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VV - AA. - La Revolución Industrial PDF
VV - AA. - La Revolución Industrial PDF
¿Mathias,; Ç
J. Pradal, S. C
B. Saul
La Revolución
industrial
Editorial Crítica
Este nuevo volumen de estudios sobre la in
dustrialización responde no sólo a la necesi
d a d de a ctu a liza r los contenidos, sino a la de
adaptarse a los cambios de enfoque de estos
últimos años.
Porque, como dice el profesor J o rd i N a d a l en
el prólogo a este volumen, la postura del his
toriador se ha modificado profundamente des
de un pasado inmediato en que, «en plena vo
rágine desarrollista, se sentía más proclive a
indagar los caminos conducentes a la indus
trialización que el ser del fenómeno indus
tr ia l propiamente dicho», hasta un presente
en que, «en plena crisis del desarrollo, no ha
tenido más remedio que volver a las cuestiones
de fondo e interrogarse sobre el qué y el porqué
de la Revolución in d u stria l» .
E l libro se inicia con una introducción de Pe-
ter A íathias, que incorpora temas como el de
la protoindustrialización o los análisis regio
nales. Siguen visiones renovadas de la indus
trialización en G ran Bretaña (Saúl) B él
gica (Lebrun), Francia (C ayez), Estados
Unidos (N orth ), A lem ania (T illy ), Suiza
(Bergier), Ita lia (M ori), España (N a d a l),
Rusia (C risp), los países de la periferia eu
ropea (Berend y R an ki) y Escandinavia
(H ildebran d). Y se cierra con una reflexión
metodológica de D a v id S. Landes, llena de
sugerencias para el futuro. i
;
IS8N:84 423-36
P. MATHIAS, S. B. SAUL, P. LEBRUN,
P. CAYEZ, D. C. NORTH, R. H. TILLY,
J.-F. BERGIER, G. MORI, J. NADAL,
O. CRISP, I. T. BEREND, G. RANKI,
K.-G. HILDEBRAND, D. S. LANDES
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Prólogo de
JORDI NADAL
EDITORIAL CRÍTICA
Grupo editorial Grljalbo
BARCELONA
Traducción castellana de JUANA BIGNOZZI y GABRIEL IZARD
Revisión de PERE PASCUAL
Cubierta: Enríe Satué
© 1986: I. T. Berend, J.-F. Bcrgier, P. Cayez, O. Crisp, K.-G. Hildebrand,
D. S. Landes, P. Lebrun, P. Mathias, G. Morí, J. Nadal, D. C. North,
G. Ranki, S. B. Saúl, R. H. Tilly
© 1988 de la traducción castellana para España y América:
Editorial Crítica, S.A ., Aragó, 385, 08013 Barcelona
ISBN: 84-7423-361-5
Depósito legal: B. 17.219 • 1988
Impreso en España
1988.— NOVAGRAFIK, Puigcerdá, 127, 08019 Barcelona
PRÓLOGO
J ordi N adal
INTRODUCCIÓN
oizada, con una gran fuerza de trabajo concentrada en una sola plan*
ta, con una elevada producción derivada de las técnicas de alta
productividad obtenida gracias a la poderosa maquinaria, fue un
sistema de producción muy poco representativo de la producción
industrial británica y de la fuerza de trabajo vinculada al sector indus
trial hasta después de 1850; y para otras economías, incluso más
tarde. Por otra parte, la suposición de que el proceso de industria
lización, en sus primeras fases y posteriormente, estuvo caracterizado
por un total antagonismo — una contradicción— entre los dos siste
mas de producción industrial, que implicó que la producción de la
gran industria creció desplazando la tecnología artesana, es justamen
te lo contrario de lo que muestra, si no toda, sí al menos buena parte
de la experiencia industrial. Más a menudo, se desarrollaron relacio
nes simbióticas entre las técnicas propias de la industria intensiva en
capital (dedicada frecuentemente a la producción de productos semi-
elaborados) y la producción artesana de productos acabados. £1 gran
ejército de tejedores manuales, destinado a convertirse en la mayor
tragedia social europea como eventuales víctimas del desempleo tec
nológico, fue una consecuencia de la mecanización de la hilatura, al
menos para la industria algodonera y en alguna medida para otras
ramas de la industria textil manual en expansión después de 1800.
Esta simbiosis entre la hilatura fabril y el tisaje manual en Gran
Bretaña se propagó después por toda Europa a gran escala durante
la primera mitad del siglo xix, debido al rápido desarrollo de las
exportaciones británicas de hilo, y volvió a propagarse posterior
mente en las últimas décadas del siglo en los mercados de la India y
del Extremo Oriente.
Alianzas equivalentes entre estos dos modos de producción carac
terizaron las industrias metalúrgicas durante largos períodos: entre
la producción, intensiva en capital y a gran escala concentrada en
plantas dedicadas a la primera fusión a partir de los minerales y el
carbón (dejando aparte el acero, hasta las innovaciones que posibili
taron su producción masiva de la década de 1850), y la de los peque
ños talleres de tecnología artesana de la mayoría de las ramas de las
industrias metalúrgicas secundarias, productoras de bienes de consu
mo. Una simbiosis equivalente entre el arduo trabajo físico humano
y la utilización de máquinas llegó a ser característica de muchos avan
ces de la industria, más que el mito aceptado de la eliminación de
dicho trabajo humano por parte de la nueva tecnología asociada al
INTRODUCCIÓN 17
2 . — NADAL
18 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
3. — NADAL
34 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
hay una clara ruptura en estas tendencias hacia 1800, ya que antes
de esta fecha la producción, el capital y el trabajo parecen haber
crecido a un ritmo aproximadamente igual (1 por 100 anual), sin
ningún cambio en la productividad del capital o del capital y trabajo
considerados conjuntamente. El modelo de Crafts para el crecimiento
del siglo xviii, que tiene elegancia teórica, pero es menos convincente
en el terreno de la práctica, sugiere que había una relación constante
entre capital y producción y una relación creciente entre capital y
trabajo, indicando que el cambio se debía en gran medida al progreso
tecnológico (9): las cifras de Feinstein muestran que cualquier ten
dencia provocada por el cambio tecnológico fue contrarrestada por
otros factores. En otro lugar se ha indicado que la productividad del
trabajo era limitada porque Gran Bretaña absorbió y adiestró una
gran cantidad de trabajadores no cualificados para producir bienes de
valor relativamente bajo; la productividad fue más elevada en Francia
a corto término porque, a diferencia de las británicas, las manufac
turas francesas, que producían bienes de elevado valor, elegantes y de
calidad mediante métodos tradicionales, sobrevivieron sin excesivas
dificultades (32).
* Sólo pude ver una copia del último capitulo del libro, por lo que no
he podido estudiar ninguno de los materiales detallados.
INDUSTRIALIZACIÓN: EL CASO BRITANICO 39
ción fue, en gran parte, resultado del impacto del proceso de indus
trialización sobre el crecimiento de la renta» (9). Pero ésta es tam
bién una elección limitativa, ya que Wrigley y Schofield creen firme
mente que ocurrieron ambos procesos. La mejora de las circunstancias
económicas aumentó, finalmente, la fertilidad mediante cambios en la
edad de matrimonio, pero entonces adquirieron protagonismo las
fuerzas malthusianas, y fue en el contexto de este dilema cuando las
revoluciones industrial y agrícola salvaron la economía. La transfor
mación del equilibrio de estas fuerzas es la característica dominante
de la segunda mitad del siglo xvm .
3. El papel de la demanda
reducido. Por otra parte, Colé mantiene que había una relación entre
unos precios altos de los alimentos y un elevado crecimiento indus
trial, y que cuando las buenas cosechas determinaron la reducción de
los precios durante las décadas de 1730 y 1740, la producción indus
trial se estancó (4). En la misma línea, Jones argumenta que el aumen
to de los precios de los alimentos no eliminó el margen de renta
dedicada a la compra de bienes de consumo; desde su punto de vista,
a mediados del siglo xvm se produjo una edad de oro para el labrie
go, lo que contribuyó a desarrollar su apetencia de productos manu
facturados, hasta el punto de que en adelante estuvo dispuesto a
trabajar más intensamente para satisfacer esta necesidad (23). Jones
y Palkus han señalado las sustanciales mejoras que se pueden obser
var en muchas pequeñas ciudades provinciales en forma de reedifi
caciones en ladrillo y otras mejoras urbanísticas de la red viaria que
reflejan un aumento general de la riqueza en estas áreas (25). Por
otra parte, O ’Brien sugiere que las ventas de productos manufactu
rados en las zonas agrícolas contribuyeron poco en el desarrollo de la
Revolución industrial, y que, en general, los mercados para los bie
nes industriales se encontraban en las ciudades (31). Piensa, además,
que es puramente hipotética la idea de que un cambio en la distribu
ción de la renta entre agricultores y trabajadores asalariados del cam
po, favorable a los primeros, aumentara la demanda de productos
manufacturados y el nivel de ahorro. Hasta ahora la discusión ha
versado sobre los cambios en los precios. O ’Brien va más lejos y
sugiere que, puesto que las relaciones reales de intercambio favore
cieron a los agricultores durante algún tiempo con posterioridad a
1740, es posible que ello contribuyera a limitar la capacidad de
cambio de la agricultura, por lo que no es de extrañar que los econo
mistas de la época estuvieran preocupados por la disminución de
las ganancias. No obstante, E. L. Jones, en una serie de artículos, ha
expuesto de manera brillante los cambios agrícolas (23 y 24). Está
convencido de que la producción agraria sólo creció un 40 por 100
durante el siglo xvm , en contraste con un aumento del 45-55 por
100 a lo largo del siglo xvu, crecimiento que estuvo asociado a algu
na mejora de la calidad de los productos y en la esfera de su distri
bución. Más impórtame que el aumento de producción fue el de
productividad. La superficie cultivada aumentó poco y, aun cuando
la reducción de los barbechos coadyuvó a ello, la producción por
unidad de superficie debió crecer en un >0 por 100. Una mayor espe-
44 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
4. — NADAL
50 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
6. La resistencia a la proletarización
9. U n balance insatisfactorio
O bras citadas
1. E l marco conceptual 1
5 . — NADAL
66 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
5. Los dos términos no son sinónimos. El tejido social es mucho más rico
que la extensión espacial; engloba relaciones mucho más complejas (de inte
racción entre los individuos). Ni siquiera puede ser aislado de la dimensión
temporal. En suma, se trata de un extenso capítulo de la sociología, del cual
aquí sólo hacemos una simple alusión.
r
68 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
1 -----------------
A ■ til— 5— 6 — *
Tiempo
7
Tránsito de la estructura A a la estructura B
1. La convergencia de lasperiodizaciones.
2. El carácter secuencia!.
3. El carácter molecular.
4. La sucesión de las innovaciones tecnológicas fundamentales.
5. El papel específico de la infraestructura.
6. El intervencionismo del Estado y la centralización.
7. Las mentalidades.
8. La distribución de las ventajas y de los sacrificios.
6. — NADAL
82 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
•rsiones netas (en las industrias y en vías de comunicación) en el transcurso de la Revolución industrial belga
O lA O lA O le s
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LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL BELGA 85
2.7. La mentalidad
7. — NADAL
98 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
3. C onclusión
23. Las cuatro fases están claramente delimitadas. Por otra parte, cada
una contiene elementos que la vinculan al pasado y al futuro, incluso cuando
la sucesión no es estrictamente lineaL
Las fases presentan un orden de importancia (a, b, c, d) y un orden crono
lógico {b-a-d-c). Aunque el segundo sea utilizado más frecuentemente, no debe
mos negligir el primero. La ordenación en base a la importancia de cada una
de las fases, sin introducir ninguna finalidad en el análisis, permite caracterizar
un devenir principalmente tecnocconómico (bise a), en razón del cual se podrá
juzgar una eventual convergencia de los comportamientos de los individuos
y de las tensiones entre los sectores de la sociedad.
24. Desarrollo «desequilibrado», sectores pilotos.
25. De la cual recordamos sus elementos característicos: en tanto que sis
tema abierto: situación de encrucijada entre Inglaterra y Francia; en tanto que
sistema autónomo: crecimiento demográfico, propagación de la patata, mejora
de la infraestructura, ampliación de los mercados y formación de las manu
facturas; en tanto que sistema indeterminista: empresarios potenciales y reales,
capacidad de creación colectiva.
26. La alta banca y las sociedades anónimas.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL BELGA 105
pues, asombroso. ¿Por qué una zona que habla conocido un fuerte
desarrollo protoindustrial no ha podido acceder a la fase posterior
de la industrialización? El caso bretón merece, en esta perspectiva,
un reexamen en profundidad.
La instauración de los sistemas protoindustriales interesa tanto
al siglo xviii como a la primera mitad del siglo xix francés. De esta
manera, durante todo el siglo xvm bajo el impulso de la demanda
exterior estimulada por el capitalismo comercial, grupos de comer
ciantes explotaron los yacimientos de mano de obra rural menos
costosa y más abundante que la de la ciudad. Las actividades arte
sanales siguieron la evolución esbozada desde el siglo XVII abando
nando la ciudad y propagándose por la campiña circundante. Se esta
bleció así la dicotomía clásica entre las funciones dirigentes y alta
mente beneficiarías de la ciudad y la función productiva localizada
en el campo, ya sea bajo la forma del domestic system o de la fábrica.
Como otros estados europeos, Francia se cubrió de nebulosas proto
industriales, desde las viejas zonas textiles del norte de Francia 1
hasta las pañerías del Languedoc.3 4 Las consecuencias de este fenó
meno fueron numerosas, en particular en el ámbito demográfico: el
mantenimiento en su lugar de origen de la población rural fue favo
recido por la progresiva reducción del éxodo rural, la sobrepoblación
del campo se acentuó y es probable que la alfabetización retrocediera.
Si la protoindustrialización constituyó la primera etapa del desarrollo
industria], el trabajo artesanal no parece haber sido una condición
previa necesaria para la integración de los trabajadores en la fábrica,
ya que las dos formas de actividad y las dos mentalidades parecen
demasiado diferentes. Si el taller familiar fue un medio favorable
para la improvisación y experimentación técnica, no se adecuaba, a
pesar de algunas ilusiones tardías, a la mecanización. Más que como
realidades antagónicas y competitivas, el trabajo a domicilio y las
primeras formas del trabajo concentrado aparecen como actividades
En los dos primeros tercios del siglo xix, las formas «modernas»
o técnicas de la industrialización continuaron siendo excepcionales,
Motores hidráulicos 60 %
Motores eólicos 8,1 9b
Malacates movidos por caballerías 0,9 %
Máquinas de vapor 31 %
8 . — KADJU.
1 1 4 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
5. E mpresas y empresarios
34. Cf. P. Lanthier, «Les dirigeants des grandes entreprises élec triques
en France (1911-1973)*, Cabiers du Mouvement Social, n* 4 (1979).
ASPECTOS DEL DESARROLLO INDUSTRIAL EN FRANCIA 129
dos de productos acabados, pero los aumenta ampliando los mercados de los
factores de producción (cf. Y. Barzel, op. cit.).
4. Cf. O. Wiltiamson, Markets and Hierarchy, Nueva York, 1975; B. Klein,
LA REVOLUCIÓN ECONÓM ICA EN LOS E ST A D O S UNIDOS 1 3 7
3. El crecimiento de la especialización
10. — N AD AL
146 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
5. Un nuevo d e s a f ío t e ó r ic o
B ib l io g r a f ía
1. I ntroducción
Con este título, ante todo, se quiere ofrecer una síntesis, lo más
completa posible, de la reciente literatura sobre la industrialización
en Alemania. No creemos que se trate de un ejercicio de escasa
relevancia, dado que con él venimos a contradecir, o cuando menos
a «relativizar», las interpretaciones del proceso de industrialización
en ese país, tanto las que comúnmente conocemos con el nombre de
«vía alemana» de la industrialización como las que lo definen como
un ejemplo de atraso e imitación.1 Además, nos ha parecido correcto
ponernos en guardia contra cualquier tentativa de sacar conclusiones
apresuradas — válidas para el proceso general de desarrollo económi
co— de la experiencia alemana, considerándola, por ejemplo, un caso
de crecimiento económico favorecido por la existencia de ilimitadas
reservas de mano de obra, o bien de un desarrollo basado en las
exportaciones y favorecido por el libre cambio o, por el contrario,
un ejemplo de desarrollo fundamentado en la sustitución de impor
taciones por bienes producidos en Alemania, en el proteccionismo
aduanero y en los buenos resultados de la imitación tecnológica. La
industrialización alemana depende, en efecto, en gran parte de todos
estos factores, pero al examinar su historiografía se descubrirá que
2. El debate so bre la p e r io d iz a c ió n
11, — NAIUUL
162 LA R E V O LU C IÓ N IN D U S T R IA L
tic este complejo e importante fenómeno, hoy cada vez más frecuen
temente definido como «protoindustrialización», fue el relativo incre
mento de capas de semiproletarios dependientes de una renta no
agrícola, el desarrollo de mercados interregionales para los productos
agrícolas y para los protoindustriales, como los tejidos, y la acumu
lación de capital en manos de mercaderes que organizaban nuevos
negocios, que suministraban la base de una posterior expansión de
la industria rural. El volumen de Kriedte, Medick y Schlumbohm
describe, en un contexto europeo, cierto número de casos alemanes,
algunos de los cuales se han convertido en objeto de estudios espe
cíficos por parte de estos y de otros autores, entre los que me place
recordar el de Mager sobre la Westfalia oriental.11 No es ciertamente
fácil discutir sobre la «protoindustrialización» como fase preparato
ria de la Revolución industrial del siglo xix, ya que se trata de un
concepto general que presupone transformaciones globales bastante
más amplias que, por ejemplo, la tecnología de una rama dada de la
industria textil. Sin embargo, gracias al diligente trabajo de estos y
otros estudiosos, como el difunto Herbert Kisch, estamos en condi
ciones de identificar los centros dinámicos del desarrollo industrial
de tipo artesanal, claramente emergentes en el siglo x v i i i en ciu
dades como Krefeld, Elberfeld y Barmen o en regiones de Sajonia,
como el condado de Zwickau.2 De estas áreas proceden no sólo los21
38. Para una dura crítica a este concepto, cf. V. Hentschel, Wirtscbaft
u i t d o p . cit., especialmente, pp. 9-21. Cf. H . U. Wehler, Das deutsebe
Kaiserreicb, 1871-1918, Gotinga, 1975°, como ejemplo de historia general que
logra obtener gran partido de este concepto. Peto debe observarse que Wehler
y Kocka y otros historiadores que se han servido de él han intentado restringir
su utilización al periodo de 1893 en adelante.
39. W. Feldenkirchen, «Die wirtschaftliche Rivalitat zwischen Deutschland
und England im 19. Jahrhundert», Zeitscbrift jür Unlernehmensgeschkbte,
XXV (1980), pp. 77-107. Esta enumeración puede ser excesiva.
12. — NADAL
178 LA REVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
43. Cf. A. Field, «The relative stabiliry oí Germán and American indus
trial growth, 1880-1913», en W. H. Schrddcr y R. Sprce, eds., Historische...»
op. cit., pp. 208-233; W. A. Lewis, Economic growth and jluctuations, 1870-
191J, Londres, 1978; K. Borchardt, «Wirtschaftliches Wachstum ...», art. cit.,
pp. 269-270 .
44. Cf. K. Borchardt, «Wahrung und Wirtschaft», en Deutsche Bundes
bank, ed., 'Wáhrung und Wirtschalft in Deutschland, 1876-1975, Frankfurt,
1976. £1 apéndice estadístico de dicha obra contiene series muy importantes.
Cf., también, R. Tilly, «Zeitreihen zum Gcldumlauf in Dcutschland, 1870-
1913», fabrbücher für Nalionalokonomie und Statistik, CLXXXVII (1973),
pp. 330-363. Se pueden encontrar datos de carácter comparativo en S. Mishi-
inura, The decline of inland bilis of exchange in tbe London markets, 1855-
1913, Cambridge, 1971, p. 113.
180 LA REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
3. D iferencias regionales
60. Para una reciente reseña de estos estudios, cf. H. Kicsewetter, «Erkla-
rungshypothesen zur regionalcn Industrialisierung in Deutschland im 19. Jahr-
hundert», Vierteljahrschríft ftir Sozial- und Wirtschaftsgeschichte, LXVII (1980),
pp. 305-333; la compilación de los ensayos en Fremdling y Tilly, Industrialisie-
rutig u n d ..., op. cit., y la compilación de ensayos sobre diferentes países,
incluida Alemania, a cargo de S. Pollard, Región und Industrialisierung. Studien
zur Rolle der Región in den 'Wirtschaftsgeschicbte der letzten zu>ei Jahrhunderte.
Gotinga, 1980.
188 LA REV O LU CIÓ N IN D U S T R IA L
61. Véase nota 22. Estos ensayos serán publicados en un libro de pró
xima aparición.
62. J. Reulecke, «Nachzugler und Pionier zugleich: das Bergische Land
und der Beginn der Industrialisierung in Dcutschland», en Pollaxd, Región
und industrialisierung, op. cit.
63. W. Fischer, «Stadien und Typen der Industrialisierung in Deutschland.
Zum Problem ihrer regionalen Differenzierung», reimpreso en W . Fischer,
Wirlscbaft und Gesellschaft im Zeitalter der Industrialisierung, Gotinga, 1972,
pp. 464-473.
LA IN D U S T R IA L IZ A C IÓ N ALEMANA 189
65. Cf. F. B. Tipton, «Farm labor and power politics: Germany 1850 to
1914», Journal o¡ Economic History, XXXIV (1974), pp. 951-979; y para el
control de la oferta de mano de obra, cf. K. Bade, «Transnationale Migration
und Arbeitsmarkt im Kaiserreich: vom Agrarstaat mit starker Industrie zum
Industriestaat mit starker Agrarbasis», en T. Pierenkctnper y R. Tilly, Histo-
rische Arbeilsmarklforscbung, Entstehung, Entwicklung und Probleme der
Vermarktung von Árbeitskraft, Gotinga [en proceso de publicación].
LA IN D U ST R IA L IZ A C IÓ N ALEMANA 191
13. — NADAL
194 LA REVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
cinco años) fija la fertilidad hutterita estimada para cada grupo de edad. La
medición plantea algunos problemas que no podemos comentar en esta comu
nicación.
LA IN D U S T R IA L IZ A C IÓ N ALEMANA 195
nidas en los mismos sean erróneas por defecto. Sin embargo, los
datos de Kuczynski denotan un notable aumento de los salarios a
partir de la década de 1840 hasta 1914, aunque los niveles de creci
miento más sostenidos, los que confieren el tono a todo el período,
se registren sólo a partir de la década de 1880. Los otros estudios
antes citados revelan una similar tendencia a largo plazo y en ciertos
aspectos, aún más marcada. Además, el progreso de las rentas sala
riales adquirió mayor consistencia por efecto de la clara reducción
de la jornada de trabajo a partir de los años sesenta. Los nuevos
conocimientos sobre dicha cuestión provienen, por una parte, de re
cientes estudios de carácter sectorial y regional (los de Kirchhain
sobre la industria algodonera, los de Holtfrerich y Tenfelde sobre
los mineros de la cuenca carbonífera del Ruhr, los de Fremdling
sobre los obreros de los ferrocarriles, los de Borscheid sobre los
obreros textiles de Württemberg, los de Fischer y Noli sobre los
artesanos, Handwerker) y, por otra, de trabajos dedicados a estudiar
directamente los niveles de consumo (por ejemplo, los de Teuteberg
y Wiegelmann sobre la dieta alimentaria y sobre sus características
nutritivas, o los de Niethammer, Bruggemeier, Teuteberg y Wischer-
mann sobre la vivienda).71 Lo que se deduce de estos trabajos es una78
1840, por R. Spree, Die Wachstumszyklen.... op. cit., pp. 370 y 503-506.
Estos datos pueden compararse con los de K. Borchardt, «Wirtschaftliches
W a c h s t u m a r t . cit., II, pp. 205-206, quien propone una tasa de creci
miento anual del producto per cápita, a precios constantes, de aproximadamente
el 1 por 100, entre 1850 y 1880, del 2 por 100 entre 1880 y 1900, de 1,7-1,8
por 100 entre 1900 y 1913. Los datos sobre salarios proceden de J. Kuczynski,
Die Gescbicbte der Lage der Arbeiter unter dem Kapitalismus, nueva edición,
parte 1, Berlín Este, vol. I, 1961, p. 253; vol. II, 1962, p. 152; vol. I II , 1962,
p. 302, y de R. Spree, Die Wachstumszyklen..., op. cit., pp. 371 y 506.
81. Agradezco a Rolf Dumke, de la Universidad de Münster, el haberme
indicado que el declive de la participación de la renta del trabajo en la renta
nacional, señalado por Walther G. Hoffmann (Hoffmann y otros, Wachstum
d er..., op. cit.), entre 1850 y 1873, estuvo acompañado por un incremento en
el grado de desigualdad en la distribución de la renta, puesto de manifiesto
por Dumke en un ensayo aún no publicado, mediante la utilización del método
conocido como «Pareto Alfa», con el que se mide el grado de desigualdad en
la distribución de la renta sobre la base de su distribución entre el 10 y el
20 por 100 de los perceptores de las rentas más elevadas.
82. Los datos sectoriales sobre salarios provienen de G. Kirchhain, Des
Wachstum der deutschen Baumwollenindustrie im 19. Jabrbundert, Universidad
de Munich, 1973, para el algodón; de R. Spree, Die Wachstumszyklen...,
op. cit., pp. 448 y 532, jjara el carbón prusiano, y pp. 463 y 540-541, para el
hierro; de H. von Laer, «Industrialisierung und Qualitát der Arbeit», en Disser-
tations in European Economic History Series, Nueva York, 1977, p. 239, para
la industria mecánica; y para la comparación entre los salarios de esta industria
y los del sector textil, de R. Fremdling y otros, Eisenbahnen u n d ..., op. cit.,
p. 24.
202 LA R EV OLUCIÓ N IN D U ST R IA L
83. Cf. W. G. Hoffmann, Wacbsltim d e r .... op. cit., pp. 116, 661 ss.
84. Este aspecto fue puesto de manifiesto por R. Sprec, T)ie Wachslumszy•
k le n ..., op. cit., especialmente, pp. 140-162, 216 ss.
LA IN D U ST R IA L IZ A C IÓ N ALEMANA 203
85. Steven B. Wcbb, «Tariff protcction for the iron industry, cotton tex
tiles and agticulture in Germany, 1879-1914», fabrbücher für Nalionalókonomie
und Statistik, 192 (1977-1978), pp. 336-357; A. D. Chandler, Jr., y H . Daems,
«Introduction - The rise of managerial capitalism and its impact on investment
strategy in the Western World and Japan», en H. Daems y H. Van Der Wee,
cds., The rise of managerial capitalism, Lovaina, 1974, pp. 1-34. Es posible
que la mayor importancia que tuvo la producción de bienes de consumo en
el desarrollo de las empresas gigantes en los Estados Unidos respecto a Alema
nia refleje los diferentes procesos de desarrollo que tuvieron las dos economías.
Jean-François Bergier
EL MODELO SUIZO
1. F uentes y metodología
Bibliografía
EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN
V LA INDUSTRIALIZACIÓN EN ITALIA
1. O bservaciones preliminares
2. La p r o t o in d u s t r ia l iz a c ió n 1
uso frecuente para tipificar la considerada «industria rural domiciliaria», doy con
tenido a la primera fase del proceso de industrialización, caracterizada histórica
mente —al menos hasta la aparición de las economías planificadas— por la
presencia de las industrias productoras de bienes de consumo. Respecto a dicha
propuesta de periodización, ya aporté algunas precisiones hace unos años, en
G. Mori, cd., L'industrializzazione in Italia (1861-1900), 11 Mulino, Bolonia,
1977, p. 37.
2. Un panorama sintético de esos estudios, tal vez parcialmente superado
debido a las aportaciones más renovadoras de los últimos tiempos, se encuentra
en mi trabajo, tampoco muy reciente, «Appunti e spunti per una riconsidera-
zione delta storiografia económica sull’Italia postunitaria», Rassegna Económica,
XL1 (1977), pp. 25-46. En lo que concierne a las carencias informativas sobre
la fase inicial del proceso de industrialización en Italia, es suficiente decir que
las historias de la indusuia de las que disponemos o parten de la unidad nacio
nal, o las que lo hacen desde antes, corresponden a aportaciones ya envejecidas.
Señalaré una excepción, aunque relativa, B. Caizzi, Storia dell'industria italiana
dal X V I I I secólo ai giorni nostri, UTET, Turín, 1965.
L A IN D U S T R IA L IZ A C IÓ N E N IT A L IA 225
en la corte de San Jaime, sobre los que escribe Gino Luzzatto. Para
no hablar de las empresas privilegiadas lombardas, en las cuales,
como ha señalado Sergio Zaninelli, la spitming jenny y la mulé apa
recen antes de que termine el siglo xvm .3 Constituye un hecho acep
tado que las fábricas dotadas de maquinaria y que empleaban trabajo
asalariado pueden detectarse en Italia casi al mismo tiempo que en
otros países de Europa — en Francia, en Alemania, en los Países
Bajos, en el imperio de los Habsburgo— durante ese inquieto y
turbulento período de 20 años que transcurre desde la paz de Cara-
poformio a los tiempos inmediatamente posteriores al ocaso de la
dominación francesa de la Europa centro-occidental. Investigaciones
recientes y menos recientes evitan cualquier malentendido a este res
pecto. Desde el Piamonte a Lombardía, a Salerno, al Véneto, tanto
por lo que hace referencia a especializaciones productivas «viejas»,
pero favorecidas por la inexistencia de dificultades de consideración
para el aprovisionamiento de materias primas, como al trabajo de la
lana (y como al de la seda, que ya se sabe constituye un caso sui
generis en Italia), y también por lo que se refiere a producciones «nue
vas», como la del algodón, en esos años las máquinas entraron a
formar parte tanto del paisaje profesional como de las estructuras
productivas de la península. Y con las máquinas, la fábrica, los
empresarios-capitalistas-industriales y los núcleos primigenios de la
clase obrera.4
13. — NADAL
226 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
3. Un im p u l s o frenado
i
LA IN D U ST R IA L IZ A C IÓ N EN IT A L IA 227
se encuentra también la primera cita de Landes (hay trad. cast.: Progreso tec
nológico y revolución industrial, Tecnos, Madrid, 1979).
8. Para la industria del papel, disponemos de una serie de estudios rela
tivos a diferentes regiones de la península, pero no de una monografía exhaus
tiva. Cf., sin embargo, M. Scavia, Vindustria delta carta in Italia, Roux e Via-
rengo, Turín, 1903. Nos encontramos en idéntica situación en lo que concierne
a la industria de construcciones mecánicas, respecto a la cual nadie ha intentado
aún ofrecer, aunque fuera de forma sintética, una monografía, si no es en el
ámbito de las historias generales de la industria, y por tanto con los niveles
de aproximación y los límites que las obras de ese tipo se ven obligadas a
respetar. Cf., en este sentido, B. Caizzi, Storia dell'industria..., op. cit., pp.
239-234. Para las diferentes especial izaciones de la industria textil, véanse los
trabajos citados en la nota 4.
9. Después de haber perfilado la figura del «industrial-agrario» como la
de un «trabajador rural “pobre” que, para incrementar sus ingresos, se ve em
pujado a emprender actividades comerciales y luego industriales», el cual podía
contar con la garantía que significaba su propiedad rústica, a fin de hacer
frente a los riesgos que podía encontrar en estas nuevas actividades, Romano
afirma que «no es la riqueza acumulada en la agricultura la que permite el
desarrollo de formas productivas capitalista-industriales, sino la relativa “po
breza" de estos recursos». De manera que en la primera mitad del siglo xtx,
«el futuro económico de Lombardía, y en general de Italia, no se jugaba, o por
lo menos no tanto como pensaba Cario Cattaneo, en la avanzadísima agricul
tura irrigada de la Bassa, sino en esos pequeños, atrasados, insignificantes y
semifeudales poderes del Alto Milanesado, cuyos propietarios (Ponti, Cantoni,
Caprotti) por ningún economista elogiados, sino más bien objeto de críticas
severas y de reproches, preparaban en silencio la base industrial italiana»
(R. Romano, I Caprotti, F. Angeli, Milán, 1980, pp. 219-220). Las objeciones
que se podrían hacer a Romano son evidentes. La más notoria y trivial de
éstas es la siguiente: ¿por qué los propietarios rurales «pobres», que tantos
eran en Italia y que se encontraban esparcidos un poco por todas partes, no
LA IN D U ST R IA L IZ A C IÓ N EN IT A L IA 229
siguieron a los Caprotti y a sus amigos y emplearon de otra manera los recur
sos disponibles? Pero, como hemos señalado en el texto, el tema planteado
por Romano es digno de la máxima atención.
10. A. Caracciolo, «La storia económica», en Sloría d ’Italia, Einaudi,
Turln, 1973, vol. I II , pp. 636407.
11. S. Merli, Proletariato di fahbrica e capitalismo industríale. II caso
italiano, 1880-1900, La Nuova Italia, Florencia, 1972, vol. I.
230 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
término de referencia» (p. 9). Pero, implícitamente, tales juicios parecen con
cordar con este tipo de estudios a escala regional. Recientemente, un estudioso
como S. Pollard (Peaceful Conquest. The industridisation of Europa. 1760-
1978, Oxford University Press, 1981) ha sostenido que los estudios sobre el
proceso de industrialización realizados a escala estatal han dado de sí todo lo
que podían y que por eso, aunque se mantenga el carácter unitario del pro
ceso, conviene abstraerse del ámbito nacional para seguir sus manifestaciones
y desarrollos en áreas más reducidas: las condensaciones regionales de los
orígenes y de los crecimientos industriales le parecen el rasgo distintivo y el
marco territorial. Disentimos de la conclusión que se deriva de esta propuesta,
si se la considera en un sentido absoluto.
24. Esta línea de lectura, en parte al menos, nos parece que es atribuible
a la fase que podríamos denominar como de experimental que este tipo de
estudios está viviendo en nuestro país más allá de las dificultades, de cierta
consideración, de «traducir al italiano» metodologías y puntos de vista elabo
rados con referencia a otras situaciones históricas. Para algunas observaciones
sobre la historiografía social en la que tales planteamientos se inspiran, cf.
G. Eley «Somc Recent Tendencies in Social History», en G. G. Iggers y
H. T. Parker (eds.), International Handbook of Historicd Studies. Contempo-
rary Research and Theory, Mctheun 6c Co., Londres, 1980, pp. 57-61, en
especial.
LA IN D U S T R IA L IZ A C IÓ N E N IT A L IA 237
31. Una relación casi completa de las principales empresas del sector se
encuentra en las dos encuestas oficiales: Ministero della Marina, Relazione delta
Commissione per le industrie meccanicbe e navali, Tip. del Genio Gvile, Roma,
1885, y Relazione a S. E. il Ministro della Marina sulle attuali condizioni delle
industrie metallurgicbe, meccanicbe e navali in Italia, Tip. dei Fratelli Bencini,
Roma, 1889, ampliamente ilustrada y comentada por L. De Rosa, Iniziativa e
capitale straniero nell'industria metalmeccanica del Mezzogiorno, 1840-1904,
Gianninl, Nápoles, 1968, pp. 124 $s.
32. El mejor estudio sobre la siderurgia italiana del siglo xrx sigue siendo
el de G. Scagnetti, La siderurgia in Italia, Industria Tipográfica Romana, Roma,
1923. Para un breve esbozo de su evolución desde la Unidad hasta finales del
siglo xrx, cf. G. Mori, «La siderurgia italiana dall’Unitik alia fine del secó
lo xnc*, Ricercbe Storicbe, V III (1978), pp. 7-34. Podemos decir, por otra
parte, que en general ningún sector industrial de algún relieve dispone, por lo
que respecta a este período, de un trabajo sistemático en el plano nacional
digno de cierta atención.
LA IN D U S T R IA L IZ A C IÓ N E N IT A L IA 241
1 6 .— NADAL
242 LA REVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
ral, frecuentemente muy idcologizadas —pero creo que esto a nadie debe escan
dalizar—, y un grupo nada consistente de estudios monográficos de diferente
nivel. Están en curso investigaciones que se anuncian como prometedoras en
cuanto enfoques y seriedad programática. Cf., en este sentido, A. M. Chiesi,
«Una ricerca sulle biografié imprenditoriali nelTItalia libérale e fascista», Qua-
derni di Sociología, LX II (1977), pp. 109-149; G. Fiocca, «Dieci famiglie ¡«n-
prcnditoriali milanesi durante la seronda m etí dcU’800», Quaderni Storici,
XVI (1981), pp. 703-710. Para un enfoque diferente, cuyos resultados podrán
evaluarse sólo en una fase de ulterior elaboración y formulación, cf. G. Sapelli,
«Gli “organizzatori della produzionc" tra struttura d’impresa e modelli cultu
ral:», Storia d'Ualia, Annali, 4, Einaudi, Turín, 1981, pp. 592 ss., especialmente,
pp. 620-634.
36. Desde este punto de vista atribuimos una importancia esencial al
modelo dinámico elaborado por W. Hoffmann, Stadien und Typen der Indus-
trialisiening, Institut für Weltwirtsschaft, Kiel, 1931. Este ensayo, poco utili
zado por la historiografia económica, recupera las bien conocidas categorías
marxianas de producción de bienes de consumo y de producción de medios
de producción, pero tiene un límite de aplicabilidad en la problemática condi
ción del material estadístico disponible en Italia. Ya se observó ron anterio
ridad que las series recopiladas por el Instituto Central de Estadística (Somma-
rio di statistiche storiche italiane. ¡861-1955, ISTAT, Roma, 1958, e Indagine
s/atisca sallo sviluppo del reddito naziomle dell’Italia dal 1861 al 1956, ISTAT,
Roma, 1957) son escasamente satisfactorias, al igual que las manipulaciones
revisionistas realizadas sobre dicho material. En primer lugar, porque quienes
las realizaron y, posteriormente, los historiadores que las usaron siempre se
han negado, en esencia, a la aplicación del que constituye un criterio herme-
nóutico elemental, pero irrenunciable, de la investigación histórica, la crítica
de las fuentes. Y esto es válido con mayor razón para las fuentes, diríamos,
«construidos ex posl» y más aún, sin una rigurosa, clara y adecuada descrip
ción sistemática y exhaustiva de los criterios seguidos en su tratamiento y
elaboración. Una empresa ciertamente nada fácil, pero a la que no se puede
renunciar con ligereza sobre la base del principio de «mejor esto que nada».
LA IN D U ST R IA L IZ A C IÓ N EN IT A L IA 243
38. I. Sachs, L 'ltd ie, Librairie Guillaumin et C., París, 1885, pp. 1.137 ss.
U:., también, R. De Mattia, ed., Storia del capitde della Banca d’ltd ia e degli
istiluti predecessori, Banca d'ltalia, Roma, 1977, vol. 111, t. 1, pp. 353-357.
39. Pero estuvieron presentes y con un acusado protagonismo en las op
ciones más comprometidas adoptadas por la administración estatal para los
sectores y en los momentos más dispares y decisivos de la vida económica
y social del país. Para escapar de lo genérico, en el compromiso solícita y solem
nemente asumido por el nuevo Estado unitario de reconocer y de pagar las
deudas públicas de los estados preunitarios (por la respetabilísima suma de
más de 3.000 millones de liras de curso corriente: cf. F. A. Repací, La finan-
z a .... op. cit,, p. 116)¡ en las operaciones de venta de las tierras comunales;
en la asignación de los muy lucrativos concesiones y arriendos estatales (taba
cos, recaudación de impuestos); en las elecciones estratégicas del Estado en
materia de construcción y de gestión de la red ferroviaria; en la emisión y
colocación de numerosísimos y onerosísimos empréstitos; en la decisión de
introducir el curso forzoso en 1866 y en las modalidades que adoptó su aboli
ción, aprobada en 1881; en el arrendamiento de la explotación de las ricas
minas de hierro de la isla de Elba pertenecientes al patrimonio del Estado (so
bre todos estos episodios, la referencia más segura es E. Corbino, A n n d i delT
economía itdiana, Leonardo da Vinci, Cittá di Castello, 1931 y ss., voL 1-111,
passim); en la abolición de la declaración jurada (afjidavit) adoptada en 1881,
lo que hizo posible el cobro en oro en las plazas extranjeras de los intereses
de la deuda pública sin necesidad de la exhibición del título y de prestar el
juramento, que antes se requería, de que los títulos pertenecían a ciudadanos
extranjeros (cf. M. Fasiani, «Debito pubblico», en Enciclopedia bancaria, Sper-
ling Se Kupfer, Milán, 1942, voL 1, p. 581). Esta oportunidad fue, natural
mente, aprovechada por muchos poseedores de deuda pública de nacionalidad
italiana, si bien es cierto que hasta 1894, año en que se restableció el affidavit,
se produjo una fuerte reducción de más del 60 por 100 del volumen de los
intereses de la deuda pagados en el exterior (cf. A. Confalonieri, Banca e in
dustria in Italia. 1896-1906. 1: Le premesse: d d l’abolizione del corso forzoso
olla caduta del Crédito Mobiliare, Banca Commerciale Italiana, Milán, 1974,
p. 57, n.“ 1). En páginas posteriores tendremos ocasión de constatar qué repre
sentó para los grupos financieros italianos ese año de 1894... Pese a que tal
selección tenga mucho de unilateral, parece más bien problemático evitar la
conclusión de que esa cadena de hechos fuese de todo menos casual. Es decir,
que en esto se concretó la manifestación puntual de una línea de acción del
Estado italiano, más o menos meditada, que estuvo, sin duda, poderosamente
LA IN D U S T R IA L IZ A C IÓ N EN IT A L IA 245
influida por esos grupos financieros. Como escribió B. Supple («The State and
industrial Revolution», en The Fontana economía Hístory of Europe, CoDins,
Londres y Glasgow, 1971, vol. 3 (hay trad. cast.: «El Estado y la Revolución
Industrial, 1700-1914», en Cario M. Cipolla, ed., Historia económica de Europa.
La Revolución industrial, Ariel, Barcelona, I II , 1979, pp. 312-370), «si bien
el poder del Estado era virtualmente absoluto, debe ser considerado también
como parte de la sociedad y, en cuanto a tal, constituía el reflejo de específicas
fuerzas sociales y representaba (aunque confusa y mezquinamente) particulares
intereses de grupo o de clase» (p. 10). Para una tentativa de análisis m is deta
llado de la vinculación Estado-economía, con referencia a la estructura social
de la Italia postunitaria, me permito citar mi «Inttoduzione alia seronda edi-
zione» (en G. Morí, ed., L'industridizzazione in lid ia (1861-1900), H Mulino,
Bolonia, 1981, pp. 19-25), en la que he tratado de delinear d sentido y las
rafees del antiindustrialismo de los grupos bancarios y financieros, de la gran
propiedad terrateniente y de la política económica d d Estado italiano, fuerte
mente rondidonada por estas fuerzas sodales, en d período considerado.
40. A título meramente indicativo, es el caso de recordar que, según un
cálculo realizado recientemente, del aumento de «730 millones del capital no
minal de las sociedades industriales y de servidos registrado durante la década
1881-1890..., 546 millones correspondían al sector de los transportes», y que
«de los 195 millones de valor nominal de las obligaciones emitidas durante
ese período, 136 correspondían (también) al sector de los transportes» (cf.
A. Confalonieri, Banca e .... op. cit., vol. I , p. 43). En suma, se trata de una
aproximación a las tendencias de las grandes inversiones privadas, que en
esentia no eran muy diferentes de las dominantes en las décadas precedentes
(para las cuales, cf. el todavía útilísimo estudio de F. Coppola D ’Anna, «Le
societá per azioni in Italia», en Ministeto per la Costituente, Rapporto delta
Commissione económica preséntalo d l ’Assemblea Costituente. II. Industria. I II .
Appendice d ía Relazione (Questionari e monografía), Istituto Poligrafico ddlo
Stato, Roma, 1946, pp. 256-257).
246 LA R EV OLUCIÓ N IN D U ST R IA L
41. Cf., en este sentido, E. Serení, «TI nodo delta política granaría», en
Capitalismo e mércalo nazionale in Italia, Editorí Riunití, Roma, 1966, pp. 150-
160 (hay trad. cast.: Capitalismo y mercado nacional, Critica, Barcelona, 1980,
pp. 120-316), del que disentimos sobre los planteamientos interpretativos más
generales.
42. Como acertadamente ha puesto de manifiesto G. Barone («Lo stato
c la marina mercantile in Italia (1881-1894)», Studi Storici, XV, 1974, p. 630),
quien corrige, oportuna e inteligentemente, otro juicio suyo anterior (cf. «Svi-
luppo capitalístico e política financiaría in Italia nel decennio 1880-1890»,
Studi Storici, X III, 1972, p. 575, especialmente sustentando la «convergencia
de intereses de la siderurgia, de la construcción naval y de las empresas navie
ras». Ya sea en el terreno político, como en el más específicamente económico,
se fraguó, en cambio, desde comienzo de la década de 1880, un conflicto entre
LA IN D U ST R IA L IZ A C IÓ N EN IT A L IA 247
los que anhelaban una política colonial activa y los que deseaban una política
tendente a favorecer el desarrollo interno (como la mayor parte de los indus
triales). En lo que concierne al comportamiento frente a la incipiente «cuestión
obrera», es suficiente recordar la franca posición de Sella en favor de la sindi
cación y de las huelgas (G. Are, «II problema dello sviluppo económico dell’
Italia nel pcnsiero y nell’opera di Quintino Sella», en G. A. W., Alie origini
dell'India industríale, Guida, Nápoles, 1974, pp. 180-181) y la oposición a una
y a otras adoptada por la mayoría de las clases dirigentes (G. Neppi Modona,
Sciopero, potete político e magistratura. 1870-1920, Laterza, Barí, 1973, pp.
18 ss., interesante también para el debate que generó esta cuestión). Pero
la polémica también existía en torno al tema de la intervención estatal en
materia de legislación social (cf. A. Salvestrini, I moderati toscaui e la classe
dirigente italiana. 1859-1876, Olschki, Florencia, 1965, pp. 238-247; G. Mon-
teleone, «La legislazione sociale al parlamento italiano», Movimento Opéralo
e Socialista, XX, 1974, pp. 229-284).
43. Cf., en este sentido, las consideraciones, a este aspecto bastante per
tinentes, de A. De Clementi, «Appunti sulla...», art. cir., p. 710. Pero el
fenómeno no había escapado a un testigo penetrante y partícipe de esta reali
dad como Antonio Labriola (cf. la carta de Antonio Labriola a Eleonora Marx
Aveling del 24 de agosto de 1891, en Antonio Labriola, Democrazia e socia
lismo, Feltrinelli, Milán, 1954, p. 63, edición a cargo de L. Cafagna).
248 LA R EV OLUCIÓ N IN D U ST R IA L
1 7 . — NADAL
258 LA REVOLUCIÓN IN D U ST R IA L
precipicio que parecía no tener fin, pero del cual consiguió salir sin
tocar el fondo. Por otra parte, es bastante más seguro que sólo pocos
años después — antes de que terminase el siglo xix— aquélla se vio
acometida por una sacudida y una excitación que nunca había expe
rimentado con anterioridad y por las cuales, en plazos impensada
mente breves y por primera vez, logró conquistar una posición domi
nante y reguladora en última instancia de la totalidad del sistema
económico y social del país, alcanzando el estadio que, en otros luga
res, he tipificado como de culminación. Es decir, el que resulta de
una acusadísima expansión, también sectorial, mediante la cual el ya
estable sector de producción de bienes de consumo pasa a disponer
del complemento de un variado y progresivo sector dedicado a la
construcción de medios de producción.17
Como espero sea suficientemente notorio, mi opinión es la de
que esto habría sido, si no improbable, ciertamente en extremo
difícil en ausencia de una operativa confluencia de resultantes híbri
das entre el patrimonio material y humano que el proceso de indus
trialización había conseguido aportar y salvaguardar y de una im
portante intervención exterior — de origen alemán— , que dirigió
recursos y capacidades hacia la península a través de las formas y
caminos más dispares: afluencia de técnicos y dirigentes de empresa,
suministro de equipos y de maquinaria, y muy destacadamente la
fundación en 1894 de los «bancos mixtos», la Banca Commerciale
Italiana y el Crédito Italiano, que en los años siguientes tendrán una
presencia casi obligada en toda iniciativa industrial de cierto relieve,
y que ejercerán una función, también fundamental, en la revitaliza-
ción del patrimonio industrial existente.* En un país, y es oportuno
ele A. Confalonier!, Banca e ..., op. cit., cf. numerosos ensayos de P. Hcrtner,
de los cuales me limito a recordar «Fallstudien zu ...», art. cit., y «Das Vorbild
deutscher Universalbanken bei der Griidung und Entwicklung ¡talicnischer
GeschMftsbanken neucs Typs, 1894-1914», en Entwicklung und Aujgaben von
Versicberungen und Banken in der Industrialisicrung, Dunker Se Humblot,
Berlín, 1980, pp. 195-282.
59. Para los intercambios internacionales no disponemos de ningún estu
dio de conjunto sobre la evolución de los terms of trade entre Italia y el resto
del mundo. Un análisis de este tipo es el efectuado, aunque circunscrito tan
sólo al comercio anglo-italiano, por I. Glazier, V. N. Bandera y R. B. Bcrner,
«Terms o f ...», art. cit., según los cuales, «especialmente entre 1886 y 1902,
la balanza comercial italiana con Inglaterra manifestó fluctuaciones desfavora
bles para Italia» (p. 17). Tampoco para las partidas invisibles existe, como ya
se ha dicho, un estudio específico, por eso debemos utilizar el trabajo de
E. Corbino, Annali delVeconomía..., op. cit., vol. I II, pp. 193-194, y el del
Istituto Céntrale di Statistica, Indagine statistica ..., op. cit., pp. 256-258.
260 LA REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
1. I ntroducción
El atraso de España es, por asi decirlo, cosa suya. Puede acha
cárselo a sus problemas políticos, a su estructura social, quizás
incluso a sus recursos naturales, pero desde luego no a la férula ex
tranjera ... Lo que hace el estudio del siglo xix español tan fasci
nante es precisamente lo autóctono del fracaso en materia de indus
trialización (53).
con destino a las colonias. Siendo así, cabe pensar que, pese a todos
los frenos, los tejidos catalanes conquistaron posiciones decisivas
dentro del ámbito de la metrópoli ya en las últimas décadas del
siglo xviii. La dimensión liliputiense de la industria podría ayudar a
comprender el aparente contrasentido (33).
1 8 . — K U M I.
274 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
Las industrias del algodón y del hierro se han erigido en los sím
bolos de la industria moderna. Conviene no olvidar, sin embargo, que
los sectores industriales son muchos más y que la determinación del
peso de cada uno de ellos en relación con los restantes constituye un
instrumento excelente para establecer la tipología y la cronología de
un proceso de industrialización determinado. La historiografía espa
* «Ningún país del mundo ha acumulado durante tanto tiempo una deu
da extranjera como España, con tan poco provecho. Y ello, no por haber
participado en grandes guerras nacionales en el extranjero ni por haber promo
vido obras públicas en el país. Por el contrario, en los últimos tiempos nin
guna otra nación de igual tamaño e historia ha visto declinar tanto su prestigio
en el exterior y su bienestar interior...»
278 LA REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
C uadro 1
España Andalucía C a ta lu ñ a
Especialidades 1856 1900 1856 1900 1856 1900
O bras citadas
LA INDUSTRIALIZACIÓN EUROPEA.
UNA REINTERPRETACIÓN DEL CASO RUSO
lórica, A riel, Barcelona, 1968); ídem, Continuity in bistory and otber essays,
Cambridge, Masa., 1968 (hay trad. cast. de dos de los ensayos contenidos en
este libro: Atraso económico e industrialización, A riel, Barcelona, 1970).
3. M. E . Falkus, «Russia’s national income, 1913: a re-valuation», Econó
mica (1968).
6. P . A. Gregory, «Russian national income in 1913», Quarterly Journal
of Economía, XC (1976).
7. A. Kahan, «Capital form ation during the period of early industriali-
zation in Russia, 1890-1913», en P . M athias y M. M. Postan, eds., The Cam
bridge Economic History of Europe, vol. V II, parte 2.
8. H . Barkai, «The macro-economics of tsarist Russia in the industrial*-
zation era», Journal of Economic History, X X X III (1973).
9. P. Bairoch, «Europe’s gross national product, 1800-1975», Journal of
European Economic History, XXXVI (1976); idem, «Niveaux de développe-
ment économique de 1810 á 1910», Anuales, XX (1965); idem, «The main trends
in national economic disparities since the industrial revolution», en P. Bairoch
y M. Lévy-Leboyer, eds., Disparities in economic development since the indus
trial revolution, Londres, 1981.
10. P. V. OI’, Innostrannyye kapitaly v Rossii, San Petersburgo, 1922.
19. — NADAL
290 LA REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
19. Para una discusión en profundidad de este problema, cf. John Keep,
«The great October socialist revolution», en S. H. Barón y N. W. Heer, eds.,
Windows on ¡be Russian pasl; essays on Soviet bistoriograpby since Stalin,
American Association for thc Advancement of Slavic Studies, Columbus, Ohio,
1977.
20. La vasta bibliografía sobre dicho tema existente hasta 1967, es enume
rada y analizada por V. I. Bovykin, Zarozbdeniye finansovogo kapitala v Rossii,
Moscú, 1967, pp. 5-50. Cf., además, M. P. Vyatkin, ed., Monopolii i inoslranny
kapital v Rossii, Moscú y Leningrado, 1962; K. N. Tamovsky, Sovetskaya
UNA RE IN T E R PR E T A C IÓ N D E L CASO RUSO 293
graphie et lypologie. Colloque du CNRS, Lyoa 1970, París, 1972, pp. 441-448
(hay rract. cast.: «Pautas de la industrialización de Rusia hasta 1914», en
H. Kellenbcnz y otros, La industrialización europea. Estadios y tipos, Ofrica,
Barcelona, 1981, pp. 227-291). Para una discusión m is amplia, cf. O. Crisp,
Studies in the Russian economy before 1914, Londres, 1976, sobre todo las
pp. 12-22; Blackwell, The beginnings..., op. cit., especialmente, pp. 189-260
y 402-410; H. Lemke, «Industrióle Revolurion und Durchsetzung der Kapita-
lismus in Russland», en P. Hoffman y H. Lemke, eds., Génesis u n d ..., op. cit.,
pp. 213-241; V. K. Yatsunsky, «Krupnaya promyshlennost Rossii v 1790-
1860gg», en M. K. Rozhkova, ed., Ocherki po ekonomicbeskoy istorii Rossii,
Moscú, 1959, pp. 180-220; K. Lodyzhensky, Istoriya russkago tatnozbennago
tarifa, San Petersburgo, 1886 (reeditado en 1973), analiza las motivaciones de
la adopción de los aranceles aduaneros. Cf. W. M. Pintner, Russian econontic
paticy under N¡cholas I , Nueva York, 1967, pp. 222 ss.; P. A. Grcgory, «Eco-
nomic grow th...», art. cit.; P. G. Ryndzyunsky, «Einige Probleme der sozial-
ókonomischen Entwicklung Russlands in der zweiten Hiilfte des 17. Jahrhund-
erts», en P. Hoffmann y M. Lemke, eds., Génesis u n d ..., op. cit., pp. 240-
262, especialmente p. 262; I. Gindin, «O nekotorykh osobennostyakh ekono-
micheskoy i sotsyal’noy struktury rossiyskogo kapitalism v nachale XX veka»,
Istoriya SSSR, I I I (1966), especialmente pp. 48-49.
36. J. P. Mckav, Pioneers fo r ..., op. cit., pp. 7-12; A. Kahan, «Govern
ment policies...», art. cit.
UNA R E IN T E R P R E T A C IÓ N D E L CA SO RUSO 299
39. Estas cuestiones fueron desarrolladas por Arcadius Kahan en una co
municación presentada en el Congreso de Historia Económica de Copenhague.
40. A. S. Nifontov, Zernovoy e proizvoislvo..., op. cit.
41. J. Y. Simms, «The crisis in Russian agriculture at the end of the
Nineteenth century: a different view», Slavic Review, XXXVI (1977), pp. 377-
398.
UNA R E IN T E R P R E T A C IÓ N D E L CASO RUSO 301
de debate entre los estudiosos. Muy discutidos han sido los efectos
limitativos de la ordenación institucional del sector agrario sobre el
crecimiento de la oferta de trabajo para la industria e, indirectamen
te, sobre las decisiones de inversión de los empresarios; la relación
entre el trabajador fabril y el mundo agrícola (si se separaba de éste
y en qué medida); y el grado en el que se verificó una sustitución
de mano de obra por capital a causa de la escasa disponibilidad de
fuerza de trabajo especializada. Sin embargo, los interrogantes que
aún permanecen abiertos son muchos. Existe una amplia literatura,
especialmente soviética, sobre los desplazamientos de la mano de
obra y sobre el papel que desempeñó a este respecto la política
gubernamental, pero faltan casi por completo estudios sobre la evo
lución de los salarios, sobre la productividad, sobre el nivel de
adiestramiento tanto en el plano de fábricas o industrias aisladas,
como desde una perspectiva globalizadora.47
La imagen de una industria rusa caracterizada por establecimien
tos y empresas de grandes dimensiones, contemplada en el modelo
de Gerschenkron y aceptada sin discusión por los historiadores sovié-
tivos como el principal exponente del capitalismo monopolista, no
resiste la prueba de los hechos. La información estadística disponi
ble, aun cuando tienda a subvalorar el peso de las pequeñas empre
sas, muestra la existencia de una estructura dualista con cierto núme
ro de grandes unidades de producción y una multitud de pequeñas
pero vitales unidades productivas.48
Las criticas formuladas al modelo de Gerschenkron, sin embargo,
no lo han invalidado ni mínimamente, ya que la mayor parte de los
estudiosos que hemos tenido ocasión de recordar se han limitado a
señalar la inconsistencia de las pruebas, pero sin aportar modelos
alternativos. Todos los materiales disponibles parecen apuntar, deci
didamente, en dirección a un modelo caracterizado por dos tenden
cias de desarrollo interconexas, una inducida por el Estado y la otra
autónoma. Y parece que las iniciativas estatales de cierto tipo fueron
el elemento determinante en la inducción del desarrollo económico
i
304 L A REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
3. Un n u e v o enfoque: la ó p t ic a r e g io n a l
49. O. Crisp, «The p attem ...», art. cit., pp. 440-444 y el resumen final;
ídem, Stuáies i n ..., op. cit., pp. 11-17 y 22-25.
50. Ryndzyunsky, «Einige Probleme ...*, art. d t., p. 261; una tesis más
compleja aparece en I. Gindin, Gossudarstvenny Bank i ekonomichcskaya poli-
ttka tsarskogo pravitel’stva, Moscú, 1960, pp. 23 ss.
UNA R E IN T E R P R E T A C IÓ N D E L CASO RUSO 305
20. — N AD AL
3 0 6 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
54. Cf. el cuadro 1 del apéndice, el cual sugiere una relación entre el
incremento de los aranceles y el valor de las importaciones, sobre todo por lo
t|uc se refiere al lingote de hierro.
55. J. Gindin, Gossudarstvenny B a n k..., op. til., pp. 4748; O . Crisp,
Sí adíes in ..., op. cit., pp. 23-24.
56. J. C. Owen, Capitalista a n d .... op. cit., pp. 59-70, 116 ss.; A. J. Rie-
bcr, «The Moscow...», art. cit., p. 198.
308 LA R EV OLUCIÓ N IN D U ST R IA L
5. La estructura d el c o m e r c io e x t e r io r
7. Un balance c o n t r a d ic t o r io
2 1 . — N ID A L
322 LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
A p é n d ic e
C uadro 1
Producción Consumo
Porcentaje per cápita per cápita
de la protec de hierro de hierro Apertura
Exporta Importa ción arance colado colado de nuevoi
ciones ciones laria sobre (en pud, (en pud, tramos dn
per cápita per cápita el valor de las 1 pud = 1 pud = vía férrea
Período (en rublos) (en rublos) importaciones 16,38 kg) 16,38 kg) (en km)
1902 (para el período transcurrido hasta 1897); Departamento de Aranceles Aduaneros del Ministerio de Hacienda, Mate-
riyaiy po peresmotrutog vago dogovora s Germaniyey (para los años 1898-1911); Vestnik Finansov, Torgovli i Promysblen-
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Rusia: Principales países con los que mantenía relaciones comerciales.
Valor de las exportaciones y d e las importaciones (% sobre el total)
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324 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
C uadro 3
Saldo
Período Exportaciones Importaciones balanza comercial
C uadro 4
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Rusia: E structura d el com ercio exterior (% sobre el total)
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V estnik Finansov..., op. cit., n.° 34 (1915).
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Cuadro 6
Rusia: Cambios en la estructura de las exportaciones
de productos alimenticios, 1909-1913
(en millones de rublos)
% de los
Total productos cereales sobre
alimenticios Cereales el total
Fuente: Ibid.
C uadro 7
Cereales Madera
Valor Indice Valor índice
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328 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
Cuadro 9
C uadro 10
T asa de
C onsum o Producción Producción crecim iento
p e r cepita in d u strial E xportac. de trigo anual
d e aceto p er cápita p e r cápita p o r ha d e las
en 1913 en 1913 en 1913 en 1913(en exportac.
(en lib ias) (en dólares) (en dólares) quintales) (1883-1913)
F uente: Id e m c u ad ro 9.
Ivan T. Berend y G. Ranki
UNA INDUSTRIALIZACIÓN
SIN REVOLUCIÓN INDUSTRIAL.
LA PERIFERIA EUROPEA EN EL SIGLO XIX *
1830 20
1850 33
1870 51
1890 77
1900 100
1913 157
2. A g r ic u l t u r a y e x p o r t a c io n e s e n e l d e sa r r o l l o
ECONÓMICO ESCANDINAVO
1
336 LA R EV OLUCIÓ N IN D U ST R IA L
22. — NADAL
338 LA R EVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
1855 18
1890 62
1913 240
15. La renta nacional per cápita, pese a haberse duplicado durante dicho
periodo, se cifraba sólo en 322 coronas (cf. L. Katus, Economic growlh in Hutt-
gary during tbe Age o f Dualism, Budapest, 1970, p. 100).
16. Ibid., pp. 62-64.
LA P E R IF E R IA EU RO PEA EN E L S IG L O X IX 343
19. L. Cafagua, «Italy 1830-1914*, en The F ontana..., op. cit., vol. IV,
parte 1, Londres y Glasgow, 1973, p. 307 (hay trad. cast.: C. M. Cipotla, ed.,
Historia económica de Europa. E l nacimiento de las sociedades industriales,
vol. IV, parte 1, Ariel, Barcelona, 1982, pp. 289-339).
20. A. Gerschenkron, «Notes on the rate of industrial growth in Italy»,
Economic backwardness in bistorical perspective, Cambridge, Mass., 1962, p. 73
(hay trad. cast.: E l atraso económico en su perspectiva histórica, Ariel, Batee-
lona, 1968, pp. 79-96).
21. A. Maddison, Economic grow th..., op. cit., pp. 201 ss.
LA P E R IF E R IA E U R O PEA E N E L SIG L O X IX 345
1900 160
1906 700
1913 2.200
22. R. Romeo, Breve storia delta grande industria in Italia, Colonia, 1973;
G. Fuá, Formazione, distribuzione e impiego del reddito dal 1860. Sintesis
statistica, Roma, 1972.
346 LA REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
Años Indice
1860 14
1890 51
1900 100
1913 163
junto a las economías avanzadas, una serie de países que hoy llama
ríamos «subdcsarrollados» iniciaron en esos años de transición tec
nológica su Revolución industrial. Algunos, como Suecia y Dina
marca, efectuaron la transición sin grandes sacudidas, y consiguieron
aumentar rápidamente la productividad y la renta per cápita. Otros,
como Italia, Hungría y Rusia, asimilaron la tecnología moderna con
dificultades, y tales progresos, aplicados a sectores aislados de la
economía, sólo muy lentamente consiguieron superar el tenaz atra
so que caracterizaba la mayor parte de las ramas de la actividad
económica. En estos países, la industria aportaba una fracción tan
exigua de la riqueza y de la renta nacional, que pese a los rápidos
progresos registrados en este campo, éstos incidieron relativamente
poco, en un principio, sobre la producción total o sobre el nivel
de vida.3**312
33. Por lo que respecta a estos datos, cf. J. Nadal, «Spain 1830-1914», en
The Fontana..., op. cit., vol. IV, parte 2 (hay trad. cast.: C. M. Cipolla, ed.,
Historia económica de Europa. El nacimiento de las sociedades industriales,
vol. IV, parte 2, Ariel, Barcelona, 1982, pp. 178-272). El valor de las expor
taciones españolas a Cuba, Puerto Rico y Filipinas se multiplicó por dos en
la década de 1890 (cf. J. R. Harrison, «Catatan business and the loss of Cuba
1898-1914», Economic H istory Review, I I I , 1974, p. 431).
LA P E R IF E R IA E U R O P E A E N E L S IG L O X IX 351
23. — N AD AL
354 LA REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
39. Los datos sobre el PNB per cápita proceden de Bairoch, «Europe’s
Gross ...*, art. d t., p. 286.
3 5 6 L A REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
41. Este tipo de teorización sobre los países periféricos, H uri Tslamoglu
y Caglar Keyder lo han aplicado recientemente al imperio otomano en un
artículo aparecido durante 1977 en la Ottoman Hislory Review,
358 LA REV O LU C IÓ N IN D U S T R IA L
a1rflr»?ar a los países más avanzados. De todos modos, los países que
se industrializaron más tardíamente se vieron obligados a transfor
mar su economía nacional en una parte orgánica, con funciones espe
cíficas, de la economía capitalista a escala mundial.
Karl-Gustaf Hildebrand
I
368 L A REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
4. L as causas del é x it o
5. El m u n d o d e l t r a b a jo
REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Y PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN
1. A n á lisis « nacionales », ¿ s í o no ?
3. Continuidad o ruptura
2 5 .— NABAL
386 LA DEVO LU CIÓN IN D U ST R IA L
4. El problem a de la p e r io d iz a c ió n
c ie n c ia
jo, encuentran maneras de protegerse del frío mundo real, pero sólo
hasta cierto punto. No obstante, otra parte de la respuesta se halla
en la energía y habilidad creativa (o en su ausencia) del factor tra
bajo (incluyendo al empresariado).
Esto nos lleva a la cuestión de la calidad, en contraste con la
cantidad, de la fuerza de trabajo. No han sido numerosas las apor
taciones al respecto en este encuentro. Un aspecto que necesita un
serio estudio por parte de los historiadores de la economía es la signi
ficación de la escolarización y la alfabetización (incluyendo la aritmé
tica). Los historiadores han considerado a menudo la conveniencia
de disponer de una fuerza de trabajo alfabetizada como condición
axiomática. ¿Pero qué importancia tenía saber leer y escribir para
el trabajador no cualificado de principios de la Revolución indus
trial? ¿No podía hacer funcionar su mulé jettny o alimentar su horno
de pudelación sin este conocimiento «superior»? Es cierto que los
encargados tenían que saber leer instrucciones o comunicarse por
escrito con sus patronos. Pero ¿no hubieran podido arreglárselas
con una pequeña «aristocracia» de trabajadores alfabetizados y un
ejército de obreros analfabetos? Por supuesto, la alfabetización y la
aritmética eran indispensables en algunas ramas del aparato produc
tivo: la impresión y la edición, la construcción de instrumentos, la
fabricación de relojes de todo tipo. En esta última, la gran ventaja
que tenían los trabajadores del Jura suizo sobre los de las comarcas
del otro lado de la frontera con Francia, de idénticas características
humanas y materiales, era que los suizos eran de religión protestante,
y por tanto instruidos.
Sin duda la alfabetización es importante desde un punto de vista
más general. La enseñanza de la lectura, la escritura y el cálculo fue
también un proceso selectivo que diferenciaba a los más brillantes y
diligentes para una posterior promoción social. En efecto, la ense
ñanza aumentó en gran medida la reserva disponible de personal
capacitado y, sin necesidad de que cambiaran las otras circunstancias,
las perspectivas de productividad social. Las sociedades han utilizado
su capacidad de manera diferente: algunas para los negocios, otras
para el gobierno y la guerra. Pero no basta con desarrollar ciertas
aptitudes, hay que saber usarlas de forma que se pueda obtener pro
vecho de ellas. Observemos que en los Estados Unidos recientemente
se ha lamentado el hecho de que demasiados de nuestros mejores y
más brillantes talentos se dediquen al derecho, con lo cual no sólo
400 LA REV O LU CIÓ N IN D U S T R IA L
8. E l e m p r e s a r ia d o : un tem a in c ó m o d o
26. — N AD AL
402 LA REV O LU CIÓ N IN D U ST R IA L
2 7 . — NADU.
418 LA REVOLUCIÓ N IN D U ST R IA L
1783. Paz de Versalles. Gran Bre 1783. Real Cédula de Carlos III
taña reconoce la independencia de declarando honestas todas las pro
los Estados Unidos; España recu fesiones.
pera Menorca, Florida y Sacramen
to. Rusia se anexiona Crimea. Wil-
liam Pitt, el joven, se convierte en
primer ministro de Inglaterra. Re
belión campesina en Bohemia.
1784. Ley de Pitt para la India 1784. Fundación del Banco de
que pone bajo control gubernativo Nueva York.
la Compañía de las Indias Orien Fundación de la Compañía españo
tales. la de Filipinas.
1785. Fundación de Freetown en
Sierra Leona como lugar de asilo
para los esclavos fugitivos.
2& . — NADAL
434 LA R EV OLUCIÓ N IN D U ST R IA L
1824. Muere Luis XVIII: le su 1824. Se revocan las leyes antisin-
cede Carlos X. dicalcs en Inglaterra.
Los ingleses ocupan Rangún. Saint-Simon, El catecismo industrial.
rante la Reforma.
J. M. W. Turner pinta El último
viaje del Temerario.
1841. Thomas Cook funda la pri 1841. Invención del martillo neu
mera agencia de viajes. mático.
L. Feuerbach, La esencia del cris Litografías de Daumier.
tianismo.
2 9 .— N AD AL
450 LA R EVOLUCIÓ N IN D U S T R IA L
2. La protoindustrialización.......................................... 223
3. Un impulso fren ad o ................................................. 226
4. Nuevos progresos y viejos problemas después de la
U n id a d ....................................................................... 235
5. Los «años más negros» (1888-1894) . . . . 248
6 . Los orígenes de la c u lm in a c ió n ........................... 256
1 .
Viejos y nuevos intereses en la historiografía econó
mica e s c a n d i n a v a ................................................. 359
2 . Las transformaciones en el entramado rural . . 367
3. El papel de las exportaciones y de la agricultura: un
debate a b i e r t o ........................................................ 369
4. Las causas del é x ito .................................................374
5. El mundo del t r a b a j o ......................................... 376