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EL BRICHERO, UN ANDEAN LOVER MADE IN PERU

Adriana Churampi Ramírez


“¡Cusco es la patria –el hogar natural, la delicia- del
Buen Salvaje, de los Políticamente Correctos, y de todos
los malditos extraterrestres!” (Chanove, 25)

El brichero del cual nos vamos a ocupar en este trabajo, es aquel que emerge como
protagonista de los relatos peruanos Cazador de Gringas (1995) de Mario Guevara
Paredes1, “Buscando un Inca” de Señores de estos Reynos (1994) de Luis Nieto
Degregori y de la novela Inka Trail (1998) de Oswaldo Chanove. Nuestro somero análisis
busca destacar, a grandes rasgos, tres temáticas: el manejo de estereotipos que marcha de
la mano con la complejidad de la construcción identitaria, la formulación de la
peruanidad y el complejo escenario en que se convierte una ciudad tradicional andina tras
enfrentar un boom turístico. Estas problemáticas adquieren nuevas connotaciones
precisamente a partir de la presencia y actividades del brichero.
En el relato de Guevara, un brichero describe los avatares de su oficio desde una
comisaría, a donde ha ido a parar tras una frustrada experiencia con la gringa de turno.
“Buscando un Inca” narra las peripecias de una turista española que llega al Cusco
esperando encontrar una utopía. Las frustraciones a las que se enfrenta no la alertarán lo
suficiente como para evitar ser finalmente cautivada por el talento desplegado por
Gonzalo el brichero. Inka Trail se desenvuelve en su mayor parte en el Enterprise, un
local nocturno que sirve de escenario al desfile de los personajes más variopintos
convocados por las noches de la urbe internacional en que el turismo ha convertido al
Cusco. Cada uno de ellos llega con una historia y un sueño propios, entre ellos se
encuentra Tupi Velásquez, el rey de los bricheros.
Bricheros, se denomina así a aquellos peruanos dedicados a conquistar románticamente a
turistas norteamericanas o europeas.2 Sin embargo, su objetivo fundamental no es el
conseguir una pareja, sino el beneficiarse económicamente de ellas y, si las circunstancias
le resultan favorables, incluso lograr un pasaje de salida del país. Debido a esta peculiar
manera de vincular culturas o continentes se considera su “labor” una especie de puente,

1
“bridge” en inglés, de allí que los practicantes reciban la denominación de bricheros3. En
una entrevista digital, Mario Guevara le adjudica otro origen al término: “Se supone que
proviene del inglés breeches: que significa braga o calzón; lo cual tiene íntima relación con el
servicio que prestan estos amantes latinos.” (Revilla(b), 1) La naturaleza de la prestación del
brichero, así como los atributos que debe poseer para garantizar el éxito de su empresa,
quedan entonces claramente definidos –no en vano ellos mismos se denominan “Andean
lovers”- (como lo menciona el personaje de Cazador de Gringas).
En este mismo relato el protagonista alude a los “aprendices de bricheros,” de esta
manera traza claramente una línea demarcatoria tendiente a definir el profesionalismo
que requiere “este oficio como cualquier otro”(Guevara, 84). Al enumerar las habilidades
que exige la profesión, lo que hace en realidad es pregonar sus propias cualidades que
hasta ahora le han reportado éxitos. El conocimiento de lugares frecuentados por
extranjeras “[…] andaba como un cazador al acecho por lugares que frecuentaban las gringas:
plazoletas, cafetines, tabernas y complejos arqueológicos […]”( Guevara, 88); el dominio del
inglés: “De no haber sabido español hubiésemos dialogado en inglés, idioma que domino desde
que me inicié en este oficio”(Guevara, 88); su habilidad para bailar: “Como bailo de maravilla
no solo huayno, también salsa y rock, la condenada gozaba cuando la hacía girar como a
trompo”(Guevara, 90); el conocimiento básico de la cosmología andina así como la
habilidad argumentativa para recusar con estos conceptos la racionalidad occidental:

Continuando con la nórdica, le diré que su profesión de sicóloga […] tampoco fue
problema porque le cambié sus esquemas. […] para trastocarle sus teorías, le manifesté
que como iniciado en la práctica del conocimiento del mundo andino, tenía otra manera
de percibir la realidad. Y no era la realidad que está dentro de la misma realidad. Y
frente a ello, las intuiciones clínicas y psicoanalíticas nada tenían que hacer, ya que mi
percepción provenía y se sustentaba en toda una creencia milenaria que sólo se
transfería a los elegidos. (Guevara, 89)

Finalmente el cuidado de su aspecto exterior que es lo que lo identifica inequívocamente


como “uno de los últimos incas.” (Nieto, 141)

Le habían advertido repetidas veces sobre los bricheros, esos cusqueños que viven de
engatusar gringas, y como tal catalogó inmediatamente al tipo –cabello largo, sombrero
Túpac Amaru, chaleco de taquile y camisa de bayeta- que se dirigía a ella desde la mesa
del lado […]. (Nieto, 140)

2
Hasta este momento la forma en que el brichero describe cómo se gana la vida no pasa de
ser una estrategia más de sobrevivencia en un país acosado por la pobreza como es el
Perú. Sin embargo hay una característica esencial sin la cual ninguna de las habilidades
que pone en juego tendrían sentido. Este detalle es parte de su ser mismo, radica en la
naturaleza del brichero. Como lo señala Luis Nieto en una entrevista:

[…] brichero. Con este vocablo se designaba a los gigolós que vivían de enamorar
gringas, pero a los gigolós andinos; es decir, a latin lovers que por sus rasgos y el color de
su piel y sus cabellos se acercaban a los indios o en todo caso a los cholos. Esa era en
realidad la singularidad del brichero y lo que más llamaba la atención […]. (Revilla(a), 1)

El bricherismo como “jodida forma de ganarse la vida en este país” (Guevara, 92) incluye
entonces como elemento esencial la identidad étnica del participante4. Y si bien es
posible entrenar, adquirir y desarrollar habilidades de danza, idioma o argumentación
para el ejercicio de un discurso o un arte/oficio, ¿se podría decir lo mismo sobre las
características “indígenas” que necesariamente deben ponerse en juego?
Que dichos rasgos constituyen el elemento esencial que define la atracción de las turistas,
es algo que se desprende claramente, por ejemplo, de los pensamientos de Laura
Cristóbal, la protagonista de “Buscando un Inca”: “[…]Laura, olvidadas las suspicacias […]
jugueteando con esa rebelde cabellera negra, delineando esos rasgos angulosos […] Laura
emocionada hasta las lágrimas de haber encontrado un inca […].” (Nieto Degregori, 143)
Igualmente al describir a Tupi Velásquez de Inka Trail, se menciona: “En su rostro, cortado
a cuchillo, anidaban dos pequeños y brillantes ojos peligrosos que, por alguna razón eliminaban
fácilmente cualquier resistencia en el corazón de toda mujer nacida en el Primer Mundo.”
(Chanove, 73-74) El halo de atracción no se limita a su aspecto, incluye también el
universo o hábitat que supuestamente rodea a este modelo de indio autóctono, reforzando
así su imagen. Laura Cristóbal llega al Cusco precisamente en busca de esos detalles
sumamente específicos, pero su viaje se constituirá en una secuencia de frustraciones.

Las decepciones empezaron cuando manifestó en la agencia de viajes su deseo de


visitar un ayllu y la miraron como a bicho antediluviano: comunidad campesina dirá!
[…] Otro de sus sueños, escuchar de boca de un runa lo menos una de las quince
versiones del mito de Inkarri, no lo pudo satisfacer ni Aladino, el chofer de la combi […].
La gota que rebasó el vaso fue su desafortunada incursión en el mundo mágico andino. El
anuncio de la radio la llevó a uno de los hoteluchos cercanos al mercado en busca del
Gran Maestro Kallawaya […]. (Nieto, 139-140)

3
Es este conjunto de características étnicas enmarcadas en cierto universo cultural que
rodea al estereotipo, lo que resulta interesante detenerse a analizar.
Cuando el brichero entrena sus estrategias de sobrevivencia, de la misma manera que
pone especial cuidado en su aprendizaje del inglés también pule su imagen de indio que
sabe atrae a las extranjeras. Sin embargo él ya es un indio, nos preguntamos entonces:
¿Nos encontramos ante un personaje exagerando elementos de un ambiente que le es
tradicional? o escogiendo y mezclando hábilmente detalles hasta construir cierta imagen?
Finge el brichero elementos de la indumentaria y tradición andina o simplemente resalta
aquello que ya le pertenece? El fingir o el poseer en este caso no nos remiten al terreno de
la adquisición de las características, ya que definitivamente el brichero las posee. Más
bien creemos que nos movemos en el terreno de la cuidada construcción de la auto
imagen. Cuando se trabaja con las imágenes resulta de suma importancia descubrir cuál
es la percepción del sujeto mismo, tanto como aquello que dicen los demás, es decir la
imagen que la colectividad devuelve al sujeto, actuando como un espejo5.
El brichero conoce perfectamente la manera, diametralmente opuesta a la mirada gringa,
en que sus conciudadanos lo perciben: “[…] la gente nos ve como a bicho raro. Cuando
camino por la calle bien aparrado de una gringa, al instante percibo sus miradas que dicen: “feo y
enano y con una gringa mamacita.” (Guevara, 85) En Inka Trail encontramos la siguiente
escena:

Una gringa apretaba el cuerpo contra un cetrino muchacho de ojos pequeños, achinados.
[…] El muchacho […] gastaba todo su vigor en movimientos tajantes y, con frecuencia,
aprovechaba los picos de la guitarra de Keith Richard para verificar, con su mano de
bronce, los milagrosos glúteos de la gringuita. […] Unos metros más allá, junto al muro,
un sujeto flaco, de cabello castaño y de tez porosa los miraba fijamente. Dijo: -¡Cholo de
mierda! (Chanove, 78)

La reacción de rechazo resulta inteligible en una sociedad históricamene atravesada por los
conflictos de raza y clase, empeorados por la extensión de dichas variantes al terreno de la
pobreza y la desposesión. Pero cómo entender las impresiones del mismo Tupi Velázquez
cuando al relatar sus inicios como brichero nos trasmite cierta incredulidad ante su propio
éxito. Incluso al elaborar su propia conclusión no puede evitar definirse en los términos
despectivos con que otros miembros de su comunidad lo califican:

Allí conoció a su primera gringa.

4
–No era bonita, después me dí cuenta, pero a mí me pareció la más rica del mundo. Es
que me miraba a mí! ¡A mí! […] Ahí empecé a entender que a las crudas les gustamos
nosotros los indios de mierda.” (Chanove, 110) [Resaltado mío.]

El enigma sobre el ser o el parecer, lo artificial o lo real del brichero no se nos aclara ni
después de la lectura de “la historia verdadera” de Tupi Velásquez “el príncipe de los
bricheros.” (Chanove, 74) Es Tupi realmente un inca descendiente de Túpac Amaru,
poseedor de un emblema que refuerza su tradición cultural?

Dicen que Tupi Velásquez Sinchi Roca era el Ultimo Inca […] Su cabellera, muy
negra, le llegaba hasta la mitad de la espalda […] Sus pómulos altos eran de bronce;
su nariz recta, no aguileña, nos remitía no a la astucia sino a una extraña sensibilidad, tal
vez a un dolor […] vestía de negro como fondo a un chaleco colorido con motivos
prehispánicos. Coronaba su densa cabellera con el viejo sombrero de paño de José
Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru, su antepasado inmediato. Llevaba, además,
colgado en su pecho, un medallón de oro puro que le fue entregado a su padre, y al
padre de su padre, y al de éste y al de éste. (Chanove, 73-74)

La interrogante que nos ocupa es indudablemente ¿quién es esencialmente el brichero?


Un individuo que dosifica el exotismo, que inevitablemente rodea a su cultura, para
conquistar extranjeras y así sobrevivir o un consciente representante de su cultura que
disfruta el que sus características le concedan un especial atractivo entre las gringas?
Buscamos una respuesta en los textos y encontramos en Inka Trail una referencia que
dirige nuestra reflexión por nuevos caminos. “¿Pero qué veían en él las gringas? […] A un
verdadero peruano que se erguía como quien surge de entre los arbustos de la jungla original. Eso
veían las gringuitas y caían como moscas.”(Chanove, 74-75) La referencia a la idea del
verdadero peruano -que alude al gran relato de la nación- combinada con la imagen del
brichero resulta, por decir lo menos, confusa. El brichero triunfa y conquista haciendo
gala de atributos que por centurias le han valido discriminación y agresión. ¿Cómo
consagrar como representante de un concepto nacional a aquel que destaca precisamente
por ciertas características, que a lo largo de la historia nacional, son las que han
marginado a su colectivo de toda participación en la construcción de la peruanidad?6
Esta vez, el marginal “saca(r) provecho de la identidad, al “descubrir que por primera vez
en la vida ser cholo o indio no le trae marginación, sino beneficios, se reconoce como tal
y en el papel de tal (es que) busca seducir a las gringas.” (Revilla(a), 2) El hecho que para
poder reconocerse como lo que es requiera considerar primero los beneficios puede

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parece natural, ya que la tendencia al construir identidades posee un objetivo hedónico:
un ser vivo busca un nivel óptimo de satisfacción vital. Por ello la identidad construida
tiende a ser positiva, de lo contrario se le abandona o se le transforma. Sin embargo, en el
caso de los países en desarrollo “[...] pueblos con un pasado colonial, presente
neocolonial y marcados por el subdesarrollo, la pobreza y la dependencia” el fenómeno
de construcción de identidades es mucho más complejo. (Montero, 50)
Montero señala que para diseñar una imagen necesariamente se recurre a la comparación
social con un otro, pero en el caso de países en desarrollo este otro no asume el papel
externo que le corresponde, sino que se constituye en un alter superior y poderoso ante el
cual el yo no consigue competir ni defenderse, definiéndose negativo y minusválido. Este
fenómeno recibe el nombre de Altercentrismo (Montero, 51). La autoestima y el
autoconcepto definidos en términos de negatividad no tardan en mostrar sus
repercusiones a variados niveles: “[...] Se aprende a no tener éxito; se aprende a desconfiar de
los propios logros y a adjudicar su positividad a factores externos, y su negatividad a factores
internos, a naturalizar la descalificación [...].” (Montero, 52)
El caracterizar como representante de la peruanidad al brichero, se salta criollamente un
elemento fundamental de la idea de nación: el concepto unificante. El peruanísimo
brichero resulta definido por encima de la actitud de sus conciudadanos que no hacen
más que reforzar continuamente la diferencia sustancial existente en la praxis y que
convierte, según ellos, a unos en más peruanos que otros. Nos queda entonces claro que
es la “choledad o indianidad” la que le garantiza el éxito al brichero, pero en un “país de
identidades negadas” donde “nadie quiere reconocerse como cholo o indio” como bien lo
señala el mismo Luis Nieto, (Revilla(a), 1) ello atrae sobre el personaje un rechazo
colectivo. Esta idea nos queda confirmada al echar un rápido vistazo a la maraña de
opiniones en Internet, son impresionantes los extremos a los que puede llegar el verbo
nacional cuando da rienda suelta a sus emociones sobre las características indígenas -
observadas siempre en “los demás”-7. Sin embargo, y sin excluir lo anterior, es posible
también encontrar un sorprendente matiz cuando el público nacional evalúa los logros
finales del brichero.
El asunto no pararía de ser una ocupación intrascendente dentro de las múltiples que
genera el turismo, pero el brichero socialmente es un signo de inteligencia, habilidad,
deseo de movilidad social. Es mirado con envidia. Todo peruano quiere tener una gringa.
[…] Para algunos, al brichero se le ve como el vengador sexual de la raza. Al hombre

6
pleno de las cualidades y capacidades intelectuales, capaz de doblegar a mujeres de
otras razas, a las que se las considera inaccesibles. (Clavijo)

El mismo Luis Nieto, al referirse a la versión femenina del brichero, menciona: “En muchos
casos la brichera es una mujer que empieza a descubrir una forma distinta de relacionarse con el
varón, en pie de igualdad, y no como suele ocurrir en nuestra sociedad, en absoluta desigualdad.”
(Carrillo, 63)
En una sociedad mayoritariamente empobrecida como la peruana, la lucha por la
emergencia y la conquista de cada vez mayores espacios de desarrollo resulta
profundamente valorada, de allí que los logros del brichero probablemente despierten
veladas simpatías. El brichero parece entonces haberse constituido en un ejemplo típico
de habitante de los márgenes, cuya existencia combina elementos estratégicos
convirtiéndolo en un sobreviviente digno de esta era global, postcolonial. A la vez, el
personaje nos confronta con serios cuestionamientos y problematiza importantes
definiciones, como en el caso que acabamos de analizar, la (re)construcción de la
peruanidad o la (in)definición de la identidad.
Un habitante de los márgenes lo hemos llamado, preparando así el camino hacia la
próxima problemática planteada por Cazador de Gringas. En el caso de este conjunto de
cuentos, el Prólogo leído después del relato nos ofrece una sorpresiva continuación de la
aventura. El cuento completo consiste en un detallado flash back relatado por el pícaro
brichero desde la comisaría. Así intenta justificarse ante el cabo de guardia tras haber
sido detenido en un cuarto de hotel, en compañía de una extranjera desesperada y semi
inconsciente que lo acusó de haberla agredido. Este desenlace es explicado como ejemplo
por el protagonista para describir los avatares de su complicado oficio.
El Prólogo al que aludimos, nos informa que en Salem una “antropóloga metida a
cuentista” acaba de presentar su best-seller The imperfect bridge, en él reproduce la
misma historia de Cazador de Gringas, pero contada desde su perspectiva, la de una hábil
cazafortunas. Angelique Days, relata, que asumiendo su rol de gringa despistada
consiguió ser abordada por un brichero para, en el momento crucial del encuentro
amoroso, provocar un escándalo que atrajo a la policía. Una vez en posesión del
respectivo documento de denuncia, cobra, ya en los Estados Unidos, un jugoso seguro
por concepto de acoso sexual. A lo largo del cuento, al lector, que tiene acceso a la

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versión completa del personaje, hay algo que le queda claro: las ocultas intenciones tras
el comportamiento del brichero:
Todo marchaba a pedir de boca. Cuando me disponía a realizar el contacto final, usted
me entiende, ocurrió lo inesperado. […] Como se podrá imaginar yo estaba aturdido y
desesperado por lo que acontecía y temiendo que la conquista se truncara me acerqué
para tranquilizarla […]. (Guevara, 91)

El final del relato no deja de inclinar la balanza ligeramente hacia el binomio


aprovechador-engañada. Mientras el brichero alude a los gajes del oficio, la extranjera,
ajena a sus dobles intenciones, ha estallado en una inexplicable crisis de histeria.
[…] usted sabrá que no es nada fácil computar gringas. Este oficio […] aunque no crea
es un oficio como cualquier otro que tiene ventajas y desventajas. (Guevara, 85)
Ahora que se convenció de mi inocencia y de lo jodido que es ganarse la vida en este
país no dudará un instante en dejarme en libertad, señor comisario.”(Guevara, 91-92)

El Prólogo rompe con esta semicerteza. Nada es lo que parece. Incluso la propia
existencia del prólogo podría haber pasado desapercibida, dejándonos con otra versión de
los hechos. Se trata de un pequeño detalle, que, sin embargo, una vez conocido trastoca
categorías obligándonos esta vez a redefinir otras nociones y a repensar estereotipos que
el lector, quiera o no, construye tras la lectura. Ambos protagonistas se niegan a ser
encasillados en universos definidos, esta vez, por coordenadas socio-económicas. La
extranjera está lejos de ser una víctima ya que su comportamiento desde el comienzo,
incluido el impresionante ataque de nervios, no ha sido más que el seguimiento cuidadoso
de un plan, coherente con su “oficio” de estafadora. Su pertenencia al mundo capitalista y
consumidor que la caracterizaría como el prototipo de turista, dotada por ello de poder en
una urbe tercermundista, queda resquebrajado ya que en su mundo también ella se
desenvuelve al margen de las reglas de juego, también es una marginal. A diferencia de
Laura Cristóbal está lejos de buscar una utopía andina o caer seducida por la exuberancia
del brichero. Su Paraíso no se halla en esta América y su “oro de Indias” lo constituyen el
sistema de seguros y los procesos judiciales que tan hábilmente ha manipulado a su favor.
Como enfoque final, las actividades del brichero que se desarrollan en un escenario
específico nos sirven para abordar otro fenómeno social: la descripción, a través de un
personaje, de la manera en que una ciudad tradicional, hasta entonces incluso marginada,
se enfrenta y lidia con su nueva realidad, el haber sido repentinamente convertida en un

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centro de actividad turística. Luis Nieto observador de las características que presenta el
rompimiento de este aislamiento las ha convertido en exitosa temática de sus relatos:
A raíz de su apertura a la migración de gente del campo, primero, y, luego, al turismo, la
ciudad sufre cambios muy importantes. La migración hace que el Cuzco señorial
prácticamente desaparezca junto con el sistema de las haciendas, y la ciudad pasa a ser
gobernada por clases medias. Este es un cambio importantísimo. Esas clases medias
arrastran muchos de los prejuicios y de las taras de la sociedad señorial. Con la llegada
del turista la sociedad empieza a enfrentarse al mundo moderno. El cuzqueño de clase
media, todavía muy tradicional, se siente agredido por la llegada de estos cientos de miles
de visitantes que traen costumbres nuevas, otras maneras de ver el mundo, otras formas
de relación entre el hombre y la mujer. (Carrillo, 63)

El brichero de alguna manera resulta también un producto del enfrentamiento de una


ciudad andina, con su respectiva sociedad tradicional, con un inesperado caudal de gente
y costumbres de todas partes del mundo. El turismo masivo va erosionando la capacidad
de los servicios públicos, transformando la infraestructura arquitectónica de la ciudad así
como la estructura social llegando incluso a modificar radicalmente la vida de los
cusqueños. El Cusco “cultural” se transforma en un museo viviente habitado por
personajes de ficción mientras que la población tradicional de la ciudad empieza
lentamente a ser expulsada hacia zonas que a menudo se tugurizan. Todo ello origina un
espacio de indefinición, de cohabitación de multiplicidades y de surgimiento de
categorías cuya fragmentación dificulta su comprensión.8 Inka Trail refleja a pequeña
escala, en el club Enterprise, esta especie de “fiesta interminable” que convoca “gringas,
bricheros, viejos hippies, artesanos, muchachas inocentes, empresarios pujantes,
científicos, sociales, prostitutas y hasta honestos ciudadanos.” (Contrapasta) Una ciudad
sirve de punto de partida para la reflexión sobre el enfrentamiento tradición-modernidad
en el escenario andino peruano.
Pero aparte de los análisis que despierta su peculiaridad, es posible proyectar hacia el futuro la
imagen del brichero? Encontramos dos respuestas, sumamente interesantes, provenientes
precisamente de dos de los autores que han abordado a este personaje, Mario Guevara dice:
“Habrá bricheros, siempre y cuando, el Cusco sea un punto donde confluyan extranjeros de
diferentes latitudes. Y conserve sus complejos arqueológicos que están siendo deteriorados, desde
hace décadas.”(Revilla(b), 3) Luis Nieto al intentar plantear una salida al dilema del desgarro
entre lo que se es y se quiere ser, comenta:

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[...] es un camino lento, doloroso y plagado de renuncias, porque la integración a la
sociedad implica renunciar a tu identidad más profunda empezando por tu lengua y
continuando con tus costumbres; y también hay una renuncia a admitirte tal y como eres.
Para integrarse a la sociedad peruana [...] el cholo tiene que ‘blanquearse.’ [...] Creo que
el Perú va a ser viable cuando sea dirigido por esta gran mayoría de peruanos cholos.
(Carrillo, 65)

El brichero, haciendo honor al origen de su nombre (bridge), se convierte así en un


terreno de encuentro, en un espacio, quizás incluso en un cuerpo, donde conflictúan, se
redactan y se leen variados discursos y propuestas.
Después de todo nunca está de más recordar que tanto las fuerzas coloniales como los
impulsos subalternos, así como toda la gama de discursos producidos en nuestros
tiempos, no fluyen en el vacío sino que se dinamizan y circulan a través de personas, una
de las cuales es sin lugar a dudas el brichero.

1
Aunque muchos textos se han ocupado posteriormente del brichero, Guevara Paredes se considera el
iniciador de dicha tradición: “A decir verdad creo que el mérito mío es haber aportado un personaje a la
literatura peruana. Nunca antes ningún escritor peruano había tocado esa temática.” (Revilla(b), 2)
2
En realidad el objetivo del brichero lo constituyen las “crudas” en general, de esta manera se alude en el
lenguaje popular a toda mujer blanca.
3
En Teoria sobre Bricheros y Hamakus, se indica que el vocablo Brichero provendría del inglés BIRF (sic,
brief) =breve, corto, fugas o BRICK= ladrillo, buen chico, persona simpática. Más adelante se completa la
definición en los siguientes términos: “[…] el sustantivo brichero deviene así en un tropo a la prostituta
ascendidos de pronto a la categoría de paradigmas juveniles.” En Inka Trail se decribe a Tupi Velázquez
como “[…] el príncipe de los bricheros. O sea de los que se levantan hembrichis. O sea hembritas. O sea
gringuitas.” (Chanove, 74)
4
La identidad como otros productos sociales es una construcción social simbólica. De allí que sea
importante al estudiarla analizar también los procesos colectivos que la construyen, reconstruyen y
modifican. (Mato, 15) Esta percepción posibilita un mayor dinamismo al pensar la identidad.
5
No debemos olvidar sin embargo que “Detrás del espejo de cada sociedad, y como telón de fondo y
contexto de las relaciones sociales, se encuentra el poder, visible, empañado, u oculto. El modelo
dominante en el Perú sigue siendo colonial. Lo blanco occidental fue considerado “superior,” “mejor” y
“puro.” La condición de supuesta inferioridad e impureza fue reservada para ‘los otros,’ para los pobladores
originarios de América.” (Montoya, 22)
6
Washington Delgado en su contribución al libro En qué momento se jodió el Perú, sostiene: “Desde
cuándo existe el Perú? Como nación independiente o autónoma, aunque sólo sea formalmente, el Perú
existe desde su independencia, en 1821 o en 1824, según se prefiera optar por la proclama de San Martín o
por la capitulación de Ayacucho [...].”(Lumbreras 1990: 29-30) Sin embargo, las históricas diferencias
entre criollos e indígenas no se modificaron ni con la independencia ni con la posterior república. “Los

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hispano-criollos, con la conciencia de haber ganado ‘su independencia’ acentuaron su desprecio hacia los
indígenas y hacia los mestizos, quienes definitivamente quedaron con el apelativo de cholos.”(Lumbreras
1972: 227-228)
7
Mencionamos un par de ejemplos encontrados: “[…] parece que “dieztro”es un brichero […]. Bueno, es
muy normal…hay muchas gringas que quieren tener un huaco propio.” (FulkaNel) -“[…] esa raza que
supuestamente desciende de los Incas […] son como animales; no han evolucionado, si comparamos a un
cholo subdesarrollado con un gringo del Primer Mundo nos dieramos cuenta de la gran diferencia que
existe entre ambos y en Perú y Bolivia esos cholos conforman más del 80% de los habitantes, son brutos,
sucios e ignorantes […].” (Ares el superior)
8
Jean Franco en La globalización y la crisis de lo popular, aborda lo que se ha empezado a denominar la
“crisis de lo popular.” Este fenómeno, señala la autora, alude, entre otros aspectos, a un dilema al cual se
enfrentan los mismos críticos cuando confrontan “[...]a aquellos símbolos culturales globales y a los
productos locales e infinitamente variados de la hibridez, que ni corresponden a las viejas representaciones
de lo ‘nacional-popular’o al populismo, ni llegan a la transculturación en el sentido tradicional de la
palabra.” (Franco, 3)

BIBLIOGRAFIA

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http://cesarclavijo.blogspot.com/2006/02/qu-sientes-cuando-te-confunden-con-un.html

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