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Agregaríamos moral, así, el propio Leibniz define “Subjetum qualitas moralis este
persona, seu substantia rationalis” (Leibniz. 1948. Pág. 706). Como se puede
apreciar, esta calidad a la que se hace referencia aparece consolidada en la obra
de Leibniz como moral. Ahora bien, este uso de SUBJETUM se muestra consolidado
en relación al IUS en el siguiente texto: “Qualitas moralis […] est potestas vel
impotentia moralis. Potestas moralis faciendi vel non facendipatiendivi dicitur ius,
impotentia moralis dictar obligatio / Subjetum / Subjetum Qualitas Moralis est
Persona, seu substantia rationalis” (citado por Guzmán Brito 2012. Pág. 102).
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voluntad por parte de los individuos a la mera voluntad de la autoridad
(Hobbes), por lo que, en su obra madura se aleja de las tesis voluntaristas, dando
pie, desde un platonismo: “la justicia consiste en una cierta concordancia y
proporción, su sentido puede fijarse independientemente de que haya alguien que la
realice” (Leibniz. 2009. Pág. 285); a la idea de que el derecho, en última instancia,
no se justifica en la voluntad de Dios (Ockham) sino que, aun Dios está obligado a
lo justo “Se está de acuerdo en que todo lo que Dios quiere es bueno y justo.
Pero se plantea la cuestión de si ello es bueno y justo porque Dios lo quiere,
o más bien Dios lo quiere porque es bueno y justo; es decir, si la justicia y la
bondad son arbitrarias, o si consisten en la verdades necesarias y eternas
de la naturaleza de la cosas, como son los números y las proporciones”
(Leibniz. 2001. Pág. 81). Así, toma partido en la clásica disputa, referida a si lo
justo es tal porque Dios lo ordena, o Dios lo ordena porque es justo, ya que Leibniz,
a diferencia del voluntarismo, señala que, aún Dios está obligado a lo justo, allí
donde lo justo si bien es expresión de la autoridad divina, ya que por vía indirecta
él ha creado lo justo y bueno, el énfasis puesto en la idea de justo y bueno
considerada en sí misma y no en la voluntad de la cual emana la misma. “Dios es
perfectamente bueno y justo, que su bondad hace que contribuya lo menos posible a
que los hombres se hagan culpables y todo lo posible a que se salven (digo posible,
salvo el orden general de las cosas); que su justicia le impide condenar a los
inocentes y dejar las buenas acciones sin recompensa”. (Leibniz. Teoidecea. Pág.
229). Sobre el mismo punto, referido a la arquitectura política de fundamentación
política del Derecho, también debe contrarrestar la tesis de Grocio y profundizada
por Pufendorf, referida a la posibilidad de un derecho secularizado, en el cual la
justicia de los hombres no tendría ninguna relación con Dios: “la justicia es una
virtud propia de los hombres en cuanto hombres” (Grocio, De Juri Belli Ac Pacis.
Libro II. Cap. XXVI Iv. 7). Sobre este punto, Leibniz se resiste al planteamiento que
por una parte Grocio había señalado en términos de que la justicia era solo una
cuestión humana, ya que ello desembocaría en el absolutismo de Hobbes, al
sostener la existencia de lo justo aun en el caso de no existir Dios, porque entonces
“la causa de una utilidad ajena en el daño propio”; además, “sería una necesidad
sostener la inexistencia de lo justo y su obligatoriedad ante la inexistencia de una
vida futura” (Guillen “Estudio Preliminar” en Leibniz, 1991. Pág. XVII), pero
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también al de Pufendorf, en orden a que el derecho solo podía regular las conductas
externas de los seres humanos; “el foro humano se ocupa solamente de las acciones
externas del hombre, mientras que no se inmiscuye en las que están ocultas en su
pecho… el Derecho natural trata en gran parte de la realización de las acciones
exteriores del hombre. Por otro lado, la teología moral no se satisface con que las
acciones exteriores del hombre se hayan conformado con lo honesto, sino que se
preocupa sobre todo de que el espíritu y los afectos internos de él se adaptan a lo
que complace a Dios” (Pufendorf. 2002. Pág. 8). Al contrario de esas conclusiones,
Leibniz tiene en mente no solo un proyecto jurídico político, sino que un proyecto
ético político de perfeccionamiento del hombre y destinado a transformarlo, por
una parte, en pilar de la sociedad (proyecto político) y además, por otra, en
encaminarlo a la salvación (proyecto teológico). Ahora bien, ambos proyectos
requieren, como punto de anclaje, una reformulación y novedosa interpretación del
sentido del SUBJETUM y del IUS, con respecto a cómo se venía decantando por los
autores antes analizados, y que se puede explicar a partir de la triple gradación
del derecho que desarrolla la tesis de Leibniz, a saber:
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descontextualizados, sino que se dan en un contexto situacional en que
al hombre al cual se refieren es “un hombre bueno”. Volveremos sobre
esto, más adelante.
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encontraban constituidos por la ley natural de sociabilidad; en cambio, en
este diseño, el Otro opera como elemento constituyente de la propia
subjetividad, sin Otro no hay segundo momento del derecho, y por lo
tanto, sin Otro no hay potencia del SUBJETUM de actuar su QUALITAS
MORALIS. La arquitectura existencial del subjetum no se puede
completar sin la presencia del Otro, en tanto toda atribución normativa
de un sujeto tiene en vistas la presencia del Otro. En suma, sin otro no
hay moral. Luego, la famosa fórmula clásica de ULPIANO, de “dar a cada cual
lo suyo”, toma un matiz y una profundidad inexplorada antes del trabajo de
Leibniz, ya que para poder reconocer este mandato hay que conjugarlo con
el principio de equidad o de igualdad: QUOD TIBI NON VIS FIERI AUT QUOD TIBI
VIS FIERI, NEQUE ALLIS FACITO AUT NEGATO. Tal es la norma de nuestra razón…
“Ponte en lugar del otro, y estarás en el verdadero punto de vista para juzgar
lo que es justo y lo que no lo es” (Leibniz. 2001. Pág. 93). ¡Leibniz apunta a
que por intermedio de la razón, es posible desnuclearizar y deslocalizar
el sujeto respecto de sí mismo, al mismo tiempo en que estaba
terminando de crear el concepto!
“Efectivamente, una vida honrada no es otra cosa que una vida gobernada
por la virtud en general; es decir, una vida en la que los hábitos del alma
siguen a la razón y a la moderación de las pasiones” (Leibniz. 2001.
Pág. 112). Esta demanda del autor, tiene un sentido consecuencial; lo que
se pretende es que solo en la medida de que existan hombres honestos,
es posible que se cumplan los preceptos de la justicia, ya que solo desde
el momento cúlmine en que el Derecho se funda en Dios, es posible
obtener el mayor bienestar para la comunidad, ya que “la suprema regla
del derecho consiste en encaminar todos nuestros actos a la consecución del
bien general; de aquí se derivan los tres preceptos del derecho, famosísimos
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aun entre el vulgo: vivir honradamente, no hacer daño a nadie, dar a cada
uno lo suyo” (Leibniz. 2001. Pág. 112). Pero alcanzar este estadio, implica
estar dotado de los atributos del sabio, el cual practica la caridad y posee
todas las virtudes. El gesto de Leibniz es situar –por vía de un efecto espejo–
los atributos de Dios en paralelo a la posibilidad de que los hombres
alcancen esos atributos, pero el camino para ello es la actuación de todos
los niveles del Derecho, “Siendo Dios máximamente sabio al mismo tiempo
que poderoso en grado sumo, actuará con justicia y proporcionará seguridad
a quienes son justos, de tal modo que les sea posible actuar con rectitud, con
tranquilidad” (Leibniz. 2001. Pág. 109). Así, el grado máximo de despliegue
del SUBJETUM IURIS se produce al alcanzar la caridad del sabio, ya que
“puesto que Dios existe, por ello es lícito al sabio ejercer voluntariamente la
caridad” (Leibniz. 2001. Pág. 109). Así, el punto de partida, esto es la
atribución del IUS, y también de llegada de la subjetividad, esto es la caridad,
tiene por fuente última la constitución moral del sujeto. “Sostengo que la
justicia puede ser definida de un modo, al mismo tiempo muy claro y muy
conciso, como la caridad del sabio… así hay que pensar que la justicia se
ocupa en dirigir la voluntad del hombre hacia el bien del prójimo, y trata de
que todos intentemos ser útiles y no perjudiquemos a nadie” (Leibniz. 2001.
Pág. 105).
Ahora bien, volviendo al diseño estratégico de Leibniz, así como se requería una
estrategia política, también se requiere un desplazamiento metodológico para
sustentar su concepto de sujeto de derecho. Desplazamiento que será, en última
instancia, el que permita afirmar que con su trabajo se consuma la construcción
de la categoría. En efecto, se apunta a Leibniz como el autor en el que cristaliza
la idea de un sujeto jurídico pensado en términos ontológicos y no meramente
lógicos. Ello se explica, ya que todo el edificio conceptual y moral de Leibniz se
sustenta en la idea de un sujeto moral ya no tratado simplemente desde la
simple relación terminológica entre un SUBJETUM y un IUS, sino que referido a
que es imposible pensar el IUS sin un SUBJETUM moral que lo sustente. Se trata
de que de aquí en adelante, a lo menos en términos conceptuales, no será posible
pensar la idea de sujeto sin pensarla a su vez dotada de derechos; esto es, que
la modernidad es incomprensible sin hacerse cargo de la idea de un sujeto
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dotado de derechos. En el mismo sentido Tassin, para quien “la humanidad de
los hombres no tiene otro fundamento que el derecho que se reconocen –a través de
las instituciones políticas que reglamentan su vida en común– de tener derechos y
de exigir que se les honre” (Tassin, Etienne, Eidos N° 2. Pág. 127. Año 2004).
Leibniz, quien culmina dicho afán con un trabajo especulativo referido a los
diversos niveles en los cuales se puede constituir una subjetividad jurídica,
asociando además dichos niveles a diversos tipos de preceptos normativos y, luego,
estos preceptos normativos constituyentes de la subjetividad a diversos tipos o
ideas de justicia, que se presentan de manera dinámica en el despliegue de la
subjetividad, a saber:
a) El sujeto titular de una QUALITAS MORALIS y en tanto tal, sujeto del deber de
no causar daño a otro, “NEMINEN LAEDERE”. Esto es, cuidar del otro. Nivel
del IUS STRICTUM, asociado a la justicia conmutativa.
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c) El sujeto jurídico sabio y el deber de caridad para con los otros; “HONESTE
VIVERE”. Esto es, la búsqueda de la felicidad común a todos. Nivel del “IUS
INTERNUM SEU PIETATEM” asociado a la justicia universal.
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lo que sigue que la suprema regla del derecho seria encaminar toda actividad
humana al bien general: no le harás daño a nadie, dale a cada uno lo suyo, y, por
último, vive honradamente.