Está en la página 1de 543

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comuni-

cación pública y transformación, total o parcial, de esta obra sin contar con autorización escrita de los titulares del
Copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual
(Artículos 270 y ss. del Código Penal).
SOCIEDAD CIVIL
LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO
SOCIEDAD CIVIL
LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Segunda edición corregida y ampliada

Edición preparada por


Rafael Alvira, Nicolás Grimaldi y Montserrat Herrero

EDICIONES UNIVERSIDAD DE NAVARRA, S.A.


PAMPLONA
COLECCIÓN FILOSÓFICA NÚM. 144
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
I N S T I T U T O
EMPRESA Y HUMANISMO
UNIVERSIDAD DE NAVARRA

Consejo Editorial
Director: Prof. Dr. Ángel Luis González
Vocal: Prof. Dra. María Jesús Soto
Secretario: Prof. Dra. Lourdes Flamarique

Primera edición: Abril 1999


Segunda edición: Noviembre 2008

© 2008. Rafael Alvira, Nicolás Grimaldi y Montserrat Herrero


© Ediciones Universidad de Navarra, S.A. (EUNSA)
© Plaza de los Sauces, 1 y 2. 31010 Barañáin (Navarra) - España
© Teléfono:+34 948 25 68 50 - Fax: +34 948 25 68 54
© e-mail: info@eunsa.es

ISBN: 978-84-313-2432-2
Depósito Legal: NA 3.224-2008

Imprime: GRÁFICAS ALZATE, S.L. Pol. Comarca 2. Esparza de Galar (Navarra<)


Printed in Spain - Impreso en España
ÍNDICE

PRESENTACIÓN ..................................................................................... XI

PRIMERA PARTE
RASGOS CARACTERÍSTICOS

La sociedad civil en contexto ............................................................ 3


Fernando Múgica

Observaciones de un ciudadano sobre el carácter enigmático de la


sociedad civil ..................................................................................... 21
Nicolás Grimaldi

Razones para la sociedad civil .......................................................... 27


Russell Hittinger

La responsabilidad de los ciudadanos en la construcción de la so-


ciedad civil ................................................................................... 43
Enrique Martín López

Lógica y sistemática de la sociedad civil .......................................... 63


Rafael Alvira

VII
SEGUNDA PARTE
TENDENCIAS INTERPRETATIVAS

Sociedad civil entre republicanismo y liberalismo............................ 83


Fernando Inciarte

La noción de sociedad civil en la Filosofía del Derecho de Hegel ... 103


Renato Cristi

La interpretación comunitarista de la sociedad civil ......................... 121


María García-Amilburu~Concepción Naval

La articulación republicana de la sociedad civil como intento de


superar el liberalismo......................................................................... 135
Alfredo Cruz Prados

Doctrina social católica y sociedad civil: una aportación a la estabi-


lización de los procesos de transformación postcomunistas.............. 165
Manfred Spieker

TERCERA PARTE
DIMENSIONES CONSTITUTIVAS

I.— ANTROPOLOGÍA Y CULTURA

La imagen del hombre....................................................................... 187


Carlos Rodríguez Lluesma

La ciudadanía en las sociedades complejas: nuevas formas de rela-


ción social .......................................................................................... 203
Pablo García Ruiz

La sociedad civil ante la ciencia: el giro comunitarista de Peter


Winch hacia el mundo de la vida ....................................................... 225
Carlos Ortiz de Landázuri

Lo nacional en la sociedad civil ........................................................ 255


Karen Sanders

Valores, política y sociedad civil ...................................................... 277


Janne Haaland Matlary

VIII
II.— CATEGORÍAS SOCIALES

La sociedad civil y la propiedad........................................................ 301


Dalmacio Negro Pavón

La economía como dimensión antropológica y social ...................... 333


Rafael Rubio de Urquía

El mercado como institución de la sociedad civil ............................. 349


Alejo José G. Sison

El papel de la sociedad civil en la revisión de los presupuestos


jurídicos liberales ............................................................................... 359
Caridad Velarde

LDIXQGDPHQWDFLyQGHO'HUHFKRHQHOVHQRGHODUHÀH[LyQVREUHOD
sociedad civil ..................................................................................... 375
Consuelo Martínez-Sicluna

Un “viejo” tipo de representación política para una nueva sociedad.


El self-government republicano ......................................................... 391
Montserrat Herrero

Hacia la participación y la autonomía: una perspectiva americana


sobre la sociedad civil........................................................................ 419
Robert Royal

Sobre la constitución ética de la sociedad civil................................. 437


Modesto Santos

Hacia una ética política como práctica del “punto de vista” ............ 461
Carmelo Vigna

La sociedad civil y la religión civil en el siglo XXI.......................... 475


Richard John Neuhaus

SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA.................................................................. 489


Raquel Lázaro
COLABORADORES................................................................................. 515

IX
PRESENTACIÓN

Desde el período revolucionario vivimos en el tiempo de la demo-


FUDFLD(OODUHSUHVHQWDODIRUPD\HO¿QGHODVRFLHGDGPRGHUQD\QRVyOR
una forma de gobierno. El corazón de la democracia está en la idea de
sociedad civil, idea real y profunda, tan amplia y difícil como el propio
concepto de democracia, pero imprescindible para ella, pues es su fuente
y motor.
Porque lo es, la venida histórica de la democracia fue precedida por
ODHODERUDFLyQ¿ORVy¿FRSROtWLFDGHOFRQFHSWRGHVRFLHGDGFLYLO\SRUHVR
mismo también cada crisis democrática es percibida como una pérdida de
sociedad civil. Es esta última, pues, la que corresponde siempre reinstalar.
O bien la tarea es –en los países aún no verdaderamente democráticos–
la de instaurarla.
Una sociedad impregnada de un puro individualismo liberal nos pare-
ce escasamente democrática, y el radicalismo liberal nunca se ha conside-
rado demócrata precisamente porque el individualismo extremo rompe la
sociedad y es incivil. Pero un totalitarismo de Estado, en el socialismo
extremo, destruye hasta el fondo la misma sociedad civil. Fue precisamente
este gran concepto que aquí tratamos el que los intelectuales críticos de los
países soviéticos esgrimieron contra la presunta democracia comunista.
La crisis del “Estado de bienestar” se ha planteado también como
un fenómeno de pérdida de sociedad civil, por la excesiva falta de respon-
sabilidad de los ciudadanos. Sin auténtica responsabilidad no hay libertad
real, y sin ella, no hay sociedad auténticamente civil, pero el “Estado de

XI
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

bienestar” hace demasiadas cosas por nosotros sin nosotros, y resulta ser,
así, una especie de nuevo despotismo ilustrado.

***

Algunos agudos analistas de la sociedad occidental de nuestros días


nos muestran con toda seriedad cómo y según qué sistemas ella está “ne-
FHVDULDPHQWH´FRQ¿JXUDGDGHPDQHUDTXHHOSHVRGHVXHVWUXFWXUDKDUtD
inútil todo inocente planteamiento ético de reforma. Ellos vienen a tener
la misma actitud práctica de los que pasan de todo y no se interesan por
la situación en que vivimos, con la única diferencia de que el saber de los
primeros les puede ser útil para colocarse en puestos mejores.
Pero la grandeza y dignidad de una investigación están en el deseo
de conocer más, mejor, más a fondo, una realidad para que eso facilite la
mejora práctica. Y, cuando el tema es la sociedad y, por tanto, la persona,
se está en un terreno en el que no valen las bromas, ni la falta de atención,
QLODVRQULVDDXWRVX¿FLHQWHGHOTXHHVWiGHYXHOWD$TXtKD\TXHVHUFRQV
FLHQWHGHODVGL¿FXOWDGHVHYLWDUODVFULVSDFLRQHV\DOPLVPRWLHPSRWHQHU
conciencia de la responsabilidad de lo que se hace.
(VWHKDVLGRHOHVStULWXFRQHOTXHVHKDHVFULWRHVWHOLEUR6X¿QDOLGDG
QRHVQLXWLOLWDULDQLUHYROXFLRQDULDQLSXUDPHQWHFLHQWt¿FDRWHyULFD/RV
HVWXGLRVTXHHQpOVHUHFRJHQVRQFLHQWt¿FRVSHURODLQWHQFLyQ~OWLPDQRHV
simplemente la de continuar una disputa teórica muy viva en los últimos
años –sobre todo en América– y que hoy algunos piensan superada sino,
como queda dicho, profundizar en el estudio de una idea cuyo mejor cono-
cimiento puede ayudar positivamente a la mejora de nuestra vida.
La obra es el primer resultado global de un grupo de investigadores
que han dedicado parte de su esfuerzo intelectual a un proyecto común.
El núcleo está en la Universidad de Navarra, pero se añade la aportación
fundamental de profesores de múltiples universidades de otros países y del
nuestro. La paleta de especialistas es amplia, con representación múltiple
de europeos y americanos, lo cual hace posible que en el libro se presenten
y discutan todos los tópicos principales relativos al tema que nos ocupa,
tanto en su tratamiento europeo clásico, como en el americano más recien-
te.

XII
PRESENTACIÓN

Ojalá sirva para contribuir al crecimiento del interés teórico y práctico


por una cuestión cuya trascendencia está muy por encima de la atención
que hasta ahora se le ha prestado en España.

***

El grupo de investigación que organizó el estudio trabajó en el anti-


guo Departamento de Filosofía Práctica de la Universidad de Navarra con
la ayuda de un PIUNA de la misma Universidad, y del Instituto “Empresa
y Humanismo”, que dependía entonces académicamente de dicho Depar-
tamento.

Rafael Alvira
Pamplona, enero 1999

XIII
PRIMERA PARTE
RASGOS CARACTERÍSTICOS
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

Fernando MÚGICA

Este trabajo se propone, ante todo, examinar algunos aspectos de


la historicidad del concepto de “sociedad civil”. Tal examen me parece
el preámbulo más conveniente a una historia del concepto propiamente
dicha. Por otro lado, me propongo mostrar el carácter histórico de dicha
noción mediante un análisis de las causas de su reposición en el inventario
de las ideas políticas dominantes en la actualidad, a partir de la caída del
comunismo en los países del Este.
Estoy parcialmente de acuerdo con Ernest Gellner cuando sostiene
que, “a pesar de que la noción de sociedad civil es ciertamente sencilla,
el concepto histórico al que aparece asociada es intrincado y esquivo”1. Y
hablo de mi parcial acuerdo, porque, si bien es cierto –en mi opinión– que
el concepto histórico se presenta como algo enormemente intrincado y que
difícilmente se deja apresar, no creo que la noción sea tan sencilla. Es su
relación con determinadas tradiciones históricas y/o conceptuales lo que le
otorga la apariencia de sencillez o de complicación.
Por eso creo que la cuestión que conviene sacar a la luz es la relación
de la noción con la tradición conceptual y, yo añadiría, lingüística que la
soporta. Puede dar la impresión que la polisemia de la sociedad civil es de
tal envergadura que hasta cierto punto impide abordar la tarea señalada. Así
parece indicarlo D. Colas:

1. E. GELLNER, Condiciones de la libertad. La sociedad civil y sus rivales, Paidós, Barcelona,


1996, p. 58.

3
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

“Una genealogía de la 'sociedad civil' parece una tarea infinita, puesto


que, aparte de la heterogeneidad conceptual, es preciso tener en cuenta ava-
tares de traducción y de una cronología que, en absoluto, es lineal”2.

Por compleja que sea esta tarea de análisis conceptual, no deja de ser
uno de los cometidos propios –y no el de menor importancia, por cierto– de
OD¿ORVRItDSROtWLFD(QHIHFWRFRPRREVHUYD0DQIUHG5LHGHO

“el análisis conceptual es una tarea subordinada pero metódicamente


indispensable en la filosofía. Al prestar atención al lenguaje político, se lo-
gra el acceso a aquella praxis que en él se articula. La reflexión filosófica
continúa lo que ya está presente en las opiniones lingüísticas preconcebidas
acerca de conceptos tales comosociedad y dominio”3. Explicar o dar razón
de los propios conceptos representa un intento de fundamentación. Por eso,
Riedel define la filosofía política como “el tenaz intento de sustituir opinio-
nes preconcebidas y prejuicios acerca de las suposiciones fundamentales y
convicciones, por un saber confiable”4.

Por su parte, D.D. Raphael añade una relevante razón adicional a la


WHVLVGHTXHOD¿ORVRItDSROtWLFDWLHQHHQWUHVXVREMHWLYRV³ODDFODUDFLyQGH
conceptos”5. Digo 'relevante' porque nos va a permitir introducir de plano
la cuestión de la historicidad. Su argumento es el siguiente:

“las sociedades que engendran una reflexión filosófica sobre su propia


estructura y sobre las ideas concomitantes son sociedades sujetas a transfor-
maciones claramente perceptibles, y ello conduce indefectiblemente a cam-
bios en el significado de algunas de esas ideas”6.

No se puede olvidar que, efectivamente, es característico de la polí-


WLFDPRGHUQDJHQHUDUXQDUHÀH[LyQ¿ORVy¿FDVREUHVtPLVPDFRQGXFHQWH
a plantear y resolver, en lo posible, cuestiones de legitimidad ideológica o
de praxisVRFLDO$OGHVDUUROODUVHOD¿ORVRItDSROtWLFDHQHOLQWHULRUGHXQD
tradición conceptual, que contiene simultáneamente la historia de los con-
ceptos y la propia historia efectiva de las realidades políticas, suceden va-

2. D. COLAS, Le Glaive et le Fléau. Généalogie du fanatisme et de la société civile, Grasset,


Paris, 1992, p. 16. Este libro se trata del último intento que conozco por escribir una historia con-
ceptual de la sociedad civil.
3. M. RIEDEL, Metafísica y Metapolítica (I): Estudios sobre Aristóteles y el lenguaje político de
la filosofía moderna, Alfa, Buenos Aires, 1976, p. 16.
4. Ibidem, p. 22.
5. D.D. RAPHAEL, Problemas de Filosofía Política, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 14.
6. Ibidem, p. 24.

4
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

rias cosas: por una parte, que los desplazamientos o deslizamientos semán-
ticos resultan inevitables; y, por otra, que las transformaciones políticas y,
HQJHQHUDOKLVWyULFDVHQULTXHFHQ\PRGL¿FDQODSURSLDWUDGLFLyQFRQFHS-
tual permitiendo nuevos accesos a la noción o destacando un sentido sobre
otros en razón de una determinada percepción y coyuntura históricas. De
algún modo esto es lo que explica el carácter intrincado y esquivo del con-
cepto histórico de “sociedad civil”, así como su historia polisémica, de que
hablaban tanto Gellner como Colas.
Si es cierto, como creo que lo es, que el concepto de sociedad civil
IRUPDSDUWHGHXQPRGRXRWURGHODGH¿QLFLyQPRGHUQDGHODSROtWLFD7, se
entenderá que la esperanza en su construcción, mantenimiento y desarrollo,
o el temor a su ocaso y desaparición constituyen al mismo tiempo el hori-
zonte de la política moderna.
John Keane ha descrito este horizonte como un horizonte temporal,
apelando a la memoria y a la imaginación proyectiva en el seno de una
tradición:

“Este tipo de memoria orientada al futuro –una teoría política con ojos
en la espalda– puede tener importancia considerable para estimular la imagi-
nación política contemporánea. (...) Una memoria democrática activa reco-
noce que el desarrollo de perspectivas frescas y estimulantes depende, hoy
en día, de críticas que rompan la habitual manera de pensar, en parte de críti-
cas que recuerden lo amenazado de olvido. Por ello, el recuerdo democrático
de cosas pasadas no es nostálgico ni atávico. No vuelve hacia el pasado por
el pasado mismo (...), sino con intención de conseguir mayor democracia
en el presente y el futuro. Una memoria democrática activa sabe que las
tradiciones pasadas del discurso político pueden otorgarnos algo más que al-
gunas sorpresas y esclarecedores desacuerdos. Pueden recordarnos algunos
de los “perennes” problemas de la vida política y social y, por consiguiente,
ayudarnos a comprender quiénes somos, dónde nos encontramos y qué po-
demos esperar”8. En este sentido, una teoría política que busque desarrollar
un verdadero sentido de tradición, o, como dice Keane, una memoria activa
orientada al futuro, está cumpliendo la necesaria función de “estimular la
imaginación democrática contemporánea”9.

7. “El concepto de sociedad civil está en el origen de la definición moderna de la política” (D.
COLAS, op. cit., p. 11).
8. John KEANE, Democracia y Sociedad civil, Alianza Editorial, Madrid, 1992, pp. 54-55.
9. Ibidem, p. 92.

5
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

En este mismo sentido Krishan Kumar ha destacado que

“el despertar (revival) del concepto de sociedad civil es un ejercicio


autoconsciente de memoria y recuperación (a self-conscious exercise in re-
membering and retrieval)”10.

Lo que nos interesa analizar ahora, precisamente, es el sentido de este


despertar (revival).

1. PONER LAS BASES DE LA SOCIEDAD CIVIL:


UNA OPORTUNIDAD HISTÓRICA PARA LOS PAÍSES DEL ESTE

1.1. Son muchos los analistas sociales y políticos que han vincula-
do el “despertar” de la sociedad civil a las transformaciones ocurridas en
los países del Este de Europa a partir de 1989. El hecho es más notorio,
si cabe, por cuanto los analistas pertenecen a diferentes orientaciones ideo-
lógicas11.
Probablemente la tesis que da unidad a los diferentes puntos de vista
pueda desglosarse en los siguientes puntos:
a) La emergencia del “discurso de la sociedad civil” ha sido ante
todo un hecho histórico: un auténtico signo epocal para las sociedades del
Este.
b) El viejo concepto moderno de sociedad civil fue el estandarte que
aglutinó a los movimientos opositores al socialismo de los Estados comu-
nistas del Este europeo.
c) La emergencia de la sociedad civil va pareja a la emergencia de
su propio discurso; con otras palabras: aquellos grupos y movimientos que,
sin afán de monopolizar el discurso y su emblema, apelan a la sociedad
civil como la oportunidad histórica y el sujeto de una transformación, se

10. K. KUMAR, “Civil Society: an inquiry into the usefulness of an historical term”, en British
Journal of Sociology, 44/3 (1993) 375-376.
11. He seleccionado cinco títulos, cuyas tesis y orientaciones me parecen relevantes y signifi-
cativas: R. DAHRENDORF, Reflexiones sobre la revolución en Europa, Emecé Editores, Barcelona,
1991; A. HELLER y F. FEHÉR, El péndulo de la modernidad. Una lectura de la era moderna después
de la caída del comunismo, Península, Barcelona, 1994; J.L. COHEN y A. ARATO, Civil Society and
Political Theory, The MIT Press, Cambridge, 1994; J.A. HALL (ed.), Civil Society. Theory, History,
Comparison, Polity Press, Cambridge, 1995; M. WALZER (ed.), Toward a Global Civil Society,
Berghahn Books, Providence-Oxford, 1995.

6
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

convierten por ello mismo en los signos visibles de la sociedad civil (ése
es el caso, por ejemplo, de los intelectuales checos o húngaros, de los sin-
dicalistas polacos de Solidaridad, etc.). Esto planteará con posterioridad el
problema del protagonismo histórico de dichos grupos y movimientos y su
verdadera relación con la sociedad civil.

1.2. Una idea constantemente reiterada por Vaclav Havel en sus di-
IHUHQWHVGHVFULSFLRQHVGHOIHQyPHQRWRWDOLWDULRHVTXHORTXHLGHQWL¿FDHO
totalitarismo no es tanto el dirigismo estatal de la economía o, incluso, el
monopolio del discurso político, cuanto la radical y agobiante disminución
de la posibilidad de toda comunicación interpersonal auténtica; es lo que
Havel llamaba en un célebre trabajo publicado en 1979, “la vida en la men-
tira”:

“La 'vida en la mentira' sólo puede funcionar como pilar del sistema
si está caracterizada por la universalidad, debe abarcarlo todo, infiltrarse en
todo; no es posible ninguna coexistencia con la 'vida en la verdad'; cualquier
evasión la niega como principio y la amenaza en su totalidad”12.

En un análisis del fenómeno totalitario que coincide extraordina-


riamente con el desarrollado por Hannah Arendt, Havel describe el Este
totalitario como un ámbito estructural de relaciones anónimas, pues en él
todas las formas de comunicación se ven obligadas a utilizar la mediación
GHODYHUGDGR¿FLDOGHOOHQJXDMHGHOSRGHUTXHWRUQDLQGLIHUHQWHVHLQGLV
cernibles la apariencia de la realidad. En estas estructuras de radical “co-
municación” inauténtica, la persona no está en relación con otra persona,
VLQRFRQXQLPSHUVRQDOFyGLJRGHOSRGHUTXHDFDEDVDWXUDQGRFDGD¿EUD
del tejido social. No es que en este sistema la persona renuncie sólo a su
identidad humana, sino que además renuncia a ella

“en favor de la 'identidad del sistema', esto es, para que se convierta en
un co-soporte de toda la 'autocinesis', un siervo de su autofinalidad, para que
comparta su responsabilidad (...). De este modo arrastra a todos la propia
estructura del poder y los convierte en el instrumento del totalitarismo recí-
proco, del 'autototalitarismo' social”13.

12. V. HAVEL, El poder de los sin poder, Ediciones Encuentro, Madrid, 1990, p. 42.
13. Ibidem, pp. 36-37. Si esto es así, “la vida en la verdad”, para un sistema totalitario, vendría
a tener varias dimensiones, con sus correspondientes efectos: una dimensión existencial (restituir el
hombre a sí mismo); noética (revelar la realidad como es); moral (ser un ejemplo para los demás);
y política (liberar para las fuerzas sociales el espacio de su comunicación potencial) (Cfr. Ibidem, pp.
42-44).

7
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

1.3. La implicación total de todo hombre en la estructura del po-


der es una consecuencia lógica del ensamblaje –la desdiferenciación– de
VRFLHGDGFLYLO\(VWDGRRVLVHTXLHUHGHODLGHQWL¿FDFLyQVLQUHVLGXRV
de homo, socius y civis. A esta forma de republicanismo exasperado no
es ajeno en modo alguno el pensamiento de Marx, si bien es cierto que,
SDUD 0DU[ OD XQL¿FDFLyQ GHO KRPEUH D SDUWLU GH VXV FRQ¿JXUDFLRQHV \
determinaciones abstractas se lleva a cabo en el seno de la sociedad civil
y no en el Estado. El objetivo de la emancipación humana, según él, no
es otro que restituir a la sociedad civil su carácter real, esto es, su carácter
colectivo y el poder social, hasta entonces alienado en el Estado en forma
de fuerza política.
Esta esperanza de una gran emancipación humana universal es la gran
aspiración moral que late en el marxismo. La emancipación política llevada
a cabo en el seno de la moderna sociedad civil burguesa perpetúa la esci-
sión del hombre:

“La emancipación política es la reducción del hombre por una parte a


miembro de la sociedad burguesa, el individuo independiente y egoísta, por
la otra el ciudadano, la persona moral”14.

Si, como piensa Marx, toda emancipación consiste en reabsorber el


mundo humano –las situaciones y las relaciones–, en el hombre mismo, la
verdadera emancipación humana consistirá en reabsorber dentro del indi-
viduo real la inmediatez sensible del homo naturalis de la sociedad civil
burguesa y la mediación social y moral del citoyen:

“Sólo cuando el hombre real, individual reabsorba en sí mismo al abs-


tracto ciudadano y, como hombre individual, exista a nivel de especie en su
vida empírica, en su trabajo individual, en sus relaciones individuales; sólo
cuando, habiendo reconocido y organizado sus “fuerzas propias” como fuer-
zas sociales, ya no separe de sí la fuerza social en forma de fuerza política;
sólo entonces, se habrá cumplido la emancipación humana”15.

1.4. La emancipación humana no es un problema de remodelación


del Estado, sino un problema de organización de la sociedad civil. Marx
es, ante todo, un pensador de la sociedad civil burguesa y su horizonte de
comprensión de dicha sociedad, no por ser radical deja de ser liberal: las
categorías con las que se comprende dicha sociedad –proporcionadas por

14. K. MARX, La cuestión judía. Obras de Marx y Engels, V, Grijalbo, Barcelona, 1978,
pp. 200-201.
15. Ibidem, 201.

8
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

la Economía Política– son la clave para entender toda sociedad pasada y


la sociedad del futuro, la sociedad comunista. Lo mismo que el problema
fundamental reside en el modo burgués-capitalista de entender la sociedad
civil, la verdadera solución a todo problema viene también de la sociedad
civil.
Con independencia de que la posteridad marxista –en especial, los bol-
cheviques– interpretara a Marx en clave política y no sociológica, hace ya
algunos años Leszek Kolakowski desarrolló en un célebre artículo16 una
DUJXPHQWDFLyQDPLHQWHQGHUVX¿FLHQWHPHQWHFRQYLQFHQWHGHSRUTXpHO
ideal marxiano de la unidad entre vida social y personal conducía a un plan-
teamiento político totalitario y no liberador. No se trata aquí de repetirlo. Sí
quisiera señalar que el discurso liberador de la utopía marxiana comenzó
siendo un cántico de alabanza a las excelencias de una verdadera sociedad
civil –no alienada ni por el Estado burgués ni por el modo de producción
capitalista–, y ha terminado –al menos, en sus efectos históricos más lla-
mativos–, con otra no menos fervorosa apelación al advenimiento de la
VRFLHGDGFLYLO\HOORWDQWRSRUSDUWHGHTXLHQHVGHVPLWL¿FDQSRUFRPSOHWR
el valor liberador de dicho discurso, como por quienes siguen creyendo en
él. Curiosamente, tanto liberales como socialistas postcomunistas (muchos
de ellos, antiguos comunistas) lo esperan todo del poder diferenciador de
la sociedad civil. En el inventario de las ideas dominantes de 1989, la de
sociedad civil ocupa un lugar central, y, sin embargo esa misma centralidad
QRJDUDQWL]DHQDEVROXWRTXHTXLHQHVDSHODQDHOOD\DVXSRGHUXQL¿FDGRU
GHORVHVStULWXVHVWpQUHDOPHQWHGHDFXHUGRHQVXSHU¿O\FRQWHQLGRQRFLR-
nal. Sé bien que ése es, a veces, el curioso destino de las ideas políticas:
presentar una historia errática.
1.5. En el caso que nos ocupa, sostener que la sociedad civil a la que
apelan los protagonistas del movimiento de 1989, es aquella parte de la
VRFLHGDGTXHVHSUHVHQWDRDÀRUDHQRSRVLFLyQDODHVWUXFWXUDSROtWLFDGRPL-
nante, nos deja sumidos en un mar de dudas y posibles preguntas:
a) Si la sociedad civil es el ámbito de las necesidades mediadas por
HOWUDEDMR\GHORV¿QHVSULYDGRVOLEUHPHQWHSHUVHJXLGRVHQXQPDUFRMX-
rídico público, no sé hasta qué punto puede decirse que el ámbito social
TXHKDDÀRUDGR\VXFRUUHVSRQGLHQWHGLVFXUVRHVRSXHVWRDODHVWUXFWXUD
política dominante, y no más bien, que coincide con un orden socio-eco-
nómico sumergido, que ya era profunda y patológicamente individualista
y materialista, y que o coexistía o incluso era sostenido y fomentado por la
estructura política que monopolizaba el discurso de la solidaridad social.

16. L. KOLAKOWSKI, El mito de la autoidentidad humana. La unidad de la sociedad civil y la


sociedad política, Cuadernos Teorema, Universidad de Valencia, 1976.

9
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Desde este punto de vista, el “nuevo” discurso de la sociedad civil suena


fastidiosamente arcaizante: todos los males del capitalismo, sin ninguna
de sus ventajas. Prueba de ello es la rápida –y para muchos sorprenden-
te– vuelta al poder de los viejos jerarcas y doctrinarios, aunque sea con un
nuevo look político.
E  6LODVRFLHGDGFLYLOHVODDQVLDGDUHXQL¿FDFLyQGHFRPXQLGDGSR-
lítica y sociedad productiva, con todos los aditamentos culturales que se
quiera (la creación de necesidades culturales) y además con la “garantía”
GHTXHQRYROYHUiDGDUVHXQ(VWDGRWRWDOLWDULRTXHIDOVL¿TXHHOVHQWLGRGH
GLFKDUHXQL¿FDFLyQHQWRQFHVVHJXLPRVFDXWLYRVGHODDVSLUDFLyQPRUDOGH
carácter utópico que caracteriza al marxismo. Es como haber dado un largo
rodeo para llegar al mismo punto de partida, a la espera de hacerlo esta vez
un poco mejor: o sea, un nuevo experimento y mucha resignación, por si
sale mal de nuevo.
Por otro lado, si, como piensan Heller y Fehér17, la tarea deconstruc-
cionista en la que se embarca 1989, tiene que ver sobre todo con el legado
utópico del siglo diecinueve18QRSDUHFHTXHODUHXQL¿FDFLyQGHORVRFLDO\
lo político vuelva a ser –si es que alguna vez lo fue– un ideal político con
VX¿FLHQWHHQWLGDGFRPRSDUDPRYHUDPDVDV\SXHEORVKDUWRVGHHVFXFKDU
el discurso ideológico como coartada de un poder extraño a la vez que as-
¿[LDQWH19.
Entiendo que tras el deconstruccionismo de las ideas y el pragmatismo
político se esconde en realidad un rechazo tajante de todo experimento so-
cial, aunque se presente con “coartada moral”. En lugar de una moral y una
política de la Historia, donde los grandes relatos históricos acaban por jus-
WL¿FDUJUDQGHVDWURFLGDGHVPRUDOHV\QRSRFRVGLVODWHVSROtWLFRVODFXHVWLyQ
es cómo introducir valores morales concretos en la vida social y política,
sobre la base de que la política es algo más que simple administración.
Estamos así en presencia de una tercera posibilidad, cuya base histórica,
por lo demás, resulta evidente.
F  /DVRFLHGDGFLYLOKDDÀRUDGRDQWHVGHHQSHTXHxRVJUXSRV
especialmente sensibilizados respecto de la diferencia entre verdad y men-
tira, ejercicio del poder y representación ideológica de dicho ejercicio: son
ORVLQWHOHFWXDOHVORVJUXSRVVLQGLFDOHVQRR¿FLDOHVSHTXHxDVFRPXQLGDGHV
GHYLGDUHGXFWRVGHOXFLGH]\FDSDFLGDGGHVPLWL¿FDGRUD

17. A. HELLER y F. FEHÉR, “1989 y la deconstrucción del monismo político”, en Revista del
Centro de Estudios Constitucionales, 20 (1995) 9-58.
18. Cfr. Ibidem, 25-26.
19. Para la ideología como coartada, me remito a V. HAVEL, El poder de los sin poder..., p. 21
y ss.

10
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

/DVRFLHGDGFLYLOTXHDÀRUDHQIRUPDSHTXHxRJUXSDODSRUWDQRWDQWR
una idea de sí, cuanto una conciencia inmediata –no necesariamente teori-
]DGD±GHTXpVLJQL¿FDVHUFLXGDGDQRGHXQDsocietas civilisVLJQL¿FDDQWH
todo, libertad como responsabilidad.
El “poder de discurso” de los grupos disidentes arranca de un inne-
gable valor de ejemplaridad social. Obviamente la continuidad y cohe-
rencia de un discurso de la responsabilidad cívica tenía que chocar con la
ideología de la intelligentsia, pero ha terminado chocando también con la
difusa “ideología de la calle” actualmente en boga, y que algunos llaman
también “política de contexto”, de la que no ha surgido en realidad ningún
nuevo principio de organización política, tal vez por el ya aludido horror al
experimento.
Nuevamente, el balance resulta paradójico: quienes no hace todavía
diez años se consideraban los heraldos de la sociedad civil, hoy se sienten
extraños en ella20. Su tarea de alcanzar un cierto equilibrio entre democracia
y liderazgo no ha dado buenos resultados. Con otras palabras, su liderazgo
moral de antaño, salvo honrosas excepciones, no les ha permitido competir
en condiciones equitativas con “los profesionales del liderazgo”, muchos
de ellos antiguos comunistas y ahora fervorosos nacionalistas o liberales
de nuevo cuño.
Como parte efectiva de la sociedad civil, muchos de quienes fueron los
primeros auténticos ciudadanos de estos países adoptan como única tarea
posible la de interpretar tanto su propio pasado totalitario como la situación
de Occidente. La propia evolución vertiginosa de las sociedades postotali-
tarias muestra sin lugar a dudas que no son dos realidades absolutamente
inconmensurables. Interpretar la realidad en vez de “hacer dinero” continúa
siendo una forma de vivir la libertad como responsabilidad. Además repre-
VHQWDODJHQXLQDIRUPDGHORTXHOXHJROODPDUp³¿ORVRItDS~EOLFD´
1.6. ¿Han sido víctimas estos grupos opositores de un cierto elitismo
democrático, que los ha alejado de las preocupaciones reales del pueblo
y los ha terminado por hacer extemporáneos e incómodos? Esto es lo que
piensan algunos y puede haber parte de verdad en ello, aunque el mismo
hecho tiene otra lectura mucho más “tocquevilliana”: después de toda gran
transformación social o política, sólo surge lo que ya existía. Los sistemas
políticos totalitarios propician la aparición de un fuerte individualismo so-
cial21, “equilibrado” o compensado con una retórica ideológica populista,
que fácilmente degenera en nacionalismo.

20. Cfr. R. DAHRENDORF, Reflexiones sobre la revolución en Europa..., pp. 119-120.


21. Gellner lo ha expresado certeramente: “el sistema dio lugar a una sociedad atomizada e
individualizada, en la que apenas era posible –o era literalmente imposible– encontrar un club filaté-

11
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

La realidad es que el liderazgo social de los grupos opositores, una


vez llevada a cabo su función de sensibilización social y análisis político,
no podía competir con las organizaciones políticas que, en una democracia,
articulan el espacio público resultante de la intersección de distintos ele-
PHQWRV SRGHU SROtWLFR SRGHU HFRQyPLFR¿QDQFLHUR FRQ¿JXUDFLyQ GH OD
opinión pública y reparto de papeles del discurso ideológico.
El resultado de todo este rápido proceso es que hemos asistido al
alumbramiento de una ¿JXUDfugaz, pero no virtual, de la sociedad civil.
Lo que los grupos de intelectuales, sindicalistas, profesionales anticipaban,
sin llegar a realizar del todo, es que había llegado la hora de los ciudada-
nos. Timothy Garton Ash lo describió espléndidamente el 15 de Febrero de
1990 en un trabajo titulado Eastern Europe: The Year of the Truth22:

“Debe haber formas de asociación nacional, regional, local, profesional,


que sean voluntarias, auténticas, democráticas y, sobre todo, que no estén
controladas por el Partido o por el Estado-partido. El pueblo debe ser “civil”,
esto es, correcto, tolerante y, principalmente, no violento. Civil y ciudadano.
La idea de ciudadanía debe ser tomada en serio”.

Dahrendorf, por su parte, aduce el testimonio de Adam Michnik, quien


describió el primer año de existencia de Solidaridad como “la promesa de
una sociedad civil”.

“Cuando comprendimos que éramos esclavos, supimos que nos había-


mos transformado en ciudadanos”23.

La gran aportación de los grupos disidentes ha sido simbolizar una


QXHYD¿JXUDGHODVRFLHGDGFLYLO\SRUHOORPLVPRDQWLFLSDUODWDQWRSRUVX
capacidad de juicio acerca de la realidad, como por su ejemplaridad moral.
Ambos aspectos constituyen dos elementos radicales de la ciudadanía. Por
eso, al teórico de la sociedad le proporcionan una clara indicación acerca de
otro camino para contextualizar históricamente una noción, como hemos
visto, tan compleja y difusa: el camino de la autoconciencia ciudadana. En
suma, es preciso preguntarse, ¿qué tipo de sociedad civil emerge en vincu-
lación a una conciencia ciudadana responsable?

lico sin supervisión política. Lejos de crear un nuevo hombre social, libre de la codicia egoísta, del
fetichismo de la mercancía y de la competitividad, como esperaban los marxistas, el sistema creó
individualistas sin oportunidades, aislados, amorales y cínicos, bien entrenados para la palabrería y
para arreglárselas dentro del sistema, pero incapaces de llevar a cabo ninguna empresa efectiva” (E.
GELLNER, Condiciones de la libertad..., p. 16).
22. New York Review of Books, pp. 17-22.
23. Citado en R. DAHRENDORF, op. cit., p. 120.

12
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

Para terminar este apartado, quisiera destacar a modo de resumen lo


siguiente: 1.989 permitió contemplar una fugaz representación de la civi-
lidad moderna, que se había forjado en el transcurso de un tenaz forcejeo
con el Estado totalitario de inspiración marxista. La fuerza social emergente
representada por los grupos disidentes, evocaba de inmediato la idea de un
pluralismo institucional e ideológico: todo lo contrario al monopolio del
SRGHU\GHODYHUGDGHQJHQHUDO(OVHGLHQWRHQFRQWUDEDSRU¿QXQDIXHQWH
no seca, bebió de ella y volvió a llamarla “sociedad civil”, como hicieron
otros muchos a lo largo de los últimos siglos de historia europea. Como
decía al comienzo de este primer apartado, la emergencia del “discurso de
la sociedad civil” ha constituido un auténtico “signo epocal” para las socie-
dades del Este. En el siguiente apartado me gustaría mostrar que también
lo ha sido para las del Oeste.
Es muy probable que las expresiones de civilidad que presenciaron las
sociedades totalitarias del Este europeo, requieran abrir un nuevo espacio
(su propio topos) en la amplia base de un recipiente conceptual llamado
³FLXGDGDQtD´ \ VREUH WRGR QRV REOLJXHQ D UHGH¿QLU pVWD PiV DOOi GH ODV
viejas determinaciones de ‘ciudadanía económica’, ‘ciudadanía jurídica’ e,
incluso, ‘ciudadanía política’, tal como es representada y ejercida al menos
en las democracias occidentales.
En caso de actuar así, se seguirá enriqueciendo la vieja tradición con-
ceptual por el procedimiento de siempre: la realidad histórico-social lo aca-
ba imponiendo. Los dos caminos para determinar el concepto de sociedad
civil –la historia conceptual y la autocomprensión de los movimientos so-
ciales– se dan cita una vez más24.

2. LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO: LA CIUDADANÍA COMO ELEMENTO DE


LA TRADICIÓN CONCEPTUAL. LAS FIGURAS DE LA CIVILIDAD

Si no entiendo mal la realidad histórica, los principales teóricos


de la sociedad civil acudieron una y otra vez a este concepto para lo-
grar describir, más o menos acertadamente, la emergencia social de algo
que, aunque pudiera estar ya latente, implícito o en estado embrionario
anteriormente, se revelaba de un modo casi arquetípico en un momento

24. Cfr. J. COHEN ~ A. ARATO, Politics and the Reconstruction of the Concept of Civil Society,
en A. HONNETH, Th. McCARTHY, C. OFFE and A. WELLMER (eds.), Cultural-Political Interventions in
the Unfinished Project of Enlightenment, The MIT Press, Cambridge, 1992, p. 121.

13
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

dado. La mezcla de suerte y acierto de dichos teóricos consiste en haber


sabido captar un fenómeno in statu nascens, y en explicar sus rasgos
típicos esenciales, sin quedarse en lo anecdótico. Es el caso, por ejem-
plo, de Tocqueville, cuando describe la peculiar combinación de espíritu
participativo y libertad comunal con el individualismo americano, o de
A. Ferguson, cuando analiza la aparición de un tipo de sociedad nuevo
que combina, a veces en precario, pero de un modo efectivo, el honor, la
virtud y el interés; en suma, una sociedad que declara erróneo todo pensa-
miento binario y excluyente: virtud u honor; honor o interés; interés o
virtud25.
En uno y otro caso se está describiendo un tipo de sociedad civil emer-
gente, por lo que a veces nos suena la descripción a un tipo ideal, a una
esencia en estado químicamente puro. No es así, sólo que la excepcional
situación histórica del analista social, junto con su propia perspicacia y
agudeza para el análisis le permiten captar aquellos rasgos esenciales y
diferenciadores de un fenómeno nuevo, precisamente porque lo que se di-
ferencia –lo que apunta como radical novedad– coexiste con lo anterior,
pero sin confundirse con él.
Me parece un hecho incuestionable que un mismo concepto clásico
–societas civilis± VH KD PRVWUDGR FRPR XQ UHFLSLHQWH OR VX¿FLHQWHPHQWH
hondo y ancho para recibir múltiples determinaciones o formalizaciones
de la civilidad.
2.1. Habíamos partido –se recordará– de que un verdadero sentido de
la tradición conceptual no puede ser otro que el de una memoria activa
orientada al futuro. Creo que el paso por los acontecimientos vividos en
Europa a partir de 1.989 y su relación con el despertar del concepto de
sociedad civil en el primer plano de la teoría social y política, nos han
permitido enriquecer qué se debe entender por memoria activa: la políti-
ca activa propicia la aparición de diferentes determinaciones históricas de
OD FLYLOLGDG \ VRQ HVDV GHWHUPLQDFLRQHV ODV TXH HQVDQFKDQ PRGL¿FDQ \
SRUVXSXHVWRWDPELpQFRQ¿UPDQODQRFLyQGHVRFLHGDGFLYLOTXHVHXWLOL]D
A su vez, la susodicha noción depende de tradiciones conceptuales, no
siempre coincidentes, que, por lo general, suelen manifestar mayor sen-
sibilidad y capacidad comprensiva para unas determinaciones de la civi-
lidad que para otras.
La cuestión que ahora se plantea afecta al planteamiento mismo del
objeto de este trabajo: la historicidad del concepto de sociedad civil. ¿Basta
para comprender dicha historicidad con atender a las distintas tradiciones

25. Cfr. E. GELLNER, Condiciones de la libertad..., pp. 71-74.

14
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

conceptuales y al contexto histórico, o además convendría tener en cuenta


una historia de la ciudadanía? Esta historia, que no podría ser otra cosa que
una tipología de las formas de ciudadanía, bien podría llamarse las ¿JXUDV
de la civilidad.
2.2. Desde aquí se explica mejor lo que he desarrollado en el aparta-
do anterior. Vista con la adecuada perspectiva histórica, la caída del Muro
abrió un vacío postotalitario que debería interpretarse en los términos
más amplios posibles: como espacio público. Hablo de amplitud, porque
el concepto de espacio público no deja fuera, por ejemplo, la noción de
espacio económico o mercado. Si esto es así, el auténtico debate inter-
pretativo de la idea europea de libertad, se articula en torno a dos ejes,
por lo menos.
(OSULPHURVHUH¿HUHDODQHFHVLGDGGHLQWHJUDUHOHVSDFLRS~EOLFRSRV
totalitario con el espacio público ya forjado en las democracias occiden-
tales. Si ese proyecto se toma en serio –y me parece que es preciso to-
PDUOR±VX¿QSDUHFHFODURXQHVSDFLRS~EOLFRPXQGLDO(VWR\GHDFXHUGR
sustancialmente con Dahrendorf cuando sostiene:

“Sin duda, esta revolución cambió nuestra manera de percibir el mun-


do y probablemente en su curso cambió el equilibrio del poder existente.
Durante décadas, hemos hablado del Primer, el Segundo y el Tercer Mundo.
(...) Uno de ellos ha desaparecido ahora de la escena. Sólo ha quedado un
mundo con serias pretensiones de desarrollo y hegemonía (...). El Primer
y el Segundo Mundo se están reuniendo para formar algo que aún no tiene
nombre ni número; quizá sea solamente el Mundo”26.

La idea europeo-occidental de libertad tiene, pues, un marco social


universal, al menos como objetivo-tendencia, como desideratum. En la
SUiFWLFDODXQL¿FDFLyQGHOHVSDFLRS~EOLFRHXURSHRHVXQSUREOHPDGHFUHDU
instituciones y fortalecer las ya existentes. Volveremos posteriormente a
esta cuestión, pues requiere aclaración y profundización.
El segundo eje pasa por armonizar las nociones de libertad política y
ciudadanía. No resulta nada fácil hacerlo, porque la historia de la libertad
KDFKRFDGRIUHFXHQWHPHQWHFRQGHWHUPLQDGDV¿JXUDVGHODFLXGDGDQtD$Vt
por ejemplo, un nacionalista radical serbio, o croata –da lo mismo–, puede
tener conciencia de ser un irreprochable ciudadano de su nación, y es pre-
cisamente su conciencia ciudadana la que le lleva a ser un enemigo de la
libertad. Alain Touraine lo ha señalado certeramente:

26. R. DAHRENDORF, Reflexiones sobre la revolución en Europa..., pp. 33-34.

15
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

“Si el hombre no es más que un ciudadano o si el ciudadano es el agente


de un principio universal, no hay sitio para la libertad y ésta es destruida en
nombre de la razón o de la historia”27.

$KRUDELHQTXHODOLEHUWDGSROtWLFDQRVHLGHQWL¿TXHsin más con la


ciudadanía, o, como la denomina Michael Walzer, la pertenencia a una co-
munidad o derecho al membership28QRVLJQL¿FDTXHODFLXGDGDQtDQRVHD
una nota o determinación de la libertad política, que deba armonizarse con
ésta en el seno de la sociedad civil.
El propio Walzer, en un trabajo posterior, ha reivindicado el resurgir
de la ciudadanía mediante lo que él llama “argumento de la sociedad civil”.
La ciudadanía consistiría, ante todo, en la participación activa en las dife-
rentes asociaciones que constituyen la sociedad civil, la cual se entendería
por tanto como un ámbito de acción social, como un espacio público dis-
tinto del Estado o del mercado29.
Si cabe armonizar libertad política y ciudadanía, y creo que sí cabe,
habrá que entender ese espacio público, no indiferenciado, pero sí abierto
y universalizable, como un espacio social –la sociedad civil– desde el cual
se cuestiona y se establecen reclamaciones y exigencias de legitimación a
la esfera estatal y económica.
/D¿JXUDGHODFLYLOLGDGTXHSUH¿JXUDQORVPRYLPLHQWRVVRFLDOHV
DQWLFRPXQLVWDVVHGHVYDQHFHUtD±VHGHV¿JXUDUtD±VLHQWHQGLpUDPRVODVR-
ciedad civil únicamente como un residuo: lo que queda cuando ponemos
entre paréntesis al Estado y los diferentes mecanismos de administración
y gobierno. La sociedad civil no era aludida ni reivindicada por ellos, al
modo hegeliano, simplemente como la esfera de la libertad natural. Son nu-
merosos los testimonios de que los sindicalistas polacos o los intelectuales
del Foro Democrático, o de otros numerosos grupos de discusión y estudio
(en Hungría, en Checoslovaquia, etc.), pensaban que la fuerza emergente
de la sociedad civil representaba ante todo la capacidad de autoorganiza-
ción social protagonizada por movimientos ciudadanos30. Esa capacidad
representaba para ellos justamente la autoconciencia de una mayoría de
HGDG SROtWLFD \ SRU WDQWR OD SRVLELOLGDG GH HPDQFLSDUVH GH¿QLWLYDPHQWH

27. A. TOURAINE, ¿Qué es la democracia?, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1994, p. 48.
28. Cfr. M. WALZER, Spheres of Justice. A Defense of Pluralism and Equality, Basic Books,
1983, pp. 31-63.
29. M. WALZER, The civil society argument, en R. BEINER, Theorising Citizenship, State
University of New York Press, Albany, 1993.
30. Cfr. J.L. COHEN y A. ARATO, Civil Society and Political Theory..., pp. 29-36. El libro editado
por J. KEANE, Civil Society and the State dedica toda la tercera parte al tema Eastern States and the
Possibility of Civil Society (pp. 261-398).

16
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

de un tutelaje avasallador. Con palabras ya citadas de Michnik, se habían


convertido de esclavos en ciudadanos.
Para concluir destacaré, de un modo sintético, unos cuantos puntos:
1. Como el lector avezado habrá podido captar seguramente, este
trabajo guarda un implícito, que no es otro que la idea, tan querida a Kant y
a Arendt, entre otros, de la relación entre acontecimiento y signo. Sobre esa
UHODFLyQELHQFRQRFLGDSRUORGHPiVKHEDVDGRODQRFLyQGH³¿JXUDVGHOD
civilidad”.
6RVWHQJRTXHOD¿JXUDGHODFLYLOLGDGTXHVLJQL¿FD\DQWLFLSDOD5HYR
OXFLyQLQFUXHQWDGHQRVHYHUHÀHMDGDVX¿FLHQWHPHQWHHQHOSURFHVR
subsiguiente, pero un examen detenido tanto del juicio de los actores, como
GHO MXLFLR GH ORV HVSHFWDGRUHV DFHUFD GHO VLJQL¿FDGR GHO DFRQWHFLPLHQWR
(événement, Ereignis SHUPLWHWUD]DUODVOtQHDVPDHVWUDVGHVXVLJQL¿FDGR
histórico.
2. Me parece posible y deseable confrontar la autocomprensión in-
mediata de la sociedad civil no totalitaria, que coexistía con un Estado to-
talitario y emergía por cauces sociales de tipo grupal y de movimientos
ciudadanos, con la tradición conceptual de la sociedad civil.
Pasar esa autocomprensión inmediata por el tamiz de la tradición con-
ceptual de la sociedad civil (Desde Aristóteles y Cicerón a Hobbes, Locke,
Hume, Kant, Hegel, Marx, Tocqueville, John Stuart Mill, Arendt, Gramsci,
HWF SHUPLWLUiGRWDUOHGHXQVLJQL¿FDGRVRFLROyJLFRSUiFWLFR\HQORSRVL-
ble, de un fundamento político-institucional adecuado. Bien podría suceder
TXHODLQÀXHQFLDGHO(VWHVREUHHO2HVWHHQHVWHSXQWRIXHUDWDOTXHVH
enriqueciera la tradición de un concepto que, hasta el momento, había sido
predominantemente occidental.
3. Si bien en el proceso subsiguiente se pierde una parte importante
GHOVLJQL¿FDGRRULJLQDULRGHODFRQWHFLPLHQWRQRSXHGHGHFLUVHTXHVHERUUH
GHOWRGR4XHGDQLQGLFDFLRQHVQRGHVGHxDEOHV8QDGHHOODVHVODXQL¿FD-
ción del espacio público postotalitario con el democrático occidental. En
suma, el logro de la ciudadanía europea. No deja de ser una indicación, un
signo, pero es revelador.
La cuestión, como se ha señalado antes, reside en la construcción de
LQVWLWXFLRQHV1RROYLGHPRVTXHWDQWRODIDFWLFLGDGFRPRHOVLJQL¿FDGRGH
las instituciones son elementos determinantes de la construcción normativa
de la sociedad a partir de sus principios. Ya Rousseau, en el Libro II del
Contrato Social, consideró que la tarea de crear instituciones para un pue-
blo equivale a la transformación de una naturaleza humana pre-moral o
a-moral, en otra naturaleza que existe como parte de un todo, y que existe
además moralmente.

17
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Dahrendorf ha vinculado expresamente el proceso de creación de ins-


tituciones (“creación y, a menudo, la recreación de normas llenas de signi-
¿FDGRDSDUWLUGHVXVSULQFLSLRV´31) con la creación y fomento de la libertad
posible, la libertad no utópica

“Si queremos ser libres, tenemos que trabajar con las instituciones y
dentro de ellas, dándoles forma una y otra vez en ese proceso, es decir, cons-
truyéndolas a imagen de las oportunidades de libertad abiertas para nosotros
en cada momento dado”32.

La institución es, por tanto, la forma histórica que adopta la libertad


tópica.
 $OKDEODUGH¿JXUDVGHODFLYLOLGDGKDJRUHIHUHQFLDGLUHFWDDOD
noción de ‘civilidad’, íntimamente ligada, a su vez, al concepto de “socie-
dad civil”.
En su sentido etimológico, la civilidad alude directamente al hecho
de ser-con, de relacionarse-con, pero a la vez designa lo que vale la pena
relacionar y asociar: el honor personal, la fuerza moral (vis).

“Ser civil no es estar juntos no importa cómo ni con quién: es recono-


cerse mutuamente en términos de valor”33.

Civilidad es ciertamente socialidad –existencia y vínculo social–,


pero le añade la aptitud para lo político, para la participación activa en el
espacio público. Esta aptitud o competencia política que caracteriza a la
civilidad sólo puede vivirse realmente en términos de reciprocidad, de re-
FRQRFLPLHQWRGHOYDORUDMHQR&RQIRUPHODV¿JXUDVGHODFLYLOLGDGVRQPiV
universales, este reconocimiento es tanto más amplio.
5. Finalmente, ¿en qué preciso sentido tienen que ver los aconte-
cimientos del Este con la historicidad del concepto de sociedad civil? En el
origen remoto y próximo, en el transcurso y proceso subsiguiente de esta
revolución, el protagonista siempre aludido y casi siempre ausente ha sido
la sociedad civil, un producto histórico típicamente occidental, pero con es-
casa implantación y fuerza en la tradición imperial y estatalista de los paí-
VHVGHO(VWH&XDQGRSRU¿QKDFRPSDUHFLGR\KDKHFKRDFWRGHSUHVHQFLD
VXUHDOLGDGJHUPLQDO\VREUHWRGRVXVLJQL¿FDGRSUR\HFWLYRKDQVXSHUDGR
hasta cierto punto la propia tradición conceptual occidental. Aquí conven-

31. R. DAHRENDORF, Ley y orden, Editorial Civitas, Madrid, 1994, p. 157.


32. Ibidem, 161.
33. D. DUCLOS, De la Civilité, Éditions La Découverte, París, 1993, p. 78.

18
LA SOCIEDAD CIVIL EN CONTEXTO

dría recordar el segundo punto de esta conclusión: la innovación esta vez


YHQtDGH2ULHQWH\ORKDFtDHQODIRUPDGHXQVLJQRGHXQVLJQL¿FDGRSURV-
pectivo o prognosticum, más que de una realidad cuajada. Lo que la fuerza
VRFLDOHPHUJHQWHVLJQL¿FDHVXQDSHFXOLDUYLYHQFLDGHODVRFLDOLGDGTXHFD-
bría denominar responsabilidad por la sociedad y una forma muy acusada
de experimentar la aptitud para la ciudadanía política plena y responsable.
Por fugaz y paradójico que nos parezca este prognosticumRVLJQL¿FDGR
prospectivo a la luz de la vertiginosa occidentalización –no sé si formal o
real– de las sociedades postotalitarias y la rutinización o banalización de
lo político que conduce al desinterés ciudadano por lo público, convendría
que volviéramos a mirarnos a nosotros mismos, siquiera un momento, en
esta “luz que viene de Oriente”, que tuvo un gran poder de convocatoria y
de reunión para individuos aislados y semejantes. Como viera Tocqueville,
la estructura social del despotismo es siempre idéntica: una pirámide, en
cuyo vértice hay poder total y extraño y una base de individuos semejantes
y aislados; en medio, nadie ni nada. Nuevamente es pertinente la alusión a
Rousseau: el arte más difícil, el arte político, estriba en reunir lo que está
disperso, en convocar: en pasar del estado de dispersión al estado de socie-
dad.
(VWHVLJQL¿FDGRSURVSHFWLYRGHODVRFLHGDGFLYLOVHFRQYLHUWHHQXQele-
mento de contraste: es una alternativa disponible más. No es exactamente
la sociedad civil liberal (teorizada desde Locke y Adam Smith a Hegel); no
es tampoco exactamente la sociedad civil de la tradición republicana y co-
munalista; tampoco encaja con la ensoñación marxista de una apoteosis de
ODVRFLHGDGFLYLOTXHUHXQL¿FDHQWRUQRDOKRPEUHWRGDVODVGHWHUPLQDFLRQHV
históricas y todas las necesidades que éste ha alcanzado como individuo y
como género. Tiene algo de todas ellas y de otras, que no es el caso citar,
pero no se reduce exactamente a ninguna.
Al ser una alternativa disponible34, permite afrontar el objetivo que se
persigue en este trabajo: la sociedad civil en contexto. Piénsese que, por
diferentes que fueran las concepciones de la sociedad civil imperantes en
las sociedades democráticas occidentales, la identidad política de dichas
sociedades vino dada, durante mucho tiempo, ante todo por un elemento de
contraste evidente: la realidad de las sociedades totalitarias. Al faltar éstas,
es la propia identidad política de las democracias la que queda “triunfante”
y en solitario.
Lejos de que ese momento sea su apoteosis, en realidad ahí empiezan
sus problemas: la razón crítica que caracteriza el pluralismo democrático

34. Tomo la noción 'alternativa disponible' del trabajo de E. GELLNER, Condiciones de la liber-
tad, p. 97.

19
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

se hace autorreferencial. Por eso, tiene un extraordinario interés, en mi opi-


nión, enriquecer las alternativas disponibles y los elementos de contraste
SDUDRWRUJDUXQVLJQL¿FDGRVRFLROyJLFRSUiFWLFR35 a la vieja –y siempre nue-
va– noción de sociedad civil.
+R\ PiV TXH QXQFD XQD ¿ORVRItD YHUGDGHUDPHQWH S~EOLFD TXH HVWp
atenta a los signos de los tiempos, y que enriquezca la tradición conceptual
de la sociedad civil desde la noción de “espacio público” y desde el propio
acontecer civil, no puede dejar de entusiasmarse –con un entusiasmo inte-
lectual, fruto de un juicio apreciativo– con esos ‘raros momentos de liber-
tad en la historia’ que fascinaban a Hannah Arendt36, esos acontecimientos
que abren desde sí un espacio que congrega, una comunidad de sentido, en
que los ciudadanos mudan su papel de espectadores pasivos del espectácu-
lo político, por el de protagonistas y/o espectadores activos del acontecer
público.
La comunidad de disidentes ciertamente no es simétrica con el libre
mercado, entre otras cosas porque éste, si bien trae las ventajas de la com-
petencia, la publicidad de sus reglas y la abundancia, también genera o pro-
picia grandísimas dosis de conformismo social. Por esto mismo, la comuni-
dad de disidentes, que fue ante todo la conciencia crítica de la “reinvención
totalitario-popular” de la democracia, no deja de ser al mismo tiempo una
severa llamada de atención, una inspiración fecunda y un aliento perseve-
rante para una nueva “invención de la sociedad civil”37.

35. Cfr. Ibidem, p. 62.


36. R. SCHÜRMANN, On Judging and Its Issue, Introduction a R. SCHÜRMANN (ed.), The Public
Realm. Essays on Discursive Types in Political Philosophy, State University of New York Press,
Albany, 1989, p. 4.
37. Tomo la expresión del libro de C. GAUTIER, L'invention de la société civile. Lectures anglo-
écossaises: Mandeville, Smith, Ferguson, P.U.F., París, 1993.

20
OBSERVACIONES DE UN CIUDADANO SOBRE EL
CARÁCTER ENIGMÁTICO DE LA SOCIEDAD CIVIL
Nicolás GRIMALDI

Cuando se busca caracterizar la sociedad civil, el procedimiento más


simple parece consistir en eliminar, en primer lugar, todos los tipos de
sociedad que ella no es. El método, de todas formas, sería absurdo si la
HPSUHVD UHVXOWDUD VHU LQ¿QLWD$KRUD ELHQ HOOD QR WLHQH HQ IRUPD DOJXQD
QHFHVLGDGGHVHUH[KDXVWLYDSDUDVHUVLJQL¿FDWLYD<HVWiSHUPLWLGRLQFOXVR
SHQVDUTXH$ULVWyWHOHVQRKXELHUDSURFHGLGRGHRWURPRGR
([LVWLyXQDVRFLHGDGPLOLWDU$HOODQRSHUWHQHFtDQPiVTXHORVR¿FLD
les y jefes. Tenía su lenguaje, sus tradiciones, sus usos, su ceremonial, sus
KRQRUHV\VXVFyGLJRV$VtXQR¿FLDOKDEUtDFUHtGRWUDLFLRQDUDVXFXHUSR
VLVHKXELHVHFRQIRUPDGRDORVFRPSRUWDPLHQWRVPiVFRPXQHVGHVXVFRQ
FLXGDGDQRV/RTXHFRQFHUQtDDOSDLVDQRQROHFRQFHUQtD6LKDEtDFRPH
tido algún delito, era ante los jueces militares ante quienes estaba llamado
DFRPSDUHFHU\QRDQWHXQWULEXQDOFLYLOFRPRFXDOTXLHURWURFLXGDGDQR<
si llegaba a suceder que su conducta privada parecía reprensible, no era la
FRKHVLyQRODSD]FLYLOHVORTXHpOFRPSURPHWtDVLQRHOKRQRUGHVXFXHUSR
DVtHUDDQWHXQWULEXQDOGHKRQRUFRPSXHVWR~QLFDPHQWHGHR¿FLDOHVDQWH
quien debía presentarse.
Aunque tenía como función defender la sociedad civil en general, e
incluso no se aprestaba a ello más que por una decisión de la sociedad civil
(o al menos por una decisión tomada por el poder ejecutivo en nombre de
ODVRFLHGDGFLYLO DXQTXHVXSUHVXSXHVWRVXVSDJDVVXQ~PHURKXELHUDQ
sido determinados por ella, la sociedad militar estaba como enquistada en
ODVRFLHGDGFLYLO(OODVHGH¿QtDLQFOXVRQHJDWLYDPHQWHSRUH[FOXVLyQGHOR

21
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

que es propiamente civil. Por ello, independientemente de toda necesidad


propiamente técnica en el empleo de las armas o en el servicio en campaña,
ODSULPHUDSUHRFXSDFLyQGHODVRFLHGDGPLOLWDUHUDODGHKDFHUSHUGHUDVXV
reclutas todo signo de pertenencia a la sociedad civil.
Por banal que parezca la cosa a fuerza de ser observada, merecería con
WRGRFLHUWDH[WUDxH]DSDUDVHUPLOLWDUKDFtDIDOWDGHMDUGHVHUFLYLO+DFtD
IDOWDQRVyORYHVWLUVHRVDOXGDUGHPDQHUDGLIHUHQWHVLQRWDPELpQKDEODU
caminar, mirar de otro modo. Todo sucede entonces como si no se fuese
³PLOLWDU´SRUDOJXQDHVSHFL¿FDFLyQGHOJpQHUR³FLYLO´SRUXQDVLPSOHFXD
OL¿FDFLyQSURIHVLRQDOVLQRSRUHOFRQWUDULRSRUXQDGLIHUHQFLDQDWXUDO'H
KHFKRODVRFLHGDGFLYLOHLQFOXVRWRGRORTXHFRQVWLWX\HODFLYLOLGDGSLHU
den toda su existencia en la primera poterna. Pasado el puesto de guardia,
está etnológicamente, etológicamente, sociológicamente, en el extranjero.
Netamente materializada por otra suerte de barreras, de garitas, de mu
UDOODVODIURQWHUDHVSRUGHPiVPDQL¿HVWD+D\IURQWHUDVLQWHULRUHVWDQWR
FRPRH[WHULRUHV+D\VRFLHGDGHVHQODVRFLHGDGFRPRKD\GLYHUVRVSDtVHV
en un mismo continente. La sociedad militar no se diluye en la sociedad ci
vil. Se encierra en ella; se retranca, se encastilla en ella. Está en la sociedad
FLYLOFRPRXQDLVODIRUWL¿FDGDHQHOPDU
(O HMHPSOR GH OD VRFLHGDG PLOLWDU HV WDQWR PiV HPEOHPiWLFR \ VRU
SUHQGHQWH FXDQWR TXH KDVWD XQD pSRFD UHFLHQWH WRGRV ORV FLYLOHV HVWDEDQ
llamados a ser militares durante algunos meses o algunos años, y que no
sucedía sin sorpresa el que cesaban entonces de pertenecer a una sociedad al
tiempo que comenzaban a pertenecer a otra. Sociológicamente, se trataba de
una emigración o de una exploración etnológica. Pero apenas sucedía de otro
modo en la sociedad eclesiástica. De la misma forma que los militares se re
clutan entre los civiles, los sacerdotes se reclutan entre los laicos. Entre unos
\RWURVKD\FRQWRGRODGLIHUHQFLDGHTXHWRGRVORVFLYLOHVHUDQHQXQPRPHQ
to determinado militares, mientras que solamente abrazaban el sacerdocio
aquellos que se sentían llamados a él. Pero, como la sociedad militar, la so
ciedad eclesiástica tenía también sus bienes propios, sus trajes, su cultura, sus
usos, sus tradiciones, sus modelos, sus referencias, sus normas, sus modos de
comportamiento y su estilo particular de relacionarse con la sociedad civil.
Cierto, es en la sociedad civil donde ella ejerce su ministerio. Pero, aunque
su misión pastoral no pueda realizarse más que en la sociedad civil, de todos
modos ella le es absolutamente irreductible. Sus costumbres, sus exigencias,
sus valores y, por consiguiente, sus apreciaciones, representaciones y juicios
no son los propios de la sociedad civil. Puesto que son diferentes el servicio
a Dios y el servicio al Cesar, lo que está perfectamente fundamentado según
la sociedad civil puede no existir según la Iglesia.

22
SOBRE EL CARÁCTER ENIGMÁTICO DE LA SOCIEDAD CIVIL

Se distinguiría de la misma forma, a la manera de un entomólogo o


de un etnólogo, una sociedad de golillas, de médicos, de parlamentarios,
quizá incluso de universitarios, aunque la fragmentación de sus disciplinas
\ODVROHGDGGHVXIXQFLyQKDFHPiVDOHDWRULDVXFULVWDOL]DFLyQVRFLROyJL
ca en un cuerpo. Pero no existen sólo esas sociedades constituidas que se
GLVWLQJXHQGHODVRFLHGDGFLYLO\VHHVSHFL¿FDQFRPRRWUDVWDQWDV³WULEXV´
FXOWXUDOPHQWHGLVWLQWDVSXHVKD\WDPELpQVRFLHGDGHVPD¿RVDVWDQIXHUWH
mente organizadas y jerarquizadas como las otras, que tienen también su
PRGRSURSLRGHUHFOXWDPLHQWRVXOHQJXDMHVXVWUDGLFLRQHVVXKLVWRULDVX
FyGLJRVXVYDORUHVHLQFOXVRVXVDEHUKDFHUSURSLR\VXVWpFQLFDVGHLQLFLD
FLyQ$KRUDELHQHVPX\QRWDEOHTXHFXDOTXLHUPLHPEURGHFXDOTXLHUVR
FLHGDGPD¿RVDVLHQWHcomo un deber de estado el ejercitar sus actividades
DFRVWDGHODVRFLHGDGFLYLO6LPLHQWHHVSRU¿GHOLGDGVLIDFLOLWDHOSDVRGH
la droga, si vigila la sujeción de las mujeres, es por probidad; si mata, es por
KRQRURSRUYDOHQWtD$SUHVDGRMX]JDGRFRQGHQDGRSRUODVRFLHGDGFLYLO
él se considera como un francotirador o como miembro de un comando
FDSWXUDGRSRUHOHQHPLJRYtFWLPDGHVXVYLUWXGHV/RSURSLRGHWRGDVHVDV
diversas sociedades que son como otras tantas naciones sociológicas en el
interior de la nación legal, es que todas sus referencias les son intrínsecas.
Si pueden reconocerse algún deber con respecto al conjunto de la sociedad
FLYLO FRPR VRFRUUHU D XQ KHULGR WHVWL¿FDU MXVWDPHQWH FRQIRUPDUVH D OD
OH\HWF QRHVGHWRGRVPRGRVPiVTXHGHVSXpVGHKDEHUFXPSOLGRWRGRV
DTXHOORVTXHWLHQHQUHVSHFWRDVXVRFLHGDGGHD¿OLDFLyQ$VtFRPR&DPXV
KDEtDSRGLGRGHFLUTXHHQWUHODMXVWLFLD\VXPDGUHKDEUtDSUHIHULGRVLHPSUH
DVXPDGUHWDPELpQORVPLHPEURVGHHVDVVRFLHGDGHVGHD¿OLDFLyQSULYLOH
gian siempre los intereses de esas sociedades ante los valores de la sociedad
civil. Sienten tener más deberes, y más rigurosos, y más incondicionales
FRQUHVSHFWRDVXV³KHUPDQRV´RVXV³FDPDUDGDV´TXHFRQUHVSHFWRDVXV
FRQFLXGDGDQRV$KRUDELHQODVIUDWHUQLGDGHVGHREHGLHQFLDVRQPiVIXHUWHV
que las fraternidades de sangre, como las camaraderías de partido son más
imperiosas que las de la escuela o el colegio.
Concretamente, realísticamente, ¿qué es entonces la sociedad civil? Es
lo que une entre sí, por la regulación y por la ley, a todos aquellos a los que
QDGDXQLUtDVLQHVR$KRUDELHQ¢TXpHVORTXHORVSDUWLFXODUHVSXHGHQWHQHU
en común, de manera que puedan constituir entre ellos una comunidad?
¿Qué es esa universalidad que sólo los une en tanto que los trasciende?
Como en Kant la sumisión a la ley de la razón constituye en una iglesia
invisible a todos los seres racionales, independientemente de toda consi
deración de familia, de época, de cultura, de civilización o de lugar, así la
ley constituye en una sociedad a todos los ciudadanos que se empeñan en

23
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

UHVSHWDUODWDOHVODVRFLHGDGFLYLO(OLGHDOGHODVRFLHGDGFLYLOHVVHPHMDQWH
al esquema del Bien Soberano en Kant.
8QDFRQ¿GHQFLDKDUiFRPSUHQGHUFyPRJHQHUDFLRQHVHQWHUDVSXGLHURQ
GHHVWDPDQHUDLGHQWL¿FDUORVIXQGDPHQWRVGHODVRFLHGDGFLYLOFRQODVYLU
WXGHVGHODUHS~EOLFD<RDSUHQGtDOHHUHQOLEURVTXHKDEtDQVLGRGLVWULEXLGRV
HQODVHVFXHODVDOFRPLHQ]RGHODWHUFHUD5HS~EOLFD&DGDOHFFLyQGHKLVWRULD
estaba ilustrada con un grabado. Uno de ellos mostraba a Carlomagno visi
WDQGRXQDGHODVHVFXHODVTXHDFDEDEDGHIXQGDU6HUHFRQRFtDDORVKLMRVGH
los dignatarios y de los poderosos, con túnicas bordadas, con los cabellos
sujetos por una cinta de oro. Con los pies descalzos, apenas vestidos con
XQRVKDUDSRVORVKLMRVGHORVSREUHVHUDQWDPELpQFODUDPHQWHLGHQWL¿FDEOHV
Pero el emperador no tomaba en consideración circunstancias del nacimien
to. Sólo le importaba el mérito. Descartaba a los malos alumnos, entre los
TXHVHHQFRQWUDEDQXQDPD\RUtDGHORVKLMRVGHORVULFRVHQORVTXHVHYHtDOD
H[SUHVLyQKXPLOODGD\FRQWUDULDGD([WHQGtDVXPDQRVREUHODFDEHOOHUDPDO
DUUHJODGDGHORVQLxRVSREUHVSHURTXHKDEtDQWUDEDMDGRELHQ(UDDHVWRVD
los que iba a sonreir el porvenir, a los virtuosos, los trabajadores, los merito
ULRV£SDUDHOORVODVUHVSRQVDELOLGDGHVORVSXHVWRVORVKRQRUHV\ODFRQ¿DQ]D
GHOHPSHUDGRU3REUHQHFLR\RKDEtDFUHtGRHQHVR
3HURWHQtDH[FXVDV(UDHQODHVFXHOD3XHVWRTXHHOODQRVGHEtDSUHSD
rar para ocupar nuestro lugar en la sociedad, ¿no era como una imagen de la
VRFLHGDGFLYLOODVRFLHGDGHQSHTXHxR"$KRUDELHQORSURSLRGHODHVFXHOD
es, en efecto, borrar las diferencias sociales. Así como a Carlomagno le era
indiferente el origen de los niños, era el maestro inaccesible a cualquier
SHWLFLyQRDFXDOTXLHULQÀXHQFLD9LQLHQGRDOOtQRVHHQFRQWUDEDPiVTXH
justicia. Como cada uno estaba tratado según su mérito, era el mérito el
que determinaba la distribución de plazas. ¿No debía suceder lo mismo en
ODVRFLHGDG"¢1RHVWDEDQWRGRVLQWHUHVDGRVHQFRQ¿DUODUHVSRQVDELOLGDG
de su comunidad a los más capaces, es decir, a los más meritorios de entre
HOORV"3DUDH[DPLQDUORVGLVWLQJXLUORVUHFRQRFHUORV¢QRKDEtDFRQFXUVRV"
Incluso, para asegurar la justicia, ¿no eran anónimas la mayor parte de las
pruebas? En resumen, ¿no era la escuela el modelo de la sociedad civil?
%DVWDGHWRGRVPRGRVFRQGHMDUODHVFXHODSDUDFRQVWDWDUTXHODVR
FLHGDG HV ELHQ GLIHUHQWH 6LQ GXGD XQ HPSOHR GH IXQFLRQDULR HQ XQD WD
quilla de correos, de maestro, de recaudador o de inspector de policía se
obtienen conformemente a las reglas de los concursos de ese estilo. Pero,
KDVWDWLHPSRVUHFLHQWHVUDUDPHQWHVHKDEtDYLVWRTXHHOKLMRGHXQFDWH
GUiWLFRGHPHGLFLQDQROOHJDVHDVHUFDWHGUiWLFRVLHUDPpGLFR8QRKDEUtD
podido extrañarse de que tantos cuñados o sobrinos se encontraran en la

24
SOBRE EL CARÁCTER ENIGMÁTICO DE LA SOCIEDAD CIVIL

Sorbona. Como en el teatro el actor que ayer interpretaba el papel de Sga


QDUHOOHLQWHUSUHWDUiPDxDQDHOGH1HUyQ\RKHFRQRFLGRXQHPSOHDGRGH
FRUUHRVKHFKRSUHIHFWRHLQFOXVRVXSHUSUHIHFWR$\HUWRGDYtDHUDXQJDFH
tero, amigo de un candidato presidencial, el que era nombrado embajador
en Roma, cuando éste accedía a la suprema magistratura. Un novelista de
tres cuartos, sin otra competencia, iba a presentar a Viena sus cartas cre
GHQFLDOHV2WURFDPDUDGDQRWHQtDPiVTXHXQSREUHHPSOHR¢OHYHQGUtD
ELHQHO&RQVHMRGH(VWDGR"0HDFRUGDEDHQWRQFHVGHXQDDQpFGRWDTXHVH
FRQWDEDGXUDQWHOD&XDUWD5HS~EOLFD'LVJXVWDGRGHYHUDXQRGHVXVKLMRV
dejarse llevar por la pereza y a punto de entregarse al vicio, un importante
LQGXVWULDOYDDYHUDXQRGHVXVDPLJRVTXHKDVLGRQRPEUDGRPLQLVWUROH
FRQItDVXSUHRFXSDFLyQ\OHSLGHXQHPSOHRSDUDHOKROJD]iQGHVXKLMR
(OPLQLVWURFRPSUHQVLYROHSURSRQHGLYHUVDVSRVLELOLGDGHVDJUHJDGRDO
gabinete, agregado de prensa, secretario personal de un comisario general.
,QVDWLVIHFKRHOSDGUHGHVFDUWDEDWRGDVHVDVSRVLELOLGDGHV³1RGHFtDQR
HVORTXHHVSHURGHWt4XLHURTXHPLKLMRWUDEDMHTXHFRQR]FDODGLVFLSOLQD
GHORVKRUDULRVODREOLJDFLyQGHODVWDUHDVHOULJRUGHODVXERUGLQDFLyQOD
GL¿FXOWDGGHJDQDUVXYLGD´(QWRQFHVHOPLQLVWURVHH[FXVy\VHGHFODUyLQ
FRPSHWHQWH³0HSLGHVXQLPSRVLEOH3DUDHVHWLSRGHHPSOHRQRVHSXHGH
KDFHUQDGD7RGRVHVRVQRPEUDPLHQWRVVHKDFHQSRUFRQFXUVR´
&XDQGRVHOHHD%DO]DFRD6WHQGKDOVHVRUSUHQGHXQRDOGHVFXEULU
cómo podían repartirse los empleos públicos bajo Carlos X y durante la
PRQDUTXtDGHMXOLR$SXQWRGHFDVDUVHFRQODKLMDGHXQPDUTXpV-XOLDQ
6RUHOREWLHQHXQGHVSDFKRGHWHQLHQWH(QUHFXHUGRGHORVVHUYLFLRVUHQ
didos por su padre, Lucien Leuwen, a falta de una prefectura, es nombrado
secretario de embajada. Por casarse con la viuda de un general, Blondet,
periodista turbio, es nombrado prefecto. Por las mismas arbitrariedades y
ORVPLVPRVIDYRUHVTXHKDEtDQKHFKRGHpOXQUHODWRUGHO&RQVHMRGH(VWD
do, Claude Vignon obtiene una cátedra en la Soborna. Recientemente, un
MHIHGH(VWDGRKDEtDSUR\HFWDGRFRORFDUHQHOODDVXDVWUyORJR
/D REVHUYDFLyQ GH ODV FRVWXPEUHV \ ORV XVRV DXWRUL]D SXHV D SUH
guntarse si la justicia de Carlomagno no era más que un mito inventado por
la república, si la república no era más que un mito sustentado por la es
FXHOD\VLODVRFLHGDGDFWXDOQRKDFHPiVTXHSHUSHWXDUODGHODPRQDUTXtD
de julio.
'HSURQWRODQRFLyQPLVPDGHVRFLHGDGFLYLOKDFDPELDGRGHVHQWLGR
En lugar de designar la igualdad de los ciudadanos ante la ley, una justicia
distributiva estrictamente regulada, una comunidad fundada sobre el reco
nocimiento de las competencias y los méritos, sin intuición de convivencia

25
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

DOJXQD QL FROXVLyQ QL FRPSOLFLGDG FODQGHVWLQDV KH DTXt TXH GH PRGR
completamente inverso, se descubre a la observación como el extraño y
paradójico equilibrio de la regla y la arbitrariedad, de la ley y el privilegio,
de la justicia y el favor, del mérito y la intriga, de lo público y lo privado, de
lo confesable y lo inconfesable, de lo que es claro y lo que es turbio.
En un primer sentido, la sociedad civil está constituida por una univer
salidad objetiva, que es la de la ley positiva, a no ser que pueda ser incluso
la de la voluntad general –según Rousseau– o la de la moralidad –según
Kant–. En un segundo sentido ella es ese conjunto aleatorio de movimien
tos brownianos por el cual el juego de las ambiciones y la multiplicidad de
los egoísmos determinan la disposición de las piezas sobre el tablero.
En un primer sentido, la sociedad civil se opone a las sociedades de
D¿OLDFLyQFRPRORXQLYHUVDODORSDUWLFXODURFRPRHOHVStULWXGHDSHUWXUDDO
espíritu de clan. En el segundo sentido, la sociedad civil se opone también
DODVVRFLHGDGHVGHD¿OLDFLyQ FRPRODPDVRQHUtDORVVLQGLFDWRVORVSDUWL
dos políticos, la casta militar, etc.), pero como aquello que es anárquico a
aquello que está regulado, o como el campo de iniciativas individuales al
de las tradiciones colectivas.
Según el primer sentido, la sociedad civil está enteramente gobernada
por principios que fundan la comunidad de ciudadanos, la claridad de sus
relaciones y la justicia de su administración. Según el segundo sentido,
OLEHUDGDGHWRGDREHGLHQFLDGHWRGDGLVFLSOLQD\GHWRGDD¿OLDFLyQODVR
ciedad civil es la contigüidad de las iniciativas movidas por su solo interés
y que no son obstaculizadas por principio alguno.
Según el primer sentido, la sociedad civil es la universalidad de un
orden. En el segundo, es el espacio de un juego.
6HJ~QHOSULPHUVHQWLGRQRSXHGHWHQHURWURIXQGDPHQWRTXHODREOL
JDFLyQODMXVWLFLD\HOUHVSHWR6HJ~QHOVHJXQGRHOODHVORTXHKDFHSRVLEOH
DFDGDXQRVDOLUDÀRWHHQODSHOHDGLDULD$XQTXHQRLPSRQHREOLJDFLyQ
DOJXQDSXHGHFRQWRGRLPSRQHUVDQFLRQHV3RUTXHQXQFDHVGHVKRQURVR
KDFHUWUDPSDVSHURHVVLHPSUHXQDWRUSH]DHOVHUGHVFXELHUWRDOKDFHUODV
(QHOSULPHUVHQWLGRHOODVHSDUHFHPXFKRDORTXHHUDODUHS~EOLFD
VHJ~Q0RQWHVTXLHX(QHOVHJXQGRVHSDUHFHPXFKRDORTXHHUDODGHPR
cracia para Platón.

26
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL
Russell HITTINGER

1. RAZONES DE INTERÉS PÚBLICO PARA LA SOCIEDAD CIVIL

En Condiciones de la libertad: La sociedad civil y sus rivales,


(UQHVW*HOOQHULQWHQWDGHPRVWUDUTXpHVORTXHKDFHDODVSROtWLFDVGHRFFL
GHQWHPXFKRPiVH[LWRVDVTXHDVXVULYDOHVGHRULHQWH*HOOQHULQVLVWHHQ
que la respuesta correcta no es ni la democracia ni el capitalismo –ni siquie
ra un esquema constitucional que proteja legalmente las libertades indivi
duales–, sino el “milagro de la sociedad civil”. “La sociedad civil” según
ODGH¿QH*HOOQHU

“consiste en un conjunto de diferentes instituciones no gubernamen


tales suficientemente fuerte como para contrarrestar al Estado y, aunque no
impida al Estado cumplir con su función de mantenedor de la paz y de árbitro
de intereses fundamentales, puede no obstante evitar que domine y atomice
el resto de la sociedad”1.

Como demostraré más adelante, la idea de un orden social libre y plura


lista, imposible de ser reducido a la autoridad imperial o familiar, no es, en su
origen, exclusivamente moderna. Lo que es característicamente moderno es
la preocupación por el valor y por la mera función instrumental de la socie
dad civil. La visión instrumentista se puede remontar a Montesquieu quien
sostuvo que la libertad sólo se encuentra en gobiernos moderados “donde
para el orden de las cosas el poder debe controlar al poder”2 (“power-chec-
king-power”). Los poderes intermedios (pourvoirs intermeditaires), espe

1. E. GELLNER, Condiciones para la libertad: la sociedad civil y sus rivales, Paidós, 1996,
Barcelona, p. 16.
2. El espíritu de las leyes, 11. 4

27
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

cialmente en las sociedades aristocráticas, contribuyen al esquema del “po


GHUTXHFRQWURODDOSRGHU´(V7RFTXHYLOOHTXLHQPHMRUKDHVWDEOHFLGRORV
WpUPLQRVSDUDHOGHEDWHVREUHODVRFLHGDGFLYLOHOTXHTXL]iKD\DDSUHFLDGR
aún más que Montesquieu, el valor intrínseco de las instituciones libres no
gubernamentales3.
El problema que lleva consigo una descripción instrumentista de la
sociedad civil es que deja pocas opciones para defender una sociedad civil
diferente de aquella que muestra que los bienes útiles (useful goods), in
FOX\HQGRDODOLEHUWDGVRQPiVH¿FLHQWHPHQWHSURGXFLGRV\GLVWULEXLGRV
a través de agentes no gubernamentales. La sociedad civil se conceptua
liza de este modo por contraste con los poderes coercitivos y niveladores
GH ORV (VWDGRV 0RGHUQRV &RPR *HOOQHU D¿UPD OD VRFLHGDG FLYLO HV ³HO
residuo social resultante de la sustracción al Estado”4<DVtVLKD\ELHQHV
útiles para la sociedad que se alcanzan mejor a través del sector privado,
VHKDFHQHFHVDULRGDUXQDUD]yQGHFRQWUROGHOSRGHURVLQRXQDUD]yQGH
FRVWHEHQH¿FLRTXHMXVWL¿TXHSRUTXpGHEHQVHUVXVWUDtGDVDO(VWDGR7RGRV
WHQHPRVIDPLOLDULGDGFRQHVRVDUJXPHQWRVSRUHMHPSORTXHODHGXFDFLyQ
HVWiPHMRUORJUDGDVLORVSDGUHVWLHQHQPiVRSFLRQHVDODKRUDGHHOHJLUHO
FROHJLRDOTXHLUiQVXVKLMRVRTXHODVHJXULGDGSDUDDQFLDQRVHVPiVHIHF
tiva a través de la inversión privada que de la Seguridad Social estatal. En
esta línea, el autor de un reciente libro titulado Más armas, menos crimen
OOHJDDD¿UPDUTXHORVFLXGDGDQRVGHEHUtDQSRGHUSRVHHUDUPDVTXHHVWiQ
DFWXDOPHQWHSURKLELGDV\DTXHORVKRPLFLGLRVTXHVHFRPHWHQHQGHIHQVD
propia triplican las muertes de criminales que causa la policía5.
El principal problema que presenta este punto de vista político de la
sociedad civil es lo que él mismo deja fuera. Los argumentos en favor de
la libertad de las asociaciones libres no gubernamentales son más fuertes
cuando apelan a los mecanismos del mercado. Nuevamente, Ernest Gellner
D¿UPDHVWRFRQPXFKDGHFLVLyQ

“el pluralismo político en términos de unidades independientes y autó


QRPDVKDVLGRGHMDGRGHODGR/DVXQLGDGHVORFDOHVFDUHFHQVLPSOHPHQWHGHO

3. “La moral y la inteligencia de un pueblo democrático no correrían menores riesgos que su


negocio y su industria si el gobierno reemplazara enteramente a las asociaciones. Los sentimientos y
ODVLGHDVQRVHUHQXHYDQHOFRUD]yQQRVHHQJUDQGHFHQLHOHVStULWXKXPDQRVHGHVDUUROODVLQRSRUOD
DFFLyQUHFtSURFDGHXQRVKRPEUHVVREUHRWURV´7OCQUEVILLE, Democracia en América, II. 2. 5.
4. E. GELLNER,op.cit., p. 197.
5. -5/OTT, More Guns, Less Crime, 8QLYHUVLGDGGH&KLFDJR

28
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL

poder adecuado. Por otro lado, la libertad es imposible sin pluralismo, sin
XQHTXLOLEULRGHSRGHU<FRPRQRSXHGHVHUSROtWLFRGHEHVHUHFRQyPLFR´6.

6LORHQWLHQGRFRUUHFWDPHQWH*HOOQHUHVWDD¿UPDQGRTXHODSROtWLFDKD
GHMDGRGHVHUJDUDQWHGHOSOXUDOLVPR\DTXHODVUHYROXFLRQHVPRGHUQDVKDQ
destrozado la “ancient constitution´ORFDOGHGHUHFKRVSRGHUHLQPXQLGDG
Los conservadores romantizan la “ancient constitution” donde las partes
del “cuerpo político” disfrutaban de una participación en la reglamentación
RGHYHWRVREUHODDFFLyQGHO³WRGR´+R\VLQHPEDUJRFXDOTXLHUHVIXHU]R
SRU KDFHU UHYLYLU HO DQWLJXR HVTXHPD SROtWLFR SOXUDOLVWD DSDUHFHUtD FRPR
PDUJLQDODQiUTXLFR\GHRUGLQDULRYLROHQWR<DVtSRUGHIHFWRHOJDUDQWH
del pluralismo es el mercado económico. El Estado no debe someterse a los
mandatos de la religión, ni siquiera de la naturaleza, pero cuando el mer
FDGR³PDQGD´HO(VWDGRGHEHHVFXFKDU<HOORKDFHQDWXUDOTXHODVRFLHGDG
deba ser defendida principalmente apelando a los principios del mercado.
Aún más que la ciencia, los mercados son vistos como poseedores de una
lógica inmanente que puede ser entendida sin apelar a una autoridad extrín
seca. La autoridad política sólo puede intervenir en el ámbito de la libertad
SDUDKDFHUPiVHIHFWLYRDOPHUFDGRSHURQRSDUDVXSODQWDUVXDXWRULGDG
3RGHPRVYROYHUDIRUPXODUODGH¿QLFLyQTXH*HOOQHUKDFHGHODVRFLHGDG
civil como la libertad de asociación sobrevenida con el disfrute de la liber
tad económica.
0L GHVHR QR HV VXJHULU TXH HVWD MXVWL¿FDFLyQ HV HQWHUDPHQWH HUUyQHD
Sería imprudente ignorar la importancia de la libertad económica. En las so
ciedades occidentales, la libertad económica ejerce el control más persistente
sobre el poder del Estado. Dejar de lado esta razón para la sociedad civil sería
ignorar la realidad social tal como se encuentra constituida en el presente. El
mayor desafío es encontrar nuevas razones para la sociedad civil.

2. RAZONES PERFECCIONISTAS PARA LA SOCIEDAD CIVIL:


EL ARGUMENTO DE LA TRADICIÓN CATÓLICA

Las razones de “power-checking-power” \ GH OD HFRQRPtD JHQHUDO


PHQWHGHMDQGHODGRODVSHUIHFFLRQHVLQWUtQVHFDVTXHKDFHQTXHODVROLGD
ridad sea considerada y asumida en sí misma. Es la Doctrina Social de la

6. E. GELLNER, op. cit., p. 73.

29
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

,JOHVLD&DWyOLFDODTXHPHMRUGH¿HQGHHVWHDUJXPHQWRHQQXHVWURVWLHPSRV
/RVWHyORJRVFDWyOLFRVKDQFRPSUHQGLGRKDFHWLHPSRODLPSRUWDQFLDTXH
tienen las asociaciones libres, irreducibles tanto a la ley del Estado como a
ODDXWRULGDGIDPLOLDU3RUHOORODWHRUtDFDWyOLFDGHODOH\QDWXUDOKDUHFKD
zado claramente la idea de que la participación en la ley eterna estuviese
~QLFDPHQWHUHVHUYDGDDO(VWDGR(QORVSULPHURVHVFULWRVTXHKDFHQUHIH
rencia a la ley natural, fundamentados en los comentarios a las Sentencias
GH/RPEDUGR7RPiVHVFULEH

³'LRV TXLVR KDFHU VXV REUDV VHPHMDQWHV D Vt HQ OR SRVLEOH SDUD TXH
IXHVHQ SHUIHFWDV \ SDUD TXH D WUDYpV GH HOODV VH OH SXGLHVH FRQRFHU< SRU
eso, para manifestar en sus obras no sólo lo que El es en sí, sino también su
PDQHUDGHDFWXDUVREUHODVFULDWXUDVLPSXVRDWRGRVORVVHUHVHVWDOH\TXH
ORV~OWLPRVKDQGHVHUSHUIHFFLRQDGRVSRUORVLQWHUPHGLRV\pVWRVSRUORV
primeros, según dice Dionisio”.7

La importancia de este pasaje radica en que, a pesar de las frecuen


tes caricaturas y malos entendidos sobre la ley natural, la metafísica del
punto de vista clásico era pluralista. Así, mientras la ley natural procede
GH OD UD]yQ OHJLVODWLYD GH 'LRV HV SDUWLFLSDGD SRU PXFKDV DXWRULGDGHV \
agentes. La perfección de este modo es alcanzada no a través del crudo y
directo ejercicio del poder legislativo sino a través de las reciprocidades
HQWUHPXFKRVDJHQWHV$ODSUHJXQWDGHSRUTXpODSHUIHFFLyQGHEHVHUDO
FDQ]DGDSRUPXFKRVDJHQWHVTXHDFW~DQUHFtSURFDPHQWHXQRVVREUHRWURV
7RPiVUHVSRQGHTXHHVDVtFRPR'LRVORKDFH/DDXWRULGDGSDUDFRQGXFLU
DXQRPLVPR\DRWURVKDFLDHOELHQFRP~QHVGHIHQGLGDQRHQORVWpUPLQRV
de “el residuo social resultante de la sustracción al Estado”, sino como el
efecto de una autoridad que se encuentra por encima del Estado. En efecto,
HO(VWDGRQRSRVHHDFFHVRH[FOXVLYRDODDXWRULGDGSDUDKDFHUHIHFWLYRHO
bien común. Obtiene esa autoridad de la misma fuente que la obtienen los
agentes individuales, que también participan de la ley natural. Sin duda, el
Estado posee un modo de poder diferente al de los particulares, pues ejerce
XQJRELHUQRSUXGHQWHTXHKDFHDODOH\QDWXUDOHIHFWLYDDWUDYpVGHODOH\
positiva8(VWROHRWRUJDDOOHJLVODGRUKXPDQRFLHUWDGLJQLGDGSXHVLPLWDD
'LRVDOPRYHUDXQDPXOWLWXGKDFLDHOELHQFRP~Q3HURHVWHPRGRGHUHD
lizar el bien común no puede anular el modo más inmanente de alcanzar la
SHUIHFFLyQDWUDYpVGHODVDFFLRQHVUHFtSURFDVGHORVKRPEUHV

7. S. Th., Supplement, q. 34.1


8. S.Th.,,,,

30
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL

(VWHQRHVHOOXJDUSDUDDFRPHWHUXQDDGHFXDGDH[SOLFDFLyQ¿ORVy¿FD
sobre la metafísica de la participación. De todos modos, si puede ser apro
piado brindar un ejemplo concreto de su aplicación a una cuestión relativa
a la sociedad civil. Por supuesto, que en el siglo XIII el término “sociedad
civil” no se utilizaba. Teólogos como Tomás emplearon variaciones de la
palabra societas: societas oeconomica, societas política, societas privata,
societas publica, societas saecularis y así otros. Los medievales no poseían
un equivalente lingüístico para nuestra noción de “sociedad civil”. Pero
entendían el valor de la libertad de asociación sin reducirlo a la familia o al
Estado. El mejor ejemplo de defensa de esa esfera de libertad puede encon
trarse en la apologética de la vocación dominicana de Tomás.
En el año 1256 Tomás y Buenaventura fueron convocados ante la cor
te del Papa Alejandro IV para defender las recientemente constituidas órde
QHVPHQGLFDQWHV:LOOLDPRI6DLQW$PRXUGRFWRUGHODSorbonne, acusa al
“doble espíritu” de acción y contemplación de ser un nuevo modelo de vida
que pervierte los principios de la sociedad civil y de la eclesiástica. En De
periculis novissimorum temporum:LOOLDPRI6DLQW$PRXUODQ]DXQDVHULH
GHFUtWLFDVDORVPHQGLFDQWHV/RVPHQGLFDQWHVVHJ~QVRVWLHQH
• violan el principio de una sociedad de contemplativos por buscar
actuar sobre otros más que permanecer puramente receptivos a la
gracia divina;
• violan la autoridad jurisdiccional civil y eclesiástica al moverse de
un lugar a otro, a diferencia del clero secular y monástico;
‡ YLRODQODYLUWXGGHODKXPLOGDGSRUDGTXLULU\FRPXQLFDUFRQRFL
mientos en la Universidad;
‡ YLRODQHORUGHQPRQiVWLFRSRUUHKXVDUODUHDOL]DFLyQGHODERUHVPD
nuales;
• violan el principio de la justicia por dispensar sabiduría a las al
mas;
‡ YLRODQSULQFLSLRVGHORUGHQIDPLOLDUSRUUHFOXWDUKRPEUHV\PXMHUHV
jóvenes;
La respuesta de Tomás nos viene dada en el Opusculum titulado Contra
impugnantes, escrito en 1256, y probablemente resumido oralmente para el
Papa en el mismo año. Este opúsculo es del mayor interés para nosotros,
puesto que quizá sea la primera defensa sistemática de las sociedades pura
PHQWHYROXQWDULDV7RPiVXWLOL]DHOGHUHFKRQDWXUDO\ODOH\HYDQJpOLFDGH
la gracia y de la libertad para defender la naturaleza social de la vocación
dominicana.

31
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Aquí voy a resumir la tesis principal de su defensa. Tomás sostiene que


la “vida activa” no consiste únicamente en el ejercicio de la política y la bús
queda de los frutos de la actividad mercantil. Reconoce que los religiosos no
VRQQLPDJLVWUDGRVQLKRPEUHVGHQHJRFLRVSHURVRQ³DFWLYRV´GHRWURVPR
dos, que incluyen la comunicación del conocimiento y la sabiduría a través
de la enseñanza y de la predicación. La vida activa, en sentido general, es la
comunicación de los dones. En esto, todos los agentes imitan a Dios. Estric
WDPHQWHKDEODQGRQRSXHGHH[LVWLUXQDVRFLHGDGTXHVHDUHFHSWLYDHQWRGRV
los aspectos. Aunque societas sea un término análogo, Tomás arguye, que
toda sociedad está constituida por “comunicaciones” a través de las cuales
se transmiten y reciben los bienes. En el trabajo de Tomás, cada uso análogo
de la palabra societas se espejea en usos de la palabra communicatio: com-
municatio oeconomica, communicatio spiritualis, communicatio civilis, y así
otras. La palabra communicatio VLPSOHPHQWHVLJQL¿FDKDFHUDOJRHQFRP~Q
es decir, la participación de un agente racional en la vida de otro. La sociedad
para Tomás no es una cosa, sino una actividad.
Tomás argumenta que la multiplicidad de vocaciones según las cuales
ORV KRPEUHV HODERUDQ GLIHUHQWHV SUR\HFWRV FRPXQHV SDUD HO EHQH¿FLR GH
WRGDODVRFLHGDGVHHQFXHQWUDIXQGDPHQWDGD³SULQFLSDOPHQWH HQ OD3UR
videncia Divina, y, de modo secundario, en causas naturales que disponen
DFLHUWRVKRPEUHVSDUDUHDOL]DUFLHUWDVIXQFLRQHVFRQSUHIHUHQFLDDRWUDV´9.
$VtDERJDSRUXQ³GHUHFKR´GHOKRPEUHDDVRFLDUVHHQFODVHV\HVWDGRVGH
YLGDSDUDUHDOL]DUEXHQRVWUDEDMRV

“cualquier persona que sea competente para realizar cierta función, tie
QHHOGHUHFKRDVHUDGPLWLGRHQODVRFLHGDGGHDTXHOORVTXHKDQVLGRHOHJLGRV
SDUDHMHUFHUGLFKDIXQFLyQ´

Que los dominicos pudiesen sentarse y enseñar en escuelas igual que


los laicos y los jóvenes era piedra de escándalo en la controversia. Parecía
que el orden estático de las clases sociales estaba siendo amenazado. Pero
Tomás sostiene que

“una asociación de estudio es una sociedad establecida con el objeto de


enseñar y aprender; y como no sólo los laicos, sino también los religiosos,
WLHQHQGHUHFKRDHQVHxDU\DDSUHQGHU QR FDEHGXGDGHTXH DPEDVFODVHV
pueden legítimamente unirse en una sociedad”10.

9. Contra Impugnantes, I.5.


10. Ibidem, I.3.

32
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL

3RUORWDQWRSURKLELUDKRPEUHV\PXMHUHVOLEUHVDVRFLDUVHFRQHO¿QGH
FRPXQLFDUGRQHVHVFRQWUDULRDOGHUHFKRQDWXUDO(VWDQWRFRPRQHJDUOHDORV
agentes racionales la perfección propia de su naturaleza y el bienestar general
GHTXHSXHGDQGLVIUXWDU)UHQWHDODREMHFLyQGHTXHODYLGDDFWLYRFRQWHP
plativa no poseería ya más el fruto de la contemplación, Tomás señala que al
transmitir el conocimiento, el dador no consume los dones por él poseídos.
El contemplativo no está menos en gracia si predica lo que de Dios recibe;
QLHOPDHVWURVHKDFHPHQRVVDELRFXDQGRFRPXQLFDVXFRQRFLPLHQWRDORV
estudiantes; tampoco alguien es menos libre por ejercitar la virtud de enseñar
a otro un don. Aquí Tomás cita a Agustín en De doctrina christiana

“Todo lo que no mengua por ser transmitido, no está poseído como se


debe, si se lo posee sin transmitir”11.

¿Pero qué sucede con la autoridad? ¿No se consume si se multiplica?


(VWHHQHIHFWRHUDXQRGHORVPD\RUHVWHPRUHVHQFXDQWRDOKHFKRGHTXH
los dominicanos llevasen los frutos de la contemplación a las universidades
y a los púlpitos. Tomás responde que esta acusación tiene sentido si se con
FLEHDODDXWRULGDG~QLFDPHQWHFRPRHOSRGHUGHKDFHUOH\HV/DVRFLHGDG
libre de los mendicantes no realiza nada por el estilo. Los dominicos no
usurpan el poder de los magistrados ni de los obispos, mas bien disfrutan
de la autoridad que naturalmente lleva consigo el realizar bien un trabajo.
Curiosamente, Tomás lanza un argumento en contra de la creación de mo
nopolios en los profesorados académicos12+DVWDDUJXPHQWDDIDYRUGHORV
SUHGLFDGRUHV\PDHVWURVPHQGLFDQWHVFRQODGLDOpFWLFDFRVWHEHQH¿FLR/RV
mendicantes trabajan para el bien común, tomando a cambio solamente las
almas que se les entreguen libremente; no realizan ningún esfuerzo para
obligar legalmente a una compensación por los trabajos realizados; mas
ELHQ~QLFDPHQWHDERJDQDQWHODOH\SRUHOGHUHFKRDUHFLELUDTXHOODVGRQD
ciones que libremente les sean dadas13.
$XQTXHKDVLGRXQUHVXPHQUiSLGR\FRPSDFWRGHORVDUJXPHQWRVTXH
esgrime Tomás, nos permiten ver un cuadro del tipo de sociedad que Tomás
tenía en mente. Se trata de una sociedad constituida por una acción volun
taria recíproca encaminada al bien común; una sociedad que puede multi
plicar autoridades, sin que por ello se usurpe la autoridad que propiamente
SHUWHQHFHDTXLHQHVKDFHQODOH\ HFOHVLiVWLFD\FLYLO 3HURWDPELpQHVXQD

11. Ibidem, I.4.


12. Ibidem, I.4.
13. Ibidem, I.7.

33
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VRFLHGDGTXHVHGLVWLQJXHGHOSDWUyQPiVVHGHQWDULRGHGHUHFKRVREOLJDFLR
nes y clases que caracteriza a la familia y al parentesco. La defensa de las
DVRFLDFLRQHVYROXQWDULDVTXHKDFH7RPiVGHEHVHUGLVWLQJXLGDUDGLFDOPHQWH
GH OD FRPSUHQVLyQ SUHPRGHUQD GH OD ³DQFLHQW FRQVWLWXWLRQ´ %DVDGD HQ
estatutos, costumbres y privilegios locales, la “ancient constitution” pre
VHUYDEDODSOXUDOLGDGGHODVDXWRULGDGHV\SRVHtDVX¿FLHQWHVUHFXUVRVSDUD
resistir la centralización, aunque era esencialmente conservadora. Como en
la Carta MagnaHO3UtQFLSHWHQtDSURKLELGRLQPLVFXLUVHHQDTXHOODVHVIHUDV
GHOLEHUWDG\DXWRULGDGDULVWRFUiWLFDDODVTXHQXQFDKDEtDSHUWHQHFLGR(Q
HIHFWRWHQtDSURKLELGRLQWURGXFLUQXHYDVIRUPDV\DSOLFDFLRQHVGHDXWRUL
dad. La defensa de la libertad se desarrolla en Tomás de un modo comple
tamente distinto. El aboga por la invención de nuevas formas de libertad de
DVRFLDFLyQVLQWHQHUHQFXHQWDORVUHFODPRVGHSULYLOHJLRV\FODVHV<FRPR
\DKHPHQFLRQDGRUHFODPDGHUHFKRVQRVyORSDUDODPLVLyQFRUSRUDWLYDGH
los mendicantes, sino también para todos los individuos.
Con admirable claridad y presciencia, Tomás supo captar lo que estaba
HQMXHJRHQODVDFXVDFLRQHVTXHVHKLFLHURQDORVPHQGLFDQWHVGHYLDMDUWDQ
WRGHUHFKD]DUHOWUDEDMRPDQXDO\GHUHFOXWDUMyYHQHV0HJXVWDUtDFRPHQ
WDUDKRUDEUHYHPHQWHFDGDXQDGHHVWDVWUHVDFXVDFLRQHVDQWHVGHYROYHUDO
punto central de mi exposición.
Los mendicantes se diferencian del clero secular que está atado a la
diócesis y de los monjes que están ligados por el voto de permanencia en el
monasterio. Tomás entendió que la societas no podía estar absolutamente
UHVWULQJLGDDGLFKRVOXJDUHV\OtPLWHV(OFXHUSRSROtWLFRGHOD&ULVWLDQGDG
era internacional y el bien de ese cuerpo trascendía las relativamente estáti
cas condiciones del orden feudal. El clero diocesano y los monjes redupli
caron el orden feudal en sus respectivas organizaciones. Los mendicantes
se liberaron de ese orden feudal no sólo por su movilidad –la autoridad
itinerante, como lo era–, sino también por negarse a aceptar la práctica
monástica del trabajo manual. Los esfuerzos de los críticos por mantener a
los religiosos en un sitio, bajo la fatiga del trabajo manual, no era más que
un esfuerzo por bloquear la introducción de nuevas formas sociales en la
sociedad. Aquí, por supuesto, la nueva forma era evangélica. Se refería a
asociaciones puramente voluntarias nacidas no del comercio, ni del dere
FKRSRVLWLYRQLWDPSRFRGHODSURFUHDFLyQPDWULPRQLDOSHURVtGHODOLEUH
UHVSXHVWDDODJUDFLD(VWDVVRFLHGDGHVGH³GDGRUHVGHGRQHV´QRQHJDEDQ
pero tampoco se reducían ni a la autoridad legal ni a la paternal. Como To
PiVHQWHQGLyHQVXSURSLRFDVRODGHFLVLyQGHSURKLELUOHDODVGRPLQLFRVHO
reclutamiento de jóvenes fue motivado por el deseo de proteger a la autori
GDGGHODQRYHGDGGHODOLEHUWDG\HQGH¿QLWLYDGHODJUDFLD

34
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL

3XHGHSDUHFHUTXHKD\XQODUJRWUHFKRHQWUHODVVRFLHGDGHVPHGLHYDOHV
de mendicantes, viviendo en una pobreza voluntaria, y las cuestiones mo
dernas de la sociedad civil. Pero esto no es cierto. In Rerum Novarum
 HO3DSD/HyQ;,,,QRVyORVHUH¿HUHVLQRTXHLQFOXVRFLWDODGHIHQ
VDGHODVDVRFLDFLRQHVSULYDGDVTXHKDFH7RPiVHQContra Impugnantes.
León XIII, primero advierte el modelo de la libertad evangélica encarnado
en las sociedades de “los que dan dones” y viven para las almas14. Esta li
EHUWDGLQWHULRUGHKDFHUHOELHQDORVGHPiVODUHFRPLHQGDDORVULFRV/XHJR
DSOLFDHVWHPRGHORDORVGHUHFKRVGHODVDVRFLDFLRQHVSULYDGDV

“Las que se forman, por el contrario, en su seno, se consideran y son


sociedades privadas, ya que su finalidad inmediata es el bien privado de sus
PLHPEURVH[FOXVLYDPHQWHµ$KRUDXQDVRFLHGDGSULYDGD¶GLFH6DQWR7RPiV
de nuevo, ‘es una sociedad que se constituye con miras a algún negocio pri
YDGRFRPRFXDQGRGRVRWUHVVHDVRFLDQSDUDFRPHUFLDUXQLGRV¶$KRUDELHQ
aunque las sociedades privadas existan dentro del cuerpo político y sean como
otras tantas partes de la comunidad de bienes, no pueden, por otra parte, ser
absolutas y, de por sí, no está en poder de la autoridad pública el impedir su
H[LVWHQFLD3UHFLVDPHQWHSRUTXHHOFRQVWLWXLUVRFLHGDGHVSULYDGDVHVGHUHFKR
FRQFHGLGRDOKRPEUHSRUOH\QDWXUDO\ODVRFLHGDGFLYLOKDVLGRLQVWLWXLGDSDUD
JDUDQWL]DUHOGHUHFKRQDWXUDO\QRSDUDFRQFXOFDUOR\VLSURKLELHUDDORVFLX
dadanos la constitución de sociedades, contradiría el mismo principio de su
propia existencia, puesto que tanto ella como las sociedades privadas nacen del
PLVPRSULQFLSLRTXHHOKRPEUHHVXQVHUVRFLDEOHSRUQDWXUDOH]D´15.

$OJ~QHVSHFLDOLVWDKDVXJHULGRTXHHO3DSD/HyQKDWRPDGRSUHVWDGR
HOWpUPLQR³GHUHFKRV´GH-RKQ/RFNH163XHGHVHUTXHKD\DDOJRGHYHUGDG
HQHVWDLQWHUSUHWDFLyQFRQUHVSHFWRDODFRPSUHQVLyQGHORVGHUHFKRVGHOD
SURSLHGDGGHO3DSD/HyQ;,,,3HURFRQUHVSHFWRDORVGHUHFKRVVREUHOD
DVRFLDFLyQSULYDGDHOVHQWLGRTXH/HyQ;,,,GDDOWpUPLQRGHUHFKRVHVWi
tomado directamente de Tomás en Contra Impugnantes.
Mientras Tomás intenta restringir el más puro y gratuito carácter de
la libertad a las asociaciones divinas, angélicas y religiosas, el moderno
pensamiento católico social, especialmente en las obras del Magisterio del
SUHVHQWHSRQWL¿FDGRDSOLFDHVHFRQFHSWRDORTXHKR\OODPDUtDPRVODVR
ciedad civil. En Centesimus Annus, HO3DSD-XDQ3DEOR,,VHUH¿HUHD³ ODV

14. Rerum Novarum, 22.


15. Ibidem, 51.
16. E.L. FORTIN ³6DFUHG DQG ,QYLRODEOH Rerum Novarum DQG 1DWXUDO 5LJKWV´ Theological
Studies  

35
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

sociedades intermedias que) desarrollan también funciones primarias y po


QHQHQPDUFKDHVWUXFWXUDVHVSHFt¿FDVGHVROLGDULGDG´17.

³(OKRPEUHFXDQGRQRUHFRQRFHHOYDORU\ODJUDQGH]DGHODSHUVRQDHQ
VtPLVPR\HQHORWURVHSULYDGHKHFKRGHODSRVLELOLGDGGHJR]DUGHODSUR
SLDKXPDQLGDG\GHHVWDEOHFHUXQDUHODFLyQGHVROLGDULGDG\FRPXQLyQFRQ
ORVGHPiVKRPEUHVSDUDORFXDOIXHFUHDGRSRU'LRV(QHIHFWRHVPHGLDQWH
ODGRQDFLyQOLEUHFRPRHOKRPEUHVHUHDOL]DDXWpQWLFDPHQWHDVtPLVPR\
esta donación es posible gracias a la esencial capacidad de trascendencia
GHODSHUVRQDKXPDQD « (QFXDQWRSHUVRQDSXHGHGDUVHDRWUDSHUVRQD
o a otras personas y, por último a Dios, que es el autor de su ser y el único
TXHSXHGHDFRJHUSOHQDPHQWHVXGRQDFLyQ6HDOLHQDHOKRPEUHTXHUHFKD]D
trascenderse a sí mismo y vivir la experiencia de la autodonación y de la for
PDFLyQGHXQDDXWpQWLFDFRPXQLGDGKXPDQDRULHQWDGDDVXGHVWLQR~OWLPR
que es Dios. Esta alienada una sociedad que, en sus formas de organización
VRFLDOGHSURGXFFLyQ\FRQVXPRKDFHPiVGLItFLOODUHDOL]DFLyQGHHVWDGR
QDFLyQ\ODIRUPDFLyQGHHVDVROLGDULGDGLQWHUKXPDQD´18.

/DLGHDGHTXHODVRFLHGDGHVWiFRQVWLWXLGDSRUODDXWRWUDVFHGHQFLDGH
VXVLQGLYLGXRVQRHVQXHYD+DVLGRXQUHFXUVRGHOSHQVDPLHQWRFDWyOLFR
GHVGHKDFHVLJORV/RTXHWDOYH]VHDQXHYRHVODDSOLFDFLyQGHHVDLGHDDOD
variedad más extensa de asociaciones voluntarias.

3. RAZONES DE LA SOLIDARIDAD PARA LA SOCIEDAD CIVIL:


LA TRADICIÓN DE JUAN PABLO II

7DO YH] QR VHUtD GHO WRGR HUUyQHR GHFLU TXH KD KDELGR XQD VHFXOD
rización de la idea de sociedad como communicatio. Esta secularización
es especialmente necesaria en sociedades donde las cosas se adquieren
fundamentalmente a través de la libre elección, y donde el modelo de la
libre elección está tomado del mercado. En este tipo de sociedades, es ne
cesario brindar algo más que meras razones instrumentales para el libre
orden social. En efecto, es necesario dar razones de perfección más que
de maximización a través de la libre elección. La mente moderna no tiene
casi problemas para comprender qué es lo maximizado por un sector de la
sociedad libre, es decir, por un ámbito de la libertad no reducido a la ley

17. Centesimus annus, 49 (en adelante, CA)


18. Ibidem, 41.

36
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL

del Estado. Por ejemplo, Gellner, propondría que esta esfera de la libertad
constituye un control sobre el poder del Estado, que, a su vez, da origen a
las asociaciones económicas, que, a su vez, maximizan la productividad,
\TXHSDUDFHUUDUHOFtUFXORLQPXQL]DQDODVRFLHGDGGHODVVLHPSUHFUH
cientes ambiciones administrativas del poder estatal. Pero, ¿qué es lo que
VHSHUIHFFLRQDDWUDYpVGHHVWHSURFHVR"2GLFKRGHRWURPRGR¢TXpOHIDO
taría al mundo si el Estado fuese el principal agente encargado de proveer
ORVELHQHVVRFLDOHV"*HOOQHUVyOROOHJDDD¿UPDUTXHODYLGDVHUtDDJRELDQWH
y que nuestras elecciones privadas se verían reducidas, no más.
,QWHUSUHWRORVWUDEDMRVGHO0DJLVWHULRGHOSRQWL¿FDGRDFWXDOFRPRXQ
HVIXHU]RSDUDUHVSRQGHUDHVDSUHJXQWD/DSUHJXQWDQRVHUH¿HUHDVLHV
útil disfrutar de las libertades privadas en tanto que distintas del poder del
Estado. Desde el colapso del experimento comunista, el argumento de la
XWLOLGDGKDVLGRYHQFLGR/DSUHJXQWDKR\VHUH¿HUHDTXpKDFHUFRQODOL
bertad y cómo entenderla desde una perspectiva diferente a la ofrecida por
los economistas.
$ FRQWLQXDFLyQ H[SRQGUp EUHYHPHQWH ORV GLIHUHQWHV WLSRV GH VROLGD
ridad mencionados en las encíclicas contemporáneas.
/D VROLGDULGDG HV XQ FRQFHSWR LQKHUHQWHPHQWH FRPSOHMR19. Apuntaré
VyORXQOLVWDGRFRUWRGHORVVLJQL¿FDGRVTXHHOWpUPLQRVROLGDULGDGDVXPH
HQODVHQFtFOLFDVGHO3DSDFRQWHPSRUiQHR L ELHQHVFRPXQHVPDWHULDOHV
VXMHWRVDODMXVWLFLDGLVWULEXWLYD LL HVWDGRVGHKHFKRVVRFLROyJLFRVRHFR
nómicos como la interdependencia tecnológica y económica; (iii) actitudes,
disposiciones o virtudes personales respecto a lo que debe ser común; (iv)
DFWLYLGDGHVWUDEDMRVHQJUXSR\FRODERUDFLyQKDFLD¿QHVFRPXQHV Y FR
PXQLyQGHDPRUHQWUHODVSHUVRQDVGRQGHODFRPXQLyQHVHO¿QGHODDF
ción.
6LH[DPLQDPRVODVHQFtFOLFDVUHFLHQWHVGHVFXEULUHPRVWUHVLQWHUSUH
taciones principales del término solidaridad o bien común. Indudablemente,
KD\RWURV3HURHVWRVVHLQ¿HUHQFRQIDFLOLGDGGHORVWH[WRV
Primero, el bien común consiste en bienes realizados en los individuos
y son llamados comunes en virtud de una especie común. Por ejemplo, los

19. ³'HHVWDPDQHUDHOSULQFLSLRTXHKR\OODPDPRVGHVROLGDULGDG\FX\DYDOLGH]\DVHDHQHO
RUGHQLQWHUQRGHFDGD1DFLyQ\DVHDHQHORUGHQLQWHUQDFLRQDOKHUHFRUGDGRHQODSollicitudo Rei
Socialis, se muestra como uno de los principios básicos de la concepción cristiana de la organización
social y política. León XIII lo enuncia varias veces con el nombre de “amistad”, que encontramos ya
en la filosofía griega; por Pío XII es designado con la expresión no menos significativa de “caridad
social”, mientras que Pablo VI ampliando el concepto, de conformidad con las actuales y múltiples
GLPHQVLRQHVGHODFXHVWLyQVRFLDOKDEODEDGHµFLYLOL]DFLyQGHODPRU¶´CA, 10.

37
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VHUHVKXPDQRVFRPSDUWHQXQDKXPDQLGDGFRP~QDXQTXHQRKD\KXPDQL
GDG TXH H[LVWD LQGHSHQGLHQWHPHQWH GH ORV LQGLYLGXRV QL XQD KXPDQLGDG
distribuida en las personas. Esta perfección ontológica se encuentra sólo
“en” los individuos; y así, desde los individuos recogemos que ese predi
cado es común.
'HQXHVWUDFRP~QKXPDQLGDGVHGHGXFHQWUHVQRFLRQHV L status co
P~QHQHOVHQWLGRGHTXHQLQJXQDSHUVRQDHVPiVRPHQRVKXPDQDTXH
otra; (ii) perfecciones ontológicas comunes como la salud, el conocimiento
y la devoción religiosa; (iii) instrumentos comunes como el dinero, los ali
PHQWRV\ODWHFQRORJtD&DGDXQRGHHOORVSXHGHVHUODEDVHGHGHUHFKRV
morales y legales; cada uno puede expresar una razón para la solidaridad.
En Sollicitudo Rei Socialis, la “virtud” de la solidaridad es descrita (ini
cialmente) como el deseo de dar una respuesta moral a los bienes comunes
VHJ~QORVDFDEDPRVGHGHVFULELU

“Ante todo se trata de la interdependencia, percibida como sistema


determinante de relaciones en el mundo actual, en sus aspectos económico,
cultural, político y religioso, y asumida como categoría moral. Cuando la
interdependencia es reconocida así, su correspondiente respuesta, como acti
WXGPRUDO\VRFLDO\FRPRµYLUWXG¶HVODsolidaridad”20.

$VtFXDQGR-XDQ3DEOR,,KDEODGHOD³VROLGDULGDGKDFLDORVPLHPEURV
mas débiles de la sociedad”21SRQHpQIDVLVHQQXHVWUDKXPDQLGDGFRP~Q
TXHQRVSURKLEHUHVWULQJLUODViUHDVHQODGLVWULEXFLyQGHORVGHUHFKRVOHJD
les y de los recursos económicos. Cuando en Pacem in Terris-XDQ;;,,,
KDEODGH³ODVH[LJHQFLDVGHOELHQFRP~QXQLYHUVDO´22, y cuando en Gaudium
et SpesVHUH¿HUHDXQDSHUVRQDGHSHQGLHQGRGHRWUD³HQVROLGDULGDGQHFH
saria”23HVWiQVLHQGRHQIDWL]DGRVORVEHQH¿FLRVFRPXQHV
<RVLW~RHVWDVWUHVGLIHUHQWHVQRFLRQHVGH³FRP~Q´HQXQ~QLFRJUXSR
porque, o bien son propiedades encarnadas en los individuos (por ejemplo,
KXPDQLGDGYLGDFRQRFLPLHQWRVDOXG RELHQHV~WLOHV DOLPHQWRVRUGHQD
GRUHV SURJUDPDV SDUD HO FXLGDGR GH OD VDOXG  TXH VH KDFHQ FRPXQHV HQ
virtud de un orden justo de distribución24. Si restringimos a este grupo los

20. Sollicitudo Rei Socialis, 38 (en adelante SRS).


21. Evangelium Vitae, 8 (en adelante EV).
22. Pacen in Terris, 7 (en adelante PT).
23. Gaudium et Spes, 4 (en adelante GS).
24. 7RPiVGH$TXLQRDUJX\HTXHODSHUIHFFLyQRQWROyJLFDGHOVHUKXPDQRHVFRP~QVHJ~QOR
entendemos por la razón (secundum rationem), o común por la predicación (commune in praedi-
cando). Lo mismo se puede decir de la salud, de la templanza y del conocimiento, los cuales son

38
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL

VLJQL¿FDGRVSRGUHPRVHQWHQGHUTXHVRPRVWRGRVKXPDQRV\TXHKD\OD]RV
de interdependencia en la realización de nuestras perfecciones. Si recondu
cimos la mayoría de los debates sobre la sociedad civil a este nivel, enton
ces los debates políticos son siempre sobre cómo distribuir y cultivar los
ELHQHVHLQVWUXPHQWRVKXPDQRVIXQGDPHQWDOHV
(OVHJXQGRJUXSRGHVLJQL¿FDGRVGHODVROLGDULGDG\GHOELHQFRP~Q
puede describirse en general como “actividades comunes”. Las nociones de
“colaboración”, “cooperación”, el “espíritu de iniciativa creativo” y la “ca
dena expansiva de solidaridad” expresan, de modos diferentes y en nive
les diferentes, una consideración de los bienes comunes como actividades
comunes. Según la encíclica de que se trate, la idea de solidaridad como
actividad común se aplica al orden político interno, a las relaciones interna
cionales, a las iniciativas de sociedades intermedias, o a la vida económica.
En Centesimus Annus-XDQ3DEOR,,VXEUD\DTXHHOPHUFDGRQRVRODPHQWH
representa la bondad de las cosas que se distribuyen sino también la bondad
GHODVDFFLRQHVUHFtSURFDV

³0HGLDQWHVXWUDEDMRHOKRPEUHVHFRPSURPHWHQRVyORHQIDYRUVX\R
VLQRWDPELpQHQIDYRUGHORVGHPiV\FRQORVGHPiVFDGDXQRFRODERUDHQHO
WUDEDMR\HQHOELHQGHORVRWURV(OKRPEUHWUDEDMDSDUDFXEULUODVQHFHVLGD
des de su familia, de la comunidad de la que forma parte, de la Nación, y en
GHILQLWLYDGHWRGDODKXPDQLGDG&RODERUDDVLPLVPRHQODDFWLYLGDGGHORV
que trabajan en la misma empresa e igualmente en el trabajo de los provee
dores o en el consumo de los clientes, en una cadena de solidaridad que se
extiende progresivamente”25.

Aquí podemos mencionar el principio de subsidiaridad. Si el bien co


mún está constituido por la actividad común, entonces cada vez que los
“altos” poderes intervienen de tal modo que suplantan esa actividad común
o cada vez que los resultados de la actividad común son realizados a es
paldas de la actividad cooperativa misma, el bien distintivo de la sociedad

individuales, pero “adquieren un carácter universal en el entendimiento”. Los bienes útiles no son
necesariamente públicos; más bien cosas como la comida, el dinero, son generalmente privadas y
VHLQWHUFDPELDQVHJ~QODMXVWLFLDFRQPXWDWLYD6LQHPEDUJRVHSXHGHQKDFHUFRPXQHVFRQHOILQGH
DVHJXUDUVXGLVWULEXFLyQSDUDHOELHQHVWDUGHODFRPXQLGDG6LµORFRP~Q¶VHDJRWDUDHQODVQRFLRQHV
mencionadas, nos enfrentaríamos con un conflicto entre el bien del individuo y el bien público. Por
eso Santo Tomás arguye que el bien común relevante inmediatamente para el orden social no es el
bien común por razón de la comunidad de genero o especie, sino más bien el bien “común por razón
de la comunidad de la causa final” (non quidem communitate generis vel speciei, sed communitate
causae finalis), S.Th.,,,
25. CA, 43.

39
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

se pierde. Podemos tomar como ejemplo las actividades comunes que se


realizan en el trabajo de una orquesta. Cada parte necesita armonizarse con
las demás para poder producir los resultados deseados. Si los bienes perse
guidos fuesen simplemente resultados externos, entonces, la razón por la
FXDOXQFRQFLHUWRTXHIXHUDJHQHUDGRSRURUGHQDGRUQRVHUtDVX¿FLHQWHQR
es más que una preferencia estética. Pero todos sabemos que la actividad
común constituye parte del bien perseguido.
(OSXQWRHVWiHQTXHFXDQGRODFRODERUDFLyQQRHVLQKHUHQWHVLQRPH
UDPHQWHXQELHQ~WLOODVEDVHVSDUDODVXEVLGLDULGDGVHHQFXHQWUDQH[WUH
PDGDPHQWHGpELOHV([FHSWRSRUHYHQWXDOHVUD]RQHVGHH¿FLHQFLDQRKD\
XQDEXHQDUD]yQSDUDTXHHO(VWDGRGHEDKDFHUWRGRRQRGHEDKDFHUQDGD
En consecuencia, parece ser que un verdadero concepto de subsidiaridad
depende de un concepto de solidaridad que preserve el intrínseco valor de
la actividad cooperativa. Sin ese valor, la discusión sobre la solidaridad
generalmente degenera –como en nuestros debates en la política americana
sobre el “federalismo”– en una discusión sobre dinero y poder.
6XSRQJDPRVSRUHMHPSORTXHXQH[SHUWRHQSROtWLFDSXGLHUDGHPRV
WUDUTXHHOELHQHVWDUVHDOFDQ]DPiVH¿FLHQWHPHQWHVLVXEFRQWUDWDPRVHO
trabajo de una empresa privada. En este caso ni el Estado ni la sociedad ci
YLOVHKDUtDQFDUJRGHOFXLGDGRGHOLQGLJHQWH¢(FKDUtDPRVQRVRWURVHQIDOWD
alguna cosa por encomendarle a otros que realizasen este trabajo? La mis
PDSUHJXQWDSXHGHKDFHUVHFRQUHVSHFWRDXQDDPSOLDVHULHGHDFWLYLGDGHV
FRRSHUDWLYDV3RUHMHPSOR¢SRUTXpQRGHEHUtDQORVSDGUHVVXEFRQWUDWDU
actos de paternidad de otra persona? Si la solidaridad estuviese restringida
al primer grupo de nociones (naturaleza común, perfecciones y utilidades),
ODV QHFHVLGDGHV GHO ELHQ FRP~Q VH SRGUtDQ VDWLVIDFHU KLSRWpWLFDPHQWH 
DGRSWDQGRODSROtWLFDTXHPiVH¿FLHQWHPHQWHGLVWULEX\HVHORVELHQHV~WLOHV
(OKHFKRGHTXHQRVRWURVQRSDUWLFLSHPRVGHDFWLYLGDGHVFRPXQHVQRVHUtD
entonces más que una cuestión de preferencias individuales. Sólo cuando
LGHQWL¿FDPRV HO ELHQ GH ODV DFWLYLGDGHV FRPXQHV SRGHPRV GHVFXEULU XQ
OtPLWH IXQGDGR DO SRGHU GHO (VWDGR \ D OD FDUDFWHUtVWLFD PHQWDOLGDG VXE
contratista de los mercados.
(QHVWHPRPHQWRHVDSURSLDGRLQWURGXFLUHOPRGRHQTXH-XDQ3DEOR
II entiende la “subjetividad” de la sociedad. En CentesimusVHUH¿HUHDOD
VXEMHWLYLGDGGHO(VWDGRHQWpUPLQRVGH³HVWUXFWXUDVGHSDUWLFLSDFLyQ\UHV
ponsabilidad compartida”26(VFULEH

26. CA, 46.

40
RAZONES PARA LA SOCIEDAD CIVIL

³ODVRFLDOLGDGGHOKRPEUHQRVHDJRWDHQHO(VWDGRVLQRTXHVHUHDOL
za en diversos grupos intermedios, comenzando por la familia y siguiendo
por los grupos económicos, sociales, políticos y culturales, los cuales, como
SURYLHQHQGHODPLVPDQDWXUDOH]DKXPDQDWLHQHQVXSURSLDDXWRQRPtDVLQ
VDOLUVHGHOiPELWRGHOELHQFRP~Q(VDHVWRDORTXHKHOODPDGRµVXEMHWLYL
GDGGHODVRFLHGDG¶ODFXDOMXQWRFRQODVXEMHWLYLGDGGHOLQGLYLGXRKDVLGR
anulada con el socialismo real”27.

Nótese que el argumento utilizado en contra del socialismo no se basa


SULQFLSDOPHQWHHQODLQH¿FLHQFLDGHOPLVPRHOELHQFRP~QFRPRXQDMXVWD
distribución de recursos, no fue alcanzado. Más bien, lo que fue “anulado”
es la libre colaboración de los agentes en el bien común.
Las expresiones “subjetividad de la sociedad” y “cadena expansiva de
la solidaridad” generalmente se encuentran cercanas a otra idea del bien
FRP~Q$QWHV KH FLWDGR OD VHQFLOOD GH¿QLFLyQ TXH KDFH -XDQ 3DEOR ,, GH
ODYLUWXGGHODVROLGDULGDGFRPRXQDDFWLWXGPRUDOUHVSHFWRGHODLQWHUGH
SHQGHQFLD$KRUDFRQVLGHUHPRVODVLJXLHQWHGH¿QLFLyQTXHDSDUHFHGRV
secciones después en Sollicitudo

³/DVROLGDULGDGHVVLQGXGDXQDYLUWXGFULVWLDQD<DHQODH[SRVLFLyQVH
podían vislumbrar numerosos puntos de contacto entre ella y la caridad, que
HVVLJQRGLVWLQWLYRGHORVGLVFtSXORVGH&ULVWR « 3RUHQFLPDGHORVYtQFX
ORVKXPDQRV\QDWXUDOHVWDQIXHUWHV\SURIXQGRVVHSHUFLEHDODOX]GHODIH
XQQXHYRPRGHORGHXQLGDGGHOJpQHURKXPDQRHQHOFXDOGHEHLQVSLUDUVHHQ
última instancia la solidaridad. Este supremo modelo de unidad, reflejo de la
vida íntima de Dios, Uno en tres Personas, es lo que los cristianos expresa
PRVFRQODSDODEUDµFRPXQLyQ¶´28.

Inmediatamente vemos que se añade a la idea de bien común una no


ción distinta, a saber, la idea de bien común como comunión, donde la
FRPXQLyQHVHOPLVPRELHQDOTXHVHDSXQWD(VWDWHUFHUDVLJQL¿FDFLyQHV
estudiada casi siempre en términos teológicos. El matrimonio es al menos
una cuestión de actividades cooperativas. Pero el matrimonio puede ser
HQWHQGLGRFRPRDOJRPiVTXHXQELHQFRP~QFRQVWLWXLGRVREUHXQDDFWL
vidad cooperativa. Es también una comunión, una sola carne. Los esposos
pueden usar su relación como un medio útil para la distribución de bienes
SDUDVXVSURSLDVSHUVRQDVSDUDVXVKLMRV\SDUDWRGDODVRFLHGDG ORVHVSR
sos también constituyen una célula esencial, realmente un modelo para los

27. CA, 13. Ver también SRS, 15.


28. SRS, 40.

41
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

bienes de mutua deliberación; pero si no consuman la unidad en una carne,


VLPSOHPHQWHQRUHDOL]DQORTXHODVSHUVRQDVFDVDGDVKDFHQFRPRFDVDGDV
Para la Iglesia Católica, el matrimonio es signo e instrumento de unión
HQWUH'LRV\HOKRPEUH29.
/DVHQFtFOLFDV\ORVGRFXPHQWRVFRQFLOLDUHVKDEODQGH³XQLGDGHVSL
ritual”, o de “unidad interior”, o de “comunión” propiamente en referencia
al matrimonio, a la comunidad eucarística, y al bautismo, a través del cual
el individuo es injertado en el cuerpo de Cristo. La “civilización del amor”
incluye todas las nociones diversas de bien común y no sólo la teológica.
Pero el modelo teológico de comunión es el principal modelo para lo que el
SDSDGRTXLHUHGHFLUFRQODSURSRVLFLyQGHTXHHOKRPEUHHVLQKHUHQWHPHQWH
social.

4. OBSERVACIONES FINALES

+R\FRQHOFRODSVRGHOFRPXQLVPR\HOWULXQIRHQSULQFLSLRDXQTXH
QR VLHPSUH GH KHFKR GHO PHUFDGR OLEUH HO SULQFLSDO GHVDItR HVWi HQ HQ
contrar razones de perfeccionamiento para la sociedad civil. La noción ne
JDWLYDGHODVRFLHGDGFLYLOTXHODGH¿QHFRPR³HOUHVLGXRVRFLDOUHVXOWDQWH
GH OD VXVWUDFFLyQ DO (VWDGR´ HV LQVX¿FLHQWH SDUD HQWHQGHU FRUUHFWDPHQWH
ODDXWRULGDG\ORV¿QHVGHODVDVRFLDFLRQHVOLEUHVQRJXEHUQDPHQWDOHV$
mi entender, las enseñanzas de la Iglesia Católica en cuestiones sociales
constituyen el mejor cuerpo de razones para la sociedad civil. En princi
pio, parte de esta enseñanza es transmisible sin apoyarse explícitamente
en la doctrina teológica. Pero, estas “razones” para la sociedad civil no se
GHVDUUROODUDQELHQVLQRVHHYDQJHOL]DODFXOWXUD+HKHFKRDOJXQDVREVHU
vaciones críticas en cuanto al modo que tiene Tocqueville de contextualizar
HOWHPDGHODVRFLHGDGHQWpUPLQRV³SRGHUFRQWURODQGRDOSRGHU´3HUR7R
cqueville también insistió en que “en América es la religión la que conduce
a la iluminación y observancia de la ley divina, las que a su vez conducen
DOKRPEUHDODYHUGDGHUDOLEHUWDG´30. Sin religión, ¿puede una sociedad re
sistirse al efecto atomizador no sólo del estado sino también del mercado?
7DOYH]VHDPHMRUFRQFOXLUKDFLpQGRQRVHVWDSUHJXQWD

29. SRS, 31.


30. A. TOCQUEVILLE, Democracia en América, I.2

42
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN
LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

Enrique MARTÍN LÓPEZ

1. LA SOCIEDAD CIVIL, REALIDAD ORIGINARIA

1RGHMDGHVRUSUHQGHUQRVHOHVFXFKDUDOJXQDVYRFHVSUHVXQWDPHQWH
bien documentadas, repitiendo insistentemente que es preciso construir la
sociedad civil. Tengo para mí que la sociedad civil es, genéticamente, ante
ULRUDO(VWDGRHOFXDOQRHVD¿QGHFXHQWDVVLQRXQDIRUPDSHFXOLDUHKLV
WyULFDPHQWHGHWHUPLQDGDGHVXRUJDQL]DFLyQSROtWLFD3HURHVHOKHFKRTXH
HOIHQyPHQRGHOSRGHU±DWRGDVOXFHVLQYDVLYR±KDUHVWDGRSURWDJRQLVPR
GXUDQWHVLJORVDODVRFLHGDGFLYLOKDVWDFRQYHUWLUODHQXQVXESURGXFWRGH
interés secundario, frente a la entidad desbordante y avasalladora de la au
toridad y de quienes la ejercen y usufructúan.
Los motivos para la sorpresa son aún mayores cuando uno cae en la
FXHQWDGHTXHHQODKLVWRULDGHODKXPDQLGDGVLHPSUHTXHHOSRGHUVHLQV
titucionaliza como un fenómeno permanente, dando lugar a la aparición
GHOD¿JXUDGHOHVSHFLDOLVWDHQHOPDQGR\HQODGLUHFFLyQGHODVJHQWHVHO
acontecimiento es tan anómalo y difícil de digerir, que todos los pueblos y
FXOWXUDVHQODVTXHWDOFRVDVXFHGHVHVLHQWHQLPSHOLGRVDEXVFDUXQDMXVWL
¿FDFLyQWUDQVFHQGHQWHTXHH[SOLTXH\OHJLWLPHODDSDULFLyQGHHVDQXHYD
FRQGLFLyQ\GHVXVFRQVHFXHQFLDV<HVTXHUHVXOWDPX\iUGXRFRPSUHQGHU
que, de modo permanente, alguien ejerza sobre los demás un poder, que no
se apoye sobre los principios naturales de la edad o de la genealogía o de

43
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

XQDVXSHULRUFDSDFLGDG±ItVLFDRHVSLULWXDO±LQGLVFXWLEOH+D\TXHUHFXUULU
para legitimarlo, a un respaldo teológico, ya se trate de la delegación de
las divinidades en el rey permanente –Creciente Fértil–, de la encarnación
SHUVRQDOGHODSURSLDGLYLQLGDGHQODWHRORJtDPHQ¿WD±(JLSWR±GHOKRP
EUHFRQTXLHQ<DKYpVXVFULELyXQDberith –Israel–, del nomos inserto en la
QDWXUDOH]DKXPDQD±+pODGH±GHO'LRVGHORVFULVWLDQRVRUDGHOHJXHGLUHF
WDPHQWHHQORVUH\HV±GRFWULQDGHOGHUHFKRGLYLQRGHORVUH\HV±RSULPHUR
en los pueblos para que estos deleguen en los reyes, o se trate, por últi
mo, de la delegación de los individuos en una presunta soberanía popular,
dios inmanente de las mayorías rousseaunianas. En todos estos casos, los
KRPEUHVWLHQHQTXHKDFHUXQQRWDEOHHVIXHU]RSDUDFRPSUHQGHU\MXVWL¿FDU
–justum facere±TXHXQKRPEUHRXQDHVWLUSHHMHU]DQHOPDQGRGHPRGR
SHUPDQHQWH VREUH RWURV KRPEUHV (V GHFLU WHQJDQ OD FDSDFLGDG OHJtWLPD
de condicionar la vida de los otros y de orientar sus acciones, regulando y
OLPLWDQGRVXVFRQGXFWDV$¿QGHFXHQWDVORTXHUHVXOWDGLItFLOGHH[SOLFDU
es el poder político, en tanto que la sociedad en la que las gentes nacen,
viven, conviven y mueren, es un fenómeno originario, con el que cada uno
de nosotros se encuentra desde su nacimiento y que no parece necesitar de
QLQJXQD MXVWL¿FDFLyQ DXQTXH VHD SUHFLVR FRPSUHQGHU FyPR VH DUWLFXODQ
sus miembros y explicar los procesos a través de los cuales la sociedad
SURORQJDVXH[LVWHQFLDELROyJLFDKLVWyULFD\FXOWXUDO
3XHVWDVDVtODVFRVDV¢TXpVHQWLGRWLHQHD¿UPDUTXHHVQHFHVDULRcons-
truir la sociedad civil? Probablemente, ninguno, si no fuera porque, pre
YLDPHQWHHVDPLVPDVRFLHGDGFLYLOKXELHUDVLGRGHVWUXLGDRPHQRVFDEDGD
SRUDOJXLHQ1RSDUHFHTXHDQLQJXQRGHVXVFRQWHPSRUiQHRVVHOHVKD\D
ocurrido, alguna vez, la conveniencia –y menos la necesidad– de construir
la sociedad de castas, o la sociedad feudal de la Edad Media, o la sociedad
estamental de los siglos XVI al XVIII, porque tales modelos de sociedad
FLYLOWHQtDQVXSURSLD\ELHQGH¿QLGDWUDPD\HVWDEDFODUDPHQWHGHOLPLWDGR
el papel desempeñado por cada parte en el todo, por muy menguado y cons
treñido que éste pudiera ser.
$FRQWHFLPLHQWRVPX\JUDYHVKDQWHQLGRTXHRFXUULUHQODKLVWRULDGHOD
KXPDQLGDGSDUDTXHORSULPHURHQHORUGHQGHODJpQHVLVKD\DSDVDGRDVHU
lo ulterior en el grado de importancia y desarrollo, y para que lo derivado
±ODRUJDQL]DFLyQSROtWLFDRPiVHQFRQFUHWRHO(VWDGR±VHKD\DFRQYHUWLGR
en la realidad invasiva, en el mayor peligro para la vida y plenitud de los
VHUHVKXPDQRV
Parece fuera de toda duda que el fenómeno originario es la sociedad
–sociedad civil– y que sólo los excesos en el desarrollo de su organización

44
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

SROtWLFDKDQYHQLGRDUHGXFLUDDTXpOODDXQDFRQGLFLyQH[LJXD\PHQHVWH
URVDFDSD]GHKDFHUTXHVXVSURSLRVMLEDUL]DGRUHVUHFODPHQODQHFHVLGDG
de su construcción. Esto es lo verdaderamente sorprendente, aunque deba
TXHGDUSDUDRWUDRFDVLyQVXGHVDUUROORGHVGHOD,OXVWUDFLyQKDVWDORVFR
PLHQ]RVGHO~OWLPRFXDUWRGHOVLJOR;;ORVSRGHUHVS~EOLFRVKDQDVXPLGR
con notable desparpajo mesiánico, gobernar para el pueblo, pero sin el
pueblo. Pues aunque éste sea el emblema paradigmático del despotismo
ilustrado, está en la base de todos los nacionalismos e internacionalismos
WRWDOLWDULRV\FRQVWLWX\HHODOPD\ODVDQJUHGHO(VWDGREHQHIDFWRUGHPR
crático y social.
El verdadero problema no está tanto en que la sociedad pierda el pro
tagonismo, en favor de sus salvadores –sean éstos Reyes, partidos, parla
PHQWRVRIXQFLRQDULRV±VLQRTXHDOKRPEUHFRPRLQGLYLGXR\DWRGRVORV
JUXSRVHLQVWLWXFLRQHVTXHLQWHJUDQODVRFLHGDGVHOHVKD\DHVFLQGLGRGH
sus propios problemas, de los que sólo son sujetos pasivos, atribuyendo a
otras instancias, supererogadas, la competencia de pensar sobre el modo de
resolverlos y de decidir el tiempo y la ocasión y de realizar las actividades
HMHFXWLYD \ GLVWULEXWLYD GH ORV ORJURV 7DQWD IRU]DGD SDVLYLGDG FRQ¿JXUD
ODVLWXDFLyQGHFDGDKRPEUHFRPRPHQRUGHHGDG\KDFHTXHODVRFLHGDG
civil recuerde, muy de cerca, a esos nidos repletos de pajarillos, sin plumas
QLGHIHQVDVTXHStDQQHUYLRVRV\GHVYDOLGRVVXGHELOLGDG\VXKDPEUH
esperando que la madre pájara les proporcione el trozo de lombriz que les
FRUUHVSRQGDHQHOIHVWtQGHFDGDGtD+DFH\DWLHPSRDOJXLHQFDUDFWHUL]y
HVWHWLSRGHYLGDTXHOHFDEHHQJUDFLDDOKRPEUHGHQXHVWUDpSRFDFRPR
vida de segunda mano.1. Puesto que los salvadores por la inmanencia no se
proponen la liberación por la elevación de las personas, sino por su ensi
mismamiento, su “pedid y se os dará” lleva consigo la exigencia de renun
ciar al entendimiento y a la participación. El mundo de la sociedad civil es
un mundo fenoménico, interpretado libremente y sin error por las fuerzas
SROtWLFDVDUWt¿FHV\UHVSRQVDEOHVGHWRGRORTXHVXFHGD\HQ~OWLPRWpUPL
QR~QLFDVTXHWLHQHQODFDSDFLGDGGHGH¿QLUHLQWHUSUHWDUHOVHUHQVtGHODV
cosas sociales y políticas2.

1. +FREYER, “Vida de segunda mano”, en Revista de Estudios PolíticosQQ  


2. <DOJRGHUD]yQQROHVIDOWDUtDDORVSROtWLFRVVLLGHQWLILFDUDQVXVDEHUFRQHOVHUHQVLGHODV
cosas sociales y políticas, ya que si, de lo que mejor podemos llegar a conocer es de aquello que
QRVRWURVPLVPRVKDFHPRVVHUiQORVSROtWLFRVTXLHQHVDOFDQFHQHOFRQRFLPLHQWRPiVSURSLRGHOD
SROtWLFD±SXHVWRTXHHOORVODKDFHQ±HQWDQWRTXHODVRFLHGDGFLYLOVyORVDEUiDOJRGHWDOHVDVXQWRVD
través de las sombras que los medios de comunicación proyecten sobre las paredes de sus cavernas
cotidianas.

45
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

< DTXt UHVLGH SUHFLVDPHQWH HO JUDQ SUREOHPD ORV PLHPEURV GH OD
VRFLHGDGFLYLOQLVLTXLHUDWLHQHQTXHSHGLUVRODPHQWHHVSHUDU<VLDFDVR
como los pajarillos, piar. Con escasas y transitorias excepciones, durante
ORV~OWLPRVWUHVFLHQWRVDxRVORVKRPEUHV\PXMHUHVGH2FFLGHQWHKDQVLGR
HGXFDGRVHQODREHGLHQFLDTXHHVFDUDFWHUtVWLFDGHODPLQRUtDGHHGDGHQ
nombre del progreso, de la grandeza, de la verdad, de la igualdad, de la
solidaridad o del bienestar. El problema surge cuando los administradores
de la salvación, tienen que reconocer –se ven obligados a reconocer– por
ODIXHU]DGHORVKHFKRVTXHVXVPHGLRVVRQOLPLWDGRV\TXHVXVSUHVXQWRV
SRGHUHVWDXPDW~UJLFRVVyORIXQFLRQDQFRUUHFWDPHQWHHQFR\XQWXUDVIDYR
rables. La voz de alerta de que el Estado benefactor ya no da más de sí,
DEUHDXQDELVPRGHUHÀH[LyQHQHOTXHODDGRUPHFLGDVRFLHGDGFLYLOWLH
QH TXH HQIUHQWDUVH DO KHFKR LQVXSHUDEOH GH TXH VH KD TXHGDGR KXpUIDQD
Sólo entonces, los políticos de la crisis, albaceas testamentarios del Estado
benefactor, comunican a la sociedad civil que es dueña de sus destinos y
que debe asumir las responsabilidades y los riesgos que de los mismos se
deriven.
8QDVRFLHGDGFLYLORURQGD\VDWLVIHFKDSHURFDUHQWHGHFRQRFLPLHQWR
de voluntad, de organización y de recursos psicológicos, se ve así abocada
a quemar en poco tiempo las largas etapas que, por comodidad, se negó
a transitar a lo largo de sucesivas generaciones. Pero no es fácil que una
sociedad y sus miembros asuman de repente la dirección de sus propios
destinos y sean capaces de responder a los problemas que se les planteen.
Precisamente, ese tema de la capacidad de respuesta, de la capacidad de
responder, es, en último término, lo que mide y expresa la responsabilidad
social de los ciudadanos. De tal cuestión nos vamos a ocupar en adelante.
<HVWiFODURTXHHVDUHVSRQVDELOLGDGHVXQSXQWRHVWUDWpJLFRIXQGDPHQWDO
SDUDFRPSUHQGHUORTXHORVFLXGDGDQRVSXHGHQKDFHUSDUDFRODERUDUHQOD
construcción de la sociedad civil.

2. EN TORNO AL CONCEPTO DE RESPONSABILIDAD

/D GH¿QLFLyQ DFXxDGD HQ HO XVR GHO OHQJXDMH HQWLHQGH SRU respon-
sabilidadHQXQDSULPHUDDFHSFLyQ³GHXGDREOLJDFLyQGHUHSDUDU\VDWLV
facer, por sí o por otro, a consecuencia de delito, de una culpa o de otra
causa legal”, y en una segunda acepción, ciertamente más descargada de

46
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

intensidad, entiende el “cargo u obligación moral que resulta para uno del
posible yerro en cosa o asunto determinado”3.
$PEDVDFHSFLRQHVTXHVRQUHFRJLGDVSRUHO'HUHFKR±VREUHWRGRSRU
HO'HUHFKR3HQDO±\SRUOD0RUDOGHVWDFDQFRPRIXQGDPHQWRGHODUHVSRQ
sabilidad, la existencia previa de un acto u omisión, por parte de un actor,
cuyos efectos son nocivos o lesivos para otro u otros. En este sentido, todo
hombre es responsable de las consecuencias, negativas para otros, deriva-
das de su conducta, activa u omisiva .
3HURHQWUHODFXOSD\HOGHOLWRGHXQODGR\HO\HUURGHRWURODGLV
tancia viene determinada por la existencia de la voluntad de causar un mal,
en el primer caso, frente a la carencia de la atención debida ante la posibi
lidad de causarlo, en el segundo.
Sin embargo, nosotros nos vamos a referir aquí a la responsabilidad
social, como un modo de entender la responsabilidad que no lleva consigo
la existencia de delito, de culpa o de yerro, y que, por el contrario, destaca
la idea de la implicación personal de los miembros de una sociedad en la
integración, en la conservación y en el desarrollo de esa sociedad.
Lo que, en todo caso, permanece inalterable en esta acepción de la
responsabilidad a la que vamos a referirnos, en relación con las otras
acepciones antes mencionadas, es el sentido de alteridadTXHWRGDUHVSRQ
VDELOLGDGFRPSRUWD(VDDOWHULGDGVHPDQL¿HVWDDTXtFRPRODH[LJHQFLDGH
UHVWDXUDUHOHTXLOLEULRHQWUHORTXHXQRKDUHFLELGRGHODVRFLHGDG\ORTXH
se espera que aporte a la misma. Pero el equilibrio implica igualdad de peso
y contrapeso; esto es, implica que la acción restitutoria contrapese lo que
la sociedad inicialmente aportó. Lo cual pone de relieve la relación que la
responsabilidad tiene con la justicia, entendida ésta, simplemente, como
la acción y el efecto de dar a cada uno lo suyo (suum cuique tribuere), sin
entrar, por el momento, en cómo pueda determinarse qué sea lo suyo de
cada uno4.
Es más, la alteridad queda reforzada, en el caso de la responsabilidad
social, porque, como veremos, implica siempre co-responsabilidad o, más
aún, responsabilidad generalizada de todos hacia todos.

3. REAL ACADEMIA DE LA LENGUA, Diccionario de la lengua española .


4. Para la recta comprensión de lo que antecede es interesante consultar la obra de R. FOLGER,
The Sense of Injustice. Social Psychological Perspectives 3OHQXP 3UHVV 1HZ<RUN  /RQGRQ
1984.

47
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

3. CONSTRUCCIÓN DEL CONTENIDO DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL

Como acabamos de decir, la responsabilidad social es la implicación


personal de todos y cada uno de los miembros de una sociedad en la inte
gración, el desarrollo y la conservación de la misma.
6HKDFHSXHVQHFHVDULRDFODUDUTXpHVORTXHYDPRVDHQWHQGHUSRU
implicación personal, y adelantaremos que puede y debe ser objeto de dos
FRQVLGHUDFLRQHVQRWDEOHPHQWHGLVWLQWDV
1. La consideración objetiva, en la que la implicación personal viene
GHWHUPLQDGDSRUODVLWXDFLyQTXHGHKHFKRWLHQHXQDSHUVRQDGHQWURGHOD
sociedad, y por sus posibilidades objetivas de contribuir a la conservación
y desarrollo de la sociedad y a la satisfacción de las necesidades ajenas.
A contrario sensu, forma parte también de la consideración objetiva, el po
der que efectivamente se tenga para alterar el orden social y evitar, o favo
recer, en mayor o menor medida, el que todos o una parte de los individuos,
satisfagan sus necesidades, y
2. La consideración subjetiva, que viene dada por el nivel de actitudes
sociales en que esa persona se sitúa respecto de las necesidades de la propia
sociedad y de sus miembros. Esto es, por su mayor o menor disposición a
considerar como propias las necesidades de los demás y las necesidades
colectivas.
Es evidente que la posición diferencial que los distintos individuos
RFXSDQ GHQWUR GH OD VRFLHGDG KDFH TXH ODV SRVLELOLGDGHV GH FRQWULEXLU R
evitar el orden y el desarrollo de la sociedad sean muy diferentes5, de modo
que, estableciendo una elemental relación de proporcionalidad, podríamos
GHFLUTXH
• cuando más alta sea la posición social,
• y cuanto mayores sean los medios materiales y espirituales disponi-
bles,
• WDQWRPD\RUVHUiODFDSDFLGDGHIHFWLYDGHLQÀXLUHQODVRFLHGDG±HQ
XQVHQWLGRRHQRWUR±\
• tanto mayor será la responsabilidad social objetiva.

5. 6REUHXQWHPDSDUDOHORDpVWHHQUHODFLyQFRQHOGHVDUUROORGHOFRQRFLPLHQWR\GHODVHQVL
ELOLGDG KDFLD ORV SUREOHPDV GH OD KXPDQLGDG FRPR iPELWR Pi[LPR GH FRQYLYHQFLD QRV KHPRV
ocupado en otro lugar. Véase, E. MARTÍN LÓPEZ ³/D KXPDQLGDG FRPR iPELWR Pi[LPR GH FRQ
vivencia”, en AAVV., Estudios sobre la encíclica “Sollicitudo rei socialis”8QLyQ(GLWRULDO$HGRV
Madrid, 1990.

48
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

3RUHOFRQWUDULRODFRQVLGHUDFLyQVXEMHWLYDVHUH¿HUHDOJUDGRGHVHQVL
bilidad poseída, que no es necesariamente correlativa de la responsabilidad
objetiva.
Resulta claro que lo que aquí se apunta es la diferencia entre tener
responsabilidad y sentirse responsable. Para una más correcta comprensión
GHGLFKDGLIHUHQFLDSDUHFHQHFHVDULROOHYDUDFDERHODQiOLVLVGHODIXQGD
mentación de ambos tipos de responsabilidad.

4. LA RESPONSABILIDAD SOCIAL OBJETIVA


Veamos, en primer término, de qué modo puede fundamentarse la res
ponsabilidad social objetiva de cada individuo y de todos los individuos.
Nuestro punto de partida consiste en considerar la sociedad como algo que
es dado a cada uno de sus miembros y que cada cual recibe, en distinta
medida y de distinto modo.
/D VRFLHGDG KXPDQD HQ JHQHUDO \ FDGD XQD GH ODV VRFLHGDGHV FRQ
cretas, de manera particular, no es, enteramente, un fenómeno natural, sino
TXHHVVREUHWRGRXQDFRQVWUXFFLyQFXOWXUDOKXPDQDREUDGHKRPEUHV\
de generaciones. Resultado de un proceso acumulativo en el que, lo que fue
proyecto en el pasado, es realidad consolidada en el presente; en ese mismo
presente en el que se incoan, bajo la forma de proyectos, lo que, para bien
RSDUDPDOVHUiQORVSHU¿OHVGHODVRFLHGDGGHOIXWXUR
Decimos que la sociedad es algo dadoSRUTXHTXLHQHVQDFHQHQFXDO
TXLHUVRFLHGDGUHFLEHQHVDVRFLHGDGFRQXQGHWHUPLQDGRJUDGRGHGHVD
UUROORKXPDQR\WpFQLFRFRPRXQOHJDGRJUDWXLWR3HURDOPLVPRWLHPSR
les incorpora a su propio tejido, por medio del proceso de socialización,
integrándoles en una compleja red de actividades y de posiciones sociales.
Lo cual quiere decir que, al tiempo que les concede posibilidades de parti
FLSDFLyQHQORVORJURVVRFLDOHVOHVFRQ¿HUHGHEHUHVGHUHVSXHVWD9LYLUHQ
sociedad lleva consigo participación en los logros sociales, pero también
supone la participación en los esfuerzos y en las cargas.
En nuestro libro La sociedad global6 QRV KHPRV RFXSDGR \D KDFH
DxRVGHSHU¿ODUHOFRQWHQLGRGHHVHOHJDGRTXHUHFLEHWRGRQDFLGRSRUHO
KHFKRGHVHUPLHPEURGHXQDGHWHUPLQDGDVRFLHGDG
1) Oportunidades o posibilidades biopsíquicas/DVSRVLELOLGDGHVELR
lógicas y psíquicas no se encuentran igualmente repartidas a lo largo de

6. E. MARTÍN LÓPEZ, La sociedad global, Materiales de Trabajo, 2ª edic., Madrid, 1997,


pp. 154 y ss.

49
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

WRGDODHVFDODVRFLDOQLHQWRGRVORVOXJDUHVJHRJUi¿FRVRFXSDGRVSRUXQD
sociedad (medidas antropométricas, estatura, morbilidad probable, formas
de muerte a las que se está expuesto, inmunidad, resistencia a la enferme
dad, esperanza de vida al nacer, etc.).
2) Oportunidades o posibilidades culturales /RV LQGLYLGXRV SDUWL
cipan de forma variable, según su posición social, de los ideales, metas,
valores, formas de pensar, sentir, valorar y obrar, propios de su sistema
sociocultural.
3) Oportunidades o posibilidades de actuación$FFHVRGLIHUHQFLDOD
ODVIRUPDVGHDFWXDFLyQLQVWLWXFLRQDOL]DGDVRQRTXHFRPSRUWDWRGDVRFLH
GDG (Q HVSHFLDO DFFHVR GLIHUHQFLDO D ODV DFWLYLGDGHV TXH FRQ¿JXUDQ ODV
distintas profesiones y los diferentes puestos de trabajo.
4) Oportunidades o posibilidades de sentir necesidades y de satisfa-
cerlas/RFXDODVXYH]LPSOLFDGRVDVSHFWRVGLVWLQWRV
1. Las distintas posiciones sociales se diferencian entre sí por las ne
cesidades de las que participan, en función de sus formas de vida, de su
conocimiento y de su sensibilidad y
2. Se diferencian también en el grado de participación en las posibili
dades de satisfacer las necesidades sentidas.
6LELHQHVSRVLEOHGHWHUPLQDU±FRPRORKHPRVKHFKR±ORVFRQWHQLGRV
de ese legado recibido por cada individuo, y resulta evidente que las diferen
cias entre las distintas posiciones sociales se concretan y están constituidas
SRUHVRVFRQWHQLGRVHVPXFKRPiVGLItFLOLQVWUXPHQWDUORVPpWRGRVSDUD
HVWDEOHFHU\FXDQWL¿FDUODVGLIHUHQFLDVHIHFWLYDVHQXQDVRFLHGDGGDGD
3HURTXHGDIXHUDGHWRGDGXGDTXHODVRFLHGDGQRHVSDUDFDGDLQGL
YLGXR~QLFDPHQWHXQOHJDGRRXQDKHUHQFLDTXHUHFLEHOLEUHGHFDUJDVVLQR
que en esa recepción está implícita una cierta responsabilidad de conser
YDUOD\WUDQVPLWLUODDODVJHQHUDFLRQHVIXWXUDV6LVHSUH¿HUHHOXGDPRVODV
UHIHUHQFLDVTXHLPSOLTXHQREOLJDFLRQHVPRUDOHVHQWRGRFDVRHVXQKHFKR
que los miembros de la inmensa mayoría de las sociedades existentes en
ODKLVWRULDKDQSXHVWRORVPHGLRVSDUDFRQVHUYDUODVELROyJLFDHFRQyPLFD
cultural e institucionalmente.
(ODQiOLVLVGHHVRVPHGLRVTXHIDYRUHFHQODFRQVHUYDFLyQ\HOGHVD
rrollo de la sociedad, pone al descubierto tres tipos de conducta que, cuan
GR VH GDQ KDFHQ SRVLEOH OD SHUYLYHQFLD R LQFOXVR OD PHMRUD GHO RUGHQ
VRFLDO\FXDQGRQRVHGDQRULJLQDQDOWHUDFLRQHV\FRQÀLFWRVHQHOPLVPR
Su naturaleza es fácilmente comprensible si se pone en referencia con el
tiempo, distinguiendo las conductas según que se relacionen con el pasa-

50
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

doYLQFXODFLyQKDFLDODVRFLHGDG\VXVLVWHPDFXOWXUDOFRPRKHUHQFLDGHO
SDVDGR\JDUDQWtDGHODFRQWLQXLGDGGHVXVHQWLGRHQODKLVWRULDFDUJDVTXH
VHUH¿HUHQDOpresenteLPSOLFDFLyQDFWLYDVHJ~QVXVFDSDFLGDGHV\RSRU
tunidades de actuación, en la resolución de los problemas actuales y, por
~OWLPRFDUJDVTXHOOHYDQFRQVLJRRULHQWDFLyQKDFLDHOfuturoWUDQVPLVLyQ
de los valores e instituciones, orientados al desarrollo de las posibilidades
de esa sociedad7.
6yORHOFRQWUDSHVRHQWUHORKHUHGDGR\ORWUDQVPLWLGRSXHGHHQWHQGHUVH
como la realización de la responsabilidad objetiva por parte de los miem
bros de una sociedad. Cuando el peso se inclina del lado de lo recibido,
con disminución cuantitativa y cualitativa de lo que se transmite, las so
ciedades se enfrentan –cualesquiera que sean las razones–, a procesos de
decadencia. Por el contrario, cuando lo legado excede, en variable medida,
DORUHFLELGRSRGHPRVKDEODUGHODH[LVWHQFLDGHXQDDOWDFRQFLHQFLDGH
UHVSRQVDELOLGDGVRFLDOHKLVWyULFDELHQVHGHEDDWRGDODVRFLHGDGRWDQVyOR
a una minoría dirigente.

5. FUNDAMENTACIÓN SUBJETIVA DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL

Considerada desde la perspectiva del sistema cultural, toda sociedad


establece, a través de sus valores y de sus normas, lo que cada individuo
HVWiREOLJDGRDDSRUWDUDODVRFLHGDGHQIXQFLyQGHORTXHKDUHFLELGR±HVWR
es, en función de su posición social y de los papeles adscritos y/o adquiri
GRVTXHGHVHPSHxD3HURHVWRQRVLJQL¿FDTXHFDGDLQGLYLGXRHQSDUWLFXODU
se sienta obligadoDDFWXDUHQFRQVHFXHQFLD/RTXHDKRUDVHSODQWHDHVOD
YLYHQFLDGHODREOLJDFLyQRGLFKRHQRWURVWpUPLQRVODLPSOLFDFLyQSHUVR
nal en la responsabilidad social.
$QWHWRGRKD\TXHDGYHUWLUDXQTXHUHVXOWHREYLRTXHQRH[LVWHFR
rrelación positiva necesaria entre la mayor o menor responsabilidad social
objetiva y el mayor o menor grado de implicación personal en esa respon
sabilidad.
Para que alguien se sienta obligado por una responsabilidad social –
FRQLQGHSHQGHQFLDGHOQLYHOGHVXUHVSRQVDELOLGDGREMHWLYD±VHUiSUHFLVR

7. 9pDVHVXSXHVWRVKLVWyULFRVRSUR\HFWLYRV\WHQGHQFLDVVRFLDOHVSURIXQGDVFRUUHVSRQGLHQWHV
en Ibidem, pp. 48 y ss.

51
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

1. Que perciba la necesidad que la sociedad tiene de que sus miembros


se responsabilicen de su conservación y desarrollo;
2. Que se sienta positiva y personalmente motivado y;
3. Que tenga la capacidad de pasar a la acción8.
En primer término, la percepción plantea un problema de conocimiento.
No se trata –o, al menos, no se trata sólo– de que unos individuos tengan
más información que otros sobre los problemas de su sociedad, sino de que
posean la capacidad de prestar atenciónDORVGDWRVVLJQL¿FDWLYRVDODfre-
cuencia más o menos relevante de esos datos, y de que posean la capacidad
de UHÀH[LRQDU sobre el sentido de los mismos y sobre la trascendencia que
puedan alcanzar a través de la cadena de causas y efectos que sean capaces
GHSRQHUHQPDUFKDLQFLGLHQGRVREUHORVGLVWLQWRViPELWRVVRFLDOHVHQORV
que discurre la vida cotidiana. Resulta claro que estas capacidades cognos
citivas no están necesariamente ligadas a una mayor o menor cultura.
3HURHQVHJXQGROXJDUFXDQGRVHSRVHHXQFRQRFLPLHQWRVX¿FLHQWH
GHTXHODVRFLHGDGQHFHVLWDGHODSDUWLFLSDFLyQGHVXVPLHPEURVHQODUHVR
OXFLyQGHORVSUREOHPDVTXHWLHQHSODQWHDGRVD¿QGHFRQVHJXLUVXSURSLD
conservación y desarrollo, es preciso que surja una orientación motivacional
positivaSDUDTXHVHSRQJDHQPDUFKDHOPHFDQLVPRGHODUHVSRQVDELOLGDG
VXEMHWLYD(QHVWHSXQWRFRQYLHQHGLVWLQJXLUGRVSDUiPHWURVTXHVHGH¿QHQ
SRUODRVFLODFLyQHQWUHORLQGLYLGXDOHJRtVWD\ORFROHFWLYRVROLGDULR
(OSULPHUSDUiPHWURVHUH¿HUHDOJUDGRGHUHVRQDQFLDTXHORVSUREOH
mas comunes y globales tienen sobre el individuo y, en consecuencia, per
PLWHPHGLUODGLPHQVLyQHJRtVWDDOWUXtVWDGHORVPLHPEURVGHXQDVRFLHGDG
No cabe ninguna duda de que
• cuanto mayor sea la proporción de los individuos movidos prefe-
rentemente por motivaciones egoístas,
• tanto menor será el resorte motivacional-psicológico en una socie-
dad dada
• y tanto menor será la probabilidad de que se desarrolle la respon-
sabilidad social subjetiva.
(OVHJXQGRSDUiPHWURVHUH¿HUHDODGLPHQVLyQLGHROyJLFDGHODVRULHQ
WDFLRQHVPRWLYDFLRQDOHVTXHSODQWHDHOSUREOHPDGHODHYHQWXDOLGHQWL¿
FDFLyQ ±R QR LGHQWL¿FDFLyQ± GH ORV LQGLYLGXRV FRQ HO VLVWHPD GH YDORUHV

8. (VWHSUREOHPDORKHPRVSODQWHDGRDQWHVGHDKRUDHQUHODFLyQDODVDOWHUDFLRQHVGHOHTXL
librio psicosocial, en E. MARTÍN LÓPEZ, “Defensa nacional y espíritu de defensa”, en Cuadernos de
Trabajo Social  

52
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

asumido e incorporado a la organización social y a la vida cotidiana de la


sociedad de la que se trate. Desde este punto de vista se plantea una con
traposición más trascendental aún que la anterior, ya que, en principio, es
posible movilizar el sentimiento de responsabilidad social de los indivi
duos egoístas, cuando descubren o se les muestra que su propio interés, o
el de los suyos, está en peligro, pero es prácticamente imposible invertir las
orientaciones motivacionales de quienes, por convicción, se enfrentan al
sistema de valores y al orden institucional de su propia sociedad y ven en la
destrucción de ambos el cumplimiento de sus aspiraciones. A este respecto,
SRGHPRVD¿UPDUTXH
• cuanto mayor sea la proporción de individuos contrarios al sistema
de instituciones y de valores vigente,
• tanto menor será el resorte motivacional ideológico de una socie-
dad dada
• y tanto menor será la probabilidad de que se desarrolle en ella la
responsabiliad en sentido subjetivo.
El tercer requisito, mencionado más arriba, para que en un individuo
se sienta subjetivamente responsable de la conservación y desarrollo de su
propia sociedad, consiste en que tenga capacidad de pasar a la acción. Es
decir, que la orientación motivacional positiva sea capaz de desencadenar
en él una respuesta operativa/RFXDOSODQWHDQHFHVDULDPHQWHODLPSRU
tancia de la respuesta organizada frente a las acciones inorganizadas y, en
consecuencia, forzosamente esporádicas. Este segundo tipo de respuestas
solidariasWLHQHQSHVHDWRGRSOHQRVHQWLGRDQWHXQSHOLJURJUDYHHLQPL
nente, contra la propia sociedad global. Por ejemplo, la invasión de un ejér
cito enemigo, la intromisión extranjera en los asuntos internos del propio
SDtVODLQKLELFLyQGHODVLQVWLWXFLRQHVS~EOLFDVIUHQWHDODGHVWUXFFLyQGH
los valores e instituciones nacionales, las acciones terroristas llevadas a
FDERSRUDVHVLQRV\XQiQLPHPHQWHUHFKD]DGDVSRUODVRFLHGDGHWF7DOHV
respuestas sociales solidarias pueden llegar a revestir la forma de auténti
cos movimientos populares, que tenderán a organizarse en la medida en
que la causa que motive la respuesta se prolongue en el tiempo y aparezcan
líderes capaces de orientar las conductas. Pero, desde el punto de vista de la
YLGDVRFLDOFRWLGLDQDWLHQHPXFKDPD\RULPSRUWDQFLDODLQFRUSRUDFLyQGH
los individuos –de aquéllos que se sientan socialmente responsables– a las
tareas colectivas, a través de los cauces institucionales existentes9.

9. Un planteamiento paralelo a éste, pero referido específicamente a las alteraciones del equi
librio social, puede verse en E. MARTÍN LÓPEZ, Fundamentos sociales de la felicidad individual,

53
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

En buena lógica, la desigualdad en la participación en los logros so


FLDOHV WHQGUtD TXH FRPSHQVDUVH FRQ XQD GHVLJXDOGDG SDUDOHOD HQ ODV UHV
ponsabilidades sociales objetivas. De modo que, quienes más reciben por
parte de la sociedad, son también aquéllos a quienes más se les exige. Así
OR KDQ GH¿QLGR OD LQPHQVD PD\RUtD GH ORV sistemas culturales, cargando
ODUHVSRQVDELOLGDGVREUHORVPLHPEURVGHOHVWUDWRGLULJHQWHGHOFXDOVHHV
peraba que asumiera la conducción política, económica y moral de la so
ciedad, velando, especialmente, por la causa de los desvalidos. Esto es,
DOPHQRVORTXHVHGLFHHQORVFyGLJRVMXUtGLFRPRUDOHVGHODDQWLJHGDG
–Egipto y Babilonia–, en las constituciones griegas, en las leyes romanas, y
desde luego, en las normas, escritas y no escritas, de la nobleza medieval.
6H WUDWD PXFKDV YHFHV GH XQD LPDJHQ LGHDOL]DGD TXH QR VH FRUUHV
ponde con la verdadera realidad, pero esa es una de las funciones de los sis
WHPDVFXOWXUDOHVFUHDULPiJHQHVLGHDOHVTXHVHFRQVLGHUDQQHFHVDULDVSDUD
que el proyecto social que todo sistema cultural implica, sea viable en la
SUiFWLFD'HPRGRTXHODVJUDQGHVpSRFDVKLVWyULFDVVHFDUDFWHUL]DQ±HQWUH
RWUDVPXFKDVFRVDVGHODVTXHQRSUHWHQGHPRVKDEODUDKRUD±SRUODH[LV
tencia de un gran respeto a los modelos ideales y por una efectiva vigencia
GHORVPLVPRVDOPHQRVHQWUHHOVHFWRUPiVH¿FLHQWH\FRPSURPHWLGRGH
la sociedad. En los períodos de decadencia, por el contrario, aumenta ex
ponencialmente la distancia entre los modelos culturales y las prácticas de
los grupos dirigentes, de modo que el poder, ejercido sin las trabas de la
responsabilidad moral, conduce al imperio del abuso y de la corrupción.
Así sucedió en las tiranías de la antigüedad, en los excesos de los empera
dores romanos, en los malos usos de ciertos señores feudales y en todas las
pSRFDVFRPRODDFWXDOHQODVTXHODGHJHQHUDFLyQPRUDOVHKDFRQYHUWLGR
en la práctica común de la sociedad y de sus rectores.
La previsión de los males que pueden derivarse de las desviaciones de
XQDFODVHGLULJHQWHUHVSHFWRGHOPRGHORLGHDOKDOOHYDGRSRUORFRP~QD
intentar obviarlos por medio de un VLVWHPDHGXFDWLYRHVSHFt¿FR, orientado
DLQWHULRUL]DUODUHVSRQVDELOLGDGREMHWLYDHQORVLQGLYLGXRVKDFLHQGRTXH
la convirtieran en responsabilidad subjetiva. Es decir, que la exigencia del
deber, establecida en los códigos morales, fuera reforzada por la educación,
convirtiéndola en un ideal, interiorizado y libremente asumido. Da lo mis
PRTXHKDEOHPRVGHODpaideia ateniense, de la educación espartana, de la
dura disciplina militar de los ciudadanos romanos de los períodos clásicos,

Universidad de Piura, 1986, pp. 102 ss. Lo que sucede en el Estado de bienestar es que los cauces
institucionales no existen, y precisamente por esa razón se ve como necesaria la construcción de la
sociedad civil.

54
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

o de la estricta crianza de los caballeros cristianos, según el modelo de


Bernardo de Claraval.
En todos esos casos, contamos con abundantes testimonios según los
cuales, quienes no pertenecían a los niveles de la nobleza, se sentían muy
felices de no verse obligados a tanto esfuerzo y a tanta responsabilidad,
DXQTXHHOORVXSXVLHUDSRURWUDSDUWHYHUVHSULYDGRVGHKRQRUHV\SULYL
OHJLRV<QRTXLHUHGHFLUHVWRTXHORVTXHRFXSDEDQSRVLFLRQHVVRFLDOHVPiV
bajas –los agricultores, los artesanos, los comerciantes, etc.– no se sintieran
implicados personalmente en su propia sociedad; esto es, no tuvieran debe
res, ni se sintieran responsables de su cumplimiento. Lo que quiere decir es
TXHFRQVLGHUDEDQTXHVXREOLJDFLyQVRFLDOTXHGDEDVDOGDGDKDFLHQGRGHO
mejor modo posible su trabajo –este es, precisamente, el fundamento del
KRQRUHVWDPHQWDO±SHURGDEDQJUDFLDVD'LRVSRUTXHVXWUDEDMRQROOHYDUD
consigo las exigencias derivadas de ocuparse de la conservación y defensa
de la sociedad en su conjunto.
Pero la educación y crianza de la nobleza pierde su sentido y razón de
VHUHVSHFt¿FRVFXDQGRDOWpUPLQRGHODVJXHUUDVGHUHOLJLyQORVLQWHUHVHV
GHORV(VWDGRVHXURSHRVKDQGHMDGRGHVHUSULRULWDULDPHQWHSROtWLFRHVWUD
WpJLFRV\PLOLWDUHVGHVSOD]iQGRVHHOFHQWURGHDWHQFLyQKDFLDORVLQWHUHVHV
económicos y mercantiles –que proceden mayoritariamente de la actividad
SULYDGD±\ORVLQWHUHVHVDGPLQLVWUDWLYRV\¿VFDOHV±FRQVHFXHQFLD\UHSHU
cusión de la actividad privada sobre el orden público–. Tal desplazamiento
dará lugar, en primer témino, a la aparición de una nueva nobleza, de origen
burgués –la nobleza de la toga– que reducirá a un plano brillantemente
simbólico, pero subalterno, a la nobleza de la espada10. De tal cambio, lo
que a nuestro tema atañe, es la aparición de nuevos criterios en la forma
FLyQGHORVUHVSRQVDEOHVS~EOLFRVGHHVWDHWDSDKLVWyULFD\DQRVHWUDWDGH
una dura crianza, basada en ascesis, ejercicios físicos y prácticas militares,
FRQ¿JXUDGRUHVGHXQDIRUPDGHHQWHQGHUODYLGD\TXHVHRULHQWDEDQSUH
VXQWDPHQWHDFRQVHJXLUXQWLSRKXPDQRGRWDGRVLHPSUHGHODVPLVPDV\
comunes virtudes. La nobleza de la toga será, por el contrario, de origen
burgués, experta en asuntos económicos y en la administración ordenada
de los mismos. Sus conocimientos se basarán en estudios universitarios,
QRUPDOPHQWHGHOH\HV\KDVWDODVUHYROXFLRQHVEXUJXHVDVGHO;O;LUiQFUH
FLHQGRHQYROXPHQHLQÀXHQFLDRFXOWRVWUDVHOIDVWRRVWHQWRVRGHODV¿HVWDV
FRUWHVDQDV/DKRMDUDVFDKLVWRULRJUi¿FDDWHQWDPXFKDVYHFHVDORVDVSHFWRV

10. 3XHGHYHUVH1+AMPSON, Historia social de la Revolución Francesa, Alianza Ed., Madrid,


1974, especialmente, cap. 1.

55
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

más abiertamente criticables de este período, no nos permite valorar en su


conjunto, para bien o para mal, pero, en todo caso, con objetividad, la di
mensión ética de la conducta pública de tales administradores de los bienes
del Estado, punto de partida de las modernas burocracias.
3HURUHWRUQDQGRDOKLORFRQGXFWRUGHQXHVWUDH[SRVLFLyQUHFRUGHPRV
TXH KHPRV IXQGDPHQWDGR OD UHSRQVDELOLGDG VRFLDO GH WRGRV \ FDGD XQR
de los ciudadanos como su capacidad y su posibilidad de participar en la
FRQVHUYDFLyQGHODVRFLHGDGFRPRFRQVHFXHQFLDGHVXSDUWLFLSDFLyQGLIH
rencial en los bienes o logros sociales (responsabilidad social objetiva),
\TXHSRURWUDSDUWHKHPRVWLSL¿FDGRODUHVSRQVDELOLGDGVRFLDOVXEMHWLYD
como el grado de implicación personal de cada ciudadano en los asuntos
generales de la sociedad, en función de su grado de conocimiento, interés
\YLQFXODFLyQDORVPLVPRV&HQWUpPRQRVDKRUDVREUHXQWHPDTXHHVFUX
FLDOSDUDODVVRFLHGDGHV\ORV(VWDGRVPRGHUQRVHVWRHVHOGHVDUUROORGHOD
responsabilidad social subjetiva en relación a los intereses generales de la
sociedad y del Estado, por parte de los ciudadanos, miembros privados que
componen la sociedad.
(VGHVREUDFRQRFLGRHOKHFKRGHTXHODPD\RUSDUWHGHODVSHUVRQDV
son más conscientes de los problemas que les afectan a título individual,
TXH GH ODV FXHVWLRQHVFRQ IUHFXHQFLDPXFKR PiV JUDYHV TXH DIHFWDQD
las instituciones, a la sociedad en su conjunto y al propio Estado. Simmel
se ocupó de este tema a propósito de la conservación de la comunidad na
cional, analizando las razones por las que la mayoría de los individuos no
llegan a ser conscientes de los problemas que afectan a la conservación de
ODVQDFLRQHV\PXFKRPHQRVGHODQHFHVLGDGGHTXHHOORVDFW~HQFRDG\X
vando a esa conservación11.
/DSULPHUDUD]yQDGXFLGDSRU6LPPHOHVTXH³HOLQGLYLGXRQRH[SH
rimenta la inestabilidad de la vida, la incesante sucesión de ofensiva y de
fensiva nada más que en sí mismo, ya que los procesos correspondientes
HQODVFROHFWLYLGDGHVVHGLVWULEX\HQHQWUHPXFKRVLQGLYLGXRVHQWUHPXFKRV
puntos separados en el espacio, por el contenido y por el interés, y no llegan
todos a la conciencia del individuo fácilmente, aunque el individuo perciba
su resultado, que es la permanencia del todo”.
6LODSULPHUDUD]yQVHUH¿HUHDODGLVWULEXFLyQGHORVSURFHVRVHQDP
SOLRV HVSDFLRV \ HQWUH PXFKRV LQGLYLGXRV OD VHJXQGD VH FHQWUD VREUH VX
GLPHQVLyQWHPSRUDO³WDOHVSURFHVRVVHYHUL¿FDQIUHFXHQWHPHQWHHQRUJD

11. -6IMMEL, Sociología, VIII, “La autoconservación de los grupos”, Revista de Occidente,
0DGULG  

56
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

nismos de grandes dimensiones y por lo tanto, son lentos y transcurren en


períodos tan prolongados, que las transiciones de sus diversos estadios se
perciben difícilmente”.
La tercera razón es la que Simmel considera como “el punto más di
ItFLO SHUR DFDVR HO PiV H¿FD]´ YLYLPRV HQ HVDV FRPXQLGDGHV HVSHFLDO
PHQWHHQODVGHPiVDPSOLDHQYHUJDGXUDFRPRVLVHWUDWDUDGHUHDOLGDGHV
LQWHPSRUDOHVHWHUQDVTXHQXQFDKXELHUDQGHWHUPLQDUFX\DSHUPDQHQFLD
estuviera al margen de toda duda. Pero, prescindiendo de estas ideas, tales
comunidades están sujetas al nacimiento y a la muerte.
Vistas así las cosas, tal como Simmel con criterio realista las presenta,
resulta claro por qué la inmensa mayoría de los individuos que integran
una sociedad no suelen enterarse de los problemas de tipo colectivo que
DIHFWDQDHVDVRFLHGDG<FXDQGRSHVHDWRGROOHJDQDHQWHUDUVHQRVLHQWHQ
gran interés por esos problemas, ni consideran que, de algún modo, puedan
afectar a su responsabilidad.
(QUHDOLGDGHOGHVSHUWDUGHODUHVSRQVDELOLGDGS~EOLFDGHORVFLXGD
GDQRVQRFRPRHOKHFKRDLVODGRGHWDORFXDOFLXGDGDQRTXHSXHGDOOHJDUD
sentirse responsable a título personal y por motivos personales, sino como
XQKHFKRFROHFWLYRTXHDIHFWHDODFLXGDGDQtDHQJHQHUDOVyORVHUiSRVLEOH
en la medida en que se diseñe y aplique un vasto proceso de socialización
política GHVGHODLQIDQFLD<pVWHHVDQXHVWURMXLFLRHOSXQWRHQHOTXHORV
UHJtPHQHVGHPRFUiWLFRVKDQVLGRVLHPSUHPHQRVFXLGDGRVRVTXHORVUHJt
menes autoritarios.
Es evidente que el siglo XVIII puso las bases para la formación de las
opiniones públicas modernas, al llevar a cabo grandes campañas de alfabe
tización, rompiendo con el secular y tradicional analfabetismo de las socie
dades europeas12$ODODUJDHVWRKDUtDSRVLEOHDWUDYpVGHODLQIRUPDFLyQ
sobre los asuntos políticos, económicos y sociales, el lento desarrollo de los
S~EOLFRV\HQFRQVHFXHQFLDODLQFRUSRUDFLyQGHVHFWRUHVVLJQL¿FDWLYRVGH
ODSREODFLyQVREUHWRGRGHODSREODFLyQXUEDQDDORVQ~FOHRVSRWHQFLDOHV
de participación política y de comportamiento cívico responsable13.
Pero, de suyo, el despotismo ilustrado nunca consideró al pueblo
como sujeto activo de la política, sino como sujeto pasivo de ella. Tampoco
el Estado liberal supuso un cambio importante en este terreno, porque si
ELHQHVWDEOHFLyGHUHFKRVIXQGDPHQWDOHV\HOHYyHQHOSODQRIRUPDODORV

12. /DSUHRFXSDFLyQSRUODHGXFDFLyQHVXQDFRQVWDQWHHQWUHORVLOXVWUDGRV9pDVH3+$=$5'
El pensamiento europeo del s. XVIII, Alianza, Madrid, 1984, “La educación”, pp. 171 ss.
13. G. TARDE, L’Opinion et la foule, Librairie Felix Alcan, París, 1922.

57
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

individuos desde el nivel de súbditos al de ciudadanos, no se educó a estos


para que realmente lo fueran y se implicaran de modo efectivo en los asun
WRV S~EOLFRV$OJ~Q DXWRU IUDQFpV KD GHVWDFDGR TXH GHVGH OD UHYROXFLyQ
KDVWD OD OHJLVODFLyQ QDSROHyQLFD HQ PDWHULD HGXFDWLYD WUDQVFXUUHQ YHLQWH
años en los que se produce un enorme deterioro de la educación en Fran
cia, incrementándose el analfabetismo y disminuyendo la escolarización,
VLHQGRLQFRKHUHQWHHOTXHODHOHYDFLyQDODFRQVLGHUDFLyQGHFLXGDGDQRQR
fuera acompañada por un interés creciente, por parte de los políticos, en
ODHGXFDFLyQGHOSXHEORD¿QGHFRQVHJXLUTXHGHKHFKRDFWXDUDQFRPR
ciudadanos14.
Pero la minoría de edad de los ciudadanos, y, en consecuencia, el sub
desarrollo de su responsabilidad social subjetiva, alcanza las cotas más al
WDVHQODVRFLHGDGTXHFUHDHO(VWDGRGHELHQHVWDUKHUHGHURGLUHFWRGHOGHV
potismo ilustrado, DXQTXHGLFKRVHDGHSDVRFRQPXFKDPHQRVLOXVWUDFLyQ
que aquél15. El Estado recauda, a través de la vía de los impuestos y de las
FXRWDVGHOD6HJXULGDG6RFLDOFLIUDVTXHHQPXFKRVFDVRVVXSHUDQHOSRU
100 del Producto Nacional Bruto y lo redistribuye transformado en bienes
\VHUYLFLRV'HMHPRVDXQODGRHOKHFKRFLHUWRGHTXHORV(VWDGRVGHELHQ
estar logran elevar los niveles de bienestar de la población, más allá de lo
que cabría esperar y, probablemente, en proporciones superiores a las que
VHSRGUtDQKDEHUDOFDQ]DGRSRURWUDVYtDV(OSUREOHPDQRHVHVH(OSUR
blema radica en que se lleva a cabo un proceso de entronización del Estado,
FRQVLGHUiQGROHFRPRRPQLSUHVHQWHWRGRSRGHURVR\SURYLGHQWH\WUDQV¿
ULpQGROH±MXQWRFRQPXFKDVFRPSHWHQFLDVGHRULJHQSULYDGRODH[SHFWDWLYD
HYDQJpOLFD³SHGLG\VHRVGDUi´6HKDQGHVFULWRWDOHVSURFHVRVFRQGHWDOOH\
reiteración, y no queremos insistir en algo que es de sobra conocido.
Lo que nos interesa destacar es la medida y el sentido en que el Esta
GRGHOELHQHVWDUKDFRQWULEXLGRDLPSHGLUHOGHVDUUROORGHODFRQFLHQFLDGH
responsabilidad social y pública de los ciudadanos.
+HPRV GLFKR PiV DUULED TXH OD UHVSRQVDELOLGDG REMHWLYD VH EDVD HQ
HOKHFKRGHTXHWRGRPLHPEURGHODVRFLHGDGDOQDFHUUHFLEHXQDSDUWLFL
pación en los logros de la misma, ya que esa participación obliga a respon
der, en la medida en que uno sea capaz de ello y en proporción a lo recibido.

14. L. BODIN, Los intelectuales, Eudeba, Buenos Aires, 1965.


15. La crítica al modo de considerar a los ciudadanos como menores de edad y, por tanto, evitar
el desarrollo de su libertad, invadiendo ámbitos que debieran estar reservados a la iniciativa indivi
GXDOKDVLGRHMHUFLGDSRUHFRQRPLVWDVFRPR)$+AYEK, Camino de servidumbre (1944), Alianza,
Madrid, 1985; M. FRIEDMAN, Capitalismo y libertad, Rialp, Madrid, 1966, y por sociólogos como
+)REYER, La época industrial, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1961.

58
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

El problema se complica cuando se da entrada a la multiplicidad de bienes


y servicios que cada ciudadano recibe a lo largo de su vida, del Estado
EHQHIDFWRU(VWHKHFKRQRVLQGXFHDSHQVDUTXHVHHVWiSURGXFLHQGRXQLQ
cremento de la responsabilidad objetiva de los ciudadanos, no sólo porque
se incrementa exponencialmente el monto de lo que recibe, sino que, ade
más, no se trata del legado de generaciones pasadas, sino que lo que recibe
es consecuencia de la política redistributiva, de modo que lo que a él se le
aumenta, se le está detrayendo a otro u otros de sus conciudadanos.
Esto quiere decir que se produce un incremento de la responsabilidad
objetiva, al mismo tiempo que se eleva el bienestar de las personas y que,
DGHPiVHVDUHVSRQVDELOLGDGREMHWLYDQRVHUH¿HUHVyORDODVRFLHGDGHQJH-
neral, sino de modo más concreto a todos aquellos que con sus aportacio-
nes -no siempre voluntarias, ni hechas de buen grado, pero, en todo caso,
detraídas de lo que era suyo-, han hecho posible la elevación de los niveles
de satisfacción de necesidades de los demás. Por el contrario, el gran pe
FDGRSROtWLFR\pWLFRGHO(VWDGRGHELHQHVWDUFRQVLVWHHQKDEHUSHUPLWLGR
TXHORVEHQH¿FLDULRVGHOVLVWHPDFUH\HUDQTXHWRGRORTXHUHFLEtDQOHVHUD
debido y que no estaban obligados, como contraprestación, a responder
socialmente. Porque, esa creencia, abundantemente desarrollada entre los
EHQH¿FLDULRVGHO(VWDGREHQHIDFWRUOOHYDFRQVLJRODHOLPLQDFLyQGUiVWLFD
de la responsabilidad subjetiva de los mismos.

6. EL NECESARIO DESPERTAR DE LA RESPONSABILIDAD SUBJETIVA

En el fondo, éste es el problema que preocupa a Almond y a Verba,


cuando en 1962, presentan los resultados de su investigación sobre el de
sarrollo y la vigencia de la cultura cívica16 No se trata de determinar qué
requisitos tienen que darse en una sociedad para que a ella pueda llegar la
democracia17, sino qué requisitos tienen que cumplirse para que la demo
cracia tenga futuro en los países en los que, en mayor o menor medida, ya
H[LVWH1RKDFHIDOWDDYDQ]DUPXFKRHQODOHFWXUDGHODREUDSDUDGHVFXEULU
en los comienzos del Capítulo I, los temores de los autores de que la demo

16. G.A. ALMOND, y S. VERBA, La cultura cívica, Euramérica, Madrid, 1963.


17. Como algunos, entre nosotros, erróneamente interpretaron.

59
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

FUDFLDQRHVWpWRGDYtDVX¿FLHQWHPHQWHDVHQWDGDHQ(XURSD(QXQDIHFKD
WDQDYDQ]DGDFRPRHVFULEHQ

“El desarrollo del Fascismo y del Comunismo después de la Primera


Guerra Mundial suscitó serias dudas sobre la inevitabilidad de la democracia
en Occidente; y aún no podemos estar seguros de que las naciones del conti
nente europeo lleguen a descubrir una forma estable de proceso democrático
que se acomode a sus instituciones sociales y a su cultura particular, ni pode
PRVKDFHURWUDFRVDPiVTXHFRQILDUHQTXHFRQMXQWDPHQWHGHVFXEULUiQXQD
democracia europea”.

<DxDGH

³6LQ KDEHU UHVXHOWR SULPHUR HVWDV GXGDV ORV VXFHVRV D SDUWLU GH OD
6HJXQGD*XHUUD0XQGLDOKDQKHFKRVXUJLUSUREOHPDVDHVFDODPXQGLDODFHU
ca del futuro de la democracia”18.

En una disposición, por otra parte muy norteamericana, de intentar


HQVHxDUDORVHXURSHRVHQTXpFRQVLVWHODGHPRFUDFLDHVWRVDXWRUHVD¿UPDQ
que

“lo que debe aprenderse de una democracia es cuestión de actitudes y


sentimientos, y esto es más difícil de aprender”.

0iVGLItFLOGHDSUHQGHUTXHODVPHUDVGRFWULQDVRODVSUiFWLFDVEXUR
cráticas de la dominación racional.
En el fondo, el futuro de la democracia depende de

“lo que los griegos denominaban virtudes cívicas y sus consecuencias


para la efectividad y estabilidad de un gobierno democrático”19.

<DODQiOLVLVGHODVvirtudes cívicas de los miembros de la sociedad es,


D¿QGHFXHQWDVDORTXH$OPRQG\9HUEDYDQDGHGLFDUVXLQYHVWLJDFLyQ
y su libro, porque no otra cosa se pretende poner de relieve a través de su
tipología, que establece la gradación entre parroquianos, súbditos y ciuda-
danos. La creciente implicación personal de los individuos en los asuntos
FROHFWLYRVSRQHGHPDQL¿HVWRLJXDOPHQWHel diferente grado de responsa-

18. ALMOND y VERBA, op. cit., p. 19.


19. ALMOND y VERBA, op. cit., Prólogo.

60
LA RESPONSABILIDAD DE LOS CIUDADANOS EN LA SOCIEDAD CIVIL

bilidad subjetiva de unos y de otros, que alcanza en los ciudadanos el nivel


más alto.
Lo que a Almond y Verba les preocupa, en relación sobre todo a los
países europeos que estudian –Alemania e Italia–, y a las democracias poco
SURIXQGDV GH +LVSDQRDPpULFD 0p[LFR HV OD JUDQ GLVWDQFLD TXH PHGLD
entre los gobernantes y los gobernados, entre la organización política y la
sociedad civil. Obvio es decir que el problema no está aún planteado en
los nítidos términos de la necesidad de construcción de la sociedad civil,
SHURVHPDQL¿HVWDFRPRXQDQHFHVLGDGGHTXHORVPLHPEURVGHODVRFLHGDG
se impliquen en los asuntos públicos y participen en ellos, al menos en el
mundo de las administraciones locales, que siempre les serán más próxi
mas y asequibles.
3HURORTXHHVWiFODURFRQLQGHSHQGHQFLDGHTXHVHKDEOHPXFKRGHOD
cultura cívica, es que ésta no se desarrolla espontáneamente por sí sola y
TXHHOWUDQVFXUVRGHOWLHPSRQRKDLQFUHPHQWDGRHQQLQJ~QSDtVGHOPXQGR
occidental, el número de los ciudadanos participantes.
(OSUREOHPDUDGLFDHQTXHHVHFDPELRH[LJHTXHVHGLVHxH\VHDSOL
que un programa de socialización política, a medio y largo plazo, a toda
la población y desde la infancia, como única política gubernamental para
GHVDUUROODUODUHVSRQVDELOLGDGVXEMHWLYDGHORVLQGLYLGXRV<HVGLItFLOTXH
WDOFRVDVHUHDOLFHSRUTXHORVUHJtPHQHVGHPRFUiWLFRVQRVHKDQGHFLGLGR
KDVWDDKRUDDGH¿QLUVXVSURSLRVVLVWHPDVSRVLWLYRVGHYDORUHVDDUWLFXODU
ORV\DWUDQVPLWLUORV(QUHDOLGDGSDUHFHMXVWL¿FDGDODGHVFRQ¿DQ]DVREUHOD
VLQFHULGDGGHTXLHQHVKDEODQGHODQHFHVLGDGGHFRQVWUXLUODVRFLHGDGFLYLO
ya que tal propuesta parece más un slogan que una meta política real. Sobre
este tema convendría meditar pausadamente en otro momento.

61
/Ï*,&$<6,67(0È7,&$'(/$62&,('$'&,9,/
Rafael ALVIRA

1. RELEVANCIA ACTUAL DEL CONCEPTO DE SOCIEDAD CIVIL

/DLGHDGH³VRFLHGDGFLYLO´VHKDXVDGRHQORV~OWLPRVDxRVFRPRXQR
de los grandes lugares comunes de la discusión, de intensidad y extensión
crecientes, acerca del estado de nuestra cultura y de nuestra sociedad en
Occidente.
Su nueva presencia va unida a la aparición de una serie de fenómenos
de carácter precisamente cultural y social. Se puede mencionar, en primer
lugar, la llamada “crisis de la democracia´TXHKDREOLJDGRDORVWHyULFRV
de la política a repensar las bases de nuestro sistema. Como es normal, ese
“volver a pensar” implica un retorno a los orígenes, y en el origen de la
democracia está, justamente, la idea de “sociedad civil”.
Está también la crisis –tras la tan mencionada caída del muro de Berlín
en 1989– del socialismo. Este se formuló teóricamente como el “sistema”
GHODVRFLHGDGFLYLOSHURVXSXHVWDHQSUiFWLFDKDFRQGXFLGRDORFRQWUDULR
6LELHQORVGHIHQVRUHVGHODLGHDVRFLDOLVWDVRVWLHQHQTXHQRKDIUDFDVDGR
ésta, sino sólo su mala formulación “staliniana”, está fuera de duda que
ni el estatalismo, ni la economía fuertemente dirigida, ni la politización
general, todos ellos rasgos de cualquier socialismo clásico, incluido el de
PRFUiWLFRSXHGHQVHUPDQWHQLGRVKR\VLQPXFKDVUHVHUYDV
7DPELpQKD\TXHPHQFLRQDUOD³crisis de la modernidad”/DPRGHU
nidad se expresó sobre todo en forma o liberal o socialista, a través de
actitudes individualistas, racionalistas, socialmente uniformistas, etc. La
SRVWPRGHUQLGDGDSXQWDKDFLDXQDQXHYDYLYL¿FDFLyQGHODYLGDVRFLDO\FXO

63
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

tural, mediante la defensa de la diversidad, la imaginación, la solidaridad


espontánea –no estatal–, etc.
Algunos puntos en común con lo postmoderno tiene el movimiento
–fragmentado pero real– de los comunitaristas, con grandes representantes
sobre todo en Canadá y los U.S.A.
De creciente repercusión es también el multiculturalismo, propuesta
VRFLRFXOWXUDORULJLQDULDPHQWHDPHULFDQDSHURTXHHPSLH]DDLQÀXLUHQ(X
ropa.
0iVUHODFLRQDGRFRQHOPXQGRHFRQyPLFRKD\TXHVHxDODUSDUDWHU
minar este breve recuento, el crecimiento de la conciencia empresarial,
H[SUHVDGDHQHOGHVDUUROORGHORVHVWXGLRVGH¿ORVRItD\GHcultura de la
empresa y el difícil y ambiguo –pero enormemente importante– fenómeno
de la globalización de los mercados.
Los complejos procesos de transformación de los antiguos países de
órbita soviética y los oscuros pronósticos sobre el “Estado de bienestar”
GHOD(XURSDRFFLGHQWDOKDQFRQGXFLGRLJXDOPHQWHDSRQHUHQSULPHUDOt
nea el interés por el concepto y la posible realidad de la “sociedad civil”.

2. CARACTERIZACIÓN GENERAL DEL CONCEPTO DE SOCIEDAD CIVIL

&RPRD¿UPD0LFKDHO:DO]HU³KD\PXFKDVGH¿QLFLRQHVGH³VRFLHGDG
FLYLO´\XQFRQVLGHUDEOHGHVDFXHUGRVREUHORVPiUJHQHVGHORTXHHOFRQ
cepto incluye y excluye”. Según él

³HVVXILFLHQWHFRQGHFLUTXHODVRFLHGDGFLYLOLQFRUSRUDPXFKDVGHODV
asociaciones e identidades que apreciamos fuera de, antes que, o a la sombra
del Estado y la ciudadanía”1.

Según Adam B. Seligman,

“a pesar de las perspectivas teóricas distintas y de las diferentes po


VLFLRQHVSROtWLFDVORTXHKDFHDODLGHDGHVRFLHGDGFLYLOWDQDWUDFWLYDSDUD
tantos pensadores sociales es su supuesta síntesis de “bien” público y priva-
do y de deseos individuales y sociales. La idea de sociedad civil incorpora

1. M. WALZER (edit.), Toward a global civil society, p. 1.

64
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

un... ideal ético de orden social que... al menos armoniza los requerimientos
contrapuestos del interés individual y del bien social”2.
³&RQ HO µWRSRV¶ µVRFLHGDG FLYLO¶´ VH UH~QHQ HQ ODV &LHQFLDV 6RFLDOHV
GLIHUHQWHVVLJQLILFDGRV6HSXHGHQGLVWLQJXLUDOPHQRVWUHVSRVLFLRQHVXQD
FOiVLFDOLEHUDOXQDGHPRFUiWLFD\XQDDQWURSRFpQWULFD&RP~QDWRGDVHOODV
es el convencimiento de la necesidad de una sociedad civil con instituciones
autónomas, no dirigidas por el Estado...”3.

Se deja ver, por tanto, porqué este concepto estuvo en el origen del
pensamiento democrático. Por un lado, subraya el valor de la libertad de
iniciativa y de acción del individuo y, por otro, apunta a una cierta igual-
dad, pues sólo los iguales pueden colaborar para sacar adelante la propia
sociedad. Implica también, por tanto, una solidaridad o “fraternidad” entre
ORVFRQVWUXFWRUHVGHGLFKDVRFLHGDG
Como veremos a continuación, esta versión de la democracia, que de
¿HQGHODSOXUDOLGDG\YDULHGDGFXDOLWDWLYDGHLQVWDQFLDVVRFLDOHVSDUDsacar
adelanteODVRFLHGDGGL¿HUHWDQWRGHODLQWHUSUHWDFLyQHVWUHFKDPHQWHLQGL
vidualista como de la estatalista de ella.

3. BREVE BOSQUEJO HISTÓRICO DEL CONCEPTO DE SOCIEDAD CIVIL

En sentido amplio, encontramos el espíritu de la “sociedad civil” en


ODGHPRFUDFLDDWHQLHQVHHQODWUDGLFLyQGHOGHUHFKRGHJHQWHVRGHUHFKR
natural, en las diversas formas políticas del “régimen mixto”, etc.
(QVHQWLGRPiVHVWULFWRKLVWyULFDPHQWHODLGHDGH³VRFLHGDGFLYLO´DSD
rece con la Ilustración europea y, sobre todo, con la Ilustración escocesa.
/RV JUDQGHV SHQVDGRUHV HVFRFHVHV GH HVWD pSRFD ±+XWFKHVRQ 5HLG
6PLWK)HUJXVRQ±VHSODQWHDQFyPRHQWHQGHUHOorden social en una socie
dad en la que el papel de la individualidadHUDPXFKRPiVPDUFDGRTXH
antes.
/DLPSRUWDQFLDGHODLQGLYLGXDOLGDGYHQtDUHVDOWDGDSRUGLYHUVRVIDF
WRUHV'HXQODGRLQÀXtDODUHOLJLRVLGDGGHRULJHQSURWHVWDQWHFRQVXUHFKD
zo del orden eclesiástico; de otro, la gran expansión del espíritu comercial
conducía de modo necesario a subrayar el valor de la libertad individual.

2. A.B. SELIGMAN, The idea of civil society, p. X.


3. M. SPIEKER, Katolische Soziallehre und civil Society, p. 276.

65
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Era necesario, según los escoceses, encontrar un orden social que apo
yara sobre principios morales (y ya no “teológicos”, como todavía sucedía
HQ-RKQ/RFNHTXHHVTXL]iHOSULPHUSDGUHGHODLGHDPRGHUQDGH³VRFLH
dad civil”) las relaciones “democráticas” de individuos libres y autónomos.
Quizá lo más difícil para ellos fue desarrollar una idea de opinión pública
que pudiera combinar el carácter democrático de la esfera pública con los
principios éticos.
La clave moral de la tesis escocesa es la idea de simpatía natural.
Se trata –según ellos– de una realidad que combina lo universal racio-
nal con la inclinación sensible, produciendo un sentimiento, que puede ser
FRQGLYLGLGRSRUWRGRV\TXHQRSLGHXQDHGXFDFLyQHOLWDULDSDUDVXGHVFX
EULPLHQWR*UDFLDVDGLFKRVHQWLPLHQWRVHSXHGHSURGXFLUWDPELpQHOreco-
nocimiento mutuo entre los individuos, que es básico para armonizar los
intereses individuales con el orden social.
$OFULWLFDU.DQWODWHRUtDHVFRFHVDGHORVVHQWLPLHQWRVPRUDOHVVXE
raya la realidad y el valor de la razón pura$KRUDELHQVXWHVLVOHREOLJD
a separar demasiado fuertemente entre la esfera privada, que para él es la
de la moral –razón pura práctica–, y la pública, que es la del derecho. Se
rompe el equilibrio entre lo público y lo privado, que es una de las piezas
básicas de la idea de “sociedad civil”.
3RU HOOR +HJHO LQWHQWD LQPHGLDWDPHQWH UHVWDXUDU OD LGHD GH ³VRFLH
GDGFLYLO´PHGLDQWHHOSURFHGLPLHQWRGHYROYHUDXQLUORTXH.DQWKDEtD
VHSDUDGRDVDEHUORMXUtGLFR\ORpWLFR(OSUREOHPDHVTXH+HJHOFRPR
algunos de sus discípulos después, tiene una idea muy peculiar de lo que es
la ética. Para él, ella se encuentra en el ámbito de las intenciones de cada
VHUKXPDQRSHURODplenitud de la esfera de la acción se da en la política.
Sólo en el ámbito político se alcanza el pleno desarrollo de la acción so
FLDOKXPDQD(O(VWDGRHVSRUHOORHO'LRVREMHWLYRHQHVWHPXQGR\OD
VRFLHGDGFLYLOVyORXQHVWDGLRLQWHUPHGLRHQHOFDPLQRKDFLDpO$VtSXHV
existe la sociedad civil –que es el lugar de las relaciones de intereses entre
LQGLYLGXRV\HQWUHFRUSRUDFLRQHV±SHURHVWDVRFLHGDGTXHGDEDMROD³GLUHF
ción” suprema del Estado que, en cierta medida, es formalmente el todo
social.
3DUD0DU[SRUHOFRQWUDULRHQVXFUtWLFDD+HJHOGHVGH+HJHOHO(VWD
GRGHEHGHVDSDUHFHUDO¿QDOHQODVRFLHGDGVLQFODVHVSDUDTXHODVRFLHGDG
civil lo sea todo.
(QXQR\RWURFDVRGHKHFKRODLGHDFOiVLFDGHVRFLHGDGFLYLOGHVD
SDUHFHHQ+HJHOHVestatalizada, en Marx es economizada.

66
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

$ SDUWLU GH OD VHJXQGD PLWDG GHO ;,; ±\ OD ¿JXUD SULQFLSDO DTXt HV
'XUNKHLP±ODVGLVFXVLRQHVVHFHQWUDQ\DGHXQPRGRFRQFUHWRHQFyPRVH
realiza en la práctica la inclusión de cada uno –sobre todo, del obrero– en
XQDSUHVXQWDVRFLHGDGFLYLO(VODGLVFXVLyQDFHUFDGHTXpVLJQL¿FDODciu-
dadanía, el ser ciudadano.

4. PLANTEAMIENTO SISTEMÁTICO DEL PROBLEMA

'HPDQHUDFRQFLVD\VLQWpWLFDHOSUREOHPDSXHGHSODQWHDUVHDVt
a) En primer lugar, la idea de sociedad civil no puede contraponerse
RFRQIURQWDUVH±FRPRHVKDELWXDOVLQHPEDUJRKDFHU±FRQODGHEstado,
SXHVVRQFDQWLGDGHVGLVWLQWDVODVRFLHGDGFLYLOQRHVXQDinstituciónPLHQ
WUDVTXHHO(VWDGRVtORHV\SUHFLVDPHQWHXQDLQVWLWXFLyQVRFLDO/DFRQ
WUDSRVLFLyQVHGLyFRPRFRQVHFXHQFLDGHOUHFKD]REDVWDQWHJHQHUDOL]DGRGH
una confusión previa.
/DUHVSRQVDELOLGDGGHODFRQIXVLyQVRFLHGDG(VWDGRWLHQHGRVQRPEUHV
SDUDGLJPiWLFRV7+REEHV\*:)+HJHO3DUD+REEHVODVRFLHGDGFLYLO
en cuanto tal, se crea con el Estado, de tal manera que aunque el Estado no
lo es todo, pues las relaciones privadas no son de su iniciativa, juega, sin
HPEDUJRXQSDSHOFHQWUDOGHVFDUJDUODUHVSRQVDELOLGDGGHORVFLXGDGDQRV
con respecto, justamente, a la sociedad en cuanto tal.
&RPRHOKRPEUHVHJ~Q+REEHVHVPDORHQHOHVWDGRGHQDWXUDOH]D
crea la sociedad civil mediante el procedimiento de ceder su capacidad de
PDOGHYLROHQFLDLQDGHFXDGDDO(VWDGR$SDUWLUGHDKtVHGHVHQWLHQGHGH
la sociedad en cuanto tal, para dedicarse a vivir su vida particular. El acuer
do fundamental no tiene un carácter positivo, constructivo, y plenamente
responsable, sino más bien predominantemente negativo, en el sentido de
concentrarse en poner límites al mal.
Con todo, aunque negativa e indirecta, cada individuo tiene una cierta
responsabilidad en el todo social'HVGHHVWHSXQWRGHYLVWD+REEHVHVWR
davía un clásico. El acuerdo por el que se “crea” la sociedad vence la mera
SDUWLFXODULGDG±HQODFXDOQRKD\VRFLHGDGSRVLEOH±DOPHQRVHQHODVSHFWR
PHQFLRQDGRGHYLFWRULDVREUHODYLROHQFLD+REEHVHVVHJ~QVHPLUHPiV
RPHQRVOLEHUDOTXH-/RFNH
+HJHOSHUFLEHTXHXQLQGLYLGXRTXHQRVHDWUHYHFRQWRGDODUHVSRQ
sabilidad, en el sentido de no desarrollar toda la racionalidad posible, es un
muñón del espíritu. El espíritu que cada uno puede encarnar va más allá de

67
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

la particularidad de las relaciones de trabajo, y la sociedad sólo lo es si exis


te plenamente en cuanto tal, en acto. La sociedad en acto es el Estado, y el
mundo de las relaciones particulares tiene sólo sentido en él. En cuanto la
VRFLDOLGDGHVREMHWLYDPHQWH\HQHVWHPXQGRORTXHSHUIHFFLRQDDOKRPEUH
el Estado es el Dios objetivo en este mundo.
$TXt+HJHOGDXQVHVJRDODWHVLVFOiVLFDVHJ~QODFXDOQRKD\VRFLHGDG
sin Dios, o que la religión es la savia de lo social. Sin duda el Estado, la
institución suprema política del tipo que sea, en cuanto garante último de
la paz, tiene una relación peculiar con lo divino, pues la paz es el primer
\SULQFLSDOUHJDORGLYLQR6LHVODGLYLQLGDGODTXHQRVKDFHfraternos, so-
ciales, entonces el Estado como instrumento que genera la paz tendrá una
SDUWLFXODUUHODFLyQFRQ'LRV$VtKDVLGRHQWHQGLGRPXOWLWXGGHYHFHVHQOD
KLVWRULD
3HURKD\XQDGLIHUHQFLDHQWUHTXHHO(VWDGRHVWpDVLVWLGRGHPRGRHV
SHFLDOSRU'LRV\TXHVHD'LRV6L+REEHVGHVFRQ¿DEDGHODSDUWLFXODULGDG
+HJHOQRVyORGHVFRQItDGHHOODVLQRTXHDGHPiVQRFUHHTXHHQODVRFLHGDG
FLYLOKD\DSHUIHFFLyQDOJXQDFRQVWLWXWLYD±VHODWLHQHTXHGDUHO(VWDGR±QL
SHUIHFFLyQ¿QDOSXHVHO³'LRVREMHWLYR´QRHVDXQSOHQDPHQWH'LRV
(O SUREOHPD KHJHOLDQR QR HV SHTXHxR HO (VWDGR HV OD VRFLHGDG HQ
acto –es la sociedad tal cual, se podría decir–, pero sin duda, al mismo
tiempo, es una institución(VWDFRQIXVLyQHVLQVDOYDEOH\ODVWUDODWHVLVKH
geliana seriamente. La que él llama, entonces, sociedad civil, es un estadio
intermedio y potencial de la sociedad en cuanto tal, que es idéntica con el
(VWDGR (VWR QR HV FRPR VH KD VRVWHQLGR QHFHVDULDPHQWH totalitarismo
±DXQTXHHVWpFHUFD±SHURVtHV±GHQXHYRFRPRHQ+REEHV±XQDIRUPDGH
entender lo general social, la unidad social, como algo que no cae sobre la
responsabilidad de cada individuo.
7DPELpQ+HJHOHVWiDXQHQODOtQHDFOiVLFDFXDQGRVXEUD\DODLGHDGH
TXHQRKD\VRFLHGDGDOJXQDVLQODH[LVWHQFLDGHDOJ~Quniversal social. Pero
ODIRUPDHQTXHORKDFHGLVWRUVLRQDHOFRQFHSWRPLVPRGHVRFLHGDG
+REEHV\+HJHO±OLEHUDOHVDVXPRGR±IXHU]DQTXHVHGpODUHVSXHVWD
liberal pura. No deja de ser sorprendente que sea el liberalismo el campeón
de la sociedad civil. Pero lo es, y este punto tiene relevancia aquí, en la me
GLGDHQTXHGLFKDVRFLHGDGVHUHLYLQGLFDSDUDVDOYDUODLPSRUWDQFLDFHQWUDO
del individuo.
La sociedad civil es concebida por el liberalismo radical como el reino
de las relaciones individuales, reino que requiere de un Estado para ga
rantizar vidas, propiedades y libertades –elementos indispensables para la

68
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

existencia misma y desarrollo del individuo humano en cuanto tal–, pero el


Estado mismo es una institución pequeña y al servicio de los individuos.
&RPRHOKRPEUH±VHJ~Q/RFNH±QRHVPDORSRUQDWXUDOH]DQRVHQH
FHVLWDXQ(VWDGRDEVROXWRSDUDFUHDUODVRFLHGDG3HURWDPSRFRKD\QLQJXQD
idea general social, no existe el universal social. Como consecuencia, la
vida en sociedad es el conjunto variopinto de relaciones individuales va
riables. Esa es la sociedad civil, la cual requiere un guardián externo que
ejerza la coacción mínima indispensable.
Lo que busca Carlos Marx es que ese Estado –incluso el mínimo– des
DSDUH]FD\SLHQVDTXHODQHFHVLGDGKLVWyULFDDGHPiVFRQGXFHDHOOR$O
¿QDO\DQRKDEUiPiV(VWDGRGLFH(VGHFLUTXHHQODVRFLHGDGVLQFODVHV
QRKDEUiPiVTXHVRFLHGDGFLYLO
/DGLIHUHQFLDHQWUHHOOLEHUDOLVPRGH/RFNH\HOGH0DU[HVWiHQTXH
pVWHFRQVLGHUDTXHHQODVRFLHGDGFLYLOFDGDLQGLYLGXRHQFDUQDUiODKXPD
QLGDGHQSOHQLWXG \DQRVHUiXQVHUXQLODWHUDO PLHQWUDVTXHSDUD/RFNH
ODKXPDQLGDGSOHQDQRWLHQHTXHYHUFRQODVXSHUDFLyQGHXQLODWHUDOLGDGHV
y divisiones del trabajo, sino con la posibilidad de vivir la propia vida en
libertad y con propiedad.
Pero uno y otro autor ven la plenitud en cada individuo, y –en último
extremo, en la “sociedad civil” o en la “sociedad sin clases”– renuncian a
la idea de universal social, a la idea de una realidad social que se encarna
–sí– en los individuos, pero que es más que ellos y no depende del indivi
duo en cuanto tal.
b) Así pues, el liberalismo contrapone sociedad civil a Estado para
GHVKDFHUXQDFRQIXVLyQTXHSXHGHOOHYDUDOabsolutismo +REEHV RDOtota-
litarismo +HJHO SHURORKDFHSRUTXHVDEHTXHHVDVGRVSRVLELOLGDGHVVRQ
consecuencia directa o indirecta de la propia tesis de fondo del radicalismo
OLEHUDO+REEHV\+HJHOTXLHUHQVDOYDUHOOLEHUDOLVPRGHVXSUREOHPDSR
lítico esencial, a saber, la ya mencionada renuncia a la idea de la realidad
primaria de la sociedad, sin por ello abandonar las virtualidades del libera
lismo. Pero éste, simplemente, no quiere ser salvado de ese “mal”, primero
porque no lo considera tal y, después, porque considera, no sin razón, que
HOUHPHGLRHVPXFKRSHRUTXHODSUHVXQWDHQIHUPHGDG
La clave, pues, en el liberalismo radical está en la vigencia de la so
ciedad civil. Su problema, a mi juicio, está en el modo particularista en
TXHHOODHVFRQFHELGD\VHWUDWDGHXQSUREOHPDUHDOHQHVDSHUFHSFLyQPH
SDUHFHQDFHUWDGRV+REEHV\+HJHO(OSUREOHPDHVODFRQFHSFLyQLQGLYL
GXDOLVWDGHOVHUKXPDQR

69
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

F $HVWHUHVSHFWRVHKDGHWRPDUHQFXHQWDSRUFRQVLJXLHQWHHOPRGR
GHVHUGHOKRPEUH1RVRPRV³PHUD´QDWXUDOH]DQRHVWDPRVdeterminados,
no lo tenemos todo dado, somos libres. Pero nuestra libertad, paradójica
mente, nos es dadaQLODKHPRVFUHDGRQLVRPRVOLEUHVGHFDPELDUVXSDOHWD
de posibilidades.
(VWRTXLHUHGHFLUTXHHOKRPEUHYLYHKXPDQDPHQWHFXDQGRresponde
GHPRGRLQYHQWLYRFRQVXOLEHUWDGDORTXHOHKDVLGRdado. Lo que le es
dado tiene una cierta unidad –de otro modo, no sería real–, unidad que es
en su núcleo igual para todos. Todos recibimos de los padres la existencia,
el lenguaje, y la educación básica; del ecosistema el aire, los alimentos y
las bebidas; y –este es el punto– de la sociedad la posibilidad de vivir hu-
manamente.
Nuestra relación con esta última es variable y contingente en lo que se
UH¿HUHDWLHPSRV\OXJDUHVDXQDVXRWUDVVRFLHGDGHVKLVWyULFDVSHURHVne-
cesariaHQGRVVHQWLGRVHQHOPiVEiVLFRODQHFHVLWDPRVSRUTXHFDGDXQR
VHKXPDQL]D\VHLQGLYLGXDOL]Den sociedadHQHOKLVWyULFRSRUTXHHVWDPRV
en deuda con la sociedad concreta en que vivimos.
La sociedad no es, pues, para cada uno, una opción posible, o una
ayuda para la vida, sino una necesidad y una obligación. La solidaridad,
DKRUDHQERFDGHPXFKRVHVXQDYLUWXGTXHQRVHQVHxDDLQWHUHVDUQRVSRU
ODDWHQFLyQDORVGHPiVSDUWLFXODUPHQWHORVPiVQHFHVLWDGRV\HVXQKiELWR
de particular belleza, pero no está entendida de forma adecuada en nuestros
días.
En una sociedad fuertemente individualista, es lógico que ella aparezca
DOFDERGHXQFLHUWRWLHPSRSDUDFXEULUODVGH¿FLHQFLDVGHOVLVWHPD3HUR
ODFXHVWLyQHVWiHQTXHODVRFLHGDGQRHVDOJRDORTXHVLPSOHPHQWHKD\D
que atender con una virtud añadida, por importante que sea, sino que –en
SULPHUOXJDU\FRPRTXHGDGLFKR±HVXQDnecesidad y una obligación, y es
la conciencia de ello la que debe ser despertada antes de pasar a cualquier
aprendizaje virtuoso.
(QHOKRPEUHH[LVWHQLQFOLQDFLRQHVSDUWLFXODUHVGHODVTXHSXHGHSUHV
cindir, pero éste no es el caso de la socialidad1DGLHSXHGHVHUKXPDQRD
HVSDOGDVGHHOOD$KRUDELHQHOVHUKXPDQRHVDTXHOTXHQRSXHGHFDPELDU
lo necesario, pero sí renunciar a ello y, al tiempo, a la propia vida. Por ello,
HQHOKRPEUHODQHFHVLGDGVHSUHVHQWDHQIRUPDGHdeber KDFHURGHEHUGH
MDUKDFHU6RQODVREOLJDFLRQHV
Antes incluso de cualquier referencia religiosa, la sociedad es una
obligación moral para él. Si no acepta esa responsabilidad –respuesta libre
DODQHFHVLGDGLQHOXGLEOH±VHGDxDJUDYHPHQWHHQFXDQWRVHUKXPDQRSRU

70
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

la verdad simple de que ser humanoVLJQL¿FDasumir de modo libre necesi-


dades, y asumirlas creativamente. Eso es responder.
(VLQKXPDQRQRUHVSLUDUQRFRPHUQREHEHUQRGLDORJDUQRDWHQGHU
6LVXLFLGDUVHHVWRGDYtDDSHVDUGHWRGRKXPDQRORHVSRUTXHHOTXHOR
KDFHQRRGLDORKXPDQRVLQRHOPRGRHQTXHpOYLYHTXHOHSDUHFHLQKX
PDQR6LDOJXLHQTXHYLYHLQKXPDQDPHQWHRGLDVHORKXPDQRHQWRQFHVQR
se suicidaría.
Toda necesidad lleva anejo un cierto deseo naturalUHÀHMRRLQFRQV
FLHQWH &RPR ELHQ YH 6FKRSHQKDXHU HO PRGR HQ TXH VH PXHVWUD HO GHV
SUHFLRDODYLGDKXPDQDQRHVHOVXLFLGLRVLQRHOLQWHQWRGHDQXODUWRGR
deseo.
¢3RUTXpHVHUHFKD]RGHOGHVHRRVHDGHXQDFLHUWDnecesidad dada?
/DUHVSXHVWDGH6FKRSHQKDXHUHVELHQFRQRFLGDSRUTXHFRQGXFHDODIUXV
tración. Ella se originaría por la presunta distancia ineludible entre la fuer
]DLQ¿QLWDGHOGHVHR\VXREMHWR\UHVXOWDGRVLHPSUH¿QLWRV/DYLGDHVDVt
lo peor.
&XDQGR1LHW]VFKHUHFKD]D¿UPHPHQWHODVROXFLyQVFKRSHQKDXHULDQD
ORKDFHVLQDEDQGRQDUHOSODQWHDPLHQWRTXHVHHVFRQGHWUDVGHHOOD6XVROX
FLyQHVTXHODYLGDKDGHVHUYLYLGDa pesar de su tragedia constitutiva.
En ambos casos, si la sociedad es una cierta necesidad, en el fondo es a
ODYH]XQDGHVJUDFLDSDUDHOKRPEUH+HDTXtXQDVDOLGDWULVWHSDUDXQDWHVLV
RULJLQDULDPHQWHOLEHUDOLQGLYLGXDOLVWD
0XFKRVOLEHUDOHVFRQVLGHUDQTXHHOSUREOHPDFRP~QDHVWRVGRVDXWR
res respecto al tema que nos ocupa, y que parece mostrar un lado feo de
ODDQWURSRORJtDOLEHUDOHVTXHDHOORVD~QOHVTXHGDXQUDVJRPHWDItVLFROD
tendencia a universalizar, que, en la práctica, se convierte en la tendencia a
H[DJHUDU. Un buen liberal lo puede ser sólo a costa de no exagerar.
La epistemología más característica del liberalismo es empirista, pues
HOODSDUHFHQRVHUPHWDItVLFD\DGHPiVVXEUD\DODSULPDFtDGHORSDUWLFX
ODUPHQWH LQGLYLGXDO 3HUR HV LQGXGDEOH TXH HO HPSLULVPR QR SXHGH SUHV
FLQGLU±QROHHVSRVLEOHKDFHUORDOVHUKXPDQR±GHODUHIHUHQFLDDODXQL
versalidad, es decir, a unidades que no son particularmente individuales, y
que, sin embargo, son inevitables, necesarias.
Puesto que tomarse en serio la realidad de lo universal es considerado
como actitud metafísicaSRUSDUWHGHOHPSLULVPRDTXtQRFDEHPiVVROX
ción que recordar el inevitable carácter metafísico que también él posee. Es
universal en su autoconstitución y autocomprensión como empirismo, lo es
también en su determinación de lo que es el individuo\HQODD¿UPDFLyQ

71
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

de la primacía de él, pero además, en la ineludible necesidad que tiene de


¿MDUalgún sistema de relaciones –o sea, una universalidad– entre los indi
viduos.
Este último punto es decisivo, pues el individuo puro y meramente
aislado es una abstracción, un imposible fáctico y no es siquiera pensable
sin el contraste –es decir, la relación, o sea, la universalización– con lo que
no es él. Por eso, el problema fundamental con el que debe enfrentarse el
OLEHUDOLVPRUDGLFDOHVTXHHOLQGLYLGXRKXPDQRQRHVKXPDQRPiVTXHHQ
un universal social, pero si eso es así, resulta imposible que tal universal
–que es una necesidadSDUDHOVHUKXPDQR±VHDPHUDPHQWHLQYHQWDGRDFFL
dental y secundario. El universal social –la sociedad como forma pura de lo
KXPDQR±SRGUiVHU\VHUi±SXHVDVtORSLGHODOLEHUWDGGHOKRPEUH±LQYHQ
WDGRHQVXPDQHUDKLVWyULFDSDUWLFXODUSHURQRHQVXIRUPDHVHQFLDOTXHHV
QHFHVDULDORFXDOVLJQL¿FDTXHHVDunidad metafísica es una antecedencia
SXUDSDUDHOKRPEUHOHHVWidada. Si a la antecedencia se le quiere llamar
–como es común– naturaleza, entonces lo que aquí se quiere decir es algo
muy simple, a saber, que la socialidad es naturalDOKRPEUH
$Vt SXHV VL +REEHV \ +HJHO R ±sensu contrario± 6FKRSHQKDXHU \
1LHW]VFKHRLQFOXVRHPSLULVWDV³PRGHUDGRV´FRPR$ULVWyWHOHVR-'HZH\
LQVLVWHQHQODLPSRVLELOLGDGGHODWHVLVOLEHUDOSXUDRUDGLFDOORKDFHQFRQ
fundamento. La razón, constitutivamente, busca la unidad y lo universal, y
no tiene más posibilidad que intentar acertar cada vez más en su búsqueda.
Renunciar a lo universal es usar la voluntad contra la libertad, el conoci
miento contra la verdad.
d) Cada individuo tiene algo que ofrecer a los otros, y puede recibir
algo de ellos, sólo si es diferente/DGLIHUHQFLDHVWiSDUDHOVHUYLFLRPX
tuo. La sociedad y, por tanto, la sociedad civil, es un sistema de servicios
mutuos.
Ofrecer supone, por consiguiente, una especialización. El conjunto de
ODVHVSHFLDOL]DFLRQHVKDGHFRQ¿JXUDUFRPRVHGHFtDDQWHVGHVGHRWURSXQ
to de vista en este escrito, el todoGHODVRFLHGDGHO³KRPEUHHQJUDQGH´
SODWyQLFRHOVLVWHPDRUHGVRFLDO3HURHVDFRQ¿JXUDFLyQIiFWLFDSUHVXSRQH
la realidad de la idea misma –no abstracta– de sociedad.
La especialización sólo tiene sentido en el orden general social, y am
bos extremos son necesarios e inevitables. Tan utópico es pensar en un ser
KXPDQRQRHVSHFLDOL]DGRFRPRHQXQDVRFLHGDGVLQXQRUGHQJHQHUDO/D
HVSHFLDOL]DFLyQ\HORUGHQJHQHUDOFRQ¿JXUDQODcivilidad.
< DTXt OD WHVLV HV VHQFLOOD WDQWR PHQRV HVSHFLDOL]DGRV VRQ ORV LQGL
viduos tanto menos orden general se requiere, o sea, se está en situación de

72
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

sociedad infracivil o mínimamente civil; y tanto más pluriespecializados


HVWiQORVLQGLYLGXRV±VDEHQKDFHUELHQPXFKDVFRVDV±WDQWRPHQRVRUGHQ
general se requiere, o sea, se está en situación de sociedad supracivil o más
allá de lo civil.
(OTXHFDUHFHGHHVSHFLDOL]DFLyQVHLGHQWL¿FDFRQHOSOXULHVSHFLDOL]DGR
en que la acción de ambos es universal, en el sentido de que centran todo
en ellos mismos. Hacen de todo6HLGHQWL¿FDQHQVXindependencia, son
los seres más absolutamente libres. El no especializado es el que no tiene
nada peculiar y, por ello, trabaja para apropiarse de cualquier cosa. El plu
riespecializado tiene todo peculiar y puede producir cualquier cosa+D\
XQDSURIXQGDVHPHMDQ]DHQORTXHVHUH¿HUHDODFLWDGDlibertad absoluta,
HQWUH HO SREUH GH VROHPQLGDG ±QL WLHQH QL VDEH KDFHU QDGD± \ HO ULFR GH
VROHPQLGDG ±WLHQH \ VDEH KDFHU GH WRGR± D VDEHU TXH DPERV VRQ irres-
ponsables, no necesitan del orden socialVRQLQFLYLOHV<HQHOIRQGRORV
GRVVHLGHQWL¿FDQWDPELpQHQRWUDFRVDFDUHFHQGHpropiedad. La razón de
HOORHVTXHQRKD\PiVSURSLHGDGYHUGDGHUDTXHODFRPSDUWLGDSHURHQOD
libertad absoluta no se comparte nada. Si no tengo con quien compartir, no
tengo nada. Si no tengo nada –porque no quiero– no dependo de nadie y
si lo tengo todo tampoco dependo de nadie. Por eso los comportamientos
de los más ricos y de los más pobres son tantas veces sorprendentemente
parecidos. Por ejemplo, en el tema básico de la propiedad, que es el relativo
DODVUHODFLRQHVVH[XDOHV\DOD³WHQHQFLD´GHPXMHUHVRPDULGRVHKLMRV
'HDKtODJDOHUtDIHQRPHQROyJLFDGHORVLQGLYLGXRVLQFLYLOHVORVva-
gabundos, los económicamente miserables, los marginados por diversos
PRWLYRVORVVXSHUULFRVDLVODGRVORVSVLFROyJLFDPHQWHDXWRVX¿FLHQWHVORV
eremitas, etc.
(VSRVLEOHTXHDOJXQRVRPXFKRVGHHOORVVHDQLQFLYLOHVVLQFXOSDSUR
pia, o que –caso de algunos eremitas– conecten con la sociedad civil por
vía de elevar a Dios sus plegarias por el bien de ella, pero en cualquier caso
de facto viven en la incivilidad, o sea, en la irresponsabilidad civil y en la
falta de verdadera propiedad.
+D\RWURVLQGLYLGXRVTXHVLQOOHJDUDORVH[WUHPRVGHORVDQWHULRUHV
VRQ SRFR FLYLOHV VH DFHUFDQ HQ VX PDQHUD GH YLYLU D ORV DQWHV PHQFLR
nados, o bien tienen una especialización y un orden social muy pobres.
(QFXDOTXLHUFDVRQLQJXQDGHHVDV¿JXUDVSXHGHH[LVWLUabsolutamente
al margenGHORFLYLO(VRQROHHVSRVLEOHDOVHUKXPDQR(QDOJXQDPHGLGD
y en algún momento de su vida, todo ser humanoKDGHUHODFLRQDUVHFRQOD
civilidad. Ella es la medidaLPSUHVFLQGLEOHGHORKXPDQR<HOEXHQXVRGH
la civilidad estriba en que el propio carácter individual y distintivo de una

73
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

persona se desarrolle en servicio y relación a la sociedad. Es decir, que el


individuo se integre en el sistema o red social.
e) Si la idea de sociedad civil no puede construirse –como lo pretende
el liberalismo radical– sobre la primacía del individualismo particularista,
SRUTXHQLQJXQDYHUGDGHUDVRFLHGDGHVSRVLEOHDVt\VLORVLQWHQWRVGH+R
EEHV\+HJHOIUDFDVDQ¢FyPRHQFRQWUDUXQDVROXFLyQ"
6HWUDWDGHDFHUFDUVHDXQDLGHDDGHFXDGDGHVRFLHGDG$QWHVVHKDVH
ñalado que la sociedad era una necesidad para el individuo. Toda necesidad
busca algo para alguien, y es objetiva, objetivamente determinable, pero
³YLYH´VXEMHWLYDPHQWH&DGDXQDVHUH¿HUHDXQREMHWRTXHSHUVLJXHSDUD
incorporarlo al sujeto objetivo en que ella reside. Ningún individuo puede
H[LVWLUDHVSDOGDVGHORVREMHWRVTXHQHFHVLWDKDGHincorporarlos.
6LODVQHFHVLGDGHVGHXQVHUKXPDQRHVWXYLHUDQGHVFRQHFWDGDVQRWX
YLHUDQUHODFLyQHQWUHHOODVHOKRPEUHVHUtDXQPRQVWUXRRDOJXLHQGHVWLQDGR
a desaparecer. Por el contrario, ellas tienen un valor funcional, son y actúan
para una unidad previa, son partes de un todo. Es decir, existe un sistema de
las necesidades. Pero nada subjetivo tiene sentido sin su correspondiente
REMHWLYR\YLFHYHUVD6LKD\XQVLVWHPDGHODVQHFHVLGDGHVGHOLQGLYLGXR
WLHQHTXHKDEHUXQsistema objetivo de lo que cubre esas necesidades. Tiene
TXHKDEHUXQVLVWHPDVRFLDOEiVLFRXQDestructura siempre igual –desigual
mente realizada– de la sociedad civil.
+DGHKDEHUXQencaje fundamentalHQWUHHOVHUKXPDQR\HOmundo
físicoRGLFKRGHRWUDPDQHUDGLFKRPXQGRHVHOFXHUSRKXPDQRHQIRUPD
REMHWLYD\FyVPLFD3RUHVRWRGRHOHVIXHU]RGHOKRPEUHHQHVWHSODQRFRQ
siste en acabar de adaptar la naturaleza física para que sea cada vez mejor
nuestro segundo cuerpo /R LQWHUHVDQWH DTXt HV TXH QR KD\ PiV TXH XQ
VLVWHPDREMHWLYRGHODQDWXUDOH]DQRKD\PiVTXHun solo segundo cuerpo
para toda la humanidad.
+DGHKDEHUWDPELpQXQencaje fundamentalHQWUHHOVHUKXPDQR\HO
mundo socialRGLFKRGHRWUDPDQHUDGLFKRPXQGRHVHOHVStULWXKXPDQR
HQIRUPDREMHWLYD\XQLYHUVDO3RUHVRWRGRHOHVIXHU]RGHOKRPEUHHQHVWH
plano consiste en realizar la naturaleza social –espiritual– para que sea
cada vez mejor el lugar de la perfección de su espíritu<ORLQWHUHVDQWHDTXt
HVTXHQRKD\PiVTXHXQVLVWHPDREMHWLYRGHOHVStULWXGHODVRFLHGDGQR
KD\PiVTXHXQHVStULWXXQLYHUVDOXQD~QLFDVRFLHGDGXQLYHUVDO/DVRFLH
dad es la sociedad.
f) La sociedad es una unidad y un ser real \ FXDVLVXEVWDQFLDO 1R
puede ser considerada como un accidente de los individuos, al menos no
en el mismo sentido que los otros accidentes; no es un mero añadido –un

74
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

accidente es un añadido “advenido” después–, pues en cierto sentido es


incluso anterior al individuo, ya que éste no se puede constitutir como tal
individuo más que gracias a la sociedad, y porque la socialidad de aquellas
SHUVRQDV TXH PH HQVHxDQ D VHU KRPEUH FDUHFH GH VHQWLGR VL OD VRFLHGDG
como tal –en este caso, para ser más exactos, el género humano– no es tan
UHDOFRPRFDGDLQGLYLGXR7DQYHUGDGHURHVTXHHOJpQHURKXPDQRQDFLy
FRQ$GiQ FRPR TXH$GiQ QDFLy FRQ HO JpQHUR KXPDQR$GiQ FDUHFH GH
sentido a espaldas de él.
/DKXPDQLGDGRVHDHOJpQHURKXPDQRHVel ser humano simplemente,
OD UHDOL]DFLyQ GH OD HVHQFLD KXPDQD OD FXDO H[LVWH WDQWR HQ HO LQGLYLGXR
FRPRHQODVRFLHGDGFLYLOHQODTXHFDGDLQGLYLGXRHVKXPDQRSRUTXHFDGD
XQRGHORVRWURVLQGLYLGXRVOHGDKXPDQLGDG\DFHSWDUHFLELUODGHpO
Si cada individuo pudiera realizarSOHQDPHQWHHQVtODKXPDQLGDGVLQ
FRQWDUFRQRWURVVHUHVKXPDQRVHQWRQFHVHVRTXHKDEUtDUHDOL]DGRQRVHUtD
humanidad6LDOFRQWDUFRQORVRWURVQRDOFDQ]DVHDUHDOL]DUODKXPDQLGDG
HQVtPLVPRHQWRQFHVHVTXHORVRWURVQRHUDQVHUHVKXPDQRV
$VtSXHVFRPR\DVHKDUHSHWLGRODVRFLHGDGHVXQDnecesidad para
HOLQGLYLGXR\ODOLEHUWDGTXHpOWLHQHKDFHTXHHOODVHFRQYLHUWDHQobliga-
ción(OVHUKXPDQRSXHGHQRDWHQGHURDWHQGHUSRFRRPDODODVRFLHGDG
con lo cual rebajaODKXPDQLGDGHQpOPLVPR\GDxDDOJpQHURKXPDQR3RU
WDQWRTXHODVRFLHGDGHVXQDREOLJDFLyQSDUDHOKRPEUHVLJQL¿FDTXHFDGD
LQGLYLGXRKDGHLQWHQWDUFRQVWUXLUODORPHMRUTXHSXHGDHQVXFRQFUHFLyQ
KLVWyULFD<ODFRQVWUXFFLyQFRQFUHWDVHKDGHKDFHUVLHPSUHVHJ~QODHV
tructura de sociedad civil.

5. REFLEXIONES FINALES

Cuando un militar o un policía realiza su tarea de manera adecuada y


en servicio al bien social, actúa civilmente –aunque sea militar–, pues lo
KDFHSDUDVDOYDJXDUGDURUHFRQVWUXLUODVRFLHGDG(QFDVRFRQWUDULRODGDxD
Pero lo mismo sucede con el sacerdote, el artista –que tantas tentaciones
tiene de ser incivil, por su “individualismo genial”–, o el descubridor de
mecanismos ocultos de la naturaleza.
<ORPLVPRSDVDFRQHO³(VWDGR´\HOSROtWLFRHVWDWDOLVWDVLVLUYHQD
la sociedad son también parte de lo civil, de la sociedad civil. Pero nadie
sirve mediante el procedimiento de arrebatar a los demás su propiedad y
su responsabilidad(QODPHGLGDHQTXHHO(VWDGRPRGHUQRKDOOHJDGRD

75
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

KDFHUHVWRVHKDFRQYHUWLGRHQincivil. Así pues, la famosa dicotomía Es


WDGRVRFLHGDGFLYLOORTXHLQGLFDHVSUHFLVDPHQWHHVRTXHHO(VWDGRVHKD
convertido en un instrumento anticivil.
La dicotomía produce la corrupción de la sociedad civilizada, que es
aquella en la que el Estado es sólo una institución de ella. El Estado, en
GLFKDVRFLHGDGFLYLOL]DGDHVFLYLOSRUTXHFRPRLQVWLWXFLyQsirve a la so
ciedad, no se le contrapone ni se LGHQWL¿FD con ella.
La corrupción de una monarquía produce el absolutismo; la de un ra
dicalismo democrático, el totalitarismo; la de la democracia moderada, el
providencialismo político o Estado de bienestar. En las tres fórmulas, la
sociedad civil pasa o a desaparecer o a particularizarse.
(O DEVROXWLVPR ±SULPHUD IRUPD HQ OD TXH KLVWyULFDPHQWH DSDUHFH OD
dicotomía– no se ocupa de la “sociedad civil” más que para “protegerla”,
pero la despolitiza completamente, y, así, la degenera. Toda la política es
del monarca absoluto y sus colaboradores.
El totalitarismo –reacción radical y revolucionaria antiabsolutis
WD±LGHQWL¿FDDOD³VRFLHGDGFLYLO´FRQHO(VWDGRHVGHFLUSROLWL]DFRPSOH
WDPHQWHDODVRFLHGDGFLYLO<DVtWDPELpQODGHJHQHUD
(OSURYLGHQFLDOLVPRSROtWLFRVXVWLWX\HHQPXFKRVDVSHFWRVDOD³VRFLH
dad civil”, es decir, en unos campos entra en competencia con ella –empre
sa entre empresas, enseñante entre enseñantes, etc.– con lo que el Estado
VHKDFH³VRFLHGDGFLYLO´VLHQGRD~Q(VWDGR\HQRWURVFDPSRVODSROLWL]D
como cuando asume los roles asistenciales típicos de las familias.
Frente a las corrupciones propias del absolutismo, totalitarismo y pro
videncialismo políticos, se comprende que, en nuestros días, renazca la
idea liberal como un renovado camino de salvación. El liberalismo siempre
sostuvo la tesis del Estado mínimo\DOVHUYLFLRGHODVRFLHGDGHO(VWDGR
como instrumento de la sociedad.
Me parece que, en efecto, desde este punto de vista, el liberalismo
detenta la única postura adecuada. Su problema, sin embargo, es que en su
presentación radical, como ya quedó señalado, al partir de una idea exce
VLYDPHQWHLQGLYLGXDOLVWDGHOKRPEUHQRSXHGHVHUYLUGHIXQGDPHQWRSDUD
ninguna auténtica sociedad civilizada.
/RTXHSRGUtDPRVHVSHUDUKR\VLWULXQIDHOUDGLFDOLVPROLEHUDOHVXQD
“sociedad civil” particular y particularizada, es decir, una sociedad que no
es una sociedad civilizada plenamente, no es la “verdadera” sociedad ci
vil. Es, más bien, una sociedad en la que el grande se come al pequeño, el
rico al pobre, el poderoso al débil. Darwinismo social, de nuevo, pero no

76
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

civilización. Lo fácil es avanzar sin o contra los demás. Lo difícil, pero


civilizado, es avanzar con los demás.
Si el Estado del bienestar SURGXFtD XQD VRFLHGDG WXWHODGD \ GHVUHV
SRQVDELOL]DGDHO(VWDGRUDGLFDOOLEHUDOSURGXFLUiXQDVRFLHGDGGHPDVLDGR
poco societaria. Para esto cuenta, además, con la ayuda de dos factores de
PDUFDGDUHOHYDQFLDHQQXHVWURVGtDVODDSHUWXUDGHOtiempo y del espacio
sociales.
El tiempo social se abre mediante el procedimiento –ampliamente
DSR\DGRKR\SRUXQJUDQVHFWRUGHORVHVWXGLRVRVGHODVRFLRORJtD±GHGHFLU
que lo verdaderamente decisivo no es la estructura sino el cambio social.
'HHVWHPRGRQRVHOHSXHGHGDUXQLGDGVX¿FLHQWHDODVRFLHGDGTXHTXHGD
permanentemente abierta. La sociedad, por decirlo así, está siempre sin
constituir.
El espacio socialVHDEUHPHGLDQWHODIyUPXODKR\SOHQDPHQWHHQPDU
FKDGHODglobalización o mundialización. La tremenda apertura espacial,
lleva consigo una desestabilización de cada espacio social particular. No se
puede mantener la constitución de cada sociedad.
Si es muy cierto que la apertura SHUWHQHFH D OD YLGD KXPDQD \ SRU
tanto, a la vida social, sin una XQLGDG VX¿FLHQWH no se puede constituir
DGHFXDGDPHQWHQDGD1RHVFXHVWLyQSRUWDQWRGHKDFHUXQFDQWRDOFRQ
servadurismo, pues el cambio y la apertura son necesarios y convenientes,
VLQRTXHVHWUDWDVLPSOHPHQWHGHD¿UPDUTXHXQFDPELR\XQDDSHUWXUDLQ
discriminadas van contra la idea y la realidad misma de la civilización. Es
SUHFLVRHVWDEOHFHUXQRVSULQFLSLRVDQWURSROyJLFRV\¿ORVy¿FRSROtWLFRV±QR
VyORXQDVUHJODVGHMXHJRHFRQyPLFDV±VLTXHUHPRVLUKDFLDXQDVRFLHGDG
civil cada vez mejor.
El problema, además, es que las reglas de juego económicas –supuesto
TXHVHDSOLTXHQ±QRVRQKR\SURSLDPHQWHHFRQyPLFDVVLQRcrematísticas,
que no es lo mismo, y esto tiene consecuencias muy serias y de largo al
FDQFHTXHGL¿FXOWDQHQEXHQDPHGLGDHOGHVDUUROORGHODDQKHODGDVRFLHGDG
civil.
La combinación actual de individualismo, apertura plena de merca-
dos, cambio social permanente e interés primario por el enriquecimiento –
FUHPDWtVWLFR±FRORFDDXQTXHVHWUDWHGHHVFRQGHUORHQJUDYHVGL¿FXOWDGHV
a la sociedad civilKDVWDHOSXQWRGHTXHHOODSXHGHFRQVLGHUDUVHKR\XQ
PHURDQKHORGHLQWHOHFWXDOHVPHQRVSUHFLDGRGLUHFWDPHQWHSRUORVSULQFLSD
les protagonistas de la situación presente en el mundo occidental.
3DUDSRGHUFRQVWUXLUXQDVRFLHGDGFLYLOKDFHIDOWDMXVWDPHQWHODFRP
binación contraria a la antes mencionada. Se necesitan individualidades no

77
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

individualistas, mercados con ciertos límites, cambio social moderado e


interés por la economía –es decir, por todo lo relativo a la construcción de
un habitat social adecuado– y no por la crematística.
4XL]iSRUSULPHUDYH]HQODKLVWRULDTXHFRQRFHPRVORVSRGHUHVSROtWL
cos están principalmente –única o primariamente es imposible– al servicio
de los poderes “económicos” o, más bien, crematísticos. Todo se subordina
al enriquecimiento de los que se enriquecen.
(VWHSODQWHDPLHQWRDVRFLDOHLQFLYLOVHSUHWHQGHMXVWL¿FDUFRQXQDOy
gica que es, a la vez, “militar” –la competencia como motor del avance– y
“progresista” –de darwinismo social, victoria del más fuerte–; y, a la pos
tre, según se piensa, es también la conveniente para la mejora posible del
JpQHURKXPDQR
Al liberalismo radical del XIX y XX le siguió una dura respuesta so
FLDOLVWD SHUR HO OLEHUDOLVPR KD VDELGR PX\ ELHQ FyPR PDQHMDUOD \ KDVWD
FRPSUDUOD(VIiFLOPRVWUDUFyPRHOVRFLDOLVPRQRHVXQDDXWpQWLFDDOWHU
QDWLYD SDUD pO (O VRFLDOLVPR KD PXHUWR MXQWR FRQ VX FUHDWXUD SUHIHULGD
que era el estatalismo. Al liberalismo actual –más duro– se le avecina una
respuesta correspondiente, una nueva y diferente izquierda, probablemente
más aguda y amplia que la anterior, pero será capaz también de manejarla.
La única respuesta social y civil –de sociedad civil– ante lo que puede
HVWDUDSXQWRGHOOHJDUVHKDGHLQVSLUDUHQRWUD¿ORVRItDSROtWLFD\VHKDGH
GHVSOHJDUHQGRVGLUHFFLRQHVODatención a los subsistemas sociales y la
construcción de instituciones.
Con respecto a lo primero, es menester antes que nada fomentar un
sentido auténtico de la propiedad, unido indisolublemente al de dignidad
KXPDQD6yORHVHVHQWLGRSHUPLWHHOGHVDUUROORGHXQDYHUGDGHUDeconomía,
subsistema social de importancia primaria. La economía no es la crematís
tica.
El dinero es necesario y un gran bien, pero convertido en bien funda-
mental lo corrompe todo, deja de servir. Para alcanzar ese ideal casi im
SRVLEOH GH URPSHU HO LPSHULR GHO GLQHUR KDFH IDOWD D VX YH] UHIRU]DU HO
subsistema jurídico, el político y el ético.
/D REVHVLyQ SRU OD ULTXH]D FRUURPSH HO GHUHFKR OD SROtWLFD \ KDVWD
ODVFRQYLFFLRQHVPRUDOHVQRTXHGDPiVTXHXQEDUQL]GHFLYLOLGDG3URSLD
PHQWHQRKD\VRFLHGDGFLYLO/DIXHU]DEUXWDOGHOSRGHUSXURXWLOL]DFRPR
instrumento idóneo para desplegarse sin ruido y sin problemas el recurso
DODWpFQLFDGHVHQFDUQDGDHOYHUGDGHURVHQWLGRGHOGHUHFKRODSROtWLFDOD
ética, es sustituido por mecanismos técnicos presuntamente neutrales, que

78
LÓGICA Y SISTEMÁTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

dan ese barniz de civilidad a una sociedad que realmente pivota sobre la ley
del “rico y poderoso”.
Si el sistema social, o sea, el conjunto de los subsistemas sociales
DKRUDVHxDODGRIXQFLRQDDFHSWDEOHPHQWHELHQHQWRQFHVKD\VRFLHGDGFLYLO
FLYLOL]DGD<VXOyJLFDHVODOyJLFDLQWHUQDGHODUHODFLyQHQWUHHVRVVXEVLVWH
PDVODHFRQRPtDHVGLULJLGDSRUHOGHUHFKRpVWHSRUODSROtWLFD\pVWDSRUOD
ética. Esto es sociedad civil, mientras que un sistema en que la crematística
±´HFRQRPtD´GHODPHUDULTXH]D±PDQHMHDOGHUHFKRODSROtWLFD\ODpWLFD
PXHVWUDODSHRUID]WRGRVORVVXEVLVWHPDVVHGHVYLUW~DQVHGHVQDWXUDOL]DQ
<QRKD\HQHOIRQGRPiVOyJLFDTXHODGHO³SRGHUSXUR´
3RU~OWLPRODYLGDVRFLDOFLYLOTXHHOVLVWHPDMXVWRSURSLFLDVHKDFH
real cuando aparecen las instituciones. La red de instituciones sociales, en
WUDEDMRDUPyQLFRGDHOWRTXHGH¿QLWLYRSDUDODH[LVWHQFLDGHODVRFLHGDGFL
YLO/DVLQVWLWXFLRQHVVRQODVYLUWXGHVSDUWLFXODUHVGHODVRFLHGDGpVWDYLYH
con perfección gracias a ellas.

79
SEGUNDA PARTE
TENDENCIAS INTERPRETATIVAS
SOCIEDAD CIVIL
(175(5(38%/,&$1,602</,%(5$/,602

Fernando INCIARTE

El ideal político de la antigüedad clásica era el republicanismo. Tanto


es así que el mismo imperio romano procuraba mantener por lo menos
ODIDFKDGDGHODVLQVWLWXFLRQHVUHSXEOLFDQDV$XWpQWLFRRQRHOUHSXEOLFD
nismo no es compatible con la llamada sociedad civil. El republicanismo
no es compatible ni tan siquiera con la diferencia entre estado y sociedad.
<HQODPHGLGDHQTXHODFRQFHSFLyQDFWXDOGHODVRFLHGDGYLHQHGDGDSRU
HVD GLIHUHQFLD HO UHSXEOLFDQLVPR QR HV WDPSRFR FRPSDWLEOH FRQ HO FRQ
FHSWRGHVRFLHGDG'LJR³HQODPHGLGDHQTXH´SRUTXHKD\DXWRUHVTXHVH
niegan a concebir la sociedad –por lo menos la sociedad actual– a partir
GH VX GLIHUHQFLD FRQ HO HVWDGR (O HMHPSOR PiV VHxDODGR HV HO GH 1LNODV
/XKPDQQ3DUD/XKPDQQOHMRVGHGLVWLQJXLUVHGHOHVWDGRODVRFLHGDGOR
engloba como uno de sus sistemas o, para decirlo más exactamente, como
uno de los subsistemas del sistema político; el cual, a su vez, no es más que
uno de los sistemas que engloba o de que se compone la sociedad. En con
VHFXHQFLD/XKPDQQUHFKD]DHOFRQFHSWRGHVRFLHGDGFLYLO(QHIHFWRSRU
sociedad civil se entiende en términos generales una instancia intermedia o
a caballo entre el estado y la economía. El estado sería, según eso, la esfera
GHORPDQL¿HVWDPHQWHS~EOLFR\ODHFRQRPtDVHUtDHQFDPELRODHVIHUDGH
OR PDQL¿HVWDPHQWH SULYDGR PLHQWUDV TXH OD VRFLHGDG SDUWLFLSDUtD GH ORV
dos ámbitos. Como formada por individuos particulares o asociados de una
PDQHUDPiVRPHQRVIRUPDOSHURVLQFDUiFWHUHVWDWDOXR¿FLDOODVRFLH
dad civil pertenecería a la esfera privada; pero en cuanto esos individuos,

83
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

singular o colectivamente, tienen determinadas concepciones de la vida


en general o en alguno de sus aspectos que trascienden sus intereses mera
mente particulares (por ejemplo, económicos), incluidos los familiares, la
sociedad civil pertenecería más bien a la esfera pública. Sin embargo, en
ODPHGLGDHQTXHODVRFLHGDGHVHOVLVWHPDRPQLFRPSUHQVLYRQRKD\OXJDU
para una sociedad que, por más que participe a la vez de lo público y de lo
privado, se llame civil o como sea, sólo ocupe un espacio delimitado por el
estado y la economía.
(O UHFKD]R GH OD VRFLHGDG FLYLO DVt FRQFHELGD1 VHUtD D~Q PiV FRP
prensible si, aun sin coincidir con el ideal republicano clásico, estuviera
PiVFHUFDGHpOTXHGHVXDQWtSRGDHOOLEHUDOLVPR(OFOiVLFRLGHDOUHSX
blicano es, en efecto, incompatible con un tipo de sociedad tan complejo
\ GLIHUHQFLDGR FRPR HO GH OD VRFLHGDG DFWXDO 'H WRGRV PRGRV KD\ TXH
GLVWLQJXLUHQWUHGLYHUVRVWLSRVGHVRFLHGDGFLYLOVREUHWRGRGRVHOPHGLH
val y el moderno. El primero estaba más cerca del ideal republicano que
el segundo. Eso explica que se pueda seguir considerando la sociedad civil
FRPR XQ FRQFHSWR YLDEOH D~Q HQ HO SUHVHQWH (O PLVPR /XKPDQQ DGPL
te, por supuesto, que la sociedad civil juega un papel importante en otras
épocas2. Pero considera que el grado de complejidad alcanzado en las so
FLHGDGHVSRVWLQGXVWULDOHVKDFHTXHVXLGHDQRVHDYLDEOHHQHOSUHVHQWH(Q
WRUQRDVHKDEOyPXFKRGHHOODVREUHWRGRHQOD(XURSDFHQWURHVWH
SHURPLHQWUDVWDQWRHOtPSHWXUHSXEOLFDQRGHVXVSURSDJDGRUHVVHKDYLVWR
confrontado con una realidad que tiene más de liberalismo que de republi
canismo. Tocaré el tema en la última parte de mi contribución.

1. LA RADICAL SEPARACIÓN ENTRE LO PÚBLICO Y LO PRIVADO

En lo que la sociedad civil de otras épocas se distinguía del ideal re


publicano es precisamente su carácter ambivalente a caballo entre la esfera
pública y la privada. El ideal republicano se caracteriza, en efecto, por la
neta separación entre ambas esferas, sin nada que medie entre ellas. En él,
lo privado coincidía, sin más, con la economía, mientras que lo público

1. $VtODFRQFLEHQSRUHMHPSOR-/&OHEN y A. ARATO; véase su obra conjunta Civil Society


and Political Theory, Cambridge/Mass, 1992.
2. Véase, por ejemplo, N. LUHMANN, Gesellschaftstruktur und Semantik%G)UDQNIXUW0
1989.

84
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

FRLQFLGtDVLQPiVFRQORSROtWLFR/RTXHMXVWL¿FDHOFDOL¿FDWLYRGHLGHDOD
esa separación propia del republicanismo, es que, gracias a ella, los ciuda
danos podían así mantener su independencia con respecto a cualquier tipo
de presión proveniente de intereses particulares. En términos generales,
UHSXEOLFDQLVPR VLJQL¿FD HQ HIHFWR DXWRJRELHUQR GH FLXGDGDQRV LJXDOHV
que en su gestión política ponen la causa común por encima de tales inte
reses particulares. En vez de “causa común” se podría decir también “bien
común”.
Es evidente que ciudadanos cuyas necesidades particulares aún no es
tán cubiertas, o son de algún modo precarias, están en peligro de sucumbir
DSUHVLRQHVGHWRGRWLSRSDUDPHMRUDUVXVLWXDFLyQ<HVHYLGHQWHWDPELpQ
que el modo de eliminar ese peligro es el de contar con una salida base eco
nómica por parte de los ciudadanos. Eso se consigue mediante el sistema
GHXQDHFRQRPtDEDVDGDHQODKDFLHQGDIDPLOLDU(VHOVLVWHPDHFRQyPLFR
SURSLRGHOUHSXEOLFDQLVPR+R\HQGtDHVHVLVWHPDHVLQFRQFHELEOHSRUOR
menos en las sociedades desarrolladas. Pero ese es el sistema imperante
HQOD$WHQDVGHODpSRFDSUHFOiVLFD\FOiVLFDHQOD5HS~EOLFDURPDQD\
para poner un ejemplo totalmente distinto, en el México anterior a las re
voluciones de nuestro siglo. Lo inconcebible e incluso intolerable de ese
VLVWHPDSDUDKR\YHQtDGHODVXMHFLyQDTXHVHYHtDVRPHWLGDHQpOODPD\RU
SDUWHGHODSREODFLyQFRQUHVSHFWRDORVFLXGDGDQRV3DUDHPSH]DUSRUDKt
los ciudadanos eran todos ellos masculinos, lo cual quiere decir que a la
sujeción indicada estaban sometidas de entrada todas las mujeres, a las que
OHVHVWDEDYHGDGDWRGDDFWLYLGDGS~EOLFDRSROtWLFD(QHVWHSXQWRQRKDEtD
diferencia ni entre las matronas y las esclavas o siervas por una parte ni
entre los menores de edad y los esclavos o siervos masculinos por otra.
El cuadro que resulta de esta somera descripción, puede parecernos
KR\ GtD LQWROHUDEOH GHVGH HO SXQWR GH YLVWD GH OD WHRUtD SROtWLFD 6LQ HP
bargo, es el cuadro que se desprende de la primera teoría política, de la que
de un modo o de otro derivan, aunque en algunos casos no sea más que por
LQYHUVLyQ WRGDV ODV WHRUtDV SROtWLFDV SRVWHULRUHV &RQ HVWR QR PH UH¿HUR
WDQWRDODWHRUtDGHODUFKLUHSXEOLFDQR3ODWyQFRPRDODGHVXGLVFtSXOR$ULV
WyWHOHV(VLQWHUHVDQWH¿MDUVHHQODVGLIHUHQFLDV\VHPHMDQ]DVHQWUHHVWRVGRV
pensadores en la cuestión que nos ocupa.
Ambos coinciden en la neta separación entre la economía –como lo
privado por excelencia– y la política –como lo público sin más–. Pero el
modo de llevar a cabo esta separación es muy diferente en uno y en otro.
En Aristóteles la separación se lleva a cabo, podríamos decir, de un modo
funcional; en Platón, en cambio, se lleva a cabo de un modo personal. Esto

85
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

TXLHUHGHFLUORVLJXLHQWHHQODYLVLyQGH$ULVWyWHOHVKDEtDXQDSHUVRQDR
tipo de persona (y sólo ésa) que pertenecía a las dos esferas, la privada y
ODS~EOLFDODHFRQyPLFDIDPLOLDU\ODSROtWLFD\HVDSHUVRQDHUDHOFDEH]D
de familia, el pater familias. Sólo él podía cruzar el umbral que separaba
ambas esferas y efectuar así alternativamente las actividades públicas y las
SULYDGDV<VyORVLHOpater familiasFRQWDEDFRQHOUHVSDOGRWDQWRHFRQy
PLFRFRPRHPRFLRQDOGHXQDVyOLGDKDFLHQGDIDPLOLDUSRGtD]DIDUVHGHWRGD
presión en la esfera pública y mantener su punto de vista independiente en
las deliberaciones de la asamblea política.
3ODWyQHUDDODYH]PiVXWySLFR\PiVUHDOLVWDTXH$ULVWyWHOHVDOUHV
pecto. Su utopismo y su realismo venían, sin embargo, dictados por el mis
mo deseo de mantener netamente separadas la esfera de lo público y la de
lo privado –sin instancias intermedias entre política y economía que, como
la llamada sociedad civil, pudieran borrar las fronteras entre una y otra–. El
carácter utópico de la concepción platónica es bien conocido. Pero, ¿en qué
consiste el mayor realismo de la misma que la de Aristóteles? Supuesto,
primero, que la separación de esferas sea de vida y muerte para el repu
blicanismo y, segundo, que el republicanismo sea efectivamente un ideal
que alcanzar y salvaguardar en lo posible, la construcción de Aristóteles no
TXHGDSRVLEOHPHQWHDVHJXUDGD3RUTXH¢TXLpQJDUDQWL]DTXHODKDFLHQGD
QRYD\DDSDVDUSRUFULVLVTXHKDJDQÀDTXHDUODLQWHJULGDGGHVXFDEH]D
cuando se trate de atender, como en la asamblea política, más al bien co
P~QTXHDOSDUWLFXODU"<DXQIXHUDGHPRPHQWRVGHFULVLV¢TXLpQDVHJXUD
que la matrona de la casa que vamos a suponer más dada a la pleonexía, al
prurito del ilimitado más y más, no termine con característica insistencia
SRULQÀXLUHQVXSDWUyQSDUDFRQVHJXLUYHQWDMDVSDUDVXKDFLHQGDLQMXVWL
¿FDGDVGHVGHHOSXQWRGHYLVWDGHOELHQFRP~Q"/DVXSRVLFLyQQRHVPX\
KDODJHxDSDUDHOOODPDGRVH[RGpELOSHURQRKD\TXHROYLGDUTXHHOGHO
republicanismo es un ideal marcadamente masculino. Para él, lo que Ma
quiavelo llamaría “effeminazzione” es uno de los mayores peligros para la
causa pública, y ese peligro abarca todo lo que, como la pérdida del sentido
de la sobriedad, pueda debilitar los resortes de virtud cívica necesarios para
defender la comunidad, si es preciso, con las armas en la mano.
'HDKtHOUDGLFDOLVPRGHODVROXFLyQSODWyQLFD3ODWyQQRVH¿DEDGH
ODERQGDGGHODQDWXUDOH]DKXPDQD\PHQRVGHODGHODVPXMHUHV3RUHVR
LQWHQWDLJXDODUODVHQVXFRPSRUWDPLHQWRHQORSRVLEOHDOGHORVKRPEUHV6H
SRGUtDGHFLUTXHODVHPDQFLSDVLQPiVPLUDPLHQWRVHOLPLQDQGRGRVFRVDV
primero, la familia y de ese modo, segundo, también la propiedad privada,
HVGHFLUODHFRQRPtD3HURKD\TXHWHQHUHQFXHQWDTXHWDOHOLPLQDFLyQGR
EOHVHUH¿HUHVyORDODFODVHGHORVGLULJHQWHVSROtWLFRV\DODGHORVJXHUUHURV

86
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

de la que la primera se recluta. En cambio, las clases productivas, la de los


agricultores artesanos y demás, no sólo pueden, sino que tienen que seguir
gozando de las ventajas de una familia y una propiedad privadas. Por estas
UD]RQHVODVHSDUDFLyQHQWUHODHVIHUDS~EOLFRSROtWLFD\ODHVIHUDHFRQyPL
FRSULYDGDHVHQHOFDVRGH3ODWyQQRSHUVRQDOVLQRFRPRGLMHIXQFLRQDO
(QVXFRQFHSFLyQQRKD\OXJDUSDUDXQpater familas que cruce en ambas
direcciones el umbral que separa una esfera de la otra. Eso sería demasiado
arriesgado. El resultado de su división funcional es lo que Platón entiende
por justicia. Por justicia se entiende normalmente el dar a cada uno lo suyo.
No así Platón. No que cada uno reciba lo suyo, sino que cada uno haga
lo suyo, es decir, que no se arrogue las funciones que no le competen, es
la característica diferencial del concepto platónico de justicia. Según ella,
QRKD\QLQJXQDSHUVRQDQLWDQVLTXLHUDHOpater familias, que ejerza dos
tipos diferentes de función, uno público y otro privado, uno económico y
RWURSROtWLFR(Q3ODWyQSRGUtDPRVGHFLUWDPELpQODSHUVRQDVHLGHQWL¿FD
FRQVXIXQFLyQ(VHQHOIRQGRORTXHOHUHSURFKDUi$ULVWyWHOHVFXDQGROH
acusa de distinguir sí diversos tipos de función (érgon), pero sin dejar lugar
SDUDODIXQFLyQ\HOELHQGHORKXPDQR anthrópinon érgon, anthropinon
agathón). (QHOXWRSLVPRSODWyQLFRKD\HIHFWLYDPHQWHDOJRGHLQKXPDQR
3HURSRURWUDSDUWHHVDPLVPDLQKXPDQLGDGTXHGDPX\VXDYL]DGDVLVH
tiene en cuenta precisamente el carácter utópico de su concepción.
<DHOUHSXEOLFDQLVPRFRPRWDOVHDDULVWRWpOLFRRGHOWLSRTXHVHD PD
quiavelista –no maquiavélico–, tradicionalista, “verde”, etc.), adolece de
utopismo. “Adolece” no es tal vez la palabra adecuada. El republicanismo
tiene que ver más con el ideal que con la realidad, con lo que el estado de
cosas en una comunidad tendría que ser más que con lo que es, con la moral
más que con todo aquello que –como la política y la economía– la moral
tendría que conformar a su medida, sin conseguirlo nunca del todo. Desde
este punto de vista, el republicanismo encuentra su antítesis en el libera
lismo, entendiendo por liberalismo la primacía de lo económico sobre lo
político, pero también la separación entre política y moral. Por supuesto el
OLEHUDOLVPRWLHQHPXFKDVIDFHWDVDOFRQWUDULRWDPELpQTXHHOUHSXEOLFDQLV
PR6HSRGUtDFDOL¿FDUDOOLEHUDOLVPRLQFOXVRGHLGHRORJtDGHODFRPSOHML
GDGDUWL¿FLDODGLIHUHQFLDGHOUHSXEOLFDQLVPRTXH\DVyORSRUORGLFKRVH
SRGUtDFDOL¿FDUGHLGHRORJtDGHODVLPSOLFLGDGQDWXUDO3XHVELHQDVtFRPR
la sociedad civil está a caballo entre lo público y lo privado, lo está también
entre el republicanismo y el liberalismo, y, según de qué tipo de sociedad
civil se trate, ésta estará más cerca del uno o del otro.
La sociedad civil de la Edad Media era más republicana que liberal, la de
la Edad Moderna más liberal que republicana. En la Edad Media todavía no

87
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VHKDEtDOOHJDGRDXQDFODUDGLVWLQFLyQHQWUHHVWDGR\VRFLHGDG+DEtDHQ2FFL
GHQWHVtXQDFODUDGLVWLQFLyQHQWUH,JOHVLDH,PSHULRSHURHVRPLVPRVLJQL¿
caba entonces que el poder coercitivo no estaba aún monopolizado. Además,
los gobernantes en la Edad Media –reyes y emperadores– no se consideraban
en posesión de un poder legislativo omnímodo. Más que crear la ley, lo que
KDFtDQHUDDSOLFDUXQDUHDORVXSXHVWDOH\VXSHULRUVHOODPHOH\HWHUQDROH\
QDWXUDO1RKDEtDHQWRQFHVSXHVQLXQHVWDGRVREHUDQRKDFLDGHQWUR±IUHQWHD
VXVV~EGLWRV±QLXQHVWDGRVREHUDQRKDFLDDIXHUD±IUHQWHDRWURVHVWDGRV±6LQ
HPEDUJR\DHQOD%DMD(GDG0HGLDVHHPSLH]DDKDFHUQRWDUHOFOLPDTXHGHV
pués conduciría en el caso más extremo al estado absoluto, y así también, bajo
su sombra, a los orígenes del liberalismo y, a la vez, del concepto moderno
GHVRFLHGDGFLYLO&RPRHOWHPDHVFRPSOHMRYR\DHPSH]DUFRQXQKHFKR
KLVWyULFRPX\GHWHUPLQDGR0HUH¿HURDOSUREOHPDGHORVMXGtRVFRQYHUVRV
en la época de Don Álvaro de Luna. El episodio en el que me voy a centrar
tiene la ventaja para nosotros de poner de relieve la transición de una actitud
preponderantemente republicana a una preponderantemente no republicana;
por decirlo así, absolutista en ciernes y liberal también en ciernes. Como toda
transición ofrece un carácter más bien ambivalente. Pero tales ambivalencias
son características también de la sociedad civil.
(OHSLVRGLRRHOKHFKRVHHQFXHQWUDQDUUDGRHQOD&UyQLFDGHO$OFRQHUR
GH-XDQ,,<RVyORORFRQR]FRDWUDYpVGHODQiOLVLVTXHGHpOKDFH%HQ]LRQ
1HWDQ\DKXHQHO~OWLPRGHVXVOLEURVVREUHORVPDUUDQRV3. Con referencia a
GLFKDFUyQLFD1HWDQ\DKXHVFULEHORVQREOHVGH&DVWLOOD

³WROG WKH .LQJ WKDW WKH KLJK RIILFLDOV EHIRUH WKH\ PHHW WKH .LQJ LQ
&RXQFLOµJRWR$OYDUR¶VSODFH RIORGJLQJ DQGJHWDIHHOLQJRIZKDWKHZDQWV¶
VRDVWRNQRZZKDWSRVLWLRQVWRWDNHLQWKHLVVXHVWREHGLVFXVVHG´4.

Independientemente de los motivos más o menos dudosos que les


llevara a esa denuncia5, aquí los nobles –al contrario de los judíos con
versos– se comportan de acuerdo con los más estrictos principios repu
blicanos. Lo que recriminan en los funcionarios del Consejo es su falta de
independencia61HWDQ\DKXHQFDPELRFRQVLGHUDHOPRGRGHDFWXDUGHORV

3. B. NETANYAHU, The Origins of the Inquisition in Fifteenth Century Spain1HZ<RUN


4. Op. cit., p. 240.
5. Cfr., por ejemplo, op. cit., p. 221.
 ³+RZHYHUFULWLFDOWKH\ WKHQREOHV), ZHUHRIWKHQHZVEXURFUDWVand much as they asses-
sed them as men of low quality, lacking the powers, the dignity and the courage to stand up for they
convictions DQGGHIHQGWKHLUULJKWVWKH\QHYHUDWWDFNHGWKHPRQUHOLJLRXVJURXQGVRIWKHLUHWKQLF
origin...” Op. cit., p. 243 (subrayado mío).

88
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

FRQYHUVRVFRPSOHWDPHQWHQDWXUDO<GHVGHXQSXQWRGHYLVWDQRUHSXEOLFD
no, evidentemente lo es7. Bajo punto de vista no republicano entiendo aquí
WDQWRHOGHXQLQFLSLHQWHDEVROXWLVPREDVDGRHQXQDEXURFUDFLDH¿FLHQWH
como el de un incipiente liberalismo, para el que la existencia de partidos
SROtWLFRVDQWDJyQLFRV±DOUHYpVTXHHOUHSXEOLFDQLVPRTXHORVUHFKD]DUtD
como meras facciones– es perfectamente natural. Bien es verdad que los
judíos conversos del Consejo actuaban más como burócratas, es decir como
funcionarios de un estado incipiente, que como funcionarios de un partido
político a caballo entre la esfera pública y la privada. Pero a los ojos de
los nobles republicanos tales matices no existían; como tampoco existía o
debería existir para ellos tal esfera intermedia.
0iV D~Q TXH OD DOWD EXURFUDFLD GH ORV FRQYHUVRV OR TXH 1HWDQ\DKX
llama la alta aristocracia –es decir, la alta clase– ciudadana puede ser con
siderado como un incipiente auténtico partido político y como parte inte
JUDQWHGHODVRFLHGDGFLYLOPHGLHYDOSHUR\DHQFDPLQRKDFLDODVRFLHGDG
burguesa –y más tarde liberal– de la Edad Moderna8. La diferencia entre la
sociedad civil medieval y la moderna reside en que la primera desempeña
EDGHDQWHPDQRXQDIXQFLyQQRVyORS~EOLFD±SRUHMHPSORGHFRQ¿JXUD

7. ³%XWLIZHH[DPLQHWKHFRQWHQWVLIWKLVFKDUJHZHFDQVHHWKDWLWWRRKHOGQRZDWHU:KDWLW
SRLQWHGRXWZDVWKHRUGLQDU\UHODWLRQVKLSWKDWH[LVWVLQPRVWJRYHUQPHQWVEHWZHHQWKHFKLHIPLQLVWHU
DQGWKHKLJKHVWRIILFLDOVRIWKHYDULRXVGHSDUWPHQWV6XFKRIILFLDOVDUHFRPPRQO\EULHIHGRQWKHSR
OLFHVVXSSRUWHGE\WKHKHDGRIWKHDGPLQLVWUDWLRQ7KHIDFWVZKLFKZHUHGHQRXQFHGE\WKHQREOHV
WKHUHIRUHZHUHFRPPRQWRDOOPRQDUFKLHVJRYHUQHGZLWKHIILFLHQF\´Op. cit., p. 240.
8. ´WKHDSSRLQWPHQWRIFRQYHUVRVWRWKH5R\DO&RXQFLODQGWKHKLJKRIILFHVRIWKHFHQWUDODG
PLQLVWUDWLRQURXVHGWKHRSSRVLWLRQRIDQRWKHUVRFLDOHQWLW\7KLVZDVWKHXUEDQXSSHUDULVWRFUDF\
7KH\EHJDQWKHLUSUHVVXUHE\UHTXHVWLQJWKHNLQJWKDWDQXPEHURI³FLWL]HQV´ ciudadanos) be in
FOXHGHQWKH5R\DO&RXQFLO:KDWWKHFLWLHVVRXJKWZDVKLJKHUVWDWXVnot for some commoners dis-
tinguished as jurists, but for their recognised leader...” (op. cit., p. 243 ss, el último subrayado mío).
En el sentido de las palabras subrayadas por mí, los representantes de las ciudades se consideraban
a sí mismos claramente más como ciudadanos republicanos que como burgueses liberales, de modo
semejante a los nobles; pero en cuanto grupo compacto frente a éstos, no correspondían al modelo
LGHDO UHSXEOLFDQR(VWRVHSXHGHGHGXFLUWDPELpQGHODVLJXLHQWHREVHUYDFLyQGH1HWDQ\DKX³7R
WKHEXUJKHUVWKHFRQIOLFWZLWKWKHFRQYHUVRVZDVDVWUXJJOHIRUERWKVRFLDODQGSROLWLFDOVXSHULRULW\
ZKLFKZDVQRWWKHFDVHZLWKWKHQRELOLW\DQGLWZDVDOVRDVWUXJJOHIRUWKHLUVHFXULW\ZKHUHLQWKH\
DOVRGLIIHUHGIURPWKHQREOHVFor when the latter lost their offices at Court, they still had their for-
tresses and their armies to rely on, but when the Old Christians lost their office in the cities, they had
nothing to fall back on” (p. 248). La del funcionario, sea de un partido o de un estado, es una figura
opuesta a la concepción republicana. El republicano tiene que tener en su economía familiar un
respaldo suficiente para retirarse de la vida pública cuando ya no se le necesite –como en el caso de
Cincinnatus– o cuando él lo crea necesario para no perder su dignidad. Naturalmente, también aquí
el radicalismo de Platón le lleva a desviarse algo de la norma republicana. La norma republicana,
por ejemplo, en relación con el sistema militar es que el republicanismo abogue no, claro está, por
el ejército de mercenarios, pero tampoco por un ejército permanente, sea o no profesional, sino por
la milicia cívica. En Platón la situación es diferente. En él, el caso de Cincinnatus no podría darse
en principio.

89
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

ción de la opinión pública– sino auténticamente política. En este sentido,


no constituía, como la sociedad civil moderna, una esfera antagónica del
poder político. Por sociedad civil moderna entiendo, sobre todo, la que se
empezó a formar en la Francia absolutista del siglo XVIII en oposición más
o menos velada al estado centralista. (El de Inglaterra es un caso especial.)
Bien es verdad que también en la Edad Media la sociedad civil –o una parte
GHHOODMXVWDPHQWHODDOWDFODVHGHODLQFLSLHQWHEXUJXHVtD±WXYRTXHJDQDU
se a pulso sus libertades ciudadanas, incluida la de una efectiva representa
ción en los parlamentos o Cortes; y eso a diferencia de los antiguos señores
feudales. Pero también es verdad que a partir de entonces –en Castilla, por
cierto, antes aún que en Inglaterra– el tercer estado ya funcionó como una
DXWpQWLFD FODVH SROtWLFD KDVWD HO DGYHQLPLHQWR SDXODWLQR GHO DEVROXWLVPR
FHQWUDOLVWD1RKD\PiVTXHSHQVDUHQHOODUJRSHULRGRHQHOTXHHQOD)UDQ
cia absolutista dejaron de ser convocados los Estados Generales –con las
FRQVHFXHQFLDVVDELGDVTXHVXFRQYRFDFLyQ¿QDOPHQWHWUDMR7RGRHVWRKDFH
que mientras la sociedad civil moderna sea en un cierto sentido claramente
no republicana, la medieval, en cambio, también en un cierto sentido, sí lo
fuera. A diferencia de la sociedad civil medieval, la primera no sólo surgió,
sino que, al menos por ese largo periodo de tiempo, permaneció al margen
del poder político.
/DHVFLVLyQGHODHVIHUDS~EOLFDHQXQDHVIHUDSROtWLFD\RWUDQRSR
lítica va claramente contra la neta separación republicana entre lo público
y lo privado, la política y la economía. Tales escisiones son, por otra parte,
FDUDFWHUtVWLFDVGHODXPHQWRSURJUHVLYRGHFRPSOHMLGDGHQHOPXQGRRFFL
dental y mientras tanto también a nivel mundial; son un ejemplo más de lo
TXH/XKPDQQOODPD³$XVGLIIHUHQ]LHUXQJ´7DOHVFLVLyQHQHOVHQRGHODHV
fera pública entre una esfera política y otra no política sigue, si bien de otro
PRGRD~QKR\GtDYLJHQWH%DVWDFRQSHQVDUHQORVGRVVLVWHPDVTXHHQOD
VRFLHGDGDFWXDOHMHUFHQPiVLQÀXHQFLDVLQVHUHVSHFt¿FDPHQWHSROtWLFRVHO
sistema de los medios de masa9 y el de la economía. En la Edad Media la
VRFLHGDGQRKDEtDDOFDQ]DGRHQDEVROXWRWDOJUDGRGHFRPSOHMLGDG(OPLV
PRKHFKRGHTXHORVHVWDPHQWRVFXPSOLHUDQXQDIXQFLyQQRVRORS~EOLFD
sino directamente política es una indicación más de que en ella todavía no
VHKDEtDOOHJDGRDODHVFLVLyQGHORS~EOLFRHQWUHHVWDGR\VRFLHGDG(QHVWH
sentido, la sociedad civil englobaba en la Edad Media toda la esfera pública
\QRGHMDEDIXHUDPiVTXHODHVIHUDHFRQyPLFRIDPLOLDU

9. $pOGHGLFD/XKPDQVX~OWLPROLEURDie Realität der Massenmedien, Opladen, 1996.

90
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

2. INTERLUDIO METÓDICO

1DWXUDOPHQWHHQWRGDVHVWDVFXHVWLRQHVPXFKRGHSHQGHGHFRPRVH
SRQJDQORVDFHQWRV/DUHDOLGDGVLHPSUHHVPiVFRPSOHMDTXHODVFRQFHS
WXDOL]DFLRQHVVHDQFLHQWt¿FDVRFRWLGLDQDVFRQODVTXHLQWHQWDPRVRULHQWDUQRV
HQHOOD6HKDOOHJDGRDGHFLU10 que la distinción entre estado y sociedad es
insoslayable y que por tanto existía también en la Grecia clásica. Según
HVWDRWUDFRQFHSFLyQODVRFLHGDGHUDHOFRQMXQWRGHODVFDVDVKDFLHQGDGH
los oikoi, claramente diferenciado de la esfera política que en este caso
KDUtDHQWRQFHVGHHVWDGR(VXQPRGRSRVLEOHGHYHUODVFRVDV3HURWLHQHOD
desventaja de sugerir una diferenciación de la esfera pública a la que ni en
tonces ni en la Edad Media11VHKDEtDOOHJDGRSRUORPHQRVQRHQHOPLVPR
grado de complejidad al que se llegó en la Edad Moderna o en otro grado
PD\RUD~QVHKDOOHJDGRHQODDFWXDOLGDG(VSUHFLVDPHQWHSRUHVWH~OWLPR
\SRUDKRUDPi[LPRJUDGRGHFRPSOHMLGDGSRUORTXH/XKPDQQUHFKD]DGH
SODQRHOFRQFHSWRGHVRFLHGDGFLYLODSOLFDGRDOPXQGRSUHVHQWH+R\GtDQR
KD\OXJDUQLSDUDXQDVRFLHGDGFLYLOTXHFRPRHQOD(GDG0HGLDHQJOREDUD
WRGRHOFDPSRGHORS~EOLFR±ORS~EOLFRVHKDKHFKRGHPDVLDGRFRPSOHMR
ya no coincide con lo político– ni para una sociedad civil que como en la
época de la Aufklärung se enfrentara más o menos solapadamente12 con el
SRGHUSROtWLFRGHWHQWDGRSRUHOHVWDGRODPLVPDGLIHUHQFLDFLyQGHORS~EOL
FRKDFHVXSHUÀXRVWDOHVHQIUHQWDPLHQWRV
/D VLWXDFLyQ DFWXDO WDO \ FRPR VH KD YHQLGR IUDJXDQGR OR ODUJR GH
ORV~OWLPRVVLJORV\FRPR/XKPDQQODLQWHQWDFRQFHSWXDOL]DUHVFRPSOHMD
también desde el punto de vista conceptual. Por una parte, diferenciación
implica encapsulamiento de los diversos sistemas incluido el de la ciencia
(una de cuyas manifestaciones puede ser esta misma contribución). En un
mundo republicano la ciencia trata de la realidad sin mas. Pero cuando la
UHDOLGDGVHKDFHFDGDYH]PiVFRPSOHMDODFLHQFLDWLHQGHDHQFHUUDUVHHQ
si misma y a tratar no de la realidad sin más sino de ella misma. (Si esta
FRQWULEXFLyQSXHGHDVSLUDUDWHQHUXQDYLJHQFLDFLHQWt¿FDQRHVSRUTXHGLJD
o pretenda decir cómo están o estuvieran las cosas en relación con el fe
nómeno del republicanismo y el de la sociedad civil sino porque tiene en
FXHQWDHQPD\RURPHQRUPHGLGDORTXHVHKDHVFULWRVREUHHVRVIHQyPHQRV

10. P. KOSLOWSKY, Staat und Gesellschaft. Ein unausweichlicher Dualismus:HLQKHLP


11. A este respecto son esenciales los trabajos de O. BRUNNER, sobre todo Land und Herrschaft,
5. Aufl. Darmstadt 1973.
12. Cfr. R. KOSELLEK Kritik und Krise. Zur Pathogenese der modernen Gesellschaften. Freiburg/
0QFKHQ KD\WUDGXFFLyQDOLQJOpVHQOD0,73UHVVGH 

91
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

que a su vez son un producto de conceptualizaciones anteriores.) Según eso


la ciencia trata sobre todo de sí misma; es ella la que construye a golpes de
GLIHUHQFLDFLyQODUHDOLGDGGHTXHWUDWD\QRSXHGHGHMDUGHKDFHUORVLHQGR
FRPRHVXQSURGXFWRPiVGHGLFKDHYROXFLyQ(VRSRUORTXHVHUH¿HUHDOHQ
capsulamiento que va unido a la complejidad. Semejante encapsulamiento
seria inconcebible en un mundo republicano. En un mundo republicano la
FLHQFLDWUDWDGHODUHDOLGDGFRPRWDO<DVyORSRUHVRHQpOSXHGHGDUVHXQD
¿ORVRItDTXHODDEDUTXHHQVXFRQMXQWR3HURSRURWUDSDUWHHOPXQGRUHSX
EOLFDQRWDO\FRPRORKHPRVGHVFULWR13, es un mundo de netas distinciones,
un mundo en el que ni la economía o lo privado irrumpe en lo público o lo
político ni lo público o político en lo económico o lo privado con la misma
IXHU]DFRQTXHORKDFHDKRUD\\DORHPSH]yDKDFHUHQOD(GDG0RGHUQD
¿Es que el encapsulamiento era entonces en la antigüedad más acusado que
DKRUD" (VR SDUHFH FRQWUDGHFLU WRGR OR GLFKR DQWHULRUPHQWH /D SDUDGRMD
conceptual consiste en que con la mayor complejidad va unida tanto una
mayor escisión (Ausdifferenzierung) y consiguiente encapsulamiento como
al revés una mayor interconexión de esferas con la consiguiente transgre
sión de limites. En vez de intentar resolver la paradoja directamente14, va
mos más bien a considerar cómo ocurrió el doble proceso de politización
de la economía y, al revés, privatización de lo público en la Edad Moderna;
es decir, vamos a ver más bien cómo se produjo la paradoja. De una ma
nera inmediata ese proceso llevó tanto a un mayor alejamiento del ideal de
republicanismo como a una transformación del concepto de sociedad civil
HQHOVHQWLGRLQGLFDGRSHURDODODUJDKDOOHYDGRDXQDVLWXDFLyQHQODTXH
como ya dije, para algunos el concepto de sociedad civil no tiene posibi
OLGDGGHDSOLFDFLyQDQRVHUFRPRUHÀHMRGHSURWHVWDVPRUDOL]DQWHVPiVR
menos utópicas.

13. Siguiendo no sólo las conceptualizaciones de Platón y de Aristóteles sino también, más o
PHQRVILHOPHQWHORVWUDEDMRVGH+DQQD$UHQGW
14. 8QRGHORVPHGLRVFRQFHSWXDOHVSDUDKDFHUORVHUtDUHFXUULHQGRDODDVtOODPDGDGLVWLQFLyQGH
razón cum fundamento in re –a caballo entre el puro constructivismo y al realismo ingenuo basado
en la idea de una relación isomórfica entre la realidad y nuestros conceptos (conocimiento como
FRSLDRGXSOLFDGRGHODUHDOLGDG /XKPDQQPLVPRRSWDDELHUWDPHQWHSRUHOFRQVWUXFWLYLVPR

92
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

3. PRIVATIZACIÓN DE LO PÚBLICO Y POLITIZACIÓN DE LO PRIVADO

Desde el punto de vista del republicanismo –representado en nuestro


VLJORVREUHWRGRSRU+DQQD$UHQGW±HOUHVXOWDGRGHOGREOHSURFHVRGHSUL
vatización de lo público o economización de lo político, por una parte, y
politización de lo privado, por otra, no podía ser sino la corrupción tanto
de lo público como de lo privado. La neta separación de esferas propio del
UHSXEOLFDQLVPRVLJQL¿FDEDDODYH]XQDFODUDGLVWLQFLyQHQWUHORSDWHQWH\OR
latente. Los debates políticos se desarrollaban a la luz del día, en el reino de
la libertad. El referido episodio de los tiempos de Don Álvaro de Luna ya
GDXQDLGHDGHORVFXUHFLPLHQWRGHHVDOX]SRUODLQ¿OWUDFLyQGHOUHLQRGHOD
libertad por parte de las fuerzas ocultas de la necesidad cifradas en la eco
QRPtD\ODIDPLOLD1DWXUDOPHQWHORVSURJUHVRVGHXQDEXURFUDFLDH¿FLHQWH
al servicio de una monarquía absoluta reforzaron el proceso que llegó a
KDFHUGHODSROtWLFDXQDUWHVHFUHWRH[SXHVWRDWRGRWLSRGHLQÀXHQFLDVSUR
YHQLHQWHVGHLQWHUHVHVSDUWLFXODUHV$ODVRPEUDGHODUHFOXVLyQDTXHKDELD
sido relegada debido a su despolitización, la sociedad civil moderna, desde
la semiclandestinidad de salones burgueses y de conventículos literarios,
empezó a denunciar más o menos abiertamente la otra semiclandestinidad
HQODTXHSRUSRVWHUJDFLyQSROtWLFDGHHVDPLVPDVRFLHGDGFLYLOVHKDEtD
YLVWRHQYXHOWDODJHVWLyQSROtWLFDHQIRUPDDKRUDGHHVWDGRVREHUDQR&RQOD
FUHDFLyQGHOHVWDGRVHFRQVLJXLyVtVXSHUDUODOXFKDIDFFLRQDO\FRQIHVLR
nal en el seno de la cristiandad bicéfala bajo un papa y un emperador, pero
sólo para sustituir la interna guerra religioso–civil por la guerra externa de
unos estados contra otros. No sólo eso. La invención del estado o del mo
QRSROLRGHSRGHUVLJQL¿FyWDPELpQODGHXQDVRFLHGDGHQDMHQDGDGHOSRGHU
político y, una vez repuesta del golpe de su exclusión, decidida a recupe
rar su participación en él; de modo que incluso dentro del territorio de un
HVWDGRXQL¿FDGRVHHPSH]yWDUGHRWHPSUDQRDFUHDUXQFOLPDIDYRUDEOH
a una nueva edición del estado de guerra intestina, esta vez entre estado y
VRFLHGDGFLYLOSHURDKRUDVRFLHGDGFLYLOPRGHUQDGHVWLWXLGDSROtWLFDPHQWH
y opuesta al estado o a la sociedad política. La sociedad civil moderna se
vio así otra vez reducida a la condición apolítica de la familia en la anti
JHGDGFOiVLFDSHURGHXQDIDPLOLDTXHPLHQWUDVWDQWRKDEtDFUHFLGRWDQWR
adquirido un cuerpo social tan importante, que tarde o temprano tendría
que rebelarse contra esa postergación.
A la corrupción de abajo a arriba, de lo político por lo privado, se sumó
la corrupción de arriba a abajo, de lo privado por lo político. La primera se
plasma en la sustitución del debate abierto y racional entre puntos de vista

93
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

independientes –abiertos todos ellos a votación– por el reparto de favores,


GHVGHORVHFRQyPLFRVKDVWDORVTXHWRFDQRWUDVFXHUGDVGHOFRUD]yQKXPD
no sin olvidar las más íntimas. De eso –según el cuadro diseñado por una
PXMHU+DQQD$UHQGW±VHHQFDUJDEDQPD\RUPHQWHODVPXMHUHVGHODDULVWR
cracia cortesana, destituida en no menor medida que los demás estamentos
de la anterior societas civilis<HVDPLVPDODERUGHLQWULJD\IDYRULWLVPR
FRQVXFRQVLJXLHQWHQLYHODFLyQGHRSLQLRQHV\GHVH[RV±\DKHGLFKRTXH
el republicanismo es masculino– es lo que poco a poco empezaron a imitar
las mujeres en los salones burgueses que iban surgiendo a la sombra de un
poder absoluto. Bien es verdad que estos otros salones al principio carecían
GHLQÀXHQFLDGLUHFWDHQODVGHFLVLRQHVSROtWLFDV6XODERUHQHVWHVHQWLGR
consistió más bien en criticar e ir socavando así ese mismo poder. Pero
tiempos vendrían en que la situación cambiara y con ellos la necesidad de
HOLPLQDUHOLQÀXMRSHUQLFLRVRGHODPXMHUFRQVXSURFOLYLGDGDXQDGLVFUHWD
o secreta manipulación basada en un certero instinto de lo que piden las ne
FHVLGDGHVKXPDQDV$HVWHUHVSHFWRHVVLJQL¿FDWLYRTXHFXDQGRHQOD5HYR
lución Francesa las mujeres empezaron a aparecer en los clubs de debate,
a la vez que a alborotar por las calles de París, los republicanos jacobinos
se apresuraron a excluirlas de los primeros y a eliminarlas de las segundas
con medidas igualmente implacables en ambos casos. Bastantes estragos
KDEtDQFDXVDGRDVXVRMRVODVPXMHUHV\DHQHO$QWLJXR5pJLPHQ
La corrupción complementaria iba –como decía–, al revés, de arriba
a abajo. Según el republicanismo, también aquí lo femenino jugó un papel
SUHSRQGHUDQWH$TXtORIHPHQLQRVLJQL¿FDIXQGDPHQWDOPHQWHODFRQPLVH
ración que causa sobre todo en las mujeres la visión de la pobreza, y más si
VHWUDWDGHODGHOSURSLRKRJDU<DTXtHPSLH]DDHQWUDUHQMXHJRODFXHVWLyQ
social. La aparición de la llamada cuestión social, quintaesencia de la am
bivalente esfera entre lo publico y lo privado, es el resultado más patente
del doble proceso en cuestión. En cuanto la política se privatiza, el estado
se convierte en un factor económico cada vez más importante, y eso lleva
a la disolución por lo menos de una buena parte de las oikoi GH ODV KD
FLHQGDV\SRUFRQVLJXLHQWHDODGHVWLWXFLyQGHPXFKDVIDPLOLDV(VFRPR
VL ORV HVFODYRV GH OD DQWLJHGDG KXELHUDQ VLGR HPDQFLSDGRV GH UHSHQWH
como, en efecto, lo fueron un siglo más tarde en los Estados Unidos con las
consecuencias todavía visibles en las calles de sus grandes ciudades. En la
Europa occidental el proceso fue más lento, pero los resultados, a la larga,
LGpQWLFRVSRUORTXHVHUH¿HUHDOVXUJLPLHQWRGHODFXHVWLyQVRFLDORVHQFL
llamente, de “lo social”, producto de una familia debilitada y de un estado
VREHUDQRDFXPXODQGRODVFDUJDVTXHHOOD\DQRSRGLROOHYDU3DUDKDFHUVH
cargo de este segundo tipo de corrupción denunciado por el republicanis

94
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

mo, uno puede imaginarse a la sociedad en cuanto esfera intermedia entre


(y participando de la doble corrupción de) lo público y lo privado como
compuesta, no en la menor porción cuantitativa, de un número incalcula
ble de libertos desarraigados que intentaran superar su desarraigo mediante
QXHYDVIRUPDVGHGHSHQGHQFLDHVWDYH]QRGHODHFRQRPtDIDPLOLDUVLQRGH
la estatal.
/DGHVHFRQRPL]DFLyQGHODIDPLOLDSRUHOLPLQDFLyQGHODKDFLHQGDFR
rre así pareja a la despolitización de los estamentos, que en la societas
civilis PHGLHYDO QR KDEtDQ VLGR HVWDPHQWRV PHUDPHQWH VRFLDOHV$PERV
procesos –siempre desde la perspectiva del republicanismo– condujeron,
como ya dije, a la desmoralización tanto de lo público como de lo privado,
GHODVRFLHGDGSROtWLFDFRQFHQWUDGDDKRUDHQHOHVWDGR\GHODIDPLOLD/D
GHVPRUDOL]DFLyQGHOHVWDGRVHUHÀHMyLQPHGLDWDPHQWHHQODWHRUtDGHODUD
zón de estado, la de la familia tardaría más tiempo en aparecer, pero estaba
por así decirlo preprogramada desde el momento en que la sociedad dejó
GHJLUDUVREUHXQDIDPLOLDVyOLGDPHQWHDVHQWDGD(OUHVXOWDGRGHODLQ¿OWUD
ción del estado por la alta sociedad es un estado burocrático dominado por
ODLQWULJDHOIDYRULWLVPR\HOWUi¿FRGHLQÀXHQFLDV(QHVDVFRQGLFLRQHVOD
polarización entre ricos y pobres es inevitable. A la ley de la intriga y el
favoritismo por arriba corresponde la de la brutalidad y de la violencia por
DEDMR/DGHVHVWDELOL]DFLyQTXHGHDKtVHGHULYDDVtFRPRODQHFHVLGDGSRU
parte del estado de enfrentarse con ella son el origen del estado providen
FLD KR\GtDVHGLUtDPiVELHQVRFLDORDVLVWHQFLDO \GHVXLQ¿OWUDFLyQHQOD
esfera privada de la familia. En el republicanismo clásico tal peligro de co
rrupción de lo privado no existió. Entre otras cosas, porque los esclavos no
formaban parte de lo público y sus dueños eran propietarios, pero no ricos.
Al quedar recluida en el ámbito privado, la economía no estaba regida aún
por la ley del máximo crecimiento, con lo cual el paso de una propiedad en
manos de bastantes a una riqueza en manos de pocos en comparación con
la masa de la población quedaba excluido. No así en un estado de cosas
–estado y sociedad– liberal y no republicano, en el que lo que priva son los
intereses económicos primero de una minoría y después de todo el cuerpo
social. Sintomático a este respecto es el empleo del sustantivo plural “li
EHUDOV´HQORV(VWDGRV8QLGRVSDUDFDOL¿FDU IXHUDGHODWHRUtDSROtWLFD D
promotores y partidarios del intervencionismo de arriba abajo, de un esta
GRSRGHURVRHQXQDVRFLHGDGGHELOLWDGDSRUPDVL¿FDGD<DXQTXH+DQQD
Arendt, en esto en la línea de Tocqueville, considera que en los Estados
Unidos no se llegó a revoluciones violentas gracias al temprano desarrollo
de instituciones intermedias a caballo entre lo público y lo privado y pro
WHJLGDVSRUGHUHFKRVFRQVWLWXFLRQDOHV\DVyORHOKHFKRGHTXHKD\DVLGR

95
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

HQORVPLVPRV(VWDGRV8QLGRVGRQGHKDVXUJLGRHOPRGHORLQLJXDODGRGH
XQDVRFLHGDGGHPDVDVHVUD]yQPiVTXHVX¿FLHQWHSDUDFRQ¿UPDUODHQVX
convicción de que la economización mercantilista de la política, unida a la
despolitización absolutista de las elites, aristocráticas o no, así como a la
FRQVLJXLHQWHVRFLDOL]DFLyQUHYROXFLRQDULDRQRGHODYLGDSULYDGDKDQFRQ
tribuido a viciar por igual lo público y lo privado, política y familia en am
bas partes del Atlántico. Causa y efecto de la corrupción de ambas esferas
VHUtDHQHVWDVFRQGLFLRQHVODVRFLHGDGHQWLHUUDGHQDGLH³ORVRFLDO´SDUD
Arendt (no del todo correctamente) la societas civilis medieval anterior, no
menos que la moderna posterior, a la segregación y el enfrentamiento de
estado y sociedad.

4. REPUBLICANISMO, LIBERALISMO Y SOCIEDAD CIVIL EN TORNO A 1989

&XDQGRGXUDQWHODSDFt¿FDUHYROXFLyQGHVHYROYLyDKDEODUGH
VRFLHGDGFLYLOHUDSRULQÀXHQFLDGHORVSDtVHVGHOD(XURSDFHQWURULHQWDO
6RFLHGDGFLYLOVLJQL¿FDEDDKtDOJRRSXHVWRDORSUHVRUHVWDGRFRPXQLVWD(Q
esto era de corte más liberal que republicano, aunque la ausencia de inte
reses económicos por parte de los llamados foros republicanos les dieran,
HQHIHFWRXQFDUiFWHUPiVUHSXEOLFDQRTXHOLEHUDO0LHQWUDVWDQWR\DKDFtD
WLHPSRVHKDEtDGLVWLQJXLGRHQWUHVRFLHGDGFLYLO\VRFLHGDGSROtWLFDDXQTXH
bajo la terminología de état civile y état politique que Montesquieu tomó
del napolitano Gravina (lo stato civile y lo stato politico). En ambos la dis
WLQFLyQVHEDVDHQODGLVWLQFLyQMXUtGLFDHQWUHGHUHFKRFLYLO\GHUHFKRSXEOL
co. El primero regula las relaciones entre los miembros de la sociedad entre
VtHOVHJXQGRODVUHODFLRQHVHQWUHORVJREHUQDQWHV\ORVJREHUQDGRV(OKH
FKRGHTXHHQORVSDtVHVFHQWURHVWHHXURSHRVVHKDEODUDGHVRFLHGDGFLYLO\
no de sociedad política indica que la sociedad civil reclamada entonces en
ellos no pretendió desarrollar actividades políticas, dada la tiranía estatal,
aunque no está excluido que la elección del término obedeciera en buena
parte a razones tácticas. En este caso, la comparación con la sociedad civil
tal y como se entendía en el Antiguo Régimen, y más concretamente en la
)UDQFLDDEVROXWLVWDHVWDUtDD~QPDVMXVWL¿FDGD/RTXHHQHODEVROXWLVPR
es ya casi imposible –el desarrollo de una actividad política al margen del
estado– en el totalitarismo está excluido a limine. En uno y otro caso, los
individuos, al reclamar una sociedad civil, no reclaman directamente dere
FKRVSROtWLFRVVLQRVyORGHUHFKRVFtYLFRVSHURVLLQGLUHFWDPHQWH(VDHVOD
YHUWLHQWHGHKLSRFUHVtDSURSLRGHODsocietas civilis moderna estudiada por

96
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

5HLQKDUGW.RVHOOHFN15, una vertiente en principio inexistente, por innecesa


ria, en la societas civilis medieval. Sea como sea, lo cierto es que la societas
civilis moderna se autocomprende en tácita oposición al estado, cosa que en
la medieval no podía ocurrir. El rey entonces no era un monarca, y menos
HOHPSHUDGRU6XIXQFLyQHUDIXQGDPHQWDOPHQWHVyORGREOHSRUXQDSDUWH
la de administrar justicia al modo de los judíos jueces presaúlicos, es decir
GHDFXHUGRFRQODOH\HWHUQDHQVXUHÀHMRUHODWLYDPHQWH DFFLGHQWDOPHQWH 
cambiante de la ley natural entendida en substancia aristotélicamente; y
de otra parte, la de velar, aunque no en exclusividad, por el orden público;
un orden que, como es bien sabido, se derrumbó al fenecer la unidad de
ODUHS~EOLFDFULVWLDQD+DVWDHQWRQFHVODsocietas civilis no necesitaba ni
GLUHFWDQLLQGLUHFWDPHQWHQLDELHUWDQLVRODSDGDPHQWHUHLYLQGLFDUGHUHFKRV
políticos; ya los tenía. Se puede decir que los estamentos eran ya parte de
la sociedad política. Pero en cuanto representación en las distintas cortes
aún no cortesanas, es decir, en cuanto representación en las distintas die
tas de las estructuras sociales con sus diversas ligas y corporaciones, esa
sociedad política era también una sociedad civil; y como prolongación o
participación de la sociedad en un poder político que no estaba solo deten
tado por el rey o por el emperador –ambos, como ya dije, no monarcas– esa
sociedad era societas politica ya en cuanto societas civilis. El mismo rey,
lo mismo que el emperador, era una parte de la sociedad civil. Por más que
fuera ungido como lo fueron, en cierto modo contra la voluntad del Señor,
\DORVUH\HVGH,VUDHORGH-XGi\GHVSXpVORVGH,VUDHO\ORVGH-XGiORV
reyes y emperadores de la Edad Media no eran reyes o emperadores ni por
SURSLRGHUHFKRQLSRUGHUHFKRTXHOHVYLQLHUDLQPHGLDWDPHQWHGH'LRVVLQR
a través del pueblo (vice regens populi). Se puede decir que la sociedad
civil englobaba entonces toda la sociedad, incluido el poder político, y que
éste, la sociedad política, no era sino la autoorganización de aquélla, de la
VRFLHGDGFLYLO(QHVWHVHQWLGRQRHVDEXVLYRKDEODUGHDXWRJRELHUQR\SRU
eso, en cierto modo incluso de republicanismo en relación con la sociedad
civil premoderna. Naturalmente, la situación en que los foros republicanos
HQORVSDtVHVGHOEORTXHVRYLpWLFRKDEODEDQGHVRFLHGDGFLYLOHUDPX\GL
ferente. Era una sociedad posterior a la separación entre estado y sociedad
ocurrido con el advenimiento del principio de soberanía e, incluso, poste
rior al enfrentamiento, más o menos abierto, de ambas entidades entre sí.
La semejanza con la sociedad civil del Antiguo Régimen más que con la
PHGLHYDOVHGHEHDHVHKHFKR\DTXHSRUORGHPiVODPHQWDOLGDGGHORV

15. Cfr. R. KOSELLEK, Kritik und Krise. Zur Pathogenese der modernen Gesellschaften,
)UHLEXUJ0QFKHQ KD\WUDGXFFLyQDOLQJOpVHQOD0,73UHVVGH 

97
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

foros, si se tiene en cuenta sobre todo la falta de intereses económicos en


juego, era más republicana que liberal. Los que abogaban por la sociedad
FLYLOHQHVDFRQ\XQWXUDQRWHQtDQFRPR¿QORVEHQH¿FLRVGHOHVWDGRRFFL
dental de bienestar, sino las libertades de un espacio público donde poder
discutir y precisar sus propios intereses, económicos o no. En este sentido,
los foros vinieron, por un corto espacio de tiempo, a cumplir la función
TXHHQHODQWLJXRUpJLPHQKDEtDQFXPSOLGRSRUXQRPXFKRPiVODUJRODV
FpOXODVGHOOODPDGRHVSDFLRS~EOLFRFtUFXORVOLWHUDULRVVDORQHVFOXEHVGH
debate, cafés, logias, etc. El reconocimiento de todas esas células no era
público, pero su función, su función de zapa, si lo era. La literatura al caso
QRVHUH¿HUHSRUFLHUWRFRQHVSHFLDOGHWHQLPLHQWRTXH\RVHSDDOSHULRGR
de transición del franquismo a la democracia en España16SHURWDPELpQDKt
se dio un fenómeno paralelo que llevó a la creación de asociaciones infor
males como paso previo a la de los partidos políticos.
(OFDUiFWHUHQSDUWHOLEHUDOSHVHDVXLGHRORJtDUHSXEOLFDQDGHDVRFLD
ciones y foros alrededor de 1989 se advierte, sobre todo, en su insistencia
HQHOWHPDGHORVGHUHFKRVKXPDQRV(VRSXGRHQVXWLHPSRFRPR\DLQGL
TXpKDEHUVLGRXQSXURPHGLRSDUDXQ¿QGLVWLQWR/RTXHVtHVFLHUWRHVTXH
UDUDYH]ORVSURWDJRQLVWDVGHORVIRURVUHSXEOLFDQRVVHKDQSRGLGRDGDSWDU
sin cierto desasosiego al sistema liberal de partidos políticos o al economi
FLVPRRFFLGHQWDOTXHOHDFRPSDxD<ORTXHWDPELpQHVFLHUWRHVTXHLJXDO
TXHODWHRUtDGHORVGHUHFKRVKXPDQRVHVHVSHFt¿FDPHQWHPRGHUQD\DOR
sumo, tardomedieval, esa teoría es también ajena al republicanismo. Prueba
GHHOORHVHOUHFKD]RGHSODQRGHODWHRUtDGHORVGHUHFKRVQDWXUDOHVSRUSDU
WHGH5RXVVHDX(QHVWR5RXVVHDXHUDSOHQDPHQWHFRQVHFXHQWH'HUHFKRV
KXPDQRVVyORWLHQHQVHQWLGRHQXQHVWDGRGHFRVDVHQHOTXHORVLQGLYLGXRV
o la sociedad en conjunto, se consideren ajenos, si no incluso opuestos, al
estado. En esa situación es lógico que se abogue por una limitación de las
DWULEXFLRQHVGHOHVWDGR<pVWHSXHGHFHGHUDHVDSUHVLyQ\OOHJDUDFRQFH
derlos –de acuerdo con las reivindicaciones de la sociedad– no como un
IDYRUVLQRFRPRORTXHSDUDpVWDVRQHVGHFLUFRPRSOHQRVGHUHFKRV6HSR
dría comparar el proceso al de la obligación y autoobligación del estado de
mantener de un modo o de otro a la Iglesia (en Alemania con los impuestos
HQIDYRUGHODVLJOHVLDV GHVSXpVGHKDEHUOHTXLWDGRVXVELHQHVHQODOODPDGD
desamortización. Pero cuando, como en Rousseau, no cabe en absoluto ni
independencia ni oposición de la sociedad o de la Iglesia frente al estado,
KDEODUGHGHUHFKRVKXPDQRVTXHOLPLWHQODVDWULEXFLRQHVGHOSRGHUFLYLOQR

16. /DYROXPLQRVDREUDGH&RKHQ\$UDWR FIUQRWDPiVDUULED TXHWUDWDWDPELpQODWUDQVLFLyQ


en Latinoamérica, no contiene ni una alusión a la transición en España.

98
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

WLHQHVHQWLGRPLHQWUDVTXHHOUHFKD]RGHODLGHDGHGHUHFKRVQDWXUDOHVSRU
parte de Rousseau sí lo tiene.
(QQXHVWUDpSRFDPiVD~QWDOYH]TXHHQHOUHFXUVRDORVGHUHFKRVKX
manos, las corrientes republicanas se suelen manifestar en las diversas for
mas de oposición antiparlamentaria. Esto es lógico dado el carácter liberal
GHXQSDUODPHQWRGLYLGLGRHQSDUWLGRV<ODFRQH[LyQFRQHOUHSXEOLFDQLVPR
por parte de estos fenómenos –que podríamos resumir bajo la rúbrica única
GHGHVREHGLHQFLDFLYLO±VHPDQL¿HVWDHQHOUHFRQRFLPLHQWRGHTXHQRSXHGH
KDEHUXQGHUHFKROHJDODODGHVREHGLHQFLDFLYLOHVRHTXLYDOGUtDDOHJDOL]DU
la ilegalidad. El camino para evitar la contradicción pasa por la distinción
entre legalidad y legitimidad. Sintomáticamente aquí los abogados de la
desobediencia civil se dan la mano con un crítico tan radical del parlamen
WDULVPR\HOOLEHUDOLVPRFRPR&DUO6FKPLWW17. Esos mismos abogados, en
FXDQWRTXHLQWHJUDQHQVXVWHRUtDVHOWHPDGHORVGHUHFKRVIXQGDPHQWDOHV
QR SXHGHQ VHU FDOL¿FDGRV VLQ HPEDUJR GH UHSXEOLFDQRV R GH UDGLFDOHV
de partidarios de una democracia o democratización ilimitada18) sin más.
(QHVWRVHGLIHUHQFLDQDO¿Q\DOFDERGHOUHSXEOLFDQLVPR\GHPRFUDWLVPR
extremo y uniforme de Rousseau. La posición de tales abogados, que lo son
DODYH]GHODVRFLHGDGFLYLOKR\VHSRGUtDFDUDFWHUL]DUFRPRLQWHUPHGLD
HQWUHHOUHSXEOLFDQLVPRGH5RXVVHDX\HOOLEHUDOLVPRGHORVGHUHFKRVFLYL
OHV1RSRUFDVXDOLGDGHVRVDXWRUHV±DGLIHUHQFLDGH/XKPDQQ±FRQVLGHUDQ
WDPELpQ KR\ GtD YLDEOH OD LGHD GH VRFLHGDG FLYLO 8WLOL]DQGR XQ WpUPLQR
GH0LFKDHO:DO]HUVHSRGUtDFDUDFWHUL]DUVXSRVLFLyQFRPRXQUDGLFDOLV
mo autolimitado. El radicalismo autolimitado cuenta con la existencia de
minorías disidentes en el marco de un estado. En él se trata, pues, de una
república pluricultural y pluriideológica distinta ya sólo por eso del ideal
clásico de republicanismo y comparable en cierto modo a la societas civi-
lis del imperio medieval cristiano, la cual no sólo incluía, a diferencia del
estado–nación, diversas naciones cristianas, sino que protegía en princi
pio minorías como la de los judíos. Pues bien, el radicalismo autolimitado
trata de ayudar a la integración de esas minorías desarrollando una teoría
de la desobediencia civil. Mediante el recurso a la distinción de legalidad
y legitimidad, la teoría de la desobediencia civil propia del radicalismo
autolimitado se dirige contra las leyes, también contra las leyes fundamen

17. ³&LYLOGLVREHGLHQFHE\LWVYHU\QDWXUHSRVHVWKHTXHVWLRQRIWKHGHJUHHDQGNLQGVRIOHJL
WLPDWHFLWL]HQSDUWLFLSDWLRQLQSROLWLFDOOLIH±DTXHVWLRQDWWKHKHDUWRIGHPRFUDWLFWKHRU\´ &OHEN y
ARATO, op. cit., p. 569)
18. ³«FLYLOGLVREHGLHQFHLQHDFKFDVHWHVWVWKHGHJUHHWRZKLFKFRQVWLWXWLRQDOGHPRFUDFLHVDUH
OLEHUDOWKDWLVWKHGHJUHHWRZKLFKWKH\WDNHULJKWVVHULRXVO\´ ibidem).

99
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

WDOHVTXHGH¿QHQORVGHUHFKRVKXPDQRV FLYLOHVSROtWLFRVGHOKRPEUH \


SRU OR WDQWR FRQWUD OR TXH KD\DQ GHFLGLGR ODV DVDPEOHDV FRQVWLWX\HQWHV
A la vez intenta por ese camino integrar las minorías –que en el auténtico
republicanismo sólo pueden existir en calidad de metecos– en un sistema
republicano más amplio que el concebido por Rousseau19. De este modo,
HOUDGLFDOLVPRDXWROLPLWDGR±DGLIHUHQFLDGHODRSRVLFLyQH[WUDSDUODPHQ
taria de la revuelta estudiantil de los sesenta y los setenta– ya no necesita
ir “contra el sistema”, contra el régimen democrático liberal establecido
HQORVSDtVHVLQGXVWULDOL]DGRVRFFLGHQWDOHV/R~QLFRTXHQHFHVLWDHVFRQVL
GHUDUTXHORVGHUHFKRVKXPDQRVQRVRQXQDFRVDTXH±FRPRHQODWHRUtD
FOiVLFD OLEHUDO GHO GHUHFKR QDWXUDO PRGHUQR± HVWp GH DQWHPDQR ¿MD HQ OD
QDWXUDOH]DDQWHKLVWyULFD\SUHHVWDWDOGHOKRPEUHQRQHFHVLWDFRQVLGHUDUTXH
HVRVGHUHFKRVSHUPDQH]FDQLGpQWLFRVDQWHV\GHVSXpVGHOFRQWUDWRVRFLDO\
de dominio, sino que tiene que considerarlos como constantemente reinter
pretables. Esto no lo admitía ni la teoría liberal clásica ni la actual (con la
H[FHSFLyQWDOYH]GH'ZRUNLQ 6HJ~QODWHRUtDFOiVLFDOLEHUDO±UHSUHVHQ
tada en nuestros días a este respecto sobre todo por Rawls– las opiniones
de los disidentes pueden ser toleradas LQFOXVRFXDQGRVHPDQL¿HVWDQGHXQD
forma violenta, con tal de que no sobrepasen ciertos límites; pero nunca
pueden pertenecer al sistema constitucional. El radicalismo autolimitado,
en cambio, al integrarlas en él como posibles motores de cambio de ese
PLVPRVLVWHPDSHUVLJXHXQDGREOHHVWUDWHJLDSULPHURODGHQRGHMDUTXH
la oposición extraparlamentaria al status quo se radicalice ilimitadamente
y, a la vez, segundo, la de compaginar la tendencia a una cada vez mayor
democratización con los límites variables impuestos por la teoría de los
GHUHFKRV KXPDQRV HQWHQGLGRV DKRUD pVWRV PLVPRV FRPR KLVWyULFDPHQWH
variables20. En una palabra, lo que el radicalismo autolimitado busca es
una síntesis de republicanismo y liberalismo, Rousseau y Montesquieu, tal
TXH KDJD YLDEOH KR\ GtD OD LGHD SUHFLVDPHQWH GH XQD VRFLHGDG FLYLO (Q
Rousseau se daba, por obra de la voluntad general, una interiorización del
FRQÀLFWR SHUPDQHQWH HQWUH JREHUQDQWHV \ JREHUQDGRV /D LQWHULRUL]DFLyQ
KDFtDHQpOTXHGRPLQDQWHV\GRPLQDGRVFRLQFLGLHUDQHQODPLVPDSHUVRQD
plural. En el radicalismo autolimitado lo que se interioriza es más bien el
FRQÀLFWRHQWUHHOFLXGDGDQR¿HODODFRQVWLWLWXFLyQ\el mismo ciudadano
TXHHQRWUDVFLUFXQVWDQFLDVDODVTXHGH¿QHQHVHPLVPRUDGLFDOLVPRDXWR
limitado, no se consideraría como ciudadano por estar en desacuerdo con

19. (VWHHVXQRGHORVSXQWRVHQORVTXHKD\TXHGLVWLQJXLUHQWUH³UHSXEOLFDQLVPR´\³FRPXQL
tarismo”.
20. Cfr. COHEN/ARATO, op. cit.SS

100
SOCIEDAD CIVIL ENTRE REPUBLICANISMO Y LIBERALISMO

la constitución en puntos fundamentales. En el radicalismo autolimitado


ambos ciudadanos coinciden, como digo, en la misma persona, que esta
YH]HVSRUORWDQWRQRSOXUDOVLQRVLQJXODU<FRPRHVRVSXQWRVIXQGDPHQ
tales tocan en principio siempre cuestiones morales en que el desacuerdo
es más profundo, el radicalismo autolimitado no admite la separación de
principio entre política y moral, lo cual lo acerca otra vez más a Rousseau
que a Montesquieu, más al republicanismo que al liberalismo. Este es otro
ejemplo de la ambivalencia del concepto de sociedad civil aplicado a la
época actual en la que –en una interpretación estricta de la escisión de la so
ciedad en sistemas cerrados autopoyéticos– la moral tendría que formar un
VLVWHPDDSDUWHDFDUJRGHDTXHOORVFX\RR¿FLRVHD±SDUDGHFLUORGHOPRGR
PiVFtQLFRSRVLEOH±HOGHHVFDQGDOL]DUVH/RKHH[SUHVDGRGHHVWDPDQHUD
para indicar más claramente que, si no tal vez viable en la práctica, en una
VRFLHGDGPDQL¿HVWDPHQWHPiVFRQIRUPHDOOLEHUDOLVPRTXHDOUHSXEOLFDQLV
mo la idea de una sociedad civil podría por lo menos ayudar a no olvidar
nunca que no siempre lo que es, es lo que debería ser.

101
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL
EN LA FILOSOFÍA DEL DERECHO'(+(*(/

Renato CRISTI

+HJHOHVFRQVLGHUDGRFRPRHOSULPHU¿OyVRIRTXHGLVWLQJXHVLVWHPi
ticamente entre la sociedad civil y el Estado. De este modo rompe con la
tradición que fusiona estas dos nociones y que se extiende desde Aristóteles
a Kant. En esa tradición, el Estado no establecía un monopolio sobre lo po
lítico y la sociedad civil no se consideraba a sí misma como un puro orden
VRFLDO FI5LHGHO 1/DVRFLHGDGFLYLOKHJHOLDQDSODQWHDGDFRPR
una entidad distinta y separada del Estado, reclama un status relativamente
DXWyQRPR'HPRGRVLPLODUHO(VWDGRKHJHOLDQRVHSDUDGRGHODVRFLHGDG
FLYLO\GH¿QLGRSRUXQDFRQVWLWXFLyQPRQiUTXLFDWDPELpQUHFODPDLQGH
pendencia y autonomía. Esta separación entre lo social y lo estatal coincide
con la pretensión del liberalismo clásico de alcanzar la reconciliación de
estos dos ámbitos, manteniéndolos, sin embargo, estrictamente separados.
(QFRQWUDVWHFRQOD¿ORVRItDWUDGLFLRQDOHOOLEHUDOLVPRFOiVLFRQRVXERUGLQD
la sociedad civil al Estado; y en contraste con el liberalismo reformado del
siglo XX, tampoco subordina el Estado a la sociedad civil.
$SDUWLUGHOWpUPLQRGHOD6HJXQGD*XHUUD0XQGLDOKDKDELGRXQHV
IXHU]RFRQFHUWDGRSDUDFHUWL¿FDUODVFUHGHQFLDOHVOLEHUDOHVGH+HJHO\DFHQ

1. Manfred Riedel afirma que esta distinción aparece por primera vez en su Filosofía del de-
recho+HJHOHPSOHDRFDVLRQDOPHQWHHOWpUPLQR³VRFLHGDGFLYLO´HQVXVSULPHURVHVFULWRVSHURQR
lo distingue sistemáticamente del estado político. RIEDEL, Studien zu Hegels Rechtsphilosophie,
p. 154, nota 3.

103
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

WXDUORTXHORVHSDUDGHOWRWDOLWDULVPR FI$YLQHUL3HOF]\QVNL 
3RUXQDSDUWHVHKDVHxDODGRTXHODQRFLyQTXH+HJHOWLHQHGHVRFLHGDG
civil incluye un orden generado de modo espontáneo por el mercado. Nada
puede estar más alejado del totalitarismo que las sociedades que permiten
HOGHVDUUROOROLEUHGHOPHUFDGR3RURWUDSDUWHUHFLHQWHPHQWHVHKDDxDGLGR
DODGHIHQVDGH+HJHOFRPR¿OyVRIROLEHUDOORTXHVHGHQRPLQDHO³civil
society argument´6HKDGLFKRGHpOTXHHV³HOSULPHUR\HOTXHPiVp[LWR
KDWHQLGRHQGHVDUUROODUXQDWHRUtDGHODVRFLHGDGFLYLOFRPRXQRUGHQVRFLDO
FRPSOHMR\GLIHUHQFLDGR´ $UDWR (VWDYLVLyQDVLPLODODFRQFHS
FLyQKHJHOLDQDGHODVRFLHGDGFLYLODXQDUHGFRUSRUDWLYDGHDVRFLDFLRQHV
intermedias donde los individuos pueden aprender las virtudes cívicas y la
cooperación. Sin duda, este tipo de integración social también minimiza los
SHOLJURVGHXQHVWDWLVPRWRWDOLWDULR $UDWRFI6PLWK 2.
La preferencia por un modo de integración social, generado por el
RUGHQHVSRQWiQHRGHOPHUFDGRRSRUODDFWLYLGDGGHDVRFLDFLRQHVLQWHUPH
GLDVKDVLGRHOHOHPHQWRFODYHGHODGHIHQVDGHXQ+HJHOOLEHUDO$XQTXH
QDGLHGLVFXWHTXH+HJHOWDPELpQDFHSWDXQPRGRGHLQWHJUDFLyQHVWDWDO±OD
HOHYDGDSUHVHQFLDGHVX(VWDGRpWLFRQRHVIiFLOPHQWHHOXGLEOH±ODGLVWLQ
ción que introduce entre el Estado y la sociedad civil asegura un espacio de
autonomía para un momento puramente social tanto corporativista como
mercantil.
(VWDGHIHQVDGH+HJHOFRPRXQ¿OyVRIROLEHUDOQRGLVFLHUQHHQWUHOR
FRUSRUDWLYR\ORPHUFDQWLO1RWRPDHQFXHQWDHOKHFKRGHTXHODFRPSH
WHQFLD HJRtVWD \ HO FRQÀLFWR GLVFHUQLEOH HQ VX FRQFHSFLyQ GH OD VRFLHGDG
FLYLOIUXVWUDODRSHUDWLYLGDGGHXQRUGHQSXUDPHQWHVRFLDO+HJHOHQWLHQGH
a la sociedad civil como un sistema de necesidades inicialmente gobernado
por lo que él llama “principio de particularidad” (§ 182)3. Este principio
centrífugo reemplaza a la familia solidaria, permite que los individuos sa
WLVIDJDQVXDUELWUDULHGDGFRQWLQJHQWH\VXFDSULFKRVXEMHWLYR † \ORV
VXPHUJHHQXQHVWDGRGHQDWXUDOH]DUHVLGXDO † &RPRHQ+REEHVHO
DUJXPHQWRGH+HJHOFREUDIXHU]DHQODGHVLQWHJUDFLyQVRFLDOTXHSHUPLWH

2. El denominado “civil society argument” favorece lo societario como opuesto a las formas
GHLQWHJUDFLyQHVWDWDOHV(OSULPHURKDVLGRLPSXWDGRDORVLQWHOHFWXDOHVGH(XURSDFHQWUDO\GHO
HVWHFX\DGLVLGHQFLDFRPRKDVLGRDTXtLQWHUSUHWDGRKDFRQWULEXLGRDFUHDUQXHYDVGHPRFUDFLDV
Su propuesta es reconstruir las redes societarias autónomas (asociaciones, iglesias, barrios, parti
dos políticos) desmantelados por el estatismo de la Unión Soviética. WALZER³7KH&LYLO6RFLHW\
Argument”.
3. Todas las citas a la Filosofía del derechoGH+HJHOHVWiQWRPDGDVGHODWUDGXFFLyQGH-XDQ
/XLV9HUPDO+EGEL, Principios de la Filosofía del Derecho o Derecho Natural y Ciencia Política.

104
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

un escenario con reminiscencias de un estado de naturaleza4. La reintegra


ción de la sociedad que se logra mediante la “forma de la universalidad”
(§182), supone el impulso centrípeto que conduce ineludiblemente desde
el sistema de necesidades (H[HXQGHPHVWDWRQDWXUDH KDFLDIRUPDVGHLQWH
gración que no pueden asegurarse socialmente y requieren de la mediación
estatal.
+HJHOFRQFLEHGRVIRUPDVJHQpULFDVGHPHGLDFLyQHVWDWDOLQVWUXPHQWDO
y Ética. El momento instrumental se desarrolla al interior de la sociedad
FLYLOPLVPD\VHPDQL¿HVWDHVSHFt¿FDPHQWHFRPRXQ(VWDGRMXGLFLDO OD
$GPLQLVWUDFLyQ GH -XVWLFLD  \ FRPR XQ (VWDGR DGPLQLVWUDWLYR Polizei)5.
La otra forma, el Estado ético, se desarrolla fuera de la sociedad civil y
HVWiUHSUHVHQWDGDHVSHFt¿FDPHQWHSRUXQ(VWDGRHMHFXWLYR TXHFRPELQDHO
SRGHUGHOVREHUDQR\HOSRGHUHMHFXWLYR \SRUXQKtEULGR(VWDGROHJLVOD
WLYRFRUSRUDWLYLVWD63DUDGyMLFDPHQWH+HJHOGHQRPLQDDO(VWDGRLQWHUQRD
la sociedad civil “Estado externo” (§183). El Estado ético se presenta, en
cambio, como externo a la sociedad civil, pero debido a que fomenta las
GLVSRVLFLRQHVUHSXEOLFDQDV\ORVKiELWRVpWLFRVGHORVFLXGDGDQRVGHEHVHU
caracterizado como verdaderamente interno.
/D FUtWLFD GH +HJHO DO OLEHUDOLVPR HV SULPHUR TXH QDGD XQD FUtWLFD
D ODV FRQ¿JXUDFLRQHV HVWDWDOHV TXH VH GHVDUUROODQ HQ HO VHQR GH OD VRFLH
GDGFLYLO\TXHFRLQFLGHQFRQHO(VWDGRFRQFHELGRSRU/RFNH FI*LXVWL
 (VDVFRQ¿JXUDFLRQHVQRORJUDQFRPSHQVDU\UHYHUWLUODGHVLQ
tegración social que desarrollan dentro del sistema de necesidades7. Pre
ocupadas únicamente de la protección de la propiedad y de las políticas de
bienestar redistributivas, no logran asegurar una “forma de universalidad”

4. Considérese el siguiente texto tomado de las VorlesungenGH³'DV%HGIQLVVXQG


GLH$UEHLWLQGLHVH$OOJHPHLQKHLWHUKREHQELOGHWVRIUVLFKLQHLQHPJURVVHQ9RONHLQXQJHKHXUHV
6\VWHP YRQ *HPHLQVFKDIWOLFKNHLW XQG JHJHQVHLWLJHU$EKlQJLJNHLW HLQ VLFK LQ VLFK EHZHJHQGHV
/HEHQGHVWRGHQGDVLQVHLQHU%HZHJXQJEOLQGXQGHOHPHQWDULVFKVLFKKLQXQGKHUEHZHJWXQGDOV
HLQZLOGHV7KLHUHLQHUEHVWlQGLJHQVWUHQJHQ%HKHUUVFKXQJXQG%H]lKPXQJEHGDUI´+EGEL, Ibidem,
S0DUFXVHFRPHQWD³+HJHO¶VHDUO\SROLWLFDOSKLORVRSK\LVUHPLQLVFHQWRIWKHRULJLQVRISROL
WLFDOWKHRU\LQPRGHUQVRFLHW\+REEHVDOVRIRXQGHGKLV/HYLDWKDQ6WDWHXSRQWKHRWKHUZLVHXQFRQ
TXHUDEOHFKDRVWKHEHOOXPRPQLXPFRQWUDRPQHVRILQGLYLGXDOLVWLFVRFLHW\´0ARCUSE, Reason
and RevolutionSS
5. Riedel limita el momento societario de la sociedad civil al Sistema de las Necesidades. En
la PolizeiDODTXH+HJHOLQFOX\HGHQWURGHODVRFLHGDGFLYLO5LHGHOUHFRQRFHIXQFLRQHVHVWDWDOHV
RIEDEL, Studien zu Hegels Rechtsphilosophie, p. 161.
6. Obtengo esta distinción entre cuatro formas de Estado (Juridiktionsstaat, Regierungsstaat,
Gesetzgebungsstaat, Verwaltungsstaat GH&DUO6FKPLWW6CHMITT, Der Hüter der Verfassung; cfr.
CRISTI, Carl Schmitt and authoritarian LiberalismSS
7. ³7KHPDUNHWHFRQRP\IXQFWLRQLQJDVLWLVVXSSRVHGWRJHQHUDWHVWKHSUREOHPWKDWLVWKH
desintegration”. WILLIAMS, Hegel’s Ethics of Recognition, p. 259.

105
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

HVWDEOH\HQFRQVHFXHQFLDQRUHVXHOYHQHOSUREOHPDGHODSREUH]DLQKH
rente al sistema de necesidades. Para complementar las funciones de los
(VWDGRVMXGLFLDO\DGPLQLVWUDWLYR+HJHOSURSRQHXQVLVWHPDFRUSRUDWLYLVWD
embrionario cuyo objetivo es la integración social de las clases empresa
ULDOHV/DVFRUSRUDFLRQHVYLVOXPEUDGDVSRU+HJHOQRVRQDXWyQRPDV\SRU
ello su funcionamiento depende de directrices estatales que vienen desde
arriba. Esto no es compatible con el tipo de integración social respaldado
por el “civil society argument´TXHHVTXH+HJHOSURSLDPHQWHWUDWDFXDQGR
analiza la familia.
(OREMHWLYRGHHVWHWUDEDMRHVGHPRVWUDUTXHODFRQFHSFLyQKHJHOLDQD
GHODVRFLHGDGFLYLOGHMDHQFODURTXH+HJHOHVXQ¿OyVRIROLEHUDO\DOD
YH]XQFUtWLFRGHOOLEHUDOLVPR3UXHEDGHVXFRPSURPLVROLEHUDOHVHOUHFR
QRFLPLHQWRTXHpOPLVPRKDFHGHXQRUGHQHVSRQWiQHRRVLVWHPDGHQHFH
VLGDGHV+HJHOREVHUYDFRPRHO³SULQFLSLRGHODSDUWLFXODULGDG´PDQL¿HVWD
las ilimitadas demandas de individuos egoístas. Esa demandas deben pro
seguir su curso sin restricción alguna. Su crítica al liberalismo no niega este
DVSHFWRIXQGDPHQWDOGHOVLVWHPDGHQHFHVLGDGHV6LPSOHPHQWHKDFHQRWDU
que la integración social que genera el orden de mercado espontáneo y que
da origen a clases sociales o Stände conduce a un modo más grave de des
integración social. Ello afecta a algunos actores del mercado que quedan
empantanados en una recalcitrante pobreza. En verdad, el barco de la socie
GDGFLYLOQDXIUDJDHQORVDUUHFLIHVGHODSREUH]D FI:LOOLDPV 
3DUDGHIHQGHUVXSRVWXUD+HJHOQRHQWDEODXQDUHIXWDFLyQGHOOLEHUDOLVPR
como un todo, sino sólo argumenta en favor de la necesidad de limitar el
JUDGRGHVXDSOLFDFLyQ3RVWXODDVtXQDHVIHUDGHODDFWLYLGDGKXPDQDTXH
se constituye absolutamente al margen de las fuerzas del mercado. Sólo un
Estado ético puede erigirse sobre la sociedad civil y las especies estatales
instrumentales que ella genera (los Estados judicial y administrativo). El
argumento liberal busca la autonomía de la sociedad civil para proteger al
PHUFDGRGHXQDLQWHUYHQFLyQHVWDWDOLQGHELGD+HJHOFUHHTXHHODUJXPHQWR
liberal debe también enfatizar la autonomía del Estado para prevenir su
manipulación por parte del mercado. Sólo un estado ejecutivo fuerte, forta
OHFLGRDOPRGRKREEHVLDQRSXHGHDGRSWDUXQDSRVWXUDPiVOLEHUDO

106
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

(Q HO SUHOXGLR D OD VHFFLyQ VREUH OD VRFLHGDG FLYLO ††  HO
SULQFLSDODFWRUQRHVQLODSHUVRQDDEVWUDFWDTXHUHFODPDORVGHUHFKRVGH
propiedad, ni un sujeto de deberes morales, ni siquiera el miembro de una
IDPLOLD+HJHOLQWURGXFHDTXtDXQD³SHUVRQDFRQFUHWDTXHHVSDUDVtXQD
¿QDOLGDGSDUWLFXODUHQFXDQWRWRWDOLGDGGHQHFHVLGDGHV\PH]FODGHQHFH
VLGDGQDWXUDO\GHDUELWULR´ † (VWHVXMHWR~QLFRUHYHVWLGRGHGHUHFKRV
\REOLJDFLRQHVQRSXHGHVHUFRQFHELGRDOLQWHULRUGHODIDPLOLD/RVKLMRVVH
conciben como incapaces de poseer propiedad, y, por lo tanto, no pueden
constituir una persona jurídica (rechtliche) completa (§177). Los padres
tampoco son plenamente autónomos. Las personas casadas renuncian a su
personalidad individual y natural en cuanto casadas y trascienden el punto
de vista contractual. De este modo, sobre el escenario de la sociedad ci
YLO VyOR DFWXDU ORV SURSLHWDULRV \ FRQWUDWDQWHV GHO GHUHFKR DEVWUDFWR TXH
DKRUDDSDUHFHQFRPRSHUVRQDVSULYDGDVFRQFUHWDVSRUWDQGRVXVGHVHRV\
QHFHVLGDGHVVXEMHWLYDV5HSUHVHQWDQORTXH+HJHOOODPDHO³SULQFLSLRGHOD
particularidad” (§186).
Como resultado de la interacción externa (contratos) de esas personas
concretas (propietarios), se genera una “forma de la universalidad” (§182).
Inicialmente, el “principio de la universalidad,” que busca la integración de
LQGLYLGXRVDWRPL]DGRVHVDSHQDVSHUFHSWLEOH&RPSDUDGRSRU+HJHODOD
PDQRLQYLVLEOHGH$GDP6PLWKHVHSULQFLSLRJHQHUDXQRUGHQTXHHVSRQ
táneamente sistematiza los deseos y necesidades egoístas de los individuos
FI$YLQHUL /RVLQGLYLGXRVEXVFDQ\DOFDQ]DQVXVREMHWL
YRVSDUWLFXODUHV\DOKDFHUORFRQWULEX\HQDXWRPiWLFDPHQWHDODVXEVLVWHQ
FLDELHQHVWDU\GHUHFKRVGHWRGRVORVGHPiV † † (VWHRUGHQ
HVSRQWiQHRRVLVWHPDGHQHFHVLGDGHVDXQTXHDXWRUHJXODGRKDVWDFLHUWR
punto, es intrínsecamente inestable (§185) y necesita ser complementado
SRUXQDRUJDQL]DFLyQH[WHUQD\YLVLEOHXQ(VWDGRTXHVHHOHYHSRUVREUHOD
SDUWLFXODULGDG\³FRPRHOSRGHUTXHULJHVREUHHOOD\FRPRVX¿Q~OWLPR´
(§184). Los crímenes en contra de la propiedad y de la persona deben ser
anulados para que quede garantizada “la total seguridad de la persona y la
propiedad,” y también “la subsistencia y el bienestar del individuo” (§230).
+HJHOOODPDDHVWDIRUPDGHLQWHJUDFLyQHVWDWDO³(VWDGRH[WHUQR´ † \
lo concibe como un instrumento al servicio de las necesidades individua

107
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

les. Al interior de la sociedad civil, este Estado externo8 es tratado bajo dos
HStJUDIHV³$GPLQLVWUDFLyQGH-XVWLFLD´\³Polizei.”
La interacción de los dos principios básicos de la particularidad y la
universalidad, es el motor que da vida a la sociedad civil9. En un comienzo
ambos principios se encuentran separados y perdidos en la división (§184);
pero eventualmente “el principio de particularidad... pasa a la universa
OLGDG´ † +HJHODGPLWHTXHHVWDXQLGDGQRSXHGHVHUGHVFULWDFRPR
una “identidad Ética” a causa de “la independencia de ambos principios en
este punto de vista escindido” (§186). Esta independencia determina que
ODV FRQ¿JXUDFLRQHV HVWDWDOHV TXH HQFDUQDQ HO SULQFLSLR GH XQLYHUVDOLGDG
al interior de la sociedad civil, permanezcan siendo agencias puramente
externas. Deben aparecer, por lo tanto, como como meros medios para la
satisfacción de objetivos individuales autónomos.
(O~OWLPRSDUiJUDIRGHHVWHSUHOXGLR † DQDOL]DHOGHVWLQR¿QDOGHO
PRYLPLHQWRGHODVRFLHGDGFLYLOHO(VWDGReWLFR$OOtORVSULQFLSLRVGHOD
particularidad y de la universalidad alcanzan su identidad ética. Al interior
de la sociedad civil el punto de vista de la división (Entzweiung) era ne
cesario porque “el espíritu sólo tiene su realidad efectiva si se escinde en
sí mismo” (§187). Sólo superando esa escisión puede el espíritu alcanzar
su existencia objetiva. Este Estado ético es la forma concreta de la univer
salidad que se logra cuando los individuos mismos “determinen su saber,
querer y actuar de modo universal, y se transformen en un miembro de la
cadena que constituye el conjunto” (§187)10. La universalidad concreta de
la eticidad trasciende a la sociedad civil. Representa el ápice del desarrollo
pWLFRKDFLDHOFXDOHVJXLDGDODVRFLHGDGFLYLOFRPRUHVXOWDGRGHXQSURFHVR
formativo (Bildung &RQHO¿QGHFRQYHUWLUVHHQXQLQVWUXPHQWRDSURSLDGR
SDUD HOHYDU DO LQGLYLGXR KDFLD XQD YLGD pWLFD HVWH SURFHVR HGXFDWLYR QR
puede concebirse como instrucción externa, sobreañadida a la naturaleza.
La noción de un estado de inocencia rousseauniano, de una candidez de las
costumbres, es totalmente incorrecta. Si así fuera, la educación debería ser

8. Por el contrario, Williams identifica el Estado externo con el sistema de las necesidades y le
distingue de la Polizei, a la que llama “public authority”. WILLIAMS, op. cit.SS
9. ³'LHEUJHUOLFKH*HVHOOVFKDIWLVWDOVRZHVHQWOLFKHLQ=ZHFNV\VWHP]XP1XW]HQGHQ(LQ]HO
QHQGDVDEHUJDQ]EHKHUUVFKWLVWYRQGHU6SDQQXQJ]ZLVFKHQGHQ]HQWULIXJDOHQ3ULQ]LSGHU%HVRQ
GHUKHLWXQGGHQ]HQWULSHWDOHQ3ULQ]LSGHV$OOJHPHLQHQ´.RAUSS³:LUWVFKDIWXQG*HVHOOVFKDIWEHL
+HJHO´S
10. Avineri interpreta de modo erróneo este pasaje como referido a los miembros de la sociedad
civil. AVINERI³7KH3DUDGR[RI&LYLO6RFLHW\LQWKH6WUXFWXUHRI+HJHO¶V9LHZRQ6LWWOLFKNHLW´S
3HURHQHOSDUiJUDIR+HJHOGHVFULEH³HOWUiQVLWRDEVROXWRDODLQILQLWDVXVWDQFLDOLGDGVXEMH
tiva de la eticidad,” o sea, al Estado ético. Si el parágrafo en cuestión se lee bajo este punto de vista,
KDGHUHIHULUVHDORVPLHPEURVGHO(VWDGRpWLFR

108
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

entendida como una “aliada de la corrupción” (§187). La educación cier


tamente facilita la posibilidad de satisfacer nuestra necesidad de confort y
UH¿QDPLHQWR3HURSDUD+HJHOODHGXFDFLyQFRQVWLWX\HPiVELHQHOLPSXOVR
FUXFLDOSDUDHODVFHQVRKDFLDHO(VWDGRpWLFR(QHVHiPELWRPiVHOHYDGR
no alcanzamos la inmediata y natural substancialidad de la familia, sino
OD ³LQ¿QLWD VXEVWDQFLDOLGDG VXEMHWLYD´ †  GH¿QLGD FRPR IRUPD GH OD
universalidad. La subjetividad del sentimiento y la arbitrariedad de la incli
QDFLyQTXHGDQGH¿QLWLYDPHQWHFDQFHODGDV3HURQRHVSRVLEOHDSUR[LPDUVH
al Estado ético de un modo inmediato. La subjetividad debe ser cultivada
“en su particularidad” (§187).
(QVXPDODVRFLHGDGFLYLOHVWiPDUFDGDSRUXQDWHQVLyQHQWUHHOSULQ
cipio centrífugo de particularidad y el principio centrípeto de universalidad.
$PHGLGDTXH+HJHOGHVDUUROODVXDUJXPHQWRHVSRVLEOHYHUFRPRODSDU
ticularidad se constituye en el leitmotiv de todo el movimiento y la uni
YHUVDOLGDGHQVXDFRPSDxDPLHQWRLQVWUXPHQWDO L +HJHOSULPHURDGYLHUWH
TXHODSDUWLFXODULGDGHQVXLQ¿QLWDH[SDQVLyQJHQHUDHVSRQWiQHDPHQWHXQ
orden universal de necesidades. Este sistema espontáneo sirve inicialmente
SDUDH[SOLFDUODFRQ¿JXUDFLyQVRFLDOGHODSDUWLFXODULGDG3HURORTXHDSDUH
ce como una forma de integración social (clases sociales o Stände) conduce
HQGH¿QLWLYDDXQDWRWDOGHVLQWHJUDFLyQ/DKHJHPRQtDGHODSDUWLFXODULGDG
FRQOOHYDXQDVRFLHGDGLQ¿QLWDPHQWHGHVJDUUDGDSRUORVH[WUHPRVGHODSR
EUH]D\HOOXMR+HJHOGLVFLHUQHHQHVWRXQYHVWLJLRGHOHVWDGRGHQDWXUDOH]D
(ii) La universalidad es capaz de recobrar su autoridad restaurando la inte
gración social a través de la acción del Estado. La administración de justi
cia protege la propiedad y la Polizei toma medidas para aliviar la pobreza.
Pero esta forma de integración estatal no logra domar la recalcitrancia de
la particularidad, dando pie para que los extremos del lujo y la pobreza
resurjan. (iii) La exposición del fracaso de esta universalidad instrumental
\GHODFDUHQFLDGHVXGLPHQVLyQpWLFDHVORPHGXODUGHODFUtWLFDKHJHOLDQD
al Estado liberal. Su argumento se aparta de la forma de integración estatal
propuesta por el liberalismo y se centra en la integración social que ofrecen
ODVFRUSRUDFLRQHV/DXQLYHUVDOLGDGGHYLHQH³HO¿Q\REMHWRGHODYROXQWDG
y actividad” de los miembros de las corporaciones, y así “lo ético vuelve
FRPRDOJRLQPDQHQWHDODVRFLHGDGFLYLO´ † 3HUROD¿QDOLGDGGHODV
FRUSRUDFLRQHVHV³OLPLWDGD\¿QLWD´ † \VLUYHVRODPHQWHSDUDVHxDODU
HOFDPLQRKDFLDHO(VWDGRpWLFRKHJHOLDQR(O(VWDGRpWLFR\DQRHVHOHVWDGR
LQVWUXPHQWDOGHOOLEHUDOLVPRVLQR³OD¿QDOLGDGXQLYHUVDOHQ\SRUVtPLVPD´
(§256). La integración que resuelve el problema de la sociedad civil no
puede ser social sino estatal. Mi exposición se ciñe a estos tres momentos
HQHOGHVDUUROORGHODUJXPHQWRGH+HJHOVREUHODVRFLHGDGFLYLO

109
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

II

El principio de particularidad multiplica las necesidades de los seres


KXPDQRVDGLQ¿QLWXP. En comparación con las limitadas necesidades ani
PDOHVORVVHUHVKXPDQRVWUDVFLHQGHQODV¿MDFLRQHVLQVWLQWLYDV\VHFRQYLHU
WHQHQVXMHWRVGHGHVHRVLQ¿QLWRV †† +HJHOUHVFDWDHOSXQWRGH
YLVWDGH+REEHV/RFNH\GHORVHFRQRPLVWDVLQJOHVHVTXHGH¿QHQDOVHU
KXPDQRSRUVXFDSDFLGDGGHPD[LPL]DUVXVXWLOLGDGHVLQGLYLGXDOHV(VWD
LQGH¿QLGD H[SDQVLyQ GH OD SDUWLFXODULGDG HV FRQWURODGD LQLFLDOPHQWH SRU
una forma de universalidad representada por el fenómeno del reconoci
miento. En mis necesidades y en los medios que las satisfacen reconozco
las necesidades y el trabajo de los demás. Mis necesidades naturales son,
en primer lugar y ante todo, necesidades sociales (§192). Una manifesta
ción de esto puede verse aún en cosas tan triviales como la aceptación de
FLHUWDVPRGDVRHQODGHWHUPLQDFLyQVRFLDOGHKRUDV¿MDVSDUDODVFRPLGDV
No revela gran inteligencia el intentar imponer nuestra propia idiosincrasia
en esos asuntos.
/DVRFLDOL]DFLyQGHQXHVWUDVQHFHVLGDGHVUHYHODODSUHVHQFLDGHOSULQ
cipio de universalidad. Esto implica una demanda de igualdad respecto de
los demás por la imitación o equiparación de unos con otros. Al mismo
tiempo, existe la necesidad de manifestar la propia individualidad y nuestra
particular idiosincrasia (§193). La demanda de igualdad está así vinculada
a la demanda de desigualdad requerida por el principio de particularidad.
(VWDVGRVGHPDQGDVQRSXHGHQHTXLOLEUDUVH6HJ~Q+HJHOQXHVWUDVQHFH
sidades sociales combinan necesidades espirituales y naturales. Pero las
QHFHVLGDGHV HVSLULWXDOHV TXH SXHGHQ H[KLELU OD XQLYHUVDOLGDG GHO SHQVD
miento representativo (Vorstellung), son las dominantes. El individuo se
comporta “en referencia a una opinión suya, que es en realidad universal, y
DXQDQHFHVLGDGLQVWLWXLGDSRUpO´ † +DVWDDKRUDODVRSLQLRQHVLQGLYL
duales y otras manifestaciones individuales caían bajo el principio de parti
FXODULGDG3HUROXHJRTXH+HJHOUHFRQRFHHOGHVDUUROORGHODVRFLDOL]DFLyQ
las opiniones individuales adquieren un carácter universal, lo que implica
que la demanda de igualdad puede dejarse de lado. La socialización no
FRPSURPHWHODOLEHUWDGLQGLYLGXDO3RUHOFRQWUDULR+HJHODGPLWHTXH³KD\
en el momento social un aspecto de liberación” (§194).
/XHJRGHH[RUFL]DUDOLJXDOLWDULVPR+HJHOUHWURFHGHDOSXQWRGHSDU
WLGDGHOSDUiJUDIR†$OOtKDEtDHVWDEOHFLGRTXHODLQ¿QLWDPXOWLSOLFD
ción y división de las necesidades individuales da lugar al UH¿QDPLHQWR.
$KRUDHQHOSDUiJUDIR†HOPLVPRGHVDUUROORGHODSDUWLFXODULGDGOOHYD

110
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

al lujo3HURFRQXQDQRWDEOHGLIHUHQFLDDVDEHUODSDUWLFXODULGDGKDVLGR
DKRUDOLJDGDDWUDYpVGHODVRFLDOL]DFLyQDODLQWHUDFFLyQFRQRWUDVSDUWLFX
ODULGDGHV(VWRTXLHUHGHFLUTXHPLHQWUDVDOJXQRVLQGLYLGXRVDYDQ]DQKDFLD
HOOXMRRWURVVRQLQHYLWDEOHPHQWHDUUDVWUDGRVKDFLDXQDSREUH]D11 de “au
PHQWRLQ¿QLWR´SXHVVHHQIUHQWDQDXQD³PDWHULDTXHRIUHFHXQDUHVLVWHQFLD
LQ¿QLWD´ † (VD³UHVLVWHQFLD´HVWiFRQVWLWXtGDSRU³PHGLRVH[WHULRUHV
que tienen la particularidad de ser propiedad de la voluntad libre y, en con
VHFXHQFLDGHVHUORDEVROXWDPHQWHLQÀH[LEOH´ †WUDGXFFLyQUHYLVDGD 
(OVLVWHPDGHQHFHVLGDGHVHYROXFLRQDHQVHJXLGDKDFLDGRVFRQ¿JX
UDFLRQHV VXFHVLYDV TXH FRQ¿UPDQ OD KHJHPRQtD GH OD SDUWLFXODULGDG \ OD
WHQVLyQHQWUHHOOXMR\ODSREUH]D D /DSULPHUDFRQ¿JXUDFLyQFRQGXFHD
XQDGLYLVLyQGHOWUDEDMR\GHODHGXFDFLyQ E ODVHJXQGDUH~QHDODYDULH
dad de necesidades y satisfacciones, y la división entre trabajo y educación,
en “sistemas particulares de necesidades,” es decir, en clases o estamentos
sociales (§201). Los individuos se “reparten” en seguida en estos estamen
tos (§201).
D /RVVHUHVKXPDQRVHQFXDQWRFRQVXPLGRUHVWLHQHQSULQFLSDOPHQWH
SURGXFFLRQHVKXPDQDVIUHQWHDVt †  (OWUDEDMRHV ODEDVH XQLYHUVDO
TXH SHUPLWH OD LQWHUGHSHQGHQFLD VRFLDO 3HUR +HJHO QR KDFH UHIHUHQFLD D
HVWDFDUDFWHUtVWLFDJHQpULFDGHOWUDEDMR(QYH]GHHVRFRQVLGHUDODGLYL
sión del trabajo en clases irreducibles. “El modo del trabajo” es el título
GH OD VXEVHFFLyQ TXH VLJXH DO HVWXGLR GH ODV QHFHVLGDGHV \ HO PRGR GH
satisfacerlas. El trabajo es presentado aquí como la mediación entre las
necesidades particulares y los medios particulares para su satisfacción. La
DFWLYLGDGKXPDQDOHGDIRUPDDXQDGHWHUPLQDGDPDWHULD/RTXHFRQVX
men los individuos es el producto de esa actividad (§196). El trabajo es una
DFWLYLGDGVRFLDO\VHDUWLFXODVLJXLHQGRXQDHVSHFL¿FDFLyQGHWHUPLQDGDSRU
ODKLVWRULD6HGLYLGHDVtGLYLGHHQWUDEDMRLQWHOHFWXDO\WUDEDMRPHFiQLFR
(VWDGLYLVLyQHVUHIRU]DGDSRUGRVWLSRVGHHGXFDFLyQWHyULFD\SUiFWLFD
/DHGXFDFLyQWHyULFDVHDGDSWDDOHWKRVHPSUHGHGRU\ÀXFWXDQWHGHODFODVH
empresarial. La educación práctica se ajusta a ese elemento de la sociedad
FLYLOQRLGHQWL¿FDGRSHURTXHVHYLQFXODDOWUDEDMRLQPHGLDWR12.

11. (QVXVOHFFLRQHV+HJHOVHUHILHUHFRQFUHWDPHQWHD/RQGUHVGRQGHHODOWRJUDGRGHOXMRTXH
YHHVWDEDVLHPSUHDFRPSDxDGRGHXQDPLVHULD\XQDEDGLPLHQWRKRUUHQGRV
12. $YLQHULDGYLHUWHTXH+HJHOQRORJUDLQWHJUDUDORVWUDEDMDGRUHVHQODVRFLHGDGFLYLO³%RWKLQ
WKH5HDOSKLORVRSKLHDQGWKH3KLORVRSK\RI5LJKWWKHZRUNHUUHPDLQVIRU+HJHOLQFLYLOVRFLHW\EXW
not of civil society”. AVINERI³/DERU$OLHQDWLRQDQG6RFLDO&ODVVHVLQ+HJHO¶V5HDOSKLORVRSKLH´
p. 118.

111
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

E /DVHJXQGDFRQ¿JXUDFLyQHVSUHVHQWDGDSRU+HJHOFRQPXFKRPiV
detalle. Los individuos son asignados a “sistemas particulares de necesida
des” o Stände (§201)13. Esta asignación a una clase particular es nuevamen
WHHOUHVXOWDGRGHODKHJHPRQtDTXHUHWLHQHHOSULQFLSLRGHSDUWLFXODULGDG
+HJHOUHFRQRFHTXHODVRFLHGDGFLYLOHV³ODHVIHUDGHSDUWLFXODULGDG´GRQGH
ODVGLIHUHQFLDVLQGLYLGXDOHVVHPDQL¿HVWDQDFXDOTXLHUQLYHO\HQFXDOTXLHUD
dirección. En conjunción con otras circunstancias arbitrarias y contingen
tes, esas diferencias tienen como consecuencia necesaria “la desigualdad
GHORVSDWULPRQLR\ODVKDELOLGDGHVGHORVLQGLYLGXRV´ † +HJHOH[
plica esta arbitrariedad como un residuo de la naturaleza. La esfera de la
sociedad civil constituye, en su particularidad, un rudimentario o residual
estado de naturaleza (§200). Las desigualdades condicionadas por la natu
raleza tienen que ver con todos los aspectos de la interacción social. Esto
KDFHTXHODSDUWLFXODULGDGVHDLPSHUPHDEOHDFXDOTXLHUIRUPDGHXQLYHUVD
lidad. Las demandas de igualdad están determinadas por el entendimiento
vacío (§200).
/DVFODVHVVRFLDOHVTXH+HJHOWLHQHHQFXHQWDVRQWUHVODFODVHWHUUD
teniente, la industrial y la de los servidores públicos. La sustancialidad y el
aletargamiento de la clase terrateniente le impide caer bajo la dominación
del principio de particularidad. El patrimonio de esta clase es independiente
“tanto del patrimonio del Estado como de la inseguridad de la industria, del
deseo de ganancia y de la variabilidad de la propiedad” (§306). Ninguna
DPHQD]DSDUDODLQWHJUDFLyQVRFLDOSXHGHSURYHQLUGHHOOD$VHQWDGD¿UPH
mente en la tierra, esta clase está esencialmente asociada a la propiedad
estable y con su protección a través de la administración de justicia (§203).
De modo similar, la clase universal o burocracia cuida de la tarea universal
encargada al Estado y no puede constituir un obstáculo para la integración
social auspiciada por el principio de universalidad (§205). Regida por el
principio de particularidad y reacia a la forma de universalidad por su pro
pia condición, sólo de la clase empresarial puede decirse que representa el

13. /RVKHJHOLDQRVGHKDEODLQJOHVDKDQWUDGXFLGRStandFRPR³FODVH´3ODQWKDKHFKRHVRVLQ
reservas. PLANT, HegelSS$YLQHULLQGLFDTXH³IRU+HJHOFODVVHVDOZD\VUHPDLQHVWDWHV
LQWKHVHQVHWKDWWKH\UHSUHVHQWDOHJLWLPL]HGGLIIHUHQWLDWLRQ(DFKHVWDWHVWDQGVIRUDGLIIHUHQWPRGH
of consciousness”. AVINERI³/DERU$OLHQDWLRQDQG6RFLDO&ODVVHVLQ+HJHO¶V5HDOSKLORVRSKLH´S
5HFRQRFHTXH+HJHOXVDHOWpUPLQRKlasse pero restringe su significado a la clase trabajadora.
Ibid., p. 96, nota 40. Avineri no toma en consideración los parágrafos 245 y 253 de la Filosofía
del derechoGRQGH+HJHOXVDHVHWpUPLQRSDUDUHIHULUVHDODFODVHHPSUHVDULDO7D\ORUUHFRQRFHOD
SUHIHUHQFLDGH+HJHOSRUHOYLHMRWpUPLQR³HVWDPHQWR´\HVWLPDTXH³LWLVEHWWHUWRIROORZKLPKHUH
VLQFHWKHVHJURXSVDUHQRWMXVWGLIIHUHQFLDWHGE\WKHLUUHODWLRQWRWKHPHDQVRISURGXFWLRQEXWE\
WKHLUOLIHVW\OH´7AYLOR, Hegel, p. 433.

112
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

HVStULWXÀXFWXDQWHHLQFLHUWRGHODVRFLHGDGFLYLO † 6yORODEXUJXHVtD14


actor principal del drama que vive la sociedad civil (§190), puede sentirse
a gusto en ese “campo de batalla del interés privado individual de todos
contra todos” (§289).

III

(VKRUD\DGHLQWURGXFLUXQDPDQLIHVWDFLyQPiVHIHFWLYDGHOSULQFLSLR
GHXQLYHUVDOLGDG/DH[XEHUDQWHEXUJXHVtDHO³DVSHFWRPyYLOGHODVRFLH
dad civil” (§308), y el tipo de propiedad que posee, exige un incremento en
los poderes gubernativos15+HJHOLQWURGXFHHO(VWDGRde la sociedad civil.
(a) La primera encarnación del Estado de la sociedad civil es un Es
WDGRMXGLFLDO±OD$GPLQLVWUDFLyQGH-XVWLFLD(VWH(VWDGRUHÀHMDHOWHPSH
UDPHQWRGHODFODVHWHUUDWHQLHQWHDVDEHUXQDGLVSRVLFLRQÀHPiWLFD\XQ
VHQWLPLHQWR GH LQGHSHQGHQFLD< HVWR HV DVt SXHV VHJ~Q +HJHO OD FODVH
WHUUDWHQLHQWHODFODVHVXEVWDQWLYDHVKLVWyULFDPHQWHUHVSRQVDEOHGHO³DX
téntico comienzo y la primera función de los Estados” (§203). El cultivo
GHODWLHUUDHVHOHVFHQDULRHQTXHKLFLHURQVXDSDULFLyQLQLFLDOODSURSLHGDG
SULYDGD\ODOH\FLYLO/DYLJHQFLDGHOGHUHFKRGHSURSLHGDGHVD¿UPDGDDVt
como una “realidad efectiva” y no de un modo puramente abstracto. Esa
YLJHQFLDHVUDWL¿FDGD³FRPRSURWHFFLyQGHODSURSLHGDGSRUPHGLRGHOD
administración de la justicia” (§208).
El Estado judicial es el primer peldaño de la escala formativa que con
duce al Estado ético. Con una disposición serena e independiente, el Estado
judicial considera a cada persona individual como persona universal. Todos
FRPSDUWHQHVDLGHQWLGDG³(OVHUKXPDQRYDOHSRUTXHHVVHUKXPDQR\QR
porque sea judío, católico, protestante, alemán o italiano” (§209). El princi
pio de particularidad es superado cuando cada individuo reconoce a los otros

14. (QRSLQLyQGH6WHYHQ6PLWK+HJHO³ZDVSHUKDSVWKHILUVWWRUHFRJQL]HDQGGHVFULEHWKH
EXUJKHUDVERXUJHRLVDQGWXUQLWLQWRWKHGHILQLQJSULQFLSOHRIDQHZIRUPRIFLYLOL]DWLRQ´6MITH,
Hegel’s Critique of Liberalism, p. 349.
15. (VWH XQ WHPD WtSLFR GHO UHJLVWUR FRQVHUYDGRU ³7KH PDQXIDFWXULQJ FODVVHV UHTXLUH PRUH
UHJXODWLRQ VXSHULQWHQGHQFH DQG UHVWUDLQW WKDQ WKH RWKHU FODVVHV RI VRFLHW\ DQG LW LV QDWXUDO WKDW
WKHSRZHUVRIJRYHUQPHQWVKRXOGLQFUHDVHLQWKHVDPHSURSRUWLRQDVWKRVHFODVVHV´7OCQUEVILLE,
Democracy in America, p. 370.

113
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

LQGLYLGXRVFRPRSHUVRQDVFRQODPLVPDFDSDFLGDGGHGHUHFKRV/DXQLYHUVD
lidad objetiva resultante se constituye como la igualdad de todos ante la ley.
(VWDHVXQDXQLYHUVDOLGDGVyORIRUPDOSXHVVyORH[SOLFLWDHOGHUHFKR Recht)
\ORSRVLWLYL]DFRPROH\/DOH\LOXPLQDHOGHUHFKRHQODFRQFLHQFLDGHWRGRV
/DLJXDOGDGIRUPDODQWHODOH\VLJQL¿FDTXHWRGRVORVLQGLYLGXRVGHEHQSUH
sumirse informados del sistema legal válido para una sociedad.
La ley debe proveer a cada individuo las formalidades necesarias para
que su propiedad le sea reconocida. Esto constituye un prerrequisito esen
FLDOSDUDXQVLVWHPDGHSURSLHGDGTXHKDDGTXLULGRWDQDOWRJUDGRGHPRYL
lidad16. “Las adquisiciones y los actos referentes a la propiedad deben, por
lo tanto, efectuarse con la forma que le da aquella existencia. La propiedad
se basa ahoraHQHOFRQWUDWR\HQODVIRUPDOLGDGHVTXHODKDFHQVXVFHSWLEOH
GHGHPRVWUDFLyQ\MXUtGLFDPHQWHYiOLGD´ †FIU&ULVWL (O
GHUHFKRGHSURSLHGDGHVUHFRQRFLGROHJDOPHQWHVyORDKRUDHQODVRFLHGDG
civil. Para asegurar la propiedad privada es necesario demarcarla de modo
visible y objetivo. Una de las funciones de la educación es inculcar en los
individuos el reconocimiento y respeto por esa demarcación.
El crimen deja de ser una ofensa puramente natural e individual. Las
víctimas del crimen ya no son individuos aislados. La reciprocidad del re
conocimiento producida por la organización objetiva del principio de uni
versalidad, crea un tejido de lazos sociales que, elevándose por encima del
sistema ciego de necesidades, constituye un cuerpo social integrado. Un
crimen en contra de la propiedad de un individuo deviene un crimen contra
la sociedad entera.
/D LQWHUYHQFLyQ HVWDWDO FRHUFLWLYD \ QR XQD LQWHJUDFLyQ VRFLDO DXWR
PiWLFDHVFDXVDGHFRKHVLyQHLQWHJUDFLyQVRFLDO$OLQWURGXFLUXQHIHFWLYR
contrapeso al principio de particularidad, y las fuerzas centrífugas que des
encadena, el Estado judicial preserva el momento social propio del sistema
de necesidades y no obstruye el proceso autoregulador del mercado.
(b) El Estado judicial previene los crímenes que atentan contra la per
sonalidad y la propiedad, y así garantiza “la total seguridad de la persona y
la propiedad” (§230). Pero además del daño causado por el crimen, como
³PDOFRQWLQJHQWH´DUELWUDULRKD\RWUDVFRQWLQJHQFLDVSHUPLVLEOHVHLQKH
rentes al sistema de necesidades que pueden causar un mal involuntario

16. Este es otro tema frecuentemente evocado por pensadores conservadores. “La propriété
industrielle... met dans [la] vie moins de regularité elle es plus factice et moins inmuable que la pro
priété foncière. Les opérations dont elle se compose consistent souvent en transactions fortuites”.
CONSTANT, Oeuvres, p. 1150.

114
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

† +HJHOGHMDODUHJXODFLyQGHOXVROHJtWLPRGHODSURSLHGDGSULYDGDDO
interior del sistema de necesidades en manos de un Estado administrativo,
que denomina Polizei o Polizeistaat +HJHO,FI5LHGHO
161). Este Estado asegura que la subsistencia y bienestar de los individuos
VHDFWXDOLFHFRPRXQGHUHFKRVXEMHWLYR † 
La función organizativa asignada al Estado administrativo consiste en
la regulación y control de las distorsiones económicas contingentes, que
no pueden ser resueltas automáticamente y que podrían conducir a una
desintegración social. “Los diversos intereses de los productores y de los
FRQVXPLGRUHV SXHGHQ HQWUDU HQ FRQÀLFWR HQWUH Vt \ VL ELHQ HQ HO WRGR OD
relación correcta se produce por sí misma, la compensación requiere de
una regulación consciente que esté por encima de ambas partes” (§236).
1RUPDOPHQWHHOPHUFDGRGHEHUtDWHQHUOLEHUWDGSDUDUHJXODUHVSRQWiQHD
PHQWH VXV GLVIXQFLRQHV +HJHO GHVFRQItD FRQVLVWHQWHPHQWH GH FXDOTXLHU
otro modo de regulación más elevada. Aunque la imposición de controles
externos sobre el sistema de necesidades resultara inevitable, tal regulación
no debería nunca determinar “la provisión y reglamentación del trabajo de
todos por medio de instituciones públicas” (§236). La asignación coerciti
va del trabajo no permite una mediación por parte de la voluntad individual
arbitraria y de los intereses particulares. Las pirámides de Egipto fueron
construídas sin esa mediación. Más recientemente, un sistema regulador
similar determinó las políticas jacobinas en Francia y las propuestas de Fi
FKWHSDUDXQ(VWDGRFRPHUFLDOFHUUDGR +HJHO +HJHOUHFKD]D
este tipo de intervención socialista.
Si la particularidad alcanza un desarrollo desmesurado y el mercado es
librado a un puro proceso económico, las sociedades que incluyen un sis
tema de necesidades peligran como tales. Es necesario, entonces, imponer
controles a la libertad de empresa y comercio. Algunas de las medidas que
+HJHOSRQHHQPDQRVGHO(VWDGRDGPLQLVWUDWLYRVRQODVVLJXLHQWHVFRQWURO
de precios para alimentos de primera necesidad, control de calidad, me
didas proteccionistas en el comercio internacional, cuidado del indigente,
VHUYLFLRVGHVDOXGVRFLDODOXPEUDGRS~EOLFR(VWRQRVLJQL¿FDTXH+HJHO
KD\DDEDQGRQDGRVXIHHQXQRUGHQHVSRQWiQHRGHPHUFDGR/DOLEHUWDGGH
empresa, es decir, la libertad contra la regulacion superior, cuanto “más
FLHJDPHQWH VH KXQGH HQ HO ¿Q HJRtVWD´ PiV QHFHVLWD VHU UHJXODGD ³SDUD
ser retrotraída a lo universal y para suavizar las convulsiones peligrosas
\DFRUWDUHOSHUtRGRHQHOTXHORVFRQÀLFWRVGHEHQFRPSHQVDUVHSRUODYtD
GHXQDQHFHVLGDGLQFRQVFLHQWH´ † +HJHODGPLWHDVtTXHVyORH[FHS
cionalmente puede el sistema de necesidades requerir de una corrección
reguladora.

115
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

El Estado administrativo no puede proteger al individuo de toda con


tingencia que implique daño. Debido a su extravagancia, ciertos individuos
SXHGHQGHUURFKDUODVXEVLVWHQFLDIDPLOLDU\VXFDSLWDOSHUVRQDO+HJHOHVWi
FRQVFLHQWHGHRWURVGDxRVFRQWLJHQWHVTXHVRQLQKHUHQWHVDOVLVWHPDGHQH
FHVLGDGHV † 6HUH¿HUHHQHVWHSXQWRDOSDUiJUDIR† † GRQGH
el sistema de necesidades aparece como la causa de “la desigualdad de los
SDWULPRQLRV\ODVKDELOLGDGHVGHORVLQGLYLGXRV´(VWRFRQVWLWX\HSUXHED
VHJ~Q+HJHOGHODSUHVHQFLDGHXQHVWDGRGHQDWXUDOH]DUHVLGXDO † 
Nos topamos aquí con el dilema que enfrenta el Estado administrativo,
pues éste puede o bien ocuparse del sustento de los pobres a través de los
impuestos, o bien crear puestos de trabajo. En el primer caso, “se asegura
ría el sustento de los necesitados sin la mediación del trabajo,” lo que aten
taría “contra el principio de la sociedad civil” (§245). En el segundo caso,
HOLQFUHPHQWRGHODSURGXFFLyQFRQGXFHDXQDVREUHSURGXFFLyQ\DXQD
IDOWDGHFRQVXPLGRUHV+HJHOVHxDODTXHHQ,QJODWHUUD\SDUWLFXODUPHQWH
HQ(VFRFLDHOPHMRUPRGRGHWUDWDUGHVROXFLRQDUHVWHSUREOHPDKDFRQVLV
tido “en abandonar a los pobres a su destino y condenarlos a la mendicidad
S~EOLFD´ † (VWDUHVLJQDGDUHÀH[LyQDFHUFDGHODSREUH]DSUXHEDOR
HVWUHFKD\OLPLWDGDTXHUHVXOWDVHUODXQLYHUVDOLGDGDFFHVLEOHDO(VWDGRde
la sociedad civil.

IV

Cuando el sistema de necesidades funciona como es debido, las dos


DJHQFLDVUHJXODGRUDVFRQFHELGDVSRU+HJHODOLQWHULRUGHODVRFLHGDGFLYLO
QRSXHGHQUHPHGLDUODGHVLQWHJUDFLyQVRFLDOTXHSURYRFDODLQGH¿QLGDDFX
PXODFLyQGHULTXH]D\SREUH]DLQKHUHQWHDWDOVLVWHPD3RUHOFRQWUDULRHO
problema sólo logra agudizarse con la entrada en escena de esas formas es
tatales. Mientras el Estado judicial protege con éxito la propiedad de los ri
cos, el Estado administrativo no consigue aliviar la condición desesperada
de los pobres. El fracaso del Estado externo concebido por el liberalismo
presenta la ocasión propicia por el retorno de ético y explica así la atención
TXH+HJHOSUHVWDDODVFRUSRUDFLRQHV
+HJHOHVWiFRQVFLHQWHGHTXHODFODVHHPSUHVDULDOHVUHVSRQVDEOHGH
ORV FRQÀLFWRV \ OD GLVORFDFLyQ TXH VH JHQHUDQ DO LQWHULRU GH OD VRFLHGDG
FLYLO/DH[FHVLYDULTXH]DTXHHVDFODVHORJUDDFXPXODUGHELGRDODVREUH
producción generada por el sistema de necesidades, es a la vez responsable

116
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

GHODFUHDFLyQGHXQDSOHEHGHVSRVHtGD+HJHOLQWURGXFHODVFRUSRUDFLRQHV
como un modo de regular éticamente la particularidad egoísta de la clase
empresarial y su resistencia frente al control administrativo externo. Las
corporaciones están llamadas a integrar únicamente a la clase empresarial;
las otras dos clases (la terrateniente y la universal) son parte de la solución
y no del problema (§250). Al convertirse en miembros de una corporación,
ORVDJHQWHVHPSUHVDULDOHVDOFDQ]DQVXVSURSLRV¿QHVSHURUHFRQRFHQHQORV
demás miembros corporativos sus mismos intereses. Ello promueve una
HVSHFLDOVHQWLGRGHFRPXQLGDGTXHSUH¿JXUDODVPiVHOHYDGDVGLVSRVLFLR
nes solidarias típicas del Estado ético.
+HJHOSLHQVDTXHORVHPSUHVDULRVGHEHQSRGHURFXSDUVHGHVXVQHJR
cios de un modo autónomo y con la menor interferencia posible de la Poli-
zei. El Estado administrativo logra su objetivo principal cuando “realiza y
conserva lo universal que está contenido en la particularidad de la sociedad
civil” (§249). El control que este Estado ejercita sobre la sociedad civil
adquiere la forma “de un orden exterior y de instituciones para seguridad
\SURWHFFLyQGHOFRQMXQWRGH¿QHVHLQWHUHVHVSDUWLFXODUHVTXHHQFXDQWR
WDOHVWLHQHQVXH[LVWHQFLDHQDTXHOXQLYHUVDO´ † +HJHOGLVHxDDODV
corporaciones como una forma de control alternativo. Ellas activan dispo
siciones internas que ni el Estados judicial y ni el administrativo toman en
FXHQWDQ\DVtDQXQFLDQHOUHWRUQRGHORpWLFR+HJHOD¿UPD
Puesto que, de acuerdo con la Idea, la particularidad misma toma a
HVWHXQLYHUVDOTXHHVWiHQVXLQWHUpVLQPDQHQWHFRPR¿Q\REMHWRGHVX
voluntad y actividad, retorna a la sociedad civil, lo ético vuelve como algo
inmanente a la sociedad civil (§249).
/D IH GH +HJHO HQ HO RUGHQ HVSRQWiQHR JHQHUDGR SRU HO VLVWHPD GH
necesidades no cede ni se extingue. La sociedad de mercado colma a los
ULFRVFRQDEXQGDQFLD\OXMRSHURVLJQL¿FDPLVHULDLQFOHPHQWHSDUDORVSR
bres. Las medidas desplegadas por el Estado administrativo tienen como
¿QDOLYLDUODSREUH]DSHURVXFDUJDFRQWLQ~DVLHQGRSHVDGD\UHFDOFLWUDQWH
1RKD\VROXFLyQSDUDODSREUH]DHQODWHRUL]DFLyQGH+HJHOTXHQRVHGHMD
SHUVXDGLUSRUHORSWLPLVPRGH$GDP6PLWK $YLQHUL 'HWRGDV
maneras, las corporaciones aportan un alivio indirecto a los pobres mode
UDQGRHODIiQGHOXMRTXHGHVDUUROODODFODVHHPSUHVDULDO/DVÀXFWXDFLRQHV
económicas producen un incremento en la movilidad social que difunde y
UHODMDORVYLHMRVUDQJRVWUDGLFLRQDOHV/DH[KLELFLyQGHODULTXH]DYLHQHD
VHUXQPHGLRLPSRUWDQWHDWUDYpVGHOFXDOORVLQGLYLGXRVD¿UPDQVXQLYHO
VRFLDO6LHOUDQJRVRFLDO\HOKRQRUHVWiQDVHJXUDGRVODDOLHQDFLyQ\IDOWD
de reconocimiento alimentada por la movilidad social quedan anuladas.

117
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

6LELHQKD\UD]yQSDUDTXHMDUVHGHODQVLDGHOXMR\GHGHUURFKHGHOD
clase industrial, que se relaciona con el surgimiento de la plebe (ver §244),
no se debe, sin embargo, pasar por alto entra las otras causas... la razón
ética que se desprende de lo expuesto anteriormente. Si no es miembro de
una corporación autorizada (y sólo si es autorizada una comunidad deviene
FRUSRUDFLyQ HOLQGLYLGXRVFDUHFHGHKRQRUSURIHVLRQDO\HVUHGXFLGRSRU
su aislamiento al aspecto egoísta de la industria, en el que su subsistencia y
su goce no son permanentes. Buscará en consecuencia su reconocimiento
en la exposición de su éxito en la industria, exposición que es ilimitada...
(§253).
Las corporaciones ofrecen una magra solución al problema de la po
breza. Se trata solamente de que la ayuda recibida por los pobres pierda
³VX FDUiFWHU DFFLGHQWDO \ OR TXH KD\ HQ HOOD GH LQMXVWDPHQWH KXPLOODQWH´
(§253).
(QGH¿QLWLYDODVFRUSRUDFLRQHVDOLJXDOTXHHO(VWDGRDGPLQLVWUDWLYR
no deben interferir con la libertad de empresa y de comercio de la clase em
presarial. La corporaciones comparten el temperamento ético auspiciado
por los gremios medievales, pero contienen también los rudimentos de un
Estado corporativo moderno. Tradicionalmente, los intersticios que apare
cían entre los productores individuales y la autoridad pública eran solventa
das por los gremios y las corporaciones, que presidían la integración social
GHHPSUHVDULRVSURIHVLRQDOHV\DUWHVDQRV'HVSUHFLDGRVSRU+REEHVTXH
ORVFRPSDUDEDFRQ³ORPEULFHVHQODVHQWUDxDVGHOKRPEUHQDWXUDO´ +RE
EHV 17 los gremios fueron abolidos en la Revolución Francesa
/H\&KDSHOLHU \GHVPDQWHODGRVHQ3UXVLDHQ18+HJHOQRUHFXSHUD
HVWDVLQVWLWXFLRQDHVWUDGLFLRQDOHVVLQDQWHVPRGL¿FDUODV([LJHTXHRSHUHQ
EDMRVXSHUYLVLyQHVWDWDOFRQSURKLELFLyQH[SUHVDGHDFWXDFLyQLQGHSHQGLHQ
te. Su idea de corporación no puede ser comparada con el sistema gremial
abolido; constituye más bien el antecedente del movimiento corporativo de
la primera mitad del siglo XX.
La función adscrita a las corporaciones requiere de la formación de
KiELWRV\GLVSRVLFLRQHVTXHPRGHUHQODSDUWLFODULGDGHJRtVWDWtSLFDGHORV

17. (VWDVDVRFLDFLRQHVLQWHUPHGLDVVRQDODEDGDVSRU%XUNHTXLHQHVFULEH³7REHDWWDFKHGWR
WKHVXEGLYLVLRQWRORYHWKHOLWWOHSODWRRQZHEHORQJWRLQVRFLHW\LVWKHILUVWSULQFLSOH WKHJHUPDVLW
were) of public affection”. BURKE, Reflections on the Revolution in France, p. 135.
18. +DPHURZHVFULEH³7KHILUVWEORZIHOORQ1RYHPEHU2QWKDWGD\WKH3UXVVLDQJR
YHUQPHQWSURPXOJDWHGDGHFUHHHIIHFWLYHO\GHVWUR\LQJWKHFRHUFLYHSRZHUVRIDUWLVDQRUJDQLVDWLRQV
7KH ODZ RI 6HSWHPEHU   UHGXFHG WKH FRPSHWHQFH RI SROLFH DXWKRULWLHV LQ WKH UHJXODWLRQ
RI HFRQRPLF DIIDLUV DQG GHSULYHG DUWLVDQ FRUSRUDWLRQV RI WKH ODVW YHVWLJHV RI SRZHU´ +AMEROW,
Restoration, Revolution and ReactionSS

118
LA NOCIÓN DE SOCIEDAD CIVIL EN LA ),/262)Ë$'(/'(5(&+2 DE HEGEL

agentes que operan al interior del sistema de necesidades. El desarrollo de


un esprit de corpsHVXQSUHOXGLRGHODVGLVSRVLFLRQHVPiVFRPSUHKHQVLYDV
y rigurosas exigidas de los ciudadanos del Estado ético. La integración
estatista promovida por los Estados judicial y administrativo fracasa por
su incapacidad de evocar esas actitudes internas. Aunque las corporaciones
DQXQFLDQHOUHWRUQRGHORpWLFRORKDFHQGHXQPRGRPX\OLPLWDGR(O(V
WDGRpWLFRGH+HJHOH[SDQGHHOHVStULWXFRUSRUDWLYRKDVWDFXEULUODSROLVHQ
VXWRWDOLGDG$XQTXHHO(VWDGRHMHFXWLYRPRQiUTXLFRTXH+HJHOLQFOX\HHQ
VX(VWDGRpWLFRHVFRPSDUDEOHDOOHYLDWiQGH+REEHVGL¿HUHGHpVWHSRUVX
apelación al punto de vista ético. Aquí yace el aspecto positivo de la crítica
KHJHOLDQD DO OLEHUDOLVPR D VDEHU OD D¿UPDFLyQ GH XQ LGHDO TXH EXVFD OD
restauración del Estado ético de Roma y Grecia fundado en el patriotismo
\HQOD¿GHOLGDGDODSROLV

BIBLIOGRAFÍA

ARATO,$³$5HFRQVWUXFWLRQRI+HJHO¶V7KHRU\RI&LYLO6RFLHW\´HQHegel and
Legal TheoryHGLWSRU'&RUQHOO05RVHQIHOG '*&DUOVRQ5RXWOHGJH
1XHYD<RUN /RQGUHV
AVINERI,6K³/DERU$OLHQDWLRQDQG6RFLDO&ODVVHVLQ+HJHO¶VRealphilosophie,”
Philosophy and Public Affairs,SS
— Hegel’s Theory of the Modern State, Cambridge University Press, Cambridge,
1974.
² ³7KH3DUDGR[RI&LYLO6RFLHW\LQWKH6WUXFWXUHRI+HJHO¶V9LHZRQ6LWWOLFKNHLW´
Hegel-JahrbuchSS
BURKE ( 5HÀHFWLRQV RQ WKH 5HYROXWLRQ LQ )UDQFH 3HQJXLQ %RRNV +DU
PRQGVZRUWK
CONSTANT%Principes de la politique, Oeuvres, Gallimard, Paris, 1957.
CRISTI5³+HJHORQ3URSHUW\DQG5HFRJQLWLRQ´Laval Théologique et Philoso-
phique  
— Carl Schmitt and Authoritarian Liberalism: Strong State, Free Economy, Uni
versity of Wales Press, Cardiff, 1998.
GIUSTI,0³/DGLIHUHQFLDHQWUHVRFLHGDG\(VWDGRFRPRUDVJRHVHQFLDOGHODPR
GHUQLGDG5HFRQVLGHUDFLyQGHOD¿ORVRItDGH+HJHODODOX]GHODSXEOLFDFLyQ
de sus Leccciones sobre Filosofía del Derecho,” Revista latinoamericana de
¿ORVRIía  

119
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

HAMEROW7KRestoration, Revolution and Reaction: Economic and Politics in


Germany 1815-1871, Princeton University Press, Princeton, 1958.
HEGEL*:)Vorlesungen über Rechtsphilosophie 1818-1831HGLWSRU.+
,OWLQJ)URPDQQ+RO]ERRJ6WXWWJDUW%DG&DQVWDWW
— Differenz des Fichteschen und Schellingschen System der Philosophie , en Wer-
keHGLWSRU(YD0ROGHQKDXHU\.DUO0DUNXV0LFKHO6XKUNDPS)UDQNIXUW
1974.
— Principios de la Filosofía del Derecho o Derecho Natural y Ciencia Política,
WUDGSRU-XDQ/XLV9HUPDO(GLWRULDO6XGDPHULFDQD%XHQRV$LUHV
— Gesammelte WerkeYRO9,HGLWSRU.ODXV'VLQJ\+HLQ].LPPHUOH0HL
QHU9HUODJ+DPEXUJR
HOBBES7KLeviathanHGLWSRU&%0DFSKHUVRQ3HJXLQ%RRNV+DUPRQGVZRU
WK
KRAUSS -% ³:LUWVFKDIW XQG *HVHOOVFKDIW EHL +HJHO´ Archiv für Rechts-und
Wirtschaftsphilosophie  
MARCUSE+Reason and Revolution. Hegel and the Rise of Social Theory, Bea
con Press, Boston, 1968.
PELCZYNSKI,=$³7KH6LJQL¿FDQFHRI+HJHO¶V6HSDUDWLRQRIWKH6WDWHDQG&LYLO
Society,” en The State and Civil Society. Studies in Hegel’s Political Philo-
sophy HGLW SRU =$ 3HOF]\QVNL &DPEULGJH 8QLYHUVLW\ 3UHVV &DPEULGJH
1984.
PLANT5Hegel%DVLO%ODFNZHOO2[IRUG
RIEDEL0Studien zu Hegels Rechtsphilosophie6XKUNDPS)UDQIXUW
SCHMITT,&Der Hüter der Verfassung'XQFNHU +XPEORW%HUOLQ
TAYLOR&Hegel, Cambridge University Press, Cambridge, 1975.
TOCQUEVILLE$ GH Democracy in America YRO ,, 6FKRFNHQ %RRNV 1XHYD
<RUN
WALZER,0³7KH&LYLO6RFLHW\$UJXPHQW´HQDimensions of Radical Demo-
cracy: Pluralism, Citizenship, Community HGLW SRU &KDQWDO 0RXIIH9HUVR
/RQGUHV 1XHYD<RUN
WILLIAMS5Hegel’s Ethics of Recognition, University of California Press, Ber
NHOH\

120
LA INTERPRETACIÓN COMUNITARISTA
DE LA SOCIEDAD CIVIL

María GARCÍA$MILBURU
Concepción NAVAL

1. QUÉ ES EL COMUNITARISMO

El comunitarismo1 es tanto una corriente de pensamiento político como


XQPRYLPLHQWRSDUDODUHQRYDFLyQPRUDOGHODVRFLHGDGTXHVHKDH[WHQ
GLGRHQXQDPSOLRVHFWRUGHODVFLHQFLDVKXPDQDV\VRFLDOHVHQHOPXQGR
occidental, tanto en Norteamérica como en Europa. En un primer momento
VHGHVDUUROOyHQORViPELWRVGHOD¿ORVRItDSUiFWLFDODWHRUtD\ODFLHQFLD
SROtWLFDODVRFLRORJtD\ODpWLFDSRVWHULRUPHQWHVHH[WHQGLyVXLQÀXHQFLD
DORVSODQWHDPLHQWRVHFRQyPLFRVODSVLFRORJtD\ODHGXFDFLyQUHVSHFWRD
HVWD~OWLPDKDLQÀXLGRHQJUDQPHGLGDHQOD¿ORVRItDGHODHGXFDFLyQHQ
la política educativa y en la educación moral. En el plano sociológico se
SXHGHVHxDODUODIXHUWHUHVRQDQFLDTXHKDWHQLGRHQORVPHGLRVIHPLQLVWDV
en ciertas corrientes multiculturalistas –el pensamiento comunitarista se

1. El término “comunitarismo” es de uso reciente en la filosofía política, y por eso resulta difícil
precisar su significado en todo su alcance. Una muestra de ello es la ausencia de este término en la
Blackwell Encyclopaedia of Political Thought, dirigida por David Miller, publicada en Oxford en
 YHUVLyQHVSDxRODHQ$OLDQ]D0DGULG 6LQHPEDUJRHOFRQFHSWRQRHVQXHYRYHUSRU
ejemplo, A. GUTTMANN, “Communitarian Critics of Liberalism”, Philosophy and Publics Affairs,
 (QHVWHDUWtFXORVHSUHVHQWDHOFRPXQLWDULVPRFRPRXQDQXHYDYHUVLyQGHODFUtWLFD
DOOLEHUDOLVPRTXHHQORVDxRV\VHLQVSLUDEDHQ0DU[\DKRUDORKDFHHQ$ULVWyWHOHVR+HJHO
Parte de las ideas aquí contenidas se pueden encontrar ampliadas en C. NAVAL, Educar Ciudadanos.
La polémica liberal-comunitarista en educación, EUNSA, Pamplona, 1995, cap. II.

121
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

HPSOHDFRPREDVHSDUDODGHIHQVDGHORVGHUHFKRVGHODVPLQRUtDVFRQWUDHO
modelo asimilacionista dominante– y en el movimiento ecologista, como
terreno privilegiado de resistencia a las prácticas de las burocracias institu
cionales y a la extensión de mercados globales2.

2. LOS AUTORES COMUNITARISTAS

/RVSULQFLSDOHVSHQVDGRUHVFRPXQLWDULVWDVVRQ0LFKDHO6DQGHO$ODV
GDLU0DF,QW\UH&KDUOHV7D\ORU\0LFKDHO:DO]HU6LQHPEDUJRHOORVSUH
¿HUHQQRVHUOODPDGRVDVt3(VWRVHGHEHHQSDUWHDTXHQRKD\XQFXHUSR
GHGRFWULQDFODUDPHQWHGH¿QLGRHQHOTXHWRGRVFRLQFLGDQSOHQDPHQWHVLQR
que cada autor se ocupa del estudio y formulación de diferentes cuestiones,
y ciertamente no están completamente de acuerdo en sus conclusiones polí
WLFDVVXVWDQWLYDV0iVDGHODQWHLGHQWL¿FDUHPRVORVSODQWHDPLHQWRVWHyULFRV
FRPXQHVDHVWRVDXWRUHVDVtFRPRORVDVSHFWRVHQORVTXHGL¿HUHQ\DTXH
HVWH PRYLPLHQWR LQWHOHFWXDO OHMRV GH FRQVWLWXLU XQD HVFXHOD XQL¿FDGD VH
presenta sobre todo como una constelación de pensadores cuya caracterís
tica esencial común es la crítica al liberalismo.
Alrededor de este “núcleo duro” de pensadores comunitaristas, se pue
den situar otros, como en imaginarios círculos concéntricos. El primero
de ellos estaría formado por autores cuyos trabajos comparten en alguna
medida los planteamientos y la temática comunitarista, como R. M. Unger,
-)LQQLV0$*OHQGRQ$(W]LRQL4, etc. En un segundo nivel se podrían
VLWXDUHQWUHRWURV51%HOODK\VXVFRODERUDGRUHV\WDPELpQ&/DVFK
que sin reclamar para sí el título de comunitaristas, tienen similares preocu
SDFLRQHV±FRPRODFUtWLFDGHO³QDUFLVLVPROLEHUDO´HQHOFDVRGH&/DVFK
\ OD GH OD ³WLUDQtD GHO PHUFDGR´ HQ 5 1 %HOODK±$VLPLVPR VH SXHGH
FRQVWDWDUTXHHQORV~OWLPRVDxRVVHKDQSXEOLFDGRQXPHURVRVDUWtFXORV\
monografías dedicados al análisis, desarrollo y también a la crítica de los

2. Cfr. T. LUKE, T., “Community and Ecology”, Telos  


3. A este respecto es significativa la afirmación de A. MACINTYRE en The Responsive Community,
que es uno de los órganos de difusión de The Communitarian Network, cuyo fundador y presi
GHQWHHV$(W]LRQL(QVXDUWtFXOR0DF,QW\UHDILUPD³,¶PQRWDFRPPXQLWDULDQEXW´&IUThe
Responsive Community,   
4. Cfr. A. ETZIONI, ed., Rights and the Common Good. The communitarian perspective, St.
0DUWLQ¶V3UHVV1HZ<RUNSLLLGRQGHVHxDODTXHHOWpUPLQRFRPXQLWDULVWDVHKDDVRFLDGR
WDPELpQFRQODVREUDVGH+DQV-RDV-RQDWKDQ%RVZHOO$GDP6ZLIW\3KLOLS6HO]QLFNHQWUHRWURV

122
LA INTERPRETACIÓN COMUNITARIA DE LA SOCIEDAD CIVIL

planteamientos comunitaristas5. Por último, se pueden mencionar –aunque


a primera vista parezca contradictoria la expresión– algunos teóricos que
VRQFRQVLGHUDGRV³OLEHUDOHVFRPXQLWDULVWDV´FRPRHVHOFDVRGH5LFKDUG
5RUW\\-RVHSK5D]

3. ENFOCANDO LA CUESTIÓN: DIVERSAS CRÍTICAS AL LIBERALISMO

Sería interesante poder detenernos a señalar las diferencias entre las


diversas críticas al planteamiento liberal que están presentes en los deba
WHVWHyULFRSROtWLFRVFRQWHPSRUiQHRV±FRPRVRQORVGHVDItRVODQ]DGRVSRU
parte del conservadurismo, el marxismo, el feminismo o la postura liber
taria– pero este asunto es complejo y excede el propósito de este trabajo.
Vamos a detenernos a analizar las diferencias entre la crítica libertaria y la
FRPXQLWDULVWD DO SODQWHDPLHQWR OLEHUDO$KRUD PHQFLRQDUHPRV VRODPHQWH
que, ante la pregunta de si el comunitarismo es necesariamente conserva
dor en sus implicaciones –aunque cabe comprobar que algún comunitarista
sostiene una posición que conduce a demandas de cambio social y político
EDVWDQWHUDGLFDOHV±HQJHQHUDOFDEHD¿UPDUTXHKD\FODUDVD¿QLGDGHVHQWUH
estas dos posturas. De modo similar, las relaciones etimológicas entre “co
munitarismo” y “comunismo” sugieren que el primero puede tener alguna
relación con la crítica marxista al liberalismo.
Un problema que se presenta al iniciar el estudio del pensamiento
comunitarista lo constituye la ambigüedad del término “liberalismo” –co
rriente en contra de la que se construye la crítica comunitarista– pues éste
asume diversas connotaciones según los autores y no existe un total acuerdo
DFHUFDGHORTXHXQRGHEHSHQVDUSDUDVHUFDOL¿FDGRFRPROLEHUDO6. Es más,

5. Para la comprensión de esta cuestión cabe destacar la obra de S. MULHALL $ 6WIF.,
Liberals & Communitarians%ODFNZHOO2[IRUG\WDPELpQODVGH:.YMLICKA, Liberalism,
Community and Culture, Oxford University Press, Oxford, 1989; R.B. FOWLER, The Dance with
Community: The Contemporary Debate in American Political Thought, University of Kansas City,
Kansas City, 1991; S. AVINERI, and A. DE6HALIT, A., eds., Communitarianism and Individualism,
Oxford University Press, Oxford, 1992; A. GUTTMANN, ed., Multiculturalism and the Politics of
Recognition3ULQFHWRQ8QLYHUVLW\3UHVV1HZ-HUVH\0'ALY, ed., Communitarianism. A
New Public Ethics:DGVZRUWK 3XEOLVKLQJ &RPSDQ\ %HOPRQW &DOLIRUQLD  '5ASMUSSEN,
ed., Universalism vs. Communitarianism, Contemporary Debates in Ethics, MIT Press, Cambridge
Mass., 1990; D. BELL, Communitarianism and its Critics, Clarendon Press, Oxford, 1993.
6. (Q WpUPLQRV JHQHUDOHV HV SRVLEOH UHFRQRFHU FRPR FRQVWLWXWLYR GHO OLEHUDOLVPR HO FRPSUR
PLVRFRQODOLEHUWDG\DXWRQRPtDGHORVLQGLYLGXRVFRPRYDORUVXSUHPRGHODYLGDVRFLDOUHODFLR

123
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

HQHOOHQJXDMHSROtWLFRRUGLQDULRHOWpUPLQR³OLEHUDOLVPR´SXHGHVLJQL¿FDU
cosas distintas en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, y una formulación
intencionadamente vaga en términos de libertad individual o autonomía
SXHGHUHVXOWDULQVX¿FLHQWHSDUDGH¿QLUORSRUTXHQRFDSWDHVHPDWL]HVSH
Ft¿FRGHOXVRQRUWHDPHULFDQRGHOWpUPLQRTXHDVRFLDHOOLEHUDOLVPRFRQHO
apoyo a un Estado del bienestar.
(OOLEHUDOLVPRPRGHUQRHVKHUHGHURGHOSHQVDPLHQWRGH/RFNH.DQW
y Mill, cada uno de los cuales contribuye de modo diferente a la formación
de la tradición liberal. Por lo que respecta a los planteamientos comunita
ULVWDVGHEHPRVUHPRQWDUQRVD¿OyVRIRVFRPR$ULVWyWHOHV+HJHOR*UDPVFL
(QHVWHFDVRFRPRODKHWHURJHQHLGDGGHORVDXWRUHVPHQFLRQDGRVVXJLH
UH KD\ PHQRV FRQFLHQFLD GH HVFXHOD SURSLD OR FXDO VH FRUUHVSRQGH FRQ
la tendencia de los principales comunitaristas a no querer denominarse a
VtPLVPRVFRPRWDOHV3HURQRKD\GXGDGHTXHpVWRVGHEHQPXFKRDORV
pensadores mencionados.
Los comunitaristas critican el tipo de liberalismo que se expresa de
PDQHUDSDUDGLJPiWLFDHQODREUDGH-RKQ5DZOVA Theory of Justice, en
la que básicamente se sostiene la noción de justicia como imparcialidad o
equidad (fairness) y la primacía de lo correcto (right) en relación con el
bien (good). La teoría liberal rawlsiana asume los planteamientos liberales
GH/RFNH\0LOOFX\RVSUHVXSXHVWRVIXQGDPHQWDOHVVHSXHGHQFRQFUHWDU
en la aceptación de la teoría del pacto social, la soberanía del pueblo y la
defensa de la libertad individual.
3HUR 5DZOV QR HV HO ~QLFR KHUHGHUR FRQWHPSRUiQHR GH OD WUDGLFLyQ
OLEHUDO\HOOLEHUDOLVPRUDZOVLDQRKDVXIULGRFUtWLFDVQRVyORGHORVFRPX
nitaristas, sino también por parte de otros liberales más radicales –como,
SRUHMHPSOR+D\HFN\1R]LFN±TXHKDQRULJLQDGRODFRUULHQWHGHWHRUtD
política conocida como “libertarianismo”.
Así, en el seno mismo del planteamiento liberal nos encontramos con
TXHGLVWLQWRVDXWRUHVMXVWL¿FDQVXSRVWXUDFRQUD]RQHVPX\GLYHUVDV3DUD
DOJXQRVORVPRWLYRVTXHOHVOOHYDQDGHIHQGHUSRUHMHPSORHOGHUHFKRD
la libertad de expresión son muy diferentes de las de otros, o pueden inclu
so tener concepciones diferentes de una idea tan esencial del liberalismo
como es la noción de autonomía, o de las relaciones entre el Estado y los in
dividuos. Es particularmente importante tener presente estas divergencias
internas en el liberalismo, porque uno de los argumentos empleados por los

QDGRFRQORVLQWHUHVHVSROtWLFRVVXVWDQWLYRVODOLEHUWDGGHFRQFLHQFLDGHH[SUHVLyQ\DVRFLDFLyQHWF
Pero dentro de este marco general, caben infinidad de planteamientos, más o menos radicales.

124
LA INTERPRETACIÓN COMUNITARIA DE LA SOCIEDAD CIVIL

OLEHUDOHVSDUDGHVFDOL¿FDUODFUtWLFDTXHVHOHVKDFHGHVGHHOFRPXQLWDULVPR
KDVLGRQHJDUTXHHOORVD¿UPDQRQHFHVLWDQD¿UPDUORTXHORVFRPXQLWD
ristas dicen. Los comunitaristas son acusados así de atribuir a los liberales
D¿UPDFLRQHVTXHpVWRVQRKDFHQGHKHFKR\TXHQRHVWiQUHTXHULGDVSRU
VXVFRQFOXVLRQHV\GHVSXpVDWDFDUOHVSRUHVDVD¿UPDFLRQHV6LHVWRHVDVt
si los liberales no cometen los errores teóricos que los comunitaristas cri
tican, entonces surgiría la posibilidad de un liberalismo que no entrara en
FRQÀLFWRFRQ\TXL]iTXHSXGLHUDLQFOXVRDFHUFDUVHDORVDUJXPHQWRVTXH
los comunitaristas ofrecen.
3RGUtDVXFHGHU±FRPRVXJLHUHQ0XOKDOO\6ZLIW±TXHORTXHDORVFR
munitaristas les disgusta acerca del liberalismo es aquello que los liberales
comparten con los libertarios. En este sentido se puede considerar el liberta
rianismo como una parcela dentro del liberalismo, más que como su abierto
UHFKD]R(VLQWHUHVDQWHSUHVWDUDWHQFLyQDHVWHSXQWRSRUTXHXQPRGRGH
entender la crítica comunitaria al liberalismo es precisamente contrastarla
FRQODFUtWLFDOLEHUWDULDSUHVHQWDGDSRU5REHUW1R]LFNHQVXAnarchy, State
and Utopia 7TXHKL]RTXH5DZOVUHYLVDUDVXVWHVLV\GLROXJDUDOOODPDGR
“segundo Rawls”, y a su obra Political Liberalism.
+HPRVGLFKRTXHFRQVLGHUDPRVODWHRUtDGHODMXVWLFLDFRPRLPSDUFLD
lidad (fairness) de Rawls como la expresión paradigmática del liberalismo
FRQWHPSRUiQHR 3DUD MXVWL¿FDU HVWD D¿UPDFLyQ VHxDODUHPRV TXH OD WHRUtD
GH 5DZOV FRQWLHQH ORV GRV HOHPHQWRV TXH VH DVRFLDQ KDELWXDOPHQWH D XQ
SODQWHDPLHQWRDXWpQWLFDPHQWHOLEHUDO HOFRPSURPLVRFRQODOLEHUWDGGHO
LQGLYLGXRHQFDUQDGDHQHOVRSRUWHOLEHUDOHVWiQGDUGHODVVRFLHGDGHVFLYL
les, y 2) la creencia en la igualdad de oportunidades y una más uniforme
distribución de los recursos que resultarían del mercado, la cual conduce a
proveer un Estado de bienestar redistributivo.
La crítica libertaria y la comunitarista se centran en distintos aspectos
GH HVWRV FRQWHQLGRV /D HVHQFLD GH OD REMHFLyQ GH 1R]LFN D OD WHRUtD GH
Rawls es que los aspectos redistributivos de la misma implican una vio
ODFLyQGHORVGHUHFKRVLQGLYLGXDOHVGHSURSLHGDG\GHSRVHVLyQ'HVGHHO
SXQWRGHYLVWDGH1R]LFN5DZOV\WRGRVORVTXHPDQWLHQHQXQ(VWDGRGH
ELHQHVWDUUHGLVWULEXWLYRQRWRPDQVX¿FLHQWHPHQWHHQVHULRDOLQGLYLGXRHQ
cuanto que está preparado para enfrentarse a un sistema de tasas; e implica
usar los talentos que pertenecen a algunos individuos como medios para lo
JUDUORV¿QHVGHRWURVTXHQRORVSRVHHQ(OOLEHUWDULVPRGH1R]LFNVXSRQH
una mayor demanda de no intervención y respeto para la libertad individual

7. R. NOZICK, Anarchy, State and Utopia%ODFNZHOO2[IRUG

125
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

que la que Rawls mantiene, y se presenta a sí mismo primariamente como


XQUHFKD]RGHHVRVDVSHFWRVGLVWULEXWLYRV\FXDVLLJXDOLWDULRVGHODWHRUtD
rawlsiana que corresponden al Estado del bienestar liberal.
Por contraste, la crítica comunitarista cuestiona la prioridad lógica del
individuo sobre la comunidad –característica esencial del liberalismo, y en
ODTXH1R]LFNLQVLVWH±\VHSUHVHQWDDVtPLVPDSULPDULDPHQWHFRPRXQ
UHFKD]RGHOpQIDVLVOLEHUDOHQUHODFLyQFRQODDXWRQRPtDLQGLYLGXDO
En cierto sentido, las críticas libertarias y comunitaristas se mueven
HQGLIHUHQWHVGLUHFFLRQHV6LPSOL¿FDQGRPXFKRSRGUtDPRVGHFLUTXHSDUD
los libertarios, el aspecto distributivo de la teoría de Rawls demuestra que
QRWRPDVX¿FLHQWHPHQWHHQVHULRDORVLQGLYLGXRV\VXVOLEHUWDGHVPLHQWUDV
que para los comunitaristas la importancia exagerada que se da a la defensa
de las libertades individuales revela que se otorga, equivocadamente, una
prioridad lógica a los individuos sobre sus comunidades8.
/D FUtWLFD FRPXQLWDULVWD VH LQWHUHVD PiV SRU ORV DVSHFWRV DQWURSROy
gicos del liberalismo que por los económicos. En términos de cuestiones
SROtWLFDVVXVWDQWLYDVORTXHHVWRVLJQL¿FDHVTXHHOGHEDWHHQWUHOLEHUDOHV
\OLEHUWDULRVVHFHQWUDHQODMXVWL¿FDELOLGDGGHO(VWDGRGHELHQHVWDU\ORV
impuestos que vivir en éste requiere pagar, mientras que el debate entre
liberales y comunitaristas está más interesado en subrayar la importancia
GHO GHUHFKR GH ORV LQGLYLGXRV SDUD HOHJLU VX SURSLR FDPLQR HQ OD YLGD \
SDUD H[SUHVDUVH OLEUHPHQWH LQFOXVR GRQGH HVWR SXHGD HQWUDU HQ FRQÀLFWR
con los valores y compromisos de la comunidad o sociedad de la cual es
miembro.
(QUHVXPHQSRGUtDPRVGHFLUTXH
D (OOLEHUWDULVPRGH1R]LFNVHHQWLHQGHPHMRUFRPRXQDYHUVLyQGHO
OLEHUDOLVPRPiVTXHXQUHFKD]RGHpO$VtHQFXDQWRDODHVHQFLDGHOOLEHUD
OLVPRFOiVLFR±GHOFXDO/RFNHHVHOPiVFRQRFLGRHMHPSOR±HVXQDD¿UPD
FLyQDFHUFDGHODSURSLHGDG\SRGUtDDUJLUVHTXH1R]LFNHVHODXWpQWLFR
liberal y Rawls el revisionista.
b. Del mismo modo, los aspectos distributivos del liberalismo de
Rawls pueden ser expresados en términos de la relación entre el indivi
duo y la comunidad. Pero aquí Rawls, podríamos decir, es comunitario,
tomando los talentos de la gente en algún sentido como propiedad común.
Así, Rawls podría ser considerado cercano al comunitarismo en cuestiones

8. $ HVWH UHVSHFWR FRQYLHQH UHFRUGDU OD GLIHUHQFLD HQWUH SULRULGDG OyJLFD ±ORV GtDV VRQ OyJL
FDPHQWHDQWHULRUHVDODVVHPDQDVSRUTXHSDUDTXHKD\DVHPDQDVHVQHFHVDULRTXHDQWHVKD\DGtDV±
y prioridad cronológica –en este sentido, el lunes es anterior al martes–.

126
LA INTERPRETACIÓN COMUNITARIA DE LA SOCIEDAD CIVIL

distributivas, pero radicalmente liberal en aquellas concernientes a la auto


nomía del individuo, y sus relaciones con la comunidad.
En pocas palabras, el comunitarismo enuncia una nueva teoría que
FRPELQDFXHVWLRQHVDQWURSROyJLFDVFRQRWUDVGH¿ORVRItDPRUDO\SROtWLFD
<DXQTXHWLHQHXQDOFDQFHPiVDPSOLRVHSXHGHFRQVLGHUDUTXHVHKDHOD
borado a partir de los años 80, como reacción a la teoría política liberal re
formulada en el curso de la década precedente por autores como R. Dwor
NLQ%$FNHUPDQ\VREUHWRGR-5DZOVSRUFRQVLGHUDUTXHORVOLEHUDOHVVH
KDQHTXLYRFDGRDOOOHYDUGHPDVLDGROHMRVHQODSURPRFLyQGHODOLEHUWDG
individual, la supuesta “neutralidad” del Estado, y la primacía de lo correc
to (right) sobre lo bueno (good). El liberalismo, según los comunitaristas,
KDGDGRRULJHQDODVLWXDFLyQSDUWLFXODUHQODTXHVHHQFXHQWUDQORV(VWDGRV
8QLGRVFDUDFWHUL]DGDSRUXQDSURIXQGDFULVLVPRUDOODLQÀDFLyQGHOD³SR
OtWLFDGHORVGHUHFKRV´ODGLVJUHJDFLyQGHODVHVWUXFWXUDVVRFLDOHVODFULVLV
del Estado providencia, todo ello agravado por la emergencia de la proble
mática multiculturalista.

4. LO ESPECÍFICO DE LA CRÍTICA COMUNITARISTA AL LIBERALISMO9

El punto de partida de la crítica comunitarista es ante todo de orden


sociológico y empírico. Observando las sociedades contemporáneas, los
comunitaristas constatan la disolución del nexo social, la erradicación de
las identidades colectivas, el incremento del individualismo egoísta y, en
consecuencia, la generalización de la falta de sentido. Estos fenómenos
VRQSRUXQDSDUWHORVHIHFWRVGHXQD¿ORVRItDSROtWLFDTXHSURYRFDODDWR
mización social legitimando para cada individuo la búsqueda de su interés,
KDFLpQGROHGHHVWHPRGRPLUDUDORWURFRPRXQULYDORDOPHQRVFRPRXQ
HQHPLJRSRWHQFLDOGH¿HQGHXQDFRQFHSFLyQDKLVWyULFD\GHVHQFDUQDGDGHO
sujeto, sin tener en cuenta que los compromisos y pertenencias son también
constitutivos de su yo; aboca al olvido de las tradiciones –en nombre de un

9. Cfr. R.B. FOWLER, The Dance with Community: The Contemporary Debate in American
Political Thought, cit., y A. ETZIONI, ed., Rights and the Common Good. The communitarian pers-
pective, cit., que el editor presenta como el marco intelectual del punto de vista comunitarista, sus
ideas, conceptos, las preguntas que constituyen un desafío para este movimiento, y las respuestas
TXHKDQLQWHQWDGRRIUHFHUDODVPLVPDV SYL &IUWDPELpQ&7HIEBAUT, Los límites de la comuni-
dad, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993.

127
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

universalismo abstracto– y a la erosión de modos de vida diferenciados;


no ve en la sociedad más que una “empresa cooperativa fundada sobre la
ventaja mutua” e ignora la noción de bien común10. Bajo una aparente in
WHQFLyQGH³QHXWUDOLGDG´JHQHUDHVFHSWLFLVPRPRUDO\VHKDFHLQVHQVLEOHD
las nociones de pertenencia, valores comunes y destinos compartidos.
'H WRGDV IRUPDV FDEH SUHJXQWDUVH VL HO FRPXQLWDULVPR SRVHH UHDO
mente un cuerpo de doctrina positiva o es más bien un intento de reunir
un conjunto de críticas al liberalismo desde muy diversos ángulos que no
SRVHHQXQDXQLGDGFLHUWD\PiVELHQOHVXQHXQVHQWLGRQHJDWLYR'HKH
FKRSDUHFHQVHJXLUXVDQGRHOPLVPROHQJXDMHRHVTXHPDVGHSHQVDPLHQWR
OLEHUDO \ VH SXHGH SRQHU HQ GXGD VL UHVXHOYHQ GH KHFKR DOJXQDV GH ODV
GL¿FXOWDGHVTXHSODQWHDQFRPRSRUHMHPSORODVXSHUDFLyQGHOUHODWLYLVPR
Los esfuerzos de autores como Etzioni parecen querer responder que sí. En
su reciente libro Rights and the Common Good. The communitarian pers-
pectiveLQGLFDODVTXHVHUtDQODVGRVFXHVWLRQHVFRPXQLWDULVWDVFHQWUDOHVHO
HTXLOLEULRHQWUHORVGHUHFKRVLQGLYLGXDOHV\ODVUHVSRQVDELOLGDGHVVRFLDOHV
y el papel de las instituciones sociales que alimentan los valores morales
dentro de las comunidades11.
Las críticas que los comunitaristas dirigen al liberalismo, tanto por lo
TXHVHUH¿HUHDVX¿ORVRItDSROtWLFDFRPRDODFRQFHSFLyQJHQHUDOGHKRPEUH
y sociedad son múltiples12. El liberalismo –denuncian los comunitaristas–
GHVDWLHQGH\KDFHGHVDSDUHFHUODVFRPXQLGDGHVLQWHUPHGLDVTXHVRQXQHOH
PHQWR IXQGDPHQWDO H LUUHHPSOD]DEOH GH OD H[LVWHQFLD KXPDQD 'HYDO~D OD
vida civil al considerar la asociación política como un simple bien instrumen
tal, sin ver que la participación de los ciudadanos en la comunidad política
es un bien intrínsecamente constitutivo de la vida buena. Es incapaz de dar
cuenta de manera satisfactoria cuando no las niega, de un cierto número de
obligaciones y compromisos –los que no resultan de una acción voluntaria o

10. Cfr. A. MACINTYRE, After Virtue, University of Notre Dame Press, Notre Dame, 1981, pp.
236 y 251.
11. Cfr. A. ETZIONI, op. cit.³3UHIDFH:HWKH&RPPXQLWDULDQV´SSLLLYL3RUVXSDUWH6DQGHO
distingue la línea entre individualismo y comunitarismo, afirmando que el liberalismo, en cuanto es
LQGLYLGXDOLVWDHVODSROtWLFDGHORVGHUHFKRV rights) –cómo limitar la esfera de lo político–, mientras
que el comunitarismo es la política del bien común (common good) –cómo extender la esfera de
lo político–. Pero esta distinción quizá no es tan obvia porque uno puede argumentar que el bien
común en las sociedades liberales occidentales es la neutralidad y las libertades básicas; de aquí que
HOOLEHUDOLVPRQRFRUWDUtDODVGHPDQGDVGHOOLEHUDOLVPRFIU6$VINERI, and A. DE6HALIT, eds.,
Communitarianism and IndividualismFLWSS
12. Cfr. A. BUCHANAN, “Assesing Communitarian Critique of Liberalism”, Ethics, (1989),
SS\6+OLMES, The Anatomy of Antiliberalism+DUYDUG8QLYHUVLW\3UHVV&DPEULGJH
Mass., 1993.

128
LA INTERPRETACIÓN COMUNITARIA DE LA SOCIEDAD CIVIL

de un compromiso contractual– como las obligaciones familiares, el servicio


al país o la prioridad del bien común al interés individual. Propaga una con
cepción errónea del yo13, negándose a admitir que éste siempre está situado
HQXQFRQWH[WRVRFLRFXOWXUDOHKLVWyULFR\constituido, en parte al menos,
por valores y compromisos que no son ni objeto de elección ni revocables
DYROXQWDG6XVFLWDXQDLQÀDFLyQGHODSROtWLFDGHGHUHFKRV±UHFODPDUGHUH
FKRVEXVFDQGRPD[LPL]DUORVSURSLRVLQWHUHVHVVLQWHQHUHQFXHQWDVLHVHQ
detrimento de otros– y produce un nuevo tipo de miembro de la sociedad, el
“individuo dependiente” (Fred Siegel), y un nuevo tipo de sistema institucio
QDOOD³UHS~EOLFDSURFHGLPHQWDO´ 0-6DQGHO ([DOWDODMXVWLFLDFRPROD
“virtud primera de las instituciones sociales”14<HQ¿QGHVFRQRFHGHELGR
a su formalismo jurídico, el papel central que juegan la lengua, la cultura,
las costumbres, las prácticas y los valores compartidos, como bases de una
verdadera “política de reconocimiento” (politics of recognition) de las iden
WLGDGHV\GHORVGHUHFKRVFROHFWLYRV
3DUDORVFRPXQLWDULVWDVHOKRPEUHVHGH¿QHDQWHWRGRFRPRXQ³DQLPDO
VRFLDO\SROtWLFR´$SDUWLUGHDKtODLJXDOGDGHVGH¿QLGDQRFRPRDTXHOOR
TXHTXHGDGHOLQGLYLGXRXQDYH]TXHVHKDKHFKRGHVDSDUHFHUWRGRORTXH
OHUHOLJDDXQFRQWH[WRVRFLRKLVWyULFRGDGRVLQRFRPRORTXHUHVXOWDGH
la libre expresión de la identidades constituidas y situadas en su contexto.
/RVGHUHFKRVQRVRQDWULEXWRVXQLYHUVDOHV\DEVWUDFWRVSURGXFLGRVSRUXQD
“naturaleza” distinta del estado social y que formarían por ellos mismos un
dominio autónomo, sino la expresión de valores propios de las colectivida
GHVRGHORVJUXSRVGLIHUHQFLDGRV±HQHVHVHQWLGRHOGHUHFKRGHXQLQGLYL
GXRDKDEODUVXOHQJXDHVLQGLVRFLDEOHGHOGHUHFKRDODH[LVWHQFLDGHOJUXSR
TXHODSUiFWLFD±DOPLVPRWLHPSRTXHHOUHÀHMRGHXQDWHRUtDPiVJHQHUDO
de la acción moral o de la virtud. La justicia se funde con la adopción de un
tipo de existencia (la vida buena) ordenada a las nociones de solidaridad,
reciprocidad y bien común. La “neutralidad” que se proclama en el Estado
liberal se considera ilusoria, y desastrosa en sus consecuencias.
(Q FXDQWR DO PpWRGR LQWHOHFWXDO HPSOHDGR HO SXQWR GH YLVWD FRPX
QLWDULVWDDSDUHFHSUy[LPRWDQWRDODKHUPHQpXWLFD±TXHLQVLVWHHQODIRUPD
HQ TXH ORV KHFKRV VRFLDOHV VRQ VLHPSUH ³FRQVWUXLGRV´ HQ XQ SURFHVR GH

13. Cfr. al respecto, W. KYMLICKA, “Liberalism and Communitarianism”, Canadian Journal of


Philosophy  GRQGHH[SRQHHOUD]RQDPLHQWRFRPXQLWDULVWDDODUJXPHQWDUSRUTXpID
OODODGHIHQVDTXHORVOLEHUDOHVKDFHQGHOFRQFHSWRGHO\R&RQWUDVWD FIUS HOSXQWRGHYLVWDFR
PXQLWDULRGHOUD]RQDPLHQWRPRUDOFRPRDXWRGHVFXEULPLHQWRFRQHOOLEHUDOFRPRMXLFLR'LVWLQJXH
HQWUHOLEHUDOHVNDQWLDQRVFRPR5DZOV\'ZRUNLQ\OLEHUDOHVKHJHOLDQRVFRPR'HZH\
14. 6REUHHVWHSXQWRFIU0-6ANDEL, Liberalism and Its Critics%ODFNZHOO2[IRUGSS
31 y 183.

129
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

LQWHUSUHWDFLyQ±FRPRDFLHUWRVDXWRUHVGHOD(VFXHODGH)UDQNIXUW±SULQFL
palmente Adorno–, y al pragmatismo de Rorty –por su “construccionismo
social”15 y la importancia que da a la noción de solidaridad16–. Sin embargo,
son muy diversos los aspectos en los que cada uno de los autores insis
ten según su propio bagaje intelectual; nos encontramos así con una gran
variedad de perspectivas en la crítica comunitarista, y no resulta posible
abarcarlas aquí en su totalidad.
(QHOIRQGRQRVKDOODPRVDQWHODGLVWLQFLyQFOiVLFDHQWUHODSittlichkeit
KHJHOLDQD\ODMoralitätNDQWLDQD17/DSULPHUDVHUHODFLRQDFRQODVREOL
gaciones morales que se tienen por pertenecer a una comunidad y que se
fundan sobre las costumbres, los usos y las normas que están vigentes en
ella; la MoralitätHQFDPELRVHUH¿HUHDPLVREOLJDFLRQHVFDWHJyULFDVQR
como miembro de una comunidad dada, sino en tanto que individuo que
SRVHHXQDYROXQWDGUDFLRQDO(QHOSULPHUFDVRQRKD\RSRVLFLyQHYLGHQWH
entre el ser y el deber ser, mientras que ésta sí aparece en el segundo, ya
que la obligación categórica me impone realizar una acción moral que no
VHIXQGDVREUHQLQJXQDFRQWLQJHQFLDHPStULFD+HJHOGDSULPDFtDDODSitt-
lichkeitTXHVHUHPRQWDDODDQWLJXDpWLFDJULHJDODOLEHUWDG\ODIHOLFLGDG
ÀRUHFHQ FXDQGRODVQRUPDV\ORV¿QHVGHODYLGDS~EOLFDSHUPLWHQDORV
miembros de la polis, atender a su telos'HDKtODGH¿QLFLyQGHODFRPXQL
GDGFRPR³VXVWDQFLDpWLFD´\IXHQWHGHYLGDHVSLULWXDODORTXH+HJHODxDGH
ODLGHDGHTXHHVDVQRUPDV\¿QHVTXHRSHUDQHQODYLGDS~EOLFDH[SUHVDQ
también la estructura ontológica de las cosas18.
Una comunidad auténtica no es pues una simple reunión o adición de
LQGLYLGXRV6XVPLHPEURVWLHQHQHQWDQWRTXHWDOHV¿QHVFRPXQHVOLJDGRV
a los valores o a las experiencias compartidas, y no solamente a intereses
SULYDGRVPiVRPHQRVFRQJUXHQWHV(VWRV¿QHVVRQSURSLRVGHODFRPXQL
dad misma, no son objetivos particulares que resultan ser los mismos en
la mayor parte de sus miembros. En una simple asociación, los individuos
miran sus intereses como independientes y potencialmente divergentes los

15. Cfr. R. RORTY, Contingency, Irony and Solidarity, Cambridge University Press, Cambridge,
1989 y el comentario de A. MacIntyre a esta obra en The Journal of Philosophy  
16. &IU³7KHSULRULW\RI'HPRFUDF\WR3KLORVRSK\´HQ03ETERSON and R. VAUGHAN, eds.,
The Virginia Statute for Religious Freedom, Madison, Wisconsin, 1988.
17. Cfr. S. AVINERI, and A. DE6HALIT, eds., Communitarianism and Individualism, cit.,
SS&IUWDPELpQ56PAEMANN, “Los dos conceptos fundamentales de la moral”, en Crítica de
las utopías políticas(816$3DPSORQDSS
18. &IU &K 7AYLOR, Hegel and Modern Society, Cambridge University Press, Cambridge
0DVV\³+HJHO+LVWRU\DQG3ROLWLFV´HQ0-6ANDEL, ed., Liberalism and Its Critics, cit.,
SS

130
LA INTERPRETACIÓN COMUNITARIA DE LA SOCIEDAD CIVIL

unos de los otros; de ese modo, las relaciones existentes entre estos inte
reses no constituyen un bien en sí, sino solamente un medio de obtener
los bienes particulares buscados por cada uno. La comunidad, en cambio,
D¿UPDQORVFRPXQLWDULVWDVFRQVWLWX\HXQELHQLQWUtQVHFRSDUDWRGRVORVTXH
forman parte de ella; sea a nivel de generalización psicológica descriptiva
±ORVVHUHVKXPDQRVWLHQHQQHFHVLGDGGHSHUWHQHFHUDXQDFRPXQLGDG±VHD
como generalización normativa –la comunidad es un bien objetivo para los
VHUHVKXPDQRV±191RKD\GXGDHQWRQFHVSDUDORVFRPXQLWDULVWDVGHTXHVL
HOKRPEUHPRGHUQRHVWiKR\EXVFiQGRVHDVtPLVPRVLQWUHJXDHVSUHFLVD
mente porque su identidad no está constituida por nada.
Desde el punto de vista político el movimiento comunitarista es difícil
PHQWHFODVL¿FDEOH20. En algunos de sus aspectos, como la importancia que
otorga a las normas “premodernas” y a las tradiciones, parece próximo a
un cierto conservadurismo republicano. Por otro lado, al compartir algunas
DVSLUDFLRQHVSROtWLFDVGHOVRFLDOLVPRFOiVLFR\KDFHUSUHYDOHFHUORVIDFWRUHV
sociales sobre las determinaciones individuales, explica que alguna vez se
OHKD\DUHODFLRQDGRFRQORVHVFULWRVGHOMRYHQ0DU[21. Walzer señala cómo
la crítica comunitaria del liberalismo puede reforzar las viejas desigualda
des propias de los modos de vida tradicionales o, al contrario, corregir las
nuevas desigualdades debidas al mercado liberal y a la burocracia estatal22.
La misma ambivalencia se encuentra a nivel de los autores.

19. Cfr. R. MANGABERIA UNGER, Knowledge and Politics)UHH3UHVV1HZ<RUNS


Cfr. también M. WALZER, Spheres of Justice. A Defense of Pluralism and Equality, Princeton
University Press, Princeton, 1983.
20. Cfr. en este punto la crítica de BARBER al libro de Fowler ya citado, en The Responsive
Community  SSGRQGHGLVWLQJXHFRPXQLWDULVWDVFRQVHUYDGRUHV±TXHVXEUD\DQODV
cargas tradicionales de los grupos y que ven la jerarquía como estructuras naturales de la comu–ni
dad–, democráticos –para los cuales las comunidades son la condición para la igualdad social–, nos
WiOJLFRV±TXHFUHHQTXHODHUDGHODFRPXQLGDGKDVLGRGHVWUXLGDSRUODPRGHUQLGDG±XWySLFRV±TXH
piensan la edad de la comunidad como porvenir–, republicanos –algunos que miran a la polis como
modelo ideal–, y anarquistas –que ven la política como enemigo de la comunidad–. Cfr. P. PICCONE,
“Roundtable on Communitarianism”, Telos, (1988), p. 3, donde señala que en tanto que proyecto de
UHFRQVWUXFFLyQVRFLDOHOFRPXQLWDULVPRQRHVWiOLJDGRQLDODGHUHFKDQLDODL]TXLHUGD(QORVDxRV
30, constituyó un proyecto de izquierda donde el New DealKDFRQVWLWXLGRHOSXQWRFXOPLQDQWHHQ
WDQWRTXHHQORVDxRVODGHUHFKDVHKDDPSDUDGRHQpOSDUDWUDGXFLUORHQORVp[LWRVHOHFWRUDOHV
TXHKDQDFRPSDxDGROD³UHYROXFLyQ´UHDJDQLDQD+R\ODVGRVJUDQGHVSDUWHVKDFHQUHIHUHQFLDDpO\
a los valores que encarna para dar un fundamento a sus programas respectivos.
21. W. KYMLICKAPDQWLHQHXQDRSLQLyQGLYHUVDDOUHVSHFWRFIULiberalism, Community and
Culture 2[IRUG 8QLYHUVLW\ 3UHVV 2[IRUG  FDS  ³0DU[LVP DQG WKH &ULWLTXH RI -XVWLFH´
SS&IUWDPELpQ$%UCHANAN, 0DU[DQG-XVWLFH7KH5DGLFDO&ULWLTXHRI/LEHUDOLVP,
0HWKXHQ/RQGRQ
22. Cfr. M. WALZER³7KH&RPPXQLWDULDQ&ULWLTXHRI/LEHUDOLVP´Political Theory (1990) 23.
Cfr. también E.G. MARTÍNEZ NAVARRO, “La polémica de Rawls con los comunitaristas”, Sistema
 

131
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

&DVLWRGRVORVFRPXQLWDULVWDVFULWLFDQODLGHDGH³FLXGDGDQtDHFRQy
mica”, que reduce a los miembros de la sociedad a “espectadores que vo
tan” y “consumidores siempre deseosos de mejorar su posición en el merca
GR´0XFKRVFULWLFDQHOFHQWUDOLVPRODEXURFUDFLDHVWDWDO\EXVFDQIRUPDV
YDULDGDVGHGHPRFUDFLDSDUWLFLSDWLYD+D\XQVHQWLUFRP~QUHVSHFWRDTXH
si no podemos volver a dar vida a las comunidades orgánicas ordenadas a
la idea de bien común y valores compartidos, la sociedad no tendrá otra
alternativa que el autoritarismo o la desintegración. De este modo, unos se
proponen revitalizar las tradiciones, otros subrayan la importancia de los
bienes públicos y de los equipamientos colectivos y otros reclaman una
WUDGLFLyQGH³UHSXEOLFDQLVPRFtYLFR´TXHUHPRQWDDOD$QWLJHGDG\KDFR
QRFLGRVXDSRJHRHQODVUHS~EOLFDVLWDOLDQDVGH¿QHVGHOD(GDG0HGLDDQWHV
de jugar un papel también en las revoluciones francesa y americana. En los
(VWDGRV8QLGRVHVWDWUDGLFLyQUHFXUUHWDQWRD0DTXLDYHOR\+DQQDK$UHQGW
FRPRD7-HIIHUVRQ3+HQU\\-'HZH\23. Ocupan un lugar privilegiado
las ideas de renovación de una ciudadanía activa24, de reconocimiento25 y
participación26.

23. &IU -*$ 3OCOCK, The Machiavelliam Moment. Florentine Political Thought and the
Atlantic Republican Tradition 3ULQFHWRQ 8QLYHUVLW\ 3UHVV 3ULQFHWRQ  ³0DFKLDYHOOL LQ WKH
liberal cosmos”, Political Theory  &IU7DPELpQ),NCIARTE, “Reflexiones sobre el
republicanismo”, Thémata. Revista de Filosofía  (OUHSXEOLFDQLVPRFtYLFRVHYHDVt
mismo como una alternativa, un tercer camino entre el liberalismo y el comunitarismo, y comparte
con cada uno de ellos algún punto, a la vez que disiente en otros. Ver también Q. SKINNER, The
Foundations of Modern Political Thought, 2 vols., Cambridge University Press, Cambridge, 1978.
24. &IU -0 5OSALES ³'HPRFUDFLD \ VROLGDULGDG 5XGLPHQWRV SDUD XQD FLXGDGDQtD GHPR
crática”, Sistema   $OOt HVER]D OD FRQVWUXFFLyQ DUJXPHQWDO GH OD LGHD GH FLXGDGDQtD
como núcleo del proyecto de la democracia desde el entramado de relaciones de solidaridad y co
operación social entre los individuos, que configuran inicialmente la articulación del espacio públi
co. Pero más en concreto, la atención se centrará en la práctica de la solidaridad como el rudimento
interactivo para el desarrollo del sentido común.
25. &IU&K7AYLOR³7KH3ROLWLFVRI5HFRJQLWLRQ´HQ$*UTTMANN, ed., Multiculturalism and
the Politics of Recognition3ULQFHWRQ8QLYHUVLW\3UHVV1HZ-HUVH\SS\HOFRPHQWD
ULRTXHKDFH0:DO]HUSSDVtFRPRODLQWURGXFFLyQGHODHGLWRUD
26. Cfr. B. BARBER, Strong Democracy: Participatory Politics for a New Age, University of
&DOLIRUQLD3UHVV%HUNHOH\&DOLIRUQLD$VtHVFULEH&K7D\ORUTXHODQRFLyQFHQWUDOGHOKXPD
QLVPRFtYLFRHVTXHORVKRPEUHVHQFXHQWUHQVXELHQHQODYLGDS~EOLFDGHXQDUHS~EOLFDGHFLXGDGD
QRV(OFRPXQLWDULVPRHQWRQFHVSDUHFHGHVHPERFDUHQXQDEDQGRQRGHODFDXVDGHODQDFLyQHVWDGR
y una renovación de la idea federalista. Cfr. M. GAUCHET, “Le mal démocratic”, Esprit (1993) p. 82;
y P. PICCONE³7KH&ULVLVRI/LEHUDOLVPDQGWKH(PHUJHQFHRI)HGHUDO3RSXOLVP´Telos  
donde apunta a la creación de pequeñas comunidades orgánicas autónomas permitiendo la instaura
ción de una verdadera democracia participativa en el interior de un marco federal.

132
LA INTERPRETACIÓN COMUNITARIA DE LA SOCIEDAD CIVIL

5. ANOTACIONES FINALES

Resulta difícil una valoración de conjunto de las tesis comunitaristas


dada la gran variedad de autores y niveles de elaboración sistemática que
VHLQWHJUDQHQHVWDFRUULHQWH(VPX\GLVWLQWDODGHQVLGDGWHyULFDGHDXWR
res de la “primera generación” comunitarista, tales como Taylor, Sandel o
MacIntyre, de la de los posteriores, más comprometidos en general en la
práctica social o política.
,QGHSHQGLHQWHPHQWH GHO DQiOLVLV GHO FRQWHQLGR GH OD FUtWLFD FRPX
QLWDULVWD DO OLEHUDOLVPR pVWD KD VHUYLGR SDUD TXH DXWRUHV OLEHUDOHV ±HQWUH
HOORVHOPLVPR5DZOV±UHGL¿QLHUDQVXVSULQFLSLRV\UHFWL¿FDUDQDOJXQDVGH
VXVWHVLVPiVH[WUHPDV<FRPR\DPHQFLRQDPRVDOSULQFLSLRVHGDLQFOXVR
HOFDVRGHDXWRUHVTXHSRGHPRVFDOL¿FDUFRPR³OLEHUDOHVFRPXQLWDULVWDV´
en cuanto que asumen parte de esa crítica y la integran en sus tesis libera
les.
$XQTXHVyORVHDSRUHVWRSDUHFHMXVWL¿FDGDODRSRUWXQLGDGHLQFOXVROD
necesidad de la reacción comunitarista frente a los excesos del liberalismo.
Sin embargo se puede apreciar, en conjunto, cierta falta de sustantividad
en sus propuestas, que en ocasiones se limitan a ser una “reacción crítica”
FRQWUDORVSODQWHDPLHQWRVOLEHUDOHV3RUHOORDOJXQRVDXWRUHVSUH¿HUHQKD
blar de las “críticas comunitaristas al liberalismo” en vez de considerar que
H[LVWDHO³PRYLPLHQWRFRPXQLWDULVWD´SURSLDPHQWHGLFKR
Como aspectos positivos de sus aportaciones, podrían señalarse, de
PDQHUDHVTXHPiWLFDORVVLJXLHQWHV
• recuperación de la noción de “lo bueno”, y de la primacía del bien
sobre la justicia. Sin embargo, no siempre queda claro cuál es el
fundamento del concepto de bien que sostienen y, por tanto, cuál es
su consistencia;
• desenmascarar la falacia de la pretendida “neutralidad” del Estado;
‡ OD FUtWLFD DO LQGLYLGXDOLVPR DXWRVX¿FLHQWH EXVFDQGR IRUPXODU XQ
concepto de persona más rico y adecuado a la realidad, que tiene en
FXHQWDVXQDWXUDOH]DVRFLDO\VXGLPHQVLyQVRFLRKLVWyULFD
• procurar una articulación más adecuada y armónica de las relaciones
entre individuo y sociedad, recurriendo al concepto de tradición;
• intentar una crítica al universalismo uniformista, prestando una ma
yor atención a las diferencias culturales, etc.;
‡ KDFHUIUHQWHDOVXEMHWLYLVPRPRUDOTXHKDELWXDOPHQWHYDDVRFLDGR
al liberalismo, aunque no siempre lo consigan ya que también se

133
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

puede dar un subjetivismo moral asociado al comunitarismo a nivel


sociedad, con la consiguiente posibilidad de caer en el relativismo
motivado por la ausencia de referentes ajenos a la propia sociedad o
comunidad para juzgar acerca de sus propios bienes.

134
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE
LA SOCIEDAD CIVIL COMO INTENTO
DE SUPERAR EL LIBERALISMO
Alfredo CRUZ PRADOS

1. EL SIGNIFICADO DE LA IDEA DE SOCIEDAD CIVIL

La idea de sociedad civil fue redescubierta y cobró nueva fuerza a raíz


de los cambios sociales acaecidos en el Este europeo, especialmente, la
OXFKDGHORVREUHURVSRODFRVFRQWUDHO(VWDGRFRPXQLVWD DHVWHUHVSHFWRHO
QRPEUHGHOVLQGLFDWR³6ROLGDULGDG´WXYRXQHVSHFLDOVLJQL¿FDGR 
Comúnmente, por sociedad civil se entiende un ámbito social, distinto
del Estado y del mercado; un ámbito que, sin ser político, no se reduce a la
pura individualidad y privacidad, sino que las trasciende, siendo por ello
YHUGDGHUDPHQWHVRFLDO(QPXFKRVH[SRVLWRUHVGHHVWDLGHDODGLVWLQFLyQ
KDEHUPDVLDQDHQWUHVLVWHPD (VWDGR\PHUFDGR \PXQGRYLWDOKDLQVSLUDGR
la conceptualización de la sociedad civil.
6LQHPEDUJRHQODGH¿QLFLyQGHTXpVHDODVRFLHGDGFLYLOGLVWDPX
FKRGHKDEHUXQDQLPLGDG\XQDQRWDEOHDPELJHGDGHLPSUHFLVLyQUHLQD
en la ya extensa literatura sobre el tema. No se puede decir que la idea de
VRFLHGDGFLYLOKD\DVLGRVX¿FLHQWH\FODUDPHQWHDUWLFXODGD(VWDLGHDSDUHFH
expresar –y éste es su atractivo– el deseo de una vida social con conteni
GR\YHUGDGHUDSDUWLFLSDFLyQHQVXFRQ¿JXUDFLyQHODQKHORSRUHVSDFLRV
comunes donde quepa auténtica solidaridad, y no sólo maximización recí
proca de intereses, dirigida por el cálculo de una razón instrumental. Pero,

135
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SRUDKRUDQRH[SUHVDPiVTXHHVHGHVHRODFRQFLHQFLDGHFDUHFHUGHHVDV
UHDOLGDGHVVLQTXHVHKD\DFRQVHJXLGRDUWLFXODUVX¿FLHQWHPHQWHFyPRKD
cer realidad la satisfacción de ese deseo.
/DLGHDGHODVRFLHGDGFLYLO\DKDEtDDSDUHFLGRHQOD,OXVWUDFLyQ(VFR
FHVD\HQDXWRUHVSRVWHULRUHVFRPR+HJHO\0DU[(QHVWRVGRV~OWLPRV
la sociedad civil era una esfera distinta del Estado –como lo sigue siendo
SDUDORVDFWXDOHVGHIHQVRUHVGHHVWDLGHD±SHURHUDLGHQWL¿FDGDFRQODVR
FLHGDGEXUJXHVDFRQODVRFLHGDGGHOEXUJXpVGHOKRPEUHSULYDGR±MXVWR
ORFRQWUDULRGHORTXHVHTXLHUHH[SUHVDUDFWXDOPHQWHFRQGLFKDLGHD±3DUD
+HJHO\0DU[ODVRFLHGDGFLYLOHUDHOFDPSRGHGHVSOLHJXHGHLQWHUHVHV
particulares, un ámbito en el que la universalidad y la particularidad se en
FXHQWUDQHQFRQÀLFWRXQiPELWRSXHVGHFRQWUDGLFFLRQHV3DUD+HJHOODV
FRQWUDGLFFLRQHVGHODVRFLHGDGFLYLOHUDQVXSHUDGDVHQHO(VWDGRVtQWHVLV
de lo público y lo privado, de lo legal y de lo moral. Para Marx, en cambio,
la sociedad civil no era superada por el Estado, sino que era protegida y
consagrada, pues el Estado era el Estado burgués, una creación de la misma
clase burguesa.
Los defensores actuales de la sociedad civil encuentran mayor sintonía
FRQHOWUDWDPLHQWRTXHGHHVDLGHDKL]ROD,OXVWUDFLyQ(VFRFHVD0HGLDQWH
la doctrina de la sociedad civil, la tradición escocesa intentaba superar la
férrea dicotomía entre ámbito público (campo de los intereses, regulado
por la racionalidad, entendida instrumentalmente) y ámbito privado (cam
po de la moralidad, regulado por el sentimiento). La idea de la sociedad
FLYLOUHSUHVHQWDEDODD¿UPDFLyQGHODSRVLELOLGDGGHXQiPELWRLQWHUPHGLR
DODSDUVRFLDO\PRUDO6LHOKRPEUHSRVHtDXQDGLPHQVLyQSDUWLFXODULVWD
engendradora de intereses y conductas egoístas, que se despliegan en el
mercado; también poseía una dimensión universalista, fuente de conductas
altruistas, que se despliegan en la sociedad civil. Esa dimensión universa
lista cobró forma en la doctrina de los sentimientos morales y la simpatía
QDWXUDO(VWRVVHQWLPLHQWRVPXHYHQHOFRPSRUWDPLHQWRGHORVKRPEUHVHQ
VRFLHGDGDQWHVGHTXHORKDJDQODUD]yQFDOFXODGRUD\ORVLQWHUHVHV\FUHDQ
lazos verdaderamente solidarios y morales, que constituyen como una base
SUHFRQWUDFWXDOGHODVHVIHUDVFRQWUDFWXDOHVGHODYLGDVRFLDO/DVRFLHGDG
FLYLOVLJQL¿FDEDSRUWDQWRXQiPELWRGHVROLGDULGDGFUHDGRSRUORVVHQWL
mientos morales y los afectos naturales1.

1. A.B. SELIGMAN, The Idea of Civil Society3ULQFHWRQ8QLYHUVLW\3UHVV3ULQFHWRQ1HZ-HUVH\


1995, p. 33.

136
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

En el fondo, el problema que se deseaba resolver era cómo concebir un


orden social auténtico, que respetara al mismo tiempo, la autonomía de sus
PLHPEURVFyPRFRQFLOLDUODYLVLyQPRGHUQDGHOKRPEUHFRPRDJHQWHLQGL
vidual autónomo, con la existencia de un ámbito público en el que los lazos
entre individuos no sean meramente instrumentales, sino comunales y mo
rales2. Con la doctrina de los sentimientos morales y la idea de la sociedad
civil, la Ilustración Escocesa pretendía dar respuesta a este problema.

2. LA ARTICULACIÓN MODERNA DE LA SOCIEDAD CIVIL:


UN PROYECTO INTERNAMENTE PROBLEMÁTICO

$XQTXHODVROXFLyQGDGDSRUOD,OXVWUDFLyQ(VFRFHVDHVYLVWDKR\FRPR
LQVX¿FLHQWHORVDFWXDOHVUHLYLQGLFDGRUHVGHODVRFLHGDGFLYLOVHHQFXHQWUDQ
espoleados por el mismo problema, formulado en los mismos términos.
(VWR VLJQL¿FD TXH WDOHV DXWRUHV FRQWLQ~DQ DVXPLHQGR OD FRQFHSFLyQ GHO
KRPEUHTXHFDUDFWHUL]DOD¿ORVRItDVRFLDOGHOD0RGHUQLGDGXQLQGLYLGXR
GRWDGRGHDXWRQRPtDPRUDO\UHYHVWLGRGHGHUHFKRVQDWXUDOHVLQDOLHQDEOHV
rasgos en los que se cifra su dignidad, y que constituyen la base de su ciu
GDGDQtD/DUHÀH[LyQVREUHODVRFLHGDGFLYLOSHUPDQHFHGLVFXUULHQGRGHQ
tro de los canales del pensamiento moderno e ilustrado, intentando resolver
desde dentro los problemas planteados por los elementos constitutivos de
ese mismo pensamiento.
3RUHVWDUD]yQODGRFWULQDGHODVRFLHGDGFLYLOUHFKD]DWDQWRODWUDGL
ción republicana de la virtud cívica, como el comunitarismo, pues ambos
planteamientos parten de la crítica a la Modernidad, y cuestionan lo que
desde la tradición de la sociedad civil se considera como innegables e irre
QXQFLDEOHVFRQTXLVWDVGHOD0RGHUQLGDGHOGHVFXEULPLHQWRGHODGLJQLGDG
GHOKRPEUHHQVXLQGLYLGXDOLGDG\DXWRQRPtD\HO(VWDGRJDUDQWHGHHVD
GLJQLGDG PHGLDQWH HO UHFRQRFLPLHQWR GH ORV GHUHFKRV QDWXUDOHV \ OD XQL
versalización de la ciudadanía. La sociedad civil, aunque se diferencia del
Estado y trasciende al individuo, necesita de los dos.
(OUHFKD]R\ODGHVFRQ¿DQ]DKDFLDHO(VWDGRQRFRQGXFHDEXVFDUDSR
yo en la sociedad civil –que necesita de aquél– sino a reforzar solidaridades
primordiales, étnicas, etc. –lo que parece ser la propuesta del comunitaris

2. Ibidem, p. 60.

137
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

mo– que más bien impiden la creación de una sociedad civil3. La sociedad
civil es un modo de solidaridad que no está basado en lazos primordiales.
(VRVOD]RVORTXHKDFHQHVFUHDUVROLGDULGDGHVJUXSDOHV\H[FOX\HQWHVTXH
IUDJPHQWDQODVRFLHGDGFLYLOKDFLHQGRLPSRVLEOHXQDVROLGDULGDGXQLYHUVDO
que alcance al ámbito público entero.
/DVRFLHGDGFLYLOVyORHVSRVLEOHVLHOKRPEUHKDVLGROLEHUDGRGHWRGD
comunidad primordial, que tiende a poseerse de la personalidad del sujeto,
y que con la misma fuerza que lo integra en la comunidad lo excluye de
cualquier otra. Es necesario que emerja el individuo, desatando los lazos
SULPRUGLDOHV\KDFLHQGRTXHODSHUWHQHQFLDDWRGDFRPXQLGDGVHDIUXWRGH
la autonomía del individuo.
Fue el Estado quien llevó a cabo esta tarea de individualización del
KRPEUHHPDQFLSiQGRORGHODVFRPXQLGDGHVSUHYLDV\DVtORSXVRHQUHOD
ción inmediata con el todo social. Además, se debe también al Estado la
separación entre Estado y sociedad, entre lo político y lo social; separación
TXHDEUHODSRVLELOLGDGGHKDEODUGHXQDVRFLHGDGFLYLO\GHFUHDUOD
El republicanismo apela a la concepción antigua y aristotélica de la
YLUWXGFRPRWDUHDS~EOLFDGHODSROtWLFDFRPRiPELWRGHODSOHQLWXGKXPD
na. Esta concepción se apoya en la visión de la polis como una comunidad
moral en busca de un bien común. Para los defensores de la sociedad civil,
ODSURSXHVWDGHOUHSXEOLFDQLVPRHVLPSUDFWLFDEOHHQXQDVRFLHGDGGLIHUHQ
ciada, pluralista y comercial, como la actual. En las condiciones sociales
PRGHUQDV\DQRHVSRVLEOHODLGHDUHSXEOLFDQDGHOFLXGDGDQRFRPRHOKRP
bre logrado y virtuoso, ni la idea de virtud como superación de lo privado
PHGLDQWHHOFRPSURPLVRHQORS~EOLFR6HOLJPDQD¿UPDWD[DWLYDPHQWHTXH
la virtud no es realizable a través sólo de la participación política, que la
comunidad moral basada en principios de pura participación ciudadana
–como propone Arendt– no es posible4.
Consciente del cambio social, la tradición de la sociedad civil busca
nuevas formas y fundamentos para la solidaridad en una sociedad en la que
ODYLUWXGHVXQDWULEXWRGHOKRPEUHSULYDGR\ODSROtWLFDXQFDPSRGHQH
gociación. La virtud puede entenderse como un trascender el puro interés, y
puede constituir por tanto el fundamento más sólido –en cuanto fundamen
to moral– del bienestar social. Pero ese trascender ya no puede tener como

3. -$+ALL³,Q6HDUFKRI&LYLO6RFLHW\´HQ-RKQ$+DOO HG Civil Society. Theory, History,


Comparison, Polity Press, Cambridge, 1995, p. 23.
4. A.B. SELIGMAN³$QLPDGYHUVLRQVXSRQ&LYLO6RFLHW\DQG&LYLF9LUWXHLQWKHODVW'HFDGHRI
WKH7ZHQWLHWK&HQWXU\´HQ-RKQ$+ALL (ed.), op. cit., p. 214.

138
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

IXQGDPHQWRORS~EOLFRODRUGHQDFLyQDORVYDORUHVGHORS~EOLFRGLFKRGH
otro modo, la virtud ya no puede ser la virtud del ciudadano, entendido
según la tradición republicana. Es necesario buscar otro fundamento que
KDJDSRVLEOHODYLUWXGFRPREDVHGHOELHQHVWDUVRFLDOHVGHFLUTXHSHUPLWD
TXHHOiPELWRVRFLDOWHQJDFDUiFWHUPRUDO(VHIXQGDPHQWRKDGHVHUPiV
universal que el propuesto por el comunitarismo, y más individual que el
propuesto por el republicanismo; y parece consistir en el mutuo reconoci
PLHQWRGHODGLJQLGDG\GHORVGHUHFKRVGHOLQGLYLGXR
La cuestión es si el proyecto que representa la idea de la sociedad civil
es verdaderamente posible desde las bases que, según sus propugnadores,
esa misma idea supone. Fue el tomar como punto de partida al individuo
–como sujeto moral autónomo, portador de valor universal, que se expre
VDHQORVGHUHFKRVQDWXUDOHV±ORTXHKL]RTXHODVRFLHGDGVyORVHSXGLHUD
entender como asociación de agentes libres que ya poseen en su individua
lidad la razón de su valor y su dignidad. El contenido de la sociedad sólo
podía consistir en una legalidad procedimental, orientada a garantizar los
GHUHFKRVLQGLYLGXDOHVEDMRODFXDOORVFLXGDGDQRVTXHGDEDQYLQFXODGRVHQ
WUHVtSRUOD]RVPHUDPHQWHMXUtGLFRIRUPDOHV/DVRFLHGDGGHMDEDGHFRQVLV
WLUHQFRPSDUWLUXQFXHUSRFRP~QGHYDORUHV\VLJQL¿FDGRVGHVDSDUHFLHQGR
DVtODVFRQGLFLRQHVSDUDTXHODLQWHUDFFLyQVRFLDOWXYLHUDFDUiFWHUPRUDO<
fue precisamente esta situación lo que despertó el deseo de sociedad civil
RPHMRUGLFKRHOGHVHRTXHODLGHDGHVRFLHGDGFLYLOH[SUHVDSRUTXHTXL]i
ese deseo no se corresponde con el contenido que a la idea de sociedad civil
OHKDQGDGRVXVFXOWLYDGRUHV
(OSUREOHPDVLJXHVLHQGRFyPRFRQFLOLDUXQRUGHQVRFLDOFRQFRQWH
QLGRPRUDOFRQXQDFRQFHSFLyQLQGLYLGXDOL]DQWHGHOKRPEUH5. ¿Es posible
construir una sociedad de lazos comunales y morales –como pretende ser
ODVRFLHGDGFLYLO±FRQVHUYDQGRODDXWRQRPtDGHOLQGLYLGXR±FRPRSURSXJ
na la doctrina de la sociedad civil–? ¿Es posible partir de principios, en el
IRQGROLEHUDOHV±DXWRQRPtDLQGLYLGXDOGHUHFKRVQDWXUDOHVLQGLYLGXDOHV±\
evitar que lo social sea sólo pacto y racionalidad instrumental?
3LHQVRTXHODUHVSXHVWDDHVWRVLQWHUURJDQWHVSXHGHVHUD¿UPDWLYDVL
la autonomía se entiende referida a las comunidades primordiales, pero
QRVLVHHQWLHQGHUHIHULGDDODFRPXQLGDGSROtWLFDWDPELpQ'LFKRHQRWURV
WpUPLQRVODUHVSXHVWDSXHGHVHUD¿UPDWLYDVLODOLEHUWDGHVFRQFHELGDGHXQ
modo más semejante al clásico que al moderno. Obviamente, no es éste el
caso de la tradición de la sociedad civil.

5. SELIGMAN, op. cit., p. 60.

139
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Ciertamente, la sociedad civil, como solidaridad coextensa con el Es


tado, exige para su realización trascender las comunidades primordiales,
que fragmentan esa solidaridad en solidaridades grupales exclusivas. Esto
LPSOLFDHPDQFLSDUDORVKRPEUHVGHDTXHOODVFRPXQLGDGHVGHODVTXHVRQ
miembros. La sociedad civil –según sus defensores– representa reforzar
tanto la libertad como la solidaridad. El problema está en cómo reconstruir
ODVROLGDULGDGTXpQXHYRIXQGDPHQWRGDUOHXQDYH]TXHORVKRPEUHVKDQ
sido liberados de las solidaridades que poseían en virtud de lazos primor
GLDOHV(VHVDUHFRQVWUXFFLyQORTXHVHKDFHLPSRVLEOHFRQODIRUPDTXH
adoptó esta liberación en el Estado Moderno.
/DLQGLYLGXDOL]DFLyQGHOKRPEUHOOHYDGDDFDERSRUHO(VWDGRFRQV
tituyó, en buena medida, una secularización de la individualización del
cristiano llevada a cabo por la Reforma. El creyente fue puesto en relación
LQPHGLDWDFRQODIXHQWHGHODVDOYDFLyQIXHFRQYHUWLGRHQSRVHHGRULQPH
diato de la gracia, quedando así desvinculado de la Iglesia como mediación
necesaria, como “sacramento de salvación”. La pertenencia a la Iglesia dejó
de ser necesaria y constitutiva del cristiano en cuanto tal, y la comunidad
religiosa fue reconstruida –especialmente en el puritanismo– como asocia
ción de los regenerados6/DGRFWULQDPRGHUQDGHORVGHUHFKRVQDWXUDOHV
representó una secularización de las ideas de la Reforma, y la posesión
LQGLYLGXDOGHXQD5D]yQXQLYHUVDO\XQRVGHUHFKRVLQDOLHQDEOHVMXJyHQHO
ámbito temporal el mismo papel que la posesión individual de la gracia en
el ámbito religioso. Además, la secularización iba acompañada necesaria
PHQWHGHODXQLYHUVDOL]DFLyQGHORVQXHYRVHOHPHQWRVDOWUDWDUVHDKRUDGH
contenidos naturales.
La consecuencia importante –tanto en el ámbito religioso, primero,
FRPR HQ HO VRFLDO GHVSXpV± FRQVLVWtD HQ TXH DKRUD HUD HO LQGLYLGXR HQ
cuanto tal el que estaba dotado de la causa de su propio valor; lo valioso,
OR XQLYHUVDO VH UHDOL]DED HQ HO KRPEUH FRPR LQGLYLGXR \ pVWH OR SRVHtD
de manera inmediata y originaria, al margen de toda comunidad, de toda
PHGLDFLyQ 3URYLVWR GH HVWH HVWDWXWR HO KRPEUH TXHGDED HPDQFLSDGR GH
WRGD FRPXQLGDG TXH SUHWHQGLHUD GH¿QLUOR SRU VX SHUWHQHQFLD D HOOD SHUR
quedaba igualmente emancipado e individualizado frente a la comunidad
SROtWLFDKDFLHQGRDVtLPSRVLEOHODFRQVWUXFFLyQGHXQDQXHYDVROLGDULGDG
La sociedad no podía ser ya entendida como comunidad, sino como simple
asociación instrumental de aquellos que ya poseían en su individualidad lo
verdaderamente valioso. El ámbito público construible a partir de ese indi

6. IbidemSS

140
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

viduo no podía consistir en algo más que una estructura legal formal, que
garantice lo que el individuo ya posee, y moralmente neutra, es decir, vacía
de todo valor que no sea el del individuo. Se trata de un ámbito público
HQHOTXHVHYLYHQYDORUHV\GHUHFKRVTXHHQPRGRDOJXQRVHGHEHQDHVH
ámbito o están constitutivamente mediados por él, por lo que la relación de
cada uno con ese ámbito es puramente instrumental. Por otra parte, entre
los individuos, lo que es posible y exigible es el reconocimiento de los de
UHFKRVGHORWURGHUHFKRVTXHSRUQRGHEHUVHDOWRGRWDPSRFRVHGHEHQQL
necesitan de uno.
(VHUHFRQRFLPLHQWRSXHGHHQJHQGUDUUHVSHWRHOUHVSHWRGHORVTXHVH
ven iguales; pero siendo esa igualdad igualdad ante el Estado. Reconocer
ORV GHUHFKRV GHO RWUR HV UHFRQRFHU TXH KDQ VLGR LJXDOPHQWH SURWHJLGRV
(OUHFRQRFLPLHQWRHQHORWURGHGHUHFKRVLQGLYLGXDOHV\RULJLQDULRVSXHGH
HQJHQGUDUUHVSHWRSHURQRVROLGDULGDGXQDFRVDHVVDEHUVHLJXDOHV\RWUD
saberse solidarios. El respeto se orienta a permitir que cada uno ejercite li
bremente lo que posee individualmente, es decir, a custodiar la autonomía.
En cierto modo, la solidaridad y el respeto aparecen como opuestos, ya
que, por una parte, el altruismo puede ser visto como una violación de la
autonomía; y, por otra, la necesidad de ayuda puede ser entendida como
XQDFRQVHFXHQFLDGHXQDDXWRQRPtDLQVX¿FLHQWHPHQWHFRQVWLWXLGDRGHIHF
tuosamente ejercida. Precisamente, este punto es el que diferencia al Esta
do liberal del Estado del Bienestar. El primero entendía que la necesidad
de ayuda por parte de un individuo manifestaba su incapacidad para ser
autónomo, es decir, ciudadano, pues el ciudadano no necesita más que la
igualdad legal. El Estado del Bienestar, en cambio, piensa que la necesidad
GHDVLVWHQFLDH[SUHVDODLQVX¿FLHQFLDGHO(VWDGROLEHUDOSDUDJDUDQWL]DUYHU
GDGHUDPHQWHODDXWRQRPtDGHWRGRVODDXWRQRPtDQRKDEtDVLGRUHFRQRFLGD
de manera universal.
La solidaridad sólo surge de un proyecto común que tenga carácter
constitutivo respecto del ser y del valor de los que participan en él. La
solidaridad moral procede únicamente de la solidaridad ontológica, no de
ODLJXDOGDGRQWROyJLFDVLPSOHPHQWH/DUD]yQ\IXQGDPHQWRGHREUDUVROL
dariamente es ser y tener solidariamente lo que se es y lo que se tiene. El
actuar social puede tener carácter moral sólo si en el ser de la sociedad se
encuentra comprometido el propio ser del que actúa.
La sociedad civil implica el deseo de superar el individualismo; pero
SDUWLHQGRGHOYDORUGHOKRPEUHFRPRLQGLYLGXRHVGLItFLOHYLWDUTXHODVR
ciedad quede reducida a pura exterioridad instrumental. El egoísmo de la
FRQGXFWD LQWHUHVDGD VH VXSHUD WUDVFHQGLHQGR OR SDUWLFXODU TXH KD\ HQ HO

141
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

KRPEUH\KDFLHQGRGHORXQLYHUVDOTXHSRVHHODUD]yQGHVXDFFLyQTXHVH
KDFHDVtDFFLyQPRUDO3HURHQODGRFWULQDGHODVRFLHGDGFLYLOHVHXQLYHUVDO
HVDOJRUHDOL]DGR\SRVHtGRLQGLYLGXDOPHQWH±ODDXWRQRPtD\ORVGHUHFKRV
del individuo, la Razón y sus principios morales, como antes lo era la gra
cia–, por lo que la apelación a él no vincula al individuo con los demás,
VLQRFRQVLJRPLVPRODPRUDOLGDGQRHVVROLGDULGDGVLQRUHVSHWRGHVtFR
KHUHQFLDLQWHUQD8QDPRUDODVtHVXQDPRUDOSXUDPHQWHPRQROyJLFDHQOD
TXHODMXVWL¿FDFLyQGHODDFFLyQVHUHDOL]DFRPRDXWRUHIHUHQFLDGHODJHQWH
Para que la moralidad implique solidaridad es necesario que ese universal
esté constituido por una comunidad y sus bienes, siendo la relación del
KRPEUHFRQHVWHXQLYHUVDOFRQ¿JXUDGRUDGHVXSURSLRYDORU\GLJQLGDG/D
MXVWL¿FDFLyQPRUDOFRQVLVWHHQUHIHUHQFLDDORFRP~Q\ODDFFLyQPRUDOHV
actualización práctica de aquella relación y, por tanto, también de la propia
dignidad.
/RV GHUHFKRV GHO LQGLYLGXR SRU VHU LQGLYLGXDOHV QR SURFHGHQ GH OD
UHODFLyQGHOKRPEUHFRQXQDFRPXQLGDGVLQRGHOVRORLQGLYLGXRHQFXDQWR
HQFDUQDFLyQ GH XQ XQLYHUVDO DEVWUDFWR OD +XPDQLGDG OD 5D]yQ (Q HVWH
XQLYHUVDOVHGHVHDIXQGDPHQWDUHVHiPELWRGHVROLGDULGDGTXHHVODVRFLH
GDG FLYLO $OJXQRV DXWRUHV KDQ KDEODGR GH XQD VRFLHGDG FLYLO XQLYHUVDO
\KRPRJpQHDDODPHGLGDGHORVGHUHFKRVGHOKRPEUHTXHVHUHDOL]DUtD
como por debajo y al margen de los Estados7. Esto sería posible gracias a
la separación entre Estado y sociedad, es decir, gracias a la emancipación
GHOKRPEUHUHVSHFWRGHOiPELWRSROtWLFRDVXGHVSROLWL]DFLyQTXHSHUPL
tiría encontrar un fundamento para la solidaridad, que fuera más universal,
precisamente, por no ser político. Despolitizar la solidaridad, la sociedad,
LPSOLFDUtDXQLYHUVDOL]DUOD&XULRVDPHQWHHVWHSODQWHDPLHQWRUHFXHUGDGH
PDVLDGRDODKLSyWHVLVGHOestado de naturaleza rousseauniano o, al menos,
ORFNHDQR\UHSLWHGRVUDVJRVHVHQFLDOHVGHHVDKLSyWHVLVFRQFHELUXQiPEL
to no político con características que, en el fondo, suponen la presencia de
lo político; y consagrar el carácter instrumental del Estado.
Si el valor que sirve de fundamento para la solidaridad es un univer
sal abstracto que se realiza individualmente, entonces se trata de un valor
SULYDGR\VHKDFHSRUWDQWRLPSRVLEOHTXHODPHGLDFLyQGHORSULYDGRSRU
ORS~EOLFRWHQJDFDUiFWHUPRUDOHVGHFLUVHDSHUIHFWLYD\GLJQL¿FDQWHPiV
bien, sería defectiva y enajenante. Por consiguiente, la acción social, por
la que trascendemos lo privado, no puede ser acción moral, pues no puede

7. - / &OHEN y A. ARATO, Civil Society and Political Theory7KH 0,7 3UHVV &DPEULGJH
1992; M. WALZER, “Introduction”, en M. WALZER (ed.), Toward a Global Civil Society%HUJKDKQ
%RRNV3URYLGHQFH

142
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

VHUMXVWL¿FDGDSRUUHIHUHQFLDDDOJ~QYDORUGLVWLQWRGHOSULYDGR(OiPELWR
público no es espacio para la realización ética; ésta se lleva a cabo en el
ámbito del valor, que es el privado.
El mismo Seligman reconoce que, de algún modo, la universalización
GHODFRQGLFLyQYDORUDWLYDGHOKRPEUH±HQODIRUPDGHORVGHUHFKRVKXPD
QRV±KDOOHYDGRDODSULYDWL]DFLyQGHORVYDORUHV8. Si la razón del valor del
KRPEUH OD IXHQWH GH VXV GHUHFKRV OD SRVHH pVWH LQGHSHQGLHQWHPHQWH GH
todo bien común, de toda comunidad, entonces ningún bien común puede
WHQHU IXHU]D H[LJLWLYD DQWH QLQJ~Q KRPEUH FRQVWLWXLU XQ YDORU VLQR TXH
PiVELHQVHSUHVHQWDFRPRXQSHOLJURSDUDHVRVGHUHFKRVFRPRXQDSUH
WHQVLyQGHFRQGLFLRQDUHOYDORUGHOKRPEUH1RFDEHSXHVQLQJ~QFULWHULR
público de moralidad. La acción sólo puede ser evaluada por su relación
con la razón del valor personal, y siendo ésta de carácter privado, esa rela
ción sólo puede ser medida privadamente, desde la autonomía que corres
ponde al individuo en virtud de ese mismo valor.
La ausencia de un criterio público de moralidad equivale a la ausencia
GHOtPLWHHQORVGHUHFKRVGHFDGDXQR6LODIXHQWHGHORVGHUHFKRVHVXQ
universal abstracto, realizado individualmente, el contenido y la extensión
GH HVRV GHUHFKRV VHUiQ WDQ DEVWUDFWRV LOLPLWDGRV FRPR VX PLVPD IXHQ
te. Todo lo que procede del individuo –deseos, pasiones, intereses– podrá
UHLYLQGLFDUVHFRPRGHUHFKRVSXHVQRH[LVWHXQFULWHULRS~EOLFRGHGLVFUL
PLQDFLyQVyORHOLQGLYLGXRSXHGHGHWHUPLQDUORTXHFRQVWLWX\HXQDOyJLFD
H[LJHQFLD GHVX GLJQLGDGLQGLYLGXDOHV GHFLU XQ GHUHFKR1R H[LVWLHQGR
XQ ELHQ FRP~Q FRQ¿JXUDQWH GHO YDORU \ GH OD UHDOL]DFLyQ GH OD SHUVRQD
VyORVRQSRVLEOHVSUR\HFWRVGHYLGDSULYDGRV\ORVGHUHFKRVTXHpVWRVH[L
gen para su cumplimiento, sólo son determinables desde dentro del propio
proyecto. Si lo publico no es fuente de valor, la acción de lo público sobre
lo privado, la mediación de lo privado por parte de lo público, no tendrá
FDUiFWHUSHUIHFWLYRRSOHQL¿FDQWH/RS~EOLFRSRGUiOLPLWDUORSULYDGRORV
GHUHFKRVGHOLQGLYLGXRSHURVXDFFLyQVyORFRQVLVWLUiHQHVRHQlimitar,
QRHQWUDQVFHQGHU\HVDOLPLWDFLyQVyORSRGUiMXVWL¿FDUVHSRUUD]RQHVLQV
WUXPHQWDOHV6HUHSLWHHQEXHQDPHGLGDHOSODQWHDPLHQWRKREEHVLDQRORV
GHUHFKRVQDWXUDOHVFRPRGHUHFKRVSUHSROtWLFRVGHOLQGLYLGXRHTXLYDOHQD
un ius in omnia, y lo público, a una limitación utilitaria de éste.
La doctrina de la sociedad civil implica el olvido de algo ya apuntado por
)HUJXVRQTXHHORUGHQVRFLDOHVSRUHVHQFLDOLPLWDGRVyORGLVWLQJXLpQGRQRV

8. SELIGMAN, op. cit.S

143
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

de unos “otros”, podemos constituir y ordenar un “nosotros”9. La solidaridad


exige comunidad; pero toda comunidad, para ser real y práctica, es decir,
para poder fundar y dar forma a una conducta moral, necesita ser limitada.
8QDFRPXQLGDGXQLYHUVDOGHMDDOKRPEUHGHVRULHQWDGRPRUDOPHQWHVLQFUL
terios para determinar el deber, para distinguir entre una acción altruista y
una acción narcisista. Esa comunidad incluye todos los bienes y todos los
sujetos, sin ningún orden de prioridades. Una solidaridad universal deja al
KRPEUH SDUDOL]DGR DO QR SRGHU VDEHU QXQFD VL HVWi FXPSOLHQGR R LQFXP
SOLHQGRODVH[LJHQFLDVGHHVDVROLGDULGDG<XQDFRPXQLGDGVHUiOLPLWDGDVL
está basada en un criterio de inclusión que, al mismo tiempo, sea un criterio
de discriminación. La razón de pertenencia no puede ser algo realizado y
poseído universalmente. Un universal abstracto, realizado en todo individuo,
QRSXHGHVHUYLUGHIXQGDPHQWRSDUDXQDFRPXQLGDGUHDOTXHKDJDSRVLEOH
XQDVROLGDULGDGUHDO(QRWUDVSDODEUDVHVHFULWHULRQRSXHGHVHU³ORKXPD
no”. La determinación de ese criterio, la determinación del “nosotros” y la
determinación de “lo nuestro” –el bien público–, se dan al unísono y se im
plican mutuamente; y las tres poseen carácter político. La comunidad recibe
su limitación y, por consiguiente, su realidad, de su dimensión política, por
lo que no cabe auténtica solidaridad al margen de lo político. Una solidaridad
independiente de lo político sólo puede ser una benevolencia contingente y
en precario, no una vinculación moral regular y estable.
Ante la crisis del Estado del Bienestar, la sociedad civil se presenta
con la pretensión de ser una alternativa tanto a la intervención reguladora
GHO (VWDGR FRPR DO DEDQGRQR GH OR VRFLDO DO SXUR PHUFDGR 1R VH SUH
tende eliminar el Estado ni el mercado, pues ambos son necesarios para la
sociedad civil, y se dan concomitantemente con ella. Se trata de evitar la
KHJHPRQtDGHORVsubsistemas político y económico –por utilizar categorías
KDEHUPDVLDQDVTXHLQVSLUDQHQPXFKRVDXWRUHVHVWDSURSXHVWD±PHGLDQWH
la potenciación de las capacidades societarias del mundo vital.
Sin embargo, esta propuesta parece olvidar la esencial alianza entre
(VWDGR \ PHUFDGR TXH KDFH PiV TXH FXHVWLRQDEOH OD SRVLELOLGDG GH XQD
solución intermedia, mientras se mantengan esas dos estructuras. El ca
pitalismo, para su consolidación y desarrollo, necesitó desde el principio
el Estado, es decir, una estructura política monopolista y centralizadora,
TXH HVWDEOHFLHUD KRPRJpQHDV FRQGLFLRQHV OHJDOHV \ VRFLDOHV HQ XQ YDVWR
territorio, y que, al mismo tiempo, se autolimitara en su acción, median
WH HO UHFRQRFLPLHQWR GH ORV GHUHFKRV LQGLYLGXDOHV SHUPLWLHQGR DVt OD OL

9. Vid. K. TESTER, Civil Society5RXWOHGJH/RQGRQSS

144
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

bertad económica del individuo en ese espacio. El capitalismo no fue –ni


es– enemigo del absolutismo; más bien, lo sostiene y lo necesita, con tal
GHTXHHODEVROXWLVPRVHDDOPLVPRWLHPSROLEHUDOGHMDXQDPSOLRPDUJHQ
GHSULYDFLGDGHVGHFLUQRVHDWRWDOLWDULR(O(VWDGRKDFtDSRVLEOHODH[SDQ
VLyQGHOPHUFDGRDOHOLPLQDUWRGDEDUUHUDOHJDO\VRFLDOHVGHFLUDOKDFHU
abstracto el orden jurídico, desvinculándolo de la diversidad social. Por su
parte, y como contrapartida, el mercado sostenía al Estado, le dotaba de
legitimidad, pues al congeniar las disposiciones políticas con las leyes del
mercado, que se suponen puramente naturales y racionales, las primeras
aparecían también como expresión de una pura racionalidad, libres de todo
componente de poder o voluntad.
¿Cómo es posible desmercantilizar lo privado sin minar la legitimidad
GHO(VWDGR"¢&yPRHVSRVLEOHVRFLDOL]DUORS~EOLFRVLQUHFRUWDUODVFRQGL
ciones del mercado? El Estado y el mercado se alían contra la sociedad civil,
FRPRVHDOLDURQFRQWUDHORUGHQVRFLDOSUHPRGHUQRQRLQGLYLGXDOLVWDHLPSL
den que toda reducción del Estado no equivalga a engrosar el mercado.
El error radica en pensar que el Estado –con su autolimitación– se
ordena a mantener la distinción entre Estado y sociedad civil, siendo por
WDQWRDTXpOHOTXHKDFHSRVLEOHODUHDOLGDGGHpVWD10. En verdad, el Estado se
autolimita para mantener la distinción entre Estado e individuo, que es la
distinción que necesita el mercado. El Estado se autolimita reconociendo
GHUHFKRVLQGLYLGXDOHVQRXQDWUDPDVRFLDOGHLQVWLWXFLRQHV'HHVWHPRGR
HO(VWDGRLQGLYLGXDOL]DDOKRPEUHORGHVYLQFXODGHODVLQVWLWXFLRQHVTXH
GDQIRUPDDORVRFLDO\VRFLDOL]DQDOKRPEUH\GHMDDVtDpVWHHQFRQGLFLR
nes de –y sólo de– actuar económicamente en el amplio espacio estatal, sin
más vinculaciones que las leyes del mercado. El Estado elimina todo lo que
pudiera ser una mediación entre el individuo y él, todo lo que pudiera en
turbiar la neta distinción entre Estado e individuo. El Estado se autolimita
UHFRQRFLHQGRGHUHFKRVDOLQGLYLGXRSRUTXHGHHVWHPRGRHOKRPEUHDVt
individualizado, pasa a depender del Estado por completo, pues es éste el
TXHJDUDQWL]DHVRVGHUHFKRV(O(VWDGRVHDXWROLPLWDSHURQRVHGHVHVWDWD
OL]DVLJXHHMHUFLHQGRHOPRQRSROLRGHORS~EOLFR
Me parece que sólo desde la inadvertencia de esta dinámica propia del
(VWDGRVHSXHGHLQWHUSUHWDU±FRPRKDFH+DEHUPDV±HO(VWDGRGH%LHQHVWDU
como la defensa del mundo vital contra la economía capitalista, no obstan
WHHOPLVPR+DEHUPDVUHFRQRFHTXHHO(VWDGRGHO%LHQHVWDUIUDFDVyHQVX
empeño, y acabó representando la penetración del mundo vital por parte del

10. (VWHPRGRGHSHQVDUSXHGHYHUVHSRUHMHPSORHQ-/&OHEN y A. ARATO, op. cit., p. 225.

145
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Estado administrativo, aunque ésta no fuera su intención. Su objetivo era


promover y desarrollar la solidaridad; no desorganizarla11+DEHUPDVDFKDFD
esta “desviación” de la supuesta misión de ese Estado a otras causas, y no al
KHFKRIXQGDPHQWDOGHTXHHO(VWDGRGHO%LHQHVWDUDXQTXHVHDRTXLHUDVHU
del Bienestar, es ante todo Estado(QYHUGDGQRKXERGHVYLDFLyQDOJXQD
El Estado del Bienestar venía a decir que el Estado liberal no respetaba
realmente la autonomía del mercado, sino que favorecía a unos pocos –los
ULFRV±HQHOPHUFDGR3DUDTXHKXELHUDYHUGDGHUDDXWRQRPtDHVGHFLUDX
téntica igualdad de oportunidades y puro juego de factores económicos,
KDFtDIDOWDFRPSOHWDUHOUHFRQRFLPLHQWRGHORVGHUHFKRVLQGLYLGXDOHVLQ
FOX\HQGRHQpOGHUHFKRVVRFLDOHVWDPELpQ(O(VWDGRGHO%LHQHVWDU±SRUVHU
Estado– no actuó –ni podía actuar– fomentando la solidaridad, sino dotan
GRDOLQGLYLGXRGHQXHYRVGHUHFKRVTXHKLFLHUDQUHDOVXDXWRQRPtDHQHO
PHUFDGRKDFLHQGRDVtSRVLEOHXQDLQWHUDFFLyQDFHSWDEOHVLQQHFHVLGDGGH
solidaridad. El Estado del Bienestar reconocía implícitamente que la soli
daridad es necesaria cuando la autonomía no está plenamente realizada, y
que el objetivo del Estado es realizar la autonomía, no la solidaridad.
Se argumenta que el modo de reducir el Estado del Bienestar, sin caer,
por ello, en el puro mercado, tiene que consistir en ampliar las formas de
participación, en profundizar y progresar en la democratización del Esta
GR(QHVWHVHQWLGR&RKHQ\$UDWRKDEODQGHODQHFHVLGDGGHORJUDUXQD
UHJXODFLyQVRFLDO\HFRQyPLFDGHVGHODVRFLHGDGPLVPDORTXHGHQRPLQDQ
UHÀH[LYH ODZ12 3HUR QR KHPRV GH ROYLGDU TXH OD UHJXODFLyQ JOREDO GH OD
VRFLHGDGHVDTXHOORHQORTXHFRQVLVWHODSROtWLFDDFWLYLGDGHQFDUQDGDHQ
HO(VWDGR0LHQWUDVH[LVWD(VWDGRQRSXHGHKDEHURWUDIRUPDGHSROtWLFD
que la que él representa, pues, obviamente, no caben dos formas diferentes
de política al mismo tiempo. La ampliación de los cauces de participación
servirá al objetivo señalado si esa participación no es sólo participación en
los controles de un Estado –un aparato político que garantiza autonomía al
individuo a cambio del monopolio de lo público–, por parte de un individuo
±XQ SRVHHGRU LQPHGLDWR GH GHUHFKRV TXH UHFODPD HO HMHUFLFLR DXWyQRPR
GHORTXHSRVHHLQPHGLDWDPHQWH±/DDPSOLDFLyQGHODSDUWLFLSDFLyQKDGH
FRQVLVWLU HQ OD DPSOLDFLyQ GH OD UHVSRQVDELOLGDG HQ FRPSDUWLU ODV FDUJDV
GHODUHDOL]DFLyQGHORS~EOLFRYLQFXODQGRSRUFRQVLJXLHQWHORVGHUHFKRV
propios a la realización de lo público. Una verdadera ampliación de la par
WLFLSDFLyQVLJQL¿FDQHFHVDULDPHQWHXQDOLPLWDFLyQGHODDXWRQRPtD

11. Vid. IbidemS+ABERMAS, El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Madrid,


1989, p. 426 y ss.
12. -/&OHEN y A. ARATO, op. cit., p. 25.

146
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

(QGH¿QLWLYDODPHWDDODTXHDSXQWDODLGHDGHVRFLHGDGFLYLOQRHV
realizable como sociedad civil, como un ámbito social distinto del Esta
do pero sostenido por él. Mientras mantengamos el Estado, esa meta que
da imposibilitada. Su realización pasa necesariamente por una profunda
transformación del Estado, por una desestatalización de la política y una
politización de la sociedad. La verdadera alternativa tanto a la “política so
cial” del Estado del Bienestar, como a la ciega racionalidad de las leyes del
mercado, reside en una auténtica sociedad política. Para que el arrebatar,
de las manos del Estado, la administración de lo social no implique la mer
cantilización de ello, es preciso que ese cambio de manosQRVLJQL¿TXHOD
privatización de lo social, sino que las funciones transferidas sigan siendo
SDUWHGHORS~EOLFRDXQTXHVHDDKRUDODVRFLHGDGTXLHQVHHQFDUJXHGHHOOR
Una sociedad que comparte con el Estado la gestión de lo público es una
VRFLHGDG SROLWL]DGD \ HVH (VWDGR HV XQ (VWDGR GHVHVWDWDOL]DGR SXHV KD
renunciado al monopolio de lo público.
El proyecto de la sociedad civil se vuelve problemático cuando se pre
tende articularlo desde los mismos presupuestos de la idea de sociedad
civil, entre los que se encuentran el Estado y el individuo. No es extraño
que Seligman acabe sus exposiciones de esta idea casi con el mismo inte
UURJDQWHTXHODVDEUtD¢FyPRGDUFRQWHQLGRPRUDODOiPELWRVRFLDOVLQODV
bases de la tradición cívica y sin una referencia ni a elementos primordiales
ni a elementos trascendentes? Preguntarse por esto es preguntarse si desde
los presupuestos de esta idea se pueden satisfacer los deseos que ella encie
rra. Seligman no contesta, sino que más bien parece sugerir que la sociedad
FLYLOIXHSRVLEOHPLHQWUDVKXERXQIXQGDPHQWRWUDVFHQGHQWHSDUDODVLQVWL
WXFLRQHVSROtWLFDVHOORRFXUULyHQORV(VWDGRV8QLGRVGHO;9,,,13.

3. “POLIS” FRENTE A ESTADO: INTEGRAR FRENTE A INDIVIDUALIZAR

6L OR YLVWR KDVWD DKRUD HV DFHUWDGR SRGHPRV FRQFOXLU TXH HV SUHFL
samente en la tradición republicana donde podemos encontrar las bases
SDUDKDFHUGHOiPELWRVRFLDOXQiPELWRPRUDOSDUDGDUFRQGLFLyQS~EOLFDD
la virtud, o –en expresión de Alejandro Llano– para “dar vigencia social a
la virtud”. Como se dijo más arriba, la alternativa al Estado del Bienestar
y a la expansión del mercado consiste en una sociedad politizada, es decir,

13. SELIGMAN, op. cit.S\³$QLPDGYHUVLRQV´HQ-$+ALL (ed.), op. cit., pp. 214 y


218.

147
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

en volver a concebir la sociedad como polisFRPRXQDFRPXQLGDGPRUDO


TXHSHUVLJXHXQELHQFRP~Q\HQODTXHORVGHUHFKRVGHVXVPLHPEURVVRQ
expresión y condición de su participación en esa tarea común.
Es cierto que para crear esa comunidad moral, resulta necesario emanci
SDUDOKRPEUHGHODVFRPXQLGDGHVSULPRUGLDOHVDODVTXHSHUWHQHFH\HQHVWH
VHQWLGRODFUtWLFDTXHGHVGHODVRFLHGDGFLYLOVHKDFHDOFRPXQLWDULVPRHVWi
MXVWL¿FDGDHQODPHGLGDHQTXHHIHFWLYDPHQWHHOFRPXQLWDULVPRSRVWXOHHO
reforzar los lazos primordiales. Pero para que sea posible reconstruir la soli
daridad en una nueva forma –política–, es preciso que esa emancipación se
lleve a cabo como trascendencia, no como individualización, que es el modo
FRPRHO(VWDGRODUHDOL]D(OKRPEUHKDGHVHUHPDQFLSDGRPHGLDQWHVXLQWH
JUDFLyQHQXQDQXHYDFRPXQLGDGVXSHULRUDODVDQWHULRUHVHQODTXHHOKRP
EUHWUDVFLHQGHORVHVWUHFKRVOtPLWHVGHODVVROLGDULGDGHVSULPRUGLDOHV3URSLD
PHQWHKDEODQGRQRVHWUDWDGHreFRQVWUXLUODVROLGDULGDGGHVGHXQKRPEUH
emancipado, sino de que la emancipación se realiza como construcción de
una nueva forma de solidaridad, y desde la realidad de esta nueva forma. En
YHUGDGQXQFDVHGDHOLQGLYLGXRQRKD\SURSLDPHQWHLQGLYLGXDOL]DFLyQOR
TXHKD\HVXQSURFHVRGHGLVWLQFLyQGHFRPXQLGDGHV±GHLGHQWLGDGHVFRPX
nes– y de integración de esas comunidades distinguidas.
Como es bien sabido, el Estado constituyó en gran medida la respuesta
política a la ruptura de la solidaridad, representada por las guerras de re
ligión. Desde la tradición de la sociedad civil, esa respuesta se interpreta
como la institucionalización de la separación –autonomización– de lo po
lítico y lo social. Ciertamente, la respuesta del Estado consistió en separar,
QRHQLQWHJUDU/RTXHHO(VWDGRKL]RQRIXHUHIRU]DUGHVHQWLGRORSROtWLFR
para unir por ello a los que antes estaban unidos por la religión; no dotó a lo
político con un nuevo contenido, una vez que la religión dejó de ser su ce
mento. Tampoco reconoció a las diversas comunidades religiosas en cuanto
WDOHVORFXDOKXELHUDKHFKRGHODDGKHVLyQDO(VWDGRXQYtQFXORSXUDPHQWH
LQVWUXPHQWDODOVHUYLFLRGHODSURSLD,JOHVLDGHFDGDXQR/RTXHKL]RIXH
FRQYHUWLUHQXQGHUHFKRLQGLYLGXDOORTXHDQWHVHUDODEDVHGHODLGHQWLGDG
FRP~Q \ GH OD VROLGDULGDGHV GHFLU OD EDVH GH ORV GHUHFKRV /D UHOLJLyQ
FRQYHUWLGD HQ XQ GHUHFKR LQGLYLGXDO VyOR SRGtD FRQVLVWLU HQ XQ DEVWUDFWR
GHUHFKRDODUHOLJLyQFRQYLUWLHQGRWRGDFRPXQLGDGUHOLJLRVDFRQFUHWDHQ
HOPHURUHVXOWDGRFRQWLQJHQWHGHOOLEUHHMHUFLFLRLQGLYLGXDOGHHVHGHUHFKR
que pasaba a ser lo sustancial y el contenido de la identidad. Los vínculos
UHOLJLRVRVVHKDFtDQFRQWLQJHQWHVVLQTXHHOKRPEUHDGTXLULHUDQXHYRVYtQ
FXORVFRQVWLWXWLYRVSXHVHO(VWDGRVyORHUDHOJDUDQWHGHHVRVGHUHFKRVHO
KRPEUHTXHGDEDHIHFWLYDPHQWHLQGLYLGXDOL]DGR

148
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

El Estado no supuso la aparición de una nueva comunidad, en la que


ORVKRPEUHVVHHQFRQWUDUDQFRPSDUWLHQGRODUHDOL]DFLyQGHQXHYRVELHQHV
FRPXQHVGHORVTXHVHGHULYDUDQQXHYRVGHUHFKRV(O(VWDGRQRSURYH\yDO
KRPEUHGHQXHYRV¿QHVQLGHXQDQXHYDLGHQWLGDGVLQRTXHVHOLPLWyDUH
FRQRFHUOHGHUHFKRVLQGLYLGXDOHV1RGHVFXEULyXQDOJRQXHYRFRP~QVLQR
que disolvió en idénticas posesiones individuales lo que antes era común.
(O(VWDGRLJXDODEDDORVKRPEUHVFRPRLQGLYLGXRVSHURQRORVXQtD
6LHOKRPEUHQRDGTXLUtDXQDQXHYDLGHQWLGDG FRPXQLGDG¿QHV\ELH
QHVFRPXQHV \VLQHPEDUJRDSDUHFtDUHYHVWLGRGHQXHYRVGHUHFKRVpVWRV
WHQtDQTXHFRUUHVSRQGHUDXQDLGHQWLGDGTXHHOKRPEUHSRVH\HUDDOPDUJHQ
de la comunidad religiosa –o de la comunidad primordial de la que fuera
HPDQFLSDGR± \ GHO (VWDGR XQD LGHQWLGDG ³QDWXUDO´ VX KXPDQLGDG (VWR
explica que los defensores de la sociedad civil –al pensar desde el Estado–
VRVWHQJDQTXHODVRFLHGDGFLYLOVXSRQHQHFHVDULDPHQWHKDFHUGHODGLJQLGDG
KXPDQDGHOLQGLYLGXRHOIXQGDPHQWRGHODFLXGDGDQtD3RUVHUGHXGRUDGHO
(VWDGRODWUDGLFLyQGHODVRFLHGDGFLYLODVXPHTXHOLEHUDUDOKRPEUHGHODV
FRPXQLGDGHVSULPRUGLDOHVVLJQL¿FDKDFHUOHDSDUHFHUHQVXQXGDKXPDQL
GDG\TXHSRUWDQWRKDGHVHUHQHOUHFRQRFLPLHQWRGHODGLJQLGDGGHHVD
SXUDFRQGLFLyQKXPDQD±GHUHFKRVKXPDQRV±GRQGHKHPRVGHIXQGDPHQWDU
una solidaridad que trascienda las comunidades primordiales.
3HUR HQ UHDOLGDG QL GHVYLQFXODU DO KRPEUH GH FRPXQLGDGHV SUHYLDV
VLJQL¿FDQHFHVDULDPHQWHLQGLYLGXDOL]DUOR\UHGXFLUORDVXSXUDKXPDQLGDG
ni el reconocimiento de un universal abstracto realizado en cada individuo
VLUYH GH EDVH VX¿FLHQWH SDUD FUHDU XQD QXHYD FRPXQLGDG SDUD UHFRQVWUXLU
la solidaridad, como ya vimos anteriormente. Aquella desvinculación y esta
QXHYDFRPXQLGDGVHOOHYDQDFDERGHOPLVPRPRGR\DODSDUPHGLDQWHOD
creación política de una nueva y concreta identidad colectiva; sólo de esta
forma, la primera y la segunda son compatibles. Una identidad al margen
de toda comunidadHVXQDLGHQWLGDGDEVWUDFWD\HVSRUGH¿QLFLyQLQFDSD]
de fundar ninguna comunidad. La única individualización real y compatible
con la comunidad es la individualidad que, respecto de una comunidad, es
KHFKDSRVLEOHSRUODSHUWHQHQFLDDXQDFRPXQLGDGVXSHULRUXQDLQGLYLGXDOL
dad relativa.
(QHOIRQGRHOHUURUGHEXHQDSDUWHGHOD¿ORVRItDVRFLDO\SROtWLFDPR
GHUQD±\TXHODGRFWULQDGHODVRFLHGDGFLYLOKHUHGD±IXHFRQFHELUODVRFLHGDG
como reconstrucción. En verdad, después de la deconstrucción de la socie
dad, quedando sólo el puro individuo, resultaba imposible reconstruir algo
más que una asociación para maximizar intereses individuales. La solidari
dad como reconstrucción se revelaba imposible. Esto quedaba claro en los
DXVWHURVSODQWHDPLHQWRVGH+REEHV\GH+XPH3HURQLOD,OXVWUDFLyQ(VFRFH
VDQLODDFWXDOFRUULHQWHGHODVRFLHGDGFLYLOKDQVDELGRUHFRQRFHUOR

149
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

A diferencia del Estado, la polisDQWLJXDKDFtDTXHHOKRPEUHWUDQV


cendiera las comunidades previas, integrándolo en una nueva y verdadera
FRPXQLGDGODFRPXQLGDGSROtWLFD&RPR+DQQDK$UHQGWHQWUHRWURVUH
cordó, la pertenencia a la polisVLJQL¿FDEDHODFFHVRDXQDQXHYDIRUPDGH
vida, el bios politikosFRQVWLWXLGDSRUQXHYDVDFFLRQHV¿QHV\ELHQHVQR
VLJQL¿FDEDPHUDPHQWHODJDUDQWL]DFLyQS~EOLFDGHGHUHFKRVUHIHULGRVDOR
privado. El ámbito político era el mundo común y de la libertad, distinto y
transcendente del ámbito doméstico, ámbito de lo privado y de la necesi
dad14. De este modo, la polis podía tener carácter moral.
'HVGHXQDSHUVSHFWLYDDULVWRWpOLFD0DF,QW\UHKDVHxDODGRTXHODYLGD
moral se basa en un ethos alimentado socialmente. La moralidad supone la
existencia de una comunidad moral, de una comunidad en la que se com
parten prácticas para las que existen patrones de excelencia comunes. La
norma, el código moral es posible si se da una forma de vida común, un
ethos compartido. Si lo político no consiste en la creación de una nueva
FRPXQLGDGVLQRVLPSOHPHQWHHQODLQGLYLGXDOL]DFLyQGHOKRPEUHUHVSHFWR
GHFRPXQLGDGHVSUHYLDVQRKD\PRGRGHPRUDOL]DUHVHQXHYRiPELWRSXHV
la moral no puede construirse desde el individuo.
'HVGHSRVLFLRQHVFRPXQLWDULVWDVVHKDD¿UPDGRWDPELpQTXHXQDVR
FLHGDGVROLGDULDVXSRQHODLGHQWL¿FDFLyQGHFDGDXQRFRQORVRWURVORFXDO
HVSRVLEOHVLH[LVWHXQDLGHQWLGDGFRP~QTXHLQFOX\HXQDGH¿QLFLyQFRP
SDUWLGD GH OD YLGD EXHQD$GHPiV OD LGHQWLGDG VLQJXODU VyOR VH FRQ¿JX
ra realmente a través de la identidad común, a través de la pertenencia
a una comunidad. Dentro de la comunidad es donde se lleva a cabo el
reconocimiento, por medio del cual nos singularizamos, alcanzando nues
tra identidad personal15. Una identidad que fuera independiente de toda co
munidad, es decir, poseída inmediatamente, además de ser una identidad
SXUDPHQWHDEVWUDFWD±XQDLGHQWLGDGTXHQRLGHQWL¿FD±VHUtDXQDLGHQWLGDG
incapaz de fundar una conducta solidaria, pues desde ella no podría llevar
VHDFDERODLGHQWL¿FDFLyQFRQORVRWURV/DPRUDOLGDGH[LJHXQDLGHQWLGDG
por parte del agente, de la cual la moralidad surge como proyección de
ODVH[LJHQFLDVGHODD¿UPDFLyQ\FXOPLQDFLyQGHHVDLGHQWLGDG3HURSDUD
que la moralidad incluya la solidaridad –es decir, para que sea verdadera
moralidad, para que esas exigencias sean exigencias morales– es preciso
TXHODLGHQWLGDGGHODTXHGLPDQDVHDXQDLGHQWLGDGFRQ¿JXUDGDHQXQDFR
munidad, sea la realización singular de una identidad común, pues sólo así

14. +$RENDT, La condición humana, Ediciones Paidós, Barcelona, 1993, p. 39.


15. F. MISTRAL³&RPSUHQGUHHWVHFRPSUHQGUHO¶KHUPpQHXWLTXHjODUHFKHUFKHGHO¶RULJLQHGX
bien social”, Krisis  SS

150
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

ODD¿UPDFLyQ\FXOPLQDFLyQGHODLGHQWLGDGGHODJHQWHH[LJLUi\SDVDUiSRU
ODD¿UPDFLyQ\FXOPLQDFLyQGHODLGHQWLGDGFRP~Q/DVH[LJHQFLDVGHHVWR
último constituyen una moralidad común, por lo que una identidad común
LQFOX\HGHVX\RXQDGH¿QLFLyQFRPSDUWLGDGHODYLGDEXHQD
Una identidad igual en todos no es lo mismo que una identidad común,
cuando aquélla se posee individualmente. La posesión individual de lo mis
mo es sólo uniformidad, no comunidad, y la uniformidad no genera por sí
PLVPDVROLGDULGDGQRSRUVHUVLPSOHPHQWHLJXDOHVHVWDPRVPiVXQLGRV
Es precisamente el empobrecimiento de lo comunitario lo que genera uni
formización e individualización16.
&RPR KD D¿UPDGR 5RVV OD pWLFD QR VH UH¿HUH D OD FRQGXFWD GH LQGL
viduos autónomos, sino a la conducta de los miembros de una comunidad,
D VXV ¿QHV VRFLDOHV \ SROtWLFRV &yPR GHEH XQR YLYLU HQ FXDQWR LQGLYLGXR
autónomo no es una cuestión ética; la cuestión ética es cómo debemos vivir
nosotros en cuanto sujetos interdependientes en un todo social17. Efectiva
PHQWHHOKRPEUHQRHVXQDJHQWHPRUDOFRPRLQGLYLGXRDLVODGRVLQRFRPR
miembro de una comunidad. La moralidad no puede surgir y construirse a
partir de puros individuos autónomos. Un ámbito puramente privado es un
ámbito privado de moralidad; en él sólo cabe el gusto18, preferencias que no
VHEDVDQHQFULWHULRVFRPSDUWLGRV\REMHWLYDEOHVTXHQRVRQMXVWL¿FDEOHVLQ
WHUVXEMHWLYDPHQWH3ULYDWL]DUDOKRPEUHHVFDHUHQHOVXEMHWLYLVPRPRUDOHQ
el emotivismoGHQXQFLDGRSRU0DF,QW\UHORVMXLFLRVPRUDOHVVHFRQYLHUWHQ
en expresión de preferencias individuales contingentes. Una moralidad priva
GDXQDPRUDOLGDGGHOKRPEUHSULYDGRHVXQDPRUDOLGDGVXEMHWLYDHVGHFLU
es una contradicción. La objetividad moral no puede basarse en el valor del
individuo autónomo, sino en el valor de la comunidad, en un bien común.
(OKRPEUHGHVYLQFXODGRGHWRGDFRPXQLGDGHVXQLQGLYLGXRDEVWUDFWR
TXH QR HV DJHQWH PRUDO SRUTXH QR SXHGH SOHQL¿FDUVH \D TXH VX SOHQL¿
cación carece de un sentido determinado, no se sabe en qué consiste19. Es
HQVXLQVHUFLyQHQXQDFRPXQLGDGFRPRHOKRPEUHSRVHHXQDIRUPDFRQ
FUHWDSDUDVXSOHQLWXGTXHVHKDFHDVtSUDFWLFDEOHSUD[LV. Al margen de la
FRPXQLGDGHOKRPEUHFDUHFHGH¿QHVUHDOHVHVHQODFRPXQLGDGGRQGHHO
telosKXPDQRVHKDFHFRQFUHWR\RSHUDWLYRREMHWRGHDFFLyQ\FULWHULRGHOD
DFFLyQ/DSOHQLWXGGHOKRPEUHHVUHDOL]DEOHHQODPHGLGDHQTXHODLGHQWL
GDGGHOKRPEUHHVUHDOQRSXUDPHQWHDEVWUDFWD

16. Ibidem, 164.


17. 3-5OSS, De-Privatizing Morality$YHEXU\$OGHUVKRWDQG%URRNILHOGSS
18. Ibidem, p. 78.
19. Ibidem, p. 62.

151
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Todo esto nos permite concluir que para que la moralidad no quede
encerrada en las comunidades primordiales y restringida a ellas, para que
la acción moral sea posible en el ámbito social todo, es necesario que ese
iPELWRFRQVWLWX\DXQDQXHYDFRPXQLGDGFRQ¿QHV\ELHQHVFRPXQHVHQOD
TXHHOKRPEUHVHLQWHJUDWUDQVFHQGLHQGRODVFRPXQLGDGHVSUHYLDV\HQOD
que, a través de la identidad común que ella expresa, adquiere una nueva
LGHQWLGDGSHUVRQDOORTXHOHHVSURSLRVXVGHUHFKRV\VXVGHEHUHV(QRWUDV
SDODEUDVODVRFLHGDGKDGHFRQVWLWXLUXQethos, pues sólo en un ethos es po
sible la acción ética<HVHethos, esa nueva comunidad, es una tarea políti
FD/DSROtWLFDFRQVLVWHHQVXFRQ¿JXUDFLyQ\FRQVWDQWHUHFRQ¿JXUDFLyQ
(O(VWDGRSRUHOFRQWUDULRVXSRQHHQWHQGHUODSROtWLFDFRPRODFRQV
trucción de una estructura jurídica, bajo la cual quepan diferentes ethos e
identidades. Lo político es una estructura, no una comunidad, una identidad
FRP~Q<HQHVWHSXQWRODVGLIHUHQFLDVHQWUHHO(VWDGROLEHUDO\HO(VWDGR
del Bienestar son sólo de grado. En ninguno de los dos, lo político es un
ámbito de comunidad, pues en ambos, lo político –el Estado– se genera
descargando al ciudadano de los asuntos públicos y dotándole de garantías
para su dedicación a lo privado. La relación con el Estado no es moral sino
meramente instrumental, tanto para el capitalista como para el pensionista.
(VIXHUDGHORS~EOLFRGRQGHHOKRPEUHHQFXHQWUDVXV¿QHV\VXLGHQWLGDG
por lo que su plenitud no tiene relación con lo público, no puede realizarse
FRPRYLUWXGHVS~EOLFDVODPRUDOLGDGTXHGDSULYDWL]DGD1RKD\comunidad
política porque lo público no representa una identidad común ni un conjun
to de bienes compartidos, sino sólo un sistema de garantizar públicamente
OR SULYDGR< VL QR KD\ FRPXQLGDG SROtWLFD FRPXQLGDG EDVDGD HQ OD]RV
políticos, no cabe solidaridad, acción moral, más allá de las comunidades
basadas en lazos primordiales.
(OOLEHUDOLVPRHVVLVHTXLHUHODH[SUHVLyQGRFWULQDOPiVQHWDFRQV
ciente y maximalista de la naturaleza propia del Estado moderno. La dife
rencia entre el Estado liberal y el Estado Social no reside en el modo de
HQWHQGHUODSROtWLFDHQHOPRGRGHFRQ¿JXUDUORS~EOLFRVLQRVLPSOHPHQWH
en el volumen de lo que se considera público. Por esta razón, mientras
se mantenga el Estado, como forma política, reducir las competencias del
Estado implicará necesariamente la privatización de esas funciones y, por
tanto, su mercantilización.
El liberalismo critica la concepción republicana de la política como
construcción de un ethos común, considerándola imposible y, cuando menos,
antidemocrática. Para el liberalismo, la política se ordena al establecimiento
de un orden legal basado en principios de justicia universalmente válidos
–independientes de toda concepción del bien–, que permita a cada uno abra

152
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

zar y seguir su propia concepción ética. Sin embargo, la supuesta neutralidad


ética del Estado liberal es falsa, y el Estado liberal produce inevitablemen
te una sociedad liberal, un ethos liberal. La política del liberalismo crea un
ethos, en el cual –como en todo ethos±HOKRPEUHDGTXLHUHVXLGHQWLGDGSHUR
en este caso, la adquiere de su capacidad de elegir autónomamente20. El orden
liberal puede que permita diversas concepciones del bien; pero lo que no per
PLWHHVTXHODUHODFLyQHQWUHHOKRPEUH\ORTXHpVWHFRQFLEHFRPREXHQRVHD
GHFXDOTXLHUtQGROHHVVyORFRQWLQJHQWHQRFRQVWLWXWLYD3RUHVWRSRGHPRV
GHFLUTXHUDGLFDOPHQWHODLGHQWLGDGGHOKRPEUHHQXQethos liberal consiste
en su capacidad de elegir autónomamente, en ser un elector. Ninguna elec
ción puede volverse sobre el individuo y constituirlo, condicionando así su
autonomía. El orden liberal tiende a liberalizar todo ethos que el individuo
pudiera formar bajo ese supuesto orden neutral. El Estado liberal no sólo crea
un ethos, sino que crea el único que acaba siendo verdadero ethos, constitu
WLYRGHODLGHQWLGDGGHOKRPEUH
La diferencia está en que –utilizando términos de MacIntyre– lo que
aprendemos a través de las prácticas que componen ese ethos, no es a ser
solidarios, sino a ser tolerantes. La excelencia que corresponde a esas prác
ticas no es la del buen ciudadano, sino la del buen liberal. En el fondo, la
diferencia entre el republicanismo y el liberalismo no consiste en crear o
no crear un ethos políticamente, como el liberalismo pretende, sino en ser
consciente o no de esa creación, y en el tipo de ethos que se crea.
:DO]HUD¿UPDTXHQRKD\una vida buena realizada en la polis, como
VRVWLHQH HO UHSXEOLFDQLVPR VLQR PXFKRV WLSRV GH YLGD EXHQD UHDOL]DGRV
en diferentes ámbitos213HURORTXHD¿UPDHOUHSXEOLFDQLVPRQRHVTXHHQ
la polis se lleve a cabo la vida buena, sino que en la polis se realiza una
forma de vida buena que, indudablemente, es superior y de carácter arqui-
tectónico respecto de aquellas que se actualizan en otros ámbitos. Si en la
polis no se realiza una vida buena, la polis no es un ámbito moral, y no cabe
entonces acción moral en el espacio social que la polis establece, sino sólo
en el interior de ámbitos más restringidos. La integración de esas diversas
IRUPDVGHYLGDEXHQDVHKDFHLPSRVLEOHFRPRLQWHJUDFLyQPRUDOSXHVOD
relación entre ellas, entre sus respectivos ámbitos de actualización, es pu
UDPHQWHLQVWUXPHQWDOQRKD\QLQJXQDYLGDEXHQDTXHVHHVWpUHDOL]DQGR
PHGLDQWHHVDLQWHJUDFLyQQRKD\QLQJXQDLGHQWLGDGTXHVHHVWpSOHQL¿FDQ
GRFRQHOODQRKD\QLQJXQDSUiFWLFDFX\DH[FHOHQFLDHVWHPRVDOFDQ]DQGR
mediante ella.

20. R. BEINER, What’s the matter with Liberalism?8QLYHUVLW\RI&DOLIRUQLD3UHVV%HUNHOH\


1992, p. 32.
21. M. WALZER³7KH&RQFHSWRI&LYLO6RFLHW\´HQ0LFKDHO:DO]HU HG op. cit., p. 18.

153
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Además, como el mismo Walzer reconoce, los valores de ámbitos no


políticos –como el ámbito profesional, por ejemplo– compiten con los va
lores de la ciudadanía22. Si la polis no constituye un ethosTXHGH¿QH\HQ
el que se realiza una forma de vida buena superior, no es posible escapar
de la fragmentación ética y social, de valores y grupos en competencia. Por
esta razón, ver la sociedad civil como el fruto de los nuevos y espontáneos
movimientos asociativos, es sólo un espejismo. Si no es dentro de una co
munidad política, esos movimientos, lejos de crear una solidaridad general,
sólo pueden dar lugar a una fragmentación de ésta, a una rivalidad entre
diferentes valores de grupo.

4. SUPERACIÓN DEL LIBERALISMO Y RECUPERACIÓN DEL


CARÁCTER POLÍTICO DE LA VIDA SOCIAL

Como ya vimos, la respuesta del Estado ante la ruptura de la unidad


UHOLJLRVDFRQVLVWLyHQGLVROYHUHQDEVWUDFWRVGHUHFKRVLQGLYLGXDOHVORTXH
DQWHVKDEtDVLGRODEDVHGHORFRP~Q(VWRVLJQL¿FDEDGHVDORMDUDODUHOLJLyQ
GHO iPELWR S~EOLFR LQKDELOLWDUOD SDUD SURSRUFLRQDU UD]RQHV TXH RULHQWD
ran la acción social. Posteriormente, ante la ruptura de la unidad moral, el
(VWDGR ±\ PiV FODUDPHQWH HO (VWDGR OLEHUDO± KD UHDFFLRQDGR GHO PLVPR
modo, disolviendo la moral, que es esencialmente comunitaria, en abstrac
WRVGHUHFKRVLQGLYLGXDOHVDXQDSHFXOLDUFRQFHSFLyQGHOELHQ(VWRVLJQL¿
ca, igualmente, expulsar la moral del ámbito público, e incapacitarla para
regir la acción social. La moral común es sustituida por la autonomía moral
del individuo, pero el papel que cumplía la primera no puede ser realizado
por la segunda, del mismo modo que la función de una religión común no
puede ser llevado a cabo por la autonomía religiosa del individuo. En estas
condiciones, pretender que la acción social se desarrolle por razones mora
les es una contradicción.
Para que la acción social virtuosa sea acción solidaria, es decir, para
que consista en algo más que en compatibilizar la persecución de intereses
individuales autónomamente formulados, es necesario que el ethos social
sea algo más que un ethos OLEHUDO HVWR HV TXH OD H[FHOHQFLD FRUUHVSRQ
GLHQWHDODVSUiFWLFDVTXHORFRPSRQJDQVHDODVROLGDULGDG\QRVLPSOH
PHQWHODWROHUDQFLDRHOUHVSHWRDXQPDUFROHJDODEVWUDFWRODOHJDOLGDG

22. Ibidem, p. 10.

154
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

Ese ethosKDGHVHUUHSXEOLFDQRFRQVLVWHQWHHQODFRP~QSDUWLFLSDFLyQHQ
la realización de un bien común, de una común vida buena. En esto se
EDVDODVROLGDULGDG(VWHSODQWHDPLHQWRHVHOTXHSHUPLWHD¿UPDUFRQ6DQWR
7RPiVTXHHOKRPEUHKDGHSUDFWLFDUODVYLUWXGHVSROtWLFDVSDUDDOFDQ]DU
su plenitud23. En el planteamiento liberal, las posibles “virtudes” políticas
no son auténticas virtudes, pues no son verdaderamente integrantes de la
SOHQLWXGKXPDQDPLVPDVLQRVyORFRQGLFLRQHVLQVWUXPHQWDOHVSDUDKDFHU
FRPSDWLEOHVODSOHQLWXGSURSLD\ODDMHQDODVFXDOHVVHGH¿QHQ\UHDOL]DQHQ
el ámbito privado, ámbito de las concepciones del bien, de la identidad.
(QHOIRQGRORTXHKDFHIDOWDHVTXHODDXWRQRPtDHQFXDQWRFRQGLFLyQ
para la vida moral, no sea entendida como mera ausencia de coerción y
como desvinculación respecto de lo público; sino que sea entendida como
capacidad de participar en lo común, como capacidad de llevar a cabo ac
ciones y de actualizar potencialidades que son de una índole superior. Para
el liberalismo, el Estado es la única fuente de coacción, y el individuo es
de por sí libre y autónomo24. La autonomía equivale, por tanto, a la no in
tervención del Estado. Para el Estado Social, en cambio, la sociedad tam
bién es fuente de formas de coacción, para cuya eliminación es precisa la
LQWHUYHQFLyQGHO(VWDGRTXHKDFHDVtSRVLEOHODDXWRQRPtD3HURDOPDUJHQ
de estas diferencias, en ambos casos, la autonomía consiste en libre dispo
sición de lo privado.
3DUD HO OLEHUDOLVPR OD DXWRQRPtD VLJQL¿FD DXVHQFLD GH OH\ \ HVSRQ
taneidad de lo privado. Este concepto de autonomía no concuerda tampoco
con el de Rousseau y Kant, para quienes la autonomía consistía en actuar
FRQIRUPHDORXQLYHUVDOOD9ROXQWDG*HQHUDOROD/H\PRUDO/DDXWRQRPtD
VLJQL¿FDED PiV ELHQ OLEHUDFLyQ GH OR SDUWLFXODU \ DFFHVR D DTXHOOR TXH
lo trasciende; y en este punto, el planteamiento de Rousseau y de Kant se
acercaba al republicano. Sin embargo, esos dos universales eran puramente
abstractos, y el primero, casi místico. El republicanismo presenta un uni
YHUVDOFRQFUHWR\YHUGDGHUDPHQWHSUiFWLFRODpolis.
4XHQWLQ6NLQQHUKDKDEODGRGHXQDWHRUtDOLEHUDOR³JyWLFD´GHODOL
bertad y una teoría republicana de la libertad. Para la primera, la libertad es
contraria a la ley, que es vista como una injerencia de lo público en lo priva
do. Para la segunda, la ley establece las condiciones de una libertad asegu
rada y real, la ley promueve la libertad25. Estas dos teorías parecen respon

23. S. Th,,,TD
24. BEINER, op. cit., p. 26.
25. Q. SKINNER, “Deux conceptions de la citoyenneté”, Krisis  SS

155
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GHU±\HOFDOL¿FDWLYR³JyWLFD´DVtORVXJLHUH±DGRVH[SHULHQFLDVKLVWyULFDV
GHODOLEHUWDGODIHXGDO\ODPXQLFLSDO(OVHxRUIHXGDOHUDOLEUHHQVXIHXGR
como el que, exento de toda ley, administra lo privado. En cambio, los
ciudadanos debían su libertad a las leyes de la ciudad, que los liberaban del
sometimiento a la voluntad de un señor. La ley daba libertad, pero, a su vez,
la libertad consistía en tener leyes propias. Una ciudad libre era una ciudad
que podía darse leyes; y participar en esa tarea era consecuencia y, a la vez,
requisito de esa libertad. Según la concepción republicana –como también
D¿UPD6NLQQHU±ODOH\QRVREOLJDDFXPSOLUQXHVWURVGHEHUHVFtYLFRVGH
los que depende nuestra libertad26. La libertad no se entiende, en la teoría
republicana, como algo nativo y dado de suyo, sino como una conquista,
TXHQRVHJDUDQWL]DFRQXQDEDUUHUDGHGHUHFKRVIUHQWHDODLQMHUHQFLDGHOR
público, sino responsabilizándose de ello27/DOXFKDGHORVREUHURVSRODFRV
por su libertad, de la que cobró inspiración la idea de sociedad civil, fue
liderada por un sindicato llamado Solidaridad, y la idea de libertad que
operaba en aquel movimiento era más republicana que liberal.
'LYHUVDVFUtWLFDVDOOLEHUDOLVPRKDQVHxDODGRFRQDFLHUWRTXHpVWHUH
duce el debate político a un debate jurídico, convierte la vida política en un
FRQÀLFWRGHGHUHFKRV(OFRQFHSWROLEHUDOGHODDXWRQRPtDROLEHUWDGFRPR
una cualidad individual, innata y referida a lo privado, y que se expresa en
XQDFROHFFLyQGHGHUHFKRVOOHYDDUHGXFLUODFXHVWLyQSROtWLFDDXQDFXHV
WLyQGHJDUDQWtDGHGHUHFKRV/DVSROpPLFDVTXHVRQHQYHUGDGGLVFXVLR
QHVVREUHFyPRKDGHVHUODpolis, cuál es el bien común que le corresponde,
VHSUHVHQWDQHQFDPELRFRPRUHFODPDFLRQHVGHGHUHFKRVLQDOLHQDEOHV0H
SDUHFHTXHODSURJUHVLYDMXULGL¿FDFLyQGHODYLGDWDQWRSROtWLFDFRPRPRUDO
es un fenómeno patente en la sociedad actual.
(QFXDQWRDOJRHVUHFODPDGRFRPRXQGHUHFKRTXHGDH[LPLGRGHOD
QHFHVLGDGGHVHUMXVWL¿FDGRS~EOLFDPHQWHTXHGDVXVWUDtGRGHOGHEDWHS~
blico para ver cuál es el bien común y qué relación guarda con este bien
el objeto de aquella reclamación. El liberalismo elude preguntarse en qué
VHEDVDQORVGHUHFKRVSRUTXpUD]yQORVWHQHPRVSUHJXQWDVTXHLQHYLWD
EOHPHQWHQRVOOHYDQDKDEODUGHELHQHV28, en concreto, de bienes comunes.
3DUDHOOLEHUDOLVPRODSRVHVLyQGHGHUHFKRVHVDOJRIiFWLFRRVLWLHQHXQ
IXQGDPHQWRHVHIXQGDPHQWRHVDOJRIiFWLFR\SUHSROtWLFR'HHVWHPRGR

26. Ibidem, p. 106.


27. Ibidem, p. 104.
28. BEINER, op. cit., p. 82.

156
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

el liberalismo vacía de contenido la vida política, la esquiva en cuanto vida


verdaderamente política.
Para el republicanismo, en cambio, las reivindicaciones, los intereses,
VHFRQYLHUWHQHQGHUHFKRVHVGHFLUDGTXLHUHQUHFRQRFLPLHQWRS~EOLFRSRU
VXFRQH[LyQFRQHOELHQFRP~QVLVRQH[SUHVLyQ\FRQGLFLyQGHHVHELHQ
(VWRLPSOLFDTXHODUHFODPDFLyQGHGHUHFKRVODD¿UPDFLyQGHORTXHHQ
justicia corresponde a cada uno, exige previamente empeñarse en la tarea
discursiva –deliberación común– de encontrar el bien común, para lo cual
se requiere trascender el interés particular. Es en el diálogo público como
WUDVFHQGHPRVQXHVWURFRQWH[WRLQGLYLGXDO\QRVKDFHPRVFDSDFHVGHGHV
cubrir con los otros el bien común. La política tiene una dimensión retórica
y una dimensión ética, y ambas son indisociables29.
6HJ~Q 5D] HO YDORU GH ORV GHUHFKRV GHSHQGH GH XQD FRP~Q FXOWXUD
política y moral, a cuya promoción se ordenan; su importancia radica en su
VHUYLFLRDOELHQFRP~QDELHQHVVRFLDOHVQRVHEDVDQHQFXDOLGDGHVSUH
políticas del individuo303RGUtDPRVGHFLUTXHORVGHUHFKRVSURPRFLRQDQHO
ELHQFRP~QKDFLpQGRORYHUGDGHUDPHQWHFRP~Q8QGHUHFKRLPSOLFDREOL
gar a otro a algo, crear sobre el otro una exigencia; pero es obvio que no se
puede obligar a otro en razón de un mero interés o bien individual de uno,
al margen de bienes sociales, es decir, al margen de bienes que también son
bienes del otro.
&XDQGRORVGHUHFKRVVRQWUDWDGRVLQGHSHQGLHQWHPHQWHGHORVELHQHVHQ
TXHVHEDVDQFDHPRVHQXQSXURIRUPDOLVPR\WRGRVORVGHUHFKRVTXHGDQ
equiparados31(QHVWDPLVPDOtQHD0DF,QW\UHD¿UPDTXHFXDQGRORVSUR
blemas morales son aislados de su contexto práctico y vital, que es donde se
GHVFXEUHVXVHQWLGR\¿QDOLGDGVHFRQYLHUWHQHQLUUHVROXEOHVUDFLRQDOPHQ
te32. Descontextualizar los problemas morales es lo que lleva a formularlos
FRPRFRQÀLFWRVGHGHUHFKRVLQGLYLGXDOHVTXHDOTXHGDUGHVFRQHFWDGRVGH
los bienes que están en juego en esos contextos, no admiten ninguna prio
rización o jerarquización racional.
(QHOOLEHUDOLVPRODOLEHUWDGORVGHUHFKRVODSURSLHGDGQR VLJQL¿
can modos de ampliar la participación en la realización de lo común –el
destino, el bien, la provisión material de la polis±VLQRTXHVLJQL¿FDQOD
desconexión de lo propio respecto de lo común, su completa privatización.

29. S. RAJAN, The primacy of the political ,QGLDQ &RXQFLO RI 3KLORVRSKLFDO 5HVHDUFK DQG
2[IRUG8QLYHUVLW\3UHVV1HZ'HOKLS
30. Vid. S. MULHALL y A. SWIFT, Liberals and Communitarians%ODNZHOO2[IRUGS
31. BEINER, op. cit., p. 91.
32. A. MACINTYRE, “La privatisation du bien”, Krisis, 16 (1994), p. 39.

157
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

La atribución y ejercicio de lo propio quedan sustraídos a la mediación


del debate público sobre lo común, por lo que el poseedor y reclamador
GHGHUHFKRVTXHGDHQFXDQWRWDOH[RQHUDGRGHODSUiFWLFDGHODVYLUWXGHV
políticas, que capacitan para trascender el interés particular y conocer con
los demás el contenido del bien común. La condición de ciudadano deja de
ser una condición moral, y la virtud no tiene lugar en el espacio público.
7RGDV HVWDV FDUDFWHUtVWLFDV GHO OLEHUDOLVPR ±MXULGL¿FDFLyQ GHVSROLWL
zación y desmoralización de la vida pública y de la condición ciudadana– se
FRUUHVSRQGHQFRQRWURUDVJRSHFXOLDUGHOOLEHUDOLVPRVXDIHFWRDODFDWHJRUtD
de proceso33. El liberalismo tiende a concebir la vida social como un proceso
QDWXUDORF~PXORGHSURFHVRVQDWXUDOHV(QHOODQRKD\SXHVXQ¿QLQWHQFLR
nado, ni necesidad de él, puesto que lo que existe es una dinámica inmanente.
/DIDFWLFLGDG±GHVSROLWL]DFLyQ±GHODSRVHVLyQGHGHUHFKRVOOHYDDHQWHQGHUOD
vida social como el resultado del libre ejercicio de éstos, que, supuestamente,
da lugar a un proceso con una legalidad interna. Desaparece así –respecto de
la vida social– la idea de tarea común, de SUD[LV compartida, que posibilita y
exige, a la vez, la práctica de la virtud, la moralidad.
Bien claramente puede verse esto en posturas como, por ejemplo, la
GH+D\HN(VWHDXWRUD¿UPDWD[DWLYDPHQWHTXHODMXVWLFLDVRFLDOQRH[LVWH
en un sistema económico libre, pues la justicia sólo es aplicable a acciones
con resultados pretendidos, pero el mercado es sólo un proceso espontáneo,
cuyos resultados no son intencionados. Tanto el orden económico como el
orden social son fruto espontáneo de la interacción entre libertades. Para
+D\HNWRGRORTXHVLJQL¿TXHGLUHFFLyQGHVLJQLRFRQVFLHQWHE~VTXHGDGH
¿QHVHTXLYDOHDLPSRVLFLyQ\WRWDOLWDULVPR34+D\HNSDUHFHFRPSDUWLUODIH
liberal en que la espontaneidad natural da lugar, de por sí, a una situación
DUPyQLFD$OPDUJHQGHTXHHVWDIHHVWiOHMRVGHKDEHUVLGRGHPRVWUDGDHO
concepto de orden como regularidad espontánea implica la despolitización
GHODVRFLHGDG±HORUGHQVRFLDOQRHVDFFLyQVLQRSDVLyQQRKD\TXHSUH
ocuparse ni ocuparse de lo común–, y, consiguientemente, elimina las con
GLFLRQHV±\ODQHFHVLGDG±GHODDFFLyQPRUDOHQHOiPELWRVRFLDO+D\HNDG
mite que la única justicia que cabe es la justicia de la conducta individual35.
Pero el problema está en cómo medir la justicia de una conducta individual
TXHVHGHVDUUROODHQHOPDUFRGHXQDDFWLYLGDGTXHQRKHPRVRUGHQDGRD

33. A. CRUZ PRADOS, “Política y autonomía de lo social”, Anuario Filosófico, 27 (1994), pp. 767
y ss.
34. )$ +AYEK ³6RFLDO RU 'LVWULEXWLYH -XVWLFH´ HQ &K 1ISHIYAMA y K.R. LEUBE (eds.),
The essence of Hayek+RRYHU,QVWLWXWLRQ3UHVV6WDQIRUG8QLYHUVLW\SS
35. Ibidem.

158
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

QLQJ~Q¿QXREMHWLYR6LFRPRpolis, no ordenamos la economía política a


XQ¿QGHWHUPLQDGR±HOELHQFRP~QGHODpolis–, no podemos juzgar si esa
economía está cumpliendo su misión –si es justa–, y tampoco podemos juz
gar si las conductas económicas individuales son justas. ¿Cómo podemos
establecer las reglas de la conducta individual justa, si no sabemos cuál es
HO¿QGHODHFRQRPtD"¢&yPRSRGHPRVFRQRFHUHORUGHQGHODFRQGXFWD
individual, si desconocemos el orden de la actividad en general?
Concebir el orden social y económico como un proceso natural, como
XQUHVXOWDGRHVSRQWiQHRGHODLQWHUDFFLyQGHOLEHUWDGHV±GHGHUHFKRVSUH
YLRV± VLJQL¿FD KDFHU GH HVH RUGHQ DOJR TXH QR HVWi HQ QXHVWUDV PDQRV
algo a lo que cooperamos inconsciente y ciegamente. La acción social ni
puede ni necesita ser moral, porque el orden que la sociedad constituye no
HVGHFDUiFWHUSROtWLFRQRHVIUXWRGHODDFFLyQFRP~QQRHVHORUGHQTXH
se da una comunidad en su común búsqueda de un bien común. Como dice
Aristóteles, sólo se delibera sobre lo que depende de nosotros36; y es en la
deliberación pública –en la búsqueda deliberada del bien común– donde
trascendemos el punto de vista particular, donde la acción social se con
vierte en acción moral. En la medida en que la vida social sea participación
en la búsqueda deliberada –descubrimiento y realización– de un bien co
mún, la acción social podrá ser acción moral. La moralización de la acción
social exige la politización de la sociedad.
Es necesario recuperar la idea aristotélica –y también tomista– de la
política como la actividad que es superior entre las acciones prácticas, por
WHQHUFRPRREMHWRHOELHQKXPDQRVXSUHPRHOELHQFRP~QGHODpolis37. En
EXHQDSDUWHHOHUURUPRGHUQRKDVLGRFRQFHELUORVRFLDOFRPRVHSDUDGRGH
ORSROtWLFRHLQFOXVRRSXHVWRDHOOR(VWDFRQFHSFLyQKDVLGRSURSLFLDGD
SRUHO(VWDGRFRPRIRUPDGHORSROtWLFR\KDOOHYDGRDEXVFDUODFRPXQL
dad, la solidaridad, más allá de lo político. Marx pensaba, con razón, que
HO(VWDGRKDEtDLQGLYLGXDOL]DGRDOKRPEUH\TXHSRUWDQWRKDEtDTXHWUDV
cender el Estado para recuperar la sociedad. También la idea de sociedad
civil implica el intento de buscar la comunidad más allá de lo político, pero
HQHVWHFDVRVLQHOLPLQDUHO(VWDGRSXHVHVpVWHHOTXHKDFHSRVLEOHHOiP
bito social. En cierto sentido, el diagnóstico de Marx es más acertado que
el de la tradición de la sociedad civil; pero en ambos casos, el error consiste
en seguir pensado lo político en términos de Estado, en seguir siendo ilus
trado, en no ser consciente de que las características del Estado son carac

36. Ética a Nicómaco, 1112 a 30.


37. ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, 1094 a 27, 1099 b 31; Política, 1252 a 4. SANTO TOMÁS, In
Octo Libros Politicorum, Proemium, 6 y 7.

159
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

terísticas del Estado como forma moderna de lo político, no características


de lo político en general. Lo político no es de suyo ni individualizador, ni
UDFLRQDOLQVWUXPHQWDO 7UDVFHQGHU HO (VWDGR R comunalizar lo social, no
VLJQL¿FDHOLPLQDUORSROtWLFRRPDQWHQHUORDOPDUJHQVLQRGDUDORSROtWLFR
RWUDIRUPDODIRUPDGHpolisSROLWL]DUODVRFLHGDGRVRFLDOL]DUORSROtWLFR
(VWRLPSOLFDGHMDUGHSHQVDUTXH±FRPRD¿UPD:DO]HU±VRPRVSRUQD
turaleza seres sociales, antes que políticos o económicos38; y volver a tomar
FRQFLHQFLDGHTXHHOKRPEUHHVhomo politicusQRVyORVRFLDOVLQRRUJD
QL]DGRU \ FRQ¿JXUDGRU GH VX VRFLDELOLGDG39. Con frecuencia, las ciencias
VRFLDOHVPRGHUQDVKDQWHQGLGRDSHQVDUORSROtWLFRFRPRDOJRFDVLSDVLYR
producto de procesos sociales autónomos40, y como una esfera organizativa
más de la sociedad, tan sectorial, en el fondo, como las demás. Frente a
esta tendencia, es preciso recuperar el carácter activo y arquitectónico que
la política tenía en el pensamiento clásico y republicano; carácter que le
correspondía por ser una acción –no un proceso– ordenada a la consecu
ción de un bien arquitectónico, el bien común político, “mirando al cual
decimos de cada cosa que es buena o mala en sentido absoluto”41, y no sólo
buena “para alguien”42. La razón de todo esto estaba en que todas las comu
nidades eran concebidas como parte de la comunidad política43.
Esta teoría republicana del bien común es acusada por el liberalismo de
caer en el utilitarismo o consecuencialismo moral. Si el fundamento de la
MXVWLFLDGHORVGHUHFKRV±VHGLFH±HVVXXWLOLGDGSDUDHOELHQFRP~QFXDQGR
la injusticia fuera útil, tendríamos que ser injustos. Esto es lo que lleva al
OLEHUDOLVPR±5DZOVSRUHMHPSOR±RSRVWXODUODSULRULGDGGHOGHUHFKRIUHQWH
DOELHQSDUDHYLWDUDVtODVXSXHVWDLQVWUXPHQWDOL]DFLyQGHORVGHUHFKRV±GHO
KRPEUHHQGH¿QLWLYD±HQDUDVGHFXDOTXLHUFRQFHSFLyQGHOELHQFRP~Q
1RHVpVWHHOPRPHQWRGHVHxDODUORVPXFKRVSUREOHPDVFRQTXHVHHQ
IUHQWDHVWHDVSHFWRGHOOLEHUDOLVPR(QHOIRQGREDVWDQWHVGHHOORV\DKDQVLGR
tratados de algún modo a lo largo de estas páginas. Baste apuntar que también
HOOLEHUDOLVPRDFHSWDTXHODOLEHUWDG±TXHVHH[SUHVDHQORVGHUHFKRV±SXHGH
ser limitada cuando resulta dañina para la libertad de los demás. Es difícil
QHJDUTXHHVDOLPLWDFLyQVHMXVWL¿FDSRUTXHHV~WLOSDUDODOLEHUWDGGHORVRWURV
–que es otra libertad–, o para un sistema general de compatibilización de

38. :DO]HU³7KH&RQFHSWRI&LYLO6RFLHW\´HQ0LFKDHO:DO]HU HG op. cit., p. 16.


39. 3+5ANDLE, Teoría de la ciudad2LNRV%XHQRV$LUHVS
40. S. RAJAN, op. cit., p. 23.
41. Ética a Nicómaco, 1152 b 2.
42. Ibidem, 1152 b 28.
43. Ibidem, 1160 a 10; Política, 1252 a 3.

160
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

libertades –que también es algo distinto de la libertad limitada–. Si desde el


liberalismo se contraargumenta que, de todas formas, esa utilidad no es uti
lidad para un bien, sino utilidad para la libertad misma, y que ese sistema de
OLEHUWDGHVHVORTXHKDFHSRVLEOHUHDOPHQWHODOLEHUWDGGHFDGDXQRHQWRQFHV
se está diciendo prácticamente lo mismo que dice el republicanismo, y la di
IHUHQFLDHVWiVyORHQTXHDKRUDKHPRVKHFKRGHODOLEHUWDGOLPLWDGDHObien
de cada uno, y de ese sistema, el bienFRP~Q<HOHVWDEOHFLPLHQWRGHHVWD
determinación nos sitúa ante la necesidad de implicarnos en la deliberación
pública sobre el bien común, que es lo que el liberalismo elude, al establecer
doctrinalmente un bien común, sin llamarlo así.
Pero la razón fundamental por la que la concepción republicana no
LPSOLFDXQDLQVWUXPHQWDOL]DFLyQGHORVGHUHFKRV\GHOKRPEUHUDGLFDSUH
cisamente en el carácter de común del bien político. Si la injusticia es útil
para el bien común, entonces, o ese bien común no es tal, o no estamos
ante una verdadera injusticia. En la polis griega, no se instrumentalizaba
a ningún ciudadano, sino sólo al esclavo, es decir, a aquel que no estaba
integrado en la comunidad política, a aquel del que no era suyo el bien de
la polis, es decir, aquel respecto del cual el bien político no era bien común.
Ser instrumentalizado, quedar reducido a la condición de instrumento, sig
QL¿FDVHURUGHQDGRDXQELHQR¿QTXHHVDMHQR$TXHOTXHSDUWLFLSDGHHVH
ELHQDTXHOSDUDHOTXHHVHELHQR¿QHVcomún y, por lo tanto, suyo, no es
instrumentalizado por estar ordenado a él. El riesgo de instrumentaliza
FLyQQRVHHYLWDDEVWHQLpQGRVH±¿FWLFLDPHQWH±GHKDEODUGHOELHQFRP~Q\
SRVWXODQGRXQDSUHWHQGLGDSULRULGDGGHORVGHUHFKRVVREUHORVELHQHVVLQR
que se evita mediante la participación, real y universal, activa y pasiva, en
HVHELHQKDFLpQGRORYHUGDGHUDPHQWHFRP~Q(QGH¿QLWLYDHVHULHVJRVH
HOLPLQDSUHFLVDPHQWHHQODPHGLGDHQTXHORVGHUHFKRVVRQPRGRVGHSDU
WLFLSDUHQHOELHQFRP~QGHKDFHUORYHUGDGHUDPHQWHFRP~Q\QRPRGRV
GHLQGHSHQGL]DUVHGHpOGHKDFHUORDMHQR

5. SOCIALIZAR LA ACCIÓN POLÍTICA PARA MORALIZAR LA ACCIÓN SOCIAL

&RPR\DTXHGyGLFKRUHGXFLUHOSDSHOGHO(VWDGRDGPLWHGRVIyUPXODV
DOWHUQDWLYDVSULYDWL]DUFRPSHWHQFLDVTXHKDVWDDKRUD HUDQS~EOLFDV FRQ
¿DQGRVXUHDOL]DFLyQDODOLEHUWDGGHOPHUFDGRRDXPHQWDUODSDUWLFLSDFLyQ
la responsabilidad, de la sociedad en la gestión de lo público. Esto último
VLJQL¿FDGHVHVWDWDOL]DUORSROtWLFR\SROLWL]DUORVRFLDO3XHGHGHFLUVHTXH
esta fórmula apela a un progreso en la democratización, frente a la primera,

161
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

que apela a un progreso en la liberalización. En gran medida, la idea de


sociedad civil es expresión de la contradicción entre liberalismo (privaci
dad, autonomía, legalidad formal) y democracia (ciudadanía, participación,
política de realidades). La problematicidad de esta idea es consecuencia de
la presencia en su seno de elementos de inspiración liberal y de elementos
de inspiración democrática. Pero no cualquier tipo de democracia es capaz
GHKDFHUH¿FD]VXRSRVLFLyQDOOLEHUDOLVPR\VXSHUDUORVHIHFWRVSURSLRVGH
pVWH+DFHIDOWDXQDGHPRFUDFLDHQODTXHODSDUWLFLSDFLyQVHDDOJRPiVTXH
participación en un Estado liberal.
Me parece acertada la expresión utilizada por Nielsen para referir
VH D OD VRFLHGDG FLYLO ³XQD HVIHUD S~EOLFD QR JXEHUQDPHQWDO´ IRUPDGD
SRU LQVWLWXFLRQHV GH GLYHUVD tQGROH LJOHVLDV DVRFLDFLRQHV SURIHVLRQDOHV
sindicatos, medios de comunicación, escuelas...44. Pero la cuestión es en
qué sentido entendemos el carácter público de esa esfera; es decir, si esas
instituciones son formas de gestionar lo público desde la sociedad –encar
nando así un bien común participado–, o, por el contrario, si son formas
VXSUDLQGLYLGXDOHVGHRUJDQL]DULQWHUHVHVSULYDGRV(QHVWHFDVRHVDHVIHUD
no es verdaderamente pública, y sus instituciones carecen de relevancia
S~EOLFD/RS~EOLFRVLJXHLGHQWL¿FiQGRVHFRQORHVWDWDO±HO(VWDGRVLJXH
presente–, y la participación en lo público continúa siendo participación
en un Estado liberal, un Estado que provee de autonomía para organizar
lo privado. Quienes participan son sólo individuos aislados y autónomos
TXHPHGLDQWHHVDSDUWLFLSDFLyQEXVFDQODJDUDQWtDGHGHUHFKRVUHODWLYRVD
lo privado; y aquellas instituciones son sólo el resultado del libre ejercicio
GHHVRVGHUHFKRVQDGDTXHWHQJDTXHYHUFRQORS~EOLFR\TXHWHQJDRWUR
YDORUTXHHOGHORVGHUHFKRVGHOLQGLYLGXR
7RGDIRUPDGHGHPRFUDFLDSURGXFHIRUPDVGHH[FOXVLyQHQODSDUWLFL
SDFLyQ OR FXDO KDFH QHFHVDULR FRPELQDU GLYHUVDV IRUPDV GH GHPRFUDFLD45.
La democracia liberal, en la que la participación es sólo participación en el
Estado liberal, excluye las formas de participación que implican una verda
dera superación del Estado y del liberalismo, y una auténtica politización de
ODVRFLHGDG&RPELQDUGLYHUVDVIRUPDVGHGHPRFUDFLDVLJQL¿FDHQHOIRQGR
establecer un tipo de democracia que admita y combine diversas formas de
participación. Una democracia en la que, junto con la participación de indivi
GXRVHQODFRQ¿JXUDFLyQGHXQDpOLWHJREHUQDQWHVHFRQFLEDFRPRDXWpQWLFD
participación en lo público la función de instituciones sociales, económicas,

44. K. NIELSEN ³5HFRQFHSWXDOL]LQJ &LYLO 6RFLHW\ IRU 1RZ 6RPH 6RPHZKDW *UDPVFLDQ
7XUQLQJV´HQ0LFKDHO:DO]HU HG  op. cit., p. 44.
45. -/&OHEN y A. ARATO, op. cit., p. 592.

162
LA ARTICULACIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL...

SURIHVLRQDOHVHWF<SDUDTXHHVWDIRUPDGHSDUWLFLSDFLyQVHDUHDOHVQHFH
VDULRTXHWDPELpQKD\DGLYHUVDVIRUPDVGHUHSUHVHQWDFLyQSROtWLFDHVGHFLU
no sólo individual e ideológica, sino también institucional y corporativa. Ad
PLWLU GLYHUVDV IRUPDV GH UHSUHVHQWDFLyQ SROtWLFD VLJQL¿FD UHFRQRFHU FRPR
constitutivos del ciudadano en cuanto tal aquellos rasgos –además del ideo
OyJLFR±TXHDKRUDVLUYHQGHFULWHULRGHUHSUHVHQWDFLyQVLJQL¿FDUHFRQRFHU
TXHDTXHOODVLQVWLWXFLRQHVHQIXQFLyQGHODVFXDOHVHOFLXGDGDQRHVUHpresen-
tado ante lo público, son verdaderamente parte integrante de la comunidad
SROtWLFD\¿QDOPHQWHVLJQL¿FDUHFRQRFHUTXHODQDWXUDOH]DGHFDGDXQDGH
esas instituciones constituye una dimensión y un punto de vista relevantes
de los asuntos públicos, por lo que deben estar presentes en la deliberación
común sobre lo público. Esto no implica consagrar intereses grupales, ni vol
ver a caer en una política de racionalidad instrumental. Implica establecer
XQGLiORJRFRP~QHQHOTXHSRUKDFHUVHSUHVHQWHVORVSXQWRVGHYLVWDTXH
son relevantes respecto del asunto en cuestión, la deliberación es acertada
–se cumplen los requisitos de la racionalidad práctica–, y en el que –por ser
diálogo– se van trascendiendo esos mismos puntos de vista particulares, in
tentando alcanzar en común un punto de vista ciudadano. A una democracia
pluralKD\TXHVXPDUXQYHUGDGHURSDUODPHQWDULVPR
Este tipo de democracia, con diversas formas de participación y repre
sentación, es –a mi modo de ver– la fórmula para llevar a la práctica lo que
+DQQDK$UHQGWUHLYLQGLFDEDODUHFXSHUDFLyQGHODSROtWLFDFRPRDFFLyQ
y constituida, por tanto, por la combinación de los dos momentos propios
GHODDFFLyQFRP~QXQSULPHUPRPHQWRGHLQLFLDWLYD\GLUHFFLyQ archein
/ agere), y un segundo momento de realización y compleción (prattein /
gerere)46. El gobernante es iniciador y guía, y a él le corresponde el primer
momento; pero la acción política sólo es completada por la colaboración
GHPXFKRV(VWHFRQFHSWRFOiVLFRGHODSROtWLFD±VHJ~Q$UHQGW±IXHDEDQ
donado, y la política fue convertida en poiesis, en producción de una “en
tidad tangible” –la ley–, que el gobernante llevaba a cabo por completo.
La política fue sustraída del ámbito de la acción, e introducida en el de la
SURGXFFLyQSDUDGDUDVtDORUGHQGHORVDVXQWRVKXPDQRVODVHJXULGDG\
solidez de lo técnico, y liberarlo de la “fragilidad de la acción”47. Podríamos
decir que la acción comenzaba una vez que el marco que era producto de la
SROtWLFDHVWDEDDFDEDGRODSROtWLFDGHMDEDGHVHUDFFLyQ\ODDFFLyQGHMDED
de ser política. Se olvidaba, de este modo, que la polis no era Atenas sino
los atenienses.

46. +$RENDT, op. cit.SS


47. Ibidem, 241 y ss.

163
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

(OUHSXEOLFDQLVPRHVFRQVHFXHQFLDGHWRPDUVHHQVHULRWDQWRODFRQ
GLFLyQ VRFLDO GHO KRPEUH FRPR OD OLEHUWDG KXPDQD HQ FXDQWR FDSDFLGDG
GHDXWRGHWHUPLQDFLyQ3DUWLFLSDUHQODGLUHFFLyQ\FRQ¿JXUDFLyQGHODVR
FLHGDGHVSDUWHGHODXWRGHWHUPLQDUVHGHOKRPEUHHQODPHGLGDHQTXHOD
YLGD KXPDQD VH GHVDUUROOD GHQWUR GH OD VRFLHGDG < DGYLpUWDVH TXH ³VHU
SDUWH´ QR VLJQL¿FD VHU FRQGLFLyQ H[WHUQD SDUD TXH GHVSXpV SXHGD GDUVH
HVHDXWRGHWHUPLQDUVHGHIRUPDSULYDGD6LJQL¿FDTXHHQUD]yQGHOFDUiF
WHUVRFLDOGHODH[LVWHQFLDKXPDQDODDXWRGHWHUPLQDFLyQGHHVWDH[LVWHQFLD
incluye, empieza y pasa necesariamente por la autodeterminación de la so
ciedad, es decir, por la participación de sus miembros en la determinación
de la vida social. Renunciar a esa participación, o considerarla meramente
instrumental, equivale a renunciar a ser verdadero autor de la forma que
adopta la propia existencia, o a dejar de ser consciente de cómo y cuándo
comenzamos a ser autores de esa forma, lo cual también conduce a modos
GHHQDMHQDFLyQ(QWHQGHUODSROtWLFDFRPRWpFQLFDVLJQL¿FDSHUGHUGHYLVWD
que determinar la propia existencia supone determinar la existencia común;
TXHVDEHUTXpGHERKDFHUVXSRQHVDEHUTXpHVWDPRVKDFLHQGR\TXpGHEH
PRVKDFHUTXHFRQ¿JXUDUXQethos personal –en el sentido de particular, y
GHYHUGDGHUDPHQWHSURSLR±H[LJHFRQ¿JXUDUXQethos común –en el sentido
GHJHQHUDO\GHUHDOL]DGRSRUWRGRV±(QGH¿QLWLYDVLJQL¿FDROYLGDUTXHOD
política es el primer momento de la ética.
Sólo desde la recuperación de esta perspectiva es posible proporcionar
válidos fundamentos para la moralización de la acción social. Sólo si la
SROtWLFDHVDFFLyQ\DFFLyQFRQ¿JXUDQWHGHODSURSLDIRUPDGHYLYLU±TXH
KDGHVHUEXHQD±ODDFFLyQVRFLDOSXHGHVHUDFFLyQPRUDOTXHHQJHQGUD\
H[LJHYLUWXGHVS~EOLFDV<QRVHSLHQVHTXHKD\XQVDOWRHQHVWDDUJXPHQWD
ción, al pasar de la acción política a la acción social/RD¿UPDGRLPSOLFD
que la acción social no es una acción que se despliega como después de
KDEHUVLGRproducido el marco político, y con la autonomía respecto de ese
marco, que ese mismo marco le proporciona. Lo contrario supondría que la
política es técnica; y su objeto, un producto. La acción social es participa
FLyQHQODFRQ¿JXUDFLyQ\UHDOL]DFLyQGHOYLYLUFRP~Q6LODSROtWLFDQRHV
técnica, si es acción, la acción social es acción política –participación en la
acción política, o segundo momento de la acción política– y, en cuanto tal,
acción moral. Sólo en estas condiciones, la sociedad constituye un verda
dero espacio ético compartido.

164
DOCTRINA SO&,$/&$7Ï/,&$<62&,('$'&,9,/
UNA APORTACIÓN A LA ESTABILIZACIÓN DE LOS
PROCESOS DE TRANSFORMACIÓN POSTCOMUNISTAS

Manfred SPIEKER

1. LOS PROCESOS DE TRANSFORMACIÓN

Los procesos de transformación son difíciles. En el caso del paso de


ODV GLFWDGXUDV WRWDOLWDULDV FRPXQLVWDV D (VWDGRV GH GHUHFKR GHPRFUiWLFR
carecen además de precedente, lo cual es un reto tanto para la ciencia como
para la política.
/RVSUREOHPDVKDQDUULQFRQDGRWDQWRHOM~ELORGHORWRxRUHYROXFLRQDULR
GHOFRPRODDOHJUtDSRUODUHXQL¿FDFLyQDOHPDQDGH\ODREWHQ
FLyQGHODLQGHSHQGHQFLDGHORV(VWDGRV%iOWLFRVGH\KDQFRQGXFLGR
SRUGRTXLHUDOGHVHQFDQWR'HVSXpVGHODUHYROXFLyQODSDUDOL]DFLyQGHV
HPSOHRSUHFLRVHQDO]DLQÀDFLyQUHWURFHVRGHODSURGXFFLyQLQGXVWULDO1.
³$WUDYpVGHOGHVLHUWR´WLWXOy$OHVVDQGHU6PRODUVXVUHÀH[LRQHVVREUHORV
dilemas de la transición con los que todos los países revolucionarios se
vieron confrontados poco después de la liberación del dominio comunista2;
\ 5DOSK 'DKUHQGRUI VHxDOy HQ VXV FRQVLGHUDFLRQHV VREUH HO DxR UHYROX

1. $VtHO³)UDQNIXUWHU$OOJHPHLUH=HLWXQJ´GHOHQODLQWURGXFFLyQGHORVLQIRUPHV
GHOFRUUHVSRQVDOVREUHODVLWXDFLyQHQ(XURSDGHO(VWH\HQHO(VWHGH$OHPDQLD³'HU8PEUXFKLP
Osten”, p. 8.
2. A. SMOLAR, Durch die Wüste. Die Dilemmas des Übergangs, en K. MICHALSKI +UVJ
Osteuropa - Übergänge zur Demokratie?7UDQVLW+HIW+HUEVWSVV

165
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

cionario de 1989 en Europa del Este, simplemente que los pasos “no eran
ninguna pera en dulce”3.
¿Dónde se encuentran los problemas de los procesos de transformación
y qué puede aportar la Doctrina Social Católica a su solución?
/RVSXHEORVGH(XURSD&HQWUDOGHMDURQGHODGRHQ\HOGR
minio monopolítico de los comunistas. Se liberaron –de la forma más clara
HQ3RORQLD+XQJUtD/LWXDQLD/HWRQLD\(VWRQLDHQOD5HS~EOLFD&KHFD
Eslovaquia, Albania, Bulgaria y en la antigua “Alemania democrática”– de
ODGLFWDGXUDWRWDOLWDULDGHORVSDUWLGRVPDU[LVWDVOHQLQLVWDVHQHO(VWDGROD
economía y la sociedad. A esas tres esferas –Estado, Economía y Socie
dad– se extienden los procesos de transformación, que tanto en su “tempo”
como también en sus problemas, evolucionan de modos muy diversos.
El paso del dominio del partido único socialista a una democracia so
FLDO\GHGHUHFKRFRQXQVLVWHPDSOXULSDUWLGLVWD\XQVLVWHPDSDUODPHQWDULR
o presidencial, se logró en todas partes de manera relativamente rápida y
VLQGL¿FXOWDGHVDPHQD]DGRUDV(OSDVRGHODHFRQRPtDSODQL¿FDGDVRFLDOLV
ta a una economía social de mercado con propiedad privada y competencia
libre es ya más difícil. El descenso a una sima, en la que esperan desempleo
y un retroceso del producto social bruto, es inevitable, duradero, lleno de
SHOLJURV \ WRGDYtD QR DFDEDGR HQ QLQJ~Q VLWLR +D FRQGXFLGR WDPELpQ D
TXHGHVGHHQPXFKRVGHORVSDtVHVHQWUDQVIRUPDFLyQORVSDUWLGRV
VXFHVRUHVGHOFRPXQLVWDKD\DQYXHOWRDVHUHOHJLGRVSDUDODUHVSRQVDELOLGDG
gubernamental. Pero todavía más difícil que el proceso de transformación
económica es el establecimiento de una sociedad libre, en la que el ciuda
dano autónomo, dispuesto al riesgo y con gusto por la producción, ocupe el
lugar del viejo súbdito tutelado, dirigido e indoctrinado. La reconstrucción
de la sociedad civil, es decir, el desarrollo de mentalidades, actitudes, espe
ranzas y modos de comportamiento adecuados es el problema que da traba
jo de igual manera a la política, la economía, la ciencia social y económica
\ D OD pWLFD VRFLDO (VH SUREOHPD VH KDFH WRGDYtD PiV SHVDGR FXDQGR VH
reconoce que su solución no es sólo cuestión de educación moral y de ejer
FLFLRGHYLUWXGHVFtYLFDVVLQRTXHGHSHQGHHVWUHFKDPHQWHGHORVSUREOHPDV
GHORVRWURVGRVSURFHVRVGHWUDQVIRUPDFLyQHOORJURGHHVRVSURFHVRVGH
WUDQVIRUPDFLyQWLHQHXQQRWDEOHLQÀXMRHQODUHFRQVWUXFFLyQGHODVRFLHGDG
FLYLOFRPRDOUHYpVHVWD~OWLPDSXHGHIRPHQWDURGL¿FXOWDUHVRVSURFHVRV
de transformación.

3. R. DAHRENDORF ³3ROLWLN :LUWVFKDIW XQG )UHLKHLW´ LQ . 0ICHALSKI, Ed., Osteuropa-
Übergänge zur Demokratie?, op. cit., p. 37.

166
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

La tesis de la que parten estas consideraciones y que está también a la


base de la encíclica social “Centesimus annus”4, es que la Doctrina Social
Católica puede aportar una notable contribución a la reconstrucción de la
sociedad civil y, a través de ello, al logro de los procesos de transformación
en el Estado y la economía. Pero antes de explicitar más en detalle esta
tesis, es menester tomar en consideración dos aclaraciones. ¿A qué nos
UHIHULPRVFXDQGRKDEODPRVSRUXQODGRGHsociedad civil, y, por otro, de
Doctrina Social Católica?

2. LA SOCIEDAD CIVIL

/DVRFLHGDGFLYLOHVXQDVRFLHGDGGHFLXGDGDQRVFRQVFLHQWHV\DFWL
YRV TXH VH DXWRRUJDQL]DQ FRQ UHODFLyQ DO (VWDGR HQ XQD HVIHUD UHODWLYD
mente libre, en la economía, la política y la cultura; de ciudadanos que se
articulan en asociaciones, partidos y medios de comunicación libres, que
participan en la formación de la voluntad política y no sólo toleran el Es
tado subsidiario, sino que lo aprecian y apoyan como condición del bien
FRP~Q)XHUHGHVFXELHUWDDOFRPLHQ]RGHORVDxRVFXDQGRVHKDEtDQ
KXQGLGRORVVLVWHPDVGHSRGHUWRWDOLWDULRVGHOFRPXQLVPR\REWXYRQXHYD
actualidad la cuestión de las condiciones políticas básicas más adecuadas
para la “vida buena”5. Al comienzo estaba presente el convencimiento de
TXHORVSURFHVRVGHWUDQVIRUPDFLyQSRVWFRPXQLVWDVVyORWHQGUtDQSRVLEL
lidades de éxito si fueran capaces de cambiar, junto a los sistemas políticos
y a los ordenamientos económicos, también a las sociedades6. El paso a la
democracia y la economía de mercado solamente podía y puede resultar si
las sociedades socialistas con sus súbditos tutelados, indoctrinados, con
trolados en organizaciones de masas y espiados por servicios de seguridad
del Estado fueran substituídas por sociedades civiles en las que ciudadanos
libres, autónomos y productivos se autoorganizan y desarrollan actividades
económicas, sociales y políticas. Con respecto a esto, era de esperar que
el camino de ser súbditos dirigidos y sin emancipar a ser ciudadanos pro
ductivos y que aceptan riesgos sería más largo y difícil que el camino del

4. -UAN PABLO II, Centesimus Annus, 56.


5. 0LFKDOVNL 3UyORJR HQ Europa und die Civil Society &DVWHOJDQGROIR*HVSUlFKH 
Stuttgart 1991, p. 7 s.; B. GEREMEK³'LH&LYLO6RFLHW\JHJHQGHQ.RPPXQLVPXV3ROHQV%RWVFKDIW´
ibidem., p. 264 ss.
6. A. SMOLAR, op. cit., p. 65 ss.

167
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GRPLQLRGHOSDUWLGR~QLFRVRFLDOLVWDDODGHPRFUDFLDGHO(VWDGRGHGHUHFKR
\WDPELpQPiVODUJR\GLItFLOTXHHOGHODHFRQRPtDSODQL¿FDGDVRFLDOLVWDD
la economía de mercado. La clásica cuestión referida no sólo a las condi
ciones estructurales y culturales, sino también a las condiciones antropoló
gicas del bien común, fue propuesta de nuevo.
/RVFRQFHSWRV\¿ORVRItDVTXHVHKDQUHODFLRQDGRFRQHOtopos de la Ci-
vil SocietyVRQPX\YDULDGRV8QFRQFHSWRFOiVLFROLEHUDOVHOLPLWDDVXEUD
\DUHQHOFRQFHSWRGHVRFLHGDGFLYLOODHVWUHFKDUHODFLyQHQWUHLQVWLWXFLRQHV
democráticas y fuerzas mercantiles7. Entre todas las libertades reconquista
GDVSRUHOFLXGDGDQROD³IUHHFKRLFH´ODOLEHUWDGGHFRQVXPR\SURGXFFLyQ
es una de las primeras. Un concepto de democracia de base ve en las reglas
y fuerzas mercantiles, por el contrario, una tendencia a la democracia eli
taria de los partidos y, con ello, más bien un enemigo de la sociedad civil.
Para ellos la sociedad civil es un bastión para la defensa del capitalismo8.
Otra de las libertades reconquistadas que importa es la de la participación
política, en el sentido más amplio del self government. Un tercer concepto
GHOLEHUWDG¿QDOPHQWHQRDFHQW~DHQSULPHUOXJDUODVHVWUXFWXUDV\OLEHUWD
GHVHFRQyPLFDVRSROtWLFDVVLQRODVLJQL¿FDFLyQGHODPRUDOLQGLYLGXDOGH
las actitudes éticas, de las esperanzas y modos de actuación de los ciuda
danos. Para él resultan importantes todas las libertades concedidas por los
GHUHFKRVKXPDQRVMXQWRFRQODVHVWUXFWXUDVTXHORVDVHJXUDQ3DUDpOHV
tan central la solidaridad de la sociedad como la subsidiaridad del Estado.
La vitalidad de la sociedad civil no depende solamente, en esta perspectiva,
de las estructuras políticas adecuadas, sino también de una cultura polí
tica éticamente impregnada y de los correspondientes condicionamientos
antropológicos. Cuando se ponen en contacto los diferentes conceptos de
ODVRFLHGDGFLYLOFRQORVGLYHUVRVFOiVLFRVGHOD¿ORVRItDSROtWLFD9, se en
cuentra sin duda un punto de conexión para este concepto en Aristóteles.

7. R. DAHRENDORF ³3ROLWLN :LUWVFKDIW XQG )UHLKHLW´ HQ . 0ICHALSKI, Ed., Osteuropa-
Übergänge zur Demokratie?, op. cit., p. 37; T. GARTON ASH, Après le déluge nous, ibidem, p. 22.
8. $$UDWR³5HYROXWLRQ&LYLO6RFLHW\XQG'HPRNUDWLH´HQ.0ICHALSKI, ed., Osteuropa-
Übergänge zur Demokratie?, op. cit., p. 122; R. DEPPE, y otros,. “Einleitung”, en Demokratischer
Umbruch in Osteuropa, )UDQNIXUW  S  VV 8 3REUSS ³$XI GHU 6XFKH QDFK GHU
=LYLOJHVHOOVFKDIW'HU9HUIDVVXQJVHQWZXUI GHV 5XQGHQ7LVFKHV´HQ7%LANKE, DDR -Ein Staat
vergeht)UDQNIXUWS
9. /HV]HN.RODNRZVNLGLVWLQJXHGHXQDSULPHUDSRVLFLyQTXHFRQ5RXVVHDXHQIUHQWDODVRFLH
GDGDOD1DWXUDOH]DXQDVHJXQGDTXHFRQ+HJHOODVRFLHGDGFLYLODO(VWDGR\XQDWHUFHUDTXHYHHQ
el toposGHODVRFLHGDGFLYLOODFRPXQLGDGGHORVFLXGDGDQRVTXHVHVLHQWHQWDPELpQFRPRWDOHV(Q
K. MICHALSKI, Ed., Osteuropa-Übergänge zur Demokratie?, op. cit., p. 128. Ver también M. Walzer,
³7KH,GHDRI&LYLO6RFLHW\´HQDissent, 38 (1991) 293. Distingue las dos izquierdas, la capitalista
y la nacionalista, cuyos conceptos vienen de Rousseau y Marx; y STEVEN DE LUC³7KH$PELJXLWLHV
RI&LYLO6RFLHW\LQ0RGHUQ(XURSHDQ7KRXJKW´HQThe European Legacy. Toward New Paradigms,

168
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

Común a todas las concepciones es el convencimiento de la necesidad de


una sociedad con ciudadanos activos e independientes, y con asociaciones
autónomas, no dirigidas por el Estado.
/D FXHVWLyQ TXH VH SODQWHD HQ HO DQiOLVLV GH ORV SURFHVRV GH WUDQV
formación postcomunistas es la relativa a las condiciones para la vitalidad
GHODVRFLHGDGFLYLO6LpVWDKDGHFXPSOLUVXWDUHDGHHVWDELOL]DUORVSURFH
sos de transformación política y económica, necesita ella misma una esta
ELOL]DFLyQ¢4Xp¿ORVRItDSROtWLFDHVFDSD]GHUHDOL]DUpVWRGHOPHMRUPRGR"
0LUHVSXHVWDOD'RFWULQD6RFLDOGHOD,JOHVLD

3. LA DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA

/D'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFD±GHVGHKDFHXQVLJORSURFODPDGDDOPXQ
do entero, desarrollada y probada– pregunta por las condiciones de posibi
OLGDGGHXQRUGHQHVWDWDO\VRFLDOGLJQRGHOKRPEUH(VDTXHOODSDUWHGHOD
SUHGLFDFLyQGHOD,JOHVLDTXHVHRFXSDGHODFRQ¿JXUDFLyQGHODVRFLHGDG
No es ningún recetario para solucionar problemas políticos o para la reso
OXFLyQGHWRGRVORVFRQÀLFWRVVRFLDOHV(VWRODGLIHUHQFLDGHODWHRORJtDGHOD
OLEHUDFLyQTXHLQVWUXPHQWDOL]DOD6DJUDGD(VFULWXUDSDUD¿QHVSROtWLFRV10.
/D'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFDTXLHUHGDURULHQWDFLRQHVSDUDXQDVUHOD
FLRQHVKXPDQDPHQWHGLJQDVHQWUHHFRQRPtD\VRFLHGDG(VWDGR\&RPX
nidad Internacional, pero no pretende quitar a los ciudadanos y políticos la
responsabilidad. Para su aplicación queda a expensas de la iniciativa de los
laicos y de sus asociaciones sociales.

“El paso de la doctrina a la praxis presupone mediaciones culturales,


sociales, económicas y políticas, de las que son responsables especialmente,
aunque no exclusivamente, los laicos, a los que compete configurar las cues
tiones temporales por propia iniciativa y responsabilidad”11.

,    \ VV TXLHQ GLVWLQJXH GLIHUHQWHV PRGHORV GH 6RFLHGDG &LYLO RULHQWDGDV D +REEHV
/RFNH\+HJHOUHVSHFWLYDPHQWH
10. Ver M. SPIEKER³3ROLWLNXQGgNRQRPLHLQGHU7KHRORJLHGHU%HIUHLXQJ´HQ5+OFMANN,
Ed., Gottesreich und Revolution, Münster 1987, p. 93 ss.
11. Leitlinien der Kongregation für das katholische Bildungswesen für das Studium und den
Unterricht der Soziallehre der Kirche in der Priesterausbildung, Roma 1988, número 48.

169
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Formar a los laicos para esa tarea en el mundo, capacitarlos para este
testimonio de propia responsabilidad, es una de las tareas más importantes
GHOD,JOHVLDHQWRGRVORVDQWLJXRV(VWDGRVVRFLDOLVWDV(O3DSD-XDQ3DEOR
II lo subrayó particularmente en la primera visita Ad Limina de los obispos
lituanos a Roma, el 27 de febrero de 1993.

“Preocupaos especialmente –dijo– de que los laicos conozcan y amen


las doctrinas del Concilio Vaticano II. Una nueva generación de laicos, for
PDGRVHQODHVFXHODGHODVJUDQGHVFRQVWLWXFLRQHVGHO&RQFLOLRHVHKDGHVHU
uno de los objetivos de vuestra actividad pastoral... cada diócesis debería
tener una escuela de formación de laicos según las indicaciones del Concilio
Vaticano II, en la que se desarrollaran personalidades verdaderamente cris
tianas para la animación de las diferentes esferas de la vida social, de la fa
milia a la escuela, del mundo de la cultura a la economía y la comunicación
social”12.

La Doctrina Social de la Iglesia ofrece para esta tarea universal de


ORVODLFRVSDUDHOWHVWLPRQLRFRQFUHWRGHORVFULVWLDQRVHQVRFLHGDGRULHQ
taciones, criterios de juicio y normas13$ PL HQWHQGHU KD\ WUHV RULHQWD
ciones que son de especial utilidad cuando se trata de transitar con éxito el
FDPLQRGHOVRFLDOLVPRDO(VWDGRGHPRFUiWLFRGHGHUHFKR\GHUHFRQVWUXLU
ODVRFLHGDGFLYLOODDQWURSRORJtDSHUVRQDOORVSULQFLSLRVRUGHQDGRUHVGH
ODVROLGDULGDGGHODVXEVLGLDULHGDG\GHOELHQFRP~QDVtFRPRHOSODQWHD
miento básico dual que, en la solución de los problemas políticos, socia
les y económicos, atiende siempre a la síntesis de reformas estructurales y
cambio de actitudes.
Para poder responder a la cuestión de las condiciones de posibilidad de
XQRUGHQHVWDWDO\VRFLDODODDOWXUDGHODGLJQLGDGKXPDQDVRQLQHOXGLEOHV
UHÀH[LRQHVVREUHHOKRPEUH\VXGLJQLGDGORPLVPRTXHVREUHODVSUHPL
sas antropológicas de una ética social. Esto vale no sólo para la Doctrina
6RFLDO&DWyOLFDVLQRWDPELpQSDUDORVFOiVLFRVGHOD¿ORVRItDSROtWLFDGH
$ULVWyWHOHVD&DUORV0DU[/D'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFDYHHQHOKRPEUHDOD
SHUVRQDXQVHUSRUWDQWRTXHXQL¿FDLQGLYLGXDOLGDG\VRFLDOLGDGDXWRQR
mía y ligazón social, que es único e indisponible, libre y racional, que está
investido de responsabilidad ética, que es imagen y semejanza de Dios y,
con todo, ambivalente, tan capaz del bien como del mal, de construir como

12. -UAN PABLO,,$ORFXFLyQHQOD9LVLWD³$G/LPLQD´DORV2ELVSRV/LWXDQRVHO


HQOsservatore RomanoGHOS ODHGLFLyQDOHPDQDGHHVDVHPDQD 
13. -UAN PABLO II, Sollicitudo Rei Socialis, 3; PABLO VI, Octogesima Adveniens, 4; SAGRADA
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Libertatis Conscientia, 72.

170
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

GHGHVWUXLU/DGLJQLGDGGHODSHUVRQDKXPDQDFRQVXVGHUHFKRVLQDOLHQD
EOHVHVSRUHOORIXQGDPHQWR\¿QSULQFLSDOGHOD'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFD
/D'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFDIXQGDPHQWDVX¿ORVRItDVRFLDOVREUHHVWD
DQWURSRORJtDSHUVRQDO'H¿QHDODVRFLHGDGFRPRXQDXQLGDGGHUHODFLyQ
de personas, como un resultado no sólo de las carencias, sino también de
ODULTXH]DGHODVGLVSRVLFLRQHV\FDSDFLGDGHVGHORVKRPEUHV/DVRFLH
dad no es, en esta perspectiva, ni un conjunto aditivo de individuos, ni el
IXQGDPHQWRGHODH[LVWHQFLDGHORVKRPEUHVQLXQSXHVWRGHVRFRUURSDUD
ODPDUJLQDFLyQGHODQHFHVLGDGKXPDQDQLXQDDJHQFLDGHVHJXURVSDUDOD
limitación de consecuencias desfavorables de riesgos vitales. Es más bien,
en primer lugar, una alta escuela de cultura, que vive de las disposiciones
sociales y comunicativas y de las capacidades variadas de sus ciudadanos.
Necesita, para su ordenamiento y desarrollo, del Estado.
(O (VWDGR HV OD RUJDQL]DFLyQ GH SRGHU PiV DEDUFDQWH GH XQD GHWHU
PLQDGDVRFLHGDG7LHQHOD¿QDOLGDGFRQVWLWXWLYDGHOHJLWLPLGDGGHUHDOL]DU
el bien común. Es, para expresarlo con la carta a los Romanos del apostol
Pablo, servidor de Dios para el Bien e instrumento para la intimidación
GHO 0DO (O %LHQ &RP~Q PLVPR QR HV VLQ HPEDUJR GH¿QLGR FRPR XQD
VXPD¿MDGHELHQHVVHUYLFLRVHVWUXFWXUDVHLQVWLWXFLRQHVVLQRFRPRHOFRQ
junto de las condiciones políticas y sociales de posibilidad de desarrollo
individual. Está, por tanto, él mismo fundamentado antropológicamente.
3RUHOOROD'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFDUHFXHUGDFRQWLQXDPHQWHHQVXVGRFX
PHQWRVFHQWUDOHVTXHHOKRPEUHHVRULJHQSRUWDGRU\GHVWLQDWDULRGHWRGRV
los ordenamientos sociales y políticos. Esto tiene notables consecuencias
SDUDORV¿QHV\HORUGHQDPLHQWRGHXQ(VWDGR\GHXQDHFRQRPtDDVtFRPR
para los modos de proceder de la formación de la voluntad política y de la
administración. La política tiene que garantizar al mismo tiempo la libertad
y la justicia. La forma estatal que mejor corresponde a este objetivo polí
tico y a este planteamiento antropocéntrico es una democracia social y de
GHUHFKR
Para garantizar el Bien Común, el Estado está obligado a respetar los
GHUHFKRV KXPDQRV \ D HPSOHDU ORV SULQFLSLRV GH VROLGDULGDG \ GH VXEVL
GLDULHGDGHQODFRQ¿JXUDFLyQGHVXRUGHQDPLHQWRMXUtGLFR\HFRQyPLFR\
GHVXVLQVWLWXFLRQHVFXOWXUDOHV\GHEHQH¿FHQFLD(OSULQFLSLRGHVROLGDULGDG
REOLJDDORVKRPEUHVDODSR\RPXWXRDVtFRPRDODOHDOWDGFRQHO(VWDGR\
al Estado a la solidaridad con los ciudadanos y con otros Estados. El prin
cipio de subsidiariedad obliga al Estado al servicio de los ciudadanos y de
la sociedad. Pero también le pone límites a ese servicio. Se desprende de
los presupuestos antropológicos, que el logro de la vida individual depende

171
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

HQSULPHUDOtQHDGHODGLVSRQLELOLGDG\ODFDSDFLGDGGHOKRPEUHSDUDWRPDU
LQLFLDWLYDVUHDOL]DUHVIXHU]RV\SURGXFLUDFFLRQHVH¿FDFHV3RUHOORQRVHOH
puede quitar a la persona lo que puede realizar por propia iniciativa y con
VXVSURSLDVIXHU]DVSDUDSDViUVHORDO(VWDGR1LWDPSRFRWLHQHGHUHFKRHO
Estado de apropiarse de tareas que las familias o comunidades más peque
ñas y subordinadas pueden solventar por sí mismas14. Las intervenciones
estatales en la economía y la sociedad no sólo no deben limitar el espacio
GHODLQLFLDWLYDSULYDGDGHOFLXGDGDQRLQGLYLGXDOVLQRTXHKDQGHDPSOLDU
OR +DQ GH WHQHU SRU WDQWR DQWH ORV RMRV LJXDOPHQWH ORV REMHWLYRV GH OD
justicia social y de la libertad personal.
La orientación antropocéntrica de la Doctrina Social Católica empuja
a examinar cada ordenamiento estatal y social a tenor de las posibilida
des de participación que abre a sus ciudadanos. Pero las posibilidades de
participación dependen, por una parte, de la voluntad participativa y de
las virtudes democráticas correspondientes, y por otra, de la libertad de
asociación y de organización de las personas, así como del uso general
GHORVELHQHV\VHUYLFLRVHVGHFLUGHODMXVWLFLDVRFLDO3RUWDQWRXQRUGH
QDPLHQWRHVWDWDOKXPDQRYLYHGHXQDSOXUDOLGDGGHSDUWLGRV\DVRFLDFLRQHV
construidas para el bien común, de grupos y comunidades autónomas en la
VRFLHGDGHQODYLGDHFRQyPLFDGHOWUDEDMR\GHODFXOWXUDHQXQDSDODEUD
de la sociedad civil. Está referido a un ordenamiento social y económico
TXHHQHOUHVSHWRGHOGHUHFKRDODSURSLHGDGSULYDGD\DODOLEHUWDGGHOD
competencia mercantil, regula de tal manera la producción y distribución
del bienestar o de los bienes necesarios para la vida, que todos los seres
KXPDQRVSRVHDQSRVLELOLGDGHVGHYLYLU\GHVDUUROODUVH
No se trata, por tanto, de que un Estado se declare cristiano en su
&RQVWLWXFLyQ R TXH VH UH¿HUD HQ JHQHUDO D YDORUHV FULVWLDQRV TXH HQ WDO
generalidad se convierten sólo en fuente de discordias. Se trata más bien
GHTXHODLFRVIRUPDGRV¿UPHVHQODIH\FRPSHWHQWHVSURIHVLRQDOPHQWHHQ
diferentes esferas de la sociedad, la economía y la cultura, participen, en
su lugar de trabajo o en partidos y asociaciones, en la construcción de la
FRPXQLGDG\HQODOXFKDSRUHO%LHQ&RP~Q1RHVWDUHDGHORVVDFHUGRWHV
y obispos participar en disputas políticas. Es más bien la obligación de los
laicos, el comprometerse en política15.
El tercer pilar para la reconstrucción de la sociedad civil es el punto de
SDUWLGDGREOHTXHDFHQW~DODHVWUHFKDUHODFLyQHQWUHUHIRUPDVHVWUXFWXUDOHV

14. -UAN XXIII, Mater et Magistra, 55; Pacem in Terris, 104.


15. -UAN PABLO II, Christifideles Laici, 42 y 23.

172
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

y cambio de actitudes. Autonomía, capacidad de riesgo, gusto en el trabajo,


sentido para la res publica, en una palabra, virtudes cívicas, que incluyen a
las virtudes cardinales, no son menos necesarias para el logro de los proce
sos de transformación, que estructuras democráticas y de mercado estables
\H¿FLHQWHV'HVDUUROODU\HVWDELOL]DUHVDVDFWLWXGHVFRQGXFWDV\YLUWXGHV
es una tarea larga y pesada, que nunca se concluye y que se cumple tanto
mejor cuanto mayor es el consenso social sobre los valores fundamentales,
cuanto más estable sea la familia y cuanto más trabajen en común familia
y sociedad, Iglesia y Estado. El Estado fomentará este proceso tanto mejor
cuanto sus reformas estructurales sepan combinar más los objetivos de li
EHUWDGLQGLYLGXDO\MXVWLFLDVRFLDO\VXVLVWHPDGHHQVHxDQ]DVHKDJDFDUJR
también de tareas educativas. La Iglesia lo favorecerá tanto más cuanto
PiVDOFDQFHFRQVXPHQVDMHGHODGLJQLGDGGHOKRPEUH\MXQWRDHOORWDP
bién con su Doctrina Social, no sólo el oído y el corazón, sino también el
HQWHQGLPLHQWR\ODVPDQRVGHORVKRPEUHV(QDEVROXWRHVXQKHFKRTXH
H[SHULHQFLDVGHPXFKRVDxRVFRQGLFWDGXUDVWRWDOLWDULDVKD\DQIDFLOLWDGRR
GL¿FXOWDGRDODV,JOHVLDVODSHUFHSFLyQGHHVWHHQFDUJRGH³SURFODPDFLyQ´
6LODVRFLHGDGSRODFDSRUXQDSDUWHQRKDEtDVLGRQXQFDHQHVWHVLJORWDQ
HFOHVLDOFRPRDO¿QDOGHOGRPLQLRVRFLDOLVWDSRURWUDODVRFLHGDGQRKDEtD
estado nunca tan paganizada en la antigua República Democrática Alema
QDFRPRDO¿QDOGHODGLFWDGXUDGHO6('
¢4XpDSRUWDFLyQSXHGHKDFHUOD'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFDDVtGLEXMDGD
a la solución de los problemas de los procesos de transformación? Antes
GHFRQWHVWDUHVWDSUHJXQWDKD\TXHKDFHUVHDQWHVRWUD¢3XHGHOD'RFWULQD
6RFLDO&DWyOLFDKDFHUWDPELpQXQDDSRUWDFLyQDODQiOLVLVGHODVFDXVDVGH
esos procesos? Ciertamente, los cristianos se encuentran, en el análisis de
HVRVSURFHVRVDQWHODVPLVPDVGL¿FXOWDGHVTXHORVQRFULVWLDQRVHQORTXH
VHUH¿HUHDODGHWHFWDFLyQGHORVGDWRVODGHVFULSFLyQGHODVIXHU]DV\OD
seguridad de los pronósticos. Pero el punto de partida antropocéntrico de su
pWLFDOHVHPSXMDDFULWLFDUDOJXQRVLQWHQWRVGHH[SOLFDFLyQLQVX¿FLHQWHV
'RVHMHPSORVXQDKLSyWHVLVVRFLROyJLFDH[SOLFDHOKXQGLPLHQWRGHORV
VLVWHPDVVRFLDOLVWDVSRUVXUHWUDVRHQODPRGHUQL]DFLyQVXIDOWDGHFDSD
FLGDGGHDGDSWDFLyQ\GHGLVSRVLFLyQLQQRYDGRUD\VXVHVWUXFWXUDVDXWR
ritarias y centralistas en economía y política16. Otra sostiene, siguiendo
ODV KXHOODV GH &DUORV 0DU[ XQD FRQWUDGLFFLyQ HQWUH IXHU]DV SURGXFWLYDV

16. *- *ODHVVQHU ³'DV (QGH GHV µUHDOHQ¶ 6R]LDOLVPXV´ HQ Das Parlament 
7KHPHQDXVJDEH ''5  S , 9HU WDPELpQ : +ANNS W. MAULL$ YRQ +EYNITZ ³2VWHXURSD
'XUFKEUXFKLQGLH3RVWPRGHUQH"8PULVVHHLQHU6WUDWHJLHGHV:HVWHQV´HQEuropa-Archiv (1990),
p. 441.

173
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

y relaciones de producción. Para la última los procesos de transformación


transcurren “según el ABC del marxismo, aplicado, con todo, de modo
LQHVSHUDGRDOVRFLDOLVPRHOLPSXOVRLQLFLDOORGLRHOGHVDUUROORGHODVIXHU
zas productivas; las relaciones de producción se conviertieron en ataduras;
con su desmontaje, tenía que desmontarse toda la superestructura”17. Según
HVWDSHUVSHFWLYDPDU[LVWDQRKDIUDFDVDGRHOVRFLDOLVPRVLQR³ODYDULDQWH
HVWDOLQLVWDGHOPDU[LVPR´RVHD³HOVLVWHPD0LWWDJ6FKDOFN´18.
Frente al primer intento de explicación, pregunta la Doctrina Social
&DWyOLFDVLPiVTXHWRGDVODVIDOWDVGHSURGXFFLyQGp¿FLWVGHVXPLQLVWUR
retrasos en el desarrollo y destrozos del medio ambiente, no fue la larga y
SHVDGDRSUHVLyQGHORVGHUHFKRVHOHPHQWDOHVDODOLEHUWDGODTXHFRQGXMR
DOKXQGLPLHQWRGHOVRFLDOLVPR)UHQWHDOVHJXQGRREMHWDTXHHO$%&GHO
PDU[LVPR±HOPDWHULDOLVPRKLVWyULFR\GLDOpFWLFR±QRVyORVHKDPRVWUD
do inservible para el desarrollo de relaciones de producción dignas, sino,
PiVELHQKDVLGRXQFDPLQRKDFLDODVHUYLGXPEUH(OSODQWHDPLHQWRDQWUR
SRFpQWULFRGHOD'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFDGLULJHODPLUDGDDXQODGRKDFLD
las estructuras totalitarias de dominio del partido único socialista y a la
subsiguiente destrucción u obstrucción de la sociedad civil y, por otro, a las
oportunidades de libertad y desarrollo no sólo de una clase o nomenclatura,
VLQRGHWRGRVORVVHUHVKXPDQRVGHXQDVRFLHGDG\FRQHOORDODVFRQGLFLR
nes de reconstrucción de la sociedad civil.
3HURODGRFWULQDVRFLDOFDWyOLFDQRVyORHPSXMDDXQDFUtWLFDGHLQWHQ
WRVGHH[SOLFDFLyQLQVX¿FLHQWHVGHHVRVSURFHVRVGHWUDQVIRUPDFLyQVLQR
que sensibiliza también con respecto a aquellos impulsos y fuentes de este
FDPELRKLVWyULFRTXHGHSHQGHQGHHOODPLVPD$SHVDUGHWRGDODLPSRU
WDQFLD TXH FRUUHVSRQGH D *RUEDWVFKRZ SRU XQD SDUWH \ D OD 1$72 \ D
la KSZE por otra, como eslabones decisivos para el cambio en Europa
&HQWUDO\2ULHQWDOHOKXQGLPLHQWRGHOFRPXQLVPRFRPHQ]yHQHQ
Polonia, en aquella sociedad, por tanto, que a través de todos los años de
dominación comunista fue capaz, gracias a una iglesia católica fuerte, de
FRQVHUYDUQLFKRVGHDXWRQRPtDFOXEVGH³LQWHOOLJHQW]LD´FDWyOLFDFHQWURV
GHIRUPDFLyQHFOHVLiVWLFRVSHUHJULQDFLRQHVPDVLYDVRUJDQL]DFLRQHVLQGH
SHQGLHQWHVGHFLHQWt¿FRVSHULRGLVWDVDUWLVWDV\HVWXGLDQWHV\¿QDOPHQWHHO

17. W. FRITZ +AUG : ³'LH µ]ZHLWH VRZMHWLVFKH 5HYROXWLRQ¶ XQG GHU 0DU[LVPXV´ HQ
+*REBING u.a. (Ed.), Sozialismus in Europa - Bilanz und Perspektiven. Festschrift für Willy
Brandt, Essen 1989, p. 141 s.
18. - %HFKHU³'DV 5LQJHQXPGLH:LUWVFKDIWVUHIRUPLQGHU''5´HQDeutschland-Archiv
(1990), p. 689.

174
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

sindicato independiente “Solidaridad”19FX\RSURJUDPDGHTXHLQÀX


yó decisivamente en todos los demás movimientos de oposición al bloque
comunista y que se apoyaba fuertemente en la doctrina social católica,

“vivía de la creencia en la importancia fundamental de la reconstrucción


de la civil society, en la posibilidad de la revitalización del desierto que el
totalitarismo abrió entre el individuo y el Estado”20.

4. LA RECONSTRUCCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

Volvamos a la reconstrucción de la sociedad civil. La cuestión acer


ca de lo que la doctrina social católica puede aportar a la solución de ese
problema y con ello a la estabilización de los procesos de transformación
HVGHPD\RUSHVRTXHODUHODWLYDDVXSDUWLFLSDFLyQHQODSXHVWDHQPDUFKD
GHOFDPELRTXHSRUORGHPiVVyORHVVLJQL¿FDWLYDHQ3RORQLD(OSXQWRGH
SDUWLGDHVFODUR\QRFRQWURYHUWLGRHOFDPLQRTXHYDGHVHUV~EGLWRVGLUL
gidos, tutelados e indoctrinados a ser ciudadanos autónomos, dispuestos al
ULHVJR\SURGXFWLYRVHV±FRQWUDPXFKDVHVSHUDQ]DVGHODFLHQFLDSROtWLFD
de los años setenta– más largo y difícil que el del dominio del partido único
VRFLDOLVWDDODGHPRFUDFLDGHO(VWDGRGHGHUHFKR\WDPELpQPiVODUJR\
GLItFLOTXHHOGHODHFRQRPtDSODQL¿FDGDVRFLDOLVWDDODHFRQRPtDOLEUHGH
mercado.
El dominio totalitario de los partidos comunistas no toleró durante
GHFHQLRVQLDXWRQRPtDVRFLDOQLFLXGDGDQRVDXWyQRPRV(OODUJRDFRVWXP
bramiento al poder de mando de las autoridades que gobernaba todas las
circunstancias de la vida, si bien proveyó a la gente de ciertas seguridades
para la vida diaria, sin embargo al mismo tiempo, con pocas excepcio
nes, los mantuvo bajo tutela21. Iniciativas que no estaban autorizadas por
el partido dominante o sus organizaciones satélites, fueron reprimidas. Los
YLHMRVUHJtPHQHV FRPXQLVWDV GHMDURQ³HQKHUHQFLDQRVyORXQDHFRQRPtD

19. Ver M. SPIEKER ³3OXUDOLVPXV LQ 3ROHQ  XQG LQ GHU7VFKHFKRVORZDNHL  =XU
3UREOHPDWLN DXWRQRPHU *UXSSHQ LQ VR]LDOLVWLVFKHQ +HUUVFKDIWVV\VWHPHQ´ HQ Osteuropa (1983),
p. 902 y ss.
20. A. SMOLAR, op. cit.S\(O3URJUDPDGHO6LQGLFDWR6ROLGDULGDGHVWiSXEOLFDGRHQ
Osteuropa-Archiv  S$\VV([WUDFWRVHQEuropa-Archiv (1981), p. 460 y ss.
21. B.C. WITTE ³1DFK GHU :HQGH 3ROLWLVFKH .XOWXU LQ 'HXWVFKODQG´ HQ Liberal, (1990),
p. 83; B. GEREMECK, op. cit., p. 265.

175
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

destruida y una naturaleza devastada, sino también un alma dañada”22. Se


KDEODGHODGHYDVWDFLyQHVSLULWXDOTXHHVWDQJUDYHFRPRODHFRQyPLFD\
social23 GH OD ³GHIRUPDFLyQ GHO KDPEUH´ TXH OD FDtGD GHO VRFLDOLVPR KD
legado y que es más grave que un mero vacío espiritual y de visión del
mundo243RUHOOR±DVtORSURQRVWLFDED/RWKDUGH0DL]LqUH±HOFLXGDGDQRGH
OD$OHPDQLDFRPXQLVWDH[LVWLUiD~QPXFKRWLHPSRDXQFXDQGROD$OHPDQLD
Democrática no existe ya como Estado.
Pero la estabilización de los procesos de transformación presupone
XQDVXSHUDFLyQGHDTXHOODVGHIRUPDFLRQHV+DFHIDOWD±VHJ~QGHFtDHO3DSD
-XDQ3DEOR,,HQXQGLVFXUVRDHPSUHVDULRVVLFLOLDQRV±XQD³FXOWXUDGHOD
iniciativa”, del redescubrimiento del “sentido de la creatividad en todos
los terrenos”, y un “nuevo papel dominante de la sociedad”. En ese dis
FXUVRKDEODHO3DSDSRUORGHPiV±FLWDQGRXQGRFXPHQWRGHODFRQIHUHQFLD
episcopal italiana– también expresamente de la necesidad de una sociedad
civil. “Una organización de la sociedad civil fuerte e independiente es un
factor decisivo e imprescindible para el desarrollo del Sur”25. Lo que sirve
SDUDODOXFKDFRQWUDODPD¿DDORTXHHVHGLVFXUVRLEDGHGLFDGRYDOHWDP
bién para el desarrollo de Europa Central y Oriental.
¢4XpDSRUWDFLyQSXHGHUHDOL]DUOD'RFWULQD6RFLDO&DWyOLFDDHVHGHVD
rrollo? ¿Cómo pueden utilizarse los tres pilares dibujados antes –la antro
pología personal, los principios gubernativos de solidaridad, subsidiariedad
y bien común, así como el planteamiento dual– para la reconstrucción de
la sociedad civil?26.
La antropología personal de la Doctrina Social Católica garantiza la
VRFLHGDGFLYLOHQODPHGLGDHQTXHHVDDQWURSRORJtDUHFXHUGD\GH¿HQGHOD
GLJQLGDGGHOKRPEUHFXDQGRHVQHFHVDULR(VDVtHOIXQGDPHQWRGHXQD

22. Kardinal F. TOMASCK³1DFKHLQHU.1$0HOGXQJ´HQKirchenbote des Bistums Osnabrück,


YRPS
23. (: %ÖCKENFÖRDE HQ XQD GLVFXVLyQ VREUH ³ :LHGHU $XIEDX GHU &LYLO 6RFLHW\´ HQ
K. MICHALSKI, Ed., Osteuropa-Übergänge zur Demokratie?, op. cit., p. 130. Ver también P. ROTH,
³0RUDOLVFKH9HUZVWXQJ´HQPolitische Meinung 258, Mai 1991, p. 43 y ss.
24. G. LANGE, Der Schwierige Weg vom DDR-Sozialismus in die Demokratie 5HLKH .LUFKH
XQG*HVHOOVFKDIW1U.|OQS\./EHMANN³'LQJHGLHZHKWXQZHUGHQ´HQ
Rheinischer MerkurGHOS9HUWDPELpQ3(HLEN³:DVLVWYRQGHU0DU[VFKHQ/HKUH
geblieben?”, en Stimmen der Zeit (1990), p. 218.
25. -UAN PABLO ,, $ORFXFLyQ D ORV HPSUHVDULRV GH 6LFLOLD HQ $JULJHQWR HO  HQ
Osservatore RomanoS HGLFLyQDOHPDQDGHHVDVHPDQD 
26. Ver también M. SPIEKER ³.LUFKH XQG *HVHOOVFKDIW LP SRVWNRPPXQLVWLVFKHQ 7UDQVIRU
PDWLRQVSUR]HE:DVNDQQGLHNDWKROLVFKH6R]LDOOHKUHOHLVWHQ"´HQ6PIEKER, ed., Nach der Wende:
Kirche und Gesellschaft in Polen und in Ostdeutschland. Zu sozialethischen Problemen der
Transformationsprozesse, Paderborn 1995, p. 11 y ss.

176
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

sociedad libre. La fe cristiana es eo ipso antitotalitaria. Su creencia en la


GRFWULQDVDOYDGRUDGHO+LMRGH'LRVKHFKRKRPEUHFUXFL¿FDGR\UHVXFLWDGR
FRQFHGH DO KRPEUH XQD GLJQLGDG TXH QR GHELOLWD VLQR TXH IRUWDOHFH VX
existencia civil, su conciencia de libertad, su disposición para el trabajo, su
sentido de la res publica, y también su sensibilidad para con el sufrimiento,
su compasión por los pobres.
Bajo el dominio comunista, la Iglesia era en Polonia –según Tadeusz
0H]RZLHFNL±³OD~QLFDGHIHQVRUDGHODOLEHUWDG\GHODGLJQLGDGGHOKRP
bre”27. Incluso quien no comparte la experiencia cristiana, “no puede negar
TXHMXVWDPHQWHODH[SHULHQFLDUHOLJLRVDKDHOHYDGRODGLJQLGDGKXPDQDHQ
ODFRQFLHQFLDJHQHUDOGHODKXPDQLGDGFRQFLHQFLDTXHHVFRPRHOHVTXHOH
WRTXHVRVWLHQHORVGHUHFKRVKXPDQRV´28. Desde una perspectiva agnóstica
FRQ¿UPDHVWR$GDP0LFKQLNHQUHODFLyQFRQODVXSHUYLYHQFLDGHORVSROD
cos durante el socialismo fue la iglesia la que “ofreció a todos los polacos,
creyentes o no, un cierto espacio libre, un discurso sin mentiras.
(QHOODVHSRGtDRtUTXHDORVKRPEUHVOHVFRUUHVSRQGHHQFXDQWRKLMRV
de Dios, libertad y dignidad, una dignidad tan grande que sólo se arrodillan
ante Dios”29'LRVPLVPRVHKDKHFKR³EDVWLyQGHODGLJQLGDGSHUVRQDOGHO
KRPEUH´30.
¢4XpUHVXOWDGHHVDDQWURSRORJtDSHUVRQDOSDUDORVSURFHVRVGHWUDQV
IRUPDFLyQWUDVHOKXQGLPLHQWRGHOFRPXQLVPR"&LHUWDPHQWHQRVHSXHGHQ
sacar, de manera inmediata, consecuencias para la construcción de nuevas
HVWUXFWXUDVHQHFRQRPtDVRFLHGDG\(VWDGRQLSDUDORVSUREOHPDVGHSUL
YDWL]DFLyQ\GHVHVWDWDOL]DFLyQ3DUDHVWRKDFHIDOWDMXQWRDODRULHQWDFLyQ
moral, competencia técnica y concepciones políticas, competencia abierta
y discusión. Pero de la antropología personalista de la Doctrina Docial Ca
tólica sí se puede sacar para todas esas estructuras unaOtQHDGLUHFWLYDORV
QXHYRVyUGHQHVHQHO(VWDGRODVRFLHGDG\ODHFRQRPtDKDQGHUHVSHWDU
ORVGHUHFKRVKXPDQRVFRPRGHUHFKRLQPHGLDWDPHQWHHIHFWLYR(VRVyUGH
QHVKDQGHFUHDU±DWUDYpVGHODFRQFHVLyQGHODSDUWLFLSDFLyQSROtWLFD\OD
GLYLVLyQGHSRGHUHVGHORVFRQWUROHV\ODUHJXODFLyQGHORVFRQÀLFWRVGH
la autonomía social y de la libre competencia económica– estructuras que,

27. 70D]RZLHFNLPartei nehmen für die Hoffnung. Über Moral in der Politik, Freiburg 1990,
p. 144; B. GEREMEK, op. cit., p. 271.
28. IbidemS9HUWDPELpQ-UAN PABLO II, Centesimus Annus, 22.
29. A. MICHNICK ³=ZHL *HVLFKWHU 3ROHQV ]ZHL *HVLFKWHU (XURSDV´ HQ . 0ICHALSKI, Ed.,
Osteuropa-Übergänge zur Demokratie?, op. cit., p. 186. Ver también su libro, Die Kirche und die
polnische Linke - Von der Konfrontation zum Dialog0QFKHQ\Der lange Abschied vom
Kommunismus5HLQEHN
30. T. MAZOWIECKI, op. cit., p. 160.

177
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GHXQDSDUWHSURWHMDQODOLEHUWDG\GLJQLGDGGHOKRPEUH\GHRWUDLQFHQ
tiven su disposición y su capacidad de tomar iniciativas, aceptar esfuerzos
\UHDOL]DUWUDEDMRV3HURWDPELpQKDQGHGDUFXHQWDGHODDPELYDOHQFLDGH
ODQDWXUDOH]DKXPDQDGHVXFDSDFLGDGGHDFWXDUGHPRGRFRQVWUXFWLYR\
destructivo. Para la asimilación del pasado, eso quiere decir que la conce
VLyQGHYLHMDVFOLHQWHODV±FRQRVLQGLVFLSOLQDGHSDUWLGR±HVWiWDQSURKLELGD
como el espíritu de venganza o de odio31.
La aportación central de la Doctrina Social Católica a la reconstrucción
de la sociedad civil proviene de los principios de solidaridad, subsidiaridad
y bien común, que no sólo forman una unidad entre sí, sino que suponen a
su vez la antropología personalista.
Sobre todo al principio de subsidiariedad le corresponde aquí una im
portancia central. Cuando no se le puede quitar a la persona –para otorgár
selo al Estado– lo que ella por propia iniciativa y con sus propias fuerzas
SXHGH UHDOL]DU FXDQGR HO (VWDGR WDPSRFR WLHQH GHUHFKR D DSURSLDUVH GH
tales tareas, que aunque son excesivas para los individuos pueden, sin em
bargo, ser realizadas por la familia, los municipios, las corporaciones, las
LQVWLWXFLRQHVFRRSHUDWLYDVRGHGHUHFKRS~EOLFR\FXDQGRpOHQFDVRGH
que esas comunidades más pequeñas y subordinadas no alcancen tampo
FRDKDFHUORVHKD\DGHRFXSDUHQSULPHUOXJDUGHIRUWDOHFHUODVSDUDTXH
puedan todavía eventualmente realizarlas; entonces ello fomenta y protege
la libertad y la dignidad de los ciudadanos. La orientación al principio de
VXEVLGLDULHGDGWLHQHXQHIHFWRGREOHIDYRUHFHODLQLFLDWLYDLQGLYLGXDOGHODV
personas y protege a la política de que esté sobrexigida.
Pero el principio de subsidiariedad exige del Estado no sólo respeto,
sino también actividad. Tiene que ayudar a los ciudadanos para que ellos
puedan ayudarse y desarrollarse ellos mismos. Tiene que cuidar de que no
sólo los que son capaces de rendir económicamente saquen partido de la
OLEHUWDG7LHQHWDPELpQTXHEXVFDUODMXVWLFLDVRFLDO$TXtFRQHFWDHOSULQ
cipio de subsidiariedad con el de solidaridad. Por ello, en la constitución
de la sociedad civil compete al mismo Estado una tarea central. El abre
caminos no sólo a través de su sistema de educación, sino también por
PHGLRGHVXVLVWHPDGHDWHQFLyQVRFLDOVXGHUHFKRWULEXWDULRVXSROtWLFD
económica y su política de infraestructuras, caminos a través de los cuales
la sociedad civil puede ser fomentada o frenada. Pero en todas sus medidas
HLQWHUYHQFLRQHV±UHSLWiPRVORXQDYH]PiV±HO(VWDGRKDGHWHQHUDODYLVWD

31. Ibidem, op. cit., p. 160.

178
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

no sólo el no limitar el espacio de iniciativa privada de los ciudadanos, sino


el ampliarlo.
El principio de subsidiariedad es también relevante para el necesa
rio cambio intraeclesial en todos los antiguos Estados socialistas. Puede
SURSLFLDUODWUDQVIRUPDFLyQGHXQDLJOHVLDFOHULFDODXQD,JOHVLDFRPXQLyQ
compuesta de clero y laicos, y agudizar la conciencia de la misión propia
universal de los laicos32&LHUWDPHQWHHVDPLVLyQXQLYHUVDO±FRPRODGLV
tinción entre lo espiritual y lo temporal– está primariamente fundamentada
de modo teológico, pero el principio de subsidiariedad puede ayudar al
FOHUR D FRQFHQWUDUVH HQ VX WDUHD GH SUHGLFDFLyQ \ D ORV ODLFRV D KDFHUVH
FDUJRGHVXUHVSRQVDELOLGDGHQODWDUHDGHFRQ¿JXUDUHOPXQGR\RUGHQDU
la sociedad.
(OSULQFLSLRGHVROLGDULGDGH[LJHDWRGRVORV(VWDGRVGH(XURSD&HQ
tral y oriental dedicar especial atención a los sistemas sociales estatales,
para superar los problemas sociales de los procesos de transformación, so
bre todo para limitar el inevitable desempleo y suavizar sus consecuencias
frecuentemente graves para los individuos y las familias. El principio de
solidaridad exige a los Estados de Europa occidental, que después de la se
JXQGDJXHUUDPXQGLDOKDQHVWDGRHQHOODGRIDYRUDEOHGHOGHVDUUROORSROtWL
FRTXHDSR\HQORVSURFHVRVGHWUDQVIRUPDFLyQDWUDYpVGHD\XGD¿QDQFLHUD
económica, técnica y personal, y que fomenten la integración paneuropea.
2SXVVROLGDULHWDWLVSD[HVWDSDODEUDGH-XDQ3DEOR,,HQSollicitudo Rei
Socialis33, escrita en referencia al tercer mundo, vale también para el anti
guo segundo mundo. Así, el principio de solidaridad exige, por ejemplo, en
Alemania a los funcionarios, jueces y profesores universitarios de los vie
MRV(VWDGRVIHGHUDOHVKDFHUOOHJDUODQHFHVDULDD\XGDDODDGPLQLVWUDFLyQ
la justicia y las instituciones de enseñanza superior de los nuevos Estados
federales.
De otra parte, el principio del Bien Común puede ayudar a que no se
piense sólo en categorías de distribución, a pesar de los grandes problemas
sociales. Cuando las categorías distributivas dominan sobre las categorías
SURGXFWLYDVQRSXHGHGHVDUUROODUVHQLXQDHFRQRPtDGHPHUFDGRHFRQy
PLFDPHQWHH¿FLHQWH\VRFLDOQLXQDVRFLHGDGFLYLO34. El principio del bien
común anima a plantearse el conjunto de las condiciones para el impul

32. M. SPIEKER ³'HU :HOWDXIWUDJ GHV /DLHQ 1HXQ 7KHVHQ´ HQ ,nternationale Katholische
Zeitschrift Communio-J  S\VV HVSDxROHQTierra Nueva, 79).
33. -UAN PABLO II, Sollicitudo Rei Socialis, 39.
34. A. SCHÜLLER³3UREOHPHGHVhEHUJDQJVYRQGHU6WDDWVZLUWVFKDIW]XU0DUNWZLUWVFKDIW´HQ
A. SCHÜLLER, Zur Transformation von Wirtschaftssystemen, Marburg 1990, p. 8.

179
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

so económico, la integración social y una democracia estable. Anima, por


ejemplo, a los sindicatos de los nuevos Estados federales a tener presente
no sólo la igualación del nivel de ingresos y de consumo a los estandares
KDELWXDOHVHQ$OHPDQLDRFFLGHQWDOVLQRWDPELpQHOQLYHOGHSURGXFWLYLGDG\
la formación de capital. También en los antiguos Estados federales vendría
bien a los sindicatos no descuidar las oportunidades de participación de los
trabajadores en el capital productivo. El principio del bien común anima
tanto a los empresarios como a los obreros a tomar en cuenta de modo
muy especial en sus decisiones de inversión los problemas del mercado
de trabajo y en las negociaciones salariales los problemas de formación
GHFDSLWDO3HURWDPELpQDGYLHUWHDO(VWDGRTXHKDGHSRQHUHQPDUFKDXQD
DGPLQLVWUDFLyQH¿FLHQWHXQJRELHUQRHVWDEOHXQDMXVWLFLDTXHIXQFLRQH\
ODVFRQGLFLRQHVPDUFROHJDOHVIDYRUDEOHVDODLQYHUVLyQGHWDOPDQHUDTXH
se consigan la privatización de la propiedad, la remoción de viejas cargas,
la instalación de una infraestructura y el impulso de la economía.
La Doctrina Social Católica –con la síntesis de sus tres principios fun
damentales– puede ser útil para la reconstrucción de la sociedad civil. Pue
de ayudar a encontrar el equilibrio necesario para el éxito de los procesos
de transformación, entre garantías de libertad y deberes de solidaridad. En
este punto encontrará la puesta en práctica del principio de subsidiariedad
la mayor cantidad de trabas. A él se le enfrenta no sólo el ya mencionado
largo acostumbramiento al poder gubernativo de unos poderes que dirigían
todas las esferas de la vida y al partido que estaba tras de ellos, sino tam
ELpQFRPRGLGDGKXPDQD\RFDVLRQDOPHQWHWDPELpQXQFRPSOHMRGHFXOSD
se inclina a cargar a las naciones y grupos colocados en el lado favorable
del desarrollo político y económico con la responsabilidad del lado desfa
vorecido. Ese complejo reacciona sorprendido a la sentencia correspon
diente al principio de subsidiariedad de la doctrina social católica, de que
la responsabilidad principal del desarrollo de un país corresponde a ese
mismo país. Esa sentencia35 subrayada en diversas encíclicas en referencia
a los países en vías de desarrollo vale también para los Estados de Europa
Central y Oriental36. Vale también para los nuevos Estados federales en
Alemania, y no descarga a los países de la Europa occidental de sus deberes
de solidaridad, pero deja claro que la solidaridad presupone autonomía e
iniciativa propia de aquellos a los que la solidaridad se dirige.

35. -UAN XXIII, Pacem in Terris, 123; PABLO VI, Populorum Progressio-UAN PABLO II,
Sollicitudo Rei Socialis, 44.
36. -UAN PABLO II, Centesimus Annus, 28.

180
DOCTRINA SOCIAL CATÓLICA Y SOCIEDAD CIVIL

¿Cómo puede utilizarse el último de los tres pilares, el planteamiento


dual, que considera el cambio de actitud tan importante como las reformas
estructurales, para la reconstrucción de la sociedad civil? En la medida
en que, en primer lugar, se toma en cuenta la importancia de la educa
FLyQpWLFDSDUDXQRUGHQVRFLDOKXPDQDPHQWHGLJQR$TXtVRQUHTXHULGDV
las instituciones educativas, escolares y extraescolares, los medios de opi
nión pública y el trabajo formativo de la Iglesia, sobre todo la predicación
GHOHYDQJHOLRPLVPR6yORODIHGHVFXEUHDOKRPEUH³VXYHUGDGHUDLGHQWL
dad”37. Nuevas escuelas, nuevos curricula, nuevos libros de enseñanza y
una nueva formación del profesorado, y también nuevos medios de opinión
pública y la enseñanza de la religión en la escuela son, por ello, un mandato
GHODKRUDDFWXDO'HVDUUROODUORVHVPiVFRVWRVR\SUHVXPLEOHPHQWHPiVGL
fícil que privatizar una empresa. Las viejas poluciones en el sistema educa
tivo son más venenosas y, por ello, más pesadas que las de los suelos y las
aguas. Introducir la enseñanza de la religión como materia obligatoria en la
HVFXHODDXQTXHODVGL¿FXOWDGHVSUiFWLFDVSDUDVXUHDOL]DFLyQDSDUHFHQSRU
el momento todavía como apenas solucionables, es a mi juicio igualmente
XQGLFWDGRGHODKRUDDFWXDO
3HURHOSODQWHDPLHQWRGXDOSLGHWDPELpQD¿UPDUVHHQODSRVLELOLGDGGH
un cambio de actitud, de una conversión de Saulo a Pablo, y de cooperar
con el converso... pues la conversión es ciertamente un proceso dinámico y
prolongado, que dura toda la vida38.
Pero el cambio de actitud es una cuestión no sólo de educación ética,
VLQRWDPELpQSURIHVLRQDO\¿QDOPHQWHWDPELpQGHODVFRQGLFLRQHVPDUFR
sociales, económicas y políticas que lo pueden impulsar o entorpecer. En
ORTXHVHUH¿HUHDODIRUPDFLyQSURIHVLRQDOKD\TXHUHFRUGDUODHQVHxDQ]D
GH-XDQ;;,,,HQODHQFtFOLFDPacem in terrisGHTXHQREDVWD³HVWDULOX
PLQDGRSRUODIH\DQLPDGRGHOGHVHRGHKDFHUHOELHQSDUDLPSUHJQDUXQD
FXOWXUDFRQSULQFLSLRVVDQRV\YLYL¿FDUODHQHOHVStULWXGHOHYDQJHOLR3DUD
HVH¿QHVQHFHVDULRFRPSURPHWHUVHHQVXVLQVWLWXFLRQHV\DFWXDUHQHOODVYL
gorosamente desde dentro”, así como disponer de “un rico saber, capacidad
técnica y experiencia profesional”39.
No existen vías unidireccionales desde el cambio de actitud a las
UHIRUPDVHVWUXFWXUDOHVRDOUHYpV/DVFRQH[LRQHVVRQFDPELDQWHV\FRP
plicadas, y cuando, por ejemplo, la introducción de medidas sociales se

37. Ibidem, 54.


38. -UAN PABLO II, Redemptoris Missio, 46.
39. -UAN XXIII, Pacem in Terris

181
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

UHJXODGHWDOPDQHUDTXHHOODVFRQGXFHQDOEHQH¿FLDULRDODSDVLYLGDGR
más grave todavía, a la vagancia, entonces sirven de poco las apelaciones
morales a la autonomía y capacidad de rendimiento. Aquí les compete una
LPSRUWDQWHWDUHDDODVRUJDQL]DFLRQHVFDWyOLFDV\ORVPRYLPLHQWRVUHOLJLR
sos. Ellos y ellas animan a los individuos a creer, a cambiar de actitudes y a
actuar éticamente. Así pueden realizar una aportación, a través de la recons
trucción de la sociedad civil, al éxito de los procesos de transformación.

182
TERCERA PARTE
DIMENSIONES CONSTITUTIVAS
I. — Antropología y Cultura
/$,0$*(1'(/+20%5(

Carlos RODRÍGUEZ LLUESMA

El objeto de este capítulo es intentar mostrar, brevísimamente, que


“rational economic man” no es una buena denominación para el modelo
GHDJHQWHTXHSURSRQtDODHFRQRPtDSROtWLFDGHOGLHFLRFKRODE~VTXHGDGH
las leyes económicas y, más en general, sociales, acabaría formulándose en
WpUPLQRVGHFUXFHVFKRTXHVXQLRQHV\FRQWUDSHVRVGHODGLQiPLFDSDVLR
QDOKXPDQD1.
7DOE~VTXHGDGHODVOH\HVIXQGDPHQWDOHVGHODVRFLHGDGWRPDUtDGHKH
FKRGRVGLUHFFLRQHVGLVWLQWDVUHVXOWDEDSRVLEOHDSHODUDODUD]yQHLQWHQWDU
GHGXFLUORVPDQGDWRVFRPXQHVDWRGRVORVKRPEUHVHQFXDQWRTXHVHUHVUD
cionales. Pero, por otra parte, supuesto que las pasiones fueran el centro del
VHUKXPDQR\HO~QLFRPRWLYRGHVXDFFLyQSRGtDEXVFDUVHDOJRDVtFRPRHO

1. 7pQJDVH HQ FXHQWD TXH FRPR DGYLHUWH /RYHMR\ DO KDEODU GH ³SDVLRQHV´ QR QRV HVWDPRV
refiriendo a los pathémata de los griegos, a estados pasivos de sensación o emoción, sino a los
estados afectivos en general, en cuanto son principios de acción, resortes que influyen o determinan
PiVRPHQRVODVDFFLRQHVKXPDQDV$OLJXDOTXHSDUDDOJXQRVGHVXVFRQWHPSRUiQHRVHOWpUPLQR
³SDVLyQ´VLJQLILFDSDUD6PLWKWRGRORTXHVHUHILHUHDODGLQiPLFDWHQGHQFLDOYROLWLYDKXPDQD$Vt
SRUHMHPSOR6*UHDQH[SOLFDUHILULpQGRVHD6KDIWHVEXU\TXHHOWpUPLQR³DIHFFLyQ´HVXVDGRSDUD
cubrir todo el espectro de los deseos e impulsos. En sentido amplio significa, por una parte, toda
inclinación, disposición o tendencia y, por otra, toda emoción o sentimiento en cuanto que opuesto
a la razón. En sentido más restringido suele usarlo para designar los impulsos básicos en su sen
tido antropológico actual o incluso para referirse al amor en su especificidad. Como es sabido, en
+XWFKHVRQ+XPH\6PLWKSDVLyQWLHQGHDGHVLJQDUWRGRRULJHQUHDOGHODDFFLyQKXPDQDSXHVVX
intento fundamental estriba en mostrar que el puro conocimiento teórico no es principio inmediato
del actuar. La pasión aparece como “lo otro que” la razón y, por consiguiente, carece de un signifi
cado muy determinado. Cfr. S. GREAN, Shaftesbury’s Philosophy of Religion and Ethics. A study in
enthusiasm2KLR8QLYHUVLW\3UHVV2KLR

187
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

³OLEUHMXHJRGHODVSDVLRQHV´¢FXiOHVHOPRGRHQTXHSDVLRQHVHLQWHUHVHV
SULYDGRVFRQWUDSXHVWRVYLHQHQDFRQÀXLUSDFt¿FDREHOLFRVDPHQWHHQOD
sociedad?
0DF,QW\UHHQWLHQGHTXHHOVHJXQGRPLHPEURGHODDOWHUQDWLYDFDUDFWH
UL]DUtDDODVRFLHGDG\HOSHQVDPLHQWRLQJOHVHVHQODPHGLGDTXHODREH
diencia política consistiría en la promoción de intereses, y estos constituirían
ODH[SUHVLyQFROHFWLYDGHODVSDVLRQHVHLQWHUHVHVLQGLYLGXDOHV%XUNHDXQ
que irlandés de nacimiento, sería ejemplo de tal postura.
El primer miembro de la alternativa sería netamente escocés2.

“En la Escocia de los siglos XVII y XVIII era un lugar intelectual casi
común que los primeros principios a partir de los que podían justificarse
racionalmente juicios subordinados por deducción, tenían la cualidad de la
evidencia, que los convertía en verdades reconocibles por cualquier persona
de inteligencia sana que entendiera los términos en que estaban expuestos y
FX\RHQWHQGLPLHQWRQRKXELHUDVLGRVXEYHUWLGRSRUGRFWULQDVIDOVDV´3.

+XWFKHVRQ FRPHQ]DUtD D SURGXFLU HO FDPELR TXH VHJ~Q 0DF,QW\UH


SXHGHGHVFULELUVHFRPRXQSURFHVRGHDQJOL]DFLyQIXQGDGRHQOD¿ORVRItD
GH6KDIWHVEXU\\TXHFXOPLQDHQ+XPH\6PLWK(VQHFHVDULRDSOLFDUHO
PpWRGRH[SHULPHQWDOHQWHQGLGRFRPRXQH[DPHQGHORVKHFKRVTXHFRP
SRQHQODQDWXUDOH]DKXPDQD
'H6KDIWHVEXU\DSUHQGLy+XWFKHVRQTXHODVDFFLRQHVVRQH[SUHVLyQGH
afectos o pasiones y que están producidas por ellos. Cuando juzgamos vir
tuosa o viciosa una acción, buscamos verla como expresión y producto de
cierta pasión. Vistas aparte de los afectos y pasiones, las acciones no tienen
VLJQL¿FDFLyQPRUDO<HOSULQFLSDOKDOOD]JRGHWDOSVLFRORJtDLQWURVSHFWLYD
HVTXHKD\GRVSDVLRQHVRDIHFWRVSULQFLSDOHVTXHSURGXFHQDFFLyQHODPRU
GHVt\³XQVHQWLPLHQWRVRFLDORVHQWLGRGHFDPDUDGHUtDFRQODKXPDQLGDG´
/DQDWXUDOH]DKXPDQDHVWiSXHVSRODUL]DGDHQGRVSULQFLSLRVUHJXODWLYRV
que compiten entre sí, uno egoísta y el otro altruista4+XWFKHVRQHQWUDEDHQ
VLQWRQtDFRQHOUHFKD]RSRUSDUWHGHORVSUHGLFDGRUHVGHOLQWHOHFWXDOLVPR

2. Cfr. A. MACINTYRE, Whose Justice? Which Rationality?, University of Notre Dame Press,
,QGLDQD  SS  HVSHFLDOPHQWH HO FDStWXOR ;,, ³7KH $XJXVWLQLDQ DQG $ULVWRWHOLDQ
%DFNJURXQGWR6FRWWLVK(QOLJKWHQPHQW´
3. Ibidem, p. 223.
4. IbidemS6LGJZLFNGHFODUyHVWD³ODGLIHUHQFLDPiVIXQGDPHQWDOHQWUHHOSHQVDPLHQWR
ético de la Inglaterra moderna y el del antiguo mundo grecorromano”, y atribuye la primera formu
lación de tal dualidad a Butler. Como se verá más adelante, esta atribución es incorrecta.

188
LA IMAGEN DEL HOMBRE

DQWHULRUVHHVWDEDDFXxDQGRXQQXHYROHQJXDMHGHDIHFWRVVHQWLPLHQWRV\
pasiones.
(ORWURRULJHQGHODVFRQYLFFLRQHVKXWFKHVRQLDQDVVREUHODQDWXUDOH]D
KXPDQD HV +XPH UHSUHVHQWDQWH GH OD OODPDGD ³YtD GH ODV LGHDV´$KRUD
ELHQDFHSWDGRHVWHSXQWRGHYLVWDUHVXOWDGLItFLOGDUFXHQWDGHODVRFLHGDG
¿cómo se pasa de la primera a la tercera persona; cómo se construye lo pú
blico partiendo de lo meramente privado? La solución, explica MacIntyre,
pasa por la teoría de las pasiones. Estas son –de acuerdo con la célebre de
¿QLFLyQGH+XPH±LPSUHVLRQHVVHFXQGDULDVTXHSURFHGHQGHODVSULPDULDV
inmediatamente o por la interposición de su idea.

“Sin embargo, las pasiones tienen una propiedad que las diferencia de
las impresiones primarias. No son sólo estados y ocurrencias, que tienen cau
sas como tales, sino que algunas de ellas también tienen una direccionalidad
interna, una direccionalidad sobre objetos intencionales, que son ideas espe
cíficas a tipos particulares de pasión. Estas pasiones en las que una idea es
FRPSRQHQWHHVHQFLDOVRQODVSDVLRQHVLQGLUHFWDV\VRQHOODVODVTXHGHVHP
peñan un papel central en la generación de aquellas acciones que constituyen
los intercambios y transacciones de la vida social”5.

(QWUHHVDVSDVLRQHVKD\GRVTXHGHVHPSHxDQSDSHOHVIXQGDPHQWDOHV
HORUJXOOR\ODKXPLOGDGTXHWLHQHQSRUREMHWRDO\R/DVDFFLRQHVGHORV
demás, entendidas como signos o síntomas de sus caracteres, son las causas
SULQFLSDOHVGHTXHXQDSHUVRQDVLHQWDRUJXOORRKXPLOGDGSXHVHOSULPHUR
HVWiHVWUHFKDPHQWHOLJDGRDOGHVHRGHEXHQDUHSXWDFLyQ<ODVFXDOLGDGHVGH
las que nos enorgullecemos son aquellas por las que buscamos la admira
FLyQGHORVGHPiV \HOORVODQXHVWUD /RTXHHVPiVODVFXDOLGDGHVTXHHQ
QRVRWURVGHVSLHUWDQRUJXOORKDOODGDVHQORVGHPiVGHVSLHUWDQQXHVWURDPRU
Nuestras pasiones están, por tanto, ineludiblemente caracterizadas, al me
nos en parte, por respuestas ajenas, a las que, a nuestra vez, respondemos.
Este es el modo en que un yo, a través de la reciprocidad de las pasiones,
se concibe como parte de una comunidad, con una identidad adscrita por
otros, y entra en el juego social. La sociedad es descrita como un tapiz de
reconocimientos articulados en torno a la propiedad privada, ocasión prin
FLSDODMXLFLRGH+XPHGHOVXUJLPLHQWRGHODPRU\HORUJXOOR
Así, puesto que las pasiones guardan con las acciones la misma re
lación que las causas no racionales con sus efectos6, el lugar que queda al

5. IbidemSS
6. Cfr. Ibidem, op. cit., p. 304.

189
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

UD]RQDPLHQWRHVLGHQWL¿FDUORVPHGLRVLGyQHRVSDUDHO¿QSURSXHVWRSRUOD
pasión y ordenar las cosas de modo que el interés a largo plazo prevalezca
VREUHHOLQWHUpVDFRUWRSOD]R/D³VXEYHUVLyQDQJOL]DQWH´GH+XWFKHVRQ\
+XPHHVWiVX¿FLHQWHPHQWHFXPSOLGD
/DDVLPLODFLyQGHODDFFLyQKXPDQDDOUHVXOWDGRGHXQHQJUDQDMHGH
FDXVDV PHFiQLFDV SHUPLWLUtD IXQGDU ODV FLHQFLDV KXPDQDV FX\D ¿QDOLGDG
práctica consistiría en la armonización de los intereses individuales. Así, se
llegó a concebir “la esperanza de descubrir un principio, análogo al de la
gravedad, capaz de servir al establecimiento de una ciencia sintética de los
fenómenos de la vida moral y social”7. Se pensaba que las ciencias sociales
³HVWDEDQ HQFRQWUDQGR HQ HO PXQGR GH ORV KRPEUHV \ HQ WRGDV VXV REUDV
YROXQWDULDVLQGLFDFLRQHVSOHQDVGHODSRVLELOLGDGGHXQFRVPRVKXPDQR\
social armonioso, y de las reformas necesarias para su realización”8. Este
cosmos comprendería un mundo de individuos libres, que persiguieran ra
FLRQDOPHQWHODVDWLVIDFFLyQGHVXVGHVHRVQDWXUDOHV\DOKDFHUORDFWXDUDQ
siempre de maneras que casaran como partes apropiadas de un sistema
ordenado de procesos sociales9.
Una vez aceptada como marco conceptual la dicotomía entre intereses
SDUWLFXODUHV H LQWHUHVHV S~EOLFRV FDEH GLVWLQJXLU ±FRPR KDFH +DOpY\± DO
menos, tres propuestas de integración posibles10. En primer lugar, podría
DGPLWLUVHTXHODLGHQWL¿FDFLyQGHOLQWHUpVSHUVRQDO\HOJHQHUDOVHSURGX
ce espontáneamente dentro de cada conciencia individual por medio del
VHQWLPLHQWRGHVLPSDWtDTXHQRVKDFHWRPDULQWHUpVGHPRGRGLUHFWRHQOD
felicidad del prójimo; a esto se le podría llamar el principio de la fusión de
los intereses.
6LVHFRQFHGHHOSUHGRPLQLRGHPRWLYRVHJRtVWDVKD\GRVYtDVLQWHU
pretativas distintas del principio de utilidad, que dan lugar a las otras dos
WHVLV(QSULPHU VHJXQGR OXJDUSXHVWRTXHHOPRWLYRKXPDQRSULQFLSDOHV
HOHJRtVPR\ODUD]DKXPDQDVREUHYLYHGHEHDGPLWLUVHTXHORVHJRtVPRV
se armonizan por propio acuerdo y traen automáticamente el bien del todo.
Es la tesis de la identidad natural de los intereses –propia de la economía
SROtWLFDDMXLFLRGH+DOpY\±6LVHDUJXPHQWDTXHHVWDLGHQWL¿FDFLyQHVVyOR

7. &IU(+ALÉVY, The Growth of Philosophical Radicalism, Faber and Faber, Londres, 1928,
p. 3. También resulta de interés consultar E. GÓMEZ ARBOLEYA, Historia de la estructura y del
pensamiento social,QVWLWXWRGH(VWXGLRV3ROtWLFRV0DGULGHVSHFLDOPHQWHSS6REUH
la confluencia entre intereses y consecuencias no queridas, cfr. E. LAMO DE ESPINOSA, La sociedad
UHIOH[LYD&,60DGULGSS
8. 2+7AYLOR, A History of Economic Thought0F*UDZ+LOO1HZ<RUNS
9. Ibidem.
10. &IU+ALÉVY, op. cit.SS

190
LA IMAGEN DEL HOMBRE

paulatina, nace la teoría del progreso. También es posible negar, segunda


(tercera) tesis, que esos intereses vayan a armonizar nunca, a no ser que el
OHJLVODGRUVHORSURSRQJD(VHOSULQFLSLRGHODLGHQWL¿FDFLyQDUWL¿FLDOGH
los intereses.
$WHQGLHQGR D HVWD FODVL¿FDFLyQ SRGUtD FDUWRJUD¿DUVH FDVL H[KDXVWL
vamente el pensamiento moral y social británico de los siglos diecisiete y
GLHFLRFKRSURVHJXLGRKDVWDQXHVWURVGtDVTXHWLHQHFRPRHMHODtQGROHGHOD
QDWXUDOH]DKXPDQDH[SXHVWDHQWpUPLQRVGHSDVLRQHVGHVLJQRHJRtVWD\R
DOWUXLVWD+REEHVKDEtDKDEODGRGHXQDQDWXUDOH]DKXPDQDTXHKDFHDOVXMHWR
SHUVHJXLUGHVWUXFWLYDPHQWHVXSURSLRLQWHUpVWUDVODSXEOLFDFLyQGHOLeviatán
VH SURGXMR XQD SROpPLFD HQFDUQL]DGD VREUH OD tQGROH GH OD QDWXUDOH]D KX
PDQD3DUD+REEHVQRH[LVWHFRQWUDSHVRQDWXUDODHVDWHQGHQFLDFHQWUtSHWD
FXDOTXLHUDFFLyQKXPDQDEXVFDSRVHHUDWRGDFRVWDVLDHVWRVHXQHTXHWRGRV
WLHQHQGHUHFKRDWRGRODFRQVHFXHQFLDHVODOXFKDXQLYHUVDO
6KDIWHVEXU\ LQVLVWH XQD YH] \ RWUD HQ OD WHOHRORJtD QDWXUDO SHUR VX
postura se vería transformada –y también reforzada– posteriormente por
la teoría newtoniana de que podía darse cuenta de la armonía del universo
físico por medio de la acción amalgamante ejercida por la fuerza de la gra
vedad. Los conceptos de “sistema” y “mecanismo” penetraron el sentido
FRP~QGHODVRFLHGDGKDFLHQGRTXHSDUHFLHVHQDWXUDOODE~VTXHGDGHODV
OH\HVGHOVLVWHPDFXOWXUDO'HPRGRVLPLODUFRPR\DVHKDGLFKRVHFRQFL
bió la idea de que la armonía de la sociedad debería atribuirse a una especie
de “gravedad” moral que contrarrestase las fuerzas egoístas11. Mandeville,
en su )DEOHRIWKH%HHVRU3ULYDWHYLFHV3XEOLFN%HQH¿WVZLWKD6HDUFK
into the Nature of SocietyKDEtDUHLWHUDGRODWHVLVGHTXHODIXHU]DPRWRUD
GHODVDFFLRQHVKXPDQDVHUDHOHJRtVPR(OVHQWLPHQWDOLVPRPRUDOGH6KDI
tesbury no tiene sentido, porque ninguna virtud puede contrapesar el propio
LQWHUpV+XWFKHVRQFUHtDUHSUHVHQWDUPiVDGHFXDGDPHQWHODQDWXUDOH]DKX
PDQDDODVLJQDUDODEHQHYROHQFLDXQOXJDUGHSULYLOHJLR³(VWDEHQHYROHQ
FLDXQLYHUVDOKDFLDWRGRVORVKRPEUHVSRGUtDFRPSDUDUVHDDTXHOSULQFLSLR
de gravitación, [que], como el amor de benevolencia, se incrementa según
disminuye la distancia, y es más fuerte cuando los cuerpos vienen a tocarse
entre ellos”12<DOPLVPRWLHPSRUHFRQRFLyODUHOHYDQFLDGHOLQWHUpVSURSLR

11. &RPRVHOHtDHQHO-RXUQDOGH7UpYRX[  ³HQ,QJODWHUUDDVtFRPRHQ)UDQFLDODPRGD


HVLQWURGXFLUHODPRXUSURSUHHQWRGDVSDUWHV\FRQYHUWLUORHQHOSULPHUPRWLYRHO~QLFRSULQFLSLR
de conducta del corazón”.
12. 7DPELpQ+XPHKDEODQGRGHODVDVRFLDFLRQHVGHLGHDVVHUHILHUHD³XQDFODVHGHDWUDFFLyQ
que encontraremos tan extraordinariamente efectiva en el mundo mental como en el natural, y que
se muestra en formas tan numerosas y variadas como en este” (Treatise, 13).

191
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

para el funcionamiento de la sociedad, puesto que “la benevolencia general


QRHVSRUVtVRODPRWLYRVX¿FLHQWHPHQWHIXHUWHSDUDODODERULRVLGDGSDUD
VRSRUWDUHOWUDEDMR\ODIDWLJD\PXFKDVRWUDVGL¿FXOWDGHVDODVTXHQRVHQ
frentamos por el amor de nosotros mismos. El amor de sí es realmente tan
necesario para el bien del todo como la benevolencia; en cuanto atracción
TXH FDXVD ODFRKHVLyQGHODSDUWHHVWDQQHFHVDULDSDUDHOHVWDGRQRUPDO
[regular] del todo como la gravitación”13.
/DVGLVWLQWDVSRVWXUDVDQWHORVRFLDOGL¿HUHQSRUWDQWRHQHOXVRTXH
KDFHQGHODGLVWLQFLyQHQWUHLQWHUpVHJRtVWDHLQWHUpVDOWUXLVWDSHURQRSODQ
WHDQXQDFODYHGHOHFWXUDGLVWLQWDSXHGHSHQVDUVHTXHHOHJRtVPRHVHO~QL
FRUHVRUWHGHODDFFLyQ +REEHV\0DQGHYLOOH TXHFRPSOHPHQWDDRWUDV
SDVLRQHV±FRPRODEHQHYROHQFLD±RHVFRQWUDSHVDGRSRUHOODV +XWFKHVRQ 
TXH QR HV HO PRWLYR XQLYHUVDO +XPH  R TXH SXHGH FRQVWLWXLUXQ PRWLYR
ODXGDEOH 6PLWK 3HURHQQLQJ~QFDVRDOPHQRVHQORVDXWRUHVGHFRQR
cimiento más común, se pone entre paréntesis la contraposición de intereses
en términos de atracción y repulsión. En lo que sigue se intentará mostrar
el debate, inicialmente teológico y moral, que se trasladó posteriormente
DOiPELWRVRFLDOHQIRUPDGHSDUDGRMD¢FyPRHVSRVLEOHHORUGHQGHXQD
sociedad cuyos miembros actúan movidos principalmente por el amor de
sí, soberbio y avaricioso?

1. NEOAGUSTINISTAS: LA SOCIEDAD ENFERMA

'HVGH PHGLDGRV GHO VLJOR GLHFLVpLV KDVWD SULQFLSLRV GHO GLHFLRFKR


H[LVWtDODFRVWXPEUHGHFDUDFWHUL]DUDOKRPEUHFRPRSHUYHUVR\GHVDWL
UL]DUOH SRU VX LQFDSDFLGDG SDUD REUDU LQWHQFLRQDGDPHQWH HQ EHQH¿FLR GH
ORVGHPiV(OIRQGRLQWHOHFWXDOGHHVWDLGHDHVORTXHVHKDYHQLGRDOODPDU
“dogmatismo reformado” o “escolasticismo reformado”, y que dominó las
GLVWLQWDV QDFLRQHV HXURSHDV UHIRUPDGDV GHVGH PiV R PHQRV  KDVWD
FRPLHQ]RVGHOVLJORGLHFLRFKR
6HJ~QHVWRVDXWRUHV$JXVWtQGH+LSRQDPDQWHQtDTXHODYROXQWDGGH
terminante último de la acción, puede dirigirse a Dios o a nosotros mismos.
$GiQOHLPSLGLyGLULJLUVHDOELHQ\FRPRHOUHVWRGHODVSRWHQFLDVKXPDQDV
dependen de la voluntad, desde entonces carecemos de recursos para ser

13. InquirySS

192
LA IMAGEN DEL HOMBRE

OLEUHVHOHJLPRVPDOSRUTXHQXHVWUDYROXQWDGOHKDGDGRODHVSDOGDDOELHQ
Sólo la gracia podría rescatar a la voluntad de tal condición. El vicio fun
GDPHQWDOHVODVREHUELDODYLUWXGIXQGDPHQWDOODKXPLOGDG'HDTXtTXH
los “neoagustinistas” sostuvieran, entre otras tesis, que el estado natural o
FRQGLFLyQGHORKXPDQRHVHOSHFDGR\TXHODVVRFLHGDGHVHVWiQIRUPDGDV
SDUDFDSDFLWDUDORVKRPEUHVDYLYLUGHDFXHUGRFRQODOH\GH'LRV\GHOD
naturaleza, aun a aquellos no regenerados, que carecen de la motivación
para vivir de acuerdo con la ley. Ninguna acción proveniente de disposicio
nes naturales puede ser realmente virtuosa14.
Así, por ejemplo, los motivos reales de nuestras acciones nos son des
¿JXUDGRVSRUHORUJXOOR15ODVSDVLRQHVEXVFDQMXVWL¿FDUVHDVtPLVPDV\
actuando sobre la razón a través de la fantasía, representan las cosas según
están relacionadas con ellas, no con la realidad16 -DFTXHV (VSULW SXEOLFy
también un tratado en 1678 sobre este tema, De la Fausseté des vertus hu-
maines, impreso en inglés en 1706. La tesis central de esta obra era que los
KRPEUHVVLHPSUHDFW~DQSRUPRWLYRVLQGLJQRV\UHVXOWDLQWHUHVDQWHQRWDU
TXHHVFRQVLGHUDGD\DFRPRXQOXJDUFRP~Q³WRGRHOPXQGRDGPLWHTXH
>ORVKRPEUHV@DFW~DQFRP~QPHQWHSRULQWHUpVRYDQLGDG´/DUD]yQVyOR
existe en la medida que nos capacita para percibir objetos. Una gran parte
GH/D5RFKHIRXFDXOG\/D%UX\qUHFRQVLVWHVLPSOHPHQWHHQLOXVWUDFLRQHV\
variaciones sobre las ideas de los teólogos. Lo mismo sucede en Inglaterra
FRQSRUHMHPSOR/RUG+DOLID[\6RDPH-HQ\QVHQHOGLHFLRFKR
(VWDVREHUELDTXHGLULJHHOREUDUKXPDQRVHSUHVHQWDWDPELpQFRPR
deseo de ser aprobado. La condición soberana de esta pasión –entendida
como interés egoísta– fue tan grande que buena parte de los moralistas
LQWHQWDURQ GHULYDU HO UHVWR GH DIHFWRV D SDUWLU GH HOOD /RUG +DOLID[ SRU
ejemplo, escribió en el último cuarto del diecisiete, en sus Miscellaneous
Thoughts³(OGHVHRGHWHQHUKLMRVHVWDQHIHFWRGHODYDQLGDGFRPRGHOD
EXHQD QDWXUDOH]D /RV KRPEUHV DPDQ D VXV KLMRV QR SRUTXH VRQ SODQWDV
prometedoras, sino porque son suyos... El orgullo en esto es a veces con
fundido con el amor”17<DIXHUDLQFRQVFLHQWH $EEDGLH RFRQVFLHQWHPHQWH
/D%UX\qUH HOKRPEUHDFW~DVLHPSUHSRUYDQLGDG

14. (VWDV GRFWULQDV MXQWR FRQ PXFKDV RWUDV IXHURQ GHEDWLGDV \ FRGLILFDGDV HQ HO VtQRGR GH
Dort, en la Westminster Confession y en la Formula Consensus Helveticae.
15. Cfr. C. RODRÍGUEZ LLUESMA, Los modales de la pasión. Adam Smith y la sociedad comer-
cial (EUNSA, Pamplona, 1997), si se quiere un tratamiento más extenso este tema.
16. Recherche de la Verité, VI.8, p. 562 (citado por Lovejoy, p. 26).
17. Cfr. A. O. LOVEJOY, op. cit., p. 142.

193
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

$KRUDELHQODYDQLGDGKXPDQDQRVyORUHVXOWDFRPSDWLEOHFRQDFFLR
QHVEHQH¿FLRVDVVLQRTXHHQRFDVLRQHVOOHJDDVHUVXVWLWXWRGHODYHUGDGHUD
bondad. Abbadie dirá que el deseo de ser aprobado es irreductible a todos
los demás, y que se debe sólo a la bondad del Creador, quien, deseando el
buen funcionamiento de la sociedad, lo proporcionó como sustituto de la
UD]yQ\ODYLUWXGODUD]yQQRHVFDSD]GHPRYHUVLQVHQWLPLHQWRVFRQYLF
FLyQKHUHGDGDPiVWDUGHSRU+XWFKHVRQ+XPH\6PLWK/RVHMHPSORVVRQ
QXPHURVRV:ROIIFRQVLGHUDTXHODJORULDVXVFLWDHOUHVWRGHODVSDVLRQHV
Vauvenargues, lo mismo. Pope también defenderá que el deseo de ser ala
bado fomenta la concordia en la sociedad.
La fuerza motora de la sociedad es, por tanto, el propio interés, vicioso
y corrupto, pero capaz de desempeñar la función de la virtud. Lo que llama
la atención en este planteamiento general es el cambio de la decisión y la
YROXQWDGFRPRHOHPHQWRVFRQFHSWXDOHVSRUORSDVLRQDO6HSXHGHKDFHU
esto si tiene uno buenas razones. Pero si aceptamos la causalidad de las pa
siones sobre la acción, sin tomar en cuenta otras instancias, parece quedar
HQHODLUHODOLEHUWDGGHODFWRUVRFLDO¢6R\\RHOTXHDFW~DRSRUDVtGHFLUOR
KD\IXHU]DVTXHSDVDQDPLWUDYpV\VHPDQL¿HVWDQHQDFFLRQHVGHPRGR
que mi único estatuto es el de observador?
$OJXQRVDXWRUHVKDQHPSOHDGRFRQFHSWRVFRPR³YROXQWDG´R³\RHQ
acción” para designar el acto de poner en que consistiría la acción social.
Parece que dejarlos de lado no es una ganancia, a menos que se proponga
algo mejor, porque entonces se desdibuja la diferencia entre lo que me pasa
\ORTXHKDJRHQWUHODDSRUWDFLyQGHODOLEHUWDGGHODFWRU\HODFRQWHFLPLHQWR
QDWXUDO/DVRFLHGDGVHDSUR[LPDHQWRQFHVDODLPDJHQGHOVLVWHPDKRPHRV
tático en que se contrapesan fuerzas, y que responde puramente a las leyes
de la física. Los saltos en las conexiones causales deberán ser interpretados
FRPRXQDLQFDSDFLGDGSRUQXHVWUDSDUWHSDUDLGHQWL¿FDUHOSURFHVRFDXVDO
relevante. Cualquier teoría de la acción se convierte en mecánica pasional,
y la ciencia social en física. Esto es, a grandes rasgos, lo que sucede en los
SODQWHDPLHQWRVGHOGLHFLRFKREULWiQLFRSURVHJXLGRVHQOD¿JXUDGHO³UDWLR
nal economic man”; y ese proceso en el que se reducen las instancias de
acción a lo pasional y deseante tiene como argumento principal la sustitu
ción del apetito racional por la dicotomía entre interés propio y ajeno, y los
modos inventados para integrar estos en una sociedad armoniosa.
<HVTXHSXHGHOHHUVHSDUWHGHODSVLFRORJtDUDFLRQDO\GHODWHRORJtD
PRUDOHQWUHORVVLJORVWUHFH\GLHFLRFKRFRPRXQSURFHVRHQTXHUD]yQ\
YROXQWDG SDVDQ D RSHUDU SRU VHSDUDGR OR TXH FRQGXFH D SUREOHPDV FRQ
ceptuales. En primer lugar, la racionalidad deja de ser criterio de la acción,

194
LA IMAGEN DEL HOMBRE

de forma que esta viene a ser juzgada por cierta proporción entre las pasio
nes o por el amor, egoísta o altruista, que es su motivo, lo que plantea un
SUREOHPDHQFDVRGHTXHDOJXQDVSDVLRQHVHQWUHQHQFRQÀLFWR¢FXiOHVOD
instancia desde la que se dirime la disputa? La única solución posible, si lo
racional es impotente ante las pasiones, es que estas se contrapesen entre sí.
En segundo lugar, la voluntad es descrita como mera espontaneidad, con lo
que se confunde con los apetitos sensibles, con los sentimientos y pasiones.
Pasa a ser una pieza inservible en la teoría de la acción (y sin repuesto).
(OSHVRGHHVWDVFRQVLGHUDFLRQHVHVPXFKRVyORHVSRVLEOHXQFLHUWR
espectro de discursos sobre la interacción social si uno desdibuja la dife
UHQFLDHQWUHORTXHKDFH\ORTXHOHSDVDVLUHQXQFLDDGLVWLQJXLUHQWUHOR
TXHDOJXQRVKDQOODPDGR³YROXQWDG´HOFHQWURGHGHFLVLyQ\ODVSDVLRQHV
cuyo control despótico no está en mi mano. El siguiente epígrafe trata de
determinar doctrinas ampliamente aceptadas respecto a las instancias de
GHFLVLyQ\TXHGRWDQDOD¿JXUDGHO³UDWLRQDOHFRQRPLFPDQ´GHVXHQJUD
naje pasional. Para llevar a cabo esta tarea será necesario traer a discusión
DXWRUHVTXHQRVXHOHQDSDUHFHUHQODVKLVWRULDVGHOSHQVDPLHQWRVRFLDO/D
SHUWLQHQFLDGHVXLQFOXVLyQHQHVWDH[SRVLFLyQKDEUiGHMXVWL¿FDUVHGHVGH
ellos mismos.

2. EL PRIVILEGIO DE LA PASIÓN

/DKLVWRULRJUDItDPiVUHFLHQWHVXEUD\DODLPSRUWDQFLDGHODGLVFXVLRQHV
en psicología moral, especialmente de los moralistas franceses, para es
clarecer el contexto intelectual en que nacen las ciencias sociales. Quizá
KD\DVLGR/HYL18TXLHQHQHOVHQRGHODWUDGLFLyQEULWiQLFDKDGDGRPHMRU
FXHQWDGHODKLVWRULDGHOFRQÀLFWRHQWUHODUD]yQ\ODVSDVLRQHVGHVGHORV
SODQWHDPLHQWRVGHOVLJORWUHFHKDVWDODSVLFRORJtDPRUDORPQLSUHVHQWHGHO
GLHFLRFKR(VWRSHUPLWHKDFHUVHFDUJRFRQXQPtQLPRGHFRQFLHQFLDKLV
tórica de los supuestos fundamentales presentes en el nacimiento ilustrado
de las ciencias sociales. Sólo así, a la vista de un largo y tortuoso proceso
KLVWyULFRFDEHFRPSUHQGHUSRUTXpODWHRUtDGHODVSDVLRQHVVHFRQYLHUWHHQ
el punto de partida del análisis de la interacción social.
El desdibujamiento entre el apetito racional y el sensible, con la sub
sunción del primero en el segundo, y el arrinconamiento consiguiente de

18. A. LEVI, French Moralists: The Theory of the Passions, 1585 to 1649, Clarendon Press,
Oxford, 1964.

195
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

la voluntad, por una parte; y la oposición directa de una razón meramente


especulativa con las pasiones, por otra, son los dos acontecimientos que
SURSLFLDURQODSROpPLFDFDVLXQLYHUVDOHQORVVLJORVGLHFLVLHWH\GLHFLRFKR
sobre egoísmo y altruismo, que pasaría a caracterizar gran parte de las doc
trinas sobre la sociedad. El contexto de su génesis es teológico, y tiene a
$JXVWtQGH+LSRQDFRPRSXQWRGHUHIHUHQFLD'HKHFKRHQQLQJXQRGHORV
debates del diecisiete, ni en el referente a las congregaciones GH DX[LOLLV
(sobre las relaciones entre voluntad libre y gracia) ni en la controversia
VREUHODGHSUDYDFLyQGHOKRPEUHVHGXGyGHVXDXWRULGDG
Precisamente en el decimocuarto libro de De civitate Dei GH¿HQGH
$JXVWtQGH+LSRQDXQFULWHULRPRUDOGLVWLQWRDODUDFLRQDOLGDGDODGPLWLU
ODSRVLELOLGDGGHXQDWULVWH]DYLUWXRVD$VtORVDIHFWRVYLUWXRVRVVHGLVWLQ
guirían de los viciosos no según el criterio de racionalidad, sino por la
cualidad moral del amor que gobierna a la voluntad. Los contornos de este
planteamiento se aprecian mejor al contrastarlos con la postura de Tomás
GH$TXLQRSDUDTXLHQQRKD\PDORELHQPRUDOKDVWDTXHODYROXQWDGDFHSWD
el objeto del apetito sensible, con lo que puede preservar la racionalidad
como criterio para la bondad o maldad de un acto sin que por ello sean ma
las las pasiones. Donde falta tal distinción de apetitos, como en los neoes
WRLFRVRQHRSODWyQLFRVQRSDUHFHKDEHUEDVHSDUDGLVWLQJXLUHODFWRGHOD
pasión del acto de consentimiento, con el corolario de que, entonces, la
racionalidad exige la ausencia de pasiones.
9LYHVVLJXLHQGRD$JXVWtQGH+LSRQDD¿UPDTXHODYROXQWDGHV³GR
mina et imperatrix”, pero también ciega, por lo que tiene que ser iluminada
por la inteligencia. Así, la libertad recae completamente del lado de la vo
OXQWDGTXHHVLQGHSHQGLHQWHGHWRGDLQÀXHQFLDLQWHOHFWXDO,QWHOLJHQFLD\
voluntad se escinden en su operar. Tenemos una voluntad que, ciertamente,
necesita la guía de la inteligencia, pero que es esencialmente espontánea
en su libertad de escoger, y sobre la que el bien percibido racionalmente
QRHMHUFH\DVXFDXVDOLGDG¿QDO5HVXOWDGLItFLOYHUFyPRXQDFWRSXHGHVHU
racional y libre.
Unos años más tarde, Escoto consideraría las categorías de “libre” y
“natural” como mutuamente excluyentes, negando que la voluntad, siendo
OLEUHSXGLHUDVHUWDPELpQQDWXUDO(OGLHFLVpLVWHQGLyDDFHSWDUHOGLOHPD
Cayetano dice que la voluntad es natural y que la libertad proviene del
juicio del intelecto. Báñez le seguirá. Suárez negará que la voluntad sea na
WXUDO\D¿UPDUiTXHVHGHWHUPLQDFRQLQGHSHQGHQFLDGHOMXLFLRGHODUD]yQ
práctica. Molina niega el poder de la voluntad para determinar al intelecto
aun DGH[HUFLWLXP, y discrepa de la opinión tomista de que la moralidad de

196
LA IMAGEN DEL HOMBRE

un acto de la voluntad dependa únicamente del objeto. Esta interpretación


priva de sentido a la descripción “apetito racional” referida a la voluntad.
/DYROXQWDGHVFDXVDGDH¿FLHQWHPHQWHSRUHOLQWHOHFWR<DQRVHSXHGHGLV
tinguir los actos de la voluntad de los movimientos del apetito sensible.
Suárez dirá que la voluntad es espontánea e independiente de cualquier
juicio preferencial de la razón.
(Q OtQHDV JHQHUDOHV HO KD] GH SURFHVRV GHVFULWR FRQGXFH D XQD VH
paración de intelecto y voluntad, de modo que queda, por una parte, una
razón meramente especulativa, desprovista de apetito, contra la opinión de
algunos neoestoicos; y por otra, una voluntad que se encuentra en la encru
FLMDGDVLVLJXHHOELHQFRQRFLGRQRHVOLEUHVLQRHVLUUDFLRQDOODOLEHUWDG
se reduce a espontaneidad. La separación de las facultades implicada por
la libertad de la voluntad para determinarse con entera independencia de la
UD]yQ\HOFRQVLJXLHQWHDEDQGRQRGHODFDXVDOLGDGIRUPDOR¿QDOHMHUFLGD
sobre la voluntad por el bonum intellectumVLJQL¿FDQTXHODYROXQWDG\D
QRHVXQDSHWLWR8QDYH]VHSDUDGDVUD]yQ\YROXQWDGVHKDUtDLPSRVLEOH
concebir un apetito del bien conocido. O bien se priva a la voluntad de
apetito, creando el amor puro, o el amor se convierte en un acto irracio
QDOSURGXFLGRSRUXQDYROXQWDGGHWHUPLQDGDSRUVXSURSLRDSHWLWR+DVWD
los escolásticos, por reducir los objetos de los apetitos sensibles a objetos
materiales, dividieron el alma en una parte superior y otra inferior, olvi
GDQGRHOFULWHULRGHUDFLRQDOLGDG\GLVFULPLQDQGRODVDFFLRQHVFRPRKDUtD
$JXVWtQGH+LSRQDSRUODFDOLGDGGHODPRUTXHLQIRUPDODLQWHQFLyQGHO
DJHQWH3RULQÀXHQFLDGHORVQHRDJXVWLQLVWDVHODPRUGHVtDSDUHFHFRPR
traducción real de casi todo motivo.
/DSUHJXQWDHVHQWRQFHV¢GHTXpPDQHUDTXHGDFRPSXHVWDODVRFLH
GDG" 4XHGDQ ODV SDVLRQHV D VX DLUH HVSHFLDOPHQWH FRPR VH KD YLVWR HO
amor propio. Al contraponer el interés propio y el ajeno se promoverá el re
emplazo de la decisión política de la mayoría por la transacción económica,
HQWHQGLGDFRPRUHVROXFLyQGHFRQÀLFWRVGHLQWHUHVHVRSXHVWRVUDGLFDOPHQWH
De algún modo, la invasión de lo político por parte de lo económico es el
mismo fenómeno que la transferencia del privilegio de lo discursivo como
IRFRGHORFRP~QDORGHVHDQWHFRPRDSUHQGHUiQ+XWFKHVRQ+XPH\6PL
WKODUD]yQHVLQFDSD]GHOXFKDUFRQWUDODVSDVLRQHV(OUHPHGLRHVVHQFLOOR
TXHORVGHVHRVOXFKHQHQWUHVtGHPRGRTXHORVGDxLQRVGLVSRQJDQGHOD
menor efectividad posible. El mismo Gran Mecánico –la metáfora es de
9ROWDLUHJUDQDPLJRGH6PLWK±SDUHFHKDEHUGLVSXHVWRWRGRDVt

197
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

3. LA METÁFORA DEL CONTRAPESO

(Q LPSRUWDQWHV PRQRJUDItDV WDQWR +LUVFKPDQ FRPR PiV UHFLHQWH


PHQWH.RUV\.RUVKLQ\+XWFKLQVRQKDQPRVWUDGRFyPRORVPRUDOLVWDV
TXH SURFODPDEDQ OD FRUUXSFLyQ WRWDO GH OD QDWXUDOH]D KXPDQD QR SRGtDQ
QHJDUTXHORVKRPEUHVSDUHFHQFRPSRUWDUVHFRUUHFWDPHQWH\TXHODVRFLH
dad mantiene su orden19. La pregunta, obedeciendo a incitaciones distintas,
HVODGH3DUVRQV¢FyPRHVSRVLEOHHORUGHQGHODVRFLHGDG"'HDTXtTXHVH
EXVFDVHQORVHOHPHQWRVERQL¿FDGRUHVGHODDFFLyQVRFLDO(VSUHFLVDPHQWH
ODFRUUXSFLyQGHO³FRUD]yQ´GHOKRPEUHORTXHHVWRVWHyORJRVPDQWLHQHQQR
la de su conducta social. Nos encontramos con que el amor de sí resulta ser
XQ³UHPHGLRLQFRPSUHQVLEOH´FRQTXH'LRVKDGRWDGRDORVKRPEUHVSDUDOD
SUHVHUYDFLyQGHODVRFLHGDG$VtORGHFODUD-HDQ'RPDWHQVXLQWURGXFFLyQD
Lois civiles dans leur ordre naturelODFDtGDGHOKRPEUHKDEUtDDXPHQWDGR
ODQHFHVLGDGGHOWUDEDMR\GHOFRPHUFLR\GHORVYtQFXORVKXPDQRVSXHV
ODGLYHUVLGDGGHQHFHVLGDGHVLPSOLFDDORVKRPEUHVHQXQQ~PHURLQ¿QLWR
GHYtQFXORVVLQORVTXHQRSRGUtDQYLYLU(VWHHVWDGRGHODKXPDQLGDGLQ
duciría a aquellos gobernados únicamente por el principio del amor de sí
a someterse al trabajo, al comercio y a los vínculos que sus necesidades
KDFHQQHFHVDULRV(VWROHVREOLJDUtDPLUDQGRDOSURSLRLQWHUpVDREVHUYDU
HQWRGDVHVDVUHODFLRQHVLQWHJULGDG¿GHOLGDG\VLQFHULGDG'HPRGRTXHHO
DPRUGHVtVHDFRPRGDDWRGRD¿QGHFRVHFKDUYHQWDMDVGHWRGDVODVFRVDV
<VDEHDGDSWDUWDQELHQORVSDVRVDWRGDVVXVPLUDVTXHFXPSOLUtDWRGRVORV
deberes, y aun simularía las virtudes.
Un tratamiento similar de la paradoja de que acciones benevolentes
pueden provenir de pasiones viciosas20 aparece en “Sobre la caridad y el
DPRU GH Vt´ XQ HQVD\R HVFULWR D ¿QDOHV GHO GLHFLVLHWH SRU 1LFROH TXLHQ
se dio cuenta de lo agustinista que resultaba la doctrina de la motivación
HJRtVWDGH+REEHV3HURDVXMXLFLRDHVWHOHIDOWDEDYHUWRGDVODVLPSOL
caciones que su teoría del amor de sí llevaba consigo. No acababa de ver
que, gracias a la providencia benevolente, el amor de sí se asimila a la

19. 3DUD HVWH WHPD FIU$ +IRSCHMAN, The Passions and the Interests: Political Arguments
for Capitalism before its Triumph, Princeton University Press, Princeton, 1977; A. C. KORS y
3-.ORSHIN (eds.), Anticipations of the Enlightenment in England, France and Germany, University
RI3HQQV\OYDQLD3UHVV3KLODGHOSKLD\7+UTCHISON, Before Adam Smith: The Emergence of
Political Economy, 1662-1776%ODFNZHOO2[IRUGGHTXLHQHVVHWRPDQJUDQSDUWHGHODVFLWDV
de este epígrafe.
20. (VFODUDODLQIOXHQFLDGH3HGUR$EHODUGRTXLHQVLJXLHQGRD6DQ$JXVWtQKDEtDGHIHQGLGR
TXHODVDFFLRQHVVRQSRUVtPLVPDVLQGLIHUHQWHV\TXHKDQGHOODPDUVHEXHQDVRPDODVHQYLUWXGGH
que la intención del agente se conforme o no a la ley divina.

198
LA IMAGEN DEL HOMBRE

caridad que proviene de la gracia, de manera que no podemos distinguir


cuándo una acción proviene del amor de sí y cuándo de la caridad, aun res
pecto de la conducta propia. Así, resulta que “aunque nada se opone más a
ODFDULGDGTXHUH¿HUHWRGRD'LRVTXHHODPRUGHVtTXHJLUDHQWRUQRDO\R
VLQHPEDUJRQRKD\QDGDPiVVLPLODUDORVHIHFWRVGHODFDULGDGTXHORVGHO
amor de sí. Sigue tan de cerca los mismos caminos que apenas se podría
KDFHUPHMRUHQPDUFDUDTXHOORVDORVTXHGHEHUtDFRQGXFLUQRVODFDULGDG
que descubrir los realmente tomados por un amor de sí ilustrado”21.
Nicole admite que la cupiditasHVWiGHWUiVGHODPD\RUSDUWHGHOFR
mercio, pero señala que “a través de este comercio se cubren de alguna
manera todas las necesidades, sin que la caridad desempeñe papel en abso
luto”. En consecuencia, “en estados donde no tiene lugar porque la religión
YHUGDGHUDVHKDGHVYDQHFLGRXQRYLYHFRQODPLVPDSD]VHJXULGDG\FR
modidad que si estuviera en una república de santos”22.
Otro modo que adopta el amor de sí es el de deseo de ser estimado,
respetado y, sobre todo, admirado. Este es su disfraz más efectivo, según
1LFROHSXHVOHSHUPLWHDGRSWDUWRGDVODVIRUPDVGHODFDULGDG<QRVyORHV
difícil distinguir la caridad del amor propio desde fuera, sino también desde
dentro, introspectivamente.
(VPiVODPD\RUSDUWHGHODVSDVLRQHVVHJ~QVHGHFtDSRGtDQUHGX
FLUVHDXQDXRWUDIRUPDGHRUJXOORHOGHVHRQRUDFLRQDO\¿UPHPHQWHDVHQ
tado de recibir admiración. El orgullo era la base del deseo de ser aprobado
y del miedo a ser reprobado. Pero esto era lo más parecido a la virtud que
se podía conseguir, ya que, como se advirtió antes, la razón es incapaz de
dominar los sentimientos. A esto se le podía dar una interpretación religiosa
o cínica. La primera está bien representada en The Art of Self-Knowledge,
GH-DFTXHV$EEDGLH$VXPRGRGHYHU'LRVLPSODQWyHOGHVHRGHVHUDOD
EDGRSDUDFRQWUDUUHVWDUHOKHFKRGHTXHORVKRPEUHVHVWpQPRWLYDGRVSRU
SDVLRQHVQRSRUODUD]yQ

“Plugo a la sabiduría del Creador darnos, para juzgar nuestras acciones,


no sólo nuestra razón, que se presta a ser corrompida por el placer, sino la
UD]yQGHRWURVKRPEUHVTXHQRHVVHGXFLGDFRQWDQWDIDFLOLGDG>SXHVWR
que] no son tan parciales con nosotros como nosotros mismos. Es este deseo

21. Citado por C. KORS\3-.ORSHIN (eds.), op. cit. La cita de Nicole corresponde a Essais
de Morale
22. Ibidem FLWDGRSRU9DQ.OH\S 

199
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GHVHUHVWLPDGRVORTXHQRVKDFHFRUWHVHV\FRQVLGHUDGRVDJUDGHFLGRV\GH
centes, y desear el decoro y los modales galantes en la relación social”23.

0DQGHYLOOHHVHOFtQLFRODWDUHDGHOOHJLVODGRUQRHVUHSULPLUORVLP
pulsos egoístas, sino proporcionar los canales institucionales necesarios
para que resulten en el bien de la sociedad. Vicios privados, virtudes públi
FDVQRVHWUDWDVyORGHTXHHODPRUFRUUXSWRVHGLOX\DHQDFFLRQHVEHQH¿
FLRVDVVLQRTXHORVUHVXOWDGRVGHHVWDVDFFLRQHVDOFRQÀXLUFRQRWUDVHQOD
arena pública, llegan a contrapesar los malos efectos de estas. Esta imagen
WLHQHWDPELpQXQDUDFLRQDOL]DFLyQWHROyJLFDDXQTXHORV¿OyVRIRVGHOGLH
FLVLHWH \ GLHFLRFKR D PHQXGR WRPDUDQ FRPR D[LRPiWLFR TXH HO &UHDGRU
FXPSOtDVXV¿QHVFRQHOPHQRUQ~PHURSRVLEOHGHORVPHGLRVPiVGLUHFWRV
también tendieron a presumir que a veces se veía obligado a emplear el
PpWRGRGHOFRQWUDSHVRHVGHFLUDFRQVHJXLUUHVXOWDGRVGHVHDEOHVKDFLHQGR
que dos elementos dañinos se anulasen mutuamente. El símil físico era,
REYLDPHQWHHOVLVWHPDSODQHWDULRVHJ~QORKDEtDFRQFHELGR1HZWRQ
(VWHJpQHURHUDFRQRFLGRGHVGHDQWLJXRODLPDJHQGHODOPDGHOKRP
bre como campo de batalla de pasiones contrapuestas era conocida como
³SVLFRPDTXLD´(OPLVPR$JXVWtQGH+LSRQDKDEtDFRQFHGLGRODSRVLELOLGDG
de que una pasión contrapesase a otra; por ejemplo, el deseo de ser alabado
ORKDFHFRQHOGHSRGHU'RVHMHPSORVPiVUHFLHQWHVVRQ%DFRQ\(VSLQRVD
(OSULPHURFULWLFDDORV¿OyVRIRVPRUDOHVSRUKDEHUDFWXDGR³FRPRVLXQ
KRPEUHTXHSURIHVDUDHQVHxDUDHVFULELUVHOLPLWDUDDHQVHxDUFRSLDV¿HOHV
del alfabeto y de las letras, sin dar preceptos o instrucciones sobre el mo
YLPLHQWRGHODPDQR\HOSHU¿ODPLHQWRGHODVOHWUDV´24. En cambio, poetas
HKLVWRULDGRUHVKDQPRVWUDGRFyPRIXQFLRQDQORVDIHFWRVKDQGHVYHODGRHO
modo de fortalecerlos o debilitarlos, “de disponer afecto contra afecto, y así
dominar uno con el otro... Porque, al igual que en el gobierno de los estados
a veces es necesario embridar una facción con otra, así en el gobierno de
nuestro interior”25. Una pasión sólo puede ser dominada por otra. Espinosa
HVFULEH ³XQ DIHFWR QR SXHGH VHU UHSULPLGR QL GHVDUUDLJDGR D PHQRV TXH
exista un afecto opuesto y más fuerte”267DPELpQ³1LQJ~QDIHFWRSXHGH
ser reprimido por medio del conocimiento verdadero del bien y del mal en
la medida que es verdadero, sino en la medida que se le considere un afec

23. Citado por LOVEJOY, p. 42.


24. BACON, The Advancement of Learning, en Works, Londres, 1859, vol. III, p. 418.
25. Ibidem, 438.
26. ESPINOSA, Ética, parte IV, prop. 7.

200
LA IMAGEN DEL HOMBRE

to”27(VPX\FRQRFLGDODIUDVHKXPHDQDGHTXH³ODUD]yQGHEHUtDVHUODHV
FODYDGHODVSDVLRQHV´<WDPELpQ³QDGDSXHGHRSRQHUVHDOLPSXOVRGHXQD
pasión o retardarlo, salvo un impulso contrario”28. Al tratar la emergencia
GHODMXVWLFLD+XPHGHFODUDTXHHOGHVHRGHFRQVHJXLUELHQHV\SRVHVLRQHV
es tan fuerte que el único modo de contrapesarlo es redirigiéndolo contra sí
PLVPR³1RKD\SRUWDQWRSDVLyQFDSD]GHFRQWURODUHODIHFWRLQWHUHVDGR
sino el afecto mismo, mediante una alteración de su dirección”29.
El lugar de la teoría del contrapeso en la dinámica de la naturaleza
KXPDQDKDEtDVLGRH[SUHVDGRSRU3DVFDODQWHVGH

“No nos sostenemos a nosotros mismos en el estado de virtud por fuer


za propia, sino por la contraposición de dos faltas opuestas, del mismo modo
que permanecemos de pie entre dos vientos contrarios; quita una de estas
faltas y caeremos en la otra”30.

/D5RFKHIRXFDXOGHPSOHyXQVtPLOSDUHFLGR

“los vicios entran en la composición de las virtudes como los venenos


en la composición de los remedios. La prudencia los ensambla y atempera y
ORVKDFHVHUYLUFRQWUDORVPDOHVGHODYLGD´31.

Los intereses públicos y privados derivan su control de “un equilibrio


y contraposición debidos en sus afectos”32. Esta disposición de los afectos
VHDVHPHMDDODGHODVGLVWLQWDVFXHUGDVGHXQLQVWUXPHQWRPXVLFDOXQD³DU
monización de las pasiones”33. Los ejemplos son numerosos34.
En los Enquiries+XPHGH¿HQGHODLPSRVLELOLGDGGHUHGXFLUWRGDOD
PRWLYDFLyQ KXPDQD D LQWHUpV \ D¿UPD TXH TXLHQHV RSHUDQ WDO UHGXFFLyQ
³KDFHQXVRGHXQOHQJXDMHPX\GLVWLQWRDOGHVXVFRPSDWULRWDV\QROODPDQ
a las cosas por los nombres adecuados”35(VWDFRQIXVLyQGHVLJQL¿FDGRVD

27. Ética, parte IV. prop. 14.


28. Treatise II.III.iii.
29. Id. III.II.ii.
30. Pensées, nº 359.
31. 0D[LPHV, 182.
32. ,
33. ,
34. Cfr., por citar alguno, A. POPE, Epistle II   \  6HAFTESBURY, Characte-
ristics of Men, Manners, Opinions, Times%REEV0HUULOO,QGLDQDSROLV 1HZ<RUN
,
35. &IU ³2I WKH GLJQLW\ RU 0HDQQHVV RI +XPDQ 1DWXUH´ HQ Essays: Moral, Political and
LiteraryS3DUDQXHVWURSURSyVLWRQRUHVXOWDEDUHOHYDQWHODFRQWUDSRVLFLyQTXH+LUVFKPDQQHV

201
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

ODTXHVHUH¿HUH+XPHKDFHTXHVHSLGDSRUSDUWHGHORVULJRULVWDVHOGHVLQ
WHUpVGHOKRPEUHFRPRFRQGLFLyQGHOFRPSRUWDPLHQWRYLUWXRVRFXDQGRHQ
realidad se está demandando la falta de referencia de las acciones al sí mis
PR(QRWUDVSDODEUDVVLHPSUHSXHGHHQFRQWUDUVHXQinterés en las acciones
de cualquier ser consciente, puesto que decidir tomar un curso de acción es
³HOHJLUVHSDUDKDFHUDOJR´(QODPHGLGDTXHKD\FRQFLHQFLDKD\LQWHUpV
/RTXHHVWDEDQKDFLHQGRORVPRUDOLVWDVGHOGLHFLVpLVDOGLHFLRFKRHUDH[SOR
UDUDOVXMHWRKXPDQRGHVGHODSHUVSHFWLYDGHODSULPHUDSHUVRQDHVGHFLU
del actor en cuanto que consciente. Por eso adquiere tal preponderancia
el orgullo, la referencia del sujeto al sí mismo. Estos moralistas acercaron
demasiado la conciencia a la soberbia, el propio interés a la injusticia. En
HVWHFDStWXORKHSUHWHQGLGRPRVWUDUODJpQHVLVGHWDOSODQWHDPLHQWRD¿QGH
KDFHUORFRPSDUDEOH\GHPRVWUDUVXOLPLWDFLyQ

tablece entre intereses y pasiones, teniendo en cuenta que ambos son interpretados como referencia
HJRtVWDHQODDFFLyQ&IU+IRSCHMANN, op. cit., pp. 34 y ss.

202
/$&,8'$'$1Ë$(1/$662&,('$'(6&203/(-$6
NUEVAS FORMAS DE RELACIÓN SOCIAL

Pablo GARCÍA RUIZ

7UDGLFLRQDOPHQWHODFLXGDGDQtDKDVLGRFRQVLGHUDGDHOYtQFXORSROtWL
FRSRUH[FHOHQFLD$VtORKDHQWHQGLGRHOUHSXEOLFDQLVPRGHVGH$ULVWyWHOHV
KDVWD5RXVVHDX/DFLXGDGDQtDFRQVLVWHHQODUHODFLyQVRFLDOTXHYLQFXOD
entre sí a los miembros de una comunidad política y se ejerce mediante la
participación en las estructuras de decisión sobre los asuntos de la comu
nidad de la que se forma parte. Ser ciudadano es, para la tradición republi
FDQDODH[SUHVLyQFDEDOGHODGLJQLGDGKXPDQDODPDQLIHVWDFLyQSURSLDGH
su libertad.
La distinción entre lo privado y lo público (oikos y polis GH¿QHHQ
HOXQLYHUVRDULVWRWpOLFRHOiPELWRGHODOLEHUWDG(VFLXGDGDQRHOTXHVHKD
liberado del reino de la necesidad y puede ocuparse de los asuntos públicos,
en términos de igualdad con sus semejantes. Por eso, para Aristóteles, ser
FLXGDGDQRHVODPDQHUDGHVHUSOHQDPHQWHKXPDQRORTXHFRQYLHUWHDOFLX
dadano en el más alto orden de existencia es su capacidad de gobernar a sus
LJXDOHVDODYH]TXHHVJREHUQDGRSRUHOORV(OGLVFXUVRS~EOLFRHVXQ¿Q
en sí mismo, no se subordina a la consecución de ningún otro bien público
GLVWLQWR1RHVXQPHGLRSDUDOOHJDUDVHUOLEUHHVODH[SUHVLyQDGHFXDGDGH
ODSURSLDOLEHUWDG 3RFRFN0DUtQ 3HURHVWHLGHDOHVDOJRGHOR
TXHVRQFDSDFHVPX\SRFRV\PXFKRVRWURVQR
/D XQLYHUVDOL]DFLyQ GHO LGHDO KXPDQR TXH SURSLFLD OD H[WHQVLyQ GHO
cristianismo será asumida en sus propios términos por el pensamiento po
OtWLFRPRGHUQRGHODPDQRGH5RXVVHDX/DGLJQLGDGKXPDQDH[LJHFLHU

203
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

tamente la manifestación pública de la libertad. Pero esto no es posible en


la condición natural originaria. Sólo a través de la voluntad general puede
OOHJDUHOKRPEUHDREHGHFHUVHDVtPLVPRHVWRHVVHUVRFLDO\DODYH]OL
bre. Esa es la condición del ciudadano, y es una condición universal en las
sociedades democráticas, en las que la distancia entre autoridad y esponta
neidad queda superada a través de la participación pública en la voluntad
general, mediante diversos cauces de representación.
$VtSXHVFLXGDGDQtDVLJQL¿FDSULPHUDPHQWHSDUWLFLSDFLyQHQODYLGD
S~EOLFD 6REUH HVWH SULQFLSLR VH KDQ FRQVWUXLGR ORV VLVWHPDV SROtWLFRV GH
OD GHPRFUDFLD PRGHUQD < HV SUHFLVDPHQWH OD HYROXFLyQ DFWXDO GH HVWRV
sistemas lo que convierte en problemática la noción misma de ciudadanía,
SULQFLSDOPHQWHSRUTXHORVFDXFHVGHUHSUHVHQWDFLyQSROtWLFDVHKDQKHFKR
opacos para la mayoría de los miembros de la sociedad.
(VFDVLXQOXJDUFRP~QPHQFLRQDUHOPDOHVWDUSROtWLFRGHODVVRFLH
dades contemporáneas. La representatividad de nuestras democracias está
HQ HQWUHGLFKR SRUTXH HV QRWRULD OD GLVRFLDFLyQ HQWUH ORV DVSHFWRV VLPEy
licos y los sustantivos del sistema. La creencia en que el poder emana de la
comunidad contrasta con las verdaderas fuentes de creación de la opinión
pública, en la que los partidos y los medios de comunicación son los pro
WDJRQLVWDVHQGHWULPHQWRGHORVFLXGDGDQRVKR\VLQYR]4XL]iSRUHVROD
LQWHJUDFLyQVRFLDOVHYHGHVD¿DGDSRUQXHYRVSDUWLFXODULVPRVTXHUHLYLQGL
FDQ¿QHVHLQWHUHVHVRSXHVWRVDORVGHODPD\RUtD/RVQXHYRVPRYLPLHQWRV
VRFLDOHVQRVRQVLQRODUHVSXHVWDGHXQVRFLHGDGTXH\DQRVHYHUHÀHMDGD
en sus esferas políticas. El éxito de nuevos líderes populistas y atípicos
refuerza esa percepción. Los marginados y los inmigrantes, olvidados por
ORVSDUWLGRVHVWDEOHFLGRVHVSHUDQVXPRPHQWRSDUDKDFHUVHRtU(OVLVWHPD
SROtWLFRVHKDYXHOWRVRUGRSDUDODPLVPDVRFLHGDGDODTXHUHSUHVHQWD
El núcleo del problema de desintegración política actual está, a mi
modo de ver, en la desconexión creciente entre la comunidad social y las
HVWUXFWXUDVGHGHFLVLyQDFHUFDGHORVSUREOHPDVTXHYHUGDGHUDPHQWHLP
portan. Los problemas sociales, tal y como los viven los individuos, son
gestionados no a través de un auténtico diálogo ciudadano sino mediante
un sistema cuyos centros de poder real están cada vez más lejos de la con
ciencia cotidiana. La construcción de la unión europea y de las diversas
áreas políticas y económicas supranacionales refuerzan esa percepción.
(Q UHDOLGDG HO KRPEUH GH OD FDOOH SHUGLy VX SURWDJRQLVPR SROtWLFR
KDFH \D WLHPSRMXVWR HQ HOPRPHQWRHQ HOTXH OD FXOWXUDSROtWLFDGH ODV
sociedades democráticas redujo la ciudadanía a un título jurídico. Por citar
XQDGH¿QLFLyQHVWiQGDU26YDUOLHQ  GH¿QHODFLXGDGDQtDFRPRHO

204
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

status de la relación que existe entre una persona natural y una comunidad
SROtWLFDFRQRFLGDFRPR(VWDGRPHGLDQWHHOFXDOODSULPHUDGHEH¿GHOLGDG
y el segundo debe protección. El status del ciudadano en una sociedad se
basa sobre el primado de la ley y sobre el principio de igualdad. Ser ciuda
GDQRFRQVLVWHDKRUDIXQGDPHQWDOPHQWHHQVHUVXMHWRGHORVGHUHFKRVGHOD
ciudadanía, garantizados por el Estado.
Se reduce lo político participativo a lo meramente jurídico porque no
HVSRVLEOHWpFQLFDPHQWHRWUDFRVD<D0D[:HEHUD¿UPDEDTXHODGHPR
FUDFLDSDUWLFLSDWLYDHVLPSRVLEOHHQODPHGLGDHQTXHHOSURFHVRGHUDFLR
nalización exige un conocimiento técnico sólo accesible a la burocracia
DGPLQLVWUDWLYDSHURQRDOLQGLYLGXRFRP~Q&RPRFRQVHFXHQFLDODFLXGD
GDQtDHVKR\SULQFLSDOPHQWHXQUROSDVLYRORVFLXGDGDQRVVRQHVSHFWDGRUHV
que votan (Walzer 1993). La ciudadanía se asimila entonces a un construc
to legal, a un título por el que alguien se convierte en sujeto de unos dere
FKRVTXHKDQLGRGHVDUUROOiQGRVHDORODUJRGHORVGRV~OWLPRVVLJORV(VWRV
LQFOX\HQFRPRVHxDOy7+0DUVKDOODPHGLDGRVGHORVVHVHQWDGHUHFKRV
FLYLOHVGHUHFKRVSROtWLFRV\GHUHFKRVVRFLDOHVJDUDQWL]DGRVGHPDQHUDFUH
ciente por el irrenunciable estado de bienestar.
6LQHPEDUJRODFRQFHSWXDOL]DFLyQGHOFLXGDGDQRFRPRFOLHQWHVDWLV
IHFKRUHVXOWDFDGDYH]PiVSUREOHPiWLFD(QHIHFWRODUHFODPDFLyQGHOD
H[WHQVLyQGHGHUHFKRVHVWDQDPSOLDFRPRHOGHVHRRDOPHQRVFRPRODV
posibilidades de victimización de las diferentes situaciones personales o
FROHFWLYDV<SRUHOFRQWUDULRODFDSDFLGDGGHUHVSXHVWDGHOVLVWHPDHVOL
PLWDGD/RVSODQHVGHSHQVLRQHVGHODVHJXULGDGVRFLDOVHKDQHQFDUJDGRGH
revelarlo. Pero el problema no es sólo de asignación de recursos escasos.
(VWiQWDPELpQORVGHUHFKRVFXOWXUDOHVGHODVPLQRUtDVTXHFRQIUHFXHQFLD
JHQHUDQFRQÀLFWRVGHLQWHUHVHVRGHLGHQWLGDGSDUDODPD\RUtDHVWDEOHFLGD
(VRVFRQÀLFWRVVHDJXGL]DQFXDQGRODVUHFODPDFLRQHVUHVXOWDQDQWDJyQLFDV
HQWUHVtRFRQWUDGLFWRULDVFRQODGH¿QLFLyQPLVPDGHODHVWUXFWXUDSROtWLFD
que las atiende.
¢&yPRLQWHUSUHWDUHVWDVLWXDFLyQ"/XKPDQQ  KDDSXQWDGRXQD
respuesta en el contexto de su teoría funcionalista de los sistemas sociales.
/DVLWXDFLyQDFWXDOKD\TXHFRPSUHQGHUODFRPRXQDFULVLVGHLQWHJUDFLyQ
VLVWpPLFDSRUTXHHOVLVWHPDSROtWLFRVHKDFHPiVFRPSOHMRKD\XQDVREUH
FDUJDGHH[SHFWDWLYDVTXHFRQGXFHDXQDFODXVXUDDXWRUUHIHUHQFLDO$VLVWL
mos a una implosión de lo político y a una reducción de su lógica a mera
estrategia oportunista del sistema. La ciudadanía no es sino un título de ac
ceso a servicios otorgado oportunistamente por el aparato administrativo.
Las razones para otorgar la ciudadanía no están referidas a una identidad

205
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

FXOWXUDOQDFLRQDORVXSXHVWDPHQWHXQLYHUVDOVLQRTXHVRQDUWL¿FLDOHVSUDJ
máticas y, por ello, fácilmente resultan autorreferenciales, contradictorias y
SDUDGyMLFDV(VWDHVDMXLFLRGH/XKPDQQOD~QLFDPDQHUDGHHQWHQGHUXQ
contexto político en el que el sistema jurídico excluye el reconocimiento
GHWRGDUHDOLGDGQRGH¿QLGDSRUVXVSURSLRVSULQFLSLRV FRPRSRUHMHPSOR
el matrimonio poligámico de los musulmanes, que no tiene espacio alguno
en el ordenamiento legal vigente). El mismo sistema jurídico resulta con
tradictorio cuando determinadas disposiciones conculcan algunas de sus
SURSLDVGHFODUDFLRQHVIXQGDPHQWDOHV±ORVPLVPRVGHUHFKRVKXPDQRV±HQ
problemas paradójicos como el de los inmigrantes de los que se tiene nece
sidad a la vez que se les niega todo reconocimiento social.
/DGLVRFLDFLyQHQWUHHOVLVWHPDWpFQLFRDGPLQLVWUDWLYR\HOPXQGRGH
ODYLGD /ODQR VHDFHQW~DKDVWDSURYRFDUXQDHVFLVLyQLUUHFRQFLOLDEOH
HQWUHHODSDUDWRSROtWLFR\ODVRFLHGDGFLYLO(VWDGLVRFLDFLyQIXHSDUWLFXODU
PHQWHKRQGDHQORVSDtVHVGHOEORTXHVRYLpWLFR'HVXH[SHULHQFLDVXUJHHO
intento de reconstrucción de la ciudadanía como relacionalidad inmediata
de los sujetos sociales, prescindiendo de la mediación sistémica de una bu
URFUDFLDDMHQDDODYLGDUHDO0:DO]HU  KDHQIDWL]DGRHVWHUHVXUJLU
de la ciudadanía a través del llamado “argumento de la sociedad civil”. Esta
visión de la ciudadanía pone el acento en la comunalidad efectiva y en la
participación en asociaciones de escala reducida. Ser ciudadano consiste,
desde esta óptica, en participar en las distintas asociaciones que componen
la sociedad civil, entendida como aquellos ámbitos de acción social distin
tos del Estado o del sistema económico. La nueva sociedad civil consistiría,
así, en el conjunto de esferas sociales que no actúan ni por mandato ni por
VLPSOHEHQH¿FLRHFRQyPLFR/DFLXGDGDQtDVHSURSRQHHQWRQFHVFRPROD
participación efectiva en relaciones sociales distintas de las generadas por
el Estado o por el mercado.
En cierto sentido, la conceptualización societaria de la ciudadanía es una
UHEHOLyQFRQWUDODUHL¿FDFLyQGHODUDFLRQDOLGDGIRUPDOXQLYHUVDOLVWDSURSLD
GHOVLVWHPDSROtWLFRHFRQyPLFR(OGLVFXUVRGHODVRFLHGDGFLYLOUHFODPDOD
HVSHFL¿FLGDGGHODVIRUPDVRULJLQDULDVDXWpQWLFDVGHUHODFLRQDOLGDG\DVR
ciación entre personas, en cuya base está no una consideración abstracta de
ODH¿FDFLDLQVWUXPHQWDOVLQRPiVELHQXQHQWHQGLPLHQWRUHFtSURFRDSR\DGR
en tradiciones compartidas acerca de valores sustantivos. Ser ciudadano es,
GHVGHHVWDSHUVSHFWLYDVHUPLHPEURGHXQDVRFLHGDGSDUWLFXODUGH¿QLGDSRU
WUDGLFLRQHVHVSHFt¿FDV\SRUDFXHUGRVVREUHVLJQL¿FDGRVVRFLDOHV
/DGH¿QLFLyQGHODFLXGDGDQtDHQWpUPLQRVLQPHGLDWRVRSXHVWRVDOD
tecnoestructura, supone la existencia de una identidad colectiva originaria,

206
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

previa a la constitución misma del sistema. No es la tecnoestructura la que


GH¿QHORVWpUPLQRVGHODFLXGDGDQtDVLQRTXHHVODUHDOLGDGGHXQDFRPX
QLGDGSUHSROtWLFDODTXHIXQGDPHQWDODH[LVWHQFLDGHHVWUXFWXUDVSROtWLFDV
FRPRHO(VWDGR+LVWyULFDPHQWHHVDLGHQWLGDGFROHFWLYDKDVLGRHQWHQGLGD
FRPRLGHQWLGDGpWQLFRFXOWXUDOH[SUHVDGDHQODLGHDGHQDFLyQ/DFLXGD
GDQtDVHUH¿HUHHQHVWHFRQWH[WRDODSHUWHQHQFLDDXQDWUDGLFLyQFXOWXUDO
concreta, lo que lleva consigo con frecuencia, la adscripción a un mismo
territorio, una misma sangre, lengua y religión. La visión universalista de la
ciudadanía democrática, propia de la tradición ilustrada, se vio contestada
en la reivindicación romántica de la idea de nación, y en su relevancia para
ODFRQ¿JXUDFLyQSROtWLFDGHODVVRFLHGDGHV
El discurso nacionalista se basa en tres supuestos idealtípicos (A. Cruz
 ODKXPDQLGDGVHGLYLGHQDWXUDOPHQWHHQQDFLRQHVODVQDFLRQHVVH
conocen por ciertas características que pueden determinarse; el único tipo
de gobierno legítimo es el autogobierno nacional. La oposición entre la
WHFQRHVWUXFWXUDDGPLQLVWUDWLYDXQLYHUVDOLVWD\ODHVSHFL¿FLGDGGHOFDUiFWHU
nacional se revela así insalvable. La legitimidad de todo gobierno posible
GHVFDQVDVREUHVXLGHQWL¿FDFLyQFRQHOFDUiFWHUFXOWXUDOGHODFRPXQLGDG
sobre la que se asienta.
(QODSUiFWLFDORVHVWDGRVKRPRJpQHRVGHVGHHOSXQWRGHYLVWDFXOWXUDO
étnico o nacional son muy pocos. La complejidad creciente de la sociedad
FRQWHPSRUiQHDKDFHD~QPiVLPSUREDEOHHOVXHxRGH+HUGHU/DVVRFLH
dades actuales están abocadas a ser crecientemente complejas, plurinacio
nales, pluriétnicas, pluriculturales. No es posible ya propugnar una nueva
versión del principio de Augsburgo, cuius regio eius religio. Sin embargo,
sí se puede entender que la fuente de la ciudadanía sigue siendo la propia
identidad cultural. Esta es en síntesis la propuesta del multiculturalismo
<RXQJ TXHH[LJHQRVyORHOUHFRQRFLPLHQWRS~EOLFRGHODLGHQWLGDG
FXOWXUDOGHGLYHUVDVPLQRUtDVVLQRODJDUDQWtDHVWDWDOGHORVGHUHFKRVS~EOL
cos y privados anejos a esa peculiar identidad. Ese tipo de exigencias pue
den llevar a los Estados plurinacionales a situaciones insostenibles, como
VHKDSRGLGRFRPSUREDUHQHOFDVRGHO/tEDQR\FRPRSDUHFHQDSXQWDUODV
WHQGHQFLDVVHFHVLRQLVWDVGHRWURVSDtVHVFRPR3DNLVWiQ 3DUHNK 
Fundamentar la ciudadanía en la peculiar identidad cultural, étnica o
QDFLRQDOHVXQDYtDOOHQDGHREVWiFXORV\TXHGDOXJDUFRPRVHKDFRP
SUREDGRUHSHWLGDPHQWHDODJHQHUDFLyQGHFRQÀLFWRVSRFRPHQRVTXHLQ
solubles. Por eso, una vía de conceptualización más pragmática es la que
FRQFLEHODFLXGDGDQtDFRPRXQDFDWHJRUtDSULPRUGLDOPHQWHGHRUGHQHFR
QyPLFR(QHIHFWRHQODVQXHYDVGLVWLQFLRQHVS~EOLFRSULYDGRSDUHFHTXH

207
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

HQQXHVWUDVVRFLHGDGHVORS~EOLFRSRUDQWRQRPDVLDHVHOPHUFDGRPLHQ
tras que todo lo no económico queda reducido al ámbito de lo privado. El
debate público en las sociedades actuales se centra casi exclusivamente en
GHFLGLUHQWUHODVGLYHUVDVHVWUDWHJLDVGHDUWLFXODFLyQGHORVIDFWRUHVHFRQy
PLFRVUHOHYDQWHV,QFOXVRHO(VWDGRPLVPRSDUHFHRULHQWDGRIXQGDPHQWDO
mente a crear y velar por la estabilidad de las condiciones necesarias para
un armonioso funcionamiento de los mercados. Las creencias religiosas
\ODVWUDGLFLRQHVFXOWXUDOHVKDQVLGRUHOHJDGDVDODFDWHJRUtDGHRSLQLRQHV
estrictamente privadas.
Según esta lógica, ciudadano es quien está integrado en el sistema
HFRQyPLFRTXLHQSDUWLFLSDHIHFWLYDPHQWHHQHOPHUFDGR2GLFKRGHRWUD
PDQHUDFLXGDGDQRHVHVHQFLDOPHQWHHOFRQVXPLGRU'HKHFKRORVUHTXL
VLWRVTXHKR\H[LJHHO(VWDGRHVSDxROSDUDRWRUJDUHOSHUPLVRGHUHVLGHQFLD
DORVH[WUDQMHURVVRQRELHQWHQHUXQHPSOHRUHPXQHUDGRRELHQDFUHGLWDU
XQGHSyVLWRVX¿FLHQWHHQXQDFXHQWDEDQFDULD

Paradojas de la ciudadanía

/DVGLYHUVDV±\RSXHVWDV±FRQFHSWXDOL]DFLRQHVGHORSROtWLFRSUHVHQ
WHVHQHOGHEDWHDFWXDOPDQL¿HVWDQODFULVLVGHODLGHDGHFLXGDGDQtD/DV
YLHMDV LGHDV LOXVWUDGDV QR VLUYHQ \D SHUR D~Q QR KDQ WULXQIDGR RWUDV TXH
las sustituyan. Para Donati (1993), la causa de la desintegración política
actual está precisamente en el agotamiento del proyecto político moderno.
(VHSUR\HFWRVHDUWLFXODEDHQWRUQRDWUHVDVSHFWRVIXQGDPHQWDOHVXQLYHU
salismo, representación y emancipación. La realidad de las sociedades con
temporáneas es, sin embargo, la emergencia progresiva de tres dimensiones
RSXHVWDVXQFUHFLHQWHSOXUDOLVPRXQQXHYRVHQWLGRGHODSULYDFLGDG\XQ
VHQWLPLHQWRDJXGRGHGHSHQGHQFLDUHVSHFWRGHOVLVWHPD6HSXHGHKDEODUDVt
de tres tensiones o paradojas principales, características de las sociedades
DYDQ]DGDV FRQWHPSRUiQHDV OD WHQVLyQ HQWUH XQLYHUVDOLVPR \ SOXUDOLVPR
entre representatividad y privacidad; entre emancipación y dependencia.
El carácter universalista del proyecto político de la Ilustración deriva
de una concepción de la relación política entendida como relación entre el
Estado y el individuo, en la que el valor dominante es el de la igualdad. Pro
mover la igualdad exige la consideración universalista de la individualidad.
(OSUREOHPDVXUJHSRUXQDSDUWHFXDQGRKD\TXHGHFLGLUVREUHORVFULWHULRV
de inclusión y exclusión y, por otra, cuando la presencia de la diversidad
VHKDFHHYLGHQWHFRPRSRQHGHUHOLHYHSRUHMHPSORHOPXOWLFXOWXUDOLVPR

208
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

(Donati 1995). En realidad, la tensión entre universalismo y particularismo


estaba ya implícita en la aceptación inicial y simultánea de las categorías
de dignidad e identidad como básicas para la convivencia social (Taylor
1993). El desplome de las jerarquías sociales premodernas condujo a la
aceptación de la idea de dignidad como fundamento para el reconocimiento
VRFLDOGHOLQGLYLGXR/DGLVWLQFLyQSRUHOKRQRUGHMySDVRDODFRQVLGHUDFLyQ
LJXDOLWDULD\XQLYHUVDOLVWDGHWRGRVORVVHUHVKXPDQRVQR\DHQYLUWXGGHOD
posición que ocupara en la sociedad, sino por razón de su condición de ser
KXPDQR$OPLVPRWLHPSRVXUJHXQDQXHYDLQWHUSUHWDFLyQGHODLGHQWLGDG
individual. Como ya no puede depender de razones extrínsecas al sujeto
mismo, la identidad deviene autenticidad. Ser moral ya no consiste en se
JXLU¿HOPHQWHXQDVSDXWDVGHDFFLyQH[WHUQDVVLQRHQVHU¿HODXQRPLVPR
Es la voz de la naturaleza (Rousseau) la que se debe oír, una vez liberada
GHOSHVRGHODVSDVLRQHV&DGDXQRWLHQHVXPDQHUDGHVHUKXPDQR\JXLDGR
por la luz de la razón autónoma podrá alcanzar la plenitud de su potencial
KXPDQRXQLYHUVDO(OLGHDOGHDXWHQWLFLGDGGHEHVHUDSOLFDGRQRVyORDORV
LQGLYLGXRVVLQRWDPELpQDORVSXHEORV +HUGHU \HVODFRQGLFLyQQHFHVDULD
para la efectiva realización de toda comunidad política.
3HURODVH[LJHQFLDVGHODGLJQLGDGFKRFDQFRQODVYLUWXDOLGDGHVGHOD
LGHDGHLGHQWLGDG(VWDFRQGXFHGLUHFWDPHQWHDOUHFRQRFLPLHQWRGHODGLIH
rencia, mientras que el discurso de la dignidad es radicalmente igualitario.
/DPDQHUDHQTXHODVVRFLHGDGHVPRGHUQDVDIURQWDURQHVWDSDUDGRMDFRQ
VLVWLyHQODGH¿QLFLyQSURJUHVLYDGHOVWDWXVLJXDOLWDULRGHOFLXGDGDQR/RV
GHUHFKRVFLYLOHVLQLFLDOHVVHKDQLGRFRPSOHWDQGRFRQHODFFHVRLJXDOLWDULR
D GHUHFKRV SROtWLFRV \ VRFLDOHV (Q FRQFUHWR FXDQGR HO status igualitario
GHOFLXGDGDQRVHGH¿QHFRPRHODFFHVRDXQDGHWHUPLQDGDFRQGLFLyQVR
FLRHFRQyPLFDVHOHJLWLPDGHPRFUiWLFDPHQWHHO(VWDGRGHELHQHVWDUHVGH
FLUHOWUDWRGHVLJXDODLQGLYLGXRVGHVLJXDOHVSRUTXHSDUDKDFHUUHDOLGDGHO
LGHDOGHLJXDOGDGHVSUHFLVRWUDWDUDORVLQGLYLGXRVGHVLJXDOPHQWH6HHVWL
PDTXHSRUGHEDMRGHOXPEUDOGHODSREUH]DQRSXHGHKDEHUVLQRFLXGDGDQtD
de segunda clase. Por ello, el ideal de la igualdad exige la atención a la
diferencia, no sólo de oportunidades sino también de resultados. Se sientan
las bases para una consideración de la ciudadanía desde la perspectiva de la
LQFOXVLyQLJXDOLWDULDHQHOFRPSOHMRGHGHUHFKRVJDUDQWL]DGRVSRUODHVIHUD
S~EOLFD(VHODFFHVRDHVRVGHUHFKRVORTXHFRQVWLWX\HHOVRSRUWHEiVLFRGH
la identidad ciudadana moderna.
6LQ HPEDUJR HO SURFHVR KLVWyULFR GH FRQVWUXFFLyQ GH XQD LGHQWLGDG
cívica común se interrumpe cuando se constata que la inclusión universal
es técnicamente imposible y, particularmente, cuando los mismos sujetos
renuncian a la inclusión y exigen el reconocimiento de la diferencia (Dona

209
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

WL $VtSRUHMHPSOR3DUHNK  UHLYLQGLFDTXHHVHO(VWDGRTXLHQ


está obligado a servir a la pluralidad de intereses de los diversos grupos so
FLDOHV\QRDOUHYpV6HUHFKD]DODLQWHJUDFLyQGHODVPLQRUtDVHQODFXOWXUD
dominante precisamente porque se renuncia a una ciudadanía universal.
3DUD+DEHUPDV  KDVLGRODWHQGHQFLDDODJOREDOL]DFLyQODTXH
KD FDXVDGR HO UHVXUJLU GH ORV SDUWLFXODULVPRV \ ORV QDFLRQDOLVPRV FRPR
reacción ante la amenaza de evaporación de la propia identidad. Tanto la
LQWHUQDFLRQDOL]DFLyQGHODGHSHQGHQFLDSROtWLFDVLVWpPLFDFRPRODUHGH¿
QLFLyQGHiPELWRVPiVUHGXFLGRVGHLGHQWL¿FDFLyQFXOWXUDOPLQDQODFHQ
tralidad del Estado y de la relación cívica que él mantiene. La crisis de
soberanía de los estados nacionales es patente. Sus causas, también. Sólo
la existencia de misiles balísticos de alcance intercontinental bastaría para
explicarlo. También es importante la transferencia de poder y de capacidad
de decisión a organismos internacionales, la globalización de los mercados
¿QDQFLHURV\GHODVHPSUHVDVPXOWLQDFLRQDOHVDVtFRPRHOÀXMRFRQVWDQWH
de ideas y contenidos culturales a nivel mundial. Las tareas de las que el
(VWDGRHUDUHVSRQVDEOHWLHPSRDWUiVKR\VHOHKDQHVFDSDGRGHODVPDQRV
Los Estados convencionales son demasiado pequeños para gestionar los
problemas globales. Pero, al mismo tiempo, resultan demasiado grandes
para aglutinar la lealtad de los individuos concretos, para solucionar los
problemas concretos y diarios de la vida ordinaria de la gente y para ofre
FHUXQDLGHQWLGDGFXOWXUDOGLVWLQWLYDDJUXSRVFDGDYH]PiVKHWHURJpQHRV
entre sí. Por decirlo con otras palabras, la gente ya no se ve representada
por las estructuras políticas estatales. O quizá es que ya no le interesa ser
representada en instancias cuya incidencia sobre la vida real de los sujetos
es mínima. Las cifras absolutas de absentismo electoral en las sociedades
democráticas expresan un creciente desinterés por lo político.
Se plantea así la segunda de las paradojas actuales, la tensión entre
representatividad y privacidad. El ideal político moderno se propuso la re
FXSHUDFLyQGHODGLPHQVLyQJHQXLQDPHQWH³SROtWLFD´GHOKRPEUH³OHJDO´
VXUJLGRHQOD5RPDFOiVLFD\PDQWHQLGRDXQTXHPRGL¿FDGRHQORVVLJORV
posteriores. Es decir, se trataba de recuperar la “polis” de su transformación
HQ³XUEH´R³LPSHULR´ 3RFRFN /DVGLPHQVLRQHVSURSLDVGHODVVR
ciedades modernas no permiten la participación directa de todos los in
dividuos en los asuntos públicos. La participación ciudadana sólo resulta
SRVLEOHSRUUHSUHVHQWDFLyQ3HURODUHSUHVHQWDFLyQHVXQFRQFHSWRHPLQHQ
WHPHQWHSUREOHPiWLFR¢TXpVLJQL¿FDSHGLUOHDRWURTXHVHDµ\R¶SRUPt"¢6H
puede ejercer la propia libertad vicariamente? Para Donati (1993), la mo
dernidad adopta un código de ciudadanía altamente problemático, porque
se espera de ella que pueda resolver el problema de salir al encuentro de las

210
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

QHFHVLGDGHVIXQGDPHQWDOHVGHOKRPEUHHVGHFLUVHSLHQVDHQODFLXGDGDQtD
FRPRUHVSXHVWDDOSUREOHPDGHODIHOLFLGDGKXPDQD(VHVWDFRQFHSFLyQOD
TXHKR\HQWUDHQXQDFULVLVUDGLFDO
El problema de la representatividad es que al ceder la identidad, se
cede también la capacidad de autenticidad personal en la vida comunitaria.
<SXHGHRFXUULU\GHKHFKRRFXUUHTXHHOUHVXOWDGRGHOGLiORJRVRFLDOVHD
no sólo ajeno sino también opuesto a la propia visión de los problemas.
'HFLGLU HQWUH GRV R WUHV DOWHUQDWLYDV GHVDJUDGDEOHV QR HOLPLQD OD IUXVWUD
ción. Cuando la misión que la representación política se da a sí misma es,
DGHPiVWDQDOWDODIUXVWUDFLyQFRQVLJXLHQWHHVDOPHQRVGHLJXDOLQWHQ
VLGDG 9 3pUH] 'tD]   OR H[SOLFD DVt OD WHQGHQFLD JHQHUDO KDFLD HO
FUHFLPLHQWRGHO(VWDGRHQHVWRV~OWLPRVGRVVLJORVKDHVWDGRDFRPSDxDGD
y sustentada, por la idea de que éste era portador de un proyecto moral que
KDUHFLELGRGLYHUVRVQRPEUHVFRPRORVGHOQDFLRQDOLVPRPRGHUQL]DFLyQ
RUHIRUPDVRFLDOHQWUHRWURV+R\GtDHVWDPRVDVLVWLHQGRDXQDFULVLVJHQH
ralizada de esta visión del Estado y la vigencia del tema del retorno de la
sociedad civil sería una expresión de esta crisis.
El problema de la sociedad contemporánea es que los procesos de in
IRUPDFLyQGHFRQWUROGHSURGXFFLyQHWFVHLQGHSHQGL]DQGHORVKRPEUHV
TXH\DQRORVGRPLQDQ¢TXpLGHQWLGDGFLXGDGDQDSXHGHVXUJLUVLDSHQDVSR
GHPRVD¿UPDUQRVFRPR³DJHQWHV´GHQXHVWURPXQGR"6yORORVEXUyFUDWDV
\WHFQyFUDWDVSXHGHQLGHQWL¿FDUVHFRQXQVLVWHPDHVWUXFWXUDOLPSHUPHDEOH
a las aportaciones de sentido que surgen en el “Lebenswelt”, en el mundo
YLWDOGHSHUVRQDV\VROLGDULGDGHVSULPDULDVTXHFRPSRQHQOD³VRFLHWjVRP
PHUVD´ /ODQR (QHOKRUL]RQWHH[LVWHQFLDOGHODVSHUVRQDVORSULYD
do cobra mayor interés y lo público resulta indiferente, entre otras cosas
porque se percibe la impotencia del individuo frente a la tecnoestructura.
+R\HQGtDORSULYDGRVHHQULTXHFHFRPSDUDWLYDPHQWHIUHQWHDORS~EOLFR
\IUHQWHDOLGHDOFOiVLFRGHODFLXGDGDQtD .\POLFND\1RUPDQ /R
S~EOLFRUHVXOWDFDGDYH]PHQRVDWUDFWLYR/DVHQVLELOLGDGDFWXDOKDFLDOR
SULYDGRFRPRiPELWRGHUHDOL]DFLyQSHUVRQDOVHPDQL¿HVWDGLYHUVDPHQWH
el ascenso del amor romántico y de la familia nuclear, junto con su énfasis
en lo íntimo y privado; la prosperidad creciente que fomenta el ocio y el
consumo; el compromiso cristiano con la dignidad del trabajo, frente al
desprecio clásico por las tareas serviles; el creciente disgusto por la guerra,
TXHHOLGHDOFOiVLFRHVWLPDEDFRPRIXHQWHGHKRQRUHWF
La tercera paradoja de la modernidad se expresa en los términos de
HPDQFLSDFLyQ\GHSHQGHQFLDSRUFXDQWRODFLXGDGDQtDPRGHUQDVHSUHVHQ
ta a sí misma como el vínculo que promete la liberación de todo vínculo. El

211
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SURJUHVRGHODVVRFLHGDGHVDYDQ]DGDVKDFRQVLVWLGRIXQGDPHQWDOPHQWHHQ
XQSURFHVRGHGH¿QLFLyQGHORVGHUHFKRVFLXGDGDQRVFRPRGHUHFKRVVRFLD
les. Las exigencias sustanciales y no sólo formales de la libertad y la igual
GDGVRFLDOKDQGDGROXJDUDODFRQVWLWXFLyQGHODSDUDWRHVWDWDOFRPRDJHQWH
GHVHUYLFLRVVRFLDOHV(OLPSDFWRGHHVHSURFHVRVREUHODVRFLHGDGFLYLOKD
sido esencialmente paradójico. Por una parte, el status ciudadano entendido
como garantía de acceso a un determinado nivel de recursos materiales es
tablece las condiciones iniciales para un efectivo ejercicio de la libertad. Se
retoma así la percepción aristotélica de la importancia de superar el mundo
de la necesidad para acceder al ámbito de la libertad. Pero en la misma
medida en que es el Estado el que garantiza la inclusión en el mundo de la
libertad, la permanencia en él está ligada a los vínculos de dependencia del
LQGLYLGXRKDFLDHOVLVWHPD
/DOLEHUWDGFLXGDGDQDQRHVWiEDVDGDDKRUDHQODFDSDFLGDGSHUVRQDO
para ocuparse de lo público. El individuo llega a ser libre no por sí mis
mo sino porque recibe su capacidad de acción pública de otro. Por eso, su
OLEHUWDGHVDOPLVPRWLHPSRVXVXMHFLyQDOVLVWHPD/DVVRFLHGDGHVDVLVWHQ
ciales son sociedades de la dependencia ciudadana. En la medida en que
HOSDWULPRQLRKDVLGRVXVWLWXLGRSRUHOVDODULRODLQGHSHQGHQFLDVHHVIXPD
GHOKRUL]RQWHYLWDO(QH[SUHVLyQTXL]iXQWDQWRH[DJHUDGDVHSXHGHGHFLU
que las sociedades asistenciales son las sociedades del nuevo pauperismo
0$0DUWtQH](FKHYDUUtD SRUFXDQWRPLFDSDFLGDGGHDFFLyQGHSHQGH
de otro que la sustenta.
/D SHUFHSFLyQ GH HVD VXMHFLyQ FLXGDGDQD VH PDQL¿HVWD DFWXDOPHQWH
de diversos modos. Uno de ellos es la creciente rebelión contra el sistema
¿VFDOSDUWLFXODUPHQWHFUtWLFDHQDTXHOORVSDtVHVFX\RVLVWHPDGHVHJXULGDG
social es casi omniabarcante, como los países escandinavos. Asimismo, la
DVXQFLyQGHUHVSRQVDELOLGDGHVVRFLDOHVSRUSDUWHGHO(VWDGRKDGHELOLWDGRHO
SDSHOGHRWUDVIRUPDVVRFLDOHVFRPRODIDPLOLDODVROLGDULGDGFLXGDGDQD
HWFTXHKR\UHFODPDQXQQXHYRSURWDJRQLVPRHQODHVFHQDS~EOLFD
A mi modo de ver, en la base del debate actual acerca de la ciudadanía
VHVLW~DQDOJXQDVFRQIXVLRQHVEiVLFDVTXHLQWHU¿HUHQHQHOGLiORJRWHyULFR
y práctico. En la mentalidad contemporánea coexisten diferentes concep
WXDOL]DFLRQHVTXHGHVGHODVGLYHUVDVWUDGLFLRQHVSROtWLFDVKDQVHUYLGRSDUD
describir una misma realidad social. Los presupuestos liberales, republica
nos y socialdemócratas son difícilmente compatibles en un único lengua
je, aunque todos ellos forman parte de la sensibilidad política de nuestras
FXOWXUDV (Q FRQFUHWR KD\ XQD DVXQFLyQ EiVLFD GH TXH OD HVIHUD S~EOLFD
VHGH¿QHSRUORVOtPLWHVGHDFWXDFLyQ\UHVSRQVDELOLGDGGH(VWDGR7DQWR

212
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

las relaciones económicas como los diversos aspectos de la sociedad civil


quedarían relegadas al ámbito de lo privado. El objeto del consenso social
VHLGHQWL¿FDFRQHOFRQWHQLGRGHORS~EOLFRHVWRHVFRQODGH¿QLFLyQ\HO
desempeño de las funciones administrativas del Estado. Por su parte, las re
ODFLRQHVHFRQyPLFDV\VRFLHWDULDVHQJHQHUDOVHFRQ¿JXUDQFRPRUHVXOWDGR
GHODLQLFLDWLYDLQGLYLGXDOUHVSHFWRGHODFXDOHO(VWDGRKDGHDFWXDUFRPR
garante formal de su existencia. No cabe un diálogo social, ni aún menos
un supuesto consenso acerca de valores culturales, religiosos, morales, fa
miliares, lingüísticos o educativos, porque todos ellos forman parte de la
HVIHUDSULYDGDTXHSRUGH¿QLFLyQHVHOiPELWRGHODRSLQLyQVXEMHWLYD\GH
las preferencias individuales.
A la vez, subsiste la idea de que sólo se puede ser ciudadano en el con
texto de una identidad colectiva, principalmente, de carácter nacional. Por lo
JHQHUDOORVVHUHVKXPDQRVRUJDQL]DPRVQXHVWUDVLGHQWLGDGHVHQXQDFDVFDGD
GHOHDOWDGHVTXHSURFXUDPRVFRPSDWLELOL]DUHYLWDQGRHOFRQÀLFWRHQWUHHOODV
QRVLHPSUHFRQIDFLOLGDG(QODPD\RUtDGHORFFLGHQWHHXURSHR\GHVGHKDFH
al menos un par de siglos –pero no antes– la identidad dominante de esa
FDVFDGDHVODUHSUHVHQWDGDSRUODVYLHMDVQDFLRQHVHVWDGR /DPRGH(VSLQRVD
1995). Ser ciudadano sería así una noción unívoca, por cuanto la pertenencia
a una identidad nacional excluye la adscripción a otra cualquiera.
(QWHUFHUOXJDU\SDUDOHODPHQWHVHGDXQDFLHUWDLGHQWL¿FDFLyQHQWUH
ODFLXGDGDQtD\ODSHUWHQHQFLDDOJpQHURKXPDQR'HVGHHOODVHSODQWHDOD
exigencia de inclusión de las periferias marginales en el sistema de nuestras
VRFLHGDGHV$ PL MXLFLR ORV HOHPHQWRV LPSOLFDGRV HQ HVWD LGHQWL¿FDFLyQ
SRU RUGHQ FURQROyJLFR VRQ ORV VLJXLHQWHV OD D¿UPDFLyQ GH OD QDWXUDOH]D
VRFLDOGHOKRPEUHODXQLYHUVDOL]DFLyQFULVWLDQDGHODFRQGLFLyQGHVHUKX
mano en plenitud a todos los individuos de la especie; la participación en
ODYLGDFRPXQLWDULDFRPRFRQGLFLyQGHOHMHUFLFLRGHODSURSLDKXPDQLGDG
ODGH¿QLFLyQGHODSDUWLFLSDFLyQVRFLDOHQWpUPLQRVGHFLXGDGDQtDODDGV
FULSFLyQGHGHUHFKRVLJXDOLWDULRVDOFLXGDGDQRODJDUDQWtDGHOLEHUWDG±HVWR
HVGHDXWHQWLFLGDG±SDUDWRGRVORVLQGLYLGXRVUHFRQRFLGRVDKRUDFRPRFLX
dadanos. De esta manera, cada Estado no es sino una porción del movi
miento universal de constitución de la esfera pública como condición de
SRVLELOLGDGGHODUHDOL]DFLyQHIHFWLYDGHODYLGDKXPDQD/DFRQVLGHUDFLyQ
XQLYHUVDOLVWDGHODKXPDQLGDGDUUDVWUDFRQVLJRODGH¿QLFLyQXQLYHUVDOLVWD
de la ciudadanía. Por eso, los problemas de exclusión son problemas de
UHFRQRFLPLHQWRKXPDQLWDULR
¿Qué salidas ofrece esta situación paradójica? Desde los presupuestos
OLEHUDOHVOD~QLFDVDOLGDSRVLEOHFRQVLVWHHQSURVHJXLUKDVWDHO¿QDOHOSUR

213
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

\HFWRPRGHUQR6HLPSRQHXQDUHGH¿QLFLyQGHORFRP~QGHORSDUWLFLSDEOH
por todos los ciudadanos. Es preciso reformular los cauces de participación
en la esfera pública y profundizar en la emancipación real de los indivi
duos. El liberalismo pone el énfasis en el individuo y en su capacidad de
HVWDEOHFHUVXVSURSLRVSURSyVLWRV\IRUPDVGHYLGD/DHVIHUDS~EOLFDKDGH
FDUDFWHUL]DUVHSRUVXQHXWUDOLGDG 5DZOV'ZRUNLQ /RFRP~QSXHGHVHU
DKRUD~QLFDPHQWHGHFDUiFWHUSURFHGLPHQWDO+DGHUHQXQFLDUDWRGRFRQWH
nido de valor, de manera que lo justo se conciba sólo como equidad de trato
o igualdad de participación según unas mismas reglas de juego.
3DUD+DEHUPDV  ORFRP~QDKRUDHV~QLFDPHQWHODSHUWHQHQFLD
al Estado. Propone, como salida a la actual situación, la construcción de
nuevas formas de “patriotismo constitucional”, en las que la convivencia
se fundamente en el civismo del diálogo, dejando toda identidad nacional o
cultural en la esfera de lo plural, al margen del núcleo de la ciudadanía.
6LQ HPEDUJRHOOLEHUDOLVPRQRSXHGHKDFHUVHFDUJRGHODFRPSOHML
GDGDFWXDOPDQL¿HVWDHQVXFHVRVWDQOHMDQRVDOXWLOLWDULVPRFRPRODUHXQL¿
FDFLyQDOHPDQD +-RDV (QUHDOLGDGODH[FOXVLyQGHWRGRFRQWHQLGRQR
mecánico para el diálogo social esconde una renuncia a cualquier género
GHFRQYLYHQFLDSOXUDOLVWD/DtQGROHDQWLKXPDQLVWDGHHVWHOLEHUDOLVPRSUR
FHGLPHQWDOVHUHYHODDODGYHUWLUVXUDGLFDOGHVFRQ¿DQ]DHQODVSRVLELOLGDGHV
de la conversación interpersonal acerca de cuestiones que no sean triviales.
6HVRVSHFKDGHTXHODVEXHQDVLQWHQFLRQHVTXHVHDGX]FDQRFXOWDUiQVHJX
ramente intereses parciales que se quieren imponer a los otros. La posibi
lidad de un acuerdo racional y justo en la promoción pública de los bienes
FRPSDUWLGRVTXHGDSRUSULQFLSLRH[FOXLGD /ODQR <DGHPiVHQHO
fondo, la aspiración a la neutralidad de lo público resulta vana. Las teorías
liberales contemporáneas prometen obviar una teoría sustantiva del bien,
pero todas traicionan esa promesa. Todas se apoyan en la misma teoría
WULiGLFDGHOELHQTXHDVXPHHOYDORUGHODH[LVWHQFLDKXPDQDHOYDORUGH
ORVSURSyVLWRVKXPDQRV\VXFXPSOLPLHQWR\HOYDORUGHODUDFLRQDOLGDG
como las principales referencias para los principios y las acciones sociales
(Galston 1982, R. Alejandro 1993).
La promesa liberal de neutralidad se revela imposible; sólo se sustenta
–por deconstruir al deconstructor– como la imposición velada de los pro
SLRVLQWHUHVHVOLEHUDOHVDOFRQMXQWRGHODVRFLHGDG$VtVHKDH[SUHVDGRUH
petidamente desde los nuevos movimientos comunitaristas y del multicul
turalismo. Al enfocar el tema de la ciudadanía, el comunitarismo (Etzioni
1993) pone el énfasis en la importancia del propio grupo étnico o cultural,

214
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

en las propias tradiciones desde las que se obtiene una identidad para quie
nes de otro modo estarían atomizados por la sociedad liberal.
Desde el multiculturalismo, se reclama el reconocimiento de la “ciu
GDGDQtDGLIHUHQFLDO´ <RXQJ TXHOOHYDFRQVLJRODGH¿QLFLyQGHGHUH
FKRVHVSHFLDOHVGHODVPLQRUtDVFRPRUHLYLQGLFDFLyQGHODGLVFULPLQDFLyQ
KLVWyULFDDODTXHVHKDQYLVWRVRPHWLGDVHQODVVRFLHGDGHVSUHWHQGLGDPHQWH
igualitarias. La ciudadanía como generalidad, ciega a las diferencias, no
convence ni a las minorías étnicas ni a las feministas ni a otras categorías
sociales que esperan ver reconocidas en la esfera pública sus reivindicacio
nes particulares. La ciudadanía multicultural –fruto de la sensibilidad post
moderna– adolece, sin embargo, de contradicciones internas pues apoya
sus reclamaciones en los mismos principios que pretende superar. Es muy
difícil, en la práctica, evitar la confrontación entre el reconocimiento de
características, necesidades y deseos diferenciales y el mantenimiento de
las disposiciones relativas a la ciudadanía en general.
¿Es posible alguna síntesis entre el reconocimiento diferencial de
las identidades básicas y la convivencia pública igualitaria? ¿Cabe algo
DVt FRPR XQ XQLYHUVDOLVPR VLQ XQLIRUPLGDG 6KZHGHU \ 6XOOLYDQ  "
Para Taylor (1993), la pretensión de neutralidad universalmente acepta
ble es ilusoria. La cuestión no es tanto reconocer como meta legítima la
supervivencia de una cultura, sino reconocer o no la igualdad de su valor.
(OGLiORJRQRSXHGHHVWDEOHFHUVHHQWpUPLQRVQHRQLHW]VFKHDQRVFRPRXQ
FRQÀLFWRGHSRGHUHQHVHFDVRHOUHFRQRFLPLHQWRGHODGLIHUHQFLDUHVSRQ
GHUtDDFRQGHVFHQGHQFLD\QRDDXWpQWLFRUHVSHWR/DH[LJHQFLDGHUHFRQR
cimiento igualitario de toda tradición cultural en realidad elude el problema
del criterio de valoración o acepta implícitamente los criterios de la cultura
occidental. Las demandas multiculturales de juicios de valor favorables
HLQPHGLDWRVVRQKRPRJHQHL]DQWHVSRUTXHSUHVXSRQHQFRPRFULWHULRVGH
juicio las pautas del sistema dominante.
(OSUREOHPDGHOUHFRQRFLPLHQWRKDVLGRWHPDWL]DGRSRU-$OH[DQGHU
 GHVGHODGLVWLQFLyQLQFOXVLyQH[FOXVLyQ6XLQWHUSUHWDFLyQGHODFUL
sis actual de la ciudadanía parte de la incapacidad de la sociedad para reco
nocerse en la esfera política. Por ello, se da una creciente privatización de
la vida social, que da lugar al surgimiento de particularismos y localismos
GHGLVWLQWRJpQHUR/DVRFLHGDGKDWRPDGRODLQLFLDWLYDGHRUJDQL]DUDFFLR
QHVFROHFWLYDVGHFDUDDOELHQFRP~Q3RUHVRVHKDFHQHFHVDULRUHIRUPXODU
ODLGHQWLGDGFLXGDGDQDGHVGHXQDUHGH¿QLFLyQGHORVYDORUHVIXQGDPHQWDOHV
en términos más complejos, multidimensionales y contingentes. Evidente
mente, el acuerdo común no es posible en términos de core solidarity o so

215
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

lidaridad primordial (Geertz), sino en el ámbito de lo que Alexander llama


solidaridad civil. La solidaridad primordial es la que se establece en torno
a lazos inmediatos naturales, como la raza, la sangre, el territorio, el len
guaje, la religión... Los vínculos de la solidaridad civil son más mediados
y menos emocionales, más abstractos y autoconscientemente construidos.
6H UH¿HUHQ D FXDOLGDGHV PRUDOHV DVRFLDGDV FRQ IXQFLRQHV H LQVWLWXFLRQHV
sociales y generan los sentimientos que, más allá de la familia y de los
amigos, crean las fronteras de una sociedad reconocida o “comunidad ter
minal”. El individuo, dentro de la sociedad, vive en un continuo de lazos
primordiales y civiles. Para Alexander, los factores que facilitan el proceso
GHLQFOXVLyQVRFLDOVRQGHGRVWLSRVH[WHUQRVRDPELHQWDOHVHLQWHUQRVR
YROLWLYRV/RVIDFWRUHVH[WHUQRVVHUH¿HUHQDODHVWUXFWXUDGHODVRFLHGDGD
sus formas económicas, políticas, religiosas e integrativas. Cuanto mayor
sea el grado de diferenciación de esas estructuras mayores serán también
ODVSRVLELOLGDGHVGHLQFOXVLyQ3RUVXSDUWHORVIDFWRUHVLQWHUQRVVHUH¿HUHQ
a la complementariedad de los rasgos primordiales del núcleo y del nuevo
grupo. Cuanto mayor sea esa complementariedad, mayores serán también
las posibilidades de inclusión.
(OPRGHORGH$OH[DQGHUVLQHPEDUJRWLHQHFODUDVOLPLWDFLRQHVIRFD
OL]D HO DQiOLVLV HQ XQ ~QLFD GLUHFFLyQ GH PDQHUD TXH LQFOXVLyQ VLJQL¿FD
FDVLH[FOXVLYDPHQWHDFHSWDFLyQ 3pUH]$JRWH DODYH]TXHUHGXFH
HODQiOLVLVGHODFRQYLYHQFLDDVXGLPHQVLyQFXOWXUDO$O¿QDOWHPDWL]DUOD
esfera pública en términos de inclusión resulta una perspectiva anclada en
ODPRGHUQLGDG/DVRFLHGDGSRVWPRGHUQDVHFDUDFWHUL]DPiVELHQSRUKDEHU
HUUDGLFDGRODLGHDGHQ~FOHR\DQRKD\XQFHQWURGHVGHHOTXHMX]JDUWRGR
ORRWURSXHVHOFHQWURPLVPRVHKDHVFLQGLGRHQXQDSOXUDOLGDGGHLQVWDQFLDV
políticas y culturales. La relación entre lo universal y lo particular ya no
HVXQDPHGLDFLyQ~QLFDHLJXDOLWDULD$VtVHKDFHQHFHVDULRGHVFXEULUODV
nuevas mediaciones que vertebran la convivencia social.

La ciudadanía como proyecto

Repensar la ciudadanía en términos actuales exige considerar la cen


tralidad de la dimensión estrictamente política de la vida de la gente. La
ciudadanía es una de esas mediaciones entre lo particular y lo universal,
que se caracteriza no ya por las tres dimensiones de la modernidad –uni
versalismo, representatividad y emancipación– sino por ser una relación
social de carácter suprafuncional, que se articula en forma de red y no sólo

216
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

verticalmente (Donati 1993). Esto sólo es posible en la medida en que la


ciudadanía se constituye como una realidad dinámica y no meramente ads
criptiva.
Decir que la ciudadanía postmoderna se articula en forma de red y no
VyORYHUWLFDOPHQWHVHUH¿HUHDODYLJHQFLDGHXQDPHWiIRUD$KRUD\DQRHV
adecuado concebir la estructura política de las sociedades en forma de pirá
PLGHHQWUHRWUDVFRVDVSRUTXH\DQRKD\XQ~QLFRFHQWURFRQUHVSHFWRDOFXDO
se organizan los distintos estratos de poder como representación vicaria del
FHQWUR/DHURVLyQGHOD¿JXUDGHOGHOHJDGRGHOJRELHUQRHQQXHVWURSDtVHQ
XQHMHPSORFODUR/DVREHUDQtDVHKDFRQYHUWLGRHQXQFRQFHSWRSOXUDOTXH\D
no remite a ninguna unidad de mando. Por el contrario, la división de compe
tencias genera un caleidoscopio de relaciones públicas, con respecto al cual
el ciudadano de a pie debe organizar sus actuaciones sociales. La idea de red
RIUHFHXQDLPDJHQPiVDSURSLDGDSDUDFRPSUHQGHUXQDVLWXDFLyQTXHVHKD
KHFKRPiVFRPSOHMDTXHODSXUDYHUWLFDOLGDGHVFDORQDGD$GHPiVODLPDJHQ
de la red se adecua mejor al carácter suprafuncional y dinámico de la ciuda
danía, como veremos a continuación, por cuanto la red no establece lealtades
SUHHVWDEOHFLGDVVLQRTXHHVVXVFHSWLEOHGHRUJDQL]DUODVFRQ¿JXUDFLRQHVHV
tructurales y las lealtades personales de forma cambiante, multidimensional
e innovadora, de manera que el poder y la representatividad sociales surgen
desde la misma sociedad civil directamente y no como delegación del centro
estatal de la organización política.
$¿UPDUHOFDUiFWHUVXSUDIXQFLRQDOGHODFLXGDGDQtDVLJQL¿FDUHFRQRFHU
ODSOXUDOLGDGGHGLPHQVLRQHVGHVXGH¿QLFLyQTXHDVXYH]FRQ¿HUHQXQD
pluralidad de identidades al individuo a través de su participación de dis
tintas colectividades. Pero señalar su carácter plural no implica diluir su
VLJQL¿FDGRIXQGDPHQWDO/DUHODFLyQTXHOODPDPRVFLXGDGDQtDHVWiGH¿QL
da, desde su inicio y primariamente, por su carácter estrictamente político.
Pero no es sólo eso, particularmente si se entiende la actividad política des
GHODLGHDGHUHÀH[LYLGDGVRFLDO /DPRGH(VSLQRVD0RUDQGp
&RXVLxR\9DOHQ]XHOD /RVOtPLWHVGHODUHÀH[LYLGDGVRFLDOVHDGYLHU
ten cuando el modelo de ciudadanía como “entitlement” deja de funcionar,
y la realidad social se expresa más allá de los moldes delineados por las
previsiones de la tecnoestructura. Por ser una relación social, la ciudadanía
LQGLFDDOJRTXHHVVXSUDIXQFLRQDOQRWLHQHVyORXQDIXQFLyQSROtWLFDRXQ
número discreto de funciones –todas aquellas ligadas a la función política–,
VLQR TXH WLHQH XQD SOXUDOLGDG SRWHQFLDOPHQWH LQGH¿QLGD GH SRVLELOLGDGHV
funcionales (Donati 1993). En otros términos, en tanto que relación social,
ODFLXGDGDQtDLPSOLFDVLHPSUHXOWHULRUHVGLPHQVLRQHVGHUHDOLGDGSVLFROy
gica –ciertos sentimientos de pertenencia–; cultural –aceptación de ciertos

217
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

modelos de vida que son representados como características nacionales–;


económica –estar incluido en un sistema de intercambio y transferencia de
UHFXUVRV±MXUtGLFD±UHIHUHQFLDDXQRUGHQDPLHQWRFRGL¿FDGRGHGHUHFKRV\
deberes–; etc. Por todo ello, las diversas conceptualizaciones del ciudadano
TXHVHKDQKHFKRHQODOLWHUDWXUDUHFLHQWHVRQSRVLEOHVHLQFOXVRUD]RQDEOHV
y defendibles por cuanto responden a dimensiones auténticas de la reali
dad.
La multiplicidad de dimensiones de la ciudadanía abre la puerta a la
consideración de la pluralidad de identidades del individuo en el contexto
social, de acuerdo con el lugar que ocupe en el nexo de relaciones y lealtades
propias del ámbito público. La tesis de que la formación de la identidad so
FLDOVHYHUL¿FDHQHOWUDQVFXUVRGHODVUHODFLRQHVVRFLDOHV 0HDG&RROH\ 
explica la posibilidad de asunción de identidades diversas, especialmente
en un contexto complejo y multidimensional, como es el de las sociedades
avanzadas. Por ello, la actuación pública no se reduce a la asunción de un
rol embutido en un sistema funcional, entre otras cosas porque la persona
lidad social nunca se agota en cualquier posible asunción de rol. La posible
pluralidad de identidades y lealtades se puede analizar según distintas fa
FHWDV +HDWHU0DUWLQHOOR SVLFROyJLFDPHQWHORVLQGLYLGXRVQR
están limitados a una capacidad de lealtad única, sino que en buena medida,
depende del contexto; pragmáticamente, las lealtades se articulan según los
propios intereses –y así es como, ante la amenaza medioambiental, sentirse
ciudadano del mundo puede ser lo más realista pues la contaminación no
conoce fronteras–; desde un punto de vista institucional, la fragmentación
GHO (VWDGR QDFLRQDO FRPR XQLGDG SROtWLFD SRU H[FHOHQFLD KDFH GH pO XQD
institución más entre otras con las que comparte de manera más o menos
apropiada las actividades, las competencias y, también, las lealtades.
(QUHDOLGDGODFRQ¿JXUDFLyQGHODUHODFLyQSROtWLFDSXHGHGHSHQGHU
de la existencia previa de una conciencia de ciudadanía distinta de la es
trictamente política. Así lo sostiene, por ejemplo, Pérez Díaz (1993) en
su análisis de la transición española, según el cual el surgimiento de la
estructura política democrática sólo fue efectivo por el desarrollo previo
GHXQDVWUDGLFLRQHV\GHXQOHQJXDMHFXOWXUDOTXHORKLFLHURQSRVLEOH3DUD
este autor, el éxito de los procesos de transición política depende, en gran
medida, de la emergencia previa de unas tradiciones en la sociedad, y de
un lenguaje cultural –que incluya símbolos políticos, mapas cognitivos y
orientaciones morales encarnadas en tales símbolos–, los cuales permiten
que las élites y la población en general den sentido a los acontecimientos
y refuercen su compromiso con el nuevo régimen. Concretamente, en Es
paña durante los años sesenta y setenta se desarrollaron, coexistiendo con

218
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

ODHVWUXFWXUDSROtWLFDGHOPRPHQWRWUDGLFLRQHVGHPRFUiWLFROLEHUDOHVFRPR
pVWDVXQiUHDLQVWLWXFLRQDOUHVHUYDGDRSULYDGDOLEUHGHODLQWHUYHQFLyQGHO
gobierno; instituciones de autocoordinación dentro de la sociedad, esto es,
mercados, asociaciones voluntarias y movimientos sociales, embarcados
HQXQFRPSOHMRMXHJRGHFRQÀLFWRV\DOLDQ]DV\WDPELpQODH[LVWHQFLDGH
una esfera real de debate público.
La ciudadanía es, por tanto, una realidad compleja, cuya realidad pri
maria es de orden político, aunque no excluye dimensiones plurales de re
lación social en términos de coexistencia, de consecuencia o, incluso, de
FDXVDOLGDGFRQUHVSHFWRDODLGHQWLGDGSROtWLFD(VWRVLJQL¿FD±\HVSRVLEOH
HQ OD PHGLGD HQ TXH HVWR HV DVt± TXH OD FRQ¿JXUDFLyQ GH OD FLXGDGDQtD
no responde a una realidad universal y preestablecida, ni siquiera de or
den analítico, acerca de la situación del individuo en el contexto social.
Comprender la realidad de la ciudadanía postmoderna exige reencontrar la
densidad de la vida asociativa y volver a aprender las actividades e ideas
TXHFRQHOODYDQUHGHVFRQH[LyQLQWHUSHUVRQDOVHQWLGRGHUHVSRQVDELOLGDG
KDFLDORVRWURVRKDFLDFRPXQLGDG :DO]HU (OSDSHOGHO(VWDGRQR
es ya el de centro de la esfera política, sino más bien de mediación plural
al servicio de las diferentes subjetividades sociales articuladas en red (Do
nati 1993). El protagonismo político recae cada vez con mayor intensidad
sobre la sociedad civil, que se estructura como un proyecto de proyectos,
y en la que se espera del Estado nuevas formas de acción que atiendan a lo
ORFDOHVSHFt¿FR\FRQWLQJHQWH'HODGH¿QLFLyQXQLYHUVDOLVWDGHODH[LVWHQ
FLDVRFLDOKHPRVSDVDGRDOUHFRQRFLPLHQWRS~EOLFRGHORSDUWLFXODU$VtOD
ciudadanía resulta una forma de pertenencia a una comunidad que moviliza
\ YLQFXOD VyOR HQ DVSHFWRV HVSHFt¿FRV \ OLPLWDGRV UHODWLYRV DO FRQWH[WR
de referencia –ciudad, región, nación...–, mientras deja libres a los sujetos
SDUDREUDUVXSURSLDSHUWHQHQFLDKXPDQDHQRWUDVHVIHUDVVRFLDOHV
El carácter dinámico, asociativo, adquirido, de la condición ciudada
QDVHDSR\DHQODFDSDFLGDGKXPDQDGHFRQVWUXLUVLJQL¿FDGRVFRPRLQWHU
pretación crítica de lo público desde la propia tradición o posición o, por
decirlo con otras palabras, desde la propia identidad cultural. La existencia
GHODFLXGDGDQtDFRPRFDWHJRUtDVRFLHWDULDVHIXQGDPHQWDDVtHQXQDGLV
WLQFLyQ EiVLFD HQWUH ³VRFLHGDG GH OR KXPDQR´ \ ³VRFLHGDG WpFQLFD´ 'R
QDWL   (O WpUPLQR ³VRFLHGDG GH OR KXPDQR´ VH UH¿HUH D OD VRFLHGDG
FRQVLGHUDGDFRPRXQFRQMXQWRGHUHODFLRQHVVRFLDOHVTXHGHEHQVHUFRQVWDQ
WHPHQWHUHOHJLWLPDGDVPRWLYDGDVOOHYDGDVDODSUiFWLFDVLQPHFDQLVPRV
técnicos o sistémicos que puedan garantizarlo automáticamente. En ella,
la relación social es de carácter personal; por el contrario, proporcionar al
Estado el protagonismo de lo público es convertir lo social en tecnocrático,

219
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

pues el Estado sólo puede resolver los problemas mediante estructuras


EXURFUiWLFDV(QHVWHVHQWLGRHOSULQFLSLRGHVXEVLGLDULHGDGVHPDQL¿HVWD
FRPRXQSULQFLSLRHVHQFLDOPHQWH³KXPDQR´SXHVVHRULHQWDDFRPSOHPHQ
WDUODVGH¿FLHQFLDV\QRDVXVWLWXLUODVUHVSRQVDELOLGDGHVVRFLDOHVSRUDOJXQD
solución técnica de solidaridad impersonal.
$PLPRGRGHYHUKDEODUGH³VRFLHGDGGHORKXPDQR´VLJQL¿FDVXE
UD\DUHOFDUiFWHUGLDOyJLFRFRQYHUVDFLRQDOGHODYLGDVRFLDO'HDKtTXHODV
FDWHJRUtDV GH ³SKURQHVLV´ \ ³SUD[LV´ KD\DQ GH RFXSDU XQ OXJDU FHQWUDO HQ
la conceptualización de la sociedad civil. Desde este punto de vista, la ciu
dadanía no puede reducirse a una categoría jurídica o a una colección de
DFWLWXGHVFtYLFDVVLQRTXHPiVELHQKDGHFRQVLGHUDUVHFRPRXQKRUL]RQWH
KHUPHQpXWLFRXQDSUiFWLFDRLQFOXVRXQDUHDOLGDGWH[WXDO *DGDPHU
 /DFLXGDGDQtDHVXQKRUL]RQWHKHUPHQpXWLFRSRUFXDQWRLQFOX\H
una visión del mundo alimentada por tradiciones, instituciones y prácticas,
FRQOtPLWHVDELHUWRVDODUHÀH[LyQ(VHOODPLVPDXQDSUiFWLFDSXHVVXSRQH
un modo de vida que asume normas sociales –aunque no necesariamente las
FRPSDUWH±\SURFXUDFLHUWRV¿QHV±QRQHFHVDULDPHQWHFRPXQHV±GHQWURGH
XQFRQWH[WRKLVWyULFRFRPSDUWLGR(VWDPELpQXQDUHDOLGDGWH[WXDOHQFXDQWR
aparece como un nexo complejo de principios y prácticas dirigidos a una plu
ralidad de lectores, es decir, susceptible de diversas interpretaciones críticas
por parte de la multiplicidad de subjetividades sociales.
3RUHOORSDUD*DGDPHUODFLXGDGDQtDKDGHVHUYLVWDFRPRXQHVSDFLRGH
PHPRULDV\GHOXFKDVGRQGHVHIRUMDQODVLGHQWLGDGHVFROHFWLYDV(VSRUHOOR
XQHVSDFLRGRQGHORVFLXGDGDQRVGHVFRGL¿FDQOHQJXDMHV\SUiFWLFDV(QFXDQ
to tal, la ciudadanía requiere símbolos –como la constitución–, signos –como
ODWUDGLFLyQGHGHUHFKRV±ULWRV±FRPRODVFHOHEUDFLRQHVQDFLRQDOHV±PLWRV
–como el de la unidad nacional– y también olvido. La transición democrá
tica española brinda un buen ejemplo de esta conceptualización (Pérez Díaz
 (OGHVDUUROORGHXQOHQJXDMHSROtWLFRFXOWXUDOTXHSHUPLWDDORVSROt
WLFRV\DODVRFLHGDGDUWLFXODU\GDUVLJQL¿FDGRDQXHYDVH[SHULHQFLDVLQVWLWX
FLRQDOHVSXHGHVHUIDYRUHFLGRSRUGRVIDFWRUHVXQRHOHVWDEOHFLPLHQWRGHXQ
vínculo convincente entre el pasado y el presente; otro, la forja de un vínculo
entre el presente y el futuro que parezca, al tiempo, deseable y realizable. En
el caso español esto se manifestó en una reevaluación de la guerra civil, por
un lado, y, por otro, en el refuerzo de la aspiración a convertirse en un país de
tipo europeo occidental. Para que estos vínculos puedan emerger con éxito,
es necesario un diálogo social previo que incluya reinterpretación y olvido.
$VtHQ(VSDxDGRVFODVHVGHLGHRORJtDWXYLHURQTXHGHVDSDUHFHUHOQDFLRQDO
FDWROLFLVPR\HOUDGLFDOLVPRVRFLDOTXHKDEtDQJHQHUDGRSROtWLFDVDEVROXWDV
incompatibles con el nuevo régimen. De esta manera, explica Pérez Díaz, los

220
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

HVSDxROHVKHPRVFRQVWUXLGRXQVLVWHPDGHWH[WRVFXDVLVDJUDGRVGLVFXUVRV
PLWRVULWXDOHVHLFRQRVTXHLPSUHJQDQODSROtWLFDFRWLGLDQDKHPRVFRPELQD
GRVtPERORVTXHDQWHVVHRSRQtDQHQWUHVt\TXHDKRUDFRH[LVWHQXQRVDOODGR
de los otros. Se pueden encontrar calles con nombres de generales franquistas
YLFWRULRVRVRFRQQRPEUHVGH¿JXUDVGHODL]TXLHUGDGHODpSRFDUHSXEOLFDQD
<FRPRH[SUHVLyQPiVHORFXHQWHGHHVWDSROtWLFDVLPEyOLFDGHFRH[LVWHQFLD
SDFt¿FDDPHQRVGHFLHQPHWURVGHXQDHVWDWXDHFXHVWUHGH)UDQFRVLWXDGD
IUHQWHDXQRVHGL¿FLRVR¿FLDOHVHQHOFHQWURGH0DGULGVHOHYDQWDQRWUDVGRV
estatuas de personajes socialistas de la II República, Indalecio Prieto y Largo
Caballero, muertos en el exilio. Otro ejemplo interesante del carácter conver
sacional de la ciudadanía es el proceso de islamización y modernización de
Bali, del que da cuenta extensamente Geertz (1990).
/DVRFLHGDGGHORKXPDQRHVHOPDUFRGHUHIHUHQFLDGHODQXHYDFLX
dadanía. En ella se pone de relieve la relevancia de la particularidad social,
ya sea ésta de carácter étnico, cultural, nacional u otro, en el contexto de
XQXQLYHUVDOLVPRTXH\DQRHVGHFDUiFWHUVLVWpPLFRKRPRJHQHL]DQWHVLQR
que más bien se presenta como universalidad de la diferencia. El contraste
entre ambos enfoques se puede ilustrar desde la distinción entre globaliza
FLyQ\XQLYHUVDOLGDGWDOFRPRKDSURSXHVWRUHFLHQWHPHQWH'RQDWL  
/DGLVWLQFLyQKXPDQRQRKXPDQRDSXQWDDPLPRGRGHYHUDFLHUWDVFD
racterísticas de la esfera pública, según las cuales ésta no se reduce a ser
XQHVFHQDULRSDUDHOGHVHPSHxRGHSDSHOHVSUH¿MDGRVHVWUXFWXUDOPHQWH/D
HVIHUDS~EOLFDQRSXHGHOLPLWDUVHDSHUPLWLUODE~VTXHGDGHVLJQL¿FDGRVLQR
TXHPiVELHQSRUHOFRQWUDULRKDGHSRVLELOLWDUODFRQVWUXFFLyQGHVLJQL¿
cados. Ni la tecnoestructura ni la propia tradición étnica, nacional, cultural,
HWFVRQVX¿FLHQWHVSDUDGLEXMDUXQDIRUPDGHRUJDQL]DFLyQVRFLHWDULD(V
central el papel de la recepción crítica de esos presupuestos, que se expe
rimentan como un “desde” para el despliegue de la propia vida, individual
o colectiva. Pero ni la propia tradición ni, por decirlo así, la utopía del
ELHQHVWDUOLEHUDOVRQVX¿FLHQWHVSDUDFRQVWLWXLUODYLGDVRFLDO/DUD]yQHV
TXHODPLVPDYLGDVRFLDOVHUHGH¿QHFRQWLQXDPHQWHQRFRPRUHSURGXFFLyQ
más o menos mecánica de lo ya dado sino como proyecto narrativo de
una existencia nueva. La novedad no es aquí ruptura sino reinterpretación
FUtWLFDGHOGLiORJRVRFLDOHQXQFRQWH[WRKLVWyULFRFRPSDUWLGR1RKD\LGHR
ORJtD QL WUDGLFLyQ TXH WHQJD VROXFLRQDGRV ORV SUREOHPDV IXWXURV 1R KD\
modelo social que incluya las reglas de su propia aplicación temporal. La
existencia social es una realidad de orden práctico, como aquellas de las
TXH$ULVWyWHOHVGHFtDTXHVyORVHSXHGHVDEHUTXpKD\TXHKDFHUFXDQGRVH
KDFHORTXHVHTXLHUHVDEHU/DYLGDVRFLDOKXPDQDVHJHQHUDHQODSUD[LV\
SDUDpVWDQRKD\PiVUHJODTXHODSUXGHQFLD&RPRREVHUYy:LWWJHQVWHLQ

221
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

la aplicación de reglas no puede estar a su vez sometida a reglas. El uso


RSRUWXQR\FRUUHFWRGHODVUHJODVUHPLWHVLHPSUHDODSHUVRQDSUXGHQWH<
ya Aristóteles advirtió que –a diferencia del arte– la prudencia misma no se
puede perfeccionar con normas externas a su propio ejercicio.
/DGLVWLQFLyQKXPDQRQRKXPDQRVHFRQVWLWX\HFRPRXQLYHUVDOGHUH
ferencia en la medida en que se entiende como proyecto y no en un sentido
naturalístico. Ese proyecto sólo puede constituirse a sí mismo en la práctica
FRQYHUVDFLRQDOGHODHVIHUDS~EOLFD3RUHOORQLHVWiSUH¿MDGRQLVHRULHQWD
PiV R PHQRV QHFHVDULDPHQWH KDFLD XQD SRVLEOH FXOPLQDFLyQ 'HVGH HVWH
SXQWRGHYLVWDQRKD\IXQGDPHQWRRPHWDDOJXQDXQLYHUVDO&RPRVHxDOD
5RUW\   DXWRUHV FRPR 1LHW]VFKH )UHXG R :LWWJHQVWHLQ KDQ KHFKR
posible que las sociedades se consideren a sí mismas como contingencias
KLVWyULFDVDQWHVTXHFRPRH[SUHVLRQHVGHXQDVXE\DFHQWHQDWXUDOH]DDKLVWy
ULFDRFRPRUHDOL]DFLRQHVGHPHWDVVXSUDKLVWyULFDV6LQHPEDUJRVXEUD\DU
la particularidad no implica aceptar la incomunicación entre culturas y gru
pos sociales. No es obligado renunciar a toda dimensión de universalidad.
(VPiVpVWDVHKDFHGHDOJ~QPRGRLPSUHVFLQGLEOHSDUDWRGDVRFLHGDGKX
PDQDSRVLEOH,QFOXVRHOSURSLR5RUW\KDGHEXVFDUDO¿QDOGHVXSRVLFLyQ
irónica, un núcleo de universalidad que funde la tan añorada solidaridad.
3HURXQDYH]PiVHVSUHFLVRGLVWLQJXLUHOIXQGDPHQWRQRHVHOWpU
mino, el proyecto no está dado en el inicio. El diálogo social no es la re
producción de un libreto universal. Las diferencias entre sociedades no son
HUURUHVGHODSXQWDGRU(VVHQFLOODPHQWHTXHQRKD\OLEUHWRDXQTXHKD\D
XQOHQJXDMH\XQRVFULWHULRVGHVLJQL¿FDFLyQ$PLPRGRGHYHUHOXQLYHU
VDOLVPRGHODGLIHUHQFLDHVXQKXPDQLVPRHQWDQWRTXHLPSOLFDHOUHFRQR
FLPLHQWR FRPR LQWHUORFXWRU YiOLGR GH WRGRV ORV VHUHV KXPDQRV 3HUR VRQ
éstos los que realizan prácticamente sus propias conversaciones sociales.
<SDUWLFLSDUHQHOODVHVHOQ~FOHRGHORTXHVHHQWLHQGHSRUFLXGDGDQtD3RU
HVRSDUD5RUW\HOFDPLQRKDFLDODVROLGDULGDGHVODOLWHUDWXUD2SRUGHFLUOR
con palabras de MacIntyre (cit., Llano 1996), la concepción teleológica
GHODQDWXUDOH]DKXPDQDVHPDQL¿HVWDHQODHVWUXFWXUDQDUUDWLYDGHQXHVWUD
H[LVWHQFLD1RKD\XQPpWRGRXQLYHUVDO\DEVWUDFWRSDUDOFDQ]DUODYHUGDG
\DSUR[LPDUVHDODYLGDORJUDGD/RTXHUHDOPHQWHKD\VRQWUDGLFLRQHVGH
LQYHVWLJDFLyQPRUDO\FLHQWt¿FDHQGLiORJRFRQRWUDVWUDGLFLRQHVULYDOHV
de las que pretenden dar cuenta en términos de debate y, en su caso, de
asimilación. Las genuinas tradiciones nos conducen más allá de sí mismas
\ QRV KDFHQ YLVOXPEUDU OD UHDOLGDG GH XQD WUDGLFLyQ TXH WUDQVFLHQGH ORV
mitos y las culturas, porque nos narra todo aquello que necesitamos saber
DFHUFDGHORULJHQ\GHO¿QGHOKRPEUH(VWHDXWpQWLFRKXPDQLVPRQRHVXQD
GRFWULQDHVXQDKLVWRULD

222
LA CIUDADANÍA EN LAS SOCIEDADES COMPLEJAS

BIBLIOGRAFÍA

ALEJANDRO, R.: Hermeneutics, Citizenship and the Public Sphere, State University
RI1HZ<RUN3UHVV$OEDQ\ 1993.
ALEXANDER, J. ~COLOMY, P. eds.: Differentiation Theory and Social Change. Com-
parative and historical perspectives,&ROXPELD8QLYHUVLW\3UHVV1HZ<RUN
1990.
BEINER, R.: Theorising citizenship,6WDWH8QLYHUVLW\RI1HZ<RUN3UHVV
COUSIÑO, C. ~VALENZUELA, E.: Politización y monetarización en América Latina,
&XDGHUQRV GHO ,QVWLWXWR GH 6RFLRORJtD GH OD 8QLYHUVLGDG &DWyOLFD GH &KLOH
Santiago, 1994.
CRUZ, A.: “Sobre los fundamentos del nacionalismo”, en Revista de Estudios Polí-
ticos,   
DONATI, P.: Teoria relazionale della società, Angeli, Milano, 1991.
— La cittadinanza societaria, Laterza, Roma, 1993.
² ³,GHQWLW\ DQG VROLGDULW\ LQ WKH FRPSOH[ RI FLWL]HQVKLS WKH UHODWLRQDO DSSUR-
ach”, ,QWHUQDWLRQDO6RFLRORJ\  
— “El desafío del universalismo en una sociedad multicultural postmoderna”,
Ponencia al Simposio Internacional de Filosofía y Ciencias Sociales, Universi
dad de Navarra, 1996, mimeo.
GADAMER, H.G.:³+HUPHQHXWLFVDQGVRFLDOVFLHQFH´HQ Cultural Hermeneutics, 2
 
² ³7H[W DQG ,QWHUSUHWDWLRQ´ HQ % 5 :DFKWHUKDXVHU HG  Hermeneutics and
Modern Philosophy,6WDWH8QLYHUVLW\RI1HZ<RUN3UHVV$OEDQ\
² ³5HWyULFD KHUPHQpXWLFD \ FUtWLFD GH OD LGHRORJtD &RPHQWDULRV PHWDFUtWLFRV D
µ9HUGDG\0pWRGR¶´,HQVerdad y Método, vol. II , Sígueme, Salamanca, 1992.
GEERTZ, C.: La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona, 1990.
HABERMAS, J.: Ciudadanía e identidad nacional. Consideraciones sobre el futuro
europeo, Debate, 39 (1992) 11ss.
HEATER, D.Citizenship, Longman, Londres, 1990.
KYMPLICKA, W. y NORMAN, W.: “Return of the citizen: A survey of recent work on
citizenship theory, en R. Beiner, Theorising Citizenship, State University of
1HZ<RUN3UHVV$OEDQ\
LAMO DE ESPINOSA, E.: /DVRFLHGDGUHÀH[LYD CIS, Madrid, 1990.
— “Fronteras culturales”, en E. Lamo de Espinosa, ed., Culturas, estados, ciuda-
GDQRV8QDDSUR[LPDFLyQDOPXOWLFXOWXUDOLVPRHQ(XURSD Alianza, Madrid,
1995.

223
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

LUHMANN, N.: Teoría política en el Estado de Bienestar, Alianza, Madrid, 1993.


LLANO, A.: La nueva sensibilidad, Espasa Calpe, Madrid, 1988.
— La imagen humanista del hombre, Ponencia al XVII Curso de Verano de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, 1996, mimeo.
MARÍN, H.: /DDQWURSRORJtDDULVWRWpOLFDFRPR¿ORVRItDGHODFXOWXUD Eunsa, Pam
plona, 1994.
MARTINELLO, M.:³,QPLJUDFLyQ\FRQVWUXFFLyQHXURSHD¢KDFLDXQDFLXGDGDQtDPXOWL
cultural de la Unión Europea?”, en E. Lamo de Espinosa ed., Culturas, esta-
GRVFLXGDGDQRV8QDDSUR[LPDFLyQDOPXOWLFXOWXUDOLVPRHQ(XURSD Alianza,
Madrid, 1995.
MORANDÉ, P.: Cultura y modernización en América Latina, Encuentro, Madrid,
1987.
PAREKH, B.:³'HFRORQLVLQJ/LEHUDOLVP´HQ$6KWURPDVHGThe end of “isms”?,
%ODFNZHOO2[IRUG
ETZIONI, A.: The spirit of community: rights, responsabilities and the Communita-
rian Agenda,&URZQ1HZ<RUN
PÉREZ DÍAZ, V.: La primacía de la sociedad civil, Alianza, Madrid, 1993.
PÉREZ-AGOTE, A.: ³5HÀH[LRQHV VREUH HO PXOWLFXOWXUDOLVPR TXH QRV YLHQH´ HQ (
Lamo de Espinosa ed., &XOWXUDVHVWDGRVFLXGDGDQRV8QDDSUR[LPDFLyQDO
multiculturalismo en Europa, Alianza, Madrid, 1995.
POCOCK, J.G.A.: ³7KH ,GHDO RI FLWL]HQVKLS VLQFH FODVVLFDO WLPHV´ HQ 5 %HLQHU
Theorising Citizenship,6WDWH8QLYHUVLW\RI1HZ<RUN3UHVV$OEDQ\
RAWLS, J.: Liberalismo político, Crítica, Barcelona, 1996.
RORTY, R.: Contingencia, ironía y solidaridad, Paidós, Barcelona, 1991.
SHWEDER, R.A. Y SULLIVAN, M.:³&XOWXUDOSV\FKRORJ\ZKRQHHGVLW"´HQAnnual
Review of Psychology,   
SVARLIEN, O.:³&LWL]HQVKLS´HQDictionary of the Social Sciences, Free Press, Glen
coe, 111, 1964.
TAYLOR, C.: Multiculturalismo y la política del reconocimiento, Alianza, Madrid,
1993.
WALZER, M.: What it means to be an American,0DUVLOLR1HZ<RUN
² ³7KHFLYLOVRFLHW\DUJXPHQW´HQ5%HLQHU Theorising Citizenship, State Uni
YHUVLW\RI1HZ<RUN3UHVV$OEDQ\
YOUNG, I. M.:³3ROLW\DQGJURXSGLIIHUHQFH$FULWLTXHRIWKHLGHDORIXQLYHUVDOFLWL
]HQVKLS´HQ5%HLQHUTheorising Citizenship,6WDWH8QLYHUVLW\RI1HZ<RUN
Press, Albany, 1993.

224
/$62&,('$'&,9,/$17(/$&,(1&,$
(/*,52&2081,7$5,67$'(3(7(5:,1&+
+$&,$(/081'2'(/$9,'$
(A TRAVÉS DE KARL OTTO APEL)

Carlos ORTIZ DE LANDÁZURI

PRESENTACIÓN

3:LQFKXWLOL]yODWHRUtDGHORV juegos del lenguaje del segundo Witt


genstein para introducir un giro comunitarista en el análisis retroductivo
GHORVSUHVXSXHVWRVGHODFLHQFLDPRGL¿FDQGRVXVWDQFLDOPHQWHORVSODQWHD
PLHQWRVGHIHQGLGRVKDVWDHQWRQFHVSRUHO³QXHYRGXDOLVPR´1; así puso de
PDQL¿HVWRFyPRFXDOTXLHUHVWUDWpJLFDGHGHFLVLyQSRUSDUWHGHODFRPXQL
FDFLyQFLHQWt¿FDPDQWLHQHXQDGHSHQGHQFLDUHVSHFWRGHXQFRQWH[WRSUDJ
mático, que a su vez está enraizado en el mundo de la vida2. A partir de aquí
:LQFKDSOLFyDORVMXHJRVGHOOHQJXDMHXQDcrítica de las ideologíasD¿Q
de comprobar el efectivo cumplimiento de esta función que ellos mismos
se apropian. Se aceptó de este modo la referencia a un juego transcendental
del lenguaje, que garantiza la posible conmensuración y el efectivo “entre
tejimiento” de todas las formas de vida entre sí y con su respectivo mundo
de la vida(VPiVDSDUWLUGHDTXt:LQFKDFHSWyXQDSRVLEOHIXQGDPHQWD

1. Para la expresión “nuevo dualismo” postwittgensteiniano, Cfr. K.O. APEL, Die Erklaren-
Verstehen Kontroverse in transzendentale-pragmatischer Sicht6XKUNDPS)UDQNIXUW\
SS
2. Cfr. C. ORTIZ DE LANDÁZURI, “¿Será posible comunicar la ciencia en el siglo XXI sin tomar
decisiones estratégicas? (A través de K.O. Apel)”, Actas del Congreso “Comunicar la ciencia en
el siglo XXI”, Granada, 1999. S. CRITCHLEY, W. SCHROEDER, (ed); A Companion to Continental
Philosophy%ODFNZHOO2[IRUG

225
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

ción de la sociedad civil a partir de este tipo presupuestos, al modo de Vico.


'HWRGRVPRGRV:LQFKQXQFDURPSLyFRQORVSODQWHDPLHQWRVSURJUDPiWL
cos del “nuevo dualismo” y, según Apel, terminó siendo inconsecuente con
sus propuestas3. Apel llegó a estas conclusiones a través de tres artículos
con que participó en este debate en el segundo período de su trayectoría
intelectual, entre 1963 y 1972. Mas tarde en 1973 los incluyó en la obra
que le consagró, /DWUDQVIRUPDFLyQGHOD¿ORVRItD –TF4–, con una voluntad
sistemática muy precisa.

I. EL GIRO COMUNITARISTA HACIA EL MUNDO DE LA VIDA EN P. WINCH

En el artículo de1964, ³(OGHVDUUROORGHOD¿ORVRItDDQDOtWLFDGHOOHQ-


guaje”5$SHODQDOL]yODVDSRUWDFLRQHVHVSHFt¿FDVTXHODsociología del cono-
cimientoGH3:LQFKKL]RDO“nuevo dualismo”. 6HJ~Q:LQFKODQRFLyQGH
juego del lenguaje del segundo Wittgenstein tiene una dimensión claramente
comunitaria, o incluso supracomunitaria, TXHMXVWL¿FDORVSURFHVRVFROHFWLYRV
GHDVLJQDFLyQGHLQWHQFLRQHVLQKHUHQWHVDOmundo de la vida. Es más, los jue
gos del lenguaje pueden alcanzar una H[SOLFDFLyQFDXVDOde sus respectivos
presupuestos retroductivos, mediante la aplicación de un modelo nomológico
GHGXFWLYRDOPRGRSURSXHVWRSRUHO³QXHYRGXDOLVPR´3RUHOORQRKD\QHFH
sidad de remitirse a un ámbito psicologico previo, ni tampoco a decisiones
metodológicas al modo de Popper, salvo por razones de tipo ético6.

1. P. Winch, 1964: el programa reduccionista del “nuevo dualismo”

3HWHU:LQFKHQVXOLEURGH“La idea de la ciencia social y su


UHODFLyQFRQOD¿ORVRItD´7 inició un giro comunitarista en el modo de justi

3. &IU*+YRQ:RIGHT, ([SOLFDFLyQ\FRPSUHQVLyQ, Alianza, Madrid, 1987.


4. Cfr. K. O. APEL, Transformation der Philosophie % ,,, 6XKUNDPS )UDQNIXUW 
9HUVLyQ FDVWHOODQD GH$GHOD &RUWLQD -RDTXtQ &KDPRUUR \ -HV~V &RQLOO La transformación de la
filosofía7,,,7DXUXV0DGULG
5. Cfr. K.O. APEL7),,S
6. &IU&-AMME, Grundlinien der Vernunftkritik6XKUNDPS)UDQNIXUW
7. P. WINCH, The Idea of a Social Science and its Relation to Philosophy, Routledge and
.HJDQ 3DXO /RQGRQ  0% \ - +INTIKKA, Untersuchungen zur Wittgenstein 6XKUNDPS
)UDQNIXUW

226
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

¿FDUHO“nuevo dualismo”. En su opinión, el uso en común de un juego del


lenguaje necesariamente pasa por el reconocimiento compartido de aquella
dimensión comunitaria de conmensuraciónUHFtSURFDTXHDVXYH]HVLQKH
UHQWHDWRGRSURFHVRGHDVLJQDFLyQGHLQWHQFLRQHVHQVtPLVPRYHUL¿FDEOH
En su opinión, Wittgenstein concibió el lenguaje en las Investigaciones
¿ORVy¿FDVcomo un juego que a sí mismo se asigna una función institucio-
nal8,DVDEHUODSRVLEOHUHJXODFLyQcomunitaria de los procesos de asigna-
ción de intenciones, siempre que aporten un método de prueba mediante
OD DSOLFDFLyQ D~Q PiV HVWULFWD GH XQ FULWHULR SUDJPiWLFR GHO VLJQL¿FDGR
Por ello Wittgenstein tampoco aceptó ninguna referencia a actos mentales,
psicológicos o simplemente metaempíricos, como son las decisiones, salvo
que se comprueben mediante un seguimiento aún más estricto de un mode
lo nomológico deductivo, desde criterios behavioristas, al modo propuesto
por el “nuevo dualismo”9.
$HVWHUHVSHFWRORVSODQWHDPLHQWRVGHOVHJXQGR:LWWJHQVWHLQPDQWX
vieron una continuidad con el programa antipsicologista, antimentalista y
también antimetafísico defendido en el Tractatus, en una época anterior
de su pensamiento10. Por su parte el “nuevo dualismo” GHIHQGLGRSRU+HP
SHO\2SSHQKHLPDVtFRPRSRU3HWHU:LQFK\PiVWDUGHSRUYRQ:ULJKW
SUHWHQGLyKDFHUHIHFWLYRHVWHSURJUDPD'HQXQFLDURQODVLWXDFLyQGHFULVLV
generalizada en la que se encontró la teoría de la ciencia analítica, espe
cialmente a raíz del decisionismo ideológico TXH VH KL]R SUHVHQWH HQ ODV
tecnologías sociales de Popper, al igual que en las demás corrientes de
pensamiento, con motivo de la así llamada “positivismusstreit”11. En su
lugar el “nuevo dualismo” fomentó una aplicación aún más estricta del
método retroductivo, al modo propuesto por Peirce12. Se aceptó así la refe
rencia a presupuestos institucionales de tipo comunitarista, enraizados a su
vez en el mundo de la vidaVLHPSUHTXHVHSXHGDQYHUL¿FDUPHGLDQWHXQ

8. Cfr. L. WITTGENSTEIN, G.E.M. ANSCOMBE, (ed.), Philosophical Investigations, (inglés y ale


PiQ %ODFNZHOO2[IRUG:.IENZLER, Wittgensteins Wende zu seiner Spätphilosophie 1930-
1932. Eine historische und Systematische Darstellung6XKUNDPS)UDQNIXUW
9. Cfr. L. WITTGENSTEIN, Ocasiones filosóficas. 1912-1951, Cátedra, Madrid, 1997. P. SCOTT;
C. SPENCER (ed.), Psychology. A Contemporary Introduction%ODFNZHOO2[IRUG
10. Cfr. A. ULE, Operationen und Regel bei Wittgenstein. Vom logischen Raum zum Regelraum,
3HWHU/DQJ)UDQNIXUW
11. &IU--'AHMS, Positivismusstreit. Die Auseinandersetzungen der Frankfurter Schule mit
dem logischen Positivismus, dem amerikanischen Pragmatismus und dem kritischen Rationalismus,
6XKUNDPS)UDQNIXUW
12. &IU1+OUSER; D.D. ROBERTS-9(VRA (eds.), Studies in the Logic of Charles Sanders
Peirce, Indiana University, Bloomington, 1997.

227
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

seguimiento aún más estricto de un modelo nomológico-deductivo, similar


DOSURSXHVWRSRU+HPSHO\2SSHQKHLP13.

2. El lugar de P. Winch en el “nuevo dualismo”

6HJ~Q:LQFKODQRFLyQGHMXHJRGHOOHQJXDMHHVXQSULQFLSLRIXQGD
mental de la sociología del conocimiento. Wittgenstein los describe como
si fueran una condición de posibilidad y sentido de la realización de las ac
FLRQHVKXPDQDV3RUHOORGHVHPSHxDQXQSDSHOVLPLODUDOTXHHQ$ULVWyWHOHV
desempenan las instituciones sociales, o las formas de vida comunitaria14.
En este sentido la noción de juego del lenguaje se toma como un presu
puesto de tipo retroductivo que permite superar las paradojas y sinsentidos
que generó el recurso indiscriminado a la H[SOLFDFLyQH[SHULPHQWDO en el
“nuevo dualismo”3RUHMHPSORFXDQGR+HPSHO\2SSHQKHLPH[LJHQOD
VXEVXQFLyQGHWRGRSULQFLSLRKHXUtVWLFRDXQPRGHORQRPROyJLFRGHGXFWL
vo, sin advirtir que su propio planteamiento behaviorista tiene presupuestos
de tipo institucional o comunitario15. :LQFKHQFDPELRDFHSWDHVWHWLSRGH
SUHVXSXHVWRV¿ORVy¿FRVVLHPSUHTXHXQSRVWHULRUSURFHVRGHH[SOLFDFLyQ
causalFRQVLJDUHGXFLUORVDVLPSOHVFRQGLFLRQHVDQWHFHGHQWHVYHUL¿FDEOHV
experimentalmente16.
6HJ~Q$SHOORPiVVRUSUHQGHQWHGH3:LQFKHQVXDUWtFXORDQWHVFLWD
do, fue el uso que la sociología del conocimientoKL]RGHORV juegos del len-
guaje17. Los utilizó como si efectivamente se tratara de una nueva categoria
hermenéutica similar a las concepciones del mundo y formas de vida de
6FKOHLHUPDFKHU\'LOWKH\18, o a los tipos ideales de Max Weber. Paradóji
camente para dar este paso basta con llevar a cabo un giro comunitarista en
el análisis lingüístico, que interprete los juegos del lenguaje como procesos

13. &IU () 3DXO )' -U 0ILLER - 3DXO The Communitarian Challenge to Liberalism,
Cambridge University Press, Cambridge, 1997.
14. &IU3 +UVJ 6LOTERDIJK; A. PIEPER; Aristoteles'HXWVFKHU7DVFKHQEXFK
15. &IU+3UTNAM, La herencia del pragmatismo. Paidós, Barcelona, 1997.
16. Se establece una contraposición entre metodología científica y método filosófico, pero
aceptando presupuestos metódicos de tipo filosófico o analítico; cfr. P. WINCH, op. cit., p. 28 y 36;
K.O. APEL; TF,,S.7AYLOR, Truth and Meaning. An Introduction to the Philosophy of
Language%ODFNZHOO2[IRUG
17. Cfr. E. von SAVIGNY, Der Mensch als Mitmensch. Wittgensteins Philosophische
Untersuchungen'HXWVFKH7DVFKHQEXFK0QFKHQ
18. Cfr. Cfr. P. WINCH, op. cit., p. 100; K.O. APEL; TF, II, p. 73; W. DILTHEY, Ecrits d’esthetique:
suivi de la naissance de l’herméneutique, Cerf, Paris, 1995.

228
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

colectivos de asignación de intenciones, insertos en el mundo de la vida, y


susceptibles de una aplicación aún más estricta de un modelo nomológico
deductivo. Con sólo esto la crítica del sentido invierte la valoración des
SHFWLYDTXHKDVWDHQWRQFHVHO“nuevo dualismo”KDEtDKHFKRGHOPpWRGRGH
la comprensión retroductiva19. Sus conclusiones sólo tenían un carácter me
ramente psicológico, o mental, o decisionista, cuando en principio también
están abiertos a una posterior reducción a una simpleH[SOLFDFLyQFDXVDO.
Es más, según Apel, a partir de este giro comunitarista ambos métodos, el
experimental y el semiótico, el explicativo y el retroductivo, el analítico
\HOKHUPHQpWLFRVHGHEHQFRQVLGHUDUFRPRGRVSRGHURVRVDOLDGRVGHODV
ciencias reconstructivo-críticas, incluida también la crítica de las ideolo-
gías20.

3. Winch: el análisis retroductivo de los juegos del lenguaje

La noción de juego del lenguaje tuvo una virtualidad inmediata cuan


GR :LQFK OD DSOLFy D OD sociología del conocimiento21. Permitió llevar a
cabo un análisis de las condiciones de validez y de sentido GH WRGR Pp
WRGRKHUPHQpXWLFRGHcomprensión retroductiva, sin tener que recurrir para
ello a estados mentales meramente psicológicos, o a presupuestos metafí
sicos de imposible comprobación empírica22. Es decir, permitió defender
una aplicación aún más estricta del modelo nomológico deductivo, sin por
HOORFRQIXQGLUODVFLHQFLDVKXPDQDVFRQODVFLHQFLDVQDWXUDOHV7DPSRFRVH
reivindicó la validez de un método empático o meramente psicológico, si
PLODUDOGHIHQGLGRSRUODKHUPHQpWLFDFOiVLFDHVSHFLDOPHQWHSRU6FKOHLHU
PDFKHU\'LOWKH\(QVXOXJDUPiVELHQ:LQFKUHFXUULyDODQRFLyQGHMXHJR
de lenguaje en la medida que permite armonizar los procesos colectivos de
asignación de intenciones sin necesidad de remitirse por ello a procesos
meramente psicológicos, decisionistas o simplemente irracionales23.

19. &IU-6CHULTE, G. SUNDHOLM (ed), Criss-Crossing a Philosophical Landscape. Essays on


Wittgensteinian Themes. Dedicated to Brian McGuinnes, Rodopi, Amsterdam, 1992.
20. Cfr. W. FLACH, Grundzüge der Erkenntnislehre, Erkenntniskritik, Logik, Methodologie,
.|QLJVKDXVHQXQG1HXPDQQ:U]EXUJ
21. Cfr. T. MAY, Social Research. Issues, Methods and Process2SHQ8QLYHUVLW\%XFNLQJKDP
1997.
22. Cfr. A. MÜLLER .+ 0ÜLLER, F. STADLER, Konstruktivismnus und Kognitionswissen-
schaft. Kulturelle Wurzeln und Ergebnisse, Springer, Wien, 1997.
23. El punto de partida fue la cuestión acerca de “lo que significa seguir una regla”, cfr. L.
WITTGENSTEIN3KLORV8QWHUVW,S\3:INCH, op. cit., p. 126; K.O. APEL, TF, II, p.

229
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

:LQFKMXVWL¿FyORVSURFHVRVGHFRPSUHQVLyQUHFtSURFDGHXQDVPLV
mas vivencias entre dos o más interlocutores por referencia a un marco
comunitario de valores compartidos, que a su vez exige la participación en
un mismo juego del lenguaje3RUHOOR:LQFKFULWLFDHOPRGRFRPR'LOWKH\
y Max Weber concibieron la participación en una misma concepción del
mundo o forma de vida o en un tipo ideal respectivamente. Es su opinión,
la concibieron a través de diversos procesos de comprensión empática, o en
virtud de simples decisiones, sin necesidad de que mediara ninguna forma
de lenguaje24$WRGRVOHVSDVyLQDGYHUWLGDODPHGLDFLyQTXHOD¿MDFLyQGHODV
condiciones antecedentes por parte de los diversos interlocutores sociales
ejercen en el propio proceso de asignación de intenciones. Especialmente
cuando posteriormente este mismo proceso exige un seguimiento aún más
estricto de un modelo nomológico deductivo, mediante una regulación ine
vitablemente comunitaria25.
(QHVWHVHQWLGR:LQFKWDPELpQFXHVWLRQyHOPRGRtradicional como
la crítica de las ideologíasGHSURFHGHQFLDDQDOtWLFD\KHUPHQpXWLFDFRQFL
bieron sus respectivas teoría de la ciencia26. Dieron por supuesto la vali
dez de unos procesos previos de comprensión empática, como si este tipo
de proyectos programáticos se pudieran llevar a cabo sin ningún tipo de
mediación lingüistica. Además, tampoco sometieron este tipo de procesos
a un seguimiento aún más estricto del modelo nomológico deductivo. Al
PHQRV DVt RFXUULy HQ 0LOO 3DUHWR 'XUNKHLP 0D[ :HEHU 'LOWKH\ R HO
propio Marx273RUHMHPSOR'LOWKH\IRPHQWyHOUHFXUVRpsicologista a un
método de la empatíaVLQTXHPHGLDUDXQDUHÀH[LyQSUHYLDVREUHODVOLPL
taciones que en su caso impone el lenguaje, o la necesaria comprobación
experimental de este tipo de procesos. Max Weber por su parte admitió la
referencia a un SROLWHLVPRD[LROyJLFRque, en su opinión, está enraizado en
el mundo de la vida.6LQHPEDUJR:HEHUMXVWL¿FyODVH[SOLFDFLRQHVWHOHR
OyJLFDVHQQRPEUHGHGHFLVLRQHVHQVtPLVPDVLQYHUL¿FDEOHVFRPRVRQODV
TXHVHUHPLWHQFDGDXQRGHORVWLSRVLGHDOHV(QQLQJ~QFDVRMXVWL¿FyHVWDV
decisiones en nombre de un juego del lenguaje o de una forma de vida

74. C. NORRIS, Reclaiming truth. Contribution to a Critique of Cultural Relativism, Lawrence and
:LVKDUW/RQGRQ-+)ETZER, Philosophy of Science3DUDJRQ+RXVH1HZ<RUN
24. Cfr. F. COLLIN, Social Reality, Routledge, London, 1997.
25. Cfr. B. WIRKUS, Deutsche Sozialphilosophie in der ersten Hälfte des 20 Jahrhunders,
:LVVHQVFKDIWOLFKH%XFKJHVHOOVFKDIW'DUPVWDGW
26. Cfr. A. GIDDENS, 3ROtWLFD VRFLRORJtD \ WHRUtD VRFLDO 5HIOH[LRQHV VREUH HO SHQVDPLHQWR
social clásico y contemporáneo, Paidós, Barcelona, 1997.
27. Cfr. L.S. SHELEFF, Social Cohesion and Legal Coercion. A Critique of Weber, Durkheim,
DQG0DU[. Rodopi, Amsterdan, 1997.

230
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

SUHYLDTXHSXGLHUDVHUREMHWRGHXQDFRPSUREDFLyQH[SHULPHQWDOYHUGDGH
ramente compartida. Finalmente el marxismo tradicional también impuso
la aceptación de una conciencia de clase basada en un “futurismo” ético,
VLQWHQHUHQFXHQWDODVOLPLWDFLRQHVGHUHDOL]DFLyQTXHLPSRQHVXSHUWHQHQ
FLDKLVWyULFDDXQDGHWHUPLQDGDtradición lingüistica28.

4. Winch: La crítica de la neutralidad valorativa


de Weber, Popper y Albert

Popper y Albert también reconocieron la mediación que en el proce


so de racionalización occidental ejercen los juegos del lenguaje, al igual
que las ideologías, siguiendo en este punto al segundo Wittgenstein29. Pero
VHJ~Q:LQFK3RSSHU\$OEHUWMXVWL¿FDURQXQIDOVDFLRQLVPRPHWRGROyJLFR
DSDUWLUGHXQSXQWRGHSDUWLGDGHFLVLRQLVWDHQVtPLVPRLQYHUL¿FDEOH1R
UHFRQRFLHURQODGHSHQGHQFLDGHHVWDVGHFLVLRQHVUHVSHFWRGHRWURVSUHVX
puestos previos, ni su enraizamiento en un mundo de la vida, que según
:LQFK SXHGHQ VHU REMHWR GH XQD FRPSUREDFLyQ H[SHULPHQWDO 3RVWHULRU
mente Popper y Albert propusieron una valoración meramente instrumental
de sus ingenierias sociales, en virtud de criterios meramente decisionistas,
VLQWHQHUHQFXHQWDODVFRQGLFLRQHVDQWHFHGHQWHVTXHDVXYH]KDFHQSRVLEOH
el subsiguiente cálculo de consecuencias30.
(VGHFLU3RSSHU\$OEHUWUHGXMHURQORV¿QHVGHFODUDGRVDOFDUDFWHUGH
meros medios UHVSHFWRDOORJURGHXQDXWLOLGDG¿MDGDGHDQWHPDQR sin que
sea posible XQDUHÀH[LyQFRPSDUWLGDDFHUFDODVSUHWHQVLRQHVGHYDOLGH]GH
esas decisiones previas. Al menos así sucede en este caso con la defensa
IUDJPHQWDULD TXH 3RSSHU \$OEHUW KLFLHURQ GH ORV LQWHUHVHV KXPDQRV VLQ
tener en cuenta su propia jerarquía interna. Se volvía así a la pretendida
valoración neutral y libre de valores TXH :HEHU SURSXVR GH ODV FRQFOX
VLRQHVFLHQWt¿FDVVLQOOHYDUDFDERXQSUHYLRDQiOLVLVGHVXVFRQGLFLRQHV
antecedentes31. En todos estos casos este tipo de valoraciones meramente

28. Cfr. W. LÜBBE, Legitimität kraft Legalität. Sinnverstehen und Institutionenanalyse bei
0D[:HEHUXQGVHLQHQ.ULWLNHUQ-&%0RKU7ELQJHQ
29. Cfr. S. CAVEL, /HVYRL[GHODUDLVRQ:LWWJHQVWHLQOHVFHSWLFLVPHODPRUDOLWpHWODWUDJpGLH,
Seuil, París, 1996.
30. Cfr. K. POPPER, Logik der Forschung, Wien, 1935; W.W. BARTLEY, The Retreat to
Commitment1HZ<RUN+$LBERT, Traktät über kritische Vernunft, Tübingen, 1968.
31. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 100 y ss.; M. WEBER, 0D[ :HEHU XQD ELRJUDItD, Alfonso El
Magnánim, Valencia, 1995.

231
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

técnicas siempre presupone la aceptación de una jerarquía previa GH¿QHV


³\DGDGRV´D~QPiVEiVLFRV\DVHMXVWL¿TXHQHQQRPEUHGHODXWLOLGDGRHO
éxito. Es decir, todos admitieron un pluralismo ideológico, o un politeismo
D[LROyJLFRen nombre de una jerarquía de ¿QHV meramente utilitarios, sin
DGYHUWLUTXHHVWHWLSRGH¿QHVPDQWLHQHXQDGHSHQGHQFLDUHVSHFWRGHOmun-
do de la vidaTXHDVXYH]ORVKDFHSRVLEOHV32.
3DUD:LQFKVLQHPEDUJRHQODSUiFWLFDRFXUUHPiVELHQHOSURFHVR
contrario. Toda decisión acerca de los ¿QHVVLHPSUHSUHVXSRQHXQDFRQGL
FLyQDQWHFHQGHQWHPiVEiVLFD(QHIHFWRQRKD\¿QHV sin el seguimiento
de una regla, o de una costumbre, o de una institución, en la forma como
viene dada por un determinado contexto social33-XVWR SRUHOORODV deci-
VLRQHVDFHUFDGHORV¿QHV se deben guiar por reglas, tomadas del mundo de
la vida y sometidas a un método de prueba aún más estricto, que garanticen
el logro de ciertos ¿QHVFRPSDUWLGRV. En caso contrario las decisiones acer
ca de los medios serían objeto de un mero cálculo solipsista, o meramente
EHKDYLRULVWDDOPRGRGHXQMXHJRGHOlengüaje privado en el que sólo se
tendrían en cuenta las consecuencias. Es decir, se prescinde de las condi
ciones antecedentes, que son una condición de sentido para esa toma de
decisiones, desligandolas del mundo de la vida34.

5. La inserción de los juegos del lenguaje en el mundo de la vida

La noción de juego del lenguaje ejerció un profundo impacto en la


sociología del conocimiento35. Los seguidores de Wittgenstein y Popper,
FRPRIXHURQ:LQFK\$OEHUWUHVSHFWLYDPHQWHDFHSWDURQODPHGLDFLyQTXH
los juegos del lenguaje ejercen en las distintas formas de comunicación.
Sin embargo en todos estos casos se fomentó un relativismo cultural aún
más contraproducente36 :LQFK GH WRGRV PRGRV IXH HQ FLHUWR PRGR XQD
H[FHSFLyQDHVWHUHVSHFWR(QHIHFWR:LQFKVXVWLWX\yHOdecisionismo me-
todológico de Popper y Albert por una vuelta a la noción wittgensteiniana

32. Cfr. F. RASTIER, 0HDQLQJDQG7H[WXDOLW\, Toronto University, Toronto, 1997.


33. Cfr. M. MARTIN, Legal Realism. American and Scandinavian, 3HWHU /DQJ 1HZ <RUN
1997.
34. Cfr. P. WINCH, op. cit., p. 41; K.O. APEL7),,S-5ITSERT, Einfürung in die Logik
der Sozialwissenschaften, :HVWIlOLVFKHV'DPSIERRW0QVWHU
35. &IU-*ENOVA, Wittgenstein. A way of seeing5RXWOHGJH1HZ<RUN
36. Cfr. L. ARENAS-0UNOZ$-3ERONA (eds.), El desafío del relativismo, Trotta, Madrid,
1997.

232
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

de MXHJRGHOHQJXDMH además, interpretó esta noción de una forma comu-


nitaria, que permitió su enraizamiento en el mundo de la vida. Es decir,
prosigió aún más allá el proceso de análisis de las condiciones antecedentes
que a su vez vienen exigidas por un seguimiento aún más estricto del mo
GHORQRPROyJLFRGHGXFWLYR6REUHWRGRFXDQGRHQVX~OWLPDpSRFD:LQFK
utilizó la propia noción de juego de lenguaje para corregir su excesivo
conformismo inicial respecto de las distintas formas de vida37.
(Q HIHFWR HQ VX ~OWLPD pSRFD 3HWHU :LQFK DGRSWy XQD DFWLWXG PiV
DXWRFUtWLFDUHVSHFWRDOXVRTXHDQWHVKL]RGHORVMXHJRVGHOOHQJXDMH3RU
ello prosiguió el análisis de sus condiciones antecendentes remitiéndose a
principios normativosTXHHQVXRSLQLyQVRQLQKHUHQWHVDOGLQDPLVPRSUR
pio del mundo de la vida. En la misma medida que el mundo de la vida está
FRPSDUWLGRSRUPXFKRVHOVHJXLPLHQWRGHXQDUHJODQRUPDRFRVWXPEUH
debe someterse a un método de pruebaHVSHFt¿FRTXHDVXYH]WLHQHXQRV
SUHVXSXHVWRVUHWURGXFWLYRVSUHYLRV(QHVWHVHQWLGR:LQFKDFHSWyODQHFH
sidad de una conmensuración recíproca entre los distintos juegos de len
guaje, así como la referencia a unos valores compartidos de tipo supraco-
munitario. Por ejemplo, el principio normativo que impone el seguimiento
sincero de las propias convenciones sociales con intención de decir siem
pre la verdad. Sin este mínimo ético el seguimiento de un modelo nomo
OyJLFRGHGXFWLYRVHKDFHLQYLDEOH\ODSDUWLFLSDFLyQHQXQDPLVPD“forma
de vida” o juego del lenguaje se vuelve un sinsentido. Por el contrario, si
se acepta este mínimo normativo, los juegos del lenguaje se pueden tomar
como instituciones enraizadas en el mundo de la vida, que desempeñan una
función normativaHVSHFt¿FDHQODSURSLDOXFKDSRUODVXSHUYLYHQFLD38.
6HJ~Q:LQFK ODV decisiones acerca de los ¿QHV deben reconocer su
dependencia de aquellas instituciones y costumbresTXHDVXYH]VHKDQ
DSURSLDGRXQDIXQFLyQHVSHFt¿FDHQODUHJXODFLyQGHOmundo de la vida.
Evidentemente esta regulación exige un seguimiento estricto del mode
ORQRPROyJLFRGHGXFWLYRVHJ~QHOFRQRFLGRHVTXHPDGHHQVD\R\HUURU
3HURDVXYH]VHGHEHUHFRQRFHUTXHHVWHPRGHORWLHQHSUHVXSXHVWRVUHWUR
ductivos previos como es la obligación de decir la verdad, sin ocultar los
SRVLEOHVIUDFDVRVHQODDSOLFDFLyQGHXQPpWRGRGHHVWHWLSR(QHVWHVHQ
tido cualquier costumbre o institución que regule una toma de decisiones
se debe subordinar a la aceptación de una metanorma del “consensus” o

37. Cfr. P. WINCHRSFLWS-3&OMETTI, Philosopher avec Wittgenstein, PUF, Paris,


1996.
38. Cfr. K.O. APEL, TF ,, S  + 5EIMANN +3 0ÜLLER (eds.), Probleme moderner
Gesellschaften: Peter Atteslander zum 65. Geburtstag:HVWGHXWVFKHU2SODGHQ

233
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

del acuerdo mutuo, que constituye la condición última de sentido del uso
en común de cualquier juego del lenguaje39.3RUHOORQXQFDVHGHEHKDFHU
un uso unilateral del lenguaje, o de los acuerdos tomados en común, ni in
cluso cuando de este modo sólo se pretende evitar la aparición de posibles
fracasos en el seguimiento de un modelo nomológico deductivo. En efecto,
todo juego del lenguaje, toda costumbre, toda institución, está enraizada
en un mundo de la vida KXPDQRFDGDYH]FRPSDUWLGRFRQVXVDFLHUWRV\
sus fracasos, sin poder renunciar a este presupuesto retroductivo que es su
condición de sentido40.

6. La “autotranscendencia” y el uso autocrítico de los juegos


del lenguaje

3:LQFKGHIHQGLyXQDWHRUtDinstitucional de los juegos del lengua-


je TXH VHJ~Q$SHO DGROHFLy GH XQD FLHUWD LQFRKHUHQFLD$SHO DFHSWD GH
3:LQFK TXH OD comprensión nunca se debe quedar en un mero proceso
descriptivo, o empático, con una función meramente reproductiva mimética
GHPHURVKHFKRVSVLFROyJLFRVRDFWRVPHQWDOHVFRPRRFXUULyHQ6FKOHLHU
PDFKHUR'LOWKH\41. En este sentido los juegos del lenguaje de Wittgenstein
no se deben interpretar de un modo solipsista como si fueran mónadas
OHLEQL]LDQDVDXWRVX¿FLHQWHV42. En este caso cada juego sería incapaz de re
lacionarse con otras mónadas distintas, al modo del lenguaje ideal de las
FLHQFLDVXQL¿FDGDVHQHO Tractatus(QVXOXJDU:LQFKWRPDORVMXHJRVGHO
lenguaje como instituciones con capacidad de mantener un doble tipo de
UHODFLRQHVFRQRWUDVLQVWLWXFLRQHV\MXHJRVGHOOHQJXDMHVLPLODUHV\DVX
YH]FRQXQPXQGRGHODYLGDKXPDQRFDGDYH]PiVFRPSDUWLGR(QDPERV
casos este doble tipo de relaciones se trata de dos condiciones de sentido
TXHKD\TXHDFHSWDUGHXQPRGRnormativo para todo juego del lenguaje43.

39. Cfr. E. RIEGER, Die Institutionalisierung des Wohlfahrtsstaates, :HVWGHXWVFKHU 9HUODJ


Opladen, 1992.
40. Cfr. P. WINCH, Ibid., p. 243 y 249; K.O. APEL, TF,,S\--.LANT, The Nature
of Economic Thought: Essays Economic Methodology, (OJDU$OGHUVKRW
41. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 70; G. DELANTY, Social Science. Beyond Constructivism and
Realism2SHQ8QLYHUVLW\%XFNLQJKDP
42. Cfr. L. WITTGENSTEIN *+ YRQ :RIGHT (ed), Culture and Value. A Selection from the
Posthumous Remains. Revised Edition by A. Pichler LQJOpV\DOHPiQ %ODFNZHOO2[IRUG
43. Cfr. K.O. APEL, TF ,, S  \  -3 +ARPES, W. KUHLMANN, Zur Relevanz der
Diskursethik. Anwendungsprobleme der Diskursethik in Wirtschaft un politik. Dokumentation des
.ROORTXLXPVLQ/X[HPEXUJ 'H] , EWD, Band 9, Lit, Münster, 1997.

234
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

Evidentemente la referencia a este tipo de presupuestos retroductivos


ya no tiene un caracter meramente psicológico, o meramente mental. Más
ELHQHVWRVSUHVXSXHVWRVVHD¿UPDQFRPRXQDFRQGLFLyQGHVHQWLGRGHXQ
posible seguimiento aún más estricto de cualquier norma o institución, con
objeto de garantizar así su inserción en un mundo de la vidaKXPDQRFDGD
vez más compartido443RUVXSDUWH$SHODxDGHDOJRPiVHQVXRSLQLyQ
ORVMXHJRVGHOOHQJXDMHVHKDFHQFDSDFHVGHLUPiVDOOiGHVtPLVPRVGLV
tanciandose a la vez respecto a sí mismos desde dentro de sí mismos, y
entablando a su vez distintas formas de dialogo con el resto de los juegos
GHOOHQJXDMH(OORKDFHTXHORVMXHJRVGHOOHQJXDMHDGPLWDQXQGREOHXVR
autocríticoFRPRWDPELpQ3:LQFKKL]RQRWDUXQDautocrítica interna res
pecto de sí mismos, y una DXWRFUtWLFD H[WHUQD respecto del mundo de la
YLGDKXPDQRTXHDVXYH]HVVXFRQGLFLyQGHVHQWLGR45.

7. El relativismo y el inmovilismo de los juegos del lenguaje

6HJ~Q:LQFKODFRPSUHQVLyQYHUGDGHUDHVXQSURFHVRFRPSOHMRH[
terno y a su vez interno. Por un lado exige una aplicación aún más estricta
GHOFULWHULRSUDJPiWLFRGHOVLJQL¿FDGRGHVGHXQSXQWRGHYLVWDH[WHUQRHV
decir, se debe adoptar una actitud distante respecto de sí misma mediante
una adecuada comparación con otros puntos de vista aportados por otros
juegos del lenguaje aunque sea desde criterios meramente pragmáticos46.
Por otro lado la comprensión exige una confrontación de todos esos pun
tos de vista divergentes con las exigencias derivadas de un mundo de la
vida KXPDQR PXWXDPHQWH FRPSDUWLGR TXH D VX YH] DSRUWD XQ SXQWR GH
vista interno común a todos. Según Apel, sería un sinsentido renunciar a
una posible armonización recíproca de todos aquellos posibles puntos de
vista, que a su vez tienen un referente común, como al menos sucede en
el psicoanálisis o en la propia crítica de las ideologías47. En ambos casos
FDEHDGRSWDUXQSXQWRGHYLVWDUHODWLYLVWDGRQGHWRGDLQWHUSUHWDFLyQHVLJXDO

44. Cfr. S. ZAMAGNI, Economia, democrazia, instituzioni in una società in transformazione,


Il Mulino, Bologna, 1997.
45. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 87 y 241; M. STANFORD, An Introduction to the Philosophy of
History%ODFNZHOO2[IRUG3-%OETTKE (ed.), The Elgar companion to Austrian economics,
(OJDU$OGHUVKRW
46. Cfr. A. KENNY, Ludwig Wittgenstein. Ein Reader, Reclam, Stuttgart, 1996.
47. Cfr. K.O. APEL, TF, II. p. 90; T. EAGLETON, Ideología. Una introducción, Paidós, Barcelona,
1997.

235
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

mente válida. Pero también cabe considerar el punto de vista ajeno como
superior al nuestro, como si fuera un punto de vista interno común a todos,
D~QDULHVJRGHLQPRYLOL]DULQQHFHVDULDPHQWHHVWHWLSRGHSURFHVRVD¿Q
de garantizar de este modo el posible logro de una mejor comprensión. Al
menos así ocurre, según Apel, en la relación médico-paciente, o terapéuta
social-masa alienada48.
 :LQFK VH LQWHUHVy HVSHFLDOPHQWH SRU HVWD SRVLEOH FRQYHUJHQFLD GH
SXQWRVGHYLVWDDSHVDUGHTXHSRVWHULRUPHQWHHOPLVPRUHFKD]yHVWDSR
sibilidad. Es decir, aceptó la posibilidad de evitar los procesos de rela
tivización tan frecuentes en la propia sociología del conocimiento. Para
conseguirlo bastaría admitir otros principios normativos previos, siempre
que se propongan como una condición de sentido del seguimiento de un
PRGHORQRPROyJLFRGHGXFWLYR3HURVHJ~Q:LQFKLQFOXVRHQHVWRVFDVRV
VLHPSUHFDEHXQDUHODWLYL]DFLyQGHWDOHVLQWHUSUHWDFLRQHVFRPRGHKHFKR
sucede con la metanorma del “consensus” o acuerdo mutuo49. Por ejemplo,
siempre cabe desconstruir HOSURSLRSURFHVRGHFRPSUHQVLyQKHUPHQpXWLFD
mediante la localización de una intención oculta o de una consecuencia
indirecta, o de un efecto perversoTXHDVXYH]PRGL¿FDQHOVHQWLGRGDGR
inicialmente a la realización de una determinada acción intencional o a la
toma de un acuerdo50. Por ello, estos procesos de desconstrucción siempre
se deben enjuiciar desde otros tantos compromisos valorativos, o simples
condicionantes somáticos, que a su vez son una condición de sentido de
aquellos otros procesos de relativización. Es decir, siempre se deben tener
en cuenta aquellas otras H[LJHQFLDVYLWDOHV de supervivencia y autoeman
cipación que están insertas en el mundo de la vida, sin necesidad de cosi-
¿FDUODVinnecesariamente, como ocurrió con las institucionesHQ*HKOHQ
O sin dar tampoco lugar a un inevitable proceso de desencantamiento, que
UHODWLYL]DODGLPHQVLyQQRUPDWLYDLQKHUHQWHDOPXQGRGHODYLGDFRPRRFX
rrió en Weber y después en Popper y Albert51.

48. &IU): +UVJ (ICKHOFF, -DKUEXFKGHU3V\FKRDQDO\VH%HLWlJH]XU7KHRULH3UD[LVXQG


Geschichte,)URPPDQQ+RO]ERRJ6WXWWJDUW%DG&DQQVWDGW
49. 6HJ~Q 3 :LQFK OD ILORVRItD GHMD WRGR FRPR HVWi FIU RS FLW S  \ VV VLJXLHQGR
a Wittgenstein, cfr. Philos. Unters., I, p. 124; K.O. APEL, TF ,, S  &IU - 3ATOÇKA, Body,
Community, Language, World2SHQ&RXUW&KLFDJR
50. &IU-%OUVERESSE, Langage, perception et réalitéYRO,La perception et le jugement,
&KDPERQ1vPHV
51. Cfr. E.G. FURUBOTN, R. RICHTER (eds.), The New Institutional Economics. A Collection
of Articles from the Journal of Institutional and Theoretical Economics, -&% 0RKU7ELQJHQ
1991.

236
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

:LQFKFRQVLGHUDORVjuegos de lenguaje como simples ³¿FFLRQHVLQVWL-


tucionales”DOPRGRGH$UQROG*HKOHQ(QHVWHVHQWLGROHVRWRUJDXQYDORU
normativo concreto que tiende a inmovilizarlos, en virtud de la función
ELROyJLFDTXHGHVHPSHxDQHQODOXFKDSRUODVXSHUYLYHQFLD52. Pero a la vez
:LQFKVHxDODHOFDPLQRSDUDHYLWDUHVWDSRVLELOLGDG$FHSWDUORVSULQFLSLRV
KHXUtVWLFRV GH OD KHUPHQpXWLFD FOiVLFD DO PRGR GH 'LOWKH\ VLJXLHQGR D
*DGDPHU D ¿Q GH QR LQPRYLOL]DUORV LQQHFHVDULDPHQWH (V GHFLU DFHSWDU
ODSRVLEOHH[LVWHQFLDGHXQFtUFXORKHUPHQpXWLFRGHintenciones ocultas y
de consecuencias secundarias, o efectos perversosTXHSXHGHQPRGL¿FDU
radicalmente el sentido inicial de aquella interpretación, y la abren a un
KRUL]RQWHLQWHUSUHWDWLYRFDGDYH]PiVDPSOLR6HJ~QHVWRVSULQFLSLRVVLHP
pre es posible “comprender a alguien mejor de lo que se comprende a sí
mismo”HQODIRUPDFRPRGHVSXpVSXVRGHPDQL¿HVWRHOSVLFRDQiOLVLVROD
crítica de las ideologías, a pesar de no poder evitar la posterior aparición
GHHVWHWLSRGHFtUFXORVKHUPHQpXWLFRV(VPiVVHJ~Q$SHOVLHPSUHFDEH
lograr una mejor comprensión y no sólo una comprensión diferente, como
GHKHFKRWHUPLQyVXFHGLHQGRHQ:LQFK:HEHURLQFOXVRHQ*DGDPHU53.

II. EL PASO DEL MUNDO DE LA VIDA A LA SOCIEDAD CIVIL SEGÚN WINCH

(Q$SHOGHGLFyRWURDUWtFXORD3:LQFKWLWXODGR“La comuni-
dad de comunicación como presupuesto transcendental de las ciencias so-
ciales”54(QHVWDRFDVLyQ$SHODWULEX\HD3:LQFKXQDUJXPHQWRGHFLVLYR
a favor de la función normativa que los juegos del lenguaje desempeñan en
la regulación de la sociedad civil. En efecto, en la misma medida que los
juegos del jenguaje se atribuyen un alcance transcendental en la regulación
del mundo de la vida, también pueden reivindicar una capacidad de auto-
rregulación de aquellas instituciones que, como ocurre en Vico, a su vez
FRQ¿JXUDQODsociedad civil6HJ~Q$SHO:LQFKKL]RHVWDDSRUWDFLyQGHFL

52. Cfr. K.M. WU, On Chinese Body Thinking. A Cultural Hermeneutic, Brill, Leiden, 1997.
53. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 84; B. SCHÄFERS, Soziologie und Gesellschaftsentwicklung.
Aufsätze 1966-1996/HVNH%XGULFK2SODGHQ
54. Cfr. K.O. APEL, TF ,, S  6 ( %RONNER (ed), Twentieth Century Political
Theory. A Reader5RXWOHGJH1HZ<RUN

237
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

siva en una obra posterior de 1960, en “Nature and Convention”55, aunque


el mismo la cuestionó en 1964, en “Understanding a Primitive Society”56.
6HJ~Q$SHO:LQFKQXQFDIXHWRWDOPHQWHFRKHUHQWHHQVXVSURSXHVWDV
sin sacar las consecuencias oportunas de su propio descubrimiento. No uti
OL]yORVMXHJRVGHOOHQJXDMHSDUDMXVWL¿FDUDOJ~QSULFLSLRQRUPDWLYRVREUH
el que fundamentar la crítica de las ideologías, sino que más bien volvió a
establecer una rígida separación entre la ciencia y la ética, entre lo fáctico
\ORQRUPDWLYRRHQWUHORS~EOLFR\ORSULYDGR'HKHFKRHOPLVPRKL]R
una interpretación debilitada de los principios transcendentalesTXHKDEtD
descrito, cuando los situó en un ámbito ético, comunitario, o meramente
ideológico VLQ FRQFHELUORV DO PRGR GH XQ LGHDO UHJXODWLYR R GH XQ ¿Q R
telos último57.

1. /DVLQVX¿FLHQFLDVGHODFUtWLFDGHODVLGHRORJtDVHQ:LQFKVHJ~Q$SHO

:LQFK IXH XQ DXWRU FRQ QXPHURVDV YDFLODFLRQHV TXH VLJXLy VLHQGR
deudor de la tesis de la neutralidad valorativa de Weber y Popper, a pesar
de las críticas que les formuló. $OLJXDOTXHRFXUULyHQ3RSSHU:LQFKVL
guió otorgando un valor DX[LOLDU o meramente psicológico a los procesos
de toma de decisiones acerca de los¿QHV. En su opinión, estas decisiones
forman parte de un ámbito ético, comunitario, o meramente ideológico,
totalmente desligado de la teoría de la ciencia, salvo que se les aplique
un modelo nomológico deductivo, reduciendolos a una simple H[SOLFDFLyQ
causal58.
Según el “nuevo dualismo”, para lograr una reducción de este tipo es
necesario localizar una consecuencia secundaria o un efecto perverso, ca
paz de dar razón del falso caracter cuasiteleológicoTXHKDVWDHQWRQFHVVH
KDEtDRWRUJDGRDXQDcuasicomprensión meramente aparente. En estos ca
VRVHQYH]GHDFWXDUHQQRPEUHGHXQLGHDOUHJXODWLYRR¿Q~OWLPRHOFRP
SRUWDPLHQWR KXPDQR VH MXVWL¿FD HQ YLUWXG GH XQD FRQGLFLyQ DQWHFHGHQWH

55. Cfr. P. WINCH, “Nature and Convention”, Procedings of the Aristotelian Society, 1959/60,
SS.
56. Cfr. P. WINCH, “Understanding a Primitive Society”, American Philosophical Quarterly
SS
57. Cfr. K.O. APEL, TF,,S\S-%RIGHAM (ed), States, Citizens, and Question of
Significance. Tenth Round Table and Semiotics3HWHU/DQJ1HZ<RUN
58. Cfr. P. WINCH, op. cit., p. 119; K.O. APEL, TF, II, p. 76 y 236; S. FULLER, Science, Open
8QLYHUVLW\%XFNLQJKDP

238
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

que actuaba a modo de un motivo racional, dando lugar a una explicación


causal59. De este modo el “nuevo dualismo” fomentó una interpretación es
WULFWDPHQWHEHKDYLRULVWDGHORVMXHJRVGHOOHQJXDMHHQGHSHQGHQFLDGHXQD
FDXVDOLGDGPHUDPHQWHKXPHDQDTXHORVLQWHUSUHWDFRPRVLPSOHVSURFHVRV
de condicionamiento o adiestramiento LQKHUHQWHVDOPXQGRGHODYLGD\
que son propios de la vida animal. Al menos así sucedió con la correlación
TXH$EHOHVWDEOHFLyVLJXLHQGRD+HPSHO\2SSHQKHLPHQWUHHOLQFUHPHQ
WRGHODVFRVHFKDV\HOLQFUHPHQWRGHORVPDWULPRQLRVVLQQHFHVLGDGGH
remitirse a principios de tipo teleológico60 6LQ HPEDUJR :LQFK UHFKD]y
que este fuera el modo fundamental como se puede interpretar la conducta
KXPDQD

³'HHVWHDQiOLVLVH[WUDH:LQFKODFRQFOXVLyQGHTXHODFRQGXFWDKXPD
na gobernada por reglas no puede, al contrario que la conducta determinada
causalmente (reducible al adiestramiento) de los animales, llamarse ciega,
VLQRTXHLPSOLFDXQDµFRPSUHQVLyQ¶´61.

$ HVWH UHVSHFWR :LQFK SXVR GH PDQL¿HVWR XQD VHJXQGD LQVX¿FLHQ


cia que, en su opinión, caracteriza la crítica de las ideologías. La depen
dencia que toda H[SOLFDFLyQ FDXVDO mantiene respecto de determinadas
reglas, constumbres, o normas, TXH D VX YH] OD KDFHQ SRVLEOH 3RU HOOR
una incorrecta caracterización de estas reglas puede dar lugar a una falsa
FXDVLH[SOLFDFLyQ de caracter aparentemente cuasicausal, como si careciera
WRWDOPHQWHGH¿QHVRFXDVL¿QHVFXDQGRHVWRHQQLQJ~QFDVRHVSRVLEOH$
su vez la localización de este malentendido exige un proceso de compren-
sión retroductiva aún más profunda de las auténticas intenciones ocultas
GHHVWRVSURFHVRVLQWHUSUHWDWLYRVHQVtPLVPRVFLUFXODUHVD¿QGHORFDOL]DU
las auténticas reglas, normas o costumbres, que son su auténtica condición
de sentido62. A través de una crítica de este tipo estos procesos dejarían de
WHQHUXQFDUDFWHUH[SHULPHQWDO\SDVDUtDQDVHUFRQVLGHUDGRVDSDUWLUGHHQ
tonces como procesos estrictamente ideológicos, en dependencia de un ám

59. Cfr. V.R. McKIM, S.P. TURNER, Causality in Crisis? Statistical Methods and the Search for
Causal Knowledge in the Social Science, University of Notre Dame, Indiana, 1997.
60. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 57. L. VOGT, Zur Logik der Ehre in der Gegenwarts-gesellschaft.
Differenzierung, Macht, Integration6XKUNDPS)UDQNIXUW
61. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 78. S. MAASEN, Genealogie der Unmoral. Zur therapierung
VH[XHOOHU6HOEVWH6XKUNDPS)UDQNIXUW
62. Cfr. P. NORA (ed), Realms of Memory. The Construction of the French Past. Vol 1: Conflicts
and Division&ROXPELD8QLYHUVLW\1HZ<RUN

239
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

bito privado de decisiones subjetivas, pero susceptibles también, si fuera el


caso, de una crítica tanto externa como interna de las ideologías63.

2. (OFtUFXORYLFLRVRGHODFXDVLH[SOLFDFLyQ\ODFXDVLFRPSUHQVLyQ

:LQFKPDQWXYRIUHQWHDOD crítica de las ideologías la misma acti


WXG GH VRVSHFKD TXH DQWHULRUPHQWH DGRSWy DQWH OD VRFLRORJtD GHO FRQR
FLPLHQWR GH 0DU[ R 1LHW]VFKH64. En su opinión, las valoraciones de la
FUtWLFDH[WHUQDGHODVLGHRORJtDV mantienen una dependencia respecto a
XQ GHWHUPLQDGR FRQWH[WR YLWDO VLQ SRGHUVH D¿UPDU QXQFD FRPR DXWpQ
ticas H[SOLFDFLRQHV FDXVDOHV. Más bien se deben interpretar como me
rasFXDVLH[SOLFDFLRQHV, que a su vez están condicionadas por una previa
cuasicomprensión retroductiva de su respectivo juego del lenguaje y de
la consiguiente participación en una determinada forma de vida. Por otro
lado, la crítica interna de las ideologías exige aceptar la referencia de
todo juego del lenguaje a un modelo nomológico deductivo, como si se
tratara de un mero proceso de cuasicomprensión, reductible a su vez a
un proceso similar de FXDVLH[SOLFDFLyQFDXVDOD¿QGHSRGHUJDUDQWL]DU
XQDFRPSOHWDYHUL¿FDFLyQGHHVWHWLSRGHSUHVXSXHVWRVWHOHROyJLFRV3RU
HOORODFUtWLFDGHODVLGHRORJtDV\DQRVHSXHGHMXVWL¿FDUQLPHGLDQWHH[SOL
caciones estrictamente causales, ni mediante procesos de auténtica com-
prensión retroductiva de sus respectivos presupuestos teleológicos. Más
bien se tiene que remitir a procesos de FXDVLH[SOLFDFLyQ y cuasicompren-
siónGRQGH\DQRFDEHHOHYDUVHDXQSXQWRPiVDOWRGHUHÀH[LyQFDSD]
de formular una crítica interna y externa de este tipo de presupuestos.
3RUHOORVHJ~Q:LQFKODFUtWLFDUHVXOWDQWHVHUtDQWDQideológica como las
instituciones que se denuncian, siendo inevitable la aparición de un cier
to decisionismo metodológico, TXHDO¿QDO“deja todo como está”, como
también sucedió en Wittgenstein65.
:LQFKUHFKD]ySRUWDQWRODVDSRUWDFLRQHVPiVQRYHGRVDVTXHDHVWH
respecto formuló la sociología del conocimiento con posterioridad a Max

63. Cfr. A. GLUCKSMANN, La estupidez. Ideologías del postmodernismo, Península, Barcelona,


1997.
64. Cfr. P. WINCH, op. cit., cap. IV; K.O. APEL, TF, II, p. 239; D.W. CONWAY, Nietzsche and the
Political, 5RXWOHGJH/RQGRQ'-UST, Nietzsche kontra Nietzsche. Zur Psycho-Logie seines
Philosophierens.|QLJVKDXVHQXQG1HXPDQQ:U]EXUJ
65. Cfr. P. WINCH, op. cit  .2 $PEL, TF ,, S  + &HOE, Ideologie. Eine
Geschichte der Entstehung des Gesellschaftskritischen Begriffs,3HWHU/DQJ)UDQNIXUW

240
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

Weber. En estos casos la crítica de las ideologíasLQWHQWy¿MDUDOJXQRVcri-


terios internosSDUDMXVWL¿FDUODOHJLWLPLGDGGHXQDdecisión a favor de de
terminados ¿QHVFRQYLVWDVDOSURSLRSURJUHVRKXPDQR3HURVHJ~Q:LQFK
HVWRQRHVSRVLEOH6LQSUHWHQGHUORFXDOTXLHUFULWHULRGHMXVWL¿FDFLyQVLHP
pre otorga una primacía a alguna de las instituciones vigentes en el mundo
de la vida, dejándose llevar por criterios meramente decisionistas, éticos
RVLPSOHPHQWHLGHROyJLFRV6yORSRUHVWHPRWLYR:LQFKUHFKD]yQRFLRQHV
FRQFHSWXDOHVPX\KDELWXDOHVHQODFUtWLFDGHODVLGHRORJtDV3RUHMHPSOR
la contraposición entre forma y contenido de Simmel66, o entre comunidad
y sociedadGH7|QQLHV67, o entre las elits y las masas anónimas de Pareto,
o entre la solidaridad orgánica y la meramente mecánica GH'XUNKHLP68,
o entre la conciencia de clase y la alienación del proletariado de algunos
neomarxistas críticos69.
6HJ~Q:LQFKHQWRGRVHVWRVFDVRVVHSUHVXSRQHODLPSRVLFLyQH[WHUQD
de determinados ideales políticos y sociales procedentes del mundo de la
vida, en virtud de un simple decisionismo valorativo70. Para Apel, en cam
ELR:LQFKIXHHQHVWHSXQWRPX\GHUURWLVWD(QVXRSLQLyQla crítica de
las ideologíasKDHMHUFLGRXQDIXQFLyQUHYLVLRQLVWDGHdenuncia de las con-
tradicciones, tanto desde fuera como desde dentro, con aportaciones que
VRQLUUHQXQFLDEOHV(QHVWHVHQWLGR:LQFKDEDQGRQyGHPDVLDGRSURQWROD
posibilidad de llevar a cabo una crítica interna de las ideologías, a partir
precisamente de los nuevos principios normativosTXHHOPLVPRKDEtDGHV
cubierto71.

3. Winch, 1960: El paso a la crítica interna de las ideologías

(QHVWHVHQWLGR3:LQFKWDPELpQOOHYyDFDERXQDcrítica interna de
las ideologías, DODTXHVHSRGUtDKDEHUVDFDGRPiVSDUWLGR 'HKHFKRLQL

66. Cfr. K.C. KÖHNKE, Der Junge Simmel - in Theoriebeziehungen und sozialen Bewegungen,
6XKUNDPS)UDQNIXUW
67. &IU380ERZ%ENZ, Tiefsinn und Scharfsinn. Ferndinad Tönnies, begriffliche Konstitu-
tion Sozialwelt6XKUNDPS)UDQNIXUW
68. Cfr. W. SCHMAUS, Durkheim’s Philosophy of Science and the Sociology of Knowledge:
creating an Intellectual Niche8QLYHUVLW\RI&KLFDJR3UHVV&KLFDJR
69. G. E. R. LLOYD, Las mentalidades y su desenmascaramiento, Siglo XXI, Madrid, 1996.
70. Cfr. G. SOLA, Storia della scienza politica. Teorie, richerche e paradigmi contemporanei,
La Nuova Italia Scientifica, Roma, 1996.
71. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 239; M. SCHWINGEL, Analytik der Kämpfe: Macht und Herrschaft
in der Soziologie$UJXPHQW+DPEXUJ

241
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

ció una recuperación del modelo abductivo, o retroductivo, a partir de la


teoría de los juegos del lenguaje, que tiene sus propios procedimientos de
MXVWL¿FDFLyQ723RUHOOR:LQFKUHFKD]yODLQWHUSUHWDFLyQEHKDYLRULVWDGHORV
MXHJRVGHOOHQJXDMHFRPRVLVHSXGLHUDQMXVWL¿FDUHQQRPEUHGHXQPRGHOR
decisionista de racionalidad cuasi teleológica, reductible en todo momento
D XQ WLSR GH H[SOLFDFLyQ PHUDPHQWH FDXVDO 0iV ELHQ :LQFK HVWDEOHFLy
dentro de los juegos del lenguaje una distinción entre las relaciones inter-
nas yH[WHUQDV, según se relacione consigo mismo o con el contexto prag
mático al que se aplica73. A su vez esta distinción está tomada del Tractatus,
DXQTXHHQVXFDVRSURSRQJDXQXVRPX\GLVWLQWR'HKHFKR:LWWJHQVWHLQOD
utilizó para separar el sujeto y el objeto, lo analítico y lo sintético, lo formal
y lo empírico. Por otro lado, Wittgenstein nunca aplicó esta distinción a su
posterior teoría de los juegos del lenguaje74.
3:LQFKHQFDPELRXWLOL]yHVWDGLVWLQFLyQSDUDPRVWUDUFRPRORVjue-
gos del lenguaje presuponen unas relaciones internas con una comunidad
ideal de comunicación de pretensiones aún más ilimitadas. Esta comunidad
o juego ideal del lenguaje sólo se puede llegar a conocer por un método
abductivo o retroductivoHVSHFt¿FR(VGHFLUHQODPHGLGDTXHFDGDMXHJR
del lenguaje está ya dado en la comunidad real de comunicación, presupo
ne un mundo de la vida mutuamente compartido, así como un seguimiento
HVWULFWRGHXQPRGHORQRPROyJLFRGHGXFWLYRHQODIRUPDFRPRDKRUDH[LJH
la propia comunidad o juego ideal75.
En estos casos la crítica de las ideologías HVWDEOHFHXQDQtWLGDVHSD
UDFLyQHQWUHGRVWLSRVGHUHODFLRQHV ODVrelaciones internas que un juego
del lenguaje mantiene consigo mismo en virtud de las funciones normativas
que el mismo se apropia, aunque las intenciones últimas de esta regulación
siempre permenezcan ocultas. De este modo los juegos del lenguaje se
atribuyen una capacidad de regular un mundo de la vidaKXPDQRFDGDYH]
más compartido, así como una capacidad de relacionarse con las demás
formas de vida o instituciones que persiguen este mismo objetivo. Con este
¿QVHMXVWL¿FDODSDUWLFLSDFLyQHQFRP~QGHWRGRVORVMXHJRVGHOOHQJXDMHHQ
una comunidad o juego idealTXHDVXYH]VHD¿UPDFRPRHOIXQGDPHQWR

72. Cfr. D. MARSH, G. STOKER (ed), Theory and Methods in Political Science, MacMillan,
+DPSVKLUH
73. Cfr. E. TABORSKY,7KH7H[WXDO6RFLHW\, University Press, Toronto, 1997.
74. Cfr. K.O. APEL, TF,,S\00F*INN, Wittgenstein and the ‘Philosophical
Investigations’, Routledge, London, 1997.
75. Cfr. K.O. APEL, TF ,, S  - &OATES, The Claims of Common Sense. Moore,
Wittgenstein, Keynes and the Social Sciences, University Press, Cambridge, 1996.

242
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

último de la crítica interna de las ideologías76; y 2) lasUHODFLRQHVH[WHUQDV


que ese mismo juego de lenguaje mantiene con un mundo vital a través de
una comunidad real de comunicación, en la medida que se acepta un segui
miento aún más estricto de un modelo nomológico deductivo. En este caso
siempre cabe la posible aparición de consecuencias imprevistas, o de efec
tos perversos, que con frecuencia dan lugar a un gran número de disfun
cionalidades y asimetrías claramente PDQL¿HVWDVobligándole a reconocer
su carácter refutable y falible. Precisamente la localización de este tipo de
DQRPDOtDVVRQHOREMHWRHVSHFt¿FRGHODFUtWLFDH[WHUQD de las ideologías77.
A partir de aquí la crítica interna de las ideologías formula una denun
cia sistemática de las contradicciones y sinsentidosTXHVHKDFHQSUHVHQWHV
en las distintas instituciones sociales, incluida la ciencia78&RQHVWH¿QVH
postula un principio normativo, como es este posible juego ideal, o este
ideal regulativo del “consensus” D SDUWLU GHO FXDO VH MXVWL¿FD OD YDOLGH]
de un principio de veracidad, sin cuya aceptación tampoco sería posible
el logro de aquellos ideales regulativos. En efecto, el principio normativo
GH YHUDFLGDG VH D¿UPD FRPR XQD FRQGLFLyQ GH SRVLELOLGDG \ GH VHQWLGR
de la progresiva realización de un mundo vital cada vez más compartido,
así como de la posible conmensuración de los distintos juegos del lengua
je entre sí79. Después, a partir de aquí, una vez aceptado este principio,
se podrá llevar a cabo una sistemática contraposición entre lo ideal y lo
real, mediante un proceso de autotranscendimiento de las reglas fácticas,
LQFOX\HQGRORVSDUDGLJPDVD¿QGHQRLQPRYLOL]DUHOSURSULRSURFHVRGH
FRPSUHQVLyQKLVWyULFD(VGHFLUVHSRGUiHVWDEOHFHUXQDVLVWHPiWLFDFRQWUD
posición entre las pretensiones internas y los efectivos logros H[WHUQRV,
que se pueden derivar del seguimiento de una regla o de una norma o de
XQDLQVWLWXFLyQDXQTXHHQRFDVLRQHVHVWDSUHWHQVLyQGHFRKHUHQFLDSXHGD
parecer excesiva80.

76. Cfr. D.K. BARRY, Forms of Life and Following Rules. A Wittgensteinian Defence of
Relativism(-%ULOO/HLGHQ
77. &IU-5ÖMELT +UJ , Ethik und Pluralismus5HVFK,QQVEUXFN
78. &IU .+ +ÖRNING, D. AHRENS, A. GERHARD, =HLWSUDNWLNHQ ([SHULPHQWLHUIHOGHU GHU
Spätmoderne6XKUNDPS)UDQNIXUW
79. Cfr. A. CORTINA, Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía, Alianza,
Madrid, 1997.
80. Cfr. K.O. APEL, TF,,S:)+AUGa-.OIVISTO~V. PIETILÄ, Elemente einer Theorie
des Ideologischen$UJXPHQW+DPEXUJ

243
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

4. Winch, 1964: El descubrimiento del juego ideal del lenguaje

$SHVDUGHVXVLQFRKHUHQFLDV:LQFKIXHHOGHVFXEULGRUGHHVWHWLSRGH
relaciones internas en donde, según Apel, se fundamenta la crítica de las
ideologías y la propia noción de sociedad civil81(QHIHFWR:LQFKRWRUJy
XQYDORUHSLVWHPROyJLFRGLIHUHQFLDGRDHVWRVGRVWLSRVGHUHODFLRQHVSRUXQ
lado, las relaciones internas que permite la autocomprensión de un juego
GHOOHQJXDMHGHVGHGHQWURGHVtPLVPRHVGHFLUKDFHQSRVLEOHODSDUWLFL
pación que cada juego del lenguaje mantiene con un juego ideal común a
todos ellos82. Por otro lado, las UHODFLRQHVH[WHUQDV que dan un paso más; es
GHFLUKDFHQSRVLEOHHO“entretejimiento” de un juego del lenguaje con su
correspondiente forma de vida y con una praxis vital concreta que le ponen
en relación con el mundo de la vida. Por ello este tipo de relaciones dan
lugar a una comunidad real de comunicación, que a su vez exige un segui
miento cada vez más estricto del modelo nomológico deductivo sin por ello
SRGHUUHGXFLUGHXQPRGRFLHQWL¿VWDODVUHODFLRQHVFRPSUHQVLEOHVDPHUDV
relaciones explicables83.
:LQFK FRQWUDSXVR HVWRV GRV WLSRV GH UHODFLRQHV LQWHUQDV \ H[WHUQDV
/DVUHODFLRQHVLQWHUQDVSHUPLWHQMXVWL¿FDUODLQGHSHQGHQFLDGHORVprinci-
pios normativos desde los que posteriormente es posible llevar a cabo una
FUtWLFDH[WHUQDGHODVLGHRORJtDVFRPRDKRUDRFXUUHFRQHODQWHULRUSULQFLSLR
de veracidad (integrity 6LQHPEDUJR:LQFKVyORDGPLWLyHVWDSRVLELOLGDG
para el caso de la lógica y las aritmética, donde este tipo de relaciones in
ternas tiene un carácter meramente formal, sin garantizar la independencia
de estos criterios normativos en el resto de los casos. Por ello contrapuso
este doble uso que en cada caso se da a los distintos juegos del lenguaje,
SRQLHQGRGHPDQL¿HVWRODVGLYHUJHQFLDVGHWLSROyJLFRTXHDSDUHFHQHQWUH
ODGHVFULSFLyQH[WHUQD\ODLQWHUQDRHQWUHHOXVRPDQL¿HVWR\HORFXOWRVLQ
DGPLWLURWURWLSRGHLQFRKHUHQFLDVGHWLSRSUiFWLFR84.
3RUHOOR:LQFKUHFKD]yODunidad dialéctica que se establece entre to
dos estos elementos. En su opinión, esta posible unidad sólo tiene un carác
ter formal o lógico y siempre estará condicionada por factores igualmente

81. Cfr. O. ASBACH, .ULWLVFKH *HVHOOVFKDIWVWKHRULH XQG KLVWRULVFKH 3UD[LV Peter Lang,
)UDQNIXUW
82. Cfr. W. LABOV, Principios del cambio lingüistico. Vol. I (I-II): Factores internos. Gredos,
Madrid, 1996.
83. Cfr. K.O. APEL, TF ,, S  2 %AHNER, Intersubjektivität, Kommunikation und
Natur3HWHU/DQJ)UDQNIXUW
84. Cfr. D. WATTS, Political Communication Today,0DQFKHVWHU8QLYHUVLW\3UHVV

244
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

H[WHUQRV'HHVWHPRGR:LQFKIRPHQWyXQrelativismo indiscriminado en
el que “todo vale”, siempre que se respeten unos criterios mínimos de co
KHUHQFLDIRUPDOHQVLQWRQtDHQHVWHFDVRFRQOD¿ORVRItDGHODUHOLJLyQSUR
puesta por el movimiento postmoderno “New Age”, o “Nueva Era”, de
implantación más bien californiana85(QHVWRVFDVRVVHMXVWL¿FDXQDYXHOWD
a los planteamientos defendidos en los años 30 por el antropólogo E. E.
(YDQV3ULWFKDUG86 (Q YLUWXG GH HVWH UHODWLYLVPR :LQFK QXQFD DFHSWy OD
posible crítica interna o externa de las inevitables contradicciones y sin-
sentidos a las que dan lugar las distintas ideologías, sin admitir un punto de
vista interno común a todas ellas87. Apel por el contrario saca la consluión
opuesta.
Según Apel, a los juegos del lenguaje se les atribuye una estructura
WUDQVFHQGHQWDOTXHDVXYH]VHD¿UPDFRPRXQDFRQGLFLyQGHVHQWLGRGHVX
posterior realización práctica. Por ello los juegos del lenguaje mantienen
unas relaciones internas con un juego ideal de lenguaje, así como con un
posible “consensus”, o con la correspondiente comunidad idealGHFRPX
nicación, que se anticipa en todos ellos por igual. Pero en este caso se trata
de un ideal regulativo que no está dado en la experiencia, ni se puede re
ducir a una simple explicación causal, mediante la aplicación de un modelo
nomológico deductivo, como pretendía el “nuevo dualismo”. Más bien se
trata de un ideal que siempre está sobreentendido como un presupuesto
¿ORVy¿FRRDQDOtWLFRWUDVFXDOTXLHUSRVLEOHDSOLFDFLyQGHXQPRGHORQRPR
lógico deductivo88.
Según Apel, la aceptación del ideal del “consensus” es un presupuesto
LPSOtFLWRGHORVSURFHVRVTXHKDFHQSRVLEOHODFUtWLFDGHODVLGHRORJtDVSRU
un lado, el proceso que permite la posible reducción de una explicación te
OHROyJLFDDXQDVLPSOHH[SOLFDFLyQPHUDPHQWHFDXVDOFXDQGRKD\PRWLYRV
para ello; y, por otro lado, el proceso que permite la posible reinterpreta
ción de una explicación causal a partir una comprensión retroductiva aún
PiVSURIXQGDGHORVSUHVXSXHVWRVTXHDVXYH]ODKLFLHURQSRVLEOH6HJ~Q
Apel, este ideal UHLQWHUSUHWDWLYR R KHUPHQpXWLFR siempre forma parte de

85. Cfr. N. MALCOLM ~ P. WINCH, Wittgenstein: a Religious Point of Wiew?, Routledge,


/RQGRQ-'ELUMEA, El hecho religioso: enciclopedia de las grandes religiones, Alianza,
Madrid, 1995.
86. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 241; E.E. EVANS3RITCHARD, Witchcraft, Oracles and Magic
among the Azande, Oxford, 1937.
87. Cfr. C.B. STROZIER~M. FLYNN, The Year 2000. Essays on the End1HZ<RUN8QLYHUVLW\
Albania, 1997.
88. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 242; U. BECKER%ECK, Soziale Interaktion in Gruppen. Struktur
und Prozessanalyse:HVWGHXWVFKHU2SODGHQ

245
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

la comunidad real de comunicación, siendo el principio normativo básico


sobre el que se fundamenta la así denominada sociedad civil89.

5. Winch: el paso al “mondo civile” en Vico

:LQFK GLR ¿QDOPHQWH XQ SDVR PiV (Q VX RSLQLyQ OD FRPSOHPHQ
WDULHGDG  TXH DKRUD VH HVWDEOHFH HQWUH OD FUtWLFD interna y H[WHUQD de las
ideologías tiene un presupuesto previo. La necesidad de admitir como un
principio normativo la validez de unas reglas, instituciones, y costumbres
que, al menos así ocurrió en Vico con el postulado de un posible lenguaje
universal, constituyen el fundamento natural de esta complementariedad90.
De no admitir esta posibilidad, los efectos perversos y las intenciones ocul
WDV GH ORV DFWRV KXPDQRV SRGUtDQ VHU LQWHUSUHWDGRV FRPR XQ IDFWRU PiV
GHOSURJUHVRKXPDQRRFRPRXQHOHPHQWRPiVGHOPXQGRGHODYLGDVLQ
verlos como una simple deformación patológica, o una formación reactiva,
provocada sin causa justa y proporcionada91. Por otra parte la aceptación
de unos principios normativos de este tipo ya no tiene un origen decisio-
nista, ni tiene su origen el mundo de la vida. Más bien surge a raíz de una
UHÀH[LyQde tipo transcendental(QHIHFWROD¿ORVRItDWLHQHXQDFDSDFLGDG
de llevar a cabo un análisis de aquellos presupuestos retroductivos, que a su
YH]OHSHUPLWHQDSURSLDUVHHVWDIXQFLyQTXHHOODPLVPDVHRWRUJDD¿QGH
llevar a cabo una adecuada crítica de las ideologías(QHVWHVHQWLGROD¿OR
sofía analiza los presupuestos sobre los que se fundamenta la crítica interna
y externa de las ideologías, siendo también un modo correcto de legitimar
los principios normativos por los que se debe regular la sociedad civil92.
6HJ~Q:LQFK9LFR\DKDEtDSURSXHVWRXQDQiOLVLVVLPLODUGHHVWHWLSRGH
presupuestos. Especialmente cuando Vico recurrió a los universales antro-
pológicos constituyentes del “mondo civile”, como fueron el nacimiento,
la muerte y la sexualidad. Según la antropología posterior, estos rasgos
H[SOLFDQ OD JpQHVLV GH WUHV LQVWLWXFLRQHV HO PDWULPRQLR OD UHOLJLyQ \ OD

89. Cfr. A. GONZÁLEZ, (VWUXFWXUDV GH OD SUD[LV (QVD\R GH XQD ILORVRItD SULPHUD, Trotta,
Madrid, 1997.
90. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 240; W. SCHMALE, Archäologie der Grund- und Menschen-rech-
te in der Frühen Neuzeit. Ein deutschen-französisches Paradigma2OGHQEXUJ0QFKHQ
91. Cfr. N. BRIESKORN, Menschenrechte. Eine historisch-philosophische Grundlegung,
.RKOKDPPHU6WXWWJDUW
92. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 243; B.S. TURNER, The Body and Society. Sage, London, 1996.

246
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

pWLFDVXUJLGDVDSDUWLUGHODSURKLELFLyQPRUDOGHOLQFHVWR93. Evidentemente
la referencia a este fundamento iusnaturalista, o más bien cuasi-iusnatu-
ralista, QRHOLPLQDODQHFHVLGDGGHXQDSRVWHULRUFRQ¿JXUDFLyQHFRQyPLFD
jurídica y política, en el marco del así llamado “mondo civile”94. En este
sentido los universales antropológicos son susceptibles de múltiples for
PDVGHUHDOL]DFLyQKLVWyULFDTXHDVXYH]GHEHQVHUREMHWRGHODcrítica de
las ideologías.
De todos modos la referencia a los universales antropológicos de Vico
FXPSOH XQD IXQFLyQ EiVLFD HQ OD VRFLRORJtD GHO FRQRFLPLHQWR GH:LQFK
GLVWLQJXLHQGR GRV VLWXDFLRQHV WRWDOPHQWH FRQWUDSXHVWDV FXDQGR HO VHJXL
miento de una regla, una norma, o de una costumbre, es correcto y corres
SRQGHDOD¿QDOLGDGTXHinstitucionalmenteDVtPLVPRVVHKDQDVLJQDGR
O cuando, por el contrario, estas expectativas se están defraudando, dando
lugar a formaciones reactivas en sí mismas patológicas, como las descritas
por el psicoanálisis o por la crítica de las ideologías95.
A partir de aquí Apel concluye que los juegos del lenguaje pueden
“autotranscenderse” en dos sentidos complementarios, a pesar de las re
WLFHQFLDV TXH D HVWH UHVSHFWR SXVR HO SURSLR :LQFK 6H OHV DWULEX\H XQD
autotranscendencia ideal, interna, teleológica y verdaderamente meta-
institucional, cuando un juego del lenguaje anticipa la posibilidad de un
“consensus” o acuerdo último que les dota de sentido; en cambio se les
atribuye una autotranscendencia meramente vital, externa, lingüística, o
simplemente ideológica cuando un juego del lenguaje vigente en el mundo
de la vida aporta la base real VREUHODTXHSURJUHVLYDPHQWHVHFRQ¿JXUDXQD
sociedad civil KLVWyULFD, al modo de Vico, siendo objeto en este caso de una
crítica de las ideologías en el sentido antes indicado96.

93. Cfr. S. STOLLER + 9ETTER, Phänomenologie und Geschlechterdifferenz, :89:LHQ


8QLYHUVLWlW:LHQ
94. Cfr. A. GARCÍA MARQUÉS, Vico: unidad y principio del saber, Nau llibres, Valencia,
1995.
95. &IU +6 6TONE, Vico’s Cultural History. Die Production and Transmision of Ideas in
Naples, 1685-1750(-%ULOO/HLGHQ
96. Cfr. K.O. APEL, TF, II, p. 248; P. CRISTOFOLINI, Vico et l’histoire, P.U.F., Paris, 1995.
G. Vico, M. VENEZIANI (ed) , Principj di Scienza Nuova d’intorno alla comune natura delle nazioni.
Concordante e indici di frequenza dell’edizione Napoli 1744/HR62OVFKNL)LUHQ]H

247
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

III. CONCLUSION: EL DESTINO DE LA SOCIEDAD CIVIL

Las tesis defendidas por Apel en la 7UDQVIRUPDFLyQGHOD¿ORVRItDre


sultaron muy polémicas97. Especialmente cuando los procesos de cuasi-
H[SOLFDFLyQy de cuasi-comprensión pretendieron explicar algunas de las
características básicas que se atribuyen a la sociedad civil y también al
mundo de la vida98. Quizás por ello, en la “Introducción”99 que escribió en
1972 con motivo de la publicación de ³/DWUDQVIRUPDFLyQGHOD¿ORVRItD”,
$SHODxDGLyODVVLJXLHQWHVSURSXHVWDVFRPSOHPHQWDULDV

1. La cuasi-naturaleza humana común

La cuasi-naturaleza humana común MXVWL¿FD OD OXFKD SRU OD super-


vivencia y los procesos de emancipación en el marco de una sociedad civil
que está a su vez enraizada en mundo de la vida100. En efecto, cualquier
proceso de FXDVLH[SOLFDFLyQGHWLSRKXPHDQRRGHcuasicomprensión de
sus respectivos presupuestos, siempre deben estar abiertas a imprevisibles
virtualidades futuras, en razón de su carácter aparentemente causal, o de su
SURYLVLRQDOFDUiFWHUWHOHROyJLFRHVGHFLUVLHPSUHGHEHQDGPLWLUXQDSR
sible reinterpretación desde procesos normativos aún más complejos, que
OHVKDJDQDEDQGRQDUVXSUHWHQGLGRFDUDFWHUFDXVDORPHUDPHQWHWHOHROyJL
FRSDUDDOFDQ]DUHQVXOXJDUXQWLSRGHMXVWL¿FDFLyQD~QPiVFRPSDUWLGD
SRU WRGRV 6HJ~Q:LQFK FXDOTXLHU SURFHVR GH FXDVLH[SOLFDFLyQ causal y
de cuasicomprensión teleológica, siempre debe estar abierto a un posible
cambio del VHQWLGR¿QDOTXHKR\SRUKR\RWRUJDPRVDODFRQ¿JXUDFLyQGH
las instituciones sociales o la propia sociedad civil, por más que pensemos
que se fundamentan en descripciones técnicas totalmente neutrales, o en
regulaciones normativas totalmente incondicionadas. Por ello los procesos
de FXDVLH[SOLFDFLyQ causal o de cuasicomprensión teleológica excluyen el
marco transcendentalGHXQDQDWXUDOH]DGH¿QLWLYDPHQWHUHJXODGDFRQOH\HV

97. &IU 9 +ÖSLE, Moral und Politik. Grundlagen einer politischen Ethik für das 21.
Jahrhundert&+%HFN0QFKHQ
98. Cfr. M. (ed.) WALZER, Toward a global civil society%HUJKDKQ3URYLGHQFH
99. Cfr. K.O. APEL, TF,,S&IU56WEENEY, E. TOWER, T. WILLET, Judging Economic
Policy6HOHFWHG:ULWLQJRI*RWWIULHG+DEHUOHU:HVWZLHZ%RXOGHU
100. Cfr. S. VOGEL, Against Nature. The Concept of Nature in Critical Theory, Suny, New
<RUN-1IDA5ÜMELIN +J Angewandte Ethik. Die Bereichsethiken und ihre theoretische
Fundierung$OIUHG.U|QHU6WXWWJDUW

248
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

XQLYHUVDOHV\SURJQyVWLFRVGH¿QLWLYRVDOPRGRNDQWLDQR101. En este sentido


las pretensiones de emancipación a través de la ciencia siempre se verán
entremezcladas con posibles efectos perversos e intenciones ocultas, que a
su vez pueden dar lugar a inevitables patologías, o a simples formaciones
reactivas. A este respecto sólo se puede postular una cuasinaturaleza hu-
mana común en proceso de realización, con sus correspondientes universa-
les antropológicos y sus subsiguientes instituciones igualmente cuasinatu-
ralesSHURVLQSRGHUJDUDQWL]DUHOORJURGHXQDFRQ¿JXUDFLyQGH¿QLWLYD102.
$HVWHUHVSHFWR$SHOD¿UPD

“La diferencia con el modelo H[SOLFDWLYR GH 3RSSHU+HPSHO


2SSHQKHLP UDGLFDDQWHWRGRHQORVLJXLHQWHODµFXDVLH[SOLFDFLyQ¶QRSUH
supone como marco transcendental una naturaleza definitivamente regulada
por leyes universales, sino más bien una cuasi-naturaleza GHOKRPEUH RGH
la sociedad), que se encuentra todavía en proceso. Dentro del marco de la
KLVWRULDGHODHVSHFLHKXPDQDHQODVKLVWRULDVLQGLYLGXDOHVHQFXHQWUDHVWD
naturaleza su expresión variada, adecuada en parte y en parte desfigurada
patológicamente. Por tanto, ... más bien se centra en una FXDVLH[SOLFDFLyQ
narrativa a partir de una cuasi-teoría de las historias individuales (en el mar
co de la historia en sí misma individual de la especie)... no tanto mediante
ODIRUPXODFLyQVRFLRWHFQROyJLFDGHSURJQyVWLFRVVLQRPiVELHQPHGLDQWHOD
emancipación del individuo o de la sociedad con respecto a las coacciones de
ODFXDVLQDWXUDOH]DTXHVHRSRQHQDXQGHVDUUROORGHODQDWXUDOH]DKXPDQD
específica, dirigido racionalmente”103.

2. La teleología histórica mínima

La existencia de una teleología objetiva mínima es un requisito para


que una comprensión retroductiva pueda descubrir las intenciones ocultas
que generan un proceso de aparente FXDVLH[SOLFDFLyQFDXVDO, sin atribuirles
por ello un carácter meramente natural; también es un requisito para que
la H[SOLFDFLyQ FDXVDO SRQJD GH PDQL¿HVWR ORV HIHFWRV SHUYHUVRV TXH HVWiQ
ocultos tras un proceso de aparente cuasicomprensión retroductiva, sin atri

101. Cfr. M. MÉNDEZ%URGUILLOS, Zweckmässigkeit und Autonomie. Im Zusammenhang mit


den Versuchen Kants, die Gültigkeit des moralischen Gesetzes zu begründen3HWHU/DQJ)UDQNIXUW
1996.
102. Cfr. R. ARON, Introduction à la philosophie politique. Democratie et Révolution, Le Livre
GH3RFKH3DULV
103. Cfr. K.O. APEL, TF, I, p. 51. M. TAUSSIG, The Magic of the State, Routledge, London,
1997.

249
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

buirles por ello una intencionalidad de la que carecen. En ambos casos estos
procesos comunicativos están enraizados en el propio mundo de la vida, pero
pueden invertir el sentido que inicialmente se les dio, si se les aplica una
FUtWLFDLQWHUQDGHODVLGHRORJtDVFDSD]GHMXVWL¿FDUVHSRUVtPLVPD104. Por este
motivo la existencia de una teleología objetiva mínima VHMXVWL¿FDHQYLUWXG
de un principio normativo interno, sin remitirse al mundo de la vida. Sólo así
se puede postular el logro de una complementariedad “a priori” entre los
anteriores procesos de FXDVLH[SOLFDFLyQ y de cuasi-comprensión, detectando
los distintos procesos patológicos o las formaciones reactivas, que en cada
FDVRWXYLHURQOXJDU-XVWRSRUHOORVLHPSUHFDEHSRVWXODUXQSRVLEOHDFXHUGR
o “consensus”¿QDODFHUFDGHODQDWXUDOH]DGHHVWHWLSRGHSURFHVRVD~QVD
biendo de antemano que el mundo de la vida nunca estará totalmente libre de
este tipo de patologías. En efecto, este tipo de procesos nunca se podrá llevar
a cabo en la vida práctica con una total transparencia comunicativa, debido al
caracter revisable de las abstracciones y asimetrias que inevitablemente se
originan. De todos modos se puede aspirar a una realización progresiva que
siempre será fruto de una conquista ética, en su doble sentido moral y técni
FR3HURHQQLQJ~QFDVRFDEHFRQ¿DUHQXQSURFHVRQDWXUDOUHJLGRSRUOH\HV
exclusivamente causales, ya que eso supondría renunciar a las exigencias de
DXWRHPDQFLSDFLyQTXHKD\HQHOKRPEUH105.

“La mediación del acuerdo intersubjetivo.... por parte de la crítica de


ODVLGHRORJtDVSXHGHVLJQLILFDUXQSURJUHVRGHVGHHOSXQWRGHYLVWDGHODKHU
menéutica transcendental, sólo suponiendo que podamos y debamos esperar
OHJLWLPDPHQWHGHODKLVWRULDXQSURJUHVRHQHODFXHUGRHQWUHORVKRPEUHV\
HQODDXWRFRPSUHQVLyQGHORVPLVPRV´106.

3. Dos formaciones reactivas : la guerra y la manipulación informativa

El uso regresivo de las instituciones cuasinaturales y la presencia de


SURFHVRVWHOHROyJLFRV¿FWLFLRVH[SOLFDODLPSRVLELOLGDGGHORJUDUXQDUHGX
cción completa de los procesos de aparente cuasicomprensión teleológica

104. Cfr. W. KERSTING, Recht, Gerechtigkeit und demokratische Tugend. Abhandlungen zur
praktische Philosophie der Gegenward6XKUNDPS)UDQNIXUW-/ DEL BARCO, La civiliza-
ción fragmentaria, Rialp, Madrid, 1995.
105. Cfr. T. MELENDO, Metafísica de lo concreto. Sobre las relaciones entre filosofía y vida,
Internacionales Universitarias, Barcelona, 1997,
106. Cfr. K.O. APEL, TF, I, p. 53. S. FRANKLIN Embodied Progress. A Cultural Account of
Assited Conception, Routledge, London, 1997,

250
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

a una simple FXDVLH[SOLFDFLyQFDXVDOGHWLSRKXPHDQR'HLJXDOPRGRTXH


también explica la imposibilidad de transformar las FXDVLH[SOLFDFLRQHV
causales meramente aparentes en futuros procesos de cuasicomprensión
teleológica exclusivamente normativa. En ambos casos estos posibles cam
bios interpretativos se generan por la presencia en la naturaleza de procesos
FXDVLWHOHROyJLFRV¿FWLFLRV reconducibles a unas formaciones reactivas muy
SUHFLVDVVLPLODUHVDODVSDWRORJtDVLQFRQVFLHQWHVHVWXGLDGDVSRUHOSVLFR
análisis. O por la presencia de factores cuasicausalesDSDUHQWHVTXHHOX
GHQXQSRVLEOHFRQWUROUHÀH[LYRGHVXSURSLRGLQDPLVPRQRUPDWLYRFRPR
GH KHFKR RFXUUH HQ ODV SDWRORJtDV SROtWLFDV GHVFULWDV SRU OD FUtWLFD GH ODV
ideologías107. En efecto, este tipo de patologías sociales se presentan como
auténticas estructuras teleológicas. Pero en ocasiones se trata de simples
formaciones reactivas meramente inerciales, que en apariencia son compa
WLEOHVFRQODDXWRGHWHUPLQDFLyQGHOKRPEUHLQFOXVRFRQORVSURSLRVSUR
cesos de autoemancipación social. Sin embargo en estos casos se trata de
SURFHVRVGHOLEHUDFLyQWRWDOPHQWH¿FWLFLRVRVLPSOHPHQWHUHJUHVLYRVUH
ductibles a un simple proceso de FXDVLH[SOLFDFLyQDSDUHQWHPHQWHQDWXUDO
FRPRGHKHFKRRFXUUHKR\GtDFRQQXPHURVDVVROXFLRQHVtécnicas de los
problemas políticos, o de comunicación, donde el espontáneo ejercicio de
la libertad puede venir inducido mediante diversos sistemas de coacción y
formas solapadas de violencia; o en otros casos se trata de procesos de cua-
sicomprensión falsamente normativa, FRPRGHKHFKRRFXUUHHQQXPHURVRV
SURFHVRV GH PDQLSXODFLyQ SROtWLFD R LQIRUPDWLYD FXDQGR VH MXVWL¿FDQ D
VtPLVPRVHQQRPEUHGHODpWLFDSHURHQUHDOLGDGGH¿HQGHQRWURWLSRGH
intereses muy distintos. $OPHQRVDVtKDVXFHGLGRFRQGRVFDVRVH[WUHPRV
como son la guerra, y el control de los medios de comunicación de masas,
en donde siempre los factores causales y los estrictamente normativos se
KDQHQFRQWUDGRHQWUHPH]FODGRV108.

“La crítica de las ideologías... supone un progreso frente a estas dos


DOWHUQDWLYDV ž  IUHQWH D OD µFRQWLQXDFLyQ GH OD SROtWLFD FRQ RWURV PHGLRV¶
&ODXVHZLW] TXHHVKDELWXDOGHVGHDQWLJXRHVGHFLUIUHQWHDODVXVWLWXFLyQ
de la comunicación inmediata y de la interpretación por la confrontación
bélica; 2º) frente a la manipulación tácita –por así decirlo– de una parte de

107. Cfr. T. LEMKE, Eine Kritik der politischen Vernunft. Foucaults Analyse der modernen
Gouvernementalität$UJXPHQW+DPEXUJ
108. Cfr. M. GIESECKE, Sinnenwandel, Sprachwandel, Kulturwandel. Sudien zur Vorgeschichte
der Informationgesellschaft6XKUNDPS)UDQNIXUW

251
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

la sociedad sobre otra, gracias a la supresión tecnocrática y cientifista de la


comunicación relevante desde un punto de vista práctico y político”109.

4. El debate posterior entre multiculturalismo y pancomunitarismo

Evidentemente estas últimas propuestas de Apel excedieron con cre


ces las formulaciones iniciales del “nuevo dualismo”. A pesar de utilizar
sus mismos argumentos, Apel les dió un sentido totalmente distinto. De
aquí que sus propuestas posteriormente dieran lugar a una polémica aún
PiVHQFRQDGDFRQYRQ:ULJKW110&KDUOHV7D\ORU111 y Toumela112. Por su par
te Apel interpreta estos debates como si fueran una nueva reedición de la
antigua polémica entre H[SOLFDFLyQ\FRPSUHQVLyQHQODIRUPDFRPRKDEtD
WHQLGROXJDUD¿QHVGHVLJORSDVDGR(QHVWHVHQWLGRRWRUJDXQDJUDQLP
portancia al debate que justamente en esta misma época tuvo lugar entre
HQWUH3RSSHU\+DEHUPDV113 en la segunda fase de la “positivismusstreit”,
en la medida que enfrentó y a su vez acercó planteamientos ideológicos
totalmente opuestos114.
(Q WRGRV HVWRV FDVRV VH FXHVWLRQy HVSHFt¿FDPHQWH FXDOHV GHEHUtDQ
ser los nuevos dioses límite de la sociedad civilTXHDVXYH]KDFHQSR
sible los procesos de FXDVLH[SOLFDFLyQ FDXVDO y cuasicomprensión retro-
ductiva de sus respectivos presupuestos, sin que la discusión esté todavía
cerrada115(QHVWHVHQWLGRORVVHJXLGRUHVGHOVHJXQGR:LWWJHQVWHLQYROYLH
ron a defender un “nuevo dualismo” con posturas bastante cercanas a las

109. Cfr. K.O. APEL 7) , S $- &OATES, The Ethics of War 0DQFKHVWHU 8QLYHUVLW\
0DQFKHVWHU
110. K.O. APEL-0ANNINEN, R. TUOMELA (ed.), Neue Versuche über Erklaren und Verstehen,
6XKUNDPS)UDQNIXUW
111. Cfr. C. TAYLOR, Le malaise de la modernitá, Cerf, Paris, 1994. C. Taylor, Multikultura-
lismus und die Politik der Anerkennung. Mit eine Beitrag von Jürgen Habermas,)LVFKHU)UDQNIXUW
1997,
112. &IU:-*ONZÁLEZ, Acción e historia. El objeto de la historia y la teoría de la acción,
Universidade da Coruña, Coruña, 1996.
113. Cfr. E.M. UREÑA, La Teoría Crítica de la Sociedad de Habermas. La crisis de la sociedad
industrializada, Tecnos, Madrid, 1997.
114. Cfr. C. ORTIZ DE LANDÁZURI, “La sociedad civil ante las ideologías. El impacto del “nuevo
dualismo” en la “positivismusstreit”, (A través de O. Apel)”, Anuario Filosófico
págs.
115. Cfr. W. REESE6CHÄFER, Grenzgötter der Moral. Der neuere europäisch-amerikanische
Diskur zur politischen Ethik,6XKUNDPS)UDQNIXUW

252
LA SOCIEDAD CIVIL ANTE LA CIENCIA

PDQWHQLGDVSRU'LOWKH\116 en su última época, o por Collingwood117, desde


XQDWUDGLFLyQQHRKHJHOLDQDLQJOHVDPXFKRPiVPRGHUDGD(QHVWHVHQWLGR
tuvo lugar un proceso de convergencia gradual entre todos ellos, aunque sin
que por ello desaparecieran las diferencias118.
El “nuevo dualismo” interpretó la sociedad civil desde un liberalismo
de tipo comunitario, que a su vez se remite un mundo de la vida y a un plu-
ralismo cultural cada vez más diferenciado. Por ello el “nuevo dualismo”
siguió defendiendo la existencia de un ámbito de decisiones privadas o
subjetivas, superpuestas al mundo de la vida y reguladas por decisiones
éticas en sí mismas ideológicas, que a su vez explican el peculiar plura
lismo democrático de la sociedad civil119. Es más, según Apel, el “nuevo
dualismo” utilizó la posible aparición de asimetrías convencionales, de
WHOHRORJtDV KLVWyULFDV \ GH HVWDV IRUPDFLRQHV UHDFWLYDV SDUD MXVWL¿FDU XQ
comunitarismo multicultural cada vez más relativista, basado a su vez en
HOSULQFLSLRGH³WRGRYDOH´VLQKDFHUQLQJXQDFRQFHVLyQDOD crítica interna
de las ideologías120.
$SHO SRU HO FRQWUDULR SRQGUi GH PDQL¿HVWR OD estructura transcen-
dentalTXHFRQVWLWX\HODFRQGLFLyQGHSRVLELOLGDG\GHVHQWLGRGHODVGLIH
UHQWHVLQVWLWXFLRQHVFXOWXUDOHVTXHFRQ¿JXUDQODsociedad civil$VtORKD
KHFKRQRWDUHQVX~OWLPDSXEOLFDFLyQGHDiscrepancias a favor de
unas prolongaciones pragmático-transcendentales121, en confrontación con
ORVSODQWHDPLHQWRVGH3HWHU:LQFKHQWUHRWURV\HQXQFRQWH[WRPiVDP
plio. En este sentido defendió un comunitarismo de tipo teleológico capaz
de regular también este ámbito subjetivo de decisiones previas sin ningún
límite, en la medida que también se les debe aplicar una adecuada crítica
LQWHUQD\H[WHUQDGHODVLGHRORJtDV$SHOUHFKD]yODLQWHUSUHWDFLyQUHODWLYLV
ta del multiculturalismo, cuando en su lugar se debe postular una siempre
mejorable articulación ética de las diferentes culturas entre sí y de todas
ellas con el mundo de la vida, del que a su vez depende nuestra propia

116. Cfr. F. BIANCO (ed.), Dilthey e il Pensiero del Novecento, Franco Angeli, Milano, 1985.
117. Cfr. R.G. COLLINGWOOD, An essay on Philosophical Method7KRHPPHV%ULVWRO
D. BOUCHER - &ONNELLY, T. MODOOD, Philosophy, History and Civilization. Interdisciplinary
Perspectives on R. G. Collingwood, University of Wales Press, Cardiff, 1995.
118. &IU-+ERNÁNDEZ3ACHECO, Corrientes actuales de filosofía (II). Filosofía social, Tecnos,
Madrid, 1997.
119. Cfr. L. POLLOCK7KH)UHH6RFLHW\:HVWYLHZ%RXOGHU & 
120. &IU -/ .INCHELOE, S.R. STEINBERG, Changing Multiculturalism, Open University,
%XFKLQJKDP
121. Cfr. K.O. APEL, Auseinandersetzungen in Erprobung des transzendentalpragmatischen
Ansatzes6XKUNDPSV)UDQFNIXUWSS

253
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

supervivencia. En su opinión, el “nuevo dualismo” prescinde de la depen


dencia normativa que la sociedad civil mantiene con el postulado ideal del
consensus o acuerdo mutuo, como si su regulación sólo dependiera del
dinamismo real, propio del mundo de la vida, cuando ambas dependencias
son –de las diferentes culturas entre sí y de todas ellas–, en sí mismas irre
nunciables122.

122. Cfr. R. MÜNCH, Globale Dynamik, lokale Lebenswelten. Der schwierige Weg in die
Weltgesellschaft6XKUNDPS)UDQNIXUW

254
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

Karen SANDERS

$¿QDOHVGHORVDxRVRFKHQWDDOJXQRVFRPHQWDULVWDVVRFLDOHVSUHGLMHURQ
la agonía y muerte próxima del nacionalismo1WDPELpQDKRUDHQYtVSHUDV
del nuevo milenio otros predicen con seguridad el ocaso del Estado nacio
nal2. Se dice que lo nacional –al menos desde la época moderna uno de los
DUWLFXODGRUHV \ YHKtFXORV SULQFLSDOHV GH OD LGHQWLGDG VRFLDO HQ HO PXQGR
occidental– cede frente las fuerzas de la globalización.
Ciertamente, la sociedad contemporánea se ve sujeta a un proceso
continuo de construcción, deconstrucción y reconstrucción no sólo de las
identidades personales sino también colectivas y esto no puede dejar de te
QHUFRQVHFXHQFLDVVLJQL¿FDWLYDVSDUDODVRFLHGDGFLYLO3RUTXHVHHQWLHQGD

1. (-+REVEDZPHVFULELHQGRHQFUHtDTXH³HOKHFKRPLVPRGHTXHORVKLVWRULDGRUHV
DOPHQRVHVWiQHPSH]DQGRDKDFHUDOJXQRVSURJUHVRVHQHOHVWXGLR\HODQiOLVLVGHODVQDFLRQHV\
HOQDFLRQDOLVPRLQGXFHDSHQVDUTXHFRPRRFXUUHFRQWDQWDIUHFXHQFLDHOIHQyPHQR\DKDGHMDGR
DWUiVVXSXQWRPiVDOWR´6XOLEURDFDEDFRQODVLJXLHQWHDILUPDFLyQ³'LMR+HJHOTXHODOHFKX]DGH
Minerva que lleva la sabiduría levanta el vuelo en el crepúsculo. Es una buena señal que en estos
momentos esté volando en círculos alrededor de las naciones y el nacionalismo”. En Naciones y
Nacionalismo desde 1780, Ed. Crítica, Barcelona, 1991, p. 197 (orig. 1990).
2. 9pDVHHOOLEURSXEOLFDGRSRU0+ORSMAN y A. MARSHALL, After the Nation-State. Citizens,
tribalism and the new world disorder+DUSHU&ROOLQV/RQGUHV/RVDXWRUHVPDQWLHQHQTXHOD
extensión de la tecnología, las comunicaciones y la economía a escala global minan la eficacia del
Estado nacional. El Estado nacional es, pues, demasiado grande para las cosas pequeñas y demasia
do pequeño para las cosas grandes. Sin embargo, los autores no ofrecen una alternativa convincente
al Estado nacional. Véase también K. OHMAE, End of the nation state: the rise of regional econo-
mies+DUSHU&ROOLQV/RQGUHV

255
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

este término como se entienda3, está claro que el armazón político, cultu
UDO\HFRQyPLFRHQHOFXDOODVRFLHGDGFLYLOKDÀRUHFLGRKDVLGRHO(VWDGR
nacional4. Esta aseveración contradice la opinión de algunos pensadores
sobre la compatibilidad de la nación y la sociedad civil; sin embargo, creo
que esta conclusión se debe a malentendidos sobre lo que es lo nacional y
su relación con el nacionalismo. Así pues, en este capítulo exploraré varios
aspectos de lo que es la nación. En concreto, quiero destacar su carácter
dinámico y no natural y, especialmente, su relación con la tradición. La
tradición es una dimensión clave de la nación y si la entendemos bien, com
prenderemos su papel en la construcción de la sociedad civil.

EL DISCURSO NACIONALISTA

La palabra nación5 viene del latín natio, que a su vez es derivado de


nascor ³QD]FR´  \ VH XVDED HQ OD 5RPD FOiVLFD SDUD KDFHU UHIHUHQFLD D
un pueblo lejano y extranjero. Describía además las nociones de “clan”
y “raza”, conceptos denominados también con el término más delimitado
HQVXVLJQL¿FDGRGHgens. En la Edad Media, natio±RODVSDODEUDVHTXLYD
lentes en las lenguas vernáculas de Europa– seguía siendo usado para des
FULELUSXHEORVOHMDQRVSHURWDPELpQVHHPSH]yDXVDUSDUDJUXSRVKXPDQRV
distinguidos por su origen o lengua comunes. Así, por ejemplo, los grupos
XQLYHUVLWDULRVGHOD6RUERQDGHOVLJOR;,9VHGLYLGtDQHQ³O¶KRQRUDEOHQD
WLRQGH)UDQFHOD¿GqOHQDWLRQGH3LFDUGLHODYpQHUDEOHQDWLRQGH1RUPDQ
die et la constante nation de Germanie”. La nación de France se refería a
ORVTXHKDEODEDQODVOHQJXDVURPDQFHVLQFOX\HQGRSXHVDORVespañoles y a
los italianos; la nación de Picardie denominaba a los holandeses; Norman-
die a los países del noroeste de Europa y Germanie no sólo a los alemanes
sino también los ingleses6.

3. 9pDVHSRUHMHPSORHOHVWXGLRYROXPLQRVRGHOFRQFHSWRGHODVRFLHGDGFLYLOGH-/&OHEN/
A. ARATO, Civil Society and Political Theory, MIT Press, Cambridge, 1992. Véase también E.
GELLNER, Conditions of Liberty. Civil Society and its Rivals+DPLVK+DPLOWRQ/RQGUHV
4. Por supuesto, no quiero decir aquí que el Estado nacional sea el único contexto en el cual
la sociedad civil puede florecer ni que siempre favorece su desarrollo.
5. Véase, por ejemplo, A. KEMILAINEN, 1DWLRQDOLVP3UREOHPVFRQFHUQLQJWKHZRUG&RQFHSW
and Classification<YDVN\OD.XVWDQWDMDW3XEOLVKHUV
6. Véase E. KEDOURIE, Nationalism%ODFNZHOO2[IRUGaHGSS

256
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

A partir del siglo XVIII sobre todo en Inglaterra y Francia, la nación


vino a ocupar el lugar del término latino populus que antiguamente descri
bía el “pueblo del estado”, el segmento político de un Estado equivalente
DORVFLXGDGDQRVRORTXHYLHQHDGHFLUORPLVPRDTXHOORVFRQGHUHFKRD
la representación parlamentaria. Sin embargo, en Alemania, nación seguía
WHQLHQGRFRPRUHIHUHQWHORVKDELWDQWHVQDWLYRVGHXQSDtVXQLGRVSRUUD]yQ
GHVXFRP~QRULJHQROHQJXDMH\FRVWXPEUHVFRPXQHV$KtSXHVHVWiOD
raíz de la imprecisión de un término que empezó teniendo un contenido
FXOWXUDO\VRFLROyJLFR\TXHDOOOHJDUHOVLJOR;9,,,KDEtDDGTXLULGRXQ
contenido político. Este último sería reforzado por su asimilación al dis
FXUVR GHO QDFLRQDOLVPR XQ GLVFXUVR TXH HQ Vt ±FRPR KD VHxDODGR &UDLJ
&DOKRXQ±IRUPDSDUWHGH³ORVSUREOHPDVSUiFWLFRVGHODSROtWLFDPRGHUQD´7
y no puede fácilmente separarse de ellos.
1RHVSRVLEOHLGHQWL¿FDUXQDYDULDEOHFODYHTXHH[SOLFDWRGR+D\SRU
HMHPSORPXFKRVQDFLRQDOLVPRV\ORTXHORVYLQFXODHQWUHHOORVHVXQdis-
curso común8. Es decir, los fenómenos de la nación, el nacionalismo, etc.,
IRUPDQSDUWHGHXQOHQJXDMHGHXQDPDQHUDGHKDEODU\HQWHQGHUDVXQWRV
políticos como la identidad colectiva y la soberanía9. Por ello, son términos
notoriamente difíciles, si no imposibles de GH¿QLU porque forman parte de
un discurso político cargado de exigencias prácticas. Por tanto, la tarea de
HQWHQGHUORTXHKR\HQGtDTXHUHPRVGHFLUFRQHOWpUPLQRnación presenta
XQDFLHUWDFRPSOHMLGDG(YLGHQWHPHQWHKD\XQDGLVWLQFLyQHQWUHODQDFLyQ
\HO(VWDGRDSHVDUGHTXHPXFKDVYHFHVHQHOOHQJXDMHYXOJDU\HQORV
PHGLRVGHFRPXQLFDFLyQVHHPSOHDQSDUDUHIHULUVHDODPLVPDUHDOLGDGHO
(VWDGRVHUH¿HUHDXQDHQWLGDGSROtWLFD\OHJDOPLHQWUDVODQDFLyQLPSOLFD
una referencia cultural. Ademas la nación es distinta del nacionalismo. Casi
sin excepción, los estudiosos del nacionalismo lo consideran un fenómeno
moderno, algo que aparece en el escenario político europeo en los últimos
doscientos a trescientos años10.

7. C. CALHOUN³:K\1DWLRQDOLVP"&RQIOLFW&RKHVLRQDQG6RFLDO&KDQJH´Understanding
Social Change in the Nineties: theoretical approaches and historiographical perspectives, Variorum,
$OGHUVKRW
8. C. CALHOUN³:K\1DWLRQDOLVP"´S9pDVHWDPELpQ/LDK*REENFELD, Nationalism.
Five Roads to Modernity+DUYDUG8QLYHUVLW\3UHVV&DPEULGJH
9. Véase el libro de M. GUIBERNAU, Nationalisms: the nation state and nationalism in the
twentieth century, Polity Press, Cambridge, 1996.
10. &RPRGLFH6PLWK³/DIHFKDSUHFLVDGHODJpQHVLVGHOQDFLRQDOLVPRHVXQDFXHVWLyQGLVFX
WLGD.RKQWLHQGHDIDYRUHFHU$FWRQODSDUWLFLyQGH3RORQLDGH.HGRXULHODIHFKD
de los famosos Discursos a la nación alemanaGH)LFKWHHQ%HUOtQ6LQHPEDUJRODPD\RUSDUWH
RSWDQSRUFRQODSUHFLVLyQGHTXHOD5HYROXFLyQVLUYLyVLPSOHPHQWHSDUDKDFHUFULVWDOL]DUORV
HOHPHQWRVGHODLGHDQDFLRQDOLVWDTXHKDEtDQLGRJHUPLQDQGRDORODUJRGHORVGRVVLJORVDQWHULRUHV´

257
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

/RVVXSXHVWRVEiVLFRVGHFXDOTXLHUGRFWULQDQDFLRQDOLVWDVRQGRVSUL
mero, que existen naciones con sus propios carácteres peculiares y, segundo,
que cada nación debe tener el máximo grado de independencia. El segundo
supuesto, que pide la independencia máxima para la comunidad nacional
–entendida como soberanía política–, es lo que transforma el discurso na
cionalista en una potente fuerza política. Es la premisa que subyacía en los
14 Puntos de Woodrow Wilson y que en parte daba legitimidad moral a las
llamadas independentistas de las colonias africanas. Es el fundamento de
los argumentos de los movimientos del nacionalismo étnico en Europa en
HOVLJOR;;\HVHOSULQFLSLRSRUHOTXHKDQOXFKDGRORVVHUELRVHQODDQWLJXD
<XJRVODYLDFRQWUDORVERVQLRVTXHKDQPDQWHQLGRXQSULQFLSLRGHXQLGDG
política no nacionalista. En efecto, si aceptamos el principio nacionalista
resulta difícil apoyar la postura cosmopolita de los bosnios, de la misma
manera que es difícil oponerse a la independencia de todas las minorías
nacionales que la piden. De aquí la afanosa búsqueda de un status nacional,
antes que aceptar las inferiores adscripciones de etnia o tribu11
/DUHWyULFDQDFLRQDOLVWDKDVLGRHPSOHDGDSXHVSDUDDSR\DUGHPDQGDV
LQGHSHQGHQWLVWDVWDPELpQVHKDXWLOL]DGRSDUDPDQWHQHUODVLWXDFLyQGRPL
QDQWHGHXQJUXSRGHQWURGHXQDFRQ¿JXUDFLyQSROtWLFDSOXULFXOWXUDO VHSR
dría decir, por ejemplo, que Franco persiguió una política de nacionalismo
español, con la cual suprimió manifestaciones de otros nacionalismos e in
tentó absorberlos dentro de una identidad nacional española concebida de
manera restrictiva); se usa el lenguaje nacionalista en la causa irredentista
en la que se busca recoger a los miembros de un grupo nacional, dispersos
en varios Estados, en un Estado independiente (el caso de los alemanes y
GHORVLWDOLDQRVHQHOVLJOR;,;\GHORVNXUGRVHQHVWHVLJOR SRU~OWLPR
HVXQOHQJXDMHTXHVHKDHPSOHDGRHQODOXFKDDQWLFRORQLDOLVWDGRQGHHQ
PXFKRVFDVRVODintelligentsiaQDWLYDPX\LQÀXLGDSRUHOSHQVDPLHQWRRF
FLGHQWDOKDLQWURGXFLGRHOQDFLRQDOLVPRHQVXVSURSLRVSDtVHVODKLVWRULD
del nacionalismo árabe es un buen ejemplo de esto12. El nacionalismo del

En Las teorías del nacionalismo(GLFLRQHV3HQtQVXOD%DUFHORQDS6PLWKFULWLFDODQR


ción de que el nacionalismo es una ideología única cuyos orígenes pueden situarse en el espacio y
el tiempo.
11. $KRUDSRUHMHPSORVHUtDLQFRQFHELEOHGHVFULELUDORVFURDWDV\DORVVHUELRVFRPRHWQLDV
VLQHPEDUJRDOSULQFLSLRGHOFRQIOLFWREDOFiQLFRFXDQGRWRGDYtDVHFRQVLGHUDEDD<XJRVODYLDXQD
viable entidad política, los medios de comunicación constantemente describían los dos grupos como
HWQLDV\ODJXHUUDVHFRQVLGHUDEDXQFRQIOLFWRpWQLFRKDEHUOHVFRQIHULGRstatus nacional (aunque, de
KHFKRpVWDIXHVXSRVLFLyQOHJDOGHQWURGH<XJRVODYLD KXELHUDLPSOLFDGRXQDDFHSWDFLyQWiFLWDGH
VXGHUHFKRDODLQGHSHQGHQFLD
12. -33ISCATORI, Islam in a World of Nation-States, Cambridge University Press, Cambridge,
1986.

258
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

PXQGRQRRFFLGHQWDOKDVLGRXQLQVWUXPHQWRPX\H¿FD]SDUDGHVKDFHUVH
del gobierno colonial.
8QD FRQVHFXHQFLD TXH VH GHVSUHQGH FODUDPHQWH GHO GLVFXUVR QDFLR
QDOLVWDHVODIDFLOLGDGFRQTXHSXHGHSODQWHDUFRQÀLFWRVHQWUHFRPXQLGDGHV
SROtWLFDV /DV GRFWULQDV QDFLRQDOLVWDV VRQ H[FOXVLYLVWDV QR VH SXHGH SRU
HMHPSORSUHGLFDUSDUD9L]FD\DXQGHVWLQRSROtWLFRTXHKDJDFRPSDWLEOHV
ORVSULQFLSLRVGHOQDFLRQDOLVPRYDVFR\GHOHVSDxRO(QULJRUODVUHLYLQ
dicaciones nacionalistas implican demandas políticas, aunque a veces el
término se usa con menos exactitud para referirse a los movimientos que
buscan promover y conservar una peculiar serie de valores nacionales.
%RVQLD+HU]HJRYLQD QRV GD XQ HMHPSOR WUiJLFR GH OR TXH RFXUUH FXDQGR
UHxLGDVUHLYLQGLFDFLRQHVQDFLRQDOLVWDVVHOOHYDQDVXOyJLFRH[WUHPRVRQ
sencillamente incompatibles. En un mundo donde las naciones existentes o
en potencia no están primorosamente delimitadas la una de la otra en uni
GDGHVKRPRJpQHDVVLQRTXHVHDJROSDQFRPRXQ³SX]]OH´ODFXHVWLyQGH
FyPRPDQWHQHUXQDSDFt¿FDFRQYLYHQFLDSROtWLFDWLHQHJUDQLPSRUWDQFLD

CUATRO MODOS DE ENTENDER LA NACIÓN

3HURFRPRKHGLFKRDQWHVHOQDFLRQDOLVPRQRHVODQDFLyQ\WRGDYtD
queda sin contestar la pregunta que abrió el capítulo. A mi modo de ver, una
manera esclarecedora de explorar el carácter de “lo nacional” es el examen
GHFXDWURPRGHORVSDUDGLJPiWLFRVTXHVHKDQIRUPXODGRSDUDHQWHQGHUOD
nación. Cada una de ellas señala un aspecto importante de lo nacional sin
DJRWDUVXSOHQRVLJQL¿FDGR

El modelo naturalista

/DVH[SOLFDFLRQHVGHHVWHPRGHORD¿UPDQTXHH[LVWHQJUXSRVKXPD
QRV TXH VH SXHGHQ GH¿QLU VHJ~Q VHxDV FRPXQHV FRPR VRQ SRU HMHPSOR
ODD¿QLGDGUDFLDOHOOHQJXDMHXQWHUULWRULRRXQDKLVWRULDFRPXQHVWRGDV
asimilables a la noción de una etnicidad primordial que se expresa en uno
–o en una combinación de varios– de los rasgos citados. El locus classicus
de este modelo se encuentra en los escritos sobre la nación alemana de

259
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

-RKDQQ+HUGHU  \-RKDQQ)LFKWH  136HJ~Q+HUGHU


la unidad natural de la sociedad es la nación, es decir, una comunidad cul
tural basada en una lengua común. Los románticos de Alemania otorgaron
un lugar privilegiado a la lengua como seña de status nacional. Expresaba
el espíritu del pueblo (su Volksgeist) y cuanto más pura (es decir, menos
DIHFWDGDSRULQÀXHQFLDVDMHQDV PiV¿HOPHQWHODOHQJXDSRGtDUHÀHMDUHO
espíritu prístino del pueblo. Así, el idioma se convirtió en una categoría
PHWDItVLFD\DKLVWyULFDXQUDVJRGH¿QLWRULRGHODQDFLRQDOLGDGLQPXWDEOH
de una persona14/DWHRUtDGH+HUGHUIXHXQRGHORVSXQWRVGHSDUWLGDGHOD
tradición de naciones culturales según la cual las naciones son como Bellas
'XUPLHQWHVPXFKDVYHFHVH[LVWHQGHPRGRODWHQWH\UHTXLHUHQVyORHOEHVR
de un príncipe para despertarlas a su verdadero destino15.
La versión alemana citada es el arquetipo de la tradición naturalista
GHODQDFLyQ\ODQDFLRQDOLGDGUHYLVWHXQUDVJRRFRPELQDFLyQGHYDULRV
UDVJRV OHQJXDUHOLJLyQFXOWXUDUD]DJHQRWLSRJUXSRGHVDQJUHGHVFHQ
dencia común, etnicidad etc.) del carácter de seña natural de identidad na
cional. Trae consigo la consecuencia necesaria de que todas las personas
pertenecen por naturaleza a una nación por poseer unas señas inmutables
de identidad nacional. Las críticas principales al planteamiento naturalista
SXHGHQUHVXPLUVHHQWUHVTXHRWRUJDXQstatusLQPXWDEOH\DKLVWyULFRDUHD
OLGDGHVKXPDQDVTXHVRQLQWUtQVHFDPHQWHFRQWLQJHQWHVTXHKD\HQpOXQD
SHWLFLyQGHSULQFLSLRSRUTXHODQDFLyQHVWiGH¿QLGDHQWpUPLQRVGHRWURV
conceptos que no son en sí nada claros; por último, que una explicación
global disfraza la complejidad y riqueza del fenómeno nacional.

13. -+ERDER, Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit (Ideas para una filosofía
de la historia de la humanidad)  -)ICHTE, Reden an die deutsche Nation (Discursos a
la nación alemana)  
14. /DWHRUtDGHTXHODOHQJXDFRQIRUPDODQDFLyQHVFODUDPHQWHLQFRKHUHQWH(OHVWXGLRGHO
rico mosaico de lenguas y nacionalidades de Europa del Este en los siglos XVIII y XIX demuestra
OD FRPSOHMLGDG GH OD FXHVWLyQ +DEODQGR GH ORV SRODFRV GHQWUR GHO UHLQR SUXVLDQR GLFH 1RUPDQ
'DYLHV³7KHUHLVSOHQW\RIFRQWHPSRUDU\HYLGHQFHWRVKRZWKDWWKH.LQJ¶V3ROLVK±VSHDNLQJVXE
MHFWVWKRXJKWRIWKHPVHOYHVQRWDV³3UXVVLDQ3ROHV´EXWDV³3ROLVK3UXVVLDQV´±DSKUDVHZKLFKLQOD
WHUWLPHVZRXOGKDYHEHHQFRQVLGHUHGDFRQWUDGLFWLRQLQWHUPV´9pDVHGod’s Playground. A History
of Poland &ODUHQGRQ 3UHVV 2[IRUG  WRPR ,, S  (Q PXFKRV FDVRV OD OHQJXD KD VLGR
utilizada para distinguir entre nacionalidades SRUHMHPSORORVFKHFRV\ORVHVORYDFRV\ORVUXWHQRV
y los ucranianos) o para intentar forjar una nueva nacionalidad (el caso de los apóstoles del proyecto
ilírico en Serbia y Croacia, que promovieron la lengua de los tres dialectos croatas, que era también
la lengua principal de los serbios, con lo cual pretendían subrayar la unidad de los eslavos del sur).
9pDVH(-+OBSBAWM, op. cit.SS&IUWDPELpQ-3LAMENATZ, “Two Types of Nationalism”,
SSHQNationalism. The nature and evolution of an idea, ed. E. KAMENKA, Edward Arnold,
/RQGUHVSS
15. 6LQ HPEDUJR FRPR VHxDOD ,VDLDK %HUOLQ +HUGHU QR HUD XQ QDFLRQDOLVWD9pDVH Vico and
Herder. Two Studies in the History of Ideas7KH+RJDUWK3UHVV/RQGUHVS

260
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

Sin embargo, aunque una explicación de la nación que es puramente


naturalista es insostenible, tampoco se puede negar que la mayoría de las
QDFLRQHVVHKDIRUPDGRDOUHGHGRUGHXQQ~FOHRFRP~QH[SUHVDGRGHGLV
WLQWDVPDQHUDVODSHUWHQHQFLDDXQDWUDGLFLyQGHPLWRVGHRULJHQFRP~Q
la vinculación a un territorio compartido, la pertenencia a una misma etnia
(concepto que examinamos más adelante), etc.

El modelo voluntarista

(QHVWDYHUVLyQVHSRQHGHPDQL¿HVWRODYROXQWDULHGDGGHODDJUXSD
ción nacional y, por lo tanto, su carácter contingente. La más famosa for
PXODFLyQGHHVWDWHVLVVHKDOODHQHOHQVD\RGH(UQHVW5HQDQGH¢Qué
es la nación? GRQGHGLFH

“Una nación es, pues, una gran solidaridad, constituida por el asenta
PLHQWRGHORVVDFULILFLRVTXHVHKDQKHFKR\ORVVDFULILFLRVTXHWRGDYtDVHHVWi
GLVSXHVWRDKDFHU6XSRQHXQSDVDGRVHUHVXPHQRREVWDQWHHQHOSUHVHQWH
SRUXQKHFKRWDQJLEOHHOFRQVHQWLPLHQWRHOGHVHRFODUDPHQWHH[SUHVDGRGH
continuar la vida en común. La existencia de una nación es (perdóneme esta
metáfora) un plebiscito de todos los días”16.

Los autores de la tradición voluntarista señalan la contingencia de


ODVQDFLRQHVOHMRVGHVHUIHQyPHQRVGHODQDWXUDOH]DVRQHOSURGXFWRGH

16. E. RENAN, ¿Qué es la nación? Cartas a Strauss, Alianza, Madrid, 1987, p. 83. La más
GLYHUWLGD H[SUHVLyQ GH OD LQWHUSUHWDFLyQ YROXQWDULVWD GH OD QDFLyQ VH KDOOD HQ XQ DUWLFXOR GH
*.&KHVWHUWRQWLWXODGR³&HOWVDQG&HOWRSKLOHV´5LGLFXOL]DODLGHDGHODQDFLyQHQWHQGLGDFRPR
DOJRLQPXWDEOH\GDGR³$OOWKHPRVWJHQXLQH(QJOLVKPHQLQKLVWRU\ZRXOGKDYH\DZQHGRUODXJKHG
LQ\RXUIDFHLI\RXKDGEHJXQWRWDONDERXW$QJOR6D[RQV,I\RXKDGDWWHPSWHGWRVXEVWLWXWHWKH
LGHDORIUDFHIRUWKHLGHDORIQDWLRQDOLW\,UHDOO\GRQRWOLNHWRWKLQNZKDWWKH\ZRXOGKDYHVDLG,
FHUWDLQO\VKRXOGQRWOLNHWRKDYHEHHQWKHRIILFHURI1HOVRQZKRVXGGHQO\GLVFRYHUHGKLV)UHQFK
EORRGRQWKHHYHRI7UDIDOJDU  7KHWUXWKRIWKHZKROHPDWWHULVYHU\VLPSOH1DWLRQDOLW\H[LVWV
DQGKDVQRWKLQJLQWKHZRUOGWRGRZLWKUDFH1DWLRQDOLW\LVDWKLQJOLNHDFKXUFKRUDVHFUHWVRFLHW\
LWLVDSURGXFWRIWKHKXPDQVRXODQGZLOOLWLVDVSLULWXDOSURGXFW  
³$QDWLRQ  LVDSXUHO\VSLULWXDOSURGXFW  0U7LPRWK\+HDO\WKHPRVWVHULRXVLQWHOOHFW
LQWKHSUHVHQW+RXVHRI&RPPRQVVXPPHGXSQDWLRQDOLW\WRSHUIHFWLRQZKHQKHVLPSO\FDOOHGLW
VRPHWKLQJIRUZKLFKSHRSOHZLOOGLH$VKHH[FHOOHQWO\VDLGLQUHSO\WR/RUG+XJK&HFLOµ1RRQH
QRWHYHQWKHQREOHORUGZRXOGGLHIRUWKHPHULGLDQRI*UHHQZLFK¶$QGWKDWLVWKHJUHDWWULEXWHWRLWV
SXUHO\SV\FKRORJLFDOFKDUDFWHU,WLVLGOHWRDVNZK\*UHHQZLFKVKRXOGQRWFRKHUHLQWKLVVSLULWXDO
PDQHUZKLOH$WKHQVDQG6SDUWDGLG,WLVOLNHDVNLQJZK\DPDQIDOOVLQORYHZLWKRQHZRPDQDQG
QRWZLWKDQRWKHU´9pDVH³&HOWVDQG&HOWRSKLOHV´HQCollected Works, Ignatius Press, San Francisco,
SS&RLQFLGHSXHVFRQ(5ENAN, op. cit.STXHGLFH³8QDQDFLyQHVXQDOPD
un principio espiritual”.

261
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GLYHUVRVIDFWRUHVKLVWyULFRVTXHQRWLHQHQFRPRUHVXOWDGRSUHGHWHUPLQD
do el nacimiento de la nación [. En el lenguaje de Benedict Anderson,
la nación, como también el nacionalismo, son artefactos culturales de
un tipo peculiar, productos de las elites literarias y culturales17. Una
formulación más extrema de esta perspectiva, inspirada en la tradición
marxista, considera la nación como un producto ideológico. Esta es la
SRVWXUDGHDXWRUHVFRPR(ULF+REVEDZP18'LFKRDXWRUTXLHUHGHPRV
trar la falsedad de las explicaciones naturalistas de la nación; por tan
to, recalca lo que considera su carácter inventado. Sin embargo, en su
afán de demostrar lo endeble de la pretensión nacionalista, parece que
+REVEDZPTXLHUH³DVLPLODUHOLQYHQWDUDODIDEULFDFLyQ\IDOVHGDGHQ
vez de al imaginar y a la creación”19. Parece relegar la nación al status
de ¿FFLyQ, producto de fuerzas socioeconómicas y sin un arraigo fuerte
en los pueblos20.
(OHQIRTXHGH+REVEDZPWLHQHXQLQQHJDEOHYDORUFRUUHFWLYRIUHQWH
DH[SOLFDFLRQHVLQJHQXDPHQWHQDWXUDOLVWDVTXHQROOHJDQDSRQHUGHPDQL
¿HVWRHOGLQDPLVPRLQWUtQVHFRDODLGHDQDFLRQDOTXHHQODVWDQFRQRFLGDV
SDODEUDV GH -RVp 2UWHJD \ *DVVHW HV ³XQ SUR\HFWR VXJHVWLYR GH YLGD HQ
FRP~Q´6LQHPEDUJRDOVHxDODUVXQDWXUDOH]DGLQiPLFD+REVEDZPODLQ
WHUSUHWDGHXQDPDQHUDH[FOXVLYDPHQWHQHJDWLYDQRSDUHFHUHFRQRFHUTXH
HVWHGLQDPLVPRHVFRQVWLWXWLYRGHODFRQGLFLyQKXPDQD/DVFRPXQLGDGHV
KXPDQDV  VH FRQVWLWX\HQ HQ HO WLHPSR \ SRU OR WDQWR WLHQHQ KLVWRULD TXH
siempre implica un proceso de selección en el cual se privilegian unos re
cuerdos y tradiciones por encima de otros.

El modelo funcionalista

0XFKRV HVWXGLRVRV GHO IHQyPHQR QDFLRQDO RIUHFHQ LQWHUSUHWDFLRQHV


funcionalistas para explicar por qué surgió la nación. La mayoría de ellas
pueden ser resumidas en teorías de la modernización. Según éstas, se expli

17. Véase B. ANDERSON, Imagined Communities. Reflections on the origin and spread of natio-
nalism, Verso, Londres, 2a ed., 1991.
18. 9pDVH(-+OBSBAWM, op. cit.
19. Cfr. B. ANDERSON, op. cit. S  GRQGH KDFH HVWD FUtWLFD GHO OLEUR GH (UQHVW *HOOQHU
Naciones y nacionalismo, Alianza, Madrid, 1988.
20. 9pDVH(-+OBSBAWM, op. cit., p. 197.

262
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

ca el surgimiento de las naciones a la luz de la desintegración de estructuras


WUDGLFLRQDOHVGHFRKHVLyQGHODFRPXQLGDG21. La nación, pues, se convierte
en modelo integrador, una forma de organización social primada por los
procesos socioeconómicos de modernización y, sobre todo, por el surgi
miento del Estado moderno.
(UQHVW*HOOQHUD¿UPDWDMDQWDPHQWHTXHHOSODQWHDPLHQWRQDWXUDOLVWDGH
la nación es “un mito” y que lo que realmente existen son culturas. Las na
ciones, dice este autor, pertenecen a la edad del nacionalismo, que es fruto
GHODpSRFDGHODLQGXVWULDOL]DFLyQ6RVWLHQHODKLSyWHVLVGHTXH³HOQDFLR
nalismo engendra las naciones, no a la inversa” y que, como fenómeno, el
QDFLRQDOLVPRHV³LQKHUHQWHDFLHUWRFRQMXQWRGHFRQGLFLRQHVVRFLDOH22 y por
tanto no es algo contingente y accidental sino algo que brota de la condi
ción moderna.
(QUHVXPHQ*HOOQHUUHFKD]DXQDH[SOLFDFLyQ~QLFDPHQWHYROXQWDULVWD
o cultural de la formación de la nación; mantiene que un sustrato cultural
\XQDYROXQWDGVRQFRQGLFLRQHVQHFHVDULDVSHURQRVX¿FLHQWHVSDUDHOQD
FLPLHQWR GH XQD FRPXQLGDG QDFLRQDO KDFH IDOWD WDPELpQ XQD HVSHFt¿FD
FR\XQWXUDVRFLDOTXHVHKDOODFRQFUHWDPHQWHHQODVLWXDFLyQSURGXFLGDSRU
la industrialización.
Según este análisis, la búsqueda de la convergencia entre una unidad
cultural y una unidad política parece venir dada por las exigencias de la
VRFLHGDG PRGHUQD +D\ PXFKRV IDFWRUHV TXH DSXQWDQ D HVWD ~OWLPD FRQ
FOXVLyQVLQHPEDUJRWDPELpQHVSRVLEOHVRVWHQHUTXHQRKD\QDGDLQKH
UHQWHDODµPRGHUQL]DFLyQ¶TXHH[LMDODFUHDFLyQGHQDFLRQHVR(VWDGRVQD
cionales23.
3RU RWUD SDUWH KD\ HQ HVWH DXWRU XQ LQTXLHWDQWH PHQRVSUHFLR GH ORV
SURFHVRV KHWHURJpQHRV TXH SURGXFHQ ODV QDFLRQHV TXH SXHGHQ GDUVH SRU
HMHPSORHQXQUHFRUULGRKLVWyULFRHVSHFt¿FRRHQODLQÀXHQFLDGHXQGHWHU
minado grupo de intelectuales.

21. Es la expresión de uno de los temas principales de la sociología clásica, que analiza la
transición de la sociedad a partir de comunidades pequeñas, Gemeinschaften, a sociedades grandes
y complejas, Gesellschaften. Cfr. A. SMITH, The Ethnic Origins of NationsSS
22. E. GELLNER, op. cit., p. 162. La cita anterior es de la página 80.
23. A.D. SMITH, The Ethnic Revival, Cambridge University Press, Cambridge, 1981, p. 51.

263
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

El modelo etnicista

+D\YDULRVDXWRUHVTXHVRVWLHQHQTXHXQHQWHQGLPLHQWRDGHFXDGRGHOD
nación requiere una comprensión de su fundamento étnico. El más destaca
GRUHSUHVHQWDQWHGHHVWDOtQHDGHLQWHUSUHWDFLyQHV$QWKRQ\6PLWK,QWHQWDQ
do salvaguardar la facticidad de las comunidades nacionales contra quienes
ODVUHGXFHQDSURGXFWRVGHSURFHVRVSROtWLFRVRDUWHIDFWRVFXOWXUDOHV6PLWK
sostiene que en todas las naciones existe un núcleo étnico que –como en
la formación de una perla– actúa como el cascajo en torno al cual se va
DJOXWLQDQGRODQDFLyQ6PLWKGH¿QHODHWQLDFRPR³SREODFLRQHVKXPDQDV
FRQ XQ QRPEUH SURSLR TXH WLHQHQ PLWRV DQFHVWUDOHV KLVWRULDV \ FXOWXUDV
XQDDVRFLDFLyQFRQXQWHUULWRULRHVSHFt¿FR\XQVHQWLGRGHVROLGDULGDG´24<
PDQWLHQHTXHPXFKDVYHFHVVHFRQVWLWX\HQODVQDFLRQHVGHPDWHULDpWQLFD\
que, por lo tanto, no son simplemente inventos de los intelectuales.
Para concluir esta revisión de las varias interpretaciones de lo que es
ODQDFLyQVHSXHGHHVWDEOHFHUODVVLJXLHQWHVD¿UPDFLRQHV
— La referencia constante del término naciónKDVLGRDXQJUXSRKX
mano distinguible de otros por determinadas señas culturales.
²(QWLHPSRVPiVUHFLHQWHVVHKDHQWHQGLGRODQDFLyQFRPRXQJUXSR
KXPDQRTXHVHGLVWLQJXHGHRWURVSRUGHWHUPLQDGDVVHxDVFXOWXUDOHV\FRQV
ciente de sí mismo como tal. La autoconciencia, o sentido de identidad,
LPSOLFDFRQWDFWRFRQRWURVJUXSRVSHUFLELGRVFRPRGLVWLQWRV PXFKDVYHFHV
DWUDYpVGHOFRQÀLFWRRHOFRPHUFLR \ODSHUFHSFLyQGHXQDFRQWLQXLGDGHQ
HOWLHPSRFRQVHJXLGDPHGLDQWHODDGKHVLyQDODVWUDGLFLRQHVODPLWRORJtD
\ODKLVWRULDFRQVLGHUDGDVFRPRSURSLDVGLVWLQWLYDV\FRQVWLWX\HQWHV
²(Q WLHPSRV PRGHUQRV OD QDFLyQ VH KD FRQYHUWLGR HQ HO YHKtFXOR
legitimador del Estado. Aunque claramente distinto de él, la pretensión a
la existencia nacional casi siempre lleva consigo demandas políticas que
PXFKDVYHFHVHQFLHUUDQHOUHTXLVLWRGHOHVWDEOHFLPLHQWRGHXQ(VWDGRDXWy
nomo.
²$ SHVDU GH VX DSDUHQWH IDFWLFLGDG OD QDFLyQ HV XQD UHDOLGDG FRQ
WLQJHQWHTXHSXGLHUDKDEHUVLGRGHRWUDPDQHUD\HVWiDELHUWDDOFDPELR
3HURSRURWURODGRVXHOHPHQWRFRQVWLWX\HQWH±XQDKHUHQFLDFXOWXUDO±HVWi
DUUDLJDGRHQUDVJRVDODYH]FRQVWLWX\HQWHV\IXQGDPHQWDOHVGHOVHUKXPDQR
–lenguaje, religión, lugar y tiempo– que convierten la nación en algo más

24. A. D. SMITH, The Ethnic Origins of Nations, p. 32. Véase también del mismo autor
The Ethnic Revival, p. 66.

264
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

que un “artefacto cultural”. Además, la formación de una retórica naciona


OLVWDKDDVHJXUDGR\DVHJXUDTXHODQDFLyQVLJXHRFXSDQGRXQOXJDUFHQWUDO
en el estudio de la política.

LA NACIÓN Y LA TRADICIÓN

0HLQWHUHVDDKRUDH[SORUDUXQDVSHFWRFODYH\PXFKDVYHFHVSDVDGR
SRUDOWRHQHODQiOLVLVGHORQDFLRQDODVDEHUHOFDUiFWHUKLVWyULFRWHPSRUDO
y, por consiguiente, contingente, de la nación. Mi tesis es que el núcleo de
ORTXHVHSXHGHD¿UPDUVREUHORQDFLRQDOHVWiHOFDUiFWHUFRQVWLWXWLYRGHOD
WUDGLFLyQHQVXFRQ¿JXUDFLyQ\FRQVHUYDFLyQ(QHIHFWRODD¿UPDFLyQGH
'H9RVVHDSOLFDWDPELpQDODQDFLyQ

“La extinción de un grupo ocurre cuando, como un indio de California


comentó una vez al antropólogo Alfred Kroeber, ‘la copa de la costumbre se
KDURWR\\DQRSRGHPRVEHEHUPiVGHODYLGD¶´25.

1XHVWURHQWHQGLPLHQWRGHHVWUXFWXUDVKXPDQDV±ODIDPLOLDHO(VWDGR
la nación– en el tiempo depende de una “realineación retroactiva del Pasa
do”26TXHOHVRWRUJDVLJQL¿FDGR(QHIHFWR

³QXHVWUD VLWXDFLyQ KLVWyULFD QR VyOR OLPLWD OR TXH SRGHPRV VDEHU FRQ
certeza; nos puede enseñar cómo recordar e integrar lo que no debemos ol
vidar”27.

Estos procesos de recordar (y olvidar) y de integrar están captados


en las tradiciones. Las tradiciones representan la ordenación de la materia
EUXWDGHOSDVDGRVHUHFXHUGDQDOJXQDVFRVDV\RWUDVVHROYLGDQDSURSyVLWR
pero todo está estructurado de tal manera que el pasado viene a tener signi
¿FDGRSDUDTXH±WDPELpQ±HOIXWXURSXHGDWHQHUVHQWLGR(OHQWHQGLPLHQWR
\HOVLJQL¿FDGRVRQHOORVPLVPRV±FRPRGLFH*DGDPHU±IXQGDPHQWDGRV\
FRQGLFLRQDGRVSRUODVWUDGLFLRQHVHVSHFt¿FDVGHQWURGHODVFXDOHVKDQVLGR

25. Citado en G. DE VOS y L. ROMANUCCL5OSS³(WKQLFLW\9HVVHORI0HDQLQJDQG(PEOHP


of Contrast”, p. 364 en op.cit., Ethnic Identity Cultural Continuities and Change7KH8QLYHUVLW\RI
&KLFDJR3UHVV&KLFDJRSS
26. A. Danto, citado en G. WARNKE, Gadamer, Hermeneutics, Tradition and Reason, Polity
Press, Cambridge, 1987, p. 19.
27. Ibidem, p. 174.

265
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

entendidos de un modo concreto28. La tradición, pues, condiciona tanto la


manera en que podemos entendernos como la sustancia de lo que es enten
dido.
&RPR\DKHPRVYLVWRODFRPXQLGDGQDFLRQDOHVXQIHQyPHQRHVSH
cialmente complejo cuya existencia depende en buena medida de cómo se
lee y estructura el pasado. En otras palabras, lo que se olvida y se recuerda
formará la sustancia de lo que la generación actual entienda como nación.
(QPXFKRVVHQWLGRVODVQDFLRQHVVRQORVSURGXFWRVGHKLVWRULDVTXHFRQWD
mos sobre el pasado y el narrador recrea la nación de una manera determi
QDGDVHJ~QODKLVWRULDTXHFXHQWD(VWDVKLVWRULDVVRQUHYHODGDVXRFXOWDGDV
SRU ODV WUDGLFLRQHV ODV WUDGLFLRQHV PDQWHQLGDV UHQRYDGDV LQYHQWDGDV R
suprimidas constituyen aquello que una nación entiende sobre sí misma,
el modelo narrativo en el que se inscribe y que está fundamentado en per
sonas, instituciones y acontecimientos que son reales.
En sus Confesiones San Agustín comenta que “el presente de las cosas
pasadas es la memoria”. De manera análoga y en una dimensión colectiva
en vez de individual, se podría describir la tradición como el presente de
cosas pasadas. Sin embargo, la tradición no es simplemente el presente de
las cosas pasadas, es el presente de algunas cosas pasadas y el olvido de
otras.

EL INVENTO DE LA TRADICIÓN

/D FRQFHSFLyQ GH WUDGLFLyQ TXH KHPRV FRQVLGHUDGR KDVWD DKRUD QR
KDFHUHIHUHQFLDDODYHUGDGRQRGHODFRVDWUDQVPLWLGD(QPXFKRVFDVRV
las tradiciones pretenden transmitir valores, creencias o costumbres, a raíz

28. +DQV*HRUJ*DGDPHUHVFLHUWDPHQWHXQRGHORVSHQVDGRUHVGHHVWHVLJORTXHPiVKDFRQVL
derado el significado de la tradición. Refiriéndose a la necesidad de la tradición para la posibilidad
GHOFRQRFLPLHQWRGLFH³(VWDUHQODWUDGLFLyQQROLPLWDODOLEHUWDGGHOFRQRFHUVLQRTXHODKDFHSRVL
ble”. Verdad y Método, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1984, p. 437 (orig. Wahrheit und Methode,
  6HJ~Q *HRUJH$OODQ ODV WUDGLFLRQHV IRUPDQ OR TXH 2DNHVKRWW GHQRPLQD XQ ³SODWIRUP RI
XQGHUVWDQGLQJVDQGSUDFWLFHV´\VLJXH$OODQ³$FXOWXUDOSODWIRUPLVDOOWKHZD\VRIWKLQNLQJDQG
VHHLQJDQGDFWLQJWKDWDUHVRREYLRXVVRXVHIXOVRVXFFHVVIXOWKDW,WDNHWKHPWREHDSDUWRIWKH
ZD\WKLQJVDUHQDWXUDOJLYHQVEUXWHIDFWLFLWLHV,QGHHG,QRUPDOO\GRQRWWDNHWKHPWREHDQ\WKLQJ
DWDOOWKH\DUHWKDWLQWHUPVRIZKLFK,WDNHDOORWKHUWKLQJVWREHZKDWWKH\DUH$FXOWXUDOWUDGLWLRQLV
WKHDOZD\VLQXVHDQGKHQFHQHYHUFULWLFL]HGIUDPHZRUNRIWKHZRUOG7KLVLVKRZDWUDGLWLRQZUDSV
XVZLWKLQLWVHOI±E\SURYLGLQJDOOWKHFRQFHSWXDODQGSUDFWLFDOPHDQVE\ZKLFKZHOLYHRXUOLYHV´
G. ALLAN, “Traditions and Transitions” en P. COOK ed., Philosophical imagination and cultural
memory'XNH8QLY'XUKDPSS

266
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

de la evidencia de acontecimientos o documentos que tienen poca o incluso


QLQJXQDEDVHKLVWyULFD SRUHMHPSOROD'RQDFLyQGH&RQVWDQWLQRRODKLV
WRULDGH5RELQ+RRG 
En una serie de estudios recogidos en el libro The Invention of Tradi-
tion se examina un número de tradiciones que pretenden ser verdaderos re
ODWRVGHFRVDVTXHKDQRFXUULGRSHURTXHWUDVXQDFXLGDGRVDLQYHVWLJDFLyQ
KLVWyULFDPXHVWUDQVHU³LQYHQWDGDV´(QHIHFWRORVHGLWRUHVGHHVWHOLEUR
SURYRFDGRUGHPXHVWUDQTXHPXFKDVGHODVWUDGLFLRQHVTXHFRQFLHUQHQDOD
QDFLyQRVRQPXFKRPiVUHFLHQWHVGHORTXHVHSHQVDEDRVRQVHQFLOODPHQWH
inventadas.
(QVXOLEUR+REVEDZP\5DQJHUGHVWDFDQDOJRLPSRUWDQWHDVDEHU
FRPRODVQDFLRQHVODVWUDGLFLRQHVQRHVWiQVLPSOHPHQWHDKt/DSODVPD
ción y la consolidación de las tradiciones requiere un proceso de olvido
de algunas cosas y recuerdo de otras; es un proceso selectivo y por tanto,
KDVWDFLHUWRSXQWRFUHDWLYR6Henganchan –o no– en las tradiciones desde
HOSUHVHQWH\DODYH]HOODVGDQIRUPDDDTXHOSUHVHQWH6LQHPEDUJRKDEODU
del “invento” de la tradición es quizá una formulación exagerada de lo que
ocurre, porque decir que algo es inventado implica que no tiene ninguna
EDVHKLVWyULFDHVGHFLUQLQJ~QYtQFXORFRQXQWLHPSR\OXJDUSDVDGROR
FXDOVHKDFRPSUREDGRTXHHVIDOVRLQFOXVRHQORVFDVRVGHODVWUDGLFLRQHV
aparentemente más fantásticas29.
$GHPDVHOVHUKXPDQRHVOD~QLFDFULDWXUDFRQXQSDVDGRFRQVFLHQ
temente asumido y es su conciencia de la presencia del pasado en el pre
VHQWHORTXHOHFRQYLHUWHHQXQVHUWUDGLFLRQDO(QHIHFWRHOPLVPRKHFKR
de la existencia del lenguaje revela la presencia forzosa de esta verdad30.
(QUHDOLGDGQRHVSRVLEOHVRVWHQHUXQDLGHDFRKHUHQWHGHODVRFLHGDGVLQ
FRQWDUFRQODWUDGLFLyQXQDVHULHLQWHUPLQDEOHGHDxRVFHURDOHVWLORGHOD
Revolución francesa o del régimen de Pol Pot en Camboya nunca permiti
ría la constitución de una sociedad, y menos aun su duración en el tiempo.
La sociedad existe a través del tiempo. No está constituida por una yuxta
posición sin sentido de instantes sino que para poder ser sociedad necesita
durar31. La tradición es, por tanto, una de las maneras a través de las cuales

29. 9pDVH+').ITTO, The Greeks3HQJXLQ/RQGUHVSS


30. &RPRGLFH5DIDHO$OYLUD³  QRSXHGRUHPLWLUDODQRYHGDG\HOIXWXURHVGHFLUQRSXH
GRGHMDUHQPDQRVGHODFUtWLFDHOPRGRGHRUJDQL]DUODFRPXQLFDFLyQ/DFRPXQLFDFLyQGLFKRGH
RWUDPDQHUDWLHQHQHFHVDULDPHQWHTXHUHDOL]DUVHVREUHXQDEDVH\DGDGD´³/DVOXFHVGHODUD]yQ
sobre la unilateralidad de un concepto de comunicación”, Información y Persuasión, Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Navarra, Pamplona,1990.
31. $FHUFiQGRVHDHVWDFXHVWLyQGHVGHODSHUVSHFWLYDGHODSHUVRQDGLFH0DF,QW\UH³+HQDFLGR
con un pasado, e intentar desgajarme de ese pasado de la manera individualista es deformar mis

267
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VHDUWLFXODWHPSRUDOPHQWHODVRFLHGDG$GHPiVFRPRKHPRVYLVWRDQWHVOD
misma posibilidad de entender lo que somos requiere un conocimiento de
la tradición y el diálogo con ella. Como el ejemplo del lenguaje demuestra,
el aparentemente imparable poder disolvente de la razón crítica tiene que
WHQHUOtPLWHV(OOHQJXDMHHVDOJRGDGRIRUPDSDUWHGHXQDKHUHQFLDFXOWX
ral, de una tradición. La presencia, pues, del pasado en el presente es un
KHFKRLQHOXGLEOH
En resumen, el intento del individualismo propio de la modernidad
–que tiene su punto de partida próximo en la Ilustración– de desterrar la
tradición, es un objetivo irrealizable. No sólo la tradición es válida y ne
cesaria, sino que también es esencial tener un adecuado sentido de lo que
VLJQL¿FDSRUTXH~QLFDPHQWHDVtVHGDUiXQDDGHFXDGD

“comprensión de las posibilidades futuras que el pasado pone a disposi


ción del presente. Las tradiciones vivas, precisamente porque son una narra
ción aún no completada, nos enfrentan al futuro, cuyo carácter determinado
y determinable, en la medida en que lo posee, deriva del pasado”32.

Eso es cierto tanto para la persona como para la nación.

LOS INTELECTUALES Y LA NACIÓN

+HPRV YLVWR TXH DXQTXH ODV WUDGLFLRQHV SXHGDQ VHU GH ODUJD GXUD
FLyQHVSRVLEOHLGHQWL¿FDUODFUHDFLyQDFWLYDGHODWUDGLFLyQ(VWHSURFHVR
“creativo” es de una importancia especial con respecto a la nación y puede
VHUFODUDPHQWHLGHQWL¿FDGRHQODKLVWRULRJUDItDQDFLRQDO1RFDEHGXGDGH
que en la propagación de los discursos nacionales el Estado desempeña
XQSDSHOGHVWDFDGRHVWDEOHFHHOYRFDEXODULRVLPEyOLFRGHODQDFLyQ±ODV
EDQGHUDVORVKLPQRVHOFDOHQGDULRGH¿HVWDVHWF33; suele ser responsable
también del establecimiento de unos planes de estudio de ámbito nacional,
PHGLDQWH ORV FXDOHV VH LQFXOFD HQ ORV HVWXGLDQWHV GHO SDtV XQD HVSHFt¿FD
KLVWRULRJUDItDQDFLRQDOFRQVXSDQWHyQGHKpURHV\GHPDOYDGRV<FRQOD
construcción de museos y monumentos, celebra los logros culturales y bé

UHODFLRQHVSUHVHQWHV/DSRVHVLyQGHXQDLGHQWLGDGKLVWyULFD\ODSRVHVLyQGHXQDLGHQWLGDGVRFLDO
coinciden”, Tras la Virtud, Editorial Crítica, Barcelona, 1987, p. 272.
32. Ibidem, p. 275.
33. Véase el estudio de D. CRESSY, Bonfires and Bells, 8QLYHUVLW\ RI &DOLIRUQLD %HUNHOH\
1989.

268
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

licos de la nación343HURWDPELpQGLYHUVRVHVWXGLRVRVKDQVHxDODGRHOSDSHO
de los intelectuales en la creación de discursos sobre la identidad nacional
TXHVRQFODYHVHQODFRQ¿JXUDFLyQGHODFRPXQLGDGQDFLRQDO35ORVUHODWRV
GHORVKLVWRULDGRUHVSHULRGLVWDVQRYHOLVWDV¿OyVRIRVQRVRQVyORPRGRV
por medio de los cuales entendemos lo que somos, sino también la mane
ra a través de la cual llegamos a ser lo que somos. En efecto, en la etapa
WHPSUDQDGHODKLVWRULRJUDItDHVGLItFLOGLVWLQJXLUHQWUHHOGDWRKLVWyULFR\
ODOLWHUDWXUDORVSRHPDVGH+RPHURQRVRQVyORJUDQGHVREUDVpSLFDVVRQ
WDPELpQODVKLVWRULDVIXQGDFLRQDOHVGHORVJULHJRVel Cantar del mío Cid
HVHOSULPHUURPDQFHSHURWDPELpQODQDUUDFLyQDUTXHWtSLFDGHODKLVWRULD
GH OD OXFKD UHDO GH ORV FULVWLDQRV FRQWUD ORV PXVXOPDQHV La Muerte del
rey Arturo representa una visión utópica de la caballería cristiana a la vez
TXHUHFXHUGDXQPiVDQWLJXRPXQGRFHOWDEULWiQLFR0iVWDUGHPXFKDVGH
las imágenes maestras de una nación son suministradas por los poetas y
ORVQRYHOLVWDV6KDNHVSHDUHHVXQHMHPSORPX\FLWDGRGHFyPRHOSDVDGR
de una nación puede ser refundido y su presente reconstituido a través del
prisma de la imaginación artística, como ocurre en su representación de la
LQLTXLGDGGHORV<RUNHQRicardo III y la consecuente legitimación de los
Tudor36.
7DQWR%HQHGLFW$QGHUVRQFRPR$QWKRQ\6PLWK±HOSULPHURGHVGHXQ
SXQWRGHYLVWDQHRPDU[LVWD\HO~OWLPRGHVGHXQDSHUVSHFWLYDOLEHUDO±KDQ
mantenido que la intelligentsia desempeña un papel clave en la elaboración
de la nación. Según Anderson, la manera inicial por la cual los intelectuales
contribuyen al establecimiento de la nación es a través de la consolidación
de una comunidad lingüística. Esto es especialmente claro en el caso de
las naciones más recientes, donde la elección deliberada de un idioma te
nía una importancia central para la pretensión de la existencia nacional37.
(QHVWHVHQWLGR'DQWHWDPELpQKDVLGRFRQVLGHUDGRXQSURWRQDFLRQDOLVWD

34. 9pDVHSRUHMHPSORHOHVWXGLRGHWDOODGRGH-9ÁSQUEZ DE KNAUTH, Nacionalismo y edu-


FDFLyQHQ0p[LFR, El Colegio de México, México D.F., 1975, acerca de cómo el sistema de educa
FLyQHQ0p[LFRKDFRQWULEXLGRDODIRUPDFLyQGHODLGHQWLGDGQDFLRQDO
35. Véase P. SCHLESINGER, Media, State and Nation, Sage Publications, Londres, 1991,
p. 169.
36. 9DULRVDXWRUHVH[SORUDQHVWHWHPDHQHOOLEURHGLWDGRSRU+%HABA Nation and Narration,
Routledge, Londres, 1990.
37. Véase, por ejemplo, la explicación que Norman Davis da de la génesis del movimiento
QDFLRQDOELHORUUXVR'LFH'DYLV³7KH%\HORUXVVLDQVZHUHDWRGGVQRWRQO\ZLWKWKH3ROHVEXWDOVR
ZLWK WKH 5XVVLDQV WKH /LWKXDQLDQV DQG WKH 8NUDLQLDQV 'HVFHQGDQWV RI WKH 2UWKRGR[ RU 8QLDWH
6ODYRQLFSHDVDQWU\RIFHQWUDO/LWKXDQLDRUµ:KLWH5XWKHQLD¶WKH\EHORQJHGWRWKHOHDVWGHYHORSHG
EUDQFKRIWKH(DVW6ODYV´6XOHQJXDMHIXHFODVLILFDGRRULJLQDOPHQWHFRPRXQGLDOHFWRSRODFR\IXH
desarrollado como una lengua literaria sólo en el siglo XIX. Op. cit., p. 71.

269
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

por sus intentos de establecer el italiano toscano como el idioma de Italia.


/RV³LQFHQGLDULRV¿OROyJLFRV´FODUDPHQWHWXYLHURQXQLPSDFWRGLUHFWRHQ
la invención de la nación, pero también lo tenían todos aquellos que sim
SOHPHQWH¿MDURQHOOHQJXDMHHQODHVFULWXUDORVSRHWDV\ORVVDFHUGRWHVSRU
ejemplo38. Sin embargo, Anderson mantiene que el desarrollo que permitió
la posibilidad de imaginar la comunidad nacional fue la introducción de lo
que él llama print-capitalism y por tanto el establecimiento de lenguajes
LPSUHVRVTXHFUHDURQFDPSRVXQL¿FDGRVGHLQWHUFDPELR\FRPXQLFDFLyQ
La nación, pues, “fue concebida en el lenguaje, no en la sangre”.
6PLWKWDPELpQGDXQDLQWHUSUHWDFLyQLQWHUHVDQWHGHFyPRORVLQWHOHF
tuales, los productores de la cultura y mediadores de la palabra, vienen a
ser claves para el control y custodia de la memoria común. Sostiene que,
mientras anteriormente los sacerdotes y escribas controlaban y transmi
tían la memoria de la sociedad y, por tanto, la identidad común, y eran los
JXDUGLDQHVGHOD*UDQ7UDGLFLyQDKRUDKDQVLGRGHVSOD]DGRVSRUODintelli-
gentsia39.
3RU RWUR ODGR -UJHQ +DEHUPDV HV XQ LQWHOHFWXDO TXH DERJD SRU
el abandono de las tradiciones que constituyen la identidad nacional
y plantea la posibilidad de una identidad postnacional fundada en un
³SDWULRWLVPR FRQVWLWXFLRQDO´ TXH HV OD GLVSRQLELOLGDG GH LGHQWL¿FDUVH
FRQ HO RUGHQ SROtWLFR \ FRQ ORV SULQFLSLRV FRQVWLWXFLRQDOHV +DEHUPDV
H[SOLFDHOFRQWHQLGRGHGLFKDLGHQWLGDGSRVWQDFLRQDOFRPRXQD³VREULD
identidad política” que ya no se ancla en un pasado contado en terminos
GH KLVWRULD QDFLRQDO 6X QXHYR (VWDGR FRQVWLWXFLRQDO GHPRFUiWLFR HV
GLFH+DEHUPDV

³LQFRPSDWLEOHFRQXQDFRQFLHQFLDKLVWyULFDTXH  SHUPDQHFHFLHJD


para la profunda ambivalencia de toda tradición, para la cadena de lo que ya
QRHVVXVFHSWLEOHGHUHSDUDFLyQSDUDHOEiUEDURODGRQRFWXUQRTXHKDVWDDTXt
KDYHQLGRDFRPSDxDQGRDFDVLWRGDVODVDGTXLVLFLRQHVFXOWXUDOHV´40.

+DEHUPDV DGPLWH OD IXHU]D GH ODV WUDGLFLRQHV FRPR IXQGDPHQWR GH
LGHQWLGDGSHURTXLHUHVXERUGLQDUODVDORVSULQFLSLRVRUGHQDGRUHVIRPHQWD

38. Aunque es cierto que la Iglesia católica tenía su propio lenguaje oficial, es también verdad
que catequizó al pueblo en las lenguas vernáculas y estimuló la producción de literatura en ellas. En
HIHFWROD,JOHVLDLQVSLUyDOJXQDVGHODVREUDVHVFULWDVPiVWHPSUDQDVGHPXFKDVFRPXQLGDGHVFRPR
SRUHMHPSORKLPQRVYLOODQFLFRVXREUDVGHGHYRFLyQ
39. A. D. SMITH, The Ethnic Origins of Nations.
40. -+ABERMAS³&RQFLHQFLDKLVWyULFDHLGHQWLGDGSRVWQDFLRQDO´HQIdentidades nacionales y
postnacionales, Ed. Tecnos, Madrid, 1989, p.94.

270
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

dos por el patriotismo constitucional41(VWHSUR\HFWRKDVLGRFULWLFDGRSRU


VHULQVX¿FLHQWHPHQWHFRQFUHWRHLQFDSD]GHIXQGDULGHQWL¿FDFLRQHV<HQ
HVWHVHQWLGRHOSUR\HFWRGH-XOLD.ULVWHYDRIUHFHXQDUHVSXHVWDLQWHUHVDQWH
En su libro Nations without Nationalism, Kristeva propone una manera de
conceptualizar la nación que parece compaginar la deseada superación de la
GHSHQGHQFLDGHODVWUDGLFLRQHVGHOSODQWHDPLHQWRGH+DEHUPDVFRQXQDGH
FXDGRUHFRQRFLPLHQWRGHODIXQFLyQTXHGHVHPSHxDQHQODFRQ¿JXUDFLyQ
de la identidad colectiva. Apela a la noción de Montesquieu del “esprit gé
QpUDO´TXHQRVSHUPLWHFRQFHELUODQDFLyQFRPR8QDLGHQWLGDGKLVWyULFD
2. Una serie de capas de causalidades muy concretas y muy diversas (el
clima, la religión, las costumbres etc.). 3. La posibilidad de ir más allá de
los grupos políticos concretos. Según la concepción de Kristeva, la nación
no es un producto acabado ni un producto arbitrario; al contrario, es algo
GLQiPLFRDODYH]TXHDUUDLJDGRHQODVUHDOLGDGHVTXHORKDQHQJHQGUDGR

LA NARRACIÓN Y LA NACIÓN

5HVXPLHQGRORGLFKRKDVWDDKRUDODVWUDGLFLRQHVHQWRUQRDODQDFLyQ
son esencialmente narraciones de identidad que cumplen la función de una
memoria colectiva, que es, a su vez, un requisito para la identidad. La na
rración es un modo de discurso que no está limitado a la representación
¿FWLFLD6HGLIHUHQFLDGHODFUyQLFDTXHQRKDFHLQWHQWRDOJXQRGHUHÀHMDUOD
HVWUXFWXUDGHODWHPSRUDOLGDGHQVXFRQWDUODVQDUUDFLRQHVHQFDPELRUHÀH
jan en sí mismas el lenguaje de la temporalidad, tienen una trama. Tradicio
QHVGHOWLSRTXHHVWDPRVFRQVLGHUDQGRVRQKLVWRULDVVREUHDFRQWHFLPLHQWRV
reales que adquieren un statusDUTXHWtSLFR\FRPRFRPHQWD+D\GHQ:KLWH
KDEODQGR GH ORV DFRQWHFLPLHQWRV UHDOHV TXH FRQVWLWX\HQ HO FRQWHQLGR GHO
GLVFXUVRKLVWyULFR

“aquellos acontecimientos son reales no porque ocurrieron sino porque,


primero, fueron recordados, y segundo, fueron capaces de encontrar un lugar
en una secuencia ordenada cronológicamente”42.

41. 9pDVH-.RISTEVA, Nations without Nationalism&ROXPELD8QLYHUVLW\3UHVV1XHYD<RUN


SS
42. +:HITE, The Content of the Form. Narrative Discourse and Historical Representation,
-RKQ +RSNLQV %DOWLPRUH  S  3RGUtD GHFLUVH PXFKR PiV VREUH OD WUDGLFLyQ HQWHQGLGD
como una forma de narración. Autores fundamentales para aclarar este tema son por ejemplo, Paul
RICOEUR y su obra Time and NarrativeWRPRV8QLYHUVLW\RI&KLFDJR3UHVV&KLFDJR

271
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

/DV WUDGLFLRQHV SXHV QR VRQ VLPSOHPHQWH OD UHFHSFLyQ \ UHSUHVHQ


tación del pasado en bruto; son narraciones sobre el pasado con referencia a
acontecimientos reales, en las cuales estos acontecimientos son plasmados
HQIRUPDVHVSHFt¿FDV\VLJQL¿FDWLYDVFRQFRQVHFXHQFLDVSDUDHOSUHVHQWH
&RPR KH VHxDODGR DQWHV HQWHQGHU OD WUDGLFLyQ GH HVWD PDQHUD WLHQH
LPSOLFDFLRQHVDPSOLDVSDUDODFRQ¿JXUDFLyQGHODLGHQWLGDGVRFLDOHQWRUQR
a la nacionalidad. Aquellas tradiciones que conciernen especialmente al
pasado de una nación y que –en aras a la brevedad– llamaré tradiciones
nacionales, son de una importancia peculiar en la plasmación del sentido
de identidad y el ethos de una nación. En efecto, los Estados nacionales
PXFKDV YHFHV DSHODQ D ODV WUDGLFLRQHV SDUD MXVWL¿FDU VX H[LVWHQFLD HV HO
caso sobre todo de los Estados más recientes, que se encuentran así en la
VLWXDFLyQSDUDGyMLFDGHKDEHUQDFLGRHQXQDpSRFDTXHUHFKD]DODYDOLGH]
de la tradición, a la vez que dependen de ella si quieren mantener su razón
de ser.

LA NACIÓN Y LA SOCIEDAD CIVIL

'HWRGRORGLFKR¢TXpVHSXHGHGHGXFLUDFHUFDGHODUHODFLyQHQWUHOD
QDFLyQ\ODVRFLHGDGFLYLO"(QSULPHUOXJDUPHSDUHFHTXHKD\TXHFRQV
WDWDUFRQWUDORVTXHD¿UPDQHOYtQFXORLQHOXFWDEOHHQWUHHOQDFLRQDOLVPR
y la nación, que la nación es distinta del nacionalismo y que aunque los
(VWDGRVQDFLRQDOHVSXGLHUDQGHVDSDUHFHUQRHVQDGDSUREDEOHTXHODVQD
FLRQHVGHVDSDUH]FDQ(QPXFKDVGHVXVPDQLIHVWDFLRQHVHOQDFLRQDOLVPR
HVFODUDPHQWHKRVWLODODH[LVWHQFLDGHODVRFLHGDGFLYLO3HURHQHOFDVRGH
la nación, se puede mantener que ella sostiene la sociedad civil en las de
mocracias que se apoyan en un orden contractual. Este es el punto de vista
GH6KLOVTXHFRQVLGHUDTXH³ODVRFLHGDGFLYLOHVXQDGHODVPDQLIHVWDFLRQHV
de la nación”43. Cree que la conciencia nacional de la mayoría de las perso

y Paul VEYNE y su estudio, Writing History: Essay of Epistemology, Wesleyan University Press,
Middletown, 1981. Un artículo reciente sobre esta cuestión es el de M. R. SOMERS y G. D. GIBSON,
³5HFODLPLQJWKH(SLVWHPRORJLFDOµ2WKHU¶1DUUDWLYHDQGWKH6RFLDO&RQVWUXFWLRQRI,GHQWLW\´HQ&
CALHOUN ed., Social Theory and the Social Politics of IdentitySS,GHQWLILFDQFXDWURUDVJRV
GHXQDQDUUDFLyQ³ UHODWLRQDOLW\RISDUWV FDXVDOHPSORWPHQW VHOHFWLYHDSSURSULDWLRQDQG
  WHPSRUDOLW\ VHTXHQFH DQG SODFH$ERYH DOO QDUUDWLYHV DUH FRQVWHOODWLRQV RI UHODWLRQVKLSV  
HPEHGGHGLQWLPHDQGVSDFHFRQVWLWXWHGE\FDXVDOUHODWLRQVKLS´ S
43. E. SHILS, “Nation, nationality, nationalism and civil society”, Nations and Nationalism, 1,
1, 1995, 111.

272
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

nas que viven en la sociedad civil es el requisito necesario para mantener


el orden subyacente a ésta. La sociedad nacional no es sólo perfectamente
FRPSDWLEOHFRQODVRFLHGDGFLYLOVLQR±VHJ~Q6KLOV±LPSUHVFLQGLEOHSDUD
su existencia.
/DLQWHOHFWXDOIUDQFHVD'RPLQLTXH6FKQDSSHUFRPSDUWHODSHUVSHF
WLYDGH6KLOV44. En su obra La Communauté des Citoyens45D¿UPDODIXQFLyQ
FODYHGHODQDFLyQFRPRLQVWUXPHQWRGHFRKHVLyQVRFLDO\EDVHGHODVRFLH
GDGFLYLO7DQWR6FKQDSSHUFRPR6KLOVVRQFRQVFLHQWHVGHODVWHQGHQFLDV
que van minando a la nación como base del orden político contemporáneo.
La globalización, el multiculturalismo, la regionalización, amenazan con
acabar con el centro nacional y no está nada claro con qué se le puede re
HPSOD]DU(QHIHFWRHVSRVLEOHVRVWHQHUTXHHO(VWDGRGHEHKDFHUPiVSDUD
favorecer los procesos que puedan reforzar la identidad nacional (las políti
cas, por ejemplo, en el campo de los medios de la comunicación), mientras
a la vez, se intenta evitar el peligro de los proyectos nacionales que dan
lugar con demasiada facilidad a los nacionalismos opuestos a la existencia
GHODVRFLHGDGFLYLO6LQHPEDUJRFRPRKHLQWHQWDGRGHPRVWUDUODQDFLyQ
HVHQSDUWHXQSUR\HFWRFUHDWLYRVHSXHGHIRPHQWDUXQWLSRGHLGHQWLGDGQD
cional que puede ser más o menos generosa, o más o menos cerrada, según
el género de tradiciones nacionales o narraciones de identidad contados por
la intelligentsia de la sociedad.
+D\XQDUHODFLyQtQWLPD\QHFHVDULDHQWUHODLGHQWLGDGQDFLRQDO\OD
WUDGLFLyQ \ HQ XQ PXQGR VDFXGLGR SRU ORV WXPXOWRV QDFLRQDOLVWDV \ GHV
RULHQWDGRSRUODDQRPLDVRFLDOFXDQWRPiVVHSDPRVVREUHGLFKDUHODFLyQ
tanto mejor. En concreto, si entendemos mejor los procesos por los cuales
las tradiciones son creadas, propagadas y vienen a formar la sustancia de
la conciencia nacional, estaremos en mejores condiciones para entender
cómo asegurar que el centro nacional pueda contribuir a la creación de una
sociedad civil que goce de buena salud.

44. También véase E.A. TIRYAKIAN³7KH:LOG&DUGVRI0RGHUQLW\´Daedalus, 126, 2, 1997,


162.
45. D. SCHNAPPER, La Communauté des Citoyens. Sur l’idée moderne de la nation, Gallimard,
París, 1994.

273
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

BIBLIOGRAFÍA

ALLAN*³7UDGLWLRQVDQGWUDQVLWLRQV´HQHG3&RRNPhilosophical imagination
and cultural memory. Appropriating historical traditions 'XNH 8QLYHUVLW\
3UHVV'XUKDPSS
ALVIRA 5 ³/DV OXFHV GH OD UD]yQ VREUH OD XQLODWHUDOLGDG GH XQ FRQFHSWR GH
comunicación”, Información y Persuasión, Pamplona, 1990.
ANDERSON, B., ,PDJLQHG FRPPXQLWLHV 5HÀHFWLRQV RQ WKH RULJLQ DQG VSUHDG RI
nationalism, Verso, Londres, 2a ed., 1993.
BERLIN, I., Vico and Herder. Two Studies in the History of Ideas7KH +RJDUWK
Press, Londres, 1976.
BHABHA+.HGNation and Narration, Routledge, Londres, 1990.
BOYER, P., Tradition as Truth and Communication, Cambridge University Press,
Cambridge, 1990
CALHOUN, C. ³6RFLDO 7KHRU\ DQG WKH 3ROLWLFV RI ,GHQWLW\´ HQ & &DOKRXQ HG
Social Theory and the Politics of Identity%ODFNZHOO2[IRUG &DPEULGJH
SS
² ³1DWLRQDOLVPDQG&LYLO6RFLHW\'HPRFUDF\'LYHUVLW\DQG6HOI'HWHUPLQD
WLRQ´HQ&&DOKRXQHGSocial Theory and the Politics of Identity%ODFNZHOO
2[IRUG &DPEULGJHSS
² ³:K\ 1DWLRQDOLVP" &RQÀLFW &RKHVLRQ DQG 6RFLDO &KDQJH´ HQ Understan-
ding Social Change in the Nineties: theoretical approaches and historiogra-
phical perspectives9DULRUXP$OGHUVKRW
CHAPMAN, M. et al., History and Ethnicity, Routledge, Londres, 1989.
CHESTERTON*.³+HUHWLFV´  HQCollected Works, tomo 1, Ignatius Press,
San Francisco, 1986.
COHEN-/a$RATO, A, Civil Society and Political Theory, MIT Press, Cambrid
ge, 1992.
CRESSY, D., %RQ¿UHVDQG%HOOVQDWLRQDOPHPRU\DQGWKH3URWHVWDQWFDOHQGDULQ
Elizabethan and Stuart England8QLYHUVLW\RI&DOLIRUQLD%HUNOH\
DAVIES, N., God’s Playground. A History of Poland, tomo 2, Clarendon Press,
Oxford, 1981.
DE VOS, G. ~ ROMANUCCI5OSS, L. eds., Ethnic Identity. Cultural Continuities and
Change, 7KH8QLYHUVLW\RI&KLFDJR3UHVV&KLFDJR
GADAMER+*Verdad y Método, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1984.
GELLNER, E., Conditions of Liberty. Civil Society and its Rivals+DPLVK+DPLO
ton, Londres, 1994.
— Naciones y nacionalismo, Alianza Univ., Madrid, 1988.
GREENFELD, L., Nationalism. Five Roads to Modernity+DUYDUG8QLYHUVLW\3UHVV
Cambridge, 1992.

274
LO NACIONAL EN LA SOCIEDAD CIVIL

GUIBERNAU, M., Nationalismsthe nation state and nationalism in the twentieth


century, Polity Press, Cambridge, 1996.
+ABERMAS-Identidades nacionales y postnacionales, Tecnos, Madrid, 1989.
+OBSBAWM (- Naciones y nacionalismo desde 1780, Ed. Crítica, Barcelona,
1991.
+OBSBAWM, E. ~ RANGER, T., eds., The Invention of Tradition, Cambridge Univer
sity Press, Cambridge, 1984.
+ORSMAN, M. ~ MARSHALL, A., After the Nation-State. Citizens, tribalism and the
new world disorder+DUSHU&ROOLQV/RQGUHV
KAMENKA, E. ed., Nationalism: the nature and evolution of an idea, Edward Ar
nold, Londres, 1968.
KEDOURIE, E., Nationalism%ODFNZHOO2[IRUGa ed, 1993.
KEMILAINEN, A., Nationalism. Problems concerning the word, the concept and
GH¿QLWLRQ.XVWDQWDMDW-\YDVN\OD
KITTO+')The Greeks, Penguin, Londres, 1972,
KRISTEVA - Nations without Nationalism, Columbia University Press, Nueva
<RUN
MACINTYRE, A., Tras la virtud, Editorial Crítica, Barcelona,1987.
OHMAE, K., End of the nation state: the rise of regional economies+DUSHU&ROOLQV
Londres, 1996.
PISCATORI-3 Islam in a World of Nation-States, Cambridge University Press,
Cambridge, 1986
RENAN, E., ¿Qué es una nación? Cartas a Strauss (1882), Alianza, Madrid, 1987.
SCHLESINGER, P., Media, State and Nation, Sage Publications, Londres, 1991.
SCHNAPPER, D., La Communauté des Citoyens. Sur l’idée moderne de la nation,
Gallimard, Paris, 1994.
SHILS, E., “Nation, nationality, nationalism and civil society”, Nations and Natio-
nalismSS
Tradition, Faber, Londres, 1981.
SMITH, A. D., “Tres conceptos de nación” en Revista de Occidente, nº 61, octubre
GH0DGULGSS
— National Identity, Penguin, Londres, 1991.
— The Ethnic Origins of Nations%ODFNZHOO2[IRUG
— The Ethnic Revival, Cambridge University Press, Cambridge, 1981.
— Nationalism in the 20th Century, 1HZ<RUN8QLYHUVLW\3UHVV1XHYD<RUN
1979.
— Las Teorías del Nacionalismo, Ediciones Península, Barcelona, 1976 (orig.
1971).
SOMERS, M. R. ~ GIBSON, G. D.³5HFODLPLQJWKH(SLVWHPHORJLFDOµ2WKHU¶1DUUD
WLYHDQGWKH6RFLDO&RQVWLWXWLRQRI,GHQWLW\´HQ&&DOKRXQHGSocial Theory
and the Politics of Identity%ODFNZHOO2[IRUG &DPEULGJHSS

275
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

TIRYAKIAN ($ ³7KH:LOG &DUGV RI 0RGHUQLW\´ Daedalus, 126, 2, 1997, pp.

WARNKE, G., Gadamer. Hermeneutics, Tradition and Reason, Polity Press, Cam
bridge, 1987.
WHITE+The Content of the Form. Narrative Discourse and Historical Repre-
sentation-RKQ+RSNLQV%DOWLPRUH

276
9$/25(632/Ë7,&$<62&,('$'&,9,/

-DQQH+AALAND MATLARY

1. INTRODUCCIÓN

4XLHUR LQWURGXFLU HVWH HQVD\R FRQ XQD GHFODUDFLyQ GHO JRELHUQR QR
ruego que supone una fuerte manifestación contra una visión pragmática e
LQVWUXPHQWDOGHODH[LVWHQFLDKXPDQD6RVWLHQHTXH

©PXFKRVGHORVJUDQGHVFDPELRVDFWXDOHVDIHFWDQDQHFHVLGDGHVKXPD
QDVQRPDWHULDOHV  QRVRWURVUHFKD]DPRVXQDYLVLyQGHOVHUKXPDQRTXH
le atribuye únicamente necesidades materiales o lo reduce a ser un actor del
PHUFDGR  HVWHJRELHUQRFRPEDWHFRQWUDODVQXHYDVSHUFHSFLRQHVGHOKRP
bre que lo conciben en términos instrumentales».

Luego se declara que la codicia, el materialismo creciente, los abusos


sexuales, la violencia, el declive de la familia y la aparición de movimientos
juveniles extremistas son síntomas del «deterioro moral de la sociedad»1
(OSDUWLGR'HPyFUDWD&ULVWLDQRQRUXHJRKDREWHQLGRHQWLHPSRVSD
VDGRVVyORHOGHORVYRWRV\WUDGLFLRQDOPHQWHPXFKRVGHVXVYRWDQWHV
así como también sus políticos y funcionarios, son cristianos en un sentido
«personal» (por oposición a un sentido nominal). Todos sus políticos tienen
XQ©GHEHUGHFRQIHVLyQªORFXDOVLJQL¿FDTXHWRGRUHSUHVHQWDQWHGHOSDUWL
GRGHEHGHFODUDUTXHHVFUH\HQWH<RVR\ODSULPHUDSROtWLFDFDWyOLFDGHHVWH

1. Declaración de gobierno Voksenåsen, p. 4.

277
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SDUWLGR(QWpUPLQRVFDWyOLFRVORGLFKRVLJQL¿FDTXHSDUDVHUSROtWLFRGHO
partido es necesario practicar la religión católica.
3RUWDQWRpVWHSDUWLGRKDSXHVWRXQJUDQpQIDVLVVREUHHODGMHWLYR³FULV
tiano” que le caracteriza, en cierto modo en contraste con la evolución de
ORVSDUWLGRVGHPyFUDWDFULVWLDQRVHQYDULRVFRQWLQHQWHV$SHVDUGHHVWRVLQ
embargo, en las elecciones nacionales del año pasado el partido duplicó sus
votos, y las encuestas lo colocan desde entonces como el segundo partido
de Noruega, y es el mayor partido de la coalición gubernamental. El primer
ministro noruego es un pastor luterano, y es el primer ministro más popular
de los tiempos recientes.
¿Cómo explicar estos cambios en un país en el que la secularización
HVXQKHFKR"
Un amplio sector del electorado –no cristianos en un sentido personal,
TXL]iWDPSRFRLQFOXVRHQXQVHQWLGRQRPLQDO±SDUHFHKDEHUUHDFFLRQDGR
FRQWUDHOQLKLOLVPRGHORVWLHPSRVGLVROXFLyQGHODIDPLOLDPDWHULDOLVPR
e individualismo excesivo. Por supuesto, tales percepciones no son nunca
precisas, pero la mayor parte de la campaña electoral de este partido se
FHQWUy YDORUHV LQPDWHULDOHV (O JRELHUQR KD FUHDGR XQD FRPLVLyQ OD WDQ
mencionada «WertekommissionªR©FRPLVLyQGHYDORUHVªGLULJLGDDLQL
ciar una discusión nacional sobre qué valores comunes compartimos como
VRFLHGDG5LGLFXOL]DGDHQODSUHQVDOLEHUDOHVWDFRPLVLyQKDVLGRQRREV
tante, un gran éxito, y disfruta de amplio apoyo. Esto es sintomático de la
necesidad que se siente de prestar atención en la esfera pública a los aspec
WRVLQPDWHULDOHVGHODYLGDKXPDQD(VSRUVXSXHVWRVHQFLOORGHWHQHUVHHQ
ellos en un país rico como el nuestro, pero pienso que el apoyo y el interés
en esta comisión en Noruega son indicativos de una urgencia generalizada
por encontrar fundamentos y valores comunes.
Resulta interesante destacar que nuestro énfasis sobre los síntomas del
QLKLOLVPRFRPRSUREOHPDSROtWLFRVHLQVHUWDHQXQDWHQGHQFLDSROtWLFDGH
GLYHUVRV(VWDGRV7DPELpQHOJRELHUQRGH%ODLUHQ*UDQ%UHWDxDKDKHFKR
GHORVGHUHFKRVKXPDQRV\GHORVYDORUHVLQPDWHULDOHVXQWHPDLPSRUWDQWH
de su agenda política. Sin necesidad de ser cristiana, la gente expresa un
interés creciente por estos problemas, aunque la evolución no es demasia
GRUiSLGDSUHFLVDPHQWHSRUODHURVLyQTXHKDQVXIULGRODVQRUPDVVRFLDOHV
tradicionales.
1RREVWDQWHORGLFKRODWHQGHQFLDQRHVXQLIRUPH1XQFDKDEtDQVLGR
WDQFRQWURYHUWLGRVORVWHPDVSULQFLSDOHVGHOGHEDWHS~EOLFR
1R KD\ DFXHUGR VREUH ORV WpUPLQRV EiVLFRV QL VREUH ORV SUREOHPDV
básicos y, menos aún, sobre cuál debería ser el enfoque sobre los valores

278
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

LQPDWHULDOHV3DUHFHKDEHUXQDDPSOLDE~VTXHGDGHORVYDORUHVGHREMHWR
indeterminado, pero poca claridad acerca de qué se busca. Esto se canaliza
en el debate público y político en la medida en que cada vez más los ob
jetos de decisión política son temas éticos y también en la búsqueda de la
espiritualidad y la religión, aunque con frecuencia sin ninguna dirección.
El único interés común es la búsqueda de algunas normas y valores.
(VWDE~VTXHGDFRQGXFHDXQUHQRYDGRLQWHUpVSRUODSHUVRQDKXPDQD
SRUORVGHUHFKRVKXPDQRV\SRUODVFXHVWLRQHVpWLFDV\PHWDSROtWLFDV$KR
ra bien, esta búsqueda no está en la línea de las nociones tradicionales de
QDWXUDOH]DKXPDQDYLUWXGHV\YLFLRVVHSDUDFLyQHQWUHpWLFD\SROtWLFD0X\
SRFRVGHORVTXHFUHDQRSLQLyQKR\HQGtDWLHQHQXQDIRUPDFLyQWUDGLFLRQDO
sobre estos temas. Más importante aún, pocos parecen creer en alguna no
FLyQGHGHUHFKRQDWXUDOTXHVLJQL¿FDVLPSOHPHQWHTXHFDGDSHUVRQDWLHQH
XQDFDSDFLGDGLQKHUHQWHDVXKXPDQLGDGGHGLVWLQJXLUHQWUHORYHUGDGHUR\
lo falso. La ley moral está, como dice San Pablo, “escrita en los corazones”.
Vivimos en un tiempo muy confuso., En las dos generaciones anteriores a
ODQXHVWUDQDGLHVHKXELHUDFXHVWLRQDGRORVIXQGDPHQWRVGHODPRUDOQLOD
H[LVWHQFLDGHXQDQDWXUDOH]DKXPDQDFRP~Q,QFOXVRODJHQWHVLQXQQLYHO
medio de educación sabía perfectamente qué estaba bien y qué mal.
(QHVWHHVWXGLRPHOLPLWDUpDHVFULELUVREUHODSROtWLFDGHODVGHPR
cracias occidentales y sobre la sociedad occidental, a menudo usando ejem
plos de Noruega para ilustrar lo que creo que son cuestiones generales.
0LDQiOLVLVVHJXLUiHOVLJXLHQWHRUGHQSULPHURDQDOL]RHOGHEDWHSROtWLFR
DFHUFDGHODSHUVRQDKXPDQD\ODGLJQLGDGKXPDQD\PHFXHVWLRQRFyPR
puede ser transmitida efectivamente esa antropología en el debate político
y público. Después me pregunto si es y cómo relevante el cristianismo en
XQDSROtWLFDVHFXODUL]DGDKDELGDFXHQWDGHTXHGHKHFKRHVHVHQFLDOSDUDOD
supervivencia de la cultura de la vida en las sociedades occidentales.

2. ANTROPOLOGÍA CRISTIANA Y CORRIENTES ACTUALES DE PENSAMIENTO

¢4XpHVXQDDQWURSRORJtDEDVDGDHQODGLJQLGDGKXPDQD"(OWpUPLQR
alemán Menschenwert o el noruego menneskeverd expresan esta idea mejor
TXHODSDODEUDLQJOHVD©GLJQLW\ª7RGRVHUKXPDQRHVYDOLRVRHQ\SRUVt
PLVPR\WLHQHSRUWDQWRGHUHFKRDVHUWUDWDGRFRQUHVSHWR(VWDFRQFHS
FLyQGHOVHUKXPDQRSUHFHGHDFRQVLGHUDFLRQHVSUDJPiWLFDVVREUHHOYDORU

279
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

de la persona, y exige una igualdad de principio en torno a la titularidad


GHORVGHUHFKRVKXPDQRVGHWRGRKRPEUHFRPRHOGHUHFKRDODYLGD\ORV
GHUHFKRVVRFLDOHVHFRQyPLFRV\SROtWLFRV
(VWDFRQFHSFLyQGHOVHUKXPDQRHVODTXHLQIRUPDOD'HFODUDFLyQ8QL
versal de 1948 y tiene una larga evolución en Occidente como parte de la
WUDGLFLyQUHOLJLRVD\¿ORVy¿FDHXURSHDDVtFRPRHQRWURVOXJDUHVGHOPXQ
do. Todas las religiones comparten los mismos principios básicos sobre
ODGLJQLGDGGHOVHUKXPDQR3RUHOORXQRGHEHUtDSHQVDUTXHKR\HQGtD
cuando celebramos el cincuenta aniversario de la Declaración misma, se
encuentran bien aceptados y enraizados.
3HURHVWRQRHVDVt0LHQWUDVTXHODVLGHRORJtDVEDVDGDVHQXQDFRQ
FHSFLyQ PDWHULDOLVWD \ FROHFWLYLVWD GHO VHU KXPDQR KDQ GHVDSDUHFLGR QR
KDVXUJLGRQLQJXQDDOWHUQDWLYDFRQVHQVXDGDVREUHORTXHHOVHUKXPDQRHV
RVREUHDTXHOORDORTXHWLHQHGHUHFKR(QFDPELRODYLVLyQSUHGRPLQDQWH
VREUH HO VHU KXPDQR HV DFWXDOPHQWH OD GH XQ LQGLYLGXR ³HOOD´ R ³pO´ D
TXLHQGHEHUtDSHUPLWtUVHOHKDFHUORTXHOHJXVWDRTXLHUHHVWRHVOD©DXWR
rrealización» personal.
(VWDFRQFHSFLyQVXE\DFHQWHGHOKRPEUHHVHYLGHQWHSRUHMHPSORHQ
ORVGHEDWHVVREUHHODERUWR<RODPDGUHHPEDUD]DGDGHFLGRVLTXLHURXQ
KLMR6LORTXLHURORWHQGUp6LQRQR(ODFHQWRDTXtHVWiHQHO©TXHUHUªR
©QRTXHUHUª/DLGHDGHXQKLMRFRPRXQGRQHVFRPSOHWDPHQWHH[WUDxD(O
mismo argumento se invoca para la eutanasia, esto es, que tengo un dere
FKRDPRULUSRUTXHDVtORTXLHUR
La vida es, en esta concepción, no un don, sino algo de lo cual yo,
como un individuo, puedo disponer. En una sociedad secularizada es, por
supuesto, difícil ver la vida como un don, pues un don presupone un do
nante.
(V FODUR TXH OD YLVLyQ DTXt VXE\DFHQWH HV OD GH XQD FRPSOHWD DXWR
nomía; el único factor relevante es lo que este individuo quiere. Esta con
cepción contrasta irremediablemente con aquella que acepta la naturaleza
KXPDQDVLPXOWiQHDPHQWHFRPREXHQD\PDOD\TXHUHFRQRFHVXVOLPLWD
ciones y la necesidad de su contención. En otras palabras, esta visión de la
QDWXUDOH]DKXPDQDVHRSRQHWDMDQWHPHQWHFRQHOmenneskesyn legado tanto
por la antigüedad como por el cristianismo.
/DV SHUFHSFLRQHV GH OD DQWLJHGDG VREUH OD QDWXUDOH]D KXPDQD IXH
ron «completadas», por así decirlo, por el concepto cristiano de caridad y
entrega de uno mismo. Amar al enemigo como a uno mismo era una idea
ajena a la antigüedad, como lo era darse a uno mismo por el otro. Un salmo
QRUXHJRORH[SUHVDEHOODPHQWH³'HWK¡LHVWHLYHUGHQHU LNNH ¡UQHÀXNWPHQ

280
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

PHGVLWWKMHUWHVYLQJHDWGHNNHDQGUHVXPNW´ ORPiVJUDQGHGHWRGRQRHV
volar orgullosamente como un águila, sino comprender a los otros cariño
samente con las alas de tu corazón).
No podemos comprender fácilmente al cristianismo separado del resto
GHQXHVWUDKLVWRULDDXQTXHODYLVLyQFULVWLDQDGHOKRPEUHHVQXHYDFRQUHV
SHFWRDODWUDGLFLyQHQWLHQGHTXHVRPRVFDSDFHVGHHQFRQWUDUQRVDQRVR
tros mismos en los otros porque encontramos a Cristo en él o en ella. Esto
es especialmente así en relación con los pobres, los enfermos, los margi
nados, los débiles –Cristo es más fácil de reconocer en estas personas que
HQODVUHVWDQWHV1RFRQR]FRRWUDIRUPDGHGHVFXEULUODVROLGDULGDGKXPDQD
HQWRGDVXUDGLFDOLGDGFRQVLVWHQWHHQKDFHUQRVXQRFRQHORWUR\PiVD~Q
en sufrir con los otros. No sólo descubrir esto, sino también abrazarlo, es
DOJRUHDOPHQWHJUDQGH(QHOFULVWLDQLVPRHOSUREOHPDKXPDQRGHODPRUDO
prójimo es “resuelto” existencialmente. Nosotros somos capaces de amar
al pobre, al enfermo, al marginado social, al criminal, solamente porque
amamos a Cristo. A través del amor a Él nosotros descubrimos que Él es
también todos esos otros, especialmente el débil y el pobre. La tendencia
KXPDQDQDWXUDOHVDGLVWDQFLDUVHGHHVWDJHQWH\FXLGDUGHXQRPLVPR\GH
la familia y amigos más inmediatos, aquellos a quienes querríamos pasara
lo que pasara.
'LFKRHVWRGHERDGHODQWDUPHDDxDGLUTXHPXFKRVGHORVTXHHVWiQ
OHMRVGHVHUFULVWLDQRVVRQPXFKRPiVVROLGDULRVGHORTXHORVFULVWLDQRV
IUHFXHQWHPHQWHORVRQ3RUHOORDXQVLHOVHQWLGRSOHQRGHODKXPDQLGDGVH
revela en Cristo, el conocimiento y la práctica de esta plenitud no se cir
FXQVFULEHDORVFULVWLDQRV\SDUDXQFULVWLDQRVXSUiFWLFDHVXQDOXFKDGLDULD
0XFKRVGHQRVRWURVUDUDVYHFHVORKDFHPRV
Mi intención aquí es, de todos modos, presentar la visión cristiana de
ODSHUVRQDKXPDQDDO¿QDOGHPLLQWHUYHQFLyQYROYHUpDWUDWDUODUHOHYDQFLD
de la Cristiandad en la política.
(OPRGHORGHVHUKXPDQRDFWXDOHOWLSRGHSHUVRQDTXHVHSURPXHYH
HQODYLGDS~EOLFD\FRPHUFLDOQRHVHOGHOKRPEUHRODPXMHUYLUWXRVRV(V
PiVELHQHOGHOLQGLYLGXRDXWRVX¿FLHQWHTXHHVDODYH]QDUFLVLVWD\SUDJ
mático. Por narcisista entiendo a aquel que piensa que la autorrealización
SHUVRQDOHVHOSULQFLSDOREMHWLYRGHOVHUKXPDQRORFXDOVLJQL¿FDJR]DUGH
todo lo que uno desee mientras no sea directamente dañino para los demás.
3RUSUDJPiWLFRPHUH¿HURDTXHHOGHEDWHS~EOLFRVREUHODYLGDKXPDQD
se desarrolla en términos pragmáticos, no en términos de principios. Por
ejemplo, el aborto se acepta dentro de un límite de tiempo, pero no se ofre
FHQLQJXQDUD]yQGHSRUTXpODYLGDKXPDQDSXHGHTXLWDUVHKDVWDHVWDIHFKD

281
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

\QRGHVSXpV'HPRGRVLPLODUVHDUJXPHQWDVREUH©HOGHUHFKRDPRULUª
en función de estadísticas sobre el número creciente de ancianos en la so
ciedad. Sin necesidad de ser profeta puedo predecir que los argumentos
SUDJPiWLFRVSDUDODHXWDQDVLDHVWiQLQPHGLDWDPHQWHEDMRODVXSHU¿FLH
Asimismo, el fuerte predominio de las fuerzas del mercado y de la
comercialización sobre cada nueva esfera de la vida conduce a una Ver-
dinglinchung±XQDREMHWLYL]DFLyQ±GHODSHUVRQDKXPDQD'HVGHHVWDSHUV
SHFWLYDGHODVIXHU]DVGHDOLHQDFLyQHODQiOLVLVGH0DU[HUDFRUUHFWR+R\
en día estamos agobiados por las presiones del consumismo. A nosotros,
\HVSHFLDOPHQWHDQXHVWURVKLMRV\DQXHVWUDMXYHQWXGVHQRVGH¿QHDQWHV
que nada, como consumidores. Existe poco espacio para la religión, la cul
tura y la política como esferas autónomas de la sociedad donde la persona
KXPDQDVHSOHQL¿FD/DSROtWLFDFRPRODHVIHUDGRQGHVHGH¿QH\GLVFXWHHO
ELHQFRP~QGHWRGRVHUDHOOXJDUGRQGHQRVKDFHPRVFLXGDGDQRVXQDSDUWH
HVHQFLDOGHODHGXFDFLyQGHXQDSHUVRQD+R\ODHVIHUDHFRQyPLFD±TXH
IXHWUDGLFLRQDOPHQWHGHiPELWRGRPpVWLFRRSULYDGR±KDYHQLGRDVHUPX\
poderosa y generalmente domina la política. La globalización económica
LQGXGDEOHPHQWHKDIRUWDOHFLGRDORVDFWRUHVGHOPHUFDGRKDVWDXQJUDGRVLQ
precedentes.
En este contexto, esta potenciación descansa sobre la poderosa alianza
HQWUHORVPHGLRVGHFRPXQLFDFLyQ\HOPHUFDGR&RPRPDGUHPDQWHQJR
XQDOXFKDGLDULDSRULQFXOFDUDPLVKLMRVXQDYLVLyQGHODSHUVRQDKXPDQD
diferente a la que publicita el mercado, a saber, la del consumidor. No es
IiFLOVHUORVKLMRVGHSDGUHVTXHRSWDQSRUTXLWDULPSRUWDQFLDDODVSRVHVLR
QHVPDWHULDOHVHLPDJLQRTXHGHEHVHUPiVGXURWRGDYtDVHUKLMRGHSDGUHV
pobres. No soy anticuada, pero sí realista en mi evaluación de este asunto.
$VLPLVPRQRSXHGHQH[LVWLUPXFKDVGXGDVVREUHHOKHFKRGHTXHORV
medios, especialmente la televisión y la prensa amarilla (tabloids  SUR
PXHYHQXQDYLVLyQYLROHQWD\HJRFpQWULFDGHOVHUKXPDQR(VWRFRPELQDGR
con el consumismo promovido por los actores del mercado, nos enfrenta
mos a fuerzas muy poderosas que van en contra de una antropología acep
table.
En conclusión, la política occidental actual está marcada por drásticas
GLYLVLRQHVVREUHHOYDORUGHODYLGDKXPDQDSRUTXHHQQXHVWUDVVRFLHGDGHV
se promueven modelos antropológicos fuertemente contrastados. Por ello,
temas tales como el aborto y la eutanasia son asuntos tremendamente polé
micos en el debate público y continuarán siéndolo en la medida en que con
FLHUQHQDOFRUD]yQGHODYLGDKXPDQDOLWHUDOPHQWHKDEODQGR'HXQDSDUWH
estos temas se discuten y se conciben como problemas pragmáticos que no

282
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

presuponen ningún principio; de otra, se ven como la máxima prueba de


FLYLOL]DFLyQ(QHVWHSXQWRORVIUHQWHVVHUDGLFDOL]DQHVWDVFXHVWLRQHVVRQ
esencialmente GLVFXWLGDV HQ WpUPLQRV GH¿QLWLYRV \ GHFLVLYRV GXGiQGRVH
incluso si debieran ser resueltas a un nivel político.
'HWRGRVPRGRVODGL¿FXOWDGQRUDGLFDHQH[SRQHUODYLVLyQGHOVHU
KXPDQRTXHVXE\DFHDODVGLIHUHQWHVLGHRORJtDVVLQRHQHQFDUDUHVWHWHPD
esencialmente no político, como tal. Si el egocentrismo es aceptable en la
cultura contemporánea; si el narcisismo es una virtud más que un vicio,
¢TXLHQSXHGH\GHEHWUDWDUHVWRFRPRXQSUREOHPD"6LODVLJOHVLDVODID
milia, y el colegio juegan un rol cada vez menor como autoridades morales,
HVWRQRVLJQL¿FDTXHODSROtWLFDGHEDVXVWLWXLUORVHQVXIXQFLyQ1RREVWDQ
te, es en el terreno político donde se presentan cada vez más propuestas
YLQFXODGDVDODpWLFDORVYDORUHV\ODDQWURSRORJtDKXPDQD
A los políticos se les pide cada vez con mayor frecuencia que decidan
cuestiones relativas a la vida y a la muerte –aborto, pena de muerte, eutana
VLD±PLHQWUDVTXHVRQFDGDYH]PHQRVDSWRVSDUDKDFHUORGHXQDPDQHUD
consistente, como lo requieren los temas fundamentales. En lugar de pre
guntarse ¿con qué criterio puede un Estado quitar la vida? Sea el caso de
una persona no nacida, enferma, débil, anciana, criminal, miembro de un
grupo étnico despreciado por la mayoría, etc.; el tema casi nunca se debate
en términos de principios.

3. COMUNICACIÓN POLÍTICA I: PERSUASIÓN DE LA MENTE

(Q PL WUDEDMRGLDULRGH SROtWLFDH[WHULRU GLVFXWRFRQ ODVKHUUDPLHQ


tas que se usan cuando se quiere obtener un determinado resultado. La
FXHVWLyQFHQWUDOHVGHSRGHUFyPRLQGXFLUDRWURVDKDFHUORTXHQRVRWURV
queremos. En algunos lugares el poder militar es todavía un ingrediente
QHFHVDULRSHURODVSHUVRQDVTXHDFHSWDQEDMRDPHQD]DORKDFHQSRUTXHVH
ven forzadas a ello, no porque estén persuadidas. El siguiente tipo de poder
es el económico, pero aquellos que se ven obligados a aceptar por razo
nes económicas tampoco están persuadidos. Luego viene la negociación.
0XFKDV YHFHV SRGHPRV FRQVHJXLU UHVXOWDGRV SRU PHGLR GH XQD QHJRFLD
FLyQKiELO\TXL]iVHQWRQFHVHVSRVLEOHTXHUHDOPHQWHSHUVXDGDPRVDRWUD
persona, pero generalmente me inclino a pensar que lo que conseguimos
es un resultado por medio de un balance entre visiones contrapuestas –en

283
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

RWUDVSDODEUDVSRUPHGLRGHXQUHJDWHR±7RGRHVWHWLSRGHKHUUDPLHQWDV
FRPSDUWHQXQDFDUDFWHUtVWLFDVRQKHUUDPLHQWDVSROtWLFDVTXHUDUDYH]SHU
suaden al oponente. Es claro que el poder de persuasión es el más impor
WDQWHGHWRGRSHURHVWDPELpQODKHUUDPLHQWDPiVGLItFLOGHXVDU(QHVWD
sección quiero centrarme en el tipo razonamiento político que se utiliza
JHQHUDOPHQWHHQODWRPDGHGHFLVLRQHVVREUHODYLGDKXPDQD\ODGLJQLGDG
y cuestionar cómo se puede mejorar este razonamiento. Mi tesis principal
HVTXHODDUJXPHQWDFLyQVREUHHVWRVWHPDVHVKR\VHULDPHQWHGHIHFWXRVD
y necesita ser corregida, pero que esta «persuasión de la mente» no es lo
central de la comunicación. La promoción de una cultura de la vida tiene
PXFKRPiVTXHYHUFRQODFRPXQLFDFLyQDQLYHOSUHSROtWLFR(VSUHYLDDO
momento en que el tema se apunta en la agenda para ser discutido en la
próxima sección.
/RV SROtWLFRV GLFWDQ OH\HV (O GLFWDGR GH OH\HV SUHVXSRQH XQ UD]R
namiento lógico fundamentado en principios. El mismo principio de igual
GDGDQWHODOH\LPSOLFDXQWUDWDPLHQWRFRQVLVWHQWHGHORVVHUHVKXPDQRVD
saber, que los rasgos accidentales, tales como el sexo o la raza, no deberían
originar una excepción a este tratamiento. De modo análogo, en el caso
extremo de que el Estado se vea obligado a quitar la vida, debemos esperar
XQUD]RQDPLHQWREDVDGRHQSULQFLSLRVVREUHHOFULWHULRSDUDKDFHUHVWR6L
es así, ¿qué consistencia y fundamentación está detrás del dictado de leyes
en este área?
A continuación, voy a exponer, a modo de ejemplo, la argumentación
SROtWLFDVREUHHODERUWR\ODHXWDQDVLD
'HVGHODOHJDOL]DFLyQGHODERUWRKDFHYHLQWHDxRVKDVWDODDFWXDOLQWUR
GXFFLyQGHO©GHUHFKRDPRULUªHQPXFKRVSDtVHVRFFLGHQWDOHVVHXWLOL]DHQ
ODDUJXPHQWDFLyQODVLJXLHQWHFRQH[LyQOyJLFDQRH[LVWHXQDGHIHQVDGHOD
YLGDKXPDQDIXQGDGDHQSULQFLSLRV6LQORFXDOHVREYLRTXHORVDUJXPHQ
WRV SUDJPiWLFRV VREUH OD YLGD KXPDQD VHUiQ GRPLQDQWHV \ FRQVLGHUDGRV
legítimos.
El aborto, en algún sentido, siempre fue un «problema de mujeres».
([LVWHGHVGHTXHH[LVWHODVH[XDOLGDG\KDVLGROOHYDGRDFDERHQODVPiV
WHUULEOHV FRQGLFLRQHV ,QGXGDEOHPHQWH ODV PXMHUHV VRQ TXLHQHV PiV KDQ
VXIULGRDFDXVDGHORVDERUWRVItVLFD\SVLFROyJLFDPHQWH/RVKRPEUHVUDUD
YH] VH KDQ LQWHUHVDGR VHULDPHQWH SRU HVWH ODGR RVFXUR GH OD YLGD KXPD
QD6RODPHQWHODVJUDQGHVUHOLJLRQHVKDQSHUVLVWLGRHQFRQGHQDUHODERUWR
FRPRXQDWHQWDGRDODYLGDKXPDQD
(QQXHVWURWLHPSRHQRFFLGHQWHKHPRVWUDQVIRUPDGRVLQHPEDUJR
DODERUWRHQXQGHUHFKROHJDOHQODPD\RUtDGHQXHVWURVSDtVHV'HVGHHO

284
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

FRPLHQ]RGHODGpFDGDGHORVVHWHQWDHO³GHUHFKRDODERUWR´FRQHFWDGRFRQ
HOIHPLQLVPR\VXOHJDOL]DFLyQKDVLGRHOUHVXOWDGRGHODOXFKDSROtWLFDGH
ODVPXMHUHV+R\HQGtDYHPRVHVWDPLVPDOXFKDHQHOiPELWRLQWHUQDFLRQDO
especialmente en la ONU. Al mismo tiempo existe un proceso político si
PLODUHQUHODFLyQDODOHJDOL]DFLyQGHODHXWDQDVLDRWUR©GHUHFKRKXPDQRª
recientemente descubierto.
La legalización del aborto –quitar la vida legalmente al más débil– su
pone un «Umwertung aller Werte», y allana el camino para la legalización
GHODPXHUWHGHRWUDVFDWHJRUtDVGHVHUHVKXPDQRV±HODQFLDQRHOHQIHU
mo, el minusválido– y lógicamente también de aquellos cuyo color de piel,
raza, o religión no le gusta a la mayoría.
¢&XiOHVVRQORVDUJXPHQWRVSDUDHVWHGHUHFKR"1RVHRIUHFHQLQJXQD
MXVWL¿FDFLyQSDUDODHGDGDUELWUDULDHQODFXDOHOIHWRV~ELWDPHQWHVHWUDQV
forma en un niño, pues, como sabemos en Occidente, esto varía de país
D SDtV *HQHUDOPHQWH QR VH SUHFLVDQ UHTXLVLWRV PpGLFRV SDUD MXVWL¿FDU OD
decisión de abortar. En los abortos tardíos, se pueden llegar a exigir razo
QHVPpGLFDVRFXDVLPpGLFDVGHGLVWLQWRWLSRSHURKR\HQGtDORVDERUWRV
son legales si se le diagnostica al feto alguna enfermedad o algún defecto
KHUHGLWDULR
/RVKRPEUHVQRWLHQHQGHUHFKRDRSLQDUVREUHHVWHWHPD\WRGDYtDHV
FDVLLPSRVLEOHSDUDORVKRPEUHVSDUWLFLSDUHQHOGHEDWHSROtWLFRGHHVWRVWH
mas. La consecuencia general es que más o menos la mitad del electorado,
HVWRHVORVKRPEUHVVRQGHVSRMDGRVGHVXGHUHFKRGHPRFUiWLFRDGHFLGLU
acerca de un asunto principal que les concierne. Esto es un aspecto de la
WHQGHQFLDKDFLDODOODPDGD©SROtWLFDGHGLIHUHQFLDªHQODFXDOXQDFODVHGH
FLXGDGDQRVPXMHUHVQHJURVKRPRVH[XDOHVPLQRUtDVpWQLFDVHWFUHFOD
PDQHOGHUHFKRDVHUWUDWDGRVGHXQPRGRGLIHUHQWHDOUHVWR(VWD©SROtWLFD
GHGLIHUHQFLDªSXHGHPLQDUJUDGXDOPHQWHODOyJLFDGHODGHPRFUDFLDLJXDO
WUDWDPLHQWRIUHQWHDODOH\LJXDOHVGHUHFKRVSROtWLFRVHLJXDOLPSRUWDQFLD\
peso como ciudadanos.
Por ello, el aspecto más problemático de la política abortiva es la ele
YDFLyQGHODERUWROHJDOL]DGRDXQGHUHFKRKXPDQRRDXQGHUHFKRGHODV
PXMHUHV /D SUREOHPDWLFLGDG UHVLGH HQ TXH ORV GHUHFKRV SRU GH¿QLFLyQ
GHEHQVHULJXDOHVSDUDWRGRVLQFOXLGRVORVQRQDFLGRV\ORVKRPEUHV3HUR
ORVGHUHFKRVVRQPiVTXHWHQGHQFLDVSROtWLFDVOHJLWLPDGDVSRUODRSLQLyQ
S~EOLFD\ODUHJODGHODPD\RUtD'HRWUDIRUPDORVGHUHFKRVQRVLJQL¿FDQ
nada, y se reducen a ser simplemente política con el «lastre temporal» que
esta lleva consigo. Si eso es así, todo lo que queda de la democracia es
PHUR SURFHVR 1R SXHGH KDEHU QLQJXQD GHIHQVD FRQWUD OD LPSRVLFLyQ GH

285
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

XQDPD\RUtDVREUHXQDPLQRUtD\QLQJXQDSURWHFFLyQSDUDORVGHUHFKRVTXH
DWURSHOODODPD\RUtD/D¿ORVRItDSROtWLFDVHUH¿HUHDHVWRFRPRODFXHVWLyQ
de la tiranía de la mayoría.
0LSRVLFLyQTXHHVPX\VHULD\IXQGDPHQWDGDHVODVLJXLHQWHHOGH
UHFKRDDERUWDUPDUFyXQimpasse; un giro copernicano en el pensamiento y
HQODSUiFWLFDGH2FFLGHQWHSRUTXHREOLJyDUHGH¿QLUORV©GHUHFKRVKXPD
QRVªFRPRXQDFXHVWLyQVREUHORTXHSXHGHWUDQVIRUPDUVHHQGHUHFKR(O
aborto, en lugar de ser considerado como la triste práctica que siempre fue,
se transformó en elQXHYRGHUHFKRKXPDQRGHXQJUXSRH[FOXVLYRHVWRHV
ODVPXMHUHV(VWHGHUHFKRQRHVWDEDLQVFULWRHQORVGRFXPHQWRVGHGHUHFKRV
KXPDQRVQLVHGHULYDEDGHXQDMHUDUTXtDGHGHUHFKRVGRQGHHOGHUHFKROy
JLFDPHQWHVXSHULRUGHEHVHUHOGHUHFKRDODYLGDVLQRTXHIXHXQDVROXFLyQ
oportuna y pragmática a un «problema». Por medio de la transformación
GHODERUWRHQXQGHUHFKRVHGHVWUR]yHIHFWLYDPHQWHODQRFLyQFODYHGHOD
relación entre la ley y la política en una democracia liberal, y se allanó el
FDPLQRSDUDODGLVROXFLyQGHOFRQFHSWRPLVPRGHGHUHFKRVKXPDQRV
Las democracias modernas –democracias constitucionales o Rechts-
staat– están equipadas con un código superior de normas que se supone
que están al margen del cambio político y que están, por tanto, aisladas del
SURFHVRSROtWLFR(VWHHVHOSUREOHPDGH¿ORVRItDSROtWLFDGHODWLUDQtDGH
la mayoría. Claramente, estas normas superiores deben estar basadas en
DOJRGLVWLQWRHVWRHVHQHOLQGLYLGXRFRPRXQVHUKXPDQR(VWRHVORTXH
HVHQFLDOPHQWHHVWDEOHFHOD'HFODUDFLyQGH'HUHFKRV+XPDQRVTXHHVWDV
QRUPDVRGHUHFKRVVRQDSROtWLFDV\SUHSROtWLFDV\QRSXHGHQFRQVHFXHQ
temente, ser cambiadas o suprimidas por votación.
Pero si la libertad individual se transforma en la norma suprema, como
SDUHFHVHUHOFDVRKR\HQGtDQRVHQFRQWUDPRVQXHYDPHQWHFRQHOSUREOH
ma de la tiranía de la mayoría. Mill, Tocqueville, y otros pensadores demo
cráticos estaban, un siglo atrás, seriamente preocupados por este problema.
Sobre la libertad (1859), de Mill, el alegato clásico en favor de la libertad
FRPRQRUPDVXSUHPDSODQWHDHVWHDVXQWRGHOVLJXLHQWHPRGR

«Por esto no basta la protección contra la tiranía del magistrado. Se ne


cesita también protección contra la tiranía de la opinión y sentimiento preva
lecientes; contra la tendencia de la sociedad a imponer, por medios distintos
de las penas civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a
DTXHOORVTXHGLVLHQWDQGHHOODV « +D\XQlímite a la intervención legítima
GHODRSLQLyQFROHFWLYDHQODLQGHSHQGHQFLDLQGLYLGXDOHQFRQWUDUOR\GHIHQ

286
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

derlo contra toda invasión es tan indispensable a una buena condición de los
DVXQWRVKXPDQRVFRPRODSURWHFFLyQFRQWUDHOGHVSRWLVPRSROtWLFRª2.

Por una parte, Mill vio la emergencia de tal tiranía en la democracia;


de otra, no pudo encontrar ningún remedio contra ella. Esto se debió a que
VXVSUHPLVDVHUDQLQFRQVLVWHQWHVSRVWXOyODWROHUDQFLD\ODOLEHUWDGFRPR
ODVQRUPDVVXSUHPDVGLFLHQGRTXHWRGRORTXHQRGDxHDWHUFHURVHVWiSHU
mitido. Sin embargo, sostuvo claramente que algunas acciones y normas
VRQFRUUHFWDV\YHUGDGHUDV\RWUDVVRQLQFRUUHFWDVSHURQRSXGRMXVWL¿FDUOR
porque no contaba con un criterio para jerarquizar los juicios de valor, con
XQFULWHULRSDUDODLQWHUSUHWDFLyQVREUHORTXHKDFHGDxR\ORTXHQRGHVFDQ
sa, en última instancia, en la opinión subjetiva.
(OSUREOHPDGH0LOOHVHOPLVPRDOTXHQRVHQIUHQWDPRVDFWXDOPHQWH
la tolerancia o la libertad es casi la única norma que acepta la democracia,
\HVFLHUWDPHQWHODQRUPDVXSUHPD9HPRVHVWRFRQWLQXDPHQWHHQHOGH
EDWHS~EOLFRGLDULRQXHYRVJUXSRVGHLQWHUpVUHFODPDQOLEHUWDGFRQWUDOD
LQMHUHQFLDWROHUDQFLDFRQUHVSHFWRDVXVLQWHUHVHVFXDOTXLHUDVHDVXFRQWH
nido moral. La moral o la ética se consideran asuntos de la esfera privada
y subjetivos.
Si esto es así, ¿cómo pueden –si es que pueden– ser protegidas las
normas fundamentales?
/DGHPRFUDFLDFOiVLFDVLWXDEDORVGHUHFKRVFRQVWLWXFLRQDOHVPiVDOOi
del alcance del procedimiento de las mayorías, aunque las constituciones
SXGLHUDQ VHU PRGL¿FDGDV (O VLVWHPD MXGLFLDO VH GLVHxDED SDUD VHU LQGH
pendiente de la legislatura en orden a la interpretación y protección de la
constitución. No obstante, la clave de la cuestión con respecto a la ley y
a la política no descansa en variantes de diseño institucional, sino en la
concepción acerca del origen de la ley. Si todo es reducible a la política, no
SXHGHKDEHUQLQJXQDSURWHFFLyQFRQWUDODDSOLFDFLyQGHOSURFHGLPLHQWRPD
\RULWDULRDQLQJXQDFXHVWLyQGHSULQFLSLRUHODWLYDDORVGHUHFKRVKXPDQRV
Este desarrollo es inconsistente con la Rechstsstaatstradition, que se apoya
en la primacía de las normas supremas e intocables, y en las instituciones
independientes que las protegen.
A continuación ilustraré esto con algunos ejemplos tomados del dis
FXUVRSROtWLFR\GHODSUiFWLFDHXURSHD6HUH¿HUHQSULQFLSDOPHQWHDODERUWR
y a la eutanasia, pero muestran el argumento general de que, a pesar de ser

2. Pág. X de la primera edición. Citado por Sobre la libertad, Alianza Editorial, Madrid, 1997,
p. 87. (El subrayado es mío).

287
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

FXHVWLRQHVGHpWLFDVHUHGXFHQDSUREOHPDVSUDJPiWLFRVTXHKDQGHVHU
UHVXHOWRVSRUHOSURFHGLPLHQWRGHODVPD\RUtDVVLHQGRPXFKDVYHFHVFDOL¿
FDGRVDOPLVPRWLHPSRFRPRQXHYRV©GHUHFKRVKXPDQRVª
El abortoDÀRUyHQHOGHEDWHS~EOLFRGH2FFLGHQWHKDFHXQRVWUHLQWD
años. Los términosGHOGHEDWHVRQORVVLJXLHQWHVVLODFXHVWLyQHV©EDMRTXp
FRQGLFLRQHVSXHGHVHUTXLWDGDODYLGDKXPDQDªXQRGHEHWHQHUHQFXHQWD
ODVQRUPDVFRQVWLWXFLRQDOHVUHODWLYDVDOGHUHFKRDODYLGD\ORVLQVWUXPHQWRV
LQWHUQDFLRQDOHV GH GHUHFKRV KXPDQRV TXH HVWDEOHFHQ pVWH GHUHFKR FRPR
norma suprema. Si el debate se desarrolla en términos pragmáticos; por
ejemplo, como un problema de las mujeres, esto no es necesario. El tema
GHO DERUWR VH GHFLGLy FXDQGR VH ¿MDURQ ORV WpUPLQRV GHO GHEDWH Pero el
aborto representa un impasse en la política de Occidente, precisamente por
que supone un corte radical en las visiones sobre lo que es legítimo en la
política y en el procedimiento democráticos.
El resultado fue que la ética fue dejada a un lado y los grupos de interés
vencieron. El mismo proceso político se puede observar en el debate sobre
la eutanasia, que está adquiriendo preeminencia política actualmente en
Escandinavia, Australia, EEUU y, gradualmente, en los países de Occiden
te. Los términos del debate se están estableciendo en este preciso momento
en un proceso muy importante. Por ejemplo, se observan informes en la
prensa sobre el creciente número de personas que se muestran favorables
DODHXWDQDVLDPpGLFRVTXHODHQFXHQWUDQEHQH¿FLRVDSDUDHOSDFLHQWHOD
HXWDQDVLDFRPRHOGHUHFKRDHOHJLUHVXQQXHYRGHUHFKRHWF6HHVWiGHVD
rrollando, en otros términos, un proceso que apunta a pragmatizar el pro
blema de modo que pueda ser fácilmente resuelto por el procedimiento de
las mayorías, y un proceso concomitante conducido por grupos de interés
que arguyen que el aborto y la eutanasia son nuevos derechos humanos.
(VWRVHMHPSORVLOXVWUDQGHTXpPRGRHOGLVFXUVRSROtWLFRVREUHFXHV
tiones éticas en la democracia liberal es de factoSUDJPiWLFR0iVD~QKH
argüido que debe ser pragmáticoSDUDTXHHQFDMHFRQORVDFWXDOHVSUHVX
SXHVWRVFHQWUDOHVGHODGHPRFUDFLDHOSURFHGLPLHQWRGHODVPD\RUtDVOD
SROtWLFDFRPRXQDVXQWROLEUHGHYDORUHV\ODpWLFDFRPRXQDVXQWRSHUWH
neciente a la esfera privada. Sin embargo, la argumentación también se
OOHYD D FDER HQ XQ OHQJXDMH GH ©GHUHFKRVª HO GHUHFKR GH ODV PXMHUHV D
DERUWDUHOGHUHFKRGHORVDQFLDQRVDODHXWDQDVLD\DVtFRQHOUHVWR
3HURHO©OHQJXDMHGHORVGHUHFKRVªVHMXVWL¿FDFRQXQUD]RQDPLHQWR
pragmático: porque las mujeres abortan, están en lo correcto; y porque mu
FKDJHQWHDFHSWDODHXWDQDVLDHVXQGHUHFKR(QHVWHGHEDWHQRVHGLVFXWH
qué asuntos deberían pertenecer a la esfera privada, la estrategia es elevar

288
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

los a la esfera pública. No existe jerarquía de principios para determinar


qué es lo común y, por tanto, un problema político, y qué no lo es. Asimis
mo, no se consideran los límites del procedimiento político; en otras pala
bras, el constitucionalismo se sobrepasa en la práctica. Nos enfrentamos a
un debate muy confuso, conducido por grupos de interés.
¢&XiQSHUYHUVRHVHVWHGHVDUUROOR"(ODERUWRKDOOHJDGRDVHUXQ©GH
UHFKRªHQPXFKRVSDtVHVRFFLGHQWDOHV\FRQWLQ~D©SURJUHVDQGRªPiVDOOi
GH(XURSD/DHXWDQDVLD\DVHKDOHJDOL]DGRHQPXFKRVSDtVHV\HVWR\FRQ
vencida de que es tan sólo una cuestión de tiempo el espacio que sea legal
WDPELpQ HQ RWURV (OOHQJXDMHGHORV ©GHUHFKRVªXWLOL]DGRSDUD KDFHUHV
WDVSROtWLFDVPiVDFHSWDEOHVGHVWUX\HODQRFLyQGHGHUHFKRVIXQGDPHQWDOHV
FRQVWLWXFLRQDOHVQHJDQGRTXHSXHGDKDEHUXQDMHUDUTXtDGHGHUHFKRVHLQ
FOXVRTXHH[LVWHQFRQWUDGLFFLRQHVIXQGDPHQWDOHVHQWUHORVGHUHFKRVFRPR
RFXUUHFRQHOGHUHFKRDODYLGD\HOGHUHFKRDODERUWR
Como fue señalado antes, en el discurso político, es fácil y necesario
±GHKHFKRPX\LPSRUWDQWH±H[SRQHUODVLQFRQVLVWHQFLDVHQODVDUJXPHQ
WDFLRQHVFRPRODVLJXLHQWH©\RDFHSWRHODERUWR\W~QRªVLPSOHPHQWH
QXHVWUDV SUHIHUHQFLDV GH YDORUHV GL¿HUHQ ©$FHSWR OD HXWDQDVLD \ W~ QRª
nuevamente, una cuestión de diferentes preferencias. «Acepto el genocidio
\W~QRª¢HVWDPRVGHDFXHUGRHQHVWD~OWLPDD¿UPDFLyQ"1RDTXtODUHDF
ción será de condena universal a muerte por razones étnicas. Esto muestra
GRVFRVDVXQDTXHHQUHODFLyQDODFXHVWLyQGHTXLWDUODYLGDKXPDQDHO
pueblo es inconsistente porque el problema no se presenta en términos de
SULQFLSLRV HVWR HV GH pWLFD \ VHJXQGR WRGDYtD H[LVWH XQD UHDFFLyQ LP
portante en la mayoría de la gente en torno al genocidio. No dudarían en
condenarlo como un mal. Sin embargo, si los valores son simplemente pre
ferencias subjetivas, lógicamente deberían decir «a mí no me gusta el geno
cidio, pero si a ti sí, simplemente tienes preferencias distintas a las mías».
Existe por tanto un remanente del lenguaje de la ley natural en la gen
WH8QRUHDFFLRQDFRQWUDODVGLFWDGXUDVFDOL¿FiQGRODVGH©LQMXVWDVª\UHWLH
ne, entonces, una noción de justicia. La justicia era la base para un gobierno
legítimo en la tradición clásica, y la justicia requiere un razonamiento jus
WL¿FDGRHQWpUPLQRVGHSULQFLSLRV©¢&XiQGRHVWiMXVWL¿FDGRTXLWDUODYLGD
KXPDQD"ª7UDGLFLRQDOPHQWHODUHVSXHVWDHUD©HQGHIHQVDSURSLDª
El actualmente perdido discurso ético apunta a una tradición europea
GHOH\QDWXUDOPXFKRPiVULFDGHVDUUROODGDSRU$ULVWyWHOHVUHGHVFXELHUWD\
desarrollada por Santo Tomás y por los pensadores cristianos medievales.
Este discurso desapareció en la política con el triunfo del lenguaje del «Sta-
atsraison» en tiempos de Maquiavelo. Aquí ya no se discutía la relación

289
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

entre «lo posible y lo correcto», sino más bien como ganar y retener “lo
posible”. La cuestión de la justicia quedó obsoleta.
+HVRVWHQLGRPiVDUULEDTXHHOXWLOLWDULVPRGH0LOOR/RFNHOOHYDQDOD
FRQFOXVLyQGHTXH©ORSRVLEOHHVORFRUUHFWRª1RKD\QRUPDVVXSHULRUHVD
la política. Aquí observamos que el problema de la comunicación efectiva
\ODSHUVXDVLyQHVXQDFXHVWLyQSUHSROtWLFDSRUTXHODVSUHPLVDVSDUDXQ
GHEDWHHVWiQ\DHVWDEOHFLGDVFXDQGRXQWHPDKDDOFDQ]DGRHOQLYHOSROtWLFR
de elaboración de las decisiones.
Únicamente una antropología cuyo presupuesto fundamental sea la
GLJQLGDGDEVROXWDGHOVHUKXPDQRGHcualquier VHUKXPDQRDVHJXUDUiTXH
las personas no serán tratadas utilitariamente. No obstante, el problema es
FyPRKDFHUODGLJQLGDGGHOKRPEUHFRPSUHQVLEOHDWRGDVODVVRFLHGDGHV
HQODVTXHODSDODEUDGLJQLGDG\DQRWLHQHQLQJ~QVLJQL¿FDGR\GRQGHHO
Umwertung aller Werte es el punto de partida. Por ejemplo, en el ambiente
DFDGpPLFRGHODPD\RUSDUWHGHOPXQGRRFFLGHQWDOKR\QRWLHQHVHQWLGR
KDEODU GH XQD QDWXUDOH]D KXPDQD XQLYHUVDO \ SRU WDQWR GH QRUPDV XQL
versales. Donde esto es imposible, se degrada todo el discurso occidental
sobre la justicia.

4. COMUNICACIÓN POLÍTICA II: LA PERSUASIÓN DEL CORAZÓN

$UULEDPHKHFHQWUDGRHQODVLQFRQVLVWHQFLDVLQVWLWXFLRQDOHVGHQWURGH
PXFKDVGHQXHVWUDVGHPRFUDFLDVFXDQGRVHSROLWL]DQDVXQWRVpWLFRV3HUR
HOSUREOHPDSULQFLSDOQRHVLQVWLWXFLRQDOHVpWLFR(VPHWDSROtWLFRQRSR
lítico. El principal asunto no es de inconsistencia argumentativa, sino de
SHUVXDVLyQHQXQQLYHOPiVSURIXQGRSUHSROtWLFR
Mientras que la lógica de la argumentación tiene alguna importancia,
sirve más bien para exponer antes que para persuadir. Para quien no esté de
acuerdo con la mayoría de los presupuestos del debate, la lógica no juega
ningún papel. Nadie se persuade por la lógica en sí misma. El asunto debe
VHUHQFDUDGRPXFKRDQWHVGHTXHOOHJXHDOQLYHOSROtWLFRGHHODERUDFLyQGH
las decisiones. En síntesis, el establecimiento del orden del día es central,
SXHVHVDKtGRQGHVHGH¿QHQODVFXHVWLRQHV$TXHOORVTXHGH¿QHQHOSUR
blema y lo introducen en el orden del día, generalmente ganan el proceso
político.
¢&yPRVHGH¿QHQORVDVXQWRVFRQFHUQLHQWHVDODFXOWXUDGHODYLGDHQ
HOSURFHVRSROtWLFR"¢&yPRVHLQWURGXFHQHQHORUGHQGHOGtD"¢&yPRKDFHU
que lleguen a ser asuntos políticos?

290
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

Lo que es de máxima importancia para la introducción del aborto y


ODHXWDQDVLDHQODDJHQGDSROtWLFDHVKDFHUYHUTXHHVWRVDVXQWRVQRFRQ
ciernen a la privación de la vida. Si se ven como relativos a la cuestión de
cuándo se puede quitar la vida, requieren un debate fundamentado, pero
más importante aún, crean reacciones fuertes, profundas y negativas en la
mayoría de la gente. La privación de la vida debe ser ignorada. En Noruega
VHHVWiOOHYDQGRDFDERXQGHEDWHTXHLOXVWUDHVWRFRQPHULGLDQDFODULGDG
ODSURSXHVWDGHGDUVHSXOWXUDQRUPDODORVIHWRVDERUWDGRVKDFUHDGRXQGH
bate en el cual los partidarios del aborto están enojados porque la sepultura
otorga “personeidad” al «material abortivo», como lo llaman. Pero el per
sonal médico que trata diariamente con abortos alega que no puede tratar al
©PDWHULDODERUWLYRªFRPRGHVHFKRVKRVSLWDODULRVTXHVHGHVWUX\HQGHPRGR
rutinario, y cree que debería ser enterrado dignamente.
(VWHGHEDWHQRHVSURSLDPHQWHXQGHEDWHSRUTXHQRKD\DFXHUGRVR
EUHORVWpUPLQRV\ORVFRQFHSWRV¢KDEODPRVVREUHVHUHVKXPDQRV"6LOR
KDFHPRVHVWDPRVKDEODQGRGHVHSXOWDUDOPXHUWR6LQRHOGHEDWHDFHUFD
de las sepulturas es absurdo. Más aún, el debate está lleno de irritación y
DFXVDFLRQHVQRKD\HQpODUJXPHQWRVVLQRDWDTXHVHQWUHSDUWLGDULRVGHGRV
versiones de la realidad. Pienso que es necesario concluir que cuando uno
DFHSWDHODERUWR\ODHXWDQDVLDGHEHQHJDUTXHKDJDQUHIHUHQFLDDODSULYD
ción de la vida –nadie acepta esto– y continuar. Necesitamos ocultar esto a
nuestros ojos y a los de los demás construyendo un discurso que esconda
la muerte.
Por ejemplo, con la píldora «abortiva» disponible, el procedimiento es
©PHGLFDOL]DGRª(QHVWDPLVPDOtQHDORVGRFWRUHVVHUH¿HUHQDOIHWRDERU
tado como «producto uterino» o «material abortivo» en sus publicaciones
PpGLFDV(VWRV©SURGXFWRVªVHGHVWUX\HQFRPRRWURVGHVHFKRVHQHOPRGR
KRVSLWDODULRQRUPDOVDOYRTXHVHDXWLOL]DGRSDUDSURSyVLWRVPpGLFRV'HO
mismo modo, la eutanasia se disfraza cuando se dice que consiste en quitar
ODYLGDGHXQPRGRFRQWURODGRVLQGRORU6LVHODSUHVHQWDFRPRHOGHUHFKR
a una muerte digna y sin dolor –como opuesta al trauma y al sufrimien
to– suena como una elección médica atractiva y normal.
En el presente contamos con dos discursos públicos paralelos, que se
excluyen mutuamente. El discurso público sobre los niños perdidos es cre
FLHQWH /DV PXMHUHV TXH KDQ DERUWDGR FXHQWDQ VXV KLVWRULDV VREUH HO KLMR
perdido. Se las dispensa de enfrentarse al aborto y a su propia culpa. Acon
VHMDQDRWUDVTXHQRKDJDQORTXHHOODVKLFLHURQ1RFXOSDQDORVTXHODV
indujeron a abortar; se culpan a sí mismas, pues en su profundo dolor no
EXVFDQDDOJXLHQDTXLHQFXOSDUVLQRVLQFHUDUVHFRQORVKHFKRVÒQLFDPHQ

291
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

te de este modo pueden enfrentarse al dolor que naturalmente sienten por


VXKLMRSHUGLGR1DGLHSXHGHVXIULUODSpUGLGDGH©PDWHULDODERUWLYRª(Q
PXFKRVFDVRVTXL]iHQODPD\RUtDODVPXMHUHVFDVLQRWLHQHQFXOSDWRGDV
las circunstancias de su alrededor contribuyeron al acto, e incluso estaban
en una posición más objetiva para saber mejor de qué se trataba. Si la culpa
tiene que ser atribuida a alguien, «las estructuras del pecado» se llevan la
mayor parte.
3DUDOHODPHQWHDHVWHGLVFXUVRH[LVWHRWURHOTXHFRQWLQ~DKDEODQGRGHO
GHUHFKRDDERUWDU\HQHOFXDOODVSDODEUDV©KLMRªR©EHEpªQXQFDDSDUHFHQ
El acto de matar se oculta tras la terminología médica; los involucrados
nunca son llamados por sus nombres, y resulta lógicamente intolerable que
alguien sugiera que los fetos abortados sean sepultados.
Pero cuando los dos discursos se enfrentan, se produce el escándalo.
©1RKDJDQTXHODVPXMHUHVVHVLHQWDQFXOSDEOHVªGLFHQORVSROtWLFRV\ORV
PpGLFRV©6RQODVPXMHUHVTXLHQHVGHFLGHQªDJUHJDQ©HVVXGHUHFKR\VX
libertad».
¢4XpQRVGLFHWRGRHVWRVREUHODFRPXQLFDFLyQ"4XL]iSDUDVXVRU
presa, creo que éste es un signo positivo. Lo que parece claro es que el
aborto y la eutanasia son intolerables si se los enfrenta y acepta como mo
GRVGHTXLWDUODYLGDKXPDQD(VWHHVSDUWLFXODUPHQWHHOFDVRGHODERUWR
donde uno puede ver al feto con brazos y piernas en el ultrasonido. La
WHFQRORJtDPpGLFDQRGHMDGXGDVVREUHHOKHFKRGHTXHQRH[LVWHQJUDQGHV
diferencias entre las once o trece semanas de gestación y, por tanto, fuerza
el debate sobre el aborto –lentamente, pero de modo seguro– a aceptar esta
UHDOLGDG(VVLQWRPiWLFRTXHHOGHEDWHVREUHHODERUWRVHKD\DYROFDGROHQ
WDPHQWHDDFHSWDUHOGRORUSRUHOKLMRSHUGLGR\DOSUREOHPDGHTXLpQGHEH
decidir sobre algo que nadie quiere; esto es, el triunfalismo del viejo femi
QLVPRGHORVDxRVVHWHQWDVHKDGHVYDQHFLGR$WULEX\RHVWRDORVDYDQFHV
en el conocimiento médico y su disponibilidad por parte de los medios de
comunicación.
El próximo paso en este proceso debe ser una discusión en el plano de
la ética sexual sobre el tema de los embarazos «no queridos». Si el sexo
no fuera trivializado, un embarazo –que siempre puede ocurrir a pesar de
cualquier tipo de método contraceptivo– sería visto como una parte de la
sexualidad en el sentido de que uno contaría con esta posibilidad y estaría
preparado para aceptarla. La restauración de la comprensión de la relación
intrínseca entre sexualidad y procreación no será fácil, pero es indispensable
SDUDUHVWDXUDUHOVHQWLGRGHOYDORU\ODHVWLPDSRUODYLGDKXPDQD

292
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

En el caso de la eutanasia, nos enfrentamos todavía a más Entfrem-


dungHVWRWLHQHTXHYHUFRQODQHJDFLyQJHQHUDOGHODPXHUWHHQQXHVWUD
VRFLHGDG(VWDQHJDFLyQVHGDDWUDYpVGHODPXHUWHPHGLFDOL]DGD\GHOKH
FKRGHGHMDUDOPRULEXQGRHQHOKRVSLWDOHQOXJDUGHHQVXFDVD/DPD\RUtD
GHODJHQWHKR\HQGtDMDPiVVHKDRFXSDGRGHXQPRULEXQGRQXQFDKD
preparado el cuerpo para la sepultura, nunca fue a un velatorio en una casa
QRUPDO\PXFKRVSUREDEOHPHQWHQXQFDYLHURQXQFDGiYHU/DDFHSWDFLyQ
GHODPXHUWHFRPRXQSDVRDRWUDYLGDKDGHVDSDUHFLGRSRUVXSXHVWRFRQ
ODVHFXODUL]DFLyQ\FRQpVWDODDFHSWDFLyQGHOVXIULPLHQWRKXPDQRFRPR
FRUUHGHQWRUGHVGHODSHUVSHFWLYDFULVWLDQD/DPXHUWHVHKDWUDQVIRUPDGR
no solamente en el «último enemigo», como siempre lo fue también en la
&ULVWLDQGDGVLQRTXHKDYHQLGRDVHUHO©~OWLPRHQHPLJRªIUHQWHDOFXDOQR
KD\UHPHGLR(OKRPEUHQRSXHGHKDFHUQDGDIUHQWHDODPXHUWH1RSXH
de ser evitada. Acaecerá. La reacción natural entonces es negarla, y negar
también el sufrimiento. Ni la muerte ni el sufrimiento son aceptables para
la persona secularizada.
La eutanasia parece ofrecer, desde esta perspectiva, una alternativa al
VXIULPLHQWR&RPRODPXHUWHHVLQHYLWDEOHDOPHQRVKDJiPRQRVFDUJRGH
HOOD0iVD~QRIUHFHXQDVDOLGDDOSUREOHPDSUDJPiWLFRGHTXL]iPXFKRV
años de sufrimiento y dolor para los parientes próximos y, como tal, rele
va a uno de la carga del cuidado. Asimismo, elimina lo que nos recuerda
nuestra propia muerte y sufrimiento. En una sociedad con eutanasia, nunca
tendremos que vivir con ancianos y gente que sufre. Nos podemos librar
de ellos.
(VWHWLSRGHVRFLHGDG~QLFDPHQWHDEDUFDJHQWH©~WLOªQRQDFHUiQDGLH
con, por ejemplo, síndrome de Down o serios defectos congénitos, y los
ancianos enfermos también desaparecerán. Este escenario es repulsivo úni
camente si uno mira lo que realmente ocurre en la eutanasia y el aborto, de
otro modo, pienso que a pocos les importará.
Con estos ejemplos llegamos al núcleo del análisis, esto es, a la cues
tión de cómo enfrentar e interiorizar la realidad. Necesitamos ser capaces
GHFRPXQLFDUHIHFWLYDPHQWHORTXHLPSOLFDODGLJQLGDGKXPDQDHVWRHVGH
modo que uno pueda reconocer al otro como Mitmensch –medmenneske–,
el término menos expresivo en inglés es «fellow human beingª XQVHUKX
mano semejante).
/DH[SHULHQFLDGHODKLVWRULDHXURSHDUHFLHQWHQRVHQVHxD¿UPHPHQWH
TXHWRGRV\FDGDXQRVRPRVFDSDFHVGHTXLWDUODYLGD\GHKDFHUORFRQ
devoción y ensañamiento. En Bosnia, por ejemplo, el genocidio se da entre
viejos amigos y vecinos. «Autorizada para matar» desde el gobierno, la

293
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

gente normal lo practica en una escala sin precedentes. Estos dos ejemplos
±ORVJHQRFLGLRVGHMXGtRVEDMR+LWOHU\ORVJHQRFLGLRVGH%RVQLD±FRQ¿U
PDQTXHODQDWXUDOH]DKXPDQDWLHQHXQDFDSDFLGDGWUHPHQGDSDUDUHDOL]DU
el mal y que esta capacidad puede ser activada facilmente. Es más fácil ser
indiferente a tus semejantes que verlos como tus prójimos (Mitmenschen).
Las excepciones son quienes resistieron a la autoridad.
3RUHOORHOGHVDItRUHDOHVGHQXQFLDUODVLWXDFLyQGHRWURVFRPRQXHV
WURVVHPHMDQWHVFXDQGRVRQGH¿QLGRVFRPRGpELOHVHQIHUPRVDQFLDQRV
o enemigos. Aquí los medios de comunicación modernos ofrecen una gran
posibilidad si son bien utilizados.
&RPRGLVFXWtDQWHULRUPHQWHHODUJXPHQWROyJLFRQRHVDKRUDODFODYH
para una difusión efectiva de la cultura de la vida, si es que alguna vez lo
fue. En los medios visuales cuenta la persona entera y no solamente lo que
GLFH3RUHOORSRUXQDSDUWHKD\XQPHQRUpQIDVLVHQXQDDUJXPHQWDFLyQ
FRQVLVWHQWH TXHODPHQWRPXFKRSHURTXHHVXQKHFKR SRURWUDKD\XQD
demanda de personas íntegras, no solamente de argumentos consistentes.
Los medios modernos posibilitan difundir una cultura de la vida de un
modo personal, a través de testimonios particulares. Estamos en una época
HQODFXDOODVFXHVWLRQHVVLJQL¿FDWLYDVVHWUDQVPLWHQFRQHOWHVWLPRQLRQR
por la tradición o la autoridad. Esperamos y evaluamos que los políticos y
las personas públicas realmente vivan lo que predican. Por ejemplo, a mí se
me pregunta frecuentemente cómo puedo ser creyente. No puedo responder
WHyULFDPHQWHVLQRWDQVRORH[LVWHQFLDOPHQWHHVWDHVPLSURSLDH[SHULHQFLD
que es tal y tal. Las explicaciones y la doctrina vienen después, general
PHQWHPXFKRGHVSXpV
De modo similar, la persuasión es posible únicamente cuando el co
municador es creíble/DKDELOLGDGSDUDSHUVXDGLUHOFRUD]yQHVPiVLPSRU
tante que la capacidad para persuadir la mente, como argüí antes. Esto no es
nada nuevo, por supuesto, pero puede ser más importante que antes con los
nuevos medios que invariablemente «retratan» a la persona que comunica,
para bien o para mal. No solamente los medios visuales, sino también la
prensa popular y sensacionalista se centran en la persona del político.
(QVHJXQGROXJDUODSHUVXDVLyQHVSRVLEOH~QLFDPHQWHFXDQGRHOFR
municador es positivo y calmado; no acusador o agresivo. La agresividad
IUHQWHDODVFOtQLFDVDERUWLYDVJHQHUDUHFKD]RQXQFDHQWHQGLPLHQWR3XHGR
entender que uno se enfade en el fragor de la discusión sobre temas claves
como la eutanasia o el aborto, pero en ese momento no persuade a nadie.
5HFXHUGRDXQGLVHUWDQWHHQXQFRQJUHVRFDWyOLFRVREUHODIDPLOLD+DEODED
FRQUHVHQWLPLHQWR\IXULDVREUHODVPXMHUHVTXHDERUWDQ3HQVp©£YHWH\

294
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

cállate viejo, me repugnas!». Tenía todos los argumentos lógicos, –los que
enumeré más arriba–, pero no tenía caridad. La lección es que todo lo que
KDJDPRVGHEHPRVKDFHUORFRQFDULGDGGHRWURPRGRKDEUHPRVSHUGLGRHQ
el sentido más básico.
La cultura de la vida se crea y nutre en los lugares no políticos de
nuestra sociedad, en la familia, los colegios, iglesias y otras asociaciones
civiles. Sobre todo la familia es el lugar donde aprendemos a amar y a res
petar a otros existencialmente. Luego, deberíamos continuar esta educación
KXPDQLVWDHQHOFROHJLR(OUHVSHWRSRUHOGpELOHOHQIHUPRRHOSREUH\OD
solidaridad para con ellos –que implica respeto para la vida enferma y an
ciana también– no es una tesis teórica, sino una condición existencial que
resulta del continuo combate contra el egoísmo que es una fuerza natural
tan poderosa dentro de nosotros mismos.
La conclusión es, naturalmente, que la persuasión del corazón tiene
lugar antes y más allá de la política. Únicamente por medio de una movili
zación de la familia, la educación y las iglesias podremos obtener una con
FLHQFLDVyOLGDVREUHODGLJQLGDGKXPDQDHQWRGRVVXVDVSHFWRV&XDQGROD
HXWDQDVLD\HODERUWRVHGH¿QHQFRPRDVXQWRVSROtWLFRVSDUDVHUGHFLGLGRV
SRUHOYRWRGHODPD\RUtD\DHVGHPDVLDGRWDUGH(VVHJXURTXHKD\TXH
OXFKDUSRUHVWRVDVXQWRV±FRQORVDUJXPHQWRVTXHRIUHFtPiVDUULED±SHUR
ODOXFKDPLVPDHVGHVDJUDGDEOH\HVWDOOHQDGHDJLWDFLyQ(VXQDOXFKDTXH
QRSXHGHJDQDUVHSRUPHGLRGHODSHUVXDVLyQVLQRSRUODOXFKDSROtWLFD
El punto cardinal aquí es que la persuasión real e interna acerca de por
qué el aborto y la eutanasia son erróneos no puede tener lugar en la batalla
SROtWLFD/RVGLVWLQWRVIUHQWHVVHDWULQFKHUDUiQDOOtFRPRFRQVHFXHQFLDGH
que estos temas son vitales, e involucran sentimientos profundos de culpa
e irritación. Por eso, la persuasión sólo es realmente posible antes de que
estos asuntos sean politizados.
La prensa puede y debe ser utilizada para promover una cultura de la
YLGDSRUTXHHVFODURTXHHOPRGRGHSHUVXDVLyQDFWXDOHVHOPHGLRDXGLR
YLVXDOPiVTXHORVOLEURVRODHQVHxDQ]DRUDO&RQVWLWX\HXQGHVDItR³FRQ
quistar” los medios de comunicación en este aspecto, aunque esa conquista
parezca lejana. La estrategia depende del diagnóstico. No existe ninguna
UD]yQSDUDTXHORVPHGLRVQRVHFHQWUHQHQODULTXH]DGHODYLGDKXPDQD
en general, quizá en las familias pobres, o en la belleza de la edad anciana.
/DSHRUUHDFFLyQHVDLVODUVHFRPRFRQVHFXHQFLDGHTXHHOPXQGRVHKD\D
WRUQDGRWDQIHR'HEHPRVWUDEDMDUFRQODVKHUUDPLHQWDVTXHWHQHPRV±HQ
este caso los medios–, pero ser muy claros acerca de los objetivos que que

295
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

UHPRVDOFDQ]DUHVWRHVRWUDYLVLyQGHODSHUVRQDKXPDQDGLIHUHQWHDODTXH
prevalece actualmente.

4. CONCLUSIÓN: CRISTIANDAD Y POLÍTICA

'DGD HVWD FRQFOXVLyQ ±TXH OD SHUVXDVLyQ UHDO VREUH OD YLGD KXPDQD
\ OD GLJQLGDG WLHQH OXJDU HQ HO IRUR SUHSROtWLFR ¢FXiO ±VL DOJXQD± HV OD
UHOHYDQFLDGHOFULVWLDQLVPRHQSROtWLFD"¢'HEHUtDFRQFOXLUVHTXHHVPD\RU
mente irrelevante, dado que no tiene una relación directa con la política
como actividad secular?
+R\HQGtDODWHQGHQFLDHVKDFLDODSULYDWL]DFLyQGHODUHOLJLyQ\OD
creencia. Se puede ser un cristiano del mismo modo en que se puede ser
JRO¿VWDXQKREE\GHODHVIHUDSULYDGD3XHGHVVHUFDVLWRGRVLHPSUHTXH
eso no lleve consigo manifestaciones públicas. Frente a esto, tenemos una
WUDGLFLyQGHGRVPLODxRVGHFULVWLDQLVPRTXHKDPRGHODGR\FUHDGRWDP
ELpQQXHVWUDVLQVWLWXFLRQHVSROtWLFDV\HGXFDWLYDV'HKHFKR¢HQTXpDxR
estamos si no estamos en 1998? Un Estado completamente secular debería
encontrar otro orden de tiempo, así como abolir el Domingo.
(VWDWHQGHQFLDDODSULYDWL]DFLyQVLJQL¿FDTXHXQRFUHDXQDIDOVDGL
cotomía entre lo privado y lo público. En realidad es imposible separar los
elementos cristianos de los no cristianos en nuestra cultura, política y vi
sión del mundo. Por ello, esto es por sí y en sí mismo un argumento a favor
de la relevancia del cristianismo en la esfera pública.
Pero es un argumento débil, y que se está debilitando continuamente.
Mientras la secularización continúe, las normas y las virtudes cristianas son
«leña muerta»; vestigios del pasado que no tienen vida en la gente. Que
FRQVWUX\DPRV QXHVWUD VRFLHGDG VREUH ©QXHVWUD KHUHQFLD FULVWLDQDª FRPR
JHQHUDOPHQWHVHGLFHHQODVKRPLOtDV\DQRVLJQL¿FDQDGD'HEHH[LVWLURWUD
razón para fundar la política en el cristianismo.
+HGLFKRDQWHULRUPHQWHTXHHOKRPEUHHVFDSD]GHGLVFHUQLUORFRUUHF
WRGHORLQFRUUHFWRHOELHQGHOPDO\SRUHQGHODGLJQLGDGLQKHUHQWHDOVHU
KXPDQRSRUVtPLVPRVLQODD\XGDGHODIH(VWHHVHODUJXPHQWRGHODOH\
natural. Dado esto, parecería correcto sostener que la fe es un asunto priva
do y personal, mientras que todo lo que necesitamos en la esfera política es
ODOH\LQVLVWHQFLDHQODOH\QDWXUDO(QHVWDOtQHDHOFULVWLDQLVPRFRQ¿UPDOD
ley natural, pero la ley natural es la base universal para la aceptación políti
ca de la antropología implícita, por ejemplo, en la Declaración Universal.

296
VALORES, POLÍTICA Y SOCIEDAD CIVIL

3RUWDQWR¢H[LVWHDOJXQDMXVWL¿FDFLyQSDUDXQSDUWLGRGHPyFUDWDFULV
WLDQRHQXQDHUDVHFXODUL]DGD"0HDWUHYRDGHFLUTXHVt3UREDEOHPHQWHKR\
H[LVWDPiVUHFKD]RTXHQXQFDDHVWDD¿UPDFLyQVREUHODEDVHGHTXHXQD
VRFLHGDGSOXULUHOLJLRVD\VHFXODUL]DGDQRSXHGHWHQHUXQSDUWLGRSROtWLFR
asentado en la fe. Esto parecería casi antidemocrático e intolerante frente a
otra fe y los no creyentes.
Este argumento se basa en la premisa de que el cristianismo pertenece
a la esfera personal y de que sus normas no deberían, por tanto, penetrar e
LQÀXHQFLDUODVRFLHGDG(VWDYLVLyQUHGXFFLRQLVWD±DFWXDOPHQWHLQÀX\HQWH±
niega la relevancia social de la religión y que la libertad religiosa también
tiene un aspecto social en la libertad de tener escuelas cristianas, iglesias
y asociaciones. Sobre esta base, únicamente los creyentes pueden llamarse
a sí mismos cristianos. Se atiende únicamente el aspecto «personal» de la
creencia, no el aspecto social.
Contra esto está la visión de que las normas y valores son la base de
toda política y de toda elaboración de leyes, y de que se puede y debe dis
tinguir entre el aspecto personal del culto, su aspecto público de servicio
religioso y vida religiosa, y su relevancia social y política. Lo último es lo
que nos concierne.
La privatización de la religión implica que también sus normas sean
privatizadas y carezcan por tanto de relevancia política. El Estado es enton
FHVYDORUDWLYDPHQWH©QHXWUDOª3HURHVWRHV¿FFLyQ±WRGDVODVOH\HVOOHYDQ
consigo implicaciones normativas. Lo que los cristianos dicen es que la
YLVLyQGHOVHUKXPDQRTXHSXHGHGHVFXEULUODOH\QDWXUDOFRLQFLGHFRQODDQ
tropología cristiana, pero que además el cristianismo revela una visión más
FRPSOHWDGHOKRPEUHTXHDTXHOODTXHSRGHPRVFRQRFHUSRUQRVRWURVPLV
PRV1RKD\FRQWUDGLFFLyQHQWUHODSHUVSHFWLYDGHODOH\QDWXUDO±FRPRHVWi
plasmada en la Declaración Universal– y la antropología cristiana, sino que
esta última completa a la primera. Ese conocimiento añadido está basado
en nuestra experiencia y creencia, no es algo que pueda ser comunicado
demostrativamente. Cuando sostenemos la relevancia del cristianismo para
ODSROtWLFDQRLQYDOLGDPRVODUHOHYDQFLDGHODOH\QDWXUDOVLQRTXHOHDGKH
rimos a ésta la dimensión cristiana.
(QFRQFOXVLyQHQHVWHHVWXGLRKHGLVFXWLGRORTXHSDUHFHXQDFRQWUD
GLFFLyQ SULPHUR TXH OD FXOWXUD GH OD YLGD \ XQD DQWURSRORJtD DFHSWDEOH
~QLFDPHQWHSXHGHQVHULQWURGXFLGDVHQXQIRURSUHSROtWLFRHVGHFLUIXHUD
de la política; segundo, que el cristianismo es, sin embargo, relevante para
ODSROtWLFD/DUHVROXFLyQGHHVWHGLOHPDDSDUHQWHHVODVLJXLHQWHODEDWDOOD
en torno a las bases normativas de la política únicamente puede ganarse

297
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

antes de que las cuestiones éticas sean politizadas, pero esta base normativa
GHEHUtDH[WHQGHUVH¿QDOPHQWHDODSROtWLFD(O~OWLPRGHVDItRHVHOGHVDItR
de los partidos. El primer desafío es de los padres, maestros, predicadores,
y otros miembros de la sociedad. Del éxito del primer desafío depende el
éxito del segundo.

298
II. — Categorías Sociales
/$62&,('$'&,9,/</$3523,('$'

Dalmacio NEGRO PAVÓN

²6RFLHGDGHVXQFRQFHSWRUDFLRQDOLVWDUHODFLRQDGRFRQHOFRQWUDF
WXDOLVPRSROtWLFRGHVLJQDHOFRQMXQWRGHLQGLYLGXRVFX\DVDFWLYLGDGHVTXH
dan fuera de la acción directa del Estado, con relación al cual, todos o
XQDSDUWHGHHOORVVRQFLXGDGDQRVWtWXORSXUDPHQWHKRQRUt¿FRFXDQGRHO
(VWDGRGHJHQHUDHQHVWDWLVPR/D6RFLHGDGHVFRPRGHFtD%HUWUDQGGH-R
uvenel, la otra cara de la estatalidad y también pertenece conceptualmente
al moderno modo mecanicista de pensar, que encontró su primera gran
PDQLIHVWDFLyQ\SXQWRGHDSR\RHQHO(VWDGR+DEODQGRHQJHQHUDOSDUDHO
UDFLRQDOLVPRSROtWLFRHOKRPEUHHQOD6RFLHGDGHVXQLQGLYLGXROLEUHHQHO
Estado además puede ser o es un ciudadano1.
(O(VWDGRHVXQDPiTXLQDRLQVWUXPHQWRGHSRGHUXQDVXHUWHGHDXWR
PDWyQUHQDFHQWLVWDFRQFHELGRRULJLQDULDPHQWHVREUHWRGRSRU+REEHVHQ
cuya teología política, de tendencia protestante calvinista, descansa toda
la teoría del Estado2. El Estado es el ámbito moderno de lo público; la

1. No suele destacarse, pero el contractualismo político moderno constituye una consecuencia,


ciertamente, del nominalismo, debiendo no obstante su carácter al protestantismo. Es el origen de la
secularización, al aplicar al mundo político los principios del libre examen, el sacerdocio universal
GHORVFULVWLDQRV\HOFRQFHSWRGH,JOHVLDHQVXYHUVLyQFDOYLQLVWD1RHVFDVXDOTXHIXHVHQ$OWKXVLR
\+REEHVVXVSULPHURVGRFWULQDULRVTXLHQHVWUDVODGDURQHQWHUDPHQWHORS~EOLFRDO(VWDGR³&RQOD
configuración del Estado moderno se rescató el orden político de la interpretación religiosa del mun
do y se secularizó” (C. ROLSHAUSEN, Macht und Herrschaft:HVWIlOLVFKHV'DPSIERRW0QVWHU
1997, 3, p. 24).
2. Vid. D. NEGRO, La tradición liberal y el Estado, Unión Editorial, Madrid, 1995.

301
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Sociedad el de lo privado. En el Estado prevalece el interés público; en la


6RFLHGDGHOSDUWLFXODU6HJ~QODWHRUtDGHO(VWDGRHVWH~OWLPRSDFL¿FDDOD
6RFLHGDGGiQGROHVHJXULGDGSHURKLVWyULFDPHQWHDPERVHVSDFLRVVHRSR
QHQDOPLVPRWLHPSR\HQFLHUWDPDQHUDOXFKDQHQWUHVtDOSHUVHJXLUHO
(VWDGRODVHJXULGDGDEVROXWDWRWDO(QFRQWUDVWHODGLIHUHQFLDHQWUHKRPEUH
libre y ciudadano antes de la aparición y consolidación de la estatalidad era
puramente jurídica, y ambas formas de “interés” se combinaban sin opo
QHUVHXQL¿FiQGRVHEDMRHOFRQFHSWRGH%LHQ&RP~Q3, incompatible con el
modo de pensar mecanicista y la concepción estatal decisionista del orden
que monopoliza lo público. El Bien Común corresponde a un modo de pen
samiento natural, organicista4 y a una visión concreta del orden universal,
TXHOHDWULEX\HXQRULJHQH[WUDKXPDQR QDWXUDORFUHDGR %DMRHO(VWDGR
el orden, determinado por el poder político de cada Estado, adquiere un
carácter particularista. El Estado implica la idea de un orden territorial ce
rrado.

2.— Maquiavelo describió las posibilidades técnicas de conservar un


(VWDGRDSOLFDQGROH\HVKLVWyULFDV0DVSDUWLHQGRGHVXSHQVDPLHQWRFX
\RVLGHDOHVHUDQUHSXEOLFDQRVHOSHQVDPLHQWRSROtWLFRVHKL]RHVWDWDO\VXV
trajo casi inmediatamente al pueblo la titularidad de la soberanía jurídica,
uniéndola a la soberanía política. Esto es notorio en la obra de Bodino, pen
sador de transición entre el mundo medieval, universalista, y el moderno,
SDUWLFXODULVWDHQHOTXHHO(VWDGRFRQFHELGRFLHQWt¿FDPHQWHSRU+REEHV
después del pensador francés, tendió a sustituir paulatinamente a la Iglesia,
custodia del orden creado, como titular de lo público. Bodino construyó su
GRFWULQDGHORUGHQSROtWLFRMXUtGLFRVREUHGRVSRORVODVREHUDQtD\ODSUR
piedad. La primera como lo propio del soberano y, a la postre, del Estado;
la segunda, como lo propio del pueblo, de las familias que lo integran. So
berano y familia, soberanía y propiedad, Estado y pueblo como el conjunto
de grupos, familias e individuos, denominado en adelante la Sociedad, son
polaridades básicas del pensamiento moderno que acabaron resumiéndo
VH HQ HO JUDQ GXDOLVPR (VWDGR6RFLHGDG +REEHV SHQVDGRU QRPLQDOLVWD
aplicando ya la lógica de la ciencia natural a su imaginativa construcción
racional del Estado5, disolvió empero la familia en los individuos y, a partir

3. Cfr. D. NEGRO, M. NOVAK, “El Bien Común en vez del Estado”, Veintiuno, 27 (1995).
4. Para las metáforas mecánica y orgánica W. STARK, The Fundamental Forms of Social
Thought5RXWOHGJH .HJDQ/RQGRQ
 6 %UHXHU KD VHxDODGR UHFLHQWHPHQWH VLJXLHQGR D 0 :HEHU TXH OR FDUDFWHUtVWLFR GH OD
estatalidad no radica en la soberanía sino en el nuevo modo de legitimidadHQVXFDUiFWHUUDFLRQDO

302
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

del siglo XVII, esas polaridades se transformaron paulatinamente en So


berano e individuo, soberanía y propiedad individual, Estado y Sociedad.
(OKREEHVLDQLVPRVHGLIXQGLyHQHOVLJOR;9,,,\DFRPLHQ]RVGHO;,;
coincidiendo con la sustitución de la vieja sociedad por la nueva Sociedad
Industrial.
6LQHPEDUJRSUHVFLQGLHQGRGHRWURVHVFULWRV\SHQVDGRUHV\HVSHFLDO
mente del Ensayo sobre la historia de la sociedad civil de Adam Ferguson6,
el concepto Sociedad Civil tuvo propiamente su origen en Rousseau. Para
5RXVVHDXPX\LQÀXtGRSRUHOSLHWLVPRDOHPiQGHOVLJOR;9,,ODOLEHUWDG
natural individual es un don de Dios, la dimensión ontológica propia del ser
KXPDQR3HURVyORSXHGHVHUHIHFWLYDPHGLDQWHODOLEHUWDGFLYLOHQHOFDVR
GHTXHORVKRPEUHVSXHGDQLQVWLWXLUXQDVRFLHGDGSROtWLFDHQODTXHFRQVHU
ven la soberanía; es decir, si el gobierno es una suerte de autogobierno. O
sea, la libertad ontológica o individual presupone, frente al mecanicismo
KREEHVLDQRTXHORVKRPEUHVFRQVHUYHQODOLEHUWDGGHDFFLyQFROHFWLYDOD
libertad política, como garantía de aquellas libertades, en lugar de entregár
sela a otro soberano; extremismo que conlleva la fusión de la Sociedad y el
Estado, reducido este último al gobierno, y una doctrina de la democracia
como régimen político en el que el gobierno no se transforma en amo o,
por decirlo así, el autogobierno de la nación, titular de la acción colectiva
impulsada por la libertad política; con la decisiva particularidad de que
la nueva idea política de nación de la revolución francesa introdujo en el
mundo político el sentimiento de comunidad que anteriormente se vincu
ODEDDOD,JOHVLDFRPXQLGDGGH¿HOHV\ELHQHVHVSLULWXDOHVFRQVROLGDQGR
HQODSUiFWLFDHOGXDOLVPR(VWDGR6RFLHGDG7. A partir de Rousseau, tendió a
FRQIXQGLUVHGH¿QLWLYDPHQWHODOLEHUWDGRQWROyJLFDFRQODOLEHUWDGSROtWLFD
GHPRGRTXHHOKRPEUHQRHVYHUGDGHUDPHQWHOLEUHVLQRHVFLXGDGDQRFRQ
la consecuencia inesperada de que la ciudadanía como condición absoluta,
puede volverse contra la libertad.

3.— Tales ideas de Rousseau –su concepción totalizante del contra


to en contraste con la concepción mecanicista dominante en la teoría del
(VWDGR 5RXVVHDXQRWXYRXQDWHRUtDGHO(VWDGR ±\GHODUHYROXFLyQIXH

TXHLPSOLFDSRUORPHQRVGRVFRVDVODREHGLHQFLDDXQRUGHQLPSHUVRQDOOHJDOREMHWLYR\TXHHVH
RUGHQHVSRUSULQFLSLRPRGLILFDEOH$PEDVLGHDVVRQQXHYDVPiVD~QVRQWDQLQYHURVtPLOHVTXH
no se puede preguntar con bastante energía por su origen. Der Staat. Entstehung, Typen, Organisa-
tionsstadien5RZRKOW+DPEXUJS
6. Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1974.
7. Vid. D. NEGRO, “Patria, Nación, Estado”, Veintiuno, 37 (1998).

303
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

ron captadas en Alemania quizá mejor que en otros sitios. Allí la libertad
política como expresión de la acción colectiva de la nación, se transformó
en el meollo de la teoría del Estado, en el que, combinando con intención
UHDOLVWD HO PHFDQLFLVPR KREEHVLDQR FRQ HO RUJDQLFLVPR GH 5RXVVHDX VH
SURSHQGLyDYHUHORUJDQLVPRGHODOLEHUWDG/DLGHDGHWRWDOLGDGGHOSHQVD
miento político alemán expresa la síntesis de la multiplicidad mecanicista y
la unidad del organismo. Así, la BürgergesellschaftKHJHOLDQDHVWRGDYtDXQ
WpUPLQRGHODSRODULGDGPHFDQLFLVWDFRQWUDFWXDOLVWD6LQHPEDUJRSDUD+H
gel –polémicamente anticontractualista–, la Familia, concepto organicista
HVWUHFKDPHQWHOLJDGRFRQOD3URSLHGDGFRPRVXDVSHFWRPDWHULDO HUDOD
tesis de la tríada correspondiente a la Eticidad o Civilidad (Sittlichkeit 
Familia, Bürgergesellschaft o Sociedad Civil formada por individuos, y
(VWDGR+HJHOGHDFXHUGRFRQ*RHWKHLQWHQWyUHGXFLUDVtHOPHFDQLFLVPR
PRGHUQRFULWLFDQGRPX\GLUHFWDPHQWHHOGH.DQW\)LFKWHSRUHMHPSORGH
modo que la Sociedad era para él sólo un concepto abstracto, no un uni
versal concreto, orgánico, una comunidad como la Familia y el Estado al
que, tras Espinosa, consideraba incluso una cosa, la totalización concreta,
HVGHFLUSDUWLFXODUFRPRFRVD\XQLYHUVDOFRPRLGHDGHODUHDOLGDGKLVWy
ULFD+HJHOFRQ¿QyHOPHFDQLFLVPRKREEHVLDQRHQOD6RFLHGDG±VRFLHGDG
adquisitiva, materialista, egoista, en la que la concurrencia/competencia
SHUPLWHHPSHURPHMRUDU\SHUIHFFLRQDUOD3URSLHGDGIDPLOLDU±KDFLHQGR
HQFDPELRGHO(VWDGRHORUJDQLVPRGHODOLEHUWDGXQDWRWDOLGDGKLVWyULFD
SRUORTXHHVPRUDOPHQWHVXSHULRUORTXHOHFRQ¿HUHHVSHFt¿FRVGHUHFKRV
frente a aquella.
6X GLVFtSXOR / YRQ 6WHLQ LQÀXLGR SRU OD GLDOpFWLFD GXDOLVWD SURSLD
GHOSHQVDPLHQWRIUDQFpVUHLQWURGXMROD)DPLOLDHQOD6RFLHGDGUHL¿FyHVWD
~OWLPD\UHGXMRODWUtDGDKHJHOLDQDDODGLFRWRPtD6RFLHGDG(VWDGRFRPR
IRUPDVRUJiQLFDVHWHUQDVGHOD(WLFLGDG0DU[SURVLJXLyHOUHGXFFLRQLVPR
WRGRVORVSURFHVRVUHDOHVKLVWyULFRVVHGDQHQHOVHQRGHOD6RFLHGDGHO
Estado, en cambio, no es un ente moral, sino una superestructura mecánica
TXHSUHYDOHFHIDOVDPHQWHVREUHOD6RFLHGDG&LYLODODTXHGRPLQD0DU[VH
SURSXVROLEHUDUOD6RFLHGDGGHO(VWDGR\KDFHUGHHOODORPLVPRTXH5RXV
seau, pero sin la Nación, a la que sustituyó por las clases sociales –una
comunidad de individuos– aunque, en la práctica, el marxismo deriva al
estatismo, al emplear el Estado como instrumento idóneo para conseguirlo.
En realidad, la liberación consiste para Marx, conforme al espíritu cienti
¿FLVWDGHODHVWDWDOLGDGHQHOLPLQDUWRGDVODVLQVWLWXFLRQHVTXHFRQVLGHUD
FRHUFLWLYDVDQWLFRPXQLWDULDVHQSULPHUWpUPLQRODSURSLHGDG'HKHFKR
HOPDU[LVPRDSHVDUGHTXH0DU[YLWXSHUDEDHOKREEHVLDQLVPRFRPRMen-
schfeindlich, recuperó el sentido mecanicista de la Sociedad, al verla como

304
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

una masa de individuos organizados en clases, confundiendo organización


–concepto mecanicista típico el siglo XIX– y “orgánico”, y aún eso en la
medida en que los individuos que las integran llegan a tener conciencia de
clase.
1RHVFDVXDOSXHVTXHHOFRQFHSWR6RFLHGDG&LYLOKD\DYXHOWRDUH
nacer con fuerza justamente al languidecer el marxismo, cuyas sociedades
GHVLQWHJUDGDVSRUHOHVWDWLVPRDGROHFHQH[DFWDPHQWHGHORTXHFRQ¿JXUD
la Sociedad Civil entendida en un sentido amplio, un conjunto de institu
FLRQHVHQWUHHOODVODSURSLHGDGVLQWHWL]DEOHVHQOD¿JXUDGHODDVRFLDFLyQ
FRPROLEHUWDGGHDVRFLDFLyQ (VWRVHSXVRGHPDQL¿HVWRDORODUJRGHORV
DxRVRFKHQWDFDPLQR\DGHVXGHVLQWHJUDFLyQ

³HOPXQGRPDU[LVWDVHFDUDFWHUL]DEDVHKDGLFKR8, por una pérdida casi


total de la fe en su vieja doctrina central, y también por un fuerte y generali
]DGRDQKHORSRUOD6RFLHGDG&LYLO´

La proliferación reciente del uso de la expresión Sociedad Civil en


contraposición al estatismo es, en cierto modo, un tributo al marxismo.
En Francia, donde el apelativo bourgeois tomó el sentido de aludir
al individuo dedicado íntegramente a su propiedad en un plano de rela
ciones económicas distinto al de las de antiquísima sociedad campesina
tradicional, se dió un proceso intelectual paralelo. Saint Simon –una fuente
FRP~QGH6WHLQ\GH0DU[\VHJXUDPHQWHWDPELpQGHO+HJHOPDGXUR±\
$XJXVWR&RPWHOXHJR'XUNKHLPIXHURQDOOtODV¿JXUDVPiVVLJQL¿FDWLYDV
3HURQRKDEODURQGH6RFLHGDG&LYLO±H[SUHVLyQTXHVXJLHUHFRPRFRQWUD
punto la de sociedad política– sino sencillamente de la Sociedad, con una
YLVLyQRQWRORJL]DGRUDGHODPLVPDHO~QLFROXJDUGHODVDFWLYLGDGHVKXPD
nas, viendo al Estado o gobierno solamente como un instrumento de aque
lla para ajustar funcionalmente las vidas individuales al organismo social.

4.— A partir de la revolución de los intelectuales de 1848, la dicoto


PtD(VWDGR6RFLHGDG&LYLOUHFRQYHUWLGDHQDQWtWHVLVFRQVWLWX\HHOUHVRUWH
de la actividad política ideocrática, transformada empero en acción social
que persigue fortalecer lo público, la ciudadanía, a costa de lo privado en
HOVHQWLGRPRGHUQRGHOKRPEUHOLEUHPHGLDQWHHVHDMXVWHIXQFLRQDOFRQHO
¿QGHUHDOL]DULGHDVDFHUFDGHFyPRGHEHVHUOD6RFLHGDGFRQFHELGDFRPR

8. E. GELLNER, Condiciones de la libertad. La sociedad civil y sus rivales, Paidós, Barcelona,


1996, p. 1.

305
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VRFLHGDGGHFLXGDGDQRV(OPLVPR(VWDGRVHIXHWUDQV¿JXUDQGRKDVWDOOH
gar al Estado Total de nuestros días, cuya última intención apunta a superar
GH¿QLWLYDPHQWHODGLV\XQFLyQRSRVLFLyQPHFDQLFLVWDHQWUHORSULYDGR\OR
público, la Sociedad Civil y el Estado9. No por cierto, en la práctica, me
GLDQWHODUHDEVRUFLyQGHHVWH~OWLPRSRUDTXHOODVLQRDOUHYpVHO(VWDGRKD
GHDEVRUEHUDOD6RFLHGDG&LYLOSDUDKDFHUGHWRGRVORVLQGLYLGXRV~QLFD
mente ciudadanos, seres plenamente adaptados a las exigencias sociales10.
'HVGHDTXHOODIHFKDDOPLVPRWLHPSRTXHODQXHYD6RFLHGDG,QGXV
trial, regida por el principio del rendimiento, introducía nuevos modos de
SURSLHGDG\QXHYRVSUREOHPDVWRGDODOXFKDSROtWLFDVHFRQFHQWUDFRPR
SUHGLMR7RFTXHYLOOHHQWRUQRDHVWDLQVWLWXFLyQFRQIRUPHDOFOLVpKDELWXDO
entre la burocracia estatal – clase universal guiada por el interés público
VHJ~Q+HJHO±\HOLQGLYLGXDOLVPREXUJXpVTXHVHDIHUUDDODSURSLHGDGDO
interés privado. Es la famosa –y bastante equívoca– “cuestión social”.

²(O(VWDGRKDEtDFRPHQ]DGRVXDYHQWXUDFRQPHGLRVPX\PRGHV
WRV³los primeros gobiernos modernos se veían obligados a vivir precaria-
mente al día”, escribe P. Kennedy resumiendo la cuestión11(IHFWLYDPHQWH
al comienzo y durante bastante tiempo, las posibilidades del Estado depen
dieron de la propiedad particular de los príncipes, pues todo lo concerniente
a la propiedad dependía de la Sociedad; con el tiempo pasó a depender del
Estado. Inicialmente y en la fase intermedia, al no tener los príncipes más

9. Sobre la evolución de la estatalidad, D. NEGRO, La tradición liberal y el Estado.


10. El concepto Estado Total, aparecido en los años veinte, fue cambiado por el de Estado
Totalitario. No reapareció al desaparecer los Estados denominados así, fundados en la violencia,
FRPR VL KXELHUD GHVDSDUHFLGR HO JpQHUR HO (VWDGR7RWDO OD LQWHQFLyQ GH UHFRQFLOLDU HO (VWDGR \
la Sociedad. Sin embargo, esta denominación se ajusta a la realidad de la mayoría de los Estados
DFWXDOHV5+XQWIRUGUHLYLQGLFySDUD6XHFLDHQXQOLEURPX\VXJHUHQWHHOKRQRUGHVHUHOPRGHOR
RHMHPSORGHOYHUGDGHUR(VWDGR7RWDOWRWDOLWDULRUHDOL]DGRRHQFDPLQRGHUHDOL]DUVHVXDYHPHQWH\
mediante la persuasión; un marxismo centrado en la seguridad económica sin ansias escatológicas
de transformar el mundo entero, sino una sociedad concreta. The new totalitarians, Stein and Day,
1HZ<RUN(VWDREUDFRQVHUYDWRGRVXYDORUHQODPHGLGDHQTXHPXHVWUDODVLGHDV\SURFH
dimientos de la concepción del totalitarismo suave, a lo Tocqueville, basado en el conformismo, que
VHKDQGLIXQGLGRSRVWHULRUPHQWHFRQODD\XGDGHOD³UpYROXWLRQLQWURXYDEOH´GHSRUODVGHPiV
sociedades guiadas por el espíritu del “bienestar”. Del mismo autor posteriormente y sobre el mismo
DVXQWR³5HLFK¶VIULHQGO\IDVFLVP´The American Spectator, Sept. 1983. También, a propósito de
Suecia E. BRODIN³6ZHGHQ¶V:HOIDUH6WDWH$3DUDGLVH/RVW´HQ+)6ENHOLZ (ed.), 7D[DWLRQDQG
Confiscation, The Foundation for Economic Education, ,UYLQJWRQRQ+XGVRQ 1HZ <RUN 
6LQHPEDUJRWUDVODFDtGDGHO0XURGH%HUOLQHO(VWDGRVXHFRSDUHFHVHUXQRGHORVSRFRVTXHKDQ
comenzado seriamente su particular perestroika.
11. Auge y caída de las grandes potencias3OD]D -DQpV%DUFHORQD,,S

306
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

IXHU]DTXHODVX¿FLHQWHSDUDVRPHWHUDORVSRGHUHVIHXGDOHVODHVWDWDOLGDG
FRPRLQVWUXPHQWRGHDTXHOORVIXHELHQYLVWDSRUPXFKDVJHQWHVHVSHFLDO
mente los burgueses, las clases medias, que se aliaron gustosamente a los
príncipes a cambio de seguridad. Pues, como suele acontecer con los pode
UHVHQGHFDGHQFLDORVIHXGDOHVHQYH]GHGDUSURWHFFLyQVHKDEtDQYXHOWR
opresivos, o eran sentidos así por su inadecuación a las nuevas condiciones.
/RVSUtQFLSHVD¿UPDURQODHVWDWDOLGDGJUDFLDVDODSR\RGHODEXUJXHVtDTXH
OHVD\XGy¿QDQFLHUDPHQWHDFRQVROLGDUOD\DFRQ¿JXUDUHO(VWDGRDFDPELR
de protección frente a los poderes indirectos y otras ventajas. En Inglaterra,
SRUHMHPSORHVELHQVDELGRTXHODPRQDUTXtDD¿UPyVXVXSUHPDFtDJUDFLDV
DOD¿UPHFRODERUDFLyQHQWUHOD&RURQD\HO3DUODPHQWRORVCommoners,
lo que contribuyó allí a la mayor seguridad de la propiedad, puesto que la
VXSHULRULGDGGHO3DUODPHQWRFRQVROLGDGDHQODVUHYROXFLRQHVGH\
LPSLGLyDVXYH]TXHOD&RURQDDGLIHUHQFLDGHORTXHRFXUULyHQ
el Continente, progresase por la vía de la estatalidad. En general, la recipro
cidad de las ventajas de la alianza entre príncipes y clases medias facilitó el
monopolio del dinero –de la acuñación de moneda– y la transformación de
las contribuciones o tasas, de carácter voluntario, contractual, en impuestos
permanentes, con los que, dado el carácter predominantemente agrario de
ODHFRQRPtDSHFKDEDQVREUHWRGRORVFDPSHVLQRVTXHVHGLIHUHQFLDURQDVt
de la bourgeoisie(VWDGLIHUHQFLDGHWUDWR¿VFDOKDWHQLGRVLQGXGDPXFKR
que ver con la transformación de la civilización y la cultura europea, de
UDtFHVKRQGDPHQWHFDPSHVLQDV12, en civilización y cultura urbana, burgue
VD(OFUHFLPLHQWRGHODVFLXGDGHVTXHKR\UHVXOWDH[FHVLYRSHURHQHOTXH
tiene el mayor interés el Estado, se relaciona con la tendencia estatal, unida
a las conveniencias de la burguesía, a concentrar todo para manejarlo más
IiFLOPHQWH&RQVWLWX\HXQLPSRUWDQWHIDFWRUDWHQHUHQFXHQWDHOKHFKRGH
TXHORVSUtQFLSHVH[SURSLDUDQHQPXFKRVVLWLRVODVSURSLHGDGHVHFOHVLiVWL
FDVDSURYHFKDQGROD5HIRUPDDORTXHHVWD~OWLPDGHELyHQEXHQDSDUWHVX
éxito, y que, en otros lugares, por ejemplo Inglaterra, con la famosa Ley
GH)UDXGHVVHWHQGLHUDDODOLTXLGDFLyQGHODSHTXHxDSURSLHGDG6LQHP
bargo, como al mismo tiempo que protegían la propiedad la perturbaban
con los gastos estatales –el Presupuesto, problemente el origen y la causa
del “capitalismo”, es otra idea y realidad moderna ligada al monopolio de
lo público y de la política por el Estado– y las bancarrotas a que daban
OXJDUODVOXFKDVHQWUHORV(VWDGRVODEXUJXHVtD\OD6RFLHGDG&LYLOSURV
SHUDURQPiVDOOtGRQGHODVFODVHVPHGLDVIXHURQVX¿FLHQWHPHQWHIXHUWHVH

12. Vid. L. DÍEZ DEL CORRAL, El rapto de Europa. Una interpretación histórica de nuestro
tiempo, Revista de Occidente, 2ª ed., Madrid, 1962, p. V.

307
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

LQGHSHQGLHQWHVGHOJRELHUQRFRPRHQ,QJODWHUUDGRQGHQRKXER(VWDGR
SDUDKDFHUUHVSHWDUODVHJXULGDGMXUtGLFDGHODSURSLHGDG

6.— La propiedad, a pesar de sus variaciones, se siguió considerando


HQODpSRFDPRGHUQDXQGHUHFKRLQGLVFXWLEOHFRQWiQGRVHHQWUHORVGHUH
FKRVQDWXUDOHVWDOFRPRORH[SXVRSRUHMHPSOR/RFNH6HWHQtDXQDFRQ
FLHQFLDPX\YLYDDKRUDFDVLLQFRQFHELEOHDSHVDUGHVXYHUDFLGDGGHTXHOD
propiedad, de la que emana poder social, constituye la mejor barrera contra
los excesos del poder político, a la vez que da independencia y sentimiento
GH ODOLEHUWDGDOLQGLYLGXR\DODIDPLOLD+R\³no tenemos noción de la
tQWLPDFRQH[LyQHQWUHOLEHUWDG\SURSLHGDG´VHODPHQWDED+$UHQGW13. Al
FRQWUDULRGHFtDKDFLD+%HOORF

³ODHVWUHFKD\GLUHFWDLQWHUGHSHQGHQFLDGHODOLEHUWDGRGHODGLJQLGDG
KXPDQD\GHODLQVWLWXFLyQGHODSURSLHGDGSULYDGDHVPHQWDGDFRPRVLOD
SURSLHGDGIXHVHODVDOYDJXDUGLDGHOFDSULFKR´14.

Bodino, el teórico de la soberanía absoluta, pensador político no racio


nalista, consideraba expresamente a la propiedad una limitación natural del
SRGHUSROtWLFRSXHVHQVtPLVPDQRHVVyORXQGHUHFKRfrente a otras per
VRQDV±GHUHFKRSULYDGR±VLQRXQDOLEHUWDG\XQGHUHFKRIUHQWHDO(VWDGR
FRQIRUPHDOGHUHFKRWUDGLFLRQDORCommon-law, de origen social, según la
LGHDGHTXHHO'HUHFKRSHUWHQHFHDOSXHEORVLHQGRSRUWDQWRGLVWLQWRDOHV
WDWDOTXHHQFXDQWRGHUHFKRGHODVREHUDQtDPRGHUQDHVius imperativum.
Su concepción se articulaba sobre aquella polaridad entre la soberanía y la
propiedad, el Estado y la familia –institución inseparable de la propiedad–
como esferas recíprocamente inviolables, teniendo como objeto la primera,
ODVREHUDQtDJDUDQWL]DUODVHJXULGDGGHODVHJXQGD(OPLVPR+REEHVVL
bien pensaba en términos individualistas mecanicistas, imaginó el Estado
para proteger la vida y la seguridad de la propiedad, función esta última
TXHFRQVLGHUyOXHJR/RFNHHQWLHPSRVPiVWUDQTXLORVFRPRODSULQFLSDO

13. “Para el siglo XVIII, igual que para el XVII anteriormente y después el XIX, la función de
las leyes no consistía primordialmente en garantizar un cierto número de libertades, sino en proteger
la propiedad; era la propiedad y no la ley la que garantizaba la propiedad, escribe Arendt. Con ante
rioridad a nuestro siglo, los individuos nunca estuvieron expuestos directamente y sin alguna protec
ción personal a las presiones del Estado o de la sociedad; únicamente cuando surgieron individuos
que eran libres, pero que carecían de propiedad protectora de sus libertades, se sintió la necesidad
de leyes que protegiesen directamente a las personas y su libertad personal, en vez de limitarse a
proteger sus propiedades...” Sobre la revolución, Revista de Occidente, Madrid, 1967, V, p. 192.
14. La restauración de la propiedad, E. Dictio, Buenos Aires, 1979, I, cap. X, p. 45.

308
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

MXVWL¿FDFLyQGHO*RELHUQR3DUD+XPHODVWUHVLQVWLWXFLRQHVHQWRUQRDODV
que se articulaba la vida social civilizada eran el Gobierno, la propiedad y
el rule of law, teniendo como objeto tanto el Gobierno –Government, no
State±FRPRHO'HUHFKRODSURWHFFLyQGHODSURSLHGDGHQWRUQRDODTXH
VH SRODUL]D OD OLEHUWDG VRFLDO R FLYLO \ HQ GH¿QLWLYD OD RUJDQL]DFLyQ GHO
mercado, concepto jurídico, no económico, pues, sin protección legal, sin
XQDPtQLPDVHJXULGDGQRKD\PHUFDGR+HJHOFRQVLGHUDEDODSURSLHGDG
y el contrato, al que está ligada, proyección de la personalidad. En cual
quier caso, el absolutismo de la soberanía moderna, política y jurídica a la
YH]HVWDEDFRQWUDUUHVWDGRSRUHOGHOGHUHFKRGHSURSLHGDG15. A ello debió
su auge la Civil Society en contraposición al Estado, que consideraba su
misión darle seguridad, debiendo en gran parte su éxito y popularidad a su
FDSDFLGDGGHKDFHUORIDYRUHFLHQGRODIRUPDFLyQGHDPSOLRVPHUFDGRV3RU
WRGRHVROD6RFLHGDG&LYLOIXHGHVFULWDVLJQL¿FDWLYDPHQWHFRPRVRFLHGDG
de clases medias en Inglaterra y como sociedad burguesa en Francia16, dado
que las clases medias eran por su importancia lo nuevo en el seno de la
sociedad tradicional.
$XQTXH\DDQWHVGHODUHYROXFLyQIUDQFHVDVHKDEtDDUURJDGRHO(VWDGR
HOFRQWUROGHOGLQHUR±DSDUWHGHEDQFDUURWDVLQÀDFLRQHVLPSXHVWRVHWF±17
mediante la creación de Bancos estatales además de la prerrogativa de la
soberanía de acuñar moneda, si bien tenía razón Tocqueville al decir que
ODUHYROXFLyQQRKL]RPiVTXHSURVHJXLUODREUDFHQWUDOL]DGRUDGHO(VWDGR
Monárquico, todo empezó a cambiar cualitativamente a partir de este mo
PHQWR8QDLGHDFHQWUDOGHODUHYROXFLyQTXHKHQFKLGDGHVHQWLGRPRUDO
veía con la óptica de la volonté générale y la soberanía popular en el Estado
Nacional la fuente de la moralidad, era la de remover los obstáculos a la ac
FLyQS~EOLFDD¿QGHmoralizar la Sociedad18. Se desamortizaron los bienes
del clero, la nobleza y las comunas eliminándolos como poderes indirectos

15. Anteriormente, en la Edad Media, ser soberano jurídicamente era simplemente ser juez.
16. El ethos de las middle class, enemigas del intervencionismo estatal, es distinto al de la
bourgeosie, ligada a la estatalidad.
 6HKDGLFKRFRQPXFKDUD]yQTXHVLQHOSDSHOPRQHGDGHULYDGRGHOPRQRSROLRHVWDWDOGHO
GLQHURODSULPHUDJXHUUDPXQGLDODSHQDVKDEUtDGXUDQGRGRVDxRV\ODVHJXQGDQLVLTXLHUDKXELHVH
SRGLGRHPSH]DU/D$OHPDQLDGH+LWOHUSXGRSHUPLWLUVHOXFKDUFRQWUDJUDQSDUWHGHOPXQGRJUDFLDV
a ese artilugio. Esto contribuyó psicológicamente a difundir la creencia en que la política económica
y social no tiene por qué estar condicionada por el capital disponible. La política dineraria y la infla
FLyQDFDEDQFRQHODKRUUR\ODSURSLHGDGDFRVWXPEUDQGRDODGHSHQGHQFLD
18. Cfr. B. DE-OUVENEL, Los orígenes del Estado Moderno. Historia de las ideas políticas en
el siglo XIX, Magisterio Español, Madrid, 1976. La Moral apareció como rival de la Religión; el
Estado aspiró –y aspira– a sustituir esta última por aquélla.

309
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

al quitarles los medios económicos de resistir a la vez que se obtenían re


cursos para el Estado y, lo que nunca suele decirse expresamente en estos
casos, se crearon intereses adictos al nuevo régimen, precisamente por su
RULJHQLOHJtWLPRVHFUHyFHUFDGHXQPLOOyQGHQXHYRVSURSLHWDULRV19.

7.— Siguiendo el ejemplo francés, en el siglo XIX se extendieron las


desamortizaciones a todas partes. En el siglo XX, dejando aparte las de tipo
EROFKHYLTXHUHDOL]DGDVmanu militariFRQODMXVWL¿FDFLyQLGHROyJLFDGHOD
necesidad de suprimir la propiedad para instaurar la igualdad, se emplean
PHGLRV PiV VXWLOHV 6H ¿QDQFLDQ ODV nomenklaturas y se crean intereses
DGLFWRVPHGLDQWHXQDVXHUWHGHGHVDPRUWL]DFLRQHVLQGLUHFWDVOD³SROtWLFD
económica” de la redistribución combinada con la “política social” favo
rece, con los inmensos recursos del Estado, sin embargo siempre escasos,
ODLQÀDFLyQORVGp¿FLWVSUHVXSXHVWDULRVOD¿VFDOLGDGFRQWLQXDPHQWHHQDX
mento y las nuevas conexiones sociales que producen, la consolidación y
prosperidad de sociedades políticas advenedizas, que, constituidas en torno
al Estado, ocupan el lugar de las viejas sociedades cortesanas del Ancien
Régime, en detrimento de la llamada Sociedad Civil20.
3XHVGHKHFKRODUHGLVWULEXFLyQHVWDWDOHVPHQRVXQDUHGLVWULEXFLyQ
de las rentas del rico a favor del pobre, “que una redistribución del po-
der del individuo a favor del Estado”21; es una redistribución de la propie
GDGSXHVORVLPSXHVWRVODLQÀDFLyQHWFUHFDHQDO¿QDOVREUHODSURSLH
dad, y el Estado deviene con tal pretexto el único propietario sin acudir
D FRQ¿VFDFLRQHV GLUHFWDV (O FUpGLWR FRQWURODGR \ GLULJLGR SRU HO (VWDGR
contribuye a producir el mismo efecto. Pero son, sobre todo, los vigentes
VLVWHPDV ¿VFDOHV OHJLWLPDGRV FRPR PHGLR GH UHGLVWULEXFLyQ GH OD ULTXH
za22 ORV TXH KDQ UHLQWURGXFLGR HQ OD SUiFWLFD OD VHUYLGXPEUH HVWD YH] D
favor del Estado, un amo impersonal, lo que la disimula. Pues no se trata
ya de retribuir al Estado los costes de su protección, sino de que el Estado

19. Vid, B. DE-OUVENEL, Los orígenes del Estado Moderno, VII.


20. Vid HO OLEUR \ DUW FLW GH 5 +XQWIRUG 5HFLHQWHPHQWH XQ FDVR PX\ OODPDWLYR HV HO GH
España. Vid. por todos, aunque son insuficientes, I. DURÁN \ - 'ÍAZ +ERRERA, El despojo de
España, Madrid, 1996 y Pacto de silencio (El saqueo de España II). La herencia socialista que
Aznar oculta, Madrid, 1996.
21. B. DE -OUVENEL, The Ethics of Redistribution, Liberty Press, Indianapolis, 1990, II, p. 72.
 +DEUtDTXHSUHJXQWDUVHVLHVMXVWRTXLWDUOHDDOJXLHQORVX\RSDUDGiUVHORDRWUR+D\HVWDGRV
GHQHFHVLGDG3HURHO(VWDGRFRQVLGHUDTXHWRGRHQWUDGHQWURGHHVWHVXSXHVWRHVWDQJHQHURVRFRQ
ORDMHQRTXHLQFOXVRORVPX\ULFRVWLHQHQGHUHFKRSRUHMHPSORDODVHJXULGDGVRFLDO(QUHDOLGDGVH
WUDWDGHRWUDFRVDGHTXHHO(VWDGRTXHWLHQGHDFRQFHQWUDUWRGRHOSRGHUGHFXDOTXLHUFODVHTXHVHD
VHKDDSRGHUDGRGHWRGR\HVHO~QLFRDPR\VHxRU\DVSLUDDFRQWURODUWRGR

310
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

disponga libremente de las rentas –por supuesto, de acuerdo con ciertos


procedimientos legales determinados por el propio Estado– para aplicarlas
DDTXHOORVDVSHFWRVGHODVRFLHGDGTXHFRQVWLWX\HDKRUDVXSDWULPRQLRTXH
OH SDUHFHQ PiV FRQYHQLHQWHV ±R PiV ³MXVWRV´±$Vt HO OODPDGR GHUHFKR
SULYDGRKDTXHGDGRDPHUFHGGHOD+DFLHQGD3~EOLFDTXHFRQORVDFWXDOHV
VLVWHPDV¿VFDOHV\ODD\XGDGHODLQIRUPiWLFDVHKDFRQYHUWLGRHQYLJLODQWH
SHUPDQHQWH H LPSODFDEOHGH WRGDV ODV DFWLYLGDGHVKXPDQDV KDFLHQGR GHO
(VWDGRXQDXWpQWLFR3DQRSWLFRQHQWRGRDFWRMXUtGLFRGHVGHHOPDWULPRQLR
DXQDGRQDFLyQHQFXDOTXLHUFRQWUDWRRWUDQVDFFLyQKDQGHWHQHUVHPX\
HQFXHQWDODVFRQVHFXHQFLDV¿VFDOHVDGHPiVGHPX\RQHURVDVQRVLHPSUH
claras. Es como si un siervo tuviera que pedir permiso a su amo o mirar
GHUHRMRSRUVLOHHVWiYLHQGRFXDQGRKDFHODPHQRUFRVD(QHVWHFDVRHO
DPR HV HO (VWDGR3DQRSWLFRQ TXH FRQFHGH SHUPLVRV \ HVWDEOHFH UHJODV
FRQWUROHV\SURKLELFLRQHVLPSHUVRQDOHVDEVWUDFWRVTXHGHVRULHQWDQDOLQ
dividuo y paralizan la iniciativa y la innovación, pretendiendo incluso que
ORVFLXGDGDQRVVHYLJLOHQ\FRQWUROHQHQWUHVtORTXHJHQHUDODGHVFRQ¿DQ]D
XQLYHUVDO (V OR TXH HVWi VXFHGLHQGR FRQVWLWX\HQGR DGHPiV HO KHFKR GH
TXHHO(VWDGRVHDHO~QLFRSURSLHWDULRXQLYHUVDOGHSOHQRGHUHFKRXQDGH
las principales causas particulares –seguramente la principal– del carácter
endémico de la corrupción en los Estados actuales, de la de las élites23 y de
su incapacidad para reformarse24&RPRVLVHKXELHVHQWUDVODGDGRDO(VWDGR
todos los defectos y la inmoralidad que las ideologías moralizantes y esta
WLVWDVDFKDFDQDOD6RFLHGDG&LYLO
(O(VWDGRDGHPiVGHVHUKR\XQ³GLRVPRUWDO´VHJ~QOHGH¿QLHUD+RE
EHVKDGHYHQLGRHIHFWLYDPHQWHXQDHVSHFLHGHODGUyQOHJDOOHJLWLPDGRSRU
la concepción positivista de la legalidad; y, puesto que se representa como
la institución más respetable en cuanto supremo ente moral, no es extraño
que su ejemplo imprima carácter a toda la vida social. Por otra parte, a pe
sar de lo que se diga o de las intenciones supuestamente “progresivas” de
los impuestos o del ideal de justicia “social” o de solidaridad que se invoca,
DOVHUHO(VWDGRHOSURSLHWDULRXQLYHUVDOGHKHFKRORVSHFKHURVVRQFRPR
VLHPSUHVHJ~QHQVHxDODKLVWRULDVRFLDOODVFODVHVWUDEDMDGRUDV
La revolución francesa tuvo como causa principal desencadenante la
GHVLJXDOGDG GH WUDWR ¿VFDO SXHV OD EXUJXHVtD WHQtD TXH FRVWHDU GLUHFWD R
indirectamente los gastos del Estado y de la sociedad cortesana sin tener

 &IU&KLASCH, The Revolt of the Elites and the Betrayal of Democracy::1RUWRQ 
&R1HZ<RUN/RQGRQ
24. M. CROZIER y B. TILLIETTE, La crisis de la inteligencia. Ensayo sobre la incapacidad de
las élites para reformarse, INAP/BOE, Madrid, 1996.

311
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VLTXLHUDGHUHFKRDFRQWURODUORVKR\VRQODVFODVHVWUDEDMDGRUDV±ODVDP
plias clases medias– las que tienen que sostener, además de la sociedad
política, los enormes e irracionales dispendios públicos y los grandes ne
JRFLRV(QHVWHVLJORDWUDYpVGHODSROtWLFD¿VFDOLQTXLVLWLYD\DUELWUDULD
HPLQHQWHPHQWHVXEMHWLYD±FRPRVLVHWUDWDVHGHXQGHUHFKRVXEMHWLYRGHO
(VWDGR±\GHXQVLQ¿QGHUHJXODFLRQHVSDUDOHODVFRQ¿QHVVRFLDOHV25, se las
FRQWUROD\GLVXDGHVXDYHPHQWHSHURQRPHQRVFRDFWLYDPHQWHGL¿FXOWDQGR
\KDFLHQGRLQFOXVRSURKLELWLYRHODFFHVRDODSURSLHGDGHVSHFLDOPHQWHOD
productiva, su conservación y su transmisión intervivos y, quizá lo más
grave de todo por sus consecuencias sociológicas y psicológicas, al mo
rir26/DVRFLHGDGSROtWLFDVHDSURYHFKDLQFOXVRGHOD³JOREDOL]DFLyQ´27 o de
las ayudas a los países pobres, a través del Estado y otras organizaciones
públicas y menos públicas, nacionales e internacionales, subvencionadas
con fondos provenientes de impuestos, de las rentas de las masas trabaja
doras, de las clases medias28. La propiedad pequeña y mediana podría ser
XQDDOWHUQDWLYDPX\H¿FD]VX¿FLHQWHPHQWHSURGXFWLYDHQPXFKRVVHQWLGRV
–sobre todo si los gobiernos no privilegiaran a los grandes negocios– y más
justa, al problema de las pensiones, favoreciendo además el empleo, la es
tabilidad familiar y la demografía sin necesidad de ser protegidos y fomen
tados por el Estado –lo mejor sería que, simplemente, se las dejase en paz–.
Sin embargo, es sancionada –o “protegida”– de diversas maneras, que van
desde impuestos disuasorios o excesivos a complejas normas burocráticas,
SDVDQGRSRUD\XGDV\EHQH¿FLRVGHVLQWHJUDGRUHVGHODIDPLOLDDODTXHVH
WUDWDQRVyORGHKHFKRVLQRIRUPDOPHQWHGHGHUHFKRSHRUTXHDODHP
SUHVDSXHVD¿QGHFXHQWDVDO(VWDGRVyOROHLQWHUHVDODSURGXFFLyQ(Q
FRQWUDVWHHO(VWDGRHQSDUWHSRUODPDQtDGHOJLJDQWLVPRGHQXQFLDGDKDFH
PXFKRDxRVSRU:5|SNHIDYRUHFHODJUDQSURSLHGDG±ORVJUDQGHVQHJR
FLRV\FRQFHQWUDFLRQHV¿QDQFLHUDVHFRQyPLFDVHLQGXVWULDOHV±YLQFXODGDD
la sociedad política por su “interés social”; en parte, conforme a la doctrina
del mecanicismo estatal, porque resulta más fácil manejar la sociedad ente

 &IU5+UNTFORD, op. cit., IX.


26. Cfr. B. DE-OUVENEL, The Ethics of Redistribution, II, p. 59.
27. Las nomenclaturas –las sociedades “políticas” estatales– explotan demagógicamente inclu
VROD³VROLGDULGDG´EHQHILFLiQGRVHGHODVVXEYHQFLRQHVD\XGDVKXPDQLWDULDVFUpGLWRVDOGHVDUUROOR
etc. que otorgan generosamente los gobiernos y aplauden los súbditos, inconscientes de ser los que
pagan las dádivas, los dispendios y los beneficios del gobierno.
28. Sobre esto, que ya es un tópico, vid. recientemente, en relación con Estados Unidos, donde el
H[SROLRHVPXFKRPHQRU\PHQRVGHVFDUDGRTXHHQ(XURSD-0F.AY7KH:HOIDUH6WDWHNo Mercy
For The Middle Class/LEHUW\%RRNV/RVÈQJHOHV:+&HAMBERLIN³7KH6TXHH]HRQWKH
0LGGOH&ODVV´+)6ENHOLZ, 7D[DWLRQDQG&RQILVFDWLRQ.

312
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

ra desde el centro a través de un número limitado de grandes propiedades,


empresas o negocios; en parte, por los efectos de la preferencia otorgada
al crédito –al que lógicamente acceden en mejores condiciones y más fá
FLOPHQWHORVPiVSRGHURVRVHLQÀX\HQWHV±VREUHHODKRUURHQSDUWHSRUOD
mayor facilidad de conexión de aquellos con el poder29; etc.

8.— Al Estado apenas le importa ya la “microeconomía”, la econo


mía de las familias y las empresas naturales, espontáneas. En realidad, la
concepción estatista predominante, consecuente con la lógica radicalmen
te individualista del Estado, no sólo castiga económicamente a la familia
DSHVDUGHSURWHFFLRQHV¿FWLFLDVVLQRTXHHPSLH]DDIDYRUHFHUGHFLGLGD
PHQWHVXGLVROXFLyQSRUHMHPSOROHJDOL]DQGRGHWHUPLQDGDVIRUPDVDQWL
naturales de unión. Al estatismo y a las clases dirigentes únicamente les
LQWHUHVDQORVUHVXOWDGRV³PDFURHFRQyPLFRV´(VIUHFXHQWHTXHOD³PDFUR
HFRQRPtD´YD\DELHQ\OD³PLFURHFRQRPtD´VHDXQGHVDVWUHGHVHPSOHR
IDOWDGHDKRUUR±VyORSXHGHDKRUUDUTXLHQTXLHUDHOJRELHUQR\GHODPDQHUD
TXHHOTXLHUDVLHVTXHORSHUPLWH±FRQWUROHV\¿VFDOL]DFLRQHVTXHDFUHFHQ
ODVQDWXUDOHVLQFHUWLGXPEUHVGHODYLGDGHVPRUDOL]DFLyQHWF$OKDEHUVH
KHFKRQRUPDOTXHGHSHQGDdirectamente de los Estados aproximadamente
el cincuenta por ciento de la renta nacional y que el cincuenta por ciento
o más de los ciudadanos–administrados obtengan sus ingresos del Esta
GR\HQWLGDGHVS~EOLFDVEDMRHVDSUHVLyQODPLVPDFLHQFLDHFRQyPLFDKD
devenido, dando la razón a Saint Simon o Marx, la verdadera ciencia del
Estado –en realidad la ideología estatista que dirige la ratio status–, pues
RULHQWDODSROtWLFDHFRQyPLFD\VRFLDO/DFLHQFLDHFRQyPLFDKDGHMDGRGH
ser ciencia del oikos o siquiera de la empresa para dedicarse al Estado30,
empresa de empresas. Es sobre todo macroeconomía$KRUDELHQVLHO¿Q
de lo Político, una de cuyas formas es el Estado, consiste en dar seguridad y
el de la Política el de combinar la mayor libertad posible con la seguridad,
pero la política económica y social es prácticamente la única política, en
estas circunstancias es lógico que lo que más le preocupe al ciudadano me

29. Por ejemplo las escandalosas “fusiones” de grandes empresas y sociedades a las que el Estado
–o los poderes públicos correspondientes– condonan los impuestos –otras veces las subvencionan–
aduciendo su superior interés social. Es frecuente que como muestra de la “liberalidad” fiscal se infor
PHGHTXHVHKDDFHSWDGRFRPRPHGLRGHSDJRGHLPSXHVWRVFXDGURVXREMHWRVGHDUWHXRWURVELHQHV
(VRSUXHEDHOFDUiFWHUDUELWUDULR\VXEMHWLYRGHORV³GHUHFKRVILVFDOHV´DXWpQWLFDVUHJDOtDVGHO(VWDGR
y la capacidad negociadora de los grandes frente a la administración y evidencia la sumisión de los
demás, incapaces de negociar en defensa de lo suyo. Es una forma de corrupción legal.
30. Vid-)REUND, L’essence de l’économique, Presses Universitaires de Strasbourg, 1993, Cfr.
5+UNTFORD, op. cit.

313
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

dio sean las decisiones económicas públicas, no las libertades. No ve, ni le


LQWHUHVDSXHVWRTXHQRSXHGHKDFHUQDGDSDUDHYLWDUORTXH³la abolición de
la propiedad privada comporta la abolición de la libertad”31 y la muerte de
la Sociedad Civil, entre las que ya no ve la relación, resultando asimismo
más cómodo obtener ingresos de algún amo, por ejemplo del Estado, que
de la propiedad particular.
6LQHPEDUJRFRQVWLWX\HXQKHFKRLQTXLHWDQWHTXHGHVGHHOSXQWRGH
YLVWDHFRQyPLFRHO(VWDGR3DQRSWLFRQGH%LHQHVWDUTXHLJXDODSRUDEDMR
fomentando en todo la mayor mediocridad, está produciendo un enorme
GLVWDQFLDPLHQWRHQWUHXQDFODVHUHGXFLGDFDGDYH]PiVULFDHLQÀX\HQWH
con una amplia clientela en la sociedad política, y las restantes clases32. El
(VWDGRGH%LHQHVWDUKDGHVDUUROODGRVLVWHPDV¿VFDOHVTXHWUDQVIRUPDQOD
OXFKDGHFODVHVHQOXFKDSRUODVUHQWDVGHO(VWDGRHQOXFKDSRUORVLPSXHV
tos, que son las rentas –no ciertamente ganadas sino expropiadas– de la es
tatalidad. La justicia del Estado de Bienestar no consiste en dar a cada uno
lo suyo, sino en repartir lo que le parece al gobierno y a quien le conviene.
<WRGRHVWRGHVWUX\HDODODUJDHOWHMLGRVRFLDOPiVH¿FD]PHQWHHQFXDQWR
FUHDKiELWRVFRVWXPEUHVXVRV\WUDGLFLRQHV33, que las expropiaciones bol
FKHYLTXHVHQODVTXHVRQSDWHQWHVGHLQPHGLDWRODYLROHQFLDODLQH¿FDFLD
\ OD LQMXVWLFLD 1R HV QDGD UDUR RtU D PXFKDV JHQWHV QRUPDOHV UHSHWLU HO
argumento de que el Estado sabe mejor que los súbditos como emplear los
UHFXUVRV6LQODPHQRUGXGDHVWDDFWLWXGFRQIRUPLVWDKHUHGDGDGHLGHROR
gías colectivistas periclitadas, que acepta como natural la dependencia del
(VWDGR\HQGH¿QLWLYDHOFRUSRUDWLYLVPRHVWDWDO34FRQVWLWX\HKR\HOJUDQ
problema de Europa35.
Mas, a pesar de todo, es indiscutible que “la libertad es una propie-
dad y la propiedad una libertad”36, por lo que el grado de sometimiento

 +%ELLOC, La restauración de la propiedad, loc. cit.


32. Vid. un resúmen en L. C. THUROW, El futuro del capitalismo. Cómo la economía de hoy
determina el mundo del mañana-9HUJDUD%XHQRV$LUHV
33. Incluso intencionadamente como parte de la política económica según la descripción de
+XQWIRUGWHQGLHQWHDGLIXQGLUHOFRQIRUPLVPR
 &IU5+UNTFORD, op. cit., IV. VidWDPELpQSDUDWRGRHVWRHOSURQyVWLFRGH+%HOORFHQ
su libro de 1913, centrado en torno a la propiedad, The Servile State, Liberty Classics, Indianapolis,
1977, Introducción de R. Nisbet.
35. Vid. por otros, sobre la decadente situación de Alemania, paradigma del Estado de Bienestar
opulento del que depende el porvenir de la Unión Europea, A. BARING, Scheitert Deutschland?,
Abschied von unseren Wunschwelten.QDXU0QFKHQ
 -09ARAUT, Le droit au droit. Pour un libéralisme institutionnel, Puf, París, 1986, 5,
p. 166.

314
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

de la propiedad al Estado permite medir en qué medida el citoyen no es


YHUGDGHURFLXGDGDQRVLVHUFLXGDGDQRSUHVXSRQHODFRQGLFLyQGHKRPEUH
libre. El difundido odio al “burgués” es el odio a la propiedad –sobre todo,
en la práctica, a la ajena– y, sin embargo, la burguesía o las clases medias,
KDQVLGRKDVWDDKRUD\VLJXHQVLpQGRORDSHVDUGHVXVGHIHFWRV\GHWRGDV
las trabas ideológicas y estatales, el elemento fundamental del progreso
PDWHULDOHLQFOXVRGHOPRUDO/DGHVWUXFFLyQGHOGHUHFKRGHSURSLHGDG\
ODGHELOLGDGSROtWLFDGHODVFODVHVPHGLDVREOLJDGDVDGHSHQGHUGHODEXUR
cracia, son, dígase lo que se quiera, la mayor amenaza a la libertad y a la
GHPRFUDFLDFX\RSULQFLSLRHVSRUFLHUWRFRPRHQXQFLy3ODWyQKDFHGRV
mil quinientos años, la libertad política, no la igualdad como difunde cons
tantemente la demagógica propaganda estatista.

9.— La propiedad constituye la condición fundamental de la Sociedad


Civil, si es que esta última consiste, de acuerdo, por ejemplo, con E. Ge
llner, en “ODFRQVWLWXFLyQGHYtQFXORVH¿FDFHVSHURÀH[LEOHVHVSHFt¿FRVH
instrumentales”, que presuponen algo así como la transición del status al
contrato37$GHPiVSROtWLFDPHQWH$ULVWyWHOHVKDEtDH[SOLFDGR\DPX\FOD
ramente que si verdaderamente se quiere la democracia, esta forma de régi
men, puesto que su principio es la libertad política, sólo es posible si existe
XQDDPSOLDFODVHPHGLDGHSURSLHWDULRVFDSD]GHHTXLOLEUDUORVH[WUHPRV<
también en el mundo moderno, la existencia de la Sociedad Civil y, desde
luego, de la democracia, dependen del vigor y el grado de independencia
de las clases medias. En contra de ideas muy extendidas, “políticamente
FRUUHFWDV´ODOXFKDSRUODGHPRFUDFLDLQFOX\HGHPRGRSULQFLSDOODOXFKD
SRUHOGHUHFKRXQLYHUVDODODSURSLHGDG \DOWUDEDMR OLEUHHLQGHSHQGLHQWH
GHOSRGHUSROtWLFR'HFtDPX\H[SUHVLYDPHQWH+%HOORFTXH

“regular la producción de la riqueza equivale a controlar la misma vida


KXPDQD1HJDUOHDOKRPEUHODRSRUWXQLGDGGHSURGXFLUULTXH]DHTXLYDOHD
negarle la oportunidad de vivir; de modo que, en general, la forma en que la
producción de riqueza es permitida por la ley constituye la única forma en
que los ciudadanos pueden existir legalmente”38.

/D FULVLV DFWXDO GH OD GHPRFUDFLD ±HQ GH¿QLWLYD OD IDOWD GH OLEHUWDG
política con la consiguiente incapacidad del ciudadano de controlar al Es
WDGRSXHVDOFRQWUDULRHVWi¿UPHPHQWHFRQWURODGRSRUHODXQTXHVHDGH

37. Condiciones de la libertad, 12, p. 99.


38. The Servile State..., I, p. 46.

315
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

manera invisible– y su creciente desprestigio, van unidas, por una parte, a


la decadencia material de la propiedad, ciertamente más condicionada y so
PHWLGDSRUODDUELWUDULDODOHJLVODFLyQ¿VFDOTXHSRUHOPHUFDGR\SRURWUD
a la pérdida de su sentido moral y político y la consiguiente disminución
de los sentimientos de responsabilidad y de libertad, que, en realidad, son
XQRVyOR(VOyJLFRTXHHQODVFRQGLFLRQHVDFWXDOHVODJHQWHSUH¿HUDTXHHO
Estado le asegure su vida a enfrentarse con el.

10.— El origen concreto de la crisis de la propiedad y de la Sociedad


Civil, dejando aparte las tendencias naturales del poder y las ambiciones,
HVWiHQODFRQFHSFLyQGHO(VWDGR\GHO'HUHFKRRPiVELHQGHODOH\TXH
VDOLyGHOD*UDQ5HYROXFLyQFX\RFLFORKLVWyULFRKDVLGRFODXVXUDGRSRUOD
perestroika. Los críticos de la burguesía, del capitalismo, etc., suelen decir
que la revolución radicalizó y consagró la propiedad burguesa. Tal idea,
XQDYHUGDGFLUFXQVWDQFLDOPX\SDUFLDOVHKDKHFKRWySLFDFLWiQGRVHDEXQ
GDQWHPHQWHFRPRSUXHEDHO&yGLJR&LYLOGH1DSROHyQ6HD¿UPDTXHUH
produce el concepto romano de propiedad, el famoso ius utendi, fruendi et
abutendi, que, al parecer, no se encuentra en los textos romanos y, en todo
caso, tendría un sentido bastante distinto39. Sin embargo no es así. Por una
parte, la revolución siguió en esto, como en casi todo, la tendencia regalista
del despotismo ilustrado del ancien régime del siglo XVIII, expresión del
despotismo administrativo según demostró Tocqueville. Aunque los philo-
sophesDPLJRVGHORVGpVSRWDVLOXVWUDGRVKDEODEDQGHODIHOLFLGDGFRPR
¿QLGHDOGHOEXHQJRELHUQRHOGHVSRWLVPRLOXVWUDGRSHQVDEDTXHXQDVRFLH
dad rica fortalecería el poder del Estado40. Por otra, conforme a la lógica de
la estatalidad, cuya naturaleza le impulsa a monopolizar todo, la lógica de
la dominación de la revolución abrió el camino a la monopolización de la
SURSLHGDGSRUHO(VWDGROLPLWiQGRVHORVEROFKHYLTXHV\VXVDGPLUDGRUHV
a sacar la consecuencia más extremada en la forma41'HKHFKRDSDUWLU
GH  OD OXFKD SROtWLFDVRFLDO QR VH SODQWHy HQ HO VHQWLGR GH GLIXQGLU

39. La expresión es moderna. Para los romanos proprietas no era el atributo de una persona,
VLQRGHXQDFRVD/DFRQFHSFLyQPRGHUQDHVODGHXQGHUHFKRVXEMHWLYRVid. M. VILLEY, Critique de
la pensée juridique moderne (douze autres essais), Dalloz, París, 1976, IX.
40. Vid. F. MEINECKE, La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna, Instituto de Estudios
Políticos, Madrid, 1959.
41. La acusación contra el liberalismo de ser el antecedente del socialismo y del comunismo es
FRUUHFWDHQHVWHVHQWLGR1RREVWDQWHKD\TXHGLVWLQJXLUODWUDGLFLyQOLEHUDOKREEHVLDQDHVWDWLVWD\OD
tradición aristotélica de la política. Del liberalismo estatista proceden, ciertamente, aquellos. Sobre
la tradición liberal estatista y la tradición política de Occidente, que es la propiamente liberal, D.
NEGRO, La tradición liberal y el Estado. Sobre el liberalismo de Aristóteles, p. e., D. B. RASMUSSEN

316
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

la propiedad –como pedía aún la muy olvidada encíclica Quadragesimus


annus– sino en cómo podría controlar el Estado la propiedad para devenir
DPR\VHxRUGHWRGDVODVUHQWDVD¿QGHGLVWULEXLUODVDVXDQWRMRQDWXUDO
PHQWHFRQ¿QHVDOWUXtVWDV'HKHFKRHQDGHODQWHVHH[WHQGLy³la gran som-
bra legislativa procedente del Estado” sobre las concepciones vigentes de
la propiedad”42.
En efecto. La Declaración de derechos francesa de 1789 consideraba
ODSURSLHGDGXQGHUHFKRQDWXUDOLQYLRODEOH\VDJUDGRHVGHFLULQKHUHQWHD
ODFRQGLFLyQGHKRPEUH(O¿VLyFUDWD0HUFLHUGHOD5LYLqUHUHFRUGyWRGDYtD
en la Asamblea que “la propiedad es la medida de la libertad” y el abate
Sièyes escribió que la misma libertad es una propiedad sobre uno mismo.
3HUR5RXVVHDXKDEtDGLFKRFRQEDVWDQWHOyJLFDGHVGHHOSXQWRGHYLVWDGH
la ratio status, que como el Estado nace del pacto,

“tratándose de sus miembros, es dueño de sus bienes por el contrato


VRFLDOHOFXDOVLUYHGHEDVHDWRGRVORVGHUHFKRV´43.

<5REHVSLHUUHLQVSLUDGRSRUHOFLXGDGDQRGH*LQHEUDGH¿QLyUHFHOR
samente la propiedad como

³HOGHUHFKRTXHWLHQHWRGRFLXGDGDQRDJR]DU\GLVIUXWDUGHODSDUWHGH
los bienes que le garantiza la ley”44.

Es decir, depende de la ley. La propiedad, institución básica de la So


FLHGDGHQWRUQRDODTXHVHFRQ¿JXUDHVWD~OWLPDHPSH]yDDSDUHFHUFRPR
“propiedad social”, en el sentido de que cumple una función en la sociedad.
La fórmula posterior de L. Duguit (1905) “la función social de la propie
dad”, se repitió en lo sucesivo continuamente a la vez que se divulgaba el
ideal de Comte de que todo ciudadano debe ser una especie de funcionario,
incluso en su actividad privada. En virtud de la doctrina contractualista, la
SURSLHGDGGHSHQGHSXHVFRPRWRGRVORVGHUHFKRVHVGHFLUODVOLEHUWDGHV
que reconoce el Estado, de la voluntad del legislador. Puesto que el mismo

DQG'-'EN UYL, Liberty and Nature. An Aristotelian Defense of Liberal Order, Open Court, La
Salle, Illinois, 1991.
 -&ARBONNIER, )OH[LEOHGURLW3RXUXQHVRFLRORJLHGXGURLWVDQVULJXHXU, Librairie géné
rale de droit et jurisprudence, París, 1988, XVIII, p. 239.
43. El contrato social o Principios de derecho político , ,; /D OHJLWLPDFLyQ GHO LQWHUYHQ
cionismo estatal descansa en la concepción contractualista mecanicista de la Sociedad y el Estado.
8QHMHPSORPX\FODURHVODREUDGH-5DZOVWDQGLIXQGLGD\HORJLDGD TXL]iSRUVHUWDQDEVWUXVD 
44. Discurso de 24 de abril de 1793, “Sobre la propiedad”.

317
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

concepto de Estado según el contractualismo, presupone que las libertades


QRVRQSUHYLDVDO'HUHFKRVLQRTXHQDFHQFRQHOGHUHFKRHVWDWDOHO(VWDGR
SXHGHGHOLPLWDUHOGHUHFKRGHSURSLHGDGFRPROHSDUH]FDLQFOX\HQGROD
posibilidad de poner en cuestión la propiedad adquirida y el modo de acce
der a ella en lo sucesivo45.
El famoso artículo 544 del Code Napoleón, tomado como ejemplo –
FRSLDGR±SRUPXFKDVOHJLVODFLRQHVSUHVHQWDHOGHUHFKRGHSURSLHGDGFRPR
GHUHFKRVXMHWLYRDEVWUDFWRDWULEXWRGHODSHUVRQD3DUHFHSXHVTXHHQ
SULQFLSLRQRWLHQHVXRULJHQHQODOH\\DTXHODGH¿QHFRPR³HOGHUHFKRGH
gozar y disponer de las cosas de la manera más absoluta”. Pero el ejercicio
GHOGHUHFKRTXHGDDPHUFHGGHODOH\DODxDGLU³VLHPSUHTXHQRVHKDJD
GHHOODVXQXVRSURKLELGRSRUODVOH\HV\ORVUHJODPHQWRV´(ODUWtFXOR
del Código Civil español, posterior casi en un siglo al Code, es aún más
FODUR'HVSXpVGHD¿UPDUUXWLQDULDPHQWHTXHODSURSLHGDGHVHO³GHUHFKR
de gozar y disponer de una cosa”, matiza que “sin más limitaciones que las
HVWDEOHFLGDVHQODVOH\HV´\SDUDTXHQRKD\DGXGDHODUWtFXORVLJXLHQWHOL
PLWDHVSHFt¿FDPHQWHHOGHUHFKR³SRUFDXVDMXVWL¿FDGDGHXWLOLGDGS~EOLFD´
Pero, ¿qué es la utilidad pública?

11.— Sensibles los legisladores, con frecuencia demagogos, o aún


SHRUKXPDQLWDULVWDVDODGLYXOJDGtVLPDIUDVHGH3URXGKRQ³ODSURSLHGDG
es un robo”46ODVSURKLELFLRQHVORVUHJODPHQWRV\ODXWLOLGDGS~EOLFDSXH
GHQWHQHUXQDOFDQFHLQGH¿QLGR\XQDH[WHQVLyQLOLPLWDGDKDVWDMXVWL¿FDU
la expropiación por simple iniciativa administrativa, como en la Suecia
socialdemócrata imitada en mayor o menor medida en otros lugares. El

45. Vid SDUD WRGR HVWR - &ARBONNIER, )OH[LEOH GURLW ;9,,,;,; -0 9ARAUT, Le droit
au droit, 5, pp. 163 ss. El concepto moderno de propiedad proviene al parecer de una oscura que
UHOODWHROyJLFDVREUHODSREUH]DDSRVWyOLFD+/EPAGE, Por qué la propiedad, Instituto de Estudios
Económicos, Madrid, 1986, II, p. 59 ss.
 015RWKEDUGUHWUXHFDD3URXGKRQQLHJDTXHHO(VWDGR³SXHGDSRVHHUQLQJ~QGHUHFKR
MXVWR GH SURSLHGDG´ GHVGH HO SXQWR GH YLVWD GH OD MXVWLFLD \ OD PRUDOLGDG 6HJ~Q 5RWKEDUG PiV
anarquista que el anarcosocialista francés, la causa estriba en que el Estado “es una organización
criminal, cuyas rentas e ingresos proceden de impuestos delictivos”, pues el Estado es “la vasta
maquinaria de la delincuencia y de la agresión institucionalizadas”. La ética de la libertad, Unión
(GLWRULDO0DGULG;;,,S(OMXLFLRGH5RWKEDUGSXHGHSDUHFHUPX\GXUR\H[FHVLYR
3HUR¢WLHQHGHUHFKRHO(VWDGRDLPSRQHULPSXHVWRV"(OLPSXHVWR±ORTXHVHLPSRQH±HVXQDFWRGH
soberanía. ¿Se justifica la soberanía estatal? Son cuestiones que no se pueden responder aquí. Baste
recordar la diferencia entre contribuciones e impuestos, que la revolución norteamericana, y casi
WRGDVKDQVLGRFRQWUDORVLPSXHVWRVHWF(OSUREOHPDOOHYDDOGHODUHSUHVHQWDFLyQHQHO(VWDGRGH
Partidos, ¿existe auténtica representación? Etc. El impuesto es un tema central de la teoría política
\GHO(VWDGR6LQHOLPSXHVWRUHFRUGDED6FKXPSHWHUQRH[LVWLUtDHO(VWDGR

318
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

GHUHFKR GH SURSLHGDG VH KD VXERUGLQDGR D OD LGHD GH LQWHUpV JHQHUDO OD
“utilidad pública”), tópico de la ideología estatista puesto en circulación
a mediados del siglo XVII junto a la idea de nación algo más tarde, que
empezó a desplegar toda su fuerza en la revolución francesa. La propiedad
GHMy GH VHU VLPSOHPHQWH XQ GHUHFKR TXH VH FRQ¿UPD ±XQD OLEHUWDG TXH
VH FRQ¿UPD FRPR GHUHFKR SDUD JDUDQWL]DUOD± SDVDQGR D VHU XQ GHUHFKR
dependiente de la ley, o sea, de la voluntad del legislador, igual que tantos
RWURVHV GHFLUVHWUDQV¿ULyPiVRPHQRVVXWLOPHQWHVHJ~QORVFDVRVGH
ODHVIHUDGHOGHUHFKRWUDGLFLRQDORFRP~QGHOGHUHFKR³SULYDGR´DODGHO
GHUHFKRHVWDWDOR³S~EOLFR´
En la práctica, la propiedad, condicionada por la legislación, sobre
WRGROD¿VFDOHVKR\FRPRSHGtD&RPWHXQDIRUPDGHDGPLQLVWUDUSULYD
GDPHQWHXQDIXQFLyQS~EOLFDGHODTXHQDWXUDOPHQWHKD\TXHUHQGLUFXHQ
WDVDO¿VFR\SRUVXSXHVWRDODYLJLODQWH³FRQFLHQFLDVRFLDO´QXWULGDSRUOD
envidia, el resentimiento y la demagogia en nombre de la libertad, de los
innumerables advenedizos, arbitristas, orates y analfabetos políticos liber
WLFLGDVTXHDSURYHFKiQGRVHGHODLJXDOGDGGHPRFUiWLFD\FRQHOSUHWH[WR
de “profundizarla”, inundan la vida pública47.
(OLQWHUpVJHQHUDOVHFXODUL]DFLyQRHVWDWL¿FDFLyQGHODYLHMDLGHDGHO
Bien Común48, concilia en sentido nominalista los intereses colectivos, in
manentes a los intereses particulares, y el interés público. Representado
por el Estado, los trasciende utópicamente49&RPRGHFtD+HJHOHQODFilo-
sofía del Derecho (§ 260 y otros), el Estado es la actualización del interés
JHQHUDO ,QWHUpV FRKHUHQWH FRQ OD PRQRSROL]DFLyQ HVWDWDO GH OD SROtWLFD
que sustituye al Bien Común. Este último no contemplaba la distinción
entre interés público e interés privado, que rompe la visión universalista de
la vida social. Pero desde del punto de vista estatal, sin interés general se
dislocaría la sociedad; y sin intereses particulares carecería de consistencia.

47. El estatismo, para justificar sus actos, alimenta diariamente la envidia y el resentimien
WRTXHFRQVWLWX\HQODFDXVDSULQFLSDOGHODFUHHQFLDHQODVYLUWXGHVGHO(VWDGR&IU+6CHOECK,
La envidia. Una teoría de la sociedad, Club de Lectores, Buenos Aires, 1966. G. FERNÁNDEZ DE
LA MORA, La envidia igualitaria, Planeta, Barcelona, 1984. M. SCHELER, El resentimiento en la
Moral, Caparrós, Madrid, 1993. D. BANDOW, The Politics of Envy. Statism as Theology, Transaction
3XEOLVKHUV1HZ%UXQVZLFN/RQGRQ7RFTXHYLOOHKL]RHQVXVSouvenirs de la revolución de
1848 la interesante observación de la cantidad de dementes que participaron en ella. El talón de
Aquiles de la democracia es, sin duda, que facilita lo que llamaba Ortega la selección a la inversa,
es decir, la preferencia por los peores simplemente por ser más osados.
48. Todo lo que se llama secularización es prácticamente estatalización, si se considera a partir
GHODDQDORJtDPRGHUQD KREEHVLDQD HQWUHHO'LRVLQPRUWDO\HOGLRVPRUWDO
49. Cfr. F. RANGEON, L’idéologie de l’intéret général, Económica, París, 1986.

319
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Así pues, el interés general –el interés de la voluntad general– no existe


más que en el Estado, por el Estado y para el Estado, siendo misión propia
de la estatalidad velar porque prevalezca siempre el interés general. El Es
tado es la “verdad” de los intereses particulares, del mismo modo que sólo
se es ciudadano dentro del Estado50. El Estado “sintetiza” la racionalidad y
los intereses parciales de los individuos y los grupos; generaliza los inte
UHVHVLQGLYLGXDOHV\FROHFWLYRVKDFLHQGRSRVLEOHODUHDOL]DFLyQGHOLQWHUpV
JHQHUDO(O(VWDGR3DQRSWLFRQHQTXHKDGHYHQLGRHO(VWDGRGH%LHQHVWDU
VHKDFHDVtHOFHQWURKDFLDHOTXHVHKDFHQFRQYHUJHUPHFiQLFDPHQWHWRGRV
los intereses de la Sociedad51. Eso es, en el fondo, el interés público como
interés propio del Estado, del Poder, que realiza el interés general, interés
TXHVHKDFHSDVDUFRPRHTXLYDOHQWHDOLQWHUpVGHWRGRVHLQFOXVRDO%LHQ
Común.

12.— La aceptación y legalización de la “metafísica” moralista del


LQWHUpVJHQHUDOOHJLWLPyGHKHFKR\GHGHUHFKRODDEVRUFLyQGHODSURSLH
GDG SRU HO (VWDGR \ OD EXURFUDFLD ORV YHUGDGHURV EHQH¿FLDULRV GHO LQWH
rés público, al servicio del mítico interés general52. Mito del despotismo
LOXVWUDGR TXH KD GHVDUPDGR WRGD GHVFRQ¿DQ]D UHVSHFWR DO SRGHU S~EOLFR
HQFDUQDGRHQHO(VWDGR\OHKDDELHUWRHOFUpGLWRLOLPLWDGRTXHSUHSDUyOD
era de las tiranías del siglo XX53DPSDUDGDVSRUODLGHDHVSXULDGHODGHPR
cracia como expresión igualitaria de la voluntad general. La democracia, al
contaminarse la idea de la libertad política del pueblo con la de su supuesta
infalibilidad54VHKDKHFKRWRWDOLWDULD55FRPRWHPtD7RFTXHYLOOH+R\QRVH

50. No son ciudadanos –ciudadano es el que tiene libertad política– los que instituyen, modifi
FDQ\JRELHUQDQDO(VWDGRVLQRTXHHVHO(VWDGRHOTXHKDFHDOFLXGDGDQR(OLQGLYLGXRKREEHVLDQR
que contrata la institución de la Sociedad, sólo es ciudadano si a la vez instituye el Estado, al que
entrega empero en el mismo acto su libertad política, que aquel le devuelve, si procede, en la forma
GHGHUHFKRVHVGHFLUGHOLEHUWDGHVUHJXODGDVSRUQRGHFLUFRQFHGLGDVXRWRUJDGDV/DUHYROXFLyQ
francesa consiguió que el Estado aceptase esa devolución y bajo esa forma. Tal es el citoyen.
51. F. RANGEON, L’idéologie,,, % S
52. F. RANGEON, L’idéologie... Ibidem.
53. B. DE-OUVENEL, El poder. Historia natural de su crecimiento, XIV, Unión Editorial, Madrid,
&IU(+ALÉVY, L’ére des tyrannies. Etudes sur le socialisme et la guerre, Gallimard, París,
1938, reed. 1990.
 &IU--ULLIARD, La faute est à Rousseau, Seuil, París, 1985.
 3DUDORVDQWHFHGHQWHV\ODKLVWRULDGHODWUDQVIRUPDFLyQ-/7ALMON, Los orígenes de la
democracia totalitaria, Aguilar, Madrid/México,1956. Del mismo autor, Mesianismo político. La
etapa romántica$JXLODU0DGULG0p[LFR.+ORNUNG, Das totalitäre Zeitalter. Bilanz des
20. Jahrhunderts3URS\OlHQ)UDQNIXUWD0

320
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

puede decir que exista libertad política en Europa y, por tanto, que exista
democracia56.
(O (VWDGR TXH QR WLHQH PiV TXH DOJXQDV SURSLHGDGHV VLPEyOLFDV DG
quiere el monopolio de las ajenas en nombre de la Nación, de dos maneras
SULQFLSDOHVHPSOHDQGRPHGLRVYLROHQWRVRPHGLRVOHJDOHV(OSULPHURHVHO
procedimiento de Estados Totalitarios como la Rusia soviética y regímenes
parecidos –la abolición de la propiedad constituye uno de los mandamientos
marxistas–, que incrementan después su propiedad, como únicos propieta
ULRV PHGLDQWH OD SODQL¿FDFLyQ HVWDWDO FRPSXOVLYD GH OD HFRQRPtD7UiWDVH
del monopolio directo de la economía, que incluye el de la propiedad y el del
WUDEDMR(OVHJXQGRHVHOGHO(VWDGR3URYLGHQFLD±H[SUHVLyQLQYHQWDGDD¿
nales del siglo XIX–, que asocia la ideología del interés general con la virtud
³S~EOLFD´GHODVROLGDULGDG$O(VWDGR%LHQKHFKRUVHOHUHFRQRFHHOGHUHFKR
y la obligación de intervenir en la esfera de los intereses privados, para armo
nizarlos mediante la reducción de las desigualdades sociales57&RQHVWH¿Q
RUJDQL]DRSODQL¿FDODHFRQRPtDPHQRVFRPSXOVLYDPHQWHLQGLUHFWDPHQWHD
WUDYpVGHO¿VFR\GHVSOLHJDODSROtWLFDVRFLDOTXHLQFOX\HODVHJXULGDGVRFLDO
es decir, empleando como arma la legislación, etc., respeta cierta autonomía
de la voluntad –el contrato relativamente libre–, en la medida en que la con
VLGHUDPiVSURGXFWLYD\VLHPSUHTXHQRFRQWUDGLJDVX¿QDOLGDGGHFRQWURODU
las actividades económicas y poder disponer de las rentas. Este Estado quizá
VHSDUHFHPiVDXQVHxRUIHXGDOTXHDXQWLUDQR3XHVHVWDIRUPDGH(VWD
do Total monopoliza lentamente la propiedad por medios legales, mediante
intervenciones de diversa índole; sobre todo el control estatal del crédito,
los inquisitivos, serviles, improductivos, paralizadores y obsoletos sistemas
¿VFDOHVODUHJLPHQWDFLyQ QRODSURWHFFLyQ GHOWUDEDMRHWFKD\TXHDxDGLUHO
empleo directo por el Estado de los recursos que obtiene coactivamente para
montar negocios, o compartiéndolos con inversores privados que engrosan
así la clientela política y fortalecen la sociedad política en detrimento de la
Civil. Sin embargo, es preciso insistir en que este carácter empresario no es
ajeno a la naturaleza de la estatalidad.
6HVXHOHSUHVWDUSRFDDWHQFLyQDOPRQRSROLRTXHWLHQHGHKHFKRGLUHF
WDPHQWHHO(VWDGRVREUHODSURSLHGDG\HOWUDEDMRSRUPHGLRGHOWLSRGH¿V

56. La literatura es cada vez más extensa. VidSRUWRGRVVREUHODGHPRFUDFLD-0*UÉHENNO,


El fin de la democracia. La crisis política y las nuevas reglas del juego, Paidós, Barcelona,
 < HVSHFLDOPHQWH VREUH OD IDOWD GH OLEHUWDG SROtWLFD FRQ SDUWLFXODU UHIHUHQFLD D $OHPDQLD
A. GRUNENBERG, Der Schlaf der Freiheit. Politik und Gemeinsinn im 21. Jahrhundert5RZRKOW
)UDQNIXUWD0
57. F. RANGEON, L’idéologie,,,,, SSVV

321
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

FDOLGDGGRPLQDQWHKR\DGHPiVFRPSOHWDPHQWHLQDGHFXDGDDODUHDOLGDG
Apenas se percibe su carácter coactivo y controlador de toda la vida por
ser, en sentido político, indirecto y revestirse de moralidad, aunque es muy
UHDO\H¿FD]SDUDGRPLQDUPHGLDQWHHOPLHGR3ROtWLFDPHQWHHVHOPiVSH
ligroso dado su carácter disimulado e individualizador, constituyendo una
amenaza permanente y de las más destructivas política y moralmente por
ODLQVHJXULGDG\HOWHPRUTXHJHQHUDFRQWUDYLQLHQGROD¿QDOLGDGSULQFLSDO
del Estado de dar seguridad, disipando incertidumbres y objetivando las le
\HVD¿QGHKDFHUHIHFWLYDODOLEHUWDG(OWLSRGHLPSRVLFLyQSUHGRPLQDQWH
personal, progresiva y necesariamente inquisitiva, es la manera en que el
Mortall GodKREEHVLDQRGHYHQLGR(VWDGR0LQRWDXUR -RXYHQHO UHFXHU
da continuamente, con momentos especialmente intensos, a sus súbditos,
TXLHQHVHODPR/RDGYLUWLy\D0RQWHVTXLHX

“El impuesto personal es más natural en la servidumbre; el impuesto


sobre las mercancías es más natural en la libertad, porque se relaciona de una
manera menos directa con la persona”58.

Pero la demagogia es capaz de conseguir una amplia aceptación acrí


WLFD GH HVDV IRUPDV LPSRVLWLYDV FRPR VL QR KXELHUD RWUDV SRVLEOHV \ GH
ODFUHHQFLDHQVXFDUiFWHUEHQp¿FRDGHVSHFKRGHODIRUPD\HOPRGRGH
ejercer la coacción para recaudar, a la larga más decisivo desde el punto de
vista político que su cuantía59.
13.— Las intervenciones del Estado y los impuestos contra OD SUR
piedad, pues en la situación actual quizá sería equívoco decir sobre la pro
SLHGDGHQGH¿QLWLYDFRQWUDODIDPLOLDGHVWUX\HQOD6RFLHGDG&LYLODOVHU
DTXHOODVXLQVWLWXFLyQHVHQFLDO3HURSRUXQDSDUWHVHKDDFHSWDGRKDVWDWDO
punto el derecho natural del Estado (que no se reconoce al individuo y me
nos aún a la familia en relación con la propiedad) a intervenir y controlar
WRGRDHVWDEOHFHULPSXHVWRVFRPRVLIXHUDXQGpVSRWDEXHQR\KXPDQLWDULR
al servicio de sus súbditos menores de edad, a cambio de las contrapres
taciones que se esperan de él, y, por otra, se temen tanto las represalias
SROtWLFREXURFUiWLFDVDODVFUtWLFDVDOD¿VFDOLGDGTXHHVPX\UDURTXHVH

58. L’esprit des lois, XIII, 14.


 6HKDQSHUYHUWLGRGHWDOPDQHUDODVLGHDV\HOVHQWLGRFRP~QTXHHQXQDUWtFXORDQyQLPR
titulado justamente “Pentecostés... y sentido común” de un folleto semanal de la Diócesis de Madrid
se llega a decir entre otras cosas estupefacientes que “el IRPF [impuesto sobre la renta de las perso
nas físicas, uno de los más odiosos por la forma de recaudarlo] y Pentecostés no están tan alejados
como pudiera aparecer a primera vista”, Alfa y Omega, nº 71 (17.V.1997), p. 7. Sorprende la alusión
del título al sentido común.

322
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

PHQFLRQHQVXVFRQVHFXHQFLDVSROtWLFDVHQUHODFLyQFRQODOLEHUWDGORV³SH
OLJURVSROtWLFRVGHO¿VFR´SDUDODVREHUDQtDGHOLQGLYLGXR\ODSURVSHULGDG
de las familias que, sin embargo, se proclaman como un dogma60. El tema
se pasa por alto. Apenas se discuten aspectos técnicos y efectos económi
FRVFRPRVLOD¿VFDOLGDGIXHVHLQGLIHUHQWHSROtWLFD\PRUDOPHQWH6LQHP
EDUJRHQFXDOTXLHUWLHPSR\GHVGHOXHJRKR\HQGtDFRQVWLWX\HXQDGHODV
amenazas más graves –tal vez la mayor–, tanto para la prosperidad como
para la libertad.
5REHVSLHUUHVHUH¿ULyHQHOGLVFXUVRFLWDGRVREUHODSURSLHGDGDO³SULQ
cipio del impuesto progresivo”, nada menos que como “una medida que
UHFODPDHOLQWHUpVGHODKXPDQLGDG´5RXVVHDXQLDQRDFHSWDEDODSURSLHGDG
FRQPXFKDVUHVHUYDVDQXQFLDQGROD¿ORVRItDFROHFWLYLVWDDOGDUXQQXHYR
JLURDODKLVWRULDGHORVLPSXHVWRVTXHGHVHUSXUDPHQWHHFRQyPLFRVSDUD
DWHQGHUQHFHVLGDGHVHFRQyPLFDVMXVWL¿FDGDVRQRVHWUDQVIRUPDURQHQVR
ciales y “políticos”, o, más exactamente, en morales.

“¿Existe algún principio en materia de contribuciones públicas, decía


Robespierre, que derive más evidentemente de la naturaleza de las cosas y
de la eterna justicia, que aquel que impone a los ciudadanos la obligación de
contribuir de manera progresiva a los gastos públicos según la entidad de su
propia fortuna, es decir, según los beneficios que obtienen de la sociedad?”.

El político jacobino estaba pensando sin duda en las diferencias entre


ODV UHQWDV GH OD SURSLHGDG DO D¿UPDU TXH OD 6RFLHGDG QR VH EHQH¿FLD GH
DTXHOODFRPRVRVWHQtDQ/RFNHR$GDP6PLWK\HOVHQWLGRFRP~QVLQRTXH
SDUDpOVXFHGHDOUHYpVODSURSLHGDGREWLHQH³SOXVYDOtDV´GHOD6RFLHGDG
/RTXHKDGDGROXJDUWDPELpQDORVFXULRVRVLPSXHVWRVDVtOODPDGRV\DTXH
HO(VWDGRFDPSHyQPRUDOGHOELHQHVWDUVRFLDOPLUHDWRGRKRPEUHOLEUHR
FLXGDGDQRSRUHOPHURKHFKRGHVHUORFRPRSRVLEOHJR]DGRUGHSOXVYDOtDV
de todo género; la razón última debe ser el inmenso privilegio de gozar de
ODYLVLyQEHDWt¿FDGHO(VWDGR3DUDHOPRGRGHSHQVDPLHQWRHVWDWLVWDGRPL
nante, la vida bajo el Estado es de por sí una plusvalía que debe ser com
SHQVDGDSRUHMHPSORFRQODKHUHQFLD6LPEyOLFDPHQWH\FRPRHVWtPXORHO
(VWDGR6RFLDOWLHQHVHUUHVDUFLGRDOPRULUHOLQGLYLGXRSRUKDEHUOHDOLYLDGR
ODVYLFLVLWXGHVGHVXYLGD(VGHMXVWLFLDTXHODPXHUWHVHKD\DKHFKRPX\
FRVWRVDHO(VWDGRWLHQHSHUIHFWRGHUHFKRDGHSUHGDUODVKHUHQFLDVSOXVYD
lías sociales. Nadie debe preocuparse por el futuro de otras personas; sólo

60. P. LEMIEUX, La soberanía del individuo. Ensayo sobre los fundamentos y las consecuencias
del nuevo liberalismo, Unión Editorial, Madrid, 1992, 5, pp. 116 ss.

323
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GHEHLQWHUHVDUOHHOGHO(VWDGRELHQKHFKRUTXHYHODSRUWRGRV(OUHVXOWDGR
es que se empieza a pensar que, al morir, es mejor no tener nada; quizá ni
VLTXLHUD GHVFHQGHQFLD3ULQFLSDO\DPHQD]DGRUFDXVDKDELHQWHHV HO(VWD
GRTXHVHUHVDUFHKRQUDGDPHQWHGHVXVGHVYHORVDXQTXHHVWRVLPSXHVWRV
VRQHFRQyPLFDPHQWHSRFRSURGXFWLYRVVLHQGRPXFKRPD\RUHOGDxRTXH
FDXVDQSHURWLHQHQODYLUWXGGHODHMHPSODULGDG\VREUHWRGRGHD¿UPDU\
recordar la supremacía del Estado.

³3XHGHOOHJDUHOGtDDGYHUWtD6FKXPSHWHUKDFH\DPXFKRWLHPSRFXDQ
GRODVFRVDVQRKDEtDQLGRD~QWDQOHMRVHQTXHODEXUJXHVtDQRVHDRWUDFRVD
VLQRXQPLOORQDULRUHQWLVWDVLQKLMRV´61.

Desde su origen, el Estado es capitalista y aspira a ser el único “capita


lista”. Los Estados de tipo soviético lo son absolutamente desde el primer
momento y, en este aspecto, es su única diferencia con los Estados Provi
dentes.

14.— Lo que se llama corrientemente “capitalismo” es inconcebible


sin el Estado. No es exagerado decir, si se atiende a la naturaleza de la es
WDWDOLGDG\VXGHVSOLHJXHKLVWyULFRTXHVLQ(VWDGRQRKDEUtD³FDSLWDOLVPR´
(O³FDSLWDOLVPR´QRFUHDHO(VWDGRVLQRTXHHVHO(VWDGRHOTXHKDFUHDGRHO
FDSLWDOLVPRDODFXPXODUXQJUDQFDSLWDOHO3UHVXSXHVWRTXHHVHOHVTXHOHWR
GHO(VWDGR6HJXUDPHQWHHO¿QGHO(VWDGRVHUtDHO¿QGHO³FDSLWDOLVPR´<
HO(VWDGR7RWDOGH%LHQHVWDUUHVXOWDGRGHOSURFHVRKLVWyULFR±-RXYHQHOGH
cía Estado Minotauro, más expresivo–, es supercapitalista, puesto que todo
es suyo, en primer lugar el dinero621ROHVIDOWDUD]yQDTXLpQHVD¿UPDQ
TXHGDGDODLGHQWL¿FDFLyQGHO(VWDGRFRQHO&DSLWDOODQRFLyQPLVPDGH
LPSXHVWRKDSHUGLGRWRGRVHQWLGRLQYHQWiQGRVHORGHOIUDXGH¿VFDOSDUD
mantenerla en juego “como mentira sustentadora del dominio”63.

61. “La crisis del Estado Fiscal”, Hacienda Pública Española, 2 (1970), IV, p. 159.
62. Es una transposición de la idea correcta de que todo lo que existe –todos los “bienes”– perte
QHFHD'LRV(O(VWDGR³GLRVPRUWDO´WDPELpQKDXVXUSDGRHQHVWHSXQWRHOOXJDUGHODGLYLQLGDG
63. A. GARCÍA CALVO, Análisis de la Sociedad del Bienestar, Lucina, Zamora, 1993, 9, p. 61.
La ideología y la parafernalia en torno al “fraude fiscal” como delito contra el Estado ve en él una
HVSHFLHGHSHFDGR³VRFLDO´FRQWUDODFROHFWLYLGDGGHVSXpVGHWRGRHOSHFDGRHVXQGHVRUGHQLQWUR
ducido en un orden al ir contra sus reglas; en este caso se trata del orden estatal, el único vigente
RTXHSUHWHQGHVHUHO~QLFR &IU-&0ARTÍNEZ, Le fraude fiscal, Que sais-je?, Puf, París, 1984
(trad. española en Fondo de Cultura). También P. SALIN, L’arbitraire fiscal, Laffont, París, 1986
(trad. española en Ediciones Internacionales Universitarias).

324
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

El establecimiento de impuestos “morales” o “sociales”, en algunas


de cuyas modalidades (en realidad en todas) el contribuyente está obligado
a inculparse64, en vez de impuestos estrictamente económicos, objetivos,
SROtWLFRVVHKDKHFKRQRUPDOGHDFXHUGRFRQODYLVLyQGHO(VWDGRFRPRVHU
moral en revolución permanente a lo que corresponde la movilización total
de la ciudadanía. Es la vida del Estado, pues su vida es la del Poder y el Po
GHUHVHVHQFLDOPHQWHUHYROXFLRQDULRFRPRKDPRVWUDGR-RXYHQHOHQXQOL
EURIDPRVR/RVDFWXDOHVVLVWHPDV¿VFDOHV³SURJUHVLYRV´FDGDYH]PiVDQ
WLFXDGRVKDVWDSRUVHUPHQRVUHQWDEOHVUHVSRQGHQDHVWDLGHDLPSULPLHQGR
una especie de movimiento continuo a la sociedad, constantemente inter
YHQLGD R PRYLOL]DGD SRU HO ¿VFR TXH YLJLOD \ SHUVLJXH FXDOTXLHU DFWLYL
GDG HFRQyPLFD H LQFOXVR KDFH HQWUDU HQ HO MXHJR HFRQyPLFR DFWLYLGDGHV
y actitudes, por ejemplo la caridad, que no pertenecen a esta esfera de la
vida. Todo adquiere carácter económico bajo la única medida del dinero,
HQ FRKHUHQFLD FRQ OD QDWXUDOH]D HFRQyPLFD GH OD ratio status. Mediante
VHPHMDQWHIRUPDGH¿VFDOLGDGHO(VWDGR3DQRSWLFRQQRVyORUHFDXGDVLQR
que, invocando la igualdad, la justicia “social” o la solidaridad, acaba con
ODLQGHSHQGHQFLDGHOFLXGDGDQRIUHQWHDOSRGHUDOWHQHUGHUHFKRDFRQWUR
larle y expropiarle permanentemente, debilitando su capacidad defensiva
al dirigirse contra él individualmente, puesto que queda indefenso al tener
que vérselas a solas con el Estado, que le persigue y castiga por sus peca
GRV¿VFDOHV\OHHVWLJPDWL]DS~EOLFDPHQWHVLORHQFXHQWUDFXOSDEOH'HPRV
WUyWHQHUEXHQLQVWLQWRSROtWLFR-DFRER%XUFNKDUGWDOVHQWLUVHDWHUUDGRSRU
la visión de l’impot sur le revenue. Pues OD¿VFDOLGDGDFWXDORUJDQL]DGDHQ
WRUQRDHVDIRUPDGHH[DFFLyQFRQVWLWX\HHOPHGLRSULQFLSDOGHVRPHWHUDO
ciudadano. El Estado Total que atemoriza al ciudadano corriente mediante
ese procedimiento, es sentido, empero, como más tolerante que su versión
totalitaria, que difunde el miedo en la sociedad empleando directamente la
violencia. El Estado Total de Bienestar, más sutil, se sirve de los impuestos,
FRPRXQDHVSDGDGH'DPRFOHVSDUDFDVWLJDURSUHPLDUDXQTXHVHKDEODD
YHFHVFODUDPHQWHFRQWRGDUD]yQGHOWHUURURHOWHUURULVPR¿VFDO8QRGH
ORVPiVEULOODQWHVKDOOD]JRVGHOHVWDWLVPRFRQWHPSRUiQHRFRQVLVWHHQKDFHU
posible esa “movilización permanente” del ciudadano, tan bien percibida
SRU -QJHU H LPSRQHU HO PLHGR \ OD GRPLQDFLyQ PHGLDQWH HO ¿VFR (VR
explica la aparente irracionalidad de situaciones como la descrita por el
H[FHOHQWHSHULRGLVWD00DUWtQ)HUUDQG

 &RPR GHFtD ( -ÜNGER, “El individuo ya no es indivisible, como sí lo fue en el mundo
OLEHUDODKRUDHO(VWDGRORKDSDUWLGRHQGRVPLWDGHVXQDPLWDGTXHHVFXOSDEOH\RWUDPLWDGTXHVH
autoinculpa” (La emboscadura, Tusquets, Barcelona, 1988. 9, p. 48.

325
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

³+R\VHDEUHODYHGDGHO,53)4XLQFHPLOORQHVGHHVSDxROHVUHGRQ
deando, presentaremos durante los próximos sesenta días, ya cumplimenta
GRVORVGLDEyOLFRVIRUPXODULRVFRQORVTXHDPiVGHOLPSXHVWR+DFLHQGDQRV
castiga cada año. Dos de cada tres declaraciones serán negativas. Es decir, la
seguramente anticonstitucional y ciertamente defectuosa Agencia Tributaria
tendrá que reintegrar la sobreabundancia del impuesto retenido a más de diez
millones de ciudadanos. Se recaudarán setecientos mil millones y el monto
GHODVFDQWLGDGHVDGHYROYHUVHDFHUFDDOELOOyQ¢$OJXLHQKDFDOFXODGRORTXH
cuesta esta ceremonia litúrgica de las declaraciones anuales?”.

3URVLJXH0DUWtQ)HUUDQGVXEUHYHGHVFULSFLyQ

“Está, de una parte, lo que los contribuyentes debemos satisfacer a


nuestros asesores fiscales. De otra, el número de funcionarios y medios in
formáticos necesarios para cálculos tan complejos y numerosos. No es sólo
que no bajen los impuestos, según la promesa electoral del Partido Popular,
es que se despilfarran en innecesarias operaciones de ida y vuelta. ¿No se
SXHGHQKDFHUFiOFXORVPiVSUHFLVRVVREUHODVFXDQWtDVGHODVUHWHQFLRQHVRHV
que se trata, precisamente, de jugar financieramente con la requisa temporal
de unos impuestos torpemente inflados?...”65.

La razón principal del ese despilfarro y de la aparente irracionalidad


FRQVLVWHHPSHURDSDUWHGHODVPRWLYDFLRQHV¿QDQFLHUDVHQTXHORVJRELHU
nos, todos los gobiernos, tienen así permanentemente movilizados, vigila
dos y amenazados a los ciudadanos –y a los enemigos políticos– a los que
SXHGHQ LQVSHFFLRQDU \ KDFHU VRQURMDU FRQ FXDOTXLHU SUHWH[WR 4XH OD UH
FDXGDFLyQGHLPSXHVWRVFRQFHELGDGHHVDPDQHUDKXPLOODQWHVHDFRVWRVDH
LQH¿FLHQWHHQWpUPLQRVHFRQyPLFRVVHMXVWL¿FDSROtWLFDPHQWHDXQTXHQRVH
diga, como el coste de mantener viva la sensación de temor e impotencia y
recordar subliminalmente periódicamente quien manda. Es costumbre que
al abrirse lo que el distinguido periodista llama exactamente “la veda del
,53)´ODSURSDJDQGDR¿FLDOVHUH¿HUDDOD³FDPSDxD´GHUHFDXGDFLyQGH
tal impuesto. La palabra campaña pertenece al lenguaje militar y el Estado
y su agentes aluden así inconscientemente, al emplearla, a su enemigo, la
6RFLHGDG&LYLO HQGH¿QLWLYDHOSXHEOR DODTXHTXLHUHQWHQHUVRPHWLGD\
a su servicio, invirtiendo el orden natural de las cosas.

²(O(VWDGRDXWRUL]DGRHLPSXOVDGRSRUHOKXPDQLWDULVPRODHQ
vidia, la ignorancia y los Parlamentos –por los “representantes del pue

65. Diario ABC9S

326
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

blo”– a establecer todo tipo de impuestos, castigos y persecuciones contra


ODSURSLHGDG\HOWUDEDMRFRQVLGHUDGLFH3HWHU'UXFNHU³que un ciudada-
no sólo puede conservar su propiedad a juicio del recaudador”66. Velando
SRUODPRUDOLGDGS~EOLFDHVWLPDTXHHVWRHVSURJUHVLVWD\KDELW~DSHGDJy
gicamente a los políticos, a la burocracia y a propietarios y no propietarios,
WUDEDMDGRUHV\DKRUUDGRUHVDFRPSRUWDUVHFRPRYHUGDGHURVFLXGDGDQRVR
VHDDDFHSWDU\FUHHUTXHHO(VWDGRHVWiOHJLWLPDGRSDUDKDFHUORTXHTXLH
UD,QFOXVRDEHQH¿FLDUFRQODVUHQWDVGHORVTXHWUDEDMDQ\DKRUUDQODYLGD
GHORVTXHQLWUDEDMDQQLDKRUUDQDPXFKRVGHORVFXiOHVHOPLVPR(VWDGR
FRQVXVUHJODPHQWDFLRQHVHLPSXHVWRVGHVDQLPDGHWUDEDMDUDKRUUDULQQR
YDURKDFHUVHSURSLHWDULRV
La política moral es de suyo, políticamente, fuente de inmoralidad –ni
es política ni es moral– por su carácter eminentemente subjetivo, por lo que
es lógico que los impuestos morales constituyan una de las causas principa
les del auge del estatismo, de la decadencia de la libertad y de la democra
FLDGHOVHQWLPLHQWR\HOVHQWLGRGHO'HUHFKR\GHODFUHFLHQWHLQPRUDOLGDG
S~EOLFD&RPRGLMR&DUORV0DU[PXFKRPiVFODULYLGHQWH\VLQFHURTXHOD
LQPHQVDPD\RUtDGHVXVVHJXLGRUHV\DGPLUDGRUHV\PXFKRVGHVXVHQH
migos, al criticar el impuesto único y progresivo sobre la renta propuesto
por el Partido Obrero Alemán, “los impuestos son la base económica de la
máquina de gobierno, y nada más”67. Pero, cuando el Estado tiene que mo
UDOL]DUFRQHOORV\FRQODSURSLHGDGKDGHVDFUDOL]DUORVSDUDMXVWL¿FDUORV\
QRSXHGHWROHUDUSRUFXHVWLyQGHSULQFLSLRTXHVHOHEXUOHHQHVWRVDVXQWRV
en ello le va el prestigio y la vida, pues su sustancia es ser Estado Fiscal.
El Estado actual, débil a pesar de todo, que admite toda clase de objeciones
y disuelve sin darse cuenta la estatalidad con toda clase de concesiones y
DUELWULVPRVSDUDFRQVHJXLUVHUPiVH¿FLHQWH~QLFDPHQWHQRWROHUDODREMH
FLyQ¿VFDO\KDUHLQWURGXFLGRHOGHOLWR¿VFDOHLQFOXVRODSULVLyQSRUGHXGDV
DO¿VFRLQVWLQWLYDPHQWHOHSUHRFXSDPiVTXHORVRWURVGHOLWRVDQWHORVTXH
se muestra no sólo comprensivo e indulgente sino incluso liberador –por
ejemplo, el aborto o la eutanasia que implican la renuncia al monopolio
HVWDWDOGHODYLROHQFLDHQGH¿QLWLYDDODVREHUDQtD±

² (O 'HUHFKR FDUHFH GH VHQWLGR VLQ OD SURSLHGDG /D SURSLHGDG
IXHFRQVLGHUDGDHQHOPXQGRPRGHUQRXQGHUHFKRVXEMHWLYRHQFXDQWRSUR
\HFFLyQGHODSHUVRQDOLGDGDXQTXHHQVtPLVPDQLVLTXLHUDHVXQGHUHFKR

66. La sociedad poscapitalista, Apóstrofe, Barcelona, 1993, 6, p. 125.


67. Crítica del programa de Gotha, Ricardo Aguilera, 4ª ed., Madrid, 1971, IV, p. 40.

327
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

subjetivo sino una consecuencia de la libertad de acción de intercambiar,


adquirir y poseer cosas y, por tanto, de relacionarse con ellas y con los de
PiV6HFRQVWLWX\HFRPRGHUHFKRFXDQGRVHGHFODUDSURWHJLGDSRUHOSRGHU
S~EOLFR(VHOUHFRQRFLPLHQWRFRPRGHUHFKRGHODOLEHUWDGFLYLOGHODTXH
DGROHFHHOKRPEUHPDVDRELHQQRVHOHUHFRQRFHRVLPSOHPHQWHVHOHGLFH
conforme al modo de pensar mecanicista y a la naturaleza del Estado, que
es parte de una masa, para no reconocérsela. Pues si la legitimidad depende
de la ley –¿legitimidad racional?–, la ley depende de la voluntad popular,
es decir, de la opinión pública –de la masa–, y si el Estado, ente moral y
IXHQWHGHODPRUDOLGDGKDFHODOH\HQQRPEUHGHODRSLQLyQGHODPDVD
ODSURSLHGDGGHSHQGHUiGHORVFDSULFKRVGHODOHJLVODFLyQGHODYROXQWDG
GHOOHJLVODGRUQRGHO'HUHFKRTXHHVDQWHULRUDODOH\\REOLJDDUHVSHWDU
la rectitud del contrato, la libertad de relacionarse y contratar68. Produce
RWURHIHFWRQRPHQRVJUDYHODUHYROXFLyQFX\RHVStULWXWULXQIyDSHVDUGH
ODVUHVHUYDVGHO(VWDGRGH'HUHFKRWUDGXFFLyQOHJDOGHO(VWDGR5DFLRQDO
NDQWLDQR /HJLWLPDGD HOOD PLVPD FRPR HMHUFLFLR GHO GHUHFKR QDWXUDO GH
UHVLVWHQFLDQRVyORQHJyOXHJRLQYLUWLHQGRORVWpUPLQRVHOGHUHFKRGHSUR
SLHGDGFRPROtPLWHDODDFFLyQGHOSRGHU\PHGLRSDUDUHVLVWLUH¿FD]PHQWH
sino que se sirvió de él para vigilar al propietario y reducirlo disimulada
mente a una suerte de servidumbre voluntaria. La propiedad, base material
y elemento de integración de la familia, acosada por el Estado, que se con
GXFHFRPRDPR\WXWRUVHKDFRQYHUWLGRHQXQDFDUJDQRSRUFLHUWRFRPR
siempre, para las grandes fortunas. Pues el Estado fomenta en cambio el
nuevo feudalismo “industrial” que tanto temía Tocqueville, quien pensaba
TXHVHUtDPXFKRPiVGXURHLQKXPDQRTXHHODQWLJXRDOVHUPiVDEVWUDF
WR'HIHQGHUODOLEHUWDGGHODSURSLHGDGIUHQWHDO(VWDGR\ODVDVHFKDQ]DV
GHVXVRFLHGDGFRUWHVDQDIRUPDSDUWHGHODVSUHRFXSDFLRQHVKDELWXDOHV\
GHOWUDEDMRFRWLGLDQRGHOKRPEUHFRUULHQWHGHKR\VLQTXHDGHFLUYHUGDG
WDPSRFRVHEHQH¿FLHFRQHOORHO³LQWHUpVJHQHUDO´$QWHVELHQVHSHUMXGLFD
JUDYHPHQWH FRPR SUXHEDQ ORV KHFKRV \ VREUH WRGR OD DFWXDO FULVLV GHO
(VWDGRTXH\DQRHVVyOR¿VFDOVLQRPRUDO(O(VWDGRHVD¿QGHFXHQWDV
XQDLQVWLWXFLyQ3HURODYLGDGHODVLQVWLWXFLRQHVGHSHQGHGHVXXWLOLGDG<
el Estado, enemigo de la propiedad y, por tanto, de la Sociedad “Civil”, está
dejando de ser una institución útil, al contradecir también en este punto uno
GHORV¿QHVSULQFLSDOHVSRUORVTXHVHLQVWLWX\H\MXVWL¿FDHOJRELHUQR

 3RUHVRKD\DXWRUHVFRPR)+.QLJKWTXHFRQVLGHUDQTXHODSULQFLSDOH[SUHVLyQGHOD
OLEHUWDGFLYLORVRFLDOQRHVODSURSLHGDGVLQRODDVRFLDFLyQ/DSURSLHGDGFRPRGHUHFKRVyORWLHQH
sentido en relación con otros o frente a otros, erga omnes, es decir, incluyendo el poder público.
Robinson Crusoe en su isla ni es propietario ni deja de serlo. Simplemente la posee.

328
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

17.— A la verdad, esto se relaciona con la naturaleza del Estado, cuyo


ideal consiste en que entre él y el individuo no exista nada. Pues, como
D¿UPDODGRFWULQDHVWDWLVWD~QLFDPHQWHGHQWURGHO(VWDGRVHHVFLXGDGDQR
del mismo modo en que dentro de la Iglesia se es cristiano. En puridad,
el celebrado citoyen de Rousseau y la revolución francesa es una versión
VHFXODULVWDGHOFULVWLDQRPLHPEURGHOD,JOHVLD3RUHVRHO(VWDGRTXHKD
sustituido en todo a la Iglesia, o pretende sustituirla, contrapone el ideal del
FLXGDGDQRPRUDODOGHOKRPEUHOLEUHTXHSXHGHVHUFLXGDGDQRRQRHMHU
cer su ciudadanía o no. Bajo el Estado, un artefacto técnico, la ciudadanía
VXSODQWDDOKRPEUHOLEUHDFX\DLGHDOOHJDLQFOXVRDRSRQHUVH6XSULPLU
todo lo que pueda servir de freno al poder, todas las “contradicciones”,
FRQIRUPHDOHVStULWXVLPSOL¿FDGRUGHODFLHQFLDQDWXUDOFRQHOTXHHVWiQWDQ
relacionadas la teoría y la práctica del Estado69, constituye el objeto de la
DFFLyQHVWDWDOGHMDGDDVtPLVPD<XQREMHWLYRDODYH]TXHXQPHGLRGH
GRPLQDFLyQHVKDFHUGHOKRPEUHXQcitoyenPLHPEURGHO(VWDGR3DQRSWL
FRQDFDPELRGHVXFRQGLFLyQGHKRPEUHOLEUH(QHO(VWDGR7RWDOLWDULR
en el de las democracias populares por ejemplo, se sublima el ideal de la
participación de modo que todo individuo es ciudadano pero ninguno es
OLEUH(QODVGHPiVIRUPDVGH(VWDGR7RWDODOKRPEUHOLEUHVHOHDFRUUDOD
SURJUHVLYDPHQWHSDUDKDFHUGHpOXQ³FLXGDGDQR´XQPLHPEURGHO(VWD
do, constituyendo la prueba de la ciudadanía su aceptación voluntaria de
ODVHUYLGXPEUHHVSHFLDOPHQWHODHFRQyPLFD¿VFDOVLQGHMDUOHDSHQDVRWUD
GHIHQVDTXHODDUWL¿FLRVD\SUHFDULDGHOOODPDGRGHUHFKR³DGPLQLVWUDWLYR´
El monopolio de la propiedad conlleva la eliminación de lo que llamaba
0RQWHVTXLHXORVSRGHUHVLQWHUPHGLDULRVGHORVFRQWUDSRGHUHVHQGH¿QLWL
va, de las instituciones sociales libres y del espíritu de independencia, de
libertad, de responsabilidad y de resistencia.

²(VPX\LQWHUHVDQWHFRQVLGHUDUHQODVLWXDFLyQSUHVHQWHKDVWDTXp
punto no está relacionada la crisis, que tanto se empieza a lamentar, fami
OLDU\GHPRJUi¿FD\ODGHODVFRVWXPEUHV\WUDGLFLRQHVGHODFRQGXFWDFRQ
la de la propiedad. Predominando el modo de pensar estatal, la propiedad, y
FRQHOODHODKRUUR±ODSUHYLVLyQGHOIXWXUR±HQFXDQWRYLUWXGSRUFLHUWRPiV
europea que norteamericana, está mal vista. La familia de tipo occidental
es –o quizá era– un tipo de familia provertida, que mira al futuro, por in
ÀXHQFLDGHOFULVWLDQLVPR70$HOORKD\TXHDWULEXLUODFRQFHSFLyQRFFLGHQWDO

69. Cfr. D. NEGRO, La tradición liberal y el Estado.


 ´DORVSDGUHVVHOHVDQLPDDVDFULILFDUVHSRUVXVKLMRV\DHQFRQWUDUVXUHFRPSHQVDHQ
ORVp[LWRVGHVXVKLMRV(OFULVWLDQLVPRLQYLWDDORVSDGUHVDVDFULILFDUVHJUDWXLWDPHQWHSRUVXSUROH

329
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

de la propiedad como riqueza productiva, es decir, no para gozarla sino


para producir nuevas riquezas71, el crecimiento y los cambios económicos
\GHPRJUi¿FRVHWF(VHWLSRGHIDPLOLDFRQVWLWX\HXQHOHPHQWRLQGLVSHQ
VDEOHSDUDHQWHQGHUHOVLQJXODUGLQDPLVPRFUHDGRUGHODKLVWRULDHXURSHD
La propiedad va unida a ese carácter futurizo, de proyección al futuro, de
OD IDPLOLD \ SRU HVR VyOR HQ 2FFLGHQWH VH KD SRGLGR KDEODU GH 6RFLHGDG
Civil. Bajo el estatismo, desposeída o en trance de serlo y sin alicientes
para adquirir y conservar, sin futuro, la familia y el dinamismo europeo
languidecen.
Constituye un aserto incontrovertible que, a través del Presupuesto,
lo que alimenta al Estado, el gobierno se adueña de la Sociedad Civil para
PROGHDUODDVXDQWRMR\GDUOHIRUPDHVWDWL¿FiQGROD72. El Estado es desde
VXRULJHQODPD\RUHPSUHVDFDSLWDOLVWDGHODQDFLyQJHVWLRQDGD±FRPSDUD
tivamente, por lo general bastante mal– como una empresa que absorbe el
DKRUURQDFLRQDOREOLJDGRDVXEYHQFLRQDUOD'HVGHVXVSULPHURVWLHPSRV
el Estado “devino una verdadera empresa y fue gestionado como una em-
presa, con la contabilidad por partida doble y con presupuestos y balan-
ces”73. El espíritu capitalista, en la medida en que existe, es parte del espíritu
HVWDWDO/RVPHUFDGRVLQWHUQDFLRQDOHVGHOGLQHURVRQKR\XQFDPSRGHED
WDOODSDUDFRQTXLVWDUHODKRUURPXQGLDOSXHVHVSHFLDOPHQWHHQODHFRQRPtD
PRGHUQDDKRUURHTXLYDOHDLQYHUVLyQODSURSLHGDGPLVPDHVLQYHUVLyQ\
DKRUURTXL]iGHYDULDVJHQHUDFLRQHVGHOTXHVHDSURYHFKDHO(VWDGRSDUD
DXPHQWDUVXSRGHU<ODHVFDVH]GHDKRUURQRVHGHEHWDQWRDORVSUR\HFWRV
de inversiones productivas, como a los gastos estatales y a la especulación
IRPHQWDGDSRUODSROtWLFDHFRQyPLFD\¿VFDOHQDUDVGHOELHQHVWDUVRFLDO

²(OIUDFDVRGHOLQWHUYHQFLRQLVPRFRQWHPSRUiQHRKDGDGROXJDU
DOGHO(VWDGRGH%LHQHVWDU3HURFXDQGRVHHFKDODFXOSDDOFDSLWDOLVPR
aunque la tenga, se olvida que capitalismo y Estado son correlativos74. La
acusación puede implicar empero cierta intuición de que el “capitalismo”
parece estar separando su destino del estatal, justamente porque en el punto
DOTXHKDOOHJDGRODHVWDWDOLGDGOHUHVXOWDGLItFLOVREUHYLYLUVDOYRHQODIRU

VLQHVSHUDUGHHVWDPiVUHFRPSHQVDTXHODGHYHUORVWULXQIDUHQODYLGD´-/ECLERCQ, Filosofía e
Historia de la civilización, Gredos, Madrid, 1965, 54, p. 262.
 -/ECLERCQ, Filosofía e Historia de la civilización..., 53, p. 254.
72. P. DRUCKER, La sociedad poscapitalista, 6, p. 19.
73. N. MATTEUCCI, Lo Stato Moderno. Lessico e percorsi, Il Mulino, Bologna, 1997, I,2,
p. 31.
 &IU-$6CHUMPETER, “La crisis del Estado Fiscal”.

330
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA PROPIEDAD

ma paralizadora de capitalismo de Estado, predominantemente consuntivo


por muy bien que se administren las fortunas adquiridas a través de los
impuestos.
En semejante contexto, el auge de lo privado parece imparable y, cier
tamente, es abrumador, revelando la fuerza del espíritu democrático a pesar
GHVHUGDPQL¿FDGR\FDVWLJDGRSHUPDQHQWHPHQWHSRUHOGHUURFKHHVWDWDO
XQDGHODVFDXVDVGHODGHFDGHQFLDGHODGHPRFUDFLD<QRSRUTXHORSULYD
GRVHDSRUQDWXUDOH]DPiVIXHUWHTXHORS~EOLFRSXHVD¿QGHFXHQWDVHVOR
S~EOLFRORTXHGDVHJXULGDGORTXHGH¿QH\GHOLPLWDORSULYDGRVLQRSRU
que el auge de este último se debe a la decadencia o fracaso de aquel, del
espíritu público, prosperando lo privado dentro del mismo Estado en la for
ma de corrupción. Pues, el espíritu de la propiedad –la posesión regulada
SRUHOGHUHFKR±UHYLYHFRPRXQDIRUPDGHapropiación –la posesión como
XQ KHFKR± GH XQD PDQHUD TXH UHFXHUGD VRUSUHQGHQWHPHQWH HO HVWDGR GH
QDWXUDOH]DGH/RFNHODLQWHQVLGDG\H[WHQVLyQGHODFRUUXSFLyQ\ODLPSRVL
bilidad de impedirla, obligan a entenderla como la forma en que lo privado,
DFRVDGR±HQUHDOLGDGQHFHVLWDGRGHODSURWHFFLyQTXHSHGtDKDFHWLHPSR3
'UXFNHU±VHUHYXHOYHFRQWUDORS~EOLFRHQHOVHQRGHODHVWDWDOLGDG
El Estado, y a su través la Sociedad entera, reproducen la situación del
HVWDGRGHQDWXUDOH]DSUHYLRDOFRQWUDWRORFNHDQRHQHOTXHORVLQGROHQWHVVH
DSURYHFKDEDQGHORVIUXWRVGHOWUDEDMRGHORVGHPiV$O(VWDGRQROHTXHGD
más recurso que la inspección, el control y la amenaza permanentes de ca
rácter económico y carcelario –la mencionada vuelta de la abolida prisión
por deudas cuando el acreedor es el Estado–, sobre el ciudadano. Esto le
UHWURWUDHGHVFDUQDGDPHQWHDVXRULJHQ¿VFDODODFRQ¿JXUDFLyQGHODHVWD
talidad como Estado Fiscal, que es lo único que va quedando del Estado,
incapaz de mantener el orden público o de proteger la vida que, por ejem
plo, en el caso citado de la legislación permisiva del aborto y la eutanasia,
DEDQGRQD\DDODYROXQWDGSULYDGDRGHJDUDQWL]DUXQDMXVWLFLDH¿FLHQWHSRU
medio de jueces competentes independientes e imparciales.
'yQGHVHSHUFLEHWDOYH]PHMRUKDVWDTXpSXQWRKDOOHJDGRDVHUHOHV
tatismo un peligroso enemigo de la personalidad, de la libertad, de la igual
dad y de la fraternidad que pregona, es en el monopolio adquirido sobre
el trabajo, correlativo al de la propiedad. Una forma de monopolizar pa
WHUQDOPHQWHDORVKRPEUHVSDUHFLGDDODGHODFRQVFULSFLyQ(VWD~OWLPDHQ
EHQH¿FLRGHO(VWDGR1DFLyQDTXHOODVHGLFHHQHOGHORVPRQRSROL]DGRV
La consecuencia de todo ello es el debilitamiento de la Sociedad Civil.
Quebrantada la propiedad y monopolizado o excesivamente controlado el
trabajo, la Sociedad a secas o el pueblo no son los dueños del Estado sino

331
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VXVVHUYLGRUHV$OUHYpVHO(VWDGRHVKR\HOGXHxRGHOD6RFLHGDG\HODPR
del pueblo o de lo que queda de el en unas sociedades a la fuerza radical
mente individualistas, cada vez más anómicas, estragadas y desintegradas
por la lógica de la dominación que se desprende de la peculiar moralidad
económica de la razón de Estado.

332
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN
$175232/Ï*,&$<62&,$/
Rafael RUBIO DE URQUÍA

Nos proponemos en este brevísimo trabajo mostrar algunas de las im


plicaciones más notables que para el despliegue de la acción personal y
para la dinámica global de la sociedad tiene la especialísima naturaleza de
los modelos teóricos de la ciencia económica moderna. Acerca de las rela
ciones entre «teoría» –o, en general, representaciones objetivamente teóri
cas– y acción personal y sus consecuencias existe, como se sabe, tanto en
general como en el caso particular de «economía», una extensa bibliogra
ItD$KRUDELHQKHDTXtTXHFRQLQGHSHQGHQFLDGHFXDOHVVHDQODVGRFWULQDV
acerca de la estructura de relación entre «modelos teóricos» y «despliegue
de la acción (y sus consecuencias)» adoptadas por los diferentes autores,
ORTXHQRVXHOHVHURUGLQDULDPHQWHSHUFLELGRGHPRGRVX¿FLHQWHPHQWHDGH
cuado es la naturaleza mismaGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRV±\SRU
lo tanto, de los sistemas de «leyes económicas» establecidos en éstos–.
(QHIHFWRHQTXpFRQVLVWDUHDOPHQWHXQPRGHORWHyULFRHFRQyPLFRFXDO
sea la índole de los enunciados en los que se expresan los sistemas de «le
yes económicas» o como se produzca, objetivamente, uno de esos modelos
constituyen extremos acerca de los cuales se suele tener una idea más bien
inexacta, cuando no sumamente alejada de la realidad. Pero solo a par
tir de una comprensión lúcida de la verdadera naturaleza de los modelos
WHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRV±£\GHODGHVXVVLVWHPDVGH©OH\HVHFRQy
micas»!– es realmente posible percibir el alcance y la envergadura de las
funciones que objetivamente desempeñan estos modelos en las dinámicas

333
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

de producción de la persona y la sociedad. Describir, siquiera de modo ex


tremadamente sucinto, esa naturaleza es, por lo tanto, lo primero que aquí
GHEHXQKHFKR1.
La teoría económica moderna2HVD HQXQVHQWLGRHVWiWLFRGHVFULS
tivo, un conjunto de doctrinas existentes con idéntica estructura y diverso
FRQWHQLGRDFHUFDGHSURFHVRVUHODWLYRVDODIRUPDFLyQGHVSOLHJXH\FRQVH
cuencias de los planes de acción de las personas en sociedad, b) en un
VHQWLGRGLQiPLFRIXQGDPHQWDOXQmodo particular de producir doctrinas
WHyULFDVDFHUFDGHODDFFLyQKXPDQD'HHVWRVGRVVHQWLGRVHQORVTXHOD
teoría económica moderna «es» nos interesa aquí examinar en primer lugar
HO GLQiPLFRIXQGDPHQWDO HV HQ HIHFWR HVH PRGR SDUWLFXODU GH SURGXFLU
WHRUtDVDFHUFDGHODDFFLyQKXPDQDORTXHSURSLDPHQWHFRQVWLWX\HODHV
WUXFWXUDFRP~QGHODVGRFWULQDVWHyULFRHFRQyPLFDVPRGHUQDV\GH¿QHDVt
HOFDUiFWHUHVSHFt¿FRGHHVWDVHQUHODFLyQFRQRWUDVGRFWULQDV±\FRQRWURV
PRGRVGHSURGXFFLyQGRFWULQDO±DFHUFDGHODDFFLyQKXPDQD6RORXQDYH]
aclarada la naturaleza de esa estructura común es realmente posible enten-
derWDQWRHOSDQRUDPDWHyULFRHFRQyPLFRDFWXDO VHQWLGRHVWiWLFRGHVFULS
tivo del «ser» de la teoría económica moderna), tan rico en singularidades,
interrogantes y aparentes paradojas de todo tipo, como las funciones que
HVHFRQMXQWRGHGRFWULQDVKDYHQLGRREMHWLYDPHQWHGHVHPSHxDQGR\VLJXH
desempeñando, en el desenvolvimiento de la dinámica global de nuestras
sociedades.
¿En qué consiste ese «modo particular» de producir doctrinas acerca
GHODDFFLyQKXPDQDGH¿QLWRULRGHODLGHQWLGDGHVWUXFWXUDOGHODVGRFWULQDV
WHyULFRHFRQyPLFDVPRGHUQDV"8QDUHVSXHVWDVDWLVIDFWRULDDHVDSUHJXQWD
VRORHVSRVLEOHVLVHSDUWHGHODSHUFHSFLyQVLVWHPiWLFDGHOVLJXLHQWHKHFKR
/R TXH FRQVWLWX\H OD QRYHGDG PiV FRQ¿JXUDGRUD GHO FDUiFWHU HVSHFt¿FR

1. /RTXHVLJXHHQUHODFLyQFRQODHVWUXFWXUD\QDWXUDOH]DGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRV
modernos y sus sistemas de «leyes económicas» procede de resultados de investigaciones nuestras.
Ver R. RUBIO DE URQUÍA, «Ética, eficiencia y mercado» en V.V.A.A., Etica, Mercado y Negocios,
coord. D. Melé, EUNSA, Pamplona, 1994; «Acerca del lugar de las concepciones antropológicas
en la constitución y progreso de la teoría económica», en V.V.A.A., Homenaje a Don Julio Caro
Baroja, BoletínGHOD56%$3W/©³$PRUGHSUHIHUHQFLDSRUORVSREUHV´\GLQiPLFD
económica del cristiano», parte III, en V.V.A.A., Estudios sobre el Catecismo de la Iglesia Cató-
licaFRRUG))HUQiQGH]5RGUtJXH]$('268QLyQ(G0DGULG©$VKRUWQRWHRQWKHDQ
WKURSRORJLFDO IRXQGDWLRQV RI HFRQRPLF VFLHQFHª GH SUy[LPD SXEOLFDFLyQ HQ YROXPHQ FROHFWLYR
correspondiente al Congreso Internazionale nel V Anniversario della Promulgazione dell’Enciclica
«Centesimus Annus», Roma, Ateneo Pontificio Regina Apostolorum y Acton Institute for the Study
of Religion and Liberty, abril de 1997.
2. /DSURGXFLGDDSDUWLUGHODVGRFWULQDVGH:DOUDV-HYRQV\0HQJHUHLQPHGLDWRVFRQWLQXD
GRUHV2EVpUYHQVHTXHODVGRFWULQDVNH\QHVLDQDVVHKDOODQGHQWURGHHVWDVHFXHQFLD

334
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

GH OD WHRUtD HFRQyPLFD PRGHUQD HQ VX VHQWLGR GLQiPLFRIXQGDPHQWDO HV
la concurrenciaREMHWLYDGHORVVLJXLHQWHVHOHPHQWRVD ODLGHQWL¿FDFLyQ
objetivaGH©HFRQyPLFRªFRQ©DFRPRGDFLyQSUR\HFWLYDGHPHGLRVD¿QHV
HQ HO GHVSOLHJXH GH OD DFFLyQ KXPDQDª HVWR HV FRQ ©SODQHV GH DFFLyQª
E ODDGRSFLyQGHXQDPHWRGRORJtDPX\HVSHFt¿FDSDUDODSURGXFFLyQGH
PRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRV\F ODDGRSFLyQGHXQDWHVLVDQWURSROyJLFD
especial, el «principio de comportamiento económico», como propiedad
imputada a la persona –el «agente económico»– especialmente predicada
como «propia», por así expresarlo, por la teoría económica3$KRUDELHQ
LGHQWL¿FDUREMHWLYDPHQWH©HFRQyPLFRªFRQ©SHUWHQHFLHQWHDSURFHVRVFHQ
trados en torno a “constitución, (intento de) ejecución y consecuencias de
SODQHVGHDFFLyQ´ªVLJQL¿FDH[DFWDPHQWHHULJLUDOFRQFHSWRGH©SODQGH
acción», con todo lo que eso implica, en categoría analítica central para
ODWHRUtDHFRQyPLFDFRQLQGHSHQGHQFLDGHOVLJQL¿FDGRGHFODUDGRSRUDVt
expresarlo, que se desee otorgar a la voz «economía». Esto es, desde el
PRPHQWRHQHOTXHREMHWLYDPHQWH©GHKHFKRª\GHPRGRHIHFWLYR\VLVWH
PiWLFRODHVWUXFWXUDGHLQWHOHFFLyQWHyULFDGHDOJRSURSLRGHODDFFLyQKX
mana denominado «economía» se centra en «plan de acción» (formación,
intento de ejecución y consecuencias), lo que queda así constituído en ob
MHWRGHLQYHVWLJDFLyQWHyULFDHVODDFFLyQKXPDQDHQVXFRQMXQWRHLQWHJUD
lidad orgánica, con entera independencia de la acotación de fenómenos que
VHGHVHHDGRSWDUSDUDGH¿QLU©HFRQRPtDª$XQTXHVHWHQJDSRU©REMHWLYR
GHFODUDGRªGHODLQYHVWLJDFLyQWHyULFRHFRQyPLFD©VRORXQD³SDUFHOD´GHO
³FRPSRUWDPLHQWR KXPDQR´ª OR TXH HV \ KD VLGR DFDVR OR PiV IUHFXHQ
te entre los autores, por ejemplo «el estudio del intercambio», el de «la
producción y consumo de “bienes materiales”, etc., desde el momento en
el que objetivamente se adopta «plan de acción» como categoría analítica
FHQWUDO OD LQYHVWLJDFLyQ WHyULFRHFRQyPLFD GHYLHQH QHFHVDULD H LQH[RUD
EOHPHQWHXQDPRGDOLGDGHVSHFLDOGHOHVWXGLRGHODDFFLyQKXPDQDcomo
tal. Esto es algo que frecuentemente no se percibe con nitidez; se trata, sin
HPEDUJRGHXQKHFKRVXPDPHQWHQRWDEOH\OOHQRGHFRQVHFXHQFLDVGHOD
mayor importancia. Pero esa constitución del objeto de la teoría económica
moderna no se produce «sin más», sino en conjunción con los elementos b)

3. (VWRFRQLQGHSHQGHQFLDGHORVPRGRVGHH[SUHVLyQGHHVH©SULQFLSLRªSRUSDUWHGHORVDX
tores –fuente y de sus continuadores, que son muy diversos, y de la fundamentación e interpretación
TXHDHVH©SULQFLSLRªVHKDGDGR\VHGiTXHHVWDPELHQPX\GLYHUVD(QFXDOTXLHUDGHHVRVPRGRV
e interpretaciones se trata de una tesis antropológica claramente reconocible, aunque «abierta» en el
sentido de quedar completamente formulada –como más adelante veremos– solo después de ponerla
en conexión con alguna antropología más completa.

335
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

(metodología) y c) («principio de comportamiento económico») a los que


QRVKHPRVUHIHULGRPiVDUULED
9HDPRVSULPHUDPHQWHHQTXHFRQVLVWHHVDPHWRGRORJtDHVSHFt¿FD4.
El dominio general de la teoría está constituído por el universo de proceso
UHDOHPStULFRVRVXVFHSWLEOHVGHVHUDQDOtWLFDPHQWHIRUPXODGRV ©LPDJLQD
GRVª SURSLRVGHODDFFLyQKXPDQDSHUFLELGRVDQDOtWLFDPHQWHDSDUWLURD
través, de la categoría –o, más exactamente, del complejo categorial– «plan
GHDFFLyQª(OREMHWRGHODWHRUtDHVHVWHHQWHQGHUPHGLDQWHOH\HVFDXVDOHV
racionalmente establecidas subconjuntos diversos de ese dominio general.
El desenvolvimiento de la teoría sólo es posible mediante actos de produc
ción teórica, cada uno de los cuales consiste en producir un modelo teóri
FRHFRQyPLFRUHODWLYRDXQVXEFRQMXQWRSDUWLFXODUGHOGRPLQLRJHQHUDOGH
ODWHRUtDHVWRVPRGHORVSXHGHQGLIHULU\GL¿HUHQPXFKRHQHQYHUJDGXUD
fundamentalidad, etc. ¿Qué quiere exactamente decir «entender mediante
leyes causales racionalmente establecidas»?. La respuesta a esta pregunta,
la descripción de la metodología en general y la mostración del lugar y fun
ción del elemento c) (el «principio de comportamiento económico») en la
teoría económica moderna pueden abordarse mejor en un texto como éste
mediante la exposición sistemática de la naturaleza de la estructura de todo
PRGHORWHyULFRHFRQyPLFRPRGHUQRH[DPLQDUHPRVHOSURFHVRGHSURGXF
ción teórica mediante el análisis del producto.
8QPRGHORWHyULFRHFRQyPLFRFRQVLVWHHQSRUXQDSDUWHXQVLVWHPD
GHHQXQFLDGRV(GH¿QLWRULRGHO©DJHQWHª±R©DJHQWHVª±\VXPHGLRGHRSH
ración y, por otra, un sistema de implicaciones lógicas L de E. Los enuncia
dos de E caracterizan a «agentes» ideales planeando y desenvolviendo su
acción en un «mundo» ideal5. Los enunciados de L caracterizan propieda
des de los planes de acción de los «agentes» –y de las consecuencias de los
intentos de ejecución de estos– lógicamente implicadas por los enunciados
de E; esas propiedades «dan información» acerca de «como son» los planes
de acción de los «agentes» y de «cuales son» los resultados (consecuen
cias) del despliegue de la acción por parte de esos «agentes» siguiendo esos
planes. ¿De qué índole son esos enunciados en E?. En conjunto contienen

4. Se trata de la metodología realmente utilizada en la formación de los modelos teóricos de


la teoría económica moderna, con entera independencia de las fundamentaciones, interpretaciones
RVHQWLGRVTXHORVDXWRUHVKDQGDGRDHVHPRGRGHSURFHGHU/DLQYHVWLJDFLyQGHODVFRQH[LRQHV
entre esa pluralidad de modos de percibir, por parte de los diferentes autores, esa metodología y la
estructura objetiva de la misma es asunto más bien perteneciente a la investigación del proceso de
producción de las doctrinas.
5. “Ideal” aquí significa producto de un acto de ideación, sin referencia ninguna a juicio valo
rativo acerca de «bueno», «deseable», etc.

336
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

©LQIRUPDFLyQª±£©LGHDGDªSRUHOWHyULFR±VX¿FLHQWH6 para que de E pue


dan deducirse racionalmente enunciados acerca de las propiedades de los
planes de acción de los «agentes» y de sus consecuencias. De modo directo
ORVHQXQFLDGRVHQ(VRQGHVFULSWLYRVGHD FRPRHO©DJHQWHªSHUFLEHSRU
DVtH[SUHVDUORVXSRWHQFLDOGHDFFLyQHVWRHVHOHVSDFLRGHKDFHVGHSODQHV
alternativos «abiertos para él»7; lo que, en esencia, incluye su concepción
acerca de «lo que es» –modelización de la «dinámica cognitiva» imputada
(por el teórico) al «agente» –y de «lo que debe ser»– modelización de la
«dinámica ética» imputada (por el teórico) al «agente»–; b) el medio en el
TXHORV©DJHQWHVªGHVSOLHJDQVXDFFLyQLQFOX\HQGRODHVSHFL¿FDFLyQGHUH
laciones entre acción y producción (transformación) del medio8. Pero, nos
preguntábamos, ¿de qué indole son esos enunciados en E? Son enunciados
antropológico (–sociológicos)9 de modo inequívoco y con entera indepen
dencia de lo que el teórico que los formula –o, más frecuentemente, los
©DGRSWDª ORVWRPD ±FUHDTXHHVWiKDFLHQGR&DGDVLVWHPD(H[SUHVDGH
PRGRPiVRPHQRVH[SOtFLWR\FRPSOHWRXQDDQWURSRORJtD VRFLRORJtD 
Los enunciados en L son, exactamente, implicaciones lógicas de E y, por lo
WDQWRLPSOLFDFLRQHVGHXQVLVWHPDGHHQXQFLDGRVDQWURSROyJLFRV VRFLR
lógicos). Obsérvese que los enunciados en L, propiedades de los planes de
los «agentes» y de las consecuencias de los intentos de ejecución de éstos,
VRQDEVROXWDPHQWHFLHUWRVHQHOVHQWLGRVLJXLHQWHSXHGHQVHUSUHGLFDGRV
de las personas («agentes») en sociedad descritas en E con absoluta segu-
ridad; constituyen «leyes económicas» del mundo ideal E. Esto es lo que
VLJQL¿FD H[DFWDPHQWH ©OH\HV FDXVDOHV UDFLRQDOPHQWH HVWDEOHFLGDVª 6RQ
«causales» esas «leyes» en el sentido de ser consecuencia –racionalmente
(deductivamente) establecida– de los enunciados E presupuestos. Las «le
yes» en L son absolutamente ciertas para el mundo ideal en E. De modo
TXHHODFWRGHSURGXFFLyQGH(DFWRGHSURGXFFLyQWHyULFRDQWURSROyJLFD
±£GHHOTXHHVUHVSRQVDEOHHOWHyULFRTXHORGHVHQYXHOYHFRQHQWHUDLQGH

6. 'HEHREVHUYDUVHTXHHQODVH[SRVLFLRQHVXVXDOHVGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRV±WDQWR
originales como en manuales para la enseñanza– es muy frecuente presentar explícitamente solo una
parte de los enunciados E realmente utilizados por el autor para la deducción de los enunciados L.
7. La índole de la estructura temporal de la acción de los «agentes» constituye precisamente
uno de los elementos más importantes en la caracterización de la persona («agente») y su «mundo»
«ideales».
8. Así, por ejemplo, la índole de las dinámicas sociales de transporte de información, las rela
ciones entre consecuencias de despliegues de la acción según los planes y las «instituciones», etc.
9. $QWURSROyJLFR VRFLROyJLFR  DTXt OD FDUDFWHUL]DFLyQ VRFLROyJLFD HVWi QHFHVDULDPHQWH UH
ferida –de nuevo, con entera independencia de lo que «al teórico le parezca»– a la antropológica.
/RVHQXQFLDGRVEDVHUHPLWHQQHFHVDULDPHQWHDFRQFHSFLRQHVDFHUFDGHSHUVRQD\H[LVWHQFLDKX
manas.

337
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SHQGHQFLD GH OR TXH ©FUHD TXH HVWi KDFLHQGRª± HV HO DFWR IXQGDPHQWDO
\GHFLVLYRHQODSURGXFFLyQGHOPRGHORWHyULFRHFRQyPLFR([DPLQHPRV
DKRUDEUHYHPHQWHDOJXQDVFDUDFWHUtVWLFDVGH(WtSLFDVGHORVPRGHORVWHyUL
FRHFRQyPLFRVPRGHUQRV
¿Exige de suyo la metodología (de la teoría económica moderna) al
gún contenido especial para los enunciados en E?. Es este un extremo de
crucial importancia. La metodología, de suyoVRORH[LJHHVWRVGRVUHTXL
VLWRV D HVH UHVSHFWR D  TXH VHD SRVLEOH GHGXFLU GH ( SURSLHGDGHV DFHUFD
de planes de los «agentes» (y, eventualmente, según la complejidad del
modelo, de las consecuencias de estos planes), y b) que el sistema E con
tenga alguna formulación del «principio de comportameinto económico».
8QDSHUFHSFLyQVXSHU¿FLDOGHHVWRVGRVUHTXLVLWRVSXHGHFRQGXFLUFRPRGH
KHFKRVXFHGHFRQJUDQIUHFXHQFLDDHQWHQGHUTXHHQDOJ~QVHQWLGRLPSRU
WDQWH OR UHDOPHQWH SURSLR GH ORV PRGHORV WHyULFRHFRQyPLFRV PRGHUQRV
HV TXH FRQWHQJDQ ©HQWUH VXV KLSyWHVLVª DO ©SULQFLSLR GH FRPSRUWDPLHQWR
económico», siendo lo demás «supuestos auxiliares» y, en ese sentido, «de
PHQRUHVWDWXWRªWHyULFR$KRUDELHQHVHYLGHQWHTXHHVWRQRHVDVtHQDE
VROXWRHO©SULQFLSLRGHFRPSRUWDPLHQWRHFRQyPLFRªVHIRUPXOHFRPRVH
IRUPXOHHVUHODWLYRDODHVWUXFWXUDGHDFRPRGDFLyQGHPHGLRVD¿QHVHQORV
planes de acción personales, de modo que el «principio de comportamiento
HFRQyPLFRªSUHUHTXLHUHSDUDTXHPHUDPHQWHSXHGDVHUDSOLFDGRHQXQ
FLDGRVUHODWLYRVD©TXp¿QHVª\©TXpPHGLRVª/HMRVGHFRQVWLWXLU©ODEDVHª
o «el enunciado central» de E el «principio de comportamiento económi
co» tiene una función más bien secundaria en la estructura de E y, por lo
tanto, en la producción de contenido de las «leyes económicas», L, impli
cadas por E. Son, en esencia, los enunciados en E descriptivos de cómo el
«agente» forma su potencial de acción –caracterización de las dinámicas
«ética» y «cognitiva» mediante las que el «agente» genera sus medios y
¿QHVGHDFFLyQ±ORVUHDOPHQWHIXQGDPHQWDOHV(QWRQFHV¢TXpIXQFLyQGHV
empeña realmente el «principio de comportamiento económico» en E y,
HQJHQHUDOHQWRGRPRGHORWHyULFRHFRQyPLFRPRGHUQR"/DIXQFLyQTXH
objetivamente10GHVHQSHxDHO©SULQFLSLRªHQORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPL
cos modernos puede exponerse mejor, para los objetivos de este trabajo,
del modo siguiente. Sea E2 el sistema de enunciados en E expresivo del
«principio de comportamiento económico»; desígnese mediante E1 al resto

10. «Objetivamente». En efecto esa es la función que, realmente, el análisis revela como sien
do la que desempeña el «principio de comportamiento económico» en la lógica interna de los mo
GHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRV2WURDVXQWRHVHOGHODLQWHUSUHWDFLyQTXHDOOXJDU\VHQWLGRGHO
©SULQFLSLRªHQORVPRGHORVGHODWHRUtDHFRQyPLFDPRGHUQDKD\DQGDGRRGHQORVDXWRUHV

338
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

del sistema E. El sistema E1 caracteriza en última instancia por lo que al


«agente» respecta, decíamos más arriba, lo que el «agente» se representa,
como fruto de sus dinámicas «ética» y «cognitiva», como su potencial de
DFFLyQHVWRHVHOVLVWHPD(1 (por lo que a «agente» respecta) caracteriza el
conjunto ordenado de planes de acción alternativos objetivamente abiertos
a la subjetividad del «agente». De esta manera el potencial de acción del
«agente» queda caracterizado de modo a poner especialmente de relieve su
estructura direccional, la posibilidad de caminos alternativos de despliegue
de la acción (planes). Llegamos aquí a un punto crucial para entender rec
tamente el verdadero lugar del «principio de comportamiento económico»
HQORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRV(OVLVWHPD(1 describe todos
los planes alternativos jerárquicamente ordenados que constituyen el po
tencial de acción del «agente»; el sistema E2, expresivo del «principio de
comportamiento económico», que es otra propiedad imputada a la consti
tución de la persona en conjunción con las ya imputadas –por el teórico– en
E1, es el, por así expresarlo, «encargado de “operar la selección” del plan
efectivamente “adoptado” por el “agente”» de entre los alternativamente
SRVLEOHV£(VWHHVHQHVHQFLDHOSHFXOLDU©UHSDUWRGHIXQFLRQHVªSURSLR\
H[FOXVLYRGHODWHRUtDHFRQyPLFDPRGHUQDHQWUH©SULQFLSLRGHFRPSRUWD
PLHQWR HFRQyPLFRª \ RWUDV QRWDV DQWURSROyJLFDV LPSXWDGDV D ORV ©DJHQ
WHVª/DPHWRGRORJtDSHUPLWHDOHVWDEOHFHUHOPRGRGHGHGXFLUORVHQXQ
ciados L –las «leyes económicas» del mundo ideal caracterizado mediante
E– a partir de E1 y E2, distinguir entre «lo que corresponde» al «principio
de comportamiento económico» y «lo que corresponde» al resto de las pro
piedades antropológicas imputadas por el teórico.
Las «leyes económicas» que rigen la acción de los «agentes» en el
mundo ideal E dependen enteramente de todo el sistema E; no son mera
consecuencia del «principio de comportamiento económico», como se de
duce inequivocamente de lo que acabamos de exponer. La índole y propie
GDGHVGHWRGRVORVSODQHVDOWHUQDWLYRVSRVLEOHV±£VXEMHWLYDPHQWH±SDUDHO
«agente», incluidos las del plan efectivamente «adoptado» por el «agente»,
dependen H[FOXVLYDPHQWH del sistema E1. Así, por ejemplo, en qué vayan
FRQVLVWLHQGR ORV PHGLRV \ ORV ¿QHV GH DFFLyQ GH ORV ©DJHQWHVª \ HQ TXH
modos se articulen estos entre sí proyectivamente, el grado, por así ex
presarlo, de realizabilidad interna de cada plan personal, la estructura je
rárquica del conjunto de planes alternativos de cada «agente», el grado,
por así expresarlo, de coordinación entre planes personales –simultánea
realizabilidad de los planes de todos los «agentes»–, el lugar de «libertad»
en el despliegue de la acción, qué está «monetizado» y qué no lo está,
HWF TXHGDQ FRPSOHWDPHQWH HVSHFL¿FDGRV HQ (1; E2 no interviene en ab

339
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VROXWRHQODHVSHFL¿FDFLyQGHQLQJXQRGHHVWRVH[WUHPRV&DUHFHSRUOR
tanto, de todo fundamento entender que el «principio de comportamiento
económico» constituye «la base» de los modelos de la teoría económica
moderna. Tanto la adopción del «principio» como nota antropológica sus
ceptible de ser predicada de toda persona («agente») como la atribución
±DQDOtWLFD±DHVH©SULQFLSLRªGHODIXQFLyQTXHKHPRVGHVFULWRGHQWURGH
ODOyJLFDFRQVWUXFWLYDJHQHUDOGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVFRQVWLWX
yen, ciertamente, los rasgos más distintivos de la teoría económica moder
na. Pero en modo alguno quiere esto decir que las «leyes económicas» de
la teoría económica moderna son, substancialmente, expresión del «prin
FLSLRGHFRPSRUWDPLHQWRHFRQyPLFRªVRQH[SUHVLyQGHHVH©SULQFLSLRª
en efecto, para la antropología (-sociología) descrita en cada sistema E1.
6LODH[SUHVLyQ©WKHHFRQRPLFDSSURDFKWRWKHVWXG\RIKXPDQEHKDYLRXUª
WLHQHDOJ~QVHQWLGRpVWHQRSXHGHVHUVLQRHVWHHOPRGRSHFXOLDU±EUHYH
PHQWHGHVFULWRHQSiUUDIRVDQWHULRUHV±HQHOTXHORVPRGHORVWHyULFRHFR
nómicos articulan, por así expresarlo, las relaciones entre los sistemas E1,
E2\/FRPRGRFWULQDVGHODDFFLyQKXPDQD(VHPRGRSHFXOLDUGHSURGXFLU
PRGHORVWHyULFRVDFHUFDGHODDFFLyQKXPDQDHVFLHUWDPHQWHFDUDFWHUtVWLFR
GHODWHRUtDHFRQyPLFDPRGHUQDSHURSUHFLVDPHQWHQRSRUHOKHFKRPiV
ELHQH[WHUQR\VXSHU¿FLDOGHKDFHUGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVDOJR
©ELHQYLVLEOHªHQHOSDQRUDPDJHQHUDOGHODV©FLHQFLDVKXPDQDVªHVSHFLDO
mente por sus características formales, sino porque es un modo peculiar de
SURGXFLUPRGHORVWHyULFRVDFHUFDGHODDFFLyQKXPDQDHQVXLQWHJUDOLGDG
orgánica. Cada una de las dimensiones de este modo peculiar –la diferen
ciación funcional de los sistemas E1 y E2, el modo de generar las «leyes»
HQ/FRPRFRLPSOLFDFLRQHVOyJLFDVGH(ODSUHVHQFLDPLVPDFRPRQRWD
antropológica imputada a toda persona, del «principio de comportamiento
económico» en E2, etc. –tiene su razón de ser; en todos los casos se trata de
dimensiones que solo pueden ser plenamente inteligidas a la vista del aná
OLVLVGHORVSURFHVRVGHIRUPDFLyQKLVWyULFDGHODWHRUtDHFRQyPLFDPRGHU
na11SHURREMHWLYDPHQWHFRQVLGHUDGRDEVWUDFFLyQKHFKDGHORV©SRUTXpVª
KLVWyULFRV GH FDGD FRVD ±LQGLIHUHQWHV SDUD OD FDOL¿FDFLyQ REMHWLYD GH ©OR
que es» la teoría, imprescindibles para entender la formación de esta y las
DFWLWXGHVSUHWpULWDV\DFWXDOHVGHORVHFRQRPLVWDV±HOPRGHORWHyULFRHFR
nómico moderno es exactamente un E que implica un L. Es, por lo tanto,

11. $VtSRUHMHPSORKDVLGRIUHFXHQWtVLPRFRQVLGHUDUHO©SULQFLSLRGHFRPSRUWDPLHQWRHFRQy
PLFRªFRPRXQDH[SUHVLyQFRQGHQVDGDGHDOJXQDFRQFHSFLyQXWLOLWDULVWDGHODDFFLyQKXPDQD\HQ
WRQFHVXWLOL]DUORFRQHVHVLJQLILFDGRFXDQGRGHKHFKRHVHQORVVLVWHPDV(1 donde, los autores que
DVtKDQSURFHGLGRLQWURGXFHQQRWDVDQWURSROyJLFDVLPSXWDGDVH[SUHVLYDVGHHVHWLSRGHFRQFHSFLR
QHV£'HFLUTXH©ODSHUVRQDHVXQVHUPD[LPL]DGRUªQRVLJQLILFDSRUVtVRORestrictamente nada!

340
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

en la naturaleza de E1GRQGHVHKDOODODIXHQWHGHVLJQL¿FDGRGH/HVSRU
lo tanto, en la dinámica de generación de los diferentes sistemas E1 donde
VHKDOODODGLQiPLFDGHWUDQVIRUPDFLyQGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRV
es, por lo tanto, la intelección de los sistemas E1 de los diferentes modelos
WHyULFRHFRQyPLFRVORTXHSHUPLWHentenderHOSDQRUDPDWHyULFRHFRQyPL
co actual, en primer lugar, y –según veremos más adelante– ciertos rasgos
fundamentales de nuestras sociedades actuales.
Vemos pues que, con entera independencia de lo que los autores que
ORVXWLOL]DQ©FUHDQTXHHVWiQKDFLHQGRªORVVLVWHPDVGH©OH\HVHFRQyPLFDVª
GHGXFLGRVHQORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRVson implicaciones
OyJLFDVGHVLVWHPDVGHHQXQFLDGRVDQWURSROyJLFRV VRFLROyJLFRV GLYHUVRV
no sonQL©DEVWUDFFLRQHVGHORVKHFKRVªQL©UHJXODULGDGHVHPStULFDVªQL
LPSOLFDFLRQHVGH©SRVWXODGRVHYLGHQWHVDFHUFDGHODFRQGXFWDKXPDQDª12;
QRSURFHGHQHQDEVROXWRGH©ODDSOLFDFLyQDO³FRPSRUWDPLHQWRKXPDQR´
GHOD³PHWRORJtDSRVLWLYDGHODVFLHQFLDV¿VLFRQDWXUDOHV´ª±FXDOHVTXLHUD
TXHVHDQORVVLJQL¿FDGRVSUHFLVRVTXHSXHGHQUD]RQDEOHPHQWHDWULEXLUVHD
semejante expresión–. Cada sistema de «leyes económicas», deducido de
XQVLVWHPD(H[SUHVDSURSLHGDGHVGHODDQWURSRORJtD VRFLRORJtD DODTXH
obedecen, por así expresarlo, la persona y el mundo ideales caracterizados
mediante E. Por eso es perfectamente normal algo que se observa profusa
PHQWHHQHOSDQRUDPDWHyULFRHFRQyPLFRDFWXDOODH[LVWHQFLDGHVLVWHPDV
de «leyes teóricas» –aducidas por los diferentes grupos de economistas–
parcial o totalmente incompatibles entre sí. Las divergencias entre esos
diferentes sistemas de «leyes» es exactamente la expresión de las divergen
cias, perfectamente constatables mediante el análisis sistemático, existen
tes entre los sistemas de enunciados E de los modelos teóricos respectivos.
Naturalmente que no todos los modelos no compatibles entre sí pueden ser
simultáneamente «correctos» en relación con el mismo conjunto de proce
VRVUHDOHPStULFRVDH[SOLFDU(VWRHVFRPRWHPDDOJRTXHSHUWHQHFHDXQ
ámbito de análisis fundamental pero en el que aquí no necesitamos entrar.
Lo que aquí nos interesa resaltar es que, con entera independencia de cual
VHDODSRWHQFLDH[SOLFDWLYDGHFDGDPRGHORWHyULFRHFRQyPLFR\GHFyPR

12. /RTXHQRTXLHUHGHFLUTXHHQODPHGLGDHQODTXHXQVLVWHPD(UHFRJHUDVJRVDQWURSR
OyJLFRV VRFLROyJLFRV HIHFWLYDPHQWHSUHVHQWHVHQHOFDPSRGHSURFHVRVUHDOHPStULFRVDH[SOLFDU
las leyes L deducidas de E no «pongan de manifiesto», por así expresarlo, relaciones causales efec
WLYDPHQWHGLVFHUQLEOHV£HVWHSUHFLVDPHQWHHVHOREMHWLYRGHOPRGHORWHyULFRHQFXDQWRWDOSHUR
esto es completamente distinto de afirmar «los enunciados L describen regularidades empíricas».
Asunto completamente distinto, también, es que «se tomen» modelos teóricos como «inspiración
LQVWUXPHQWDOªSDUDSURGXFLU©SUHGLFWRUHVª±SRUHMHPSORHVWDGtVWLFRV±HVRHV\DDOJRGLVWLQWRGHOD
SUD[LV teórica (racional).

341
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

tenga lugar, en la realidad de la SUD[LVFLHQWt¿FDODSURGXFFLyQGHQXHYRV


HQXQFLDGRVGHORVVLVWHPDV(ORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRV
VRQ±\QRVRQRWUDFRVDTXH±FRQFUHFLRQHVHVSHFLDOHVGHDQWURSRORJtDV 
sociologías) particulares.
¢&yPR©LQÀX\HªXQPRGHORWHyULFRHFRQyPLFRFRQFUHWR±\HQJHQH
UDO OD FRQVWHODFLyQ GH PRGHORV WHyULFRHFRQyPLFRV FRQFUHWRV H[LVWHQ
tes– en la acción personal y en la dinámica global de nuestras sociedades?
&LHUWDPHQWHLQÀX\HHQODPHGLGDHQODTXHHOPRGHORWHyULFRHQFXHVWLyQ
±RVXVDSOLFDFLRQHVSROtWLFRHFRQyPLFDVGHJHVWLyQHWF±DIHFWDDODYLGD
personal o social. A este respecto viene inmediatamente a la mente la ima
JHQGHOLQÀXMRTXHVREUHODYLGDSHUVRQDO\VRFLDOWLHQHQXQDSROtWLFDHFR
nómica (pública) inspirada en modelos teóricos «liberales» (por ejemplo
©PRQHWDULVWDVª  ©LQWHUYHQFLRQLVWDVª SRU HMHPSOR ©NH\QHVLDQRVª  HWF R
despliegues empresariales basados en «modelos de empresa», más o menos
GLUHFWDPHQWH LQVSLUDGRV HQ PRGHORV WHyULFRHFRQyPLFRV WDOHV FRPR ©el
objetivo último y general de la actividad empresarial es alcanzar el máxi
PREHQH¿FLRHQGLQHURªR©ODHPSUHVDQRHVVLQRXQHVFDOyQLQIHULRUHQ
HOSURFHVRGHSODQHDFLyQJHQHUDOGHODHFRQRPtDªHWF3HURKD\RWUDYtDD
WUDYpVGHODFXDOORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVHMHUFHQXQLQÀXMRVREUH
ODYLGDSHUVRQDO\VRFLDOPXFKRPD\RUTXHpVWHTXHDFDEDPRVGHYHU(V
HVWDORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVFXOWXUDOPHQWHYLJHQWHVFRQVWLWX\HQ
al ser tomados por las personas como representaciones de la realidad «su
ministradas por la ciencia» –o, simplemente, por las socialmente percibidas
como fuentes ¿DEOHV de producción de representaciones acerca de la reali
dad–, factores de producción importantísimos en el proceso de constitución
de los planes personales de acción y, por lo tanto, en la producción de la
acción personal y, a través de la interacción de despliegues de la acción per
VRQDOHQODSURGXFFLyQGHODUHDOLGDGVRFLDOKLVWyULFD$KRUDELHQGRQGH
UDGLFDODHVSHFLDOtVLPDLPSRUWDQFLDGHHVWDYtDGHLQÀXMRHVHQHVWRORTXH
HQUHDOLGDGVHWUDQVPLWHDWUDYpVGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVFRQ
virtiéndose así en principalísimo factor de producción de la acción personal
\GHODUHDOLGDGVRFLDOHVVXHVHQFLDFRQVWLWXWLYDTXHFRPRKHPRVYLVWR
es la de sistema de enunciados antropológicos. La vigencia cultural de mo
GHORVWHyULFRHFRQyPLFRVHVODYLJHQFLDGHXQDFLHUWD±©FRUUHFWDª©PHQRV
correcta» o «falsa» es otro tema– razón técnica, como por ejemplo la que
puedan tener diversos procedimientos industriales, pero es, también y sobre
todo, la vigencia de unos determinados modelos antropológicos. Esta es la
FODYHGHODVXQWRSRUFDXVDGHODSURSLDQDWXUDOH]DGHORVPRGHORVWHyULFR
económicos lo que se transmite culturalmente al transmitir un modelo teó
ULFRHFRQyPLFRQRHVVLPSOHPHQWHQLSULQFLSDOPHQWHXQPRGHOR©DFHUFD

342
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

GHXQ³DVSHFWRGHODDFWLYLGDGKXPDQD´ªVLQRXQPRGHORDQWURSROyJLFR
más bien global. Para percatarse realmente de esto no basta con experimen
tar una intuición más o menos vaga acerca de «los inevitables contenidos
antropológicos de las doctrinas económicas»; es preciso entender en toda
VXUDGLFDOLGDGTXHWRGRPRGHORWHyULFRHFRQyPLFRPRGHUQRes un modo
HVSHFLDO±£DXQTXHSXHGDHVWH©VHUªTXHGDUPiVRPHQRVYHODGR±GHH[SUH
VDUXQDDQWURSRORJtD(VWHKHFKRHVGHXQDHQRUPHWUDQVFHQGHQFLDSRUTXH
al tomar como representación de la realidad una determinada antropología
se está orientando el despliegue existencial, caeteris paribus13, en una di
rección determinada. Así, y muy especialmente, aquello que a la vista de
esa antropología «no existe», o «no es posible» o «es anómalo», propende
fuertemente a quedar eliminado del panorama de posibilidades de acción
de la persona o a ser considerado en este como imposible o patológico.
/RVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRVVRQDVtFRPRSURYHHGRUHVRE
jetivos principalísimos de modelos antropológicos, elementos de primera
magnitud en la producción de la dinámica global de nuestras sociedades.
Esto es así inevitablemente porque, sea bajo la denominación de «ciencia
económica» o bajo otras denominaciones, la acción personal –y su produc
to social, la dinámica global de la sociedad– es imposible en ausencia de
UHSUHVHQWDFLRQHVWHyULFDV/RTXHFRQVWLWX\HKHFKRFDUJDGRGHLPSOLFDFLR
QHVQHJDWLYDVHVDHVWHUHVSHFWRHVWRQRWRPDUQRWLFLDH¿FD]\VX¿FLHQWH
GH OD QDWXUDOH]D GH HVR TXH ORV PRGHORV WHyULFRHFRQyPLFRV WUDQVPLWHQ
Tomar, por ejemplo, por «verdad de la ciencia» que lo propio de la activi
dad empresarial es producir aquello que previsiblemente es susceptible de
UHQGLUHOPi[LPREHQH¿FLRPRQHWDULRQRFRPR©GDWRVRFLRJUi¿FRSXHVWR
de relieve por la investigación empírica» sino como «resultado de la in
YHVWLJDFLyQFLHQWt¿FDDFHUFDGHODQDWXUDOH]DGHODHPSUHVDULDOLGDGªQRHV
meramente tomar noticia de una «propiedad técnica» más –cierta o no– y
poder así actuar en consecuencia en una parcela especial de la actividad
KXPDQDVLQRTXHHVWRPDUFRPR©YHUGDGGHODFLHQFLDªXQDDQWURSRORJtD
HVSHFLDOtVLPDFX\RLQÀXMRVREUHODDFFLyQ\VXVUHVXOWDGRVHVPXFKRPiV
profundo y abarcante –pero véase la nota nº 13 supra– que el propio de la
toma en consideración de una mera «propiedad técnica». Lo recibido por
las gentes como relacionado con «economía» en nuestras sociedades es,
en el fondo, una antropología, aunque no se percibe esto así, sino más bien
FRPRORUHODFLRQDGRFRQ©XQDSDUWHGHODDFWLYLGDGKXPDQDªSHURHVWRTXH
VHSHUFLEHFRPR©XQDSDUWHGHODDFWLYLGDGKXPDQDªVRQHQUHDOLGDG\HQHO

13. «Caeteris paribusª£ODSHUVRQDSXHGH±\GHKHFKRHVORPiVIUHFXHQWH±LQWHUQDOL]DUUHSUH


sentaciones (teóricas y axiológicas) parcial o menos parcialmente inconsistentes entre sí!

343
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

IRQGRPRGHORVGHSHUVRQDGHH[LVWHQFLD\GHVRFLHGDG(VWHKHFKRTXHVH
GHULYDFRPRKHPRVYLVWRGHODSURSLDQDWXUDOH]DGHORVPRGHORVWHyULFR
económicos modernos, constituye sin duda una de las causas principales de
la primacía objetiva que en nuestras sociedades actuales tiene «lo econó
mico». No es que, en estas –y a través de las diversas representaciones po
pulares culturalmente vigentes de las doctrinas económicas modernas–, «se
KD\DRWRUJDGRSULPDFtDDDOJRSDUFLDO GHODDFFLyQKXPDQD HQGHWULPHQWR
de lo restante» sin más; es que este otorgar primacía, este polarizar los
FRQWHQLGRV\ODVGLUHFFLRQHVGHODDFFLyQKXPDQDHQGHWHUPLQDGRVVHQWLGRV
±£SHURFRQVLGpUHVHGHQXHYRORFRQVLJQDGRHQODQRWDQžsupra!– es fru
to de la previaDFHSWDFLyQPiVRPHQRVUDFLRQDOFRQVFLHQWHPHQWHHIHFWXD
da, según cada cual, de una antropología de la que semejante polarización
surje, necesaria e inequívocamente, como corolario razonable.
Así es que tratar en serio del tema «la “economía” como elemento
componente de la “la sociedad civil”» es, en general, tratar acerca del lugar
que los modos en los que las gentes forman (y tratan de ejecutar) sus planes
GHDFFLyQWLHQHQHQHOSURFHVRGHSURGXFFLyQGHOD©VRFLHGDGFLYLOª<GH
modo especial, del lugar que, en relación con el proceso de producción de
OD©VRFLHGDGFLYLOªWLHQHQORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVFRPRIDFWRUHQ
el proceso de formación de los planes de acción de las gentes. Aceptar, sin
más –y, especialmente, como «verdad de la ciencia»–, como punto de parti
da de la investigación acerca del tema «“economia” en la “sociedad civil”»
ideas tales como «lo propio de “economía” es que las empresas están para
³JDQDUGLQHUR´RSDUD³SURGXFLUORTXHOHVLQGLFDODDXWRULGDGSODQL¿FDGR
ra”, que “los mercados constituyen la instancia relacional central”, etc.» es
partir, de antemano, de la aceptación, sin más, de alguna antropología de
WHUPLQDGDQRH[DPLQDGD<HVWRHVDVtQRHQYLUWXGGHDOJ~QSUHFHSWRH[y
geno a “economía” –o a “ciencia económica”– o de «consideraciones de
tQGROHPiVIXQGDPHQWDOªHVWRHVDVtHQYLUWXGGHODYHUGDGHUDQDWXUDOH]D
GHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRV\GHODVIXQFLRQHVTXHHVWRV
objetivamente desempeñan en la producción de acción y de realidad social.
Las preguntas que deben ser formuladas y examinadas para entender el
lugar de «economía» en la «sociedad civil» no pueden quedar acotadas por
ODVDQWURSRORJtDVH[SUHVDGDVHQORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVYLJHQWHV
porque, en ese caso, no solo la mera capacidad de ampliación proyectiva de
ODDFFLyQTXHGDUtDDVtYHGDGDDODLQGDJDFLyQFLHQWt¿FDVLQRTXHDGHPiV
sería imposibleHQWHQGHUWDQWRHOSDQRUDPDWHyULFRHFRQyPLFRDFWXDOFRPR
SURFHVRV\IHQyPHQRVFHQWUDOHVGHODDFFLyQKXPDQDRUDQRVXVFHSWLEOHV
GHVHUH[SOLFDGRVSRUORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVH[LVWHQWHVRUDVROR

344
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

susceptibles de ser considerados desde estos como «anomalías» o «irracio


nalidades aleatorias».
3XHVHQHIHFWRHOFDPSRGHSURFHVRVGHODDFFLyQKXPDQD±\FRQVL
guientemente, de dinámicas de formas de la «sociedad civil»– que realmen
WH©FDEHQªHQODVDQWURSRORJtDVH[SUHVDGDVHQORVPRGHORVWHyULFRHFRQy
micos actualmente más vigentes14HVVLQJXODUPHQWHHVWUHFKR&LHUWDPHQWH
no son las mismas las antropologías neoclásica –el mundo del «optante»
determinado por sus condiciones iniciales y una «estructura impersonal» a
la que son ajenas toda dinámica ética o cognitiva, austriaca– el mundo de la
empresarialidad monetarizada desplegada en una sociedad mercantil liberal
±RNH\QHVLDQDV±SULQFLSDOPHQWHHOPXQGRGHOFRQVXPLGRUWUDEDMDGRUSDVL
YR £UHDOPHQWH³GHVSURYLVWRGHDWULEXWRV´ HOHPSUHVDULRFLFORWtPLFRFRQ
tendencia a la astenia y el colegio de asignadores (solo ellos) capaces de cal
cular (socialmente) de modo a asegurar el pleno empleo–. Dejando de lado
HOPXQGRDQWURSROyJLFRNH\QHVLDQRHVREYLRTXHODDQWURSRORJtDDXVWULDFD
HVFRQVLGHUDEOHPHQWHPHMRUFLHQWt¿FDPHQWHKDEODQGRTXHODQHRFOiVLFD
en el sentido preciso de ser capaz de explicar todos los procesos explicados
por la neoclásica y, además, y a partir de los mismos esquemas analíticos,
otros procesos, claramente existentes en la realidad y ciertamente importan
tes desde cualquier punto de vista, que la antropología neoclásica no puede
ni siquiera representarse15. Pero, siendo esto así, no es menos cierto que en
ODDQWURSRORJtDDXVWUtDFD©QRFDEHQª±£H[DFWDPHQWHGHOPLVPRPRGRTXH
«no caben» en la neoclásica procesos que «sí caben» en la austriaca!– pro
FHVRV GHODDFFLyQKXPDQD FODUDPHQWHGLVFHUQLEOHVHQODUHDOLGDG\FLHUWD
mente muy importantes desde cualquier punto de vista. Como nos muestra
inequívocamente el brevísimo y rudimentario examen que de la estructura
GHORVPRGHORVGHODWHRUtDHFRQyPLFDPRGHUQDKHPRVKHFKRPiVDUULED
los sistemas de «leyes económicas» deducidos en un modelo solo pueden
H[SOLFDUSURFHVRVTXH©TXHSDQªHQODDQWURSRORJtD VRFLRORJtD H[SUHVDGD
HQHOVLVWHPD(GHOPRGHOR$KRUDELHQFRPRQRHVSRVLEOHIRUPXODUXQD
DQWURSRORJtD VRFLRORJtD  DEVROXWD ±FDSD] GH FDUDFWHUL]DU DEVROXWDPHQWH

14. $TXtQRVUHIHULPRVFODURHVWiDORVPRGHORVJHQHUDOHVHOPRGHORQHRFOiVLFR ZDOUDVLDQR 


GHHTXLOLEULRJHQHUDOODVFRQFHSFLRQHVDXVWULDFDVGHOSURFHVRGHPHUFDGR\ODVGLYHUVDVIRUPXOD
FLRQHV±PX\GLVWLQWDVHQWUHVtSRUORGHPiV±GH©HFRQRPtDFRQWURODEOHªGHLQVSLUDFLyQNH\QHVLDQD
Esos son, en esencia, los modelos generales de la teoría económica moderna realmente vigentes, con
perfiles de vigencia muy variados, como se sabe.
15. Esta es la razón de la necesidad de los autores neoclásicos de recurrir constantemente a
«prótesis» extensivas para sus modelos y, cuando éstas se muestran claramente insuficientes para
«dar cabida» a aquello que se quiere explicar, lo que sucede en todos los casos de fenómenos y
procesos realmente importantes, de recurrir bien a excluir procesos completos bajo la etiqueta de
«anomalía», bien a relegar la explicación a algún modelo exógeno.

345
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

©FRPSOHWDPHQWHª WRGRGHVSOLHJXHGHDFFLyQKXPDQDSRVLEOH±QRHVSR
sible formular un sistema E absoluto y, en consecuencia, no es posible –si
guiendo la metodología general de la teoría económica moderna– deducir
«leyes económicas» absolutas. El teórico, siguiendo la metodología de la
teoría económica moderna, solo puede acceder al conocimiento racional de
ORVSURFHVRVGHODDFFLyQKXPDQD16 mediante la construcción de «mundos
LGHDOHVFRQSHUVRQDVLGHDOHVªSHUR£QRHVSRVLEOHLGHDUPXQGRVDEVROXWRV
(QODPHGLGDHQODTXHHOVLVWHPD(GHXQPRGHORWHyULFRHFRQyPLFR©UH
coge», por así expresarlo, algún «trozo» de «realidad de la producción de
DFFLyQ KXPDQDª HQWRQFHV ODV ©OH\HVª GH HVH PXQGR ±FRQVLJQDGDV HQ HO
sistema L del modelo— permiten, efectivamente, el acceso a la intelección
racional de ese «trozo», pero, y esta condición de posibilidad debe siempre
ser especialmente tenida en cuenta, reduciendo necesariamente la antropo
ORJtD VRFLRORJtD D(£HOPXQGR©YHUGDGHURªVHUHGXFHVH©JHRPHWUL]Dª
a «lo que pone en E»! De modo que no es en absoluto indiferente lo que
DFHUFDGH©SHUVRQDª\©H[LVWHQFLDªKXPDQDV DQWURSRORJtD ©VHSRQJDHQ
E»; ni es indiferente por lo que respecta a la función de explicación racional
GHORVSURFHVRVGHODDFFLyQKXPDQDGHORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVQL
es indiferente por lo que respecta a la función que estos modelos desem
SHxDQVHJ~QKHPRVYLVWRHQODSURGXFFLyQGHDFFLyQKXPDQD\UHDOLGDG
como representaciones acerca de persona, existencia y sociedad. Desde un
SXQWRGHYLVWDSXUDPHQWHFLHQWt¿FRHVHYLGHQWHTXHHOSURJUHVRGHODWHR
ría exige un contínuo proceso de producción de sistemas E17; no es que, a
modo de «evento traumático», proceda «revisar y ampliar la antropología
neoclásica» –o la austríaca–, tratando de «salvar todo lo posible»18; es que
HOSURJUHVRWHyULFRFRQVLVWH±£HQYLUWXGGHODSURSLDQDWXUDOH]DGHODPH

16. ©&RQRFLPLHQWR UDFLRQDOª SHUR SDUD HOOR KD\ TXH ©DUULHVJDUVHª D SURSRQHU XQD DQWURSR
ORJtD VRFLRORJtD en serio£ORTXHLPSOLFD©FDUJDUFRQODVFRQVHFXHQFLDVªGHHVRTXHVHSURSRQH
$KRUDELHQVHPHMDQWHDFWLWXG\GLVSRVLFLyQSRUSDUWHGHOWHyULFR©FRPSURPHWHªDHVWHVREUHPDQHUD
\HQP~OWLSOHVGLUHFFLRQHVHQSDUWLFXODUHQHVWDRUJDQL]DUODSUD[LV científica en torno a una per-
manente indagación antropológica. El no quererKDFHUHVWRHVXQDGHODVUD]RQHV±DFDVRODGHPiV
peso– que explican actitudes claramente irracionales e irracionalistas en tantos economistas que
renunciando a «entender» pretenden «solo» (!) «predecir».
17. 2EVpUYHVHTXHORTXHJHQHUDHOSURJUHVRWHyULFRQRHVVLQPiVXQDGHWHUPLQDGDIRUPX
DFLyQGHXQQXHYRVLVWHPD(HVSULPDULDPHQWHHOSURFHVRGHJHQHUDFLyQGHpreguntas científicas lo
que, propiamente, desencadena el proceso de investigación conducente a la producción de sistemas
(£3UHJXQWDVGRWDGDVGHVHQWLGRSDUDTXLHQODVIRUPXOD\QRHQJHQHUDOPHUDPHQWHJHQHUDGDV
automáticamente por la lógica de preguntas anteriores. La índole de las fuentes de preguntas es aquí
elemento crucial.
18. 5HVXOWDPX\FRP~QHQWUHDXWRUHV©HQODFRUULHQWHJHQHUDOª±£QRFLHUWDPHQWHHQWRGRV±
propender a considerar objetivamente la antropología neoclásica, o (más raramente) la austríaca,
como antropologías absolutas o, cuando menos, antropologías nucleares.

346
LA ECONOMÍA COMO DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA Y SOCIAL

todología general de la teoría económica moderna!– ordinariamente, en


esencia19, en una contínua alteración de la sistemas E. El no percibir esto de
PRGRVX¿FLHQWHFRQGXFHDXQDGHHVWDVGRVSRVWXUDVRDFWLWXGHVFODUDPHQWH
UHJUHVLYDVRELHQ±DOQRHQWHQGHUODQDWXUDOH]D\IXQFLyQGHORVVLVWHPDV
(HQORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPRGHUQRV±DDIHUUDUVHFRQWUDWRGD
UD]yQ \ WRGD HYLGHQFLD D XQD DQWURSRORJtD FODUDPHQWH LQVX¿FLHQWH SDUD
«dar cabida plena» a procesos inequívocamente «reales» e importantes, o
bien –al no entender la naturaleza de la metodología general que objetiva
PHQWHVXE\DFHDODSURGXFFLyQWHyULFRHFRQyPLFDPRGHUQD±DGHFLGLUDOD
YLVWDGHODLQVX¿FLHQFLDGHODVDQWURSRORJtDV VRFLRORJtDV H[SUHVDGDVHQ
ORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRV JHQHUDOHV PiVYLJHQWHV\HQODFUHHQFLD
que la teoría económica moderna consiste en aceptar esas antropologías,
abandonar la vía teórica sistemática en favor de otros tipos de aproxima
FLyQDVLVWHPiWLFRV\HQUHDOLGDGUHJUHVLYRV3HURFRPRYHPRVODWHRUtD
económica moderna, claramente entendida, no depende, en absoluto, de
mantener esas antropologías justamente percibidas, cada vez de modo más
JHQHUDOL]DGRFRPRPX\LQVX¿FLHQWHV
Es, con todo, en relación con la segunda función de los modelos teóri
FRHFRQyPLFRVHOFRQVWLWXLUUHSUHVHQWDFLRQHVDFHUFDGHSHUVRQDH[LVWHQFLD
\VRFLHGDGH¿FDFHVHQODIRUPDFLyQGHSODQHVGHDFFLyQ\SRUORWDQWRHQ
la producción de acción y de realidad social, donde estriba la máxima inci
dencia del progreso o no progreso en la producción de sistemas E. La mera
IRUPXODFLyQGHORV©JUDQGHVWHPDVªWDOHVFRPR©PHUFDGRRHVWDGRª©H¿
ciencia o solidaridad», «altruísmo o racionalidad “económica”», etc., suele
KDFHUVHHQ\GHVGHKRUL]RQWHVH[LVWHQFLDOHVFX\DHYLGHQWHFODXVXUDQRHV
sino necesaria consecuencia de «ver a la persona» como «lo que ponen» las
DQWURSRORJtDVH[SUHVDGDVHQORVPRGHORVWHyULFRHFRQyPLFRVPiVYLJHQ
tes, muy especialmente el neoclásico. El progreso teórico es ciertamente
UHTXHULGRSDUDH[SOLFDUSURFHVRVTXHKR\QRVRQH[SOLFDEOHVSDUWLHQGRGH
ORVPRGHORVGLVSRQLEOHVSHURODUHÀH[LyQDQWURSROyJLFDVLVWHPiWLFDQHFH
saria para conducir ese progreso lo es también para ampliar los contenidos
de verdad de las concepciones acerca de persona, existencia y sociedad con
arreglo a las cuales las gentes organizan su potencial de acción. Tratar de
©³HFRQRPtD´HQOD³VRFLHGDGFLYLO´ªWRPDQGRFRPRFDWHJRUtDVFLHQWt¿FDV
ORTXHQRVRQHQPXFKRVFDVRVVLQRSUHFLSLWDGRVDQDOtWLFRVGHDQWURSROR

19. También, claro está, requiere el progreso teórico progresos en otras direcciones, por ejem
plo metodológicas, matemáticas, etc., en la medida en la que éstas son necesarias en algún momento
del proceso de construcción de los modelos. Pero la esencia del progreso teórico estriba en la re
flexión antropológica a la vista de «preguntas».

347
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

JtDVFODUDPHQWHLQVX¿FLHQWHVFRQVWLWX\HXQJUDYHHUURUGHSDUWLGD/DFLHQ
cia económica moderna no solo no «está ya constituída en sus fundamentos
\HQVXVOtQHDVJHQHUDOHVªVLQRTXHVHKDOODHQVXVPHURVEDOEXFHRVLQLFLD
OHV5HSHQVDUOD©VRFLHGDGFLYLOªHVSRUORWDQWRLQVHSDUDEOHGHSODQWHDUVH
YtDVGHSURJUHVRWHyULFRHFRQyPLFR

348
EL MERCADO COMO INSTITUCIÓN
DE LA SOCIEDAD CIVIL

$OHMR-RVp*6ISON

«Una economía del mercado ... es la única economía natural, la única que tiene
VHQWLGROD~QLFDTXHQRVSXHGHWUDHUODSURVSHULGDGSRUTXHHVOD~QLFDTXHUHÀHMDOD
QDWXUDOH]DGHODYLGDPLVPD/DHVHQFLDGHODYLGDHVLQ¿QLWD\PLVWHULRVDPHQWHPXOWL
IRUPH\SRUWDQWRQRSXHGHFRQWHQHUVHQLSODQL¿FDUVHHQVXSOHQLWXG\YDULDELOLGDGSRU
cualquier inteligencia central.».

>9iFODY+AVEL, Meditaciones estivales, 1993]

¢4XpSHUVSHFWLYDVGHIXWXURWLHQHHOPHUFDGRWUDVODFDtGDGHOFRPX
QLVPR" ¢6REUHYLYLUi HO PHUFDGR ODV HPEHVWLGDV DWURFHV TXH DKRUD VXIUH
el estado de bienestar? ¿Por qué transformaciones pasará? ¿Cómo será el
UHVXOWDGR¿QDO"

EL REDESCUBRIMIENTO DEL MERCADO

Con casi cincuenta años de uso en las universidades y más de quince


ediciones internacionales, la obra titulada Economía GH 3DXO$ 6DPXHO
VRQVHKDFRQYHUWLGRQRVyORHQXQFOiVLFRVLQRHQODYLUWXDOELEOLDGHODV
ciencias económicas. Entre las principales tendencias actuales que señala
6DPXHOVRQHQHOSUHIDFLRGHODHGLFLyQGHHVHOIHQyPHQRGHOUHGHV
cubrimiento del mercado. El mercado renace en los paises que integraban

349
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

la antigua Unión Soviética, así como en sus satélites en el este europeo.


'HQLQJ~QPRGRSXHGHGHFLUVHTXHODWUDQVLFLyQKD\DVLGRLQGRORUDXQD
LQÀDFLyQJDORSDQWHXQDVXELGDDEUXSWDHQHOGHVHPSOHRXQDEDMDGDYHUWL
ginosa en el valor real de los salarios, y una tremenda inseguridad social
KDQVROLGRDFRPSDxDUODV³WHUDSLDVGHFKRTXH´DSOLFDGDVSDUDUHVXFLWDUHV
tas economías. Las recientes perturbaciones civiles en Albania causadas por
la disolución de las especulaciones piramidales son síntomas de que esta
¿HEUHD~QQRKDUHPLWLGRGHOWRGR(QOD&KLQDFRQWLQHQWDO\DVHHVWLODXQD
suerte de “leninismo del mercado” en el que –sin renunciar al autoritarismo
político–, se compaginan con éxito formas alternativas de propiedad aparte
GHODHVWDWDOHQ]RQDVHFRQyPLFDVHVSHFLDOHVODGHVFHQWUDOL]DFLyQGHOSRGHU
HFRQyPLFRHVGHFLGLGDPHQWHXQSDVRKDFLDODOLEHUWDGGHOPHUFDGR&RQOD
excepción de Corea del Norte y de Cuba, cuyas economías presentan un
aspecto más bien moribundo, no quedan ya, prácticamente, paises que por
motivos ideológicos se cierran al mercado.
4XL]iVD~QPiVLQWHUHVDQWHSDUDQXHVWURVSURSyVLWRVHVHO³UHGHVFX
EULPLHQWR´GHOPHUFDGRSRUSDUWHGHODVHFRQRPtDVTXH\DHUDQSDUDHP
pezar, unas economías del mercado. La consolidación en grados diversos
de la Unión Europea, la NAFTA (área de libre comercio norteamericana),
HO0HUFRVXUHO$3(& FRQIHUHQFLDHFRQyPLFDGHO$VLD3DFt¿FR HWFHV
XQSHTXHxRERWyQGHPXHVWUDGHHVIXHU]RVKDFLDHVWDGLUHFFLyQ3DUHMRDO
UHGHVFXEULPLHQWRGHOPHUFDGRHQWRQFHVKHPRVGHFLWDUHOPRYLPLHQWRLQ
HOXGLEOHKDFLDODJOREDOL]DFLyQGHODVDFWLYLGDGHVHFRQyPLFDV&RPRD¿U
PyHQHOSUHVLGHQWHHVWDGRXQLGHQVH%LOO&OLQWRQ

³6HQFLOODPHQWH\DQRKD\PRGRGHFHUUDUQXHVWUDVIURQWHUDV\YROYHUD
QXHVWURVGtDVGHLQVXODULGDG(OLQWHQWDUKDFHUORVHUtDXQHMHUFLFLRGHIXWLOGDG
destinado no sólo al fracaso, sino también a rebajar, al mismo paso, nuestro
nivel de vida.”

'H PRGR SDUHFLGR DO TXH OD HFRQRPtD VH KD HVWDEOHFLGR FRPR XQD
“categoría social”, como dimensión elemental e indispensable para la vida
societaria, se determina también el mercado como una “institución social”,
FRPRIDFWRU¿UPH\SHUPDQHQWHGHODHFRQRPtDRYLGDHFRQyPLFD6LOD
economía es una de las categorías o “géneros supremos” en los que se cla
VL¿FDQODVDFFLRQHVKXPDQDVQHFHVDULDVSDUDXQDYLGDÀRUHFLHQWHUHVXOWD
que el mercado es una de las “instituciones” u organizaciones sociales per
sistentes que se derivan de –y en las que se llevan a cabo– la economía.
/DFLHQFLDHFRQyPLFDVXHOHGH¿QLUVHFRPRHOHVWXGLRGHFyPRODVVR
ciedades utilizan los recursos escasos para producir bienes de valor y dis

350
EL MERCADO COMO INSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

WULEXLUORVHQWUHORVPLHPEURVGHODSREODFLyQ$KRUDELHQHOPHUFDGRHV
precisamente el modo en que la sociedad, como organización social por
antonomasia, decide responder a las tres preguntas básicas de qué bienes
producir, cómoSURGXFLUGLFKRVELHQHV\para quién producirlos. El qué se
UH¿HUHDODFDQWLGDGGHFDGDELHQRVHUYLFLRSRVLEOHTXHKDGHSURGXFLUVH
supuestos los recursos o insumos limitados de los que la sociedad dispone.
El cómo apunta a la elección de una técnica particular mediante la cual un
ELHQRXQVHUYLFLRHVSHFt¿FRVHSURGXFH<HOpara quién pregunta por la
manera en que estos bienes o servicios deben distribuirse entre los miem
bros de la sociedad o los consumidores.
/DFLHQFLDHFRQyPLFDSRUWDQWRLJXDOPHQWHSRGUtDGH¿QLUVHFRPRXQ
estudio acerca de la institución mercantil. Esto es así aunque teóricamente,
caben otras alternativas aparte del mercado para responder a los proble
PDVIXQGDPHQWDOHVGHFXDOTXLHUHFRQRPtDSRUHMHPSORXQD³HFRQRPtDGH
mando” (command economy) en la que el gobierno prescinde del mercado
y toma las decisiones sobre la producción y la distribución de bienes y ser
vicios por sí mismo, o una “economía laissez faire´ ³GHMDUKDFHU´ GRQGH
el gobierno apenas desempeña papel económico alguno, restringiéndose
sin más a la provisión de las fuerzas policiales o del orden, de la defensa
QDFLRQDO\GHORV³ELHQHVS~EOLFRV´'HKHFKRQLQJXQDGHHVWDVGRVRSFLR
nes en su estado puro es factible, y por tanto, la única posibilidad que queda
es la “economía mixta de mercado”, donde el gobierno siempre interviene,
aunque con grados de intervención variables. Estudiar economía, por con
VLJXLHQWHQRVyORVLJQL¿FDHVWXGLDUODLQVWLWXFLyQPHUFDQWLOVLQRWDPELpQ
estudiar, a la fuerza, la única posibilidad real de una “economía mixta de
mercado”.
+D\PXFKRVPRGRVHQORVTXHODFLHQFLDHFRQyPLFDKDEODGHOPHU
FDGR(QSULPHUOXJDUVHGLFHTXHHVXQDKHUUDPLHQWDFRQODTXHVHUHD
signan o se redistribuyen los recursos. Algunos lo explican en términos
de un mecanismo por medio del cual los compradores, por un lado, y los
vendedores, por otro, llegan a un acuerdo sobre la cantidad de bienes y
servicios y sus respectivos precios. Otros subrayan la interacción entre la
demanda –representada por los consumidores que intentan distribuir sus in
JUHVRVHQWUHORVELHQHV\ORVVHUYLFLRVGLVSRQLEOHVKDVWDDOFDQ]DUODPH]FOD
óptima o más satisfactoria–, y la oferta –representada por las empresas que
producen una cantidad de bienes y servicios con la calidad correspondiente
que maximice sus ganancias– en busca del equilibrio. Es en el mercado,
entonces, donde llegan a un acuerdo los consumidores, con sus gustos o
preferencias e ingresos, y los productores, que se atienen a las posibilidades
que les ofrece el estado actual de la tecnología.

351
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

LA CONCIENCIA DE LOS LÍMITES DEL MERCADO

El reciente fenómeno del redescubrimiento del mercado en los térmi


QRVHQTXHORDFDEDPRVGHGHVFULELUQRKDGHVLJQL¿FDUVLQHPEDUJRQLQJ~Q
WULXQIDOLVPRQLQJ~QGHSyVLWRGHFRQ¿DQ]DSOHQDHQHVWDLQVWLWXFLyQ5DGLQ
  \ .XWWQHU   SRU HMHPSOR KDQ DO]DGR VXV YRFHV HQ SURWHVWD
por la transformación de absolutamente todo –el conocimiento, el amor o
HOVH[RORVyUJDQRVLQWHUQRV\GHPiVSDUWHVGHOFXHUSRKXPDQRHWF±HQ
bienes de consumo, puestos a la venta en el mercado. Por muy liberal que
XQDVRFLHGDGSUHWHQGDSUHVHQWDUVHWLHQHGL¿FXOWDGHVHQFRPSDJLQDUSRUXQ
lado, la libertad de elegir, de comprar y de vender lo que a uno le pertenece,
y el deseo de proteger la integridad y la dignidad de sus ciudadanos, por
RWUR$OUHGHVFXEULPLHQWRGHOPHUFDGRSRUWDQWROHKDDFRPSDxDGRXQD
mayor conciencia y una profundización en los límites del mismo como
mecanismo para afrontar los problemas económicos.
No se apunta exclusivamente, ni en su mayor parte, a la inadecuación
GHOPHUFDGRSDUDVXSHUDUODVGRVEDUUHUDVSULPDULDVTXHDTXHMDQWRGRTXH
KDFHUHFRQyPLFRHVGHFLUHOKHFKRGHODHVFDVH]\ODLPSRVLELOLGDGGHXQD
H¿FLHQFLDSHUIHFWD(OPHUFDGR\DFXHQWDFRQTXHKD\DXQDRIHUWDOLPLWDGD
GHELHQHV\VHUYLFLRVUHODWLYDDODGHPDQGDTXHODDGTXLVLFLyQGHGLFKRV
bienes y servicios lleve un coste y un precio que alguien tenga que pagar.
3RURWUDSDUWHWDPELpQVHUHFRQRFHTXHVLHPSUHKDEUiDOJXQDSpUGLGDRHQ
ODSURGXFFLyQRHQODGLVWULEXFLyQSRUPX\ELHQTXHORVDJHQWHVKXPDQRV
con los correspondientes medios tecnológicos, intenten realizar estas fun
FLRQHV/DH¿FLHQFLDSURGXFWLYD\UHGLVWULEXWLYDGH3DUHWRVHJ~QODFXDO
nadie puede optar o llegar a una situación mejor, sin que algún otro im
plicado precisamente por ese cambio sufra, es sencillamente inalcanzable,
y su lógica, intrínsecamente falaz. Por tanto, las otras referencias de un
“equilibrio general de los mercados” y un “equilibrio competitivo” que se
KDQFRQVWUXLGRVREUHODEDVHGHHVWHLGHDOSDGHFHQGHODPLVPDLUUHDOLGDG
o falacia.
1RVyORVHGLFHTXHHOPHUFDGRSRUVtPLVPRQREDVWDSRUTXHKD\HV
FDVH]HLQH¿FLHQFLDLQHYLWDEOHV/RTXHVHD¿UPDHVTXHLQFOXVRVLKXELHUD
H¿FLHQFLDSHUIHFWDHQHOPHUFDGRWDPSRFRVHUtDWDOVLWXDFLyQGHVHDEOHDO
PHQRVVRFLDOPHQWH/DH¿FLHQFLDGHOPHUFDGRQRWUDHFRQVLJRODGLVWULEX
ción equitativa ni de los ingresos ni de los bienes de consumo, como tampo
co garantiza el bienestar, que es el objetivo económico último. No sólo de
ODH¿FLHQFLDGHOPHUFDGRYLYHHOKRPEUHVLQRTXHWDPELpQFDEHSUHJXQWDU
se por el para qué y el para quiénGHWDOH¿FLHQFLD8QDVRFLHGDGPHGLDQWH

352
EL MERCADO COMO INSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

HOHMHUFLFLRGHODSROtWLFDSRGUtDGHFLGLUVDFUL¿FDUODH¿FLHQFLDGHOPHUFDGR
DIDYRUGHODHTXLGDGQDGDKDEUtDHQHOORTXHFRQWUDGLJDODUD]yQKXPDQD
que aquí se muestra más amplia que la racionalidad puramente económica.
3UHFLVDPHQWHSRUHOORVHMXVWL¿FDODDFFLyQRODLQWHUYHQFLyQJXEHUQDPHQWDO
SDUDDXPHQWDUODH¿FLHQFLDPHUFDQWLO SRUHMHPSORGHVKDFLHQGRPRQRSR
lios), para promover la equidad (con una escala progresiva de impuestos) o
para fomentar, sin más, la estabilidad de las cifras macroeconómicas, sobre
WRGRODVWDVDVGHODLQÀDFLyQ\GHOGHVHPSOHR
Normalmente se citan tres razones por las cuales “fracasa” o se vuelve
LQH¿FLHQWHHOPHUFDGRODFRPSHWHQFLDLPSHUIHFWDODSUHVHQFLDGHH[WHUQD
lidades, y la información imperfecta. Por “competencia imperfecta” se
TXLHUHGHFLUODSUHVHQFLDGHPRQRSROLRVGHSURGXFWRVSDWHQWDGRVGHIUDQ
quicias, etc. en el mercado. Por contraste, la “competencia perfecta” denota
una situación en la cual todos los bienes y servicios tienen un precio, están
disponibles en el mercado, y ningún productor o consumidor de los bienes
\VHUYLFLRVHVORVX¿FLHQWHPHQWHJUDQGHSDUDDIHFWDUHOSUHFLRGHORVPLV
PRV(VGHFLUKD\XQD³DWRPL]DFLyQ´GHOPHUFDGRHQXQQ~PHURHOHYDGR
de compradores y vendedores individuales que no tienen nada que ver entre
VtDSDUWHGHVXDIiQGHPi[LPREHQH¿FLRDODSDUTXHXQD³KRPRJHQHL
zación” de los bienes y servicios disponibles, que son indistinguibles o
indiferenciados. O sea, puesto que la “competencia perfecta” dibuja una
VLWXDFLyQLUUHDOHOPHUFDGRKDVWDFLHUWRSXQWRVLHPSUHIUDFDVD\HVLQH¿
ciente.
Las externalidades acontecen cuando uno de los agentes del mercado,
como una empresa, por ejemplo, impone un coste social (“diseconomia” o
XQDH[WHUQDOLGDGQHJDWLYD RXQEHQH¿FLRVRFLDO XQDH[WHUQDOLGDG VLQTXH
las partes afectadas reciban una compensación, como en el primer caso,
o paguen, como en el segundo. Entre las externalidades positivas son los
“bienes públicos” –un faro, por ejemplo– cuyo coste por cada individuo de
PiVTXHVHEHQH¿FLDHVFHUR\GHFX\REHQH¿FLRHVLPSRVLEOHH[FOXLUDORV
otros individuos. Una externalidad negativa es la contaminación, de cuyos
efectos nocivos se perjudica la sociedad entera.
La falta de una información perfecta por parte de los vendedores y
compradores acerca de los bienes que venden y compran es otra fuente de
irregularidades en el mercado. Otro nombre para esta falta de información
SHUIHFWDHVHOGH³ULHVJR´<FRPRGLFH,UYLQJ)LVKHU La teoría del inte-
rés, 1930), “El riesgo varía inversamente con el saber.” Los especuladores
desempeñan la importante función económica de “dominar el riesgo” e in
WHQWDUVDFDUGHHOORDOJ~QSURYHFKREHQH¿FLRRJDQDQFLD(QHVWHVHQWLGR

353
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

son ardid de la mano invisible en la redistribución de los bienes desde las


épocas o mercados de bonanza (cuando los precios son bajos) a las épocas
o mercados de escasez (cuando los precios son altos).
+DVWDDTXtVRQORVOtPLWHVGHORVTXHHOPHUFDGRVHJ~QHOSDUDGLJPD
neoclásico, es consciente. Son puntos de tensión, indudablemente, pero no
H[LJHQGHSRUVtDEDQGRQDUORVSUHVXSXHVWRVQHRFOiVLFRVHQORVTXHVHIXQ
dan. Son meras “válvulas de escape” que cualquier teoría –la neoclásica
incluida– se podría permitir.

HACIA UNA NUEVA RACIONALIDAD DEL MERCADO

+R\HQGtDHOPRGHORGHUDFLRQDOLGDGHFRQyPLFDRPHUFDQWLOGRPL
QDQWH VH KD GH¿QLGR HQ WpUPLQRV ³PDFUR´ FRPR OD DFFLyQ GH OD ³PDQR
invisible”, y en términos “micro”, como la búsqueda del propio interés, es
GHFLUODPD[LPL]DFLyQGHODSURSLDXWLOLGDGEHQH¿FLRROXFUR'HKHFKR
la consistencia con el principio de la maximización del propio interés, por
parte de los agentes individuales, es la que conduce a las expectativas de
éxito de la “mano invisible” para la sociedad en su conjunto. Ambas ideas
WLHQHQVXIRUPXODFLyQRULJLQDOHQODREUDGH$GDP6PLWKLa riqueza de las
naciones  
6REUHODPDQRLQYLVLEOH 

“Cada individuo procura emplear su capital de modo que su rendi


miento sea de máximo valor. Por lo general, ni intenta promover el interés
público, ni sabe la medida en que lo promueve. Procura, sin más, su propia
VHJXULGDGVXSURSLDJDQDQFLD<HQHVROHJXtDODPDQRLQYLVLEOHDSURPRYHU
un objetivo que no formaba parte de su intención. Al perseguir su propio
interés, a menudo, promueve el de la sociedad más eficazmente que cuando
lo intenta adrede”.

6REUHODE~VTXHGDGHOSURSLRLQWHUpV 

“No es de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de


lo que esperamos nuestra cena, sino de la búsqueda de su propio interés”.

En ambos criterios, en la consistencia interna de la elección y en la


PD[LPL]DFLyQGHOSURSLRLQWHUpVTXHFRQ¿JXUDQODDFFLyQGHODPDQRLQ

354
EL MERCADO COMO INSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

YLVLEOHVHDFXVDXQHVWUHFKDPLHQWRGHODQRFLyQGHUDFLRQDOLGDGKDVWDHO
punto de tornarla inservible.
Respecto al primer criterio de la racionalidad, la consistencia interna de
la elección, comenta Amartya Sen en On Ethics and Economics  

³6LXQDSHUVRQDKDFHMXVWDPHQWHORFRQWUDULRGHORTXHOHD\XGDUtDD
ORJUDUORTXHTXLHUHDOFDQ]DU\ORKDFHFRQXQDFRQVLVWHQFLDLPSHFDEOH HV
decir, trata de elegir justamente lo contrario de lo que favorecería la realiza
ción de las cosas que desea y valora), apenas podría considerarse racional a
HVWDSHUVRQDSRUPXFKRTXHHVDWR]XGDFRQVLVWHQFLDLQVSLUHDOJXQDVXHUWHGH
admiración o asombro, por parte del observador. La elección racional debe
al menos dar cuenta de la correspondencia entre lo que uno intenta lograr y
cómo lo intenta.” (p. 13).

/DFRQVLVWHQFLDLQWHUQDVRODQRSXHGHWRPDUVHFRPRFULWHULRGHUDFLR
nalidad, ya que la consistencia siempre se interpreta en función de algu
nos factores externos a la misma elección, tales como las preferencias o
ORVYDORUHVGHOVXMHWR/DFRQVLVWHQFLDLQWHUQDH[LJHHOKDEHUKHFKRSUHYLD
PHQWHXQDHOHFFLyQ\DQWHVTXHODPLVPDFRKHUHQFLDORTXHLQWHUHVDSULQ
cipalmente, a efectos de racionalidad, es el objeto propio de la elección o
el valor. El análisis económico típicamente ignora la distinción entre las
EXHQDV\ODVPDODVSUHIHUHQFLDVHQWUHODVHOHFFLRQHVYLUWXRVDV\ODVYLFLR
sas, entre las cosas que son realmente valiosas y las que no lo son. La de
terminación de las preferencias y de las elecciones queda, por tanto, en el
iPELWRHQWHUDPHQWHVXEMHWLYR\H[WUDUDFLRQDO
Si tomáramos en cuenta exclusivamente la consistencia interna de las
elecciones como criterio de racionalidad, a la fuerza quedaría fuera el mo
WLYRGHODPLVPDHOHFFLyQTXHHVHOSULQFLSLRGHODFWRGHHOHJLU<HOORVHUtD
PX\GHVDIRUWXQDGR\DTXHGHHVWHPRWLYRRSULQFLSLRLJXDOPHQWHKDEUtD
TXHSHGLU\GDUXQDMXVWL¿FDFLyQ1RHVTXHODMXVWL¿FDFLyQTXHH[LJLPRV
SDUDODFRQVLVWHQFLDLQWHUQDWHQJDTXHVHUGLVWLQWDGHODMXVWL¿FDFLyQSDUDHO
REMHWRGHHOHFFLyQDQWHVELHQHVSHUDPRVTXHHVWDMXVWL¿FDFLyQHVWDEOH]FD
“la correspondencia entre lo que uno intenta lograr y cómo lo intenta.”
LELG /DUDFLRQDOLGDGSRUWDQWRDIHFWDVLPXOWiQHDPHQWHWDQWRDO¿Q±HO
valor– como el medio que a él conduce –la consistencia interna–. La racio
nalidad no puede referirse sólo al medio o a un aspecto formal (la consis
WHQFLDLQWHUQD \TXHGDUVHLQGLIHUHQWHFRQUHVSHFWRDO¿QRDOYDORUTXHVH
persigue.
0iV D~Q FRPR UHFLHQWHPHQWH QRV UHFXHUGD -HQQLIHU 5REDFN 0RUVH
(The Problem: The Economists’ View of Human Nature, 1996), era tal el

355
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GHWHUPLQLVPRLPSOLFDGRHQHOPRGHORFRQYHQFLRQDOGHUDFLRQDOLGDGHFR
nómica que eliminaba en realidad cualquier elección. El agente económico,
DTXLHQVHOHKDEtDGH¿QLGRVXIXQFLyQGHXWLOLGDGUHVSRQGtDDQWHODVDOWHU
nativas propuestas mecánicamente, con una reacción física a un estímulo
igualmente físico. Reacciona tal como reaccionaría, además, cualquier otro
VXMHWRSDUDTXLHQVHOHKDGH¿QLGRXQDLGpQWLFDIXQFLyQGHXWLOLGDG3LHUGH
todas sus atribuciones idiosincráticas para encarnar el concepto general de
³KRPEUHHFRQyPLFR´
3RUORTXHVHUH¿HUHDOSULQFLSLRGHODPD[LPL]DFLyQGHOSURSLRLQWHUpV
6HQWDPELpQFXHVWLRQDVXVSUHWHQVLRQHVFRQUHVSHFWRDODUDFLRQDOLGDG

“Por supuesto, puede que no resulte del todo absurdo afirmar que la
maximización del propio interés no es irracional, al menos, no necesaria
mente; pero el argumentar que cualquier otra cosa aparte de maximizar el
SURSLRLQWHUpVKDGHVHULUUDFLRQDOSDUHFHDEVROXWDPHQWHH[WUDxR´ S 

6LQGXGDHOLQWHQWDUKDFHUGHOPHMRUPRGRSRVLEOHORTXHXQRGHVHD
IRUPDSDUWHGHXQFRPSRUWDPLHQWRUDFLRQDOSHURQRKDVWDHOSXQWRGHH[
cluir la promoción de otros objetivos distintos del propio interés que tam
bién podemos apreciar y aspirar a lograr. No es que las personas racionales
GHKHFKRVLHPSUHDFW~HQGHVLQWHUHVDGDPHQWHVLQRTXHKD\TXHUHFRQRFHU
una pluralidad de motivaciones legítimas aparte del propio interés. No se
puede reducir apriorísticamente cualquier motivo de la acción racional al
propio interés, ni reducir éste a la utilidad o al placer, dotándolos con un
valor casi tautológico.
$SDUWHGHOSURSLRLQWHUpVHO³HJRtVPRXQLYHUVDO´WDPSRFRSXHGHFRQ
YHUWLUVHHQHOUHTXLVLWRSRUVtPLVPRQHFHVDULR\VX¿FLHQWHSDUDODUDFLR
QDOLGDG 6HQ VHxDOD FRPR SUXHED D IDYRU GH HVWD SRVWXUD HO p[LWR LQGLV
cutible de la economía de mercado japonesa, cuyo ethos predominante no
está determinado por el propio interés individual, sino que más bien, está
RULHQWDGRSRUODVQRUPDVGHOGHEHUGHODOHDOWDG\GHODEHQHYROHQFLDKDFLD
la colectividad representada, en primer lugar, por la empresa.
+D\XQDWHUQDGHFRQFHSWRVEiVLFRVDSDUWHGHODFRQVLVWHQFLDLQWHUQD
de las elecciones y la búsqueda del propio interés, que también pretenden
GH¿QLUORUDFLRQDOHQODDFWLYLGDGHFRQyPLFDHOwelfarism que consiste en
tomar el bienestar o la utilidad como objetivo de la acción social, el sum
rankingTXHFLIUDHOELHQHVWDUVRFLDOHQODVXPDWRWDOGHODVXWLOLGDGHVLQGL
viduales (sin referencia alguna a los aspectos distribucionales), y el con
secuencialismo, que decide la conveniencia de una acción en virtud de los
KHFKRVUHVXOWDQWHVUHDOHVRSUHYLVLEOHV

356
EL MERCADO COMO INSTITUCIÓN DE LA SOCIEDAD CIVIL

En principio, cabría admitir el bienestar (welfare) en su acepción am


SOLDFRPR¿QGHODDFWLYLGDGHFRQyPLFDSHURKDEUtDTXHDPSOLDUODGHWDO
modo que incluyese no sólo la utilidad, sino también, por lo menos, la
rational agency ³DJHQFLDUDFLRQDO´RHOHMHUFLFLRSHUVRQDO\DXWRSURWDJR
nizado de la razón practica). La utilidad no puede tomarse como elemen
to único del bienestar, sino sólo como un aspecto parcial de éste. Por la
“agencia racional” entendemos a la persona –su actuar es inseparable de su
ser– que se reconoce en y es respetada por su capacidad singular de formar
\UHDOL]DU¿QHVFRPSURPLVRV\YDORUHVHQFRPXQLGDG/DDSUHFLDFLyQSRU
la “agencia racional” se diferencia del subjetivismo en que no entraña la
aceptación de cualquier cosa que a uno le apetezca como valiosa; antes
bien se reclama un cuidadoso asesoramiento de las valoraciones a la luz
de unos compromisos previos libremente asumidos por el sujeto. En tales
compromisos se pone en juego la doble dimensión individual y social del
agente económico racional o persona.
(Q GH¿QLWLYD HO ELHQHVWDU KXPDQR QHFHVDULDPHQWH H[LJH OD OLEHUWDG
WDQWR HQ VX QLYHO IXQGDPHQWDO GH ORV GHUHFKRV LQDOLHQDEOHV FRPR HQ VX
nivel teleológico de los logros personales. Entendido así, el bienestar no
HVXQ³KHFKRSUHYLVWR´QLXQ³HVWDGRGHFRVDVUHVXOWDQWH´VLQRDFWLYLGDG
libre y –supuesta la razón– autoreguladora. No se alcanza simplemente por
KDEHUVDWLVIHFKRORVGHVHRVLQGLYLGXDOHVVLQRTXHHOVXMHWRKDGHDWHQHUVHD
XQDQRUPDWLYDHVWDEOHFLGDEDVDGDHQORVGHUHFKRVSURSLRV\HQORVGHVXV
conciudadanos.
$QWHVKHPRVYLVWRFRPRHQHOwelfarism se efectúa una reducción de
WRGRVORVELHQHVKXPDQRVHFRQyPLFDPHQWHUHOHYDQWHVDXQDFDWHJRUtD~QL
ca, o sea, a la de la utilidad. A partir de aquí, el consecuencialismo arranca
FRPRVXFHGiQHRGHOUD]RQDPLHQWRpWLFRHFRQyPLFR3ULPHURLQWHQWDXQD
ordenación completa, “consistente” y transitiva de las funciones utilitarias
de las cosas, pretendiendo incluso asignar a cada una de ellas un valor
numérico (sum ordering). Después trata de resolver el problema de la de
FLVLyQ HQWUH ODV RSFLRQHV FRQÀLFWLYDV SRU XQ HVWULFWR FiOFXOR PDWHPiWLFR
de ventajas –en el caso de una ordenación total y completa– y mediante la
relación de dominio –en el caso de una ordenación parcial e incompleta–.
Sen aboga por una tercera vía que asuma la “inconsistencia” y la “superpo
sición” de ambos procedimientos. Pone en tela de juicio el carácter factible
y necesario de una consistencia interna en la ordenación de los bienes y
EXVFD HQ VXOXJDUXQDMXVWL¿FDFLyQVX¿FLHQWHDGHFXDGDR³SUXGHQFLDO´
Formula en estos términos su peculiar solución al dilema del asno de Buri
dan –el cual, murió como consecuencia de su incapacidad de decidir entre
ORVGRVPRQWRQHVLJXDOHVGHKHQR±3RUVXSXHVWRHODVQRQRWHQtDUD]yQ

357
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

alguna para preferir un montón de paja al otro, ya que son idénticos; pero
GHVGHOXHJRORUDFLRQDOSDUDpOKXELHUDVLGRHOHJLUFXDOTXLHUDGHORVGRV
montones antes que morir de inanición.
$SDUWLUGHXQDVUHÀH[LRQHVDFHUFDGHOD³WHRUtDGHMXHJRV´\XQDYHU
sión peculiar del “dilema del prisionero”, Sen llega a la conclusión de que
ODE~VTXHGDGHODSURSLDYHQWDMDHQXQDFRPXQLGDGGHSHUVRQDVFRQREMH
WLYRVGLYHUVRVSXHGHOOHYDUDTXHFDGDPLHPEURDO¿QDODOFDQFHXQJUDGR
GHUHDOL]DFLyQPHQRUDOTXHKXELHVHDOFDQ]DGRVLVHKXELHUDFRPSRUWDGR
del modo contrario.

“En último término, el comportamiento es también una cuestión social,


y el pensar en lo que ‘nosotros’GHEHPRVKDFHURFyPRGHEHVHU‘nuestra’
estrategia puede reflejar un sentido de identidad que incluya el reconoci
miento de los objetivos de los demás y la interdependencia mutua con ellos”
(p. 85).

&RQHOUHQDFHUGHODLQVWLWXFLyQPHUFDQWLOYDULRVDXWRUHVKDQDFRPHWLGR
una revaloración crítica de los modelos de racionalidad económica de corte
neoclásica en uso. Instan por el abandono de la mera consistencia interna
de las elecciones como criterio principal de la racionalidad, así como del
supuesto de un egoísmo más o menos ilustrado que conduciría, inefable
PHQWHDOELHQGHODFROHFWLYLGDG(QHOIRQGRKD\XQDUHYDORUDFLyQGHOD
libertad del agente económico, que le permite cuestionar qué es realmente
lo que quiere y cómo pretende lograrlo. Las respuestas a ambas preguntas
–a decir verdad– nunca se formulan en aislamiento y desinteresadamente,
sino siempre teniendo en cuenta la ineludible dimensión social del agente y
GHVXVGHFLVLRQHV<SDUDHOORVLUYHIXQGDPHQWDOPHQWHHOPHUFDGR

BIBLIOGRAFÍA

KUTTNER5Everything for sale, Knopf, 1997.


RADIN0-Contested Commodities+DUYDUG8QLYHUVLW\3UHVV
ROBACK MORSE-Putting the Self into Self-lnterest: An Economist Looks at Va-
lues7KH5XVVHOO.LUN0HPRULDO/HFWXUHV
SAMUELSON3$1ORDHAUS:'Economics0F*UDZ+LOO
SEN$On Ethics and Economics%ODFNZHOO

358
EL PAPEL DE LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN
DE LOS P5(6838(6726-85Ë',&26/,%(5$/(6

Caridad VELARDE

Las críticas de que está siendo objeto el liberalismo en el momento


DFWXDOQRVHDOHMDQGHORVLQWHUHVHVLXV¿ORVy¿FRVVLQRTXHSRUHOFRQWUDULR
mantienen a quien las observa en una posición muy cercana a lo jurídico.
(OOLEHUDOLVPRFRPRFXDOTXLHU¿ORVRItDVRFLDOQRSRGUtDVREUHYLYLUVLQXQD
HVWUXFWXUDGH'HUHFKRRPHMRUD~QVLQXQRVSUHVXSXHVWRVMXUtGLFRV(VWR
HVDVtDXQHQHOFDVRGHTXHORTXHVHLQWHQWHVHDXQDVXMHFFLyQGHO'HUHFKR
\HQGH¿QLWLYDGHODMXVWLFLDDRWURWLSRGHLQWHUHVHV
(QWUH HVRV SUHVXSXHVWRV MXUtGLFRV TXH GHWHUPLQDQ QR VyOR OD LGLR
VLQFUDVLDVLQRODPLVPDYLDELOLGDGGHOVLVWHPDOLEHUDOKDEUtDTXHDOXGLUHQ
SULPHUOXJDUDODQHFHVDULDVHSDUDFLyQHQWUH'HUHFKR\0RUDO&RQVWLWX\H
XQVXVWUDWRLQDPRYLEOHSDUDKDFHUSRVLEOHXQOHJDOLVPRHQHOTXHODMXVWLFLD
es la adecuación de normas y actuaciones al sistema jurídico vigente. Aun
expuesto de forma quizá simple en exceso, no cabe duda de que aquí radica
el núcleo del que se derivan el resto de las bases jurídicas liberales. Unica
PHQWHGHVGHHVWHSXQWRGHYLVWDSXHGHMXVWL¿FDUVHTXHWDQWRODVFXHVWLRQHV
económicas, como las que sólo afectan a los individuos y no suponen un
daño (al menos aparente) a terceros, deban quedar excluídas de cualquier
WLSRGHFRQWUROSROtWLFRRMXUtGLFR1RREVWDQWHHVSUHFLVRKDFHUQRWDUTXH
VHWUDWDGHGRVSUREOHPDVGLIHUHQWHV\TXHKDQGHVRVWHQHUVHVREUHDUJX
PHQWDFLRQHVGLIHUHQWHVWDPELpQSXHVWRTXHHQHOWHUUHQRHFRQyPLFRVtKD\
RSXHGHKDEHUXQSHUMXLFLRDWHUFHURV

359
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

En un terreno no estrictamente jurídico la base sobre la que se funda


lo liberal viene constituída por un planteamiento individualista y es ese
mismo individualismo el que está en el fondo de la noción de Moral propia
de esta ideología. Las pautas morales de comportamiento no son otra cosa
que determinaciones, que elecciones individuales. Llevando el asunto al
extremo, cabría pensar en tantas morales como individuos. En cambio las
normas jurídicas no pueden considerarse de igual modo. Por el contrario, la
PLVPDSHUYLYHQFLDGHOVLVWHPDWDQWRHQVXYHUVLyQH¿FDFLVWDRHFRQRPLFLV
WDFXDQWRHQODTXHSHUVLJXHODSD]FRPR¿QDOLGDGVXSUHPD1, la seguridad
jurídica es un elemento esencial e irrenunciable.
'HDTXtVHGHULYDQGRVFRQVHFXHQFLDV/DSULPHUDHVTXH'HUHFKR\
Moral tienen orígenes diversos, pero la segunda es que la legitimación del
'HUHFKRH[LJHTXHpVWHVHDGHF~HDXQD0RUDODVHQWDGDVREUHODOLEUHHOHF
ción individual.
$QWH HVWR ODV QXHYDV FUtWLFDV DO OLEHUDOLVPR VH KDQ SURQXQFLDGR GH
PXFKDV\YDULDGDVPDQHUDV2. Fundamentalmente en lo tocante a un origen
QRLQGLYLGXDOLVWDGHODVSDXWDVPRUDOHVGHFRPSRUWDPLHQWRDVtFRPRVR
bre la conveniencia de incluir criterios perfeccionistas en el contenido del
'HUHFKR'LFKRGHRWURPRGRVHSRQHGHPDQL¿HVWRTXHHO'HUHFKRQRHV
VRODPHQWHXQPDUFRGHDFWXDFLyQVLQRTXHWLHQHODPLVLyQGHRULHQWDUFRQ
ductas, tanto en lo económico cuanto en lo moral. Concretamente las que
aparecen de la mano de la recuperación de una noción como la de Sociedad
Civil, que parecía olvidada y que renace de sus cenizas. Podrían agruparse
esas críticas en los tres órdenes siguientes.

1. 6HKDFHDTXtUHIHUHQFLDDXQDQRFLyQGHOLEHUDOLVPRTXHVHDGHFXDUtDDODVWHVLVGH+XPH
cuyo estado de sociedad se asienta sobre la división del trabajo (con lo que el origen de la sociedad
WHQGUtDTXHYHUGHPRGRIXQGDPHQWDOFRQODHILFDFLD IUHQWHDXQDWHVLVGHFRUWHKREEHVLDQRTXH
relaciona el origen de la sociedad con la necesidad de la tolerancia y de la convivencia pacíficas.
2. Según GARDBAUM³/DZ3ROLWLFVDQGWKH&ODLPVRI&RPPXQLW\´Michigan Law Review,
  ORVDXWRUHVTXHGHVGHGLIHUHQWHVSXQWRVGHYLVWDUHDOL]DQXQDFUtWLFDDOOLEHUDOLVPR
filosófico abstracto y universalista representado fundamentalmente por el Rawls de Una Teoría de
la Justicia, se pueden dividir en tres grandes grupos, según sea el carácter de sus propuestas. Un
primer grupo sería el de los que discuten la relación ontológica entre el individuo y su comunidad;
no necesariamente son contrarios a las propuestas generales del liberalismo y entre ellos se encon
WUDUtDQDXWRUHVFRPR&7D\ORU\-5D](OVHJXQGRVHUtDHOGHORVTXHKDEODQDFHUFDGHFXiOHVHO
ámbito de discusión de los valores morales y políticos; afecta a la discusión entre racionalismo y las
GLVWLQWDVIRUPDVGHHVFHSWLFLVPR\UHODWLYLVPRDTXtHQFRQWUDUtDPRVD5RUW\:DO]HU\+DEHUPDV
3RU~OWLPRHLGHQWLILFiQGRVHFRQHOUHSXEOLFDQLVPRDOTXH\DVHKL]RUHIHUHQFLDDQWHULRUPHQWHHV
taría el de aquellos que realizan una crítica premoderna al conjunto del liberalismo desde la premisa
GHTXHKD\YDORUHVREMHWLYRVTXHFRQVWLWX\HQHOELHQFRP~Q\TXHGHEHQVHUSHUVHJXLGRVSRUORV
LQGLYLGXRVTXHFRPSRQHQODFRPXQLGDGHQWUHHVWRVDXWRUHVHVWDUtDQ0DF,QW\UH\+$UHQGW

360
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN DE PRESUPUESTOS JURÍDICOS LIBERALES

(QSULPHUOXJDUHVWDUtDQODVTXHKDFHQUHIHUHQFLDDODFXHVWLyQHFRQy
PLFDFHQWUDOVLHPSUHHQHOIHQyPHQROLEHUDODXQTXHDGTXLHUDIRUPDVGLIH
UHQWHV(YLGHQWHPHQWHHOWySLFRTXHLGHQWL¿FDLQGLYLGXDOLVPRFRQHJRtVPR
no es real en todos los liberalismos, pero también es cierto que el intento de
fundamentación moral del individualismo en una presunta neutralidad, no
consituye apoyo para una exigencia de solidaridad que es precisamente la
propuesta actual tanto en el ámbito interno como en el internacional3.
No menos importante es la cuestión política en cuyo contexto se pone
GH PDQL¿HVWR OD QHFHVLGDG GH FRQVLGHUDU DO LQGLYLGXR FRPR FLXGDGDQR
(VWRDGPLWHDOPHQRVGRVSXQWRVGHYLVWDGLIHUHQWHVDXQTXHQRFRQWUDGLF
WRULRVDTXpOTXHSRQHHODFHQWRHQODSDUWLFLSDFLyQFLXGDGDQDHQODWRPDGH
decisiones y el que se centra en la necesidad de la virtud individual para la
EXHQDPDUFKDGHODVRFLHGDG
3RU~OWLPRHVWiHOWHUUHQRGHORVYDORUHVPRUDOHVHVWULFWDPHQWHFRQVL
GHUDGRVHVWRHVGHVSUHQGLGRVGHVLJQL¿FDFLyQHFRQyPLFDRSROtWLFD$TXt
radica el punto de unión de las críticas más recientes al sistema liberal. Se
WUDWDGHSURSXHVWDVTXHSRQHQGHPDQL¿HVWRGXGDVIUHQWHDOUD]RQDEOHXQL
YHUVRUDFLRQDOLVWD(VWDFXHVWLyQHVDERUGDGDGHVGHSXQWRVGHYLVWDGLYHUVt
simos, que van del escepticismo, a formas de realismo que, precisamente
por serlo, no pueden estar conformes con un universalismo abstracto.
(Q WRGRV HVWRV WHPDV OD QRFLyQ GH 6RFLHGDG &LYLO WLHQH LQGXGDEOH
PHQWHPXFKRTXHDSRUWDU1RREVWDQWHODGLVFXVLyQVHWRUQDSUREOHPiWLFD
SRUTXHHOWHUUHQRVREUHHOTXHVHDVLHQWDQRHVWiGH¿QLGRORTXHRVFXUHFH
una polémica ya de por sí reñida. No existe un acuerdo previo acerca de lo
que sea la Sociedad Civil, a pesar de la frecuencia con que el término se
utiliza en los últimos tiempos. Es de prever, sin embargo, que la intuición a
ODTXHREHGHFHKD\DGHUHVXOWDUIUXFWtIHUDHQHOLQWHQWRGHSUHVHQWDUIUHQWH
a la posición dominante, una propuesta alternativa que sume a su viabilidad
una recuperación de valores con frecuencia olvidados.
Los autores que tratan de la Sociedad Civil desde un punto de vista
KLVWyULFRKDELWXDOPHQWHHVWDEOHFHQXQDUHODFLyQHQWUHODUHYLWDOL]DFLyQGH
ese concepto de origen ilustrado y la caída de los regímenes comunistas
con la consiguiente pérdida de poder por parte de la organización estatal4.

3. En este punto cfr. A. LLANO, La nueva sensibilidad, Madrid, 1988, p. 187.


4. &IU-$+ALL³,Q6HDUFKRI&LYLO6RFLHW\´LQCivil Society. Theory, History and Compa-
risonHG-$+ALL&DPEULGJHSS(VWHDXWRUSRQHHOLQLFLRGHHVDUHYLWDOL]DFLyQHQ
relación con la oposición del movimiento “Solidaridad” al gobierno comunista en Polonia. Sobre lo
PLVPRFIU-/&OHEN y A. ARATO, Civil Society and Political Theory&DPEULGJH0DVVDFKXVHWWV
London 1992, 29 y ss.

361
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Pero sería un reduccionismo considerarlo como un factor contingente, pro


SLRGHXQPRPHQWRKLVWyULFRGHWHUPLQDGR3RUHOFRQWUDULRHQVtPLVPD
contiene los presupuestos de una alternativa a la sociedad liberal y al in
GLYLGXDOLVPRHQHOODLQKHUHQWH\DTXHVHRSRQHDOPRQRSROLRHVWDWDOTXH
HVLPSUHVFLQGLEOHSDUDODVXSHUYLYHQFLDGHDTXpOOD'LFKRGHRWURPRGR
su crítica afecta a la idea misma de Estado, sea éste mínimo o totalitario.
En este sentido, y desde un planteamiento exclusivamente político podría
entenderse en relación con aquellas instituciones no estatales que de algún
PRGR¿VFDOL]DQODDFWXDFLyQGHO(VWDGRVLQRSRQHUVHDpOQLDVXSDSHORU
ganizador de la sociedad5.
(OWpUPLQRPiVKDELWXDOPHQWHXWLOL]DGRHQODGLVFXVLyQSROtWLFDDFWXDO
en el contexto del equilibrio entre el poder público y la Sociedad Civil es
HOGH&RPXQLGDG6HKDUHFXUULGRPXFKR~OWLPDPHQWHDHVWDQRFLyQFRPR
opuesta, tanto al individualismo, como a la pretensión de exclusividad del
(VWDGRHQODHVIHUDGHORS~EOLFR3HURWDPELpQVHKDKDEODGRGHVXIDOWDGH
GH¿QLFLyQ6TXHODKDFHFRPSDWLEOHFRQHOPiVWRWDOLWDULRGHORVUHJtPHQHV
HQHOFDVRGHTXHDGRSWHODIRUPDGHQDFLRQDOLVPRKRPRJHQHL]DGRUGHWRGR
el bloque social. Al mismo tiempo, de entenderse en el sentido opuesto,
puede suponer la desintegración de toda organización social (del tipo que
ésta sea) dentro de la cual convivan grupos sociales que se atribuyan a sí
PLVPRVHOHVWDWXWRGHFRPXQLGDG(VSUHFLVRSDUWLUGHHVDLQGH¿QLFLyQLQL
cial para entender que los problemas que esta noción plantea en el mundo
jurídico sean de índole tan diversa, y en algunos casos incluso incompati
bles.
$HVWDGL¿FXOWDGVHDxDGHODGHODIDOWDGHDFXHUGRDODKRUDGHDVLPLODU
o distinguir las nociones de Sociedad Civil y de Comunidad. De un modo
PX\ JHQHUDO SRGUtD GHFLUVH TXH PLHQWUDV KDFHU UHIHUHQFLD D OD 6RFLHGDG
Civil implica participar de una visión de virtud republicana7KDEODUGH&R

5. (VWDQRFLyQHVWiWRPDGDGHODGHILQLFLyQTXHSUHVHQWD*HOOQHUVHJ~QODFXDO³6RFLHGDGFLYLO
HVHOFRQMXQWRGHGLYHUVDVLQVWLWXFLRQHVQRJXEHUQDPHQWDOHVTXHWLHQHIXHU]DVXILFLHQWHSDUDKDFHU
equilibrar el Estado y aunque no tratan de evitar que éste cumpla su papel de guardián de la paz y
árbitro entre intereses superiores, pueden sin embargo evitar que domine y atomice el resto de la so
ciedad”. Gellner presenta esta definición como demasiado simple y la somete a crítica en su artículo
E. GELLNER³7KHLPSRUWDQFHRI%HLQJ0RGXODU´HQCivil Society,..., 32. Sin embargo, a los efectos
que aquí se persiguen resulta de utilidad.
6. Sobre este punto cfr. C. ORWIN³µ&RPXQLGDG¶¢XQDQWtGRWRDODDOLHQDFLyQ"´HQPersona y
Derecho  
7. En terminología política norteamericana. La revitalización de este concepto en el mundo
FLHQWtILFRWLHQHPXFKRTXHDJUDGHFHUDREUDVGHFRQWHQLGRKLVWyULFRHQWUHODVTXHFDEUtDGHVWDFDU
-*$3OCOCK, The Machiavellian Moment, 1969 y quizá T. PANGLE, The Ennobling of Democracy,
Baltimore, London 1992.

362
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN DE PRESUPUESTOS JURÍDICOS LIBERALES

PXQLGDGLPSOLFDSRUHOFRQWUDULRVLWXDUVHHQODV¿ODVSURJUHVLVWDVVHJ~Q
la terminología al uso. Sin embargo, tampoco esta distinción es universal
mente aceptada y entre los comunitaristas se encuentran sustentadores de
posturas conservadoras, en tanto que, por parte de algunos propugnadores
GHOD6RFLHGDG&LYLOVHKDFRQYHUWLGRHQWDUHDSULRULWDULDHOGLVWLQJXLUVHGH
las tesis republicanas8. Lo cierto es que ambas ideas constituyen dos polos
opuestos, y el que tanto unos como otros apelen a los valores comunes es
XQRGHORVPRWLYRVGHFRQIXVLyQ\XQDGHODVUD]RQHVGHTXHVHKD\DLQWHQ
WDGRHQRFDVLRQHVFDWDORJDUGHQWURGHOPLVPRUyWXORGHµFRPXQLWDULVWDV¶D
autores con planteamientos radicalmente diferentes9. El elemento común es
TXHDPEDVSRVWXUDVKDFHQSDWHQWHHOUHGXFFLRQLVPRTXHVXSRQHFRQVWUXLU
un sistema social, político y económico tomando como base un individuo
GHVFRQWH[WXDOL]DGR\DKLVWyULFRSURGXFWRGHXQDVHULHGHHOXFXEUDFLRQHV
racionalistas y, en consecuencia, inexistente. La diferencia en trazos muy
gruesos, entre unos y otros radica en que, frente al relativismo de los se
gundos, la primera postura propone una idea de bien común como la tarea
TXHWRGRVORVPLHPEURVGHXQDFRPXQLGDGKDQGHSHUVHJXLUHVWDEOHFLHQGR
así una forma de universalidad que afecta a todas las comunidades. Univer
salidad que no debe confundirse con el universalismo que es resultado del
UDFLRQDOLVPR\TXHPiVELHQVHFRUUHVSRQGHFRQODSRVWXUDOLEHUDOKDVWDHO
momento mayoritaria.
(QWUHORVHVIXHU]RVPiVQRWDEOHVHQRUGHQDFODUL¿FDUODQRFLyQGH6R
FLHGDG&LYLOHVSUHFLVRGHVWDFDUHOGH0LFKDHO:DO]HUTXLHQWUDWDGHVDOLU
DOSDVRGHODVLQVX¿FLHQFLDVTXHSUHVHQWDQGLIHUHQWHVWLSRVGHSURSXHVWDV
Toma como punto de partida en primer lugar aquellas que, desde un pun
to de vista eminentemente político, ponen el acento en la necesidad de la
participación de los ciudadanos en la vida política para la génesis de una
comunidad. En segundo término, analiza los planteamientos cercanos al
FDSLWDOLVWDTXHGH¿HQGHQODQHFHVLGDGGHXQDHVIHUDGHDFWXDFLyQS~EOLFD
diferente de la estatal en la que los individuos puedan elegir entre el máxi
mo número de posibilidades; en este caso el plano de la Sociedad Civil
VHUtDHOPHUFDGRSHURODDSHODFLyQDVHPHMDQWHPDUFRGHDFWXDFLyQKDFH
imposible, dice Walzer, la solidaridad. Por otra parte, el intento nacionalista
GHORJUDUXQDFRKHVLyQVRFLDODUWL¿FLDOWDPSRFRUHVSRQGHDVXVH[SHFWDWLYDV

8. Cfr. A.B. SELIGMAN³$QLPDGYHUVLRQXSRQ&LYLO6RFLHW\DQG&LYLF9LUWXHLQWKH/DVW'HFDGH


RIWKH7ZHQWLHWK&HQWXU\´HQCivil SocietyRSFLW$OJXQRVLQFOXVRFRQVLGHUDQODLGHD
GHYLUWXGUHSXEOLFDQDFRPRXQRGHORVHQHPLJRVGHODµVRFLHGDGFLYLO¶FIU+ALL, Ibidem.
9. Cfr. BEINER, What’s the Matter with Liberalism?&DOLIRUQLDS+DFHUHIHUHQFLDD
ODFRQIXVLyQTXHHQODGLVFXVLyQKDLQWURGXFLGRHOFRPXQLWDULVPR

363
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

de lo que deba entenderse por comunidad10. Su crítica se asienta sobre la


D¿UPDFLyQGHTXHHO(VWDGRVHKDKHFKRFRQWRGRORS~EOLFR(VSUHFLVR
recuperar las otras esferas de lo público, que son diferentes de la estatal y
que tienen un contenido moral.
En algunos puntos coincide con Rorty, concretamente en poner de ma
QL¿HVWRTXHHOOXJDUGHODVROLGDULGDGQRHVHOGHODRUJDQL]DFLyQSROtWLFD
$PERVSURSXJQDQHQ~OWLPRWpUPLQRHO¿QGHODHUDLGHROyJLFD11. Pero lo
PLVPRTXH5RUW\:DO]HUWLHQHTXHKDFHUHTXLOLEULRVSDUDVDOYDUVXVWHVLV
GHODLQFRKHUHQFLD6HPDQWLHQHGHQWURGHOSODQWHDPLHQWROLEHUDOSXHVWRTXH
FRQVLGHUDFRPRSUHVXSXHVWRLQHOXGLEOHSDUDORJUDUXQDFRKHVLyQVRFLDOTXH
la función del Estado se limite al mantenimiento de la paz que la tolerancia
KDFHSRVLEOH<OOHYDHOSRVWXODGROLEHUDODOH[WUHPRDOH[LJLUTXHHO(VWDGR
UHVSHWH\IRPHQWHDVXYH]HVDVHVIHUDVTXHKDGHKDFHUFRPSDWLEOHVHQWUH
sí sin establecer entre ellas ningún tipo de preferencia12.
6H WUDWD GH KDFHU FDVDU HO SODQWHDPLHQWR OLEHUDO \ OD FRH[LVWHQFLD GH
otras formas de lo público juntamente con el Estado. Pero precisamente,
en esa exigencia de respetarlas todas sin preferir a unas sobre otras es en
GRQGHFRQYLHQHKDFHUDOJXQDPDWL]DFLyQ/DDXWRQRPtDGHODVGLYHUVDVHV
feras es esencial si se quiere poner coto al monopolio de lo público por
parte del Estado; sin embargo, una autonomía radical no sólo no es desea
ble sino que es imposible. Si del viejo liberalismo se puede decir que es
una utopía es, en buena medida debido al mito de la neutralidad. Su visión
de sí mismo como sistema autónomo en materia moral presenta analogías
FRQVXFRQFHSFLyQGHORMXUtGLFR$KRUDELHQFRQVLGHUDUHO'HUHFKRFRPR
un instrumento autónomo, desvinculado del resto de los factores sociales,
puede ser, además de utópico, gravemente peligroso, debido a su potencial
FRQ¿JXUDGRUGHPRGHORVVRFLDOHV
(QORTXHDO'HUHFKRVHUH¿HUHHOFDUiFWHUXWySLFRGHOOLEHUDOLVPRUD
dica en considerarlo simplemente un instrumento al servicio del Estado
SDUDODFRQVHFXFLyQGHORV¿QHVIXQGDPHQWDOHVGHpVWHTXHVRQHQ~OWLPR
WpUPLQRHOPDQWHQLPLHQWRGHORUGHQ\ODSD]VRFLDOHV$KRUDELHQFRPR
FXDOTXLHURWURRUGHQVRFLDOHO'HUHFKRWDPELpQVHYHDIHFWDGRSRUODFULVLV
de la propuesta liberal, de igual modo que la noción de Sociedad Civil,
OHMRV GH OLPLWDUVH DO iPELWR SROtWLFR LQWHUSHOD GLUHFWDPHQWH D OD ¿ORVRItD
jurídica. Lo mismo sucede con la apelación a la comunidad que, de igual

10. Cfr. M. WALZER, The Concept of Civil Society. Towards a Global Civil Society , Oxford,
SS
11. Cfr. R. RORTY, Objectivity, Relativism and Truth, Cambridge, 1991, pp. 21 y ss.
12. Cfr. Ibidem, 16.

364
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN DE PRESUPUESTOS JURÍDICOS LIBERALES

modo afecta necesariamente a la discusión jurídica actual, a pesar de que


tampoco es una noción generada ni desarrollada en el terreno jurídico, sino
tomada en préstamo de disciplinas vecinas como la teoría moral y políti
ca13. Se trata de conceptos no jurídicos, pero con implicaciones que induda
EOHPHQWHDIHFWDQDO'HUHFKRFRQODSHFXOLDULGDGGHTXHQRJHQHUDQVLQR
que ponen sobre el tapete, problemas ya existentes; sacan a la luz quiebras
del sistema. Los problemas que presenta la noción de Sociedad Civil se re
¿HUHQDyUGHQHVGLIHUHQWHVTXHSRGUtDQDJUXSDUVHVLJXLHQGRORVWUHVQLYHOHV
GHFUtWLFDVDOOLEHUDOLVPRDORVTXHVHKDKHFKRUHIHUHQFLD

1. LA SOCIEDAD CIVIL Y SU PROPUESTA DE SOLIDARIDAD

La polémica planteada por la Sociedad Civil perseguía ya desde los


DxRV VHWHQWDEXVFDU XQD EDVH SDUDODVROLGDULGDGHQ ODV PRGHUQDVVRFLH
GDGHVOLEHUDOHV/DQRFLyQGHMXVWLFLDGHOLQGLYLGXDOLVPROLEHUDOVHKDEtD
PRVWUDGRLQVX¿FLHQWHSDUDVROYHQWDUODVQHFHVLGDGHVGHORVLQGLYLGXRVSHUR
QRKDEtDWHQLGRPiVp[LWRHQSURSRUFLRQDUHOHQJUDQDMHVRFLDOSURPHWLGR
GHVGHVXVRUtJHQHVTXHKLFLHUDSRVLEOHGHPRGRPHFiQLFRODSD]PXQGLDO
\HOUHVSHWRXQLYHUVDOGHORVGHUHFKRV(QHVWHVHQWLGRHOOLEHUDOLVPRKDEtD
demostrado ser tan utópico como los totalitarismos de cualquier signo. La
discusión se centró en esos años en la determinación de la noción de jus
ticia en un sentido económico o, lo que es lo mismo, en si la justicia debe
tener como principio supremo la igualdad entendida como igualdad de to
dos ante la ley (lo que lleva consigo primar la pervivencia del status quo) o
si, por el contrario, debía entenderse en sentido material, como nivelación
GHSRVLELOLGDGHV(QWHUPLQRORJtDGHGHUHFKRVHOGHEDWHDGRSWyODIRUPDGH
VLORVGHUHFKRVGHEtDQWHQHUXQFRQWHQLGRSXUDPHQWHQHJDWLYR OLEHUWDGHVD
UHVSHWDU RSRVLWLYR GHUHFKRVTXHHVSUHFLVRSURFXUDU\KDFHUSRVLEOH 14.
(YLGHQWHPHQWHODRSFLyQVHDO]DVREUHXQDGLFRWRPtDSUHYLDTXHVX
pone una diferente consideración de la relación de los individuos con la
comunidad. Para unos, la sociedad es algo sustantivo, en tanto que para
otros es simplemente el entramado dentro del cual cada uno deberá buscar

13. Cfr. S. A. GARDBAUM, cit.


14. &IUHQHVWHVHQWLGRHODUWtFXORGH-:ALDRON³/LEHUDO5LJKWV7ZR6LGHVRIWKH&RLQ´HQ
Liberal Rights. Collected Papers 1981-1991 &DPEULGJH TXLHQUHFRJHODWUDGLFLRQDO
tesis de I. BERLIN acerca de la libertad negativa en “Two Concepts of Liberty”, Four Essays on
Liberty1HZ<RUN

365
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VXSURSLRLQWHUpV$KRUDELHQHVWDSULPHUDSROpPLFDVHSODQWHDGHQWURGHO
contexto estatal y sobre la base de la legalidad positiva, siendo el problema
central si los ordenamientos jurídicos deben o no recoger esos presuntos
SDUiPHWURVGHMXVWLFLD/DDUJXPHQWDFLyQHQFRQWUDVHIXQGDHQTXHKDFHUOR
así constituiría un atentado contra la libertad de los individuos, además de
VXSRQHUXQDUpPRUDSDUDODH¿FDFLDGHOPDUFRGHOPHUFDGRTXHHVORTXH
HQ GH¿QLWLYD FRQVWLWX\H OD VRFLHGDG 6H WUDWD GH XQD SROpPLFD LQWHUQD DO
mismo liberalismo, que responde a la existencia de dos tradiciones diferen
tes y cuyo motivo de divergencia es de orden económico. La distancia que
separa a Rawls15GH1R]LFN16HVPiVLGHROyJLFDTXH¿ORVy¿FD3DUDDPERV
el origen de la sociedad es contractualista y lo que varía es el contenido de
las obligaciones de la organización política con respecto a cada uno de sus
ciudadanos.
En cambio, la noción de Sociedad Civil lleva la discusión a otro terre
no porque, si bien pone sobre el tapete una exigencia de solidaridad, parte
de la base de que no es el Estado el encargado de perseguirla, o al menos su
responsabilidad es compartida, o mejor aun, subsidiaria. Se trata, en conse
FXHQFLDGHXQDFUtWLFDTXHDIHFWDWDQWRDOOLEHUWDULVPRGH+D\HN\1R]LFN
como a las posturas más tendentes a la izquierda pero, en cualquier caso
LQGLYLGXDOLVWDVGH5DZOV\'ZRUNLQ17, puesto que ambos sectores compar
ten una misma idea de lo social como entramado de relaciones dentro del
cual los individuos realizan sus elecciones, sosteniendo ambos una misma
naturaleza económica. La prueba es que tanto para unos como para otros la
libertad entendida como posibilidad de elección es inviolable pero para los
individualistas de izquierdas sólo es matizable por motivos económicos o
FXDQWL¿FDEOHVHFRQyPLFDPHQWH
Los que critican el individualismo liberal denominándolo atomismo18
DGXFHQTXHHOKRPEUHDQWHVTXHLQGLYLGXRHVFLXGDGDQR\PLHPEURGHXQD
comunidad social. Pensar que lo único que une a los individuos entre sí es
HOP~WXRDFXHUGRTXHSHUPLWHTXHFDGDXQRSXHGDSHUVHJXLUORTXHFRQVL
dera que es bueno, es una forma de reduccionismo. Esa perspectiva ignora
la primacía de un bien social en cuanto que algo diferente de la suma de
ORVLQWHUHVHVGHORVLQGLYLGXRV\TXHQRHVGHWHUPLQDEOHSRUFULWHULRVFXDQ

15. &IU-RAWLS, A Theory of Justice, Cambridge, Mass., 1976.


16. Cfr. R. NOZICK, Anarchy, State and Utopia, Oxford, 1974.
17. Cfr. R. DWORKIN, Law’s Empire, Cambridge, Mass 1986.
18. Esta terminología es característica de gran parte de los escritos de C. TAYLOR, cfr. por ejem
SOR³&URVV3XUSRVHVWKH/LEHUDO&RPPXQLWDULDQ'HEDWH´HQLiberalism and the Moral Life, N.L.
Rosenblum ed., Cambridge, Mass., London 1989.

366
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN DE PRESUPUESTOS JURÍDICOS LIBERALES

WLWDWLYRV 7UDVODGDGR DO OHQJXDMH GH ORV GHUHFKRV HO TXH HVWRV GHEDQ VHU
UHVSHWDGRVQRREHGHFHVRODPHQWHDXQPRWLYRGHFRQYHQLHQFLDTXHDFRQ
VHMDKDFHUORDVtSDUDSURWHJHUHOHQWUDPDGRVRFLDOHVGHFLUQRHVPLSURSLR
LQWHUpVORTXHHVWR\SURWHJLHQGRDOUHVSHWDUHOGHUHFKRGHORWURVLQRTXHOR
que está en juego es el bien común19. En este punto, que enlaza ya con el
segundo grupo de cuestiones, se ve clara la diferencia entre una Sociedad
&LYLOTXHVHIXQGDHQODFRKHVLyQVRFLDO\XQFRPXQLWDULVPRGHVXQL¿FD
dor20. El problema que presenta la alusión a la Comunidad es que puede ser
contraria a la idea de solidaridad, muy especialmente en el marco interna
cional, al atomizar y multiplicar los problemas en lugar de solucionarlos.
(OSHOLJURWRWDOLWDULRGHKDFHUSULPDUORVRFLDOHVELHQFRQRFLGRSHURSXHGH
ser conjurado a través de mecanismos pluralistas de respeto y tolerancia
mútuos21.

2. LA CUESTIÓN DEL INDIVIDUO COMO MIEMBRO DE UNA COMUNIDAD

6L HO OLEHUDOLVPR VH VXVWHQWD VREUH XQ LQGLYLGXDOLVPR GHVFRQWH[WXD


lizado, las nuevas tendencias tratan de recuperar la dimensión ciudadana
de la persona individual22 6H WUDWD GH XQD FXHVWLyQ LQWUtQVHFDPHQWH UHOD
cionada con la solidaridad y que se asienta sobre el presupuesto de que el
individuo no está aislado sino que pertenece a una comunidad; antes que
LQGLYLGXRHVFLXGDGDQR&RPR\DVHKDDSXQWDGRDSHVDUGHORSURYHFKRVR
de la noción de ciudadano, deja sin resolver cuestiones como el problema
de la solidaridad internacional, puesto que la pertenencia a un determinado
JUXSR VRFLDO GHWHUPLQD OD H[FOXVLyQ GH RWURV \ MXVWL¿FD OD SUHWHQVLyQ GH
GHWHUPLQDGRV GHUHFKRV D ORV TXH QR SRGUiQ DSHODU ORV TXH QR SHUWHQH]
FDQDHVHJUXSR6HKDFHSUHFLVRSRUWDQWRFRPSOHWDUODFRQRWURWLSRGH

19. &IU-5AZ³5LJKWVDQG3ROLWLFV´HQIndiana Law Journal  \VV³/DMXV


WLILFDFLyQGHORVGHUHFKRVUDGLFDHQFRQVLGHUDFLRQHVGHLQWHUpVS~EOLFR\PiVHVSHFtILFDPHQWHHQ
consideraciones de bien común”.
20. R. BEINER, “Introducción”, Theorizing Citizenship, Albany, 1995, p. 12.
21. 3LHQVRTXHHQHVWHFRQWH[WRGHEHUtDLQVFULELUVHHODSR\RDXQDWHVLVXQLYHUVDOLVWDGHGHUH
FKRVVXVWHQWDGDHQODWROHUDQFLDGH$%AYEFSKY³&XOWXUDO6RYHUHLJQW\5HODWLYLVPDQG,QWHUQD
WLRQDO+XPDQ5LJKWV1HZ([FXVHVIRU2OG6WUDWHJLHV´Ratio Iuris  
22. Cfr. el volumen editado por R. Beiner Theorizing Citizenship, Albany, 1995, especialmente
%(,1(5³,QWURGXFFLyQ´-*$3OCOCK³7KH,GHDORI&LWL]HQVKLS6LQFH&ODVVLFDO7LPHV´
\$0ACINTYRE³,V3DWULRWLVPD9LUWXH"´'HVGHXQSODQWHDPLHQWRGLIHUHQWH:
KYMLICKA y W. NORMAN,³5HWXUQRIWKH&LWL]HQD6XUYH\RI5HFHQW:RUNRQ&LWL]HQVKLS7KHRU\´


367
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

razonamiento. Para la versión más extrema, y por tanto más crítica con el
liberalismo, entre las implicaciones de una consideración tal de la ciudada
nía destaca la de que un buen Estado lo es dependiendo de la virtud de sus
ciudadanos por lo cual la conducta moral de éstos deja de ser una cuestión
SULYDGDSDUDFRQVWLWXLUXQLQWHUpVVRFLDO$KRUDELHQHQWUHHVWDWHVLV\OD
opuesta de que la conducta individual no afecta a nadie más que a quien
la realiza salvo que con ella se produzca un daño a otros, cabe una amplia
gradación23.
El debate acerca de la primacía de los individuos sobre la comuni
dad o viceversa afecta también a la función de la autoridad. Una visión
individualista considera que debe limitarse a poner orden facilitando y
secundando la libre actuación de los individuos (lo que, en terminología
consagrada por Rawls, se traduce en que el Estado no debe perseguir el
bien sino lo legítimo24). Según el tipo de mentalidad liberal de que se trate
GHEHUiDGHPiVKDFHUVHFDUJRGHOELHQHVWDUHFRQyPLFRGHORVPLHPEURVGH
la sociedad, al menos de los más desfavorecidos. La autoridad debe limi
WDUVHDXQSDSHOQHJDWLYRQHXWUDOQRLQWHU¿ULHQGRHQORV¿QHVLQGLYLGXDOHV
VLQRSRVLELOLWiQGRORVHVWDEOHFLHQGRSDUDHOORXQPDUFRGHDFWXDFLyQ$KRUD
ELHQODSUHVXQWDQHXWUDOLGDGGHO(VWDGRKDVLGRHOSULPHUREMHWLYRGHODV
FUtWLFDVTXHHQORV~OWLPRVWLHPSRVKDUHFLELGRHOOLEHUDOLVPR/DQHXWUD
lidad estatal, se dice, no pasa de ser un espejismo, un imposible. En primer
lugar porque la autoridad no puede actuar simplemente como árbitro no
interesado que aplica unas normas previas sino que es quien determina el
FRQWHQLGRGHHVDVQRUPDV\ODIRUPDGHVXDSOLFDFLyQIDYRUHFLHQGRQHFH
sariamente unas conductas en lugar de otras. Pero además, pretender una
QHXWUDOLGDGHVWDWDOVLJQL¿FDHQVtPLVPRXQDWRPDGHSRVWXUDXQDIRUPDGH
HQWHQGHUODVRFLHGDGTXHSDUDGyMLFDPHQWHWLHQHWDQWDFDSDFLGDGGHFRQ¿
guración social como cualquier otra25.
(QOD]DQGRFRQORGLFKRHQORTXHDFXHVWLRQHVHFRQyPLFDVVHUH¿HUH
ODPRUDOGHOOLEHUDOLVPRHVUHGXFWLYD\ORHVSRUTXHSURSRQHFRPRSULQ

23. Podría incluirse en ella a autores por otra parte muy diferentes que pueden ir desde
%HQMDPLQ%DUEHU\3RFRFNKDVWD+DQQDK$UHQGW5RQDOG%HLQHU\&KDUOHV7D\ORU
24. Es preciso reconocer la perplejidad a la que conduce esta terminología anglosajona al lector
continental puesto que la expresión literalmente es que el Estado no debe perseguir el “good” (bien)
GHORVLQGLYLGXRVVLQRHO³ULJKW´TXHFRPRHVELHQVDELGRVHWUDGXFHWDQWRSRUFRUUHFWRFRPRSRU
GHUHFKR(QFXDOTXLHUFDVRODUHIHUHQFLDLQGLFDFODUDPHQWHTXHQRHVPLVLyQGHODDXWRULGDGLQPLV
FXLUVHHQORTXHORVLQGLYLGXRVGHEDQFRQVLGHUDUFRPREXHQRVLQRHQFDUJDUVHGHKDFHUSRVLEOHHVD
elección estableciendo un marco de actuación adecuado.
25. 3DUDXQDYLVLyQHVFODUHFHGRUDGHHVWHKHFKRFIU/$RECHEDERRA, “Revolución, tecnocracia
y demagogia”, Persona y Derecho  

368
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN DE PRESUPUESTOS JURÍDICOS LIBERALES

FLSLRUHFWRUXQDQRFLyQGHOLEHUWDGLGHQWL¿FDGDFRQSRVLELOLGDGGHHOHFFLyQ
6LQHPEDUJRKDEODUGHXQDPRUDOLQGLYLGXDOQRVyORHVXQDUHGXFFLyQVLQR
además una contradicción en los términos, ya que si las normas morales no
pueden ser consecuencia de una elección individual, no será esa elección la
que garantice la probidad moral de una conducta, aunque paradójicamente,
SDUDTXHXQDDFWXDFLyQKXPDQDVHDPRUDOKD\DGHVHUOLEUHPHQWHUHDOL]DGD
La Moral debe necesariamente tener algo que ver con una práctica social,
máxime si se entiende que constituye un descubrimiento que se da en un
FRQWH[WRKLVWyULFR\ORFDOGHWHUPLQDGR(VWDWHVLVHVWiSUHVHQWHHQHOSOXUD
lismo tal y como es entendido por Raz26.
En consecuencia, el principio rector de las relaciones sociales, no pue
de ser la libertad entendida como posibilidad de elección. El motivo por el
TXHODOLEHUWDGKDGHVHUUHVSHWDGDHVTXHVLQHOODODPLVPDPRUDOLGDGHV
imposible. Pero en cambio, la realización voluntaria de una conducta no
determina que se esté siguiendo una pauta moral, ni que la actuación sea
HQVtPLVPDPRUDO/DWUDVFHQGHQFLDGHHVWDFXHVWLyQVHKDFHSDWHQWHHQOD
GLVFXVLyQGHODVUHODFLRQHVHQWUH'HUHFKR\0RUDO6LODVHSDUDFLyQUDGLFDO
GHO 'HUHFKR FRQ UHVSHFWR D OD PRUDOLGDG HV XQ HVSHMLVPR OD 0RUDO D OD
TXHHO'HUHFKRGHEHUHIHULUVHQRSXHGHUHGXFLUVHDOUHVSHWRDODOLEHUWDG
individual, por otra parte necesario. Esto tiene interés en el debate en que
VHKDQHQIUHQWDGRVHJ~QUHFRJH:DOGURQOLEHUDOHV\FRPXQLWDULVWDV27. El
SUREOHPDDOTXHpOKDFHDOXVLyQHVHOGHODVUHODFLRQHVKRPRVH[XDOHVDXQ
TXHSRGUtDVHUFXDOTXLHUDGHORVTXHKDELWXDOPHQWHVXSRQHQXQDFRQIURQWD
ción entre ambos grupos (pornografía, eutanasia,...). Ante su legitimación
y suponiendo una sociedad que repruebe este tipo de conductas, la postura
OLEHUDOHVTXHKD\XQGHUHFKRSUHYLRDODYROXQWDGGHODPD\RUtDTXHHVHO
de utilizar la libertad como mejor parezca al individuo, siempre y cuando
QRVHKDJDGDxRDQDGLH(OFULWHULRFRPXQLWDULVWDSRUHOFRQWUDULRVHUiTXH
KD\TXHDWHQGHUDORTXHVREUHHVWDVFXHVWLRQHVRSLQHODFRPXQLGDG<WDO
criterio se legitima sobre la base de que ese tipo de conductas afectan a
todos (aunque a primera vista pueda parecer lo contrario) por lo mismo que
las pautas que las rigen tienen un componente social.
(QHVWHSXQWRSXHGHVHUFRQYHQLHQWHKDFHUQRWDUTXHHQHOGHEDWHOL
EHUDOLVPRFRPXQLWDULVPRVHHQIUHQWDODOyJLFDLQWHUQDGHGRVIDFHWDVTXH
WUDGLFLRQDOPHQWHFRH[LVWHQHQODPHQWDOLGDGOLEHUDOGHPRFUDFLD\OLEHUWDG
SRQLHQGRGHPDQL¿HVWRODLQFRKHUHQFLDTXHVXE\DFHDHVDFRH[LVWHQFLD6H

26. Cfr. RAZ, The Morality of Freedom, Clarendon Press (Oxford 1986). Es de interés el co
mentario al respecto de R. GEORGE, Making Men Moral, Clarendon Press, Oxford, 1993.
27. &IU-:ALDRON, cit., 168 y ss.

369
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

ría una ingenuidad pensar que la decisión en un sentido o en otro sea inocua
o indiferente para la sociedad. Independientemente del respeto a la activi
dad individual concreta, es claro que las instituciones jurídicas y sociales
afectan al desarrollo de la sociedad, al tiempo que recogen la Moral que
necesariamente tiene un componente social. Es posible ver su relación con
la Sociedad Civil en cuanto que sujeto creador de pautas morales de com
portamiento. En la cuestión acerca de si la autoridad tiene o no la misión
de perseguir el buen comportamiento ético de sus ciudadanos, ciertamente
ODH[LVWHQFLDGHXQDUHODFLyQHQWUH'HUHFKR\0RUDOQRLPSOLFDTXHODDX
toridad deba obligar a actuar moralmente, pero sí genera la necesidad de
que apoye las actuaciones correctas como tales, lo que tendrá importantes
FRQVHFXHQFLDVHQWHUUHQRVFRPRODHGXFDFLyQRHO'HUHFKRFLYLO/RVSUR
EOHPDVTXHVHSODQWHDQVHUHGXFHQHQ~OWLPRWpUPLQRDODLQVX¿FLHQFLDGH
una explicación individualista, mecanicista y presuntamente neutra de las
relaciones sociales, frente a la cual se alza con renovada fuerza la conside
ración de lo social, no como un ámbito de actuación sino como una faceta
que afecta a cada uno de los individuos y a sus relaciones. No da razón de
lo que son las relaciones sociales aludir a ellas como dotadas de contenido
puramente económico pero igualmente reduccionista sería considerarlas
VLPSOHVGHUHFKRVLQGLYLGXDOHV

3. LA EXIGENCIA DE UN PERFECCIONISMO EN EL CONTENIDO DE LO JURÍDICO

Aun sin agotar la discusión económica, siempre viva y recurrente, en


ODDFWXDOLGDGHOGHEDWH WDPELpQHOSROtWLFR\HOVRFLDO VHGHVDUUROODIXQGD
PHQWDOPHQWHDOUHGHGRUGHFXHVWLRQHVGH¿ORVRItDGHOOHQJXDMH(QORTXHD
QRVRWURVDIHFWDODSROpPLFDVHDFHUFDDOWHPDGHORVGHUHFKRVFRQUHVSHFWR
DORVFXDOHVVHFXHVWLRQDDKRUDQRWDQWRVXFRQWHQLGRFXDQWRVLHVRQR
SRVLEOH FDWHJRUL]DUORV FRPR KXPDQRV OR TXH OOHYD HQ ~OWLPR WpUPLQR D
ODSUHJXQWDVREUHHOSUHVXQWRXQLYHUVDOLVPRGHORVGHUHFKRV$KRUDELHQ
VLHOSUREOHPDVHDERUGDFRPRXQDRSRVLFLyQHQWUHXQLYHUVDOLVPR\SDU
ticularismo, se están utilizando términos que pertenecen al campo de la
pWLFD\GHOD¿ORVRItDGHOOHQJXDMHXQR\DOD¿ORVRItDSROtWLFDRWURORTXH
UHVXOWDHQTXHGHVFULEHQ\VHKDFHGLDORJDUDUHDOLGDGHVQRKRPRJpQHDV
4XL]iIXHUDPHMRUKDEODUGHGLFRWRPtDWHRUtDSUiFWLFDRXWRStDUHDOL
dad en el siguiente sentido. Algunos comunitarismos que pretenden recu
perar una idea de comunidad por oposición al monopolio estatal, plantean
el problema en clave de respeto a las diversidades culturales. Sin embargo,

370
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN DE PRESUPUESTOS JURÍDICOS LIBERALES

esta postura toma solamente parte del problema con el consiguiente riesgo
de empequeñecer la cuestión y cabe que conduzca en último término a
nuevas formas de tiranía28. Reducir la crítica a la posibilidad de una deter
PLQDFLyQGHORVGHUHFKRVHQFODYHDEVWUDFWDDODFRQYHQLHQFLDGHRWRUJDU
un valor idéntico a todo lo que adopte la forma de manifestación cultural,
no da solución a ningún problema. Su único mérito es el de poner de mani
¿HVWRODLQVX¿FLHQFLDGHXQDSUHWHQVLyQGHFRQRFLPLHQWRPRUDOGHVSHJDGD
GHODUHDOLGDG(QFDPELRSXHGHVHUPXFKRPiVSURGXFWLYDODSURSXHVWDGH
KDEODUDFHUFDGHODUD]yQSUiFWLFDFRPRDOJRQRDEVWUDFWRVLQRFRQFUHWR(O
PRWLYRGHTXHVHSRQJDHQGXGDHOXQLYHUVDOLVPRUDGLFDHQHOKHFKRGHTXH
QRWLHQHVHQWLGRWUDWDUGHHVWDEOHFHUDSULRULHOFRQWHQLGRGHORVGHUHFKRV
SXHVWRTXHGHUHFKRVHUiVLHPSUHDOJRFRQFUHWR\SRVLEOHDXQTXHHQDOJXQRV
casos su contenido venga dado por criterios inamovibles. En palabras de
5D]

³/DVHJXQGDUD]yQSRUODFXDOODPRUDOLGDGSROtWLFDHVWiDERFDGDDOKR\
\DKRUD\FDUHFHGHYDOLGH]XQLYHUVDOHVTXHQXHVWUDFDSDFLGDGGHFRQFHELU
cómo se desarrollará la sociedad es limitada. El problema no es solamente la
complejidad de las condiciones sociales que puedan prevalecer en el futuro
(...). El problema va más allá. Las situaciones sociales pueden cambiar de tal
modo que los mismos conceptos que utilizamos para comprenderlas y anali
zarlas devengan inaplicables”29.

$KRUDELHQHVWDFUtWLFDGHOUDFLRQDOLVPRHVFRPSDWLEOHFRPR\DVH
anunció en un principio, con posturas que van desde el escepticismo al rea
lismo. No es poco avance el de exigir realidades tanto en la Moral cuanto
HQHO'HUHFKRDXQTXHODGHWHUPLQDFLyQGHORVFRQWHQLGRVGHDPERVSXHGD
variar. Si se parte de una clave aristotélica de determinación de la razón
práctica no plantea especial problema, puesto que la posibilidad del com
portamiento práctico correcto, así como de la consiguiente verdad práctica
va siempre acompañada de la posibilidad de errar.
3RURWUDSDUWHQRKD\TXHROYLGDUTXHVLORMXUtGLFRWLHQHXQVHQWLGR
HPLQHQWHPHQWHSUiFWLFRHVWRKDGHDIHFWDUQHFHVDULDPHQWHDOOHQJXDMHGH
ORVGHUHFKRV\DTXHHOGLVFXUVRDFHUFDGHORVPLVPRVGHEHLUVLHPSUHDFRP
SDxDGRGHSRVLELOLGDG(OSHOLJURSULQFLSDOGHKDEODUGHXQPRGRDEVWUDFWR
GHORVGHUHFKRVHVHOGHVXSURSLDGHYDOXDFLyQ/DV'HFODUDFLRQHVWLHQHQ

28. Probablemente este sea el motivo por el que autores como Raz, añadan siempre a sus
pronunciamientos acerca del multiculturalismo, que ellos se mantienen en una posición liberal.
Cfr. RAZ, Ethics in the Public Domain, 55 y ss.
29. Ibidem, p. 156.

371
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

utilidad si los gobernantes pueden responder verdaderamente de aquello a


lo que se comprometen. No debe confundirse posibilidad con efectividad,
en el sentido de que la no existencia de garantías no supone la inexistencia
GHGHUHFKRVSHURVtODVXSRQGUtDHODOXGLUDFRQWHQLGRVLPSRVLEOHVFRPRHV
HOGHXQSUHVXQWRGHUHFKRDXQHPSOHRHQPRPHQWRVGHUHFHVLyQHFRQyPL
FDRXQGHUHFKRJHQpULFRDODVDOXG
$VtODFXHVWLyQVREUHHOXQLYHUVDOLVPRGHORVGHUHFKRVSXHGHIRUPX
ODUVH WDPELpQ FRQ OD SUHJXQWD VREUH VL KD\ DOJ~Q GHUHFKR TXH VH SXHGD
DSOLFDUDWRGDVODVPXMHUHV\DWRGRVORVKRPEUHVHQWRGDVODVFXOWXUDV\
HQWRGRVORVPRPHQWRVKLVWyULFRVRELRJUi¿FRV30TXHHVORPLVPRTXHSUH
JXQWDUVHDFHUFDGHVLKD\DOJ~QFRQWHQLGRTXHVHDGHELGRa priori a todos
ORVKRPEUHVVLQPHGLDUFULWHULRVGHDSOLFDFLyQ&RQWHVWDUDHVWDSUHJXQWD
parece exigir recuperar su planteamiento ilustrado reconduciéndola a una
SUHVXQWDPHQWHQHFHVDULDRSFLyQHQWUHXQFULWHULRFRQVHFXHQFLDOLVWDGHGH
WHUPLQDFLyQGHORVGHUHFKRV\XQDGHODVYDULDGDVYHUVLRQHVGHODGLJQLGDG
KXPDQDTXHWUDWDGHLPSHGLUTXHHOKRPEUHVHDWUDWDGRFRPRXQPHGLRSDUD
la felicidad de los otros.
Sin embargo, posiblemente esa dualidad esté en su misma base mal
SODQWHDGDSXHVWRTXHFUHDODLPSUHVLyQGHTXHKD\TXHRSWDUSRUXQFULWH
rio individualista o por uno que tenga en cuenta la dimensión social del
KRPEUH6HSLHUGHDTXtGHYLVWDTXHHQWUDWDUDOKRPEUHGHXQPRGRYDOJD
ODUHGXQGDQFLDKXPDQRODSULPHUDLQWHUHVDGDHVODVRFLHGDGRORTXHHV
lo mismo, cada uno de los individuos que la componen. Una postura como
HVWDSDUWLFLSDGHSUHVXSXHVWRVOLEHUDOHVSXHVWRTXHQRDGPLWHFRPRFRQ
WHQLGRGHORVGHUHFKRVORTXHXQDDXWRULGDGQLVLTXLHUDORTXHXQDFRPX
QLGDGGHWHUPLQHFRPRWDO<DOPLVPRWLHPSROOHYDFRQVLJRXQDFUtWLFDDO
liberalismo, en primer lugar porque no acepta una confusión entre la teoría
y la práxis. Pero también por su empeño en recuperar la dimensión social
GHORVGHUHFKRVTXHVXSRQHXQDDFHSWDFLyQGHOFULWHULRGHELHQFRP~QHQ
VXGHWHUPLQDFLyQDVtFRPRODDVXQFLyQGHTXHVLODVQRUPDVPRUDOHVWLH
QHQTXHVHUQHFHVDULDPHQWHVRFLDOHVHVWRGHXQPRGRXRWURKDGHYHUVH
recogido en las instituciones que crea o simplemente respeta el sistema
jurídico.

30. Es de interés a este respecto consultar el volúmen que recoge las 2[IRUG$PQHVW\/HFWXUHV
de 1993, AA.VV., On human Rights, S. SHUTE\6+URLEY,HGV1HZ<RUN/DUHVSXHVWD
TXHGD*HZLUWKDHVWDFXHVWLyQHVODTXHGLy6WR7RPiVHQHOVHQWLGRGHTXHVyORH[LVWHXQGHUHFKR
absoluto a la vida de los inocentes. Sin embargo, difícilmente se puede decir que se trate de un dere
FKRDEVWUDFWRHVXQGHUHFKRFRQFUHWRSHURYiOLGRXQLYHUVDOPHQWH&IU$*EWIRTH³$UH7KHUHDQ\
$EVROXWH5LJKWV"´HQTheories of Rights-:ALDRON ed., Oxford, 1984, pp. 91 y ss.

372
LA SOCIEDAD CIVIL EN LA REVISIÓN DE PRESUPUESTOS JURÍDICOS LIBERALES

7RGRORGLFKRSHUPLWHSUHVXPLUTXHODQRFLyQGH6RFLHGDG&LYLOJR
zará de especial relevancia en los próximos años, no sólo en lo que a la
¿ORVRItDSROtWLFDVHUH¿HUHVLQRWDPELpQHQHOiPELWRHVWULFWDPHQWHMXUtGLFR
&LHUWDPHQWH SRU OR DPSOLR GH VX SHU¿O QR FRQVWLWX\H HQ Vt PLVPD XQD
opción, ni en el plano teórico ni en el práctico. La importancia que se le
atribuye radica más bien en su capacidad de integrar cuestiones que van
GHVGHODVROLGDULGDGKDVWDODVSDXWDVPRUDOHVGHFRPSRUWDPLHQWRORTXHOD
constituye en elemento imprescindible para la resolución de las paradojas
del sistema liberal sin afectar a sus logros.

BIBLIOGRAFÍA

AAVV, On human Rights 6 6KXWH \ 6 +XUOH\ HGV 2[IRUG$PQHVW\ /HFWXUHV
%DVLF%RRNV 1HZ<RUN 
ARECHEDERRA/³5HYROXFLyQWHFQRFUDFLD\GHPDJRJLD´ Persona y Derecho,

BAYEFSKY,$)³&XOWXUDO6RYHUHLJQW\5HODWLYLVPDQG,QWHUQDWLRQDO+XPDQ5LJ
KWV1HZ([FXVHVIRU2OG6WUDWHJLHV´HQRatio IurisYROQž
59.
BEINER5Theorizing Citizenship6WDWH8QLYHUVLW\RI1HZ<RUN3UHVV $OEDQ\
1995).
— What’s the Matter with Liberalism?8QLYHUVLW\RI&DOLIRUQLD3UHVV %HUNH
ley 1992).
BERLIN,³7ZR&RQFHSWVRI/LEHUW\´HQFour Essays on Liberty, Oxford Uni
YHUVLW\3UHVV 1HZ<RUN 
COHEN-/aARATO$Civil Society and Political Theory7KH0,73UHVV &DP
EULGJH0DVVDFKXVHWWV\/RQGRQ 
DWORKIN,5Law’s Empire,%HONQDS3UHVV &DPEULGJH0DVV 
GARDBAUM6$³/DZ3ROLWLFVDQGWKH&ODLPVRI&RPPXQLW\´Michigan Law
Review
GEORGE5Making Men Moral, Clarendon Press (Oxford 1993).
GEWIRTH$³$UH7KHUHDQ\$EVROXWH5LJKWV"´HQTheories of Rights-:DO
GURQHG 2[IRUG 
HALL -$ ³,Q 6HDUFK RI &LYLO 6RFLHW\´ LQ Civil Society. Theory, History and
ComparisonHG-$+DOO3ROLW\3UHVV &DPEULGJH 
LLANO$La nueva sensibilidad , Espasa Calpe (Madrid 1988).
NOZICK5Anarchy, State and Utopia,%ODFNZHOO 2[IRUG 
ORWIN&³µ&RPXQLGDG¶¢XQDQWtGRWRDODDOLHQDFLyQ"´HQPersona y Derecho,


373
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

PANGLE7The Ennobling of Democracy,+RSNLQV8QLYHUVLW\3UHVV %DOWLPRUH


London 1992).
POCOCK-*$The Machiavellian Moment, Princeton University Press (Prince
ton 1975).
RAWLS-A Theory of Justice, Cambridge University Press, (Cambridge, Mass.
1976).
RAZ-³5LJKWVDQG3ROLWLFV´HQIndiana Law Journal  
— The Morality of Freedom. Clarendon Press (Oxford 1986).
RORTY5Objectivity, Relativism and Truth, Cambridge University Press (Cam
bridge 1991).
SELIGMAN$%³$QLPDGYHUVLRQXSRQ&LYLO6RFLHW\DQG&LYLF9LUWXHLQWKH/DVW
'HFDGH RI WKH 7ZHQWLHWK &HQWXU\´ HQ Civil Society. Theory, History and
ComparisonHG-$+DOO3ROLWL\3UHVV &DPEULGJH 
TAYLOR&K³&URVV3XUSRVHVWKH/LEHUDO&RPPXQLWDULDQ'HEDWH´HQLiberalism
and the Moral Life, N.L. Rosenblum ed. (Cambridge Mass, London 1989).
WALDRON,-Liberal Rights. Collected Papers 1981-1991, Cambrige (Cambrid
ge 1993).
WALZER0The Concept of Civil Society. Towards a Global Civil Society, Berg
KDP%RRN 2[IRUG 

374
/$)81'$0(17$&,Ï1'(/'(5(&+2(1(/6(12
DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL
Consuelo MARTÍNEZ6ICLUNA

(O'HUHFKRSRUODPLVPDFRPSRVLFLyQGHODVRFLHGDGFLYLOFRQVWLWX\H
el núcleo fundamental a través del cual los lazos que la anudan tienen el
SURSyVLWRWDQWRGHHVWDEOHFHUXQPDUFRGHVHJXULGDGFRPRGH-XVWLFLD3RU
ORWDQWRLQWHUURJDUVHDFHUFDGHO'HUHFKRHVXQDFXHVWLyQHVHQFLDOTXHVH
vincula a la razón de ser de la sociedad civil, pero es también una cues
tión de la que se desprenden, como un corolario, toda una serie de puntos
anejos, entre los cuales, en última instancia, se encuentra también el de las
UHODFLRQHVVLHPSUHSROpPLFDVHQWUH(VWDGR\'HUHFKR\ODSUHWHQGLGDGL
VROXFLyQGHODVRFLHGDGFLYLOHQHO(VWDGRIHQyPHQRTXHKDFDUDFWHUL]DGR
ODKLVWRULDGH(XURSD1$KRUDVLQHPEDUJRQRVHQFRQWUDUtDPRVHQRWURPR

1. Sobre este aspecto nos parece interesante tomar en consideración una reflexión de Dalmacio
1HJURDSURSyVLWRGHOILQGHODKLVWRULDSURSXJQDGRSRU)XNX\DPD'HVHUFLHUWRHVHILQGHODKLVWR
ULDWDPSRFRVHUtDHOILQGHODKLVWRULDHXURSHDVLQR³HOILQGHODKLVWRULDGHXQDpSRFDYLQFXODGDD
VXILJXUDSROtWLFDHO(VWDGR/DILORVRItDGHODKLVWRULDKHJHOLDQDDODTXHVHUHPLWHH[SOtFLWDPHQWH
)XNX\DPDTXHSODQWHyODDSRUtDYHODKLVWRULDHXURSHDTXHSDUD+HJHOHUDFLHUWDPHQWHXQLYHUVDO
FRPRSURJUHVLyQGHODLGHDGHO(VWDGRFRQFHELGRRQWROyJLFDPHQWHFRPRFRVDHQVtIRUPDSROtWLFD
de lo Absoluto capaz de reconciliar todas las oposiciones. De modo que, con independencia del
discutible triunfo de la democracia liberal, el anunciado fin de la historia puede ser más bien de
la historia de Europa como historia del Estado. Desontologizada la estatalidad por la ideología, al
quedarse reducida a manifestación suprema del espíritu neutral y objetivador de la técnica, y, por
FRQVLJXLHQWHUDGLFDOPHQWHGHVSROLWL]DGDKDTXHGDGRDOGHVFXELHUWRVXQDWXUDOH]DGHSXURLQVWUX
mento al servicio del poder”. D. NEGRO PAVÓN, La tradición liberal y el Estado, Discurso leído el
día 8 de mayo de 1995 en el acto de su recepción como académico de número, Real Academia de
Ciencias Morales y Políticas, Madrid, 1995, pp. 14 y 15.

375
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

PHQWRGLVWLQWRDTXpOHQHOFXDOVHLQYRFDQORVGHUHFKRVGHODVRFLHGDGFL
YLO\ODKHJHPRQtDGHpVWDUHVSHFWRGHO(VWDGRSUHFLVDPHQWHSRUODFULVLV
de tal modelo de organización, buscando un retorno a la forma originaria
de vivir socialmente. Pero, de alguna manera, en el camino a la inversa,
tratando de volver al origen se sigue partiendo de la existencia del Estado
como el germen, si no fundador de la sociedad civil, por lo menos garantía
GHVXH[LVWHQFLDGRQGHODGHVDSDULFLyQGHO(VWDGRHQHOPRGRTXHKDVWD
DKRUDHUDFRQFHELGRHVORTXHQRVGHYXHOYHODLPSRUWDQFLDGHODVRFLHGDG
FLYLO4XHGDRWUDFXHVWLyQ\HVVLODVRFLHGDGFLYLOGHODTXHVHKDEODQRHV
OD³GLVRFLHGDG´VREUHODTXHDOJXQRVDXWRUHVFRPR0DUFHOGH&RUWHKDQ
advertido.
/DKLSyWHVLVTXHVHWRPDHQFRQVLGHUDFLyQHVHQWRGRFDVRDXQHQHVH
retorno pretendido a la sociedad civil, la de encontrar un camino de salida
ante la crisis del Estado. Nos movemos todavía, sin quererlo, en una de las
formas de concebir las relaciones entre sociedad civil y Estado, que no es
desde luego la de un régimen orgánico natural que se consolida en la bús
TXHGDGHOELHQFRP~QVLQRODGHXQDVLWXDFLyQHQODTXHQRKDELHQGRHVD
HVWUXFWXUDQDWXUDODOKRPEUHTXHHVHOYLYLUVRFLDOVHUiHO(VWDGRHOTXHGp
OXJDUDOQDFLPLHQWRGHODVRFLHGDG\GHODVUHJODVSRUODVTXHpVWDVHULJH
fuera del Estado no existe más que el desorden y el caos, fuera del Estado
no existe la libertad. Sobre esta base se forja el Estado moderno, nacido
de sucesivas quiebras en el orden político y religioso, aglutinador de la
sociedad civil y anulador de cualquier otra manera de pensar las relaciones
VRFLDOHV$VtDSDUHFHHQ+REEHV2, del que arranca una línea de interpreta

2. 6HxDOD+REEHVHQVXREUDHPEOHPiWLFDTXH³HVFLHUWRTXHIXHUDGHODVRFLHGDGFLYLOFDGDXQR
JR]DGHXQDOLEHUWDGFRPSOHWDSHURLQIUXFWXRVDSRUTXHFRPRWLHQHHOSRGHUGHKDFHUFXDQWREXHQD
PHQWHTXLHUHGHMDWDPELpQDORVGHPiVHOSRGHUGHKDFHUTXHpOPLVPRSDGH]FDFXDQWROHVSDUHFH3HUR
en el gobierno de un Estado bien establecido, cada particular no se reserva más libertad que aquella que
precisa para vivir cómodamente y en plena tranquilidad, ya que no quita a los demás más que aquello
TXHOHVKDFHWHPLEOHV$VtSXHVIXHUDGHODVRFLHGDGFDGDXQRWLHQHGHUHFKRVREUHWRGDVODVFRVDV
DXQTXHQRSXHGHJR]DUGHQLQJXQDSHURHQODUHS~EOLFDFDGDXQRJR]DWUDQTXLODPHQWHGHVXGHUHFKR
SDUWLFXODU)XHUDGHODVRFLHGDGFLYLOQRKD\PiVTXHXQFRQWLQXRODWURFLQLR\PXHUWHGHXQRSRUHO
RWUR)XHUDGHO(VWDGRORVKRPEUHVQRWHQHPRVPiVTXHQXHVWUDVSURSLDVIXHU]DVSDUDSURWHJHUQRV
SHURHQHO(VWDGRWHQHPRVHOVRFRUURGHQXHVWURVFRQFLXGDGDQRV)XHUDGHO(VWDGRHOKRPEUHQRHVWi
seguro del fruto de su trabajo; pero en un Estado todos le protegen. Por último, fuera de la sociedad
civil reinan las pasiones, la guerra, la pobreza, el miedo, la soledad, la miseria, la barbarie, la ignoran
cia y la crueldad. Pero en el orden del Estado la razón, la paz, la seguridad, las riquezas, la decencia,
ODHOHJDQFLDODVFLHQFLDV \ OD WUDQTXLOLGDG UHLQDQ SRU GRTXLHU´7 +OBBES, Del ciudadano, en Del
ciudadano y LeviatánFDS;+HPRVFRQVXOWDGRODHGLFLyQGH7HFQRVFRQSUyORJR\DQWRORJtDGH(
TIERNO GALVÁN0DGULGHGHGSS
Se trata de renunciar a la libertad política, por parte de los contratantes, en favor del Estado con
la intención de garantizar las otras libertades. Pero esto conlleva la sacralización del Estado, fuente
de la libertad y del orden. Como si fuese el Estado, “el presupuesto indispensable de la libertad en

376
EL DERECHO EN EL SENO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL

FLyQHQODFXDOHO(VWDGRHVODUHDOLGDGSULPHUDGHGRQGHVXUJHHO'HUHFKR
OD-XVWLFLD\HORUGHQ(O(VWDGRFRQVWLWX\HHOSDVRLQLFLDOHQODFUHDFLyQGH
ODVRFLHGDGFLYLOSRUTXHHQVHQWLGRHVWULFWRQRSXHGHKDEODUVHGHODPLVPD
FRQDQWHULRULGDGODVRFLHGDGFLYLOVHHQPDUFDHQORVHVWUHFKRVPiUJHQHVGH
la estatalidad, porque sus propios condicionamientos exigen la supresión
de cualquier requisito opuesto al resultado del contrato3. Por ello, plantear
una vuelta a la sociedad civil, ante los males del Estado, supone también
cuestionar la forma moderna de concebir la sociedad civil y el origen del
Estado, exige revisar la concepción en la que nos movemos, replantear
FXiOHUDODIRUPDKDELWXDOGHUHODFLRQDUVHPHGLDQWHORVFXHUSRVLQWHUPHGLRV
DKRJDGRVDQWHODIXHU]DGHO(VWDGR\TXHFRQVWLWXtDQODIRUPDLQLFLDOPHQWH
estructurada en que el individuo desarrollaba sus relaciones con los otros.
'HDKtTXHLQWHUURJDUVHDFHUFDGHODMXVWL¿FDFLyQGHO'HUHFKRLPSOLFDXQ
último porqué sobre el sentido de la sociedad civil, un retorno a la pregunta
sobre el fundamento en el que ésta se asienta, que debe ser algo más que
el fruto de una necesidad, de un pesimismo antropológico dentro del cual
el Estado es la panacea que resuelve el problema de la seguridad del indi
viduo.
&RPR VHxDOD &RWWD OD MXVWL¿FDFLyQ GH ODV QRUPDV QR KD VLGR LQWHU
SUHWDGDQLVLTXLHUDSRUSDUWHGHORVMXULVWDVFRPRXQWHPDHVSHFt¿FDPHQWH
jurídico, sino como una cuestión de naturaleza política o ideológica y so
bre la que no es posible pronunciarse a no ser que el jurista se convierta
en “político”4, aunque cabrían otras posibles interpretaciones, pero parece
TXHWRGDVH[FHGHQGHODIXQFLyQTXHOHKDVLGRHQFRPHQGDGDIXQFLyQTXH
se limita a la mera aplicación de la norma establecida, instrumento, en de

YH]GHVHUODOLEHUWDGXQDFRQGLFLyQRQWROyJLFDGHOVHUKXPDQR´HQSDODEUDVGH'1EGRO, op. cit.,


p. 33.
3. Dalmacio Negro nos dice que “el contrato moderno finge la creación del espacio político en
el que rige sin discusión el orden estatal, mediante una decisión exclusivamente política de la que
depende en lo sucesivo todo lo demás de este mundo”. op. cit., p. 32.
4. 'LFH&RWWDTXH³HOWHPDGHODMXVWLILFDFLyQGHODVQRUPDVQRKDDWUDtGRGHPDVLDGRODDWHQFLyQ
GHOMXULVWDFRQWHPSRUiQHRHQHOSODQRWHyULFRGHXQDWHRUtDJHQHUDOGHODQRUPD\GHOGHUHFKR/R
cual se explica porque en general se considera como una cuestión de naturaleza no específicamente
jurídica. Se entiende que tal cuestión es de naturaleza política o ideológica. Si la ley es la voluntad
del soberano, es evidente que la justificación de las normas deriva de la razón política y se sitúa
dentro del ámbito del debate político. El jurista está en condiciones de participar en tal debate en
WDQWRVHKDJDµSROtWLFR¶´3HUR³WDPELpQVHSXHGHGDUXQDMXVWLILFDFLyQGHODVQRUPDVHQFODYHKLVWy
ULFRVRFLROyJLFD VREUHHOSODQRFRJQRVFLWLYR \HQFODYHPRUDO VREUHHOSODQRD[LROyJLFR SHURHQ
ambos casos la justificación no será competencia del jurista en cuanto tal”. S. COTTA, Justificación y
obligatoriedad de las normas, trad. de A. FERNÁNDEZ GALIANO, Ed. Ceura, Madrid, 1987, p. 3.

377
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

¿QLWLYDGHO3RGHUTXHHVWiGHWUiVGHODPLVPD\TXHFRQVWLWX\HHO³KHFKR
IXQGDQWHEiVLFR´GHO'HUHFKR5.
(YLGHQWHPHQWH KD\ UD]RQHV TXH DFRQVHMDQ HOXGLU XQD KHWHURMXVWL¿
cación del ordenamiento, porque acudir a la autoridad o a la ideología no
FRQVLJXHSUREDUODREMHWLYLGDGGHOIXQGDPHQWRGHO'HUHFKR6/DRPQLSUH
VHQFLDGHO(VWDGRKDSRGLGROOHYDUDHVWHWLSRGHH[SOLFDFLRQHVHQODVTXHHO
'HUHFKRVHOOHYDDOPDUFRGHXQDGHWHUPLQDGDIRUPDGHH[SUHVDUHO3RGHU
lo cual no implica sino el exacto sentido que se atribuye, en tales repre
sentaciones, a la sociedad civil, parece que superada la fase en la cual el
(VWDGRVHHQWHQGtDFRPR³XQDVRFLHGDGGHKRPEUHVFRQVWLWXLGDVRODPHQWH
SDUD SURFXUDU SUHVHUYDU \ KDFHU DYDQ]DU VXV SURSLRV LQWHUHVHV GH tQGROH
civil”7(OSDSHOSURWDJRQLVWDDVXPLGRSRUHO(VWDGRPRGHUQRKDKHFKRTXH
aquellos intereses que debería proteger y garantizar no sean su presupuesto
fundante, sino al contrario, una mera consecuencia de su existencia, lo que
QRVOOHYDUtDOyJLFDPHQWH\FRPRKHPRVHVER]DGRDSRQHUHQWHODGHMXLFLR
ODUHODFLyQHQWUHHO'HUHFKR\HO(VWDGR\DFRQWLQXDFLyQHQWUHpVWH\OD
sociedad civil.
Se trata, por lo tanto, de buscar una nueva andadura para la sociedad
FLYLOHQODTXHQRVHVDFUL¿TXHQLODOLEHUWDGFRPRVXVWUDWRRQWROyJLFRGHO
VHU KXPDQR QL WDPSRFR OD FXDOLGDG LQWUtQVHFD DO LQGLYLGXR GH UHDOL]DU
XQDWRPDGHSRVLFLyQDQWHODUHDOLGDG6LODVRFLHGDGFLYLOTXLHUHVHUYHUGD
GHUDPHQWHXQLyQGHKRPEUHVOLEUHVXQLyQQRFUHDGDDUWL¿FLDOPHQWHWLHQH
TXH SDUWLU QHFHVDULDPHQWH GH XQD FRQFHSFLyQ GHO KRPEUH HQ OD TXH SUH
JXQWDUVHDFHUFDGHODMXVWL¿FDFLyQGHO'HUHFKRQRSXHGDHQWHQGHUVHFRPR
XQDSUHJXQWDLUUDFLRQDOVLQRMXVWDPHQWHFRPRIUXWRGHODUD]yQKXPDQD
\PHQRVD~QFRPRXQDSUHJXQWDTXHVyORHQFXHQWUDXQDVROXFLyQVDWLV

5. $VtORLQWHUSUHWD*UHJRULR3HFHV%DUEDFXDQGRVHxDODTXHHO'HUHFKR3RVLWLYRVHDSR\DHQHO
³KHFKRIXQGDQWHEiVLFR´TXH³HVHOKHFKRGHO3RGHUTXHVHFRQYLHUWHDVtHQHOIXQGDPHQWR~OWLPR
GHODYDOLGH]GHOGHUHFKR\WDPELpQHQJDUDQWL]DGRUGHVXHILFDFLD´*3ECES%ARBA, “Nota sobre
la justicia”, en el Anuario de Filosofía del Derecho1XHYDeSRFDWRPR,SSODFLWDHQ
p. 259. Más recientemente, en eWLFD3RGHU\'HUHFKR5HIOH[LRQHVDQWHHOILQGHVLJOR, Centro de
Estudios Constitucionales, Madrid, 1995, p. 95.
6. Así lo señala S. COTTA, op. cit., p. 59.
7. - /OCKE, Carta sobre la Tolerancia +HPRV FRQVXOWDGR OD HGLFLyQ GH7HFQRV D FDUJR GH
P. BRAVO GALÁN, 1.ª ed., Madrid, 1985, 1.ª reimpresión, 1988, p. 8.
'DOPDFLR1HJURKDLQWHUSUHWDGRDFHUWDGDPHQWHODVXHUWHTXHFXSRDODUHDFFLyQGH/RFNHFRQ
WUDHODEVROXWLVPRHQHOiPELWRGHOD(XURSDFRQWLQHQWDO³/D,OXVWUDFLyQHUDIDYRUDEOHDODOLEHUWDG
pero, debido al vigor de la tradición regalista, a la renovada influencia del pensamiento grecolatino y
al peso mismo de la estatalidad, la entendían al modo antiguo, es decir, dentro del Estado, conforme
DODVOH\HVHVWDWDOHVRULJHQGHODVOLEHUWDGHVQRFRPRDWULEXWRLQGLYLVLEOHGHOKRPEUHOLEUHTXHVH
manifiesta como libertad política justamente para protegerse del poder” (D. NEGRO, op. cit., p. 33).

378
EL DERECHO EN EL SENO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL

factoria en el ámbito del Estado. Si fuera así, si admitiéramos que el Estado


HV HO IXQGDPHQWR ¿QDO GHO 'HUHFKR WHQGUtDPRV TXH DFHSWDU WDPELpQ ODV
consecuencias que se derivan de tal planteamiento y acoger la idea de que
HO(VWDGRSUHYLDVXWRWDOLGHQWL¿FDFLyQFRQODVRFLHGDGFLYLOKDSDVDGRGH
LQVWUXPHQWRPHGLDQWHHOFXDOVHSURWHJHQ\UHVSHWDQORVLQWHUHVHVD¿QDO
que es posible subordinar no solamente los diferentes intereses en juego
VLQRDTXHOORTXHHVPiVLPSRUWDQWH\TXHHQQLQJ~QFDVRKDVLGRREMHWRGH
FRQWUDWRVLHVTXHORKXERSRUSDUWHGHORVFRDVRFLDGRV
/D MXVWL¿FDFLyQ GHO 'HUHFKR QR HV XQD FXHVWLyQ DFFHVRULD \ H[WUDxD
a la causa de la sociedad civil8, sino que nos lleva a lo que es el origen de
ésta, a lo que se presenta como objeto de la unión, pero recordemos, de una
XQLyQQDFLGDHQWUHKRPEUHVOLEUHV\TXHSRUORPLVPRQRSXHGHQUHQXQFLDU
DVXHVHQFLDOOLEHUWDGODGHHOHJLUHOVHQWLGR¿QDOGHVXLQVHUFLyQHQHOVHQR
de la sociedad en la que de forma natural se integran. Una sociedad fundada
VREUHODQHFHVLGDG\TXHFRQGXFHDO'HUHFKRKDVWDORVWpUPLQRVGHODIXHU]D
ínsita en el Poder es una sociedad conminada a desaparecer, sometida al
ÀXMRGHODVIXHU]DVTXHDVXYH]GHQWURGHHOODVHHQIUHQWDQ8QDVRFLHGDG
IXQGDGD HQ OD UDFLRQDOLGDG GH OD QDWXUDOH]D KXPDQD \ SRU HOOR IXQGDGD
libremente no puede limitarse a entender que la fuerza es el motor garante
GH VX FRQYLYHQFLD GH OD VXPLVLyQ DO 'HUHFKR \ GH OD REOLJDWRULHGDG GH
ODVQRUPDV/DHVWUXFWXUDFRH[LVWHQFLDOGHOKRPEUHHQDFHUWDGDH[SUHVLyQ
GH6HUJLR&RWWDHVHOSUREOHPDGHIRQGRTXHVXE\DFHHQODMXVWL¿FDFLyQ
GHO 'HUHFKR SHUR WDPELpQ HQ HO ³¢SDUD TXp"´ DO TXH KD GH UHVSRQGHU OD
VRFLHGDGFLYLO+D\TXHWHQHUHQFXHQWDDGHPiVTXHGHODMXVWL¿FDFLyQGHO
'HUHFKRGHODUJXPHQWRXWLOL]DGRFRPRIXQGDPHQWRGHO'HUHFKRVHKDFH
depender la obediencia de la norma jurídica y no a la inversa; es decir, de la
REHGLHQFLDHQODTXHSXHGHQLQÀXLUQXPHURVRVPRWLYRV\HQWUHHOORVHOGH
ODIXHU]DHOWHPRUQRSXHGHGHGXFLUVHFXiOHVHOSRUTXpGHO'HUHFKR6REUH
la fuerza no es posible fundar más que la necesidad, pero nunca la libertad
de ser y de permanecer en el seno de la sociedad.
$ VX YH] HO VHQWLGR ¿QDO GH OD MXVWL¿FDFLyQ GH OD QRUPD MXUtGLFD UH
vierte sobre los lazos que sirven de unión para la sociedad civil y ello con
XQVLJQL¿FDGRTXHYDPiVDOOiGHODUTXHWLSRGHXQFRQWUDWRLQLFLDOVHWUDWD

8. Cotta mantiene que “la justificación no es algo que se puede libremente añadir o no a la nor
ma por motivos contingentes o de mera oportunidad, sino que resulta indispensable por tres razones
GHIRQGR DFDXVDGHODUHODFLyQWUDVFHQGHQWDOHQWUHQRUPD\WUDQVJUHVLyQ SRUODSOXUDOLGDG
GHODVSRVLELOLGDGHVGHOREUDUKXPDQR SRUUD]yQGHODHVWUXFWXUDFRH[LVWHQFLDOGHOKRPEUH/D
primera razón es de orden lógico o metalógico, siendo las otras dos de orden ontológico”. S. COTTA,
op. cit.SS

379
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GHOHVWDEOHFLPLHQWRGHXQPRGHORGHVRFLHGDGTXHVXUJHGHOKRPEUHFRPR
HQWLGDGLQGLYLGXDOGHXQKRPEUHTXHHVWiOODPDGRDODXQLyQFRQORVGHPiV
porque su misma naturaleza así lo demanda9.
'HHVWDIRUPDODVUD]RQHVTXHVHHVERFHQSDUDGHWHUPLQDUHOIXQGD
PHQWR GH YDOLGH] GHO 'HUHFKR QR SXHGHQ VHU H[SXHVWDV HQ ORV WpUPLQRV
propios de un formalismo, ya que no se trata simplemente de establecer a
TXpREHGHFHODYDOLGH]GHO'HUHFKRVLQRHO¿QGHODVRFLHGDGTXHVHYHU
WHEUDMXUtGLFDPHQWH$HVWHUHVSHFWRKD\TXHGHMDUPX\FODUDVGRVLGHDV
MXVWL¿FDUODH[LVWHQFLDGHO'HUHFKR\DWULEXLUOHXQDEDVHFRQFUHWDQRLP
pide la transgresión de la norma jurídica, pero el que ésta se produzca no
LQYDOLGDODQHFHVLGDGGHRWRUJDUDO'HUHFKRXQFDUiFWHUTXHGHEHHOXGLUHO
VLJQL¿FDGR GH OD PHUD QHFHVLGDG GH OD QRUPD MXUtGLFD 6L OD VRFLHGDG VH
RUJDQL]DMXUtGLFDPHQWHKD\TXHSUHVWDUOHDHVDRUJDQL]DFLyQMXUtGLFDXQD
causa que sea decisiva para que la unión encuentre en sí misma un principio
objetivo y universal, válido para cualquier tipo de sociedad puesto que se
está pensando en una sociedad que nace de la categoría unitaria formada
SRUHOKRPEUH10.
6LDWHQGHPRVSRUORWDQWRDHVWDLGHDLQLFLDO\DQDOL]DPRVODVGLIH
UHQWHVUD]RQHVTXHFDEHPDQHMDUSDUDHVWDEOHFHUHOIXQGDPHQWRGHO'HUHFKR
\SRUORWDQWRORTXH¿QDOPHQWHGHOLPLWDODYLGDGHODVRFLHGDGKDEUiTXH

9. 3RGUtDPRVHVJULPLUDHVWHSURSyVLWRODVLJXLHQWHDSUHFLDFLyQGH&RWWD³/RTXHPiVLQWHUHVD
QRHVHORULJHQKLVWyULFRGHODVQRUPDVVLQRHOIXQGDPHQWRGHVXREOLJDWRULHGDG´6&OTTA, op. cit.,
p. 23.
/RTXHPiVLQWHUHVDQRHVHORULJHQKLVWyULFRGHODVRFLHGDGVLQRHOSDUDTXpGHORVOD]RVTXH
XQHQDORVKRPEUHV3RGHPRVFLHUWDPHQWHFRQVLGHUDUGLVWLQWDVIRUPDVGHQDFLPLHQWRGHODVRFLHGDG
\HQWUHWRGDVHOODVDSDUHFHXQDLGHDFRPRHVODQHFHVLGDGGHOKRPEUHGHYLYLUVRFLDOPHQWHODXQLyQ
del individuo con los otros, en una búsqueda de fines comunes, de donde cabe deducir también
TXHVRQPRWLYRVFRPXQHVORVTXHKDFHQTXHHOKRPEUHVHUHODFLRQH\VHPDQWHQJDHQHOiPELWRGH
ODVRFLHGDG/RTXHLPSRUWDYHUGDGHUDPHQWHHVTXpKDFHTXHQRVHQFRQWUHPRVDQWHXQDVRFLHGDG
DQWHXQDXQLGDGTXHQRHVIUXWRGHODIXHU]DQLGHODLPSRVLFLyQFXiOHVHOIXQGDPHQWRGHODREOLJD
WRULHGDGGHODVQRUPDVTXHVHFUHDQHQHVWDVRFLHGDGTXHGHEHWHQHUVLHPSUHFRPRPRWRUGHUHIH
UHQFLDHOLQGLYLGXRODVDOYDJXDUGDGHHVWHKRPEUHTXHVHLQVHUWDHQODVRFLHGDGWUDWDQGRGHSUHVHUYDU
su cualidad de ser persona.
10. En contra de este planteamiento universal, tendríamos la opinión de Elías Díaz, para el cual
³QRHVLJXDOQLPXFKRPHQRVHOWLSRGHMXVWLILFDFLyQTXHFRUUHVSRQGH\VHSXHGHDOHJDUSRUXQRX
RWURVGHORVGLIHUHQWHVWLSRVGHRUGHQDPLHQWRVMXUtGLFRSROtWLFRV´('ÍAZ, Ética contra Política.
Los intelectuales y el poder, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1990, p. 48.
(OKDEODUGHGLIHUHQWHVFODVHVGHRUGHQDPLHQWRVMXUtGLFRSROtWLFRVFRPRPRWLYRSDUDHVWDEOHFHU
una distinta justificación de los mismos, nos da una idea de que cuando aludimos a la sociedad civil
es preciso delimitar claramente qué modelo de sociedad estamos considerando. Por otra parte, si ló
JLFDPHQWHVHDGPLWHSRUVRFLHGDGFXDOTXLHUDJUXSDFLyQDHOODKDGHFRUUHVSRQGHUWDPELpQFXDOTXLHU
FRQMXQWRGHUHJODVSHURHOTXHpVWDVKD\DQGHFRQVWLWXLUXQRUGHQMXUtGLFR\HOTXHODDJUXSDFLyQVH
configure como una sociedad es otra cosa muy distinta.

380
EL DERECHO EN EL SENO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL

tomar en consideración una diferenciación cualitativa entre explicaciones


GHtQGROHOyJLFRIRUPDO\H[SOLFDFLRQHVHQODVTXHHOIXQGDPHQWRHVHOUH
sultado de una previa valoración.
(QODVH[SOLFDFLRQHVGHtQGROHOyJLFRIRUPDOQRVHQFRQWUDPRVFRQHO
problema de precisar de qué modelo de sociedad se está partiendo. Si es
WDPRVKDEODQGRFRPRSDUHFHVHUGHXQDXQLyQGHKRPEUHVOLEUHVUHVXOWD
FODURTXHXQ'HUHFKRHQWHQGLGRFRPRH[SUHVLyQGHODIXHU]DHQWUDUtDHQ
contradicción con ese presupuesto inicial.
De esta forma, una fundamentación en la sanción no nos permite esta
EOHFHUXQDOtQHDGHVHSDUDFLyQHQWUHHO'HUHFKR\RWUDVHULHGHLPSHUDWLYRV
Por otra parte, no siendo la imperatividad más que una de las características
TXHFRQÀX\HQHQODGH¿QLFLyQGHO'HUHFKRSHURQRGHVGHOXHJRODTXHGD
razón de ser de la realidad unitaria del orden jurídico, no sería posible inter
SUHWDUSRUGLFKDLPSHUDWLYLGDGRPiVELHQSRUXQDGHVXVFRQVHFXHQFLDV
ODMXVWL¿FDFLyQ¿QDOGHO'HUHFKR/DVDQFLyQQRVUHPLWHDODIXHU]D\pVWD
\DORKHPRVGLFKRVyORVLUYHSDUDFUHDUXQDQHFHVLGDGSHURQRSDUDJD
rantizar la libertad de formar parte de la sociedad, ni menos aún la libertad
HVHQFLDODODTXHHOLQGLYLGXRQRKDUHQXQFLDGRSRUHOKHFKRGHLQWHJUDUVH
HQXQDVRFLHGDGODOLEHUWDGGHGDUXQVLJQL¿FDGRDVXH[LVWHQFLD
Vinculado a esta fundamentación que acabamos de ver se encuentra el
UHFXUVRDO3RGHUODLGHDGHTXHODQRUPDVyORVHYHUL¿FDDFXGLHQGRDO3RGHU
del Estado. Esta explicación es efecto inmediato de una serie de aseveracio
QHVSULPHUDPHQWHTXHHO3RGHUFRQVWLWX\HHOVRSRUWHVLQHOFXDOODQRUPD
FDUHFHGHREOLJDWRULHGDG\SRUHVDUD]yQHO'HUHFKRQHFHVLWDGHODH[LVWHQFLD
GHO3RGHU(VHO3RGHUHOTXHSHUPLWHKDEODUGHXQDMXVWL¿FDFLyQGHO'HUHFKR
y no al contrario. En este caso, nos parece que se está confundiendo lo que
sería la inevitable coactividad que acompaña al ordenamiento jurídico con la
razón de ser de su existencia. Si nuestro último argumento es el recurso a la
fuerza, ésta no nos sirve para delimitar dónde se encuentra la separación en
tre la legitimidad o no de la constricción. Al igual que decíamos que la impe
ratividad no consigue dar una explicación satisfactoria de la realidad jurídica,
lo mismo cabría señalar con respecto a la fuerza como elemento fundante
GHO'HUHFKR3RGUtDDGXFLUVHHQWRGRFDVRTXHHVXQRGHORVHOHPHQWRVTXH
GHWHUPLQDQODREHGLHQFLDGHO'HUHFKRSHURXQDREOLJDFLyQTXHVHSURGXFH
por miedo o temor a la fuerza con que se imponen las normas jurídicas nunca
FRQVHJXLUiWUDVSDVDUHOPDUFRTXHODFRQ¿JXUDQXQFDSRGUiWUDQVIRUPDUVHHQ
MXVWL¿FDFLyQHQHOSRUTXpGHO'HUHFKR6LDGPLWLpVHPRVYiOLGDPHQWHFRPR
IXQGDPHQWRGHO'HUHFKRORVGLVWLQWRVPRWLYRVTXHLQGXFHQDVXUHDOL]DFLyQ
no sólo debiéramos considerar la fuerza con que el Poder acompaña sus de

381
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

FLVLRQHVVLQRWDPELpQHOLQWHUpVTXHLQÀX\HHQHOGHVWLQDWDULRGHODQRUPDMX
UtGLFDXQFLHUWRKiELWRGHFRQGXFWDRFXDOTXLHURWUDFODVHGHSUHWH[WRV7RGR
ello lógicamente no dejan de ser más que principios subjetivos de los que no
HVSRVLEOHLQIHULUXQIXQGDPHQWRREMHWLYRSDUDHO'HUHFKRSHURPXFKRPH
QRVSDUDODVRFLHGDGFLYLO6HWUDWDGHFRQVLGHUDUTXHHO'HUHFKRRUJDQL]DORV
¿QHVTXHKDQGDGROXJDUDODVRFLHGDGTXHOHVGDFDELGDGHQWURGHODPLVPD
VRFLHGDG(VWDPRVKDEODQGRGH¿QHV\QRGHPHGLRV6LKHPRVGLFKRTXHOD
sociedad no puede aparecer como el resultado de una imposición, que el indi
YLGXRQRGHEHFDPLQDUKDFLDODVRFLHGDGLPSHOLGRIRU]RVDPHQWHDHOORVLQR
libremente, de forma natural, en virtud de su estructura coexistencial, que le
lleva a unirse y relacionarse con los demás, lo propio cabría decir respecto
GHO'HUHFKR(O'HUHFKR¿MDFODUDPHQWHFXiOHVVRQORVOtPLWHVGHODVRFLHGDG
el sentido de unidad que caracteriza la sociedad, una unidad que, acudiendo
DOVLJQL¿FDGRSURSXJQDGRSRU/RFNHXQLyQGHKRPEUHVOLEUHVQRSHUPLWHOD
asunción de intereses subjetivos como causa del orden jurídico.
'HEHGHKDEHUSRUORWDQWRXQIXQGDPHQWRREMHWLYRSDUDHO'HUHFKR
TXHQROHKDJDGHSHQGHUGHOWHPRUGHOPLHGRDO3RGHU\TXHQRFRQVLGHUH
DpVWHFRPROD~OWLPDH[FXVDSDUDLPSRQHUHO'HUHFKR(O'HUHFKRHVDOJR
PiVTXHODREOLJDWRULHGDGGHODVQRUPDVMXUtGLFDVRLQFOXVRTXHODREH
diencia de la norma. La obediencia empírica de la norma jurídica no da ra
]RQHVGHVXMXVWL¿FDFLyQVLQRWDQVyORGHVXFXPSOLPLHQWR/DREVHUYDQFLD
del orden jurídico no nos sirve de criterio de distinción para diferenciar la
ilegitimidad de la legitimidad de los mandatos. Una simple adecuación al
'HUHFKRSRUUD]RQHVGHXWLOLGDGGHIXHU]DRGHFRQYHQLHQFLDQRLPSOLFD
TXH HO 'HUHFKR VHD YHUGDGHUDPHQWH HO FDXFH SRU HO TXH GLVFXUUHQ KDEL
tualmente las relaciones sociales, ni que otorgue un sentido unitario a la
VRFLHGDG8QDMXVWL¿FDFLyQPHUDPHQWHLQVWUXPHQWDOGHO'HUHFKRHOXGHHQ
realidad el problema de su fundamento, nos dirige más bien al terreno de
las consecuencias previsibles que al de un porqué inicial11.

11. (QHVHiPELWRGHXQDMXVWLILFDFLyQLQVWUXPHQWDO\IRUPDOGHO'HUHFKRVHHQFXHQWUDHOSODQ
WHDPLHQWRGH3HFHV%DUED³(QHOPDUFRKLVWyULFRGHOPXQGRPRGHUQRHO2UGHQDPLHQWRMXUtGLFR
está apoyado en el Poder. El fundamento último de la validez de un sistema jurídico está en el Poder.
&XDQGRKDEODPRVGH3RGHUTXHUHPRVGHFLUVREUHWRGRDXQTXHQRH[FOXVLYDPHQWHSRGHUGHO(VWDGR
que es la forma de organización moderna del poder político. Pero no queremos dar al binomio
'HUHFKR(VWDGRXQFDUiFWHUH[FOX\HQWH/RLPSRUWDQWHGHQXHVWUDDILUPDFLyQHVTXHHQODVRFLHGDG
PRGHUQDHO'HUHFKRIXQGDVXYDOLGH]HQODSRVLELOLGDGTXHWLHQHHOSRGHUHQ~OWLPDLQVWDQFLDHQ
caso de incumplimiento, de imponerlo por la fuerza. Ese poder suele ser el poder del Estado, pero
no es una identificación esencial. Puede ocurrir que el poder en una sociedad concreta lo detente
un grupo social que no sea el Estado”. G. PECES%ARBA³5HIOH[LRQHVVREUH'HUHFKR\3RGHU´HQ
Libertad, poder, socialismo , Ed. Civitas, Madrid, 1.ª ed., febrero de 1978, p. 231.

382
EL DERECHO EN EL SENO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL

6HWUDWDSRUORGHPiVGHXQDMXVWL¿FDFLyQTXHQXQFDSXHGHVHUGH¿
QLWLYDSRUTXHQHFHVDULDPHQWHKDGHFRQGXFLUQRVDRWUDDUJXPHQWDFLyQ12.
(O SUREOHPD QR FRQVLVWH WDQWR HQ UHFKD]DU OD SRVLELOLGDG GH TXH HO
ELQRPLR3RGHUIXHU]DVHDHOIXQGDPHQWRGHO'HUHFKRVLQRHOGHGHVKDFHU
ODSRVLELOLGDGGHTXHVHLGHQWL¿TXHODIXQFLyQFDUDFWHUtVWLFD\HVHQFLDOGHO
'HUHFKRFRQDTXpOODHQODTXHpVWHUHVXOWDVHUXQLQVWUXPHQWRDOVHUYLFLR
del Poder133HURHQHVWHVHQWLGRQRVHQFRQWUDPRVFRQXQXVRGHO'HUHFKR
en funciones distintas de las que le corresponde, en tanto que garantía de
OD HVWUXFWXUD FRH[LVWHQFLDO GHO KRPEUH \ SRU HOOR GH VX LQVHUFLyQ HQ OD
sociedad y del fortalecimiento de la propia sociedad. Esa utilización del
'HUHFKRSDUD¿QHVGLVWLQWRVRORTXHHVLJXDOXQDLQDGHFXDGDXWLOL]DFLyQGHO
'HUHFKRQRVOOHYDDODWDQKDELWXDOFRQIXVLyQFRQUHVSHFWRDOIXQGDPHQWR
GHO'HUHFKRFRQIXQGLUORTXHHVODKLVWRULDGHO'HUHFKRHQODTXHQRIDOWDQ
ejemplos a propósito del uso impropio del orden jurídico, con la auténtica
IXQFLyQTXHDpVWHOHSHUWHQHFH(O'HUHFKRVHKDYLVWRHQRFDVLRQHVFRPR
una simple manifestación de la voluntad del Poder, de tal manera que por
HOORVHUtDSRVLEOHLQWHUSUHWDUTXHHO3RGHUHVFDXVDHQODTXH¿QDOPHQWHVH
GHWHUPLQDODYDOLGH]GHO'HUHFKR6LQHPEDUJRXQDFRVDHVTXHHO'HUH
FKR KLVWyULFDPHQWH KD\D UHYHVWLGR HVWD VLJQL¿FDFLyQ \ RWUD PX\ GLVWLQWD
SUHWHQGHUTXHHVDPL[WXUDGHVGHOXHJRSHUMXGLFLDOSDUDHO'HUHFKRVHDHO
DUJXPHQWRGH¿QLWLYRSDUDVROYHQWDUODVGXGDVDFHUFDGHOSRUTXpGHO'HUH

(Q HVWH WH[WR GHO SURI 3HFHV%DUED VH KDOODQ YDULDV DVHYHUDFLRQHV TXH QRV SDUHFHQ JUDYHV
Encontrar la validez de un sistema jurídico en el poder y en la fuerza con que el poder pretende
REWHQHUODREHGLHQFLDGHODVQRUPDVHV\DGHSRUVtXQDDILUPDFLyQSHOLJURVDPXFKRPiVVLDOWUDWDU
GHGHWHUPLQDUGHTXpSRGHUKDEODPRVQRVHQFRQWUDPRVFRQTXHHVSRVLEOHHQWHQGHUSRUHOPLVPRHO
GHXQJUXSRVRFLDOTXHORGHWHQWDHVWRHVVLJXLHQGRHOVLJQLILFDGRGHODH[SUHVLyQTXHORSRVHHVLQ
GHUHFKRHQXQDFLHUWDVRFLHGDG0DORHVTXHOD~QLFDMXVWLILFDFLyQGHO'HUHFKRVHDUHFXUULUDOSRGHU
pero aún peor si este poder al que aludimos puede suponer la arbitrariedad de cualquier grupo social,
FRQORTXHHOKRPEUHTXHGDVRPHWLGRDODDUELWUDULHGDG$UELWUDULHGDGSXHVWRTXHSRGUtDDGPLWLUVH
dado que nos movemos en el terreno de la fuerza, un simple grupo de presión como depositario de
ODIXQGDPHQWDFLyQGHO'HUHFKR(OORFRQOOHYDXQDFRQFUHWDLQWHUSUHWDFLyQVREUHODVRFLHGDGHQOD
que ya ni siquiera es posible entender la sociedad civil como el reino del orden por encima del caos
que queda fuera de ella; por el contrario, de esta manera se fortalece la idea de un desorden en el
que los individuos quedan a merced de los grupos que puedan disponer de la fuerza dentro de la
sociedad. La utilización de la fuerza no nos sirve como argumento final para dar explicación del
'HUHFKRVLQRWDQVyORFRPRXQDPXHVWUDGHHVHSHVLPLVPRDQWURSROyJLFRWDQFDURDEXHQDSDUWHGH
QXHVWUDGRFWULQD\HQHOTXHHOKRPEUHKDSDVDGRGHVHUILQHQVtPLVPRDVHUXQPHGLRDOVHUYLFLR
de cualesquiera fines.
12. Así lo precisa Sergio Cotta, cuando dice que la fundamentación en la autoridad “resulta una
solución no definitiva y, por lo mismo, insatisfactoria”. Op. cit., SS
13. Sobre ello, también S. COTTA, (O 'HUHFKR HQ OD H[LVWHQFLD KXPDQD , trad. de I. PEIDRÓ
PASTOR(XQVD3DPSORQDSS6HWUDWDGHODYHUVLyQFDVWHOODQDGHORULJLQDOHQLWDOLD
no Il diritto nell’esistenza. Linee di ontofenomenologia giuridica , Giuffrè Editore, Milán, 1985.

383
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

FKR\GHHVWDIRUPDHOGHODSURSLDVRFLHGDGTXHVHRUJDQL]DPHGLDQWHODV
normas jurídicas.
/DFRPSOHMLGDGGHO3RGHU\GHODFRDFWLYLGDGFRPRHOHPHQWRFDUDF
WHUtVWLFRGHpVWHKDFHGLItFLOHQWHQGHUXQ'HUHFKRFX\DUD]yQGHVHUVyOR
encuentra en la aceptación, a través de la fuerza, la correcta descripción de
ODVIXQFLRQHVTXHOHHVWiQHQFRPHQGDGDV(O'HUHFKRHVDOJRPiVTXHXQD
FRUUHDGHWUDQVPLVLyQGHO3RGHULGHQWL¿FDQGRHO3RGHUFRQHOGHO(VWDGR
o con el de los grupos sociales. Ciertamente que desde ese punto de vista
HQHOTXHHOIXQGDPHQWRGHO'HUHFKRVHGLULJHKDFLDODLPSRVLFLyQSRUOD
fuerza resulta indiferente si esa fuerza viene impuesta o por el Estado o
SRUFXDOTXLHUJUXSRLQIHULRUDHVHFRQMXQWRPiVDPSOLR<HVLQGLIHUHQWH
porque lo mismo daría, para el fruto que cabe deducir, la ejecución de la ar
bitrariedad por parte de unos cuantos que por quien tiene las riendas de un
3RGHUDEVROXWRHOKHFKRGHFLVLYRHVHOGHODREOLJDWRULHGDGGHODVQRUPDV
MXUtGLFDVSHURQXQFDSRGUtDVHUHOGHODMXVWL¿FDFLyQGHODVPLVPDV14 y me
nos aún la existencia de una sociedad civil en donde las reglas establecidas
son antes el fruto de una coacción, que la garantía de la dignidad personal.
/DVH[SOLFDFLRQHVHQODVTXHVHKDFHGHSHQGHUHOIXQGDPHQWRGHO'H
UHFKRGHODLPSRVLFLyQSRUODIXHU]DRHQODVTXHGLUHFWDPHQWHHVHO3RGHU
el que concede validez al orden jurídico, no dejan de ser explicaciones
TXHUHKX\HQGRXQDMXVWL¿FDFLyQD[LROyJLFDWHUPLQDQSRUHQFDUQDUXQYD
lor absoluto, que en este caso es el Poder al que se subordina cualquier otra
consideración e incluso la forma de la sociedad15 el camino por el que ésta
debe discurrir libremente. Con ello se invierte el presupuesto inicial del que

14. (QFRQVRQDQFLDFRQHOORGLFH3HFHV%DUEDTXH³ODYDOLGH]GHO'HUHFKRGHEHUiVHUVHSDUDGD
de su legitimidad y de su justicia”. Op. cit., p. 234.
3HURVLODYDOLGH]GHO'HUHFKRKDGHVHSDUDUVHGHVXOHJLWLPLGDG\GHVXMXVWLFLD¢HQTXpVHQ
WLGRHVSRVLEOHKDEODUFRPRKDFHHOPLVPRDXWRUGHO³PRQRSROLRGHODIXHU]DOHJtWLPD´"¢4XpHV
ORTXHGHWHUPLQDODOHJLWLPLGDGGHODIXHU]DXWLOL]DGD"<DQRSXHGHVHUHO'HUHFKRSXHVWRTXHpVWH
KDTXHGDGRGHVSRMDGRGHHVDIXQFLyQ¢'HEHUtDVHUHQWRQFHVHO3RGHUTXHDFXGLHQGRDODLGHDGH
OHJLWLPLGDGWUDWDGHMXVWLILFDUVXVGHFLVLRQHVFRPRDOJRPiVTXHODVLPSOHLPSRVLFLyQ"1RVKDOODPRV
ante un círculo vicioso del cual no sería viable salir si tuviéramos que atenernos a una explicación
TXHSUHWHQGHVHUOyJLFRIRUPDO
15. &RPRHMHPSORGHFUtWLFDDHVWHSODQWHDPLHQWRVHKDOOD)UDQFLVFR&DUSLQWHURTXLHQVHxDOD
TXH³FXDQGRHO'HUHFKRVHLGHQWLILFDFRQHOFRQWHQLGRGHODVyUGHQHVGLFWDGDVSRUORVSRGHUHVGHO
(VWDGR SHQVHPRV HQ ORV GHFUHWRV yUGHQHV PLQLVWHULDOHV HWF HO FLXGDGDQR TXHGD LQHUPH HQ OD
SUiFWLFDDQWHODPiTXLQDDGPLQLVWUDWLYRSROtWLFDTXHQRHVRWUDFRVDTXHXQDJLJDQWHVFDFHQWUDOGH
fuerza al servicio de intereses normalmente concretos; por este camino, la actividad “jurídica” se
reduce a fuerza, o al resultado de un compromiso derivado de un juego de fuerzas (fuerza del gobier
no, de la oposición), y esto es precisamente lo que desean los detentadores del poder, ya que siempre
HOPiVIXHUWHGHVHDTXHOHTXLWHQGHHQPHGLRWRGDVDTXHOODVFRQVLGHUDFLRQHV ODVGHOD-XVWLFLDHQ
este caso) que estorban al despliegue de su fuerza”. F. CARPINTERO, Una introducción a la Ciencia
jurídica , Ed. Civitas, 1.ª ed., Madrid, 1988; reimp. 1989, p. 293.

384
EL DERECHO EN EL SENO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL

VHHVWiSDUWLHQGRDODKRUDGHFRQVLGHUDUODVRFLHGDGFLYLOHQHOTXHHVHOOD
la que da lugar al fenómeno del Poder y lo legitima16.
)XQGDUHO'HUHFKRHQODIXHU]DRHQHO3RGHUUHSUHVHQWDGHVX\RXQDH[
SOLFDFLyQGHFDUiFWHUIRUPDOLVWDHOMXULVWDGHEHUtDSUHRFXSDUVHWDQVyORSRU
ORVUHTXLVLWRVQHFHVDULRVSDUDDVHJXUDUODYDOLGH]GHOVLVWHPDMXUtGLFRSRVL
WLYRTXHFRQVHUHVHQFLDOQRHVOD~QLFDFRQGLFLyQTXHQRVSHUPLWHKDEODU
de la existencia de un orden, precisamente porque aquello que determina
HOQH[RGHXQLyQHQWUHKRPEUHVOLEUHV\TXHHQYLUWXGGHVXOLEHUWDGYLYHQ
socialmente es la existencia de unas reglas de conducta no sólo formal
PHQWHHVWDEOHFLGDVVLQRTXHWDPELpQFXPSOHQFRQODVH[LJHQFLDVGLPDQDQ
tes de la coexistencia que se trata de garantizar. Una explicación de tenor
IRUPDOLVWDHOXGHHQUHDOLGDGHOSUREOHPDGHODMXVWL¿FDFLyQGHO'HUHFKR
UHSUHVHQWDXQSXQWRGHYLVWDHQHOFXDOHO'HUHFKRHVVLHPSUHHOUHVXOWDGR
del Poder que lo establece, y en el que la obligatoriedad de las normas
HPDQDGHXQSUHVXSXHVWRKLSRWpWLFRSHURTXHSDUDGyMLFDPHQWHVLUYHSDUD
fundar la validez de todo el sistema jurídico17. La tarea del jurista parece
consistir en la de ser un mero testigo de la validez de las normas jurídicas
VLQHQWUDUDDQDOL]DUHOFRQWHQLGRGHpVWDVGHWDOPDQHUDTXHODMXVWL¿FDFLyQ
GHO'HUHFKRVHSURGXFHGHVGHHOPRPHQWRHQTXHHOVLVWHPDMXUtGLFRH[LVWH
\GDGRTXHDWUDYpVGHODFRUUHVSRQGHQFLDHQWUH'HUHFKR\(VWDGRSDUD
IXQGDPHQWDUHO'HUHFKRQRHVQHFHVDULRPiVTXHHO3RGHUTXHJDUDQWL]DVL
quiera coercitivamente la aplicación de sus normas. Es evidente que en esta

16. Por otra parte, ¿en qué sentido es posible interpretar el fenómeno del Poder? Siguiendo a
(OtDVGH7HMDGD³HOSRGHUHVHQVtPLVPRDOJRTXHFRPSHWHDOKRUL]RQWHGHORVLQVWLQWRVDOJRDMHQR
DODUD]yQ(OSRGHUHVODIXHU]DLQFRQWUDVWDEOHUDGLFDOPHQWHLQVWLQWLYDFRQODTXHFDGDKRPEUHR
cada grupo social busca la seguridad sin importarle la justicia... Incluso en su función más noble,
la de asegurar el orden público, el ejercicio del poder responde a un instinto de conservación so
cial de la colectividad, jamás da por sí solo frutos imperecederos de justicia”. F. ELÍAS DE TEJADA,
³3RGHU\DXWRULGDGFRQFHSFLyQWUDGLFLRQDOFULVWLDQD´HQPoder y libertad, Actas de la VIII Reunión
de Amigos de la Ciudad Católica, celebrada en Madrid los días 6, 7 y 8 de diciembre de 1969,
(G6SHLUR0DGULGSSODFLWDHQS
6LHQGRDVtHO3RGHUVHMXVWLILFDHQFXDQWRHVDIXHU]DLQVWLQWLYDVHSRQHDOVHUYLFLRGHO'HUHFKR
VHUDFLRQDOL]DDOFDQ]DODGLPHQVLyQGHOD-XVWLFLD
17. El pensamiento contemporáneo se sitúa en la mencionada posición formalista de la que
Cotta señala que “plantea el problema en términos, no de justificación, sino de validez formal de la
QRUPDVyORHVREOLJDWRULDODQRUPDGHODFXDOFRQVWHVXYDOLGH]IRUPDODYLUWXGGHVXSURPXOJDFLyQ
regular. Así, en el normativismo formalista de Kelsen y sus seguidores, la validez de una norma
VHFRQVLGHUDDFHSWDGDPHGLDQWHHOFRQWUROGHVXFRKHUHQFLDIRUPDO\GHFRQWHQLGRIXQGDGRHQXQD
QRUPDVXSHULRUVLJXLHQGRXQDOtQHDMHUiUTXLFD OH\VHQWHQFLDR&RQVWLWXFLyQ KDVWDOOHJDUDODQRU
ma fundamental del ordenamiento jurídico. Pero ese criterio no concierne a esta última norma, la
cual se da por supuesta en su validez, como reconoce el propio Kelsen. Sin embargo, presuponer la
REOLJDWRULHGDGGHXQDQRUPDQRHVKDEHUODGHPRVWUDGR(QFRQVHFXHQFLDODREOLJDWRULHGDGGHWRGR
un ordenamiento jurídico, si se fundamenta en un presupuesto no demostrado, es siempre totalmente
recusable”. Op. cit., p. 166.

385
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

FODVHGHMXVWL¿FDFLyQIRUPDOLVWDODVRFLHGDGFLYLOKDSHUGLGRHOSDSHOLQLFLDO
TXHSRUGH¿QLFLyQGHELHUDFRUUHVSRQGHUOH\DVXPHFRPRSURSLRHOGHVWLQR
TXHHO(VWDGRDVtFRQFHELGR\JORUL¿FDGRTXLHUDDWULEXLUOH8QSUHWHQGLGR
retorno a la sociedad civil sobre esta base no podría convertirse más que en
una “disociedad”, porque se trata de colocar frente al extremo representado
por el Estado otro de signo distinto, y que es la exteriorización anárquica
GHODVIXHU]DVTXHVHKDOODEDQVRPHWLGDVDO3RGHU
Lo que resulta aún más grave es el posible antagonismo entre la rea
OLGDGVRFLDO\HVWDH[SOLFDFLyQIRUPDOLVWD<DQRHVODVRFLHGDGODTXHFUHD
HO'HUHFKRODTXHOHGDVHQWLGR\ORIXQGDPHQWDWRPDQGRFRPRUHTXLVLWR
SUHYLRODHVWUXFWXUDFRH[LVWHQFLDOGHOKRPEUHVLQRTXHSRUHOFRQWUDULRHV
la decisión formal del legislador, pero arbitrariamente sostenida en cuanto
no se atiene a ninguna exigencia material, de contenido, la que nos permite
~QLFDPHQWHKDEODUGHRUGHQMXUtGLFR'HDKtODLGHQWL¿FDFLyQHQWUH'HUHFKR
y Estado, y consiguientemente la cualidad de que todo Estado es Estado de
'HUHFKRHQFXDQWRTXHHOVLVWHPDMXUtGLFRHVFRQVHFXHQFLDTXHVHGHULYD
del Poder. La sociedad civil, la realidad social, se circunscribe a un papel
secundario, en cuanto que receptor de la norma concebida y estructurada
IRUPDOPHQWHSHURVLQTXHSXHGDVHUHODUWt¿FHGHODPLVPDHORULJHQGH
ésta18.
1RV KDOODPRV DQWH XQD MXVWL¿FDFLyQ SRU OR PHQRV LQVX¿FLHQWH HQ HO
iPELWRGHODREOLJDWRULHGDGGHOVLVWHPDMXUtGLFR\ORTXHHVPiVLPSRU
WDQWHHQHOSODQRGHODSURSLDH[LVWHQFLDGHO'HUHFKR+D\XQDSUHJXQWD
TXHVHKDFHHOKRPEUH\TXHFRQGXFHLQGHIHFWLEOHPHQWHDOD-XVWLFLDKD\
XQDH[LJHQFLDGHRUGHQTXHVXUJHGHOKRPEUH\TXHQRVHVDWLVIDFHFRQXQD
VHJXULGDGDSDUHQWHPHQWHIRUPDOKD\XQDVRFLHGDGGRQGHYHUGDGHUDPHQWH
HVWDPRVDQWHXQDXQLyQGHKRPEUHVOLEUHVFDUDFWHUL]DGDSRUHOUHVSHWRDOD
SHUVRQD\DODVFXDOLGDGHVTXHODGH¿QHQ/RTXHGLVWLQJXHHORUGHQGHVX
FDUHQFLDHVSUHFLVDPHQWHODSHUFHSFLyQGHOD-XVWLFLD/RVOD]RVVRFLDOHVQR
VHDWDQPHGLDQWHODIXHU]DVLQRDWUDYpVGHOKLORFRQGXFWRUGHOD-XVWLFLDGH

18. (QWDOVHQWLGRQRVSDUHFHQDFHUWDGDVODVVLJXLHQWHVSDODEUDVGH+HOOHU³(VHYLGHQWHTXHSDUD
la cuestión de la justificación del Estado, nada se consigue con oponer a la realidad social, desde un
SXQWRGHYLVWDPHUDPHQWHWpFQLFRMXUtGLFRXQGHEHUVHUMXUtGLFRSRVLWLYRHVGHFLUHVWDEOHFLGRSRU
HOSRGHUFRQFUHWR$VtODQRUPDIXQGDPHQWDONHOVHQLDQDTXHOOHYDHQVt³SRWHQFLDOPHQWHWRGDVODV
posibles variaciones de su contenido normativo”, nos remite al arbitrio del legislador real, libre de
todo vínculo jurídico moral, y llega, de esta suerte también, en último término, a la identificación de
GHUHFKR\IXHU]D\DODDILUPDFLyQGHTXHWRGR(VWDGRHV(VWDGRGH'HUHFKR´++ELLER, Teoría
del EstadoWUDGGH/XLV7REtRHG\SUyORJRGH*HUKDUW1LHPH\HU)RQGRGH&XOWXUD(FRQyPLFD
México, 1.ª ed., de 1942; 7.ª reimpresión de 1974, p. 239. Del original en alemán, Staatslehre, A.W.
6LMWKRII¶V8LWJHYHUVPDDWVFKDSSLM19/HLGHQHG

386
EL DERECHO EN EL SENO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL

ODDVSLUDFLyQSRUSDUWHGHOKRPEUHGHVHUWHQLGR\FRQVLGHUDGRFRPRSHUVR
na, del cumplimiento, por consiguiente, de unas normas, que se observan
en la medida en que a todos importa instaurar una situación que permita
garantizar la naturaleza intrínseca del individuo, las demandas que nacen
GHVXUD]yQ\IXHUDGHODFXDOHO'HUHFKRHVHOIUXWRGHXQDLPSRVLFLyQOD
H[SUHVLyQGHXQDIXHU]DEUXWD(OKRPEUHVLHPSUHHQFRQWUDUiPRWLYRVSDUD
SUHJXQWDUVHHOSRUTXpGHO'HUHFKRODFDXVDTXHMXVWL¿FDODH[LVWHQFLDGH
un orden jurídico y cuándo en realidad podemos decir que nos encontra
PRVDQWHGLFKRRUGHQ/DVXSHU¿FLDOLGDGGHHVWDSUHJXQWDHVXQDUJXPHQWR
que se maneja en el ámbito del formalismo y en el que ciertamente parece
que cuestionarse por algo que supera los estrictos márgenes en los que se
desenvuelve la actividad del jurista, entendida como la simple aplicación
del sistema, es un problema que no tiene solución dentro del propio siste
PDMXUtGLFRSRUTXHVHWUDWDGHKHFKRGHXQDSUHJXQWDSUHYLDDVXFRQ¿JX
UDFLyQXQDSUHJXQWDLQLFLDOTXHEXVFDMXVWL¿FDUHOGHVDUUROORGHORUGHQD
PLHQWRMXUtGLFR(OSRVLWLYLVPRIRUPDOLVWDFRQVLGHUDTXHQRVKDOODPRVDQWH
un problema irresoluble en el campo de la ciencia, de una ciencia que deja
GHVHUORHQODPHGLGDHQTXHVDFUL¿FDDVXSUHWHQVLyQGHVDEHULQIDOLEOHORV
interrogantes que debería de plantearse. En este sentido, un orden objetivo
GH-XVWLFLDUHSUHVHQWDXQOtPLWHSDUDODIXQGDPHQWDFLyQGHO'HUHFKRSDUD
ODOHJLWLPLGDGGHO3RGHU\SDUDODFRKHVLyQGHODVRFLHGDGFLYLO19.
/yJLFDPHQWHTXLHQHVVRVWLHQHQXQDMXVWL¿FDFLyQGHtQGROHIRUPDOLVWD
SDUDHO'HUHFKRQRVRQFDSDFHVWDPSRFRGHFRPSUHQGHUTXHODREHGLHQFLD
de las normas en razón de la fuerza con que viene sostenido el sistema jurí
GLFRSRGUiFRQVHJXLUXQDFLHUWDH¿FDFLDSDUDTXLHQVHYHLPSHOLGRDDFWXDU
bajo ese factor motivante, pero no puede determinar la obligación de quien
no actúa bajo ese impulso, lo mismo que tampoco permite señalar cuáles
son los requisitos necesarios para el mantenimiento de una estructura social
que no suponga la anulación del individuo.

19. Sobre ello dice Alberto Montoro que “la legitimidad de una norma no depende sólo del
KHFKRGHHPDQDUGHXQDDXWRULGDGGHPRFUiWLFDPHQWHFRQVWLWXLGDVLQRDGHPiVGHODOLFLWXGGHVX
contenido. Ante todo, una norma es legítima si su contenido es intrínsecamente justo. Lo contrario,
UHGXFLUODOHJLWLPLGDGGHO'HUHFKRDODSXUH]D\FRUUHFFLyQIRUPDOFRQTXHKDRSHUDGRHOSULQFLSLR
democrático de la voluntad mayoritaria, supone subordinar el fin a los medios, la ética a la técnica,
la legitimidad a la legalidad”. A. MONTORO, “Razones y límites de la legitimación democrática
del Derecho”, en el Anuario de Filosofía del Derecho, ;,;  ±FLWDHQS±
0DGULG,QVWLWXWR1DFLRQDOGH(VWXGLRV-XUtGLFRV9HUWDPELpQPLOLEURLegalidad y legitimidad: la
teoría del poder, Ed. Actas, 2.ª ed., Madrid, 1991.

387
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Casi todos los autores coincidirían en manejar dos condiciones para la


MXVWL¿FDFLyQGHO'HUHFKR20. Por un lado, el necesario requisito de la acepta
ción por parte de la población y, por otro, la correspondencia con un orden
valorativo. No se trata de dos condiciones en principio indiferentes la una
GH OD RWUD VLQRFRUUHODWLYDV/DH¿FDFLDRORTXHHVLJXDOODDFHSWDFLyQ
y por ende la obediencia al sistema jurídico es consecuencia de interpre
WDUGLFKRVLVWHPDFRPRHOLQVWUXPHQWRDWUDYpVGHOFXDOVHH[SUHVDQXQRV
valores concernientes a la convivencia social. Correlación entre legalidad
\ OHJLWLPLGDG1DGDTXHREMHWDUDHVWDLQWHUSUHWDFLyQDXQTXHKDEUtDTXH
precisar más claramente a qué valores se está aludiendo, cuál es el deber
ser al que responde el sistema jurídico y en tal sentido nos encontramos
HQXQFDPLQRGHUHWRUQRDOSXQWRLQLFLDOODFRKHUHQFLDOyJLFDGHOVLVWHPD
H[LJH OD UHDOL]DFLyQ GH OD -XVWLFLD (O PRGR MXUtGLFR GH YLYLU H[LJH FRQ
FHSWXDOPHQWHOD-XVWLFLD21. En caso contrario, estaremos desarrollando otra
forma de ordenación, pero no la que garantiza la cualidad intrínseca de la
persona, ni la que asegura una coexistencia fundada sobre esta base. La ley,
SRUFRKHUHQFLDLQWHUQDGHORUGHQMXUtGLFRSHURWDPELpQSRUH[LJHQFLDGH
la sociedad que pretende organizarse, exige el carácter teleológico que le
LPSULPHOD-XVWLFLD
Lo que conduce a los individuos a ordenar su vida en sociedad es
SUHFLVDPHQWHHO'HUHFKR1RVHWUDWDGHHVWUXFWXUDUQXHVWUDVUHODFLRQHVVR
ciales a través de cualquier tipo de reglas, lo que determina la existencia de
XQDVRFLHGDGHVXWLOL]DQGRODVD¿UPDFLRQHVFLFHURQLDQDVMXQWRFRQHOLQWH
UpVFRP~QHOELHQFRP~QODYROXQWDGGHYLYLUVHJ~QHO'HUHFKRHVWRHVOD
idea de un orden que pretende de forma preeminente el aseguramiento de la

20. $VtSRUHMHPSOR-DYLHUGH/XFDVPDQWLHQHTXH³GHVGHHOSXQWRGHYLVWDGHTXLHQH[SH
ULPHQWDODREHGLHQFLDDODOH\ODUHVSXHVWDTXHHVWULEDHQODIXHU]DQRHVVDWLVIDFWRULD¢FyPRSRGUi
fundamentarse la obediencia de quien no puede ser obligado a realizar esa conducta mediante el
uso de la fuerza? Señalamos con esto que, junto a la referencia a un orden valorativo, legitimador,
KD\TXHWHQHUHQFXHQWDODDSUREDFLyQGHOPDQGDWRSRUORVGHVWLQDWDULRVSRUDTXHOORVTXHGHEHUiQ
obedecerlo. Este aspecto, el aspecto de la eficacia de la norma, evidentemente no puede plantearse
GHIRUPDDLVODGDHOTXHHOSXHEORDFHSWHXQDOH\QRHVWiGHVSURYLVWRGHUHODFLyQFRQHOKHFKRGHTXH
HVDOH\VHSUHVHQWHFRPRYHKtFXORGHXQRVYDORUHVHVIHUDGHODOHJLWLPLGDG\DVXYH]FRPRXQ
SUHFHSWRMXUtGLFRYLJHQWHYiOLGRQLYHOGHOHJDOLGDG(VDLQWHUDFFLyQVHSURGXFHWDPELpQHQVHQWLGR
inverso, máxime, como veremos, en el caso de situaciones legales democráticas; todo ello viene a
confirmar la tesis de que la autoridad, y, por consiguiente, la obediencia a sus mandatos que supone
XQDDGKHVLyQDDTXpOODSRUPHGLRGHpVWRVVHDVLHQWDHQODDFHSWDFLyQ´- DE LUCAS, “¿Por qué
obedecer a las leyes de la mayoría?”, en el libro colectivo de A. LLANO-%ALLESTEROS-&HOZA,
A. C. PEREIRA0ENAUT\-DE LUCAS, con presentación de Alejandro Llano, Ética y política en la
sociedad democrática, (G(VSDVD&DOSH0DGULGSiJVODFLWDHQS
21. Según S. COTTA, Perché il diritto, La Scuola editrice, 1.ª ed. 1979; 2.ª ed., 1983, Brescia,
SS

388
EL DERECHO EN EL SENO DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA SOCIEDAD CIVIL

SHUVRQD\GHODFRQGLFLyQQDWXUDOGHpVWD/DIXQFLyQHVSHFt¿FDGHO'HUHFKR
QRHVODGHUHYHVWLUXQDGHWHUPLQDGDHVWUXFWXUDSUHVFULSWLYRVDQFLRQDGRUD
VLQRODGHRUGHQDUODOHJDOLGDGDFRUGHFRQOD-XVWLFLDODH[SHULHQFLDKLV
WyULFDORVGLIHUHQWHVPRPHQWRVSRUORVTXHKDDWUDYHVDGROD+LVWRULDQRV
GHPXHVWUDQTXHODMXVWL¿FDFLyQ¿QDOGHO'HUHFKRHQFXHQWUDVXVHQWLGRHQ
ODSUHJXQWDLQWHUQDTXHHOKRPEUHVHUHDOL]D\TXHQRVGLULJHKDFLDOD-XVWL
cia22+D\TXHDYHULJXDUSRUTXpGHEHQVHUREHGHFLGDVODVQRUPDVMXUtGLFDV
y no solamente constatar que esa obediencia se produce, puesto que la mis
ma puede responder a motivos coyunturales, formalistas o no, pero que no
entroncan tampoco con el origen y el sentido de la sociedad civil.
¢&XiOHVDVXYH]ODMXVWL¿FDFLyQGHODVRFLHGDGFLYLO"/DVRFLHGDG
civil puede ser interpretada en la clave proporcionada por la sociabilidad
QDWXUDOGHOLQGLYLGXRSRUODFRH[LVWHQFLDDODTXHHOKRPEUHHVWiOODPDGR\
TXHOHKDFHUHODFLRQDUVHOLEUH\UDFLRQDOPHQWHFRQRWURVEXVFDQGRHOELHQ
común, integrándose y ascendiendo progresivamente en los organismos so
ciales23. La sociedad civil no excluye la existencia de un orden, ni tampoco
XQSULQFLSLRGHDXWRULGDGQRVHWUDWDGHLQYRFDUGHUHFKRVIUHQWHDO(VWDGR\
HOXGLUGHEHUHVQLPXFKRPHQRVGHVDFUDOL]DUDO(VWDGRFRPRHOGHSRVLWDULR
¿QDOGHODVRFLHGDGFLYLOVLQRGHHQWHQGHUHOFRQFUHWRVLJQL¿FDGRGHXQD

22. En tal sentido, las palabras de Cotta, para el cual “el análisis fenomenológico estructural
DFHUFDGHO'HUHFKRQRVFRQILUPDFXDQWRSXHGHUHFRJHUVHGHODH[SHULHQFLDMXUtGLFDFRQFUHWDGHO
VHQWLUFRP~QGHOD+XPDQLGDG\GHOSHQVDPLHQWRILORVyILFRFOiVLFR$VtSXHVHO'HUHFKRWLHQHXQD
propia función específica, no sólo de carácter formal; y es, la de realizar la legalidad acorde con
-XVWLFLD3HURWDPELpQVDEHPRVTXHGHHVHPRGRVHUHDOL]D\JDUDQWL]DXQDUHODFLyQFRH[LVWHQFLDO
DELHUWDDOKRPEUHHQFXDQWRWDO´Op. cit., p. 195.
Evidentemente en contra de este planteamiento aparecen otros como el de Elías Díaz, quien
VRVWLHQHUHVSHFWRDODQHFHVLGDGGHMXVWLILFDFLyQGHO'HUHFKRTXHpVWDVHHQPDUFDHQHOiPELWRGH
ODYDOLGH]IRUPDO³8Q'HUHFKRODVQRUPDVGHGLYHUVDVHVSHFLHVTXHORFRPSRQHQWLHQHQTXHFRQ
VLGHUDUVHYLJHQWHV SRUORVRSHUDGRUHVMXUtGLFRVMXHFHVHWF\SRUORVFLXGDGDQRV FXDQGRKDQVLGR
SURPXOJDGDVFRUUHFWDPHQWH\QRKDQVLGRGHURJDGDV\ WHQLHQGRHQFXHQWDODH[LJHQFLDGHHILFDFLD
PiVSURSLDGH.HOVHQTXHGH5RVV FXDQGRHQFRQMXQWRHQFXDQWRWDORUGHQDPLHQWRVHKDFHQSRU
lo general respetar y cumplir, al menos bajo esa forma que es la aplicación de las correspondientes
VDQFLRQHVDFDXVDGHVXKLSRWpWLFDYLRODFLyQ´('ÍAZ, De la maldad estatal y la soberanía popular,
HG'HEDWHHG0DGULGSiJV
23. +D\GLIHUHQWHVLQWHQWRVGHIXQGDPHQWDUODVRFLHGDGFLYLOGHVGHGLIHUHQWHVSHUVSHFWLYDVSHUR
como recoge Miguel Ayuso aludiendo a ese significado originario que es también el nuestro, “en el
cuadro clásico de la doctrina del bien común, la sociedad civil viene a significar el régimen orgánico
natural, con cuerpos intermedios naturales, algunos otros en verdad voluntarios e incluso artificia
OHVSHURTXHHQWRGRFDVRFDQDOL]DQODWHQGHQFLDGHVRFLDELOLGDGtQVLWDDODQDWXUDOH]DKXPDQD$Vt
SRUXQODGRIUHQWHDOWULiQJXORWRWDOLWDULVPRVRFLHGDGGHPDVDVWHFQRFUDFLDWHQHPRVODVRFLHGDG
orgánicamente estructurada, y no sólo en un sentido descendente y basado en la potestasMHUDUTXtD
SROtWLFDLQWHJUDQWHGHODVRFLHGDGSROtWLFDVLQRWDPELpQHQHODVFHQGHQWHFRQIXQGDPHQWRHQOD
auctoritas GHVGHODIDPLOLDDORVGHPiVFXHUSRVVRFLDOHVVRFLHGDGFLYLORSDtVUHDODPEDVGHEHQ
conjugarse, respetando aquélla que la participación social se realice a través de ésta”. M. AYUSO,
¿Después del Leviathan? Sobre el estado y su signo(G6SHLUR0DGULGSiJV

389
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VRFLHGDGFLYLOTXHVHMXVWL¿FD\VHIXQGDPHQWDHQHOKRPEUHHQODHVWUXFWX
ra coexistencial de éste y de la cual emerge cualquier signo de sociabilidad,
QRDUWL¿FLRVDPHQWHFRQVWUXLGDVLQRQDWXUDOPHQWHHVWDEOHFLGD\HQODTXHHO
'HUHFKRUHSUHVHQWDHOFDPLQRSRUHOTXHHVSRVLEOHHGL¿FDUHOPDUFRHQHO
TXHVHGHVHQYXHOYHQODVUHODFLRQHVVRFLDOHV(O'HUHFKRVHMXVWL¿FDSRUOR
WDQWRHQODPHGLGDHQTXHUHVSRQGHDODVH[LJHQFLDVQDWXUDOHVGHOKRPEUH
HQFXDQWRUHVSRQGHDXQYDORUKXPDQR\HOYDORUHVHQFLDOHOTXHSURPXHYH
\GH¿QHDODVRFLHGDGFLYLOIUHQWHDOD³GLVRFLHGDG´HVHOYDORUGHVHUSHU
VRQDODQR³FRVL¿FDFLyQ´GHOVHUKXPDQR

390
81³9,(-2´7,32'(5(35(6(17$&,Ï132/Ë7,&$
3$5$81$18(9$62&,('$'
EL SELF-GOVERNMENT REPUBLICANO

Montserrat +ERRERO

1. EL ESTADO MODERNO, UNA INSTITUCIÓN POLÍTICA EN DECADENCIA

(O(VWDGR0RGHUQRDSHVDUGHKDEHUUHVLVWLGRORVDYDWDUHVKLVWyULFRV
\GHDSDUHFHUFRPRXQDUHDOLGDGLQKHUHQWHDODSROtWLFDQRHVXQFRQFHSWR
general o una categoría permanente de la teoría política, sino que es una
IRUPDFLyQKLVWyULFDFRQFUHWD(VODIRUPDSROtWLFDTXHUHSUHVHQWDHORUGHQ
nacido en Europa en el siglo XVI, preparado en el pensamiento por Ma
TXLDYHOR%RGLQR\GH¿QLGRSRU+REEHV1\TXHKDSHUGXUDGRKDVWDQXHVWURV
GtDVFRQGLIHUHQWHVPRGXODFLRQHVGHVGHHODEVROXWLVPRPRQiTXLFRIRUPD
HQODTXHQDFLySDVDQGRSRUHO(VWDGRGH'HUHFKRUDFLRQDO\WpFQLFRHO
Estado neutral no intervencionista del S. XIX, las excursiones por la expe
ULHQFLDGHO(VWDGRWRWDOLWDULRKDVWDHO(VWDGRGH%LHQHVWDUSUHVHQWHHQQXHV
tros días en la mayor parte de las sociedades occidentales y orientales.
6XFRQVROLGDFLyQHQHOVLJOR;9,VHGHEHSULQFLSDOPHQWHDGRVDFRQ
WHFLPLHQWRVKLVWyULFRV2/DOXFKDSRUHOHVWDEOHFLPLHQWRGHXQRUGHQHQODV
tierras descubiertas por Europa y denominadas América y la necesidad de
DFDEDUFRQODVJXHUUDVGHUHOLJLyQ/DFRQVHFXHQFLDLQPHGLDWDIXHODVXSH

1. 8Q UHVXPHQ GH OD KLVWRULD GHO (VWDGR VH SXHGH YHU HQ$ +ARDING ³7KH 2ULJLQV RI WKH
&RQFHSWRIWKH6WDWH´History of Political Thought;9  
2. C. SCHMITT³'HU6WDDWDOVHLQNRQNUHWHUDQHLQHJHVFKLFKWOLFKH(SRFKHJHEXQGHQHU%HJULII´
p. 384.

391
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

UDFLyQGHORUGHQIHXGDOGHOD(GDG0HGLD(VRVLJQL¿FyODDQLTXLODFLyQGH
los poderes feudales y estamentales, que llevaba consigo la concentración
GHOSRGHUHQXQDVRODPDQRHOVREHUDQR6HFUHDDVtODXQLGDGHVWDWDOLQPH
diatamente constituida en un territorio. El esfuerzo político, el gran cambio
GHOyJLFDSROtWLFDHVODOXFKDSRUDLVODUDORVLQGLYLGXRV\eliminar a todo
grupo social dentro del EstadoD¿QGHHQIUHQWDUHQWUHVtGHXQDPDQHUD
inmediata al individuo y al Estado3. El individuo resultante de ese proceso
KLVWyULFRHVXQDDEVWUDFFLyQODSXUDXQLGDGVLQQLQJXQDUHODFLyQSUHYLDD
la relación con el Estado. Toda caracterización política emana para él del
(VWDGR\VX'HUHFKR6HSXHGHGHFLUDVtTXHHO(VWDGR\HO'HUHFKRPH
dian entre el individuo abstracto y el individuo político. Este último está en
IXQFLyQGHODUHDOL]DFLyQGHO'HUHFKRSRUSDUWHGHO(VWDGR4. Se postula así
XQDFRQFHQWUDFLyQGHSRGHUSUHYLDDODFRQVWLWXFLyQVRFLDOHOSRGHUSROtWLFR
DQWHFHGHDODVRFLHGDG\pVWDVyORSXHGHUHFODPDUGHpODOJXQRVGHUHFKRV
que pretende que sean inalienables.
'HHVWDFLUFXQVWDQFLDKLVWyULFDVHGHULYDQODVFDUDFWHUtVWLFDVGHODIRU
PDHVWDWDOTXHEUHYHPHQWHVLJXLHQGRD&DUO6FKPLWWYDPRVDHQXPHUDUD
FRQWLQXDFLyQ

a. Fronteras territoriales.

“El Estado es el status político de un pueblo organizado en el interior de


unas fronteras territoriales”5.

b. Legitimidad en presente, a través del consenso.

“Sujeto de toda determinación conceptual del Estado es el pueblo.


Estado es una situación, la situación de un pueblo”6.

c. Soberanía, en tanto que sujeto absoluto de detención del poder. O lo


que es igual, primera y última instancia de decisión política.

3. /DGHVFULSFLyQGHHVHPRGHORODKDFHPDJLVWUDOPHQWH&6FKPLWWHQDer Wert des Staates un


die Bedeutung des Einzelnen.
4. C. SCHMITT, Der Wert des Staates und die Bedeutung des EinzelnenS³(OLQGLYLGXR
FRPRHVHQFLDHPStULFDDLVODGDGHVDSDUHFHSDUDVHUFRPSUHQGLGRSRUHOGHUHFKR\HO(VWDGRHQVX
WDUHDGHUHDOL]DUHOGHUHFKRHLQFOXVRSDUDUHFLELUVXVHQWLGR\VXYDORUHQHOGHVHPSHxRGHXQDWDUHD
dentro de ese mundo cerrado según sus propias normas”.
5. C. SCHMITT, Der Begriff des Politischen, p. 20.
6. C. SCHMITT, Teoría de la Constitución, p. 237.

392
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

“El Estado, esto es, el status político, se convierte así en el status en


sentido absoluto. Este Estado Moderno es soberano; su poder, indivisible.
Cualidades como la de su clausura e impermeabilidad se deducen de la esen
cia de su unidad política. El concepto de soberanía sobre todo, tenía una gran
IXQFLyQHQOD+LVWRULD8QLYHUVDOODGHVXSHUDUODOHJLWLPLGDGGHOstatus quo
feudal y estamental de entonces”7.

G /DVXVWDQFLDGHO(VWDGRHVHO'HUHFKR

³(OGHUHFKRVHFRQYLHUWHFDGDYH]PiVHQXQDOH\HVWDWDOGDGDSRUOD
justicia estatal y encuentra su modo apropiado de expresión en las codifica
ciones legales y estatales”8.

e. Los medios organizativos del poder estatal se perfeccionan de modo


TXHHOFRQWUROVREUHHOLQGLYLGXRDLVODGRHVFDGDYH]PD\RU6RQORVLP
SXHVWRVODSROLFtD\HOHMpUFLWR$VtORGLFH6FKPLWW

“ (...) el ejército estatal, la finanza estatal y la policía estatal”9.

I (O¿QGHO(VWDGRHVODSURWHFFLyQGHORVFLXGDGDQRVDFDPELRGHVX
obediencia.

(QHVWRVWH[WRVDSDUHFHQELHQUHVXPLGDVODVFDUDFWHUtVWLFDVTXHVHKDQ
asignado clásicamente al Estado Moderno.
Quizás la propiedad que más amenazada está en la actualidad sea la
territorialidad. No está tanto en peligro desde un punto de vista conceptual,
SXHVWRTXHXQDYH]\RWUDVHPXHVWUDTXHHOKRPEUHHVWDOLJDGRDODWLHUUD
de una manera podemos decir “primitiva”, pero ineludible; sino desde un
punto de vista técnico y, por tanto, circunstancial. La técnica, tal como se
SUHVHQWDHQQXHVWURVLJORKDKHFKRLQVLJQL¿FDQWHHOHVSDFLR/DVGLVWDQFLDV
KDQGHMDGRGHVHUXQIDFWRUUHOHYDQWHGHFRQVLGHUDFLyQSROtWLFDSRUTXHSXH
den ser superadas con los medios técnicos10.
$KRUDELHQODSURSLHGDGPDVFULWLFDGDGHVGHHOSXQWRGHYLVWDWHyULFR
KDVLGRVLQGXGDODVREHUDQtD/DVWHRUtDVSOXUDOLVWDVGHO(VWDGRKDQSXHV

7. Ibidem, p. 56.
8. C. SCHMITT ³'HU 6WDDW DOV HLQ NRQNUHWHU DQ HLQH JHVFKLFKWOLFKH (SRFKH JHEXQGHQHU
Begriff”, p. 379.
9. Ibidem, p. 379.
10. (VPX\LQWHUHVDQWHHQHVWHSXQWRHOOLEURGH'-(LKINS, Beyond Sovereignty: Territory and
Political Economy in the Twenty-First Century.

393
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

WRWRGRVXpQIDVLVHQUHODWLYL]DUODXQLGDGGHOSRGHUHVWDWDOKDVWDHOSXQWR
GHKDFHUGHO(VWDGRXQRGHORVJUXSRVHQWUHRWURVDORVTXHORVLQGLYLGXRV
pertenecen y no un grupo por encima de los demás grupos. En el mundo
pluralista las cosas existen unas “con” otras, pero no unas “en” otras11.
(O (VWDGR TXH D~Q SHUGXUD FRPR (VWDGR GH %LHQHVWDU KD UHFLELGR
FRPRUHVSXHVWDDVXVFUtWLFRVGLIHUHQWHVPRGL¿FDFLRQHVSHURVXVSULQFLSLRV
permanecen más o menos inalterables. Desde la cosmovisión democrática,
se pone la corrección en la participación del pueblo en el poder absoluto
GH (VWDGR D WUDYpV GH OD LGHQWL¿FDFLyQ HQWUH JREHUQDQWHV \ JREHUQDGRV
Desde la cosmovisión liberal, la corrección viene de la limitación del poder
HVWDWDODWUDYpVGHVXGLYLVLyQ\ORVFRQVLJXLHQWHVFRQWUDSHVRVHTXLOLEULR
de poderes, discusión pública y representación proporcional son las nuevas
creaciones liberales para el Estado. Desde la cosmovisión socialista la co
UUHFFLyQHVUHVSHFWRDODWDUHDTXHKDGHUHDOL]DUHO(VWDGRDXPHQWDQGRODV
SUHVWDFLRQHVVRFLDOHVVDQLGDGHPSOHRVXEVLGLRHWFDGHPiVGHODFOiVLFD
protección.
En resumen, con el nacimiento del Estado Moderno se crea un abismo
insalvable entre el Estado y el conjunto de los individuos aislados, al cual
incluso, y a pesar de que es el nombre que le conviene, es difícil atreverse
DGHQRPLQDUVRFLHGDGFLYLO(OPXQGRTXHGDGLYLGLGRHQGRVHVIHUDVHO(V
tado controlador de cada detalle de la vida de la nación y de sus individuos,
FRQXQSRGHUWRWDOORVLQGLYLGXRVFRQXQRVGHUHFKRVGHOLEHUWDGTXHSUH
tenden ampliar continuamente, pero sin poder real.

2. LOS ENEMIGOS DEL ESTADO MODERNO

(O (VWDGR 0RGHUQR SUiFWLFDPHQWH GHVGH VX QDFLPLHQWR KD WHQLGR


PXFKRVHQHPLJRV*UDQSDUWHGHOSHQVDPLHQWRSROtWLFRGHVGHHO;9,,,KD
tenido como ruido de fondo la crítica a los distintos principios en que se
fundamenta.
6LSRGHPRVUHFRQRFHUD+REEHVFRPRHOSDGUHGHO(VWDGR0RGHUQR
LQPHGLDWDPHQWH SRGHPRV HQFRQWUDU D VXV FUtWLFRV \D HQ HO 6 ;9,, +D
UULQJWRQFRPRUHSXEOLFDQR\PiVDGHODQWH/RFNH/HVLJXHHQHO;9,,,OD
¿ORVRItDSROtWLFDIUDQFHVDKHUHGHUDGHpVWH~OWLPR0RQWHVTXLHX&RQGRU
FHW&RPRPXHVWUDGHHVDFUtWLFDHVLQWHUHVDQWHODSUHFLVLyQTXHKDFH&DUO

11. +/ASKI, Studies in the Problem of Sovereignty,SS.

394
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

6FKPLWWHQUHODFLyQDXQGLVFXUVRGH&RQGRUFHWHOGHMXOLRFRQHO
título De la Republique ou un Roi est-il necessaire a la conservation de la
Liberté?\TXHFLWDPRVSRUODGHVFULSFLyQTXHKDFHGHO(VWDGRDFRUGHFRQ
ORGLFKRHQHODSDUWDGRDQWHULRU

“Condorcet que también aquí representa con la mayor pureza el tipo de su


pSRFDVHxDOyHQVXGLVFXUVRVREUHOD5HS~EOLFDHOPRWLYRSRUHOTXHKDEtDGHMD
GRGHVHUPRQiUTXLFR\VHKDEtDKHFKRUHSXEOLFDQRKR\QRYLYLPRV\DHQXQD
época en la que existen dentro del Estado grupos y clases poderosos, les assosia-
tion puissantesKDQGHVDSDUHFLGR0LHQWUDVH[LVWtDQHUDQHFHVDULRXQGHVSRWLVPR
armado (un depotisme armé SDUDFRQWHQHUORVHQFDPELRDKRUDel individuo, ais-
lado en virtud de la igualdad general, se encuentra frente a la totalidad unitaria
y se necesitan muy pocos medios de fuerza para obligarlo a la obedienciaµil
faut bien peu de force pour forcer les individus a l’ obéissance’”12.

$ORODUJRGHOVLJOR;,;\SULQFLSLRVGHO;;ORVHQHPLJRVDXPHQ
WDURQGHVGHODWHRUtDGHODLQVWLWXFLyQGH0+DXULRXHQ)UDQFLDSDVDQGR
SRUODWHRUtDFRUSRUDWLYLVWDGH*LHUNHHQ$OHPDQLD\HQHOPXQGRDQJOR
VDMyQORVXWLOLWDULVWDVFRPR%HQWKDP\0LOO\ODWHRUtDSOXUDOLVWDGHO(VWDGR
GH+/DVNLDTXLHQ\DKHPRVPHQFLRQDGRPDVDUULED
El descontento teórico ante el Estado era una prueba de que la división
UDGLFDO HQWUH (VWDGR \ VRFLHGDG FLYLO HUD LQVRVWHQLEOH 6H KDFH QHFHVDULR
un ámbito de articulación entre la sociedad y el Estado, bien sea la insti
tución13, bien la corporación14, bien cualquier tipo de asociación15, como
SURSRQH/DVNL
(QODWHRUtDSROLWtFDFRQWHPSRUiQHDHO(VWDGR\DFDVLVyORWLHQHHQH
migos. Le quedan los defensores del Estado de bienestar, los liberales igua
OLWDULRVFRPRHVHOFDVRGH5DZOV3HURVRQPXFKDVPiVODVFUtWLFDV
Por una lado, aparecen la teorías liberales economicistas, para las que
todo en la sociedad es mercado, y el Estado, si es que tiene que existir, es
XQPLQLPRLQGHVHDEOH(VHOFDVRGHOOLEHUDOLVPRLQVWUXPHQWDOGH+D\HN
RGHOOLEHUDOLVPROLEHUWDULRGH1R]LFN\1DUYHVRQ(VGHVGHHVWD¿ORVRItD
dominante en el foro de discusión, desde donde se lanzan continuamente
PiVDWDTXHVDO(VWDGRGH%LHQHVWDU$KRUDELHQHVWDSRVWXUDSRUVXODGR
WDPELpQVHKDFHLQVRVWHQLEOHSRUTXHHVLQFDSD]GHFUHDUXQELHQFRP~Q

12. C. SCHMITT, La dictadura, p. 262.


13. 9pDVH0+AURIOU, La cité moderne et les transformations du droit.
14. 9pDVH+)YRQ*IERKE, Die Genossenschaftstheorie und die deutsche Rechtsprechung.
15. 9pDVH+-/ASKI, Studies in the Problem of Sovereignty.

395
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VLQTXHVHDGHPDVLDGRUHVWULQJLGR3RUSULQFLSLRLQFOXVRUHFKD]DQHOWpU
mino de bien público.
De donde parece salir no solo crítica, sino también una nueva vida
en la consideración de la forma de gobierno es en la vuelta a la tradición
republicana americana. A ella vuelven la mirada desde distintos ángulos
algunos conservadores16ORVTXHDVtPLVPRVVHOODPDQ³QHRLQVWLWXFLRQD
listas”17 ODHVFXHODGHO³3XEOLF&KRLFH´ ORV³QHRUHSXEOLFDQRV´TXHHQJOR
EDUtDQDPXFKDVSHUVRQDOLGDGHVQRHQPDUFDEOHVGHQWURGHQLQJXQDHWLTXHWD
\HQWUHORVFXDOHVDXQTXHQRVyORKDEUtDTXHQRPEUDUWDPELpQDORVFRPX
nitaristas (McIntyre, Walzer, Sandel, Taylor, Galston) y a los republicanos
UHYLVLRQLVWDV.UDPQLFN\3RFRFN
3XHVWRTXHODQXHYDIXHU]DGHODIRUPDFLyQSROtWLFD±TXHSDUDGLVWLQ
JXLUODGHO(VWDGR0RGHUQRSRGHPRVGHQRPLQDUODHVWDGRFRQ³H´PLQ~V
FXOD±TXHKDUiUHYLYLUODVRFLHGDGFLYLODSHVDUGHWRGRHOODVWUHKLVWyULFR
parece venir de los principios de gobierno del republicanismo americano,
vamos a analizar a continuación en qué consiste esa “vieja” forma política
y cuáles pueden ser las ayudas conceptuales que nos presta para el aná
OLVLV GHO QXHYR HVWDGR FRQWHPSRUiQHR< OR KDUHPRV GHVGH OD OHFWXUD GH
The Federalist Papers18.
Aunque no desconocemos la controversia TXH H[LVWH HQWUH ORV LQWpU
pretes de The Federalist, –entre quienes los adcriben mas a la tradición del
UHSXEOLFDQLVPRFOiVLFRFRPRHVHOFDVRGH-*$3RFRFN19; quienes, aun
que fundamentalmente los encuentran empapados en esa tradición, creen que
anuncian ya una alternativa a ese paradigma, como es el caso de G. S. Wood20
\TXLHQHVORVVLW~DQGHOODGRGHOUHSXEOLFDQLVPROLEHUDOGHFRUWHORFNHDQR
como es el caso de T. L. Pangle21±QRYDPRVDHQWUDUDKRUDHQHOOD6LPSOH

16. 8QOLEURSXEOLFDGRHQSRU5-1EUHAUS y P. L. BERGER, Empowering People. From


State to Civil Society encaraba ya este problema.
17. Ver B. GROFMAN and D. WITTMAN, The Federalist Papers and the New Institutionalism.
18. Bajo este nombre se recopilaron las 85 cartas aparecidas en diversos periódicos de Nueva
<RUNFRQHOVHXGyQLPRPubliusGHVGHHOGHRFWXEUHGHKDVWDHOGHDJRVWRGH/D
pretensión de esas cartas era explicar y apoyar con argumentos sólidos y comprensibles para el pue
blo, la nueva Constitución, que fue acordada y firmada el 17 de septiembre de 1787 en Filadelfia, la
FXDOQRKDEtDVLGRDFHSWDGDLQFRQGLFLRQDOPHQWHSRUWRGRVORVHVWDGRVGHVGHHOSULPHUPRPHQWR/RV
DXWRUHVVRQ-RKQ-D\  XQGLVWLQJXLGRDERJDGRTXHKDEtDSDUWLFLSDGRHQODUHGDFFLyQGH
OD&RQVWLWXFLyQGH-DPHV0DGLVRQ  DOTXHPXFKRVKLVWRULDGRUHVKDQOODPDGRHO
SDGUHGHOD&RQVWLWXFLyQ\$OH[DQGHU+DPLOWRQ  DERJDGRQHZ\RUNLQR
19. 9HU-*$3OCOCK³%HWZHHQ*RJDQG0DJRJ7KH5HSXEOLFDQ7KHVLVDQGWKH,GHRORJLFD
Americana”.
20. Ver G.S. WOOD, The Creation of the American Republic 1776-1787.
21. Ver T.L. PANGLE,The Spirit of Modern Republicanism: the Moral Vision of the American
Founders and the Philosophy of Locke.

396
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

mente consideraremos ese texto clásico en lo que sus autores lo tenían, a


VDEHUFRPRODLQWHQFLyQGHFUHDUXQJRELHUQRUHSXEOLFDQRSDUDXQSXHEOR
republicano. Dejamos al juicio de cada uno, al término de nuestra exposición,
el dar a ese republicanismo la adjetivacion de liberal o clásico.

3. SELF-GOVERNMENT: LA ESENCIA DEL CONSTITUCIONALISMO AMERICANO

La cuestión fundamental que se viene a tratar en The Federalist es si las


sociedades son capaces o no de establecer una forma de gobierno para sí mis
PDVIXQGDPHQWDGDHQODUHÀH[LyQ\ODHOHFFLyQHQYH]GHHQHOPLHGRFRPR
ocurre en todas esas naciones del old world que estan destinadas a depender
de su constitución política por la fuerza o por la necesidad. Así comienzan las
UHÀH[LRQHVGH+DPLOWRQHQHO1žGHORVFederalist Papers.
Esos artículos de periódico ven la luz en el momento constitucional
GHXQDQXHYDVRFLHGDG\HVWiQSRUWDQWRSODQWHDQGRXQDSUHJXQWDUDGLFDO
¿cuál es la mejor forma de gobierno? En esta pregunta se están articulando
al tiempo dos convicciones fundamentales, que se desprenden de la misma
Declaracion de la Independencia y, por tanto, del momento revolucionario
SUHYLRDOPRPHQWRFRQVWLWXFLRQDODVDEHUSULPHURTXHORVKRPEUHVVRQ
SRUQDWXUDOH]DOLEUHVHLJXDOHVHQVXVGHUHFKRVLQDOLHQDEOHV\VHJXQGRTXH
QHFHVLWDQ GH XQ JRELHUQR SRUTXH DXQTXH HVRV GHUHFKRV HVWDQ GDGRV SRU
naturaleza, ésta no los asegura. De la articulación de estos dos principios se
LQ¿HUHHOFULWHULRGHOHJLWLPLGDGTXHSUHYDOHFHHQODQXHYDFRQVWLWXFLyQGHO
JRELHUQRVyORHOFRQVHQWLPLHQWRFRQ¿HUHSRGHU22.
/DQXHYDFRQVWLWXFLyQSUHWHQGH\DLQLFLDOPHQWHGHVYLDUVHGHODWUD
GLFLyQKREEHVLDQDGHO(VWDGRTXHKDFDXVDGRJUDQGHVGHVDVWUHVDODYLHMD
(XURSD DERFDQGR VX SROtWLFD PiV KDFLD OD ¿QDOLGDG GH HYLWDU OD JXHUUD
que a la constitución de un orden de convivencia. Esto último es lo que
pretenden, sin embargo, los founding fathers6X¿ORVRItDHVWiEDVDGDHQOD
FRQ¿DQ]DHQORVLQGLYLGXRV
Sin duda alguna, también para ellos –no desprendidos de la imagen
del estado de naturaleza– la distinción más relevante en política es aquella
entre amigos y enemigos23.

22. Véase D. F. EPSTEIN³7KH3ROLWLFDO7KHRU\RIWKH&RQVWLWXWLRQ´SSHQ$%LOOM,


Confronting Costitution.
23. &RQRFLGD\XVDGDKDVWDODWULYLDOL]DFLyQHVODGHILQLFLyQGHORSROtWLFRGH&6CHMITT en
Der Begriff des Politischen(PSOHDHVWDPLVPDWHUPLQRORJtD+DPLOWRQHQHO1ž³  &RQIHGHUDF\

397
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

³8QKRPEUHGHEHDOHMDUVHGHODVHVSHFXODFLRQHVXWySLFDV  ´24.

<PiVDGHODQWH0DGLVRQUHÀH[LRQDGHOVLJXLHQWHPRGR

³6LORVKRPEUHVIXHUDQiQJHOHVHOJRELHUQRQRVHUtDQHFHVDULR6LJR
bernaran los ángeles, no sería necesario ningún tipo de control, ni externo ni
interno, para el gobierno”25.

3HURQRHVHVWHHOFDVR(OJRELHUQRHVOOHYDGRDFDERVREUHKRPEUHV
\SRUKRPEUHV
$VtGHGLFD+DPLOWRQEDVWDQWHVQ~PHURV±GHODO±DWUDWDUODVGHV
JUDFLDVTXHVHSXHGHQGHULYDUGHXQFRQÀLFWRWDQWRHQWUHORV(VWDGRV8QL
dos y algún país extranjero, como dentro de los mismos Estados, es decir,
OD JXHUUD FLYLO OD FXDO HV PiV DODUPDQWH /DV FDXVDV GH KRVWLOLGDG HQWUH
ODV QDFLRQHV VRQ LQQXPHUDEOHV \ GH PXFKRV JpQHURV GLIHUHQWHV HO DPRU
al poder o el deseo de preminencia y dominio, las disputas territoriales, la
desigualdad de facultades para adquirir la propiedad, el deseo de igualdad
y seguridad, la rivalidad en el comercio y las pasiones privadas como la
enemistad, la envidia, los intereses, los miedos26.
Sin duda alguna, –es el objetivo de la propaganda de los famosos artí
FXORVGHSHULyGLFR±ODVROXFLyQDHVRVFRQÀLFWRVHVODXQLGDGGHORVHVWDGRV
TXHHYLWDUiODKRVWLOLGDGVREUHWRGRDWUDYpVGHODGLVXDVLyQGHORVSDtVHV
vecinos o de los mismos estados, de empezar una guerra27.
Vemos, por tanto, que la defensa de la unidad política es uno de los
¿QHV GHO JRELHUQR GH XQD QDFLyQ DKRUD ELHQ WDPSRFR KD GH VHUOR KDVWD
el punto de destruir la posibilidad de un gobierno razonable basado en la
UHÀH[LyQ\HQODHOHFFLyQ(VGHFLUWDPSRFRORSXHGHVHUKDVWDWDOSXQWR
que destruya el self-governmentGHOSXHEOR(VWRHVORTXHKDRFXUULGRHQ
HOYLHMRPXQGRFRQHO(VWDGRVREHUDQR6XREVHVLyQSRUODGHIHQVDOHKD
llevado a crecer tanto en su poder y a extenderlo de tal modo a través de
OD SURYLVLyQ GH LQVWLWXFLRQHV HVWDWDOHV TXH KD DKRJDGR OD YLGD FLYLO 6X

ZRXOGEHVXEMHFWWRWKRVHYLFLVVLWXGHVRISHDFHDQGZDURIfrienship and enemityZLWKHDFKRWKHU


ZKLFKKDYHIDOOHQWRWKHORWRIQHLJKERUQQDWLRQVQRWXQLWHGXQGHURQHJRYHUQPHQW  ´
24. +AMILTON, Nº 6.
25. MADISON, Nº 51.
26. +AMILTON, Nº 6.
27. -AY 1ž  ³%XW WKH VDIHW\ RI WKH SHRSOH RI$PHULFD DJDLQVW GDQJHUV IURP foreign force
GHSHQGVQRWRQO\RQWKHLUIRUEHDULQJWRJLYHMXVWFDXVHVRIZDUWRRWKHUQDWLRQVEXWDOVRRQWKHLUSOD
FLQJDQGFRQWLQXLQJWKHPVHOYHVLQVXFKDVLWXDWLRQDVnot to inviteKRVWLOLW\RULQVXOWIRULWQHHGQRW
EHREVHUYHGWKDWWKHUHDUHpretended as well as just causes of war” (los subrayados son del autor).

398
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

REVHVLyQSRUODGHIHQVDKDFUHDGRQDFLRQHVHQWHUDVGHHVFODYRV(VDPLV
PDREVHVLyQOHKDOOHYDGRDSRWHQFLDUGHWDOPRGRODH[WHQVLyQGHOSRGHU
HMHFXWLYRDWRGRVORVREMHWRV\SHUVRQDVTXHVHKDKHFKRXQVREHUDQRDE
VROXWR)UHQWHDHVWHHVSLULWXGHVSyWLFRORV(VWDGRV8QLGRVGH$PpULFDKDQ
de representar un nuevo espíritu, the republican genius. Así es como lo ve
+DPLOWRQHQHO1ž
El espíritu republicano, a pesar de que como veremos más adelante,
tiene uno de sus pilares fundamentales en la defensa armada del propio
pueblo, en la discriminación entre amigos y enemigos, pone el peso del
ODGRGHODDPLVWDG\FRQItDHQODFDSDFLGDGGHOVHUKXPDQRSDUDFUHDUOD]RV
y para autogobernarse. En el siguiente texto de Madison, se percibe bien en
TXHFRQVLVWHHOQXHYRHVStULWXSROtWLFR

³'HOPLVPRPRGRTXHH[LVWHXQJUDGRGHGHSUDYDFLyQHQHOJpQHURKX
mano, el cual requiere de un cierto grado de desconfianza y circunspección,
H[LVWHQRWUDVFXDOLGDGHVHQODQDWXUDOH]DKXPDQDTXHMXVWLILFDQXQFLHUWRJUD
do de confianza y estima. El gobierno republicano SUHVXSRQHODH[LVWHQFLD
GHHVDVFXDOLGDGHVHQXQDOWRJUDGRPiVTXHQLQJXQDRWUDIRUPDGHJR-
bierno6LODGHVFULSFLyQTXHKHPRVKHFKRGHODHQYLGLDSROtWLFDGHDOJXQRV
HQWUHQRVRWURVHVILHOUHIOHMRGHODQDWXUDOH]DKXPDQDHQWRQFHVODLQIHUHQFLD
TXHSRGHPRVKDFHUHVTXHQRKD\YLUWXGVXILFLHQWHHQWUHORVKRPEUHVSDUDHO
autogobierno; y que ninguna otra cosa más que las cadenas del despotismo
les puede disuadir de destruirse y deborarse unos a otros”28.

Frente al despotismo estatal destructor de la sociedad civil aparece el


autogobierno republicano. El punto de partida parece muy razonable. ¿Por
TXpVHJXLUPDQWHQLHQGRXQDIRUPDGHJRELHUQRSDUDKRPEUHVPDORV"¢(V
TXp DFDVR HVD IRUPD GH JRELHUQR OOHJDUi D JHQHUDU DOJXQD YH] KRPEUHV
buenos, de tal manera que entonces podamos pasar a un autogobierno?
1R6LORVKRPEUHVVRQWUDWDGRVHQODFRPXQLGDGFRPR³PDORV´FRQGHV
FRQ¿DQ]DVHJXLUDQVLHQGR³PDORV´\GHVFRQ¿DGRV1XQFDDSUHQGHUDQDDX
togobernarse. Sin embargo, el gobierno republicano, sin ser, como veremos
la fraternidad universal predicada por los anarquistas, sino una formación
razonable del poder, generará la virtud de los individuos necesaria para ser
gobernados libremente. Aunque se necesita un grado inicial de virtud que
Madison no estaría dispuesto a negarle por principio a ningún pueblo de la
WLHUUD\SRUVXSXHVWRPXFKRPHQRVDODPHULFDQRHQDTXHOPRPHQWR29.

28. MADISON, Nº 55.


29. MADISON1ž³,WLVHYLGHQWWKDWQRRWKHUIRUPZRXOGEHUHFRQFLOLDEOHZLWK the genius
of the people of AmericaZLWKWKHIXQGDPHQWDOSULQFLSOHVRIWKHUHYROXWLRQRUZLWKWKDWKRQRUD

399
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Me parece que la diferencia fundamental del gobierno republicano, tal


como lo conciben estos escritores americanos, reside en el siguiente matiz,
SXHVWRSRFDVYHFHVGHPDQL¿HVWR\FXDQGRSXHVWRGHVSUHFLDGR\TXHPDUFD
una total diferencia con el Estado Moderno en cualquiera de sus formas e
LQFOXVRFRQWRGDODWUDGLFLyQSROtWLFDHXURSHDDVDEHUQRH[LVWHun poder
político dado de antemano. O sea, el poder político está dado de modo plural
en la sociedad. El poder no viene de Dios, Omnipotente, por una sola línea,
VLQRSRUPXFKDV'HHVWDWHVLVQRVHGHGXFHQHFHVDULDPHQWH±KD\YDULDVSR
sibilidades teóricas en este punto– que cada individuo tenga poder político,
FRPRRFXUUHGHKHFKRHQHOJRELHUQRUHSXEOLFDQR3RUWDQWRQRHVTXHKD\D
XQSRGHUDEVROXWRSROtWLFRTXHKD\DTXHUHSDUWLUROLPLWDUGHVSXpV
(Q+REEHVHOPRPHQWRGHFRVWUXFFLyQSROtWLFDGHODVRFLHGDGHVHOPR
mento en que aparece la soberanía estatal como un todo de poder que abar
ca el cuerpo social completo, con la posibilidad de decidir absolutamente
sobre todos los asuntos de la vida del pueblo, incluido el más radical, la
vida y la muerte de los ciudadanos en el caso de guerra. El Estado aparece
como el seno en el cual ocurren todas las acciones de los individuos. Sin
HVDXQL¿FDFLRQWRWDOQRVHFRQFLEHHO(VWDGR
/DFUtWLFDDHVWHVXSXHVWRSROtWLFRHVWiPDJLVWUDOPHQWHH[SXHVWDSRU+D
milton en el No 84 al explicar a los objetores de la nueva Constitucion30, el
porqué ésta no contiene una Bill of Rights+DPLOWRQH[SOLFDFyPRHQVXRUL
gen, las Bills of Rights eran pactos entre los reyes y sus súbditos, compendios
GHSUHUURJDWLYDVHQIDYRUGHSULYLOHJLRVUHVHUYDVGHGHUHFKRVQRUHQGLGRV
al principe. Eso era también la Magna Charta o The Petition of Rights. O
SRGUtDPRVGHFLUKR\GtDORVGHUHFKRVIXQGDPHQWDOHVGHOLQGLYLGXRIUHQWHDO
SRGHUHVWDWDOSXHVHVWiQHQODPLVPDOyJLFD8QOLVWDGRGHWDOODGRGHGHUHFKRV
particulares implica en su reverso un Estado con una constitución que pre

EOHGHWHUPLQDWLRQZKLFKDQLPDWHVHYHU\YRWDU\RIIUHHGRPWRUHVWDOORXUSROLWLFDOH[SHULPHQWVRQ
WKHFDSDFLW\RIPDQNLQGIRUself-government”. Sin embargo, en opinión de Sandel (Democracy’s
Discontent, p. 129), la Constitución no buscaba elevar el carácter moral del pueblo. En vez de eso,
LQWHQWDEDHQFRQWUDUODVHVWUDWHJLDVDGHFXDGDVTXHSHUPLWLHUDQVDOYDUHOJRELHUQRUHSXEOLFDQRKDFLpQ
dole menos dependiente de la virtud.
30. Esta era casi la crítica más fuerte que los Anti-FederalistOHKDFtDQDODFRQVWLWXFLyQ6REUH
esta discusión ver Sandel, Democracy’s DiscontentS\VV<VREUHWRGR6TORING, The Complete
Anti-Federalsit, vol 2, p. 231 y 261. Después de sus primeras dudas, Madison aceptó que se pu
GLHUDQ JDUDQWL]DU DOJXQRV GHUHFKRV LQGLYLGXDOHV ORV FXDOHV QR HUDQ QHFHVDULDPHQWH FRQWUDULRV DO
JRELHUQRQDFLRQDOIXHUWHTXHpOSURSRQtD(VRKDFtDPiVIDFLOODDFHSWDFLyQGHODFRQVWLWXFLyQSRU
SDUWHGHORVDQWLIHGHUDOLVWDV³1R6WDWHVKDOOLQIULQJHWKHHTXDOULJKWVRIFRQVFLHQFHQRUWKHIUHHGRP
RIVSHHFKRURIWKHSUHVVQRURIWKHULJKWRIWULDOE\MXU\LQFULPLQDOFDVHV´&K6+YNEMAN y G. W.
CAREY, A Second Federalist, p. 275. En aquel momento no se aceptó la propuesta de Madison. Fue
acogida sólo 79 años después en la enmienda 14.

400
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

tende la regulación de todos los asuntos de la vida del pueblo, sean públicos
o privados. Esto no tiene aplicación en la nueva constitución americana, dirá
+DPLOWRQSULPHURSRUTXHHVWiFRQFHELGDSDUDUHJXODUVLPSOHPHQWHHOLQWHUpV
político general de la nación y porque está fundada en el poder del pueblo.
En ella el pueblo no tiene porqué reservarse nada, puesto que retiene todo31.
<FLWDHOSULPHUSDUiJUDIRGHODFRQVWLWXFLyQ

³:HWKHSHRSOHRIWKH8QLWHG6WDWHVWRVHFXUHWKHEOHVVLQJVRIOLEHUW\
to ourselves and our posterity, do ordain and stablishWKLV&RQVWLWXWLRQIRUWKH
United States of America”.

¢4Xp VHQWLGR WLHQH HO KDFHU H[FHSFLRQHV D REMHWRV GHO SRGHU TXH QR
HVWiQJDUDQWL]DGRV"¢3DUDTXpGHFODUDUFRVDVTXHQRVHSXHGHQKDFHUVLQR
KD\SRGHUSDUDKDFHUOR"32. (VWDHVODSUHJXQWDGH¿QLWLYD
Es interesante, por lo actual, el ejemplo que pone en relación con la
libertad de prensa.

“¿Por qué, por ejemplo, debe decirse que la libertad de prensa no debe
VHUUHVWULQJLGDVLQRKD\XQSRGHUGDGRHQODFRQVWLWXFLyQSRUHOFXDOSXHGDQ
ser impuestas esas restricciones?”33.

(O SRGHU VH UH¿HUH D FLHUWRV REMHWRV \ QR D RWURV /R YHUHPRV PiV
adelante. Pero, lo que nos interesa en este punto es subrayar que el Estado
Moderno funciona con un concepto de poder absoluto dado de antemano,
GHO FXDO ODV FDGD YH] PiV DPSOLDV OLVWDV GH GHUHFKRV IXQGDPHQWDOHV TXH
GHEHLQFOXLUXQDFRQVWLWXFLyQGHPRFUiWLFDQRVRQPiVTXHXQDUDWL¿FDFLyQ
puesto que insisten en su limitación. El primitivo espíritu republicano ame
ricano estaba lejos de este espíritu moderno34.
9HDPRVDKRUDFXiOHVVRQORVSULQFLSLRVHQTXHVHIXQGDPHQWDHOself-
government republicano y federal. Puesto que en los founding fathers estos
GRVSULQFLSLRV±UHSXEOLFDQR\IHGHUDO±VHKDFHQXQRKDVWDWDOSXQWRTXH
uno permite el otro.

31. +AMILTON, No. 84.


32. Ibidem.
33. Ibidem.
34. No lo ve así T. L PANGLE TXLHQ DILUPD ³   HLJKWHHQWK FHQWXU\ SROLWLFDO WKRXJKW LQ
$PHULFDDQG(XURSHLVGRPLQDWHG WKRXJKQRWPRQRSROLVD]HG E\WKHGLYHUVHDQGFRPSHWLQJRIIV
KRRWVRIDSURIRXQGO\DQWLFODVVLFDOFRQFHSWLRQRIKXPDQQDWXUHDQGSROLWLFV´ The Spirit of Modern
Republicanism, p. 35).

401
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

(QHO1ž0DGLVRQKDFHXQDDGYHUWHQFLDLQWHUHVDQWHSDUDFRQVLGH
UDUDOSULQFLSLRGHQXHVWUDLQGDJDFLyQ$GYLHUWHTXHPXFKRVSDtVHVHQODV
GLVWLQWDVpSRFDVKLVWyULFDVVHKDQDUURJDGRHOWpUPLQR³UHS~EOLFD´SDUDVXV
formas de gobierno, pero, en realidad, se puede decir que casi ninguno era
XQDUHS~EOLFD/DVGLVWRUVLRQHVKDQYHQLGRVREUHWRGRSRUODSUHWHQVLyQGH
LGHQWL¿FDU GHPRFUDFLD \ UHS~EOLFD VLHQGR DVt TXH VRQ FRVDV GLIHUHQWHV35.
La descripción del gobierno republicano que Madison pretende dibujar en
los Federalist Papers no tiene precedente en ninguna otra forma anterior,
pretende ser nueva.
5HS~EOLFDGH¿QH0DGLVRQ36, es un gobierno que deriva todos sus po
deres directa o indirectamente del gran cuerpo del pueblo, los cuales son
administrados por personas que los detentan durante un periodo limitado
de tiempo o durante su buen hacer.
<HVSHFL¿FDHVHVHQFLDODODUHS~EOLFDTXHVHGHULYHGHOJUDQFXHUSR
GHOSXHEOR(VVX¿FLHQWHTXHODSHUVRQDVTXHODJRELHUQDQVHDQQRPEUDGDV
directa o indirectamente por el pueblo y que detenten ese poder de gobier
no durante el periodo de tiempo que esté dispuesto en la constitución. Está
DEVROXWDPHQWHSURKLELGRHQXQDUHS~EOLFDTXHH[LVWDQWtWXORVGHQREOH]D(O
principio aristocrático clásico, la nobleza, queda relevado por la virtud.
Según ésto, tres principios son fundamentales en toda república fede
ral DVDEHU
37

1. El principio de representación6LJQL¿FDTXHXQDRYDULDVSHUVRQDV
pueden obrar por el pueblo entero. Mediante este principio el pueblo pro
piamente no desaparece, sino que está presente en los actores que elige para
obrar por él mismo. Conserva el poder en las manos de sus agentes38.
Éste es el principio propiamente republicano, más concretamente que
el de participación política, del que se deriva y que es más general. La
SDUWLFLSDFLyQSROtWLFDFRPRH[SOLFD0DGLVRQWDPELpQH[LVWHHQODGHPR
FUDFLD /D GLIHUHQFLD HVWi HQ TXH HQ pVWD ~OWLPD VH SUHWHQGH XQD SDUWLFL
pación directa del pueblo. Una participación en persona. Es una forma de
gobierno totalmente popular y, por tanto, se contradice con el principio
GHUHSUHVHQWDFLyQSXHVQRSXHGHKDEHUXQDIRUPDGHJRELHUQRWRWDOPHQWH
popular, como es la democracia, y a la vez basada en este principio. La

35. MADISON, Nº 14.


36. MADISON, Nº 39.
37. MADISON, Nº 14.
38. Se trata de una representación abreviativa y no jurídica según la terminología que emplea A.
G¶2RS en Ensayos de Teoría Política(816$3DPSORQDSS

402
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

GHPRFUDFLDSRUHVRPLVPRVLHPSUHKDGHTXHGDUOLPLWDGDDFRPXQLGDGHV
muy pequeñas, mientras que la república es un gobierno válido para gran
des extensiones.
(OVHJXQGRPDWL]LPSRUWDQWHHQODGH¿QLFLyQUHSXEOLFDQDGHHVWHSULQ
FLSLRHVTXHODVSHUVRQDVHOHJLGDVSDUDHOJRELHUQRKDQGHSRVHHUODvirtud
cívica39$VtORH[SUHVD0DGLVRQHQHO1žDOKLORGHODGLVWLQFLyQHQWUH
GHPRFUDFLD\UHS~EOLFDD¿UPDQGRTXHORVUHSUHVHQWDQWHVVRQ

“(...) un cuerpo de ciudadanos elegido, cuya sabiduria debe discernir


del mejor modo el verdadero interés de su país, cuyo patriotismo y amor a
la justiciaOHVKDUiFDSDFHVGHVDFULILFDUVXLQWHUpVSHUVRQDORWHPSRUDO%DMR
esta regulación ocurrirá que la voz pública, pronunciada por los representan
tes del pueblo será mas consonante con el bien público que la pronunciada
por el mismo pueblo, reunido para ese propósito”.

(QHO1žWDPELpQ+DPLOWRQKDFHXQFRPHQWDULRVLPLODU

“El principio republicano requiere que el sentido deliberativo de la


FRPXQLGDGJRELHUQHODFRQGXFWDGHDTXHOORVDTXLHQHVHOODKDFRQILDGRHO
gobierno de sus asuntos; pero eso no lleva consigo necesariamente una in
cualificada complacencia con cada brisa repentina de la pasión, o con cada
LPSXOVRSDVDMHURTXHHOSXHEORUHFLEDGHODVDUWHVGHORVKRPEUHVORFXDO
favorece sus perjuicios, traicionando sus intereses. Es una observación acer
tada, la de que el pueblo procura el bien común. Pero esto lleva consigo tam
ELpQIUHFXHQWHPHQWHPXFKRVHUURUHV  &XDQGRVHSUHVHQWDQRFDVLRQHVHQ
las cuales el interés del pueblo difiere de sus inclinaciones, es el deber de las
SHUVRQDVTXHHOORVKDQQRPEUDGRFRPRJXDUGLDQHVGHVXVLQWHUHVHVHOUHVLV
tir temporalmente la desilusión en orden a darles más tiempo y oportunidad
para una reflexión mas serena y fría”.

Es decir, los representantes deben guiar al pueblo, educándolo para el


bien común y librándolo al mismo tiempo de las fatales consecuencias a
que él mismo se abocaría por su falta de sabiduría y de prudencia.
/DUHSUHVHQWDFLyQDTXtSRUWDQWRQRUHVXOWDGHKDOODUQXPpULFDPHQWH
el promedio del común de las personas del pueblo, de lo que se considera
“normal”, “usual”40VLQRTXHUHSUHVHQWDFLyQVLJQL¿FDYLUWXGFDSDFLGDGGH

39. 6HJ~QODFODVLILFDFLyQUHIHULGDGHG¶2UV\WHQLHQGRHQFXHQWDHVWHDVSHFWRODUHSUHVHQWDFLyQ
sería de tipo jurídico, puesto que se necesita la virtud para el gobierno.
40. Así, D. EPSTEIN ³7KH 3ROLWLFDO 7KHRU\ RI WKH &RQVWLWXWLRQ´ HQ$ %LOOM, Confronting
Constitution, p. 95.

403
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

gobierno, distinción41. Eso se garantiza en parte con la elección indirecta de


los representantes por parte del pueblo.
El principio de representación implica necesariamente una concepción
GHOPRGRFRPRTXLHQHVJRELHUQDQKDQOOHJDGRDVHUUHSUHVHQWDQWHVHVGH
FLUGHOGHUHFKRDOYRWRSRUSDUWHGHORVFLXGDGDQRV(QThe Federalist una
y otra vez se invoca al pueblo como una fuente de autoridad política. En
SULQFLSLRHVRVLJQL¿FDTXHKD\XQGHUHFKRDOYRWRSRUSDUWHGHORVFLXGDGD
QRV$KRUDELHQODFXHVWLyQFUXFLDOHVVLHVWDEDHQODPHQWHGHORVfounders
un igualitarismo radical en este punto. Si así fuera, peligraría la necesaria
virtud de los gobernantes. El evitar ese peligro es importante para su con
cepción republicana del gobierno. Por otra parte, en el tiempo en que se es
cribieron los Papers, la restricción del voto para algunos –mujeres, niños,
disminuidos, no contribuyentes, etc.– era la costumbre al uso. La cuestión
VREUHHOGHUHFKRDOYRWRQRTXHGDFHUUDGDHQORVFederalist Papers. Parece
TXHKDEUtDXQDFXHUGRHQODVOLPLWDFLRQHVHQHOGHUHFKRODVFXDOHVSRURWUD
SDUWHORGHEHUtDQUHVSHWDUKDVWDHOSXQWRGHTXHFRQpOVHREWXYLHUDXQD
razonable representación de los ciudadanos, lo cual no quiere decir que
tengan que votar todos y cada uno. Por tanto, aparece como una cuestión
PiVGHSUXGHQFLDTXHGHHVWULFWRGHUHFKR8QDFXHVWLyQTXHVHGHMDEDDOD
determinación de cada estado42.

41. Con razón apunta T. L. PANGLEDSHVDUGHTXHpOQRHVWiGHDFXHUGRFRQLQWHUSUHWDUWR


talmente los Federalist PapersHQODFODYHGHXQUHSXEOLFDQLVPRFOiVLFRTXHXQRGHORVHOHPHQWRV
del republicanismo clásico, tal como podía aparecer en Plutarco, que permanece en los Federalist
Papers es el espíritu aristocrático. The Spirit of Modern Republicanism: the Moral Vision of the
American Founders and the Philosophy of Locke, p. 35.
42. Es la opinión de T. L. PANGLE, The Spirit of Modern RepublicanismS7UDQVFULEHDKt
XQWH[WRGHXQDFDUWDGH-RKQ$GDPV VHJXQGRSUHVLGHQWHGHORV(VWDGRV8QLGRV D-DPHV6XOOLYDQ
de 26 de mayo de 1776, (recogida en The Works of John Adams, 10 vol, ed. C. F. Adams, Little,
Brown, Boston, 1854), en la que le advierte de los problemas que lleva consigo el reconocimiento
GHODVREHUDQtDSRSXODUTXHQRVSDUHFHLQWHUHVDQWH\TXHWUDQVFLELPRVDTXt³,WLVFHUWDLQLQWKHRU\
WKDWWKHRQO\PRUDOIRXQGDWLRQRIJRYHUQPHQWLVWKHFRQVHQWRIWKHSHRSOH%XWWRZKDWDQH[WHQW
shall we carry this principle"6KDOOZHVD\WKDWHYHU\LQGLYLGXDORIWKHFRPPXQLW\ROGDQG\RXQJ
PDOHDQGIHPDOHDVZHOODVULFKDQGSRRUPXVWFRQVHQWH[SUHVVO\WRHYHU\DFWRIOHJLVODWLRQ"1R
\RXZLOOVD\WKLVLVLPSRVLEOH+RZWKHQ  DULVHVWKHULJKWRIWKHPDMRULW\WRJRYHUQDQGWKH
REOLJDWLRQRIWKHPLQRULW\WRREH\")URPQHFHVVLW\\RXZLOOVD\EHFDXVHWKHUHFDQEHQRRWKHUUXOH
%XWZK\H[FOXGHWKHZRPHQ"<RXZLOOVD\EHFDXVHWKHLUGHOLFDF\UHQGHUVWKHPXQILWIRUSUDFWLFH
DQGH[SHULHQFHLQWKHJUHDWEXVLQHVVHVRIOLIHDQGWKHKDUG\HQWHUSULVHVRIZDUDVZHOODVWKHDU
GXRXVFDUHVRIVWDWH%HVLGHVWKHLUDWWHQWLRQLVVRPXFKHQJDJHGZLWKWKHQHFHVVDU\QXUWXUHRIWKHLU
FKLOGUHQWKDWQDWXUHKDVPDGHWKHPILWWHVWIRUGRPHVWLFFDUHV$QGFKLOGUHQKDYHQRWMXGJPHQWRU
ZLOORIWKHLURZQ7UXH%XWZLOOQRWWKHVHUHDVRQVDSO\WRRWKHUV",VQRWHTXDOO\WUXHWKDWPHQLQ
JHQHUDOLQHYHU\VRFLHW\ZKRDUHZKROO\GHVWLWXWHRISURSHUW\DUHDOVRWRROLWWOHDFTXDLQWHGZLWK
SXEOLFDIIDLUVWRIRUPDULJKWMXGJPHQWDQGWRRGHSHQGHQWRQRWKHUPHQWRKDYHDZLOOLQWKHLURZQ"
 :KDWUHDVRQVKRXOGWKHUHEHIRUH[FOXGLQJDPDQRIWZHQW\\HDUVHOHYHQPRQWKVDQGWZHQW\
VHYHQGD\VROGIURPDYRWH  "  7KHVDPHUHDVRQLQJZLOOEHLQGXFH\RXWRDGPLWDOOPHQZKR

404
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

Se observa a través de todo ello como los founding fathers, a pesar de


su realismo, no abandonan el interés por la virtud y la búsqueda de la ver
dad para la comunidad política. Esto les diferencia de la simple búsqueda
GHODSDUWLFLSDFLyQSROtWLFDDFXDOTXLHUSUHFLR<HVRHVORSURSLRGHOself-
government republicano43.
2. El principio de gobierno. Un gobierno no es lo mismo que una liga
o una alianza. Es una “discretionary superintendence”44, que se ejerce sobre
KRPEUHVDGLIHUHQFLDGHORVWUDWDGRVRODVDOLDQ]DVTXHUHODFLRQDQHVWDGRV
y estan sujetos a las vicisitudes de la guerra y la paz. Sólo las personas son
susceptibles de gobierno.
*RELHUQRDGHPiVLPSOLFDHOSRGHUGHKDFHUOH\HV\GHLPSRQHUXQD
sanción para su incumplimiento. Se funda en la posibilidad de una sanción
ejercida por los jueces, no por las armas, lo cual sería más propio de una
situación de tratado o de alianza. El principio del gobierno excluye el poder
VREHUDQRRORTXHHVLJXDOGRQGHKD\SRGHUVREHUDQRQRKD\JRELHUQR
precisamente porque éste ve como enemigo cualquier otro poder en socie
dad y tiende a destruirlo, de modo que una vez que se tiene el control total,
QRKD\SURSLDPHQWHTXpJREHUQDU45.
3. El principio federal &RQVLVWH HQ PDQWHQHU XQD SOXUDOLGDG GH SR
deres dentro de un mismo gobierno. En concreto, consiste en articular un
gobierno general, restringido a una serie de objetos enumerados, con unos
gobiernos particulares limitados por otros objetos diferentes.
(Q HVWH SXQWR QRV HQFRQWUDPRV FRQ XQD JUDQ GL¿FXOWDG \ DO PLVPR
tiempo con la parte más interesante de la construcción de un gobierno,

KDYHQRSURSHUW\WRYRWHZLWKWKRVHZKRKDYHIRUWKRVHODZVZKLFKDIIHFWWKHSHUVRQZLOOSURYH
WKDW\RXRXJKWWRDGPLWZRPHQDQGFKLOGUHQKDYHDVJRRGMXGJPHQWVDQGDVLQGHSHQGHQWPLQGV
DVWKRVHPHQZKRDUHZKROO\GHVWLWXWH  'HSHQGXSRQLW6LULWLVGDQJHURXVWRRSHQVRIUXLWIXO
a source of controversy and altercation (...). new claims will arise; women will demand a vote; lads
IURPWZHOYHWRWZHQW\RQHZLOOWKLQNWKHLUULJKWVQRWHQRXJKDWWHQGHGWR  ´
43. $VtORGHILQHQORVFRPXQLWDULVWDV³$FFRUGLQJWRUHSXEOLFDQSROLWLFDOWKHRU\KRZHYHUVKD
ULQJLQVHOIUXOHLQYROYHVVRPHWKLQJPRUH,WPHDQVGHOLEHUDWLQJZLWKIHOORZFLWL]HQVDERXWWKHFRP
PRQJRRGDQGKHOSLQJWRVKDSHWKHGHVWLQ\RIWKHSROLWLFDOFRPPXQLW\´06ANDEL, Democracy’s
Discontent, p. 5.
44. +AMILTON, Nº 15.
45. +AMILTON1ž³,QDGGLWLRQWRWKLVWKHUHLVLQWKHQDWXUHRIsovereign power an impa
WLHQFHRIFRQWUROWKDWGLVSRVHVWKRVHZKRDUHLQYHVWHGZLWKWKHH[HFLVHRILWWRORRNZLWKDQHYLOH\H
XSRQDOOH[WHUQDODWWHPSWVWRUHVWUDLQRUGLUHFWLWVRSHUDWLRQV)URPWKLVVSLULWLWKDSSHQVWKDWLQHYHU\
SROLWLFDODVVRFLDWLRQZKLFKLVIRUPHGXSRQWKHSULQFLSOHRIXQLWLQJLQDFRPPRQLQWHUHVWDQXPEHURI
OHVVHUVRYHUHLJQWLHVWKHUHZLOOEHIRXQGDNLQGRIHFFHQWULFWHQGHQF\LQWKHVXERUGLQDWHRULQIHULRU
RUEVE\WKHRSHUDWLRQRIZKLFKWKH\ZLOOEHDSHUSHWXDOHIIRUWLQHDFKWRIO\RIIIURPWKHFRPPRQ
FHQWHU7KLVWHQGHQF\LVQRWGLIILFXOWWREHDFFRXQWHGIRU,WKDVKLVRULJLQLQWKHORYHRISRZHU3RZHU
FRQWUROOHGRUDEULGJHGLVDOPRVWDOZD\VWKHULYDODQGHQHP\RIWKDWSRZHUE\ZKLFKLWLVFRQWUROHG
or abridget”.

405
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

ODDUWLFXODFLyQGHSRGHUHVGHQWURGHOPLVPR2EVHUYDGHWHQLGDPHQWH+D
milton46ODIyUPXODGHORVVLVWHPDVIHXGDOHVSXHVWRTXHKDVLGRXQDIyUPXOD
VRFLRSROtWLFD FRQFUHWD GH FRPELQDFLyQ GH SRGHUHV (Q OD (XURSD IHXGDO
KDEtDXQVREHUDQRTXHH[WHQGtDVXSRGHUVREUHWRGDODQDFLyQ\XQQ~PHUR
de feudos subordinados, los cuales a su vez tenían una serie de vasallos
subordinados. Cada señor feudal era una especie de soberano sobre estos
últimos. La consecuencia de esta situación era la existencia de frecuentes
guerras entre las diferentes soberanías. Generalmente el poder del príncipe
era demasiado débil para poder mantener la paz pública o para defender al
SXHEORGHORVDEXVRVGHVXVREHUDQRLQPHGLDWR(VWDpSRFDGHODKLVWRULD
GH(XURSDKDVLGRFRQVLGHUDGDSRUPXFKRVKLVWRULDGRUHVFRPRODDQDUTXtD
IHXGDO /D FRQFOXVLyQ TXH VDFD +DPLOWRQ GH HVWDV REVHUYDFLRQHV HV TXH
es imposible ejercer un gobierno soberano sobre soberanos47. En cuanto
DSDUHFHODVREHUDQtDKD\TXHUHQXQFLDUDODDUWLFXODFLyQGHSRGHUHV/RTXH
HVWiTXHULHQGRGHFLUHVTXHUHVSHFWRDOPLVPRREMHWRQRSXHGHKDEHUGRV
soberanías subordinadas, de modo que una sea intermediaria de la otra.
Como la soberanía se arroga un poder absoluto, último, no puede convivir
con ninguna otra.
/RV SUREOHPDV TXH DSDUHFHQ VLHPSUH D OD KRUD GH DUWLFXODU SRGHUHV
VRQODULYDOLGDGGHORVPLVPRV\ODFRQFHQWUDFLyQGHJUDQGHVSRUFLRQHVGH
la fuerza de la comunidad en depositarios particulares. La solución dentro
GHODIRUPDIHGHUDOVyORSXHGHVHUXQDGLIHUHQFLDUORVREMHWRVGHOSRGHU6H
trata por lo tanto de una diferenciación cualitativa de los poderes. Así lo
H[SUHVD+DPLOWRQHQHO1ž

“Si las circunstancias de nuestro país son tales que demandan un go
ELHUQR FRQIHGHUDGR HQ YH] GH XQ VyOR JRELHUQR HO SXQWR HVHQFLDO TXH KD
de ser ajustado es el de discriminar los objetos tanto como sea posible, los
FXDOHVKDQGHSHUWHQHFHUDGLVWLQWDVSURYLQFLDVRGHSDUWDPHQWRVGHOSRGHU
permitiendo a cada una la más plena autoridad para cumplir los objetos o
fines de su cargo”.

Es decir, no se limita un poder dentro de sí mismo. La limitación no es


cuantitativa. La experiencia muestra que el poner trabas a un poder a través
GHODUHYLVLyQGHOPLVPRSRUXQQ~PHURLQGH¿QLGRGHLQVWDQFLDVVXSRQH
una cierta incompetencia. El límite del poder viene de la discriminación de
los objetos sobre los cuales se puede ejercer ese poder.

46. +AMILTON, Nº 17.


47. +AMILTON, Nº 17 y Nº 20.

406
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

'HOKHFKRGHVHUXQDIRUPDIHGHUDOVHGHVSUHQGHQGRVFRVDVODIRUPD
indirecta de derivación del gobierno desde el pueblo y la limitación del
poder del gobierno sobre todas las cosas y personas.
Estos principios se realizan en una estructura concreta de gobierno
que es la siguiente48
 /D FRQVWLWXFLyQ VH IXQGD VHJ~Q HO SULQFLSLR IHGHUDO HQ HO DVHQ
WLPLHQWRGHWRGRHOSXHEORDPHULFDQRSHURQRFRPRLQGLYLGXRVTXHFRP
ponen una nación, sino como individuos que componen estados distintos
e independientes, aunque no soberanos en el sentido en que es soberano el
Estado Moderno.
El resto de la construcción del gobierno combina principios federales
con principios nacionales (gobierno sobre las personas, no sobre los esta
dos).
 /DVIXHQWHVGHOSRGHUVRQODVVLJXLHQWHV
a. Lo que llama the house of representativesHOHJLGDSRUWRGRHOSXH
blo según el principio nacional. Reelegibles cada dos años.
b. El senado, elegido por los estados, por tanto, de modo indirecto por
el pueblo, según el principio federal. Reelegible cada seis años.
F (OSUHVLGHQWHHOHJLGRSRUORVHVWDGRVVHJ~QXQDIyUPXODTXHDWLHQGH
al principio federal y al principio nacional. Reelegible cada cuatro años.
G /RVMXHFHVHQHO1ž+DPLOWRQDFODUDTXHHOPRGRGHQRPEUDU
DORVMXHFHVHVLJXDODOPRGRGHQRPEUDUDORVGHPiVR¿FLDOHVGHODXQLyQ
HVWRHVWDOFRPRGLFHHQHO1žHVDOSUHVLGHQWHFRQHOFRQVHMR\FRQ
VHQWLPLHQWRGHO6HQDGRDTXLHQVHUHVHUYDHVHGHUHFKR3RUWDQWRVXHOHF
ción es remota por parte del pueblo. Mantienen su cargo dependiendo de su
EXHQKDFHU
 (VWRV SRGHUHV RSHUDQ VHJ~Q HO SULQFLSLR QDFLRQDO HV GHFLU JR
ELHUQDQDORVLQGLYLGXRV\QRDORVHVWDGRVDKRUDELHQVyORHQORVREMHWRV
en que estos individuos no son gobernados por sus estados.
4. La extensión de los poderes se limita según el principio federal. El
gobierno de la Unión, en cuanto a la extensión, no es nacional, porque su
SRGHUVHH[WLHQGHVyORKDVWDXQQ~PHURGHWHUPLQDGRGHREMHWRV\GHMDDO
resto de los estados un poder inviolable sobre los suyos. Por el contrario,
ODLGHDGHXQSRGHUQDFLRQDOFRPSUHQGHXQDVXSUHPDFtDLQGH¿QLGDVREUH
personas y cosas, en tanto en cuanto son objeto de la legislación nacional.

48. MADISON, Nº 45.

407
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

8QDYH]DTXtKD\GRVFXHVWLRQHVTXHVRQGHSDUWLFXODULQWHUpV\TXH
LPSOtFLWDPHQWH HVWiQ HQ OD FRQ¿JXUDFLyQ GH OD HVWUXFWXUD FXiOHV VRQ ORV
REMHWRVGHOJRELHUQRJHQHUDO\GHORVHVWDGRV\FyPRVHFRQVLGHUDODVHSD
ración de poderes, pues vemos por las instancias de gobierno que propone,
TXHHQODIRUPDGHJRELHUQRUHSXEOLFDQDKDQGHHVWDUVHSDUDGRV
9DPRVFRQHOSULPHUR8QSRGHUHVWiMXVWL¿FDGRVLHVXQPHGLRQH
FHVDULRSDUDDOFDQ]DUXQ¿Q(OJRELHUQRGHODXQLyQSUHWHQGHODXQLGDG\
la preservación del bien común49; de la realización de esa tarea recibe su
MXVWL¿FDFLyQ
El gobierno de la uniónWLHQHORVVLJXLHQWHVFRPHWLGRV
1. Defender al pueblo frente al peligro extranjero. Por tanto, preservar
la paz dentro y fuera de los estados50.
 5HJXODUODVUHODFLRQHVH[WHULRUHV(VXQJRELHUQRKDFLDDIXHUDXQ
gobierno del mundo51.
3. Conservar el orden y la armonía entre los estados.
4. Algunos objetos de utilidad general de distinto tipo entre los cuales
está el garantizar a cada estado una forma de gobierno republicana52.
5. Disuadir a los estados de ciertos actos dañinos53.
 3UHYLVLRQHVSDUDGDUH¿FDFLDDHVWRVSRGHUHV
Los objetos del gobierno de los estados, por su parte, “se extienden a
todos aquellos objetos que, en el curso ordinario de las cosas, conciernen a
las vidas, las libertades y propiedades de la gente y al orden interno, mejora
y prosperidad de cada estado” 546LQGXGDKDEtDHQODPHQWHGHORVfounders

49. Menciona el bien común como fin del gobierno, MADISON en los números 10, 41, 45, 5, 71,
HQWUHORVOXJDUHVPDVGHVWDFDGRV1RKD\XQDGHOLPLWDFLyQDEVROXWDGHHVWHFRQFHSWRHQORVfounding
farhers. Unas veces es citado sin más. En otros casos proveen una pequeña definición como las si
JXHQWHV³WKHSXEOLFJRRGWKHUHDOZHOIDUHRIWKHJUHDWERG\RIWKHSHRSOHLVWKHVXSUHPHREMHFWWR
EHSXUVXHG´1ž2³MXVWLFHLVWKHHQGRIJRYHUQPHQW,WLVWKHHQGRIFLYLOVRFLHW\´1ž/DV
DILUPDFLRQHVTXHVHKDFHQHQThe Federalist –como comenta D. F. EPSTEINHVWiQPiVHQFRQVRQDQ
cia con una formulación tradicional del objeto de gobierno, en que la no se subraya la primacía de
ORVGHUHFKRVLQGLYLGXDOHV6tVHKDFHUHIHUHQFLDDHOORVVLQHPEDUJRHQORVCommentaries (vol 2,
S GRQGHVHGLFHTXHODWDUHDIXQGDPHQWDOGHOJRELHUQRHV³WRSURWHFWWKHOLEHUWLHVOLYHVDQG
SURSHUW\RIWKHSHRSOHJRYHUQHGIURPIRUHLJQDQGGRPHVWLFYLROHQFH´&LWHQ')(PSTEIN³7KH
3ROLWLFDO7KHRU\RIWKH&RQVWLWXWLRQ´HQ$%LOOM, Confronting Constitution, p. 86. No obstante,
a pesar de la inclinación liberal que Epstein quiere dar a la idea de bien común en la nueva consti
WXFLyQKDGHUHFRQRFHUTXHHQODFDEH]DGHORVfounding fathersHVWDEDTXHORVGHUHFKRVSULYDGRV
dependían ellos mismos del bien común, el cual tenía prioridad sobre ellos, cf. ibd. p. 88.
50. MADISON Nº 41.
51. Ibidem, Nº 42.
52. Ibidem, Nº 43.
53. Ibidem, Nº 44.
54. Ibidem, Nº 45.

408
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

una gran pasión por la libertad económica, a pesar de su reconocida nece


sidad de recaudar impuestos.
Se ve claramente que el gobierno federal toma protagonismo en tiem
po de guerra y peligro y los gobiernos estatales en tiempo de paz y seguri
GDG'HOFRPHWLGRGHOSULPHURVHLQ¿HUHTXHSDUDFRQVHUYDUHORUGHQ\OD
VHJXULGDGGHODXQLyQKDGHWUDWDUVHGHXQJRELHUQRHQpUJLFRGHXQJRELHU
no fuerte.
(QHVWR+DPLOWRQHQHO1žHVDEVROXWDPHQWHFODUR\UDGLFDO(V
preciso proveer al gobierno federal con los medios necesarios para que
pueda ejercer su poder. Darle una competencia y ponerle, al mismo tiempo,
WUDEDVSDUDVXHMHUFLFLRKDFLpQGRORLQFRPSHWHQWHHVDEVXUGR
/RV PHGLRV SDUD HMHUFHU HO JRELHUQR GH OD 8QLyQ VRQ HO HMpUFLWR OD
ÀRWDODSUHVFULSFLyQGHODVOH\HVSDUDHOIXQFLRQDPLHQWRGHDPEDVODGLUHF
ción de sus operaciones, la subvención necesaria para su sustento, y la re
FOXWDGHODPLOLFLD(VWRVSRGHUHVKDQGHSRGHUHMHUFHUVHVLQQLQJXQDOLPLWD
ción, precisamente porque su uso está previsto para los casos excepcionales
DFHUFDGHORVFXDOHVQRSXHGHKDFHUVHQLQJXQDSUHYLVLyQ+DPLOWRQDUJX\H
TXHVLQRVHSXHGHKDFHUQLQJXQDSUHYLVLyQHQODFRQVWLWXFLyQDFHUFDGHORV
FDVRVHQTXHKD\TXHHMHUFHUHVWHSRGHUWDPSRFRVHSXHGHKDFHUDFHUFDGH
ORVPHGLRVDHPSOHDUSDUDFRQVHUYDUODVHJXULGDGGHODQDFLyQ+HDTXtOD
FLWDGH+DPLOWRQ

“Estos poderes deben existir sin limitación, porque es imposible prever


o definir la extensión y variedad de las exigencias nacionales y la correspon
diente extensión y variedad de los medios que pueden ser necesarios para sa
WLVIDFHUOD3XHVWRTXHODVFLUFXQVWDQFLDVTXHSXHGHQKDFHUSHOLJUDUODVHJXUL
dad de las naciones pueden ser infinitas, por esa misma razón ningún grillete
constitucional puede ser impuesto al poder que tiene ese cometido”55.

(VWRVLJQL¿FDTXHHOJRELHUQRIHGHUDOKDGHWHQHUSOHQRVSRGHUHVHQ
HO FDVR GH H[FHSFLyQ DKRUD ELHQ VRODPHQWH HQ ORV REMHWRV TXH OH HVWiQ
encomendados.
Se abre entonces la cuestión, planteada por los antifederalistas, de si
este gobierno fuerte es combinable con los principios republicanos. ¿Cómo
se puede combinar el requisito de estabilidad y energía en el gobierno fede
ral con la inviolable atención debida a la libertad y a la forma republicana?
0DGLVRQWUDWDHVWHSUREOHPDHQHO1ž\D¿UPDODSHUIHFWDDUWLFXODFLyQ

55. +AMILTON, Nº 23.

409
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

incluso la compenetración de ambas cosas. Por un lado, un estado fuerte,


es decir, con poderes totales para los objetivos que tiene encomendados,
VHKDFHFRPSDWLEOHFRQHOSULQFLSLRUHSXEOLFDQRDWUDYpVGHODOLPLWDFLyQ
GHOSRGHUHQYDULRVVHQWLGRVHQSULPHUOXJDUHOSRGHUGHULYDWRWDOPHQWH
GHOSXHEORHQVHJXQGROXJDUDOJRTXH\DKHPRVFRPHQWDGRWDPELpQOD
separación de objetos del poder entre el estado de la unión y los estados
particulares; en tercer lugar, la separación de jurisdicciones a través de la
división de poderes. Por otro lado, un estado estable, que requiere que los
representantes conserven el poder durante largo tiempo, se compagina con
el principio republicano, combinando periodos largos con periodos cortos
GHGHWHQFLyQGHOSRGHUHQODVGLVWLQWDVUDPDVGHOPLVPRHMHFXWLYRXQFRUWR
periodo de tiempo, legislativo, más largo periodo de tiempo y judicial, aún
más largo.
De los puntos que acabamos de enumerar, el único que nos queda
por examinar es la division de poderes. Madison reconoce, que debemos a
0RQWHVTXLHXHOGHVFXEULPLHQWRGHODYHUGDGSROtWLFDVHJ~QODFXDO

“la preservación de la libertad requiere que los tres grandes departa


PHQWRVGHOSRGHUKD\DQGHVHUVHSDUDGRV\GLVWLQJXLGRV´56.

$KRUDELHQWDPELpQUHFRQRFHVLQLQJHQXLGDGTXH

³/DH[SHULHQFLDQRVKDLQVWUXLGRTXHQLQJXQDGHVWUH]DHQODFLHQFLDGHO
JRELHUQRKDVLGRKDVWDDKRUDFDSD]GHGLVFULPLQDU\GHILQLUFRQVXILFLHQWH
certeza, sus tres grandes provincias, ejecutivo, legislativo y judicial; ni si
quiera los privilegios y poderes de las diferentes ramas del legislativo”57.

<HVWRSRUWUHVUD]RQHVSULQFLSDOPHQWHODSULPHUDSRUTXHHVPX\GLIt
cil diferenciar con claridad las jurisdicciones de cada una de las tres clases
de poder; la segunda, por la imprecisión del lenguaje; la tercera, por la
imperfección del órgano58 y la cuarta, y, quizás la más decisiva, porque el
poder tiene una naturaleza usurpativa, intrusiva o apropiativa59.
La limitación del poder en el caso de la división del poder en tres ju
risdicciones diferentes, no es por el objeto, como ocurría en el caso de la
limitación del poder que lleva consigo el principio federal, sino en el sujeto

56. MADISON, Nº 47.


57. Ibidem, Nº. 37.
58. Ibidem, Nº 37.
59. Ibidem, Nº 48.

410
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

TXHHMHUFHHOSRGHU7RGRHOHVIXHU]RKDGHSRQHUVHHQTXHQRWRGRHOSRGHU
TXHVHUH¿HUHDXQREMHWRGHWHUPLQDGRHVWpHQODVPLVPDVPDQRV
En teoría es razonable separar los tres poderes, pero en la práctica
resulta una difícil tarea, precisamente porque el poder tiende a ser total,
DODXQLGDGHQVXRULJHQ6HSXHGHHVSHFL¿FDUSRUVXVREMHWRVSHURQRVH
SXHGHGLYLGLUHQVXRULJHQXQDFWRGHYROXQWDG(VDGLYLVLyQHVDUWL¿FLDO\
KDVWDFLHUWRSXQWRVHOLPLWDDVHUXQSURFHGLPLHQWRTXHQRFRQVLJXHUHDOL]DU
efectivamente su propósito. La naturaleza del poder tiende a sobrepasar
siempre las barreras que se le ponen.
/HDPRVODD¿UPDFLyQGH0DGLVRQWDQLOXVWUDWLYDHQHVWHSXQWR

“¿Será suficiente marcar con precisión las fronteras de esos departa


mentos en la constitución del gobierno y confiar en esas barreras de pergami
no contra el carácter invasor del poder? Ésta es la seguridad que aparece en
los compiladores de las constituciones americanas. Pero la experiencia nos
DVHJXUDTXHODHILFDFLDGHHVDSURYLVLyQKDVLGRDPSOLDPHQWHVREUHSDVDGD\
que es indispensable una defensa más adecuada de los miembros del gobier
no más débiles frente a los más poderosos”60.

(QRSLQLyQGH0DGLVRQVLHPSUHVHKDQLQWHQWDGRSRQHUPiVWUDEDVDO
SRGHUHMHFXWLYRSRUTXHVHKDSHQVDGRTXHVRODPHQWHGHpOSXHGHYHQLUOD
tiranía. Sin embargo, en una república representativa, donde el ejecutivo
está limitado de antemano en la extensión de su poder y en la duración
de su gobierno, el mayor peligro viene siempre del legislativo61, que es el
PiVDPSOLRGXUDGHUR\SRSXODU(VXQFXHUSRORVX¿FLHQWHPHQWHQXPHURVR
para sentir todas las pasiones que puede sentir la multitud y su poder consti
tucional es poco susceptible de limitaciones precisas, puesto que puede con
facilidad enmascarar, a través de complicadas e indirectas medidas legales,
las invasiones de otras esferas del poder.
Una vez detectado el problema, la solución, en opinión de Madison62,
sólo puede venir de una organización interna del gobierno de modo que
sus diferentes partes constituyentes puedan, en su mutua relación, ser los
medios para mantener a las otras en su lugar.
/DVROXFLyQTXHSURSRQHVHSXHGHUHVXPLUHQFXDWURSXQWRV

60. Ibidem, Nº 48.


61. Ibidem1ž³  ODWHQGHQFLDGHORVJRELHUQRVUHSXEOLFDQRVHVODDPSOLDFLyQGHOOHJLVOD
tivo a expensas de los otros departamentos”.
62. Ibidem, Nº 51.

411
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

1. Que ninguno de los departamentos del poder tenga que ver en la


HOHFFLyQGHORVRWURV+DQGHVHUHOHJLGRVSRUHOSXHEORDWUDYpVGHFDQDOHV
que no tengan que ver uno con otro.
2. Dar a cada uno de los miembros que administran cada departamento
los medios constitucionales y los motivos personales necesarios para resis
tir las invasiones de los otros.
 'LYLGLUHOOHJLVODWLYRHQGLIHUHQWHVUDPDV\KDFHUODVLQGHSHQGLHQWHV
en la elección y en la acción. Propone un sistema bicameral.
 )RUWDOHFHUHOSRGHUHMHFXWLYR/HDVLJQDHOGHUHFKRGHYHWR(QVX
RSLQLyQKDGHVHULQYHVWLGRHQXQVRORPDJLVWUDGRSUHFLVDPHQWHSRUTXH
sólo desde un solo sujeto se pueden llevar a cabo las acciones propias del
HMHFXWLYRGHFLVLyQDFWLYLGDGGHVSDFKRGLVFUHFLyQ63. Todo lo contrario de
lo que requiere el poder legislativo, deliberación y sabiduría, lo cual se da
PHMRUHQWUHXQQ~PHURFRQVLGHUDEOH/RTXHSRGUtDVHUYLUWXGHQHVWH~OWL
mo, la dilatacion temporal de una decisión, es vicio en el primero. Además
el mayor número, tiende a ocultar las faltas y a diluir la responsabilidad, lo
cual sería grave en el ejecutivo.
Vemos, por tanto, que el principio republicano está salvaguardado en
OD UHS~EOLFD IHGHUDO SRU XQD GREOH OLPLWDFLyQ GHO SRGHU OD TXH VH HMHUFH
mutuamente entre el gobierno federal y los gobiernos estatales; y dentro
de cada uno de ellos, la que se ejerce entre las distintas jurisdicciones del
poder. Se puede decir que los diferentes gobiernos se controlan uno al otro
y cada uno de ellos a sí mismo.
3HURDGHPiV\HVWRD~QQRORKDEtDPRVDSXQWDGR\HVHVHQFLDODOD
república, el poder constituyente, que reside en el pueblo, está limitado en
el mismo pueblo64. Es decir, el mismo pueblo se protege contra el poder
de la mayoría a través del pluralismo de la sociedad. En un gobierno libre
VHDVHJXUDQORVGHUHFKRVFLYLOHV\UHOLJLRVRVVLH[LVWHHQODVRFLHGDGXQD
multiplicidad de intereses. Precisamente, porque el objeto del bien común
TXHSUHWHQGHHOJRELHUQRFRPR¿QGHVXDFFLyQQRHVTXHWRGRVWHQJDQORV
mismos bienes. No se protege la propiedad como tal, sino, las capacidades
KXPDQDV'HMHPRVKDEODUD0DGLVRQ

³/DGLYHUVLGDGGHODVIDFXOWDGHVKXPDQDVGHODVFXDOHVVHRULJLQDQORV
GHUHFKRVGHSURSLHGDGQRHVPHQRVXQREVWiFXORLQVXSHUDEOHSDUDODXQLIRU
midad de los intereses. La protección de esas facultades es el primer objeto
del gobierno. De la protección de las diferentes y desiguales facultades para

63. +AMILTON, Nº 70.


64. MADISON1ž+AMILTON, Nº 60.

412
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

adquirir la propiedad, resulta inmediatamente la posesión en diferentes gra


dos y modos de la propiedad; y de la influencia de ésta en los sentimientos
y puntos de vista de los respectivos propietarios, se sigue la división de la
sociedad en los diferentes intereses y partidos”65.

'HWRGDVIRUPDVHOGHUHFKRDODSURSLHGDGWRPDQGRGLVWDQFLDGHOHVSt
ULWXORFNHDQRSXHGHVHUUHJXODGRHQOD&RQVWLWXFLyQ/DQHFHVLGDGGHLPSR
ner tasas, prevista en ella, es una muestra de que la propiedad no se considera
WRWDOPHQWH LQPXQH D ODV GHFLVLRQHV SROtWLFDV 6LQ HPEDUJR HO ¿Q GH WDOHV
interferencias no es, como vemos en el texto arriba transcrito, la distribución
LJXDOLWDULD±XQD³HTXDOGLYLVLRQRISURSHUW\´HVXQ³LPSURSHURUZLFNHGSUR
ject” en palabras de Madison66–, sino establecer algunas condiciones para la
EXHQDPDUFKDGHODVRFLHGDG\SDUDXQD³KRQHVWLQGXVWU\´
Viene bien traer en este punto a la memoria una descripción de Toc
queville en La Democracia en America, que ilustra el pluralismo mencio
QDGR
“Los americanos de todas las edades, en todos los momentos de la vida
y desde todos los tipos de disposición estarán para siempre formando asocia
ciones. No forman parte sólo de asociaciones comerciales e industriales, sino
de otras miles de asociaciones diferentes, religiosas, morales, serias, frívolas,
muy generales y muy limitadas, inmensamente grandes y muy pequeñas.
Los americanos combinan el celebrar fiestas, fundar seminarios, construir
LJOHVLDVGLVWULEXLUOLEURV\HQYLDUPLVLRQHURVDODVDQWtSRGDV+RVSLWDOHVSUL
siones y escuelas participan de este espíritu. Finalmente si quieren proclamar
una verdad o propagar un sentimiento animando con su ejemplo, forman
una asociación. En cualquier caso a la cabeza de una nueva empresa, en
Francia encontrareis el gobierno o en Inglaterra algún magnate territorial, en
los Estados Unidos estoy seguro que encontrareis una asociación”.

En opinión de Sandel67 D SHVDU GH ODV D¿UPDFLRQHV 0DGLVRQ DUULED


descritas, él está lejos del interés pluralista moderno. Para Madison, la ra
zón de admitir intereses en el sistema no era el gobernar a través de ellos,
sino el despolitizarlos. El lanzar unos intereses contra otros para anularlos.
6RQWDQWRV\WDQSOXUDOHVTXHQLQJXQRHVVLJQL¿FDWLYR(OJRELHUQRVHKDGH
realizar, por el contrario, a través de una clase de ciudadanos elegidos, que
SRVHDQODYLUWXG\TXHWHQJDQVDELGXUtDVX¿FLHQWHSDUDFRQGXFLUDWRGRHO
pueblo al bien común.

65. Ibidem, Nº 10.


66. Ibidem, Nº 10.
67. M. SANDEL, Democracy’s DiscontentS

413
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

¢4XpSXHGHDSUHQGHUQXHVWUDIRUPDHVWDWDOGHFDGHQWHGHOUHSXEOLFD
nismo federal?
No cabe duda de que la exigencia de la virtud en la clase política es un
UHWRSDUDQXHVWUDDFWXDOVLWXDFLyQ<SRUHVRTXL]iVVLJXHVLHQGRpVWHXQR
de los puntos más destacados en los comentarios a The Federalist68.
<RPHTXHUtD¿MDUDKRUDPiVELHQHQHOSULQFLSLRIHGHUDO/DSRVLELOLGDG
de compartir el poder, por la discriminación de los objetos. En los founding
fathers se comparte el poder entre el gobierno de la unión y el gobierno de los
estados. La cuestión es, si no se podría traspasar ese principio al gobierno de
un país por referencia, no a estados, sino a las suborganizaciones, podemos
OODPDUODVLQVWLWXFLRQHVLQWHUPHGLDVGHHVHPLVPRSDtVFRPRSXHGHQVHUOD
familia, la empresa, las universidades, la iglesia, todo tipo de asociaciones
voluntarias, de modo que éstas últimas conserven el poder político que tie
nen. Es decir, que existan objetos de gobierno que les estén reservados a
HOODV GH PRGR TXH HO JRELHUQR GH OD UHS~EOLFD QR WHQJD FRPSHWHQFLD DKt
Eso sería un pluralismo político, del poder, real\TXL]iVPiVH¿FLHQWHTXHHO
pluralismo de opiniones dentro del Estado Moderno.
6HSXHGHGDUXQSDVRPiVDOOiGH0DGLVRQGHODPDQRGH-HIIHUVRQ
para invocar su principio de gradación de la autoridad, aunque sea en él
WRGDYtDWHUULWRULDODVDEHU
³3HQVDPRV TXH OD H[SHULHQFLD KD SUREDGR TXH HV PiV VHJXUR SDUD OD
masa de los individuos que componen la sociedad, reservar a ellos personal
mente el ejercicio de todos los poderes legítimos para los cuales son compe
tentes, y delegar en los diputados, nombrados por ellos y relevados del cargo
SRUHOORVPLVPRVSRUFRQGXFWDVRVSHFKRVDVyORDTXHOORVSDUDORVTXHQRVRQ
competentes”69.

-HIIHUVRQ FUHtD LJXDO TXH 0DGLVRQ TXH XQD UHS~EOLFD UHSUHVHQWDWLYD


tenía que ser tan extensa que no diera lugar a egoísmos locales, pero eso
no estaba reñido con su teoría de los “distritos”. El distrito es un pequeño
territorio, descrito por él como una pequeña república, donde todos sus
PLHPEURVWUDPLWDQHOORVPLVPRVVXVSURSLRVQHJRFLRVODHVFXHODODVDQL
dad, la policía, etc. En la medida en que exista un gran número de distritos
en un estado, existirá también un gran número de poderes enraizados en la
sociedad misma.

68. Un ejemplo es el libro de R. VETTERLY, G. BRYNER, In Search of the Republic. Public Virtue
and the Roots of American Government5RZPDQ /LWWOHILHOG3XEOLVKHUV,QF%RVWRQ
69. -HIIHUVRQD'XSRQWGH1HPRXUVGHDEULOGH&LWHQ$-%EITZINGER, A History of
American Political Thought, p. 274.

414
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

“El modo de tener un gobierno bueno y seguro, no es confiarlo todo a


uno, sino dividirlo entre todos (...) Confiad al gobierno nacional la defen
sa de la nación y sus relaciones federales y exteriores; a los gobiernos de
los estados ORV GHUHFKRV FLYLOHV OH\HV SROLFtD \ DGPLQLVWUDFLyQ GH OR TXH
concierne al estado en general; a los condados los asuntos locales de los
condados y a cada distrito directamente sus propios intereses. Es dividiendo
\VXEGLYLGLHQGRHVDVUHS~EOLFDVGHVGHODJUDQQDFLyQKDVWDFDGDXQDGHVXV
VXERUGLQDFLRQHV KDVWD FDGD granja y cada asunto en sí mismo; poniendo
bajo el cuidado de cada uno lo que cada uno debe supervisar, como todo será
KHFKRGHOPHMRUPRGRSRVLEOH´70.

$KRUDELHQYROYLHQGRDODFUtWLFDGH+DPLOWRQGHORVVLVWHPDVIHXGD
les, el principio jeffersoniano sólo es aplicable, y así lo expone en los tex
WRVDUULEDFLWDGRVVLORVSRGHUHVQRLQWHU¿HUHQHVGHFLUQRVHVXERUGLQDQ
±DXQTXH-HIIHUVRQHPSOHHHVWHWpUPLQRHQHOWH[WRDUULEDFLWDGR±VLQRTXH
se coordinan, porque atienden a objetos diferentes.
1HXKDXV\%HUJHUHQVXOLEURGHTo empower people, que se puede
considerar como predecesor en época tan temprana de toda la ola de críticas
TXHKDQVREUHYHQLGRHQODV~OWLPDVGpFDGDVDO(VWDGR0RGHUQROODPDQDOR
TXHQRVRWURVKHPRVGHQRPLQDGRPiVDUULEDVXERUJDQL]DFLRQHVRLQVWLWXFLR
nes intermedias, “mediating structures”71. La idea del libro es similar, aunque
QRH[DFWDPHQWHLJXDODODTXHVHKDH[SXHVWRDTXt7RPDFRPRHVWUXFWXUDV
PHGLDOHVSULQFLSDOHVGHODVRFLHGDGODIDPLOLDHOEDUULRODLJOHVLD\ODVDVR
FLDFLRQHVYROXQWDULDV<VRVWLHQHTXHHVDVLQVWDQFLDVQRVyORKDQGHH[LVWLU
en la sociedad porque el individuo abstracto que genera el Estado Moderno
necesita vivir en comunidades, sino porque no es posible que exista un go
ELHUQROHJtWLPRTXHVHKDOOHSULYDGRGHOIXQGDPHQWRPRUDOGHORVYDORUHVTXH
se crea en el seno de la sociedad misma72. Por tanto, la política pública debe
XWLOL]DU HVWUXFWXUDV PHGLDOHV SDUD OD UHDOL]DFLyQ GH ORV ¿QHV S~EOLFRV73. Lo
que se consigue así es extender los servicios del gobierno sin necesidad de
aumentar el aparato gubernamental y, consiguientemente, la opresión guber
QDPHQWDO(O¿QDOTXHWRGDVODVFUtWLFDVTXLHUHQOOHJDU
(QUHVXPHQVLKDEtDPRVFRPHQ]DGRGLFLHQGRTXHHO(VWDGR0RGHUQR
KDEtDGLFRWRPL]DGRODUHDOLGDGSROtWLFDUHDOL]DQGRXQDSURIXQGDGLYLVLyQ
entre el aparato político y el individuo privado, también político por obra el

70. -HIIHUVRQD6DPXHO.HUFKHYDOGHVHSWLHPEUHGH&LWHQ$-%EITZINGER, A History


of American Political Though, p. 275.
71. NEUHAUS y BERGER, To Empower People, p. 158.
72. Ibidem, p. 159.
73. Ibidem, 163.

415
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

(VWDGRORTXHYHQLPRVDGHFLUDKRUDHVTXHODVROXFLyQSDUDODQXHYDVRFLH
dad civil es una nueva forma de organizar el poder político. Ella pasa por
trasladar parte del poder político del Estado a las instituciones intermedias.
Es decir, en encontrar, para cada tipo de sociedad, la fórmula de distribu
ción del poder político que dé sentido político real a las instituciones in
WHUPHGLDV+HPRVSURSXHVWRFRPRDQDORJtD74GHHVDIyUPXODFRQPXFKRV
arreglos, pero en el espíritu del self government republicano, el modo de
articular el poder de los estados federales en el republicanismo americano
del primer constitucionalismo.

BIBLIOGRAFÍA

BAILYN%The Ideological Origins of the American Revolution+DUYDUG8QLYHUVLW\


Press, Cambridge, 1967
— The origins of American Politics.QRSI1HZ<RUN
BANNING,/The Jeffersonian Persuasion: Evolution of a Party Ideology, Cornell Uni
YHUVLW\3UHVV,WKDFD
BEITZINGER$-A History of American Political Thought'RRG0HDG &RPSDQ\
1HZ<RUN7RURQWR
BLOOM$Confronting the Constitution: the Challenge to Locke, Montesquieu, Jeffer-
son and The Federalist from utilitarianism, historicism, etc. American Enterprise
,QVWLWXWH:DVKLQJWRQ'&
COLE*'+The Future of Local Government, Cassell, London, 1921.
CONDORCET³'HOD5HSXEOLTXHRXXQ5RLHVWLOQHFHVVDLUHDODFRQVHUYDWLRQGHOD/L
berte?” Oeuvres, t. VII.
DALLEK, R. , DAVIS, D. B. , DONALD'+7HOMAS-/:OOD*The Great Repu-
blic: A History of the American PeopleYRO'&+HDWK/H[LQWRQ0DVVDFKXV
1985.
DIETZE,*The Federalist. A Classic on Federalism and Free Gouvernment7KH-RKQ
+RSNLQV3UHVV%DOWLPRUH
ELKINS'-Beyond Sovereignty: Territory and Political Economy in the Twenty-First
Century, University uf Toronto Press, 1995.
EPSTEIN ' ) The Political Theory of the Federalist 8QLYHUVLW\ RI &KLFDJR 3UHVV
&KLFDJR
FARRAND,0The Records of the Federal Convention of 1787<DOH8QLYHUVLW\3UHVV
1HZ+DYHQ
Federalist Papers7KH $OH[DQGHU+DPLOWRQ-DPHV0DGLVRQDQG-RKQ-D\ (GSRU
&OLQWRQ5RVVLWHU0HQWRU1HZ<RUN

74. /DDQDORJtD\DIXHPHQFLRQDGDSRU-DPHV:LOVRQDOKDEODUHQIDYRUGHOJRELHUQRIHGHUDO
diciendo que “las ventajas y necesidad de un gobierno federal entre estados” se asemejan a “las
ventajas y necesidad de un gobierno civil entre individuos en la sociedad” (Works of Wilson, vol 2,
p. 766).

416
UN “VIEJO” TIPO DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA PARA UNA NUEVA SOCIEDAD

GIERKE+)YDie Genossenschaftstheorie und die deutsche Rechtsprechung, Weid


man, Berlin, 1963.
GROFMAN, B. and WITTMAN'The Federalist Papers and the New Institutionalism,
$JDWKRQ3UHVV1HZ<RUN
+ARDIN$³7KHRULJLQVRIWKHFRQFHSWRIWKH6WDWH´HQHistory of Political Thought,
9RO;91R6SULQJ SS 
+AURIOU0La cite moderne et les transformations du droit, Blond, Paris, 1925.
+AYEK)$The Constitution of Liberty5RXWOHGJH .HJDQ3DXO/RQGRQ
+OFFMAN, - Beyond the State. An Introductory Critique, Polity Press, Cambridge,
1995.
+YNEMAN&K6\&AREY*: HG A Second Federalist8QLYHUVLW\RI6RXWK&DUR
lina Press, Columbia, 1967.
KAMINSKI, P. y SALADINO*-HGCommentaries on the Constitution: Public and Pri-
vateYROVHQ7KH'RFXPHQWDU\+LVWRU\RIWKH5DWL¿FDWLRQRIWKH&RQVWLWXWLRQ,
HG6WDWH+LVWRULFDO6RFLHW\RI:LVFRQVLQ0DGLVRQYRODO
LASKI+-Foundations of Sovereingty+DUFRXUW%UDFHDQG&RPSDQ\1HZ<RUN
1921.
— The State in Theory and Practice7KH9LNLQJ3UHVV1HZ<RUN
— Liberty in the Modern State*HRUJH$OOHQ 8QZLQ/WG/RQGRQ
— Studies in the Problem of Sovereignty<DOH8QLYHUVLW\3UHVV1HZ+DYHQ
MACINTYRE$After Virtue: A Study in Moral Theory'XFNZRUWK/RQGRQ
MEYERS,0HGThe Mind of the Founder: Sources of the Political Thought of James
MadisonUHYHG8QLYHUVLW\3UHVVRI1HZ(QJODQG+DQRYHU1+
MILL-6Utilitarism, Liberty, Representative GouvernmentHG$'/LQGVD\-0
Dent and Sons, London, 1968.
— Mill on Bentham and Coleridge HG ) /HDYLV &KDWWR DQG :LQGXV /RQGRQ
1962.
NARVESON-The Libertarian Idea7HPSOH8QLYHUVLW\3UHVV3KLODGHOSKLD
NOZICK5Anarchy, State and Utopia%DVLF%RRNV1HZ<RUN
² 3KLORVRSKLFDO([SODQDWLRQV+DUYDUG8QLYHUVLW\3UHVV&DPEULGJH0DVV
NEUHAUS-DQG%ERGER,3/To Empower People. From State to Civil Society. Ame
ULFDQ(QWHUSULVH,QVWLWXWH3UHVV:DVKLQJWRQ'&
PELCZYNSKI=$The State & Civil Society. Studies in Hegel’s Political Philosophy,
Cambridge University Press, Cambridge, 1984.
PANGLE7/The Ennobling of Democracy: The Challenge of the Postmodern Age,
-RKQ+RSNLQV8QLYHUVLW\3UHVV%DOWLPRUH
— The Spirit of Modern Republicanism: the moral vision of the American Founders
and the philosophy of Locke8QLYHUVLW\RI&KLFDJR3UHVV&KLFDJR
POCOCK, - *$ The Machiavellian Moment: Florentine Political Thought and the
Atlantic Republican Tradition3ULQFHWRQ8QLYHUVLW\3UHVV3ULQFHWRQ1HZ<RUN
1975.
— The Ancient Constitution and the Feudal Law. A Study of English Historical
Thought in the Seventeenth Century, Cambridge University Press, Cambridge,
1987.
— The Varieties of British Political Thought  &DPEULGJH 8QLYHUVLW\
Press, Cambridge, 1993.
² ³%HWZHHQ*RJDQG0DJRJ7KH5HSXEOLFDQ7KHVLVDQGWKH,GHRORJLFD$PHULFD
na”. Journal of the History of Ideas SS 

417
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

² ³7KH 0\WK RI -RKQ /RFNH DQG WKH 2EVHVLRQ ZLWK WKH /LEHUDOLVP´ HQ - *$
POCOCK y R. ASHCRAFT, John Locke:LOOLDP$QGHZV&ODUN0HPRULDO/LEUDU\
University of California, Los Angeles, 1980.
— Politics, Language and Time$WKHQHXP1HZ<RUN
RAWLS,-A Theory of Justice, Oxford University Press, London, 1971.
— Political Liberalism&ROXPELD8QLYHUVLW\3UHVV1HZ<RUN
SANDEL,0-Democracy’s Discontent. America in Search of a Public Philosophy7KH
%HONQDS3UHVVRI+DUYDUG8QLYHUVLW\3UHVV&DPEULGJH0DVVDFKXVHWWV
— Liberalism and the Limits of Justice, Cambridge University Press, 1982.
— Liberalism and its Critics%DVLO%ODFNZHOO2[IRUG
SANDERS-7 1ARVESON-For and against the State. New Philosophical Readings,
5RZPDQ /LWWOH¿HOG3XEOLVKHUV,QF%RVWRQ
SCHMITT&La dictadura: desde los comienzos del pensamiento moderno de la sobe-
rania hasta las luchas de clases proletarias, Alianza Ed. , Madrid,
² ³6WDDWVHWKLNXQGSOXUDOLVWLVFKHU6WDDW´HQKantstudien%DQG+HIW SS
42).
² ³'DV3UREOHPGHULQQHUSROLWLVFKHQ1HXWUDOLWDWGHV6WDDWHV´HQMitteilungen der
Industrie- und Handelskammer zu Berlin-KJ+HIW SS 
² ³*HVXQGH :LUWVFKDIW LP VWDUNHQ 6WDDW´ HQ Mitteilungen der Industrie- und
Handelskammer zu Berlin, -KJ1R+HIW SS 
² ³'HU6WDDWDOV0HFKDQLVPXVEHL+REEHVXQG'HVFDUWHV´HQArchiv fur Rechts-
und Sozialphilosophie%G+I SS 
— El Leviathan en la Teoria del Estado de Tomas Hobbes+D]0DGULG
² ³'HU6WDDWDOVHLQNRQNUHWHUDQHLQHJHVFKLFKWOLFKH(SRFKHJHEXQGHQHU%HJULII´
HQVerfassungsrechtliche Aufsatze'XQFNHU +XPEORW%HUOLQ
— Der Wert des Staates und die Bedeutung des Einzelnen-&%0RKU7XELQJHQ
1914.
— Der Begriff des Politischen'XQFNHU +XPEORW%HUOLQ
— Teoría de la Constitución5HYLVWDGH'HUHFKR3ULYDGR0DGULGVLQIHFKD
STORING+-The Complete Anti-FederalistYROV8QLYHUVLW\RI&KLFDJR3UHVV&KL
cago, 1981.
TAYLOR&KPhilosophy and the Human Sciences. Philosophical Papers 2., Cambridge
University Press, Cambridge, 1985.
— Hegel and Modern Society, Cambridge University Press, Cambridge, 1979.
² ³$OWHUQDWLYH)XWXUHV/HJLWLPDF\,GHQWLW\DQG$OLHQDWLRQLQ/DWH7ZHQW\&HQWXU\
Canada”, en A. Cairns and C. Williams eds., Constitutionalism, Citizenship and
Society in Canada. University of Toronto Press, Toronto, 1986.
² ³&URVV3XUSRVHV7KH/LEHUDO&RPPXQLWDULDQ'HEDWH´HQ5RVHQEOXPHGLibe-
ralism and the Moral Life+DUYDUG8QLYHUVLW\3UHVV&DPEULGJH0DVV
TOCQUEVILLE$Democracy in America3KLOOLSV%UDGOH\1HZ<RUN
VETTERLY, R. and BRYNER*In Search of the Republic. Public Virtue and the Roots of
American Government5RZPDQ /LWWOH¿HOG3XEOLVKHUV,QF%RVWRQ
WILSON-The Works of James WilsonYROV(G5*0F&ORVNH\+DUYDUG8QLYHU
sity Press, Cambridge, 1967.
WOOD*6The Creation of the American Republic 1776-17871RUWRQ1HZ<RUN
1972.
² ³7KH,QWHOHFWXDO2ULJLQVRIWKH$PHULFDQ&RQVWLWXWLRQ´National Forum, 64 (pp.
 

418
+$&,$/$3$57,&,3$&,Ï1</$$872120Ë$
UNA PERSPECTIVA AMERICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL

Robert ROYAL

(QORV~OWLPRVDxRVWRGRHOPXQGRKDOOHJDGRDDFHSWDUODVRFLHGDG
FLYLOFRPRXQUHPHGLRDPXFKDVGHODVFXHVWLRQHVDODVFXDOHVQRVHQIUHQ
WDPRVD¿QDOHVGHOVLJOR;;%LHQVHDODGHOGRPLQLRGHXQ(VWDGRSUH
suntuoso o los excesos del individualismo disgregado, la mundialización
necesaria del mercado o los abusos cometidos contra los pueblos indígenas.
Todos nosotros –liberales y conservadores, secretarios de la ONU y liberta
ULRV±D¿UPDPRVFUHHUTXHODUHFRQVWLWXFLyQGHODVLQVWLWXFLRQHVFLYLOHVSUR
PHWHXQDH[LVWHQFLDPiVKXPDQD1(VWDPLVPDXQDQLPLGDGQRVKDFHVRV
SHFKDUTXHORTXHFRQVLGHUDPRVFRPR³VRFLHGDGFLYLO´HQUHDOLGDGVLJQL¿FD
cosas muy distintas, que conducen a futuros muy diferentes. Si queremos
comprender mejor tanto las promesas como los peligros de las instituciones
FLYLOHVUHQRYDGDVWHQHPRVTXHPLUDUPiVDOOiGHODFXHUGRVXSHU¿FLDOSDUD
H[DPLQDUODVFDUDFWHUtVWLFDVHVSHFt¿FDVGHOPRPHQWRHQTXHYLYLPRV
6R\HQJHQHUDOHQWXVLDVWDGHODSURSXHVWDGHUHYLWDOL]DFLyQGHODVR
FLHGDGFLYLOSRUTXHKDWUDQVFXUULGRXQODUJRSHUtRGR±GHVGHOD5HYROXFLyQ
)UDQFHVD\TXL]iGHVGHDQWHV±GXUDQWHHOFXDOODSROtWLFDHQVXVLJQL¿FDGR
GHDFFLyQSRUSDUWHGHXQ(VWDGRVHFRQVLGHUDEDHOYHKtFXORSULQFLSDOSDUD
IRPHQWDUODSURVSHULGDGKXPDQD(QPXFKDVGHODVWHRUtDVVREUHHO(VWDGR

1. 8QD GH ODV SURSXHVWDV PiV FRPSUHQVLYDV \ HTXLOLEUDGDV GH HVWD HVSHUDQ]D HV ³7KH 7KLQ
9HQHHU RI *OREDO &LYLOL]DWLRQ´ GLVFXUVR SURQXQFLDGR SRU 9DFODY +DYHO HQ OD 8QLYHUVLGDG GH
+DUYDUGHOGHMXQLRGH

419
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

que surgieron durante este período, la sociedad civil se descuidaba o se


FRQVLGHUDEDUHDFFLRQDULDFRPRVLODVHVWUXFWXUDVGHO(VWDGRGHSRUVtIXH
ran adecuadas para las sociedades buenas, sin necesidad de instituciones
como la familia, la comunidad local, los sindicatos, las iglesias o incluso la
SHUVRQD KXPDQD GHELGDPHQWH FRQVWLWXLGD2. El comunismo, por supuesto,
fue el peor infractor en este sentido, creyendo que el Estado y el partido de
EtDQVHUVLQRSRVLFLyQORVHVWDQGDUWHVGHODKXPDQLGDGKDVWDTXHHQDOJ~Q
PRPHQWRODH[LVWHQFLDKXPDQDVHKXELHUDSHUIHFFLRQDGRGHWDOIRUPDTXH
el propio Estado se autoaniquilaría.
,OXVLRQHVGHHVWHWLSRKDQGHVDSDUHFLGRFDVLSRUFRPSOHWRHQORV~OWL
mos veinte años, con el derrumbamiento del Bloque Soviético. La acción
ejemplar de instituciones civiles, como Solidaridad en Polonia y la Iglesia
&DWyOLFDHQODFDtGDGHORUGHQFRPXQLVWDQRVKDQPRVWUDGRODLPSRUWDQFLD
GHODVLQVWLWXFLRQHVPHGLDGRUDVSDUDODH[LVWHQFLDGHFRPXQLGDGHVPiVKX
PDQDV3HURKDEODQGRFRPRGHERGHVGHXQDSHUVSHFWLYDDPHULFDQDSHUFL
bo que todavía quedan temas no resueltos que debemos plantear de manera
más concreta. Para algunos, el deseo de evitar el extremo del estatismo
está cayendo en una dependencia, carente de sentido crítico, de grupos más
pequeños que no pueden, por naturaleza, proporcionar todo lo que requiere
una sociedad buena. Un problema aparentemente contrario y, sin embargo,
UHODFLRQDGRHVTXHRUJDQL]DFLRQHVFRPRODV1DFLRQHV8QLGDVKDQHPSH]D
do a optar también por el entusiasmo por las instituciones civiles al disfra
zar iniciativas burocráticas clásicas con movimientos populares de ONGs
y grupos subsidiarios3. Para enfrentarse a ambos extremos necesitamos la
política –la política adecuada– y siempre la necesitaremos, porque como

2. No obstante la exposición minuciosa de Rousseau en El contrato socialGHFyPRODVLQVWLWX


ciones subsidiarias debían ser respetadas por el régimen establecido por la voluntad general, no es
GLItFLOYHUWDQWRHQVXVSDODEUDVFRPRHQODVXEVLJXLHQWHKLVWRULDGHOD5HYROXFLyQTXHHQODSUiFWLFD
esto suponía pisotear varias instituciones civiles consideradas “molestas” por el Estado.
3. Un estudio reciente de la ONU observa que, desde 1963, el número de ONGs autorizadas por
1DFLRQHV8QLGDVKDLQFUHPHQWDGRGHXQDVDGHODVFXDOHVDSUR[LPDGDPHQWHODPLWDG
provienen de Europa. En las circunstancias actuales, esto se considera digno de celebrar, aunque,
obviamente, también resultará en situaciones difícil de manejar. Mientras que el estudio se dedica a
celebrar la participación y autonomía con que estas organizaciones presuntamente contribuyeron a
ODVJUDQGHVFRQIHUHQFLDVLQWHUQDFLRQDOHVHQ5tRGH-DQHLUR9LHQD%DUEDGRV(O&DLUR&RSHQKDJXH
3HNtQ\(VWDQEXOQRPHQFLRQDORVHIHFWRVSDUDGyMLFRVGHHVWHDPSOLRFRPSURPLVRHQWUHODEXUR
FUDFLD PXQGLDO \ ODV 21*V ORV SURWRFRORV SURGXFLGRV SRU HVWDV FRQIHUHQFLDV HVWiQ OHMRV GH VHU
GRFXPHQWRVGHPRFUiWLFRV\GHKHFKRDPHQD]DQHO³YHFLQGDULRPXQGLDO´SDUDHOFXDOGLFHQWUDEDMDU
La idea misma de “vecindario mundial” es extraña. Fomentada por una enorme institución multi
QDFLRQDOHVPiVSUREDEOHTXHKDJDSRFRELHQHQUHDOLGDGHQFRPSDUDFLyQFRQODVRFLHGDGFLYLO
teórica. Ver Our Global Neighborhood: Report of the Commission on Global Governance (Oxford
8QLYHUVLW\3UHVV1XHYD<RUNSS 

420
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

\DKDEtDREVHUYDGR$ULVWyWHOHVVyORHQODRUJDQL]DFLyQSROtWLFDSRGHPRV
UHDOL]DUODVFRVDVPiVHOHYDGDV\PiVFDUDFWHUtVWLFDPHQWHKXPDQDV3HUR
la política adecuada precisa conocer lo que las organizaciones políticas a
WRGRVORVQLYHOHVGHVGHODFRPXQLGDGXUEDQDKDVWDRUJDQLVPRVLQWHUQDFLR
QDOHVSXHGHQ\QRSXHGHQKDFHUGHEHQ\QRGHEHQLQWHQWDU
+D\PXFKRVWHPDVTXHWUDWDUVREUHHVWDVFXHVWLRQHV&HQWUDUpVLQHP
bargo, mis observaciones en el tema de la participación y la autonomía
en la sociedad civil. De todas formas, antes quiero estudiar detenidamente
algunos problemas que implican ciertas consideraciones teóricas acerca de
ORTXHVLJQL¿FDXQDYHUGDGHUDVRFLHGDGFLYLO
&UHR TXH KD\ GRV FXHVWLRQHV SULQFLSDOHV TXH HV SUHFLVR GLOXFLGDU DO
comienzo de cualquier discusión actual sobre la trayectoria futura de la
sociedad civil.
(QSULPHUOXJDUVLHVYHUGDGTXHHO(VWDGRKDDEXVDGRGXUDQWHPXFKR
tiempo de funciones que pertenecen a niveles inferiores del orden social.
Si eso es así, entonces, del simple retirarse del Estado y de su declaración
GHFHGHUYROXQWDULDPHQWHODLQÀXHQFLDVREUHODVRFLHGDGFLYLOQRUHVXOWDUi
automáticamente el renacimiento de las instituciones civiles y, por consi
guiente, la participación y la autonomía. Como se ve sobre todo en países
del antiguo Bloque Soviético, pero también en Europa occidental y en los
(VWDGRV8QLGRVODVDJUXSDFLRQHVKXPDQDVQDWXUDOHVTXHIXHURQHQWLHP
SRVLPSRUWDQWHVSDUDODRUJDQL]DFLyQGHODVRFLHGDGKDQUHVXOWDGRSHUMXGL
cadas por las fuertes estructuras estatales, y necesitan de un saneamiento.
Por ejemplo, la familia, antes considerada la primera institución civil y la
UHVSRQVDEOHHQODIRUPDFLyQGHVHUHVKXPDQRVEXHQRVGHVWLQDGRVDFRQ
YHUWLUVHHQFLXGDGDQRVKDVLGRDWDFDGDGHVGHP~OWLSOHVLQVWDQFLDVHQWRGR
el mundo. Por supuesto, todos los regímenes totalitarios pensaban que las
familias eran enclaves burgueses que debían ser absorbidos por el Estado,
SHURWDPELpQORVSDtVHVGHPRFUiWLFRVSHUPLWHQFDGDYH]FRQPiVGL¿FXOWDG
la libertad auténtica de las familias.
(QORV(VWDGRV8QLGRVODVHVFXHODVS~EOLFDVTXHHQWHRUtDHUDQDG
PLQLVWUDGDVSRUODVFRPXQLGDGHVXUEDQDV\HUDQDVtXQDHVSHFLHGHH[WHQ
VLyQS~EOLFDGHORVYDORUHVEiVLFRVGHODIDPLOLDWUDEDMDQDKRUDFRQ¿QHV
DPHQXGRFRQWUDULRVDORVGHORVSDGUHV(VWDWULVWHVLWXDFLyQWLHQHPXFKDV
causas, entre las cuales está la manera en que los gobiernos, tanto al nivel
GHFDGD(VWDGRFRPRDQLYHOQDFLRQDOKDQLQWURGXFLGRXQDFODVHGHLGHR
logía pública, que a menudo interpreta los deseos de los padres como una
UHVLVWHQFLDTXHKD\TXHVXSHUDU±\DH[SUHVHQpVWRVYDORUHVUHOLJLRVRVRSL
QLyQPRUDOVREUHWHPDVFRPRHOVH[RHODERUWRRODKRPRVH[XDOLGDGRSUH

421
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

JXQWDVDFHUFDGHORVOtPLWHVGHO(VWDGRHQODVRFLHGDG±6HKDFRQFHUWDGR
una alianza profana entre el gobierno y los sindicatos de profesores que
KDFHGLItFLOTXHORVSDGUHVHLQFOXVRORVSURIHVRUHVTXHWHQJDQRSLQLRQHV
discrepantes, se opongan a esta colaboración entre el Estado y lo que en un
análisis abstracto se consideraría una institución civil, el sindicato. Por su
parte los medios de comunicación de prestigio, que también apoyan este
status quo, oponen otra institución de la sociedad civil contra las expectati
vas tradicionales de que las familias y las escuelas cooperen entre ellas. Por
HVWDUD]yQHQORV(VWDGRV8QLGRVKDDXPHQWDGRHOQ~PHURGHSDGUHVTXH
HGXFDQDVXVKLMRVHQFDVD\TXHEXVFDQPDQHUDVGHKDFHUPiVDVHTXLEOHV
para las familias, por medio de vales, becas y otros medios, las matrículas
de colegios privados que son en gran parte de base religiosa4.
El tema de las escuelas es sólo un fragmento (aunque uno importante,
debido a las formas de participación en la sociedad que posibilita) del mo
saico que constituyen las instituciones civiles. Podríamos realizar análisis
parecidos sobre las formas en que las iglesias, los colegios privados, las
XQLYHUVLGDGHV\ODVLQVWLWXFLRQHV¿ODQWUySLFDV\FXOWXUDOHVVHKDQYLVWRDVX
vez comprometidas por el dominio actual del Estado. No podemos entrar
DTXtHQGHWDOOHVVREUHRWUDVPXFKDVGLVWRUVLRQHVGHODOLEHUWDGTXHLQFOX
so experimentan actualmente las sociedades “libres”. Añadamos todavía
un ejemplo más. En los Estados Unidos, Catholic Charities, la institución
EHQp¿FDR¿FLDOGHOD,JOHVLDUHFLEHDSUR[LPDGDPHQWHHOGHVXVIRQ
GRVGHOJRELHUQRIHGHUDO3DUDPXFKRVPLHPEURVGHODFRPXQLGDGFDWyOLFD
HVWRHVXQHMHPSORGHODFRRSHUDFLyQSURYHFKRVDHQWUHHOJRELHUQR\DVR
FLDFLRQHVSULYDGDVODVRFLHGDGFLYLOHQSOHQDIRUPD6LQHPEDUJRHOODGR

4. $OJXQRVREVHUYDGRUHVFRQVLGHUDQTXHHVWRDPHQD]DODHGXFDFLyQXQLYHUVDOTXHKDVLGROD
responsabilidad de cada Estado desde el comienzo de la democracia popular moderna –una preocu
pación justificada para cualquiera que quiera justicia e imparcialidad para todas las personas. Pero
el otro peligro, el de las escuelas administradas por los Estados como instrumentos de la margina
FLyQVRFLDOHVPiVLPSRUWDQWHHQODDFWXDOLGDG$XQTXHORVJDVWRVSDUDODVHVFXHODVS~EOLFDVKDQ
DXPHQWDGR HQRUPHPHQWH GXUDQWH ODV ~OWLPDV GpFDGDV HQ$PpULFD HO DSUHQGL]DMH KD GLVPLQXLGR
sobre todo en los sectores más pobres de las ciudades. La reacción popular en estas áreas es notable.
(QODFDSLWDOGHORV(VWDGRV8QLGRV:DVKLQJWRQ'&XQDFRDOLFLyQGHHPSUHVDV\RWUDVIXHQWHV
GHIRQGRVSDUWLFXODUHVRIUHFLHURQKDFHSRFR DEULO EHFDVSDUDDTXHOORVSDGUHVTXHTXL
VLHUDQHQYLDUDVXVKLMRVDFROHJLRVSULYDGRVHQWUHORVFXDOHVPXFKRVHUDQGHIXQGDFLyQUHOLJLRVD
De una población de unos 70.000 estudiantes, acerca de 7.500 padres participaron en un sorteo para
seleccionar a los 1.000 afortunados; esto es un comentario notable sobre lo que los propios pobres y
marginados creen ser la mejor salida del actual atolladero. El Congreso, que dirige la administración
GHO'LVWULWRGH&ROXPELDKDHQWUHJDGRYDOHVDRWURVSDUDTXHHOLMDQVXVSURSLRVFROHJLRV9HU
D.A. VISE³'LVWULFW6FKRRO9RXFKHU%LOO*HWV&RQJUHVVLRQDO$SSURYDO´The Washington Post, 1 de
PD\R&(QODFLXGDGGH1XHYD<RUNSDGUHVVROLFLWDURQEHFDVSDUHFLGDV7-
FORSTMANN y B. KOVNER³+RZWR(QHUJL]H(GXFDWLRQ´The New York Times, 3 de enero, 1998,
“Editorial Section”.

422
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

oculto de esta subvención está en que esos fondos sólo se pueden utilizar
GHPDQHUDTXHVHDGKLHUDQHVWULFWDPHQWHDODVQRUPDVGHVHUYLFLRVGHDX[L
lio puramente gubernamentales. Por consiguiente, el aspecto religioso y
KXPDQRGHODVDVRFLDFLRQHVEHQp¿FDVFDWyOLFDVJUDFLDVDOFXDOpVWDVWLHQHQ
PXFKRPiVYDORUTXHORVSURFHGLPLHQWRVLPSHUVRQDOHVGHOJRELHUQRGHEHQ
excluirse de las tareas de socorro. Sin duda, todo este dinero probablemente
KDUiDOJ~QELHQSHURHQPLRSLQLyQWDPELpQKDFHPXFKRGDxR'HVKDFHORV
YtQFXORVKXPDQRVHQWUHGRQDQWH\GHVWLQDWDULRRFXOWDHOSURIXQGRPHQVDMH
UHOLJLRVR\KXPDQRTXHKDFHTXHORVSREUHV\PDUJLQDGRVVHDQDOJRPiV
que un problema social; y, quizá lo peor de todo, da la impresión de que
iniciativas particulares como la de la iglesia no pueden realizar el trabajo
QHFHVDULRVLQODD\XGDGHOJRELHUQR(Q$PpULFDKD\WRGDXQDODUJDKLVWR
ria que demuestra lo contrario. Cuando los católicos eran un grupo pobre y
marginado que sufría discriminación, construyeron una extraordinaria red
de colegios primarios y secundarios, además de un importante grupo de
institutos universitarios y universidades católicas. Todo esto en tiempos en
TXHORVFDWyOLFRVHUDQPXFKRPHQRVULFRVTXHDKRUD\VLQODPiVPtQLPD
subvención por parte del gobierno.
¿Autres temps, autres moeurs? Pero los tiempos siempre son distintos.
<HOquid de la cuestión está en la creencia de que debemos sencillamente
DFHSWDUHQHQWRUQRVFLYLOHVWDQWRFRPRHQVHFWRUHVHVWDWDOHVFRVWXPEUHV
PX\GLVWLQWDV\QRUPDOPHQWHPXFKRSHRUHV1RVJXVWDSHQVDUTXHODVLQV
tituciones civiles son más atentas y personales que las instituciones polí
ticas. Pero olvidamos que la sociedad civil enérgica controla el mal com
portamiento de los individuos con medios particulares no coercitivos, a
la vez que los cuida. Por ejemplo, se suele dar por sentado que la religión
en América –una nación con un carácter público mayoritariamente protes
WDQWH±GHEHKDEHUVLGRLGpQWLFDFRQHOLQGLYLGXDOLVPRUDGLFDOPRGHUQRR
KDEHUORDSR\DGRRDOPHQRVKDEHULQVSLUDGRDOJRVHPHMDQWH3HURFRPRKD
GLFKRXQKLVWRULDGRUSHUVSLFD]³7RWKHH[WHQWWKDW3URWHVWDQWLVPXQGHUZUR
WHDQHPSKDVLVXSRQLQGLYLGXDOLW\LWZDVLQWKHIRUPRIDFRQVWUDLQHGLQGL
viduality”5<ORTXHOLPLWyDOQXHYRLQGLYLGXRTXHVXUJLyGHODVFLUFXQV
tancias americanas fueron precisamente las instituciones civiles –familia,
iglesia, comunidad, pueblo– que surgieron muy pronto en norteamérica,
HQJUDQGHVFDQWLGDGHV\FRQPXFKDLQWHQVLGDG+R\VLQHPEDUJRXQDGH
las consecuencias involuntarias de la ayuda estatal a este nivel, debido al

5. ³(O SURWHVWDQWLVPR JDUDQWL]y OD LPSRUWDQFLD GH OD LQGLYLGXDOLGDG VyOR KDVWD HO SXQWR GH
adoptar la forma de una individualidad encerrada”. W.M. McCLAY³0U(PHUVRQ¶V7RPEVWRQH´
First Things (1998) 18.

423
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SURWRFRORVRFLDOGHKR\HVTXHORVMXLFLRV\HVWLJPDVPRUDOHVGHFXDOTXLHU
WLSRVHKDQGHVXVSHQGHULQFOXVRHQORVJUXSRVFLYLOHVSRUTXHFUHHPRVTXH
el Estado debe permanecer neutral ante cualquier decisión no criminal que
tome el individuo.
(VWR QRV OOHYD DQWH HO VHJXQGR JUDQ REVWiFXOR TXH QHFHVLWD VHU H[D
PLQDGRHQFXDOTXLHUHVWXGLRFRQWHPSRUiQHRVREUHODVRFLHGDGFLYLO¢4Xp
SDSHOGHVHPSHxDKR\HO(VWDGR"<VREUHWRGR¢FXiOGHEHVHUHVWHSDSHO"
'HQXHYRVLUHDOPHQWHKHPRVDWUDYHVDGRXQODUJRSHUtRGRHQTXHHO(VWDGR
KDVLGRGHPDVLDGRDFWLYR¢KHPRVUHDOL]DGRYHUGDGHUDPHQWHODDUGXDWDUHD
de volver a pensar sobre las complejas cuestiones sociales que discutimos
en términos de sociedad civil; o, todavía más importante, de reformarlas?
¢2KHPRVVRODPHQWHSDUWLFLSDGRHQXQDH[WHQVDGLVFXVLyQVREUHODVLQVWL
WXFLRQHV FLYLOHV VLQ KDEHU HIHFWXDGR GHPDVLDGR FDPELR UHDO" /D SROtWLFD
per se KD VLGR UHODWLYDPHQWH DEDQGRQDGD HQ QXHVWUR HQWXVLDVPR KDFLD OD
sociedad civil, porque suponemos que las estructuras democráticas ya son
VX¿FLHQWHPHQWHDELHUWDV\VHQVLEOHVDODYROXQWDGSRSXODU\TXHVLODVLQV
tituciones civiles tienen dónde maniobrar, transformarán el resto. Pero las
cosas no son tan sencillas6.
(Q(XURSDODVXEVLGLDULHGDGKDVLGRXQFRQFHSWRPX\UHOHYDQWHHQHO
SHQVDPLHQWRVRFLDOHVSHFLDOPHQWHHQFXDQWRTXHHVWHSHQVDPLHQWRKDVLGR
inspirado por la Iglesia. Recordemos que la subsidiariedad se convirtió en
una idea principal durante los años 20 y 30 de nuestro siglo; es decir, en el
PRPHQWRHQTXHYDULRVUHJtPHQHVWRWDOLWDULRVKDEtDQVXUJLGRHQ(XURSD
En este contexto, fue una respuesta útil. Pero un americano que examine la
práctica europea de la subsidiariedad encontrará algo muy distinto a lo que
FRQRFHHQVXSDtV'HELGRDXQDVHULHGHLQFLGHQWHVKLVWyULFRVDIRUWXQDGRV
Estados Unidos surgió –como describió Toqueville con gran lucidez en

6. (VUHYHODGRUTXHOD&RPLVLyQVREUH*RELHUQR0XQGLDOGHOD218GHGLTXHFLHQWRVGHSiJL
QDVDHORJLDUODVLQLFLDWLYDVFLYLOHVSHURTXHH[FHSWRODDFWXDOFRRSHUDFLyQHQWUH21*V\GHSDU
WDPHQWRVGHOD218TXHHVHQVDO]DGDVLQKDEHUVHSODQHDGRFRQFXLGDGROD~QLFDSURSXHVWDSUiFWLFD
GHUHIRUPDVHDODLGHDGHXQD³$VDPEOHD3RSXODU´RXQ³)RURGH6RFLHGDG&LYLO´1RVHKDEODGH
si esto permitirá una participación civil real o adecuada. Tampoco parece preocupar que la influen
cia de estas organizaciones exige una investigación atenta. En vez ocuparse de estas cuestiones, el
HVWXGLRREVHUYDTXH³WRGDYtDKD\UHVLVWHQFLDGHQWURGHOD218DOVHFWRUQRJXEHUQDPHQWDO(VWRQR
es sorprendente, considerando la naturaleza del Acuerdo y de las Naciones Unidas como organiza
ción intergubernamental” (op. cit., 256). Las preguntas importantes sobre la autoridad legítima, la
MXULVGLFFLyQSUXGHQWHPHQWHGHILQLGDVHGHMDQGHODGRHQORTXHVyORVHSXHGHWDFKDUGHVHUXQDFRQ
fianza incompetente en que las personas se darán cada vez más cuenta del valor de la participación
de las ONG. Puede ser. Sin embargo, los medios de esta participación, con esmeradas precauciones,
son al menos tan importantes como la propia participación a ojos de quien sepa cómo las estructuras
políticas pueden fácilmente volverse locas.

424
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

La democracia en América– con familias, iglesias y comunidades locales


PX\DFWLYDV\OLEUHV1RKL]RIDOWDFRQVHJXLUODLJXDOGDGHVWDEDHQJUDQ
parte establecida cuando se creó la nación. Además, no sólo la creación
de un Estado nacional no anuló la familia, la iglesia, la comunidad local
o las jurisdicciones en los estados individuales, sino que la democracia
americana estaba fuertemente inspirada por estas mismas instituciones que
IRPHQWDURQHOKiELWRGHODXWRJRELHUQR$VtDWUDYpVGHODVFLUFXQVWDQFLDV
KLVWyULFDVQRUWHDPpULFDKDVLGRFDVLXQODERUDWRULRFLHQWt¿FRSDUDSUREDU
la naturaleza de las instituciones civiles. En inglés, la palabra subsidiarity
es una palabra extranjera, casi inútil para las discusiones públicas. Pero lo
TXHODVXEVLGLDULHGDGVLJQL¿FDHVDOJRTXHORVDPHULFDQRVDOPHQRVKDVWD
KDFHXQDVGpFDGDVKDEtDQH[SHULPHQWDGRVLQQHFHVLGDGGHGHVDUUROODUXQD
teoría.
8QRGHORVPHMRUHVWHVWLPRQLRVGHDTXHOODUHDOLGDGYLHQHGHXQSHUVR
QDMHDPHQXGRGHVWHUUDGRDOSDVDGRLQWHOHFWXDO&XDQGR-DFTXHV0DULWDLQ
llegó a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y escribió
su perspicaz obra 5HÀHFWLRQVRQ$PHULFDREVHUYy

³+D\HQHVWHSDtVXQDPXOWLSOLFLGDGSXOXODQWHGHFRPXQLGDGHVSDUWLFX
lares –agrupaciones independientemente organizadas, asociaciones, sindica
WRVFRIUDGtDVKHUPDQGDGHVSURIHVLRQDOHVRUHOLJLRVDV±GRQGHORVKRPEUHV
unen sus fuerzas al nivel básico de sus intereses e inquietudes cotidianos.
En el nivel superior vemos una pluralidad de Estados, cada uno con su
YLGDSROtWLFD\OHJLVODFLyQHVSHFt¿FDVTXHDO¿QDOVHKDQFRQYHUWLGRHQXQD
sola gran República, un único Estado Federal.
Esta multiplicidad orgánica básica, con las tensiones que acarrea, y a
veces una especie de diversidad confusa que parece ser una característica
medieval (estoy pensando, por ejemplo, en la diferencia entre Estados en las
OH\HVVREUHHOKRUDULRGHYHUDQR HVWDPXOWLSOLFLGDGRUJiQLFDEiVLFDHVHQ
mi opinión, una condición especialmente favorable para el sólido desarrollo
de la democracia”7.

Aunque Maritain estaba muy impresionado ante la “realidad viva” de


la democracia en estas circunstancias, reconoció que América estaba evo
OXFLRQDQGRKDFLDODFUHDFLyQGHXQ(VWDGR)HGHUDOPiVJUDQGH\TXHORV
DPHULFDQRVHUDQUHWLFHQWHVDODKRUDGHKDEODUVREUHHVWH(VWDGRFRPRWDO
SUH¿ULHQGRODLGHDGHODFRPXQLGDG XQDGHELOLGDGTXHGHVDIRUWXQDGDPHQWH
KD DXPHQWDGR FRQ HO WLHPSR  3RU VXSXHVWR ORV )XQGDGRUHV DPHULFDQRV

7. -0ARITAIN, Reflections on America&KDUOHV6FULEQHU¶V6RQV1XHYD<RUNS

425
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

KDEtDQ OOHJDGR D XQ DFXHUGR HQ OD &RQVWLWXFLyQ )HGHUDO TXH FXLGDED GH
no elaborar una teoría explícita acerca del Estado, ya que ésta podría im
SRVLELOLWDUXQDFXHUGRVREUHODXQLyQ/D¿ORVRItDSROtWLFDDPHULFDQDHVWi
generalmente implícita en la práctica. Pero Maritain pensó que esta situa
FLyQQRSRGUtDFRQWLQXDUGXUDQWHPXFKRWLHPSRWDQWRSRUTXHGHELOLWDUtDHO
país como porque ocultaría algunas lecciones importantes para el resto del
PXQGR

³&DPLQiLVSRUODQRFKHOOHYDQGRDQWRUFKDVKDFLDODVTXHODKXPDQLGDG
estaría contenta de dirigirse; pero las dejáis envueltas en la niebla de un plan
teamiento meramente experimental y de una mera conceptualización prácti
ca, sin ideas universales que transmitir. Carentes de una ideología adecuada,
vuestras luces son invisibles.
Pienso que es demasiada modestia”8.

+D\GRVWpUPLQRVGHVDFHUWDGRVHQHVWHSDVDMH8QRHV³LGHRORJtD´
TXHHQPLRSLQLyQGDXQDLGHDHTXLYRFDGDVREUHORTXHGHEHVHUXQD¿OR
VRItDH[SOtFLWDVREUHHO(VWDGR8QDYHUGDGHUD¿ORVRItDSROtWLFDFRQFRU
GDUiFRQODUHDOLGDGP~OWLSOHGHODYLGDKXPDQDWDOFRPRODH[SHULPHQWDQ
las personas, los grupos particulares y los elementos políticos. El otro
término desacertado es “modestia”. A mi parecer, América es bastante
LQPRGHVWD'HKHFKRFRPRELHQVDEHQODVJHQWHVGHRWURVSDtVHV(VWDGRV
8QLGRVVHFRQVLGHUD±FRQWRGDQDWXUDOLGDGSHURFRQ¿UPH]D±XQPRGHOR
a seguir por otras naciones; una Ciudad sobre un Monte, en el lenguaje
bíblico comúnmente utilizado ya por los peregrinos que llegaron a Amé
ULFDSDVDQGRSRU$EUDKDP/LQFROQKDVWDOOHJDUD5RQDOG5HDJDQ1R
obstante, Maritain tenía razón en que, en las condiciones modernas, no
sólo los Estados Unidos, sino todas las naciones que aspiran a tener una
GHPRFUDFLDMXVWL¿FDEOHQHFHVLWDQFRPSUHQGHUPiVSOHQDPHQWHFyPRODV
instituciones sociales básicas relativas a personas y asociaciones libres
SXHGHQ OOHJDU D VHU FRKHUHQWHV FRQ OD SUHVHQFLD QHFHVDULD GHO JRELHUQR
nacional e internacional9.
(VWRHVPXFKRSHGLU/DVXEVLGLDULHGDG\ODVROLGDULGDGVRQGRVPD
neras tradicionales de expresar tanto la articulación de esferas soberanas

8. Ibidem, 118.
9. Maritain observó que para los americanos la Declaración de la Independencia parecía re
ODWLYDPHQWH QXHYD PLHQWUDV TXH ORV IUDQFHVHV FRQVLGHUDEDQ OD 'HFODUDFLyQ GH ORV 'HUHFKRV GHO
+RPEUHXQSHUJDPLQRYLHMR6LQHPEDUJRHVWDLGHD\DQRWLHQHWDQWDYLJHQFLDWUHLQWDDxRVGHVSXpV
de que él la escribiera. Ibidem, 26.

426
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

como la conexión entre ellas, que son las características distintivas de toda
sociedad buena. Esperemos que estos conceptos lleguen a ser más familiares
en todas partes. Pero incluso en países donde se utilizan estos términos ne
FHVLWDPRVHPSUHQGHUXQDQiOLVLVQXHYRGHORTXHVLJQL¿FDQEDViQGRQRVHQ
las experiencias recientes de los Estados nacionales ambiciosos y del decli
ve relativo de las instituciones civiles. Durante la visita del Papa a Cuba en
HQHURSRUHMHPSOR)LGHO&DVWURD¿UPyHQYDULDVRFDVLRQHVTXHODVROLGDUL
GDGFXEDQD\ODVROLGDULGDGFDWyOLFDHVWDEDQHVWUHFKDPHQWHUHODFLRQDGDVQR
REVWDQWHORVHVIXHU]RVKLVWyULFRVGHOD6ROLGDULGDGSRODFDSDUDGHUUXPEDU
precisamente el tipo de régimen que Castro obstinadamente mantiene10. La
Centesimus AnnusGH-XDQ3DEOR,,IXHXQLQWHQWRGHUHYLVDUORVFRQFHSWRV
GHVXEVLGLDULHGDG\VROLGDULGDG1HFHVLWDPRVPXFKRVPiVDQiOLVLVVREUHOD
H[SHULHQFLDVRFLDOHQHVWHVLJORSDUDRWRUJDUXQFRQWHQLGRPiVHVSHFt¿FRD
estos conceptos.
Una de las sugerencias productivas de Centesimus AnnusHVVXREVHU
vación sobre los efectos complejos de la subsidiariedad como otorgadora
de un subsidium, o subvenciones estatales, en todos los ámbitos11. Estas
VXEYHQFLRQHVVLHPSUHVHSUHVHQWDQFRPRXQLQWHQWRKXPDQRGHDSR\DU
sectores sociales subordinados y de expresar su solidaridad con aquéllos
que viven circunstancias difíciles. Tienen una función, siempre que se
utilicen de forma restringida y con atención a los peligros y resultados
no intencionados que pueden producir estas intervenciones estatales. El
fracaso del Estado benefactor en mi país, y en casi todos los demás, junto
con una política incorrecta de subvenciones y acuerdos especiales para
ODVGLYHUVDVSURIHVLRQHVGHVGHJUDQMHURVKDVWDHPSUHVDULRVHVXQDWULVWH
KLVWRULDTXHVyORDKRUDVHHVWiHPSH]DQGRDQDUUDU(QJHQHUDOQRVHKDQ
solucionado los fracasos de la sociedad civil y del mercado, no obstante
ODVJUDQGHVFDQWLGDGHVGHGLQHURTXHVHKDQJDVWDGR/DJHQWHGHEXHQD
YROXQWDGVROtDSHQVDUTXHODVVXEYHQFLRQHVSDUDORVSREUHV\ORVPDUJL
nados animarían a éstos y a sus familias a participar en la sociedad. Pero
ODPD\RUtDGHHVWDVVXEYHQFLRQHVQRKDQKHFKRPiVTXHFRQWULEXLUWRGDYtD
más al declive de la familia, mientras que el Estado adopta funciones que
se consideraban antes bajo el dominio de la responsabilidad del individuo
\GHODIDPLOLD6HKDFRQVROLGDGRXQDFODVHEDMDTXHQRSDUWLFLSDHQHO
iPELWRVRFLDOHFRQyPLFRRSROtWLFRKDVWDXQH[WUHPRTXHORVGHIHQVRUHV
ELHQLQWHQFLRQDGRVGHODDVLVWHQFLDVRFLDOQXQFDKXELHUDQLPDJLQDGR/D

10. Sobre el intercambio complejo de las posiciones de los dos líderes, ver mi artículo “Our
0DQLQ+DYDQD´Crisis Magazine DEULO 
11. Ver en especial la sección 48.

427
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

cuestión de las subvenciones para otras instituciones, inclusive las gran


des empresas económicas, es un tema complicado que merece un análisis
más detallado del que podemos exponer aquí. Baste con decir que el apo
yo a industrias moribundas, ya sea con la idea de proteger las economías
nacionales o de preservar el empleo, suele resultar ser una jaqueca inaca
bable para las economías y para los niveles de empleo, tanto a corto plazo
como a largo. Los europeos suelen adoptar otro punto de vista, pero la
prueba parece irrefutable.
3RURWUDSDUWHHOKLVWRULDOGHODVLQVWLWXFLRQHVVXEVLGLDULDVUHTXLHUH
una mayor atención. En América, tenemos grupos como las asociaciones
de atletismo “Road Runners” para todas las edades, y asociaciones para
WRGR GHVGH JHQWH TXH SDGHFH DUWURVLV KDVWD SUDFWLFDQWHV GHO EXGLVPR
=HQ(Q:DVKLQJWRQLQFOXVRKD\XQJUXSRGHDSR\RSDUD³KLMRVGHSDGUHV
encarcelados”. Todo esto forma parte de aquella maravillosa riqueza de
ODVDVRFLDFLRQHVOLEUHVGHQWURGHXQDVRFLHGDGOLEUHTXH0DULWDLQFRUUHF
tamente observó. Pero cuando examinamos las clases de asociaciones
SULYDGDVTXHGHEHUtDQPROGHDUODVIXHU]DVVXSHULRUHVGHODYLGDHFRQy
PLFD FXOWXUDO \ SROtWLFD OD VLWXDFLyQ KD OOHJDGR D VHU PX\ GLVWLQWD 6L
OD SDUWLFLSDFLyQ \ OD DXWRQRPtD TXLHUHQ VLJQL¿FDU DOJR GHEHQ SULPHUR
existir a nivel local; ya que, por naturaleza, los gobiernos nacionales en
las democracias desarrolladas están simplemente demasiado alejados de
la vida cotidiana de la gente como para permitir un progreso democrático
VHULR<GRQGHODVLQVWLWXFLRQHVFLYLOHVGHVHPSHxDQXQSDSHOPiVLPSRU
tante, deben defender celosamente sus prerrogativas contra la señal más
leve de control estatal.
Esto no es, ciertamente, el caso en los Estados Unidos. Permítanme
que vuelva a mi ejemplo sobre la forma en que las escuelas en norteamérica
VHKDQFRQYHUWLGRQRHQLQVWLWXFLRQHVTXHSHUVRQL¿TXHQXQREMHWLYRFRP~Q
a nivel subsidiario, sino en el punto de partida para una muy ambiciosa –y
PXFKDV YHFHV PX\ LQPRUDO± SUHVHQFLD GHO JRELHUQR IHGHUDO HQ ODV YLGDV
de las familias. No conozco la situación en otros países, pero en Estados
8QLGRVVHUHGXFHDXQFRQÀLFWRHQWUHORVWULEXQDOHVIHGHUDOHVSRUXQDSDUWH
y el control estatal, urbano, y de los padres por otra parte. Por ejemplo, los
WULEXQDOHVIHGHUDOHVKDQGHFLGLGRTXHODVPHQRUHVGHHGDG JHQHUDOPHQWH
VHUH¿HUHQDPHQRUHVGHDxRV TXHWRGDYtDYLYHQFRQVXVSDGUHVSXHGHQ
abortar sin el conocimiento de éstos12$XQSUHVFLQGLHQGRSRUDKRUDGHOD

12. La American Civil Liberties Union $&/8  XQD ILUPH GHIHQVRUD GHO GHUHFKR DO DERUWR
KDSURSXHVWRHOUD]RQDPLHQWRLQJHQLRVRGHTXHVLHO(VWDGRH[LJLHVHTXHORVSDGUHVGLVFXWLHUDQHO
DERUWRFRQVXVKLMRVHVWRVHUtDXQDLQYDVLyQGHODLQWLPLGDGGHODIDPLOLD'HMDQGRDSDUWHODIDOWDGH

428
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

moralidad del aborto, esto demuestra una notable interferencia del Estado
con la primera institución civil, la familia.
Pero debido a los varios niveles de gobierno que todavía existen, aunque
débilmente, en Norteamérica, la situación no es fácil. Los tribunales federa
OHVQRWLHQHQTXHMXVWL¿FDUVHDQWHQDGLHHQQXHVWUDVRFLHGDG6LQHPEDUJRHQ
ORVPiVGHWUHLQWD(VWDGRVGRQGHHVWHDVXQWRVHKDVRPHWLGRDYRWDFLyQORV
OHJLVODGRUHVTXHVRQGLUHFWDPHQWHUHVSRQVDEOHVDQWHODJHQWHKDQDGRSWDGR
SUR\HFWRVGHOH\SDUDFRQVHJXLUODQRWL¿FDFLyQDORVSDGUHV/RVGHIHQVRUHV
GHODERUWRSDUDDGROHVFHQWHVKDQORJUDGRTXHORVWULEXQDOHVFRQVLHQWDQTXH
debe al menos existir la posibilidad de una anulación judicial si el juez piensa
TXHODFKLFDSXHGHUHVXOWDUSHUMXGLFDGDSRUWHQHUTXHUHYHODUVXVLQWHQFLRQHV
a sus padres. La situación es una terrible confusión, pero demuestra cómo
ODVLQVWLWXFLRQHVVXEVLGLDULDVGHELGDPHQWHKDELOLWDGDVWRGDYtDSXHGHQKDFHU
un trabajo necesario en la sociedad. Una ironía adicional en este caso es que
la mayoría de los consejos escolares urbanos, que están aun más cercanos a
ODJHQWHTXHODVOHJLVODWXUDVHVWDWDOHVVHKDQYLVWRREOLJDGRVSRUORVQLYHOHV
gubernamentales superiores a ofrecer una enseñanza acerca del sexo; pero,
al mismo tiempo, consideran necesario permitir que los padres saquen a sus
KLMRVGHDTXHOODVFODVHVTXHFRQVLGHUHQPRUDOPHQWHFHQVXUDEOHV(QWRQFHV
OOHJDPRVDXQDFODVHGHSDUDGRMDKR\PX\FRP~QHQ(VWDGRV8QLGRVGRQGH
XQRSXHGHLPSHGLUTXHHO(VWDGRHGXTXHHVXVKLMRVDWUDYpVGHODVHVFXHODV
sobre el aborto; al tiempo que el Estado, por medio de las “recetas” que pro
porcionan las escuelas para clínicas de aborto, pueden impedir que uno sepa
FXiQGRVXVKLMDVYDQDDERUWDU
Esta disputa, que puede parecer relativa sólo a un área muy particular
\GHUHVSRQVDELOLGDGSHUVRQDOHQUHDOLGDGVHUHSLWHHQPXFKDVRWUDVFXHV
tiones. Cito estos ejemplos norteamericanos para demostrar que todavía
WHQHPRVTXHWUDEDMDUPXFKRSDUDUHVWDXUDUODVRFLHGDGFLYLOHQORVQLYHOHV
más básicos, aun en naciones con una sólida tradición de participación cí
vica. En los casos donde las jurisdicciones locales pueden reconquistar la
DXWRQRPtDGHPDQRVGHORVQLYHOHVVXSHULRUHVTXHVHKDQLPSXHVWRLQGHEL
damente, podríamos ver un notable renacimiento del gobierno democrático
que, ciertamente, alcanzaría resultados teóricos diferentes en los diversos
HQWRUQRV\QRPHUDVGLIHUHQFLDVVXSHU¿FLDOHVUHODWLYDVDODSUiFWLFDFRPR
en los Estados que estudia Maritain, con sus sistemas distintos para calcu
ODUODKRUDGHYHUDQR3HURYROYHUDHVWDFRQGLFLyQGHDXWRJRELHUQRVLJQL

OyJLFDHVWDSRVWXUDULQGHKRPHQDMHLQGLUHFWRDODLGHDUHVLGXDOGHTXHODVIDPLOLDVTXHQRTXHEUDQWDQ
la ley son libres de comportarse como quieran.

429
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

¿FDUtDWRPDUVHHQVHULRODVYHUGDGHVDFHUFDGHODVXEVLGLDULHGDGHQXQPR
PHQWRHQTXHPXFKDJHQWHHQPXFKRVSDtVHVWRGDYtDFUHHTXHODVXQLGDGHV
políticas grandes representan una liberación, y las costumbres locales y su
encarnación en la ley una mera mentalidad pueblerina.
(Q HIHFWR HVWD DFWLWXG KD VXUJLGR HQ XQD VLWXDFLyQ HQ OD TXH LQFOXVR
HO(VWDGRQDFLRQDOKDHPSH]DGRDWHQHUSUREOHPDVSDUDPDQWHQHUXQDLQWH
JULGDG DGHFXDGD$ GLIHUHQFLD GH PXFKRV REVHUYDGRUHV \R QR SLHQVR TXH
este crecimiento de instituciones internacionales prometa una mejoría al do
minio que ejercen algunas naciones. La falta de participación y de una autén
tica autonomía que vemos en los países desarrollados está empeorando aún
PiVGRQGHORVRUJDQLVPRVLQWHUQDFLRQDOHVQRHOHJLGRVKDQSDUWLFLSDGRHQOD
creación de leyes. Cuando se adoptaron la Carta de las Naciones Unidas y
OD'HFODUDFLyQ8QLYHUVDOGHORV'HUHFKRV+XPDQRVpVWDVUHSUHVHQWDEDQXQ
VyOLGRFRQVHQVRSRUSDUWHGHODFRPXQLGDGLQWHUQDFLRQDO+R\FRPRKHPRV
YLVWRHQODVJUDQGHVFRQIHUHQFLDVLQWHUQDFLRQDOHVGH(O&DLUR\3HNtQDOJXQRV
gobiernos pueden conseguir que se acepten sus deseos por medio de una es
pecie de ventriloquia. Al reconocer ciertas ONGs como representantes de la
VRFLHGDGFLYLOPXQGLDOSXHGHQKDFHUTXHODVSROtWLFDVHVSHFt¿FDVQDFLRQDOHV
e internacionales, en su mayoría creadas en Europa y Norteamérica, parezcan
UHÀHMDUORVVHQWLPLHQWRVGHODVJHQWHVGHOPXQGR(VSHURTXHHVWRQRVHDFL
QLVPRSHURPHSDUHFHTXHFXDQGR0DXULFH6WURQJ\.R¿$QQDQORVOtGHUHV
de las burocracias más obstinadamente irreformables del mundo, junto con
miembros del Departamento de Estado de los Estados Unidos muestran un
HQWXVLDVPRHIXVLYRSRUODVRFLHGDGFLYLOHVWHWpUPLQRSUREDEOHPHQWHVHKD
FRQYHUWLGRHQORFRQWUDULRGHORTXHVLJQL¿FDEDHQHOSDVDGR
Desde una perspectiva americana, la Unión Europea parece ser otro es
trato de la burocracia internacional, con una gran jurisdicción y unos meca
nismos débiles para el control o la responsabilidad democrática. Mis amigos
HXURSHRVPHFXHQWDQTXHKDKDELGRXQDWHQGHQFLDDLQWURGXFLUODOH\LQWHUQD
cional en la Unión para anular leyes dentro de los Estados individuales. No sé
VLHVWRHVYHUGDG3HURVtVpTXHQRREVWDQWHWRGRORTXHVHKDEODDFHUFDGHOD
subsidiariedad y el respeto por las culturas e instituciones particulares, somos
WHVWLJRVGHXQDLPSRUWDQWHOXFKDSRUODRUJDQL]DFLyQGHOPXQGRTXHH[LJH
TXHVHH[DPLQHFRQPXFKRFXLGDGRODIXQFLyQDGHFXDGDGHODMXULVGLFFLyQ
LQWHUQDFLRQDO\DOJXQDVSUHFDXFLRQHVLQVWLWXFLRQDOHVHVSHFt¿FDVTXHLPSLGDQ
que estas organizaciones introduzcan un nuevo napoleonismo. Parece ser
que, en nuestras circunstancias, estas organizaciones internacionales deben
existir, pero la amenaza política perenne es la tiranía; y somos optimistas
LQFRQVFLHQWHVVLKDFHPRVFDVRRPLVRDHVWHKHFKRVyORSRUTXHDOJXQDVRUJD
nizaciones se presenten como benignas o progresivas.

430
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

Así, acercándonos a una conclusión, examinemos tres áreas donde una


QXHYD UHÀH[LyQ VREUH OD SDUWLFLSDFLyQ \ OD DXWRQRPtD SXHGH UHFRQVWUXLU
en parte nuestro pensamiento; en especial, respecto a la sociedad civil, la
economía y la política.
(QSULPHUOXJDUODVRFLHGDGFLYLO3DUDOOHJDUFRPSUHQGHUFRUUHFWD
mente la sociedad civil tenemos que poseer ya un entendimiento adecua
GRVREUHODSHUVRQDKXPDQD(OSHUVRQDOLVPRHQHOVLJOR;;KDWHQLGR
XQ GHVDUUROOR FRQ DOWLEDMRV 6XV SULPHURV IXQGDGRUHV KLFLHURQ DOJXQDV
observaciones importantes, pero éstas estaban demasiado vinculadas a
las perspectivas de la economía y del Estado en aquella época como para
UHVXOWDUGHOWRGRUHOHYDQWHVKR\(VWR\SHQVDQGRVREUHWRGRHQODPDQHUD
en que se representó la debida insistencia sobre la persona, y no sobre
XQHVSLULWXDOLVPRDEVROXWRHVWRKDGHULYDGRGHELGRDQWHWRGRDOSHVRGH
ODVFLHQFLDVItVLFDV\VRFLDOHVKDFLDODRSLQLyQGHTXHVLQODVFRQGLFLR
QHV PDWHULDOHV LGHDOHV QR SRGHPRV SHGLUOH PXFKR D OD JHQWH13 0XFKRV
GH QRVRWURV SRGHPRV UHFRUGDU SHUVRQDV ±SDGUHV R DEXHORV D~Q KR\ D
PHQXGR OXFKDQGR FRQWUD VXV FLUFXQVWDQFLDV± TXH ULQGLHURQ PXFKR PiV
FRQPXFKRPHQRVGHORTXHHOGHVWLQDWDULRPHGLRGHODDVLVWHQFLDVRFLDO
GHKR\WLHQHPDWHULDOPHQWHDVXGLVSRVLFLyQ/DLPSRUWDQFLDH[DJHUDGD
TXHKHPRVSUHVWDGRDODPHMRUDGHODVFRQGLFLRQHVPDWHULDOHVHQYH]GH
SRWHQFLDUODPHQWHHOFRUD]yQ\ODYROXQWDGKXPDQDKDGHJHQHUDGRDPL
SDUHFHUHQXQPRGRGHYHUODVFRVDVTXHQREHQH¿FLDGHQLQJ~QPRGRD
ODSHUVRQD3XHGHTXHHVFXFKDUTXHQRVRPRVUHVSRQVDEOHVGHPXFKDV
cosas que ocurren, reduzca el sentido de culpabilidad; pero es, precisa
mente, la contribución necesaria del personalismo actual, el demostrar
que la responsabilidad adecuada y la satisfacción que ésta conlleva deben
constituir el centro ineludible de toda vida personal, donde sea que nos
encontremos situados socialmente.
3RUVXSXHVWRTXHODVLQVWLWXFLRQHVFLYLOHVVRQHVHQFLDOHV&RPRDJUX
SDFLRQHV VXEVLGLDULDV KDFHQ SRVLEOH PDQWHQHU XQD SHUVSHFWLYD DGHFXDGD
VREUHHOHTXLOLEULRHQWUHGHUHFKRV\UHVSRQVDELOLGDGHVHVIXHU]RV\UHFRP
SHQVDVTXHD\XGDQDSUHVHUYDUODIRUPDDGHFXDGDGHODSHUVRQD/DJHQH
UDFLyQDQWHULRUTXHKHPRVPHQFLRQDGRYLYtDHQHVWHWLSRGHDVRFLDFLRQHV\

13. Me parece que Emmanuel Mounier se encuentra peligrosamente cerca de esta creencia, y
PXFKRVSHQVDGRUHVPHQRVEULOODQWHVTXHpOKDQFRQVHJXLGRTXHHOSHUVRQDOLVPRSDUH]FDVHUHFRQy
micamente muy parcial. Pero incluso en Mounier se vislumbra la antigua sabiduría, como cuando
observa en sus preocupaciones acerca de la escasez material que “la pobreza, así como la abundan
cia, nos puede llevar a la ruina”. Personalism, University of Notre Dame Press, Notre Dame,1950,
p. 5.

431
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

así era menos propensa a interpretar mal las causas del éxito y del fracaso.
$OJXQDV FDXVDV HUDQ FLUFXQVWDQFLDOHV \ RWUDV HVWDEDQ PiV HVWUHFKDPHQWH
YLQFXODGDVDORTXHHOHVStULWXKXPDQRKLFLHUDFRQVXVFLUFXQVWDQFLDV1H
FHVLWDPRV KR\ VL TXHUHPRV DOFDQ]DU XQD LGHD PiV HTXLOLEUDGD DFHUFD GH
OD SHUVRQD SRQHU GH UHOLHYH PXFKR PiV HO HVStULWX KXPDQR \ GLVPLQXLU
proporcionalmente nuestra creencia en que las condiciones materiales de
WHUPLQDQDORVKRPEUHV'HVWDFRHLQFOXVRTXL]iVH[DJHURHVWDGLPHQVLyQ
SRUTXH KHPRV OOHJDGR D FRQYHUWLU HQ FRQYLFFLyQ OD LGHD EDVWDQWH GXGRVD
\FDVLKHUpWLFDGHTXHQLQJ~QLQGLYLGXRSXHGHKDFHUPXFKRSRUVXSURSLR
bienestar.
Esto sería en parte verdad si las personas fueran como los individuos
UDGLFDOHVGHFLHUWDVWHRUtDVVRFLDOHVPRGHUQDV3HURHOVHUKXPDQRHVWi\D
establecido dentro de una red de relaciones que comienza en la familia, y
TXHD\XGDDOQLxRLQGHIHQVRGHVGHHOSULQFLSLRDFRQYHUWLUVHHQXQDDXWpQ
tica persona. Por diversas razones, estos lazos familiares son más débiles
HQ QXHVWUR VLJOR TXH HQ ORV DQWHULRUHV 4XLHUR KDFHU QRWDU HQ HVWH SXQWR
que donde ocurre esto, generalmente en países desarrollados, casi nunca se
debe a presiones económicas.
6LQ GXGD KD\ VLWXDFLRQHV GH HPHUJHQFLD GRQGH HO (VWDGR WLHQH TXH
LQWHUYHQLU3HURQRGHEHPRVHQJDxDUQRVODVDFFLRQHVGHO(VWDGRQRSXH
den sustituir a los padres o ayudar a las familias a permanecer unidas; y,
sin embargo, sí conducen a problemas sociales y económicos bastante des
agradables.
< FRQ HVWR OOHJDPRV D DERUGDU DOJXQDV FXHVWLRQHV HFRQyPLFDV 1R
REVWDQWHWRGRORTXHVHGLFHKR\VREUHHOUHQDFLHQWHFDSLWDOLVPRlaissez-
faire y el neoliberalismo, pocos somos realmente libertarios económicos
y ningún país permite ni remotamente que se lleven a cabo negociaciones
económicas sin supervisión política. Casi todo el mundo está de acuerdo en
que los gobiernos nacionales tienen a veces que regular, redistribuir y, por
lo demás, corregir con prudencia fallos en los mercados. Cada país debe de
FLGLUSRUVtPLVPRVLHVWiKDFLHQGRGHPDVLDGRRGHPDVLDGRSRFRSRUVXV
KDELWDQWHVHQHVWHDVSHFWR\VLHPSUHH[LVWLUiQGLVSRVLFLRQHVPX\GLVWLQWDV
SRUTXHODKLVWRULDQDFLRQDO\ODVFRVWXPEUHVVRQGLIHUHQWHV3HURPHUHFH
la pena destacar que normalmente los gobiernos regulan demasiado, y que
casi nunca se dejan disuadir por la consigna marxista del poder corporati
vo. En Norteamérica, por ejemplo, un lugar que es el supuesto baluarte del
capitalismo salvaje, el gobierno a menudo denuncia a las empresas multi
nacionales de mayor éxito –últimamente, por ejemplo, a Microsoft–, por
KDEHUTXHEUDQWDGROH\HVFRQWUDHOPRQRSROLR

432
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

$PHGLGDTXHQRVDFHUFDPRVDO¿QDOGHOVLJOR;;ODVSUHRFXSDFLRQHV
VRFLDOHVTXHFDUDFWHUL]DURQHOSULQFLSLRGHHVWHVLJORKDQFDPELDGRGHIRU
ma radical. En aquellos tiempos, una de las preocupaciones principales de
ORVHFRQRPLVWDVORVFLHQWt¿FRVSROtWLFRVHLQFOXVRGHORV3DSDVHUDHOFD
UiFWHUGHVDUUDLJDGRGHOQXHYRWUDEDMDGRULQGXVWULDOTXHKDEtDDEDQGRQDGR
el campo, y su falta de participación en la dirección de la economía. Desde
HOSXQWRGHYLVWDHFRQyPLFRORVSULPHURVRUJDQL]DGRUHVREUHURVKLFLHURQ
HVIXHU]RVKHURLFRVDPHQXGRDUULHVJDQGRVXVYLGDVSDUDREWHQHUPHMRUHV
condiciones y un sueldo más justo para sus trabajadores. Parte de la medida
GHVXp[LWRVHSHUFLEHHQTXHKR\HQORVSDtVHVGHVDUUROODGRVQRVRQFDVL
QXQFDQHFHVDULDVHVDVPLVPDVOXFKDV'HKHFKRDOPHQRVHQ$PpULFDSXH
de que exista el problema contrario. Sólo un catorce por ciento de la mano
de obra está sindicada y se calcula que dentro de unos años la mitad de los
WUDEDMDGRUHVVLQGLFDGRVVHUiQHPSOHDGRVGHOJRELHUQR$GHPiVGHOFKRTXH
GHVDFHUWDGRTXHWRGDYtDH[LVWHHQWUHHOFDSLWDO\HOJRELHUQRWDPELpQKD
surgido una alianza igual de desacertada entre grandes grupos obreros y el
(VWDGR/HMRVGHUHÀHMDUHOYLJRUGHODVRFLHGDGFLYLOHVWRUHÀHMDXQDYHU
dadera incorporación de la sociedad civil al Estado.
(QOD(XURSDFRQWLQHQWDOORVVLQGLFDWRVWRGDYtDVHFRQVLGHUDQYHKtFXORV
importantes para la participación del trabajador en la vida nacional y eco
QyPLFD 3HUR HQ SDtVHV FRPR (VWDGRV 8QLGRV \ *UDQ %UHWDxD TXH KDQ
HOLPLQDGR ORV H[FHVRV ODERUDOHV \ XQ PRGHOR \D GHVEDQFDGR GH OD OXFKD
HQWUHWUDEDMR\FDSLWDOHVGRQGHORVWUDEDMDGRUHVHVWiQPHMRUGRQGHKD\
PiVJHQWHFRQWUDEDMR\GRQGHKDWHQLGROXJDUXQJUDQGLQDPLVPRVRFLDO
que incluye el diálogo entre los trabajadores y la dirección. El trabajador
industrial moderno en una economía creciente todavía tiene algunas pre
ocupaciones sobre los cambios repentinos que pueden dejarle sin trabajo.
3HURORVSUREOHPDVEiVLFRVVHKDQUHVXHOWR\VHKDQFRQVROLGDGRORVPHFD
QLVPRVPX\GLVWLQWRVGHORVTXHH[LVWtDQKDFHFLHQDxRVSDUDXQDSDUWLFL
pación continuada.
De nuevo, pienso que Maritain tenía visión de futuro. En el caso de mi
país, por ejemplo, él vio que una economía moderna de mercado superaría
ODVFDWHJRUtDVDQWLJXDVGHOFDSLWDOLVPR\HOVRFLDOLVPRKDVWDFRQVHJXLUDOJR
en que participasen propietarios y trabajadores14. En los Estados Unidos,
ORV VLQGLFDWRV LQGXVWULDOHV KDQ GHFDtGR SRUTXH ODV FRPSDxtDV PiV JUDQ
GHV\GHPiVSUHVWLJLRKDQJXLDGRFDGDYH]PiVDORVWUDEDMDGRUHVKDFLD
XQDSDUWLFLSDFLyQHVWUHFKDHQORVLQWHUHVHVGHODFRPSDxtDSRUPHGLRGH

14. MARITAIN, op. cit.

433
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

contribuciones por parte de los trabajadores, prácticas de administración e


incluso inversiones. Una de las consecuencias de esto es que las grandes
empresas americanas son menos dinámicas y más estables que en otros
OXJDUHV(QODV~OWLPDVGpFDGDVODPD\RUtDGHORVHPSOHRV±\KD\GHFHQDV
GHPLOORQHV±ORVKDQFUHDGRODVFRPSDxtDVSHTXHxDV
3HURKDKDELGRD~QRWURFDPELRHOWUDEDMDGRUGHKDFHFLHQDxRVH[SH
ULPHQWDEDPXFKDPHQRVLQWURPLVLyQHQVXYLGDSRUSDUWHGHO(VWDGR$XQ
que estuviera desarraigado de sus orígenes agrícolas, trató de preservar
dentro de lo posible sus valiosas tradiciones culturales y familiares en las
nuevas circunstancias; y esto lo consiguió a través del sindicato, de la igle
VLDGHODVKHUPDQGDGHVHWF/DSUROLIHUDFLyQGHHVWRVJUXSRVHQGLYHUVRV
países demostró que estas personas no permanecían pasivas ante los retos
sociales; y una prueba de su éxito es que antes de la revolución social, en
ODGpFDGDGHORVODPD\RUtDGHODVSDWRORJtDVVRFLDOHVTXHKR\WHPHPRV
±ODUXSWXUDGHIDPLOLDVHODEXVRGHGURJDV\DOFRKROODYLROHQFLD±H[LV
WtDQDQLYHOHVKLVWyULFDPHQWHPRGHUDGRV/DJHQWHHQWRGDVODVVRFLHGDGHV
GHVDUUROODGDVHUDPiVSUyVSHUDTXHORKDEtDVLGRQXQFD\HQFRQWUDGHODV
explicaciones marxistas sobre el desorden popular, no fue la penuria mate
rial lo que provocó el declive social, sino más bien el abandono de la virtud
popular de los líderes.
De todo esto se puede sacar una lección y es que casi todos nuestros
SUREOHPDV VRFLDOHV KDQ GH VHU UHIHULGRV D ORV GLIHUHQWHV WLSRV GH LQVWLWX
ciones civiles que se multiplicaron al comienzo de la era industrial y que
VHKDQLGRGHWHULRUDQGRFRQHOSDVRGHOWLHPSR+D\VyOLGRVSUHFHGHQWHV
KLVWyULFRVSDUDFUHHUTXHVLODUHYLWDOL]DFLyQVRFLDOHVSRVLEOHGHVSXpVGH
XQSHUtRGRGHGHVFRPSRVLFLyQKDGHFRQGXFLUVHSRUORVFDXFHVGHXQUH
nacimiento religioso y moral153DUDDOFDQ]DUHVWDUHQRYDFLyQKDFHIDOWDQR
sólo la participación de las iglesias, sino también un cambio de actitud por
parte de las élites. Este renacimiento puede estar a la vuelta de la esquina,
SHURSRUDOJXQDVUD]RQHVTXH\DKHHVER]DGRWHQHPRVTXHWHQHUFXLGDGR
SDUDTXHGHOPLVPRHQWXVLDVPRSRUGLFKDUHVWDXUDFLyQQRUHVXOWHXQDEUD]R
mortal entre las instituciones civiles y el poder que sólo puede distorsionar
estas instituciones, a saber, el poder del Estado.
<DVtOOHJDPRVDOD~OWLPDSUHJXQWD¢4XpSRGHPRVGHFLUD¿QDOHVGH
este siglo, sobre el Estado y, como mencioné brevemente, sobre las grandes
RUJDQL]DFLRQHVLQWHUQDFLRQDOHVTXHDKRUDVHRFXSDQGHWRGRGHVGHHOFR

15. 9HU * +IMMELFARB, The Demoralization of Society: From Victorian Virtues to Modern
Values9LQWDJH1XHYD<RUN

434
HACIA LA PARTICIPACIÓN Y LA AUTONOMÍA

PHUFLRKDVWDORVtQGLFHVGHIHUWLOLGDGODVGLIHUHQFLDVHQWUHQRUWH\VXUORV
asuntos medio ambientales y la guerra y la paz? No quiero exagerar. Según
HOFULWHULRKLVWyULFRYLYLPRVHQODVVRFLHGDGHVPiVOLEUHV\SUyVSHUDVTXH
MDPiVKD\DQH[LVWLGR/DPD\RUtDGHORVFLXGDGDQRVGHSDtVHVUHODWLYDPHQWH
VLQGHVDUUROODUVHODQ]DUtDQDQWHODRSRUWXQLGDG±\PDWHULDOPHQWHORKDFHQ
cuando se les presenta– de vivir con los problemas que nosotros tenemos.
Pero podemos ver algunos signos inquietantes para el futuro.
(VFXULRVRYHUFyPRODSUHGLFFLyQGH0DU[DFHUFDGHTXH³ODDGPL
QLVWUDFLyQGHELHQHVUHHPSOD]DUiHOJRELHUQRGHORVKRPEUHV´SDUHFHHVWDU
FRQYLUWLpQGRVH HQ UHDOLGDG (Q SDUWH SRUTXH KHPRV OOHJDGR D SHQVDU TXH
ORVVHUHVKXPDQRVVRQFRVDVTXHKD\TXHDGPLQLVWUDU(OJRELHUQRHVFDGD
vez más una manipulación de tendencias estadísticas y menos, de acuerdo
FRQODLQWHUSUHWDFLyQFOiVLFDXQOXJDUGHGHOLEHUDFLyQVREUHORTXHVLJQL¿FD
ODYLGDUHFWD\VREUHFyPRDOFDQ]DUOD(QORV(VWDGRV8QLGRVKDEODUGHOD
SROtWLFDHQWpUPLQRVGHXQDUHÀH[LyQVREUHORTXHHVODYLGDUHFWDVXVFLWDOD
FHQVXUDWDQWRGHODL]TXLHUGDFRPRGHODGHUHFKDTXHFRQVLGHUDTXHKDEODU
DVtVLJQL¿FDFRQVLGHUDUDO(VWDGRFRPRXQDJHQWHPRUDOORFXDOFRPRKH
mos visto, es propugnar una especie de totalitarismo. Esto bien pudiera ser,
VLODUHÀH[LyQPRUDOVHUHDOL]DUDGHIRUPDLQFRUUHFWD3HURHQHVWHPRPHQWR
KLVWyULFRODDOWHUQDWLYDDFRQVHQWLUTXHHO(VWDGRWHQJDXQDRSLQLyQUHFWD
DFHUFDGHODYLGDKXPDQDVLJQL¿FDTXHQRWHQJDRSLQLyQRTXHWHQJDXQD
opinión errónea. Ninguna de las dos alternativas resultará muy útil; aunque
quizá de momento el proclamar que el Estado no tiene autoridad en mu
FKRVWHPDVSXHGDD\XGDUDUHGXFLUWHPSRUDOPHQWHORVPDOHVDFWXDOPHQWH
causados por él.
Sabemos que el Estado nacional no puede ser el pleno depositario de
todos los valores de la sociedad. Las sociedades modernas son demasia
do plurales y albergan demasiadas corrientes de pensamiento. Aunque en
teoría fuera posible que todos los ciudadanos de un Estado estuvieran de
DFXHUGRVREUHODVIRUPDVEiVLFDVGHJRELHUQRPXFKRVDVXQWRVGHODHFR
QRPtDGHODYLGDSHUVRQDO\GHODFXOWXUDGHEHQH[FOXLUVHGHODUHVSRQVD
bilidad del Estado, aunque sólo sea porque de otro modo no funcionarían
ELHQeVWHHVHORUGHQGHOGtDSDUDODVRFLHGDGFLYLOHQYH]GHSHUPLWLUTXH
ORV SROtWLFRV TXH SHUVLJXHQ VXV SURSLRV ¿QHV GHFLGDQ VREUH OD VRFLHGDG
civil, debemos asegurar que los Estados tengan el poder necesario para
GHVHPSHxDUVXWDUHDGHPDQHUDDGHFXDGDSHURQRSDUDHQWURPHWHUVHGRQ
GHQRGHEHQ$O¿QDOHVWRVLJQL¿FDWHQHUTXHSHQVDUQRVyORVREUHFyPR
distinguir la esfera social de la política, sino también por qué es importante
KDFHUOR&RPRUHVSXHVWDVHSXHGHGHFLUTXHQRHVTXHVHDLPSRUWDQWHSRU
que genere un gobierno más equilibrado o economías más dinámicas, una

435
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

mayor diversidad o una cultura más enérgica. Todas estas cosas surgirán
a su debido tiempo. Lo más importante es que la persona se convierta en
HO¿QGHWRGDVODVDFWLYLGDGHVKXPDQDV(VWRSXHGHVRQDUWUHPHQGDPHQWH
LGHDOLVWDRLQGLYLGXDOLVWD6LQHPEDUJRODKLVWRULDGHHVWHVLJORQRVPXHVWUD
que si nuestra política no sitúa a la persona individual y a las instituciones
FLYLOHVHQTXHpVWDVHHQFXHQWUDVLWXDGDWDQWRDOFRPLHQ]RFRPRDO¿QDOGH
su tarea, los espejismos sociológicos e ideológicos nos engañarán, y nunca
OOHJDUHPRVDHQFRQWUDUODSHUVRQDKXPDQD

436
SOBRE LA CONSTITUCION ÉTICA
DE LA SOCIEDAD CIVIL
Modesto SANTOS

/D VRFLHGDG FLYLO ±VH GLFH± VH KDOOD VXPDPHQWH GHELOLWDGD 1R HVWi
HQIRUPD3UHVHQWDXQDGpELOFRQVWLWXFLyQ8UJHUHKDELOLWDUODSRWHQFLDUOD
Redescubrir su verdadera identidad y autonomía frente al creciente poderío
estatal y económico.
3RURWUDSDUWHVRQKR\PXFKDVODYRFHVTXHVHDO]DQHQIDYRUGHXQD
ética adecuada a la forma de vida pluralista, democrática y secularizada
que caracteriza la sociedad actual.
“Retorno de la sociedad civil” y “ética civil” son dos temas que vienen
RFXSDQGRXQDDWHQFLyQFHQWUDOHQHOGHEDWHpWLFRSROtWLFRGHQXHVWURVGtDV
/DVUHÀH[LRQHVTXHVLJXHQVHSURSRQHQSRQHUGHUHOLHYHTXHODUHKD
ELOLWDFLyQHVWUXFWXUDOGHODVRFLHGDGDVtFRPRODGHWHUPLQDFLyQGHORVSULQ
FLSLRV pWLFRV TXH GHEHQ LQIRUPDUOD SHQGHQ HQWHUDPHQWH GHO UHGHVFXEUL
miento y potenciación de la verdad y libertad constitutivas del ser y del
REUDULQGLVROXEOHPHQWHLQGLYLGXDO\VRFLDOGHODJHQWHKXPDQR
(VODSHUVRQDKXPDQD±VXMHWRSULQFLSLR\¿QGHODVRFLHGDG±ODTXH
mediante el libre ejercicio de su razón en diálogo con los otros agentes
KXPDQRVFRQORVTXHFRQYLYHKDGHGHVFXEULU\HVWDEOHFHUORVSULQFLSLRV\
criterios que, a la luz la verdad y de los bienes y valores que constituyen y
perfeccionan su común dignidad personal, deben presidir la reconstitución
estructural y moral de la sociedad.
3HURHVMXVWDPHQWHHVWHSRGHUGHODUD]yQ\GHODOLEHUWDGKXPDQDHO
TXHVHKDOODVXPDPHQWHGHELOLWDGR±VLQR\DQHJDGR±HQODFXOWXUDDFWXDO
KHJHPyQLFDPHQWH FRQ¿JXUDGD SRU OD UDFLRQDOLGDG FLHQWt¿FRWpFQLFD TXH
autoerigida en paradigma exclusivo de conocimiento y criterio inmediato

437
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GHDFFFLyQKDUHOHJDGRDOH[LOLRGHORLUUDFLRQDODODVGHFLVLRQHVSXUDPHQWH
VXEMHWLYDVSULYDGDVGHMXVWL¿FDFLyQUDFLRQDOHOGLVFXUVRWHyULFR\SUiFWLFR
VREUHODYHUGDGGHOKRPEUH\VREUHORV¿QHVELHQHVYDORUHV\QRUPDVTXH
deben presidir su obrar.
6LVHTXLHUHUHFXSHUDUODLGHQWLGDGGHODVRFLHGDGKXPDQDFRPRFR
PXQLGDGVXEMHWLYDGHFRQYLYHQFLDHQODTXHVXVPLHPEURV±ODVSHUVRQDV
ciudadanos– vivan y convivan en libertad la verdad real de su subjetividad,
VH KDFH GHO WRGR QHFHVDULR VXSHUDU HO ³UDFLRQDOLVPR PHQJXDGR´1 que, en
IUDVHFHUWHUDGH-+DEHUPDVSHUPHDODFXOWXUDDFWXDO
5HFXSHUDUHOYDORUGHODLQWHOLJHQFLD\GHODOLEHUWDGKXPDQDVVXDSHU
tura natural a la verdad y al bien, frente al escepticismo ante la existencia
PLVPDGHODYHUGDG\VXSRVLELOLGDGGHDOFDQ]DUODTXHWDQWRVHKDFHVHQWLU
en amplios sectores de la cultura actual.
/DVRFLHGDGKXPDQDQRHVXQPHURFRQMXQWRGHKRPEUHV1RHVXQD
simple comunidad “ ontológica” ni una mera coexistencia “fáctica” GHVX
MHWRVKXPDQRVXQPHURYLYLUMXQWRV&RPRWDPSRFRHVXQ³FRQVWUXFWR´GHO
poder político ni un “mercado” al servicio del poder económico.
Es una unidad moral de convivencia de personas que aspiran a un bien
común y que tratan de alcanzarlo mediante el diálogo y la cooperación
mutua. Es esa coincidencia de inteligencia y voluntad de los agentes so
FLDOHVODTXHFRQVWLWX\HODYLGDHO³DOPD³GHODVRFLHGDGKXPDQDFRPR
koinonía , como comunidad en la que están presentes los elementos de
intencionalidad, colaboración mutua y común acuerdo que este término
griego implica2.

1. &I - +ABERMAS, “ Contra un racionalismo menguado de modo positivista” en


Der Possitivismusstreit in der Deutschen Soziologie, +HUPDQQ /XFWHUKDQG 9HUODJ 1HZLHG XQG
Berlin, 1969, trad. cast., La disputa del positivismo en la sociología alemana, Grijalbo, Barcelona,
l973, pp. 221 y ss.
2. ” Puesto que vemos que toda ciudad es una cierta comunidad (koinonía \TXHWRGDFRPX
nidad está constituida con miras a algún bien ( porque en vista de los que les parece bueno todos
obran en todos sus actos) es evidente que todas tienden a un cierto bien, pero sobre todo tiende al
VXSUHPRODVREHUDQDHQWUHWRGDV\TXHLQFOX\HDODVGHPjV(VWDHVODOODPDGDFLXGDG\FRPXQLGDG
cívica.” (ARISTÓTELES, Política I, 1252a1).
Es de notar, por otra parte la importancia que Aristóteles da a la “palabra”, al “diálogo” como
elemento constitutivo de la comunidad civil. Tras afirmar que “ la ciudad es una de las cosas natura
OHV\TXHHOKRPEUHHVSRUQDWXUDOH]DXQDQLPDOVRFLDO\TXHHOLQVRFLDOSRUQDWXUDOH]D\QRSRUD]DU
RHVXQVHULQIHULRURXQVHUVXSHULRUDOKRPEUH´ Política, ,D GLFH³/DUD]yQSRUODFXDOHO
KRPEUHHVXQVHUVRFLDOPiVTXHFXDOTXLHUDEHMDRFXDOTXLHUDQLPDOJUHJDULRHVHYLGHQWHODQDWX
UDOH]DFRPRGHFLPRVQRKDFHQDGDHQYDQR\HOKRPEUHHVHO~QLFRDQLPDOTXHWLHQHSDODEUD3XHV
la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su
QDWXUDOH]DOOHJDKDVWDWHQHUVHQVDFLyQGHGRORU\GHSODFHUHLQGLFiUVHODXQRVDRWURV3HURODSDODEUD
HVSDUDPDQLIHVWDUORFRQYHQLHQWH\ORSHUMXGLFLDODVtFRPRORMXVWR\ORLQMXVWR<HVWRHVORSURSLR

438
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

Su constitución y perfeccionamiento se sitúa por ello formalmente en


HOiPELWRGHOREUDUKXPDQR\SRUORPLVPRHQHOiPELWRGHORUGHQPRUDO
no en el de lo meramente natural3.
La constitución determinada de la sociedad en cualquier momento de
VXKLVWRULDQRHVXQPHUR³IDFWXP´XQDUHDOLGDG³TXHHVWiDKt´LQGHSHQ
GLHQWHPHQWHGH ODDFWLYLGDGKXPDQD sino la expresión, en cada caso, de
esta actividad.
(VHOUHVXOWDGRGHXQTXHKDFHU\DODYH] XQTXHKDFHUVLHPSUHDELHUWR
DODLQWHOLJHQFLD\DODOLEHUWDGDHVRVGRVSULQFLSLRVDFWLYRVTXHHPDQDQGH
ODLQWLPLGDGGHODVXEMHWLYLGDGKXPDQD
Se presenta así como una permanente tarea ética y moral4TXHKDQGH
OOHYDUDFDERODVSHUVRQDVFLXGDGDQRV<TXHKDGHWHQHUFRPRREMHWLYRHO
libre desarrollo y perfeccionamiento de la verdadera identidad subjetiva,
esencial y operativa, de todos y cada uno de ellos.
La aspiración a la recuperación y fortalecimiento de la sociedad civil
no es otra cosa que la aspiración a redescubrir y potenciar la verdad de la
subjetividad de la sociedad5 que exige como requisito indispensable redes
cubrir y potenciar la subjetividad creativa del ciudadano6.

GHOKRPEUHIUHQWHDORVGHPiVDQLPDOHVSRVHHUpOVyORHOVHQWLGRGHOELHQ\GHOPDOGHORMXVWR\
de lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa
y la ciudad” (Politica,D 
8QDLGHDTXHVHUHSLWHHQHOVLJXLHQWHWH[WR³+HDTXtORTXHVHSURGXFHFXDQGRVHFRQYLYH
\VHLQWHUFDPELDQSDODEUDV\SHQVDPLHQWRVSRUTXHDVtSRGUtDGHILQLUVHODVRFLHGDGKXPDQD\QR
FRPRODGHOJDQDGRSRUHOKHFKRGHSDFHUHQHOPLVPRSUDGR´$RISTÓTELES, Etica a Nicómaco, IX,
E
3. /DVRFLHGDGKXPDQDWLHQHFLHUWDPHQWHVXIXQGDPHQWRHQHOVHUVRFLDOGHOKRPEUH(ORUL
JHQQDWXUDOGHODVRFLHGDGFLYLOVHKDOODHQHVDLQFOLQDFLyQQDWXUDOGHOKRPEUHDYLYLUHQVRFLHGDGD
convivir y compartir su vida con otros seres de su misma especie. La sociabilidad es, por ello, una
GLPHQVLyQTXHSHUWHQHFHDOKDEHUQDWXUDOGHOKRPEUH3HURHVODDFWLYLGDGRUGHQDGRUDGHODUD]yQ
TXHSUHVXSRQHODQDWXUDOH]DVRFLDOGHOKRPEUHODTXHGDVXIRUPDDODVRFLHGDGKXPDQD3RUHVR
se dice que la sociedad no es una mera realidad natural. Como tampoco es fruto de un simple pacto
libremente establecido por el conjunto de sus miembros. De nuevo aparece aquí la distinción –que
no separación– entre naturaleza y libertad, entre el orden natural y el orden moral. Una cuestión que
DWUDYLHVDWRGDODKLVWRULDGHODpWLFD\GHODILORVRItDVRFLDO\SROtWLFD
4. Una tarea ética, por cuanto exige una reflexión racional encaminada a esclarecer, justificar
racionalmente y sistematizar en una unidad de sentido los bienes, fines, valores y normas que deben
SUHVLGLUXQDFRPXQLGDGGHFRQYLYHQFLDDXWpQWLFDPHQWHKXPDQD
<XQDWDUHDPRUDOSRUFXDQWRQREDVWDHVFODUHFHULQWHOHFWXDOPHQWH\MXVWLILFDUUDFLRQDOPHQWH
esos principios, sino que exige por parte de los ciudadanos asumir libremente el compromiso de
plasmarlos activamente, de darles existencia efectiva en la sociedad en la que viven. No basta, en
HIHFWRVDEHUORTXHVHGHEHKDFHU(VQHFHVDULRDGHPiVTXHUHUKDFHU\KDFHUORTXHVHKDYLVWRTXH
VHGHEHKDFHU
5. -UAN PABLO II, Centesimus Annus (CA, 1991) 49c.
6. -UAN PABLO II, Sollicitudo Rei Socialis (SRS, 1987) 15b.

439
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

3HUFHSFLyQGHOD³VXEMHWLYLGDGGHODVRFLHGDG´³FRQ¿JXUDFLyQ\GH
sarrollo de la sociedad civil”, y potenciación de la “subjetividad creativa
del ciudadano” son, a mi juicio, expresiones equivalentes.
$SXQWDQHQHIHFWRDXQDPLVPDUHDOLGDGDOUHGHVFXEULPLHQWR\OLEUH
GHVDUUROORGHODYHUGDGLQWHJUDOGHOVHU\REUDUGHODVSHUVRQDVFLXGDGDQRV
De este redescubrimiento y potenciación depende que la sociedad recobre
VXYHUGDGHUDLGHQWLGDGXQD³FRPXQLGDGVXEMHWLYDGHFRQYLYHQFLD´HQOD
que todas y cada una de las personas que la integran se autocomprendan y
sean respetadas como un bien en sí mismas, como sujetos, y no como un
medio o un objeto al servicio del poder del Estado o del mercado.
5HGHVFXEULU \ DFHSWDU HVRV YDORUHV GH YHUGDG OLEHUWDG \ ELHQ LQWH
JUDQWHVGHODVXMHWLYLGDGGHODJHQWHKXPDQR\SODVPDUORVGHPRGRHIHFWLYR
HQ OD FRQ¿JXUDFLyQ GH XQD DXWpQWLFD FRQYLYHQFLD VRFLDO UHTXLHUH TXH HO
KRPEUHKDJDXVRSOHQRGHVXLQWHOLJHQFLD\GHVXOLEHUWDG
1HFHVLWD HO DJHQWH KXPDQR KDFHU XVR SOHQR GH VX LQWHOLJHQFLD SDUD
GHVFXEULUODYHUGDGGHVXVXEMHWLYLGDGGHORVELHQHV\YDORUHVTXHODFRQV
WLWX\HQ\ODSHUIHFFLRQDQ<WDPELpQGHVXOLEHUWDGTXHUHUOLEUHPHQWHKD
cer uso de su inteligencia y querer realizar, dar existencia efectiva, a esos
bienes y valores.
“Subjetividad de la sociedad” y “subjetividad creativa del ciudadano”
mantienen entre sí una relación intrínseca y solidaria. A mayor y mejor de
VDUUROORGHODVXEMHWLYLGDGUHDOGHODJHQWHKXPDQRLQGLYLGXDOFRUUHVSRQGHUi
un mayor y mejor desarrollo de la sociedad como “comunidad subjetiva de
FRQYLYHQFLDKXPDQD´
6RQORVDJHQWHVKXPDQRVORVTXHHQGH¿QLWLYDFUHDQRUJDQL]DQ\GH
sarrollan las diversas instituciones familiares, educativas, económicas y
políticas que constituyen la sociedad.
/DFRQH[LyQHQWUHHOJUDGRGHGHVDUUROORKXPDQR±pWLFR\PRUDO±GH
éstos y el de la sociedad de la que son sujetos activos es evidente.
/D¿UPH]DGHODVRFLHGDGFLYLOFRPRFHUWHUDPHQWHVHKDGLFKR³HV
WULEDHQODUHVSXHVWDGHORVDJHQWHVVRFLDOHVHQVXFDSDFLGDGGHDXWRUUHV
SRQVDELOLGDG \ DXWRJRELHUQR   'H HVWR MXVWDPHQWH GHSHQGH OD UHDOL
zación de esa utopía clásica de comunidad de individuos libres, que es
consubstancial con nuestra civilización occidental”7.
La realización de esa “comunidad de individuos libres” reclama tanto
la potenciación de la irrrenunciable individualidad y libertad real de las per

7. V. PÉREZ DÍAZ, El retorno de la sociedad civil, Instituto de Estudios Económicos, Madrid,


1987, p. 12.

440
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

sonas que la integran como el fortalecimiento de la koinonía, de esa unión


entre ellos que es una comunicación o comunión de vida, una convivencia,
base de toda auténtica comunidadKXPDQD<TXHWLHQHFRPRSULQFLSRGH
unión ese bien común –la promoción y desarrollo de la dignidad personal
GHWRGRV\FDGDXQRGHORVVXMHWRVFLXGDGDQRV±DFX\DFRQVHFXFLyQGHEHQ
cooperar libremente todos sus miembros.

I. SOCIEDAD CIVIL Y ESTADO

³$OJXQRV GH ORV SUREOHPDV FRQ ORV TXH QRV HQIUHQWDPRV D OD KRUD GH
aplicar en la situación presente el concepto de sociedad civil radican en la am
bigüedad del mismo. En parte, esta ambigüedad es el resultado de una compli
FDGDKLVWRULDLQWHOHFWXDO  (QXQSULPHUPRPHQWRHOWpUPLQRVRFLHGDGFLYLO
fué usado en su acepción más amplia, como sinónimo de sociedad política.
Más tarde, su significado cambió, y comenzó a ser utilizado en oposición al
concepto de estado(VWHSDUHFHVHUVXXVRPiVH[WHQGLGRKR\GtD´8.

Desde la contraposición Sociedad civil/Estado, la crisis de la sociedad


FLYLOHVHWHMLGRGHLQVWLWXFLRQHV\DVRFLDFLRQHVLQWHUPHGLDVHQWUHHOLQGLYL
GXR\HO(VWDGRVHODFRQVLGHUDFDXVDGDSRUODLQÀXHQFLDGHOSRGHUTXHHO
(VWDGRKDYHQLGR\VLJXHHMHUFLHQGRGHPRGRFUHFLHQWHVREUHHOOD
<DVtODFULVLVGHODVRFLHGDGFLYLOHQORVSDtVHVGHO(VWHVHGHEHUtD
DODRSUHVLyQTXHVREUHHOORVKDHMHUFLGRGXUDQWHYDULDVGpFDGDVHO(VWD
GRWRWDOLWDULRFRQWURODGRU\SODQL¿FDGRUGHODDFWLYLGDGFLXGDGDQD7UDVOD
quiebra de este Estado, la sociedad civil está en estos pueblos sumamente
debilitada, desarticulada.
<¢TXpGHFLUGHODVVRFLHGDGHVGHPRFUiWLFDVGH2FFLGHQWH"7DPELpQ
éstas presentan una situación de debilitamiento en su articulación actual y
VREUHWRGRGHFDUDDOIXWXURHQYLUWXGGHODLQÀXHQFLDQHJDWLYDTXHVREUH
HOODVKDHMHUFLGRHOOODPDGR(VWDGRGHOELHQHVWDU
(O(VWDGRGHOELHQHVWDUKDFRQWULEXLGRDIRPHQWDUODSDVLYLGDGGHOFLX
dadano. A debilitar, si no ya anular, su capacidad de iniciativa creadora en
ORVGLYHUVRViPELWRVGHVXREUDUFRQ¿DGRHQODVSURPHVDVGHO(VWDGRSUR
vidente autoerigido en portador de un proyecto moral y en garante seguro
para la solución de todos su problemas.

8. IDEM, La primacía de la sociedad civil, Alianza Editorial, Madrid,1993, p. 76

441
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

3HURHO(VWDGRGHOELHQHVWDUHVWiHQFULVLV1RSDUHFHHVWDUHQFRQGL
FLRQHV±LQFOXVRSRUUD]RQHVWpFQLFRHFRQyPLFDVGHUHVROYHUSDWHUQDOtVWLFD
mente los problemas del ciudadano. A ello se añade el crecimiento actual
del poder económico que amenaza invadir todas las esferas de la actividad
privada, social y política. El propio Estado podría quedar sometido a este
poder económico.
(OORQRREVWDQWHHO(VWDGRQRUHQXQFLD±DSHVDUGHVXHQIiWLFDSURFOD
PDFLyQGHORVGHUHFKRV\OLEHUWDGHVGHOFLXGDGDQR±DVHJXLUHMHUFLHQGRVX
SRGHULQWHUYHQFLRQLVWDHQHOiPELWRGHODYLGDLQGLYLGXDOIDPLOLDUHFRQy
mica y social, en la salud y en la educación de los ciudadanos.
Se comprende fácilmente ante esta situación que Sociedad y Estado se
SUHVHQWHQFRPRUHDOLGDGHVDQWDJyQLFDV<VHD¿UPHHQFRQVHFXHQFLDTXH
el fortalecimiento y revitalización de la sociedad civil comporte y exija de
suyo una debilitación del Estado.
³6RFLHGDGFLYLO´\³(VWDGR´VHFRQVLGHUDQDVtUHDOLGDGHVDXWRFRH[FOX
\HQWHV(O(VWDGRHVODH[SUHVLyQGHOSXURSRGHU<HQFXDQWRWDOJHQHUDGH
VX\RXQDDQXODFLyQGHOFLXGDGDQRVXMHWRUHGXFLpQGRORDPHURREMHWRGH
uso y manipulación por parte del Estado.
8Q(VWDGRIXHUWHFRQOOHYDGHVX\R±VHJ~QHVWDSRVLFLyQ±XQDGHELOL
WDFLyQVLQR\DXQHQPXGHFLPLHQWRGHODYR]GHODVRFLHGDGFLYLO<XQD
UHJHQHUDFLyQGHODVRFLHGDGFLYLOH[LJHSRUORPLVPRXQDSDUDOHODGHELOL
WDFLyQGHOSRGHUGHO(VWDGR'LFKRGHRWURPRGRFXDQWRPiV(VWDGRPH
QRVVRFLHGDGFLYLO<FXDQWRPiVVRFLHGDGFLYLOPHQRV(VWDGR
Otros, por el contrario, consideran que

“la expresión sociedad civilDPELJXDELHQVRQDQWH\HQPDUDVFDGRUDKD


substituido a la decimonónica sociedad burguesa. (...) En realidad (...) no se
refiere más que a quienes participan del entramado neocapitalista”9.

Según esta opinión, tras el pretendido antagonismo entre Sociedad ci


vil y Estado se oculta en realidad la intención de oponer a un Estado social
y democrático un Estado liberal burgués inspirado por el egoísmo y la in
solidaridad.
Semejante planteamiento del tema Sociedad civil/Estado entraña un
FRPSRQHQWHKLVWyULFR\UHVSRQGHDVLWXDFLRQHVTXHGHKHFKRVHGDQHQHO
SUHVHQWH /DV VRVSHFKDV TXH ORV GHIHQVRUHV GH XQD \ RWUD SRVLFLyQ PDQ

9. -//ÓPEZ ARANGUREN, “Estado y Sociedad civil”, en Sociedad civil o Estado. ¿Reflujo o


retorno de la Sociedad civil?)XQGDFLyQ)ULHGULFK(EHUW6DODPDQFDS

442
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

tienen ante la del oponente encuentran en el pasado y en el presente razones


sobradas que las explican.
&RPRVHKDGLFKRFRQWRGDUD]yQ
³HOLQGLYLGXRKR\GtDTXHGDVRIRFDGRFRQIUHFXHQFLDHQWUHORVGRVSRORV
del Estado y del mercado. En efecto, da la impresión a veces de que existe
sólo como productor y consumidor de mercancías, o bien, como objeto de la
administración del Estado “10.

(VWD HV FLHUWDPHQWH XQD VLWXDFLyQ GH KHFKR GHVJUDFLDGDPHQWH PX\


extendida en las sociedades de nuestro tiempo. Pero conviene distinguir las
FXHVWLRQHVGHKHFKRGHODVFRQFHSWXDOHV
La recuperación y fortalecimiento de la sociedad civil no entraña de
suyo, conceptualmente, el debilitamiento del Estado, como tampoco la
defensa en pro de la vigorización de la sociedad civil oculta de suyo la
intención de substituir el Estado Social por el Estado liberal burgués, es
decir, por un Estado movido exclusivamente por intereses económicos o
de mercado.
1LHOFRQFHSWRGH³VRFLHGDGFLYLO´VHLGHQWL¿FDFRQHOGH³VRFLHGDGEXU
guesa capitalista, individualista e insolidaria”, como tampoco el concepto de
“Estado” con el de “Estado totalitario, destructor de la sociedad civil”.
&RPRVHKDGLFKRFRQDFLHUWR
“(...) el uso que se está generalizando de la clásica dicotomía Estado/
Sociedad Civil tiende más bien a ocultar que a iluminar el entendimiento de
nuestros problemas reales.
&UHR HQ HIHFWR TXH FXDQGR HVWRV SUREOHPDV VH SUHWHQGHQ LGHQWL¿FDU
mediante ideas como la del ÀXMR y UHÀXMR de las relaciones entre sociedad
civil y Estado, o a través de una todavía más simplista presentación del Es
tado como una entidad invadente, amenazadora, antagónica en todo con la
sociedad civil, lo que puede resultar de ellos es, pura y llanamente, la perpe
tuación de esos mismos problemas en el seno de una ruidosa disputa verbal
VLQ¿Q  XQDPDQHUDGHHVFDPRWHDUDVSHFWRVUHOHYDQWHVGHODUHDOLGDGPiV
que un modo de mostrarlos”11.

Esta presentación del Estado como una realidad sistemáticamente an


tagónica en todo con la sociedad civil no da ciertamente respuesta al desa

10. CA, 49c


11. )-/APORTA, “ Sobre la precariedad del individuo en la Sociedad civil y los deberes del
Estado democrático”, en Sociedad civil o Estado... op. cit., p. 19.

443
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

fío moral, al requerimiento que a la inteligencia, a la libertad y a la verda


GHUDDXWRQRPtDPRUDOGHORVKRPEUHV\PXMHUHVGHQXHVWURWLHPSRSODQWHD
ODUHFRQVWUXFFLyQGHXQDVRFLHGDGDXWpQWLFDPHQWHKXPDQD
3RGUtDGDUVHHOFDVRHQHIHFWRGHXQDVRFLHGDGFLYLOIXHUWHTXHSUHFL
samente por no cumplir las exigencias éticas fundadas en la verdad y liber
tad del ser y el obrar de los sujetos que la integran, reclamaría un Estado
fuerte. Es decir, dotado de la fuerza de la razón para impedir los atentados
que contra esta verdad y libertad pretendiera llevar a cabo una sociedad civil
regida por la razón de la fuerza del poder económico en la que el individuo
KXPDQRTXHGDUDUHGXFLGRDPHURREMHWRGHSURGXFFLyQRGHFRQVXPR
La misma valoración moral merecería una situación de armonía entre
Estado y Sociedad civil, en la que el poder del Estado se pusiera dócilmente
al servicio de las diversas instituciones privadas y sociedades intermedias
creadas por una sociedad civil “burguesa, insolidaria y egoista”.

“No se trata (...) de equilibrio o desequilibrio de debilidades. Estado y


sociedad civil no juegan un juego de suma cero, donde la fortaleza del uno
requiera la debilidad del otro. Pueden ser ambos fuertes en lo que (simplifi
cando las cosas) cabe llamar sus propias esferas de actividad o sus propias
áreas de decisión; aunque ciertamente no cabe una sociedad civil dinámica
si la fortaleza del Estado va más allá de determinados límites, que pueden
FDPELDUFRQODFR\XQWXUDKLVWyULFD  ´12.

La regeneración de la sociedad civil no es cuestión de un “pugilato”


entre el poder del Estado y el poder de la sociedad civil.
/DVRFLHGDGFLYLOHVWiGHELOLWDGDQRH[FOXVLYDPHQWHHQYLUWXGGHOSR
der que el Estado ejerce sobre ella; no obedece de suyo a ningún factor
externo, por muy potente que pueda parecer. La raíz de su debilitamiento
VHKDOODHQHOODPLVPDHQORVDJHQWHVKXPDQRVTXHODLQWHJUDQ\GHORV
TXHGHSHQGHVXFRQ¿JXUDFLyQ\GHVDUUROORHQWRGRVORVPRPHQWRVGHVX
KLVWRULD
No se trata de disminuir el poder del Estado como condición para re
cuperar la libertad y justa autonomía de la sociedad civil.
(O(VWDGRQRHVHVXQDUHDOLGDG³PRUDOPHQWHH[HQWD´UHJLGDH[FOXVL
vamente por la lógica del poder, sino una realidad que se inscribe en el
iPELWRGHOREUDUKXPDQR\SRUORPLVPRPRUDO\TXHHQFRQVHFXHQFLD

12. V. PÉREZ DÍAZ, El retorno de la sociedad civil, Instituto de Estudios Económicos, Madrid,
1987, pp. 11 y ss.

444
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

KDGHDWHQGHUUHVSHWDU\SURPRYHUODVH[LJHQFLDVREMHWLYDVTXHGLPDQDQGH
ODGLJQLGDGGHODSHUVRQDKXPDQD\ORVELHQHV\YDORUHVTXHODFRQVWLWX\HQ
y perfeccionan.
Las instituciones políticas, al igual que las instituciones sociales, son
IUXWRGHODDFWLYLGDGKXPDQDGHTXLHQHVODVFUHDQ\ODVGLULJHQ3RQHUOD
racionalidad, la libertad y la autonomía del lado de la sociedad civil, para
situar en el ámbito del puro poder las instituciones públicas del Estado,
equivaldría a vaciar a éstas de la dimensión intrínsecamente racional y mo
UDOTXHWRGDDFWLYLGDGKXPDQDSULYDGDRS~EOLFDHQWUDxD
6RFLHGDGFLYLO\(VWDGRHVWiQOODPDGRVDHQWHQGHUVHQRGHVGHODOyJL
ca del poder, no desde unas relaciones dialécticas de dominio, sino desde
unas relaciones dialógicas de racionalidad y libertad respetuosas de la ver
GDG LQWHJUDO \ GH ORV GHUHFKRV IXQGDPHQWDOHV GH OD SHUVRQD KXPDQD TXH
GHEHQSUHVLGLUODDFFLyQKXPDQDLQGLYLGXDOVRFLDO\SROtWLFD
Frente a un planteamiento dialéctico entre Sociedad civil y Estado, se
trata de potenciar las condiciones adecuadas para la articulación entre una y
otro. Articulación que tiene como eje, por parte de los ciudadanos, el redes
cubrimiento de los valores que constituyen y perfeccionan su dignidad per
VRQDO\SRUSDUWHGHO(VWDGRHOUHVSHWRLQFRQGLFLRQDO\SURWHFFLyQH¿FD]
GHHVRVYDORUHV<XQDYH]PiVHVLPSRUWDQWHDGYHUWLUTXHODFRQVHFXFLyQ
de este objetivo depende de la recuperación moral de los ciudadanos, pro
tagonistas y destinatarios del orden social y político. En sus manos está en
GH¿QLWLYDWDQWRODVRFLHGDGFLYLOFRPRHO(VWDGR
/DKLVWRULDDWHVWLJXDTXHKDQVLGRpVWRVORVTXHDOWRPDUFRQFLHQFLDGH
su dignidad personal, y de la libertad y justa autonomía que deben presidir
VXREUDUKDQFRQWULEXLGRDSURPRYHUXQDVRFLHGDGDXWpQWLFDPHQWHKXPD
QDXQDVRFLHGDGDODPHGLGDGHOKRPEUHIUHQWHDODVGLYHUVDVH[SUHVLRQHV
GH LUUDFLRQDOLGDG H LQKXPDQLVPR JHQHUDGDV SRU HO SXUR SRGHU SROtWLFR R
económico.
<VRQHVWRVYDORUHVGHYHUGDGOLEHUWDG\ELHQTXHDUWLFXODQ\GDQVHQ
WLGRDOREUDUDXWpQWLFDPHQWHKXPDQRORVTXHHQWRGRWLHPSRGHEHQSUHVLGLU
e informar la constitución ética de la sociedad civil y política.
/DFXOWXUDFLHQWL¿FLVWDTXHVLJXHYLJHQWHHQDPSOLRVVHFWRUHVGHQXHV
tra sociedad es incapaz de dar cuenta de la verdad de la realidad y, en par
WLFXODUGHODUHDOLGDGGHODSHUVRQDKXPDQD
No puede ofrecer una propuesta capaz de satisfacer las exigencias más
SURIXQGDVGHOKRPEUHVXVDVSLUDFLRQHVFRPRDJHQWHUDFLRQDO\OLEUHDODYHU
GDG\DOELHQ<HQFRQVHFXHQFLDQRSXHGHVXVFLWDUDGKHVLRQHVUDFLRQDOHV\
OLEUHV6HQXWUHGHOSRGHU<SRUHOORWHPHDODYHUGDG\DODOLEHUWDG

445
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

La crisis actual de la sociedad civil y política, en su estructura y en su


contenido, no es sino la expresión objetivada de la crisis ética y moral, es
decir, de la crisis que en la cultura actual vienen padeciendo la verdad, la
libertad y el bien que articulan la inteligibilidad y sentido de la auténtica
DFFLyQKXPDQD

³  /DFRQYLYHQFLDHQWUHORVKRPEUHVQRWLHQHFRPRILQQLHOPHUFDGR
ni el Estado, ya que posee en sí misma un valor singular a cuyo servicio debe
estar el Estado y el mercado. El hombre es, ante todo, un ser que busca la
verdad y se esfuerza por vivirla y profundizarla en un diálogo continuo que
implica a las generaciones pasadas y futuras”.13

/DE~VTXHGD\DPRUDODYHUGDGLQWHJUDOGHOKRPEUHPHGLDQWHXQGLi
logo racional y libre de dominio, en la que los interlocutores se tienen en
cuenta unos a otros, y el perfeccionamiento recíproco que de ello dimana
es, a mi juicio, la clave para esa reconstitución ética y moral de la sociedad
actual.
Ante el desafío de una sociedad interpretada desde la lógica del poder
–técnico, político o económico– en términos diálecticos de confrontación,
XUJHJHQHUDUXQDFRPXQLGDGKXPDQDGHFRQYLYHQFLDEDVDGDHQXQDHVWUXF
WXUDGLDOyJLFDGHFRPXQLFDFLyQVREUHFRQWHQLGRVUHDOHVODYHUGDG\HOELHQ
de los interlocutores.
/OHYDUDFDERHVWH³PRGHORpWLFR´GHFRQYLYHQFLDKXPDQD³UHTXLHUH
articular todos los usos de la razón –teórica, práctica y técnica– en términos
dialógicos, no dialécticos. La dialéctica es un modo particular de entender
ODtQGROHGLDOyJLFDGHOKRPEUHTXHVHFDUDFWHUL]DSRULQWHUSUHWDUODPHGLD
ción en términos de negación. El paso de la dialógica estriba precisamente
en el indicado enriquecimiento mutuo de los términos de la relación comu
nicativa.
Con ello se elimina la interpretación primordialmente negativa de la
mediación y se da paso a la fecundidad del diálogo para el descubrimiento
progresivo de la verdad común (...).
Es esta estructura dialógica de la comunicación la que ciertamente se
da en las relaciones intersubjetivas o interpersonales directas (face to face),
y en la sociedad familiar y la que debe informar la sociedad civil”.14

13. CA, 49 b. (El subrayado es mío).


14. M. SANTOS, “Perspectivas sociológicas de la comunicación”, en Filosofía de la comuni-
cación,-<DUFH HG (XQVD3DPSORQDS

446
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

'HVGHHVWDYLVLyQGHODVRFLHGDGFRPRFRPXQLGDGGLDOyJLFDGHFRPX
nicación en la búsqueda, establecimiento y realización de esa verdad y bien
común de todos y cada uno de los ciudadanos que la integran, cabe deter
minar los principios éticos y morales que deben informar la constitución
ética de la sociedad civil.

II. SOCIEDAD Y ETICA CIVIL

(OUHVSHWRDODOLEHUWDG\DODYHUGDGGHOREUDUGHODJHQWHKXPDQRKDEUi
GHVHU±VHJ~QVHDFDEDGHLQGLFDU±HODOPDGHORVSULQFLSLRVTXHKDQGHLQV
pirar esa vigorización moral de la nueva sociedad civil que desde diversas
instancias del pensamiento actual se viene reclamando.
1LODYHUGDGQLHOELHQTXHHODJHQWHKXPDQRHVWiOODPDGRDDOFDQ]DU
HQ GLDORJR UDFLRQDO FRQ ORV RWURV DJHQWHV KXPDQRV FRQ ORV TXH FRQYLYH
pueden ser entendidos desligados de la verdad y el bien de la libertad, ni
tampoco la libertad puede entenderse como un valor absoluto, desligado de
ODYHUGDG\HOELHQTXHODUHDOL]DFRPRDXWpQWLFDOLEHUWDG<HVMXVWDPHQWH
el valor de la verdad y su adecuada articulación con la libertad la cuestión
de fondo del debate actual sobre la “ética civil”.
Surge ésta con el intento de elaborar los principios éticos que deben
UHJXODU OD FRQYLYHQFLD FLXGDGDQD HQ OD DFWXDO VRFLHGDG SOXUDOLVWD GHPR
crática y secularizada.
(VWRV UDVJRV GH OD VRFLHGDG PRGHUQD VH FRQVLGHUDQ KDVWD WDO SXQWR
determinantes de esta formulación de la “ética civil” que, privada ésta de
VXYLQFXODFLyQDHVWHKRUL]RQWHGHODUHDOLGDGVRFLDOFDUHFHDMXLFLRGHVXV
propugnadores, de consistencia real.
&XDOTXLHU SUHWHQVLyQ GH HODERUDU XQD pWLFD UHJXODGRUD GH OD FRQYL
vencia social en la que estas notas no tuvieran carácter determinante, queda
excluida de esta propuesta.
La “ética civil”–se dice– exige de suyo la no confesionalidad social;
es un concepto correlativo al pluralismo moral y demanda la aceptación del
sistema democrático como el único procedimiento adecuado para el esta
blecimiento de las normas reguladoras de la convivencia social.
Semejante conceptualización de la “ética civil” da por sentado que el
pluralismo moral, la democracia y el secularismo son de suyo indicadores
indiscutiblemente positivos del desarrrollo que la libertad y autonomía del
FLXGDGDQRKDQDOFDQ]DGRHQODVRFLHGDGDFWXDOIUHQWHDODLPSRVLFLyQTXH

447
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VREUH pO KD YHQLGR HMHUFLHQGR XQD pWLFD GRWDGD GH SULQFLSLRV XQLYHUVDOHV
SUHWHQGLGDPHQWHIXQGDGRVHQODYHUGDGGHOVHU\HOREUDUKXPDQRV2GL
FKRGHRWURPRGRTXHVRQYDORUHVPRUDOHVTXHKDQGHVHUDVXPLGRVVLQ
más como ingredientes constitutivos de una auténtica convivencia social.
$ SDUWLU GH OD DFHSWDFLyQ LQGLVFULPLQDGD GH HVWH VXSXHVWR HVWD SUR
puesta de “ética civil” considera necesario establecer una distinción entre
³pWLFDS~EOLFD\³pWLFDSULYDGD´\HQWUH³pWLFDODLFD´SUHVLGLGDSRUODUD
cionalidad, y “ética religiosa”, inspirada en la confesionalidad.
La “ética privada” vendrá determinada por aquellos contenidos de va
lor que el individuo decida libremente dar a su propio proyecto de vida,
PLHQWUDVTXHOD³pWLFDS~EOLFD´KDEUiGHVHUXQDpWLFDIRUPDOVLQFRQWH
QLGRVSURFHGLPHQWDO\GHQRUPDVVLQRWUD¿QDOLGDGTXHODGHKDFHUSRVLEOH
que cada uno de los individuos pueda llevar a cabo su propia opción moral
en la convivencia social.
+XHOJD DGYHUWLU TXH HQ XQD VRFLHGDG TXH KD DVXPLGR HO SOXUDOLVPR
moral como un valor moral indiscutible carece de sentido exigir o invocar
unos criterios racionales que permitan distinguir un proyecto de vida mo
ralmente correcto del que no lo es.
&XDOTXLHUSUR\HFWRGHYLGDHVPRUDOPHQWHFRUUHFWRSRUHOVLPSOHKH
FKRGHKDEHUVLGROLEUHPHQWHHOHJLGRHVLJXDOPHQWHDFHSWDEOHGDGRTXHQR
existe ninguno que pueda legítimamente alzarse con la pretensión de ser el
verdadero y correcto.
Decir lo contrario supondría introducir un factor de dogmatismo, de
intolerancia, incompatibles con la libertad y la absoluta autonomía de la
que goza el ciudadano en una moderna sociedad civilizada.
Es precisamente este respeto al pluralismo moral el que exige que la
ética pública mantenga una absoluta neutralidad ética sobre los contenidos
que el ciudadano deba dar a su propio proyecto de vida. Menos aún podrá
esta ética pública dictar normas socialmente obligatorias, fundadas en va
lores morales de carácter substantivo.
6HOLPLWDUiDHVWDEOHFHUXQDVQRUPDVPtQLPDVTXHODVRFLHGDGGHPR
FUiWLFDGHFLGDGDUVHDVtPLVPDSDUDTXHFDGDFLXGDGDQRFRPR\DVHKD
indicado, pueda elegir y llevar a cabo en la convivencia social su propia
ética privada.
3HUR OD VRFLHGDG DFWXDO QR HV VROR XQD VRFLHGDG SOXUDOLVWD \ GHPR
crática. Es también una sociedad secularizada. Ante este tercer rasgo –asu
mido al igual que los otros dos como un valor positivo de una auténtica

448
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

FRQYLYHQFLDVRFLDO±VHKDFHQHFHVDULDXQDQXHYDGLVWLQFLyQHQWUH³pWLFDODL
ca” y “ética religiosa”.
/D³pWLFDODLFD´KDEUiGHWHQHUFRPRSULQFLSLRLQVSLUDGRUOD³UDFLRQD
lidad ética” entendida como una racionalidad dotada de una completa au
tonomía, es decir, independiente de cualquier fundamento natural o trans
cendente. Una racionalidad autoconstituyente de los principios y leyes que
GHEHQUHJXODUODSUD[LVKXPDQDLQGLYLGXDO\VRFLDO
(VXQDH[LJHQFLDGHODGLJQLGDGGHTXHJR]DHOVXMHWRFLXGDGDQR±DGL
ferencia del simple súbdito– el no obedecer otras normas que las que él se
GDDVtPLVPRGHVGHHVHSRGHUVREHUDQRGHDXWRD¿UPDFLyQTXHOHFRQVWLWX
\HFRPRWDO<TXHKDEUiQGHVHUDSUREDGDVSRUFRQVHQVRGHODPD\RUtD
(VWD³pWLFDODLFD´KDEUiGHH[FOXLUWRGRSULQFLSLRSURFHGHQWHGHXQD
“ética religiosa” por dos sencillas razones. Porque carece de sentido en una
sociedad secularizada invocar o aceptar una instancia transcendente, reli
giosa, como fuente normativa de los contenidos y principios reguladores de
ODFRQYLYHQFLDVRFLDO<SRUTXHVHPHMDQWHSUHWHQVLyQLQWURGXFLUtDGHQXHYR
un factor de dogmatismo, de fundamentalismo e intolerancia incompatibles
con el valor de la libertad.
“Confesionalidad religiosa” y “ética civil” ( laica ) son magnitudes
que se autoexcluyen. La confesionalidad religiosa – se dice– origina una
YLVLyQ~QLFD\WRWDOL]DQWHGHODUHDOLGDG6HLPSRQHGHXQPRGRQRUDFLR
QDO1RWROHUDODMXVWL¿FDFLyQUDFLRQDOSRUFXDQWRKDFHGHODV³SHUVRQDV´
“creyentes” y de las valoraciones “dogmas”.
(OORQRTXLHUHGHFLUTXHHOLQGLYLGXRQRSXHGDKDFHUXQDRSFLyQSRU
HVWD³pWLFDUHOLJLRVD´3HURKDEUiGHVHUHQWRGRFDVRXQDRSFLyQSULYDGD
TXHQRSXHGHFRPSDUHFHUHQHOGLVFXUVRS~EOLFRFRQODSUHWHQVLyQGHSUH
sentarse como una propuesta racional.
La valoración de semejante conceptualización de la “ética civil”, a la
OX]GHORVHOHPHQWRVFRQVWLWXWLYRVGHODYHUGDGGHODDFFLyQKXPDQDHQVX
HVWUXFWXUD\HQVXFRQWHQLGRPRUDOHVSHFt¿FRSXHGHTXHGDUFRQGHQVDGDHQ
los siguientes puntos.
 /DpWLFDRGDFXHQWDGHOHMHUFLFLRUDFLRQDO OLEUH \UD]RQDEOH YHU
GDGHUR GHODOLEHUWDGGHODJHQWHKXPDQRRQRHVpWLFDHQDEVROXWRQLS~
blica, ni privada, ni civil, ni religiosa.
 (VWHHMHUFLFLRUDFLRQDO\UD]RQDEOHGHODOLEHUWDGKXPDQDH[LJHWDQ
to el respeto a la libertad como el respeto a la verdad.
 /D SHUVRQD KXPDQD HV SULQFLSLR \ GXHxR GH VXV DFWRV (VD VREH
UDQtDHVHVHxRUtRVREUHVXVDFWRVSHUWHQHFHDOKDEHUQDWXUDOGHODSHUVRQD

449
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

KXPDQD1DGLH±QLQJXQDLQVWDQFLDQLFLYLOQLUHOLJLRVD±SXHGHDUURJDUVHHO
GHUHFKRGHVXSULPLUODPHGLDQWHFXDOTXLHUWLSRGHFRDFFLyQD~QHQQRPEUH
de una presunta verdad, sin atentar eo ipso a la verdad real de la dignidad
GHODSHUVRQDKXPDQD
/DSHUVRQDKDGHEXVFDUODYHUGDG\HOELHQTXHODSHUIHFFLRQDQDWUD
YpVGHOOLEUHHMHUFLFLRGHVXHQWHQGLPLHQWR\GHVXYROXQWDG(VGHFLUKDGH
WHQGHUPHGLDQWHXQTXHUHUTXHWLHQHHQHOVXMHWRKXPDQRVXSULQFLSLRDXQ
bien que es juzgado y comprendido como tal por el sujeto mismo. Determi
narse al bien ejerciendo su capacidad de autoterminación en que se expresa
ODFRQGLFLyQUDFLRQDO\OLEUHGHOREUDUKXPDQR
La libertad no es solo condición sine qua non de la moralidad del
REUDUKXPDQRHVXQLPSHUDWLYRpWLFR3UHWHQGHUTXHHOKRPEUHREUHHOELHQ
moral coaccionadamente es una contradicción en los términos. Obrar mo
ralmente –perdónese la insistencia– no es sólo realizar el bien moral, sino
realizarlo libremente mediante un conocimiento racionalmente fundado y
OLEUHPHQWHUHFRQRFLGRGHOELHQHQFXHVWLyQ(VWHUHVSHWRDODOLEHUWDGKDGH
ser, en consecuencia, el primer principio que debe presidir una auténtica
convivencia social.
/DFRQFLHQFLDSDUWLFXODUPHQWHLQWHQVDGHORVKRPEUHVGHQXHVWURWLHP
po de la dignidad de la persona y de la libertad, del respeto a la conciencia
en su intinerario en busca de la verdad– sentido cada vez más como fun
GDPHQWR GH ORV GHUHFKRV GH OD SHUVRQD± HV FLHUWDPHQWH XQD DGTXLVLFLyQ
positiva de la cultura moderna15.
4XHODpWLFDFLYLOKDGHGHUHVSHWDUODOLEHUWDGFRPRSULQFLSLRSULPHUR
TXHKDGHSUHVLGLUHLQIRUPDUODFRQYLYHQFLDFLXGDGDQDHVXQDD¿UPDFLyQ
SRVLWLYDHQHOKDEHUGHODSURSXHVWDGH³pWLFDFLYLO´TXHYHQJRH[DPLQDQGR
$OOtGRQGHQRKD\OLEHUWDGQRKD\PRUDOLGDG
4. La libertad es una nota constitutiva de la moralidad, pero igualmente
constitutiva de ésta es la verdad. La libertad es verdad y se abre a la verdad.
'HDKtTXHODPRUDOUHTXLHUDLJXDOPHQWHUHVSHWRDODYHUGDG6LHPSUHKH
entendido la moral como la lógica, el logos, la verdad de la libertad.
/DpWLFD±ODUHÀH[LyQVREUHODYHUGDGGHODOLEHUWDG±HVXQWRGRDUPy
nico que se constituye como tal en la medida en que en sus principios y
razonamientos respeta el imperativo de la libertad que atraviesa y corona
el mundo de la moralidad. Un imperativo que entiendo ante todo como

15. &I-UAN PABLO II, Veritatis Splendor , n. 31.

450
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

GHMDUVHUDODOLEHUWDGORTXHHV5HVSHWDUODHQVXVHU1RYLROHQWDUODGLV
torsionarla, manipularla ideológicamente.
³/LEHUDU OD OLEHUWDG´ GH ODV IDOVL¿FDFLRQHV D TXH ±SRU GHIHFWR R SRU
exceso– viene siendo sometida en amplios sectores de la cultura actual es
KR\XQDGHODVWDUHDVPiVXUJHQWHVGHOSHQVDPLHQWRKXPDQR<HVHQHVWH
SXQWRGRQGHHVWDSURSXHVWDGH³pWLFDFLYLO´SUHVHQWDVXÀDQFRPiVGpELO(O
concepto de libertad que en ella se esgrime no responde a la verdad del ser
de la libertad.
(QWLHQGHHQHIHFWRODOLEHUWDGFRPRXQDLGHDH[HQWDGHWRGDUHIHUHQ
FLDDODYHUGDGGHOVHUKXPDQRHQODTXHWLHQHVXRULJHQ\GHODTXHUHFLEH
su sentido. Propugna una idea de libertad “utópica”, sin lugar, sin punto
de partida ni meta; una libertad “subsistente”, inspirada en un concepto de
razón absolutamente autónoma, autoconstituyente y creadora de los bienes,
YDORUHV\QRUPDVTXHGHEHQSUHVLGLUODSUD[LVKXPDQDLQGLYLGXDO\VRFLDO
(VHFRQFHSWRGHOLEHUWDGQRHVODOLEHUWDGUHDOKXPDQD(VXQDOLEHUWDG
PHUDPHQWHSHQVDGDLOXVRULDTXHOHMRVGHKDFHUSRVLEOHODDXWRQRPtDGHO
REUDUKXPDQRGHVHPERFDHQODPiVDOLHQDQWHGHODVKHWHURQRPtDV
(QWHQGHU DO DJHQWH KXPDQR FRPR FUHDGRU \ DUWtWLFH GH OD YHUGDG R
IDOVHGDGGHODUHDOLGDGGHOELHQ\GHOPDOGHVXREUDUHVGHVFRQRFHUODYHU
GDGHUDLGHQWLGDGGHOKRPEUH3HUGLGDODLGHQWLGDGGHOKRPEUHODOLEHUWDG
queda desarrigada de su lugar originario e inicia con ello el camino de su
propia disolución.
Dejada de lado la apertura natural a la verdad y al bien de la inteligencia
y la voluntad en las que tiene su sede la libertad, ésta pasa a convertirse en
puro poder arbitrario, erigido en árbitro supremo de todo comportamiento
individual y colectivo.
$XQDVRFLHGDGHQWHQGLGDFRPRXQDFRPXQLGDGSUHVLGLGDSRUXQGLi
logo racional y libre en busca de ese bien común que es la verdad, sucede
una sociedad regida por unas relaciones de dominio del más fuerte sobre
el más débil.
8QDOLEHUWDGGHVDUUDLJDGDGHODYHUGDGTXHGDSULYDGDGHXQDUHIHUHQ
FLD¿MDHVWDEOHTXHOHSHUPLWDDOKRPEUHGLVFHUQLUREMHWLYDPHQWHHOELHQ
del mal. Solo le queda medir lo bueno y lo malo en función de sus intereses
VXEMHWLYRVHOGLQHURHOSRGHURORTXHHQGH¿QLWLYDOHDVHJXUHXQELHQHVWDU
egoista e insolidario.
9HUGDG\OLEHUWDGVHUHFODPDQPXWXDPHQWH/DYHUGDGQRHVXQDxD
dido extrínseco que se impone a la libertad presuntamente constituida como
libertad con independencia absoluta de la verdad. La verdad es una dimen

451
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

sión constituyente y constitutiva de la libertad. Una libertad falsa –aun a


riesgo de que parezca una tautología– es una falsa libertad, una libertad
vacía de existencia real.
La libertad real –no la meramente pensada– es una potencia de la que
HOKRPEUHGLVSRQHHQVXLWLQHUDULRKDFLDVXSURSLRORJURKDFLDVXSURSLR
SHUIHFFLRQDPLHQWRSHUVRQDO'HDKtTXHQHFHVLWHDEULUVHDOYHUGDGHURELHQ
TXHODDFWXDOL]D\TXHQRWLHQHGDGRGHDQWHPDQRVLQRTXHKDGHVHUOLEUH
mente conquistado.
Un bien que la razón le propone, no le impone coactivamente a la
OLEHUWDG8QUHTXHULPLHQWRTXHODUD]yQOHKDFHDODOLEHUWDGDODTXHOHMRV
GHGHVWUXLUODVXSRQH6HWUDWDHQGH¿QLWLYDGHXQDSURSXHVWDTXHLQFOX\H
en sí misma,–como propuesta racional, y no necesidad física– una libre
respuesta a esa exigencia objetiva en que consiste la obligación moral a
diferencia de la violencia a la libertad que la coacción entraña.
3LHQVRTXHHVXQDGH¿FLHQWHFRPSUHQVLyQWDQWRGHODYHUGDGFRPRGH
la libertad la que explica la vinculación que en esta conceptualización de
la “ética civil” se establece entre escepticismo y libertad como requisito
indispensable para la tolerancia, y la que igualmente se propugna entre
D¿UPDFLyQGHODH[LVWHQFLDGHODYHUGDG\GRJPDWLVPRHLQWROHUDQFLD
/DOLEHUWDGODDXWRQRPtD\ODWROHUDQFLD±HVORTXHHQGH¿QLWLYDYLHQH
DGHFLUVH±VRQLQFRPSDWLEOHVFRQODD¿UPDFLyQGHTXHH[LVWHQXQDVYHUGD
des y unos valores dotados de objetividad real. Este planteamiento dialécti
co entre verdad y libertad, como si de dos realidades antagónicas se tratara,
HVODTXHKDOOHYDGRDGHFLUTXH³QRHVODYHUGDGODTXHQRVKDFHOLEUHVVLQR
TXHHVODOLEHUWDGODTXHQRVKDFHYHUGDGHURV´8QDWDOLQWHUSUHWDFLyQGHODV
UHODFLRQHVHQWUHYHUGDG\OLEHUWDGWLHQHWUDVGHVtHOPLHGR\GHVFRQ¿DQ]D
a la verdad, que tienen tal vez como transfondo el temor a la “verdad san
JULHQWD´$ORVDWURSHOORVTXHFRQWUDODOLEHUWDGVHKDQFRPHWLGRDORODUJR
GHODKLVWRULD\WDPELpQHQHOSUHVHQWHHQQRPEUHGHOSUHWHQGLGRGHUHFKR
a imponer el “bien” de la verdad.
Tal imposición de la verdad es ciertamente un atropello a la libertad.
$ODOLEHUWDGIXQGDGDHQODGLJQLGDGODSHUVRQDKXPDQD\GHODTXHpVWDQR
decae aun en el caso de que, dada la condición limitada y falible de su ser
y de su obrar, incurrra en el error y en el mal.
Pero el escepticismo gnoseológico y axiológico no es la respuesta
DGHFXDGDDODVDJUHVLRQHVDODOLEHUWDGFRPHWLGDVSRUHOIDQDWLVPRHOIXQ
damentalismo, o cualquier otra expresión contraria al modo apropiado a la
GLJQLGDGGHODSHUVRQDGHEXVFDU\DGKHULUVHDODYHUGDGOLEUHPHQWHQR
mediante ningún tipo de coacción.

452
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

1HJDUHQQRPEUHGHODOLEHUWDGODH[LVWHQFLDGHODYHUGDG\ODFDSD
FLGDGTXHHOKRPEUHWLHQHGHDOFDQ]DUODHVXQDIDOWDGHUHVSHWRDOVHUKX
PDQRDHVHIRUPLGDEOHSRGHUGHVXLQWHOLJHQFLD\GHVXUD]yQGHTXHWRGR
KRPEUHJR]DSRUHOVLPSOHKHFKRGHVHUOR<ODYtDPiVGLUHFWDSDUDGLVRO
ver la libertad en puro poder.
(OHVFpSWLFRKDFHDODUGHGHXQDUDFLRQDOLGDGPHQJXDGDUHGXFLGD\
SUHWHQGHLPSRQHUODDORVGHPiV6LHVWRVQROHREHGHFHQQRGXGDHQFDOL
¿FDUORV GH IDQiWLFRV \ GRJPDWLVWDV LQWROHUDQWHV /D DSDUHQWH QHXWUDOLGDG
ética profesada por el escéptico en nombre del valor de la libertad, es, por
otra parte, contradictoria en los términos.
$O D¿UPDU TXH WRGDV ODV FUHHQFLDV \ HVWLORV GH YLGD VRQ LJXDOPHQWH
valiosos, por cuanto ninguno de ellos puede alzarse legítimamente con la
SUHWHQVLyQGHVHUHOYHUGDGHUR\FRUUHFWR\TXHSRUORPLVPRHOSOXUDOLV
mo moral es un bien moral indiscutible que debe ser respetado por una
VRFLHGDGFLYLOL]DGDPRGHUQDH[SUHVLYDGHXQDDXWpQWLFDFRQYLYHQFLDFLX
GDGDQDLQWURGXFHVXEUHSWLFLDPHQWHXQFULWHULRGHYDORUTXHFKRFDDELHUWD
mente con la neutralidad ética que en nombre de la tolerancia el escéptico
dice profesar.
 (VWDUHDOLGDGGHODOLEHUWDGHVWHGRPLQLRTXHHOKRPEUHWLHQHVREUH
VXVDFWRVWLHQHVXIXQGDPHQWRHQHOPRGRUDFLRQDOSURSLRGHODJHQWHKX
mano de tender al bien.
(ODJHQWHWLHQGHDOELHQPHGLDQWHMXLFLRVGHODUD]yQ<ODUD]yQQRHVWi
determinada a ningún bien particular. No ve el el bien desde un solo punto
GHYLVWDVLQRGHVGHPXFKRV6RQP~OWLSOHVODVFRQFHSFLRQHVTXHODUD]yQ
SXHGHWHQHUGHOELHQ'HDKtTXHODSOXUDOLGDGGHRSFLRQHVTXHHODJHQWH
KXPDQRWLHQHDQWHVtHVDOJRTXHHPDQDGHODSURSLDFRQGLFLyQUDFLRQDOGHO
DJHQWHKXPDQR
/DSOXUDOLGDGHVSXHVXQDQRWDGHOREUDUKXPDQROLEUHSRUUDFLRQDO

³/DUDt]GHODOLEHUWDG±GLFH7RPiVGH$TXLQR±HVODYROXQWDGFRPRVX
jeto, pero como causa, es la razón. La voluntad puede tender libremente a
diversos objetos porque la razón puede formar diversas concepciones del bien.
'HDKtTXHORVILOyVRIRVGHILQHQHOOLEUHDOEHGUtRGLFLHQGRTXHHVµHOOLEUHMXLFLR
GHODUD]yQ¶FRPRSDUDLQGLFDUTXHODUD]yQHVODFDXVDGHODOLEHUWDG´16.

La pluralidad es, por ello, un valor expresivo de la riqueza de aspectos


TXH HO ELHQ KXPDQR SUHVHQWD 8QD SOXUDOLGDG GH DVSHFWRV TXH UHFODPD \

16. S.T., I-II, q. 17, a.1, ad 2.

453
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

potencia el diálogo racional y libre propio de una sociedad auténticamente


KXPDQD3UHWHQGHUVRIRFDUHVWDSOXUDOLGDGFRQVHFXHQWHDODFRQGLFLyQOLEUH
GHOKRPEUHFRQVWLWXLUtDXQDWHQWDGRDODFRQGLFLyQPRUDOGHOREUDUKXPDQR
$OOtGRQGHQRKD\OLEHUWDGQRKD\PRUDOLGDG
&ODUR HV TXH HQ YLUWXG GH HVWD OLEHUWDG GH RSFLyQ GH TXH HO KRPEUH
JR]D pVWH SXHGH FRQ¿JXUDU VX SURSLR SUR\HFWR GH YLGD GHVGH GLIHUHQWHV
PRGRVGHHQWHQGHUODPRUDOLGDG(VGHFLUSXHGHDGRSWDUGLYHUVDVFRQFHS
FLRQHVVREUHORTXHFRQVWLWX\HVXYHUGDGHURELHQHOELHQHVSHFt¿FDPHQWH
PRUDO/DPXOWLSOLFLGDGGHFRQFHSFLRQHVPRUDOHVVRVWHQLGDVSRUORVKRP
EUHVHVXQKHFKRKLVWyULFRLQGLVFXWLEOH/DKLVWRULDQRHVVLQRHOHVFHQDULR
de la libertad y de sus diversas expresiones correctas e incorrectas.
/D D¿UPDFLyQ GH TXH XQ UDVJR FDUDFWHUtVWLFR GH OD VRFLHGDG PRGHU
QDHVHOSOXUDOLVPRPRUDOQRVHVRVWLHQHQLKLVWyULFDQLFRQFHSWXDOPHQWH
(OSOXUDOLVPRPRUDOHV±UHSLWR±XQDFRQVWDQWHKLVWyULFDGHOREUDUKXPDQR
Lo único que cabe decir en todo caso es que este pluralismo moral puede
expresarse más libremente en una sociedad como la nuestra en la que cier
WDPHQWHKD\XQPD\RUUHFRQRFLPLHQWRGHODOLEHUWDGGHOKRPEUHSDUDYLYLU
y expresar la opción que a su juicio le parezca buena, aunque realmente no
lo sea.
3HURVLHVWHSOXUDOLVPRPRUDOVHHQWLHQGHQRFRPRXQFRQFHSWRGHV
criptivo de una realidad existente, sino axiológico y prescriptivo, es decir,
VLVHD¿UPDTXHWRGDVHVWDVP~WLSOHVFRQFHSFLRQHVPRUDOHVson igualmente
correctas y por lo mismo todas deben ser asumidas como moralmente ver
GDGHUDVSRUHOVLPSOHKHFKRGHKDEHUVLGROLEUHPHQWHHOHJLGDVODUHÀH[LyQ
pWLFDUHVXOWDVXSHUÀXD
¢4XpVHQWLGRWLHQHHQHIHFWRODSUHJXQWDSRUXQRVFULWHULRVHQFDPL
QDGRVDMXVWL¿FDUUDFLRQDOPHQWHXQFRPSRUWDPLHQWRPRUDOPHQWHFRUUHFWR
GHOTXHQRORHVVLWRGRVHOORVORVRQSRUHOKHFKRGHVHUOLEUHPHQWHHOH
gidos? Si la pluralidad de opciones es un signo de la libertad sin la que
QRFDEUtDFDOL¿FDUGHPRUDOHOREUDUKXPDQRODDFHSWDFLyQGHOSOXUDOLVPR
PRUDOFRPRXQDWHVLVPRUDOPHQWHFRUUHFWDGHMDSULYDGDGHVHQWLGRODSUH
JXQWDVREUHODHVSHFL¿FLGDG±ODFRQGLFLyQEXHQDRPDOD±GHHVWHPLVPR
REUDUKXPDQR
La aceptación axiológica del pluralismo moral entra en contradicción
FRQODH[LVWHQFLDPLVPDGHHVDUDPDGHOVDEHUKXPDQRTXHHVODpWLFDXQ
VDEHUUHÀH[LYRHQFDPLQDGRDGDUUD]yQGHORVSULQFLSLRV\QRUPDVTXHSHU
mitan discernir un comportamiento moralmente correcto del que no lo es.
8QVDEHUUHÀH[LYRTXHWLHQHFRPRVXSXHVWRGHVXSURSLDH[LVWHQFLD
FRPRWDOODH[SHULHQFLDPRUDOGHWRGRDJHQWHKXPDQRVREUHODSRVLELOLGDG

454
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

que su libertad de opción comporta de actualizarse de un modo moralmente


positivo o negativo.
Semejante aceptación del pluralismo moral constituye una opción ex
ponente del más neto conformismo social que entraña una pretensión neu
tralizadora de la función crítica, dinamizadora del progreso moral de los
SXHEORVTXHODUHÀH[LyQpWLFDKDYHQLGRGHVHPSHxDQGR\TXHOHFRUUHV
SRQGHVHJXLUKDFLHQGRPHGLDQWHHOGLVFHUQLPLHQWRDGHFXDGRGHORVYDORUHV
morales positivos y negativos presentes en la sociedad.
No es congruente con la naturaleza de la ética ajustar sus principios a
ORV³YDORUHV´YLJHQWHVGHKHFKRHQXQDVLWXDFLyQGHWHUPLQDGDGHODVRFLH
dad. La tolerancia, entendida como aceptación plena de cualquier tipo de
creencia, conducta o estilo de vida, y que se inspira en el escepticismo, es
paralizante, sofocadora del dinamismo impulsor de todo auténtico progreso
KXPDQR
&RQHVWDDFWLWXGGHUHVLJQDGDDWHQHQFLDDXQDVLWXDFLyQPRUDOGHKH
FKR HO DJHQWH KXPDQR GHMDUtD GH VHU VXMHWR SURWDJRQLVWD GH OD VRFLHGDG
HQ OD TXH YLYH SDUD VHU REMHWR SDVLYR 'HMDUtD GH KDFHU OD KLVWRULD SDUD
limitarse a sufrirla. Una actitud contraria a la vigorización de la moral de la
convivencia social que esta propuesta de “ética civil” pretende promover.
Aspirar a una sociedad, en la que todos los ciudadanos asuman libremente
aquellos verdaderos valores morales propios de una auténtica convivencia
GLJQDGHOKRPEUHHVXQDWDUHDVLHPSUHDELHUWDDODUHÀH[LRQpWLFD\DOTXH
KDFHUOLEUHGHWRGRV\FDGDXQRGHORVFLXGDGDQRVTXHODLQWHJUDQ
No sería por ello una sociedad menos libre que una sociedad que acep
WDUDSDVLYDPHQWHHOSOXUDOLVPRPRUDOFRPRH[SUHVLyQOLJDGDFRQFHSWXDO
mente a una sociedad auténticamente libre. Sociedad libre y pluralismo
moral no son conceptos equivalentes.
< FLHUWDPHQWH XQD VRFLHGDG HQ OD TXH KLSRWpWLFDPHQWH WRGRV VXV
PLHPEURVDFHSWDUDQOLEUHPHQWHORVYHUGDGHURVYDORUHVGLJQL¿FDGRUHVGHO
KRPEUHOHMRVGHVRIRFDUHOGLiORJR\ODSOXUDOLGDGGHRSFLRQHVGHQWURGHO
UHVSHWRDHVWRVYDORUHVIXQGDPHQWDOHVGHODSHUVRQDKXPDQDORVSRWHQFLDUtD
en sumo grado.
/DDFHSWDFLyQGHOSOXUDOLVPRPRUDOGHO³SROLWHtVPRD[LROyJLFR´FRQ
GXFHOyJLFDPHQWHDOVROLSVLVPRDODLQFRPXQLFDFLyQ1RKD\PRGRGHHV
tablecer un auténtico diálogo racional si no existe un mundo de valores
comunes compartidos por los interlocutores, por cuanto cada uno de ellos
se cerrará en su propio coto privado. Invocar frente a este mundo común
GHYDORUHVHOGHUHFKRDOD³GLIHUHQFLD´DUHFRQRFHUDO³RWUR´HQFLHUUDXQD
contradicción.

455
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

“En sentido estricto, el objeto del reconocimiento solo puede ser lo co
mún, no lo diferente. Re-conocerVLJQL¿FDYROYHUDFRQRFHUYROYHUDFRQR
cer en el otro lo ya conocido antes de conocer al otro, es decir, lo conocido
HQXQRPLVPR6LJQL¿FDSRUWDQWRFRQRFHUDORWURFRPRLJXDOFRPRRWURyo
reconocer en él lo común.
La diferencia puede ser objeto de reconocimiento en la medida en que
sea como una forma diferente de lo común, como una manera distinta de ser
lo mismo.
&RQRFHUODGLIHUHQFLDHQFXDQWRTXHGLIHUHQFLDQRHVUHFRQRFHUVLQR
GHVFRQRFHUFRQRFHUDORWURFRPRXQDEVROXWDPHQWHRWUR7RPDGRHQFXDQWR
otro, es precisamente como resulta imposible saber lo que le corresponde
DORWUR5HFRQRFHUVXGHUHFKRDDOJXLHQH[LJHSUHYLDPHQWHUHFRQRFHUDHVH
alguien como uno de nosotros.
No es posible conocer lo que le corresponde al diferente en cuanto que
diferente, sino solo en cuanto igual, en cuanto su diferencia se da en lo co
mún. Para que sea posible el reconocimiento de las diferencias, es decir, para
que sea posible conocer las diferencias como diferentes modos de lo co
P~Q±\VDEHUTXpGLIHUHQFLDVVRQpVDV±HVQHFHVDULRHQSULPHUOXJDUGH¿QLU
y constituir lo que somos en común...”17.

La aceptación del pluralismo moral como valor social supremo, lejos


de ser un signo enriquecedor de la pluralidad, del legítimo pluralismo, con
tribuye al empobrecimiento de la convivencia social y política. Lejos de
fomentar la vigorización moral de la sociedad civil, la debilita al reducirla
a un colectivo social de intereses individuales.
 /DGHPRFUDFLDFRPRRUGHQDPLHQWRTXHVHSURSRQHDVHJXUDU\JD
rantizar la participación de los ciudadanos en la posibilidad de elegir y
controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente
GHPRGRSDFt¿FRHVFLHUWDPHQWHXQSRVLWLYRYDORUPRUDODVDEHUHOGHOD
defensa de la libertad18.
3HURHOVLVWHPDGHPRFUiWLFRQRHVIXHQWHGHPRUDOLGDG1ROHFRUUHV
ponde decidir sobre lo que está bien o está mal moralmente. Ello supondría
la aceptación de la libertad exenta de toda referencia a la verdad, a la que
YHQJR UH¿ULpQGRPH UHLWHUDGDPHQWH 1R HV QHFHVDULR LQVLVWLU PiV HQ HVWH
punto.

17. A. CRUZ ³¢(V SRVLEOH OD SROtWLFD GHO UHFRQRFLPLHQWR" 8QD UHVSXHVWD GHVGH HO UHSXEOL
canismo”, Ponencia pronunciada en Simposio Internacional de Filosofía y Ciencias Sociales,
8QLYHUVLGDGGH1DYDUUD 3DPSORQDGHQRYLHPEUHGH 
18. CA, n. 46a

456
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

Me limitaré a incluir aquí algunos textos que, a mi juicio, sintetizan


PX\ELHQORKDVWDDKRUDGLFKR

³(QODFXOWXUDGHQXHVWURWLHPSRVHKDGLIXQGLGRDPSOLDPHQWHODRSL
nión de que el ordenamiento jurídico de una sociedad debería limitarse a
percibir y asumir las convicciones de la mayoría y, por tanto, basarse sólo
sobre lo que la mayoría misma reconoce y vive como moral.
Si además se considera incluso que una verdad común y objetiva es
LQDFFHVLEOHGHKHFKRHOUHVSHWRGHODOLEHUWDGGHORVFLXGDGDQRV±TXHHQXQ
régimen democrático son considerados como los verdaderos soberanos– exi
giría que a nivel legislativo se reconozca la autonomía de cada conciencia
individual y que, por tanto, al establecer las normas que en cada caso son
necesarias para la convivencia social, éstas se adecuen exclusivamente a la
voluntad de la mayoría, cualquiera que sea. De este modo, todo político, en
su actividad, debería distinguir netamente entre el ámbito de la conciencia
privada y el del comportamiento público (...) La raíz común de estas ten
GHQFLDVHVHOUHODWLYLVPRpWLFRTXHFDUDFWHUL]DPXFKRVDVSHFWRVGHODFXOWXUD
contemporánea. No falta quien considera este relativismo como una condi
ción de la democracia, ya que solo él garantizaría la tolerancia, el respeto
UHFtSURFR HQWUH ODV SHUVRQDV \ OD DGKHVLyQ D ODV GHFLVLRQHV GH OD PD\RUtD
mientras que las normas morales consideradas objetivas y vinculantes, lleva
rían al autoritarismo y la intolerancia”19.

<ODUHVSXHVWDDVHPHMDQWHFRQFHSFLyQGHODGHPRFUDFLDQRSXHGHVHU
PiVFHUWHUD

³/DGHPRFUDFLDQRSXHGHPLWL¿FDUVHFRQYLUWLpQGRODHQXQVXVWLWXWLYRGH
la moralidad o en una panacea de la inmoralidad. Fundamentalmente es un
ordenamiento<FRPRWDOXQLQVWUXPHQWR\QRXQ¿Q6XFDUiFWHUmoral no
es automático, sino que depende de la conformidad con la ley moral, a la que
FRPRFXDOTXLHUFRPSRUWDPLHQWRKXPDQRGHEHVRPHWHUVHHVWRHVGHSHQGH
GHODPRUDOLGDGGHORV¿QHVTXHSHUVLJXH\GHORVPHGLRVGHORVTXHVHVLUYH
(...) El valor de la democracia se mantiene o cae con los valores que encarna
RSURPXHYHIXQGDPHQWDOHVHLPSUHVFLQGLEOHVVRQFLHUWDPHQWHODGLJQLGDGGH
FDGDSHUVRQDKXPDQDHOUHVSHWRGHVXVGHUHFKRVLQYLRODEOHVHLQDOLHQDEOHV
así como considerar el bien comúnFRPR¿Q\FULWHULRUHJXODGRUGHODYLGD
política” 20.
“Si el criterio último y único fuera la capacidad autónoma de elección
de los individuos o de los grupos ¿ qué impediría que se llegase a decidir,
según ese criterio, eliminar el mismo respeto a la libertad y a las conciencias?

19. -UAN PABLO II, Evangelium vitae, n. 69 s.


20. Ibidem, n. 71.

457
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

¢1RGHPXHVWUDODKLVWRULDTXHDOJXQRVVLVWHPDVWRWDOLWDULRVGHQXHVWURVLJOR
VHKDQSXHVWRHQPDUFKDVREUHODEDVHGHGHFLVLRQHVDYDODGDVSRUORVYRWRV"
Si realmente todo fuera pactable, ¿por qué no lo iba a ser también –como por
desgracia está sucediendo con lacerante normalidad”– la vulneración de los
GHUHFKRVIXQGDPHQWDOHVGHORVKRPEUHV"´21

&DUHFH GH VHQWLGR OD SUHWHQGLGD LGHQWL¿FDFLyQ HQWUH VRFLHGDG GHPR


FUiWLFD\pWLFDFLYLO8QDVRFLHGDGGHPRFUiWLFDQRGHMDGHVHUSRUGHPR
FUiWLFDXQDVRFLHGDGKXPDQD
<HQFXDQWRTXHKXPDQDWHQGUiFRPRSULQFLSLRLQVSLUDGRUGHVXFRQ
¿JXUDFLyQSUiFWLFDPRUDOODGHIHQVD\SURPRFLyQGHOYHUGDGHURELHQGHWR
GRV\FDGDXQRGHVXVPLHPEURV\GHORVGHUHFKRVIXQGDPHQWDOHVREMHWLYRV
LQKHUHQWHVDODYHUGDGHUDGLJQLGDGSHUVRQDOGHFDGDXQRGHHOORV
(ODJHQWHUDFLRQDO\OLEUHTXHHVODSHUVRQDKXPDQDHVXQVHUFRQV
WLWXWLYDPHQWH PRUDO SRU HO VLPSOH KHFKR GH VHU SHUVRQD 6H WUDWD GH XQD
GLPHQVLyQUHDOTXHOHHVDQWHULRUDVXDGKHVLyQDXQDFRQFUHWDFRQIHVLyQ
religiosa o a su condición de ciudadadano de una determinada sociedad. Ni
HOFUH\HQWHGHMDGHVHUSHUVRQDSRUHOKHFKRGHVHUFUH\HQWHFRPRWDPSRFR
deja de serlo el no creyente por no creer.
Toda norma moral, en cuanto que moral, está fundada en principios
universalmente comprensibles y y comunicables, es decir, susceptibles de
fundamentación racional. La racionalidad es una nota interna a toda mo
ral.
Una moral “religiosa” privada de racionalidad, no es ni religiosa ni
PRUDO(VVHQFLOODPHQWHXQDFRQWUDGLFFLyQpWLFD\PRUDO8QDDFFLyQKX
mana privada de racionalidad es un constructo ininteligible incapaz de so
SRUWDUXQDFDOL¿FDFLyQPRUDO
Las exigencias éticas no se imponen a la voluntad como una obligación
VLQRHQYLUWXGGHOUHFRQRFLPLHQWRSUHYLRGHODUD]yQKXPDQD\HQFRQFUHWR
de la conciencia personal.22
$WULEXLUDOFUH\HQWHXQDDGKHVLyQLUUDFLRQDODORVSULQFLSLRV\QRUPDV
TXHOHSUHVHQWDVXPRUDO³UHOLJLRVD´HVXQDD¿UPDFLyQJUDWXLWDFRQWUDULDDO
UHVSHWRDODGLJQLGDGGHODSHUVRQDKXPDQD\DODVQRWDVGHLQWHOLJHQFLD
UD]yQ\OLEHUWDGTXHHQFXDQWRFRQVWLWXWLYDVGHVXREUDUKDQGHSUHVLGLUOD
DGKHVLyQGHOFUH\HQWHDODPRUDOUHOLJLRVD'HFLUORFRQWUDULRHTXLYDOGUtD

21. Moral y sociedad democrática, C.E. Española, (1996), n. 26.


22. Cfr. Veritatis Splendor, n. 36.

458
SOBRE LA CONSTITUCIÓN ÉTICA DE LA SOCIEDAD CIVIL

DD¿UPDUTXHHOFUH\HQWHVHYHREOLJDGRSDUDVHUFUH\HQWHDUHQXQFLDUDVX
condición de persona, de agente racional, libre y razonable.
/DFRQWUDSRVLFLyQHQWUHpWLFD³ODLFD´SURSLDGHXQDVRFLHGDGVHFXOD
rizada, fundada en la “racionalidad ética”, y “ética religiosa” inspirada en
ODFRQIHVLRQDOLGDGSULYDGDGHMXVWL¿FDFLyQUDFLRQDOSRUFXDQWRKDFHGHODV
SHUVRQDV³FUH\HQWHV´\GHODVYDORUDFLRQHV³GRJPDV´FDUHFHGHODPiVPt
nima base racional.
8. Lo que a mi juicio subyace en esta peculiar forma de entender la
³pWLFDFLYLO´HVODSURIXQGDFULVLVTXHODUDFLRQDOLGDGKXPDQDGLUHFWLYDGH
la praxis individual, social y política, viene sufriendo en nuestros días.
La fragmentación de que vienen siendo objeto en un amplio sector de
la literatura ética contemporánea los conceptos constitutivos de la verdad
GHODDFFLyQKXPDQD±HQVXHVWUXFWXUD\HQVXFRQWHQLGR±HVXQDPXHVWUD
inequívoca de esta crisis.
<WLHQHVXH[SUHVLyQPiVQtWLGDHQHVWDSUROLIHUDFLyQGHpWLFDV³DGMH
WLYDGDV´GLDOpFWLFDPHQWHFRQWUDSXHVWDVHQWUHVt³pWLFDSULYDGDpWLFDS~EOL
ca”, “ética civil/ética religiosa”, “ética material, de bienes y virtudes”/
“ética formal y de normas”, “ética de mínimos/ ética de máximos”.
&LHUWDPHQWHODDFFLyQKXPDQDFX\DYHUGDG\VHQWLGRPRUDOHVSHFt¿FR
VHSURSRQHODpWLFDHVFODUHFHUIXQGDPHQWDU\MXVWL¿FDUUDFLRQDOPHQWHSUH
VHQWDP~OWLSOHVDVSHFWRV(QODFRQ¿JXUDFLyQLQWHOLJLEOHGHOREUDUKXPDQR
entran aspectos materiales y formales, substantivos y procedimentales, así
como los conceptos de bien, norma y virtud.
Es obvia, por otra parte, la pluralidad de ámbitos en que el agente
KXPDQRGHVDUUROODVXREUDU\FX\DDXWRQRPtDHVSHFt¿FDGHQWURGHOREUDU
KXPDQRKDEUiGHVHUFXLGDGRVDPHQWHUHVSHWDGD
3HURHVWDSOXUDOLGDGGHDVSHFWRV\iPELWRVGHOREUDUKXPDQRQRMXVWL
¿FDOD³SOXUDOLGDGGHpWLFDV´HQODVTXHODDWHQFLyQSUHVWDGDDODGMHWLYRVH
KDFHHQGHWULPHQWRVLQR\DHQROYLGRGHOD³VXEVWDQWLYLGDG´GHODpWLFD
HVGHFLUGHODUHVSXHVWDTXHDQWHWRGRODpWLFDHQFXDQWRWDOKDGHGDUDHVWD
YHUGDGGHOREUDUPRUDOHQFXDQWRTXHUDGLFDOREUDUKXPDQR
Frente a a esta proliferación de éticas “adjetivadas” urge recuperar la
unidad de la ética, de la ética sin adjetivos, que tiene como tarea la de dar
FXHQWD\UD]yQGHODFRQGLFLyQLQWUtQVHFDPHQWHPRUDOGHODDFFLyQKXPDQD
\GHVXHVSHFL¿FLGDGPRUDOSRVLWLYDRQHJDWLYD
< HOOR UHTXLHUH UHFXSHUDU HO QH[R SHUGLGR HQWUH VHU YHUGDG \ ELHQ
entre verdad y libertad; entre bien, norma y virtud, en cuanto elementos
FRQVWLWXWLYRV\PXWXDPHQWHVROLGDULRVGHODLQWHOLJLELOLGDGGHODDFFLyQKX

459
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

mana en su estructura y contenido, frente a la atomización y dispersión de


que son objeto en estas “éticas adjetivadas”.
Una tarea semejante va más allá ciertamente del ámbito estricto de la
pWLFD3RUTXHODFULVLVJHQHUDOL]DGDGHODpWLFD±WDQUHLWHUDGDPHQWHGHQXQ
ciada en nuestros días– por la que atraviesa la cultura actual, es, antes que
XQDFULVLVpWLFDVLPSOHFRURODULRGHODFULVLVGHOVDEHUVREUHHOKRPEUHXQD
crisis gnoseológica y antropológica.
(OFRQWHQLGRJHQpULFR\HVSHFt¿FRGHODPRUDOLGDGGHOREUDUKXPDQR
HVUHODWLYRDODYHUGDG\DOELHQGHODSHUVRQDKXPDQD(VSRUUHODFLyQDHVWD
YHUGDGLQWHJUDOGHOVHU\GHOREUDUGHODSHUVRQDKXPDQD\DODVH[LJHQFLDV
objetivas que de esta verdad dimanan, por lo que se determina de modo
LQPHGLDWRHOFRPSRUWDPLHQWRKXPDQRPRUDOPHQWHSRVLWLYRRQHJDWLYR
El conocimiento de esta verdad y de estas exigencias objetivas es ac
FHVLEOHDODUD]yQGHWRGRVHUKXPDQR\HVODTXHGHEHLQVSLUDUHVHGLiORJR
WDQQHFHVDULR\XUJHQWHHQWUHWRGRVORVTXHFRPSDUWLPRVODFRQGLFLyQKX
PDQDHQODWDUHDGHHODERUDUXQDpWLFDYiOLGDSDUDWRGRVODVSHUVRQDVKX
PDQDV±SRUHOVLPSOHKHFKRGHVHUOR±HQRUGHQDDFRQ¿JXUDU\FRQVROLGDU
una convivencia social y política respetuosa tanto de la verdad como de la
libertad de quienes la integran.
(VHVWDYHUGDGODTXHSHUPLWHHVWDEOHFHUORVSULQFLSLRVTXHGHEHQSUH
VLGLUHOREUDUKXPDQRLQGLYLGXDO\VRFLDO
La tarea más urgente que la cultura actual tiene ante sí es la de abrirse
DODVDELGXUtDDODYHUGDGLQWHJUDOGHOVHU\GHOREUDUKXPDQRPHGLDQWHOD
UHFXSHUDFLyQ\IRUWDOHFLPLHQWRGHOSRGHUGHODLQWHOLJHQFLDKXPDQDIUHQWH
al escepticismo, “el cansancio de la razón”, la “razón perezosa”, que tanto
VHKDFHVHQWLUHQQXHVWURWLHPSR
'HVGHHVWDOLEUHDSHUWXUDGHODLQWHOLJHQFLD\GHODYROXQWDGGHOKRP
bre a la verdad y al bien que lo constituyen y perfeccionan, estará éste en
condiciones de dar sentido a los contenidos morales inmediatos de su obrar,
como de abrirse racional y libremente a Dios, fundamento último y garante
absoluto de la verdad, libertad y bien que deben informar una auténtica
FRQYLYHQFLDVRFLDO\SROtWLFD8QDVRFLHGDGDXWpQWLFDPHQWHKXPDQDHQOD
que los ciudadanos puedan desarrollar libremente, sin antagonismos inne
FHVDULRVVXTXHKDFHUSULYDGRRS~EOLFRFLYLORUHOLJLRVR
Desde esta potenciación del dinamismo natural de la inteligencia y de
ODYROXQWDGKXPDQDVKDFLDODYHUGDG\HOELHQUDFLRQDO\OLEUHPHQWHUHFR
QRFLGRV\DFHSWDGRVWDQWRODOODPDGDpWLFDFLYLOFRPRODUHOLJLRVDDOFDQ
]DUiQVXLQWHUQDGLPHQVLyQPRUDOXQDH[SUHVLyQUDFLRQDO\UD]RQDEOHGHO
REUDUGHODJHQWHUDFLRQDO\OLEUHTXHHVWRGDSHUVRQDKXPDQD

460
PARA UNA ÉTICA POLÍTICA
COMO PRÁCTICA DEL “PUNTO DE VISTA”
Carmelo VIGNA

1. ¿OCASO DE LA POLÍTICA?

Una serie de indicios relativos a nuestra sociedad nos indican que ante
XQDVLWXDFLyQLQTXLHWDQWHHORFDVRGHORSROtWLFR$SDUHQWHPHQWHHVSRVL
EOHTXHVHHVWpSURGXFLHQGRWDORFDVRSXHVODVRFLHGDGFLYLOKDDEVRUELGRHQ
los últimos decenios aquello que, en gran parte, pertenecía a la esfera polí
tica; también puede ser que estemos ante el ocaso de lo político en cuanto
TXHODWDUHDSROtWLFDSDUHFHGHPDVLDGRGLItFLO\GHKHFKRDPHQXGRHVWD
WDUHDKDVLGRWUDLFLRQDGDSRUORVTXHHUDQVXVUHVSRQVDEOHV(OGHVFUpGLWR
y escepticismo de la esfera política va acompañado por un aumento de las
iniciativas en toda la sociedad civil. La esfera política no logra ocuparse de
ODUHDOLGDGFRP~Q\VHKDFRQYHUWLGRHQHOiPELWRySWLPRSDUDHQPDVFDUDU
una distribución autoritaria de recursos. El ciudadano se retrae, o bien, si
HFRQyPLFDPHQWHOHLQWHUHVDWUDWDGHGHIHQGHUVXVSULYLOHJLRV\GHUHFKRV
'HMHPRVDSDUWHODVHMHPSOL¿FDFLRQHVTXHVRQGHGRPLQLRS~EOLFR
+HPRVGHSHQVDUWDPELpQHQODSRVLEOHUHDOL]DFLyQGHODSURIHFtDPDU
xista (la inevitable transformación, en la convivencia política, de las rela
FLRQHV SROtWLFDV HQ UHODFLRQHV DGPLQLVWUDWLYDV  ¢3RGUtD KDFHUVH UHDO DQWH
QXHVWURVRMRVHVWDWUDQVIRUPDFLyQ"/RGXGR'HWRGDVPDQHUDVHVWHKHFKR
no debería alegrarnos, porque de la disolución de lo político no resultaría su
³LQWHULRUL]DFLyQ´HQORVRFLDOVLQRPiVELHQHOIUDFDVRGHSUR\HFWRVKLVWy
ricos más ambiciosos; y además, la administración pública que sustituyera
a lo político, no podría administrar la totalidad del Estado.

461
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

2. DE LA POLÍTICA A LA ÉTICA

Ante el reciente descrédito de la política, es comprensible la existencia


de un movimiento de transformación generalizado de los ¿QHV a los funda-
mentos de la convivencia común. Esta transformación, en mi opinión, no
es una conversión de la política en la administración de la sociedad civil,
sino una transformación de la política en la ética./DpWLFDGHKHFKRHV
XQD SXUL¿FDFLyQ GHO ethos PHGLDQWH OD FUtWLFD GH OD UD]yQ< HO ethos es
SUHFLVDPHQWHHVHFRQMXQWRGHUHJODVGHOFRQYLYLUKXPDQRTXHWLHQHQFLHUWD
YDOLGH]UHFRQRFLGD(OSDVRGHODVUHJODVGHKHFKRDODVUHJODVGHGHUHFKR
HVHOTXHVHSURGXFHFXDQGRODVUHJODVGHKHFKRYLHQHQUHIXWDGDVSRUPiV
partes, o cuando sus resultados no responden a las expectativas. Esto es lo
TXHKDVXFHGLGRDODSROtWLFDGHORV~OWLPRVWLHPSRV8QDVHULHGH³SDFWRV
VRFLDOHV´ TXH \D HUDQ XVR \ FRVWXPEUH OD FRVWXPEUH GHPRFUiWLFD  KDQ
VLGRSLVRWHDGRV$PXFKRVOHVSDUHFHTXHODpWLFDSXHGHVHUHOUHIXJLRVH
JXURSDUDOOHYDUODQDYHGHODSROtWLFDDWLHUUD¿UPHUHSDUDUOD\YROYHUD
HFKDUODDODPDU
$KRUD VXUJHQ QXHYDV GL¿FXOWDGHV 1RV KHPRV FRQYHUWLGR D OD pWLFD
por agotamiento de la esfera política. Pero la ética no parece ofrecer un
HVSHFWiFXORPX\GLVWLQWRGHOGHODSROtWLFDDXQTXHKR\VHDSHOHDHOODSDUD
UHVROYHUFRPRMXH]VXSUHPRORVFRQÀLFWRVHQWUHORSROtWLFRORVRFLDO\OR
privado. También la ética tiene sus problemas; no resulta fácil el consenso
en la determinación casuística de aquello que es lícito o no. Conocemos
bien, por citar uno de los casos más notorios, las polémicas y sobre la lici
tud de la manipulación embrionaria.
Por tanto, ¿debemos pensar que también se está produciendo un eclip
VHHQHODFXHUGRVREUHODVFRQYLFFLRQHVpWLFDV"+DVWDKDFHSRFRVDxRVOD
WUDQVJUHVLyQWHQtDFRPRREMHWLYRODOH\SROtWLFDKR\HQGtDDTXHOWLSRGH
WUDQVJUHVLyQ\DQRH[LVWH\KDVLGRVXVWLWXLGDSRUODWUDQVJUHVLyQpWLFD
La “noble” transgresión de lo político se lleva a cabo a menudo en
nombre de la ética (en nombre de la justicia, en nombre de la libertad o
HQQRPEUHGHORVGHUHFKRV HQFDPELRODWUDQVJUHVLyQGHODpWLFDSDUHFH
privada de toda referencia a los valores, es más, incluso niega la existencia
GHYDORUHV&LWRVyORXQVtQWRPDEDVWDQWHOODPDWLYRHQHOWHUUHQRpWLFRVH
discute cada vez con mayor frecuencia la posibilidad de establecer reglas
de carácter convencional o formal que puedan llegar a ser comunes a todos.
(QHOiPELWRDQJORVDMyQKDQVLGRHQVD\DGDVPXFKDVSURSXHVWDVHQHVWDGL
UHFFLyQXQQ~PHURVLJQL¿FDWLYRGHSROLWyORJRVVRVWLHQHHVWDSRVLFLyQ3HUR
todo formalismo convencional tiene el defecto radical de valer tanto para

462
PARA UNA ÉTICA POLÍTICA COMO PRÁCTICA DEL “PUNTO DE VISTA”

las cosas buenas como para aquellas malas, por lo tanto, de esta manera no
se resuelve el problema fundamental, solamente se elude o esquiva.
Probablemente estamos asistiendo a una difusión a escala mundial de
ORVHIHFWRVGHODFXOWXUDHXURSHDGH¿QDOHVGHO\SULPHURVGH3RU
regla general, las costumbres sufren las consecuencias de las innovaciones
WHyULFDVDGLVWDQFLDGHDOJXQRVGHFHQLRV'HKHFKRHOHFOLSVHGHODpWLFDFR
mienza en Occidente en la misma época en que comienza a su vez a eclip
sarse el conocimiento estable, dejando espacio libre al gran escepticismo.
Razonablemente podemos suponer que las propuestas culturales a las que
PHUH¿HURKD\DQVLGRVREUHWRGRSURSLFLDGDVSRUPXWDFLRQHVVLJQL¿FDWLYDV
en la vida material de la gente. Por ejemplo, la experiencia de la ausencia
de “evidencias éticas comunes” puede estar legada, realizando una lectura
VRFLRSROtWLFDDODH[SHULHQFLDGHODFRPSOHMLGDGGHMXHJRVSODQHWDULRV\GH
VXVXEVWDQFLDOFLQLVPR3UREDEOHPHQWHHOUHODWLYLVPRUHÀHMDODSHUFHSFLyQ
GHODLQVLJQL¿FDQFLDGHOLQGLYLGXRUHVSHFWRDORVJUDQGHVPRYLPLHQWRVKLV
WyULFRV$OKRPEUHGHODFDOOH\DQROHHVVX¿FLHQWHQLODDVWXFLDGHODUD]yQ
ni una misteriosa mano invisible, ni un partido, ni un credo religioso. En la
Vieja Europa, destruidas todas las aventuras del espíritu, ni siquiera la fe
cristiana logra aunar esfuerzos para obtener cambios efectivos.

3. ¿ECLIPSE U OCASO DE LAS “EVIDENCIAS ÉTICAS COMUNES”?

¢4XpSRGHPRVKDFHUDQWHHOHFOLSVHGHODSROtWLFD\GHODV³HYLGHQFLDV
éticas comunes”? En mi opinión, en primer lugar, tendríamos que distinguir
entre eclipse y ocaso, aunque las dos metáforas no lo consientan fácilmente.
Tanto el eclipse como el ocaso aluden a la desaparición de algo que estaba
DQWHQXHVWURVRMRVQLQJXQRGHHVWRVGRVWpUPLQRVVLJQL¿FDSHUHFHURPRULU
En cambio en el lenguaje común, con el término ocaso entendemos el pere
cer de una determinada realidad; mientras que el eclipse indica con menos
ambigüedad la desaparición a nuestros ojos de aquello que siempre sigue
HVWDQGR3UH¿HURDGRSWDUSDUDODpWLFD\ODSROtWLFDODPHWiIRUDGHOHFOLSVH
'H KHFKR KD\ UHDOLGDGHV TXH SHUWHQHFHQ D OD HVWUXFWXUD GH OD H[LVWHQFLD
KXPDQDGHPRGRnecesario, y de éstas evidentemente no podemos predicar
VXRFDVRHQHOVHQWLGRGHVXSHUHFHUDQRVHUTXHKDEOHPRVGHORFDVRGHO
KRPEUHHVGHFLUGHVXSHUHFHUVREUHODFDUDGHODWLHUUD/DpWLFD\ODSROtWL
FDSHUWHQHFHQDHVWHWLSRGHUHDOLGDGHVQHFHVDULDVSDUDODH[LVWHQFLDKXPDQD
(sería necesaria una discusión a parte). Por esta razón solamente podemos
SUHGLFDUVXHFOLSVDUVH<VLpVWDVQRDSDUHFHQDQWHQXHVWURVRMRVQRHVSRU

463
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

TXH KD\DQ SHUHFLGR VLQR SRUTXH GHELGR DO HUUDU KXPDQR TXH GRPLQD HO
HVFHQDULRGHODKLVWRULDGXUDQWHFLHUWRVSHULRGRVVHKDQHFOLSVDGR
Eclipse de las comunes evidencias éticas; eclipse de la política como
SUR\HFWR GH YLGD EXHQD HQ FRP~Q 'H QXHYR VH SUHVHQWD HVWD VLWXDFLyQ
¿qué remedio podemos aplicar? Pues bien, quizá el remedio más potente
podemos buscarlo en nuestra necesidad absoluta de ética y de política. En
RWUDVSDODEUDVODpWLFDFRPRWRGDVODVFRVDV³QHFHVDULDV´SDUDODYLGDGHO
KRPEUHQRQHFHVLWDGHQDGDQLGHQDGLH&RPRWRGDVODFRVDV³QHFHVDULDV´
ODpWLFDYXHOYHDDSDUHFHU\GRPLQDGRQGHDWRGDFRVWDVHODH[RUFL]D<OR
PLVPROHVXFHGHDODSROtWLFD/DVGRVVHKDQYHVWLGRGHPDQHUDGLVWLQWDDOR
ODUJRGHORVWLHPSRVVHKDQGHVLQWHJUDGRHQSDUWHV\KDQDVXPLGRGLVWLQWRV
modos de proceder, pero siguen estando presentes. Por ejemplo, la ética y
ODSROtWLFDGHQXHVWURVGtDVKDQWRPDGRODIRUPDGHOFXLGDGR\UHVSHWRSRU
ODQDWXUDOH]DGHODGHIHQVDGHORIHPHQLQRGHODOXFKDSRUODLQWHJUDFLyQ
de variadas etnias y el apoyo a los marginados. Bajo cualquiera de estas
IRUPDVODpWLFD\ODSROtWLFDKDQFRQWULEXLGRDKDFHUSRVLEOHODEXHQDFRQ
YLYHQFLDHQWUHORVKRPEUHVSRUTXHHOODVFRQVWLWX\HQORTXHOHVXQHHQOR
más profundo. La ética y la política van más allá del carácter puramente
fáctico del ethos; están enraizadas en la misma constitución existencial del
KRPEUH6RQHOMXLFLRVREUHHOethos a partir de la verdadGHOGHVHRKXPDQR
entendiendo por ethos DTXHOOR TXH DSDUHFH FRPR UHDOL]DFLyQ ³KLVWyULFR
factual” del deseo colectivo.
+HPRVHYRFDGROD³YHUGDG´KDEODQGRGHOGHVHRKXPDQR'HKHFKR
la ética y la política generalmente se entienden como punto de referencia
GHOD³REMHWLYLGDG´QRUPDWLYD<FRQUD]yQSXHVODREMHWLYLGDGQRUPDWL
va constituye su punto de apoyo y de fuerza. Pero, ¿qué entendemos por
“objetividad” en este contexto?, ¿no es el reino universal de la razón, a
saber, la “verdad” de aquel deseo del individuo o de la colectividad? El
eclipse de la ética y de la política, en realidad, es consecuencia del eclipse
de la conciencia de este vínculo originario de la razón con lo universal. La
DXWRIXQGDPHQWDFLyQPRGHUQDGHODUD]yQSUiFWLFD PHUH¿HURDODWHRUtD
NDQWLDQD VXVWLWX\yODLGHQWL¿FDFLyQGHODXQLYHUVDOLGDGGHODUD]yQFRQOD
IXQGDPHQWDFLyQRQWROyJLFD\pVWHIXHHOSULPHUSDVRKLVWyULFRTXHSURYRFy
el eclipse de la ética y de la política en nuestra época.
La política concierne a la ética, y la ética concierne a la verdad. Por
HVWDUD]yQSRGHPRVIRUPXODUODVLJXLHQWHKLSyWHVLVel eclipse de la política
\GHODpWLFDGHSHQGHQHQ~OWLPDLQVWDQFLDGHOHFOLSVHGHOVLJQL¿FDGRGHOD
verdad. A menudo se omite esta realidad, también por parte de aquellos que
son muy sensibles a cuestiones de “ortopraxis”. Personalmente opino que

464
PARA UNA ÉTICA POLÍTICA COMO PRÁCTICA DEL “PUNTO DE VISTA”

solamente un pensamiento que considere seriamente la verdad podrá llegar


DXQDXWpQWLFDFRPSUHQVLyQGHOiPELWRpWLFR6LHVKRUDGHYROYHUDUHÀH[LR
QDUVREUHYDORUHVFROHFWLYRVWDQWRVREUHODVROLGDULGDGHQWUHORVKRPEUHV
FXDQWRVREUHODVROLGDULGDGGHORVKRPEUHVFRQODQDWXUDOH]DORHVWDPELpQ
GHUHÀH[LRQDUVREUHHOVLJQL¿FDGRGHODYHUGDG¢&yPRSRGUHPRVGDUXQD
fundamentación estable a las relaciones solidarias que queremos defender
VLQRHVDWUDYpVGHXQDUHÀH[LyQVREUHODYHUGDG"3HURKHDTXtHOSUREOHPD
IXQGDPHQWDOODFXHVWLyQGHODYHUGDGHVKR\HQGtDWDQFRQWURYHUWLGDTXH
QRKDVLGRSRVLEOHFRQVWUXLUQDGDTXHWHQJDQLVLTXLHUDODPRGHVWDDSDULHQ
FLDGHXQDFXHUGRFRP~Q(VPiVSUHFLVDPHQWHVREUHHVWDFXHVWLyQKD\D~Q
PD\RUHVGLVFRUGDQFLDV¢4XpKHPRVGHKDFHUHQWRQFHV"

4. UNA SOLUCIÓN: LA “ORTOPRAXIS” Y LA CULTURA DEL “PUNTO DE VISTA”

Sería poco realista, aunque absolutamente razonable, proponer un es


IXHU]RFRP~QSDUDODE~VTXHGDGHODYHUGDGGHOD³WRWDOLGDGGHOVLJQL¿FDGR´
como fundamento de la ética, y de ésta, como fundamento de la vida polí
tica. Siendo más realistas, se podría emprender también un camino menos
GLUHFWRFRQFHELUHOFRPSURPLVRFLYLOFRPRXQDWDUHDSDUDLQÀXLUVREUHHO
ethos VLWXDFLyQGHKHFKR SXUL¿FiQGRORDWUDYpVGHODpWLFDQRHQWHQGLGD
como doctrina sino como “RUWRSUD[LV”13UREDEOHPHQWHHQWUHORVPXFKRV
\ YDULDGRV PHQVDMHV D ORV TXH HVWDPRV DFRVWXPEUDGRV HO TXH KD GHMDGR
PiVKXHOODHVHOPHQVDMHGHTXHODSDODEUD\ODYLGDFRQVWLWX\HQXQFtUFXOR
vicioso. No somos capaces ni siquiera de controlar los mensajes de la ra
zón transmitidos a través de la técnica de la palabra, es decir, a través de la
lógica. El escepticismo universal sobre las doctrinas parece tener sólo un
OtPLWHHOKDFHUVHYLGDRHOrealizarseGHODSDODEUDVHJ~QODYHUGDG'LFKR
HQRWURVWpUPLQRVODYtDPHQRVGLUHFWDSHURPiVHIHFWLYDSRGUtDFRQVLVWLU
en una especie de superación de las disputas de carácter teórico y de “vuelta
DODVFRVDVPLVPDV´(VWDSURSXHVWDVROXFLyQVHUtDDOJRDVtFRPRXQDLQ
vitación a introducirse en una cultura del “punto de vista” sobre la misma
UHDOLGDGDVDEHUFRPRXQDLQYLWDFLyQDFUHDUXQDFXOWXUDIXQGDGDVREUHOD
persuasión de que cada uno de nosotros tiene solamente un punto de vista
y no el único punto de vista sobre la situación que estamos afrontando. Un

1. El autor entiende el término “ortopraxis” como praxis mejorable o susceptible de mejora,


en este sentido, la ética como ortopraxis significa praxis (identificándola con el ethos) mejorable a
través de lo que él llamará cultura del “punto de vista” (N. del T.)

465
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

punto de vista sobre “la realidad”, dónde en última instancia la referencia a


“la realidad” es aquello que verdaderamente tiene importancia ¿Qué es lo
que quiero decir con esta distinción elemental?
6REUHWRGRTXLHURSRQHUHQJXDUGLDGHFLHUWRVKiELWRV3DUWLPRVGH
XQDUHDOLGDG³PROHFXODU´&DGDXQRGHQRVRWURVVHJXUDPHQWHKDEUiH[SH
rimentado innumerables veces que cuando dos personas discuten, no sólo
sobre cosas importantes, sino también sobre cosas banales, pocos se dan
cuenta de que sus observaciones vienen deducidas de “un cierto” punto de
vista. Al contrario, generalmente cada uno pretende enseñar “el” punto de
vista, es decir, que su punto de vista incluye el de los demás. La pretensión
PiVRPHQRVLPSOtFLWDHVODGHKDEODUGHPDQHUD³REMHWLYD´\QR³VXEMH
WLYD´HVGHFLUGHKDEODUGLFLHQGRHQUHDOLGDGFyPRVRQODVFRVDV*HQH
UDOPHQWHSHQVDPRVTXHQXHVWURLQWHUORFXWRUQRKDHQWHQGLGRQRYHELHQ
HQ ¿Q WLHQH XQ SXQWR GH YLVWD HTXLYRFDGR 7HQHPRV TXH GDUQRV FXHQWD
del efecto que produce en la relación con los demás el pretender enseñar
³HO´SXQWRGHYLVWD,GHQWL¿FDU³QXHVWUR´SXQWRGHYLVWDFRQ³HO´SXQWRGH
YLVWDVLJQL¿FDSUHWHQGHUTXHpVWHYDOJDFRPRtotalidad intranscendible, es
GHFLUFRPRKRUL]RQWHGHVHQWLGRTXHFRPSUHQGHWRGRVLJQL¿FDSRUWDQWR
LQFOXLUDORWURFRPRPRPHQWRLQWHUQRGHHVWHKRUL]RQWHRFRPRIUDJPHQWR
±QLVLTXLHUDWDQVLJQL¿FDWLYR±GHQXHVWURJUDQ³<R´<DGHPiVFRPRJHQH
ralmente nuestro interlocutor instituye por su parte el mismo movimiento
GLDOpFWLFRHOGLiORJRVHYXHOYHLQHYLWDEOHPHQWHXQFRQÀLFWRHQWUHSRVLFLR
nes totalizadoras. Pero dos o más totalidades no pueden convivir, porque
mediante su ser se limitan recíprocamente, es decir, se niegan como totali
dades. Cada una de las totalidades, puede valer como tal, exclusivamente
VLODRWUDRODVRWUDVQRVHFRQVLGHUDQWRWDOLGDG<HVWRVHSXHGHSURGXFLU
GHGRVPDQHUDVVLODRWUD RODVRWUDV VHFRQVLGHUDXQDSDUWH\SRUWDQWR
queda incluida como parte interna de la totalidad; o si la otra (o las otras)
simplemente vienen eliminadas.
(VWH PRYLPLHQWR GH ODV FRQFLHQFLDV TXH VH HQIUHQWDQ \ TXH OXFKDQ
entre la vida y la muerte, en última instancia, es el mismo movimiento
UDGLFDOTXHVHSURGXFHHQODKLVWRULDGHORVKRPEUHV\HQVXVPiVGLVWLQWDV
PDQLIHVWDFLRQHVSROtWLFDVUHOLJLRVDVRGHUHODFLyQHQWUHORVSXHEORV+XER
XQWLHPSRHQTXHWRGRHQIUHQWDPLHQWRHUDFDVLVLHPSUHFUXHQWR/DOXFKD
HUDXQDOXFKDDUPDGD\HOUHVXOWDGRHUDHOVRPHWLPLHQWRGHODGYHUVDULRRVX
eliminación física. En tiempos más recientes, afortunadamente se multipli
FDQODVRFDVLRQHVHQTXHVHSXHGHORJUDUTXHODOXFKDVHDPHQRVFUXHQWD
HVGHFLUVHWLHQGHDVLPEROL]DUHOFRQÀLFWR VHKDEODGHFRQÀLFWRVVRFLDOHV
GH FRQÀLFWRV UHOLJLRVRV GH FRQÀLFWRV FRPHUFLDOHV GH FRQÀLFWRV VLQGLFD
OHVGHFRQÀLFWRVIDPLOLDUHVHWF $XQTXHQRIDOWDQHMHPSORVGHODKLVWRULD

466
PARA UNA ÉTICA POLÍTICA COMO PRÁCTICA DEL “PUNTO DE VISTA”

contemporánea, sobre todo en regiones menos desarrolladas, en que los


FRQÀLFWRVDFDEDQUHVROYLpQGRVHGHIRUPDFUXHQWD JXHUUDVJXHUULOODVPD
sacres, golpes de estado, insurrecciones urbanas etc.). Generalmente esta
FRQGLFLyQGHFRQÀLFWRVHYLYHFRPRXQDIRUPDGHYLGDinsuperable, y como
circunstancia que aparece a las conciencias en calidad de negatividad ética;
LQFOXVRHQVLWXDFLRQHVGHFRQÀLFWRQRFUXHQWR7RGRVGHKHFKRFRQGHQD
mos, por ejemplo, la tendencia al enfrentamiento, especialmente cuando
adquiere formas estructuralmente relevantes y paraliza la vida de una co
PXQLGDG\DVHDSHTXHxDRJUDQGH5DUDYH]VRPRVFRKHUHQWHV0LHQWUDV
pWLFDPHQWHUHFKD]DPRV RGHEHUtDPRVUHFKD]DU HOFRQÀLFWR HVWHWLSRGH
FRQÀLFWR DFXDOTXLHUQLYHOFDVLVLHPSUHHYLWDPRVSRQHUHQGXGDODIXHQWH
SHUPDQHQWHGHOFRQÀLFWRHVGHFLUSUHWHQGHPRVDGRSWDUDQWHHOLQWHUORFX
tor, no solo “un” punto de vista, sino “el” punto de vista sobre la realidad
misma, “nuestro” punto de vista”.
¿Verdaderamente es sólo posible quedarse con “un” punto de vista y es
inevitable erguir y representar “el” punto de vista? ¿Por qué esta tendencia
LQVWLQWLYDGHORVKRPEUHVGHLPSRQHUDORVGHPiVHOSURSLRSXQWRGHYLVWD
como “el” punto de vista? El problema no es de fácil solución, ni pretendo
desarrollarlo en esta sede con la cautela y complejidad teórica que requeri
ría. Sólo intentaré ofrecer sumariamente una especie de “salida de emergen
cia” respecto a la ambigua condición de la existencia y, al mismo tiempo,
quiero advertir que este problema no se puede resolver aboliendo uno de
ORVGRVPRYLPLHQWRVTXHFRQGXFHQDOFRQÀLFWRGHODVFRQFLHQFLDV(QRWUDV
SDODEUDVGHVSXpVGHKDEHUGLFKRTXHHOSHQVDUTXHVRODPHQWHH[LVWH³XQ´
punto de vista, es un callejón sin salida, tampoco podemos abolir este punto
de vista (“el” punto de vista. Si esto es así, entonces debieramos optar por
una posición relativista. Pero también esta salida es impracticable, porque
GHFLUTXHH[LVWHQVRODPHQWHSXQWRVGHYLVWDUHODWLYRVVLJQL¿FDD¿UPDUXQ
HYLGHQWHDEVXUGR'HFLUTXHH[LVWHQVyORSXQWRVGHYLVWDVLJQL¿FDD¿UPDU
DOJRTXHQRHVUHODWLYRVLQRDEVROXWR6LJQL¿FDGHQXHYRHULJLUHVWHSXQWR
de vista “al único y válido” punto de vista, más que quedarse sencillamente
con “un” punto de vista entre varios.
En realidad, no podemos prescindir de una referencia a algo de ab
VROXWR7HQHPRVQHFHVLGDGGHKDFHUUHIHUHQFLDDDOJXQDYHUGDGREMHWLYD
QHFHVLWDPRVSRUGHFLUORGHDOJ~QPRGR³SLVDUWHUUHQR¿UPH´SRUDOJ~Q
ODGR'HQXHVWURSXQWRGHYLVWDGHEHTXHGDUDOJR1RSRGHPRVVHUH[FOXVL
vamente relativistas, del mismo modo que no es posible ser exclusivamente
“dogmáticos”, es decir, portadores de una verdad absoluta e indiscutible.
De nuevo, ¿cómo podemos salir de este dilema?

467
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

3XHVELHQFRQVLGHUHPRVSUHYLDPHQWHXQDGLVWLQFLyQHOHPHQWDOODGLV
tinción entre cuestiones teóricas y cuestiones prácticas, precisando que las
FXHVWLRQHV pWLFRSROtWLFDV R UHOLJLRVDV VRQ IXQGDPHQWDOPHQWH FXHVWLRQHV
prácticas. ¿Para qué nos sirve esta distinción? Sirve para tomar conciencia
GHOKHFKRGHTXHHQODVFXHVWLRQHVSUiFWLFDVODSRVLELOLGDGGHDOFDQ]DUXQD
³YHUGDGREMHWLYD´HVUHPRWDHVPiVGHKHFKRUHVXOWDFDVLLPSRVLEOH/DV
cuestiones éticas de los individuos son muy complejas, aquellas políticas
RUHOLJLRVDVORVRQWRGDYtDPiVSRUTXHVHUH¿HUHQDXQDFRPXQLGDGKXPD
QDHQWHUD(QWRQFHV¢FyPRVHUiSRVLEOHKDEODUHQQRPEUHGHXQDYHUGDG
objetiva? ¿No debemos tratar las cuestiones prácticas como aquellas en las
TXHQRV³DSUR[LPDPRV´RDFHUFDPRVKDFLDODYHUGDG³REMHWLYD´HQXQPR
YLPLHQWR FRQYHUJHQWH GH PXFKRV LQGLYLGXRV" (Q ODV FXHVWLRQHV WHyULFDV
establecer de que parte está la verdad es una tarea relativamente sencilla.
Pero quisiera recordar que, en las cuestiones teóricas, cada uno de nosotros
a menudo está condicionado por el punto de vista que deriva de una cierta
KLVWRULDSHUVRQDOSRUXQDGHWHUPLQDGDVLWXDFLyQJHRJUi¿FDSRUXQFLHUWR
VDEHUDGTXLULGRDORODUJRGHOWLHPSRSRUFLHUWDVKDELOLGDGHVSDUWLFXODUHV
HWF&DGDXQRGHQRVRWURVWLHQHXQDSRVLFLyQHQODUHDOLGDG¿QLWDTXHGH
ninguna manera puede quitarse de encima, es una condición ineludible,
H[LVWHQFLDO&DGDXQRGHQRVRWURVHVFRPRVHVXHOHGHFLUKR\HQGtD³XQ
KDELWDQWHGHOD¿QLWXG´
¿Pero todo esto no conduce de nuevo al relativismo? me preguntarán
XVWHGHV3XHVELHQFRQWHVWRTXHHVWDFRQVHFXHQFLDQRHVQHFHVDULD'HKH
FKRVHSXHGHVHUFRQVFLHQWHGHSRVHHUVyOR\H[FOXVLYDPHQWH³XQ´SXQWR
de vista sobre la realidad y al mismo tiempo no profesar convicciones rela
tivistas. El relativista no es el que está persuadido de que la propia perspec
tiva es una de las posibles perspectivas sobre la verdad de las cosas, sino
que está convencido de que QRH[LVWH la verdad. Esto en el ámbito teórico.
En el ámbito práctico, el relativista piensa en algo similar, pues no cree que
existan las cosas buenas, sino sólo cosas que parecenEXHQDV(QGH¿QLWLYD
como no existe la verdad, tampoco existe el bien.
&XDQGRSURSRQJRXQDFXOWXUDGHO³SXQWRGHYLVWD´QRGH¿HQGRHOUH
ODWLYLVPR&UHRTXHHVWHSXQWRKDVLGRVX¿LFLHQWHPHQWHDFODUDGR'H¿HQGR
más bien el ser conscientes de que nuestra verdad, admitiendo que en al
gunos casos sea posible llegar a conocerla (y en algunos casos es posible),
es siempre una verdad parcial, no una verdad total. Que exista una verdad
SDUFLDOVLJQL¿FDTXHpVWDHVGHDOJXQDPDQHUDHVWDEOHSHURTXHSXHGHVHU
integrada en el modo de ver de los demás, poseedores también de otra
parte de la verdad. Esta consideración puede ser aplicada también a la vida
práctica y especialmente a la vida política y religiosa. Es más, en este caso

468
PARA UNA ÉTICA POLÍTICA COMO PRÁCTICA DEL “PUNTO DE VISTA”

debe ser ampliada. Como consideraba anteriormente, el mundo de la vida


práctica posee una complejidad de factores que resulta difícil un control de
la verdad de la situación completa. Aún así, también en este caso es posible
encontrar el bien y no solamente aquello que a cada uno le aparece como
ELHQ(VFRPRHQHOFDVRGHODYHUGDGSDUDWRFDUWLHUUD¿UPHHVQHFHVDULR
dejar la palabra a la misma realidad y mirarla para confrontar nuestras ver
GDGHVSDUFLDOHVFRQHOODDVtVXFHGHHQODYLGDSUiFWLFD$KRUDELHQHQOD
vida práctica la realidad misma es el bien, y más propiamente la realidad
buena, o aún mejor, la persona buena o las personas buenas. Esta presencia
\HVWHWHVWLPRQLRDPHQXGRVRQVX¿FLHQWHVSDUDXQL¿FDUDORVKRPEUHVHV
decir, para arrancarles de una sensación mortal de incomprensión del bien.
¿Por qué los pueblos en su vida política están unidos, si no es por los gran
des testimonios de personas que buscan y realizan el bien común, es decir,
la vida buena común? Si además miramos la vida religiosa, y en particular
a la vida religiosa cristiana, encontramos una referencia análoga a la santi
dad. ¿Qué es lo que une al pueblo cristiano en la práctica del bien (a parte
de la unidad de la fe), sino el testimonio de la vida de los Santos de la Igle
VLDGH'LRVTXHDGHPiVHVHOWHVWLPRQLRUHDOHKLVWyULFRGHODFDULGDG"
9ROYHPRVGHHVWDPDQHUDDODYLGDFRP~QGHORVKRPEUHVHQVXVP~O
WLSOHVHVWUDWL¿FDFLRQHV HFRQyPLFDVSROtWLFDVFXOWXUDOHVUHOLJLRVDV 3XHV
ELHQVLHQWRGRWLSRGHYLGDTXHUHPRVFRQYLYLUFRQORVGHPiVVLQKRVWLOL
GDGSHUPDQHQWHQRSRGHPRVKDFHUQDGDPiVTXHUHFRQRFHUQRVSRUWDGRUHV
de “un” punto de vista, y en el mejor de los casos, de una verdad y de un
bien que son parciales. Inevitablemente, la verdad y el bien parciales nos
permiten mantener unidos el deseo de estabilidad y de “objetividad” y la
LQHOXGLEOHFRQGLFLyQGH³VXEMHWLYLGDG´TXHKXPDQDPHQWHQRVDFRPSDxD
A esta condición solamente se opone la pretensión, más o menos explícita,
de ser poseedores de la verdad, de toda la verdad, de ser no “un” punto de
YLVWDVLQR³HO´SXQWRGHYLVWD(VWDSUHWHQVLyQHVODUDt]TXHKDFHLPSRVLEOH
FXDOTXLHUIRUPDGHYLGDFRP~QKRQHVWD\UHVSHWXRVDGHODFRQWULEXFLyQGH
todos los demás. Esta pretensión desencadena la brutalidad del poder. Sólo
si se abandona esta pretensión es posible convivir y dialogar para construir
una comunidad multiétnica. O al menos es más probable que se logre.

5. DESPUÉS DE LAS IDEOLOGÍAS: EL ESTADIO DE LA POST-MODERNIDAD

Soy consciente de lo extraña que puede parecer mi propuesta. Pero


también estoy convencido de la posibilidad de rescatar de esta extrañeza, si

469
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

conferimos la importancia debida a la caída de las ideologías totalizadoras


GH ODV TXH KDEODED DO SULQFLSLR (VWD FDtGD FRQVWLWX\H HO hecho histórico
decisivo de nuestro siglo, es decir, la raíz de las convulsiones europeas y
PXQGLDOHV(VWDFDtGDSRQHGHPDQL¿HVWRHOFDOOHMyQVLQVDOLGDHQHOTXHOD
KLVWRULDVHKDEtDLQWURGXFLGRHOFRQÀLFWRHQWUHWRWDOLGDGHVTXHQROOHJDUtDQ
nunca a poder ser integradas como norma de relación entre los pueblos. La
contracción de lo político es solamente un vistoso corolario de esta caída.
De esta vistosidad deducimos una lección simbólica y podemos llegar a
GHWHUPLQDFLRQHVPiVJHQHUDOHVFRQOD¿QDOLGDGGHOOHJDUDHQWHQGHUODLP
SRUWDQFLDGHHVWHKHFKRTXHPDUFyWRGDXQDpSRFD\TXHSHUPLWLyHODFFHVR
a una actitud cultural distinta. En otras palabras, tenemos que percatarnos
de que la caída reciente de las políticas totalizadoras, preparada desde lejos
por la caída de las formas estables y sistemáticas del pensamiento occiden
WDOKDOLTXLGDGRGH¿QLWLYDPHQWHODPRGHUQLGDG\QRVHVWiLQWURGXFLHQGRHQ
un mundo nuevo y distinto, del que comenzamos a ver confusamente los
contornos. Un mundo al que ni siquiera sabemos cómo denominar, y al que
QRVFRQWHQWDPRVFRQFROJDUXQDHWLTXHWDVXEVWDQFLDOPHQWHQRPLQDOLVWDOD
HWLTXHWDGH³SRVWPRGHUQR´
'HVGHKDFHDOJXQRVDxRVVHHVWiSURGXFLHQGRDEXQGDQWHELEOLRJDUItD
VREUHHOWHPD3HURODHVHQFLDGHOIHQyPHQRKDVLGR\DHVFUXWDGDSRUDOJX
QRVSHQVDGRUHVGHJUDQJHQLR7HQHPRVTXHUHFRQRFHUTXHHOHVIXHU]RHV
SHFXODWLYRPiVFRQVLVWHQWHHVHOGHOPDJLVWHULRKHLGHJJHULDQR+HLGHJJHU
profundizó por vez primera y con gran estilo sobre el problema de la dife-
renciaTXHUiSLGDPHQWHVHLPSXVRHQVXIRUPDPiVUDGLFDO$+HLGHJJHUOH
interesaba profundamente la diferencia entre el ser y el ente. Sus epígonos
KDQUHGXFLGRODDPSOLWXGGHHVWDGLIHUHQFLDFLyQ\VHKDQTXHGDGRFRQOD
simple diferencia entre los entes, reivindicando la imposibilidad de cual
quier forma de superar la multíplicidad. Nombres como el de Gadamer,
Derrida y Vattimo pueden ser reconducidos al derrumbamiento y destruc
FLyQGHODLQYHVWLJDFLyQRQWROyJLFRPHWDItVLFD1RVHWUDWDGHOKRUL]RQWDOLV
mo de la inmanencia que construyeron metódicamente los modernos des
GH'HVFDUWHVKDVWD+HJHO6HWUDWDGHXQDPELHQWHGHGLVWLQWDQDWXUDOH]D
SURSLFLDGR SRU ODV LQWXLFLRQHV IXOPLQDQWHV GH 1LHW]VFKH /RV PRGHUQRV
DXQTXHVHDWXYLHURQDODLQPDQHQFLDKLVWyULFDXQL¿FDEDQODPXOWLSOLFLGDG
(QFDPELRDSDUWLUGHORVHStJRQRVGH+HLGHJJHUVHSURFODPDFRPRLQVLJ
QL¿FDQWHHVWDWDUHDODWDUHDGHIXQGDPHQWDFLyQGHODYHUGDG\SRUWDQWR
ODPLVPDSRVLELOLGDGGHXQDRUWRSUD[LV6LUHÀH[LRQDPRVVREUHHOORHVWD
consecuencia podría ser considerada como una especie de ejecución testa
PHQWDULDGHOOHJDGRKHLGHJJHULDQR\DTXHHOPLVPR+HLGHJJHUHQWUHJy³HO
VHU´DOD¿QLWXG&XDQGRODVGLIHUHQFLDVOOHJDQDVHUXQDHVSHFLHGHPRQWyQ

470
PARA UNA ÉTICA POLÍTICA COMO PRÁCTICA DEL “PUNTO DE VISTA”

selvático, “desparramado” por todo lugar, no existe orden que no sea consi
derado orden, sencillamente, convencional y, por tanto, precario, expuesto
al arbitrio de la subjetividad individual; es decir, al arbitrio del más fuer
WHFRPR1LHW]VFKHHQWHQGLySHUIHFWDPHQWHKDFHPiVGHXQVLJORFXDQGR
WRPyFRPRFRQVLJQDGHVX¿ORVRItDOD³YROXQWDGGHSRGHU´
/D GHULYD SRVWKHLGHJJHULDQD SXHGH VLQ HPEDUJR HQVHxDUQRV DOJR
la admiración del carácter irrepetible y singular de toda experiencia de la
realidad. Lamentablemente, esta capacidad de maravillarse ante la realidad
HVROYLGDGL]DGHDTXHOODRWUDLJXDOGHIXHUWHGHODTXHQDFHOD¿ORVRItDHQ
2FFLGHQWHODDGPLUDFLyQTXHVHGHVSLHUWDSRUHOGDUVHFXHQWDGHTXHWRGDV
las cosas, aunque muy distintas (recordemos el ejemplo leibniziano de los
no discernibles), tienen en común el ser, que son, es decir, que están en el
seno del ser(OVHUHVXQVLJQL¿FDGRTXHVHREWLHQHPHGLDQWHODDEVROXWD
oposición a la nada y que, por consiguiente, es malinterpretado si se le
FRQVLGHUDLQHYLWDEOHPHQWH¿QLWR FRQ¿QDGRDOWLHPSR /DVFRVDV¿QLWDV\
HQWUHJDGDVDOWLHPSRVRQ¿QLWDVSRURWURQRSRUHOSXURDEVROXWR HQHVWH
FDVRVHUtDQLQ¿QLWDVSRUTXHQDGDODVGH¿QLUtD 
Pero no es oportuno detenerse sobre este punto, sino más bien sobre
ORVHIHFWRVFXOWXUDOHVTXHODUHÀH[LyQSRVWPRGHUQDKDLQGXFLGR\GLIXQ
GLGR/DSRVWPRGHUQLGDGSRUXQDSDUWHKDHOHYDGRDOWHUUHQRHVSHFXODWLYR
el sentido de absoluta precariedad, de la permanente y universal accidenta
OLGDGGHOR¿QLWRJHQHUDGRFDVLVLHPSUHHQODYLGDFRWLGLDQD KDVWDHOVXHxR
GHXQDUHYHUVLELOLGDGGHOD¿QLWXGSXHGHVHUXQRGHORVVLJQL¿FDGRVGHOD
FpOHEUHIyUPXODGHO³HWHUQRUHWRUQR´ SRURWUDSDUWHODSRVWPRGHUQLGDG
KDOOHJDGRDVHUQRVyORXQDLQWHUSUHWDFLyQGHOSDVDGRVLQRWDPELpQXQSUR
yecto, es decir, SUD[LV futurista de la absoluta y arbitraria manipulación de
los entes. El extremo fastidio que ciertos sectores de la tecnología muestran
KDFLDDTXHOORVTXHSRQHQOtPLWHVpWLFRVDODPDQLSXODFLyQGHODQDWXUDOH]D
OD FUHFLHQWH GHPDQGD GH KRPRORJDFLyQ GH WRGR WLSR GH FRPSRUWDPLHQWR
KXPDQRLQFOXVRGHDTXHODELHUWDPHQWHWUDQVJUHVRUGHODVHOHPHQWDOHVREOL
gaciones ante nuestros semejantes. Todos estos fenómenos, y tantos otros
VLPLODUHVSXHGHQHQFRQWUDU\GHKHFKRHQFXHQWUDQHQODLGHRORJtDDEVROX
WLVWDGHOR³IUDJPHQWDULR´GHOD¿QLWXGVXSXQWRGHUHIHUHQFLDSULYLOHJLDGR
'HQXHYRODSRVWPRGHUQLGDGSXHGHGHFLUQRVDOJRHVSHFLDOPHQWHDORVTXH
VHKDQTXHGDGRHQHOVXHxRGLHFLRFKHVFRGHHOHYDUODH[SHULHQFLDDH[SH
ULHQFLDDEVROXWD7DPELpQHOSRVWPRGHUQRQRVKDEODFRQWUDODPRGHUQLGDG
TXHKDEtDUHGXFLGRDVLVWHPDHOPXQGRGHOVLJQL¿FDGR\KDEtDROYLGDGR³HO
LQGLYLGXR´ .LHUNHJDDUG /DSRVWPRGHUQLGDGHQFRQFOXVLyQQRVSXHGH
GHFLUPXFKRVREUHOD imposibilidad de elevar a totalidad el sentido.

471
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Si no es posible salir del “fragmento” (la parte) , entonces de la misma


manera que ocurría con los modernos, tampoco es posible quedarse como
ORVSRVWPRGHUQRVHQHOIUDJPHQWR(VLQFRPSDWLEOHFRQODQHFHVLGDGQDWX
ral de dibujar estrategias para la construcción de la vida en común. La vida
no es un fragmento aislado, sino unidad de una multiplicidad. El fragmen
to, en cuanto tal, no existe; es sólo una interpretación equivocada del ser
GHOIUDJPHQWR<ODLQWHUSUHWDFLyQHUUDGDOOHJDDFRORFDUHOIUDJPHQWR OD
parte) como algo absoluto. Podríamos considerarlo como una “venganza”
póstuma de la modernidad, que nos obliga a buscar una ulterior solución.

6. DEL FRAGMENTO AL FUNDAMENTO

Volvemos de esta manera a nuestro discurso sobre la “cultura del pun


to de vista”, cultura que puede ser una respuesta plausible tanto para la re
WyULFDSRVWPRGHUQDGHODEVROXWLVPRGHOIUDJPHQWRFXDQWRSDUDODUHWyULFD
moderna de la “totalización” del sentido. Una cultura del punto de vista es
una cultura de la relación entre el fragmento y el fundamento, entendido
como lugar de los principios comunes. En la realidad misma, en el cora
]yQGHVX¿QLWXGVLHPSUHVHSUHVHQWDQORV³SULQFLSLRV´GHQXHVWUDE~VTXH
da de sentido. Por tanto, no es necesario desarrollar sistemáticamente y
completamente el sentido de la totalidad para poseer una orientación que
QRVFRQVLHQWDVREUHSDVDUHOSUREOHPDGHOIUDJPHQWRQLVLTXLHUDKDFHIDOWD
quedarnos con el carácter incomprensible y peligroso del fragmento para
quedar pegados a la tierra. El vínculo existente entre los fragmentos es un
problema y la posición del vínculo entre los fragmentos es interpretación.
Pero el vínculo entre el fragmento o los fragmentos y el fundamento pue
de asumir un itinerario más sólido, e incluso en algunos casos llegar a ser
transparente. En otras palabras, la relación con el fundamento, es decir, con
ORVSULQFLSLRVHVODIRUPDJDUDQWL]DGDTXHSRVHHHOVHUKXPDQRSDUDOOHJDU
a conocer la verdad y el bien. Los principios son siempre como una luz que
ilumina sus pasos. Pero los principios existen también en la realidad, por
que toda realidad esta informada de manera apriorística por principios que
la estructuran en sentido transcendental (toda cosa es buena en cierto sen
tido, toda la realidad tiene su verdad, toda la realidad tiene una misteriosa
UHODFLyQFRQODWRWDOLGDGGHOVHUHWF (VFXFKDUDORVSULPHURVSULQFLSLRVHQ
el ser, es decir en sus formas de vida (por ejemplo, para la ética, el principio
TXHLPSRQHKDFHUHOELHQ\HYLWDUHOPDOSDUDODSROtWLFDORVGRVDQWLJXRV
SULQFLSLRVQHPLQHPODHGHUHXQLFXLTXHVXXPWULEXHUH VLJQL¿FDUHODFLRQDU

472
PARA UNA ÉTICA POLÍTICA COMO PRÁCTICA DEL “PUNTO DE VISTA”

el fragmento o los fragmentos con el fundamento. Entonces el fragmento,


es decir, “el punto de vista”, impregnado por la luz de los principios, puede
ser practicado como lugar en el cual es posible llegar a un acuerdo.

7. UNA ESTRATEGIA DE COMUNICACIÓN

(ODPRUSRUHOIUDJPHQWRLPSOLFDHQWRQFHVXQDHVWUDWHJLDGHFRPX
QLFDFLyQ VREUH OD TXH WHQHPRV TXH UHÀH[LRQDU +H GLFKR \D TXH HO IUDJ
mento no puede quedar sencillamente en cuanto tal y que la conjugación
HQWUHHOIUDJPHQWR\OD7RWDOLGDGGHVHQWLGRHVXQDWDUHDLQHYLWDEOH2EYLD
mente esta conjugación puede ser sólo propuesta, no puede ser impuesta.
Si la imponemos, se olvida el ser del fragmento; si no la proponemos, se
ROYLGDHOGHEHUGHWHVWLPRQLDUHOVHUGHOD7RWDOLGDG3URSRQHUOD\QRLP
SRQHUODVLJQL¿FDTXHGDUQRVHQODIRUPDGHIUDJPHQWRTXHFRQRFH\DFHSWD
la existencia del Entero. Esta es nuestra fórmula del “punto de vista” sobre
la realidad.
/DSURSXHVWDHVXQD¿JXUDSUiFWLFD4XLHQSURSRQHSRQHGHODQWHDOJR
pero ante todo, se pone a sí mismo ante la libertad del otro. A la libertad
GHORWURpOVHH[SRQHHVGHFLUVHGLVSRQHFRPRTXLHQSXHGHVHUFRJLGR6H
entrega al señorío del otro como una especie de siervo y por consiguien
WHVHKDFHSDUWHGHOPXQGRGHORWURSUHSDUDGRSDUDVHUFRQGHVFHQGLHQWH
con la opinión de los otros. Cierto, con la esperanza de que los otros sean
EHQpYRORV \ QR PDOpYRORV$QiORJDPHQWH SURSRQHU un “punto de vista”
VLJQL¿FDHQUHDOLGDGSURSRQHUVHFRPRun “punto de vista”, es decir, como
uno que no atenta contra la subjetividad del otro. El cual queda seguramen
WHFRQWHQWRGHHVWHJHVWR\OHGLVSRQHDHVFXFKDUORTXHVHOHSURSRQHHQ
la comunicación. En otras palabras, la esencial seguridad sobre la propia
subjetividad es un salvoconducto para el contenido de la comunicación del
RWUR(VWRQRGDxDDODHVHQFLDHVLQRIHQVLYRUHVSHFWRDORTXHLQWHUHVDHO
reconocimiento de la propia subjetividad trascendental.
La fórmula “proponer” no tiene por tanto un valor inmediatamente
teórico, sino un valor práctico. También porque es interna al mundo de la
FRPXQLFDFLyQ<HOPXQGRGHODFRPXQLFDFLyQHVXQDUHODFLyQLQWHUVXE
jetiva, es decir, interacción entre dos o más existencias, también cuando
el mensaje transmitido sea de naturaleza puramente teórica. Por esta razón
LPSOLFDODVGLQiPLFDVGHRGLRDPRUVLPSDWtDDQWLSDWtDDFXHUGRGHVDFXHU
do y otras similares. Entonces tenemos que tener debidamente separado
lo que decíamos antes sobre la necesidad de conjugar el fragmento con la

473
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

WRWDOLGDG\ORTXHGHFLPRVDKRUDVREUHODFRPXQLFDFLyQGHWRGRHVWRFRQ
la sencilla propuesta de un “punto de vista”. Es decir, también en el caso
en que no existan dudas sobre un cierto grupo de convicciones, incluso
cuando algunas de éstas están rigurosamente presentes en una subjetividad
establemente, no se puede y no se debe extender inmediatamente a un in
terlocutor la obligación de un mismo sentir o pensar. Si actuamos de esta
manera, nos comportaríamos evidentemente como “fanáticos” y no serviría
para nada la intención de estar de parte de la verdad (teórica). La violencia
usada ante el otro dispone a la transgresión y, por tanto, a la forma de la no
verdad. Ninguna verdad puede ser llevada adelante por la violencia. La vio
OHQFLDRFXOWDODYHUGDGGHORWURHVGHFLUVXSHUPDQHQWHGHUHFKRDOUHVSHWR
de la trascendentalidad de lo subjetivo.
8QD HVWUDWHJLD GH FRPXQLFDFLyQ TXH TXLHUD VHU H¿FD] GHEH UD]R
QDEOHPHQWH SUHYHU OD FRPXQLFDFLyQ HIHFWLYD GHO PHQVDMH 3HUR XQ PHQ
saje, para llega a otros, debe dejar ser a los demás tal cual ellos son. Debe
UHVSHWDUHOVHUGHORWURHQFXDQWRRWUR(VWRVLJQL¿FDTXH\RGHERSUHVXSR
ner prácticamente una relación buena con el otro y con su mundo. Pero el
RWUR\VXPXQGRHVHQSULPHUDLQVWDQFLDODWLHUUDHQTXHKDELWDPRVWRGRV
Por esta razón, la intención de una vida buena común sobre la tierra es el
presupuesto práctico inmediato e universal de una estrategia de comunica
ción conveniente para la verdad y el bien.

474
LA SOC,('$'&,9,/</$5(/,*,Ï1&,9,/
EN EL SIGLO XXI
5LFKDUG-RKQ1EUHAUS

Comprendido de manera amplia, el tema abarca por una parte la re


lación entre la religión y la moralidad fundada en la religión, y por otra
parte las instituciones por medio de las cuales se ordena correctamente una
sociedad.
0HOLPLWDUpDKDEODUVREUHODVRFLHGDGGHPRFUiWLFD\DTXHSLHQVRTXH
es la única clase de sociedad que debemos desear para el siglo XXI y los
VLJORVTXHQRVTXHGHQGHKLVWRULDHQODWLHUUD6R\SOHQDPHQWHFRQVFLHQWHGH
que no todo el mundo está de acuerdo con esta presuposición. Pero espero
TXHORTXHSDUDPtVLJQL¿FD³GHPRFUDFLD´VHYD\DDFODUDQGRDORODUJRGH
estas páginas, y entonces pueda ser que estemos más de acuerdo en que la
sociedad democrática es la que queremos para el futuro.
Por otra parte, no voy a decir nada extraordinariamente original acerca
de la democracia. Todos conocemos la encíclica de 1991, Centesimus An-
nus. Lo que Centesimus AnnusGH¿QHFRPRGHPRFUDFLDHVORTXH\ROODPR
democracia. Mi interpretación de lo que llamamos una democracia liberal,
y del papel que desempeña la religión en esta democracia, también está ins
SLUDGDSRUPLUHÀH[LyQVREUHOD¿ORVRItDHKLVWRULDSROtWLFDFRQUHIHUHQFLD
particular a los Estados Unidos de América. La experiencia americana es
a la vez un modelo y una advertencia para el resto del mundo. Aunque es
importante destacar en este punto tanto su aspecto positivo como el nega
tivo.
'XUDQWH YDULRV DxRV KH D\XGDGR D GLULJLUHO 6HPLQDULR ³&HQWHVLPXV
Annus” en Cracovia, Polonia. En este seminario reunimos a jóvenes aca

475
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GpPLFRV\FOpULJRVGH3RORQLD\GHRWURVSDtVHVFHQWURHXURSHRVFRQHO¿Q
de estudiar la enseñanza católica sobre la sociedad libre y justa. Desde la
UHYROXFLyQGHKHQRWDGRXQFDPELRQRWDEOHHQODDFWLWXGGHORVHVWX
GLDQWHVFHQWURHXURSHRVKDFLDODGHPRFUDFLD\VREUHWRGRKDFLDODYHUVLyQ
americana de la democracia. En los primeros años, todo lo americano se
consideraba bueno y teníamos que advertir a los estudiantes contra la ad
miración no crítica de las cosas americanas.
(QORV~OWLPRVWLHPSRVKHPRVYLVWRFLHUWDGHVLOXVLyQ(Q3RORQLDOD
5HS~EOLFD&KHFD+XQJUtD\RWURVOXJDUHVODJHQWHKDGHVFXELHUWRTXHOD
GHPRFUDFLDQRHVIiFLO'HVSXpVGHODHUDFRPXQLVWDHVWDVVRFLHGDGHVD¿U
PDURQ VX GHFLVLyQ GH VHU VRFLHGDGHV ³QRUPDOHV´$KRUD KDQ GHVFXELHUWR
que la normalidad es difícil. Es tan difícil en Polonia como en los Estados
Unidos, España, Italia, Brasil y el resto del mundo. Nuestros estudiantes
FHQWURHXURSHRVKDQDSUHQGLGRTXHQRSXHGHQVLPSOHPHQWHFRSLDUORDPH
ULFDQRVLQRTXHGHEHQHQFRQWUDUVXSURSLRFDPLQRKDFLDODGHPRFUDFLD<
FRQWRGR±FRPRHOH[SHULPHQWRGHPRFUiWLFRPiVJUDQGHPiVLQÀX\HQWH\
GLVFXWLEOHPHQWHPiVDQWLJXRGHODKLVWRULDGHOPXQGR±$PpULFDSHUPDQHFH
como un modelo y una advertencia.
Nadie duda de que Estados Unidos es la única superpotencia que que
GDHQHOPXQGR$OJXQRVYDQPiVDOOi\D¿UPDQTXH$PpULFDGHO1RUWHHV
la “sociedad lider” del mundo; es decir, que lo que ocurra en Norteamérica,
mutatis mutandisRFXUULUiWDUGHRWHPSUDQRHQFXDOTXLHURWUROXJDU+D\
una gran parte de verdad en esto. El mundo se merece una “sociedad lider”
mejor que los Estados Unidos, pero tenemos que conformarnos con esto, al
menos en un futuro previsible.
Creo que es justo decir que la enseñanza social católica en el pasado
KDPRVWUDGREDVWDQWHLQGLIHUHQFLDKDFLDODH[SHULHQFLDDPHULFDQD&XDQGR
se plantearon temas como la democracia y las relaciones entre la Iglesia y
el Estado, se solía tener en mente la Revolución Francesa de 1789. En los
~OWLPRVDxRV\VREUHWRGRGXUDQWHHODFWXDOSRQWL¿FDGRHVWRKDFDPELDGR
enormemente. El cambio se ve sobre todo en Centesimus Annus y en otros
WH[WRVLPSRUWDQWHVGHODHQVHxDQ]DGHHVWHSRQWL¿FDGR0HSDUHFHVLQHP
bargo, que en Estados Unidos y en otros lugares los intelectuales católicos
DSHQDVKDQFRPHQ]DGRDLQWHULRUL]DUODVLPSUHVLRQDQWHVLQLFLDWLYDVLPSOt
FLWDVHQODVHQVHxDQ]DVGHHVWHSRQWL¿FDGR(VWDLQWHULRUL]DFLyQHVXQDJUDQ
WDUHD SDUD ORV DxRV H LQFOXVR ORV SRQWL¿FDGRV IXWXURV (VWDPRV DQWH HO
GHVDUUROORGHODGRFWULQD<HVWHGHVDUUROORVHDFODUDUiVLFRPRHQHODFWXDO
SRQWL¿FDGRGDPRVLJXDOLPSRUWDQFLDDOD5HYROXFLyQGHTXHDODGH

476
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA RELIGIÓN CIVIL EN EL SIGLO XXI

1789 en temas de democracia, sociedad civil y otras cuestiones relaciona


das.
Presentaré presentar varias propuestas que deben inspirar nuestra re
ÀH[LyQVREUHHVWDVFXHVWLRQHVFXDQGRLPDJLQDPRVOD³QXHYD´VRFLHGDG6H
pueden resumir en diez propuestas, aunque podrían fácilmente dividirse
HVWDV GLH] HQ PXFKDV PiV /D SULPHUD HV pVWD La soberanía del Estado
democrático es responsable ante una soberanía superior. Los críticos de la
teoría y práctica de la democracia, inclusive los críticos católicos, a menu
GRD¿UPDQTXHHOSUREOHPDSULQFLSDOGHODGHPRFUDFLDHVTXHQRUHFRQRFH
una soberanía superior a la del pueblo. El Estado democrático, al represen
tar la YR[SRSXOL, se presenta como la YR['HL, convirtiendo así al Estado
democrático en un “ídolo”. Para responder a esta situación, debemos estar
dispuestos a reconocer que el Estado democrático, y la misma democracia,
pueden convertirse en ídolos. Este peligro es una grave distorsión de la
democracia.
Es cierto que en la democracia, la soberanía política se fundamenta
HQHOSXHEOR3HURODVSHUVRQDVOLEUHVWLHQHQOLEHUWDGSDUDUHFRQRFHU\MXVWL
¿FDUVH DQWH XQD VREHUDQtD VXSHULRU D OD VX\D 7DPELpQ HQ HVWR  HV
muy diferente de 1789. En la versión jacobina de la democracia, se supone
que el Estado representa lo que Rousseau llamó la voluntad general, más
DOOiGHODFXDOQRKD\XQWULEXQDOGHDSHODFLyQVXSHULRU(QODIXQGDFLyQGH
América, en cambio, se reconoce que la sociedad es anterior y superior al
(VWDGR/D'HFODUDFLyQGHOD,QGHSHQGHQFLDKDEODGH³OD1DWXUDOH]D\HO
'LRVGHOD1DWXUDOH]D´GHTXLHQSURYLHQHQWRGRVORVGHUHFKRV\DQWHTXLHQ
las personas se sienten responsables. Aunque es muy posterior, la Pledge
of Allegiance ³3URPHVD GH /HDOWDG´  HQ (VWDGRV 8QLGRV KDEOD GH ³XQD
QDFLyQ EDMR HO SRGHU GH 'LRV´ ³RQH QDWLRQ XQGHU *RG´  (VWR VLJQL¿FD
en primer lugar, “bajo el juicio de Dios” – la nación es responsable ante
XQMXLFLRVXSHULRUDOGHO(VWDGRVXSHULRUDOGHUHFKRSRVLWLYRHLQFOXVRD
la voluntad del pueblo. La “religión civil” de Rousseau es, efectivamente,
idolatría. La soberanía divina reconocida por aquéllos que forman parte de
lo que Centesimus Annus llama “la subjetividad de la sociedad” es comple
tamente opuesta a la religión civil de Rousseau, aunque está al servicio de
XQ¿QFLYLOLPSRUWDQWHSRQHUXQOtPLWHGH¿QLGRDODVREHUDQtDGHVHQIUHQD
da del Estado.
(QODVGHFLVLRQHVUHDOHVGHOJRELHUQRDPHULFDQRHVWDVREHUDQtDVXSH
rior se impone de manera oblicua, y no directamente, es decir, depende
GHTXHHOSXHEORVLJDUHFRQRFLpQGROD&RPRSURFODPDURQPXFKRVGHORV
fundadores americanos, el orden constitucional americano está creado para

477
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

gente virtuosa y religiosa y es completamente inadecuado para cualquier


otro tipo de persona. En otras palabras, el orden constitucional no es “una
máquina que se mueve por sí misma”. Debe mantenerse con ciudadanos
YLUWXRVRV\FRQXQDUHOLJLyQSRSXODUTXHUHFXUUDDELHUWDPHQWHDXQDVREH
ranía que trasciende la del Estado. Estas condiciones no se pueden asegurar,
y por esta razón la democracia es siempre una empresa arriesgada. También
por esta razón los fundadores americanos llamaron a nuestro orden consti
tucional un “experimento”. Por naturaleza, los experimentos o bien tienen
éxito o bien fracasan; y alcanzan el éxito sólo cuando se tiene en mente la
posibilidad de que puedan fracasar.
/D³&OiXVXODGH5HOLJLyQ´HQOD3ULPHUD(QPLHQGDGHQXHVWUD&RQV
WLWXFLyQFRQWLHQHGRVGLVSRVLFLRQHV8QDSURKLEHHO³HVWDEOHFLPLHQWR´GH
una religión por parte del Estado, y la otra protege el “ejercicio libre” de la
UHOLJLyQ/DGLVSRVLFLyQGHOQRHVWDEOHFLPLHQWRGHXQDUHOLJLyQR¿FLDOHVWi
DOVHUYLFLRGHODGLVSRVLFLyQGH³HMHUFLFLROLEUH´(OOLEUHHMHUFLFLRHVHO¿Q
\HOQRHVWDEOHFLPLHQWRHVXQPHGLRVXERUGLQDGRDHVWH¿Q&RPRVLQGXGD
sabrán algunos, esta interpetación de la Cláusula de Religión no siempre
KDSUHYDOHFLGRHQQXHVWUDMXULVSUXGHQFLD'HKHFKRHQORV~OWLPRVDxRVORV
WULEXQDOHVVHKDQFRPSRUWDGRDPHQXGRFRPRVLHOQRHVWDEOHFLPLHQWRIXH
UDHO¿Q\DQWHpOKDQUHGXFLGRVHYHUDPHQWHODSUiFWLFDOLEUHGHODUHOLJLyQ
DOPHQRVHQHOiPELWRS~EOLFR(VWRKDGHULYDGRHQXQDFLUFXQVWDQFLDGHV
DIRUWXQDGDTXHKHGHVFULWRHQXQOLEURWLWXODGRThe Naked Public Square.
“La plaza pública desierta” representa una vida pública completamente
VHFXODUL]DGDGHODFXDOKDQVLGRGHVWHUUDGRVODUHOLJLyQ\HOMXLFLRPRUDO
basado en ésta. En la actualidad, esto constituye la crisis más grave en las
relaciones entre la Iglesia y el Estado, y pienso que no exagero al decir que
es la crisis más grave en el propio experimento democrático americano.
Mi organización, el Instituto de Religión y Vida Pública, y nuestra revista
mensual First Things, con la ayuda de académicos distinguidos como el
SURIHVRU5XVVHOO+LWWLQJHUHVWiHQHOIUHQWHGHODEDWDOODSDUDUHVWDXUDUHO
VLJQL¿FDGRRULJLQDOGHOD3ULPHUD(QPLHQGD7HQHPRVODHVSHUDQ]DGHSR
der triunfar en los próximos años.
(QXQRUGHQFRQVWLWXFLRQDOFRUUHFWDPHQWHHQWHQGLGRHO(VWDGRUHFR
noce una soberanía superior a la suya, y reconoce que aquella soberanía
HVWiGH¿QLGDSRUHOSXHEOR'RQGHODJHQWHHVHQVXPD\RUtDFULVWLDQDFRPR
es el caso de los Estados Unidos. La institución que atestigua esta soberanía
superior es la iglesia. Aquí utilizo la palabra “iglesia” en un sentido ecumé
nico, para referirme a todas las comunidades cristianas. El Estado reconoce
la integridad de la iglesia, no sólo como una asociación voluntaria de indi

478
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA RELIGIÓN CIVIL EN EL SIGLO XXI

viduos, sino como un testigo comunal de la soberanía superior que otorga


la legitimidad al propio Estado.
8QDVHJXQGDSURSXHVWDHVpVWDEn una sociedad democrática, las per-
VRQDVYLYHQEDMRYDULDVVREHUDQtDV\DYHFHVFRQÀLFWLYDV En una sociedad
GHPRFUiWLFDKD\XQGHEDWHFRQWLQXRVREUHODVverdades acerca de la perso
QDKXPDQD\GHODFRPXQLGDGKXPDQDHQTXHVHEDVDODGHPRFUDFLDeVWDV
LQFOX\HQODV³YHUGDGHVPDQL¿HVWDV´DODVTXHDOXGHQXHVWUD'HFODUDFLyQGH
OD,QGHSHQGHQFLDYHUGDGHVVREUHKRPEUHVFUHDGRVLJXDOHVDTXLHQHV'LRV
RWRUJDFLHUWRVGHUHFKRVLQDOLHQDEOHV/DULFDDQWURSRORJtDFULVWROyJLFDSUH
sente, por ejemplo, en Centesimus Annus puede ser una contribución valio
sa para “dar cuerpo” a las verdades fundacionales del orden democrático.
En los años futuros, ésta será una tarea importante para los católicos que
KD\DQLQWHULRUL]DGRODHQVHxDQ]DGHVX,JOHVLD
8QDWHUFHUDSURSXHVWDLos problemas de la democracia son intrínsecos
a la democracia. En las “nuevas democracias” de la Europa postcomunista,
PXFKRVH[SUHVDQGHViQLPR\GHVLOXVLyQSRUTXHGHVSXpVGHFDVLGLH]DxRV
VLJXHQOXFKDQGRFRQWUDORVSUREOHPDVGHODGHPRFUDFLD(Q1RUWHDPpULFD
VHJXLPRVOXFKDQGRFRQWUDHVWRVSUREOHPDVGHVGHKDFHPiVGHDxRV
después de que se instaurara nuestro actual orden constitucional, y esta
OXFKDLQFOXVRSUHFHGHDDTXHORUGHQHQPiVGHFLHQDxRV/DVJHQHUDFLRQHV
futuras, si Dios quiere, seguirán peleando con estas cuestiones en conferen
cias como ésta dentro de cien años.
La difícil relación entre la verdad moral y la política democrática es
LQWUtQVHFDDODGHPRFUDFLD/DVGL¿FXOWDGHVQRVRQQHFHVDULDPHQWHODVFRQ
secuencias de la mala fe de los partidos o instituciones. El Estado demo
crático moderno, como todos los Estados modernos, tiene una ambición
insaciable por abarcar toda la realidad social, incluso la religión. Lo que
podemos llamar el impulso totalitario no acabó con el nacionalsocialismo
o el comunismo. El Estado, a menudo guiado por buenas intenciones, siem
pre tiene la tentación de convertirse, en realidad, en iglesia, considerando
las peticiones de la religión como un límite intolerable sobre su efectividad.
Este puede ser especialmente el caso en Norteamérica. Después de visitar
QXHVWUR SDtV HQ  *. &KHVWHUWRQ D¿UPy TXH 1RUWHDPpULFD ³HV XQD
nación con el alma de una iglesia”. Cuando, años más tarde, le preguntaron
VREUHDTXHOODGHFODUDFLyQHOSHULRGLVWDEULWiQLFR$OLVWDLU&RRNHGLMR³(VR
es cierto, pero América también es una nación con el alma de un burdel”.
/DGHPRFUDFLDQRDVHJXUDTXHODJHQWHGHKR\FRPRORVDQWLJXRVKLMRVGH
Israel, no persiga dioses falsos.

479
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

0XFKRV REVHUYDGRUHV KDQ DGYHUWLGR TXH$PpULFD GHO 1RUWH HV XQD


nación profundamente “moralista”. Es un dato muy conocido, que la inci
dencia de creencia y del comportamiento religioso en los Estados Unidos
HVPXFKRPiVHOHYDGDTXHHQODPD\RUtDGHODVVRFLHGDGHVGHPRFUiWLFDV
desarrolladas. Siempre existe el peligro de que esta dinámica moralista y
religiosa sea invadida por una “religión civil” al servicio del Estado, de
la manera imaginada por Rousseau. Así pues, el papel de la iglesia y de
otras comunidades religiosas debe ser siempre constituir comunidades de
resistencia, rigurosamente independientes, contra una “religión civil” ge
neralizada y contra las ambiciones del Estado. Aquí de nuevo descubri
mos la importancia insustituible de la “sociedad civil”, constituida por las
LQVWLWXFLRQHVPHGLDGRUDVKHFKDVDODPHGLGDGHODJHQWH\GHODWUDGLFLyQ
que forman parte de lo que Centesimus Annus llama “la subjetividad de la
sociedad”.
8QDFXDUWDSURSXHVWDHVpVWDLa democracia es, y siempre será, insa-
tisfactoria6HVXHOHFLWDUD:LQVWRQ&KXUFKLOOSRUVXIDPRVDD¿UPDFLyQGH
TXH³ODGHPRFUDFLDHVHOSHRUVLVWHPDGHJRELHUQRTXHHOKRPEUHFRQRFH
H[FHSWRWRGRVORVGHPiVTXHVHKDQSUREDGR´+D\VDELGXUtDHQHVWDREVHU
YDFLyQ3DUDHOFULVWLDQR\GHKHFKRSDUDWRGRVHUKXPDQRTXHGHVHHYLYLU
en la verdad, el único orden satisfactorio es el Reino de Dios prometido en
ODFRQVXPDFLyQHVFDWROyJLFDGHODKLVWRULD7RGDQXHVWUDSROtWLFDLQFOXVR
ODSROtWLFDGHPRFUiWLFDHVFRPRPXFKRSHQ~OWLPD(O(VWDGRWUDEDMDHQ
la esfera de lo penúltimo. La iglesia señala y anticipa lo último, el Reino
de Dios. Los cristianos viven en ambas esferas y así son, en palabras de la
Carta a Diognetus escrita en el siglo segundo, “residentes extranjeros” en
cualquier polis terrenal.
Aunque son todas insatisfactorias, las distintas organizaciones de la
polis no son iguales. La democracia es un bien relativo, pero es superior
a otros órdenes porque 1) es la forma de gobierno que, bajo las condicio
nes de la modernidad, mejor se acomoda el entendimiento cristiano de la
GLJQLGDGKXPDQD IRPHQWD\SURWHJHPHMRUHOHMHUFLFLRGHORVGHUHFKRV
KXPDQRVEiVLFRV SURSRUFLRQDXQDHVIHUDPiVDPSOLDSDUDHOHMHUFLFLR
de la responsabilidad personal y la búsqueda del bien común; 4) en su di
PHQVLyQ HFRQyPLFD FRQFXHUGD PHMRU FRQ OD SURGXFWLYLGDG KXPDQD \ OD
justicia aproximada; y sobre todo porque 5) está institucionalmente abierta
al futuro, que incluye el futuro último que representa el Reino de Dios.
/DTXLQWDSURSXHVWDLa democracia es más que las instituciones de-
mocráticas. Las instituciones –como las elecciones, las legislaturas repre
sentativas, una magistratura imparcial y una prensa libre– son condiciones

480
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA RELIGIÓN CIVIL EN EL SIGLO XXI

QHFHVDULDV SHUR QR VX¿FLHQWHV SDUD OD GHPRFUDFLD +DFH PXFKR WLHPSR
$ULVWyWHOHVGH¿QLyODSROtWLFDFRPRODDFWLYLGDGGHODVSHUVRQDVOLEUHVTXH
UHÀH[LRQDQVREUHODFXHVWLyQ³¢FyPRGHEHPRVRUJDQL]DUQXHVWUDYLGDHQ
FRP~Q"´'HKHFKRSDUD$ULVWyWHOHVODpWLFDHVXQDSDUWHGHODSROtWLFD/D
SDODEUD³GHEHPRV´HQODGH¿QLFLyQGH$ULVWyWHOHVLQGLFDTXHODSROtWLFDHV
necesariamente una empresa moral. La moralidad no es una invasión de la
política democrática, sino el corazón mismo de la política democrática. Los
términos principales de la política –por ejemplo, la justicia, la equidad, el
bien común– son todos ellos términos morales.
3DUDTXHODVSHUVRQDVUHÀH[LRQHQOLEUHPHQWHVREUHODRUJDQL]DFLyQGH
sus vidas en común, se necesitan distintas comunidades de deliberación, al
gunas de ellas claramente independientes del propio orden político. De es
tas comunidades, la principal es la iglesia. Por esto, Alexis de Tocqueville
dijo, que en la democracia americana la religión es “la primera institución
política”. Es en las comunidades de religión donde la gente aprende las
costumbres y formas de una vida en común. Es la iglesia quien sostiene,
comunica y públicamente difunde lo que podemos llamar “las verdades
PRUDOHVGRPLQDQWHV´FRQODVFXDOHVVHGLULJHODUHÀH[LyQS~EOLFD&RPR
nos recuerda Su Santidad en Centesimus Annus HVWR QR VLJQL¿FD TXH HO
mensaje cristiano llegue a ser una ideología, o que la iglesia se convierta en
uno más entre los actores políticos. La iglesia puede proporcionar el marco
cognoscitivo y moral dentro del cual se desarrolla la labor de la política. A
veces, como también se nos recuerda en Evangelium VitaeHVWRVLJQL¿FDOD
D¿UPDFLyQDEVROXWDGHYHUGDGHVPRUDOHVTXHHO(VWDGRTXHEUDQWDDUULHV
gando poner en tela de juicio su propia legitimidad. Este peligro no es mera
teoría, sino la actual circunstancia en algunos de nuestros países respecto a
temas como el aborto y la eutanasia.
/DVH[WDSURSXHVWDLa democracia es más que el gobierno de la ma-
yoría. Por supuesto, la democracia es el gobierno de la mayoría, por medios
UHSUHVHQWDWLYRV\GHQWURGHOtPLWHVFRQVWLWXFLRQDOHV3HURHVWRQRVLJQL¿FD
que todo esté sometido a votación. Las cosas que no se someten a votación
son la libertad de religión, la libertad de expresión, la libertad de asocia
FLyQ\RWURVGHUHFKRVEiVLFRVFLYLOHV\SROtWLFRVTXHKDFHQTXHODSROtWLFD
democrática sea posible y moralmente digna. Por otra parte, es posible que
ODJHQWHYRWDUDGHPDQHUDGHPRFUiWLFDDIDYRUGHHOLPLQDUHVWRVGHUHFKRV
básicos. En ese momento, la democracia dejaría de ser el tipo de democra
FLDTXHSXGLHUDVHUD¿UPDGDPRUDOPHQWHHQODPDQHUDTXHDTXtSURSRQJR
La posibilidad de la autodestrucción democrática de la democracia nos
recuerda de nuevo que la democracia requiere más que las instituciones de

481
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

la democracia. Se podría razonar que la Alemania de Weimar poseía insti


tuciones democráticas elegantemente construidas. Sin embargo, carecía de
XQDVRFLHGDGFLYLOHQpUJLFD±XQDFXOWXUDPRUDOS~EOLFDTXHKDFHUHVSRQGHU
a la política ante los criterios superiores, y en el fondo ante la soberanía
VXSHULRUVLQORVFXDOHVQRVHSXHGHPDQWHQHUODOLEHUWDG<RVXJLHURHVWD
Pi[LPDODSROtWLFDHVVREUHWRGRIXQFLyQGHODFXOWXUD\HQHOFHQWURGHOD
cultura está la moralidad; y en el corazón de la moralidad está la religión.
Cuando se olvida esta máxima, la democracia entendida como el gobierno
de la mayoría resulta ser la muerte de la democracia.
/D VpSWLPD SURSXHVWD La democracia presupone que la legitimidad
del derecho positivo depende de su compatibilidad con la ley moral<DKH
KDEODGRVREUHORTXHEvangelium Vitae dice acerca de esto. En las actuales
democracias, inclusive la de los Estados Unidos, se suele decir que “la
moralidad no se puede legislar”. En realidad, lo contrario es verdad. La
moralidad es lo único que se puede legislar. Todas las cuestiones políticas
LPSRUWDQWHV VRQ FXHVWLRQHV PRUDOHV 3URKLELPRV HO DVHVLQDWR HO URER OD
difamación y la publicidad falsa; controlamos las prácticas de empleo y
otros asuntos por el interés del bien común. Podemos usar el vocabulario
TXHVHQRVDQWRMHSDUDH[SOLFDUHVWDVPHGLGDVDKRUDELHQODVREVHUYDPRV
porque se consideran correctas y para prevenir lo que consideramos inco
rrecto. “Correcto” e “incorrecto” son categorías ineludiblemente morales.
La cuestión no es si sino cómo legislamos la moralidad. En las democracias
ORKDFHPRVGHIRUPDGHPRFUiWLFD
+D\RWUDFXHVWLyQLPSRUWDQWHVREUHFXiQDPSOLDPHQWHODSROtWLFDLQ
WHUSUHWDVXPDQGDWRPRUDO(QHVWHSXQWRGHEHPRVD¿UPDUFODUDPHQWHTXH
el estado democrático es necesariamente un estado limitado&RPRKHPRV
visto, está limitado en el sentido natural por el reconocimiento de una so
beranía superior, y en el sentido procesal por las peticiones justas de las
comunidades de la sociedad civil y su papel en la organización correcta de
la sociedad. El discernimiento y la enseñanza de la ley moral, por ejemplo,
es ante todo tarea de instituciones como la familia y la iglesia. En su arti
FXODFLyQGHHVWHGHUHFKRHOHVWDGRGHVHPSHxDXQSDSHOSULQFLSDOPHQWHGH
respuesta, más que generativo.
La familia, la iglesia, las asociaciones voluntarias de todo tipo son lo
TXHKHOODPDGRHQYDULRVOLEURV\HVWXGLRVODV³LQVWLWXFLRQHVPHGLDGRUDV´
GHODVRFLHGDG6HVLW~DQHQWUHHOLQGLYLGXRDXWyQRPR\ODV³PHJDHVWUXF
turas” de la sociedad, comenzando por el Estado pero incluyendo asimismo
estructuras corporativas y otras más. La idea de las “instituciones media
GRUDV´HVWiHVWUHFKDPHQWHUHODFLRQDGDFRQODGRFWULQDFDWyOLFDGH³VXEVL

482
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA RELIGIÓN CIVIL EN EL SIGLO XXI

GLDULHGDG´ (Q PL H[SHULHQFLD HVWD GRFWULQD KD VLGR SRFR FRPSUHQGLGD
incluso por los católicos. Demasiados la entienden al revés. Piensan que
VLJQL¿FD FRPSDUWLU R ³GHOHJDU´ HO SRGHU GHO (VWDGR D RWUDV LQVWLWXFLRQHV
GHODVRFLHGDG1RVLJQL¿FDODXELFDFLyQFRUUHFWDGHHVWRVSRGHUHV\IXQ
ciones en lo que Centesimus Annus llama “la subjetividad de la sociedad”.
La doctrina de la subsidiariedad y la idea de las instituciones mediadoras
VLJQL¿FDTXHHOVXMHWRDGHFXDGRGHODDFFLyQVRFLDOHVODSHUVRQD\ODSHU
sona en comunidad, sobre todo respecto al discernimiento y la articulación
GHOGHUHFKRPRUDOGHOFXDOHO(VWDGRHVUHVSRQVDEOH/DVFRPXQLGDGHVGH
la sociedad civil tienen sus propias “esferas de soberanía” que deben ser
respetadas por todos.
Como ya se sabe, Evangelium VitaeREVHUYDHOFRQÀLFWRHQWUHHOGH
UHFKR S~EOLFR \ HO GHUHFKR PRUDO HQ WHPDV FRPR HO DERUWR OD HXWDQDVLD
y la protección de los que no pueden protegerse a sí mismos. A los que
defendemos leyes para la protección de los aún no nacidos se nos acusa
de violar nuestros propios principios al querer ampliar la esfera del poder
estatal. Nada puede estar más lejos de la verdad. La protección de la vida
KXPDQD LQRFHQWH HV OD SULPHUD UHVSRQVDELOLGDG GHO (VWDGR OLPLWDGR \ HO
aborto es indudablemente una cuestión pública. El debate sobre el aborto
no tiene que ver con las opiniones particulares acerca de cuándo comienza
ODYLGDKXPDQD1RHVXQDFXHVWLyQPRUDORSROtWLFDQLWDPSRFRXQDVXQWR
GHRSLQLyQSDUWLFXODU/DFXHVWLyQGHFXiQGRHPSLH]DODYLGDKXPDQDHVWi
decidida incontestablemente por la ciencia biológica.
(O GHEDWH VREUH HO DERUWR SUHJXQWD TXp GHUHFKRV VL DOJXQR WLHQHQ
HVWRV VHUHV KXPDQRV D~Q QR QDFLGRV (O GHEDWH VREUH HO DERUWR SUHJXQ
WD³¢TXLpQSHUWHQHFHDODFRPXQLGDGGHODFXDODFHSWDPRVXQDUHVSRQVD
bilidad común?”. Es una cuestión por naturaleza necesariamente política.
6L$ULVWyWHOHVWLHQHUD]yQHQGHFLUTXHODSROtWLFDHVODUHÀH[LyQVREUHOD
pregunta “¿cómo debemos organizar nuestra vida en común?”, entonces el
aborto es la cuestión política ineludible sobre quién pertenece a “nosotros”.
No es una cuestión particular, sino la más pública de todas, es decir, quién
forma parte de lo público.
Tengo la esperanza de que, si la sociedad civil venidera llega a ser
más democrática, los niños aún no nacidos y otras personas vulnerables
estarán mejor protegidos. Su Santidad tiene razón al recordarnos que la
GHPRFUDFLD QR SXHGHFRQYHUWLUVHHQ XQ ³tGROR´\ TXHODVOH\HV SURPXO
gadas de manera democrática pueden transgredir la ley moral. Pero creo
que es mejor conceder el discernimiento de la ley moral a las personas y
a sus instituciones mediadoras de memoria, moralidad y ayuda mutua. No

483
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

fueron los ciudadanos de los Estados Unidos, sino los tribunales, en un acto
crudo de invasión judicial del poder, quienes abolieron todas las leyes que
SURWHJtDQDORVD~QQRQDFLGRV(OREMHWLYRGHXQPRYLPLHQWR³SURYLGD´
GLQiPLFR\HQDXPHQWRHQQXHVWURSDtVHVpVWHque todo niño aún no naci-
do sea protegido por la ley y bienvenido a la vida. Debido a la condición
GHSHFDGRUGHOVHUKXPDQRHVWHREMHWLYRQXQFDVHDOFDQ]DUiGHOWRGRSHUR
se logrará más plenamente si el tema del aborto vuelve a integrarse en el
SURFHVR GHPRFUiWLFR DO TXH SHUWHQHFH< VL OD JHQWH FULVWLDQD VH PXHVWUD
¿UPHHQDSR\DUHVWHREMHWLYR
0LRFWDYDSURSXHVWDLa separación de la iglesia y el Estado no sig-
QL¿FDQLSXHGHVLJQL¿FDUODVHSDUDFLyQGHODUHOLJLyQ\ODYLGDS~EOLFD.
La frase “separación de iglesia y Estado” no está en la Constitución de los
(VWDGRV8QLGRVSHURKDORJUDGRFRQYHUWLUVHHQXQDHVSHFLHGH³FDWHJRUtD
FRQVWLWXFLRQDO´\HQGHPDVLDGDVRFDVLRQHVDFDEDHQORTXH\DKHGHVFULWR
como “la plaza pública desierta”. Resulta profundamente antidemocrático
separar las decisiones políticas y jurídicas de las creencias más profundas
de la gente. La plaza pública desierta es gravemente antidemocrática.
La alternativa a la plaza pública desierta no es la plaza pública sagra-
da sino la plaza pública civil. No debemos desear un Estado religioso. El
(VWDGRQRGHEHSURIHVDUXQDIH6LQHPEDUJRORKDFHFXDQGRHQVXKRVWLOL
GDGKDFLDODIHSURIHVDGDSRUVXJHQWHSUDFWLFDODIDOVDUHOLJLyQGHOVHFXOD
rismo militante. El gran peligro antidemocrático no proviene del ejercicio
libre de la religión sino de los credos secularistas impuestos por los go
biernos que no reconocen una soberanía superior. Ésta fue la realidad que
VH KDOODED GHWUiV GHO QDFLRQDOVRFLDOLVPR \ GHO FRPXQLVPR (VWH SHOLJUR
está asimismo presente en nuestras democracias cuando “la separación de
iglesia y Estado” se interpreta como la separación de la religión y la vida
pública. La plaza pública, como la naturaleza, odia el vacío. Si no se llena
con la expresión viva de las creencias más profundas de la gente, incluso
las creencias basadas en la religión, se llenará de las creencias cuasi reli
giosas del secularismo.
La separación de iglesia y Estado, correctamente interpretada, es bue
na para la iglesia. Aunque debemos insistir en que el gobierno tiene que
HVWDUDELHUWRDODUHOLJLyQQRSRGHPRVGHVHDUXQDUHOLJLyQR¿FLDO(Q³,QV
WUXFWLRQRQ&KULVWLDQ)UHHGRPDQG/LEHUDWLRQ´HO&DUGHQDO5DW]LQJHUD¿U
mó que “Dios quiere ser adorado por personas libres”. La fe impuesta no
es fe, y la imposición de una creencia religiosa es profundamente contraria
al espíritu del Evangelio, tal como bosquejó la declaración del Concilio,
Dignitatis Humanum. En Redemptoris MissioVXHQFtFOLFDGH-XDQ

484
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA RELIGIÓN CIVIL EN EL SIGLO XXI

Pablo II escribió que “la Iglesia se dirige a la gente con pleno respeto a su
libertad. Su misión no limita la libertad, sino que la fomenta. La Iglesia no
impone nada, sólo propone”. La propuesta pública de la Iglesia se ve bene
¿FLDGDSRUODVHSDUDFLyQGHLJOHVLD\(VWDGR
Debe subrayarse que la separación de iglesia y Estado es un límite
puesto al gobierno, no a la religión. El libre ejercicio de la religión permite
TXHXQDFRPXQLGDGUHOLJLRVDKDJDXQDFDPSDxDGHPRFUiWLFDHQIDYRUGHVX
HVWDEOHFLPLHQWRR¿FLDO\GHXQHVWDGRUHOLJLRVR3LHQVRTXHVHPHMDQWHH[L
gencia es obstinada y claramente contraria a la enseñanza católica, como
GHPXHVWUDQODVFLWDVTXHKHPRVH[DPLQDGR1RREVWDQWHODSUiFWLFDOLEUH
GHXQDUHOLJLyQVLJQL¿FDTXHODUHOLJLyQSXHGHWDPELpQIRPHQWDULGHDVHV
túpidas. El Estado moderno, con su ambición insaciable de poder, es el que
VHHQFXHQWUDOLPLWDGRSRUODVHSDUDFLyQGHLJOHVLD\(VWDGR(VWRVLJQL¿FD
que el Estado reconoce su incompetencia en las áreas más importantes de la
vida, y sobre todo respecto a las cuestiones fundamentales planteadas por
la religión. La confesión sistemática de incompetencia por parte del Estado
abre el espacio social a la política democrática de persuasión y consenti
miento, en vez de a la política de coacción.
0LQRYHQDSURSXHVWDHVpVWDEl pluralismo está incluido en el guión
de la historia7RPRSUHVWDGDHVWDIUDVHGHOSDGUH-RKQ&RXUWQH\0XUUD\
TXHWXYRXQLPSDFWRWDQVLJQL¿FDWLYRVREUHODVGHOLEHUDFLRQHVGHO&RQFLOLR
DFHUFDGHODOLEHUWDGGHUHOLJLyQ<ROOHYDUtDODSURSXHVWDPiVDOOiTXHHOSD
GUH0XUUD\KDVWDVXJHULUTXH'LRVKDHVFULWRHOJXLyQ(OSOXUDOLVPR±TXH
VLJQL¿FD TXH YLYLPRVFRQ SHUVRQDV TXH KDELWDQPXQGRV GH VLJQL¿FDFLyQ
GLIHUHQWHV±SDUHFHVHUODFRQGLFLyQKXPDQDSHUPDQHQWH(QHIHFWRFRPR
KDHVFULWR6DPXHO+XQWLQJWRQGH+DUYDUGHO³FKRTXHGHFLYLOL]DFLRQHV´
HQHOVLJORTXHYLHQH\HQHOSUy[LPRPLOHQLRSUREDEOHPHQWHVLJQL¿FDTXH
el pluralismo será más prominente en el futuro. Esto plantea preguntas im
SRUWDQWHVVREUHODXQLGDGGHOGHVWLQRKXPDQR\VREUHODODERUGHHYDQJHOL
zación de la Iglesia. No examinaré estos temas aquí; solamente quiero ob
servar que están admirablemente desarrollados en la encíclica Redemptoris
Missio.
(O DXWpQWLFR SOXUDOLVPR QR HV VLPSOHPHQWH HO KHFKR VRFLROyJLFR GH
XQDSOXUDOLGDGGHPXQGRVGHVLJQL¿FDFLyQHVXQORJURVRFLDO\FXOWXUDO
$PHQXGRODJHQWHUHFXUUHDOSOXUDOLVPRFXDQGRD¿UPDTXHODUHOLJLyQGHEH
separarse de la vida pública. Dicen que la plaza pública desierta es necesaria
“porque vivimos en una sociedad pluralista”. Esto es una interpretación
terriblemente errónea del pluralismo. El verdadero pluralismo no consiste
HQ¿QJLUTXHQXHVWUDVGLIHUHQFLDVPiVHVHQFLDOHVQRLPSRUWDQ(ODXWpQWLFR

485
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SOXUDOLVPR HV DO FRQWUDULR KDFHU TXH HVWDV GLIHUHQFLDV IXQFLRQHQ GHQWUR
del vínculo de la civilidad. El pluralismo exige el respeto entre personas y
QRXQDLQGLIHUHQFLDKDFLDODYHUGDG3RGHPRVLQFOXVRHVWDUGHDFXHUGRFRQ
ODDQWLJXDPi[LPDGHTXH³HOHUURUQRWLHQHGHUHFKRV´\DOPLVPRWLHPSR
reconocer que los errores están vinculados a personas, y que estas personas
VtWLHQHQGHUHFKRV6yORSRUPHGLRGHODSHUVXDVLYDSURSXHVWDGHOD,JOHVLD
sobre la verdad puede la gente alejarse libremente de sus errores.
¢6LJQL¿FDHVWRTXHODWROHUDQFLDHVXQDYLUWXGFULVWLDQD"&UHRTXHOD
UHVSXHVWDHVGH¿QLWLYDPHQWHTXHVt3HURODWROHUDQFLDQRHVLQGLIHUHQFLDQR
es simplemente “aguantar” a aquellos con quienes estamos en desacuerdo.
(VHOYHUGDGHURUHVSHWRKDFLDHORWUR/RVVHFXODULVWDVFRQVWDQWHPHQWHSUR
claman que la religión representa una amenaza para la tolerancia, y esta
D¿UPDFLyQQRFDUHFHGHSUXHEDVHQODKLVWRULD6LQHPEDUJRDKRUDGHEH
mos defender con más fuerza que la religión es la base más sólida para la
tolerancia. Por ejemplo, no matamos por desacuerdos sobre la voluntad de
Dios, porque coincidimos en que es la voluntad de Dios que no matemos
SRU GHVDFXHUGRV VREUH OD YROXQWDG GH 'LRV 'H QXHYR HV -XDQ 3DEOR ,,
TXLHQKDH[SXHVWRUD]RQHVGHWDQWRSHVRVREUHWRGRHQCentesimus Annus,
para demostrar que lo que garantiza una sociedad libre y justa, no es el ag
QRVWLFLVPRVLQRXQUHVSHWRLQVSLUDGRSRUODUHOLJLyQKDFLDODSHUVRQD\OD
persona en comunidad.
/OHJDPRVDODGpFLPD\~OWLPDSURSXHVWDLa deliberación y decisión
GHPRFUiWLFDHVDOJRQHFHVDULDPHQWHFRQÀLFWLYR. Cuando pensamos en la
sociedad del futuro, podemos y debemos esperar aquello que el Papa Pablo
VI denominó “la civilización de amor”, pero la civilización del amor no es
ODFLYLOL]DFLyQGHODXQDQLPLGDG$PHQRVTXHOOHJXHHO¿QGHOWLHPSRLQ
FOXVRHQWUHODJHQWHGHODPHMRUYROXQWDGKDEUiLQWHUSUHWDFLRQHVGLIHUHQWHV
\DPHQXGRFRQÀLFWLYDVVREUHODYHUGDGPRUDO\HOELHQFRP~Q(VWHFRQ
ÀLFWRQRWLHQHSRUTXpVHUPRUWDORDXWRGHVWUXFWLYRVLVHPDQWLHQHQYDULDV
condiciones.
En primer lugar, la soberanía del Estado y la esfera política deben es
WDUPLQXFLRVDPHQWHFLUFXQVFULWDV6DPXHO-RKQVRQREVHUYyFRQVDJDFLGDG
³FXiQ SHTXHxD SDUWH GH WRGR OR TXH HO FRUD]yQ KXPDQR VXIUH SXHGH VHU
FDXVDGRRUHSDUDGRSRUODVOH\HVRORVUH\HV´3HURGHKHFKRODVOH\HV\
ORVUH\HV±£\ORVJRELHUQRVGHPRFUiWLFRV±SXHGHQFDXVDUXQDJUDQFDQWL
GDGGHVXIULPLHQWRKXPDQRQRUPDOPHQWHSRUVREUHVWLPDUODFDQWLGDGGH
VXIULPLHQWRKXPDQRTXHVRQFDSDFHVGHDOLYLDU/DVFXHVWLRQHVSURIXQGDV\
PiVLPSRUWDQWHVVREUHODVTXHODVSHUVRQDVPDQWLHQHQFRQÀLFWRVGHEHUtDQ
dentro de lo que cabe, estar más allá del ámbito del Estado. Esta verdad

486
LA SOCIEDAD CIVIL Y LA RELIGIÓN CIVIL EN EL SIGLO XXI

HVWiHVWUHFKDPHQWHUHODFLRQDGDSRUVXSXHVWRFRQODGRFWULQDGHODVXEVL
diariedad y la revitalización de “la subjetividad de la sociedad”, como ya
KHPRVGLFKR
(QVHJXQGROXJDUHOFRQÀLFWRQRHVGHVWUXFWLYRVLHOSURFHVRSROtWLFR
HVWiGLVSXHVWRDDFHSWDUFLXGDGDQRVGHWRGDVODVFUHHQFLDV\VLQRKD\QL
castigos ni recompensas basados en la creencia religiosa o en su ausencia.
La plaza pública debe permanecer siempre abierta a todos.
En tercer lugar, la iglesia tiene que reconocer los límites de su compe
tencia en la vida política y económica. Respecto a la política, debe mante
QHUXQDSRVLFLyQGHSULQFLSLRV¿UPHHLPSDUFLDO1XQFDGHEHPRVFRQYHUWLU
el Evangelio en una ideología o en un programa de partido político. La
política, en el sentido ideológico de la palabra, no es vocación de la Igle
VLD/D,JOHVLDH[LVWHSDUDD\XGDUDORV¿HOHVDHMHUFHUVXVYRFDFLRQHVHQHO
ámbito político.
En cuarto lugar, las personas religiosas (y los líderes religiosos en
particular), al entrar en la plaza pública, deben presentar razonamientos
UHDOPHQWHS~EOLFRV(VGHFLUGHEHQKDFHUORSRVLEOHSRUIRUPXODUVXVUD
zonamientos usando un vocabulario público asequible a todos, y deben
abstenerse de recurrir a la autoridad religiosa. Lo que dice la Biblia o el
Magisterio de la Iglesia debe inspirar nuestro razonamiento público, pero
no es un razonamiento verdaderamente públicoGHFLUTXHGHEHPRVKDFHU
algo porque nos lo enseña la Biblia o el Magisterio. Para formular razona
mientos verdaderamente públicos y no limitados a los creyentes tenemos,
SRUVXSXHVWRXQUHFXUVRSRGHURVRHQODYDULHGDGGHWUDGLFLRQHVGHOGHUHFKR
natural.
Éstas son mis diez propuestas para la sociedad civil, la religión y la
democracia en el presente y en el futuro. Comprendo perfectamente y com
SDUWRODVUD]RQHVSRUODVTXHPXFKRVLQWHOHFWXDOHVFDWyOLFRVVRVSHFKDQGH
la democracia liberal. La relacionan con un liberalismo que es puramente
“procesal” y que prescinde de la tradición o del juicio moral. O bien, aso
FLDQHOOLEHUDOLVPRFRQODGRFWULQDGHO<R,PSHULDOGRQGHVyORH[LVWHQHO
gobierno y el individuo autónomo y atomizado. También pueden asociar el
liberalismo con aquello que en Estados Unidos denominamos lo libertario,
un planteamiento del laissez-faire TXH UHÀHMD HO GDUZLQLVPR VRFLDO GH OD
selección natural. Estas versiones y otras del liberalismo fueron justamente
condenadas por el Magisterio en el siglo pasado. Confío en que ya es mani
¿HVWRTXHQLQJXQDGHHOODVFRUUHVSRQGHDORTXHOODPRGHPRFUDFLD&RQGH
mocracia quiero decir lo que Centesimus Annus considera la democracia.

487
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

Concluiré con una anécdota. Normalmente, uno no repite lo que trans


curre durante una conversación privada con Su Santidad, pero él me dio
SHUPLVRSDUDFRQWDUHVWDKLVWRULD8QDYH]GXUDQWHXQDFHQDOHFRQWDEDTXH
9ROWDLUH5RXVVHDX-HIIHUVRQ\RWURVSHUVRQDMHVGHOD,OXVWUDFLyQHVWDUtDQ
FRPSOHWDPHQWHVRUSUHQGLGRVSRUODPDQHUDHQTXHODKLVWRULDVHHVWiGHVD
rrollando. Ellos supusieron que la Iglesia Católica era el principal enemigo
GH ODV JUDQGHV LGHDV VREUH ORV GHUHFKRV KXPDQRV OD OLEHUWDG \ OD GHPR
FUDFLD3HURDKRUDD¿QDOHVGHOVLJOR;;OD,JOHVLDVHKDFRQYHUWLGRHQHO
máximo defensor de todo lo auténtico del proyecto ilustrado y en el mejor
amigo de los verdaderos logros de la modernidad. En el umbral del ter
cer milenio, la enseñanza social católica es la propuesta más comprensiva,
FRKHUHQWHHLUUHVLVWLEOHSDUDHOIXWXURKXPDQR³6X6DQWLGDG´GLMH³OOHYD
YHQWDMDDODFXUYDGHODKLVWRULD´'HVSXpVGHGLVFXWLUHOVLJQL¿FDGRGH³OD
FXUYDGHODKLVWRULD´FRQWHVWy³DKVtOOHYRYHQWDMDDODFXUYDGHODKLVWRULD
Iba tan de prisa que me rompí la pierna”.
'HVSXpVDxDGLy³SHURFRQWLQXDUp´<DVtGHEHPRVWRGRVFRQWLQXDU

488
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA1*
Raquel LÁZARO

I
LIBROS

ACKERMAN, B. Social Justice in the Liberal State, Ed. Yale University Press,
New Haven, 1981.
ADORNO, T.W. Studien zum autoritären Charakter, Ed. Suhrkamp, Frankfurt,
1995.
AGAZZI, E. Das Gute, das Böse und die Wissenschaft. Die ethische Dimen-
sion der wissenschaftlich-technologischen Unternehmung, Ed.
Akademie Verlag, Berlin, 1995.
AHLEMEYER, H. W. Soziale Bewegungen als Kommunikationssystem: Einheit,
Umweltverhältnis und Funktion eines soziales Phänomens, Ed.
Leske+Budrich, Opladen, 1995.
ALEMANN, H. von Mensch-Gesellschaft: Lebenschancen und Lebensrisiken in der
neuen Bundesrepublik, Ed. Leske+Budrich, Opladen, 1995.
ÁLVAREZ, J.L. La sociedad civil en la España actual, Madrid, 1989.
ALVIRA, R. ¿Qué es la libertad?, Ed. Emesa, Madrid, 1876, Loma, Méjico,
1993 (2ª ed.).
ANDERSON, B. Imagined Communities, Ed. Verso, London, 1983.
ANDERSON, P. /RVÀQHVGHODKLVWRULD, Ed. Anagrama, Barcelona, 1996.

* Hemos ordenado la bibliografía por libros de autores singulares, libros hechos en colaboración, y algu-
nos artículos seleccionados.
La bibliografía de libros que hace referencia de un modo u otro al tema es muy amplia, mientras que los
que estrictamente tienen por objeto el concepto de Sociedad Civil es mucho más restringida, como es lógico.
Nuestro criterio de selección ha sido intermedio, es decir, recogemos libros que tratan expresamente del tema y
algunos que tratan temas directamente relacionados con él y que nos parecen de especial interés.

489
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

APARICIO PÉREZ, M. Parlamento y sociedad civil, Ed. Universidad de Barcelona, Bar-


celona, 1980.
APEL, K. O. Eine Vernunft und viele Rationalitäten, Ed. Suhrkamp, Frankfurt,
1996.
— Ethique de la discussion, Ed. Cerf, Paris, 1994.
— Diskurs und Verantwortung. Das Problem des Übergangs zur
postkonventionellen Moral, Ed. Suhrkamp, Frankfurt, 1988.
— Estudios éticos, Ed. Alfa, Barcelona, 1986.
— Hermeneutik und Ideologiekritik, Ed. Suhrkamp, Frankfurt,
1971.
ARONOWITZ, S.~
DI FACIO, W. The Jobless Future. Sci-Tech and the Dogma of Work, Ed. Uni-
versity of Minnesota, Minneapolis, 1994.
AA.VV. Ética y política de la sociedad democrática, Ed. Espasa Calpe,
Madrid, 1981.
— Estudios sobre Carl Schmitt, Ed. Fundación Cánovas del Casti-
llo, Madrid, 1996.
BAHRDT, H. P. Grundformen sozialer Situationen. Eine kleine Grammatik des
Alltagslebens, Ed. C. H. Beck, München, 1996.
BANFIELD, E.C. Civility and Citizenship in Liberal Democratic Societies, Ed. Pa-
ragon House, New York, 1992.
BARANGER, G. La société civile, Ed. Joly, Paris, 1995.
BARBER, B.R. A passion for democracy: american essays, Ed. Princeton Uni-
versity Press, USA, 1998.
— Strong Democracy: Participatory Politics for a New Age, Ed.
University of California Press, Berkeley, California, 1984.
BARCO, J. L. del La civilización fragmentaria, Ed. Rialp, Madrid, 1995.
BARRY, D. K. Forms of Life and Following Rules. A Wittgensteinian Defence
of Relativism, Ed. E. J. Brill, Leiden, 1996.
BARRY, N. Classical liberalism in the age of post-comunism, Ed. Edward
Elgar Pub. 1996.
BARUZZI, A. Machbarkeit. Perspektiven unseres Lebens, Ed. Alber, Freiburg/
München, 1996.
BAYERTZ, K. Politik und Ethik, Ed. Reclam, Stuttgart, 1996.
BECK, U. Democracy without enemies, Ed. Polity Press, UK, 1998.
BECKER, M. The emergence of civil society in the eighteenth century: a privi-
leged moment in the history of England, Scotland, and France,
Ed. Bloomington, Indiana University Press, 1994.

490
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

BECKER, Th. Die Hegemonie der Moderne, Ed. Olms, Hildesheim, l996.
BEETHAM, D. Bureaucracy. Concepts in the Social Sciences, Ed. Open Univer-
sity, Buckingham, 1996.
BEINER, R. What’s the matter with Liberalism? Ed. University of California
Press, Berkeley, 1992.
BELL, D. Communitarianism and its critics, Ed. Oxford University Press,
New York, 1993.
— The Cultural Contradictions of Capitalism, Ed. Basic Books,
New York, 1976.
BENENATI, A. Politique et société civile dans l’Italie contemporaine: 1860-
1960, Ed. Economica, Paris, 1987.
BEN-HABIB, S. Situating the Self: Gender, Community and Postmodernism in
Contemporary Ethics, Ed. Routledge, New York, 1992.
BERGER, H. Negative Kausalität: soziale Welt bei Hume und Bakunin, Ed.
Traude Junghans, Cuxhaven, 1995.
BERGER, P.L.~NEUHAUS, J. To empower people: from state to civil society, Ed. The AEI
Press, Washington, D.C., 1996.
BERNERDIN, E. Strasbourg et l’institution de l’état civil laic: au début de la Ré-
volution française, Ed. Colmar d’Alsace, Strasbourg, 1986.
BIRCH, A.H. The british system of government, Ed. Routledge, UK, 1998
BLACK, A. Guilds and Civil Society, Ed. Cornell University Press, Ithaca,
1984.
BLASIUS, D. Bürgerliche Gesellschaft und Kriminalität, Ed. Vandenhoeck &
Ruprecht, 1976.
BOBBIO, N. Democracy and dictatorship: the nature and limits of state
power, Ed. Polity Press, UK, 1997.
BONAKER, T. .RQÁLNWWKHRULHQ (LQH VR]LDOZLVVHQVFKDIWOLFKH (LQIKUXQJ PLW
Quellen, Ed. Leske+Budrich, Opladen, 1996.
BORKENAU, F. Vom feudalen zum bürgerlichen Weltbild, París, l934.
BREUER, S. Burocracia y carisma, Ed. Alfons el Magnánim, Valencia, 1996.
BREWKA, G.~DIX, J.~
KONOLIGE, K. Nonmonotonic Reasoning. An Overview, Ed. CSLI Publications,
Stanford University, 1997.
BRISSE-TETARD, D. Société civile, Ed. Librairie techniques, Paris, 1980.
BROWN, M. P. Replacing citizenship: aids activism and radical democracy, Ed.
Guilford Press, USA, 1997.
BUCHANAN, A. Marx and Justice. The Radical Critique of Liberalism, Ed. Me-
thuen, London, 1982.

491
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

BUCHANAN, G. Biblical and theological insights from ancient and modern civil
law, Ed. Edwin Wesley Press, New York, 1992.
BUMILLER, K. The civil rights society: the social construction of victims, Ed.
Hopkins University Press, London, 1988.
BURGESS, A. Divided europe: the new domination of the east, Ed. Pluto Press,
UK, 1997.
BURTON, J. Violence explained, Ed. Manchester University Press, 1997.
CAMPBELL, L. Mythen der Menschheit, Ed. Kösel, München, 1993.
CAMPOS, R. De la desigualdad en la sociedad civil, Ed. Instituto de Cultura
Juan Gil Albert, Alicante, 1989.
CAPILLA, F. La sociedad civil, Ed. Publicaciones del Real Colegio de España,
Bolonia, 1984.
CARTER, A.~STOKES, G. Perspectives in Contemporary Political Though. Liberal Demo-
cracy and its critics, Ed. Polity Press, UK, 1998.
CARRUTHERS, P. Language, thought and consciousness. An essay in philosophical
psychology, Ed. Cambridge University Press, Cambridge, 1996.
CLARK, S. Civil peace and sacred order: limits and renewals 1, Ed. Claren-
don, Oxford, 1989.
CLASSEN, W. Faschismus und bürgerliche Gesellschaft. Didaktisch orientier-
te Einführung am Beispiel Deutschlands, Ed. Oberstufen-Kolleg
NRW, 1980.
COATES, J. The claims of common sense. Moore, Wittgenstein, Keynes and
the social sciences, Ed. University Press, Cambridge, 1996.
COHEN, J. L.~ARATO, A. Civil Society and Political Theory, Ed. The MIT Press, Cambrid-
ge, 1992.
COLAS, D. /H*ODLYHHWOHÁpDXJpQpDORJLHGXIDQDWLVPHHWGHODVRFLpWp
civile, Ed. Grasset, Paris 1992.
CORTÉS RODAS, F.L. Praktische Philosophie und Theorie der Gesellschaft: zur Kri-
tik und Rekonstruktion einer emanzipatorischen Gesellschafts-
und Moraltheorie bei Habermas, Ed. Hartung-Gorre, Konstanz,
1993.
CORTINA, A. Etica y religión, Ed. PPC, Madrid, 1995.
— La ética de la sociedad civil, Ed. Anaya, Madrid, 1994.
CRISTI, R. Carl Schmitt and authoritarian liberalism: strong state, free
economy, Ed University of Wales Press, UK, 1998.
CROSSLEY, N. The politics of subjectivity: between Foucault and Merleau-Pon-
ty, Ed. Avebury, Aldershot, 1994.

492
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

CRUZ, A. /DVRFLHGDGFRPRDUWLÀFLRHOSHQVDPLHQWRSROtWLFRGH+REEHV
Ed. Eunsa, Pamplona, 1992.
CURTIN, D. M. Postnational democracy: the european union in search of a po-
litical philosophy, Ed. Kluwer Law International, Netherlands,
1997.
DAHMS, H.-J. Positivismusstreit. Die Auseinandersetzungen der Frankfurter
Schule mit dem logischen positivismus, dem amerikanischen
pragmatismus und dem kritischen Rationalismus, Ed. Suhrkamp,
Frankfurt, 1994.
DAHRENDORF, R. 'HUPRGHUQHVR]LDOH.RQÁLNW(VVD\]XU3ROLWLNGHU)UHLKHLW, Ed.
Deutscher Taschenbuch, München, 1994.
— El nuevo liberalismo, Ed. Tecnos, Madrid, 1982.
DÄUBLER-GEMELIN, H.~
SCHMIDT, H.~SCHMUDE, J. Gestalten und Dienen. Fortschritt mit Vernunft. Festschrift zum
70 Geburtstag von Hans-Jochen Vogel, Ed. Nomos, Baden-Ba-
den, 1996.
DELLE DONNE, M. La società civile e l’origine della ragione sociologica, Ed. Lavo-
ro, Roma, 1993.
DELUE, S. Political thinking, political theory, and civil society, Ed. Boston:
Ally and Bacon, 1996.
DEMMERLIN, C.~GABRIEL, G.
~RENTSCH, T. Vernunft und Lebenspraxis. Philosophische Studien zu den Be-
dingungen einer rationalen Kultur. Für Friedrich Kambartel,
Ed. Suhrkamp, Frankfurt, 1995.
DENCH, G. Minorities in the open society: prisioners of ambivalence, Ed.
Routledge & Kegan Paul, London, 1986.
DERRIDA, J. Espectros de Marx. El estado de la deuda, el trabajo del duelo y
la nueva Internacional, Ed. Trotta, Madrid, 1995.
DESCOLA, P.~PÁLSSON, G. Nature and Society, Ed. Routledge, London, 1996.
DI SCALA, S.~SALVO, M. European political thought, 1815-1989, Ed. Westview Press,
USA, 1998.
DÍAZ, E. Estado de Derecho y Sociedad democrática, Ed. Desclée de
Brouwer, Bilbao, 1984.
DÍAZ, E. La crisis de legitimación del derecho y del Estado actual, Ed.
Estudios de Deusto, Bilbao, 1989.
DÍAZ SALAZAR, R. El proyecto de Gramsci: sociedad civil, ideología de masas y
religión, Ed. Anthropos, Sant Cugat del Vallés, 1991.
DONATI, P. La cittadinanza societaria, Ed. Laterza, Roma, 1993.

493
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

DOOLEY, D. Social Research Methods, Ed. Prentice Hall, Englewood Cliffs,


1995.
DOUGLAS, M.~FRIEDMANN, J. Cities for citizens: planning and the rise of civil society in a glo-
bal age, Ed. John Wiley and Sons, UK, 1997.
DOYAL, L.~GOUGH, I.: Teoría de las necesidades humanas, Ed. Icaria, Barcelona,
1994.
DUAN, Z. Marx’s theory of social formation, Ed. Avebury, Aldershot,
1995.
DUMONT, L. From Mandeville to Marx: The Genesis and Triumph of Eco-
nomic Ideology, Ed. University of Chicago Press, Chicago,
1977.
DURST, D.C.: Zur politischen Ökonomie der Sittlichkeit bei Hegel und der Aes-
thetischen Kultur bei Schiller: Eine Studie zur politischen Ver-
nunft, Ed. Passagen, Wien, 1994.
DUX, G.~WENZEL, U. Der Prozess der Geistesgeschichte: Studien zur ontogenetischen
und historischen Entwicklung des Geistes, Ed. Suhrkamp,
Frankfurt am Main, 1994.
ELLACURÍA, I. (OFRPSURPLVRSROtWLFRGHODÀORVRItDBogota, 1994.
ESPINO-ANDERSEN, G. Los tres mundos del estado de bienestar, Ed. Generalitat Valen-
ciana, Valencia, 1993.
ETZIONI, A. Die faire Gesellschaft. Jenseits von Sozialismus und Kapita-
lismus, Ed. Fischer, Frankfurt, 1996.
FATTON, R. Predatory rule: state and civil society in Africa, Ed. Lynne Rien-
ner, London, 1992.
FECHNER, R. Lokal Kultur und Weltgesellschaft Aspekte der Moderne,
Ed. Rolf Fechner, Hamburg, 1987
FERGUSON, A. Essai sur l’histoire de la société civile, Trad. M. Bergier, Paris,
1783, Ed. PUF, Paris, 1992.
FERRER, U. La autodeterminación y sus paradojas. (Diálogo entre el pen-
samiento anglosajón y los autores clásicos), Ed. Universidad de
Murcia, 1996.
FERRY, J.M. Philosophie de la communication, vol. I: De l’antinomie de la
verité à la fondation ultime de la raison. vol. II: Justice politique
et démocratie procédurale, Ed. Cerf, Paris, 1994.
FOWLER, R.B. The Dance with Community: The Contemporary Debate in Ame-
rican Political Thought, Ed. University of Kansas City, Kansas
City, 1991.
FRASER, N. -XVWLFH ,QWHUUXSWXV &ULWLFDO 5HÁHFWLRQV RQ WKH 3RVWVRFLDOLVW
Condition, Ed. Routledge, New York, 1997.

494
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

FREUND, J. ,OWHU]RLOQHPLFRLOFRQÁLWWR0DWHULDOLSHUXQDWHRULDGHO3ROL-
tico, Ed. Giuffrè, Milano, 1995.
FRIESE, M. Frauenarbeit und soziale Reproduktion. Eine Struktur-
untersuchung zur Herausbildung des weiblichen Proletariats
im Übergang zur bürgerlich-kapitalistischen Gesellschaft, Ed.
Universität Bremen, Bremen, 1991.
GALIMARD, M. Les Sociétés civiles, Ed. PUF, París, 1989.
GARBER, J. Spätabsolutismus und bürgerliche Gesellschaft, Ed. Keip Vlg,
1992.
GARCÍA AMILBURU, M. Education, The State and the multicultural challenge, Ed. Eunsa,
Pamplona, 1996.
GARCÍA RUIZ, P. Poder y sociedad. La sociología política de Talcott Parsons, Ed.
Eunsa, Pamplona, 1993.
GAUTIER, C. L’invention de la société civile: lectures anglo-écossaises. Man-
deville, Smith, Ferguson, Ed. PUF, París, 1993.
GAYLIN, W. The perversion of autonomy: the proper uses of coercion and
constraints in a liberal society, Ed. New York: Free Press,
1996.
GELLNER, E. Conditions of liberty: civil society and its rivals, Ed. Allen Lane/
Penguin Press, New York, 1994.
— Ragione e cultura: il ruolo della razionalitá e del razionalismo
nella storia, Ed. Il Mulino, Bologna, 1994.
GENTILHOMME, R. Démembrement de propriété et société civile, Ed. Litec EFE, Pa-
ris, 1997.
GERGEN, K. J. Realidades y relaciones. Aproximaciones a la construcción so-
cial, Ed. Paidós, Barcelona, 1996.
GIRLING, J. Corruption, capitalism and democracy, Ed. Routledge, UK,
1997.
GLASSMAN, R. M. The new middle class and democracy in global perspective, Ed.
Macmillan Press, UK, 1997.
GONZÁLEZ, F. El Estado social y democrático de derecho, Ed. Eunsa, Pamplo-
na, 1992.
GRAY, J. Enlightenment’s wake. Politics and culture at the close of the
modern age, Ed. Routledge, London, 1995.
HABERMAS, J. Between facts and norms: contributions to a discourse theory of
law and democracy, Ed. Polity Press, UK, 1997.
— (OGLVFXUVRÀORVyÀFRGHODPRGHUQLGDG, Taurus, Madrid, 1989.
— La reconstrucción del materialismo histórico, Ed. Taurus, Ma-
drid, 1981.

495
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

— Legitimatoinsprobleme im Spätkapitalismus, Ed. Suhrkamp,


Frankfurt, 1973.
— Theorie und Praxis, Ed. Suhrkamp, Frankfurt, 1971.
— Technik und Wissenschaft als Ideologie, Ed. Suhrkamp,
Frankfurt, 1968.
HABERMAS, J.~
KUHMANN, N. Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechnologie, Ed. Frankfurt,
Suhrkamp, 1971.
HALTERN, U. Bürgerliche Gesellschaft. Sozialtheoretische und sozial-
historische Aspekte, Ed. Wissenschaftliche Buchgesellschaft,
Darmstadt, 1985.
HALLOWELL, J.~
SALLUSTI, M.~BUTT, G. Il fondamento morale della democrazia, Ed. Giuffré, Milano,
1995.
HARDIMON, M.O. Hegel’s social philosophy: the project of reconciliation, Ed.
Cambridge University Press, Cambridge, 1994.
HARLE, V. Ideas of social order in the ancient world, Ed.Greenwood Press,
USA, 1998.
HARRISON, R. State and society in twentieth-century america, Ed. Addison
Wesley Longman Higher Education, UK, 1997.
HARTMANN, D.~JANICH, P. Methodischer Kulturalismus. Zwischen Naturalismus und Post-
moderne, Ed. Suhrkamp, Frankfurt, 1996.
HAY, C. Re-Stating Social and Political Change, Ed. Open University
Press, Buckingham, 1996.
HAYNES, J. Democracy and civil society in the third world: politics and new
political movements, Ed. Polity Press, UK, 1997.
HE, B. The democratic implications of civil society in China, Ed. Mac-
millan Press, UK, 1997.
HELD, D. Political Theory and the Modern State, Ed. Stanford University
Press, Stanford, 1989.
HENNIG, E. Bürgerliche Gesellschaft und Faschismus in Deutsland, Ed. Su-
hrkamp/KNO, 1977.
HERNÁNDEZ, R. Poder y sociedad civil: ensayos exploratorios, Ed. Universidad
Veracruzana, Méjico, 1993.
— La idea de sociedad civil: avance teórico, Ed. Universidad Na-
cional Autónoma de Méjico, Méjico, 1995.
HERRERO, M. (O´QRPRVµ\ORSROtWLFR/DÀORVRItDSROtWLFDGH&DUO6FKPLWW
Ed. Eunsa, Pamplona, 1997.

496
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

HESS, D.J. Science and Technology in a Multicultural World. The Cultural


Politics of Facts and Artifacts, Ed. Columbia University Press,
New York, 1995.
HIRST, P. From statism to pluralism: democracy, civil society and global
politics, Ed. UCL Press, UK, 1997.
HOLMES, S. The Anatomy of Antiliberalism, Ed. Harvard University Press,
Cambridge Mass., 1993.
HONDERICH, T. Das Elend des Konservativismus: eine Kritik, Ed. Rotbuch,
Hamburg, 1994.
HONNETH, A. Kampf um Anerkennung: zur moralischen Grammatik sozialer
.RQÁLNWH, Ed. Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1994.
HONNETH, A. Zwischenbetrachtungen. Im Prozess der Aufklarung, Ed. Suhr-
kamp, Frankfurt, 1989.
HYLAND, J.L. Democratic theory: the philosophical foundations, Ed. Manche-
ster University Press, New York, 1995.
IBAN, I. Factor religioso y sociedad civil en España, Ed. Fundación Uni-
versitaria de Jerez, Jerez, 1985.
IGLESIAS, M. del C. Los cuerpos intermedios y la libertad en la sociedad civil, Ed.
Instituto Nacional de Administración, Madrid, 1986.
IMHOF, K.~ROMANO, G. Die Diskontinuität der Moderne. Zur Theorie des sozialen Wan-
dels, Ed. Campus, Frankfurt, 1996.
JANOSKI, T. Citizenship and civil society: rights and obligations in liberal,
corporatist, and social democratic regimes, Ed. Cambridge Uni-
versity Press, UK, 1998.
JEANNIERE, A. /HSK\VLFLHQHWOHSKLORVRSKHUpÁH[LRQVjSDUWLUGXELJEDQJ
Une société civile universelle est-elle possible?, Ed. Abel Jean-
nière, París, 1992.
JEFFREY, C.I. Democracy in dark times, Ed. Cornell University Press, USA,
1998.
KARLSON, N. The state of state: an inquiry concerning the role of invisible
hands in politics and civil society, Ed. S. Academiae Ubsaliensis,
Upsala, 1993.
KAVIRA, J.~ KHILNANI Civil society, Ed. Cambridge University Press, UK, 1998.
KEANE, J. Democracy and Civil Society, Ed. Verso, Londres, 1988.
— Civil Society and the State: New European Perspectives, Ed.
Verso, New York, 1988.
KEMPER, H. Schule und bürgerliche Gesellschaft. Zur Theorie und Geschi-
chte der Schulreform von der Aufklärung zur Gegenwart, Ed.
Deutscher Studien Vlg, 1990.

497
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

KERCHNER, B.~WILDE, G. Staat und Privatheit. Aktuelle Studien zu einem schwierigen Ver-
hälnis, Ed. Leske+Budrich, Opladen, 1977.
KESSLER, S. Tocqueville’s Civil Religion: American Christianity and the
prospects for Freedom, Ed. State University of New York Press,
Albany, 1994.
KOBUSCH, T. Die Entdeckung der Person. Metaphysik der Freiheit und mo-
dernes Menschenbild, Ed. Wissenschaftliche Buchgesellschaft,
Darmstadt, 1997.
KOCHS, A. M. Chaos und Individuum. Robert Musils philosophis-
cher Roman als Vision der Moderne, Ed. Alber, Freiburg/
München, 1996.
KRISTJÁNSSON, K. Social freedom. The responsability view, Ed. University Press,
Cambridge, 1996.
KÜHNE, J.~
STRAUBE, M. Die bürgerlich-rechtliche Gesellschaft, Ed. Orac-Fachbuchvlg,
1990.
KYMLICKA, W. Liberalism, Community and Culture, Ed. Oxford University
Press, Oxford, 1989.
LEMEUNIER, F. Société civile: comment constituer et gérer une société civile,
Ed. Delmas (3e éd), Paris, 1995.
— Pourquoi et comment constituer une société civile, Ed.
J. Delmas, París, 1972 (7e éd.).
LERNER, D. The Passing of Traditional Society, Ed. Glencoe: Free Press,
1958.
LLOYD, G.E.R. Las mentalidades y su desenmascaramiento, Ed. Siglo XXI, Ma-
drid, 1996.
LORENZO GARCÍA, R. Las Fundaciones y la sociedad civil, Ed. Cívitas, Madrid, 1991.
LUHMANN, N. Die Wirtschaft der Gesellschaft, Ed. Suhrkamp, Frankfurt,
1994.
LUKES, S. Individualism, Ed. Blackwell, Oxford, 1990.
LLANO, A. La nueva sensibilidad, Ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1990.
MACINTYRE, A. Justicia y racionalidad, Ed. Eunsa, Barcelona, 1994.
— Tras la virtud, Ed. Crítica, Barcelona, 1987.
MADISON, G.B. The political economy of civil society and human rights,
Ed. Routledge, UK, 1998.
MARTÍN LÓPEZ, E. Fundamentos sociales de la felicidad individual, Ed. Univer-
sidad de Piura, Perú, 1986.

498
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

MARTIN RICHES, W.T. The civil rights movement in the United States 1945-1988,
Ed. Macmillan Press, UK, 1997.
MARTÍNEZ-SICLUNA, C. Del Poder y la Justicia, Madrid, 1997.
MARTINUSSEN, J. State, society and market: a guide to competing theories of deve-
lopment, Ed. Zed Books, UK, 1997.
MERKEL, W.~
SANDSCHNEIDER, E.~
SEGERT, D. Systemwechsel 2. Die Institutionalisierung der Demokratie, Ed.
Leske+Budrich, Opladen, 1996.
MIEG, H.A. Verantwortung: moralische Motivation und die Bewältigung so-
zialer Komplexität, Ed. Westdeutscher, Opladen, 1994.
MISZTAL, B. Trust in modern societies: the search for the bases of social or-
der, Ed. Cambridge, Mass: Polity Press, 1995.
MOORE, M. Foundations of Liberalism, Ed. Clarendon Press, Oxford, 1993.
MORA ALARCÓN, J. Comunidad de bienes y sociedad civil, Ed. Mora, Valencia,
1993.
MORLINO, L. Democracy between consolidation and crisis: parties, groups,
and citizens in southern europe, Ed. Oxford University Press,
UK, 1998.
MOSCOVICI, S.~
DOISE, W. &RQÁLFWDQGFRQVHQVXVDJHQHUDOWKHRU\RIFROOHFWLYHGHFLVVLR-
ns, Ed. Sage, London, 1994.
MOTT-THORNTON, K. Common faith: education, spirituality and the state, Ed. Ashgate
Publishing Limited, UK, 1997.
MULHALL, S.~SWIFT, A. Liberals and Communitarians, Ed. Blakwell, Oxford, 1992.
NATHASON, S. The ideal of rationality, Open Court, Chicago, 1994.
NAVAL, C. (GXFDFLyQ FRPR SUD[LV (OHPHQWRV ÀORVyÀFRVHGXFDWLYRV Ed.
Eunsa, Pamplona, 1996.
— Educar ciudadanos: La polémica liberal-comunitarista en edu-
cación, Ed. Eunsa, Pamplona, 1995.
NAVARRO, F. Desobediencia civil y sociedad democrática, Ed. Fernando Na-
varro, Murcia, 1990.
NEGRO PAVÓN, D. La tradición liberal y el Estado, Ed. Unión Editorial, Madrid,
1995.
— El liberalismo en España: una antología, Ed. Unión Editorial,
Madrid, 1988.
— Comte: Positivismo y Revolución, Ed. Cincel, Madrid, 1986.

499
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

— Liberalismo y socialismo: la encrucijada intelectual de Stuart


Mill, Ed. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1975.
NIETHAMMAER, L. Bürgerliche Gesellschaft in Deutschland, Ed. Fischer Taschen-
buch, 1990.
NORBERT, E. La sociedad de los individuos, Ed. Península, Barcelona, 1990.
NORD, P. The republican moment: struggles for democracy in nineteenth-
century France, Ed. Harvard University Press, UK, 1998.
NOYA MIRANDA, F. Corporativismo social y constructivismo radical, Ed. Política y
Sociedad, 1990.
NOZICK, R. Anarchy, State and Utopia, Ed. Blackwell, Oxford, 1974.
NUTZ, W. Vom Mythos der Freiheit: Von Platon bis Nietzsche. Verfall und
Untergang der westlichen Demokratien am Ende des 20, Jahr-
hunderts. Ed. Edition Q, Berlin, 1995.
O’NEILL, J. The poverty of postmodernism, Ed. Routledge, London, 1995.
ORDESHOOK, P.C. Lessons for citizens of a new democracy, Ed. Edward Elgar, UK,
1998.
ORTIZ DE LANDÁZURI, C. $FFLyQ\PpWRGR/DWUDQVIRUPDFLyQDFWXDOGHODÀORVRItDVHJ~Q
Karl Otto Apel, Ed. Eunsa, Pamplona, 1988.
PARSONS, T. The System of Modern Societies, Ed. Pretice Hall, Englewood
Cliffs, 1971.
PELCZYNSKI, Z.A. The State and Civil Society: Studies in Hegel’s political Philoso-
phy, Ed. Cambridge University Press, Cambridge, 1984.
PÉREZ-LUÑO, A. Derechos humanos, estado de derecho y constitución,
Ed. Tecnos, Madrid, 1984.
PÉREZ-DÍAZ, V.M. The return of civil society: the emergence of Democratic Spain,
Ed. Harvard University Press, UK, 1998.
POCOCK, J.G.A. The Machiavellian Moment. Florentine Political Thought and
the Atlantic Republican Tradition, Ed. Princeton University
Press, Princeton, 1975.
POGGI, G. The Development of the Modern State: A Sociological Intro-
duction, Ed. Hutchison, London, 1978.
POLLOCK, L. The Free Society, Ed. Westview, Boulder (Co), 1997.
POPPER, K. La sociedad abierta y sus enemigos, Ed. Paidós, Barcelona,
1982.
— The myth of the framework: in defence of science and rationality,
Ed. Routledge, London, 1994.
RAJAN, R. S. The primacy of the political, Ed. Indian Council of Philosophical
Research and Oxford University Press, New Delhi, 1991.

500
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

RANDLE, P.H. Teoría de la ciudad, Ed. Oikos, Buenos Aires, 1970


RAWLS, J. Political liberalism, Ed. Columbia University Press, 1993.
— A Theory of Justice, Ed. The Belknap Press of Harvard Universi-
ty Press, Cambridge-Mass, 1971.
RAYNER, M. Rooting democracy: growing the society we want, Ed. Allen &
Unwin, Australia, 1997.
RAZ, J. The Morality of Freedom, Ed. Clarendon Press, Oxford, 1986.
REESE-SCHÄFER, W. Grenzgötter der Moral. Der neuere europäisch-amerikanische
Diskurs zur politischen Ethik, Ed. Suhrkamp, Frankfurt, 1997.
ROBERTS, G, K~
HOGWOOD, P. European politics today, Ed. Manchester University Press, UK,
1997.
ROCHER, G. Introduction á la sociologie générale: l’action sociale,
l’organisation sociale, le changement social. Ed. Hurtubise, La-
Salle, 1995.
ROGGERONE, G. A. Illuminismo e democrazia, Ed. Piero Lacaita, Manduria, 1993.
RÖPKE, W. The moral foundations of civil society, Ed. New Brunswick
(U.S.A.), 1996.
RORTY, R. Contingency, Irony and Solidarity, Ed. Cambridge University
Press, Cambridge, 1989.
ROSMINI, A. Rights in Civil Society, Ed. Rosmini House, Durham, 1996.
ROSS, P. J. De-Privatizing Morality(G$YHEXU\$OGHUVKRWDQG%URRNÀHOG
1994.
ROSSELLI, C. Socialismo liberal, trad. Diego Abad de Santillán, Ed. Pablo
Iglesias, Madrid, 1991.
ROWE, P.G. Civic realism, Ed. The MIT Press, UK, 1997.
RUBINSTEIN, J.C. Sociedad civil y participación ciudadana, Ed. Pablo Iglesias,
Madrid, 1994.
RUBIO DE URQUÍA, R. (FRQRPtD \ GLQiPLFD VRFLDO 5HÁH[LRQHV DFHUFD GH OD DFFLyQ
humana, Ed. Universidad de Comillas, Madrid, 1994.
— La herencia de Keynes. Alianza Editorial, Madrid, 1988.
RUSSELL, B. Principles of Social Reconstruction, Ed. Routledge, London,
1997.
— Sociedad humana, ética y política, Ed. Cátedra, Madrid, 1992.
SAAGE, R. Utopieforschung, Ed. Primus, Darmstadt, 1997.
SÁENZ DE MIERA, A. La sociedad necesaria: el estado de la cuestión, Ed. Centro de
Estudios Ramón Areces, Madrid, 1994.

501
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SÁEZ RUEDA, L. /DUHLOXVWUDFLyQÀORVyÀFDGH.DUO2WWR$SHO, Ed. Universidad de


Granada, 1995.
— Discurso y realidad. En debate con Karl-Otto Apel,
Ed. Trotta, Madrid, 1994.
SAN JUAN, E. Beyond postcolonial theory, Ed. Macmill Press, UK, 1998.
SANDEL, M. Liberalism and its Critics, Ed. Basil Blackwell, Oxford, 1984.
SANDERS, K. Nación y tradición. Cinco discursos en torno a la nación perua-
na, Ed. Fondo de Cultura Económica, Perú, 1997.
SAVATER, F. Valores éticos en la estructura de la sociedad civil, Ed. Caja de
Ahorros de Valencia, Valencia, 1992.
SCIABARRA, C. M. Marx, Hayek and Utopia, Ed. State University of New York
Press, Albany, 1995.
SCHABERT, T.~BRAGUE, R. Die Macht des Wortes, Ed. Fink, München, 1996.
SCHÄFERS, B. Soziologie und Gesellschaftsentwicklung. Aufsätze 1966-1996,
Ed. Leske+Budrich, Opladen, 1996.
SCHAEFFER, R. K. Power to the people: democratization around the world, Ed.
Westview Press, USA, 1998.
SCHARADER, F.E. Die Formierung der bürgerlichen Gesellschaft, Ed. Fischer,
Frankfurt, 1996.
SCHELSKI, H. Die Skeptische Generation, Ed. Düsseldorf-Colonia, 1963.
SCHEHR, R.C. Dynamic utopia: establishing intentional communities as a new
social movement, Ed. Bergin & Garvey, Schehr, R.C. USA,
1998.
SCHMID, J. Wohlfahrtsverbände in modernen Wohlfahrtsstaaten. So-
ziale Dienste in historich-vergleichender Perspektive, Ed.
Leske+Budrich, Opladen, 1996.
SCHRAM, S. F. Words of Welfare. The Poverty of Social Science and the Social
Science of Poverty, Ed. University of Minnesota Press, Minne-
apolis, 1995.
SCHROEDER, R. Possible Worlds. The Social Dynamic of Virtual Technology, Ed.
Westview, Boulder, 1996.
SEBRELI, J.J. El asedio a la modernidad: Crítica al relativismo cultural, Ed.
Ariel, Barcelona, 1992.
SEISING, R.~FISCHER, T. Wissenschaft und Öffentlichkeit, Ed. Peter Lang, Bern, 1996.
SELIGMAN, A. Innerwordly Individualism: Charismatic Community and its Ins-
titutionalization, Ed. Transaction Publishers, New Brunswick,
1994.

502
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

— The idea of civil society, Ed. University Press Princeton, New


Jersey, 1995.
SEN, A. Nuevo examen de la desigualdad, Ed. Alianza, Madrid, 1995.
SERRANO GÓMEZ, E. Legitimación y racionalización: Weber y Habermas. La dimen-
sión normativa de un orden secularizado, Ed. Anthropos, Barce-
lona, 1994.
SGALAMBRO, M. Dell’indifferenza in materia di societá, Ed. Adelphi, Milano,
1994.
SHANKS, A. Civil society, civil religion, Ed. Blackwell Publishers, Oxford,
U.K., 1995.
SHAPIRO, I. The Evolution of Rights in Liberal Theory, Ed. Cambridge Uni-
versity Press, Cambridge, 1986.
SHELL, S. M. The Embodiment of Reason. Kant on Spirit, Generation and
Community, Ed. The University of Chicago Press, Chicago,
1996.
SPAEMANN, R. Crítica de las utopías políticas, Ed. Eunsa, Pamplona, 1980.
SPERBER, D. Explaining Culture, Ed Blackwell, Oxford, 1996.
SPICKER, P. Social policy: themes and approaches, Ed. Prentice Hall, Lon-
don, 1995.
SPIEKER, M. Nach der Wende. Kirche und Gesellschaft zu Polen und
Ostdeutschland. Soziale Probleme der Transformationprozesse,
Ed. Schöningh, Paderborn, 1995.
— Vom Sozialismus zum demokratischen Rechtsstaat: der Beitrag
der Katholischen Soziallehre zu den Transformationprozessen in
Polen und in der ehemaligen DDR., Ed. Schöningh, Paderborn,
1992.
— Legitimationsprobleme des Sozialstaats, Ed. Haupt, Bern, 1986.
— Neomarxismus und Christentum: zur Problematik des Dialogs,
Ed. Schöningh, München, 1976.
SWAAN, A. Social policy beyond borders: the social question in trans-
national perspective, Ed. University Press, Amsterdam, 1994.
SYNNOTT, A. The body social: symbolism, self and society, Ed. Routledge,
London, 1993.
TAYLOR, C. The Malaise of Modernity, Ed. Concord, Ontario, 1991.
— Sources of the Self: The Making of the Modern Identity, Ed.
Cambridge University Press, Cambridge, 1989.
— Le malaise de la modernité, Ed. Cerf, Paris, 1994.

503
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

— Hegel and Modern Society, Ed. Cambridge University Press,


Cambridge, 1979.
TESTER, K. Civil Society, Ed. Routledge, London, 1992.
THIEBAUT, C. Los límites de la comunidad, Ed. Centro de Estudios Consti-
tucionales, Madrid, 1993.
THOMPSON, D.F. 3ROLWLFDOHWKLFVDQGSXEOLFRIÀFHEd. Harvard University Press,
Mass. 1987.
TISMANEANU, V. In Search of Civil Society, Ed. Routledge, New York, 1990.
TOURAINE, A. What is Democracy, Ed. Westview, Boulder (Co), 1997.
TOVAR VALDERRAMA, D. Instituciones políticas, Ed. Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1995.
TURNER, B. S. The Body and Society, Ed. Sage, London, 1996.
VATTIMO, G. La sociedad transparente, Ed. Paidós, Barcelona, 1989.
VELARDE, C. Liberalismo y liberalismos, Ed. Cuadernos de Anuario Filosó-
ÀFR 6HUYLFLR GH 3XEOLFDFLRQHV GH OD 8QLYHUVLGDG GH 1DYDUUD
Pamplona, 1997.
— Hayek: Una teoría de la justicia, la moral y el derecho,
Ed. Civitas, Madrid, 1994.
VINCENZI, C. Crown powers, subjects and citizens, Ed. Pinter Publishers, UK,
1998.
VIDAL, M. Etica civil y sociedad democrática, Ed. Desclée de Brouwer, Bil-
bao, 1984.
WALZER, M. Spheres of Justice, Ed. Basil Blackwell, Oxford, 1983.
WASZEK, N. The Scottish Enlightenment and Hegel’s Account of “Civil So-
ciety”, Ed. Kluwer Academic Publishers, Dordrecht-Boston,
1988.
WATERMAN, P. Globalization, social movements and the new internationalisms,
Ed. Mansell, UK, 1998.
WATERS, M-A. Feminism & the Marxist Movement, (G3DWKÀQGHU3UHVV
WATTS, D. Political Communication Today, Ed. Manchester University
Press, 1997.
WEHNER, B. Die Logik der Politik und das Elend der Ökonomie. Grunde-
lemente einer neuen Staats- und Gesellschaftstheorie, Ed. Wis-
senschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, 1995.
WEINTRAUB, R. The sceptical challenge, Ed. Routledge, London, 1997.
WENTZ, R.C. The culture of religious pluralism, Ed. Westview Press, USA,
1997.

504
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

WILHELMS, G. Die Ordnung moderner Gesellschaft. Gesellschaftstheorie und


christliche Sozialethik im Dialog, Ed. Kohlhammer, Stuttgart,
1996.
YILDIZ, E. Die halbierte Gesellschaft der Postmoderne, Ed. Leske+Budrich,
Opladen, 1997.
YOUNG, I. M. Justice and the Politics of Difference, Ed. Princeton University
Press, Princeton, 1990.
ZAN, J. Libertad, poder y discurso, Ed. Almagesto, Buenos Aires, 1993.
— La interpretación hegeliana de la dinámica de la sociedad civil
en Europa y en América, Ed. Julio de Zan, Salamanca, 1981.
ZIAREK, K. ,QÁHFWHGODQJXDJHWRZDUGDKHUPHQHXWLFVRIQHDUQHVV+HLGHJ-
ger, Levinas, Stevens, Celan, Ed. State University of New York,
Albany, 1994.
ZIPPELIUS, R. Recht und Gerechtigkeit in der offenen Gesellschaft, Ed. Dunc-
ker and Humbolt, Berlin, 1994.

505
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

II
OBRAS DE COLABORACIÓN

• Between sovereignty and global governance: the united nations, the state and civil socie-
ty, Ed. by Albert J. Paolini; Anthony P. and Christian Reus-Smit, Macmillan Press, UK,
1998.
• Beyond borders: remaking cultural identities in the new east and central Europe, Ed by
Laszlo Kurti and Juliet. Ed. Westview Press, USA, 1997.
• Citizenship and social theory, Ed. Bryan S. Turner. Sage Publications, London, 1993.
• Civil society and the state: new european perspectives, Ed. by John Keane, Verso, London,
1988.
• Civil society in China, Ed. by Timothy Brook and B.L. Michael Frolic, M.E. Sharpe, USA,
1997.
• Civil Society. Theory, History, Comparison, Ed. Polity Press, Cambridge, 1995.
• Classic liberalism and civil society, Ed. by Charles Rowley, UK, 1998.
• Communitarianism. A New Public Ethics, Ed. by Daly, M., Wadsworth Publishing Com-
pany, Belmont, California, 1994.
• Communitarianism and Individualism, Ed. by Avineri, S. y De-Shalit, A., Oxford Univer-
sity Press, Oxford, 1992.
• Consolidating the third wave democracies: regional challenges, vol 2. Ed. by Larry Dia-
mond; Marc F.; Yun-Han Chu and Hung-Mao Tien, The Johns Hopkins University Press,
USA, 1997.
• Contemporary political philosophy: an anthology, Ed. by Robert E. Goodin; Philip Pettit,
Blackwell Publishers, UK, 1997.
• Contructing capitalism: the reemergence of civil society and liberal economy in the post-
communist world, Ed. by Kazimierz Z. Poznanski, Westwiew Press, Oxford, 1992.
• Cultures of politics / politics of cultures: revisioning latin american social movements, Ed.
by Sonia E. Alvarez; Evelina Dagnino y Arturo Escobar, Westview Press, USA, 1998.
• Das Naturverständnis der Ökonomik: Beiträge zur Ethikdebatte in den Wirtschaftswissens-
chaften, Ed. by Biervert, B./Held, M., Campus, Frankfurt, 1994.
• Democratization in the third world: concrete cases in comparative and theoretical pers-
pective. Lars Rudebeck/Olle/Virgilio Rojas, Ed. Macmillan Press, UK, 1998.
• Der selbstbewusste Bürger: Die liberalen Perspektiven, Ed. by Bruns, W./ Dörring, W.,
Bouvier, Bonn, 1995.
• Die Objektivität der Ordnungen und ihre kommunikative Konstruktion: für Thomas Luck-
mann, Ed. by Sprondel, W.M., Suhrkamp, Frankfurt, 1994.
• (WKQLFFRQÁLFWDQGFLYLOVRFLHW\SURSRVDOVIRUDQHZHUDLQHDVWHUQHXURSHEd. by Andreas
Klinke; Ortwin and Jean Paul Lehners, Ashgate Publishing Limited, UK, 1998.

506
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

• (WLFD3~EOLFD\0RUDO6RFLDO Ed. Luis Núñez Ladeveze, Noesis, Madrid, 1996.


• From Modernism to Postmodernism. An Anthology, Ed. by Cahoone, L., Blackwell, Oxford,
1995.
• Gemeinschaft und Freiheit, Ed. Haupt, Bern, 1995.
• Geschichtliche Grundbegriffe, Ed. Klet Cotta, Stuttgart, 1975
• Global law without a state, Ed. by Gunther Teubner, Dartmouth, UK, 1997.
• Globalization, democratization and multilateralism, Ed by Stephen Gill, Macmillan Press,
UK, 1997.
• Hundert Jahre “Gemeinschaft und Gesellschaft”: Ferdinand Tönnies in der internationa-
len Diskussion, Ed. by Clausen, L.; Schlüter, C., Leske und Budrichm Opladen, 1991.
• La Société Civile, Ed. Centre universitaire de recherches administratives et politiques de
Picardie, PUF, Paris, 1986.
• La Società Civile in Italia, Ed. Arnoldo Mondadori, Milán, 1997.
• Law, Society and the State. Essays in Modern Legal History(GE\.QDÁD/$%LQQLH
S. W. S., University Press, Toronto, 1995.
• Lawyers and the rise of western political liberalism: Europe and North America from the
eighteenth to twentieth centuries, Ed. by Terence C. Halliday and Lucien Karpik, Claren-
don Press, UK, 1998.
• Moral Truth and Moral Tradition. Essays in Honour of Peter Geach and Elizabeth Ans-
combe, Ed. by Gormally, L., Four Court, Dublin, 1994.
• Multiculturalism and the Politics of Recognition, Ed. by Guttmann, A., Princeton Univer-
sity Press, New Jersey, 1992.
• Parlamento y sociedad civil, Ed. Cátedra de Derecho político de la Universidad de Barce-
lona, Barcelona, 1980.
• Participation and democracy east and west: Comparisons and interpretations, Ed. by Die-
trich; Marilyn Rueschemeyer and Bjorn Wittrock, M.E. Sharpe, USA, 1998.
• Philosophy in an age of pluralism: the philosophy of Charles Taylor in question, Ed. by
Tully, J./ Weinstock, M., Cambridge University Press, Cambridge, 1994.
• Participación y autogestión en la construcción de la democracia, Gadsen, C. & Lucas, A.,
Universidad de Guanajuato, Guanajuato, 1995.
• Political Dialogue: Theories and Practices, Ed. by Esquith, S., Rodopi, Amsterdam,
1996.
• Postmodern Representations. Truth, Power, and Mimesis in the Human Sciences and
Public Culture, Ed. by Brown, R. H., University of Illinois Press, Urbana and Chicago,
1995.
• Poverty and participation in civil society, Ed. by Yogesh Atal and Else Oyen, United Na-
WLRQV(GXFDWLRQDO6FLHQWLÀFDQG&XOWXUDO2UJDQL]DWLRQ)UDQFH

507
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

• Private groups and public life: social participation, voluntary associations and political
involvement in representative democracies, Ed. by Jan Van Deth, Routledge, UK, 1997.
• Probleme moderner Gesellschaften: Peter Atteslander zum 65. Geburtstag, Ed. by Rei-
mann, H./ Müller, H.P., Westdeutscher, Opladen, 1994.
• Procedural justice, Ed. by Klaus F. Rohl and Stefan Machura, Dartmouth, UK, 1997.
• Rational Choice in der Politikwissenschaft: Grundlagen und Anwendungen. Ed. by Kunz,
V./ Druwe, U., Leske+Budrich, Opladen, 1994.
• Real civil societies: the dilemma of institutionalization, Ed. by Jeffrey C. Alexander, Sage
Publications Ltd, UK, 1998.
• Research on democracy and society: extremism, protest, social movements and democracy,
vol 3, Ed. by Frederick D. Weil; Matthew Lee an Mary Gautier, JAI Press, UK, 1997.
• Rethinking materialism: perspectives on the spiritual dimension of economic behavior, Ed.
by Wuthnow, R., Eerdmans, Grand Rapids, 1995.
• Rethinking the subject: an anthology of contemporary european social thought, Ed. by
Faubion, J.D., Westview Press, Boulder, 1995.
• Rights and the Common Good. The communitarian perspective, Ed. by Etzioni, A., St.
Martin’s Press, New York, 1995.
• Riskante Freiheiten: Individualisierung in modernen Gesellschaften, Ed. by Beck, U. /
Beck-Gemsheim, E., Suhrkamp, Frankfurt, 1994.
• Signs of change. Premodern–Modern–Postmodern, Ed. by Barker, S., State University of
New York Press, Albany, 1996.
• Social movements in development: the challenge of globalization and democratization, Ed.
by Staffan Lindberg and Arni Sverrisson, Macmillan Press, UK, 1997.
• Social theory and the politics of identity, Ed. by Calhoun, C., Blackwell, Oxford, 1994.
• 6RFLHGDGFLYLORHVWDGR¢UHÁXMRRUHWRUQRGHODVRFLHGDGFLYLO"Ed. Fundación Friedrich
Ebert, Madrid, 1988.
• The communitarian challenge to liberalism, Ed. by Ellen Frankel Paul; Fred D. Miller Jr
and Jeffrey Paul, Cambridge University Press, UK, 1997.
• The encyclopedia of civil rights in America, Ed. by David Bradley and Shelley Fisher Fis-
hkin, M.E. Sharpe, USA, 1997.
• The Liberal Political Tradition. Contemporary Reappraisals, Ed. by Meadowcroft, J., Ed-
ward Elgar, Cheltenham, 1996.
• The market process: essays in contemporary Austrian economics, Ed. by Boettke, P.J. /
Prychitko, D.L., Elgar, Aldershot, 1994.
• The political economy of globalization, Ed. by Satya Dev Gupta. Kluwer Academic Publis-
hers, Netherlands, 1997.
• The politics of multiculturalism in the new Europe: racism, identity and community, Ed. by
Tariq Modood and Pnina Werbner. Ed. Zed Books, UK, 1997.

508
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

• The public purpose of education and schooling, Ed. by John I. Goodlad and Timothy J.
McMannon, Jossey-Bass Inc, Publishers, USA, 1997.
• The sociology of politics, Ed. by William and Luke Martell, Edward Elgar, UK, 1998.
• The state of the nation, Edited by John A. Hall, Cambridge University Press, UK, 1998.
• Toward a Global Civil Society, Ed. Michael Walzer, Berghahn Books, Providence, 1995.
• Transnational religion, the state, and global civil society, Ed. by Susanne Hoeber and Ja-
mes Piscatori, Westview Press, USA, 1997.
• Universalism vs. Communitarianism, Contemporary Debates in Ethics, Ed. by Rasmussen,
D., MIT Press, Cambridge Mass., 1990.
• Work of the future: global perspectives, Ed. by Paul; Walter F. Veit and Steve Wright, Allen
& Unwin, Australia, 1998.

509
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

III
ARTÍCULOS

ALEXANDER, J.C.
~SMITH, P. “The discourse of American Civil Society: A New Proposal for
Cultural Studies”, en Theory and Society, XXII/2 (1993).
— “I paradossi della società civile”, en Rassegna Italiana di Socio-
logia, a. 36, n. 3, abril, 1995.
ALONSO, L.E. “Reinventando el Estado de Bienestar”, en Viento Sur, 10 (1994)
67-74.
ALVIRA, R. “Human Life and the Modern State”, en The European Legacy,
1(1996) 375-378.
— “La unidad de la ética”, en eWLFD3~EOLFD\0RUDO6RFLDO, Noesis,
Madrid, 1996.
— “On social change”, en Understanding social change in the nini-
ties. Ed. Variorum. Aldershot, 1995, 37-49.
— “Temps et pouvoir”, en La civilization de l’amour: un projet
pour le monde contemporain. Textes rassemblés en l’honeur de
Patrick de Laubier, Genève, 1995, pp 100-104.
— “Was is Arbeit? en Die Arbeit: ihre Ordnung, ihre Zukunft, ihr
Sinn, Wien, 1995, 9-19.
— “Versuch, die Viefalt der gesellschaftlichen Subsysteme einzuor-
dnen, mit besonderer Berücksichtigung des Rechts”, en Jahrbu-
ch für Recht und Ethik, Band 1, Duncker & Humblot, Berlin,
1993, 283-291.
— “Habitar y cultivar”, en Ecología y Filosofía, Mendoza (Argen-
tina), 1993, 17-26.
ARATO, A. “Civil Society, History and Socialism: Reply to John Keane”, en
Praxis International, IX/1-2 (1989).
BELL, D. “American Exceptionalism Revisited: The role of Civil Socie-
ty”, en The Public Interest, 95 (1989) 38-56.
BENDIX, R. “State, Legitimation and Civil Society”, en Telos, nº 86, Winter,
1990-91.
BRYANT, C.G.A. “Civil Society and Pluralism: A Conceptual Analysis”, en
Sisyphus, VIII/1 (1992).
BUCHANAN, A. “Assesing Communitarian Critique of Liberalism”, en Ethics
(1989) 852-882.

510
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

CRUZ PRADOS, A. “Sobre los fundamentos del nacionalismo”, en Revista de Estu-


dios Políticos, 88 (1995) 199-221.
— “Política y autonomía de lo social”, en $QXDULR )LORVyÀFR, 27
(1994) 763-774.
³ ´3DUDXQFRQFHSWRGH¶JXHUUD·GHXQDÀORVRItDGH¶SD]·$FWXD-
lidad de pensamiento de Vitoria”, en Anuario de Filosofía del
Derecho, 8 (1991) 103-139.
GARCÍA ~AMILBURU, M. “La naturaleza y la cultura como instancias de fundamentación
de valores”, en Filosofía de la Educación hoy. Axiología y Edu-
cación, UNED, Madrid, 1995, vol. 2, 121-122.
— “Trabajo, cultura y progreso”, en Dignidad y progreso, nuevas
formas de solidaridad, Pamplona, 1988, 103-111.
— “Cultural divergence and relativism”, en Etica società con-
temporanea, Libreria Editrice Vaticana, 1992, vol. 2, 113-118.
GARCÍA RUIZ, P. “Dimensiones informales de las relaciones sociales: el desarrollo
GHODFRQÀDQ]DHQODVRUJDQL]DFLRQHVµHQServicio de Documen-
tación del Instituto Empresa y Humanismo, 32, Pamplona, 1996,
9-21.
GAUCHET, M. “Le mal démocratie”, en Esprit, 1993.
GUTTMANN, A. “Communitarian Critics of Liberalism”, Philosophy and Publics
Affairs, 1985, 308-322.
HALL, J.A. “In Search of Civil Society”, en John A. Hall (ed.), Civil Society.
Theory, History, Comparison, Polity Press, Cambridge, 1995.
HERRERO, M. “The Modern State as a Paradigm of European Political Thougt:
Can it Survive the Challenge of the Present Crisis?”, en The Eu-
ropean Legacy, I/1 (1996) 369-374.
HELD, D. “La democracia hoy: ¿hacia un orden cosmopolita?”, en Debats,
49 (1994) 4-23.
INCIARTE) ´5HÁH[LRQHVVREUHHOUHSXEOLFDQLVPRµHQThémata. Revista de
Filosofía (1992) 501-515.
KUMAR, K. “Civil Society: an Inquiry into the Usefulness of an Historical
Term”, en British Journal of Sociology, vol. 44, n. 3 (1993).
KYMLICKA, W. “Liberalism and Communitarianism”, en Canadian Journal of
Philosophy, 1988, 181-204.
LÓPEZ DE AGUILERA, I. “La dimensión social de la animación sociocultural: Promoción
y desarrollo de la sociedad civil”, en Documentación social,
1987.
LUKE, T. “Community and Ecology”, Telos, 1991, 69-79.
MACINTYRE, A. “La privatisation du bien”, en Krisis, 16 (1994).

511
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

MARTÍNEZ NAVARRO, E. “La polémica de Rawls con los comunitaristas”, en Sistema,


1992, 55-72.
MARTÍNEZ-SICLUNA, C. “La conculcación del estado de derecho: Legalidad versus Le-
gitimidad”, en El Estado de Derecho en la España de hoy, AC-
TAS, Ed. Madrid, 1996, 237-263.
MISTRAL, F. “Comprendre et se comprendre: l’herméneutique à la recherche
de l’origine du bien social”, en Krisis, 16 (1994) 164-165.
MÚGICA, F. “El habitar y la técnica: Polo en diálogo con Marx”, en Anuario
)LORVyÀFR, XXIX/2 (1996) 815-850.
NAVAL, C. “Educación, persona y sociedad. Algunas implicaciones del
movimiento comunitarista en educación”, en El pensamiento
socioeducativo en la formación de los profesionales de la edu-
cación. Actas del III Simposio Internacional de Filosofía de la
Educación, Servei de publicacions de la Universitat Autonoma
de Barcelona, Bellaterra, vol. II, 102-107.
ORTIZ DE LANDÁZURI, C. “Positivismusstreit, 30 años después. (A través del giro semióti-
co de Karl Otto Appel)”, en $QXDULR)LORVyÀFR, XXVII/2 (1994)
1041-1061.
— “Historikerstreit y la Unidad Europea”, en Primer Congreso de
Cultura Europea, Aranzadi, Pamplona, 1992, 223-238.
— “La cuestión social hoy: ¿superación, transformación o pro-
fundización en el iusnaturalismo económico”, en Simposio In-
ternacional de Teología, Pamplona, Eunsa, 1991, 601-618.
PARAMIO, C. “La crítica marxista del Estado de Bienestar, en Sistema, 1987.
— “Gramsci: Estado y sociedad civil”, en Zona abierta, nº 48,
1988.
PICCONE, P. “The Crisis of Liberalism and the Emergence of Federal Popu-
lism”, en Telos (1991) 7-44.
— “Roundtable on Communitarianism”, en Telos (1988).
POCOCK, J.G.A. “Machiavelli in the liberal cosmos”, en Political Theory (1985)
559-574.
ROSALES, J.M. “Democracia y solidaridad. Rudimentos para una ciudadanía de-
mocrática”, en Sistema (1992) 83-93.
RUBIO DE URQUÍA, R. “Dinamica Globale della Societá, Economia de la Concezione
Cristiana della Persona. Una nota breve”, en La Societá, IV/1
(1994).
— “El futuro de las doctrinas keynesianas”, en V.V.A.A. Anuario de
Economía 1994, Gaceta de los Negocios-Spesa, Madrid, 1994.

512
SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA

³ ´eWLFDHÀFLHQFLD\PHUFDGRµHQ99$$Ética, Mercado y Ne-


gocios, coord. D. Melé, EUNSA, Pamplona, 1994.
³ ´7pFQLFD KXPDQLVPR \ HPSUHVD DO ÀQDO GHO VLJOR ;;µ HQ
V.V.A.A. , La Empresa entre el Taylorismo y el humanismo Téc-
nico, Unión Ed., Madrid, 1993.
— “Ética y procesos de asignación de recursos”, en Información
Comercial Española, Marzo de 1991.
— “Los sistemas económicos y la Doctrina Social de la Iglesia
hoy”, en Nueva Revista, Marzo de 1992.
— “Economía de mercado y formas de sociedad”, en Nueva Revis-
ta, Marzo de 1991.
SÁENZ DE MIERA, A. “Sociedad civil, Mercado y Solidaridad”, en Cuenta y Razón,
1987.
SANDERS, K. “Polonia: la lucha por la libertad”, en Entre dos revoluciones,
Eunsa, Pamplona, 1994.
SANTOS, M. “Rights, Freedom and the dignity of the human person”, en Etica
e societá contemporanea, Atti del III Congreso Internazionale
della Societá di Tommaso d´Aquino, Roma, settembre l991, Li-
brería Editrice Vaticana, 235 243.
— “La moral civil”, en Vida Nueva, 1729 (1990).
— “En torno al Consecuencialismo Ético”, en Actas del VI Simpo-
sio Internacional de Teología, EUNSA, Pamplona, 1986, 231-
241.
— “La dignidad de la persona como criterio ético de toda experi-
mentación humana”, en Dilemas Éticos de la Medicina Actual,
Publicaciones de la Universidad de Comillas, Madrid,1986, 279-
293.
— “Perspectivas sociológicas de la comunicación social”, en Filo-
sofía de la Comunicación, Eunsa, Pamplona 1986, 231-258.
SAVATER, F. “Valores éticos en la estructura de la sociedad civil”. Conferen-
cia pronunciada en el Centre Cultural Bancaixa, Ed. Bancaixa,
Valencia, 1992.
SELIGMAN, A. “Trust and the meaning of Civil society”, en International Jour-
nal of Politics, Culture and Society, VI/1 (1992).
SHILS, E. “The Vitue of civil Society”, en Government Opposition,
XXVI/1 (1991).
SKINNER, Q. “Deux conceptions de la citoyenneté”, en Krisis, 16(1994) 108-
109.

513
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

VALENCIA, A. “El estado de la cuestión del Estado: ¿Hacia dónde ahora?”, en


Zona abierta, 1987.
WALZER, M. “The Communitarian Critique of Liberalism”, en Political
Theory, 1990.
— “The Idea of Civil Society. A Path to Social Reconstruction”, en
Dissent, Spring, 1991.

514
COLABORADORES

ALVIRA, Rafael
– Catedrático de Filosofía en la Universidad de Navarra. Es director del Instituto Empresa
\+XPDQLVPRGHODPLVPD8QLYHUVLGDG
± +DVLGRFDWHGUiWLFRHQOD8QLYHUVLGDGGHOD/DJXQD\7LWXODUHQOD&RPSOXWHQVHGH0D
drid.
– Profesor visitante y extraordinario de varias Universidades de América.
± +DSXEOLFDGRVHLVOLEURV\FLHQDUWtFXORVFLHQWt¿FRVVREUHGLIHUHQWHVPDWHULDVPHWDItVLFD
pWLFD\SROtWLFDHKLVWRULDGHOD¿ORVRItD

CRISTI, Renato
– Catedrático de Filosofía en la Universidad Wilfried Laurier de Waterloo, (Ontario, Cana
Gi \SURIHVRUYLVLWDQWHHQYDULDVXQLYHUVLGDGHVGH&KLOH
± $XWRUGHXQDPRQRJUDItDVREUHHOSHQVDPLHQWRSROtWLFRGH&DUO6FKPLWW\GHRWUDVREUHHO
SHQVDPLHQWRFRQVHUYDGRUHQ&KLOHDVtFRPRGHYDULRVDUWtFXORVGH¿ORVRItDSROtWLFD

CRUZ, Alfredo
– Doctor en Filosofía y profesor adjunto de Filosofía Política en la Universidad de Navarra,
GRQGHHVWDPELpQGLUHFWRUGHO'LSORPDHQ(VWXGLRV)LORVy¿FRV
± +DVLGRSURIHVRUYLVLWDQWHHQODCatholic University of America :DVKLQJWRQ 
± $XWRUGHXQDPRQRJUDItDVREUH+REEHV\GHXQPDQXDOGH)LORVRItD&RQWHPSRUiQHDDVt
FRPRGHQXPHURVRVDUWtFXORVGH¿ORVRItDSROtWLFD

GARCÍA$MILBURU, María
± 'RFWRUDHQ¿ORVRItD\SURIHVRUDGH$QWURSRORJtD
± +DVLGRSURIHVRUDHQOD8QLYHUVLGDGGH1DYDUUD
± +DSXEOLFDGRXQDPRQRJUDItDVREUH.LHUNHJDDUGXQPDQXDOGHDQWURSRORJtD\QXPHURVRV
artículos sobre teoría antropológica y de la educación, además de ser editora de dos obras
en colaboración.

515
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

GARCÍA RUIZ, Pablo


± 'RFWRUHQ¿ORVRItD\SURIHVRUGH6RFLRORJtDHQOD8QLYHUVLGDGGH1DYDUUD
± +DVLGRSURIHVRUYLVLWDQWHHQODLondon School of Economics.
± +DSXEOLFDGRXQDPRQRJUDItDVREUH7DOFRWW3DUVRQV\RWUDVREUHWHRUtDVRFLDODVtFRPR
diversos artículos sobre sociología de la economía.

GRIMALDI, Nicolás
± &DWHGUiWLFRHPpULWRGH)LORVRItDGHOD8QLYHUVLGDGGH3DULV6RUERQDHQODTXHKDRFXSD
GRODFiWHGUDGH+LVWRULDGHOD)LORVRItD0RGHUQD\ODGH0HWDItVLFD
± $XWRUGHGLHFLVHLVOLEURV\QXPHURVDVPRQRJUDItDV\DUWtFXORVVREUHKLVWRULDGHOD¿ORVRItD
PRGHUQDPHWDItVLFD¿ORVRItDGHOWUDEDMR\¿ORVRItDGHODUWH

+AALAND MATLARY-DQQH
– Secretaria de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores de Noruega.
– Pofesora de Relaciones Internacionales del departamento de Ciencia Política de la Uni
versidad de Oslo.
– Directora de Investigación de ARENA (Advanced Research on the Europeanisation of
the Nation State).
± +DSXEOLFDGRGLYHUVRVWUDEDMRVVREUHODLQÀXHQFLDGHORVUHJtPHQHVLQWHUQDFLRQDOHVODV
QRUPDV\RUJDQL]DFLyQGHORV(VWDGRV1DFLyQHQUHODFLyQFRQORVSURFHVRVGHPRFUiWLFRV
así como varios artículos sobre la Unión Europea.

+ERRERO, Montserrat
– Doctora en Filosofía y profesora de Filosofía Política y Antropología en la Universidad de
Navarra.
± 0LHPEURGHO,QVWLWXWR(PSUHVD\+XPDQLVPRGHODPLVPD8QLYHUVLGDG
± $XWRUDGHXQDPRQRJUDItDVREUHHOSHQVDPLHQWRSROtWLFRGH&DUO6FKPLWW+DSXEOLFDGR
YDULRVDUWtFXORVVREUH¿ORVRItDSROtWLFD\KDHGLWDGR³6REUHORVWUHVPRGRVGHSHQVDUOD
FLHQFLDMXUtGLFD´GH&6FKPLWW

+ITTINGER, Russell
– Es Warren Professor of Catholic Studies\SURIHVRULQYHVWLJDGRUHQ'HUHFKRHQOD8QLYHU
VLGDGGH7XOVD 2NODKRPD86$ 
± +DVLGRSURIHVRUHQODV8QLYHUVLGDGHVGH)RUGKDP3ULQFHWRQ\HQODCatholic University
of America.
± $XWRUGHYDULDVPRQRJUDItDV\DUWtFXORVVREUHWHPDVGH¿ORVRItDGHOGHUHFKR\SROtWLFD

516
COLABORADORES

INCIARTE, Fernando
– Catedrático emérito de Filosofía de la Universidad de Münster en Westfalia (Alemania).
± +DVLGRGHFDQRGHOD)DFXOWDGGH)LORVRItDGH)ULEXUJRGH%ULVJRYLD
– Miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
– En 1997 recibió el Premio Roncesvalles de Filosofía.
± +DSXEOLFDGRQXPHURVRVOLEURVHQDOHPiQ\XQRHQFDVWHOODQRVREUHHOSRVLWLYLVPROyJLFR
además de múltiples artículos sobre Aristóteles y el aristotelismo en el pasado y en el
presente.

LÁZARO, Raquel
– Licenciada en Filosofía por la Universidad de Navarra, ayudante y profesora encargada de
curso en el departamento de Filosofía de esta misma Universidad.
± 3UHSDUD VX WHVLV GRFWRUDO VREUH ODV DQDORJtDV WHROyJLFRSROtWLFDV GHO SHQVDPLHQWR GH
1HZWRQ\$6PLWK

MARTÍN LÓPEZ, Enrique


– Catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.
– Profesor asociado de la Universidad de Navarra, donde colabora como investigador e
impartiendo cursos en el Instituto de Ciencias de la Familia.
± +DHVFULWRQXPHURVDVPRQRJUDItDV\DUWtFXORVVREUHGLIHUHQWHVWHPDVVRFLROyJLFRV

MARTÍNEZ6ICLUNA, Consuelo
± 'RFWRUDHQ'HUHFKR\SURIHVRUDWLWXODUGHGHUHFKR1DWXUDO\)LORVRItDGHO'HUHFKRHQOD
Universidad Complutense de Madrid.
± $FDGpPLFR&RUUHVSRQGLHQWHGHOD5HDO$FDGHPLDGH-XULVSUXGHQFLD\/HJLVODFLyQ\6H
FUHWDULDGHOD6HFFLyQGH)LORVRItDGHO'HUHFKRGHGLFKD$FDGHPLD
– Miembro del Consejo del Institut International d’Études Européennes “Antonio Rosmi-
ni” con sede en Bolzano (Italia).
± +DHVFULWRQXPHURVDVPRQRJUDItDV\HQVD\RVVREUHWHPDVGH¿ORVRItDMXUtGLFD\SROtWLFD

MÚGICA, Fernando
– Doctor en Filosofía y profesor agregado de Sociología en la Universidad de Navarra.
± +DVLGRSURIHVRUWLWXODUGH(VFXHOD8QLYHUVLWDULDHQOD8QLYHUVLGDGGH=DUDJR]D
– Profesor visitante en diversas Universidades de Iberoamérica.
– Autor de una monografía sobre el pensamiento de la contrarrevolución y de numerosos
DUWtFXORVVREUHKLVWRULDGHOSHQVDPLHQWRVRFLROyJLFR

517
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

NAVAL, Concepción
– Doctora en Ciencias de la Educación y profesora de Teoría de la Educación en la Univer
sidad de Navarra, donde es directora del departamento correspondiente.
± +DVLGRVisiting Researcher en la Universidad de Notre Dame (Indiana), en el Philosophy
of Education Research CenterGH+DUYDUG8QLYHUVLW\\HQOD2,( 8QHVFR*LQHEUD (V
autora de cuatro libros y de numerosos artículos sobre teoría de la educación.

NEGRO PAVÓN, Dalmacio


± &DWHGUiWLFRGH+LVWRULDGHODV,GHDV\)RUPDV3ROtWLFDVHQOD)DFXOWDGGH&LHQFLDV3ROtWL
cas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
– Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
± +DSXEOLFDGRQXPHURVRVDUWtFXORVHQGLYHUVDVUHYLVWDV\FRODERUDFLRQHVHQOLEURVFROHFWL
YRV\WUDGXFLGR\HGLWDGROLEURVGHFOiVLFRVGHOSHQVDPLHQWRFRPR+HJHO*RHWKH5DQNH
Marx, Tocqueville, etc.
± $XWRUGHYDULRVOLEURV\H[SHUWRHQODKLVWRULDGHOSHQVDPLHQWRSROtWLFRGHOOLEHUDOLVPR

NEUHAUS5LFKDUG-RKQ
– Presidente del Institute of Religion and Public LifeGH1XHYD<RUN
– Editor de la revista First Things: A Monthly Journal of Religion and Public Life.
± +DSXEOLFDGRYDULDVPRQRJUDItDV\QXPHURVRVDUWtFXORVVREUH¿ORVRItDGHODUHOLJLyQ¿OR
sofía política y Doctrina Social de la Iglesia.

ORTIZ DE LANDÁZURI, Carlos


– Doctor en Filosofía y profesor asociado de la Universidad de Navarra.
± +DSXEOLFDGRXQDPRQRJUDItDVREUH.DUO2WWR$SHO\YDULRVDUWtFXORVVREUH)LORVRItDGHOD
Ciencia y Filosofía Social.

ROYAL, Robert
– Vicepresidente del Ethics and Public Policy CenterHQ:DVKLQJWRQ'& 86$ 
– Autor de varias monografías sobre pensamiento político americano y sobre Doctrina So
cial de la Iglesia.

518
COLABORADORES

RODRIGUEZ LLUESMA, Carlos


– Doctor en Filosofía por la Universidad de Navarra, Master of Philosophy por la de Glas
gow y Master en Economía y Dirección de Empresas por el IESE.
± $XWRUGHGRVOLEURV\YDULRVDUWtFXORVVREUHDQWURSRORJtD\VREUH¿ORVRItDVRFLDO\GHOD
economía.

RUBIO DE URQUÍA, Rafael


– Catedrático de Teoría Económica en la Universidad Autónoma de Madrid.
± +DVLGRGLUHFWRUGHORV'HSDUWDPHQWRVGH7HRUtD(FRQyPLFDGHODV8QLYHUVLGDGHVGH=D
ragoza y Autónoma de Madrid.
– Es director del programa doctoral en Economía Teórica de ésta última universidad.
± 6XREUDFLHQWt¿FDSXEOLFDGDHQDUWtFXORVGHUHYLVWDPRQRJUDItDV\OLEURVWLHQHSRUREMHWR
la teoría económica –especialmente los fundamentos metodológicos y antropológicos de
la teoría económica y la teoría de los procesos asignativos complejos–, la teoría de la ac
FLyQKXPDQDODHFRQRPtDVRFLDO\OD'RFWULQD6RFLDOGHOD,JOHVLD

SANDERS, Karen
– Doctora en Ciencias de la Comunicación y profesora en el departamento de periodismo de
OD8QLYHUVLGDGGH6KHI¿HOG ,QJODWHUUD 
– Profesora visitante de la Universidad de Navarra.
± +DSXEOLFDGRXQHVWXGLRVREUHODLGHQWLGDGQDFLRQDOSHUXDQDGLYHUVRVDUWtFXORV\DFWXDO
mente investiga sobre el tratamiento de la corrupción política en los medios de comunica
ción.

SANTOS, Modesto
– Doctor en Filosofía y profesor de Ética en la Universidad de Navarra.
– Miembro de la Internationale Vereinigung für Rechts- und Sozialphilosophie, de la Aso
FLDFLyQ(VSDxRODGH)LORVRItD-XUtGLFD\6RFLDO\&RQVHMHURGHOD6XEFRPLVLyQ(SLVFRSDO
de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española.
± 9RFDOGHOD-XQWD'LUHFWLYD1DFLRQDOGHODSocietà Internazionale Tommaso d’Aquino.
± +DSXEOLFDGRYDULDVPRQRJUDItDV\DUWtFXORVVREUHWHPDVGHpWLFD¿ORVRItDPRUDO\'RF
trina Social de la Iglesia.

SISON$OHMR-RVp*
± 'RFWRUHQ¿ORVRItD\SURIHVRUGHeWLFD(PSUHVDULDO\6RFLRHFRQRPtDHQODUniversity of
$VLDDQGWKH3DFL¿F(Manila).
– Profesor visitante de la Universidad de Navarra e investigador Fullbright en Harvard
University.
± +DVLGRSURIHVRUGHO,(6(HQ%DUFHORQD+DSXEOLFDGRXQDPRQRJUDItDVREUHpWLFD\YD
rios artículos sobre ética empresarial.

519
SOCIEDAD CIVIL. LA DEMOCRACIA Y SU DESTINO

SPIEKER, Manfred
± &DWHGUiWLFRGH'RFWULQD6RFLDO&ULVWLDQDHQOD8QLYHUVLGDGGH2VQDEUFN $OHPDQLD 
– Editor de Politik- und Kommunikationswisenschaftlichen Veröffentlichungen der Görres-
Gesellschaft FRQ+DQV0DLHU+HLQULFK2EHUUHXWHU\2WWR5RHJHOH 
– Profesor visitante de la Universidad de Valparaiso, de la Universidad de Erfurt, de la de
9LOQLXV\GHOD*DEULHOD0LVWUDOGH6DQWLDJRGH&KLOH
– Autor de varios libros y artículos sobre problemas de los procesos de transformación en
los países postcomunistas y sobre el Estado social.

VELARDE, Caridad
± 'RFWRUDHQ'HUHFKR\SURIHVRUDGH)LORVRItDGHO'HUHFKRHQOD8QLYHUVLGDGGH1DYDUUD
± +DVLGRSURIHVRUDYLVLWDQWHHQODV8QLYHUVLGDGHVGH7RURQWR\2[IRUG
± +DSXEOLFDGRXQDPRQRJUDItDVREUH+D\HNRWUDVREUHHOOLEHUDOLVPR\YDULRVDUWtFXORV
VREUH¿ORVRItDGHOGHUHFKR\¿ORVRItDSROtWLFD

VIGNA, Carmelo
± &DWHGUiWLFRGHeWLFD\)LORVRItD0RUDOHQOD8QLYHUVLGDGGH9HQHFLDGRQGHKDIXQGDGR\
dirige el Centro Universitario per gli Studi sull'Etica (C.I.S.E.).
± +DSXEOLFDGRYDULDVPRQRJUDItDVVREUHpWLFDRQWRORJtD\¿ORVRItDPRUDO\SROtWLFD

520
COLECCIÓN FILOSÓFICA

1. LEONARDO POLO: Evidencia y realidad en Descartes (2.ª ed.).


2. KLAUS M. BECKER: Zur Aporie der geschichtlichen Wahrheit (agotado).
3. JOAQUÍN FERRER ARELLANO: Filosofía de las relaciones jurídicas (La relación en sí misma, las
relaciones sociales, las relaciones de Derecho) (agotado).
4. FREDERIK D. WILHELMSEN: El problema de la trascendencia en la metafísica actual (agotado).
5. LEONARDO POLO: El Acceso al ser (agotado).
6. JOSÉ MIGUEL PERO-SANZ ELORZ: El conocimiento por connaturalidad (La afectividad en la gno-
seología tomista) (agotado).
7. LEONARDO POLO: El ser (Tomo I: La existencia extramental) (2.ª ed.).
8. WOLFGANG STROBL: La realidad científica y su crítica filosófica (agotado).
9. JUAN CRUZ: Filosofía de la Estructura (2.ª ed.) (agotado).
10. JESÚS GARCÍA LÓPEZ: Doctrina de Santo Tomás sobre la verdad (agotado).
11. HEINRICH BECK: El ser como acto.
12. JAMES G. COLBERT, JR.: La evolución de la lógica simbólica y sus implicaciones filosóficas (ago-
tado).
13. FRITZ JOACHIM VON RINTELEN: Values in European Thought (agotado).
14. ANTONIO LIVI: Etienne Gilson: Filosofía cristiana e idea del límite crítico (prólogo de Etienne
Gilson) (agotado).
15. AGUSTÍN RIERA MATUTE: La articulación del conocimiento sensible (agotado).
16. JORGE YARCE: La comunicación personal (Análisis de una teoría existencial de la intersubjetivi-
dad) (agotado).
17. J. LUIS FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ: El ente de razón en Francisco de Araujo (agotado).
18. ALEJANDRO LLANO CIFUENTES: Fenómeno y trascendencia en Kant (2.ª ed.).
19. EMILIO DÍAZ ESTÉVEZ: El teorema de Gödel (Exposición y crítica) (agotado).
20. AUTORES VARIOS: «Veritas et sapientia». En el VII centenario de Santo Tomás de Aquino.
21. IGNACIO FALGUERAS SALINAS: La «res cogitans» en Espinosa (agotado).
22. JESÚS GARCÍA LÓPEZ: El conocimiento de Dios en Descartes (agotado).
23. JESÚS GARCÍA LÓPEZ: Estudios de metafísica tomista (agotado).
24. WOLFGANG RÖD: La filosofía dialéctica moderna (agotado).
25. JUAN JOSÉ SANGUINETI: La filosofía de la ciencia según Santo Tomás (agotado).
26. FANNIE A. SIMONPIETRI MONEFELDT: Lo individual y sus relaciones internas en Alfred North
Whitehead.
27. JACINTO CHOZA: Conciencia y afectividad (Aristóteles, Nietzsche, Freud) (2.ª ed.).
28. CORNELIO FABRO: Percepción y pensamiento.
29. ETIENNE GILSON: El tomismo (4.ª ed.).
30. RAFAEL ALVIRA: La noción de finalidad (agotado).
31. ÁNGEL LUIS GONZÁLEZ: Ser y Participación (Estudio sobre la cuarta vía de Tomás de Aquino) (3.ª
ed.).
32. ETIENNE GILSON: El ser y los filósofos (5.ª ed.).
33. RAÚL ECHAURI: El pensamiento de Etienne Gilson (agotado).
34. LUIS CLAVELL: El nombre propio de Dios, según Santo Tomás de Aquino (agotado).
35. C. FABRO, F. OCÁRIZ, C. VANSTEENKISTE, A. LIVI: Tomás de Aquino, también hoy (2.ª ed.).
36. MARÍA JOSÉ PINTO CANTISTA: Sentido y ser en Merleau-Ponty (agotado).
37. JUAN CRUZ CRUZ: Hombre e historia en Vico. (La barbarie de la reflexión. Idea de la historia en
Vico. Editado en la Colección NT) (agotado).
38. TOMÁS MELENDO: Ontología de los opuestos (agotado).
39. JUAN CRUZ CRUZ: Intelecto y razón. Las coordenadas del pensamiento clásico (agotado).
40. JORGE VICENTE ARREGUI: Acción y sentido en Wittgenstein (agotado).
41. LEONARDO POLO: Curso de teoría del conocimiento (Tomo I) (3.ª ed.).
42. ALEJANDRO LLANO: Metafísica y lenguaje (2.ª ed.).
43. JAIME NUBIOLA: El compromiso esencialista de la lógica modal. Estudio de Quine y Kripke (2.ª ed.).
44. TOMÁS ALVIRA: Naturaleza y libertad (Estudio de los conceptos tomistas de voluntas ut natura y
voluntas ut ratio) (agotado).
45. LEONARDO POLO: Curso de teoría del conocimiento (Tomo II) (4.ª ed.).
46. DANIEL INNERARITY: Praxis e intersubjetividad (La teoría crítica de Jürgen Habermas) (agotado).
47. RICHARD C. JEFFREY: Lógica formal: Su alcance y sus límites (2.ª ed.).
48. JUAN CRUZ CRUZ: Existencia y nihilismo. Introducción a la filosofía de Jacobi (agotado).
49. ALFREDO CRUZ PRADOS: La sociedad como artificio. El pensamiento político de Hobbes (2.ª ed.).
50. JESÚS DE GARAY: Los sentidos de la forma en Aristóteles.
51. ALICE RAMOS: «Signum»: De la semiótica universal a la metafísica del signo.
52. LEONARDO POLO: Curso de teoría del conocimiento (Tomo III).(3.ª ed.).
53. MARÍA JESÚS SOTO BRUNA: Individuo y unidad. La substancia individual según Leibniz.
54. RAFAEL ALVIRA: Reivindicación de la voluntad.
55. JOSÉ MARÍA ORTIZ IBARZ: El origen radical de las cosas. Metafísica leibniciana de la creación.
56. LUIS FERNANDO MÚGICA: Tradición y revolución. Filosofía y sociedad en el pensamiento de Louis
de Bonald.
57. VÍCTOR SANZ: La teoría de la posibilidad en Francisco Suárez.
58. MARIANO ARTIGAS: Filosofía de la ciencia experimental (3.ª ed.).
59. ALFONSO GARCÍA MARQUÉS: Necesidad y substancia (Averroes y su proyección en Tomás de
Aquino).
60. MARÍA ELTON BULNES: Amor y reflexión. La teoría del amor puro de Fénelon en el contexto del
pensamiento moderno.
61. MIQUEL BASTONS: Conocimiento y libertad. La teoría kantiana de la acción.
62. LEONOR GÓMEZ CABRANES: El poder y lo posible. Sus sentidos en Aristóteles.
63. AMALIA QUEVEDO: «Ens per accidens». Contingencia y determinación en Aristóteles.
64. ALEJANDRO NAVAS: La teoría sociológica de Niklas Luhmann.
65. MARÍA ANTONIA LABRADA: Belleza y racionalidad: Kant y Hegel (2.ª ed.).
66. ALICIA GARCÍA-NAVARRO: Psicología del razonamiento.
67. PATRIZIA BONAGURA: Exterioridad e interioridad: La tensión filosófico-educativa de algunas pági-
nas platónicas.
68. LOURDES FLAMARIQUE: Necesidad y conocimiento. Fundamentos de la teoría crítica de I. Kant.
69. BEATRIZ CIPRIANI THORNE: Acción social y mundo de la vida. Estudio de Schütz y Weber.
70. CARMEN SEGURA: La dimensión reflexiva de la verdad. Una interpretación de Tomás de Aquino.
71. MARÍA GARCÍA AMILBURU: La existencia en Kierkegaard.
72. ALEJO G. SISON: La virtud: síntesis de tiempo y eternidad. La ética en la escuela de Atenas.
73. JOSÉ MARÍA AGUILAR LÓPEZ: Trascendencia y alteridad. Estudio sobre E. Lévinas.
74. CONCEPCIÓN NAVAL DURÁN: Educación, retórica y poética. Tratado de la educación en Aristóteles.
75. FERNANDO HAYA SEGOVIA: Tomás de Aquino ante la crítica. La articulación trascendental de
conocimiento y ser.
76. MARIANO ARTIGAS: La inteligibilidad de la naturaleza (2.ª ed.).
77. JOSÉ MIGUEL ODERO: La fe en Kant.
78. MARÍA DEL CARMEN DOLBY MÚGICA: El hombre es imagen de Dios. Visión antropológica de San
Agustín.
79. RICARDO YEPES STORK: La doctrina del acto en Aristóteles.
80. PABLO GARCÍA RUIZ: Poder y sociedad. La sociología política en Talcott Parsons.
81. HIGINIO MARÍN PEDREÑO: La antropología aristotélica como filosofía de la cultura.
82. MANUEL FONTÁN DEL JUNCO: El significado de lo estético. La «Crítica del Juicio» y la filosofía de
Kant.
83. JOSÉ ÁNGEL GARCÍA CUADRADO: Hacia una semántica realista. La filosofía del lenguaje de San
Vicente Ferrer.
84. MARÍA PÍA CHIRINOS: Intencionalidad y verdad en el juicio. Una propuesta de Brentano.
85. IGNACIO MIRALBELL: El dinamicismo voluntarista de Duns Escoto. Una transformación del aris-
totelismo.
86. LEONARDO POLO: Curso de teoría del conocimiento (Tomo IV/Primera parte).
87. PATRICIA MOYA CAÑAS: El principio del conocimiento en Tomás de Aquino.
88. MARIANO ARTIGAS: El desafío de la racionalidad (2.ª ed.).
89. NICOLÁS DE CUSA: La visión de Dios (4.ª ed.). Traducción e introducción de Ángel Luis González.
90. JAVIER VILLANUEVA: Noología y reología: una relectura de Xavier Zubiri.
91. LEONARDO POLO: Introducción a la Filosofía (3.ª ed.).
92. JUAN FERNANDO SELLÉS DAUDER: Conocer y amar. Estudio de los objetos y operaciones del enten-
dimiento y de la voluntad según Tomás de Aquino (2.ª ed.).
93. MARINA MARTÍNEZ: El pensamiento político de Samuel Taylor Coleridge.
94. MIGUEL PÉREZ DE LABORDA: La razón frente al insensato. Dialéctica y fe en el argumento del
Proslogion de San Anselmo.
95. CONCEPCIÓN NAVAL DURÁN: Educar ciudadanos. La polémica liberal-comunitarista en educa-
ción (2.ª ed.).
96. CARMEN INNERARITY GRAU: Teoría kantiana de la acción. La fundamentación trascendental de
la moralidad.
97. JESÚS GARCÍA LÓPEZ: Lecciones de metafísica tomista. Ontología. Nociones comunes.
98. JESÚS GARCÍA LÓPEZ: El conocimiento filosófico de Dios.
99. JUAN CRUZ CRUZ (editor): Metafísica de la familia.
100. MARÍA JESÚS SOTO BRUNA: La recomposición del espejo. Análisis histórico-filosófico de la idea
de expresión.
101. JOSEP CORCÓ JUVIÑÁ: Novedades en el universo. La cosmovisión emergentista de Karl R. Popper.
102. JORGE MARIO POSADA: La física de causas en Leonardo Polo. La congruencia de la física filosó-
fica y su distinción y compatibilidad con la física matemática.
103. ENRIQUE R. MOROS CLARAMUNT: Modalidad y esencia. La metafísica de Alvin Plantinga.
104. FRANCISCO CONESA: Dios y el mal. La defensa del teísmo frente al problema del mal según Alvin
Plantinga.
105. ANA MARTA GONZÁLEZ: Naturaleza y dignidad. Un estudio desde Robert Spaemann.
106. MARÍA JOSÉ FRANQUET: Persona, acción y libertad. Las claves de la antropología en Karol
Wojtyla.
107. FRANCISCO JAVIER PÉREZ GUERRERO: La creación como asimilación a Dios. Un estudio desde
Tomás de Aquino.
108. SERGIO SÁNCHEZ-MIGALLÓN GRANADOS: La ética de Franz Brentano.
109. LEONARDO POLO: Curso de teoría del conocimiento (Tomo IV/Segunda parte).
110. CONCEPCIÓN NAVAL DURÁN: Educación como praxis. Elementos filosófico-educativos.
111. M.ª ELVIRA MARTÍNEZ ACUÑA: La articulación de los principios en el sistema crítico kantiano.
Concordancia y finalidad.
112. LEONARDO POLO: Sobre la existencia cristiana.
113. LEONARDO POLO: La persona humana y su crecimiento (2.ª ed.).
114. YOLANDA ESPIÑA: La razón musical en Hegel.
115. ÁNGEL LUIS GONZÁLEZ (editor): Las demostraciones de la existencia de Dios según Leibniz
(2.ª ed.).
116. JAVIER ARANGUREN ECHEVARRÍA: El lugar del hombre en el universo. «Anima forma corporis» en
el pensamiento de Santo Tomás de Aquino.
117. FERNANDO HAYA SEGOVIA: El ser personal. De Tomás de Aquino a la metafísica del don.
118. MÓNICA CODINA: El sigilo de la memoria. Tradición y nihilismo en la narrativa de Dostoyevski.
119. JESÚS GARCÍA LÓPEZ: Lecciones de metafísica tomista. Gnoseología. Principios gnoseológicos
básicos.
120. MONTSERRAT HERRERO LÓPEZ: El nomos y lo político: la filosofía política de Carl Schmitt.
121. LEONARDO POLO: Nominalismo, idealismo y realismo (2.ª ed.).
122. MIGUEL ALEJANDRO GARCÍA JARAMILLO: La cogitativa en Tomás de Aquino y sus fuentes.
123. CRISTÓBAL ORREGO SÁNCHEZ: H.L.A. Hart. Abogado del positivismo jurídico.
124. CARLOS CARDONA: Olvido y memoria del ser.
125. CARLOS AUGUSTO CASANOVA GUERRA: Verdad escatológica y acción intramundana. La teoría
política de Eric Voegelin.
126. CARLOS RODRÍGUEZ LLUESMA: Los modales de la pasión. Adam Smith y la sociedad comercial.
127. ÁLVARO PEZOA BISSIÈRES: Política y economía en el pensamiento de John Locke.
128. TOMÁS DE AQUINO: Cuestiones disputadas sobre el mal. Presentación, traducción y notas por
David Ezequiel Téllez Maqueo.
129. BEATRIZ SIERRA Y ARIZMENDIARRIETA: Dos formas de libertad en J.J. Rousseau.
130. ENRIQUE R. MOROS: El argumento ontológico modal de Alvin Plantinga.
131. JUAN A. GARCÍA GONZÁLEZ: Teoría del conocimiento humano.
132. JOSÉ IGNACIO MURILLO: Operación, hábito y reflexión. El conocimiento como clave antropológi-
ca en Tomás de Aquino.
133. ANA MARTA GONZÁLEZ: Moral, razón y naturaleza. Una investigación sobre Tomás de Aquino
(2.ª ed.).
134. PABLO BLANCO SARTO: Hacer arte, interpretar el arte. Estética y hermenéutica en Luigi Pareyson
(1914-1991).
135. MARÍA CEREZO: Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Crítica interna y problemas
de interpretación.
136. MARIANO ARTIGAS: Lógica y ética en Karl Popper. (Se incluyen unos comentarios inéditos de
Popper sobre Bartley y el racionalismo crítico) (2.ª ed.).
137. JOAQUÍN FERRER ARELLANO: Metafísica de la relación y de la alteridad. Persona y Relación.
138. MARÍA ANTONIA LABRADA: Estética.
139. RICARDO YEPES STORK Y JAVIER ARANGUREN ECHEVARRÍA: Fundamentos de Antropología. Un
ideal de la excelencia humana (5.ª ed.).
140. IGNACIO FALGUERAS SALINAS: Hombre y destino.
141. LEONARDO POLO: Antropología trascendental. Tomo I. La persona humana (2.ª ed.).
142. JAIME ARAOS SAN MARTÍN: La filosofía aristotélica del lenguaje.
143. MARIANO ARTIGAS: La mente del universo (2.ª ed.).
144. RAFAEL ALVIRA, NICOLÁS GRIMALDI Y MONTSERRAT HERRERO (editores): Sociedad civil. La demo-
cracia y su destino (2.ª ed.).
145. MODESTO SANTOS: En defensa de la razón. Estudios de ética (2.ª ed.).
146. LOURDES FLAMARIQUE: Schleiermacher. La Filosofía frente al enigma del hombre.
147. LEONARDO POLO: Hegel y el posthegelianismo (3.ª ed.).
148. M.ª ALEJANDRA CARRASCO BARRAZA: Consecuencialismo. Por qué no.
149. LÍDIA FIGUEIREDO: La filosofía narrativa de Alasdair MacIntyre.
150. TOMÁS MELENDO: Dignidad humana y bioética.
151. JOSEP IGNASI SARANYANA: Historia de la Filosofía Medieval (3.ª ed.) (agotado).
152. ALFREDO CRUZ PRADOS: Ethos y Polis. Bases para una reconstrucción de la filosofía política
(2.ªed.).
153. CLAUDIA RUIZ ARRIOLA: Tradición, Universidad y Virtud. Filosofía de la educación superior en
Alasdair MacIntyre.
154. FRANCISCO ALTAREJOS MASOTA Y CONCEPCIÓN NAVAL DURÁN: Filosofía de la Educación.
155. ROBERT SPAEMANN: Personas. Acerca de la distinción entre «algo» y «alguien».
156. M.ª SOCORRO FERNÁNDEZ-GARCÍA: La Omnipotencia del Absoluto en Leibniz (2.ª ed.).
157. IGNACIO FALGUERAS SALINAS: De la razón a la fe por la senda de Agustín de Hipona.
158. JAVIER ARANGUREN ECHEVARRÍA: Resistir en el bien. Razones de la virtud de la fortaleza en Santo
Tomás de Aquino.
159. SANTIAGO COLLADO: Noción de hábito en la teoría del conocimiento de Polo.
160. LUIS M. CRUZ: Derecho y expectativa. Una interpretación de la teoría jurídica de Jeremy
Bentham.
161. HÉCTOR ESQUER GALLARDO: El límite del pensamiento. La propuesta metódica de Leonardo Polo.
162. ENCARNA LLAMAS: Charles Taylor: una antropología de la identidad.
163. IGNACIO YARZA: La racionalidad de la ética de Aristóteles. Un estudio sobre Ética a Nicómaco I.
164. JULIA URABAYEN PÉREZ: El pensamiento antropológico de Gabriel Marcel: un canto al ser hu-
mano.
165. CARLOS GUSTAVO PARDO: La formación intelectual de Thomas S. Kuhn. Una aproximación bio-
gráfica a la teoría del desarrollo científico.
166. SALVADOR PIÁ TARAZONA: El hombre como ser dual. Estudio de las dualidades radicales según
la Antropología trascendental de Leonardo Polo.
167. FERNANDO INCIARTE: Liberalismo y republicanismo. Ensayos de filosofía política.
168. F. JAVIER VIDAL LÓPEZ: Significado, comprensión y realismo.
169. MARÍA DE LAS MERCEDES ROVIRA REICH: Ortega desde el humanismo clásico.
170. JUAN ANDRÉS MERCADO: El sentimiento como racionalidad: La filosofía de la creencia en David
Hume.
171. RAQUEL LÁZARO CANTERO: La sociedad comercial en Adam Smith. Método, moral, religión.
172. CRUZ GONZÁLEZ AYESTA: Hombre y verdad. Gnoseología y antropología del conocimiento en las
Q. D. De Trinitate.
173. JAIME ANDRÉS WILLIAMS: El argumento de la apuesta de Blaise Pascal.
174. LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT: Teorías aristotélicas del discurso.
175. MIKEL GOTZON SANTAMARÍA GARAI: Acción, persona, libertad. Max Scheler – Tomás de Aquino.
176. JOSÉ TOMÁS ALVARADO MARAMBIO: Hilary Putnam: el argumento de teoría de modelos contra
el realismo.
177. MIGUEL GARCÍA-VALDECASAS: El sujeto en Tomás de Aquino. La perspectiva clásica sobre un
problema moderno.
178. FRANCISCO XAVIER MIRANDA: La interpretación filosófica del cálculo infinitesimal en el sistema
de Hegel.
179. LEONARDO POLO: Antropología trascendental. Tomo II. La esencia de la persona humana.
180. JUAN CRUZ CRUZ: Fichte. La subjetividad como manifestación del absoluto.
181. FERNANDO INCIARTE: Tiempo, sustancia, lenguaje. Ensayos de metafísica. Edición de Lourdes
Flamarique.
182. LEONARDO POLO: Curso de teoría del conocimiento (Tomo IV) (2.ª ed.).
183. JUAN FERNANDO SELLÉS (ED.): Propuestas antropológicas del siglo XX, I (2.ª ed.).
184. VÍCTOR SANZ SANTACRUZ: De Descartes a Kant. Historia de la Filosofía Moderna (3.ª ed.).
185. JULIA URABAYEN: Las raíces del humanismo de Levinas: el judaísmo y la fenomenología.
186. SANTIAGO ARGÜELLO: Posibilidad y principio de plenitud en Tomás de Aquino.
187. LEONARDO POLO: Nietzsche como pensador de dualidades.
188. PATRICIA SAPORITI: Pascal y Kant. Pensar lo incognoscible.
189. JOSÉ MARÍA TORRALBA: Acción intencional y razonamiento práctico según G.E.M. Anscombe.
190. CRUZ GONZÁLEZ-AYESTA: La verdad como bien según Tomás de Aquino.
191. JUAN CRUZ CRUZ: Creación, signo y verdad. Metafísica de la relación en Tomás de Aquino.
192. ALEJANDRO NÉSTOR GARCÍA MARTÍNEZ: El proceso de la civilización en la sociología de Norbert
Elias.
193. ALEJANDRO G. VIGO: Estudios aristotélicos.
194. ÓSCAR JIMÉNEZ TORRES: Elementos de las ciencias demostrativas en Aristóteles.
195. JESÚS GARCÍA LÓPEZ: Escritos de antropología filosófica.

INICIACIÓN FILOSÓFICA

1. TOMÁS ALVIRA, LUIS CLAVELL, TOMÁS MELENDO: Metafísica (8.ª ed.).


2. JUAN JOSÉ SANGUINETI: Lógica (6.ª ed.).
4. ALEJANDRO LLANO: Gnoseología (6.ª ed.).
5. IÑAKI YARZA: Historia de la Filosofía Antigua (5.ª ed.).
6. MARIANO ARTIGAS: Filosofía de la Naturaleza (6.ª ed.).
7. TOMÁS MELENDO: Introducción a la Filosofía (2.ª ed.).
9. ÁNGEL LUIS GONZÁLEZ: Teología Natural (5.ª ed.).
10. ALFREDO CRUZ PRADOS: Historia de la Filosofía Contemporánea (2.ª ed.).
11. ÁNGEL RODRÍGUEZ LUÑO: Ética general (5.ª ed.).
13. JUAN CRUZ CRUZ: Filosofía de la historia (2.ª ed.).
15. GABRIEL CHALMETA: Ética social. Familia, profesión y ciudadanía (2.ª ed.).
16. JOSÉ PÉREZ ADÁN: Sociología. Concepto y usos.
17. RAFAEL CORAZÓN GONZÁLEZ: Agnosticismo. Raíces, actitudes y consecuencias.
18. MARIANO ARTIGAS: Filosofía de la ciencia (1.ª reimpr.).
19. JOSEP-IGNASI SARANYANA: Breve historia de la Filosofía Medieval.
20. JOSÉ ÁNGEL GARCÍA CUADRADO: Antropología filosófica. Una introducción a la Filosofía del
Hombre (2.ª ed.).
21. RAFAEL CORAZÓN GONZÁLEZ: Filosofía del Conocimiento.
22. MARIANO ARTIGAS: Ciencia, razón y fe (1.ª reimpr.).
23. J. LUIS FERNÁNDEZ Y M.ª JESÚS SOTO: Historia de la Filosofía Moderna (2.ª ed.).
24. MARIANO ARTIGAS: Las fronteras del evolucionismo.
25. IGNACIO YARZA: Introducción a la estética.
26. GLORIA MARÍA TOMÁS: Cuestiones actuales de Bioética.

También podría gustarte