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Por ejemplo, en Italia, además de la organización del Estado en sentido estricto^ (los
ministerios, las administraciones y las haciendas autónomas) forman parte de la administra
ción pública Entes públicos, Entes territoriales y locales, Entes hospitalarios. Entes paraesta
tales, Entes económicos: C a s s e s e , S., II sistema amministrativo italiano, op. cit. Se pueden
observar ramificaciones igualmente complejas también en muchos otros países occidentales;
véanse ¡as descripciones de las administraciones europeas en R í d e í y , F.. Government and
Administration in Western Europe, Oxford, Martin Robertson, 1979.
® M a y n t z , R.. y S c h a r p f , F., Policy-Making in the German Federal Bureaucracy, Ams
terdam, Elsevier Scientific Publications, 1975.
® T h o m p s o n , V ., Bureaucracy and the Modern World, M o r r is to w n , G e n e r a l L e a rn in g
Press, 1976.
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Burocracias públicas 389
perdido buena parte de su antigua credibilidad con el paso de los regímenes oligár-
quico-überales a regímenes de democracia de masas En la fase liberal la ilusión
del carácter «téciuco» y puramente ejecutivo de la burocracia estaba alimentada
por la homogeneidad política y la armonía de mtereses que existía entre la clase
parlamentaria y p b e rn a tiv a b u rp e s a y los altos funcionarios. Por otro lado, se
mantem'a que una burocracia vinculada a las disposiciones legales no poseía un
margen de autonomía de toma de decisiones suficiente para desarrollar un papel
políticamente significativo. Todo cambia con el advenimiento de las democracias
de masas. Cuando entran en la escena política los partidos socialistas y, aún más,
cuando dichos partidos asumen a lo largo de períodos más o menos largos el con
trol del gobiemo nacional, viene a menos la precedente homogeneidad política
entre las élites partidistas y las burocráticas. Se descubre entonces que las buro
cracias poseen formidables recursos para boicotear y hacer fracasar los programas
de gobiemo que les desagradan ®. Por otro lado, la creciente intervención estatal
en la econoinía que Ueva consigo la consolidación de las democracias de masas
empuja a la burocracia a asumir tareas de mediación entre el Estado y los gmpos
de interés (vinculados a los nuevos «programas de fines»). Estas tareas, por su
propia naturaleza, comportan un fuerte incremento de la autonomía y de la dis
crecionalidad burocrática.
Por último, el mito de la separación entre política y administración se pone
definitivamente en discusión por el reconocimiento de la existencia, en los sistemas
político-administrativos, de dos tipos de decisiones políticas; un prnner tipo, repre
sentado por aquel (limitado) conjunto de decisiones que por su importancia elec
toral y por su excepcionalidad (por ejemplo, decisiones en situaciones de crisis)
requiere la participación directa y activa de las élites político-partidistas (el minis
tro, el gobierno en su conjunto, los parlamentarios, los dirigentes de partido, etc,);
un se p n d o tipo, representado, por el contrario, por una gran cantidad de micro-
decisiones cotidianas que recaen en la expresión «decisiones de ratina» (aunque
en ocasiones de notable relevancia), las cuales, sumadas las unas a las otras, son
en realidad el componente claramente mayoritario de las deliberaciones que son
tomadas dentro de la maquinaria estatal. Todos los análisis empíricos confirman
que las burocracias casi siempre co-participan (junto a las élites político-electivas)
en la elaboración de las decisiones del primer tipo y, por lo general, elaboran
autónomamente las decisiones del se p n d o tipo.
La interacción entre el subsistema político-administrativo y el subsistema polí-
tico-partidista puede examinarse desde dos á n p lo s aquí definidos, respectivamente,
como la perspectiva «dualista» y la perspectiva de la «política burocrática».
Msta, además, los intentos de clasificar las estrategias de control sobre las burocra
cias adoptadas por las élites político-electivas, además de los posibles papeles que,
en los distintos regímenes políticos, pueden asumir las burocracias públicas.
Las dos estrategias clásicas de control consisten en la autorregulación burocrá
tica y en el spoils system *, En el primer caso el control depende de la existen
cia y de un esthos burocrático-profesional del cual forma parte el valor de la
imparcialidad política; la burocracia se limita a sí misma y acepta no usurpar las
competencias de los políticos de nombramiento electivo gracias a la interiorización
de valores profesionales En el se p n d o caso el control se a s e p r a mediante la
distribución de los papeles y de las tareas administrativas a los sep id o res del par
tido del gobierno. En su forma más extrema (Estados Unidos, en la primera mitad
del siglo xix) el spoils system presupone, naturalmente, la ausencia de una buro
cracia profesional.
Otro método consiste en el reclutamiento y en la selección de los cuadros buro
cráticos sobre bases particularistas; la élite .política se a s e p r a el control' sobre la '
burocracia pública colonizándola total o parcialmente. Con respecto al spoils
system, la diferencia consiste en que en este caso el reclutamiento sobre bases
políticas se obtiene transformando y haciendo de hecho inoperantes a los criterios
meritocráticos oficialmente en vigor, aunque por lo general una burocracia for
mada de este modo sigue siendo un cuerpo de profesionales mantenidos de forma
permanente. Por otro lado, mientras que el spoils system actúa de modo visi
ble y legal, el sistema de control clientelar es al mismo tiempo con frecuencia
invisible (o poco visible) e ilegal (aunque no necesariamente «ilegítimo» desde el
punto de vista de la cultura política). El prmcipal inconveniente del clientelismo
como sistema de control proviene del no-despido de los funcionarios: en cada
cambio de gobierno, los nuevos gobernantes se encuentran, de este mdo, rodeados,
además de por sus propios clientes, también por funcionarios hgados al partido
adversario. Una forma más blanda de clientelismo pohtico (la más difusa) es
aquella que actúa no sobre el reclutamiento (que s i p e confiado a criterios merito
cráticos) ni sobre la selección en los niveles medio-inferiores, sino sobre la com
posición de los niveles superiores de la jerarquía burocrática, promoviendo a
funcionarios políticamente de confianza y «purgando» a los funcionarios que care
cen de ésta. Una última m odahdad de control consiste en el empleo de funcionarios
políticos, es decir, de nombramiento político, con tareas de coordinación y de con
trol sobre la burocracia ordmaria: los equipos (staff) presidenciales estadouniden
ses, los gabinetes (cabinet) ministeriales franceses, los estratos de funcionarios polí
ticos en Canadá, en Suecia y también en otros países. En este caso el control no
actúa por la vía interna a la administración (como hacen el sistema de los despojos
y del chenteHsmo), sino por vías externas: se da vida a un estrato de funcionarios
sui generis (que pueden, o no, reclutarse en las filas de la burocracia ordinaria),
destituidos discrecionalmente por la clase poUtica en el gobierno, que tiene la tarea
de mediar entre el gobierno y los funcionarios de carrera y de controlar a los
se p n d o s a cuenta de los primeros. Varios análisis parecen mdicar que el empleo
de funcionarios políticos como estrategia de control político sobre las burocracias
es siempre más frecuente en Is países occidentales. En la mayor parte de los casos.
De diverso contenido son los análisis que se centran en los procesos de toma
de decisiones y que buscan valorar los recursos que, respectivamente, las burocra
cias y las clases poKtico-electivas poseen y pueden poner en juego las unas contra
las otras en tales procesos Los recursos de los que disponen las clases político-
electivas son, esencialmente, de tres tipos; i) la legitim idad, es decir, el hecho de
que la formula política democrática confía sólo a las clases político-electivas el
poder de toma de decisiones; ii) el control sobre el presupuesto del estado y, con
ello, sobre la distribución de las financiaciones indispensables para la burocracia;
üi) el poder legal de limitar, modificar o expandir las competencias de las diver
sas agencias.
Por su parte, las burocracias públicas controlan los siguientes recursos;
razgo, cuanto menos surcada está por divisiones y conflictos, tanto mayor es su
fuerza de choque y, por lo tanto, normahnente, es mayor su influencia sobre
la decisión final®.
■Entre los factores «exógenos» al sistema adm inistrativa que, sin duda, ejercen
mayor peso sobre sus relaciones con el sistema político-electivo se han señalado la
disposición institucional completa del sistema pohtico y el sistema de partidos.
Existe obviamente una gran diferencia si el estado es federal o bien unitario-
centrahzado, si el parlamento tiene poderes de control sobre la administración
amplios o bien restringidos, si éste representa o no un canal de transmisión de
los intereses alternativos a la burocracia, si, finalmente, el ejecutivo está relativa
mente cohesionado y controlado firmemente por el jefe del gobierno, o bien está
fragmentado en centros de poder semiautónomos. Sea cual sea el valor de la tesis,
con frecuencia repetida, según la cual los parlamentos nacionales han perdido en
todas partes peso a favor de los ejecutivos, es generalmente cierto que éstos ya casi
no poseen los mstrumentos para ejercer un control eficaz y contmuo sobre la buro
cracia estatal. Hasta el Congreso de los Estados Unidos, uno de los parlamentos
mejor dotados del mundo occidental, encuentra desde este punto de vista muchas
dificultades *. De aquí la tesis según la cual el problema del control pohtico de la
plantearse desde este momento sólo como problema que afecta a las relaciones
entre los gobiernos y las administraciones. Sui embargo, muchos anáhsis muestran
la dificultad que mcluso los gobiernos encuentran en el control pohtico de la
administración; por ejemplo, en la mayoría de los casos, el ministro depende casi
completamente de sus ahos funcionarios para todas las mformaciones relativas
a la actividad admmistrativa.
En general se mantiene que el control pohtico de la burocracia es tanto más
eficaz cuanto más cohesionado, menos fragmentado es el marco político-institu
cional. Desde este punto de vista, sin embargo, lo que realmente cuenta es el tipo
de sistema de partidos,“T dem ás de las características del partido de gobierno.
Por ejemplo, en Francia las transformaciones registradas en las relaciones entre
la éhte político-electiva y la élite burocrática en el paso de la Cuarta a la Qumta
Repúbhca no se debieron tanto a la transformación del régimen como, por el
contrario, mucho más, al cambio acontecido en el sistema de partidos; la forma
ción de un partido de gobierno dotado de una sólida mayoría parlamentaria (el
partido gaulHsta) fue, en los prhneros años de la Quinta Repúbhca, la innovación
decisiva en las relaciones entre las dos éhtes Las principales diferencias se refie
ren a la estabihdad de los gobiernos y a su carácter de coahción o bien monopar
tidista. En el caso de gobiernos monopartidistas estables, dotados de mayorías
parlamentarias cohesionadas (el caso británico, por ejemplo, en muchas fases de
su historia reciente), el control parece ser más eficaz. En el caso de gobiernos
de coahción inestables la competición entre partidos puede dar lugar a una acen
tuada «partición» de la administración, porque los partidos que forman la coali
ción, en su intento de superarse mutuamente, se ven empujados a ampliar su
propio control sobre el aparato administrativo mediante técnicas clientelares. O bien,
sobre todo cuando la inestabihdad de los gobiernos es muy pronunciada, se pued
crear un «vacío de poder» en la cima que contribuya a aumentar la esfera de
intervención y de mfluencia pohtica de la burocracia. Esta últhna es la tesis gene-
raímente mantenida (por ejemplo, por Dogan) ® para el caso de la Quinta Repú
blica: pero véase a Suleiman para una refutación convincente.
La teoría del «vacío de poder» según la cual la influencia política de la buro
cracia es inversamente proporcional a la fuerza, a la cohesión y a la capacidad de
hderazgo de las éhtes político-electivas, aunque muy difundida, ha sido sometida
a muchas críticas. En primer lugar, porque esta teoría tiende a simplificar excesi
vamente las relaciones entre la éhte burocrática y la éhte pohtico-electiva, relacio
nes que difícihnente pueden resumirse con una simple alternativa del tipo auto
nomía/dependencia. En muchos casos los que pertenecen a las dos élites (por
ejemplo, las comisiones del congreo estadounidense y la burocracia federal, los
ministros británicos y los altos funcionarios de sus ministerios, etc.) tienen un mte
rés común en cooperar, y por lo tanto resulta difícil al final establecer quién ha
ejercido una influencia mayor sobre el proceso de toma de decisiones. Por otro
' lado, cuando se dan conflictos y «lazos de hierro» entre las dos élites sus resultados
varían, por lo general, según una constelación de factores (comprendida la «coyun
tura política» y la naturaleza del problema en discusión). En segundo lugar, lo
que en muchos casos parece acertado es que a un hderazgo político débil no corres
ponde necesariamente una burocracia estatal fuerte (políticamente mfluyente). Por
ejemplo, en el caso estadounidense, una presidencia débü o debihtada da con fre
cuencia lugar también a un debihtamiento de la burocracia federal (con frecuencia
a favor del Congreso). En el caso brhánico en la posguerra, a la ausencia de un
«gobierno de p a r t i d o » n o se corresponde la formación de un «gobierno de la
crada». En Italia, el carácter de coalición inestable de los gobernos, la prolongada
debUidad del liderazgo político, la estructura fraccionada de los principales par
tidos dèi gobierno, no parecen haber abierto el camino a formas de «estado admi
nistrativo», o, por lo general, a un reforzamiento simétrico y proporcional del
«poder político» de la burocracia