus estadistas, amos rea­
les de todos y de todo.
i Y en qué grado!... ¡En grado totalitario!...
Y tanto, ya que podrán “ exigir de cada uno según él o ellos esti­
men su capacidad y podrán darle a cada uno según él o ellos esti­
men su necesidad” .
¿\ no es esa misma la potestad del hombre sobre sus bestias de
trabajo?...
¿No exige el amo de su mulo según él estima su capacidad y „o
le da según estima su necesidad?... pocwaa y no
Sin duda, es verdades Cristianismo el someter a la Hnm. •
dad al mismo régimen impuesto por los hombres a sos bestia
de carga... "
En las aberraciones, como en los sofismas, sólo se mide toda
su monstruosidad y su mentira llevándolas a las últimas conse-
cuencias.
Y así lo hemos visto, llevando a sus últimas consecuencias la
aberración del “ comunismo cristiano” .
* ❖ *
Acaso, dentro de la proporcionalidad dada de mi libro, se an­
toje desmedido el esfuerzo y espacio dedicado al fenómeno del
comunismo cristiano” ; sobre todo, habida cuenta de ser Espa­
ña, como reconozco, el país cristiano más inmune a tal aberra­
ción.
No estimo excesivo el esfuerzo ni el espacio dedicado al tema.
Debo alegar como decisiva justificación que la aberración del “co­
munismo cristiano” pervierte lo más esencial del Cristianismo; a
pretexto de una pancaridad, mata la Caridad, que es el Amor a
Dios y, por Dios, a los hombres; sustituyendo el Amor en la so­
ciedad por la Tiranía totalitaria, sólo posible en el Estado-Amo
de todo y de todo 9, en el Régimen Comunista; el régimen para las
bestias.
N o ; no es demasiado, ni siquiera bastante, lo ya dicho. Afor­
tunadamente, no escucho con frecuencia el estallido demagógico
cn boca 9 de católicos españoles. Sólo rara vez el contagio marxista
inadvertido, la envidia al rico, el resentimiento contra quienes go­
zan y se divierten, o el mero afán de alardear de compasión y a
al pobre, provoca el vómito de los apostrofes preñados de incons­
ciente odio marxista.
No diré a quién y tampoco dónde,... m« be aqu. lo que le dije
por escrito y firmando a quien profirió esto.
«Ante el espectáculo de la Gran Vía, no se como los pobres
no se rebelan; si yo lo fuera, me rebelaría.»
«Respetable y Reverendo Señor mío:
“ Estado Cristiano” donde la Caridad sea total, universal y nece­
saria; donde ningún cristiano sea capaz de no vivir la Caridad...
¿Cómo? Haciendo la Caridad obligatoria... Haciendo todo de
todos. Haciendo vivir en Comunismo... que es la pancaridad; que
es el Pancristianismo...
Tal pancaridad, tal Pancristianismo, no se instaurará instantá­
nea ni evolutivamente por aclamación y voluntariamente. La ha
de instaurar la coacción y la coacción lo ha de mantener. No diré
si democrática o terrorista, pero coacción ha de haber... Más aún,
tal pancaridad, tal Pancristianismo, ha de investir a su Estado con
la Autoridad de Am o; con la del propietario total y universal,
porque sólo el Estado-amo totalitario podrá ejercer esa pancari-
dad, ese Pancristianismo perfecto de dar a cada uno según sus ne­
cesidades... y, para ello, exigir de cada uno según sus posibilidades.
Perfecto, ¿no?...
Pues he ahí, lectores, consumada la total aberración de la Ca­
ridad y, por tanto, la del Cristianismo.
Aberración, he dicho, es privar a una cosa de su esencia.
Caridad es... Amor. Tal es su etimología. Específicamente:
Amor de Dios. El dar, y darse lo llaman impropiamente caridad;
el dar y darse, no es caridad, es efecto y prueba de caridad; efec­
to y prueba de amor.
En esa pancaridad, en ese Pancristianismo, no existe ya la Ca­
ridad, no existe el Amor; porque se ha matado la libertad, y no
hay amor sin libertad.
Y como no hay libertad, necesariamente, fatalmente, ha de
surgir el Pantirano, el Estado-Amo de todos los bienes, privando a
todos los hombres del último reducto de su libertad, la propiedad.
A todos, menos al Hombre de Estado y a sus estadistas, amos rea­
les de todos y de todo.
¡Y en qué grado!... ¡En grado totalitario!...
Y tanto, ya que podrán “ exigir de cada uno según él o ellos esti­
men su capacidad y podrán darle a cada uno según él o ellos esti­
men su necesidad” .
no es esa misma la potestad del hombre sobre sus bestias de
trabajo?...
¿No exige el amo de su mulo según él estima su capacidad y no
le da según estima su necesidad?... Paulad y no
Sin duda, es verdadero Cristianismo el someter a la Humani-
dad al mismo regimen impuesto por los hombres a sus bestias
rf#» carga.
de carera " w u"

En las aberraciones, como en los sofismas, sólo se mide toda


su monstruosidad y su mentira llevándolas a las últimas eonse-
ncias.
cuencias.
Y así lo hemos visto, llevando a sus últimas consecuencias la
aberración del “ comunismo cristiano?’.
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Acaso, dentro de la proporcionalidad dada de mi libro, se an­


toje desmedido el esfuerzo y espacio dedicado al fenómeno del
“ comunismo cristiano” ; sobre todo, habida cuenta de ser Espa­
ña, como reconozco, el país cristiano más inmune a tal aberra­
ción.
No estimo excesivo el esfuerzo ni el espacio dedicado al tema.
Debo alegar como decisiva justificación que la aberración del “co­
munismo cristiano” pervierte lo más esencial del Cristianismo; a
pretexto de una pancaridad, mata la Caridad, que es el Amor a
Dios y, por Dios, a los hombres; sustituyendo el Amor en la so­
ciedad por la Tiranía totalitaria, sólo posible en el Estado-Amo
de todo y de todos, en el Régimen Comunista; el régimen para las
bestias.
N o; no es demasiado, ni siquiera bastante, lo ya dicho. Afor­
tunadamente, no escucho con frecuencia el estallido demagógico
en bocas de católicos españoles. Sólo rara vez el contagio marxista
inadvertido, la envidia al rico, el resentimiento contra quienes go­
zan y se divierten, o el mero afán de alardear de compasión y am
al pobre, provoca ol vómito de los apostrofes preñados de
ciente odio marxista. ...
No diré a quién y tampoco d ó n d e . mas he aquí lo que le dije
por escrito y firmando a quien profirió esto. ^
«Ante el espectáculo de la Gran Vía, no se como lo» pobre,
no se rebelan; si yo lo fuera, me rebelaría..
«Respetable y Reverendo Señor mío:
»Si yo, Comisario de Policía, escuchase a un orador decir eo
un discurso que ante el espectáculo de la Gran Vía madrileña no
sabía cómo los pobres no se rebelaban y que él se rebelaría, co­
mo su Reverencia ha dicho al finalizar su sermón, en la misa de
dos el día de hoy, créame, Reverendísimo Párroco, a tal orador
lo maniataría para ponerlo a disposición del Juez competente por
estimar que había cometido el delito de “ excitación a la rebelión” .
»Y yo, que le oigo casi todos los días festivos, no puedo creer
que la explosión demagoga-marxista de su sermón de hoy ha sido
una licencia verbal de orador. Hace tiempo que llevo percibien­
do escapes deinagogo-marxistas en sus sermones; claro es, má9
contenidos, así como escapes que alivian la presión de su rencor,
resentimiento y odio contra el rico... ¿rebelarse usted, Reverendí­
simo Señor?.. ¿Y esto puede decirse ante la presencia real de
Cristo, nuestro Dios, que es Amor, en la más alta categoría de nues­
tra humana comprensión?
s Naturalmente, no le hablo en Ley, ni siquiera en patriota y
antimarxista. Le hablo en cristiano y feligrés. Y debo preguntarle,
no si sabe qué delito ha cometido, sino si tiene conciencia de la
herejía contenida en su explosión, que yo he calificado de mar-
xista. Sin duda, no tiene ni conciencia ni ciencia sobre la natu­
raleza de su frase; acaso, porque la pasión le lia hecho aceptar
como ética y hábito, sin juicio previo, eso como axiomático. Y ello
sería lo más grave; porque sin conciencia ni ciencia del error, di­
fícilmente puede llegar el arrepentimiento y la rectificación.
»Creo un deber decirle que su excitación a la rebelión, además
de ser un delito civil, es proclamar que la situación económica de­
termina categóricamente los actos de los hombres; hasta del hom­
bre-sacerdote, en el caso, su Reverencia, que si fuera un pobre 6e
rebelaría ..
dProclamar que lo económico es la determinante de las accio­
nes de los hombres, fíjese, Reverendo Padre, es nada menos que
la herejía base del Marxismo, la más grosera de todo el Materia-
lismo-PantcÍ9mo.
» Aceptada esa herejía-base, ya no es refutable absolutamente
ninguna de las consecuencias extraídas por Marx, y su determinis-
mo economico fatalista, excluye libre albedrío y Providencia- y
sin libertad, no hay hombre; y, sin Providencia, no hay Dios ’
»No seguiré la refutación filosófica de Marx; creo que a su
cultura teológica deberá bastarle con esa básica y clara incitación.
«¿Realmente, Reverendo Párroco, supone usted que la rebe
lión es motivada por la mala situación económica del rebelado?..
Para Riazanov, Director del Instituto Marx-Engels de Moscú; Hei
ne; Marx, Boerne y Lassalle fueron los hombres decisivos y prime
ros en la creación y jefatura del Comunismo. Y lleva razón Riaza
nov, pues así está históricamente probado. Pues bien; Heine eg
sobrino de un acaudalado banquero hamburgués, que lo tiene to­
da su vida pensionado, e íntimo de los hermanos Rothschild, que
lo financiaban; Marx, hijo de un burgués acaudalado, casado con
una aristócrata y financiado por el millonario Engels; Boerne,
hijo de un rico banquero; Lassalle, hijo de rica familia y famoso
abogado. En Anarquismo, Kropotkin, príncipe; Tolstoy, conde;
Bakunin, militar y noble; Herzen, riquísimo... ¿Pasamos a otros
más actuales? Lenin, hijo de alto funcionario; él con estudios
unversitarios y abogados; Trotsky, Kameney y Zinoviev, de fa­
milias ricas; Stalin, de familia humilde, pero con un tío digni­
dad catedralicia que le da estudios; Malenkov, hijo de alto fun­
cionario o jefe militar, pues oculta su ascendencia por ser de ele­
vada posición...
»Yo, antimarxista y antirrevolucionario desde hace treinta y
tres años, guardé ovejas de niño, segué, cogí aceituna, no pude
sufragarme con mi propio trabajo más que las matrículas de maes­
tro elemental y fui soldado de segunda tres años en Africa por no
poder pagar cuota ni sustituto... y si llegué a ser policía, fué p
no costarme, más que 150 pesetas y cuarenta y cinco
tudio...
»Si la situación económica determina el que sea revoluciona
rio y rebelarse, ¿qué tendría yo que ser y qué hu iera yo te

a r i l l o más, Reverendo Padre; recuerde el ^


ral republicano... ¿No es verdad que la mayoría dé los parid
revolucionarios era obtenida en las ciudades y reg.one, de ma,
altos jornales?. ¿No es verdad que el mapa de nuestra guerra
de Liberación demostraba que los marxistas triunfaron en las ciu­
dades y territorios de más altos jornales y, por el contrario, el Mo­
vimiento anticomunista triunfó y reclutó sus fuerzas voluntarias
en las ciudades y territorios de jornales más bajos?. .
sSin duda, esas dos realidades españolas tan evidentes e inmen­
sas prueban su tesis, Reverendo Párroco; sólo que a la inversa.
»Permítame decirle, Reverendísimo Señor, después de haber
vivido treinta y tres años combatiendo al Comunismo y los mis­
mos dedicado a estudiarlo — 12 libros escritos y unos miles consul­
tados o leídos, así como un gran volumen de Prensa y documen­
tación— , que la Revolución de ningún modo es un hecho determi­
nado por factores económicos; no es un hecho ni siquiera de ra­
zón ; es un hecho de pasión y de organización.
»Es un error inmenso, que procede del contagio marxista in­
consciente, padecido por inmensos sectores que se suponen a sí
mismos antimarxistas; pero que, a su pesar, sin saberlo y sin que­
rerlo, son hoy los más eficaces propagadores del Comunismo y los
provocadores más eficientes de la Rebelión de las masas. La Re­
volución comunista no se vence, ni aminora, ni retrasa, con cari­
dad, ‘‘justicia social” ni bienestar popular. Esa amenaza escucha­
da por mí tantas veces, favorita de muchos oradores sagrados,
cuando le dicen a su auditorio que si no dan, los pobres los barre­
rán, es una pura falsedad. Es una falsedad forjada en mentalida­
des materialistas; en mentalidades que creen al hombre determi­
nado económicamente en sus acciones trascendentales... y, casi
siempre, también forjada por el miedo.
»La Revolución, la Rebelión, ya lo he dicho, es un acto pasio­
nal ; exactamente, una consecuencia de la pasión de dominio del
hombre, previamente privado de Dios y Patria; pasión de domi­
nio en grado satánico en los más altos dirigentes, que por ella lle­
gan a su autodeificación panteísta-kabalista .. En fin, creo que a
un sacerdote se lo podré decir sin “ escandalizarlo» ; la Revolución
comunista es el Anticrifctianismo; el revolucionario, cada uno en su
grado, es un prototipo de Anticristo, prototipo más o menos per­
fecto del Arquetipo anunciado, del Anticristo J „
verenda debe saber quién es él. ’ ,ae!*ra Re-

»Y al Anticristo y a sus prototipos, no sólo no lo, «pUca la


candad ni la just.ca social, sino que los exaspera; porqoe son
enemigos de todo bien; por serlo del Bien Supremo, Dios ¿ „0?
“ ¿Que yo soy contrario a la caridad?... ¿Que yo la creo inefi­
caz, ya sea individual o jurídica?... No lo creo, Reverendo Padre,
capaz de llegar a esa deducción sofística.
»La candad, en efecto, no es eficaz si es practicada como medio
de aminorar o anular la determinante económica de la Rebelión,
la pobreza; porque la Rebelión no tiene jtal determinante.
»La caridad es eficaz místicamente, religiosamente; por 6er el
medio mas excelente para merecer de Dios la Gracia extraordi-
naria, sobre la suficiente, que a todos da El: al pobre, al comu­
nista revolucionario también, como su ReveJrencia debe saber
perfectamente.
»Esa es, a mi ver, la razón única para solicitar la caridad de
los creyentes, pues el resto de las razones auténticas, .tan sólo son
derivaciones y consecuencias suyas. No hay razón terrena, egoísta
ni racional siquiera para demandar la caridad. Sólo existe la me-
tarrazón del Am or; del Amor de Dios.
»Todas las “ razones de moda” , amenazas, explotación del mie­
do, justicia, etc., etc., son variaciones da le demagogia marxista,
que sin salir de la cátedra sagrada jamás penetraría el recinto de
las conciencias cristianas, reducto inviolable para el propagan­
dista marxista.
»En fin; toda esa demagogia marxista sólo tiene como efecto
contagiar a las gentes católicas, por católicas, inmunizadas contra
el Marxismo. Y, además, justificar en el marxista, si justificación
necesitara, su pasión de rebelde y revolucionario.
„La Providencia, sin duda, quiso dar un temprano ejemplo a
lo , sacerdotes en el mismo amanecer revolucionario del Comu-
nismo...
¡E n Rusia no habían sido capaces los jefes anarquistas ni co­
munistas de llevar al proletariado industrial a una manifestación
política hasta el año 1905. Pero había un cura que trabajaba por
la “ justicia” social, y había conseguido formar importantes socie­
dades obreras, incluso con el beneplácito y apoyo de las autori-
dades zaristas; pero, ingenuo, torpe, demagogo, aceptó extrañas
colaboraciones de hombres que también decían perseguir la “ jus­
ticia social” para los obreros. Lo que jamás habían logrado los cons­
piradores ni los grandes revolucionarios, lo consiguió el pope Ga-
pón. El sacó a la calle a los obreros, y desobedeciendo a las auto­
ridades, llevó a la gran mayoría de ios proletarios de San Peters-
burgo en manifestación hacia el Palacio de Invierno para hacerse
escuchar por el Zar. Bien es verdad que para conseguir movilizar­
los hubo de alzar al frente de la manifestación venerados iconos
y grandes retratos del mismo Zar, e ir en persona el sacerdote re­
vestido con sus hábitos a la cabeza de los manifestantes... A su
lado marchaban aquellos “ altruistas” que se le unieron, ambicio­
sos de “ justicia social” para los obreros... Uno de ellos era el in­
geniero judío Rutenberg.
»Una provocación a los cosacos que guardaban el puente; un
primer disparo que nadie sabe de dónde parte. Descargas cerra­
das. Mortandad... Se ha roto el respeto y la veneración de los obre­
ros a su Zar, que será declarado único culpable por la propagan­
da revolucionaria..., el pope Gapón huirá y entrará en relación
con Lenin. Amnistiado regresará a Rusia e intentará volver a orga­
nizar a los obreros y dirigirlos con moderación.
»Para los revolucionarios había ya cumplido el pope Gapón
su misión: provocar el odio proletario contra el Z a r; cuanto hi­
ciera ya sería perjudicial para la Revolución...
»Y aquel mismo Rutenberg, que estuvo al lado de Gapón en
la manifestación del “ domingo sangriento” , lo citó para una re­
unión en una casa de campo; y con otros “ camaradas” ahorcó al
sacerdote.
»Y allí quedó el pope Gapón, el primer eclesiástico metido a
justiciero social” , colgado de una percha por el cuello..., yo creo
que para enseñanza y escarmiento providencial de futuros sacerdo­
tes demagogos.
»He creído un deber de cristiano y español decirlo. Y dicho
está.
»Que sea para el mejor servicio de Dios y de mi Patria.
«Respetuosamente, beso la mano a mi Reverendo Párroco.»

Mauricio Carlavilla
EL SACERDOTE GAPON, PRECURSOR DEL SO
CIALISMO “CRISTIANO”

Al final de la carta precedente, yo evoco la figura del sacerdote


ruso Jorge Gapón y su siniestro y decisivo papel revolucionario y
su trágigrotesto fin.
La brevedad obligada de la evocación —dada la invencible re­
pugnancia de los más para estudiar la Revolución— me impone
dedicar una9 líneas al ahorcado pope, dada la tremenda ejempla­
rizad de su “ caso” .
Es el sacerdote Gapón el auténtico precursor, no de la acción
social cristiana, sino de lo llamado ahora socialismo “cristiano” v
comunismo “ cristiano” , ya definido y refutado en este capítulo.
Precursor, digo, del social-comunisnVo “ cristiano” , aberración
<bionista-marxista, consciente o inconscientemente, y siempre ob­
jetiva y efectivamente, mediata o inmediatamente, revolucionario...,
peligrosísmo prácticamente, porque, gracias a titularse “cristiano ,
sólo él es capaz de inocular las larvas del odio de clases y de la
lucha de clases en la masa cristiana, en la cual jamás soñó el
Marxismo inocularlas por sí mismo.
He calificado el caso del sacerdote Gapón de ejemplar. Veá-
nioslo.
Gapón, con la simpatía y el apoyo gubernamental, funda, di­
rige y desarrolla sindicatos obreros. En determinado momento,
«8 el dirigente máximo del sindicalismo en San Petersburgo.
ANTI-E8PAÑA 1 9 5 9 .— 23 .
Un día (diciembre de 1904) fueron despedidos en la fábrica
Putilov cuatro obreros. Recordemos que la fábrica era la ma­
yor de material de guerra y que la guerra ruso-japonesa estaba en
su apogeo, con desventaja para Rusia.
Gapón y los dirigentes de sus sindicatos declaran la huelga,
que es secundada por los 13.000 obreros de la fábrica Pulilov. Pi­
den la readmisión de los cuatro despedidos y, a la vez, reivindica-
ciones, comprendidas en nueve puntos, entre los que se cuentan:
“ 1) El precio de los trabajos contratados debe ser fijado no
por la decisión arbitraria de los contramaestres, sino por acuerdo
mutuo entre la Administración y los delegados de los obreros.
” 2) Creación en la fábrica de una Comisión permanente
compuesta de representantes de la Administración y de los obre­
ros para el examen de todas las quejas; nadie podrá ser despedido
sin la conformidad de dicha Comisión.
” 5) Abolición de las horas extraordinarias, con exclusión de
los casos de acuerdo voluntario, y, entonces, retribución doble.
” 8) Ninguno de los huelguistas ha de ser objeto de represa­
lias.
” 9) Pago de los jornales correspondientes a lo6 días de huel­
ga.” (1)
Recordemos de nuevo que la nación está en guerra.
Gapón lo sabe muy bien, pues él dice :
“ Decidimos que si en el término de dos días no eran satisfechas
nuestras peticiones, extenderíamos la huelga a la fábrica franco-
rusa de construcción de barcos y a la Semiánikov, en las cuales
trabajaban 14.000 obreros. Escogí esas dos fábricas porque sabía
que precisamente en aquellos momentos estaban cumplimentando
pedidos extraordinariamente importantes de la guerra.” (2) y (3).

(1) Gapón: M em orias, pág. 142. Ed. Cénit. 1931. Madrid.


(2) La fábrica de Semiánikof abandonó el trabajo el 6; el 7 secundó
e. movimiento la manufactura de goma. Según el cálculo aproximado de
i ,P0^cía’ 4 de enero se hallaban en huelga cerca de 15.000 obreros;
i o ^asta 26.000; el 7, 375 establecimientos, con 105.000 obreros;
Y i » con 111*000. Después de los sucesos del 9 de enero, se hallaban
en huelga 625 establecimientos, con 125.000 obreros ( N o ta extractada de
la edición rusa, por Andrés Nin.)
(3) Gapón: M em orias, pág. 144.
Como vemos, Gapón sabe hacer chantaje aprovechando que la
nación esta en guerra.
Decide la huelga general; previa “ invitación a los cabecillas del
partido revolucionario a unirse a nosotros” y apoyar la huelga,
pues comprendía que en aquel momento toda ayuda, viniera di
donde viniera, era buena. Cuando los revolucionarios vinieron al
mitin, en un principio los obreros les acogieron poco amistosamen­
te ; pero yo procuré que reinara un ambiente de armonía” (4).
Gapón —o sus manejadores— saben muy bien la trascendencia
de la manifestación que intentan; porque en la carta dirigida por
él al Zar, como de potencia a potencia, le dice:
«Señor : temo que tus ministros no te digan toda la verdad sobre
la situación presente en la capital. Es preciso que sepas que los obre­
ros de San Petersburgo, que tienen confianza en ti, han tomado la
decisión irrevocable de presentarse mañana, a las dos de la tarde,
en el Palacio de Invierno, para exponerte sus necesidades y las de
todo el pueblo ruso.
«Si vacilas, 9Í no te presentas al pueblo y se vierte sangre ino­
cente, se romperá el lazo moral que hasta ahora ha existido entre
tú y tu pueblo, y desaparecerá para siempre la confianza que éste
tiene en ti.
«Preséntate mañana con el corazón animoso ante tu pueblo y
acepta con el alma abierta nuestra humilde petición.
«Yo, representante de los obreros, y mis valerosos compañeros,
garantizamos con nuestra propia vida la inviolabilidad de tu per­
sona.—Padre G. Gapón.
«8 de enero de 1905» (5).
Adviértase la profecía, que se cumplirá:
“ Si vacilas, si no te presentas al pueblo y se vierte sangre ino­
cente, se romperá el lazo moral que hasta ahora ha existido entre
tú y tu pueblo, y desaparecerá para siempre la confianza que
tiene en ti” . , j
La manifestación empezó en la mañana del domingo 9 de enero.
«Las autoridades temían que el pueblo mtentara atacar el a .

(4) Gapón: M em orias , págs. 147-48.


(5) Gapón: Memorias, pág. 151.
señal. Según mis informes, todas las instrucciones partían del gran
duque Vladimiro, pero las órdenes se daban a nombre del príncipe
Vasulcliikov. La circulación de tranvías fué paralizada por doquier,
pero el movimiento de trineos y peatones no fué interrumpido.
aEn vista de todo esto, pensé que estaría bien dar un carácter
religioso a la manifestación y mandé inmediatamente a algunos obre­
ros a la iglesia más inmediata para que trajeran gonfalones e imá­
genes, pero se negaron a entregárselos. Entonces mandé a cien hom­
bres para que los tomaran por la fuerza, y pocos minutos después
los traían. Después di orden de que trajeran de nuestra sección
el retrato del Zar.
aPoco después de las diez nos pusimos en marcha desde la parte
sud-occidental de la ciudad hacia el centro, hacia el Palacio de In­
vierno. Era la primera manifestación que recorría las calles de Pe-
lersburgo para ir a pedir al Zar que reconociera el derecho del
pueblo.
«Una mujer, con el deseo, por lo visto, de que su hijo, un mu­
chacho de diecisiete años, pudiera ver al Zar, le dió un icono y lo
colocó en primera fila. En esa misma fila marchaban asimismo los
que llevaban el retrato del Zar en un gran marco; en la segunda
iban los que llevaban los gonfalones y las imágenes; en medio iba
yo. Nos seguía una multitud de cerca de veinte mil personas, hom­
bres, mujeres, viejos y jóvenes.
«— ¿Vamos a las puertas de la barriada de Narva directamente
o dando un rodeo?— se me preguntó.
«—Directamente; ¡ánim o!, ¡o la muerte o la libertad!, grité.
«Como contestación resonó un “ ¡hurra!” estruendoso.
«La manifestación avanzaba con el canto “ Señor, salva a tus
siervos y cuando llegaban a las palabras “ a nuestro emperador
Nikolai Alexandrovich” , los representantes de los partidos revolu­
cionarios la sustituían inoportunamente por las de “ salva a Georgui
Apolonovich” (6), y otros repetían “ la muerte o la libertad” .
«La manifestación avanzaba en filas compactas.
«En esta forma nos acercábamos a la puerta de Narva. La mul­
titud era cada vez más densa, los cantos más imponentes y toda la
escena iba tomando un carácter más dramático. Llegamos, final­
mente, a doscientos pasos de las tropas. Filas de Infantería nos
cerraban el camino; delante de ella estaba la Caballería, con los
sables desenvainados. ¿Era posible que nos atacaran? Vacilamos un
instante, pero nos pusimos nuevamente en marcha.
«Inesperadamente, un centenar de cosacos se arrojó sobre nos-
otros con los sables desenvainados.
«Cuando los cosacos cayeros sobre nosotros, resonó un grito de
horror. Las filas delanteras se dispersaron a derecha e izquierda y
los cosacos irrumpieron por el paso abierto, danto tajos a diestro
y siniestro. Vi cómo se levantaban los sables y cómo hombres, mu­
jeres y niños caían al suelo como segados por una hoz. Los gemi­
dos, las exclamaciones y las maldiciones llenaban el aire.
«Entretanto los cosacos, volviendo grupas, irrumpían en senti­
do contrario, dirigiéndose hacia la puerta de Narva, donde las filas
de Infantería les dejaron paso y se cerraron nuevamente. Sin em­
bargo, seguimos avanzando, a pesar de que las filas de bayonetas
que brillaban ante nuestros ojos no prometían nada bueno.
«Nos hallábamos a unos treinta pasos de los soldados; no nos
separaba de ellos más que el puente de Tarakanovka (considerado
romo In frontera de la ciudad), cuando de repente, sin ningún avi-
?o, resonó una descarga. Según me dijeron más tarde, dieron un
toque, pero los cantos nos impidieron oírlo» (7).
Terminemos el relato de Gapón :
«De la calle contigua se acercaron a nosotros algunos obreros,
y en mi salvador reconocí al ingeniero con quien me había visto
la noche anterior en la barriada de Narva. Sacándose unas tijeras
del bolsillo, me cortó el pelo, y los obreros se lo distribuyeron entre
sí. Uno de ellos me quitó la sotana y el sombrero y me dio su c a-
queta; pero resultó que estaba manchada de sangre. Dtonces ot
obrero se quitó su abrigo andrajoso y su sombrero e insistió para
que me los pusiera. Todo esto se hizo en dos o tres m‘nu
ingeniero me dnba prisa para que fuera con el a casa de uno de
sus amigos. Accedí (8)» (9).
(7) Gapón: Memorias pá.ers., 166 a 172. rjbe ]a conducta de éste
(8) Rutenberg:, el “ salvador de i P • Memorias cuenta que du-
bajo «n aspecto mucho menos heroico. En sus
¿Hubo provocación?... El mismo Gapón, interesado en cargar
la culpa sobre las autoridades, la confiesa. Su decisión y la de todos
los dirigentes era mezclarse con las tropas, arrollarlas y llegar a
Palacio. La carga de los cosacos, sin disparos, trató de impedirlo,
sin conseguirlo.
¿Hubo disparos provocadores, según afirmaron los militares?
Nunca se podrá demostrar si hubo disparos o no. Es un hecho
que Gapón iba rodeado de revolucionarios de acción. Ese ingeniero
de las fábricas Putilov, Petr Moisevich Rutenberg, ya era revolu­
cionario desde estudiante, compañero entonces del célebre terro­
rista Savirikov (10). Por la carta de Gapón vemos que se le conce­
día toda su gran trascendencia a la primera gran manifestación
obrera : romper el lazo moral entre el pueblo y el Zar y romper
para siempre la confianza que ponía en el monarca.
Y, sabiéndolo, aquellos terroristas que rodeaban a Gapón, ave­
zados a lanzar bombas, ¿tendrían escrúpulos para hacer unos dis­
paros, provocadores de la matanza, cuya sangre derribaría el gran
dique zarista antirrevolucionario?...
En el mismo año, la Revolución estuvo a punto de triunfar, y
ya se vió a Trotsky ser casi amo de San Petersburgo, como presi­
dente del Soviet revolucionario de la ciudad.
Sólo un inciso aquí. Dada la hipercrítica reinante para todo hc-

rante las descargas se echó de bruces junto con Gapón y miró a su alre­
dedor cuando cesó el fuego. “ A mi lado, hecho una pelita, yacía Gapón.
Le sacudí el brazo. De debajo del abrigo salió una cabeza con la mirada
extraviada.
“ —¿Está usted vivo, padre?
“ —Sí, ¡estoy vivo!
“ — ¿Vamos?
“ Arrastrándonos por el suelo, nos fuimos hacia el portal próximo. En
el patio, Gapón se puso el traje de uno de los obreros, Rutenberg le cortó
el pelo y le acompañó a casa de un amigo. “ Su conducta me molestaba
—dice—. Antes sólo había visto a Gapón, de sotana, hablando ante una
multitud que le adoraba- le había visto en la puerta de Narva apelando
a la muerte o a la libertad.
“ Así que salimos de la puerta de Narva, ese Gapón dejó de existir.
Con el pelo cortado, vestido con la ropa de otro, tenía en mi presencia a
un hombre entregado enteramente a mí, inquieto y desconcertado cuando
se hallaba en peligro, vanidoso y superficial mientras se consideraba se­
guro.” . (Nota de la edición rusa.)
(9) Gapón: Memorias, págs. 174-175.
(10) Boris Savinkov: Memorias de un terrorista, p. 198. (E¡d. Cénit.
Madrid, 1931.)
habida en el mundo. Hubo una Revolución Francesa, y en ella un
Luis XVI, que nunca permitió tirar contra los manifestantes a sus
soldados. ¿Y qué?... Al parecer, Luis XYI murió guillotinado.
Tampoco mandó disparar Nicolás H en febrero de 1917 contra los
manifestantes. ¿Y qué? Al parecer, fué asesinado con toda su fa­
milia. ..
Estúpido es históricamente asegurar lo que hubiera sucedido
en 1905 de no disparar la tropa en el puente de Narva; pero, por
los antecedentes y I09 subsiguientes históricos, cabe deducir que
la capitulación de Nicolás ante Gapón hubiera abreviado 6u vida
en doce años, y en otros doce se habría adelantado la Revolución...
Y nótese: no es deducción mía; es del mismo Gapón, que termina
sus MenDorias con e 9 ta 9 palabras:
«Por todo Jo expuesto, puedo decir con firmeza que la lucha
toca rápidamente a su fin, que Nicolás II se prepara la 6uerte de
uno de los reyes ingleses o del francés de tiempos no tan remotos,
y que los miembros de su dinastía que escapen a los horrores de la
Revolución, en un porvenir próximo, tendrán que buscar refugio
en Occidente» (11).
Y, hecho el inciso, acabemos con el “ caso” del sacerdote Gapón.
Objetiva y efectivamente, ya hemos visto, y la Historia lo re­
gistra, quién y qué fué el sacerdote Gapón para la Revolución
munista.
los soldadosy sabiendo que dispararían, poniéndose a pecho descu­
bierto en primera fila... para ser la primera víctima.
Esto parece increíble para cualquier cerebro sano...; pues, sé*
pase, fué la tesis de la gran prensa europea, naturalmente, capita­
lista y burguesa.
Es mucho más lógico y objetivo el mismo Lenin, aparte de es­
tar mejor documentado, pues trató a Gapón y hasta colaboró con él
revolucionariamente.
«¿Es el sacerdote Gapón un provocador?» — se pregunta Lenin
en un artículo (12)— ; y responde :
a... los periódicos extranjeros y los que particularmente nos es­
criben hacen resaltar la circunstancia de que la Policía dejase des­
arrollarse el movimiento huelguístico con toda libertad y sin em­
barazo alguno, apuntando que el Gobierno en general, y el prín­
cipe Vladimiro en particular, deseaban un ajuste sangriento de
cuentas en condiciones que no podían ser para ellos más propicias...
Los periódicos ingleses y la Prensa conservadora alemana coinciden
en imputar sin ambages al Gobierno — o sea al príncipe Vladimiro—
este plan. Y probablemente no van descaminados». (Lenin n)o pue­
de convertirse en defensor del Gobierno frente a la prensa inglesa
y la conservadora alemana.) «Sin embargo — añade Lenin— , la exis­
tencia de esos planes no excluye, ni mucho menos, la posibilidad
de que el sacerdote Gapón fuese un instrumento inconsciente de
ellos.
«Está fuera de toda duda la existencia de un movimiento libe­
ral, reformista, que abarca un determinado sector del joven clero
ruso. Este movimiento, que encuentra portavoces en las reuniones
de la sociedad filosófico-religiosa y en la literatura eclesiástica,
tiene incluso su especial denominación : se le ha llamado movimien­
to de la “ nueva ortodoxia*’ . No debe darse, pues, por absolutamente
descartada la posibilidad de que el sacerdote Gapón fuese un SO­
CIALISTA CRISTIANO sincero, empujado a la senda revolucio­
naria por la experiencia del Domingo Sangriento. Nosotros nos in­
clinamos a esta hipótesis, tanto más decididamente cuanto que las
cartas escritas por él después de la matanza del 9 (22) de enero, lia-
blando de que “ ya no tenemos Zar” fiu ,
,a libertad, etc hablan en favor de « honradezT^cerid'd p^es
es un poco dA cü que un provocador se crea obligado, por debe
de cargo, a segu,r gritando tan poderosamente para llevar adelan
te la insurrección.
«Analizando los sucesos del domingo sangriento, lo que más
le asombra a uno es esa combinación de simplista fe patriarcal en
el Zar y de desesperados encuentros en las calles, Juchando con las
armas en la mano contra el poder zarista. La primera jornada de
la Revolución rusa ha enfrentado cara a cara la Rusia vieja y la
nueva, nos ha revelado la agonía de la primitiva fe campesina en
el padrecito Zar y el alumbramiento de un pueblo revolucionario
encarnado en el proletariado de las ciudades. No en vano dicen loa
periódicos burgueses de Europa que la Rusia del 10 (23) de enero
no es ya la misma del día 8 (21). No en vano el diario social-
demócrata alemán a que nos hemos referido (el Wonvaerts) recuer­
da cómo comenzó, hace setenta años, el movimiento obrero inglés;
cómo en el nño 1838 redactaba, en las cercanías de Manchester,
dose en las calles contra la prohibición de las asociaciones obreras;
cóm o en el año 1838 redactaba, en las cercanías de Manchester,
en magnas asambleas, la “ Carta del pueblo'’ el pastor Stephens,
proclamando: “ Todo hombre libre que respira el aire libre del
cielo y pisa la libre tierra de Dios tiene derecho a un hogar pro­
pio” . Y el mismo sacerdote incitaba a los obreros allí congregado*
a empuñar las armas.
«También en Rusia hubo de ser un sacerdote quien marchase
a la cabeza del movimiento, un sacerdote que en veinticuatro horas
se pasó del requerimiento a dirigirse con una petición al Zar, a
llamamiento a la revolución. “ Camaradas, obreros rusos -escri­
bía el sacerdote Georgii Gapón despucs de la jornada b
en una carta que se leyó en un mitin liberal . Ya no
Entre él v el pueblo luso se alza el mar de s a n g r e ve i a 10 .
es hora de que los obreros rusos e m p i e c e n a presend.r de el para
librar un combate por la libertad del pueblo. Por hoy, os bend.go.
Mañana estaré de nuevo a vuestro lado.
■No es el sacerdote Georgii Gapón quien habla así. Son los nules
y miles, los millones y millonea <le obreros y campesinos rusos, que
basta hoy pudieron creer ciega y candorosamente cn el padrecito
Zar, que hasta hoy buscaban en el regazo del propio pudrecito los
medios para mitigar su desesperada situación, achacundo la culpa
de todas las vilezas, de todas las brutalidades, de todas las arbitra*
riedudes y todos los latrocinios a los dignatarios que rodeaban y
engañaban al Zar.
«El sacerdote Georgii Gapón supo dar expresión a sus senti­
mientos y estado de espíritu, al nivel de sus conocimientos y de su
experiencia política, y en esto precisamente está el relieve histórico
del papel que hubo de desempeñar en Jos umbrales de la revolución
rusa esta figura, desconocida todavía la víspero y convertida en el
héroe del día, no sólo en San Petersburgo, sino en toda la Prensa
europea sin distinción.
«He aquí por qué los sociuldeinócratas pelcrsburgucses recela­
ban en un principio, y con razón, de los manejos de este hombre;
no podía ser de otro modo. IJn hombre que viste solana, cree en
Dios y actúa bajo los altos auspicios de Zuhatov y de la Okrnnn.
tenía forzosamente que infundir sospechas. Si había rasgado su
sotana sinceramente o como maniobra, si había obrado o no sin­
ceramente al separarse, inaldiciéndolo, de ese clero envilecido que
corrompí* y esquilma al pueblo, es cosa que nadie podía decir con
seguridad, fuera, acuso, de ese puñado de personus que le conocían
íntimamente. Pero se han encurgado de decírnoslo los únicos que
lo podían fallar: los hechos, los hechos históricos, tal como ee han
desarrollado. Y los hechos han falludo ya en favor de Gapón. ¿P o­
drá la sornl'irinnrrucia apoderarse «le e*te movimiento espontá­
neo.'', re, preguntaban con cierta preocupación los camaradas peters-
biirguenes cuando vieron que la marejada de lu huelga general se
ibu extendiendo a zonas cada vez más extensas del proletariado,
cuando vieron la influencia irresistible que el cura Gapón ejercía
sobre aquellas masas “ ignorantes” capaces de dejarse arrastrar por
un provocador... Lu lógica de la situación do cla*e del proletariado
pudo más que los errores, las simplezas y las ilusiones de Gapón. Y
el príncipe Vladimiro, actuando ron todo el poder del Zar y en su
nombre, se encargó de demostrar a las masas obreras, con su ma­
tan/.», lo que 1« socialdemocracia se había esforzado y ,e ,.,forzarí
,,empre |K.r palem izarle» de palabra y por escrito, ( m
Hasta uquí Lenin. Ahora Trotsky:
«l,a forma que l.abíu de adoptar el 9 (22) de enero, fecha h¡,
lom a, no po.lin, naturalmente, preverla nadie. El sacerdote a quien
lu II.Htor.a pus» por uno» día» y t .„ inesperadamente a I. cabeza
.1.- la» .«««a» obrera», imprimió a lo» suceso» el «ello de su perso.
nulidad, de »us idea», de »u dignidad sacerdotal Gapón no creó
la» energía» revolucionarias de los obreros petersburgueses: lo que
hizo, y de un modo que a él mismo le sorprendió, fué hacerlas
estallar.
«Gapon, hijo fie sacerdote, seminarista, estudiante de Teología,
capellán de; cárcel, agitador en los medios obreros con la aquies­
cencia manifiesta de la Policía, vióse de pronto al frente de una
multitud que se contaba por cientos de rniles de hombres. Su po­
sición oficial, hus hábito* de sacerdote, la excitación inexperta de
las masas, inconscientes todavía de su fuerza, y Ja marcha fabulo­
samente rápida de los acontecimientos, pusieron en manos de Gapón
<1 papel de “ caudillo” .
ul,a sociedad liberal creyó durante largo tiempo que en la per­
sonalidad de Gapón so encerraba todo el secreto del 9 (22) de ene­
ro. Los liberales contraponían la figura del sacerdote a la social-
democracia, aquella secta de doctrinarios, como el caudillo político
que conocía los resortes de la dirección y dominio de las masas.
Olvidaban que el 9 (22) de enero no habría surgido si Gapón no
se hubiera encontrado con unos cuantos miles de obreros ya forma­
dos en la escuela socialista. Estos obreros cercaron al sacerdote con
jorreo anillo, del que no hubiera podido escapar aunque hubiese
querido. Pero no lo intentó siquiera. Hipnotizado por su propio
triunfo, se dejó arrastrar por lu corriente. ^
«Ya al día siguiente do ocurrir el domingo sangriento supimo*
asignar a Gapón un puesto político muy modesto, y, sin em arg ,
quien mas quien rnenos, todos e x a g e r a m o s un poco, evidentemen-
„„ personalidad. Visto de lejos, nimbado.por I. «urcol.. d. h
,ól,.r« L . rdo.nl, con su» anatema» <1* « " * * > « . “ Io" “
(iñ) Lenin: Kl Pope (tapón. Vpcriod n.“ 4 de 18-1-1006.
braba la talla de una figura bíblica. Parecía que en el pecho de
aquel capellán de una prisión rusa se había desencadenado de pronto
una potente pasión revolucionaria. Pero cuando la hoguera se ex­
tinguió, entre las pavesas vióse que Gapón era una nulidad polí­
tica y moral.
«Sus gestos ante la Europa socialista, aquellas simplistas y toscas
cartas terriblemente “ revolucionarias'” escritas desde la emigración,
su llegada a Rusia, sus relaciones secretas con el Gobierno, los de-
narios del conde de Witte, sus interviús pretenciosas y absurdas con
los redactores de la Prensa conservadora, aquella jactancia ruido­
sa y, por último, la lamentable traición que había de costarle la
vida : todo fué borrando, hasta matar por completo la idea del
Gapón del 9 (22) de enero. Instintivamente, nos acordamos de
aquellas ingeniosas palabras de Víctor Adler, el jefe de los social-
demócratas austríacos, quien, al recibirse el primer telegrama dan­
do cuenta de que Gapón había salido para el extranjero, comenta­
ba así la noticia: “ ¡Es lástima!... Hubiera dejado mejor recuerdo
en la Historia desapareciendo misteriosamente, como surgió. Así
habría dejado detrás de sí una leyenda romántica y hermosa : la
leyenda del sacerdote que abrió las esclusas de la Revolución... Hay
hombres —añadió, con aquella fina ironía, tan característica de
— a quienes vale más tener por mártires de la causa que por
compañeros en el partido...” (14)».
No estimo necesaria ni una palabra de aclaración o crítica des­
pués de lo dicho por Lenin y Trotsky sobre el sacerdote Gapón.
Si la nítida claridad cínica de sus palabras no basta para que
el más torpe pueda extraer la más perfecta enseñanza., yo renuncio
a la imposible empresa de hacerla comprender.
Tan sólo, dos preguntas y a :
¿Cuántos aspiran a ser el Gapón de la Revolución española?
¿Y cuántos aspiran a morir colgados, como él, de un clavo,
por los mismos a quienes inconscientes sirvan?...
¡Porque así paga el D iab lo!...
INFILTRACION COMUNISTA EN LAS IGLESIAS
CRISTIANAS

He dedicado el capítulo anterior al social-comunismo “cristía-


no” . Calificado de aberración de la idea cristiana y, en parte, de
contagio, estudiándolo como un fenómeno inconsciente en quienes
lo padecen.
Pero debemos preguntarnos: ¿todos los incursos en ese neo-
marxismo son inconscientes?
No, desde luego. Se han descubierto casos de cripto-comunis-
tas dentro del clero regular y del secular en la Iglesia Católica;
pocos en realidad, lo cual debe indicar, y así lo deseamos, que su
uúinero total sea escaso.
En las Iglesias disidentes ortodoxas y protestantes, dada su ma­
yor afinidad con el Comunismo, los cripto-comunistas descubiertos,
los públicamente conversos al Marxismo, los “ compañeros de viaje”
y simpatizantes son mucho más numerosos, lo cual es indicio elo­
cuente para poder inducir la extensión del cripto-comunismo en
tale9 iglesias.
No me refiero a los países de detrás del “ telón de acerop, donde
el terror y la coacción permanente han de producir muchas falsas
v forzadas “ conversiones^’ al Marxismo.
Naturalmente, si dentro del clero secular y regular ee producen
esos casos, a pesar de la formación religiosa del sacerdote y de lo
refractario de su medio eclesiástico, se podrá deducir con cuanta
más facilidad prenderá el cripto-comunismo en seglares cristianos
y en sus entidades confesionales.
Ante todo, en individuos y entidades que tienen vocación y fun­
ción religiosa de carácter social. Su vocación y legítima preocu­
pación social los coloca en contacto con el problema, y tal actilud
y aptitud son adecuadas para dejarse influir y, en determi­
nados casos y momentos, hasta para ser arrastrados por la suges­
tión marxista, que satura el ambiente intelectual y popular, dada
su formidable y permanente propaganda, que difunde sofismas y
da “ soluciones” , difíciles de refutar y rechazar, dada su tremenda
reiteración y también la falta de una sistemática y popularizada
refutación docente.
Me refiero al fenómeno natural del contagio ideológico y táctico
del Marxismo en quienes honestamente se dedican a la acción so­
cial; un fenómeno idéntico al del médico y el enfermero, más en
riesgo ellos del contagio por su contacto con los enfermos; uo evi­
table sin las necesarias defensas fisiológicas, inmunizaciones y asep­
sias... Y yo me pregunto si el celo y loable abnegación de tantos ca­
tólicos dedicados a la acción social van acompañados de las necesa­
rias defensas, inmunizaciones y asepsias morales, culturales y dia
lécticas para entrar en las zonas de contagio.
Sí, ratifico: zonas de contagio; porque hoy en todo el mundo,
y también en España, las entidades católicas de acción social están
todas ellas en zonas de contagio.
En páginas siguientes insertaremos amplios fragmentos del úl­
timo Informe aprobado por el Comité Central del Partido Comu­
nista indígena, celebrado en Bélgica recientemente. De tal Informe
tomamos y adelantamos unos párrafos relativos a la acción comunis­
ta en las entidades confesionales católicas, como prueba de que
están hoy en zonas de contagio.
No es un fenómeno meramente nacional, sino internacional.
Dolores Ibarruri (a) La Pasionaria, nos inform a:
aCon ocasión de las recientes huelgas se ha manifestado un mo­
vimiento de solidaridad internacional hacia los trabajadores espa­
ñoles procedente de la Federación Sindical Mundial, de la Confe­
deración Internacional de los Sindicatos Libres y de la Organiza­
ción Internacional de los Obrero, Católicos, que puede
percusiones en el interior de España y allanar la viajara <-1 T
entre las diferentes fuerzas de oposición obrera
Nótese: también la Organización Internacional de lo] Obreros
Católicas en unión de la Federación Internacional Mundial (comu­
nista) y de la Confederación Internacional de Sindicatos Libre, (so­
cialista) se solidariza con unos movimientos lmekuísticos habidos
en España, promovidos por el Partido Comunista indígena, con pre-
textos economicos, pero con fines políticos, con fines comunistas,
según el mismo Partido confiesa: “ No es un secreto para nadie
que en la lucha contra el franquismo, el Partido Comunista es el
dirigente de la clase obrera*’ (2).
En el artículo citado, La Pasionaria declara también:
aFiel a su política unitaria, el Partido Comunista buscará el en­
tendimiento con todos los grupos de las capas sociales de la oposi­
ción, cualquiera que sea su origen o sus creencias religiosas...»
Y añade La Pasionaria (es decir, Moscú):
«En esta etapa de declinación de la Dictadura se ve también
surgir en la misma política y manifestarse en las filas obreras una
nueva fuerza que no puede subestimarse ni ser rechazada mante­
niéndose sobre una plataforma estrecha y sectaria, sino que es nece­
sario estimar en función de lo que ella significa actualmente y de lo
que ella podrá significar mañana: la democracia cristiana, que pre­
para sus cuadros, que les da influencia a consecuencia de su partici­
pación en la oposición contra la Dictadura, y con la cual será ne­
cesario contar en las luchas políticas de mañana.
aLas organizaciones obreras católicas se muestran muy activas.
Tanto en los conflictos del trabajo que se desarrollan en Navarra
y Vizcaya, y últimamente en Cataluña y Guipúzcoa, como en las
elecciones sindicales, los obreros católicos lian adoptado una posi­
ción combativa que es radicalmente diferente de aquella que tuv.e-
ron en el pasado las viejas organizaciones obreras católicas,^
Y ahora tomamos del Informe del Comité Central del Partido.

(1) España en vísperas de cambios políticos. Aitlculo Le D


Rouge” , 21 junio 1958.
(2) Artículo citado.
«La política de reconciliación nacional propugnada por el Par­
tido Comunista va acusando perspectivas de desarrollo dentro de
fuerzas político-sociales no proletarias... Facilita el desarrollo de
corrientes democráticas y progresistas en las filas del catolicismo,
especialmente entre la juventud católica... Y entre sacerdotes y
seminaristas, profesores y estudiantes universitarios, en los nuevos
grupos políticos y entre los obreros católicos...»
Pocos día9 después de un “ Llamamiento!” del Partido por “ Radio
España Independiente” (Radio Praga), decía el Partido Comunista:
«En las huelgas, en las acciones obreras pelean juntos obreros
socialistas, comunistas, cenetÍ6tas y católicos...»
Antes, en el artículo, La Pasionaria había dicho :
«Las organizaciones obreras católicas se muestran muy activas.
Tanto en los conflictos de trabajo que se desarrollan en Navarra y
Vizcaya, y últimamente en Cataluña y Guipúzcoa..., los obreros ca­
tólicos han adoptado una posición combativa que es radicalmente
diferente de aquella que tuvieron en el pasado las viejas organiza­
ciones obreras católicas.»
Puede ser descontada la exageración comunista en todo e9to, dic­
tadas por fines propagandísticos. Yo no mido ni numero. No es
misión mía valorar y calificar la extensión y profundidad del Co­
munismo subjetivo y objetivo dentro de las organizaciones sociales
católicas. Sólo persigo señalar la existencia de una zona de contagio
en ellas. Quien tenga jerarquía y autoridad para ello, que llegue a
donde crea y deba llegar.
Yo sólo afirmo que la infiltración comunista existe hoy en las
Iglesias, y singularmente en las organizaciones religiosas de acción
social.
Moscú hace tiempo que decretó la infiltración a fondo en las
Iglesias; a medida que aumente el número y perfeccione la forma­
ción de sus profesionales de la infiltración en los medios religiosos,
mayor será su acción y más peligrosa en ellos.
La infiltración se intenta y se realiza, no sólo en Europa, sino
en el mundo entero.
En China llega el Partido a lograr hacer elegir “ obispos” crip-
to-comuniíta. En el Africa negra está tratando de que lleguen a ser
•‘sacerdotes’’ indígenas militante, del Partido, camuflado, He cató
heos. Per,od,eos impresos en Praga, pero con otro9 paisr,
falsa cuna, están siendo repartidos como católicos en Africa nenra
destilando comunismo entre sus líneas, aparentemente católica,’
Los Partidos Comunistas dan órdenes de penetrar hasta el corazón
de las Iglesias, principalmente en la Católica, en sus escuelas y en
todos los sectores de acción eclesiástica: si el activista no está bau­
tizado, que se bautice sacrilegamente, que frecuente los sacramen-
tos, que e© adhiera a las organizaciones católicas, que se mezcle con
el clero, que tome contacto con los catedráticos y directores de
centros de enseñanza, con los alumnos y sus parientes; todo con
el fin de “ corromper, dividir entre sí las distintas categorías de He­
les, hasta apelando a la caridad y al pacifismo cristianos*’.
En una palabra : la táctica puede ser sintetizada en e9los dos
puntos:
Abrazar al enemigo parla estrangularlo.
Aplastar al enemigo valiéndose del mismo enemigo.
Nada mejor podrá dar idea de la acción de infiltración y corrup­
ción que realiza el Comunismo que el documento siguiente, que ha
llegado ni mundo libre desde China, pero que ha de proceder de
Moscú, donde radica el Mando:
«Orden secreta del 12 de febrero de 1957, emanada por la Ofi­
cina número 106:
«El Catolicismo y el Protestantismo son dos organizaciones al
servicio del espionaje y del imperialismo capitalista. Estas organi­
zaciones se esfuerzan en penetrar dentro del Partido para explotar
y oprimir al pueblo. Estas Iglesias, establecidas en todas las ciuda-
dos de todos los países del mundo, siembran por doquier el veneno
«le sus doctrinas para combatir el socialismo comunista.
oPor esto, siguiendo las directivas de los jefes del Partido, núes-
iros camaradas deben hallar el modo de penetrar en e corazon
m ism o
de cada Iglesia, ponerse al servicio de la nueva organiza-
ción de la Policía secreta, desplegar una gran activií a
mismo de todas las actividades e c l e s i á s t i c a s ,
de gran envergadura, empeñarse a fondo, npetando n lu o ^
ayuda de Dios, y, para conseguir formar un frente nn.co. servir.»
<n t í - k s p a ñ a 1 9 69 .— **•
del hechizo y de la fuerza seductora del sexo femenino. Por esto,
para obtener este objetivo, para dividir las Iglesias en su interior y
oponer las diversas organizaciones religiosas entre sí, el órgano del
Partido ha dictado las nueve disposiciones siguientes :
al) Los camaradas deben introducirse en las escuelas estable-
cidas por estas Iglesias y emponzoñadas por sus doctrinas; deben
espiar a los reaccionarios para poder dar cuenta de toda9 sus acti­
vidades; deben mezclarse con los estudiantes, adaptarse a sus sen­
timientos, ponerse al corriente de las actividades regionales, vigi­
larla:» e injerirse metódicamente en lodos los sectores de la acción
eclesiástica.
a2) Cada camarada debe hallar el modo de hacerse, por el bau­
tismo, un miembro de la Iglesia; y luego, vestido con hábito falso,
inscribirse en la Legión de María, o tratándose de protestantes, unir­
se a la organización de los Cruzados (Crusaders). Una vez dentro
de todas, deben desplegar una gran actividad, sirviéndose de bellas
frases para conmover y atraer a los fieles; deben ir má9 allá toda­
vía, tratando de dividir radicalmente las diversas categorías de fie­
les, aun empleando el reclamo del amor de Dios y de la causa de
la paz. Obrando de este modo, llegarán a destruir la propaganda
venenosa del imperialismo opresor.
«3) Nuestros camaradas deben asistir a todos los servicios re­
ligiosos y, con afabilidad y cortesía, valiéndose inteligentemente de
los métodos más variados, deben unirse al Clero para espiar eu
acción.
«4) Las escuelas fundadas y dirigidas por las Iglesias son un
campo ideal para nuestra penetración. Simulando la más exqui­
sita benevolencia, los activistas de nuestra organización deben expli­
car esta doble le y : “ pegarse al enemigo para suprimir al enemigo” .
Deben mezclarse alegremente con los directores, profesores y es­
tudiantes para dominarles, siguiendo el principio: “ dividir es im­
perar*’ . Además, deben tratar de establecer contacto con los jefes
de las familias de los estudiantes, a fin de consolidar el trabajo bá­
sico de la Revolución y extender todas nuestras actividades se­
cretas.
«5) Deben tomar la iniciativa en todas las actividades, penetrar
en todas las instituciones de la Iglesia, ganarse la «impatía de ]0,
f,eles; de esta forma les será posible infiltrarse en la dirección mis-
ina de la Iglesia.
«6) Secundando las directivas del Partido, la célula de mando
conseguirá el objetivo que tiene fijado; a saber, penetrar en todas
las organizaciones eclesiásticas, promover la acción por la paz y
ejercer así nuestro influjo en todos los sectores.
«7) Basándose en este principio férreo: “ aplastar al enemigo
sirviéndose del enemigo mismo” , se debe llegar a persuadir a este
o a aquel miembro eminente de la Iglesia a que venga a China, pro­
curándole los documentos y autorizaciones necesarias. Esta acción
falsa y secreta nos ayudará a conseguir nuestro propósito, porque
este hombre eminente nos revelará la verdadera faz y la venadera
situación de la Iglesia.
«8) Los camaradas activistas deben estar dotados de espirita
de iniciativa, descubrir los puntos débiles de la organización ecle­
siástica, inyectando nuestro antiveneno y haciendo cuanto está en
nuestra mano para extender nuestras líneas de combate.
«9) Todo camarada que ocupe un puesto de mando debe com­
prender antes a fondo que la Iglesia Católica está al servicio del
imperalismo v que, por tanto, debe ser abatida y destruida de raíz.
En cuanto al Protestantismo, que comete el error de seguir una po­
lítica de coexistencia, es preciso impedir que haga nuevas conquis­
tas, pero podemos dejarle morir de muerte natural.
«Los nueve puntos de vista aquí mencionados se refieren al ser-
vicio del Partido en el extranjero» (3).
del hechizo y de la fuerza seductora del sexo femenino. Por esto,
para obtener este objetivo, para dividir las Iglesias en su interior y
oponer las diversas organizaciones religiosas entre sí, el órgano del
Partido ha dictado las nueve disposiciones siguientes :
ol) Los camaradas deben introducirse en las escuelas estable-
cidas por estas Iglesias y emponzoñadas por sus doctrinas; deben
espiar a los reaccionarios para poder dar cuenta de todas sus acti­
vidades; deben mezclarse con los estudiantes, adaptarse a sus sen­
timientos, ponerse al corriente de las actividades regionales, vigi­
larlas e injerirse metódicamente en todos los sectores de la acción
eclesiástica.
a2) Cada camarada debe hallar el modo de hacerse, por el bau­
tismo, un miembro de la Iglesia; y luego, vestido con hábito falso,
inscribirse en la Legión de María, o tratándose de protestantes, unir­
se a la organización de los Cruzados (Crusaders). Una vez dentro
de todas, deben desplegar una gran actividad, sirviéndose de bellas
frases para conmover y atraer a los fieles; deben ir más allá toda­
vía, tratando de dividir radicalmente las diversas categorías de fie­
les, aun empleando el reclamo del amor de Dios y de la causa de
la paz. Obrando de este modo, llegarán a destruir la propaganda
venenosa del imperialismo opresor.
«3) Nuestros camaradas deben asistir a todos los servicios re­
ligiosos y, con afabilidad y cortesía, valiéndose inteligentemente de
los métodos más variados, deben unirse al Clero para espiar su
acción.
o4) Las escuelas fundadas y dirigidas por las Iglesias 6on un
campo ideal para nuestra penetración. Simulando la más exqui­
sita benevolencia, los activistas de nuestra organización deben expli­
car esta doble le y : “ pegarse al enemigo para suprimir al enemigo” .
Deben mezclarse alegremente con los directores, profesores y es­
tudiantes para dominarles, siguiendo el principio: “ dividir es im­
perar9’ . Además, deben tratar de establecer contacto con los jefes
de las familias de los estudiantes, a fin de consolidar el trabajo bá­
sico de la Revolución y extender todas nuestras actividades se­
cretas.
«5) Deben tomar la iniciativa en todas las actividades, penetrar
en todas las instituciones de la Iglesia, ganarse la 6Ímpatía de lo9
fieles, de esta forma les sera posible infiltrarse en la dirección mis-
ma de la Iglesia.
.6) Secundando las directivas del Partido, la célula de mando
conseguirá el objetivo que tiene fijado; a saber, penetrar en todas
las organizaciones eclesiásticas, promover la acción por la paz y
ejercer así nuestro influjo en todos los sectores.
«7) Basándose en este principio férreo: “ aplastar al enemigo
sirviéndose del enemigo mismo” , se debe llegar a persuadir a este
o a aquel miembro eminente de la Iglesia a que venga a China, pro-
curándole los documentos y autorizaciones necesarias. Esta acción
falsa y secreta nos ayudará a conseguir nuestro propósito, porque
este hombre eminente nos revelará la verdadera faz y la verdadera
situación de la Iglesia.
«8) Los camaradas activistas deben estar dotados de espirito
de iniciativa, descubrir los puntos débiles de la organización ecle­
siástica, inyectando nuestro antiveneno y haciendo cuanto está en
nuestra mano para extender nuestras líneas de combate.
«9) Todo camarada que ocupe un puesto de mando debe com­
prender antes a fondo que la Iglesia Católica está al servicio del
imperalismo v que, por tanto, debe ser abatida y destruida de raíz.
En cuanto al Protestantismo, que comete el error de seguir una po­
lítica de coexistencia, es preciso impedir que haga nuevas conquis­
tas, pero podemos dejarle morir de muerte natural.
«Los nueve puntos de vista aquí mencionados se refieren al ser­
vicio del Partido en el extranjero» (3).
DEMOCRACIA Y CRISTIANISMO

En el capítulo siguiente aparecerá el Comunismo (Moscú) coin-


midiendo con monárquicos, demo-“ crislianos” , banqueros, marxistas,
masones, republicanos, separatistas, espías, etc., etc., pues todo eso,
como se ha visto ya, está dentro de la conspiración contra España,
con el pretexto de acabar con el Régimen actual.
Sirviendo de puente a todo lo anterior con el capítulo siguiente,
según creo, es necesario este capítulo DEMOCRACIA Y COMU­
NISMO, pues en su conjunto, en ese conglomerado integrador de
la Antiespaña 1939-1959, de monárquicos a comunistas, aparecen
formalmente unidos en la “ comunión” de la Democracia.
De monárquicos a comunistas, de Juan III a La Pasionaria, pa­
sando por toda la gama de fuerzas y personalidades de la oposición,
en unánime acorde hacen profesión de fe democrática; y la su­
prema razón invocada para lanzarse contra el Régimen actual es
la restauración de la Democracia, ya sea con Monarquía o Repú­
blica, que sólo son meras formas accidentales para imponer su
vigencia en España, siendo remedio infalible de todos sus peligros
y males tal Democracia. Que las demás fuerzas y personalidades aje­
nas al Comunismo de Moscú, cuantas formal y realmente obedecen
a la Masonería v Estados aliados de la misma, tiene lógica explica
ción que profesen la Democracia y quieran restaurarla en España.
La Democracia fué siempre y es aún su denominador común, idea
v forma política con la cual escalaron el Poder y lo ejercieron.
La rama dinástica ilegítima, la isabelina, pasando por la mo­
narquía saguntina, hasta el 14 de abril, pudo reinar y reinó en
razón única de ser una dinastía democrática. ¿Fué o no así? Que
hable la Historia.
La Monarquía isabelina y saguntina fué la necesaria concesión
hecha por la Democracia — la Democracia total es República— al
pueblo español, dado que el pueblo español fué y es antidemocráti­
co, y para no serlo fué capaz de librar la gran guerra de la Inde­
pendencia, las tres carlistas y la última guerra de Liberación. Esta
fué y es la realidad histórica, quieran los demócratas o n o ; lo con­
fiesen o no.
Es una realidad histórica, y nadie será capaz de negarla : la gue­
rra de la Independencia, las tres carlistas y la última de Libera­
ción fueron libradas todas ellas por voluntarios del pueblo espa­
ñol, rebelados contra el Gobierno legal y oficial, contra el Estado
vigente, que, no por casualidad, era siempre un Estado democráti­
co, que se defendió siempre con soldados, n)o voluntarios, sino con
soldados forzosos...
Y como la parte de pueblo que forzosamente se veía obligada a
defender al Estado democrático, era también antidemocrática, la
ínfima minoría democrática gobernante, bajo pena del triunfo de
los antidemocráticos, se vió en la obligación de mantener en el Tro­
no a la niña Isabel, echada cuando no la creyeron necesaria; pero,
en trance de triunfar los antidemocráticos sobre la República, sobre
la Democracia, se vieron obligados otra vez los republicanos a traer
la Monarquía con la paviada y la saguntada. Una Monarquía for­
malmente antidemocrática — toda monarquía es formalmente anti­
democrática— , pero realmente democrática. Una monarquía-estafa,
una monarquía-engaño, y gracias a tal estafa y engaño, los republi­
canos pudieron derrotar al pueblo antidemocrático y conservar el
Estado democrático, democrático en lo posible, siendo monárqui­
co, hasta que, nuevamente anestesiado el pueblo antidemocrático,
los demócratas “ monárquico” -republicano9 volvieron a destronar,
el 14 de abril, a la Monarquía democrática, para restaurar la total
Democracia, la República.
Y una vez más, como históricamente acaecería u
España, tendría realidad aquel célebre apostrofe de ’

de * * - * « * y— •~
Por lo visto, el sino de los Borbones continúa ejerciendo su I„.
nesto y decisivo mflujo sobre todos ellos; sobre todos los deseen-
dientes de la rama isabelina, claro está.
Todo pura Historia, lectores; y yo creo mi deber invitaros a
meditarla.
Mas, antes de meditar, debo daros una explicación, porque no
ignoro, no puedo ignorar cuánta es la gravitación de las palabras
en las mentes actuales y cuán torcido es el significado acuúado en
determinadas frases, provocadoras de un automatismo psicológico.
a impulso de la tremenda reiteración de la propaganda mecanizada.
Cual si con doble vista leyera en las conciencias de mis lecto­
res, he apreciado en la mayoría de las mismas una especie d©
traumatismo psicológico cada vez que han leído esa frase mía de
pueblo español antidemocrático... ¿ha sido así o no, lectores?...
Entendámonos. Yo, como escritor, no .puedo, me resulta im­
posible inventar nuevos vocablos para emitir mis ideas. Para ser
entendido he de tomarlos tal y cual están en circulación; ¿cóny
no?... No es culpa mía si me llegan con un significado impropio,
suscitando y evocando ideas en oposición radical a la primigenia
y legítima encarnada en la voz al ser inventada.
Estamos viviendo una edad babélica invertida. Si en la bíblica
Babel se produjo la confusión de lenguas con motivo de que lor
hombres empezaron a nombrar cada cosa con distintas palabras.
hoy, por el contrario, pero con el mismo resultado, los hombres
con las mismas palabras nombran diferentes cosas...
Y una de las palabras que significan más cosas diferentes, y hast*
opuestas, es la palabra democracia... . . .,
No tengo tiempo ni espacio para lanzarme a una isquisicion
relación al caso. Me bastará con recordar a los lectores algo pre­
sente con enorme reiteración diaria. Enfrentados estan, pongamos
como> ejemplo, Moscú y Washington; pues íen, am *
con
redoblado furor, r e i v i n d i c a n como su mas alta y radical rea
lidad la Democracia... ¿Podrá nadie peiuar siquiera que la palabra
democracia tenga el mismo significado en la Unión Soviética y en
Estados Unidos? ¿No será más cierto que tiene la misma palabra,
democracia, significado distinto, y hasta opuesto, en Washington
y en Moscú?... ¿Y no será distinto, y hasta opuesto, en cada me­
ridiano y en cada pueblo?...
¿Y qué hacer yo, como escritor?
Yo he de emplear la palabra democracia en estas páginas, por­
que a sí mismos “ demócratas” se llaman personas y fuerzas, y con
el nombre de “ demócratas” son conocidas por las masas. Y siendo
así, partiendo de tal situación dada —no planteada por mí— , ¿cómo
no he de llamar antidemócratas a los enemigos de los llamados “ de­
mócratas” , si quiero ser entendido?... Mal entendido, en determi­
nado aspecto, en determinada idea conexa significada por la pala­
bra democracia; ¿pero qué otro recurso queda, de no inventar un
lenguaje nuevo por nadie hablado ni comprendido?...
Hay en las mentes de la inmensa mayoría una idea que revive
cada vez que a ellas llega la palabra democracia, en virtud de un
automatismo psicológico provocado por la reiteración propagandís­
tica ; un automatismo nada racional, pero con más fuerza hoy en
las conciencias automatizadas que ese conocido slogan de prensa,
radio y pantallas: ¡Que sean Philips!...
El automatismo psicológico hace que, infaliblemente, la pala­
bra democracia evoque una idea, indiscutida e indiscutible ya en
las conciencias... “ Democracia, gobierno del pueblo por el pueblo
y para el pueblo” ; un “ slogan” más embustero y falaz que cual­
quiera de los de la propaganda comercial; pero con una fuerza
de inercia su automatismo psicológico, que resulta incontrastable
en la inmensa mayoría de las conciencias.
Nada importa que la Historia entera no pueda ofrecernos un
solo ejemplo de Democracia de gobierno del pueblo por el pueblo
y para el pueblo; y que siempre, mediata o inmediatamente, la De­
mocracia sea consustancial con la tiranía monárquica u oligárquica
republicana o chusmarquía demagógica.
Y no es la peor esta triple realidad democrática de nuestra Hie-
toria. Con toda su triple oposición a la realidad de una Democra-
cía, repito, no es lo peor de lo evidenciado por nuestra Historia •
en ella se plasma episodio tras episodio, desde el segundo d e ^
del siglo XVIII, desde la entrada de la Masonería judío-brit^”
en España, la consustancialidad entre Democracia y Traición a la
Patria. Traición dictada, organizada y realizada por designio de
Estados o Superestados extranjeros y en beneficio de ellos, a par­
tir de la traición anglo-masónica que acaba con Ensenada y Rába-
go y termina por imponernos reyes masones extranjeros o virreyes
con título de “ reyes” , obedientes a Superestados y Estados extran­
jeros enemigos de España... Y así pudo ser, únicamente así, la pár-
dida de nuestro Imperio, la decadencia permanente de la Patria y,
por último, su asesinato frustrado del 1936; frustrado a costa de
un millón de muertos...
Todo eso — ¡nada menos que todo eso!— se perpetró a pretexto
de imponer a España la Democracia . “ el gobierno del pueblo por
el pueblo y para el pueblo” ...
¡Cómo gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo si
previamente deja el español de ser Pueblo de España, deja de
existir como Nación para ser tan sólo rebaño esclavizado por Esta*
dos o Superestados extranjerosl ...
He ahí la razón por la cual el pueblo español fué y es anti­
demócrata” y se lanzó a cinco espantosas guerras contra el Estado
democrático, fuera Monarquía o República; porque su instinto de
vivir, su pasión de independencia y su intuición soberana le decían
a una, con su imperativo categórico, que para ser España Demo­
cracia, antes y siempre debía ser España, ser una e independiente...
y no esclavizada o asesinada por Estados o Superestados extranje­
ros. Y su esclavitud y asesinato intentaron siempre Esta os y uper
estados extranjeros, en complicidad con los “demócratas m ígc
ñas, a pretexto de darle al pueblo español Democracia
Mas muy poco importa esa psicoló-
sem e. A nulaudo razón, juicio y m ^ ^ ]a mera evocación
gico hace creer a la masa ^ e8ar“ ¿ ¿ el puM o por el pueblo
de la Democracia, que ella es el C de Jos 11a-
y para el pueblo, y, en consecuencia, que los g
mados “ demócratas” son los adversarios del tal gobierno y, por
tanto, amantes de la tiranía...
Tal es el inmenso poder del automatismo psicológico que, a con­
ciencia y contra mi voluntad, para ser en parte y mal comprendido,
debo llamar “ demócratas” a los antidemócratas — que nadie es
más antidemócrata que el traidor a la Patria— y “ antidemócratas”
a los demócratas, que nadie es más demócrata que quien lucha y
muere por salvar la independencia y vida de la Patria, porque sin
6er independiente o sin existir la Patria, que es el Pueblo, ¿cómo
ha de tener gobierno del Pueblo, por el Pueblo y para el Pueblo? .
Porque, lectores, la permanente realidad histórica, desde la
Revolución Religiosa, y, más evidentemente aún, desde la Revo­
lución Política y, como jamás, en la presente Revolución Social, la
Democracia jamás ha significado para España forma de gobierno,
sino pretexto y medio para que España no sea España, condición
para perpetrar el asesinato nacional y la esclavización del Pueblo
español; ayer, como reblandecido cipayo británico; ahora, como
aterrorizado esclavo soviético.
Nada me importan intenciones, desprecio, y condeno por igual
a malvados y estúpidos; sean partidarios de buena fe de la Demo­
cracia o sea ella tan sólo antifaz para los asesinos de mi Patria. Ja­
más yo me sustituiré en Dios para leer en las conciencias de tales
hombres; hombre yo, y únicamente hombre, juzgo y califico la
objetividad y efectividad de sus hechos, y d ig o : el “ demócrata”
fué y es, consciente o inconscientemente, subjetiva u objetivamente,
y siempre efectivamente, un traidor a nuestra Patria.
Inmediatamente vamos a contemplar cómo coinciden todos los
“ demócratas” , patentizando tal coincidencia que todos, consciente
o inconscientemente, subjetiva u objetivamente, y siempre efectiva­
mente, son Antiespaña.
Ce-^templaremos cómo coinciden estrictamente los “ demócra­
tas ’ tipo Londres y tipo Moscú.
Ambos tipos de “ demócratas” conspiran y luchan en alianza
para restaurar la Democracia en España; dándoles igual a los más
que sea Democracia monárquica o Democracia republicana.
Denuncia con elocuencia insólita esa colusión de los “ demócra-
tas” capitalistas y comunistas toda la
«Mttada en un U-
o-- - “ «wiunatismo psicológico en
todo el Occidente, en virtud del cual se ac<
*pta, sin conciencia ni
razón, la existencia de esta única altematiy.
a para el mundo:

DEMOCRACIA O COMUNISMO

Dada la negatividad tan general del anticomunismo, el mostrar


la Democracia como antítesis única y total del Comunismo es tanto
como brindarle al mundo libre aún el verdadero medio y sistema
político capaz de salvarlo del Error y el Terror comunista.
Como la inmensa mayoría del Occidente profesa la creencia en
que a la Humanidad tan sólo se le ofrecen esos dos caminos, De­
mocracia y Comunismo (el democrático, de salvación; el comu­
nista, el del abismo), han de ser muchos los españoles amnésicos
que también así lo crean.
Españoles amnésicos, he dicho antes, o indígenas pérfidos;
porque la reciente y trágica experiencia española les hizo ver, hace
sólo veinte años, que la Democracia no fué antítesis del Comunismo,
sino lodo lo contrario : condición, cómplice y camino para su triun­
fo cn nuestra Patria.
¿Error ocasional y fortuito?... acaso nos dirán. Desde luego,
n o ; en absoluto, n o ; porque, a menos de veinte años fecha, vemos
a la Democracia indígena formando un solo frente con el Comu­
nismo para combatir e intentar derribar a quienes lo vencieron.
La alternativa DEMOCRACIA o COMUNISMO es falsa; es el
engaño, base de una ESTAFA.
La Democracia no es la salvación del Comunismo, sino la previa
condición, el estado oficial fatalmente necesario para que pueda
ser instaurado cn cualquier sociedad humana, revolucionariamente
o electoralmente, si no lo instaura la invasión militar de as u.
zas Armadas del Imperio Comunista, a la cual abre paso, e
do ln« .Ipfpnsn* morales v materiales de los países amenazados.
Democracia es, objetiva y efectivamente, Comunismo.
Si así no fuera, ¿clamarían y lucharían por la Democracia los
comunistas, incluidos Marx y Lenin?...
Pero como la mayoría de los lectores españoles de esta obra no
son v no han sido comunistas, y menos aún comunistas profesio­
nales, hemos de informarles de que los comunistas fueron siempre
y son ahora los más fanáticos partidarios de la Democracia... claro
es, no en la Unión Soviética ni en los Estado? esclavizados por
ella, sino en cuantos países no domina el Comunismo y, por
tanto, los consideran como su legítima presa.
Tomemos el Manifiesto Comunista, el “ evangelio” de Marx y
Engels, que ha de ser acatado por todo comunista, bajo pena de
“ excomunión mayor” , de “ irradiación” y de “ otras penas más
graves” ..
¿Y qué proclamaron Marx y Engels en el Manifiesto sobre la
Democracia, y fué proclamado por la I, II, III y IV Internacio­
nales?
Esto, de una nitidez meridiana :
«En Francia, los comunistas se suman al partido demócrata-
socialista contra la burguesía conservadora y radical, reservándose,
fin embargo, el derecho de criticar las frases y las ilusiones lega­
das por la tradición revolucionaria.
«En Suiza apoyan a los radicales, sin desconocer que e«te par­
tido se compone de elementos contradictorios, mitad demócratas
socialistas en la acepción francesa de la palabra, mitad burgueses
radicales.
«En Polonia, los comunistas sostienen al partido que ve en una
revolución agraria la condición de la manumisión nacional; es de­
cir, el partido que hizo en 1846 la insurrección de Cracovia.
«En Alemania, el Partido Comunista lucha de acuerdo con la
burguesía tantas veces como la burguesía se revuelve revoluciona­
riamente contra la monarquía absoluta, la propiedad territorial
feudal y la gran burguesía.
«En suma, los comunistas apoyan en los diferentes países todo
el movimiento revolucionario contra el estado de las cosas social
y político existente.
«En fin, los comunistas trabajan ñor la nniA„ . i
de los partidos democráticos de todos los países. 5 * aKaa'1
«Pero jamás, en ningún momento, se olvida este partido de
despertar entre los obreros una conciencia clara y limpia del anta
gonismo profundo que existe entre la burguesía y el proletariado'
a fin de que cuando llegue la hora los obreros sepan convertir la,
condiciones sociales y políticas creadas por el régimen burgués en
otras tantas armas contra la burguesía; con objeto de que tan
pronto sean destruidas las clases reaccionarias la lucha pueda em­
peñarse contra la misma burguesía» (*).
Poco después de ser lanzado el Manifiesto, en plena Revolución
de 1848, y tomando parte en ella, con motivo de la represión san­
grienta de una tentativa revolucionaria socialista realizada por los
demócratas republicanos franceses, aliados con los comunistas has­
ta la víspera, ¿qué dice Marx?...
Sin duda, era un gran motivo y buen momento para dejarse
arrastrar por la pasión y renegar de la Democracia el que los demó­
cratas republicanos derramaran la sangre de sus camaradas en las
barricadas de París.
Pues no; lie aquí cómo se apresura Marx a impedir que los
comunistas, arrastrados por la pasión y el deseo de venganza, dejen
de luchar para conseguir instaurar formas de gobierno democrá­
ticas :
«La revolución de junio... lia sido una revolución repugnante,
porque la acción ha reemplazado a la frase, porque la República
misma ha descubierto la cabeza del monstruo, arrancándole la
corona que la enmascaraba.
«¿El abismo profundo que se abre a nuestros ojos d e b e enga­
ñarnos a nosotros, demócratas, haciéndonos pensar que las uc as
por las formas estatales es ilusoria y no conduce a na a.
«Unicamente los espíritus débiles y poltrones pue en p an ear
este problema. Es necesario triunfar por la lucha
los conflicto» que nacen de las condiciones m.sma. de la soc,edad
J . Q,J natíos por ensueños quiméricos,
burguesa y que no podran ser aplacados p
-------------- ,/ ¿si Partido Comunista.— IV. Posición
(*) Marx y Engels: te8 partidos de oposición,
de los comunistas ante los dijere V
La mejor forma de Estado es aquella en la cual los antagonistas so­
ciales uo son detenidos, no son comprimidos por la fuerza. La me­
jor forma de Estado es aquella en que los antagonistas se entregan
libremente a la lucha y, por ella misma, hallan la solución» (1).
¿Cómo ratificó Marx tal doctrina de su Manifiesto en la primera
besión del Congreso creador de la I Internacional?
A sí:
«El Congreso considera como un deber el reclamar, no solamen­
te para los miembros de la Asociación ( Asociación Internacional de
Trabajadores-A. I. T., o I Internacional) los Derechos del Hom­
bre y del Ciudadano, sino más aún, también para cualquiera. . .» (2).
Nadie podrá negar que los textos precedentes tienen categoría
de dogmas para todo comunista, desde Kruschev a Gaitskell, pasan­
do por Lenin, Trotsky, Stalin, Mao, Tito, etc., etc.
Lenin, además de acatar esos “ dogmas” marxistas, determina
con ellos estrictamente su táctica.
La táctica en relación con la Democracia es una preocupación
de Lenin. En ninguna obra sobre táctica revolucionaria o donde
trate más o menos incidentalmente de la misma, deja Lenin de
mostrarse partidario acérrimo de la Democracia.
Su actitud en relación con la Democracia es lo que separa al
Comunismo del Anarquismo; y, por tanto, lo que separa a Marx
y Lenin de Bakunin. Kropotkin y demás anarquistas.
No será cosa de traer aquí todos los textos leninistas donde 6e
propugna la conquista y defensa de la libertad política y de la De­
mocracia como una obligación ineludible para todos los partidos
comunistas y para todos los militantes de los mismos. Serían nece­
sarios varios tomos como éste.
Empezaremos por algunos del libro de Lenin dedicado exclu­
sivamente al tema, como su título indica : La Revolución democrá­
tica y el proletariado (3).

(1) Marx: Artículo publicado en Nueva Gaceta Rhenana, 28 junio


de 1848.
(2) Marx Saludo inaugural al I Congreso de la I Internacional, donde
se funda, 28-IX-1864.
(3) Lenin: La Revolución democrática y el proletariado. Publicacio­
nes TEIVOS (léase al revés: SOVIET). Madrid, 1931. Editado el año de
la instauración de la República.
«La social-democracia no rehuye la lucha por la 1¡K„,„ ,
uca, a pretexto de que ésta es „ na libertad política burúes l o
que considera la “ consagración” del régimen burgués d e X t l
de vista h í p i c o Jamás ha temido ni . m e r á Z i r ^
e regimen burgués de la república democrática en comparación con
el regimen burgués de la autocracia.
«Mas no “ consagra” la república burguesa sino como la última
forma de la dominación burguesa, como el terreno más favorable
para la lucha del proletariado contra la burguesía; lo consagra no
a causa de sus prisiones y policía, de su propiedad y prostitución,
sino con vistas a una lucha vasta y libre contra estas amables ins-
tituciones.
«¡N o, y mil veces no, camaradas! No temáis deshonraros por
tomar la parte más enérgica en la revolución republicana como
aliados a la democracia burguesa revolucionaria, sin deteneros ante
nada.
«... Los que “ espantan” a la clase obrera evocando la perspec­
tiva eventual de esta dictadura (la democrática) se colocan en con
tradicción con su propia consigna de lucha por la república... En
resumen, razonan como si quisieran limitar y restringir su lucha
por la libertad, asignándole por anticipado la parte más modesta
de las conquistas, en lugar de instaurar la república... Decía Kpe-
riod que ellos reducen a la vulgaridad la regla marxista bien cono­
cida de las tres principales fuerzas de la revolución en el siglo XIX
(y en el xx) y de sus fases principales.
«Dice esta regla que la revolución comienza por limitar el abso­
lutismo; fase primera, que satisface a la burguesía. La^ segund
fase es la de conquista de una república que satisface al pue o ,
es decir, a los campesinos y a los pequeno-burgueses en genera
La tercera es la de la revolución socialista, única susceptible de
satisfacer al proletariado» (4).

tico...» (5). «La Revolución burguesa es, en c


(4) ~Lenin: £ « Revolución democrática y el proletariado, péBs. 56.
G1’ $ 6¿eni„: Peu* ta ch es. O. c. Tomo VIH, P- 77-78.
ventajosa para el proletariado (para el Partido Comunista) que
para la burguesía» (6).
«La Revolución democrática es burguesa... Nosotros, marxis­
tas, debemos saber que no existe, no puede existir para el proleta­
riado (para el Partido Comunista) otros caminos hacia la libertad
verdadera (el esclavismo, llamado comunismo) que el camino de
la libertad burguesa y del progreso burgués» (7).
«La tarea del proletariado (del Partido Comunista) es acabar la
Revolución democrática burguesa» (8).
Pasemos a otro libro: al Comunismo de izquierda (9).
a... la participación en las elecciones y en la lucha parlamen­
taria es obligatoria para el partido del proletariado revolucionario;
precisamente, para educar a los elementos retardatarios de esta
clase, para despertar e ilustrar a la masa aldeana, ignorante y em­
brutecida. Mientras no tengáis fuerza para disolver el Parlamento
burgués o cualquiera otra institución reaccionaria, estáis obligados
a trabajar en el interior de esas instituciones; precisamente, porque
todavía hay obreros embrutecidos por el clero y el ambiente aldeano.
De lo contrario, corréis el riesgo de no pasar de puros charlatanes.
o... está probado que, incluso pocas semanas antes de la victo­
ria de la República Soviética, y hasta después de esa victoria, la
participación en un Parlamento de democracia burguesa, lejos de
perjudicar al proletariado revolucionario, le facilita el medio de
dar a las masas retardatarias las razones por las cuales estos Par­
lamentos merecen ser disueltos, facilita el éxito de su disolución,
aproxima el momento en que podrá decirse que el parlamentarismo
burgués ha muerto políticamente.
«i os bolcheviques hemos actuado en los Parlamentos más con­
trarrevolucionarios, y la experiencia ha demostrado que semejante
participación ha sido no sólo útil, sino hasta indispensable al Par­
tido del proletariado revolucionario.
«Precisamente, porque las masas retardatarias de obreros, y más

JSj) Lenin: Id. id. O. c. Tomo VIII, p. 127.


(7) Lenin: Deux tactiques de la Social-democratie.—Obras comple­
tas. Tomo VIII, pág. 138.
(8) Lenin: Contra la Corriente, pág. 21.
(9) Lenin: El Comunismo de Izquierda. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid.
aún de campesinos pobres, están más imbuidas en OmíJ . ' ^
Rusia de prejuicios parlamentarios y d e m o c r á t i c « ^ ^ T pÍ
cisamente por eso, sólo en el seno de instituciones ¿ Z Z p £ T
mentos burgueses pueden y deben sostener los c o m u i ú a t „ L " „
pana larga y encarnizada, no retrocediendo ante ningún, dificoltad
para denunciar, destrozar y vencer tales prejuicios.
., k formaci° “ de jefes buenos, seguros, probados y con auto-
ridad es algo dificilísimo; y es imposible triunfar de semejantes
dificultades sin asociar el trabajo legal al ilegal, sin hacer pasar
a los jefes, entre otras pruebas, por la del Parlamento. La crítica
más violenta, más despiadada, más implacable, debe dirigirse no
contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra
los jefes que no saben, y hasta contra los jefes que no quieren
utilizar las elecciones y la tribuna del Parlamento como un arma
revolucionaria y comunista.
«Hacer la guerra para la destrucción de la burguesía interna­
cional, guerra muchísimo más difícil, larga y complicada que la
más encarnizada de las guerras normales entre Estados, y prohi­
birse a la vez de antemano toda alianza, toda utilización, aunque
no sea más que por un momento, de los antagonismos de intereses
existentes entre los enemigos, todo acuerdo y compromisos con los
aliados posibles, aunque sólo sean aliados provisionalmente, poco
seguros, vacilantes, condicionales, ¿no es algo de una ridiculez sin
límites?
«... Para triunfar de este adversario, el más poderoso, es me­
nester realizar todos los esfuerzos posibles, es absolutamente preciso
saber utilizar con solicitud, minucia y prudencia las menores dis­
crepancias entre los enemigos, las más pequeñas o p o s i c i o n e s de in­
tereses entre los burgueses de los distintos países, entre los diferen­
tes grupos o diversas especies de burguesía en el "
país; hay que aprovechar vacilan-
conquistar a las masas, aunque sea con aludos te p
tes, condicionales, poco firmes y
prendido esta verdad no sabe una p
neral, de socialismo científico. han aceptado
oLos socialdemócratas revolucionarios
ANTI-ESPAÑA 196í>.— 25 .
muchas veces, hasta la caída del zarismo, la ayuda de los liberales
burgueses; es decir, han contraído con ellos una enormidad de com­
promisos prácticos; y en 1901-1902, antes del nacimiento del bol­
chevismo, la antigua Redacción de la “ Iskra” , en la que estábamos
Plejanov, Axelrod, Zassulitch, Martov, Potressoff y yo, concertó,
no para mucho tiempo, es verdad, una alianza política formal con
Struvé, el líder político del liberalismo burgués, sin dejar de sos­
tener al mismo tiempo la lucha doctrinal y política más implacable
contra el liberalismo burgués y las menores manifestaciones de su
influencia en el interior del movimiento obrero. Los bolcheviques
han seguido practicando siempre la misma política. Desde 1905
defendieron sistemáticamente la alianza de la clase obrera con la
clase campesina contra la burguesía liberal y el zarismo, no negán­
dose nunca a apoyar a la burguesía contra el zarisnVo (en el balo­
taje, por ejemplo), pero prosiguiendo al mismo tiempo la lucha
doctrinal y política más intransigente contra el partido campesino
revolucionario-burgués de los “ socialistas-revolucionarios” y de­
nunciándoles como demócratas pequeño-burgueses arrimados a los
socialistas. En 1907, los bolcheviques formaron por poco tiempo un
bloque político formal con los socialistas-revolucionarios para las
elecciones a la Duma. Con los mencheviques hemos estado muchos
años, de 1903 a 1912, en un mismo partido social-demócrata, sin
interrumpir nunca, sin embargo, la lucha doctrinal y política con­
tra ellos, como agentes de influencia burguesa sobre el proletariado
y como oportunistas. Durante la guerra, contrajimos una especie
de compromiso con los kautskistas, mencheviques de izquierda
(Martov) y una fracción de los socialistas-revolucionarios (Tcher-
noff, Natansohn). Hemos asistido con ellos a las conferencias de
Zimmerwald y Kiental, hemos lanzado manifestaciones comunes;
pero nunca interrumpimos ni debilitamos la lucha política y doc­
trinal contra los kautskistas, contra Martov y contra Tchernoff.
Natansohn murió en 1919, muy cerca de nosotros; afiliado al par­
tido populista de los “ comunistas revolucionarios” , casi solidario
nuestro. En el momento mismo de la revolución de octubre concer­
tamos una alianza política, muy seria y perfecta, ya que no for­
mal, con la clase campesina pequeño-burguesa, aceptando en bloque,
sin un solo cambio, el programa agrario de los iocialL.t* i
nartos; es decir, contrajimos un compromiso c o n d
a los campesinos que no queríamos imponerles un ,
contrano, entendernos con ellos. Al mi8mo tiem pT n r!:8
-y ^ T é . fc, „ b v S . ’E r ;
comprendía hasta la participación en el Gobierno, con los W
listas-revolucionarios de la izquierda” , los cuales, después de 1,
Í*oiZq , ltOV8ky’ r° mPieron e8te Pa<*>, llegando en julio de
1918 a la insurrección armada, y más tarde a la lucha armada con-
tra nosotros.
«Es indudable que una de las causas (de su fracaso) ha sido la
tactica equivocada de los comunistas alemanes, que deben leal­
mente y sin temor reconocer su error y corregirlo. La equivocación
consistía en negarse a ir al Parlamento, reaccionario y burgués,
y a las organizaciones profesionales reaccionarias. Consistía en múl­
tiples manifestaciones de esta manía izquierdista, de esta enferme­
dad de infancia que por fin ha hecho erupción, y que, gracias a
ello, será curada mejor y más pronto y con más provecho para su
organización.
«Hoy, cuando se considera retrospectivamente este período his­
tórico, que ha llegado a su término, y cuyo enlace con los períodos
ulteriores aparece notablemente manifiesto, se comprende muy bien
que los bolcheviques no hubieran podido nunca conservar —sin ha­
blar de afianzarlo, desarrollarlo y fortalecerlo— el núcleo 6Ólido
del partido revolucionario del proletariado de 1908-1914 si no ha-
biesen preconizado, del modo más estricto y combativo, la combi­
nación obligatoria de las formas legales de la lucha con las formas
ilegales, la participación obligatoria en un Parlamento ultrarreac-
cionario y en todo género de instituciones regidas por una legis a-
ción reaccionaria, cajas de seguros, etc.
«Lo justo es lo siguiente: los verdaderos opor.unistasyUaido-
res a la clase obrera son los partidos y jefes que no^ saben, o no
quieren (no digáis nunca no pueéo, sino
procedimientos ilegales en una Z de ,os países
lista de 1 9 1 4 -19 1 8 por ejempK en q . ^ ^ ¡n M U
democráticos más libres engan
y crueldad extraordinaria, prohibiendo que se dijese la verdad sobre
el carácter de rapiña de la guerra. Y los revolucionarios que no sa­
ben juntar a las formas ilegales de lucha todas las formas legales,
son revolucionarios pésimos. Es fácil ser revolucionario cuando la
Revolución ha estallado ya y se extiende a todo, cuando todos y
cada uno de los hombres simpatizan con la Revolución por moda,
o a veces por interés personal y deseo de hacer carrera. Al proleta­
riado le cuesta mucho, le produce duras penalidades, le origina
verdaderos tormentos deshacerse, después de la Revolución, de se­
mejantes “ revolucionarios” . Es infinitamente más difícil y muchí­
simo más meritorio saber ser revolucionario cuando la situación
no permite todavía la lucha directa, franca; la verdadera lucha en
masa, la lucha verdaderamente revolucionaria, y saber defender
entonces (mediante la propaganda, la situación y la organización)
los intereses de la Revolución en instituciones no revolucionarias y
hasta en parte positivamente reaccionarias, entre una masa incapaz
de comprender, de momento, la necesidad de un método de acción
revolucionaria. Saber encontrar, tocar con el dedo, determinar
exactamente el camino concreto o el curso especial de los aconte­
cimientos que conducirán a las masas a la grande y verdadera lucha
revolucionaria final y decisiva: he aquí en qué consiste el papel
principal del Comunismo contemporáneo en Occidente y en Amé­
rica.
«... sería insensata o criminal la conducta de un ejército que no
se dispusiera a utilizar toda clase de armas, todos los medios y
métodos de lucha que posee o puede poseer el enemigo» (10).
Y, por último, lección a recordar por los demócratas:
«Cuanto más desarrollada esté la democracia y sea más pro­
funda. es más peligrosa para la burguesía, en caso de divergencias
políticas, pues ella ofrece la oportunidad de convertirse en una ma­
tanza o en una guerra civil® (11).
« ‘Nosotros” decimos a la burguesía: sois unos explotadores y
unos hipócritas cuando habláis de Democracia... Pero os cogemos

(10) Lenin: El Comunismo de Izquierda, págs. 126 a 154, 81-82, 199-


10-198.
(11) Lenin: La Révolution proletarienne et le renégat Kautsky, p. 28.
la palabra, os exigimos la continuación de vuesim n . ,
guesa para preparar las masas para la Revolución ®*m°CraC,a
a vosotros los burgueses. Y si intentáis hacer freme a° la r " í
cion os aplastaremos implacablemente, os privaremos t a J Í n t
los derechos políticos, os prohibiremos el pan; porq„e en 1. Re!
publica pro etar.a los explotadores carecerán de derecho,, serán
privados del agua y del fuego, porque somos socialistas de ver-
dad...» (12).
Las palabras de Lenin son demasiado claras, directas y brutales
para que necesiten la menor glosa.
En consecuencia : el Comunismo quiere la plena libertad polí­
tica, la democracia más amplia y total en el mundo no comunista,
en el mundo a conquistar por él.
O sea, el Comunismo quiere la misma cosa que los “ demócra­
tas” : que dicen ser y creen ser “ anticomunistas” .
Ellos —y lo peor es que son millones en Occidente los que pre­
tenden lo mismo— quieren impedir el triunfo del Comunismo en
los países occidentales, realizando estrictamente lo que el Comu­
nismo quiere, instaurando la democracia real.
Si los comunistas y los “ anticomunistas” quieren la Democracia,
la alternativa es la siguiente: o los comunistas, con Marx y Lenin
a la cabeza, quieren lo que no les conviene, o son los “demócratas
los que quieren lo que no les conviene.
Si la Democracia es el arma para impedir el triunfo del Comu­
nismo, como el slogan democrático proclama, los comunistas no
quieren lograr el triunfo del Comunismo en ningún país, porque
en todos quieren imponer y defender la Democracia... Pero, al pa
recer, los comunistas quieren sinceramente imponer el Com
en todos los países. Siendo así, es un absurdo pretender que los co-
munistas quieren un iin, el Comunismo, y no quieren los medios
para conseguirlo. Si quieren la Democracia, es por ser un me
para instaurar el Comunismo. triunfar
Entre dudar o
el Comunismo en todos los países, y aua
------------- d i tnvñn yu el
(12) Lenin: La Victoria Proletaria e nrenegado
en j K a u t s k y pafrs. 110

111 .
“ anticomunistas” quieren impedir el triunfo del Comunismo... per­
mítaseme, y permítanme los “ demócratas” “ anticomunistas” que
dude de su “ anticomunismo” y no dude del comunismo de los co­
munistas...
No se ofendan. Yo no dudo del “ anticomunismo” subjetivo de
tantos v tantos demócratas. ¿Me entenderán los más?... Quiero de­
cir que no dudo de su “ anticomunismo” intencional, de su propó­
sito de “ oponerse” al Comunismo y de “ impedir” su triunfo; es
cuanto puedo hacer y cuanto se me ha de poder exigir.
Ahora bien, si su “ anticomunismo” es de tal naturaleza que
obedece a los comunistas —lo quieran o no, lo sepan o no— ejecu­
tando lo exigido por ellos, con su defensa e instauración de la De­
mocracia, dialécticamente, debo llegar a esta conclusión:
Su “ anticomunismo” , Lo quieran o no, lo sepan o no, es Comu­
nismo. Es objetiva y efectivamente Comunismo.
Si, como proclamara Lenin en 1905 : «El Partido..., en su lucha
por el Comunismo..., debe tener el camino libre, debe servirse de
todas las armas a su alcance, y la democracia y la plena libertad
política son sus mejores armas ..» (13), los que quieren e implan­
tan la “ democracia y la plena libertad política” , dan al Comunis­
mo “ sus mejores armas” ...
No me lo discutan ni me lo nieguen a m í; discútanlo y niegúen­
selo a Lenin.
¿Quién dice la verdad?... ¿Lenin afirmando que “ la democracia
y la plena libertad política son las mejores armas para hacer triun­
far al Comunismo” , o los “ demócratas” diciendo que la democra­
cia y la plena libertad política son las mejores armas para derrotar
al Comunismo?
¿Quién tiene razón, Lenin o estos “ demócratas” indígenas anti­
franquistas?...
Permítaseme, sin ofenderse, creer que Lenin tiene razón sobre
todos ellos y sobre los demás “ demócratas” del mundo entero.
Me basta para decidirme un hecho de cierta importancia : Lenin,
con esas armas, democracia y plena libertad (la kerenskiada), logro
hacer triunfar el Comunismo en Rusia...; ellos, los “ demócratas ,
no han logrado aún derrotar al Comunismo en
¿Es así o no? ninguna parte...
El Comunismo ha triunfado con la Democracia- la •
“ O^ ‘“ 7 “ P - «1 Comunismo. En el úTcopa"
donde ha sido derrotado el Comunismo, ocupando ya el Poder, por
fuerzas nacionales, fue en España; y no fué derrotado por la Demo­
cracia, su aliada, sino por los antidemócratas; precisamente por
los antidemócratas, por los que ahora quieren derrotar los “ demó­
cratas” y los comunistas en alianza...
Y no se ofendan nuestros “ demócratas” indígenas si negamos su
“ anticomunismo” porque no lo hayan derrotado. Tampoco lo han
derrotado los grandes demócratas, los Roosevelt, los Truman, los
Eisenhowcr, los Churchill, los Edén, los Benes, etc., etc., en nin­
gún país...; y también fueron, como ellos, por lo menos objetiva y
efectivamente sus aliados...; recordémoslo de nuevo, ya que tantos
lo han olvidado: el Comunismo fué derrotado en España precisa­
mente por nosotros, los que llaman ustedes dictatoriales, antidemó­
cratas, en fin, fascistas...
Y es que nosotros, sin haber pasado por las Universidades mar­
xistas, teniendo una erudición tan elemental en los clásicos del
Marxismo, no dejábamos de saber lo que había dicho Engels de
nuestra primera República española, que se me permitirá recordar­
les, aun cuando nuestros “ demócratas” indígenas, dada su gran cul­
tura” y “ sapiencia” , lo han de saber mejor que y o .
«La República española ofrece la ventaja de franquear con su
mayor rapidez los obstáculos que se oponen al socialismot (14).
Como usted sabe muy bien, en boca de Marx, Engels, Lenm, Sta-
lin y de todo comunista verdadero, “socialismo” es *
“ comunismo” , dándole a la primera palabra su significado au.en-

Pm ^ » £ £ * * -s
tir la U. R. S. S., sin existir la K°mmte 4ífran-
nistas en todos los países ^ SP“*S*“ ,*S se oponían al Coma-
quease con mayor rapidez los obsta rapidez en 1873...
nismo” , si por sí sola los franqueaba ya
¿qué debía yo pensar de la segunda República española, que dis­
ponía de tamañas ayudas comunistas?
Debía pensar que si por sí misma, como en el 73, “ franquearía
con rapidez los obstáculos que se oponían al Comunismo” , con la
avuda de la Unión Soviética y de su Komintern, la segunda Repú­
blica franquearía los obstáculos al Comunismo con velocidad ver­
tiginosa... ¡Y así fu é!... Y, además, también sabíamos que había
dicho y practicado Stalin esto:
«La Revolución victoriosa en un país (U. R. S. S.) no debe ser
considerada como una entidad que se basta a sí misma, sino como
un auxiliar, como un medio para acelerar la victoria del proletaria­
do (del Comunismo) en todos los países» (15).
Por todo ello, ratificado día por día ante mi vista desde 1931,
desde la instauración de la República, hasta 1936, no dejé de em­
plear todos los medios —y ahí están mis tres libros de esos años y
los manifiestos clandestinos de la Unión Militar Española escritos
por mí— para convencer a los españoles de que aquella República
llegada tan risueña y jocunda, tan liberal y democrática y más que
la más, TRAIA EL COMUNISMO A ESPAÑA.
Han pasado veintisiete años, liberada España del Esclavismo
comunista a costa de un millón de muertos, en fracaso total todos
los intentos COMUNISTAS-DEMOCRATICOS (¿tiene elocuencia?)
para abrirle de nuevo las puertas de España al Comunismo; inten­
tos desde el exterior, diplomáticos, económicos y difamatorios; en
el interior, guerrilleros, terroristas, saboteadores, conspirativos, et­
cétera, etc., sin más resultado que dificultar y retrasar la recupe­
ración de los estragos causados en vidas y riquezas, la recuperación
de la potencia económico-militar española, tan necesaria a esas mis­
mas democracias atacantes para hacer frente a su “ adversario” so­
viético ( “ adversario” internacionalmente y, a la vez, aliado para
atacar a España... ¿es elocuente?). Y cuando esa contradicción pa-
radojal de las democracias se atenúa y casi desaparece, y el Comu
nismo pierde en gran parte el arma de la presión democrática inter-

(15) Stalin: Les questions du Leninism e. I, pág. 122. “ Ediciones so­


ciales” , París.
nacional para volver a franquear laa fr o n t e -
hace? ¿A qué apela él?... ^ onteras españolas, ¿qué
No recurriré para descubrirlo a sus documentos secretos .
prensa clandesuna ni a las fugaces palabras de las emis ónes coj
matas extranjeras. Recurro a lo dicho por P e n a r la , h ^ W
tana General del Partido Comunista de España, en un artículo pu-
blicado en L e Drapeau Rouge (16), órgano oficial y legal del Par-
tido Comunista belga. Por tanto, recurro a palabras con autentici-
dad publica y con autoridad indiscutibles.
Pues bien, señores “ demócratas” indígenas y exóticos: ¿qué
pretende ahora el Partido Comunista de España?...
La Pasionaria , por mandato de Moscú, pretende igual que pre­
tenden ustedes: la instauración de la Democracia en España.
Veámoslo :
«No es un secreto para nadie que en la lucha contra el franquis­
mo el Partido Comunista es el dirigente de la clase obrera y de las
masas populares, y que él participa en esta lucha como fuerza na­
cional democrática ».
Sin serlo, claro está; disfrazándose de tal.
Ya lo sabíamos. Pero no querrán saberlo jamás los “católicos” ,
financieros, capitalistas, burgueses, etc., etc., enemigos del Régi­
men español; pero ahí queda esa declaración de la Secretaria Ge­
neral, primera autoridad oficial del Partido Comunista, del cual,
lo quieran o no, lo quieran saber o no, son esos “ católicos , finan*
cieros, capitalistas, burgueses, etc., etc., enemigos del Régimen es
pañol, aliados de hecho , real y efectivamente.
Y prosigue La Pasionaria:
«El Partido Comunista ha proclamado públicamente, y lo e-
muestra con los hechos, que él está d.spues.o a co.abora^co^.oda,
las fuerzas de oposición, de derecha y de izquierda, p
el Régimen. guerra que dividió a
«Han pasado veinte anos d,5sde el f i n * J P ^ generac¡ón
España en dos campos host. e* ^ £1 falangismo se ha
que no comprende y que no a p
disgregado y la Falange no tiene ningún papel político de impor­
tancia como fuerza fascista.
«La mayoría de los grupos políticos que apoyaron a Franco
de 1936 a 1939 están hoy contra la Dictadura.
«En la situación original que se ha creado en España con la
descomposición de la Dictadura, se han producido profundos cam­
bios en el seno de viejas formaciones políticas de derecha, haciéndo­
las más abiertas y mejor dispuestas para cambios sociales progresi­
vos, sin que ellas cesen por ello de defender los intereses de la bur­
guesía, a la cual están enlazados por su origen social, su educación
y su formación».
Todo ello está exagerado, como es evidente. Pero esas actitudes
son ciertas en individuos y grupos aislados más o menos importan­
tes —más bien menos que más— ; pero la enseñanza a extraer es
que tales actitudes oposicionistas, quieran o no, lo sepan o no, en
su función y efecto, son procomunistas.
Vamos a verlo:
«El Partido Comunista ha tenido en cuenta estos cambios al
elaborar su política.»
¡Y tanto!
Prosigue La Pasionaria:
«En su programa de 1954 ya proponía el Partido Comunista la
formación de un gobierno provisional que, sin prejuzgar institucio­
nes , restableciera las libertades civiles elem entales como primer paso
hacia un régimen de más grande libertad , para abrirle una salida a
la situación».
«“ Sin prejuzgar instituciones” ... Es decir, que el Partido Comu­
nista acepta hasta la institución m onárquica , con la sola condición
de que sea democrática: que “ restableciera las libertades civiles
elementales (un berenguerismo, por ejemplo), como primer paso
hacia un régimen de más grande libertad...” »
No es una pretensión específicamente comunista; la propugnan
también los de la oposición “ católico” -burguesa; así lo afirma
La Pasionaria, y podemos dar testimonio de que en esto no miente:
«Esta idea (la del gobierno provisional sin prejuzgar institucio­
nes), bajo una forma o bajo otra, ha sido aceptada por los grupos
de oposición antifranquista, y son cada dia
fuerzas que aceptan la idea de un gobierno liberal abiem
progresos sociales». abierto a nuevos
Y algo de tanta o más trascendencia*

„b rf“ C0Dtra k DÍCtadUra’ e“ la “ ovilizaeión de la dase


^ í 138 ma6a8 ^ a r e e , los comunistas han desempeñado
un papel de primera importancia, no solamente ahora en las huel-
gas recen tes, sino también a lo largo de los cuatro lustros de la
Dictadura franquista.
«El Partido Comunista se muestra como el catalizador de las
energías y de la voluntad de lucha de las masas populares, que
hallan en él su dirigente y su defensor y el combatiente de van-
guardia contra la Dictadura.
«Las elecciones de responsables sindicales que se han celebra­
do en otoño último son un ejemplo significativo.
«Los obreros han escuchado al Partido Comunista y han pre­
sentado sus propios candidatos, nombrando responsables sindicales
a aquellos de sus camaradas de trabajo en quienes ellos tienen con­
fianza. Y son estos responsables sindicales, pertenecientes a diver­
sas tendencias políticas, los que gozan hoy de una gran autoridad
y representan efectivamente a la clase obrera en los lugares de
trabajo.
aEsto es porque se puede, a pesar del Régimen fascista y de'los
Sindicatos Verticales de tipo corporativo, hacer proliferar en Es­
paña el esquema de una organización obrera independiente, em­
brionaria todavía, pero cuyos cuadros (comunistas, católicos, anar­
quistas, socialistas y hasta falangistas) están formados por estos res­
ponsables elegidos por los mismos trabajadores. La actividad e in­
fluencia de estos cuadros se deja sentir con fuerza en los conflictos
del trabajo para la defensa de los derechos de los trabajadores y
de sus reivindicaciones.
«En esta etapa de declinación de la Dictadura se ve también sur-
gir en la misma política y manifestarse en las f i a ^ ^
nueva fuerza que no puede ^ ^ ^ ne
niéndose sobre unaplataforma ^ ^ actualmente y
cesario estimar en función de l Q
de lo que ella podrá significar mañana: la democracia cristiana , que
prepara sus cuadros, que les da influencia a consecuencia de su par­
ticipación en la oposición contra la Dictadura, y con la cual será
necesario contar en las luchas políticas de mañana.
«Las organizaciones obreras católicas se muestran muy activas.
Tanto en los conflictos del trabajo que se desarrollan en Navarra y
Vizcaya, y últimamente en Cataluña y Guipúzcoa, como en las elec­
ciones sindicales, los obreros católicos han adoptado una posición
combativa que es radicalmente diferente de aquella que tuvieron en
el pasado las viejas organizaciones obreras católicas.
«Por nuestra parte, es decir, en lo que se refiere a los comu­
nistas, continuaremos haciendo todos los esfuerzos para llegar al
acuerdo y al compromiso con todas las fuerzas de oposición, y más
particularmente con el Partido Socialista, con el cual, si estamos
separados por muchas cosas, nos hallamos unidos por la lucha
común contra la reacción fascista, la defensa de los intereses de la
clase obrera y la lucha para el RESTABLECIMIENTO DE LA DE­
MOCRACIA EN ESPAÑA».
¡Cómo coinciden los demócratas y demo-“ cristianos” con La Pa­
sionaria, es decir, con Moscú!
¡Su “ anticomunismo” pretende igual que el Comunismo!...
¡ Alentador!... ¿no?
Y ahora una pregunta, que dirijo a los “ demócratas” de todo
matiz y, sobre todo, a esa Democracia “ Cristiana” y a esa burguesía
monárquica, conservadora, capitalista, etc., etc., que, con los co­
munistas, forman la oposición al Régimen español.
Caso de lograr ese RESTABLECIMIENTO DE LA DEMOCRA­
CIA EN ESPAÑA, sea con Monarquía o República (a Moscú le da
igual), ¿a quién beneficiará?...
La interrogación es igualmente válida para los países de Amé­
rica y los de todo el mundo.
La respuesta está dada con anticipación por Marx, Engels, Le­
nin, Stalin y La Pasionaria... y también por la Historia.
El Comunismo, donde no ha sido impuesto por las bayonetas
del Ejército Rojo, en Rusia, en Hungría la primera vez, Baviera,
España y China, triunfó sobre regímenes é f t i ^ S W ^ * ^
fácilmente cuanto más democráticos eran. m^8
, ¡ £ ? * JCaHfÍCa ? ? “ VÍCtOIia ^ <«> >» M N É « febrero
de 1917; dirá también que “ pudieron vencer muy jááhhnte'' en la
de octubre, en Petersburgo..., siendo los últimos meses de la Re­
volución rusa una marca triunfal continua” (18); “nosotros ven-
cimos con una facÜidad increíble” (19). Y que “ era fácil en tal país
(en Rusia) empezar la Revolución; era levantar una pluma” (20).
Tal es la “ epopeya” de la famosa Revolución de Octubre, igual
que las “ epopeyas” habidas en Hungría, Baviera, España y China...
fueron simples entregas de las respectivas democracias; entregas en
bandejas de plata .
Los “ demócratas” , tan “ anticomunistas” como sus congéneres
demo.-“ cristianos” y los burgueses de toda laya, tratan con su De­
mocracia de que la Historia se repita país tras país.
Lo sabrán o n o ; pero eso es igual. Es lo mismo ser esclavizado
y ser asesinado por error que por traición.
Los más insignes textos comunistas lo proclaman, y la Historia
contemporánea lo demuestra:
La Democracia no es jamás defensa contra el Comunismo.
La Democracia es premüa y condición necesaria para el triunfo
del Comunismo. .
Por tanto, al ser necesaria es causa del Comunismo; es objet,-
va v efectivamente Comunismo.
He aquí cómo, con rigor científico, dialéctico e histórico ■
que los demócratas, quieran o no, lo sepan o n ,
efectivam ente, realmente, comunistas... comnnis-
Porque no sólo es “ comunista” quien ttiunfo del
ta es todo aquel que contribuye efectiva y

Comunismo. r u b io s abominan de las dicta-


¿Que ustedes, demócratas y 1>
duras y de las tiranías?...

(i7)~(i8) m
choisies. II. Pág3-
Moscou, 1948.
¿Y quiénes no, señores “ demócratas” y comparsa?... ¿A quién
le amarga la libertad y hablar y obrar a su antojo?...
No somos nosotros quienes nos hemos impuesto esta tremenda
alternativa: la alternativa entre “ dictaduras” y Dictadura :
Entre las que los demócratas y sus consortes democráticos llaman
“ dictaduras” , la única Dictadura verdadera y total conocida por los
hombres, más verdadera y total que las de los Faraones y los Cé­
sares, es la Dictadura esclavista, llamada comunista.
En tanto la Democracia, querida por Moscú, sea premisa nece­
saria y condición precisa para el triunfo de la Revolución comunis­
ta, y las “ dictaduras” , en mayor o menor grado, detestadas y comba­
tidas por Moscú, sean garantía más o menos grande de mi vida
física , de mi libertad, aunque esté más o menos restringida y, sobre
todo, en tanto esas mismas “ dictaduras” garanticen la existencia e
independencia de mi Patria... seré partidario de tales “ dictaduras” ;
tanto más partidario cuanto más y m ejor nos defiendan de caer
bajo la Dictadura total que es el Esclavismo, llamado Comunismo :
el genocinio.
Todos esos “ oposicionistas” , demócratas-“ cristianos” , burgueses,
intelectuales, banqueros, etc., etc., tan antidictatoriales, digan y
hagan lo que quieran, están a favor de esas “ dictaduras” , porque
prácticamente, al planteárseles real y personalmente la alternativa
—como a ellos se le planteó en 1936— eligen estas “ dictaduras” y
no la de Moscú...
Deshecha esta PEQUEÑA ESTAFA de que la Democracia es la
defensa contra el Comunismo, y demostrado que es su causa más
eficiente, ya creo que los lectores podrán leer la palabra “ Demo­
cracia” en los documentos comunistas, y liberados del automatismo
psicológico no pensarán que yo, y tantos como piensan como yo,
por “ antidemócrata” soy un “ liberticida” .. , pues los auténticos li­
berticidas, por ser objetiva y efectivamente comunistas, son los lla­
mados “ demócratas” ...
m n P A R T I D 0 C 0 M U NISTA (MOSCU) EN LA CONS

M K n f ° N A R Q U IC A ‘ DEM0 - “CRISTIANA"'
MASONICA-M ARXISTA-ANARQUISTA-
SEPARATISTA

Por boca de Dolores Ibarruri (a) La Pasionaria, Secretaria Ge-


neral del Partido Comunista indígena, es decir, por la palabra del
Kremlin, tan fidelísimamente grabada en esta cinta magnetofónica
(jue es la feroz arpía vasca, traemos a estas páginas la posición y
situación del Comunismo tal y como ha sido expuesta en las sesio­
nes del IV Pleno del Comité Central, celebrado en Bélgica durante
los días 13 y 14 de septiembre del pasado año.
La referencia está tomada literal y taquigráficamente de las emi­
siones de “ Radio España Independiente” (léase: Radio Praga), ra­
diadas los días 16 de septiembre y siguientes.
Inserto aquí los fragmentos que nos interesan del Informe leído
al Comité Central por la Secretaria General.
Sólo interrumpiré la secuencia del Informe para insertar a con­
tinuación textos autorizados públicos y de los documentos ya inclui­
dos para mostrar y demostrar la existencia de alianza real, objetiva
y efectiva, entre los conspiradores monárquicos, demo- cristianos T
masónicos, etc., etc., con el Comunismo que obedece a Moscú.
Desmentiré así las reiteradas afirmaciones de los conspiradores,
dictadas por conveniencias tácticas, con las cuales tratan de negar
la presencia, acción y coincidencia del Comunismo en su complot.
He aquí los temas que nos interesan entre los contenidos en el
Inform e:
aCamaradas: En nuestra reunión plenaria anterior, al hacer el
balance de las actividades del Partido, de la situación política de
nuestro país y de la lucha de la clase obrera, señalamos la posible
profunda repercusión e influencia de la política de reconciliación
nacional en las grandes movilizaciones de masas realizadas contra
la Dictadura.
«Un largo camino ha sido recorrido desde entonces en la difu­
sión y penetración de esta política en amplios sectores de nuestro
país. La bandera de la reconciliación nacional va convirtiéndose en
la bandera de todo el pueblo en su lucha por la libertad, en su lucha
por la democratización de España...
aLa política de reconciliación nacional propugnada por el Par­
tido Comunista va acusando perspectivas de desarrollo d entro de
las fuerzas político-sociales no proletarias..., facilita la incorpora­
ción a la lucha activa contra el régim en de im portantes núcleos de
la clase media , de la pequeña burguesía n acional...
cEstimula e impulsa la actividad antifranquista de fuerzas d e­
mocráticas a la que la actividad negativa de sus dirigentes mantenía
en la pasividad.
«.Facilita el desarrollo de corrientes dem ocráticas y progresistas
en las filas del catolicismo , especialm ente en tre la ju ven tu d católica ,
que no acepta el carácter de cruzada y de guerra religiosa que cier­
tas jerarquías eclesiásticas, como el Obispo de Solsona o Monseñor
Pía y Deniel, falsificando la historia, se empeñan en atribuir a la
sublevación militar fascita comenzada en 1936.
«Y entre sacerdotes y seminaristas , profesores y estudiantes uni­
versitarios, en los nuevos grupos políticos y en tre los obreros cató­
licos , se observa cada día más acusadamente una actitud de repulsa
hacia lo presente y de insolidaridad con lo pasado.
oPor ello, no es de extrañar la profunda conmoción que entre
esa joven generación ha producido la política de reconciliación na­
cional del Partido Comunista de España y que por la política de
reconciliación nacional se pronuncien hoy favorablem ente abogados
y militares, ingenieros y profesores , maestros y m édicos , sacerdotes
y religiosos católicos, empresarios y
modados y hasta terratenientes medios, otm 1°* 1°°
obrera y los trabajadores en general.
«A pesar de los esfuerzos de la propaganda franquista por dea-
virtuar el sentido de la política de reconciliación nacional e impedir
su difusión, esta política ha entrado en la conciencia de las masas,
ha dejado de ser un motivo de agitación para convertirse en uu¡
fuerza que moviliza la voluntad de resistencia popular y nacional
contra la dictadura franquista, en un motivo permanente de polé­
mica en la propaganda y actividad de todos los grupos, incluso en
los órganos gubernamentales. Como una ola de fondo, la política
de reconciliación nacional ha roto el quietismo en que querían man­
tener la vida política y social, no sólo los interesados en la conti­
nuación de la dictadura, sino ciertos dirigentes políticos de ia
oposición, que pretendían realizar algunos cambios sin la partici­
pación de las masas.
Como vemos, el ley motiv del documento de La Pasionaria, de
Mosoú, es: RECONCILIACION NACIONAL.
Veamos el Manifiesto de Lausana (1) de 19 de marzo de 1945.
lanzado por el Pretendiente, Don Juan:
aSólo la Monarquía puede RECONCILIAR A LOS ESPA­
ÑOLES.» (Párrafo 5.°.)
aLa M o n a r q u í a - R E C O N C I L I A D O R A . » (Párrafo 8 . .)

« ...m i mayor anhelo: la paz y CONCORDIA DE TODOS los


españoles.» (Párrafo 10.)

(1) Tomamos
páginas 338-339.
ANTI-ESl'AflA 19*r>9.—ZC*
acciones políticas humanas, no su intencionalidad, sino su objeti­
vidad y efectividad práctica, real.
Y ahí tenemos un aspirante a Rey con una aspirante a Dictadora
comunista coincidiendo en llegar a la RECONCILIACION NA­
CIONAL.
Si, como pretenden Don Juan y los «monárquicos” , su «monar­
quía” es adversaria del Comunismo, se da una imposibilidad moral
(¿sabrán lo que significa?), y, por adversarios Comunismo y M o­
narquía, el mismo hecho, la reconciliación nacional, no puede
beneficiar a los dos causas.
Venga un Ortega o un Marías cualquiera para negar ese lógico
axioma...
Claro es, puede ser planteada la siguiente alternativa :
La reconciliación nacional puede beneficiar a Monarquía o
a Comunismo.
En efecto, hipotéticamente, puede beneficiar a una u otro.
Dentro de la estricta lógica, no hay decisión segura en tal alter­
nativa. Sólo puede guiarnos el cálculo de probabilidades.
Veamos. El Comunismo y Don Juan de Borbón quieren la r e ­
conciliación nacional en España. Como no puede convenirles a los
dos, uno está en el error.
¿Cuál de los dos se equivoca, Don Juan o el Comunismo?...
Según el cálculo de probabilidades, incuestionablemente, se
equivoca Don Juan de Borbón y Battemberg.
El Comunismo, en sólo cuarenta años, ha conquistado un Im­
perio como no lo ha conocido la Historia; y hazaña tal, se me con­
cederá, no 6e realiza cometiendo equivocaciones...
En cambio, los Borbones han perdido en siglo y medio todos los
tronos ocupados por su Casa, entre ellos los de las dos naciones,
España y Francia, que fueron los Imperios más poderosos y grandes
en su época...
Lógico es, a mi parecer, calcular que será un Borbón el equi­
vocado y no el Comunismo cuando los dos pretenden la misma
cosa : la reconciliación nacional.
Y sigue La Pasionaria :
«La jornada de reconciliación nacional celebrada el f> de mayo
de este año lia mostrado al Partido Comí,ni...
tido nacional, capaz de movilizar a millones (?) d e T f ^ ^
la dictadura... Y ta realidad demue8tra^ < aJ
de franquismo y de sangrienta represión contra el Partido Cornos
a, este aparece como la fuerza más activa de la op o s ició n "!,
franquista, como la fuerza que es capaz, según ha demostrado en
la jornada del 5 de mayo, de movilizar a éstas.
«En este proceso de eliminación natural en la lucha por la de­
m ocracia , van acreditándose como dirigentes aquellas fuerzas polí­
ticas capaces de comprender la marcha del desarrollo histórico v
de facilitar con su actividad ese desarrollo, que, impulsado por las
masas, y en primer lugar por la clase obrera y los campesinos, a
pesar de los incidentes y avatares de la lucha, no se detendrá a
mitad de camino.
«La experiencia del año transcurrido entre uno y otro Pleno del
Comité Central muestra que ha pasado el tiempo en que el pueblo
español, quebrantado por la denota, desangrado por las heridas de
la guerra y de la represión, agotado por los inmensos sufrimientos
y privaciones que marcaron los diez primeros años de la dictadura,
aceptaba cualquier solución que le liberase de la tremenda pesadilla
franquista y cifraba sus esperanzas en las providenciales influencias
exteriores, en las actividades de la emigración, en las mismas
intrigas que se desarrollaban en el seno de las fuerzas dominantes.
aEl pueblo español, y al frente de él la clase obrera, los cam­
pesinos y los intelectuales progresivos han recuperado la confianza
en sus propias fuerzas, y comprenden que lo decisivo es su propia
lucha y la actúan cada día con más decisión.
«El tercer Pleno de nuestro Comité Central adoptó una serie
•le decisiones tendentes al desarrollo y coordinación de la lucha de
las masas, decisiones que se basaban en el conocimiento de la si­
tuación nacional, de los problemas de las d i v e r s a s capas y clases
de la población, del deseo general de libertad; d e e . s . o n e s cu cu o
centro estaba la reconciliación nacional contra la oares de
vida, contra la política económica del régimen, por la amms.ia, por
las libertades democráticas. Mnsní es puesto
En este segundo fragmento de las decisiones de M osc pue
el acento en la 44lucha por la democracia” , en el deseo general de
libertad , en las libertades democráticas...
El capítulo que precede a éste, Dem ocracia y Com unism o , nos
evita exponer aquí el motivo por el cual pretende la D em ocracia
y la Libertad el Comunismo. Aquí mismo, en el fragmento siguiente,
lo dirá para “ combinar las formas legales e ilegales de lucha” . Esto
es la reproducción de la vieja consigna, pero vigente siempre, de
Lenin: aliar el trabajo clandestino con todas las posibilidades
legales. Ya estaba consignado en páginas anteriores.
Bien; el Manifiesto de Lausana nos habla de la instauración de
un aestado de derecho^, y de una «síntesis de orden y libertad »
(5.° párrafo). En el M anifiesto no está estampada la palabra sacra­
mental: Democracia , cuyo eco tiene tan amargas resonancias en
tantas memorias españolas y a las cuales también se dirige Don
Juan. Pero promete: «aprobación inmediata, por votación p o p u ­
lar , de una Constitución política»... «garantía de las libertades po­
líticas correspondientes» (párrafo 8.°). No es nombrada la Demo­
cracia, pero ahí están todos y cada uno de sus ingredientes.
Y vuelvo a preguntar... ¿A quién beneficiaría la Democracia, a
la Monarquía o al Comunismo?
Y reitero... Pidiendo el Comunismo y Don Juan de Borbón De­
mocracia, ¿quién se equivoca, el Comunismo o el Borbón?...
Ya he respondido y o; ustedes dirán.
Cuando se contesten, pueden seguir leyendo el Informe del
Comité Central:
«Poco después de nuestro Pleno tuvieron lugar las elecciones
de enlaces y vocales sindicales, sobre las que nuestro Partido había
tomado posición en favor de la participación y de la presentación
de candidaturas para dar a la clase obrera la posibilidad de arrancar
de manos de Falange el control de la actividad social de los traba­
jadores en los lugares de trabajo.
«Y como había previsto el Partido, las elecciones representaron
un paso adelante en la lucha por las reivindicaciones económicas de
los trabajadores, hacia la unidad y la organización de éstos, hacia
la conquista de las libertades democráticas.
«Con gran sentido de clase, loa obreros intuyeron que en ese
momento la preparación de la, candidatura, unitarias n a r , , ,
eion de vocales y enlace, sindicales eran la r Z P
huelgas y ,uchas de masas de la p r im e a " t
«Las consignas que sirvieron de bandera a aauell». 1 u
aumento de salarios, salario mínimo vital con escala móvil, de'ocho
horas de trabajo; a trabajo igual, salario igual; seguro de paro
etcetera, etc., fueron formuladas ahora en lo, programa, presen'
tados por los candidatos.
«Combinando las formas legales y extralegales de lucha y utili.
zando los derechos formales reconocidos por la legislación, fran­
quista, los obreros se reunieron y formaron candidaturas y progra-
mas, organizaron la lucha contra los candidatos falangistas y
patronales y contra las coacciones, amaños y maniobras de los je­
rarcas. Con la justa indicación del Partido, las elecciones sindicales,
que en otras ocasiones fueron una farsa, se transformaron en una
gran lucha política de los trabajadores contra la dictadora. Y a
pesar de las maniobras de los jerarcas que controlaban las elec­
ciones, las candidaturas obreras obtuvieron la mayor parte de los
votos y en la mayor parte de las Empresas un resonante triunfo.
aLa unidad, la conciencia, la combatividad de los obreros ha
roto los planes de los altos jerarcas falangistas. En vez ele la re­
afirmación de sus posiciones, que les hubiera permitido la expo­
liación demagógica y las maniobras contra otros grupos falangistas,
los jerarcas falangistas se encontraron con una situación nueva o
inesperada. En ella, apoyándose en las formas legales, en la Orga­
nización Sindical, nacían formas independientes de organización
y unidad de los trabajadores en las Empresas en torno a sus
enlaces, y a veces, en una industria, en torno a su Junta social. De
hecho, en muchas Empresas, el enlace, consciente de su papel y e
su deber de clase, es hoy un policía diligente, democrático, umfu
cador, para la defensa de lucha de los trabajadores. Y es este hecho
nuevo de la existencia de enlaces que no son ya los ^ pu estos a
seguir las directivas falangistas por lo que ,e puede hablar
exageración de nuevas formas de organización y unidad y
gran progreso en orden a la acción e independencia de la lucha
la clase obrera.
«Cuando el Partido Comunista aconsejaba a la clase obrera vo­
tar para los cargos de enlaces sindicales y vocales sociales a los
mejores trabajadores, 110 pretendía copar estos cargos. Los enlaces
elegidos proceden de diferentes sectores y tendencias y la mayor
parte de ellos no pertenece a ningún grupo político o social.
«Al plantear en este terreno la cuestión de las elecciones de los
enlaces sindicales, nuestro Partido rompía con exclusivismos que
fueron en el pasado la tónica de las organizaciones sindicales, abría
camino a la unidad de la clase obrera en los lugares de trabajo,
levantaba ante los jerarcas más reaccionarios y contra el Gobierno
en un bloque a la clase obrera unida en el ejercicio de un derecho
que facilitaría en los precisos momentos la defensa de los intereses
vitales de los trabajadores.
«Las elecciones sindicales, a las que los obreros fueron bajo el
signo de la unidad obrera y de la reconciliación nacional, permitie­
ron destacar de sus grupos decenas de miles de representantes suyos,
elegidos entre los más combativos para organizar la defensa de los
intereses y los derechos de los trabajadores, y especialmente la lucha
por la elevación de los salarios.
«Los efectos políticos de las elecciones sindicales se reflejaron
inmediatamente en las luchas económicas que siguieron a esas elec­
ciones. Se reflejaron fundamentalmente en la elevación de la con­
ciencia política de la clase obrera y en el sentido de responsabilidad,
como lo ha demostrado con su participación en la jom ada de re­
conciliación nacional.
«El grupo de las candidaturas obreras no oficiales en las elec­
ciones sindicales colocaba la realización de la jornada de recon ­
ciliación nacional , propuesta por el Partido Com unista , sobre un
terreno más favorable, en el cual la clase obrera aparecía ya con
su propia personalidad y con iniciativa propia.
Restemos cuanto de optimismo exagerado y propaganda pone
aquí el Partido Comunista. Leyendo el fragmento precedente 6e
diría que la C. N. S. es ya la C. N. T. y la U. G. T. Eso, ni de lejos
es cierto. Si en la mitad siquiera fuera una realidad ese panorama
pintado en el Informe del Comité Central, muy otra sería la situa­
ción laboral y revolucionaria en España.
Conozco demasiado a fondo el secreto de la fuerza lograda en
lo. tiempo, monárquicos y republicanos por la. organizaciones sin
dicales de socialistas y anarquistas —U. G T v C N T u
que dentro del Régimen, y en tanto sea como empezó siendo" j l ü
podran socialistas y anarquistas reclutar, organizar y mandar im-
portantes fuerzas sindicales obreras.
El conocimiento de las historias reales de la Unión General de
Trabajadores (U. G. T.) y de la Confederación Nacional del Tra­
bajo (C. N. T.) demuestra que sólo alcanzaron organizar masas
obreras considerables y lanzarlas a la lucha de clases y revolucio­
naria cuando gozaron de impunidad y de complicidad guberna­
mental ; es decir, de libertad llevada siempre hasta el libertinaje.
He aquí sencillamente uno de los motivos principales por el cual
demandan libertad y democracia socialistas, anarquistas y comu­
nistas : libertad para tiranizar con sus organizaciones coaccionado'
ras y terroristas a los trabajadores, para que sean sus forzados
soldados revolucionarios.
¿Son, como proclaman anarquistas y marxistas, las centrales
sindicales organizaciones para la defensa de los trabajadores y
conquista de sus reivindicaciones morales y sociales?
Esto ya no lo cree nadie, y menos que ninguno, anarquistas y
marxistas.
Desde hace más de veinte años, ya lo decía entonces Spengler,
que el sindicalismo laboral tenga como fin la mejora moral y eco­
nómica de los trabajadores manuales, tan sólo es creído en algunas
sacristías.
Jules Guesde, el principal dirigente socialista francés, dirá un
día a Alexandre Zévaés:
,N o es necesario que la situación del obrero me,ore; por co ■
trario es necesario que tenga cada vez más consciencn de que e,
desgraciado. , C ó n J s i no seguirla el proletariado W o revoluoo-

nari)o?D (2).
Lenin es más e x p líc ito :
7 Lictnria de las insurrecciones un lugar
« ¿Vosotros conocéis en la historia ae
----------— A Zévaés en la Revue de París de aquel tiempo,
(2) Referido por A. !Zévaes en i 72.
citado por H. Chilmi en La legón du b
donde las masas han triunfado en uncí lucha a m uerte , sin verse
reducidas a la desesperación por prolongados sufrim ientos y poi
crisis agudas de todas clases?» (3).
«Para la insurrección se necesita... de una parte, la decisión
consciente, firme, inquebranable, de hombres decididos a luchar
hasta la muerte; y, por otra parte, la desesperación de las masas,
que “ sientan” que las medias medidas 110 pueden traer la salva*
ción... y que asientan» también que los hambrientos lo barrerán
todo, lo aplastarán todo, aunque sea de una manera anárqui*
ca...» (4).
Ambas declaraciones, cínicas en verdad, nos demuestran que
110 interesa de ningún modo a los jefes revolucionarios obtener
mejoras morales y económicas para los trabajadores por medio de
la presión sindical, sino todo lo contrario. Si la Revolución para
la toma del Poder sólo puede producirse cuando la mala situación
económica de las masas las lleve a la desesperación, lógico y natural
es que los jefes revolucionarios, jefes a la vez de las organizaciones
sindicales, no deseen conseguir mejoras reales económicas, sino todo
lo contrario, empeorar su situación, ya que su fin único es arrastrar
las masas a la Revolución para que conquisten para ellos el Poder.
Claro es que, aun cuando alguna vez reconozcan que la mala
situación económica y la desesperación consiguiente de las masas
obreras es la mejor palanca de la Revolución, jamás confiesan los
jefes revolucionarios que las luchas sindicales dirigidas por ellos
no tienen como fin la mejora real de la situación económica del
obrero, sino su empeoramiento.
Como sabemos, el arma principal en las luchas económicas
obreras es la huelga. Y la huelga es una pérdida total en la produc­
ción; es decir, una merma real de bienes en la Economía nacional...
perdida y merma sin recuperación posible, que, infaliblemente,
pagarán en cuantía proporcional, en la mayor, por 6er los más,
los proletarios, ya que la Economía, obedeciendo las leyes exactas
de las matemáticas, no tolera por ley de interdependencia que se
produzcan mejoras, aumentos de consumo, mermando previamente

(3) Lenin: E l Camino de la Insurrección, p. 301.


(4) Lenin: Carta a loa camaradas (16-17 octubre de 1917).
2 ;L capaci,kd ad^ —
jornales !a capacidad adquisitiva; «
n on », restablecerá el equilibrio con un aumento de precio ,’ £ CZ
porcentaje entra-,, como iactor determinante la merma en la Z .
duccion de bienes ocasionada por la huelga.
La economía liberal, como sabemos! consiste, no sólo en la
libertad de beneficio para el capitalista, sino también en libertad
de huelgas, libertad de salarios, para el trabajador. Dos libertades
contradictorias, cuya contradicción económica se trata de resolver
con otra contradicción, con la lucha de clases económica, premisa
y causa de la lucha humana.
En lugar de llegar a una conciliación , la contradicción de la
economía liberal se despliega en dos contradicciones; una, capita­
lista ; otra, obrera.
La capitalista : el aumento desmedido y sin límites de la pro­
ducción y, a la vez, la disminución de su costo; es decir, disminu­
ción de la capacidad adquisitiva. La contradicción está en que son
matemáticamente inconciliables tal aumento y tal disminución.
La obrera : aumento desmedido y sin límite del costo de la
producción, con el consiguiente aumento de la capacidad adquisi­
tiva; y disminución de trabajo, que es disminución simultánea de
la producción. La contradicción está en que son matemáticamente
inconciliables tal disminución y tal aumento.
Lu ley económica con categoría de apotegma dicta:
1.° Es una contradicción económica todo aumento de produc
ción sin un correlativo aumento de la capacidad de consumo.
2.° Es otra contradicción todo aumento de capacidad de con-
sumo sin el correlativo aumento de la producción.
En Economía política se pueden hacer muchas c ,
ninguna manera dejar de obedecer a esos dos axioma ,
del desorden y del en Economía,
Los marxistas han dado a Marx 6 Capitalismo. Quie-
llegando a llamarle .de.cnbrulon. enU - r ^

n e , .0 han j u d i a d o con ttCeTtl)8os, porque un


sinc, elisia parcial y ,,arcaísm o. Estos
estudio comparativo de lo expuesto por Marx demuestra que “ todo
lo bueno no es nuevo y todo lo nuevo no es bueno” . De todas
maneras, unos y otros le reconocen muy amplios conocimientos en
Economía, y por tanto, conocimiento de esos axiomas económi­
cos, los cuales ni siquiera son aludidos por Marx; algo muy natural,
dada su demagógica parcialidad, pues tales axiomas prohiben cien­
tíficamente la lucha de clases económ ica y, concretamente, la huel­
ga... y, precisamente, la lucha de clases y, por tanto, la huelga,
su realidad más frecuente, resulta para Marx el D em iurgo de la
Historia... «La Historia de toda la sociedad hasta nuestros días no
ha sido sino la historia de la lucha de clases” (5).
“ A consecuencia de la creciente competencia de los burgueses
entre sí y de las crisis económicas que ocasiona, los salarios resultan
cada vez más eventuales; el constante perfeccionamiento de la má­
quina coloca al obrero de día en día en más precaria situación;
los choques individuales entre el obrero y el burgués adquieren cada
vez más el carácter de colisiones entre clases opuestas. Los obreros
empiezan por coaligarse contra los burgueses para el mantenimien­
to de sus salarios. Llegan hasta formar Asociaciones permanentes,
en previsión de estas luchas circunstanciales. Aquí y allá la resis­
tencia estalla en sublevación” (6). “ La condición esencial de exis­
tencia y de supremacía de la clase burguesa es la acumulación de
la riqueza en manos particulares, la formación v acrecentamiento
del capital; la condición de existencia del capital es el salario. El
salario reposa exclusivamente sobre la competencia de lo 9 obreros
entre sí. El progreso de la industria, del que la burguesía es agente
involuntario y pasivo, sustituye al aislamiento de los obreros, resul­
tante de la competencia, con su unión revolucionaria por medio
de la Asociación. Así, el desarrollo de la gran industria socava bajo
los pies de la burguesía el terreno sobre el cual ha establecido su
sistema de producción y de apropiación. Ante todo, produce sus
propios sepultureros. Su caída y la victoria del proletariado son
igualmente inevitables” (7).

(5) Marx y Engels: M an ifiesto del Partido C om u n ista ; pág. 274.


Bergua, editor (Madrid).
(6) Marx y Engels: M a n ifiesto; pág. 284.
(7) Marx y Engels: M a n ifiesto; págs. 287-88.
No me puedo entretener aquí en refutar todo ese sn ri^ w /•
maS e<;onómicos- En una sola página puede cualquier e s t l S o Í '
zar mas errores que un sabio puede refutar en mil. Pero no e9 tal
el caso; en no muchas páginas puede ser hoy refutado el Manifi,,.
to ; y prometo hacerlo, y pronto.

Sólo quiero señalar esta contradicción de Marx v el Marxismo


subsiguiente: si “ la formación y acrecentamiento del capital” pro-
voca la “ unión revolucionaria del proletariado” , “ produce los
sepultureros de la burguesía” y “ su caída y la victoria del proleta­
riado son inevitables” , ¿por qué la lucha ,!e clases económicas, la
huelga, si con las mejoras de salarios obtenidas disminuye la “for-
mación y acrecentamiento del capital” y deja de provocar “la unión
revolucionaria del proletariado” y, por tanto, disminuye o su­
prime la “ producción de sus sepultureros” y así retrasa o evita “la
inevitable caída de la burguesía y la victoria del proletariado” ?
Marx y Engels mismos confiesan explícitamente lo que para
ellos es la lucha económica, la huelga:
“ A veces, los obreros triunfan; pero su triunfo es efímero. El
verdadero resultado de sus luchas es menos el éxito inmediato que
la solidaridad aumentada de los trabajadores” (8).
Claramente, la mejora económica es un “ triunfo efímero®; la
perdida previa y absoluta en producción suele anularla muchas
veces por sí sola; y siempre, cuando el aumento de salario, aumen-
to de capacidad de consumo, no va acompañado de aumento de
producción. Esto lo sabía Marx, lo ha sabido Lenín y todos lo.
grandes dirigentes revolucionarios; por eso excitan y lanzan a la
huelga constantemente a los obreros, porque rara vez supone cierta
mejora real, aunque sea mejora crematística, numeraria, p q
saben que la lucha económica, la h«elga, no solo no mejora la
situación económica y disminuye la “ desesperación de, R mas.
disminuyendo su
la solidaridad de los trabaja joc¡¿n - v, después, basta este
localidades diferentes ponerse en en ]ucha
contacto... para t r a n s f o r m e
nacional con dirección centralizada; en lucha de clase. Mas toda
lucha de clase es una lucha p olítica . . .” (9).
Es una lucha política; una lucha para la conquista del P od er;
para la conquista del Poder, no para los proletarios de ningún
niodo, sino para esa Dirección centralizada, para la Dirección del
Partido Comunista.
Y para terminar, nos dirá M arx:
«Lo que me pertenece en propiedad es la demostración : 1.° De
que la existencia de clases no está ligada más que a las fases del
desarrollo histórico, determinadas por la producción ; 2.° De que
la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del prole­
tariado.» (10).
Es todo, lectores.
Creo que, leídas esas pocas líneas, podrán ser leídas sin peligro
las mentiras de La Pasionaria hasta en determinadas sacristías;
6Í es que esos comunistillas de sacristía lo son de buena fe.
Y ahora, sólo unas palabras para Don Juan y sus “ monárquicos” .
Ansaldo reitera muchas veces la colusión monárquico-socialista,
monárquico-marxista, y no será necesario traer aquí las citas.
Don Juan, en su Manifiesto, promete “ reconocimiento de todos los
derechos inherentes a la persona humana” ... No los enumera, pero
dadas las alianzas de la “ monarquía” con el Marxismo, es de toda
evidencia que en tales derechos están incluidos el de libertad de
asociación y libertad de huelga ; por tanto, libertad para la lucha
de clases.
Ya hemos visto qué resulta ser la lucha de clases a la luz de
la Economía política. También ge ha visto lo que resulta ser la
asociación obrera y la huelga para Marx y el M arxismo: lucha
política.

Según todo ello, al conceder esos derechos, calificados de huma­


nos, la “ monarquía” en proyecto será legal y jurídicamente arena
para la lucha política. Y no venga nadie con la ingenuidad o com­
plicidad de asegurarnos que esa lucha política será estrictamente

(9) Marx y Engels: M a n ifiesto; pág. 284.


(10) Marx: Carta a W eyd em eyer, 5 de marzo 1852.
legal, e . decir, moral y ein perjuicio para la exut™,- • ,
ciencia y potencia de la Nación, porq„ e los Com„ nÍ9ta y’ 2 I T
tas, confesándolo, y los socialistas, sin confesarlo „ ,T
posibilidades legales que les brinde la “ « e n a r q u é ,, " a]
brinda totales, com o confiesan que aprovechan la, escasa.'brindad™
p or el Regunen actual, en combinación con la utilización en la lu-
cha de todas las posibilidades ilegales
Y ya sólo estas interrogantes:
¿A quién beneficiará esa lucha de clases anarco-marxista?... ¿A
ia “ monarquía” o al Comunismo? ¿A Don Juan o Kruschev?
Respóndanme.
Para terminar este apartado, únicamente recordar algo, al pa­
recer ignorado :
Que ha existido ya esa “ monarquía” que reconocía “ todo3 los
derechos humanos , considerando como tales los de asociación y
huelga , y, en consecuencia, el derecho a la lucha política fuera del
área electoral y parlamentaria, y debemos recordar también cuáles
fueron los efectos, en primer lugar, para esa misma “ monarquía” , y
en segundo, y principal, para nuestra Patria... cuya salud y exis­
tencia parece no contar para quienes hablan de derechos humanos,
considerando únicamente humanos el de lucha, el de Revolución,
el de atentar contra la existencia e independencia de España...
No existen, y no pueden existir, derechos cuando son ejercidos
contra la existencia e independencia de la Patria, entidad total de
humanos; porque atentar contra la existencia e independencia de
España, contra la existencia e independencia de todos los españoles,
no es humano, sino inhumano.
Y la Institución que liaga posible y permita el atentado de la
lucha de clases, de la lucha política revolucionaria, como quiere
hacer posible y permitir esa “ monarquía , es una Institución an
española; es decir, inhumana. ^
Y o hallaría cierta explicación —jamás razón— a esa mama •
colusión con el Anarquismo y el Marxismo de la proyecta a mu
narquía", si la situación dada española se Ja impusiera con
perativo d« arrolladoras fuerzas anarco-marxistas.
Pero ya hem oi escuchado a Madariaga confesar con todo el dolor
de su corazón que LAS IZQUIERDAS NO PUEDEN DERRIBAR
AL REGIMEN ACTUAL.
Integrados en esa izquierda están como fuerzas principales el
Anarquismo y el Marxismo: anarco-sindicalistas (F. A. I.-C. N. T.),
los socialistas (P. S. O. E. y U. G. T.) y los comunistas (P. C .); por
tanto, ellos son los que no pueden derribar al R égim en actual.
¿Por qué y para qué se alia la “ monarquía” con Anarquismo y
Marxismo, si ella sola, con las solas fuerzas de antifranquistas y
neo antifranquistas es la que, según Madariaga confiesa, podría
derribar al Régimen?...
Responderemos a nuestra pregunta, fraccionándola en dos.
¿P or qué se alia la “ monarquía” con Anarquismo y Marxismo?...
Por mandárselo así Londres; es decir, por mandárselo un Estado
extranjero enemigo, no de tal o cual Régimen español, sino ene­
migo de España; por mandárselo, a la vez, y desde allí, la Maso­
nería, enemiga de la existencia de nuestra Patria, por ser enemiga
de toda nación católica, y de ninguna más que España.
¿Para qué se alia la “ monarquía” con Anarquismo y Marxismo?
Por mandárselo así Londres; es decir, un Estado extranjero, el
británico; y un Superestado internacional, la Masonería, cuyas
armas para debilitar y matar a España son Anarquismo y Marxismo,
y la alianza previa monárquico-anarco-marxista garantiza, en caso
de Restauración, a Marxismo y Anarquismo esa libertad legal abso­
lutamente necesaria para que ellos puedan asesinar a España.
Sí, lectores; la libertad legal es absolutamente necesaria para
que el Anarquismo y el Marxismo puedan asesinar a España.
La Historia real de España, esa Historia ignorada por su siste­
mática y permanente silenciación en las cátedras docentes, nos lo
demuestra.
El Marxismo y el Anarquismo jamás han podido reclutar y
organizar masas considerables obreras en sus Centros Sindicales
y en sus Partidos Políticos sin que el Poder les conceda previamente
libertad de asociación e impunidad para la coacción.
Durante la misma “ monarquía” saguntina, en los períodos de
excepción durante los cuales fué denegada libertad e impunidad a
la C. N. T. (totalmente) y la U. G. T ., que siempre gozó de libertad,
y en tales períodos de menos impunidad, la C N T A

£ £ Z " “ - r " ”•G T , '6*,í h“ “


Examínense los tiempos de la “ monarquía” en que la C N T
sindica y tiraniza de 700.000 al 1.000.000 de trabajadores, y la
. G. 1 . a unos 300.000. Desafiamos a que alguien demuestre que
el momento en el cual consiguen tales cifras no coincide con G e
biernos liberales y liberal-conservadores que brindaban libertad
sindical e impunidad a sus pistoleros asesinos y coaccionadores.
Para sindicar y tiranizar esas masas obreras, el Anarquismo y
Comunismo debían tener en pleno funcionamiento los Sindicatos
obreros y sus pistoleros debían gozar de impunidad para obligar
a los trabajadores a sindicarse y a pagar las cotizaciones, asesinando
al que se negase o se resistiera. Ahí están las estadísticas del térro-
rismo sindical: por cada patrono asesinado, son asesinados diez
trabajadores.
El asesinato cometido por pistoleros pagados (revolucionarios
profesionales) fué siempre el único medio para que el Anarquismo
y el Marxismo pudieran encuadrar grandes masas, expropiarlas con
las cotizaciones y lanzarlas a la permanente lucha económica, de
clase y, muy frecuentemente, a la Revolución política.
Pero para que los asesinatos pudieran perpetrarse, dada la
cobardía de los pistoleros, era imprescindible la impunidad total;
y la impunidad total se la concedía el tribunal del jurado y hasta
el de derecho; en cuyos tribunales unos pobres hombres debían
absolver a los asesinos más probados bajo la coacción mortal de
las pistolas anarquistas y comunistas amenazándoles de muerte a
ellos y a sus familiares.
Cuando la Dictadura de Primo de Rivera terminó con la libertad
sindical de la C. N. T. y con la impunidad del jurado, y los Con­
sejos de guerra sentencieron a muerte, cumpliéndose las sentencias,
a un par de asesinos de la F. A. I., la C. N. T. acabó de repente.
Y si la ignorancia de Martínez Anido en Marxismo y la «no-
rancio. o lo que fuere, de Aunós hubiera quitado la
diaal al Socialismo, como le quitó la impunidad para coacc
la U. G. T. hubiera desaparecido igualmente.
En cambio, ahí está la historia reciente del Berenguerismo y
la República, concediéndoles a Marxismo y Anarquismo libertad
e impunidad total.
Un ministro de la República, Maura, daría estas cifras en las
Cortes republicanas, inmediatamente después de la Revolución de
octubre de 1934, procedentes de la Dirección de Seguridad repu­
blicana :

Comunistas . . 133.266
Marxistas
Socialistas ... 1.444.474

To tal ................... 3.155.287

TRES MILLONES CIENTO CINCUENTA Y CINCO MIL JJOS-


CIENTOS OCHENTA Y SIETE hombres lanzados por Anarquismo
y Marxismo al asalto revolucionario.
¿Quiere la “ monarquía” brindarles al Anarquismo y al Mar­
xismo libertad e impunidad para que formen y dirijan ese ejército
revolucionario de más de tres millones de hombres?...
Sí, lectores; sí, porque así se lo manda Londres : Albion y la
Masonería.
Sigamos contemplando la exposición que hace La Pasional ia de
la perspectiva sindical de hoy.
«Durante las elecciones sindicales, la movilización de las masas
había sido .tan extensa y profunda, había marcado a tan diversos
grupos de fuerzas tan distintas y numerosas, que I09 órganos espe­
cializados en la represión fueron desbordados y desconcertados.
«Para la acción policíaca fué tomado como pretexto la asistencia
al 6.° Festival Mundial de la Juventud celebrado en Moscú en el
año 1957 de un centenar de jóvenes españoles... Quedaron detenidos
44 jóvenes, la mayor parte de los cuales aún continúan en la cárcel.
Los supuestos agentes de Moscú eran todos obreros sin antecedentes
políticos, jóvenes universitarios, algunos hijos de conocidas fa­
milias de la burguesía. De loe “ peligrosos agentes extranjeros” sólo
hieren conocidas y respetables personas, cuya deten,!*., j •
general descontento en todas las canas de 1» •j produjo
i j i capas de la ■ociedad, inclnída-
algunos de los grupos más próximo, al Gobierno.
«En su nota sobre la detención de los 44, la Dirección General
e Segundad daba a entender que con estas detenciones la jomada
había sido frustrada.
«Saliendo al paso de la maniobra, el Partido intensificó la pre-
paración de la jornada y respondió a la nota policíaca denunciando
la política de guerra civil de la dictadura. En la declaración publi­
cada en esa ocasión, nuestro partido, al renovar su llamamiento a
preparar la jornada, afirmaba que para detener ésta no basta con
detener arbitrariamente a 44 españoles, tendría el General Franco
que encarcelar a la gran mayoría del pueblo español.
aEl Purtido Comunista de España—terminaba la declaración— ge
dirige de nuevo a todas las fuerzas políticas de izquierda y de dere­
cha llamándolas a la preparación de una jornada de reconciliación
nacional en que se exprese la voluntad de un cambio pacífico de
la situación existente en nuestro país. La lucha por la libertad
de los 44 detenidos es parte integrante de dicha preparación.
«Al plantear estas cuestiones, nosotros no ignoramos la preocu­
pación natural, dados los intereses que representan, de ciertos
hombres y sectores sociales por evitar una ruptura demasiado brusca
con lo actual que pudiera generar violencias.
aPor no ignorarlo, el Partido, en su declaración de febrero
de 1957, pronunciábase en favor de la constitución de un Gobierno
com puesto por elementos liberales de diverso matiz, que diese una
amplia y efectiva amnistía política e iniciase el restablecimiento de
las libertades públicas, sin discriminación...
«Abundando en esta idea, en el Pleno Tercero del Comité Cen-
tral declaramos: El establecimiento de un Gobierno liberal no
representaría una ruptura radical con h s i t u a c i ó n que existe hoy.
ya que en el seno del viejo Movimiento Nacional se han desarrollado
corrientes liberales que, en un momento dado, podrían facilitar o
transición pacífica.
.La solución liberal sería apoyada p o r nosotros y estamos de­
puestos a defender esta solución como la mas convement*, nu»n ra
no haya una amplia coalición y un Gobierno nacido de esta coali­
ción.»
Eliminemos toda la exageración contenida en el precedente
fragmento del Inform e. Leyéndolo con predisposición favorable y
sin la debida información, induce a pensar que la Jornada de re -
concialiación nacional promovida y dirigida por el Partido Comu­
nista fué una gran movilización de masas en toda España. El “ truco”
para suscitar esa convicción es muy sencillo. Los comunistas hablan
de movilización de masas, de actos y de gestos contra el Régimen
en sus radios y papeles clandestinos, pero poniendo gran cuidado
en no especificar dónde tuvieron lugar. Así, por ejemplo, el ma­
drileño ingenuo y el predispuesto a creer, aun cuando en Madrid
le pasase inadvertida la Jornada , porque nada sucedió, creerá
cuando los comunistas le hablen de acontecimientos ocurridos ese
día que se han producido en otras ciudades, en Barcelona, Bilbao,
Sevilla... y, por el contrario, el de Barcelona, que tampoco perci­
bió nada en la ciudad condal, creerá que algo pasó en Madrid, Bil­
bao, Sevilla, e tc .; y así creerán con respecto a las demás los de cada
ciudad o pueblo. Si citaran una población como escenario de algún
acontecimiento, como en ella nada ocurrió, por lo menos los ha­
bitantes de la misma, comprobando la mentira, sospecharían que
también mentían en lo referente a las demás ciudades; pero, deci­
mos, los comunistas se guardan de dar cualquier detalle.
Descubierta la “ técnica” propagandista de la mentira comunis­
ta, pasamos a examinar la infiltración marxista en la Organización
Sindical existente, lam bién exagera el Partido la importancia de su
infiltración y acción en los sindicatos legales; pero, indudable­
mente, infiltración y acción comunista existe; y, no sólo cojnunista,
sino también anarquista y socialista.
No es mi cometido ponderarlas ni tampoco dar lecciones de cómo
han de ser combatidas la infiltración y acción anarco-marxista en la
Organización Sindical. Unicamente me permitiré indicar que un
poco de menos demagogia obrerista, un poco más de cultura en
Economía política y mucha más capacidad para refutar sofismas
anarco-marxistas por parte de muchas jerarquías sindicales forma­
ría en la Organización „n clima mucho menos propicio para la in
filtración y acción anarco-marxisla en ella.
Sea poca o mucha la importancia de tal infiltración y acción
existiendo como en realidad existe, con stip e „n ejemplo T *
c.onador de como el Comunismo y el Anarquismo saben aprovechar
y aprovechan las posibilidades legales por mínimas que sean para
su acción proselitista y revolucionaria.
Y de tal problema, nada más; quien quiera y deba entender que
entienda.
Al final del fragmento vemos cómo, al reseñar las reivindicacio­
nes asignadas a la Jornada de reconciliación nacional, el Partido
Comunista indígena, o sea Moscú, las concreta de la siguiente
manera :
a) Un gobierno compuesto por elementos liberales de diverso
matiz.
b ) Gobierno que diese una amplia y efectiva amnistía política.
c) Y que iniciase el restablecimiento de las libertades públi­
cas, sin discriminación.
No será necesario traer aquí las reivindicaciones formuladas por
los conspiradores de París demo-“ cristianos” , masones, socialistas,
anarquistas, etc., para mostrar su total coincidencia con las del
Partido Comunista, con las de Moscú. Ahí están, en páginas ante­
riores, para quien quiera cotejarlas.
Lo que nos interesa en este instante es mostrar la coincidencia
de La Pasionaria con el Pretendiente, Don Juan.
Veamos estas otras promesas del Manifiesto de Lausana:
a) Con respecto al “ gobierno compuesto por elementos libera­
les de todo matiz” , reivindicado por el Partido Comunista, Don
Juan no lo menciona en su Manifiesto literalmente; pero en su con
texto sí, muy explícitamente; porque dice que bajo la Monar
quía —reconciliadora, justiciera y tolerante caben cuantas re or
inas demande el interés de la Nación ’. Bella fruS~, en %er a , p
ro, a priori , estima ya Don Juan que “ demanda el interés e
ción primordialmente, aprobación inmediata, por \otacion p p ^
lar” (sufragio universal) de una Constitución política,
miento de todos los derechos inherentes a la persona humana ,
rantías de las libertades políticas correspondientes*’ . ¿quiere de­
cirme alguien, si el Gobierno de la “ monarquía” que realizase tales
reformas no había de ser, como el Partido Comunista pide, un g o ­
bierno liberal?... La coincidencia es tanta entre La Pasionaria y Don
Juan que el Pretendiente resulta mucho más amplio y explícito
en su Manifiesto que la Secretaria General del Partido Comunista
moscovita.
b) Demanda el Partido Comunista que el nuevo Gobierno “ diese
una amplia amnistía política” . El Pretendiente, en su Manifiesto
(8.° párrafo), dice: “ amplia amnistía política” . La coincidencia es
hasta literal.
c) Dice el Partido Comunista : “ Gobierno que iniciase el res­
tablecimiento de las libertades políticas, sin discriminación” . Dice
Don Juan (8.° párrafo del M anifiesto ) : “ Reconocimiento de todos los
derechos inherentes a la persona humana y garantía de las liber­
tades políticas” , y al final del párrafo alude a los “ signos politico­
económicos de nuestro tiempo” , con los cuales, implícitamente, re­
conoce que han de estar de acuerdo aquellos d erechos y libertades
con tales signos y no creemos estar desarcertados si decimos que pa­
ra el Pretendiente los signos político-económicos están marcado*
por la Carta del Atlántico y por la D eclaración de D erechos de las
Naciones Unidas.
Apurando la comparación, hallamos en la reivindicación del
Partido Comunista una precisión que no está en el Manifiesto del
Pretendiente; y ella es explícitamente: “ restablecimiento de las
libertades públicas, sin discriminación” .
Dicha tal palabra por quien la dice, por el Partido Comunista,
su clarísima interpretación e s: restablecimiento de las libertades
públicas “ sin discriminaciórt” ... también para el Partido Comunista.
Don Juan, es verdad, no emplea la frase “ sin discriminación” ni
tampoco dice que gozará de las libertades políticas el Partido Co­
munista indígena..., pero en su Manifiesto tampoco excluye a nadie
del goce de los derechos humanos y de las libertades políticas. No
podemos discriminar nosotros allí donde no discrimina el Preten­
diente.
Habla él de “ derechos humanos” y de “ libertades políticas” no
discriminando ni distinguiendo en absoluto. Y siendo así que los
comunistas son hunu.no, (aunque hagan lo imposible para no sei o
y p o.ticos también, por tanto, literalmente, Don L n conced
derechos y libertades al Partido Comunista.
El “ signo político de los tiempos” debería ser el de la discrimi-
nación y distinción entre seres humanos e inhumanos; entre espa-
noles reales y españoles legales; entre españoles reales, leales a la
Patria, españoles legales, traidores a España, y súbditos reales de
Estados o Superestados extranjeros.
Los democráticos y liberales Estados Unidos y la democrática y
liberal República alemana tienen declarado fuera de la Ley al
Partido Comunista, por calificarlo como una organización al ser*
vicio de Potencia extranjera...
Sin duda, tan liberalísimo ha de ser el gobierno de la “ monar­
quía” juanista que para él no existirá el Comunismo como una
organización al servicio de Potencia extranjera. Será una organi­
zación má9 integrada por seres humanos políticos, merecedora de
gozar todos los derechos y libertades...
¿Puede pedir más el Partido Comunista, es decir, el Kremlin?.
Más adelante, al explicar las relaciones sostenidas por el Par­
tido con la 9 fuerzas de derechas en torno a la necesidad de una
amplia coalición de las antifranquistas de izquierdas y de dere­
chas, que conduzca a la liquidación de la dictadura y a poner en
manos del pueblo la cuestión del régimen político, Dolores Ibarruri
señala que a fines del año pasado los representantes de dichas fuerzas
hicieron al Partido Comunista una proposición política que consts-
tía en lo siguiente : . . .,
orYa que formalmente España es un Reino, ir, previa liquid
de la dictadura, el nombramiento de un Lugarteniente del »
primo del pretendiente, y a la creación de un Gobierno Prov
presidido por dicho Lugarteniente, en el que estarían represent
diferentes fuerzas políticas, incluso el Partido Comunista, que
dría un puesto en él.» 1
Es la primera vez que el Informe de La Pasionaria *1 Comité
Central, mejor dicho, la copia leída por la llamada
Independiente , abandona la forma directa y hace re erepc
quien* decir que se abandona por un momento el texto para su-
detalles por los cuales puedan identificarse personas; por­
que la revelación resulta demasiado grave.
Y tan grave. Hasta el momento, solamente se podía demostrar
la coincidencia y alianza objetiva y efectiva entre monárquicos” y
comunistas; pero no la subjetiva y formal.
El no querer los “ monárquicos*’ y demás conspiradores contac­
tos oficiales ni pactos formales con el Partido Comunista no se de­
be a que doctrinal, política y personalmente resulten incompatibles,
va que ios objetivos inmediatos de todos ellos coinciden con los de los
comunistas y la gran ayuda de Moscú es importante para todos. De­
jan fuera de las reuniones y pactos oficiales y formales al Partido
Comunista, porque, como tantas veces declaran los demás conspi­
radores burgueses, socialistas y anarquistas, procuran ampliar las
ayudas de muchas de las grandes y pequeñas Democracias, en pri­
mer lugar la de Inglaterra; Gordón Ordás, el “ presidente” del
“ gobierno republicano” en el exilio, ha debido confesar ahora,
cuando los castristas encuentran los papeles, que hasta el “ dictador”
Batista subvencionó hasta su desastrado final a la República erran­
te... i oh, poderes de la Masonería!... y, claro es, la presencia ofi­
cial del Partido Comunista en los comités de los conspiradores alar­
maría demasiado a las grandes democracias; principalmente, a la
norteamericana, que vería en peligro sus bases aero-navales en te­
rritorio español y su alianza defensiva con España.
Saben demasiado bien los conspiradores que cuentan con todo
el apoyo de Moscú a través del Partido Comunista indígena, tengan
presencia oficial o no los jefes comunistas en los comités y si firman
o no los pactos. Y, naturalmente, por presencias oficiales y forma­
lidades que en nada les aumentan sus recursos y fuerzas, ya que
cuentan incondicionalmente con la alianza real del Comunismo, no
van los demás conspiradores a correr el riesgo de perder el apoyo
y subvención de las grandes y pequeñas Democracias con las cuales
cuentan como decisiva fuerza para lograr el triunfo con que sueñan.
Mas la declaración del Partido Comunista nos demuestra la
existencia de contactos personales y pactos formales con el Partido
Comunista indígena, con Moscú, de los conspiradores. Lógico pa­
r.-.ería que la iniciativa de cornados y pactos hubiese sido tomada
¡,or el representante de cualquiera de los partido, coaligado- por
ejemplo, cualquiera de los marxistas o separatistas. Pero no- como
vemos es un representante monárquico; nada meno, que un prir,
cipe de la sangre, un Borbón aspirante personalmente a Lugart e
metUe del presunto “ rey*’ , su primo, con el apoyo del Comunismo
del Kremlin... ’
Sin calificativos.
Pueden tomar nota los militares a quienes pretenden captar
esos “ monárquicos” de cuán fuerte resulta la garantía de la “ monar­
quía” , cuya Restauración les piden, contra el Comunismo., aliado
de tal “ monarquía” ; ya que, como el adagio nos dice, nadie se alia
im punem ente con la peste..., y menos aún si la peste es la peste
comunista.
¡Que corran riesgos personales los militares engañados para res­
taurar la “ monarquía!” , creyendo, como les dicen, que es la mejor
í ;;jvaauardia de España frente al Comunismo, y ahí tienen al traidor
y patibulario Comunismo cabalgando en la grupa del caballo blan­
co dol restaurado monarca para entrar en España!
Esa “ monarquía” —sabedlo, militares objeto de captaciones
r. ( 3 Caballo de Troya, no sólo de la Masonería, sino también del
Comunismo.
Sabedlo, militares, obrad según os dicte vuestro patriotismo.
Sigamos con los detalles dados por el Informe del Comité
Central:
«Este gobierno - e l del Lugarteniente- promulgaría inmedia­
tamente toda clase de libertades públicas, comprendidas, natu
mente, la libertad de prensa y de palabra.»
,E n el plazo de tres años, este gobierno iría a una consulto al
pueblo para que éste eligiese libremente el régimen poM eo su*
preferencias , es decir, República o Monarquía.» ., „ r r,„
Como apreciamos, en lo convenido por el “ pre.ent.do í u ^
niente, se ratifica una ve, más lo que el Partido Comun.st —
esencialísinio: las “ libertades p d b W , ««no D° n ™
ra en su Manifiesto de Lausana; son sus mismas palabra» <»pec
cando que en tale, “ libertades pública,” están comprendidas,
raímenle, la liberlad de prensa y de palabra ; libertades que, natu­
ralm ente , disfrutaría el Partido Comunista para servir a Moscú trai­
cionando a España... ¡que menos estipendio por haber ayudado a
entronizar Lugarteniente a ese incógnito B orbón!...
Sigamos ahora con los detalles del plan comunista-“ monárqui-
eo” , tal y como están reflejados en el Inform e:
Sobre el contenido del plan.
«1.* La etapa de transición, en la que un Lugarteniente asu­
miría el papel de Jefe del Estado, no debería prolongarse más de
lo necesario, haciendo que dicho plazo sea lo más breve.
a2.° Sería preferible que el Lugarteniente del Reino no sea,
a la vez, Presidente del Gobierno y que este papel lo desempeñe
otra persona designada por aquél. Ello daría mayor autoridad mo­
ral al Jefe Interino del Estado y serviría para que la autoridad po­
lítica estuviese más compartida, así como marcaría aún más la di­
ferencia con el actual régimen.
«3.* En relación con el Gobierno Provisional, lo decidvo, a
juicio nuestro, es su programa y que en la aplicación de éste se
comprometan solemnemente las fuerzas participantes.
«En relación con el programa:
«a) Estamos plenam ente de acuerdo con el establecim iento da
la libertad más com pleta para todos los partidos políticas sin e x ­
cepción y con que la prensa sea de partido y no de grupos capitalis­
tas privados.
«b) Consideramos como posición indispensable la prom ulga­
ción de una amplia amnistía para los presos y exilados políticos.
«c) Estimamos que el Gobierno Provisional debería comprome­
terse a iniciar el mejoramiento de las condiciones de vida de los
obreros, funcionarios, campesinos, etc.
«5.° El Partido Comunista está dispuesto a examinar oportu­
namente la cuestión de su participación en el Gobierno Provisio­
nal y decidido a no rehuir su responsabilidad.
aEl Partido Comunista juzga que su participación en las juntas
de correlación entre las diferentes fuerzas y grupos com prom etidos
•n Q8t* plan es absolutamente necesaria. Su apoyo está condiciona­
do a «u participación efectiva junto a las demá9 fuerzas en las de-
. iones políticas y práctica» tendentes a poner fin » l i- j
a establecer un gobierno de transición. dictadura y
«En el caso de que el Gobierno Provisional estuviese i„teRrado
por representantes de todos los partidos de oposición el Par,iJo
Comunista juzga indispensable la creación ,1e „ „ co n ejo ^
tivo, o cosa semejante, que actúe cerca d e l Cobierno Provisional
en cuyo consejo debería haber una representación de cada partido
o grupo.»
Los puntos 1.”, 2.° y 3." no aportan cualquier novedad; son una
reiteración de lo ya dicho, con otra redacción y con algún detalle
secundario más.
Sólo merecen cierto destaque los apartados del punto tercero.
Como habíamos estimado, el derecho de existencia del Partido
Comunista indígena estaba concedido implícitamente en I09 “ dere­
chos humanos y políticos” del Manifiesto juanista; porque aquí
(apartado a) se acuerda conceder la “ libertad más completa para
todos los partidos políticos sin excep ción ; sin la excepción del Par­
tido Comunista.
En el mismo apartado a) encontramos algo muy singular como
pactado: “ que la prensa sea de partido y no de grupos capitalistas
privados” ... Esto es ch usco ; los grupos capitalistas, en esta “ monar­
quía con las más completas libertades” quedan excluidos de gozar
de la libertad de prensa ; serán ciudadanos de segunda clase com­
parados con los comunistas. Lo sentimos por el grupo de capitalis­
tas propietarios del A B C . Al parecer, esa “ monarquía tan sus­
pirada y anhelada por el grupo de capitalistas de Prensa Españo­
la , S. A ., le prepara un porvenir infinitamente más sombrío que la
“ dura” suerte sufrida por la Empresa a manos de los falangistas
Y nos debemos preguntar al contemplar el fin que a Prensa Espa
ñola le reservan la futura “ monarquía y sus aliados comunist
¿estará suicidándose A B C?...
No sería la primera vez que intenta suicidarse. Aún recordamos
en sus páginas aquellos venenosos artículos de Sánchez Guerra c
tra Primo de Rivera, el gran sepulturero de la “ monarquía «gon-
tina. Entonce», lo r e c o n o c e m o s , A B C tenía U disculpa de su
ignorancia y la de que, al fin, aquella prometido República de ebu-
pos no tenía en su programa el prohibirles a los grupos capitalistas
privados que continuaran editando sus periódicos... eso llegó des­
pués para el A B C y para otros. Pero ahora se io anuncian con
suficiente anticipación. Tome buena nota.
Apartado 6 ): “ indispensable la promulgación de una amplia
amnistía” . ¡Concedida!., ¡concedida con antipación!... en el Ma­
nifiesto. Bueno es que se sepa. La amnistía significa borrar todo de­
lito comprendido en ella, sin dejar rastro ni consecuencia legal
para el delincuente. Cualquier chekista torturador y asesino de m i­
les de personas, además de gozar de libertad total y de todos los
derechos gozados por las personas honradas, recuperará en su to­
talidad y automáticamente las propiedades y puestos que disfrutaba
cuando cometió y fué sancionado su crimen. Así, todo militar y
todo funcionario público y privado han de reingresar en su res­
pectiva escala y en el puesto que hoy le correspondería si no hubie­
se sido un criminal. Ya pueden prepararse los supervivientes tortu­
rados a convivir y a obedecer a sus torturadores y a los asesinos de
«us familiares... Tal es el significado de la amnistía concedida por
Don Juan y refrendada por el Partido Comunista indígena.
El Partido, a cambio de su promesa de concederles a los espa­
ñoles la ocasión electoral para optar fentre “ monarquía” y Repúbli­
ca, tiene la magnanimidad de “ examinar oportunamente la cuestión
de su participación en el Gobierno Provisional” del Lugarteniente.
Podríamos apostar que su magnanimidad sería tanta, que acep­
taría carteras ministeriales.
«El Partido Comunista pon e de relieve la im portancia de con ­
seguir el apoyo de amplios sectores del ejército y aprueba cuantos
esfuerzos se hagan pura conseguir dicho apoyo por parte de la fu er­
za m ejor situada a este resp ecto .»
Este fragmento, aunque corto, es importantísimo. Viene, como
se ve, a continuación de aceptar el Partido Comunista el régimen
transitorio del Lugarteniente, con un Borbón, primo del preten­
diente, colocado en esa primera magistratura del Estado. Además,
a la vez, acepta el Partido Comunista, si las papeletas electorales
lo deciden, la “ monarquía” constitucional, con el pretendiente d©
i* !! ■-■“ i - - -i o».
l o a o esto le da pleno significado al fragmento i
Ejército español. El Partido hace gala de más moderación que cual
quiera de los grupos republicanos. La razón de tal táctica e» dema­
siado evidente. Confesándolo y sin confesarlo, todos los oposicio­
nistas están convencidos de que no podrá ser derribado el Régimen
actual si no se entrega él mismo a sus enemigos, cosa posible, pero
no fácil.
La única posibilidad que la Oposición tiene para derribar el
Régimen es ganarse a importantes fuerzas militares y dar con ella»
el clásico Golpe de Estado.
Destaca el Informe del Comité Central “ la importancia de con­
seguir el apoyo da amplioa sectores del ejército...'" Naturalmente,
saben muy bien los comunistas que ahí está la clave de su triunfo.
” A prueban — dicen los comunistas— cuantos esfuerzos se hagan
para conseguir dicho apoyo” militar.
Anotémoslo: “ cuantos esfuerzos se hagan” ; es decir, que, in-
rondicionalmente, sin distinción, aceptan todo los comunistas para
ganarse fuerzas del Ejército español.
Como a Moscú y al Partido les consta el anticomunismo del Ejér­
cito, ni siquiera se ofrecen para ganarse un cabo. La presencia de
comunistas, y hasta su sombra en la captación de militares acarrea­
ría el fracaso de las captaciones en todos los casos.
Por ello, por conocer esa realidad, el Partido Comunista habla
de que “ los esfuerzos —para ganar e a militares— se hagan para
conseguir dicho apoyo por parte de la fuerza mejor situada a este
respecto” .
¿Cuál pnede ser “ la fuerza mejor situada” para ganarse fuerzas

tm pocoSes necesario discurrir para conocerla: es la fuerza manar-

qUÍ2 aquí la razón de toda esa fingid moderación de. Partido


Comunista indígena. ^ R¿g¡mf.a
Si, como es cierto, solo el E jw a top ^ ..monarquly ,
actual y al Ejército únicamente puede
necesario, lógico y útil es — piensa Moscú— no escatimar esfuerzos
ni concesiones para lograr que la fuerza “ monárquica” se preste a
revolver contra el Régimen las fuerzas militares, por ser la fuerza
“ monárquica” la única biem situada para inspirar confianza en los
mandos del Ejército..
Anticomunista el Ejército español, jamás podrá sospechar que
la “ monarquía” puede hallarse aliada con el Comunismo. Todo lo
contrario, saben muy bien los conspiradores que el Ejército espa­
ñol puede llegar a creer que ningún régimen es más antagónico del
Comunismo que el “ monárquico” ; y hasta puede ser convencido,
si la campaña ya iniciada prosigue, de que la “ monarquía” ofrece
más garantías a España contra el Comunismo que el Régimen actual.
Al descubrirle aquí al Ejército español esta hedionda colusión
comunista-monárquica, tan sólo queremos recordarle que el Co­
munismo es la traición total y permanente contra la Patria.
Y algo más, dictado por Lenin a todos los partidos comunistas
y por ellos acatado:
«No se ha hecho ninguna Revolución ni puede hacerse sin la
desorganización del Ejército»... (11).
Esto, desorganizar el Ejército, hacerle luchar contra sí mismo
en un Golpe de Estado, es lo que pretende el Partido Comunista por
orden de Moscú. Y como los comunistas no pueden lograr por sí
mismos esa necesaria desorganización del Ejército con el Golpe de
Estado, se alian con los “ monárquicos'” para que ellos les presten
ese antipatriótico servicio.
Más aún, pues Lenin sigue dictando :
«El primer acto de toda Revolución victoriosa, como han seña»
lado ya Marx y Engels, ha sido destruir el antiguo ejército y reem­
plazarlo por un ejército nuevo. La clase social nueva que aspira
al Poder no pudo nunca, ni actualmente tampoco puede, conseguir
y asegurar su dominación de otra manera que destrozando comple­
tamente el antiguo ejército.» (12).
Y nada más, lectores. Por mí parte, doy por conclusa la lección
que desearía tuviesen presente todos los militares españoles, para

(11) Lenin: La victoria proletaria y el renegado Kautshy; p. 119.


(12) Lenin: La victoria 'proletaria y el renegado K anteky; p. 120,
cuando a ellos se aproximen loa tentadores a inducirlos al Golpe de
Estado para la Restauración de la “ monarquía” .
Recuérdenlo bien; ese “ monárquico” tentador es un aliado del
Comunismo; por tanto, lo sepa o no, lo quiera o no, un traidor
a España que busca desorganizar y destronar al Ejército español,
rindiendo así el mayor servicio al Imperio Esclavista, llamado co­
munista.
¿N O LO HAS CREIDO, LECTOR ESPAÑOL?

Termino, lector.
Creo haber dicho bastante; acaso, demasiado; pero más, mucho
más, podría decir si no me dictara poner punto final aquí mi sen­
tido de la eficacia. Porque, para mí, escritor político, la eficacia,
llamémosle, si quieres, el bien posible, siempre fué la determinan-
te primera en toda obra mía. Y el bien posible o eficacia no depende
sólo de qué y cuánto yo pueda y quiera revelar, sino también, v en
gran parte, del estado mental y de conciencia dados en el cual se
halla la ma6a de lectores, como el de la mayoría de los españoles.
Yo no me dedicaré al análisis del estado mental y de concien­
cia dados para investigar sus causas, razones o sinrazones. Por ser
dado, lo tomo tal y cual es al efecto mi argüir.
Mi auscultación, si no está equivocada, me ha llevado a la si­
guiente convicción: en los españoles, salvo muy escasas excepcio­
nes, ha desaparecido de su horizonte mental y de conciencia toda
idea del peligro comunista. Ni siquiera hipotéticamente o imagina­
tivamente son capaces hoy de forjarse una idea o imagen del triun­
fo del Comunismo en España.
Esto, explicable o no, es así a los veinte años justos de haber
padecido nuestra Patria el dominio y el terror del Comunismo,
dueño del Poder y del Gobierno de la nación española.
Yo no me enfrento por primera vez con ese mismo estado de
zón y conciencia español. Lo hallé frente a mi cual muro e in ^
prensión inatacable desde las rebeliones de Ciudad Real y Valencia,
de enero de 1929.
Personalmente, intervine bastante a fondo en la investigación
de aquel frustrado intento revolucionario; hasta donde mis medios
personales me permitieron y hasta donde la* “ Superioridades” me
dejaron...
¿Qué fué aquello para mí?... En dos palabras lo puedo decir:
el relámpago primero de la tempestad, invisible aún, del asesinato
masónico-comunista de España.
Con juicio frívolo se me podrá decir que sólo muy a posteriori
puedo afirmar tal cosa, porque nadie sería capaz, dada la levedad
e intrascendencia de lo acaecido en Valencia y Ciudad Real, de po­
der deducir, sin ser profeta, su relación ni remota siquiera con Ja
toma del Poder por el Comunismo en España durante 1936.
Responderé brevemente. Lo visto por mí a través de la investi­
gación tras pantalla de personas y anécdotas del acontecimiento
fué tan sólo esto, como veremos, totalmente intrascendente :
El Jefe del Partido Conservador, sin oposición anterior ni desau­
torización ulterior, previa y voluntaria expatriación, se presenta en
Valencia cierta noche con todos los requisitos de un revolucioi'
rio profesional, y rodeado de masones, republicanos y anarquista
intenta sublevar a un Regimiento de Artillería, cuya oficialidad
está comprometida, para decidir al Capitán General a una valen-
cianada , técnicamente, como la saguntada ♦
Es el hecho histórico en su esencia y síntesis. Para mí, su sig­
nificación y trascendencia era esta :
1.° El Partido Conservador, con su jefe, Sánchez Guerra, en
cabeza y en acción, iniciaba la Revolución. El Partido que había
hecho la Restauración; el Partido garantía del O rden; el Partido
de la Monarquía, de la Aristocracia y el D inero; el Partido de la
Disciplina militar, escindiendo al Ejército, con su Arma la más
aristocrática en cabeza, Artillería, capitaneaba la sedición; el Par­
tido “ protector” de la Iglesia, de la Monarquía, de las Fuerzas Ar­
madas, de la moral y de la propiedad contra el Ateísmo, la Repú­
blica y la Anarquía, se aliaban con la Masonería, con la República
y con la Anarquía contra un Gobierno militar que desde hacía seis
año9 había parado en seco la Revolución que amenazaba Religión,
Monarquía y Propiedad, evitando que la reacción, provocada por la
rarcion de Anual y aprovechada por los revolucionario,, acabase
con
En donarT l ’ tFaJe9.e o RepÚWÍCa y> C° " ésta> el “ 08 anárquico. .
En dos palabras: el Partido Conservador, última reserva política
contra la Revolución, se hacía de repente también Anti-España
Formaban ya un todo Sánchez Guerra y Romanones, jefes de la
derecha e izquierda monárquica; el Duque de Alba, símbolo y
ejemplo de la aristocracia palatina; Weyler, príncipe de la Milia;
con Pestaña, Durruty y Ascaso, pasando por la Masonería y la Fe­
deración Anarquista Ibérica, por Martínez Barrio y Azaña; por
Marcelino Domingo y Lerroux; por de los Ríos y Prieto
¿Qué restaba con España?... Sólo una parte del Ejército; una
parte, la mayor; bastante para que Primo de Rivera impidiera
triunfar a la Anti-España por medio de la Revolución violenta...
Pero a condición, una condición absolutamente necesaria, de con­
tar sin reservas con la legalidad; con la confianza del Monarca...
Pues bien, lector; en mi personal investigación, además de com­
probar tras lo de Sánchez Guerra —tal era su nombre simplista—
la existencia de la Finanza nacional e internacional, de la Masone-
ría y del Comunismo Libertario, también descubrí que a Primo de
Rivera le faltaba, o ya le flaqueaba, la confianza del Monarca...
Y al descubrir sin género de duda que Alfonso XIII empezaba
entonces a fallarle al Dictador, dedujo que su suerte se hallaba
decidida y que su caída le daría el Poder a la Anti-España, que,
a través de la Monarquía constitucional, instauraría la República,
ésta traería la Revolución y con ella triunfaría el Comunismo...
Se me puede argüir que tal deducción es una “ profecía al reves ,
como calificó alguien a la Historia, muy fácil de hacer cuan
hechos han confirmado tal encadenamiento.
Nada me importa personalmente si se cree o no que yo
así entonces. ,
Eso. tan sólo me importa hoy políticamente, a efe,.tos de, « te -
cedente lógico; porque si yo fui entonces capaz e
vista del panorama de finales de la Dictadura, no se m ..p o to
gar la posibilidad, la posibilidad, por lo menos, e a
í , vista del actual p L r a m a político español ¿Es de lógica

ANTI-ESPAÑA 1 9 5 9 .— 28 .
Muy poderosas razones patrióticas debía yo tener el año 1929,
inmediatamente después de lo de Sánchez G uerra , para introducir­
me en la conspiración, dándome arte y maña para lograr la más
absoluta confianza del mando revolucionario. Esto lo hice por
propia iniciativa, 6Ín dar conocimiento a la Dirección de Se­
guridad, por seguridad mía , dada la comprobada flaqueza de la
Superioridad policial, reflejo del estado de ánimo del Monarca.
Correr el riego por partida doble, por parte de aquellos a quienes
defendía y por parte de los conspiradores, concédaseme, debía im­
ponerlo muy alto imperativo; cuyo imperativo no podía ser otro
que tratar por .todos los medios de evitarle a mi Patria la catástrofe
que yo preveía, sin detenerme el saber que, a la vez, salvaba con
mi personal riesgo la vida física y la Corona del Rey, decidido cada
vez más, por propio error y sugestiones ajenas, a perder Corona y
vida. Tan sólo cuando llegó Mola estimé no correr ningún riesgo por
parte de la “ Superioridad” policial, y le hice conocer mi acción ca-
talizadora insertado en el círculo más exaltado de los revolucio­
narios.
Acaso, algún lector pueda dudar y, desde luego, han de negarlo
mis adversarios. Pero hay constancia oficial. Y o lo he declarado
y firmado en el expediente incoado por el gobierno masónico-ce-
dista (Portela-Gil Robles) para expulsarme de la Policía en 1935,
como se me expulsó, por el delito de ser M auricio K arl.
Allí consta que yo he dicho y firmado al responder al pliego de
cargos:
«Bajo el seudónimo de “ MAURICIO KARL1” se ataca al Mar­
xismo, al Anarquismo y a la Masonería. Al Estado no puede inte­
resarle saber quién es la persona encubierta por tal seudónimo,
pues no ha delinquido. Es lógico suponer que su descubrimiento sea
deseado por las fuerzas que han sufrido sus ataques. A la Masonería
le sería posible obtener ese servicio, dándole carácter oficial, ya
qua no faltan personas con autoridad sobre la Policía vinculadas
con la sociedad secreta. (1). Y es rechazable tal enmascaramiento
tras el mimetismo oficial, y razones poderosas lo hacen rechazable
(1) Cuando esto se dice y firm a, el M in istro de la Gobernación, y,
por lo tanto, Autoridad máxima directa sobre la Policía, es Manuel Pór­
tela, Grado 33.
en este caso particular. Dar a conocer el nombre de una persona
que ha atacado al Marxismo y al Anarquismo es tanto como pro.
porcionar un blanco a sus asesinos. Y el peligro para esa persona
no decrece si sólo lo sabe la Masonería, pues me consta que hay
masones que asesinan a los enemigos políticos de la citada sociedad
secreta.» (Folio 26 del Expediente).
aPreguntado para que concrete los nombres de las personas que
pertenecen a la Masonería y le conste que han asesinado o puedan
asesinar a sus enemigos políticos, manifiesta: Que lo sabe por re­
ferencia directa de un abuelo del dicente, cuyo hermano, Toribio
del Barrio, sorteó (2) para asesinar a la Reina y ambos eran ma­
sones; esto como ejemplo de hechos pasados a que se le requiere
para que conteste, y con referencia a los masones que puedan ase­
sinar, m a n ifie s t a , a los efectos de aducir hechos en confirmación
con lo dicho por él, que antes de la venida de la República, fué
requerido personalmente por el diputado (3) Juan Simeón Yidarte,
el cual se le presentó como Delegado de la Masonería (4), para lo­
grar del firmante el asesinato del Rey Alfonso XIII y de don Mi­
guel Primo de Rivera, cuando éste ocupaba el cargo de Presidente
del Consejo de Ministros y aquél el que se indica» (folio 27 del
Expediente, que obra en los archivos de la Dirección de Seguridad
actual).
Llevando las cosas al extremo, podrá decirse que yo mentía en
el Expediente, aun cuando mentir en contra de uno mismo, con
perjuicio económico y provocando su peligro de muerte no sea cosa
muy verosímil...

(2) Con el cura Merino; por cierto haciendo trampa “ t I m i T


los h .-. h .'.
para que le “ tocase" al sacerdote ser el regicida en Isa
(3) Diputado cuando declaraba. . c;mhn-
(4) Juan Simeón Vidarte Franco; del ^ ^ ^oficiales del mismo,
lico del Gran Oriente Español. Veanse los B° le Socialistas. Triunfan-
A la sazón, del Comité Nacional dei las Constituyentes. Le acom-
te la República, Primer Secretario de las C o r t e s C on sU tu g en ie^ ^ ^
pañaban en el complot Robert° 9 bre£onJ J lado • el segundo, Rico, esposo
sones ambos; el primero, con Vidarte, ex »ag i u e g o , c r í t i c a de libros,
de la rojísima amiga de Azaña, José:y I n fo r m a c io n e s , premio “ A B C
cronista y corresponsal del tradicanalista / tóli ya , y él, José
y actualmente corresponsal en Washington del catoi
Rico, Catedrático auxiliar en la Universidad Central.
En fin, sea el testimonio del mismo General Mola. Escuché­
mosle :
o... en Madrid, seguían ciertas conversaciones para atentar con­
tra la familia real — conversaciones de las cuales llegaron a tener
conocimiento en Palacio (5)— ; mas... no merecía la pena preocu­
parse, máxime teniendo la seguridad, como tenía, de que uno de
los comprometidos m e avisaría con tiempo suficiente para poder
parar el golpe.
aSi se intentaba realizar el atentado, ¡buen éxito policíaco! En
la Dirección de Seguridad se hubieran dado las escenas de siem pre:
los reporteros periodísticos, fieles a su deber, hubieran tratado de
descorrer el velo del misterio interrogando a los altos funcionarios
de la “ casa*’ , los cuales, sin perder su gravedad característica de
los momentos solemnes, encerrados en la más impenetrable reser­
va, hubiesen dado a entender con medias palabras que estaban
sobre tal o cual pista..., aunque no supieran nada de nada. Y
mientras tanto, el verdadero policía, el del “ soplo a tiempo” , el
único que no ignoraba un solo detalle, andaría por esas calles de
Dios, pasando inadvertido, riéndose de unos y de otros..., ¡de
todos!» (6).
Sólo esos dos textos y recordar que en El Enem igo yo hablo del
atentado proyectado y “ acuso” al policía “ organizador” ; es decir,
me acuso a mí mismo, con lo cual la Masonería y mis “ cómplices” ,
ya triunfante la República, se hacían un pequeño lío, pues no po­
dían imaginar que “ Mauricio Karl” , “ acusador” , fuera el mismo
que su “ acusado” , Carlavilla; y así estuvieron hasta 1935. Nada
más; únicamente lo oficial, de lo que es episodio de la H istoria;
que con detalles, resultaría tan sensacional como una película de
suspense...
Baste lo dicho para demostrar que a partir del movimiento de

(5) Esto, naturalmente, fué después de la caída de Primo de Rivera,


cuando la Masonería ya no quería el regicidio, y sólo eran partidarios de
él ciertos extremistas del grupo de Jaca, no detenidos. Creo que fueron
los masones quienes avisaron, al estimar que un atentado con éxito o fra ­
casado podría provocar una dictadura militar, frustrando el método elec­
toral, ya concedido, para traer la República.
(6) Emilio Mola: El Derrumbamiento de la Monarquía (III Tomo
de sus Memorias) págs. 65 y 66.
Ciudad Real y Valencia, yo vi en el horizonte de España el peligro
rerf ° ; comunis,f en el Poder, ya que sólo Un gran ca.áJ o íe
para raí Patria podía impulsarme a la empresa relajada, que yo
no debo valorar. Aquella situación revolucionaria fué juzgada por
todos con frivolidad, creyéndola un mero cambio de personas en
el gobierno de S. M., o, todo lo más, un cambio de Régimen poli-
tico incruento, con la instauración de una República tipo^uizo; con
obispos y todo; pero yo no la juzgué con tal frivolidad.
Yo, lectores, no por dotes excepcionales, ni mucho menos, sino
por una preparación teórica y práctica de más de diez años, no po-
día juzgar la situación y sus fatales consecuencias con tanta ligere­
za y superficialidad.
En contacto con masón de alto grado y muy enterado desde 1918,
informante a su pesar; dedicado como policía desde 1921 de lleno
y en absoluto a la investigación y persecución del Anarquismo y
el Comunismo; leyéndome y estudiando cuanto de sus doctrinas,
organizaciones, hechos y hombres caía en mis manos, casi todo
cuanto había en España público y clandestino; consiguiendo y ma­
nejando confidentes; con vocación y decisión para mezclarme dis­
frazado en reuniones públicas de comunistas y anarquistas como
los militantes espectadores; y, por último, con preparación para
uno de tantos y captar las reacciones espontáneas y en “ crudo’ de
sostener conversación y controversia cual un comunista o un anar­
quista cuando era necesario, previamente y falsamente documen­
tado com o “ delegado” de organización de distante localidad, y ce­
lebrar una reunión con determinado Comité directivo local o pro
vincial... tal era mi preparación. Nadie juzgue de Comunismo >
Anarquismo leyendo ni escuchando a sus militantes en su literatura
legal ni cuando hablan siendo escuchados por a d v e r s a r i o s , por neu­
trales o por simpatizantes. Para juzgarlos hay que leer os en
literatura ilegal, en su c o r r e s p o n d e n c i a secreta y en sus acue
revolucionarios clandestinos; pero, sobre todo, hay que escuc ^
de tú a tú, siendo uno considerado por ellos como camar
“ compañero” , respondiendo a su altura d o c t r i n a l , tactica, revo j
cionaria, en terrorista de acción..., ¡que naturali a , que se
llez, qué convicción y que decisión hay en el irigent y
hombre de acción anarquista o comunista para el más feroz crimen
o mortandad!..., ¡qué distintos con su disfraz legal de humanita*
rios lolstoianos, hasta vegetarianos, por ser incapaces de derramar
la sangre de un pobrecito anim al!... Es la bestia infrahumana, com*
mo ha de ser sin Dios, Patria ni hermano; tal es la fiera feroz que
tantas veces pasa rozándote a ti, lector, por entre la muchedumbre
ciudadana; para él, mera selva de arbustos ambulantes, donde se
oculta y te acecha...
Sin tal preparación, lector, ¿cómo conseguir yo introducirme V
ganar milímetro a milímetro la confianza excepcional de aquellos
conspiradores terroristas —fueron luego los de Jaca— y de sus jeferi,
hasta lograr que se decidiesen a proponerme la dirección del regici­
dio y magnicidio?...
Sí, lector; tenía preparación para poder deducir con muy poco
margen de error que aquella situación revolucionaria de finales de
la Dictadura finalizaría con el triunfo del Comunismo en España
Pero, lector, si tienes años bastantes, imagínate que yo entonces,
por el año 29, o hasta después ya en el Poder Berenguer, con las
pistolas detonando ya en las calles, me hubiese decidido a publicar
mi Comunismo en España , terminándolo, como lo terminaba un año
después, el 31, con este, para mí, apotegma:
... Un movimiento que no triunfe p or sorpresa y haga batallar
unas con otras las fuerzas armadas del Estado. En estas circunstan­
cias formarían las fuerzas revolucionarias — anarquistas y com unis-
tos— en el mismo frente que las del actual régim en para luchar Con­
tra la reacción; pero vencida ésta, el G obierno sería aplastado p or
sus aliados circunstanciales.
He aquí el triunfo del Com unism o (7).
¿Cómo atreverse a decir algo tan fantástico e “ inverosímil” an­
tes del 14 de abril, sin producir un efecto contraproducente, de car­
cajada, conociendo, como yo conocía, el estado mental y de con­
ciencia de todos en cuanto al Comunismo?...
¿Que yo exagero para darme importancia?...
Escuchen, lectores, al General Mola, como Director de la Po­
licía española :
«Afortunadamente, durante los catorce meses que estuve al fren­
te del centro policíaco, el Comunismo no fué más que un espantajo
«Es probable que hoy, y más en lo sucesivo, los comunistas sean
motivo de preocupación para los Gobiernos; para los anteriores al
advenimiento de la República, ni lo fué, ni podía serlo..., (8).
Esto lo decía el General, hombre inteligente, con un enorme
sentido de la responsabilidad, que se lanzaría cinco años después
de pensar así, con patriótico heroísmo, a salvar España del Comu
nismo.
Eso pensaba y escribía un hombre muy excepcional, después de
catorce meses al frente de la Dirección de Seguridad; y, todo debe
decirse, después de haber leído mi libro El Comunismo en España,
mucho antes de publicarse, porque ha de saberse que el conteni­
do técnico de mi libro era un copioso Informe , totalmente ela­
borado por mí, cumpliendo las órdenes del General, destinado
a la Entente Internacional contra la III Internacional, radicada
en Suiza, con motivo de una reunión extraordinaria, y a la cnal
asistió como delegado del Gobierno el juez de Madrid señor Alar-
c ó n ; no yo, destinado a ir, por dos razones: por escasez de fon­
dos en la Dirección y, principalmente, para que no perdiese mi con­
tacto ni unos días con los revolucionarios, pues, aunque había fra­
casado ya lo de Jaca, los temores aumentaban. El Informe, leído
y aprobado por el General Mola, fué enviado a Ginebra.
Y si así pensaba y reaccionaba el inteligente y preparado ge­
neral, dígaseme ¿qué iba a pensar y cómo iban a reaccionar los
demás?...
La medida de cuanto se sabía de Comunismo y de cnanto pre-
ocupaba nos la de nuestra prensa de la época. ^
La Unión Soviética era citada de pascuas a ramos en algún te­
legrama de Agencia; el nombre de Stalin puede que fuera m
nado media docena de veces en años; Vorochilov, Molotov, Ka
menev, Rikov, Dzerjinski, por sólo citar los ma9 antiguos >
bres, estuvieron siempre aumentes de las páginas peri /c ecre.
podía dar el caso de que un miembro del Burea,, ^ m a , n ( S e c ^
tariado Latino, comité para los países latinos) de la Kommtern,

(8) E. Mola: Lo que yo supe (I Tomo de sus Memorias) pag. 8


ra un corresponsal de A B C en Suiza, el “ Antonio Azpeitua” , que
tenía la desfachatez de firmar su propaganda clandestina regular con
su nombre propio, Javier Bueno, sin que a nadie se le ocurriese
sospechar que se trataba del colaborador del primer diario del
país, ni siquiera cuando en sus crónicas coincidían sus tesis más o
menos larvadamente con la política internacional de los Soviets (9).
El momento revolucionario español es hoy, en cuanto a las fuer­
zas inlegradas en la Anti-España, muy similar al formado en 1929
contra Primo de Rivera, y, subrepticiamente, contra la Monarquía.
Ya lo han visto los lectores, y no revelado por mí, sino por los
mismos conspiradores en libros, artículos, declaraciones y pactos
escritos.
También ahora el frente Anti-España está integrado por los mis
mos políticos monárquicos palatinos, por banqueros, por republi­
canos, por socialistas, anarquistas y separatistas; dos nuevas fuer
zas aparecen, la demo-“ cristiana” y los comunistas indígenas y con
ello su patria real , el Imperio Comunista.
Muy pronto, si no está ya, el F idelism o cubano entrará en el
frente Anti-España. El Jefe de Estado Mayor del Ejército revolucio­
nario triunfante ha declarado con toda su b a rb a:
«La Habana, 13.— Camilo Cienfuegos, el Héroe de Ja batalla
contra el ejército de Batista, comandante con grado obtenido en los
combates y veterano de cuando el yate “ Gramma” vino desde Mé­
jico —2 de diciembre de 1956— , con Fidel Castro al frente de un
grupo de 85, de los cuales sólo quedaron 12, dijo esta tarde que
está listo para viajar a España si es que se organiza la guerra de
guerrillas en el suelo dominado por Francisco Franco. Cienfuegos
habanero del barrio Lawron, califica a Franco de “ miserable asesino,
maestro de Perón, Rojas Pinillas, Pérez Jiménez y Batista.” Su ex­
presión y decisión se conocieron al comentarse que el general B.?yo,
refugiado español en Méjico, que entrenó a Fidel Castro en la gue­
rra de guerrillas, ingresara a España de manera similar como lo hizo
Castro en Cuba.

(9) Debo decir en honor del Marqués de Luca de Tena que cuando
en 1934, a través de don José Bemabéu, le identifiqué al “ Antonio Az-
paitua” con el Javier Bueno del Burean Romain de la Komintern, lo des­
pidió fulminantemente.
_ nnr. v •^ ' creo que no menos de
5 000 cubanos mamo, para pelear contra Franco. Además en la
America hay millares de españoles republicanos y otros millares de
dominicanos, mejicanos, venezolanos y puertorriqueños que, inspira
dos en el triunfo cubano, se alistarían en el ejército contra Franco.
— ¿Usted cree que Fidel Castro iría?
— No sé. Conozco que aprecia mucho al general Bayo y odia a
Franco, pero no puedo decirle si iría a acompañarle. Además, Fi­
del hace mucha falta en Cuba en este momento. Por mi parte, sí.
¡Con qué gusto iría a España! Me iría de soldado, sin que me re­
conociesen mis méritos en esta guerra que acaba de terminar» (De
El M undot de La Habana, 13-1-1959).
Yo arguyo así:
FUERZAS IDENTICAS REALIZARAN LOS MISMOS HECHOS.
Y LOS MISMOS HECHOS PRODUCIRAN EL MISMO EFECTO:
EL TRIUNFO DEL COMUNISMO EN ESPAÑA.
Yo debí anunciar públicamente el triunfo del Comunismo en
España cuando podía frustrarse, antes de ser destituido el General
Primo de Rivera
Per lo menos, debí anunciarlo antes de que se consumara la
traición que a pretexto electoral acabó con la Monarquía.
Es decir, debí anunciar el triunfo del Comunismo en España
.•liando aún era posible lograr evitarlo sin más de una docena de
muertos y no a costa de un millón y por un milagro.
Dime, lector, por el temor de no ser creído y por poder causar
un efecto contraproducente, ¿debo yo esperar a la Restauración
la Monarquía republicana o de la República sin caret , p
tanto, a que no sea evitable el triunfo del Comunismo, para lanza
mi grito de alerta?... „ ...
No, lector; digáis lo que digáis » ]o9 e,
creáis, queráis o no queráis, yo igo o(ra vez el Comu-
pañoles: la Anti-España quiere y pu
nismo a España. ^ (odos ]os vivos; porque
Lo digo y lo dire a pesar y e d muertos, de las
obedezco el silencioso mandato de un millón
vírgenes violadas, de sus madres, esposas e hijas que los lloran... Y
del mismo Dios blasfemado, renegado y profanado.
Yo soy, lector, quien te dijo a ti, o le dijo a tu padre, cuando
vuestra incredulidad era tan absoluta como en el día de h o y :
En 1931, en El Comunismo en E spañ a:
«Un movimiento que no triunfe por sorpresa y haga batallar unas
contra otrns las fuerzas armadas del Estado. En estas circunstan­
cias formarían las fuerzas revolucionarias — anarquistas y comunis­
tas— en el mismo frente que los del actual régimen para luchar con­
tra la reacción; pero vencida ésta, el Gobierno sería aplastado por
sus aliados circunstanciales.»
«He aquí el triunfo del Comunismo» (10).
¿Fué así o no, lector, cinco años después?...
En mayo de 1934, en El E nem igo , al anunciar la próxima Revo­
lución :
«Asturias: Puede asegurarse que de esta provincia se adueñarán
el primer día los revolucionarios» (11).
En julio de 1935, al anunciar en aquel verano de euforia masó-
nico-cedista (Portela-Gil Robles) la derrota derechista y el nuevo
y definitivo asalto revolucionario:
«Pórtela ha logrado ORGANIZAR LA DERROTA DEL ESTA-
DO desde dentro del mismo Estado. No era otra la misión sinuosa,
cauta y enmascarada, que le encomendó el p od er a quien obedece y
a quien representa en el G obierno: la Masonería.
«Y así triunfará el Comunismo si se cumple la orden masónica
y se entrega a Pórtela el Gobierno de la Nación.
«Pero ¿cómo es eso? ¿Podéis dormir? ¿No se turba vuestro
sueño? ¿No sentís el ramalazo crudo de la realidad? Pero... ¿no la
veis durante vuestro sueño en pesadilla horrible?
«¡A h í está, pujante, arrolladora, con el fusil de las cobardías y
el cuchillo negro de los rencores! Blasfemando, sucia y desgreñada,
como en los días de octubre... Delante de todos, atrevida y loca.
Audaz y fuerte. Prende las hogueras y destruye la vida; la fábrica,
el taller, la Universidad. Arden calles enteras...
(10) M. Karl: El Comunismo en España, pág. 300.
(11) M. K arl: E l Enem igo: Marxismo, Anarquismo, Masonería; pá­
gina 20G.
a os hombres caen asesinados y las madre8 6e mneren de
Cayo tu hermano y tu lujo. Tu amigo y tu maestro
«¡L a , bestias apocalípticas se han cebado en la sangre de lo.
hermanos! Toda la fuña, todo el horror, todo el espanto de los
fieros instintos, ensombrece la luz del cielo, la lu* del buen vivir
«Te violarán la esposa, matarán a tu padre, secuestrarán a tu
hija.
«Te quitarán tu pan y tu vestido. Te asesinarán por la espalda,
y otra vez Europa se levantará horrorizada a mirar cómo desaparecí
España del rango de la Civilización» (12).
Recuerda, recuerda, lector. ¿Fué así o no?... Date un paseo por
Paracuellos del Jarama o dedícate a hojear los macabros álbumes
de asesinados en la Dirección de Seguridad...
Nada omitiré para incitar a ser creído, ni aún a riesgo de pa­
recer un vanidoso... Cuanto anuncié a España en el fatídico quin­
quenio 1931-1936 ocurrió centuplicado; y resultó centuplicado por­
que para merecer crédito de los más, al conocer yo su estado, mo­
deré cuanto pude lo trágico del próximo futuro revolucionario.
Y te declaro que si pude anunciar con gran precisión y suficiente
anticipación el triunfo del Comunismo en España, no fué por ca­
sualidad ni tampoco por gozar de dote adivinatoria y mucho me­
nos profética. Si hubiera sido casualidad, con derecho podrían creer
que ahora no se repetiría, y si adivinación o profecía, que tales do­
tes pueden no ser perpetuas y que, de faltarme hoy, erraría.
No, lector; ni acaso, ni adivinación, ni profecía.
El “ secreto” de conocer la verdad futura es muy sencillo. Yo vi
algo bien visible, pero que pasó inadvertido para todos, y,
algunos lo vieron, dada su leve apariencia, lo estimaron intrasc
dente. . .
Sen un ejem plo: Frente a una ecuación algebraica, los que n
saben álgebra, sólo operan con los números grandes, desprecian os
pequeños, los diminutos exponentes..., y claro, se acen un em

b r°A lg o por el estilo ha sucedido a muchos con la Revolución «

Karl: Ases,no, de España: Marxismo. A b i s m o Masón,-


ría; p. 387-391.
pañola. Miraron, contaron y midieron masas, organizaciones y hom­
bres..., y les pasó inadvertido su “ exponente” . Cuando yo me
atrevía en 1931 a vaticinar el triunfo del Comunismo en España,
muy bien sabía que sus cifras eran ridiculas — 8C0 militantes, menos
que condes y marqueses— , y, sin embargo, no era loco ni agorero al
ver en el menguado Comunismo un peligro inmediato y formida­
ble... ¡Era que yo leía el “ exponente” ! Y ese famoso “ exponente”
era el “ internacional” , Rusia, la Komintern, potenciando hasta el
infinito a ese exiguo puñado de miserables. Y con la Masonería pasa
igualmente; lo importante es saber apreciar su “ potencia” interna­
cional, el mandato y el empuje que le llega de allá lejos, invisible,
soterrado, pero formidable.
Saber valorar el “ exponente” en Masonería y Comunismo, y
luego, ya apreciada su potencia..., multiplicarla por la ignorancia
y la estupidez ambiente. Y así, exactamente, obtenía el resultado:
el peligro para España.
Ahora me basta con realizar idéntica operación..., ensáyala, lec­
tor ; aprecia y pondera el “ exponente” del Partido Comunista indí­
gena y de la Revolución que se gesta..., su ínfim o “ exponenle” no
es otro que ese insignificante Imperio Comunista, que no es hoy
aquella Unión Soviética de los años treintas, temblando de pavor
ante la terrible amenaza de H itler..., sino que hoy es ese Imperio
Comunista de mil millones de seres; y dueño, sin disputa, de la
tercera parte de las tierras del planeta...
Ya sé, ya sé muy bien, burgués y capitalista español, que para
vosotros el Imperio Esclavista, llamado “ comunista” , es una pesa­
dilla de la cual no queréis oír ni hablar y la rechazáis de vuestra
imaginación, cual si fuera un fantasma soñado en una de vuestras
noches de penosa digestión..., pero el Imperio Esclavista, llamado
“ comunista” , está bien real y bien siniestro ahí, frente a vosotros,
con sus bombas atómicas e hidrogenas, con su planeta solar y sus
cohetes atómicos intercontinentales; más aún, capitalistas y bur­
gueses, lo tenéis junto a vosotros, rozando vuestros codos, encarnado
en £u sicario, disfrazado de cualquier cosa, hasta de “ católico fervo­
roso comulgante*’ , acariciando con su furtiva mirada vuestros hin­
chados cuellos y adivinando en ellos la yugular, cuyo degüello ima-
guiado le produce un espasmo de placer casi sexual
Bien, señores; pues el Imperio Esclavista, su Partido indígena v
ese s.cano que acaricia vuestras yugulares con miradas de navaia
de afeitar quieren acabar como sea con el Régimen español actual
como sea y trayendo lo que sea, “ monarquía” o República les d¡
igual; el caso es acabar con Franco... ¿Por qué será?...; sin duda
capitalistas y burgueses, para que podáis más a placer engrosar
vuestro capital y ganar unos kilos más en vuestra redondez abdomi-
nal..., ¡puede ser tanta vuestra insensatez!
Y, en el fondo, ¿por qué cuantos están destinados a Paracuellos
odian al Régimen que está impidiendo sean llevados como reses al
matadero?...
Escuchadlos, como yo los escucho, pues la cosa es fácil. Jamás
los escucharéis acusar al Régimen por una falla o un error atenta­
torios a la existencia, independencia o potencia de la nación; como
Régimen de hombres, habrá tenido fallos y errores políticos más o
menos grandes en esos órdenes trascendentales; pero eso los tiene
sin cuidado.
Su acusación unánime y única es inmoralidad económica de
los hombres del Régimen..., ¿es así o no?
Yo no voy a negar ni afirmar si los hombres del régimen son la­
drones o no.
Me limitaré a recordar lo acaecido con los hombres que goberna-
ron a España en la Dictadura del General Primo de Rivera. Cuan­
tos tengan edad y memoria lo han de recordar. En los años postre
ros de aquel Régimen, no ya sus enemigos, sino todos los 1
hasta sus partidarios —yo mismo; aunque tal cosa no me imp*
defenderlo, como lo he demostrado— e s t á b a m o s convencidos ^ e a
corrupción de los hombres de la Dictadura..., 0 no
calumnia sistematizada, una desinformación artística y re
te fabricada por la Masonería y la Finanza principa m ’
venció de que los ministros de Primo de Rxvera e r a n * ^
H , _________ ^ v*nridos de que la situación
ladrones; y, más aún, todos ^
económica de España era malísima, de ca España
nuestra creencia el hecho insólito en el mundo de que fu
el único país que se salvó de aquella crisis iniciada en la Bolsa de
Nueva York aquel viernes negro de 1929, que, propagándose en ca­
dena , barrió todas las grandes naciones del mundo... La única que
se libró íué España, cuya Economía creíamos los españoles — ¡oh,
manes de Cam bó!— que era de catástrofe, por la “ inmoralidad” e
“ incapacidad” del Gobierno del Dictador...
Tan general y profundo era el convencimiento de la masa espa­
ñola entonces, que Sánchez Guerra, cuando penetró en el Cuartel
de Artillería y arengó a los oficiales y soldados para sublevarlos, no
halló cosa mejor para provocar su indignación que hablarles de la
corrupción dictatorial.
aCompara a los llamados “ viejos políticos” con los de la Dic­
tadura, haciérdonos ver cuántos de los primeros murieron sin dejar
herencia alguna, mientras que el duque de Tetuán, único de los fa­
llecidos de ahora, dejaba una cuantiosa fortuna, a pesar de care­
cer anteriormente de ella» (13).
No es necesario ya convencer a ningún español de la inmaculada
honradez y de la inmensa capacidad en materia económica del G o­
bierno de Primo de Rivera; pero como yo he dicho algo inédito
hace unos años, al aducir un ejemplo mayúsculo de d esinform ación ,
quiero reproducir aquí lo revelado por m í:
«En España tuvimos en tiempos del gobierno del General Primo
de Rivera un excelente grupo de desinform adores , el reunido en la
redacción de El SoZ, a cuyo grupo se debió realmente la venida de
la república, dada su tremenda labor demoledora de todos los valo­
res monárquicos y nacionales.
«Todos cuantos están en una edad media deben recordar que en
6U mayoría llegaron a creer al General Primo de Rivera, a sus mi­
nistros de Hacienda y Obras Públicas los mayores ladrones de nues­
tra Historia, que, además, nos llevaban a la mayor catástrofe eco­
nómica.
aTal era la calidad “ técnica” de aquellos desinform adores que
hicieron creer en la corrupción más espantosa y en la gestión eco­
nómica más desastrosa de los hombres de la Dictadura; logrando

(13) Alejandro Zamarro: Los sucesos de Ciudad Real por un conde-


nado a muerte, pág. 134.
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- 447

convencer a la mayoría de las personas cultas de ambas infamia*


únicam ente por su arte en la desinformación, frente a la realidad
de una peseta cotizada a la par con el oro, y , caso único, sin con
vertibilidad forzosa; frente a la inexistencia de paro obrero- frente
a unos ferrocarriles y carreteras m odelo en la época; frente a nn
aum ento de producción de energía eléctrica que fué capaz de suplir
la suspensión republicana del plan y la forzada por la guerra y pri-
m eros años de las posguerra, aun cuando siguiera el consumo en un
aum ento m edio anual del 10 por 1 0 0 ; frente a un plan de riegos
que hubiera enriquecido al agro nacional y , por fin, frente al corte
de la sangría económ ica y humana de la guerra marroquí. Esto, en
cuanto a la gestión, que, en cuanto a la corrupción..., ¡ya es hora
de d e c irlo ! . . . , los hom bres de la Dictadura pasaron por la inquisi­
ción feroz de la república, que con sus lupas y sus uñas buscó sañu­
dam ente hallar algo que justificara como fuera sus campañas cena­
gosas anteriores ante sus m asas... ¡ Y nada, en absoluto, n ad a!...
i Y nn fué por falta de afanes y ganas al no encontrar o fabricar un
affaire dictatorial, siquiera como el del “ estraperlo” ! ...

«Y o m e creo en el deber de referir algo inédito de aquellos hom


bres benem éritos, capaces y honrados hasta un grado increíble,
com o no los había tenido jamás nuestra Patria en sus gobiernos.
La parquedad personal y fam iliar en gastos de don Miguel Primo de
R ivera, lim itado a su sueldo estrictamente, la conocieron poquísi­
m as p e rso n as; yo , sí, por una rara y doble casualidad; por mi
amistad con aquel bueno y honradísimo Polo, que cayó asesinado
por la horda, su m ayordom o, ayuda de cámara y asistente, todo en
una pieza, en guerra y paz, y su esposa, la cocinera única del Ge
n e r a l; vi en la misma cocina del Ministerio la sobriedad de la minu
ta del Presidente, la duración inverosímil de sus ropas castrenses,
viles e íntim as, gracias a prodigios de aguja, que le permitió no
biar de equipo en sus siete años de Poder absoluto, la otra casu
fué m i amistad con aquella santa y patriota señora que ue a
desa de Santa M aría de Sisla, y a la cual me presentó su i j
Juanito, Arcentales, ángel custodio policíaco, voluntario j
m ando del General. La bonísima y anciana condena m
tora y garante con Barrera y Sanjurjo en lo del 10 de a g o s t a me
contó muchas anécdotas sobre la escasa cuantía de los gastos fami­
liares y su estrecha administración, explicándome la modestia en el
vestir de sus hijas, cuyos trajes, en las espaciadas ocasiones que asis­
tieron a recepciones, fueron los mismos durante varias temporadas...
Nadie suponía, sin conocerlas, cuando entraban, por ejem plo en
la Lonja de Zaragoza o a la Feria de Muestras de Gijón — yo estaba
muy cerca— , que vestidas tan honesta y modestamente podían ser
las hijas del hombre más poderoso de España; era necesario mirar
sus rostros y darse cuenta de los rasgos de nobleza familiar para
sospecharlo; porque la claridad auroral de sus juveniles miradas,
tan de su raza, jamás tuvieron un destello de orgullo ni petulancia.
«Ello fué así, y así lo debía decir.
«Martínez Anido, Gobernador de Barcelona durante varios años
y siete Ministro de Gobernación; aquel general, según la leyenda
una fiera, una fiera para construir Sanatorios antituberculosos;
cuando, para no ser asesinado al triunfar la República, debe huir a
París, se ve obligado a vivir de una corta suscripción mensual hecha
por unas docenas de amigos; aún recuerdo la tarjeta de miembro
cotizante con el anagrama S. M. A. que permitió vivir en el exilio
a aquel General valiente, sobrio y honrado, que se llamó Severiano
Martínez Anido.
aDebía ser dicho y dicho queda.
«Guadalhorce, aquel audaz y magnífico ministro-ingeniero, que
marchaba solo y abstraído e insignificante por las calles madrile­
ñas, autor e iniciador del plan más eficiente y audaz de los hasta
entonces conocidos en España, y por cuyas manos pasaron obras por
valor de tantos miles de millones, debió expatriarse para que pu­
dieran ser reconocidos sus geniales méritos y vivir de su trabajo
como ingeniero, pues no llevó a Buenos Aires ni una peseta.
aCalvo Sotelo, el gran protomártir. Renunció a todo ingreso
ajeno a su sueldo de ministro, hasta renunció a los consagrados por
la costumbre, hecha ley, de todos los ministros de Hacienda hasta él.
Rechazó indignado el cheque por diez millones de dólares que le
alargaba Deterding para que no estableciese el M onopolio de Pe­
tróleos... Marchó exilado a Lisboa con toda su familia, y pudo hos­
pedarse en el entonces muy modesto Hotel Americano, y gracias a
los precios especiales que le hizo el buen gallego don Cecilio, por
intervención del amigo común de ambos, aquel procer desprendido,
refugio de todo español patriota perseguido, don Julio Torrejoncillo’
Vivió en Lisboa Calvo Sotelo de los artículos que le publicaba La
Nación , de Buenos Aires, y A B C, y de la pequeña renta del mo-
desto patrimonio de su esposa. Recuerdo que, cuando yo también
estuve exilado, conocí las honrosas estrecheces económicas de aquel
ministro, que la desinformación masónico-judía hizo creer a tantos
españoles que eta el más deshonesto de cuantos España había te­
nido; y las conocí por un detalle captado incidentalmente: Calvo
Sotelo se vió obligado a cambiarse los pecherine9 de sus pocas ca­
minas, por hallarse demasiado recosidos los canesús...; pregunte
quien quiera al buen español y buen amigo mío. Angel Regojo, a
cuyo taller de camisería mandó 6U8 deterioradas prendas aquel ex
ministro de Hacienda, cuando en media España se pedía su cabeza
“ por ladrón” , gracias a la desinformación masónico-judía nació*
nal...» (14).
Sólo ya un testimonio excepcional; el de aquel que fuera el
mayor difamador de los hombres de la Dictadura, en mérito de lo
cual fué elegido por las Cortes Constituyentes republicanas Presi­
dente de la Comisión de Responsabilidades, donde su inquisición
rencorosa y odiosa trató de hallar algo que confirmase sus calum­
nias, habla Indalecio Prieto:
«La vida española, que conozco perfectamente, fué salvando
contadísimas excepciones— modelo de honradez en la Monarquía...,
en la dictadura y en el régimen constitucional, y a pesar de ello
ningún gobernante se libró de la difamación» (15).
¿Están en el mismo caso los hombres del Régimen actual?.. ¿Se-
rán o no la excepción?
Yo, lector, no lo he de afirmar ni negar. No me arriesgare a o-
pezar dos veces en la misma piedra, como me hicieron tropezar con
Primo de Rivera. ... , Á
Pero sí digo, que, creyendo y sin creer en su ,nmoral.dadecono-
mica, igual que obré cuando Primo de Rivera, obro y obrare ahora

(14) Mauricio Karl: Moscú, hoy, págs. 23 2 4 ^ ^ /(^lección de ar­


d e ) Indalecio Prieto: Palabra, al
tículos publicados en Méjico; éste en 8
ANTI-ESPAÑA 1969.— 29.
y por las mismas razones. Como entonces, aun cuando creyera en su
corrupción, desenmascararé y lucharé con todas las armas a mi al­
cance contra los actuales enemigos del Régim en; y no por ser ene­
migos de quienes gobiernan, cuya suerte política y personal nada me
importa, sino por tener la evidencia, ya bien demostrada en anterio­
res páginas, de que cuantos hoy conspiran son Anti-España, porque,
a pretexto de una presunta inmoralidad, quieran o no, lo sepan o no,
si tuviesen éxito, traerían otra vez el Comunismo, siendo así asesi­
nos de España...
Y España sí que me im porta; me Importa sobre todas las cosas.
Ahí están mis tres libros del tiempo de la República. Cuando
los Azaña, Casares, Largo, Pórtela y demás canalla estaban en e*
apogeo de su poder, les he llamado asesinos de España... te verás
clavado en una esquina p or las cinco balas d e un mauser com o un
esputo sanguinolento , le escupía yo a Casares.
Atónito el pobre mártir Alvaro Alcalá Galiano, escribía en A B C :
«Después de haber terminado el emocionante libro ASESINOS DE
ESPAÑA, declaro que su publicación es un acto no ya de valor
cívico, sino de verdadero heroísmo».
Un poco exageraba el buen Alcalá Galiano; ¿qué calificativos
hubiera debido inventar para tantos de nuestros soldados pocos años
despucs?..
Pero si entonces llamaba yo asesinos a quienes tenían el Poder
y copiosas bandas de sicarios con uniforme y sin él, ¡cóm o no he de
llamar asesinos en potencia hoy a quienes, aliados con masones,
marxistas y comunistas, intentan por todos los medios hacerle triun­
far de nuevo al Comunismo en España!...
Y tal crimen de lesa Patria, tan sólo a pretexto, sea verdad o
no, de una presunta inmoralidad económica de los hombres que han
gobernado y gobiernan a España.
Pretexto, sí, repito; sólo pretexto; que, aun cuando su inmora­
lidad fuese clara como la luz del sol, es una traición infame a Es­
paña si, para castigarla o evitarla, entregan de nuevo nuestra Patria
al Comunismo...
Es maravillosa la vocación de suicidio en esa masa capitalista y
aristocrática de la Anti-España. Muchos nombres figuran en los
textos de los conspiradores; pueden volverlos a leer los lectores
todos poseen muchos millones o fortunas considerables..., ¿serán
ellos los despojados por los “ latrocinios” gubernamentales?.6. Yo
si tuviera poder para ello, valoraría sus fortunas actuales; tengo la
seguridad, aunque no pudiese penetrar en el secreto de las conta-
bilidades de los Bancos extranjeros, que la mayoría de tales ban­
queros, aristócratas y capitalistas presentados por Ansaldo conspi­
rando contra el Régimen, poseen hoy capitales visibles mucho má8
grandes, en casos, cincuenta y cien veces mayores que en 1936. Y
yo les d ig o: si tanto les han robado a ustedes los gobernantes, y a
pesar de ello han multiplicado tan fantásticamente sus capitales...,
¿cuánto han robado ustedes?
Si con Bancos, agios y affaires, digámoslo claro, con usura —por­
que sólo robando así pueden obtener tales multiplicaciones—, han
forjado esos capitales fantásticos, como jamás conociera España,
¿qué no robarían y qué capitales harían ustedes gobernando o con
un Gobierno-lacayo suyo?...
¿Es lógico y natural pensarlo así?...
Romanone3 , ya refugiado en Hendaya en el otoño de 1936, dijo
un día r mis ideales son mis intereses ; como a aquel conde cojo lo
creo el arquetipo de estos millonarios conspiradores, yo estimo que
hablarles de otros ideales es tan inútil como hablarle a Kruschev
de rezar el rosario.
No sé si estas últimas palabras mías les resultarán comprensible*
al rimar como riman con su ideal, el interés crematístico.
Dicen ustedes que el Régimen los roba y los arruina. que les
quita la bolsa ...
Bien; pero no hay alternativa; porque los comunistas, sus alia-
dos, les van a quitar la bolsa y la vida...
Contemplándolos un Talleyrand, sin duda les diría.
Lo que ustedes están cometiendo es peor que un crim
“ sottise ” ... . ,
Y para terminar ya, algo que no comprenderán jamas
tienen por ideales sus intereses. mu*
Porque ellos, marxistas sin saberlo, creyendo como Man
ningún hombre puede obrar más que impulsado por un «teres m
terial, leyéndome han de proclamar que yo escribo así “ pagado por
¿■'raneo” . B ien ; podéis investigar mis finanzas, medios tenéis para
conocerlas.. Para darme a mí mismo valor, para luchar, plagiando
a Marx, me digo: lucha , que sólo puedes p erd er tus deudas...
Escuchen quienes puedan y quieran entender.
Sin nada en absoluto que agradecer a los hombres del Régimen
actual, aunque fuera robado por ellos, y hasta si me quisiesen ase­
sinar... en la situación dada , cuando sus enemigos se alian con
el E n em ig o : Marxismo, Anarquismo, Masonería, yo lucharé en­
carnizadamente contra éstos, aunque así defendiese y beneficiase a
unos hombres que me robasen y me quisiesen asesinar..., porque yo
seguiría defendiendo, como defendí siempre, a España y Dios contra
el Enemigo: Marxismo, Anarquismo y Masonería.
Yo incito de nuevo a los españoles auténticos, como los incité
aquel año 193L a luchar contra el Enemigo. Sé muy bien que mu­
chos españoles auténticos están desilusionados y se sienten ofendidos
e iracundos...
Pero yo no les diré, como Arquiloco :
¿N o sientes las ofensas del am igo?...
Les diré, con Aristóteles, a los ofendidos:
Cuando el hom bre es arrastrado p or la pasión a lanzarse contra
otro, no calcula el peligro.
Y a los ofensores les digo, con H eráclito:
Difícil es luchar contra la ira; el iracundo se vengará hasta a
costa de su vida.
Quien quiera entender que entienda.
Ni desilusión, ni pasión, ni ira. Sólo abnegación por Dios y
España.
¡Dios y España!, vosotros, por encima de hombres, desilusiones,
iras y pasiones — ¡quién lo duda!— , sí sois los mismos del año trein­
ta y seis.
Y el Enemigo es el mismo también.
Yo terminaba mi primer libro del año 31, diciendo :
Si me preguntaran, no sabría decir si ha d e m orir asesinado o
luchando bravamente, aunque el autor se inclina más bien a pensar
que el burgués español ¡se ha suicidado ! ...
Mis libros de 1934 y 1935 los terminaba excitando con esta ex­
clamación :
porque los españoles ya no saben morir.
JV¿ matar.
Erré. Si lo dijera hoy, quisiera errar otra vez.
Que no llegue otro 1936.
Pero, si llegara:
Dios es el mismo. Y es la misma España.
Seamos todos los mismos españoles.
Quiéralo así Dios.

F IN

Madrid, 1 de marzo de 1959.


Día del Santo Angel de la Guarda.

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