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Si bien la misión y función de la educación se basa en “Conservar y transmitir las verdades

sistemáticas y morales que son esenciales para el progreso de la sociedad” como lo enuncia el portal
de EL UNIVERSO, un medio masivo de comunicación y que en si es una premisa acertada de la
educación. En la coyuntura polarizada que se vive actualmente en Colombia, se hace necesario,
como expone el doctor Luis Bernardo Diaz, que este objeto deba pasar a extenderse más allá,
adoptando un papel cambiante, deconstructor y de redireccionamiento de las verdades, o mejor,
constructos sociales que no aportan progreso a la sociedad, generando por el contrario el
estancamiento de ideas en el pensamiento colectivo, que solo se conducen en perjuicios, ideales
retrogradas, radicales y completamente anacrónicos, que solo con al desconocimiento de los
conceptos de derechos fundamentales, así como de ideales en la convivencia como lo son la
empatía, la tolerancia, la igualdad, la justicia social, el bien común, entre otros, llevando a la
sociedad a que estos sentimientos o ideales esenciales de una cultura que legitímice la vida, la
educación, entre otros derechos, se desconozcan o minimicen, construyendo discursos violentos,
estigmatizantes en contra de sectores de la sociedad marginados o ideológicamente divergentes,
normalizando actos de violación de derechos humanos dirigidos a estos sectores.

En este marco, el objetivo de la educación de no solo trasferir el conocimiento a quienes carecen de


este, sino que estos se adueñen del mismo, debe traspasar a este campo de la educación
transformadora y critica, en donde los ciudadanos en su papel, encarnen en su cotidianidad acciones
encaminadas a que el gobierno y la sociedad en general escuche y se generen las “decisiones “
acciones en pro de resolver necesitados sentidas, y particularmente el respeto por la vida demás
derechos consagrados. Donde cada uno no solo defienda derechos individuales, sino se le de la
misma importancia al derecho ajeno, a los derechos colectivos, donde en Colombia ven afectados,
ignorados, olvidados y en muchos casos convertidos en objeto de burla por sectores, o incluso
funcionarios e instituciones estatales.

La baja cobertura de educación superior insuficiente para las necesidades del país con el panorama
de que, en el año 2018, el 62% de los jóvenes que terminaron el bachillerato no lograron acceder a
educación superior, y el 40% de los niños y niñas de zonas del conflicto armado, presentaban
desdolarización esto según fuentes de la fundación NIÑEZ. Lleva a concebir la idea de esta
transformación a la apropiación de la cultura de la vida a otros campos, ms allá de la educación ya
que se evidencia que casi menos del 50% de esta no accede a esta. Estamos frete al paradigma
donde la información trasmitida por los medios tiene mayor impacto en nuestra sociedad que
aquella que logran difundir los entes educativos, añadiendo a esto la idea que las instituciones de
educación superior, muchas veces se encargan de conocimiento meramente técnico a sus
especialistas, dejando de lado en su campo practico las problemáticas sociales, donde se ve
incompleta su función de cambio a la realidad social, donde incluso en las áreas del conocimiento
en donde se imparten los principios e ideales del deber ser de la sociedad y que están orientadas a
la aplicación de estos para la solución de las problemáticas sociales, como lo son las ciencias sociales
y el derecho, se ven falencias y falta de impartición del pensamiento filosófico encaminado
moralmente a esta transformación de la que se habla en este trabajo. Añadiendo a esto que sus
medios de comunicación y sus productos de investigación, son precarios y de poca audiencia,
generando que los pocos avances proporcionados por las universidades sean casi inexistentes a la
par de que son desconocidos y poco apoyados o inútiles para la solución de problemas reales.
Retomando los planteamientos de Bentham y Foucault acerca del panóptico. Las instituciones
educativas se han convertido en foco de alineamiento y control por parte de estado, quien es el
que direcciona los planes de currículo y los recursos para el funcionamiento de estas, donde cada
gobierno de turno realiza cambios a las mallas curriculares, frente a esta realidad, es
imprescindible que la universidad rescate su principio básico de autonomía. Así como el docente
propenda a que sus estudiantes construyan conocimiento y no simplemente reproduzcan
conceptos en muchos casos ya obsoletos o revalidados.

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