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Kevin Hearne
Sinopsis
Liberados del destino, los dioses nórdicos Loki y Hela están listos para desatar el
Ragnarok, es decir, el Apocalipsis, sobre la tierra. Han hecho aliados en el lado
más oscuro de muchos panteones y hay una batalla mundial en gestación que al
antiguo druida Atticus O'Sullivan le resultará difícil sobrevivir, mucho menos
ganar.
Granuaile MacTiernan debe unirse a los inmortales Sun Wukong y Erlang Shen
en una pelea contra los Reyes Yama en Taiwán, pero descubre que hay mucho
más en juego de lo que pensaba.
Tomé una copa de vino con Galileo una vez. El sigue siendo uno de los mayores
ejemplos de grandeza del genio humano que haya visto en mis veintiún siglos de
vida, y uno de los más bravos. Piensa las bolas gigantes y peludas que tuvo que
haber tenido para levantarse contra la iglesia católica cuando ellos
rutinariamente derrotaban a los monarcas y mataban gente en nombre de su dios
(quien me dejo comprarle un trago de wiskey en Arizona una vez, por cierto, y
quien no se sentía particularmente glorificado por cualquier asesinato, mucho
menos los que se cometieron en su nombre). Mirar a toda la cristiandad y llamar
“mierda” a todo su geocentrismo a pesar de todas sus amenazas, tomó algunas
tripas de hierro. Y a él no le importo que nadie quisiera creerle al principio. —
Tengo las matemáticas, me dijo por encima de su copa. Haciendo gestos
mientras hablaba. Y los números son como este vino de buena cosecha que
estamos disfrutando. Verificable, observable, existiendo independiente de
nosotros, y sin importarle nada sobre la fe humana.
¡Hombre estelar, ese Galileo!, Ja, mis juegos de palabras siguen siendo
execrables, ¡Ay de mí!
Es una fortuna que yo tenga un amigo que es capaz de ayudarme a soportar esas
cargas y hacerme olvidar por un tiempo que están ahí.
<Así que dime más de tus planes para esta barra de carne y salsas, Atticus, > dijo
Oberón mientras colocaba su pata sobre un árbol vinculado en Tasmania antes de
cambiar a casa en Oregón.
—<¿Y las salsas? Habrá más de una sola clase, ¿correcto? >
—Uuhhmm, creo que estas equivocado, Oberón. Se supone que es “A cada uno
según su necesidad”
—<Bien, necesito que esa cita sea sobre carne, Atticus, así que lo arregle.>
Nos cambie a casa hacia nuestra cabaña cerca del rio McKenzie en el Bosque
Nacional Willamette, y Oberón inmediatamente le grito mentalmente a los otros
perros una vez llegamos.
<¡Eso suena como uno de los mejores inventos humanos desde el molinillo de
salchichas!>, añadió Orlaith, y ambos salieron saltando a través de la puerta de
perros para recibirnos, Orlaith arrastrándose porque está muy embarazada y
cerca de parir.
Tuve que pasar un tiempo babeado y tratando de satisfacer a tres perros con solo
dos manos mientras demandaban detalles sobre la barra de carne y salsas.
Confesé que no tenía suficiente información para proveer detalles.
—Lo es. Por lo menos en el tiempo que tengo. Tal vez podría ser un objetivo
para el escuadrón después. Pero ahora tenemos que limitarnos a lo que podamos
obtener en Eugene. ¿Esta Ernest aquí?
— Probablemente debería entrar a decir hola y estar seguro de que está bien que
Jack y Algy participen en este bufé. Pero después de eso, ustedes tres podrían
venir conmigo a Eugene para ir a comprar las carnes, ¿así ustedes pueden
aconsejarme en que traer?
—Ok, denme un minuto para hablar con Earnest. Después de confirmar que Jack
y Algy pueden participar cautelosamente del libertinaje cárnico, mis sabuesos se
montaron dentro de la pickup Chevy azul del 54 que adquirí durante la escapada
que Oberón había bautizado como —“La ardilla en el tren”. Oberón miro fuera
de la ventana trasera a la caja de la camioneta.
—<No estoy seguro de que haya suficiente espacio de carga para toda la carne
que vamos a necesitar, Atticus.
—<Yo no estoy prometiendo nada mas que un surtido de carnes y salsas. Y tal
vez una historia de un sabueso famoso para el camino, ya que estas muy
contento ahora. >
—Era Bingo.
—<¿Él tiene una historia?> —Orlaith movió su cabeza hacia mi cuando salimos
a la carretera. Estaba atestado en la cabina, los sabuesos casi no cabían y
Starbuck estaba sentado en mi regazo, todos inquietos con excitación. —<La
canción solo dice que Bingo era su nombre y eso es todo. >
—Oh, pero hay versiones anteriores de la canción, las que hablan de algunas
andanzas heroicas y conozco los detalles de ese heroísmo.
Bien, Bingo dejo de perseguir al zorro cuando escucho el disparo y se dio cuenta
que su humano había detenido sus gritos. Corrió de nuevo hacia Dughlas y trato
de despertarlo, inclusive babeando sobre su nariz, pero no estaba bien. Así que
salió disparado hacia la otra granja y ladró con fuerza hasta que algún humano
saliera, y entonces se mantuvo corriendo de ida y vuelta hasta que ellos se dieron
cuenta de que quería mostrarles algo.
Orlaith tenía preguntas. —<¿Cómo sabes todo esto? ¿Conociste a Dúghlas? >
—No, conocí a su hijo —el que tuvo con Kimberly— años después en América.
Cantidades de granjeros vinieron a través del océano durante la Acreditación de
Tierras Bajas, como ellos lo llaman ahora.
—<Atticus, estoy viendo algunas muy significativas paralelas aquí >– dijo
Oberón
—¿Lo estás?
—<¿Ves? ¡Yo soy como Bingo! Excepto que no tengo una canción sobre mí
todavía, y pienso que es una gran equivocación. ¡Tal vez podemos hacer una! >
¡S-A-L-S-A! ¡S-A-L-S-A!
¡S-A-L-S-A!
Earnest se lanzó una vez que llegamos a casa, y entonces teníamos cinco perros
a los pies en la cocina hasta que les demande que vaciaran el perímetro, donde
ellos pudieran babear y comentar sobre los olores sin estar tropezándonos.
Teníamos carne asada haciéndose, gallinas de Cornualles rostizándose,
salchichas curadas en seco para cortar, costillas en la parrilla, y cuatro diferentes
salsas hirviendo a fuego lento en la estufa. También teníamos pescado
cocinándose en jugo de limón para el ceviche, filetes de pez espada
compartiendo el espacio de la parrilla al lado de las costillas, y charcutería
rebanada delgada y en capas encima de tablones de cedro.
—<Oh, guao, Atticus, este es el mejor día de comida de siempre> – dijo Orlaith.
Limpiar fue un reto mayor, pero entre Earnest y yo lo hicimos, y me maneje para
tener algunas horas de sueño antes, dándoles a ellos unas caricias perezosas en
sus panzas en las tempranas horas de la mañana y besarlos en la cabeza y
decirles que eran amados. Me escurrí por la puerta trasera, aliviado de saber que
ellos estaban a salvo mientras yo comenzaba el trabajo de limpiar mi desastre.
Tenía nueve toneladas de albatros que remover de mi cuello.
Morrigan había sido menos que específica durante la visita que me hizo; solo
había dicho que Loki iba a actuar pronto pero no había dicho donde o cuando.
Necesitaba más detalles para contrarrestarlo efectivamente, y sabia precisamente
donde ir a buscarlos. El lanzado de varas no iba a ser tan específico como lo
necesitaba; necesitaba un vidente sin igual que pudiera leer detalles de mi futuro.
Mekera, la Tiromante, me había ayudado en un par de ocasiones anteriormente,
esperaba que pudiera hacerlo de nuevo.
Ella había estado viviendo recientemente en Emhain Ablach —uno de los nueve
planos irlandeses, y gobernado nominalmente por Manannan Mac Lir— ya que
la había ayudado a escapar de las atenciones de algunos vampiros. Esa amenaza
había terminado ahora, los vampiros en cuestión todos enviados a su muerte
final, y ella podría regresar a la tierra si así lo deseaba.
Ella ciertamente lo deseaba. Parecía un poco acosada cuando la conseguí. —
¿Qué tal?
—Uuhhmm, eso podría ser porque Manannan Mac Lir que ha abandonado sus
deberes como psychopomp, así como también Morrigan, así que los muertos
están yendo donde quieren y no donde deberían estar.
Sus hombros cayeron. —Por supuesto. ¿Qué es lo que quieres esta vez?
Yo te había dicho que el Ragnarok está por comenzar. Me gustaría saber cuándo
y como ocurrirá el primer ataque.
—Está bien. —ella respondió, su voz sin expresión. —Algo bonito y ligero
como de costumbre. ¿Dónde hacen grandes quesos en estos días?
La cara de Makera se ilumino. – Ah, ¿el queso de los franceses! Vayamos allá.
Pienso que me gustaría aprender de ellos y tal vez enseñarles una cosa o dos.
—¿Tú crees? —Ella lucia dudosa y su mirada vagó por las calles. Nos
encaminamos hacia un supermercado donde pudiera adquirir algunos utensilios
básicos para el hacer queso. —No veo a nadie que luzca como yo. Esto podría
ser una mala idea.
Sonreí, porque esperaba que tuviera una segunda opinión. —Vamos a la tienda y
a hacer el queso, al menos. Si no te sientes mas cómoda al final, te llevare a
cualquier otra parte.
Mekera accedió a eso, sus ojos y sus brazos alrededor de ella. Una vez dentro de
la tienda, sin embargo, con una cesta en sus manos, algo de su ansiedad social
drenó mientras su interés profesional se afianzó y buscaba los ingredientes.
También notó las caras de otros compradores que no eran blancos, e intercambio
pequeños asentimientos y sonrisas mientras pasaba. Pero en los productos
lácteos tuvo que hacer más que eso. Estaba mirando alrededor sacando unos
pocos cuartos de leche de cabra fuera del refrigerador cuando se volteó y
descubrió a una mujer vestida muy parecida a ella, en moda Eritea, vistiendo una
túnica ligera con un bordado negro y dorado desde la línea del cuello que caía en
línea vertical hacia abajo al centro de su estómago. Mekera estaba envuelta en
azules y negros, pero de otra manera ellas eran casi idénticas. El reconocimiento
brilló en sus ojos. La otra mujer, cuya piel era una sombra profunda con matices
fríos, como Mekera, habló primero.
—¿Eres de Eritea?
—Que le agradas
—¡No! quiero decir si, pero significa que ¡necesito tener un teléfono!
Tomamos nuestras compras hacia un hotel de largas estancias con una cocina y
lo rentamos por un mes. El acuerdo entendido sin palabras que tuvimos es que
ayudaría a Mekera a comenzará aquí —o en cualquier otro lugar— a cambio de
su tiromancia. Eso debería darle tiempo de transferir sus bienes y conseguir algo
un poco más permanente.
Jueves. El día de Thor. Por supuesto Loki escogería comenzar entonces. Eso es
solo a tres días.
—¿Por qué?
—No. No lo es.
Capítulo 2
Excepto que puedes limpiar la mierda si tienes el corazón y la mente para ello —
llámalo la Segunda Ley de Owen— y estoy orgulloso de mis aprendices ahora
por el trabajo que están haciendo.
Tasmania no cree que podamos esperar, y estoy a bordo con la idea. Estoy
pensando que estos nuevos Druidas van a ser los sanadores de Gaia sobre todo lo
demás, luchando siglos de humanos tornando todo en mierda. Me pregunto si
ellos tienen una ley elegante o nombre para el principio de que los humanos
arruinan todo por lucro. Tal vez eso sea solo capitalismo. Aun así, va a llevar
generaciones de Druidas para deshacer todo este daño.
Greta están conmigo y también la mayoría de los padres de los niños y todos
estamos sintiéndonos mejor sobre lo que estamos haciendo para ayudar. Ver a los
pequeñines curar los demonios de Tasmania me hace pensar que todo puede ser
sanado de alguna forma. Tal vez haya una forma de sanar la brecha entre Fand y
Brighid para que no tengamos que tener alguna otra guerra entre los Fae. Y tal
vez podamos suavizar las cosas entre los Fae y Siodhachan —menos probable,
pensé, ya que todavía es el maldito Druida de Hierro. Pero me conformare con
sanar la brecha entre él y Greta.
Hemos encontrado una madriguera con cinco demonios afectados en ella, uno de
ellos tan cerca de la muerte como uno puede estar sobre la línea. Me hice cargo
de ese, y los aprendices trabajaron en los otros. Casi terminamos cuando Greta
me dice que alguien viene; hay un susurro entre los helechos debajo del
eucalipto. Ya que estamos lejos de cualquier asentamiento, estoy pensando que
debe ser un montañista o un cazador, pero no es ninguno. Es Brighid, Primera
entre los Fae, viene por mí.
Está toda en armadura por alguna razón, el cabello rojo derramándose sobre las
hombreras, y me pone al borde. ¿Dónde es la batalla para la cual se vistió?
Espero no sea conmigo.
Hay un fae con ella, alto, delgado del tipo que ves en anuncios de ropa interior,
quien siempre se mira aburrido con ser tan guapo y deseable y tan poco vestido.
Salvo que está vestido, todo a la moda en su librea de corte plateado y verde con
un alto numero de hilos y una peluca empolvada con rizos a los lados de su
cabeza. Sin siquiera requerir de mi visión verdadera, puedo decir que está
cubierto en barreras mágicas, aún más poderosas que las de Brighid.
―Un placer encontrarte, Eoghan Ó Cinnéide,― dijo asintiendo una vez hacia
mí.
Él hace una reverencia derramando exceso de modales y dice con un ligero tono
musical, ―Muy encantado de conocerle, señor. Prefiero ser llamado Coriander,
si gusta.
―Claro. ―Le pido a Tulla, mi aprendiz más joven, terminar con la sanación del
demonio con quien estaba trabajando y que les dijera que volvería pronto.
Brighid y yo fuimos hacia los matorrales y el Heraldo Extraordinario flotaba
como tres pasos detrás.
―Me ha llamado la atención ―dijo Brighid― que uno de los dioses Nórdicos
trata de iniciar la versión de su panteón del apocalipsis. Lo llaman Ragnarok.
¿Estás familiarizado con eso?
―Sí. Pero con solo nosotros puede que no sea suficiente. Necesitamos que todos
los fae participen. Necesitamos a todos los Tuatha Dé Danann también.
―Es mi opinión, Owen, que solo tú puedes arreglar la grieta entre nosotros.
―Estaba justo pensando que alguien debía arreglar las grietas, pero no pensé
que tendría que formar parte de ello. Soy más del tipo que crea grietas.
―Perdóname, Brighid, pero no lo creo. Todos esos Fae y los hombres tejo de
Morrigan me cortaran antes de que enseñe mis dientes a Fand.
―Es por eso que estoy enviando a Coriander contigo. Nadie lo dañará o se
atreverá a tocar a alguien bajo su protección.
―Por todos los medios, Eoghan, siéntete libre de probar sus defensas si eso
calmará tus dudas.
―La mayoría de los Tuatha Dé Danann han contribuido de una manera u otra.
Represento un esfuerzo grupal. No puedo ser dañado o dañar, solo re-direccionar
algo disparado hacia a mí; yo por eso soy bienvenido donde sea en los nueve
planos, ya que no puedo ser usado con fines traicioneros.
―Ya veo. ¿Y si los hombres tejo me llevan a sus pequeños bosques leñosos y
seré empalado por mi costado, él puede prevenir que lo hagan?
―Precisamente.
Me volví hacia Brighid. ―Está bien, si voy, ¿Cómo sugieres que la haga
cooperar?
―Podrías dejar una oferta que creo encontrará muy atractiva, si no se enoja. ―Y
una vez me da los detalles, le preguntó cuando debo ir.
―Ahora, Eoghan. Voy a unir este eucalipto a Tír na nÓg mientras haces tus
despedidas.
Greta me espera, con los brazos cruzados y su cuello tenso por el estrés mientras
busca por mi cara. ―Maldición, ―dice―. Nos vas a dejar aquí, ¿verdad? Ya lo
puedo decir.
Me gruñe, ―¡Al diablo con el honor! Ese es el tipo de pensamiento que lleva a
la gente a morir. La muerte de Gunnar por su sentido del honor, y la muerte de
Hal por el sentido del honor de alguien más. No quiero que mueras por la misma
razón. Prefiero tenerte a ti intacto que a tu honor.
Ella suelta un bufido incrédula, luego para de respirar. ―¿En serio? ¿Estás
hablando del fin del mundo?
―Al pantano de Morrigan. Después de eso, no estoy seguro. Pero regresaré aquí
a terminar este trabajo cuando pueda ―o puedes empacar y volar de regreso a
los Estados Unidos. Seguramente no sé cuál es más seguro.
Me despido de los aprendices y de sus padres, y les digo que sigan con el buen
trabajo, y paso un poco de tiempo con cada aprendiz.
Thandi se preocupa de que ella olvide todo cuando me vaya, porque encuentra
algo de qué preocuparse en toda situación. Su padre, Sonkwe, es tan paciente y
gentil con ella que creo que este es un comportamiento recién causado por la
partida de su madre. Ella verá su fuerza pronto.
Ozcar estará bien siempre y cuando sus padres lo estén. Él los va a revisar para
ver cómo están tomando mi partida, y ya que parecen despreocupados,
simplemente me dice que me cuide y que ellos harán lo mismo.
Tulla me pregunta si podrá aprender algo más acerca de las plantas mientras no
esté. Curar demonios está bien, pero ella está realmente fascinada por las flores y
los arboles y hacer crecer cosas.
―¿En verdad?
―Rocío de sol seguro, tal vez muchas más. Pregúntale sobre ellas.
―¡Lo haré!
―Bien. Amo esto. ―Me muestra una sonrisa con dientes separados antes de
regresar su atención al demonio que está sanando, y ya soy olvidado.
Mis despedidas con los aprendices terminan, Greta me sostiene por la cara,
ambas de sus manos en mi barba, e inclina su frente contra la mía. ―Regresas a
mí, Osito.
―Puedes estar segura de que ese el plan, amor. ―Realmente no quiero dejarla, o
a cualquiera de ellos. Esta tontería suena como el tipo de tonterías en las que
Siodhachan se sigue metiendo. Tal vez esta es la forma en la que será ahora,
siendo uno de los pocos Druidas que quedan en lugar de uno de muchos: Todo es
una emergencia. Le doy a Greta una especie de beso que dice que quiero retomar
donde lo dejamos, y prometo una buena carrera por el bosque cuando regrese.
Brighid está terminando cuando me reúno con ellos. ―Está bien, Andy, ―le
digo al heraldo―. Vámonos.
―Coriander, señor. ―Le lanza una mirada suplicante a Brighid, pero ella se
mira divertida, y se ríe de él.
―¿Qué tal Gilipollas? Aye, ese lo hará. ―Él no tiene una barrera contra mí
llamándolo por el nombre equivocado. Sé que me hace un estúpido cabrón, pero
él es mucho más presumido de lo que puedo soportar. Además, tengo que
obtener todas las rebanadas de entretenimiento que pueda de esta situación.
Estoy bastante seguro de que la Primera Ley de Owen está a punto de hacerse
cumplir.
Capítulo 3
No lo sé: ¿los vampiros tienen mocos? Leif finalmente admitió que ellos hacían
como algún tipo de caca —o, más exactamente, excretaban de la manera más
desagradable posible pero tal vez estoy dando por sentado demasiado sobre lo de
los mocos.
Maciej está demasiado asustado como para sentir mucho más que sorpresa, sin
embargo. —¡Oh, hola!, —dice en polaco, y estoy segura de que Flidais no lo
habla. —Tienes tatuajes como los de Granuaile. O los que solía tener.
La palabra polaca para tatuajes es casi idéntica al inglés, y eso, combinado con
su señalamiento de sus tatuajes druídicos y luego mi brazo, es suficiente para
que Flidais los asocie.
—Sí, hola, mis tatuajes son como los de ella —dice en inglés, luego sus ojos se
vuelven hacia mí. —Hola, Granuaile. Quisieras, espera—¿qué pasó con tus
tatuajes?
No respondo en inglés porque no sería bueno que Maciej oyera. Utilizo irlandés
antiguo en su lugar. —Bienvenida, Flidais. Todavía los tengo. Están justo debajo
de una bonita capa mágica que las Hermanas de las Tres Auroras me dieron.
Recibí demasiados comentarios sobre ellos y eran una distracción.
— Wyglądamy podobnie, ale nie jest moją siostrą. Ma na imię Flidais i jest
naprawdę niebezpieczna, mówię serio. Zobaczysz—potrafi naprawdę zepsuć
człowiekowi dzień, kiedy ktoś ją wkurzy. Nie chcę tylko, żebyś to był ty, dobra?
Maciej asiente pero pide aclaración. — Dobra. Więc mam z nią w ogóle nie
gadać?
—¿Mortal?
—Lo que sea que tengas más cercano a algo que Goibhniu hubiera preparado —
dice ella.
—Aquí está —le digo, y lo dejo sobre un posavasos. —Es genial verte. ¿A qué
debo el honor?
—Tengo un mensaje para ti de Brighid, pero eso puede esperar. Ésto no. —Ella
toma los 600cc de cerveza negra y se lo traga de una vez. Al final, tanto Maciej
como yo nos quedamos boquiabiertos. —Ahhhh, —dice Flidais, dejando caer el
vaso vacío sobre la barra, con un fino bigote de espuma en el labio superior. —
Eso fue sorprendentemente satisfactorio. Otra. —Ella contacta mis ojos verdes
con los de ella, y reconozco la expresión en el espejo de cada vez que siento que
podría matar algo.
Si hubiera sido otra persona, le hubiera dicho que no. Hubiera tenido que decir
que no; un litro y cuarto de cerveza en dos minutos la iban a golpear bastante
pronto, y no es como si se tratara de una golosina estadounidense diluida y
producida en masa. Esa cerveza stout tiene un vigoroso 11.2 de graduación
alcohólica. Pero, como yo, Flidais puede curar el veneno del alcohol en
cualquier momento que lo desee. Por lo tanto, debe beber por un fin y ha
acudido a mí para ayudarla a lograrlo. Mi deber es claro. Pero las deidades ebrias
son bastante infamosas por el daño colateral. No quiero ver a Maciej —ni a
nadie realmente— lastimado por lo que sea que la preocupe. Y eso podría ser
casi cualquier cosa en estos días, con la agitación en los planos Fae.
Normalmente Flidais es un tipo de soldado incondicional, basado tanto en lo que
he visto como en lo que Atticus me ha contado. Ella es totalmente leal a Brighid,
incluso tomando el lado de Brighid contra su propia hija, Fand. Pero tiene
temperamento veleidoso y cualquier lectura de sus emociones que tome en un
instante puede ser nula e inválida al siguiente. Atticus dice que lo de Flidais es
que nunca se sabe si va a querer pelear o follar. A veces, son las dos cosas.
Simplemente hay que andar con cuidado, tener en cuenta sus modales y estar
preparado para cualquiera de los dos.
—Por supuesto que sí. Flidais bebe su tercera pinta y exige otra con una voz
absolutamente sobria, y es en este punto que Maciej comienza a parecer un poco
asustado. Puedo ver que una parte de él quiere irse, pero su deseo de ver qué
pasa después lo mantiene firmemente plantado en su asiento.
Pinta cuatro. Flidais curva su mano alrededor de ella, se encorva un poco, y solo
ahora, parece, la mecerá y me contará qué pasó. Pero primero da un eructo que
es largo y robusto, apoyando y sosteniendo la nota del diafragma como un
cantante entrenado. Maciej casi se desmaya.
—No, —digo. Tengo tantas preguntas y puedo ver que Maciej también las tiene,
pero el trabajo número uno aquí es tranquilizar, y echo una mirada de
advertencia a mi cliente habitual. Si abre la boca ahora, no terminará bien para
él. —No puede ser tu culpa.
—Tú…lo hiciste?
—Yup. Uh-huh.
—Bueno, el hada que robó su trueno, yo sabía que ella iba a hacer eso. ¡Y sabía
que él iba a recuperarlo! Porque soy una cazadora. Cazo mierda, ¿verdad?
Incluyendo hadas. Perfectamente seguro. Matarla —Flidais baja el puño tan
fuerte sobre la barra que la madera se astilla y Maciej se estremece— y él
recupera su trueno. Eso es exactamente lo que sucedió. Tenía un plan y ese plan
funcionó, en su mayoría. —Levanta el puño y mueve un dedo hacia mí— Pero
fíjate, no se lo conté a él primero.
—¡Oh!.
Maciej traga saliva y desliza sus ojos hacia mí como señal. Le doy un ajustado
asentimiento.
—Puedo... ver cómo lo harían, se las arregla para decir en español. Flidais se ríe,
sus ojos lo evalúan, y rápidamente me adelanto antes de que pueda llevarlo más
lejos, usando deliberadamente irlandés antiguo.
Eso atrae su atención hacia mí. —¡No! Dijo que la había pasado bien conmigo,
pero ahora el tiempo se había terminado. Levanta su mano izquierda en el aire y
sus dedos revolotean en él. —Voló de regreso a Rusia o a algún lugar eslavo, no
sé. Y sucedió tan rápido que ni siquiera entendí lo que había hecho mal. Todavía
estaba parada allí, pensando. Hice lo correcto porque esa hada había estado
violando los tratados con los escoceses, y fue solo el resultado es lo que
importa... pero se había ido. No tuve tiempo de procesarlo, de salir de mi
estúpida cabeza y mirar lo que había hecho desde su perspectiva. Yo no... ni
siquiera pude decir que lo sentía.
Me inclino sobre la barra, me acerco lo más que puedo sin tocarla, y digo: —Si
todavía quieres decirle que lo sientes mañana o dentro de cien años, vas a tener
esa oportunidad. Porque vas a estar rondando. Y tal vez cuando se lo digas te
perdonará y va a estar bien. Y si no hay perdón, entonces seguirá estando bien,
porque habrás hecho lo correcto: él se merece esa disculpa. Y, mientras tanto,
hay cerveza, sangre y las canciones de los bardos, un gran ancho mundo en el
que vivir y también todos los planos.
Flidais asiente, una lágrima escapa y corre por su mejilla, y ella levanta su vaso.
—Cerveza —dice, y retrocedo, horrorizada, mientras ella bebe esa cuarta pinta,
tambaleándose en su asiento mientras lo hace. He cometido un terrible error. Le
lanzo mi mano a Maciej y le susurro con urgencia en polaco para que corra.
Gracias a los dioses de todos los panteones que él confía en mí. Maciej se desliza
de su taburete y retrocede hasta la puerta, mirando atentamente a Flidais. Y a
medida que él se aleja y la diosa de la caza deja su vaso de forma inestable y se
cae, sus habilidades motoras se deterioran rápidamente, un timador se mueve
hacia la izquierda y le ofrece comprarle otra bebida. Incluso le pone una mano
en el hombro. Cada palabra que dice está en polaco, pero eso no importa. Su
tono es condescendiente. Él es claramente un depredador. Y por amar la poesía y
la aliteración y todas las formas en que las palabras pueden sonar deliciosas
cuando están enganchadas, sin pensarlo le he dado a Flidais el peor consejo
posible.
—Si me perdonas, creo que deberíamos haber discutido tus objetivos un poco
antes. Esperaba no tener un altercado en absoluto. Voy a tener que cambiar el
letrero en la parte de atrás a DÍAS SIN ALTERCADOS: 0
Flidais me escucha, pero no le importa, porque los amigos del hombre se han
movido del lugar donde habían estado mirando para arrojarle algunos epítetos
polacos. No puede entenderlos, no estoy segura de entender la mitad de ellos,
pero puede leer sus posturas agresivas lo suficientemente bien. Ella sonríe, se
sienta y les hace señas para que avancen. Son tres, ninguno especialmente en
forma, y creo que al menos uno de ellos es consciente de ello. Pero dos se lanzan
hacia adelante, incapaces de resistir un buen aguijón, y mis gritos de súplicas de
que abandonen son ignorados. Flidais los detiene con una ráfaga de golpes
rápidos en la cara, y cuando levantan sus manos, ella retoma severamente sus
ingles con un poderoso puño a sus penes. Se desparraman como repollo en agua
hirviendo y para colapsar sobre su amigo inconsciente. El tercero decide
prudentemente conservar su paquete de procreación y pedalea hacia atrás en la
multitud del bar, que ahora está horrorizada y mirando fijamente.
—Bien, ahora realmente, hablemos. Tenemos que irnos antes de que la policía
llegue aquí.
—¿Te sientes mejor?, —le pregunto mientras me muevo hacia mi casillero y giro
la combinación en mi candado.
Los cerrojos hacen clic, abro la puerta, desabrocho mi báculo de la parte de atrás
de la taquilla y lo saco.
Gracias a los dioses de todos los panteones, ella me sigue por la puerta de atrás
hacia un callejón oscuro. Oímos las sirenas acercarse y conduzco a Flidais a Pole
Mokotowskie, el gran parque en el centro de Varsovia donde podremos encontrar
mucha privacidad y un árbol vinculado si es necesario. Se ríe cuando tocamos el
césped, sintiéndose segura otra vez con la tierra debajo de sus pies.
—Esa no fue una pelea justa —admite— pero de alguna manera me siento
mejor.
—Espero que tengas una excelente razón para haber venido a mi bar y hacer que
me despidan.
—Por muchas razones. Para aprender polaco. Para hacer dinero. Para atraer a los
vampiros a fin de que pueda desligarlos.
—¿Vampiros?
—Eso es lo que dije, sí. Hicieron un tratado con nosotros y se suponía que ya
estarían fuera de Polonia. Pero se han negado a irse por culpa de un tal Kacper
Glowa.
—Sí.
—Lo buscaré por ti. ¿Dónde fue visto por última vez?
—Nunca lo he visto, pero puedo llevarte a uno de sus nidos. ¿Puedo preguntar
qué te trajo a mi bar esta noche? ¿Algo sobre un mensaje de Brighid?
Hay un álamo negro atado en el parque que usamos para cambiar a una colina
boscosa sobre Cracovia, y siento una sonrisa extenderse por mi rostro mientras
las dos correteamos a una de las casas de seguridad de Kacper Glowa. Había
cuatro de ellas dispersas alrededor de una cuadra, cada una con una escalera
oculta que conducía a un impresionante complejo subterráneo. No hay nada
aburrido en ser un Druida. El período de estudio es largo e intenso, pero la
recompensa es tremenda: más temprano estaba sirviendo cervezas y ahora estoy
cazando vampiros con una diosa.
—Sí. Thralls también, y espacio para más. Glowa es dueño de todo esto, pero no
estuvo aquí él mismo cuando lo atacamos.
—Normalmente tengo mis propios sabuesos para ayudarme con esto —dice ella,
quitándose el chaleco— pero en este caso tendré que hacerlo yo misma.
La cazadora toma otro circuito por el complejo, con la nariz hacia abajo y
olisquea a medida que avanza. Ella tiene que estornudar varias veces. Me
imagino que las polvorientas células de la piel de los muertos vivientes deben ser
irritantes para la nariz. Ciertamente no quiero cambiar a un jaguar para
descubrirlo.
Pasa un tiempo excesivamente largo en una habitación particular, que sirve como
biblioteca. Las estanterías de cerezo oscuro se alinean en las paredes, algunas de
ellas ahora salpicadas de sangre. Los sillones tapizados en cuero se agachan
junto a las mesas barnizadas. Solían tener lámparas vintage Tiffany en ellas, pero
ahora están hechas añicos en el piso, fragmentos de colores del pasado. Aprecio
el olor de la habitación con mis sentidos humanos no mejorados: tabaco de pipa
y papel viejo.
Reviso algunos de los títulos que tienen en las estanterías, y no pasa mucho
tiempo antes de que mi mandíbula se caiga. Tienen primeras ediciones de los
mejores de Polonia. Dudo en tocar el Chłopi de cuatro volúmenes de Władysław
Reymont, que ganó el Premio Nobel en 1924, pero no por mucho tiempo: no me
puedo resistir. Y una vez que cambio a la página de título del volumen uno y veo
que está firmado, mi cabeza flota con el tesoro y me invade la tentación de
robarlo. Una vieja melodía de Jane's Addiction comienza a reproducirse en mi
cabeza.
Ella vuelve a ser humana, se lleva un dedo a los labios y sacude la cabeza para
asegurarse doblemente de que sepa que tengo que callarme. Asiento con la
cabeza y me siento en el pasillo mientras se viste, mirando nuestro rastro desde
la biblioteca. No habría ninguna razón para callar si alguien no estuviera aquí.
Nadie viene, sin embargo, y no escucho nada.
Flidais recoge su arco y carcaj y hace un gesto para que regresemos al piso de
arriba. Ella quiere que vaya primero, sin embargo; coloca una flecha en su arco y
retrocede lentamente las escaleras, mirando nuestra retaguardia. Eso me da un
escalofrío.
—Todavía no, —susurra. La sigo afuera y ella nos lleva hasta la cuadra antes de
detenerse, arrodillarse y hablar en voz baja en irlandés antiguo.
—Pensamos que éramos minuciosos. Estoy seguro de que Leif también lo fue.
—¿Qué habitaciones?
Entonces debe haber algún tipo de palanca de Scooby-Doo que abra un pasaje
secreto.
—¿Qué es Scooby-Doo?
—Entonces, ¿Es lo que estamos haciendo? ¿Vamos a bajar allí y matar a los
muertos vivientes?
—Bueno. Estoy lista para eso. Pero antes de irnos, realmente me gustaría
escuchar el mensaje de Brighid.
—Sí.
—Esa puede ser, de hecho, la razón detrás de lo que están haciendo, pero puede
no ser ligero. Podría ser una endemoniada gran pelea. ¿Solo tú y yo contra quién
sabe qué?
—Bueno, alguien sabe qué, o al menos se supone que tiene una idea justa.
Vamos a ir a verlo primero. Me han dado instrucciones y contraseñas y una fruta
rara la Isla de Avalon de Manannan Mac Lir.
—No bromeo. Es a quien se supone que debemos ver. ¿Por qué lo conoces?
Esperé casi todo el día, mi piel cocinándose lentamente entre las rocas, y me
pregunté si no había estado perdiendo mi tiempo. Ya había hecho un par
llamadas antes de venir, pero no era como si no tuviera otros preparativos que
hacer. No podía permitirme esperar más allá del atardecer y tuve que curarme
varias veces las quemaduras solares.
Llegó a última hora de la tarde, la más calurosa del día, sus jeans y botas
tapizados de polvo rozaban la roca, traía una simple camiseta negra ajustada y un
sombrero vaquero descansando sobre su largo cabello negro.
—Muchas gracias.
—No actúes como si fuera una noticia. Él siempre ha sido tu mejor mitad.
—Bueno, maldita sea de nuevo. Esa era la única otra razón para venir. Supongo
que ya no tengo por qué estar aquí.
—Coyote, por favor, dije mientras se daba la vuelta para irse. —¿Puedo pedirte
unos minutos? Podría llevar a una buena discusión. Incluso podrías ganarla.
Se detuvo, giró con un crujido bajo los tacones de sus botas, y me miró con los
labios fruncidos. Después de un largo silencio en el que me sostenía la mirada
como si fuera un concurso, finalmente respondió, —¿Sabes cómo convencerme,
no es así, Señor Druida? Sabes que no puedo resistir discutir con un hombre
blanco.
—Necesito tu ayuda.
—Bueno, entiendo eso, Señor Druida, enserio lo hago. Entonces espero que
entiendas cuando digo que tenemos que limitar nuestras muertes por causas del
hombre blanco.
—Pero tú no mueres.
—Oh, yo muero, bien. Creí haberlo dejando en claro antes. El hecho de que
siempre regrese no significa que no muera. Mi gente muere también. Pero aun
aguantamos. Involucrarnos en esto de lo que estás hablando, no suena como la
mejor forma de seguirlo haciendo. Imagino que lo mejor que podemos hacer, ya
que todos se han olvidado de nosotros, es dejarlos pelear y luego disfrutar de la
paz posterior.
—Bueno. Suena justo. No creo que sean dejados solos o que haya mucha paz
después si no logramos detenerlo, pero veo que ya has tenido tu buena porción
de luchadores que creen que el mundo es suyo para tomar. Eso es legítimo.
—Oh bueno, muchas gracias por validar mis sentimientos, Señor Druida.
Realmente esperaba que lo hicieras. Dormiré bien esta noche. Normalmente
tengo que tomar píldoras de melatonina como si fueran dulces, tú sabes, porque
ningún hombre blanco me ha dicho recientemente que estoy bien.
—¿Qué tipo de ayuda piensas que puedo darte, Señor Druida? No soy un
poderoso guerrero que va a entrar ahí y dirigir a las tropas hacia la batalla o lo
que sea.
—¿Qué? ¿Estás hablando de esa mujer mitad muerta que se apareció para
reclutarte aquí una vez y por la que Frank Chischilly convocó al Asesino de
Monstruos?.
—Es ella. Es la diosa Nórdica del inframundo, la hija de Loki. Y ella puede
levantar a los muertos. Así que una vez que empiecen a matar, podrán ir
añadiendo hombres a su armada, y puedes ver como eso se saldrá de control
rápidamente. Eliminar a Hel es la clave para mantener la pelea manejable,
aunque sea apenas.
—Si ella puede levantar a los muertos, ¿no podría levantarse a sí misma si la
mato?
—Bueno, no. Porque tiene que estar viva para hacerlo, y en este caso hipotético,
gracias a ti, estaría muerta. Ella aun reinaría el inframundo y tendría una
existencia ahí, pero, como Morrigan, ella sería una sombra de su antiguo ser. No
sería capaz de manifestarse en Migdard de nuevo a tiempo para hacer una
diferencia en el Ragnarok.
—Huh. ¿Va a estar pisoteando todos sus doce pies de altura y apestando como
un pollo crudo echado a perder?
—Puede ser, pero también podría estar disfrazada. ¿Puedes ver a través de esos
cierto?
Coyote sonrió. —Sí, sé una cosa o dos sobre disfraces, Señor Druida.
—Bien.
—Supongo que tienes otros lugares donde estar, otros hombres que ver.
—Los tengo.
—Tal vez, Señor Druida. Pero probablemente no. Aun así, dale a tu perro mis
saludos.
Capítulo 5
Solo yo tengo que vadear el pantano. Coriander flota sobre él, y lo hace un
poquito delante de mí para que pueda ver lo fácil que es para él. Le murmuro
maldiciones y él sonríe, disfrutándolo.
A mitad de camino, con las piernas pegajosas y todas cubiertas de limo, veo a
algunos muchachos erguidos con el cabello salvaje acercándose en la distancia.
Un poco más cerca y veo que no son muchachos. Tienen espadas y ojos muertos.
Corteza en lugar de piel. Un conjunto móvil de raíces en lugar de pies,
empujándolos a través del pantano como si fueran zancos. Hombres tejo.
—No puedo hacer más que abordarlos, señor. Soy incapaz de instigar la
violencia.
—Date un poco de crédito, muchacho. Solo ve a hablar con ellos y apuesto a que
intentan matarte.
—Lo sé, soy un verdadero bastardo. Pero como dije, sálvame el culo y me
tomaré la molestia de usar cuatro sílabas. Quiero que flotes justo en frente de mí,
¿entendido? Solo un poco a la izquierda, porque parece que son diestros. Vamos
a dejar que tomen la delantera y voy a contraatacar. Acelera conmigo ahora,
estamos flanqueando a su izquierda, haz que se ajusten... sí.
Me muevo hacia la derecha y los hombres tejo tienen que responder. No hay
forma de que pueda permitir que me rodeen; no tengo una defensa contra las
espadas provenientes de todas direcciones. Si me muevo, golpeo y me muevo de
nuevo, podré sobrevivir y escapar de ellos una vez que haya pasado.
Simplemente cambiaría a una cometa y volaría sobre ellos si no fuera porque
tres de ellos tienen arcos, esperando precisamente eso. Tendré que asegurarme de
que el heraldo me cubra el culo si logro pasar la falange de allí.
Durante unos seis segundos, creo que tal vez los superaré. Y luego encuentran
velocidad en alguna parte, o simplemente no tienen problemas con el musgo
como yo, y toman un buen ángulo. Van a tratar de atacarme.
El líder lanza una de sus largas ramas en forma de brazo frente a mí, muy cerca
del suelo, y es una buena estratagema: hacerme caer en este lodo y
probablemente no me podre levantar otra vez. Pero lo veo venir y espero un
poquito, dejando que Coriander flote en él lugar primero, y esas barreras
cinéticas hacen el truco. La rama rebota en ellas y aleja al hombre tejo. Pero
reducir mi velocidad así tiene su costo.
—¿Sabes qué tan enojada estará Brighid si me dejas morir? Digo, tratando de
mantener mi velocidad.
Sin embargo, mientras habla, dos de los hombres tejo hacen contacto incidental
con Coriander cuando tratan de alcanzarme, y ambos son expelidos como si un
huracán los hubiese desarraigado.
Ese grueso brazo que se ramifica con sus dedos afilados se desprende de nuevo y
me detengo, dejándolo pasar frente a mí. Una garra me araña el pecho y un rayo
de flechas de los arqueros pasa frente a donde iba a estar, dos de ellos volando y
rebotando en Coriander. Agarro la muñeca de madera del hombre tejo con la
mano derecha y luego golpeo directamente a través de la rama con los nudillos
hacia la izquierda, las astillas me arrancan el brazo. Los hombres tejo son
silenciosos, pero puedo decir que siente dolor. Él detiene la persecución y
recupero la velocidad otra vez, llevándome su mano conmigo. Un hombre tejo
más es denegado en su intento de hacerme tropezar y ha salido de la
persecución, dejando uno que no hemos superado aún más los arqueros, y ahora
tengo cuidado de poner a Coriander entre nosotros.
—Estoy enterado, señor, responde el heraldo, con una actitud serena y tranquila
mientras flota sobre el pantano y yo agito las piernas.
Cojones.
La rama se mueve hacia atrás y hacia atrás, construyendo toda la tensión posible
con la espada apretada en el extremo, y luego se libera y Coriander se detiene
para alcanzarla. Estoy inmediatamente expuesto y los arqueros dejan volar las
flechas. Nada que hacer: me hundo de cabeza en el pantano, estirándome y listo
para el aguijón del agua sucia en mis heridas. Las flechas pasan sobre mi cabeza
y también lo hace el rizo de la espada, pero todo mi impulso se ha ido y estoy
cubierto de lodo y es posible que haya aplastado a una rana desafortunada.
El brazo del hombre tejo se aleja y puedo ver a los arqueros recargando. Una
mirada sobre mi hombro confirma que los otros están tratando de recuperar ese
terreno perdido.
—Vamos, Coriander, mientras que todavía mi culo está pegado —le digo—
dándole las cuatro sílabas que quería. Salgo del lodo chupador y me tambaleo
hacia delante, tratando de aumentar la velocidad otra vez. Coriander me oculta
de la siguiente andanada de flechas y luego pasamos, moviéndonos demasiado
rápido para que los hombres tejo nos alcancen. No es que dejen de intentarlo.
Solo tenemos que seguir y esperar que no nos encontremos con una trampa
explosiva por delante.
Una niebla rueda desde el horror gótico de Morrigan mostrando una casa, y
puedo decir que por su comportamiento que no es natural, ni es una mera
atadura: es la Capa de Niebla de Manannan, lo que significa que estoy a punto de
perderme en la niebla poco antes de ser golpeado y convertido en carne de
guisado. Le grito mientras me envuelve.
—¡Estoy aquí para hablar, maldición, no para luchar! ¡Estoy aquí con un
heraldo! ¡Quita la niebla, Manannan, y derramemos un poco de whisky en lugar
de sangre!
Una sola ceja se tuerce ante la noticia. —¿Una oferta? ¿O los términos de
rendición?
Me giro y veo a los hombres tejo allí, cercándome por detrás. Se detienen a una
distancia segura, y Manannan los despide.
—Nuestra selección de whiskies puede no ser tan rara como la última vez que
cenamos, me dice, —pero eres bienvenido en nuestra mesa, Eoghan Ó Cinnéide,
y tú también, Coriander. Escucharemos esta oferta.
El heraldo levanta una esquina de su boca. —¿En efecto? ¿Y por cuánto tiempo,
señor, esperaré que sea... tan amable y gentil?
Honestamente, este medio minuto podría ser. Disfrútalo mientras puedas. Greta,
—mi novia— dice que podría necesitar años de terapia.
—Lo es, y si te permito decirlo. Manannan no tiene nada que agregar. Mantiene
la cabeza gacha y no da ninguna indicación de que desee hablar o que le hablen.
Nos arrastramos en silencio casi todo el camino hasta el laberinto de pesadilla o
el nido de Morrigan o lo que sea como ella solía llamarlo. Sin embargo, hablo
antes de entrar, una vez que el suelo se reafirma y se seca un poquito.
Se detiene, considera, luego levanta la vista cuando tiene una respuesta. —Estoy
bien físicamente. Pero, en esencia, he estado confinado a este plano desde hace
un tiempo y echo de menos el océano. Extraño la sensación de armonía que una
vez sentí. Ambos eran más importantes para mi felicidad de lo que me di cuenta.
En los círculos de Fae, esa es una garantía de seguridad tan clara como uno
puede esperar. Paso por el umbral y veo una habitación cubierta de huesos. No el
piso, sino las cuatro paredes más el techo. Son un montón de restos de personas
muertas, labradas, bruñidas y encajadas unas junto a otras, desencadenadas por
el ocasional cráneo que sonríe sin aliento desde el otro lado del velo.
—Ah. Muy práctico en ella, le digo. —Esto es pensar en el futuro. Ahora que lo
veo, no puedo entender por qué más hogares no tienen una habitación como esta.
Manannan señala hacia la piscina. —Por supuesto. Traeré ropa para ti.
Los cascos cedieron lugar a los sombreros cuando desaparecieron las guerras en
Europa, aunque sí vi un casco de moto y algunas gorras de béisbol al final,
además de un par de sombreros de fieltro.
Nuestra recepción por parte de la rebelde Reina de las Hadas espera más allá, en
un comedor que es de buen tamaño, pero de ninguna manera grande, ya que
Morrigan nunca esperó jugar a la anfitriona con más de unos pocos.
Fand le pregunta a Coriander cómo le está yendo a los Fae en Tír na nÓg y le
pide que le transmita su más sincero respeto. Él acepta, y un silencio incómodo
cae hasta que Manannan pregunta por mí grupo de aprendices.
—Ah, son grandiosos. Aprendices rápidos y corazones puros. Van a servir bien a
Gaia. De repente recordé que tenía un rompehielos a mi disposición que aún no
había fallado. —Hablando de aprendices, ¿alguna vez les conté la historia
totalmente verdadera sobre Siodhachan, la falda romana y la cabra?
—Irlanda está en riesgo debido a este negocio de Ragnarok. Se dice que llegará
dentro de unos días.
—No soy de los que me gustan las palabras, así que lo diré sin rodeos: Brighid
quiere tu ayuda y luego les daría la bienvenida a casa. Lucha en Ragnarok. Salva
algunas vidas para compensar las que tomaste. Restaura el equilibrio, gana honor
y renombre de la forma en que los Tuatha Dé Danann están acostumbrados, en el
campo de batalla, y sean bienvenidos en Tír na nÓg nuevamente.
—Sí.
—Absolutamente no.
—Permíteme pedir una aclaración sobre una cosa: ¿Te opones más a la regla de
Brighid o que ella lo hace desde el Trono de Hierro?
—¡El trono, por supuesto!, Ella escupe, y la sorpresa en mi rostro debe haberla
animado a explicar en tonos más uniformes. —Ese hierro en la cara todos los
días es lo que la hace insufrible. Es a la vez una amenaza y un insulto. Sabemos
que ella domina el hierro y es poco probable que lo olvidemos; no hay necesidad
de aterrorizar a los Fae con esto en la Corte cada segundo.
—Sé claro, muchacho, ¡no te arrugues la cara como un ano rojo e hinchado!
—No lo voy a decir. Solo necesito saber la verdad de las cosas, ya que
obviamente estuve ausente, así que gracias. Me volteo hacia Fand. —No tenía
idea de qué Brighid se sentaba en un tema tan espinoso. ¿Le has comunicado
esto antes?
—Creo que fue en la década de 1960, según los cálculos humanos, cuando los
Fae se molestaron por la existencia de una banda mortal llamada Mariposas de
Hierro y renovaron su súplica para librar a la Corte del flagelo del hierro.
—¿Los Fae se enojaron por el nombre de una banda? No importa, por supuesto
que sí; una mejor pregunta es ¿por qué crees que sesenta años o más califica
como reciente? Mucho ha cambiado desde entonces. Especialmente ahora
mismo. Puede que tengas algo de influencia que antes no tenías. Así que
permítanme plantear un escenario hipotético, Fand: Si puedo lograr que Brighid
acepte abandonar el Trono de Hierro, ¿lucharán ustedes en Ragnarok y luego
volverán a casa para vivir en paz? Ella todavía sería la Primera entre los Fae,
obviamente, pero también habrías ganado algo para ellos, ¿no? Y todo sería
perdonado. Manannan volvería a tener su océano. Le hago un gesto al
abandonado dios del mar, y Fand lo mira, viendo cuán desesperadamente infeliz
es. Continúo: —Ustedes no estarían atrapados en este pantano rodeado de huesos
y paredes de piedra fría. Suena como la cosa más cercana a la armonía que vas a
obtener.
—Yo digo que es un camino de regreso, responde. —Y creo que tanto el precio
como la recompensa son justos.
—Sí.
—Bueno, entonces. Si me disculpan, tengo más conversaciones por hacer.
Espero tener una respuesta para ustedes pronto.
Tengo muchas esperanzas, de hecho, cuando me voy de ese pantano. Tantos que
creo que tal vez esto califique como un ejemplo de la Segunda Ley de Owen: A
veces, puedes limpiar la mierda.
Capítulo 6
Estoy tan llena de adrenalina para cuando regresamos a casa de Kacper Glowa
que las manos me tiemblan mientras entramos. Cambié a Flagstaff brevemente
para recoger las estacas especiales que Creidhne nos había dado para utilizar en
Roma, donde apenas romper la piel en cualquier lugar desvincularía el vampiro
en cuestión. Se las hemos dado todas a Owen para que las resguarde y para
ayudar a que los hombres lobos se defiendan contra cualquier vampiro que
pudiera aparecer en el sitio donde viven los aprendices de Druidas. Owen y sus
aprendices no estaban allí, así que fue fácil entrar a hurtadillas, tomar un par de
estacas y escabullirse de nuevo. Ahora tengo una en mi mano izquierda mientras
desciendo en el bunker de vampiros, y Flidais tiene otra; yo cargo mi cayado,
Scáthmhaide, en la mano derecha y Flidais carga su arco. Ambas nos volvemos
invisibles por acuerdo previo al entrar en el bunker en sí y nos detenemos a
escuchar. Nada.
Un claro suspiro de frustración nos llega a los oídos y luego algunas maldiciones
masculladas cuando el guardia o recepcionista que no está a la vista viene a
investigar. Es un hombre con bigote que tiene porte de luchador, pero no está
preparado para una emboscada invisible. Flidais lanza una estaca a su garganta y
él gorgotea una vez antes de caer de rodillas, apretando la estaca mientras la
sangre se acumula alrededor de su circunferencia. Él permanece sólido mientras
muere; un humano esclavizado, entonces, y no un vampiro. Imaginé que habría
uno o más custodiando el lugar, y es difícil conjurar simpatía por ellos ya que no
serían esclavos si no desearan hacer presas a otros humanos.
Esperamos otros momentos más y entonces Flidais sisea bajito para que la siga.
No puedo verla, pero una vez que estoy en el pasillo veo un escritorio con
monitores detrás a la izquierda. Es la estación de seguridad del esclavo. Voy en
esa dirección y me topo con Flidais por accidente.
—Un momento —digo, intentando descifrar qué estoy mirando. Hay vistas de
múltiples habitaciones, cada una llena con muchos hombres y mujeres
recostados en sillas y hablando por encima de mesas, pero no hay forma de decir
cuáles son vampiros, cuáles son esclavos y cuáles pretenden ser comida.
Una habitación está atiborrada de piso a techo con ataúdes sobre estantes;
extrañas literas de vampiros, supongo, pero obviamente en una ubicación más
segura que los pocos ataúdes que encontramos en el resto de las instalaciones.
Hay dos botones con teclados biométricos debajo: Uno marcado BIBLIOTECA,
y otro marcado SANTUARIO.
—Vamos a necesitar el cuerpo aquí —le digo a Flidais, y pronto puedo ver al
guardia siendo cargado por una fuerza invisible de vuelta a la estación.
Hay varios botones e interruptores bajo la instrucción general de ALARMA,
pero no sé qué hacen. Temo que si presiono alguno de ellos, haré sonar la alarma
en vez de desconectarla.
No hay nada más alrededor de la estación; ninguna salida de alguna clase, así
que la puerta al santuario debe estar en el extremo opuesto del pasillo.
Señalo el pasillo con mi mano libre. —Debe haber una puerta por allí en algún
lado. Voy a abrirla desde aquí y te seguiré.
Uno de ellos, una mujer rubia pálida con hielo en los ojos es huraña y taciturna y
no dice nada. El otro, un hombre atlético con cabello oscuro y moreno, respira
pesadamente y me mira con abierto temor.
—Soy una Druida. Lamento haberte apuñalado. Solo estaba aquí por los
vampiros. Quédate quieto, estoy intentando ayudar. Voy a cerrarte eso.
—No, solo soy una bolsa de sangre para ellos. Me han estado mordisqueando
durante semanas, manteniéndome aquí con esa cosa de la hipnosis que hacen, lo
que sea que sea…
—Sí, eso. Creí que nunca saldría de aquí. ¿Dijiste que eras una Druida?
—Síp.
—Creí que ellos solo tenían rituales sexuales y quemaban gente como hombres
malvados.
—Andrzej Kasprowicz.
—Es bajo y pálido y feo, pero se viste mejor que cualquier otro. Zapatos
costosos. De hecho viste un chaleco sastre y mantiene un reloj de oro de bolsillo
allí.
—No… bueno, espera, su novia sí. O esposa o lo que sea. Y algunos de los
demás están a la moda pero no como él. Creo que toda su ropa es personalizada.
Hecha a la medida, sabes.
—Bien. Pero en todo ese tiempo, ¿alguna vez viste a alguno de los vampiros
picarse la nariz?
—Sí, es el shock. Nadie nunca estaría interesado en eso, ¿cierto? Solo relájate y
recupérate y olvida todo sobre mocos de vampiros y te sacaremos de aquí a
salvo, no te preocupes. —Palmeo su brazo un par de veces para consolarlo y me
uno a Flidais, para contarle mi plan. Ella acuerda que debería funcionar y
empieza a romper la alfombra en la antesala. Yo me marcho y me abro paso por
el mausoleo manchado de sangre que atravesamos para regresar a la entrada. La
puerta del santuario no requiere una huella dactilar para salir sino que opera con
un sencillo botón. Camino de vuelta a la estación de seguridad y reviso el
material de esa última cámara acorazada. Hay ocho figuras en el interior, todas
bien vestidas pero una de ellas tiene una cadena delatora en un chaleco que
conduce a un reloj de bolsillo. Ese es el que Andrzej describió.
—¿Quién es?
—¡Entonces ven por mí! —grita—. ¡Entra aquí y veremos lo que sucede!
—Oh, lo haré, Kacper. Ha visto su último anochecer. Solo deseaba que supiera,
antes que lo desvincule, que ni el infierno ni la tierra posee furia como una
Druida despechada. Porque yo literalmente soy una fuerza de la naturaleza, sabe.
Tiene precisamente cero oportunidades de sobrevivir. Así que haga las paces con
cualquier dios que idolatre cuando estaba vivo o solo grite a la puerta. No me
importa. Su final, y el final de todos los vampiros en su compañía, ha llegado
esta noche.
—¿Cómo va?
—Oh. —Me pregunto cómo será tener tan poco sentido del yo que no le
preocupa un nombre. Tal vez tiene uno y sencillamente no lo ha compartido con
Flidais. Pero yo no interferiré. Aunque es mi idea, es el contacto de Flidais.
Pasan unos minutos de silencio y entonces una masa oscura y arremolinante sale
burbujeando del hoyo en el que está parada Flidais. Es una colonia de oscuros
alambres peludos hechos de hierro. Ondula inmediatamente hacia la puerta
acorazada y, una vez que la alcanza, se desliza por el costado, crea una mirilla en
medio de la puerta donde no había antes y atraviesa hacia la habitación.
Podemos escuchar claramente exclamaciones de sorpresa y consternación y
algunas preguntas gritadas con enojo.
—¡Mátala!
Los conduzco a ella y Andrzej al nivel principal y los dejo marcharse. —Vayan a
ver un doctor y no vuelvan aquí —les digo. Entonces le hago una llamada a Leif.
<¡Así es! ¡Estás en casa ahora! Desearía que hubieras estado aquí.>
<Fue legendario. ¡Earnest dijo que la mayoría de los lebreles solo tienen dos o
tres cachorros, pero yo tengo seis! ¿Sabías que eso es cinco más uno?>
Pero una vez que les aseguro que todos hicieron un fantástico trabajo, se me
permite visitar a Orlaith y ver a sus cachorros acurrucados contra su panza,
alimentándose.
—¡Oh, por la diosa, son tan adorables! —le digo—. ¿Cómo diantres conseguiste
parir seis?
Cambio a nuestra línea privada. ¿Qué? ¿Por qué estás preocupada? No hay
necesidad. Todos estarán cuidados.
He estado pensando esto durante su embarazo, porque seis sabuesos extra era un
poco más de lo que podíamos manejar.
Owen tiene seis aprendices. Todos son jóvenes humanos, así que tus cachorros
podrían crecer con ellos.
Ok.
<Sin embargo, tal vez podrías quedarte aquí y contarme lo que hiciste hoy,
porque estoy bastante segura de que huelo sangre. Y ¿dales a mis orejas una o
dos caricias?>
Los cachorros de Orlaith son tres y tres, igual que sus padres: tres chicos de pelo
gris, y tres chicas de pelo color crema. O trigueñas, supongo que es el término
apropiado. Hacen ruidos de cachorros diminutos de vez en cuando mientras se
alimentan y hace que el corazón se me derrita.
¿Sabes qué? Voy a ir por una almohada y una manta para poder dormir junto a
ti. Necesito marcharme en la mañana, pero mientras estoy aquí solo quiero
acurrucarme.
__
<A veces sencillamente tienes que hacer tu deber,> dice. <Es como cuando
nosotros tenemos el deber de perseguir a las ardillas. Puede que ustedes no
comprendan por qué, y nosotros podremos no entender por qué hacen las cosas
que tienen que hacer, pero sí comprendemos el deber.>
Hacemos justo eso, encontramos un espécimen más joven en la misma área, que
Flidais me dice que es el Parque Nacional, cerca de Taipei. Mi estomago gruñe
audiblemente al final de la vinculación, un grito largo y hueco de dolor como el
de un cetáceo angustiado a la deriva en un mar vacío. Flidais comenta como si
yo hubiera hablado un lenguaje reconocible.
Oculto una sonrisa. —Sí, lo he oído. Por favor lidera el camino. Pero dime,
¿cómo conoces este lugar tan bien?
Como la mayoría de las ciudades, Taipei ofrece lo sublime junto con algunas
señales preocupantes para el futuro del planeta. La inmensa torre de Taipei 101
es una maravilla de la arquitectura moderna y todos a los que conozco son
inefablemente educados y gráciles. Y aunque no existe la contaminación
apocalíptica de China, donde la gente con frecuencia necesita llevar mascaras si
salen al exterior, el aire pincha los pulmones con cada respiración, entregando un
puñado de humo de motor a los alveolos junto con otros toxinas parecidas. Eso
es debido, sin duda, al número desconcertante de motonetas, que superan por
mucho a los carros y no son conocidas por sus motores eficientes. La gente en el
Occidente piensa que Roma tiene un montón de motonetas (y así es) pero
palidece en comparación con la cifra en Taipei. Están por todos lados,
abarrotando los caminos y aparcadas en las aceras.
Y los masajes de pies parecen ser populares aquí. No que pueda leer mandarín,
pero ciertamente puedo ver letreros de huellas de pies neón por todos lados y
hago una inferencia. Estos no son masajes relajantes, imagino, o la clase de
masajes de pies que Jules y Vincent Vega pensaron que causaría que Marsellus
Wallace defenestrara a Toni Rocky Horror en Pulp Fiction, pero más bien
sesiones intensas donde se tratan los puntos de placer en el pie para mejorar toda
clase de problemas de salud, redirigiendo el chi.
Veo tantos lugares que quiero visitar y explorar en el camino: el Gran Hotel a mi
izquierda, encima de una colina, parece un hermoso palacio rojo y dorado. La
Exposición Taipei, un viejo estadio de futbol que ahora es un parque y jardines.
Hay algunas boutiques de ropa y algunos mercados al aire libre en ciertas calles
que ofrecen desde fruta fresca hasta cargadores de luz, pero también veo grandes
centros comerciales llenos de tiendas de ropa que exhiben marcas de América,
Bretaña, y Australia. Inmensos carteles de películas de Hollywood cuelgan sobre
edificios con caracteres en mandarín encima, y me encanta. Creo que quiero
aprender mandarín después que termine de aprender polaco. Tal vez una linda
colección de poetas de una de las dinastías proveería un decente lugar mental.
Salimos del tren en la estación Zhongshan, una parada subterránea, y sonrío ante
la gente que se arremolina a mi alrededor. Hay una gran librería allí abajo y
quiero revisarla, aunque aún no puedo leer el lenguaje. —Veo por qué te gusta
aquí —le digo a Flidais—. ¿A dónde a continuación?
—¿Disculpa?
—No, quiero decir la cosa del té de burbujas chino. ¿Qué está haciendo allí un
Buda como el Rey Mono?
Twatutia, una vez que llegamos allí, es una mezcla maravillosa de viejo y nuevo,
la arquitectura de diferentes eras se exhibe en cada calle, la yuxtaposición de lo
ultramoderno con edificios del siglo diecinueve, estructuras de la ocupación
japonesa y crecimiento posterior a la segunda guerra mundial. La tienda de té
chino del Rey Mono es un edificio más viejo, al que se accede por un callejón en
la calle Dihua, y lo encontramos porque hay una fila que se curva hasta la calle
principal. Nos unimos a la fila y esperamos pacientemente mientras avanza
centímetro a centímetro.
Flidais me muestra una sonrisa. —Te sugiero que los inspecciones en el espectro
mágico. Solo para asegurarte que no son ningunos chanchullos. Sin embargo, ten
cuidado en mirar al Rey Mono así. Puede ser intenso.
Advertida e intensamente curiosa, capto todo lo que puedo una vez que entro a la
tienda… que parece ser poco más que un pasillo o corredor ensanchado. Es un
lugar limpio y bien iluminado con absolutamente ningún asiento, y es una
operación de una sola vía. Los clientes entran por una puerta y salen por otra
más al fondo del pasillo, porque no hay espacio para darse la vuelta. Es una fila
sencilla enfrente de la registradora y el mostrador, con un menú de sabores de té
chino y pequeñas selecciones de galletas y pastelería. Debe haber sido un
almacén o área de embarque para otros negocios en el edificio alguna vez, ahora
con plumería y operando como una diminuta tienda… una muy popular.
—Ordené algo de té de durazno Inmortal. Ese era un código, junto con nuestros
tatuajes, y la manzana fue un regalo.
—Inmortal… oh, por esa vez que casi se comió todos. —Ese había sido un
tremendo episodio en Viaje al Occidente, uno de los últimos colmos que hizo
caer la fuerza completa de los cielos sobre Sun Wukong.
Una retahíla de palabras desde la registradora ocasiona que todos los empleados
levanten la vista, y uno de ellos se mueve en esa dirección. Están vestidos con
uniformes cafés con cabezas de mono doradas bordadas en la pechera izquierda.
Cuidadosamente manteniendo los ojos apartados de Sun Wukong, cambió mi
visión al espectro mágico para revisarlos.
—El momento de sentirlo no es ahora —me dice el mono—. Pero ese momento
llegará para ti bastante pronto.
—¿Disculpa?
—Ahora y por allá —replica Sun Wukong—. Han elegido salir de la Montaña
Siete Estrellas en el parque nacional Yangmingshan.
Brighid viste algo como estilizada marroquinería cuando llego, y estoy seguro
que eso está también cargado de significado, especialmente cuando se contrasta
con todas las galas en exhibición por los cortesanos. Definitivamente no es algo
que vestiría un sujeto común, porque el cuero está armado y tachonado más allá
de lo creíble, pero a pesar de todo el gasto, sigue siendo un atuendo práctico, a
diferencia de lo que tienden a utilizar la mayoría de los gobernantes. Ella está
sentada sobre el Trono de Hierro e inmediatamente despacha a quien sea que
esté hablando con ella cuando ve a Coriander flotando a mi lado. Nos convocan
a adelantarnos y exige un reporte. No soy del tipo de lanzar palabras azucaradas,
así que voy directo al punto.
Brighid toma estas noticias tremendamente calmada, elevando una sola ceja roja.
Los cortesano reunidos no están tranquilos al respecto en absoluto. Se ponen a
susurrar y reír tontamente y apostar sobre lo que podría significar o lo que hará
Brighid y yo quiero gritarles a todos que se callen, pero aprieto los dientes e
intento liberarme de la oleada de presión sanguínea elevándose en marea alta en
el silencio.
Coriander se inclina, se gira a medias hacia la Corte Fae reunida sin darle la
espalda a Brighid, y anuncia los términos de la oferta y la aceptación condicional
de Fand. Cuando termina, la emoción entre los Fae es estridente, porque todo
son buenas noticias para ellos, y hay algunas apuestas animadas sobre cómo
responderá Brighid. Brighid escucha algo de eso, da una diminuta sonrisa y deja
que proceda durante un minuto entero. Entonces se levanta del Trono de Hierro y
proyecta su voz en tres registros a la vez, que solo hace en raras ocasiones. No
puede mentir en esa voz, y lo que sea que dice durante esas ocasiones se
convierte en la ley.
Los jodidos Fae casi me destruyen los oídos después de eso. Es un rugido
infernal de aprobación, y me pongo las manos a los costados de la cabeza para
protegerme. Brighid sonríe y de algún lugar invoca un enorme martillo para usar
a dos manos.
Rápidamente veo por qué. Es una ocasión tan memorable para los Fae que han
decidido que no hay nada que preferirían más que tener sexo para recordarlo.
Están despojándose de su ropa sofisticada y dándose unos a otros mientras
Brighid ataca el Trono de Hierro. Una generación entera de bebés Fae van a
escuchar que fueron concebidos durante la destrucción del Trono de Hierro. Y sí,
agradecerán a Fand por ello. Pero también serán leales a Brighid.
Esos pantalones de cuero ahora tienen sentido, y me percato que Brighid había
estado lista para esto. Sí, ha hecho una concesión que nunca antes había hecho,
pero su obvia preparación señala que lo estaba esperando, que lo deseaba, y por
tanto esto no es una concesión en absoluto.
Estarán en el aire durante casi un día entero, y me siento un poco perdido sin
ellos. Supongo que sencillamente podría ponerme al día con el sueño, pero en su
lugar le pido al elemental que contacte a Siodhachan y le haga saber que me
gustaría hablar. Pronto me responde: Mi viejo aprendiz quiere que cambie a su
casa en Oregón, y se reunirá conmigo allí. Cuando señalo que en realidad no la
he visitado aún, él dice que se reunirá conmigo en la Corte Fae y luego me
conducirá al árbol vinculado apropiado, lo que me hace soltar una risita. No
puedo esperar a ver su cara cuando vea lo que está sucediendo allí ahora mismo.
—¿Cómo crees que llamarán a esto más tarde? —le pregunto—. ¿La Gran Orgia
de Hierro? ¿El festival de Sexo de Demolición? ¿La Cornucopia Carnal?
—¿Qué pasa?
¿Hola? .
<¡Hola, Archidruida!>
<Bueno, todos los modernos, ya sabes. Los lebreles irlandeses son los
compañeros perfectos para cualquier druida y estimulan el desarrollo de espacios
mentales extra.>
No tengo certeza de lo seguros que estarían. Quiero decir, estamos viviendo con
hombres lobo, después de todo. Todos mis aprendices tienen hombres lobo por
padres.
<¡Pero los Druidas pueden entrenar a los lebreles tan fácilmente y explicar los
peligros claramente! Estoy segura que los cachorros estarían a salvo con tus
aprendices.>
Bueno, déjame pensarlo, ¿sí? No es una decisión que pueda tomar por mi
cuenta. Hay otros por considerar.
—¿Es así? —Me giro a Siodhachan—. ¿Quién es esta osa de la que ella está
hablando llamada Suluk Black?
—Yo no tengo mucho, pero puedo contarte mientras nos preparo algo para
comer.
—Mira, ya es tiempo. Son las once p.m. aquí e Irlanda está adelantado ocho
horas. Me voy a luchar contra Jörmungandr. Parte de un trato que hice con los
Nórdicos para intentar expiar mis acciones.
—Puedes preguntarle a los elementales dónde necesitan ayuda. Estoy seguro que
algo surgirá en algún lado y requerirá la atención de un Druida. Permanece
alejado de Escandinavia y Taiwán y cuida de todo lo demás.
—Ah, ¿tú y tu novia y todos los Fae obtienen toda la gloria, entonces, mientras
yo voy a traerles un poco de café?
Siodhachan frunce el ceño. —No sé qué quieres decir. No vas a hacer nada
menos importante. Donde sea que Gaia pida tu ayuda, será necesaria, puedes
estar seguro. Sabes que los elementales no hacen peticiones ociosas, porque tú
me enseñaste eso. Pero prepárate para el fuego.
—¿Por qué?
—Fue parte de la última profecía que las sirenas dijeron a Odiseo, que
aparentemente se está haciendo realidad finalmente aquí. No mencionaba la ira
de la Serpiente Mundial o el terrible ataque de un dios nórdico, pero sí decía
específicamente que el mundo ardería. No sé cómo va a resultar eso, o qué tan
malo, pero el mundo es un lugar tremendamente grande y casi todos los Druidas
estarán en Escandinavia, si cuentas a los Tuatha Dé Danann, con los otros en el
lejano oriente. Tendrás un horrible montón de terreno por cubrir.
—Eh. Supongo que lo haré. Quiero decir, he mirado esos globos terráqueos y
mapas y cosas así e Irlanda es un lugarcito comparado al resto. He viajado a
algunas tierras muy distantes pero no creo que haya visto mucho en comparación
contigo. ¿Cómo sé lo que vale la pena seguir? Quiero decir, si el mundo entero
estará en llamas, ¿cuál es la prioridad?
Le gruño. —Suena como un plan tan bueno como cualquiera. —Un búho ulula
en la noche, atemorizante como cinco infiernos y un frasco de crema de maní…
esa mierda es sobrenatural. El búho parece una advertencia funesta, pero está
bien. Al menos no es el Cuervo de Batalla. Aun así, creo que si alguna vez
existió una ocasión para una palabra de ser cuidadoso, es ahora.
—¿Lo harán? —Me rio ante la idea—. Encontraría eso como una alternativa
satisfactoria a los quince minutos enteros.
—Estoy seguro que sí. Muy bien, accederé a esas condiciones si accedes a las
mías.
—¿Cuáles?
Ha pasado mucho tiempo desde que he sido capaz de disfrutar Irlanda. Aparte de
unas breves visitas atareadas (siempre bajo la amenaza de ser descubierto por los
Fae), el lugar de mi nacimiento ha estado esencialmente fuera de límites para mí
desde que hui con Fragarach hace casi dos mil años. Con Aenghus Óg
desaparecido no es tan malo, pero nunca me he sentido bienvenido. Me pregunto
si alguna vez volveré a sentirme bienvenido. Tal vez, si sobrevivo para ver el
otro lado de este desastre que he creado, habrá un sendero a una especie de
jardín, y si lo atiendo, el perdón crecerá allí.
Correcto. O tal vez Owen dejará de contar esa historia sobre la cabra y yo por
amabilidad. No hay forma de que pueda curar más demonios yo solo que él y sus
aprendices trabajando juntos, así que parece que tengo algo de vergüenza pública
en mi futuro, si me queda algo de eso.
Mi brillante plan para lidiar con Jörmungandr llegó en un coche rentado algunos
minutos después y se levantó del asiento del conductor, sonriéndome radiante.
Su presencia era el resultado de otra llamada que había hecho antes de salir a ver
a Coyote.
—Hola, Atticus.
—¿Espero que estés bien? ¿O que tu huésped esté bien? ¡O ambas! Lo siento,
estoy un poco confundido en descifrar cómo encajar tu situación en patrones
establecidos de conversación educada.
—Síp. —Señalé a la costa, visible desde donde estábamos parados. Una ligera
brisa soplaba nuestro cabello alrededor de nuestras caras—. Justo más allá de la
costa allí.
—¿Cómo lucirá?
—En realidad, no estoy seguro. Todos los retratos conocidos de la Serpiente del
Mundo son fabricaciones de los artistas que los crearon. Imagino que es la clase
de cosa donde lo sabrás cuando lo veas.
Laksha bufó, levantó la boca por una comisura. —Una predicción justa. —Miró
hacia el mar—. Este es un lugar extraño para empezar el fin del mundo, ¿no? Es
tan pacífico y silencioso. Y realmente no hay nada aquí.
—Es el lugar perfecto para empezar, en la mente de Loki. Irlanda tiene pocas
defensas, y Jörmungandr necesita crecer rápidamente. Con lo cual me refiero a
que necesita alimentarse. Las ovejas y el ganado de Irlanda y sí, su gente, serán
un bocadillo fortificador en el camino de Jörmungandr para volverse
verdaderamente monstruoso e imparable. Y tiene el beneficio de lisiar a los
Tuatha Dé Danann desde el principio al robarles la mayoría de sus creyentes.
—En Suecia, donde Loki quiere que estén. Ese es el evento principal, donde
todos deben mirar. Este supuestamente sería su golpe furtivo. Y yo estoy siendo
furtivo a cambio. No puede ubicarme, así que no sabe que estoy aquí.
Su cara se relajó. —He sido una bruja silenciosa aunque letal, ¿no?
Ella suspiró felizmente. —Y ahora puedo ser silenciosa y letal una última vez.
Pero en beneficio de todos los demás en lugar de mí misma. Hay un balance en
la idea. Espero que también haya un balance en el karma. ¿Cuántas personas
estaré salvando solo en Irlanda?
—¡Ah! Muchos más de los que alguna vez llegué a matar, entonces. Me gusta
esa aritmética.
—Oh. Cierto. Bueno, una vida más o menos normal sería agradable. Donde
pueda empezar una familia y no tener que abandonarlos porque Aenghus Óg me
encontró. Donde pueda enseñarles a todos a ser Druidas y no tener que
preocuparme por ser cazado. Un futuro donde ya no tenga que ser el Druida de
Hierro, solo el Druida, como los elementales me llaman.
—Ya veo. Tú también buscas paz. Una definición diferente de la mía, pero paz
igualmente.
—Así es.
Caímos en silencio de nuevo, y tal vez Laksha, así como yo, estaba
contemplando cómo podría sentirse la paz. Mi deseo de ser estable y
experimentar la vida sin la sensación de ser cazado era real, pero realísticamente
sabía que empezar una familia no estaba en las cartas o siquiera en la baraja que
estaba jugando actualmente, porque Granuaile estaba en un sendero que divergía
del mío… uno vital que ella necesitaba recorrer, construyendo espacios mentales
y luchando con su poder… y eso significaba que yo necesitaba esperar o seguir
adelante. Imaginaba que valía la pena esperarla y que podía permitirme ser
paciente y que el tiempo no pasaría en vano. Todo asumiendo, por supuesto, que
disfrutáramos de algún tiempo después de hoy.
El grito distante de terror ovino atrajo nuestros ojos de vuelta a la costa, donde
algo largo y resplandeciente había emergido del océano para comer un almuerzo
lanudo.
—Adiós.
El cuerpo de Mhathini Palanichamy se derrumbó abruptamente, y la atrapé antes
que pudiera golpearse la cabeza en el suelo. Pero una vez que estuvo tendida a
salvo, giré mi mirada de vuelta a Jörmungandr, aún más grande en esos pocos
segundos que cualquier dinosaurio o criatura de fábula. Apenas estaba
terminando su segunda ronda de ovejas enteras y estaba echando ojo a un tercer
ataque desde el mar, pero probablemente se percató que necesitaría llegar a tierra
si deseaba más cordero, ya que el rebaño estaba alejándose del océano tan rápido
como les era posible. Con la decisión tomada, las masivas agallas en los
costados de su cuello se agitaron una última vez y luego se sellaron conforme
Jörmungandr se transformaba en un respirador de aire. Se inclinó hacia delante y
luego se sobresaltó abruptamente, como golpeado por el puño de un titan. Un
grito estrangulado salió de su boca, y se estremeció de la cabeza por toda su
sinuosa longitud justo antes de quedarse quieta y rígida y caer hacia atrás en el
mar como un leño extraño y escamoso. Las ovejas supervivientes balaron el
equivalente ovino de «¿Viste esa mierda que acaba de pasar? Nunca voy a
acercarme-ee al mar de nuevo, sin importar lo verde que sea el pasto» Y el mar
salpicó y siseó mientras la Serpiente del Mundo desaparecía debajo de las olas.
—¡Sí! —Eso merecía un puño alzado, porque Laksha había tenido éxito. Había
abandonado la mente de Mhathini, se disparó a través del éter, y ejecutó un
apoderamiento hostil del cerebro de Jörmungandr. Había, sin duda,
sencillamente expulsado su espíritu completamente, como hacía en sus años
tempranos cuando tenía ganas de utilizar un cuerpo nuevo. Para prevenir que
Jörmungandr volviera a instalarse, sin embargo, tendría que ocupar ese cerebro y
defenderlo hasta que muriera. Y una vez que éste muriera en el agua, ella
también moriría. Las criaturas del éter no lo llevan bien en el agua.
—Sí. Bienvenida.
—Y eso haré.
—Laksha dijo que estaba intentando prevenir el fin del mundo, pero que podría
aún suceder a pesar de ella. ¿Eso es verdad?
—Sí. Ambas cosas son verdad. Ella hizo su parte, pero aún podría suceder.
—Ya veo. —Miró hacia el collar de rubí de Laksha alrededor de su cuello y
llevó sus dedos esbeltos hacia él, considerándolo, o tal vez orando
silenciosamente. Dejé que se tomara todo el tiempo que necesitaba, y fue solo un
par de minutos ante que sus dedos cayeran y levantara la vista hacia mí—.
Bueno, gracias por estar aquí. Nunca creí siquiera que volvería a ver el sol, e
incluso si es solo por un corto rato, me alegra tener este tiempo. Es bueno tener
un amigo en el fin del mundo.
Capítulo 9
—No sé, Wukong. ¿No te parece que igual los demonios son más importantes?
Siempre puedo probar el té de burbujas en otro momento.
—¡Sí! —Me enseña los dientes, triunfal y emocionado porque por fin me he
dado cuenta de algo importante—. ¡Perlitas de tapioca!
—Es que es un poco raro que tengas tantas ganas de que me lo beba.
—No es más que orgullo ante mi obra maestra. Y es la acción correcta a llevar a
cabo en este momento.
No estoy muy segura de estar de acuerdo con sus prioridades. Pero también es
cierto, reflexiono mientras observo a los clones rojos y dorados acudir al
encuentro de la nube de demonios y tener un impacto visible incluso desde esta
distancia, que mi participación en la lucha no supondría una gran diferencia.
—No, a lo que me refiero es ¿por qué estoy justo aquí, ahora mismo?
Flidais me mira.
—¿Cómo? Pensé que me habías dicho que tenías que estar aquí...
—Vale, sí... —Flidais no espera. Ya está bajando por la salida de incendios antes
de que yo haya terminado de decir adiós, dejándome con Sun Wukong. Él alza
una ceja poblada en mi dirección y sonríe, asintiendo hacia mi té de burbujas.
—¿Eh? ¿Huh? —El Rey Mono me sonríe mientras observa mi rostro. Está tan
claro que quiere que lo halague que le sonrío de vuelta.
—Sí. Está bueno. Y puede disfrutarse de muchas maneras distintas. Ese que
tienes ahí es el té básico. Quedan tantos para que pruebes.
—Supongo...
—Bien. —Sun Wukong alza un dedo hacia su oreja y se hurga en ella. Algo
parecido a un pequeño palillo de dientes crece y gira en su mano, hasta
convertirse en una larga vara dorada. Se encorva, sosteniéndola con ambas
manos—. Ahora luchamos.
—¿Qué? —es todo lo que consigo decir, porque hasta este momento no me he
dado cuenta de que el té podría ser el preludio de una batalla.
Por toda respuesta se abalanza sobre mí, con la vara en alto para aplastarme
desde arriba. Le tiro el té de burbujas y él gira en el aire para evitarlo, mientras
yo alzo mi vara en posición perpendicular a la suya para bloquear su golpe. El
impacto hace que me vibren los brazos hasta la articulación de los hombros, y
trastabillo hacia atrás. El Rey Mono aterriza y evita mi contragolpe mientras
intenta barrerme del suelo. Salto para evitarlo y respondo con una patada, pero él
se aleja de un brinco. Lo persigo porque la regla más importante al luchar contra
alguien así de poderoso es que si ellos empiezan algo, tú tienes que terminarlo y
hacerlo rápido, porque cuanto más tardes menos oportunidades tienes de ganar.
Sun Wukong se carcajea mientras rueda y, de alguna manera, desvía cada uno de
mis golpes con su vara. Cuando nos quedamos sin tejado, emplea los pies y se
lanza por encima de mi cabeza, rechazando mi intento de golpearlo en el
abdomen, aterrizando detrás de mí mientras me giro para encararlo.
—Me toca —dice, y entonces es él quien ataca. Me las arreglo para esquivar los
primeros cinco golpes o así, pero después consigue atravesar mi defensa a cada
golpe y me toca suavemente en lugar de destruirme, mostrando un control
increíble.
—Lo comprendo.
—Pero hay técnicas más antiguas. Otras más nuevas. Y algunas de ellas son
invención mía. —Apunta con un dedo hacia el norte—. Lo que ves que está
sucediendo en Yangmingshan ahora mismo es cosa de tan solo el primero y el
más débil de los Reyes Yama. Apenas requiere mi atención. Pero vendrán siete
más, cada uno más letal que el anterior, y necesitas estar preparada si deseas
sobrevivir y cumplir tu propósito.
Cuando Siodhachan se va, salgo del río y me seco los pies, porque el agua se
está enfriando. Más fría que la bienvenida de un gorila de un club nocturno el
viernes por la noche, lo cual me recuerda que todavía le debo un puntapié al
chico de Kilkenny que me echó del pub.
Me siento en el borde del porche trasero, con los pies apoyados en el césped, y le
hago saber al elemental que estoy disponible para ayudar si me necesitan en
cualquier parte. Starbuck, el Boston Terrier sale y se sienta a mi lado, con la
boca abierta y la lengua colgando. Me conecto con su mente para poder escuchar
si él me responde y dice: —Eres un buen muchacho, ¿verdad?
—Tal vez. Esa palabra puede significar cosas diferentes, he aprendido. ¿Qué
consideras que es jugar?
— ¿Tíralo, dices? Parece una petición extraña, pero no veo el daño en ella. Los
perros como Starbuck no existían en mis tiempos, por lo que es una nueva
criatura para mí, y estoy interesado en lo que hará después. Recojo la cuerda y la
tiro a una buena distancia hacia el río, teniendo cuidado de no arrojarla al agua.
El pequeño muchacho sale del porche trasero más rápido de lo que esperaba.
—<Buen humano> dice mientras lo deja caer a mi lado otra vez. —<Tira por
favor.>
No puedo evitar reírme de eso. —Ya sabes cómo entrenar a los humanos, ¿no?
Los elementales no solían hablar así con los druidas. La tierra no había estado
tan carcomida antes, así que nunca tuve la oportunidad de escuchar como los
elementales me llamaban hasta que llegué a esta época. Y realmente no me gustó
ese nombre, porque se refería a un episodio de mis primeros años con un hombre
malo en una ciénaga y no quería que me lo recordaran.
// Armonía // Respondo, pero luego agrego, // Excepto por nombre / Por favor
llámame Druida Antiguo //
Cojones. // Voy // digo, y salto a mis pies.
Tengo que entrar y preguntarle al chaval británico en qué parte del mundo están
los Alpes Bávaros. Una vez que saca un mapa en su computadora y me muestra,
me imagino que puedo cambiar a algo atado allí y luego preguntar qué problema
se está gestando en la unión.
Corro hacia el árbol vinculado, cambio de plano a Tír na nÓg, y luego paso un
rato tratando de descubrir qué vínculos conducen a los Alpes bávaros. Hay
aproximadamente diez de ellos, creo, y justo cuando me fijo en uno desaparece.
Entonces el que está al lado hace lo mismo. Algo horrible debe estar sucediendo
allí para interrumpir los vínculos. Elijo el que está más alejado de los destruidos
y me tiro a lo largo de la unión, llegando con un poco de pánico en mi mente,
con miedo de que el vínculo se rompa a mitad de camino. No sé con certeza qué
me pasaría si lo hiciera, pero no quiero averiguarlo. Sin embargo, sí lo logré y
pronto descubrí qué había estado causando el alboroto: la tierra tiembla debajo
de mí, y tampoco era un temblor leve. Es una sacudida seria en progreso, y se
extenderá pronto a las áreas pobladas e interrumpirá mucho más que unos pocos
árboles vinculados.
Pero los árboles y estas montañas, dioses debajo, son preciosos. Ojalá hubiera
visitado antes de que se produjera un terremoto en aumento, porque es un lugar
increíblemente hermoso al que he llegado. Si no lo supiera, diría que el paisaje
estaba tratando de tener un poco de sexo suave y caliente con los ojos, es tan
seductor. Tulla, una de mis aprendices, ama especialmente a los árboles; ella
encontraría este lugar tan mágico que las esquinas de sus ojos derramarían
lágrimas de felicidad. Lo mejor es preservarlo, entonces.
Parpadeo un par de veces. ¿Este elemental está en medio de un terremoto donde
todos sus seres vivos están en crisis y está discutiendo sobre los nombres?
// Consulta: ¿emergencia? //
//Seguir y matar // es toda la respuesta que recibo antes de que se abra una fisura
—no un accidente del terremoto, sino algo con un piso determinado, con paredes
y un techo que permanecen firmes incluso si cambian; no importa cuán violento
sea el terremoto, Bavaria no permitirá que me aplaste mientras estoy en camino
de cumplir sus órdenes. El túnel se profundiza rápidamente y tengo que echar la
visión nocturna para ver. También me puse los nudillos de bronce y recuerdo
que, aunque recibí una misión, no puedo usar un enlace directo para matar a
nadie. Es la ley de la propia Gaia: no juzga muertes mientras nunca use su poder
directamente para lograrlo. Los druidas han estado haciendo su trabajo sucio
durante milenios ahora—o Siodhachan lo ha hecho de todos modos. En su
mayoría eran demonios de este infierno o de aquel, pero de vez en cuando algo
Fae o más siniestro requeriría su atención.
No pasará mucho tiempo antes de que no pueda ver nada delante de mí, incluso
con el conjuro de visión nocturna. Debes tener al menos un poco de luz para
operar, y bajo tierra es más oscuro que el entintado ano de un pulpo dormido. Se
lo dejé saber a Bavaria.
Aun así, deja caer ese puñado de roca fundida y cae hacia atrás al lado opuesto
del flujo de lava. Mi trabajo no está hecho: Bavaria quiere que estas cosas estén
muertas, y sé que tiene que haber más porque el terremoto continúa, así que
tengo que descubrir cómo atravesar algo con defensas naturales como la roca.
No es ni práctico ni eficiente. Salto sobre el flujo de lava y me paro al lado de la
cabeza del kobold, arrodillándome para mirar más de cerca. Sus ojos no son
inexpugnables, ya veo. Profundo y pequeño, pero todavía tienen ojos hechos de
sangre y gelatina enclavados en una cuenca con un agujero en la parte posterior.
Me quito la ropa, cambio de forma a una cometa roja, y coloco una pata con
garras de bronce en su cara y lo aprieto, golpeando su cerebro a través de su ojo
derecho. Él se mueve nerviosamente un par de veces y se aquieta de nuevo.
Cambio rápidamente a ser humano porque el calor me está dando en las plumas.
Voy a necesitar una mejor manera.
Le digo a Baviera que uno ya ha ciado, pero necesito algo para ayudarlo a ir más
rápido. Me imagino lo que necesito y brota de la tierra a mis pies en cuestión de
segundos: una espiga de piedra lisa y pulida de un pie de largo.
El túnel que ha creado Bavaria rompe en una nueva caverna, y una nueva ráfaga
de humo de azufre se desliza por mí como todos los fantasmas de mis malas
ideas. Toso y resuello y me vuelvo un rollo cuando entro, por si acaso hay una
emboscada esperándome. También es algo bueno, porque unos trozos de roca
que califican como cantos rodados caen sobre mí y se estrellan detrás. Encuentro
al Kobold responsable parado frente a una pared de lava. Mi cara ya está seca
como las nueces que te dan en los aviones con un triste dedal de agua, pero voy a
tener que cargarlo a él y a esa pared para terminar con esto.
Y a diferencia del primer muchacho, no está tirando esas rocas con su mano: este
es un muchacho grande en el mundo de los kobolds y está moviendo ese peso
con su propia magia. Son sinvergüenzas basados en la Tierra. Y sabe que algo
tiene que estar aquí, incluso si no puede verme, porque de lo contrario, ¿qué
abrió ese bonito agujero simétrico en la pared en el camino? Y si tiene algún
sentido de la presencia o energía de otros kobolds, probablemente sepa que uno
de ellos fue abruptamente apagado hace unos minutos. Entonces él no corre
ningún riesgo. No escuchó un grito de muerte ni vio salpicaduras de sangre, así
que me arrojará más. Puedo verlo apretando los dedos y la pared de lava
burbujeando e hinchándose detrás de él. Esto va a ser malo. Puse la púa entre
mis dientes y cambié a un carnero, el bronce de mis nudillos fluyendo hacia los
cuernos y cubriéndolos, haciéndolos irrompibles. Luego bajé la cabeza y cargué
directamente hacia el kobold con todo lo que tengo, justo cuando envía una gran
cantidad de rocas fundidas y lava en mi dirección. No hay manera de evitarlo o
esquivarlo; es como una red de fuego respaldada con piedra.
Excepto que la lava que ahora cubre el suelo de la caverna presenta un problema.
Le pido a Bavaria que me ayude una vez más a crear algo útil mucho más rápido
de lo que podría unirme: plataformas improvisadas de sandalias de piedra que
adhiero directamente a la piel de mis pies, lo que con suerte me permitirá
caminar a través de la lava y sorprender al canalla. Hecho eso, reviso al kobold;
estoy a su izquierda, tal vez un poco detrás de su hombro. Avanza un par de
pasos, obviamente escaneando la caverna en busca de alguna señal de mi
cadáver. El estruendo y el temblor de la tierra cubren mis ataduras susurradas
mientras apunto a una roca a través de la caverna y doy el primer paso hacia la
lava: caliente por todos lados, pero la piedra se sostiene. Todo lo que tengo que
hacer es no tropezar y caer en la escoria.
Piso con más confianza y completo la vinculación, tirando de esa roca en el lado
opuesto a la derecha hacia la lava. Comienza a arrastrarse en esa dirección y el
kobold se voltea para enfrentarlo, lo que significa que está de espaldas a mí. No
es más que una distracción. Me pregunto si debería darle un golpe en el hombro
para que me mire cuando me doy cuenta de que las cuencas de los ojos no son el
único camino al cerebro. Las orejas del kobold son pequeñitas, pero la izquierda
sirve: clavo la púa en el interior, perforo el tímpano y levanto su cerebro, pero
está bien. Se desploma y retrocedo cautelosamente, tratando de no caer sobre mí
mismo y fallar en ganar. El estremecimiento de la caverna se calma, y una vez
que estoy en terreno seguro, remuevo los escudos de piedra de mis pies y le digo
a Bavaria que ya está hecho.
No estoy tan seguro. Las quemaduras son bastante malas, y los pulmones se
sienten permanentemente contaminados. No puedo respirar adecuadamente, para
ser sincero.
//Descansa y sana // dice Bavaria, y doy gracias cuando tomo grandes bocanadas
de aire fresco y siento que el dolor en mi cuerpo se reduce un poco. El elemental
está inyectando enormes recursos en esto, lo que significa que puede perder
mucho más si se permite que los kobolds continúen. Y ellos continúan; el suelo
bajo mis pies pueden estar estables, pero todavía hay temblores en las cercanías.
Y cuanto más descanse, peor será en esta área—especialmente si alguna de esas
lavas llega a la superficie. Tomo una respiración más profunda y le digo a
Bavaria que estoy listo.
El macho cabrío gira y se abre camino a través del bosque hacia el sur. No puedo
seguir como humano, y el hombro herido me obstaculizaría si tratara de volar
como una cometa, así que cambio de forma a un carnero y pongo la estaca entre
mis labios, haciendo lo mejor que puedo para mantener el ritmo, y
estremeciéndome cuando las quemaduras palpitan de nuevo.
Tiene sentido hacerme hacer esto si va a ser una buena distancia, y lo es, son
millas, de hecho, y no tiene sentido gastar energía para crear un túnel para mí en
esa situación. El terreno no deja de vibrar todo el tiempo, y espero que Bavaria
pueda recuperarse rápidamente de toda esta tensión. También espero que nadie
haya sido herido donde quiera que haya gente viviendo por aquí. No creo que
haya grandes ciudades en el área, pero probablemente haya pueblos pequeños y
algunas cabañas y granjas aisladas, cosas así, edificios que no fueron diseñados
para resistir los terremotos.
Y es cierto. Un túnel se abre a menos de cien yardas de mí, y una vez que llego
allí me cambio a un ser humano y me pongo camuflaje, alerta por las
emboscadas. Pero el kobold al que me conducen no es tan paranoico como los
demás —está demasiado involucrado en la manipulación de la tierra— y es fácil
despacharlo como resultado. El terremoto desaparece casi inmediatamente
después, y los dos últimos que me veo obligado a perseguir están simplemente
huyendo cuando los encuentro, porque deben haberse dado cuenta de que todos
sus hermanos tuvieron malos finales. Hubiera dicho que estos aprendieron la
lección y los dejaría ir, pero Bavaria insiste en que los persiga, y no puedo decir
que no. Quiere que los kobolds sepan que no habrá piedad por jugar así con la
tierra. Pero tengo que perseguirlos por debajo de las montañas hasta sus
escondrijos.
Horas más tarde, cuando termino y salgo de las trampas subterráneas en el lado
de algún pico, no tengo ganas de seguir haciendo espeleología o incluso probar
un subterráneo. Prefiero ver el cielo, por mí mismo. Colapsé y me estiré,
bañándome al sol y disfrutando de los campos, de las copas de los árboles y los
prados debajo de mí, todo hermoso y exuberante.
// Armonía // Digo, y pienso que trabajaré hasta el cansancio todos los días para
una vista como esta. Hay paz en tierras vírgenes. No sé cuán virgen
permanecerá. Me imagino que nos estamos acercando bastante a la demostración
más grande del mundo de la Primera Ley de Owen, y me preocupan los
aprendices de Greta y mios, a pesar de que deberían estar a salvo en Flagstaff
pronto. Por primera vez, desearía tener uno de esos teléfonos móviles, solo para
chequearlos. Y la próxima vez que vea a Sam y a Ty peleando con kobolds en
una pantalla, les diré que sus monstruos de videojuego son una mierda.
Capítulo 11
Mhathini resultó ser una persona completamente dulce que prefiere hacer
cualquier cosa en el mundo que volver a ver a su padre o hermano de nuevo. Ella
tenía un pasaporte y Laksha la había dejado toda su información financiera,
esencialmente transfiriendo muchas vidas de riqueza para el cuidado de
Mhathini, por lo que también era bruscamente rica, a espaldas de su familia.
Pero no tenía idea de cómo permanecer en Irlanda legalmente durante más de
unos pocos meses o incluso si le hubiera gustado permanecer allí.
—De hecho lo eres. Puedes volar a cualquier parte, alquilar un lugar por unos
pocos meses, y seguir adelante. Viví así durante siglos. Tu familia nunca te
encontrará a menos que desees que lo hagan; minimiza tu huella en línea y
utiliza siempre un alias para todo. Cada vez que te sientas un poco nerviosa,
vuela al siguiente lugar. Y cuando encuentres un lugar al que deseas permanecer,
entonces puedes tomarte el tiempo para solicitar una visa o estatus de residente
permanente.
La llevé a un banco para asegurarse de que ella pudiera transferir sus fondos con
éxito y permanecer al ras por un tiempo, luego le di mi información de contacto,
le dije adiós y devolví el auto de alquiler. Había una pantalla de televisión a todo
volumen en la oficina de alquiler de coches con las noticias de extrañas
erupciones en Taiwán, Japón, los Alpes de Bavaria, y en otros lugares. No había
cifras sólidas sobre lesionados o muertes; simplemente actividad sísmica sin
precedentes sin previo aviso. Los sismólogos y geólogos estaban muy
preocupados. Se corrían rumores de otros fenómenos salvajes ocurriendo en todo
el mundo, pero nada verificado todavía.
Bueno, si pensaban que era inusual, espera hasta que vean lo que iba a ocurrir a
continuación en Escandinavia. Sería mucho más oscuro y grave que cualquier
drama criminal sueco.
Los Fae no habían utilizado el mismo árbol atado, ya que tenía; había otro en el
campo de golf, recién unido, cerca de donde se agrupaban, y mientras me
acercaba, vi que más y más Fae se movían y se clasificaban en filas. No tenía
idea si fueron enviados por Brighid o por Fand; la presencia de Fand significaría
que la misión de Owen había tenido éxito, al menos parcialmente, pero hasta que
luchara en nombre de Brighid y a petición suya, nada era seguro.
La hada voladora avanzó cautelosamente, y una vez que sentí que estaba
gritando a lo lejos, levanté una mano para permitir que se detuviera a salvo y
escuchara.
— ¡Por favor, informa al ejército que estoy aquí para luchar junto a los Fae, por
Irlanda, Tír na nÓg y todos los planos Fae!—
Ella asintió y se alejó, y eso sería suficiente. Con suerte la noticia se difundiría
rápidamente y, esperanzadamente, no tendría que mirar una descarga de flechas
en ningún momento.
El dios del mar, dijo, —He venido para presentarte a mis hijos, los yeti.— Estos
claramente no eran los hijos de Fand, pero su expresión estaba en blanco. —
Querían conocerte—.
Manannán y Fand se hicieron a un lado y él presento al yeti más alto, con trenzas
extraordinarias e hilos plateados en su vello facial. — Este es el mayor, Erlendr.
El yeti se iluminó con una amplia sonrisa y extendió una mano enorme de pelaje
para que lo saludara. La tomé, y no era diferente a envolver el puño alrededor de
un cubo de hielo cubierto de fieltro.
—Oh, Maestro Siodhachan, ¡es un placer! Somos grandes amigos de su
aprendiz, Granuaile, ¡y queremos agradecerle por enviárnosla!
—Sí, lo hizo. Por la forma en que se iluminaron sus expresiones, estaba claro
que Hildr había abordado un tema favorito.
— ¡Es fantástico! Soñamos con jugar en un juego adecuado con humanos algún
día. ¡Tal vez podríamos rivalizar con los profesionales de la NHL! ¿Juega al
hockey, maestro Druida?
—Tristemente no. Pero disfruto viendo los juegos en vivo y burlándome de los
Maple Leafs[2] de Toronto, que logran perder todo el tiempo a pesar de tener un
presupuesto enorme. Y por favor, llámenme Atticus, sin honoríficos.
Cada uno de ellos tenía más para compartir sobre Granuaile en los términos más
amistosos, peludos y animados, y en poco tiempo mi cara comenzó a doler por
sonreír tanto. Skúfr me pidió que le informara que la escultura de hielo de Jon
Snow “el que no sabe nada” todavía estaba en pie en el Himalaya, y por lo que
podían decir, todavía no sabía nada. Ísólfr esperaba poder compartir más de su
poesía con ella pronto. Y Oddrún, el más joven y el más pequeño de ellos, pero
todavía mucho más alto que yo, preguntó por la hoja giratoria que hicieron para
ella.
El yeti hizo algo con su pelaje, una reacción involuntaria, tal vez; Se esponjó y
luego se aplastó, sus expresiones se volvieron severas.
—Estoy de acuerdo.
Debajo de mí, la tierra retumbó. Todos miramos hacia el norte hasta el estanque
y vimos que estaba burbujeando, hirviendo en nada. En poco tiempo explotó,
una gota de llamas surgió del centro de una nube de vapor en constante
expansión, y el centro amarillo-naranja de la misma siguió construyendo y
construyendo como una montaña formada donde un lago solía habitar, trozos del
tamaño de una roca de granito y basalto caían y rezuman como un volcán
formándose delante de nuestros ojos. Pero no estaba acompañado por la carga
estándar de las cenizas; todo era roca y llamas, el tipo de erupción clara y pura
que Eddie Van Halen tocó una vez, el cielo permanecía cristalino, un día soleado
para un apocalipsis en Escandinavia.
El calor de él me quemó la cara, incluso desde una distancia tan grande, y sabía
que mi amuleto de hierro no sería de ninguna protección contra el fuego en caso
de que se dirigiera a mí. En este momento, sin embargo, el fuego de Surt se
extendía por grandes distancias, y estábamos parados debajo de un paraguas
fundido en expansión.
Así fue como la profecía de las sirenas se haría realidad. La larga rabieta de Surt
iluminaría el mundo y no habría una explicación científica posible, excepto por
la repentina erupción de un volcán donde no existía actividad sísmica
anteriormente. Los satélites revelarían el epicentro del fuego, pero solo nosotros,
a nivel del suelo, podríamos ver a la figura parada en las llamas.
—Creo que es nuestra señal, dijo Oddrun, y sus hermanos mayores gruñeron en
acuerdo. El yeti más joven se volvió a Manannan Mac Lir. —Te amamos, Padre.
—Y yo los amo. A todos ustedes.—Los abrazó a cada uno de ellos, les habló de
su orgullo y esperanza por su seguridad, les aseguró que confiaba en que podrían
salvar al mundo de las llamas que todo lo consumen. Y luego el yeti se alejó,
volvió a hincharse el pelaje, brillando con nuevos cristales de escarcha y congeló
el suelo bajo sus pies. Patinaron juntos hacia el fuego sobre una cinta de hielo.
Erlendr se alzó sobre una columna de hielo que se derretía rápidamente hacia la
cara de Surt, y una vez que llegó a la altura de su clavícula se soltó con una
tremenda explosión de carámbanos apuntando directamente a los ojos del
gigante. Esto provocó una reacción violenta. Las llamas cesaron de erupcionar
hacia arriba y en su lugar explotaron hacia afuera, sobre nuestras cabezas hacia
el lago Vänern y más allá, y el cielo se convirtió en una ardiente capa de color
naranja y negro. El resultado fue que Erlendr simplemente desapareció detrás de
un muro de naranja, y tanto Hildr como Skúfr fueron consumidos por globos de
magma. Ísólfr, patinando hacia una rodilla, cayó de su capa de hielo por un golpe
brusco pero formó una rampa para salvarse como un esquiador cuesta abajo.
Fue Oddrún, patinando justo sobre el nivel del suelo, de quién Surt no se dio
cuenta hasta que fue demasiado tarde, mientras él estaba distraído con sus
hermanos. Usando su espada giratoria, pinchó uno de sus enormes dedos —una
prueba de apuñalamiento en el borde de un flujo de lava— y el efecto fue
inmediato y catastrófico, incluso si era demasiado tarde para salvar a los otros
yetis. La imponente forma de Surt chilló cuando su alma se separó de su
estructura y fue absorbida por el depósito de energía de la hoja. Las
extremidades se tambalearon, se desestabilizaron, y luego todo el cuerpo
comenzó a deshacerse como gelatina de naranja, lloviendo en la montaña. Tanto
Ísólfr como Oddrún corrieron para escapar, con pistas de hielo fundiéndose
detrás de ellos casi tan pronto como iban pasando. Lograron despejar la ruina,
pero su pelaje estaba ennegrecido y chamuscado en algunos lugares. Surt quemó
el mundo, cumpliendo la profecía de las sirenas, pero los yetis se aseguraron de
que no tuviera tiempo de quemarlo todo.
Una cautelosa e irregular aclamación se alzó entre las tropas de los Fae, pero no
duró mucho. El portal al plano nórdico se abrió de nuevo, y esta vez la erupción
fue de un tipo diferente: Los fantasmas no-muertos draugar hirviendo fuera de
Hel, armados y audaces, una horda con la intención de arrasar todo lo que estaba
delante de ellos.
Capítulo 12
Sifu Sun agarro su bastón y lo apunto hacia mí, pero lo dejo descansando contra
su cadera izquierda, una postura que he visto solo un par de veces antes, muy
brevemente, de Atticus, como una demostración casual: —Hay un estilo de
lucha que usa esta postura con un bastón muy largo y pesado dijo, —pero es un
arma poco práctica para llevar contigo, así que nos saltaremos esas y nos
centraremos en las formas usando el bastón más corto que posees.
Aparentemente el Rey Mono quería que usara a Scáthmhaide en ese estilo de
lucha, y le pregunte si mi vara sería suficiente. Él sacudió su cabeza hacia mí.
—Brazos alargados, y más de dos. Alas de navaja. Algunos tienen lenguas como
ranas pero no pegajosas: son rígidas y puntiagudas al final, y las usan para
perforar tu cuerpo.
—Encantador. ¿Son estos demonios budistas?
—Algunos. Sólo algunos. Los infiernos de los Diez Reyes Yama son un reino
mezclado.
Él inclina su cabeza hacia mí, se rasca la barbilla. —Ah. Mis palabras fallan.
Tómame como ejemplo: aprendí muchos de mis trucos y habilidades de los
maestros taoístas. Poco a poco llegué al budismo y acepté eso, pero sin rechazar
mis enseñanzas taoístas. Y muchas personas en Taiwan, Hong Kong y China
también albergan creencias del confucianismo. Los tres viven en la misma casa,
en armonía. Muchos santuarios reflejan esto. Tienes una palabra inglesa para
esto que se me escapa ahora. Esta mezcla de fe sin conflicto.
—¡Lo hace! Quiero decir, lo hago. Esto podría ser extraño para ti desde
Occidente, donde la gente cree que debe creer solo una cosa, pero en el Este no
tenemos ningún problema con esto
—Excelente. Así como está en los santuarios y los cielos, así está en los
infiernos.
Escucho algunas exclamaciones y voces que suben flotando desde las calles de
abajo. La gente en la ciudad se está dando cuenta de que algo malo está
sucediendo.
—Sí. Ese es el camino de las personas que no están en paz. Pero intentaremos
mantener a los demonios confinados en Yangmingshan y minimizar la pérdida
de vidas.
—¿Y si no podemos?
—Sifu, tengo una pregunta. Soy capaz de hacerme invisible debido a las
vinculaciones de mi vara. ¿Eso no hará que estas defensas no tengan sentido, ya
que mis oponentes no podrán verme?
— Serás tan visible para ellos como el sol en el cielo. Tu unión no les importará.
No usarán ojos humanos para mirarte, después de todo. Estas criaturas de los
infiernos pueden perforar todos los velos.
—¡Oh!
Mi instrucción continúa hasta que llega el tercer Rey Yama y el Rey Mono envía
aún más clones. Estoy agotada y mis dedos están ampollados y agrietados de
tanto sostener mi vara. No he tenido contacto con la Tierra en todas estas horas y
mi energía es peligrosamente baja. No sé cuánto uso tendré sin un poco de
tiempo para curarme y recargarme.
—Eso es todo, dice Sifu Sun después de que sale su tercer lote de clones. No me
puedo extender más. Y estas cansada. Además, el tiempo se acorta. Regresemos
a la tienda.
—De nada. Pero ya no soy tu maestro, así que puedes llamarme Wukong otra
vez.
La tienda está limpia de clientes cuando bajamos allí. Solo quedan unos pocos
empleados, discutiendo en voz alta en mandarín sobre algo. La voz de Wukong
los corta y terminan la conversación. Él los despide y salen a la entrada, aún en
sus formas humanas, para ir, quién sabe dónde disfrutar del apocalipsis. Wukong
cierra la puerta detrás de ellos, muestra un cartel que supongo que significa
CERRADO en mandarín y baja las persianas para que nadie pueda vernos a
través de las ventanas. Luego se vuelve y me sonríe. —¿Lista para un poco de té
de burbujas?
—¿En serio?
—¿Puedes morir?
El Rey Mono se ríe mientras se mueve hacia la estación de té. —Admito que las
probabilidades están a mi favor. Pero supongo que es posible. Y si sucede,
bueno, tengo una muy buena idea de que mi vida futura no será tan mala. ¿Y tú?
— ¿Me estás preguntando qué espero de mi vida futura? ¿Mis puntos de karma,
o lo que sea?
— Bueno, nunca recuesto el asiento cuando estoy volando en clase turista y, con
ello, invadir el espacio de la persona que está detrás de mí.
—No estoy seguro de lo que significa clase turista, dice Wukong, pero me alegra
saber que no invades el espacio de los demás.
Sun Wukong golpea la pared con sus nudillos en una secuencia que está
claramente diseñada, y una vez que la completa, un panel se desliza hacia la
izquierda y revela una caja fuerte oculta en la pared. Gira el dial y me sonríe por
encima de su hombro. —Estoy buscando los ingredientes especiales para tu té.
—¿Tienes algún tipo de comida en una caja fuerte? ¿Es eso, uh... seguro?
—No estoy segura de lo que estoy mirando. Rodajas o trozos de fruta de color
amarillo pálido. —¿Son mangos? ¿Papaya?
—¡Precisamente!
—¿Para mí?
—Aquí tienes, dice finalmente Wukong. Abro los ojos y contemplo un líquido
amarillo-naranja.
—Desearía tener las palabras para expresar lo maravilloso que es esto, le digo a
Wukong. Se merece su propio poema.
—¿Disfrutas de la poesía?
—Sí. Estoy memorizando poesía polaca en este momento para mi próximo
espacio mental. Sin embargo, creo que me gustaría estudiar mandarín después.
—No, no lo he hecho.
—Él escribe sobre la naturaleza muy a menudo, así que espero que lo aprecies.
Déjame ver, ¿quizás pueda traducir un par de líneas que te gusten? Su voz se
hace más profunda y rueda por mis tímpanos como un trueno en el preludio de
una tormenta de verano.
—Lo es, Wukong estuvo de acuerdo. Y eso fue. Esperemos que tengamos un
futuro y un bosque después de esto.
Capítulo 13
Prefiero pensar, que mis negocios con los Kobold habían sido bastante riesgo
para mi vida por el día, pero casi tan pronto como lo pensé e hice planes para
llegar a la próxima arboleda, tuve una solicitud para investigar algún desastre de
regreso en Norte-América.
Estoy completamente desnudo, y es algo que sucede tan a menudo para ambos,
que Greta coloca un alijo con ropa en el bosque cerca de su cabaña próximo al
árbol vinculado, justo en un viejo escritorio que encontró en una tienda de
antigüedades. Esta suficientemente lejos de la casa que mis aprendices no
podrían verme aparecer, aunque eso no debería importar ya que ellos todavía se
encuentran en un muy largo vuelo de regreso a casa. Me cambie aquí con el
tiempo suficiente para obtener un par de jeans y una camiseta antes de atender el
siguiente llamado del elemental hacia el norte de los Estados Unidos.
Apunté hacia el norte, y estaba impresionado con lo que vi, estas Montañas
Rocosas eran hermosas, inclusive en los oscuros azules de la noche. Nunca vi
nada como eso antes; los Alpes Bavarios estaban bien, pero no se equivoquen,
nunca llegué a admirarlos desde arriba. Ciertamente nunca vi algo como esto en
Irlanda o en mis pocos viajes por el Continente Europeo en los viejos tiempos.
Vi algunos grandes acantilados y algunas montañas fantásticas, pero nada como
estas montañas. Puedo ver a un druida enamorándose de tierras como estas.
Los identifique viendo el hielo y nieve cristalizarse desde sus manos alargadas
para formas helados muros que; de otra manera yo hubiera pensado que eran
nada más que chicos altos con la piel de color azul claro, tal vez algún tipo de
Fae. ¿Pero que están haciendo aquí los gigantes helados de las historias de los
nórdicos? El portal que los trajo aquí, al menos, parece cerrado – pero ¿Quién lo
abrió?
Las historias originales del Ragnarok, sugerían que este comenzaría con años de
frio suavizar el plano humano –Midgard, como ellos lo llaman– y madurarlo
para la conquista. Tal vez, todavía eso es parte del plan, excepto que ellos están
tratando de hacerlo en un continente diferente. Tal vez Loki piensa que una vez
que tenga el otro hemisferio bajo su control, este caería fácilmente si es
congelado justo después que la primavera comenzara. Norte América perdería
una temporada de crecimiento, y repentinamente habría condiciones de
hambruna en la tierra de la plenitud. Gente débil ponen una pelea débil.
Tal vez es eso. Pero no parecen que tuvieran algún tipo de fuerza militar. Ellos
tienen un par de chicos con ellos. Niños gigantes. Estas son familias.
Uno de ellos en realidad paró en el suelo cerca de nuestra posición, tal vez un
kilómetro o más hacia este, aterrizando en el lado de la montaña en un montón
de madera, el cual de inmediato incendio un acre completo o algo así –lo
opuesto a una agradable fogata. Estas cosas eran bola de fuego, no meteoritos,
aterrizando en un parche de bosque como ese, no habría manera fácil de
combatir el fuego, significa que iba a arder por días, al menos que el grupo de
estos gigantes helados decida hacer algo al respecto.
Me alejé de los gigantes de hielo que construían los refugios y seguí a los que se
dirigían hacia el fuego. Ellos tenían algún terreno difícil que seguir, pero esas
largas piernas los ayudaron a escalarlas; serian por lo menos veinte minutos
mientras ellos llegaban allá, y mientras tanto el fuego no solo se habrá agarrado,
sino que también se habrá esparcido. Ellos combinaron sus talentos y
comenzaron a lanzar nieve a las llamas, levantándolo directamente del suelo y
asfixiando el tronco de los árboles y las ramas en ellos.
Les iba a tomar algún tiempo, pero tendrían este fuego contenido y extinguido en
una hora, aproximadamente. Y ese tipo de comportamiento no se corresponde
con ser agentes de Loki. Si estuvieran del mismo lado, ellos deberían estar
riendo con lo del fuego, frotando sus manos cual villanos y murmurando
oscuramente sobre el mundo siendo pronto de ellos. El escudo que están
construyendo esta sobre la línea de los árboles, ellos no estarían en peligro por el
fuego, al menos que ellos estén intentando preservar el hábitat aquí para los
animales. Eso es un pensamiento a largo plazo muy diferente. Es de la clase de
cosas que piensas si quieres quedarte. Es lo que harías si quisieras proteger tu
vecindario.
Circule alrededor de donde el grupo estaba trabajando en sus muros y mire más
de cerca. No era un bunker o unas barracas lo que están formando ahí. Eso es
una casa. Dos de los gigantes –un hombre y una mujer– están poniendo algunos
toques decorativos en el frente de los pilares, pequeños espirales y flores de
hielo. Ellos están sonriendo el uno al otro y diciendo “Graah”, lo que sea que eso
signifique. Me gustaría poder hablar con ellos, pero ellos hablan Nórdico
antiguo, un idioma que nunca aprendí.
Pero agregado a todo eso –el tipo de muro, la composición del grupo, el
equipaje– y estos son mayoritariamente refugiados. Estas familias no están
participando en ninguna forma del Ragnarok o de los engaños de Loki. Ellos
quieren un lugar seguro para criar a sus hijos, y esta parte en particular de los
escarpados de las Montañas Rocosas tiene pocos humanos corriendo alrededor.
Siodhachan me hablo sobre el parque nacional; solo hay un par de caminos y
están cerrados en el invierno y en la mayoría de la primavera. El único momento
en que estos verdaderos gigantes pudieran encontrarse con alguien seria con los
escaladores en verano, y si ellos mantienen este pico todo cubierto de hielo y
nieve – no difícil a estas alturas – inclusive eso sería improbable.
No lo puedo decir con certeza, por supuesto. Tal vez ellos tienen alguna agenda
siniestra empacada en uno de esos bolsos, pero no se comportan como si
quisieran destruir el mundo. Ellos están actuando como si quisieran esconderse
en una pequeña esquina de este, sin molestar a nadie. Realmente, ellos no están
haciendo nada ahora que valga la pena ponerme los nudillos. Abrieron un portal,
y levantaron la alarma del elemental, pero ahora está cerrado, y hasta ahora ellos
no han estado haciendo nada más que hacer frio lugar un poco más frio,
construir una casa de hielo, y apagar el fuego. Parece como que podría no ser
una crisis.
Como llegaron aquí –quien abrió el portal y lo cerró otra vez– es algo que
quisiera saber. Pero no parece ser una materia urgente que requiera mi atención.
Estos chicos han demostrado con sus acciones que están aquí para construir y
preservar en vez de para destruir. Mientras tanto se realmente bien que hay
mucha destrucción ocurriendo en otro lado. Esas bolas de fuego van lo más
probable a destruir donde quiera que aterricen, excepto tal vez el océano, pero
los elementales parecen contentos de dejar que esos ardan o dejar que alguien
más se ocupe de ellos. Plantar vida puede venir después de los incendios. Es más
rudo regresar del drenado y muerte que causan los portales.
Después del fuego esperaba hielo. Los gigantes de las heladas estaban, por todas
las cuentas, del lado de Loki y ansiosos por transformar el mundo. Pero por
alguna razón, solo unos pocos emergieron del plano nórdico para enfriar el área
donde estaba Surt y allanar el camino para la horda. Y fue de hecho una horda de
draugar, los no muertos llenos del espíritu de Hel, que brotaban del cono del
volcán. Ese espíritu dentro de ellos me impedía desatarlos como vampiros, y
eran difíciles de matar. Tenían que ser decapitados o, de alguna manera, revolver
sus cerebros para ser derrotados, y tenían un par de garabatos blandos que
incluso se volvían ásperos: podían hincharse o encogerse con bastante facilidad
y también eran semi-corpóreos. Podrían pasar a través de cuerpos sólidos, o
dejar que cuerpos sólidos pasasen a través de ellos, si lo deseaban. Algo así
como esos gemelos espeluznantes de la segunda película de Matrix, excepto un
poco más lentos y sin sentido del humor o fabulosas extensiones de cabello.
Los nórdicos tenían algunos dioses de su lado para igualar las cosas. Detrás de
los Einherjar, Odín montaba en un magnífico caballo, aunque bastante común:
yo era la razón por la que no montaba a Sleipnir. Yo fui la razón por la que
sucedió todo esto, de hecho.
Pronto llegó más ayuda, antes de que el puente del arco iris terminara de
descargar sus tropas. Otro portal se abrió a mi izquierda, y al principio pensé que
era otro gigante de fuego que se levantaba de Muspellheim pero rápidamente vi
mi error. Era Brighid con su traje de batalla, levantándose sobre una columna de
fuego. Y detrás de ella vinieron no solo su propio ejército Fae sino también otro
ejército que habíamos persuadido a nuestro lado: los elfos oscuros de
Svartálfheim. Ahora empezaba a parecer que teníamos una convocatoria.
Brighid notó las hordas draugar reunidas debajo de una pancarta y se dirigió
hacia mí para hablar. Sus ojos se dirigieron al gran anfitrión Fae y notaron que
Fand y Manannan esperaban para recibirla, pero aún no los reconoció. En
cambio, se dejó caer a la tierra en un círculo chamuscado, apagó sus llamas y se
quitó el casco.
—¿Olímpicos? ¿Dónde?
Les saludamos con la mano, y los olímpicos nos dieron breves asentimientos a
cambio. La toga de Zeus se contrajo.
—¿Han emergido Hel o Loki ya?, Preguntó Brighid, mirando a las laderas del
volcán, que aún brotaban. Pero cada vez salían más draugar .
—No visiblemente. Aunque puede ser. Cualquiera de los dos podría estar usando
un disfraz y viéndonos ahora mismo.
—Hmm. Brighid consideró y sacudió la cabeza. —Tal vez eso sería cierto de
Hel. Ella tiene el mismo corazón ennegrecido pero no tiene el ego hinchado de
su padre. Loki se revelará, te lo aseguro. Su constitución lo exige. Él debe
acicalarse y ser visto para ser poderoso. Puede que ahora sea parte de la horda,
pero con el tiempo se convertirá en un objetivo.
—Eso me parece muy probable. Sin embargo, cuando lo haga, ¿ya tienes un plan
que conozcas para sacarlo? Porque es inmune tanto al fuego como a los rayos.
—¿Un rayo? Brighid frunció el ceño. —¿Thor no solía castigarlo con eso?
—Quizás sí, en el pasado. Pero Perun envió varios rayos a Loki desde que
escapó, y no se vio afectado.
—De hecho, tenemos una pequeña apuesta sobre quién lo va a atrapar. Mi dinero
está en Ares. ¿Quieres entrar?
—No hasta ahora. Los dioses de la guerra y los dioses del trueno están tomados,
al igual que los apolos y todos los dioses nórdicos. Yo también, además de Fand
y Manannan.
—Son libres.
—Entonces, ¿Cuál es el acuerdo? Espero que no sea un favor que puedas cobrar
más tarde.
—No, lo es...
Hizo una pausa, suspiró y puso los ojos en blanco. —No fue mi idea, ¿de
acuerdo? Odín insistió, y todo es tu culpa.
—Por supuesto que lo es. Todo es mi culpa.
—No lo estoy. Odín está obsesionado con ellas, desde el momento en que le
regalaste esas Samoas.
—Bien.
Estuve abruptamente solo de nuevo y muy consciente de que puedo tener tantos
enemigos de mi lado como contra las fuerzas de Hel. Los olímpicos no vinieron
a saludar, ni los fae ni los elfos oscuros. Puede que tenga que vigilar mi espalda
tanto como mi frente, aunque, excepto por los elfos oscuros y algunos de los
Fae, no pensé en las fuerzas de nuestro lado como traidores. Ciertamente no era
ninguna de las deidades.
Hay algunos motivos más tediosos en la historia que el loco del poder que quiere
moldear el mundo para que se ajuste a sus deseos. Sin embargo, a veces el
hombre loco de poder engendra descendientes infernales que son tan malos o
peores, pequeños monstruos que se convierten en grandes monstruos,
desprovistos de empatía o de alma que no es una cosa pequeña y hambrienta.
Loki y sus hijos fueron cortados de esa tela.
Hel salió de la caldera y siguió creciendo, la mitad de ella era un cadáver de piel
gris y la mitad de su hueso y carne expuestos y los órganos palpitantes. Detrás de
ella, el brillante cabello ardiente de Loki se alzó. El dios de la travesura sonrió
con locura cuando emergió, hinchándose a proporciones gigantescas. Se
elevaron sobre el campo usando su habilidad para cambiar de forma, con una
altura de sesenta metros o más, como un traje gigante de un anime apocalíptico.
Loki sostenía una espada de fuego que reconocí, aunque también era mucho más
grande de lo que solía ser, y la apuntó en nuestra dirección general. Su voz
resonó a través de los campos como un trueno.
—No, no puede ser, murmuré, pero dejó que el cuerno cayera de su barbudo
rostro y levantó un martillo hacia el cielo. Un rayo se unió a su alrededor y lo
redirigió para atacar entre la horda que se aproximaba, un gesto sin sentido ya
que los draugar no se vieron afectados por la electricidad, permitiendo que los
rayos pasaran a través de su carne fantasmal. Tendría que forzarlos al olvido si
quería hacerlos desaparecer, porque Loki y Hel no dejarían que algo tan
elemental como un rayo los frustrara ahora. Pero el hecho rígido de su presencia
era la prueba de que nunca se había ido cuando creía que lo había hecho.
La montaña Seven Star exploto otra vez. Es una fuerza absoluta y hambrienta
que no estoy preparada para enfrentar. Esta es una batalla para dioses, no para
una mujer de Kansas pasando por Arizona.
―Y la respuesta sigue siendo la misma: para aprender y crecer. ―Me dirige una
sonrisa traviesa. Sabe bien lo irritante que me parece ahora mismo.
―Pero ¿aprender qué? ¿Para crecer de qué forma? Estoy dispuesta a hacer las
dos cosas y trabajar para cumplir cualquier meta que me impongas, pero lo que
has dicho hasta ahora ha sido demasiado vago.
―¿Crees que te trajeron hasta aquí para luchar contra las hordas de los Reyes
Yama? ¿Quizá para luchar contra los mismos Reyes Yama?
―No, no lo creo. Esa es la base de mi duda: no puedes esperar que luche contra
ellos.
Contengo mi respuesta acalorada, pues mientras soy consciente de que hay otros
caminos, debe haber alguno en específico al que Wukong se esté refiriendo y
sepa que no veo. Y no está sugiriendo algún tipo de trato a lo Yoda donde debo
desaprender lo que he aprendido. Ha reconocido que estoy un nivel bastante alto
de habilidad marcial; quiere que de alguna forma me alce por sobre ese punto.
No sé qué intenta hacer, así que me sujeto con fuera a Scáthmhaide y tomo su
mano derecha con mi izquierda. Sun Wukong me sonríe.
―A veces los humanos se ensucian los pantalones cuando me elevo por las
nubes con ellos. Por favor, intenta no hacer eso.
―¿Qué?
Él suelta una carcajada, se sacude, dobla las rodillas y entonces salgo lanzada al
aire con su poder, me lleva con un salto enorme hacia el caos hirviente y
apocalíptico de Yangmingshan. En Viaje al Oeste decía que puede viajar ciento
setenta y tres kilómetros en un solo salto, lo suficiente para dar la vuelta al globo
cuatro veces. En esencia no es diferente a volar, así que este salto relativamente
corto a Yangmingshan desde el Viejo Taipéi no es nada para él, pero para mí es
una experiencia impresionante que posiblemente haga que me ensucie los
pantalones. Si no fuera por mi historial de vuelo como halcón peregrino, creo
que bien podría haber tenido un accidente de un tipo o de otro, pues como
humana es aterrador estar en el aire sin soporte visible.
Una vez allí, no estoy segura de cómo sentirme sobre lo que estoy enfrentando.
Algunos son claramente demonios de fisonomía inusual y nunca han sido nada
más que criaturas horribles que se deleitan con el dolor de otros. Pero algunos de
los que veo son figuras humanas encolerizadas, tanto hombres como mujeres,
carbonizados o con cicatrices de algún tipo, y confundidos más que nada. Son
almas que están saldando su mal karma en el infierno hasta que puedan
reencarnar, y están tan preocupados como yo sobre lo que sucederá si los mato
como están. ¿Reencarnarán de inmediato o regresarán a su infierno en el
purgatorio por más siglos de purificación?
Pero en ellos también hay un cierto fatalismo, estas criaturas miserables que
murieron quién sabe hace cuánto: saben con certera que no pueden entrar a
Taipéi como si nada y resumir sus vidas como son, al ser sombras de sus
antiguos seres. En cambio, deben complacer a cualquier Rey Yama que esté a
cargo de su infierno, y ahora mismo su Rey Yama quiere que maten lo que sea
que tengan en frente.
Un golpe con el lado romo de mi báculo entre los ojos, en la sien o en la nuca
acaba con ellos fácilmente. No están armados, no tienen preparación y en
realidad no representan ninguna amenaza para mí, y me entristece la necesidad
de herirlos para defenderme. Supongo que estoy defendiendo a bastantes
personas en Taipéi, pero no siento eso; en cambio me siento como un monstruo
por aprovecharme de su debilidad.
Eso es hasta que un demonio de verdad se me acerca, con piel azul y sostenido
en el aire por alas de colores brillantes, parecidas a las plumas de un pavo real,
con ojos rojos y brillantes en un rostro con dientes negros. Lleva una maza
colgando de una cadena, y sé que es macho porque no lleva nada de ropa.
―Eh, ¿Wukong? ―Miro por sobre mi hombro y veo que ya está ocupado. Al
parecer, este es todo mío. Debe haber un señor del infierno molesto conmigo por
acabar con sus fuerzas tan rápidamente.
Qué extraño pensar algo así en un combate mientras destrozas cráneos. ¿Qué
debería decirles justo antes de que mueran? ¿«Prueba el sabor kiwi-sandía
cuando puedas» o algo así? ¿Tendrían sentido esas palabras para ellos siquiera?
¿Se aferrarían a la idea a través de su sufrimiento purgatorial y después a través
de su renacimiento? ¿Entenderían alguna palabra de mi idioma, o de alguna
forma les estaría comunicando mi arrepentimiento y esperanza personal por
ellos? Ciertamente espero cosas mejores para ellos que un mero té de burbujas.
Sus expresiones son de almas desesperadas por simplemente salir de esto ―yo,
el infierno, lo que sea― para poder llegar a un lugar mejor.
No sé qué tan piadoso sea enviar a estas personas devuelta a ser torturadas por…
¿dijo el Rey Mono que mil años? ¿Cómo es posible que hagan tanto mal en una
vida humana para merecer tal castigo? Me imagino que puede ser el caso de
alguien como un dictador o un asesino en serie, pero no estoy segura de que
todas estas personas se dedicaran a eso. Tal vez eran simples molineros que
estafaban a agricultores, o granjeros que no cuidaban a sus caballos, o
funcionares locales mezquinos, o abuelas terribles, pero no espíritus que
pudieran haber hecho algo en setenta años para mecer mil años de castigo,
¿verdad?
Por eso he mantenido mi código moral druida tan simple como sea posible: si
estás provocando un daño a gran escala a los ecosistemas de Gaia,
probablemente haré algo para detenerte y hacerte lamentarlo. El castigo será
rápido y a corto plazo. Tendrás la oportunidad de ser amable con la tierra
después (o no) y serás juzgado de acuerdo con otro ecosistema (o no) cuando
mueras. Puede que incluso mueras en una pelea sobre qué sistema judicial es
mejor, pero obviamente no es algo que puedas saber, incluso en la muerte,
porque solo serás juzgado de acuerdo con uno de los sistemas, si es que eso. Ya
habré salido de tu foto personal para entonces, y tus elementos regresarán a
Gaia, tal vez para ser reutilizados por otro espíritu que necesite un carro carnal
para caminar un día distante en el futuro.
El poeta polaco cuyas obras estoy absorbiendo como espacio mental, Wisława
Szymborska, escribió sobre la soledad de la Utopía y lo despojada que está de
personas reales: Como si lo propio del lugar fuera partir / y para no volver
sumergirse en la vorágine. / En la vida inconcebible.
―¿Sí?
―¿Cómo sé si tengo buen juicio?
Ese parece un detalle inconsecuente, pero tal vez incluso mi juicio sobre eso es
sospechoso. Aun así, es algo obvio, porque es delicioso.
―¿Y qué piensas de ese tipo que está bajando la montaña hacia nosotros, alto,
armado y blandiendo una espada que parece más larga que tú estirada en el
suelo?
―Entonces creo que tu juicio es sensato. Ese es Wuguan, el Cuarto Rey Yama
de Yingian.
Wuguan emite un gruñido como de death metal que me retumba en los huesos,
eleva su espada y fija su mirada alocada en mí en vez de Wukong. Sus músculos
se abultan y veo que va a atacarme o… No lo sé, algo agresivo.
El árbol que utilizo para cambiar de plano está justo al lado de la rivera del
Amazonas, cerca de una ciudad en Perú llamada Iquitos. No me doy cuenta
cuando llego allí, pero después descubro que no puedes llegar a esta ciudad por
carro. Tienes que llegar volando o flotando en el río. O cambiar de plano, como
yo, utilizando un árbol vinculado. Tienen transporte local en la ciudad, caminos
y eso, pero, por lo demás, los caminos no atraviesan el bosque. Aun así, no es
una ciudad grande. Hay medio millón de personas, y huele como si hayan estado
aquí durante un tiempo.
Siodhachan me dijo que la mayoría de este continente fue colonizado por los
españoles y portugueses. Esos eran un par de grandes potencias colonizadoras,
junto con los británicos, franceses y holandeses, que utilizaban la pólvora y la
enfermedad para hacer al mundo como cojones europeos.
—Los irlandeses —me dice durante esa lección de historia—, estuvieron entre
los primeros en ser colonizados.
Aquí en Perú, por ejemplo, los Incas tenían cuatrocientas clases de patatas, y los
españoles las desaparecieron casi todas. Trajeron unas pocas clases de vuelta a
Europa, y esa se convirtió en una inmensa comida principal para los irlandeses,
por eso Siodhachan se molestó en contarme al respecto, pero la diversidad había
desaparecido. También solía haber un montón de bananas, si me perdonan la
broma, pero ahora solo quedan unas pocas clases y algunas bananas. Siodhachan
dice que lamenta no salvar algunas en bancos de semillas o algo parecido, pero
no se dio cuenta que estaba sucediendo, porque las patatas y bananas no dan
gritos al morir. Las extinciones son tristes, salidas solitarias para los últimos
pocos especímenes, con frecuencia silenciosa y siempre trágica. Y aún están
sucediendo.
Algo alrededor de Iquitos está harto de eso. Ha decidido que los humanos son el
problema, y tal como Bavaria me dijo que me deshiciera de los kobolds
problemáticos, éste está deshaciéndose de los humanos en esta ciudad aislada
rodeada por la selva.
Excepto que no es solo una cosa la que hace el daño. Ese es el verdadero
problema aquí.
Un enjambre de avispas baja sobre una moto-taxi (una maquina ruidosa de tres
ruedas sin techo) y procede a picar a todos en el interior hasta que mueren
gritando. Nubes de mosquitos se posan sobre otros como un espectáculo del
horror de succión de sangre. Los monos han bajado de los árboles para arrojar
rocas y cualquier cosa que pueden encontrar contra la cabeza de la gente desde
los tejados. Aves de toda clase bajan en picada y pican los ojos, pero las águilas
arpía son especialmente letales. Hay un jaguar persiguiendo gente y desgarrando
gargantas. Lo mejor para todos ahora mismo sería entrar a las viviendas y
permanecer allí, pero no me sorprendería descubrir que la gente está siendo
atacada por sus propias mascotas. Saludo a la elemental del Amazonas y espero
que ella pueda ser capaz de ayudarme a desentrañar esto.
//Desconocido//
Joder.
//Desconocido//
Cojones peludos, maldición. Los sudorosos que huelen como queso cottage
podrido. Necesito saber más si voy a descubrir cómo lidiar con esto.
Un mono de pelo rojo corretea por encima de mi cabeza y me estiro hacia él,
vinculando mi mente a la suya y le pregunto quién lo envió. En respuesta
consigo un encogimiento de hombros mental, un grito y una roca arrojada a mi
cabeza.
Entro en un lugar que luce como un restaurante, que anuncia algo llamado
tacacho. —¿Quién habla inglés? —pregunto a la habitación, y unas pocas manos
se levantan, incluyendo el sujeto detrás de la registradora. Me aproximo a él y le
agradezco—. ¿Tienen una diosa de la naturaleza a la que la gente le reza por
aquí?
—No, no. No quiero arte. No soy un turista. Quiero saber cómo creen ustedes
que luce ella.
—No, no —dice uno de los parroquianos, tiene la boca llena de lo que sea que es
tacacho. Escupe un poco mientras intenta hablar con eso en la boca—. Cabello
largo. Muchos colores. De tamaño saludable, ni grande ni pequeña. Hecha de
plantas y animales.
—¿Qué? ¡No, ella luce humana y tiene piel morena normal! —dice alguien más.
—Es madre de todos —dice el sujeto que está comiendo—. No solo de los
humanos. No está confinada a una forma humana.
Puedo ver por qué Amazonas tuvo dificultad en identificar dónde podría estar
ella. A juzgar por estas variadas descripciones, ella podría manifestarse casi
como cualquier cosa.
—No, no, ella es gentil y amorosa —dice el chico en la registradora y los otros
concuerdan.
Eso no encaja con la ira que se desata en el exterior, y los parroquianos aquí
parecen mayormente inconscientes de lo que sucede. Eso cambia cuando una
moto-taxi se estrella contra el inmenso ventanal frontal y una jodida plaga de
algo volador entra con él. Nunca he visto a gente llenar sus pantalones de mierda
tan rápido.
Monto en una termal, ganando más altura, y veo que hay un río allí: el Itaya, de
hecho, un tributario al Amazonas. Las casas, especialmente al otro lado, son el
refugio más básico, construidas sobre pilotes para permitir las inundaciones por
temporada; la gente allí está viviendo amontonada en condiciones horrorosas. Y
me preocupa que pudieran estar muertos, porque lo que veo asomando por
encima de los doseles de los árboles al otro lado del río es una criatura de ira, y
los enjambres fluyen desde esa dirección a la ciudad.
No quiero intentar volar contra eso, así que me desvío en ángulo para aterrizar
en la rivera del sur, flanqueándola y una vez en el suelo cambio a un oso. Si un
jaguar desea atacarme, imagino que de esa forma daré una buena batalla; dudo
que estas selvas tengan depredadores más grandes que eso, aparte de los
enjambres de esta hormiga o aquel avispón.
No hay tiempo para ser cuidadoso después de eso. La gente está muriendo y
necesito descubrir cómo detenerlo. Corro al norte por la rivera este del Itaya
hasta que llego a lo que indudablemente es una manifestación de Pachamama.
Una vez que echo un buen vistazo entiendo por qué la elemental del Amazonas
no pudo descubrir dónde estaba, porque ella no es una cosa definida. Es una
colección (no, hay una palabra jodidamente sofisticada para eso) una amalgama
de plantas y animales, todas formando la figura de una mujer humana de seis
metros de alto más o menos. Está hecha de enredaderas y monos y arces y cera
de abeja y cualquier jodida cosa en la selva. Es tanto aterradora como hermosa.
No conozco la mitad de lo que estoy mirando, ya que no soy de por aquí y
montones de estas especies son nuevas para mí. Sin embargo, tengo dos
aprendices, Luiz y Ozcar, que vienen de diferentes extremos del Amazonas.
Ozcar es de Perú, pero Luiz, de Brazil, es indudablemente el mayor amante de
animales de todos mis aprendices; alguno de ellos probablemente podría decirme
lo que estoy mirando con gran detalle. Todo lo que puedo notar es que es una
masa furiosa de mamíferos y aves e insectos alrededor de un esqueleto de
madera y enredaderas, y está poderosamente enojada y es una gloria, todo a la
vez, mirando a la ciudad humana desde el otro lado del río con cuencas ardientes
hechas de hormigas soldado fieramente rojas y doblando su voluntad para
destruir a todos los que viven allí. Si Gaia alguna vez eligiera manifestarse en
persona, imagino que podría lucir parecida a esto, pero en la escala de montañas.
Sin embargo, ni siquiera puedo enfrentar eso hasta que descubra dónde mantiene
su consciencia para esta manifestación. Tiene tantos bichos colgando de su
cráneo que no puedo encontrar el suyo. Es una búsqueda frustrante en el espectro
mágico; incluso miro alrededor del hueco del pecho algo especial, pensando que
tal vez se estaría manteniendo donde debería estar el corazón, pero todo lo que
puedo captar es un brillo superficial que rodea su cuerpo construido, que tiene
cabello de muchos colores, los mechones hechos de enredaderas cubiertas de
diversos animales peludos y plumíferos.
Pero eso me da una idea. Si me vínculo con cualquier animal que sea parte de
ella, debería ser una forma de entrar. Elijo una criatura de aspecto algo tontorrón
colgado en una bola alrededor de su tobillo. Tiene una sonrisa en la cara, brazos
muy largos y tres enormes garras en cada mano. Un perezoso de tres dedos,
aprendo después. Luiz lo amaría.
La criatura lentamente mira alrededor a los animales que también están alrededor
del tobillo y pie de la diosa gigante. La voz mental de ella es afable y amable.
<¿Quién dijo eso en mi cabeza? ¿O comí algunas hojas con hongo flipante
encima otra vez?>
<Yo. Aquí a tu izquierda. La gran cosa negra peluda. Luzco como un oso.>
<Eres más grande que cualquier cosa. Como que me sacaste de onda.
Probablemente pasas todo el día comiendo cosas. Vaya. Ey, no me comerás,
¿verdad?>
<Owen Kennedy, Druida de Gaia.> Eso no es algo que pueda comunicar con
solo imágenes y emociones. Es un nombre formulado en lenguaje, y ella tiene un
poquitín de problemas con eso.
<Vaya. ¿Realmente está sucediendo esto ahora mismo? Parece un sueño raro.>
Pasa casi un minuto entero antes de obtener una respuesta, pero cuando lo hago,
jodido infierno, casi me licua el cerebro.
La masa furiosa de criaturas pasa su atención de la ciudad al otro lado del río a
mí; todos esos ojos, compuestos y binoculares, mirándome. Definitivamente
tengo la atención de Pachamama. Su respuesta está modulada al ruidoso rango
normal cuando responde.
<¿Un Druida de Gaia? Había uno que visitaba mi bosque de vez en cuando.
Humano con cabello rojo. Tú no eres él.>
<Quería hablar sobre por qué estás ocupada. Eres un espíritu que nutre. ¿Qué te
tiene tan molesta?>
<¡Lanzaron fuego encima de mi bosque! ¡No para limpiar la tierra para cultivar
comida, sino para destruir!>
<No hay volcanes aquí. Este fuego no era natural, lo que significa que los
humanos fueron responsables. No se les puede permitir continuar.>
<En cierta manera fue un volcán, pero muy lejos de aquí. Al otro lado del
mundo, un gigante de fuego de otro plano vino a la tierra e hizo erupción. El
fuego ha llovido por todo el planeta, no solo aquí. Y los humanos no son
responsables.>
<¡Aún lo es! Es un Druida como yo y está luchando con ese gigante que
ocasionó el fuego, por tu bien y el de todos los demás. Él nutre la tierra como tú.
Y yo estoy entrenando más druidas ahora mismo. Uno de ellos nació cerca de
aquí; su nombre es Ozcar. Otro nació al otro extremo del río Amazonas, y su
nombre es Luiz. Y cuando su entrenamiento esté completo, estoy seguro que uno
o ambos desearán regresar aquí, para proteger las criaturas de este bosque.>
<Han construido sistemas que infligirán ruina sobre los ríos y bosques aquí sin
mantenimiento.> No tengo idea si eso es verdad o no, pero suena bien.
<¿Qué sistemas? ¿Qué ruina podría ser mayor que la que ya han infligido?>
<Pero podría ser mucho peor,> e incluso yo puedo escuchar lo patético que
suena eso. Vaya con esas habilidades legendarias.
El problema con esto es que estoy discutiendo con una fuerza de la naturaleza.
Los humanos tienen pocas cualidades redentoras desde el punto de vista de la
naturaleza. No puedo apelar a la apreciación de Pachamama por el arte o la
música o teatro cuando ella honestamente no es fan de nada de eso. Pero tal vez
puedo apelar a su sentido del ser.
<Lo haré. Y como dije, tengo dos aprendices que muy probablemente pasarán
mucho de su tiempo en esta región cuando estén listos.>
No creo que haya soñado alguna vez en volverse violenta. Sencillamente había
sido empujada a creer que no tenía otra opción, y cuando yo señale que aún tenía
una, le alegró regresar a la paz. Es hermosa y eso le digo. El perezoso me
responde en su lugar.
<Oh, ey. Gracias, hombre. A veces la gente me dice que soy linda, o más lenta
que un caracol montado en un aventón sobre una tortuga, pero nunca hermosa.>
<Está bien. Tú también eres hermosa. Gracias por ser nuestra intermediaria.>
<No hay problema> dice, luego lo corrige con un suspiro mental. <Excepto por
tener que regresar al árbol que estaba mordisqueando. Eso va a tomar todo el
día.>
<Oh, absolutamente puedo hacerlo. Cuando esa bola de fuego impactó cerca de
mí, puedes apostar que me moví más rápido de lo que nunca he hecho. Pero
tengo que conservar mi energía. Como hojas gomosas y es un rollo. Quiero
decir, son deliciosas, no me malentiendas, pero vaya. Toman una eternidad en
digerirse, y no me dejan suficiente jugo para estar moneando por ahí.>
<Sí. En serio.>
<Slomonomobrodolie.>
<¡Claro!>
<¿Cómo…?>
<Cosas de Druida.>
<No, iba a decir ¿cómo de rápido ¿Rápido como mono? Porque eso sería un
montón de energía.>
<Podemos intentarlo.>
Cuando las vinculaciones la impactan, Slomo abre mucho los ojos y esa sonrisa
se vuelve una genuina sonrisa con la boca abierta.
Tengo que admitir que cuando extiende esos largos brazos con esas garras suyas
y salta sobre mí, es malditamente difícil permanecer quieto, pero lo hago,
imaginando que puedo curarme si me hace algún daño, y no está mal en
absoluto. Gruño bajo el impacto y el peso, pero es gentil y me abraza más con
sus brazos y piernas en vez de enterrar esas garras.
<¡Oh, vaya, Oaken! Esto se siente increíble. ¡Siento como si pudiera alcanzar
verdadera velocidad de mono, columpiándome entre los árboles como siempre
he soñado!>
<Bueno, ¡son rápidos! Creo que es porque pueden comer combustible amarillo
en tubo.>
<Yo nunca he visto un animal como tú. El mundo es un lugar muy grande. No
todo es bosque, sabes.>
<¡Eso suena genial! Todo es monos y hojas y cerebros de pájaro por aquí. Vaya,
¿hueles ese humo? Nos estamos acercando.>
<Lo huelo.>
<A mí tampoco. Sin embargo, tengo que aguantarlo, por el bien de Pachamama y
todos los animales que viven en los alrededores.>
<Oh, claro. Ese iba a ser mi árbol solo por un tiempo. Lo había nombrado
Lopoyamalachamanowe y él dijo que le gustaba.>
<Por supuesto. Los árboles siempre están hablando. Pero la mayoría de las
criaturas se mueven demasiado rápido para escucharlos. Los árboles saludan a
casi todo lo que pasa entre sus ramas, porque son así de amigables y son muy
felices cuando los animales vienen a visitarlos, pero para cuando han terminado
de decir hola, los animales usualmente ya han seguido adelante. Tienes que estar
dispuesto a quedarte allí y escuchar realmente. Esa es mi especialidad.>
<Estás llena de sorpresas, Slomo. Tengo una aprendiz llamada Tulla a quien
realmente le gustaría escuchar eso y aprender cómo hablar con los árboles. Ok,
necesito cambiar a humano y encargarme del fuego. ¿Por qué no pasas el tiempo
en uno de los árboles cercanos y después podemos hablar más si te place?>
<¡Ok, Oaken! ¡Eso sería grandioso! ¿Puede ser ese árbol justo allí?>
Slomo me rasguña un poquito cuando se lanza hacia el árbol y lo trepa con esas
garras, pero absolutamente vale la pena. Es rápida como siempre ha soñado, y su
alegría de estar viva en el mundo es maravillosa de escuchar ahora mismo
cuando hay un boca de mierda intentando quemar todo.
Cambio a humano y le advierto que la energía está a punto de acabarse, así que
debería asentarse. Trepa más alto y se cuelga de una rama, rodeada por muchas
hojas, todas al alcance.
<Ok, estoy lista para ser un perezoso de nuevo> me dice, y disuelvo las
vinculaciones.
<Quise decir un buen viaje por hoja. Ey. Ya no eres grande y peludo. Quiero
decir, eres peludo, pero solo en algunas partes.>
<La mayoría de los humanos que he visto utilizan alguna cobertura en la parte
media. ¿Por qué hacen eso? ¿Es porque tú tienes un parche de pelo menor allí y
una diminuta serpiente viviendo en él?>
La razón es Slomo. Me hace reír. Y ella ve el mundo en una forma que es nueva
para mis viejos ojos. Supongo que es porque ella ha visto aún menos que yo.
Pero ella lo mira con una sensación de maravilla, como hacen mis aprendices.
Creo que es bueno para mí ver eso; renueva mi propia sensación de maravilla.
Cuando envejeces, puedes inducirte a pensar que no hay nada nuevo que
disfrutar en el mundo, porque bajas la velocidad, no ves mucho excepto las
mismas pocas cosas, y piensas, jodidos infiernos, ¿por qué no solo me recuesto
con las tetas al aire y renuncio a la forma fantasma? Me aburre comer comidas
suaves y mirar partidos y vestirme, porque la ropa son toda mierda y rasposas.
Me alivia que me escuchara y detuviera lo que estaba haciendo sin pelear. Tal
vez se detuvo porque vio que yo estoy de su lado, pero estoy seguro que sabía
que la verdadera lucha va a desarrollarse durante un tiempo, y seré yo el que
luche por ella.
Le hago saber a Amazonas que el trabajo está terminado y que treparé a un árbol
durante un rato, entonces cambio a un milano real rojo y vuelo de vuelta a donde
Slomonomobrodolie está pasando el tiempo, masticando una hoja gomosa.
<Lo soy.>
<Soy el ave posada en la rama encima de ti. Un milano real rojo, para ser
específico.>
<¡Vaya! ¡Tienes alas! ¡Puedes volar! ¡Apuesto que te sientes realmente bien al
respecto!>
<Así es.>
<Cuéntame más sobre ti, Slomo. ¿Cómo es vivir aquí? Me gustaría escuchar
algunas de tus aventuras.>
<¿Está bien que la mayoría de ellas empiecen conmigo colgando de cabeza así?>
<¡Vaya! ¿En serio? ¡Eso significa que prácticamente mi vida entera es una
aventura! ¡Nunca me di cuenta!>
No con frecuencia tengo una sensación fría y escurridiza de miedo en la boca del
estómago, pero cuando lo hago, es porque me percato que estoy rodeado por
enemigos por todos los frentes y muy probablemente no voy a sobrevivir el día.
O tal vez voy a sufrir de algo peor que la muerte. Los dioses reunidos son
bastante famosos por repartir esos castigos, y Jesús me había advertido en más
de una ocasión que sufriría más dolor del que había conocido como resultado de
mi invasión a Asgard. Era una deuda que me había dejado claro que algún día
tendría que pagar, y cada instinto que tenía me decía que debería huir del campo
ahora, porque el día había llegado. Los Æsir tenían a los Fae, los elfos oscuros y
alguna significativa ayuda grecorromana para enfrentarse a Loki y Hel. Era
posible que yo no fuera a modificar la batalla por mi cuenta. Ya me había
encargado de Jörmungandr; o más bien, Laksha lo hizo, pero eliminarlo había
sido la petición específica que Odín me había hecho en sustituto de un precio de
sangre por la (supuesta) muerte de Thor. Mi promesa fue cumplida… aunque
aparentemente me la extrajeron basados en una mentira. Mis obligaciones fueron
completamente absueltas.
Excepto por la obligación más grande que tenía con Gaia. Si las fuerzas de Loki
se abrían paso, la destrucción que llevarían al mundo; las vidas perdidas, serían
incalculables. E igual que creía a Jesús cuando dijo que me esperaba un montón
de dolor, también le creía cuando dijo que yo era uno de los pocos que podría
minimizar las consecuencias destructivas de este desastre. Al derrotar a
Jörmungandr, Laksha ciertamente había salvado a mucha gente y montones de
ganado. Los yetis habían salvado más al detener a Surt antes que pudiera hacer
erupción por más de unos pocos minutos. Si podía salvar a alguien al quedarme,
tenía que hacerlo.
Sorprendiendo a todos, Fand sopló para la primera carga y condujo a los Fae en
la batalla con Manannan Mac Lir a su lado, hadas aladas y espíritus flotando por
encima de una horda variopinta de boggarts, barghests, sprigans y otras criaturas.
Brighid la seguía de cerca con su hueste, casi indistinguible de Fand excepto en
proporciones de este tipo de hada o algún otro. Los seguí de cerca, imaginando
que eran una opción más segura para mí que unirme a cualquier porción de las
fuerzas Æsir. Una porción de draugar descendió por las pendientes del volcán
para encontrarlos, y me di cuenta después de unos pocos segundos que era
proporcional. Pero donde la hueste Fae era una porción significativa de nuestras
fuerzas, solo era una franja de las de ellos. La escala de lo que nos
enfrentábamos me caló, y ese temblor frio en mi estomago se estremeció y
solidificó en un bloque de hielo.
Lanzando una mirada por encima de mi hombro, vi a Odin asentir a los olimpos.
Zeus ordenó que ellos fueran detrás de nosotros y él lideró el camino,
desplazándose obscenamente por encima del campo con su erección de batalla,
una sonrisa salvaje asomaba entre su barba. Los truenos rugían por encima de
nosotros ahora: con Zeus, Júpiter y Thor en el campo, habría montones de
truenos y rayos. Me pregunté dónde estaba Perun, pensando que su persona
amigable y peluda serían una adición bienvenida a esta batalla, pero él sin duda
estaba ocupado en algún otro lugar con problemas en sus tierras eslavas. Era una
certeza que las Hermanas de las Tres Auroras estaban protegiendo a la gente en
Polonia.
Que Fand fuera a la carga había sido el plan todo el tiempo, ¿u Odin estaba
improvisando de acuerdo con el desarrollo en el campo? Al menos ya no estaba
sonriéndome burlón. Con algo de suerte yo no me había desplegado como él
esperaba, aunque estoy seguro que lo que sea que Odin había planeado para mí,
ya había pensado en múltiples escenarios.
Los Álfar y Svartálfar entraban desde ambos lados, y aunque ambos tenían un
impacto visible, eran los elfos oscuros los que probaron ser mucho más
efectivos. Su habilidad para volverse incorpóreos les sirvió bien contra las
habilidades similares de los draugar . Se disolvieron en humo, utilizando la
disciplina que llamaban Sigr af Reykr, y entonces se materializaban dentro de las
barreras de sus blancos, encajando espadas negras debajo de la barbilla y hacia el
cerebro. El costado izquierdo del campo empezó a marchitarse visiblemente bajo
esa carnicería, justo mientras la fila de los Fae se derrumbaba visiblemente ante
los draugar. Los Álfar, en mi mente, estaban haciendo muy poco para reducir los
números de los draugar. Tenían escudos y armaduras impresionantes que los
protegían contra los golpes de los draugar pero lanzaban pocos golpes propios.
Se ganaban un bizcocho por sufrir pocas pérdidas y contener al enemigo,
suponía, pero no estaban ganando la batalla tanto como no la estaban perdiendo.
Ya que Fand y Manannan estaban al frente, estaban entre los primeros en ser
atacados, y a Manannan no le importaba. Él solo continuaba cortando y
partiendo; blandía a Moralltach, la espada que extendía necrosis por el cuerpo
con un simple corte y que Leif Helgarson había utilizado para atacar cualquier
iteración de Thor que hubiera existido. Contra los draugar funcionaba bien,
sorprendentemente, ya que ya estaban muertos. Pero parte de su carne aún debía
responder a impulsos nerviosos, y la infección de Moralltach se aseguraba que
ellos no pudieran, así que colapsaban, doblemente muertos sin ser decapitados.
Los Fae caían a su contenido de hierro tanto como a su encantamiento, y
Manannan los derrotaba definitivamente.
Pero Fand no fue capaz de defenderse contra sus propios amados Fae. O tal vez
lo habría hecho, si hubiera tenido tiempo suficiente para pensarlo. Lo que
sucedió en su lugar fue que se congeló, confrontada con un espíritu de hada de
Cornualles reanimado que probablemente conocía de nombre y había visto caer
momentos antes, y él no vaciló en tomar ventaja de su vacilación. Con sus dedos
de madera ya extendidos y afilados en garras, se acercó, despreocupado de su
propia defensa, y vi a Fand abrir mucho la boca en conmoción, luego aún más
junto con los ojos cuando las garras letales del espíritu de hada de Cornualles
abrieron un hueco en su armadura y desgarraron algo vital. Debió haber gritado,
aunque yo no lo pude escuchar, y la luz desapareció de sus ojos mientras se
derrumbaba, ya muerta antes de impactar contra el suelo.
El único punto solitario brillante era los yeti, Oddrún y Ísólfr, quienes no podían
ser sobrepasados y cuyas espadas giratorias eran devastadoras contra los
draugar. Ralentizaron y desorientaron a los atacantes con rocíos de hielo a la
cara, luego los apuñalaron con la punta de esas espadas que bebían el alma
dentro; no era necesaria la decapitación. Cuando vieron a Manannan caer,
corrieron a su lado e hicieron retroceder el enjambre de Fae muertos incluso
mientras los Fae vivos se lanzaban en retirada. Entonces Ísólfr retuvo a múltiples
atacantes mientras Oddrún encerraba a su padre y a Fand juntos en un bloque de
hielo para prevenir que Hel los reanimara. Los empujó por una resbaladiza pista
de hielo que creó hacia las fuerzas de Brighid, con Ísólfr y luego los hombres
tejo cubriendo su retirada. Esperaba que los yeti pudieran simplemente continuar
al sur y dejar el campo, porque tanto sus victorias como sus perdidas ya excedían
las de cualquier otro.
No tenía ilusión de que los Fae que se unieron a las fuerzas de Brighid para
luchar en la segunda oleada representaran nada más que unos pocos triunfos
individuales; en su primer choque, nos habían aplastado , habían caído dioses y
las fuerzas de Loki y Hel solo habían sido reforzadas por carne fresca a órdenes
de los nigromantes. Los elfos oscuros ya estaban cansándose, y los Álfar estaban
haciendo poco más que mantener el flanco derecho… y ellos mismos estaban en
peligro de ser flanqueados por el resto del ejército de Hel.
El rey Yama Wuguan luce como el tipo de guerrero que hace uso de la fuerza
bruta. Con gusto recibiría algunos golpes siempre y cuando él pudiera asestarte
uno, porque él piensa que eso es todo lo que le tomara acabar contigo. Y tal vez
tiene razón. Incluso si no termina conmigo como One Punch-Man, un héroe de
animé que he estado disfrutando últimamente, probablemente me haría tanto
daño que podría administrarme el golpe de gracia con poca resistencia de mi
parte. Así que es probablemente mejor que me quite del camino de su salto. No
puedo detener su espada si está muy por encima de mi cabeza.
Siento que esto es una prueba de alguna clase. Wukong claramente desea ver si
puedo derrotar a Wuguan antes de enseñarme cualquier otra cosa y supongo que
es algo justo. Si se suponía que teníamos que pelear contra ocho Reyes Yama
cada uno más fuerte que el anterior, debería poder derrotar a este a la mitad de la
batalla si espero quedarme hasta el final.
¿Será también una prueba para Wuguan? ¿Estará tratando de subir en la jerarquía
de Diyu o tal vez escapar a un trabajo más cómodo en uno de los cielos? No sé
nada sobre él, o cual debe ser su larga historia, aparte de lo que puedo ver.
No tomo nada por sentado en lo que a los saltos de Wuguan se refiere, porque si
puede patinar en el aire como del Rey Mono, entonces la física normal no le
aplica. Ejecuto automáticamente una maniobra de bloqueo para un ataque que no
está ahí pero luego llega abruptamente un momento después. El impacto casi
arranca a Scáthmhaide de mi mano. Él tiene esas habilidades, es tan fuerte como
temí, y es mucho más rápido de lo que su volumen sugeriría.
Wukong había señalado en el techo de su tienda que mis patrones de lucha eran
reconocibles y fáciles de contrarrestar. Son esencialmente métodos chinos que
Atticus me enseñó, después de todo, y muy viejos, tan viejos que son casi
nuevos otra vez. Pero Wuguan los conoce tanto como Wukong. Le enseño algo
que va a reconocer y contrarrestar, luego lo mezclo en algo que él no conoce: Mi
báculo da vueltas en mi mano derecha y él espera que aterrice en mi mano
izquierda, así que lo golpea, alejándolo de mí, esperando que este descubierto
para el contraataque, y lo estaré. Excepto que he tomado un cuchillo y lo he
arrojado a su ojo derecho, mientras su brazo y espada estaban fuera de posición,
una apuesta que empieza a dar frutos a medida que se hace patente. Su
estremecimiento reflejo arruina su contraataque, pero él me sorprende con una
dura patada en la entrepierna mientras trato de acercarme, cubriendo su retirada.
Está enojado por estar sintiendo dolor en lugar de lidiar con él, y yo estoy sin
aliento y sobre mi trasero, con mi diafragma contusionado y un par de costillas
rotas. Se saca el cuchillo del ojo y me lo arroja, soy capaz de rodar lo
suficientemente a tiempo para que se hunda en mi brazo en lugar de mi propio
ojo. Me lo arranco y activo la curación al máximo
¿Cual… podría ser bueno? Checo para confirmar que me quedan dos cuchillos
arrojadizos. Tomo uno con mi mano derecha y lo giro. Así es, grandote. Mira
este brillante filo.
—Lo venciste tan rápido que quedó mal y retiró a todas sus almas.
Wukong niega con la cabeza y mueve su mano frente a mí. —Faltan otros cuatro
reyes Yama. Y ahora has humillado a uno de ellos, van a venir por ti. No Taipéi.
No por el continente. Por ti–.
—Oh, bueno, eso es simplemente genial. Pudiste haberme advertido antes que
además de mi propia vida o muerte, tendría que preocuparme también por egos
frágiles.
—No creí que fuera necesario. La raíz de casi todos los conflictos son los egos
frágiles. Mi ego es sin duda lo que me motivaba en mis años mozos. ¿Sabías que
una vez pedí que me llamaran el Gran Sabio del Cielo?
Levanto mi mano para sofocar una risa y tratar de convertirla en tos. —Puede ser
que haya leído un par de historias que mencionaban eso.
—Por supuesto.
—¿Por qué un Buda pasa su tiempo sirviendo té?
De pronto no puedo evitar sonreír mientras tomo una nota mental de lo que estoy
haciendo: estoy hablando con el Rey Mono en Taiwán sobre Budismo. Mi vida
se ha vuelto mucho más peligrosa desde que me convertí en Druida, pero al
mismo tiempo, puedo hablar con leyendas vivientes.
Slomo me cuenta de las aves que le gustan y las aves que no. Los insectos que
muerden y los que la dejan en paz. Los monos, chirriando y saltando a su
alrededor, comiendo combustible amarillo en tubo. Las polillas y mariposas
coloridas devoradas por ranas croantes. El silencio atenazador que se posa en la
selva cuando los jaguares pasan. Su ocasional anhelo desganado para encontrar
un compañero, pero incluso el anhelo es más energía de la que quiere
desperdiciar.
<Principalmente tienes que tener perspectiva. ¿Alguna cosa (que no sean dientes
viniendo en dirección a mi cara) vale gastar más que las calorías básicas que
necesito para comer y no caer del árbol? La respuesta es no. Excepto por
columpiarse por allí como un mono. Eso realmente valió las calorías. Porque no
tuve que quemarlas. Eran gratis. Como la luz del sol.>
<¿Qué hay de las cosas que te hacen feliz? ¿Esas no son cosas por las que vale la
pena quemar algunas calorías?>
<¿Cómo puedes decir eso? Acabas de decir que nunca habías estado más feliz
que cuando te moviste como un mono.>
<¿Te gustaría ver más del mundo, y moverte rápido como hiciste, más seguido?>
le pregunto.
<No tienes que desearlo. Puedes venir conmigo. Te mostraré unos cuantos
lugares.>
<Podemos llevar algunas con nosotros. O solo regresar rápidamente antes que
vuelvas a estar hambrienta.>
Slomonomobrodolie mastica la idea junto con una hoja, lo bastante lento que
puedo escuchar el exquisito crujir y triturar de sus dientes y tal vez el girar de los
engranajes metafóricos en su cabeza. Cuando termina, sus ojos se vuelven a
enfocar en mí y ella asiente, cabeza abajo.
<Los picos grandes y coloridos> explica, <son para distraerte de los ojos. Si
miras en los ojos de un tucán conocerás el corazón del mal, y lo que es más,
sabrás que les gustaría comerte.>
<Realmente no lo creo. ¡No estoy segura! Pero los ojos, Owen, ¡tienes que
escuchar lo que te dicen los ojos! Siempre dicen que aunque normalmente no
disfrutan la carne, harían una excepción solo por ti y te arrancarían la carne de
los huesos con terribles sonidos de pico de tucán.>
<Bueno, ahora espero no conocer a ninguno. Eso suena peor que adornar tu copa
de coctel con un tronco de mierda en lugar de una agradable rebanada de lima.>
El sol aún no se había puesto, así que ese es un estimado alarmante. Le lanzo
algo de jugo y abre mucho los ojos.
Ella salta y aterriza con un gruñido, y yo también gruño. Está un poco espinosa,
no tan suave como pudiera lucir, porque ese pelaje está apelmazado y sucio. La
piel me empieza a cosquillear; ella no mentía sobre los bichos que le viven
encima, que supongo ahora están echando un vistazo alrededor de esta nueva
cosa sobre la que ella está colgando que no es un árbol. Me tomo mi tiempo para
alcanzar sus diminutos cerebros (nada más que unos pocos nervios) y les digo
que permanezcan encima de Slomo. No estoy seguro que consigan hacer el
traslado, honestamente, pero podrían, ya que Slomo los considera parte de ella.
Eso me gustaría. Ok. Aquí estamos. Este árbol es especial. Podemos utilizarlo
para transportarnos a Tír na nÓg y desde allí a prácticamente cualquier otro
lugar en el planeta. Pero necesito que pongas una de tus manos sobre ese árbol.
Solo agárrate.
<¡Vaya! Quiero decir, vaya, Oaken, eso fue… no sé. Mis estómagos están
haciendo cosas saltarinas de mono. Es posible que vaya…>
<…a vomitar. Sí. Uaagh. Es algo seguro, en realidad. Lo siento. También eran
buenas hojas. Sabes, ¡creo que reconozco una de ellas! Supongo que no la
mastique muy bien porque estaba muy emocionada de lo deliciosa que lucía.>
<¿Mis bichos? Imagino que están bien. Aún los siento y todo.>
Grandioso. Esto es Tír na nÓg. Lleno de árboles, pero no de la clase que estás
acostumbrada a comer. Vamos a hacer eso una vez más, así que sostén tus
estómagos.
Cambio al punto vinculante que Gaia desea que utilice, aunque no estoy
precisamente seguro dónde está. En algún lugar en el noreste de donde estaba
antes… en Europa, ciertamente, pero al norte de las montañas y al este de
Alemania. Tal vez incluso esté en Polonia… no estoy seguro de dónde están
dibujadas las fronteras modernas. Todo lo que sé es que está lo bastante
silencioso para escuchar a Slomo vomitar húmedamente en mi hombro de nuevo.
Al otro lado del mundo lejos de tu selva. Esto es cruzando uno o dos océanos.
<Aquí está más seco. Quiero decir, puedo sentir que el aire está seco.>
Espera hasta que sientas un desierto. Ok. Tengo que averiguar por el elemental
qué haremos aquí, y entonces tal vez haya algo de acción.
Esta podría ser la clase de acción donde tienes que defenderte. Has hecho eso
antes, ¿no?
Tal vez seré afortunado y encontraré que el hechicero fue devorado por lo que
salió del infierno. Las historias de Siodhachan sobre eso sugieren que eso sucede
la mitad de las veces.
<Hay luces y gruñidos de pelea adelante, Oaken,> me dice Slomo.
¿Oh, sí? Después de un momento yo también los veo y escucho. Me alegra que
estés en los árboles. Quédate allí a menos que tengas una buena razón para
bajar.
Ahora estoy un poco más preocupado sobre que ella esté aquí, porque las
historias de Siodhachan sobre el infierno me están resurgiendo y no son de la
clase feliz. Nunca he tenido que lidiar con el infierno cristiano en persona,
porque toda la religión llegó y floreció mientras yo estaba atorado en esa Isla del
Tiempo. El día que Siodhachan me contó que los cristianos sacaron a los
Druidas de Irlanda y luego los irlandeses terminaron matándose unos a otros por
diferentes versiones del cristianismo siglos después era un período
especialmente oscuro de un día jodidamente oscuro. Un detalle notable sobre la
religión es la cantidad de esfuerzo que se gasta en imaginar castigos eternos
después de la muerte. La mayoría de las fes tienen infiernos ricamente
imaginados, me asegura Siodhachan, pero aparentemente el cristiano merece la
rebanada más grande de pudin de pan al final de la noche. Tantos demonios y
diablos ansiosos de torturar almas… tan ansiosos, de hecho, que quieren hacer
intercambios por ellas y están dispuestos a lidiar con hechiceros para conseguir
lo que quieren: más muertes, más almas corruptas. Y si estuvieran sueltos en este
plano, nunca dudarían en matar cualquier cosa viviente con la esperanza de que
pueda incrementar su propio poder, especialmente ya que refuerza la idea de que
son infernales y que deben ser temidos, un patrón de pensamiento circular dentro
de la fe que explotan. No es lugar para que un perezoso se columpie.
Tengo que detenerme para captarlo todo, porque es tan intenso y alarmante como
un cataplasma de pimiento fantasma troceado aplicado directamente sobre los
genitales… con alevosía y malicia.
Lo que estoy viendo encaja con las historias que Siodhachan me ha contado
antes. Estas deben ser las brujas polacas de las que me contó, las Hermanas de
las Tres Auroras, que reciben sus poderes de diosas llamadas las Zoryas. Los
conos purpura que las rodean son barreras protectoras, y esas armas que agitan
alrededor son látigos infernales. Y ese olor es completamente del infierno.
<Oaken, algo huele realmente mal. Como incluso peor que popo de jaguar> dice
Slomo <y en caso que no lo sepas, no hay popo en el mundo peor que la popo de
jaguar.>
Esos son los demonios. Permanece alejada de ellos, ¿de acuerdo? Si alguno se
acerca, quiero que te alejes si puedes, arráncales la cabeza si no puedes.
<Entendido.>
El hechicero está en el extremo más lejano del portal: algún triste punk
mezquino que piensa que el mundo le debe algo, y viene a reclamarlo. Me pongo
los nudillos de latón y grito el nombre que recuerdo de las historias de
Siodhachan; la líder del aquelarre, si no me equivoco. —¡Malina! ¿Puedo
ayudar?
—Owen Kennedy, Druida de Gaia. ¡El hombre que le enseñó a ese muchacho
O’Sullivan!
¡De ayuda, dice! Eso terminaría todo el jodido juego, como yo lo veo, pero no es
la clase de cosa por la que alborotas. Estoy aquí para cerrar ese portal, y todo lo
demás es distantemente secundario. Solo no quiero que me confundan con un
enemigo en este baño de sangre y me azoten con uno de sus látigos infernales.
En su lugar, me topo con una pared invisible como un jodido gorrión tonto
asaltando una puerta de cristal y caigo en un desastre de plumas, con la cabeza
zumbando del impacto, hasta que golpeó la tierra afuera de un anillo de sal.
Sin embargo, eso no significa que todo haya terminado. Hay aún montones de
esbirros infernales allí afuera, y el repentino olor de sangre derramada en el aire
los ha atraído en nuestra dirección en vez de hacia la sangre sin derramar de las
brujas. Malina y algunas de las otras atacan a algunos de ellos, pero eso aún deja
a tres corriendo como rayo hacia el cuerpo del hechicero, y mi favorita perezoso
asesino está sentada justo encima de él.
¡Slomo! ¡De vuelta a los árboles, rápido! ¡Trepa rápido, deprisa! Casi me cago
de nuevo por miedo de haberla puesto en el camino del peligro. Ni siquiera he
tenido tiempo para apreciar apropiadamente que acaba de salvar mis huesos
ancestrales, y aquí está ella en peligro como resultado. Una de las cosas que se
acercan hacia ella es mayormente dientes y estómago, propulsado por cuatro
piernas debajo que lucen como los de un insecto, salidas y con garras en los pies.
Otro es una plasta viscosa roja que rezuma demasiado rápido en nuestra
dirección, con una lengua salida en busca de carne fresca en la que envolverse y
meter en su oscura boca húmeda. El último demonio parece un aguacate enojado
que ha jurado vengarse por todo el guacamole del mundo y es el que se mueve
más rápido. Me pongo de pie torpemente para interceptarlo justo cuando Slomo
salta al tronco más cercano. Ella está enterrando esas garras y haciendo lo mejor
que puede, pero el maldito aguacate ha puesto la mira en ella. Él se da cuenta en
el último segundo que no estoy corriendo para llegar antes a la comida en el
árbol sino corriendo para golpear su cara bulbosa. Intenta un siseo y bufido para
intimidarme, pero no soy del tipo que responde bien a esas idioteces.
Cuando entierro mi puño entre sus ojos, descubro que no es para nada como un
aguacate en absoluto. Es más como una bolsa de algo caustico que se aferra a mi
piel y quema, y aunque se cae y derrite en limo, me quedo con algo
quemándome el brazo. Grito mientras la lengua del otro horror se envuelve
alrededor de mi vientre y tira de mí por el aire hacia su boca. me aseguro que
pruebe primero mi brazo ardiente, cubierto de limo, y cuando todo se calienta y
humedece y oscurece, cambio de forma a un oso y empiezo a atacar con mis
garras. No me puede vomitar lo bastante rápido, y rasgo mi salida de algo
muerto y que se derrite a mi alrededor. Estos demonios no duran mucho en este
plano una vez que has destruido el poco retazo de poder que los mantiene
unidos. Probablemente por eso esos látigos infernales de las brujas son tan
efectivos. Malina lo demuestra azotando a través del estómago a la cosa dientuda
que está dándose el festín en los restos del hechicero; éste grita y se disuelve en
un desastre encima del chico, y yo me aseguro de que Slomo esté segura antes de
calibrar qué otras amenazas podría haber alrededor.
<No tengo nada malo que no pueda sanar eventualmente,> digo, y en verdad ya
tengo eso en progreso, aparte de revisar el daño. Lo que sea que me estaba
quemando no ha dañado la integridad de mis tatuajes, gracias a los dioses arriba.
<¿Dónde aprendiste a derribar a alguien así?> le pregunto a Slomo.
<Oh. Observando cazar a los jaguares. Ellos saltan sobre algo y solo le muerden
la cabeza hasta el cerebro, porque sus mandíbulas son realmente muy fuertes, o
van por la garganta. La forma más rápida de terminarlo.>
Me giro para ver si hay algo más de lo que preocuparse, pero no hay mucho más
que un mosquito enojado alrededor. El portal está cerrado y la armonía
restaurada. Las brujas se han encargado del resto de los esbirros infernales, pero
por supuesto me están lanzando una mirada dubitativa, con los músculos tensos
y las armas listas en caso que me vuelva contra ellos. Probablemente debido a lo
del oso. Consigo eso un montón.
—Owen Kennedy —les digo, porque sin duda varias de ellas no lo escucharon
cuando llegué—. Druida de Gaia. Me convocaron aquí para cerrar el portal, así
que está hecho. Gracias por su ayuda.
—¿Un perezoso? Tienes que estar bromeando. No hay perezosos por aquí, y no
se mueven tan rápido.
—Ella vino conmigo, y pueden moverse tan rápido cuando les das suficiente
energía.
Una de las otras brujas ríe. Tiene largo cabello rubio también, pero está recogido
y atado en su coronilla. También lleva un par de enormes gafas. Malina se gira
para ver qué es tan divertido y la bruja dice: —Sí vimos algo en la adivinación
que nos indicó sobre una ayuda inesperada. Creo que un perezoso asesino
recargado califica como inesperado. —El aquelarre al completo sonríe o suelta
risitas ante eso.
—Bueno, yo no soy uno de esos, si quieren relajarse. No les deseo ningún mal.
Ella asiente hacia mí una vez y deja caer sus barreras. Las otras siguen su
ejemplo, y una en los bordes del grupo sostiene mi camiseta. —Tu ropa está por
aquí, si quieres vestirte.
—Aprecio lo que hicieron aquí, encargándose de todas esas bestias. Eso habría
sido un trabajo rudo para mí solo. ¿Así que ustedes son el aquelarre con el que
Granuaile ha estado estudiando polaco?
—Tal vez algún día, claro —digo—. Pero aún estoy trabajando con el inglés por
el momento.
—Es un placer conocerlas a todas. ¿Dónde estoy, si les importa que pregunte?
—En el rincón sureste de Polonia, cerca de la frontera con Ucrania —me dice
Rokasana. Ella es la de las gafas.
—El lago Solina está apenas a unos cuantos kilómetros al este. Si corres en esa
dirección, no puedes pasarlo por alto.
—Lo bastante grande para la hora del baño, si es lo que tienes en mente.
—Sí, está eso, además que quiero mostrárselo al perezoso. Ella nunca ha visto
un lago, solo ríos. ¿Necesitan que entierre el cuerpo o algo antes de marcharme?
—No, nosotras nos encargaremos de todo esto —dice Malina, y les agradezco de
nuevo y digo que espero el momento de reunirme con ellas en circunstancias
menos peligrosas antes de recoger a Slomo de donde está colgada y dirigirme al
oeste un poquitín. Tan pronto estamos fuera de la vista, me desnudo de nuevo y
cambio a oso, consignando esas ropas manchadas a la historia. El amanecer está
aproximándose, el cielo oscuro está cambiando a gris, cuando Slomo trepa a mi
espalda. La transporto hasta el lago, que resulta ser una cosa larga y como araña
que llega a algunos valles tras ser embalse de un río en un lado. Parece que
montones de personas disfrutan pasear en bote allí, a juzgar por todos los barcos
amarrados que veo a lo largo de las costas. Nos detenemos mientras aún estamos
sobre una colonia para que Slomo pueda apreciar el amanecer que está
alcanzando la superficie e iluminando las colinas enfrente de nosotros.
<¡Vaya, Oaken, eso es bonito! ¿Toda esa agua está solo allí fija?>
<No me gusta nadar> dice, <pero iré a lavarme la sangre y cosas de las manos.
Me siento un poquito triste de haberle hecho eso a él.>
<No hay forma de saberlo con certeza> le digo, <pero yo por supuesto anhelo
limpiarme, y estoy feliz de estar aquí contigo.>
<¡Yo también, Oaken! ¿Sabes lo que es extraño?>
<¿Qué?>
<No estaría aquí mirando un lago o viendo ninguna de las cosas que he visto
recientemente si esa bola de fuego no me hubiera casi matado y despertado a
Pachamama. Es extraño cómo algo tan terrible puede conducir a algo bueno
después.>
Slomo es menos experta en lavarse. Esas garras son geniales para trepar arboles
pero hace un poco problemáticas las tareas más suaves. Está chapoteando
alrededor, frotándose las muñecas torpemente con la parte plana de las manos,
pero mayormente está frustrándose.
¿Te gustaría algo de ayuda en limpiarte las garras y brazos? Mis dedos podrían
ser capaces de manejar el trabajo.
<¡Oh, claro, Oaken, eso sería genial! Quiero estar limpia, pero no soy muy
buena en permanecer así.>
Antes que el bloque de Fae de Brighid puedan involucrarse, los Olimpos ven
espacio para el ataque entre los flancos y se lanzan a tener su diversión. Y
realmente creo que lo veían como diversión… al menos Zeus y Ares, junto con
sus contrapartes romanas. Los dioses del trueno bajaron volando y arrojaron sus
dioses de la guerra a la masa de draugar, que no tiene efecto inmediato ya que
los draugar permitían a los cuerpos con armadura pasar a través y seguir
adelante. Ares y Marte se detuvieron y empezaron a balancear inmensas mazas,
enviando a volar a algunos draugar a través del aire, pero en realidad sin acabar
con ninguno de ellos. Lo creían entretenido, dependían de su armadura para
detener cualquier ataque que pudiera atravesar sus defensas. Se estaban riendo.
Era recreacional para ellos, ya que sentían que no tenían nada que perder. No
podían morir, en realidad; una vez que sus heridas se volvían catastróficas, se
desprenderían de su carne y se regenerarían en el Olimpo.
Aún no había activado mi visión mágica, porque había tanta magia, igual que
dioses reales volando alrededor del campo, que imaginé que sería cegador. Pero
tal vez también sería la forma de terminar las cosas: derrotar a Hel al menos nos
permitiría hacer un progreso significativo contra la horda. Algunos de los Álfar
derrotados estaban empezando a levantarse de los muertos, y ya que yo estaba
cerca de ellos necesitaba tenerles el ojo echado además de a los draugar.
El elfo deslizó una lanza limpiamente y volvió a sacarla del ojo de un draugr y
luego se giró hacia mí con una sonrisa ladina que era familiar incluso en otra
cara. Salió de la formación y se vino a parar junto a mí, aunque yo era
prácticamente invisible.
—Oh, solo liquidando a los no muertos como uno de los elfos regulares,
mirando a todos por encima de esta larga nariz blanca, sintiéndome sofisticado.
Me estoy preguntando qué utilizan estos compañeros para lavarse el cabello. —
Miró hacia la gruesa trenza que le colgaba sobre el pecho y olfateó—. Huele a
peras o algo.
—Oh, ¿eso hacías? Tal vez pueda ahorrarte unos pocos problemas. —Un draugr
rompió la línea de los álfar y vino tras él, pero él esquivo el golpe. Yo elevé la
hoja y él dijo—: No, no, ¡no lo mates! Necesito uno vivo durante unos pocos
segundos. ¿Puedes sostenerlo?
—Inténtalo, ¿sí?
Me dejé caer y barrí las piernas del draugr, un movimiento que él no estaba
esperando en absoluto, y aterrizó pesadamente sobre el piso. Pisoteé lo plano de
su espada, fijándola al piso para asegurarme que no iba a ningún lado, y Coyote
se inclinó sobre el otro lado, sujetando la huesuda mano izquierda como si fuera
a ayudarlo a levantarse. El draugr estaba claramente confundido, ya que ninguno
de nosotros parecía listo para matarlo, y su extrañeza aumentó cuando la
apariencia de Coyote cambió y ondeó desde la mano, de la de un elfo a… un
draugr que lucía exactamente como el que teníamos en el piso. Una copia
perfecta, hasta el aroma y las entrañas expuestas mantenidas en su lugar por una
cortina desgarrada de músculos. La ilusión incluso tenía la armadura de cadenas
oxidada y casco, las botas de cuero desgastado y una tira de algo anudado
alrededor de su cintura.
—Este está de nuestro lado —expliqué, dejando fuera que Coyote no era un
draugr en absoluto—. Va a conducirnos a Hel y ayudarnos a derrotarla para que
no siga levantando a los muertos. —Me giré a medias hacia Coyote y murmuré
en Inglés—: Sonríe y asiente para que él sepa que eres amigable.
Coyote agitó la mano al elfo con una floritura de dedos e intentó sonreír con su
cara ruinosa y medio podrida.
Terminamos empleando al elfo para regresar a través de las filas. De nuevo lancé
camuflaje y puse la mano izquierda sobre el hombro de Coyote mientras el elfo
nos conducía al frente y se aseguraba que no nos frenaba ningún otro elfo. Nos
vimos expulsados hacia la horda y los draugar ignoraron a Coyote como uno de
los suyos, moviéndose a su alrededor y mostrando cero interés en porqué estaba
yendo en la dirección incorrecta. Yo seguí su estela y le pregunté a dónde
estábamos yendo.
—Hel está en la colina, donde puede mantener la vista. Puedo verla desde aquí.
—Claro.
—Lo estaba antes, pero ahora no lo veo. Dime, señor Druida, me he estado
preguntando: si uno de esos bonitos elfos allá atrás come un burrito y caga,
¿crees que huele como a ranúnculos o algo?
Si esa parecía una conversación extraña que tener en medio de una batalla, era
porque nuestro progreso contra la marea de no muertos era menos que ágil. Le
daba a Coyote tiempo para compartir sus teorías sobre popo de elfo y me dio
montón de tiempo para mirar alrededor y ver la batalla desde la perspectiva del
enemigo.
Mi respuesta vino tal vez un par de minutos después, después de ver al ejército
de Brighid encontrar a los draugar y hacer algo mejor. Al menos estaban
derrotando más draugar que los otros: los hombres tejo habían venido al frente y
estaban recibiendo bastante castigo, mientras que otros Fae se lanzaban hacia
delante con lanzas en medio para matar a los draugar. Mejores tácticas. Brighid
misma estaba luchando entre ellos. Los olimpos continuaban desbocándose en
medio de los draugar, pensando que eran invencibles, hasta que Loki devolvió el
golpe.
Ares fue el primero en caer, con una flecha imposiblemente bien colocada que
encontró la ranura de sus ojos en el casco y perforándole hasta el cerebro. Marte
cayó de la misma forma segundos después, y fue entonces cuando Zeus y Júpiter
se percataron que esto no era un patio de juegos. Escanearon la cuesta del volcán
en busca de la fuente de las flechas y supongo que la encontraron, por así
decirlo, ya que cayeron del cielo con flechas sobresaliendo de los cráneos
también. Me pregunté si, una vez que se rearmaran de vuelta en el Olimpo,
mirarían atrás a su breve participación en esta batalla y reconocerían su
arrogancia. Habían hecho muy poco daño para tener reputaciones tan grandiosas.
Y fue entonces cuando recordé que Loki había robado las Flechas Perdidas de
Vayu de Granuaile en India, aunque supuse que ahora debían ser consideradas
las Flechas Encontradas. Esas eran asesinas de dioses a larga distancia, cada una
encantada para encontrar su blanco. Muy similar a la lanza de Odín, Gungnir,
que siempre alcanzaba su objetivo, o el martillo de Thor, Mjöllnir. Hermes y
Mercurio cayeron después, sin haber encontrado dónde se ocultaban Hel y Loki
entre la multitud.
Al menos la niebla alrededor de los dioses Nórdicos tenía sentido ahora. Loki no
podía apuntarles si no podía verlos. Pero tampoco los dioses Nórdicos podían en
realidad desatarse con la amenaza de esas flechas allí afuera. Loki los había
neutralizado efectivamente.
Sin embargo, las que había lanzado podían ser recuperadas y disparadas de
nuevo. En la violenta masa de cuerpos, no podía ver si algún draugr estaba
actualmente agachado con la tarea de recuperar flechas, pero Loki sería un tonto
de no hacer al menos el intento. Si uno de los Apolos, por ejemplo, se apoderaba
de una de esas flechas, podría ser empleada contra él.
—Tal vez puedas darme un recuento jugada a jugada —dijo Coyote—. Vamos a
estar en esto por un rato.
—¿No?
—No veo a los elfos oscuros cambiando a humo como hicieron al principio.
Probablemente se dieron cuenta que no tienen que hacerlo. Naturalmente son
más rápidos que los draugar. pero aún tengo que ver a un elfo oscuro levantarse
de entre los muertos. Eso sería interesante, ¿no? ¿Si tuvieran una defensa natural
contra la necromancia?
—Claro que lo sería. Suena como la clase de cosa que podrías embotellar y
vender. Harías una fortuna, y sería lo más novedoso en el capitalismo. “¡Proteja
a su familia del apocalipsis con el Tónico Anti-necromántico y Elixir Salubre del
señor Druida!” Todos los preparacionistas del día del juicio final comprarían una
botella y la reservarían en sus bunkers, solo por si acaso. Una inmensa parte de
la economía humana está basada en el solo por si acaso, ¿sabes? Seguros,
condones, pañales… todo es solo por si acaso.
Me reí entre dientes, porque es difícil que no te agrade Coyote incluso cuando tal
vez se meta contigo en cualquier momento, y porque entendía que estaba
nervioso. El humor con frecuencia escuda la mente contra el miedo. Y teníamos
bastante miedo por delante. La cuesta del volcán se estaba enfocando lentamente
frente a mí, y aunque aún no había visto a Hel, me sentía seguro que Coyote
tenía razón sobre que ella estaba allí, porque Garm, su sabueso, estaba como
centinela. Ella estaría en algún lugar cercano, probablemente no junto a él pero a
unos pocos saltos de distancia.
—Ese perro va a ser un problema —dijo Coyote, diciendo en voz alta lo que yo
ya estaba pensando. —Ese es el que nos persiguió hace todos esos años ¿me
equivoco?
—Así que conoce nuestro aroma. Nos va a oler ante que entremos en rango
visual. O al menos olerte a ti. Yo copié el aroma de este imbécil no muerto, y
déjame decirte, señor Druida, ya no huelo a peras y felicidad.
—Sí, lo he notado.
—Bueno, ¿en qué dirección está soplando el viento? Tal vez no será capaz de
distinguirme entre la multitud.
—Tal vez, pero una vez que le hagamos algo a Hel, él va a venir corriendo sin
importar nada. Podemos lidiar con él antes o después que ataquemos a Hel, pero
de una forma u otra tendremos que encargarnos de él.
—A mí tampoco.
—Concuerdo.
—Pero eso va a tomar un largo tiempo. Ya nos está tomando un largo tiempo
yendo directamente en línea recta. Montones de otros sujetos van a morir. Loki
está recargando.
—¿Qué? ¿Dónde?
—Sí.
—Así que podemos seguirlos hacia Loki si quieres, o seguir haciendo lo que
estamos haciendo y lidiar con el perro de alguna forma, o girar a la izquierda e
intentar rodear.
Aún pensaba que encargarse de Hel era más importante que encargarse de Loki.
Ella estaba reabasteciendo sus números con los caídos y por tanto ganando por
desgaste. No estaba seguro cuánto control sobre los draugar tendría Loki si ella
desaparecía; si éramos fantásticamente afortunados, todos regresarían a su reino
una vez que ella muriera.
Realmente no pensaba que fuéramos tan afortunados, pero remover a Hel del
campo de batalla mejoraría matemáticamente nuestras posibilidades. Loki podría
tener las Flechas de Vayu, pero eran un suministro tan limitado que requería
recargar después de seis disparos. Hel, por el otro lado, podía reanimar la carne
de casi cualquiera que cayera en el campo de batalla, mientras aún tuvieran
cabeza o, aparentemente, no fueran uno de los svartálfar.
—¿Qué? ¿Esa era una broma o algo, señor Druida? Si lo fue, estoy seguro que
fue terrible.
Innegablemente lo era, pero las bromas terribles eran mi especialidad.
Un sonido de corte en el aire por encima de nosotros atrajo mis ojos al par de
helicópteros que provenían del norte. O la milicia o las fuerzas policiacas de
Suecia estaban un tanto curiosos sobre todo este barullo. Ahora mismo ese piloto
estaba intentando procesar qué estaba viendo y reportarlo en una forma que no lo
llevara a una evaluación psiquiátrica.
El todo incluido hostiles, pensé, sería la forma de abordarlo. Decirles que ves
“múltiples hostiles” de “origen desconocido” luchando allí, y omitir la parte
donde parecía que había un montón de no muertos luchando contra elfos y
enanos y posiblemente dioses, que podría, de hecho, ser el Ragnarok
desarrollándose. Que ellos dilucidaran esos detalles por sí mismos cuando
enviaran tropas para unirse. No podían culpar al piloto por decir que había
múltiples hostiles.
Pero añadía otra nota de urgencia a nuestra misión. Si los humanos se unían y
eran revividos de entre los muertos con todo su armamento moderno, bueno,
rápidamente se saldría de control. No que tuviéramos alguna clase de control por
el momento.
—Hueles demasiado bien para él, señor Druida. Como café y tocino en la
mañana.
Él tenía que tener razón. No había nadie más en el campo que él reconocería por
el aroma. Sus músculos se tensaron y empezó una zancada exploratoria en
nuestra dirección, con la nariz agitándose, intentando ubicarme.
Intenté un viejo truco que había funcionado con los Fir Bolgs[5] una vez: hice
que la tierra se suavizara y entonces endureciera alrededor de sus patas para
mantenerlo inmóvil. Pero falló porque la tierra estaba casi completamente
drenada de jugo cerca del portal. La tierra estaba muriendo y no tenía la fuerza
para retener a Garm; pero sí lo hizo tropezar, y él cayó con un aullido,
aplastando a varios draugar debajo de él y tal vez siendo apuñalado con sus
armas en el proceso. Sin embargo, estaría de pie en un momento, y muy pronto
se me acabaría el jugo para mantener mi camuflaje. Sería visible y estaría lejos
de cualquier ayuda en medio de un mar de enemigos.
—¿Sí?
Coyote señaló una vez más con su lanza. —Ella es la fea que mira hacia el
sabueso. Todos los demás están mirando hacia delante a las filas frontales.
El fraseo de Coyote me dejó un poco perdido: si Hel era el miembro feo de los
no muertos, ¿cuáles eran los hermosos? Aún seguía sin distinguirla; los intentos
de él de señalarla era como agitar la mano hacia una colonia de hormigas del
fuego y decir: “¡Esa!” Pero su aseveración sobre que ella estaba interesada en
Garm me dio una idea. —Ok, voy a seguir metiéndome con el sabueso y tú
continúa conduciéndonos hacia ella. Si ella no nos está prestando atención, tú
podrías tener un tiro libre.
—Buen chico —dijo Coyote, y al principio creí que estaba hablando a Garm,
pero entonces añadió—: Sigue haciendo eso. Ella se está acercando a él. Ni
siquiera tenemos que cambiar de dirección.
Esperaba que él tuviera razón. Esperaba que fuéramos capaces de llevar esto a
cabo de forma escurridiza, entrar y salir, cambiar el curso de la batalla, y…
—Oh-oh.
—¿Qué?
—Bueno, no puede verme —dije, justo cuando toda la tierra debajo de mis pies
moría, su energía drenada y mi camuflaje era despojado. Podría volver a lanzarlo
con energía almacenada de mi amuleto de oso, pero pensaba que lo necesitaría
para algo más. Era bastante visible y muy visiblemente vivo en un mar de no
muertos. Y aún más, Hel me divisó inmediatamente y gritó en reconocimiento.
Eso me permitió finalmente localizarla: Ella se había tomado las molestias de
hacerse lucir completamente podrida en lugar de medio podrida, pero sus ojos
poseían escleras ardientes y si indicaban calor emocional entonces estaba
furiosa. Una vez me había pedido que me uniera a su bando para el Ragnarok y
yo me había rehusado. Ella había estado sola y sobrepasada en número ese día y
la echamos. Sería seguro decir que las circunstancias habían cambiado.
La peste de Hel llegó antes de la persona real, y fue suficiente para hacerme
desear el olor de peras en el cabello trenzado del elfo. Parpadeé y tosí,
intentando mantener la compostura, y di un diminuto paso atrás incluso cuando
Hel gruñó y abrió mucho los ojos. Sus manos se extendieron en un desesperado
movimiento por equilibrarse, pero era demasiado tarde. La física había impuesto
su maestría sobre su persona, porque Coyote la había hecho tropezar
expertamente con el palo de su lanza mientras pasaba a su lado. Ella nunca había
esperado que la hiciera tropezar uno de sus propios draugar. Y yo tampoco lo
había esperado. El resultado fue que me libré de la mano con el cuchillo, pero no
pude evitar ser aplanado por la otra mano cuando se estrelló contra el piso. Me
sacó el aire de los pulmones y yo permanecí quieto demasiado tiempo. Una
mano gigante; la cubierta con la carne de Hel, se cerró alrededor de mi cuerpo y
me levantó, atrapando mi brazo contra mi costado, así que Fragarach era inútil.
Aún estaba postrada, así que no me levantó demasiado alto, pero me azotó de
nuevo contra la tierra y fue menos que gentil con mi cabeza. Vi luces
parpadeando en mi visión y sentí nauseas; probablemente porque me estaba
acercando a su cara y tuve una bocanada de su aliento muerto. El costado de su
cara que era tejido expuesto y hueso tenía gusanos agitándose en la carne de su
mejilla, y al principio pensé que esos tenían que ser una distracción y entonces
me pregunté salvajemente por qué no se había tomado el tiempo para removerlos
en su gran día.
—Druida —dijo con voz ronca—. Muere ahora. —No le gustaban las charlas.
Solo el suficiente regodeo para que yo apreciara mi propia derrota. Su otra
mano, la huesuda con Famine, se aproximó con la hoja por delante. Sentí el
acero frío presionado contra la carne cálida de mi garganta y entonces se deslizó,
tajándome. La sangre y el aire se me escaparon y silenciosamente activé mi
encantamiento de sanación tan pronto ella retiró la hoja, sin tener problema en
demostrar mi pánico en gorgoteos y silbidos. Porque solo me había conseguido
un poquitín de tiempo. Cuando la sangre dejara de fluir, ella lo haría de nuevo y
tal vez no se contentaría con solamente rajarme la garganta. No tenía opciones
para contraatacar, y ella sonrió con dientes ennegrecidos mientras mi sangre se
derramaba sobre su mano.
—¡Hola, señor Druida! —gritó Coyote con su raspar grave—. Esto ha sido
divertido, pero espero morir pronto. Parece que tú también. Ella te alcanzó en la
garganta, ¿eh? Bueno, al menos no tendré que escuchar más de tus bromas. Y mi
gente debería estar a salvo ahora.
Coyote nunca se ganaría una reputación por despedidas amables, pero al menos
tenía sus prioridades en orden. La diosa nórdica de la muerte expiró con un
estertor ronco y un espasmo final, y el ejército entero de draugar se estremeció
como uno solo; al menos todos los que podía ver rodeándome. No sé si se
estremecieron en las filas frontales. Pero no se disolvieron o explotaron en una
nube de cenizas tampoco. Miraron alrededor como despertando de un
sonambulismo sostenido, despojados de la guía de Hel, y decidieron que
realmente no estaban ansiosos de marchar hacia delante para enfrentar un
ejército decidido a destruirlos. Empezaron a mirar alrededor en busca de salidas.
Y no estaban interesados en absoluto en mí o Coyote o la peste sin vida de Hel.
No lo estaban. No tenían lealtad hacia Hel. Su reino era donde nadie quería ir, y
ella nunca los había tratado bien. Sin embargo, un aullido que desgarró el cielo
nos recordó que al menos una criatura era leal a Hel.
—Oh, mierda —dijo Coyote, que era lo que yo estaba pensando pero no pude
decir. Garm se había liberado de la mayoría sino de todos los draugar y fue
consciente de que Hel ya no existía. Era un grandote, como dicen, de tres metros
y medio de alto e incluso a la distancia podía vernos claramente a mí y a Coyote
junto al cuerpo de Hel.
—¿Tienes un plan, señor Druida? —dijo Coyote. Garm mostró los dientes y
ladró, con el pelo del cuello erizado.
—No tienes que decírmelo dos veces. ¡Adiós! —coyote dejó su lanza atrás y
saltó por encima de la figura inmóvil de Hel, metiéndose directamente en la
masa confundida de draugar. Garm lo observó marcharse pero no miró mucho
tiempo. Se giró a mirarme directamente y gruñó. El mío era el aroma que ya
conocía, el que se había escapado una vez. Y ahora que me veía junto al cuerpo
muerto de su señora, no iba a permitirme escaparme de nuevo. Saltó hacia
delante, dispersando draugar y derribando a cualquiera que no salió del camino
a tiempo. Yo tenía dos opciones: luchar o correr.
Y aunque dolía, dejé a Fragarach atrás, para que fuera encontrada y recogida por
cualquiera. Porque necesitaba alcanzar la velocidad completa en el aire de un
búho sin cargamento. Eso era sesenta kilómetros por hora, y nunca lo lograría si
tenía que cargar unos incómodos kilos en mis garras. Como estaban las cosas, no
pude alcanzar esa velocidad inmediatamente. Tuvo que suceder un montón de
aleteo primero, y no había incrementos mágicos. Garme tenía la delantera en
acelerar y un ladrido agresivo me dijo que me había visto echar a volar y estaba
literalmente tras mi cola. Y estaba cerrando la distancia entre nosotros, en vez de
que yo la ampliara. Tal vez me arrancara del aire, un agradable bocado para él.
No había nada que pudiera hacer más que conservar la calma y aletear; una frase
que no estaba bordada en camisetas por todos lados por una buena razón.
El aliento de Garm se sintió caliente y mocoso sobre las plumas de mi cola, y fue
entonces cuando giré bruscamente a la izquierda, directamente sobre las cabezas
de los draugar en retirada. No necesariamente eran luchadores entrenados, como
los einherjar, pero cuando algo está viniendo hacia ti y tienes un palo afilado
para picarlo, las probabilidades son que vas a utilizarlo si no puedes retirarte del
camino a tiempo. Con eso es con lo que yo contaba.
Los draugar continuaron la retirada, pero aquellos que Hel había levantado de
los muertos continuaron luchando. Lo que sea que les hubiera hecho no requería
su constante control. Al menos no estaría despertando más.
No sé de qué estaba hablando, que mentira o promesa les había hecho, pero
funcionó. Los draugar se giraron y lucharon mucho más viciosamente que antes,
y el repentino retorno fue devastador para las tropas que los perseguían, que
habían roto filas. Brighid aún estaba allí, pero la hueste Fae estaba muy reducida.
Los olimpos restantes continuaban luchando bien. Los einherjar y los enanos
estaban enzarzados, pero los álfar y svartálfar recibieron tremendas perdidas al
retorno. No vi señas de los yeti, y el panteón nórdico aún se ocultaba detrás de
una nube oscura hecha por Thor, aunque había avanzado un poco a la derecha.
Imaginé que cualquier cosa que entrara en esa nube no saldría. Mientras tanto,
Loki no podía convertirlos en blancos. Y ellos, igualmente, parecían no poder
encontrarlo a él; habría esperado que la lanza de Odín o el martillo de Thor
hubieran salido volando, pero seguían conteniéndose.
La voz de Loki cruzó el campo de nuevo. —¡Druida! ¡Tengo tu espada! ¡Sé que
fuiste tú!
Llegué hasta el borde de la batalla y me dejé car a tierra a una distancia segura,
detrás de las tropas de svartálfar. Sentí un diminuto chorrito de magia de la tierra
allí, desvaneciéndose, pero aún disponible. Cambié a sabueso para tener algo de
velocidad y algunos dientes si los necesitaba y entonces rellené mi talismán de
oso y volví a sanarme.
Así que Loki había encontrado a Fragarach. Estaba listo para dejarlo tenerla,
para lo que le serviría. Debería ir directamente al árbol vinculado más cercano y
salir. Había ayudado a derrotar a Hel, me cortaron la garganta y casi me volví un
bocadillo de perro. Eso era suficiente. No había razón para quedarme, excepto
tal vez apoyar a Athena para ganarme mil cajas de Galletas de las Chicas
Exploradoras.
—Vamos, Druida. Has matado a todos mis hijos. Ven y enfréntame ahora. Sabes
dónde estoy. Ven y enfréntame.
Me detuve, igual que Coyote. Él se giró y sentó, esperando a ver qué haría yo.
Incliné la cabeza hacia él y él imitó la acción. Listillo.
Loki tenía una impresión equivocada. Yo, de hecho, no había matado a ninguno
de esos hijos... no en realidad. Granuaile y Freyja habían jugado papeles
mayores en matar a Fenris. Yo solo había atestiguado la muerte de Jörmungandr.
Y si Loki pensaba claramente por un momento, se daría cuenta que mi espada en
el suelo junto a Hel no era, de hecho, la lanza enterrada en su espalda. Yo no era
la causa de su muerte.
Elevé una pata hacia Coyote y entonces giré el cuerpo de vuelta a la batalla,
manteniendo la mirada fija sobre él. Coyote sacudió la cabeza y se giró, trotando
lejos. Yo estaba por mi cuenta para esto.
—¿Cómo luce?
—Si lo derroto antes de tiempo, ¿podemos terminar esto antes? ¿Los otros Reyes
Yama continuaran viniendo si supieran que el rey Taishan nunca llegó aquí?
—Sí.
—Eso es…
—Por favor no digas que es peligroso. Igual es estar en esta montaña ahora
mismo. Solo dime si matarlo detendrá a los otros.
—Creo que podría ser así. ¿Por qué los otros se arriesgarían a semejante derrota
preventiva? E iba a decir que eso es inesperado. ¿Tal vez estás mirando las cosas
diferentes?
—No, creo que aún estoy en la misma mentalidad. Solo quiero proteger a Gaia.
¿Cómo luce el Rey Taishan?
—Viste un gorro de juez, como todos los Reyes Yama. Su túnica es azul por el
infierno frío que vigila, Utpala, que vuelve azul la piel de todos los malditos.
Pero él también rige un infierno feroz llamado Tapana.
—Muy bien. Déjame ver si es siquiera posible. —Los malditos nos alcanzaron y
tuve que separar espacios mentales para continuar la conversación, pero esta vez
batallo en el espacio mental inglés de Whitman para poder tener el latín para
hablar con el elemental.
//No existe vinculo druídico /Debes ser escoltada por una deidad del panteón//
No había tiempo como el presente para ver si podía malabarear tres espacios
mentales. Necesitaría hacerlo si quería cambiar de planos con más que solo
Orlaith.
To ja, Kasandra.
—¿Quién?
—¡Sé sobre él, claro! ¿No fue el de las historias que te derrotó hace tanto
tiempo?
El Rey Mono se ríe incluso mientras su vara de hierro destruye a los malditos y
los envía de vuelta a Mahāraurava, uno de los infiernos sobre el cual el Rey
Biancheng preside. —Sí, lo recuerdo bien. Él es el que me derrotó en batalla en
los días cuando me rebelé contra el cielo. Pero ahora estamos en el mismo
bando. Su llegada ya estaba planeada que sucediera ante el surgimiento del Rey
Biancheng.
Y una vez que aterriza y se hacen las presentaciones y le revelan el plan, me veo
forzada a traer la pregunta una vez más: ¿Por qué estoy aquí? Porque Erlang
Shen y el Rey Mono obviamente pueden encargarse de esto por su cuenta.
Ambos son más hábiles y poderosos que yo y fácilmente serían capaces de
derrotar al Rey Taishan sin mi ayuda. Ni siquiera soy necesaria para que
cambien de plano… ¡de hecho son ellos quienes deben trasladarme a la séptima
corte! ¿Así que con qué propósito me ha enviado aquí Brighid? Me preocupo
sobre sus motivaciones más que estas deidades budistas, porque a la Primera
entre los Fae no le regalaron ese título. Se lo ganó por ser más fuerte y más lista
que todos los demás. Y tiene que ser algo significativo, ¿no?, si ha conseguido
que el Rey Mono acepte su plan. No puede ser sencillamente para ayudar a
Taipei a combatir a estas pobres almas. Quiero decir, estoy segura que ella quería
minimizar el daño aquí tanto como fuera posible, pero si eso fuera todo, no
habría necesidad de que Flidais me trajera aquí con frases en código y manzanas
mágicas e hiciera que Sun Wukkong me soltara acertijos místicos. Ella podría
sencillamente haberme dicho que minimizara el daño y yo lo habría hecho.
Es una sensación incomoda, saber que los dioses están jugando un juego contigo
como una pieza prominente pero no eres capaz de ver el tablero o siquiera saber
las reglas.
Para salvar el druidismo. Una respuesta obvia una vez que formulo la pregunta.
En caso que todo salga mal en Suecia y las fuerzas de Loki prevalezcan, yo aún
estaré por aquí, igual que Flidais y quien sea más que hayan secuestrado a
ubicaciones desconocidas. Owen, tal vez… ¿dónde está él?, me pregunto.
Manteniendo su arboleda a salvo, espero.
Los dos inmortales han dejado de pelear, lo noto, y los clones de Wukong ya nos
han rodeado para proveer una esfera de protección. Aparentemente yo me he
quedado ausente un poco y ellos están esperando que me recupere.
—Wukong. —Solamente eleva una ceja tupida hacia mí—. ¿Brighid te pidió que
me mantuvieras ocupada durante el Ragnarok? —Sus ojos se deslizan a Erlang
Shen y comparten una diminuta sonrisa. O habían estado esperando esto o tenían
una apuesta sobre si yo lo descubriría.
—Creo que tal vez nuestra amiga americana finalmente está desafiando sus
supuestos —dice a Erlang Shen, que no es precisamente una respuesta pero
confirma mis sospechas.
—Por supuesto.
—¿Pero derrotaran al Rey Taishan y los otros pronto? La tierra está siendo
dañada cada vez que el portal se abre.
—De toda la mierda patriarcal que pudo hacer... bueno. Él y yo vamos a tener
una charla. Tal vez incluso una gresca enérgica —añado, después de pensar que
esa es precisamente la clase de cosa que metió a Flidais en problemas con Perun.
No haces planes para alguien más sin consultarles.
—Lo que sea que desees enseñarme. Cómo hacer perfecto té chino, más sobre el
budismo, cómo luchar. Pero también deseo aprender mandarín. Casi estoy lista
para añadir otro espacio mental.
Sun Wukong me sonríe. —Muy bien. Sabes dónde está mi tienda. Estaré allí
cuando estés lista.
—No lo haré. —Me inclino de nuevo, y también hacia Erlang Shen antes de
marcharme, luchando entre los malditos para llegar al árbol vinculado. Fiel a la
palabra del Rey Mono, el Rey Biancheng aterriza a una corta distancia, con la
armadura brillante y la cara en una mueca, ansioso de luchar con la Druida que
mató al Rey Wuguan. Saca sus armas y avanza, pero yo pongo mi mano en el
árbol vinculado y me traslado, dejándoselo a Erlang Shyen. Hay una lucha
sucediendo en Suecia, y una vez llegue allí, no sé si primero iré tras Loki o
Atticus.
Capítulo 22
Estoy tan malditamente cansado tras nadar, que a lo mejor me vendría bien
probar una de esas supercomidas de las que siempre hablan los humanos
modernos. Pienso que igual probaré la col rizada, incluso si Greta tiene razón y
es peor que las pelotas de un anciano. O quizá me conforme con tortitas bañadas
en sirope de arce y una taza de café caliente. Me suena menos arriesgado, más
seguro.
Los elementales me dicen que he aplicado la Segunda Ley de Owen tanto como
lo requiere Gaia: aún queda todo tipo de fuegos por apagar, pero los demás están
ocupándose de ello, y el gran marrón en Suecia aún está activo, pero no es una
pelea que deba librar con mis puños. Espero que Siodhachan y Granuaile estén
bien, pero todo lo que obtengo de los elementales es la certeza de que siguen
vivos. Me dan permiso para volver a Flagstaff y un regalo raro: a cambio de
haber salvado a Babaria y el Amazonas y más, los elementales me preguntan
cómo me gustaría que me llamasen a partir de ahora en lugar de Druida
Vengativo, y yo les digo que Druida de Roble me iría bien.
Eso creo.
Me convierto otra vez en un oso y saco a Slomo de la zona del lago. Empieza a
aparecer gente en las orillas, y temo que nos vean pronto. Estoy bastante seguro
de que tendrían preguntas respecto a por qué hay un perezoso peruano en
Polonia. Cambiamos al árbol vinculado en la propiedad de Greta, donde está
terminando de atardecer la noche anterior, y Slomo se baja de mi espalda para
vomitar discretamente en el suelo del bosque. Se tambalea un poco hacia la
derecha después.
<Oh, Oaken, me siento atontada. Además, aquí está todo muy seco.>
<Mejor, gracias,> dice, <pero debería comer unas pocas hojas pronto.>
Solo me toma unos pocos minutos Cambiar a Perú otra vez, recoger unas cuantas
hojas de esos árboles que le gustan, y volver.
Y lo están. Todos han puesto sus esferas de Tasmania en las taquillas con la
piedra caliza de Colorado, así que pueden comunicarse con Slomo como yo, con
imágenes y sentimientos. Todo el mundo está encantado. Slomo establece el
Primer Colgamiento en un álamo cerca de la casa y come hojas mientras los
niños se ríen y hablan con ella. Unos cuantos padres se quedan con ellos
mientras yo entro en la casa con Greta y el resto de la manada para informarles
de lo que me ha pasado, y ellos me cuentan lo que ocurrió en Tasmania después
de que me marchara.
Sam y Ty, los co-líderes de la manada Flagstaff, llegan tras unos minutos y
parecen muy felices por tenerme de vuelta, ya que lo más probable es que
signifique que podemos volver a intentar sacarnos los ojos en los
entrenamientos. No suelen desfogarse contra cualquiera que pueda retarlos, y les
gusta. La verdad es que a mí también. A veces gano yo, y a veces ganan ellos. Es
bueno tener compañeros que te puedan pegar una paliza de la forma más
amigable posible y no se enfaden cuando tú les pegas a ellos una paliza. Y esos
tipos son un ejemplo de cómo ser amantes. Llevan juntos más de cien años y
siguen pensando que el hombre con el que se casaron es el mejor hombre del
mundo. Pero después de ponernos al día, empiezan a hablar de vino por alguna
razón, y ese es un tema del que sé muy poco. De hecho, como se diría en inglés,
I don't know Jack Shite.
Esa es una expresión que me enseñó Siodhachan, pero no la entiendo del todo.
Tengo tantas preguntas. A veces la gente se deja la mitad de la expresión y dice:
Pero todo el mundo sabe que no están hablando de Jack Black o Jack Daniel's o
Jack Be Nimble, ¡no! Cuando alguien dice que no tienes ni puta, se
sobreentiende que están diciendo que no tienes ni puta idea. Pero eso me hace
preguntarme por qué nadie querría pasearse por el mundo con el apellido
Shite***. Si tienes un apellido tan espantoso, ¿no sería una excusa perfecta para
cambiárselo a Jones o algo más común y aburrido y no relacionado con las
heces? Y lo que me confunde de verdad es si debería conocer a alguien llamado
Jack Shite o no. A veces la gente dice-,
Y el desdén en su voz te hace saber que nunca deberían haberte presentado a esa
persona, ni siquiera por accidente. Bueno, yo todavía no conozco a Jack Shite, y
tengo un conflicto bastante serio respecto a si quiero conocerlo o no. Es un tipo
controvertido. Me pregunto si Sam y Ty conocen a Jack Shite y me doy cuenta
de que deben de conocerlo mucho, porque saben mucho acerca de vino, así que
no se lo pregunto en voz alta.
—¿Eh? ¿Qué?
—Tienes que irte a dormir —dice—. Ya te has quedado dormido dos veces.
—Vete a la cama y punto. Has estado murmurando sobre que no conoces a Jack
Shite.
—Pero Slomo...
—No le va a pasar nada. Los niños nos lo dirán si necesita cualquier cosa, y si es
así, te despertaremos. Probablemente ella también necesite dormir, y aquí no hay
nada que vaya a molestarle.
Greta le pide al padre de Thandi, Sonkwe, que termine las tortitas y las guarde
para luego mientras me aparta de mi asiento y me escolta hacia el dormitorio.
Siento que me pesan como plomo las extremidades y veo borroso. Mi cerebro
sabe que estoy a salvo y solo quiere apagarse y recuperarse.
—¿Qué?
Hay algo que no me encaja en eso, pero no merece la pena volver a estar
consciente para descubrir qué es. Tengo un poco de tiempo para mí y para
disfrutar de un poco de paz, y voy a exprimirlo tanto como me sea posible,
porque después de ello, tenemos mucho que hacer. Y cachorros que criar. No me
puedo olvidar de los cachorros de Orlaith. Mis aprendices estarán tan
contentos...
Capítulo 23
Así fue como busqué en varios cadáveres Fae los reemplazos adecuados. Me
decidí por el tercero, encontrando una camisa sin mangas para usar debajo de
una coraza y algunos calzones básicos, sobre los cuales me aseguré una falda de
cuero endurecida para proteger las piernas, sujeta con un cinturón. Ubicar las
botas que me quedaran me tomo otros tres intentos. Encontré una espada con un
toque de magia, y una mirada en el espectro mágico a las uniones reveló que era
una hoja inquebrantable. También recogí un escudo. Al considerarme al menos
parcialmente protegido, busqué a Brighid.
No podía esperar para terminar esto, para poner fin al peligro en el cual había
puesto a todos haciendo dos desastrosos viajes a Asgard hace años. Las personas
que combaten los incendios de Surt en todo el mundo o quienes pueden haber
perecido en ellos—eso fue cosa mía. Todos los que habían caído aquí, o quienes
cayeron en otra parte en alguna batalla provocada por los aliados de Loki—eso
también pesaba sobre mí. Fand y Manannan y los tres yeti y muchos más.
Realmente no había manera de que pudiera alejarme éticamente, a pesar de mis
intentos por racionalizar eso. Para ser justos, debería enfrentarme al Ragnarok
completamente solo. Fui yo quien mató a las Nornas y puso a rodar esta bola de
nieve, así que debería ser el que debía pararse en el camino de la avalancha.
Me llevó algo de tiempo dirigirme al frente sin matar a ningún Fae con mi aura
de hierro. Sin embargo, los hombres tejos no tenían tales vulnerabilidades, y eran
ellos quienes protegían a Brighid en ambos flancos cuando agitaba su espada en
los cuellos de los draugar y dejaban que su armadura recibiera un golpe
ocasional. En su izquierda inmediata, sin embargo, había una figura curiosa con
librea verde y plateada, uno de los Fae, que no tenía armas ni intentó atacar.
Simplemente existía y tenía unas increíbles guardas cinéticas. Cada vez que los
muertos vivientes intentaban atacarlo, su fuerza era devuelta sobre ellos con
grados de magnitud. Me acerqué a la derecha de Brighid para asegurarme de no
molestarlo.
—¡Brighid! ¡Soy Siodhachan!. Tuve que repetir esto varias veces para
comunicarme con ella, pero una vez que me echó un vistazo, se echó hacia atrás
y dejó que los hombres tejo cerraran la brecha.
—Uno de los coyotes nativos americanos me ayudó. Es una persona con visión
de futuro, no quería que este desastre llegara a su continente. Ya ha tenido
suficiente de ser invadido.
—Todos lo escuchamos.
—Sé dónde está y puedo llevarte a él. ¿Quieres tu oportunidad de ganar las
galletas de las Niñas Exploradoras?
—Sí, pero Atenea quedaría frita casi al instante. Tú no lo harás. Y apuesto a que
tienes barreras que desviarán esas flechas que está soltando.
La primera señal de que estábamos cerca llegó cuando una flecha golpeó las
barreras cinéticas que rodeaban a Coriander y su punta afilada se hizo pedazos.
La segunda señal inequívoca de que habíamos encontrado que Loki fue cuando
salió de la multitud, creció al tamaño de un gigante en segundos, y nos arrojó un
fuego que canalizó desde su espada—el arco y las flechas no estaban a la vista,
ni Fragarach. Coriander tenía alguna protección rudimentaria contra el fuego,
pero mientras las flechas de Vayu no habían sido rival para la protección
cinética, esta era insuficiente contra el calor que Loki estaba provocando.
Igualmente para los hombres Tejo, cuyo único temor era el fuego. Mientras
todos se estremecían y gritaban bajo la embestida, Brighid le gritó a Coriander
que se retirara detrás de ella y se lanzó hacia adelante, con los brazos extendidos,
reuniendo esa llama hacia ella y redirigiéndola a los draugar a ambos lados de
Loki. El señor de la travesura tuvo que detenerse poco después porque Brighid
saltó hacia él, con su propia espada lista para asestar un golpe mortal, y él tuvo
que desviar eso. El metal de sus espadas gritó cuando se deslizaron uno contra el
otro y Loki se retorció imposiblemente para dejarla pasar, y su empuje al final la
obligó a perder el equilibrio. Pero ahora tenía enemigos a cada lado de él, y no
podía soportar eso. Saludó al draugar cercano para que nos atacara o lo
protegiera, y la distinción importaba poco. Se apresuraron desde todos los lados,
y eso significaba que tenía muy poca habilidad para atacar a Loki. Quería
concentrarse en Brighid, la amenaza más clara. Una vez que ella estuviera fuera,
él podría freírnos sin interferencia.
—Oh, no, joder, no —dijo una voz detrás de mí, pero cuando giré todo lo que vi
fue a los hombres tejo, que no pueden hablar, y más allá de ellos, draugar. Pero,
entonces, no habría visto nada si esa voz perteneciera a quien pensé.
—Hablaremos más tarde, contestó su voz incorpórea. —Tengo una cuenta que
saldar.
Fragarach trata una armadura como si fuera mezclilla. Hay una pequeña
resistencia, en otras palabras, pero no lo suficiente como para importar si está
golpeando bien. Brighid había forjado esa armadura en un momento en que le
preocupaba que Fragarach pudiera caer en manos de sus enemigos y ser utilizada
contra ella. Nunca la había probado hasta ahora.
Sin embargo, antes de que cualquiera pudiera reanudar, Loki gritó cuando una
grieta aguda anunció la rotura de su cúbito izquierdo en la parte distal final—
justo en la muñeca, en otras palabras, lo que hizo que dejara caer la cuchilla
giratoria. Retrocedió, acunando su brazo, mostrando los dientes en un siseo
mientras buscaba la causa. Granuaile desestimó la unión de Scáthmhaide que
mantenía su hoja invisible y giratoria en su mano izquierda.
—¡Hola! Le gritó ella. —¿Recuerdas cómo me robaste esto? Ella le lanzó la
cuchilla de hielo. —Me tendieron una emboscada, rompieron la mayoría de mis
huesos, atrajo a mi padre a una trampa mortal.
—Tú—...
—¡No!
Así como cuando Hel había muerto, los draugar perdieron interés en luchar
contra gente que contraatacaba y comenzaron a alejarse hacia la ciudad humana.
El panteón nórdico, que había esperado su momento hasta ahora, entró en
acción. La nube que los había estado ocultando a la vista creció y cambió
perceptiblemente para envolver a los helicópteros humanos, y solo una vez que
fueron examinados emergieron las deidades nórdicas, uniéndose a los ejércitos
para derrotar a los draugar. Las valquirias se abatieron para cortar cuellos con
grandes hachas. Mjöllnir los atravesó desde arriba, haciéndolos crujir en
pequeños cráteres, y regresaba a la mano de Thor para otro lanzamiento. Odín
salió con Hugin y Munin dando vueltas sobre él, Frigg y Freyja flanqueando a
cada lado.
Revisé a los hombres tejo y a Coriander: todos chamuscados pero vivos. Los
dejé para ver si Brighid estaba bien. Se había puesto de pie y estaba arrancando a
Fragarach de su armadura. Ella logro liberarla cuando llegué allí y me la ofreció.
No había sangre fresca en la hoja. —Creo que dejaste caer esto, dijo inexpresiva.
Tiré mi espada saqueada a un lado mientras la tomaba de ella.
—Sí, lo hice. Tenía un perro en la cola en ese momento. Mi cabeza giró hacia el
oeste. —Me pregunto qué le sucedió a él. No lo vi de pie sobre el mar de
draugar.
—Por supuesto, Brighid estuvo de acuerdo. Ella hizo un gesto hacia el cuerpo.
—Bien hecho. Si quisieras una galleta por eso o no, recibirás miles.
—Me alegro de haber ido, respondió ella, —porque Sun Wukong es un excelente
Profesor y Taipei es una ciudad maravillosa. Voy a hacer el Mandarin mi
próximo espacio de cabeza. Pero no era realmente necesaria allí. Los maestros
de los cielos son más que rivales para los señores del infierno, y ustedes lo
sabían. Ambos tomaron una decisión por mí como si fuera una niña, y no lo
aprecio. Podrías pensar que la diferencia en nuestras edades te hace más sabio de
alguna manera, pero no necesito tener miles de años para saber que no deberías
tratar a alguien de esa manera.
Ninguno de los dos pudo responder, porque los Dioses de la parte nórdica habían
llegado. Thor y Freyja aterrizaron primero, cada uno en su carro, a ambos lados
del cuerpo de Loki. Odín y Frigg aparecieron poco después, escoltados por
Valquirias, y establecieron un perímetro, asegurándose de que los draugar en
retirada corriera alrededor y no interrumpieran, ni nos interrumpieran, de todos
modos. Estaba bastante seguro de que pronto interrumpirían a los ciudadanos de
Skoghall.
Granuaile levantó su mano con las flechas apretadas en ellas. —Yo lo hice.
—Hay un asunto más importante que resolver, Odín, dijo Freyja, bajando de su
carro, espada en mano, —y lo sabes.
—Lo sé. Su perdón, Freyja. —Druida, dijo, y me señaló para que no hubiera
duda de a quién hablaba, —has cometido muchos crímenes contra el Æsir, por lo
que ahora debes responder.
—Nunca hiciste un trato conmigo, Druida, dijo Freyja. Mataste a las Nornas y
desataste todo esto. Mataste a Sleipnir, y tus acciones provocaron la muerte de
Ratatosk, mi hermano Freyr, Heimdall, Thor y muchas Valquirias.
—Primero, dije, señalando al dios del trueno, —me parece que Thor está bien.
Sin embargo, otros que ella mencionó no lo estaban. O al menos no estaban
presentes. Cuatro figuras se movieron a través de la multitud de draugar y
pasaron entre las valquirias. Eran los olímpicos, Atenea y Minerva y los dos
Apolos. Los búhos descendieron para aterrizar sobre los hombros de las diosas
de la sabiduría. —Y por lo demás he hecho recompensa. Incluso nos ayudaste a
luchar contra Fenris.
—Sí, a petición de Odín, accedí a diferir mi venganza hasta una fecha posterior
para lograr un objetivo estratégico. Pero ese aplazamiento ya ha terminado. No
has respondido por lo que me hiciste personalmente, y Odín no puede regatear
eso. Y por ese delito te llamo ahora mismo.
Cerré los ojos y suspiré. Sabía que Freyja nunca me lo perdonaría y no podía
culparla.
—Reclutó a los gigantes de las heladas para ayudarlo a invadir Asgard, explicó
Freyja. —Y el pago prometido... era yo.
—No, no lo hice.
La gente tiende a no ofrecer lo que más los avergüenza. Este era, como temí, mi
día del juicio personal, y tenía mucho por lo que responder: una sinfonía
discordante de malas elecciones que se aceleró y aumentó desde el momento en
que decidí luchar contra Aenghus Óg. Movimientos de cabeza hueca arraigados
en códigos de honor y lealtad más que en la lógica. Sorprendentes despidos de
las advertencias de dos deidades, una de ellas omnisciente, que afirmaron en
términos claros que esto no terminaría bien para mí. Y soy lo suficientemente
honesto conmigo mismo para darme cuenta de que probablemente volvería a
tomar esas mismas decisiones, ya que eso es lo profundamente imperfecto que
soy. Mi larga vida no me ha hecho especialmente sabio o un parangón de rectitud
moral; me acaba de dar un mayor margen para arruinarlo todo. La observación
de Coyote de que todos los presidentes eran narcisistas regresó a mí, porque me
sorprendió que yo pudiera ser uno de ellos, no un político, por supuesto, sino una
persona en el poder que tomaba decisiones por su propio interés sobre los
intereses obvios de un muchas otras personas.
—No vine aquí por una disculpa. La sonrisa en su rostro no contenía ni una
pizca ni una esperanza de misericordia. Esa misma sonrisa brotó en los rostros
de los otros nórdicos que asistieron, y recordé que también habían mostrado tales
sonrisas antes de la batalla. Esta confrontación había sido planeada todo el
tiempo. Lo habían estado esperando.
Freyja ignoró esto y dobló sus rodillas ligeramente, levantando su espada y sus
cejas. —¿Así que responderás por tu cuenta? ¿No le suplicas a Brighid o
convocas a Morrigan a tu lado?
La tierra en la que nos detuvimos estaba muerta, agotada por el portal a los
reinos inferiores de los nórdicos. Me quedé sin energía, mi encanto de oso
agotado. No podría aumentar mi fuerza o velocidad ni realizar la unión más
simple sin la energía de Gaia. Era un simple humano que se enfrentaba a una
diosa que una vez se defendió de Morrigan y salió caminado—un luchador
entrenado, seguro, y con un arma excelente, pero todavía un simple humano.
Cuando Freyja atacó, se puso borrosa con la velocidad, y la única razón por la
que levanté a Fragarach a tiempo para bloquear su golpe fue que tenía algo de
distancia que cubrir y adiviné correctamente la dirección del ataque. Llegó desde
arriba, justo a la izquierda de mi cabeza, y aunque coloqué mi espada en la
posición perfecta, su fuerza fue tal que simplemente derribó mi espada al
contacto mientras solo desaceleraba un poco su golpe. El borde golpeó mi
armadura Fae barrida entre mi cuello y hombro y se mantuvo, pero me tambaleé
hacia atrás y ella me siguió, dándome una patada en el pecho para asegurarme de
que bajaba. Eso me sacó de mis pies y me estrellé contra la tierra volcánica
enfriada por un flash, haciendo un nudo en la cabeza con algo y viendo aparecer
luces en mi visión.
Escuché algunas risitas, tal vez alguien casi vomitando, pero no vi ningún ataque
entrante. Ella estaba esperando que me levantara de nuevo. Jugando conmigo. Y
sentí el goteo de sangre caliente en mi cuello. Me había roto el cuero cabelludo y
lo más probable es que me ganara una conmoción cerebral. Pero cuando me
levanté no tenía ganas de esperar otra paliza. Cargué y di la mejor ráfaga de
ataques que pude manejar, pero su velocidad y fuerza le permitieron desviarse,
parar y rechazarme. Estaba bastante claro que no podía ganar y que ella podría
terminar la pelea cuando quisiera, pero ya no sonreía. Su expresión era de
intensa concentración. Ella estaba buscando algo, pero ¿qué buscaba? Hizo un
gesto para que me adelantara, pero yo me planté. No iba a darle lo que quería.
¿Primero antes de qué? Me pregunté, pero luego ella se lanzó hacia mí, y
después de mi intento inicial de bloquear, fui golpeado por puños y pies a mi
cuerpo. Tomé la empuñadura de su espada en mi sien derecha, que me
sorprendió hasta que un tremendo impacto se estrelló en la parte superior de mi
hombro derecho justo fuera de la protección de la armadura y me di cuenta,
demasiado tarde, de lo que había estado buscando. Me sentí unas libras más
ligero, mi sangre se roció en el suelo y solté un grito de horror e incredulidad.
Freyja me había cortado el brazo derecho.
Capítulo 24
Me lanzo hacia adelante y abro la boca para gritar: —Eso es suficiente, —pero
Freyja se aleja y se gira hacia los nórdicos, haciéndolo innecesario—. ¡Ya está
hecho!, —se jacta ella, aparentemente de acuerdo con haber impartido suficiente
justicia. Abre los brazos, la espada goteando la sangre de Atticus, disfruta de la
aprobación de las deidades reunidas y de las valquirias, me apresuro a ir a su
lado y me arrodillo junto a él. Sus ojos ya están desenfocados en shock. Tengo
un poco de la energía de Gaia restante en el depósito de plata de Scáthmhaide, y
la uso para cerrar esas bombeantes arterias y evitar que se desangre hasta morir.
La fría y rica voz de Minerva dice: —Le diré a Diana y a Baco que está hecho.
—Se suponía que Mercurio debía entregar este mensaje —le dice a Atticus—,
pero como él no está aquí, lo entregaré en su lugar. Diana y Baco consideran
ahora que sus quejas contra ti terminaron satisfactoriamente. No debes temer
nada de ellos mientras no hagas nada más para despertar su ira. ¿Me imagino
que es lo mismo con Artemisa? —Ella mira a Athena, y su contraparte asiente.
—Así es.
Minerva vuelve su mirada hacia Atticus. —¿Tienes algo que quieras que les
diga?
—Entonces que te vaya bien, druida —dice ella, y se aleja con su brazo, dejando
a Atticus sin posibilidad de volver a conectárselo.
Giro mi cabeza para ver cómo Brighid está tomando esto, y ella está parada
como si fuera una exhibición en el Salón de las Armaduras en el Museo
Metropolitano.
—Dije mucho tanto a los Nórdicos como a los Olímpicos antes. No tenían
permitido, bajo ninguna circunstancia, matarlo.
—¿Permitiste esto?
—No pude evitarlo, Granuaile. Tenían graves quejas. Ganar su vida fue la mejor
victoria que podía esperar.
Dioses, estos dioses. Tomando decisiones sobre nuestras vidas sin nuestro
consentimiento, simplemente continuaban haciéndolo.
—No, eres libre de irte —dice Brighid—. De hecho, te tienes que ir.
—¿Qué? ¿Por qué? —Me vuelvo hacia donde estaban los Olímpicos y veo que
han montado los caballos alados de algunas valquirias, y se sostienen mientras
los Elegidos del Slain los elevan por encima de las hordas de draugar.
—Lamento mucho tu brazo. Aunque estoy aliviada de que todavía estés vivo.
Sólo asiente con la cabeza hacia mí, no dice nada. Creo que está haciendo algo
estoico o simplemente tratando de negarle a los Nórdicos cualquier satisfacción
al escucharlo dolorido, y tiene miedo de que si hace algún sonido ahora saldrá
como un grito. Sé cómo se siente.
Es perfectamente natural gritar cuando uno pierde un brazo por el filo de una
espada, pero más allá del primer grito de sorpresa y dolor, rechacé todos los
gritos que quería dar en un espacio diferente de mi cabeza, porque darles voz
solo daría Placer a los nórdico. Como había muy poco más que pudiera negarles,
al menos les negaría eso. Pero había mucha pena en ese espacio, ya que me di
cuenta de que quitarme el brazo había sido la meta de Freyja todo el tiempo. No
era sólo el brazo de mi espada: también era mi habilidad para curarme, cambiar
de plano y tomar formas de animales. Todavía sería capaz de realizar enlaces de
forma libre y conservaría el resto de mis habilidades, pero mi efectividad como
campeón de Gaia era muy reducida. Y mi vida como la había vivido por más de
dos milenios había terminado. Nunca volaría como un búho o correría como un
perro de nuevo. Nunca podría viajar por el mundo como solía hacerlo.
—Esta espada será mi trofeo. Personalmente, creo que deberías haber sido
ejecutado, porque no estoy convencida de que hayas estado cerca de equilibrar la
balanza, pero Brighid y algunos otros presionaron a tu favor. —Ella se inclinó
más cerca—. Tengo que ir a limpiar tu desastre ahora, porque los draugar están
entrando en Skoghall.
Dirijo mis ojos a la masa de cuerpos que pasan a nuestro lado y me doy cuenta
de que son los Einherjar y los enanos, persiguiendo a los draugar. —Donde sea
que elijas ir después de esto, Druida, asegúrate de que esté lejos de aquí. No eres
bienvenido en las tierras de los Nórdicos a partir de este día. Mientras respetes
esa condición, no tienes nada que temer de nosotros ahora.
—Sí.
Thor resopló con diversión. —Oh, ese era yo. —Sonrió brevemente, y luego se
desvaneció, reemplazado por disgusto por el recuerdo. Ese era el viejo yo, que
había sido obligado por la profecía de las Nornas con respecto al Ragnarok.
Perdí mi rumbo mientras vivieron; a lo largo de los siglos me corrompí,
pensando que no habría consecuencias por mi comportamiento, hasta el día en
que conocí a Jörmungandr. Ese es el verdadero veneno de la profecía y el
destino, la implicación de que de alguna manera no se es responsable de sus
acciones. Pero me equivoqué, porque hubo consecuencias, ¿no? De hecho, tuve
justamente que rendir cuentas ante aquellos a quienes había perjudicado. ¿Y
sabes qué es lo milagroso al respecto? Me alegro. Estoy agradecido. Me vuelvo a
manifestar gracias a quienes aún me adoran, y me parece que es una nueva era
de la humanidad, más esperanzada que antes. Estoy recordando lo que significa
ser bueno. Tengo esta misma esperanza para ti, druida. Por ahora, te están
haciendo rendir cuentas, y puede servir para actualizar tu perspectiva.
—Quizás.
—Me alegro de que pudiéramos hablar. Pero aún me queda mucho por hacer, así
que si me disculpan. —Se dirigió a su carro y se marchó hacia el norte tras los
draugar, dejándome con Odín y Frigg y las Valquirias. Odín lo observó irse y
luego su ojo se fijó en mí.
—No soy de la idea de Thor, Druida. Todavía te soporto bastante mal. Esperaba
que murieras en la batalla.
—Sí, me mencionaste tal deseo antes. ─Frigg no dijo nada, pero la expresión de
su rostro comunicaba bastante. Ella estaba de acuerdo con Odín.
—Me contentaré con saber que eres miserable. Y esperemos que lejos de aquí.
¿Adónde quieres ir?
—Por supuesto. Vámonos, porque tengo otro trabajo que hacer, pero quiero esas
galletas. Te uniste a la apuesta, ¿verdad?
—Excelente. Te haré saber dónde enviar las galletitas aquí en Midgard. Quiero
Samoas.
Parte del campo de golf se había marchitado y muerto consumido por el portal, y
tuve que atravesarlo.
—¿Todavía está abierto el portal a Hel? —les pregunté, ya que no podía sentir la
energía de la tierra bajo mis pies.
Creo que sobrevivir al Ragnarok y lograr que los dioses me dejen en paz debería
considerarse de alguna manera como una victoria. Simplemente que no se siente
como una en este momento, porque al perder una gran parte de mi conexión con
Gaia, he perdido ... bueno, demasiado.
Tal vez eso cambie con el tiempo, pero el tiempo pasa de manera lenta cuando
estás sufriendo. Pasé un lapso incontable en la oscuridad, escuchando las olas
romper sobre la playa, y pensé que tal vez la noche nunca terminaría, hasta que
el cielo se oscureció con el amanecer que se acercaba. Fue entonces cuando la
luz del Bifrost regresó y dos sabuesos salieron disparados para aterrizar en la
playa. Odín no bajó a charlar, lo cual me vino bien.
—La mayor parte de mí lo hizo, sí, —le dije—. Cuidado, ahora, no saltes sobre
mí; mi equilibrio aún no es tan bueno.
—Se ha ido, —le dije—. Pero el mundo está a salvo. —Al menos por un rato. Al
menos de Loki. Todavía había incendios literales que apagar, sin duda, y habría
muchas preguntas formuladas por la mayoría de la humanidad y ninguna
respuesta satisfactoria para ellos. Tendrían que aprender a vivir con el misterio y
reconstruir lo que fue destruido, mientras que yo tendría que resolver el misterio
de cómo reconstruir mi vida.
—Correcto. Excepto por las ardillas. Esa amenaza sigue pendiendo sobre todos
nosotros.
Suspiré. —¿Estaría bien si compartiera eso contigo más tarde? Tengo mucho que
procesar y ... creo que quiero escribirlo todo. Con mi mano izquierda, lo cual va
a ser una aventura.
—Ven entonces. El pueblo está al oeste. Vivimos aquí ahora, aunque todavía no
tenemos un lugar donde hacerlo y necesitamos ubicarnos. Pero primero, como
cuestión de principio: el desayuno.
Los perros, creo, deberían ser más importantes que los principios. Proporcionan
amor y lealtad cuando más los necesitas.
Capítulo 26
—Sí.
—¿Te importa sacarme una camiseta de la bolsa? La dueña de la casa de té casi
llama a una ambulancia al verme.
—Claro. —Se quita la camisa empapada en sangre y se pone la que le tiendo, tan
solo ligeramente incómodo. Debe de tener unos nervios de acero.
—Bueno…
Los sabuesos obedecen y trotan hacia la parte de atrás del edificio, y yo frunzo el
ceño.
—Sí, pero no tiene nada que ver con la adivinación, si es lo que estás pensando.
Decirle a Odín que me dejase en cualquier lugar excepto en casa fue una pista
importante. Traerme mi pasaporte y ropa ha sido otra.
—Bueno, quiero que sepas que ya había tomado una decisión antes de que nos
interrumpieran los nórdicos. Es decir, es evidente que estás teniendo el peor día
de tu vida, y no intento empeorarlo. Pero no va a ser menos cierto luego, y
después de oír lo que le hiciste a Freya… Dioses, Atticus, sé de dónde viene.
Quiero pegarte yo misma. No puedo creer que hayas hecho eso. Me confirma lo
que ya veía venir: creo que cada uno debería tomar su propio camino. Porque
tomaste una decisión por mí, enviándome a Taiwán de cualquier forma, y no me
importa si pensabas que era por mi propio bien. No puedo seguir en esta
situación en la que no puedo dejar de preguntarme si estás manipulándome a
escondidas. Sé que no eres el único que lo hace; obviamente, Brighid piensa que
está bien, y Flidais también. Pero no es así. Estoy harta de todo esto, y punto. No
soy el peón de nadie. —Se me seca la garganta al ver una lágrima en el rabillo
del ojo de Atticus, que desfila hacia su mandíbula. Continúo, pero más calmada,
porque antes me estaba emocionando.
—Por supuesto, estoy muy agradecida por todo lo que has hecho por mí, y te lo
debo todo. Si alguna vez me necesitas, ahí estaré. Pero esto…, nosotros…, se
acabó.
—Oh. Sí, claro. Bueno, no puedo marcharme ahora que Orlaith acaba de tener a
sus cachorros. Necesitamos tres meses para destetarlos, y luego nos iremos.
¿Puedes darme ese tiempo?
—Sin problema. Incluso más, si lo necesitas. Pero cuando estés lista para irte,
¿podrías decírmelo, por favor? Me gustaría venderla.
—Por supuesto. —Intenta facilitarme las cosas—. ¿Necesitas que te traiga algo
más?
—No, tengo la ropa y todos lo básico para manejarme con el comercio moderno.
Gracias. Si se me ocurre algo, te llamaré.
Quizá Atticus y yo volvamos a estar juntos, y quizá no, quedando como una
especie de colegas. Escribo esto sabiendo perfectamente que lo leerá. Sabe por
experiencia que la atracción es pura alquimia de química, circunstancias y
emociones cambiantes, y puede que se alineen y prendan otra vez en el futuro o
puede que no. Tenemos mucho por delante.
Ha estado bien recordar cómo llegamos hasta aquí. Aun así, todo lo que puedo
decir es que me ha dado una vida extraordinaria y él mismo ha vivido otra. A
pesar de ello, sigue siendo una obra en proceso, y yo también. Todos lo somos.
Pero hay algo por lo que siempre me alegraré: sé que ambos querremos a Gaia
siempre, estemos juntos o no.
Capítulo 27
Greta está de pie a mi lado, y por la ventana entra la luz del sol.
—A la gente intentando averiguar qué pasó ayer. Las noticias son hilarantes.
—¿Noticias? Puaj.
—No estoy seguro. Oye, ¿qué te parece que los aprendices tengan cachorros de
lebrel? El de Granuaile ha tenido seis, y les gustaría dárnoslos. ¿Le parecerá bien
a la manada?
Greta se encoge.
—Claro, ¿por qué no? Quiero decir, primero pregúntaselo a los padres. Si uno
dice que no, entonces es un no general. No vamos a tener a uno excluido. Pero
venga, que tienes que ver esto.
—Voy a poner las noticias locales. Y no te preocupes por los niños; se han ido a
dar una vuelta por la ciudad con sus padres. Queríamos dejarte dormir.
—Gracias. Voy a ver cómo está Slomo. —Me sirvo una taza de café en la
cocina, y luego uso la conexión que establecí ayer para enviar mensajes de
felicidad y saludos, y preguntar por su estado de salud; el equivalente a sonreír y
preguntar, ¿Cómo está mi perezoso favorito hoy? . Me contesta enseguida, así
que estoy sonriendo cuando salgo al exterior con una taza humeante en la mano.
<¡Hola, Oaken! Estoy un poco fría y seca y quiero comer hojas frescas. Pero tus
humanos pequeñitos son muy buenos. ¿Quieren ser Duros de Gala como tú?>
Druidas de Gaia, sí.
<¡Oh, sí! Pensé que no lo estaba diciendo bien. Las palabras son difíciles.
Imágenes y sentimientos mejor. ¿Sigues en la casa?>
<¡Sería muy bueno! Pero ojalá pudieras colgarte conmigo. Podríamos ver jugar a
los monos y protegernos el uno al otro de los tucanes.>
<Sí. Estaré feliz y triste al mismo tiempo. En perezoso se dice dolofabolo. ¿Hay
una palabra humana?>
<Ir a casa será agridulce,> dice Slomo mientras se deja caer sobre mi espalda y
me envuelve el cuello con los brazos.
Dolofabolo, amor.
Lo entiendo, de verdad, digo mientras troto hacia el árbol vinculado del terreno
de atrás. Hay tantas cosas que quiero ver, pero no puedes hacerlo todo el rato
sin tomarte un descanso. Necesitas un lugar tranquilo para recogerte, masticar
la vida y tener tiempo para digerirla.
<¡Sí! Ahora que sé que hay un gran mundo enorme fuera de la jungla, ¡quiero
verlo todo! Pero en dosis pequeñas, por favor, y en la espalda de Oaken, como
ahora.>
Creo que de verdad necesito que nos veamos. Este asombro por el mundo ha
vuelto a despertar el mío; es lo que los aprendices sienten cada día, y es algo que
necesito potenciar. El peligro de envejecer empieza a parecerme cómodo y
complaciente a la vez. Deberíamos buscar lo nuevo y extraño y aplaudirlo, y
celebrar fiestas salvajes cada vez que aparezca en nuestras vidas. Deberíamos
construir carreteras que entren y salgan de nuestras cabezas en lugar de erigir
muros que las aíslen. Y me han tenido que lanzar dos mil años hacia el futuro
para que lo entienda, para no tener ninguna retirada posible y poder entender el
oscuro pozo mental que me había cavado para mí mismo. He tenido la suerte de
tener a Siodhachan para tirarme una cuerda y ayudarme a salir, pero estoy seguro
de que hay miles de millones de personas en lugares oscuros como ese que ni
siquiera intentan escapar; están calentitos, y son petulantes, y están contentos
impidiendo que sus propios espíritus crezcan.
Nos dirigimos al norte desde el árbol hasta que Slomo señala lo que ella
denomina 'un colgador ideal'. No sé qué es lo que lo convierte en un árbol mejor
que todos los demás, pero por eso ella es la experta y no yo. Me aseguro de que
tiene suficiente energía para escalar rápido y ponerse cómoda, y luego prometo
que la veré en unos días.
Voy a ver mundo con ese perezoso. Y voy a amar a Greta, y voy a enseñar a mis
aprendices, y voy a aplicar la Segunda Ley de Owen allá donde pueda. Ese es mi
futuro, decidido. Quizá algún día llegue a saber quién es Jack Shite.
Siodhachan dijo que el Ragnarok bien podría ser el fin del mundo, pero estoy
bastante contento con que haya fracasado. Si acaso, parece un nuevo comienzo.
Epílogo
Uno de los grandes regalos que los sabuesos parlantes le dan a los Druidas es
que no te permiten ahogarte en alcohol. Lo sé porque intenté hacerlo unos días
después. Después de que compré un paquete de doce y me bebí cuatro cervezas
en el lapso de unos minutos, Oberon se escapó con el resto del paquete en su
boca y arrojó la caja por el acantilado en el que estaba descansando en
Oakhampton Bay. Las botellas se rompieron en las rocas de abajo.
—Bueno, ese vidrio va a dañar a un pez o una anémona o algo así ...
<¿Vidrio? Hagamos una pausa por un momento para recordar una de las mejores
preguntas retóricas jamás formuladas, la que John McClane planteó en Duro de
matar: —¿A quién le importa una mierda el cristal?" Lo que debería preocuparte
en este momento es tu estado mental. Deberías estar haciendo algo para relajarte
además de explotar tu vejiga. Yoga o baños de burbujas o caza recreativa de
vombátidos australianos>
<¡Si sólo los persiguieras conmigo, Atticus, verías lo relajante que es! Cada vez
que me estoy acercando a un vombátido estoy pensando en lo increíblemente
relajado que me siento...
—No tengo ningún trabajo. Invertí en una compañía solar con Suluk Black que
me mantendrá en funcionamiento para siempre.
—No lo hacen.
<Lo harán pronto. Todavía no se han puesto al día con la ciencia porque es
difícil lograr la consistencia correcta para el engaño. No, me refiero a la
viscosidad correcta. Esa es la palabra. Los viscosistas están trabajando en ello
ahora mismo, y merezco un termo de salsa por decírtelo.
<Viscosilogistas, entonces>.
—¿Morrigan?
—Sí. Y ahora está todo el grupo aquí. Manannan y Fand han llegado, tres yetis,
y muchos más. Es ciertamente superior a tu situación actual.
—Es verdad. Estoy deprimido y con el corazón roto y destrozado por los
hurones de la culpa. Pero no estoy deseando morir como alternativa.
—¿Por qué no? Has tenido una buena carrera, como dicen los mortales.
—He tenido una larga carrera, ciertamente, pero no creo que pueda calificarla
como una buena. Me escondí la mayor parte del tiempo, luché por mi vida el
resto y tomé muchas malas decisiones en el camino. Me gustaría intentar ser
bueno por un tiempo, realmente bueno para Gaia. Acumular algunos puntos de
karma.
Los ojos de Morrigan brillaron rojos por un breve segundo. —El karma no es un
concepto aplicado a las vidas irlandesas. No te juzgaré cuando rasgues el velo, ni
nadie lo hará. Tú lo sabes.
—A menudo ves el bien que haces como malo y con la misma frecuencia, tomas
decisiones terribles al servicio de lo que crees que es bueno. Estás tan
maravillosamente estropeado.
Morrigan resopló y agitó una mano desdeñosa. —Creo que es mejor preguntar
por qué estas personas están vestidas. Has pasado demasiado tiempo en
compañía de mojigatos mortales.
—Estoy en lo cierto sobre muchas cosas. Estarías más contento con nosotros en
Tír na nÓg. Conmigo.
Asentí con la cabeza para darme un tiempo para elegir mis palabras con cuidado.
—Muy probable. Pero todavía no siento merecer tal felicidad. Mantengámonos
en contacto. Tal vez a través de estos extraños sueños con los que me has
visitado un par de veces. Bebamos muchas más de estas fabulosas pintas oníricas
juntos, desnudos, frente a una congregación de extraños. En las horas de vigilia,
continuaré observando los ritos como siempre lo he hecho, pero esos son asuntos
unilaterales, no son ideales para conversar. Si deseas que tengamos una relación
más profunda que la que hemos tenido hasta ahora, permítenos tener un cortejo
adecuado. Quizás algo surja de eso.
—No. O sí. Para ser clara: mi salida fue planeada. La había considerado por
siglos.
Morrigan inclinó su cabeza, sus ojos se pusieron rojos. —¿Es ésto ... culpa?
—No, meramente confirmando que has vivido mucho más tiempo que yo, lo
cual es obvio.
—Sí.
—¿Puedes?
—¿Es tu renuencia ... por culpa de Granuaile? —Levantó una mano para evitar
una pronta respuesta—. No estoy celosa de ella y nunca lo he estado. Sólo pido
información.
Suspiré. —Tal vez eso sea una parte de ello. Pero de ninguna manera es el total.
Tengo enmiendas que hacer. Disculpas deben ser dadas y debo sembrar y
cosechar muchas temporadas de paz. Algún día, espero, de todos modos,
sentiremos que la tristeza se aleja de nuestro pasado y nos justificaremos,
sabiendo que no podíamos, como seres imperfectos, haber hecho ninguna otra
elección que las que nos obsesionan en este momento. Sé, intelectualmente, que
ésto debe ser cierto. Pero mi corazón es incapaz de sentirlo ahora mismo. Con el
tiempo suficiente y la diaria práctica de la bondad, espero pasear algún día por
esa suave cañada verde donde pueda liberarme finalmente de mi propia
mezquindad. Esa va a ser una victoria como nada que haya sentido nunca, y
quiero llegar a ese lugar y vivir allí un tiempo. Y sé que dirás que podría pasar
ese tiempo en Tír na nÓg. Pero aquí puedo pasar el tiempo necesario y aún hacer
algo bueno por Gaia.
Morrigan asintió lentamente. —Yo también tengo mucho en que trabajar. Esto
me sienta bien. Así que voy a esperar. Y nosotros, como tú dices, nos
visitaremos, beberemos y nos cortejaremos.
—Hola, Siodhachan, —dijo una vez que estuve lo suficientemente cerca para
escuchar a un volumen normal—. ¿Me conoces?
—Me veo diferente ahora. —Sus ojos marrones brillaban sobre una nariz
generosa, y había líneas de risa en las esquinas de sus ojos—. La última vez que
me viste fue en Arizona, y era blanca porque me manifesté desde la mente de
Katie MacDonagh. Bendije algunas flechas para ti.
—Oh, no, hijo, todo está bien y Katie te envía tu amor. He venido a entregarte un
mensaje de mi hijo. Una carta, de hecho.
—Sí, pensé que era un poco excéntrico, porque no tenemos algo como un libro
de sellos en el cielo, ni mucho menos un servicio postal, pero a él le gusta que
sigamos presumiendo, ya sabes. Me tendió la carta y yo la tomé.
—Muy bienvenidas, hijo mío. Te dejaré con ella; no está esperando una
respuesta, y hay algunas personas en la ciudad que requieren mi atención. Pero
estoy tan contenta de verte a salvo. La paz sea contigo.
—Y contigo, María. —Miré el sobre, que tenía mi nombre sin una dirección—.
¡Ja! ¿Lo escribió con tinta roja?
María dio una risita. —Pensó que era divertido y dijo que tu apreciarías la
broma.
—Lo haré. Por siempre. —Se volvió hacia la ciudad, con el pañuelo ondeando
suavemente en la brisa de la tarde y volví mi atención a la carta. Había un sello
de rojo lacre en la parte posterior, impreso con la silueta de una paloma en vuelo.
Abrí el sello, desdoblé una única hoja y comencé a leer.
Querido Siodhachan,
Por si acaso, tu bragueta está abierta. Estaba totalmente abierta frente a mi mamá
y sí, ella las vio.
Jesús.
Miré hacia abajo para comprobar y, sí, efectivamente, mi bragueta estaba abierta.
—¡Oh, diantres! Rápidamente subí el cierre y levanté mi vista hacia el cielo. —
Lo siento, —murmuré, luego agité la carta un par de veces en el aire—. Y
gracias por el consejo. Estoy listo para escuchar ahora, voy a vivir en paz. Si no
me muero de vergüenza primero.
<Sé que esto va a sonar egoísta, Atticus, pero realmente echo de menos tu otra
mano. Los masajes en el vientre no son lo mismo.>
<Tiene que haber algo que podamos hacer para solucionarlo. ¡Oye, espera!>
<Recuerdo que me contaste algunas historias hace dos siglos alrededor del
fuego. Fue cuando la Chica Lista estaba en su período de entrenamiento, creo.
Recuerdo que había un buen guiso una vez que se deshizo de las zanahorias.
Pero, de todos modos, nos contaste una historia sobre este dios que quería que
sacara algunas cosas de la biblioteca pero acabaste robando un libro lleno de
sexo de gato realmente ruidoso, y en otra ocasión ese mismo dios te hizo buscar
un caldero mágico de un travieso nigromante en Gales.>
<Sí, es a quién me refiero. Dijiste que te debería un gran favor por ambas cosas,
¿no?>
<Bueno, es hora de pedir esos favores, ¿no crees? Quiero decir, ¿cuándo
planeabas usar esos? No está mal, ¿verdad? ¿Como un plato de queso dejado al
sol? Eso sería... eso sería muy triste. Me estoy poniendo muy triste solo de
pensarlo. ¿Por qué la gente abandona sus sándwiches de carne y queso, Atticus,
por qué? ¿No tienen estómagos o papilas gustativas o qué? ¡Ayúdame a
entender!>
Inclinó la cabeza hacia atrás para aullar tristemente y Starbuck se unió, aunque
en un registro mucho más alto.
<Y eso significa que merezco un bocadillo bastante grande, ¿verdad? Como una
ballena o algo.>
<Eso fue simplemente una sugerencia basada en el tamaño del favor que acabo
de hacer. Está bien si no me das una ballena. Podrías sustituir una manada de
ganado o comprarme mi propio restaurante de pollo y gofre. Se llamaría pollo y
gofre de Oberon, porque de hecho todos los pollos y gofres serían míos.
—Bueno, veamos primero cómo funciona. Déjame pensar acerca de esto.
—Admito que esperaba obtener tu ayuda con un par de favores que Ogma me
debe.
No entiendo. ¿Quieres que te devuelva los favores que te debe Ogma u obligar a
Ogma a otorgarte los favores que debe?
—Ninguno. Uno de los favores requiere que encuentre a Miach, que fue
asesinado por su padre, Dian Cecht, y aprenda de él cómo realizó la hazaña por
la que aún es famoso.
Creo que veo. Me estás pidiendo un favor para que Ogma pueda hacerte un
favor.
Quizás demostraría eso. O tal vez estés usando mis sentimientos profesados en
mi contra para tu beneficio. Manipulándome.
—No, eso no es lo que dije. Pero creer que harás algo por mí sin pagar en
especie, es un gran paso en ese camino. Es crucial, de hecho.
—Te he venerado y observado tus ritos durante más de dos mil años. Te he
orado, te he honrado y una vez te llevé a un partido de béisbol solo para disfrutar
de tu compañía. Te compré una bonita gorra de béisbol y todo.
Hacer que Ogma me visitara tomó varios días de oración y llamarlo y transmitir
las solicitudes a través de los elementales. No había participado en los combates
de Ragnarok, siendo uno de los dioses que Brighid había decidido secuestrar, y
no estaba ansioso por regresar de donde quiera que estuviera. Parecía estar de
mal humor cuando llegó. Los sabuesos y yo estábamos terminando una cena
temprana en la playa del Área de Conservación de la bahía Mayfield cuando
salió del bosque de eucaliptos. La parte inferior de las nubes estaba iluminada en
naranja y magenta y magullada con púrpura más arriba a medida que se ponía el
sol. Cruzó deliberadamente sus brazos, algo que yo no podía hacer.
—Hola, Ogma. Una vez recuperé el caldero del Dagda para ti y allané la
biblioteca en Alejandría, ambos para después recibir favores.
—Es solo uno: aprende de Miach cómo sanó a Nuada. Solo sugiero que
contactes con Morrigan porque lo encontrarás más rápido de esa manera y ella
ya acordó hacerlo.
—Sigues intentando hasta que lo haga, por supuesto. Aunque notarás que
Morrigan puede ser muy persuasiva cuando lo desea.
—Sí. Cúrame como Miach sanó a Nuada. Repón carne y hueso para que pueda
estar todo de nuevo y restaurar mi unión a la tierra.
El dios hizo una mueca como si acabara de tragar un bocado de leche agria, pero
no dijo nada más. No podía simplemente matarme para hacer desaparecer el
problema, no sin consecuencias graves. Dejar caer el nombre de Morrigan lo
aseguró. Y rechazar el intento o reclamar que era imposible e igualmente
inviable… A menudo he pensado que la economía de los favorables-a-ser-
nombrados-más tarde es la economía sumergida por la cual se financia la
historia; nada importante se haría sin tales favores. Murmuró una despedida y se
fue, y no sabía si volvería a verlo la próxima semana o el próximo mes o el
próximo año, o, de hecho, nunca más. Lo mismo podría decirse, supongo, por
Granuaile. No había garantía de que algo saldría bien.
Mientras tanto, había un planeta entero para alimentar y un par de sabuesos que
no habían olvidado que les prometí un jugueteo en la playa después de la cena. Y
me di cuenta de repente que ya no había ninguna razón para mantener mi acento
americano. Lo arrojé y volví a mi viejo irlandés, y fue como envolverme en una
manta favorita.
—¿Qué decís, perros míos? ¿Listos para un poco de arena y surfear antes de
establecernos para pasar la noche?
Sonreí mientras los perseguía hacia la playa. Sí, soy un viejo Druida. Y planeo
envejecer mucho más. Tengo muchos, muchos años antes de ver mi puesta de sol
final.
Agradecimientos
The Guardians
Moderadoras
Alfacris
Brig20
Traductores
Alejandra 122
Alfacris
Azhreik
Brig20
Guangugo
Mar-el
Pamee
Pily1
Saimi-v
Shiiro
Correctora
Brig20
Epub
Azhreik
Las Crónicas del Druida de Hierro
01 Hounded.
02 Hexed.
03 Hammered.
04 Tricked.
05 Trapped
06 Hunted
07 Shattered
08 Staked
09 Scourged
Esta traduccion es de fans para fans.
[4] Highway to Hel. Hel se pronuncia igual que Hell: Infierno. La autopista al
infierno es una canción famosa de AC/DC.
[5] En la mitología celta, los Fir Bolg eran un pueblo no humano que habitó
Irlanda antes de la llegada de los escotos.