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EL TESORO DE

LA DIFERENCIA
EL TESORO DE LA DIFERENCIA

“Aventureros” es un colegio grande, pintoresco y alegre,


donde las niñas y los niños juegan, sonríen y aprenden.

Cada uno tiene su propia manera de jugar, sonreír y


aprender. Por ejemplo, Leyla lo hace con su silla de
ruedas, a la que llama “carro de aventuras”. Juan la ha
bautizado con el nombre de “Nave espacial intergaláctica”
e incluso Camila ha decidido nombrarla “La veloz
empanada”. ¿Por qué? ¡Porque le gustan las empanadas!

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Uno de los deportes favoritos a la hora del descanso, es el
baloncesto. El juego inicia y cada quien usa su mejor
táctica para encestar: las naves, los trenes, los carros y
hasta las empanadas son ágiles y corren a su mayor
velocidad para saber quién será el ganador, ya que el
premio será elegir al líder de la semana.
¡Tres, dos, uno! El partido termina, Camila ha quedado
como la líder y sólo entonces todos vuelven al salón, pues
ese día una sorpresa les espera.
Un niño ha llegado para hacer parte del grupo. Está
parado al lado de la maestra y mientras ella lo presenta
con el nombre de Esteban, todos están asombrados al
verlo. ¡Sí, está parado al lado de la maestra! Este niño no
tiene una nave o un carro o un tren. ¡Ni siquiera una
empanada! Sus pies tocan el suelo y la preocupación de
todos es: ¿cómo ese niño podría tener aventuras sin una
nave para recorrer el mundo?

Para algunos niños la noticia fue sorprendente, otros


estuvieron preocupados con aquella pregunta, pero hubo
unos cuantos a los que no les gustó para nada el recién
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llegado. “¿Qué hace aquí un niño con esos palos tan
extraños?” Se preguntaba Camila, mientras lo miraba
como si se tratara de un bicho raro.
Como se trataba de una excelente líder, Camila planeó y
dirigió un grupo de niños alrededor de una idea que ella
misma construyó. “Aquel niño diferente… ¡tenía que
irse!”.

Al día siguiente, Camila tenía todo listo para su plan,


Esteban -como otros niños antes de él-, definitivamente
iba a terminar dejando aquel colegio. Su equipo estaba
compuesto por Leyla, Juan y Antonio. Esa misma mañana
llevaron a cabo la primera acción.
“¡Maestra, maestra!” dijo uno de los niños más jóvenes.
“¡Esteban no tiene una de sus muletas!”.

La muleta había desaparecido misteriosamente, y


mientras Camila y sus secuaces se dedicaron miradas

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cómplices, Esteban observó de un lado a otro en busca de
su querida compañera.
¡Lo habían logrado!
Pero la felicidad no duró mucho. Más temprano que tarde
Esteban se había olvidado de su pérdida y ahora
avanzaba, jugaba y se reía solamente con la muleta que
le había quedado.
El segundo round fue en la clase de educación física. Los
ejercicios eran entretenidos, tanto que Esteban olvidó por
completo su única muleta y cuando menos lo pensó ¡Puff!
Había desaparecido también.
¡Era una tragedia! Ahora no tenía ninguna de las dos.
Camila definitivamente lo había logrado, pues como ya
estaban cerca del descanso, su objetivo era que por nada
del mundo él jugara con los demás.

Aun así, todo seguía siendo como ella menos lo esperaba.


A la hora del descanso, y con una sonrisa brillante como el
sol, Esteban sostenía una gran pancarta con letras de
colores que él mismo pintó, y que decía:
“La victoria llegará, uno ganará, pero como equipo
todos mejor serán”.

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Antes de que todos empezaran a jugar, Camila observó
aquel letrero y dijo: “¡Esas son sólo mentiras, sólo lo hace
para quedarse con mi puesto, él no sabe con quién se ha
metido ni lo que le espera”.
Oh, pero qué gran sorpresa se llevaron todos, Pablo el
más conocido como “cuatro ojos” encontró las muletas y
con gran timidez le dijo a Esteban
- ¡Esto es tuyo! Camila y su grupo lo escondieron ¿no
los acusarás?
Esteban respondió muy tranquilo: “No tengo por qué
hacerlo, le demostraré que yo puedo y tú me ayudarás, ya
que desde hoy seremos amigos”. Aunque Pablo no estaba
de acuerdo con la decisión de Esteban quiso apoyarlo ya
que era el primer amigo que tenía en años.
Camila muy enojada porque su plan había fracasado, en
medio del juego y haciéndolo ver como un accidente, le
pegó un balonazo a una muleta de Esteban, lo que
ocasionó que casi callera. Pero Pablo muy ágilmente lo
ayudó a no caer. Aun así nadie veía venir una lluvia de
balonazos de parte de Leyla.

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Todo eso produjo que la maestra Julia saliera muy afanada
al parque a parar esa escena tan atroz, cuando logró
pararlos muy enojada les dijo:
- ¡Todos al salón de arte!
Nadie lo podía creer, la maestra favorita estaba enojada
con ellos, todos estaban asustados y nerviosos porque ella
siempre los apoyaba en sus sueños y metas.
Nunca alguien la había visto de esa manera, sus ojos se
aguaban al ver cómo sus estudiantes se rehusaban a
aceptar y querer a un nuevo amigo; por eso ella muy
decidida les dijo:
- De ahora en adelante todos nos hablaremos con
respeto. Ahora cada uno saque su libro de arte,
vamos a dibujar a cualquiera de nuestros amigos y
escribiremos sus virtudes.
Leyla muy pensativa pregunta:
“Maestra, maestra. ¿Qué son las virtudes?”

La maestra Julia se paró al frente de ellos y llamó a Juan,


les preguntó a todos cuáles son las cualidades o cosas
buenas que tiene Juan, como por ejemplo su amabilidad.

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- ¿Qué otra virtud consideran que tiene Juan? – Preguntó
ella.
Santiago respondió:
- Juan es alegre, divertido y paciente.
Pronto todos pusieron manos a la obra. Mientras pintaban
la maestra Julia caminaba por el lado de cada niño, y fue
en ese momento que observó algo que la sorprendió
mucho ya que nadie sabía que Pablo tenía una gran
habilidad, y era el arte; ya que a tan sólo sus 7 años
parecía Picasso. O eso fue lo que dijo su maestra.
Camila llena de curiosidad pregunta:
- Maestra, maestra ¿Quién es Picasso?
La maestra muy animada les dijo:
- Mientras dibujan a sus compañeros les contaré quién
era Picasso. Picasso fue un artista muy importante
que realizó muchas obras. Cuando terminen les
mostraré un video de sus obras; ahora cada uno
pegará su dibujo en la pared y nos vemos mañana.
Al día siguiente…
- Buenos días niños, hoy vamos a mirar cada uno de
los dibujos que realizamos ayer y averiguaremos
quién es la persona dibujada.
Dijo la profesora Julia. Cada uno fue pasando al frente,
todos iban reconociendo quién era quién.
Sin embargo, quedaron asombrados al ver los grandes
dibujos hechos por Camila, Pablo y Leyla. Al momento de

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explicar le preguntaron a Pablo por qué dibujó a su amigo
Esteban. Él dijo:

- Esteban es divertido, alegre, sonriente y


perseverante, algo que muchas veces nos falta.
“Camila, por qué dibujaste a Leyla?”, preguntaron todos
sus compañeros. Ella muy orgullosa respondió: “Porque es
mi hermana de corazón”. Entonces preguntaron: “Pero tú
Leyla, por qué dibujaste a Pablo? Ella respondió:
- Porque me parece que a pesar de su timidez es un
buen chico y quiero que sea mi amigo. Aunque
Camila no esté de acuerdo yo quiero que todos
seamos amigos.
Sin embargo dicho dialogo fue interrumpido por la
campana de descanso. Al momento de salir del salón
Esteban no vio que pisó una cascara de plátano y ¡plop!
Se calló. Todos asustados fueron rápido a mirar qué había
ocurrido pero él en vez de llorar se reía junto con Pablo
que repitió su caída. Todos contentos fueron a la cancha,
empezaba un nuevo día para jugar pero nadie sabía qué
hacer ni cómo hacer para que jugara Esteban.
Camila después de días y días de bromas y sana
convivencia entre Esteban y sus amigos, empezó a
hacerse un montón de nuevas preguntas.
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“¿Cómo era posible que Esteban no estuviera triste
porque lo rechazaban?”, “¿Por qué no se daba por
vencido?” Y sobre todo “¿Tenía razón aquel letrero que
había hecho?”.

A medida que lo pensaba mejor lo comprendía. No tenía


ningún sentido hacer travesuras para que Esteban se
fuera, pues a fin de cuentas todos en el colegio eran un
solo equipo.
“¿Y si era mejor detenerse de una vez?”, “¿Y si en vez de
alejarlo, se empeñaba en acercarlo?”, “¡¿Y si se estaban
perdiendo de nuevas aventuras que podrían vivir con
Esteban?!”. ¡De ninguna manera! Tenían que incluirlo,
jugar, sonreír y aprender a su lado.
Como la buena líder que era, aceptó su error e
inmediatamente habló con su equipo. Era hora jugar
todos juntos con muletas, carros, naves, y trenes, pues
definitivamente ese día jugarían con él.
Después de todo Esteban no tenía una nave o un carro o
una empanada, pero aquellos dos palos tan extraños
también podían ser muy divertidos.
Entre risas y alegría el juego inició. ¡Todos estaban listos!
Pero algo había cambiado en esa ocasión, algo era
muchísimo mejor que antes, eso era que tenían un nuevo

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árbitro, el cual se encargaría de evitar malos entendidos y
peleas entre compañeros.

Esteban ahora hacía parte del juego, y usaba a sus dos


muletas para ser el mejor árbitro que había existido en
“Aventureros” al momento de jugar como árbitro
colocaron una silla para que él se sentara con comodidad.
Pronto todos se enteraron que también él le había puesto
nombre a sus dos compañeras; una de ellas era “Tarjeta
roja”, y la otra era “tarjeta amarilla”.
Cuando alguien cometía una falta, alzaba la tarjeta
amarilla para llamar la atención, y cuando alguien repetía
una falla, alzaba la tarjeta roja para sancionar a un
jugador. ¡Nunca había sido tan divertido jugar al
baloncesto!

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Camila y todos sus compañeros lo disfrutaron más que
nunca, y desde entonces no hubo un solo partido en que
no participaran todos juntos.
Finalmente habían aprendido, que independientemente
de las diferencias que tenemos, ¡es justo eso lo que nos
hace especiales!
Tan tán.

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CRÉDITOS

Autoras:

Laura Gil
Zully Baquero
Katherine Saenz
Andrea Marentes

Diseño, ilustración y diagramación:

Laura Gil
Zully Baquero
Katherine Saenz
Andrea Marentes

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