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Lección 17:

El Amigo
Importunado

Por Miguel A. Arizola


Lucas 11:1–13.
5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo
va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes,
6 porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y no
tengo qué ofrecerle; Hombre necesitado:
7 y el de dentro, respondiendo, le dice: No me molestes; la
puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; - Nosotros
no puedo levantarme para dártelos?
8 Os digo que, si no se levanta a dárselos por ser su amigo,
sin embargo, por su importunidad se levantará y le dará El amigo que tiene pan:
todo lo que necesite.
9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; - Nuestro Padre Celestial
llamad, y se os abrirá,
10 porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca,
halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Y qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará
una piedra? ¿O si le pide pescado, en lugar de pescado, le
dará una serpiente?
12 O, si le pide un huevo, ¿le dará un escorpión?
13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas
dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre
Celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
Por Miguel A. Arizola
Si oramos y buscamos persistentemente
las bendiciones del Padre Celestial en
épocas de necesidad…
entonces Él responderá nuestras
oraciones de la manera que más nos
bendiga

Por Miguel A. Arizola


Las inquietudes de José se centraban no sólo en lo que necesitaba saber,
sino en lo que debía hacer. Su oración no fue simplemente: “¿Cuál iglesia
es la verdadera?”. Su pregunta fue: “¿A cuál Iglesia debo unirme?”. José
fue a la arboleda a pedir con fe y estaba resuelto a actuar.
La verdadera fe se centra en el Señor Jesucristo y siempre conduce a
obras rectas. El profeta José Smith enseñó que “la fe es el primer
principio de la religión revelada y el fundamento de toda rectitud” y que
también es “el principio de acción en todos los seres racionales” (Lectures
On Faith, 1985, pág. 1). La acción por sí sola no es fe en el Salvador, sino
que actuar de acuerdo con principios correctos es el componente central
de la fe. Por tanto, “la fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20).
David A. Bednar
(1952 – Actualidad) “Pedir con fe”, Liahona, mayo de 2008, págs. 94–97.

Por Miguel A. Arizola


DESPUÉS DE LA PRUEBA DE NUESTRA FE
Hace unos años, una familia de EEUU viajó a Europa. Poco después de llegar a su destino, el hijo de trece
años se puso muy enfermo. Al principio, los padres pensaron que el malestar estomacal se debía a la fatiga
del largo vuelo, y la familia continuó con el viaje.
En el transcurso del día, el estado del hijo empeoró al aumentar la deshidratación. El padre le dio una
bendición del sacerdocio, pero no se notó una mejoría inmediata.
Pasaron varias horas y la madre se arrodilló al lado de su hijo para suplicar en oración a nuestro Padre
Celestial por el bienestar del muchacho. Se encontraban lejos de su hogar, en un país desconocido, y no
sabían cómo conseguir asistencia médica.
La madre le preguntó al hijo si quería orar con ella; ella sabía que sólo esperar la bendición solicitada no
sería suficiente y que tenían que seguir haciendo su parte. Al explicarle que la bendición que había recibido
aún tenía eficacia, ella sugirió que volviesen a suplicar en oración, tal como lo hicieron los antiguos
apóstoles: “Señor: Auméntanos la fe” (Lucas 17:5). En la oración se profesó confianza en el poder del
sacerdocio y la determinación de perseverar en hacer todo lo que fuese necesario para que la bendición se
cumpliera, si es que en ese momento la bendición estaba de acuerdo con la voluntad de Dios. Poco después
de esa sencilla oración, el hijo mejoró.
La fiel acción de la madre y de su hijo invitó el poder prometido del sacerdocio y, en parte, satisfizo el
requisito de que “no [contendamos] porque no [vemos], porque no [recibimos] ningún testimonio sino hasta
después de la prueba de [nuestra] fe” (Éter 12:6).

Por Miguel A. Arizola


NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA
“Hace varios años, había un joven padre que había sido activo en la Iglesia cuando era niño, pero que
durante la adolescencia siguió un sendero diferente. Después de su servicio militar, se casó con una
hermosa jovencita y al poco tiempo su hogar fue bendecido con hijos.
Un día, inesperadamente, su hijita de cuatro años enfermó gravemente y la internaron en el hospital.
Desesperado, y por primera vez en muchos años, el padre se puso de rodillas en oración para suplicar
por la vida de su hija. No obstante, su estado empeoró. Poco a poco, este padre tuvo la impresión de que
su hijita no viviría y, lentamente, sus oraciones cambiaron; ya no oró para suplicar que se curara, sino
para implorar entendimiento. “Hágase Tu voluntad” era el estilo de sus súplicas.
Al poco tiempo, su hija entró en coma, y el padre supo que no le quedaban muchas horas en la tierra.
Fortalecidos con entendimiento, confianza y poder más allá de los que poseían, los jóvenes padres
oraron de nuevo para suplicar la oportunidad de estrecharla entre sus brazos mientras estuviera
consciente. La niña abrió los ojos y sus frágiles brazos se extendieron hacia sus padres para un último
abrazo. Entonces murió. Ese padre supo que sus oraciones habían sido contestadas; un Padre Celestial
bondadoso y caritativo había dado consuelo a sus corazones. Se había hecho la voluntad de Dios y ellos
habían logrado entendimiento.”

(Adaptado de H. Burke Peterson, “Adversity and Prayer”, Ensign, enero de 1974, pág. 18).

Por Miguel A. Arizola

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