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LA JUSTICIA Y EL SUJETO DE DERECHO SEGÚN GOTTFRIED LEIBNIZ.

Apuntes del Profesor Jorge Ulloa P.

Será en Leibniz, quien en sus obras tardías ya muestra la elaboración y fusión de


los conceptos de SUBJETUM, IUS y QUALITAS MORALIS, así en la “NOVA METHODUS
DISCENDAE DOCENDAEQUE IURISPRUDENTIAE”, donde por primera vez se puede
encontrar la articulación completa de los conceptos que buscamos y en el que
“Subjetum surge como elemento ordenador, igual que en los humanistas, pero ahora,
a diferencia de ellos, bajo la acepción de substrato ontológico de alguna categoría, y
concretamente de la qualitas” (Guzmán Brito. 2012. Pág. 100).

Agregaríamos moral, así, el propio Leibniz define “Subjetum qualitas moralis este
persona, seu substantia rationalis” (Leibniz. 1948. Pág. 706). Como se puede
apreciar, esta calidad a la que se hace referencia aparece consolidada en la obra
de Leibniz como moral. Ahora bien, este uso de SUBJETUM se muestra consolidado
en relación al IUS en el siguiente texto: “Qualitas moralis […] est potestas vel
impotentia moralis. Potestas moralis faciendi vel non facendipatiendivi dicitur ius,
impotentia moralis dictar obligatio / Subjetum / Subjetum Qualitas Moralis est
Persona, seu substantia rationalis” (citado por Guzmán Brito 2012. Pág. 102).

Entonces, se pude concluir que el pensador moderno en que ya se encuentran


anclados los conceptos analizados es Leibniz; en el mismo sentido Guzmán Brito,
para quien “la innovación leibniziana consistió en haber identificado por la primera
vez subjetum con persona” (Guzmán Brito. 2012. Pág. 105). También Zarka: “¿Es
Leibniz el inventor del sujeto de derecho? Para poder afirmarlo, es necesario que la
invención terminológica se apoye en una problematización que desplace la
cuestión del sujeto desde el ámbito gnoseológico al ámbito jurídico. ¿Se
produce este desplazamiento en Leibniz? Efectivamente, parece que la respuesta ha
de ser afirmativa” (Zarka. 2006. Pág. 34). Ahora bien, este desplazamiento
categorial, tiene dos sentidos estratégicos de carácter metodológico y político
precisos, según se verá:

Políticamente, Leibniz advierte, a pesar de sus ideas de juventud muy cercanas al


voluntarismo de Hobbes o Pufendorf, que el derecho en tanto eje de
construcción y sostenimiento de una sociedad, no puede solo sostenerse en
una fundamentación basada en el resultado de la mera transferencia de la

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voluntad por parte de los individuos a la mera voluntad de la autoridad
(Hobbes), por lo que, en su obra madura se aleja de las tesis voluntaristas, dando
pie, desde un platonismo: “la justicia consiste en una cierta concordancia y
proporción, su sentido puede fijarse independientemente de que haya alguien que la
realice” (Leibniz. 2009. Pág. 285); a la idea de que el derecho, en última instancia,
no se justifica en la voluntad de Dios (Ockham) sino que, aun Dios está obligado a
lo justo “Se está de acuerdo en que todo lo que Dios quiere es bueno y justo.
Pero se plantea la cuestión de si ello es bueno y justo porque Dios lo quiere,
o más bien Dios lo quiere porque es bueno y justo; es decir, si la justicia y la
bondad son arbitrarias, o si consisten en la verdades necesarias y eternas
de la naturaleza de la cosas, como son los números y las proporciones”
(Leibniz. 2001. Pág. 81). Así, toma partido en la clásica disputa, referida a si lo
justo es tal porque Dios lo ordena, o Dios lo ordena porque es justo, ya que Leibniz,
a diferencia del voluntarismo, señala que, aún Dios está obligado a lo justo, allí
donde lo justo si bien es expresión de la autoridad divina, ya que por vía indirecta
él ha creado lo justo y bueno, el énfasis puesto en la idea de justo y bueno
considerada en sí misma y no en la voluntad de la cual emana la misma. “Dios es
perfectamente bueno y justo, que su bondad hace que contribuya lo menos posible a
que los hombres se hagan culpables y todo lo posible a que se salven (digo posible,
salvo el orden general de las cosas); que su justicia le impide condenar a los
inocentes y dejar las buenas acciones sin recompensa”. (Leibniz. Teoidecea. Pág.
229). Sobre el mismo punto, referido a la arquitectura política de fundamentación
política del Derecho, también debe contrarrestar la tesis de Grocio y profundizada
por Pufendorf, referida a la posibilidad de un derecho secularizado, en el cual la
justicia de los hombres no tendría ninguna relación con Dios: “la justicia es una
virtud propia de los hombres en cuanto hombres” (Grocio, De Juri Belli Ac Pacis.
Libro II. Cap. XXVI Iv. 7). Sobre este punto, Leibniz se resiste al planteamiento que
por una parte Grocio había señalado en términos de que la justicia era solo una
cuestión humana, ya que ello desembocaría en el absolutismo de Hobbes, al
sostener la existencia de lo justo aun en el caso de no existir Dios, porque entonces
“la causa de una utilidad ajena en el daño propio”; además, “sería una necesidad
sostener la inexistencia de lo justo y su obligatoriedad ante la inexistencia de una
vida futura” (Guillen “Estudio Preliminar” en Leibniz, 1991. Pág. XVII), pero

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también al de Pufendorf, en orden a que el derecho solo podía regular las conductas
externas de los seres humanos; “el foro humano se ocupa solamente de las acciones
externas del hombre, mientras que no se inmiscuye en las que están ocultas en su
pecho… el Derecho natural trata en gran parte de la realización de las acciones
exteriores del hombre. Por otro lado, la teología moral no se satisface con que las
acciones exteriores del hombre se hayan conformado con lo honesto, sino que se
preocupa sobre todo de que el espíritu y los afectos internos de él se adaptan a lo
que complace a Dios” (Pufendorf. 2002. Pág. 8). Al contrario de esas conclusiones,
Leibniz tiene en mente no solo un proyecto jurídico político, sino que un proyecto
ético político de perfeccionamiento del hombre y destinado a transformarlo, por
una parte, en pilar de la sociedad (proyecto político) y además, por otra, en
encaminarlo a la salvación (proyecto teológico). Ahora bien, ambos proyectos
requieren, como punto de anclaje, una reformulación y novedosa interpretación del
sentido del SUBJETUM y del IUS, con respecto a cómo se venía decantando por los
autores antes analizados, y que se puede explicar a partir de la triple gradación
del derecho que desarrolla la tesis de Leibniz, a saber:

a) Un primer nivel de desarrollo del derecho, denominado IUS STRICTUM y


configurado por la regla que ordena no causar daño a nadie: “NEMINEM
LAEDERE” y en el cual ya se sostiene, siguiendo la tradición fundada por la
escolástica, que el IUS es una QUALITAS MORALIS atribuida a un SUBJETUM.
Pero, ya en este nivel del derecho se ha de entender, consecuente con lo
anterior, que el SUBJETUM está dotado de una QUALITAS MORALIS; para
Leibniz, esta qualitas tiene dos caras; pues por una parte, en tanto IUS, en
este nivel, está asociada a la idea de FACULTAS, ya desarrollada por Grocio,
pero con una profundización, referida a la idea de obligación que Leibniz
rescata y sitúa al mismo nivel del estatuto del derecho subjetivo. Así, aquél
será definido como “la potencia del hombre bueno, a cuyas cualidades Grocio
denomina Cualidades Morales, y que no son otra cosa que las cualidades del
hombre bueno”; en cambio la primera, esto es la obligación, será
conceptualizada como “la necesidad del hombre bueno… Cualidades
Morales, y que no son otra cosa que las cualidades del hombre bueno”
(Leibniz. 1991. Pág. 83). Como se puede apreciar, las definiciones de
Leibniz no señalan a los hombres como individuos abstractos y

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descontextualizados, sino que se dan en un contexto situacional en que
al hombre al cual se refieren es “un hombre bueno”. Volveremos sobre
esto, más adelante.

b) Un segundo nivel, es el de la equidad, en que hay un estándar más alto de


exigencia para los sujetos; ya no se trata solamente de la abstención en
la causación del daño al otro, sino que, también se exige que se ha de
evitar que el mal ocurra o se debe aliviar al otro cuando ya ha ocurrido,
lo que implica un paso desde la omisión de acción a una responsabilidad
preventiva. Más que preocupación por las conductas propias, se trataría de
una ocupación de mis conductas teniendo en vistas el Otro. Como se
puede observar, hay una profundización del Ius y la obligación entendidas
como potencia o necesidad moral respectivamente, según ya se definió,
extendiéndose a más situaciones y exigiendo mayor número de conductas
que en el derecho estricto. “Por tanto, se podrá decir quizá que no hacer
daño a otra persona –NEMINEN LAEDERE– es el principio del llamado Ius
Strictum, pero que la equidad exige también que se haga el bien
cuando es oportuno, y es esto en lo que consiste el precepto que ordena
dar a cada uno lo que corresponde: SUUM CUIQUE TRIBUERE”. (Leibniz.
2001. Pág. 93). Esta exigencia de la que habla Leibniz, de este segundo nivel,
abre las preguntas referidas a ¿con respecto a quién se está obligado? y,
¿qué rol juega entonces esta obligación, pensada como necesidad
moral?, según ya se expuso. Sobre estas preguntas, Zarka anota que
Leibniz hace introducir en la constitución del SUBJETUM del IUS al Otro como
elemento de la relación que permite la constitución en la QUALITAS MORALIS,
ya que “toda la cuestión consiste en saber cómo pasa del primer al
segundo grado del derecho natural, del derecho estricto a la equidad.
Ese tránsito no se concibe tanto a partir de la existencia de una
estructura social natural en la que los individuos se inscriben, como
a partir del descubrimiento del principio presente desde el principio
a la idea de derecho natural: el lugar del otro”. (Zarka. 2006. Pág. 93).
He aquí la gran diferencia de Leibniz con alguno de los otros pensadores
comentados: mientras para Hobbes el otro era un obstáculo, para Pufendorf
el otro se encontraba como un igual después que los sujetos ya se

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encontraban constituidos por la ley natural de sociabilidad; en cambio, en
este diseño, el Otro opera como elemento constituyente de la propia
subjetividad, sin Otro no hay segundo momento del derecho, y por lo
tanto, sin Otro no hay potencia del SUBJETUM de actuar su QUALITAS
MORALIS. La arquitectura existencial del subjetum no se puede
completar sin la presencia del Otro, en tanto toda atribución normativa
de un sujeto tiene en vistas la presencia del Otro. En suma, sin otro no
hay moral. Luego, la famosa fórmula clásica de ULPIANO, de “dar a cada cual
lo suyo”, toma un matiz y una profundidad inexplorada antes del trabajo de
Leibniz, ya que para poder reconocer este mandato hay que conjugarlo con
el principio de equidad o de igualdad: QUOD TIBI NON VIS FIERI AUT QUOD TIBI
VIS FIERI, NEQUE ALLIS FACITO AUT NEGATO. Tal es la norma de nuestra razón…
“Ponte en lugar del otro, y estarás en el verdadero punto de vista para juzgar
lo que es justo y lo que no lo es” (Leibniz. 2001. Pág. 93). ¡Leibniz apunta a
que por intermedio de la razón, es posible desnuclearizar y deslocalizar
el sujeto respecto de sí mismo, al mismo tiempo en que estaba
terminando de crear el concepto!

c) El tercer estadio del derecho es el más complejo de desplegar, dado sus


ribetes teológicos. En él se apunta a la creación de un horizonte de
moralidad que Leibniz llamará justicia universal y en el cual se conjuga
por una parte la constitución de la subjetividad del SUBJETUM y la QUALITAS
MORALIS mentado como “un hombre bueno” regido, esta vez, por el principio
“honeste viviere”.

“Efectivamente, una vida honrada no es otra cosa que una vida gobernada
por la virtud en general; es decir, una vida en la que los hábitos del alma
siguen a la razón y a la moderación de las pasiones” (Leibniz. 2001.
Pág. 112). Esta demanda del autor, tiene un sentido consecuencial; lo que
se pretende es que solo en la medida de que existan hombres honestos,
es posible que se cumplan los preceptos de la justicia, ya que solo desde
el momento cúlmine en que el Derecho se funda en Dios, es posible
obtener el mayor bienestar para la comunidad, ya que “la suprema regla
del derecho consiste en encaminar todos nuestros actos a la consecución del
bien general; de aquí se derivan los tres preceptos del derecho, famosísimos

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aun entre el vulgo: vivir honradamente, no hacer daño a nadie, dar a cada
uno lo suyo” (Leibniz. 2001. Pág. 112). Pero alcanzar este estadio, implica
estar dotado de los atributos del sabio, el cual practica la caridad y posee
todas las virtudes. El gesto de Leibniz es situar –por vía de un efecto espejo–
los atributos de Dios en paralelo a la posibilidad de que los hombres
alcancen esos atributos, pero el camino para ello es la actuación de todos
los niveles del Derecho, “Siendo Dios máximamente sabio al mismo tiempo
que poderoso en grado sumo, actuará con justicia y proporcionará seguridad
a quienes son justos, de tal modo que les sea posible actuar con rectitud, con
tranquilidad” (Leibniz. 2001. Pág. 109). Así, el grado máximo de despliegue
del SUBJETUM IURIS se produce al alcanzar la caridad del sabio, ya que
“puesto que Dios existe, por ello es lícito al sabio ejercer voluntariamente la
caridad” (Leibniz. 2001. Pág. 109). Así, el punto de partida, esto es la
atribución del IUS, y también de llegada de la subjetividad, esto es la caridad,
tiene por fuente última la constitución moral del sujeto. “Sostengo que la
justicia puede ser definida de un modo, al mismo tiempo muy claro y muy
conciso, como la caridad del sabio… así hay que pensar que la justicia se
ocupa en dirigir la voluntad del hombre hacia el bien del prójimo, y trata de
que todos intentemos ser útiles y no perjudiquemos a nadie” (Leibniz. 2001.
Pág. 105).

Ahora bien, volviendo al diseño estratégico de Leibniz, así como se requería una
estrategia política, también se requiere un desplazamiento metodológico para
sustentar su concepto de sujeto de derecho. Desplazamiento que será, en última
instancia, el que permita afirmar que con su trabajo se consuma la construcción
de la categoría. En efecto, se apunta a Leibniz como el autor en el que cristaliza
la idea de un sujeto jurídico pensado en términos ontológicos y no meramente
lógicos. Ello se explica, ya que todo el edificio conceptual y moral de Leibniz se
sustenta en la idea de un sujeto moral ya no tratado simplemente desde la
simple relación terminológica entre un SUBJETUM y un IUS, sino que referido a
que es imposible pensar el IUS sin un SUBJETUM moral que lo sustente. Se trata
de que de aquí en adelante, a lo menos en términos conceptuales, no será posible
pensar la idea de sujeto sin pensarla a su vez dotada de derechos; esto es, que
la modernidad es incomprensible sin hacerse cargo de la idea de un sujeto

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dotado de derechos. En el mismo sentido Tassin, para quien “la humanidad de
los hombres no tiene otro fundamento que el derecho que se reconocen –a través de
las instituciones políticas que reglamentan su vida en común– de tener derechos y
de exigir que se les honre” (Tassin, Etienne, Eidos N° 2. Pág. 127. Año 2004).

En suma, es una modificación antropológica de la idea de humano, ya que a


diferencia de todos los autores anteriores, para los cuales el sujeto jurídico aparecía
como un derivado de la ley natural. En el caso de Leibniz, todo el edificio jurídico
se sustenta en el SUBJETUM: “El derecho, la justicia y las definiciones de sus
elementos, se definen con relación al concepto de hombre bueno; éste es el que ama
a todos, y el amor tiene en Leibniz únicamente una expresión positiva o afirmativa:
amamos a aquél con cuya felicidad nos deleitamos” (Guillen; “Estudio preliminar”
en Leibniz, 1991. Pág. XXXVII). Entonces, se puede concluir que si bien es cierto
que el Derecho natural crea al sujeto jurídico y no viceversa, es a partir de
Leibniz que para el SUBJETUM la QUALITAS MORALIS deja de ser un predicado
posible y pasa a ser el instrumento del sistema normativo y, a su vez, la
definición misma del sujeto en tanto hombre. En suma, en Leibniz el sujeto
jurídico se despliega en todos los niveles axiológicos; esto es, moral, jurídica
y políticamente. El IUS se ha encarnado, lo que constituirá un paso para que un
siglo más tarde, algunos de estos postulados señalados en este capítulo se hagan
historia.

Leibniz, quien culmina dicho afán con un trabajo especulativo referido a los
diversos niveles en los cuales se puede constituir una subjetividad jurídica,
asociando además dichos niveles a diversos tipos de preceptos normativos y, luego,
estos preceptos normativos constituyentes de la subjetividad a diversos tipos o
ideas de justicia, que se presentan de manera dinámica en el despliegue de la
subjetividad, a saber:

a) El sujeto titular de una QUALITAS MORALIS y en tanto tal, sujeto del deber de
no causar daño a otro, “NEMINEN LAEDERE”. Esto es, cuidar del otro. Nivel
del IUS STRICTUM, asociado a la justicia conmutativa.

b) El sujeto jurídico y el deber de dar a cada cual lo que corresponda, “SUUM


CUIQUE TRUBUTERE”. Esto es, ponerse en el lugar del otro. Nivel del “IUS
CONGRUI” asociado a la justicia distributiva.

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c) El sujeto jurídico sabio y el deber de caridad para con los otros; “HONESTE
VIVERE”. Esto es, la búsqueda de la felicidad común a todos. Nivel del “IUS
INTERNUM SEU PIETATEM” asociado a la justicia universal.

Así, se puede identificar en el momento preeminente de ontologización de la


palabra sujeto jurídico, que una metafísica alrededor del humano había
decantado. No obstante ello, y pese a los esfuerzos de cada uno de estos autores
de convencer a sus diversos benefactores de la época. Dicho esfuerzo fue estéril
para su tiempo; la teoría en este caso se había adelantado a las condiciones
materiales necesarias para su ejecución. El lenguaje de los derechos, la idea de
sujetos libres y las referencias a la dignidad en igualdad de los mismos, habrían de
esperar casi un siglo para concretizarse. Sin embargo, una extraña operación de
deconstrucción, si se quiere otra línea sirviéndose del mismo lenguaje, se venía
gestando por un carril paralelo. Así, la tesis sostenida por Leibniz, y en que en su
momento cúlmine planteaba la construcción de un sujeto jurídico, moral y político,
en los hechos se diluyó a partir de una primera operación teórica destinada a
separar el campo normativo de despliegue de las subjetividades, generando
consecuencialmente la escisión o al menos los obstáculos teóricos a la conjunción
entre el sujeto moral y el sujeto jurídico. Si bien esta operación ya se puede rastrear
en Pufendorf, será en la obra de Kant donde se realizará una operación económica
destinada a reducir los atributos del IUS asociado al sujeto a la mera cuestión de
la propiedad y cuyo origen se encuentra en la tesis de Locke sobre la propiedad del
cuerpo; y por último, a una operación política cuyo resultado fue que una vez
“declarados los derechos” por las revoluciones de fines del siglo XVIII y siglo XIX,
se procedió a despolitizar la idea de subjetividad jurídica, a cambio de un número
acotado de garantías al menos fictamente declaradas universales.

Leibniz teoriza respecto de la justicia siempre en situación a los seres humanos,


pero esa teorización la despliega como niveles de constitución de la subjetividad
jurídica de un ser humano, reconociendo un primer nivel de no causar daño al otro
–lo que ya pone a otro sujeto en el origen heterónomo del derecho–. Un segundo
nivel de ayudar al otro –lo que ya no solo exige una omisión sino que una acción
por la comunidad política– y un tercer nivel denominado sumo, que supone la
situación del ciudadano virtuoso que vive honestamente y con ello abre la
posibilidad de que cristalice la justicia en una determinada comunidad política, de

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lo que sigue que la suprema regla del derecho seria encaminar toda actividad
humana al bien general: no le harás daño a nadie, dale a cada uno lo suyo, y, por
último, vive honradamente.

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