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Vicente Cárcel Ortí

historia de (a ^gíesía
en (a íEspaña
contemporánea
(sígfos XIX y XX)
Esta obra ha sido publicada con la ayuda
de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas
del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Colección: Ayer y Hoy de la Historia

© Vicente Cárcel Ortí, 2002


O Ediciones Palabra, S.A., 2002
Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (España)

Diseño de cubierta: Carlos Bravo


I.S.B.N.: 84-8239-687-0
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AYER Y HOY
DE LA HISTORIA
INTRODUCCIÓN

Les falta a determinados historiadores serenidad y algo


de humildad para admitir que, quizá, las cosas no han sido
como ellos las piensan o las entienden. En suma, si hay que
hacer una buena y verdadera historia hay que situarse
asépticamente, sin prejuicios en pro o en contra de nada
ni de nadie, analizando los hechos con rigor y, desde luego,
pensando que los acontecimientos más cercanos son muy
difíciles de juzgar. En estos errores suelen caer quienes
abordan el tema de la Iglesia sin entender lo que es el he-
cho religioso. El carácter público de la religión es el que
nos posibilita realizar el estudio de las relaciones de esta
con la sociedad civil. Para comprender adecuadamente el
tipo de relaciones existentes entre política y religión cató-
lica, en la actualidad de España, es necesario partir del es-
tudio de esta cuestión en épocas anteriores.
Hay que centrar, por lo tanto, el tema en las grandes fa-
ses de la España contemporánea, y esto es lo que intento
hacer en los primeros siete capítulos de este libro:
— desde el final del Antiguo Régimen a la Primera Re-
pública,
— pasando por el reinado de Isabel II,
— luego, desde la Restauración hasta la Segunda Repú-
blica, la Guerra Civil y la persecución religiosa;
— más tarde, los cuarenta años de Franco y la Transi-
ción,
— hasta llegar a la España democrática actual.
Los tres restantes capítulos están dedicados a las perso-
nas e instituciones de la Iglesia: obispos, clero y seglares.
Es evidente el proceso creciente de secularización de la
religión en España a lo largo de los últimos doscientos

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años. Pero esta tendencia ascendente refleja que, pese a guerras civiles, la carlista y la de Cuba, que había heredado
todo, la Iglesia, y lo que ella asocia, siguen constituyendo la del Sexenio democrático (1868-1874). La cuestión reli-
mayor fuerza de influjo espiritual del país, sin que ninguna giosa llegó a llamarse entonces «la cuestión de las cuestio-
otra de carácter político, sindical o profesional pueda acer- nes».
cársele ni de lejos. La prueba está en que, cuando la Iglesia Esta problemática político-religiosa o problema eclesiás-
habla sobre temas que afectan directamente a la vida socio- tico arranca desde casi principios del XIX -aunque bus-
política del país, las reacciones son inmediatas, a favor o en cando sus raíces ya en la primitiva Edad Media-, con
contra, por parte de las fuerzas y entidades públicas. Lo cuanto supuso la desamortización de Mendizábal. Así se
cual significa que no es la Iglesia algo del pasado, sino una llegó al problema de las relaciones entre la Segunda Repú-
realidad viva, presente y operante con renovado vigor y blica y la Iglesia, aunque en ellas se distinga la relación con
con nuevos métodos en los albores del Tercer Milenio. el Episcopado español y con la Santa Sede y, más tarde, a
Esta circunstancia motiva, a su vez, dos consideraciones de las relaciones de la Iglesia con el nuevo Estado de Franco y
distinto signo: con la Monarquía democrática y, al final del siglo xx y pri-
— por una parte, suscita la imagen del elefante viejo meros meses del xxi, a los momentos más conflictivos con
que se resiste a morir; los gobiernos del PSOE y del PP, más con el primero que
— por otra, sin que se pueda evitar el peso de la histo- con el segundo.
ria de la religión católica a lo largo de tantos siglos, hay La confesionalidad del Estado español tuvo una historia
fundamento para pensar que nos hallamos ante una situa- plurisecular, que terminó con la Constitución de 1978.
ción ciertamente grave pero de carácter, si se quiere, ma- Hasta ese momento, el protagonismo socio-político de la
crocoyuntural, que permite la optimista previsión de que, Iglesia fue indiscutido, hasta el extremo de que no puede
de una u otra forma, las cosas cambiarán. Nuestra conside- entenderse la historia de España prescindiendo de la histo-
ración se apoya en la sensación de perennidad que in- ria de la Iglesia, y viceversa. Tan profundo fue el arraigo de
funde la Iglesia tras dos mil años de historia. la fe católica en España que, gracias a ella, se realizaron
empresas gigantescas en la historia de la Humanidad,
como fue la evangelización de la América hispana. A nues-
La cuestión religiosa tros monarcas, la Iglesia les otorgó el título de Reyes Cató-
licos, porque su política se inspiraba en la fe católica. Una-
En el desarrollo de la España contemporánea han sido muno hablaba de «la consustancialidad de la religión
fundamentales -y lo siguen siendo en nuestros días- las re- católica con España, porque España en la Historia es San-
laciones Iglesia-Estado y, por ende, la cuestión religiosa, tiago y el cristianismo militante».
esto es, la confrontación entre ambas instituciones. O, si se La tradición plurisecular de confesionalidad del Estado
prefiere, la cuestión de si la Iglesia ha de gozar de la liber- y de su entendimiento con la Iglesia, así como la íntima
tad que se le debe o ha de seguir más controlada o esclavi- vinculación que esta mantuvo siempre con la Monarquía
zada por el Estado. Esta ha sido, en España, la cuestión católica, comenzó a resquebrajarse tras la Restauración de
más característica de los dos últimos siglos. Desde comien- 1875 por la presión de ideologías y partidos políticos y aso-
zos del xix fue esencial el problema de su regulación cons- ciaciones, como la masonería, que la llevaron a la práctica.
titucional, que adquirió una importancia y una prioridad A medida que avanzaba la revolución liberal comenzaba la
excepcionales en los primeros años de la Restauración de marginación social de la Iglesia.
1875, ya que esta cuestión no cedía en prioridad e impor- Durante la Restauración, la Iglesia recuperó parte im-
tancia a ninguna otra; ni siquiera ante las dos agobiantes portante del papel perdido y, aunque mostró sensibilidad
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hacia los grandes movimientos sociales que comenzaron Religión y política han sido en España problemas polémi-
en los últimos años de aquella centuria, no consiguió co- cos intensos, llegando a dramatismos bélicos -guerras car-
nectar plenamente con los sectores sociales y políticos más listas, por ejemplo, aunque aquí no solo el factor religioso
progresistas. Por ello, el gran esfuerzo realizado con el era el fundamental- o a polarizaciones fuertes -así, en el
mundo del trabajo no dio los frutos deseados y, para algu- proceso constituyente y en la propia Constitución republi-
nos, se mostró bien pronto como un fracase) rotundo por cana de 1931-. Presupuestos históricos agravados por la
razones diversas. guerra civil (1936-1939), que, además de conflicto político-
A través de la legislación, y de manera fundamental de social, fue también guerra religiosa y «cruzada» por acla-
los textos constitucionales que se han ido sucediendo mación de una gran parte del pueblo y no por imposición
desde 1808 hasta 1978, queda patente que la cuestión reli- de la Iglesia, que no le dio este calificativo. Franco consa-
giosa ha sido una de las que ha suscitado defrates más apa- gró la Religión católica como religión de Estado, desde su
sionados, pues la misma ha estado siempre conectada con período fundacional, y solo más tarde permitió tolerancias
la lucha por los derechos individuales, al modo de enten- matizadas, pero sin excluir su hegemonía social y política.
der el poder político y al papel de la Iglesia y de la religión En los últimos veinticinco años, la cuestión religiosa ha
católica en la sociedad. dejado de tener la carga polémica que tuvo durante siglos,
El último código universal, que fue la Novísima recopila- sobre todo tras la Constitución de 1978 y los Acuerdos en-
ción de 1805, comenzaba reproduciendo una antigua ley tre la Santa Sede y el Estado español de 1976-1979, aun-
sobre «la obligación de todo cristiano y modo de creer en que, pasados más de veinte años de su firma y ratificación,
ios artículos de Va Fe». La Constitución Yibefai de Cádiz. estos siguen, en parte, sin ser cumplidos por ios gobiernos
(1812) empezaba con una invocación a la Santísima Trini- que se comprometieron a ejecutarlos, como tratados inter-
dad, y la aprobada durante el Trienio (1820-1823) recono- nacionales que son, debidos a incomprensibles reticencias,
cía el catolicismo como única religión del Estado. Sin em- resabios y temores.
bargo, las posteriores eliminaron esta referencia, aunque
los moderados mantuvieron la unidad religiosa basada en
la religión católica, mientras que los progresistas de 1837 Católicos divididos
se limitaron a constatar que es «la que profesan los españo-
les». Aunque el Concordato de 1851 insistió en la confesio- En pleno siglo XIX:
nalidad del Estado, la Constitución de 1876 introdujo una — se dictaron las leyes desamortizadoras,
restringida declaración de tolerancia hacia los cultos no ca- — se produjo la Revolución de 1868,
tólicos. — y comenzó la Restauración.
La tradicional unidad religiosa española -el binomio Si al siglo xix se le conoce como el siglo del anticlerica-
Dios-Patria- ha colaborado muy posiblemente a que las lismo, no es menos cierto que lo fue del nacimiento de
también tradicionales formulaciones de confesionalidad muchas y variadas fundaciones religiosas centradas en la
contenidas en los textos fundamentales del Estado se vie- vida espiritual y proyectadas hacia la enseñanza y la asisten-
ran truncadas, en ocasiones, con el desarrollo legislativo cia social, cubriendo frentes que el Estado era incapaz de
posterior realizado por los sucesivos y diferentes gobiernos; afrontar con eficacia.
como igualmente ha hecho factible que se entendiera la El siglo xx comenzó para España en una situación dra-
laicidad como anticlericalismo, ya que el clericalismo, que mática debida:
no únicamente la confesionalidad, encontraba siempre su — al desastre colonial de 1898,
respuesta más allá de las meras formulaciones jurídicas. — a las inquietudes sociales,

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— al anticlericalismo agresivo y violento, rentemente eclesial; también contribuyó a ella el marco
— y al fracaso de la política de la Restauración. político del momento.
Todos estos elementos influyeron decisivamente en la
vida de la Iglesia. Pero la situación se agravó porque los ca-
tólicos andaban divididos desde las últimas décadas del si- Anticlericalismo
glo anterior en tres grandes grupos:
— por una parte estaban los adictos a la monarquía A lo largo de estos dos siglos, España ha conocido el an-
constitucional, llamados «alfonsinos» o «católico-liberales», ticlericalismo, como expresión doble de la oposición de
a quienes sus adversarios denominaban despectivamente amplios sectores sociales y políticos a la Iglesia y a sus insti-
«mestizos», porque -según ellos- habían pactado con los tuciones y del proceso de secularización que ha caracteri-
«hijos de Satán»; zado a las sociedades contemporáneas. Con rasgos pacífi-
— y, por otra, los carlistas, adictos al pretendiente don cos pocas veces, y con inusitada violencia casi siempre, el
Carlos, que nunca tuvo posibilidades efectivas de reinar, y anticlericalismo alcanzó por igual a los intelectuales y a las
de cuyo troncó se desgajaron; masas populares, cuya acción colectiva se manifestó, en
— los integnstas, combativos y polémicos, encabezados muchas ocasiones, con extrema virulencia y crueldad. El
por los Nocedal, padre e hijo, defensores de la más estricta anticlericalismo es característico de la época contemporá-
y contradictoria ortodoxia, pues, mientras se profesaban nea y se manifestó en España en los momentos de mayor
fieles a los principios católicos, despreciaban, ignoraban o avance de las fuerzas secularizadoras y cuando se replanteó
combatían el magisterio de los obispos, del nuncio e, in- la sustitución o revisión del sistema político, como en la
cluso, del mismo Papa cuando estos no seguían sus opcio- Revolución liberal, la Revolución de 1868, el revisionismo
nes políticas. León XIII y san Pío X trataron inútilmente subsiguiente al desastre del 98 y durante la Segunda Repú-
de zanjar estas divisiones intraeclesiales y de acabar con las blica. Era explicable en un país en el que la religión cató-
«estúpidas cuestiones» de los católicos españoles, según la lica era hegemónica y daba cohesión a la sociedad. Escon-
expresión de Menéndez Pelayo. día un trasfondo de hostilidad hacia el clero y la Iglesia,
Solo en pleno siglo xx, una figura central en la historia por su peso específico en la vida política de un país.
de España y quizá también del mundo hispánico, como fue El anticlericalismo nació en la forma que podríamos lla-
el cardenal Ángel Herrera Oria, intentó organizar política- mar contemporánea a mediados del siglo XVIII, el Siglo de
mente a los católicos a través de los Propagandistas, y, par- las Luces, con las objeciones de los ilustrados y la exten-
tiendo de posiciones antiliberales e incluso integristas en sión de la crítica anticlerical frente a los vicios de ciertos
sus orígenes, consiguió evolucionar hacia un espíritu de- sectores del clero. Algunos historiadores presentan el anti-
mocrático y colaborar con Franco para conseguir la lenta clericalismo como una contestación religiosa y, aunque se
evolución política que desembocó en la Transición. En trata de un tema que sigue provocando polémicas, se asiste
este sentido, los católicos más críticos del grupo de He- últimamente a un esfuerzo por estudiarlo con mayor sere-
rrera y los sectores más sensibles de la Jerarquía y de los nidad e imparcialidad. Pese a ello, existen todavía prejui-
movimientos de Acción Católica contribuyeron a preparar cios que las investigaciones más rigurosas no acaban de di-
el clima de apertura que cuajaría años más tarde. Curiosa- sipar. El primero y principal es el de considerar todas las
mente, la «peligrosidad social» de los movimientos apostó- manifestaciones más violentas y sangrientas del anticlerica-
licos fue percibida antes por el mundo político que por el lismo como justa reacción a las agresiones o provocaciones
eclesial. Por eso, la crisis de los movimientos de Acción Ca- clericales. La verdad es que esto nadie lo ha podido pro-
tólica y del apostolado seglar, en general, solo fue apa- bar, o mejor, se ha probado lo contrario: que general-

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mente fue siempre la Iglesia la víctima y no la causa desen- la Universidad y la Escuela hasta la incitación de las masas,
cadenante del fenómeno. No se puede, a estas alturas, se- responsables directas de revueltas callejeras, de saqueos,
guir afirmando que la matanza de frailes en 1834 fue la destrucciones, incendios y asesinatos a partir de 1931. Los
respuesta a la agresión carlista o al envenenamiento de las anticlericales de la calle y los del poder actuaron conjunta-
aguas de Madrid por los frailes y monjas, hecho histórica- mente, siendo la Iglesia el primer objetivo del ataque fron-
mente falso; lo mismo cabe decir de la persecución reli- tal de los políticos republicanos y de la parte del pueblo
giosa de 1936, que no fue desencadenada por la adhesión que les seguía.
de la Iglesia al Movimiento Militar -pues esta no se dio Esto explica que sus primeras acciones violentas fueran
hasta 1937, cuando ya habían sido asesinados más del 90% la quema de iglesias y conventos en mayo de 1931 y, desde
de los eclesiásticos-, sino que había comenzado, de hecho, el verano de 1936, el holocausto de miles de eclesiásticos y
en 1931 y se intensificó en 1934, durante la Revolución co- católicos militantes, víctimas del odio antirreligioso y de un
munista de Asturias. Los anticlericales fueron responsables anticlericalismo violentísimo jamás conocido en España y
directos de muchos crímenes que quedaron impunes. en otros países de tradición cristiana.
A principios del siglo xix, los clérigos fueron vistos Fue la persecución religiosa más implacable que regis-
como enemigos políticos en tiempos de la ocupación na- tra la historia de la humanidad, pues no solo fueron asesi-
poleónica, y durante el Trienio liberal tuvo gran éxito la sá- nadas las personas por motivos religiosos, sino también ce-
tira anticlerical -amparada en la orientación antirreligiosa rrados los templos, prohibidos y perseguidos el culto
del último año del Trienio-, que alcanzó mayor virulencia público y privado, profanados los cementerios, ultrajadas
en los años de la primera guerra carlista, pues tuvo una las tumbas y eliminados todos los símbolos cristianos. Pero
componente religiosa, y se manifestó abiertamente en la no todo acabó ahí, porque el anticlericalismo ha estado
política antirreligiosa de los gobiernos liberales y en los tu- presente también en la segunda mitad del siglo XX, pri-
multos contra los religiosos en diversos lugares. Estos he- mero, a través de la hostilidad de la Falange a la Iglesia,
chos volverían a repetirse treinta años más tarde con las más tarde, a causa del progresivo distanciamiento de la
medidas antieclesiásticas de las Juntas revolucionarias de Iglesia de Franco -promovido por los sectores guberna-
1868 y de la Primera República. El anticlericalismo rea- mentales más extremistas- y, por último, tras la llegada al
pareció tras la crisis de 1898, siendo las Ordenes religiosas poder del Gobierno de PSOE, que confundió la aconfesio-
el centro del huracán anticlerical y, de forma más con- nalidad y neutralidad del Estado con una beligerancia anti-
creta, los jesuítas. La política extremista de Canalejas llevó clerical y antirreligiosa; síntomas que comienzan a perci-
birse también en algunos sectores del Gobierno del PP y
el anticlericalismo desde el Parlamento hasta la calle, pa-
en algunos medios de comunicación afines a él.
sando por el anticlericalismo soez de periódicos y libelos.
La Semana Trágica de Barcelona y la «Ley del Candado»
fueron los dos momentos calientes del anticlericalismo de
aquellos años de crisis de la política restauracionista, que Secularización
culminaría con el triunfo republicano en 1931.
Los mismos partidos políticos e ideologías que habían La Segunda República nació con ideales limpios y gene-
socavado las bases de la Restauración fueron los que acaba- rosos de democracia y libertad, con deseos auténticos de
ron con la dictadura de Primo de Rivera, los que procla- resolver los graves desequilibrios socio-económicos, y tuvo
maron la Segunda República y los que consiguieron el logros muy positivos en su corta trayectoria. Pero esa
triunfo del laicismo y del secularismo porque actuaron con misma República comenzó a desacreditarse no solo en
inteligente coordinación de fuerzas desde el Parlamento, mayo de 1931, cuando dejó en la impunidad a los respon-

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sables de incendios de iglesias, sino a partir de octubre del arraigada en todas sus manifestaciones culturales y tan ne-
mismo año, cuando aprobó los artículos constitucionales cesaria para orientar la moral colectiva. Por eso, muchas
relativos a la religión y a la Iglesia, porque fueron un ata- de sus decisiones no encontraron el respaldo de la mayoría
que directo a los valores cristianos e hirieron las concien- del pueblo. Los políticos impusieron criterios que no en-
cias de la mayoría de los católicos. Después vino la Revolu- raizaban con la tradición española, hirieron las concien-
ción de 1934 - q u e fue contra la misma República- pero, cias, fomentaron la intolerancia y favorecieron extremis-
tras ella, «la izquierda española perdió hasta la sombra de mos e intransigencias de las izquierdas y de las derechas.
autoridad moral para condenar la rebelión de 1936», se- En realidad, la República intentó introducir una nueva
gún dijo Madariaga, porque fue un alzamiento imperdona- visión del hombre y de la historia no solo interpretativa,
ble; «un intento en regla de ejecución del plan comunista sino transformadora de la sociedad, objetivo que podía
de conquistar España», comentó Marañón. conseguirse solamente liberándolo de sus alienaciones, en
La masonería y los partidos políticos más exaltados, en primer lugar, de la alienación religiosa, de ese dios ilusorio
su afán por secularizar el Estado a marchas forzadas, come- que él se ha construido y le esclaviza. Se intentó, pues,
tieron el grave error de ignorar que era imposible en aque- crear un modelo nuevo de hombre como ser supremo y
llas circunstancias destruir la unidad de sentimientos que absoluto a través de formas secularizadas y radicalmente in-
España había logrado a lo largo de los siglos, gracias a la fe manentes. La tragedia de la República fue que no tuvo Es-
católica. En lugar de cuidar las raíces históricas para forta- paña la base sociológica que habría permitido formar un
lecer el cambio político y proyectar el futuro de la nación centro político con el ala más avanzada de la derecha y el
abriendo horizontes amplios de respeto, tolerancia, opti- ala moderada de la izquierda. Es decir, un partido demo-
mismo y esperanza, cayeron víctimas de un fanatismo e in- crático que hubiera empezado donde acababa el puro au-
transigencia sin precedentes y dejaron a España en manos toritarismo de la derecha y terminado donde empezaba el
de un Estado débil, que renegaba de su pasado y se embar- radicalismo de la izquierda. Pero así estaban las cosas.
caba en la aventura más arriesgada de su historia.
La Segunda República repitió muchos de los errores de
la Primera, basada en el chiste burdo y blasfemo y en la Martirio
burla antirreligiosa, fomentados por los anticlericales. No
en vano, Ortega y Gasset escribía: «¡No sirve la carátula de Las recientes beatificaciones de algunos mártires de la
la República del siglo xix; no nos sirve!». Desde los prime- persecución religiosa de 1934 y 1936-39 han resuelto un
ros meses de la República, el postulado secularizador fue problema fundamental de carácter teológico y se refiere al
fundamental para la definición política de un amplio sec- reconocimiento por parte de la Iglesia del «martirio» de al-
tor republicano y socialista. Dentro de los partidarios de gunas víctimas de aquella persecución. Con esta decisión
una política de secularización activa hubo un grupo pro- se ha puesto fin a la polémica pretextuosa, mantenida du-
clive y especialmente sensible a los dictados del anticlerica- rante años, sobre si hubo o no hubo mártires en la perse-
lismo radical; apoyados por un cierto grupo de parlamen- cución religiosa española. La Iglesia ha reconocido que los
tarios y por la actitud anticlerical de la prensa republicana, hubo porque murieron por Dios, por la fe cristiana, pres-
tuvieron manifestaciones especialmente significativas, algu- cindiendo de cualquier implicación política. Esta es la ver-
nos diarios y semanarios que mantuvieron esa postura anti- dadera acepción del martirio, que no debe confundirse
clerical radicalizada. con otra, más bien simbólica, que forma parte del lenguaje
La Segunda República quiso acabar a rajatabla con la común, en virtud de la cual se llama «mártir» a una per-
educación religiosa tradicional del pueblo español, tan sona que muere o padece mucho en defensa de otras creen-

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cias, ideales o causas. Es decir, por motivos de tipo social o lista a inmiscuirse en temas religiosos. Y, aunque el Estado
político, que nada tienen que ver con el religioso. defendió, protegió y privilegió a la Iglesia, esta empezó
Ambos conceptos no pueden ni deben compararse por- muy pronto a sentirse incómoda, a criticar y denunciar
que son substancialmente diferentes. Los primeros actúan errores y abusos, primero desde algunos movimientos de
movidos por un ideal trascendente y superior que afecta a apostolado seglar como la JOC y la HOAC, y después desde
la vida eterna en el cielo. El otro se refiere a la realidad in- los ámbitos de otras asociaciones confesionales e, incluso,
manente, a la simple existencia del hombre sobre la tierra. desde la misma Jerarquía. La Iglesia fue la voz crítica más
Estas diferencias son fundamentales para entender la acti- autorizada que tuvo el Estado dentro de España, aunque
tud de la Iglesia, que reconoce el heroísmo de sus mártires quizá actuó con excesiva prudencia y discreción. Esta fue
en la defensa de la mayor causa existente, que es la causa
la línea magisterial desde Goma, a partir de 1939, hasta Ta-
de Dios. Con ello se desmonta la sutilísima clasificación he-
rancón, en 1975. En los escritos pastorales de ambos carde-
cha por algunos de la palabra «mártir» para decir que, si
las beatificaciones son legítimas -aun cuando muchos tie- nales están documentadas algunas críticas al Régimen.
nen dudas acerca de la oportunidad de su ejercicio-, tam- Pero la férrea censura estatal impidió la difusión de algu-
bién fueron asesinados en la zona nacional algunos espa- nos de estos documentos.
ñoles por el delito de ser socialistas, comunistas o La situación religiosa cambió radicalmente a raíz del
simplemente republicanos. Concilio Vaticano II (1962-1965). La nueva forma de asu-
La Iglesia en España posee la gloria - a pesar de algunas mir las realidades temporales y de colocar a la Iglesia en el
de sus sombras- de haber sido mártir en pleno siglo xx; de sitio que le corresponde, consagrada exclusivamente a su
haber dado un testimonio de la fe desconocido en otras misión espiritual y desligada de cualquier vinculación con
comunidades cristianas, porque la persecución irracional el poder político, fue la gran tarea realizada en España por
afectó a curas, frailes, monjas, seminaristas, novicios y mu- la Jerarquía desde el final del Concilio. Con otras palabras,
chos seglares por la única razón de ser católicos. Es inútil el Vaticano II pretendía alejar a la Iglesia del poder polí-
tratar de ocultar otros asesinatos motivados en ambos ban- tico y hacerla más flexible y dialogante con la modernidad,
dos por odios políticos, rencores sociales y hasta por el so- representada por el progresismo cultural y el pensamiento
lapado saldo de deudas personales, a pretexto de que el político-filosófico más influyente.
acreedor era rojo o fascista. Lo que no puede negarse es Esto, que en otros países de tradición católica tenía me-
que varios miles de españoles murieron por motivos única nos interés, porque no existían grandes barreras políticas,
y exclusivamente religiosos. Las beatificaciones de los már- en España fue una cuestión grave, porque predominaban
tires de la fe cristiana son un acto de justicia histórica. tanto en el Episcopado como en amplios sectores del clero
y de los católicos más comprometidos ante los criterios de
la posguerra y el espíritu de la «gloriosa cruzada» frente al
Impacto del Vaticano II ateísmo de la «izquierda» perseguidora. Era una grave
cuestión porque la Iglesia y el Ejército eran las dos grandes
El final de la Guerra Civil supuso un deshielo de corta columnas que sostenían el complejo edificio del Régimen.
duración en las relaciones Iglesia-Estado, pues, durante la La Iglesia fue, pues, un poder efectivo y, aunque apare-
guerra, la tirantez había llegado a límites insospechados cieron obispos, sacerdotes y seglares defendiendo actitudes
por las reservas de la Santa Sede hacia el nuevo Estado. Por muy críticas respecto a determinados comportamientos,
parte vaticana, la prevención hacia los «nacionales» era hubo un compromiso general con el Estado por parte de
considerable sobre todo por la frecuente tendencia estata- la Institución eclesiástica; una conducta comprensible en
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los primeros años de la posguerra, pero mucho menos en có más a la base social y eclesial, aunque no de manera
las décadas posteriores. uniforme y unánime.
A lo largo de los primeros diez años posconciliares, la
Iglesia tuvo en España uno de los mayores cambios en su
La Iglesia, precursora de la Transición larga historia, superior, sin duda, al de las restantes Iglesias
europeas. O al menos más rápido: la transformación de las
Confrontada por el Vaticano II y en una difícil coyun- Iglesias centroeuropeas ocurrida en cincuenta años (1925-
tura socio-política nacional, la Iglesia en España se vio de- 1975), en España sucedió en diez (1965-1975).
safiada por la secularización. Su imagen pública presentó La Iglesia española fue considerada, después del Conci-
unos rasgos peculiares con una Jerarquía moderadamente lio una de las más activas de Europa. El camino que tuvo
abierta y un pueblo predominantemente entornado de que recorrer en poco tiempo se explica por diferentes cau-
cara a los cambios ineludibles. La Conferencia Episcopal sas:
Española, erigida en 1966, se convirtió muy pronto en el — su palpable vitalidad,
motor del cambio. Por circunstancias muy difíciles llega- — los cambios tan rápidos que se produjeron en la so-
ron a pasar algunos obispos y sacerdotes, mientras, desde ciedad española
Roma, Pablo VI impulsaba con discreción y moderación el — y el impulso conciliar.
proceso de renovación de la Iglesia en España. No fue un Todas ellas contribuyeron a situar a los obispos, a los
camino fácil porque no todos compartían la nueva orienta- sacerdotes y a los católicos como de repente dentro de una
ción conciliar. conciencia histórica más viva y dinámica, que genérica-
La lenta agonía de la política de Franco complicó ulte- mente es conocida con el nombre de «modernidad».
riormente la situación, ya que la actitud de la Iglesia fue En este libro hablo de ese cambio de nuestra Iglesia en
vista por unos como traición a quien no solo la había sal- su dimensión histórico-política. Pero es indudable que los
vado de la persecución, sino protegido y sostenido, y por movimientos que se han producido en el interior del Pue-
otros, como la institución de mayor credibilidad por sus va- blo de Dios se deben a la fe misma, impulsada y encauzada
lientes críticas, más fuertes que las de la misma oposición por el Vaticano II:
interna al sistema político vigente. — en el campo de la participación litúrgica,
Fueron años difíciles, en los que se dieron, por desgra- — en la corresponsabilidad de los presbíteros y laicos
cia, los dos extremos: — y en la catequesis, por citar los más importantes.
— clérigos y católicos que no aceptaban el magisterio Desde hace ya algunos años puede decirse que la comu-
conciliar y nidad católica de España está más volcada hacia el futuro
— otros que rebasaban con sus gestos e ideales cuanto que al recuerdo histórico. En las páginas de este libro verá
el Vaticano II había aprobado. el lector cómo se pasa del espíritu del Syllabus, del beato
Fue difícil mantener el equilibrio tan deseado por Pa- Pío IX, al de la declaración Dignitatis humanae, del Vaticano
blo VI y por muchos obispos. Estos, en el proceso de cam- II, sobre libertad religiosa. De aquel listado riguroso de
bio de la Iglesia en España, fueron acusados; principios, que expresaron el repudio de la sociedad «mo-
— de frenar, entre 1939 y 1975, el cambio eclesial y derna», sobre todo, los principios del «liberalismo» y del
— de mantener, entre 1939-1963, los ideales restaura- «racionalismo» -que medio siglo después encontrarían su
cionistas de la Iglesia en estrecho contacto con el Estado; prolongación en los documentos de san Pío X condenato-
— pero, desde 1963 hasta 1975, el Episcopado se acer- rios del modernismo- se pasa al espíritu postconciliar de

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tolerancia, respeto, diálogo y ecumenismo, promovidos trina y a su moral cuando levanta su voz contra desviacio-
por el beato Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II. nes, violaciones, excesos y corrupciones del poder público
El modelo de Iglesia que tienen delante la mayoría de y cuando denuncia el riesgo de absolutismo de los partidos
los sacerdotes y católicos es el trazado por los documentos políticos y la necesidad de actividades de la sociedad. La
conciliares y las enseñanzas posteriores de Pablo VI y de Iglesia sigue prestando un gran servicio a España en la cul-
Juan Pablo II, pero no faltan grupos importantes, inquie- tura y en la asistencia social, como siempre hizo a lo largo
tos e influyentes, de sacerdotes y laicos que consideran ya de su historia, favoreciendo a los más desasistidos. Aunque
superada la eclesiología del Vaticano II y que se organizan se intenta silenciarla, sigue hablando y el espíritu de su
para conseguir una Iglesia «progresista», comprometida doctrina bimilenaria no muere.
con los pobres, que se encuadra en los modelos de la Teo-
logía de la Liberación.
Nota bibliográfica general

La Iglesia en la España democrática Las investigaciones históricas sobre la Iglesia en la Es-


paña contemporánea han sido, a lo largo de las tres últi-
Desde finales de 1975, la Iglesia tuvo que relacionarse mas décadas, muy numerosas, aunque desiguales en
con un Estado aconfesional, que conocía el hecho reli- cuanto a método y contenidos. Lo documentan E. BERZAL
gioso, y colaborar intensamente en la tarea de pacificación DE LA ROSA, La historia de la Iglesia española contemporánea.
de los españoles y en la restauración democrática. Evolución historiográfica: Anthologica Annua 44 (1997) 633-
El artículo 16 de la Constitución de 1978 vela por el 674, y J. M. CUENCA TORIBIO, La historiografía eclesiástica espa-
respeto de la religión, dentro de la sección primera dedi- ñola contemporánea. Balance provisional a finales del siglo
cada a los derechos fundamentales y a las libertades públi- (1976-2000), en J. Andrés-Gallego (ed.), La Historia de la
cas. En el punto tercero del mismo artículo se dice que Iglesia en España y el Mundo Hispano (Murcia, UCAM-AE-
«los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias reli- DOS, 2001), 263-316. También lo indiqué en mis artículos:
giosas de la sociedad española y mantendrán las consi- Una fuente para la historia de España y de Hispanoamérica: el
guientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y Archivo de la Nunciatura de Madrid: Hispania 52 (1992) 585-
las demás confesiones». De este modo, la Constitución vi- 608; La Iglesia en España e Hispanoamérica. Recientes investiga-
gente regula la libertad religiosa no solo desde una pers- ciones en el Archivo Secreto Vaticano sobre la época contemporá-
pectiva individual, sino que también la contempla desde nea: Anales Valentinos 18 (1992) 27-53, y El Archivo de la
una dimensión social. La Iglesia católica ha sido una de las Nunciatura de Madrid. 25 años de investigaciones sobre la Iglesia
instituciones que, con mayor empeño, ha posibilitado en en España: Hispania Sacra 45 (1993) 367-384.
España: En este libro, al final de cada capítulo cito las obras que
— la instauración de la democracia, considero esenciales sobre los temas tratados. Pero existen
— el mantenimiento del pluralismo político de forma amplias síntesis sobre los siglos xix-xx, como el volumen V
pacífica de la Historia de la Iglesia en España, dirigida por R. García-
— y ha promovido la integración de todos los españo- Villoslada, titulado La Iglesia en la España contemporánea
les, (1808-1975) (Madrid, BAC, 1979), y las más recientes de J.
— archivando violencias, resentimientos, querellas y ANDRÉS-GALLEGO Y A. M. PAZOS, La Iglesia en la España con-
añoranzas. temporánea (Madrid, Encuentro, 1999), en dos tomos, que
En los albores del siglo xxi, la Iglesia sigue fiel a su doc- abarca desde 1800 a 1999; y Q. ALDEA - E. CÁRDENAS, Ma-

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nual de Historia de la Iglesia. La Iglesia del siglo XX en España, Capítulo I
Portugal y América Latina (Barcelona, Herder, 1987). FINAL DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1802-1846)
La edición española de la Historia de la Iglesia. De los orí-
genes a nuestros días, de Fliche-Martin, dirigida por J. Ma Ja-
vierre y publicada por Edicep, en Valencia, dedica mucha
atención a la Iglesia en España durante nuestros dos siglos.
También se ocupa de la Iglesia con amplitud, profundidad
y muy buen criterio la Historia General de España y América,
publicada por Ediciones Rialp. En el tomo XVI-1, dedicado
a la Revolución y restauración (1868-1931), Madrid 1982, pp.
677-755, con un texto de J. ANDRÉS-GALLEGO y en el tomo Ideas fundamentales
XVII, La Segunda República y la Guerra (Madrid 1986), pp.
175-205, con la colaboración de M. BATLLORI y V. M. ARBE- — La crisis del Antiguo Régimen comenzó a principios del si-
LOA. glo XIX.
J. M. GARCÍA ESCUDERO, en los cuatro volúmenes de su — Ala guerra de la Independencia se le dio sentido religioso y
Historia política de las dos Españas (Madrid, Ed. Nacional, contenido teológico y el clero participó activamente en el levanta-
1976), afronta los temas político-religiosos con sano juicio. miento contra los invasores franceses.
El mismo autor ofrece una amplia síntesis actualizada en — El estallido bélico de 1808 tuvo una dimensión acusada-
su monografía sobre Los cristianos, la Iglesia y la política. II. mente social, pues fueron el pueblo y los débiles quienes se subleva-
España y América. Desde la Monarquía Católica a la teología de ron contra el invasor.
la liberación (Madrid, Fundación Universitaria San Pablo - — Durante algunos años, la Iglesia estuvo sometida al domi-
CEU, 1993). Algunos historiadores extranjeros han inten- nio afrancesado, pues Napoleón se convirtió en legislador de asun-
tado sintetizar nuestra reciente historia eclesiástica, con tos eclesiásticos a través de la política religiosa regalista de su her-
juicios e interpretaciones que no siempre comparto. Así, mano, el rey José.
S. G. PAYNE, El catolicismo español (Barcelona, Planeta, — Las reformas políticas y eclesiásticas de los afrancesados
1984), y F. LANNON, Privilegio, persecución y profecía. La Iglesia fueron un anticipo de las que harían los liberales españoles más
Católica en España 1875-1975 (Madrid, Alianza, 1990). adelante.
La obra de E. LA PARRA LÓPEZ Y M. SUÁREZ CORTINA — Las Cortes de Cádiz, abiertamente confesionales, intenta-
(eds.), El anticlericalismo español contemporáneo (Madrid, Bi- ron atraerse a la Iglesia a su causa, para acabar chocando con
blioteca Nueva, 1998), reúne colaboraciones que cubren ella, pues la Religión nunca se alió con la Constitución.
desde las primeras manifestaciones del anticlericalismo — En las Cortes de Cádiz (1812) se manifestaron anhelos de
ilustrado del siglo XVIII hasta las relaciones de la Iglesia con reforma eclesiástica, pero, tras la primera restauración religiosa
el Gobierno PSOE. Ofrece una mirada comprensiva y crí- (1814-1820), se volvió a la alianza Trono-Altar.
tica, a veces muy discutible, hacia un fenómeno fundamen- — Durante el Trienio (1820-1823), los liberales quisieron que
tal en la historia de España, con bibliografía selecta. la Iglesia se asociase a las manifestaciones populares de júbilo y
que difundiese y explicase la Constitución a los fieles.
— Pero se vivieron graves momentos de tensión entre la Iglesia
y el Estado provocados por una política anticlerical cada vez más
radicalizada.
— El periodismo satírico se ensañó especialmente con la Igle-

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sia, a la que se juzgaba -no siempre con razón- defensora del An- No faltaron tensiones a lo largo de estos tres siglos,
tiguo Régimen. pero todo quedó resuelto pacíficamente mediante nego-
— El fallecimiento de Fernando VII (1833) marcó el final de ciaciones con Roma que tuvieron características diversas:
una época para la Iglesia y para la sociedad civil. concordatos, acuerdos suplementarios, bulas, etc.
— A su vez, el reinado de Isabel II permitió la consolidación Tres concordatos del siglo XVIII -1717, 1737 y 1753- re-
del sistema político liberal, tras dos intentos fallidos, y acabó defi- gularon las relaciones y, a pesar del profundo espíritu rega-
nitivamente con el absolutismo despótico del régimen anterior. lista de los monarcas, la Iglesia supo mantener una inde-
— Pero el primer decenio del reinado de Isabel II coincidió con pendencia en lo esencial, ya que los obispos consiguieron
el período más triste de la Iglesia española contemporánea. hacer compatibles la fidelidad al Papa con la adhesión al
— Mendizábal fue el principal artífice de la llamada desamor- monarca español.
tización eclesiástica. Sin embargo, en las primeras décadas del siglo XIX co-
— Esta consistió en la supresión por decreto de las Ordenes re- menzó a resquebrajarse este equilibrio, debido a que las
ligiosas y la apropiación forzosa de sus bienes por parte del Estado. experiencias liberales de los años 1810-1814 y 1820-1823
— La desamortización de Mendizábal tuvo mucha carga ideo- obligaron a los obispos a colaborar con el nuevo sistema
lógica y provocó enormes destrozos al patrimonio histórico, artístico político, que seguía siendo liberal, aunque reformista y se-
y documental. cularizador en el sentido amplio del término o a plantear-
— Calatrava culminó la obra de Mendizábal, extinguiendo en se la necesidad de independencia total del poder civil, que
España y sus dominios todas las Ordenes religiosas que aún sobre- era regalista, y buscar una mayor vinculación con Roma
vivían, a excepción de los colegios de misioneros para Filipinas. para reforzar su actitud frente a gobiernos hostiles a la
— La exclaustración fue una de las consecuencias más tristes Iglesia. En esta tesitura, la Iglesia comenzó a inclinarse de-
y conflictivas procedentes de la llamada desamortización de Men- cididamente por la segunda opción, pues era la única que
dizábal. le garantizaba autonomía a nivel nacional y mayor eficacia
— La revolución liberal, pese a sus frecuentes brotes de anticle- para realizar su acción pastoral.
ricalismo, influyó menos en el comportamiento religioso de los es- Pero esta actitud tuvo sus efectos negativos, ya que el Es-
pañoles que en otros países. tado liberal siguió protegiendo a la religión católica a lo
— Las formas tradicionales de piedad fueron sustanáalmente largo del siglo no solo con un reconocimiento y ayuda ex-
mantenidas. clusivos, sino también dando una protección legal y guber-
— Prevalecieron las manifestaciones al aire libre, tanto en la namental a la fe católica que, salvo el breve período de la
ciudad como en el campo, como uno de los elementos más expresi- Segunda República, llegó hasta la Constitución de 1978.
vos de la religiosidad popular. Durante las Cortes de Cádiz (1812) y más tarde, du-
rante el Trienio Liberal (1820-23) se plantearon nuevas
formas de relación Iglesia-Estado, que no consiguieron
Introducción consolidarse debido a que las respectivas restauraciones
trataron de volver a la situación precedente. En este pro-
Desde el siglo xvi, la Iglesia supo convivir en España ceso restaurador, los eclesiásticos fueron decisivos, aunque
con las diversas formas políticas nacionales a través de las hubo elementos favorables a reformas e innovaciones que
cuales fue evolucionando hasta comienzos del siglo XIX. A no pudieron triunfar en sus intentos porque unos eran
la colaboración y compromiso con el Estado correspondió, afrancesados y su descrédito les hizo odiosos a la masa po-
por parte de este, una concesión de privilegios y una auto- pular y otros, más liberales, fueron perseguidos por sus
rización para influir en el ordenamiento jurídico estatal. ideas. En realidad, el clero -tanto secular, en parte realista,

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como regular, masivamente antiliberal- vio en el regreso Revoluciones y restauraciones
de Fernando VII la garantía máxima del retorno a las viejas
estructuras, pues los franceses habían extinguido los mona- Aunque el factor religioso no fue el único que impulsó
cales. a los españoles al levantamiento contra los franceses, ni fue
En su primer decenio, el reinado de Isabel II coincidió sentido por todos de la misma manera, sin embargo a la
con el período más triste de la Iglesia española decimonó- guerra de la Independencia (1808) se le dio sentido reli-
nica. Momentos de tensión eclesial se habían vivido ya en gioso y contenido teológico, como muy bien explica Ma-
el primer tercio del siglo, a raíz de las Cortes de Cádiz y du- nuel Revuelta, porque se trató de una guerra eminente-
rante el Trienio constitucional, pero el fallecimiento de mente popular. El pueblo hizo y ganó la guerra contra los
Fernando VII (1833) marcó el final de una época para la invasores luchando por amor a la religión, al rey y a la pa-
Iglesia y para la sociedad civil. A su vez, el reinado de Isa- tria. El clero participó activamente en la guerra de la Inde-
bel II permitió la consolidación del sistema político liberal, pendencia, promoviendo iniciativas diversas, como hizo el
tras dos intentos fallidos, y acabó definitivamente con el sacerdote de Zaragoza, Santiago Sas, con los Escopeteros
absolutismo despótico del régimen anterior. Voluntarios de San Pablo. En esta ciudad, cuyos sitios se hi-
La Iglesia vivió la tragedia del cambio radical que expe- cieron famosos, se vio el carácter de guerra total en la que
rimentó la sociedad española y de la legislación sectaria, participaron militares y paisanos, hombres, mujeres y ni-
que acabó en pocos años con estructuras ancestrales, su- ños, casa por casa, patio por patio. Otro ejemplo típico de
frió una persecución sin precedentes y tuvo que afrontar formación espontánea de guerrillas armadas contra el in-
con vigor, constancia y esfuerzo una inmensa tarea de res- vasor fue el del cura Jerónimo Merino, párroco de Villo-
tauración religiosa, moral y cultural, favorecida por la polí- viado, que estaba celebrando misa cuando los franceses pe-
tica moderada de los liberales, que gobernaron el país du- netraron en la iglesia y le obligaron a cargar con los
rante la segunda parte del reinado isabelino. instrumentos musicales de su regimiento. Merino huyó
El apoyo incondicional de la Santa Sede fue decisivo. A como pudo, recogió de su casa parroquial un viejo trabuco
Gregorio XVI (1831-46), el pontífice de la ruptura y de la y se lanzó al campo, acompañado por trescientos mozos de
los pueblos, que le siguieron igualmente armados para la
firmeza frente a los liberales exaltados de los años 30 y 40,
lucha.
le sucedió Pío IX (1846-78), el papa condescendiente,
abierto y tolerante en sus primeros años, que facilitó el en- Cuando la Corona española fue cedida por los reyes en
tendimiento con la Monarquía isabelina, consolidó la inte- favor de Napoleón, este se convirtió en el verdadero dueño
ligencia entre la Iglesia y el Estado con un importante de la situación e impuso una política eclesiástica inspirada
concordato y promovió la regeneración de la sociedad y de en tendencias regalistas, conciliaristas y episcopalianas, ali-
la Iglesia con una serie de iniciativas que en España serían mentadas en fuentes galicanas y jansenistas. En síntesis,
realidad por vez primera. puede afirmarse que la legislación eclesiástica afrancesada
Este período complejo y agitado estuvo salpicado por intentó:
mil incidentes intra y extraeclesiales. Treinta y cinco años — la captación religiosa del clero y de los fieles,
de tensiones y adhesiones, de conflictos y concordias, de — la reducción del personal eclesiástico,
rupturas y colaboraciones. El liberalismo inmaduro y ro- — la supresión de los regulares,
mántico encontró una Iglesia anticuada e impreparada. — la incautación y desamortización de los bienes ecle-
Con el pasar de los años, el liberalismo quedó trasnochado siásticos,
y la Iglesia, en primera línea ante las nuevas exigencias de — el apoyo al clero parroquial y
nuestra sociedad decimonónica. — la usurpación de la jurisdicción eclesiástica.

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Napoleón se consideró dueño de los destinos de Es- ya que, si bien en lo político fueron más revolucionarios
paña a través de su hermano José, hombre culto e inteli- que los franceses, en lo eclesiástico se mostraron mucho
gente, que comprendió los problemas de España mejor más moderados y conservadores. Las Cortes gaditanas se
que el emperador, del cual hubiera querido independi- atribuyeron desde el primer día la soberanía popular por
zarse, pero no le fue posible: iniciativa del canónigo Diego Muñoz Torrero -rector de la
— por el control que sobre él ejercieron los ejércitos universidad de Salamanca, filojansenistas, y hombre clave
napoleónicos, de aquellas Cortes-, pero en ellas prevaleció el espíritu re-
— por la cerrada hostilidad de los españoles, que galista español típico del despotismo ilustrado, heredado
nunca le quisieron, y del siglo XVIII, caracterizado por la costumbre de intervenir
— porque la resistencia española siguió hasta su victoria directamente desde el Estado en asuntos de estricta com-
final. petencia eclesiástica, tratando de limitar e, incluso, supri-
La insurrección popular contra Napoleón -que se pro- mir antiguos privilegios clericales.
dujo simultáneamente en todo el territorio español y cuya Por ello, las Cortes se sintieron autorizadas a disponer
fecha simbólica fue el 2 de mayo de 1808- no se limitó a la de todo lo eclesiástico, tanto de los bienes como de la cola-
guerra de la Independencia, fue también un rechazo de ción de beneficios, llegando incluso a legislar sobre proce-
los abusos del Antiguo Régimen, que alcanzaron su mo- siones, rogativas, reforma de regulares y organización de la
mento culminante durante el reinado de Carlos IV y de su geografía eclesiástica. Y todo ello para frenar la autonomía
ministro y valido Manuel Godoy, una de las personalidades de la jurisdicción pontificia frente al poder real, ya que la
más discutidas de la fase inicial de la crisis del Antiguo Ré- autoridad eclesiástica era para aquellos liberales u n impe-
gimen en España. Sus manejos cortesanos contribuyeron a dimento para conseguir con pleno éxito el vasto programa
la impopularidad del viejo rey Carlos IV. Goya supo captar de reformas que se habían planteado.
en sus geniales cuadros tanto el carácter terrorífico que al- Los puntos fundamentales fueron los siguientes:
canzó el conflicto como los episodios más dramáticos, por — el reconocimiento incuestionable de la religión cató-
ejemplo, los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña lica,
del Príncipe Pío y la brutal represión del pueblo madri- — la exigencia del apoyo moral y material de la Iglesia,
leño en la Puerta del Sol y en la calle de la Montera. Las — la supresión del Santo Oficio,
atrocidades y desastres eran de esperar en una guerra, que — el restablecimiento y reforma de conventos,
no fue un conflicto entre ejércitos armados, sino una lucha — una tímida desamortización eclesiástica y
con la participación de todo el pueblo. La invasión fran- — los planes irrealizados para un concilio nacional.
cesa no hizo sino acrecer la devoción popular hacia Fer- El obispo de Orense, Pedro Quevedo y Quintano, presi-
nando VII, proclamado rey de España en 1808. Pero muy dente de la Regencia, se negó a jurar sin previas explicacio-
pronto comenzarían los desengaños. nes el principio de soberanía nacional proclamado por las
La soberanía popular manifestó deseos de reforma y en Cortes. Por ello fue destituido y, más tarde, desterrado a
las Cortes de Cádiz (1812) se intentó acabar con unas es- Portugal. Protector de clérigos franceses huidos de la Revo-
tructuras socio-políticas y económicas caducas, que afecta- lución, sería también el primer clérigo exiliado en la histo-
ron también a la Iglesia, pues en amplios sectores de ella ria de la revolución liberal española. También se opuso en
había anhelos de reforma. Esta contó con el apoyo de par- las Cortes gaditanas a las reformas liberales el obispo de
lamentarios de extracción burguesa, movidos por unos de- Oviedo, Pedro de Inguanzo y Rivero, que sería más tarde
seos muy vagos de reforma, que no era una mera repeti- cardenal arzobispo de Toledo; este fue uno de los diputa-
ción de cuanto había ocurrido en Francia unos años antes, dos más destacados, de carácter conservador y moderado.
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Sin embargo, Juan Nicasio Gallego, escritor prerromán- La restauración religiosa pudo llevarse a cabo porque
tico, fue uno de los diputados más fogosos en la defensa fue decretada desde el Trono. En este contexto tuvo gran
del principio de soberanía nacional. Fray Rafael de Vélez y significación el restablecimiento de la Compañía de Jesús,
el padre Francisco Alvarado fueron de los pocos escritores decidido personalmente por Fernando VII, a quien los je-
de su tiempo que defendieron las doctrinas tradicionales. suítas veneraron desde entonces como un segundo padre.
Ambos se opusieron a las ideas del liberalismo consagradas También fue restaurada la Inquisición y quedaron suprimi-
en las Cortes de Cádiz. das todas las innovaciones introducidas por las Cortes gadi-
Las reformas de las Cortes gaditanas también encontra- tanas.
ron la oposición decidida del nuncio Gravina, que fue el La Iglesia, por su parte, colaboró activamente en el res-
principal protagonista de la resistencia contra la abolición tablecimiento de la unión de los ánimos, la moralidad y
de la Inquisición. Aunque el anticlerical Goya exageró el la beneficencia y tuvo una participación activa en las car-
carácter tenebroso de la Inquisición, esta había quedado gas de la Hacienda pública debido al interés primordial
minada por las ideas enciclopedistas y fue prácticamente del Estado absolutista en torno a los asuntos económicos.
inofensiva e inoperante en sus últimos años. Pocos fueron Es decir, que la alianza Altar-Trono no se limitó a una sim-
los que protestaron por la supresión del histórico tribunal, ple colaboración ideológica y moral, pues tuvo como con-
cuyos archivos fueron en gran parte destruidos por las tur-
trapartida un sacrificio material considerable, que el clero
bas. También fueron contestadas duramente las normas so-
pagó, aunque no siempre a gusto, ya que hubo fuertes re-
bre los religiosos, pues la política de las Cortes suscitó la di-
sistencias de los estamentos más privilegiados. En defini-
visión interna de muchos de ellos y planteó un problema
tiva, y como ha dicho Revuelta, «el soporte ideológico del
en torno a la licitud de muchas secularizaciones despacha-
das con ligereza. Todo esto provocó la formación en 1814 absolutismo quedó, pues, firmemente asentado antes del
de un frente común de las órdenes religiosas en contra de retorno del rey, debido especialmente a la decidida aporta-
los liberales no solo por motivos doctrinales, sino persona- ción de los eclesiásticos, que supieron apuntalar la reac-
les, pues temían la exclaustración. ción política con el alarmante pretexto de la pureza de la
religión amenazada, que encontraba fácil acogida en la
Frente a las iniciativas citadas surgió una primera reac- masa popular».
ción ideológica contra el liberalismo, que se reforzó du-
rante la primera restauración religiosa del llamado «sexe- En 1820, la situación política cambió de nuevo radical-
nio absolutista» (1814-1820), cuando el rey Fernando VII mente, pues parecía que en España quería introducirse el
pudo regresar a España, y se consolidó la alianza del Trono sistema constitucional, como continuación del camino ini-
y el Altar para hacer frente a la desolada situación del país, ciado en las Cortes de Cádiz. Fue Fernando VII quien dio
tanto en el aspecto político como en el religioso. Fernando este paso y con él derribó por completo la antigua má-
VII, que había recibido de la Constitución de 1812 el po- quina del Estado, mientras la Iglesia comenzaba un nuevo
der ejecutivo, pero restringido en gran parte por las Cor- período de reorganización inspirado por las nuevas ideas
tes, al ver la calurosa acogida que la hicieron los españoles reformistas que se fueron imponiendo a nivel nacional,
en 1814, decidió derogar la mencionada Constitución y que tuvieron un poderoso contenido doctrinal. En un pri-
arrogarse la plena soberanía nacional. Un gesto impor- mer momento, la Iglesia no demostró excesiva preocupa-
tante y significativo sancionó esta decisión: el cardenal Bor- ción por el cambio político. El nuncio Giustiniani exhortó
bón, presidente de la Regencia, al besar la mano al rey en a la obediencia al nuevo gobierno, la jura de la Constitu-
los llanos de Puzol (Valencia), reconoció implícitamente la ción se hizo sin grandes incidentes en todas las iglesias del
soberanía anterior y superior a la de las Cortes gaditanas. reino y no faltaron sermones y pastorales de obispos que lo
justificaron. Pero muy pronto las primeras Cortes del Trie-
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nio liberal (1820-1823) adoptaron una serie de reformas y de la historia civil española llamada de las regencias, por-
planes eclesiásticos, que produjeron gran impacto entre el que el destino político del país dependió, primero, de la
clero y un gran fermento religioso pues fueron muchos los reina regente María Cristina de Borbón, madre de Isabel II
que se opusieron abiertamente a ellas. Comenzó a desarro- y cuarta esposa de Fernando VII, y, después, del general Es-
llarse en aquellos años un anticlericalismo, latente en am- partero (1840-1843).
plios sectores populares, alimentado por las medidas gu- Gregorio XVI conocía muy bien los problemas político-
bernativas contra la Iglesia, en general, y contra los religiosos de España, tanto de la península como de las co-
religiosos, en particular. Algunos obispos sufrieron los rigo- lonias y territorios de ultramar porque sus predecesores le
res de la persecución y del destierro y otros vieron limita- confiaron el estudio de cuestiones relacionadas con la
das sus legítimas jurisdicciones debido a las intromisiones emancipación de los nacientes Estados centro y surameri-
indebidas del Gobierno en asuntos estrictamente eclesiásti- canos. Él presidió la comisión vaticana encargada de exa-
cos. minar los nombramientos de obispos autóctonos, que Fer-
Todo esto, unido a fuertes tensiones políticas, provocó nando VII nunca quiso reconocer, porque violaban
la reacción absolutista de 1823 y la segunda restauración abiertamente el patronato plurisecular ejercido por los
religiosa, caracterizadas ambas por el absolutismo regio y monarcas españoles, y fue siempre favorable a la organiza-
las actividades y aspiraciones intensas de los reaccionarios ción de la jerarquía eclesiástica en Hispanoamérica con
para restablecer el orden anterior. Quedó frustrado el de- sacerdotes nativos competentes, prescindiendo por com-
seo de restablecer la Inquisición, pero en su lugar fueron pleto de la intervención de la Corona española. Si el rey de
creadas las Juntas de Fe. Aunque el anticlerical Goya exa- España no era capaz de nombrar un alcalde o un goberna-
geró el carácter tenebroso de la Inquisición, esta había dor en aquellos territorios, ¿cómo podía pretender nom-
quedado minada por las ideas enciclopedistas y fue prácti- brar obispos? Fue este el primer golpe que la Santa Sede
camente inofensiva e inoperante en sus últimos años. Si asestó a la política exterior española, porque el reconoci-
bien se cobró todavía una víctima en Valencia, que fue Ca- miento de obispos americanos no presentados por el rey
yetano Ripoll, maestro de escuela, ejecutado en 1826 por- de España supuso aceptar, de hecho, la independencia de-
que negaba las verdades fundamentales del cristianismo. clarada unilateralmente por cada uno de los Estados his-
Por ello es considerado como la última víctima de la Inqui- panoamericanos desde comienzos del siglo xix.
sición española. La última crisis política del reinado de Fernando VII
Durante aquellos años comenzó el lento ocaso del pa- fue provocada por la Pragmática Sanción de 1830, que de-
tronato regio sobre las Iglesias de América, que empezaron rogaba la ley sálica en virtud de la cual no podían las muje-
a independizarse de la Corona española. La grave crisis so- res acceder al trono de España. Los sucesos de La Granja y
cio-política se manifestó también en la decadencia de la la enfermedad del rey en 1832 agravaron una situación po-
cultura religiosa y en la debilidad del pensamiento cató- líticamente insostenible y permitieron el regreso al país de
lico. los liberales, perseguidos y exiliados desde 1824.
Fallecido Fernando VII el 29 de septiembre de 1833, su
hija Isabel II, que apenas contaba tres años de edad, fue
La Iglesia ante el final del Antiguo Régimen proclamada reina, y su madre, María Cristina, fue recono-
cida como gobernadora o regente, mientras el poder polí-
El pontificado de Gregorio XVI, elegido papa en 1831, tico pasó a manos de liberales cada vez más exaltados, fau-
coincidió con la última crisis política del reinado de Fer- tores de una serie de reformas sociales y económicas que
nando VII y con la infancia de Isabel II en el largo decenio pusieron fin al llamado Antiguo Régimen y sentaron las ba-

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ses para el desarrollo del constitucionalismo en España y nástica que para las ambiciones, intrigas y ambigüedades
su lento ingreso en una sociedad en vías de industrializa- de una corte.
ción. Cuando falleció Fernando VII había en Madrid dos
Las estructuras eclesiásticas fueron las que, de forma nuncios apostólicos, uno saliente y otro entrante. El nun-
más directa e inmediata, acusaron las consecuencias del cio saliente era el cardenal Tiberi, que había concluido
nuevo rumbo que los liberales imprimieron al país. Ya an- prácticamente su misión y se disponía a regresar a Roma,
tes de fallecer Fernando VII existía un fundado temor de aunque esperaba la llegada de su sucesor, el joven arzo-
ruptura de las cordiales relaciones que la Monarquía espa- bispo Luigi Amat, cuyo viaje a Madrid estaba previsto para
ñola y la Corte pontificia habían mantenido durante épo- finales de septiembre de 1833. Apenas llegó a la capital de
cas anteriores y, en concreto, desde la restauración fernan- España, Amat entregó sus credenciales al Gobierno para
dina de 1824. El papa había mantenido una actitud de que, según la costumbre, examinara su contenido y las fa-
reserva absoluta ante el nuevo orden de sucesión dinástica cultades espirituales que el papa le había dado. Pero Amat
establecido por Fernando VII en los días de su enferme- nunca consiguió entrar en el pleno ejercicio de sus funcio-
dad. Influyeron en la conducta del pontífice la confusa si- nes de nuncio porque el Gobierno no le restituyó las cre-
tuación española y la reacción inmediata de las tres gran- denciales con el placet y, lógicamente, no le admitió como
des potencias europeas del norte -Austria, Rusia y Prusia- representante diplomático de una potencia extranjera cual
enemigas de Francia e Inglaterra. Estas dos se declararon era la Santa Sede, que no reconocía a la nueva reina de Es-
abiertamente favorables al régimen liberal instaurado al fa- paña.
llecer Fernando VII y reconocieron sin titubeos a Isabel II Trató entonces Gregorio XVI de distinguir la doble mi-
como reina legítima de España. sión de su representante en Madrid, diplomática y espiri-
tual, y, visto que el Gobierno no reconocía la primera, in-
Gregorio XVI nunca dio este paso, si bien pidió que las
tentó que ejerciera la segunda. Pero tampoco esta fórmula
relaciones diplomáticas existentes permaneciesen inmuta-
fue aceptada por las autoridades españolas y, por ello, tras
bles. Nutría el papa cierta simpatía hacia la figura emble- dos años de negociaciones inútiles, Amat regresó a Italia
mática y atrayente de don Carlos Isidro María de Borbón, en el verano de 1835, sin haber conseguido el reconoci-
hermano de Fernando VII, pretendiente legítimo al trono miento ni siquiera oficioso. Su predecesor Tiberi había sa-
y heredero natural del mismo, si Fernando VII no hubiese lido de Madrid en la primavera del año anterior.
alterado, en los últimos días de su existencia, la ley de suce- Gregorio XVI decidió romper las relaciones diplomáti-
sión que había establecido el primero de los Borbones a cas en octubre de 1836 y justificó esta decisión unilateral
principios del siglo xvili. por el caos general reinante en España, que los gobiernos
Don Carlos no era un príncipe ambicioso ni defendía liberales no habían conseguido contener y, sobre todo, por
intereses personales, pero el prestigio de su familia y la caó- la promulgación de la Constitución aprobada en las Cortes
tica situación del país, mientras su hermano agonizaba, le gaditanas de 1812. Pero existía, además, una razón oculta
obligaron a intervenir con las armas frente a la legitimidad de tipo político, que no se dijo al comunicar la ruptura di-
representada por su sobrina Isabel II, en la que se ampara- plomática: una eventual victoria militar de los carlistas era
ban liberales y exaltados de todas las extracciones. La pre- en aquellos momentos probable, o así le pareció a la corte
sión de las potencias del norte, por una parte, y el desarro- pontificia, porque sus representantes en París y Viena y los
llo de la guerra, desencadenada por don Carlos durante informes de los embajadores europeos hostiles a Isabel II
siete años, influyeron decisivamente en el ánimo de un hicieron creer al papa que el triunfo de don Carlos era in-
pontífice que había nacido más para la recoleta vida mo- minente. Influyó también en esta tajante determinación la

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intransigencia del cardenal secretario de Estado, Lambrus- tica de quienes desconfiaban de los nuevos rumbos que iba
chini, enemigo acérrimo de regímenes e ideologías libera- tomando el país, y en particular del clero, aferrado a las
les. tradiciones y privilegios que el Antiguo Régimen le había
Pese a la ruptura oficial de relaciones, la Santa Sede to- asegurado durante siglos.
leró la presencia en Roma de un encargado de negocios La fidelidad política de los eclesiásticos al nuevo régi-
para que tutelara los intereses españoles, el palacio y el ar- men fue uno de los primeros problemas que los gobiernos
chivo de la embajada. En la misma situación se encontró de la regencia Cristina tuvieron que afrontar. En este sen-
en Madrid el vicegerente de la nunciatura hasta que, en tido hay que leer una real orden de principios de 1834, en
1840, fue expulsado de España, aunque dicho vicegerente, la que el gobierno presidido por el romántico Martínez de
que no era encargado de negocios, se limitó a tramitar la Rosa -escritor de escaso ingenio y político de segunda
asuntos urgentes, relacionados con el tribunal de la Rota. fila- invitaba a obispos y superiores religiosos a vigilar para
Desde esa fecha hasta 1847, cuando llegó el nuevo dele- que el clero «no extravíe la opinión de los fieles, ni se
gado apostólico, Brunelli, las relaciones entre las Cortes de enerve la obediencia y sumisión al legítimo gobierno de Su
Madrid y Roma quedaron totalmente cortadas. Majestad».
Siguiendo cronológicamente la farragosa y reiterativa
legislación civil de aquellos años se descubre, por una
Política anticlerical de los gobiernos liberales parte, un sincero deseo de reforma de las instituciones
eclesiásticas, promovida incluso por obispos y clérigos adic-
Fallecido Fernando VII, su viuda, la reina gobernadora, tos al nuevo régimen, pero se entrevé también un anticleri-
firmó un manifiesto inspirado por los liberales, en el cual calismo cada vez más prepotente. Una Junta encargada de
se declaraba que «la religión y la monarquía, primeros ele- estudiar la reforma de la Iglesia redactó un dictamen que
mentos de vida para España, serán respetadas, protegidas y la Santa Sede nunca aprobó, porque no había sido consul-
mantenidas en todo su vigor y pureza». tada previamente sobre su oportunidad.
¿Por qué políticos anticlericales lanzaron esta afirma- En 1835 comenzó, con el conde de Toreno, la serie de
ción tan explícita de confesionalidad? La respuesta es sen- gobiernos abiertamente revolucionarios y anticlericales. La
cilla si se examina el conjunto de la situación general del legislación introducida en el trienio 1835-1837 no tenía
país. Sabía muy bien el Gobierno, presidido entonces por precedentes en España:
el moderado Cea Bermúdez, que un buen sector de la po- — supresión de las llamadas Juntas de Fe,
blación y gran número de clérigos no aceptarían las refor- — de los jesuítas,
mas políticas que lentamente, según un plan cuidadosa- — de monasterios y conventos,
mente estudiado, se irían introduciendo hasta conseguir — exilio de obispos y sacerdotes y
cambiar radicalmente las estructuras de la monarquía — expolio de iglesias, capillas y ermitas.
fernandina y desmantelar la organización eclesiástica. Por La anarquía social minó las bases del gabinete Toreno,
ello, el propio Gobierno se presentó como portador de va- que fomentó la política anticlerical para calmar a la oposi-
lores que el pueblo, en su mayoría, aceptaba: la religión y ción política, que exigía su dimisión. Abatido por el caos e
la Monarquía de los antepasados, la soberanía real y las le- incapaz de satisfacer a sus propios amigos, Toreno cedió el
yes fundamentales del Estado. Se trataba, en sustancia, del puesto a Juan Alvarez Mendizábal, que no reunía condicio-
trinomio Dios-patria-rey, síntesis a la vez de la ideología nes para frenar una revolución desencadenada en todo el
carlista. Comenzando con la solemne proclamación de es- país y que él mismo había promovido. Comerciante, cons-
tos principios, los liberales podían ganarse la simpatía polí- pirador del «taller Sublime» y revolucionario en 1820, mi-
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nistro de Hacienda y jefe del Gobierno en 1835-36, Mendi- loro político de aquel triste período, trató de resolver los
zábal consiguió evitar revueltas populares, porque él con- numerosos conflictos planteados por sus antecesores, in-
troló desde el poder la exaltación de las masas contra la tentó un acercamiento a la Iglesia e, incluso, el restableci-
Iglesia. Su funesta gestión ministerial se hizo célebre por la miento de las relaciones con la Santa Sede, pero no lo con-
triste ley de desamortización (febrero 1836), no porque ex- siguió por la postura radical de la corte pontificia, influida
polió a la Iglesia de sus bienes, sino porque favoreció el en- por los agentes de don Carlos, que seguían confiando en la
riquecimiento de los ricos y el empobrecimiento de los po- victoria de las armas del pretendiente.
bres a costa de bienes y propiedades que los eclesiásticos
administraban con un sentido religioso, social y benéfico
que los compradores de los bienes expoliados nunca respe- Situación religiosa del territorio carlista
taron. Surgió entonces una nueva clase de terratenientes,
latifundistas y propietarios que, con despotismo e insensi- Desde el comienzo de la guerra civil, don Carlos tuvo
bilidad social, dominaron al país en sustitución de los ecle- en Roma agentes, sin carácter diplomático, que informa-
siásticos, acusados injustamente de ambición política, opu- ron puntual y parcialmente a la Santa Sede sobre la mar-
lencia y opresión económica. La desamortización de cha del conflicto y las actividades del Gobierno de Madrid.
Mendizábal tuvo mucha carga ideológica y provocó enor- Eran eclesiásticos y seglares adictos a su causa que recibie-
mes destrozos al patrimonio histórico, artístico y documen- ron buena acogida en la corte pontificia, porque sirvieron
tal. El Gobierno sucesivo, presidido por Istúriz, no tuvo la de enlace con la zona española ocupada por las tropas del
fuerza de los precedentes ni un programa preciso, debido pretendiente, donde la libertad religiosa nunca fue vio-
a los políticos mediocres que lo formaron y a la falta de lada. Los principales agentes de don Carlos fueron Paulino
ideas que les caracterizó. En sus relaciones con la Iglesia Ramírez de la Piscina, antiguo secretario de la embajada
tomaron medidas tan insignificantes que no merecen ser española, y el capuchino Fermín de Alcaraz (Fermín Sán-
citadas. chez Artesero), figura clave para comprender la actitud de
Sin embargo, otro gabinete que presidió el radical José la Santa Sede ante la situación española, pues llegó a in-
María Calatrava intensificó la legislación anticlerical para fluir directamente sobre el papa Gregorio XVI y su secreta-
impedir los progresos de los carlistas, apoyados cada vez rio de Estado, el cardenal Lambruschini.
más abiertamente por el clero, y para reducir el influjo de Estos dos personajes gestionaron en Roma el ejercicio
la Iglesia burocratizándola y ligándola estrechamente al legítimo de la jurisdicción eclesiástica en el territorio car-
poder. Primer ministro después de la violenta «sargentada» lista, donde no existía ninguna sede episcopal, pues las tro-
de La Granja en 1836, Calatrava tuvo que actuar con rapi- pas del pretendiente se establecieron en las provincias de
dez y nerviosismo condicionado por las revueltas republi- Vitoria, San Sebastián y Bilbao, que entonces pertenecían a
canas de Barcelona, Zaragoza y otras ciudades y por algu- la diócesis de Calahorra, y en otros sectores de Cataluña y
nos efímeros éxitos militares de los carlistas. Fue entonces, Levante. El obispo de León, Joaquín Abarca, conocido por
a la vista de la caótica situación política, social y militar y su incondicional adhesión al pretendiente, abandonó su
de la legislación antieclesiástica cuando Gregorio XVI deci- diócesis antes de morir Fernando VII, se unió a don Carlos
dió, en octubre de 1836, la ruptura de relaciones diplomá- y con él estuvo hasta el final de la guerra, ocupando cargos
ticas con el Gobierno exaltado de Madrid. de relieve en su corte móvil. Desde España, el obispo
Los últimos gobiernos de la regencia Cristina, hasta Abarca recomendaba las gestiones de Ramírez de la Pis-
1840, siguieron la misma línea, más bien atenuada. El úl- cina y del padre Fermín para obtener gracias espirituales
timo gabinete, presidido por Pérez de Castro, otro inco- en favor de los carlistas.

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Pero en Roma fueron siempre muy cautos en las rela- retirarse al País Vasco, desde donde informó al papa sobre
ciones con don Carlos, pues, aunque el pretendiente go- la actividad espiritual desplegada por el incansable obispo
zaba abiertamente de las simpatías vaticanas, nunca consi- de León, que organizó misiones populares y mantuvo las
guió declaraciones explícitas en su favor ni del pontífice ni prácticas religiosas de las gentes.
de los dicasterios de la Curia romana. Gregorio XVI auto- El ejercicio de la jurisdicción eclesiástica por el obispo
rizó solo verbalmente que don Carlos designara una per- de León y sus delegados provocó violentas reacciones del
sona de su confianza para el ejercicio de la jurisdicción en Gobierno de Madrid, que elevó a la Santa Sede duras pro-
el pequeño territorio controlado por sus tropas, pero esta testas a través del representante oficioso, Aparici, residente
concesión no satisfizo al pretendiente. Por ello, a raíz de la en Roma desde la ruptura de las relaciones diplomáticas.
alocución pontificia del 1 de febrero de 1836, que con- El obispo Abarca, delegado pontificio para el territorio car-
denó duramente la política antirreligiosa del Gobierno de lista, pretendió ejercer sus facultades en territorios someti-
Madrid, don Carlos escribió al papa declarando nulas to- dos a Isabel II, donde las tropas de don Carlos nunca ha-
das las disposiciones introducidas por los liberales y afir- bían puesto el pie.
mando que la suya era una guerra santa, porque trataba de Don Carlos, sinceramente empeñado en la restauración
salvar la religión en España bajo la protección de la Virgen moral y espiritual de España, propuso al papa la fundación
de los Dolores. de un instituto religioso con la única finalidad de desagra-
Surgieron graves conflictos de jurisdicción porque don viar al Santísimo Sacramento, pero Gregorio XVI le acon-
Carlos admitía en su territorio a sacerdotes y religiosos hui- sejó moderación y prudencia, virtudes de las que carecían
dos de la zona isabelina que habían perdido por completo algunos colaboradores del pretendiente. Su causa perdió
sus contactos con los obispos legítimos; por ello, el obispo interés tras la firma del convenio de Vergara (1839), que
de León recibió de la Santa Sede facultades ordinarias y puso fin a la primera guerra carlista, y la huida de don Car-
extraordinarias para ejercer la jurisdicción eclesiástica so- los a Francia. Desde entonces, sus ideales fueron seguidos
bre estos clérigos durante el conflicto armado. Aunque siempre con menor simpatía por la Santa Sede, pues com-
Abarca puso dificultades y no aceptó este encargo, porque prendió que sus proyectos políticos eran irrealizables.
estaba comprometido políticamente con don Carlos, pues
era su primer ministro, la Santa Sede le obligó a aceptar
esta comisión. Abarca fue también ministro de Gracia y Jus- Intento de cisma durante la regencia de Espartero
ticia de don Carlos y, entonces, parte de sus facultades pa-
saron al obispo de Mondoñedo, Francisco López Borricón, La regencia de María Cristina terminó el 12 de octubre
otro prelado adicto al pretendiente, que había abando- de 1840 tras su dimisión a consecuencia de la revolución
nado su diócesis para seguirle en las campañas militares. El de Barcelona, consumada en Madrid en el verano de aquel
obispo de Orihuela, Félix Herrero Valverde, fue el tercero mismo año. Comenzó entonces, bajo la regencia del gene-
que se unió a los carlistas siguiendo el ejemplo de sus dos ral Espartero, el trienio más agitado para la Iglesia, pues,
compañeros de episcopado. Otros eclesiásticos distingui- en pocos días,
dos en el servicio del pretendiente recibieron autoriza- — se intensificó la legislación anticlerical;
ción para ejercer jurisdicción en zonas concretas. — se suprimió el Tribunal de la Rota;
No obstante los reveses militares, don Carlos consiguió — fue desterrado el obispo de Canarias, Judas José
que sus seguidores y simpatizantes condividieran su ideal Romo;
político-religioso durante varios años. El rotundo fracaso — fueron depuestos varios párrocos en Granada, La
de la expedición armada al centro de España le obligó a Coruña y Ciudad Real;
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— quedó cerrado el palacio de la nunciatura y cales y exaltados llegaron a convencerse de la utilidad polí-
— expulsado el último vicegerente de la misma, Ramí- tica del diálogo con Roma. Pero por parte de la Santa Sede
rez de Arellano. no existía la misma disponibilidad, ya que tanto el papa
Tan graves fueron las tensiones entre la Iglesia y el Es- Gregorio XVI como el secretario de Estado Lambruschini
tado que Gregorio XVI se vio obligado a denunciarlas en la exigían una reparación completa de los atropellos y viola-
alocución del 1 de marzo de 1841 dedicada a los asuntos ciones antes de entrar en negociaciones bilaterales. El pon-
de España. El papa condenó, en términos hasta entonces tífice, que acababa de condenar los errores del liberalismo
nunca usados, «la violación manifiesta de la jurisdicción sa- teórico y práctico, porque minaba los fundamentos histó-
grada y apostólica, ejercida sin contradicción en España rico-jurídicos de los Estados Pontificios, no podía abrirse a
desde los primeros siglos». El Gobierno de Madrid replicó uno de los gobiernos más extremistas del momento, cual
el 29 de junio con una violenta exposición, redactada por era entonces el español. El papa, además, mantenía con-
el ministro de Gracia y Justicia, José Alonso, que mostraba flictos abiertos con los gobiernos inglés y alemán por cues-
una vez más el antagonismo existente entre ambos poderes tiones relacionadas con la independencia de la Iglesia en
y la imposibilidad de reconciliación. El Estado español aquellos países.
amenazó formalmente con impedir la vinculación de los Consciente de la imposibilidad de conseguir, a corto
obispos a la Santa Sede y con organizar una Iglesia na- plazo, la reanudación de relaciones diplomáticas con la
cional patriótica, antirromana y cismática según el modelo Santa Sede, el Gobierno creó una comisión encargada de
inglés. Esta es una prueba del influjo que Inglaterra ejerció estudiar los asuntos eclesiásticos más urgentes que debe-
sobre los liberales exaltados de la regencia esparterista. El rían tratarse con Roma, formada por políticos y eclesiásti-
cisma no llegó a producirse, porque el mismo Gobierno cos de talante moderado y expertos en la materia.
volvió sobre sus pasos al darse cuenta de las consecuencias Concluidos sus trabajos, la comisión emitió un dicta-
políticas internacionales que una decisión de esta enverga- men en el que se repetían las antiguas acusaciones contra
dura habría tenido entre las potencias católicas de Europa la corte pontificia, que se negaba a reconocer la legitimi-
y en el interior del país, todavía lacerado por la contienda dad de la reina Isabel II, pero se acordó también enviar
civil, apenas concluida con un abrazo formal entre genera- una nota de protesta al papa por su abierta simpatía hacia
les, pero aún latente en el ánimo de los españoles. don Carlos y hostilidad al Gobierno de Madrid, a pesar de
Espartero continuó la política antirreligiosa instaurada las declaraciones oficiales de neutralidad. Con respecto a
por sus predecesores durante la regencia Cristina. La situa- los nombramientos de obispos, se pidió que, antes de ini-
ción se fue agravando porque algunos obispos seguían des- ciar cualquier tipo de negociación, quedasen bien claros
terrados, otros habían fallecido, aumentaban las diócesis dos puntos:
vacantes, el estado del clero era cada vez más mísero, por- — primero, no tolerar que las bulas las expidiese el
que no recibía la ayuda económica prometida del Estado, y papa ni que se omitiese en ellas la presentación real, en vir-
millares de frailes exclaustrados y muertos de hambre reco- tud del patronato, aunque se podría silenciar el nombre de
rrían pueblos y ciudades pidiendo limosna como los vaga- la reina;
bundos. — segundo, que, mientras no hubiese en España un
A pesar de estas tensiones, el Gobierno de Madrid no nuncio, se encargase a los obispos la formación de los pro-
ocultó ciertos deseos de reanudar las relaciones con la cesos canónicos para los designados a nuevas sedes.
Santa Sede, que habían sido el caballo de batalla de los úl- Pero esta iniciativa no tuvo continuidad, ya que la posi-
timos gobiernos de la regencia Cristina y lo serían durante bilidad de una victoria carlista, gracias a la ayuda prome-
el trienio esparterista, pues hasta los liberales más anticleri- tida por las tres potencias del norte a don Carlos, y el de-

44 45
cuando los moderados de González Bravo subieron al po-
seo del papa de ver el triunfo definitivo del pretendiente
der, concluida la regencia de Espartero.
para que el clero recobrara su antiguo influjo político, im-
El Gobierno de Madrid en 1844 comenzó a dar mues-
pidieron que la Santa Sede se comprometiera con el go-
tras concretas de acercamiento a la Iglesia, permitiendo el
bierno de Madrid. Además, la presión del emperador aus- regreso de obispos exiliados y la reapertura del tribunal de
tríaco sobre el pontífice era cada vez más insistente. Desde la Rota, pero Gregorio XVI siguió firme en sus principios
Viena se controlaban los Estados Pontificios, cuando el Go- exigiendo la suspensión de la venta de los bienes eclesiásti-
bierno del papa era incapaz de contener los movimientos cos desamortizados y la supresión del juramento de la
revolucionarios que surgían por doquier en sus dominios. Constitución de 1837 por parte del clero. La primera era
La solución de los problemas eclesiásticos españoles de- una cuestión de tipo económico, fundamental para que las
pendía solamente de las armas y no de negociaciones di- estructuras eclesiales recobraran vigor, mientras que la se-
plomáticas. gunda afectaba a los principios liberales que inspiraban la
mencionada Constitución progresista. La debilidad del Go-
bierno no permitió resolver estos asuntos, que volvieron a
Conatos de reconciliación Iglesia-Estado estar sobre el tapete cuando el general Narváez inauguró
la década moderada (1844-1854), el período de mayor es-
Aunque la política religiosa de Espartero seguía siendo tabilidad política del reinado de Isabel II.
abiertamente sectaria, las nuevas victorias de las tropas isa- Castillo había iniciado sus primeros contactos con la
belinas y la huida de don Carlos a Francia podían favore- curia pontificia en junio de 1844, mientras en Madrid las
cer un acercamiento a Roma, donde el encargado Aparici Cortes discutían un proyecto de ley de dotación del culto y
reiteró instancias y presiones a las autoridades vaticanas, clero. Para la Santa Sede era este un paso importante no
mientras en París el embajador Miraflores establecía con- tanto por la cantidad -159 millones de reales que el erario
tactos con el nuncio Garibaldi. Al cambiar radicalmente la público entregaría a la Iglesia- cuanto por su significado,
situación político-militar tras el pacto de Vergara, el Go- ya que se discutía si esta cifra debía ser considerada justa
bierno decidió sustituir a su agente en Roma y, en lugar de retribución de los clérigos por el servicio religioso que
Aparici, fue designado Julián Villalba, antiguo subsecreta- prestaban al país o indemnización que el Estado hacía a la
rio de Asuntos Exteriores. Este fue mal recibido en la corte Iglesia por las desamortizaciones pasadas. La primera hipó-
pontificia, porque los agentes carlistas habían facilitado in- tesis vinculaba la Iglesia al Estado y convertía a obispos y
formes negativos sobre su persona y conducta, pero se le sacerdotes en funcionarios del poder civil. La segunda ga-
toleró, dado el carácter exploratorio e informal de su mi- rantizaba la independencia de la Iglesia en materia econó-
sión. Villalba pudo entrevistarse con el cardenal Lambrus- mica. En 1845 se aprobó la cantidad indicada en el pro-
chini y con el papa, pero sacó la impresión de que Isabel II yecto para dotación del culto y clero, con cargo al capítulo
no sería reconocida hasta que el emperador de Austria lo de obligaciones del presupuesto general del Estado de di-
hiciese. cho año.
Entre tanto, el Gobierno había autorizado que los bie-
Villalba falleció en Roma en 1843 y los contactos se in-
nes no enajenados, cuya venta había sido suspendida en
terrumpieron de nuevo hasta que llegó José del Castillo y
1844, volviesen a pertenecer al clero secular. Se suspendió
Ayensa, antiguo secretario y confidente de la reina madre
también la venta de monasterios y conventos para mostrar
María Cristina, quien dio un paso decisivo en el restableci- con hechos concretos el deseo de reanudar el diálogo con
miento de las relaciones entre España y la Santa Sede, favo- la Santa Sede, que dio su primer resultado en 1845 con la
recido por el cambio político radical que se experimentó
47
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firma de un convenio, en virtud del cual se restablecieron Pontificiae, 12 (1974), 235-285, y mis libros Política eclesial
las relaciones diplomáticas interrumpidas en 1836 y se re- de los gobiernos liberales españoles (1830-1840) (Pamplona,
conocieron, por parte de la Santa Sede, la Monarquía legí- Eunsa, 1975); Correspondencia diplomática del nuncio Tiberi
tima de Isabel II y, por parte del Estado, los acuerdos bila- (1827-34) (Ibid. 1976), y Correspondencia diplomática del nun-
terales anteriores a la muerte de Fernando VIL cio Amat (1833-40) (Ibid. 1982) ;J. LONGARES ALONSO, Polí-
tica y religión en Barcelona (1833-1843) (Madrid 1976).
Sobre las desamortizaciones, la bibliografía es inmensa,
Bibliografía esencial comentada pero trata generalmente aspectos económicos y sociales.
Una buena síntesis, en F. TOMÁS Y VALIENTE, El marco político
Sobre los grandes temas político-religiosos de este perío- de la desamortización en España (Barcelona 1977).
do, cfr. la recopilación de documentos hecha por F. SuÁREZ
VERDEGUER y P. A. PERLADO, Documentos del reinado de Fer-
nando VIL II. Los informes sobre el estado de España (1825)
(Pamplona 1966) y Los obispos españoles ante la amnistía de
1817 (Pamplona 1971); estas dos obras documentan la pos-
tura de los obispos ante la primera y segunda restauracio-
nes fernandinas. Cfr. también M. REVUELTA, Política religiosa
de los liberales en el siglo XIX. Trienio constitucional (Madrid,
C.S.I.C, 1973); F. MARTÍ GILABERT, La abolición de la Inquisi-
ción en España (Pamplona, Eunsa, 1975); ID., Iglesia y Estado
en el reinado de Fernando VII (Ibid., 1994); E. DE LA LAMA,
/ . A. Llórente, un ideal de burguesía. Su vida y su obra hasta el
exilio en Francia (1756-1813) (Ibid. 1991); J. DEL CASTILLO y
AYENSA analizó la Historia crítica de las negociaciones con Roma
desde la muerte del rey D. Fernando VII (Madrid 1859). El mar-
qués de MIRAFLORES replicó a esta obra con su Impugna-
ción... de la obra de Castillo (Madrid 1859). He documentado
algunos temas concretos en mis estudios Gregorio XVIy Es-
paña: Archivum Historiae Pontificiae 12 (1974) 235-285; El
primer documento colectivo del episcopado español. Carta al Papa
en 1839 sobre la situación nacional: Scriptorium Victoriense
21 (1974) 152-199; Cartas al arzobispo Echánove, de Tarra-
gona: Analecta Sacra Tarraconensia 47 (1974) 129-148, y La
Iglesia española durante el pontificado de Gregorio XVI (1841-
1846): «Historia de la Iglesia, desde los orígenes hasta
nuestros días, por A. Fliche y V. Martin. Edición española.
Vol. XXIII: La Revolución, por J. Leflon» (Valencia, Edi-
cep), 1975, pp. 573-599.
Sobre aspectos parciales de las relaciones Iglesia-Estado,
cfr. mis artículos Gregorio XVI y España, Archivum Historiae

48 49
Capítulo II
PÍO IX E ISABEL II (1846-1868)

Ideas fundamentales

— La situación favorable a la Iglesia evolucionó sensiblemente


en 1846 cuando la reina Isabel II alcanzó su mayoría de edad,
contrajo matrimonio y fue reconocida por Pío IX.
— La reanudación de relaciones diplomáticas entre el gobierno
español y la Santa Sede y la llegada a Madrid del nuncio Brunelli
permitieron reestructurar antiguas instituciones y emprender nue-
vas iniciativas para reorganizar las actividades de la Iglesia.
— El concordato de 1851 fue el instrumento de la concordia
entre España y la Iglesia.
— Pero no se consiguió con él la total restauración de las
Ordenes religiosas suprimidas y extinguidas ni la devolución de
los cuantiosos bienes eclesiásticos que la Iglesia perdió con la desa-
mortización.
— La Iglesia, y sobre todo los religiosos, fue la gran perdedora
en la transformación que experimentó España en aquellos años.
— Comenzó entonces un proceso de secularización que fue evi-
dente en el descenso de la práctica religiosa, sobre todo, en la asis-
tencia a misa, aunque se mantuvieron las manifestaciones de reli-
giosidad popular con más contenido folclórico que de auténtica fe
cristiana.
— Pío IX fue constante y tenaz defensor de las doctrinas y de-
rechos de la Iglesia frente a un mundo casi siempre hostil o anticle-
rical, desde el punto de vista de las políticas oficiales.
— Reconoció a Isabel II como resultado de la política colabora-
dora de Narváez, pero se opuso a las medidas, a veces sectarias, de
los progresistas en 1854-1856.
— Arrazola, ministro de Gracia y Justicia en el penúltimo go-

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bierno Narváez, católico, pero realista convencido, puso dificulta- sus iniciales a p e r t u r a s liberales, fue b i e n recibido e n Es-
des a la introducción del «Syllabus» en España. p a ñ a p o r q u e se esperaba que cambiara radicalmente la po-
— Este fue el último contencioso con la Santa Sede del período lítica intransigente d e su predecesor y así fue. Al p a p a de la
isabelino. r u p t u r a sucedió el pontífice del r e c o n o c i m i e n t o y de la
— En principio, la encíclica «Quanta cura» y el «Syllabus» c o m p r e n s i ó n . C o m e n z a b a u n n u e v o capítulo e n las rela-
no podían desagradar al Gobierno, ya que estaban en la línea an- ciones e n t r e el Estado y la Iglesia, q u e tuvo jalones signifi-
tiliberal del último Narváez, acusado de provocar, con su política cativos en el m a t r i m o n i o de la adolescente Isabel II con su
represiva, la revolución de 1868. p r i m o Francisco de Asís y en la generosa amnistía q u e per-
— Sin embargo, la publicación del «Syllabus» planteó serios mitió el regreso de liberales exaltados h u i d o s tras la caída
problemas, porque algunas de las proposiciones condenadas por de Espartero.
Pío IX afectaban directamente al regalismo de la Corona, heredado A u n q u e el convenio d e 1845 n o fue ratificado p o r las
del siglo xvill, y al derecho público español. Cortes, Pío IX se mostró dispuesto a resolver las cuestiones
— Al mismo tiempo, el papa insistía excesivamente sobre su religiosas p e n d i e n t e s en España. En marzo de 1847 llegó a
poder temporal, hasta el punto de poner de nuevo en tela de juicio Madrid el d e l e g a d o apostólico Brunelli, p r i m e r represen-
la Cuestión Romana, que España había resuelto reconociendo al tante de la Santa Sede desde la salida de Amat en 1835. Sus
reino de Italia. p r i m e r o s meses d e estancia fueron r e a l m e n t e d u r o s por-
— Y aunque las relaciones amistosas entre el papa y la reina no q u e n o todos los ministros c o m p r e n d i e r o n el verdadero al-
habían sufrido menoscabo, una exhumación de reivindicaciones re- cance de su misión, más espiritual q u e diplomática. El ga-
lativas a los Estados Pontificios era, cuanto menos, inoportuna. b i n e t e p r e s i d i d o p o r García Goyena dio algunos pasos
— San Antonio María Claret aceptó ser confesor de Isabel II falsos al destituir a Castillo y Ayensa d e su i m p o r t a n t e
siempre que se le permitiese seguir su vida sencilla y pobre, apar- puesto en R o m a y o r d e n a r la venta d e bienes eclesiásticos
tada de las querellas políticas. a n t e r i o r m e n t e suspendida. Pero la vuelta al p o d e r de Nar-
— A veces, y sin pretenderlo, fue arrastrado a ellas, más como váez a finales de 1847 allanó las dificultades y abrió la vía a
víctima que como protagonista. u n a negociación amplia y p r o f u n d a c o n el r e p r e s e n t a n t e
— Procuró, con éxito desigual, influir favorablemente en la pontificio.
vida privada de la reina. El a ñ o 1848 fue decisivo p a r a la consolidación d e los
— Sor María de los Dolores Quiroga, conocida como sor Patro- m o d e r a d o s e n el p o d e r , q u e p e r m i t i ó concluir las gestio-
cinio, o «la monja de las llagas», fue venerada como mujer de nes iniciadas t í m i d a m e n t e p o r Brunelli. Narváez trató de
santa vida por la reina Isabel II, que quiso asesorarse de ella y pe- ganarse las simpatías del clero p r o m e t i é n d o l e el r e t o r n o a
dirle consejo muchas veces. su antigua posición de privilegio e c o n ó m i c o y social. Para
— De este hecho, tal vez ingenuo, pero inocente, derivó toda garantizar el o r d e n p ú b l i c o se a p r o b ó en 1848 u n n u e v o
una leyenda negra, que hizo aparecer a sor Patrocinio como miem- código penal, q u e especificaba u n a serie de «delitos contra
bro de una tenebrosa «camarilla» palaciega y centro de inconfesa- la religión».
bles intrigas. La r e p r e s i ó n policial p o d í a ser u n a r m a decisiva p a r a
conseguir la confianza d e la Iglesia y distraer la a t e n c i ó n
general del p r o b l e m a más grave del país, q u e era la desas-
Pío IX y España trosa situación económica, agravada p o r la corrupción q u e
reinaba en todos los ámbitos de la Administración pública
Tras la m u e r t e d e G r e g o r i o XVI (1 d e j u n i o de 1846), y los frecuentes escándalos que provocaba la conducta per-
la elección de Pío IX (16 d e j u n i o d e 1846), estimado p o r sonal d e la reina en sus relaciones extraconyugales. La po-

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lítica económica promovida por la burguesía liberal había El concordato de 1851
favorecido la acumulación de enormes capitales en manos
de propietarios reducidos, que acapararon dos tercios del La normalización de relaciones entre la Iglesia y el Es-
capital productivo, evitando los riesgos de fluctuaciones y a tado llegó a su momento culminante el 16 de marzo de
expensas de la población nacional. La enajenación de los 1851, cuando se firmó el concordato que reguló el enten-
bienes raíces y derechos que habían pertenecido a las dimiento entre los dos poderes hasta la II República
(1931). La negociación del mismo fue llevada personal-
Ordenes militares, así como los censos, rentas y títulos pro-
mente por el nuncio Brunelli y los ministros del Gobierno
cedentes de ermitas, santuarios, hermandades y cofradías
presidido por el general Narváez. Por parte gubernativa
pertenecientes al Estado podía resolver en parte esta situa- destacaron los titulares de Estado, Pidal, y Gracia y Justicia,
ción. Pero las repercusiones en el campo eclesiástico fue- Arrazola, a quienes la historiografía liberal, en frase de Co-
ron muy negativas porque la Santa Sede y los obispos pro- rnelias, ha tildado de «beatos, tecnócratas y papistas, no
testaron enérgicamente por estas medidas. porque tales términos resulten ni remotamente adecuados
El Gobierno deseaba evitar roces con la Iglesia y, para al caso, sino porque su actitud podía resultar llamativa en
ganarse su confianza, nombró al obispo de Córdoba, Ta- su época».
rancón Morón, presidente de una junta mixta encargada Al concordato de 1851 se llegó necesariamente ante la
de estudiar la situación económica del clero y buscar solu- imposibilidad constatada por las dos altas partes de conse-
ciones. Durante el verano de 1848, las relaciones diplomá- guir una reconciliación total y sincera. Por ello, el concor-
ticas entre la Santa Sede y España quedaron normalizadas dato no fue una obra perfecta, sino un punto de partida
completamente. Monseñor Brunelli, primer nuncio apos- para acabar con casi veinte años de tensiones político-ecle-
tólico ante Isabel II, presentó sus credenciales a la reina el siales. Y este fue, sin duda, su mayor mérito.
22 de julio, mientras el embajador Martínez de la Rosa lle- La Santa Sede consiguió la profesión explícita de la
gaba a Roma el 3 de agosto. Entre tanto, varias Cortes eu- confesionalidad estatal y de la unidad católica de España,
ropeas, y en concreto las de Austria, Prusia y Ñapóles, ya con gran escándalo de los liberales progresistas, de los inci-
habían reconocido a Isabel II. pientes demócratas y de cuantos preconizaban la separa-
La situación caótica de los Estados Pontificios tras la ción Iglesia-Estado, si bien una lectura atenta del artículo
huida del papa a Gaeta (24 de noviembre de 1848), pro- primero del concordato descubre la simple constatación
vocó una reacción unánime de los monarcas católicos de de un hecho, que tuvo consecuencias positivas para la Igle-
Europa, que apoyaron la restauración del pontífice. Es- sia: derecho a la enseñanza de la doctrina católica que de-
paña se empeñó a fondo enviando tropas y su ejemplo fue bería impartirse en todas las universidades, colegios, escue-
seguido, aunque con menor entusiasmo, por Francia, Aus- las y centros de cualquier clase, bajo la vigilancia de los
tria, Piamonte, Dos Sicilias y Baviera. La expedición espa- obispos, «encargados por su misión de velar sobre la pu-
ñola al frente del general Fernández de Córdoba, inte- reza de la doctrina de la fe y de las costumbres y sobre la
grada por 4.000 hombres, permaneció en los territorios educación religiosa de la juventud».
pontificios hasta que Pío IX pudo regresar a Roma y con- En virtud del Concordato,
trolar la situación. Esta expedición, que liberó, junto con — el Estado garantizó protección total a la Iglesia y
la enviada por Luis Napoleón de Francia, los Estados Pon- — reconoció la plena libertad de los obispos en el ejer-
tificios, fue el primer acto de presencia de España en Eu- cicio de la jurisdicción eclesiástica;
ropa desde el congreso de Viena, y consolidó el reconoci- — se estableció una nueva geografía eclesiástica;
miento definitivo de Isabel II por la Santa Sede. — se reestructuraron los cabildos y las parroquias;

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— se reformaron los seminarios; texto concordado en 1851 fuera el punto de referencia
— se autorizó la apertura de casas religiosas de las con- obligado a la hora de negociar con el Estado. Hasta 1854
gregaciones de San Vicente de Paúl, San Felipe Neri y se consiguió que varios reales decretos ordenaran la aplica-
«otra orden de las aprobadas por la Santa Sede»; ción de diversos acuerdos en materia de bienes eclesiásti-
— se conservaron el instituto de las Hijas de la Caridad cos, parroquias, enseñanza en los seminarios, restauración
y las casas religiosas dedicadas a la educación y enseñanza de algunas Ordenes religiosas y otros asuntos menores,
de niñas y otras obras de caridad cristiana. pero los sucesos político-militares del verano de 1854 para-
A la Iglesia se le reconoció el derecho de adquirir y po- lizaron por completo el lento camino de restauración ecle-
seer y el papa levantó las condenas que pesaban sobre los siástica iniciado siete años antes.
compradores de bienes eclesiásticos procedentes de la de-
samortización, si bien los no vendidos deberían volver a sus
antiguos propietarios. Nuevos conflictos religiosos durante el bienio progresista
De este modo se solucionó un grave problema de (1854-1856)
conciencia que había turbado a algunos gobernantes y
propietarios, más sensibles a las censuras eclesiásticas, que En junio de 1854 se produjo en España una revuelta
se habían enriquecido gracias a la legislación sobre adqui- militar llamada «la Vicalvarada», que ha querido compa-
sición de bienes desamortizados, porque favorecía descara- rarse con otras sublevaciones de su tiempo, cuando, en rea-
damente a los más poderosos económicamente. lidad, no fue más que un pronunciamiento de generales
El concordato fue, ante todo, un acto político por am- conservadores y moderados, apoyados por algunos políti-
bas partes. La Santa Sede puso fin al contencioso que se cos con veleidades reformistas y por manifestaciones popu-
arrastraba desde la muerte de Fernando VII, concediendo lares que muy poco o nada tenían de levantamiento na-
de nuevo el patronato regio en condiciones semejantes a cional, aunque el impacto que entonces produjo y la
las del concordato de 1753. De este modo, la Corona espa- interpretación que le dio la historiografía decimonónica
ñola pudo intervenir de nuevo en los nombramientos de han hecho que pasara hasta nuestros días con el preten-
obispos, en la provisión de canonjías y curatos y en otros cioso título de «revolución de 1854».
asuntos eclesiásticos. El Estado garantizó a la Iglesia una El general O'Donnell, que capitaneó el alzamiento con-
base económica fundamental para el desarrollo de su mi- tra el gabinete que presidía el conde de San Luis, inició
sión, de forma que la desamortización quedase totalmente una nueva gestión política del país ciertamente más avan-
superada. zada que la de su predecesor. De ahí que el nuevo sistema
Sin embargo, la buena voluntad que las autoridades gu- implantado por este general, con la ayuda de su colega Es-
bernativas demostraron al negociar el concordato faltó partero, se haya llamado «bienio progresista» (28 de junio
cuando se trató de ejecutarlo. Surgieron muchas dificulta- de 1854-14 de julio de 1856) en contraposición a la «dé-
des políticas y económicas que impidieron la normaliza- cada moderada» que había caracterizado la política espa-
ción total de relaciones hasta finales de siglo. Los períodos ñola desde 1844. La vuelta al Gobierno de algunos minis-
de agitación revolucionaria - e n 1854-56 y en 1868-74- fre- tros que lo habían sido durante la conflictiva regencia de
naron el proceso de ejecución concordataria e, incluso, se Espartero no fue bien vista por la Iglesia, pues recordaba
volvió atrás en algunos asuntos. Fue necesaria toda la antiguas humillaciones y violaciones de derechos eclesiásti-
paciencia que la Santa Sede sabe desarrollar ante las con- cos indiscutibles que se repetirían con fatal puntualidad.
tingencias inevitables en los países políticamente inestables El titular de la cartera de Gracia y Justicia, José Alonso,
para que no se perdiera la labor realizada y para que el alarmó a los clérigos, en general, porque su figura propo-
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nía de nuevo el fantasma todavía no olvidado del intento — suprimió la llamada «Cámara Eclesiástica», que fue
farsesco de cisma que el ministro, más ingenuo que anticle- sustituida por la «Cámara del Real Patronato».
rical, intentó inútilmente en 1841 durante uno de los mo- Joaquín Aguirre, sucesor de Alonso en el Ministerio, si-
mentos más oscuros de la triste historia decimonónica. guió la política legislativa anticlerical e intensificó las medi-
Apenas Alonso se situó en su ministerio llovieron sobre cu- das contra los clérigos que habían luchado a favor de los
ras y obispos un sinfín de disposiciones gubernativas para carlistas. Otro ministro de Gracia y Justicia, en uno de los
contener el influjo de la Iglesia en la sociedad civil y limi- efímeros gabinetes que se sucedieron a lo largo del «bie-
tar el campo de acción del clero. En este sentido hay que nio», puso limitaciones a la admisión de novicios en los
entender una real orden del 19 de agosto de 1854 que im- conventos y a la acción pastoral de los obispos, contro-
pedía a los prelados condenar y prohibir libros sin haber lando sus publicaciones e impidiendo la divulgación de es-
escuchado la defensa de sus respectivos autores y obtenido critos dirigidos a la reina o a las Cortes porque se trataba
el consentimiento de la reina. Quería con ello el Gobierno de protestas altamente autorizadas contra tantos atropellos
garantizar «la libertad que tienen los españoles de emitir y violaciones. Se llegó, incluso, a adoptar normas de con-
sus ideas por medio de la imprenta», y esta, según el minis- ducta política del clero.
tro liberal, contrastaba con la praxis episcopal de condenar A estas habría que unir otras muchas disposiciones que
a autores sin oírles antes y calificar sus escritos sin haber es- no cito, porque la relación sería interminable y aburrida.
cuchado sus explicaciones, con daños materiales y morales Otros ministerios, además del de Gracia y Justicia, se ocu-
irreparables, porque al autor condenado ya nadie podía paron del clero, en particular el de Hacienda, que sometió
defenderle. Otra real orden del mismo día exigía que los a discusión parlamentaria un proyecto de ley que decla-
obispos impidiesen a los predicadores tratar temas políti- raba en venta todas las propiedades rústicas y urbanas, cen-
cos y sociales que podían crear confusión entre el pueblo y sos y fondos pertenecientes al Estado, a los pueblos, al
excitaban a la desobediencia civil frente al poder consti- clero y a los establecimientos y corporaciones de benefi-
tuido. cencia e instrucción pública. El ministro Madoz, que de-
El ministro Alonso: fendió este texto, declaró que con él no se violaba el
— exigió también a los eclesiásticos que residiesen en concordato y, aunque alguien lo considerase violado, las
sus respectivas diócesis; Cortes tenían suficiente autoridad para dar a las propieda-
— ordenó la expulsión de Madrid de cuantos estaban des eclesiásticas el destino que estimasen conveniente, sin
en la capital sin algún título legítimo para vivir en ella; consultar a la Santa Sede. La protesta de los obispos fue in-
— autorizó el restablecimiento de la facultad de Teolo- mediata. Fray Vicente Horcos, obispo de Osma (1807-
gía en las universidades de Madrid, Santiago, Sevilla y Zara- 1861), elevó un escrito a las Cortes presentando serios ar-
goza; gumentos jurídicos sobre la ilicitud de la desamortización
— prohibió el alumnado externo en los seminarios dio- Madoz sin mediación de un acuerdo con la Santa Sede. La
cesanos, que solo podrían admitir alumnos internos de alegación de Horcos logró paralizar momentáneamente el
gracia y pensionistas, mientras los externos deberían hacer debate parlamentario. Los diputados se vieron obligados a
los estudios eclesiásticos en las universidades civiles; estudiar las justas razones expuestas por el prelado, que
— dictó varías disposiciones para concluir los arreglos exigía la intervención directa de la Santa Sede antes de le-
parroquiales previstos en el concordato; gislar sobre materia tan conflictiva, ya que no podía tole-
— suspendió la provisión de curatos vacantes; rarse una nueva desamortización eclesiástica impuesta,
— derogó el decreto que autorizaba el establecimiento como veinte años atrás, por la prepotencia del Estado. El
de monjes Jerónimos en El Escorial y prelado oxomense esgrimió argumentos legales irrefuta-

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mayo de 1855 se vendieron cerca de 7.800 fincas por un va-
bles y amenazó con sanciones canónicas a los autores de la lor de 90 millones de reales, mientras en agosto se llegaron
ley y a los compradores de bienes eclesiásticos. Por este a vender 11.140 fincas, por un total de 152.812.667 reales.
motivo se le desterró a las islas Canarias, lo mismo que a Durante el bienio se discutió, sin éxito, una nueva
José Caixal Estradé, obispo de Urgel, perseguido, además, Constitución política del país, que toleraba las creencias
por sus abiertas simpatías carlistas, y a José Domingo Costa religiosas privadas y los cultos. Pero por 103 votos contra
y Borras, obispo de Barcelona, famoso por sus continuas 99 no fue aprobada la libertad religiosa, pues Ríos Rosas y
diatribas político-sociales y por su prestigio indiscutible en- Nocedal consiguieron, tras brillantes discursos, que fuese
tre la jerarquía del momento. ampliamente reafirmada la unidad católica de España. Era,
A finales de abril de 1855, la ley de desamortización una vez más, el tributo pagado a cambio de la desamortiza-
eclesiástica y civil fue aprobada por las Cortes, y cuando el ción eclesiástica, que reafirmaba el pragmatismo de los
25 de dicho mes los generales Espartero y O'Donnell fue- progresistas, anticlericales en lo económico, pero respetuo-
ron a palacio para que la reina sancionase con su firma el sos con la Iglesia en su concepción regalista de la política
texto aprobado por los diputados, esta se negó rotunda- religiosa más clásica.
mente, convencida, como estaba, de la iniquidad del texto
que expoliaba de nuevo a la Iglesia. Pero se trató solo de
un retraso, porque la reina, días más tarde, ratificó con su
Restauración eclesiástica
firma la ley. Esto provocó nuevas tensiones entre la Iglesia
y el Estado. Monseñor Franchi, encargado de negocios de Al bienio progresista (1854-1856) siguieron doce años
la Santa Sede en Madrid, hizo las gestiones oportunas para de recíproco entendimiento político-eclesiástico. Principal
impedir que la reina promulgara un texto tan violento, objetivo de la misión diplomática confiada al nuncio Barili
pero el Gobierno se vengó tomando represalias contra el en 1857 fue la abolición de la legislación anticlerical del
representante pontificio, que había influido en el ánimo bienio, así como conseguir la rápida ejecución del concor-
de la reina, y, en particular, contra la célebre sor Patroci- dato de 1851. La permanencia en el poder de liberales mo-
nio, la «monja de las llagas», acusada de intrigas palacie- derados facilitó la nueva restauración eclesiástica, caracte-
gas, de supersticiones y engaños, y contra obispos y ecle- rizada por una consolidación de los principios
siásticos que se oponían abiertamente al sistema liberal. concordatarios y el restablecimiento de sólidas bases de re-
Las repercusiones de la nueva ley de desamortización cíproca colaboración entre la Iglesia y el Estado, que per-
fueron enormes para la Iglesia. De nada sirvieron las pro- duraron hasta la Segunda República (1931), salvado el se-
testas enérgicas de los obispos ni las notas oficiales de la xenio revolucionario (1868-1874), que interrumpió de
Santa Sede, que retiró de Madrid a monseñor Franchi y nuevo el proceso de normalización eclesiástica.
provocó una ruptura de hecho en las relaciones diplomáti- La Santa Sede trató de garantizar a la Iglesia una seguri-
cas. La desamortización afectó a todos los bienes del clero, dad económica, que le permitiera un desarrollo orgánico
a los de las cuatro Ordenes militares, a los de cofradías, de sus actividades apostólicas; de ahí la insistencia del nun-
obras pías y santuarios, pero, a diferencia de la de Mendi- cio al negociar cuestiones tan arduas como la nueva dota-
zábal, la desamortización de Madoz careció de la virulencia ción del culto y clero, los problemas relacionados con los
que caracterizó aquella, quizá porque encontró una resis- bienes eclesiásticos vendidos a raíz de la desamortización y
tencia mayor en la Iglesia, aunque el ministerio de Ha- las obligaciones contraídas por el Gobierno a este respecto,
cienda multiplicó las disposiciones legales con el fin de ase- la subvención de las capellanías familiares y de sangre y
gurar las incautaciones de bienes eclesiásticos. Las ventas otros asuntos relacionados con exenciones tributarias.
comenzaron inmediatamente, de forma que en el mes de
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A la infraestructura económica siguió un planteamiento La doctrina de Pío IX fue amplísima si se la compara
más ambicioso con amplia proyección pastoral en el terri- con la de sus predecesores, pues, además de grandes cues-
torio peninsular y en las posesiones de ultramar (Filipinas, tiones estrictamente teológicas, afrontó también los mayo-
Cuba y Puerto Rico). La desorganización eclesiástica de los res argumentos políticos, sociales y culturales de su
años treinta había producido funestas consecuencias. El tiempo. Su doctrina solo podía llegar a los católicos a tra-
concordato había sido el primer paso hacia la superación vés de la prensa de la Iglesia, prácticamente inexistente. De
de errores del pasado y el instrumento legal para negociar ahí la gran importancia de la predicación en ciudades y
con el Estado el nuevo status de la Iglesia en la España libe- pueblos, durante las celebraciones dominicales y festivas,
ral; de ahí que la Santa Sede diera tanta importancia a su las misiones populares y los ejercicios espirituales. Estos
ejecución. No faltaron nuevos conflictos provocados por métodos de apostolado garantizaban una mayor eficacia en
interpretaciones contrapuestas de los artículos concorda- una sociedad con elevado número de analfabetos, que
dos, debidos más bien a intereses personales de dirigentes nunca hubieran conocido directamente los textos pontifi-
políticos del momento y a dificultades burocráticas que a cios o episcopales.
serias complicaciones objetivas de carácter legal. La ejecu- La importancia de los boletines eclesiásticos y su tras-
ción del concordato fue lenta y laboriosa. Algunos artícu- cendencia para la acción pastoral de la Iglesia en la socie-
los no comenzaron a cumplirse hasta finales del siglo, en dad española decimonónica quedaron demostradas a raíz
unos casos por la oposición de los políticos y, en otros, por de las tensiones provocadas por la publicación del Syllabus.
remoras de los mismos eclesiásticos.
En el ámbito estrictamente intraclerkal, la Santa Sede
fomentó la unión de la jerarquía, con la celebración de sí- El «Syllabus» en España
nodos diocesanos y concilios provinciales. Pero no fue po-
sible llegar a conclusiones inmediatas por dificultades de El primer conflicto entre la Iglesia y el Estado tras el
tipo geográfico, político e, incluso, por una falta de sensibi- bienio progresista fue provocado por la publicación en Es-
lidad ante prioridades eclesiales inaplazables y de coordi- paña del Syllabus, cuando el reinado de Isabel II llegaba
nación y organización de un episcopado estrechamente lentamente a su ocaso en una sociedad apática en aparien-
vinculado al poder civil, pendiente más de las circulares cia, aunque agitada en el mundo universitario, en algunos
del ministro de Gracia y Justicia que de las instrucciones sectores de la industria y en ciertos ambientes militares, de-
del nuncio. Con todo, el nuncio Barili consiguió recorrer seosos de un cambio radical, que solo se produciría cuatro
un largo camino evitando asperezas y malentendidos, favo- años más tarde, en septiembre de 1868.
reciendo la unidad de la jerarquía, la sumisión del clero a Pío IX, en momentos cruciales de su soberanía tem-
los prelados y la fidelidad del pueblo cristiano al magiste- poral, publicó la encíclica Quanta cura y el Syllabus para
rio pontificio. condenar las principales libertades modernas. Este fue el
Gran importancia adquirieron, durante esos años de documento más discutido de este papa y el que ha contri-
restauración religiosa, los boletines eclesiásticos como ór- buido a dar una impronta negativa a su largo y fecundo
ganos oficiales de comunicación entre los obispos y los pá- pontificado. Publicado el 8 de diciembre de 1864, estaba
en sintonía con la política antiliberal del último Narváez,
rrocos. En una España que carecía de prensa católica
que ejerció una verdadera dictadura y sofocó varios inten-
-aunque aparecían por doquier revistas y folletos de escaso
tos revolucionarios. Sin embargo, su difusión planteó se-
contenido doctrinal y decadente información religiosa-, la
rios problemas en España, porque algunas de las proposi-
difusión del magisterio pontificio y episcopal solo pudo ha-
ciones condenadas afectaban directamente al regalismo
cerse a través de estos órganos.

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que la Corona española defendía a ultranza, y al derecho lio de la sociedad moderna. La prensa vinculada al poder,
público español. Al mismo tiempo, el papa insistía excesi- como El Contemporáneo (liberal moderado), El Gobierno y La
vamente sobre su poder temporal, hasta el punto de poner Época, se limitó a informar, sin manifestar opinión, aunque
de nuevo en tela de juicio la «cuestión romana», resuelta explicó el significado de algunas condenaciones relativas a
reconociendo al reino de Italia frente a las presiones del las relaciones Iglesia-Estado. El impacto que el Syllabus pro-
nuncio Barili, que no logró impedir este gesto político ine- dujo en el mundo laico fue muy negativo. En cambio, la
vitable, y ante la reacción airada del episcopado, del clero y prensa católica —El Pensamiento Español, La Esperanza y La
de los católicos más íntegros. Aunque España reconoció el Regeneración- alabó abiertamente la energía del pontífice,
reino de Italia en 1865 con un cierto retraso con respecto que se oponía valientemente a los errores del liberalismo y
a otras naciones europeas, la protesta católica fue unánime del socialismo con un documento tan solemne.
e inmediata. Los obispos elevaron escritos a las Cortes y al Los obispos difundieron la encíclica Quanta cura y el Sy-
Gobierno, publicaron sentidas pastorales y promovieron llabus en sus boletines oficiales sin autorización guberna-
entre los fieles una abierta campaña antigubernamental, tiva y la prensa católica divulgó ampliamente la doctrina
que tuvo hondas repercusiones en la estabilidad política pontificia. En las Cortes se levantaron voces de protesta
del país, cuando comenzaban a agotarse las últimas reser- contra el Gobierno porque había tolerado la publicación
vas de los moderados y surgían los primeros movimientos de documentos pontificios que violaban la independencia
de insurrección que desembocarían en la revolución de del Estado y los derechos de la Corona. Para los liberales
septiembre de 1868. moderados no fue fácil resolver el conflicto, porque a las
Con todo, las relaciones personales entre Pío IX e Isa- protestas parlamentarias se unían las amenazas del nuncio
bel II, sinceras y cordiales como demuestra el intenso epis- Barili, dispuesto a retirar el apoyo de la Iglesia a la política
tolario entre el papa y la reina, no sufrieron menoscabo y gubernativa si se adoptaban medidas punitivas por la difu-
tampoco las relaciones entre la corte de Madrid y la curia sión del Syllabus en los boletines eclesiásticos.
romana, pero la exhumación en aquellos momentos de rei- El nuncio negoció personalmente el conflicto con el
vindicaciones relativas a los Estados Pontificios no fue muy ministro de Gracia y Justicia, Lorenzo Arrazola, buen cató-
oportuna. Los periódicos franceses publicaron el Syllabus lico, pero profundamente regalista, quien deseaba evitar
el día de Navidad. En España, a principios del nuevo año nuevas tensiones porque buscaba la concordia con la Igle-
1865, todos los obispos ya lo tenían. Entre tanto, la prensa sia y porque mantenía óptimas relaciones con muchos
de Madrid recogió noticias de otros países y, de esta forma, obispos; por eso trató de hacer comprender a sus interlo-
la opinión pública española tuvo conocimiento del cutores eclesiásticos, y en concreto al nuncio, su situación
Syllabus, aunque ignoraba con precisión su contenido. Pe- política, ya que los adversarios del partido instrumentaliza-
riódicos progresistas como La Iberia y Las Novedades lamen- ron el conflicto y le acusaron abiertamente de consentir la
taron la conducta del papa, mientras que La Democracia, impunidad de prelados que violaban las leyes del reino.
más radical en sus juicios, llegó a decir que este docu- El Gobierno trató de impedir o retrasar la publicación
mento era un atentado y una blasfemia contra los senti- de cuatro proposiciones contenidas en el Syllabus y admitir
mientos más nobles y hermosos de los pueblos libres, y en con reservas otras nueve. La número 20 -«El poder ecle-
concreto contra el progreso intelectual y social de la huma- siástico no debe ejercer su autoridad sin permiso y consen-
nidad. Según este periódico, Pío IX pretendía volver a las timiento del gobierno civil»- formaba parte del grupo de
tinieblas y a la esclavitud del medievo, olvidando la existen- errores condenados que afectaban a los derechos de la
cia de Lutero y de la Revolución Francesa. El órgano libe- Iglesia, lo mismo que la 28 -«No es lícito a los obispos, sin
ral El Reino también lo censuró, porque atacaba el desarro- permiso del Gobierno, promulgar ni aun las mismas letras

64 65
apostólicas»- y la 29 -«Las gracias que concede el romano que en tiempos pasados la habían ligado al Estado. Por eso,
pontífice deben reputarse como nulas si no se han pedido resultaba anacrónico que dirigentes liberales pretendiesen
por medio del Gobierno»-. mantener los antiguos privilegios y regalías de la Corona.
En cambio, la proposición 41 condenaba un error En el caso del Syllabus, los motivos fueron esencial-
acerca de la sociedad civil, tanto considerada en sí misma mente políticos, con el fin de derribar a los moderados de
como en las relaciones con la Iglesia, que decía textual- Narváez. La ambigua conducta de su Gobierno durante la
mente: «Al poder civil, aun cuando lo ejerza un príncipe gestión del conflicto puede comprenderse por su necesi-
infiel, compete una potestad indirecta negativa sobre las dad de supervivencia política y porque no disponía de
cosas sagradas; le compete, por tanto, no solo el derecho otros medios para hacer frente a la oposición parlamenta-
que llaman de exequátur, sino también el derecho deno- ria en una nación donde faltaba educación política, donde
minado de apelación por abuso». Estas eran las cuatro pro- las crisis ministeriales estaban a la orden del día y los temo-
posiciones que ni el Consejo de Estado ni el Gobierno que- res de golpes militares eran siempre crecientes, como de-
rían aceptar. mostraron algunos sucesos de aquellos días y ratificaron las
Las otras nueve se referían a los dos grupos de conde- sublevaciones más radicales de los años sucesivos, y donde
nas indicados y, además, a los errores de ética natural y comenzaba a organizarse un movimiento obrero que lleva-
cristiana y al liberalismo. Sin embargo no hubo dificultad ría muy pronto a revueltas populares sin precedentes.
en aprobar las proposiciones que condenaban errores rela-
tivos al panteísmo, naturalismo, racionalismo absoluto y
moderado, indiferentismo, socialismo, comunismo; socie- El Papa y la Reina
dades secretas, bíblicas y clérico-liberales; ni tampoco los
relacionados con el matrimonio cristiano y con el princi- Las relaciones epistolares entre el papa y la reina son
pado temporal del papa. fundamentales para comprender la política religiosa de los
Nuevas gestiones del nuncio Barili con el Gobierno gobiernos liberales y el talante moderado de la Iglesia ante
consiguieron superar los últimos escollos y, el 6 de marzo el sistema liberal instaurado en España. Superados los años
de 1865, Isabel II firmó el real decreto que autorizaba la de tensiones, incomprensiones y contradicciones corres-
difusión de la encíclica Quanta cura y del Syllabus, y adop- pondientes a la minoría de edad de Isabel II, que coinci-
taba medidas legislativas para armonizar el derecho del dieron con las regencias de María Cristina y Espartero y
plaatum regium con la libertad de prensa. con el pontificado de Gregorio XVI, desde 1846 -año de la
El conflicto terminó con una victoria recíproca para elección de Pío IX- se estableció entre el nuevo papa y la
ambas potestades. La Iglesia consiguió que un documento joven reina de España, que apenas contaba 16 años de
tan comprometedor hubiese obtenido la sanción real, edad, una correspondencia epistolar tan intensa que nos
mientras el Estado ratificaba solemnemente su regalismo a permite descubrir, a través de las doscientas cartas persona-
pesar de la condenación del mismo por parte del papa. les que ambos se cruzaron, la profunda admiración y vene-
Pero este gesto provocó nuevas polémicas, pues mientras ración de la reina por el pontífice y la benevolencia y com-
quienes alardeando de progresismo y preconizando una prensión del supremo pastor de la Iglesia hacia los
total separación entre la Iglesia y el Estado, no perdían problemas e, incluso, tragedias personales de la soberana
ocasión para someter el poder espiritual al temporal, cuan- española y hacia otros asuntos de carácter político. Isabel
tos eran tachados de ultramontanismo, integrismo o con- II mantuvo su correspondencia con el papa, aun después
servadurismo en el campo político buscaban el espacio vi- de su reinado, durante su destierro en París tras la restau-
tal que la Iglesia necesitaba, libre de ataduras y vínculos ración monárquica de su hijo Alfonso XII. A lo largo de

66 67
treinta años descubrimos los sentimientos sinceramente ca- de 1852: «Vuestra Santidad, en su inspirada sabiduría, se-
tólicos de la reina y su frecuente ingenuidad ante proble- ñala con verdad una de las principales causas del extravío
mas religiosos o graves cuestiones de conciencia. de la época. De esperar es que tiempos mejores convence-
Las cartas, autógrafas en su mayoría de la reina y del rán a los hombres que la religión santa es el único camino
papa, fueron escritas con motivo de acontecimientos per- que nos ha de conducir a rectificar los errores del siglo en
sonales y familiares de Isabel II o de sucesos políticos y reli- que vivimos; yo no me apartaré de este camino, guiada por
giosos de España o de los Estados Pontificios. No existe en la fe y ayudada por la suprema autoridad de Vuestra Beati-
la historia de nuestro país un precedente semejante de re- tud. Entre tanto, confío tranquilamente en la divina miseri-
laciones escritas entre los máximos representantes de la cordia, que así como me ha protegido tan visiblemente
Iglesia y del Estado. Las epístolas del pontífice y de la reina hasta aquí, no me abandonará en adelante y que la interce-
garantizaron el mutuo entendimiento entre la corte de sión de la Virgen Santísima y las oraciones del vicario de
Madrid y la curia romana, evitaron conflictos y rupturas, Jesucristo me sacarán a salvo de todas las tribulaciones
permitieron un desarrollo armónico de las actividades de ofreciéndome en ellas los auxilios de la divina gracia, y
la Iglesia y favorecieron la presencia cualificada de la jerar- dando con ellas al mundo lecciones provechosas para co-
quía eclesiástica en la sociedad liberal decimonónica. Solo rregir sus ciegas aberraciones».
durante el bienio progresista (1854-56) y el sexenio revolu-
cionario (1868-74) no fue posible evitar los mayores des-
manes y atropellos, que llegaron a una ruptura de hecho El padre Claret y sor Patrocinio
en las relaciones diplomáticas entre Madrid y Roma.
Pío IX intervino directamente para que Isabel II se re- En la corte de Isabel II aparecieron dos personajes sin-
conciliase con su esposo, Francisco de Asís, cuando las gulares: el arzobispo san Antonio María Claret (Sallent
grescas matrimoniales entre la exuberante soberana y su 1807 - Fontfroide 1870), confesor de la reina, y la religiosa
insípido consorte constituían las delicias de cuantos fre- sor María de los Dolores y Patrocinio, confidente de la so-
cuentaban los salones de la alta sociedad madrileña, y pro- berana.
vocaban crisis de gobierno y movimientos diplomáticos en Claret era arzobispo de Santiago de Cuba desde 1850,
las cancillerías europeas, que habían manipulado el enlace cuando Isabel II le llamó en 1857 para que fuese su confe-
de los jóvenes e inexpertos cónyuges para buscar equili- sor. El prelado aceptó a condición de que se le permitiese
brios políticos internacionales y robustecer un sistema polí- seguir su vida sencilla y pobre, apartado del mundo polí-
tico todavía vacilante. Pero el pontífice no pudo impedir tico y dedicado a los ministerios apostólicos, cuando los
mil aventuras amorosas que salpicaron la vida privada de la compromisos de su cargo no se lo impedían. Fundador de
reina en sus años verdes. una congregación de sacerdotes misioneros, llamados Hi-
Isabel II, por su parte, siguió muy de cerca los tristes jos del Inmaculado Corazón de María, el padre Claret se
avatares del papa, cuando la revolución romana de 1848 le dedicó de lleno a la evangelización de los pueblos de Es-
obligó a salir precipitadamente del Quirinal hacia Gaeta. paña con un método apostólico, entonces nuevo, a través
El Gobierno español preparó una expedición militar que de la difusión de la palabra de Dios por medio de libros y
contribuyó a restablecer a Pío IX en el pleno dominio tem- revistas. En 1858 fundó la «Academia de San Miguel», que
poral de los Estados de la Iglesia. Ante las reiteradas preo- en solo diez años imprimió y difundió gratuitamente casi
cupaciones manifestadas por el papa, que, instalado de dos millones de libros y folletos, estampas e impresos para
nuevo en sus territorios, denunciaba y condenaba los ex- propagar el evangelio, así como crucifijos, medallas y otros
travíos de la sociedad liberal, Isabel II escribía el 2 de mayo objetos que fomentaban las devociones populares. Se em-

68 69
fue quizá la persona más allegada a las intimidades de la
peñó también en la restauración material y moral del mo- Corte. Sus detractores le atribuyeron influencias y manejos
nasterio de El Escorial e influyó decisivamente en el ánimo para deshacer ministerios, provocar crisis políticas, apoyar
de la reina y de los ministros del Gobierno para la selec- pretensiones dinásticas y favorecer puestos y colocaciones.
ción de buenos candidatos al episcopado, que permitieron No existen documentos que lo demuestren. Sí consta que
la formación de una jerarquía eclesiástica más consistente favoreció, como el padre Claret, las nuevas fundaciones re-
doctrinalmente, adicta a la Santa Sede y sensible a los pro- ligiosas que surgieron por doquier en España durante el
blemas de la sociedad española. También favoreció las fun- reinado de Isabel II y el establecimiento de institutos ex-
daciones de nuevas congregaciones religiosas masculinas y tranjeros, que por vez primera llegaron a nuestro país. Li-
femeninas, que fueron surgiendo en una España llena de berales, masones, progresistas y todos los políticos frustra-
problemas económicos, políticos y de estructuras, llegando dos del tiempo fueron los mayores rivales de esta monja y
a ser una grave cuestión nacional, ya que -como se verá quienes tramaron contra ella hasta verla desterrada.
más adelante- la admisión de Ordenes religiosas suscitaba También en la Curia romana existían reservas hacia la
pasiones tales que los gobiernos arrostraban el peligro de religiosa. Cuando Isabel II pidió a Pío IX que concediera
crisis y el de impopularidad a trueque de abordarlo. exenciones y privilegios a las concepcionistas, el pontífice
Al ser reconocido por el Gobierno español el reino de se negó para evitar críticas y malentendidos. La reina no
Italia, el padre Claret abandonó la Corte el 20 de julio de dudó en defenderla abiertamente, pero el papa le hizo
1865, para mostrar su adhesión al papa y su disconformi- comprender que no era prudente proteger abiertamente a
dad con la decisión política de la Corona española, pero un instituto religioso en detrimento de los demás. En reali-
tuvo que regresar el 27 de diciembre del mismo año, ce- dad, los prelados responsables de la disciplina regular
diendo a las continuas presiones de la reina. Su cargo en la aconsejaron a Pío IX que no favoreciera a una persona
Corte le permitió acompañar a la reina en numerosos via- cuya vida y actividades presentaba algunos puntos oscuros.
jes por el territorio nacional y percatarse de la triste situa- Tanto el padre Claret como sor Patrocinio influyeron
ción religiosa del país, después de tantos años de luchas re- positivamente en el ánimo de Isabel II en favor de la res-
ligiosas, de inestabilidad política y de crisis económica. tauración eclesiástica y, aunque la política liberal de los go-
Más compleja y enigmática resulta la personalidad de biernos moderados trató de satisfacer sus exigencias, la
sor Patrocinio -María de los Dolores Quiroga y Capodarro Santa Sede, a través de la gestión del nuncio Barili (1858-
(Venta del Pinar 1809 - Gudalajara 1891)-, religiosa con- 1868), consiguió recuperar en parte el protagonismo per-
cepcionista, fundadora de conventos y reformadora de dido durante los años del liberalismo más exaltado.
comunidades religiosas, sor Patrocinio fue una mujer ex-
traordinaria, no sólo por su belleza física y por su inteligen-
cia, sino por su santidad. Testigos oculares declararon en el Bibliografía esencial comentada
proceso de beatificación en favor de sus revelaciones, éxta-
sis e, incluso, milagros, pero sobre todo de sus cinco estig-
Sobre la temática general de este capítulo, cfr. F. MARTÍ
mas extraordinarios que la han hecho pasar a la historia
GILABERT, Iglesia y Estado en el reinado de Isabel II (Pamplona,
como «la monja de las llagas».
Eunsa, 1998). La obra de J. M. CASTELLS, Las asociaciones re-
Pero sor Patrocinio se hizo también célebre por sus im- ligiosas en la España contemporánea. Un estudio jurídico-admi-
plicaciones en la vida política española y su prestigio ante nistrativo (1767-1965) (Madrid, Taurus, 1973), abarca desde
Isabel II. Cierto es que fue confidente de la reina y de su es- la destrucción de la Iglesia del Antiguo Régimen hasta la
poso. Junto con el padre Claret y con santa María Micaela ley de 24 de diciembre de 1964. AA. W . , Iglesia, Sociedad y
del Santísimo Sacramento (Madrid 1809 - Valencia 1865),
71
70
Estado en España, Francia e Italia (ss. XVIII al XX) (Alicante, Pontificiae 17 (1979) 289-355; El Archivo de la S. C. de Asun-
Instituto de Cultura «Juan Gil-Albert», 1992), contiene co- tos Eclesiásticos Extraordinarios. I. Fuentes para la Historia de Es-
municaciones sobre las relaciones económicas entre la paña desde sus orígenes hasta la muerte de Pío IX (1878): Cua-
Iglesia y el Estado en el bienio progresista, un estudio pre- dernos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y
supuestario del hecho desamortizador y un apartado sobre Arqueología en Roma 15 (1981) 247-320; La publicación del
la recuperación económica de la Iglesia desde 1845. Para «Syllabus» en España: Analecta Sacra Tarraconensia 57-58
conocer cifras detalladas, cfr. J. SÁEZ MARÍN, Datos sobre la (1984-1985) 139-201.
Iglesia española contemporánea, 1768-1868 (Madrid, Ed. Na-
cional, 1975). Mi biografía sobre Pío IX. Pastor universal de la
Iglesia (Valencia, Edicep, 2000), publicada con motivo de
su beatificación, resume su actuación pontificia y política,
afrontando las cuestiones más importantes y polémicas de
su ministerio.
Sobre el concordato de 1851 son fundamentales las mo-
nografías de J. PÉREZ ALHAMA, La Iglesia y el Estado Español.
Estudio histórico jurídico a través del concordato de 1851 (Ma-
drid, Rev. de Estudios Políticos, 1967) y F. SUÁREZ, Génesis
del concordato de 1851, Ius Canonicum 3 (1963), 65-249; mi
estudio sobre El nuncio Brunelli y el concordato de 1851, Ana-
les Valentinos 1 (1975), 79-198, 309-377, que documenta la
completa negociación concordataria y transcribe las amplí-
simas observaciones del nuncio; y la Storia del concordato, de
V. Nussi, editada por J. DE SALAZAR, Anthologica annua, 20
(1973), 823-1116.
Sobre las relaciones epistolares del papa con personajes
españoles véanse las cartas publicadas por J. GORRICHO,
Epistolario de Pío IX con Isabel II de España, Archivum Histo-
riae Pontificiae, 4 (1966), 281-348, que deben completarse
con las editadas por mí, Pío IX e Isabel II. Nuevas cartas entre
papa y la reina de España, Archivum Historiae Pontificiae 21
(1983) 131-181; Correspondencia epistolar entre Pío IX y don
Carlos de Barbón: Pío IX 9 (1980) 78-105. Además, Cartas en-
tre españoles y Pío IX durante el sexenio revolucionario (1868-
1874): Scriptorium Victoriense 24 (1977) 219-237.
Sobre la actividad de los nuncios y el Syllabus, cfr. mis
artículos: Los despachos de la nunciatura de Madrid (1847-
1857).-Archivum Historiae Pontificiae 13 (1975) 311-400,
14 (1976) 265-356; Instrucciones al nuncio Barili en 1857: Re-
vista Española de Derecho Canónico 35 (1979) 159-185; El
archivo del nuncio Barili (1857-1868): Archivum Historiae

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Capítulo III
REVOLUCIÓN Y PRIMERA REPÚBLICA (1868-1874)

Ideas fundamentales

— Con la revolución de septiembre de 1868 comenzó el período


políticamente más agitado de la historia española del siglo xix,
que concluyó con la Restauración de 1875.
— Provocó un desorden político-social sin precedentes pues, du-
rante seis años, se probaron varias experiencias: desde la anárquica
exaltación de las Juntas revolucionarias locales a la provisionalidad
de un gobierno central que reunió las Cortes Constituyentes, para
acabar en la antipopular monarquía de Amadeo de Sabaya.
— Pío IX no mostró jamás la más mínima simpatía por este
rey, quien, por otra parte, y tras su abdicación del trono de Es-
paña, se reconcilió con la Santa Sede y, al regresar a Turín, man-
tuvo esta conducta.
— En 1873 fue proclamada la Primera República, experiencia
breve, que supuso un retorno a las ya conocidas violencias, atrope-
llos y profanaciones de templos.
— No puede hablarse de relaciones entre la Santa Sede y la
Primera República, ya que estas fueron prácticamente inexistentes
durante los primeros meses de 1873.
— La legislación republicana en materia religiosa no tuvo re-
percusión alguna sobre dichas relaciones pues la República no fue
aceptada por las potencias europeas.
— Por tanto, la ausencia de relaciones normales con el Papa
no fue una excepción aislada, sino que respondió a la actitud polí-
tica de las principales naciones de Europa con respecto a España.
— El «sexenio revolucionario» contribuyó sensiblemente a la
madurez del pueblo español porque la revolución, eminentemente
política, buscó una mayor justicia social, una mejor administra-
ción pública y una renovación cultural profunda.

75
— Intentó aproximar a España a las líneas de gobierno y de- la incapacidad de la monarquía para mantener una po-
sarrollo de los países que entonces formaban la Europa occidental. lítica que resolviera las crecientes exigencias de la nueva
— Fue una revolución liberal-burguesa, de la cual no estuvie- sociedad española, que seguía con sensible retraso los es-
ron exentas las masas populares. quemas socio-económicos de los países europeos más avan-
— Para la Iglesia fue una sacudida impresionante, altamente zados. La mala gestión de los últimos gabinetes isabelinos
positiva, porque incidió decisivamente sobre las viejas estructuras contribuyó a precipitar la situación, agravada desde 1865
eclesiásticas y obligó a buscar nuevos métodos de evangelización en con motivo de los sucesos madrileños de la llamada «no-
momentos de transformación social. che de San Daniel», una revuelta universitaria contra el go-
— El anticlericalismo volvió a manifestarse deforma violenta bierno. Los tumultos ocurridos en Granada y Barcelona
como fenómeno frecuente de una nación tradicionalmente católica durante la primavera de 1868 y el malestar general del país
y como reacción a la oposición de la Iglesia a las libertades con- fueron el clima social de las postrimerías de Isabel II.
quistadas desde finales del siglo xvni: de cultos, enseñanza, im- A estos sucesos hay que añadir la desaparición de los
prenta y asociación. dos políticos más eminentes del momento. O'Donnell fa-
— En aquellos años se manifestaron entre los católicos dos ten- lleció en 1867 en su destierro voluntario de Biarritz, y Nar-
dencias muy marcadas, una liberal y otra integrista. váez, en Madrid en abril de 1868. En Roma fue particular-
— La primera, favorable a las reformas promovidas por los go- mente sentida la muerte de este general moderado,
biernos revolucionarios, y la segunda, contraria a cualquier nove- porque había sido uno de los defensores de la «buena
dad y, en concreto, la exaltación de la libertad. causa». La presencia del nuncio Barili en los funerales de
— La Iglesia tuvo que enfrentarse por vez primera con el desa- Narváez fue el postrer homenaje que la Iglesia rindió al
rrollo del movimiento obrero y buscar soluciones a una serie de pro- hombre que había sentado las bases para su reconciliación
blemas pastorales hasta entonces inéditos. con el Estado. Pero el nombramiento de González Bravo
— Si una explicación encuentra el anticlericalismo como reac- para la jefatura del Gobierno fue desacertado, y el mismo
ción a la situación anterior, comprensión encuentra igualmente la nuncio Barili, cuyas tendencias conservadoras habían que-
actitud enérgica del clero y de los católicos frente a una revolución dado ampliamente demostradas en numerosas ocasiones,
que todavía estaba en sus comienzos y había puesto fin a seculares reconoció las dificultades que encontraría el nuevo go-
tradiciones religiosas y a principios fundamentales de respeto y bierno, que tenía minada su base por el grave problema
convivencia entre la Iglesia y el Estado. económico.
La designación de González Bravo fue un error. Sus mé-
todos policíacos, el recrudecimiento de la censura y de la
La Iglesia ante la revolución represión a todos los niveles, crearon entre el pueblo y el
ejército una antipatía general hacia el Gobierno. Las rela-
La revolución llamada «Gloriosa» triunfó el 30 de sep- ciones de la Iglesia con el Estado español eran en ese mo-
tiembre de 1868 y puso fin a la monarquía de Isabel II, que mento normales, ya que tras el bienio progresista (1854-
tuvo que marchar al exilio. Dicha revolución sometió a la 1856) no había habido conflictos de relieve gracias a la
Iglesia española a una dura prueba, ya que por vez primera moderación de los gobiernos liberales presididos por los
tuvo que enfrentarse con movimientos nuevos como el so- fallecidos Narváez y O'Donnell. El incidente provocado
cialismo y el republicanismo, que pudieron organizarse y por la publicación del Syllabus no llegó a turbar la armonía
consolidarse gracias a la estabilidad del sistema liberal bur- existente entre la corte de Madrid y la Curia romana. El
gués. La revolución era deseada por unos y temida por concordato de 1851 seguía aplicándose con gran lentitud
otros. Los últimos años del reinado de Isabel II mostraron porque la complejidad de la situación política y la inmi-

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nencia de un cambio radical no dejaron espacio para ulte- El silencio de Roma fue total cuando se conoció el
riores negociaciones. Los ministros de González Bravo de- triunfo rotundo de la revolución. En los despachos de la
mostraron la buena voluntad que les animaba a todos Secretaría de Estado se evitó cualquier comentario que pu-
ellos, y en concreto a Carlos María Coronado, titular de diera llevar implícitos juicios sobre la nueva situación polí-
Gracia y Justicia, quien se mostró totalmente dispuesto a tica. Se alabó la prudente actitud del nuncio, muy discreto
resolver las cuestiones religiosas pendientes. Pero la Santa desde el primer momento, y se le recomendó que evitara
Sede se dio cuenta de la inutilidad de las gestiones, porque cualquier comunicación escrita con el nuevo Gobierno,
el Gobierno tenía los días contados. Esta impresión se de- para no prejuzgar las decisiones que el papa pudiera adop-
duce de una atenta lectura de los despachos que el nuncio tar con respecto al nuevo régimen ante otros aconteci-
Franchi envió a Roma durante el verano de 1868. mientos. Franchi permaneció en Madrid hasta el verano
A todos sorprendió que la revolución triunfara en tan de 1869 como persona privada, limitándose a comunica-
pocos días, y, cuando el general Concha hizo frente a los ciones verbales con políticos y militares, si bien pudo ejer-
insurrectos de la «Gloriosa» en septiembre de 1868, se cer libremente las facultades espirituales como delegado
llegó incluso a creer que la moderación se impondría a la de la Santa Sede, con el título de nuncio apostólico.
exaltación. Pero, cuando la victoria de los revolucionarios
se había consolidado y la salida de Isabel II dejó el poder
en manos del Gobierno provisional, Franchi lloró en tonos Agresiones de las Juntas revolucionarias
dramáticos «la funesta catástrofe ocurrida a esta desgra-
ciada nación». Fue significativo el cambio de actitud por La revolución se caracterizó, en sus primeras semanas,
parte de la Santa Sede ante el nuevo régimen. La tre- por la actividad incontrolada de las Juntas revolucionarias,
menda impresión producida por la caída de Isabel II que se establecieron rápidamente en las capitales de pro-
quedó reflejada en un despacho del cardenal Antonelli, se- vincia y en casi todas las poblaciones importantes, lan-
cretario de Estado de Pío IX, que no llegó a ser transmi- zando manifiestos y proclamas en favor de libertades tan
tido al nuncio Franchi por miedo a represalias. En él se de- fundamentales como las de reunión y asociación, cultos,
cía textualmente: «Hago votos para que los extraviados enseñanza, prensa, etc., algunas de las cuales eran comple-
vuelvan a su deber y sean vencidos». Este despacho es del tamente desconocidas en España. Sin embargo, los progra-
30 de septiembre de 1868. Los extraviados eran ya en ese mas de estas Juntas, en teoría altamente positivos, tuvieron
momento los dueños de la nueva situación. Un año antes, una realización muy negativa porque su gestión del poder
con motivo de los movimientos revolucionarios ocurridos estuvo tan impregnada de fanatismo, virulencia e, incluso,
en varias provincias catalanas, el cardenal Antonelli había violencia física, que el gobierno central decidió disolverlas
celebrado el triunfo de la represión y pedido a Dios que a finales de octubre de 1868 con el fin de evitar las graves
«confundiera a los malvados e impidiera que la católica Es- consecuencias que su autonomía provocaba, y, por consi-
paña pudiera sufrir cambios». En nombre del papa, el nun- guiente, no solo para evitar duplicidad de funciones en la
cio felicitó personalmente, en aquella ocasión, a Isabel II Administración pública.
por el éxito de sus tropas, «que valerosamente vencieron a La actitud de estas Juntas frente a la Iglesia no fue uni-
las hordas», y por «la visible protección con que el Señor forme porque, en algunas diócesis, no ocurrieron los la-
defiende su reino de los peligros». Apenas un año después, mentables incidentes que se verificaron en otras. En Anda-
quien había escrito estas palabras no se atrevía a repetir lucía tuvieron un balance muy negativo por los atropellos
que el reino de Isabel II gozaba de la «divina asistencia» ni, cometidos especialmente en diversas ciudades, donde de-
por supuesto, bendecía a nadie. sencadenaron auténticas persecuciones. En Sevilla, tras ha-
78 79
ber proclamado la libertad de cultos, de enseñanza y de tados cometidos en España contra la religión y las inmuni-
prensa, se expulsó a los jesuitas y a los oratorianos, que fue- dades eclesiásticas desde septiembre de 1868», que recogía
ron exiliados y se les confiscaron los bienes. Fueron supri- en buena parte las actuaciones violentas de numerosas Jun-
midos nueve conventos de religiosas, once parroquias que- tas revolucionarias.
daron cerradas y 49 iglesias, destruidas.
Algunas Juntas violaron la jurisdicción y las inmunida-
des eclesiásticas, Manifestaciones anticlericales violentas
— suprimiendo territorios exentos,
— autorizando divisiones parroquiales, El Gobierno revolucionario proclamó abiertamente
— destruyendo templos, que España fue siempre una nación eminentemente cató-
— privando a los obispos de su jurisdicción, lica; pero hizo algunas consideraciones sobre este espíritu
— obligando a los prelados a dispensar los impedimen- católico que ofendendían no solo a la misma religión, sino
tos matrimoniales, también al sentimiento mayoritario de la nación.
— destituyendo canónigos y El manifiesto que el Gobierno provisional dirigió a la
— nombrando eclesiásticos adictos al movimiento revo- nación el 25 de octubre de 1868 para indicar los objetivos
lucionario para puestos de gobierno. fundamentales de la revolución fue, substancialmente, mo-
El obispo de Huesca, Gil Bueno, fue expulsado de su derado y equilibrado. Los principios que defendía -liber-
diócesis por decreto de la Junta local. El de Barcelona, tad religiosa, de enseñanza, imprenta, reunión y aso-
Pantaleón Monserrat, tuvo que enfrentarse no solo con la ciación- resumían los programas lanzados durante las
Junta de la capital catalana, sino también con otras de po- primeras semanas de octubre por las Juntas revoluciona-
blaciones menores. En Cuenca, los revolucionarios fueron rias. Reconocía que la libertad religiosa era la maniflesta-
más moderados, y en algunos pueblos llegaron incluso a ción del espíritu público más importante que se introducía
pronunciarse decididamente a favor de la Iglesia, según en la secular organización del Estado español. El mani-
testimonio del obispo Miguel Paya. En Lérida destruyeron fiesto, aunque revolucionario, mantenía la monarquía
el templo de San Juan y cerraron el seminario. Lo mismo como institución y excluía la alternativa republicana, si
hicieron en Málaga. bien cerraba cualquier posibilidad de retorno a Isabel II y
Conflictos con los revolucionarios por las usurpaciones a sus descendientes. Para el nuncio, la libertad religiosa
de las Juntas ocurrieron en ValladoUd, Salamanca y era una violación del primer artículo del concordato, ya
Tortosa. El prelado salmantino, Lluch Garriga, consiguió que alteraba sensiblemente el sistema de exclusión de
salvar el colegio de Calatrava gracias a sus gestiones amisto- otros cultos existentes en España desde antiguo, y con
sas con el jefe de la Junta local. Pero en Tortosa, el obispo tanto empeño defendido por la Iglesia.
Vilamitjana no consiguió impedir la ocupación del semina- Al consolidarse la revolución, en amplios sectores popu-
rio. lares hubo inmediatamente una reacción marcadamente
El obispo de Astorga, Arguelles, fue uno de los pocos anticlerical, en parte esperada porque, si el objetivo funda-
que se mostró satisfecho de la Junta de aquella ciudad, mental de la sublevación había sido acabar definitivamente
porque fue «juiciosa y pacífica, sin hacer alteración alguna, con la dinastía borbónica, responsable según los revolucio-
no siendo en algún desatinillo civil». Con todo, el balance narios de los males que el pueblo español había sufrido
de la actividad desplegada por muchas Juntas en materia durante casi dos siglos, igual suerte debía tocar a una de
eclesiástica fue bastante negativo. La revista La Cruz pu- las instituciones que con mayor fidelidad, constancia y
blicó una «Crónica de los sacrilegios, profanaciones y aten- energía había apoyado a la desacreditada monarquía y pre-

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dicado al pueblo sumisión y acatamiento sin reservas a los En España nunca desapareció por completo la unión
soberanos; es decir, la Iglesia. Conviene, sin embargo, mati- Trono-Altar, si bien ha tenido mil variantes y tonos más
zar algunos conceptos para comprender los ataques anti- o menos velados, porque aun los gobiernos más radicales,
clericales. Mientras el vértice político del Estado declaraba, excluida la II República, comprendieron las dificultades
por la voz autorizadísima de sus más altas instancias, «que de un ataque frontal a la Iglesia, y por ello no fue difícil lle-
España ha sido y es una nación esencial y eminentemente gar a un compromiso que colmara los deseos de ambas
católica», las masas populares desencadenaron un torbe- partes.
llino de violencias desde sus más ínfimos estratos, que, en La Iglesia se opuso al liberalismo que gobernó durante
realidad, eran nuevas ediciones -sensiblemente aumenta- la minoría de edad de Isabel II, en los años treinta y cua-
das en unos casos, levemente corregidas en otros- de suce- renta, y se convirtió en el apoyo más decidido de la monar-
sos muy lamentables, que, por una compleja serie de facto- quía isabelina y de los gobiernos moderados en las décadas
res políticos, sociales, económicos y culturales, habían sucesivas, hasta llegar a comprometerse históricamente
conocido generaciones pasadas y verían generaciones futu- con la firma de un concordato que fue un continuo que-
ras -piénsese en 1931-36-, con un frente común que atacar bradero de cabeza y una fuente inagotable de conflictos y
y, posiblemente, destruir por completo, es decir, el clero tensiones a lo largo de la segunda mitad del xix y de los
con sus templos, monasterios y conventos. Yes que gran primeros treinta años del xx. Nada tiene, pues, de extraño
parte de los habitantes de la «católica» España demostraba, que, en los primeros días de la revolución, a las puertas de
una vez más -como habían hecho sus antepasados y harían la nunciatura, una manifestación popular pidiese la liber-
sus descendientes-, la compatibilidad entre un extraño es- tad de cultos y la del pueblo romano, sometido al «yugo»
píritu religioso, mezcla de fanatismo, superstición y paga- del papa, así como el concordato de 1851 para quemarlo y
nismo, con el más desenfrenado anticlericalismo. Este fue que el nuncio fuese expulsado de España.
un fenómeno característico no solo de España, sino tam- ¿Qué sentido tenía en esos momentos un concordato
bién de los países predominantemente católicos, en los firmado con la soberana destronada, cuyo primer artículo
que la implicación de la Iglesia institucional en el Antiguo había sido superado con la declaración de principios que
Régimen contribuyó a impulsar e identificar liberalisno y el Gobierno había hecho en favor de la libertad religiosa?
anticlericalismo. No hay que olvidar, por otra parte, que El pueblo manifestado veía en el nuncio al representante y
este segundo fenómeno se había iniciado mucho antes, al garante de ese concordato, que ya no tenía razón de ser
por lo menos en la Edad Media, en los conflictos entre la en una España diversa. Por ello no debe sorprender que el
naciente burguesía de las nuevas ciudades y la jurisdicción pueblo protestara con insistencia y que la prensa colabo-
eclesiástica, que a veces impedía el desenvolvimiento de las rase con gusto, aireando noticias relativas a las dificultades
actividades económicas de aquella. que el nuevo embajador ante la Santa Sede, Posada He-
Se atacaba, por consiguiente, no al objeto de «fe» o de rrera, encontraba para su reconocimiento de Roma.
«creencia» del pueblo simple e ignorante, sino a los repre- Si en los primeros momentos de la revolución no se
sentantes de las estructuras clericales, e incluso a estas mis- llegó a una ruptura total con el Gobierno español, fue pre-
mas, porque durante años habían sostenido incondicional- cisamente porque este trató de impedirlo asegurando la in-
mente el sistema político derrumbado y, gracias al mismo, columidad personal del representante pontificio en Ma-
habían conseguido restaurar, aunque solo en parte, anti- drid. Sin embargo, la permanencia de Franchi en España
guas situaciones de privilegio. La Iglesia fue la víctima pri- quedó muy comprometida tras las manifestaciones popula-
vilegiada de seculares errores y omisiones colectivas deriva- res, y su salida sería cuestión de pocos meses, en espera de
das de su excesiva compenetración con los poderes civiles. una ocasión propicia que la justificara plenamente.

82 83
Con todo, el anticlericalismo de las Juntas revoluciona- adquirir bienes. Fueron extinguidos todos los monasterios,
rias no fue unánime, ya que las disposiciones anticlericales conventos, colegios, congregaciones y demás casas de reli-
de carácter local, comarcal o provincial - q u e fueron los giosos de ambos sexos en la Península e islas adyacentes.
tres ámbitos de poder que tuvieron las Juntas- se ciñeron a Pasaron a propiedad del Estado todos los edificios, bienes,
un territorio bastante definido: la costa mediterránea, de rentas, derechos y acciones de las casas suprimidas, cuyos
Gerona a Valencia y de Almería a Jerez, buena parte del moradores -frailes y monjas- quedaron sujetos a la autori-
resto de Andalucía y Extremadura y, en el interor, algunos dad de los ordinarios diocesanos y sin derecho alguno a
puntos del valle del Ebro y la línea Madrid-Segovia-Vallado- percibir la pensión concedida a cuantos habían ingresado
lid-Benavente-Oviedo. en los conventos. A las religiosas de los conventos suprimi-
dos se les dio dos posibilidades: o ingresar en otras casas
religiosas de su misma orden de las subsistentes, o pedir la
Política anticlerical del Gobierno revolucionario provisional exclaustración, pudiendo reclamar para ello la dote que
llevaron al entrar en religión. Todos los conventos abiertos
Muy pronto manifestó el Gobierno revolucionario pro- deberían reducirse a la mitad.
visional la política religiosa que deseaba seguir. Esta quedó Este fue un verdadero golpe de gracia contra los regu-
sintetizada en las medidas adoptadas por el ministro lares, ya que solo se salvaron de la supresión las Hermanas
de Gracia y Justicia, el abogado gallego Antonio Romero de la Caridad, las de San Vicente de Paúl, Santa Isabel, la
Ortiz (1822-1884), quien a los cuatro días de su llegada Doctrina Cristiana y todas las dedicadas a enseñanza o be-
al ministerio suprimió la Compañía de Jesús por decreto neficencia. También fueron suprimidas las congregaciones
del 12 de octubre de 1868. No era la primera vez que esto de San Vicente de Paúl y San Felipe Neri, que el concor-
ocurría en la historia de España, ni sería la última. Desco- dato de 1851 había restablecido, así como los redentoristas
nocemos las razones de esta decisión, digna de otro minis- y los misioneros fundados por el arzobispo Claret. Fueron
tro de Gracia y Justicia -García Herreros- en un fugaz suprimidas, además, las Conferencias de San Vicente de
Gabinete, presidido por el conde de Toreno, durante la Paúl, que entonces desarrollaban en España intensa activi-
regencia Cristina, porque el laconismo del texto no dad caritativa y de propaganda. A los seminarios se les
permite descubrir los motivos del decreto. Los jesuítas tu- quitó la dotación estatal. Fue suprimida la Comisión de
vieron que cerrar sus colegios e institutos en el plazo de Arreglo Parroquial y fueron sustituidas las frases del jura-
tres días, mientras el Estado ocupó sus temporalidades, mento que los nuevos obispos pronunciaban antes de su
es decir, todos los bienes de la orden, así muebles como ra- consagración referidas a la reina Isabel II.
íces, edificios y rentas, que pasaron a engrosar el caudal Todas estas disposiciones las dio el Gobierno provisio-
nacional. A estos religiosos se les prohibió igualmente reu- nal bajo la presión y las amenazas de las Juntas revolucio-
nirse en comunidad, en contra de los principios revolucio- narias, que dominaron la situación hasta el 20 de octubre
narios, que habían proclamado la libertad de reunión y de de 1868, en que fueron suprimidas. Los ministros no esta-
asociación pacífica. No consta que las reuniones de los je- ban muy de acuerdo sobre la política eclesiástica, pues
suítas fuesen violentas; de lo contrario, el Gobierno habría mientras el de Gracia y Justicia trataba de minar el poder
adoptado otras medidas contra ellos. También se les impi- de la Iglesia a golpes de decretos, el de Estado, Lorenzana,
dió vestir el traje talar y se les sometió a la autoridad de los confesaba al nuncio Franchi, ingenuamente y con la mayor
ordinarios diocesanos, mientras que los jesuítas no ordena- reserva, que Romero Ortiz se mostraba arrepentido de las
dos in sacris quedaron sujetos a los poderes civiles. disposiciones tomadas, en particular, contra los seminarios
A las comunidades religiosas les fue prohibido poseer y y las religiosas, y que restauraría la Asociación de San Vi-

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cente de Paúl, como efectivamente hizo al poco tiempo. El Las relaciones con la Santa Sede se enfriaron, y mien-
ministro de Justicia ordenó a los gobernadores civiles que tras el nuncio Franchi trataba por todos los medios de fre-
no fuesen rigurosos al ejecutar las disposiciones gubernati- nar la actitud revolucionaria del Gobierno provisional e
vas sobre supresión de conventos femeninos y a los jesuitas impedir la promulgación de nuevas disposiciones antiecle-
se les permitió regresar a sus colegios, pero sin usar el há- siásticas, en Roma se prohibía el ingreso al embajador de
bito talar.
la revolución, José Posada Herrera (1815-1885), que no
Las numerosas protestas del Episcopado y del laicado era un revolucionario, sino un político hábil, liberal mode-
católico influyeron en esta marcha atrás del ministro, cuyos rado, a quien la Santa Sede no podía rechazar, en princi-
contrastes personales con el general Serrano, presidente
pio, porque vivía retirado de la política cuando se le nom-
del Gobierno, eran conocidos públicamente. Por eso, aun-
bró embajador en Roma. El cardenal Antonelli estaba
que no se dieron por parte de otros ministerios disposicio-
dispuesto a mantener relaciones oficiosas con Posada He-
nes contrarias a las emanadas por el de Gracia y Justicia,
rrera, pero no a reconocerle como embajador, porque ello
sin embargo, se procuró moderarlas con varias medidas
que suavizaron la política del Gobierno provisional tras la implicaba el reconocimiento del nuevo sistema político,
supresión de las Juntas. En este marco hay que situar el de- cosa que nunca se consiguió. Influyó también en esta deci-
creto del ministro de la Gobernación, Sagasta (1827-1903), sión la presencia en Roma del enviado personal de Isabel
sancionando el derecho de asociación, como consecuencia II, Severo Catalina, quien hacía ver a los prelados vaticanos
lógica de otro precedente que había reconocido el de reu- las enormes ventajas que comportaría a la Iglesia un re-
nión pacífica para objetos no reprobados por las leyes. torno de la reina. Por ello, lo más prudente era no com-
prometerse con la revolución. Posada estuvo en Roma po-
Desapareció de los planes de estudio la obligatoriedad
cas semanas. Al no ser reconocido como embajador y dado
de la religión como asignatura, tanto en los institutos
como en las facultades universitarias, y quedó suprimida la que fue elegido diputado de las Constituyentes de 1869, re-
facultad de Teología en las universidades. Sin embargo, gresó a España en febrero de dicho año para asistir a las
esta última decisión no puede considerarse medida antie- Cortes. La Embajada en Roma quedó vacante hasta la Res-
clesiástica, porque los obispos habían pedido ya en tiem- tauración, mientras que Franchi manuvo siempre el título
pos de Isabel II, siendo ministro de Fomento Severo Cata- de nuncio, aunque se ausentó definitivamente de España
lina, dicha supresión, pues el régimen académico y las en junio de 1869 y dejó los asuntos de la nunciatura en ma-
continuas interferencias del Estado en la enseñanza funda- nos de su secretario, Elia Bianchi.
mental de la Iglesia no satisfacían al episcopado.
El Estado se incautó de todos los archivos, bibliotecas,
gabinetes y demás colecciones de objetos de ciencia, arte o Iniciativas de los obispos frente a la Revolución
literatura que poseían los monasterios, conventos, catedra-
les y órdenes militares, con excepción de las bibliotecas de La actitud de los obispos ante los sucesos políticos de fi-
los seminarios. Esta decisión encajó perfectamente en el nales de septiembre y primeros de octubre de 1868 fue de
plan general de desamortizaciones y quedó justificada por gran desconcierto ante un cambio que, si bien muchos de
el estado de abandono, descuido y hasta peligro en que se ellos esperaban y temían, sin embargo, no lo imaginaron
hallaban muchas obras de arte, «ocultas, cubiertas de tan radical. La desaparición de la monarquía reinante y la
polvo, envueltas en telarañas y comidas por el tiempo». explosión de libertad, que en muchos lugares llegó a con-
También fueron suprimidos el tribunal de las Ordenes mi- vertirse en auténtico libertinaje por el desenfreno de las
litares y el fuero eclesiástico. Juntas revolucionarias y la inercia del poder central y del
ejército, desorientaron a los obispos, que pasaron del
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miedo al terror. «La tormenta de las circunstancias -decía — exigir la observancia del concordato,
el arzobispo de Valencia, Mariano Barrio- crece y arrecia — advertir a los fieles de los peligros que corrían en
de una manera horripilante, y no sé humanamente a aquellos momentos e
dónde iremos a parar. Me parece que no hay cabezas que — invitar a las autoridades civiles para que salvasen y
sepan y puedan contener el torrente desbordado.» protegiesen a la Iglesia.
Algunos obispos advirtieron la necesidad de organi- La actitud del nuncio estaba en la línea de la doctrina
zarse para hacer frente con serenidad a las provocaciones pontificia, manifestada por Pío IX en numerosos docu-
de los nuevos dirigentes políticos. Por esas fechas, al epis- mentos y alocuciones. Pero, aunque algunos obispos escri-
copado le faltaba una cabeza moral, ya que el anciano car- bieron personalmente al general Serrano, presidente del
denal primado, Cirilo Alameda, permaneció totalmente Gobierno, y al ministro de Gracia y Justicia, prevaleció la
inactivo. Los arzobispos de Granada y Zaragoza promo- idea de los documentos colectivos, que comenzaron a ha-
vieron reuniones de metropolitanos con el fin de estudiar cerse por provincias eclesiásticas, habida cuenta de las difi-
la nueva situación y adoptar medidas ante la política reli- cultades técnicas que suponía, en tales circunstancias, la re-
giosa del Gobierno. El cardenal García Cuesta, de San- dacción de un documento de todo el episcopado, ya que
tiago, era partidario de elevar escritos al poder supremo de ni los obispos podían reunirse en asamblea plenaria ni era
la nación firmados por todos los arzobispos, previo el posible transmitirles un proyecto de texto para su estudio.
acuerdo de los obispos sufragáneos, de forma que se tra- Comenzaron los obispos de la provincia eclesiástica de
tase de auténticos escritos colectivos de todo el episcopado Burgos y les siguieron pocos días más tarde los de Zara-
español. A pesar de algunos titubeos iniciales y de la deso- goza, Santiago de Compostela, Granada y Valladolid.
rientación lógica, los obispos observaron una línea de con- Se trató, por lo general, de documentos preparados por
ducta que fue aprobada por el nuncio, a quien pidieron el respectivo metropolitano y firmados por todos los sufra-
constantemente instrucciones. gáneos. Las protestas iban dirigidas contra la supresión del
Las iniciativas del episcopado coincidieron con la ofen- fuero eclesiástico y contra la incautación de los archivos,
siva general lanzada por los periódicos católicos y conserva- bibliotecas, gabinetes y demás colecciones de objetos de
dores frente a las violencias de la revolución. Al Gobierno ciencia, arte y literatura que estaban a cargo de los cabil-
provisional llegaron numerosas protestas de católicos con- dos catedralicios, monasterios u órdenes militares, ya que
tra la legislación anticlerical anteriormente reseñada. El estas fueron las disposiciones más importantes adoptadas
episcopado se unió a estos escritos con «santo coraje y pas- por el Gobierno provisional en materia eclesiástica antes
toral solicitud, unidos a una firmeza y constancia tales, que de las Cortes Constituyentes. A mediados de enero de
espero -decía el nuncio Franchi- consigan detener los ex- 1869, cuando prácticamente todo el episcopado había de-
cesos de la revolución, contribuyendo a calmar las pasiones
jado oír su voz contra los abusos de la revolución, sola-
populares y ahorrar a la Iglesia nuevas heridas».
mente el cardenal primado guardaba silencio. La docu-
El nuncio Franchi sugirió a varios obispos los puntos
mentación conservada en el archivo de la Nunciatura de
fundamentales que debían tratarse en los escritos colecti-
Madrid nos dice que el cardenal Alameda escribió en va-
vos, ya que no bastaba la simple protesta, sino que era ne-
rias ocasiones al ministro Romero Ortiz, pero nunca se
cesario:
— condenar con energía los principios proclamados supo el contenido de estas cartas. También consta que el
por la revolución, cardenal Alameda se opuso a los documentos colectivos,
— rebatir las calumnias proferidas contra el clero por la porque consideraba inútil cualquier tipo de protesta diri-
prensa anticlerical, gida al Gobierno provisional. El primado era partidario de

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dirigirse a las Cortes Constituyentes cuando comenzase la rias para conocer la verdadera actitud del Gobierno sobre
discusión de la cuestión religiosa. el caso Urquinaona. Se confrontó el texto del juramento
Al hablar de las relaciones entre los obispos y el Go- preparado para el nuevo obispo de Canarias con otro
bierno provisional hay que reseñar también algunos asun- usado anteriormente, y se llegó a la conclusión de que
tos relativos al juramento, consagración y toma de posesión eran iguales en la substancia.
de los últimos obispos presentados en tiempos de Isabel II El nuevo obispo de Coria, Núñez Pernía, fue consa-
y preconizados por Pío IX antes de la revolución. grado por el nuncio Franchi en la iglesia parroquial de San
El nuevo obispo de Málaga, Pérez Fernández, consultó Martín, de Madrid, mientras en las Cortes se debatía la
al nuncio cómo debía comportarse al tomar posesión de su nueva Constitución. Después tomó posesión de su diócesis
diócesis, habida cuenta de la caótica situación que reinaba con toda normalidad, lo mismo que los obispos Montagut,
en ella por las violencias de la Junta revolucionaria. Fran- de Segorbe, y Sanz y Forés, de Oviedo, que tampoco en-
chi le aconsejó que se pusiese de acuerdo con las autorida- contraron obstáculo alguno para iniciar su misión pastoral.
des nacionales para evitar conflictos. Con respecto al jura-
mento impuesto por el Gobierno, no hubo dificultad
alguna, ya que la Santa Sede había aceptado la nueva fór- Eclesiásticos en las Cortes Constituyentes
mula, que no afectaba a la substancia y salvaba los princi-
pios mantenidos secularmente por la Iglesia. El obispo Pé- En las Cortes Constituyentes de 1869 hubo varios ecle-
rez Fernández entró en Málaga tras la disolución de las siásticos. Dos obispos fueron diputados por sus provincias
Juntas revolucionarias y, a principios de 1869, informó al de origen: Antolín Monescillo, obispo de Jaén, elegido por
papa sobre el estado de su diócesis. Ciudad Real, y el cardenal García Cuesta, arzobispo de
Más complejo fue el caso del obispo Urquinaona, de Santiago, elegido por Salamanca. También fueron diputa-
Canarias, porque no se trataba de un simple traslado, sino dos otros dos sacerdotes, elegidos uno por el grupo tradi-
de un nombramiento que requería la consagración del cionalista católico (Vicente Manterola), y otro, por el pro-
candidato antes de su entrada en la diócesis. Urquinaona gresista (Luis Alcalá Zamora). Este último fue presentado
no quería ser obispo. Renunció tres veces a la presentación para el obispado de Cebú durante la monarquía de Ama-
de Isabel II, pero el nuncio Barili le obligó a aceptar la mi- deo de Saboya, pero la Santa Sede no lo aceptó.
tra de Canarias, y, aunque fue preconizado en junio de A los dos obispos diputados se les dejó entera libertad
1868, retrasó su consagración, porque consideraba el epis- para ocupar su escaño en las Cortes, ya que Roma no quiso
copado una carga superior a sus fuerzas. Llegó la revolu- interferir en este asunto, con el fin de que los interesados
ción, y, ante la gravedad de la nueva situación, escribió per- adoptasen la decisión que creyesen más conveniente, con-
sonalmente al papa presentando su renuncia, que no fue sideradas las circunstancias excepcionales del momento,
aceptada. Pío IX le llamó a Roma para que participase en pues su presencia en la asamblea constituyente podía re-
los trabajos preparatorios del Concilio Vaticano I. Tam- dundar en beneficio de la unidad católica de España y en
poco quiso Urquinaona este cargo, y, tras vencer mil difi- contra de la libertad religiosa.
cultades, aceptó el episcopado a principios de 1869. Sur- Tanto Monescillo como García Cuesta siguieron muy
gieron entonces complicaciones por parte del Gobierno, de cerca los trabajos preparatorios de la Constitución.
que le obligó a jurar antes de recibir las bulas pontificias Mantuvieron contactos con algunos miembros del Go-
con el exequátur, mientras que el nuevo obispo las exigía bierno provisional y con varios componentes de la comi-
para recibir la consagración, durante la cual emitiría el ju- sión encargada de redactar la nueva carta de la nación;
ramento. Por su parte, el nuncio hizo las gestiones necesa- pero resultaron infructuosas sus gestiones, pues la mayoría
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parlamentaria era abiertamente favorable a la libertad de también impidiendo o limitando libertades que estaba en
cultos. Los dos prelados y el canónigo Manterola tuvieron contradicción abierta con el espíritu liberal que había ins-
intervenciones públicas muy brillantes, que despertaron la pirado la revuelta burguesa. Por tanto, si una explicación
conciencia de los católicos en momentos en que, al per- encuentra el anticlericalismo como reacción a la situación
derse la unidad religiosa, se creía perder la esencia de Es- anterior, comprensión encuentra igualmente la actitud
paña. La prensa católica y los partidos conservadores di- enérgica del clero y de los católicos frente a una revolu-
fundieron e instrumentalizaron para fines estrictamente ción que todavía estaba en sus comienzos y había puesto
políticos los discursos de estos eclesiásticos, pero al mismo fin a seculares tradiciones religiosas y a principios funda-
tiempo no puede negarse que fueron auténticas piezas de mentales de respeto y convivencia entre la Iglesia y el Es-
la ampulosa oratoria decimonónica, digna de otros expo- tado.
nentes políticos del momento. Para hacer frente al anticle-
ricalismo desbordado en dichas Cortes y a los furibundos
ataques de algunos diputados como Castelar, Suñer Capde- La cuestión religiosa
vila y otros, la Iglesia española contó con figuras prestigio-
sas e intelectualmente preparadas. Sin embargo, sus pala- Las Cortes Constituyentes de 1869 afrontaron directa-
bras cayeron por completo en el vacío. Y, ante el fracaso mente la cuestión religiosa en la discusión parlamentaria
total, los dos prelados regresaron a sus respectivas diócesis, sobre los citados artículos 20 y 21 del proyecto, que en el
mientras Manterola siguió los debates junto al grupo tradi- texto definitivo de la Constitución quedaron unidos en
cionalista católico, que siempre defendió con energía los el artículo 21. Este decía: «La nación se obliga a mantener
intereses de la Iglesia. En cambio, el sacerdote Alcalá Za- el culto y los ministros de la religión católica. El ejercicio
mora, que militaba en las filas progresistas, votó en favor público o privado de cualquier otro culto queda garanti-
de la libertad de cultos y en contra de la unidad católica de zado a todos los extranjeros residentes en España, sin más
España. limitaciones que las reglas universales de la moral y del de-
Me he referido a los eclesiásticos presentes en las Cor- recho. Si algunos españoles profesaren otra religión que la
tes como beligerantes porque este fue el espíritu que les católica, es aplicable a los mismos todo lo dispuesto en el
animó desde el primer momento y porque la situación par- párrafo anterior».
lamentaria, tal como la habían planteado los partidos de la Aprobada el 1 de junio de 1869, con 214 votos favora-
revolución, exigía una respuesta de la Iglesia a tono con di- bles y 55 contrarios, la Constitución plasmó el programa
chas circunstancias. Hablar de negociación, comprensión revolucionario, sancionó las conquistas políticas y sociales
o diálogo en dichas Cortes era pura utopía. El anticlerica- conseguidas desde septiembre de 1868 y sintetizó las ideas
lismo de los políticos llegó a niveles nunca conocidos en del liberalismo democrático, ya que era obra de los intelec-
España. El momento culminante se alcanzó durante la dis- tuales de la revolución, los llamados «demócratas de la cá-
cusión de los artículos 20 y 21 del proyecto de Constitu- tedra».
ción. Con ellos se quiso quitar al clero el amplio poder que La promulgación solemne del nuevo texto constitucio-
todavía poseía. Es cierto que dicho anticlericalismo era nal debía celebrarse el domingo 6 de junio de 1869 du-
una respuesta al clericalismo de la época anterior, pero hay rante una ceremonia grandiosa que tendría lugar en el pa-
que reconocer que hubo exageraciones, ya que la revolu- lacio de las Cortes. Estaba previsto un acto religioso. La
ción, que había proclamado todas las libertades posibles, prensa anunció que el Gobierno invitaría a los obispos
oprimía a la Iglesia no solo con duros ataques y críticas a para que asistiesen al mismo y ratificasen con su presencia
las más elementales formas de expresión religiosa, sino el apoyo de la Iglesia a la nueva orientación política del Es-

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tado. Sin embargo, ni la Santa Sede ni la jerarquía espa- de Dios y de la Iglesia. Pero el mismo Gobierno compren-
ñola aceptaron la invitación. El nuncio Franchi consiguió dió que era prudente esperar una respuesta de la Santa
del ministro Lorenzana que no fuesen cursadas invitacio- Sede, habida cuenta de las reticencias y escrúpulos de mu-
nes a los obispos y que se suprimiese el previsto acto reli- chos obispos y sacerdotes ante el juramento.
gioso, con el fin de evitar el escándalo de los católicos por Habiendo regresado a Roma el nuncio Franchi, el
la presencia de los obispos en la ceremonia de promulga- asunto fue encomendado al cardenal Moreno, arzobispo
ción de una Constitución abiertamente contraria a los inte- de Valladolid, que se convirtió desde ese momento en la
reses de la Iglesia. cabeza moral del episcopado, ya que el primado Alameda
El Gobierno cedió en este punto, pero fue inflexible al se hallaba totalmente apartado de las actividades pastorales
exigir a los obispos y al clero el juramento de fidelidad a la y políticas por su edad avanzada y precario estado de salud.
nueva Constitución, que prestaron todos los funcionarios El ministro de Gracia y Justicia, Martín de Herrera, man-
civiles del Estado. Esto planteó serios problemas, porque tuvo conversaciones con el cardenal Moreno para conse-
no podía decidirse con un simple decreto del ministerio guir el juramento. Hizo un llamamiento al patriotismo del
de Gracia y Justicia, sino que era necesario oír el parecer clero español, que en otros importantes momentos históri-
de la Santa Sede. Cuando Franchi preparaba su regreso a cos -1812, 1837, 1845- había jurado sin dificultad las cons-
Roma, a finales de junio de 1869, tuvo que retrasar el viaje tituciones políticas del Estado.
para llegar a un acuerdo con el Gobierno sobre el jura- En Roma se abrió un doble expediente, pues el aspecto
mento. El ministro de la Guerra, general Prim, amenazó canónico del juramento fue encomendado a la Penitencia-
con el exilio y la ocupación de temporalidades a los ecle- ría Apostólica, y sus implicaciones políticas pasaron al estu-
siásticos que no jurasen, mientras el general Serrano era dio de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordi-
partidario de suspenderlo para estudiar detenidamente las narios. La Penitenciaría declaró que el juramento de la
implicaciones de un gesto que podía ser perjudicial no nueva Constitución era ilícito, pero que el clero podría ju-
solo para la Iglesia, sino también para el Estado. Franchi rar si el Gobierno le obligaba con medidas violentas y con
advirtió al ministro Lorenzana que todos los obispos y la las reservas debidas. La respuesta del dicasterio romano no
inmensa mayoría del clero se negarían a prestar un jura- satisfizo al Gobierno, pero el ministro Silvela aplazó el
mento contrario a sus conciencias, a la vez que prohibido asunto hasta el 20 de septiembre de 1869, y aprovechó sus
por la legislación eclesiástica. vacaciones en Vichy (Francia) para mantener contactos
Las gestiones del nuncio fueron infructuosas y las ten- con la Santa Sede a través del nuncio en París, con el fin
siones entre la Iglesia y el Estado se agravaron. Franchi no de obtener la autorización definitiva para que el clero ju-
asistió a la promulgación de la nueva Constitución ni a la rase, con la reserva de que no se le exigía nada contrario a
entronización del general Serrano como regente del reino. las leyes de Dios ni de la Iglesia.
Tampoco estuvieron presentes en estos actos el personal Ante la gravedad y la urgencia del asunto, el secretario
de la nunciatura y los funcionarios del Tribunal de la Rota. de Estado trató personalmente la cuestión con Pío IX, y el
El 18 de junio de 1869 hubo una reestructuración ministe- 17 de septiembre comunicó a Mons. Bianchi, encargado
rial, con dos cambios importantes para el futuro desarrollo de negocios en Madrid, que por parte de la Santa Sede no
de las relaciones con la Iglesia, ya que cesaron los ministros había obstáculo alguno para que el clero jurara la nueva
Lorenzana (Estado) y Romero Ortiz (Gracia y Justicia), Constitución, tras las promesas hechas por el Gobierno al
sustituidos por Silvela y Martín de Herrera. Sin embargo, poner las reservas ya conocidas. Parece ser que esta deci-
el nuevo Gabinete insistió en el juramento de los obispos, sión la tomó el papa personalmente el 16 de septiembre de
advirtiendo que no se les exigiría nada contrario a las leyes 1869, y fue una auténtica victoria para el Gobierno revolu-

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cionario, que obtuvo cuanto deseaba, ya que el juramento 1851, con lesión evidente de otros derechos y prerrogativas
del clero era una valiosa arma política para hacer frente a de las personas e instituciones eclesiásticas. Deben tenerse
los principales enemigos del momento -los carlistas-, pro- en cuenta estas consideraciones para comprender la in-
motores de una guerra civil, que contaba con la simpatía y transigencia del episcopado ante el juramento, incluso des-
el apoyo de amplios sectores del clero. En efecto, si el papa pués de la autorización de la Santa Sede, porque, en reali-
autorizaba el juramento, quedaba desarticulado uno de los dad, el caballo de batalla fue el gravísimo problema de
argumentos que los carlistas aducían con mayor vigor con- conciencia que el clero y los católicos plantearon al ne-
tra el nuevo texto constitucional, es decir, su oposición a garse a jurar, mientras en otros países europeos, concreta-
las leyes divinas y eclesiásticas. mente en Francia y Bélgica, los católicos habían jurado
Pese a esta aparente victoria, no todas las dificultades constituciones tan liberales y tolerantes en materia reli-
quedaron superadas, pues buena parte del episcopado, giosa como la española o quizá más todavía.
que no compartía la decisión tomada por el pontífice, Contra el juramento de la Constitución por los obispos
aprovechó su presencia en Roma para asistir al Concilio se desencadenó una ofensiva en tres tiempos:
Vaticano I y consiguió con sus presiones que se revisara — el primero, durante el mes de junio de 1869;
de nuevo todo el asunto a la luz de otros principios y obser- — el segundo, en septiembre-octubre del mismo año, y
vaciones que hasta ese momento habían pasado desaperci- — el tercero, en marzo-mayo de 1870.
bidos. La correspondencia mantenida entre los obispos y el
nuncio en junio de 1869 fue muy intensa, lo cual demues-
tra la importancia del argumento y la preocupación de la
Los obispos contrarios al juramento de la Constitución jerarquía. Franchi retrasó su viaje a Italia, pero no consi-
guió calmar a los obispos, que comenzaron a publicar en
El juramento de la Constitución le planteó al clero un los boletines eclesiásticos notas pastorales prohibiendo el
doble problema pastoral y político. Si bien este quedó su- juramento en espera de la decisión pontificia. Pero mien-
perado con la resolución adoptada por Pío IX de autorizar tras la respuesta de la Penitenciaría Apostólica fue para
el juramento con las reservas aceptadas por el Gobierno, el muchos obispos de una claridad meridiana, la nota que el
pastoral, que implicaba una grave cuestión de conciencia, cardenal Antonelli envió en septiembre a Mons. Bianchi
nunca fue resuelto, ya que los obispos se opusieron tenaz- fue interpretada como una interferencia política en un
mente a cualquier tipo de compromiso con las autoridades asunto de conciencia que había quedado ya resuelto por la
civiles, y, no obstante el acuerdo político-diplomático entre primera. La nota del cardenal Antonelli, que el encargado
los Gobiernos madrileño y pontificio, ni juraron ni permi- de negocios de la Santa Sede transmitió solícitamente a los
tieron que el clero jurase. obispos, llegó en un momento inoportuno, a finales de
A medida que avanzaban las discusiones parlamentarias septiembre y principios de octubre, cuando la mayoría de
sobre la cuestión religiosa, aun antes de ser aprobada la los prelados preparaba el viaje para asistir en Roma al Con-
Constitución, comenzaron a manifestarse las opiniones de cilio Vaticano I. Algunos se limitaron a acusar recibo, sin
los obispos. Cuando esta quedó proclamada, no solamente más comentarios.
los obispos, sino la casi totalidad del clero y grandes secto- Al llegar la primavera de 1870, el Gobierno decidió
res de católicos practicantes se opusieron a la nueva ley aplicar los acuerdos adoptados con Roma, y publicó el 17
fundamental del Estado, porque el artículo 21 violaba los de marzo un decreto firmado por el ministro de Gracia y
tradicionales principios de la unidad católica española y los Justicia, Montero Ríos, que obligaba a los eclesiásticos a ju-
privilegios reconocidos a la Iglesia en el concordato de rar. La reacción de los obispos fue inmediata y la negativa,

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total. Los gobernadores eclesiásticos y vicarios generales de y el Gobierno español con respecto al juramento. Varios
los obispos ausentes tenían órdenes tajantes de impedir el obispos se adhirieron al documento colectivo de Roma.
juramento hasta que recibiesen instrucciones precisas de Así, los de Segorbe («No es digno ni decoroso el jura-
los respectivos prelados. mento que se exige»), Cádiz («Mi primer propósito es ne-
Los obispos prepararon en Roma el ataque final y defini- garme abiertamente a jurar la nueva Constitución») y Cór-
tivo al juramento. Hubo presiones insistentes para que la doba («El obispo no puede prestar el juramento de la
Santa Sede retirara el acuerdo anterior, ya que las promesas Constitución, ni asentir a que su clero lo preste en los tér-
del Gobierno no merecían crédito y lo que se quería conse- minos que le precisa el mencionado decreto»).
guir con el juramento era la adhesión incondicional de la El cardenal Antonelli comunicó al nuncio Franchi la
Iglesia a la nueva situación política. Las reservas pedidas por decisión de la Santa Sede favorable al juramento para que
los obispos tenían una importancia relativa para el Go- la transmitiera a los obispos residentes en Roma, aunque
bierno, ya que, si el clero prestaba el juramento, aun con entonces ya era público el documento colectivo. Sin em-
restricciones, el impacto que produciría ante la opinión pú- bargo, no hubo unanimidad entre los prelados a la hora
blica quedaba asegurado. Nadie podría dudar de la actitud de interpretar la última decisión de la Santa Sede, ni mu-
favorable de la Iglesia al nuevo régimen. Y como la preocu- cho menos a la hora de ejecutarla. La mayoría se opuso,
pación del Gobierno era eminentemente política, los obis- pero el obispo de Almería prefirió «seguir las huellas ex-
pos adoptaron una conducta en el mismo sentido, si bien presamente trazadas por Su Santidad», y autorizó el jura-
cubierta con motivaciones de orden pastoral o espiritual. mento, aunque en su diócesis lo hicieron solamente una
Los obispos, que, en principio, pudieron estar divididos minoría: 11 canónigos sobre 38 y 24 sacerdotes sobre 189.
sobre la oportunidad y conveniencia del juramento, tras va- También juraron el cardenal primado, Alameda, y el audi-
rios meses de permanencia en Roma, adoptaron el acuerdo tor-asesor de la nunciatura, José María Ferrer, con el perso-
unánime y definitivo de oponerse al juramento. Así lo de- nal de la Rota. Los juramentados fueron muy pocos. Por
muestran las gestiones que realizaron durante el invierno de parte de la Santa Sede no hubo otras intervenciones y los
1869-70 y el documento colectivo firmado por todos ellos, obispos tampoco volvieron a hablar del tema, pero el Go-
con la sola excepción del obispo de Almería, Pérez Mínayo. bierno mantuvo la obligatoriedad del juramento y privó al
De este modo consiguieron que la cuestión del juramento, clero de ayuda económica. La polémica sobre el juramento
ya estudiada por la Penitenciaría, pasase al Santo Oficio, siguió coleando durante el sexenio hasta los primeros años
quien examinó todo el problema a la luz del decreto minis- de la Restauración.
terial de 17 de marzo de 1870, donde se afirmaba que el Go- Mientras los Gobiernos español y pontificio negociaban
bierno no exigía del clero nada contrario a las leyes de Dios la cuestión del juramento, el ministro de Gracia y Justicia,
y de la Iglesia. El voto del Santo Oficio fue negativo. El jura- Montero Ríos, presentó a las Cortes un proyecto de ley re-
mento no se podía prestar ni siquiera con las reservas acep- lativo al matrimonio civil, que fue aprobado por las Cortes
tadas por el Gobierno, ya que tendría repercusiones muy el 18 de junio de 1870. Dicha ley establecía que el matri-
negativas para la vida religiosa del pueblo católico. monio civil era el único capaz de producir efectos jurídicos
Mientras en Roma se hacían estas gestiones, en España en el ámbito del Estado, lo reconocía como perpetuo e in-
surgían protestas del clero y de los obispos que no habían disoluble y prescribía que se celebrara ante el juez munici-
podido asistir al concilio. Los canónigos de Osma se nega- pal, no pudiendo oficiarlo quienes estuviesen ordenados in
ron corporativamente a jurar, con el apoyo del obispo La- sacris o hubiesen profesado en una orden religiosa hasta
güera. El cardenal García Cuesta, otro de los ausentes del tanto, en uno u otro caso, se obtuviesen las licencias canó-
concilio, criticó duramente el acuerdo entre la Santa Sede nicas necesarias.
98 99
La introducción del matrimonio civil fue consecuencia — incautación de los archivos, bibliotecas y objetos de
de la libertad religiosa aprobada en las Constituyentes y arte y estudios eclesiásticos;
produjo gran impacto en la opinión pública porque rom- — supresión de los jesuítas;
pió la tradición secular española en esta materia y para la — expulsión del obispo de La Habana y cisma de dicha
mayoría de los católicos fue una novedad muy difícil de diócesis;
aceptar. Por ello, los españoles siguieron en su casi totali- — procesamiento del arzobispo de Santiago de Cora-
dad casándose por la Iglesia. La Iglesia condenó esta ley postela y de los obispos de Osma y Urgel, y
porque violaba los principios del sacramento del matrimo- — supresión del fuero eclesiástico.
nio y porque la Iglesia reivindicaba el derecho exclusivo a La Santa Sede expuso las razones concretas por las que
regular jurídicamente el matrimonio entre católicos, de- se consideraba ofendida en cada uno de estos «agravios».
jando solamente al Estado la facultad de legislar sobre los El Gobierno contestó puntualmente, y desde Roma se re-
efectos civiles del mismo. plicó a dichas respuestas. La polémica fue muy dura, ya
que ni el Gobierno estaba dispuesto a ceder lo más mí-
nimo en las cuestiones fundamentales, ni la Santa Sede a
«Agravios» de la revolución a la Iglesia aceptar, con un reconocimiento oficial de la nueva monar-
quía, los ultrajes cometidos contra la Iglesia desde el
La revolución no fue republicana sino monárquica, por comienzo de la revolución. Además, algunos obispos inter-
ello, Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel II de pelados al respecto ampliaron la lista de «agravios», exi-
Italia, fue invitado a ceñir la corona española en 1870. giendo la reparación de otras violaciones de los derechos
Pero, en el expediente previo a su reconocimiento, Pío IX de la Iglesia, como:
dio prioridad al aspecto religioso y, en lugar de entrar en — la prohibición a las religiosas de admitir novicias y de
consideraciones políticas, ordenó que se preparase una re- recibir la profesión solemne de las ya existentes,
lación completa de las violaciones cometidas por la revolu- — la supresión de la mensualidad de algunos haberes,
ción -los llamados «agravios»-, para presentarlas al Go- — la supresión de la enseñanza religiosa en las escuelas
bierno y exigir la reparación completa de las mismas. Estas primarias,
eran: — la venta anticanónica de los bienes eclesiásticos,
— libertad religiosa; — la profanación de algunos cementerios por las auto-
— libertad de enseñanza; ridades municipales,
— matrimonio civil; — la destrucción de varios templos,
— reducción de conventos; — el descuento del 10 por 100 impuesto arbitraria-
— supresión de las Congregaciones de San Vicente de mente sobre las escasas mensualidades pagadas al clero y
Paúl y San Felipe Neri; — la clausura y destino a usos profanos de algunos se-
— supresión de las Conferencias de San Vicente de Paúl; minarios viejos, de los que se habían apoderado las autori-
— supresión del Tribunal de las Ordenes Militares; dades civiles y militares al comienzo de la revolución.
— supresión del procapellán mayor de Palacio; La Santa Sede no llegó a tomar en consideración esta
— violación de la jurisdicción del vicario general cas- relación preparada por los obispos, y por ello no fue pa-
trense; sada al Gobierno.
— supresión de la dotación económica de los semina- El primer Gobierno de la monarquía de Saboya, presi-
rios; dido por el general Serrano, consiguió mantenerse en el
— retraso en el pago de los haberes del clero; poder, salvando mil dificultades, durante el primer semes-

100 101
tre de 1871. Uno de los hechos que, quizá, contribuyeron a republicanos y hubiera sido la de mayor trascendencia de
derribarlo fue la celebración del XXV aniversario de la haberse aprobado, pero quedó en simple proyecto. Desde
elección de Pío IX, si bien para entonces la crisis política la introducción de la libertad religiosa en las Constituyen-
era ya inevitable por otros motivos. El 16 de junio, el dipu- tes del 69, la legislación civil en materias eclesiásticas había
tado carlista Ramón Nocedal, hijo de Cándido, que había avanzado por el camino de las reformas. En el proyecto de
sido ministro de Isabel II, presentó a las Cortes una pro- Constitución Federal de la República Española estaba pre-
puesta en la que decía textualmente: «Pedimos al Con- vista la separación Iglesia-Estado. Dicho proyecto aludía a
greso se sirva declarar que, uniéndose al sentimiento gene- los principios democráticos que la Constitución revolucio-
ral del católico pueblo español y de toda la cristiandad, ve naria había negado: «La libertad de cultos -decía-, allí
con indecible satisfacción y vivísima alegría que haya lle- tímida y aún vergonzantemente apuntada es aquí un prin-
gado al XXV aniversario de su glorioso pontificado nuestro cipio claro y concreto. La Iglesia queda en nuestra Consti-
Santo Padre Pío IX, a pesar de la persecución inaudita que tución definitivamente separada del Estado. Un artículo
sufre, víctima inocente y propiciatoria de los extravíos, constitucional prohibe a los poderes públicos en todos sus
errores y crímenes que afligen en la época presente al gé- grados subvencionar ningún género de culto. Se exige que
nero humano y pervierten al orden social, el cual sola- el nacimiento, el matrimonio y la muerte, sin perjuicio de
mente puede restaurarse siguiendo la palabra infalible del las ceremonias religiosas con que la piedad de los indivi-
augusto vicario de Jesucristo en la tierra». duos y de las familias quieran rodearlos, tengan siempre al-
Dicha proposición no podía ser aceptada por las Cor- guna sanción civil».
tes, pues suponía una condena de la mayoría parlamenta- Estos principios, expuestos en el preámbulo del pro-
ria, cosa que no hubiera ocurrido si la propuesta hubiese yecto, quedaron escuetamente formulados en los artículos
concluido con la palabra «Pío IX». El encargado pontificio 34-37, con satisfacción evidente de los progresistas y de los
en Madrid denunció «la manía de los carlistas de mezclar católicos liberales, que habían soñado la independencia to-
siempre la política con la religión», que provocó violencias tal de ambas potestades. La Santa Sede juzgó el proyecto
en las Cortes y en las calles madrileñas, hasta el punto de como el más inicuo que se podía aprobar, pero, a la vez que
tener que defender la fuerza pública el palacio de la nun- se discutía el texto constitucional, el ministro de Gracia y
ciatura para impedir atentados. Los homenajes se desarro- Justicia, Pedro Moreno Rodríguez, presentó a las Cortes un
llaron con normalidad en las provincias, entre el entu- proyecto de ley sobre separación Iglesia-Estado, que recono-
siasmo general de la población, «y donde se ha conseguido cía, por parte de este, el derecho de la Iglesia católica:
impedir que la política se mezclara con la religión -comen- — a regirse con plena independencia;
taba Bianchi-, se ha visto que todos los partidos, incluido — a ejercer libremente su culto;
el republicano, han participado en las manifestaciones de — a la asociación, manifestación y enseñanza;
adhesión al papa». — a adquirir y poseer bienes.
El Estado renunciaba:
— al ejercicio del privilegio de presentación para los
Política religiosa de la Primera República cargos eclesiásticos vacantes o que vacaren en lo sucesivo,
Amadeo de Saboya renunció al trono el 11 de febrero pero sin perjuicio de los derechos de patronato laical;
de 1873 y ese mismo día fue proclamada la Primera Repú- — a la jurisdicción y prerrogativas de toda clase relati-
blica, que no inspiró la menor confianza a la Iglesia por- vas a las exenciones señaladas y reconocidas en el concor-
que intentó la separación Iglesia-Estado. Esta fue la inicia- dato de 1851;
tiva de mayor envergadura que tomaron los gobiernos — al pase o exequátur de las bulas, sobre rescriptos pon-

102 103
tificios, dispensas y otros documentos procedentes de la — las plazas de capellanes párrocos de los cuerpos ar-
autoridad eclesiástica, correspondiendo al fuero común la mados, hospitales, fortalezas y demás dependencias del Mi-
persecución y castigo de los delitos que pudieran come- nisterio de la Guerra;
terse por parte de los clérigos; — el Vicariato Castrense y las subdelegaciones del
— a las gracias de la Cruzada e indulto cuaresmal y a mismo;
sus productos; — las plazas de capellanes de los establecimientos pena-
— a toda intervención en la publicación de libros litúr- les, sustituidos por maestros de escuela;
gicos; — en todas las diócesis la ejecución de la ley de 1867 so-
— a intervenir en las dispensas que se tramitaban por la bre permutación de los bienes de capellanías.
Agencia de Preces; En Roma fueron particularmente sensibles a la supre-
— a todas las facultades, derechos, regalías, prerrogati- sión de las órdenes militares, porque planteó problemas de
vas y concesiones pontificias, ya procedentes del antiguo jurisdicción eclesiástica en los territorios sometidos a di-
Patronato Real, ya de cualquier otro origen, mediante las chas órdenes. También se alarmaron ante el proyecto de
cuales el Estado intervenía en el régimen interior de la supresión de la embajada española ante la Santa Sede, pro-
Iglesia, reservándose, sin embargo, el derecho, adquirido yecto que no cuajó y, por ello, la representación española
por título oneroso, a percibir las resultantes de espolio an- en Roma no llegó a suprimirse.
teriores al concordato de 1851. El golpe de Estado del general Pavía abrió el paso a una
Por parte del Estado se reconocía el derecho de las reli- serie de gobiernos moderados, que, a lo largo del año
giosas de clausura a percibir las pensiones que disfrutaban 1874, liquidaron los últimos residuos de la fracasada Repú-
según las disposiciones vigentes, cuya nómina pasaría al blica y favorecieron la restauración monárquica en la per-
presupuesto del ministerio de Hacienda, amortizándose las sona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, con gran satisfacción
pensiones de las que fallecieran. Los miembros de la Igle- por parte de la Santa Sede.
sia católica quedarían sometidos al derecho común, como En conclusión, no puede hablarse de relaciones entre
todos los ciudadanos. la Santa Sede y la Primera República, ya que estas fueron
Este proyecto de ley fue consecuencia del proyecto de prácticamente inexistentes durante los primeros meses de
Constitución Federal, cuya discusión parlamentaria co- 1873. La legislación republicana en materia religiosa no
menzó a principios de agosto. Pero la situación política se tuvo repercusión alguna sobre dichas relaciones ya que el
agravó y Castelar, autor del proyecto, se vio obligado a pe- nuevo sistema político español no fue aceptado por las po-
dir un aplazamiento del debate hasta después de «la victo- tencias europeas, y, por tanto, la ausencia de relaciones
ria sobre los carlistas». Estallaron enseguida las insurreccio- normales con el Papa no fue una excepción aislada, sino
nes cantonales, y las Cortes fueron disueltas por el general que respondía al esquema de la actitud política de las prin-
Pavía a principios de 1874. De esta forma, el proyecto de cipales naciones de Europa con respecto a España.
Constitución no llegó a ser votado.
Los gobiernos republicanos adoptaron varias disposicio-
nes con respecto a la Iglesia, aunque de escaso relieve. Fue- Bibliografía esencial comentada
ron extinguidas o suprimidas:
— las órdenes militares; Estudio y documento toda la problemática general de
— las reales maestranzas de Sevilla, Granada, Ronda, este período en Iglesia y Revolución en España (1868-1874).
Valencia y Zaragoza; Estudio histórico-jurídico sobre la documentación vaticana inédita
— la Comisaría de los Santos Lugares; (Pamplona, Eunsa, 1979). Cfr además V M. ARBELOA y A.
104
105
Mica: Analecta Sacra Tarraconensia 48 (1975) 149-191; La
MARTÍNEZ DE MENDÍBIL, Documentos diplomáticos sobre las rela- Santa Sede y la revolución de 1868: Anales Valentinos 3
ciones Iglesia-Estado tras la revolución de septiembre de 1868: (1977) 55-113; El archivo de la nunciatura de Madrid desde
Scriptorium Victoriense 20 (1973) 198-232; ID. e ID., La 1868 hasta 1875: Archivum Historiae Pontificiae 15 (1977)
prensa ante la Iglesia en la revolución de septiembre (septiembre de 363-377; El nuncio Alessandro Franchi y las Constituyentes de
1868-febrero de 1869). Una visión anticipadora de la Iglesia en 1869: Hispania 37 (1977) 623-670; El Vaticano y la Primera
España, en «Miscelánea José Zunzunegui (1911-1974)» II República española: Saitabi 27 (1977) 145-164; Cartas entre es-
(Vitoria 1975), pp. 265-323; J. FERNÁNDEZ CONDE, La diócesis pañoles y Pío IX durante el sexenio revolucionario (1868-1874):
de Oviedo durante la revolución liberal (1868-1874): Studium Scriptorium Victoriense 24 (1977) 219-237; Pío IXy Amadeo
Ovetense 1 (1973) 89-133; F. RODRÍGUEZ DE CORO, El obis- de Saboya, rey de España: Pío IX 7 (1978) 457-481.
pado de Vitoria durante el sexenio revolucionario, Vitoria 1976;
J. ANDRÉS GALLEGO, Aproximación cartográfica a la libertad reli-
giosa peninsular: los españoles ante la libertad religiosa del sexe-
nio revolucionario: Actas de las I Jornadas de Metodología
aplicada de las Ciencias Históricas. IV: Historia contempo-
ránea (Santiago de Compostela, Universidad, 1975), pp.
265-75; R. Ma SANZ DE DIEGO, La legislación eclesiástica del se-
xenio revolucionario: Revista de Estudios Políticos 200-201
(1975) 195-223; J. B. VILAR, El obispado de Cartagena durante
el sexenio revolucionario (1868-1874) (Murcia 1973); F. MARTÍ
GILABERT, Amadeo de Saboya y la política religiosa (Pamplona,
Eunsa, 1999), el autor, proclive al efímero monarca, in-
tenta demostrar que, aunque no faltaron medidas antirreli-
giosas durante su reinado, sin embargo hubo un cierto
apaciguamiento en la hostilidad contra la Iglesia, gracias a
la actitud personal del rey y de su esposa, que, cansados de
tanta oposición política, terminaron por presentar su re-
nuncia al trono y regresar a Italia.
Sobre las Cortes Constituyentes de 1869 y la cuestión
religiosa son fundamentales las obras de P. A. PERLADO, La
libertad religiosa en las Constituyentes del 69 (Pamplona,
Eunsa, 1970); S. PETSCHEN, Iglesia-Estado. Un cambio político.
Las Constituyentes de 1869 (Madrid, Taurus, 1975); ID., El
anticlericalismo en las Cortes Constituyentes de 1869-1871: Mis-
celánea Comillas 34 (1976) 67-96; V GARMENDIA, Vicente
Mantenía. Canónigo, diputado y conspirador carlista (Vitoria
1975).
Sobre aspectos estrictamente eclesiásticos, cfr mis estu-
dios monográficos: Los obispos españoles ante la Revolución de
1868 y la Primera República: Hispania Sacra 28 (1975) 339-
422; El clero durante la revolución de 1868 y la primera repú-
107
106
Capítulo IV
RESTAURACIÓN (1875-1931)

Ideas fundamentales
— El fracaso de la Primera República permitió, en 1874, la
restauración de la monarquía borbónica.
— De esta forma, a Isabel II, destronada en 1868 por los revo-
lucionarios de septiembre, le sucedió en enero de 1875 su hijo Al-
fonso XII.
— La Constitución de 1876 representó una actitud sustan-
cialmente más abierta que en ninguna otra época anterior de la
monarquía española.
-— Esta apertura contrastó vivamente con la actitud ante la
aplicación del Concordato de 1851, ya que la Santa Sede y los car-
listas trataron de oponerlo como baluarte a la nueva Constitución.
— Tras la restauración de la monarquía, Pío IX adoptó dos lí-
neas muy claras.
— Por una parte, se distanció abiertamente del carlismo, por
el que nunca tuvo simpatías, y, por otra, de la estéril batalla con-
tra la Constitución de 1876, que admitía una moderada libertad
de culto.
— Resulta significativo el hecho de que, al comienzo de la Res-
tauración, los obispos españoles se habían vuelto en contra del ar-
tículo 11 de la Constitución de 1876, que introdujo el principio de
la tolerancia religiosa.
— Medio siglo después, en 1923, los obispos consideraban ese
mismo artículo como un instrumento de defensa frente al laicismo
del partido liberal.
— La Restauración constituyó a la Iglesia en un estamento
más preservado socialmente de lo que lo había estado a lo largo del
siglo xix.
— En líneas generales, puede decirse que Pío IX, en sus últi-

109
mos años, apareció realista y ajeno a los sueños utópicos de algu- fue moderada y realista, y la reacción de la Iglesia, más atenta al
nos católicos españoles de tendencia más integrista. pasado que al futuro.
— Durante la Restauración, la cuestión religiosa llegó a lla- — La estéril polémica entre los católicos no impidió que la Igle-
marse entonces «la cuestión de las cuestiones». sia realizara una gran labor educativa y docente en diversos secto-
— Se intentó la reconciliación entre los católicos y el régimen res y con frutos abundantes.
liberal, en el seno de una monarquía constitucional. — El anticlericalismo estuvo personificado en la primera dé-
— Pero no llegó a conseguirse por las discordias internas de los cada del siglo por Canalejas, que dio rienda suelta a manifestacio-
católicos y por las provocaciones del anticlericalismo cada vez más nes violentas desconocidas en España.
radical y presente en la sociedad. — Su único objetivo fue gritar contra curas y frailes, asaltar
— En líneas generales, durante la Restauración, la Iglesia se conventos, poner bombas en los templos, atentar contra los obispos
entendió bien con los gobiernos conservadores, aunque surgieron y quemar a los santos.
algunas divergencias con los gobiernos liberales. — En una palabra, agitar de forma artificiosa y peligrosa a
— Los reyes, que personalmente se sentían católicos, se vieron las masas contra la Iglesia.
obligados a firmar disposiciones que, a veces, estaban en contra de — Durante su jefatura de Gobierno, Canalejas fue visto por
su propio criterio. los católicos como el peor enemigo de la Iglesia porque fue el respon-
— También es importante en este contexto distinguir entre go- sable de la tempestad desatada contra ella en su obsesión de resol-
bernantes antirreligiosos y simplemente anticlericales. ver la «cuestión religiosa» por la tremenda.
— El catolicismo español desde la Restauración tuvo un ta- — La gran lucha que la Iglesia mantuvo en España con el Es-
tado liberal en el último cuarto de siglo XIX y primeras décadas del
lante de apaciguamiento.
xx fue, precisamente, para impedir la tolerancia de los cultos aca-
— Pero esta orientación tuvo que enfrentarse con una proble-
tólicos.
mática cada vez mayor, a partir del asesinato de Cánovas (1897)
— Y también para defender la protección estatal de la religión
y entró en una crisis total desde el año 1913, en que triunfaron co-
católica y de sus instituciones de enseñanza y beneficencia, que al-
rrientes de pensamiento cada vez más extremistas que influyeron
canzaron su mayor desarrollo y esplendor en ese período.
negativamente en los católicos.
— La dictadura de Primo de Rivera fue de transición, con el
— La llamada crisis de la Restauración afectó a la conciencia
intento de crear un nuevo Estado desde arriba ante las amenazas
de los católicos, que organizaron sus fuerzas desde 1889 mediante de las fuerzas progresistas y, a la vez, un precedente del régimen de
los Congresos católicos. Franco, que haría suyas algunas de sus características.
— En España existió un grado más bien alto de clericalismo,
muy difícil de evitar en cualquier Estado confesional.
— En el Antiguo Régimen, la visibilidad del clero y su poder La Iglesia ante la Restauración
resultaba ostentoso, atizando el anticlericalismo de las masas y de
los críticos. El dilatado arco d e t i e m p o y d e a c o n t e c i m i e n t o s q u e
— Se suele entender por anticlericalismo una reacción más o c o r r e n d e s d e la r e s t a u r a c i ó n m o n á r q u i c a d e 1875 a la
menos fuerte contra la excesiva interferencia del poder clerical en Constitución d e 1931 es c o n o c i d o e n la historiografía
los asuntos de orden político o social. c o m o época de la Restauración, p o r q u e la m o n a r q u í a bor-
— La religión interesó muchísimo a los escritores del último bónica fue restablecida en la persona de Alfonso XII. Esta,
tercio del siglo XIX, aunque como un asunto político y social más después de 56 años, tras el reinado de su hijo Alfonso XIII,
que como algo propiamente espiritual o teológico. sucumbió ante la II República en abril de 1931. Esta d e n o -
— La política secularizadora del partido liberal, en realidad, m i n a c i ó n es puesta en tela d e juicio p o r algunos historia-

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dores, que resaltan cuánto tiene de convencional tal eti- ñola y mantuvieron las creencias más tradicionales en to-
queta, dado que la Constitución de 1876, inspirada y en dos los ámbitos y sectores sociales. Un ejemplo lo represen-
buena medida redactada por Cánovas, representó una acti- taban las primeras comuniones, celebradas en traje blanco
tud sustancialmente más abierta que en ninguna otra que, en muchas ocasiones, preocupaban más que el acto
época anterior de la monarquía española. Esta apertura solemne de recibir a Jesús Sacramentado. Esta fastuosidad
contrastó vivamente con la actitud en la aplicación del se convirtió en un rito social - a veces más que religioso-,
Concordato de 1851, ya que la Santa Sede y los carlistas tra- que señalaba una determinada fase en la vida de todo cató-
taron de oponerlo como baluarte al texto constitucional lico. La configuración de una piedad de tinte marcada-
de 1876. mente burgués durante el xix no eliminó, en este siglo ni
En líneas generales, la Iglesia se entendió bien con los en los comienzos del siguiente, la fuerte corriente de ma-
gobiernos conservadores, mientras surgieron divergencias nifestaciones de la piedad popular, aún sumamente rica y
con los gobiernos liberales. Los reyes, que personalmente abundante en santuarios y ermitas, con santeros, santeras y
se sentían católicos, se vieron obligados a firmar disposicio- ermitaños que daban vida a estos refugios espirituales, ap-
nes que a veces estaban en contra de su propio criterio. En tos para todos los sectores de la sociedad española. El ex-
este contexto hay que distinguir entre gobernantes antirre- tremo está representado por la figura de la beata, que Pé-
ligiosos y simplemente anticlericales, como también hay rez Galdós describió como «hecha un santo de palo, con el
ciertos matices diferenciales entre los papas de este perío- cuello torcido, la mirada en el suelo, avinagrado el gesto y
do (Pío IX, León XIII, Pío X, Benedicto XV y Pío XI) por- la voz siempre clueca y oprimida». Las prácticas religiosas
que intervinieron, además, los puntos de vista personales comenzaron a decaer lentamente, sobre todo la asistencia
de los cardenales secretarios de Estado -Rampolla, Merry a misa, que se redujeron sensiblemente en algunas regio-
del Val y Gasparri-, que tuvieron visiones muy distintas de nes a partir de los años veinte.
las cuestiones político-eclesiásticas. Las relaciones con la Santa Sede, al afectar al problema
No pueden entenderse las tensiones existentes entre el de la regulación constitucional de la cuestión religiosa, ad-
Estado y la Iglesia durante el primer decenio del siglo xx sin quirieron una importancia y una prioridad excepcionales
tener en cuenta los precedentes inmediatos del último bie- en los primeros años de la Restauración, ya que esta cues-
nio del xix. La tradición regalista seguía predominando en tión no cedía en prioridad e importancia a ninguna otra;
España y el Estado trataba de someter a la Iglesia a su arbi- ni siquiera a las dos agobiantes guerras civiles, la carlista y
trio. La llamada crisis de la Restauración afectó a la concien- la de Cuba.
cia de los católicos, que organizaron sus fuerzas desde 1889
mediante los congresos católicos. Alfonso XII dijo: «Ni de-
jaré de ser buen español ni, como todos mis antepasados, León XIIIy las tensiones del catolicismo español
buen católico, ni, como hombre del siglo, verdaderamente
liberal». Este fue el programa que marcó la Restauración Los comienzos del pontificado de León XIII, en 1878,
como un intento de reconciliación entre los católicos y el li- coincidieron con los albores de la restauración política.
beralismo, en el seno de una monarquía constitucional. In- Pío IX, apenas se había percatado, en el lento ocaso de su
tento que no llegó a conseguirse por las discordias internas ministerio, de las tensiones político-religiosas que brotaron
de los católicos y por las provocaciones del anticlericalismo en España a medida que la situación político-militar se fue
cada vez más presente en la sociedad española. normalizando, gracias a la sensatez de los políticos y al ve-
Con la Restauración reverdecieron manifestaciones reli- redicto de las armas. Coleando quedaron muchos asuntos
giosas barrocas, que caracterizaron la piedad popular espa- que turbaron, en decenios sucesivos, las armoniosas rela-
112 113
ciones, más aparentes que reales, entre la Iglesia y el Es- representante de don Carlos (1848-1909) en España. El
tado. Ni siquiera el maestro de la política exterior vaticana, grupo carlista disidente engrosó las filas de los católicos li-
el cardenal Antonelli, había conseguido cortar los brotes berales de Pidal y dio origen a la Unión Católica, aprobada
iniciales de insurrección religiosa, que manifestaron sus por el cardenal Moreno (1817-1884), arzobispo de Toledo,
primeros indicios en el seno ele la comunidad eclesial his- y bendecida por León XIII. Desde el primer momento,
pana durante el agitado sexenio revolucionario. esta organización recibió violentos ataques del Siglo Futuro,
Las tensiones entre los católicos, las divisiones entre el periódico carlista dirigido por Nocedal. Las invectivas se
clero secular y regular y la desorientación y falta de organi- lanzaron también contra los obispos favorables a la Unión
zación de los obispos frente a los problemas políticos y so- Católica. Comenzó, de este modo, una lucha tremenda en
ciales de la España restaurada fueron objeto de la atención el seno de la comunidad católica española, que tuvo, en
de León XIII, quien se decidió a intervenir cuando la si- principio, dos consecuencias funestas:
tuación era ya prácticamente irreversible, es decir, bien en- — primera, la desobediencia y falta de respeto de mu-
trada la década de los 80. Los protagonistas de esta historia chos sacerdotes hacia sus obispos; -segunda, un óbice per-
fueron, por parte de la Santa Sede, el papa León XIII, su manente que impidió el desarrollo de cualquier manifesta-
secretario de Estado, el cardenal Jacobini, y su represen- ción de vida católica.
tante diplomático en Madrid, el nuncio Rampolla. Por La peregrinación a Roma en 1882 fue la demostración
parte española, la división de los católicos tuvo dos bande- más evidente de esta segunda consecuencia. Nocedal había
ras abiertamente definidas, representadas por los periódi- organizado una peregrinación nacional, bendecida por el
cos El Siglo Futuro y La Unión, que aglutinaron a obispos, papa, que fracasó por la oposición de los unionistas y por
políticos, clérigos y laicos, divididos por cuestiones políti- la división de los obispos. Los unionistas, por su parte, cele-
cas inconciliables entre sí. braron peregrinaciones que tuvieron muy escaso éxito.
Las polémicas de los católicos españoles tuvieron sus Madrid y Barcelona fueron los focos principales de la
orígenes próximos en el principio de libertad religiosa contienda, porque en ambas ciudades residían los jefes del
aprobado en las Cortes Constituyentes de 1876 e incorpo- tradicionalismo, en el que militaron abiertamente la mayo-
rado después en la carta fundamental del Estado. Fue en- ría del clero y los religiosos más prestigiosos e influyentes.
tonces cuando los tradicionalistas o carlistas comenzaron a El clero era insubordinado y se enfrentaba a los obispos
presumir de integrismo católico, mientras acusaban de li- por motivos políticos, mientras el Episcopado -bastante
berales a los alfonsinos, adictos al nuevo rey. Alejandro Pi- mediocre intelectualmente, en su conjunto- presentaba
dal (1846-1913), brillante defensor parlamentario de la un panorama desolador, pues carecía de una dirección
unidad religiosa, fundó el periódico La España Católica, moral única y cada cual actuaba según su propio criterio,
que tuvo corta vida, quizá por la triste impresión que el sin tratar de ponerse de acuerdo con los demás. Se unía a
ejercicio de la libertad de cultos producía en la mayoría de esta ya caótica situación eclesial el influjo negativo de los
los católicos y por los incidentes que comenzaba a provo- jesuítas, excesivamente comprometidos en la polémica de
car la apertura de alguna capilla protestante en Madrid. Ni partidos.
el clero ni los católicos apoyaron al primer periódico de Pi- Esta era, a grandes rasgos, la situación cuando, el 8 de
dal, que se vio obligado a suprimirlo, sustituyéndolo con diciembre de 1882, León XIII dirigió a los obispos españo-
otro -ElFénix- también poco afortunado. les la encíclica Cum multa, para denunciar las tensiones
Entre tanto, en 1881, un grupo de carlistas, dirigidos existentes en la comunidad eclesial española y poner fin a
por el conde de Orgaz, se unió al partido alfonsino de Pi- las divisiones de los católicos. Por ello comenzó recor-
dal por discrepancias con Cándido Nocedal (1821-1885), dando el precioso tesoro de la fe, que los católicos españo-

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les conservaron desde los primeros siglos del cristianismo, de autonomía de la Iglesia eran incongruentes con su inte-
y que en todo tiempo fue la mayor gloria de España. Apro- gración subordinada dentro del sistema político.
vechó el papa la ocasión para rendir homenaje a los obis- La religión interesó muchísimo a los escritores del úl-
pos que contribuyeron a conseivar y acrecentar este te- timo tercio del siglo xix, aunque como un asunto político y
soro, a la vez que fomentaron sentimientos de adhesión a social más que como algo propiamente espiritual o teoló-
la Sede Apostólica. gico. En la prensa, en las tribunas públicas, en las Cortes y
Sin embargo, León XIII deploró que algunos católicos en la literatura se tomaban posiciones en pro o en contra
hubiesen sembrado la semilla de la discordia entre las aso- de la Iglesia. Las partes más acérrimas en la lucha que se
ciaciones fundadas para defender los intereses religiosos y, entabló fueron, por un lado, el tradicionalismo y, por otro,
cosa todavía más grave, que no manifestasen la reverencia el anarquismo idealista. La polémica se caracterizó -como
debida a los obispos. Por ello, el papa creyó oportuno lla- suele ocurrir entre los españoles- por una falta de
mar la atención de los católicos españoles para que evita- comprensión mutua y por el deseo de exterminación del
sen disensiones y se uniesen frente a los ataques e insidias contrario. Los militantes del catolicismo integrista comba-
de los enemigos de la Iglesia. Denunciaba el pontífice dos tieron con encono al liberalismo; los liberales se encarniza-
errores opuestos: el de quienes defendían la religión total- ron contra la intransigencia y el presunto fanatismo de la
mente separada de la política y el de cuantos confundían Iglesia, contra el clero y, muy especialmente, contra los je-
la primera con la segunda. La encíclica concluía recor- suítas.
dando a los católicos españoles las victorias de sus antepa- Estando así las cosas, no es de extrañar que la novela
sados contra los moros, contra las herejías y los cismas, -que entonces conocía también en España el auge del rea-
mientras que a los obispos se les impartían consejos para lismo- reflejara de un modo tan considerable esta polé-
que, unidos por provincias eclesiásticas, tratasen de de- mica y que llegara, en muchos casos, a convertirse en ins-
fender la integridad de la fe y la solidez de la disciplina. Se trumento de propaganda ideológica. Así surgieron las
sugería la conveniencia de organizar peregrinaciones a llamadas «novelas de tesis» o «novelas tendenciosas», dota-
Roma para componer disensiones y resolver las controver- das de una clara intención doctrinaria y en las que el autor
impuso al lector las conclusiones que debía sacar de los he-
sias entre los católicos. Pero la encíclica Cum multa, en rea-
chos relatados.
lidad, sirvió para muy poco, porque las divisiones entre los
Casi un centenar de novelas importantes intervinieron
católicos españoles no solo no terminaron tras la interven-
en la polémica religiosa, desde El escándalo (1875), de Alar-
ción del papa, sino que se agudizaron todavía más. Las im-
cón, hasta El cura de Monleón (1936), de Pío Baroja. Jefes de
plicaciones de los intereses políticos en los asuntos eclesia-
fila de los dos bandos fueron: Alarcón, Pereda, Coloma y
les fueron tan frecuentes e intensas que difícilmente se Ricardo León, campeones de la defensa tradicional; y Cal-
pudieron apagar las pasiones. dos, Palacio Valdés, Clarín, Blasco Ibáñez, Baroja y Pérez
de Ayala, anticlericales.
En Pérez Caldos se dio una evolución, en la época cen-
Anticlericalismo literario tral de su creación novelística, hacia una actitud mucho
más benigna y conciliadora, muy cercana ya a la mentali-
En el Antiguo Régimen, la visibilidad del clero y su po- dad católica abierta de Pardo Bazán o de Concha Espina.
der resultaba ostentoso atizando el anticlericalismo de las Hacia 1920, esta polémica había perdido mucho de su vi-
masas y de los críticos. Con la perspectiva que ofrece la dis- rulencia y en grandes novelistas, como Unamuno o Gabriel
tancia recorrida, podemos ahora ver que las pretensiones Miró, el tratamiento del tema religioso ya no fue partidista

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o doctrinario, sino mucho más hondo como en Unamuno, roja y Unamuno, más coherentes con su temperamento y
o mucho más folclórico, como en Miró. convicciones. En Baroja, el talante anárquico de toda su
En la novela defensiva del catolicismo hubo un exceso obra explica, mejor que la irreligiosidad, su oposición a
de replegamiento hacia el pasado y hacia la vida rural, y un todo lo institucional, al clero tanto como a los militares, a
injustificado sentimiento de temor hacia la llamada civili- los católicos tanto como a los protestantes o judíos; en el
zación moderna y las ideas nuevas. Por el contrario, en la caso de Unamuno, el anticlericalismo intermitente no está
novela anticatólica resplandeció el entusiasmo y la genero- reñido con una sincera e intensa búsqueda religiosa y
sidad humanitaria. La actitud excesivamente defensiva de nunca entró en polémicas doctrinarias.
los escritores católicos -junto a la incultura o pedantería Confunden algunos fácilmente la crítica religiosa con
de algunos sectores del clero- permitió que se formara en una actitud anticlerical. Por ejemplo, sobre el anticlerica-
la literatura española la leyenda negra de la Iglesia como lismo de Ortega y Gasset no es nada fácil decir la última
enemiga del progreso social, fácil tópico del que echaron palabra debido a la dimensión religiosa de Ortega escritor,
mano sin discriminación los escritores liberales grandes y pero es, ciertamente, errónea la acusación de anticlerical.
pequeños. El resultado fue que las «tesis» de sus novelas ca- Ortega más bien sorprendió por la inteligente actitud neu-
recen de valor ideológico y convierten a estas obras en fá- tral que supo mantener en este punto, en momentos en
bulas caricaturescas o en alegorías cuyos personajes se divi- que era tan fácil soltarse en denuestos contra la Iglesia es-
den en «buenos» y «malos», detentores en exclusiva y pañola. Tampoco la Revista de Occidente se apartó de esta
recíprocamente del Bien o el Mal absolutos. neutralidad irenista y cosmopolita, arreligiosa si se quiere,
No todos los escritores cultivaron la novela de tesis en pero nunca sectaria.
sentido tan extremoso; con frecuencia se preocuparon más Al estudiar todos estos autores y algunos otros menos
del análisis psicológico o de la descripción costumbrista importantes, surge la pregunta sobre las causas o antece-
que de las doctrinas; otras veces desconfiaron decidida- dentes de este fenómeno religioso-cultural. Antecedentes
mente de toda ideología, fuera del color que fuera. Así literarios de la crítica contra el clero pueden hallarse en
ocurrió con el último Blasco Ibáñez y con Baroja. obras españolas de la Edad Media y del Siglo de Oro, refle-
El tema religioso en la literatura española de finales del jando algunas de ellas la corriente llamada erasmista. Pero
siglo xix y primeras décadas del xx, teniendo en cuenta la el anticlericalismo moderno nació, o por lo menos se vigo-
valiosa literatura cristiana que se había escrito en este pe- rizó, en otro contexto ideológico. Voltaire y la irreligiosi-
ríodo, tanto en Francia como en Inglaterra y Alemania, es- dad dieciochesca podrían señalarse como sus precursores;
peraba poder hallar algo parecido en España, pero uno el liberalismo racionalista del siglo xix ofreció, luego, el
queda sorprendido no solo al constatar esta ausencia, sino ambiente favorable para su incubación definitiva.
al descubrir al mismo tiempo fuertes dosis de anticlerica- La desde entonces abundante reacción anticlerical se si-
lismo. Este último fenómeno fue un caso típico de aliena- tuó en dos campos primordiales: la educación y la política.
ción literaria. Dejando de lado a otros novelistas anticleri- Ahí es donde los excesos de influencia clerical pudieron
cales del siglo xix, hay que destacar la obra de Pérez darse con más frecuencia. En política, el clero se identificó
Galdós y de Blasco Ibáñez -precursores de la novela con- muchas veces con los partidos conservadores; en la difu-
temporánea- para detenerse luego en Unamuno, Pío Ba- sión del conocimiento, el clero se abrogó el monopolio de
roja, Ortega y Gasset y Pérez de Ayala. la verdad. En ambos casos, la presión clerical era sentida
No todos estos autores denigraron al clero con la por escritores y políticos como un freno a la evolución ha-
misma vehemencia. Unos, como Blasco Ibáñez y Pérez de cia una mayor libertad. En la lucha entablada en España,
Ayala, fueron más virulentos y polémicos. Otros, como Ba- como en todas partes, entre lo antiguo y lo moderno, el
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El anticlericalismo alcanzó momentos de gran violencia
clero español militó mucho más en favor de lo antiguo; de durante la Semana Trágica de julio de 1909. Barcelona en
ahí la inquina que mereció de parte de artistas e intelec- esos años se erigió en centro neurálgico de España y del
tuales más abiertos a lo moderno. anticlericalismo. Todavía hoy discuten los historiadores si
Este proceso se acentuó desde la Primera República la transformación de huelga general en subversión contra
(1873), cuando la actitud de los eclesiásticos ante la polí- la Iglesia fue promovida o fue espontánea. Pero es obvio
tica de partidos o ante la reforma agraria o las innovacio- que, en cualquiera de los dos casos, presupuso una actitud
nes educacionales fue de cierta hostilidad. El estado real favorable a ese tipo de actitudes en un sector suficiente-
del clero español en este período, la pedagogía y la in- mente amplio de la sociedad barcelonesa. El destacado es-
fluencia directa que ejercieron los colegios de religiosos, la critor mallorquín Miguel Costa y Llobera (Pollensa 1854-
doctrina social que predicaban nuestros sacerdotes no per- 1922) expresó su sorpresa no solo por la violencia
mite acusarlos de ser ellos la causa principal de esta fuerte antieclesiástica de la Semana Trágica, sino por la pasividad
reacción anticlerical. Hubo otras causas más importantes que, ante este fenómeno, respiraron las clases medias y la
que los historiadores del anteclericalismo apenas señalan, burguesía catalana.
tales como el sectarismo político, las sociedades secretas y,
sobre todo, la desoladora descristianización de una socie-
dad que seguía llamándose católica. En España existió, y si-
Prensa laica y prensa católica
gue existiendo, un grado más bien alto de clericalismo, tan
difícil de evitar en cualquier Estado confesional. Lo cual En un país de unos 18 millones de habitantes, como era
explica que aún ahora, en forma más o menos encubierta, España al finalizar el siglo XIX, con más de mil publicacio-
se den rebrotes de anticlericalismo, tanto en la masa del nes diarias y periódicas, solo 204 eran católicas; las restan-
pueblo como en intelectuales y artistas y, sobre todo, en tes eran liberales, de todos los colores, desde las que no
medios de comunicación social. mostraban hostilidad a los sentimientos religiosos hasta las
Desde principios de siglo xx triunfaron en España el ra- que atacaban toda idea religiosa. Además, mientras las de
dicalismo demagógico y la excitación a la violencia por tendencias liberales tenían una tirada de cerca de
parte de algunos políticos extremistas, cuya actitud puede 1.600.000 ejemplares, las de inspiración católica no llega-
sintetizarse en la famosa exhortación que Lerroux, consi- ban a los 280.000; de modo que, tanto por el número de
derado el forjador del primer partido moderno de la clase periódicos como por su tirada, en España, igual que en
obrera española, dirigió a los jóvenes bárbaros de Barce- otros países, la prensa liberal superaba con creces a la cató-
lona, en 1906: «Rebelaos contra todo: no hay nada o casi lica.
nada bueno. Rebelaos contra todos: no hay nadie o casi na- El hecho era demasiado evidente para poder negarlo y
die justo. Jóvenes bárbaros de hoy, entrad a saco en la civi- demasiado doloroso como para que no suscitara preocupa-
lización decadente y miserable de este país sin ventura, ción entre los obispos, el clero y el laicado católico. Conti-
destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo nuamente se estudiaban y se discutían sus causas, pero es-
de las novicias y elevarlas a la categoría de madres para viri- tas persistían, y todo inducía a temer que no serían
lizar la especie. No os detengáis ni ante los sepulcros ni eliminadas fácilmente, ya que periodistas y lectores estaban
ante los altares. No hay nada sagrado en la tierra. El pue- en absoluto desacuerdo al detectar la causa eficiente del
blo es esclavo de la Iglesia. Hay que destruir la Iglesia. Lu- mal que afligía al periodismo católico, y así, al resultar tan
chad, matad, morid». La evolución posterior de Lerroux diverso el diagnóstico, era realmente muy difícil adoptar
supuso el abandono del estéril doctrinarismo que venía im- un tratamiento acertado.
perando hasta él.
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Los periodistas, por su parte, echaban la culpa de tan vez la defendían lo hacían con las acostumbradas restric-
lamentable situación a los católicos, que no ayudaban y fa- ciones, aconsejadas, según ellos, por razones internaciona-
vorecían la buena prensa; a su vez, los católicos descarga- les y por respetos debidos a estados reconocidos. Refleja-
ban la responsabilidad sobre los periodistas, que -según ban en esto fielmente las ideas que dominaban en las
ellos- no sabían dar interés a los periódicos. De este modo, esferas gubernativas, tanto cuando estaba en el poder un
todos se enredaban en una petición de principios, y nada partido como el otro. Ordinariamente usaban formas co-
hacían ni unos ni otros en favor de la «buena prensa»; es rrectas conociendo a la perfección el arte de defender las
más, si se hacía algo, era para obstaculizar las mejores ini- propias convicciones, de censurar a veces también con viva-
ciativas, paralizar generosas audacias e impedir todo in- cidad la obra de los adversarios sin salirse de los límites de
tento de que existiese entre los católicos y sus periódicos la conveniencia.
esa solidaridad cordial indispensable para que la «buena La prensa liberal más avanzada o democrática exigía
prensa» alcanzase el conveniente desarrollo. Si hubiese con mayor vehemencia la aplicación, en todo lo que se re-
existido una prensa unida, combativa y hábil, hubiera sido fería a la vida social, de los principios del liberalismo; acep-
menos difícil la tarea de organizar las fuerzas católicas. La taba la forma monárquica, pero a condición de que se des-
mayoría de los periódicos liberales, que tenían gran difu- prendiera del carácter absolutista, respetaba la soberanía
sión y gozaban de prestigio en las esferas directivas, milita- del pueblo y no se oponía a que los ideales de la democra-
ban en el partido conservador y fusionista; defendían las cia inspirasen las leyes y las costumbres. No obstante, los
instituciones vigentes, es decir, las parlamentarias con demócratas querían aparecer como católicos; no comba-
forma monárquica; propugnaban los principios liberales tían abiertamente la religión por temor de ofender los sen-
y querían informar en estos todos los ordenamientos pú- timientos del pueblo; pero le hacían una guerra sorda,
blicos. continua, farisaica, con el fin de quebrantar las creencias
En cuanto a la religión, no solo no la atacaban, sino religiosas y sembrar el germen del escepticismo que ma-
que de ordinario la respetaban, aunque no defendían a la taba toda noble aspiración. Bajo el pretexto de ensalzar la
Iglesia y sus doctrinas. Se decían católicos y se ofendían observancia de las antiguas leyes de la Iglesia, criticaban las
cuando no se los consideraba como tales. Al hablar, sin em- nuevas manifestaciones del culto y toda obra que intentara
bargo, de temas religiosos, usaban un lenguaje ecléctico, revivir y revigorizar la piedad en el corazón de los pueblos.
inspirado en el indiferentismo. Habían conquistado su po- No dudaban en erigirse vengadores de los sentimientos re-
sición y deseaban conservarla pacíficamente; por ello, todo ligiosos mientras con grandes medios infundían en sus lec-
ataque dirigido a las instituciones fundamentales del reino tores la desconfianza hacia la Iglesia y el clero.
estaban en oposición a su programa. La religión era una Conociendo estos propósitos, se puede comprender su
fuerza conservadora, y por tanto -según ellos- no se debía comportamiento con la jerarquía y con la Santa Sede. No
combatir; más bien era necesario apoyarla. Esto no impe- lanzaban ataques contra una ni contra otra; pero, lejos de
día que también ellos pagasen su tributo a los prejuicios ponerse a su lado en la lucha para la defensa de los pro-
del liberalismo. Poniéndose a discurrir sobre ciertas cues- pios derechos contra la demagogia, atribuían a la intransi-
tiones sin tener conocimiento de ellas, se apartaban de la gencia las reivindicaciones y la combatían como no apta
ortodoxia católica. para los tiempos nuevos.
Dichos periódicos se mostraban deferentes con las auto- Se esforzaban cuanto podían para aparecer correctos
ridades y profesaban un cierto respeto al papa. Pero al tra- en la forma; mientras en el fondo querían reformas radica-
tar la causa de la Santa Sede, no salían de los límites del les, exigidas por las modernas libertades; usaban un len-
oportunismo que imperaba en todas las esferas. Si alguna guaje suave, insidioso, que parecía inspirado en el más sin-
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cero amor por el bien público, para que sirviera mejor a religión y la Iglesia todos aquellos derechos que le corres-
engañar al público y hacer pasar por buena una mercancía pondían en un estado católico.
bastante corrompida. El punto en que un periódico se diferenciaba de otro
La prensa republicana, finalmente, propugnaba el era político, pues todos estaban de acuerdo en querer la
triunfo de todas las ideas de la Revolución Francesa, y que- restauración de los principios católicos, pero todos la su-
ría abatir las instituciones que no estaban en armonía con bordinaban a sus opiniones políticas. Y estas las elevaban a
las mismas. El nuevo pensamiento exigía nuevos ordena- la categoría de dogmas, anatematizando a quienes no las
mientos. Solamente la república podía traer el bienestar y aceptasen. En lugar de favorecerlas, se oponían a todas las
la prosperidad al pueblo español. Insultos, calumnias e in- obras católicas no organizadas en el seno de su propio par-
jurias contra la Iglesia y el papa estaban a la orden del día. tido y las presentaban como infectadas de liberalismo.
Dichos periódicos no cesaban de repetir que el poder espi- Todos los periódicos católicos hacían profesión de obe-
ritual pesaba sobre la sociedad como la más nefanda de las diencia y sumisión al papa y a los obispos. Se apresuraban a
tiranías, porque llegaba hasta lo más íntimo de las concien- llenar las propias columnas de documentos pontificios y
cias, y urgían al pueblo para que se emancipara de ella. Vi- episcopales, y declaraban a cada paso que no debían sepa-
lipendiaban todos sus actos como ofensas al derecho y rarse en modo alguno de la línea de conducta que en
como nuevas usurpaciones. Su lenguaje estaba inspirado los mismos se trazaba, pero, de hecho, cada uno interpre-
por un odio enfurecido, belicoso y agresivo. Tendía a la taba los susodichos documentos en el sentido más conve-
destrucción y declaraba cruel guerra a cualquier barrera niente a sus ideales políticos. Ninguno de los periódicos
que le pudiera detener en su camino. No conociendo católicos se atrevía a enfrentarse al papa y a los obispos,
freno alguno, no templaba sus plumas para rendir honor a pues este hecho hubiera bastado para desacreditarlos
las leyes del decoro y de la conveniencia. completamente entre los fieles; los que pertenecían a los
La prensa católica política se dividía en carlista, inte- partidos antidinásticos se esforzaban en eludir el precepto
grista y la que aceptaba las instituciones del Estado. La de la autoridad con falsas interrogaciones. De este modo,
prensa carlista propugnaba como base de la restauración lejos de conformar la propia conducta a las enseñanzas del
católica la restauración de la dinastía legítima represen- Romano Pontífice, las utilizaban como autojustificación.
tada por don Carlos. Sin ello, resultaba vano el esfuerzo Este estado de tensión llevó a la intransigencia, por lo
que buscaba el mejoramiento de los ordenamientos admi- que cada periódico pensaba que no había otro camino
nistrativos, sociales y políticos. La prensa integrista no ad- para defender la verdad más que el elegido por él. Los
mitía tan estrecha conexión entre una cosa y otra. Com- otros eran todos caminos de perdición y quien los seguía
batía con igual ardor el espíritu del liberalismo que estaba fuera de la Iglesia. La violencia con que unos lanza-
informaba las leyes y los estatutos civiles e inculcaba la ne- ban acusaciones contra otros era tal que no se sabía si dis-
cesidad del retorno completo de la sociedad a Dios, pero cutían con católicos o con adversarios. Era triste el espec-
no rompía ninguna lanza ni a favor de una dinastía ni por táculo que ofrecían los periódicos católicos, que estaban
el triunfo de una forma determinada. Su programa nebu- muy lejos de usar con todos, pero especialmente con
loso y sofisticado no presentaba una solución práctica con- aquellos a los que les unía el vínculo de la fe, aquella co-
creta. rrección y moderación de estilo tan recomendadas por
Finalmente, la prensa llamada dinástica seguía el ca- León XIII.
mino indicado por León XIII y profesaba respeto y sumi- La prensa carlista, por tener un objetivo más determi-
sión no solo a los poderes constituidos, sino también a la nado, un programa preciso y claro, y por ser órgano de un
persona que los representaba, reclamando, además, para la grupo mejor organizado y que fundaba su fuerza sobre las

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tradiciones de un partido que nació y se desarrolló con vi- Ataques a las Ordenes religiosas y ala enseñanza católica
gor por su oposición constante a las ideas y a los principios
liberales, tenía un lenguaje más firme y enérgico. En las Dentro del idealismo genérico de la Revolución de
polémicas con los otros periódicos católicos, era muchas 1868, en octubre de ese mismo año se publicó un decreto-
veces arrogante y mordaz; lanzaba contra ellos una vio- ley declarando la libertad de enseñanza y facultando a los
lenta guerra como si fueran sus principales enemigos. La particulares para enseñar en las Universidades y centros
tenacidad con que defendía su propia causa era tal que docentes. Pero, debido a una serie de abusos que convirtie-
nada parecía suficiente para doblegarla. ron a numerosos centros en expedidores de títulos sin ga-
Se resistía a seguir las instrucciones de la Santa Sede, rantías, en 1874 se devolvía de nuevo al Estado el control
pero no dudaba en poner al mismo nivel sus aspiraciones y directo de todos los centros docentes. Aquella experiencia,
el derecho del Romano Pontífice a la soberanía necesaria que resultó fallida, hizo que, al sobrevenir la época de la
para la libertad y la independencia del ministerio apostó- Restauración, hubiera que volver a plantearse el relanza-
lico; de modo que llegó a decir más o menos explícita- miento de la enseñanza en todos sus grados. Desde 1900
mente que los carlistas se someterían a Alfonso XIII hasta 1920 fue la Iglesia quien se alzó con el monopolio de
cuando León XIII reconociese al rey de Italia. El mismo la educación por parte de los religiosos, con lo que ello
sistema siguieron los integristas presentándose como de- conllevó de afianzamiento en la influencia cultural e ideo-
fensores de la pureza e integridad de la fe católica e intole- lógica. En un momento en que la burguesía en Europa
lideraba la revolución liberal, implantando un nuevo mo-
rantes con quienes no la interpretaban como ellos. Pero,
delo de educación pública y secular, en España, la burgue-
por si esto fuese poco, existía también desacuerdo entre
sía renunció a ese cometido histórico que fue asumido por
los periódicos católicos de la misma tendencia, entre los
la Iglesia, la cual, sin olvidar sus horizontes de evangeliza-
que reconocían las instituciones vigentes y predicaban la
ción, comprendió que el nuevo mundo estaba dirigido por
sumisión a los poderes constituidos y la unión de todas las la «nueva clase» que había surgido, iniciando un movi-
fuerzas católicas. miento de acomodación a esa nueva sociedad y formación
Todos estos juicios y observaciones, que he procurado de la misma. Durante la segunda mitad del siglo xix hubo
resumir, se desprenden de la atenta lectura de las cartas un trasiego de planes de estudios que intentaron dar
que obispos, sacerdotes y seglares enviaron a los nuncios y con una fórmula equilibrada para la educación de los espa-
a la Secretaría de Estado y de los despachos de los repre- ñoles.
sentantes pontificios, quienes, además, destacaron los as-
pectos negativos de la prensa llamada laica y las deficien- La Iglesia española no reclamó, como en otros países
cias de los periódicos confesionales para suscitar una europeos, el derecho a regentar centros de educación,
reacción favorable de los católicos y una penetración más sino que lo que reinvindicó fue su control. Educó priorita-
incisiva en la sociedad, que solo se pudo conseguir en riamente a las clases dirigentes porque, educándolas a
parte en las primeras décadas del siglo xx con El Debate, ellas, educaba también a las desheredadas que habían de
diario católico, fundado por Ángel Herrera en 1912, gra- mirarlas como a su modelo. Tenía a su favor para atraer
cias a la inspiración del jesuíta Ángel Ayala y a la ayuda de alumnos a sus aulas, entre otros factores, el que los escasos
los accionistas de La Gaceta del Norte y del vizcaíno Urquijo. centros oficiales se caracterizaban por su estado de miseria
Este diario contribuyó poderosamente a la evolución de la y de abandono. Era imposible presentar una imagen míni-
Iglesia y del catolicismo español y fue uno de los hitos fun- mamente prestigiosa para que los padres mandaran allí a
damentales del periodismo español de carácter confesio- sus hijos. Solo lo hacían los que no tenían cerca ningún
nal. centro privado, caso de los núcleos rurales, o los que no te-

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nían medios económicos para pagarlo, caso de los núcleos Ignacio fueron, entre ilusiones y dificultades, unos educa-
urbanos. Frente a esto, la Iglesia contaba con las órdenes dores intrépidos, que mostraban entusiasmo por su tarea,
religiosas de enseñanza, personal bien preparado que de- al mismo tiempo que aplicaron una sincera autocrítica a
dicaba a su labor todas las horas necesarias, puesto que no sus propios métodos. En la defensa de su tradición educa-
tenía que alternar su trabajo pedagógico con ningún otro, tiva, los jesuítas no lograron una victoria en toda la línea,
y extraordinariamente barato, desde el punto de vista eco- pero tampoco sufrieron una derrota humillante. Tuvieron
nómico, puesto que no cobraba sueldo alguno, estaba con- que acomodarse a las asignaturas impuestas en los planes
centrado bajo el mismo techo y tenía pocos gastos, dado su estatales, pero mantuvieron los principios del humanismo
régimen monástico de vida, caracterizado por la sobriedad cristiano, favorecieron la enseñanza de las ciencias y con-
y austeridad. Por tanto, la competencia no era posible. servaron los métodos didácticos que consideraron más efi-
Cuando, a principios del siglo xx, surgió la polémica caces frente a las tensiones ideológicas de la España del
clericalismo-anticlericalismo, la Iglesia estaba asentada sóli- momento. Cuidaron con mucho esmero la vida escolar en
damente sobre unas bases nuevas que le permitieron ase- todos sus detalles: las relaciones de los maestros con los dis-
gurar una presencia eficaz en la vida social del país. Si en cípulos, los edificios de los colegios, el sostenimiento eco-
Francia, durante las dos primeras décadas del siglo quedó nómico, el régimen disciplinar, los desafíos escolares y los
liquidada la herencia clerical y se pasó a unos esquemas lai- actos académicos, las horas de piedad, estudio, clase y re-
cistas, en España, esos mismos años conocieron un especta- creo de los colegiales, sus diversiones, comidas y vesti-
cular ascenso de los centros religiosos y de los alumnos que menta. Todo un mundo que tuvo un balance altamente
asistieron a los mismos. En ellos fueron fundamentales al- positivo y que suscita comparaciones con la actualidad a
gunas ceremonias religiosas como la de la primera comu- toda persona inteligente.
nión y la entrega de premios, se mantuvo una rígida disci- También destacó en el campo de la educación el canó-
plina, se desarrolló ordenadamente la vida cotidiana, se nigo del Sacromonte de Granada, Andrés Manjón (Sargen-
cuidó mucho la compostura de la joven cristiana y los mo- tes de la Lora, Burgos, 1846 - Granada 1923), que fue uno
delos sociales de la joven bien educada, y se dio una visión
de los innovadores de la pedagogía española de la Restau-
de la enseñanza dirigida a los pobres.
ración. Aunque sus ideas no fueron enteramente nuevas, sí
Destacaron en esta línea los jesuítas, que basaron su pe- fue un entusiasta y eficaz difusor, ayudado, además, por su
dagogía en la Ratio Studiorum, aprobada en 1599 por orden significación eclesiástica, que le abrió, sin duda, las puertas
del general de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva, de algunos de los más recelosos. De hecho, a comienzos
después de varios años de experiencias pedagógicas colec- del siglo xx, la difusión de las escuelas del Ave María, con
tivas. Los jesuítas aplicaron en todas partes, con mucho
o sin intervención de Manjón, se había convertido en uno
fruto, aquel sistema pedagógico, hasta la supresión de la
de los recursos del catolicismo social. Manjón concibió su
Compañía de Jesús en 1773. El restablecimiento general
pedagogía alegre, físicamente abierta y destinada a las cla-
de la Orden en 1814 supuso la reaparición de una Compa-
ses populares. Su método fue imitado por otros sacerdotes,
ñía nueva, renacida o restaurada. Lo mismo sucedió con la
Ratio Studiorum. En España, el afán de los jesuítas por la como el canónigo valenciano Miguel Fenollera Roca
restauración de su sistema educativo tradicional se intensi- (1880-1941), fundador de las Operarías del Divino Maestro
ficó en el último tercio del siglo xix y los primeros años del (Avemarianas), gracias a la colaboración de muchas perso-
xx. Entre 1868 y 1906 se esforzaron por mantener su modo nas generosas, que apoyaron el Ave-María como obra de
de enseñar, frente a los avances de la secularización y la im- apostolado cristiano que se valía, principalmente, de la
posición de los planes de estudio estatales. Los hijos de san educación y de la instrucción, dirigida a todas las edades
del hombre y la mujer, pero consagrada preferentemente a
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los más necesitados. También en Cataluña, las escuelas de Concordato autorizaba, por lo menos implícitamente, la
la Sagrada Familia, prototipo de la escuela confesional a existencia legal en España de todas las congregaciones reli-
principios del siglo xx, realizaron una gran labor en la en- giosas aprobadas por la Santa Sede, sin excepción alguna y,
señanza primaria. por consiguiente, que no podía aplicarse a ellas ni la ley de
Aunque el Partido Liberal intentó acabar con el control asociaciones de 1887 ni, mucho menos, el decreto de 1901.
de la enseñanza por parte de las instituciones de la Iglesia La Santa Sede protestó con una nota oficial, a la que el
para devolverle al Estado sus prerrogativas en esta materia, Gobierno no dio respuesta alguna. Sin embargo, las razo-
su fracaso puso en evidencia su impotencia para ofrecer nes aducidas en dicho documento, si no convencieron al
fórmulas renovadoras en el caduco panorama político de Gobierno a retirar el citado decreto, lo indujeron por lo
la Restauración. menos a modificar, con respecto a los institutos religiosos,
En 1901, a consecuencia de las agitaciones provocadas las disposiciones más odiosas de la ley de asociaciones.
por el drama antirreligioso Ekctra, de Pérez Galdós, y de la Ante tan firme actitud, el Gobierno se vio obligado a nego-
incertidumbre y debilidad del partido conservador, los li- ciar el acuerdo de 1904 con la Santa Sede.
berales llegaron al poder y trataron de someter al Estado En 1903 fue elegido papa san Pío X. Su secretario de
las asociaciones católicas. Las órdenes religiosas fueron la Estado, el español Rafael Merry del Val, demostró prepara-
pesadilla de los gobiernos liberales, porque creían que, ción, equilibrio y prudencia para tratar los asuntos eclesiás-
mediante los colegios y la enseñanza, pretendían controlar ticos, y aunque había permanecido hasta entonces alejado
la sociedad. Ante tan deprimente subdesarrollo español, de la vida española, pues nunca tuvo cargos en España, sin
con graves problemas de analfabetismo en más de la mitad embargo desde la Secretaría de Estado:
de la población, los intelectuales intentaron renovar los — conoció de cerca los avatares de la Iglesia en nuestro
métodos educativos en los distintos niveles de enseñanza. país,
A este planteamiento elitista de lo que se llamó la revolu- — influyó decisivamente en los nombramientos de obis-
ción burguesa se opuso la revolución popular de aquellos pos,
que, desde partidos y sindicatos, de abajo arriba, lucharon — siguió la última fase de las negociaciones que lleva-
por un cambio radical de las estructuras sociales. Se interfi- ron a la firma del convenio de 1904 sobre la existencia le-
rieron, además, en esta compleja situación los violentos gal de las órdenes religiosas,
conflictos entre izquierdas y derechas, entre regionalismo y — intervino directamente en las restantes cuestiones
centralismo, que provocaron tensiones ideológicas y socia- político-religiosas que agitaron la vida española durante la
les antagónicas sobre este tema. primera década del siglo y
Según los liberales, la Iglesia había lanzado a las órde- — cuidó desde el Vaticano la preparación y desarrollo
nes religiosas, desde finales del xix, a la reconquista del de la primera asamblea plenaria del Episcopado español,
poder social en la sociedad urbana y burguesa por medio celebrada 1907.
de los colegios. Por ello, en 1901 se ordenó que todas las En 1907 llegó a Madrid el nuncio Antonio Vico, que co-
asociaciones religiosas quedaran inscritas en el registro ci- nocía muy bien la situación española pues había sido secre-
vil, en base a la ley de asociaciones de 1887. El Gobierno tario de la nunciatura madrileña quince años antes. Entre
quiso incluir también a todas las órdenes religiosas, exclui- 1890 y 1892 había redactado tres importantes informes so-
das las que el Concordato de 1851 mencionaba expresa- bre la Iglesia en España, que demostraron su buen conoci-
mente en los artículos 29 y 30. La Santa Sede, el Episco- miento de nuestra realidad eclesial. Obispos, sacerdotes,
pado y numerosas personalidades del partido conservador religiosos y seminarios de todas las diócesis desfilaron por
se opusieron a este proyecto, porque consideraban que el sus detallados estudios, redactados en lengua italiana y pu-
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blicados en versión castellana en mi libro León XIIIy los ca- suficientemente la unidad religiosa ni excluyó expresa-
tólicos españoles. mente la libertad o tolerancia de otros cultos. Este punto
Al iniciar su misión diplomática, Vico recibió del carde- había sido determinado mucho mejor en el art. 1 del
nal Merry del Val las instrucciones que la Santa Sede im- concordato de 1851, en el cual quedó sancionado el prin-
parte habitualmente a sus representantes pontificios para cipio de la unidad religiosa, se reconoció que solo la re-
llamarles la atención sobre los asuntos de mayor interés. Y, ligión católica era la religión del Estado y se excluyó
aunque el nuevo nuncio sabía muy bien qué males aqueja- cualquier otro culto. Sin embargo, con este artículo el Go-
ban a nuestra Iglesia desde antaño, sin embargo, desde bierno no asumió el compromiso o la obligación de man-
principios de siglo se habían producido algunos aconteci- tener perpetuamente la religión católica como única reli-
mientos que el nuevo nuncio desconocía y se le indicó cuál gión del Estado y de no permitir en el futuro la existencia
debería ser su conducta en tales circunstancias. de otros cultos, aunque podría pensarse que, con dicho ar-
Los diversos gobiernos presididos por Sagasta desde tículo se contraía un compromiso y se expresaba un hecho.
principios de siglo declararon varias veces, tanto en mani- El compromiso consistía en conservar siempre en los do-
festaciones oficiales como en las Cortes, el propósito de minios españoles la religión católica con todos los dere-
abrir negociaciones con la Santa Sede para conseguir una chos que le competen; el hecho era que la religión católica
reforma parcial del Concordato de 1851. Las dificultades continuaría siendo la única religión de la nación española
económicas por las que atravesaba España obligaron al Go- con exclusión de cualquier otro culto.
bierno a reducir drásticamente el presupuesto de todos los Pero el Gobierno se alejó muy pronto de la prometida
ministerios y, en concreto, la dotación del culto y clero, exclusión completa de cualquier culto acatólico, o al me-
desproporcionada, según el Gobierno, para las posibilida- nos expresada en el concordato. En la realidad, el Go-
des reales de la nación. Esta era la finalidad primordial de bierno, que había sido tan generoso en promesas desde el
la reforma concordataria, que pretendía reducir las dióce- principio de la restauración monárquica, dejó a menudo
sis consideradas de poca o ninguna importancia, así como indefensa a la religión católica y se limitó a prohibir mani-
disminuir las canonjías en las restantes iglesias catedrales, festaciones exteriores y anuncios públicos de escuelas aca-
lo cual comportaría un considerable ahorro. Dicha re- tólicas, permitiendo que todas ellas continuaran en la po-
forma tendía, también, a establecer la situación jurídica de sesión de las libertades conseguidas durante el Sexenio
las órdenes religiosas y determinar cuáles de ellas y en qué revolucionario.
condiciones podrían tener su existencia legal en España. Desde finales del siglo xix, la bandera del anticlerica-
lismo había sido instrumentalizada por Sagasta al servicio
de metas alejadas del tema propiamente religioso, en el
Polémicas sobre la libertad religiosa que el caudillo liberal no quiso nunca comprometerse. Tal
postura le distanció de Canalejas y contribuyó al resquebra-
Una de las más vivas aspiraciones del partido liberal en Es- jamiento del partido que dirigía el político logrones. La
paña fue introducir la libertad religiosa. En un discurso pro- crisis del partido liberal español, entre 1903-1907, fue ideo-
nunciado en Zaragoza en 1908, Segismundo Moret, que ha- lógica y de dirección, sobre todo tras la muerte de su fun-
bía sido varias veces presidente del Gobierno, puso la libertad dador Sagasta (1903); crisis que se manifestó en torno a la
de cultos como la base fundamental sobre la cual debería problemática religiosa, al acentuarse el laicismo de algunos
constituirse la unión de todos los partidos de izquierdas. de sus miembros, y llegó a su punto álgido con el intento
El art. 11 de la Constitución de 1875, aunque reconoció de promulgar la Ley de Asociaciones, provocando conti-
la religión católica como religión del Estado, no garantizó nuas divisiones entre las diferentes corrientes de pensa-
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miento, a lo que se unió la falta de una jefatura indiscuti- caria, después de haber obtenido la aprobación de la comi-
ble y las ambiciones personales de algunos de sus líderes sión parlamentaria, aduciendo la supremacía del poder ci-
menos preparados. vil. Los obispos senadores propusieron una enmienda de la
Canalejas, fautor de dicha ley, dio el primer paso hacia mencionada ley, que fue aceptada por Canalejas; aunque la
un programa laicista en el cual quedarían incluidos la li- Santa Sede se daba cuenta de que dicha enmienda no era
bertad de cultos, el matrimonio exclusivamente civil, la se- la mejor, no quiso agravar ulteriormente la situación de la
cularización de los cementerios y otras disposiciones de Corona, amenazada por tensiones internas y, por otra
menor relieve, caracterizadas todas ellas por el mismo espí- parte, la ley modificada de tal manera correspondía más o
ritu fuertemente anticlerical que, por aquellas fechas, im- menos a cuanto la Santa Sede estaba dispuesta a aceptar.
pregnaba la política agresiva del gobierno francés frente a Por ello, aunque en un principio puso como condición in-
la Iglesia, inspirada por la masonería. dispensable para reanudar las negociaciones con el Go-
En 1910 firmó Canalejas una disposición favorable a la bierno español la retirada de la «Ley del candado», des-
libertad de cultos, mientras la Santa Sede y el Gobierno ne- pués decidió proseguirlas por las razones indicadas.
gociaban la cuestión de las órdenes y congregaciones reli- Una vez aprobada por el Senado, dicha ley fue presen-
giosas. La Santa Sede protestó enérgicamente porque con- tada al Congreso de Diputados. La política de Canalejas
sideraba dicha disposición un gran paso hacia la libertad puso a la Santa Sede frente a hechos consumados para,
religiosa, considerada por la Iglesia «principio infausto y después, solicitar a la misma Santa Sede la reapertura de
falso, contrario a los sentimientos de la catolicísima nación negociaciones. De los 387 diputados, solo 228 participaron
española, ofensivo de la verdadera religión, y no justificado en la votación, y de ellos, 174, que eran liberales y republi-
por las circunstancias particulares del país, contraria al es- canos, se pronunciaron a favor y 54 en contra, 43 de ellos
píritu y a las normas concordatarias así como a las declara- conservadores y 11 tradicionalistas. La aprobación de esta
ciones solemnes hechas en 1876 por el Gobierno a propó- ley no fue una gran victoria de Canalejas, aunque pudo ser
sito de la interpretación del art. 11 de la Constitución». aprobada gracias a la presencia de los diputados conserva-
Pero el Gobierno justificó su decisión aduciendo que dicha dores, como habían hecho en el Senado. En efecto, a pesar
disposición no hacía más que interpretar la Constitución y de la invitación insistente hecha por Canalejas para que
que no violaba ningún convenio. Afirmaba además que, si asistieran todos los diputados, solo acudieron a la votación
la Santa Sede la consideraba como un paso hacia un prin- 228 de los 387 existentes. Para que un proyecto pudiera
cipio considerado infausto y falso, el Gobierno de Madrid convertirse en ley necesitaba la presencia de la mitad más
se había visto obligado a emanarla por razones de oportu- uno de los diputados efectivos, es decir, que en este caso
nidad y no había hecho más que interpretar la Constitu- debían haber sido 194, de lo cual se deduce que, si los di-
ción de 1876, adaptándola a los tiempos y a los preceden- putados conservadores, siguiendo la misma táctica usada
tes de otras naciones, creyendo de este modo que para la aprobación de las enmiendas, se hubiesen abste-
contribuiría a pacificar los ánimos. nido en la votación definitiva, la «ley del candado» hubiera
quedado en simple proyecto.
Después, el Gobierno preparó para presentarlo a las
Canalejas y la «Ley del candado» Cortes en marzo 1910 un proyecto de ley para la reforma
de la de 1887 sobre el ejercicio del derecho de asociación,
El Gobierno no estaba dispuesto a retirar la llamada en el cual las órdenes religiosas quedarían sujetas en su
«Ley del candado», que afectaba a la libertad de la Iglesia funcionamiento, por lo que a las relaciones con el Estado
y, sobre todo, de las órdenes religiosas, y tampoco a modifi- se refería, a los preceptos que, en general, servían de norma

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a las asociaciones en España. El Gobierno mantenía su de- una notable dispersión de sus fuerzas por toda la penín-
seo de reducir las órdenes y congregaciones religiosas, sula. El volumen de participación fue muy discutido aque-
pues consideraba que los religiosos vivían en un régimen llos días.
jurídico provisional que no podía tolerarse por más La política anticlerical tuvo sus principales consecuen-
tiempo. Entre tanto, intentó Canalejas prorrogar la «Ley cias en la interrupción de relaciones con el Vaticano por
del candado», que debía quedar sin efecto, si en el plazo parte del Gobierno -la Santa Sede mantuvo siempre a su
de dos años se aprobaba una nueva ley de asociaciones. nuncio en Madrid- y en la suspensión de los nombramien-
Cuando Canalejas fue asesinado (12 de noviembre de tos episcopales durante cuatro años (1910-1913). Los polí-
1912) se dijo que llevaba encima el proyecto de prórroga ticos actuaron con desfachatez ante la Iglesia, mientras que
de la mencionada ley para presentarla al Consejo de Minis- esta demostró su proverbial paciencia y comprensión al tra-
tros aquella misma mañana. Con su trágica muerte desapa- tar los asuntos de España, gracias a la clarividencia del car-
reció el exponente más emblemático del anticlericalismo denal Merry del Val, que conocía las contradicciones de al-
de principios del siglo XX. Este político inteligente se dejó gunos políticos españoles, con esa mezcla de piedad y
influir por el radicalismo francés y dio rienda suelta a ma- adhesión al Vicario de Cristo y de jacobinismo incendiario
nifestaciones violentas, que tuvieron como único objetivo: y violento contra las órdenes religiosas, que fueron el caba-
— gritar contra curas y frailes, llo de batalla de las relaciones Iglesia-Estado durante los
— asaltar conventos, primeros años del siglo XX. Tras el asesinato de Canalejas
— poner bombas en los templos, se acabaron las tensiones entre el Gobierno y la Iglesia y la
— atentar contra los obispos y situación comenzó a normalizarse con el nuevo Gobierno
— quemar imágenes sagradas. de Romanones en 1913, de tal forma que la «cuestión reli-
En una palabra, agitar de forma artificiosa y peligrosa a giosa» fue perdiendo intensidad en los años sucesivos, aun-
las masas contra la Iglesia. Por ello, Canalejas, que go- que no llegó a desaparecer por completo.
bernó la agitada política española durante un par de años, La gran lucha que la Iglesia mantuvo en España con el
entre 1910y 1912, fue visto por los católicos como el peor Estado liberal en el último cuarto de siglo XIX y primeras
enemigo de la Iglesia porque fue el responsable de la tem- décadas del XX fue, precisamente, para impedir la toleran-
pestad desatada contra ella en su obsesión de resolver la cia de los cultos acatólicos y defender la protección estatal
«cuestión religiosa» por la tremenda. A diferencia de lo de la religión católica y de sus instituciones de enseñanza y
que había ocurrido en los años 1899-1906, las manifesta- beneficencia, que alcanzaron su mayor desarrollo y esplen-
ciones anticlericales no respondieron a promotores aisla- dor en ese período.
dos, locales, más o menos relacionados con algún centro
inspirador, sino que se realizó una organización sistemática
de expresiones de apoyo a la política anticlerical del go-
Primo de Rivera y la Iglesia
bierno de Canalejas. Desde el punto de vista político, esto
obedeció a la crispación que en esos días se daba a las rela- Durante el pontificado de Benedicto XV (1914-1922),
ciones entre Madrid y el Vaticano, pero, acaso, ante todo, a las relaciones mejoraron sensiblemente a medida que se
la fuerte reacción de defensa eclesiástica que se había ex- agravaba la crisis interna de España, apartada del primer
perimentado desde 1906 y que se había traducido en la gran conflicto armado europeo. La dictadura impuesta por
promoción de manifestaciones de todo género. Esta olea- el general Primo de Rivera en septiembre de 1923, tres me-
da anticlerical fue organizada en julio de 1910 por la con- ses después del asesinato del cardenal Soldevila, arzobispo
junción republicano-socialista, principalmente, y mostró de Zaragoza, fue aceptada por Alfonso XIII para acabar
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con los desmanes impunes, gravísimos crímenes y un caos colegiatas como para las dignidades de nombramiento o
social incontrolable. La Iglesia apoyó la Dictadura porque presentación regia. De esta forma se podría acabar con la
vio en ella una garantía para el orden social, aunque man- ingerencia de los políticos en asuntos internos de la Iglesia.
tuvo actitudes críticas frente a la misma. El mismo Directorio militar había hecho algo seme-
El 12 de septiembre de 1923 se produjo el golpe militar jante con la magistratura. Para eliminar cualquier posibili-
de Primo de Rivera, que puso fin a un gobierno de coali- dad de influencia política fue constituida una comisión
ción o concentración de partidos liberales y radicales, con permanente de altos magistrados que proponía al Go-
fuerte tendencia reformista y extremista, que había conse- bierno los nombres de los mejores candidatos para cubrir
guido el poder nueve meses antes por la ineptitud de los las vacantes en los diversos tribunales, de forma que no po-
conservadores, incapaces de mantener una política cohe- día el Gobierno designar al que quisiera, sino nombrar a
rente. Dicho Gobierno basó su programa en el trinomio: los candidatos propuestos por la mencionada comisión.
— paz en Marruecos, Era una forma discreta de introducir una modificación
— exigencia rigurosa de responsabilidades a los gobier- importante en el ejercicio de un privilegio que la Santa
nos precedentes y Sede respetaba, no por convicción, sino por resignación
— reforma de la Constitución. política, para no alterar el difícil equilibrio de sus relacio-
Ninguno de los tres objetivos fue conseguido y, por nes con el Estado, aunque deseaba acabar con él por los
ello, creció el descontento entre la población. La inmensa muchos inconvenientes que provocaba y porque limitaba
mayoría de los españoles acogió con simpatía este régi- el ejercicio de la autoridad pontificia en una cuestión que
men, que también el rey aceptó: Sin consultar previamente afectaba directamente a la disciplina eclesiástica. El carde-
a los jefes de los partidos y a los presidentes de las cámaras, nal Reig, arzobispo de Toledo, y el nuncio Tedeschini con-
Alfonso XIII encargó a Primo de Rivera la formación de siguieron de Primo de Rivera que la competencia de la
un nuevo gabinete, que tuvo carácter de Directorio mili- nueva comisión, pensada, en principio, solamente para cu-
tar, en espera de un gobierno regular, formado con técni- brir los beneficios y canonjías de provisión regia, se exten-
cos civiles que no fuesen profesionales de la política. El es- diera también a los nombramientos de obispos.
tado de guerra se extendió a toda la península y como En 1924 fue creada la Junta Delegada del Real Patronato
consecuencia del mismo: Eclesiástico, formada exclusivamente por personalidades
— las Cortes quedaron disueltas, eclesiásticas. Esta decisión fue no solamente una inteli-
— los partidos, suprimidos, gente respuesta a las orientaciones del Vaticano, sino que
— la censura, implantada y representó una solución hábil del problema suscitado por
— suspendidas todas las garantías constitucionales. el rey de España a la Santa Sede desde que Alfonso XIII
La principal innovación en las relaciones Iglesia-Estado manifestó de forma solemne al Papa el deseo de que fuese
introducida por el Directorio militar afectó a los nombra- ampliado el privilegio del real patronato.
mientos de obispos. Sabido es que el privilegio de presen- Esta petición creó serias dificultades porque, en algu-
tación, concedido por la Santa Sede a los reyes de España, nos regímenes constitucionales, el ejercicio del patronato
era ejercido, de hecho, por los políticos con criterios poco regio había sufrido graves alteraciones, ya que el privilegio
eclesiales la mayoría de las veces. Primo de Rivera quiso concedido a los monarcas pasaba, de hecho, a los gobier-
evitar los inconvenientes producidos por este sistema nos, y de esta forma, la Santa Sede no tenía garantías sobre
creando una comisión de obispos y sacerdotes encargada su ejercicio ni podía impedir el influjo de los diversos par-
de proponer a la Corona nombres de eclesiásticos conside- tidos políticos en la designación de los candidatos a sedes
rados idóneos tanto para los beneficios de las catedrales y episcopales. Por ello, la petición del rey de España llegó en

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un momento en el que la Santa Sede tendía a restringir, en rectorio militar, por el gobierno del almirante Berenguer
lugar de ampliar, los privilegios concedidos a los sobera- el 16 de junio de 1930 y justificada por el deseo del Go-
nos. El caso español era más grave porque, mientras las fa- bierno «de volver a la normalidad» y de «restablecer el
cultades de los obispos eran muy limitadas, y por ello se ejercicio de las disposiciones concordadas en su pleno vi-
veían obligados a recurrir a Roma para la concesión de gor». Lo cual era una consecuencia lógica de la política del
gracias y favores espirituales con mayor frecuencia que los nuevo gabinete, que había derogado la mayor parte de los
obispos de otras naciones, los privilegios de la Corona eran decretos dados por el anterior.
mucho más amplios, y se extendían a una cuestión tan fun- Ante este hecho, la reacción de la Iglesia fue el silencio,
damental como los nombramientos de párrocos, canóni- porque no procedía reclamación oficial alguna de la nun-
gos y obispos. Sin embargo, con la creación de la Junta dele- ciatura al tratarse de la simple derogación de una especie
gada se evitó el peligro de una intromisión indebida del de privilegio concedido gratuitamente por el Gobierno, y
gobierno en ámbitos tan estrictamente eclesiásticos como sin previo acuerdo con la Santa Sede. Tampoco pareció
los de los nombramientos episcopales y la provisión de pre- oportuna una reclamación del episcopado, en primer lu-
bendas en catedrales y colegiatas. gar, por la compleja situación política del país en aquel os-
Esta decisión fue considerada como un importante curo año 1930, que marcó el paso de la dictadura a la re-
paso en la disciplina eclesiástica española, que podía mar- pública, y, en segundo lugar, porque el Gobierno tenía
car una nueva etapa en la historia de las relaciones entre la facultades para derogar decretos precedentes.
Iglesia y el Estado si era aplicado con buen criterio, ya que Uno de los objetivos fundamentales del Directorio mi-
su objetivo fue eliminar las influencias políticas en los litar fue moralizar la vida pública. Primo de Rivera aprove-
nombramientos eclesiásticos, «con el fin de que potestad chó todas las ocasiones para manifestar en público su de-
tan elevada como la Iglesia, sin sustraerse al alto Patronato seo de reafirmar los sanos principios morales, llegando
del Rey, intervenga y vigile por sí misma las cualidades del incluso a deplorar en alguna circunstancia su vida pasada.
personal que ha de servirla, ya que, por la elevada y ejem- Durante un viaje a Bilbao, en diciembre de 1927, condenó
plar misión que ejerce, el prestigio colectivo es para ella un hecho que le produjo mala impresión durante una re-
más necesario y más sensible ante la pública opinión». presentación teatral: la aparición en el escenario de la fi-
Teniendo en cuenta que los miembros de la. Junta debe- gura de un sacerdote en actitud poco digna. El general re-
rían contar con los informes de los obispos sobre cada can- probó la costumbre de introducir en las piezas teatrales
didato, se podría acabar definitivamente con el caciquismo figuras de sacerdotes, religiosos y monjas en papeles ridícu-
político-eclesiástico que, en los nombramientos de benefi- los. El gesto de Primo de Rivera adquirió particular relieve
ciados, canónigos y otras dignidades capitulares, había porque amenazó con medidas represivas si, a pesar de sus
siempre actuado al margen de los obispos, los cuales, si no advertencias, se persistía en estos hechos y no cesaba el es-
querían con un público y escandaloso proceso recusar por cándalo.
indigno al candidato nombrado por la Corona, debían re-
signarse a aceptar a todos los eclesiásticos que accedían a
tales prebendas protegidos por políticos a veces hostiles a Bibliografía esencial comentada
la Iglesia.
La Junta produjo excelentes resultados durante los seis Sobre las relaciones Iglesia-Estado, en general, J. AN-
años escasos de su actuación, porque la Corona y el Go- DRÉS GALLEGO, La política religiosa en España, 1889-1913 (Ma-
bierno delegaron en ella sus atribuciones sobre el Patro- drid, Ed. Nacional, 1975), plantea las líneas maestras de las
nato eclesiástico. Pero fue suprimida tras la caída del Di- corrientes más politizadas del catolicismo hispano en el

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tránsito de un siglo a otro; la obra se centra en dos cuestio- (1910-1912): Hispania Sacra 43 (1991) 503-517, se detiene
nes constantes de la política religiosa del período: por una en el momento culminante de la política anticlerical.
parte, los intentos de asimilación de la Iglesia al mundo Sobre el anticlericalismo en este período, cfr J. Ma DÍAZ
moderno y, por otra, la respuesta del liberalismo a los pro- MOZAZ, Apuntes para una sociología del anticlericalismo (Ma-
yectos de política anticlerical del Gobierno liberal y los drid, Ariel, 1976); J. CARO BAROJA, Introducción a una historia
grupos republicanos en los años del siglo xx, que culmin- contemporánea del anticlericalismo español (Madrid, Istmo,
ron con el Gobierno de Canalejas; F. MARTÍ GILABERT, Polí- 1980); C. ALMUIÑA FERNÁNDEZ, Clericalismo y anticlericalismo
tica religiosa de la Restauración (1875-1931) (Madrid, Rialp, a través de la prensa española decimonónica: AA. W . La cuestión
1992), sintetiza el período cuya denominación es puesta en social en la Iglesia española contemporánea (Real Monasterio
tela de juicio por el autor, que pone de relieve cuánto de El Escorial 1981), pp. 123-175; M. REVUELTA GONZÁLEZ,
tiene de convencional tal etiqueta, dado que la Constitu- La recuperación eclesiástica y el rechazo anticlerical en los cambios
ción de 1876, inspirada y en buena medida redactada por de siglo: «España entre dos siglos (1875-1931). Continuidad
Cánovas, representó una actitud sustancialmente más y cambio». Ed. de J. L. García Delgado (Madrid, Siglo XXI,
abierta que en ninguna otra época anterior de la monar- 1991), pp. 213-234; J. B. DENDLE, The Spanish Novel ofReli-
quía española; esta apertura contrastó vivamente con la ac- gious Thesis (1876-1936) (Princeton, Princeton University
titud en la aplicación del Concordato de 1851, ya que la Press - Madrid, Editorial Castalia, 1968); J. DEVLIN, Spanish
Santa Sede y los carlistas trataron de oponerlo como ba- Anticlericalism. A Study in Modern Alienation (New York, Las
luarte a los textos constitucionales de 1876; C. ROBLES MU- Américas Publishing Company, 1966), primer estudio so-
ÑOZ, en sus amplios estudios, Frente a la supremacía del Es- bre un tema literario tan hondo como desconocido en su
tado. La Santa Sede y los católicos en la crisis de la restauración conjunto.
(1898-1912): Anthologica Annua 34 (1987) 189-305; 36 Sobre las polémicas relacionadas con los religiosos y la
(1989) 317-492; 37 (1990) 131-252; 38 (1991) 229-333, e enseñanza, cfr L. MORÓTE, Los frailes en España (Madrid
Independencia económica de la Iglesia en España: los proyectos de 1904), y A. SALCEDO RUIZ («Máximo»), El anticlericalismo y
1908-1912: Hispania Sacra 41 (1989) 763-778, analiza, con las órdenes religiosas en España (Madrid 1908), son dos obras
buen criterio y rigurosa documentación, los temas enun- que documentan el nivel de tensión existente y las nego-
ciados; J. RUBIO, El reinado de Alfonso XII. Problemas iniciales y ciaciones entre España y la Santa Sede; T. GARCÍA REGIDOR,
relaciones con la Santa Sede (Madrid, Ministerio de Asuntos La polémica sobre la secularización de la enseñanza en España
Exteriores, 1998), estudia la regulación constitucional de (1902-1914) (Madrid, Universidad Pontificia de Comillas,
la cuestión religiosa, que adquirió una importancia y una 1985), analiza la política secularizadora del partido liberal
desde la documentación oficial -colecciones legislativas,
prioridad excepcionales en los primeros años de la Restau-
diarios de sesiones de las Cortes, boletines eclesiásticos- y
ración, ya que esta cuestión no cedió en prioridad e impor-
fuentes periodísticas. Una síntesis a veces poco convin-
tancia a ninguna otra; ni siquiera ante las dos agobiantes
cente, a veces apresurada de este argumento la ofrece A.
guerras civiles, la carlista y la de Cuba; R. Ma SANZ DE
YETANO, La enseñanza religiosa en la España de la Restauración
DIEGO, Medio siglo de relaciones Iglesia-Estado en España. El
(1900-1920) (Barcelona, Anthropos, 1988). Sobre las mani-
Cardenal Antolín Monescillo y Viso (1811-1892) (Madrid, festaciones más evidentes de la hostilidad del Gobierno
Univ. Comillas, 1979), analiza los aspectos fundamentales contra la Iglesia, que se dieron en el tema de la enseñanza,
de la situación político-religiosa-nacional a través de la bio- cfr Y. TURÍN, La educación y la escuela en España de 1874 a
grafía de este polémico cardenal, y M. DEL S. ARROYO, Tras- 1902. Liberalismo y tradición (Madrid, Aguilar, 1967); C.
cendencia histórica de la campaña de prensa contra Canalejas Ruiz RODRIGO, Catolicismo social y educación. La formación del
142 143
proletariado en Valencia (1891-1917) (Valencia, Facultad de Capítulo V
Teología San Vicente Ferrer, 1982).
Sobre la masonería, que tanto preocupó a la Iglesia en SEGUNDA REPÚBLICA, GUERRA CIVIL
aquellos años, cfr J. A. FERRER BENIMELI, La Masonería y la YPERSECUCIÓN RELIGIOSA (1931-1939)
Iglesia en el siglo XIX español: AA. W . , La cuestión social en la
Iglesia española contemporánea (Real Monasterio de El Esco-
rial 1981), pp. 227-283; J. C. GAYARMENTEROS, Las razones de
una condena: la Iglesia ante la Masonería: AA. W . , Iglesia, so-
ciedad y política en la España contemporánea (Ibíd. 1983), pp.
81-130; Masonería, política y sociedad. III Symposium de Me-
todología aplicada a la Historia de la Masonería Española. Ideas fundamentales
Córdoba, 15-20 de junio de 1987. Coor. J. A. FERRER BENI-
MELI (Madrid 1987). — La Iglesia acató lealmente a la República, aunque esta fue
Y sobre las relaciones Iglesia-Estado en la etapa final de esencialmente anticlerical y anticristiana.
la monarquía, cfr mi artículo sobre La Iglesia durante la dic- — Comenzó quemando iglesias y conventos y acabó matando
tadura de Primo de Rivera (1923-1930): Revista Española de curas, frailes, monjas y católicos, después de destruir un ingente
Derecho Canónico 45 (1988), 209-248, que analiza y docu- patrimonio cultural.
menta la problemática religiosa de ese período. — La Constitución de 1931 invitaba a la Guerra Civil y la
República legisló de forma antirreligiosa; expulsó a los jesuítas,
con la colaboración de la masonería.
— La sublevación de Asturias en octubre de 1934 fue un in-
tento en regla de ejecución del plan comunista de conquistar Es-
paña y el preludio para las más amplias resonancias y divisiones
de julio de 1936.
— Tras ella, la izquierda perdió autoridad para condenar lo
de 1936.
— Antes de 1936 estaba previsto destruir a la Iglesia, pero el
gran holocausto se produjo en el verano-otoño de 1936, caracteri-
zado por un odio, barbarie y ferocidad sin precedentes.
— La denunciaron valientemente Pío XI y los obispos, pero
también el ministro republicano Irujo.
— La carta colectiva del 1 de julio de 1937 fue el documento
más valiente y polémico del episcopado español.
— Y, aunque tuvo sus limitaciones, dio resultados muy positi-
vos, pues consiguió acabar con el período más cruel de la persecu-
ción, aunque esta continuó hasta el final de la guerra.
— Contra lo que se ha afirmado reiteradamente, dicha carta
no hizo ningún llamamiento a la guerra santa ni convocaba a los
creyentes a una «cruzada».
— La carta no usa nunca la expresión «guerra santa» y la
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única vez que incluye la palabra «cruzada» es para negar ese ca- — Ante la durísima represión de los nacionales, por parte de
rácter a la contienda. la Iglesia no hubo falta de sensibilidad, pero sí quizá excesiva pru-
— No la firmaron por razones de oportunidad el cardenal Vi- dencia y mucho miedo a la hora de condenar públicamente tales
dal, de Tarragona, y el obispo Múgica, de Vitoria, pero ambos de- hechos.
seaban la victoria de Franco.
— Al final de la guerra y cuando la República lo veía ya todo
perdido, se autorizó la apertura de una capilla católica en Barce- Enfrentamiento de la República con la Iglesia
lona, pero el gobierno republicano nunca quiso sinceramente resta-
blecer el culto público. El 12 de abril de 1931 se celebraron elecciones munici-
— El cardenal Vidal no quiso regresar a Cataluña porque las pales que dieron la victoria a los candidatos monárquicos
cárceles estaban repletas de sacerdotes y religiosos y también de se- frente a los republicanos, socialistas y comunistas. Sin em-
glares condenados sin haberse entrometido en lo más mínimo en bargo, los republicanos triunfaron en las grandes ciudades
partidos políticos. y, en concreto, en Madrid. El día 13 se produjeron agita-
— Hubo casi diez mil mártires en la mayor persecución reli- ciones callejeras mientras los políticos celebraban consul-
giosa de la historia, que constituyen el mejor patrimonio y la ma- tas y, el 14, los exponentes republicanos decidieron pro-
yor gloria de la Iglesia. clamar la II República. El rey Alfonso XIII, percatándose
— Eran hombres y mujeres de todas las edades y condiciones de la gravedad de la situación y para evitar enfrentamien-
—sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, padres i madres de fa- tos entre españoles y derramamiento de sangre, decidió
milia, jóvenes laicos— asesinados por ser cristianos. salir de Madrid hacia Cartagena y, al día siguiente, se tras-
— Todos ellos, antes de morir, perdonaron de corazón a sus ladó por mar hasta Marsella. El 16 quedó constituido el
verdugos. Vivieron amando y murieron perdonando- primer gobierno provisional republicano, bajo la presi-
— Han sido elevados a los altares por haber confesado su fe y
dencia del moderado Niceto Alcalá Zamora, y dos días más
dado su vida por ella.
tarde, en Cataluña, Francisco Masiá formó el gobierno de
la Generalidad.
— Las beatificaciones de los mártires son un acto de justicia.
— La Iglesia no tuvo más remedio que ser beligerante, pero La Iglesia, lo mismo que la mayoría de los españoles, no
trató de impedir la represión de los nacionales, aunque no siempre esperaba que el resultado de unas elecciones administrati-
lo consiguió. vas produjera un cambio político tan radical. Desde el pri-
— Desde nuestra óptica actual no puede entenderse aquella mer momento adoptó no solo una actitud de acatamiento
«cruzada», sino desde las coordenadas que aquellos hombres y sumisión, sino incluso de abierta colaboración en de-
-^principalmente eclesiásticos— tuvieron ante sí. fensa de los intereses superiores del país. En un editorial
— Por muy acorralados que obispos y sacerdotes se vieran publicado el 15 de abril en El Debate se afirmaba: «La Repú-
en aquellos momentos por la furia desatada de los «enemigos», blica es la forma de gobierno establecida en España; en
¿cómo es posible que en sus reflexiones justificatorias de la Guerra consecuencia, nuestro deber es acatarla». La Santa Sede pi-
Civil apenas aparezca y siempre de paso y como sobre ascuas dió a sacerdotes, religiosos y católicos que demostraran el
un «mea culpa» reconociendo indudables errores de la propia Igle- máximo respeto hacia el gobierno republicano para asegu-
sia'? rar el mantenimiento del orden y del bien común. El nun-
— Quienes se atreven a formular esta pregunta desconocen la cio Federico Tedeschini visitó, en diversas ocasiones, al mi-
magnitud de la mayor persecución de la historia y exigen a otros
nistro de Gracia y Justicia, Fernando de los Ríos, con quien
lo que, probablemente, ellos no habrían hecho en iguales circuns-
mantuvo relaciones no solo correctas, sino incluso cordia-
les. El representante pontificio, representó junto con el
tancias.

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cardenal Vidal, de Tarragona, la corriente más flexible y gionales y municipales, y cuando la opresión y discrimina-
dialogante al comienzo de la República dentro de la Jerar- ción de los católicos fue cada vez más insistente, la Jerar-
quía de la época. Gracias a estos dos eclesiásticos, los obis- quía se vio obligada a intervenir con duros escritos públi-
pos actuaron con gran sentido de respeto y colaboración cos y privados. Esta actitud fue compartida también por el
hacia la República, demostrando una moderación y talante papa Pío XI, que en diversas circunstancias elevó su voz au-
liberal al que no estaba acostumbrada. Influyó también el torizada para denunciar las violaciones de la libertad reli-
cardenal Ilundáin, de Sevilla, que ejerció sobre los obispos giosa que, en nombre de una mal entendida democracia,
una cierta influencia tras la dimisión del cardenal Segura cometían las autoridades republicanas. El papa imprimó a
como primado de Toledo. Este, j u n t o con el obispo Mú- las negociaciones del verano de 1934 con al república una
gica, de Vitoria, provocó el único incidente grave con el táctica de dilaciones que estaban basadas en las prevencio-
nuevo régimen en los primeros meses, pero fue resuelto en nes de los medios vaticanos, alimentadas muchas veces por
pocos meses. La detención en Guadalajara y posterior ex- la colonia antirrepublicana de españoles exiliados y cuyo
pulsión de Segura fue decidida por el ministro Miguel desenlace fue la suspensión de las negociaciones por parte
Maura sin contar con sus colegas de Gobierno y agravó el de la Santa Sede. Pero existía, por otra parte, una realidad
conflicto entre la Iglesia y el Estado, aunque tampoco el innegable, que era el sectarismo republicano y el fracaso
cardenal contase con la plena solidaridad de sus colegas en de la actitud moderada de la Iglesia hacia la República. El
el episcopado en alguna de las actuaciones que provocaron cambio de clima político-religioso entre octubre de 1934 y
la medida ministerial. Segura apareció, desde el primer julio de 1936 se debió a la imposibilidad de un acuerdo
momento, como una persona excesivamente ligada a la con la Santa Sede y de una reforma constitucional. De he-
situación política anterior. Las tensiones que experimen- cho, a medida que se difundía el desencanto por los po-
taba la sociedad española no contribuyeron a delimitar bres resultados de la política contemporizadora de Tedes-
lo que eran lealtades personales de las manifestaciones chini y Vidal, apoyados desde el Vaticano por el cardenal
de respeto a la nueva situación hechas por el cardenal. Pacelli, secretario de Estado, fautor de una política flexible
Este, como arzobispo de Toledo, había publicado el 1 de para la consecución de acuerdos, recuperó la primacía en
mayo de 1931 una pastoral ensalzando el régimen monár- la dirección de la política eclesiástica española el arzobispo
quico recién desaparecido y, el 15 de junio siguiente, el Isidro Goma, creado cardenal en 1935.
Gobierno le obligó a salir de España. Para hacerle justicia a A propósito de la cuestión religiosa, que era la tercera ma-
dicho ministro, hay que decir que, si bien fue expeditivo teria de importancia a discutir por la República, junto con
en la Jerarquía desafecta al régimen en los primeros meses las autonomías, la propiedad y la enseñanza, teniendo pre-
de la República, manifestó su discrepancia cuando se abor- sente la composición de la Cámara (60 diputados católicos
daron, en el debate constitucional, los artículos referentes frente a más de 300, en mayor o menor medida, teñidos de
a la separación de la Iglesia y el Estado, y a las congregacio- cierto anticlericalismo), era fácil colegir por dónde mar-
nes religiosas, que eran sumamente vejatorios para la Igle- charían las cosas y lo irreconciliable de las posturas. In-
sia. tentó el nuncio unas negociaciones oficiosas con el Go-
Los documentos procedentes del archivo del que fue bierno, pero la reacción inusitada de diversos grupos
arzobispo de Tarragona demuestran la sensatez que, en políticos, que buscaban alzarse con el récord del laicismo,
todo momento, inspiró sus relaciones con las autoridades echó por tierra toda esperanza; y si bien había consenso en
republicanas. Consiguió, además, que los demás obispos dos puntos -separación Iglesia-Estado y libertad de cultos-,
actuaran de la misma forma. Pero, cuando las provocacio- el abismo ideológico que separaba a los laicistas de los ca-
nes comenzaron a llegar desde los poderes nacionales, re- tólicos era inmenso.
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Las Congregaciones religiosas y la enseñanza enfrenta-
Presuntas responsabilidades de la Iglesia
ron una y otra vez a las posturas maximalistas, y los inten-
tos conciliadores de hombres como Alcalá Zamora y La vida de la Iglesia en España desde 1931 a 1936 es-
Ortega o el propio Unamuno de nada sirvieron. Azaña tuvo condicionada por un amplio conjunto de problemas:
era presidente del Gobierno cuando pronunció su famoso — cambio de régimen político y,
discurso en las Cortes Constituyentes señalando que: — como consecuencia, mutación radical del estatuto ju-
«España ha dejado de ser católica, y consecuentemente rídico de la Iglesia en el ordenamiento constitucional;
el Estado ha de ser organizado de forma tal que se adecué — impulso a la acción social de los católicos en todas
a esta fase nueva e histórica del pueblo español». A simple las manifestaciones de la vida española;
vista, resultaba excesivo el tránsito desde la religiosidad — graves tensiones en la vida política;
tradicional del pueblo español a tan rotunda negación — problemas culturales y diversidad de opciones entre
de fe. Era una afirmación extremada e irreal, por haber los católicos;
sido arrancada de su contexto. La frase de Azaña aludía — peticiones de unidad de acción a los católicos y plu-
a un hecho indiscutible en el siglo XX: la secularización del ralismo real;
Estado. La cuestión no se planteaba sociológicamente, — nuevas pautas de acción de los Obispos para la Igle-
puesto que se admitía la existencia de millones de espa- sia;
ñoles católicos, sino en el terreno de las ideologías: el — incidencia de los debates culturales modernos en de-
terminados sectores de la sociedad entre la mentalidad tra-
Estado moderno y sus principios rectores eran, según
dicionalista y aquellos otros que representaban al pensa-
Azaña, incompatibles con los dogmas de la Iglesia. Los miento modernista.
debates parlamentarios se celebraron día y noche y, al
Desorientada ante el rumbo que tomarían los aconteci-
salir vencedor el liberalismo doctrinario defensor de la mientos, la Iglesia fue el centro de atención de los republi-
incompatibilidad de dogma y cultura, los grupos cató- canos como de los que seguían fieles al antiguo régimen.
licos se ausentaron de las Cortes y señalaron que no acata- Acusada injustamente y vilipendiada por sus adversarios
rían la Constitución. La conclusión fue el enfrentar dos tradicionales con una serie de exageraciones y calumnias,
sectores de la nación, que cada vez irían a mayores diferen- cuya falsedad ha quedado históricamente demostrada, la
cias. Iglesia no estuvo, sin embargo, exenta de errores, retrasos,
No todos los católicos fueron fascistas y muchos de ellos planteamientos equivocados e iniciativas discutibles, que
colaboraron con la República hasta que les fue posible. Al- constituyen un conjunto de responsabilidades imputables
gunos se plantearon el derecho a la rebeldía ante el secta- tanto a obispos, sacerdotes y religiosos como a católicos, en
general. Y, aunque desde finales del siglo xix muchos de
rismo republicano. El ataque de la República a la Iglesia
ellos fueron sensibles a los grandes movimientos sociales
supuso un refuerzo inesperado de legitimidad para quie- procedentes del extranjero, la Iglesia no llegó a penetrar
nes veían amenazados intereses de muy otro tipo por el con eficacia a los ámbitos políticos y culturales más avanza-
nuevo régimen. En otras palabras: aunque, sin duda, exis- dos de nuestra nación.
tía un sector sincera y honestamente católico, otros no se
A las dos acusaciones lanzadas por los anticlericales, e
hicieron de derechas y combatieron a las izquierdas por-
incluso por políticos moderados y de derechas contra la
que eran católicos, sino que se acordaron de su cristia- Iglesia en España, se debe responder que ambas eran en
nismo cuando se vieron acosados en otros terrenos, mucho 1931 en parte exageradas y en parte pretextuosas. La ri-
menos espirituales. queza de la Iglesia estaba en los tesoros artísticos de sus
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templos y en su patrimonio documental conservado en ar- dades, blasfemias, chabacanadas y todo género de liberta-
chivos diocesanos y parroquiales, en monasterios y en con- des y vulgaridades, imágenes estereotipadas y falsas de una
ventos. Pero el clero vivía en la miseria y, pese a frecuentes Iglesia presentada como única responsable de todos los
reclamaciones durante la dictadura, no se consiguió elevar males de la sociedad española y, por consiguiente, merece-
justamente la dotación económica del mismo. Sin em- dora de los mayores castigos. La fobia anticlerical y anticris-
bargo, la machacona insistencia del anticlericalismo consi- tiana, reprimida durante la dictadura, estallaría a partir de
guió el hacer creer al pueblo todo lo contrario. 1931 y se manifestaría también en la fundación de casas
Por lo que respecta a la escasa sensibilidad de la Iglesia editoriales especializadas en la producción y difusión de
hacia los problemas del mundo obrero y del proceso de publicaciones populares contra Dios y contra la Iglesia. La
transformación de la sociedad, la acusación podrá limi- prensa satírica anticlerical, de la que La Traca fue uno de
tarse a los escasos resultados conseguidos, porque, desde el los más caracterizados representantes, hizo frente común
último tercio del siglo xix, había comenzado la tarea de or- con la prensa izquierdista en apoyo de la política antirreli-
ganización de los círculos obreros católicos y, en pleno si- giosa de los Gobiernos iniciales de la República. Publica-
glo xx, se formaron las confederaciones agrarias, los sindi- ciones como Fray Lazo y otras del peor gusto arremetían
catos especializados, los centros sociales para la promoción contra Jesucristo y su Iglesia, ridiculizando al Papa, a los
de la mujer y un sinfín de iniciativas a distintos niveles que, obispos y a los sacerdotes, sin que autoridad alguna pusiera
precisamente cuando llegó la II República, comenzaban a control a tanto desenfreno.
dar los frutos más esperanzadores y desde sus filas nutrían Por lo que se refiere a cuestiones escolares y universita-
a la naciente Acción Católica. rias, la masonería y el espíritu masónico se centraban fun-
Por ello se debe afirmar que las «responsabilidades», damentalmente en la Institución Libre de Enseñanza, que
aducidas por los republicanos para justificar la imponente llegó a adueñarse de todos los campos de la cultura, desde
presión anticlerical y laicista con que nació el régimen del los maestros de escuela hasta los profesores universitarios y
14 de abril de 1931, no eran solo de la Iglesia, sino tam- a los miembros de las Reales Academias. Con razón se de-
bién y en parte mayor del Estado. cía en España que, si el socialismo dio a la revolución roja
Los intelectuales anticlericales nunca buscaron la vio- las masas, la Institución Libre de Enseñanza le dio los jefes
lencia y llegaron, incluso, a rehuirla en casos concretos, sin y los directivos. Por eso, el ministro de Justicia republicano
embargo consiguieron infiltrarse en la mente de los espa- Fernando de los Ríos, exaltando en su discurso de Zara-
ñoles por medio de la Escuela y de la Universidad. Por goza la llegada del régimen republicano, señalaba como
ello, la lucha por la educación y la enseñanza fue otro gran causa principal del triunfo la obra de dicha Institución. La
motivo de enfrentamiento entre la Iglesia y la República. Escuela Superior de Magisterio, la Junta de Ampliación de
También el anticlericalismo del pueblo se había manifestado Estudios e Investigaciones Científicas, la Escuela de Crimi-
en España mucho antes de la República con las consabidas nología y hasta la Residencia de Estudiantes fueron los gér-
violencias contra templos y ataques a personas sagradas. menes que posibilitaron el advenimiento de la República.
Las dos corrientes anticlericales -una culta y otra popu- La simiente había sido tirada silenciosamente en el curso
lar- avanzaron simultáneamente y junto con los oradores y de los años y la República recogió los resultados. A nadie
demagogos actuaron los tribunos de la plebe, responsables sorprendió, pues, que la República llegara impregnada de
directos de disturbios callejeros y de atentados a las perso- un anticlericalismo, que tenían raíces profundas en la so-
nas. También desde el mundo de las letras se fomentó este ciedad hispana. La legislación laicista y los tumultos calleje-
espíritu: periódicos, revistas, obras teatrales y escritos diver- ros fueron los primeros resultados inmediatos para quie-
sos hacían llegar a los ambientes populares, entre obsceni- nes ingenuamente creían que la República resolvería todos

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los problemas y mejoraría la situación nacional. A los dos mente difundida en la memoria colectiva sobre aquellos
años de su proclamación, el futuro cardenal Goma, enton- años. Los católicos, agraviados en sus conciencias por la
ces obispo de Tarazona, escribía: «es escasísima la convic- masiva quema de iglesias y conventos, reaccionaron contra
ción religiosa en la inmensa mayoría de los individuos. Es- la coalición republicano-socialista en el poder y nutrieron
paña es católica... pero lo es poco; y lo es poco por la las filas de las nacientes agrupaciones de derechas.
escasa densidad del pensamiento católico y por su poca Estos luctuosos sucesos demostraron lo que Sánchez-Al-
tensión en millones de ciudadanos». En 1939, al acabar la bornoz plasmó en espléndida frase: «Los viejos republica-
guerra, el redentorista padre Sarabia publicó un libro en el nos eran masones y rabiosamente anticlericales». Los te-
que documentaba que la media nacional del cumpli- mores de muchos católicos ante tan funestos hechos
miento pascual en plena República era de apenas el 15%. quedaron confirmados con las violencias de aquellos acia-
En una ciudad considerada muy católica, como Palencia, gos días del mes de mayo de 1931 y con otros semejantes
no se llegaba al 30% que se repetirían a lo largo de 1932 en Zaragoza y las prin-
cipales capitales andaluzas. Las relaciones entre la Re-
pública y la Iglesia quedaron enturbiadas desde ese
Ataques a la Iglesia desde 1931 hasta julio de 1936 momento, como reconocieron los más cualificados expo-
nentes políticos del momento. El presidente del Gobierno
Cuando aún no había transcurrido un mes desde la provisional declaró que las consecuencias de los incendios
proclamación republicana y precisamente durante los días de iglesias y conventos para la República fueron desastro-
11, 12 y 13 de mayo, en Madrid, Valencia, Alicante, Murcia, sas:
Sevilla, Málaga y Cádiz se produjeron las primeras manifes- — le crearon enemigos que no tenía;
taciones violentas del más desenfrenado anticlericalismo — mancharon un crédito hasta entonces diáfano e ili-
con asaltos, saqueos e incendios de iglesias, monasterios y mitado;
conventos, que la fuerza pública no impidió, porque tanto — quebrantaron la solidez compacta de su asiento;
la Guardia Civil como los bomberos permanecieron al — motivaron reclamaciones de países tan laicos como
margen. Casi un centenar de edificios religiosos quedaron Francia o violentas censuras de los que, como Holanda,
total o parcialmente destruidos. tras haber execrado nuestra intolerancia antiprotestante,
La polémica sobre las responsabilidades del Gobierno se escandalizaban de la anticatólica.
por estos hechos sigue abierta, aunque el historiador no Lerroux, líder del partido radical, afirmó que los inci-
puede entrar en ella porque no quedan actas judiciales del dentes de mayo habían sido un crimen impune de la de-
proceso, que no llegó a iniciarse, contra los autores de ta- magogia y Maura admitió que se trató de un «bache», que
les desmanes. Ya esta ausencia formal de intervención de podía haber sido definitivo para el nuevo régimen. Las
la autoridad judicial denuncia de por sí que el Gobierno elecciones para las Cortes Constituyentes dieron amplia
rehuía aclaraciones excesivas de lo ocurrido. Los historia- mayoría a los partidos de izquierda. La tensión creció
dores más sensatos reconocen que víctimas de aquellos su- cuando comenzó a discutirse en las Cortes el texto consti-
cesos fueron, a la vez, la Iglesia católica y la República, tucional. Motivo de gran polémica fue el debate sobre el
pues, a los daños materiales de aquella que el Estado artículo 26 porque, mientras los miembros de la comisión
nunca resarció ni reparó siquiera moralmente, se sumó el dictaminadora propugnaban un texto moderado, que re-
desprestigio de esta por su falta de decisión para contener conociera la separación de la Iglesia del Estado, los socialis-
los desórdenes. Para mal del régimen republicano, las que- tas, que eran mucho más radicales en sus planteamientos
mas de conventos han quedado como una imagen amplia- frente a la Iglesia, pidieron que todas las confesiones reli-
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giosas fuesen consideradas como asociaciones sometidas a una serie de hechos gravísimos como la violación sistemá-
las leyes generales de la nación, que se prohibiera al Es- tica del orden público, la frenética lucha de clases que se
tado la ayuda económica a cualquier iglesia, asociación o infiltró en el campo, en la industria y en todos los estratos
institución religiosa, que no se permitiera en el territorio de la convivencia, así como por otros abusos y escándalos.
español la existencia de las órdenes religiosas, que fueran Los frecuentes atentados no solo a iglesias y conventos,
disueltas todas las existentes y nacionalizados todos sus bie- sino también a edificios públicos, las huelgas indisciplina-
nes. La intervención parlamentaria de Azaña minimizó la das, la revolución sangrienta de Asturias en 1934 y, sobre
propuesta exaltada de los socialistas y consiguió que pasase todo, la política desacertada de partidos que perseguían
un artículo 26 más moderado, aunque era durísimo para la ideales totalitarios de signos opuestos desestabilizarían la
organización eclesiástica. situación a partir de febrero de 1936.
De este modo se intentó evitar un choque frontal inme- La Constitución fue aprobada el 9 de diciembre de
diato con la Iglesia y se garantizó la continuidad de su cola- 1931 y, al día siguiente, Alcalá Zamora fue elegido presi-
boración con el régimen republicano, aunque las reservas dente de la República, cargo del que tomó posesión un día
de los obispos, del clero y de los católicos fueron cada vez más tarde. La legislación abiertamente antirreligiosa no se
mayores, debido a la precariedad de la situación. Con hizo esperar. En las escuelas fue suprimido todo signo reli-
todo, el impacto producido ante la opinión católica fue gioso, porque «la escuela ha de ser laica» y, en aplicación
tremendo, porque el citado artículo 26, pese a las modifi- del art. 43 de la Constitución, fueron suprimidos los cruci-
caciones que consiguió introducir Azaña, fue un ataque fijos. Esta medida, aunque era legal, provocó gran irrita-
abierto contra la misma Iglesia, que tuvo muy pronto con- ción entre las numerosas familias cristianas, que sintieron
secuencias graves por el progresivo deterioro de las correc- profanada su fe y amenazada la educación de sus hijos.
tas relaciones hasta entonces existentes entre la Iglesia y el También fue disuelta la Compañía de Jesús, ya que el art.
Estado. Esta era la tesis, entre otros, de Gil Robles, quien 26 de la Constitución había declarado la supresión de las
denunció en las Cortes que la nueva Constitución era una órdenes religiosas que, además de los tres votos canónicos,
medida persecutoria contra la Iglesia. Prevaleció una vez impusieran a sus miembros otro especial de obediencia a
más el «sañudo anticlericalismo» de los inexpertos republi- una autoridad distinta de la legítima del Estado. Esta drás-
canos, cuando «la República tenía mil problemas mucho tica medida, consecuencia inmediata de la aprobación del
más graves y mucho más urgentes», según dijo Sánchez Al- texto constitucional, tuvo carácter efectista porque concen-
bornoz. tró sobre los jesuítas la animosidad desencadenada hacia
Las Cortes Constituyentes se caracterizaron por su bri- las Ordenes religiosas. Y, aunque los obispos y el nuncio to-
llantez oratoria y por su violencia verbal. El entendimiento maron medidas, no pudieron impedir la promulgación del
y la comprensión fueron sustituidos por el odio y la lucha decreto que desarrolla este precepto constitucional. Fue
entre diputados. El dogmatismo y la intolerancia fueron aprobada la ley del divorcio; fueron secularizados todos los
muy parecidos en las dos Españas. Católicos y laicos se en- cementerios y quedó suprimida la asignatura de religión
frentaron con las mismas armas. Pero esta actitud no podía en todos los centros docentes.
llevar más que a lo que fatalmente llevó, es decir, al fracaso Pero la disposición legislativa más polémica del primer
de la República porque esta quiso implantar ideales con- bienio republicano fue la Ley de Confesiones y Congregaciones
trarios a los que predominaban en la sociedad española. El religiosas, aprobada por las Cortes el 17 de mayo de 1933,
enfrentamiento con la Iglesia hirió la sensibilidad de la ma- con gran satisfacción de los partidos de izquierda y publi-
yoría de los españoles y provocó la reacción airada de los cada en la Gaceta el 3 de junio, que llegó a ser calificada
católicos. La sociedad civil quedó, además, turbada por como obra maestra de la República. El presidente Alcalá Za-

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mora se negó a firmarla hasta el último momento por consi- mente la insurrección de 1934, según documenta la re-
derarla persecutoria y apuró el tiempo legal para su promul- ciente monografía de Pío Moa. Por tanto, en julio de 1936
gación hasta el 2 de junio. Después dimitió como protesta a solo se habría reanudado la lucha emprendida 21 meses
la aprobación del artículo 26 de la Constitución, que cerce- antes. Para dicho autor: «El movimiento de octubre fue di-
naba la libertad de las asociaciones y congregaciones religio- señado explícitamente como una guerra civil, y no solo re-
sas y sus miembros. Muchos diputados católicos reprobaron sultó el más sangriento de cuantos la izquierda revolucio-
la ley inicua que limitó el ejercicio del culto católico y lo so- naria emprendió en Europa desde 1917, sino también el
metió, en la práctica, al control de las autoridades civiles, mejor organizado y armado, en Europa y en el resto del
con amplio margen para el arbitrio personal de los poderes mundo». El mérito de esta obra estriba en que descarta al-
municipales. Esto provocó una oleada de protestas de la gunas verdades históricas muy corrientes, pero basadas en
prensa católica porque se trataba de medidas abiertamente apariencias falsas; una de ellas, la del carácter presunta-
contrarias a los interés católicos. Estas fueron las principales mente defensivo de la insurrección, contra una CEDA fas-
disposiciones legislativas de carácter nacional. Pero, junto a cista que estaba para asumir el poder.
ellas, a nivel provincial y local aparecieron un sinfín de cir- El 4 de octubre de 1934, los españoles esperaban algo
culares, órdenes, reglamentos y normas diversas que com- importante y no sabían qué era. El ideal de la Revolución
prendían desde las cuestiones más graves hasta las más ridi- rusa de 1917 estaba en la mente y en el corazón de mu-
culas en materia religiosa. chos, aunque no militaran en los diversos grupos comunis-
Disueltas las Cortes Constituyentes el 10 de octubre de tas que recibían directamente sus consignas desde Moscú.
1933, se celebraron elecciones a Cortes ordinarias el 19 de Lo dijo sin tapujos el periódico El Socialista, órgano del
noviembre y estas dieron un resultado favorable a las dere- PSOE, el 27 de septiembre de 1934: «El mes próximo
chas. El 8 de diciembre, tras las aperturas de las Cortes, puede ser nuestro octubre. La responsabilidad del proleta-
hubo un intento fracasado de revolución anarcosindica- riado español y de sus cabezas directoras es enorme en este
lista para implantar el comunismo, que comenzó por Ara- momento. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser mo-
gón y siguió por La Rioja y varias provincias de Andalucía, vilizado». La tarde del día 4 de octubre se anunció la for-
Galicia y Valencia. El malestar social creció durante los me- mación del nuevo Gobierno. Era la señal convenida por to-
ses de enero y febrero de 1934 con frecuentes huelgas, dos los revolucionarios del país. Mientras en los demás
atracos e incendio de alguna iglesia, y se agravó durante la lugares de España se multiplicaban los incidentes y en la
primavera y el verano. mayor parte de las provincias y ciudades era restablecido el
orden en la misma mañana del día 5, en dos sitios, los
acontecimientos tomaban carácter sangriento desde los
La revolución comunista de Asturias primeros momentos. Se trataba de Barcelona y Asturias.
En Barcelona, el presidente de la Generalitat, Luis Com-
Para algunos historiadores, esta revolución constituye, panys, proclamaba, a las 8 de la tarde del día 6, el Estado
rigurosamente, el comienzo de la guerra española y no un autónomo y federado catalán. El capitán general de Cata-
episodio distinto o simple precedente. Aunque esta tesis luña, Batet, aceptó la orden del Gobierno de sofocar la re-
no es nueva, sí es nueva su demostración concluyente, a belión. Después de bombardear durante la noche el Pala-
partir de los documentos internos del PSOE, desconocidos cio de la Generalitat, dominó la situación. Diez horas
muchos de ellos. Y también es nueva la aclaración de los había durado el Estado Independiente Catalán.
motivos del PSOE y la «Esquerra catalana» para optar por La revolución de Asturias tuvo raudales incomprensi-
el camino de la guerra civil. Así fue planteada explícita- bles de sangre y mucho de odio. El ardor con el que los mi-

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ñeros y los obreros se lanzaron a la pelea fue tan llamativo guerra y, cuando llegó el Ejército, comenzaron las deten-
que llenó a todos de consternación. Los distintos Comités ciones masivas y la búsqueda de responsabilidades revolu-
locales, constituidos al principio por socialistas y, después, cionarias. Por los caminos y por las calles de Asturias que-
entregados en la mayor parte de los lugares a miembros daban innumerables muertos y destrucciones. Nunca se
violentos del Partido Comunista, se incautaron de todo lo supo con exactitud el número de víctimas. Oficialmente se
que podía representar algún valor. En algunos puntos se dieron números concretos. Siempre giraron en torno a mil
prohibió el uso del dinero. Se abolió la propiedad privada. muertos y varios millares de heridos. Cientos de edificios
Se emitieron vales de consumo, para obtener en las tiendas quedaron destruidos, algunos de ellos de irrecuperable va-
y en los almacenes comida, vestidos y diversos enseres. lor histórico y artístico, como la Cámara Santa de Oviedo o
Prohibieron toda manifestación religiosa, quemaron tem- la Universidad. Los únicos que salieron ganando con la he-
plos y arrasaron casas particulares. Sacerdotes y religiosos catombe fueron los comunistas, que pasaron por defenso-
fueron considerados enemigos del pueblo y se dio orden res del mundo obrero hasta las últimas consecuencias. Du-
de detenerlos a todos. Los que no pudieron evadirse o es- rante el tiempo que quedó de República se multiplicaron
conderse fueron encerrados en cárceles improvisadas y so- los debates estériles sobre culpabilidades y consecuencias.
metidos a múltiples humillaciones y atropellos. En varios Ello contribuyó a amargar más los ánimos y a enardecer los
lugares se les fusiló sin piedad, algunas veces en medio del corazones con miserables sentimientos de venganza.
odio desatado de turbas enardecidas. Y en ocasiones se La represión de la Revolución fue tan mal aprovechada
hizo después de una parodia de juicio popular, donde los por los vencedores, que vino a convertirse en una exalta-
Comités se erigieron en tribunales y los jueces fueron los ción de los vencidos y a hacer de Asturias respecto de 1936
mismos verdugos que ejecutaron las sentencias. Entre las lo que la Revolución rusa de 1905 fue respecto de la de
víctimas hay que destacar a los mártires de Turón, canoni- 1917: algo más que un ensayo. Según Gregorio Marañón:
zados el 21 de noviembre de 1999: ocho hermanos de La «La sublevación de Asturias en octubre de 1934 fue un in-
Salle y un religioso pasionista, que era su capellán. Estos tento en regla de ejecución del plan comunista de conquis-
religiosos trabajan en la educación de los hijos de los mine- tar España». Y para Raymond Carr, lo de Asturias fue «el
ros. preludio para las más amplias resonancias y divisiones de
El carácter anticristiano de esta revolución comunista lo julio de 1936». Mientras que para el liberal Salvador de
dieron: Madariaga: «El alzamiento de 1934 es imperdonable. La
— las muertes de sacerdotes y religiosos; decisión presidencial de llamar a la CEDA era inatacable,
— la destrucción de iglesias; inevitable y hasta debida hacía tiempo. El argumento de
— el aniquilamiento de los signos religiosos; que el Sr. Gil Robles intentaba destruir la Constitución era
— la rabia con que se bombardeó la misma catedral, a la vez hipócrita y falso. Era hipócrita porque todo el
para reducir a los guardias civiles refugiados en ella mundo sabía que los socialistas del Sr. Largo Caballero es-
— o la saña con que se quemó el palacio episcopal o el taban arrastrando a una rebelión contra la Constitución de
seminario, indicaban lo que latía en muchos de los lucha- 1931. Con la Revolución de 1934, la izquierda española
dores, porque realmente fue el odio lo que imperó en perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar
aquellos hechos. la rebelión de 1936».
A los tres días de estallar el movimiento, ya eran cons- Esta es una gran verdad histórica porque la revolución
cientes los dirigentes de que Asturias se había quedado de Asturias no fue una insurrección de los obreros, ya que
sola en la rebelión. Los combates fueron haciéndose cada no fueron ellos los protagonistas, «sino los partidos obre-
vez más desiguales. En Madrid se proclamó el estado de ristas, los partidos que prometen a los obreros muchas co-

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sas que luego no pueden cumplir. La de 34 fue una insu-
rrección izquierdista u obrerista completamente antidemo- la justa repulsa de las más altas jerarquías eclesiásticas, ni
crática, es más, confesadamente antidemocrática. En defi- qué decir tiene que la aplicación de las leyes a niveles pro-
nitiva, la guerra empezó en el 34 cuando los que ahora vinciales y municipales desencadenó nuevas protestas del
condenan lo del 36 organizaron una insurrección en toda pueblo cristiano, ya por la torpeza de gobernadores y alcal-
España con el objetivo de acabar con la legalidad democrá- des, en unos casos, ya por el sectarismo demostrado, en
tica e imponer otra revolucionaria, a la soviética. La convi- otros.
vencia se hizo imposible. De hecho, si se mantuvo la paz A principios de 1936 quedaron disueltas las primeras
durante un tiempo fue gracias a que la derecha no aprove- Cortes ordinarias de la II República y convocadas las elec-
chó para hacer lo mismo». ciones generales, que tuvieron lugar el 16 de febrero y die-
ron la victoria al Frente Popular, formado por republica-
nos, socialistas, comunistas, sindicalistas y el Partido
Precedentes inmediatos de la persecución religiosa Obrero de Unificación Marxista. De esta forma llegaron al
poder algunos de los partidos más violentos y exaltados,
Ante la sectaria legislación republicana y tras los atenta- creando una situación tan insostenible que los exponentes
dos cometidos contra iglesias y conventos, comenzó a evo- más moderados del ejecutivo fueron incapaces de contro-
lucionar la respetuosa actitud inicialmente observada hacia lar. Comenzó entonces una serie de huelgas salvajes, altera-
la República por parte de la Jerarquía eclesiástica. Con ciones del orden público, incendios y provocaciones de
todo, el 1 de enero de 1932, los obispos hicieron pública todo tipo, que llenaban las páginas de los periódicos y los
una pastoral colectiva en la que impartieron normas sobre diarios de sesiones de las Cortes. Si bien una rigurosa cen-
la actuación de los católicos ante la nueva Constitución. sura estatal, impuesta a la prensa, impidió que muchos de
Pero el documento más importante de la Jerarquía antes los hechos más execrables fueran divulgados. La complici-
de la guerra civil fue publicado en 1933, con motivo de la dad de autoridades diversas en algunos de ellos fue a todas
Ley de Confesiones y Congregaciones religiosas al que siguieron, luces evidente. Se incrementó sensiblemente, desde aque-
una semana más tarde, la encíclica Dilectissima nobis de Pío lla fecha, la prensa anticlerical y facciosa, que incitaba a la
XI y la célebre carta pastoral Horas graves, del nuevo arzo- violencia, como La Libertad, El Liberal y El Socialista.
bispo primado de Toledo, Isidro Goma. Según datos oficiales recogidos por el ministerio de la
Estos son tres documentos fundamentales para enten- Gobernación, completados con otros procedentes de las
der la actitud frente a la República que, apenas dos años curias diocesanas, durante los cinco meses de gobierno del
después de su proclamación, se había convertido en un ré- Frente Popular anteriores al comienzo de la guerra:
gimen opresor y perseguidor de la libertad religiosa, en — varios centenares de iglesias fueron incendiadas, sa-
una auténtica dictadura en nombre de una mal entendida queadas, atentadas o afectadas por diversos asaltos;
democracia. Las ideas desarrolladas en los tres documen- — algunas quedaron incautadas por las autoridades ci-
tos coinciden en lo esencial: viles y registradas ilegalmente por los ayuntamientos;
— denuncia del durísimo trato que se da a la Iglesia en — varias decenas de sacerdotes fueron amenazados y
España, obligados a salir de sus respectivas parroquias, otros fueron
— contradicción abierta entre los principios constitu- expulsados de forma violenta;
cionales del Estado y la violación de la libertad religiosa y — varias casas rectorales fueron incendiadas y saquea-
— condenación abierta de la legislación sectaria. das y otras pasaron a manos de las autoridades locales;
Si la legislación discriminatoria y persecutoria provocó — la misma suerte corrieron algunos centros católicos y
numerosas comunidades religiosas;
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— en algunos pueblos de diversas provincias no deja-
Holocausto de sacerdotes, religiosos y católicos
ron celebrar el culto o lo limitaron, prohibiendo el toque
de las campanas, la procesión con el viático y otras mani- ¿Por qué la Iglesia atrajo sobre sí la furia y de qué raíces
festaciones religiosas; se alimentaba esta? Dos fueron las raíces fundamentales:
— también fueron profanados algunos cementerios y — La primera concierne al papel cultural de la Iglesia.
sepulturas, como la del obispo de Teruel, Antonio Ibáñez Por medios predominantemente políticos, la Iglesia espa-
Galiano, enterrado en la iglesia de las Franciscanas Con- ñola mantuvo sobre el país una ética cultural incompatible
cepcionistas de Yecla (Murcia), y los cadáveres de las reli- con la sociedad pluralista que España era, realmente,
giosas del mismo convento; tiempo hacía. La persecución desmadrada, apocalíptica,
— frecuentes fueron los robos del Santísimo Sacra- que se abatió sobre el clero y el laicado católicos expresa,
mento y la destrucción de las Formas Sagradas; con su violencia simbólica, un resentimiento cultural, al
— parodias de carnavales sacrilegos se hicieron en Ba- menos, bisecular.
dajoz y Málaga; — La otra raíz más problemática vendría dada por la
— atentados personales afectaron a varios sacerdotes; presunta complicidad del clero en la abyección social de
— en todas partes quedaron impunes los malhechores. las masas. Nunca existió una complicidad real sino, más
Se creó, pues, un clima de terror en el que la Iglesia fue bien, la percepción de una complicidad. Influyeron mucho
el objetivo fundamental. Para fomentar el odio y la aver- en esto la propaganda y las inducciones exógenas en el te-
sión contra ella se multiplicaron las acusaciones falsas y, el rrible estallido de la furia, pero esos influjos reales se con-
14 de mayo, llegó a circular por Madrid la voz de que las virtieron en el deus ex machina cuando no se les vio actuar
religiosas salesianas distribuían a los niños caramelos enve- manipulando el resentimiento precedente y autóctono.
nenados, provocando el asalto e incendio del colegio, con ¿Cuál fue la actitud de los católicos ante la Guerra
agresiones violentas a las monjas, muchas de las cuales que-
Civil? En la primavera de 1936 las dos grandes coaliciones
daron gravemente heridas. El gobierno trató, en esta cir-
electorales que se habían disputado el triunfo en las elec-
cunstancia, de esclarecer los hechos y declaró oficialmente
ciones de febrero y que estaban encabezadas, respectiva-
que dichas acusaciones eran falsas. Todas las acciones revo-
mente, por la CEDA y el PSOE, estaban en trance de tras-
lucionarias y de propaganda demagógica fueron hábil-
formarse resueltamente en bandos beligerantes y
mente desarrolladas por grupos extremistas de izquierda:
— los anarquistas con su sindicato; excluyentes. La CEDA, de matiz confesional, y hasta enton-
— los socialistas más radicales de Largo Caballero, co- ces fluctuante entre el autoritarismo y la democracia, op-
nocido como el «Lenin español»; taba mayoritariamente por la primera solución y los más
— los comunistas, con ideología y métodos estalinistas; de sus miembros se dejaban arrastrar por los grupos mo-
— y todo este explosivo conjunto, incitado por la fobia nárquicos y ultranacionalistas situados a su derecha, eter-
anticristiana de la masonería. nos conspiradores contra la República y partidarios de de-
Ante estos hechos, Pío XI denunció el peligro del co- rribarla por la violencia.
munismo en todas sus formas y grados como el primero, el Los datos globales, todavía provisionales, de la persecu-
mayor y el más general de los peligros que amenazaban al ción revelan la magnitud de la tragedia: de los 6.832 muer-
mundo en aquellos momentos. Según el papa, las pruebas tos, 4.184 pertenecen al clero secular, incluidos doce obis-
documentadas de los ensayos realizados hasta ese mo- pos y un administrador apostólico, y los seminaristas, 2.365
mento por el comunismo eran Rusia, México, España, son religiosos y 283 religiosas. No es posible ofrecer ni si-
Uruguay y Brasil. quiera cifras aproximadas del número de seglares católicos

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asesinados por motivos religiosos, porque no existen esta- a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto,
dísticas fiables, pero fueron probablemente varios millares. salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos,
El 14 de septiembre de 1936, cuando Pío XI dirigió los más con vilipendio.
unas palabras de aliento a varios peregrinos españoles, no b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual
se habían cumplido todavía dos meses desde el comienzo ha quedado total y absolutamente suspendido.
de la revolución y las víctimas de la persecución religiosa se c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con
aproximaban a los 3.400. Durante el otoño prosiguieron carácter de normalidad, se incendiaron.
las matanzas, aunque en número inferior, y desde comien- d) Los parques y organismos oficiales recibieron
zos de 1937 decrecieron sensiblemente, de forma que en campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos
julio de 1937, cuando los obispos publicaron la célebre de culto, los han fundido y aun han aprovechado para
pastoral colectiva sobre la guerra, el clero sacrificado al- la guerra o para fines industriales sus materiales.
canzaba ya la cifra de 6.500. Por ello, hago mías las conclu- e) En las iglesias han sido instalados depósitos de to-
siones de Iribarren, que analizó estos datos: das clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refu-
— primera, 6.500 mártires, no en tres años, sino en me- gios y otros modos de ocupación diversos, llevando a
nos de uno, con una España dividida en dos mitades desi- cabo -los organismos oficiales que los han ocupado- en
guales y la perspectiva de una guerra todavía larga, tenían su edificación obras de carácter permanente...
que suscitar en los obispos -aparte toda otra considera- f) Todos los conventos han sido desalojados y sus-
ción, que dejamos para los historiadores- el temor de una pendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios,
total aniquilación de la Iglesia en la España que llamaban objetos de culto y bienes de todas clases fueron incen-
roja; diados, saqueados, ocupados y derruidos.
— segunda, que no debe subestimarse -aparte de otros g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, some-
efectos y polémicas que dejamos también para los historia- tidos a prisión y fusilados sin formación de causa por
dores-, la influencia que el eco mundial de la pastoral de- miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún,
bió de tener en que, después de ella y hasta el final de la no tan solo en la población rural, donde se les ha dado
Guerra Civil, veintiún meses más tarde, ya no fueron sacri- caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones.
ficadas sino 332 víctimas más, las más de ellas en el mismo Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades su-
año 1937; el corte es neto: en los dos últimos tercios de la man por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa
Guerra Civil, la caza al cura puede considerarse excepcio- conocida que su carácter de sacerdote o religioso.
nal. h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de reten-
El testimonio más elocuente de cuanto había ocurrido ción privada de imágenes y objetos de culto. La policía
en la zona republicana hasta finales de 1936, en apenas que practica registros domiciliarios, buceando en el in-
seis meses de persecución, lo debemos a Manuel de Irujo, terior de las habitaciones, de vida íntima personal o fa-
ministro del Gobierno republicano, que en una reunión miliar, destruye con escarnio y violencia imágenes, es-
del gabinete celebrada en Valencia el 9 de enero de 1937, tampas, libros religiosos y cuanto con el culto se
presentó el siguiente Memorándum sobre la persecución re- relaciona o lo recuerde».
ligiosa:
Y el cardenal arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal y
«La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio Barraquer (1868-1943), que se hallaba refugiado en Italia y
pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la fue invitado por el Gobierno republicano en 1938 para
siguiente: que regresara a su diócesis, dijo:
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«¿Cómo puedo yo dignamente aceptar tal invitación, (luego Pío XII) y, en general, la opinión católica mundial,
cuando en las cárceles continúan sacerdotes y religiosos con raras excepciones, vieron la Guerra Civil española, se-
muy celosos y también seglares detenidos y condenados, gún la interpretación de «cruzada» que a aquella dieron
como me informan, por haber practicado actos de su no los obispos, sino el pueblo y los militares sublevados.
ministerio, o de caridad y beneficencia, sin haberse en- Durante la guerra, en la zona republicana hubo un sec-
trometido en lo más mínimo en partidos políticos, de tor político que propugnó la tolerancia y la rehabilitación
conformidad a las normas que les habían dado?». de los católicos para establecer una situación de normali-
Y añadía: «Los fieles todos, y en particular los sacer- dad y respeto religioso. Esta corriente, dibujada muy some-
dotes y religiosos, saben perfectamente los asesinatos de ramente, se analiza a partir de la actividad política y pú-
que fueron víctimas muchos de sus hermanos, los incen- blica de Irujo, presentado como decidido partidario del
dios y profanaciones de templos y cosas sagradas, la in- diálogo y del pacto religioso.
cautación por el Estado de todos los bienes eclesiásticos Algunos autores descalifican la interpretación de la
y no les consta que hasta el presente la Iglesia haya reci- Guerra Civil como cruzada, aunque la comprenden y ha-
bido de parte del Gobierno reparación alguna, ni si- cen justicia a los cardenales Goma y Pía y Deniel, propa-
quiera una excusa o protesta». gandistas de tal idea. Ponderan la actitud antibelicista de la
Santa Sede y las reservas de Pío XI hacia Franco. Desde
Al final de la guerra y, cuando la República lo veía ya nuestra óptica actual no puede entenderse aquella «cru-
todo perdido, se autorizó la apertura de una capilla cató- zada», sino desde las coordenadas que aquellos hombres
lica en Barcelona, pero el gobierno republicano nunca -principalmente eclesiásticos- del 31 y del 33 y del 36 tu-
quiso sinceramente restablecer el culto público. Pero, ante vieron ante sí.
la nueva oleada persecutoria en 1938 y al faltar garantías, La persecución religiosa fue la mayor tragedia conocida
la Iglesia no permitió el culto público. Según los republica- por la Iglesia en España y su tributo de sangre, el más in-
nos, la normalización religiosa dentro de la zona republi- gente que registra la historia. Casi siete mil eclesiásticos y
cana, después de las matanzas de 1936, fue más rechazada unos tres mil seglares fueron víctimas de un volcán de irra-
por la jerarquía católica que por el pueblo o los partidos cionalidad. La persecución religiosa fue anterior al 18 de
de izquierdas. Pero esto es completamente falso como de- julio de 1936, no solo por la quema de iglesias y conventos
mostraron los hechos y confesó el mismo Negrín al decir en mayo de 1931, sino también por el asesinato de sacerdo-
que nunca había tomado en serio la restauración del culto. tes en Asturias, en octubre de 1934. Entonces faltaban to-
En toda la zona republicana, el culto público estuvo prohi- davía dos años para el comienzo de la guerra y no existía
bido durante casi tres años. Ningún templo permaneció provocación alguna del Ejército ni levantamiento armado
abierto y ninguna ceremonia religiosa pudo celebrarse. contra el gobierno legítimo de la República ni adhesión de
Solo al final de la guerra, en Barcelona existió una relativa los obispos al «movimiento nacional».
tolerancia para los actos privados y se permitió la celebra- Es verdad que dicha revolución no fue promovida por
ción por la calle de un funeral, con sacerdote y cruz al- la República sino contra el gobierno de la misma, pero es
zada, que sirvió para que la propaganda republicana difun- también verdad que la República había creado desde 1931
diera fotografías haciendo creer la existencia de una un clima social de hostilidad hacia la Iglesia, favoreció los
libertad religiosa que, en realidad, nunca existió. ataques contra ello y no tomó medida alguna para sancio-
La Iglesia no tuvo más remedio que ser beligerante, nar a los autores de los incendios de iglesias y conventos,
pero trató de impedir la represión de los nacionales, aun- ni siquiera trató de buscar a los responsables de tales des-
que no siempre lo consiguió. Pío XI, el cardenal Pacelli manes. Dejando impunes estos delitos, el Gobierno repu-
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blicano asumió la responsabilidad de tales hechos y sus Iglesia, aunque los hechos más execrables fueron realiza-
consecuencias. Fue la primera mancha de una República dos materialmente, en la mayoría de los casos, por delin-
que había comenzado de forma pacífica y limpia. cuentes comunes o por militantes de los partidos políticos
Sabido es que, como reconocen muchos historiadores, y sindicatos más extremistas. Pero la responsabilidad moral
con la «revolución de Asturias de 1934, la izquierda espa- fue de los dirigentes políticos que pusieron en libertad a
ñola perdió toda sobra de autoridad moral para condenar muchos de dichos delincuentes y estos, a su vez, fueron eje-
la rebelión de 1936». Algunos historiadores han visto en di- cutores fieles de consignas recibidas.
cha revolución el precedente inmediato de la Guerra Civil
y algunos llegan incluso a decir que, en realidad, la guerra
comenzó en Asturias en octubre de 34. Leyendo la prensa Consignas de los perseguidores
socialista de la época se percibe una actitud de guerra civil,
con un tono, además, de cántico: defendían la Guerra Civil Con ser impresionantes los datos, lo son mucho más las
como algo positivo, que se debía alcanzar como camino ha- opiniones de elementos muy destacados de los grupos res-
cia la revolución. La prensa de la época demuestra que ponsables de la tragedia.
quienes comenzaron los atentados fueron los socialistas y — Andrés Nin, jefe del Partido Obrero de Unificación
no los falangistas. Pero esto las izquierdas no quieren ad- Marxista, en un discurso pronunciado en Barcelona el 8 de
mitirlo porque están tremendamente fanatizadas. agosto de 1936, no tuvo inconveniente alguno en declarar:
Las recientes investigaciones sobre documentos de la «Había muchos problemas en España. El problema de la
Fundación Pablo Iglesias confirman completamente que la Iglesia. Nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la
revolución de Asturias no se improvisó, pues ya entonces se raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el
impartieron instrucciones a los miembros del PSOE para culto».
la Guerra Civil de arriba abajo. Por eso, es insostenible la —José Díaz, secretario general de la sección española
tesis defendida hasta la saciedad por una historiografía, de la III Internacional, afirmaba en Valencia el 5 de marzo
tanto española como extranjera, que ha pretendido expli- de 1937: «En las provincias en que dominamos, la Iglesia
car el fenómeno persecutorio contra la Iglesia como res- ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de
puesta por parte republicana contra la rebelión militar que los Soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día ani-
desencadenó la contienda fratricida. Contienda que, por quilada».
otra parte, estaba ya en el aire seis meses antes, desde que — A finales de agosto de 1936, un alto dirigente cata-
la victoria del Frente Popular, en febrero de 1936, condujo lán, preguntado por una redactora de L'Oeuvre sobre la po-
España al caos social y a la violencia incontrolada e im- sibilidad de reanudar el culto católico, respondió: «¡Oh!,
pune. La Iglesia no existió oficialmente en el territorio re- este problema no se plantea siquiera, porque todas las igle-
publicano desde el 18 de julio de 1936 hasta el final de la sias han sido destruidas».
guerra, pero se organizó en la clandestinidad. Los eclesiás- — Y el periódico socialista-anarquista de Barcelona, So-
ticos fueron asesinados sencillamente por lo que eran. Los lidaridad Obrera, publicaba el 25 de mayo de 1937: «¿Qué
obispos, porque eran pastores de la Iglesia. Las monjas y quiere decir restablecer la libertad de cultos? ¿Que se
los frailes, porque eran religiosos y religiosas y muchos se- puede volver a decir misa? Por lo que respecta a Barcelona
glares, porque eran católicos practicantes. y Madrid, no sabemos dónde se podrá hacer esta clase de
Los políticos revolucionarios, que generalmente eran pantomimas. No hay un templo en pie ni un altar donde
ateos o agnósticos, y desde luego anticlericales, fueron los colocar un cáliz. Tampoco creemos que haya muchos curas
responsables ideológicos de la gran persecución contra la por este lado capaces de esta misión».

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La lectura de estos textos nos descubre que los perse- dos los curas y a todos los frailes». Se narra también el caso
guidores estaban ufanos no solo por la eliminación de los de una consulta elevada por un comité local a otro de ca-
sacerdotes sino también por la destrucción de los templos. rácter central a propósito de un sacerdote, estimado por el
Aunque no se puede probar documentalmente que el pueblo tanto por su bondad como por su generosidad con
Gobierno de la República ordenara la persecución general los más pobres; la respuesta fue: «Ya os ordenamos matar-
contra la Iglesia, sin embargo, no puede explicarse la los a todos, y a los que tenéis como mejores y más santos,
crueldad y determinación con que fue llevada a cabo en los primeros». Todos estos comités actuaron libremente y
tan pocos meses y en todo el territorio republicano, si no totalmente impunes, protegidos y autorizados por las mis-
hubiesen existido consignas concretas de exterminio, que mas autoridades políticas. Las detenciones y ejecuciones se
nada tenían que ver con la sublevación militar y los avan- realizaron sin intervención alguna del poder judicial, sin
ces del Ejército en la zona llamada nacional. Varios hechos dar a las víctimas la posibilidad de defenderse y sin proceso
nos permiten afirmar que la consigna fue terminante, y los alguno.
hechos posteriores lo demostraron. Los perseguidores for- Matando a los sacerdotes se intentó eliminar cuanto de
maron comités revolucionarios que recibieron diversos sagrado existe sobre la tierra. Por ello, la persecución fue,
nombres: fundamentalmente, anticristiana y antidivina. En este con-
—Milicias Armadas Obreras y Campesinas, texto se explican hechos violentos y sacrilegos tan graves
— Milicias de Vigilancia, como la profanación directa de la Sagrada Eucaristía, reali-
— Patrullas de Control, zada de mil formas: vaciando los sagrarios, destruyendo las
— Guardia Popular Antifascista formas consagradas, disparando contra el Santísimo Sacra-
— y fueron, de hecho, los ejecutores materiales de dis- mento, comiendo sacrilegamente cuanto contenían los co-
posiciones adoptadas en las más elevadas sedes políticas, pones y bebiendo con cálices, arrojando y pisoteando por
que proveyeron, además, a facilitar armas a los civiles o mi- las calles las sagradas Hostias, convirtiendo las iglesias en
licianos, autores de los peores desmanes y crímenes. cuadras y los altares en pesebres, destruyendo con especial
La consigna era, pues, la de exterminar a la Iglesia. So- ahínco las aras del altar. Esta consigna nos obliga a hablar
lidaridad Obrera, el tristemente conocido diario socialista- del llamado «martirio de las cosas», pues todo lo que tenía
anarquista, en su número de 15 de agosto de 1936, inci- carácter sagrado fue destrozado. Tesoros históricos y artísti-
taba en estos términos: «Hay que extirpar a esa gente. La cos de incalculable valor fueron pasto de las llamas: reta-
Iglesia ha de ser arrancada de cuajo de nuestro suelo». Nu- blos, tapices, cuadros, custodias, vasos sagrados, ornamen-
merosos fueron los discursos, artículos y escritos varios que tos, libros, imágenes sagradas de grandes pintores y
repetían insistentemente la misma idea. Algunos presiden- escultores y otros monumentos insignes como el del Sa-
tes y miembros de dichos comités declararon que habían grado Corazón de Jesús en el Cerro de los Angeles (Ma-
recibido órdenes tajantes como estas: drid), la estatua de bronce del Tibidabo de Barcelona y
— «Tratándose de sacerdotes, ni piedad, ni prisioneros: otros numerosos ejemplos de la arquitectura y escultura re-
matarlos a todos sin remisión»; ligiosas quedaron abatidos. Fue tal el impacto producido
— «Ya sabéis que tenemos orden de matar a todos los por estas destrucciones materiales que la revista francesa
que lleven sotana»; Llllustration, el 5 de febrero de 1938, escribía a este propó-
— «Para los curas no hay solución alguna». sito:
— «A todos en general hay que matarlos, no se puede «Su carácter religioso es precisamente lo que desenca-
evitar»; denó un vandalismo destructor contra esas grandes obras
— «Tenemos orden de matar a todos los obispos, a to- de arte. Las degradaciones, mutilaciones, profanaciones

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que en ellas contemplamos manifiestamente no son debi-
blicana y una mancha imborrable, que permanecerá para
das a ninguna acción de guerra... Esas obras de arte, casi
siempre en su historia. El ministro Irujo llegó a decir que
en su totalidad, han sido reducidas al estado en que se ha-
llan, de una manera voluntaria, sistemática, sin objetivo al- la República era un sistema verdaderamente fascista, porque vio-
guno militar, lejos de la zona de combate, y aun, a me- laba día a día la conciencia individual de los creyentes.
nudo, en momentos en que el Gobierno tenía pleno
dominio de las regiones en que se hallaban... Los vándalos
no han obrado por un inconsciente y brusco frenesí. Han La carta colectiva de 1937
obedecido órdenes recibidas de los comités».
La represión fue durísima en los dos bandos, como su- El documento más polémico del magisterio episcopal
cede, por desgracia, en todas las guerras, y después de relativo a la contienda fratricida y a la persecución reli-
1939 continuó algunos años en la España de Franco, si giosa fue la pastoral colectiva del 1 de julio de 1937. Con
bien fue mitigada con el paso del tiempo. El mismo día de este documento, el episcopado tomó una actitud bien defi-
la iniciación de las hostilidades comenzaron las tropelías nida ante la trágica situación religiosa de la zona republi-
en ambas retaguardias y siguieron a ritmo creciente du- cana.
rante una semana, hasta el 25 de julio, para remitir des- Redactó la carta el cardenal Goma, a quien la subleva-
pués. Las ejecuciones se hicieron prescindiendo de todo ción militar del 18 de julio de 1936 le sorprendió en Tara-
tipo de formalidades jurídicas, decididas arbitrariamente zona. Allí había acudido para conferir la consagración
por las patrullas de control, que actuaron con atribuciones episcopal a Gregorio Modrego, que fue su obispo auxiliar y
ilimitadas y, después de someter la víctima al «paseo» o a más tarde arzobispo de Barcelona. La consagración fue
las torturas en las checas, la ejecutaban sin piedad alguna. aplazada hasta octubre y Goma se trasladó a Pamplona,
El terror reapareció el 5 de agosto, alcanzó niveles altísi- donde fue acogido por el obispo, Marcelino Olaechea,
mos a mediados de dicho mes y se incrementó a finales de junto con el obispo de Gerona, José Cartañá, el padre Mar-
septiembre y noviembre de 1936 en proporciones impre- cet, abad de Montserrat, el prior Escarré y los monjes su-
sionantes. Las milicias republicanas, sobre todo en Andalu- pervivientes de aquella comunidad benedictina, que tuvo
cía, Extremadura y el litoral levantino demostraron una 23 asesinados. Centenares de sacerdotes fueron igual-
crueldad y ferocidad sin límites atacando despiadada- mente acogidos y atendidos por la generosa hospitalidad
mente a la población civil, si bien los eclesiásticos fueron del obispo Olaechea en la casa de Ejercicios de las Esclavas
los más perseguidos. También en la zona nacional, la re- de Cristo Rey de la capital navarra. Goma, pues, siguió la
presión fue implacable con los adversarios políticos, some- Guerra Civil desde Navarra, en la que el conflicto se vivió
tidos procesos sumarísimos de guerra en el que los reos te- no como un movimiento militar contra la República, sino
nían escasas posibilidades de defensa. Durísima fue, sobre como una auténtica «Cruzada» contra el comunismo ateo
todo, en las provincias vascongadas y afectó de modo parti- y en defensa de la civilización cristiana. Por este ideal die-
cular a centenares de sacerdotes condenados a severísimas ron su vida muchos jóvenes navarros en el frente de bata-
penas, encarcelados unos y exiliados otros; además de los lla. Ninguno de los otros tres cardenales españoles estuvo
catorce ejecutados con proceso sumarísimo. Tanto los na- en la zona republicana, pues Vidal consiguió huir de Tarra-
cionales como los republicanos declararon que daban gona en los primeros días de la guerra, protegido por el
buen trato a los detenidos, negando verdades evidentes Gobierno de la Generalitat, y fue acogido en la cartuja ita-
ante la presión internacional. En cambio, la persecución liana de Farneta, cerca de Lucca; Ilundáin estuvo siempre
religiosa fue un hecho único y exclusivo de la España repu- en Sevilla, en zona nacional, y Segura permaneció en su
174
175
obligado exilio romano, hasta que Pío XI, en 1937, le nom-
bró sucesor del fallecido Ilundáin en la sede hispalense. a medida que avanzaba que el desarrollo de la guerra era
Estos datos son muy importantes para entender la acti- favorable a los nacionales, simpatía que nunca quiso mani-
tud de cada uno de estos purpurados ante la guerra. Goma festar en público. Por ello, no se le permitió volver a Es-
paña y murió en el exilio. El obispo Múgica era un carlista
fue el defensor más decidido de la causa de Franco. El
con tendencias integristas, que el 6 de agosto de 1936,
Papa le nombró su representante oficioso ante el general y
junto con el obispo de Pamplona, condenó la alianza del
a él se debió, en buena medida, el reconocimiento del
Partido Nacionalista Vasco con los republicanos que favo-
nuevo régimen por la Santa Sede. Suya fue la denuncia
recían al comunismo. Este obispo se convirtió increíble-
más autorizada del episcopado ante la opinión pública mente en el «mártir» de la causa vasca, que él había detes-
mundial de los crímenes cometidos por el furor republi- tado de todo corazón, cuando Franco le impidió que
cano y, al mismo tiempo, de la exaltación de la «cruzada». regresara a su diócesis, de la que tuvo que marchar por la
Este importante documento sigue siendo muy discutido presión de los militares. Aunque la renuncia de Múgica a
por las tesis antagónicas que defienden historiadores de la diócesis de Vitoria fue espontánea y libre, sin embargo
tendencias opuestas y, sobre todo, porque comprometió a estuvo condicionada por la presión indirecta que la Santa
la Iglesia con el nuevo régimen, pero en aquellos momen- Sede ejerció sobre él al nombrar un administrador apostó-
tos los obispos no podían hacer otra cosa, habida cuenta lico en la persona del obispo Javier Lauzurica.
del holocausto provocado por la persecución. La carta
tiene muchas limitaciones, reparos y silencios. Su tono fue Ambos obispos deseaban la victoria de Franco. El carde-
bastante moderado, habida cuenta de las circunstancias en nal Vidal lo dijo expresamente en una carta reservada, diri-
gida al cardenal Pacelli, desde la Cartuja de Farneta, el 21
que fue escrita.
de febrero de 1937: «He intentado hacer llegar reservada-
Fue firmada por 43 obispos, algunos de los cuales eran
mente y de palabra al general Franco el testimonio de mi
también administradores apostólicos de diócesis vacantes, y
felicitación y simpatía y mis sinceros votos por el éxito de la
por cinco vicarios capitulares. No la firmaron el cardenal
buena causa... Deseo vivamente que triunfe Franco».
Vidal ni el obispo Múgica, por razones que el mismo Goma
Múgica, por su parte, le dijo al mismo cardenal el 5 de
comprendió. El primero porque, a pesar de considerar el
septiembre de 1937: «Siempre, sin cesar, he rogado mucho
documento «admirable de fondo y de forma», estimaba
por el triunfo del general Franco en España: dos rosarios
que era poco adecuado «a la condición y carácter de quie-
enteros, mementos, etc.; pero, sin que esto obstase el que
nes han de suscribirlo. Temo -decía- que se le dará una in-
yo informara ante la Santa Sede, con entereza de Padre y
terpretación política por su contenido y por algunos datos Juez espiritual de mis hijos, de lo que juzgaba gravísimo
o hechos en él consignados». El segundo porque no podía mal para la causa de la Iglesia y de mi diócesis».
en conciencia avalar con su firma un documento que exal-
En 1975 apareció un opúsculo de R. Comas, escrito en
taba a los nacionales, responsables del asesinatos de 14 sa-
catalán, y traducido dos años más tarde al castellano, cuyo
cerdotes vascos, acusados de separatismo.
subtítulo comenzaba ya dando una pista o tomando una
De este modo, tanto el cardenal de Tarragona como el
postura o juicio de valor: «dos visiones antagónicas de la
obispo de Vitoria se vieron obligados a definirse. Vidal y Iglesia española de 1939». A pesar de los buenos propósi-
Barraquer conoció personalmente los horrores de la perse- tos del autor, se le notaba abiertamente su maniqueísmo y
cución republicana solo en sus primeros días y, después, de su inclinación «pro-Vidalista». Y este fue su mayor defecto:
oídas. En su correspondencia personal con el cardenal Pa- su tinte de parcialidad que se nota a lo largo de muchas
celli aparece su honda preocupación por la situación de su páginas y de acotaciones a hechos y personas. El propio au-
diócesis y de sus sacerdotes y una cierta simpatía a Franco, tor confesó su inclinación hacia la figura del cardenal ta-
176 177
dicha carta fue muy eficaz para acabar con la persecución,
rraconense, reconociendo que quizá no siempre había po-
porque denunció a todo el mundo las atrocidades cometi-
dido substraerse de ella a la hora de juzgar objetivamente
das por los republicanos en su territorio en apenas un año
un siglo crucial de historia en la vida de España, desde
de guerra y desenmascaró la falsedad de la propaganda re-
1868 hasta 1943. La tesis central del libro fue la postura to-
publicana, que había conseguido dar al mundo una ima-
talmente opuesta de dos hombres, sin duda, persiguiendo
gen falsa de cuanto sucedía en España. ¿Qué debían haber
en el fondo el mismo fin, frente a situaciones que incidie-
hecho los obispos ante el holocausto del clero y la destruc-
ron gravemente en la vida religiosa del pueblo español y
ción casi total de la Iglesia? Según algunos, hubiera sido
en la Iglesia. Goma, dirigente y esencial propagandista del
más prudente callar para no comprometerse con los vence-
«nacionalcatolicismo»; Vidal y Barraquer, buscador ince-
dores. Pero, en aquellas circunstancias, era imposible que
sante de una concordia con las autoridades republicanas y
la Iglesia estuviera de la parte de la República y no tuvo
las fuerzas llamadas entonces de «izquierdas».
más remedio que ser beligerante.
Vidal y Barraquer, universitario, pudiéramos decir que
vocación tardía; Goma, hombre de formación del clásico Si no hubo nunca culto público en la zona republicana,
seminario, por tanto con mucho menos «mundo». Incluso y sobre todo en Cataluña, no fue por culpa del vicario ge-
sus aspectos físicos parecían oponerse, así como sus carac- neral de Barcelona, que se opuso tenazmente a ello, sino
teres: Vidal, enjuto y nada brillante; Goma, esbelto, intelec- porque el gobierno nunca dio las garantías mínimas exigi-
tual brillante y gran orador. El uno, un tanto flemático, das para poder acceder a tal petición, a la vez que en Bar-
conciliador; el otro, de espíritu fuerte y apasionado. A Vi- celona continuaban los asesinatos indiscriminados de sa-
dal se le consideró en muchos ambientes como catalanista, cerdotes y católicos. Los tímidos intentos para restablecer
aunque no en el sentido de separatista. Mientras que sus el culto público y paliar la persecución sangrienta, así
admiradores trataron con cierto desdén a Goma cuando, como la modesta actividad de la capilla vasca existente en
siendo catalán, se mostraba apologista de España como pa- Barcelona, vistos los escasos resultados obtenidos, inducen,
tria. En la actuación pública de ambos cardenales se dio la lógicamente, a pensar que se trató más bien de una de las
impresión de poner en evidencia quién es el bueno y tantas maniobras de propaganda y falsificación de la ver-
quién el malo; llegando incluso, al final, a dejar entrever dad del gobierno republicano, que de un intento sincero
que fue debido a Goma por lo que se impidió la vuelta del de normalizar una situación vergonzosa que le desacreditó
exilio de Vidal y Barraquer, lo cual es falso. Sin embargo, ante el mundo entero y manchó para siempre su imagen.
está bien probado y documentado que Goma no pudo ser
nombrado obispo muchos años antes debido a los pésimos
informes que Vidal dio de él a la Santa Sede, si bien más Beatificaciones de los mártires
tarde los retractó. Goma podía haber sido obispo de Ge-
rona en 1920, pero Vidal se lo impidió. Después lo fue de A partir de 1987 comenzaron a ser beatificados los már-
Tarazona en 1927. La carta colectiva del 1 de julio de 1937 tires de la persecución religiosa porque eran personas ho-
separó mucho más a los dos cardenales, ya con fricciones nestas y ejemplares, cuyo martirio selló unas vidas entreteji-
anteriores debidas también al «quisquilloso» asunto de la das por el trabajo, la oración y el compromiso religioso en
ubicación de la diócesis primada de Toledo y su jurisdic- sus familias, parroquias y congregaciones religiosas. Mu-
ción, en pugna histórica con Tarragona. chos de ellos gozaban, ya en vida, fama de santidad entre sus
La carta colectiva de 1937 es considerada por algunos paisanos. Se puede decir que su conducta ejemplar fue
como un documento gravísimo que sancionó la colabora- como una preparación para esa confesión suprema de la fe
ción entre la jerarquía y los nacionales, pero se niega que que es el martirio. No estuvieron implicados en luchas ideo-

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lógicas, ni quisieron entrar en ellas. Murieron únicamente fama de santos. De algunos de ellos se llegó a decir que
por motivos religiosos. eran tan buenos, que precisamente por eso fueron martiri-
Con la proclamación de su martirio, además de cumplir zados.
un acto de justicia, la Iglesia ha reconocido en aquellos Todos ellos fueron hombres y mujeres muy ejemplares,
hombres y mujeres un ejemplo de valentía y constancia en plenamente entregados a sus ministerios respectivos. Los
la fe, auxiliados por la gracia de Dios. Son para nosotros sacerdotes, ya de seminaristas fueron modelos por sus vir-
modelo de coherencia con la verdad profesada, a la vez tudes, por su amor a la Eucaristía y por su devoción a la
que honran al noble pueblo español y a la Iglesia. Son la Virgen. Se entregaron de lleno a las parroquias: culto litúr-
prueba más elocuente de la verdad de la fe, que sabe dar gico, confesiones, catequesis, apostolado con los jóvenes,
un rostro humano incluso a la muerte más violenta y ma- visitas asiduas a los enfermos, ayuda a los pobres y necesita-
nifiesta su belleza en medio de atroces padecimientos. dos fueron sus principales actividades apostólicas.
Entre todas las beatificiones celebradas hasta ahora, Lo mismo hay que decir de los religiosos y religiosas,
destaca la del 11 de marzo de 2001, que comprendió 233
que desarrollaban una intensa labor apostólica y social en
mártires y demostró la unidad y diversidad eclesial. Esta ce-
colegios, asilos y hospitales; una labor que nunca fue sufi-
remonia resultó pastoralmente significativa, porque vio
cientemente reconocida. Muchos de ellos, además de már-
unidos en un único rito a muchos mártires de la archidió-
tires de la fe, fueron apóstoles de la caridad, de la ense-
cesis de Valencia y tuvo las siguientes características:
ñanza religiosa y de la formación humana. Los sacerdotes
— la representatividad eclesial del grupo de mártires,
fueron semejantes al santo cura de Ars en el cumplimiento
pues hubo sacerdotes, religiosos y seglares, que expresaban
los numerosos carismas y familias de vida consagrada; de su ministerio; semejantes en todo a otro párroco valen-
— la representatividad de la Iglesia en España porque ciano, que no fue mártir, pero tiene abierto el proceso de
este grupo representaba a 34 diócesis; todos ellos se encon- beatificación: el Siervo de Dios José Bau Burguet, párroco
traban en Valencia desarrollando sus respectivos ministe- de Masarrochos, fallecido en 1932. Este influyó decisiva-
rios y actividades apostólicas y algunos de ellos fueron uni- mente en la formación espiritual de los sacerdotes valen-
dos en el proceso por competencia, en base a la normativa cianos del primer tercio del siglo xx.
canónica vigente; Los hombres, mujeres y jóvenes eran muy piadosos,
— el elevado número de sacerdotes seculares y de segla- muy entregados a la Iglesia y a todas sus obras de caridad y
res, pues fue la primera vez que eran beatificados 40 miem- apostolado; nacieron y vivieron en familias de antigua tra-
bros de los presbiterios diocesanos de Valencia (37) y Zara- dición cristiana, recibieron una formación religiosa muy
goza (3), así como 22 mujeres y 19 hombres y jóvenes, sólida y vivieron una auténtica vida cristiana, alimentada
miembros de la entonces floreciente Acción Católica Espa- diariamente con la Eucaristía, la devoción a la Virgen, el
ñola y de otros movimientos de espiritualidad y apostolado rezo del Santo Rosario y otras devociones particulares; vi-
seglar, de todas las edades, profesiones y estado social. vieron entregados apostólicamente a sus respectivas parro-
El clima espiritual favorable creado por el Gran Jubileo quias a través de la Acción Católica y de otros movimientos
del 2000 permitió que, concluido el largo proceso canó- apostólicos; dieron siempre un testimonio coherente de
nico, pudiera celebrarse esta beatificación como primer vida cristiana, que culminó con el martirio. Todos ellos
fruto espiritual del Año Santo apenas terminado. Estos fueron martirizados única y exclusivamente por motivos re-
mártires son los primeros beatos del Tercer Milenio. ligiosos, murieron amando y perdonando a sus verdugos y
La mayoría de los sacerdotes y seglares no necesitaban diciendo «¡Viva Cristo Rey»!, porque tuvieron un sentido
el martirio para ser beatificados, porque ya en vida tenían teológico profundo de la realeza de Cristo y porque este
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fue el grito con el que los cristianos hicieron frente a los
totalitarismos del siglo xx. de haber hablado desde el pulpito contra los asesinatos in-
Hoy los veneramos en los altares como mártires de la fe discriminados de los nacionales, la usó para su defensa
cristiana, porque la Iglesia ha reconocido oficialmente que ante el Consejo de Guerra;
entregaron sus vidas por Dios durante la persecución reli- — el jesuíta Huidobro denunció los abusos de poder de
giosa de 1936. No les debemos llamar caídos en guerra, por- las autoridades militares;
que no fueron a la guerra ni la hicieron contra nadie, pues — el cardenal Goma intervino personalmente ante el
eran personas pacíficas, que desarrollaban normalmente general Franco para solicitar indultos de condenados a
sus actividades en sus pueblos y parroquias; tampoco les muerte o mitigaciones de penas, que no siempre fueron
podemos llamar víctimas de la represión política, porque los acogidos;
motivos fundamentales de sus muertes no fueron de carác- — lo mismo hicieron los representantes de la Santa
ter político o ideológico sino religioso: porque eran sacer- Sede, Antoniutti y Cicognani, así como muchos obispos;
dotes o religiosos, porque eran seglares católicos practican- — Antoniutti habla en sus memorias de sus gestiones
tes, muy comprometidos con la Iglesia en la defensa y ante las autoridades militares solicitando indultos de con-
promoción de la fe cristiana. denados a muerte; consiguió salvar a algunos, pero otros
El número de mártires de la persecución religiosa espa- muchos fueron ejecutados, entre ellos políticos católicos
ñola beatificados hasta ahora asciende a 472, diez de los de tendencia democristiana;
cuales han sido canonizados: son los mártires de Turón, de — el arzobispo Meló y muchos sacerdotes valencianos
1934. intercedieron en favor de los perseguidos y condenados
por el nuevo Estado;
— el obispo de Urgel, Justino Guitart, se negó en
redondo a practicar los informes que el Tribunal de Res-
La Iglesia y la represión de los nacionales
ponsabilidades Políticas le pedía sobre actuaciones de ro-
jos en su diócesis y sobre bienes que se les podían decomi-
Entre las víctimas de los nacionales se cuentan 14 sacer-
sar;
dotes y religiosos vascos, simpatizantes del Partido Na-
— el beato Anselmo Polanco fue uno de los obispos
cionalista Vasco, acusados de separatismo, que fueron fusi-
que más se prodigaron en aquellos momentos en favor de
lados. La misma suerte tocó a un sacerdote mallorquín
los perseguidos por los nacionales en Teruel; este obispo,
-procesado por un tribunal militar- y a otros dos en Bur-
según todos los rumores, parece que recibió amenazas
gos y La Rioja, ejecutados por razones políticas. Ante estos
para que dejara de interceder por los condenados políti-
hechos, así como ante la durísima represión política del
cos;
nuevo Estado, por parte de la Iglesia no hubo falta de sen-
sibilidad, pero sí quizá excesiva prudencia y mucho miedo — el obispo de Ávila, Santos Moro, que había perdido a
a la hora de condenar públicamente tales hechos. Sin em- dos hermanos asesinados por aquellos a quienes defendía,
bargo, justo es reconocer que: tuvo una valiente intervención nada más terminar la gue-
rra para denunciar las venganzas de los nacionales, en las
— algunos obispos, como el de Pamplona, Marcelino
trágicas circunstancias del regreso de los «huidos a la zona
Olaechea, condenaron severamente la represión de los na-
marxista»;
cionales en Navarra;
— el cardenal Tarancón dijo que muchos sacerdotes y
— el obispo Miralles, de Mallorca, publicó en el boletín
obispos hicieron en aquel tiempo un gran trabajo de paci-
diocesano la condena de Olaechea;
ficación, y, de hecho, impidieron muchas violencias;
— el sacerdote Bartolomé Oliver, de Sencelles, acusado
— y, sobre todos ellos, los papas Pío XI y Pío XII intervi-
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nieron en diversas ocasiones ante el mismo Franco solici- españoles que no cometieron otro delito, en uno y otro
tando indultos, conmutaciones de penas capitales y otras bando, que sus opiniones políticas, debe ser motivo de
gracias en favor de detenidos y condenados políticos. amarga reflexión.
A propósito de la actuación del obispo Olaechea, No comprendían muchos entonces, y siguen sin com-
puedo aportar el testimonio del que fue su secretario parti- prenderlo ahora, que la Jerarquía católica no condenara
cular, Cornelio Urtasun (1917-1999), quien me dijo que, al públicamente los horrendos crímenes que cometían los
terminar la guerra, afrontó dos series de acontecimientos nacionales, pues aunque los «rojos» habían matado mucho
que sacudieron la tranquilidad de la diócesis pamplonesa: la más, sobre todo a los eclesiásticos, lo hacían dentro de sus
Carta a los huerfanitos de Navarra (hijos de fusilados navarros, ideas, mientras que los nacionales se decían católicos y vio-
en los primeros meses de la guerra civil), que provocó una laban el precepto fundamental del amor a Dios y al ene-
respuesta inmediata en todo el ámbito diocesano, y el co- migo. No se comprendía que los obispos guardaran silen-
mienzo del peregrinar al obispado de los familiares de los cio y que con esta actitud se asociaran a la idea de
presos del Fuerte de San Cristóbal, en busca de intercesión exterminio, que públicamente lanzaban algunos generales
del obispo de Pamplona, ante las autoridades correspon- exaltados, como Queipo de Llano, contra los republicanos:
dientes, para ver de salvar la vida de aquellos miles de con- «De Cataluña queremos la tierra y solo la tierra»; «A los na-
denados a muerte, a causa de la guerra recién concluida. En cionalistas vascos, ni perdón ni convivencia». Por este silen-
relación con los huerfanitos, no hubo escuela, catequesis, ni cio, la Iglesia se vio al servicio de la fuerza vencedora.
parroquia que no respondiera efusiva y generosamente al Por muy acorralados que obispos y sacerdotes se vieran
llamamiento de su obispo, que recibió personalmente a en aquellos momentos por la furia desatada de los «enemi-
cuantos acudieron a su invitación y que terminó por tener gos», ¿cómo es posible que en sus reflexiones justificatorias
resonancias a escala nacional. Los condenados a muerte, de la Guerra Civil apenas aparezca y siempre de paso y
concentrados de toda España, en el tristemente conocido como sobre ascuas un «mea culpa» reconociendo induda-
Fuerte de San Cristóbal, sumaron muchos millares de perso- bles errores de la propia Iglesia? Quienes se atreven a for-
nas. Sus familiares empezaron a llamar a las puertas del obis- mular esta pregunta desconocen la magnitud de la mayor
pado, que se abrieron de par en par. La noticia de la buena persecución de la historia y exigen a otros lo que, probable-
acogida corrió por toda España y el número de visitantes mente, ellos no habrían hecho en iguales circunstancias.
creció día a día. Todos fueron recibidos uno por uno, por el En 1986, los obispos españoles ratificaron la convicción
obispo Olaechea, provocando una actividad agotadora de de sus hermanos en el Episcopado de 1937 en el docu-
secretaría, con su titular recién estrenado y con una activi- mento Constructores de la paz, en el cual dijeron una palabra
dad que duró, con intensidad creciente, varios años. de paz con ocasión del cincuenta aniversario del comienzo
A pesar de estos gestos concretos, altamente significati- de la Guerra Civil. Dieron en él por supuesto «que las mo-
vos, faltó en aquellos años de dura represión la denuncia tivaciones religiosas estuvieron presentes en la división y
pública de la Iglesia y la condena formal por parte de las enfrentamiento de los españoles», aunque sus causas fue-
ran más complejas. Por ello afirmaron que «los estudios de
autoridades eclesiásticas de las más flagrantes violaciones
la historia y de la sociedad tienen que ayudarnos a conocer
de derechos humanos, perpetrados por exponentes de un
la verdad entera acerca de los precedentes, las causas, los
Estado que se autoproclamaron oficialmente católicos, que
contenidos y las consecuencias de aquel enfrentamiento».
frecuentaban los templos y recibían los sacramentos y cuya
legislación decían que se inspiraba en los principios evan- Con firme decisión rechazaron nuestros obispos los in-
gélicos. Muchos de los condenados a muerte afrontaron la tentos de desfigurar aquellos hechos. Solo la verdad nos
hace libres. Y en aras de esta verdad no dudaron en decir:
prueba con dignidad ejemplar. Las ejecuciones de tantos
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«Aunque la Iglesia n o p r e t e n d e estar libre d e t o d o error, piona, Eunsa, 1998); P. MOA, LOS orígenes de la Guerra Civil
q u i e n e s le r e p r o c h a n el h a b e r s e a l i n e a d o con u n a d e las española (Madrid, E n c u e n t r o , 1999).
partes c o n t e n d i e n t e s d e b e n t e n e r e n c u e n t a la dureza d e M a del C. d e FRÍAS GARCÍA, Iglesia y Constitución. La Jerar-
la p e r s e c u c i ó n religiosa d e s a t a d a e n E s p a ñ a d e s d e 1931. quía católica ante la II república (Madrid, centro de Estudios
Nada de esto, ni por u n a parte ni p o r otra, se debe repetir. Políticos y Constitucionales, 2000), sitematiza los docu-
Q u e el p e r d ó n y la m a g n a n i m i d a d sean el clima d e los m e n t o s más destacados relativos al p r i m e r bienis republi-
nuevos t i e m p o s . Recojamos t o d o s la h e r e n c i a de los q u e cano.
m u r i e r o n p o r la fe, p e r d o n a n d o a q u i e n e s los m a t a b a n , y Sobre la e t a p a bélica, cfr los ensayos bibliográficos de
d e cuantos ofrecieron sus vidas p o r u n futuro de paz y jus- H . RAGUER, LEsglésia i la Guerra Civil (1936-1939). Bibliogra-
ticia para todos los españoles». fía recent (1975-1985): Revista C a t a l a n a d e Teología 11
El 26 d e n o v i e m b r e d e 1999, la Conferencia Episcopal (1986) 119-252; J. M. MARGENAT PERALTA, La Iglesia en la
E s p a ñ o l a hizo público el d o c u m e n t o La fidelidad, de Dios
Guerra Civil de España. Boletín bibliográfico: Miscelánea Comi-
dura siempre. Mirada de fe al siglo XX e n el q u e dijeron:
llas 44 (1986) 523-555. Cfr t a m b i é n : J. M a SÁNCHEZ, The
«También España fue arrastrada a la G u e r r a Civil más des-
Spanish Civil War as a Religious Tragedy (Notre D a m e , Ind.,
tructiva de su historia. N o q u e r e m o s señalar culpas a nadie
Univ. Press, 1987); H . RAGUER, La pólvora y el incienso. La
en esta trágica r u p t u r a d e la convivencia e n t r e los españo-
Iglesia y la Guerra Civil española (1936-1939) (Barcelona, Pe-
les. Deseamos más bien pedir el p e r d ó n de Dios para todos
nínsula, 2001), a p o r t a datos, recogidos en b u e n a parte de
los q u e estuvieron implicados en acciones q u e el Evangelio
otras obras del autor, relativos al aspecto religioso d e la
r e p r u e b a , estuvieran en u n o u otro lado de los frentes tra-
g u e r r a , u n t a n t o olvidado o r e l e g a d o a u n s e g u n d o p l a n o
zados p o r la g u e r r a . La s a n g r e d e tantos c o n c i u d a d a n o s
e n la i n m e n s a historiografía g e n e r a l sobre el tema; se
nuestros d e r r a m a d a como consecuencia de odios y vengan-
zas, siempre injustificables, y en el caso de m u c h o s h e r m a - o c u p a m u c h o d e lo sucedido en Cataluña; V. LÓPEZ DÍAZ,
nos y h e r m a n a s c o m o ofrenda martirial de la fe, sigue cla- Imagen-concepto de «Iglesia» en la carta colectiva del episcopado
m a n d o al Cielo para p e d i r la reconciliación y la paz». español con motivo de la Guerra Civil: S t u d i u m Ovetense 14
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BERT, Política religiosa de la Segunda República Española (Pam- Sobre la actitud d e la Santa Sede d u r a n t e la guerra, cfr

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H . RAGUER, El Vaticano y la Guerra Civil española (1936-1939: Capítulo VI
Cristianesimo nella Storia 3 (1982) 137-209.
Sobre la opinión d e los católicos extranjeros, cfr / catto- FRANCO (1936-1975)
lici italiani e la guerra di Spagna. Studi e ricerche. A cura di
G. CAMPANINI, Brescia, Morcelliana, 1987; J. T U S E L L - G.
Q U E I P O DE L L A N O , El catolicismo mundial y la guerra de Es-
paña (Madrid, BAC, 1993); V. MATTIOLI, Massoneria e comu-
nismo contro la Chiesa in Spagna (1931-1939) (Milán, Effe-
dieffe, 2000) r e s u m e la historia político-religiosa y a p o r t a
algunas visiones extranjeras, sobre t o d o la actitud d e la re-
vista de los jesuítas La Civiltá Cattolica. Ideas fundamentales
Sobre los cardenales G o m a y Vidal y el obispo Múgica,
cfr A. GRANADOS GARCÍA, El cardenal Goma, primado de Es- — Los años de la Guerra Civil fueron unos años privilegiados
paña (Madrid, Espasa Calpe, 1969); R. COMAS, Isidro Gomá- para la observación del nuevo tipo de sociedad económica, política
Francesc Vidal i Barraquer. Dos visiones antagónicas de la y religiosa que se estaba gestando en el campo nacional contra la
Iglesia española de 1939 (Salamanca, S i g ú e m e , 1977); R. República.
MUNTANYOLA, Vidal i Barraquer, cardenal de la Pau (Montse- — Casi todo lo que vino después fueron retoques a un edificio
rrat, Abadía, 1976); M a L. RODRÍGUEZ AISA, El cardenal Goma que ya estaba básicamente construido.
y la guerra de España. Aspectos de la gestión pública del Primado. — En poco tiempo hubo una progresiva «invasión» del catoli-
1936-1939 (Madrid, C.S.I.C, 1981); L. CASAÑAS G U A S C H - P . cismo en las distintas facetas de la vida social a través de los tres
SOBRINO VÁZQUEZ, El cardenal Goma, pastor y maestro (Toledo años de la guerra.
1983); J. M. MARTÍNEZ JIMÉNEZ, El cardenal Goma y la Iglesia — El primer decenio de la postguerra coincidió con el momento
española durante la Guerra Civil. Estudio documental (Enero-oc- de mayor incidencia de la Iglesia en la vida pública española,
tubre 1936) (Pamplona, Universidad d e Navarra, 1992); C. pues había salido de la contienda asociada al grupo de los vence-
MOREDA DE LECEA, Don Mateo Múgica Urrestarazu (Antece- dores, aunque no deforma monolítica.
dentes, pontificado en Pamplona y algunos aspectos de su pontifi-
— No todos los obispos aprobaron los elementos totalitarios del
cado en Vitoria) (Pamplona, Universidad de Navarra, 1992).
nuevo Estado, si bien la protesta permaneció encubierta por los
Sobre la p e r s e c u c i ó n religiosa y los m á r t i r e s , cfr A.
grandes medios de que disponía el Estado, prohibiendo pastorales
M O N T E R O M O R E N O , Historia de la persecución religiosa en Es-
episcopales.
paña. 1936 1939 (Madrid, BAC, 1960); A. D. MARTÍN RUBIO,
— En líneas generales, la Iglesia fue, ante todo, una fuerza
Paz, piedad, perdón ... y verdad (Madridejos, Fénix, 1997) y
positiva favorable al Estado y en este sentido actuaron la inmensa
mis libros La persecución religiosa en España durante la Se-
mayoría de sus miembros y grupos diversos durante las dos prime-
gunda República (1931-1939) (Madrid, Rialp, 1990), Mártires
españoles del siglo XX (Madrid, BAC, 1995), Buio sull'altare. ras décadas del mismo.
La persecuzione religiosa spagnola, 1931-1939 (Roma, Cittá — Aunque en el plano moral y en el teológico, la Iglesia era
Nuova, 1999), La gran persecución. España 1931-1939 (Barce- comprensiblemente de tendencia conservadora, en el plano social y
lona, Planeta, 2000), Mártires del siglo XX. Cien preguntas y económico eran cada vez más los que ocupaban posiciones avanza-
respuestas (Valencia, Edicep, 2001) y Persecuciones religiosas y das, en lucha por la justicia social.
mártires del siglo XX (Madrid, Palabra, 2001). — Esta evolución se advirtió particularmente en los obispos y,
en concreto, en la Conferencia de Metropolitanos, a partir de
1951.

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— El proceso de cambio que tuvo lugar en la identidad cató-
— Los grupos «ultra» de signos opuestos siempre fueron mino-
lica comenzó en la década de los cincuenta cuando se fue pasando
ría, representados por las tendencias «restauracionistas» de quie-
de la apologética al compromiso.
nes se identificaban con los integristas del pasado, y los que se lla-
maban de «izquierda», que insidiaba cada vez más al Gobierno — La Iglesia tuvo una actitud profética desde su manifiesto
porque no salía de su fase de indecisión. desenganche del Estado.
— Las relaciones entre España y la Santa Sede desembocaron — Con innovaciones tan importantes como la del año 1967 se
en la firma del Concordato de 1953, pero enseguida se produjo dio entrada a la libertad religiosa.
lentamente un desajuste entre el sistema instaurado por dicho — En menos de veinte años, desde 1965, la Iglesia española
Concordato y el posterior desarrollo de los acontecimientos políticos realizó el cambio más importante de su historia y uno de los más
y religiosos. espectaculares en la historia de la Iglesia universal.
— En términos generales, y prescindiendo de matizaciones, po- — El cambio fue interno, es decir, religioso, pero tuvo sensacio-
demos afirmar que el Concordato de 1953 fue fiel reflejo y expo- nales consecuencias políticas, y no porque la Iglesia hiciera polí-
nente, a la vez que base jurídica, del sistema político-religioso vi- tica, sino precisamente porque no la hizo.
gente en la España de Franco. — Surgió entonces la autocrítica religiosa: el movimiento de
— Entre los acontecimientos y situaciones de la realidad espa- quienes, en una época de triunfalismo general, intentaron descu-
ñola desde el punto de vista religioso destacaron las fricciones y brir la verdad religiosa de España.
tensiones mantenidas entre el Gobierno y la Jerarquía o grupos de — La negativa de Franco a renunciar al anacrónico privilegio
católicos, durante los años inmediatos. de presentación de obispos fue solo una parte del conflicto en cuyo
— En la España de Franco se detectaron dos tendencias: los fondo estaba el contraste entre la Iglesia del Vaticano II, que Pablo
que afirmaban la unidad consubstancial del catolicismo con el VI había llevado a puerto, y el Gobierno español.
hispanismo.
— La otra tendencia era la de un catolicismo marcado por un
liberalismo político y económico, impulsador de la renovación his- Rasgos generales de las relaciones Iglesia-Estado
pana a través de una fuerte alianza entre catolicismo y capita-
lismo. El final de la G u e r r a Civil supuso u n deshielo d e corta
— El decenio comprendido entre el final del Concilio (1965) y d u r a c i ó n en las relaciones Iglesia-Estado. D u r a n t e la gue-
la muerte de Franco (1975), estuvo caracterizado por una pro- rra, la tirantez había llegado a límites insospechados por:
funda crisis nacional y por un enfrentamiento cada vez más fuerte — la ausencia del reconocimiento vaticano;
entre un Estado anquilosado e intolerante y una Iglesia promotora — la inhibición d e la Santa Sede a n t e la alianza del
de un profundo proceso de renovación. PNV con el F r e n t e Popular, q u e perseguía con tanta viru-
— De la Iglesia de cruzada y triunfalista se pasó a una Iglesia lencia todo lo religioso católico;
de la contestación para desembocar en la Iglesia reconciliadora, en — los intentos de mediación;
cuya forja colaboró un gran sector del clero. — la negativa al r e c o n o c i m i e n t o del privilegio d e pre-
— A medida que la Iglesia iba perdiendo peso e influencia sentación en las negociaciones concordatarias.
ideológica en la sociedad española, ganaba en credibilidad, moder-
P o r p a r t e vaticana, la p r e v e n c i ó n hacia los nacionales
nidad y tolerancia.
era considerable p o r u n a serie de hechos y situaciones q u e
— No puede negarse que el cambio cultural y social ocurrido
e n t u r b i a r o n las relaciones entre el Vaticano y el G o b i e r n o
en la Iglesia católica española a lo largo del siglo xxfue conse-
d e F r a n c o , a pesar d e q u e este s i e m p r e quiso mostrarse
cuencia del declive del dominio y control que ella tradicionalmente
c o m o «hijo fidelísimo d e la Iglesia». En realidad, el Go-
tuvo en la sociedad española.
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bierno español nunca tuvo buena acogida en el Vaticano de otras asociaciones confesionales e, incluso, desde la
por diversos motivos, entre ellos: misma Jerarquía. Primero, algunos obispos individual-
— el fusilamiento sumario de 14 sacerdotes vascos, acu- mente y, más tarde, la Conferencia de Metropolitanos alza-
sados de actividades políticas; ron su voz para criticar, en la medida en que las circunstan-
— el tratamiento inferido al clero vasco tras la caída de cias lo permitían, actuaciones concretas del Gobierno.
Bilbao; Eje central de las relaciones del nuevo Estado con la
— la creciente influencia de la Alemania nazi en la Fa- Iglesia fue el Concordato de 1953, que sustituyó el anterior
lange y en las instituciones del nuevo Estado; de 1851. El paso del uno al otro constituyó la gran ocasión
— el silencio de la prensa nacional a importantes docu- perdida para actuar dichas relaciones conforme a nuevas
mentos pontificios; exigencias y nuevos principios. En realidad, la clave de ese
— las pretensiones regalistas del nuevo Estado a inmis- tránsito histórico fue el acuerdo de 1941 sobre el modo de
cuirse en asuntos propiamente eclesiásticos como era el ejercer el privilegio de presentación de obispos, problema
nombramiento de obispos y que se resolvió de forma híbrida, con el mantenimiento de
— la tendencia de las autoridades gubernativas a entro- la intervención eficaz del Estado. Dicho acuerdo dio un
meterse en otros temas religiosos. compás de espera a la renegociación de un Concordato
Las trágicas circunstancias de la persecución religiosa que, por entonces, no se tenía en Roma por conveniente
en la zona republicana obligaron a la Iglesia a ponerse, por ni deseable con un Gobierno sobre el que había muchas
razones bien comprensibles, en favor del otro bando, lla- reservas. El Concordato de 1953 respetó esta línea y fue
mado nacional, en el que los católicos gozaban de plena li- interpretado como un indiscutible triunfo diplomático de
bertad y en el que las autoridades civiles y militares respeta- España, que solo precedió en un mes a la firma de los tra-
ban a la Iglesia. A las personas más sensatas de todo el tados con los Estados Unidos. El Concordato pudo nego-
mundo les pareció un hecho normal esta actitud. La Igle- ciarse gracias a la benevolencia del papa Pío XII hacia Es-
sia en aquella Guerra Civil no podía estar más que con paña, quien tuvo palabras sobre la significación religiosa
quien estuvo, porque le garantizó la subsistencia, mientras de nuestra guerra y la catolicidad del Estado que surgió de
que los «rojos» intentaron acabar con ella. La Iglesia no ella, que contrastan con la reserva de su predecesor
tuvo más remedio que acogerse al Ejército sublevado con- Pío XI. Pío XII deseó una salida institucional del régimen y
tra los desmanes de la República. Las intervenciones públi- estuvo al tanto de algunos proyectos en este sentido, pero
cas del Papa Pío XI y de los obispos, sobre todo en la carta no consiguió verlos realizados. Aunque la elección de
colectiva del 1937, demuestran que no podían hacer otra Pío XII en 1939 no fue bien acogida en algunos sectores
cosa que lo que hicieron. del Gobierno de Franco, temeroso de un pararelo ascenso
El nuevo Estado defendió, protegió y privilegió a la del antiguo nuncio en España, cardenal Tedeschini, amigo
Iglesia. Esta actitud provocó nuevos conflictos, pues los de la República, la bendición del Papa a la «cruzada» que
vencedores de la guerra ostentaron tal religiosidad en sus se dirimía en España disipó aquellos recelos. Sin embargo,
instituciones, en sus idearios, en sus actuaciones públicas y el comienzo del pontificado de Pío XII contó con horas
en la ayuda concedida a la Iglesia, que dañaron a la institu- muy tensas con Franco.
ción eclesiástica y debilitaron la credibilidad de la Jerar- La situación cambió radicalmente a raíz del Concilio
quía, por lo menos durante dos buenas décadas. Pero tam- Vaticano II, el mayor acontecimiento eclesial del siglo xx.
bién la Iglesia empezó muy pronto a denunciar aquel La nueva forma de asumir las realidades temporales y de
estado de cosas, primero, desde movimientos de aposto- colocar a la Iglesia en el sitio que le corresponde, consa-
lado como la JOC y la HOAC, después, desde los ámbitos grada exclusivamente a su misión espiritual y desligada de
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cualquier vinculación con el poder político, fue la gran ta- l^i.una político había de ser sin monopolizar adjetivos que
rea realizada en España por la Jerarquía desde el final del ya solo podían mantenerse como respetuoso tributo al pa-
Concilio. Con otras palabras. El Vaticano II pretendía ale- sado.
jar a la Iglesia del poder político y hacerla más flexible y Algunos problemas en los que se debatió el catolicismo
dialogante con la modernidad, representada por el progre- español tras el Concilio fueron:
sismo cultural y el pensamiento político-filosófico más in- — el antagonismo entre el espíritu evangélico y las ins-
fluyente. tituciones eclesiásticas;
Esto, que en otros países de tradición católica tenía — la llamada misión testimonial, en que tanto se insis-
menos interés, porque no existían grandes barreras políti- tió y que tanto se ensalzó;
cas, en España era una cuestión grave, porque predomina- — la tendencia a la desacralización de la Iglesia y del
ban tanto en el Episcopado como en amplios sectores del mundo cristiano y
clero y del catolicismo militante los criterios de la posgue- — la Iglesia en su tendencia minoritaria y ecumenista.
rra y el espíritu de la «gloriosa cruzada» frente al ateísmo La celebración del Vaticano II coincidió con un cambio
de la «izquierda» perseguidora. Era una grave cviestión profundo en las estructuras sociales de España y con una
porque la Iglesia y el Ejército eran las dos grandes colum- lenta pero imparable transformación del talante del catoli-
nas que sostenían el complejo edificio del Estado. La Igle- cismo español. La Iglesia a lo largo de los años cincuenta
sia era, pues, un poder efectivo, y aunque algunos obispos, había dado importantes pasos en su organización y en su
sacerdotes y seglares tuvieron actitudes críticas respecto a intento de modernización, pero no estaba preparada para
determinados comportamientos, hubo un compromiso ge- el Concilio de 1962. Acudió a Roma con la mejor inten-
neral por parte de la Institución eclesiástica. Sin embargo, ción, pero sin la formación ni la conciencia clara de los po-
la Conferencia Episcopal Española, erigida en 1966, se sibles rumbos de la asamblea, porque estaban insuficiente-
convirtió muy pronto en el motor del cambio. mente informados de las corrientes pastorales y teológicas
Los obispos, reunidos en Roma, el último día del Con- vigentes en otros países, que iban a caracterizar la marcha
cilio (8 diciembre 1965), reconocieron que este había sido del Concilio. Por ello, el episcopado español se sintió sor-
«una gracia extraordinaria de Dios, que abría nuevos cami- prendido y perplejo durante la primera sesión.
nos a la Iglesia» y manifestaron su deseo de aplicar las en- La Iglesia vivió el Vaticano II de distintas formas, repre-
señanzas conciliares hasta sus últimas consecuencias. Co- sentadas por la situación de unos cuantos grupos significa-
menzó en aquel momento el lento, progresivo y espinoso tivos del catolicismo español de aquellos momentos.
despegue de la Iglesia del Estado, al menos en las formas Cuando Juan XXIII convocó a toda la Iglesia a la gran
hasta entonces tradicionales. La Iglesia ya no quería estar aventura eclesial se produjo una especie de «fuera de
vinculada a los compromisos anteriores. Una nueva gene- juego» general de los españoles. El Concilio, amén de
ración de obispos estuvieron en la vanguardia de este movi- otros servicios de mayor cuantía, fue piedra de toque reite-
miento renovador. Y con ellos, también un nutrido grupo radamente invocada para legitimar proyectos y actuaciones
de sacerdotes y seglares defendieron esta línea, cayendo a pastorales. Y también arma arrojadiza con la que impugnar
veces en excesos censurables. otras prácticas, a las que el apelativo de preconciliares des-
La Iglesia de los cardenales Goma y Pía y Deniel que- calificó como anticuadas e, incluso, pastoralmente abe-
daba ya muy lejos. Había pasado también la hora de los rrantes. Si esto ocurrió en todos los campos de la vida ecle-
partidos políticos «cristianos», como la de cuanto pudiera sial, tuvo particular vigencia en el apostolado seglar,
confundir la religión con una opción temporal concreta. Si debido a las especiales circunstancias que en España atra-
algunos o muchos cristianos se reunían detrás de un pro- vesaron las asociaciones laicales durante los años inmedia-
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tamente posteriores al Concilio, tanto en sus relaciones mayoría de sus miembros y grupos diversos durante las dos
mutuas como con la jerarquía de la Iglesia. Semejante uso primeras décadas del mismo.
espúreo del espíritu conciliar tuvo su explicación, por más 2. Como tal, la Iglesia estuvo, en principio, por la conti-
que esta no alcance a justificarlo. El acontecimiento puesto nuación del orden existente, reconoció su deuda de grati-
en marcha por Juan XXIII fue como una lluvia benéfica, tud con el Movimiento Nacional y con el Estado y, salvo es-
que llegó a punto para fecundar semillas sembradas, con- casas minorías, aceptó en sus defectos la doctrina del mal
tra y a favor del viento, durante un puñado de años. menor.
3. Sin embargo, y precisamente porque deseaba la con-
solidación del orden existente -sin prejuicio de desear su
Matización de estas relaciones mejora en más de un punto-, fue cada vez mayor el nú-
mero de sus miembros que se preocupó por la búsqueda
Un análisis del contenido político-social de las relacio- de las fórmulas que aseguraran la continuidad y la preven-
nes entre la Iglesia y el Estado durante los cuarenta años ción de una crisis que podía ser muy grave si la sucesión al
de Franco tiene que ser muy matizado, por la evolución general Franco se abría sin las necesarias preparaciones.
que estas experimentaron a lo largo del tiempo. En la ac- 4. Aunque, en el plano moral y en el teológico, la Igle-
tuación de la Iglesia entra de lleno la influencia de la Santa sia era comprensiblemente de tendencia conservadora en
Sede, particularmente importante, a través de la nuncia- la mayoría de sus obispos, sacerdotes y seglares y ultracon-
tura de Madrid y de las numerosas instancias que facilita- servadora en sectores minoritarios, en el plano social y eco-
ron, primero, los convenios de los años cuarenta y, más nómico eran cada vez más los que ocupaban posiciones
tarde, el Concordato de 1953. Por otra parte, hay que te- avanzadas, en lucha por la justicia social. Esta evolución se
ner también en cuenta la posición del Episcopado en cada advirtió particularmente en los obispos y, en concreto, en
momento, en sus diversos sectores de edad e ideología, y a la Conferencia de Metropolitanos, a partir de 1951.
través de sus órganos institucionales como la Conferencia 5. Los grupos «ultra» de signos opuestos siempre fue-
de Metropolitanos, las Comisiones episcopales y, desde
ron minoría, representados por las tendencias «restaura-
1966, la Conferencia Episcopal, así como la posición de lo
cionistas» de quienes se identificaban con los integristas
que pudiéramos llamar el «clero intelectual», y sus diversos
del pasado, y los que se llamaban de «izquierda», que insi-
órganos de expresión, como las revistas Ecclesia o Incunable,
diaba cada vez más al Gobierno porque no salía de su fase
pasando por las órdenes religiosas, el alto clero de los ca-
bildos catedralicios y de las curias diocesanas, los párrocos de indecisión.
urbanos, en particular los de los suburbios, los párrocos ru- No se puede simplificar lo que fueron las relaciones
rales, y la variada geografía física y espiritual de las órdenes Iglesia-Estado durante aquellos cuarenta años porque, en
y congregaciones religiosas, con gran diversidad de matices la medida en que lo permitieron las circunstancias, los
y proyección diversa en sectores como la enseñanza, bene- obispos intervinieron en diversos momentos a pesar del
ficencia, labor propiamente social y en sus relaciones con clima general de armonía existente con las autoridades de
el extranjero, así como los movimientos o grupos seglares, un Estado, con el que la Santa Sede mantenía relaciones
de los cuales había que distinguir a la Acción Católica del cordiales. La supresión de la Asociación de Estudiantes Ca-
resto. tólicos, de los Sindicatos Agrarios y la censura de Prensa,
así como algunas leyes de Enseñanza y Asociacionismo,
Cabe, sin embargo, decir, en líneas generales, que: dieron ocasión a fricciones del cardenal Goma y de algún
1. La Iglesia fue, ante todo, una fuerza positiva favora- otro obispo con Franco. Muchas de las críticas llegaron a
ble al nuevo Estado y, en este sentido, actuaron la inmensa expresarse en la revista Ecclesia, que comenzó como boletín
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oficial de la Acción Católica Española y se transformó gra- mismo cardenal Goma, aunque muchos obispos abrigaban
dualmente en portavoz oficioso de los obispos españoles y la esperanza de lograr el Estado confesional católico. Teó-
de sus actitudes y opiniones ante los problemas políticos, logos y obispos no regatearon teorías para atribuir a
culturales, sociales y económicos de la posguerra española Franco un carácter carismático como enviado de Dios para
y del mundo en guerra entre 1941 y 1945. La revista estuvo salvar a España del comunismo. Hasta en la misma liturgia
sometida a la censura civil hasta este último año, y después, de la Iglesia se dio este trato al Caudillo. Franco se convir-
a la del cardenal primado, si bien no con entera libertad tió en el salvador de España, de la civilización europea y de
de acción, como demostró la dimisión de su director, Jesús la misma obra de Dios en la tierra.
Iribarren, en 1954 por criticar la censura existente en Es- La personalidad y la actuación de varios obispos consti-
paña. tuyeron elementos de concordia, de diálogo y de visión
más integradora en una época caracterizada por las actitu-
des contrarias. Más allá del apoyo oficial y de las facilidades
Los católicos y el nuevo Estado ofrecidas, estuvo en muchos de ellos la intención de cola-
borar en el nacimiento de una Iglesia más tolerante, más
Producto de una Guerra Civil, el nuevo Estado tuvo el realmente implantada en el pueblo cristiano, más dialo-
propósito decidido de restaurar: gante con la ciencia y la modernidad.
— una sociedad que no tuviese en cuenta la experien- El Estado contó desde el comienzo con la colaboración
cia republicana; incondicional de la Falange Española, considerada la pie-
— una sociedad utópica, moderna en el campo social dra angular del mismo. Esta aportó una doctrina econó-
pero clásica en los aspectos ideológicos, tan clásica que en mica y social, que tenía sentido nuevo y era capaz de atraer
realidad significaba una vuelta al siglo xvi, el Siglo de Oro las masas; un aliento político eficaz, que movilizó desde
español; 1936 a una parte del pueblo al lado del Ejército, y que du-
— una sociedad unidimensional, en la que no se acep- rante casi dos decenios tuvo arraigo para encuadrarlo al
taran otras visiones, otras opiniones, otras opciones. servicio de una idea de reconstrucción nacional; equipos
También la Iglesia sufrió esta tentación. Había vivido de hombres para la administración central, en el gobierno
una experiencia trágica y quiso superarla a través de la im- de las provincias y de los pueblos, en los mandos sindicales
posición de unos esquemas determinados y simplificado- y económicos y en otros diversos servicios. A la Iglesia le
res: la República, la guerra y la persecución habían sido inspiraron serios temores los extremismos de falangistas
fruto de la masonería, de la indiferencia, de las doctrinas exaltados, instigados por los alemanes, que, con sus técni-
marxistas, de forma que, si se quería enderezar la situa- cas y hombres de ciencia y de propaganda, querían im-
ción, había que dedicarse a una pastoral de recristianiza- plantar las ideas y procedimientos del nazismo, aunque en
ción, apoyada por el Estado, y de forma impositiva. tono más moderado, para no chocar con la idiosincrasia
El primer decenio de la postguerra coincidió con el española, pero avanzando después gradualmente.
momento de mayor incidencia de la Iglesia en la vida pú- El sector tradicionalista contribuyó con su sangre al Al-
blica española, pues había salido de la contienda asociada zamiento militar; su herencia histórica de mantener los
al grupo de los vencedores, aunque no de forma monolí- mejores valores del pasado, la calidad personal de muchos
tica. No todos los obispos aprobaron los elementos totalita- de sus dirigentes, la fuerza decisiva que tenían sobre todo
rios del nuevo Estado, si bien la protesta permaneció encu- en Navarra, que, por lo demás, contrastaba con su relativa
bierta por los grandes medios de que disponía el inferioridad numérica en el resto de España, eran aspectos
Gobierno, prohibiendo pastorales episcopales, como la del a tener en cuenta. Por otra parte, era muy de lamentar la

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escasa unidad que se encontraba en sus filas, fuera del te- < .nolica Española (ACE) y, en menor grado, con dirigen-
rreno de los principios, y que disminuía mucho la eficacia i< s de movimientos semejantes en otros países. Era muy
de su acción política, como lo hacía también la falta de un di se ulible la conveniencia de una organización política au-
candidato claro a la sucesión, dentro de la línea dinástica. lonoma de los católicos, salvo en países de persecución for-
El tradicionalismo aportó un sentido de continuidad y tra- mal por parte de otros grupos políticamente organizados,
dición, que fue uno de los grandes principios del nuevo Es- pero desde luego en España semejante organización no
tado. En cambio, no apareció claro que el tradicionalismo, podía crear en aquellas circunstancias más que confusión.
cuyos principios ideológicos se remontaban al siglo xix, Se vio como más positivo y conveniente que organizaciones
hubiera adquirido el suficiente sentido de las tendencias cuyo fin no era propiamente político, como la ACE y la
económicas y sociales del momento. Su visión pluralista de Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACN de
la sociedad recogía la situación de un país integrado por P), ofrecieran sus hombres al Estado, con tal de que dichas
pequeñas comunidades agrícolas y se adaptaba mal a la personas no pretendieran ni ser los únicos representantes
gran sociedad de masas, que requería cuadros políticos, del catolicismo español, ni aun los más autorizados; con tal
económicos y sindicales de mayor envergadura. de que tampoco pretendieran, de un modo dogmático,
Los monárquicos «netos» tuvieron un peso indiscutible que solo unas determinadas fórmulas o soluciones fueran
y aportaron un enlace histórico próximo y directo con la aceptables y mucho menos el pretender acreditarlas con el
última solución de continuidad monárquica; un proyecto éxito que hubieran podido tener en países de circunstan-
de solución claro e inmediato, que, de hecho, fue tomado cias muy diversas. Sobre todo, habían de reconocer de una
públicamente en consideración por el Gobierno al organi- vez para siempre la necesidad de dotar a España de estruc-
zar la educación en España del futuro rey, don Juan Carlos turas políticas más robustas de las que se requerían en
de Borbón. Los contactos sociales importantes de este sec- otros países, o si se prefiere, más acordes con su tradición.
tor, no solo en la aristocracia terrateniental de tipo an- Habían de reconocer también que el Estado es una institu-
tiguo, sino en los grupos de la alta burguesía financiera e ción secular con fines propios y que, dentro de los límites
industrial, y también en sectores elevados de la Administra- concordatarios, se habían de mover con plena libertad
ción pública, aumentaron la revitalición política de que para su realización. Finalmente había de evitarse toda con-
disponía, incluso en el seno del Gobierno. fusión, ya que la jerarquía eclesiástica, por una parte, y la
Los grupos centristas y de tendencia democristiana, a nunciatura apostólica, por otra, disponían de canales pro-
pesar de contar con gente preparada y una discreta tradi- pios de expresión, que podían y debían ser oficialmente
ción organizadora, vivían en su mayoría de recuerdos y no ejercitados, sin que nadie, y mucho menos quien desempe-
tenían un programa activo que pudiera considerarse eficaz ñaba funciones públicas del Estado, pudiera arrogarse re-
en la dialéctica política española. Sin embargo, los expo- presentación y aún menos la gestión de negocios ajenos.
nentes de la llamada «democracia cristiana» jugaron un Esto supuesto, es de justicia reconocer que en este sector
importante papel en el conjunto de fuerzas históricamente hubo una cantera de hombres públicos católicos, y que su
presentes en la España del Movimiento y, de hecho, estu- sentido social estuvo muy en línea con los tiempos, aunque
vieron presentes en el Gobierno y en la Administración. hubiera sido deseable mayor vigor y precisión en las for-
Heredera de un experimento interesante, pero fracasado, mulaciones.
que se realizó en la Segunda República, la «democracia Contra los propagandistas y contra otros miembros de
cristiana» presentaba una «élite» de hombres preparados y la ACE había antipatía desde algunos sectores oficiales, si
capitalizaba sus excelentes relaciones con la Santa Sede, bien desde el primer día se adhirieron con toda lealtad al
con determinados sectores de la Jerarquía y de la Acción nuevo Estado y gozaron, en general, de la confianza de

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Franco. Todavía en plena guerra fueron propagandistas ca- de 1942, los propagandistas desarrollaron un plan de ac-
tólicos algunos altos cargos en diversos ministerios. En me- c ion que resultaría de gran eficacia para la solidez de Es-
dio de la desarticulación general y radical de las fuerzas paña. En este sentido procuraron -en primer lugar- la
públicas y de los partidos de derechas, la ACN de P, aun- con figuración católica del entero cuerpo social, y para ello
que institución confesional y de AC, era una esperanza por lúe un instrumento adecuado la nueva Acción Católica,
la valía de sus miembros (cuatro de ellos habían sido mi- que ellos mismos se encargaron de organizar y poner en
nistros con Gil Robles durante la República), por su prepa- marcha. En segundo lugar, se empeñaron en la formación
ración, por su espíritu cristiano y por su adhesión incondi- de núcleos católicos intelectuales, que pudieran influir en
cional a la Iglesia. Al mismo tiempo, por su patriotismo los centros vitales de la nación. En este ambiente hay que
probado y lealtad a Franco fueron buenos cooperadores a
situar su decidida voluntad de reconquista intelectual de la
la unión y concordia entre la Iglesia y el Estado. Esta ac-
Universidad española. Por último, intentaron la incorpora-
ción fue decisiva en los primeros años, para impedir o limi-
ción a la España católica de los vencidos en la Guerra Civil,
tar la influencia en el nuevo Estado, directamente o a tra-
y en este sentido se dedicaron al apostolado con obreros y
vés del improvisado y amorfo partido oficial, de grupos
reclusos, colaborando activamente algunos de ellos en el
selectos organizados, hostiles a la Iglesia, como eran la Ins-
titución Libre de Enseñanza y las instituciones socialistas Patronato de Redención de Penas por el Trabajo.
que, aunque suprimidas legalmente, continuaban vivas y El año 1945 fue particularmente significativo porque, a
en plena actuación más o menos disimulada, e intentaban finales del mismo, se produjo un acontecimiento de pri-
incorporar a los falangistas a sus filas. mera magnitud en la historia española, imprescindible, so-
Un papel especial jugaron los propagandistas en aque- bre todo, para comprenderla en sus aspectos políticos, so-
llos primeros años de la posguerra hasta 1945, fecha de la ciales y también religiosos. Se trató de la incorporación,
llegada al gobierno de los hombres y las ideas de la aso- desde un papel dirigente, a la clase política de importantes
ciación. Durante el período de la contienda, los propagan- personalidades procedentes de las organizaciones católicas
distas pasaron por momentos de gran dificultad; no solo de apostolado seglar. Es cierto que quienes, antes y des-
en la zona republicana -donde fueron perseguidos y muer- pués de esta fecha, ocuparon los cargos más decisivos en el
tos por sus ideas católicas-, sino también en la zona na- seno de la Administración estatal fueron católicos, pero en
cional. En ésta, la ACN de P sufrió recelos y desconfianzas el período que se inició en aquella fecha -y que quizá se
tanto por parte de la jerarquía de la Iglesia como del resto debiera considerar concluido a comienzos de la década de
de las fuerzas políticas. Los primeros censuraban su exce- los sesenta- les correspondió a ellos jugar un papel de muy
siva independencia al poner en marcha -durante los años considerable y aun decisiva importancia.
30- la ACE; los segundos, el posibilismo político que había Por supuesto, esta colaboración solo se entiende desde
caracterizado a los propagandistas durante los años de la un ambiente y una circunstancia que no pueden ser desde-
República y que les había llevado a aceptar el nuevo sis- ñados por el historiador imparcial, porque en la Iglesia co-
tema político y a participar en él. Todo ello contribuyó a menzó en esa fecha, finales de 1945, un cambio de menta-
que perdieran la propiedad de la Editorial Católica y a que lidad, que se manifestó en:
algunos de sus miembros corrieran serios peligros. Sin em- — la participación del católico Alberto Martín Artajo,
bargo, otros colaboraron desde el primer momento en ta- al margen de su tarea como ministro de Asuntos Exterio-
reas de gobierno. res, en la transformación del sistema político;
Una vez terminada la contienda, en el período que — la gestación del Concordato de 1953;
abarca desde el 1 de abril de 1939 hasta el 3 de septiembre
— la aportación del también católico Joaquín Ruiz Ji-
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ménez, ministro de Educación Nacional, hasta su cese en dera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de
1956; Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, apostó-
— y la batalla contra los proyectos totalitarios del minis- lica y romana, única verdadera y fe inseparable de la
tro secretario general del Movimiento, Arrese, durante el conciencia nacional, que inspirará su legislación».
bienio 1956-1957. La primera medida adoptada por la Junta de Defensa
La designación de Martín Artajo fue muy importante Nacional de Salamanca, en plena Guerra Civil, trató de dar
para las relaciones con la Iglesia y los partidos europeos de inmediatamente un sentido cristiano y católico a la escuela
orientación democristiana, por su militancia católica. y, al mismo tiempo, de impedir la coeducación implantada
Franco se decidió a nombrarlo porque el cardenal Pía y por la República. En todas las escuelas fue colocado el Cru-
Deniel le dijo al general que la Acción Católica formaba a ficijo, suprimido por la República, y a partir del 14 de sep-
sus hombres para la vida pública. Por otra parte, el Estado tiembre de 1939, en todas las escuelas públicas y privadas
necesitaba en aquellos momentos un católico de talante se celebró al fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. El Es-
democrático y próximo al futuro cardenal Herrera, sím- tado ordenó la instalación de imágenes de la Virgen en to-
bolo de la colaboración del catolicismo social español con das las escuelas, sugiriendo que fuera con preferencia la de
Franco, comprometido en remontar la imagen exterior de la Inmaculada; se fomentó la devoción del Mes de María y
una España ligada a los derrotados de la guerra. Sus doce el saludo del «Ave María Purísima», con la respuesta «Sin
años al frente del ministerio de Asuntos Exteriores fueron pecado concebida». Los maestros rurales conducían a los
para el católico Martín Artajo los años de la consolidación niños a las iglesias para que practicaran el Mes de María, y
del sistema político, a pesar de los momentos difíciles del la vicesecretaría de Educación Popular imprimió un librito
aislamiento internacional, frente al que mantuvo la polí- con oraciones y cantos para dicho mes.
tica de paciente espera que había hecho suya el propio
Al restablecer el calendario católico y la observancia de
Franco. Después vivió un período más satisfactorio con la
las festividades religiosas se exhortó a los maestros para
firma del Concordato, los acuerdos con los Estados Unidos
y la entrada de España en la ONU, de la que había reci- que resaltaran las más importantes: Sagrado Corazón de Je-
bido, años antes, tan dura condena. sús, oficios de la Semana Santa, Navidad. El último día del
curso estaba dedicado a una fiesta patriótico-religiosa.
Santo Tomás de Aquino fue declarado patrono de todos
los centros de enseñanza y, en particular, de la Universi-
Legislación sobre la enseñanza dad. Con motivo de la Pascua se promovieron retiros y
ejercicios espirituales. En las Universidades se instalaron
La enseñanza en su nivel primario y secundario quedó, capillas en las que se distribuían numerosas comuniones.
en buena parte, en manos de la Iglesia. La Universidad, En la de Sevilla, el cardenal Segura predicó a los profeso-
únicamente estatal, difícilmente podía enseñar doctrinas res y alumnos en los primeros años de la posguerra.
contrarias a la Iglesia; una rígida censura política y reli- Pero la legislación escolar no se limitó solamente a for-
giosa vigilaba los escritos y el cine; capellanes en el ejército, mar la piedad cristiana con actos de culto externo, sino
sacerdotes en los hospitales, consiliarios en los sindicatos que se propuso establecer y hacer obligatoria en las escue-
únicos, obispos en las Cortes, dieron a la Iglesia una pre- las estatales la enseñanza religiosa. Una orden quitó algu-
sencia determinante en los órganos de pensamiento, de nos abusos que se habían introducido sobre la obligatorie-
trabajo y de legislación del país. No en vano una de las le- dad de dicha enseñanza; otra la extendió a las Escuelas
yes fundamentales del Estado, que era como una especie Normales; una tercera y otras de años sucesivos prescribían
de Constitución, especificaba: «La nación española consi- cómo debía enseñarse la religión en la escuela secundaria,
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hasta que fuera promulgada una ley o estatuto definitivo. ron simplemente modificar los horarios y los programas de
Era obligatorio también el examen de la religión, tanto en materias, sino formar junto con la inteligencia la concien-
las escuelas del Estado como en los colegios privados, pero cia del alumno preparándolo para la vida y dándole un ba-
no se pagaba tasa alguna de matrícula. gaje científico y moral que respondiera al «destino» al que
El maestro no debía limitarse solo a dar algunas nocio- había sido llamada la nación española, es decir, difundir
nes de catecismo o de historia sagrada, sino que debía ha- los valores morales representados y concretados en la fe ca-
cer vivir la verdad religiosa, formar y nutrir el alma del tólica.
niño en estas verdades. Se trataba de deducir consecuen- Muchas fueron las críticas lanzadas contra la ley de En-
cias morales y religiosas de la enseñanza de las ciencias, de señanza secundaria. Unas de orden político o para soste-
la historia y de la geografía. El maestro debería llevar a los ner intereses particulares; otras por incompresión e, in-
niños a misa los domingos y el sábado debería leer a los cluso, por inevitables defectos que surgieron a medida que
alumnos el texto del Evangelio que al día siguiente sería la ley fue aplicada. Pero en su conjunto la reforma fue
explicado por los párrocos en la iglesia. La doctrina de las buena porque se basaba en la formación clásica y humanís-
encíclicas sociales de León XIII y de Pío XI sirvieron para tica, con un contenido eminentemente católico y patrió-
inculcar las ideas de amor y confraternidad social hasta ha- tico. Esta ley mereció las mayores alabanzas de la Santa
cer desaparecer el «ciego odio materialista, disolvente de Sede y del Episcopado, ya que desde el punto de vista de la
toda civilización y cultura». religión no se podía pedir más. Los estudios secundarios
Para completar esta obra de reeducación moral y reli- comprendían siete años y en todos ellos estaba la religión
giosa fueron prohibidos los libros blasfemos e inmorales, como asignatura obligatoria y con examen, con dos horas
que el ministerio republicano de Instrucción Pública había semanales, con un programa establecido de acuerdo con la
difundido con el pretexto de formar a los niños según los autoridad eclesiástica y los profesores eran sacerdotes esco-
instintos naturales. Fueron prohibidas también todas las gidos por los obispos y dependientes del mismo. El pro-
obras de texto que no estuvieran inspiradas en los «santos grama era amplísimo y comprendía los elementos de reli-
principios de la religión y de la moral cristiana» y fue gión, Jesucristo según los evangelios, la Iglesia con su
prohibida la venta de libros pornográficos; se nombró en historia y su liturgia, nociones de apologética, el dogma ca-
cada distrito universitario una comisión encargada de reti- tólico, la moral católica y la vida sobrenatural.
rar de las bibliotecas públicas y populares, de las salas de Sin embargo, no faltaron críticas a la ley por parte:
lectura de los clubes, de los colegios y de las academias, li- — de la Institución Libre de Enseñanza, que pretendía
bros, folletos, revistas, publicaciones, grabados, impresos monopolizar la enseñanza y la cultura en España, y, aun-
«que contengan en su texto láminas o estampados con ex- que condenada al ostracismo por el nuevo Estado, siempre
posición de ideas disolventes, conceptos inmorales, menos- estuvo al acecho para reconquistar el terreno perdido;
precio de la religión católica y de cuanto se oponga al sig- — de los enemigos del Gobierno español, que encon-
nificado y fines de nuestra gran Cruzada Nacional». traban en ella motivos de oposición;
Pero entre las numerosas disposiciones dadas para la — de la mayoría de los profesores de institutos de Se-
enseñanza religiosa destacaron de modo especial dos leyes, gunda Enseñanza, los cuales tenían dificultades para expli-
la de reforma de la Enseñanza secundaria, publicada en car las lenguas clásicas;
1938, y la de reorganización de la Enseñanza Universitaria, — de muchos padres de familia contrarios al latín y al
aprobada por las Cortes en 1943. Ambas fueron considera- griego, los cuales decían que no era necesario estudiar
das como dos etapas trascendentales en la historia y desa- tanto latín ya que los hijos no tenían que «cantar misa»;
rrollo de la educación, ya que los legisladores no intenta- — e incluso por parte de los mismos colegios de religio-
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sos, los cuales se veían obligados a preparar nuevo perso- el mismo criterio, dicha asociación trató de defenderse del
nal docente que fuera capaz de impartir los nuevos estu- S.E.M. Pero se le permitió solamente que actuara a título
dios. de formación moral y religiosa de sus miembros y no como
Tampoco faltaron críticas contra la política escolar por- sindicato profesional y económico. Algo parecido les ocu-
que parecía motivada más por razones políticas que por rrió a los médicos de la «Asociación de San Cosme y San
sinceridad religiosa. La primera acusación se refería al he- Damián», que podían intensificar su formación religiosa y
cho de que la religión era estudiada junto con la ideología sus conocimientos científicos con conferencias y reunio-
política del nuevo Estado, y ambas enseñanzas aparecían nes, pero sin ingerencias en la vida social, ya que esta
unidas, como si estuvieran concatenadas y tuvieran el quedó reservada al Sindicato Médico único.
mismo valor y dignidad. El Estado tenía el monopolio ex- Otro conflicto vio enfrentado al Gobierno con la «Aso-
clusivo en la enseñanza y esto no era bien visto por todos. ciación de Padres de Familia», institución que siempre ha-
A pesar de la severa ley de prensa y de la censura, se pu- bía defendido a la Iglesia, sobre todo, durante la Repú-
blicaban libros no convenientes ni a la fe ni a la moral y re- blica. Dicha asociación estaba plenamente de acuerdo con
vistas con ilustraciones inmorales o con artículos ligeros. la Ley sobre la Enseñanza Secundaria, pero protestó contra
Había infiltraciones masónicas en el mismo Ministerio de el SEU, que quería incorporar a todos los estudiantes al
Educación Nacional, en los centros de cultura, en las es- sindicato único, y contra el «Frente de Juventudes», que
cuelas y en las universidades, donde aumentaban a medida impuso en todos los colegios cursos de doctrina falangista
que avanzaba el viento de la protesta. Nunca cesó la aver- e instrucción paramilitar para los varones.
sión a la doctrina cristiana, aunque estuvo contenida por La legislación civil favoreció la presencia de la Iglesia
razones de conveniencia; ni la oposición a la Iglesia, hábil- en el campo educativo como no lo había hecho desde co-
mente disimulada bajo la forma de divergencias de «la po- mienzos del siglo xix, aunque, en realidad, presuponía una
lítica vaticanista»; el ministro Ibáñez Martín fue criticado uniformidad y una aceptación de la enseñanza y tradición
por considerarlo demasiado débil o deferente a las exigen- eclesiástica mayor de la corriente. De hecho, en el mismo
cias de los tiempos. ámbito católico, las posturas no fueron coincidentes y re-
Aun concediendo que la legislación escolar estuviera flejaron la dualidad siempre presente en el catolicismo
inspirada en principios religiosos y de fe sinceros, sin em- contemporáneo español. Los criterios de la censura guber-
bargo la orientación de la misma era abiertamente totalita- nativa sobre libros y revistas no fueron siempre exactos o
ria y las disidencias y conflictos se vieron desde el mo- por ignorancia la mayoría de las veces, o por un mal enten-
mento en que se instituyó el Sindicato único para todos los dido sentimiento del arte o por desviaciones o intereses
profesores -el Sindicato Español de Magisterio (SEM)-y políticos e incluso, a veces, por malicia de algún censor.
para los estudiantes -el Sindicato Español Universitario Pero el Episcopado colaboró en esta tarea y, cuando señaló
(SEU) y fueron cada vez mayores las imposiciones a los co- o condenó libros considerados dañinos para la fe y las cos-
legios privados a raíz de la «Ley del Frente de la Juventud», tumbres, el Gobierno los retiró de la venta.
de 1940, recogidas por el Ministerio de Educación Na-
cional con decreto de 1941.
El primer conflicto grave surgió en plena Guerra Civil Goma y Franco
con la Asociación de Maestros Católicos, que existían
desde varios años y fue prácticamente la única que defen- Figura emblemática de aquellos años, eclesiástico de
dió durante la República los derechos de la Iglesia y la li- gran solidez doctrinal, obispo valiente y activo, el cardenal
bertad de enseñanza contra el monopolio del Estado. Con Goma intervino activamente la vida española durante la Se-
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gunda República, la Guerra Civil y los primeros años del 1939 fue para el cardenal primado duro, penoso, lleno de
nuevo Estado. Entregado totalmente al servicio de la Igle- amargura». Y no solo por una serie de desgracias familiares
sia, desarrolló un magisterio episcopal denso y clarividente que le afectaron muy sensiblemente y por las preocupacio-
que iluminó en todo momento las realidades terrenas, de- nes inherentes a la restauración material y espiritual de su
nunciando los errores, abusos y desviaciones del nuevo Es- arzobispado, sino, sobre todo, por tres graves conflictos de
tado, como había hecho anteriormente frente al laicismo y carácter nacional, que afectaron a las relaciones entre la
a la intolerancia del republicanismo anticlerical. Iglesia y el Estado, dominado en aquellos primeros años
Su adhesión a la causa nacional estuvo más que justifi- por los elementos más influyentes de la Falange:
cada por el fracaso de la segunda experiencia republicana, — la predicación en las lenguas vasca y catalana,
por la cruel persecución religiosa y por la falta total de li- — la censura a su carta pastoral sobre los deberes de la
bertad religiosa que, durante tres años, existió en la zona paz y
republicana. Pero Goma tuvo también grandes reservas ha- — la supresión gubernativa de la Asociación de Estu-
cia el nuevo Estado cuando descubrió que se inspiraba en diantes Católicos.
el totalitarismo nazi, imperante en Alemania, que inten- Mal comenzaba su andadura el nuevo Estado en sus re-
taba subyugar a la Iglesia e impedir que su autorizada voz laciones con la Iglesia. El nuncio Cicognani, representante
de denuncia y condena llegara hasta el pueblo. Las humi- de la Santa Sede ante Franco desde 1938, había denun-
llaciones que el cardenal primado sufrió al acabar la gue- ciado las infiltraciones de la ideología nazi en las institucio-
rra documentan los primeros conflictos entre la Iglesia y nes públicas. El acuerdo hipano-alemán de 1939 fue una
algunos altos exponentes de la Falange, organización polí- llamada de atención para todos, pero sobre todo para las
tica en la que militaban muchos paganos y anticlericales, autoridades eclesiásticas porque temían ingerencias de la
aunque había también entre sus miembros numerosos ca- Alemania hitleriana, condenada por Pío XI, en el sistema
tólicos practicantes, y algunos obispos, como Leopoldo confesional que Franco pretendía instaurar. Se llegó a mo-
Eijo, de Madrid, la defendieron abiertamente. mentos de gravísima tensión, con amenaza de ruptura de
Concluida la guerra, Goma recibió del general Franco, las relaciones diplomáticas y de retirada del nuncio. Todo
en Madrid, el 20 de mayo de 1939, la espada vencedora, se pudo resolver gracias a la moderación impuesta por
ofrecida simbólicamente a Dios en testimonio de gratitud. Franco a sus ministros y consejeros más exaltados. Pero
Este acto se celebró en la iglesia de Santa Bárbara de la ca- con Goma el conflicto no se evitó y tuvo consecuencias gra-
pital de España con el canto de las antífonas en la recep- ves para él, porque minaron su salud, y para la imagen del
ción del Caudillo, tomadas del Antiphonarium mozarabicum nuevo Estado, que manifestaba indicios de totalitarismo.
legionense del siglo x, de la edición del Monasterio de Silos, Por aquellas fechas:
y las oraciones de la vuelta del Generalísimo después de la — las cárceles estaban repletas de prisioneros políticos,
guerra. Fueron momentos de gran exaltación patriótica entre los cuales había numerosos sacerdotes y religiosos
por la victoria de las armas que coincidieron, además, con vascos, acusados de separatismo;
la ingente tarea de restauración nacional. Pero el cardenal — muchos funcionarios civiles y militares habían sido
Goma iniciaba el último año de su existencia terrena, re- depurados;
pleto de problemas, disgustos, tensiones y graves conflictos — la férrea censura estatal suprimía la libertad de ex-
con el Estado. presión y
Anastasio Granados, su secretario y, más tarde, su — todas las formas asociativas libres estaban prohibidas.
obispo auxiliar y biógrafo, afirma que «a pesar del gozo in- Molestaba a las autoridades políticas que la Iglesia usara
contenible por la victoria, puede asegurarse que el año las lenguas catalana y vasca en la liturgia y en la predica-

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ción. El ministro de la Gobernación, Serrano Súñer, mani- mismo tiempo, enérgica protestando por el gravísimo atro-
festó su preocupación al cardenal por este tema y le pidió pello cometido contra su persona y contra su autoridad.
su parecer. Goma, que era catalán, no tuvo inconveniente Otra carta semejante la dirigió a Franco denunciando que
en hacer una valiente defensa de su lengua materna fun- el Estado había conculcado un derecho de la Iglesia al
dándose no en motivos políticos, sino en argumentaciones prohibir la difusión de su carta pastoral. Los obispos se so-
de carácter estrictamente religioso y pastoral. «La Iglesia lidarizaron con el primado publicando íntegramente la
-decía- no solo tiene el derecho, sino el deber de predicar pastoral en sus respectivos boletines eclesiásticos, que no
la palabra de Dios a los pueblos en aquella lengua que sea estaban sometidos a la censura gubernativa. El propio car-
instrumento más fácil y eficaz de evangelización ... las re- denal, en un informe que envió a la Santa Sede, declaró
giones de lengua distinta a la castellana indudablemente que la prohibición de su pastoral se había debido «a mala
comprenden mejor su lengua nativa y que por ello mismo interpretación de autoridad de segundo orden, toda vez
debe esta ser el medio normal de predicación.» La opinión que el Jefe del Estado no hizo más que prohibir comenta-
de Goma no fue tenida en consideración y las menciona- rios al documento, porque de él abusaban para sus fines
das lenguas quedaron proscritas oficialmente, incluso para políticos los adversarios del régimen».
los actos litúrgicos. Otro de los disgustos que las autoridades civiles dieron
Lecciones de la guerra y deberes de la paz es el título de la a Goma en aquel año fue la disolución de las Federaciones
importante carta pastoral que Goma firmó el 8 de agosto de Estudiantes Católicos. El cardenal protestó ante el
de 1939. Documento muy bien pensado y redactado pre- mismo Franco afirmando que, aunque el asunto podía pa-
tendía ser la síntesis y el programa de la futura acción de la recer de poca monta, sin embargo encerraba una gravedad
Iglesia en la nueva sociedad española. Tras sacar las opor- innegable, «en orden de principios y en el hecho de la vida
tunas lecciones de la guerra y de las causas de la misma, nacional, sobre todo si pudiera ser presagio de otros he-
ponía de relieve los deberes de la paz, basándose en cinco chos análogos que marcaran un criterio definitivo de go-
puntos fundamentales: bierno».
— gratitud a Dios por el don de la paz; Todos estos graves conflictos marcaron los últimos me-
— perdón generoso y espléndido para los enemigos de ses de existencia del cardenal, a quien preocupaba enor-
la Iglesia y, en particular, para sus perseguidores; memente el porvenir de España y el rumbo que iba to-
— oración por todos los muertos de la guerra, tanto los mando la política. Pocos meses más tarde caería derribado
caídos en los campos de batalla, como las víctimas de la re- por una grave enfermedad y abrumado por las humillacio-
presión política y, por supuesto, los mártires de la fe cris- nes que el Estado le había infligido en cuestiones funda-
tiana; mentales para la libertad de la Iglesia.
— elevación de las costumbres morales y Goma fue un gran catalán y un gran español, molesto e
— respeto a las nuevas autoridades de la nación. incomprendido, al que no se le ha hecho justicia. Pero fue,
Pero detallaba también una serie de deberes que afecta- ante todo, un hombre de Iglesia. No lo comprendieron los
ban no solo a los sacerdotes, sino a todos los ciudadanos y, vascos de Euzkadi porque le tuvieron o fingieron tenerle
en concreto, a los católicos. por duro. Los nacionalistas catalanes nunca lo considera-
La pastoral fue publicada en el Boletín Oficial Eclesiástico ron de los suyos por su declarado españolismo, y fue distor-
del Arzobispado de Toledo. Los jóvenes de Acción Católica sionada y manipulada su figura y su actuación poniéndolo
preparaban su difusión en su periódico Signo, pero se les en contraposición al cardenal Vidal, arzobispo de Tarra-
impidió por orden gubernativa. Goma reaccionó enviando gona, definido como el «cardenal de la paz», mientras que
al ministro de la Gobernación una carta respetuosa y, al a Goma se le calificó injustamente como el cardenal «de la

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guerra». Tampoco lo comprendieron los nacionales, por- procuró marginar realmente la «política», ya que el «movi-
que Goma fue siempre la «pesadilla» de Franco, sobre miento», considerado como el partido único, en realidad
todo a medida que la guerra se iba definiendo. Aquel car- nunca fue un «partido ideológico». Lo demuestra el hecho
denal a quien tanto había hecho sufrir «la niña» (la Repú- de que Franco no escogió nunca a sus colaboradores en
blica), vio con intranquilidad que, en vez de «la niña», los base a su ideología política. Es más, prefería que no tuvie-
vencedores ofrecieran a España «el niño» (el engendro de ran ninguna. Una buena parte de sus ministros fueron mi-
la FET y de las JONS). En esta clave hay que leer varias de litares, que le garantizaron lo que a él más le interesaba: la
sus pastorales, sobre todo la citada del final de la guerra, obediencia. Buscó católicos del grupo de los Propagandis-
prohibida por la censura estatal. Por último, a los católicos tas de Ángel Herrera y, luego, miembros brillantes del
franquistas les molestaron los conflictos entre el cardenal y Opus Dei, o vinculados a esta institución, que supo presen-
Franco, y a las generaciones posteriores, a medida que los tarle técnicos de primera calidad. Pero, cuando se dio
obispos fueron tomando distancias del Estado, les pesó la cuenta de que estos o aquellos podían formar «grupos po-
herencia del gran responsable de la vinculación que la líticos» o de presión, los apartó del poder.
Iglesia mantuvo con el Estado durante varias décadas. A diferencia de Mussolini, de Hitler y de Stalin -tres
grandes tiranos del siglo xx-, Franco no cultivó nunca el
sueño de crear una sociedad nueva destruyendo lo ante-
Actuación de la Jerarquía rior. A lo más que aspiró fue a devolverle a España el espí-
ritu imperial del Siglo de Oro, cuando era una nación ca-
Intelectuales facciosos de izquierdas han creado un tólica, apostólica y romana en bloque. Franco persiguió un
equívoco al definir el Estado de Franco como «un régimen ideal muy concreto: el orden; y para quien atentó contra el
totalitario»; pero esto no responde a la verdad histórica, ya orden no tuvo piedad, mientras que para otros asuntos fue
que Franco nunca fue totalitario y el suyo no fue ni si- más tolerante. El de Franco podría llamarse al máximo, si
quiera un «régimen» -aunque en estas páginas uso en al- queremos llamarlo «régimen», un «régimen militar», pero
guna ocasión este término de forma impropia-; fue sola- no un totalitarismo como los de los tres citados criminales,
mente un gobierno muy personal o, si se prefiere usar una que arrasaron con todo lo que había e impusieron una
expresión más dura, una «dictadura militar»; aunque esta, forma nueva de sociedad. Esto explica que, cuando llegó el
en verdad, fue dura para algunos, pero blanda para la ma- momento, el mismo Franco pudo liquidar él mismo el
yoría de los españoles, que apoyaron siempre a Franco y le franquismo con relativa facilidad; porque de totalitario no
lloraron y aplaudieron tras su muerte. Esta es una realidad tenía nada, o solo tenía una cierta represión política a ni-
que muchos españoles hemos conocido. Basta para demos- veles muy localizados y la falta de algunas libertades civiles.
trarlo el simple hecho de que, mientras los verdaderos to- Pero hay que reconocerle que supo crear las bases para
talitarismos del atribulado siglo xx se basaban o tenían su el retorno al pleno sistema democrático, haciéndose entre-
punto de fuerza ideológico en el «partido» (el fascista en gar por el pretendiente al trono, donjuán de Borbón, a su
Italia, el nazi en Alemania y el comunista en Rusia y los paí- hijo Juan Carlos, con el fin de prepararlo para sus futuras
ses satélites, donde, además, el depositario efectivo del po- tareas de rey, poniéndole al lado personas de su máxima
der no era ni el jefe del Estado ni el presidente del Go-
confianza. Esta operación fue un éxito, como demuestra la
bierno, sino el secretario del partido), en España, Franco
historia de los últimos veinticinco años, y fue ciertamente
no tuvo ni quiso nunca tener un partido, ya que la Falange,
mérito de Franco, que la preparó con esmero y acierto. De
que al principio de la guerra se declaró a su favor, fue in-
los engranajes que Franco dejó como herencia había muy
mediatamente después de ella marginada; es más, Franco
poco que desmontar o deshacer. Mientras la Rusia comu-

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nista, la Alemania nazi y la Italia fascista quedaron profun- janos de las intrigas políticas y, por tanto, de los falsos pro-
damente subvertidas tras la caída de sus respectivos regí- gresismos que intentaban derribar el Estado. Con buen cri-
menes totalitarios, España, después de cuarenta años de terio y gran sensatez fueron los primeros que acometieron
franquismo, seguía siendo sustancialmente la España de la gran empresa de nuestra reconstrucción y definitiva re-
siempre, si bien un tanto retrasada con respecto a los otros conciliación. Todo esto provocó desgarros, malentendidos,
países europeos en el camino del llamado «progreso». In- tergiversaciones, pesadillas frecuentes y sufrimiento para
cluso esto está mucho más claro porque, a los ojos de un todos.
militar como Franco, progreso era sinónimo de desorden Mientras partidos políticos y movimientos diversos orga-
o por lo menos podía provocarlo. Esta fue la realidad de nizaban, con mejor o peor acierto, su oposición a Franco
España durante aquellos años. Pero, al terminar la guerra, desde el extranjero y tramaron para procurar su caída e in-
la Iglesia salió de la contienda asociada a los vencedores, cluso su muerte, sin conseguirlo jamás, en España, la Igle-
aunque sabemos también que este bloque no era monolí- sia fue la voz crítica más autorizada que tuvo el Estado.
tico. Ni el cardenal Goma, ni los demás obispos firmantes Una voz, al principio tímida, pero a partir de los años cin-
de la carta colectiva de 1937 quisieron vincular con ella la cuenta cada vez más consistente. Y sobre todo, en los diez
Iglesia al Estado futuro de Franco. Pero el resultado fue últimos años, de forma abierta y declarada, hasta el ex-
que, de hecho, la vincularon. tremo de que Franco, según el testimonio escrito de algu-
La Jerarquía, desde los primeros momentos, actuó nos de sus ministros, se sintió traicionado por aquella Igle-
como conciencia crítica de la situación, cuando no se cum- sia que él había salvado de la destrucción.
plieron las promesas de reconciliación nacional que se ha- Pablo VI, los obispos, sacerdotes y seglares españoles
bían hecho profusamente. En aquellos años no era posible más comprometidos en las tareas eclesiales prepararon el
hacer la más mínima oposición al Estado desde dentro de terreno ante el inminente final de un sistema político sin
España y el menor distanciamiento podía ser peligroso. De futuro. El afán de independencia que todos ellos demos-
hecho así le ocurrió al propio cardenal Goma en los pri- traron no fue falta de espíritu patriótico. La Iglesia nunca
meros meses de la posguerra. Pero, ante la generalidad de quiso separarse de España, sí de una concreta política. Y el
los españoles y aun de los extranjeros, la Iglesia apareció li- distanciamiento que la Iglesia fue adoptando hacia el Es-
gada totalmente a una de las partes en lucha, cuando real- tado nunca debió confundirse como una oposición o
mente en las dos se mezclaban a los problemas religiosos como una hostilidad al bien común. Esto no siempre se en-
otras posturas políticas, económicas o sociales en las que la tendió.
Iglesia no podía dejarse envolver. La Iglesia apareció como Hubo una diferencia substancial en la crítica de los
una «potencia beligerante», primero, y como una «garan- obispos españoles si se compara con la mucho más severa
tía moral», durante los años que siguieron a la guerra. que los alemanes hicieron contra el nazismo, o las durísi-
No cabe duda, pues, que por recelos muy explicables, la mas de Pío XI contra Mussolini y los implacables anatemas
Iglesia fue vista durante muchos años como estrechamente que los papas lanzaron a lo largo del siglo xx contra el co-
vinculada al Estado y hasta como un pilar del mismo. Hay munismo ateo. Estos tres regímenes fueron totalitarismos
que tener en cuenta las coordenadas históricas y sociales fundamentalmente anticristianos e intentaron atacar la
para explicarse este fenómeno, que algunos critican muy esencia de la Iglesia y del crisüanismo.
severamente, porque lo enjuician con los criterios y módu- La situación española fue completamente diversa,
los del momento actual; lo cual es incorrecto histórica- como reconoce la historia. Y, aunque se trató de un poder
mente. Los obispos fueron en su casi totalidad moderados, personal, que suprimió las libertades políticas y sindicales,
estuvieron entregados a sus tareas apostólicas y vivieron le- con respecto a la Iglesia tuvo una actitud completamente
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diversa; ya que Franco salvó a la Iglesia de la persecución, adicto a Franco, si bien nunca había escrito nada en contra
de la extinción y de la muerte. Y esto lo reconocieron y ni tenido actitudes o gestos adversos, pero no escondía su
agradecieron incluso los obispos más severos hacia el diversidad de critero y no ahorraba algunas críticas. El ar-
nuevo Estado, como Vidal y Múgica, que desearon la victo- zobispo no solo insistió sobre la obligatoriedad de ir a las
ria de Franco, como he documentado en el capítulo ante- urnas por deber de conciencia, sino que indicó abierta-
rior. mente a sus fieles cuál debía ser el voto. Esto provocó mu-
chos comentarios desfavorables, ya que las declaraciones
del prelado fueron consideradas como una imposición a la
Críticas de la Iglesia al Estado conciencia libre de los ciudadanos.
En todos los obispos del primer grupo se percibía gran
La primera manifestación evidente de la división preocupación por un eventual cambio político, que podía
existente entre los obispos por razones políticas se dio en conducir la nación a una situación trágica y, por tanto, el
1947, con motivo del Referéndum. El cardenal primado, bien de la religión y de la Patria exigían que no se alterara
Pía y Deniel, publicó una pastoral explicando el sentido el orden político establecido, evitando un salto en el vacío
del voto y los deberes de los católicos ante el mismo. En que sería perjudicial para España.
aquella ocasión: Sin embargo, un grupo minoritario de prelados tuvo
— 27 obispos dirigieron instrucciones o circulares al un criterio diverso, y por ello prefirió no dar indicación al-
clero y a los fieles exhortándoles para que votaran; guna a sus fieles. Estos obispos estaban convencidos de que
— 19 se limitaron a reproducir y hacer propia la pasto- la Ley de sucesión era eminentemente política, ya que se
ral del cardenal primado, refería a la continuación al menos del sistema político, y
— los restantes 9 observaron el más absoluto silencio, que ello no implicaba intereses de orden religioso; por
es decir, que no publicaron documento alguno ni favora- consiguiente, la Iglesia debía abstenerse de tomar posición
ble ni contrario, ni reprodujeron la pastoral del primado. en favor o en contra de un Gobierno que tenía tantos ene-
Las diócesis vacantes en aquel momento eran cinco. migos dentro y fuera de España. Por eso, el silencio era la
Los primeros, siguiendo, en general, las líneas dictadas mejor postura del episcopado, habida cuenta, además, de
por el cardenal Pía y Deniel, insistieron de forma diversa que una ley tan importante no pudo ser debatida pública-
sobre la obligación de los católicos de ir a las urnas, obliga- mente.
ción grave en conciencia consideradas la importancia de la Otro grupo de obispos no solo observaron este silencio,
ley y las dificultades del momento, y que al emitir el voto sino que no votaron. Uno de ellos fue el cardenal Segura,
era necesario tener presentes las lecciones del pasado y los que se encontraba enfermo el día del Referéndum. Su acti-
peligros del futuro. tud fue interpretada como una reafirmación de sus princi-
Aunque la mayoría de los obispos insistió sobre la nece- pios monárquicos. El arzobispo de Valencia, Olaechea, pu-
sidad de votar como obligación de conciencia y algunos de blicó una circular indicando a los ciudadanos que debían
ellos, al recordar las «lecciones de la experiencia», insinua- votar, pero él se abstuvo, tras haber manifestado su propó-
ron o indicaron por lo menos indirectamente cuál debía la sito al ministro de la Gobernación y haber mantenido una
conducta de los fieles en el Referéndum, ninguno de ellos polémica conversación con el gobernador civil de Valen-
llegó a decir que los católicos debían votar afirmativa- cia. Esta conducta fue criticada por muchos, pues se inter-
mente. pretó como un gesto de oposición abierta a Franco. Tam-
La única excepción, que provocó gran sorpresa, fue el poco votó ni publicó documento alguno el obispo de
arzobispo de Valladolid, Antonio García, considerado poco Calahorra, Fidel García, lo cual no sorprendió a nadie ya

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que era conocida su oposición. Saturnino Rubio, obispo de expresaban su opinión «por estar tan ligada la acción de la
Osma, fue el cuarto que no votó por considerar que el Iglesia a toda la de España».
clero no debía intervenir jamás en las luchas políticas y de- La Instrucción sobre la moralidad pública de 1957, respon-
bía mantener la más estricta neutralidad. La mayoría de los día a la necesidad de llamar la atención de los cristianos
ciudadanos votó libremente y muchos de ellos con entu- ante el relajamiento visible en la moral pública provocado
siasmo por miedo al cambio político y por el recuerdo re- por el bienestar que apuntaba después de los más graves
ciente de la pasada guerra. La Iglesia - a pesar de las disen- años de escasez y reconstrucción y la reacción pendular
siones indicadas- contribuyó a este éxito. contra la austeridad obligada. En 1960 publicaron la Decla-
Después de 1947 resultó significativa la evolución del ración sobre la actitud cristiana ante los problemas morales de la
magisterio episcopal, pues a partir de los años cincuenta estabilización y el desarrollo económico, que seguía las líneas de
comenzaron a producirse los primeros pronunciamientos las instrucciones de 1951 y de 1956, anteriormente citadas,
tímidamente críticos de los obispos hacia el sistema polí- pero con una viveza de estilo, riqueza de contenido y alu-
tico español. El primero de ellos fue la instrucción colec- sión directa a los problemas planteados en la calle, que lo
tiva de los Metropolitanos Españoles, de 1951, sobre deberes hicieron el documento crítico más importante de aquella
de justicia y caridad. Este documento se publicó en momen- época de la evolución político-social en España. Por úl-
tos difíciles de carestía y escasez, como consecuencia acu- timo, el 13 de julio de 1962, cuando solo faltaban tres me-
ses para la inauguración del Concilio Vaticano II, los Me-
mulada de nuestra Guerra Civil y de la Segunda Guerra
tropolitanos publicaron la última pastoral colectiva de la
Mundial. La evolución de la situación económica dio lugar
etapa preconciliar, dedicada a La elevación de la conciencia
a que esta instrucción se prolongara en otros cuatro impor-
social, según el espíritu de la «Mater et Magistra», la célebre en-
tantes escritos, que aparecieron durante los diez años suce-
cíclica de Juan XXIII. La pastoral estaba en la línea de las
sivos. Sobre la situación social de España fue el título de otro
anteriormente citadas y era una invitación a la aplicación
documento de 1956, en el cual los Metropolitanos defen- de los «revolucionarios» principios del Papa a las circuns-
dieron el derecho y el deber de la Iglesia de intervenir en tancias españolas y, especialmente, a nuestra conocida falta
los problemas sociales; fue una adaptación a las circunstan- de vida y operante conciencia social.
cias del día del llamamiento a los deberes de justicia y cari- Junto a este intenso magisterio episcopal colectivo sur-
dad que los mismos obispos habían hecho en la instruc- gieron ya, en la década de los 50, posturas activamente crí-
ción colectiva del 3 de junio de 1951. En aquel verano de ticas al Gobierno, desde motivaciones de fidelidad al Evan-
1956, Franco recibió en el palacio de Ayete de San Sebas- gelio y a sus exigencias, promovidas primero por minorías
tián al cardenal Pía y Deniel y a los arzobispos de Vallado- principalmente juveniles de movimientos apostólicos y más
lid (García Goldáraz) y Zaragoza (Morcillo), en nombre de tarde y gradualmente a través de sectores cada vez más am-
la Conferencia de Metropolitanos, que le mostraron su plios de cristianos, incluso obispos y sacerdotes. En 1968,
preocupación por la insuficiente representación de los ante la promulgación de la Ley Sindical por parte del Go-
obreros en la Organización Sindical. Y al finalizar el mismo bierno, resaltó la posición de la Iglesia, que indicó las ca-
año, Franco recibió en el Pardo a los tres cardenales espa- racterísticas de libertad y autonomía sindical y pluralismo
ñoles -Pía y Deniel, Arriba y Castro y Quiroga Palacios- dentro de la unidad, que configuraban la doctrina eclesiás-
que le manifestaron la disconformidad de la Jerarquía con tica. Esta tuvo dos fases diferenciadas:
los proyectos de Leyes Fundamentales, preparados por el — en la primera (1940-1960) confirmó su legitimación
ministro secretario general del Movimiento, Arrese. En y aprobó indirectamente el sindicalismo vertical,
una nota dijeron que «sin descender al terreno partidista», — en la segunda (1960 hasta el final) censuró el sindi-

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calismo oficial, partiendo de las críticas de la JOC y la la más fiel ortodoxia, absorbiendo todas aquellas aporta-
HOAC, que eran movimientos sindicales católicos. ciones valiosas del campo opuesto, al mismo tiempo que
mantuviera tenso el espíritu hacia todo lo perecedero de la
tradición cristiana:
Polémicas entre intelectuales católicos — se trataba, en realidad, de una actitud que suponía
una interpretación de la historia contemporánea de Es-
La razón de ser de la Guerra Civil y el exilio subsi- paña hecha desde presupuestos contrarrevolucionarios y,
guiente marcaron durante décadas el mundo cultural espa- fundamentalmente, antiliberales;
ñol, sus diversas manifestaciones y la formación de los inte- — se trataba de mantener a todo trance la aparente ho-
lectuales. Por una parte, prevaleció la ortodoxia, tanto mogeneidad lograda en 1939;
religiosa como política, entendida casi siempre de forma — se intentaba una modernización del país pero man-
estrecha y dogmática. Por otra, la filosofía política del teniendo el trasfondo tradicional; un desarrollo econó-
nuevo Estado quiso entroncar con la doctrina católica del mico y técnico, logrado sin cambio alguno sustancial en la
poder y con los autores clásicos de los siglos xvi y XVII, in- filosofía político-religiosa del país.
tentando diferenciarse y distanciarse de los estados totalita- Prácticamente, todos los intelectuales que quedaron en
rios del momento, que eran Alemania e Italia. España después de la guerra, pero también muchos de los
Desde el primer momento aparecieron diversas tenden- que se fueron al exilio, eran católicos. Quizá no podía de-
cias dentro del campo católico. Ya en 1940, Dionisio Ri- cirse otro tanto de los más jóvenes, que destacarían en las
druejo fundaba la revista Escorial que serviría de agluti- décadas sucesivas. Estos diferentes puntos de vista, estos in-
nante a un grupo de intelectuales católicos con fuerte tentos de mantener, por una parte, la ortodoxia y, por otra,
influjo intelectual de Ortega, y que se sentían doctrinal- una apertura no excluyeme se mantuvo durante dos largas
mente vinculados a la actividad filosófica de Zubiri. Por su décadas, con una mayor preponderancia de la segunda
parte, algunos miembros del incipiente Opus Dei, como postura según pasaban los años.
Raimundo Pániker, Ramón Roquer y Rafael Calvo Serer, La Iglesia mantuvo sospechas fundadas contra las ma-
sintieron a partir de 1943 la necesidad de presentar una niobras ocultas, pero eficaces, de parte de la masonería,
publicación más directamente inspirada en la tradición es- que no obstante la persecución a la que fue sometida por
pañola y católica que Escorial, a la que achacaban compla- el Gobierno nacional, no desistió de sus propósitos y activi-
cencias orteguianas o institucionalistas. Surgió así la revista dades y supo trabajar en silencio pero con tenacidad y ha-
Arbor. Diversas revistas marcaron y definieron en el ámbito bilidad a través de la Institución Libre de Enseñanza. La
intraeclesial el pensamiento tradicional y cuasi-oficial: Ra- Editorial Católica publicó una obra titulada Una poderosa
zón y Fe, Pensamiento y Fomento Social de los jesuítas, La Cien- fuerza secreta, para denunciar su actividad, que encontraba
cia Tomista, de los dominicos, y Ecclesia de la ACE, que re- un terreno bastante abonado en las universidades, tanto
presentaba también el pensamiento de los obispos. entre los profesores como entre los alumnos. En los prime-
Mientras unos promovían actitudes aperturistas, otros ros años de la posguerra no se enseñaban en ellas doctri-
encarnaban posturas monolíticas, basadas en que la expe- nas contrarias a la Iglesia ni se podía pensar en manifesta-
riencia había demostrado que lo religioso era, en España, ciones anticlericales como en otros tiempos, es más, se
una realidad nacional. Por esto no debía vacilarse en la re- escuchaban en las aulas universitarias lecciones de espíritu
pulsa de aquellos elementos que se hicieran a sí mismos profundamente cristiano y se veían profesores que condu-
inasimilables para la tradición unitaria, nacional y orto- cían una ejemplar vida cristiana, asistiendo con piedad y
doxa. La única síntesis posible sería hecha sobre la base de devoción a las ceremonias religiosas. Los viejos profesores

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revolucionarios o habían huido al extranjero o habían sido naría la normalidad institucional de las relaciones entre
cesados y los nuevos profesores profesaban ideas opuestas. ambas potestades, se venían produciendo desde unos años
Sin embargo, no todos ellos fueron adictos al nuevo Es- antes, con creciente intensidad, una serie de hechos que
tado. revelaban claramente el tenaz propósito de incitar a la ju-
Entre los mismos profesores falangistas estaba el grupo ventud a ir en pos de doctrinas heterodoxas y de despresti-
perteneciente a la izquierda del partido, más próximo a la giar a las personas e instituciones que más se destacaban
vieja mentalidad liberal que a las doctrinas de la Iglesia, por sus servicios a la cultura católica en España. En mu-
aunque se profesaban católicos. Sus tendencias se revela- chos sectores católicos se tenía la convicción de que la
ron con motivo de una polémica relativa a si el movi- nueva orientación que se quería dar a la cultura española
miento nacional iniciado y conducido por Franco debía pretendía barrer a la Iglesia de la vida pública.
ser considerado como una «cruzada» y si no era el caso de En una situación que podía definirse de repliegue y
reformar el juicio desfavorable dado a los «hombres de la autodefensa, cuando las corrientes de pensamiento cató-
generación del 98», considerada escéptica, importadora de lico no eran muy conocidas en el país, se produjeron
sistemas filosóficos elaborados en universidades extran- dos interesantes movimientos de reflexión y confronta-
jeras, denigradora sistemática de todo lo que había sido la ción: las Conversaciones Católicas Internacionales de
cultura española y, por tanto, responsable en gran parte de San Sebastián y las de Gredos. Las primeras, iniciadas en
aquel ambiente de insatisfacción y de rebelión que llevó 1947, acogieron durante cuatro años a teólogos e intelec-
poco a poco a la Guerra Civil. tuales de diferentes países para dialogar sobre temas
A principios de los años cincuenta, una serie de intelec- que preocupaban entonces fuera y dentro de nuestras
tuales católicos iniciaron una crítica del sistema nacional- fronteras. Los temas y la libertad con que se dialogaba
católico y un intento de empalmar con otros intelectuales provocó inquietud en algunos medios tanto eclesiásticos
desechados por el sistema político, especialmente con la como políticos, por lo que se consideró conveniente
generación del 98, tales como Miguel de Unamuno, Azo- acabar con tan interesante experiencia. En Gredos se
rín, Marañón, Ortega y Gasset y Antonio Machado, quie- celebraron, desde 1951 hasta 1968, unas conversaciones
nes introdujeron un clima de distensión y reconciliación coordinadas por el sacerdote Alfonso Querejazu (Sucre,
nacional. Venían a proseguir, de alguna forma, la obra y ac- Bolivia, 1900 - Ávila 1974), cuyo ámbito era el nacional
titud de J. Bergamín y el grupo de la revista Cruz y Raya, re- y los objetivos, también más locales. En agosto de 1953,
presentantes de otro tipo de catolicismo en la época de la con motivo de unas jornadas organizadas por el Institu-
II República y de la Guerra Civil. to de Cultura Hispánica en Santander, se pudo asistir a
Algunos intelectuales falangistas se integraron en este una nueva fase de este movimiento de autocrítica del cato-
grupo y trataron de encuadrar sus doctrinas en el pensa- licismo español, que, no por ser minoritario, dejaba de
miento falangista, forzosamente ampliado y desviado de su ser importante y significativo.
conocida rigidez original. Por eso, estos profesores habla- Es injusto achacar primordialmente a la Iglesia del re-
ban a gusto de Movimiento Nacional en el sentido amplio traso cultural o la mentalidad dominante en la Universidad
de la palabra y rechazaban el término «Cruzada». La exal- española durante los años cuarenta y cincuenta, aunque
tación de figuras heterodoxas o de política izquierdista fue tampoco podemos callar su influjo. Una parte quizá impor-
promovida por la prensa oficial, inspirada por el sector tante de la intelectualidad española no estuvo con la Igle-
más izquierdista de la Falange. sia, pero, a pesar de esta admisión, hay que constatar, por
Mientras el Gobierno español y la Santa Sede negocia- una parte, que estos intelectuales no marcaban la pauta en
ban el Concordato que, firmado en agosto de 1953, sancio- aquel momento y que, por otra, este reconocimiento no

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supuso aparentemente acercamiento de la Iglesia a estas
posturas disidentes. ñanza de la religión y la instrucción en conformidad con la
doctrina católica, al quedar asumido el artículo 2 del
Concordato de 1851.
El Concordato de 1953 En 1950 se inició la etapa preparatoria del Concordato
de 1953, cuyo principio informador fundamental fue la
Al Concordato de 1953 se llegó tras una lenta y com- confesionalidad católica del Estado. El Concordato pudo
pleja negociación, iniciada prácticamente al final de la firmarse gracias a la nueva imagen que ofrecía España, ya
guerra. Los obstáculos no podían ser mayores: había aca- disipada o atenuada la imagen «fascistizada» de la España
bado una larga contienda de tres años, se entraba en otra de la década anterior gracias a la actuación exterior del mi-
de alcance mundial, de la que España se mantuvo libre, y nistro Martín Artajo, y gracias también a la aminorada «in-
se comenzaba la tarea de reconstruir una Europa destro- flación religiosa» de la vida oficial, según expresión del car-
zada. Bajo el aspecto religioso, había que recomponer una denal primado, Pía y Deniel.
España deshecha e instaurar un nuevo cauce de relaciones Del Concordato derivaron una serie de consecuencias
con la Iglesia. El anterior sistema religioso-político, estable- jurídicas, recogidas en las cláusulas concordatarias, de las
cido por el Concordato de 1851, se había dado por cadu- que unas las podemos calificar como favorables al Estado y
cado entre 1931 y 1941, sin que se hubiera hecho constan- otras, favorables a la Iglesia.
cia formal de su denuncia, ni por parte de la Santa Sede ni De la confesionalidad católica del Estado se derivaron
por parte de los diversos gobiernos españoles. en favor de la Iglesia:
¿Por qué el Concordato llegó tan tarde, catorce años — la protección oficial de la religión y de la Iglesia cató-
después de acabada la guerra, cuando las relaciones polí- lica;
tico-eclesiásticas no sufrieron ninguna dificultad impor- — la garantía de su personalidad y derechos inheren-
tante en esos años? tes;
El aspecto más desolador de España al terminar la gue- — la sanción de los días festivos religiosos;
rra era la orfandad en que se encontraban las diócesis, a la — la inviolabilidad de los lugares sagrados;
que se puso fin mediante el convenio de 1941, en virtud — el reconocimiento de un estatuto del clero, que lle-
del cual se fueron cubriendo ininterrumpidamente todas vaba consigo incompatibilidad de cargos civiles y del servi-
las sedes episcopales vacantes. Pero no se agota ahí la ex- cio militar;
cepcional importancia del mencionado convenio porque — el privilegio del fuero;
en él se definió, además, la posición que el Estado asumía — la protección del hábito religioso;
ante la Iglesia: el reconocimiento de la Religión Católica — el reconocimiento y dotación de sus centros formati-
como la única de la nación. No se hizo, es cierto, en forma vos;
directa, sino indirectamente al sancionar la vigencia del — el reconocimiento y prescripción de la forma canó-
Concordato de 1851 en sus primeros cuatro artículos. El nica del matrimonio para los católicos y de la competencia
Concordato de 1953 nada substancial innovó; tan solo res- de la autoridad eclesiástica sobre el mismo;
tringió el sentido del reconocimiento, suprimiendo la anti- — la enseñanza de la religión y conformidad a esta de
gua cláusula de «con exclusión de cualquier otro culto». toda la enseñanza en los centros docentes;
Los dos principios fundamentales del Concordato resulta- — la garantía de la asistencia religiosa y culto católico a
ron, por tanto, ya convenidos doce años antes. También, las Fuerzas Armadas y en los establecimientos públicos y
por el mismo convenio de 1941 quedó garantizada la ense- privados, y
— se siguieron también la dotación del culto y clero y
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subvenciones, así como exenciones de impuestos y contri-
dosos como la constitución Gaudium et Spes y el decreto so-
buciones.
bre libertad religiosa. La Iglesia tuvo que realizar en Es-
En pro del Estado se siguieron, de hecho, las siguientes paña un gran esfuerzo para enfrentarse con la opción de
consecuencias jurídicas: aceptar las enseñanzas de un concilio ecuménico, que para
— intervención en la organización personal de la Igle- ella representaba un giro radical en casi todos sus plantea-
sia (nombramientos para obispos y ministros sagrados) y mientos pastorales y en sus relaciones con el Estado y con
— en la organización territorial de la Iglesia (coinci- la comunidad política. Y aceptó este reto con valentía y con
dencia de los límites diocesanos con los provinciales -esto humildad, con la confianza puesta en Dios y con el deseo
se intentó, pero no se consiguió plenamente- y erección e de mantenerse fiel al Evangelio, al Papa y al Vaticano II.
innovación de parroquias a efectos económicos); El impacto del Concilio Vaticano II en la vida pública
— preces por la suprema magistratura de la nación. española, en su doble aspecto social y político, estuvo lleno
El Concordato fue tomado por algunos como una legi- de aparentes paradojas. En realidad, los españoles desem-
timación del Estado por parte de la Iglesia. En contrapar- peñaron un papel relativamente reducido en los trabajos
tida, se reconocía que el catolicismo y la Iglesia católica conciliares; sin embargo, en ningún otro país, el impacto
constituían el eje y la «piedra angular» del nuevo Estado. sobre el catolicismo del Vaticano II fue mayor. En gran me-
Junto a esto, el Estado protegía y facilitaba su ayuda a la la- dida, ese impacto derivó de haber sido las enseñanzas con-
bor de la Iglesia, ciliares recibidas de una peculiar manera y en un contexto
La firma de este Concordato no siguió a enfrentamien- que tenía unas características muy diferentes de las del
tos mutuos, ni respondió a necesidades perentorias mu- resto del mundo. Es muy posible que, para una parte de la
tuas. En este sentido constituyó una novedad en la historia sociedad española, el Concilio Vaticano II resultara una es-
de los Concordatos. ¿Qué supuso este Concordato? Para- pecie de procedimiento para romper la ligazón con el pa-
dójicamente no supuso el comienzo de una nueva etapa, sado y de ello derivara una mala interpretación del mismo.
sino el punto más alto de las buenas relaciones que comen- Parece, en todo caso, obvio que, así como para la mayor
zaron poco después a experimentar sus primeras dificulta- parte de los países católicos el Concilio Vaticano II fue un
des porque el final del pontificado de Pío XII en 1958 y el punto de llegada, en el caso español fue un punto de par-
Concilio Vaticano II (1962-65) erosionaron el espíritu y la tida. La máxima paradoja fue que, habiendo desempeñado
vigencia de hecho de este tipo de Concordato. La Iglesia, un papel absolutamente esencial el Vaticano II para la con-
que parecía haber conseguido todo lo que se proponía, co- figuración de la España actual, en realidad, este hecho no
menzó a interceder y a exigir en favor de otros sectores: las es fácilmente admitido por la mayor parte de quienes tra-
aspiraciones de las regiones, de los obreros, de los margi- tan de emitir un diagnóstico sobre la presente situación es-
nados, de los intelectuales, no atendidas por el mundo po- pañola. En efecto, si se examinan algunas de las versiones
lítico comenzaron a ser aceptadas y defendidas por la Igle- acerca de los motivos que facilitaron en España la transi-
sia, único órgano con poder y presencia en la sociedad ción de un sistema personal a uno democrático, el lector
española fuera de las instituciones políticas. puede quedar asombrado por la inexistencia de referen-
cias suficientes al papel de la Iglesia.
La declaración conciliar sobre la libertad religiosa sus-
Progresivo distanüamiento del Estado citó notable expectación en amplios sectores católicos en
España. Y esto se explica tanto si se tiene en cuenta el esta-
El lento proceso de transformación de la Iglesia alcanzó tuto jurídico español de las minorías no católicas, como el
madurez durante el Vaticano II con documentos tan nove- sistema de relaciones entre la Iglesia y el Estado, condicio-
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corrientes. La recién nacida Conferencia Episcopal Espa-
nado por el hecho histórico y sociológico de la unidad ca-
ñola trató de mantener un difícil equilibrio entre las dos
tólica. Los no católicos esperaron con fundamento la revi-
tendencias -los progresistas impacientes y los integristas
sión del ordenamiento jurídico que a ellos les afectaba en
nostálgicos- durante el primer decenio de su existencia,
cuanto a su libertad civil y social en materia religiosa, lle-
que coincidió con el último del Gobierno de Franco. Ella
vada a cabo con sensatez «conciliar» y espíritu ecuménico.
recogió en sus documentos las preocupaciones y las tensio-
Los católicos se interrogaron inquietos por el futuro de la
nes eclesiales y sociales de estos años.
confesionalidad del Estado español, proporcionada a las
Aunque la actitud del Episcopado fue muy clara,
exigencias conciliares, así como por las consecuencias que
pronto se vio que no era fácil introducir el espíritu conci-
podía tener para la comunidad de fieles católicos el desa-
liar entre los católicos y el clero, y sobre todo en los am-
rrollo del pluralismo religioso en un contexto de libertad
bientes políticos, a pesar de que la mayoría de los gober-
religiosa civil y social. En esta línea, preocupaba, sobre
nantes eran católicos practicantes. Los obispos precisaron
todo, el futuro de la unidad católica del pueblo español
las nuevas relaciones entre Iglesia y Estado, en un docu-
que, tanto a nivel teológico como pastoral, no podía por
mento muy polémico titulado La Iglesia y el orden temporal a
menos de ser considerada como un «valor religioso» y hu-
la luz del Concilio, que demostró el contraste existente entre
mano de primera categoría. El hecho es que para los espa-
una Iglesia que comenzaba a renovarse en su espíritu y en
ñoles la declaración conciliar sobre la libertad religiosa
sus estructuras y un sistema político agotado, porque era
apareció henchida no solo de implicaciones teológicas y
evidente que:
canónicas -que afectaron a la Iglesia universal-, sino tam-
— los obispos miraban al futuro con ilusión y espe-
bién de implicaciones pastorales, jurídicas e incluso políti-
ranza, mientras amplios sectores del catolicismo nacional
cas, muy características del contexto español.
permanecían anclados en el pasado;
En el Consejo de Ministros del 6 de diciembre de 1963,
— ni la doctrina conciliar ni las grandes encíclicas so-
cuando terminaba la segunda etapa conciliar, Franco mos-
ciales de Juan XXIII (Mater et Magistra y Pacem in terris) ha-
tró su preocupación por el cambio de actitud de la Jerar-
bían tenido en España la recepción que merecían;
quía católica respecto a la política estatal. El distancia-
— cuando terminó el Concilio, el Estado no estaba en
miento que ya se apreciaba entonces, se haría cada vez más
condiciones de seguir el ritmo de la Iglesia, como demos-
patente, sobre todo en la etapa del postconcilio. El dece-
traron muy pronto algunos incidentes intraeclesiales, que
nio comprendido entre el final del Concilio (1965) y la
tuvieron repercusión política y social, como la crisis de la
muerte de Franco (1975) estuvo caracterizado por una
Acción Católica (1967);
profunda crisis nacional y por un enfrentamiento cada vez
— urgía adaptar la legislación española al decreto con-
más marcado entre un Estado anquilosado e intolerante y
ciliar sobre la libertad religiosa;
una Iglesia promotora de un profundo proceso de renova-
— los frecuentes conflictos entre la Iglesia y el Estado a
ción, que sintonizaba con los sectores más sensibles y avan-
causa de la diversa interpretación que ambos daban a la doc-
zados de la sociedad.
trina social cuando se publicó el comunicado de la Confe-
El postconcilio provocó dos actitudes extremas:
rencia Episcopal sobre La Iglesia y los pobres (11 julio 1970),
— el inmobilismo y nostalgia del pasado, en unos, y
uno de los textos más críticos del postconcilio español;
— el exagerado e incontrolado deseo de innovaciones,
— la Asamblea Conjunta de Obispos y Sacerdotes
en otros.
(1971) había agudizado las tensiones.
Los obispos, inspirados por Pablo VI, juzgaron que esta
El Gobierno comenzó a desconfiar de la Jerarquía y a
situación sería muy peligrosa para España, como de hecho
ver con malos ojos los documentos de la Conferencia Epis-
lo fue, porque provocó enfrentamientos entre las diversas
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copal. Se llegó incluso, por parte del Gobierno, a dar inter- — el incidente protagonizado por el obispo de Bilbao,
pretaciones al Concilio incluso contra la propia Jerarquía, Antonio Añoveros, y
a la que no se le dio reconocimiento jurídico como Confe- — la mediación papal en las últimas y escandalosas sen-
rencia Episcopal e, incluso, se llegó a ignorarla, aprove- tencias de muerte.
chándose de algunas voces episcopales aisladas que pudie-
ron sonar a su favor. En una sociedad más intolerante que
pluralista, la Jerarquía adoptó una actitud muy discreta, in- Franco y la Iglesia
tentando una renovación moderada que resultaba estri-
dente en el contexto político y social inmovilista de los últi- Franco abogó siempre personalmente con benevolen-
mos años del franquismo. cia y discreción por la concordia en las relaciones Iglesia-
La evolución de la sociedad española había seguido su Estado. Podrían citarse muchos hechos significativos, pero
curso a la vez que se enfrentaban la Iglesia y el Estado y se quizá el mayor de todos ellos fue el del llamado «caso Año-
producían polémicas intraeclesiales. Los nuevos retos so- veros». El Gobierno de Arias Navarro tenía preparado un
ciales exigían nuevas respuestas pastorales. El Episcopado avión para expulsar de España al obispo de Bilbao y quería
entendió que no podía evangelizar a una sociedad que le declarar parsona no grata al nuncio Dadalio. Todo esto lo
fuera extraña, ni podía ofrecerle una reflexión serena de la deshizo Franco. El cardenal Tarancón elogió en numerosas
situación de la Iglesia, del sacerdote y del laico sin saber ocasiones, tanto en conferencias públicas como en progra-
cómo había vivido estos fuertes años de cambio y cuáles mas de Televisión y en diversos libros, tras la muerte del
eran sus interrogantes, sus luces y sombras. De ahí, la fre- general —incluidas sus Confesiones-, el amor a Dios y a Es-
paña de Franco, «a quien sinceramente queríamos y admi-
cuencia de documentos de la Conferencia Episcopal, sobre
rábamos». Franco tuvo una actitud constante de respeto a
todo, a partir de la Asamblea Conjunta de 1971, que anali-
la Iglesia, que le aconsejaba su conciencia de católico y su
zaban la realidad como premisa fundamental para la refle-
instinto político, y que le hizo rehuir siempre el enfrenta-
xión pastoral. Este análisis de la realidad social y eclesial
miento con el poder espiritual.
fue la base que originó una sana autocrítica eclesial, que
Cuando algunos sectores eclesiásticos comenzaron a
repercutió en la nueva actitud de la Iglesia ante la sociedad
promover el cambio político, la actitud de Franco hacia la
y el Estado. El talante conciliar, eminentemente pastoral,
Iglesia no varió. En su mensaje navideño de 1972 dijo:
había favorecido ya esta actitud que los obispos resumieron
«Nuestro Gobierno, acorde con los sentimientos católicos
en el primer documento emitido después del Concilio.
de la casi totalidad de los españoles, ha mantenido invaria-
En resumen, puede decirse que las relaciones entre el blemente a lo largo de más de siete lustros su actitud de
Gobierno español y la Santa Sede se fueron haciendo espe- respeto y cooperación hacia la Iglesia. Todo cuanto hemos
cialmente difíciles en los años posteriores al Concilio Vati- hecho y seguiremos haciendo en servicio de la Iglesia, lo
cano II, coincidentes con el proceso de deterioro y para- hacemos de acuerdo con lo que nuestra conciencia cris-
lelo endurecimiento de los poderes estatales, que no tiana nos dicta, sin buscar el aplauso ni siquiera el agrade-
contaba ya con la Iglesia sumisa, agradecida y colaboradora cimiento».
de sus primeros años y que se manifestó en los siguientes Hay que registrar también los frecuentes indultos espe-
hechos: ciales que concedió para complacer al Papa o, a petición
— la infructuosa renegociación del Concordato; de este, el primero de ellos con motivo del Año Santo
— la represión policial sobre personas e instituciones 1950. Aunque hay que decir que, en septiembre de 1975,
eclesiásticas; solo indultó a seis de los once condenados a muerte por

232 233
tribunales militares, acusados de haber cometido gravísi- — había salvado a la Iglesia de la persecución,
mos actos de terrorismo con muertes de funcionarios del — había acabado con la Guerra Civil,
Estado y otras personas; los otros cinco fueron ejecutados. — había devuelto la prosperidad a España y
Pero esto ocurrió, según testimonio del cardenal Taran- — había apoyado y defendido siempre a la Iglesia.
cón, porque no se permitió que Pablo VI hablara personal- Pero estos gestos de gratitud hacia la persona del gene-
mente con Franco: «Si Pablo VI habla con Franco, los in- ral no deben confundirse con un colaboracionismo polí-
dulta. ¡Claro que los indulta! Conociendo a Franco, eso tico de la Iglesia con el Estado.
está más claro que el agua». Al hablar de Franco, hay que saber distinguir precisa-
A raíz de las ejecuciones de septiembre de 1975, Franco mente el sistema político que alumbró, por el que tuvo po-
escribió una carta a Pablo VI pidiéndole perdón por no ha- deres extraordinarios, y su propia persona, que, junto a esa
ber podido acceder a su petición de clemencia porque ra- autoridad política excesiva, parecía estar también acompa-
zones graves de orden interior se lo impidieron. Pero escri- ñada de una real autoridad moral. Con respecto al sistema
bió en plan de sinceridad y humildad llamando padre al político que implantó hay que tener en cuenta que, aun-
Papa y manifestándose devoto hijo suyo, como siempre ha- que la literatura de la guerra y de la posguerra así como la
bía hecho. historiografía actual incluyen a la España de Franco entre
Pablo VI habló de Franco con elogio, reconociendo que las potencias fascistas, el sistema político español fue muy
«ha hecho mucho bien a España y le ha proporcionado una diverso del alemán y del italiano por lo menos en dos ca-
época de larguísima paz. Franco -añadió Pablo VI- merece racterísticas fundamentales: en mantener en el centro al
un final glorioso y un recuerdo lleno de gratitud». bloque de las fuerzas de derecha y en la constante fideli-
En realidad, Franco fue religioso e, incluso, creyó fir- dad a la premisa ideológica del «Estado católico».
memente en el favor directo del cielo para determinados Hay que considerar la España de Franco más como el
momentos críticos de la que él consideró siempre autén- fruto de una «revolución conservadora» que como el resul-
tica cruzada. Su habitual sentimiento religioso se puso de tado de una pertenencia al área ideológica fascista, de la
relieve en su emotivo testamento espiritual en el que mani- cual condividió algunos aspectos, sobre todo en sus prime-
festó su fe ante el inapelable juicio de Dios, como se ha di- ros años, pero se distanció de él en muchos otros. El Es-
cho. Con el paso del tiempo, también le juzgará la historia tado español fue confesional hasta la Constitución de
más objetiva y desapasionadamente. En su último mensaje 1978. Tras la Guerra Civil se instauró un sistema político
dirigido a los españoles y considerado como su testamento personal -que concluyó con la muerte de Franco en 1975-,
espiritual, hecho público tras su muerte, Franco dejó es- en el que las relaciones Iglesia-Estado no siempre estuvie-
crito: «Quiero vivir y morir como católico. En el nombre ron al mismo nivel. Para designarlas se ha empleado el tér-
de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser mino «nacionalcatolicismo», que tiene una carga general-
hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno voy a morir». Estas y mente negativa y despectiva.
otras muchas expresiones del mensaje fueron glosadas por El paso del área autoritaria al sistema democrático, a
los obispos en sus homilías de los funerales y resumidas través de una breve permanencia en el área conservadora,
por el cardenal Tarancón al decir que Franco era: «Una fi- pero ya insertada en las instituciones estatales con cierta
gura auténticamente excepcional que ha llenado casi ple- tendencia liberal, fue la demostración de que la línea ideal
namente una etapa larga -de casi cuarenta años- en nues- perseguida por su Gobierno no fue la del callejón sin sa-
tra Patria». lida de los fascismos, sino más bien la que llevó lentamente
De este modo, la Jerarquía española quiso dejar bien de un autoritarismo -ciertamente no exento de simpatías y
patente su gratitud al general que: de contactos con el fascismo internacional, aunque no

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coincidió con él en todo- al liberalismo democrático, a tra-
vés de una larga transición, que no repitió los horrores y día «muy bien la irritación y justa indignación que tiene
los errores de la Guerra Civil, y a través de una prudente que producir al Gobierno el comportamiento profunda-
tarea de apertura y modernización a la que no fueron ex- mente politizado de una parte de la Iglesia española». Ga-
traños los responsables de la Iglesia. rrigues recomendaba que se evitaran enfrentamientos con
Este paso o cambio de sistema político es lo que hoy se la Iglesia y que se buscara una armónica colaboración me-
llama «la transición». Pues bien, hay que decir que la apor- diante un entendimiento con el Papa.
tación de la Iglesia a la transición fue fundamental y, aun- También intervino el cardenal Tarancon, arzobispo de
que ha cristalizado ante la opinión pública solo en la figura Madrid y presidente de la CEE. En una carta, dirigida al mi-
del cardenal Tarancon y en unos acontecimientos muy nistro de Justicia en 1972, manifestaba su deseo de cordiali-
concretos, sin embargo fue un proceso amplio, complejo y dad en las relaciones Iglesia-Estado, pero lamentaba «ata-
positivo, que tuvo detrás la sensibilidad del Concilio Vati- ques directos a la Jerarquía en publicaciones que de algún
cano II y el impulso personal de Pablo VI. modo dependen de órganos del Gobierno»; la utilización de
La Iglesia tuvo que moverse durante el último decenio la agencia Cifra «para apoyar determinadas campañas 'reli-
de Franco entre estos dos fuegos y, por ello, el camino re- giosas', no pocas veces hostiles a la Conferencia Episcopal
sultó tan difícil, ya que era prácticamente imposible mante- Española o a muchos de sus miembros», y la manipulación y
ner la doble fidelidad: a Franco y al Vaticano II. En este mutilación de los discursos suyos y del nuncio.
sentido, la actitud del cardenal Tarancon resume quizá la En la reunión del Gobierno del 13 de junio de 1972 se
de la mayoría de los católicos españoles de entonces y sus acordó seguir la política de no enfrentarse con la Iglesia y
Confesiones nos lo demuestran. En ellas habla con respeto de hacerse respetar por el Vaticano, que, según Franco,
de Franco, le llama casi siempre «el Caudillo» y nunca usa daba «muestras de hostilidad». Algunos sectores políticos
el término «dictadura» para calificar su método personal. utilizaban a ciertos eclesiásticos para tomar «posiciones de
Además, se muestra muy lejano de los sectores más politi- futuro» ante su previsiblemente próximo fin.
zados y agresivos de la que podríamos llamar «izquierda El 4 de diciembre de aquel año, Franco cumplió 80 de
clerical» y condena, sin medios términos, los abusos y ex- edad. No hubo celebraciones oficiales. El Gobierno le feli-
tralimitaciones que se cometieron en homilías, asambleas, citó el día 7 aprovechando un Consejo de Ministros en el
reuniones, escritos, manifestaciones de aquellos años. Pero que el presidente Carrero Blanco pronunció estas palabras:
también se enfrentó con los sectores más «integristas» y, en «¿Es que alguien puede dudar de que, si hubiera perdido la
este sentido, la Asamblea Conjunta de 1971 marcó el mo- guerra, España no sería desde 1936 un país comunista? y
mento culminante de las tensiones intraeclesiales y consa- ¿acaso los países comunistas tienen independencia polí-
graron la división de la Iglesia en España. tica?». Se refirió también a la persecución religiosa y a la
ayuda que, en el orden material, había recibido la Iglesia
desde 1939, calculada en unos trescientos mil millones de
pesetas en construcción de templos, seminarios, centros de
El Estado contra la Iglesia caridad y enseñanza, sostenimiento del culto, etc. Y lamentó
que, «con el trascurso de los años, algunos, entre los que se
Para paliar las tensiones entre la Iglesia y el Estado en cuentan quienes por su condición y carácter menos debie-
los primeros años del postconcilio, el embajador ante la ran hacerlo, hayan olvidado esto, o no quieran recordarlos».
Santa Sede, Antonio Garrigues, dirigió una carta a Franco, Estas palabras provocaron la reacción de algunos miem-
en la que, tras felicitarle por los indultos en el proceso de bros del episcopado y demostraron el creciente deterioro
Burgos, hizo una breve reflexión afirmando que compren- de las relaciones entre un sector de la Jerarquía eclesiástica
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española y el Estado. De una postura de progresivo distan-
ciamiento se estaba llegando a una situación de tensión. El Preocupaba también al Gobierno el clima de tensión
ministro de Asuntos Exteriores, López Bravo, trató de de que la Iglesia parecía querer impregnar su relación con
convencer a los altos dignatarios de la Santa Sede, y al el Estado y acusaba a la Secretaría de Estado del Vaticano
mismo Pablo VI, de la peligrosa conducta de los obispos es- de alimentar prejuicios contra el sistema político español y
pañoles. Los intentos de negociar un nuevo Concordato, al de cultivar la imagen simplista de una Iglesia dificultada en
margen del Episcopado español, fracasaron rotundamente. su labor evangélica por su vinculación a un Estado «impo-
Franco no renunció al privilegio de presentación de obis- pular», del que debía desolidarizarse ostensiblemente. De
pos, y esto repercutió desfavorablemente en la marcha de
acuerdo con esta orientación, el nuevo Episcopado espa-
algunas diócesis españolas que estuvieron largo tiempo va-
cantes, pero ello contribuyó a distanciar más a muchos ca- ñol estaba siendo reclutado sistemáticamente entre secto-
tólicos del Estado. La reforma conciliar que en España tuvo res eclesiásticos hostiles al Gobierno. Esto, según el mismo
la mejor acogida, como se demostró en el campo de la litur- Gobierno, conduciría a una Jerarquía monocolor, nada re-
gia, navegó bajo todas estas tormentas que crearon confu- presentativa, obligada a tolerar excesos, empobrecedora y
sión en los fieles sencillos y ahondaron las divisiones políti- condicionadora de los canales de información de la Santa
cas entre el clero y aun entre los mismos obispos. Sede. Eran intolerables para el Gobierno las intervencio-
El Gobierno hizo patente a la Santa Sede su preocupa- nes de la Conferencia Episcopal Española en el terreno po-
ción porque, a su juicio, la Iglesia interfería en la vida polí- lítico, descendiendo al plano de las soluciones concretas a
tica española, mayoritariamente católica, porque eclesiásti- los problemas temporales. En particular, la mayoría de la
cos politizados abusaban de la tribuna de la Iglesia, Conferencia Episcopal:
actuaban a veces al servicio de grupos subversivos, sembra- — había apoyado las conclusiones contrarias al Estado
ban entre los fieles la desconfianza hacia sus autoridades
de la Asamblea Conjunta;
civiles y enfrentaban entre sí al pueblo católico. La colabo-
ración entre organizaciones católicas obreras y comunistas — había aceptado las ingerencias, algunas de ellas ca-
hacía que, en casi todos los conflictos laborales de inspira- lumniosas, de la Comisión «Justitia et Pax»;
ción política, aparecieran mezclados miembros de las «Co- — toleraba innumerables homilías de intención polí-
misiones obreras» y sacerdotes que respaldaban dichas or- tica, que fomentaban el rencor, la rebeldía y el desorden;
ganizaciones con escritos, gestiones ante la autoridad civil, — favorecía una política de denegación sistemática de
organización de colectas y, en ocasiones, con el pago de autorizaciones para procesar a eclesiásticos presuntos auto-
multas y socorros a huelguistas con cargo a los fondos de res o cómplices de delitos tipificados, incluidos en el Có-
«Caritas» diocesanas. digo Penal, habiéndose dado 84 casos de denegación en
Existían vinculaciones notorias de ciertos grupos ecle- cinco años.
siales con la agitación separatista vasca y catalana, temas de Creía el Gobierno que la situación descrita no
una problemática compleja. Elementos revolucionarios tra- era buena ni para la Iglesia ni para el Estado. Pero, a falta
taron de utilizar estas cuestiones para levantar banderas de
subversión al servicio de intereses extraños al país. Sola- de otro instrumento mejor, se veía obligado a aplicar
mente una exigua minoría de la población local les siguió el Concordato vigente, por imperfecto que fuera, con la
pero algunos grupos de sacerdotes vascos y catalanes se seriedad máxima. Por ello expresaba su pesar por las reite-
vincularon oficialmente a estos movimientos, amparándo- radas transgresiones a las estipulaciones concordatarias. Al-
los y fomentándolos. gunas de estas acusaciones del Gobierno eran completa-
mente falsas; otras verdaderas, pero exageradas.
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La Iglesia, precursora de la Transición difícil transición política y llevó el enfrentamiento con la
Para el Episcopado, en enero de 1973, había llegado la Iglesia a situaciones increíbles.
hora de fijar su posición respecto a los derechos humanos, Por esas fechas resultaba casi evidente a la inmensa ma-
tan conculcados en España, y a las relaciones de la Iglesia yoría de los españoles:
con la comunidad política. Se había celebrado en Roma el — que el distanciamiento entre el Gobierno y la Jerar-
convenio eclesial sobre las esperanzas de justicia y caridad quía de la Iglesia no se hubiera podido evitar sin que la
y las citas que hicieron los obispos de aquel documento Iglesia se hubiera apartado de los intereses, derechos y li-
publicado por la diócesis del Papa, con la aprobación ex- bertades del pueblo, que el Vaticano II había reconocido
plícita de Pablo VI, molestaron especialmente al Gobierno como parte del Evangelio;
de Carrero Blanco. El confusionismo existente entre los — que entre un Estado injusto, incapaz de encauzar las
católicos agravado por la lenta agonía de Franco obligaba aspiraciones de la sociedad española y las fuerzas progresis-
a los obispos a hablar. Las diversas posturas o actitudes de tas revolucionarias, que desde espacios también eclesiales
los católicos quedaron resumidas por los obispos en estos amenazaban con la ruptura violenta, la Jerarquía y la ma-
términos: yoría de los sacerdotes apoyaban la moderación, es decir,
el camino de la reforma política pacífica;
— unos estaban dispuestos a admitir la intervención
de la Iglesia en el orden temporal, siempre que sirviera — que la fórmula que la Jerarquía ofrecía para las rela-
para justificar el sistema económico, social o político ciones entre la Iglesia y el Estado fue la que se contiene en
la constitución conciliar Gaudium et Spes: autonomía e
existente;
independencia de la Iglesia y la Comunidad Política, cada
— otros postulaban la intervención de la Iglesia en fa-
una en su propio campo, sana colaboración entre ambas
vor de una política partidista de oposición a la establecida;
para el mejor servicio a la vocación personal y social del
— había quienes propugnan la abstención total de la hombre.
Iglesia en estas materias, y acusaban a los obispos y sacer-
Los acontecimientos de los dos meses anteriores a la
dotes de salir de su misión siempre que, en sus enseñanzas,
muerte de Franco demostraron que la ruptura del Estado
hicieran referencia a determinadas situaciones;
con la Iglesia era total. Pablo VI, que había intervenido en
— algunos concedían a la Jerarquía el derecho a predi- diversas ocasiones en favor de personas injustamente san-
car principios muy generales, pero le negaban autoridad cionadas por motivos políticos -como él mismo reveló al fi-
para enjuiciar situaciones concretas a la luz de aquellos nal de la audiencia del 27 de septiembre-, intentó una ac-
principios. ción personal ante Franco para pedir clemencia por los
El trienio 1973-1975, caracterizado por el estanca- condenados a muerte, pero no lo consiguió. El Papa y los
miento político, fue también el más conflictivo para la Igle- obispos deseaban que el Estado diera un signo de humani-
sia española. Franco había nombrado presidente del Go- dad aplicando la justicia con equidad, pero evitando la
bierno al almirante Carrero Blanco, su colaborador más pena de muerte, porque provocaría nuevas violencias.
fiel, identificado con el continuismo y con las ideas polí- Todo fue inútil.
tico-religiosas de los grupos más integristas. El almirante
El Estado, nacido con bendiciones episcopales, que ins-
fue asesinado el 20 diciembre 1973. En enero de 1974 piró su legislación en la doctrina de la Iglesia católica, mu-
tomó posesión de la presidencia de Gobierno Carlos Arias rió el 20 de noviembre de 1975 con el fallecimiento del ge-
Navarro, con quien el Ejército y los incondicionales a neral enfrentado con la mayoría de las fuerzas sociales y
Franco se sentían seguros, pero que, en sus dos años y me- con amplios sectores de la misma Iglesia, cuyos obispos ha-
dio de mandato, demostró incapacidad para conducir la bían prudentemente intentado, en su mayoría, aplicar la
240 241
No puede negarse que el cambio cultural y social ocu-
doctrina conciliar, señalando un camino de reforma y evo- rrido en la Iglesia a lo largo del siglo xx fue consecuencia
lución pacífica. Y esta contradicción dentro del mismo Es- del declive del dominio y control que ella tradicional-
tado no fue percibida por los mismos gobernantes, con- mente tuvo en la sociedad española. El proceso de cambio
vencidos por la minoría integrista de eclesiásticos, entre los que tuvo lugar en la identidad católica comenzó en la dé-
que se contaba algún obispo, de que la línea predomi- cada de los cincuenta cuando se fue pasando de la apolo-
nante en el Episcopado no era compartida por la Santa gética al compromiso.
Sede. Pero esta «contrarreforma» anticonciliar, que acabó Después de la guerra, las relaciones entre el catolicismo
por desacreditar a los gobernantes de la nación, convirtió a y la sociedad española se pueden agrupar en cuatro gran-
la Jerarquía eclesiástica en arbitro moderador de la transi-
des etapas que recogen buena parte de las cuatro décadas
ción política, en un grado tal que ella nunca había preten-
dido. de Franco y los primeros cuatro años de la Transición de-
mocrática y constitucional:
— 1939-1953: comienza con el final de la guerra el 1 de
abril de 1939 y termina en el verano de 1953;
Consideraciones finales
— 1953-1965: se inicia con la firma del Concordato en-
Lejos de cualquier interpretación maniquea de la histo- tre España y la Santa Sede (25 agosto 1953), y finaliza con
ria hay que decir que la Iglesia no fue globalmente inmovi- la clausura del Concilio Vaticano II (8 diciembre 1965);
lista durante aquellos cuaranta años, como demostraron al- — 1965-1975: se abre con el inicio de la etapa posconci-
gunos hechos concretos: liar y se cierra el 20 de noviembre de 1975 con la muerte
— las pastorales de Tarancón, en los años cincuenta, del general Franco;
siendo obispo de Solsona; — 1975-1979: se inicia con la homilía del cardenal Ta-
— las inquietudes de algunos intelectuales católicos y rancón ante el Rey, en noviembre de 1975, y se cierra con
las «Conversaciones católicas de Credos»; el intercambio de instrumentos de ratificación de los
— los movimientos obreros de Acción Católica, «semi- Acuerdos Parciales entre la Santa Sede y el gobierno espa-
llero de izquierdismo», como se decía entonces; ñol, en diciembre de 1979.
— la aplicación del Concilio Vaticano II; En la primera y segunda etapas hubo un apoyo del fac-
— las luchas estudiantiles, inspiradas muchas de ellas tor religioso al Estado creado por Franco (con el punto
en movimientos católicos; culminante de la firma del Concordato de 1953), pero se
— el compromiso social y político de algunos clérigos pasó después a progresivo desenganche del sistema a me-
que daban protección a la resistencia contra el Estado y dida que nos acercamos a la muerte de Franco y al adveni-
que participaron activa y militantemente en ella; miento de la Monarquía constitucional.
— y algún obispo «maldito». En menos de veinte años, desde 1965, la Iglesia reali-
Todo estos hechos y muchos más fueron fermento de zó en España el cambio más importante de su historia y uno
transformación social a pesar de las dificultades que opuso de los más espectaculares en la historia de la Iglesia univer-
el Estado. De la Iglesia de cruzada y triunfalista se pasó a sal. Fue un cambio interno, es decir, religioso, pero tuvo sen-
una Iglesia de la contestación para desembocar en la Igle- sacionales consecuencias políticas, y no porque la Iglesia hi-
sia reconciliadora, en cuya forja colaboró un gran sector
ciera política, sino precisamente porque no la hizo.
del clero. A medida que la Iglesia iba perdiendo peso e in-
fluencia ideológica en la sociedad, ganaba en credibilidad, Surgió entonces la autocrítica religiosa: el movimiento
modernidad y tolerancia. de quienes, en una época de triunfalismo general, intenta-
ron descubrir la verdad religiosa de España. Se constató con
242
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datos reales el nivel d e descristianización e n q u e se encon- de la Iglesia en España», dirigida p o r R. GARCÍA VILLOSLADA
traba la sociedad española. La Iglesia católica sufría en Es- (Madrid, BAC, 1979), p p . 665-714; visiones muy discutibles
p a ñ a u n a grave e n f e r m e d a d p o r q u e la fe se vivía de forma .sobre temas concretos son las de J. GUERRA CAMPOS, La Igle-
pasiva e indiferente y al margen d e toda vivencia comunita- sia en España (1936-1975). Síntesis histórica: Boletín Oficial
ria. Por ello, e n los años 60 surgieron u n a serie d e g r u p o s del Obispado d e C u e n c a n a 5, mayo 1986, p p . 101-195; R.
de cristianos q u e p u s i e r o n e n m a r c h a nuevas formas d e GÓMEZ PÉREZ, El Franquismo y la Iglesia (Madrid, Rialp,
evangelización: el c a t e c u m e n a d o diocesano, las comunida- 1986; u n a síntesis d e los temas f u n d a m e n t a l e s es la q u e
des populares y las comunidades neocatecumenales. ofrezco e n la p r i m e r a p a r t e d e m i ensayo ¿España neopa-
Fue t r e m e n d o el impacto del Concilio Vaticano II sobre gana? (Valencia, Edicep, 1991), titulada La Iglesia en la es-
la Iglesia y la sociedad españolas al q u e d a r afectada d e lleno paña de antes..., p p . 29-75, y e n el capítulo Spagna d e mi li-
la «pastoral d e autoridad» q u e debía c e d e r el lugar a u n a b r o La Chiesa nellEuropa contemporánea. Saggio storico dal
«pastoral d e fraternidad». El Concilio explicó los conceptos 1945 ad oggi (Milán, Ed. Paoline, 1992); A. MOLINER PRADA,
eclesiológicos d e «sociedad perfecta» y d e «sacramento d e La Iglesia española y el primer franquismo: Hispania Sacra 45
salvación», contrapuesto al primero; así como los de «Reino (1993) 241-362, analiza las causas q u e llevaron a la Iglesia
de Dios» y «evangelización» y su función práctica en la vida española a apoyar el alzamiento nacional d e 1936 y la justi-
de la Iglesia, e n especial e n su relación con la sociedad civil. ficación ideológica de la guerra como cruzada; a continua-
Mientras q u e el concepto d e Iglesia del Vaticano I procedía ción estudia las bases ideológicas d e l n u e v o Estado, defi-
de la realidad sociopolítica, el Vaticano II describió a la Igle- n i d o p o r el nacionalcatolicismo, y la legislación estatal
sia con la imagen bíblica d e «Pueblo d e Dios». hasta 1940 con respecto a la Iglesia; tratan también el tema
El impacto del Concilio fue muy directo y fundamental S. PETSCHEN, La Iglesia en la época de Franco (Madrid 1977),
sobre las organizaciones y movimientos d e apostolado se- F. URBINA y otros, Iglesia y Sociedad en España. 1939-1977
glar católico y en las organizaciones estudiantiles y obreras, (Madrid, Popular, 1977), J. J. Ruiz-Rico, El papel político de
q u e c r e a r o n la oposición i n t e r n a al sistema y el adveni- la Iglesia católica en la España de Franco (1936-1971) (Madrid,
m i e n t o pacífico d e la democracia. U n o s y otros p r o c e d í a n Tecnos, 1977), R. DÍAZ SALAZAR, Iglesia, dictadura y democra-
en gran m e d i d a d e las asociaciones católicas, d e tal m o d o cia. Catolicismo y Sociedad en España (1953-1979) (Madrid,
que en ellas surgió en gran parte la clase dirigente d e la Es- H O A C , 1981), G. H E R M E T , Les catholiques dans VEspagne
p a ñ a actual. P o r t o d o ello, es d e justicia r e c o n o c e r q u e la franquiste (París 1980-81), 2 vol., J. RUIZ-GIMÉNEZ (ed.), Igle-
Iglesia católica h a sido u n a de las instituciones q u e con ma- sia, Estado y Sociedad en España. 1930-1982 (Barcelona, Ar-
yor e m p e ñ o h a n posibilitado la instauración d e la democra- gos Vergara, 1984); R. BLÁZQUEZ, La traición de los clérigos en
cia, el m a n t e n i m i e n t o del pluralismo político d e forma pa- la España de Franco. Crónica de una intolerancia (1936-1975)
cífica y h a promovido la integración de todos los españoles, (Madrid, Trotta, 1991); J. M. MARGENAT, El factor católico en
archivando violencias, resentimientos, querellas y a ñ o r a n - la construcción del consenso del nuevo Estado franquista (1936-
zas. 1937) (Madrid, Univ. Complutense, 1991).
Sobre las relaciones Iglesia-Estado, cfr AA. W , Iglesia y
comunidad política (Salamanca, Universidad Pontificia,
Bibliografía esencial comentada 1974); Problemas entre Iglesia y Estado. Vías de solución en Dere-
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Sobre la situación g e n e r a l del p e r í o d o ofrece u n a Univ. Comillas, 1978); F. VERBERA ALBIÑANA, E, Conflictos en-
b u e n a síntesis: J. L. ORTEGA, La Iglesia española desde 1939 tre la Iglesia y el Estado en España. La revista «Ecclesia» entre
hasta 1976. Resumen cronológico, e n el vol. V d e la «Historia 1941 y I 9 4 5 ( P a m p l o n a , Eunsa, 1995). En mi Pablo VI y Es-

244 245
paña. Fidelidad, renovación y crisis (1963-1978) (Madrid,
1969; A. BOTTI, Cielo y dinero. El nacionalcatolicismo en España
BAC, 1997) aporto mucha bibliografía y una documenta- (1881-1975) (Madrid, Alianza, 1992).
ción, en parte inédita, que documenta la concordia, pero Sobre el Concordato de 1953, cfr I. MARTÍN, El Concor-
también las tensiones Iglesia-Estado. dato de 1953 (Madrid 1956); E. F. REGATILLO, El Concordato
Sobre las relaciones con la Santa Sede, cfr Má L. RODRÍ- español de 1953 (Santander, Sal Terrae, 1961); A.
GUEZ AISA, El cardenal Goma y la guerra de España (Madrid, BERNÁRDEZ, Legislación eclesiástica del Estado (1938-1964)
C.S.I.C., 1981); A. MARQUINA, La diplomacia vaticana y la Es- (Madrid, Tecnos, 1965).
paña de Franco (1936-1945) (Madrid, C.S.I.C, 1982); y mi
monografía, con otros autores, encabezados por F. GUAL-
DRINI, // cardinale Gaetano Cicognani (1881-1962). Note per
una biografía (Roma, Studium, 1983), pp. 163-233. Mere-
cen atención, por los datos que aportan, las obras L. LÓPEZ
RODÓ, Testimonio de una política de Estado (Barcelona, Pla-
neta, 1987); ID., Memorias. I [1956-1965] (Barcelona, Plaza
y Janes, 1990); ID., Memorias. II. Años decisivos [1966-1969]
(Ibíd. 1991); ID., Memorias. III. El principio del fin [1970-
1973] (Ibíd. 1992). Estas memorias están avaladas con nu-
merosos, muy interesantes e inéditos documentos, como la
correspondencia epistolar entre Pablo VI y Franco y los
máximos responsables de la diplomacia vaticana y el autor.
También son interesantes para los primeros años del
nuevo Estado, cfr V. ENRIQUE YTARANCÓN, Recuerdos de ju-
ventud (Barcelona, Grijalbo, 1984) y j . IRIBARREN, Papeles y
memorias. Medio siglo de relaciones Iglesia-Estado en España
(1936-1986) (Madrid, BAC, 1992). Tras la muerte del car-
denal Tarancón se publicaron sus Confesiones (Madrid,
PPC, 1996). A pesar del título se trata, en realidad, de unas
memorias, porque tiene todas las características de las mis-
mas, aunque decepcionantes por sus muchas lagunas sobre
cuestiones fundamentales y, aunque aporta datos ciertos,
no lo dice todo y es necesario compulsar muchas de las
afirmaciones con lo que piensan personas que aún viven y
quizá discreparon con fundamento del autor, sencilla-
mente porque veían las cosas de otra forma.
Sobre otros temas de este capítulo: A. L. ORENSANZ, Reli-
giosidad popular española (1940-1965) (Madrid, Ed. Na-
cional, 1974); J. TUSELL, Franco y los católicos. La política inte-
rior española entre 1945 y 1957 (Madrid, Alianza, 1984); R.
BAYOD SERRAT, Iglesia y sindicatos en España, Madrid, Reus,

246
247
Capítulo Vil
DEMOCRACIA (1975-2000)

Ideas fundamentales

— La valiosa y decisiva aportación de la Iglesia a la Transi-


ción está siendo sistemáticamente ignorada por los historiadores.
— Ocultan o no valoran suficientemente el papel desempeñado
por los católicos de los movimientos de Acción Católica favorables
a la creación de una cultura moderna, a la aceptación de la demo-
cracia y ala paz social.
— Ignoran la importancia de la Transición de la Iglesia, que
fue anterior a la política.
— Y la participación activa de la Jerarquía en el proceso del
cambio, centrada en el protagonismo del cardenal Tarancón.
— Aunque algunos exageran su personalidad y sus actuacio-
nes cuando, en realidad, no fue más que el ejecutor de cuanto le
sugería Pablo VI, que fue el auténtico motor de la Transición de la
Iglesia en España, secundado con entusiasmo por la mayoría de
los obispos, sacerdotes y católicos.
— Quienes se resistieron al cambio fueron una minoría, cada
vez menos representativa, en los ámbitos eclesiales: apenas media
docena de obispos, un reducido sector integrista del clero y los cató-
licos aferrados a la historia pasada.
— Desde finales de 1975, tras la instauración de la monar-
quía democrática, la Iglesia tuvo que relacionarse con un Estado
aconfesional.
— La Constitución vigente regula la libertad religiosa no solo
desde una perspectiva individual, sino que también la contempla
desde una dimensión social.
— Los cinco Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español,
el de 1976, y los cuatro de 1979, así como la Constitución de

249
1978 y de la Ley de Libertad religiosa de 1980, constituyen la base
— Los obispos denunciaron que la situación española estaba
legal del actual sistema político-religioso español.
sostenida por un secularismo laicizante.
— Los Acuerdos no consagran el Estado confesional.
— Todos conocemos el trágico balance de seculanzación vivida
— Después de las elecciones de 1982, con el Partido Socialista
por el clero, religiosos y simples fieles en España como en la cris-
en el poder, se suscitaron una sene de tensiones Iglesia-Gobierno en tiandad entera en las últimas décadas.
dos frentes fundamentales: el aborto y la enseñanza. — Pero el Episcopado se ha ocupado de esta situación para en-
— Los socialistas, cuando estuvieron en el Gobierno, parecían cauzar los movimientos, corregir los desvíos, alentar los espíritus,
estar convencidos de que el control absoluto de los resortes del poder movilizar las masas católicas y a todos inyectarles el espíntu de re-
les permitiría, si no conseguir la victoria final, sí, por lo menos, novación espiritual, deseado por el Vaticano IIy Pablo VI.
hacer un daño inmenso a la comunidad católica atacando las — Y para no quedarse en meras teorías, baja a la práctica
esencias de las tradiciones religiosas y los sentimientos espirituales pastoral recordando los mensajes del Papa Juan Pablo II en sus
del pueblo. viajes apostólicos a España y en las visitas «ad limina» y fijando
— En sus relaciones oficiales no quisieron conflictos con la unos criterios o líneas de acción fundamentales que sean cauces de
Iglesia. la organización y acción pastoral en las diversas diócesis y activi-
— Más bien intentaron fomentar unas buenas relaciones for- dades pastorales
males, jurídicas, incluso personales y sociales de cara a la opinión
pública.
— Pero, a la hora de la verdad, no le dieron ninguna belige- Introducción
rancia a la Iglesia.
— Se mostraron también reacios a mencionar oficialmente a la En las tres últimas décadas del siglo xx, la sociedad es-
Iglesia, incluso cuando era inevitable. pañola experimentó cambios muy radicales. Estos fueron
— La Iglesia deseaba que sus relaciones con el Gobierno socia- tan rápidos y extensos, que se puede decir que nuestra so-
lista se desarrollaran según los pnncipios establecidos en la Cons- ciedad actual resulta, en su conjunto, más discontinua con
titución y en los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede respecto a la España de 1970 de lo que esta pudo serlo con
— Pero muy pronto comenzaron a percatarse los católicos de respecto a la de comienzos de siglo.
que la situación cambiaba sensiblemente hacia una erosión de los La evolución política de los tres últimos decenios ha
valores tradicionales del pueblo español. planteado nuevos problemas a la Iglesia, pues, mientras al-
— Dos comentes existentes en el seno del Gobierno representa- gunos católicos políticos querrían contar con el apoyo de
ban la voluntad de entendimiento con la Iglesia y la tradición lai- una Iglesia claramente sancionadora desde instancias reli-
cista del Partido Socialista. giosas de sus propias opciones y estrategias políticas, otros
la acusan de ser antidemocrática cuando, en nombre de la
— La política del PSOE en relación con las materias morales y
moral católica o del patrimonio ético común, critica deci-
religiosas no respondió al ideal de un Estado moderno y democrá-
siones del Gobierno. En unos y en otros sigue pesando la
tico, sino más bien al de un estado autoritario e intervencionista.
memoria histórica. Los primeros querían que la Iglesia se
— La aplicación comenzó a ser conflictiva apenas el PSOE organizara frente al Gobierno socialista, cuando este ata-
llegó al poder porque, mediante ella, este partido intentó limitar la caba sistemáticamente los tradicionales valores religiosos
acción de la Iglesia católica. del pueblo y de la cultura española o contra el gobierno
— En la España de los años 80 y primera mitad de los 90 se del Partido Popular porque no acaba de dar cumplimiento
intentó acabar a rajatabla con la educación religiosa tradicional a los acuerdos con la Santa Sede, que tienen valor de
del pueblo español. acuerdos internacionales. En general, los políticos se mo-

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lestan cuando la Jerarquía interviene para manifestar su ciones contraídas por el Estado al suscribir los acuerdos
disconformidad con la inicua legislación sobre el aborto, con la Santa Sede, en primer lugar, y, en su caso, de los
contra la introducción de la pildora abortiva RU-486 o acuerdos que ha celebrado el Estado central con la Confe-
contra las discriminaciones y limitaciones de la libertad de rencia Episcopal sobre materias concretas.
enseñanza.
La Iglesia busca el equilibrio entre ambos extremos y
los obispos intervienen sobre asuntos temporales cuando La Iglesia durante la Transición
estos tienen que ser iluminados desde la fe o cuando se in-
terfieren con los valores del Reino de Dios, lo cual ocurre El paso del gobierno personal de Franco a la España
con mucha frecuencia. Esto obliga a que los obispos se democrática, con el rey al frente del Estado, que encarna y
pronuncien sobre cuestiones conflictivas o de carácter po- representa la monarquía constitucional, es lo que se llama
lítico, tratándolas con la máxima prudencia para evitar la «Transición». Tras la muerte de Franco quedaron unas
afirmaciones que dividan y que puedan ser discutibles por Leyes Fundamentales, se instauró una monarquía y perma-
no estar apoyadas estrictamente en el Evangelio. necieron las instituciones que él había creado. La entrada
La Iglesia respeta escrupulosamente, en sus relaciones de don Juan Carlos I de Borbón, proclamado rey el 22 de
con el Estado, los acuerdos que este firmó con la Santa noviembre de 1975, abría nuevas esperanzas a la España
Sede y tienen valor de tratados internacionales, cosa que postconciliar. Así lo planteó el cardenal Tarancón en la ho-
no siempre hace el Gobierno: el del 28 de julio de 1976 so- milía del solemne acto religioso de acción de gracias en la
bre los nombramientos de obispos y los firmados el 3 de madrileña iglesia de San Jerónimo. En ella recordó a la su-
enero de 1979 (asuntos jurídicos, enseñanza y asuntos cul- prema autoridad del Estado los principios éticos de un or-
turales, asuntos económicos y asistencia religiosa a las Fuer- den nuevo, los valores tradicionales del pueblo español y la
zas Armadas), así como los dos, de octubre de 1980, prepa- voluntad de respeto, y a la vez de independencia, por parte
rados por las Comisiones mixtas de asuntos económicos y de la Iglesia con respecto a la nueva etapa política, en la
de patrimonio artístico. Y, además, los acuerdos entre las que no pediría privilegios ni legitimaría ninguna opción
comunidades autónomas y las diócesis o provincias ecle- política, ni permitiría que partido alguno se sirviera de la
siásticas españolas, ya que los acuerdos entre los entes ecle- Iglesia para sus propios intereses.
siásticos y las comunidades autónomas se encuadran den- La Iglesia le pidió a donjuán Carlos:
tro del sistema español del Estado de las autonomías, — que fuera el rey de todos los españoles,
establecido por la Constitución de 1978, en virtud del cual, — que se restablecieran estructuras políticas y jurídicas
de acuerdo con las previsiones de los distintos estatutos de que favorecieran la participación ciudadana,
las comunidades autónomas, se han traspasado a estas — que se respetaran los derechos humanos.
competencias en distintas materias, que pueden ser de ca- La homilía fue, además, una invitación solemne de la
rácter legislativo o solo de ejecución. Iglesia a la concordia nacional.
En las relaciones con las diócesis o provincias eclesiásti- Se cerraba, pues, una época histórica donde las relacio-
cas confluyen, por tanto, dos aspectos del sistema español: nes Iglesia-Estado se habían caracterizado por una tensión
— de una parte, el reconocimiento a las comunidades constante y se abría a un tipo de relaciones normalizadas,
como administraciones públicas, que son sujetos de dere- con un mayor deseo de convivir en una sana independen-
cho de un ámbito material en el que actúan como poder cia y colaboración, como resaltaron los mismos obispos en
público; los primeros documentos de aquellos años.
— de otra, la proyección en este ámbito de las obliga- El Gobierno presidido por Carlos Arias Navarro siguió

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una línea continuista, poco aceptada por una sociedad ligiosa no solo desde una perspectiva individual, sino tam-
que, mayoritariamente, ya no se identificaba con el régi- bién desde una dimensión social. Los cinco acuerdos entre
men anterior. En junio de 1976 fue nombrado presidente la Santa Sede y el Estado Español, el de 1976 y los cuatro
del Gobierno Adolfo Suárez, quien pactó la reforma polí- de 1979, así como la Constitución de 1978 y la Ley de Li-
tica y la ruptura con el pasado con todos los grupos políti- bertad religiosa de 1980, constituyen la base legal del ac-
cos, mediante una Ley para la Reforma Política, innovadora y tual sistema político-religioso español.
constitucional a la vez. El 15 de diciembre del mismo año, En el año 1979, los españoles fueron convocados por
el 77,4% de los españoles, convocados en Referéndum, ra- dos veces para acudir a las urnas. En marzo tuvieron lugar
tificaron mayoritariamente el proceso de reforma política unas nuevas elecciones legislativas, y, en abril, se realizaron
que se abría hacia una transición democrática. Durante los las municipales. Después de las legislativas, UCD, el par-
meses siguientes, con la legalización de los distintos parti- tido del Gobierno, parecía más fortalecido. Sin embargo,
dos, incluido el comunista, se vivió la euforia de la política, las distintas tendencias presentes en el interior de esta for-
y a la vez el desconcierto, entre gran parte del electorado. mación, el afán de protagonismo, las intrigas intestinas, las
Las primeras elecciones democráticas, del 15 de junio de diversas concepciones de la sociedad y de la política, el
1977, dieron el triunfo a la Unión de Centro Democrático siempre difícil equilibrio de un partido de centro, los retos
(UCD). Siguieron en número de votos el Partido Socialista a que debía responder en una sociedad española acosada
Obrero Español (PSOE), el Partido Comunista de España por la crisis económica y el paro, fueron algunas de las cau-
(PCE) y Alianza Popular (AP). Admitida la libertad de sin- sas de su fracaso.
dicación, en 1978 tuvo lugar una primera confrontación Se discutía en las Cortes la investidura del nuevo presi-
entre las diversas organizaciones sindicales. dente de Gobierno cuando la sesión fue interrumpida, el
El 31 de octubre de 1978, las Cortes aprobaron la Cons- 23 de febrero de 1981, por la irrupción de un grupo ar-
titución Española, que fue ratificada por el refrendo popular mado de oficiales de la Guardia Civil en el Congreso de los
del 6 de diciembre de 1978, aunque contestada por algu- Diputados. Este intento de golpe de Estado fue un fuerte
nas formaciones políticas y por varias provincias españolas. aldabonazo a la conciencia de muchos españoles que vie-
La Constitución introdujo innovaciones importantes, ron en este hecho, a la vez que el peligro de posturas invo-
como la no confesionalidad del Estado y la libertad reli- lucionistas, un estímulo para la participación en la vida po-
giosa. Estableció la mayoría de edad a los 18 años, afirmó lítica. A ello también contribuyó el proceso autonómico,
la plena igualdad jurídica del hombre y de la mujer a la con la aprobación por la Cortes, en octubre de 1979, de di-
hora de contraer matrimonio e indicó que la ley regularía versos estatutos de autonomía, y las elecciones, en el mes
las formas de matrimonio, la edad y capacidad para de marzo de 1980, al Parlamento Vasco y Catalán. De todo
contraerlo, los derechos y deberes de los cónyuges, las cau- lo que antecede se puede concluir que, al comienzo de los
sas de separación y disolución y sus efectos. El artículo 16 años 80, se asentaba la democracia nacida de un amplí-
de la Constitución de 1978 vela por el respeto de la reli- simo consenso popular. Siendo presidente de Gobierno
gión, dentro de la sección primera dedicada a los derechos Leopoldo Calvo Sotelo, España fue admitida en la OTAN y
fundamentales y a las libertades públicas. En el punto ter- vio la luz la llamada Ley de Divorcio, aprobada en 1981.
cero del mismo artículo se dice que «los poderes públicos Este trabajo legislativo, que adentró a España en el es-
tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad es- tilo de democracia europea, se realizó en un ámbito social
pañola y mantendrán las consiguientes relaciones de coo- crispado por la crisis económica. Los últimos años del go-
peración con la Iglesia Católica y las demás confesiones». bierno se caracterizaron por un crecimiento económico
De este modo, la Constitución vigente regula la libertad re- basado, fundamentalmente, en la existencia de una mano

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de obra barata, disponibilidad abundante de energía y situación en el poder. El juego democrático durante la
apertura de nuevos mercados. Gran número de españoles etapa socialista fue normal en España, aunque las relacio-
se fue incorporando al mundo laboral merced a las gran- nes Iglesia-Estado con frecuencia se vieron afectadas por
des migraciones internas y la exportación de mano de obra acusaciones mutuas de «nacionalcatolicismo» o «gali-
a países extranjeros, significando un desplazamiento de la calismo» camuflado, confundiéndose con frecuencia «es-
fuerza productiva del sector primario -el campo y la agri- tado laico» con laicismo» y «aconfesionalidad» con anticle-
cultura- al sector secundario - d e modo especial, la cons- ricalismo y hostilidad a la Iglesia.
trucción y la industria- y, más tarde, al terciario -comercio Las mayores dificultades para la Iglesia provinieron de
y servicios-. La incorporación a los procesos productivos la actitud que mantuvo el PSOE durante los trece largos
de una tecnología comenzó a reducir sensiblemente los años de su gobierno (1982-1996), pues los socialista fue-
puestos de trabajo. Ya la situación descrita se sumaron, a ron:
mediados de los años 70, unos factores exógenos a la socie- — más triunfalistas que negociadores,
dad española que desencadenan la crisis. — más separadores que integradores,
La economía española se movió en este estado de crisis — más inquisidores que generosos,
durante todo el tiempo de la incipiente democracia. Una — más aferrados al poder que dispuestos a perderlo un
situación semejante tuvo inmediatas repercusiones en el día y
mundo laboral: baja de salarios, disminución de empleo, — más obligados a reconocer que España es una reali-
paro, jubilación anticipada, cierre de empresas. También dad más extensa y variada que los ocho o diez millones de
se contaron, entre sus secuelas, el aumento de la conflicti- votos que ese partido había obtenido en estos años.
vidad laboral: oleadas de huelgas, manifestaciones y movili- El PSOE tenía que haber cuidado mucho más las rela-
zaciones de las que fue tan prolija la transición política. ciones con la Iglesia porque, detrás de ella, estaba la in-
Después de las elecciones de 1982, con el Partido Socia- mensa mayoría católica del país y porque la misión del ma-
lista en el poder, se suscitaron una serie de tensiones Igle- gisterio de la Iglesia siguió siendo la de siempre: orientar e
sia-Gobierno en dos frentes principalmente: el aborto y la iluminar a los cristianos para que supieran discernir los va-
enseñanza. Las fricciones que estos temas originaron, con lores presentes tanto en la cultura marxista como en la ca-
implicaciones tan llamativas como la llamada «guerra de pitalista, que son las dos culturas enfrentadas desde hace
los catecismos», marcaron las postrimerías del período. más de un siglo, las que han dividido los ánimos de la hu-
La estrategia socialista, como medio de evitar sectores manidad y han lanzado un desafío a los cristianos; porque
de crítica y freno a las iniciativas del poder, realizó una des- ambas sacrifican al hombre al centrar su objetivo en la eco-
movilización social, desactivó los posibles focos de contes- nomía, tienden en diversa medida a hacerlo esclavo bien
tación al sistema y, merced a su mayoría, desvirtuó al Parla- sea con la manipulación ideológica impuesta por la fuerza
mento como órgano de control del poder ejecutivo. política, bien mediante las técnicas de la propaganda con-
Solamente el recurso al Tribunal Constitucional permitió sumista, que despierta siempre necesidades nuevas. La cul-
en algunos casos contener las decisiones, muchas veces dis- tura marxista sacrifica el hombre al sistema, mientras que
cutibles, del Gobierno. Entre ellas, en 1983, el Congreso la capitalista lo subordina a la producción y consumo, si
de los Diputados dio vía libre a la despenalización del bien es cierto que ambas pretenden mejorar la situación
aborto en tres supuestos y la Ley Orgánica del Derecho a la del hombre y aumentar su libertad (neocapitalismo) me-
Educación (LODE) fue aprobada con gran oposición por diante la justicia social y la igualdad (marxismo).
parte de la opinión pública. Las sucesivas elecciones políti- Ante esta contrapuesta concepción del hombre, de la
cas dieron de nuevo la mayoría al PSOE, consolidando su vida y de la Historia, la misión de la Iglesia continuó

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siendo la de ayudar a discernir dando la alarma, como — el reconocimiento de un pluralismo cultural y filosó-
siempre ha hecho, con respecto al marxismo y lo mismo fico dentro de las líneas generales de inspiración del
con respecto al capitalismo, pues ambos introducen el de- PSOE.
monio del materialismo y del indiferentismo religioso. Sin embargo, la actitud del partido hacia la Iglesia no
siempre ha respetado los criterios apuntados, ya que en la
tradición histórica de los socialistas españoles han prevale-
El PSOE y la Iglesia cido el anticlericalismo y la consideración de que la reli-
gión y la Iglesia son asuntos «privados» y «espirituales»,
Hasta 1967 no apareció en el Partido Socialista Obrero que no deben aparecer de forma alguna al exterior.
Español (PSOE) una declaración favorable a un encuentro A los socialistas les preocupaba, por un lado, lo que ellos
entre socialismo y cristianismo en vistas de una colabora- consideraban una especie de monopolio ideológico sobre
ción entre socialistas y católicos. En la declaración final del
la moral, según se desprendería de algunos documentos
Congreso celebrado por el PSOE en agosto de aquel año
episcopales, y, por otro, el establecimiento de límites muy
se afirmó que:
precisos a la intervención de la Iglesia en los asuntos públi-
— el socialismo es laico y no liga su doctrina y su acción cos, procurando, en la medida de lo posible, que su voz no
a lo trascendente, pero no es antirreligioso; se escuche. Por ello, calificaron de actitud irresponsable
— socialismo y religión no implican contradicción; cualquier intervención de la Iglesia en temas socio-políti-
— socialismo y cristianismo, en tanto que religión de cos, porque, según ellos, desconcierta a los ciudadanos.
amor al prójimo, son absolutamente conciliables; — Los hechos más significativos de las relaciones entre
— no pueden ni deben haber conflictos entre el socia- el PSOE y la Iglesia fueron los siguientes:
lismo democrático, que aspira a la total dignificación del — Constitución de 1977: favorable a la separación Iglesia-
hombre, y la Iglesia, sobre todo, la Iglesia postconciliar. Estado y a la no mención de la Iglesia católica en la carta
El PSOE fue históricamente un partido inspirado, fun- constitucional.
damentalmente, en un marxismo crítico e instrumental. En — Acuerdos con la Santa Sede: favorable a todos ellos, me-
mayo de 1979 (XVIII Congreso) abandonó el marxismo, nos al de la enseñanza, contra cuya ratificación votaron.
pero mantuvo un laicismo respetuoso con las convicciones
— Elecciones de 1979: crítico contra los obispos porque
religiosas de sus miembros, por lo menos en línea de prin-
con sus intervenciones favorecían a los partidos conserva-
cipio. La militancia de cristianos en el PSOE es considera-
dores.
ble como han demostrado los resultados de las elecciones
políticas celebradas durante los últimos veinte años. Hace — Elecciones de 1982: irresponsables los obispos porque
unos diez años, según encuestas internas del partido, se cal- al hablar confundieron a los ciudadanos.
culaba que un 39% de los afiliados declaraban tener ideas o — Ley de libertad religiosa de 1980: favorable.
creencias religiosas, en su mayoría cristianas. — Divorcio: favorable a una ley progresista y muy crítico
frente a los documentos de los obispos.
Los cristianos en el PSOE nunca han formado una ten- — Estatuto de Centros Docentes: defiende una escuela pú-
dencia organizada, pero han planteado una serie de cues-
blica, única y laica.
tiones como:
— Aborto: favorable a la despenalización en varios casos
— la revisión de la crítica marxista de la religión, y tendencia a mayor ampliación de los supuestos.
— el carácter de la fe cristiana con proyección social en Los socialistas, cuando estuvieron en el Gobierno, pare-
todos los ámbitos y no como mero asunto privado de la
cían estar convencidos de que el control absoluto de los re-
persona,
sortes del poder les permitiría, si no conseguir la victoria fí-
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259
nal, sí, por lo menos, hacer una daño inmenso a la comu- la Iglesia. Utilizaron en este sentido a las personas y a los
nidad católica, que es mayoritaria, y a la sociedad en gene- medios de comunicación.
ral, atacando la esencia de las tradiciones religiosas y los Las relaciones del PSOE con la Iglesia, en el conjunto
sentimientos espirituales del pueblo. Entre los dirigentes de la situación socio-política nacional, estuvieron en gran
del Partido y entre los militantes de base prevaleció el ag- parte determinadas por los resultados del congreso del
nosticismo y el ateísmo práctico, y en gran medida subya- Partido celebrado en 1985, basados en unos objetivos que,
cía el viejo laicismo y el anticlericalismo. El hecho al menos en apariencia, fueron el deseo de mantener los
religioso, aunque no fue combatido directamente por principios socialistas y rupturistas con un fuerte gradua-
oportunismo estratégico, estuvo simplemente tolerado lismo y libertad ideológica en los procedimientos y en los
como una dimensión de la vida individual y como ele- plazos, mediante una mentalización sistemática de la socie-
mento de apertura del propio espacio político. En la me- dad para que pensase y sintiese en «progresista» y en socia-
dida de lo posible, los creyentes progresistas fueron inte- lista.
grados en el proyecto socialista. La religión se confundió En sus relaciones oficiales no quisieron conflictos con
con el mito. La Iglesia, según ellos, pertenecía a la etapa la Iglesia. Más bien intentaron fomentar unas buenas rela-
predemocrática. Los dirigentes y sociólogos socialistas, en ciones formales, jurídicas, incluso personales y sociales de
base a datos facilitados por encuestas, estaban convencidos cara a la opinión pública. Pero, a la hora de la verdad, no
de que los católicos que militaban en el PSOE, y un gran le dieron ninguna beligerancia a la Iglesia, manteniendo y
porcentaje de los católicos que votaban a este partido, esta- difundiendo sus criterios y puntos de vista inspirados en el
ban de acuerdo con el programa socialista en materia de laicismo oficial, agnosticismo cultural y permisivismo mo-
aborto, divorcio y LODE, y no seguían las enseñanzas y las ral, a la espera de que la Iglesia fuera ella sola secularizán-
directrices del Episcopado sobre estas materias. Ante esta dose y diluyéndose absorbida por la «modernidad», es de-
situación, el Gobierno socialista encontró el camino libre cir, por la primacía de lo racional, por la secularización
para ejecutar su programa, ya que un amplio sector de ca- progresiva de las instituciones y de las conciencias, por la
tólicos estaba de su parte. exaltación y el disfrute de las realidades terrenas. A la vez
favorecieron cuanto contribuía a la desinstitucionalización
Aunque todas las generalizaciones son parciales y pue-
del catolicismo con el desprestigio social de todo lo institu-
den parecer exageradas, se puede afirmar a grandes rasgos cional, con la exaltación de los disidentes, la alteración de
que, según las posturas más extendidas, los socialistas reco- la escala de valores, la ridiculización de los sentimientos re-
nocieron que la Iglesia es una realidad social bien implan- ligiosos a través de los medios de comunicación del estado,
tada en el tejido de la nación, aunque tienen ideas equivo- etcétera.
cadas sobre sus verdaderos resortes de influencia, ya que
Se mostraron también reacios a mencionar oficial-
desde el agnosticismo o el anticlericalismo no se pueden mente a la Iglesia, incluso cuando era inevitable, como,
percatar debidamente de los elementos específicamente por ejemplo, en la Ley del Patrimonio. No quisieron apare-
espirituales y religiosos. Valoraron casi exclusivamente lo cer cercanos a posturas de reconocimiento positivo de la
que fuese acercamiento a un cristianismo centrado en los Iglesia ni de la religión. Interpretaron la no confesionali-
valores humanísticos de tipo social y secular. En esta línea dad como sinónimo de «laicismo ilustrado y tolerante». No
admitieron la colaboración de los católicos con una visión se sintieron ni pretendieron ser perseguidores, pero tuvie-
poco religiosa, poco institucionalizadora, tolerante y libe- ron una idea bastante negativa de lo que es y de cómo es la
ral en lo doctrinal y en lo moral, se apoyaron en ellos y tu- Iglesia; quisieron conducirla a un estatuto social irrele-
vieron la tendencia a favorecer estas corrientes dentro de vante y minoritario; la consideraron como un lastre social,
260 261
sin vida real e intensa, algo que va decreciendo y que se irá verdadero problema que afectaba a España, que era el pro-
poco a poco acomodando a la nueva sociedad hasta llegar blema social. La confianza que muchos ciudadanos habían
a ser una institución inofensiva, puramente cultural y secu- puesto en el PSOE muy pronto desapareció, sobre todo
larizada. Por ello promovieron el «cambio», ante todo cul- cuando a principios de 1983 fue propuesta la ley despenali-
tural, que entrañaba un cambio de valores que la influen- zadora del aborto junto con algunas perspectivas alarman-
cia social de la Iglesia dificultaba. tes que se presentaron en materia de educación contrarias
Pero les preocupó la fuerza que la Iglesia sigue te- a la justicia y a la libertad de enseñanza hechas en favor de
niendo en nuestro país, aunque en declaraciones públicas un sector social. A ello se unió enseguida el uso tenden-
algunos dirigentes socialistas afirmaron lo contrario. Esta cioso y servil de la TVE contra valores profundamente en-
preocupación nacía de la actitud que el PSOE tiene en co- raizados en el alma del pueblo español y, por consiguiente,
mún con toda la cultura laica, que, como es sabido, desde violando de forma indigna los sentimientos religiosos y
finales del siglo XVTII, mira con recelo al cristianismo y, más morales de la mayoría de los españoles.
en general, a cualquier manifestación pública de fe. La cul- Antes de que el PSOE llegara al poder se habían institu-
tura laica concibe la profesión de fe y todo lo que de ella cionalizado las comisiones mixtas Iglesia-Estado -comunes
pueda producirse en el plano político, como asunto pri- a otros países- que permitían mantener contactos para ne-
vado, que no puede tener relevancia pública. Pero, al gociar acuerdos parciales y garantizar el pleno ejercicio de
mismo tiempo, la política secularizada utiliza determinadas la libertad religiosa. El Gobierno del PSOE trató desde el
tomas de posición de la Iglesia, sobre todo en el campo so- principio de evitar enfrentamientos con la Iglesia procu-
cial, que pueden ser útiles a sus propios designios. Esta rando al mismo tiempo reducir su influencia social. Esta
conducta no es incoherente, sino perfectamente lógica, doble actuación explica una serie de hechos acaecidos du-
porque la concepción secularizada de la política lleva im- rante los años de su permanencia en el poder.
plícito un aspecto instrumental que le permite utilizar El 13 de mayo de 1983, la Comisión Permanente de la
cualquier aportación, venga de donde venga, que pueda CEE publicó una nota informativa sobre los problemas mo-
servirle para la realización de su proyecto. rales de la sociedad española -titulada Quiebra de valores mo-
rales- en la que expresó profunda preocupación por el pro-
blema de la paz y del desarme y lamentó el degrado de
Relaciones entre la Iglesia y el Gobierno socialista valores morales:
— laxitud en las normas contra la droga,
La Iglesia deseaba que sus relaciones con el Gobierno — propaganda de anticonceptivos,
socialista se desarrollaran según los principios establecidos — espectáculos escabrosos,
en la Constitución y en los Acuerdos entre el Estado Espa- — agresiones al sentimiento religioso,
ñol y la Santa Sede. Pero muy pronto comenzaron a perca- — contrastes excesivos entre ricos y pobres.
tarse los católicos de que la situación cambiaba sensible- Algunos obispos denunciaron el uso de la TVE por
mente hacia una erosión de los valores tradicionales del parte del Gobierno, que la consideró un feudo y no un
pueblo español, si bien no podía achacarse única y exclu- servicio, destacando la unilateralidad de las informaciones,
sivamente a la acción del nuevo Gobierno, pues existían el ataque a los criterios morales tradicionales y la ligereza
organizaciones y personas que disponían de medios econó- al tratar argumentos religiosos.
micos y ejercían influencias sobre los medios de comunica- El 8 de mayo de 1983, el cardenal Tarancón dedicó la
ción social y que actuaban impunemente en un clima de última de sus cartas cristianas como arzobispo de Madrid a
permisivismo moral con el fin de distraer la atención del la denuncia de una especie de revanchismo, que quería

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quitar al pueblo español lo que, durante muchos siglos, ha-
bía sido su principal apoyo, es decir, el conjunto de princi- dividuales como en dos declaraciones colectivas, una de la
comisión permanente de la CEE del 5 de febrero de 1983 y
pios de la moral católica. Esta actitud no podía ser manifes-
otra de la XXXVIII asamblea plenaria, celebrada el 25 de
tación de la verdadera libertad, ni podía camuflarse con la
junio de 1983.
copertura del progreso, ni, sobre todo, podía estar jamás al
Otra tema conflictivo fue la LODE (Ley orgánica regu-
servicio del pueblo. El mismo día, el obispo secretario de
ladora del derecho a la Educación). Antes de que el pro-
la CEE, Mons. Fernando Sebastián, señalando que un
yecto llegara a las Cortes, el Episcopado había manifestado
buen número de personas interpretaba la no confesionali-
su viva preocupación con una declaración publicada al fi-
dad del Estado en el sentido de un laicismo rígido que sig- nal de la citada asamblea plenaria de junio de 1983. Poste-
nificaría la exclusión de manifestaciones religiosas en cual- riormente, representantes del Episcopado mantuvieron
quier celebración pública, denunciaba que de ello se conversaciones con el Ministerio de Educación. Las preo-
podría dar la impresión de que todo lo que se refiriese a la cupaciones de los obispos se referían a los siguientes pun-
religión era considerado poco serio, que no merecía reco- tos:
nocimiento y protección por parte del Estado.
— los centros libres concertados deberían ser, en el
En octubre de 1983, mientras en el Vaticano se halla plazo de tres años, gratuitos; pero el Gobierno no asumía
reunida la Asamblea general ordinaria del Sínodo de los compromiso alguno para subvencionarlos;
Obispos, el presidente del Gobierno, Felipe González, fue — el proyecto de ley disminuía el papel de la autoridad
recibido por el Papa en audiencia privada. Pocos días an- titular de dichos centros y de los padres tanto para el nom-
tes, el Congreso de los Diputados había aprobado la ley de bramiento del director como para la selección de los profe-
despenalización del aborto con 186 votos favorables (socia- sores, con el consiguiente peligro para la identidad propia
listas y alguno más), 109 contrarios (grupo popular y al- de los centros católicos;
guno más), 4 abstenciones, 49 ausentes. El brevísimo texto — en los consejos escolares, órganos de gobierno de los
de la ley, que constituyó el artículo 147 bis del Código pe- centros escolares, los padres estarían representados con un
nal, despenalizó el aborto practicado por un médico con el porcentaje minoritario (1/3).
consentimiento de la madre en tres casos: Nuevos enfrentamientos fueron provocados también
— grave peligro para la vida o la salud de la embara- por la cuestión de los catecismos. Las expresiones de con-
zada; dena contenidas en los catecismos de 5 a y 6S de enseñanza
— que el embarazo sea consecuencia de un hecho general básica, movieron al Gobierno a impedir su utiliza-
constitutivo de violación del art. 429, siempre que el ción en las escuelas por razones «pedagógicas». El Episco-
aborto se notifique dentro de las doce primeras semanas pado reaccionó negándole al Gobierno el derecho a inter-
de gestación y que el mencionado hecho hubiese sido de- venir sobre el contenido de los catecismos y el Gobierno
nunciado; publicó una circular prohibiendo que los catecismos fue-
— que sea probable que el feto habrá de nacer con gra- ran usados en las escuelas. Un compromiso fue alcanzado
ves taras físicas o psíquicas, siempre que el aborto se practi- gracias a la promesa de los obispos de publicar algunas in-
que dentro de las veintidós semanas de gestación y dicaciones pedagógicas sobre la utilización de los textos,
— que el pronóstico desfavorable conste en un dicta- pero no como condición para aprobar los libros. Por su
men emitido por dos médicos especialistas distintos del parte, el Gobierno no urgió la aplicación de la circular. Al
que intervenga a la embarazada. comenzar el nuevo curso en 1983, el ministerio envió un
Este proyecto de ley fue condenado repetidamente y sin télex a los delegados gubernativos de enseñanza en el cual
ambigüedad por los obispos, tanto con intervenciones in- se confirmaba que los catecismos en cuestión no podían

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ser usados como libros de texto, pero declaraba que po- Relaciones entre obispos y ministros socialistas
dían ser utilizados como material escolar de acuerdo con
los criterios pedagógicos emanados por los obispos sobre En la nueva situación política dio la impresión de que la
dicha materia. La prensa de todas las tendencias reconoció Iglesia había cambiado. Durante los últimos años de Franco
que, en el conflicto de los catecismos, el Gobierno había y primeros de la democracia había sido una Iglesia viva, jo-
hecho marcha atrás ante la firme actitud de los obispos. ven, con personalidad propia, que realizaba un gran es-
Otras tensiones fueron provocadas por la política radi- fuerzo de inculturación y de diálogo. Sin embargo, desde
cal en campo cultural, sirviéndose para ella del monopolio 1982, parecía una Iglesia más preocupada de hacer frente a
radio-televisivo, mientras, en el plano económico e interna- la avalancha laicista y secularizante promovida desde el Go-
cional, el PSOE era más bien moderado. Es cierto que el bierno. Las relaciones entre este y el Episcopado se desarro-
Gobierno conservó los cuatro programas religiosos exis- llaron a través de las citadas comisiones técnicas encargadas
tentes hasta entonces, pero en TVE sustituyó a todo el per- de definir los temas del patrimonio artístico, la asistencia
sonal, confiando los programas más delicados a personas religiosa a los centros sanitarios, el servicio militar del clero
sumisas al PSOE, que ejercieron un influjo moral e ideoló- y cuestiones económicos de carácter fiscal. Parecía que las
gico deletéreo. Cuando, para algunos programas, fueron conversaciones se desarrollaban con mayor cordialidad, ya
invitados a participar eclesiásticos, estos no fueron escogi- que el Gobierno daba la impresión de ser más flexible con
dos de acuerdo con los obispos, sino más bien preferidos la Iglesia. Cuando había pasado un año escaso de Gobierno
los cristianos llamados «de izquierdas», que representaban socialista se hablaba abiertamente de relaciones difíciles en-
a una ínfima minoría. tre la Iglesia y el Estado. A momentos de gran tensión se
El 14 de enero de 1985 fue recibido en el Vaticano por llegó en diciembre de 1983, provocados en buena medida
el Papa y por el cardenal Casaroli el ministro de Asuntos por las dos corrientes existentes en el seno del Gobierno,
Exteriores, Fernando Moran. Según él, las relaciones con que representaban la voluntad de entendimiento con la
la Iglesia eran «satisfactorias». «La visión que el Papa me Iglesia y la tradición laicista del Partido Socialista. El 27 de
transmitió de la sociedad actual -dejó escrito el ministro- diciembre de 1983 fue una fecha crucial en esta situación
estaba impregnada de cierta alarma por el materialismo de crisis entre la Iglesia y el Gobierno. Fue el día en el que
creciente y por la separación de la religión». Seguía pen- volvieron a reunirse los miembros de la comisión mixta
diente la cuestión de la LODE, ya que la política guberna- para la aplicación de los acuerdos. Las profundas diferen-
tiva en materia de educación seguía suscitando oposición y cias se manifestaron muy pronto en el plano cultural e
reserva por parte del Episcopado y de otras organizaciones ideológico en dos direcciones:
independientes. El 18 de noviembre de 1984 tuvo lugar — el terreno de la enseñanza, o sea, la nueva ley sobre
una manifestación de protesta, a la que tomaron parte un la enseñanza (LODE) y
millón de personas para reafirmar el derecho de los padres — lo que los obispos consideraron como voluntad de
a escoger la educación de sus hijos, contra la política del adoctrinamiento socialista por parte del Gobierno en ma-
Gobierno considerada contraria a la libertad de enseñanza teria de moral colectiva y de moral personal y familiar.
y para pedir un pacto escolar entre la administración esta- Se manifestó de modo evidente la contraposición entre
tal y las fuerzas escolares interesadas. Entre tanto, el Tribu- el patrimonio cultural socialista y el patrimonio tradicional
nal Supremo había acogido los recursos de dos asociacio- de la cultura católica y de los valores cristianos que la Igle-
nes educativas religiosas contra dos decretos del Ministerio sia tiene el deber de defender. La reunión se desarrolló en
considerados discriminatorios contra los alumnos de las es- medio de un «cúmulo de agravios». El vicepresidente
cuelas privadas. acusó al Episcopado de patrocinar una campaña contra el

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Gobierno y de inspirar la línea de crítica desmesurada lan- sia andan muy lejos de ratificar ese presunto idilio. Es más,
zada desde los editoriales del diario católico Ya. Los obis- en ocasiones incluso recientes han llamado la atención por
pos reaccionaron acusando al Gobierno de hacer un doble su carga crítica y por la densidad de su discrepancia».
juego: por una parte mostraba una actitud oficial de diá- Pocos días más tarde, el presidente de la Conferencia
logo y, por otra, cometía una serie de hechos a través de la Episcopal Española, Mons. Díaz Merchán, afirmaba en el
RTVE, la prensa y las administraciones provinciales, que re- mismo diario que era casi imposible entenderse con el Go-
velaban una estrategia laicizante y la existencia de un pro- bierno socialista, «sobre todo cuando se tratan cuestiones
grama socialista de modificación de las costumbres y de los que afectan a la concepción del hombre, principalmente
comportamientos de la sociedad española contrarios a la en temas como el aborto, como la ética personificada, es
conciencia católica. Los obispos salieron de la reunión con decir, que respecta al individuo, a la persona ... hay plantea-
la impresión de haber sido objeto de intimidaciones y de mientos que, en el fondo, chocan con la concepción del
amenazas por parte del Gobierno como en los últimos hombre, que yo no diría solo que es propia de los cristia-
tiempos de Franco. nos, que ven en el hombre una criatura de Dios, un ser
Un encuentro que tuvo lugar al día siguiente, 28 de di- único e irrepetible, sino también con la concepción de
ciembre, entre el presidente de la Conferencia, Mons. Díaz muchas personas para las que el hombre es algo más que
Merchán, y el jefe del Gobierno, Felipe González, más los una máquina, es algo más que un número... Hay personas
protagonistas de la reunión del día anterior, se desarrolló que tienen la convicción de que el respeto a la libertad
en un clima inicial de comprensión y de amabilidad. Sin tiene que ser que se oculten los sentimientos religiosos...
embargo, ante las afirmaciones de Mons. Díaz Merchán, Yo respeto a la persona que no es creyente, pero el que es
de que la LODE no respetaba los derechos de los católicos creyente tiene derecho también a tener un cauce para su
en materia de enseñanza, el presidente González dio una expresión religiosa en la sociedad» (Declaraciones del 21
respuesta no satisfactoria: «La LODE -dijo- es una ley óp- octubre 1986).
tima de la cual la Iglesia ha dado una falsa imagen». La «La concepción de la política laica que mantiene y
reunión terminó con un fracaso evidente. Una carta, que practica el Partido Socialista Obrero Español» -afirmó
pocos días más tarde envió Mons, Díaz Merchán al presi- Mons. Sebastián- no es «la sana y legítima laicidad del Es-
dente González, no recibió respuesta alguna. Con motivo tado» -de la que ya habló Pío XII considerándolo «uno de
de una nueva visita del presidente de la Conferencia Epis-
los principios de la doctrina católica»-, sino «una política
copal, tras su reelección, al del Gobierno, el 9 de marzo de
que excluye la religión de los valores y aspectos de la vida
1984, se constató por ambas partes que ni el Gobierno ni
social dignos de atención y ayuda... En esta concepción, la
la Iglesia querían el conflicto, si bien entre ambas partes
Iglesia y la religión son una realidad social residual, que se-
no existía algún acuerdo.
ría mejor que no existiese, cuya presencia e influencia hay
A propósito de las relaciones Iglesia-Estado en España, que ir disminuyendo progresivamente, con el tacto necesa-
un editorial del Ya, publicado el 8 de septiembre de 1986, rio para no provocar conflictos que podrían avivar lo que
afirmaba que «los miembros del Gobierno tienen particu- debe ir apagándose por sí solo» (Nueva evangelización..., p.
lar empeño en presentar ante la opinión pública una ima- 225).
gen de absoluta normalidad en sus relaciones con la Igle- La elección del arzobispo de Madrid, cardenal Suquía,
sia, sabedor del peso social y aun electoral que los a la presidencia de la Conferencia Episcopal, en febrero de
sentimientos católicos tienen en nuestro país... Pero los 1987, indicó según los socialistas que la línea conservadora
textos colectivos del Episcopado y las declaraciones ocasio- de la Jerarquía española salía reforzada. Sin embargo, se-
nales que hacen obispos o personas cualificadas de la Igle- gún ellos, esta línea no era obstáculo para el manteni-
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miento de un clima de normalidad y de diálogo entre la Je- que tenía en España, a nivel popular, la fiesta de la Inma-
rarquía y el poder político, un clima que permitiría tratar culada y de los compromisos asumidos por el Gobierno
eventuales discrepancias sin dramas y sin peligro alguno con el acuerdo de 1979, en el cual se establece que cual-
-como en el pasado- de desestabilización social y de en- quier cambio del calendario festivo deberá ser negociado
frentamientos dramáticos. En este sentido se interpretaron de común acuerdo. Felipe González respondió algunos
los encuentros del 1 y del 20 de julio de 1987. El primero meses más tarde diciendo que la cuestión debía ser discu-
de ellos fue entre el vicepresidente del Gobierno, los mi- tida por la comisión mixta Iglesia-Estado. La comisión per-
nistros de Educación y Justicia y el director general de manente de la Conferencia Episcopal, constatando que to-
Asuntos Religiosos, por parte del Gobierno, y el vicepresi- das las gestiones realizadas no habían dado resultado
dente de la CEE, el presidente de la Comisión Episcopal alguno, decidió renovar públicamente la petición al Go-
de Enseñanza y Catequesis y el secretario general de la bierno con una nota del 20 de octubre de 1988. El 12 de
CEE por parte de la Iglesia. Se trataron cuestiones relativas noviembre sucesivo, el Gobierno consideró procedente
a la materia alternativa a la enseñanza de la religión, el es- que el descanso laboral correspondiente a la fiesta de la In-
tatuto de los profesores de religión, el servicio religioso en maculada Concepción pasase a disfrutarse el día 8 de di-
las cárceles y exenciones fiscales a entes eclesiásticos. ciembre, en vez del día 5, como estaba inicialmente pre-
Pocos días más tarde, el Gobierno sustituyó al incó- visto. Se trató de una victoria de los católicos que, con más
modo y conflictivo embajador ante la Santa Sede, pero las de dos millones de firmas recogidas, obligaron al Go-
relaciones no mejoraron en los años sucesivos, aunque el bierno a iniciar el diálogo con la Conferencia Episcopal.
jefe del Gobierno en diversas circunstancias las calificó de Hasta final del verano de 1990, si se exceptúan los en-
«buenas» o «correctas» y declaró que la Administración so- cuentros formales de los reyes en Santiago y del presidente
cialista no intentaba descristianizar la sociedad española. del Gobierno en el aeropuerto de Asturias con Juan Pablo
Estas afirmaciones quedaron desmentidas por hechos con- II, no se habían celebrado contactos al máximo nivel entre
cretos que demostraron la campaña de descrédito contra representantes del Gobierno y de la Jerarquía española.
la Iglesia y contra la moral cristiana desde los medios de
comunicación del Estado y mediante «actividades cultura-
les» subvencionadas con dinero público, con la discrimina- Tensiones del bienio 1990-1991
ción de las instituciones «privadas», entre las cuales se in-
cluía a la Iglesia, y con el programa de educación sexual El 13 de septiembre de 1990 tuvo lugar la primera visita
lanzado desde el Ministerio de Sanidad junto con la direc- al Vaticano del ministro de Asuntos Exteriores, Francisco
ción general de la Juventud. Fernández Ordóñez (1930-1992), con amplia repercusión
En 1988 se produjo otro conflicto provocado por la de- en los medios de comunicación tanto porque era la pri-
cisión del Gobierno de suprimir la festividad de la Inmacu- mera vez, después de casi seis años, que el titular de Asun-
lada el día 8 de diciembre y anticiparla al día 5 para evitar tos Exteriores entraba en el Vaticano como porque sirvió
dos puentes festivos en la misma semana, ya que el día 6 para poner en evidencia el estado de las relaciones entre
de diciembre, fiesta de la Constitución, era martes, y el día España y la Santa Sede tras ocho años de gobierno socia-
de la Inmaculada, jueves. La decisión unilateral del Go- lista.
bierno provocó numerosas protestas entre la población. En Los acuerdos de 1979 nunca fueron objeto de conflicto
el mes de marzo de dicho año, el cardenal Suquía pidió al abierto entre la Iglesia y el Estado, pero no porque las au-
presidente González que el Gobierno reconsiderara su de- toridades españolas no dieran motivos. En efecto, desde la
cisión, teniendo en cuenta, sobre todo, el gran significado llegada al poder del PSOE en 1982, y las sucesivas victorias
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conseguidas por el mismo partido en 1986 y 1989, se fue Educación y altos funcionarios de su ministerio manifesta-
delineando de forma cada vez más nítida una actitud que ron disposiciones al diálogo en el momento de la elabora-
parecía ser la estrategia precisa adoptada por dicho Par- ción de los decretos de aplicación de la ley, cosa que tam-
tido: no pudiendo denunciar los acuerdos, hizo cuanto poco se consiguió.
pudo para recibirlos lo menos posible en la legislación que El Gobierno repitió que no tenía intención de reducir
el PSOE, y fuerte de su mayoría absoluta, consiguió ha- el espacio a las escuelas privadas, pero algunas decisiones
cerlo aprobar en el Parlamento. De esta forma -aunque no tomadas y otras en preparación hicieron temer lo contra-
siempre- se salvó la letra de los acuerdos, al nivel más bajo, rio. Daba la impresión de que no soportaba el hecho de
pero se ignoró totalmente su espíritu. La Iglesia -con todo que las escuelas de «iniciativa social» -dirigidas en la mayo-
el extraordinario patrimonio de fe, de historia y de cultura ría de los casos por religiosos- tuvieran mucho más presti-
cristiana que España posee- corrió el riesgo de verse mar- gio que los centros estatales y fueran preferidas por los pa-
ginada en el proceso de «construcción de la nueva socie- dres para la educación de sus hijos. El ministro Fernández
dad» que el PSOE intentó realizar con mucha determina- Ordóñez se mostraba bastante receptivo ante la Iglesia,
ción. pero las decisiones importantes eran adoptadas a otros ni-
Las relaciones entre la Iglesia y el Gobierno fueron cali- veles (vicepresidencia del Gobierno y Ministerio de Justi-
ficadas de «correctas», pero ciertamente no fueron ágiles y cia).
dieron resultados muy escasos. Las autoridades civiles dije- Se puede afirmar, en general, que el Gobierno socia-
ron siempre que los acuerdos se estaban aplicando de ma- lista, que actuó según criterios liberales en el sector econó-
nera satisfactoria, pero la realidad era muy diversa. Con al- mico, se inspiró, en cambio, en los principios del laicismo
guna excepción, en la elaboración de disposiciones y del agnosticismo en materia de valores morales, cultura-
legislativas o de decretos ministeriales en materia regulada les y religiosos, todo lo cual se reflejó en la concepción de
por los acuerdos, se prescindió de la previa y necesaria la persona, de la familia, de la educación, etc. El Gobierno,
consulta con la Conferencia Episcopal, o bien se le puso a además, valoró cada vez menos la presencia y la misión de
esta frente a un texto ya redactado, con la petición de una
la Iglesia en campo social (drástica reducción de ayudas
respuesta en brevísimo tiempo, sin que existiera la posibili-
económicas a «Caritas», a las Hermanitas de los Ancianos
dad de examinar o discutir atentamente el proyecto.
Desamparados, etc.).
Así ocurrió, por ejemplo,
— con la Ley relativa al Patrimonio Cultural de la Igle- Por otra parte, las autoridades socialistas no aceptaron
sia; la elevación a los altares de los mártires de la persecución
— con la disposición adicional del Presupuesto del Es- religiosa de 1934-1936, que el Papa comenzó a beatificar a
tado para la introducción del nuevo sistema que contri- partir de 1987, mientras que el régimen continuó, por su
buye al mantenimiento de la Iglesia; parte, exaltando a personajes «heroicos» del socialismo,
— con la ley que reguló el Servicio Militar y la asisten- del republicanismo y de la izquierda en general, muchos
cia religiosa a las Fuerzas Armadas -y con la ley de Re- de ellos personajes funestos de la historia de España, res-
forma del Sistema Educativo (LOGSE). ponsables directos de aquella tragedia y de la guerra civil.
Esta última fue aprobada el 6 de septiembre de 1990, Una parte de los políticos de izquierdas y de pseudoin-
una semana antes de la visita del ministro de Asuntos Exte- telectuales no vio con buenos ojos el papel decisivo desem-
riores al Vaticano, sin que fuera admitida ninguna de las peñado por el Papa, por la Iglesia y por los católicos para
enmiendas propuestas por la Conferencia Episcopal o por favorecer los cambios radicales de los países de Europa
el grupo de la oposición (Partido Popular). El ministro de central y oriental desde 1989, porque temían que la voz de

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la Iglesia tuviera un peso importante en la vida futura de malidad, las ha presidido la incomprensión y el recelo, y el
estos pueblos. diálogo ha sido escaso y, en importantes ocasiones, como si
Con mucha frecuencia, exponentes de la Administra- entre sordos se tratara» (22-9-1990).
ción manifestaron su descontento y sus críticas por los ata- Y Martín Descalzo comentaba el 14 septiembre 1990
ques lanzados contra el Gobierno desde la COPE (Cadena desde su habitual columna del ABC: «La verdad es que lo
de Ondas Populares Españolas, que pertenece a la Confe- que hoy distancia a Roma y a la Iglesia española del actual
rencia Episcopal), pero raramente admitieron la engoñosa Gobierno González es el tipo de legislación (práctica-
campaña conducida contra la Iglesia y sus instituciones mente todo él alejado del cristianismo) que se está impo-
desde la radio y la televisión nacionales, así como desde los niendo y el tipo de cultura laicista que desde mil frentes se
periódicos y revistas, vinculados ideológicamente al socia- está.patrocinando por el Gobierno, al mismo tiempo que
lismo, los cuales se ocupaban de la religión católica o de la se margina, dificulta y se llega a estrangular toda forma de
Iglesia solo cuando veían una posibilidad de crítica. Las cultura tradicional cristiana. Con dinero o sin dinero, la fe
noticias son transmitidas sistemáticamente en forma nega- sobrevivirá. Y sobrevivirá también con todas las maquina-
tiva, ridiculizando y desprestigiando a personas e institucio- ciones del laicismo, pero ¿a cuántas personas se les está
nes eclesiásticas y llegando incluso en algún caso a rozar la queriendo cambiar de alma desde instituciones oficiales?
calumnia. Abra usted los medios oficiales de información y observe el
Tanto en Roma como en España se le dio mucha im- bombardeo sistemático que tiene todo lo cristiano. Ob-
portancia a la citada visita del ministro, la primera que rea- serve cómo, con 'toda la legalidad del mundo', se van ce-
lizaba el titular de Asuntos Exteriores al Vaticano después rrando u obligando a cerrar escuelas o centros de forma-
de seis años. Fernández Ordóñez calificó el encuentro con ción católicos. Analice a qué instituciones, qué cursos, qué
el Papa de muy cordial, pero en él no fueron profundiza- espectáculos va el dinero oficial. Y concluirá que, sin una
das las divergencias surgidas sobre el problema de la edu- declaración de guerra a lo cristiano, estamos en algo que
cación y la financiación de la Iglesia, temas afrontados el es más que esa 'tensión' que quiere calmar el ministro Or-
mismo día entre la delegación española y la vaticana, presi- dóñez. Seguramente si ha tardado cuatro años en visitar el
dida por el secretario para las Relaciones con los Estados, Vaticano se debe a que no tenía demasiados deseos de es-
Mons. Sodano. El ministro dijo que su viaje era de buena cuchar cosas como estas. Y seguro que, si al fin se ha deci-
voluntad, con el deseo de continuar el camino de colabo- dido a ese encuentro, es porque el embajador en el Vati-
ración con la Iglesia católica a la luz de la Constitución es- cano, que sabe olfatear lo que en torno al Papa se piensa,
pañola. Por ello, añadió el ministro que se podía afirmar ha indicado al ministro la conveniencia de una clarifica-
que existía entre ambas partes el deseo de mantener nor- ción. Clarificación importante para la Iglesia, pero aún
males recíprocas relaciones en un clima de comprensión y más para el pueblo español. El Vaticano es paciente, pero
de diálogo. no tanto. Y no va, naturalmente, a declarar una guerra,
Tan optimistas declaraciones del ministro sembraron pero no puede callar eternamente».
desconcierto entre la opinión pública, que conocía las ten- La Santa Sede, a través de su representante en Madrid,
siones existentes entre la Iglesia y el Estado. Fueron mu- y la Conferencia Episcopal, trataron en esos años de instau-
chos los que dudaron de la sinceridad del Gobierno para rar y mantener un diálogo franco basado en el respeto mu-
cambiar de actitud. Un editorial de Vida Nueva afirmaba: tuo, para favorecer el progreso en la aplicación de los
«La realidad es que, durante el largo período de gobierno acuerdos de 1979 y la comprensión para la obra que la
socialista, las relaciones de la Iglesia católica con el Go- Iglesia está llamada a realizar por el bien de la sociedad ci-
bierno no han logrado alcanzar un nivel mínimo de nor- vil, como exigen también las nobles y ricas tradiciones cris-

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tianas de España y come exige el respeto de la letra y del Al mismo tiempo, supuso el reconocimiento de la religión
espíritu de los compromisos bilaterales asumidos por el como elemento fundamental de la sociedad democrática y
Estado. La Iglesia intentó hacer llegar este deseo al Go- del Estado aconfesional.
bierno y a su mismo presidente, pero los resultados obteni- Sin embargo, su aplicación comenzó a ser conflictiva
dos fueron muy poco satisfactorios. La política del PSOE apenas el PSOE llegó al poder porque, mediante ella, este
en relación con las materias morales y religiosas no respon- partido intentó limitar la acción de la Iglesia católica co-
dió al ideal de un Estado moderno y democrático, sino menzando con el igualitarismo, es decir, el principio en vir-
más bien al de un Estado autoritario e intervencionista, tud del cual se trata o se intenta tratar a la Iglesia católica
también en materias culturales y morales, que combinó un exactamente igual que a cualquier otra asociación o enti-
régimen de tolerancia religiosa con una presión cultural dad religiosa. Y esto se pretendió apoyar en el principio de
anticatólica. igualdad establecido en el artículo 14 de la Constitución,
Al terminar el año 1991 existía malestar entre el Go- por el que «todos los españoles son iguales ante la ley, sin
bierno y la Jerarquía por los escasos resultados consegui- que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de
dos en las negociaciones bilaterales centradas, fundamen- nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra
talmente, en el tema de la educación religiosa. En condición o circunstancia». Pero la igualdad no es lo
declaraciones publicadas en Tribuna de actualidad, n. 186, mismo que la uniformidad y en España, al insistir en que
11-17 noviembre 1991, pp. 146-148, el arzobispo de Zara- se pretendió igualar para no discriminar, se incurrió en
goza, Mons. Yanes, vicepresidente de la CEE, afirmaba: discriminación precisamente por primar las minorías; a ve-
«Tengo la impresión de que en estos últimos años hay una ces se daba la impresión de que otras minorías eran trata-
tendencia muy fuerte a dar una interpretación restrictiva das mucho mejor por las autoridades del Estado que la
de las normas constitucionales y de las normas concor- misma Iglesia.
dadas respecto a la Iglesia. En la práctica, eso se traduce en Además, la aplicación de la ley por parte del PSOE fue
actuaciones que resultan lesivas para los derechos de los reduccionista. Un experto en el tema como C. Corral Sal-
ciudadanos en el campo de la educación y, especialmente, vador, en un artículo titulado Valoración actual de la Ley Or-
en el de la educación religiosa escolar». gánica de Libertad Religiosa (7/1980, de 5 de julio) en sí misma
y en su aplicación, publicado en «Estudios Eclesiásticos» 66
(1991) 240, escribió: «Por un cierto tiempo, 1982/1985, ha
Aplicación restrictiva de la libertad religiosa podido aparecer como característica una cierta política re-
duccionista aplicada a las entidades religiosas en el campo
El 5 de julio de 1980 fue promulgada en España la Ley de la asistencia hospitalaria, caritativa, benéfica y cultural,
Orgánica de Libertad Religiosa, que sustituyó la prece- como considerándolos campos de la exclusiva o, al menos,
dente ley del 28 de junio de 1967, por la que se regulaba el primaria función estatal con la consecuencia de intentar
ejercicio del derecho civil a la libertad en materia religiosa, aherrojar la Iglesia a la sacristía y al solo culto. Sin preten-
ya que no solo no era posible adaptarla al nuevo ordena- derlo, se estaba siguiendo la misma política que los gobier-
miento jurídico del Estado español, sino que era en cierto nos comunistas del Este europeo. Ya hemos visto cómo los
modo insuficiente ante la misma concepción del Concilio nuevos gobiernos democráticos en Hungría, Polonia y Ru-
Vaticano II en que decía inspirarse. La nueva ley suprimió sia han rectificado. Es reconocer mediante sus respectivas
la situación de privilegio, al menos jurídicamente apa- constituciones y leyes recentísimas que dichas actividades
rente, a favor de la Iglesia católica, y eliminó una cierta res- no son ni mucho menos ajenas a la misión religiosa, sino
tricción de libertad para las demás confesiones religiosas. que de ellas espontáneamente brotan. Tan es así en el

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campo cultural que las máximas manifestaciones del arte, tura positiva respecto a las confesiones religiosas si en Es-
lo mismo en España que en Europa, son las catedrales. Re- paña, en vez de existir una Iglesia católica tan mayoritaria,
duccionismo que, a nuestro entender, debe ponerse en hubiese tres o cuatro confesiones religiosas igualmente re-
conexión con el otro reduccionismo más amplio y difumi- levantes. Se sentirían más cómodos reconociendo de la
nado de la ética: la de identificar moralidad con legali- misma manera a la comunidad católica junto a otra comu-
dad».
nidad protestante y musulmana, por ejemplo, que recono-
Pero lo más alarmante fue que, mientras oficialmente
ciendo y favoreciendo a la comunidad católica en exclusiva
la laicidad del sistema español se encuadraba dentro de
por la abrumadora mayoría que tiene en la sociedad espa-
la acepción de laicidad respetuosamente neutral o como
neutralidad respetuosa del Estado, se intensificaba cada ñola con respecto a las demás confesiones religiosas exis-
vez más la tendencia laicizante. En lo pactado o concor- tentes. Pero la no beligerancia religiosa de la política les
dato se observaba una escrupulosa aplicación e interpreta- tendría que llevar a favorecer las instituciones religiosas tal
ción, no obstante, se daban procedimientos inconstitucio- como de hecho existen en la actual sociedad española y de
nales, como en el caso de la regulación de la legislación acuerdo con la significación histórica que tienen en nues-
matrimonial, respecto al acuerdo sobre Asuntos Jurídicos e tra cultura». El arzobispo coadjutor de Granada denunció
intentos desvirtuadores de lo internacionalmente conve- con valentía que el Gobierno español, aunque admitía for-
nido respecto a la enseñanza de la religión en el acuerdo malmente la libertad religiosa de los ciudadanos, no favo-
sobre Enseñanza y Asuntos Culturales y del sentido de la recía positivamente su ejercicio: «En España existe una
asignación tributaria prevista en el acuerdo de Asuntos Ju- cierta libertad religiosa, en cuanto que no se prohibe la
rídicos. práctica de la religión ni se persigue directamente a las ins-
Pero, «donde se da o puede darse el choque frontal es tituciones religiosas. Pero no se puede decir que exista un
en lo pertinente ya al extrarradio de la política estricta- pleno reconocimiento de la libertad religiosa en cuanto: a)
mente dicha y no al de la justicia reglada, cual es el de los se impide o se dificulta la participación e intervención de
valores: la persona en estadios extremos del nasciturus y del la Iglesia y de los católicos en la vida social y en los medios
moriturus, de la familia y el matrimonio, del sexo y la pro- de opinión pública dependientes del Estado; b) se difun-
creación, de la manipulación genética... Aquí es donde se den desde los centros de poder y de opinión controlados
difunden y parece como que se exaltan los contravalores: por el Estado criterios morales y proyectos de vida ajenos y
aborto, eutanasia, infidelidad, indisolubilidad... En el aun contrarios a los que profesan la mayoría de los ciu-
campo de la pública moralidad, sigue abierta la campaña y dadanos en virtud de sus convicciones religiosas». «No vivi-
divulgación de preservativos y una vida más bien amoral. mos en un ambiente neutro. El no confesionalismo del Es-
En el tratamiento de los medios de comunicación de titula- tado no ha dado paso a una cultura laica capaz de convivir
ridad estatal o paralela, las fiestas religiosas, las procesio-
con la religión y con la Iglesia de forma amigable y cola-
nes, las noticias de contenido religioso se han venido
boradora. Vivimos más bien bajo el viento de un cierto re-
tratando de forma y explicación preferentemente socioló-
vanchismo histórico que sopla en contra de todo lo que
gicas como si se pretendiera vaciarlas de su interior reli-
gioso», como muy bien dijo Corral, en el artículo citado, p. significa Iglesia, cristianismo, orden moral objetivo, etc.
242. Quienes enjuician la situación contando con un sano lai-
El arzobispo coadjutor de Granada, Mons. Sebastián, es- cismo religiosamente neutral, viven más en la letra de los
cribió a este propósito: «A veces tengo la sensación de que libros que en la realidad de los hechos» (Nueva evangeliza-
a nuestros gobernantes les sería más fácil adoptar una pos- ción..., pp. 226-227).

278 279
hipotético programa dirigido a la sociedad decimonónica.
Ataques de los socialistas a la Iglesia Las trabas que impuso a la Iglesia -sobre todo en el campo
Mientras en los países de la Europa libre existía, du- de la enseñanza y de la acción socio-benéfica- desde la Ad-
rante los años 80, normalidad institucional en las relacio- ministración central y desde las autonomías gobernadas
nes entre los Estados y la Iglesia y en los países que aca- por el Partido Socialista no se comprendían en una España
baban de salir de la larga dictadura comunista se buscaba, que caminaba a pasos agigantados hacia una total integra-
con buen criterio y sensatez política, la misma normalidad ción con la Europa unida, en la que el hecho religioso era
mediante relaciones diplomáticas con la Santa Sede, reor- aceptado pacíficamente por todas las comunidades políti-
ganización de diócesis y nombramientos de obispos, resti- cas y la Iglesia desarrollaba su misión con entera libertad,
tución a las entidades eclesiásticas de los bienes usurpados sin cortapisas ni limitaciones, sin restricciones ni favoritis-
por el Estado o por el Partido Comunista, facilidades para mos, gozando además del respeto, aceptación y admiración
la enseñanza religiosa en los centros públicos y concesión incluso de los no católicos y de los no creyentes.
generosa de medios a la Iglesia para que desarrolle libre- Nadie entendía lo que pasaba en España, pues se vivía
mente su misión, porque es portadora de valores morales durante aquellos años una situación político-religiosa muy
que aquellas sociedades habían perdido y solo la paciente y semejante a la de los últimos años de Franco, cuando el
constante acción de la Iglesia puede devolver a las concien- Régimen no toleraba que la Iglesia fuera conciencia crítica
cias; mientras en Europa se hacía todo esto, daba la impre- de la sociedad. O quizá se entendía lo que pasaba en Es-
sión de que en España, donde poseemos una de la más lar- paña si se recordaba que el Partido del Gobierno era hijo
gas, fecundas e intensas tradiciones cristianas del viejo del marxismo, una ideología fracasada en toda Europa y
continente, se vivía durante el predominio socialista en que él mismo había abandonado oficialmente desde hacía
contra de las nuevas orientaciones de la historia y se volvía más de diez años, pero que había dejado un estilo y unos
a posturas típicas de siglo xix, que un anticlericalismo ana- modos en muchos exponentes de relieve y en simples mili-
crónico mantenía inalteradas en muchos de los dirigentes tantes. Un lastre que permanece en muchos socialistas es-
políticos del PSOE. pañoles todavía hoy.
En efecto, eran todavía muchos los que no habían asimi- En la España de 1991 se produjeron una serie de en-
lado el avance que había supuesto el principio de colabora- frentamientos ideológicos entre el Estado y la Iglesia, entre
ción del Estado con la Iglesia católica, establecido en el ar- representantes del Gobierno y de la Jerarquía que no se
tículo 16 de la Constitución de 1978. Y, aunque es cierto que dieron en otros países y demostraron cuan lejos estábamos
ninguna confesión religiosa tiene carácter estatal, también todavía de una verdadera democracia y cuan próximos a
lo es que el Estado debe servir a la comunidad nacional, que los peligros de un Estado totalitario, en el que solo el Par-
en el caso de España está integrada por una mayoría de ciu- tido que ostenta el poder puede hablar. Y todo porque la
dadanos que se declaran católicos. Cuando la Iglesia de- Iglesia, cumpliendo su misión bimilenaria, desenmascara
fiende estos postulados no pide privilegio alguno sino que la «cultura secularista que amenaza seriamente a los princi-
recuerda al Estado que tiene el deber no solo de respetar pios cristianos y a los valores morales de la sociedad», y
sino de garantizar positivamente los derechos de los ciu- ofrece remedios saludables para resolver esta situación, se-
dadanos, sobre todo, en el campo educativo y religioso. gún dijo Juan Pablo II en el discurso dirigido a los obispos
El PSOE, que elaboró un ambicioso Programa 2000 de de las provincias eclesiásticas de Oviedo y Tarragona, el 11
cara al nuevo siglo -inspirado y redactado en parte por de noviembre de 1991, con motivo de la vista ad limina.
sacerdotes y religiosos secularizados-, dedicó cuatro pági- Siempre es doloroso poner el dedo en la llaga. Cuando
nas a la Iglesia, que no hubieran servido ni siquiera para un la Iglesia constataba el progresivo deterioro moral de nues-

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280
tra sociedad, fenómeno advertido también por cualquier cuitad en tolerarla como resto de una vieja cultura, pero
ciudadano sensato, y denunciaba abusos y errores, corrup- estiman irrelevante su mensaje y su palabra, negándole au-
ciones y violaciones de derechos, molestaba a los responsa- diencia y descalificándola como algo ya superado», dijo el
bles de tan execrables hechos, que reaccionaban con el Papa a los obispos de Valladolid y Valencia el 23 de sep-
ataque desaforado, con la descalificación, con el insulto y tiembre de 1991.
el vituperio, con la violencia del desprecio, de la injuria y El Estado ya no buscaba la persecución abierta contra la
de la calumnia. Parecía como si el PSOE fuera el único que Iglesia, ni los mártires ni la destrucción de los templos.
pudiera decir lo que estaba bien y lo que estaba mal en la Tampoco las buscaba en los países comunistas -con la ex-
sociedad española. cepción de Albania- pasados los primeros años del furor
Cuando los países de la Europa excomunista habían sa- revolucionario e iconoclasta. El Estado, que era siempre el
lido del largo túnel del totalitarismo que tan duramente PSOE, el partido que gobernaba, buscaba otros medios
probó a la Iglesia y a los católicos, en España daba la im- más sutiles y peligrosos, que no llegaron nunca a la grave-
presión de que se nos querían meter en ese túnel. Los mé- dad extrema de la persecución religiosa.
todos del PSOE eran muy parecidos a los que los comunis- Nos estábamos pareciendo cada vez más a las naciones
tas albaneses, alemanes orientales, búlgaros, checos, que cayeron bajo en yugo del totalitarismo marxista. No en
húngaros, polacos, rumanos, soviéticos y yugoslavos utiliza- vano, el presidente de la Conferencia Episcopal Española
ron con todos los medios y la fuerza del Estado para redu- denunció también en el discurso de apertura de la Asam-
cir a la Iglesia al silencio. La situaciones históricas y socia- blea Plenaria del Episcopado Español, del 18 de noviem-
les fueron completamente diversas y los métodos bre de 1991, que «una democracia sin valores se convierte
evolucionaron, pero permaneció la substancia. En aquellos con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto».
países se hizo durante el comunismo lo que en España in- «Curiosamente -dijo el cardenal Suquía- el totalitarismo
tentó hacer el PSOE: ideológico de los regímenes de la 'otra Europa' no solo no
— que la Iglesia se callara, han conseguido eliminar la Iglesia, y destruir en el corazón
— que no hablase, de los hombres las raíces de la cultura, sino que en cierto
— y si hablaba, que su voz no fuera escuchada, modo la Iglesia y también la cultura han conocido un flo-
— que no llegase al pueblo, recimiento en el seno de la persecución».
— y si llegaba, que llegase desacreditada. En la España de los años 80 y primera mitad de los 90
Por eso se lanzaron improperios y descalificaciones con- se intentó acabar a rajatabla con la educación religiosa tra-
tra el Papa y los obispos, contra los sacerdotes, los religio- dicional del pueblo, tan arraigada en todas sus manifesta-
sos y los católicos comprometidos en la vida pública. Fue el ciones culturales y tan necesaria para orientar la moral co-
triste resultado de una idea equivocada de modernidad, lectiva. Por eso, muchas de las decisiones del Gobierno del
que Juan Pablo II denunció en un discurso a los obispos de PSOE no encontraron el respaldo de la mayoría del pue-
las provincias eclesiásticas de Sevilla y Granada, el 18 de blo. Los socialistas:
noviembre de 1991, porque «lleva con frecuencia a menos- — impusieron criterios que no estaban enraizados con
preciar la importancia de la religión y de la fe, y a negar la la tradición española,
existencia o el valor de las normas morales reveladas por — hirieron las conciencias,
Dios o manifestadas por la misma naturaleza de las cosas». — fomentaron la intolerancia y
Era el triste resultado de «un malentendido progresismo» — favorecieron extremismos e intransigencias de iz-
que identificaba «a la Iglesia con posturas inmovilistas del quierdas y de derechas.
pasado». Cuantos defendían estas actitudes «no tienen difi- En realidad intentaron introducir una nueva visión del
282 283
hombre y de la historia no solo interpretativa, sino trans- ción de la civilización sobre los principios del respeto y del
formadora de la sociedad; intentaron crear un modelo amor. Palabras que, por otra parte, no eran nuevas porque
nuevo de hombre como ser supremo y absoluto a través de Juan Pablo II las había repetido en otros discursos y do-
formas secularizadas y radicalmente inmanentes. cumentos, provocaron una reacción estruendosa en los
ambientes oficiales españoles; algunos ministros hicieron
declaraciones en tono destemplado; TVE y algunos perió-
Críticas del Gobierno al Papa dicos y revistas alineados con la ideología del PSOE desen-
cadenaron una ofensiva durísima contra el discurso del
Cuando, el 23 de septiembre de 1991, Juan Pablo II di- Papa.
rigió su discurso a los obispos de las provincias eclesiásticas El diario El País, experto en criticar de forma sistemá-
de Valladolid y Valencia no hizo más que continuar una tica a la Iglesia católica, acusó al «Papa polaco» y a los obis-
tradición consolidada por él mismo desde el comienzo de pos españoles de «intentar reconquistar parte del antiguo
su pontificado -aunque Pablo VI ya la había iniciado desde poder que tuvieron con el antiguo régimen», afirmando
las postrimerías del suyo-; es decir, habló a los obispos para que difundían «informes pesimistas contra una sociedad
manifestarles sus sentimientos: por una parte, gratitud por que goza del respeto internacional y, sobre todo, del auto-
el trabajo desarrollado y reconocimiento por los aspectos rrespeto». Sectores políticos socialistas y «eclesiásticos pro-
positivos de la situación, y, por otra, profunda preocupa- gresistas», hábilmente escogidos por el mismo diario, con-
ción por algunos fenómenos que también se producían en sideraron injusta la «dura crítica del Papa a la sociedad
la sociedad española, si bien no eran exclusivos de ella. española», mientras que el ABC defendió la tesis de que Es-
Juan Pablo II dijo textualmente: «También entre voso- paña no había cambiado, «la han hecho cambiar; el lema
tros se está produciendo, por desgracia, un preocupante 'Por el cambio' tenía no solo connotaciones políticas, sino
fenómeno de descristianización. Con frecuencia, la indife- también morales, como se ha visto en estos años; y este
rencia religiosa se instala en la conciencia personal y colec- 'cambio' no ha sido natural o evolutivo, sino provocado y
tiva, y Dios deja de ser para muchos el origen y la meta, el acelerado... Es necesario, entonces, preguntarse el porqué
sentido y la explicación última de la vida. Frente a este neo- de esta campaña. ¿Se trataba solo de ir contra la Iglesia?
paganismo, la Iglesia en España ha de responder con un ¿Eran solo resabios anticlericales? Posiblemente se trataba
testimonio renovado y un decidido esfuerzo evangeliza- de otra cosa: se ha intentado destruir la conciencia moral,
dor». porque un hombre hedonista, materialista y obsesionado
Estas palabras del Pontífice respondían a las preocupa- por el consumo es más manipulable, soporta mejor la co-
ciones sobre la situación de las diócesis, que los obispos le rrupción del poder y acepta todo con tal de que siga la
habían expresado. Siendo como es un observador excep- vieja fórmula de 'pan y circo'. La generación que hizo posi-
cional de las corrientes de cada sociedad y poseyendo una ble la llegada de la democracia en 1975 era una genera-
documentación exhaustiva y una gran capacidad de sínte- ción educada en la fe cristiana, aunque abjurara de la Igle-
sis, el Papa había dado en el clavo al señalar que el neopa- sia; la generación actual ha sido educada en ese nuevo
ganismo era una realidad no solo de España, sino de gran paganismo denunciado por el Papa y, probablemente, in-
parte de las sociedades occidentales. Un fenómeno denun- capaz de un esfuerzo semejante a aquel, porque no tiene
ciado también por los filósofos de la postmodernidad. Pero deseos ni fuerzas para luchar por ningún valor que no sea
no fue un discurso negativo ni pesimista, sino un mensaje el de 'pasarlo lo mejor posible' y con el mínimo esfuerzo. Y
positivo y esperanzado orientado hacia la cultura de la este, que es el resultado final del proceso, ha sido llevado a
vida, la familia, la honestidad profesional y la reconstruc- cabo con alevosía y premeditación» (24-9-1991).

284 285
La frases más significativas de la polémica pueden sinte- que la situación española está sostenida por un secula-
tizarse en las expresiones de tres miembros del Gobierno: rismo laicizante que «está convencido de que la dimensión
«Los calificativos del Papa no describen a la sociedad espa- moral y religiosa del hombre es un obstáculo para la reali-
ñola» (Javier Solana). «Utilizaría lo que decía el Hugo Gro- zación de un proyecto moderno de sociedad. O quizá cae
cio: debemos actuar como si Dios no existiese, lo cual no en la cuenta de que el hombre auténticamente religioso es
puede decirse sin grave blasfemia, añadía siempre el filó- el único que ofrece una resistencia difícilmente vencible al
sofo» (Virgilio Zapatero). «En una próxima visita tenemos intento de desvinculación del hombre de sus lazos natura-
que mostrarle lo que es nuestro país» (Matilde Fernán- les con la realidad y, por tanto, al dominio omnímodo del
dez). poder sobre la persona».
La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, En realidad, cuando el Papa calificó la situación espa-
reunida en Madrid dos días después, agradeció la interven- ñola de neopaganismo, no hizo más que referirse a los peli-
ción de Juan Pablo II porque señalaba a los obispos y a la gros que surgían de manifestaciones - q u e no podían ser
Iglesia española «modos de mejorar en la transmisión de la negados- de descristianización como la exaltación de la
fe». Las opiniones de algunos miembros del Episcopado posesión y del consumo de bienes, el individualismo narci-
fueron muy significativas: «El Papa tiene toda la razón. No sista y hedonista, el permisivismo sexual, el aborto, la
vamos bien encaminados y eso es responsabilidad del Go- droga, la violencia, los cuales son precisamente formas de
bierno y de los que manipulan los medios de comunica- neopaganismo. El Papa ofrecía preciosas indicaciones para
ción» (Mons. González Moralejo, obispo de Huelva). «Las superar esta situación. En una palabra, era un discurso res-
palabras de los ministros han molestado a todos los obispos petuoso y constructivo. «Aunque me h a desagradado ver
y a mí entre ellos» (Mons. Martí Alanis, obispo de UrgeT). -dijo el nuncio Tagliaferri-, y no es la primera vez que se
«Si el deseo de los ministros es que España no sea pagana y ha hecho de él una lectura excesivamente parcial, limitada
están dispuestos a no fomentar ese neopagariismo, para mí a unas pocas frases. El gran poder de la Iglesia ha sido, es y
sería algo que me llenaría de satisfacción» (Mons. Dorado,
será siempre el Evangelio. Y anunciar libremente el Evan-
obispo de Cádiz). «El Papa ha hecho una espléndida con-
gelio, el único poder a que aspira y la única influencia que
tribución a la Iglesia española en su deber de orientarla»
desea. De hecho, ha dejado sin nostalgia otras clases de po-
(Mons. Amigo, arzobispo de Sevilla). «No se puede gober-
der que haya podido tener en otras épocas. El duro mar-
nar un país como si Dios no existiera tal como lo ha de-
eaje al que se ve sometida la Iglesia no me parece debido a
mostrado la URSS, que, tras setenta años de dictadura de
un régimen ateo, no consiguió arrancar las raíces del pue- que busque conquistar otras esferas, sino más bien a que se
blo ruso» (Mons. Torrella, arzobispo de Tarragona). «Los intenta privatizar la religión y la fe cristiana, y encerrarlas
gobernantes socialistas no han sabido leer con objetividad en la sacristía para que no molesten» (Declaraciones ABC
e interpretar las frases destacadas en los titulares de la del 15 noviembre 1991, p. 72).
prensa dentro del contexto» (Mons. Dorado, obispo de El Papa, tanto en el discurso citado como en los restan-
Málaga). «No acabo de entender la reacción que se ha pro- tes de las visitas ad limina, no hizo más que ofrecer la res-
ducido en España. Nos ha extrañado muchísimo que se puesta que la Iglesia debía dar a la sociedad tras la crisis de
dramatice tanto este discurso» (Mons. Roca, arzobispo de la modernidad en aquella fase de la cultura europea. El
Valencia). ideal moderno había intentado apropiarse de los valores
Apenas un año antes, el cardenal Suquía, en el discurso cristianos renunciando a Cristo, pero el intento había fa-
inaugural de la Lili Asamblea Plenaria de la Conferencia llado. No quedaba, pues, más remedio que rechazar dichos
Episcopal Española (noviembre 1990), había denunciado valores o aceptarlos en sentido religioso y testimonial.

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que se repercuten sobre los valores morales, produciendo
Descristianización progresiva de España
«un cierto eclipse del sentido religioso, especialmente en-
La sociedad española está, por una parte, profunda- tre los jóvenes».
mente marcada por una herencia religiosa muy rica y por Se percibía por doquier un rápido proceso de seculari-
valores todavía persistentes, y, por otra, se halla expuesta a zación de la sociedad, que tenía sus manifestaciones más
una fuerte secularización debido a las nuevas formas de evidentes e inmediatas en el indiferentismo práctico en el
pensar y de actuar aparentemente separadas de la fe y de campo religioso. Además de los «males endémicos» y de las
su dinamismo, por el abandono en masa de los campos y «deficiencias históricas» que sufría una buena parte de Es-
por las grandes concentraciones humanas en los centros paña, se debían lamentar «algunos fenómenos de vasta ex-
urbanos, por procesos conexos con la evolución industrial pansión como la creciente secularización ambiental, un se-
y tecnológica, por el pluralismo ideológico, por las condi- cularismo anticristiano que halla eco puntual en algunos
ciones económicas y sociales, por la crisis que afecta a la fa- medios de comunicación social, junto a un cierto plura-
milia y por una larga serie de problemas. lismo que en no pocos casos difumina la identidad cris-
La situación intraeclesial de nuestras diócesis es diversa tiana», con la consecuencia del aumento del «número de
según las situaciones socio-económicas y culturales de cada los que dan por perdida o superada la fe o la desconectan
una de ellas y según los ambientes urbanos y rurales, pero de la diaria existencia». Se constataba «un preocupante fe-
la estructura pastoral y administrativa es muy semejante en nómeno de descristianización», que provocaba un «cambio
casi todas. Característica generalizada es la tradicional reli- de mentalidad y costumbres» cuyas consecuencias eran la
giosidad popular, que se manifiesta con las singularidades constatación de un ambiente «en el que el bienestar eco-
de cada región. La gran mayoría de los españoles reciben nómico y el consumismo inspiran y sostienen una existen-
el bautismo y la primera comunión, muchos adolescentes y cia vivida como si no hubiera Dios».
jóvenes reciben también la confirmación. Mayores proble- Se trataba, de definitiva, de un neopaganismo frente la
mas plantea el sacramento del matrimonio, porque son cual «la Iglesia en España ha de responder con un testimo-
cada vez más frecuentes las uniones civiles, si bien preva- nio renovado y un decidido esfuerzo evangelizador que
lece de forma mayoritaria el número de quienes se unen sepa crear una nueva síntesis cultural capaz de transformar
mediante la celebración religiosa. El entierro católico es el con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valo-
más frecuente, aunque se dan casos de exequias civiles. La res determinantes, los puntos de interés, las líneas de pen-
asistencia dominical a la Santa Misa oscila según zonas y re- samiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de
giones, de un 2-5% como mínimo a un 50-60% como má- la humanidad».
ximo, e incluso porcentajes más elevados en poblaciones Era un hecho comprobado que la religiosidad de los es-
de gran tradición cristiana en Navarra y Castilla. pañoles había experimentado un cambio radical durante
En los discursos a los obispos españoles con motivo de las últimas décadas del siglo, y si bien España no había de-
las visitas ad limina, el papa tuvo en cuenta los problemas jado de ser católica, caminaba, por desgracia, hacia una in-
más urgentes que los mismos obispos han tratado tanto en creencia generalizada. En 1986, la revista Ecclesia reconocía
sus relaciones escritas como en sus encuentros privados que la Iglesia en España era consciente de la progresiva
con el Pontífice, comenzando por la constatación de la rá- descristianización del pueblo. La celebración en 1985 del
pida transformación que ha experimentando la sociedad congreso sobre «Evangelización y mundo de hoy» y el en-
española, con cambios rápidos y profundos en el campo cuentro de teólogos y pastoralistas celebrado en León en
social, cultural y político, con innegables progresos, pero septiembre de 1984 por iniciativa de la Comisión Episcopal
también con aspectos menos positivos e, incluso, negativos para la Doctrina de la Fe sobre el tema «Fe y no creencia

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en la España de hoy», demostraron que la Iglesia en Es-
paña tomaba conciencia de la caída masiva de la fe cris- título La visita del Papa y el servicio a la fe de nuestro pueblo. El
tiana en la sociedad española. Más de tres millones de es- documento -recibido con bastantes reticencias incluso en-
pañoles, casi el 20% de la población, se declaraban ateos, tre los ambientes católicos más «progresistas», que acusa-
agnósticos o indiferentes. La cifra era alarmante si se tiene ron a los obispos de neoconfesionalismo- demostró la
en cuenta que la mayor parte de quienes se declaraban aceptación sincera y entusiasta por parte de la Iglesia de la
ateos fueron un día miembros de la Iglesia, de la cual reci- vida democrática y del pluralismo social y político, ya que,
bieron una catequesis evangélica y en cuanto se trataba de sin ningún signo de nostalgia por el pasado, manifestó que
un sector del pueblo destinado a ser el principal protago- no existe un único proyecto cristiano de sociedad. Denun-
nista del dinamismo de la vida pública española. ció la excesiva politización de la vida pública y auspició la
presencia de los cristianos, individual y colectiva, en todos
Entre las causas de esta situación hay que señalar la los campos de la actividad política y civil.
moda secularista del momento actual, aunque en neto re-
greso, que está de moda también en otras naciones; la Reconociendo la nobleza y la dignidad moral del com-
identificación Iglesia-Estado, residuo de tiempos pasados; promiso social y político así como las grandes posibilidades
la escasa credibilidad en la opinión pública y, sobre todo, que este ofrece para crecer en la fe, en la caridad, en la es-
en las nuevas generaciones de todo lo que se refería a la peranza, en la fortaleza y en la generosidad, los obispos
Iglesia; el hecho de que el mensaje cristiano era presen- animaron a los cristianos para que se comprometan en la
tado en la sociedad española con anacrónicos esquemas de vida pública. Pidieron a los católicos españoles que partici-
pensamiento platónico-aristotélico. paran activamente en las instituciones y asociaciones civiles
mediante el ejercicio del voto democrático, actuando con
La Croix de París publicó el 13 de febrero de 1987 una
libertad y responsabilidad. La autoridad eclesiástica -de-
entrevista con el arzobispo de Valladolid y vicepresidente
cían los obispos- podrá orientar el voto únicamente en si-
de la CEE en la que Mons. Delicado Baeza declaró que, to-
tuaciones excepcionales.
davía en tiempos recientes, la incredulidad era una excep-
ción entre los españoles. Sin embargo, el fenómeno se ha- En realidad, los obispos pretendieron, con este docu-
bía invertido. En los medios de comunicación y en las mento, clarificar el sentido y la justificación de una política
manifestaciones públicas, la incredulidad y el agnosticismo cristiana, partiendo de la realidad histórica y social de Es-
prevalecían mientras que la profesión personal de fe era paña y, a la vez, intentaron animar a los católicos a hacerse
una excepción. Este fenómeno era más frecuente entre los presentes en la vida pública.
jóvenes. En 1960, con motivo de un encuentro organizado En marzo de 1989 se conocieron las cifras oficiales de la
por los jóvenes, más del 60% de ellos se declaró católico respuesta dada por los ciudadanos al sistema de aportación
practicante; durante un encuentro semejante en 1982 se voluntaria para el sustentamiento del clero, tras el primer
declaró católico prácticamente solo el 34%, con una franja año de su implantación: el mal llamado «impuesto reli-
del 17% entre incrédulos e indiferentes. gioso», calificativo falso y malévolo difundido incluso
El 22 de abril de 1986, la Comisión permanente de la desde instancias gubernativas para desorientar a la opinión
CEE emanó el documento Los católicos en la vida pública, pública, ya que no se trata de «impuesto» alguno, sino de
uno de los textos más importantes publicados por el Epis- simple aportación voluntaria.
copado en los últimos años por sus precisiones en cuestio- El 35% de los contribuyentes destinó al sostenimiento
nes fundamentales de carácter político, social y econó- de la Iglesia católica el 0,52% de las tasas debidas al Es-
mico. La idea de este documento se remontaba al tado. El 11% prefirió destinarlo a organismos con finalida-
programa pastoral de la CEE, promulgado en 1983, bajo el des sociales y el 53%, en cambio, no hizo opción alguna.
Los españoles con un porcentaje muy significativo manifes-
290
291
taron que querían una Iglesia ayudada y sostenida econó- — que están intentando recuperar el sentido más ge-
micamente mediante este sistema tributario con el cual el nuino de la religiosidad popular.
Estado nada quita de su presupuesto en favor de la Iglesia, Estos datos nos llevan a concluir que se estaba en un
sino que se limita a respetar la voluntad de los contribu- momento de transición de un cristianismo sociológico a
yentes. un cristianismo vivido en el que la presión socio-política no
La aconfesionalidad del Estado, sancionada en la Cons- favorecía la militancia católica; por ello, la opción personal
titución de 1978, ha hecho pensar a muchos españoles que y libre adquiría mayor importancia y seriedad. Pero no po-
España ya no es católica, mientras que para muchos anti- demos ignorar que, a pesar de estos cambios positivos ex-
clericales, imbuidos de un anticlericalismo trasnochado, perimentados en la vida de los católicos y de la misma Igle-
este mismo hecho, que se intensifica en la actual situación sia, pervivía en muchos españoles, sobre todo en los no
democrática, representa el final no solo de lo que un creyentes y hasta en los poco creyentes, la imagen social de
tiempo dio en llamarse «la nación católica por excelencia», una Iglesia poco fiel al Evangelio. Tampoco se podían ce-
sino de la misma fe cristiana. La realidad es bien distinta, y rrar los ojos ante una realidad que documentaban las esta-
estas dos posturas extremas no son más que la expresión dísticas y los estudios sociológicos, aunque en España se-
de sentimientos o de estados de ánimo, pues los primeros guimos poseyendo pocas investigaciones positivas sobre el
olvidan en su nostalgia: tema, debido quizá a esa vieja tendencia nuestra de no
— que los templos repletos de los años 40 y 50 en los confiar en las encuestas o en los datos sociológicos y prefe-
suburbios de las grandes ciudades no representaban una rir sustituirlos con la experiencia personal y el contacto di-
práctica dominical superior al 5%; recto con la realidad.
— que aparecer como cristiano era una exigencia social Según una encuesta realizada en 1982 por el Centro de
y política y investigaciones EDIS en todo el territorio nacional, los ca-
— que los no creyentes ocultaban cuidadosamente su tólicos practicantes eran el 32,6%, los católicos poco practi-
condición de tales o se encontraban en el exilio; cantes el 23,6%, los católicos no practicantes el 21,8%, los
— mientras que los segundos, cegados por su anticleri- indiferentes y dudosos el 11,5%, los no creyentes y ateos el
calismo, no descubrían todavía la imagen renovada de la 7,3% y los creyentes de otras religiones el 0,8%. No con-
Iglesia, que estaba sentando unos cimientos pastorales que testó el 2,4%.
a no muy largo plazo habían de producir frutos concretos; En sus viajes apostólicos a España (1982, 1993), Juan
— que no percibían la transformación radical que se es- Pablo II se detuvo en cada aspecto de la realidad que el
taba verificando en las comunidades cristianas, pontífice visitó, consciente de que tocaba los aspectos más
— ni se percataban de que cada día era mayor el nú- vivos y palpitantes, todas las realidades sociales y campos de
mero de creyentes convencidos, que vivían la fe como op- la acción pastoral:
ción personal y libre; — las instituciones políticas, laborales, demográficas,
— que habían superado un dualismo fe-vida que carac- económicas, culturales, religiosas;
terizó una parte del catolicismo español de los años del — los jóvenes, los intelectuales, los obreros, los emi-
preconcilio; grantes, los hombres del mar, los sacerdotes, los religiosos,
— que participaban activamente en las celebraciones li- los misioneros;
túrgicas; — el paro, el terrorismo, las nuevas religiones.
— que estaban comprometidos pastoral y socialmente Poco antes del primero de dichos viajes, una de las
porque habían comprendido la dimensión comunitaria de cuestiones que más preocupó a los obispos españoles en el
la fe y otoño de 1982 fue la aparente paradoja del voto de mu-

292 293
chos católicos en favor del PSOE durante las elecciones po- campo social y por el radicalismo y la aconfesionalidad,
líticas de aquel año. Para el presidente de la Conferencia muy pronto transformado en anticlericalismo y antirreli-
Episcopal, este hecho no significaba la aceptación total por giosidad.
parte de los católicos del programa del Partido Socialista. Pero la Iglesia, en cierto sentido, salió ganando porque
Para muchos, votar al PSOE había sido votar a la esperanza se dedicó a reencontrarse consigo misma, a ser más Iglesia,
y a los aspectos positivos del programa socialista, sin renun- sin renunciar por ello a sus intervenciones en la vida pú-
ciar por ello a la fe católica. Se dio, además, la paradoja de blica. Existe, sin embargo, una paradoja: documentos im-
que el triunfo plebiscitario del PSOE coincidió con el entu- portantísimos y sustanciosos emanados por la Conferencia
siasmo popular por la visita del Papa, realizada al día si- Episcopal en este período, como no había hecho hasta en-
guiente de las elecciones. No existía la menor duda ni de tonces, no han tenido el influjo que se esperaba: Construc-
una cosa ni de otra: tanto de la autenticidad y del carácter tores de la paz, Testigos del Dios vivo, Los cristianos y la vida pú-
altamente significativo del hecho religioso como de la sin- blica son tres documentos de enorme trascendencia
ceridad del voto socialista de diez millones de españoles. El pasados casi inadvertidos incluso para los católicos y sin
pueblo, dejándose llevar de su «buen sentido», percibió e apenas eco en los medios de comunicación social. ¿Por
interpretó justamente algunos valores humanos contenidos qué no se escucha a los obispos? ¿Por qué influyen tan
en el programa del PSOE, y a los viejos postulados de parti- poco entre los católicos sus enseñanzas no ya en temas de
dos más o menos identificados con la «derecha», prefirió carácter político sino incluso de doctrina moral?
el cambio que se le había propuesto, afín en parte a los va- Durante la Asamblea Plenaria del Episcopado de 1988,
lores humanos y sociales del cristianismo, ya que en Es- un obispo hizo una pregunta que no era un mero juego
paña ninguna propuesta política se identificaba de forma dialéctico: ¿Por qué un millón de militantes de los movi-
exclusiva con los postulados de la doctrina cristiana. mientos apostólicos tiene en España tan poco peso en los
De balance desconcertante calificaba Martín Descalzo temas políticos, sociales y del trabajo? ¿Por qué un ejército
en el ABC del 23 de noviembre de 1986 el que ofrecía la teóricamente, tan numeroso influye escasamente en la vida
Iglesia en España al cerrar el trienio de actividad iniciado pública española?
en 1984, que había comenzado con un programa lleno de Nadie pone en duda la importancia numérica de esta
esperanza tras la visita del Papa (octubre-noviembre 1982) minoría militante católica. Un millón es un millón. Es más
y, al mismo tiempo, con muchos interrogativos por la que el número de miembros de todos los partidos políticos
nueva situación creada tras la llegada al poder del PSOE. españoles juntos, más que los inscritos a los sindicatos,
La visita del Papa suscitó nuevas esperanzas, incre- cinco veces más que los aficionados que cada domingo asis-
mentó las vocaciones, disminuyó el clima de polémica in- ten a los partidos de fútbol de primera y de segunda divi-
traeclesial, desarrolló el interés primordial por la nueva sión, casi igual al de las personas que van al cine durante
evangelización. Esperanzas que muy pronto se desvanecie- una semana. Poder decir esto en un momento en que el
ron. español es instintivamente antiasociativo, es algo muy se-
Las relaciones Iglesia-Estado, que en un primer mo- rio. Los cien mil jóvenes de la pastoral juvenil, los 230.000
mento fueron correctas -obispos y Gobierno trataron de catequistas laicos que cada semana dedican horas a la for-
evitar situaciones de conflicto-, muy pronto se enfriaron y mación religiosa de niños y jóvenes son realidades de las
se distanciaron por falta de verdadero diálogo. Hoy preo- que cualquier comunidad se sentiría muy orgullosa. Este
cupan a los católicos porque los puntos de fricción son se- millón de militantes católicos es, sin duda alguna, el más
rios y profundos; desilusionantes por el incumplimiento sólido apoyo que la Iglesia posee en España en este mo-
por parte del Gobierno de las promesas hechas en el mento.

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Pero reconozcamos que este millón - t a n maravilloso no pide privilegios sino sencillamente el cumplimiento de
dentro de la Iglesia- no parece igualmente fecundo en la lo pactado.
vida pública española, parece moverse de forma invisible, La tensión ha crecido apenas iniciado el siglo xxi y,
inexistente. En parte por una falta de conexión entre va- aunque supera los límites cronológicos impuestos a este li-
rios movimientos, lamentadas por los obispos; en parte, bro, no está de más decir una palabra sobre el tema por-
por falta total de información externa. Muchos ignoran in- que ha llevado a una crisis sin precedentes -y hasta cierto
cluso su existencia y podrían incluso colaborar. Falta hasta punto impensable- en los meses de febrero y marzo del
un buen catálogo. Comentando estos datos, Martín Des- 2001, provocada por incomprensiones y malentendidos en-
calzo preguntaba en el ABC del 19 de noviembre de 1989: tre la Conferencia Episcopal y el Gobierno a raíz del
¿Por qué la Iglesia no sabe mostrar lo que posee? ¿Por qué «Acuerdo por las libertades y contra el terrorismo», escrito
es la única empresa que descuida el escaparate? ¿Sabremos y suscrito por el PP y el PSOE, al que algunos grupos socia-
un día coordinar, dirigir y poner en acción a un millón de les mostraron su adhesión. La Iglesia lleva más de treinta
personas? ¡Hacen falta buenos directores! años condenando abiertamente el terrorismo, tanto a nivel
La actitud y el comportamiento de la Iglesia ante la si- de obispos vascos, como de la Conferencia Episcopal, y,
tuación actual de España tiene que responder a sus objeti- por supuesto, al máximo nivel de la Santa Sede y del
vos pastorales y evangelizadores sin entrar en una belige- mismo Papa. Pero no firmó dicho pacto por considerarlo
rancia directamente política, ni siquiera cultural, sino en la un documento de carácter político que podía ser objeto de
medida en que esté requerida o fundamentada en su mi- críticas, como lo había sido en el pasado. El Gobierno re-
sión religiosa y evangelizadora, teniendo una especial con- accionó de forma durísima ante esta actitud, con lenguaje
sideración de la sensibilidad y necesidades religiosas de las muy severo, acusando a la Iglesia de morosidad, indiferen-
generaciones jóvenes -estudiantes, trabajadores, agriculto- cia, falta de solidaridad en lo que es la preocupación
res, profesionales y familias jóvenes-, ayudándoles a descu- prioritaria de los españoles en las últimas tres décadas; acu-
brir el interés y la importancia de Dios, de Jesucristo, de la saciones injustas, desmesuradas y falsas conociendo la acti-
Iglesia, de la vida cristiana en general. tud general de la Iglesia ante un tema en el que siempre
estuvo en primera línea, con nitidez y sin reservas (aunque
no pueda decirse lo mismo de algún obispo vasco, cono-
Tensiones con el Gobierno del PP cido por sus ambigüedades en la materia). La guerra de
comunicados y declaraciones, por una parte y por otra, no
Aunque las relaciones institucionales Iglesia-Estado me- hicieron más que complicar las cosas y poner de manifiesto
joraron sensiblemente a partir de 1996 con el Gobierno una crisis que recordaba tiempos pasados; ciertamente, la
del Partido Popular, sin embargo no puede decirse que los crisis más grave de los tiempos de la democracia ya conso-
problemas hayan desaparecido por completo, pues algu- lidada.
nos temas, como la enseñanza religiosa y la aplicación ar- La Iglesia fue condenada duramente por no implicarse
mónica de los Acuerdos de 1979, siguen todavía pendien- en una operación política -el pacto antiterrorista- cuando
tes. Tanto la Conferencia Episcopal como la nunciatura de todavía no habían cesado las críticas por sus implicaciones
Madrid han reconocido que se ha adelantado muy poco en en el régimen anterior. Sobre los obispos se ha cargado
estas materias, que son motivo permanente de conflictivi- toda la responsabilidad de un tema que afecta también a
dad más o menos intensa, pues los gobernantes del PP dan los cristianos, en general, y a sus grupos, asociaciones, pu-
la impresión de tener miedo, vergüenza, reparos y reservas blicaciones, etc., que han condenado siempre abierta-
para tratar con normalidad constitucional a la Iglesia, que mente el terrorismo. Los medios de comunicación del Es-

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tado han sido los más severos, descubriendo una acidez y 2000 (Madrid, PPC, 2000), aportaciones de varios autores,
anticlericalismo que creíamos superado. A complicar más con generalizaciones a veces tendenciosas y análisis muy
las cosas, en pleno verano del 2001, han contribuido el «af- discutibles.
faire Gescartera» y la situación laboral de algunos profeso- Sobre la descristianización de la sociedad española, ade-
res de religión. Ambos hechos han sido hábilmente mani- más de algunos estudios citados anteriormente, trato esta
pulados para atacar a la Iglesia, llevando la polémica a problemática en mi libro ¿España neopagana? Análisis de la
tonos increíbles, y han reavivado los debates sobre la ense- situación y discursos del Papa con motivo de la visita ad limina
ñanza y la financiación de la Iglesia para forzar, según algu- (Valencia, Edicep, 1991), cfr También M. MÉRIDA, Entre-
nos, la revisión de los Acuerdos entre la Santa Sede y el Es- vista con la Iglesia (Barcelona, Planeta, 1982), nueve entre-
tado español. Por ello, en estas polémicas se ha podido vistas con obispos; Má J. FRANCÉS, España 2000 ¿cristiana?
entrever una cierta oportunidad política para afrontar te- (Madrid, Encuentro, 1990).
mas que llevan más de veinte años sin resolverse de forma Sobre el viaje del Papa a España en 1982, cfr Jean Paul II
satisfactoria para ambas partes. en Espagne. 31 octobre - 9 novembre 1982 (París, Tequi, 1983);
Juan Pablo IIen España (Madrid, Conf. Ep. Española), 1983;
Juan Pablo II en España: un reto para el futuro. Obra dir. por
Bibliografía esencial comentada P. Rodríguez (Pamplona, Eunsa, 1984).
Sobre las relaciones Iglesia-Estado, cfr Problemas entre
Sobre temas generales: J. M- LABOA, Iglesia española y Iglesia y Estado. Derecho comparado: Miscelánea Comillas 36
transición. Esbozo de bibliografía: Miscelánea Comillas 58 (1978) n. 68 (monográfico); Iglesia y Estado en España. Régi-
(2000) 589-603; Radiografía de la Iglesia española (Madrid, men jurídico de sus relaciones. Dir. por J. G. M. de CARVAJAL Y
Conferencia Episcopal Española, 1983); F. AZCONA y otros, C. CORRAL (Madrid, Rioduero, 1980); La Iglesia española y la
Catolicismo en España. Análisis sociológico (Madrid, Instituto integración de España en la comunidad europea. Cuestiones selec-
de Sociología Aplicada, 1985); J. I. CALLEJA SÁENZ DE NAVA- tas de derecho comparado. Ed. C. CORRAL - J. M. URTEAGA (Ma-
RRETE, Discurso eclesial para la Transición Democrática (1975- drid, Univ. Pont. Comillas, 1986); AA. W . , Iglesia católica y
1982) (Vitoria, Eset, 1988); Religión y Sociedad en España de regímenes autoritarios y democráticos (Experiencia española e ita-
los 90 (Madrid, Fundación Santa María-Ed. SM, 1990); R. liana) (Madrid, Edersa, 1987); Los acuerdos entre la Iglesia y
BELDA, Los cristianos en la vida pública (Bilbao, Desclée de España (Madrid, BAC, 1980); Los acuerdos concordatarios es-
Brouwer, 1987) ;J. L. GUTIÉRREZ GARCÍA, Díselo a la Comuni- pañoles y la revisión del Concordato italiano. Actas del Simposio
dad (Reflexiones sobre la situación de la Iglesia en España, hoy) celebrado en 1980 (Barcelona 1980); J. M. DÍAZ MORENO, Bi-
(Ávila, Colección TAU, 1986); J.-L. RECIO - O. UÑA - R. bliografía en torno a los acuerdos entre la Santa Sede y el Estado
DÍAZ-SALAZAR, Para comprender la transición española. Religión español (1976 y 1979): Estudios Eclesiásticos 55 (1980) 391-
y Política (Estella, Verbo Divino, 1990); F. SEBASTIÁN AGUÍ- 405; J. FORNÉS, El nuevo sistema concordatario español (Los
LAR, Nueva evangelización. Fe, cultura y política en la España de Acuerdos de 1976 y 1979) (Pamplona, Eunsa, 1980); A. Mo-
hoy (Madrid, Encuentro, 1991); F. URBINA, Iglesia y sociedad TILLA DE IA CALLE, LOS acuerdos entre el Estado y las Confesiones
en España (Madrid, PPC, 1977); La Iglesia en la sociedad espa- religiosas en el derecho español (Barcelona, Bosch, 1985); ASO-
ñola del Vaticano II al año 2000 (Nuevos desafíos) (Estella, CIACIÓN ESPAÑOLA DE CANONISTAS, Acuerdos Iglesia-Estado Es-
Verbo Divino, 1990). La revista de la Universidad de Lo- pañol en el último decenio. Su desarrollo y perspectivas (Barce-
vaina, Social compass, dedicó en 1986, el volumen 33 a di- lona, Bosch, 1987); Constitución y Acuerdos Iglesia-Estado.
versos estudios sobre la situación religiosa de España; O. Actas del II Simposio Hispano-Alemán. Ed. C. CORRAL - J. LISTL
GONZÁLEZ DE CARDEDAL (ed.), La Iglesia en España, 1950- (Madrid, Univ. Pont. Comillas, 1988); Ma E. OLMOS

298 299
ORTEGA, La regulación del factor religioso en las comunidades Capítulo VIII
autónomas españolas (Salamanca, Universidad Pontificia,
1991). En las actas del Congreso Internacional sobre Histo- OBISPOS
ria de la transición y consolidación democrática en España (1975-
1986) (Madrid 1995) hay f r e c u e n t e s referencias al t e m a
eclesiástico, a u n q u e n o siempre tratado c o m o se d e b e .
Sobre las relaciones de la Iglesia con el PSOE, cfr J. Tu-
SEIX - J. SINOVA ( c o o r d . ) , La década socialista. El ocaso de Fe-
lipe González (Madrid, Espasa-Calpe, 1992); A. GUERRA -J. F.
TEZANOS (eds.), La década del cambio. Diez años de Gobierno so-
cialista (1982-1992) (Madrid, Sistema, 1992). Ideas fundamentales
Sobre los aspectos religiosos d e la C o n s t i t u c i ó n , cfr
Constitución y relaciones Iglesia-Estado en la actualidad (Sala- — Las diócesis nunca han coincidido en España con las pro-
m a n c a 1978); El hecho religioso en la nueva Constitución espa- vincias civiles porque estas no existían cuando aquéllas tenían ya
ñola. Trabajos de la XVI Semana Española de Derecho Canónico una larga historia.
(Salamanca, C.S.I.C, 1979). — La actual división provincial es del primer tercio del siglo
Sobre la enseñanza de la religión católica: J. LÓPEZ MÉN- xix, mientras que la eclesiástica se remonta a muchos siglos ante-
DEL, Enseñanza de la religión en una sociedad democrática riores.
(Ávila, Colección Tau, 1989); A. SALAS XIMELIS, Jaque a la — El concordato de 1851 estableció una división de diócesis,
enseñanza de la religión (Madrid, PPC, 1991), analiza la que permaneció sustancialmente invariada hasta el de 1953. Des-
LOGSE. pués se crearon algunas más.
Sobre m a t r i m o n i o y divorcio: J. GUERRA CAMPOS, La ley — Los nombramientos de obispos se hicieron siguiendo procedi-
del divorcio y el episcopado español (1976-1981) (Madrid, mientos condicionados por las diversas situaciones políticas de la
ADUE, 1981); M. LÓPEZ ALARCÓN, El matrimonio concordata- nación.
rio en el actual proceso legislativo español: Ius C a n o n i c u m 35- — Hasta 1931 estuvo vigente el plurisecular privilegio reser-
36 (1978) 55-80; A. ARZA, El matrimonio canónico y los efectos vado a la Corona de presentar candidatos tanto para el Episco-
civiles en la Constitución y en los acuerdos entre la Santa Sede y el
pado como para canonjías y beneficios en catedrales y colegiatas, y
Estado Español: Estudios de Deusto 29 (1981) 9-68; R. NAVA-
para párrocos.
RRO VALLS, La posición jurídica del matrimonio canónico en la
— Durante la Segunda República y la Guerra Civil en la
Ley de 7 de julio de 1981: Estudios de d e r e c h o canónico y de-
zona nacional, la Santa Sede nombró libremente a los obispos sin
r e c h o eclesiástico (1983), p p . 491-553.
intervención alguna del poder civil.
— Pío XII otorgó a Franco el antiguo privilegio de presenta-
ción, con algunas variantes en cuanto a su aplicación.
— Pocos meses después de su proclamación como rey de Es-
paña, donjuán Carlos I renunció al privilegio de presentación.
— En 1976 fue firmado el acuerdo que regula actualmente los
nombramientos de obispos.
— El sistema de nombramientos hasta 1976 permitía a los po-
líticos intervenir en la selección de candidatos, cosa que no siempre
hacían con sano criterio, pues con frecuencia favorecían a parien-

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tes y amigos y la Santa Sede no podía oponerse, en muchas ocasio- — Durante los últimos años del siglo XIX comenzaron a tener
nes, a estas interferencias. lugar conferencias episcopales en todas las provincias eclesiásticas.
— Durante el trienio constitucional (1820-1823), hubo un in- — En 1907 tuvo lugar la primer asamblea plenaria del Epis-
tento de crear un Episcopado capaz de asumir las ideas liberales o, copado Español.
al menos, de colaborar con sus promotores. — La Junta de Metropolitanos fue creada en 1923.
— Fernando VII procuró dotar las diócesis españolas de bue- — Pero el hito más importante fue la constitución de la Confe-
nos pastores, adictos al Altar y al Trono. rencia Episcopal Española en 1966.
— Los gobiernos liberales castigaron, persiguieron y desterra- — Desde entonces, por medio de los documentos colectivos, los
ron a muchos obispos. obispos cumplen con su sagrado deber de orientar a los católicos y
— También nombraron obispos intrusos que la Santa Sede a toda persona de buena voluntad acerca de los problemas concre-
nunca reconoció. tos de la Iglesia y de la sociedad en España.
— El Episcopado español fue, en general, mediocre; así lo reco- — No hay ninguna exageración en afirmar que ninguna
nocieron los nuncios. época de la Iglesia en España tuvo tanta abundancia de predica-
— Esta fue una constante a lo largo del siglo xix y lo sería ción evangélica como la segunda mitad del siglo XX por parte del
también durante muchos años en el siglo XX, ya que, aunque la ministerio episcopal.
Santa Sede trataba de escoger a los candidatos mejores, no siempre
esto era posible, debido a las interferencias de los políticos.
— Aunque también es justo decir que, a veces, estos recomen- Organización de las diócesis en el Antiguo Régimen
daron candidatos excelentes, que después dieron w¿y buen resul-
tado como obispos. En España, las diócesis n u n c a h a n c o i n c i d i d o con las
— Los nuncios lamentaron que nombrar obispos en España provincias civiles p o r q u e estas n o existían c u a n d o aquellas
era cada vez más difícil. t e n í a n ya u n a larga historia. La división provincial es del
— Franco nunca intervino personalmente en los nombramien- p r i m e r tercio del siglo xix, m i e n t r a s q u e la eclesiástica se
tos de obispos, aunque sí lo hicieron sus ministros. r e m o n t a a m u c h o s siglos anteriores. Hasta 1851, la organi-
— Pero, en todo momento, se nombraron candidatos escogidos zación eclesiástica d e la península e islas adyacentes estaba
formada p o r 60 circunscripciones, divididas en 8 sedes me-
por la Santa Sede o aprobados por ella, que correspondían al tipo
tropolitanas, 50 diócesis sufragáneas y dos obispados exen-
dominante de sacerdote, formado por la Iglesia según cada mo-
tos. Su distribución geográfica era:
mento histórico.
Burgos: Calahorra, Palencia, Pamplona, Santander y Tu-
— A pesar de las interferencias políticas inevitables, la Iglesia
dela.
tuvo siempre gran libertad para los nombramientos y propuso a los
Granada: Almería y Guadix.
que ella consideró mejores, incluso en los momentos más tensos.
Santiago de Compostela: Astorga, Ávila, Badajoz, C i u d a d
— El Episcopado español, a diferencia de los de otras nacio-
Rodrigo, Coria, Lugo, M o n d o ñ e d o , O r e n s e , Plasencia, Sa-
nes, no comenzó a organizarse hasta principios del siglo xx.
lamanca, Tuy y Zamora.
— Durante muchos siglos, nuestros obispos dependieron en
Sevilla: Cádiz, Canarias, Ceuta, Málaga y Tenerife.
cuestiones administrativas de la Corona, que, en virtud del privi-
Tarragona: Barcelona, G e r o n a , Ibiza, Lérida, Solsona,
legio de patronato, ejercía un control sobre todos los estamentos Tortosa, Urgel y Vich.
eclesiásticos. Toledo: Cartagena, Córdoba, Cuenca, J a é n , Osma, Sego-
— A medida que entró en crisis la monarquía tradicional, la via, Sigüenza y Valladolid.
organización del Episcopado experimentó una sensible evolución. Valencia: Mallorca, Menorca, Orihuela y Segorbe.
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Zaragoza: Albarracín, Barbastro, Huesca, Jaca, Tarazona
y Teruel. las provincias de Murcia y Albacete- con sede metropoli-
Los obispados exentos eran León y Oviedo. tana en Granada, y otra para la Andalucía occidental, a la
Existían además, sin territorio, el patriarcado titular de que se le agregaron Badajoz, Tenerife y Canarias, con su
las Indias, unido a los cargos de capellán mayor del rey, li- sede metropolitana en Sevilla.
mosnero mayor del rey y vicario general de los reales ejér- El concordato de 1851 suprimió las diócesis de Albarra-
citos de mar y tierra; dos obispados de la orden militar de cín, Barbastro, Ceuta, Ciudad Rodrigo, Ibiza, Solsona, Te-
Santiago en San Marcos de León y Uclés y las abadías de nerife y Tudela, aunque todas ellas siguieron manteniendo
Alcalá la Real y San Ildefonso de la Granja, cuyos abades los cabildos catedralicios. A excepción de Albarracín,
poseían sedes titulares, llamadas entonces in partibus infide- Ceuta y Tudela, las otras fueron posteriormente restaura-
lium. das. Suprimió igualmente todas las jurisdicciones privile-
giadas y exentas. En 1949 fueron creadas las diócesis de
Independizados los estados americanos, España quedó
Bilbao y San Sebastián y, en 1950, las de Albacete y Huelva.
solamente hasta finales del siglo xix con las posesiones de
En 1954 fueron erigidas las sedes metropolitanas de
Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo y Filipinas, donde ha-
Oviedo y Pamplona. En 1979 fue erigida la de Jerez de la
bía ocho diócesis: Santiago de Cuba, San Cristóbal de la
Frontera y, en 1992, lo fueron las de Alcalá de Henares y
Habana, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Manila, Getafe y erigidas las provincias eclesiásticas de Madrid, con
Cebú o Nombre de Jesús, Nueva Segovia y Nueva Cáceres. las dos últimas citadas, como sufragáneas, y la de Mérida-
El concordato de 1851 estableció una nueva división de Badajoz, con Plasencia y Coria-Cáceres.
diócesis, que permaneció sustancialmente inalterada hasta
el concordato de 1953, con algunas ligeras variantes. Se-
gún dicha división, una provincia eclesiástica comprendía
toda Cataluña y tenía su sede metropolitana en Tarragona. Últimos obispos del Antiguo Régimen
Otra comprendía Aragón y Navarra y el metropolitano es-
taba en Zaragoza. Otra abarcaba casi todo el antiguo reino Hasta la caída de la Monarquía, en 1931, la Santa Sede
de Valencia y, acaso como compensación de lo que le toleró el sistema antiguo, en base al cual la Corona ejercía
arrebataba la diócesis de Tortosa por el norte (que perte- el privilegio de presentar al papa un candidato único,
necía a la tarraconense), se le concedieron las tres diócesis pero, en realidad, la presentación regia era un acto formal
con el que concluía una compleja negociación entre el
de las Islas Baleares; la ni< i< opolitana estaba en Valencia.
nuncio y el Gobierno para escoger obispos que fueran
Castilla la Vieja y León teman dos provincias eclesiásticas y
aceptados por ambas partes. Este sistema permitía a los po-
sus respectivos metropolitanos residían en Burgos y Vallado-
líticos intervenir en la selección de candidatos, cosa que
lid. Castilla la Nueva estaba agrupada en torno a la sede
no siempre hacían con sano criterio, pues con frecuencia
primada de Toledo, y como compensación por la prelatura trataban de favorecer a sus amigos y parientes y la Santa
«nullius» de Ciudad Real -adjudicada a las Ordenes Milita- Sede no podía o no se atrevía a oponerse en muchas oca-
res para centralizar los derechos que por antigua tradición siones a estas interferencias. Puede, por consiguiente, afir-
tenían esparcidos por diferentes diócesis españolas- se le marse que, hasta 1931, con cierta frecuencia se nombraba
añadió la diócesis de Coria en la provincia de Cáceres. a un obispo como a un gobernador civil o a un funcionario
Otra provincia la formaban Galicia y Asturias con la metro- del Estado.
politana en Santiago de Compostela.
Durante el trienio constitucional (1820-1823), hubo un
Andalucía tenía dos provincias, una para la oriental, a
intento de crear un Episcopado capaz de asumir las ideas
la que se le agregó la diócesis de Cartagena -que abarcaba
liberales o, al menos, de colaborar con sus promotores.
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305
Esta fue una iniciativa tomada por aquellos gobiernos los revolucionarios. Entre otras cuestiones eclesiásticas del
constitucionales para conseguir o completar sus objetivos trienio liberal, este problema tuvo amplias consecuencias
políticos. La Iglesia necesitaba una profunda renovación, por la negativa del papa y su repercusión a distintos niveles
pero tanto la Santa Sede como la Jerarquía del Trienio no nacionales, ya que fue el primer caso ruidoso de rechazo
solo rehuyeron tomar iniciativas, sino que no supieron o de obispos por parte de Roma, con amplia repercusión en
no quisieron proseguir, al menos, la labor reformista de los las Cortes y en la prensa. Durante el trienio liberal, la
obispos ilustrados ni prestaron una adecuada atención a Santa Sede atacó duramente a los obispos liberales, pero
los proyectos nacidos en el seno de las Cortes de Cádiz. La pasada aquella experiencia no pronunció una palabra con-
línea de actuación de los obispos ilustrados del siglo xvm tra los ultraconservadores, que entraron directamente en
se truncó al perderse la oportunidad de cubrir sedes epis- la vida política nacional y apoyaron la restauración. El nun-
copales con unos obispos liberales que podrían haber sido cio dijo que estos defendían la «buona causa», mientras
sus continuadores natos, capaces de contribuir a crear los que la de aquellos era una «causa cattiva». «Con esta men-
requisitos básicos para la modernidad y el progreso que en talidad -afirma Manuel Teruel-, la Iglesia se incapacitaba
otras naciones europeas se estaban produciendo. Para ello, para asumir, en aras de su vocación de servicio a los seres
el Gobierno quiso llevar al Episcopado a representantes de humanos, el fenómeno secularizador, la conquista de las li-
una amplia gama ideológica -progresistas, moderados, filo- bertades y, sin duda, la revolución industrial y la explosión
jansenistas o regalistas-, pero escasos fueron los logros del demográfica».
proyecto gubernamental por: Fernando VII procuró dotar las diócesis españolas de
— la primacía de los motivos ideológicos sobre los pas- buenos pastores, escogiendo para ello de los cabildos cate-
torales, dralicios, curias episcopales, parroquias y conventos, ecle-
— las nuevas tentativas de promociones y traslados, siásticos virtuosos, instruidos y adictos al Altar y al Trono.
— la depuración política de los obispos llamados «per- Los nombramientos episcopales eran hechos por el rey,
sas», oído el parecer del Consejo de Castilla, que reunía las in-
— la retirada de los obispos, formaciones previas y seleccionaba los candidatos. La
— el protagonismo de los cabildos, Santa Sede estuvo normalmente de acuerdo con los candi-
— la conflictividad institucional provocada por el pro- datos presentados por Fernando VII, salvo algunas excep-
yecto de remoción de los obispos no constitucionalistas, ciones durante el trienio liberal, aunque le preocupaba el
— la desestabilización de algunos gobiernos diocesanos abuso introducido con los traslados de unas sedes a otras.
con obispos «civilmente muertos» -y la inviabilidad de so- Decían los nuncios que, si bien era una costumbre antigua,
luciones globales como la frustración de una reforma ecle- en los primeros tiempos no se toleraban y el Gobierno los
siástica estructural y repristinación de la antigua disciplina realizaba con excesiva facilidad y por los más impensados
canónica hispana. motivos. Los obispos eran considerados funcionarios públi-
Este tema ha estado siempre latente en la historia con- cos, a quienes se promovía a diócesis con mayores rentas
temporánea de la Iglesia, que tiene de cuando en cuando para premiarles méritos personales o brillantes servicios
manifestaciones más o menos explícitas según las circuns- prestados al rey, y otras veces, por razones de amistad, pai-
tancias históricas, y es el de la renovación de la mentalidad sanaje o influencia política.
de los candidatos al Episcopado para hacer frente a una Durante los últimos diez años del reinado fernandino,
nueva situación social. cuando el influjo de Calomarde en el gobierno fue deci-
En 1820, la Santa Sede rechazó varios candidatos guber- sivo, al menos una docena de eclesiásticos aragoneses -el
namentales que Fernando VII presentó por imposición de ministro era de Teruel- fueron promovidos al Episcopado.
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Resulta muy elocuente la anécdota ocurrida al vacar la dió- diálogo. Algunos de estos últimos obispos -como Torres
cesis de Segovia. Fernando VII dijo a Calomarde: «¿No tie- Amat, Bonel, Romo, Ramos García- podían haber sido
nes por ahí algún clérigo aragonés que hacer obispo?», y a buenos intermediarios entre las cortes pontificia y espa-
los pocos días fue nombrado el padre Briz, aragonés, gene- ñola, pero eran minoría y sus propuestas no fueron escu-
ral de los dominicos. Para suprimir tal abuso era impres- chadas. Además, tampoco jugaron limpio, porque tras su
cindible la colaboración del gobierno, pues los nuncios aparente pureza de principios y rectitud de intención se es-
nunca se atrevieron a intervenir directamente, ni la Santa condía el monstruo del regalismo, que les movía a atacar
Sede dijo una palabra a este respecto, porque en algunas duramente a Roma cuando se trataba de defender las pre-
ocasiones el traslado de un obispo resolvía muchos proble- rrogativas de la corona española.
mas. Mayores eran los inconvenientes cuando se traslada-
ban prelados ancianos y enfermos a diócesis muy extensas
y pobladas, donde, evidentemente, no podrían desempe- Estado de las diócesis
ñar su ministerio.
La cuarta parte de los obispos procedían de órdenes y Desde 1833 hasta 1847, la Iglesia vivió en España uno
congregaciones religiosas. La generación episcopal del de los períodos más oscuros de su historia. Los informes
postrienio destacó por su defensa de los derechos eclesiás- que los obispos durante esos años tristes presentaron a la
ticos durante los años del período constitucional, ha- Santa Sede sobre el estado de sus respectivas diócesis nos
biendo llegado algún obispo a sufrir persecución. Las últi- descubren un panorama desolador por los atropellos co-
mas presentaciones hechas por Fernando VII, cuando los metidos durante los años de la regencia Cristina:
liberales volvieron al poder, con el gobierno moderado de — había sido abolida por completo la inmunidad ecle-
Cea, recayeron en eclesiásticos que pocos años antes no ha- siástica personal y real,
brían pasado, porque el nuncio Giustiniani nunca les ha- — perdidos los diezmos y primicias,
bría concedido su beneplácito. En cambio, su sucesor Ti- — reducido el número de eclesiásticos por orden gu-
beri, de mentalidad más abierta, no tuvo inconveniente en bernativa,
recomendar a los nuevos obispos de Astorga, Canarias, — suprimidas las Ordenes religiosas,
Córdoba, Huesca, Barcelona y Almería -este último no — cerrados casi un millar de monasterios y conventos,
pasó en Roma-, aunque habían estado comprometidos de — secularizados miles de frailes y monjas,
algún modo y a niveles distintos con los revolucionarios del — ocupados los bienes de las religiosas,
trienio. Estos mismos obispos colaboraron de forma más o — impedida la administración de órdenes sagradas a
menos explícita con el nuevo régimen y, desde luego, sim- los aspirantes a las mismas,
patizaron con la ideología liberal menos radicalizada. Ti- — decretado el expolio de todos los bienes del clero y
beri fomentó, desde 1833, una serie de nombramientos de las religiosas,
episcopales, que de haber continuado varios años en la — usurpadas las obras de arte y objetos preciosos que
misma línea habría proporcionado a la jerarquía hispana poseían los templos,
un selecto grupo de prelados, con nueva mentalidad, y po- — autorizada la propaganda protestante y la edición de
siblemente se habrían evitado muchos de los excesos co- libros impíos, obscenos e inmorales,
metidos, en este período, por parte del gobierno, llegando — castigados, perseguidos y desterrados muchos obis-
a un entendimiento satisfactorio para la Iglesia y el Estado. pos y sacerdotes que se opusieron abiertamente a estos
Este provocó insolentemente; aquella reaccionó con in- abusos y atropellos.
transigencia y hostilidad, cerrándose cualquier intento de Solo dos obispos se separaron de la línea de conducta

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observada por los restantes miembros de la jerarquía his- que la minoría de prelados fieles a Isabel II y tolerantes
pana. Fueron Torres Amat, de Astorga, y el de Barcelona, con las novedades eclesiásticas de los liberales era seguida
Pedro Martínez de San Martín. El prelado asturicense por un reducido grupo de eclesiásticos, religiosos exclaus-
llegó incluso a manifestar abiertamente al papa «su modo trados y fieles, que trataba por todos los medios de justifi-
de pensar sobre el remedio o alivio de los males de nuestra car la bondad de estas medidas que servirían para purificar
Iglesia de España, poco o quizá mal conocidos por causa a la Iglesia. Cuantos, por el contrario -y fueron mayoría
de la exaltación de las pasiones dominantes, que ofuscan la siempre creciente-, estuvieron con don Carlos, creyeron
razón, aun de personas bien intencionadas». Torres Amat que solamente el infante podía salvar a la Iglesia y, con su
confesaba que nunca se le había impedido ejercer su juris- reinado, realizar en España la ciudad de Dios que desde
dicción y proponía algunas reformas convenientes no solo tantos siglos atrás soñaban los cristianos. Pero las pasiones
en su diócesis, sino en todas las españolas, como las consti- políticas de ambos bandos impregnaron el fervor religioso,
tuciones de los cabildos, la supresión de la exención de los que sin duda alguna era sincero en muchos militantes, y
regulares para someterles a los obispos y la eliminación de solo sirvieron para complicar la situación y acrecentar el
algunos impedimentos matrimoniales. Denunciaba el fana- odio y la intolerancia.
tismo, superstición e ignorancia de los españoles, causa y Las diócesis fueron quedando sin obispos por la muerte
origen de las calamidades que sufría la nación. Un análisis de unos y el destierro de otros. En ocho años, desde 1833
crítico de las propuestas de este prelado nos descubre que hasta 1840, fallecieron 25 prelados. Durante los años si-
no eran tan descabelladas sus ideas, aunque chocaban por guientes, hasta el restablecimiento de relaciones con la
entonces con una curia romana opuesta a cualquier inno- Santa Sede, murieron otros 13, de modo que, cuando el
vación eclesiástica e intransigente en sus relaciones con Es- delegado apostólico Brunelli llegó a Madrid en 1847, tuvo
paña. Solo un decenio más tarde, cuando ya el obispo de que buscar 40 candidatos para cubrir otras tantas sedes
Astorga había fallecido, se conseguiría realizar algunos de episcopales vacantes. Muchos obispos fueron exiliados por
sus proyectos al negociar el concordato de 1851. motivos fundamentalmente políticos. Por temor a las auto-
El obispo de Barcelona también presentó un panorama ridades isabelinas huyeron de sus diócesis los obispos de
de su diócesis radicalmente diverso al de los restantes obis- Lérida Mondoñedo, León y Orihuela, que más tarde se
pos. En Roma, eclesiásticos carlistas que influían en las de- comprometieron políticamente en favor de don Carlos.
cisiones pontificias y tergiversaban los hechos lanzaron ca- Los obispos de Badajoz, Coria, Mallorca y Santander pudie-
lumnias contra este obispo, llamándole áulico, débil, ron permanecer en sus diócesis, pero vigilados por las au-
ignorante, pupilo del Gobierno e indigno del Episcopado, toridades civiles, que les impidieron ejercer libremente sus
que habría conseguido por influencias políticas. Cierta- funciones.
mente el obispo Martínez San Martín, hermano de un ge- A todos estos atropellos, abusos y violaciones hay que
neral que militaba en las filas isabelinas, no era un modelo añadir la intromisión directa del poder civil en los asuntos
de prelados, en particular, por su falta de preparación inte- espirituales, pues el Gobierno obligó a los cabildos catedra-
lectual y de espíritu apostólico, pero los ataques que tanto licios de las diócesis vacantes, por defunción o ausencia del
a él como a Torres Amat les hacían desde la Curia romana obispo, que nombrasen vicarios capitulares o gobernado-
provenían del sector políticamente opuesto y estaban inspi- res eclesiásticos a los candidatos que la reina quería pro-
rados en intereses mezquinos, incompatibles con el men- mover al Episcopado contra el parecer del papa. Fue esta
saje evangélico. una violación sin precedentes de la autoridad religiosa por-
Lo tremendo de esta situación fue la tajante división que los vicarios capitulares elegidos legítimamente fueron
que, en pocos años, se manifestó en el seno de la Iglesia, ya obligados por la fuerza a dimitir y a ceder su jurisdicción

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canónica a los designados por la reina, clérigos de corte li- lítico. Por eso pensó, en un primer momento, que era pre-
beral vendidos al Gobierno para medrar en la carrera ecle- ferible dejar vacantes las diócesis en lugar de encomendar-
siástica. las a obispos que no serían buenos pastores. Apoyaba esta
En las diócesis vacantes de hecho, por exilio del obispo, opinión en lo que había ocurrido durante los últimos
el Gobierno exigió que la jurisdicción eclesiástica pasara a años, ya que, con solo dos o tres excepciones, los nombra-
manos de adictos a la causa isabelina. Algunos cabildos mientos de obispos «intrusos» que el gobierno había he-
consideraron civilmente muertos a sus obispos legítimos, cho habían recaído en eclesiásticos desacreditados por su
que vivían ocultos en España o exiliados al extranjero, y eli- conducta, conocidos por su adhesión a doctrinas jansenis-
gieron, forzados por las autoridades políticas o militares, tas, adictos al partido liberal, y en cualquier caso no aptos
vicarios capitulares o gobernadores de la mitra, que admi- por falta de celo apostólico y formación eclesiástica. No se
nistraron las diócesis en nombre del propio cabildo, sin fiaba la Santa Sede de la promesa hecha por el Gobierno
usar sellos del prelado legítimo, ni cláusulas o fórmulas de que, lejos de insistir en la promoción de sujetos que el
que directa o indirectamente pudieran dar a entender que Santo Padre no consideraba idóneos para el Episcopado,
ejercían en nombre del obispo ausente. A estos sacerdotes presentaría solamente a aquellos candidatos meritorios de
se les llamó obispos intrusos, pues nunca obtuvieron la de- tal misión, declarando además que la selección de candida-
signación libre de los cabildos ni la aceptación del clero tos se haría de común acuerdo con el representante ponti-
y del pueblo. Los casos más escandalosos ocurrieron en ficio. Brunelli no retrasó sus gestiones y afrontó el tema
Toledo, Zaragoza, Málaga, Oviedo y Tarazona. Los obispos aprovechando que se quería nombrar obispo al canónigo
intrusos, gobernadores eclesiásticos ilegítimos, vicarios ca- Vaamonde, hermano del ministro de Gracia y Justicia. El
pitulares anticanónicos o como se les quiera llamar, plan- Gobierno deseaba ponerse de acuerdo con el represen-
tearon graves problemas de jurisdicción. Es verdad que va- tante pontificio sobre los nombramientos y no insistió de-
rios de ellos ostentaron el título, pero nunca actuaron en masiado sobre los que ya habían sido nombrados en los
las diócesis; este fue el caso de Antonio Posada, intruso de años anteriores. Pero que había que tener en cuenta que
Valencia, que respetó siempre al vicario capitular legítimo estos eran quince, que no podía pensarse que la Santa
y ni siquiera pisó la ciudad del Turia. Pero la opinión pú- Sede los considerase a todos ellos indignos y que sola-
blica asistió a una polémica sin precedentes, pues en dia- mente no insistiría en aquellos que el Papa no considerara
rios, revistas y folletos, que proliferaron por doquier, se dis- idóneos.
cutió con gran interés el derecho de la reina para nombrar Ante la inminente la crisis ministerial, Brunelli co-
obispos sin consultar a Roma. menzó sus gestiones, en el curso de las cuales surgió tam-
bién la necesidad de hacer un arreglo general de los terri-
torios diocesanos, revisando los límites de las diócesis,
Restauración de la Jerarquía dado el desequilibrio existente en los territorios diocesa-
nos, con algunas muy extensas y otras muy pequeñas, aun-
Uno de los asuntos más importantes que la Santa Sede que lo que el Gobierno pretendía era reducir sensible-
encomendó al nuncio Brunelli fue la provisión de más de mente el número de las diócesis. Por este motivo,
cuarenta diócesis vacantes. Varios y graves eran, sin em- el Gobierno puso como condición previa, para hacer
bargo, los obstáculos que se debían superar. En primer lu- los nuevos nombramientos de obispos, que antes se revisa-
gar, asegurar a los obispos libertad para el ejercicio de la sen los límites diocesanos. Pero esto requería mucho
jurisdicción eclesiástica, liberándolos de una serie de leyes tiempo y era más complicado de lo que a primera vista po-
de sabor regalista y de odiosos vínculos con el régimen po- día parecer.

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Tras complejas negociaciones, se consiguió restaurar la pie atestado de una preconización implorada por el Go-
Jerarquía a partir de 1847 y, durante los años sucesivos, los bierno?». Para darlo, se hacía traducir el atestado mismo
nombramientos de obispos fueron hechos con normalidad que, siendo siempre igual, deberían saberlo de memoria
hasta el bienio revolucionario (1854-56), cuando, en pocos los funcionarios encargados de darlos. El Consejo de Es-
meses, quedaron vacantes ocho diócesis. Para impedir que tado era muy lento en el despacho de los asuntos, lo cual
fuesen propuestos por el gobierno candidatos indignos, el provocaba un excesivo retraso en los nombramientos epis-
encargado de negocios de la nunciatura, Franchi, pidió a copales. A esto se unían la lentitud del ministro de Gracia y
la reina que no firmara decreto alguno que le fuera pre- Justicia para presentar a la firma de la reina los decretos de
sentado por el gobierno, ya que solo ella, en virtud del pri- nombramientos y las maniobras de políticos y ministros
vilegio del patronato, tenía el derecho de elegir a los obis- para cambiar nombres de quienes habían sido ya acepta-
pos y el deber de rechazar a los que no considerara dignos. dos por ambas partes para cubrir una diócesis.
La reina prometió al representante pontificio que pon- Muchas fueron también las quejas contra los traslados
dría el mayor cuidado para evitar la selección de sujetos frecuentes de obispos. Algunos cambiaron en pocos años
poco recomendables que los políticos deseaban promocio- dos, tres y hasta a cuatro diócesis, provocando graves daños
nar al Episcopado y le pidió reservadamente una lista de a las mismas diócesis. Algunos obispos recién nombrado
candidatos dignos para tenerlos en cuenta cuando se tra- hacían gestiones con ministros y políticos para conseguir el
tara de proveer a las diócesis vacantes. Pero tanto el minis- traslado a diócesis mejores. Incluso algunos obispos acepta-
tro de Gracia y Justicia como la Cámara del Real Patronato ban el primer nombramiento que se les daba con la inten-
no aceptaron ninguno de dichos candidatos quizá porque ción de pedir inmediatamente el traslado a otra diócesis
ninguno de ellos les gustaba o quizá también porque no te- mejor dotada. La Santa Sede lamentaba profundamente
nían prisa en cubrir las vacantes. Solamente cuando llegó a las ingerencias de los políticos en los nombramientos, que
Madrid Mons. Simeoni, como encargado de negocios en llegaban, a veces, a presentar candidatos indignos. Pero re-
1857, comenzaron de nuevo las gestiones para los nombra- conocía, al mismo tiempo, que era muy difícil evitar este
mientos de obispos, que se hicieron con toda normalidad inconveniente, si no se le quitaba al rey el mal llamado
durante un largo decenio, hasta la Revolución de 1868. «derecho» de nombramiento, que en realidad no era más
que un privilegio plurisecular que los papas habían conce-
dido a los reyes de España, como signo de reconocimiento
Dificultades para los nombramientos de obispos por su defensa de la fe católica y de su ayuda a la Iglesia.
No quedaba, por consiguiente, otro remedio sino la vigi-
Desde la reanudación de las relaciones diplomáticas lancia asidua por parte de la nunciatura sobre aquellos
con la Santa Sede, en 1847, hasta la Segunda República candidatos que podrían ser presentados para obispos y no-
(1931) no faltaron dificultades y obstáculos por parte del tificar a la Santa Sede los nombres de los que resultaran
Gobierno para los nombramientos episcopales, que se ha- sospechosos por alguna razón fundada de incapacidad o
cían con la lentitud y complejidad típicas del sistema espa- indignidad, por sus conocidas ambiciones simoníacas o
ñol, agravado por la burocracia del Estado, inflexible sobre manejos políticos, para negarles la institución canónica.
este punto. El Gobierno trataba con negligencia y superfi- También puso el gobierno impedimentos a los obispos
cialidad los asuntos eclesiásticos, en general, mientras se para viajar a Roma. Así ocurrió en 1862, cuando fueron in-
obstinaba en mantener a toda costa una serie de formalida- vitados por el Papa a la canonización de los mártires del Ja-
des que llegaban incluso el ridículo. Se preguntaba el nun- pón. El Gobierno puso muchísimas dificultades, pero al fin
cio Barili en 1847: «¿Para qué sirve el pase que se da al sim- 24 obispos pudieron responder efectivamente al llama-
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miento del Papa. El Consejo de Estado, a finales de 1858, mentó que los obispos prestaban con motivo de su consa-
celebró una reunión para discutir si los informes que los gración. La polémica era antigua, pero cuando se reanuda-
obispos enviaban a la Santa Sede con motivo de la visita ad ron las relaciones entre España y la Santa Sede, de forma
limina u otras relaciones sobre el estado de sus diócesis po- arbitraria e ilegítima, es decir, por decisión unilateral del
dían remitirlos directamente al Papa o era necesario some- Gobierno, se hizo un añadido al juramento canónico de
terlos previamente al control gubernativo, ya que un con- los obispos que ofendía al decoro de la Iglesia, porque in-
sejero de Estado dijo que el modo de proceder de algunos ducía a pensar que los deberes canónicos que se les impo-
obispos debería impedirse. Lo que se pretendía era some- nían a los obispos pudieran oponerse a los deberes que
ter a los obispos al control estatal pues se les exigió que co- ellos mismos tenían como subditos de los reyes de España.
municaran previamente al gobierno el contenido de sus in-
formes a Roma y después sería el gobierno quien decidiría
si debían enviarse o no. Esta pretensión fue el colmo del El Concilio Vaticano I
regalismo, aunque exigida solamente por parte de algunos
consejeros. Pero no llegó a tener efecto, pues entre la ma- La presencia de obispos españoles en Roma fue nume-
yoría de los miembros del Consejo de Estado prevaleció el rosa, pero su actuación en el Vaticano I fue muy mediocre.
criterio de respetar la ley canónica. En la preparación del Concilio participaron varios teólogos
La raíz de todos los abusos cometidos por las autorida- por invitación pontificia pero su aportación fue muy mo-
des civiles en los nombramientos y traslados de obispos ha- desta. Pío IX consultó a seis obispos -García Cuesta, Mo-
bían sido introducidos por regalistas y aduladores de la Co- reno Maisonave, Rodrigo Yusto, De la Puente, García Gil y
rona y, aunque el nuncio procuraba presentarle a la reina Blanco Lorenzo- sobre los temas que deberían tratarse en
buenos candidatos para el Episcopado, no siempre conse- el Concilio. Los prelados españoles mostraron predilec-
guía liberarla de los influjos políticos. A partir de 1861, Isa- ción por la amplia temática del Syllabus, y hubieran desea-
bel II estuvo cada vez más sometida a las presiones de sus do un pronunciamiento solemne del Concilio sobre algu-
ministros y con frecuencia no se atrevía a oponerse a sus nas cuestiones vivas del momento, como las limitaciones
propuestas. Hasta esa fecha, Isabel II había demostrado impuestas por el poder civil a la autoridad eclesiástica.
cierta independencia en sus decisiones sobre esta materia y Aunque la mayoría del Episcopado pudo viajar a Roma sin
había aceptado las sugerencias o insinuaciones del nuncio dificultades, hubo algunos prelados que tuvieron que per-
para que respetara los cánones sagrados, los deseos del manecer en España por motivos políticos. El cardenal Gar-
Papa o el bien de la Iglesia. Influyó mucho en esta situa- cía Cuesta y el obispo Lagüera, de Osma, no recibieron pa-
ción la precaria condición política española y el temor a saporte del Gobierno por razones políticas. Otros obispos
que pudiera desaparecer la monarquía debido a las luchas no pudieron asistir por motivos de salud.
intestinas entre los partidos de gobierno y de la oposición. Apenas llegaron a Roma los prelados españoles, unidos
El regalismo del Gobierno era más acentuado en las colo- en torno al cardenal Moreno, arzobispo de Valladolid, se
nias de Ultramar, ya que en ellas el patronato se interpre- mostraron favorables a la infalibilidad, y comenzaron las
taba como una jurisdicción eclesiástica superior a los obis- gestiones para que se definiese como dogma. «Esta adhe-
pos. De esta forma, el patrono, que era la reina, ejercía su sión de España al intento infalibilista -observa Martín Teje-
privilegio a través de la autoridad suprema militar de las d o r - es el coronamiento del romanismo nuevo que apa-
colonias, quien intervenía habitualmente en los pleitos en- rece en la Iglesia española tras la muerte de Fernando VII
tre cabildos y obispos, etc. Era un residuo de regalismo y como consecuencia de la revolución». En esta línea tra-
puro y anacrónico. Otro motivo de conflicto fue el jura- bajaron abiertamente Moreno, Barrio, Monescillo, García

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Gil, Blanco Lorenzo y Lluch Garriga. Y en esta línea hay ministro de Estado tras la revolución del 68, Álvarez de Lo-
que situar el discurso del obispo Paya, de Cuenca, que re- renzana, publicó en la primavera de dicho año varios ar-
gistró «el momento culminante de la intervención espa- tículos, en los que interpretaba la celebración del Vaticano
ñola en el aula conciliar». Esta intervención no fue una I desde un planteamiento político.
síntesis teológica, sino una pieza oratoria que impresionó y
convenció por la brillantez y amplitud. Paya regresó a Es-
paña como el triunfador del Concilio, entre el entusiasmo Nombramientos de obispos desde 1873 a 1975
de los católicos, cuando en realidad su discurso, que fue
improvisado, no hizo más que repetir cuanto otros padres Apenas la Santa Sede tuvo seguridad, en 1873, de que
conciliares habían dicho en el aula vaticana. Se trató de el Gobierno republicano presentaría a las Cortes el pro-
una intervención discutida, pues mientras, para unos, el yecto de separación Iglesia-Estado, comenzó las nego-
obispo de Cuenca dijo la última palabra sobre la infalibili- ciaciones para cubrir numerosas diócesis vacantes, algunas
dad, que fue definida a los pocos días, para otros pasó to- de las cuales estaban sin pastores desde los primeros meses
talmente inadvertido. de la revolución. Pío IX deseaba hacer cuanto antes los
Lo obispos españoles no brillaron en el Vaticano I nombramientos episcopales, pero era prudente esperar la
como los del siglo xvi en el Trento. Quizá faltó la mayor fi- aprobación del proyecto de separación Iglesia-Estado para
gura intelectual del momento -el cardenal García Cuesta-, actuar libremente. Por otra parte, se desconocía la reac-
que podía haber tenido intervenciones brillantes. También ción del Gobierno republicano ante una iniciativa unilate-
hay que tener en cuenta el impacto de la revolución espa- ral del papa, ya que algunos ministros presionaban para
ñola en el ánimo de los obispos a la hora de proponer o que los futuros obispos fuesen adictos a la causa republi-
defender posturas avanzadas en el campo de las ideas. Mar- cana. Mientras el Gobierno iniciaba gestiones directas con
tín Tejedor alude además al caudillaje del cardenal Mo- los prelados que deseaba trasladar a las sedes metropolita-
reno como uno de los factores que contribuyeron a crear nas, y en concreto con el obispo de Cuenca, candidato
una impresión negativa de la participación española. El ar- para Santiago, y con el de Málaga, para Tarragona, Pío IX
zobispo vallisoletano era «serio, competente, de gran preci- quiso dar una muestra evidente de buena voluntad hacia la
sión de juicio y notable sentido común, de formación más República Española, y en el consistorio del 22 de diciem-
urbana que peyorativamente curial, y tuvo que sentirse bre de 1873 creó cardenales al arzobispo de Valencia, Ma-
muy extraño en aquella asamblea, cuya fracción más vis- riano Barrio, y al nuncio Franchi.
tosa estaba dispuesta a eternizarse, disputando al papa Cayó el Gobierno de Castelar, y mientras las Cortes se
unos derechos cuya proclamación era apremiante de cara disponían a nombrar un Gabinete radical, presidido por
a una Iglesia que ardía por los cuatro costados». Palanca, el general Pavía las disolvió y, con un golpe de Es-
Con respecto a las repercusiones del Vaticano I en Es- tado puso prácticamente fin a la primera experiencia repu-
paña, hay que decir que tanto el anuncio del Concilio blicana española. Sin embargo, estos acontecimientos no
como su celebración fueron seguidos con atención por la impidieron que la Santa Sede llevara adelante sus proyec-
prensa confesional. Periódicos como El Pensamiento Espa- tos con respecto a las diócesis vacantes, y en el consistorio
ñol, La Esperanza y el moderado La Época dieron a la asam- del 16 de enero de 1874, Pío IX preconizó varios arzobis-
blea ecuménica el relieve que se merecía. Desde la prensa pos y obispos. Estos nombramientos fueron contestados
liberal ocurrió en España lo que en otros países europeos: tanto por el Gobierno de Madrid como por el preten-
se atacó al Concilio como instrumento político del pontí- diente don Carlos, que pocos días antes del consistorio ha-
fice para defender su poder temporal. El que luego sería bía enviado a Roma al canónigo Manterola para que pro-

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testara oficialmente «contra el acto de la presentación de la presentación se mantuvo el nombre y presentar un can-
obispos hecha por Castelar». Pío IX no contestó a la carta didato escogido de una terna confeccionada por el Papa
que le dirigió don Carlos; se limitó a observar que los obis- en base a una lista de al menos seis nombres elaborada por
pos habían sido preconizados solamente en nombre de la el nuncio de acuerdo con el Gobierno. Pero, a partir del
Santa Sede, y, por consiguiente, sin tener en cuenta la pre- Vaticano II, comenzaron a surgir nuevas tensiones, y para
sentación hecha por el Gobierno republicano, a quien no superarlas era indispensable un cambio radical de mentali-
se le reconocía tal derecho. «En España -añadió el papa, dad de la misma Jerarquía, cambio que solo era posible
en su nota autógrafa sobre la carta del pretendiente-, el re- con la renovación del Episcopado. Era urgente superar el
galismo es una gran plaga». inmobilismo al que había conducido una cierta formación
Durante el pontificado de León XIII y los primeros y tradición e incluso, a veces, una cierta limitación intelec-
años de san Pío X no hubo grandes problemas para los tual, bastante acentuada en algunos obispos.
nombramientos episcopales en España. Sin embargo, estos La renovación del Episcopado debía contar necesaria-
existieron de forma grave desde abril de 1909 hasta julio mente con la colaboración del Estado y, por ello, se plan-
de 1913, en que no se pudo cubrir diócesis alguna debido
teó entonces la cuestión de la renuncia al privilegio de pre-
a las grandes tensiones entre la Iglesia y el Estado provoca-
sentación, que el Gobierno estaba dispuesto a aceptar,
das por la polémica «Ley del Candado».
pero buscó una fórmula que conservara por lo menos un
En 1931, el Gobierno republicano consideró «cadu-
vestigio del mismo, del cual España se sentía orgullosa y
cado» el concordato y renunció, en principio, a cualquier
agradecida a la Iglesia. Por parte de la Santa Sede, se pro-
ingerencia en los nombramientos de obispos, a excepción
del de Urgel y del vicario apostólico de Marruecos. Estos puso la renuncia al privilegio de presentación mediante su
dos casos estaban en parte justificados porque la República transformación en prenotificación oficiosa de los nombra-
no podía desinteresarse del nombramiento de un obispo mientos episcopales y después se pasaría a la revisión del
que ejercía jurisdicción cosoberana en un territorio vincu- concordato de 1953. Así lo reflejó la carta que el 29 de
lado a España por muchos intereses; además, España, por abril de 1968 dirigió Pablo VI al Jefe del Estado. Contes-
estos motivos, subvencionaba la diócesis de Urgel. Tam- tando, Franco, en carta del 12 de junio de 1968, consideró
poco le era indiferente a la República el nombramiento dicho privilegio como parte fundamental del pacto so-
del vicario apostólico de Marruecos por los intereses que lemne con la Santa Sede y, por tanto, se aceptaría su re-
España poseía en aquella importante zona de protectorado nuncia, no antes, sino simultáneamente y dentro de la revi-
y por las ayudas económicas que el Estado seguía dando al sión y puesta al día de todo el concordato. Pero como no
vicario apostólico. se pudo llegar a una solución, la Santa Sede optó por nom-
Durante la Segunda República, la Santa Sede pudo brar obispos auxiliares y administradores apostólicos, que
nombrar libremente a los obispos, pero, al acabar la Güera quedaron al margen del derecho de presentación y, a par-
Civil, surgieron nuevos problemas por restaurar el privile- tir del acuerdo de 1976, fue totalmente libre para efectuar
gio de presentación, como pretendía Franco, pues parecía los nombramientos episcopales. Este acuerdo estuvo prece-
excesivo. Tras largas y complejas negociaciones se adoptó dido, algunos días antes, de un intercambio de cartas entre
una vía media: ni simple prenotificación ni simple presen- el rey Juan Carlos I y el papa Pablo VI. El monarca, tras ha-
tación. Tal fue la solución adoptada con el convenio del 7 ber deliberado con el Gobierno y con el Consejo del
de junio de 1941. De la prenotificación se retuvo el que el Reino, renunció a los derechos y privilegios relativos al
Papa no se vería obligado a nombrar un obispo de la lista nombramiento de obispos que, durante tanto tiempo, co-
de candidatos que le fuera presentado por el Gobierno. De rrespondieron a la Corona de España.

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Primeros pasos hacia la organización del Episcopado 4S. Finalmente, sobre la necesidad de una reforma de la
inmunidad personal.
El Episcopado español no tuvo una organización insti- La idea de estos cuatro obispos fue presentar a la reina
tucional propia hasta bien entrado el siglo xx. Pero, desde una memoria sobre los puntos indicados, suplicándole que
mediado del siglo anterior, surgieron diversas iniciativas in- los tomara en consideración y para conseguir que produ-
dividuales encaminadas a vertebrar la acción episcopal de jera mayor impresión en el ánimo de la reina y del Go-
forma colectiva, evitando la dispersión de fuerzas y los con- bierno, los cuatro obispos enviaron una circular reservada
trastes individuales. En mayo de 1854 se hallaban en Ma- a todos los obispos de la península invitándoles a que la
drid, por motivos diversos, el obispo de Barcelona, José Do- aprobaran con el fin de que fuera presentada en nombre
mingo Costa y Borras, el octogenario obispo de Pamplona, de todo el Episcopado.
Severo Leonardo Andriani, el de Cartagena, Mariano Ba- En el conjunto de la desorganización del Episcopado
rrio Fernández, y el de Badajoz, fray Manuel García Gil. decimonónico, esta y otras reuniones semejantes en años
Aprovechando esta circunstancia tuvieron una conferencia sucesivos fueron intentos para aglutinar fuerzas y coordi-
con el fin de tratar algunos puntos importantes relativos a nar iniciativas, que tuvieron su importancia, si bien con es-
la ejecución del concordato. Era la primera vez que esto casos resultados, debido a la ingerencia del poder civil, que
ocurría desde la restauración de la Jerarquía en 1847. En mal soportaba que la Iglesia se organizara con indepen-
dencia total y absoluta de la Corona.
concreto, trataron sobre estos cuatro puntos:
Durante muchos siglos, nuestros obispos dependieron
l 2 . La necesidad de que fuera garantizada la libertad y en cuestiones administrativas del Estado, que ejercía un ri-
la independencia del ministerio episcopal en relación es- guroso control sobre todos los estamento eclesiásticos. A
pecialmente a la libre acción de los obispos en la condena- medida que entró en crisis la monarquía tradicional, la or-
ción de los libros y escritos contrario a la fe o a la buena ganización eclesiástica experimentó una sensible evolu-
moral, a la obligación del gobierno de impedir la publica- ción.
ción de diarios impíos y la circulación de libros perversos, Las insistencias de los pontífices, las gestiones de los
a la vigilancia de los obispos sobre los espectáculos públi- nuncios y la buena voluntad de muchos obispos consiguie-
cos y otras cosas semejantes. ron que la situación mejorara sensiblemente y que el Epis-
2 a . La necesidad de dar al clero la administración libre copado español, en su conjunto, ofreciera, a finales del si-
e independiente de sus bienes y rentas; de darse prisa en la glo xix, una imagen positiva, a pesar de algunos incidentes
liquidación de los bienes restituidos computándolos en su y conflictos, como el que se produjo en 1899 al más alto ni-
justo valor y detrayendo las cargas anejas; de remediar los vel jerárquico, concretamente entre el cardenal primado,
abusos introducidos en las juntas investigadoras en oposi- Ciríaco María Sancha Hervás, y el arzobispo de Sevilla,
ción a un decreto gubernativo de 1852. Marcelo Spínola.
3 a . Los graves desórdenes que se cometían por el Go- Durante los últimos años del siglo xix comenzaron a ce-
bierno en el uso del patronato para los beneficios eclesiás- lebrarse conferencias episcopales en todas las provincias
ticos, tanto en los nombramientos de personas ineptas o eclesiásticas, a excepción de la de Toledo, debido a la avan-
indignas, como en el pase de una a otra prebenda como si zada edad del cardenal primado. Los obispos presentaron
se tratara de funcionarios civiles, así como en la provisión reclamaciones al Gobierno, pero este se mostró reacio a
de beneficios antes de que se verifique la vacante, y, final- hacerles caso. Esta fue la actitud que las autoridades civiles
mente, en las intrigas de los agentes para obtener con pro- mantuvieron siempre frente a la Iglesia. Por ello, los obis-
mesas de dinero la colación de las prebendas vacantes. pos redoblaron su constancia y, sin ceder en sus propósi-

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tos, insistieron en sus justas reivindicaciones. Sin embargo, católicas en España y las tensiones existentes entre los obis-
los obispos no acudían de buena gana a estas reuniones pos, que pueden resumirse en una frase pronunciada por
quizá a causa de hábitos inveterados. Por ello, los nuncios Sancha, y referida por el nuncio Rinaldini al cardenal
estimularon constantemente a los obispos animándoles a Rampolla: «Aquí estamos engañándonos; hay falta de leal-
continuar tan importante tarea. tad y franqueza».
El nuncio sugirió que, teniendo en cuenta los esfuer-
zos realizados hasta ese momento, así como las buenas in-
La asamblea plenaria de 1907 tenciones manifestadas por varios obispos, encabezados
por Sancha, y la eficaz colaboración que prestaban algunos
En 1900, el cardenal Rampolla manifestó al nuncio Ri- católicos inteligentes y comprometidos, era oportuna una
naldini los deseos de León XIII en orden a la celebración nueva intervención del Papa ante el cardenal primado
de la primera reunión o asamblea general de los obispos para que este pudiera dirigirse al Episcopado con la má-
de España. El cardenal primado, Sancha, no era en aque- xima autoridad.
llos momentos favorable a esta iniciativa pues temía que en La asamblea pudo celebrarse en mayo de 1907, cuando
ella, en lugar de conseguir la deseada unión, se pusiera los conservadores volvieron al poder, pero como había
una vez más de manifiesto la división existente entre los sido proyectada anteriormente por Sancha ante la abierta
obispos. También el nuncio era consciente de las dificulta- hostilidad a la Iglesia del partido liberal que estaba en el
des que encontraría una reunión del Episcopado y sugirió Gobierno, su objetivo fundamental fue excogitar medios
que podía ser más eficaz una asamblea de metropolitanos de subsistencia para el clero y para el mantenimiento del
o de representantes de cada una de las nueve provincias
culto, en el caso hipotético de que se suprimiera el presu-
eclesiásticas, habida cuenta, además, de que el cardenal
puesto, y buscar algún remedio para evitar el desborda-
Sancha estaba desanimado y no quería tomar iniciativa al-
miento de la prensa periódica contra la Religión y contra
guna. Sin embargo, otros obispos acusaban a Sancha de
la Iglesia. Por ello, Sancha preparó el temario que debería
ser, en parte, responsable de la división del Episcopado.
Pero desde Roma se insistió para celebrar la asamblea y, tratarse en la asamblea y protestó ante el rey Alfonso XIII
como por aquellas fechas no era posible reunir a todo el contra el proyecto de ley de asociaciones. Aunque la mayo-
Episcopado, León XIII dirigió una carta a los cuatro carde- ría de los obispos era favorable a la celebración de la asam-
nales españoles -Sancha, de Toledo; Cascajares, de Valla- blea, alguno de ellos se opuso tenazmente, como el arzo-
dolid; Martín de Herrera, de Santiago de Compostela, y bispo de Santiago de Compostela, cardenal Martín de
Casañas, de Urgel- para manifestarles su interés personal Herrera. La Santa Sede no juzgó oportuno ni conveniente
por este asunto. que algunas cuestiones que afectaban a las relaciones entre
la Iglesia y el Estado fuesen libremente debatidas en una
Pasó un año sin que los obispos tomaran decisión al- asamblea episcopal, a la que no se le reconocía competen-
guna y, cuando en octubre de 1902 se reunió en Santiago cia ni autoridad para tratarlas.
de Compostela el séptimo y último congreso católico, rea- Las dificultades mayores al proyecto de Sancha fueron
pareció una vez más la falta de unidad de los obispos y de puestas por los dos cardenales españoles de la Curia ro-
los católicos ante cuestiones socio-políticas. No fue posible mana: Vives y Tuto, que gozaba de la confianza del papa, y
conseguir con la rapidez deseada la unidad del Episco- Merry del Val, secretario de Estado, cuya intervención fue
pado. Superadas unas dificultades surgían otras y no pare- decisiva para impedir que la asamblea se celebrara según
cía próxima la fecha de una asamblea o conferencia epis-
el amplísimo cuestionario preparado por Sancha. Merry
copal española que afrontara la división de las fuerzas
del Val manifestó abiertamente al nuncio las reservas de la
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Santa Sede y le encomendó una delicada misión ante el gran parte por figuras mediocres y conflictivas y algunos es-
primado para que fueran sometidos oficialmente a la apro- taban muy enfrentados entre ellos no por temas doctrina-
bación de la Santa Sede las materias que deberían ser trata- les, sino por cuestiones socio-políticas y administrativas.
das en la asamblea, inaugurada en el Seminario Conciliar Vinieron después los años difíciles de la primera guerra
de Madrid el 7 de mayo de 1907, con asistencia de 16 obis- mundial que coincidieron con las crisis internas españolas.
pos. El número de presentes aumentó en las sesiones de Estas llegaron a su momento álgido en el verano de 1917,
los días 12 y 14 hasta llegar a 35. con graves incidentes provocados por republicanos, socia-
Se trataron solamente tres cuestiones: listas y anarquistas, que intentaron un cambio radical de la
— enseñanza pública en centros oficiales y seminarios, situación política aprovechando el movimiento catalanista,
— régimen y administración de los cementerios y el malestar del Ejército y las aspiraciones del país a una
— memorándum de agravios inferidos por el Estado a profunda restauración social. No lo consiguieron porque
la Iglesia desde 1868. el Gobierno pudo controlar la sedición. Los autores de es-
En la última reunión de la asamblea, Sancha propuso el tos desórdenes nada hicieron contra la Iglesia, de modo
tema de la Acción Social Católica en España e insistió en que, que los templos permanecieron abiertos sin peligro alguno
para conseguir su eficacia, debería unificarse su actividad y los sacerdotes pudieron circular libremente en medio de
en todos los órdenes, sin excluir el político, dando unas los revolucionarios. En este clima de gran ebullición polí-
normas que deberían ser las mismas para toda España, sin tica y de intensa protesta social apareció la primera Declara-
perjuicio de que cada obispo pudiera aplicarlas según las ción colectiva del Episcopado español, fechada el 15 de diciem-
especiales circunstancias de cada diócesis. Sancha informó bre de 1917. Por primera vez, los obispos afrontaban la
a san Pío X sobre el resultado de la asamblea y le envió los situación nacional y recordaban las responsabilidades de
documentos aprobados en la misma para someterlos al los católicos en el campo político-social, y ello con un len-
examen de la Santa Sede. Uno de los resultados más espe- guaje nuevo si se le compara con todos los documentos an-
ranzadores fue la promoción de la prensa católica, para lo teriores.
cual se celebró un congreso en 1908, que lanzó una cam-
paña en favor de la «buena prensa» y la fundación de los
Legionarios de la Buena Prensa. Los periódicos católicos en La Junta de Metropolitanos
las provincias comenzaron muy pronto a luchar contra los
laicos. En este contexto nació en 1911 El Debate, que se Los obispos intentaron buscar remedio a la grave crisis
convirtió muy pronto en el órgano más cualificado del ca- social que atravesaba España, no en la política, sino en la
tolicismo español gracias al impulso que recibió de su pres- conciencia, con un mensaje a la nación, fechado el 1 de
tigioso director, el futuro cardenal Herrera Oria. marzo de 1922. Pero la situación se agudizó en los meses
Lo más importante fue que la asamblea se celebró y sucesivos mientras crecían la anarquía y la inseguridad ciu-
que, en ella, los obispos tomaron conciencia de la necesi- dadana. El 4 de junio de 1923 moría asesinado el cardenal
dad de unir sus fuerzas y de coordinar diversas iniciativas Soldevila, arzobispo de Zaragoza, víctima de un atentado, y
para promover la acción pastoral y defender los derechos tres meses después, en septiembre, se produjo el golpe mi-
de la Iglesia. Pero no llegaron a tener continuidad. Los ca- litar del general Primo de Rivera, que instauró la dictadura
tólicos siguieron enzarzados en estériles polémicas, entre hasta 1929. En aquellas circunstancias, Ángel Herrera pro-
integristas y liberales, sin que el Papa consiguiera zanjarlas. movió una gran campaña social como remedio para los pe-
Por otra parte, los obispos no supieron estar a la altura de ligros de la sociedad. Fue la iniciativa más importante de la
las circunstancias, ya que el Episcopado estaba formado en época, a la que siguió la decepción más desconsoladora

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por el fracaso total de la mencionada campaña. Estos he- — gratitud a Pío XI por su intervención sobre la situa-
chos contribuyeron a que los obispos tomaran conciencia ción española,
de la necesidad de mejorar su organización interna me- — sobre la supresión del presupuesto del culto y clero y
diante la institución de la Junta de Reverendísimos Metropolita- — sobre la situación política nacional.
nos, que se reunió por vez primera en 1921 y en ella queda- En 1932, los obispos se pronunciaron contra el matri-
ron representados todos los obispos, que comenzaron a monio civil y, en 1933, contra la ley de confesiones y con-
celebrar reuniones periódicas por provincias eclesiásticas. gregaciones religiosas. Después vino la guerra y, con ella, la
En la conferencia de 1923 acordaron los metropolitanos persecución religiosa en la zona republicana, y los obispos
actuar de forma periódica reuniéndose dos veces al año. tuvieron que interrumpir estas reuniones, aunque pudie-
Tomaban parte los nueve arzobispos metropolitanos de ron celebrar una de ellas en 1937.
Burgos, Granada, Santiago de Compostela, Sevilla, Tarra- En 1946, el cardenal Pía y Deniel, arzobispo de Toledo,
gona, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza, pero desde consultó a los metropolitanos sobre la oportunidad de rea-
1930 participó también el vicario castrense, que era, ade- nudar las conferencias en el mes de octubre de dicho año
más, capellán mayor del rey y patriarca de las Indias Occi- y les envió un cuestionario con trece temas y lanzó la idea
dentales. Hasta 1929, las conferencias se celebraron sin re- de una pastoral colectiva para estudiar y dar a conocer la
glamento alguno. Los metropolitanos se reunían sin dar situación religiosa de España, que no fue acogida, con lo
oficialidad ni publicidad a los encuentros, que revestían cual faltó el argumento más importante que la conferencia
casi siempre carácter reservado. No por ello fue menos podía haber tratado. En efecto, desde hacía mucho
tiempo, una gran mayoría del Episcopado y muchos segla-
fructífero el resultado, pues todos los asuntos fueron estu-
res de prestigio y autoridad deseaban una reunión plenaria
diados detenidamente y discutidos con libertad y amplitud.
de los obispos o, por lo menos, un documento en el cual el
Desde el nacimiento de las conferencias hasta la Repú-
Episcopado diera orientaciones ante los numerosos proble-
blica fueron publicados seis documentos colectivos sobre
mas existentes en la sociedad española e hiciera conocer la
cuestiones tratadas y acordadas en las conferencias:
actitud de la Iglesia sobre cuestiones de orden interno e in-
— contra la libertad de cultos, ternacional. Era un argumento delicado, que debería ser
— sobre la inmodestia en las costumbres, tratado con prudencia y tacto, pues, tras la experiencia
— aliento a los católicos mejicanos perseguidos, dolorosa de la guerra civil y de las desviaciones de la post-
— sobre los haberes del clero, guerra, se consideraba más que necesario que le Jerarquía
— sobre la represión de la inmoralidad y española afirmara de forma solemne los principios inmuta-
— sobre la infracción de los días festivos. bles de la moral y de la justicia cristiana y aclarara su acti-
Tras el cambio político radical que experimentó Es- tud y su conducta ante falsas interpretaciones.
paña, con la proclamación de la II República, los obispos El cardenal primado propuso este tema porque lo ha-
demostraron, en general, ante el nuevo régimen gran bían pedido muchos obispos y aun provincias eclesiásticas
consternación, como demuestran los ocho documentos co- enteras y también porque muchos católicos españoles espe-
lectivos del período republicano, seis de los cuales pertene- raban en aquellos momentos una palabra autorizada de la
cen al año 1931 y tratan del: Iglesia sobre la situación española. Pero no faltaron voces
— acatamiento del nuevo régimen político, discrepantes. El opositor más acérrimo de esta iniciativa
— contra la legislación antirreligiosa, fue el cardenal Segura, que no consideraba oportuna una
— sobre los deberes de los católicos en la hora pre- carta colectiva tal como estaba concebida ni estaba de
sente, acuerdo con los principios de la misma que el cardenal Pía

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había preparado. Aunque otros muchos obispos seguían
en favor de la Iglesia y hablarle de diversos problemas reli-
pensando que era necesaria su publicación, juzgaron tam-
giosos:
bién que, si en ella faltaba la firma de uno solo, y sobre
— la observancia de las fiestas, que no se cumplía en
todo la del cardenal Segura, se crearía una dualidad de cri-
muchos pueblos;
terios muy perjudicial que provocaría comentarios apasio-
— la exención de los clérigos del servicio militar, que
nados y desfavorables para la Iglesia. Se desistió, pues, de
era muy discutida por los jefes militares;
la idea de emanar una pastoral colectiva sobre la situación — la condición jurídica de los matrimonios contraídos
española ante la imposibilidad de obtener las firmas de to- civilmente durante la República; - diversas exenciones, de-
dos los obispos, ya que no se pudo conseguir unanimidad rogaciones y revisiones del presupuesto del culto y clero,
sobre la situación política de España. Pero tampoco se ha- dada la constatante devaluación de la moneda y la cre-
bría conseguido si se hubiese referido solamente a cuestio- ciente carestía de la vida.
nes estrictamente religiosas, como la enseñanza religiosa, Durante los veinte años sucesivos, hasta 1966, la Junta
la moralidad, la justicia y la doctrina social de la Iglesia. Sin de Metropolitanos fue la única voz autorizada del Episco-
embargo, en aquellos momentos hubiera sido necesaria pado español tanto para los asuntos intraeclesiales como
una palabra de orientación sobre la actitud de la Iglesia, para las cuestiones que afectaban al orden socio-político.
necesidad muy sentida por los católicos tanto en España Sus documentos marcaron la pauta que siguieron los cató-
como fuera de ella. Pero, faltando la firma de uno solo de licos hasta el final del Concilio.
los obispos, habrían aumentado la desorientación y la con-
fusión. Por ello, los obispos prefirieron no hablar, te-
miendo quizá las reacciones polémicas suscitadas en 1937 Los obispos en el Vaticano II
por la pastoral colectiva sobre la guerra civil, que no firma-
ron el cardenal Vidal ni el obispo Múgica. Esto explica el El anuncio de un Concilio ecuménico hecho por Juan
silencio por parte de los obispos sobre la situación espa- XXIII el 25 de enero de 1959 sorprendió al mundo cató-
ñola. lico y en España, como en muchas otras partes, fue reci-
Se explica, en parte, este silencio, no porque los obis- bido con sorpresa y esperanza. El Vaticano II fue el mayor
pos estuvieran plenamente de acuerdo con la situación po- acontecimiento que vivió la Iglesia desde el siglo xvi, desde
lítica española, sino por las dificultades que encontraban el Concilio de Trento. Sus grandes protagonistas fueron,
para hablar. Sabemos que, en 1939, el Régimen prohibió la en primer lugar, dos papas: Juan XXIII, el iniciador, y Pa-
blo VI, el continuador. La decisión personal e irrevocable
difusión de la carta pastoral del cardenal Goma sobre los
de convocar el Concilio fue fruto de la capacidad que tuvo
deberes de la paz. El mismo Goma quiso hablar en privado
el papa Juan de dejar hacer al Espíritu y a los otros, y el
con Franco y recibió «un palmetazo». El cardenal Taran- fruto también de su lucidez histórica, de su convicción y de
cón, que entonces ya era obispo de Solsona, dijo que los su plena responsabilidad de papa, y no un acto irreflejo y
obispos españoles «estaban asustados», si bien en aquellos desconsiderado, como dijeron algunos. Para él, los objeti-
momentos tenían el convencimiento de que no debían po- vos de orden intelectual y los aspectos institucionales asu-
ner dificultades al Gobierno, porque creyeron en concien- mieron un papel secundario. El Vaticano II debía tener
cia que la mejor manera de ayudar a España, que estaba una finalidad eminentemente pastoral. Debía hacer que la
destrozada en todos los órdenes, era callarse. Iglesia pasara de la época postridentina y, en cierto modo,
En noviembre de 1946, los metropolitanos acordaron de la plurisecular etapa constantiniana a una fase nueva de
visitar el general Franco para agradecerle las leyes dadas testimonio y anuncio. Muchas -y a veces divergentes- fue-

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ron, y sin duda alguna seguirán siendo, las opiniones sobre dujo el Concilio fue de desconcierto. Sin embargo, sus in-
las respectivas acciones de los dos papas en el Concilio, di- tervenciones en el aula conciliar fueron muy numerosas
versos por carácter y formación, pero singularmente cerca- desde la primera sesión, hablando prácticamente sobre to-
nos por muchos aspectos. Pero, a la hora de dar una defi- dos los temas. Pero a la cantidad no correspondió la cali-
nitiva valoración histórica del Vaticano II, se reconocerán dad, ya que las numerosas intervenciones de nuestros obis-
ampliamente la sabiduría y eficacia de ambos pontífices. Si pos no aportaron nada importante. La mayoría de ellos se
Juan XXIII tomó la decisión de abrir el Concilio, Pablo VI limitó a repetir conceptos teológicos estudiados en los se-
lo guió con gran prudencia y equilibrio y lo concluyó el día minarios, muy lejanos de la Nouvelle Theologie, que muy
de la Inmaculada de 1965. Por ello, hay que decir que el pronto marcaría la pauta conciliar, y algunos de ellos fue-
Vaticano II no fue solo el Concilio de Juan XXIII, sino tam- ron críticos hacia las corrientes más abiertas del pensa-
bién el de Pablo VI, que continuó el programa de su pre- miento teológico contemporáneo. En cualquier caso, para
decesor. Históricamente no tiene sentido oponer un papa los obispos fue muy importante la primera sesión conciliar
a otro -Pablo VI a Juan XXIII- ya que las intenciones reno- por el gran impacto que les produjo el trato personal con
vadoras de los dos pontífices fueron idénticas. obispos de otros países y la amplia problemática que el
Aunque nadie estaba preparado en 1959 para un acon- Concilio afrontaba. La muerte de Juan XXIII dejó un tanto
tecimiento de tal magnitud, muy pronto se fue creando un desorientados a los padres conciliares. Sin embargo, la rá-
ambiente favorable a la asamblea conciliar, cuyos preparati- pida elección de Pablo VI dejó la situación muy clara, ya
vos comenzaron inmediatamente. Los obispos españoles que el nuevo Papa comenzó su pontificado afirmando que
comenzaron a publicar escritos pastorales de diversa cali- había sonado la hora de la Iglesia, que el Concilio iba a
dad que, en realidad, más que afrontar problemas concre- proseguir sus tareas entrando en la discusión de las mate-
tos se mantuvieron en la temática general relacionada con rias más complejas y delicadas teológicamente -esquemas
la celebración de los Concilios ecuménicos y su importan- sobre la Iglesia y el ecumenismo-, como se hizo durante la
cia para la vida de la Iglesia. En España se vivía muy lejos segunda sesión y se continuaría en la tercera, al afrontar el
entonces de la problemática más sentida en otros países espinoso argumento de la colegialidad episcopal, que pro-
europeos y de los grandes temas que el Concilio afrontaría vocó debates muy encendidos y apasionados.
con decisión y éxito, sobre todo el ecumenismo y la liber- A medida que el Concilio avanzaba iban madurando los
tad religiosa. Muy pronto también, los obispos comenza- temas y las personas. La variedad de los argumentos trata-
ron su preparación inmediata para el Concilio rodeándose dos daba la impresión de que nada querían dejar los obis-
de un grupo de expertos en las materias más importantes. pos en el tintero, pues a los temas estrictamente intraecle-
Inaugurado por Juan XXIII el 12 de octubre de 1962, el siales y de hondo contenido teológico se unían los que
Concilio contó aquel día con la presencia de 86 obispos es- afectaban a las relaciones de la Iglesia con el mundo ex-
pañoles; prácticamente todo el Episcopado con la sola ex- terior, con la cultura paganizada y paganizante, con el
cepción de cinco prelados muy ancianos y enfermos. La diálogo interreligioso, para llegar a uno de los más conflic-
mitad de ellos habían nacido en el siglo xix y la otra mitad tivos que fue el de la libertad religiosa, querido expresa-
en las dos primeras décadas del xx, lo cual demuestra la di- mente por Pablo VI y llevado por él con maestría sin igual
ferencia de formación entre las dos generaciones extremas hasta el final. Este fue el tema que más preocupó a los obis-
con medio siglo de diferencia en la edad: el más anciano pos españoles, irritó al Gobierno y creó desconcierto entre
era el casi nonagenario Pía y Deniel y el más joven era Díaz los católicos más tradiciones, porque unos y otros temían
Merchán, que aún no había cumplido los cuarenta años. por la unidad católica de España. Pablo VI desarrolló una
La primera reacción que a los obispos españoles les pro- vigilancia sobre el Concilio muy positiva y tomó iniciativas
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dinámicas para que madurara y llegara a su final la declara- número de asambleas plenarias celebradas y por los pro-
ción sobre la libertad religiosa. Pero, al mismo tiempo, ga- blemas de todo tipo a los que tuvo que enfrentarse en po-
rantizó la libertad conciliar y consiguió que se practicara cos años. El cambio de línea predominante en el Episco-
un cierto «arte de la colegialidad». pado fue un hecho notorio desde el comienzo de los años
Entre los españoles destacaron en el Vaticano II el arzo- 70. Existió una gran unidad entre los obispos, sobre todo
bispo de Madrid-Alcalá, Casimiro Morcillo González (1905- en los temas propiamente religiosos y en las relaciones con
1971), pastoralmente muy activo y sensible a los temas so- la Santa Sede. Ésa unidad se forjó, no sin sacrificio, en
ciales, que fue subsecretario del Concilio; y, a partir de la torno a cuestiones que aparecían más claras, como eran las
tercera sesión, su obispo auxiliar, José Guerra Campos normas conciliares y la necesidad de situar a la Iglesia en
(1920-1997), que había sido perito conciliar, considerado una zona más templada, distante de los cambios políticos.
una de las mayores promesas del Episcopado por sus cuali- Pero esa independencia, lograda en parte, se volvió des-
dades espirituales, intelectuales y humanas, que tuvo una pués contra los mismos obispos a quienes se les reprochó
brillante intervención sobre el ateísmo. Pero ninguno de que no estaban suficientemente comprometidos con los
los dos influyó a nivel internacional, y en el ámbito na- problemas reales del pueblo y no orientaban claramente a
cional, después del Concilio, ambos fueron asumiendo los fieles sobre las decisiones históricas que ellos tenían
posturas eclesiales cada vez más minoritarias, sobre todo el que decidir frente a modelos de sociedad como la neoca-
segundo. A los dos les perjudicó la vinculación política a pitalista o la colectivista.
Franco, pues fueron procuradores en Cortes cuando la La acusación fue infundada porque la Conferencia
Iglesia había comenzado prudentemente a distanciarse del Episcopal no se acercó oficialmente a ningún partido polí-
Estado y a preparar la transición pacífica hacia la democra- tico. Incluso tuvo especial cuidado de que ninguno de sus
cia. Morcillo renunció a este cargo en 1969, cuando fue hombres más representativos estableciera contactos perso-
elegido presidente de la Conferencia Episcopal, pero Gue- nales con los líderes políticos. Todo quedó en el debate de
rra siguió en las Cortes hasta después de la muerte de las ideas, sin intentar un acercamiento a los hombres. En-
Franco. tre los obispos y los políticos no se logró ninguna matiza-
ción o esclarecimiento sobre cuáles eran propiamente los
puntos que les dividían. Esta situación, en un país tan mar-
La Conferencia Episcopal Española cado por el anticlericalismo y los enfrentamientos históri-
cos, hizo aparecer enfrentados a obispos y políticos en una
La primera declaración colectiva del Episcopado espa- especie de lucha maniquea. Pero cabría preguntarse si esto
ñol para la etapa postconciliar, fechada en Roma el mismo no obedecía más a una rutina histórica o a una estrategia
día de la clausura del Concilio Vaticano II, 8 de diciembre prudente de defensa que a un auténtico impulso evangé-
de 1966. El postconcilio y una nueva forma de presencia lico. Si aceptamos la misma línea divisoria de la derecha y
del Episcopado entero ante los fieles, ante las Iglesias parti- la izquierda política, lógicamente los obispos quedarían in-
culares de otros países, ante Roma, ante la sociedad civil y cluidos en el bloque conservador y seguirían siendo consi-
ante el Estado español, comenzaban cerrando la forma co- derados como agentes políticos de la derecha. En este sen-
legial anterior de la Junta de Metropolitanos. El primer tido se reprochó a los obispos que no hubiesen salido de la
fruto del Concilio fue esta conciencia de colegialidad y la política y se les vio como aliados primero de la «Unión de
consiguiente creación de la Conferencia Episcopal Espa- Centro Democrático», que detentó el poder hasta 1982 y,
ñola en 1966, que comenzó a ser muy activa desde el prin- desde esa fecha hasta hoy, del gran partido de derechas:
cipio; quizá una de las más dinámicas de Europa, por el Alianza Popular, llamado ahora Partido Popular. A los do-
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cumentos colectivos se les achacaba la evasión a las genera- se ocuparon del tema. En él demostraron los obispos ma-
lidades abstractas, poco útiles para las opciones concretas y durez doctrinal y abordaron el difícil tema desde la pers-
los intereses pastorales que surgían desde la «base». Se de- pectiva evangélica, con mentalidad totalmente nueva. En
cía que los obispos no trabajaban por los intereses del pue- el contexto del Año Internacional de la Paz, el Episcopado
blo, sino por los oficiales de la organización eclesial, como quiso ofrecer su aportación de un modo que sirviera a la
si llegara a convertirse en fin de sí misma. orientación de las conciencias, manteniéndose por encima
Los temas que con mayor frecuencia llamaron la aten- de las circunstancias coyunturales.
ción de la CEE durante su primer decenio de existencia En 1986 salió Católicos en la vida pública, instrucción de
fueron los referentes a las relaciones Iglesia-Estado, debido la Comisión Permanente de la CEE. En noviembre de 1991
a las dificultades existentes para la aplicación del Concilio fue aprobado otro documento, Los cristianos laicos, Iglesia en
en una España que vivía el ocaso del franquismo. Otras ve- el mundo, donde se presentan las líneas concretas de acción
ces, fueron la situación concreta del país en el orden eco- así como propuestas para promover la corresponsabilidad
nómico y político, o cuestiones sociales analizadas desde la y participación de los laicos en la vida de la Iglesia y en la
óptica de la Doctrina Social de la Iglesia. Incluso, a veces, sociedad civil. Se trataba de aplicar a España y de profundi-
el Episcopado se ha visto en la necesidad de instruir a los zar sobre la reflexión del Sínodo de los Obispos de 1987
fieles sobre un documento de la Santa Sede. Y otras, la evo- dedicado a la vocación y misión de los laicos a los 25 años
lución y la crisis interna de la Iglesia universal, reflejadas del Concilio.
en los medios de masas y con incidencias en la nación, pe- Pero la CEE, con frecuencia a través de las distintas Co-
dían precisiones sobre temas como el ministerio sacerdo- misiones y, sobre todo, en las postrimerías del siglo xx,
tal, la fe y la vida moral, o sobre la misma vida espiritual ejerció un auténtico magisterio sobre temas de siempre
del pueblo. como el sacerdocio o la Iglesia, la pastoral o la enseñanza y
El carácter de los documentos ha sido muchas veces de catequesis, etc., adquiriendo su magisterio la serenidad de
tipo puntual, respondiendo a necesidades provocadas por la previsión y el enfoque del futuro. Los Planes de Pastoral
el devenir histórico concreto de una sociedad que ha vi- son un claro exponente de esta nueva situación. El intento
vido, junto al cambio religioso que supuso el postconcilio, de concretar un Plan de Pastoral para la Iglesia de España
toda una evolución sociopolítica que trajo no solo el cam- se perfiló ya en 1973 y se intensificó de 1980 a 1982. Se
bio político, sino una revolución sociocultural. Son, pues, concretó en torno a la visita del Papa a España en 1983,
muchas veces, simples comunicados de prensa, ilumina- para el trienio 1984-1987, bajo el lema El servicio a la fe de
ción cristiana, ante situaciones determinadas. nuestro pueblo. El Plan Pastoral para el trienio 1987-1990:
En junio de 1985, la CEE publicó el documento Testigos Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras y palabras, fue
del Dios vivo, que lleva como subtítulo Reflexión sobre la mi- una prolongación y concreción de toda la labor anterior.
sión e identidad de la Iglesia en nuestra sociedad, se sitúa en el Este método ha seguido aplicándose en el decenio suce-
paso hacia una sociedad plural y democrática y es el pri- sivo.
mero de una trilogía de documentos centrados en la mi- Otro tema que ha centrado la atención de la CEE ha
sión de la Iglesia ante la nueva sociedad. Los obispos trata- sido el del sacerdocio y los sacerdotes. Así, entre sus prime-
ron de impulsar el dinamismo evangelizador de los ros documentos, encontramos uno Sobre el ministerio sacerdo-
católicos españoles. tal, y en los últimos años, se ha intensificado la reflexión
Un año más tarde fue publicado Constructores de la paz con documentos como Testigos del Dios vivo y Sacerdotes para
(27 junio 1986), tras varios años de preparación, comen- evangelizar. El Simposio sobre la Espiritualidad del Presbítero Dio-
zado en 1983, año en el que otras conferencias episcopales cesano Secular, celebrado en 1986, y el posterior Congreso
336 337
de Espiritualidad Sacerdotal, celebrado en 1989, son un dos políticos; la revisión de las leyes restrictivas del ejer-
claro exponente de la atención prestada al tema por parte cicio de las libertades cívicas e invitaron a los ciudadanos a
de la CEE, a través de la Comisión Episcopal del Clero. construir una convivencia en paz. Junto con estas interven-
Al terminar el siglo xx había conciencia de que se vivía ciones no deben silenciarse los pronunciamientos de gru-
en plena asimilación de los tres grandes retos que había vi- pos de católicos en favor de una mejor convivencia ciu-
vido la Iglesia en el postconcilio: dadana.
— el mismo Concilio, Una de las mayores novedades de los últimos decenios
— la transición política y han sido los sínodos diocesanos, cuya historia se remonta
— la nueva cultura. hasta al menos el siglo Vi, aunque ha conocido diversas eta-
Pero eran logros que necesitaban aún consolidación. pas. El Vaticano II dio vitalidad a esta institución canónica
Para afianzar definitivamente el aspecto positivo del pro- que, en la revisión de su disciplina, aumenta la partici-
ceso y para descartar los peligros de retroceso o de altera- pación, se mueve dentro de gran flexibilidad -periodici-
ción de la verdadera fe en la Iglesia y de la concordia en la dad, miembros, organización, temática...-, e indefinición.
sociedad, es necesario ahora un tiempo de maduración En España se ha ido perfilando un modelo de sínodo pos-
teórico y de ahondamiento espiritual en el que las genera- conciliar repetido frecuentemente: larga duración de los
ciones nuevas se apropien los valores tradicionales con sínodos, estructurados en varias fases; órganos sinodales si-
amor, y con el mismo amor las generaciones más veteranas milares, y parecida sistemática de sus documentos finales.
se abran a la creatividad de la historia» (Comisión Episco- En estos se destaca: la impronta pastoral -crear comuni-
pal del Cero, Sacerdotes para evangelizar, Edice, Madrid dad, reestructurar la diócesis y dar pautas de evangeliza-
1987, n. 3). ción de gran proyección-, la revisión de la organización
Se puede descubrir dos ejes en esta reflexión episcopal, diocesana, y ciertos asuntos: sociales -jóvenes, familia, mar-
que subyacen en los documentos de la CEE de las décadas ginación...-, de formación humana y cristiana, administra-
más recientes: ción del patrimonio eclesiástico y labor asistencial. A pesar
— la misión evangelizadora de la Iglesia y de sus incertidumbres, el sínodo ha encontrado su sitio en
— la identidad de la Comunidad eclesial dentro del la nueva organización diocesana y supradiocesana ensan-
conjunto de la sociedad española actual. chando su horizonte competencial y constituyéndose en
Desde el comienzo de la monarquía democrática, el impulsor de vida cristiana.
Episcopado invitó a los fieles a asumir sus responsabilida- Las orientaciones dadas por los obispos, de marcado
des políticas y sociales; a la vez, los obispos indicaron el ta- signo doctrinal, han afectado, en general, al carácter pro-
lante que debía revestir la misión eclesial de su magisterio, pio del apostolado seglar, a la promoción humana, a la ta-
que debería ejercerse «no con una ausencia indiferente, rea de los movimientos y asociaciones de carácter apostó-
sino con la función crítica que le es propia y con una com- lico, a la aportación de los mismos en el campo social y
prensión respetuosa y cercana a todos». político y a la presencia del apostolado seglar, como obra
La opción de los obispos por la moderación, la reconci- de Iglesia, en la espiritualidad cristiana. Los obispos han
liación nacional, el rechazo de los partidos confesionales y insistido en este enfoque como punto de solución de algu-
la independencia frente a políticas partidistas no implicó nos problemas prácticos en la realización de la misión de
contrastes con su misión espiritual, ya que pidieron la par- la Iglesia en la España actual y en la nueva evangelización
ticipación de los trabajadores en los centros de decisión de de la sociedad.
la empresa y de la vida social, económica y política; solicita- Sin embargo, hay que tener en cuenta que ha surgido,
ron un indulto o amnistía así como el retorno de los exilia- entre otras, la dificultad de que los sacerdotes y los católi-

338 339
eos están en todos los partidos políticos. En las encuestas En sus diócesis dialogan perfectamente con sus sacerdotes
que han hecho durante los últimos años los organismos y ven los problemas que ellos le presentan, aunque, en el
oficiales y los mismos partidos políticos, aparecen clara- plano de la comunidad diocesana, no se ve la posibilidad
mente cifras elevadas de católicos que votaron al Partido de darles una respuesta adecuada. Cuando los obispos se
Socialista (PSOE), al Comunista (PCE) y aun al leninista reúnen en asamblea plenaria, muchos de esos problemas
(ORT y PTE). Estos últimos fundados por cristianos mili- que cada uno de ellos vive en la experiencia pastoral de la
tantes procedentes de antiguas organizaciones obreras de diócesis, no llegan a poderse plantear ni solucionar, por-
la Iglesia (HOAC y JOC). que son diversos, según las regiones españolas o es diverso
Existen organizaciones de católicos de gran influencia el nivel de vida o el grado de politización de unas diócesis
en la sociedad e, incluso, en la política. Destacan la Aso- a otras. Muchas de las normas que las comisiones episcopa-
ciación Católica de Propagandistas y la Confederación Ca- les y sus secretariados proponen por igual a las distintas
tólica de Asociaciones de Padres de Familia y algunas insti- diócesis no obtienen en algunas aplicabilidad. Por otra
tuciones dependientes o vinculadas a la prelatura personal parte se ha creado una imagen de poder eclesiástico supe-
del Opus Dei. La Acción Católica y, sobre todo, las organi- rior al obispo diocesano que no corresponde quizá con lo
zaciones del movimiento obrero llevan una vida precaria y que quiso el Concilio para las Conferencias Episcopales.
de escasa influencia. Las organizaciones obreras sufren En la España actual es necesaria imaginación apostólica
una fuerte politización y están como seducidas por la Teo- para adelantarse a iniciativas que se presentan como más
logía de la Liberación. evangélicas, pero que incluyen, a veces, compromisos polí-
El grupo más inquieto dentro de la Iglesia española lo ticos con ideologías inadmisibles. El diálogo de los obispos
constituyen sacerdotes, religiosas y seglares más o menos con los sacerdotes, la participación más sincera y decisiva
organizados en torno a lo que han dado en llamar «Iglesia en el gobierno de la diócesis de todo el presbiterio y la
Popular» que no quiere romper con la Jerarquía, pero con plena incorporación de los laicos según los criterios esta-
la que mantiene una relación que llaman «crítica». Como blecidos por el Papa, descubriendo una estructura más si-
individuos se identifican con el movimiento llamado de nodal, puede ser un buen camino para emprender nuevas
«cristianos por el socialismo», inspirado en gran parte en tareas apostólicas. Pero no pueden ignorarse las dificulta-
la Teología de la Liberación. Aunque el Episcopado man- des que todo esto entraña por la escasa formación teoló-
tiene una prudente actitud respecto a estos grupos, apenas gica de muchos sacerdotes y por la misma incapacidad que»
ha reconocido su presencia en la vida de la Iglesia, lo cual tienen otros que están más preparados y los obispos para
no deja de tener graves riesgos y de inquietar, porque mu- adelantarse a los acontecimientos.
chos sacerdotes, especialmente religiosos y también religio-
sas, se han convertido en teólogos y militantes de un movi-
miento que consideran popular, en cuanto pretende Bibliografía esencial comentada
solidarizarse, al modo marxista, con los «oprimidos» e in-
troducir la lucha de clases dentro de la Iglesia. Consideran Sobre los obispos nombrados por León XIII, muchos
que la Iglesia oficial, «aggiornada» por el Concilio, es una de los cuales desarrollaron su ministerio hasta bien en-
Iglesia burguesa, puramente reformista, que se detiene en trado el siglo xx, véanse el tomo VIII de R. RITZLER y P. SE-
su reforma ante la frontera de no querer prescindir de los FRIN, Hierarchia Catholica medii et recentioris aevi (Padua, II
modelos burgueses en la sociedad familiar, en la econó- Messaggero di S. Antonio, 1978), que se refiere a los nom-
mica y en la misma cultura. brados por Pío IX (1846-1878) y León XIII (1878-1903), y
Hoy, los obispos viven mucho más cercanos al pueblo. F. DÍAZ DE CERIO, Regesto de la correspondencia de los obispos de

340 341
España en el siglo XIX con los nuncios, según el fondo de la Nun- obispos españoles ante la Revolución de 1868 y la Primera Repú-
ciatura de Madrid en el Archivo Vaticano (1791-1903). Tomo I: blica: Hispania Sacra 28 (1975) 339-422; Los obispos españoles
Albarracín-Cuenca (Cittá del Vaticano, Archivio Vaticano, y la división de los católicos. La encuesta del nuncio Rampolla:
1984),3vols. Analecta Sacra T a r r a c o n e n s i a 55-56 (1982-1983) 107-207;
Sobre sus orígenes sociológicos y genealogías episcopa- Organización del Episcopado Español Contemporáneo. La Confe-
les: J. M. CUENCA TORIBIO, Sociología del Episcopado Español e rencia de Metropolitanos Españoles (1921-1964): Cum vobis et
Hispanoamericano (1789-1985) (Madrid, Pegaso, 1986), y L. pro vobis (Valencia, Facultad de Teología San Vicente Fe-
DE ECHEVERRÍA, Episcopologio Español Contemporáneo (1868- rrer, 1991), p p . 549-570; Nombramientos de obispos en la Es-
1985). Datos biográficos y genealogía espiritual de los 585 Obis- paña del siglo XX. Algunas cuestiones canónicas, concordatarias
pos nacidos o consagrados en España entre el 1 de enero de 1868 y y políticas: Revista Española d e D e r e c h o C a n ó n i c o 50
el 31 de diciembre de 1985 (Salamanca, Universidad Pontifi- (1993) 553-589; Los nombramientos de obispos durante el régi-
cia, 1986); Episcopologio Español (1700-1867). Españoles obis- men de Franco: Ibíd. 51 (1994) 503-566; Aplicación del Conve-
pos en España, América, Filipinas y otros países (Roma 1992); nio de 1941 sobre nombramientos de obispos: Anales Valentinos
M. T E R U E L G R E G O R I O DE TEJADA, Obispos liberales. La utopía 20 (1994) 243-173; Ejercicio del privilegio de presentación de
de un proyecto (1820-1823) (Lérida, Ed. Milenio, 1996), estu- obispos por el general Franco: II processo di designazione dei Ves-
dia aquel i n t e n t o finalmente baldío d e f o r m a r u n Episco- covi. Storia, legislazione, prassi (Cittá del Vaticano 1996, p p .
p a d o liberal en nuestro país. 263-319. Estos estudios serán reelaborados para mi Historia
Sobre los n o m b r a m i e n t o s , cfr mis artículos: Los nombra- del Episcopado español contemporáneo. Siglos XIX-XX, d e p r ó -
mientos de obispos en España durante el pontificado de Pío IX. xima publicación en la BAC maior.
Primera parte: 1846-1855: Analecta Sacra T a r r a c o n e n s i a 72 Sobre el magisterio episcopal: Documentos colectivos del
(1999) 319-488; Segunda parte: 1857-1868: Ibíd. 73 (2000); Episcopado español 1870-1974. Ed. p o r J. IRIBARREN (Madrid,
Tercera parte: 1868-1877, Ibíd. 74 (2001); Los nombramientos BAC, 1974); Documentos de la Conferencia Episcopal Española.
de obispos en España durante el pontificado de León XIII. Pri- 1965-1983. Ed. p o r j . IRIBARREN (Madrid, BAC, 1984); mi li-
mera parte: 1878-1884: Ibíd. 69 (1996) 141-279; Segunda b r o Actas de las Conferencias de Metropolitanos Españoles (1921-
parte: 1885-1903: Ibíd. 70 (1997) 321-504; Nombramientos de 1965) (Madrid, BAC, 1994); F. CHICA ARELLANO, Conciencia
obispos en España durante el pontificado de san Pío X (1903- y misión de Iglesia. Núcleos eclesiológicos en los documentos de la
1914): Ibíd. 68 (1995) 235-423; San Pío Xy la primera asam- Conferencia Episcopal Española (1966-1990) (Madrid, BAC,
blea del Episcopado español en 1907: Archivum Historiae Pon- 1996).
tificiae 26 (1988) 295-373; Intervención del cardenal Rampolla Sobre los obispos en el Vaticano I: la voz d e J. MARTÍN
en los nombramientos de obispos españoles: Ibíd., 34 (1996) 213- TEJEDOR en Diccionario de Historia Eclesiástica de España I,
244; Intervención del cardenal Merry del Val en los nombramien- 425-428; y en el Vaticano II: J. M a LABOA, LOS obispos españo-
tos de obispos: Ibíd. 32 (1994) 253-291; Benedicto XVy los obis- les ante el Vaticano II: Miscelánea Comillas 44 (1986) 45-68;
pos españoles. Los nombramientos episcopales en España desde Los obispos españoles en el Concilio Vaticano II (lq sesión) 51
1914 hasta 1922: Ibíd. 29 (1991) 197-254; 30 (1992) 291- (1993) 69-87; 2 S sesión, Ibíd. 52 (1994) 57-80, 3a- sesión, Ibíd.
338; Organización y magisterio del Episcopado Español contempo- 54 (1996) 63-92. La o b r a d e j . L. MARTÍN DESCALZO, Un pe-
ráneo (1812-1966). Estudio histórico-jurídico: en Actas de las riodista en el Concilio (Madrid, PPP, 1963-66), 4 t o m o s , va
Conferencias de Metropolitanos Españoles (Madrid, BAC, más allá de la p u r a crónica periodística y afronta con rigor
1994), p p . 1-144. Cfr t a m b i é n : El primer documento colectivo y criterio a c e r t a d o la p r o b l e m á t i c a eclesial de aquellos
del Episcopado español. Carta al Papa en 1839 sobre la situación años.
nacional: S c r i p t o r i u m Victoriense 21 (1974) 152-199; Los

342 343
Capítulo IX
SACERDOTES Y RELIGIOSOS

Ideas fundamentales

— Durante la primera mitad del siglo XIX, la gran masa del


clero siguió anclado a las estructuras eclesiásticas que el regalismo
borbónico había consolidado en el siglo xvin.
— El clero no estaba preparado para afrontar dos problemas
graves que se plantearon simultáneamente: la cuestión dinástica
por la sucesión de Fernando VII y la instauración del nuevo sis-
tema liberal.
— Abolidos los medios económicos de subsistencia, el clero
quedó en una situación tan apurada que las exiguas rentas auto-
rizadas por el Gobierno no fueron suficientes para cubrir las nece-
sidades más elementales.
— Muchas parroquias vivían casi de la mendicidad.
— Los golpes legislativos más duros de los gobiernos presididos
por Toreno y Mendizábal afectaron a las Ordenes religiosas tras
los decretos de 1835 y 1837.
— Las Ordenes religiosas desaparecieron casi por completo.
— Muchas fueron regresando tras la subida de los moderados
al poder en 1844, y, sobre todo, tras el Concordato de 1851.
— Su vida fue muy precaria como consecuencia de las confis-
caciones desamortizadoras.
— El exclaustrado fue una de las figuras más tristes y conflic-
tivas procedentes de la llamada desamortización de Mendizábal.
— Perdido el apoyo del Estado, el clero buscó el respaldo moral
de la Santa Sede pina defender sus intereses económicos en las ges-
tiones que precedieron al concordato de 1851 y en la legislación
posterior.
— La legislación desamortizadora hirió profundamente a toda
la Iglesia española.

345
— De ahí que la actitud general de los obispos durante la se- — Sacerdotes, religiosos y laicos tomaron el camino de América
gunda mitad del siglo xix fuera defensiva y cerrada a cualquier para dedicar su vida a la evangelización de aquellos países.
novedad o progreso que pudiera alterar el equilibrio existente en la — Después vino una tremenda crisis sacerdotal, pero no todo
sociedad eclesiástica y civil. fue negativo en aquellos años, aunque comenzaron a percibirse en
— Las guerras carlistas obligaron, en ocasiones, a indeseadas algunas diócesis brotes de rebeldía manifiesta o larvada.
y casi siempre inconvenientes definiciones políticas por parte del — La Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes de 1971 pro-
clero. dujo un tremendo impacto en la vida religiosa del país, tanto en
— Los siglos xix y xx han dado a la Iglesia en España nume- sentido positivo como negativo.
rosos santos y beatos y también misioneros, fundadores de Ordenes — A partir del comienzo de los años 70, las vocaciones decre-
y congregaciones religiosas y seglares en proceso de beatificación o cieron de forma vistosa tanto entre el clero secular como entre los
canonización. religiosos de ambos sexos.
— Pero, junto a las fundaciones autóctonas, la restauración — Históricamente, el Estado ayudó económicamente a la Igle-
de los religiosos durante la segunda mitad de dicho siglo y, sobre sia mediante la dotación o presupuesto del culto y clero que fue el
todo, en las primeras décadas de la Restauración, fue obra en antecedente de la situación actual.
parte de la penetración de congregaciones que llegaron a España, — En el acuerdo económico de 1979 se estableció un nuevo sis-
sobre todo, desde Francia e Italia. tema de financiación y una nueva forma de aplicación del sistema
— La Teología se enseñó en las universidades estatales hasta de aportación en un ambiente de colaboración entre el Estado y la
mediados del siglo XIX, pero después quedó limitada a los Semina- Iglesia.
rios conciliares. — El nuevo sistema ha sido mal llamado «impuesto religioso».
—• A partir de 1852, los grados mayores de Teología y Cánones
se confirieron exclusivamente en los Seminarios centrales, pero la
calidad de los estudios fue muy pobre. Catedrales, colegiatas y canónigos
— León XIII, para elevar el nivel de los estudios eclesiásticos
en España, favoreció la fundación de un Colegio Español en C u a n d o se habla de clero es o p o r t u n o precisar la divi-
Roma y erigió el Seminario de Comillas. sión histórica entre el clero secular y el regular. El primero
— De este modo, tanto en España como en Roma, seminaristas estaba formado p o r el clero alto -los canónigos de catedra-
y sacerdotes fueron formados intelectualmente por los jesuítas. les y colegiatas- y el clero bajo, integrado p o r los párrocos
— Además, otorgó a los Seminarios metropolitanos, así como y coadjutores. Los religiosos forman el llamado clero regu-
al de Salamanca, el privilegio de conceder grados en Filosofía, Teo- lar. A partir del Concilio de T r e n t o , los cabildos catedrali-
logía y Derecho Canónico. cios adquirieron u n a estructura que h a p e r m a n e c i d o prác-
— Estos fueron mal llamados Universidades pontificias, pero t i c a m e n t e i n a l t e r a d a hasta n u e s t r o s días, con algunas
fracasaron rotundamente, porque no consiguieron elevar el nivel reformas introducidas p o r el concordato de 1851.
de la formación intelectual del clero. Debido a la a b u n d a n c i a de clero existente en las dióce-
— Por ello, Pío XI decidió suprimirlas en 1932. sis y a las cuantiosas rentas de las catedrales, d u r a n t e varios
— Hasta el Vaticano II, el clero, en términos generales, era es- siglos fue muy elevado el n ú m e r o de sacerdotes al servicio
pléndido, obediente, disciplinado y sumiso a los obispos. de las mismas, distribuidos en diversas categorías. Las sedes
— Fueron años de grandes iniciativas y de mucha creativi- metropolitanas contaban con u n n ú m e r o mayor. Por ejem-
dad. plo, Valencia tuvo, hasta 1851, 7 dignidades, 24 canónigos,
10 pavordes y 233 beneficiados. Esto explica que el desapa-
— La renovación de la Iglesia española tuvo repercusión en
recido coro de la catedral tuviera casi 300 asientos. Estos se
Hispanoamérica.
347
346
conservan todavía en muchas de las catedrales españolas (deán, arcipreste, arcediano, chantre, maestrescuela y teso-
como un vestigio del pasado. El deán o presidente del ca- rero, con lo cual desaparecieron las dignidades anteriores
bildo no ocupaba, como hoy, la primera silla en el coro y el deán pasó a ser la primera de ellas), 4 canonjías de ofi-
después de la del obispo, ni tenía preeminencia alguna en cio (que fueron las ya conocidas) y 16 canonjías llamadas
los actos sobre los demás canónigos, sino que era la quinta simples, porque no tenían misión especial alguna entre las
dignidad. Los nombramientos para todas estas prebendas actividades capitulares, aunque a finales del siglo xix a dos
los hacían los obispos, teniendo en cuenta los méritos y de ellas se les añadieron las cargas de archivero-biblioteca-
servicios de los sacerdotes sin que ninguno de ellos tuviera rio y de prefecto de sagradas rúbricas.
que demostrar especiales conocimientos en disciplinas En 1888 se estableció que la mitad de las dieciséis ca-
eclesiásticas, hasta que el Concilio de Trento estableció la nonjías simples se cubrieran por oposición, como las de
creación de cuatro canonjías, llamadas de oficio, que debe- oficio. Pero mientras en éstas el tribunal estaba formado
rían cubrirse por oposición. Estas fueron la del magistral,
por todo el cabildo, presidido por el arzobispo con dere-
lectoral, doctoral y penitenciario. El canónigo magistral
cho a seis votos de calidad, las simples eran presididas por
debería conocer bien la teología dogmática y saber expli-
el deán, con otros cuatro canónigos, que representaban a
carla al pueblo, por lo que debería poseer buenas cualida-
las dignidades, a los prebendados de oficio, a los de gracia
des oratorias. El lectoral sería experto en Sagrada Escri-
tura, mientras que el doctoral, buen canonista, debería y a los de oposición simple. El nombramiento del candi-
defender los derechos del obispo, del cabildo y de la dióce- dato ganador era alternado entre la Corona y la Mitra, de
sis. Por último, el penitenciario, especialista en teología modo que a unos los nombraba el rey y a otros el obispo,
moral, atendería dignamente el confesonario de la cate- escogiendo el nombre de una terna de candidatos presen-
dral y resolvería los casos más complejos y dudosos que se tada por el tribunal correspondiente. Con este sistema au-
pudieran presentar en el ámbito de la conciencia. mentó sensiblemente el número de oposiciones celebradas
en todas las catedrales. Desde principios de siglo xx concu-
Las primeras oposiciones para cubrir estas cuatro ca- rrieron a dichas oposiciones jóvenes sacerdotes graduados
nonjías de oficio comenzaron a celebrarse en pleno siglo en las Universidades de Comillas y Gregoriana de Roma,
xvi. Desde entonces se sucedieron durante más de tres si- que con buen conocimiento del latín y sólida formación
glos las oposiciones a las cuatro canonjías de oficio, a las teológica elevaron el nivel intelectual de las oposiciones.
que concurrían numerosos candidatos que demostraban Muchos de ellos opositaron varias veces sin conseguir ja-
en ejercicios orales -que eran públicos- y escritos sus com- más la prebenda. Otros la ganaban tras haber hecho varias
petencias en las respectivas materias. Constituía este sis- oposiciones. Fueron pocos los que la obtuvieron en la pri-
tema un aliciente para fomentar el estudio entre los sacer-
mera oposición, pues, normalmente, en los cabildos im-
dotes más cultos y, al mismo tiempo, un incentivo para
portantes se ingresaba después de haber recorrido varias
aspirar a puestos mejor remunerados y socialmente muy
catedrales y opositado indistintamente a todas las canonjías
considerados. Durante los siglos XVII y xvm fueron muy fre-
de oficio, según los grados académicos de que disponían
cuentes los ejercicios de oposición con veinticinco o
treinta aspirantes, sobre todo en las catedrales metropolita- los candidatos, y también a las simples.
nas. Pero en años sucesivos disminuyó sensiblemente el nú- El tradicional sistema de oposiciones decayó sensible-
mero de participantes. mente después de la Guerra Civil (1936-39), debido a di-
versos factores pero, fundamentalmente, a la menor com-
Tras la reforma de los cabildos, introducida por el petición entre los aspirantes a las prebendas canonicales y
concordato de 1851, a la sedes metropolitanas les fueron al desinterés hacia las mismas por parte del clero, en gene-
asignadas 26 canonjías, distribuidas en seis dignidades ral. Así se dieron casos de canonjías anunciadas a las que
348 349
nadie firmó y hubo que repetir el edicto. En muchas cate- deseo de autenticidad evangélica, de observancia estricta
drales no se cubrían las vacantes y, si lo hacían, era con un del espíritu canónico y de mayor contacto con el nuevo
solo opositor, a cuya situación contribuyó también la nueva mundo industrializado, que lentamente se iba alejando de
orientación seguida en la formación de los sacerdotes, el la Iglesia. Estos clérigos se daban ya entonces cuenta
abandono de la oratoria y el poco interés entre los jóvenes de que la Iglesia comenzaba a dejar de ser el eje de la so-
por entrar en la disciplina de los cabildos que, realmente, ciedad porque esta se sentía autónoma y podía prescindir
tenían mucho de medievales. Sin lugar a dudas, era espec- por completo de aquella para conseguir su desarrollo.
táculo arcaico que se resistía a la modernidad exigida por Hubo un tiempo en que la Iglesia estaba en el centro
los tiempos. El sistema vigente en España desde 1851 hasta de la sociedad y todo giraba alrededor de ella. La Iglesia
1946 fue el establecido por el art. 18 del concordato de era también el estado civil de la comunidad, porque regis-
1851, que reguló la provisión de canonjías. traba nacimientos, matrimonios y defunciones; más tarde,
Después del Concilio Vaticano II, el papa renunció a poco o nada importaría esta tarea, porque el Registro civil
las reservas y el rey de España a su privilegio de presenta- haría estas funciones igual que la Iglesia, o por lo menos
ción, y las provisiones se rigen hoy por los estatutos de serían las únicas que tendrían valor legal. La Iglesia era la
cada cabildo, según lo establecido por el Código de Dere- única que enseñaba, mientras el Estado comenzaba a rei-
cho Canónico vigente (1983) que, por otra parte, al redu- vindicar sus justos derechos en esta materia y la Iglesia po-
cir las actividades de estas instituciones al desempeño de día enseñar solo por concesión del poder civil y con mu-
las funciones litúrgicas excluyendo las consultivas y de go- chas cortapisas hasta llegar a una función docente mínima.
bierno en el ámbito diocesano (canon 503), las ha resti- La Iglesia había conservado en sus archivos y bibliotecas la
tuido a su carácter originario. antigua sabiduría, pero desamortizaciones, expolios y sa-
A mediados del siglo xix llegaron a haber en España queos de monasterios y conventos harían que el Estado la
252 entre colegiatas y parroquias capitulares, distribuidas suplantara también en esta noble misión. De ahí que la
en poco más de dos tercios de las diócesis, destacando el Iglesia fuese perdiendo lentamente su parte social y que-
elevado número de las de la corona de Aragón y Cataluña. dase relegada a mantener viva la llama del Evangelio, que
Muchas de ellas fueron desapareciendo a lo largo del siglo no es poco, porque solo la religión cristiana está fundada
xix y hoy quedan, muchas de ellas, como meros títulos his- sobre el amor, en contraste con los valores que defiende el
tóricos, sin la actividad y competencias que tuvieron en mundo, basados sobre egoísmos e intrigas de poder.
otros tiempos. Estas breves reflexiones sirven para comprender las in-
quietudes pastorales de sacerdotes y religiosos que en los
albores de la edad contemporánea vislumbraban un hori-
El clero del siglo xix zonte cargado de peligros para una Iglesia anquilosada en
prácticas y estructuras ancestrales. Al mismo tiempo, asis-
Durante la primera mitad del siglo xix, la gran masa de tían a los primeros brotes de anticlericalismo, que tendría
la clerecía española siguió burocrática e idealmente an- manifestaciones violentas en momentos de convulsión po-
clada a las estructuras eclesiásticas que el regalismo borbó- lítica y de caos social. No faltaron, incluso, clérigos fautores
nico había consolidado gracias a los concordatos del siglo de una Iglesia más pobre, autónoma del poder civil e inde-
XVIII; pero existían grupos minoritarios, sensibles al cambio pendiente frente a las contingencias de la sociedad. Esta
político, social y cultural que se verificaba en Europa desde crisis en el seno de la comunidad eclesial tuvo efectos posi-
la Revolución Francesa, con pretensiones de renovación y tivos muy limitados porque la masa del clero siguió afe-
reformas sustanciales en la organización eclesial y con un rrada a sus intereses, privilegios y tradiciones. Por ello na-
350 351
ció una oposición cada vez más intensa contra la Iglesia, incluso autores materiales de motines y desórdenes. Consi-
provocada unas veces por una actitud ideológica contra su derado el elevado número de eclesiásticos, de los sucesos
ideal evangélico y otras, por el comportamiento de algunos que en gran parte afectaron a su seguridad personal y a los
eclesiásticos que, con su conducta no siempre ejemplar, intereses de sus instituciones, no fueron muchos los belige-
contribuyeron a incrementar las filas anticlericales. rantes, pero justo es reconocer que un grupo, inicialmente
El clero no estaba preparado para afrontar dos proble- minoritario, se adhirió incondicionalmente a don Carlos y
mas graves que se plantearon simultáneamente, con vio- opuso tenaz resistencia al régimen isabelino. Sus filas se
lencia e intolerancia: engrosaron a medida que los gobiernos liberales de Ma-
— la cuestión dinástica por la sucesión de Fernando VII y drid podaban el frondoso árbol de la Iglesia y desmantela-
— la instauración del nuevo sistema liberal, con la ine- ban la burocracia eclesiástica. Influyó también en el incre-
vitable secuela de reformas eclesiásticas tajantes. mento del clero carlista la actitud oficialmente neutral de
Los gobiernos liberales fueron excesivamente duros la Santa Sede, que no escondía sus simpatías por el preten-
con el clero, pues le vieron siempre como el principal ene- diente, pues su victoria era -así lo creían sus partidarios- la
migo del régimen y un obstáculo tremendo para el pro- única garantía para el mantenimiento de las viejas estruc-
greso y las reformas que la sociedad exigía. Esta imputa- turas políticas, sociales y económicas del país y del plurise-
ción alcanzó grados diversos de intensidad, según la cular influjo que la Iglesia había ejercido ininterrumpida-
exaltación o moderación de los grupos o tendencias que mente en España.
tuvieron el poder durante la regencia Cristina. El clero secular, en la mayoría de las diócesis, pese al
No podía pretenderse que el clero aceptase unáni- menosprecio, privaciones y peligros a que se vio expuesto,
memente cuanto se le proponía, debido a las profundas siguió ejerciendo el ministerio pastoral con las limitaciones
discrepancias existentes en su seno y en la misma sociedad propias del caos reinante en el país. Al iniciarse la guerra
civil. Con respecto al problema dinástico, muy pocos ecle- civil algunos sacerdotes huyeron, por miedo, a otras regio-
siásticos se opusieron, en principio, al reconocimiento de nes o a Francia; otros fueron encarcelados y varios fusila-
Isabel II. El hecho se aceptó sin más, salvo en muy conta- dos por colaborar con los carlistas. Como los obispos no
dos casos, que en un primer momento no tuvieron gran pudieron conferir órdenes sagradas ni celebrar conferen-
trascendencia y hubieran quedado olvidados, o al menos cias morales, disminuyó sensiblemente el número de sacer-
aislados, de no haberse desencadenado la guerra civil. Di- dotes, se empobreció su formación y se relajaron sus cos-
versa fue la reacción ante la legislación sobre materias ecle- tumbres. La mayoría no usaba hábitos talares para evitar
siásticas introducida a partir de 1834, pues la ignorancia de burlas e insultos.
algunos, la falta de preparación de otros y, en todos, los re- Ocupadas las temporalidades y abolidos los medios eco-
cuerdos de épocas pasadas y el terror inspirado por aconte- nómicos de subsistencia, el clero quedó en una situación
cimientos funestos como la guerra exaltaron a algunos, en- tan apurada que las exiguas rentas autorizadas por el Go-
tibiaron a muchos y llenaron de desconfianza a los clérigos bierno no fueron suficientes para cubrir las necesidades
en general, precipitándoles en indiscreciones, compromi-
más elementales. Muchas parroquias vivían casi de la men-
sos e incluso defecciones.
dicidad. También los centros de formación sacerdotal su-
Al extenderse el conflicto armado por las provincias del frieron las consecuencias de esta situación. En muchas pro-
norte, estas actitudes se multiplicaron, derivando en im- vincias, los sacerdotes estuvieron sometidos de hecho a las
prudencias, temores, desgraciadas combinaciones y resolu- autoridades políticas porque los gobernadores civiles mo-
ciones inconsideradas. Algunos sacerdotes fueron en tales dificaron las demarcaciones parroquiales y decretaron tras-
circunstancias promotores, incitadores, organizadores e, lados de párrocos.
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La España del siglo xx heredó una imagen falsa del novela Sotileza aparece un pintoresco fraile exclaustrado
sacerdote secular, debida al estereotipo que de él hicieron que da clase de catecismo a los rapaces del barrio pes-
escritores del siglo anterior. Armando Palacio Valdés, uno quero de Santander. Los curas en España se dividieron en
de los novelistas más leídos durante el primer cuarto del si- civiles y montaraces. La división de las dos Españas comen-
glo xx, tuvo marcada complacencia en hacer desfilar por zaba por esa escisión interna a la propia Iglesia. Si en ella
sus novelas tipos sacerdotales, y no siempre con perfiles de se daba ya la ruptura hay que comenzar a pensar que el
ejemplaridad. Se lo recrimó un obispo, gran amigo del no- problema no era religioso, sino de naturaleza previa; es
velista, y este se disculpó diciendo: «¿Qué he de hacer yo ... decir, cultural y educativa.
si son así?». Esta frase encerraba una injusticia porque los
sacerdotes de finales del siglo xix no eran como él los pin-
taba en sus novelas. Quizá los había ligeros, poco ejempla- Clero y política
res, de ingenuidad rayana en la bobería, bruscos y violen-
tos, mezquinos y avariciosos, cual aparecen en sus obras. Tanto los obispos nombrados por Fernando VII como
Pero no podemos agradecerle que la profusión con que la generación posterior -los llamados obispos de Isabel l i -
aparecen en sus novelas sacerdotes poco ejemplares dé no ejercieron sobre los monarcas una incidencia tan eficaz
ocasión a que se les considere como característicos del sa- como los políticos, los generales y los nobles, grupos influ-
cerdote español de la época. yentes de la burguesía liberal. No quiere esto decir que
Espigando en la literatura decimonónica, sin preten- para Isabel II la voz del episcopado no tuviera su importan-
der hacer un estudio completo y exhaustivo del tema, po- cia. Pero más que a la jerarquía o a los obispos en con-
demos entresacar de las obras más importantes a los tipos junto, debemos referirnos a figuras concretas, como su
más representativos y mejor delineados para dar una vi- confesor, el arzobispo Claret, y a varios cardenales y obis-
sión de conjunto. Figuras sacerdotales aparecen con fre- pos frecuentadores asiduos de la Corte.
cuencia en los escritores de la generación del 98, aunque La presencia de obispos y sacerdotes en organismos po-
en sus obras el sacerdote no constituye el eje de la narra- líticos fue una tradición española hasta 1977, con orígenes
ción. El cura español, tanto el rural como el urbano, el muy remotos. El Estatuto Real de Martínez de la Rosa
perteneciente al clero alto como al bajo acapararon la (1834) restauró el «estamento de proceres del reino», del
atención de los escritores más sensibles de los siglos xix y cual formaron parte, en primer lugar, los arzobispos y obis-
xx. Desde el Nazarín de Galdós, al San Manuel Bueno, már- pos, elegidos con carácter vitalicio por el monarca. La
tir, de Unamuno, o al Cura de Monleón de Baroja. Entre los Constitución de 1837, compendio de la gaditana de 1812,
autores que destacaron a los sacerdotes ejemplares está no admitió la representación estamental ni dio cabida a los
Alarcón, que en su novela El escándalo brinda el tipo atra- obispos. Sin embargo, algunos prelados fueron nombrados
yente, lleno de simpatía, revestido del prestigio de la ver- senadores del reino, como representantes de varias provin-
dad y de la gracia divina, sabio y santo, un jesuíta experi- cias, tras haber jurado la mencionada Constitución. Al-
mentado y comprensivo, cual lo necesitaba Fabián Conde guno llegó a ocupar la vicepresidencia del Senado y otros
para confidente de sus congojas y para desenmarañar su ejercieron notable influjo, por su prestigio personal, histo-
vida rota y aplastada por el escándalo de su libertinaje. rial político y dotes intelectuales en las discusiones y vota-
Campoamor nos ofrece el tipo poético del cura amable y ciones sobre temas eclesiásticos, tratando de impedir que
bonachón en su popular ¡Quién supiera escribir! Rodeadas prosperasen proyectos e iniciativas de los más exaltados li-
de simpatía y sincero afecto hacia el sacerdote y a lo que el berales.
sacerdote representa están las páginas de Pereda. En su La Constitución moderada de 1845 admitió de nuevo
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obispos senadores, «por el sagrado carácter de que se ha- existente en la sociedad eclesiástica y civil. Los momentos
llan revestidos». En 1857 se introdujo una reforma en el de tensión más aguda en este enfrentamiento entre los
Senado que trató de unir la dignidad senatorial a los ofi- obispos y las autoridades civiles se alcanzaron durante el
cios más altos de la Iglesia y del Estado, de modo que el ac- sexenio revolucionario (1868-74), cuando se introdujeron
ceder a estos llevase inherente la condición de senador. Se- novedades tan llamativas en la legislación española como
gún dicha reforma, los primeros puestos, después de los el matrimonio civil.
hijos del rey y los del inmediato sucesor de la Corona, eran Desde 1868 hasta la Restauración no puede decirse que
los de los arzobispos y el del patriarca de las Indias, cargo el clero, en general, fuese ni revolucionario ni antirrevolu-
que por vez primera aparecía en la Constitución. Pero ade- cionario. No mostró simpatías carlistas ni liberales. Fue
más de estos, que fueron senadores por derecho propio, simplemente clero, y se limitó a cumplir su ministerio pas-
Isabel II nombró un número ilimitado de obispos senado- toral en la medida en que las circunstancias político-milita-
res. res del país lo permitieron. Los sacerdotes que tenían car-
A raíz de la legislación desamortizadora y de la política gos parroquiales permanecieron en sus puestos durante
religiosa de los gobiernos liberales de los años 30 y 40, na- todo el sexenio, y, pese a las graves dificultades de tipo eco-
ció en la Iglesia española un neorromanismo, caracteri- nómico, no abandonaron el ministerio, siendo ayudados
zado por una abierta ortodoxia doctrinal y por un ul- por los fieles en la medida de sus posibilidades. La tenta-
tramontanismo cada vez más acentuado. Este es un ción política no sedujo al clero, y aunque una gran mayo-
término de significación genérica e imprecisa, creado y ría defendió la monarquía borbónica, que le había asegu-
usado en Francia, Alemania, Países Bajos e Inglaterra para rado una posición acomodada y tras el concordato de 1851
designar, más que una verdadera corriente de pensa- le había devuelto una serie de privilegios, ante la experien-
miento, la adhesión a las orientaciones de la Iglesia de cia revolucionaria adoptó una actitud de observación y es-
Roma en temas teológicos o jurisdiccionales y también po- pera, ciertamente con el deseo de ver restaurada cuanto
lítico. Fueron llamados ultramontanos, con tono despec- antes la situación perdida.
tivo, todos los escritores, políticos y católicos, en general, El Gobierno provisional temió desde un principio que
fieles a Roma y, sobre todo, los fautores de la infalibilidad el clero pasara a la oposición carlista. Cuando comenzó la
pontificia durante el Vaticano I. campaña electoral para las Constituyentes de 1869, los
Perdido el apoyo del Estado, el clero buscó el respaldo obispos indicaron al clero que debía orientar a los fieles so-
moral de la Santa Sede para defender sus intereses econó- bre la necesidad de concurrir al bien común por todos los
micos en las gestiones que precedieron al concordato de medios posibles, pero sin aludir al partido concreto que
1851 y en la legislación posterior. El pontificado fue mitifi- debían votar. En algunas diócesis, hubo sacerdotes que in-
cado, la persona de Pío IX se convirtió en el centro de tervinieron en los colegios electorales. Cuando las Cortes
atención de los clérigos españoles por devoción y por grati- discutieron la cuestión religiosa, el clero en masa, unido a
tud. Por eso, la Jerarquía, que durante el año 1869-70 asis- los obispos, defendió la unidad católica de España, y, a raíz
tiría al primer concilio Vaticano, vio en el primado pontifi- de las blasfemias proferidas por algunos diputados, los
cio un apoyo seguro frente a la hostilidad de un sistema sacerdotes no dudaron en atacar y condenar públicamente
liberal laico. La legislación desamortizadora hirió profun- a los blasfemos, aunque el Gobierno interpretó estas inter-
damente a la jerarquía y a toda la Iglesia española; de ahí venciones como «altamente ofensivas y enteramente con-
que la actitud general de los obispos durante la segunda trarias a las máximas sagradas del Evangelio». Las autorida-
mitad del siglo xix fuera defensiva y cerrada a cualquier des civiles no toleraron interferencias de los eclesiásticos,
novedad o progreso que pudiera alterar el equilibrio en particular de los párrocos rurales, contra la tarea legis-

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lativa de la asamblea constituyente. Con este motivo no fal- la regencia de María Cristina, cuando los gobiernos libera-
taron conflictos entre los obispos y los gobernadores civi- les de Toreno y Mendizábal aplicaron sistemáticamente
les. una legislación muy estudiada para acabar con los institu-
Cuando avanzaba el verano de 1869, y con él la insu- tos regulares, que habían garantizado la configuración mo-
rrección carlista, algunos eclesiásticos tomaron las armas nolítica del estamento eclesiástico en el Antiguo Régimen.
contra el Gobierno de Madrid, con la reacción consi- Los conventos no fueron suprimidos todos simultánea-
guiente del ministro de Gracia y Justicia, Ruiz Zorrilla, que mente, pero se fueron cerrando paulatinamente a la vez
a principios de agosto lanzó un durísimo manifiesto contra que los religiosos salían de los claustros y se secularizaban.
el clero con el intento de mostrar la rebeldía de los ecle- De los 35.000 frailes que había en España en 1820, más de
siásticos a las autoridades constituidas. Calumnias, ofensas 7.000 dejaron los hábitos en apenas dos años y pasaron a
y amenazas le sirvieron al ministro para invadir la jurisdic- engrosar lasa filas de los exclaustrados. En cambio, sola-
ción episcopal y ordenar a los obispos que exigiesen a sus mente 867 religiosas eligieron salir de sus conventos.
sacerdotes obediencia al Gobierno, obligándoles a retirar El proceso de desarticulación de la Iglesia en este sec-
las licencias ministeriales a cuantos se declarasen enemigos tor fue muy rápido desde la burocracia ministerial. En
del régimen. 1835 fue suprimida la Compañía de Jesús y quedaron ex-
El clero sufrió también las arbitrariedades cometidas tinguidos todos los monasterios y conventos con menos de
por las autoridades locales y provinciales revolucionarias. doce religiosos profesos. También fueron suprimidos todos
Por simples sospechas, en la mayoría de los casos carentes los monasterios de Ordenes monásticas, los de canónigos
de fundamento, fueron registrados domicilios de sacerdo- regulares de San Benito de las congregaciones claustrales
tes, muchos de los cuales padecieron arresto y encarcela- tarraconense y cesaraugustana, los de San Agustín y los
miento después de haber desfilado por las calles de sus premonstratenses, cualquiera que fuese el número de sus
pueblos o ciudades entre burlas e insultos. Escenas de este monjes. Las excepciones fueron muy contadas, pues solo
tipo ocurrieron en Madrid y otras capitales. La insurrec- se salvaron de esta medida general los monasterios bene-
ción carlista fue dominada a finales de agosto de 1869, dictinos de Montserrat, San Juan de la Peña y San Benito
pero entonces la posición del clero había quedado definiti- de Valladolid, los Jerónimos de El Escorial y Guadalupe, los
vamente comprometida por el Gobierno, que le siguió acu- cistercienses de Poblet, los cartujos de El Paular y los basi-
sando de colaboracionismo con los rebeldes. lianos de Sevilla. Pero a todos se les prohibió admitir nue-
vos profesos y recibir novicios. La tala de Mendizábal
quedó completada en 1836 con el decreto de desamortiza-
Los religiosos: de la supresión a la restauración ción, que autorizó la venta pública de todos los bienes per-
tenecientes a las Ordenes religiosas suprimidas.
Desde comienzo del siglo xix, los religioso fueron vícti- Sin embargo, el golpe definitivo contra los regulares no
mas de la invasión francesa. En 1813 reunieron en el Alcá- llegó hasta que un real decreto extinguió en la península,
zar de Sevilla la práctica totalidad de los cuadros pertene- islas adyacentes y posesiones españolas en África todos los
cientes a iglesias y conventos para seleccionar los que monasterios, conventos, colegios, congregaciones y demás
habría de llevarse a Francia, si bien algunos de ellos fueron casas de religiosos de ambos sexos, a excepción de los cole-
restituidos un siglo más tarde. gios de misioneros para las provincias de Asia, establecidos
Las Ordenes y congregaciones religiosas vivieron su pri- en Valladolid, Ocaña y Monteagudo. Algunas casas de esco-
mera tragedia en España durante el trienio liberal (1820- lapios pudieron subsistir provisionalmente, porque no se
23) y de nuevo, tras un decenio de relativa calma, durante les consideraba ya comunidades religiosas, sino centros

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estatales de instrucción pública y los mismos conventos de dedicados a la hospitalidad o a enseñanza primaria, mien-
hospitalarios y de monjas de la Caridad de San Vicente de tras que los restantes conventos podían seguir abiertos si
Paúl, equiparados a establecimientos civiles de asistencia contaban con un mínimo de 20 religiosas. En 1836 se cal-
sanitaria. Se salvaron también algunas casas de beatas dedi- cula que existían 15.130 monjas, pero no poseemos datos
cadas a hospitalidad y enseñanza. exactos sobre el número de conventos, que, según cifras
El cambio radical de la situación política que se verificó aproximadas, debía de ser superior a los 700.
con la subida al poder de los liberales moderados y el in- La fatigosa negociación del concordato de 1851 encon-
tento de acercamiento a la Santa Sede para resolver las nu- tró un gran obstáculo en la cuestión de los regulares. Caba-
merosas cuestiones religiosas pendientes tuvieron una pri- llo de batalla de las conversaciones previas, que desde 1844
mera y directa repercusión sobre los regulares. Roma habían mantenido a nivel oficioso los plenipotenciarios
exigía, antes de iniciar negociaciones, pruebas de buena españoles y pontificios, fue el patrimonio material de las
voluntad que el Gobierno de Madrid podía dar solamente Ordenes religiosas suprimidas, cuyos bienes habían sido
con medidas concretas. Con respecto a los religiosos, en malvendidos a privados, y aunque la Iglesia exigía su resti-
1845 se restauraron las Escuelas Pías, congregación funda- tución íntegra, esta presentaba dificultades prácticas insu-
mentalmente docente. Algunas gestiones encaminadas a perables. La Santa Sede tuvo que ceder en este punto a
conseguir el reconocimiento de otras Ordenes, y en con- cambio de otras ventajas que los liberales moderados ofre-
creto de los capuchinos, no tuvieron éxito. cieron.
La exclaustración planteó serios problemas a los religio- La sumisión de los regulares a los obispos desde 1851
sos. El Gobierno trató de paliarlos de algún modo permi- fue el tributo que aquellos pagaron para evitar su total ex-
tiéndoles seguir estudios civiles y convalidar los cursos que tinción, pues por parte del Estado no se autorizó la exen-
tenían aprobados en sus respectivos colegios, aunque no se ción de los religiosos con efectos civiles, y Pío IX toleró
ajustasen al plan de estudios de las universidades del reino. esta imposición del poder laico, que le permitía salvar la
Se ordenó a los obispos que diesen preferentemente los esencia de la vida consagrada. Fue una situación excepcio-
curatos a los exclaustrados, ya que su manutención consti- nal que estuvo en vigor hasta los albores del siglo xx, y aun-
tuyó una pesada carga para el Estado. Sin embargo, no fue que no creó graves problemas por parte de los obispos, sí
posible insertar en la pastoral parroquial a miles de ex- fue causa de algunos desórdenes y abusos en las comunida-
claustrados; por ello, la gran mayoría de ellos pudo subsis- des religiosas. Al tomar esta decisión, deseaba el papa ase-
tir gracias a las ayudas estatales, que, según datos de 1837, gurar el normal desarrollo de las Ordenes religiosas, de
arrojaban un total de 23.935 exclaustrados. Aproximada- modo que el obispo fuese solo la autoridad eclesiástica que
mente, unos 7.000 de ellos encontraron colocación en car- garantizase la disciplina formal de cada instituto religioso
gos diocesanos o parroquiales. Los exclaustrados supervi- de cara al poder civil, pero sin que influyese lo más mí-
vieron hasta bien entrada la Restauración, aunque sus nimo en el orden interno, de modo que en cada comuni-
efectivos se fueron reduciendo lentamente con el paso de dad debía seguir respetándose la autoridad del superior le-
los años. Modesto Lafuente se inspiró en la imagen inge- gítimo, el cual cuidaba de la recta observancia de las reglas
nua de un exclaustrado, lanzado de pronto al torbellino de y el mantenimiento del espíritu fundacional. A los obispos
la vida mundana, para crear la encantadora figura de su se les advirtió que debían limitarse a lo que el papa había
«Fray Gerundio» en el Teatro Social del siglo XIX. Pero no to- establecido, de modo que sus intervenciones en la vida de
dos los exclaustrados vivieron tal encanto. los conventos y en el régimen general de las Ordenes no
La exclaustración afectó también a las religiosas, pero fuese más allá de las limitaciones que la misma Santa Sede
solo en parte, porque fueron suprimidos los beateríos no observaba a través del correspondiente dicasterio, que
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entonces era la Congregación de Obispos y Regulares. Se catequesis, de enseñanza en general y benéficas, organiza-
trataba además de una facultad delegada con carácter tem- ciones para obreros y para necesitados.
poral y no perpetuo. De ahí que se recomendase con insis- Las congregaciones religiosas fueron un movimiento
tencia a los obispos el tratar con el mayor respeto a los re- asociativo seglar, una réplica a todos los esfuerzos por mi-
ligiosos, procurando la máxima inteligencia con los metizar las congregaciones con lo anteriormente existente.
superiores, únicos responsables del régimen interior de las Los rasgos que configuraron el primer perfil de las diferen-
comunidades y, en concreto, del examen previo a la admi- tes congregaciones, en la mayoría de los casos, respondie-
sión de los novicios, a la dirección de los estudios, a los car- ron a exigencias jurídicas. En su origen, muchos religiosos
gos u oficios internos de cada religioso y a los traslados de se justificaron por su utilidad social y por la convicción de
una a otra comunidad. Por ello, aunque los religiosos esta- que, en el ejercicio de la misericordia, corporal y espiri-
ban formalmente sometidos a los obispos diocesanos y tual, se santificaban y devolvían a la Iglesia su rostro origi-
exentos del superior general del respectivo instituto, en la nal frente a quienes la descalificaban como inútil anacro-
práctica, los superiores locales de cada orden disponían de nismo, la criticaban por su riqueza parasitaria y la
total libertad para dirigir y administrar la vida interna de la perseguían como enemiga de la nueva sociedad. Basta mi-
misma, sin que el obispo pudiera limitar su autoridad. El rar el objetivo expresado por las congregaciones creadas a
balance de esta gestión fue tan altamente positivo por lo largo del siglo xix para ver cómo eran una legitimación
parte de los obispos que, cuando estas caducaron en 1884, nueva para la presencia de la Iglesia en la sociedad. Las
ninguno de ellos pidió su renovación. De este modo, los nuevas fundaciones surgidas en España mostraron el ím-
religiosos volvieron canónicamente a su situación normal, petu de la Iglesia en la segunda mitad del siglo xix. Pero,
sin que por parte del Estado surgieran protestas o reivindi- junto a las fundaciones autóctonas, la restauración de los
caciones de trasnochado regalismo. religiosos durante la segunda mitad de dicho siglo y, sobre
Numerosos fueron los movimientos de espiritualidad y todo, en las primeras décadas de la Restauración, fue obra
apostolado que surgieron y se desarrollaron en España a lo en parte de la penetración de congregaciones que llegaron
largo del siglo xix, si bien muchos de ellos sufrieron las a España, sobre todo, desde Francia e Italia. Fueron tantas
consecuencias políticas del «sexenio revolucionario» y solo y tan numerosas las congregaciones nuevas surgidas en di-
después de la Restauración consiguieron ampliar sus activi- versos países europeos que san Pío X, en 1906, prohibió a
dades. A pesar de compromisos y dificultades con las auto- los obispos que aceptaran la institución canónica de nin-
ridades civiles, la Iglesia supo salvar el espíritu del mensaje guna obra nueva sin autorización de la Santa Sede y, en
evangélico y testimoniarlo en una sociedad liberal y bur- 1910, llegó a dar esperanzas al embajador español sobre la
guesa. Fueron años en los que se demostró la vitalidad de conveniencia de reducir las que ya existían.
la Iglesia con numerosos frutos de santidad, virtudes cris- Los siglos xix y xx han dado a la Iglesia en España nu-
tianas y apostolado comprometido directamente al servicio merosos santos y beatos y también misioneros, fundadores
de los hombres. Ante la imposibilidad material de decirlo de Órdenes y congregaciones religiosas y seglares en pro-
todo, bastará indicar que durante el reinado de Isabel II ceso de beatificación o canonización.
surgieron asociaciones piadosas dedicadas al culto de la
Vera Cruz y del Santísimo Sacramento, se organizaron ter-
ceras órdenes, escuelas de Cristo, grupos en honor del Co- Los seminarios
razón de Jesús, de la Sagrada Familia, de San José y aso-
ciaciones mañanas. Nacieron también asociaciones de La Teología se enseñó en las universidades estatales
formación y apostolado, obras de propaganda católica, de hasta mediados del siglo xix y, en virtud del Concordato de

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1851, se emancipó definitivamente de la tutela del Estado,
gas electorales o por cualquier otro método más reproba-
pasó a los seminarios generales y se dispuso que los grados
ble aún, sin haber sido apenas instruidos por el clero pa-
mayores de Teología y Cánones se confiriesen exclusiva-
rroquial o por los canónig'os más antiguos, se procuran
mente en los de Toledo, Valencia, Granada y Salamanca, a
los que Pío IX concedió el título de seminarios centrales. grados académicos por los modos de que se hablará en su
El plan de estudios de 1852 comprendía cuatro años de La- lugar y así se hacen capaces para obtener prebendas y dig-
tín y de las Humanidades, tres años de Filosofía, cuatro nidades de mayor importancia. Pero si estos datos bastan
para el bachillerato en Teología, seis para los que aspira- para dar a conocer indirectamente el estado de los semina-
ban a la licenciatura y siete para los que pretendían el doc- rios en estos últimos años y, por consiguiente, para expli-
torado. Para Cánones, previo el estudio de los cuatro pri- car en parte la ignorancia de las cosas religiosas en la socie-
meros años de Teología, se exigían uno, dos o tres años, dad, es sin embargo obligado reconocer que los gobiernos
según el grado que se solicitara de bachiller, licenciado o que se han sucedido en este siglo han hecho todo lo posi-
doctor. Los seminarios diocesanos concedían el grado de ble para reducir a estos centros a una total postración».
bachiller en las facultades de Teología y Cánones, mientras Este texto, tomado del informe que Antonio Vico, se-
que los de licenciado y doctor eran atribución exclusiva de cretario de la nunciatura de Madrid, redactó en 1891, sin-
los cuatro seminarios centrales citados. Bajo este plan se tetiza la fuerte crisis que el clero secular español acusó a lo
formó el clero español de la segunda mitad del siglo xix, largo del siglo xix, debida en buena parte a la compleja si-
pero el nivel de los estudios fue muy bajo. tuación político, religiosa de España, pero también a su de-
«Si se quiere formar un juicio, aunque sea indirecto, ficiente formación intelectual. León XIII, para elevar el ni-
del estado moral, literario, científico de los seminarios tal vel de los estudios eclesiásticos, favoreció la fundación de
como han estado en los últimos años, analizando la condi- un Colegio Español en Roma y otorgó a los seminarios me-
ción actual del clero, ese juicio está lejos de ser favorable. tropolitanos, así como al de Salamanca y al de Comillas, el
Salvo honrosísimas excepciones, tanto respecto de los indi- privilegio de conceder grados en Filosofía, Teología y De-
viduos como de alguna provincia, el clero parroquial ado- recho Canónico. Una de las principales razones de esta de-
lece de falta de instrucción, de celo y de espíritu eclesiás- cisión fue que los alumnos del Colegio Español, que regre-
tico, dedicándose con frecuencia a asuntos temporales; y saban a España con la buena formación recibida en la
su conducta no es en todas partes edificante. Por eso su Universidad Gregoriana, habrían encontrado un campo
predicación es escasa, pobre en doctrina e infructuosa; muy vasto en los seminarios españoles para introducir el
existe despreocupación de las rúbricas, de la limpieza de método escolástico aprendido en Roma. Pero el fracaso de
las iglesias y de las casas, se omite la enseñanza del cate- dichos centros fue evidente desde el principio y, en 1933,
cismo; las obras de celo y de caridad se dejan a la iniciativa Pío XI decidió suprimir las mal llamadas universidades
de los laicos y de señoras y, a veces, hasta se les mira con pontificias españolas. Solo se salvó la de Comillas.
malos ojos si es que no se obstaculiza su labor; son recibi- En plena República, la Santa Sede ordenó la visita apos-
dos a regañadientes y hasta con reproches los fieles que tólica a los seminarios españoles, que puso en evidencia la
quieren acercarse a los sacramentos. En cuanto a los cabil- triste situación de los mismos. Comenzando por las estruc-
dos y el clero joven, haciendo como antes las debidas ex- turas materiales hay que decir que la mayoría de ellos, por
cepciones, el espíritu que reina en ellos es, en general, un no decir todos, estaban instalados en edificios muy anti-
espíritu de relajación, de intereses, ambición y censura del guos, tenebrosos y no adaptados a su finalidad educadora.
clero mayor. Habiendo entrado muchos sacerdotes a for- Muchos habían sido casas de los jesuítas, expulsados en
mar parte de un cabildo mediante recomendaciones, intri- tiempos de Carlos III, con servicios higiénicos insuficientes
y anticuados y escasa limpieza. Se exceptuaban algunos,
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como los de Sevilla, Madrid, Pamplona y Logroño, que mus». Una de las causas principales de la gran disminución
eran de más reciente construcción. Y, por supuesto, el de de alumnos que se nota desde hace algunos años a esta
Comillas, que era el mejor. También dejaba mucho que de- parte es que la carrera eclesiástica no es considerada como
sear la vida espiritual, ya que no en todos ellos había direc- remunerativa y, por ello, los padres de familia orientan
tores espirituales ni confesores idóneos; faltaba espíritu eu- a sus hijos hacia otras carreras, o incluso hacia las órdenes
carístico; la comunión no se recibía a diario; la meditación religiosas, ya que en ellas quedan exentos del servicio mi-
era una simple lectura o predicación de algún superior; la litar».
disciplina era muy precaria. Durante las vacaciones, los se- Esta situación no mejoró en los años sucesivos. Muchas
minaristas perdían muchas de las cosas buenas aprendidas y muy graves eran las deficiencias entre el personal direc-
durante el curso. Imperaban, en muchos seminarios supe- tivo, que en la mayoría de los casos no estaba a la altura de
riores, profesores y alumnos «politicastros», autonomistas y su misión, de tal forma que los seminarios no podía de-
separatistas, sobre todo entre vascos, catalanes y gallegos. cirse que estuvieran organizados según el espíritu de la
El nivel intelectual era deplorable; en muchos de ellos in- Iglesia ni adecuados a las necesidades de los tiempos. Los
gresaban alumnos casi analfabetos; los métodos didácticos Operarios Diocesanos, que eran los más preparados para
a veces eran pueriles; no se profundizaba la doctrina, ni se esta tarea, no siempre disponían de sujetos idóneos; mu-
cuidaba la literatura; los gabinetes de física y química eran chos de ellos eran jóvenes sin una formación específica.
almacenes de hierros viejos; las bibliotecas inaccesibles, et- Sin embargo, eran mejores que los sacerdotes seculares,
cétera. que cada obispo reclutaba como podía para atender a las
Los obispos habían enviado siempre a la Santa Sede no- necesidades del propio seminario. Quizá el hecho más
ticias muy optimistas sobre sus seminarios, que no respon- grave era la falta de entendimiento entre los superiores y el
dían a la situación real de los mismos. Al nuncio, cuando obispo. Era frecuente que el nuevo obispo cambiara la di-
visitaba las diócesis, se le colmaba de honores y atenciones rección del seminario y pusiera en él a personas de su con-
pero no se le decía la verdad sobre el estado de los semina- fianza. Existían, además, conflictos entre superiores y pro-
rios. Así lo testimoniaron los nuncios Vico (1907-1913) y fesores.
Ragonesi (1913-1921), en cuyos respectivos archivos ha La admisión de los alumnos no se hacía en todos los se-
quedado abundante documentación sobre el triste estado minarios con las debidas atención y prudencia. Ingresaban
de nuestros seminarios. alumnos poco o nada dotados de las cualidades imprescin-
Son suficientes dos botones de muestra. «Se me dice dibles para el sacerdocio, desprovistos de los estudios bási-
claramente -escribía en 1908 Vico a Merry del Val- que cos, procedentes de familias muy humildes, rudos, poco
buena parte de los seminaristas durante las vacaciones educados, sin los más elementales conocimientos de la ur-
mantienen relaciones con alguna joven de su lugar, a la banidad, muchos de los cuales buscaban en el seminario un
que tratan como novia; que algunas veces son ordenados lugar donde comer, vivir tranquilamente y asegurarse un
jóvenes conocidos por su mala conducta o actitud rebelde, porvenir. Los obispos hacían muy poco o nada para mejo-
después de 8 o 10 días de ejercicios espirituales; en algunos rar el reclutamiento del clero. La Obra de las Vocaciones
seminarios, los mismos profesores son causa de escán- había sido erigida en muy pocas diócesis y producía escasos
dalo. Con respecto a los estudios sucede a menudo que a frutos. Era deplorable también la falta de cooperación de
un alumno inteligente y bien dispuesto de los cursos supe- los párrocos, generalmente indiferentes sobre esta materia.
riores se le dispensa de asistir a las clases y se le encomien- Exteriormente, los seminarios aparecían ordenados. La
dan las clases de los cursos inferiores; al final del curso, sin vida procedía con cierta regularidad y los alumnos daban la
examen alguno, se le promueve con la nota de «meritissi- impresión de ser obedientes y respetuosos. Pero se trataba

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de un puro formalismo porque los jóvenes no eran educa-
sacerdotes a los que no sabían darles otro cargo. Y ellos no
dos en la verdadera disciplina, fruto de una convicción in-
siempre cumplían sus deberes con amor y diligencia. Mu-
terna y de un espíritu sobrenatural. No estaban habituados
chos trabajaban sin entusiasmo, con la única aspiración de
a la lealtad ni a la honradez; actuaban más bien por miedo
ascender gradualmente hacia cátedras superiores en Teolo-
a los castigos, reduciendo todo su comportamiento a la sim-
gía, consideradas como un puesto más honorífico y acomo-
ple observancia externa de las reglas. En cuanto a la piedad
dado. Faltaban profesores especializados en una determi-
y moralidad se habían conseguido mejoras importantes, ya
nada disciplina, porque pasaban de una enseñanza a otra
que muchos seminarios habían hecho grandes progresos
como a través de los grados de una carrera.
con respecto a la formación espiritual de los alumnos, ha-
El nivel general de cultura de los seminarios era, por
biéndose nombrado en casi todos ellos un director espiri-
consiguiente, muy bajo. Profesores y alumnos confesaban
tual fijo, que anteriormente no existía. De hecho, la piedad
su ignorancia y el poco provecho que sacaban de los estu-
había sido descuidada durante mucho tiempo y la frecuen-
dios. Habían sido reformados los programas escolares y se
cia de los sacramentos era muy escasa. También se habían
habían añadido algunas asignaturas, que parecían respon-
dado varios casos graves de faltas de moralidad, que obliga-
der a las nuevas exigencias, pero todo esto quedaba sobre
ron a la Santa Sede a intervenir.
el papel solo para dar la impresión de que las clases se
Sin embargo, gracias a la intensa actividad de los Jesuí- impartían seriamente. Permanecían, sin embargo, inalte-
tas y de los Operarios Diocesanos, se experimentó una radas las viejas materias tradicionales, inmutados los méto-
cierta renovación espiritual en los seminarios. Se introdu- dos didácticos y, lo que era peor, persistían los formalis-
jeron ejercicios ordinarios de piedad, como la meditación, mos y la superficialidad de los estudios. Escaso era el
las visitas al Santísimo, el Santo Rosario, la lectura espiri- deseo de aprender de los alumnos, los textos estaban anti-
tual, etc., y se alimentó la vida interior de los jóvenes cuados, los ejercicios escolares hechos de procedimientos
como base de su verdadera formación. Sin embargo, fal- puramente mnemónicos y de fórmulas arcaicas y supera-
taba en muchos de ellos el auténtico espíritu sacerdotal, das, sin tener en cuenta las nuevas necesidades culturales.
ya que algunos no eran piadosos por convencimiento, sino A los jóvenes se les exigía que aprendieran de memoria
por apariencia o comodidad. Iban a la capilla y comulga- una serie de nociones completamente inútiles para el mi-
ban no por devoción espontánea, sino por costumbre; la nisterio sagrado. En muchos seminarios, todos los cursos
meditación y el examen de conciencia o no lo hacían o lo eran insuficientes así como las bibliotecas, gabinetes de
hacían mal. Pocos eran los seminaristas que trabajaban ciencias, etc., las horas de estudio pocas y mal distribuidas,
con seriedad por su verdadero provecho espiritual. De faltaban los libros más indispensables y algunos seminarios
esta frialdad generalizada se resentía también la morali- que poseían antiguas y valiosas bibliotecas, las tenían ce-
dad y, si bien esta había mejorado con respecto a años an- rradas sin que nadie se molestara en abrirlas ni en consul-
teriores, no había alcanzado todavía el grado conveniente tarlas. Los exámenes se reducían a un puro acto formal
para un eclesiástico. A menudo, los seminaristas leían es- sin valor alguno, con votaciones ridiculas extremamente
condidos periódicos y revistas poco recomendables, fo- benignas.
mentaban amistades particulares peligrosos y relaciones El nuncio Tedeschini tuvo un concepto muy negativo
morbosas. de los seminarios españoles: «La República ha conseguido
Los profesores no siempre estaban bien preparados y a despertar las conciencias de los católicos y la afirmación
muchos de ellos les faltaban los suficientes títulos académi- del presidente Azaña sobre el laicismo del Estado, aunque
cos y las más elementales capacidades didácticas. A me- ha suscitado protestas, es una gran verdad, porque el divor-
nudo, los obispos nombraban profesores del seminario a cio entre el clero y la sociedad española tiene raíces muy
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antiguas. Hace ya muchos años que el clero español no la nacional. De los 38 seminarios existentes en esta zona,
predica el Evangelio, el pueblo no aprende el catecismo y 29 fueron destinados a cuarteles, cárceles, hospitales u or-
mucha gente no sabe ni el Padrenuestro. Por ello me atrevo felinatos. Todos sufrieron daños materiales. Muchos sacer-
a decir que la causa fundamental de la actual revolución dotes y seminaristas fueron llamados al Ejército con el
española está en la ignorancia del clero y del pueblo. Los consiguiente efecto negativo sobre las vocaciones, muchas
seminarios han sido cuarteles o reformatorios, llenos de in- de las cuales se perdieron para siempre. La guerra dejó
moralidades y libertades intolerables. Y el clero, fruto de los seminarios vacíos y a menudo destruidos. Por otra
ese árbol, ha olvidado el espíritu sobrenatural y se ha preo- parte, el asesinato de sacerdotes dejó muchas diócesis sin
cupado del pan y de la carrera. Los seminaristas, proceden- clero, causando un grave problema pastoral que se intentó
tes en su mayoría de las clases más humildes y hasta misera- solucionar fomentando las vocaciones y multiplicando los
bles, no han recibido educación, ni formación, ha faltado seminarios. El ambiente cultural y el trauma sufrido influ-
estímulo y orientación acertada. La revolución actual es yeron necesariamente en la disciplina y en la formación
providencial porque dos tercios de los alumnos han de los seminarios. La penuria y la rigidez caracterizaron
abandonado los seminarios, pero el problema se ha agra- los años cuarenta. Al acabar la guerra, los obispos hicie-
vado porque han quedado los más estúpidos e incapaces. ron lo que pudieron para recuperar vocaciones y reorga-
¿Qué podemos esperar de esta gente?». nizar seminarios admitiendo a cuantos deseaban el sacer-
Ante el desolador panorama que ofrecían los semina- docio.
rios españoles sorprende favorablemente que, apenas dos La Santa Sede creó la Comisión Episcopal de Semina-
años después de concluir la visita, cuando se desencadenó rios que consiguió elevar el nivel del los seminarios en po-
la más cruel persecución religiosa conocida en la historia cos años gracias a un reglamento disciplinar común, sobre
de España, un elevado número de sacerdotes y seminaris- cuya base se redactaron los reglamentos de cada semina-
tas entregara su vida por Dios, sellando con su sangre una rio; se procuró concentrar algunos seminarios de diócesis
entrega generosa a la Iglesia, y dando testimonio del au- pequeñas que no estaban en condiciones de tener semina-
téntico espíritu sacerdotal que habían recibido en los semi- rio mayor propio y se introdujo un nuevo plan de estudios
narios, a pesar de las numerosas deficiencias señaladas. para todos los seminarios. Esta obra se pudo completar
Esto prueba que, entre tanta cizaña, existía también el gracias al convenio con el Estado de 1946, que se compro-
buen trigo en nuestros seminarios, pues no faltaban obis- metió a dotar económicamente a los seminarios y a sus
pos muy interesados en la marcha de sus seminarios así profesores. En muchas diócesis comenzó a organizarse la
como buenos rectores, superiores y profesores y también Obra de las Vocaciones y se celebraron semanas y días Pro-
numerosos seminaristas que se tomaban en serio el minis- Seminario, que suscitaron el interés de los fieles.
terio sacerdotal hasta sus últimas consecuencias, incluido Vitoria, Ávila y Valencia constituyeron los tres focos más
el «martirio». importantes de formación sacerdotal. La espiritualidad del
seminario de Vitoria consiguió una recia síntesis entre el
espíritu ignaciano, caracterizado por su entrega al aposto-
Formación del clero en la posguerra lado directo, y el sulpiciano, más centrado en los temas li-
túrgicos. En este ambiente surgió la inquietud social y la
Al panorama desolador que ofrecían los seminarios es- dedicación a la evangelización del mundo obrero junto al
pañoles durante la República hay que añadir los daños estudio de las necesidades y de la psicología del campesi-
provocados por la guerra civil no solo en la zona roja nado y la inquietud misionera. En este seminario se forma-
-agravados por la persecución religiosa-, sino también en ron los sacerdotes de las futuras diócesis vascas de Bilbao y

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San Sebastián, erigidas en 1949. La figura más representa- porción de habitantes por sacerdote conocida en España
tiva del Seminario de Vitoria en aquellos años fueron el di- a lo largo de la historia reciente. En mayo de dicho
rector espiritual Rufino Aldabalde (San Pedro de Aya de año tuvo lugar en Barcelona el XXXV Congreso Eucarís-
Zarauz, Guipúzcoa, 1904 -Vitoria, 1945), que procuró crear tico Internacional, uno de cuyos actos centrales fue la or-
en los alumnos una preocupación viva por los muchos pro- denación de centenares de sacerdotes en el estadio de
blemas del medio social. Por eso, las academias literarias, Montjuich. Madrid y Valencia fueron las diócesis que ofre-
las misionales, las prácticas catequísticas con la ayuda de un cieron el número mayor: 36 nuevos presbíteros, seguidas
museo catequístico, las científicas, las academias de Acción de Barcelona (33) Astorga (31), Lugo (28), Pamplona
Católica tendieron a dar forma vital a las teorías aprendidas (25), Bilbao (24) y Santiago (21). Entre los religiosos, 33
en las clases. Creó la revista Surge en el ambiente del semi- eran salesianos, 28 jesuítas, 27 escolapios y 20 operarios
nario, al mismo tiempo que surgían por iniciativa suya tres diocesanos.
casas diocesanos de ejercicios espirituales parroquiales y la En influjo de las universidades pontificias de Comillas y
fundación del Instituto de Misioneras Evangélicas diocesa- Roma en la jerarquía, seminarios, diócesis y obras del clero
nas. Con él comenzó a colaborar José Zunzunegui (Tolosa, español, en general, fue determinante. En el Colegio Espa-
Guipúzcoa, 1911-Vitoria 1974), que fue rector del Semina- ñol de Roma residieron anualmente un centenar largo de
rio, cuyo gran dinamismo y preparación intelectual contri- alumnos seminaristas y sacerdotes, que frecuentaban en su
buyeron a elevar el prestigio de este centro. mayoría las aulas de la Universidad Gregoriana y del Insti-
El Seminario de Ávila, marcado por la personalidad de tuto Bíblico y, al igual que en Comillas, se formaron un nú-
su rector Baldomero Jiménez Duque, se caracterizó por la mero importante de obispos, cargos diocesanos y profeso-
renovación de la espiritualidad de Santa Teresa y San Juan res de seminarios, sobre todo, en los años 40-60. La
de la Cruz. A ellos se unió muy pronto Valencia, que contó Universidad Pontificia de Salamanca comenzó su etapa de
a partir de 1948 con el mayor seminario de España, con ca- restauración en 1940, a petición del obispo Pía y Deniel,
pacidad para mil seminaristas. Su rector, Antonio Rodilla con el apoyo del episcopado, y añadió a las tres facultades
Zanón (Siete Aguas, Valencia, 1897 -Valencia 1984), consi- tradicionales de Teología, Filosofía y Derecho Canónico las
guió la incorporación de las corrientes más importantes de Humanidades, Pedagogía, Filosofía y Letras y otras en
del pensamiento teológico más avanzado mediante el des- los años sucesivos. Fruto de la colaboración entre esta Uni-
pliegue de jóvenes profesores formados en las universida- versidad y la Asociación de Propagandistas fue la Biblioteca
des romanas y en las europeas de Lovaina, Munich, Ox- de Autores Cristianos, una de las obras culturales católicas
ford, París y Viena. A su vez, el director espiritual, más interesantes de la posguerra, que comenzó en 1944
Bernardo Asensi Cubells (Algemesí, Valencia, 1889 - 1962), con la Biblia de Nácar-Colunga. Los volúmenes posteriores
ejerció este ministerio con toda la fuerza del término y a fueron obras fundamentales de los Santos Padres, autores
ello estuvo exclusivamente dedicado toda su vida. A la pro- espirituales y teólogos españoles; pero esta vuelta a las
moción de las vocaciones sacerdotes y religiosas se entregó fuentes no se vio acompañada por la publicación de los
de lleno Eladio España Navarro (Carcagente, Valencia, teólogos contemporáneos más conocidos e influyentes del
1894 - La Barraca de Aguas Vivas, Valencia, 1972), rector extranjero, que años más tarde influirían decisivamente en
del Colegio del Patriarca y apóstol del sacramento de la el Concilio Vaticano II.
Confesión. Estos dos últimos sacerdotes tienen abierto el Los Jesuítas, el Opus Dei y los Propagandistas católicos,
proceso de beatificación. las fuerzas más representativas del catolicismo español con-
A partir de 1940 aumentó sensiblemente el número de temporáneo, tuvieron continuamente en su mente la «con-
seminaristas, hasta que en 1952 se alcanzó la mayor pro- quista de la universidad» y la formación cristiana de los

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universitarios, si bien con ideas y métodos diversos. Mien- que la mayoría de los seminarios habían mejorado sensi-
tras los primeros eran favorables a una universidad cató- blemente con respecto a veinte años antes. Habían desa-
lica, los segundos deseaban penetrar en las universidades parecido muchos de los antiguos edificios incómodos, in-
estatales para combatir su laicismo con el testimonio de la suficientes e inadecuados, a la vez que se construían
fe cristiana. Por iniciativa de la Sociedad Sacerdotal de la nuevos y grandiosos seminarios o se adaptaban los anterio-
Santa Cruz fue erigido el Estudio General de Navarra, ele- res a las exigencia pedagógicas, higiénicas y disciplinares
vado en 1960 a Universidad Católica. Los Propagandistas, de los tiempos.
por su parte, fundaron el CEU San Pablo y, recientemente, Muchos seminarios que tenían numerosos candidatos
la Universidad Cardenal Herrera, como homenaje a su podían permitirse una adecuada selección de los mismos
fundador. escogiendo los mejores. No existían desviaciones doctrina-
A raíz del Concilio comenzaron a surgir las facultades les ni disciplinares, sino solo inquietudes juveniles por el
teológicas actualmente existentes en España: Burgos-Vito- deseo de adaptarse a las nuevas orientaciones sociales y
ria, Cataluña, Granada, Madrid (San Dámaso) y Valencia. por conocer cuestiones prácticas que quizá les preocupa-
No debemos olvidar otros centros de enseñanza superior, ban más que el rigor científico de los estudios eclesiásticos.
algunos de mucha tradición y prestigio, como el Instituto Por doquier se sentía la necesidad de una mayor libertad
Católico de Artes, Industrias y Empresas, dirigido por los disciplinar. Los equipos de superiores y formadores eran
jesuítas en Madrid (ICAI-ICADE), el Instituto Biológico de en su conjunto buenos, lo mismo que los directores espiri-
Sarria, la Escuela Superior de Administración de Empresas tuales. El profesorado era, por lo general, competente,
de Barcelona y la Universidad María Cristina de El Esco- aunque había algunas deficiencias en los cursos humanísti-
rial. cos, ya que no siempre era posible encontrar los profesores
adecuados entre el clero. Con todo, el nivel científico ha-
bía crecido sensiblemente con respecto al período inme-
Seminaristas y sacerdotes diato a la postguerra. Los programas académicos estaban
bien hechos y respetaban los criterios impuestos por la
Durante el curso 1955-56, la Santa Sede realizó una vi- Santa Sede para la Filosofía y la Teología y los planes de es-
sita apostólica a los seminarios españoles, encomendada a tudio del Estado para los estudios humanísticos. Muchos
varios obispos. Fueron los años del máximo esplendor de seminarios preparaban a los seminaristas con tal rigor que
nuestros seminarios, caracterizados por el florecimiento estos podían presentarse directamente al examen estatal
de las vocaciones, la piedad, la disciplina, el estudio y de bachillerato. En la mayoría de los seminarios se usaban
el celo pastoral. El mérito de esta favorable situación se los libros de texto editados por la BAC. Se notaban, sin em-
debía a los obispos y, más en concreto, a la Comisión Epis- bargo, deficiencias en las bibliotecas, que no estaban dota-
copal de Seminarios, que llevaba ya un largo decenio tra- das adecuadamente.
bajando intensamente en este campo, coordinando ini- Al terminar la visita apostólica, la Congregación de Se-
ciativas y esfuerzos mediante asambleas periódicas de minarios dirigió una carta circular a los obispos en la que
rectores y superiores de seminarios en las que se trataban expuso algunas indicaciones de carácter general que sur-
cuestiones referentes a la vida y organización de los mis- gieron del estudio comparado de las relaciones de los visi-
mos. Los seminarios ofrecían un aspecto general bueno, tadores y que se referían a problemas comunes de todos
debido al interés demostrado por los obispos hacia estos los seminarios. La mencionada Congregación manifestaba,
centros, repletos todos ellos de vocaciones sacerdotales. ante todo, «viva satisfacción por las buenas noticias real-
Comenzando por las estructuras materiales, hay que decir
mente consoladoras sobre la presente situación y sobre la
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buena marcha de los Seminarios de España. Una prima- el terreno para el camino que se les avecinaba, pues desco-
vera de vocaciones ha florecido en este jardín de la Iglesia, nocían la renovación de los estudios escriturísticos, la apli-
fecundado por la sangre de tantos mártires». cación de los nuevos métodos analíticos, el conocimiento
Gran desarrollo habían adquirido, durante el primer patrístico, etc.; todo lo que, en una palabra, pretendió ha-
tercio del siglo, la pastoral catequética y la formación litúr- cer la Nouvelle Theologie.
gica del clero y de los fieles, gracias a la celebración de Una de las principales tareas de aquella generación
congresos nacionales, pero durante los años 40 y 50 el sacerdotal fue la reconciliación nacional, en la que mu-
clero secular español trabajó con mayor ilusión e interés chos sacerdotes trabajaron con ahínco para curar las heri-
centrado en lo específico de su ministerio: acción pastoral das provocadas por la guerra. Numerosos fueron los certi-
y apostólica. Diezmado tras la persecución religiosa, en cir- ficados de buena conducta expedidos por párrocos
cunstancias muy precarias y en condiciones difíciles tanto para cubrir y salvar a personas perseguidas por el nuevo
por la insuficiencia numérica como por la estrechez eco- Régimen. Muchas familias afectadas por asesinatos otorga-
nómica y la sobrecarga de trabajo, los sacerdotes desplega- ron generoso perdón a los asesinos, siguiendo el ejemplo
ron una actividad sin precedentes, que fue lentamente
de los obispos, que habían invocado en favor de los asesi-
apagándose en los años sucesivos en la medida que au-
nos los méritos de los mártires, que murieron perdonán-
mentaba la protección del Estado a la Iglesia. Fueron años
doles. Durante aquellas décadas, el clero secular cultivó
de mucha creatividad y de grandes realizaciones, sobre
formas singulares de espiritualidad y de proyección misio-
todo en las diócesis mayores y en las principales ciudades y
nera. Bajo el patrocinio del entonces todavía beato Juan
poblaciones. Se construyeron nuevos templos, se levanta-
ron complejos parroquiales, cines, salas de conferencias, de Ávila (fue canonizado en 1970) se formaron equipos
lugares de deportes, etc. Casi todas las instituciones que de sacerdotes que participaron en misiones populares y
todavía hoy perviven surgieron o se reforzaron en aquellos entre algunos grupos renació el deseo de la vida en co-
años: obras editoriales, catequéticas, misioneras, medios mún.
de difusión, órganos de enseñanza y cultura. Nacieron las El número de sacerdotes creció sensiblemente en pocos
emisoras diocesanas y parroquiales. Se editaron libros, re- años, gracias al fuerte incremento de las vocaciones. En
vistas y boletines. La misiones populares se extendieron 1964, los sacerdotes diocesanos ascendían a 26.000, un
por doquier y a ellas se dedicaron unos 8.000 sacerdotes y 25% más con respecto al final de la guerra. Mientras que
religiosos y alcanzaron a más de tres millones de personas los sacerdotes religiosos eran 10.000, un 66% más. El total
cada año. de religiosos, divididos en 150 institutos, era de 38.000, un
Eran los frutos apostólicos del clero salido airoso de la 170% más que al acabar la guerra. Las religiosas eran casi
persecución religiosa de 1936-39, que estuvo lleno de fer- 110.000, de ellas 20.778 de clausura. La catequesis y la en-
vor y de enorme empuje creativo apostólico, animado por señanza religiosa se desarrolló también a través de las es-
un fuerte misticismo. Fue una generación sacerdotal, muy cuelas nacionales, con la colaboración de los maestros. La
generosa, espiritual y entregada que, dadas las circunstan- Iglesia llegó a tener 6.852 escuelas propias (2.405 de Prees-
cias, no pudo hacer otra cosa mejor. Pero quizá aquellos colar, 2.734 de Educación Básica), 822 de Bachillerato, 525
sacerdotes estuvieron excesivamente encerrados en sí mis- de Formación Profesional, 23 de A.T.S., 34 de Asistentes
mos, en su mundo intelectual y espiritual, un tanto aleja- Sociales, 120 de Formación de Profesorado) con casi dos
dos de la realidad cultural española y de las corrientes re- millones de alumnos; y unos 280 centros de enseñanza ra-
novadoras del extranjero. Tuvieron algunas sombras, tal diofónica. Los colegios mayores completaron la formación
vez por deficiencia especulativa, que les impidió preparar universitaria, que era poco satisfactoria.

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Inquietudes misioneras pudiéndose acoger a la hospitalidad de una embajada,
desde donde se dedicó a ayudar a los refugiados. Termi-
Desde finales del siglo XIX comenzó a manifestarse en- nada la guerra, se dedicó a restaurar e impulsar en todas
tre el clero secular la inquietud misionera. El primer expo- las diócesis los secretariados de Misiones y a unificar las dis-
nente significativo de este movimiento fue el canónigo de tintas Obras Misionales Pontificias de las que fue nom-
Burgos Gerardo Villota Urroz (Santoña, Santander, 1839 - brado director nacional, ministerio que desempeñó hasta
Burgos 1906), quien orientó su actividad hacia la Obra su muerte. A lo largo de 40 años fue el promotor y alma de
Pontificia de la Propagación de la Fe, introducida en la semanas, congresos, jornadas, cursillos y todo tipo de cam-
diócesis burgalesa y promovió en las parroquias. En París pañas misionales, orales y escritas, a lo largo y ancho de la
conoció el gran seminario para Misiones Extranjeras y de- geografía española, promoviendo la conversión misionera
pendiente de la Congregación de Propaganda Fide, simi- de todos y la coordinación de todas las instituciones misio-
lar, en su finalidad y funcionamiento, a los grandes Institu- nales. Visitas a seminarios, para promover las academias
tos de Milán y Turín. Los viajes al centro y norte de Europa misionales, parroquias, conventos, movimientos juveniles,
durante los veranos le dieron una nueva visión de la reali- charlas, ejercicios, etc., fueron la labor de toda su vida, en
dad de la Iglesia y orientó sus primeros pasos para el esta- un continuo ir y venir por toda España. En uno de esos via-
blecimiento de un colegio Eclesiástico de Ultramar y Pro- jes, yendo de Santiago de Compostela a Madrid, sufrió un
paganda Fide para Hispanoamérica. Villota vivió en dicho accidente de ferrocarril a la altura de Santa María de la
colegio con sus seminaristas; continuó consagrado al tra-
Alameda, a pocos kilómetros de El Escorial. Murió calci-
bajo y a una intensa vida de piedad; su ejemplo fue para
nado entre los barrotes de un vagón en llamas. Sus ideas,
los alumnos una incitación constante a la práctica de la vir-
su entusiasmo misionero, su humanidad y su amor a la
tud y con frecuencia les daba personalmente lecciones de
Iglesia calaron hondo entre los sacerdotes.
pastoral, liturgia y práctica de catequesis. Los primeros
sacerdotes salidos del colegio fueron enviados en 1902. En Desde el primer momento, la renovación de la Iglesia
1919, el Papa Benedicto XV le encargó al nuevo arzobispo española tuvo repercusión en la América española. Sacer-
de Burgos, Juan Benlloch, que, aprovechando la semilla dotes, religiosos y laicos tomaron el camino de América
que sembró Villota, fundara en Burgos un Seminario Na- para dedicar su vida a la evangelización de aquellos países.
cional de Misiones Extranjeras. En 1948 se creó la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispa-
noamericana (OCSHA). Se trataba de una obra eminente-
Años más tarde fue pionero de la proyección misionera mente diocesana, ya que eran los obispos de cada diócesis
del clero el sacerdote vasco Ángel Sagarmínaga Mendieta los que se preocupaban por enviar a sus sacerdotes a las
(Yurre, Vizcaya, 1890 - Santa María de la Alameda, Madrid, diócesis Hispanoamericanas. Los sacerdotes quedaban vin-
1968), director de las obras misionales en Vitoria y de las culados a sus diócesis de origen. La Obra era propiamente
revistas Catolicismo, Orate y Nuevo llluminare. En 1926 fue un organismo asesor, que ofrecía medios, estudios socioló-
nombrado director nacional de Propaganda de la Fe y del gicos y estadísticos sobre los problemas apostólicos de
Clero Indígena, organizando en 1928 el congreso y la ex- aquellas regiones.
posición nacional de Misiones en Barcelona. Durante estos En 1952 se fundaba el Colegio de San Pío X en Roma
años recorrió toda España organizando los servicios de para la formación de seminaristas; en 1954 se inauguraba
Propaganda Fide en cada diócesis; en 1931 logró que el el Seminario Hispanoamericano de Madrid. La Universi-
domingo mundial de las Misiones (que a partir de 1943 se dad de Comillas y el Seminario Menor de Zaragoza conta-
llamará Domund, anagrama ideado por él) se celebrase en ban con una sección hispanoamericana. Tanto las diócesis
todas las diócesis. La guerra civil le sorprendió en Madrid, como los seminaristas sintieron el entusiasmo de la evange-
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lizacion americana, la responsabilidad de aquellas Iglesias más responsable y activa; una preparación de los futuros
tan unidas a la española y en condiciones precarias de per- sacerdotes más esmerada.
sonal. Resulta sorprendente y aleccionador el comprobar En momentos tan difíciles para la Iglesia, eran muy nu-
la corriente americanista que invadió nuestros seminarios. merosas las personas dispuestas a sacrificarse por el reino
Los modos de esta cooperación fueron diversos. A veces se de Cristo. Los episodios negativos eran muy aislados y no
formaban equipos sacerdotales que trabajaban en colabo- empañaba la imagen del conjunto, ya que no se apreciaba
ración con las diócesis de adopción; otras se adoptaban fluctuación alguna en la práctica religiosa, los sacerdotes
diócesis o regiones enteras que quedaban al cargo de una sentían con la Iglesia y, en general, eran sumisos a la auto-
diócesis española. ridad eclesiástica. Es cierto que se advertía un cierto movi-
miento, una desorientación o falta de equilibrio y el an-
helo de que se determinara bien el rumbo que se debería
Fermentos renovadores seguir. Pero esto era muy explicable habida cuenta de las
continuas novedades procedentes de Roma, agravada por
A partir del Vaticano II se produjo un descenso sensible la compleja situación socio-política española y por una in-
de las vocaciones sacerdotales en toda Europa, con la sola formación abundante pero muchas veces imprecisa, in-
excepción de Polonia. Junto con este fenómeno apareció completa y poco discreta. Es decir, que las aguas, aunque
el de las secularizaciones, que, por cuanto a España se re- estaban quietas, comenzaban a moverse, si bien muchos
fiere, afectó a casi tres mil sacerdotes (un 8,5%), que aban- obispos confiaban en que pronto se remansarían, cuando
donaron el ministerio en los primeros años del postconci- pasara el «vendaval renovador» del concilio.
lio. Esta cifra aumentó de forma alarmante en los años Los seminarios habían mejorado extraordinariamente
sucesivos hasta nuestros días y afectó tanto a sacerdotes en edificios, en vocaciones y en espíritu. El clero joven que
diocesanos como a religiosos. Desde el final de la guerra, salió de ellos después de la guerra fue muy superior al clero
el número de seminaristas había aumentado cada año, anterior. La enseñanza de los seminarios, en general, conti-
pero en 1967 comenzó el descenso acelerado a una media nuaba siendo la clásica, señalada por la Santa Sede, dentro
de casi 500 por año, pasando de 7.106 seminaristas mayo- de la tradición española, siguiendo el magisterio de Santo
res diocesanos en 1968-69 a 1.505 en 1979-80, cuando se Tomás. Algunos seminarios, como el de Valencia, fue til-
llegó a la cifra más baja. Algo semejante ocurrió con los re- dado de «progresista» por los tradicionalistas, pero sin fun-
ligiosos y religiosas: entre 1965 y 1985, los novicios bajaron damento alguno. Nunca los sacerdotes, religiosos y semina-
de 4.200 a 900 y las novicias de 9.800 a 805. ristas españoles habían estudiado tanto ni con tanta
En aquellos años comenzaron a percibirse en algunas seriedad; se estudiaban los teólogos y moralistas clásicos,
diócesis brotes de rebeldía manifiesta o larvada, pero no pero también se estudiaban los autores extranjeros que an-
en todas ni, en general, en España. Aunque es cierto que tes del Concilio eran prácticamente desconocidos en Es-
en algunos lugares aparecía un malestar hasta entonces paña (Danielou, Congar, Chenu, Guardini, Rahner, Sch-
desconocido; también es cierto que, como contrapeso de maus, Haering y otros). Sobre todo, se discernía con
estos hechos, brotó un vivo afán de autenticidad y de apro- serenidad y nadie se dejaba arrastrar por la sola «novedad»,
vechar las posibilidades apostólicas del momento. Se insis- aunque se apreciaban las cosas «nuevas» que eran valiosas.
tía sobre una mística de la pobreza de la Iglesia que, bien Los alumnos de los seminarios tenían mucha inquietud por
encauzada, podía ser una fuente fecunda de renovación. saber y exigían mayor preparación a los profesores.
Existía un mayor acercamiento al pueblo y a sus problemas La formación teológica, en líneas generales, conti-
por parte de clero; una promoción de los seglares cada día nuaba siendo sólida. Los libros de texto de los seminarios y

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casas religiosas de formación seguían el método escolás- juridicismo de la Iglesia. La mayoría de los sacerdotes res-
tico, preconizado por los últimos papas, incluido Pablo VI ponsables, como párrocos, profesores, etc., querían y pro-
en su discurso a la Universidad Gregoriana del 17 de curaban la renovación de la Pastoral, de la Teología y de la
marzo de 1964. Los libros de textos eran de toda garantía y Iglesia según la doctrina y las normas conciliares y del
los profesores, en general, hacían una exposición metódica Papa. Lo mismo podía decirse de los teólogos y de los obis-
del texto, aunque también había algunos profesores que, pos: propugnaban la renovación de la Iglesia partiendo de
en sus lecciones, se apartaban bastante de los métodos in- la tradición viva, que era el único modo de hacerla eficaz y
dicados, pero no de la doctrina. beneficiosa para los fieles.
Ya en la Asamblea Nacional de Seminarios de 1951 se No existían entre el clero indigestión de ideas nuevas,
trató de la necesidad de dar a los alumnos, al final de las avanzadísimas, qvie se defendían más por amor a la nove-
grandes cuestiones, las soluciones que aportan los dogmas dad que por convicciones arraigadas adquiridas en el estu-
católicos a los problemas del mundo. Esta visión pastoral dio y meditación. Predominaba, sin duda alguna, en los
de la teología nada tenía que ver con la teología vivencial distintos sectores, un tono ejemplar de moderación, de
presentada por algunos integristas. No se podía hablar en prudencia, de aceptación dócil y generosa de todas las de-
serio, en España, de «progresistas», ni se podía llamar así a cisiones conciliares. Ciertas voces estridentes, eclesiásticas
los sacerdotes o católicos que defendían la libertad reli- o laicales, carecían de peso, resonancia e influencia. Po-
giosa en los términos del Concilio, o el ecumenismo, que dían, en algunos casos, dar lugar a expresiones y actuacio-
nadie confundía con «irenismo». nes improcedentes. Pero había que buscarlas para hallarlas
Es cierto, sin embargo, que comenzaban a aparecer re- y, en algunas diócesis, era muy difícil su hallazgo.
vistas españolas que desorientaban, ya por falta de criterio Si existía algún exceso en un sentido, también lo había
en los artículos de fondo, ya por la facilidad en admitir sin en otro. Por ejemplo, algunas publicaciones catalanas
criterio artículos e informaciones extranjeras. Algunas de como El Ciervo, Serra d 'Or y Questions de vida cristiana pro-
estas publicaciones difundían falsos conceptos de diálogo. pugnaban una apertura que algunos consideraban objeti-
Las mismas revistas de las órdenes religiosas incurrían a ve- vamente peligrosa. Pero también es verdad que, en la
ces en estos defectos, aunque no se había producido nin- misma Barcelona, la revista El Cruzado Español y alguna otra
gún fenómeno grave. Circulaba literatura extranjera que mantenían una postura cerrada de intransigencia, ta-
hacía daño a algunas mentalidades, pero al mismo tiempo chando de «progresistas» a miembros de la Jerarquía, a
circulaba también la doctrina tradicional de la Iglesia me- sacerdotes y seglares, en tono inaceptable. Si la revista ma-
diante la BAC, la biblioteca Herder y la biblioteca Rialp, drileña Cuadernos para el diálogo podía dar pie a confusión
que tenía una sección especial de teología moderna. La pa- e «irenismo», y la revista Incunable, de la Universidad Ponti-
labra del Papa se leía y se comentaba como nunca, por el ficia de Salamanca, había podido tener algún desliz, la re-
anticipo - a veces del texto completo- que daban los gran- vista política Qué pasa era de una intransigencia ridicula y
des diarios católicos como el Ya, de Madrid, y la revista Ec- se consideraba defensora de la ortodoxia, y la misma Ilus-
clesia, dedicada casi exclusivamente a difundir el magiste- tración del clero, de los claretianos, había tenido algunos des-
rio pontificio; por las colecciones de textos pontificios muy lices de forma en la tendencia contraria. Por otra parte,
manejadas por el clero; por los comentarios científicos a Cuadernos para el diálogo significaba un deseo de apertura,
los mismos. necesario entonces en España, desde muchos puntos de
Podía afirmarse que no eran sino en reducida minoría vista, y en ella colaboraban personas muy cualificadas.
los sacerdotes y religiosos que aceptaban enseñanzas de li- No es de extrañar, pues, que existiera un poco de deso-
bros y revistas innovadores y los que se revolvían contra el rientación en el campo teológico porque se estaba impo-

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niendo una nueva forma de presentación, cuanto menos, perturbar la serenidad de la razón y la limpia objetividad
de las verdades teológicas. Ante este hecho, que el mismo de la fe. Pero lo que había que hacer no era dejar el tema a
Concilio aceptó en la constitución dogmática De Ecclesia, se un lado, sino examinarlo con el cuidado y la delicadeza
produjeron dos reacciones distintas: algunos profesores que merecía. Había algunos profesores jóvenes, especial-
querían mantener a toda costa la forma tradicional; otros, mente los formados en universidades extranjeras, que eran
y los alumnos en general, querían ir más allá. Existía, pues, francamente peligrosos y dañinos y, en algunos seminarios,
una cierta tensión, aunque no alarmante. No podía afir- se tuvo que prescindir de ellos a pesar de tener las cátedras
marse que la teología tradicional estuviera completamente ganadas por oposición.
en desprestigio, aunque la generación joven exigía que se Se respetaba el derecho de la Iglesia, aunque existía un
diera una orientación pastoral a la enseñanza de la Iglesia menor aprecio del aspecto «jurídico» o «legalista», ex-
y que vinculara más a la vida, lo cual, bien entendido, no terno, coactivo, y se buscaba más el sentido pastoral y la vi-
era censurable. Se echaba de menos que, junto al estudio vencia del misterio de la incorporación a Cristo, por la fe,
de Santo Tomás y de la Teología clásica, se dieran a cono- el amor y la observancia de su divina doctrina. En los jóve-
cer igualmente las obras de teólogos y filósofos modernos nes se advertía un espíritu de desprendimiento, con deseos
que tuvieran auténtico valor. Cuando esto lo hacían profe- sinceros de santidad, pobreza y obediencia -aunque discu-
sores bien formados y competentes, los alumnos se acos- tieran con los superiores lo que cada cual pensara- y, sobre
tumbraban a valorar lo buen que había en estas obras y a
todo, de ímpetu apostólico. Algunos sacerdotes ancianos
dejar de lado lo simplemente novedoso y poco fundado,
sentían quizá un cierto escándalo ante lo que ellos conside-
sin dejarse fascinar por el hecho de que los autores fueran
raban libertad excesiva y falta de disciplina en los semina-
éstos o aquellos o vinieran de esta o de la otra universidad.
rios, pues eran incapaces de comprender una formación
La táctica contraria, es decir, la de desconocer o silen-
tal como la exigían los tiempos. Quizá había un descenso
ciar estos autores era contraproducente, porque de hecho
eran ellos los que habían realizado un mayor esfuerzo de del espíritu de obediencia, tal como se había entendido
investigación teológica en los últimos años, los que más ha- tradicionalmente, pues muchas prácticas antiguas rutina-
bían procurado proyectar la luz de la teología sobre la cul- rias ya no eran aplicables.
tura moderna, esfuerzos repetidamente alabados y recono- Puede decirse que el clero era superior al de antes de la
cidos por el mismo Papa; los que más habían influido en guerra por:
las discusiones y análisis de los temas conciliares. Y todo — el espíritu de oración,
esto lo conocían los seminaristas y sacerdotes porque leían — la práctica de los retiros y ejercicios espirituales,
revistas, asistían a congresos y cursos especiales, viajaban y — su celo apostólico y
estudiaban en universidades extranjeras. — su aproximación constante al pueblo más necesi-
No se podía, sin más, condenar o dejar de lado esos es- tado,
fuerzos de adaptación y de apertura de nuevos caminos. — la formación social y
Temas, por ejemplo, como el del ecumenismo, tenían, — la fidelidad en la liturgia a las normas conciliares,
aparte de las indispensables exigencias de rigor doctrinal, — la predicación.
un poder atractivo especial de índole humana y religiosa, y Nunca se había predicado el Evangelio como en aque-
esto hacía que un tratamiento del mismo meramente inte- llos años, y gran mérito lo tuvo la colección de la BAC, La
lectual y especulativo no satisficiera. Evidentemente, era Palabra de Cristo, repertorio orgánico de textos para el estu-
claro el peligro que encerraba al invitar a adoptar actitudes dio de las homilías dominicales y festivas, elaborado por
vitales, como decían, en las cuales el sentimiento podía una comisión de autores bajo la dirección del obispo de

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Málaga, Herrera Oria, que alcanzó varias ediciones en los pañola de julio de 1969, el cardenal Taraiicón, vicepresi-
años cincuenta y sesenta, en diez tomos. dente de la Comisión Episcopal del Clero, presentó a la
El Episcopado, que mantenía un espíritu excelente, Conferencia la ponencia sobre problemática del Clero es-
muy unido en la caridad y en los criterios en cosas sustan- pañol, basada en un primer análisis de los resultados de la
ciales, muy adherido a la persona del Papa y dócilísimo encuesta, que pusieron de manifiesto:
a sus orientaciones, aceptó sin reservas las decisiones con- — una marcada desconfianza del clero respecto a los
ciliares y las ejecutó. El clero, en términos generales, obispos;
era espléndido, obediente y disciplinado, sumiso a los obis-
— la ausencia de diálogo entre obispos y sacerdotes;
pos, que ofrecían grandes esperanzas para el trabajo apos-
— la impresión de que los obispos no conocían a los
tólico.
sacerdotes, sus problemas, su modo de pensar y actuar y
Dos eclesiásticos destacaron, entre otros muchos, a ni-
— la sensación de que entre el obispo y el clero se in-
vel nacional por sus iniciativas en favor de la formación sa-
cerdotal: Lamberto de Echeverría (Vitoria 1918 - Madrid terponían intermediarios innecesarios.
1987), fundador, alma y colaborador, por espacio de vein- Por otra parte, los resultados de la encuesta dejaban ver
tiocho años, hasta su desaparición, del periódico sacer- claro la existencia de dos posturas extremas, más o menos
dotal Incunable, que ejerció un considerable impacto en radicalizadas, aunque la mayoría del clero, aun pade-
múltiples sectores, como fueron las dos Universidades sal- ciendo problemas de todo tipo, se mantenía en una posi-
mantinas e incluso en ambientes internacionales; y el canó- ción positivamente razonable. Analizados los problemas de
nigo toledano Casimiro Sánchez Aliseda (Zarza Capilla, más consideración, se llegó a la conclusión de que estos
Badajoz, 1914 - Madrid 1960), autor del movimiento litúr- podían agruparse en cuatro categorías:
gico español de la postguerra, que promovió mediante co- — los de índole teológica: indeterminación del estatuto
loquios de liturgia pastoral y de los estudios clásicos por y de la misión del sacerdote en la Iglesia y en el mundo;
toda España y, en concreto, de la enseñanza del latín. — los que tenían su origen en un deficiente funciona-
miento o en una inadecuada organización de las diócesis;
— los que estaban radicados en la persona misma del
La Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes de 1971 sacerdote (desajustes personales, deficiencias de la vida es-
piritual, desorientación general, desánimos, etc.;
La inquieta situación de los sacerdotes en los primeros — los debidos a hechos y circunstancias de carácter so-
años del postconcilio llegó a preocupar tanto a los obispos cial, ajenos a la Iglesia y en los que difícilmente puede ella
que, apenas constituido el Secretariado Nacional del Clero intervenir para modificarlos.
y en colaboración con la Oficina de Sociología Religiosa La Conferencia Episcopal decidió celebrar, con la apro-
del Episcopado, se comenzó a preparar una encuesta sobre bación y bendición de Pablo VI, una Asamblea Conjunta
el estado del clero, que encontró una cierta oposición en de Obispos y Sacerdotes (13-18 septiembre 1971), que fue
los sectores conservadores más radicalizados, que eran mi- un observatorio privilegiado para reflexionar sobre el post-
noritarios. Por el contrario, fue bien aceptada por la mayo- concilio en España. El análisis que hizo sobre la mentali-
ría: cerca de 20.000 sacerdotes, sobre un total de 26.000, la dad sociocultural en la que se movía el cristiano, y en con-
realizaron. El 75% consideró que el cuestionario era im- creto, el sacerdote, fue de una gran riqueza. Arrancó de
parcial (el 9% se abstuvo de responder a esta pregunta y el una constatación conciliar inspirada en la Gaudium et spes:
16% opinó lo contrario). la Iglesia se siente solidaria con el género humano y su his-
En la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Es- toria, y es necesario escrutar los signos de los tiempos. In-
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dicó los fenómenos más significativos del cambio social, a
junta, Mons. José Guerra Campos, y otros obispos discrepa-
nivel general:
ron de algunos aspectos relacionados con la gestación de
— «secularización», es decir, paso de unos módulos ideo-
la Asamblea a nivel diocesano y, sobre todo, de alguna de
lógicos en que se basaba la fe de corte eminentemente
las conclusiones aprobadas, que consideraron doctrinal-
trascendentalistas, a otros esencialmente inmanentistas;
mente confusas para los fieles por la publicidad que se dio
— «neosacralización», como surgimiento de nuevos a los debates. Pero la tensión aumentó meses más tarde, al
ídolos de corte humano; filtrarse a la prensa, por la agencia Europa Press, un docu-
— «nueva configuración sociológica», es decir, el paso a mento de la Congregación del Clero, fechado el 9 de fe-
una civilización urbana que cuestionaba toda la pastoral brero de 1972, y firmado por el cardenal prefecto, Wright,
tradicional y sus estructuras, afectando tanto a los agentes y el secretario, Mons. Palazzini, haciendo notar que «hay
de pastoral como al mismo territorio parroquial; orientaciones y planteamientos de fondo esparcidos en to-
— «pluralismo y manipulación», que, junto al deseo de das las ponencias, que suscitan graves reservas doctrinales
libertad y personalismo, registraba tendencia al totalita- y disciplinares», y aconsejando vivamente «prescindir de la
rismo político, manifiesto o encubierto; ponencia I y de sus proposiciones que no parecen acepta-
— «universalismo y división», pues las barreras desapa- bles», y sustituir la ponencia II por el texto final del re-
recían y, sin embargo, el mundo estaba dividido en blo- ciente Sínodo de los obispos sobre el sacerdocio. El docu-
ques políticos y económicos; mento iba dirigido al cardenal Tarancón, pero él negó
— «sociedad del bienestar y contestación», pues a lo haberlo recibido cuando el documento se publicó en la
que el hombre aspira es a «tener más», cuando el verda- prensa española, con lo que la confusión fue enorme. La
dero valor está en «ser más». Congregación del Clero había enviado una copia del docu-
Aplicando este marco general de cambio a España se mento al Secretario de la Conferencia, tras consultar a la
constató que la crisis en ella fue más fuerte porque se asis- Secretaría de Estado, según afirmó, públicamente años
tía a un tránsito vertiginoso de generaciones. En España se más tarde, Mons. Guerra Campos (Ecclesian. 2046, 16-IX-
vivía lo religioso en una situación peculiar: un solo catoli- 1981); ese fue, probablemente el motivo de que el docu-
cismo pero cien maneras de entenderlo y vivirlo. mento se diera a conocer. El argumento que se comenzó a
Esta Asamblea, sin duda alguna el acontecimiento ecle- manejar desde ese momento, y que creció en los años suce-
sial más decisivo del postconcilio español, desencadenó sivos, manejado hábilmente por el Gobierno, fue el de
una fuerte batalla al introducirse en la misma el debate so- «desviación doctrinal» de la Conferencia Episcopal e in-
bre el papel jugado por la Iglesia en la guerra civil espa- cluso desobediencia a la Santa Sede. La Secretaría de Es-
ñola y el tema del celibato sacerdotal opcional (ponen- tado, para suavizar las tensiones, declaró que las considera-
cia II, conclusión 39), y al ser publicados rápidamente los ciones y las conclusiones del mencionado documento no
temas estudiados y los textos de sus ponencias en el mes de tenían carácter normativo ni habían recibido la aproba-
octubre de 1971, por la BAC, antes de ser debidamente ción del Papa, «a quien, por lo demás, no habían sido so-
aprobadas por la Santa Sede. Por una parte, estaban sus metidas».
detractores, amparados por un sector influyente del epis- En una reunión de la Conferencia Episcopal, que si-
copado y por el Gobierno, y promovidos por la Herman- guió a la celebración de la Asamblea, muchos quisieron
dad Sacerdotal y otras asociaciones integristas. Por otra, sus convertir inmediatamente en normas oficiales de los obis-
acérrimos defensores, encabezados por el cardenal Taran- pos las conclusiones de la Conjunta. Pero algunos obispos
cón y los organizadores de la misma. Concretamente el se- recordaron que esto no podía hacerse sin un discerni-
cretario de la Conferencia Episcopal y de la Asamblea con- miento previo, puesto que algunas conclusiones necesita-
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ban ser enmendadas para conformarlas sin ambigüedad a través de las caricaturas ofrecidas por cierta prensa, no
con la doctrina católica y con las resoluciones de la Sede podía entender las nuevas posiciones adoptadas por su
Apostólica y del reciente Sínodo de los Obispos. La mayo- clero y jerarquía. Algunos grupos progresistas, entonces re-
ría accedió, de mala gana, pero aceptó por el momento el lativamente tranquilos, exigieron una aceleración indebida
juicio laudatorio de la asamblea que incluía una referencia a los obispos, a quienes no les resultó fácil acertar con el
a ulterior estudio y perfeccionamiento de sus conclusiones. ritmo que mantuviera a todo el rebaño unido y caminante.
Sin embargo, la Conferencia posteriormente no introdujo La Asamblea aportó un factor acelerante en la revisión
modificaciones a las ponencias de la Asamblea y no se vol- de las relaciones entre la Iglesia y el Estado que ya estaba en
vió a hablar de hacerlo. curso. Como factor positivo hay que señalar también que la
La Asamblea Conjunta produjo un tremendo impacto asamblea permitió que el pueblo viera con claridad que la
en la vida religiosa del país, tanto en sentido positivo como Iglesia estaba buscando -con valentía e, incluso, con un
negativo. Los datos del impacto positivo fueron: cierto riesgo- una real independencia; que estaba borrando
— multiplicación en las jóvenes generaciones apostóli- en gran parte la idea, tan difundida entre los españoles, de
cas de la esperanza de que la mentalidad del Concilio po- que la Iglesia estaba sometida al Estado y a su servicio. La
día encarnarse en nuestro país; fama de Iglesia como freno al desarrollo social fue desapare-
— crecimiento de la confianza del clero joven en su je- ciendo; incluso los que eran anticatólicos porque eran anti-
rarquía y de la confianza de esta en sus sacerdotes; franquistas comenzaron a revisar sus ideas, percibiendo que
— posibilidad de diálogo superando los malentendidos se trataba de dos fenómenos independientes.
de los años 1966-1970,, que habían sido solo eso, malenten-
didos;
— consiguientemente, la práctica desaparición de la Iniúativas para superar la crisis sacerdotal
«contestación» de tipo radical-progresista y la manifesta-
ción clara por parte de la Iglesia de unos sinceros deseos La crisis tuvo para los sacerdotes al menos dos conse-
de independencia ante todo grupo de poder civil o hu- cuencias:
mano; — socialmente, una «desmitificación» de la figura del
— la elaboración de un programa concreto y realizable sacerdote;
de renovación pastoral y apostólica. — y desde el punto de vista individual, la llamada
Los resultados negativos fueron la multiplicación de las «apostasía sacerdotal», el abandono de muchos sacerdotes
tensiones en el seno de la Iglesia: que decidieron renunciar al ejercicio de su ministerio y
— los diferentes enfoques pastorales que existían entre provocaron un auténtico desgarro eclesial.
los obispos se hicieron visibles y aparentemente agresivos; Pero no todo fue negativo en esos años de crisis porque
— estas tensiones fueron más evidentes entre sectores fueron mayoría los sacerdotes que afrontan con serenidad
del clero. responsable las exigencias del sacerdocio envuelto en
Nació entonces una «contestación conservadora», que clima de crisis. La reflexión iniciada en torno a la Asam-
existía ya en parte, pero se hizo especialmente agresiva y blea Conjunta y el Sínodo de los Obispos de 1971 comenzó
claramente antijerárquica en los primeros meses de la post- a abrir, desde un serio análisis, nuevas posibilidades espe-
Asamblea Conjunta; y todo hizo pensar que esta agresivi- ranzadoras, desde las experiencias y los estudios sobre la
dad y este antijerarquismo tenderían a crecer y podían lle- Teología de los ministerios. La reflexión no se centró tanto
gar hasta posiciones casi cismáticas. Buena parte del en la crisis en sí como en una mirada prospectiva para
pueblo fiel y sencillo quedó desconcertado, pues al juzgar afrontar un nuevo reto: la evangelización del mundo.

390 391
Como toda época de reflexión rica, las diversas inter-
vividos en el momento actual, en esta situación histórica
pretaciones sobre los mismos hechos, a veces, terminaron concreta;
con análisis diferentes y conclusiones contradictorias. Pero
— la publicación por la Comisión Episcopal del Clero
se puede afirmar que, a partir de 1975, se comenzó a vivir
del documento Sacerdotes para evangelizar. Reflexiones sobre la
en una época nueva, diversamente interpretada. La nueva
situación política y religiosa resolvieron situaciones y pro- vida apostólica de los presbíteros, que fue una muestra patente
blemas propios de la anterior etapa. Pero también abrie- de este análisis sereno comenzado en la Iglesia;
ron un reto insospechado a la misma Iglesia: resituarse — el Congreso de Espiritualidad Sacerdotal, punto culmi-
evangélicamente en la creciente y expectante democracia. nante de un camino comenzado desde una perspectiva
Un grupo numeroso de sacerdotes se situó ante esta nueva más serena que situó al presbítero ante una nueva mís-
etapa con una actitud de cansancio y un cierto desánimo, tica: la óptica de una nueva evangelización, dentro del
pero abiertos a proseguir su ministerio desde coordenadas Plan de acción pastoral de la CEE para el trienio 1987-
más enraizadas en el Evangelio. 1990: Anunciar a Jesucristo en nuestro mundo con obras
Impulsado desde la misma Comisión Episcopal del y palabras.
Clero, se inició ya en 1983 un acercamiento a la vida del Gran desarrollo han adquirido los estudios teológicos
presbítero sin acritud ni recelo, con una mirada de sosiego en España durante los últimos decenios. También se ha
se volvió a la pregunta sobre los sacerdotes. La perspectiva conseguido una profunda renovación catequética a partir
que prevaleció fue la búsqueda de una espiritualidad pro- de 1976, porque desde entonces es cuando se comienza a
pia del presbítero diocesano: desde una reflexión sobre la distinguir la catequesis de las demás acciones eclesiales, so-
propia identidad -ya con mayor fuerza teológica que socio- bre todo, de la enseñanza religiosa escolar.
lógica- se partió del convencimiento de la existencia de Con todo, al comienzo del Tercer Milenio, la situación
una espiritualidad propia del presbítero diocesano secular. del clero español sigue siendo desoladora si se compara
Esta espiritualidad propia dinamizó la propia identidad con la de los dos últimos siglos, porque a partir del co-
y esta fue a su vez la fuente de una espiritualidad definida. mienzo de los años 70:
El redescubrimiento de la Iglesia particular y del Presbite- — una quinta parte, aproximadamente, de los sacerdo-
rio como fuente de espiritualidad fue también fruto de tes ha abandonado el ejercicio del ministerio;
una reflexión sobre las relaciones del presbítero, desde — ha descendido sensiblemente el interés misionero de
una eclesiología conciliar renovada. El marco de esta refle- los mismos sacerdotes;
xión se encuadró en una acción concreta de la programa- — el uso de las casas diocesanas de Ejercicios Espiritua-
ción de la Comisión Episcopal del Clero, dentro del Plan les se ha reducido sensiblemente, si bien en los últimos
Pastoral de la misma Conferencia: El servicio a la fe de nues- años se ha reavivado un poco;
tro Pueblo. Y fue precisamente en ese momento cuando se — las vocaciones decrecieron de forma vistosa tanto en
impuso como un objetivo fundamental en la CEE una re- el clero secular como entre los religiosos de ambos sexos, y
flexión sobre la identidad del sacerdote y su espiritualidad, no se ve todavía el final de la crisis vocacional.
que tuvo tres momentos: Existe, por tanto, un retroceso por debajo del nivel de
— un simposio sobre Espiritualidad del Presbítero Dioce- cuarenta años atrás. Existe un número insuficiente para el
sano Secular, con un doble objetivo: primero, estudiar la es- relevo de los sacerdotes actuales, ya que las nuevas ordena-
piritualidad propia del sacerdote diocesano secular; se- ciones sacerdotales apenas superan los 200, mientras que,
gundo, presentar con claridad los aspectos que deben ser en los años 50, eran más de mil.
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El p r o b l e m a e c o n ó m i c o del clero .ti i ,im ,il>.i <l< iln h.i
Economía del culto y clero
desamortización p o r q u e el Estado despojo a l.i l^csia «Ir
Históricamente, el Estado ayudó e c o n ó m i c a m e n t e a la sus bienes, p e r o e n 1851, m e d i a n t e el < imi otil.ilo, se
Iglesia m e d i a n t e la d o t a c i ó n o p r e s u p u e s t o del culto y obligó n o solo a restituir iglesias, seminarios, < oliven ION. < .i
clero q u e fue el a n t e c e d e n t e de la dotación actual. Los orí- sas p a r r o q u i a l e s , etc., sino t a m b i é n a eniregai im.i < mili
genes de la dotación estatal al culto y clero hay q u e buscar- d a d anual p a r a el clero y otra para la ( onseí va» ion de los
los en la política liberal iniciada p o r España, siguiendo la edificios eclesiásticos y para el culto. Con lodo CNIO, el lis-
línea del resto d e E u r o p a , a finales del xvin. Las m e d i d a s tado se obligó a restituir a la Iglesia una pai le de ION bienes
d e s a m o r t i z a d o r a s d e las Cortes d e Cádiz y del Trienio li- eclesiásticos usurpados. Esta misma obligación < p i n lo teco
beral (1820-1823) afectaron d e lleno a la Iglesia, p e r o des- gida en la Constitución de 1876. Sin e m b a í g o , m i n i n a s el
p u é s h u b o , según los diferentes p e r í o d o s d e nuestra histo- Estado, desde 1851, a u m e n t ó sensiblemente ION sueldos de
ria, diversos sistemas q u e estuvieron e n función del todos los funcionarios t e n i e n d o en cuenta el n n ¡miento
r é g i m e n político existente e n España. La S e g u n d a Repú- e x p e r i m e n t a d o p o r el nivel d e la vida, al < leí o solo .se le
blica suprimió dicha dotación. Esta fue restablecida el a ñ o dio u n a u m e n t o e n 1920, con u n notable deséllenlo, (pu-
1939 y después incluida con unas características peculiares se extendía también a las dotaciones del < ulio y láhi ica.
en el C o n c o r d a t o de 1953. Si la autofinanciación a q u e as- En p l e n o siglo xx, pues, el tema seguía hílenle y casi la
pira la Iglesia e n el A c u e r d o E c o n ó m i c o d e 1979 se logra totalidad de los políticos españoles eran c o m í a n o s a la le
algún día, se p r o d u c i r á u n r e t o r n o a los orígenes, pues su sis d e la Iglesia libre. Creían en el sistema < on< o i d a l a r i o ,
autofinanciación fue u n h e c h o hasta el siglo xvm, q u e se c o m o u n a concesión forzada del regalismo. No lueron li-
r o m p i ó con la desamortización y fue suplida p o r los distin- berales con la Iglesia, cuya fuerza social n o dejo de verse
tos sistemas d e d o t a c i ó n estatal, mal l l a m a d o s privilegios como u n a amenaza. No desaparecieron recelos, (pie juslili-
económicos de la Iglesia española, ya q u e la situación eco- caban u n h o s t i g a m i e n t o , q u e , a su ve/,, se convirtió en ar-
n ó m i c a q u e tuvo la Iglesia en r é g i m e n d e C o n c o r d a t o n o g u m e n t o para seguir rechazando el sistema político consti-
consistió e n u n c o n j u n t o d e privilegios; al c o n t r a r i o , n o tucional. La p r i m e r a guerra mundial había d e s e n c a d e n a d o
h u b o privilegios, sino solo u n a posición derivada del reco- u n a crisis económica general q u e tuvo también profundas
n o c i m i e n t o q u e e n el C o n c o r d a t o d e 1953 se hizo d e la repercusiones sobre el clero y la Iglesia en España, ya aler-
Iglesia c o m o sociedad perfecta. tadas p o r u n a precaria situación arrastrada desde a n t a ñ o .
La condición económica del clero español fue siempre La p r e c a r i a situación e c o n ó m i c a de los p á n o c o s rurales
muy precaria desde q u e el Antiguo Régimen acabó con el obligó a los obispos y a la Santa Sede a intervenii d u r a n t e
p o d e r e c o n ó m i c o d e la Iglesia. U n o de los tópicos q u e los el verano de 1916. Con o p o r t u n a s reclamaciones dirigidas
anticlericales d e todos los t i e m p o s h a n r e p e t i d o y siguen a las Cortes y al p r e s i d e n t e del G o b i e r n o , fundadas en el
r e p i t i e n d o hasta la sociedad, sin a p o r t a r datos fehacientes C o n c o r d a t o d e 1851 y en principios de justicia y de equi-
q u e d e n credibilidad a sus afirmaciones, se refiere a las dad, se intentó conseguir que los párrocos rurales tuvieran
p r e t e n d i d a s riquezas d e la Iglesia y del clero. Las catego- u n a d o t a c i ó n n o inferior a las mil pesetas anuales, p u e s
rías inferiores del clero secular y, en concreto, los párrocos p e r c i b í a n e x a c t a m e n t e la milad. La cuestión q u e d ó re-
r u r a l e s , vivían e n franca p o b r e z a . La financiación de la suelta en 1918, gracias al gobierno de Antonio Maura, q u e
Iglesia h a b í a sido u n o d e los aspectos más conflictivos d e acordó los siguientes aumentos:
las negociaciones e n t r e la Santa Sede y el G o b i e r n o espa- — párrocos de término: 1.500 pesetas anuales;
ñol a lo largo de siglo xix tras la desamortización de Men- — párrocos de ascenso 1.400;
dizábal, q u e d e s e m b o c a r o n e n el Concordato de 1851. — párrocos de entrada 1.200 y

394 395
— párrocos rurales 1.000. Durante la Dictadura de Primo de Rivera, los obispos y
Para los coadjutores se establecieron dos clases, una do- la Liga Nacional del Clero solicitaron repetidas veces el au-
tada con 800 pesetas anuales y otra con 750, y dos años des- mento de la dotación. El general consideró siempre que la
pués fueron aprobados nuevos aumentos, pero la situación petición era justa porque no era digno que vivieran en
económica del clero, especialmente el rural, seguía siendo condiciones míseras párrocos que desempeñaban su minis-
muy mala. Los coadjutores parroquiales tenían un sueldo terio con espíritu sacerdotal y patriótico y promovió una
anual nominal de 1.300 ptas., y los párrocos oscilaban, se- campaña entre los católicos en favor del clero, que sería
gún sus categorías, de un mínimo de 1.500 a un máximo organizada por las juntas civiles de Beneficencia de
de 2.500 ptas. anuales nominales. acuerdo con los obispos, y las ayudas o recaudaciones se-
En las ciudades y en las poblaciones grandes, en las cua- rían distribuidas por las mismas juntas según las indicacio-
les abundaban los llamados derechos de estola, el clero pa- nes de los prelados. En base a cálculos muy optimistas se
rroquial vivía de forma decorosa. En algunas diócesis, de esperaba que al menos cien mil personas entregasen cinco
profunda tradición católica, como Pamplona y Vitoria pesetas al mes. Sin embargo, la Santa Sede defendía la ob-
(que entonces comprendía las tres provincias vascongadas) servancia del Concordato, en virtud del cual se había com-
el clero vivía mejor. Sin embargo, en los pueblos pequeños, prometido el Estado a sostener el culto y el clero. Tampoco
donde no existían apenas derechos de estola y donde los parecía aceptable la propuesta del general porque podía
fieles no daban limosnas para intenciones de misas o para ser humillante para el clero que se le comparase con las
fiestas religiosas, y en muchas otras en las que los párrocos personas abandonadas, sin oficio alguno, que recibían li-
no tenían huertos ni casa, los sacerdotes no solo eran po- mosnas de los entes civiles de beneficencia. Al cardenal
bres, sino que algunos rozaban casi la miseria, pues econó- Reig el proyecto del Gobierno le pareció injusto, ineficaz y
micamente estaban peor tratados que los maestros e, in- humillante.
cluso, que los peones camineros. En algunas diócesis se Cerca de 20.000 párrocos, coadjutores y capellanes de
llegó a una situación trágica, como, por ejemplo, en To- monjas podían sentir envidia de los porteros quintos de los
ledo, donde, con motivo de los concursos a parroquias Ministerios porque cobraban mucho menos que estos;
convocados por el cardenal Reig, cincuenta de ellas, y no cerca de 3.000 párrocos percibían lo mismo que los porte-
de las peores, quedaron desiertas porque ningún sacer- ros quintos, y solamente unos 1.250 párrocos había llegado
dote, incluso de los recién salidos del Seminario, quería ir a la categoría de porteros cuartos de los Ministerios. Estos
a las mismas a pasar hambre. ejemplos, entresacados de innumerables casos, que herían
Esta grave situación provocó no solo una disminución la vista al examinar los presupuestos del Estado, demues-
de vocaciones en las diócesis más pobres, sino también un tran que el remedio a la pobreza del clero español había
descontento generalizado del clero y un abandono del mi- llegado a ser un problema de urgencia inaplazable, de jus-
nisterio, pues muchos sacerdotes buscaron en otros em- ticia apremiante y hasta de decoro público. El problema
pleos laicos medios más lucrativos para vivir. Por esta ra- quedó en parte resuelto a principios de diciembre de
zón, el episcopado y los mismos sacerdotes se interesaron 1928. Las nuevas dotaciones provisionales aprobadas en-
ante el Gobierno para que fuese aumentada la dotación tonces fueron:
económica del clero haciendo presente que se trataba no — Coadjutores y asimilados, que eran 7.463, 200 ptas.
solo de un problema de equidad natural, sino de justicia y anuales de aumento, de modo que pasaban de las 1.300
de respeto del concordato vigente, en virtud del cual el Es- que tenían a 1.500;
tado se había comprometido a sostener económicamente a — Párrocos rurales, que eran 3.272, 150 ptas. de au-
la Iglesia. mento, pasando de las 1.700 que tenían a 1.850;

396 397
— Párrocos de entrada, que eran 8.537, otras 150 de au- — un coadjutor 2.500, un maestro de sexta 7.200, un
mento, pasando de las 1.750 que tenían a 1.900. escribiente de Marina 6.000, un sargento del Ejército
Por consiguiente, los 19.272 sacerdotes beneficiados 5.000.
con este aumento recibirían un total de 3.263.950 ptas.
Se añadió una gratificación, en concepto de residencia,
Como, además, fueron concedidas 200.000 pesetas para los
que era de 1.750 ptas. anuales para los canónigos, 1.500
seminarios y para nuevas parroquias, el total de la dotación
aprobada fue de 3.463.950 ptas. Sin embargo, dichas mejo- para los párrocos, 1.200 para los ecónomos, 1.000 para los
ras no llegaron a ser aplicadas porque la Dictadura cayó un coadjutores y otro tanto para los capellanes de religiosas,
año más tarde, antes de que las Cortes aprobaran los au- que recibían 2.300 de sueldo anual.
mentos provisionales citados y, en 1931, tras la proclama- Resulta muy significativo el testimonio del ministro de
ción de la República y la separación de la Iglesia del Es- Asuntos Exteriores, José María de Areilza, en 1976, cuando
tado, quedó suprimida la dotación económica del clero, si comenzó a negociar la revisión del concordato: «El nuncio
bien fue restablecida después de la guerra, pero también pidió que no se olvidara de los veinte mil curas rurales,
de manera poco satisfactoria, por lo que continuó siendo que vivían con un sueldo de hambre en las parroquias más
un grave problema, a pesar de algunas mejoras introduci- pobres del mapa eclesiástico»
das a partir del año 1939 y, después, incluidas con unas ca- Tras el acuerdo de 1979 cambió radicalmente la finan-
racterísticas peculiares en el Concordato de 1953. Este, en
ciación por parte del Estado de la Iglesia católica y se esta-
relación con los bienes de la Iglesia, fue muy generoso y se-
ñalaba el porqué de esa generosidad, que en cierto sentido bleció un nuevo sistema y una nueva forma de aportación.
no era tal, sino una indemnización de bienes arrebatados a Esto se hizo siguiendo las directrices del Vaticano II sobre
la Iglesia. las relaciones de la Iglesia y el Estado y el espíritu de la
Algunos años antes, el obispo de Canarias, Antonio Pil- Constitución de 1978 en orden a la colaboración con la
dain, publicó una carta pastoral titulada Un problema de jus- Iglesia. El nuevo sistema, mal llamado «impuesto reli-
ticia y de derecho. La situación económica del clero, en la que gioso», comenzó a aplicarse en 1988, en ejecución de lo
dijo que en 1946 el Estado español destinaba en números previsto en los Acuerdos Santa Sede-Estado Español de
redondos a las obligaciones eclesiásticas 127.000.000 ptas., 1979, mediante el cual el Estado entrega a la Iglesia cató-
en unos presupuestos generales, que atendiendo solo a lo lica un porcentaje del Impuesto de la Renta de las Perso-
ordinario, ascendía a once mil millones, ni el 2%. Algunas nas Físicas (el 0'5239%) si así se indica expresamente en la
cifras comparativas sobre el estado de clero ilustran la si- declaración del citado Impuesto por cada persona decla-
tuación económica del mismo: rante. A pesar de algunas críticas, esta modalidad, que ha
— un deán de metropolitana percibía 6.750 pts. al año,
sustituido a la dotación global a la Iglesia católica con
mientras que un magistrado de ascenso recibía 25.000, un
general de brigada 20.000 y un catedrático de Universidad cargo a los Presupuestos Generales del Estado:
20.000; — no contradice la aconfesionalidad del Estado,
— un canónigo de metropolitana recibía 5.750, mien- — es respetuosa con la voluntad de cada uno de los de-
tras que un juez de término 19.000, un coronel de regi- clarantes y
miento 15.000 y un maestro de I a categoría 14.000; — está justificada tanto por el deber del Estado de cola-
— un párroco de término 3.250, un juez de entrada borar al ejercicio del derecho fundamental de la libertad
15.000, un maestro de tercera 12.000, un capitán de Regi- religiosa como por la función social desarrollada por la
miento 9.500, un portero mayor de ministerio 7.000; 'Iglesia.
398 399
Bibliografía esencial comentada León XIII y suprimidas por Pío XI (1896-1933): B u r g e n s e 36
(1995) 427-470; Formación romana del clero secular español
Sobre las consecuencias de la desamortización p a r a los (1892-1936): Anales Valentinos 45 (1996) 73-118; La Univer-
religiosos es imprescindible la o b r a de M. REVUELTA, La ex- sidad Gregoriana y la formación teológica del clero español: Ar-
claustración (1833-1840) (Madrid, BAC, 1976), riguroso es- chivum Historiae Pontificiae 35 (1997) 183-223.
tudio q u e debe completarse con otros dos artículos del au- Sobre la proyección misionera del clero: J. A. Izco ILUN-
tor: Las pagas de pensiones a los exclaustrados y a las monjas DAIN, Proyección misionera del clero diocesano español. Historia
(1835-1850), Estudios eclesiásticos 53 (1978), 47-76, y Vicisi- del Seminario de Misiones-IEME (Salamanca, Sigúeme, 1991)
tudes y colocaciones de un grupo social marginado: los exclaustra- A. GARRIGÓS MESEGUER, Evagelizadores de América. Historia de
dos del siglo XIX, Hispania Sacra, 32 (1980). la OCSHA (Madrid, BAC, 1992).
Sobre los seminarios, cfr AA. W . , Estudios, seminarios y Sobre espiritualidad sacerdotal: AA. W . , Sacerdotes para
pastoral en un siglo de Historia de la Iglesia en España (1892- nuestro tiempo (Madrid, Zyx, 1965); Asamblea Conjunta Obis-
1992) (Roma, Pontificio Colegio E s p a ñ o l d e San J o s é , pos-Sacerdotes (Madrid, BAC, 1971), recoge las actas de la
1992); y mis artículos: Estado material, académico y moral de misma; J. DELICADO BAEZA, El sacerdote diocesano a la luz del
los seminarios españoles durante el siglo XIX: Seminarios 26 Concilio Vaticano II (Salamanca, Sigúeme, 1966); J. M á DÍAZ
(1980) 267-275; Edición del Informe sobre la situación de los se- MOZAZ, Curas de ayer, curas de mañana (Madrid, Marova,
minarios en España hasta el 31 de diciembre de 1891, de Anto- 1969); J. CASTRESANA, LOS desilusionados. Primer libro en caste-
nio Vico: Seminarios 26 (1980) 277-432; La visita apostólica llano sobre la secularización y demás soluciones al drama sacerdo-
de 1933-34 a los seminarios españoles: Anuario d e Historia de tal de nuestro tiempo (Bilbao 1969); J. M- CASTILLO, Hacia
dónde va el clero (Madrid, PPC, 1971); L. M a TORRA CUIXART,
la Iglesia 2 (1993) 127-150; Le cardinal Mercier et les études ec-
Espiritualidad sacerdotal en España (1939-1952). Búsqueda de
clésiastiques en Espagne: Revue d'Histoire Ecclésiastique 90
una espiritualidad del clero diocesano (Salamanca, Universidad
(1995) 104-112. Cfr a d e m á s : O . GONZÁLEZ DE CARDENAL,
Pontificia, 2000).
Crisis de los seminarios en la Iglesia y mundo actuales: Boletín
del Secretariado de la Comisión Episcopal d e Seminarios, Sobre la financiación del clero: J. R. GONZÁLEZ ARMEN-
n 2 24, enero-febrero 1966, 135 pp.; ID., ¿Crisis de Seminarios DÍA, Sistemas históricos de dotación del Estado Español a la Iglesia
o crisis de Sacerdotes? (Madrid, Marova, 1967). Cfr t a m b i é n española (Siglos XIX-XX) (Salamanca, Universidad Pontificia,
algunas historias locales: A. M. PAZOS, El clero navarro (1900- 1990); ID., El impuesto religioso. Cooperación económica estatal
con las Confesiones Religiosas (Bilbao, Universidad del País
1936). Origen social, procedencia geográfica y formación sacerdo-
Vasco, 1990); ambas obras se c o m p l e m e n t a n f o r m a n d o u n
tal (Pamplona, Eunsa, 1990), la monografía más rigurosa y
detallado y c o m p l e t o estudio d e los sistemas d e colabora-
d o c u m e n t a d a q u e se h a p u b l i c a d o hasta a h o r a en España
ción e c o n ó m i c a e n t r e el Estado Español y la Iglesia cató-
sobre el tema; J. R. DÍAZ SÁNCHEZ C I D , El Seminario Conciliar
lica.
de San Ildefonso de Toledo, cien años de historia (1889-1989)
(Toledo 1991).
Sobre los estudios teológicos: M. y j . L. PESET, La Univer-
sidad Española (siglos XVIIIy XIX) (Madrid, Taurus, 1974);
M. ANDRÉS MARTÍN, La supresión de las facultades de Teología
en las universidades españolas (1845-1855) (Burgos, 1976); E.
VILANOVA BOSCH, La Teología en España en los últimos 50 años:
Revista Española d e Teología 50 (1990) 385-433 y mis ar-
tículos: Las Universidades Pontificias españolas erigidas por

400 401
Capítulo X
SEGLARES

Ideas fundamentales

— Con sensible retraso con respecto a otros países europeos de


antigua tradición católica comenzó a organizarse en España, en
las postrimerías del siglo xix, el movimiento social de los católicos o
el catolicismo social.
— Este pasó de la simple acción caritativa a un influjo directo
sobre las estructuras socio-políticas.
— La «Unión Católica» nació en 1881 para unir en un blo-
que poderoso las fuerzas católicas, fuera y por encima de las dife-
rencias puramente políticas.
— Pero esta iniciativa, que nació con tan buenos auspicios,
quedó muy pronto frustrada porque intervinieron en su organiza-
ción recelos y rivalidades políticas.
— Ante este fracaso, para no dejar abandonados los altos inte-
reses que debía promover la mencionada Unión, comenzaron a ce-
lebrarse en 1889 los Congresos Católicos Nacionales.
— El movimiento social se inició con el primero de dichos con-
gresos y terminó con la crisis de la Acción Católica durante los
años 1966-1968, y estuvo marcado por una evolución significa-
tiva que va del Movimiento Católico a la Acción Católica.
— Aunque no existió en España el entusiasmo que se admi-
raba en otros países, no faltaron deseos de querer hacer algo por
esas obras que produjeron frutos saludables allí donde lograron es-
tablecerse.
— Las relaciones entre la acción social y el conflicto que divi-
día a los católicos españoles respecto a la licitud o no de colaborar
con el régimen liberal caracterizó al catolicismo español de final del
siglo xix.
— El asociacionismo católico tuvo una evolución ideológica

403
desde los Círculos Católicos de Obreros hasta los Sindicatos Católi- — «Una» manera, además, ni arbitraria ni igualmente vá-
cos Libres, durante los primeros años del siglo XX. Un caso ejem- lida que cualquier otra.
plar fue la «Acción Social Popular» de Barcelona. — Lo novedoso y acertado de esta experiencia fue que no iba
— El siglo XX comenzó con la dinamización de los seglares encaminada solamente a la santificación personal, sino a la
para realizar la misión de la Iglesia mediante la «acción católica». «transformación de la sociedad».
— A principios del siglo xx estalló la polémica entre los jesuí- — Y eso agradó a muchos, aunque en aquellos años era peli-
tas de «Razón y Fe» y los integristas de «El Siglo Futuro», cen- groso.
trada en la controversia sobre la llamada teoría del mal menor — Curiosamente, la «peligrosidad social» de los movimientos
aplicada a la acción político-religiosa. apostólicos fue percibida más pronto por el mundo político que por
— No es posible conocer íntegramente la historia de la Iglesia el eclesial.
en España durante el siglo XX, y, sobre todo, a partir de la postgue- — Por eso, la crisis solo fue aparentemente eclesial; también
rra, sin estudiar la de sus movimientos y asociaciones de aposto- contribuyó a ella el marco político del momento.
lado seglar, como una de las expresiones más significativas de su — El Opus Dei, fundado en 1928, ha conseguido un empuje y
vitalidad. una vitalidad realmente inexplicables durante los relativamente
— A partir de los años veinte, la gran organización fue la Ac- pocos años de su existencia.
ción Católica Española. — Ha hecho y sigue haciendo muchas obras buenas en Es-
— Esta, en la primera década de la posguerra, se ramificó en paña y en casi todas las partes del mundo porque enseña a santifi-
los movimientos especializados, que tuvieron gran influjo intrae- carse en el ejercicio de la propia profesión.
clesialy también en el campo socio-político. — En los últimos años han crecido los Movimientos Eclesiales
— Y fue el brazo secular más poderoso, compacto y organizado y Nuevas Comunidades, que dan mucha importancia al aposto-
de la Iglesia durante las décadas centrales del siglo, antes y des- lado de los seglares.
pués de la guerra. — Destaca, entre ellos, el Camino neocatecumenal, fundado
— A través de los seglares, la Iglesia consiguió penetrar en la en España por Kiko Arguello, que no es un movimiento o aso-
sociedad e introducir métodos de renovación pastoral a pesar de los ciación, sino un instrumento para llevar ala fe a tanta gente que
momentos de crisis, que nunca faltaron. la ha abandonado.
— Llegó a encontrar nuevos caminos cuando las nuevas si-
tuaciones hacían inviables las soluciones anteriormente adopta-
das, sobre todo con respecto a la Acción Católica. Introducción
— Lo mismo cabe decir, a partir de los años cuarenta, con las
debidas proporciones, de las otras formas de apostolado seglar aso- C o n sensible retraso con r e s p e c t o a otros países e u r o -
ciado. peos de antigua tradición católica c o m e n z ó a organizarse
— La gran crisis de la ACE de 1966-68 marcó el final de los en España, en las postrimerías del siglo xix, el movimiento
movimientos especializados como organizaciones abiertamente con- social de los católicos o el catolicismo social, que pasó de la
fesionales. simple acción caritativa a u n influjo d i r e c t o sobre las es-
— Y fue uno de los espectáculos más deprimentes y trágicos de tructuras socio-políticas.
nuestra historia su desmantelamiento, que provocó crisis personal Según u n a m e n t a l i d a d equivocada, bastante difundida
y de fe de muchos militantes y consiliarios de AC. en nuestros días, d u r a n t e m u c h o s siglos, y sobre todo en la
— Porque los Movimientos de AC fueron, ciertamente, «una» época de la reforma tridentina (siglo xvi), los católicos ha-
manera —no «la» única manera— de ser cristiano en el mundo b r í a n recibido u n a e d u c a c i ó n individualista, c a r e n t e d e
obrero, que muchos otros ambientes sociales imitaron. u n a a u t é n t i c a d i m e n s i ó n social, q u e r e d u c í a la religión,

404 405
prácticamente y en algunos casos exclusivamente, a la
preocupación por la salvación personal, sin interés alguno exclusivamente las cuestiones políticas con el vértice, miró
por el prójimo. Sin embargo, la realidad fue muy distinta, y al principio con desconfianza e, incluso, con cierta amar-
por lo menos entre los elementos mejores del laicado cató- gura este cambio. Solo algunos obispos captaron la impor-
lico, la religión constituyó un fuerte estímulo para la ac- tancia de los caminos que se abrían al laicado católico y mi-
ción en el campo social. Los estudios sobre el laicado me- raron con esperanza hacia los nuevos horizontes. Los
dieval y postridentino, que se han multiplicado en los seglares, por su parte, no cesaron de reivindicar su dere-
últimos decenios, han demostrado: cho a intervenir de forma autónoma en la esfera política.
— el influjo social de los terciarios franciscanos, que, en Solo lentamente y con dificultad se fueron superando estas
una época de luchas fratricidas, se comprometieron a no prevenciones. Durante todo el siglo xix y principios del xx
llevar armas, anticipándose en muchos siglos a los no vio- en la acción política directa de la base católica, junto a lai-
lentos y a los objetores de conciencia de nuestros días; cos eminentes estuvieron también muchos eclesiásticos
— las compañías del Divino Amor, típicas del período comprometidos a diversos niveles. Sin embargo, en la se-
pretridentino, desarrollaron una intensa actividad en los gunda mitad del siglo xx se trataba ya de un anacronismo
hospitales, histórico porque el caso del sacerdote o del obispo-dipu-
— y las congregaciones marianas, nacidas en pleno si- tado y del sacerdote-secretario militante o dirigente de un
glo xvii, promovieron la redención social entre las zonas partido constituía un fenómeno superado.
más deprimidas de las grandes ciudades y de los sectores La presencia activa de los católicos en la nueva sociedad
socialmente más marginados. restaurada fue motivo permanente de conflictos y tensio-
Sin embargo, todas estas iniciativas no pretendían una nes por las frecuentes divisiones intraeclesiales, manifesta-
transformación de las estructuras, trataban solamente, res- das también en la organización política de las fuerzas cató-
petando el sistema, de introducir mejoras que podían ser licas enfrentadas entre sí. Tras la Restauración, la Iglesia
posibles a todos. Las relaciones Iglesia-Estado, las grandes recuperó parte importante del papel perdido y, aunque
cuestiones internacionales, los problemas sociales y econó- mostró sensibilidad hacia los grandes movimientos sociales
micos internos, las líneas fundamentales de la legislación, que comenzaron en los últimos años de aquella centuria,
por lo menos en la edad del absolutismo, escapaban a la no consiguió conectar plenamente con los sectores sociales
competencia de la base, a la cual se negaba cualquier dere- y políticos más progresistas. Por ello, el gran esfuerzo reali-
cho a intervenir. Por ello, cerrada la posibilidad de actuar zado con el mundo del trabajo se mostró bien pronto
directamente en la política, no quedaba otro campo que la como un fracaso rotundo por razones diversas.
acción caritativa, desarrollada con mayor o menor eficacia Hubo, pues, una evolución histórica netamente posi-
según los tiempos y los lugares. El movimiento ideológico y tiva, que demostró una siempre mayor madurez del laicado
político que culminó en la Revolución Francesa cambió ra- católico, capaz de asumir directamente responsabilidades
dicalmente esta situación: la autoridad sería responsable que antes habían tenido por necesidad de cosas los sacer-
delante del pueblo, que tendría en adelante el derecho de dotes, obligados a aceptar una misión de suplencia, y al
imponer las directrices fundamentales y controlar el ejer- mismo tiempo una más clara distinción, si bien lejos toda-
cicio del poder. Por consiguiente, también a los católicos vía de una solución definitiva, quizá imposible entre la es-
de la base se les abrió un nuevo campo de actuación, y así fera propiamente sacerdotal y la del laicado, entre la vida
se pasó gradualmente de la actividad caritativa a la tarea sagrada e interna de la Iglesia y su proyección exterior con
política verdadera y propia. influjo en la sociedad. Pero surgió enseguida una cuestión
La Jerarquía, habituada durante siglos a tratar directa y fundamental: si para hacer más eficaz la acción política de
los católicos era oportuno reunirlos en las filas de un par-
406
407
tido de inspiración cristiana o era más conveniente dejar- las tensiones entre las distintas tendencias y familias del ca-
les actuar esparcidos o en colaboración con otras fuerzas tolicismo social, en medio de la crisis de la Restauración;
no propiamente cristianas. El problema -que sigue siendo — la aplicación e implantación en España del nuevo
actual en nuestros días, sobre todo, en Italia y España, si modelo de Acción Católica de Pío XI, en clave integrista
bien es más teórico que práctico- se ha resuelto de forma (etapa del cardenal Segura) durante la dictadura del gene-
diversa en cada país, como casi siempre ocurre en la histo- ral Primo de Rivera, y en clave posibilista (etapa de He-
ria, según las circunstancias concretas de cada lugar. rrera Oria) durante la Segunda República;
Hasta el final de la primera guerra mundial (1914- — y finalmente, la Acción Católica durante las cuatro
1918), Francia, Italia y España desconocían la existencia de décadas de franquismo, que pasó de la colaboración a la
un partido de inspiración cristiana, mientras que en Ale- oposición.
mania, Holanda, Bélgica y Austria, desde mediados del si-
glo xix, nacieron partidos cristianos. En Francia, en 1842,
Montalembert había lanzado la idea de una liga católica Orígenes del asociacionismo católico
destinada, sobre todo, a defender la libertad de la escuela,
que era la gran cuestión que preocupaba a los católicos El origen de las Asociaciones de Católicos hay que si-
franceses en aquellos años. En Italia, la particular situación tuarlo en el contexto de la revolución de 1868, y en este
provocada por la «cuestión romana» impidió durante va- marco hay que comprender las razones de su rotundo
rios decenios la participación de los católicos en las luchas éxito y de su amplia y rápida difusión por toda la geografía
nacional. El nacimiento de dichas asociaciones fue legal, ya
políticas y, por consiguiente, impidió el nacimiento de un
que surgieron amparadas por los decretos que sanciona-
verdadero y propio partido político. Pero los católicos no
ban el derecho de reunión pacífica para objetos no repro-
permanecieron inactivos y formaron la Obra de los Con-
bados por las leyes y el de asociación. Este último carecía
gresos. Diversa fue la evolución en Alemania, donde los ca-
de precedentes en España y surgió como «una de las nece-
tólicos se organizaron en el grupo llamado Zentrum. sidades más profundas de nuestro país y una de las recla-
En España, el movimiento social se inició con el primer maciones más claras, justas y enérgicas de nuestra gloriosa
Congreso Católico (1889) y terminó con la crisis de la Ac- revolución», según decía el preámbulo del decreto ministe-
ción Católica durante los años 1966-1968, y estuvo mar- rial.
cado por una evolución significativa que va del Movi-
miento Católico a la Acción Católica. El derecho de asociación benefició a la Iglesia, pues,
Las etapas más significativas del catolicismo social espa- mientras en otros campos vio reducidas, controladas y su-
primidas muchas de sus actividades, en este encontró enor-
ñol, en el contexto de la historia política y social de la na-
mes posibilidades para organizarse, ya que -como dijo Sa-
ción, fueron:
gasta-, «si el Estado tiene siempre grandes fines que llenar,
— la época de los Congresos católicos, presidida por las
a la Iglesia esperan todavía maravillosos destinos; pero ni el
iniciativas del obispo Sancha (f 1909), en el ocaso del si-
Estado ni la Iglesia pueden pretender ni les sería dado en
glo xix; todo caso alcanzar a mantenerse en su antigua situación, es
— la primera década del siglo xx hasta la primera gue- decir, como las dos únicas formas sociales posibles y legales
rra mundial, con la actividad de propaganda y organiza- de la vida y de la historia».
ción, coincidente con la fase regeneracionista de la Restau-
ración; A principios de diciembre del 1868, Sagasta prohibió a
— la etapa, presidida por la sobresaliente figura del car- los gobernadores civiles que intervinieran en las reuniones
pacíficas y civiles y les encomendó la adopción de medidas
denal primado Guisasola (f 1920), en la que se acentuaron

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oportunas con el fin de que fuera respetado el derecho de testantismo, del cardenal García Cuesta, del que se tiraron
reunión y de asociación pacífica y de libre emisión de en los primeros meses de 1869 cuarenta mil ejemplares, ya
ideas. En este marco legal comenzó el marqués de Viluma que se trataba del «libro mejor y más útil para contrarres-
a organizar a los católicos españoles. Manuel de la Pezuela tar la propaganda protestante y para pulverizar los errores
-este era el nombre del marqués- había sido destacada fi- de las sectas». Se vendía a precio de coste -medio real por
gura política del liberalismo moderado y exponente de pri- ejemplar- con el fin de que pudiera llegar «a todos los
mer orden de la nobleza «restaurada» en 1843. Concilia- buenos católicos». Mucha difusión tuvieron también las fa-
dor con los carlistas, propuso, de acuerdo con Balmes, un mosísimas Respuestas breves y familiares a las objeciones contra
gran pacto nacional que superara la división provocada la religión, de Mons. Gastón de Segur, el fecundo prelado
por la primera guerra carlista. Fue ministro de Estado con francés, que no pudo llegar al episcopado a causa de su ce-
Narváez en 1844 y presidente del Senado en 1848. Su acen- guera, y cuya obra, traducida en muchas lenguas, tuvo casi
tuada moderación le impidió seguir activamente en el pri- 200 ediciones en los últimos años del siglo xix. Lo mismo
mer plano de la política nacional. Pero no por ello perdió se hizo con los escritos del integrista Martínez Sáez, obispo
su influjo a otros niveles, y cuando, en los primeros meses de La Habana, en particular los relacionados con el Conci-
de la revolución de 1868, llamó a los católicos para organi- lio Vaticano I.
zarse, su convocatoria fue aceptada en muchos sectores, es- Pero la obra de mayor envergadura que emprendió la
pecialmente de la aristocracia y de la alta burguesía, que Asociación de Católicos fue la creación en Madrid de los
eran, junto al clero, quienes más podían temer de los exce- llamados Estudios Católicos. Se perseguía con ellos la inte-
sos revolucionarios. gridad, la perfección y la pureza de la enseñanza. La pri-
Pese a la legalidad oficial existente en España en mate- mera de estas cualidades, según la Asociación, se echaba
ria de asociaciones, no fue tarea fácil reunir a los católicos, de menos en España, en especial con respecto a las huma-
pues no faltaron dificultades y amenazas por parte de las nidades y a la filosofía. La Asociación promovió también
autoridades locales, así como campañas denigratorias de la otras iniciativas de tipo económico para ayudar al papa y al
prensa anticlerical y persecuciones desencadenadas por clero español. En este sentido se intentó revitalizar la aso-
«turbas frenéticas, por autoridades indignas, por hombres ciación llamada del Dinero de San Pedro y se organizaron
sin fe y sin patriotismo», como la misma Asociación denun- colectas en todas las diócesis y parroquias. A la Asociación
ció. Con todo, se recogieron casi tres millones de firmas en de Católicos, extendida por toda España, se unieron, a
8.604 pueblos, que fueron entregadas a las Cortes. Este principios de 1869, las asociaciones de jóvenes y las de mu-
gesto provocó una vivaz polémica en la asamblea constitu- jeres católicas. Fueron un primer conato de lo que, ya en
yente, ya que mientras el obispo de Jaén, Antolín Monesci- pleno siglo xx, sería la Acción Católica, con sus cuatro ra-
11o, esgrimía como arma en favor de la unidad católica los mas de hombres, mujeres y jóvenes de ambos sexos.
casi tres millones de firmas, el diputado Montero Ríos,
contestando al discurso de Monescillo, afirmó «que los 13
millones de españoles que no habían firmado la petición La Unión Católica
en defensa de la unidad católica declaraban implícita-
mente que querían la libertad de cultos». Aunque desde mediados del siglo xix existía cierta in-
Otra de las iniciativas de la Asociación de Católicos fue quietud en algunos ambientes católicos por la aparición
la difusión de libros y folletos en defensa del catolicismo y del socialismo y por su influjo siempre creciente entre las
en contra de los errores doctrinales y políticos del mo- masas trabajadoras, hasta 1885 no comenzó en España la
mento. La propaganda empezó con el Catecismo sobre elpro- acción social de los católicos. Hasta ese momento, los úni-
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eos testimonios de preocupación por los problemas rela- Entre la jerarquía destacaron en las décadas finales del
cionados con las luchas sociales fueron la revista La Socie- xix, por su sensibilidad hacia los problemas sociales, los
dad, de Balmes, algunos escritos de Donoso Cortés, así cardenales Monescillo y Sancha y el obispo de Oviedo,
como las aportaciones de Aparisi Guijarro y de otros auto- Martínez Vigil. Pero la atención que estos prelados dedica-
res menos conocidos, que dejaron constancia de su interés ron a la cuestión social fue más bien tímida y tuvo muy
por esta cuestión en artículos de periódicos y revistas. Bal- poco influjo. Esta era la situación real del llamado catoli-
mes fue la primera cumbre del pensamiento español del si- cismo social español en el orden ideológico hasta 1885.
glo XIX y como hombre anterior a la revolución de 1848 Desde el punto de vista práctico quedaban, con existencia
-año de su prematura m u e r t e - fue u n epígono de la Igle- muy lánguida, algunas instituciones pluriseculares, como
sia tolerante con el liberalismo. Donoso Cortés fue la se- los pósitos, de carácter benéfico-social, que tenían sus orí-
gunda cumbre de este pensamiento y, a diferencia de Bal- genes en el siglo xv, con los cuales se había intentado
mes, vivió los efectos políticos e intelectuales de las combatir la usura y tutelar la pequeña agricultura. Queda-
revoluciones centroeuropeas de 1848, de las que llegó in- ban también algunas docenas de mutualidades centena-
cluso a ser uno de los más agudos intérpretes. rias y comunidades de mercantes, sobre todo en las pro-
En 1876, terminadas las guerras civiles, y restaurada la vincias catalanas y vascas, y había algunos patronatos de
monarquía, el cardenal primado, Moreno Maisonave, ini- jóvenes artesanos y dos o tres círculos de obreros, con una
ció la obra de restauración religiosa de España para repa- organización muy precaria y una actividad apenas cono-
rar las ruinas espirituales que habían dejado tras sí, du- cida.
rante el Sexenio revolucionario, liberales y republicanos. Puede afirmarse, pues, que hasta 1885 los católicos es-
Quiso el cardenal unir en un bloque poderoso las fuerzas pañoles no conocían más obras de carácter social que las
católicas, fuera y por encima de las diferencias puramente de estricta beneficencia, ni más obras de carácter político
políticas. Reunió para ello a hombres distinguidos, de dis- que las de combatir al liberalismo y las de enfrentarse en-
tinta procedencia política, y de acuerdo con ellos pro- tre ellos mismos por motivos ideológicos; primero, durante
mulgó en 1881 las Bases constitutivas de la Unión tan deseada. las guerras carlistas, que provocaron la división entre carlis-
Presidía la Unión el cardenal primado y en cada diócesis es- tas y alfonsinos, después, con motivo del fracaso de la
taba sometida a la suprema dirección e inspecciones de los Unión Católica, dividiéndose en mestizos y tradicionales, y
respectivos obispos; su organización se amoldaba a la Jerar- más tarde, tras la escisión de Nocedal, con una nueva divi-
quía, estableciéndose una junta superior en Madrid. sión entre integristas y carlistas.
Esta iniciativa, que nació con tan buenos auspicios, Los católicos durante varias décadas combatieron al
quedó muy pronto frustrada porque intervinieron en su liberalismo sin éxito alguno a causa de sus escandalosas
organización recelos y rivalidades políticas. Ante este fra- divisiones internas y de las tensiones existentes entre los
caso, para no dejar abandonados los altos intereses que de- obispos, que no tenían claras las formas y métodos de
bía promover la mencionada Unión, el obispo de Madrid, participación política. Todos estos fracasos condicionaron
Ciríaco María Sancha, con la aprobación de León XIII, la inexistencia en la historia posterior de España de
propuso la celebración de un Congreso Católico Nacional un partido confesional con capacidad de presencia y de
en 1889, que tuvo mucho éxito y marcó la pauta a seguir acción.
en años sucesivos. Otros cinco congresos semejantes se ce- Entre tanto, el socialismo hacía sus progresos y a los ca-
lebraron hasta 1902 en Zaragoza, Sevilla, Tarragona, Bur- tólicos les preocupaba muy poco la cuestión social, si bien
gos y Santiago. Después dejaron de celebrarse porque no es cierto que, después de los días de la Internacional y de
produjeron los frutos esperados. los sangrientos sucesos de la mano negra provocados por los

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El padre Antonio Vicenty las Corporaciones Obrero-Católicas
anarquistas en Andalucía, no existían organizaciones socia-
listas de carácter obrero ni las llamadas sociedades de resis- Aunque el jesuíta castellonense Antonio Vicent había
tencia, que en otras naciones europeas alarmaron seria- fundado en 1865 un Círculo Católico de obreros, en reali-
mente a los políticos. dad, no pudo dedicarse de lleno a la acción social hasta
En este contexto eran cada vez más evidentes y doloro- 1885, porque estuvo metido en estudios y enseñanzas hasta
sas las violaciones de la justicia social que afectaban direc- esa fecha en España y Francia. Un año antes, es decir, en
tamente al proletariado, como denunció León XIII en la 1884, los superiores de la Compañía de Jesús le destinaron
encíclica Rerum novarum, de 1891. Al no haber, sin em- a Lovaina para que perfeccionara sus estudios en ciencias
bargo, una sensibilidad hacia los problemas sociales por naturales y, aunque todavía no se habían producido en Bél-
parte de los cristianos, no pudo haber tampoco una orga- gica las sangrientas huelgas de 1886, que determinaron al
nización eficaz que se hiciera cargo de ellos. Quizá al faltar gobierno a iniciar una rigurosa obra católico-social, y aun-
un ambiente propicio faltó también el hombre capaz de que no habían comenzado los congresos sociales de Lieja,
dar vida al movimiento social católico. Este hombre no se advertía ya en el ambiente la necesidad de atender al
pudo salir de los partidos políticos, porque andaban atarea- pueblo y de introducir la acción social. El padre Vicent co-
dos en luchas intestinas y en hacer y deshacer. Tampoco sa- noció aquellas primeras iniciativas, vivió el ambiente belga,
lió de las filas del episcopado porque, a excepción de las fi- descubrió las actividades del conde Mun y de monseñor
guras reseñadas y alguna más, no existían en la jerarquía Doutreloux y allí se decidió su vocación, de tal forma que,
española obispos de empuje, clarividencia y prestigio para cuando regresó a España, sus estudios biológicos pasaron a
detectar con visión de futuro los grandes problemas que se un segundo plano y concentró sus energías en la acción so-
le avecinaban a la Iglesia y, además, porque todos ellos es- cial. Los primeros frutos de su actividad fueron los nume-
taban más o menos directamente implicados en las luchas rosos círculos católicos que consiguió fundar en numero-
internas y en las divisiones de los católicos. Tampoco salió sas regiones de España, sobre todo, en las provincias de
de las órdenes religiosas, aunque estaban en mejores con- Castellón y Valencia. Puede, por ello, afirmarse que desde
diciones por el contacto directo que tenían con el mundo 1885 hasta principios del siglo XX el padre Vicent fue el
exterior, sobre todo las dedicadas a la enseñanza, aunque alma de la acción social de los católicos españoles. Fue él
muchos religiosos tuvieron iniciativas muy originales y lau- quien orientó a los obispos y a los sacerdotes y quien, por
dables. Fue necesaria la intervención de la suprema autori- lo menos, hasta 1906, se convirtió en una autoridad indis-
dad de la Iglesia para que el catolicismo español se organi- cutida en este campo.
zara debidamente. En realidad, Vicent no hizo más que trasplantar a Es-
Quizá no resulte del todo exacto atribuir a la influencia paña la experiencia belga. Mucho influyeron en él La demo-
directa de la Rerum novarum la programación social de cratie chretienne de Six y las Quaestiones de iustitia et ture de
Eduardo Dato. Esa influencia existió, sin duda; pero la co- Vermeersch. A la primera revista estuvo suscrito hasta que
rriente favorable al intervencionismo tenía más larga fecha apareció en Francia La Chronique social de France y de ella
que el pontificado de León XIII, y la había hecho suya el tomó el sentido radical, democrático y popular que se ad-
partido conservador cuando aún no se había publicado la vertía en su propaganda. Severino Aznar llegó a decir que,
célebre encíclica. La encíclica sirvió, más bien, como eficaz sin el freno doctrinal del P. Vermeersch y sin la dependen-
instrumento para quebrantar resistencias en los sectores cia económica en que para sus propagandas se encontraba
más recalcitrantes -y nada despreciables- de la sociedad es- respecto a los elementos eminentemente conservadores del
pañola. Consejo Nacional y, sobre todo, del marqués de Comillas,

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el P. Vicent hubiera sido un tribuno de la plebe algo exal- de juntas a las que pertenecían miembros de la alta socie-
tado. Acostumbrado a una autoridad sin límites, en los últi- dad madrileña y con muchos medios y ayuda económica
mos años de su vida sufrió el padre Vicent grandes amargu- para financiar sus actividades. Pero, casi al mismo tiempo,
ras, fundamentalmente, por cuatro razones: su decadencia los socialistas comenzaron a organizar su movimiento sin-
personal, consecuencia de su edad avanzada; la prevalencia dical. Y pocos años después, mientras los edificios de los
de la iniciativa del padre Palau, que fundó la Unión Popu- círculos obreros estaban casi vacíos y algunos de ellos se
lar según el modelo italiano de Toniolo y de las demás sostenían solo gracias a la munificencia del marqués de Co-
uniones de Italia; la menor docilidad entre los hombres de millas, que gastaba enormes cantidades para mantenerlos,
acción, muchos de los cuales tenían ya un pensamiento los socialistas habían consolidado su naciente organización
propio sobre la acción social y, en algunos casos, era mu- y ampliado a ritmo siempre creciente sus actividades entre
cho más seguro que el del mismo padre Vicent, y que el los obreros.
Consejo Nacional, obra fundada por él, ya no era en sus
El Consejo Nacional y su institución hermana, que era
manos un instrumento, sino un freno de la misma acción
la Asociación, no ejercieron prácticamente influencia al-
social. La rivalidad entre el padre Vicent y el padre Palau
guna sobre las condiciones del trabajo, ni participaron en
perjudicó a todo el movimiento social y, sobre todo, a la Ac-
huelgas, ni consiguieron mejoras salariales, mientras que
ción Social Popular que este había fundado en Barcelona.
los socialistas, al contrario, habían mejorado los salarios, la
El padre Vicent había fundado en Valencia, centro de jornada laboral, las condiciones higiénicas de muchos esta-
su actividad, el Consejo Nacional de las Corporaciones blecimientos y se habían convertido en una organización
Obrero-Católicas con el fin de federar y fomentar los círcu- temible para el Gobierno y para los patronos. En un pri-
los de obreros. Le dio este nombre porque no previo el sin- mer momento, el ambiente fue hostil para los socialistas y
dicalismo obrero católico y mucho menos todo lo que se de simpatía y esperanza hacia la obra del Consejo Na-
refería a la acción social agraria. Muchas de las iniciativas cional, pero en pocos años se pasó al menosprecio e in-
del padre Vicent y, en concreto, la organización de dicho cluso hostilidad hacia dicho Consejo y los círculos obreros,
Consejo Nacional, así como la peregrinación obrera de a la vez que la organización socialista infundía respeto y te-
1894 y su libro Socialismo y Anarquismo fueron un fruto o mor.
una consecuencia de la encíclica Rerum novarum. Con Vi- A esta situación se añadió una dispersión de fuerzas,
cent colaboraron el arzobispo de Valencia, cardenal San- energías, iniciativas y actividades en diversas diócesis, pro-
cha, y el marqués de Comillas. Y quizá influido por ellos o movidas por sacerdotes y religiosos, que nadie fue capaz de
porque en Valencia no tenía Vicent los medios económicos coordinar. Tampoco los obispos actuaron conjuntamente,
necesarios para su institución, lo cierto es que, cuando el sino que cada uno de ellos lo hizo individualmente. Des-
cardenal Sancha marchó en 1898 a Toledo, el Consejo Na- tacó entre todos el cardenal Sancha, arzobispo de Toledo,
cional fue trasladado a Madrid, donde se fundaron cinco promotor de grandes empresas sociales. También destacó
círculos de obreros y una Asociación para el estudio y defensa el marqués de Comillas, Claudio López Bru, alma del Con-
de los intereses de la clase obrera, a la que dieron su coopera- sejo Nacional y modelo de patronos, que tiene abierto el
ción activa, su nombre, su dinero y su apoyo, en general, proceso de beatificación.
nobles castellanos, ex ministros conservadores, militares, Estos datos, aunque muy fragmentarios, dan una idea
banqueros, abogados, catedráticos ilustres, senadores y di- aproximada de las numerosas iniciativas que, en diversos
putados. lugares de España, desarrolló la Iglesia en favor de los
El Consejo Nacional contó con la colaboración de per- obreros y trabajadores, pero sin coordinación alguna y, por
sonas inteligentes, con la simpatía general, con el prestigio consiguiente, con una eficacia tan limitada que no consi-
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guió contrarrestar los efectos del movimiento asociativo de
los socialistas, caracterizado por la lucha de clases. A fina- — Congregación de San Luis Gonzaga,
les del siglo xix, el asociacionismo obrero católico llegó a — Círculos obreros y patronatos católicos,
tener en España unos ochenta mil inscritos, mientras que — Congresos católicos y eucarísticos.
la UGT, que más tarde sería el poderoso sindicato de los El movimiento católico se encontraba en España, al fi-
socialistas, no llegaba a los cuatro mil afiliados. nalizar el pontificado de León XIII, en su primer período,
y el clero joven, que fue el más sensible a estos temas, no se
mostró ajeno al trabajo inicial efectuado para instituir aso-
Católicos integristas y reformistas ciaciones, círculos y escuelas. No existió en España el entu-
siasmo que se admiró en otros países, pero no faltaron de-
En España, a finales del siglo xix, no existía un partido seos de querer hacer algo por esas obras que produjeron
que, exento de pasiones, intentase con medios legales la frutos tan saludables allí donde lograron establecerse.
restauración de los principios cristianos. Los católicos eran Sin embargo, un gran obstáculo fueron las polémicas
contrarios a las instituciones políticas y militaban fuera de entre católicos, surgidas en una época -finales del xix y
la órbita de estas, o figuraban en los partidos denominados principios del x x - de crecimiento interno de la Iglesia,
gubernamentales, que eran de orientación liberal. Los ca- pero también de problemas y tensiones, en un período de
tólicos no disponían de medios para organizarse. Al estar confusión doctrinal derivado de la consolidación del Es-
divididos entre sí, nada hicieron para eliminar las descon- tado y de las fuerzas políticas liberales. En esos años, los je-
fianzas y los prejuicios que mantuvieron disgregadas unas suítas tuvieron una gran presencia y actividad en España
fuerzas tan valiosas. Así se pudo asistir al triste espectáculo con sus repercusiones políticas, en un momento de agita-
de que, mientras todos se agitaban con creciente actividad, ción anticlerical común a otros países europeos y de divi-
solo los católicos quedaron impasibles y dejaron indolentes siones entre los católicos y entre los propios jesuítas, y sus
que fuesen atacadas la fe, la moral y la familia. Heridos en empresas intelectuales y culturales, en particular, su interés
sus sentimientos más íntimos, rechazaron con indignación por los estudios históricos y la fundación de la revista Razón
las nuevas instituciones, en vez de estudiarlas para servirse y Fe, en 1901, que constituyó una gran preocupación cultu-
de ellas en beneficio de los intereses religiosos. ral y científica del generalato del padre Luis Martín, como
Sintiendo horror por los nuevos sistemas de lucha, pro- han documentado los editores de sus memorias, Revuelta y
pugnados por el marxismo y el socialismo y tramados por Sanz de Diego.
la revolución, de los que esta se sirvió para inferir golpes Desde muchos años atrás, los jesuítas españoles sentían
durísimos a la organización eclesiástica, los católicos pusie- la conveniencia de tener una publicación periódica de cul-
ron singular empeño en mantenerse alejados del campo tura, semejante a La Civiltá cattolica de Italia (fundada en
de batalla y en abstenerse de empuñar aquellas armas que, 1850), a Études de Francia (1856), a Stimmen aus Maña La-
en manos de liberales y socialistas, resultaron tan funestas ach de Alemania o a The Month de Inglaterra (1864). Pero
para la causa católica. De ahí el escaso influjo que tuvieron solo el regeneracionismo político y cultural de España, en
en la vida política y social de España débiles organizacio- 1899, presentó una coyuntura adecuada a su creación.
nes de católicos, como: Muy pronto esta revista se enfrentó con los integristas,
— Conferencias de San Vicente de Paúl, quienes, desde el comienzo de la Restauración, tenían un
— Asociación de católicos, peso decisivo tan en la vida interna de la Iglesia y en sus re-
— Apostolado de la prensa, laciones con el Estado, que provocaron una profunda divi-
— Asociación de la doctrina cristiana, sión entre los católicos por motivos políticos. Cataluña fue,
quizá, el foco principal del integrismo y su principal expo-
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nente, el sacerdote Félix Sarda y Salvany (Sabadell 1844),
autor de El liberalismo es pecado (1884), fue una de las más para defender los intereses de la Iglesia y, en particular, de
feraces y virulentamente antiliberales plumas de la publi- las órdenes religiosas.
cística católica española de la Restauración, que arremetió Fue entonces cuando estalló la polémica entre los jesuí-
contra cualquier actitud levemente tolerante con el libe- tas de Razón y Fe y los integristas de El Siglo Futuro, centrada
ralismo, por los mismos días en que León XIII insistía en la en la controversia sobre la llamada teoría del mal menor
necesidad de unir las fuerzas católicas del país, que eran aplicada a la acción político-religiosa en España. Toda la
ampliamente mayoritarias, para actuar en la vida pública. historia del integrismo español desde comienzos del siglo
El papa había iniciado su pontificado en 1878 tratando de xx se centró en dicha controversia, que tuvo su origen en
aceptar los aspectos positivos del liberalismo y del socia- dos artículos publicados por los padres Minteguiaga y Vi-
lismo, aunque tanto él como sus sucesores de toda la pri- Hada en octubre y diciembre, respectivamente, de 1905.
mera mitad del siglo XX mantuvieron y repitieron las con- Esta fue provocada por dos hechos políticos concretos
denas globales contra ambos grupos de sistemas. La estéril acaecidos en 1905. Primero, el triunfo conseguido por los
polémica entre «integristas» y «mestizos» sobre el régimen radicales en las elecciones políticas y administrativas cele-
de tolerancia canovista posibilitó el éxito en Cataluña de la bradas en varias ciudades de España, donde los distintos
«tercera vía», posibilista y catalanista, que representó el grupos en que estaban divididos los católicos, si hubieran
obispo Torras y Bages. Aunque la polémica se planteó en luchado unidos, habrían obtenido, sin duda, mayoría abso-
Cataluña, la discusión se reprodujo en toda España y no luta; pero, como lucharon separados, cada uno por su
adquirió, en principio, perfiles peculiares en el ámbito ca- cuenta y con candidaturas cerradas, cada uno de ellos
talán. quedó en minoría respecto a los radicales, a quienes die-
La deplorable división de los católicos cuando llegaban ron de esta manera el triunfo electoral. Segundo, la victo-
las elecciones había sido señalada en repetidas ocasiones ria conseguida por los mismos radicales en otras ciudades
por el nuncio Rinaldini en sus despachos al cardenal Ram- de España en perjuicio de candidatos dinásticos, ya libera-
polla en las postrimerías del pontificado de León XIII. A les ya conservadores, fue debida a que los católicos, tanto
propósito de las que se celebraron en abril de 1903, se in- neutros como antidinásticos, se abstuvieron de votar a los
tensificó la oposición sistemática de integristas y carlistas a candidatos dinásticos o votaron a los candidatos radicales.
los conservadores. En vísperas de las elecciones, El Siglo Fu- Ejemplo del primer caso fue el triunfo de socialistas y repu-
turo pidió a los católicos que no fueran a las urnas. En no- blicanos unidos en las elecciones municipales de Bilbao en
viembre del mismo año, con motivo de las elecciones que 1904. Obtuvieron mayoría en el ayuntamiento únicamente
dieron la victoria a los conservadores y permitieron la for- porque los católicos -conservadores, integristas, jaimistas y
mación del primer gobierno presidido por un católico de bizcaitarras- que, unidos hubieran tenido mayoría abso-
tanto prestigio como Antonio Maura, los integristas mantu- luta, se obstinaron en luchar por separado, a pesar de las
vieron inalterada su precedentes actitud de abstención y, reiteradas instancias de los conservadores. Ejemplo cons-
entre los adversarios abiertos del gabinete moderado que tante del segundo caso fueron las excitaciones de los perió-
Maura formó el 5 de diciembre de 1903, además de los li- dicos católico-dinásticos para que los católicos votaran al
berales, estaban también los dos partidos católicos -inte- candidato monárquico o liberal o conservador, a las que
grista y carlista-, considerados como sus más acérrimos ad- contestó siempre El Siglo Futuro que ellos, los de su partido,
versarios. Este gobierno moderado era, en aquellas ni querían votar a candidatos liberales ni estaban obligados
circunstancias, la única garantía que tenían los católicos a sostener eso... Yeso... era la dinastía, que ellos siempre
consideraron liberal y anticatólica. Y como consecuencia
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de esta abstención de los católicos triunfaron en las elec- aun después de perder el liderazgo de Nocedal, se mantu-
ciones madrileñas los candidatos radicales. vieron firmes en sus tesis y siguieron actuando sin hacer y
Esta confusa situación obligó al mismo papa a interve- sin dejar hacer; por lo que, prácticamente, hasta la procla-
nir con la carta ínter catholicos Hispaniae (1906), que fue el mación de la II República en 1931, los católicos españoles
documento más importante y significativo de san Pío X so- permanecieron divididos, si bien las interminables discu-
bre las tensiones del catolicismo español. Conocía el papa siones entre clericales y anticlericales, entre católicos inte-
las contiendas entre los católicos cuando era más necesaria gristas y liberales fueron perdiendo interés y disminuyeron
que nunca la unidad y nadie podía permanecer indife- en intensidad.
rente ante el peligro que corría la religión. Y como los ene- La citada polémica entre Razón y Fe y El Siglo Futuro sig-
migos de la Iglesia se esforzaban por apoderarse de la ad- nificó la ruptura oficial de la Compañía de Jesús con las te-
ministración pública, los católicos, dejando a un lado los sis de Nocedal. El diario integrista dejó de recibirse en las
intereses de partido, debían trabajar en defensa tanto de la comunidades jesuíticas y de este modo, el prepósito gene-
religión como de la patria. Pero, como los integristas igno- ral, Luis Martín, sentó las bases para la separación de los je-
raron la carta, tres años después llegaron las normas de suítas de las contiendas que dividían a los católicos. Los
conducta política dadas por la Santa Sede en 1909, y El Si- dos cardenales españoles curiales -Merry y Vives- mantu-
glo Futuro las presentó y difundió como «el manual más so- vieron en la difícil gestión de este complejo asunto una
berano y completo de los deberes de los católicos en nues- conducta oscilante, pues, al no poder satisfacer a los dos
tros días» y de «sapientísimas instrucciones que, por venir grupos enfrentados ideológicamente, provocaron gran de-
de donde vienen, serán norma de nuestros actos». Pero sorientación con cartas, normas, instrucciones reservadas y
tampoco estas normas resolvieron el problema; los católi- públicas, y una serie de declaraciones que dejaron muy cla-
cos siguieron divididos y la situación fue cada vez más con- ros los principios y las intenciones de la Santa Sede, pero
fusa. Por ello, tras una intervención personal de Alfonso no consiguieron resolver el problema.
XIII y con el deseo de complacerle, la Santa Sede estimó En síntesis, cuando terminaba el pontificado de san Pío
oportuno redactar otras normas para los católicos y unas X y, debido a la persistente obstinación de los integristas
instrucciones reservadas para los obispos. El rey pidió esta
en sus posiciones, habían crecido sensiblemente las fuerzas
intervención tras haber solicitado que marchara de España
políticas contrarias a la religión (republicanos y socialistas)
el nuncio Vico, acusado de simpatías carlistas e integristas.
y se habían debilitado las católicas. Esos años fueron de
La actitud del representante pontificio chocaba con la del
prueba para la conciencia cristiana, porque comenzó el
obispo de Madrid, José María Salvador y Barrera, más
abierto a las tesis liberales y enemigo de los integristas, por auge internacional del anticlericalismo, que tuvo sus mani-
lo que fue severamente reprendido por los cardenales festaciones más virulentas en Francia y, luego, en Italia y
Merry del Val y Vives Tuto. Portugal, mientras que en España la Semana Trágica de
Barcelona (1909) marcó el punto álgido de las violencias
En ellas se dijo que eran buenos católicos los que, guar- de aquella primera década del nuevo siglo.
dando ciertas condiciones, quisieran pertenecer a los parti- Hemos visto que, al comenzar el siglo xx, el catolicismo
dos políticos existentes en España. Y como los partidos li- español se hallaba fraccionado y de espaldas a la realidad
berales dinásticos que se alternaban en el poder eran política. Integristas y carlistas no acataban la monarquía de
partidos existentes en España se deducía que los católicos, Alfonso XIII, un pequeño grupo de cristiano-sociales se-
sin dejar de ser buenos y verdaderos católicos, podían alis- guía al marqués de Comillas y tenía un modesto órgano
tarse en sus filas. Pero todas estas intervenciones de la periodístico, El Universo. Las diversas agrupaciones vivían
Santa Sede sirvieron de muy poco porque los integristas, en completo aislamiento entre ellas, ancladas en el si-
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glo XIX. Hemos visto también que el sector integrista tuvo
una fuerza extraordinaria en el catolicismo español hasta León XIII impulsó al catolicismo universal a que aceptara
bien entrado el siglo xx. Este sector, agrupado en torno a la situación generada en el mundo, con su pluralidad de
su jefe carismático Nocedal, hizo imposible, a diferencia de tendencias, con estados neutros o tolerantes en los que se
cuanto sucedía en otros países de tradición cristiana, la podía actuar con honestidad y mutuo respeto. Esta doc-
configuración de un movimiento capaz de defender en el trina maduró después en frutos como el partido cristiano-
terreno político el catolicismo y capaz de propugnar una social italiano del sacerdote Sturzo, el Centro Alemán, las
amplia gama de reformas sociales. El Siglo Futuro, que era asociaciones francesas y los movimientos holandés y belga,
el gran periódico de los integristas, se leía en todas las que tanto influyeron en el primer tercio del siglo pasado.
parroquias, conventos y seminarios. Por eso, obispos, En este contexto se sitúan las iniciativas españolas, pro-
curas y frailes fueron, durante varios decenios, integristas, cedentes de personas y lugares diversos y orientadas en dis-
lo mismo que algunos nuncios, que apoyaron abierta- tintas direcciones. El primer paso inicial fue dar coheren-
mente a los seguidores de Nocedal. Las intervenciones de cia a tanta fracción. Reinaba Alfonso XIII y no había mejor
León XIII y de Pío X no consiguieron templar los ánimos camino que inclinarse ante la dinastía. Los católicos refor-
y la polémica siguió latente durante varios decenios más. mistas, que se identificaron con el ideal de El Debate, acep-
En España no hubo un catolicismo social pujante de- taron que al soberano se le diera el tratamiento de «majes-
bido, entre otras causas, a: tad», que le negaban otros periódicos católicos. Ángel
— la obstinada desunión de los católicos, Herrera, promotor de este movimiento, tuvo que explicar
— la presencia de un paternalismo incapaz de com- su actitud y expuso su convicción de que don Alfonso re-
prender soluciones verdaderamente progresistas en lo so- presentaba la suprema autoridad constituida. No olvidaba
cial, que León XIII había apoyado y asistido a la reina doña Ma-
— la intransigencia de los sectores integristas y ría Cristina en los peligrosos tiempos en que era regente
— una actitud normalmente bastante timorata de parte durante la minoría de edad de su hijo, el rey Alfonso XII.
de la Jerarquía, impreparada para situar a la Iglesia en la Incomprendidos fueron los pioneros del reformismo
nueva sociedad. social católico, es decir, los beneméritos católicos que, du-
Por eso se ha hablado siempre del fracaso del catoli- rante muchos años, se esforzaron por realizar un refor-
cismo social español, porque el ideal evangélico ni siquiera mismo social del catolicismo, luchando contra la incom-
se formuló, a veces, en el seno de la Iglesia y tampoco se prensión de los integristas, que rezaban por la conversión
realizó a nivel social. Pero, en rigor, podría hablarse tam- de León XIII, el Papa de la Rerum novarum, el Papa de los
bién del fracaso social de las ideologías y partidos burgue- obreros, pues nunca acogieron con entusiasmo su mode-
ses y proletarios, porque tampoco ellos consiguieron impo- rado magisterio social. Estos católicos integristas:
ner plenamente su modelo de sociedad y sus valores, como — se opusieron a las primeras leyes sociales, porque
ha escrito Sanz de Diego. eran colectivistas o porque, al limitar el trabajo de las mu-
El anquilosado catolicismo hispano no conseguía co- jeres y de los niños, menospreciaban la autoridad paterna;
nectar con el mundo moderno y permanecía estancado en — consiguieron que fracasara la Gran Campaña Social
una situación histórica superada. A principios del siglo xx de 1922, poniendo en labios de Alfonso XIII la expresión
surgió la iniciativa del jesuíta Ayala, continuada por Ángel increíble de «¡están haciendo ustedes el buey»!;
Herrera, que trató de realizar un antiguo sueño: que los — y, en plena República, replicaron a la generosa polí-
católicos españoles dejaran la vía muerta de los prejuicios tica del ministro católico Giménez Fernández que, antes
decimonónicos para instalarse plenamente en el siglo xx. que aceptarla, se harían cismáticos.
Los católicos sociales alcanzaron grandes éxitos en el
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sector agrario; sin embargo fracasaron en los ambientes ur- — desencadenó polémicas estériles que obligaron con
banos, al no lograr un sindicalismo que fuese reivindica- frecuencia a los pontífices a intervenir directamente para
tivo, horizontal, huelguístico y católico; el paternalismo y zanjarlas, aunque sin conseguirlo,
la excesiva presencia clerical en los organismos existentes — y fue en buena medida responsable no solo del fra-
fueron, quizá, dos de las razones de este fracaso. caso de la acción social de la Iglesia, sino también de su
Fueron años difíciles para la Iglesia y para el Estado. desprestigio en los sectores más secularizados.
Por ambas partes se pecó de confusionismo entre el plano Durante casi medio siglo, el integrismo fue el mal endé-
religioso y el social, como entre este y el político; la conse- mico de la Iglesia en España. Los católicos integristas ni hi-
cuencia fue que se frenó un movimiento cuya importancia cieron ni dejaron hacer, y prefirieron, en lugar del diálogo,
inicial fue mucho mayor que la que corrientemente se le de la tolerancia y de la moderación, actitudes radicalmente
atribuye, y se mantuvo pujante durante bastantes años; opuestas que generaron un choque frontal con el ateísmo,
pero el salto necesario desde los primitivos círculos de el agnosticismo y el anticlericalismo, productos típicos de
obreros hasta el asociacionismo moderno no se llegó a dar la sociedad decimonónica. Por eso, el catolicismo español
por las causas expuestas. Clérigos y seglares combativos apareció cerrado, monolítico, contrario a los ideales de de-
-como el canónigo asturiano Arboleya- fueron frenados mocracia y de libertad e incapaz de mantener un diálogo
por la Jerarquía, e incluso el cardenal primado Guisasola desde su fe con la cultura moderna. La efímera existencia
no encontró la comprensión del Episcopado cuando apoyó del grupo demócrata cristiano, surgido en 1919, fue una
algunas iniciativas del catolicismo social. Pero estas limita- amarga lección para España. Errores de valoración política
ciones no afectaron solo a personas, sino también a grupos y una serie de obstáculos determinaron la muerte de este
y movimientos, como la Asociación Católica Nacional de grupo, que contó con el apoyo decidido del cardenal pri-
Propagandistas, fundada por Ayala y Herrera, blanco de in- mado Guisasola, fallecido en 1920, pero con la incompren-
creíbles ataques, así como la naciente Democracia Cris- sión de sus sucesores en la sede de Toledo y, en concreto,
tiana, víctima predilecta del integrismo, que fue el graví- del cardenal Segura, que no era ciertamente persona ca-
simo cáncer del catolicismo español en todas sus paz de entenderse con los demócrata-cristianos, considera-
manifestaciones. El catolicismo social intentó que los cató- dos demasiado progresistas y avanzados por las derechas, y
licos españoles salieran: excesivamente cautos y moderados en el campo social por
— del siglo xix anterior a León XIII, las izquierdas.
— de una equivocada fidelidad a unas formas caduca-
das,
— de acostumbrarles al diálogo con el mundo mo- Intentos para implantar en España la Acción católica y
derno social italiana
— y de hacerles aceptar su constitutivo pluralismo, pri-
mero, tácticamente, como la única vía posible, y después, La Santa Sede estaba muy preocupada por la esterilidad
con una comprensión profunda de sus valores. e inutilidad de las polémicas existentes entre los católicos
Sobre el catolicismo liberal, que tuvo gran arraigo en españoles, que suponían una considerable pérdida de
otros países europeos de sólida tradición cristiana, prevale- energías, mientras el socialismo avanzaba y ganaba adeptos
ció en España, durante muchas decadas, un catolicismo in- entre los obreros. En 1903, León XIII encargó al cardenal
tegrista que: Sancha la dirección de todo aquello que fuera conducente
— afectó a varios sectores de la jerarquía y del clero, «para crear y afianzar la concordia entre todos los católi-
— provocó fuertes tensiones intraeclesiales, cos españoles» y también «para promover entre los españo-
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les la acción de los católicos». Este fue el cargo que más
tarde se designó con el título de «director pontificio de la más jóvenes, deseosos de organizar y desarrollar la Acción
Acción Católica», desempeñado por los cardenales que su- Católica, pues eran muchos los católicos que querían ins-
cedieron a Sancha en la sede primada de Toledo hasta Pía cribirse en dicho movimiento o asociación. De hecho, en
y Deniel. Después, esta responsabilidad pasó al presidente apenas cuatro años de trabajos, los católicos habían dado
de la comisión episcopal de Apostolado Seglar, creada en vida en España a 300 asociaciones confesionales, frente a
1966. las 400 de los socialistas.
A raíz de la publicación de la encíclica Ilfermo proposito, Fracasó de este modo el intento de implantar en Es-
qvie san Pío X dirigió a los obispos de Italia en 1905, las paña el llamado triple estatuto italiano de Toniolo para la
fuerzas católicas se reorganizaron con nuevo vigor en di- acción católica y social. El 16 de octubre de 1909, Pío X di-
versos países europeos y, en particular, en España. El im- rigió al cardenal Aguirre, nuevo arzobispo primado de To-
portante documento pontificio trataba de la Acción Cató- ledo, una carta personal en la que, según el propio carde-
lica, por ello los obispos, reunidos por vez primera en nal, tras encarecer la importancia de la acción social
asamblea plenaria en 1907, abordaron este argumento y católica, o sea, de la unidad y de la tendencia unánime de
expresaron el deseo de que se implantara en España una todas las instituciones y fuerzas que para tutela de la reli-
organización para la acción social católica, semejante a la gión y ayuda, ora espiritual, ora temporal, de las naciones y
que en Italia promovían, por mandato del papa, Giuseppe aun de los individuos, había sido introducida bajo los aus-
Toniolo, de la Universidad de Pisa, el conde Medolago Al- picios de la Sede Apostólica, manifestó su voluntad de en-
baní y el comendador Pericoli. La petición de los obispos cargarle el gobierno y dirección de la acción social en Es-
fue acogida favorablemente por el papa y tenida en consi- paña.
deración en las instrucciones que se le impartieron al El 1 de enero de 1910, el cardenal Aguirre publicó las
nuevo nuncio, Antonio Vico, aquel mismo año. Normas de Acción Católica y Social de España. Acomodándose
En el mundo católico existían motivos de esperanza a las circunstancias de tiempo y lugar:
porque el jubileo de san Pío X había desencadenado un — trató en ellas de la necesidad de que los católicos de-
movimiento general con diversas manifestaciones: sempeñasen los cargos políticos y administrativos del Es-
— exposiciones de objetos religiosos para ofrecerlos al tado, sin abandonarlos en manos de los enemigos;
papa, organizadas por religiosas y mujeres; — indicó la manera de realizar la unión electoral de los
— academias literarias y científicas en los seminarios y católicos;
en los círculos juveniles; — determinó que, si bien la política era indispensable,
— misiones populares; en aquellas circunstancias, la acción social debía ser inde-
— adoraciones nocturna; pendiente de la política;
— peregrinaciones a los santuarios marianos naciona- — recomendó la enseñanza de la doctrina cristiana en
les, como al de Begoña, que presidió el cardenal Aguirre, las escuelas, la fundación de escuelas privadas religiosas, la
arzobispo de Burgos, y a los de Lourdes y Loreto, y peregri- organización de academias de la juventud católica y de las
naciones a Roma. congregaciones de San Luis y de San Estanislao;
Los católicos catalanes se manifestaron en masa, si- — expuso la conveniencia de establecer grupos de con-
guiendo las instrucciones del cardenal Casañas, contra el ferenciantes que recorriesen los diversos lugares defen-
proyecto del Ayuntamiento de Barcelona de suprimir la diendo los intereses de la Iglesia, y de prestar ayuda a los
enseñanza religiosa de las escuelas. También fue muy posi- periódicos católicos;
tiva la reacción favorable de los obispos, sobre todo de los — recomendó la fundación de cátedras de sociología
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en los seminarios y fomento del progreso de la agricultura, cional católica no tuvo éxito, porque los españoles querían
celebrando la fiesta del árbol, dando conferencias, etc.; limitarla a los católicos, mientras que los europeos, y en es-
— urgió la fundación de círculos católicos de obreros y
pecial, los alemanes, estaban abiertos a todos los cristianos,
la necesidad de que todas las obras sociales ostentaran pa-
ladinamente su carácter católico. incluyendo también, por consiguiente, a los protestantes.
Es fácil percibir en estas normas la indiscriminación en- Estas laudables iniciativas dieron muy escasos resulta-
tre lo que era acción católica y lo que era acción social. No se dos. También los obispos andaban desorientados y dividi-
percibían aún con claridad cuáles eran las funciones, ca- dos por estas cuestiones y al mismo cardenal Guisasola se
racterísticas y fronteras de la AG. le acusó de favorecer a las corrientes más extremas. El Go-
En noviembre de 1912 se celebró en Madrid, bajo la bierno de Maura ofreció a la Iglesia la validez oficial a los
presidencia del marqués de Comillas, como delegado del estudios hechos en un Instituto de Segunda Enseñanza, or-
obispo diocesano, la primera asamblea nacional de las Jun- ganizado por los metropolitanos para contrarrestar la in-
tas Diocesanas de Acción Católica, a la que asistieron re- fluencia de la Institución Libre de Enseñanza. La buena
presentantes de 31 diócesis. Destacaron entre ellos algunos voluntad del cardenal fue ineficaz por falta de instrumen-
eclesiásticos y seglares que, años más tarde, serían figuras tos, y tuvo que declinar el ofrecimiento del Gobierno.
eminentes de la Iglesia en España, como el auditor de la Por aquellos años, el canónigo de Oviedo Maximiliano
Rota, Enrique Reig Casanova, futuro cardenal primado, Arboleya (Pola de Laviana 1872 - Mieres 1951) supo crear
que representaba a Valencia; el abogado Ángel Herrera una actividad sindical y social verdaderamente reivindica-
Oria, futuro cardenal obispo de Málaga, representante de tiva y no paternalista, al tiempo que introducía modos de
Santander, y los canónigos Francisco Javier Irastorza, por pensamiento y de acción procedentes del catolicismo euro-
Ciudad Real, y Ángel Regueras, por Oviedo, futuros obis- peo más avanzado. Arboleya fue uno de los más esforzados
pos. Entre las conclusiones más importantes de esta pri- pioneros del catolicismo social en España. El cardenal Al-
mera asamblea destacaron los acuerdos para fomentar y maraz sentó las bases para la fundación de la Juventud Cató-
desenvolver la organización jerárquica de la Acción Cató- lica, que solo pudo realizarse en 1924 por su sucesor el car-
lica y la protesta contra el proyecto de ley de asociaciones, denal Reig, y nació con tanto empuje que, al año siguiente,
que en aquellos momentos se debatía en las Cortes. pudo celebrar en Madrid su primer congreso.
El sindicalismo católico agrario en España tuvo un pro-
grama que se planteó el compromiso social y la acción de
Iniciativas sociales este sector, en el mundo rural, y se extendió por todo el
país en la conflictiva etapa de 1917-1919. Las condiciones
Uno de los prelados que colaboraron con mayor solici-
de dicha difusión y la realidad del proceso sindicador cul-
tud en la promoción de la acción social católica fue el arzo-
minado el 1919 completaron el panorama expansivo, pues
bispo de Valencia y, posteriormente, cardenal primado de
Toledo, desde 1914 hasta 1920, Victoriano Guisasola Me- en cada pueblo español existía un sindicato católico. La or-
néndez, que reveló su talento organizador en: ganización sindical católica tuvo un amplio programa que
— la Acción Católica de la Mujer, fundada en 1919, evolucionó desde la defensa del pequeño propietario de
— la Confederación Nacional Católico-Agraria (CNCA) y Castilla, hasta la inclusión del reparto de tierras en Andalu-
— la Confederación de Obreros Católicos. cía, todo ello incluido en una postura genérica de «de-
Una gran labor fue realizada por la primera de ellas, si fensa social».
bien su propuesta de conseguir una federación interna- Durante la dictadura de Primo de Rivera fracasaron los
intentos en orden a la unión entre los sindicatos libres acau-
430 dillados por el padre Gafo y los acatólicos. Al estudiar las

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actividades sindicalistas de Gafo, una vez más se com- mentada más que por algunos hombres meritorios como
prueba la siembra de obstáculos colocados en el camino de F. del Valle, y algunos otros que desaparecieron prematura-
los pioneros del catolicismo social español no ajustado a mente, como Azpiazu, o se sectorializaron en exceso.
las anquilosadas y rutinarias fórmulas del paternalismo pa- En muchos otros lugares de España surgieron iniciati-
tronal, que tenía raíces antiguas porque entre el catoli- vas sociales promovidas por sacerdotes y religiosos, secun-
cismo español y el liberalismo y socialismo, desde 1874 dados por seglares sensibles ante la problemática social y
hasta 1927, hubo una serie de malentendidos históricos, dispuestos a que la Iglesia estuviera presente en la fábrica,
por las incompatibilidades personales existentes entre los el taller y la industria de la parte de los obreros. La Se-
representantes de posiciones católicas y los de posiciones gunda República y los primeros años de la postguerra con-
liberales o socialistas. Hubo sacerdotes abanderados de un sumieron a muchos sacerdotes y religiosos valiosos, que,
cristianismo abierto al obrerismo y, por tanto, en contacto como todos los precursores, tropezaron con una profunda
más o menos fuerte con un liberalismo y socialismo orto- incomprensión de su mensaje en sectores particularmente
doxo; otros buscaron fórmulas de conexión teniendo en dolorosos.
cuenta la mentalidad social de la España del momento.
Entre la pléyade de hombres y mujeres que plasmaron
su vivencia religiosa en instituciones que las conservaron y La Democracia Cristiana
difundieron sobresale Juan Collell Cuatrecasas (Vich 1864-
1921). En aquellos años en que la blasfemia se había difun- Creó graves problemas la aparición del grupo llamado
dido por Cataluña, Collell, siguiendo el ejemplo de San de la Democracia Cristiana, que no fue visto con buenos ojos
Antonio María Claret, fundó la «Unión Cooperativa contra en Roma ni tampoco en España, porque parecía excesiva-
la Blasfemia» y fomentó, asimismo, la costumbre de entro- mente avanzado en el campo social y lejano del control de
nizar la imagen del Sagrado Corazón en el seno de las fa- la jerarquía. Para los sectores sociales más progresistas, esta
milias. Pero su obra más importante fue la fundación de iniciativa llegó con retraso. Numerosos intelectuales y
las Siervas del Sagrado Corazón o Hermanas de las Obreras, con- sacerdotes habían madurado la realización de este grupo,
sagradas a la atención espiritual de las jóvenes obreras. En que publicó su manifiesto fundacional en julio de 1919.
Valencia, nació y se organizó, durante las primeras décadas El «populismo» del italiano don Luigi Sturzo había na-
del siglo, el llamado Sindicato de la Aguja, fundado por el cido en enero de aquel mismo año, seis meses antes de que
canónigo Manuel Pérez Arnal (Naquera, Valencia, 1879 - Severino Aznar diera vida al grupo español. Por aquellas fe-
Valencia 1948), para atender a las mujeres trabajadoras, chas, en Francia, Marc Sangnier -cuyo movimiento «Le Si-
defenderlas sindicalmente y promover su formación profe- llón» había sido condenado por san Pío X en 1910 porque
sional y humana. El jesuíta Sisinio Nevares fue un precur- Sangnier había querido establecer, según la opinión de la
sor y, al mismo tiempo, un realizador de la acción social. Santa Sede, una relación demasiado íntima entre la ense-
Pero su obra, que alcanzó el momento culminante en la ñanza de la Iglesia y una determinada forma de acción polí-
década de los 20, no fue institucionalizada con toda la soli- tica- estaba ocupándose de reavivar la fortuna de lajeune
dez que hubiera requerido. Sus colaboradores en los sindi- Republique, el pequeño pero activísimo partido de la iz-
catos católicos castellanos sirvieron eficazmente a aquella quierda cristiana que, en 1936, apoyaría al Frente Popular.
causa, pero la guerra civil vino a alterar los supuestos polí- Los democristianos españoles no tenían casi nada en
ticos y sociales, de manera que aquella obra padeció la vo- común ni con los «populistas» italianos ni con los «sillonis-
racidad del sindicato vertical único. Su institución jesuítica tas» franceses. La expresión «demócrata-cristiano» era en-
más conocida, Fomento Social, no fue adecuadamente ali- tendida en su significado social y no en el político; es decir,

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pretendía difundir en España las ideas de aquella escuela que se reunieran para examinar el caso. El ponderado jui-
que, desde comienzos de siglo, ostentaba tal nombre. En cio de los prelados concluía afirmando que, aunque tanto
general, la escuela democristiana luchaba por la promoción el programa como el manifiesto de los democristianos no
social de las clases populares por obra de ellas mismas, aun- contenía errores ni contra la fe ni contra la Iglesia, sin em-
que contando con la colaboración de otros sectores socia- bargo existía en dicho grupo una cierta tendencia a la au-
les. Esta iniciativa no podía ser más oportuna en una Es- tonomía y a prescindir de la autoridad eclesiástica.
paña donde, con muy pocas excepciones, la acción social Lo que le interesó a la Iglesia en aquellos momentos
estaba limitada, de hecho, al más descarado paternalismo. fue unificar todos los esfuerzos e impedir nuevas escisio-
La acogida tributada por parte católica al pequeño nes, porque si bien es verdad que los democristianos po-
grupo de intelectuales que se reunió en torno a Severino dían pecar por exceso, los integristas pecaban por defecto,
Aznar no fue muy entusiasta, y ello a pesar de que se sabía pues eran ultraconservadores y no se dieron cuenta de la
que dicho grupo contaba con la simpatía y el apoyo del necesidad de actuar de acuerdo con el paso de los tiempos.
cardenal Guisasola. Ángel Herrera, director de El Debate, Y como ellos pensaban algunos obispos y un sector del
clero, imbuidos de ese integrismo, que fue el mal endé-
apreció la iniciativa, pero no quiso asociarse a ella. Los je-
mico de la Iglesia en España desde mediados del siglo xix.
suítas, que desde hacía muchos años se dedicaban, entre
El nuncio Ragonesi, antes de regresar a Roma, había decla-
otras tareas, a la educación de los hijos de familias de la
rado abiertamente que la Santa Sede debería inculcar al
media y alta burguesía, torcieron la boca en masa; mien-
clero y al episcopado la necesidad de acercarse cada vez
tras que los integristas abrieron inmediatamente el fuego, más a las masas populares, porque se notaba con dolor que
valiéndose de los cañones del Siglo Futuro, con su director algunos prelados se mantenían en una esfera inaccesible a
Manuel Señante al frente. Este desencadenó la batalla de- los más humildes. Era la gran acusación que lazaban a la
nunciando al grupo a Roma y lanzando toda una serie de Iglesia tanto sus detractores como los mismos católicos más
acusaciones. Se dijo que iban por el mal camino del catoli- sensibles hacia los problemas sociales, y fue una de las ra-
cismo liberal; que repetían los mismos errores que diez zones que explican la persecución religiosa de 1936.
años antes habían hecho incurrir a Sangnier en los anate-
mas de san Pío X; se llegó a decir que atacaban la propie- La actividad del grupo de la Democracia Cristiana fue
dad privada, acusación muy grave si se considera que en- muy exigua. Celebró una asamblea en septiembre de 1920
y, más tarde, organizó las semanas sociales, llegando poste-
tonces, en España, los propietarios eran poquísimos a
riormente a cristalizar en el Partido Social Popular, consti-
cuenta de la negra miseria de la mayoría de la población; y
tuido en diciembre de 1922 con un heterogéneo grupo de
que acariciaban programas más o menos «socialistoides».
políticos procedentes del maurismo y del tradicionalismo
Como había sucedido otras veces y en otros países católi-
unidos a exponentes de la Democracia Cristiana y de los Pro-
cos, también en esta ocasión la extrema derecha católica se pagandistas católicos, que pudieron hacer muy poco, ya
dirigió escandalizada a la Santa Sede para que recondujera que el golpe militar de 1923 acabó con ellos. El Debate ha-
al recto modo de razonar a aquellas «cabezas calientes». bía dedicado reiteradas campañas a preconizar el gran par-
La cosa hubiera terminado ciertamente muy mal si, a la tido de derechas en el que deberían entrar mauristas, jai-
repentina muerte del cardenal Guisasola, amigo de los de- mistas, regionalistas y el Grupo de la Democracia Cristiana.
mocristianos, ocurrida en 1920, no hubiese seguido casi in- Constituido el Partido Social Popular, pareció al principio
mediatamente el cese del nuncio Ragonesi -creado carde- que se iba a realizar aquella aspiración, pero muy pronto
nal en 1921- que había apoyado abiertamente a los se fue alejando de ella en la medida en que afinó sus obje-
integristas. De este modo, la situación quedó equilibrada, tivos y estos -aceptación de la plena democracia y tenden-
ya que la Santa Sede pidió a los Metropolitanos españoles
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cia a la aconfesionalidad- resultaban demasiado avanzados metido se le propuso una vez más la vieja tentación na-
para una derecha que, apenas llegó la dictadura, se instaló cional-católica. Sin una apertura de los horizontes menta-
en ella como en terreno firme y conocido. El Partido So- les y una democratización de las estructuras eclesiales,
cial solo sobrevivió algunos meses. Algunos de sus miem- cualquier empresa en el campo social estaba condenada fi-
bros colaboraron abiertamente con el dictador y otros pa- nalmente a naufragar.
saron a la oposición tras disolverse como partido. En esta ¿Por qué no arraigó en España -como en otros países
nueva situación política, los católicos más avanzados se re- de características similares- la democracia cristiana? Quizá
sintieron visiblemente de la crisis del catolicismo social es- por la desconfianza de la Jerarquía española ante la demo-
pañol. Lo único que los amigos de Aznar pudieron hacer cracia política y social. De hecho, dentro de la historia de
fue la publicación de la revista Renovación Social. Solo Arbo- los partidos confesionales españoles, la democracia cris-
leya publicó en aquellos años que vieron la lenta agonía de tiana quiso asumir la doble bandera de la democracia polí-
la Monarquía, El integrismo, libro que documentó todos los tica y social.
males que aquella «mala bestia» había ocasionado al catoli-
cismo tanto español como extranjero. Después vino la ené-
sima denuncia a Roma. La Gran Campaña Social de 1922
Por lo que respecta a la actitud de la Jerarquía con
respecto al Grupo de la Democracia Cristiana hay que Al comienzo de los años veinte, Ángel Herrera proyectó
decir que ninguno de los sucesores de Guisasola en la una Gran Campaña Social, cuya primera finalidad era fun-
sede primada comprendió el germen vigoroso que esta dar una universidad social, que formara hombres prepara-
iniciativa encerraba y que podía haber desembocado en dos en ciencias políticas, administrativas y sociales para
muchas otras favorables para la misión de la Iglesia. El car- destinarlos a los cargos públicos, al periodismo, a la propa-
denal Almaraz estuvo muy poco tiempo en Toledo, lo ganda y a la acción social con inspiración cristiana. Debían
mismo que su sucesor Reig, que fue el primado de la Ac- ser, pues, católicos y competentes. También pretendía:
ción Católica. Llegó después Segura, que pidió pública- — abrir en los barrios populares de Madrid iglesias con
mente la supresión de la muy limitada tolerancia religiosa casa rectoral, escuelas primarias y profesionales y salas de
consagrada en la Constitución de 1876. No era, cierta- reunión;
mente, un obispo capaz de entenderse con los democristia- — promover la propaganda social católica, oral y es-
nos. crita, para contrarrestar los efectos nocivos de las ideas sin-
Durante el gobierno de Franco —a excepción de Arbo- dicalistas, comunistas y revolucionarias;
leya, que fue respetado durante la guerra en la zona repu- — organizar pensiones de ancianidad para el clero y
blicana, donde se hallaba-, los miembros del pequeño abrir casas para sacerdotes ancianos y jubilados, sin familia;
Grupo nacido en 1919 se adaptaron muy bien al régimen, — ayudar a los sindicatos católicos y a la acción católica
quizá porque estaban convencidos de que la nueva España obrera;
nacida de la hecatombe sería socialmente más generosa — sostener las obras católicas ya existentes;
aunque políticamente impotente. Fueron, en general, los — instituir una obra patriótica relacionada con la grave
católicos que sostuvieron al Régimen, y en algún caso se situación provocada por la guerra de Marruecos y, final-
comprometieron políticamente con él. También en Italia mente,
sucedía algo parecido, pues, mientras don Sturzo vivía en — ofrecer una parte de la colecta al Papa en favor de
el exilio, algunos «ex populares» pasaron con armas y ba- los niños de Rusia y de Europa central.
gajes al fascismo. En uno y otro caso, al cristiano compro- Además de estos fines concretos, la Gran Campaña pre-

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tendía un objetivo nunca realizado en España que era la
unión de los católicos bajo la dirección del Episcopado querían colaborar económicamente en la colecta prevista
para una obra de carácter eminentemente social. Y este pa- durante la Gran Campaña. Los obispos estaban desorienta-
recía ser el más noble de sus ideales, aunque fracasara el dos ante el ímpetu inicial de los organizadores. Las órde-
resultado de la Gran Campaña y fuera escasa la cantidad nes y congregaciones religiosas se ocultaron estratégica-
de dinero recogida en la gran colecta. Algo semejante se mente con la excusa del voto de pobreza, quizá porque no
había hecho en Hispanoamérica y los españoles querían veían ventajas materiales inmediatas, y algunas de ellas lle-
imitarlo mezclando religión con patriotismo. Pero no tuvo garon a manifestarse abiertamente contrarias. Los jesuítas
éxito porque fue organizada en un momento de grave cri- fueron quienes mayor oposición demostraron y, con su
sis nacional tanto política como social. Sin embargo, fue gran influjo en los ambientes sociales más elevados, contri-
ocasión propicia para que los obispos lanzaran un impor- buyeron al fracaso de la Gran Campaña. Destacó entre
tante documento colectivo, uno de los más memorables de ellos el padre Torres, predicador de la Congregación del
la historia de nuestro catolicismo social, porque encendió Pilar.
una hoguera de esperanza que apagó un diluvio de egoís-
mos. Además de las dificultades intrínsecas a la organiza- Las circunstancias políticas tampoco hacían esperar
ción de esta imponente campaña, que hicieron práctica- nada bueno porque la crisis ministerial del 8 de marzo de
mente imposible su realización, los católicos contaron no 1922 había sido provocada únicamente para impedir que
solo con la hostilidad declarada de los partidos de izquier- los presupuestos preparados por el ministro de Hacienda,
das y los ataques de periódicos como El Socialista, Vida Francisco Cambó, en el gobierno presidido por Maura, lle-
Nueva, Diario Universal, La Voz y El Sol, sino también con la garan a las Cortes. Estos presupuestos preveían unas tasas
indiferencia y el desinterés de muchos sectores intraecle- proporcionales a la riqueza y al lujo. Liberales y conserva-
siales. Según Iribarren, dichos periódicos no fueron «sino dores de todas las tendencias se coligaron para impedir la
el altavoz de los egoísmos de un extremo» y representaban aprobación del presupuesto y conseguir el cambio de Go-
el temor «de que los católicos les arrebaten la bandera de bierno, como en efecto se hizo el 8 de marzo. En tales cir-
la justicia social». cunstancias era impensable una colaboración económica
¿Por qué fracasó la Gran Campaña Social? Muchas fue- de las clases más elevadas.
ron las responsabilidades, comenzando desde el vértice. La Entusiasmados con el proyecto estuvieron los obreros y
Santa Sede, que en un principio la bendijo y apoyó decidi- los jóvenes, tanto por idealismo como porque esperaban
damente, lentamente se fue despegando de la misma in- del mismo ventajas económicas. Pero ni los jóvenes ni los
fluida por las reservas del nuncio Tedeschini, que nunca obreros podían dar millones. Lo único que harían sería
creyó en ella. El rey Alfonso XIII, tras un momento de eu- exigirlos. Fallaron los criterios organizativos y sobró ilu-
foria, constató que era irrealizable. No todos los obispos sión. Por ello se derrumbó el plan. Herrera acusó el golpe
se entusiasmaron y, mientras el cardenal Vidal, de Tarra- y en carta al cardenal Gasparri dijo que una de las con-
gona, y el arzobispo Reig, de Valencia, se mostraron secuencias del fracaso era que «las clases altas no tienen
muy favorables, los otros miembros del episcopado no formada conciencia de sus deberes sociales. Rehuyen siste-
manifestaron excesivo interés. También comenzaron
máticamente todo sacrificio. Creo -y de esta opinión parti-
muy pronto las defecciones por parte de los católicos de
mayor prestigio, que no habían sido interpelados por cipan varias personas de las que trabajan en obras sociales-
los organizadores para formar parte de la junta preparato- que, si la paz social no se logra en España, no será tanto
ria. Surgieron además otras dificultades. Los ricos no por error o perversión de los de abajo como por el egoís-
mo de los de arriba».
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mer momento por su sectarismo antirreligioso, la ACN de
Primeros pasos de la Acción Católica Española P no la cuestionó por eso, sino que intentó frenar el al-
Sin embargo, Hererra tuvo más éxito al fundar la Aso- cance de sus medidas en este aspecto. La resistencia fue
ciación Católica Nacional de Propagandistas (ACN de P), conducida mediante una intensificación de las organiza-
pues desde la Dictadura a la Guerra Civil fue un grupo de ciones de Acción Católica. Simultáneamente fue consoli-
inequívoca significación católica que pretendió, con fór- dando -con análogos fines de defensa religiosa- el partido
político Acción Popular, que luego daría lugar a la CEDA.
mulas propias, hacer valer el peso de la tradición religiosa
Este partido lograría participar en el gobierno a partir de
en España, dentro de los diversos proyectos de configura-
octubre de 1934. Algunos propagandistas ocuparon carte-
ción del país que se dieron por aquellos años. Estrecha-
ras ministeriales y otros accedieron a altos cargos de la Ad-
mente vinculada a la Jerarquía, la Asociación fue la encar-
ministración. Desde esos puestos acometieron la realiza-
gada de poner en marcha la Acción Católica en España ción de sus proyectos de reforma social -agraria, laboral,
(ACE), primero, en los años veinte y, después -con un etc.- muy obstaculizados por disensiones internas dentro
nuevo empuje-, al comienzo de los treinta. Les movía el de su propio partido, por la oposición política y sindical y
afán de actualizar el catolicismo español, dormido o anqui- por el corto tiempo -catorce meses- que consiguieron go-
losado, sin fuerza auténtica para dirigir el país de hecho, bernar.
aunque sociológicamente constituyera la mayoría. En
cuanto al aspecto político, los hombres de la Asociación La Acción Católica, nacida en los albores del pontifi-
aprobaron el advenimiento de la Dictadura de Primo de cado de Pío XI, fue promovida en España por dos seglares
Rivera, aunque abogaron por suavizarla en sus formas. insignes, Claudio López Bru, marqués de Comillas, y Ángel
La ACN de P quiso dotar al nuevo régimen de una base Herrera. Favorecieron su implantación los cardenales de
Toledo, Almaraz y Reig, y el nuncio Tedeschini. Cuando
popular y, para ello, dio el impulso primero a la Unión Pa-
comenzó, España vivía en régimen monárquico bajo la dic-
triótica, aunque después, al ser asumida por Primo de Ri-
tadura del general Primo de Rivera y la Iglesia aprovechó
vera como partido oficial, decidiera retirar su cooperación.
aquella situación socio-política para organizar los cuadros
También fueron designados muchos miembros de la Aso-
dirigentes de la ACE, promover la captación de socios y
ciación para ocupar cargos de importancia desigual en la elaborar métodos de formación. Se adoptaron los estatutos
política y en la administración del Estado. Pero nunca lle- de la AC italiana, pues se prefirió este modelo al belga y al
garon a constituir una fuerza gobernante debido funda- francés, y en cada diócesis se estableció una junta encar-
mentalmente a que la mayoría de los puestos que ocupa- gada de coordinar las actividades generales de todas las
ron eran de rango medio. Tras la retirada del dictador, la obras de carácter diocesano inscritas en la AC, conser-
ACN de P ni cerró filas en torno a la Monarquía ni clamó vando cada una su propia autonomía. También en cada pa-
por un sistema republicano. Como era previsible un cam- rroquia se constituyó una junta parroquial con los presi-
bio de régimen en España, la Asociación elaboró durante dentes de las asociaciones, instituciones y obras católicas
los meses de espera la doctrina sobre el acatamiento al po- masculinas y femeninas existentes en la parroquia, ajuicio,
der constituido y sobre la accidentalidad de las formas de del párroco.
gobierno. Una vez proclamada la República quisieron ha-
cer de este planteamiento una puerta abierta a la colabora- El cardenal Reig falleció sin haber llegado a conocer la
auténtica implantación de la ACE, tarea que correspondió
ción de los católicos con el nuevo régimen. Pero muchos
a su sucesor, el cardenal Segura, quien desplegó una gran
de ellos no quisieron seguir la invitación de los propagan-
actividad durante su breve paso por la sede primada. Se-
distas, porque prefirieron continuar siendo monárquicos.
gura vio la necesidad de un órgano central que llevase a
Aunque la Segunda República se caracterizó desde el pri-
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toda España las orientaciones de la ACE y fundó en 1928 el Europa. También iban desapareciendo algunas revistas pu-
Boletín Oficial de la ACE y desde 1929 comenzó a funcionar jantes como La Paz Social (Zaragoza), Revista Socialy El So-
el secretariado central, que fue el organismo propulsor del cial (Barcelona), Renovación Social (Oviedo) y la Revista Ca-
movimiento regenerador de la ACE. También organizó la tólica de Cuestiones Sociales (Madrid).
primera semana nacional de consiliarios diocesanos, que
Decrecían igualmente todas las iniciativas hacia los
se celebró en Toledo en septiembre de 1929, y el primer
obreros, absorbidos por los sindicatos libres o por los más
congreso nacional de la ACE, celebrado en Madrid, en no-
extremistas. Incluso la Acción Católica de la Mujer parecía
viembre del mismo año.
haber perdido su primitivo-dinamismo y su eficacia coordi-
nadora y de penetración conquistadora. Desde 1928, la si-
tuación empeoró notablemente, porque, al caer la dicta-
La Acción Católica durante al Segunda República dura de Primo de Rivera, fueron declaradas legales las
asociaciones comunistas y anarco-sindicalistas de carácter
En 1931, la Acción Católica estaba implantada en casi violento y agresivo. Estas, desde el verano de 1930, comen-
todas las parroquias de España pero el vendaval republi- zaron una campaña de perturbación social que fue en
cano acabó rápidamente con ella y con los restantes movi- parte preludio de la revolución republicana. Frente a esta
mientos eclesiales e iniciativas benéficas y sociales. Al adve- situación, los sindicatos libres, que eran aconfesionales, no
nimiento de la República había cambiado sensiblemente la tenían prestigio alguno por sus implicaciones en el pasado
situación con respecto a las primeras décadas del siglo. Li- régimen y los sindicatos católicos eran pocos, estaban desa-
mitándonos a la acción social, los católicos no tenían organi- creditados también y no incidían en las masas industriales.
zación cooperativista ni mutualista, aunque existían algu- Todo este generoso esfuerzo del laicado español fue
nas cooperativas y mutualidades y tampoco existían una orientado hacia la Acción Católica, que, como he dicho,
organización social de clases medias ni sindicatos patrona- cuando sobrevino la República era ya una fuerza compacta
les de inspiración cristiana en la industria y en el comercio. y de considerable influjo en la vida católica nacional y dio-
Quedaban cuatro obras en las que se habían gastado mu- cesana. Pero la oleada revolucionaria fue adueñándose
chas energías: progresivamente del país hasta desembocar en el Frente
— la Confederación de Sindicatos Agrícolas, Popular de febrero de 1936, que desencadenó la persecu-
— la Confederación de Sindicatos Obreros, ción contra la Iglesia. Esta fue ofendida y perseguida en
— la Confederación de Sindicatos Femeninos y sus personas y en sus instituciones, tanto en la prensa y el
— la Acción Católica de la Mujer. Parlamento como desde las esferas del Gobierno. El alma
La segunda y la tercera eran muy insignificantes, mien- católica de España reaccionó muy enérgicamente y las filas
tras que la primera y la cuarta eran considerables como or- de la Acción Católica hicieron causa común con sus sacer-
ganización de clases medias. Pero en todas ellas se advertía dotes y sus obispos.
la fatiga y el desfallecimiento porque habían desaparecido Primero, la lucha civil y, luego, la guerra militar impu-
los obispos sensibles hacia los problemas sociales, que Es- sieron con toda lógica un riguroso jerarquismo en la vida
paña había conocido en la primera década del siglo. En católica española. Para los seglares era un honor defender
1910 existían en los seminarios españoles 49 cátedras de al clero. Fue una época caracterizada por la generosidad,
sociología y en ellas se formó tan intensamente al clero la unidad interna, un intenso clericalismo y una abierta
que, en el Congreso internacional organizado en París en hostilidad ante los sectores de la sociedad española aparta-
1911 por LAccion Populaire, el Episcopado español apare- dos de la Iglesia. Caminaban paralelas, y a veces coinciden-
ció como uno de los más sensibles a los temas sociales en tes, la acción apostólica y la acción política. Refiriéndose a
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esta época, dijo con frecuencia el cardenal Herrera: «En- cursos económicos necesarios para el sostenimiento de las
tonces, todos éramos temporalistas». mismas. El cerebro de la ACE era la «Casa del Consiliario»
Estallada la guerra civil, los católicos, con algunas ex- de Madrid, institución en la que los obispos habían puesto
cepciones regionalistas en Cataluña y en el País Vasco, se su esperanza para el ulterior desarrollo de la AC. Los sacer-
enrolaron ilusionadamente en el levantamiento de Franco dotes que la componían, escogidos de varias diócesis, res-
porque contaba con amplio apoyo popular. La inmensa pondieron plenamente por su espíritu, competencia y celo
mayoría de los católicos y todos los miembros de la Acción a lo que de ellos querían los Metropolitanos cuando la fun-
Católica fueron a la guerra civil con espíritu de cruzados y daron. La Casa del Consiliario fue una obra realizada por
muchos de los que residían en la zona republicana fueron la Junta central, bajo la alta dirección de la Conferencia de
fusilados junto con sus sacerdotes y sus obispos por su con- Metropolitanos.
dición de militantes católicos y no por motivos políticos, Alma de esta institución fue el sacerdote gienense Emi-
como están demostrando los procesos de beatificación de lio Bellón Villar (Úbeda 1899 - Roma 1972), quien se des-
los seglares mártires de la fe; cuarenta hombres y mujeres tacó en la parroquia de Linares como pionero del apos-
de AC mártires -procedentes en su casi totalidad de la ar- tolado seglar de la AC con un despliegue tan amplio que
chidiócesis de Valencia- fueron beatificados el 11 de su obra fue conocida en toda España, por lo que, a prin-
marzo de 2001. Esta situación bélica, que dio origen a mu- cipios de 1933, se trasladó a Madrid y se integró en el gru-
chos heroísmos, contribuyó a identificar a los católicos con po de sacerdotes especializados en movimientos parro-
los franquistas y a que los alejados de la Iglesia se consi- quiales, que se formaron en la Casa del Consiliario para
deraran a sí mismos y fueran considerados por la opinión, poner en marcha la AC en España, siendo elegido direc-
común como «enemigos vencidos». En todo este proceso, tor de dicha casa, ministerio que desempeñó hasta 1942.
la Iglesia estuvo muy presente con positivo influjo bienhe- Los otros cinco sacerdotes fueron el futuro cardenal Ta-
chor y no pudo controlar entonces los aspectos negativos rancón, los futuros obispos Casimiro Morcillo y Juan Her-
de la situación; más bien hay que reconocer que fue lle- vás, y los sacerdotes Vicente Nolla Gili (Tarragona 1902 -
vada, por fuerza de las circunstancias y por falta de pers- 1986) y Pedro Altabella Gracia (Aguaviva, Teruel, 1909 -
pectiva histórica, a unas posiciones que constituirían poste- Zaragoza 1982).
riormente para ella una pesada hipoteca. Todos estos fueron los verdaderos animadores de la
ACE y sus inmediatos propagadores por todas las diócesis.
Recorrieron en viaje de estudios las diversas organizacio-
Organización y actividades de la ACE nes de la AC en Francia, Bélgica, Alemania e Italia y se hi-
cieron presentes en viajes de propaganda por todas las ca-
Uno de los fenómenos más interesantes de los años pitales de diócesis y principales poblaciones de España. En
treinta fue el intento de crear un clero especializado para la Casa del Consiliario, Bellón preparó la teología de la vo-
la Acción Católica. Esto se planteó al aplicarse en España luntad salvífica de Dios, que iba a pasar de la teoría siste-
el nuevo esquema de AC, delineado por Pío XI. Para ello mática de los argumentos al vivir práctico, mediante el
se contó con la colaboración de la ACN de P y con algunos apostolado seglar. Los sacerdotes de la Casa del Consiliario
de los sacerdotes más sobresalientes del momento. La organizaron, en plena República, cursillos trimestrales
Junta Central de la ACE era un magnífico instrumento en para 12 o 15 sacerdotes internos; cursos volantes de 8 a 10
manos de los obispos para planear, organizar y dirigir, sin días en las cabezas de arciprestazgos, para párrocos y coad-
comprometer directamente a la Jerarquía, las grandes ins- jutores; cursos de 8 a 15 días para sacerdotes en las capita-
tituciones nacionales de AC e, incluso, para obtener los re- les diocesanas; cursos de un mes para seminaristas, al que

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mos ideales, cada vez más clara y hondamente comprendi-
asistían de 70 a 90 cada año; cursillos de AC para directivos
dos, y en la misma vocación de apostolado, a los directivos
de la misma; publicación de difusión de libros y folletos;
y propagandistas de las cuatro ramas de AC, especialmente
conferencias, etc. La Casa del Consiliario no tuvo continui-
a las dos juventudes. Para lograrlo más perfectamente era
dad en las Nuevas Bases de la Acción Católica, aprobadas tras
intensa la vida espiritual de ambos internados y funciona-
la Guerra Civil.
ban al margen de las clases, seminarios, círculos de estudio
A la Junta Central de la ACE pasó el Instituto Social
y coloquios dedicados principalmente al estudio de cues-
Obrero (ISO), fundado por la ACN de P, que estuvo diri-
tiones prácticas. Los cursillos de verano, en los que colabo-
gido, administrado y financiado por dicha junta central, y
raban el clero diocesano y los religiosos así como catedráti-
que:
cos eminentes de la Universidad, fueron un magnífico
— mantenía alumnos internos para formarlos en la
exponente de hombres de ciencia católicos, no apreciados
doctrina social católica y práctica sindical;
con justicia en el mundo académico y oficial. Fueron tam-
— realizaba viajes de obreros durante el verano a nacio-
bién una buena escuela práctica de formación de personal
nes donde estaban mejor organizados los sindicatos cristia-
directivo, técnico y administrativo, dispuesto para empre-
nos;
sas más altas, como regir y administrar residencias estu-
— mantenía a sueldo propagandistas obreros, a disposi-
diantiles, institutos secundarios o escuelas profesionales.
ción de los sindicatos;
Los Cursillos de Santander estimularon a una rama de AC
— promovía la fundación de «Institutos Elementales»
de San Sebastián a fundar una institución similar.
en las provincias;
Sin la Junta Central, los metropolitanos no hubieran
— promovía, sin comprometerse, la fundación de sindi-
podido organizar los Cursillos de Verano, que exigían una
catos profesionales obreros;
preparación larga durante el invierno y una intensa labor
— organizaba ejercicios cerrados y retiros espirituales
de gerencia y secretaría en verano. La Junta central tam-
para sus antiguos alumnos;
bién fundó en Madrid seis cátedras de cultura superior,
— sostenía la Asociación de Antiguos Alumnos, progre-
inspiradas en el magisterio de Pío XI. Pero quizá la activi-
sivamente influyentes en el mundo sindical cristiano, que
dad más importante fue la «Campaña pro Ecclesia et Pontí-
eran entre sí «un corazón y un alma sola», y constituían la
fice», organizada para protestar contra la ley republicana
esperanza más firme de unión verdadera y eficaz de todas
de Confesiones y Congregaciones Religiosas, protesta a la
las fuerzas sindicales, que comulgaban con la doctrina so-
cual se le dio un alto tono religioso, cultural y patriótico.
cial de la Iglesia, la única que podía contrarrestar a los
Cada diócesis dedicó una semana de conferencias, encar-
obreros formados en el socialismo;
gadas a especialistas, para recordar una gloria religiosa,
— preparaba sus profesores y alumnos para intervenir
que al mismo tiempo era gloria nacional, relacionada espe-
en los organismos del Ministerio del Trabajo, previa obten-
cialmente con aquella diócesis. La Junta Central propuso
ción de diplomas y título oficiales, si esto era necesario. El
la idea y el plan a la Conferencia de Metropolitanos, y, una
ISO estaba dirigido, administrado y financiado por la Junta
vez aprobados sus principios y líneas generales de desarro-
Central de la ACE.
llo, se encomendó la ejecución a las respectivas juntas dio-
Otra actividad importante fueron los Cursillos de Ve-
cesanas, las cuales quedaron en libertad para las modifica-
rano en Santander, para jóvenes de ambos sexos y para se-
ciones de adaptación que la realidad exigiera en cada
minaristas, que servían para instruir metódicamente y con
provincia. Esta campaña perdió muy pronto su carácter de
solidez en AC a los directivos juveniles y a los alumnos más
protesta directa contra la Ley, porque variaron las circuns-
distinguidos de los seminarios, escogidos por los obispos.
tancias políticas cuando los moderados llegaron al poder
Los cursos para seglares contribuyeron a unir en unos mis-
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en 1934 e implantaron una política de mayor sensatez y
buen criterio en sus relaciones con la Iglesia, y quedó con- podían actuar los obispos sin compromisos, pero con una
vertida en una verdadera misión religiosa nacional, que re- independencia y eficacia que desde hacía muchos años no
cordó a los españoles que el cristianismo fue el forjador tenía la Iglesia en España. La Junta Central estaba com-
del alma española. En la campaña, que se desarrollaba en puesta por personas muy competentes y entregadas a su ta-
rea, de intensa vida espiritual, muy unidas entre sí y con su
la tercera parte de las diócesis cuando estalló la guerra, to-
presidente, Ángel Herrera, que se preocupaban intensa-
maron parte centenares de oradores, escogidos en los me-
mente, por espíritu de apostolado, de la AC, cosa que difí-
dios científicos, académicos y literarios porque una por-
cilmente hubiera podido conseguir un solo obispo con un
ción numerosa de catedráticos, investigadores y publicistas
secretario adjunto.
quedaron incorporados a la AC y colaboraron activamente
en ella. Herrera supo aprovechar todas las entidades católicas,
nacidas espontáneamente o por iniciativas particulares y
También tuvo importancia la actividad editorial, que que, por su adaptación a la realidad y al sentir del pueblo,
comprendía: habían adquirido gran desarrollo. De esta manera contri-
— ediciones económicas de la Sagrada Escritura y de buyeron al mayor y mejor desenvolvimiento de la ACE la
los Evangelios; ACN de P y en Cataluña los Fejocistas, las Congregaciones
— divulgación de las encíclicas pontificias, desde Gre- Marianas, las Lligas de Perseverancia, la Obra de Ejer-
gorio XVI hasta Pío XI; cicios, de Misiones y del Culto y la prensa católica no afi-
— traducción de los principales anuarios franceses e liada a los partidos políticos. Con todas estas entidades se
italianos de AC; entendía bien la Junta Central de la ACE, directa o indirec-
— publicación de numerosos catecismos exponiendo tamente, habiéndose llegado a una buena convivencia y
las doctrina de la Iglesia sobre temas actuales de orden mo- concordia impulsadas por la caridad que, poco a poco, iba
ral y religioso; limando toda clase de recelos y discrepancias.
— «enchiridions» para los círculos de estudios, que Es natural que una obra de tanta envergadura, con su
contenían los textos más autorizados a partir de la Sagrada organización bien pensada, contase con poderosos enemi-
Escritura sobre la Iglesia, el primado romano, familia, pro- gos. Desde luego, con los elementos sectarios y de iz-
piedad, autoridad, etc.; y quierda. Lo eran también algunos políticos de derecha
— la biblioteca «Pro Ecclesia et Patria», colección de 50 que veían mermarse sus intentos excesivamente estatales,
volúmenes, en cada uno de los cuales se desarrollaba un con la difusión de las ideas de veneración, respeto, ense-
tema correspondiente a los mismos de la campaña oral. ñanza y difusión de todas las normas y documentos emana-
La ACE desarrolló prudentemente sus finalidades du- dos del Papa y de la Santa Sede, por eso les llamaron «vati-
rante la República y cada día fue más tangible su influen- canistas»; como asimismo de otros, igualmente de
cia en todas las esferas sociales. Se la consideraba como derechas, pero que, con egoísmos incomprensibles y equi-
cosa seria, de trascendencia, aun por los elementos de iz- vocados, recelaban de que el creciente desarrollo de la AC
quierda, algunos de los cuales miraban con simpatía su la- restase a sus partidos, socios y recursos, en particular, entre
bor cultural y otros la temían, poniendo obstáculos a su de- la juventud. Se realizaron intensas campañas contra la
senvolvimiento. No la miraban ya como una cofradía o una Junta y contra su presidente, Herrera, a quien algún
asociación más de personas devotas o piadosas, sino como obispo le indicó la conveniencia de dimitir. Otros preten-
una entidad que pesaba en el mundo religioso y que tam- dían eliminar de la ACE a todos los dirigentes amigos de
bién irradiaba su influencia en lo social y, aunque indirec- Herrera.
tamente, en la alta política. Por medio de sus organismos A pesar de estos inconvenientes, en 1935, la Acción Ca-
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tólica era en España una espléndida realidad. Cuando He- élite política que actuó en los años siguientes. Este desarro-
rrera dejó la presidencia para preparar su ordenación sa- llo y activismo de la A.C. coincidió con la intensa etapa de
cerdotal, la ACE ya estaba consolidada y había conseguido la reconstrucción material y espiritual de España, con la
un primer fruto importantísimo: despertar la conciencia alianza estrecha entre la Iglesia y el Estado. Pocas veces,
eclesial de los seglares cristianos fortaleciendo la esperanza desde la época del descubrimiento de América y del Conci-
en el futuro de la Iglesia en España. Herrera había cum- lio de Trento, había experimentado el catolicismo español
plido perfectamente la misión que le encargó la Junta de una tan fuerte sensación de euforia como la que siguió a la
Metropolitanos y la misma Santa Sede. La Casa del Consi- victoria de Franco. Fueron unos años de idealismo, o me-
liario había cumplido -y estaba cumpliendo- con fruto su jor, de romanticismo, en los que floreció el entusiasmo reli-
primer objetivo: la preparación de consiliarios. Pero había gioso, no solo con abundantes manifestaciones que más
que pensar en el segundo, que era el más difícil: el de la tarde se llamarían triunfalistas, sino, sobre todo, con una
mentalización de todos los sacerdotes y de los cristianos espléndida floración de vocaciones sacerdotales, religiosas
comprometidos de España por medio de una gran cam- y para el apostolado seglar.
paña nacional, que no pudo realizarse porque muy pronto Esta época reflejó también una profunda unión entre la
llegó la tragedia de 1936. Jerarquía, el clero y el laicado. La ACE. fue un organismo
compacto puesto incondicionalmente al servicio de la Je-
rarquía y sobre el que ella podía contar con seguridad ab-
Apogeo de la Acción Católica soluta para la defensa y la difusión de la fe. Entonces se ins-
tituyeron las Jornadas anuales denominadas «Día del
La República y la guerra habían demostrado que Es- Papa», «Día del Prelado», «Día del Párroco». Se fomenta-
paña no era tan católica como se había dicho siempre. ron la cultura religiosa y la piedad mediante círculos de es-
Una buena parte del pueblo no sólo no practicaba, sino tudios, conferencias, publicaciones periódicas, manuales
que se sentía alejado y encontrado con una Iglesia identifi- de formación, propaganda en los ambientes obreros y uni-
cada con quienes les dominaban y oprimían. La evolución versitarios, enseñanza de la doctrina pontificia y campañas
histórica de los acontecimientos y las nuevas exigencias de de vocaciones sacerdotales mediante la difusión del cate-
la vida social española, después de la contienda, exigían cismo en las parroquias rurales y urbanas. Lo que daba co-
que se pusiesen al día las bases para reorganizar la AC, an- herencia a las fuerzas católicas era el vasto programa na-
tes de emprender la gran batalla pacífica de recristianizar a cional de reconstrucción de los efectivos de la Iglesia
España, mediante una pastoral masiva de evangelización destruidos durante la persecución religiosa. No era solo
con el fin de atraer a los alejados. La voluntad de conquis- edificar templos, seminarios y colegios, en un sentido ma-
tar religiosamente al pueblo y de manifestar la importancia terial, sino articular de nuevo las comunidades eclesiales y
de la religión, impregnó la vida diaria del país. Se valoró darle a toda la vida religiosa un decisivo impulso.
mucho el número con el evidente deseo de demostrar que En 1941 fue fundada la revista Eccksia. Su primer direc-
las masas seguían siendo católicas. tor fue Zacarías de Vizcarra, pero muy pronto se hizo
La ACE se convirtió desde 1940 en una organización je- cargo de ella Jesús Iribarren Rodríguez (Villarreal de
rárquica y vertical, que tuvo un desarrollo extraordinario, Álava, Vitoria, 1912 -Vitoria 2000), que fue director hasta
llegando a todos los pueblos y aldeas, encuadrando a los noviembre de 1954 consiguiendo darle una etapa de esta-
jóvenes más representativos y activos e influyendo, induda- bilidad a esta publicación, que era entonces el órgano ofi-
blemente, en la vida nacional. En este sentido debemos va- cial de la Junta Central de la Acción Católica Española y se
lorar la significación de la AC como preparación de una convirtió en la publicación de información religiosa más
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importante de España y en una fuente documental de pri-
mera mano sobre el magisterio de la Iglesia. Uno de los bendición de Pío XI, durante los años de la Segunda Repú-
frentes de batalla que tuvo que lidiar en los primeros años blica, pero la guerra civil obligó a susprimirla y solamente
de su dirección fue el de la férrea censura estatal, un obs- pudo hacerse diez años más tarde con una asistencia sin
táculo que, paradójicamente, llevó a dicha revista a una po- precedentes de miles de jóvenes de toda España y unos 600
sición de ventaja al poder publicar sin trabas los documen- provenientes de 32 países, a los que Pío XII dirigió un ra-
tos pontificios y episcopales. Este incipiente margen de diomensaje. Durante los años de la persecución religiosa,
maniobra quedó ampliado a partir de 1945 cuando, a raíz que coincidieron con la guerra civil (1936-39) se dedicó a
del nombramiento del entonces presidente nacional de mantener viva la relación con los jóvenes llamados al
Acción Católica, Alberto Martín Artajo, como ministro de frente a través de los llamados «Centros de vanguardia».
Asuntos Exteriores, Ecclesia quedó eximida de toda cen- Mediante esta iniciativa pudo enviar a los soldados mensa-
sura. Dicha revista fue fundada para dar a la ACE unidad jes de esperanza cristiana y ayuda a los heridos en los hos-
de orientación y de criterio y para disipar definitivamente pitales y a quienes trabajan en las retaguardias. Terminada
las reservas y prevenciones del Estado contra este movi- la guerra promovió la reconciliación entre las personas y
miento apostólico. Pero Iribarren tuvo que cesar en la di- las familias divididas tras años de violencia y persecución y,
rección como consecuencia de una campaña difamatoria sobre todo, entre jóvenes que conservaban el polvo de la
de la fue objeto desde diversos medios de comunicación batalla y las cicatrices de la guerra. Aparici fue un dirigente
adictos al Gobierno, a raíz de la publicación de unas refle- muy activo y arrollador de los jóvenes de AC. Murió con
xiones suyas como participante en el IV Congreso Interna- fama de santidad, por lo que el arzobispado de Madrid de-
cional de Prensa Católica, celebrado en París en mayo de cidió abrir su proceso de beatificación en 1999.
1954. Con monseñor Vizcarra trabajó Alberto Bonet Marru-
También destacó en aquellos años Manuel Aparici Na- gat (Villafranca del Panadés, Barcelona, 1894 - Cornelia de
varro (Madrid 1902 -1964), quien, a través de las Congre- Llobregat, Barcelona, 1974), fundador en 1931 de la «Fe-
gaciones Marianas (1927), la Confederación de Estudian- derado de Joves Cristians de Catalunya», de la cual fue el
tes Católicos y de la Juventud Católica, llegó al Consejo consiliario general hasta 1936, en que, debido a la persecu-
Central de los Jóvenes de Acción Católica en 1931, pues ción religiosa, quedó extinguida. Esta federación estuvo
en Madrid había conocido al futuro cardenal Ángel He- abierta también a jóvenes indiferentes y hasta incrédulos,
rrera Oria. En unos ejercicios espirituales organizados por muchos de los cuales se convirtieron y fueron apóstoles y
la ACN de P en Vitoria en 1932 apareció su vocación al sa- algunos, incluso, mártires durante la mencionada persecu-
cerdocio. Como miembro del Consejo de Acción Católica, ción. En 1945 fue nombrado secretario de la dirección
desarrolló una gran actividad propagandista para la im- central de la Acción Católica y consiliario de su junta na-
plantación de la Acción Católica de Jóvenes en toda Es- cional, ministerio que ejerció hasta 1953, en que presentó
paña, de los que fue presidente nacional desde 1934 hasta su dimisión de forma irrevocable.
que entró en el Seminario de Madrid siete años más tarde. La ACE tuvo una notable participación en el proceso
Ordenado sacerdote en 1950, fue consiliario nacional de de reconstrucción nacional y puede asegurarse que, du-
los Jóvenes hasta 1959, en que cesó por grave enfermedad. rante los años cuarenta, vivió el decenio más brillante de
Fue el propulsor de la gran peregrinación mundial juvenil su historia. Los métodos formativos estaban inspirados en
a Santiago de Compostela del 28 de agosto de 1948, al que el italiano Civardi y en Vizcarra, y descansaban sobre la tri-
esa juventud le daría más tarde el título de Capitán de pere- logía piedad-estudio-acción. El campo de trabajo era, fun-
grinos. Dicha peregrinación había sido organizada, con la damentalmente, la parroquia y la actuación de los seglares
estaba fuertemente vinculada al obispo y al párroco. Pun-
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tos muy positivos de esta labor fueron, principalmente, la No puede afirmarse que la ACE de la época recién des-
difusión masiva del misal de fieles con la valoración de la crita contribuyera a descubrir o evitar los tres fallos indica-
misa dialogada y de la misa parroquial; la propagación y dos. Aunque nunca faltaron voces que señalaron el peligro
meditación de los evangelios y de las cartas de San Pablo; y y que procuraron contrapesar en España la peligrosa in-
el contacto con el magisterio pontificio mediante la lectura fluencia nazi, hablando en general, es cosa cierta que to-
y comentario de los discursos de Pío XII. Apenas si se perci- dos los estamentos de la Iglesia española dieron su confor-
bía entonces problemáticas internas en el seno de la Iglesia midad a dicha situación hasta 1948.
y de la ACE. Fueron los años en los que Herrera consolidó Los Ejercicios Espirituales realizados masivamente en
la ACN de P, con sus grandes realizaciones sociales (el dia- fábricas, iglesias y casas de retiro, la coronación de imáge-
rio Ya, La Editorial Católica, que comenzó a publicar la nes y la construcción de monumentos al Corazón de Jesús
prestigiosa Biblioteca de Autores Cristianos, y el Instituto en los montes cercanos a pueblos y ciudades constituyeron
Social León XIII) y San Josemaría Escrivá de Balaguer es- otras tantas manifestaciones del deseo repetido de recris-
tructuró el Opus Dei, nacido antes de la Segunda República. tianizar la sociedad. Los Ejercicios Espirituales tuvieron su
Existían, no obstante, algunos problemas que conviene época de mayor esplendor en lo años 40 y 50. Además de
recordar, al menos, tres de ellos. 1°. La Iglesia española se los centros tradicionales, dirigidos por los jesuítas, muchas
había reconstruido mirando a la época de los Reyes Católi- diócesis erigieron casas en las que los seglares se retiraban
cos y del Concilio de Trento, más que a los «signos de los a meditar para un compromiso de conversión personal y
tiempos»; era una vuelta, tan bien intencionada como de apostolado. Más de un millón de hombres, divididos en
miope, al «anden régime». unos 30.000 grupos, practicó los ejercicios, desde el final
2S. La acción pastoral y apostólica procedía de una mi- de la guerra hasta los años del Concilio.
noría militante y recaía sobre una masa creyente, más o me- Las misiones populares fueron, probablemente, el me-
nos practicante, pero estaba desinteresada de los «rojos», jor ejemplo de este deseo de acaparar el medio humano
de los vencidos de la guerra, es decir, de la mitad de la so- en todas sus dimensiones, y estuvieron precedidas de una
ciedad española; se cayó inconscientemente en el espejismo campaña informativa gradual que llegaba a todos los ámbi-
de suponer convencidos a los que solo estaban vencidos. tos de la población. Se celebraban en un gran templo y en
3 a . La unión Iglesia-Estado alcanzó en esta época sus ni- varios locales complementarios: parroquias, escuelas, cuar-
veles más altos y visibles. Esta unión tuvo como fruto el apo- teles, teatros y fábricas. La misión tenía una doble culmina-
yo económico y político del Régimen a la labor de recons- ción: la confesión y comunión de la mayor parte del pue-
trucción emprendida por la Iglesia, pero no contribuyó, al blo, dimensión del arrepentimiento colectivo. Gran
menos considerablemente, ni a la reconciliación de vence- desarrollo adquirieron en poco tiempo, por aquellos años,
dores y vencidos ni a una adecuación de las estructuras del los Cursillos de Cristiandad, cuando la ACE estaba en su apo-
Régimen con el derecho natural y la doctrina pontificia. geo idealista y los movimientos especializados todavía no
Aunque no es demostrable que la Jerarquía eclesiástica habían calado en los problemas de la sociedad española.
pudiera evitarlo -primero, por la guerra mundial y, luego,
por el aislamiento internacional a que fue sometida Es-
paña por los aliados vencedores-, de entonces arranca la Movimientos especializados de AC
acusación de temporalismo al Episcopado español y la pér-
dida de confianza en él, primero, por parte de los intelec- A partir de 1947 comenzó también una entrada real de
tuales, de los estudiantes y de los obreros, y luego, entre las la Iglesia en el mundo obrero a través de los movimientos
filas del clero y de los militantes apostólicos seglares. apostólicos. Una presencia pública con estilo evangélico,
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mediante el llamado «compromiso temporal» de los mili-
tantes, que llegó a ser como «levadura en la masa». Y, aun- fundo. A las especializaciones obrera y universitaria fueron
que esto nunca gustó a las autoridades civiles, entre los sumándose otras como la patronal, la rural y la de medios
años 1946 y 1948, la JOC fue acogida con entusiasmo en independientes, todas ellas con sección masculina y feme-
108 seminarios con unas consecuencias que se manifesta- nina, de adultos y de jóvenes. Las cuatro ramas clásicas de
ron a lo largo del decenio siguiente. La JOC en España, si la asociación subsistieron como ámbito coordinador de los
prescindimos de su prehistoria -antes de la guerra civil-, distintos «movimientos» que fueron los que, en la plenitud
conoció tres etapas diferenciadas: de los años cincuenta, consolidaron definitivamente la es-
de 1946 a 1956 se gestó, tructura y la línea de la ACE.
de 1956 a 1966 llegó a plenitud, De la misma manera que hasta entonces el punto de re-
de 1966 a 1970 entró en crisis con las demás organiza- ferencia había sido la Acción Católica italiana, a partir esos
ciones de apostolado seglar especializado. años se atendió más a las experiencias de Francia. Mientras
Durante los años cincuenta y sensenta, un grupo de mi- que, en las décadas precedentes, la lucha de la República y
litantes y dirigentes jocistas muy comprometidos recorrie- la victoria en la Guerra Civil crearon situaciones que afec-
ron España para impulsar este movimiento de AC, que se taban por igual al Episcopado y a los militantes seglares, a
convirtió en modelo para las restantes especializaciones: partir de 1948, la evolución efecto primordialmente a estos
JARC, JEC, JIC, extendidas muy pronto por muchas dióce- últimas y al clero joven; las esferas eclesiásticas dirigentes
sis. Centenares de sacerdotes y seglares descubrieron su vo- se mantuvieron, por lo general, en la mentalidad, los plan-
cación propia al servicio de la Iglesia mediante este movi- teamientos y el estilo del primer decenio de la postguerra
miento. Fueron años de mucho trabajo y de mucha ilusión. española. Esta situación provocó una ausencia psicológica
Fue entonces cuando el futuro cardenal Cardijn, fundador y doctrinal del Episcopado español en el proceso de reno-
de la JOC internacional, pudo venir por primera vez a Es- vación de los seglares católicos. Aunque la Conferencia de
paña; se fundaron el periódico Juventud Obrera, que tenía Metropolitanos fue aprobando sucesivamente los diferen-
unos cuarenta mil ejemplares de tirada, y el Boletín de Consi- tes movimientos especializados de la ACE, solo el cardenal
liarios; más de dos mil jocistas españoles de ambos sexos Pía y Deniel entendió y alentó este proceso a partir de
acudieron al Congreso Mundial de Roma, en 1957, y diez 1959. Desde entonces, y bajo su dirección personal, fueron
mil, al celebrado en Madrid en 1960. desarrollándose y adquirieron especial vigor los movimien-
El año 1948 fue particularmente significativo por regis- tos juveniles y obreros. Monseñor Zacarías de Vizcarra,
trarse en él dos acontecimientos: la magna peregrinación consiliario general de la ACE y persona benemérita de la
nacional a Santiago de Compostela de la Juventud de AC y misma, vivía por estos años una ancianidad física y mental,
la fundación de la Hermandad Obrera de la Acción Cató- tan venerable como inoperante que contribuyó notable-
lica (HOAC). El primer acontecimiento cerraba triunfal- mente al aislamiento entre la nueva Acción Católica y los
mente la época religiosa de la reconstrucción posbélica, obispos españoles. Téngase además en cuenta que, alrede-
mientras que el segundo abría una nueva etapa centrada, dor de 1950 la ACE había perdido la capacidad de propo-
fundamentalmente, en la evangelización. Los obreros, pri- ner objetivos apostólicos que movilizasen ilusionadamente
mero los adultos y luego los jóvenes, iniciaron el paso de la a los seglares.
Acción Católica general a la especializada, o, dicho de otro Con respecto a la HOAC, fue precisamente el cardenal
modo, fueron los primeros en pasar de la parroquia a los Pía y Deniel quien, al contemplar la ausencia de los obre-
«ambientes». Ciertamente, el cambio operado progresiva- ros dentro de la ACE, promovió la creación, dentro de la
mente durante los veinte años sucesivos fue radical y pro- misma, de la sección especializada obrera, de la cual fue su
alma, desde el principio, el ingeniero técnico catalán Gui-
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llermo Rovirosa, militante muy activo de AC en el barrio
madrileño de Vallecas. Este movimiento especializado de fórmula del catolicismo social en España. En cuanto a los
Acción Católica tuvo gran protagonismo socio-religioso du- errores, hubo muchos, unas veces fruto, de las circunstan-
rante algunas décadas, aunque la evolución de la HOAC, cias y, otras, debido a la falta de formación. También en la
atendiendo a sus orígenes jerárquicos y su posterior desa- HOAC se enfrentaron muchas de las ideologías del mundo
rrollo, estuvo salpicada casi siempre de tensiones con la Je- obrero e, igualmente, se vivió en ocasiones una fe ideologi-
rarquía, porque el elemento principal de la historia del en- zada, no en la intencionalidad, sino tal y como aparecía en
frentamiento de la HOAC con los obispos responde a que los hechos concretos. Hubo unos errores por circunstan-
Jerarquía creó la HOAC para contar con un instrumento cias externas y otras internas, por la propia evolución de la
apostólico que no tenía en el mundo obrero y estaba me- HOAC, como la crisis del año 1969, que no se puede acha-
diatizada por las circunstancias históricas. La Iglesia tuvo car solamente a los problemas de la Acción Católica, sino a
olfato y, en este posible recambio tuvo mucho que ver Pía y tensiones en el seno de la organización por un afán de cla-
Deniel. En la entrevista que mantuvo con Pío XII, el carde- rificación, por el cambio generacional o por mantener ac-
nal le planteó esta cuestión y el Papa le recordó que la Igle- titudes diferentes en cuanto a la formación.
sia en España nunca se había acercado suficientemente al No fueron tampoco pequeñas las dificultades que el de-
pueblo. sarrollo de la HOAC tuvo por parte del Gobierno, que re-
El problema con el que se enfrentó la Jerarquía fue que celó mucho de ella; y por parte de algunos dirigentes de
a las personas que se les encargó que llevasen a cabo este los sindicatos oficiales que sintieron hostilidad a la misma.
proyecto se tomaron su trabajo muy en serio, desde la fide- En 1960, la HOAC dirigió al ministro Solís, delegado na-
lidad al Evangelio, pero con una trayectoria muy definida, cional de Sindicatos, un escrito en el que se pedía libertad
como fue el caso del mencionado Rovirosa y algunos re- de asociación para los trabajadores. El ministro reaccionó
presaliados tras la Guerra Civil. Cuando en 1951 cambia- duramente enviando un informe sindical a todos los obis-
ron las condiciones sobre la situación de España, para mu- pos, jefes provinciales del Movimiento y Sindicatos. El car-
chos sectores de la Iglesia, la HOAC -que con el periódico denal primado intervino con un largo escrito en el que
¡Tú! era una voz molesta para el régimen desde el mundo hizo una abierta defensa del modo de actuar de la HOAC y
obrero- empezó a estorbar y a no doblegarse precisamente mostró su preocupación por el hecho evidente de que los
por su fidelidad a la misión que le había encomendado la Sindicatos habían defraudado las esperanzas que se habían
propia Iglesia. Chocaron entonces dos modelos, uno que puesto en ellos para difundir entre los obreros la doctrina
floreció de manera más abierta a la realidad del mundo social de la Iglesia. Tanto Franco como varios de sus minis-
obrero y luego respaldado por el Concilio Vaticano II, tros reconocieron la prudencia del cardenal y Carrero
frente a otro del catolicismo condicionado por la realidad Blanco comentó que, en el fondo, no le faltaba razón a Pía
socio-política de España. y Deniel.
En cuanto a los aciertos y errores de la HOAC y de sus Puede afirmarse que la Acción Católica especializada
militantes hay que decir que el gran éxito fue su propia tuvo como rasgo diferencial su preocupación por evangeli-
existencia durante cinco décadas. La HOAC fue una ex- zar los ambientes descristianizados: obreros, intelectuales,
presión tan original en el panorama de la propia Iglesia es- masas anónimas del suburbio. Utilizó como medios de for-
pañola, tan cercana a los problemas del mundo obrero, mación la reunión de equipo con la revisión de vida y la
que uno realmente entiende que haya tantas personas que trilogía jocista, aceptada por todos los movimientos, ver-
no la comprendan: por su originalidad, por ser un hecho juzgar-actuar. En la España posterior a 1950, estos movi-
insólito y porque se distanció completamente de cualquier mientos se mostraron claramente disconformes con las es-
tructuras del régimen, por creerlas en discrepancia con el
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derecho natural y la doctrina pontificia, aunque se autode-
finían como católicas. Este dictamen moral y negativo so- tiandad, muy benemérito en otros aspectos, pero que de-
bre la situación política constituyó, quizá, el principal fac- sarticuló los Centros Parroquiales para constituir grupos
tor de distanciamiento entre la AC especializada y el mesiánicos, con espíritu de «ghetto», que muy difícilmente
desembocaron en las filas de la Acción Católica. Por otra
Episcopado, al que se acusó de temporalismo, siendo aque-
parte, las parroquias adolecían de un inmobilismo que asfi-
lla acusada, a su vez, por los obispos y por el Gobierno de
xiaba a estos militantes del ambiente, cuya espiritualidad
un temporalismo de polo opuesto. En tales circunstancias
era agudamente misionera. En ocasiones se sentían más a
desconcertaba particularmente que, mientras se aceptaba
su gusto entre los alejados que en los círculos de la piedad
o no se condenaba el temporalismo potentísimo de algu- tradicional. Esto, naturalmente, constituyó un peligro y, en
nas asociaciones y movimientos católicos, se discutía y con- no pocas ocasiones, una injusta exageración.
denaba el mucho más reducido de la HOAC o de la JOC.
También es verdad que disminuyó, al menos visible-
Fundada en 1946 como movimiento apostólico y ecle-
mente, la cantidad de asociados de la ACE, sobre todo al
sial en el seno del mundo obrero, la HOAC pasó por la cri-
concluir el Concilio. Entre 1964 y 1978, el descenso de los
sis de los movimientos apostólicos del 66-69. Pero desde militantes de AC, según el promedio de España, fue supe-
1970 inició su reconstrucción, que tuvo su punto culmi- rior al 95%. Al comenzar los años 60, al Unión Nacional de
nante en la IV Asamblea General celebrada en 1979, y en Apostolado Seglar reunía más de 90 organismos naciona-
la que se trazó el Plan General de Actividades para el bie- les, de la ACE y de otros movimientos, y el número de mili-
nio 79-81. Al hablar de la HOAC no puede silenciarse al tantes asociados era muy elevado:
sacerdote Tomás Malagón Almodóvar (Valenzuela de Cala-
— las mujeres de AC tenían 150.000 miembros;
trava, Ciudad Real, 1917 - Madrid 1984), que fue consilia-
— la Juventud Obrera de AC, 87.000;
rio general de 1954 a 1963, y a este movimiento especiali-
— las Hermandades del Trabajo, 113.000.
zado de AC estuvo ligado desde sus orígenes a través de su
Apenas veinte años después, en 1979, según el informe
fraternal amistad con Rovirosa, su fundador en España, y oficial de la Conferencia Episcopal Española, las Mujeres
en cuyo seno trabajó aun después de cesar como consilia- de AC habían descendido a 11.000 y la Juventud Obrera a
rio, ejerciendo un magisterio doctrinal y sacerdotal que sir- 800.
vió de edificación a muchos militantes. Conferenciante y
A esto respondían los dirigentes diciendo que, al ser
director de cursos para sacerdotes, recorrió incansable- más rigurosas las exigencias impuestas al militante, era ló-
mente la geografía nacional, habiendo dictado sus últimas gico que la cantidad cediera a la calidad. Por otra parte, los
lecciones en el País Vasco días antes de su muerte, que se militantes de los movimientos especializados rehuían siste-
produjo de forma repentina. Fue uno de los sacerdotes máticamente las grandes manifestaciones públicas a las
que mayor huella dejaron en varias generaciones de católi- que tildaban, con cierta exageración, de puramente triun-
cos y uno de los líderes históricos del apostolado seglar en falistas. Es posible, igualmente, que la preocupación de
la segunda mitad del siglo XX. Sacerdote de notable cultura muchos de ellos por los problemas públicos de la Iglesia y
y hondo espíritu religioso, buen teólogo y excelente pensa- de España restaran vigor al trabajo apostólico individual en
dor, no siempre bien interpretado ni comprendido por la campos más reducidos, pero, a pesar de todo, la HOAC, la
Jerarquía, su aportación al apostolado seglar fue tan pro- JOC, laJARC, etc., tuvieron cada vez mayor prestigio en los
funda como silenciosa. medios correspondientes y resultaba curioso que mientras,
Es cierto que la Acción Católica de Ambientes distanció veinte años antes, se caricaturizaba a los miembros de la
a los militantes de las parroquias. Pero a ello contribuyó en A.C. como «beatos y sacristanes», en la década de los 60 se
gran proporción el movimiento de los Cursillos de Cris- les tachaba de ciudadanos peligrosos y hasta de criptoco-
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munistas porque militaban en movimientos especializados tes necesarios para realizar la empresa y porque, en el caso
de la misma ÁC. Muchos pensaron que constituían una de que se hubiera logrado la restauración de la forma de
interesante reserva para el futuro del catolicismo español, AC superada en 1959, esta ya no respondía a la problemá-
aunque los hechos posteriores y la situación actual han de- tica apostólica de la nueva sociedad española, que había
mostrado lo contrario. evolucionado en los últimos años notablemente, aunque
A lo dicho hay que añadir el serio impacto que produjo hay que distinguir entre la Acción Católica, en general, y
el Concilio entre los laicos españoles. Desde el comienzo lo los movimientos especializados de la misma.
siguieron con emocionada esperanza y con gran euforia, a La ACE se había distinguido siempre por su estricto je-
veces exaltada e infantil. En general, no compartieron las rarquismo. Si en algo había pecado había sido precisa-
actitudes del Episcopado español durante las sesiones con- mente de excesivo jerarquismo en el sentido de que los mi-
ciliares y después de ellas. litantes estaban demasiado a las órdenes de la Jerarquía.
Ellos afirmaban que la Jerarquía debía darles órdenes, de-
bía mandarles y decirles qué debían hacer, cómo y cuándo.
Tensiones en la Acción Católica Española Sin embargo, los movimientos especializados de AC eran
otra cosa. Eran, verdaderamente, formativos de la persona-
Al constituirse la Conferencia Episcopal Española, fue lidad y proyectaron a sus militantes hacia un verdadero
elegida una Comisión de Apostolado Seglar con el propó- apostolado. Pero no fueron debidamente atendidos por la
sito, al parecer, de controlar la situación. Como era de es- Jerarquía, pese a que constantemente pidieron su inter-
perar, a pesar de los encuentros de diálogo, el conflicto en- vención y quisieron también ellos «estar a sus órdenes», y,
tre la comisión y los consiliarios y dirigentes fue inevitable. como consecuencia de ello, y además, debido a la influen-
Durante tres quinquenios había ido fraguándose, de modo cia de movimientos similares del extranjero y a circunstan-
progresivo e imperceptible, un peligroso equívoco entre el cias político-sociales de España, acusaban muchas veces
significado que daban a la Acción Católica los obispos y el una tendencia a desviarse hacia un «temporalismo» perni-
clero de edad madura, entendiéndola como en los veinte cioso.
años anteriores, y el que le daban desde dentro quienes vi- Desde 1958, pero principalmente desde 1962, coinci-
vían su transformación. Con las mismas palabras se expre- diendo con las campañas periodísticas en torno al Conci-
saban distintas realidades. Chocaron dos concepciones de lio, la ACE, desde sus organismo nacionales y desde sus pu-
la ACE: la que estuvo vigente hasta 1959 y la que se había blicaciones periódicas, comenzó a inquietar a casi todos los
desarrollado después. Al trato paternal, enérgico en oca- obispos, a muchísimos sacerdotes y a muchos seglares, mili-
siones y siempre de positiva estimación y hasta de defensa, tantes y no militantes de ACE Las razones de esta general
del cardenal Pía y Deniel, siguieron las destituciones de los inquietud fueron el temporalismo, la politización, el aban-
consiliarios en septiembre de 1966 y las medidas de in- dono de las comunidades eclesiales (diócesis y parroquias)
tento de control de los movimientos especializados de y la resistencia a la Jerarquía, juntamente con una cam-
ACE, acostumbrados hasta entonces a actuar con un am- paña de descrédito de la misma. Como consecuencia de
plio margen, a veces excesivo, de autonomía. ello, numerosos socios dejaron de pertenecer en toda Es-
Parece ser que con las medidas y tácticas adoptadas por paña a la ACE, hasta el extremo de que, en el verano de
la Comisión de Apostolado Seglar lo que se pretendía era 1966, la AC había desaparecido en muchas parroquias y
trabajar por devolver a la ACE la auténtica fisonomía que eran muchos los párrocos que mantenían una actitud rece-
ya tuvo en sus principios. Y esto fue prácticamente inviable losa y se negaban a aceptar la AC por temor a introducir la
porque fue muy difícil encontrar los consiliarios y dirigen- división entre sus propios feligreses.
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Como ya he dicho, el Episcopado, en su propósito de
remediar esta situación, había decidido en 1965 crear una los movimientos especializados de AC que exigían una pos-
comisión episcopal de Apostolado Seglar, cuyos miembros tura declarada en la Jerarquía en el campo de los temporal
fueron elegidos por votación secreta. Pero, por no haberse -según la tendencia que ellos propugnaban- y censuraban
constituido oficialmente la Conferencia Episcopal Espa- fácilmente a los obispos porque no accedían a ello. Las Or-
ñola hasta marzo de 1966, la mencionada comisión no se ganizaciones Católicas Obreras era una minoría insignifi-
consideró constituida hasta que, en esta última fecha, fue- cante dentro del país. No faltaban en ellas hombres bue-
ron reelegidos el presidente y casi todos los vocales. nos, bien formados y piadosos, pero casi todos ellos
Se acusaba a la AC de que, con pretexto de acerca- adolecían de un triple vicio: eran muy clasistas, bastante
miento al mundo y a las estructuras temporales para darles políticos y muy poco jerárquicos. Al nuncio Riberi -que es-
sentido sobrenatural y cristiano, se descuidaba lo básico, la tuvo en España desde 1962 hasta 1967- se le acusó desde el
formación espiritual de los socios, y no hacía de los ele- Gobierno de acoger con simpatía en la nunciatura a los
mentos sobrenaturales la estima que les correspondía. Pa- consiliarios nacionales, algunos ya dimitidos, y a dirigentes
recía confundir el apostolado propio con la actividad civil que eran críticos con la Jerarquía y que se oponían a los
que podía desarrollar un seglar con su propia responsabili- criterios de algunos obispos.
dad a la luz de evangelio. Se acusaba también a los consi-
liarios de ser responsables de esta línea de conducta. Esta
actitud explicaba la discrepancia entre la AC y la Jerar- Crisis del apostolado seglar
quía.Empeñada en mantener sus directrices la AC califi-
caba a los obispos de retrógrados, enfeudados con el Es- Estas discrepancias, junto con las de carácter político,
tado, carentes de espíritu conciliar, dominantes. En las estuvieron en la raíz de la crisis que se desencadenó a par-
reuniones nacionales y en círculos reducidos de hacían co- tir de 1966. De una parte, los obispos, justamente preocu-
pados por las tensiones de todos y la desobediencia de al-
mentarios de esta naturaleza y se creaba un ambiente de
gunos, acentuaron la exigencia del jerarquismo como
frialdad para con la Jerarquía.
elemento imprescindible de la AC; de otra, los asociados
La ACE era un problema muy serio ya que estaba desli-
de los movimientos y los sacerdotes consiliarios insistieron
gada de la Jerarquía y había estado abandonada, de hecho,
en que el laicado había adquirido en el Concilio un nuevo
por parte de los obispos. La AC escapaba al control de la relieve y una mayor autonomía, y pidieron a la autoridad
Jerarquía. La verdadera autoridad en la AC eran los consi- episcopal un estilo conciliar en el ejercicio de su gobierno
liarios, a veces desbordados por los presidentes, que impo- pastoral.
nían sus criterios y decisiones a los propios consiliarios.
Eran muy frecuentes las tensiones entre los consiliarios y En junio 1966, la Acción Católica pasó por el punto
los obispos. Las revistas de AC tenían muy poco espíritu, más agudo de la crisis. Las conclusiones de las VII Jornadas
predominaban en ellas la nota de crítica y, con frecuencia, nacionales de la ACE, fueron sometidas al presidente de la
Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, que no las
de crítica personal. No estaban exentas de espíritu polí-
aceptó ni permitió publicarlas y que, poco después, las so-
tico. En algunos movimientos de Acción Católica se descu-
metió a la Comisión Permanente del Episcopado, la cual
brieron algunas actuaciones al margen de la ley. Existían
adoptó tres decisiones de enorme repercusión en España y
problemas con la JOC y la HOAC. Una comisión episcopal
fuera de ella:
se encargó de examinar estos problemas. Existían un afán
excesivamente temporalista que dominaba a grupos de — desautorizar las conclusiones de la asamblea na-
sacerdotes y religiosos y muchos de los que pertenecían a cional celebrada en junio de 1966;
— prohibir las reuniones nacionales de verano de los
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diferentes Movimientos (medida atenuada posteriormente
por el Pleno de la Conferencia); de las Jornadas nacionales. Se dio como pretexto que estos
— sustituir simultáneamente a los cinco sacerdotes que sacerdotes habían cubierto ya el período reglamentario de
ocupaban las consiliarías nacionales de más relieve. mandato, lo cual no era exacto en la mitad de los casos y,
Esta última decisión sembró el desconcierto entre por otra parte, el cese simultáneo, aireado por la publici-
sacerdotes y dirigentes seglares, de suerte que, en un pri- dad, supuso una humillación para estas personas y sembró
mer momento, apareció muy oscura la solución de la crisis. una desconfianza entre los consiliarios y dirigentes seglares
A pesar de todo ello el diálogo era imprescindible y, sobre nacionales y diocesanos. Estos entendieron que, al supri-
todo, la búsqueda en común de empresas apostólicas que mir a los interlocutores principales, quedaban cerradas las
estimulasen y unieran, situándose por encima de toda po- puertas al diálogo y demostrada la voluntad de no dialogar.
lémica, ya que en aquellas circunstancias no podía presen- Después de esta decisión, sus consecuencias se demos-
tarse a los seglares un ideal exclusivo de obediencia a la Je- traron francamente negativas, pues, de una parte, queda-
rarquía, cuando eran tan sensibles a la autonomía de su ron sin cubrir, después de nueve meses, cuatro de las va-
campo apostólico, a la libertad cristiana del laico y al diá- cantes principales; y, de otra, los tres puestos cubiertos lo
logo postconciliar. Las drásticas medidas y las graves acusa- fueron por tres sacerdotes de la diócesis de Madrid, de
ciones del Episcopado acusando de temporalismo a la ACE bondad acreditada, pero muy inferiores en preparación y
tuvieron una gran resonancia en toda España y produjeron prestigio a sus predecesores destituidos. De hecho siguie-
desconcierto en las filas de la AC, pues nadie explicó en ron simultaneando con la nueva dedicación sus cargos an-
qué consistía el temporalismo en cuestión, que se delataba teriores.
como una desviación de doctrina y de espíritu. Es más; dos Entre los consiliarios dimitidos estaba Miguel Benzo
obispos que actuaron y estuvieron presentes en las Jorna- Mestre (Madrid 1922-1999), consiliario nacional de los
das, los de Salamanca (Mauro Rubio) y Guadix (Gabino Hombres de AC, sacerdote de gran capacidad intelectual,
Díaz Merchán), afirmaron que ellos no veían el tal tempo- que supo también captar los problemas reales y trabajó
ralismo. intensamente con una visión amplia de las situaciones, si
Los dirigentes, consiliarios y socios de AC no pudieron bien tuvo que separarse de la misma por divergencias con
asimilar del todo esta grave medida de la que no recibie- la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar en 1966,
ron explicación alguna. Simultánea con ella, la Comisión cuando comenzó la profunda crisis de la ACE y un nutrido
Permanente acordó también suspender temporalmente to- y selecto grupo de sacerdotes que aportaron mucho y
das las reuniones nacionales de los diversos movimientos bueno a la AC en el campo de pensamiento y de la acción
que estaban anunciadas para el verano de 1966. Desde en- pastoral, pues destacaron por su entusiasmo, coraje y amis-
tonces, las sucesivas medidas de control, unidas a la atmós- tad.
fera de desconcierto y de crisis, crearon un verdadero co- Entre noviembre de 1966 y enero de 1967, la interven-
lapso en la vida de la organización. ción de la Conferencia Episcopal abrió una puerta a la es-
En septiembre de 1966 fueron destituidos siete consi- peranza en el punto más álgido de la crisis. La Conferencia
liarios nacionales. La medida fue adoptada por la Comi- Episcopal extraordinaria finalizó sus sesiones el cuatro de
sión Permanente de la Conferencia, a propuesta de la Co- marzo y, una semana más tarde, el arzobispo Morcillo, pre-
misión de Apostolado Seglar, después de un tenso debate y sidente de la Comisión Episcopal, y el obispo Guerra Cam-
por dos o tres votos de diferencia. pos, consiliario de la AC, convocaron a los responsables na-
En un orden psicológico, la resonancia de este hecho cionales de Ramas y Movimientos para hacerles esta
fue aún mayor que la desaprobación de las conclusiones exégesis.
Este fue el último y más grave capítulo de la crisis. Los
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dos prelados que presidieron la sesión, cuyo ponente fue
nueva tenía los suyos, pero el proceso era irreversible por
mons. Guerra, aseguraron haber sido fieles a la letra y al
ser el resultado de una metamorfosis profunda de la socie-
espíritu del documento y de los acuerdos de la Conferen-
dad y del catolicismo español. Ciertamente, la sociedad es-
cia. Sin embargo, sus oyentes e interlocutores -varias dece-
pañola de los años 60 era más problemática y arriesgada
nas- salieron de allí con una profunda decepción porque que la anterior, pero los problemas existen de por sí y no
dicha exégesis, que fue extraordinariamente rígida y lega- los resuelve ni la añoranza ni el freno.
lista, daba por definitivas algunas formulaciones que de-
bían ser objeto de estudio y reflexión mutua, y, sobre todo,
ensombrecía el porvenir de la Acción Católica Especiali-
zada, haciéndola prácticamente inviable, primero, por un Polémicas de la ACE con la Jerarquía
excesivo control y, luego, por una coordinación centralista
entre todos los movimientos que anularía su necesaria au- Mons. Guerra Campos -que fue secretario general de la
CEE y Consiliario General de la ACE en aquellos difíciles
tonomía.
años, y cuyo nombramiento como obispo auxiliar de Ma-
Tan convencidos estaban todos de ser este el sentido de
drid en 1964 fue una gran aportación y una gran novedad
las palabras de Mons. Guerra, que desde entonces y en ca-
para la Jerarquía por su solidez intelectual, conocimiento
dena, se sucedieron sin interrupción reuniones de dirigen- vastísimo de la cultura moderna, dinamismo y originalidad
tes nacionales y diocesanos, de las que emanaron sucesivos pastoral- publicó años después una imponente colección
documentos, en los que los graduados, los estudiantes, los documental que arroja abundante luz sobre acontecimien-
obreros, los rurales y los de medios independientes manifes- tos que aparecían oscuros, confusos y contradictorios. Él
taron, no siempre con acierto en las expresiones, su decep- defendió siempre la HOAC y la JOC, pero cuando los mar-
ción por todo lo ocurrido en este año y su temor por el por- xistas se infiltraron en estos movimientos de apostolado y
venir de estos Movimientos y de la propia Acción Católica. se apoyaron en ellos para utilizarlos como instrumento po-
En vísperas de las VIII Jornadas Nacionales de la Acción lítico frente al Régimen, no dudó en enfrentarse con ellos.
Católica Española (8-12 junio de 1967) seguía sin resol- Mons. Guerra Campos sintetiza de este modo las que él
verse la crisis que se originó precisamente un año antes considera claves históricas del conflicto y de la crisis, según
con motivo de las VII Jornadas. Opinaban algunos que, en aparecen en los documentos:
tales circunstancias, había que considerar simplista y de-
— usurpación de representatividad,
senfocada la tesis de una rebeldía general, que se conjura-
— descuido de lo primordial cristiano,
ría volviendo al pasado. Durante los últimos años había
— contagio marxista.
cambiado la contextura interna del país por los movimien-
Lo más grave de la situación fue que, por una parte, pa-
tos migratorios y turísticos, por el desarrollo económico,
decieron los programas apostólicos; y, por otra, se consu-
por el pluralismo ideológico y político, por la doctrina y el
mieron preciosas energías defendiendo apasionadamente
espíritu conciliar. unos el control, y haciendo valer los otros la necesidad de
A una AC llena de méritos, que reclutaba sus socios en- las iniciativas del laicado a la luz del Concilio, seguros de
tre personas piadosas, actuaba fundamentalmente en que este les daba la razón.
torno al templo parroquial y aceptaba entusiasmada el ré-
La situación fue muy compleja porque en el subsuelo
gimen de Franco, había sucedido otra de carácter más del conflicto latían dos concepciones encontradas sobre la
preocupada por los problemas de los ambientes laborales, A C sobre el papel del laicado en la Iglesia y la preocupa-
profesionales y culturales, y con actitudes críticas frente al ción de que la AC no produjera conflictos con el régimen.
Régimen. Aquella AC tuvo sus méritos y sus riesgos y la No fue fácil, por tanto, encontrar soluciones satisfactorias
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para todos. Se intentó una superación gradual de la crisis, tuciones dependientes o vinculadas a la prelatura personal
al menos evitando escollos y facilitando el diálogo y la con- del Opus Dei. La Acción Católica y, sobre todo, las organi-
fianza, pero esta siguió sin resolverse, mientras la Iglesia es- zaciones del movimiento obrero llevan una vida precaria y
taba ya directamente comprometida con el complejo pro- de escasa influencia. Las organizaciones obreras sufren
ceso de transición política. una fuerte politización y están como seducidas por la Teo-
En 1972, la XVII Asamblea Plenaria del Episcopado pu- logía de la Liberación.
blicó un documento con el título Orientaciones pastorales del El grupo más inquieto dentro de la Iglesia española lo
Episcopado español sobre el apostolado seglar, en el cual se afir- constituyen sacerdotes, religiosas y seglares más o menos
maba: «En relación inmediata con la actual situación del organizados en torno a lo que han dado en llamar «Iglesia
apostolado seglar en España es necesario situar las conse- Popular» que no quiere romper con la Jerarquía, pero con
cuencias negativas derivadas de la crisis de la Acción Cató- la que mantiene una relación que llaman «crítica». Como
lica de los años 1966-68. Es uno de los acontecimientos de individuos se identifican con el movimiento llamado de
nuestra historia reciente que gravita todavía sobre la sensi- «cristianos por el socialismo», inspirado en gran parte en
bilidad de dirigentes y consiliarios de aquellos años y sobre la Teología de la Liberación. Aunque el Episcopado man-
muchos de los actuales dirigentes y militantes adultos. No tiene una prudente actitud respecto a estos grupos, apenas
tanto en las generaciones más jóvenes. Alguna relación ha reconocido su presencia en la vida de la Iglesia, lo cual
con los problemas de fondo de aquella crisis tienen las difi- no deja de tener graves riesgos y de inquietar, porque mu-
cultades en que tropezó la Asamblea conjunta de obispos y chos sacerdotes, especialmente religiosos y también religio-
sacerdotes en 1971. En uno y otro caso estaba enjuego la sas, se han convertido en teólogos y militantes de un movi-
conciencia que la Iglesia tiene hoy de su misión en el miento que consideran popular, en cuanto pretende
mundo actual. Han sido dos manifestaciones de la proble- solidarizarse, al modo marxista, con los «oprimidos» e in-
mática general que ha presentado, y presenta aún, en Es- troducir la lucha de clases dentro de la Iglesia. Consideran
paña la asimilación plena del Concilio Vaticano II. que la Iglesia oficial, «aggiornada» por el Concilio, es una
La Iglesia perdió una gran ocasión para formar un lai- Iglesia burguesa, puramente reformista, que se detiene en
cado comprometido de cara a la futura situación política su reforma ante la frontera de no querer prescindir de los
del país, hecho que se pudo constatar desde los comienzos modelos burgueses en la sociedad familiar, en la econó-
de la democracia. No disponiendo de medios de comu- mica y en la misma cultura.
nicación específicamente confesionales ni de católicos
comprometidos como tales en las tareas socio-políticas, la
Iglesia asiste desde 1975 a un proceso intenso de seculari- El Opus Dei
zación de la sociedad española, sin conseguir encontrar la
solución a los graves problemas del laicado católico y de su En pleno siglo XX, el Opus Dei fue fundado el 2 de octu-
organización. Esta situación se agrava si se tiene en cuenta bre de 1928 por el sacerdote Josemaría Escrivá de Bala-
la confusión generada por el nacimiento de grupos, movi- guer, respondió a una exigencia que, desde el punto de
mientos, asociaciones y entidades excesivamente críticas vista histórico, siempre ha existido en la Iglesia, aunque
para con la Iglesia y su Jerarquía. bajo formas distintas: la preocupación por la santidad de
Existen organizaciones de católicos de gran influencia los laicos, de los seglares. Durante el período 1928-40, el
en la sociedad e, incluso, en la política. Destacan la Aso- Opus Dei se desarrolló solo en España. Esto explica que,
ciación Católica de Propagandistas y la Confederación Ca- por un lado, hacia finales de los años 50, los españoles fue-
tólica de Asociaciones de Padres de Familia y algunas insti- ran mayoría en la institución.
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La predicación del beato Escrivá encontró eco pronto. Juan XXIII erigió en Universidad el Estudio General de
El suyo era un lenguaje y un modo de hacer que presenta- Navarra, fundado en 1952 por el Opus Dei. Pero hubo que
ban la vida cristiana como algo para todos, fuera de los am- esperar hasta abril de 1962, con un convenio entre el Es-
bientes del clericalismo. En su predicación y en sus escritos tado y la Santa Sede, para que los títulos de la Universidad
se había referido con frecuencia a un rasgo típico del fueran reconocidos oficialmente. Se rompía así el mono-
Opus Dei: «lo raro de no ser raro». Le gustaban estos mo- polio del Estado en la Universidad. Una cierta animadver-
dos de decir. El Opus Dei era «una organización desorgani- sión oficial hacia la nueva Universidad de Navarra -con
zada». Los miembros del Opus Dei estaban unidos en la fi- apenas 10 años de vida- se debía quizá al hecho de que la
delidad a la doctrina de la Iglesia y en una espiritualidad prensa internacional le dedicaba elogios que no hacía ex-
propia que les llevaba a «santificar el trabajo, santificarse tensivos a las Universidades estatales.
en el trabajo, santificar a los demás con el trabajo». En Pablo VI, en una audiencia, entregó al Fundador de la
todo lo demás, cada miembro actuaba con completa liber- obra un documento en el que podía leerse que «el Opus
tad personal y con la correspondiente responsabilidad. De Dei ha surgido en este tiempo nuestro como viva expresión
las obras del beato Escrivá de Balaguer, hay que tener en de la perenne juventud de la Iglesia». Mientras tanto, el
cuenta, principalmente: Camino (primera versión de 1934 Opus Dei se extendía a varios países de África y Asia, y a
con el título de Consideraciones espirituales); Conversacio- Australia, además de consolidarse por Europa y América.
nes con Monseñor Escrivá de Balaguer (Madrid 1968); £5 Cristo El 26 de junio de 1975 falleció en Roma Mons. Escrivá
que pasa (Madrid 1973); Amigos deDios (Madrid 1977). de Balaguer de un ataque cardíaco. Tres meses antes, el 28
Estas cosas sonaban a nuevas. Desde el punto de vista de marzo, había cumplido 50 años de sacerdocio.
jurídico-canónico, el Opus Dei no tenía cauce. Era un con- El 15 de septiembre de ese mismo año 1975, el Con-
junto de seglares que, en lugar de abandonar el trabajo ci- greso General del Opus Dei se reunió en Roma para elegir
vil para dedicarse a lo religioso, estaban de acuerdo en que al nuevo presidente general, Mons. Alvaro del Portillo, que
todo trabajo humano honesto, intelectual o manual, debe desde hacía años era secretario general de la obra.
ser realizado por el cristiano con la mayor perfección posi- El 28 de noviembre de 1982, Juan Pablo II con la Cons-
ble: con perfección humana (competencia profesional) y titución apostólica Ut sit, erigió al Opus Dei en prelatura
con perfección cristiana (por amor a la voluntad de Dios). personal de ámbito internacional, con sede central en
Hacia los años 40, a pesar del ambiente «nacional» y Roma y dependiente de la Sagrada Congregación para los
«católico» que se respiraba en España - o quizá precisa- Obispos. Con esta solución jurídica, que el fundador del
mente por eso-, el Opus Dei fue atacado por algunos secto- Opus Dei había visto desde el principio y por la que había
res eclesiásticos y religiosos, probablemente con la mejor luchado toda su vida, quedaba claro:
intención: lo consideraron una herejía o bien una peli- — en primer lugar, que los miembros del Opus Dei no
grosa competencia en el campo de la cristianización de la son religiosos sino sacerdotes seculares o - e n su inmensa
juventud. Eran sucesos más o menos frecuentes en la mayoría- seglares;
época. En los años 40, Mons. Vizcarra, consiliario nacional — en segundo lugar, que la vinculación al Opus Dei te-
de la AC, escribió en Ecclesia unos 20 artículos sucesivos en nía como fin solo asumir unos compromisos para realizar
polémica, apenas velada, con las Congregaciones maña- la tarea propia de la obra: difundir en la sociedad la
nas, a favor de la «centralidad» de la Acción Católica. conciencia de la llamada universal a la santidad y al aposto-
Cuando se inician los años 50, quizá debido a las apro- lado, en el ejercicio del trabajo ordinario;
baciones recibidas de la Santa Sede, el Opus Dei dejó en — en tercer lugar, que los miembros del Opus Dei si-
parte de ser objeto de ese tipo de acusaciones. En 1960, guen siendo fieles de aquellas diócesis en las que tienen su

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domicilio y quedan, por tanto, bajo la jurisdicción del Movimientos Eclesiales y Nuevas Comunidades
obispo diocesano en aquello que el Derecho canónico de-
termina respecto a los simples fieles, en general, y En los últimos decenios ha crecido en la Iglesia la im-
— en cuarto lugar, que las opciones de los miembros portancia del papel del apostolado de los seglares, si bien
del Opus Dei en materia profesional, social, económica, cul- en la historia del cristianismo este no es un fenómeno
tural, política, etc., son propias y personales, que la prela- nuevo, porque es suficiente leer los Hechos de los Apóstoles
tura no hace suya las actividades, en esos ámbitos, de nin- para darse cuenta de que los cristianos laicos, a pesar de las
guno de sus miembros. persecuciones, ya en aquellos tiempos proclamaban a
El Opus Dei recibió la beatificación de Mons. Escrivá de Cristo por doquier, contribuyendo a la difusión de la fe en
Balaguer, en mayo de 1992, y su canonización el 6 de octu- las ciudades y en los lugares que visitaban.
bre de 2002, como la mayor bendición de Dios sobre la A lo largo de la historia de la Iglesia, los seglares han
prelatura personal. Fallecido Mons. Del Portillo, Mons. Ja- desempeñado diversos ministerios. El problema del laicado
vier Echevarría fue elegido como sucesor suyo y nombrado fue uno de los temas fundamentales estudiado por el Vati-
por el Papa Juan Pablo II, el 20 de abril de 1994, prelado cano II. El entonces obispos Karol Wojtyla contribuyó a la
del Opus Dei. elaboración de las enseñanzas conciliares sobre el laicado
El Opus Dei ha conseguido un empuje y una vitalidad y, en el período postconciliar, trató de muchas formas de
realmente inexplicables durante los relativamente pocos introducirlo en la vida de la Iglesia. Este mismo programa
años de su existencia. Y este hecho siempre produce admi- lo realiza como sucesor de Pedro desde hace veintiún años.
raciones y recelos. No es extraño que algunos crean que es Después de haber querido que, en 1987, el Sínodo de los
el Opus Dei la gran obra de los tiempos modernos, mientras Obispos estudiara «La vocación y misión de los laicos en la
otros censuren su manera de proceder, que no entienden Iglesia y en el mundo 20 años después del Concilio Vati-
o no aprueban. cano II», en la exhortación apostólica Christifideles laici, del
30 de diciembre de 1988, presentó de forma orgánica la
El Opus Dei ha hecho muchas obras buenas en España y
enseñanza actual de la Iglesia sobre los seglares. Este docu-
en casi todas las partes del mundo; para muchos ha sido
mento pontificio ha sido definido como el «vademécum de
una auténtica revelación porque les ha enseñado a santifi-
la Iglesia» en el campo de la vocación y de la misión de los
carse en el ejercicio de la propia profesión. El Opus Dei
laicos ante el Tercer Milenio.
hace presente la Iglesia en muchos lugares en los cuales di-
Dicho documento dedica también atención a las aso-
fícilmente estaría, gracias, en primer lugar, al carácter se-
ciaciones y a los Movimientos eclesiales y las Nuevas comu-
cular de sus miembros, en el sentido jurídico, pues se trata
nidades, que son un fenómeno típico del postconcilio. Sin
de personas que no dejan sus quehaceres temporales. Otra
embargo, no es fácil explicar cómo se configuran en la
característica es que la profesión de las virtudes evangéli-
Iglesia en el momento actual, ya que estos Movimiento son
cas, bajo diversas formas, está ejercida en el mundo y es como un «archipiélago» o como un mosaico policromo di-
como si surgiera del mismo mundo; es decir, no está con- fícil de definir. Además, las relaciones entre algunos Movi-
trapuesta, sino que asume los valores del mundo y los eleva mientos y la Jerarquía, por lo menos a nivel diocesano, no
bajo el influjo'del Espíritu Santo a una categoría sobrena- siempre están inspirados en la plena colaboración.
tural de la unión con Dios. Otra peculiaridad del Opus Dei Por todo ello resultan muy relevantes dos recientes in-
es que cualquier profesión, sea la que fuere, es capaz de tervenciones de Juan Pablo II sobre los Movimientos: el
contar con miembros que realizan esta perfección cristiana mensaje y el discurso del 30 de mayo de 1998, con motivo
como personas seculares. del encuentro religioso del Papa con casi medio millón de
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representantes de los Movimientos eclesiales y de las Nue- muchas familias han dado una respuesta generosa al llama-
vas Comunidades, que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro miento que el papa ha hecho para una nueva evangeli-
con motivo de la vigilia de Pentecostés. Era la primera vez zación yendo a vivir en los lugares más secularizados y
que dichos movimientos y comunidades se encontraban descristianizados del mundo con el fin de preparar el naci-
juntos ante el papa y fue un acontecimiento nuevo, casi miento de nuevas parroquias misioneras.
inesperado, de un extraordinario pluralismo o pluriformi- — Movimiento Teresiano del Apostolado (MTA). Tiene su
dad de formas eclesiales tendentes a la unidad: la unidad origen en la archicofradía de las Hijas de María y Teresa de
de Dios, de Cristo y de la Iglesia, movidos por el mismo Es- Jesús, fundadas por san Enrique de Ossó en 1873 en
píritu creador y vivificante. La misma experiencia de la Tortosa y actúa en el campo de la familia, del trabajo y en
unidad en la pluralidad, vivida y testimoniada por los Movi- las parroquias y organizaciones empeñadas en el campo so-
mientos, puede constituir como un punto de referencia cial. Se propone restaurar todas las cosas en Cristo me-
para el camino futuro, para traducir, a nivel local, este sen- diante la oración, el apostolado y el sacrificio con el espí-
tido dinámico de la comunión eclesial, superando cual- ritu de Santa Teresa de Jesús. Reconocido por el Pontificio
quier sombra de particularismo. La historia dirá si los Mo- Consejo para los Laicos en 1977, después del centenario
vimientos, todos o en parte, responden o responderán a la de su fundación, hoy cuenta con unos 37.000 miembros,
llamada del Espíritu para la renovación de la Iglesia. en general, niños y jóvenes y está muy extendido por los
países de lengua española.
Los principales Movimientos y Nuevas Comunidades es-
pañoles aprobados por la Iglesia son los siguientes: — Cursillos de Cristiandad. Fundados en Mallorca en los
— Camino neo cate cumenal. No es un movimiento o una años 40 por un grupo de jóvenes, entre ellos Eduardo Bon-
asociación, sino un instrumento en las parroquias al servi- nin, y aprobados por el obispo Juan Hervás, que los defen-
cio de los obispos para llevar a la fe a tanta gente que la ha dió y propagó intensamente, a pesar de que los experi-
abandonado. Iniciado en los años 60 en los suburbios de mentó personalmente, y trató de salvar su esencia cuando
Madrid por Kiko Arguello y Carmen Hernández, fue pro- comenzaron los conflictos entre los cursillistas y el obispo
movido por el arzobispo Casimiro Morcillo, que constató Enciso, sucesor de Hervás, que no aceptó el método nuevo
en aquel primer grupo un verdadero redescubrimiento de y muy radical de vivir el cristianismo, caracterizada por su
la Palabra de Dios y una actuación práctica de la renova- estilo varonil y fuerte, abierto a todos, creyentes y no de
ción litúrgica promovida precisamente en aquellos años ambos sexos, para implicar a los seglares mucho antes del
Vaticano II en las tareas de evangelización mediante un tes-
por el Vaticano II. Vista la positiva experiencia de Madrid,
timonio personal de fe sin tapujos ni eufemismos. Y, por
en 1974, la Congregación del Culto Divino escogió el nom-
supuesto más coherentes, radicales y comprometidos que
bre de Camino neocatecumenal para esta experiencia, ya
los militantes tradicionales de AC. En poco tiempo se ex-
que se trata de un camino de conversión a través del cual
tendieron por todas las diócesis y, hoy día, son conocidos
se pueden redescubrir las riquezas del Evangelio. Hoy está prácticamente en todo el mundo católico, aunque su mé-
difundido en 850 diócesis de 105 naciones, con 15 comuni- todo ha evolucionado sensiblemente con respecto al primi-
dades en 4.500 parroquias. En 1987 abrió en Roma el Se- tivo que nació en Mallorca. Los Cursillos nacieron para lle-
minario misionero internacional «Redemptoris Mater», var la luz y la fuerza del Evangelio a todos los ámbitos de la
que acoge jóvenes que han madurado su vocación en una sociedad, tratando de testimoniar entre los «lejanos» los va-
comunidad neocatecumenal y que están dispuestos a ir por lores evangélicos. La formación se basa en la piedad, el es-
todo el mundo. Muchos obispos han seguido la experien- tudio y la acción, a través de la cual se garantiza una amis-
cia romana y hoy hay 35 seminarios diocesanos semejantes, tad con Cristo, reforzada con la oración, la dirección
en los que se forman más de mil seminaristas. También

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espiritual, los s a c r a m e n t o s y el e s t u d i o sistemático d e la amarillo en España. Una aportación al estudio del catolicismo so-
doctrina cristiana. Actualmente, los Cursillos están presen- cial español (1912-1923) (Madrid, Edicusa, 1977); ID., Propie-
tes e n 80 países d e t o d o el m u n d o . Se calcula q u e u n o s tarios muy pobres. Sobre la subordinación política del pequeño
cinco millones d e p e r s o n a s los h a n p r a c t i c a d o y están ad- campesino de España (la CNCA, 1917-1943) (Madrid, Servicio
heridos a este movimiento. de Publicaciones Agrarias, 1979) ;J. CUESTA BUSTILLO, Sindi-
Muchos otros movimientos y nuevas c o m u n i d a d e s , fun- calismo católico agrario en España (Madrid, Narcea, 1978);
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clica «Cum multa»(8-XII-l882): «Studia Histórica et Philolo- A. FERNÁNDEZ CASAMAYOR, Teología, fe y creencias en Tomás Ma-
gica in h o n o r e m M. Batllori» (Roma, Instituto Español d e lagón (Madrid, Ed. H O A C - Fundac. Rovirosa, 1988); J. CAS-
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ÑOZ, Insurrección o legalidad. Los católicos y la Restauración La p r i m e r a es Crisis y conflicto en la Acción Católica Española y
(Madrid, C.S.I.C., 1988), sintetiza el i n t e r e s a n t e tema, a otros órganos nacionales de Apostolado Seglar desde 1964. Docu-
base d e la d o c u m e n t a c i ó n vaticana, c o n referencias a la ac- mentos. Revisados y p r e s e n t a d o s p o r J o s é G u e r r a C a m p o s
titud d e los obispos, a las polémicas d e la prensa y a la con- (Madrid, ADUE, 1989), el e d i t o r p a r t i c i p ó d i r e c t a m e n t e
d u c t a d e los católicos. Cfr t a m b i é n R. M a SANZ DE D I E G O , e n dicha crisis y conflicto y dio su versión personal d e los
La vertiente social de los Congresos Católicos (1889-1902): Fo- mismos. U n a i n t e r p r e t a c i ó n a n t a g ó n i c a la ofrece A. MUR-
m e n t o Social n 2 126 (1977) 177-187. CIA SANTOS, Obreros y obispos en el Franquismo. Estudio sobre el
Sobre la Democracia Cristiana: O . ALZAGA VILLAAMIL, La significado eclesiológico de la crisis de la Acción Católica
primera Democracia Cristiana en España (Barcelona, Ariel, Española. Prólogo d e j . B. Metz (Madrid, Ed. HOAC, 1995),
1973); J. TUSELL GÓMEZ, Historia de la democracia Cristiana en q u e analiza y d o c u m e n t a el agitado p e r í o d o d e 1968 a
España (Madrid, Edicusa, 1974) ;J. R. M O N T E R O , La CEDA. 1975, c u a n d o los movimientos apostólicos e n t r a r o n e n
El catolicismo social y político de la II República (Madrid, Re- grave crisis; obra polémica y dialéctica, p u e d e ser interpre-
vista d e Trabajo, 1977). tada como contestación clara y directa a la de G u e r r a Cam-
Sobre la Acción Católica Española y los movimientos es- pos, c o m o d e m u e s t r a n el t o n o g e n e r a l d e l libro y, sobre
pecializados: F. M O N T E R O GARCÍA, La Acción Católica y el t o d o , a l g u n o s a t a q u e s p e r s o n a l e s a d i c h o o b i s p o . La ter-
Franquismo. Auge y crisis de la Acción Católica Epecializada en cera es d e E. YANES ÁLVAREZ, La Acción Católica, un don del
los años sesenta (Madrid, U N E D , 2000), c o n bibiografía Espíritu (Madrid, F e d e r a c i ó n d e Movimientos d e Acción
esencial, q u e d o c u m e n t a el proceso d e cambio e n el seno Católica Española, 2000); este breve libro es el texto d e
de u n sector significativo y cualificado del catolicismo espa- u n a conferencia e interesa p a r a la historia p o r q u e la se-
ñol q u e coincidió c o n otros cambios q u e se o p e r a r o n e n g u n d a parte cuenta la crisis d e la ACE d e 1966-68 y el con-
esos mismos años e n el conjunto de la sociedad española y texto eclesial y político e n q u e se produjo, e x p o n i e n d o los
fue p r e p a r a n d o el proceso d e transformación política d e la pasos dados para avanzar desde aquella situación.
segunda mitad d e los setenta; J. DOMÍNGUEZ, Organizaciones Sobre el c a r d e n a l H e r r e r a O r i a y sus instituciones: N .
obreras cristianas en la oposición al franquismo (1951-1975) GONZÁLEZ RUIZ - 1 . MARTÍN MARTÍNEZ, Seglares en la historia de
(Con 65 documentos clandestinos inéditos) (Bilbao, Mensajero, España (Madrid, Reycar, 1968); J. M a GARCÍA ESCUDERO, El
1985); M. VIGIL VÁZQUEZ, El drama de la Acción Católica y el pensamiento de «El Debate». Un diario católico en la crisis de Es-
480 481
paña (1911-1936) (Madrid, BAC, 1983); ID., Conversaciones
sobre Ángel Herrera (Ibíd. 1986); El pensamiento de Ángel He- d a d e s existe copiosa bibliografía; m e limito a los títulos
rrera. Antología política y social (Ibid. 1987); «Ya»: medio siglo más importantes en castellano: M. M a BRU ALONSO, Testigos
de historia, 1935-1985 (Ibíd., 1988); ID., De periodista a carde- del espíritu. Los nuevos líderes católicos: movimientos y comunida-
nal (Ibíd. 1999); J. M. GUASCH BORRAT, «El Debate» y la crisis des (Madrid, Edibesa, 1998) y F. GONZÁLEZ, LOS movimientos
de la Restauración (1910-1923) ( P a m p l o n a , Eunsa, 1986) ; J . en la historia de la Iglesia (Madrid, E n c u e n t r o , 1999).
SÁNCHEZ JIMÉNEZ, El cardenal Herrera Oria (Madrid, Encuen- Sobre los Cursillos d e cristiandad: F. FORTEZA P U J O L ,
tro, 1986); J. ANDRÉS GALLEGO - P. GARCÍA R O J O - C. MARTÍ- Historia y memoria de cursillos (Barcelona, La Llar del Llibre,
NEZ M U R I L L O , Sobre el origen de los Propagandistas, I. C.A.I. y 1992); J. HERVÁS BENET, LOS Cursillos de Cristiandad, instru-
«El Debate»: Hispania Sacra 45 (1993) 249-306. mento de renovación cristiana (1957), Manual de dirigentes de
Sobre el O p u s Dei: MonseñorJosemaría Escnvá de Balaguer Cursillos de Cristiandad (1960) e Interrogantes y problemas sobre
y el Opus Dei ( P a m p l o n a 1982), incluye u n a r e s e ñ a com- Cursillos de Cristiandad (1963); C. M a SAN MARTÍN, Monseñor
pleta d e las publicaciones hasla_L981 h e c h a p o r L. F. Ma- Hervás, «El Obispo de los Cursillos» (Estella, Verbo Divino,
teo-Seco, p p . 375-460; P. BERGLAR, Opus Dei. Vida y obra del 1989).
Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer (Madrid, Rialp, Sobre el A p o s t o l a d o seglar e n g e n e r a l : La Comisión
1992); S. BERNAL, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Apun- Episcopal d e Apostolado Seglar publicó El apostolado seglar
tes sobre la vida del fundador del Opus Dei (Madrid, Rialp, en España. Orientaciones fundamentales (Madrid, BAC, 1974).
1976); ID., Recuerdo de Alvaro de Portillo. Prelado del Opus Dei Para c o n o c e r la evolución posterior d e la situación, cfr P.
ESCARTÍN CEIAYA, Veinte años de Apostolado Seglar asociado en
(Madrid, Rialp, 1996); A. DE FUENMAYOR-V. GÓMEZ-IGLESIAS
AA. W . , El Postconcilio en España (Madrid, E n c u e n t r o
-J. L. ILLANES, El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y de-
1988), p p . 311-350.
fensa de un carisma (Pamplona, Eunsa, 1989); J. L. ILLANES,
La santificación del trabajo (Madrid 1980), u n o de los mejo-
res estudios teológicos sobre el tema; D. LE T O U R N E A U , El
Opus Dei ( B a r c e l o n a 1986); L. F. M A T E O - S E C O y R. R O D R Í -
GUEZ-OCAÑA, Sacerdotes en el Opus Dei ( P a m p l o n a , Eunsa,
1994), estudia la Sociedad Sacerdotal d e la Santa Cruz; A.
DEL PORTILLO, Entrevista sobre el fundador del Opus Dei (Ma-
drid, Rialp, 1993), a p o r t a datos, r e c u e r d o s y anécdotas; P.
RODRÍGUEZ - F. OCÁRIZ - J. L. ILLANES, El Opus Dei en la Iglesia
(Madrid, Rialp, 1993), reflexión teológica sobre el espíritu
y la praxis del Opus Dei; P. URBANO, El hombre de Villa Tevere.
Los años romanos de Josemaría Escrivá de Balaguer (Barcelona,
Plaza y Janes, 1995), biografía periodística, con anécdotas y
r e c u e r d o s d e q u i e n e s t r a t a r o n a b e a t o y sobre la estancia
de este en la casa central d e dicha institución en Roma; A.
VÁZQUEZ DE PRADA, El fundador del Opus Dei, Mons. José Ma-
ría Escrivá de Balaguer (1902-1975) (Madrid, Rialp, 1983), li-
bro de gran entidad con suficiente aportación d o c u m e n t a l
y bibliográfica.
Sobre los Movimientos eclesiales y las Nuevas c o m u n i -

482 483
CRONOLOGÍA

1808 mayo 8: Levantamiento popular contra la invasión


francesa.
1812: Constitución de Cádiz.
1814-20: Restauración realista de Fernando VIL
1814: Restablecimiento de la Compañía de Jesús.
1820-23: Trienio Liberal.
1824: Batalla de Ayacucho, que señala el fin del domi-
nio español en América. De lo que fue un inmenso impe-
rio, solo quedarán hasta final de siglo xix Cuba, Puerto
Rico y Filipinas.
1823-1833: Segunda restauración fernandina.
1830: Pragmática Sanción.
1831: Elección de Gregorio XVI.
1833 septiembre 29: Muerte de Fernando VIL
1833-40: Regencia de María Cristina, de tendencia mo-
derada, salvo el paréntesis progresista motivado por el Mo-
tín de La Granja.
1834: Estatuto Real.
1836 febrero: Ley de Desamortización, de Mendizábal.
1836 febrero 1: Gregorio XVI condena la política anti-
clerical del gobierno español.

485
1836: Interrupción de relaciones diplomáticas entre la 1869 diciembre 8: Apertura del Concilio Vaticano I.
Santa Sede y España. 1870: Interrupción del Concilio Vaticano I y final de los
1837: Constitución progresista. Estados Pontificios.

1839: Convenio de Vergara. Fin de la guerra carlista. 1870: Proclamación de Amadeo I de Saboya, como rey.

1840-43: Regencia del general Espartero, progresista, 1873 febrero 11: Abdicación de dicho rey.
derrotado por generales de tendencia moderada. 1873: Primera República y Constitución republicana.
1843-54: Mayoría de edad de Isabel II. Gobiernos mo-
1874 enero 2: Golpe de Estado del general Pavía. Dicta-
derados.
dura militar con Serrano como presidente.
1845: Constitución moderada.
1874 diciembre 29: Golpe militar en Sagunto, del gene-
1845: Convenio entre la Santa Sede y España, no ratifi- ral Martínez Campos, que proclama rey a Alfonso XII.
cado por las Cortes.
1875 enero 14: Entrada del rey en Madrid. Gobierno-re-
1846 junio 1: Muerte de Gregorio XVI. gencia de Cánovas del Castillo.
1846 junio 20: Elección del beato Pío IX. 1876: Constitución.
1848: Revoluciones europeas. 1878 febrero 7: Muerte del beato Pío IX.
1848: Muerte de Jaime Balmes, cumbre del penas- 1878 febrero 20: Elección de León XIII.
miento español del siglo xix.
1879: Fundación del Partido Socialista Obrero Español.
1851 marzo 16: Concordato con la Santa Sede.
1881: Se promulgan las bases de la Unión Católica.
1854-56: Bienio progresista.
1882 diciembre 8: Encíclica Cum multa de León XIII so-
1855 abril: Leyes de desamortización eclesiástica y civil.
bre la división de los católicos españoles.
1856-1868: Gobiernos moderados y unionistas. Conspi-
raciones progresistas y derrocamiento de la Monarquía isa- 1884: El sacerdote integrista catalán Félix Sarda Salvany
belina. publica El liberalismo es pecado.

1864 diciembre 8: Publicación del Syllabus. 1885: Muerte de Alfonso XII.

1868 septiembre 30: Triunfo de la Revolución: co- 1885: Comienza la acción social de los católicos.
mienza el «Sexenio revolucionario», con el gobierno provi- 1889: Primer Congreso Católico en Madrid.
sional encabezado por el general Serrano.
1891: Encíclica Rerum novarum de León XIII.
1868: Comienza a formarse la Asociación de Católicos.
1892: Primer Congreso Eucarístico Nacional en Valen-
1869: Cortes Constituyentes. Regencia de Serrano, que
cia.
nombra primer ministro a Prim.
487
486
1896 abril 1: Fundación del Pontificio Colegio Español 1911: Congreso Eucarístico Internacional de Madrid.
de San José de Roma.
1912 noviembre 12: Asesinato de Canalejas, autor de la
1896: Los Seminarios Metropolitanos erigidos en Uni- «Ley del Candado».
versidades Pontificias.
1912 noviembre: Primera Asamblea Nacional en Ma-
1897: Asesinato de Cánovas. drid de las Juntas Diocesanas de AC.
1898: España pierde los últimos restos de su imperio co- 1914 agosto 20: Muere el papa Pío X.
lonial.
1914 septiembre 3: Elección de Benedicto XV.
1891: Fundación de la revista Razón y Fe, redactada por
1914-18: Primera Guerra Europea.
los Padres de la Compañía de Jesús.
1917 agosto 13: Huelga general en España para acabar
1902 mayo 17: Comienza el reinado de Alfonso XIII.
con la legalidad vigente y convocar elecciones.
1902: Sexto y último Congreso Católico Nacional en 1917 diciembre 15: Primera declaración colectiva del
Santiago de Compostela.
Episcopado, sobre deberes en las presentes circunstancias.
1903: León XIII pide al cardenal Sancha que fomente
1918-22: Agitaciones sociales en Cataluña y Baja Anda-
la acción de los católicos.
lucía.
1903 julio 20: Muerte el papa León XIII.
1919 abril 30: Aprobación pontificia del Instituto Espa-
1903 agosto 4: Elección de san Pío X. ñol de San Francisco Javier para Misiones Extranjeras.
1904 marzo 29: Erección canónica de la Universidad 1920 julio: Nacimiento del Grupo de la Democracia
Pontificia de Comillas. Cristiana.
1905: Polémicas entre Razón y Fe y El Siglo Futuro. 1921 marzo 10: Primera reunión de la Junta de Metro-
politanos.
1906: Carta ínter catholicos Hispaniae, de san Pío X, sobre
las tensiones entre católicos. 1921 julio: Desastre de Annual.
1906 diciembre 20: Protesta del cardenal Sancha al rey 1922 enero 22: Muerte de Benedicto XV.
contra la aprobación del proyecto de ley de asociaciones.
1922 febrero 6: Elección de Pío XI.
1907: Primera asamblea plenaria del Episcopado espa-
1922 marzo 1: Documento colectivo de Episcopado so-
ñol.
bre peligrosos de la sociedad y sus remedios: una gran
1909 julio: Semana Trágica de Barcelona. campaña social.
1909 noviembre 26: Protesta de los obispos al jefe del 1922 diciembre 15: Fundación del Partido Social Popu-
Gobierno contra la existencia de las escuelas laicas. lar de inspiración cristiana.
1910 enero 1: Normas de Acción Católica y Social de Es- 1923 septiembre 12: Golpe militar del general Primo de
paña, dadas pro el cardenal Aguirre. Rivera.

488 489
1936 julio 18: Levantamiento cívico-militar contra el
1923 octubre: Visita oficial de Alfonso XIII a Pío XI. La
Gobierno de la República.
primera de un rey de España al Papa.
1936 septiembre 14: Discurso de Pío XI a 500 prófugos
1924: Creación de la Junta Delegada del Real Patro- españoles, con unas palabras de recuerdo y perdón para
nato. «los otros».
1926 abril 30: Pastoral colectiva de los Metropolitanos 1937 enero 9: El ministro católico, republicano y vasco,
sobre la inmodestia de las costumbres públicas. Manuel de Irujo, denuncia la persecución.
1928 octubre 16: Carta de los Metropolitanos al Go- 1937 marzo 19: Encíclica Divini Redemptoris en la que
bierno sobre represión de la inmoralidad y sobre la infrac- Pío XI denuncia las atrocidades cometidas por el comu-
ción de los días festivos. nismo en España.
1928 octubre 17: Carta de los Metropolitanos al Go- 1937 julio 1: Carta colectiva del Episcopado sobre la
bierno sobre los haberes del clero. Guerra Civil y la persecución religiosa.

1930 enero 28: Termina el directorio de Primo de Ri- 1939 febrero 10: Muere Pío XI.
vera. 1939 marzo 2: Elección de Pío XII.
1931 abril 14: Proclamación de la II República. 1939 abril 1: Fin de la Guerra Civil y de la persecución
religiosa, que ha provocado cerca de diez mil mártires de
1931 mayo: Incendios de iglesias y conventos en varias
la fe cristiana.
ciudades.
1939 abril 16: Mensaje de Pío XII a los españoles en el
1931 junio: Expulsión del cardenal Segura, primado de que ensalza el heroísmo de los mártires de la persecución
España, y del obispo de Vitoria, Mateo Múgica. religiosa, pide perdón para los perseguidores y promueve
1931 diciembre 9: Constitución, que separa la Iglesia la reconciliación nacional.
del Estado. 1939 mayo 20: El cardenal primado Goma bendice a
Franco en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid como a un
1933 mayo 17: Ley de Confesiones y Congregaciones re-
monarca absoluto.
ligiosas.
1940 septiembre 25: Erección canónica de la Universi-
1933 mayo 25: Protesta de los obispos cotra dicha ley. dad Pontificia de Salamanca.
1933: Encíclica Dilectissima nobis de Pío XI condenando 1940: Nuevas bases de la ACE, jerárquica y vertical.
los atentados de la República contra la Iglesia.
1941 junio 7: Convenio sobre el nombramiento de obis-
1934 enero y febrero: Nuevos incendios de iglesias y pos.
conventos.
1941 octubre 31: El obispo de Salamanca, Pía y Deniel,
1934 octubre: Revolución comunista de Asturias, que nombrado arzobispo de Toledo.
provoca numerosos asesinatos de sacerdotes y seglares. En-
1944: Reconstrucción del monumento al Sagrado Cora-
tre ellos, los Mártires de Turón, canonizados en 1999.
491
490
zón de Jesús, en el Cerro de los Ángeles, destruido por los 1959 enero 25: Anuncio de la convocación del Concilio
«rojos». Vaticano II.
1946 julio 16: Convenio sobre la provisión de beneficios 1960 junio 12: Canonización de san Juan de Ribera, ar-
no consistoriales. zobispo de Valencia, nombrado por Juan XXIII protector
1946 diciembre 8: Convenio sobre Seminarios y Univer- del Concilio.
sidades de estudios eclesiásticos.
1960 agosto 6: Erección canónica de la Universidad de
1946: Nace la HOAC, movimiento apostólico obrero. Navarra.
1947: Nace laJOC y recibe reconocimiento jurídico el 1960: 339 curas vascos escriben a sus obispos denun-
Opus Dei. ciando su compromiso con el Régimen.
1947 abril 7: Restablecimiento del Tribunal de la Rota 1961: Se crea la Cadena de Emisoras de la Iglesia
de la Nunciatura Apostólica de Madrid. (COPE).
1949: Comienzan en Mallorca los Cursillos de Cristian- 1962 octubre 11: Inauguración del Concilio Vaticano II.
dad.
1963 junio 3: Muere el beato Juan XXIII.
1949 noviembre 2: Erección de las diócesis de Albacete,
Bilbao y San Sebastián. 1963 junio 21: Elección de Pablo VI.
1950 agosto 5: Convenio sobre la Jurisdicción Castrense 1963 agosto 10: Erección canónica de la Universidad
y asistencia religiosa a las Fuerzas Armadas. Católica de Deusto (Bilbao).
1950: Comienzan los movimientos de espiritualidad fa- 1964 marzo 25: Las diócesis de Barcelona y Madrid-Al-
miliar y matrimonial. calá son elevadas a archidiócesis.
1952 mayo: Celebración en Barcelona del XXXV Con- 1965 diciembre 8: Clausura del Concilio Vaticano II.
greso Eucarístico Internacional.
1966: Se constituye la Conferencia Episcopal Española.
1953 agosto 27: Firma del Concordato entre la Santa
Sede y el Estado español. 1967 febrero 6: Erección canónica de la Facultad de
Teología del norte de España (Burgos-Vitoria).
1953 octubre 22: Erección de la diócesis de Huelva.
1967 junio 28: Ley orgánica de Libertad Religiosa.
1954 octubre 27: La diócesis de Oviedo es elevada a me-
tropolitana. 1967: Primeras detenciones de curas vascos. Crisis de
los movimientos de AC.
1956 agosto 11: La diócesis de Pamplona es elevada a
metropolitana. 1968 marzo 7: Erección canónica de la Facultad de Teo-
logía de Cataluña.
1958 octubre 9: Muere Pío XII.
1968: Cruce de cartas entre Pablo VI y Franco sobre los
1958 octubre 28: Elección del beato Juan XXIII. nombramientos de obispos.

493
1969: junio 24: Pablo VI recomienda a los obispos diá- 1982 noviembre: Primer viaje apostólico de Juan Pablo
logo con los sacerdotes. II a España.
1971 septiembre 13-18: Asamblea Conjunta Obispos-Sa- 1986 enero 1: España ingresa en la Comunidad Euro-
cerdotes.
pea.
1973: Documento de la Conferencia Episcopal sobre La
1987 marzo 29: Primera beatificación de mártires de la
Iglesia y la comunidad política.
persecución religiosa de 1936: son tres carmelitas de Gua-
1974 enero 23: Erección canónica de la Facultad de Teo- dalajara.
logía San Vicente Ferrer de Valencia.
1988 agosto 15: Erección canónica de la Facultad de Fi-
1974 febrero-marzo: Gravísimas tensiones Iglesia-Estado losofía de Cataluña.
por el «Caso Añoveros».
1989 agosto: Segundo viaje apostólico de Juan Pablo II
1975 junio 26: Fallece en Roma San Josemaría Escrivá a España: Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de
de Balaguer, fundador del Opus Dei. Compostela.
1975 noviembre 20: Muerte del general Franco. 1990 noviembre 22: Documento de la Conferencia Epis-
1975 noviembre 22: Comienza el reinado de Juan Car- copal La verdad os hará libres sobre la conciencia cristiana,
los I. denunciando la crisis moral de la sociedad.

1976 julio 27: Acuerdo sobre nombramientos de obispos. 1991 julio 23: Elevación de la diócesis de Madrid a sede
metropolitana y erección de las diócesis sufragáneas de Al-
1977-78: Documentos de la Conferencia Episcopal so- calá de Henares y Getafe.
bre la actitud de la Iglesia ante la nueva situación política.
1992 mayo 17: Beatificación del fundador del Opus Dei,
1978 agosto 6: Muerte de Pablo VI. Mons. Escrivá de Balaguer.
1978 agosto 26: Elección de Juan Pablo I. 1992 septiembre 18-27: Se celebran en Huelva el XI
1978 septiembre 28: Muerte de Juan Pablo I. Congreso Mariológico y el XVIII Congreso Mariano Inter-
nacionales.
1978 octubre 16: Elección de Juan Pablo II.
1993 junio 9-14: Tercer viaje apostólico de Juan Pablo II
1978 diciembre 6: Referéndum para la aprobación de la a España.
Constitución.
1996: El Partido Popular gana las elecciones.
1979 enero 3: Firma de los Acuerdos entre la Santa
Sede y el Estado Español. 1999 noviembre 21: Canonización de los Mártires de
Turón (Asturias 1934).
1980 marzo 3: Erección de la diócesis de Jerez de la
Frontera. 2001 marzo 11: Beatificación de 233 Mártires de la per-
secución religiosa de 1936.
1980 julio 5: Nueva Ley de Libertad Religiosa.
2002 octubre 6: Canonización de Josemaría Escrivá de
1982 octubre: El PSOE gana las elecciones políticas y
Balaguer.
forma gobierno.

494 495
ÍNDICE ONOMÁSTICO

A Amadeo de Saboya: 75, 91, 100,


Abarca Blanque, J o a q u í n : 41, 102, 487.
43. Amat, Luigi: 37, 49, 53, 107.
Acquaviva, Claudio: 128. Amigo Vallejo, Carlos: 286.
Aguirre, Gregorio María: 428, Andrés-Gallego, J.: 23, 24, 106,
429, 488. 131, 478, 482.
Aguirre, Joaquín: 59. Andrés Martín, M.: 400.
Alameda Brea, Cirilo: 88, 89. Andriani, Severo Leonardo:
Alarcón, J u a n Antonio de: 117, 322.
354. Anselmo Polanco, beato: 183.
Alas «Clarín», Leopoldo: 117. Antonelli, Giacomo: 78, 87, 97.
Alcalá Zamora, Luis: 91, 92. Antonio María Claret, san: 52,
Alcalá Zamora, Niceto: 147, 150, 69,70,71,355,432.
157, 158. Antoniutti, Hildebrando: 183.
Alcaraz, Fermín de, cf. Sánchez Añoveros Ataún, Antonio: 233,
Artesero, Fermín. 494.
Aldabalde, Rufino: 372. Aparici, José Narciso: 43, 46.
Aldea Vaquero, Q.: 23, 479. Aparici Navarro, Manuel: 452.
Alemany Briz, J.: 479. Aparisi Guijarro, A.: 412, 478.
Alfonso XII: 67, 105, 109, 111, Arbeloa,V.M.:24, 105, 186.
112,425,487. Arboleya Martínez, Maximilia-
Alfonso XIII: 111, 126, 139, 147, no: 426, 431, 436.
325, 423, 425, 438, 487, 490. Areilza, José María de: 399.
Almaraz Santos, Enrique: 431, Arguelles Miranda, F e r n a n d o :
436, 441. 80.
Almuiña Fernández, C : 143. Arguello, Kiko: 405, 476.
Alonso, José: 44, 57, 58. Arias Navarro, Carlos: 233, 240,
Altabella Gracia, Pedro. 445. 253.
Alvarado, Francisco: 32. Arrazola, Lorenzo: 55, 65.
Álvarez Bolado, A.: 187, 479. Arrese, José Luis de: 204.
Álvarez Mendizábal, Juan: 9, 26, Arriba y Castro, Benjamín de:
39, 40, 345, 359, 485. 220.
Álvarez de Lorenzana, Juan: 85, Arroyo, M. del S.: 142.
94, 319. Arza, A.: 300.
Alzaga Villaamil, O.: 480. Asensi Cubells, Bernardo: 372.

497
Augsburgo, María Cristiana: 12, 36, 37, 41, 42, 43, 45, 46, Castelar, Emilio: 92, 104, 319, Donoso Cortés, Juan: 412, 478.
425. 72, 115, 124, 311, 319, 320, 320. Dorado Soto, Antonio: 286.
Ayala, Ángel: 126, 424, 426. 353. Castells, J.M.: 71.
Azaña, Manuel: 150, 156, 369. Borbón, Francisco de Asís de: Castillo, J.J.: 478. E
Azcona, F.: 298. 68. Castillo, J.M 3 : 401. Echánove Zaldívar: 48.
Aznar, Severino: 415, 433, 434, Borbón, Juan de: 215. Castillo y Ayensa, José del: 46, Echevarría, Javier: 474.
436. Borbón, J u a n Carlos de, cf. J u a n 47, 48, 53. Echeverría, L. de: 342, 386.
Azorín (José Martínez Ruiz): Carlos I. Castresana,J.: 401. Eijo Garay, Leopoldo: 210.
224. Borbón, Luis de: 32. Catalina, Severo: 86, 87. Elorza,A.:478.
Azpiazu: 433. Borbón, María Cristina de: 35, Cea Bermúdez: 38, 308. Enrique de Ossó, san: 477.
43, 66, 67, 359, 485. Chamizo de la Rubio, J.: 479. Enrique y Tarancón, Vicente:
B Botti,A.:246. Chenu, M.J.: 381. 19, 183, 233, 234, 236, 237,
Balenciaga.J.: 481. Bru Alonso, M. M a : 483. Chica Arellano, F.: 343.
Brunelli, Giovanni: 38, 53, 54, 242, 243, 246, 249, 253, 263,
Balmes, Jaime: 412, 478, 486. Cicognani, Gaetano: 183, 211.
55,311,312,313. 330, 386, 389, 445.
Barili, Lorenzo: 61, 62, 64, 66, Civardi, Luigi: 453.
Escartín Celaya, P.: 483.
71, 72, 77, 90, 314. Coloma, Luis: 117.
Escrivá, San Josemaría: 454, 471-
Baroja, Pío: 117, 118, 119, 354. C Collell Cuatrecasas, Juan: 432.
Comas, R.: 177, 188. 474, 482, 494, 495.
Barrio Fernández, Mariano: 88, Caixal Estradé, José: 60.
Cornelias, José Luis: 55. Escudero, S.: 478.
317, 319, 322. Calatrava, José María: 40.
Comillas, marqués de, cf. López España Navarro, Eladio: 372.
Batet, general: 159. Calomardo, Francisco Javier:
Espartero, Baldomero: 60, 66,
Batllori, M.: 24, 186. 307, 308. Bru, Claudio.
Bau Burguet,José: 181. 67, 486.
Calvo, J.: 479. Companys, Luis: 159.
Bayod Serrat, R.: 246. Espina, Concha: 117.
Calvo Serer, Rafael: 222. Congar,Y.M.:381.
Belda, R.: 298. Calvo Sotelo, Leopoldo: 255. Coronado, Carlos María: 78.
Bellón Vilar, Emilio: 445. Calleja Sáenz de Navarrete, J.I.: Corral Salvador, C : 245, 277, F
Benavides Gómez, D.: 478. 298. 278, 299. Fenollera Roca, Miguel: 129.
Benedicto XV: 112, 137, 342, Cambó, Francisco: 439. Costa Borras, José Domingo: 60, Fernández, Matilde: 286.
378, 479, 489. Campanini, G.: 188. 322. Fernández Casamayor, A.: 481.
Benlloch Vivó, Juan: 378. Campoamor, Ramón de: 354. Costa Llobera, Miguel: 121. Fernández Conde, J.: 106.
Benzo Mestre, Miguel: 467. Canalejas, José: 111, 133, 134, Cuenca Toribio, J.M.: 23, 342. Fernández de Córdoba: 54.
Berenguer, almirante: 141. 135, 136, 489. Cuesta BustilloJ.: 479. Fernández Ordóñez, Francisco:
Bergamín, J.: 224. Cánovas del Castillo, Antonio: 271, 273, 274.
Berglar, P.: 482. 110,112,487,488. D Fernando VII: 26, 28, 30, 32, 33,
Bernal, S.: 482. Cárdenas, E.: 23. Dadaglio, Luigi: 233. 34, 35, 36, 37, 38, 41, 48, 56,
Bernárdez, A.: 247. Carlos III: 365. Danielou, J.: 381. 302, 306, 307, 308, 317, 345,
Berzal de la Rosa, E.: 23. Carlos IV: 30. Delicado Baeza, José: 290, 401. 352, 355, 485.
Bianchi, Elia: 87, 95, 97, 102. Caro Baroja, J.: 143. D e n d l e J . N . : 143. Ferrer, José María: 99.
Blanco Lorenzo, Fernando: 317, Carr, Raymond: 161. DevlinJ.: 143. Ferrer Benimeli, J.A.: 144.
318. Carrero Blanco, Luis: 237, 240, Díaz, José: 171. Fliche-Martin: 24, 48.
Blasco Ibáñez, Vicente: 117, 459. D í a z d e C e r i o , F.: 341. F o r n é s J . : 299.
118. Cartañá Inglés, José: 175. Díaz Merchán, Gabino: 268, Forteza Pujol, F.: 483.
Blázquez, R.: 245. Carvajal, J.G.M. de: 299. 269, 332, 466. Francés, Ma J.: 299.
Bonaparte, José: 30. Casanovas, I.: 478. Díaz Mozaz, J. M a : 143, 401. Franchi, Alessandro: 60, 78, 83,
Bonel Orbe, J u a n José: 309. Casañas Guasch, L.: 188. Díaz Moreno, J . M a : 299. 85, 87, 88, 94, 95, 98, 107,
Bonet Marrugat, Alberto: 453. Casañas Pagés, José: 428. Díaz Salazar, R.: 245, 298. 314, 319.
Bonnin, Eduardo: 477. Casaroli, Agostino: 266. Díaz Sánchez Cid, J.R.: 400. Franco B a h a m o n d e , Francisco:
Borbón, Carlos María Isidro de: Castaño Colomer, J.: 481. Domínguez, J.: 480. 7, 9, 169, 174, 177, 183, 189-

498 499
247, 267, 268, 301, 320, 321, González, Felipe: 264, 268, 270, Ibáñez Martín, José: 208. Le Tourneau, D.: 482.
330, 334, 343, 436, 459, 468, 271, 275. Ilundain Esteban, Eustaquio: Leflon, J.: 48.
491, 493, 494. González Armendia,J.R.: 401. 148,175. León, Ricardo: 117.
Frías García, M a del C : 187. González Bravo: 47, 77, 78. Illanes, J.L.: 482. León XIII: 12, 112, 113, 114,
Fuenmayor, A. de: 482. González de Cardedal, O.: 298, Inguanzo Rivero, Pedro de: 31. 115, 116, 124,125, 126,206,
Fullana Puigserver, P.: 479. 400. Irastorza, Javier: 430. 320, 324, 341, 342, 346, 365,
González Moralejo, Rafael: 286. Iribarren, Jesús: 198, 343, 438, 414, 419, 420, 425, 426, 427,
G González Ruiz, N.: 481. 451. 480, 487, 488.
Gafo, P.J.: 431, 432. Gorricho, J.: 72. Irujo, Manuel de: 166, 175, 491. Lerroux, Alejandro: 120.
Galtés Pujol, J.: 479. Goya, Francisco de: 32, 34. Isabel II: 7, 26, 34, 35, 36, 37, 43, Listl, J.: 299.
Gallego, J u a n Nicasio: 32. Granados García, A.: 188, 210. 45, 46, 47, 48, 51, 52, 53, 54, Llórente, J.A.: 48.
García, X.: 481. Gravina, Pietro: 32. 63, 64, 67, 68, 69, 70, 71, 72, Lluch Garriga, Joaquín: 80, 318.
García Cuesta, Miguel: 88, 9 1 , Gregorio XVI: 28, 34, 35, 36, 37, 77, 78, 81, 83, 86, 90, 102, Longares Alonso, J.: 49.
98,317,318,411. 40, 4 1 , 42, 43, 44, 45, 47, 48, 105, 109, 311, 316, 352, 355, López Alarcón, M.: 300.
García Escudero, J. Ma: 24, 481. 52, 67, 485, 486. 486. López Borricón, Francisco: 42.
García García, Antonio: 218. Grocio, Hugo: 286. Izco Ilundain, J.L.: 401. López Bravo, Gregorio: 238.
García Gil, Manuel: 317, 322. Gualdrini, F.: 246. López Bru, Claudio: 417, 423,
García Goldáraz, José: 220. Guardini, R.: 381. J 441.
García Goyena, A.: 53. Guasch Borrat, J.M.: 482- Jacobini, Ludovico: 114. López Díaz, V.: 187.
García Granada, J.: 479. Guerra, A.: 300. J a v i e r r e J . M 5 : 24. López García, B.: 481.
García Herreros: 84. Guerra Campos, José: 245, 300, Jiménez Duque, Baldomero: López M e d e l J . : 300.
García Martínez, Fidel: 219. 334, 389, 467, 468, 469, 481. 372. López Rodó, L.: 246.
García Regidor, T.: 143. Guisasola Menéndez, Victoria- J u a n XXIII, beato: 22, 195, 196,
García Rojo, P.: 482. no: 408, 426, 427, 430, 431, 221, 231, 331, 332, 333, 473, M
García Villoslada, R.: 23, 245. 434, 436. 492, 493. Machado, Antonio: 224.
Garmendia, V.: 106. Guitart, Justino: 183. J u a n Carlos 1: 200, 253, 301, Madariaga, Salvador de: 16, 161.
Garibaldi, Pietro Antonio: 46. Gutiérrez García, J.L.: 298. 321, 494. Madoz, José: 59, 60.
Garrigós Meseguer, A.: 401. J u a n Pablo I: 494. Magaz Fernández, J.M a : 478.
Garrigues, Antonio: 236. H J u a n Pablo II: 22, 171, 251, 282, Malagón Almodóvar, Tomás:
Gasparri, Pietro: 112, 439. Haering, B.: 381. 284, 285, 286, 287, 299, 475, 460, 481.
Gay Armenteros,J.C.: 144. Hermet, G.: 245. 494, 495. Manjón, Andrés: 129.
Gérard, P.: 479. Hernández, Carmen: 476. Manterola, Vicente: 91, 92, 319.
Gil Bueno, Basilio: 80. H e r r e r a Oria, Ángel: 12, 126, L Marañón, Gregorio: 16, 161.
Gil Robles, José María: 156, 161, 215, 326, 327, 386, 409, 424, La Parra López, E.: 24. Marcelo Spínola Maestre, beato:
202. 426, 430, 434, 437, 439, 440, La Puente, Fernando de: 317. 323, 480.
Giménez Fernández, Manuel: 441, 444, 449, 450, 452, 454, Laboa, J.M a : 298, 343. Marcet, abad: 175.
425, 479. 481,482. Lafuente, Modesto: 360. Margenat Peralta, J.M.: 187,245.
Giustiniani, Giacomo: 33, 308. Herrero Valverde, Félix: 42. Lagüera, Pedro María de: 98, María Micaela del Santísimo Sa-
Godoy, Manuel: 30. Hervás Benet, J u a n : 445, 477, 317. cramento, santa: 70.
Goma y Tomás, Isidro: 19, 154, 483. Lama, E. de la: 48. Marquina, A.: 246.
162, 169, 175, 178, 183, 188, Hitler, Adolf: 215. Lambruschini, Luigi: 38, 41, 45, Martí Alanís, Juan: 286.
194, 197, 209-214, 216, 330, Horcos, Vicente: 59. 46. Martí Gilabert, F.: 48, 71, 106,
419. Huidobro, padre: 183. Lannon, F.: 24. 142,186.
Gómez Iglesias, V.: 482. Largo Caballero, Francisco: 161, Martín Martínez, I.: 247, 481.
Gómez Pérez, R.: 245. I 164. Martín, J.: 481.
González, F.: 480. Ibáñez Galiano, Antonio: 164. Lauzurica Torralba, Javier: 177. Martín, L.: 419, 423.

500 501
Martín Artajo, Alberto: 203, 204, Montserrat, Pantaleón: 80.
227, 452. Montagut Rubio, J.L.: 91. Olmos Ortega, M 3 E.: 299. 342, 422, 423, 428, 429, 433,
Martín de Herrera: 94, 95. Montalembert: 408. Orensanz, A.L.: 246. 434, 488, 489.
Martín de H e r r e r a y de la Igle- Montero, J.R.: 480. Orgaz, conde de: 114. Pío XI: 145, 149, 164, 166, 168,
sia, José María: 325. Montero Moreno, A.: 188. Ortega, Joaquín Luis: 244. 176, 183, 192, 1 9 3 , 2 0 6 , 2 1 1 ,
Martín Descalzo, J.L.: 275, 294, Montero García, F.: 479, 480. Ortega y Gasset, José: 16, 118, 217,329,346,365,409,444,
296, 343. Montero Ríos: 97, 99, 410. 222, 224. 448, 453, 489, 490, 491.
Martín Rubio, A.D.: 188. Moran, Fernando: 266. Pío XII: 149, 168, 177, 183, 193,
Martín Tejedor, Jesús: 317, 318, Morcillo González, Casimiro: P 228, 269, 301, 453, 454, 458,
343, 479. 220, 334, 445, 467, 476. Pablo VI: 20, 22, 191, 217, 230, 491,492.
Martínez Campos, general: 487. M o r e n o Maisonave, J u a n Igna- 234, 238, 240, 241, 245, 246, Pía y Deniel, Enrique: 169, 194,
Martínez de la Rosa, Francisco: cio: 95, 115, 317, 412. 2 4 9 , 2 5 1 , 2 8 4 , 3 2 1 , 331,332, 218, 220, 227, 329, 332, 428,
39, 54, 355. Moreno Rodríguez, Pedro: 103. 333, 493, 494. 457,458,459,491.
Martínez de Mendíbil, A.: 106. Moret, Segismundo: 132. Pacelli, Eugenio, cf. Pío XII. Portillo, Alvaro del: 473, 473,
Martínez de San Martín, Pedro: Moro Briz, santo: 183. Palacio Valdés, A r m a n d o : 117,
482.
310. Moróte, L.: 143. 354.
Posada Herrera, José: 83, 87.
Martínez Giménez, J.M.: 188. Morilla de la Calle, A.: 299. Palanca, general: 319.
Posada Rubin de Celís, Antonio:
Martínez Murillo, C : 482. Palau, Gabriel: 416, 479.
Múgica Urrestarazu, Mateo: 146, 313.
Martínez Sáez,J.: 411. Palazzini, Pietro: 389.
148, 176, 177, 188, 218, 330, P r i m j u a n : 94, 486.
Martínez Vigil, Ramón: 413, Pániker, Raimundo: 222.
490. Primo de Rivera, Miguel: 111,
478. Pardo Bazán, Emilia: 117.
Mun, conde: 415. 137, 138, 141, 144, 327, 397,
Masiá, Francisco: 147. Pavía, general: 319, 487.
Muntanyola, R.: 188. 409, 431, 440, 441, 443, 489,
Mateo-Seco, L.F.: 482. Paya Rico, Miguel: 80, 318.
Muñoz Torrero, Diego: 31. 490.
Mattioli,V.: 188. Payne, S.G.: 24. '
Murcia Santos, A.: 481. Pazos, A.M.: 23, 400.
Maura, Antonio: 395, 420, 431.
Mussolini, Benito: 215, 217. Pereda, José María de: 117, 354.
Maura, Miguel: 148, 155, 439. Q
Medolago Albani, conde: 428. Pérez Alhama,J.: 72. Queipo de Llano, G.: 188.
Meer Lecha-Marzo, F. de: 186. N Pérez Arnal, Manuel: 432. Queipo de Llano, general: 185.
Meló Alcalde, Prudencio: 183. Napoleón: 25, 29. Pérez de Ayala, Ramón: 117, Querejazu, Alfonso: 225.
Mendizábal, cf. Álvarez Mendi- Narváez, R.M a : 47, 5 1 , 52, 53, 118. Quevedo Quintano, Pedro: 31.
zábal,Juan. 55, 63, 66, 67, 77, 410. Pérez de Castro, Evaristo: 40. Quiroga y Capodarro, María de
Menéndez Pelayo, Marcelino: Navarro Valls, R.: 300. Pérez Fernández, Esteban J.: 90. los Dolores: 52, 69, 70, 71.
12. Nevares, Sisinio: 432. Pérez Galdós, Benito: 130, 354. Quiroga Palacios, Fernando, 220.
Mérida, M.: 299. Nin, Andrés: 171. Pérez Minayo, Antonio: 98.
Merry del Val, Rafael: 112, 131, Nocedal, Cándido: 12, 6 1 , 102, Pericoli, comendador: 428. R
132, 137, 325, 342, 366, 422, 114, 115,413,423,424. Perlado, P.A.: 48, 106.
Ragonesi, Francesco: 366, 434,
423. Nocedal, Ramón: 102. Peset, M.: 400.
435.
MetzJ.B.: 481. Nolla Gili, Vicente: 445. Peset, J.L.: 400.
Núñez Penía, Pedro: 91. Petschen, S.: 106, 245. Raguer, H.: 187, 188.
Minteguiaga: 421. Rahner, K.: 381.
Miraflores, marqués de: 46, 48. Nussi, V.: 72. Pezuela, Manuel d e la: 410.
Pidal, Alejandro: 55, 114. Ramírez de Arellano: 44.
Miró, Gabriel: 117, 118.
Pildain Zapiain, Antonio: 398. Ramírez de la Piscina, Paulino:
Moa, Pío: 159, 187. O
Pío IX, beato: 21, 28, 51, 52, 54, 41.
Modrego Casaus, Gregorio: 175. O'Donnell, L.: 57, 60, 77.
Moliner Prada, A.: 245. 63, 64, 67, 68, 72, 73, 75, 78, Ramos García, Antonio: 309.
Ocáriz, F.: 482.
Monescillo y Viso, Antolín: 91, 89, 90, 96, 100, 102, 107, Rampolla del Tíndaro, Mariano:
Olaechea Loizaga, Marcelino:
142, 317, 410, 413, 478. 112, 113, 3 1 7 , 3 1 9 , 3 2 0 , 3 4 1 , 112, 114,324,325,420.
175, 182, 184, 218.
Moreda de Lecea, C : 188. 342, 364, 486, 487. Recio, L.J.: 298.
Oliver, Bartolomé: 182.
Pío X, san: 12, 112, 320, 326, Redondo, G.: 186.
502
503
Reig Casanova, Enrique: 139, Salvador y Barrera, José María: T Vélez, Rafael de: 32.
430,431,436,438,441. 422. Tagliaferri, Mario: 287. Verdera Almiñana, F.: 245.
Regatillo, E.F.: 247. Salazar,J. de: 72. Tarancón Morón, Joaquín: 54. Vermeersch, P.: 415.
Reyes Católicos: 9. Salcedo Ruiz, A.: 143. Teresa de Jesús, santa: 477. Vicent, Antonio: 415, 416, 479.
Regueras López, Ángel: 430. San Luis, conde de: 57. Teruel Gregorio de Tejada, Ma- Vico, Antonio: 131, 132, 365,
Revuelta González, Manuel: 29, San Martín, C. M3: 483. nuel: 307, 342. 366, 422.
48, 143, 400, 419. Sancha Hervás, Ciríaco María: Tesdeschini, Federico: 139, 147, Víctor Manuel II: 100.
Riberi, Antonio: 465. 323, 325, 326, 412, 413, 417, 149, 193, 369, 438. Vidal y Barraquer, Francisco:
Ridruejo, Dinisio: 222. 428, 480, 488. Tezanos,J. F.: 300. 146, 148, 149, 167, 175, 177,
Rinaldini, Aristide: 324, 325, Sánchez, J. M a : 187. Tiberi, Francesco: 37, 47, 308. 178,186,188,218,330,438.
420. Sánchez Artesero, Fermín: 41. Tomás de Aquino, santo: 205. Vigil Vázquez, M.: 480.
Ríos, Fernando de los: 147, 153. Sánchez Albornoz, Claudio: 155. Tomás y Valiente, F.: 49. Vignaux, P.: 187.
Ríos Rosas, Antonio de los: 61. Sánchez Aliseda, Casimiro: 386. Toniolo, Giuseppe: 416, 428, Vilamitjana Vila, Benito: 80.
Ripoll, Cayetano: 34. Sánchez Jiménez, J.: 479, 481. 429, 479. Vilanova Bosch, E.: 400.
Ritzler, R.: 341. Sangnier, Marc: 433, 434. Toreno, conde de: 39, 359. Vilar, J. B.: 106.
Robles Muñoz, Cristóbal: 142, Sanz de Diego, R. M s : 106, 142, Torra Cuixart, L. M a : 401. Viluma, marqués de: Pezuela,
480. 419, 424, 478, 479, 480. Torrella Cascante, Ramón: 286. Manuel de la.
Roca Cabanellas, Miguel: 286. Sanz y Forés, Benito: 91. Torras y Bages, José: 420. Villada, padre: 421.
Rodilla Zanón, Antonio: 372. Sarda y Salvany, Félix: 420. Torres, padre: 439. Villalba, Julián: 46.
Rodrigo Yusto, Anastasio: 317. Sas, Santiago: 29. Torres Amat, Félix: 309, 310. Villota Urroz, Gerardo: 378.
Rodríguez, P.: 299, 482. Turin,Y.: 143. Vives Tuto, José de Calasanz:
Schmaus, M.: 381.
Rodríguez Aisa, M a L.: 188, 246. Tusell Gómez, J.: 188, 246, 300, 325, 422, 423.
Sebastián Aguilar, F e r n a n d o :
Rodríguez de Coro, F.: 106. 479, 480. Vizcarra, Zacarías de: 451, 453,
264, 269, 278, 279, 298.
Rodríguez Ocaña, R.: 482. 457, 472.
Sefrin, P.: 341.
Romero Ortiz, Antonio: 84, 85, U Voltaire: 119.
Segur, Gastón de: 411.
89, 94. Segura Sáenz, Pedro, 148, 175, U n a m u n o , Miguel de: 117, 118,
Romo Gamboa, Judas José: 43, 119,224,354. W
218, 329, 330, 409, 427, 436, Wright, J o h n j o s e p h : 389.
309. 441, 490. Uña, O.: 298.
Roquer, Ramón: 222. Urbano, P.: 482.
Señante, Manuel: 434.
Rovirosa, Guillermo: 458, 481. Urquijo: 126. Y
Serrano, Francisco: 89, 101, 486.
Rubio,J.: 142. U r q u i n a o n a Bidot, José María Yanes Álvarez, Elias: 276, 481.
Serrano Súñer, Ramón: 212.
Rubio Montiel, Saturnino: 220. de: 90, 91. Yetano, A.: 143.
Silvela, Manuel: 94, 95.
Rubio Repullés, Mauro: 466. Urtasun Irisarri, Cornelio: 184.
Simeoni, Giovanni: 314.
Ruiz Giménez, J.: 245. Urteaga, J. M.: 245, 299. Z
Sinova, J.: 300.
Ruiz Rico, J.J.: 245. Six, J.F.: 415. Zapatero, Virgilio: 286.
Ruiz Rodrigo, C : 144, 479. Sobrino Vázquez, P.: 188. V Zubiri, Xavier: 222.
Ruiz Zorrilla: 358. Valle, F. del: 433. Zunzunegui Aramburu, José:
Solana, Javier: 286.
Vázquez de Prada, A.: 482. 372.
Soldevila Romero, Juan: 327.
S Stalin, José: 215.
Sáez Marín, J.: 72. Sturzo, Luigi: 433, 436.
Sagarmínaga Mendieta, Ángel: Suárez, Adolfo: 254.
378. Suárez Cortina, M.: 24.
Sagasta, Práxedes Mateo: 86, Suárez Verdeguer, F.: 48, 72,
133. 478.
Salas Larrazábal, R.: 187. Suñer Capdevila, F.: 92.
SalasXimelis,A.:300. Suquía Goicoechea, Ángel: 269.

504 505
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN 7
La cuestión religiosa 8
Católicos divididos 11
Anticlericahsmo 13
Secularización 15
Martirio 17
Impacto del Vaticano II '. 18
La Iglesia precursora de la Transición 20
La Iglesia en la España democrática 22
Nota bibliográfica general 23

Capítulo I
FINAL DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1802-1846) 25
Ideas fundamentales 25
Introducción 26
Revoluciones y restauraciones 29
La Iglesia ante el final del Antiguo Régimen 34
Política anticlerical de los gobiernos liberales 38
Situación religiosa del territorio carlista 41
Intento de cisma durante la regenaa de Espartero 43
Conatos de reconciliación Iglesia-Estado 46
Bibliografía esencial comentada 48

Capítulo II
PÍO IX E ISABEL II (1846-1868) 51
Ideas fundamentales 51
Pío IX y España 52
El concordato de 1851 55
Nuevos conflictos religiosos durante el bienio progresista
(1854-56) 57
Restauración eclesiástica 61

507
El «Syllabus» enEspaña 63 Holocausto de sacerdotes, religiosos y católicos 165
ElPapay laReina 67 Consignas de los perseguidores 171
Elpadre Clarety sor Patrocinio 69 La carta colectiva de 1937 175
Bibliografía esencial comentada 71 Beatificaciones de los mártires 179
La Iglesia y la represión de los nacionales 182
Capítulo III Bibliografía esencial comentada 186
REVOLUCIÓN Y PRIMERA REPÚBLICA (1868-1874) 75
Ideas fundamentales 75 Capítulo VI
La Iglesia ante la Revolución 76 FRANCO (1936-1975) 189
Agresiones de las Juntas revolucionarias 79 Ideas fundamentales 189
Manifestaaones anticlericales violentas 81 Rasgos generales de las relaciones Iglesia-Estado 191
Política anticlerical del Gobierno revoluaonano provisional . 84 Matizaaón de estas relaciones 196
Iniciativas de los obispos frente a la Revolución 87 Los católicos y el nuevo Estado 198
Eclesiásticos en las Cortes Constituyentes 91 Legislación sobre la enseñanza 204
La cuestión religiosa 93 Goma y Franco 209
Los obispos contrarios al juramento de la Constitución 96 Actuación de la Jerarquía 214
«Agravios» de la Revolución a la Iglesia 100 Críticas de la Iglesia alEstado 218
Política religiosa de la Primera República 102 Polémicas entre intelectuales católicos 222
Bibliografía esencial comentada 105 El concordato de 1953 '. 226
Progresivo distanaamiento delEstado 228
Capítulo rV Francoy lalglesia 233
RESTAURACIÓN (1875-1931) 109 ElEstado contra la Iglesia 236
Ideas fundamentales 109 La Iglesia precursora de la Transición 240
La Iglesia ante la Restauración 111 Consideraciones finales 242
León XIIIy las tensiones del catolicismo español 113 Bibliografía esencial comentada 244
Anticlencalismo literario 116
Prensa laicay prensa católica 121 Capítulo VII
Ataques a las Ordenes religiosas y ala enseñanza católica .... 127 DEMOCRACIA (1975-2000) 249
Polémicas sobre la libertad religiosa 132 Ideas fundamentales 249
Canalejas y la «Ley del candado» 134 Introducción 251
Primo de Pavera y la Iglesia 137 La Iglesia durante la Transición 253
Bibliografía esencial comentada 141 El PSOE y la Iglesia 258
Capítulo V Relaciones entre la Iglesia y el Gobierno socialista 262
SEGUNDA REPÚBLICA, GUERRA CIVIL Y PERSECU- Relaciones entre obispos y ministros socialistas 267
CIÓN RELIGIOSA (1931-1939) 145 Tensiones del bienio 1990-91 271
Ideas fundamentales 145 Aplicación restrictiva de la libertad religiosa 276
Enfrentamiento de la República con la Iglesia 147 Ataques de los socialistas a la Iglesia 280
Presuntas responsabilidades de la Iglesia 151 Críticas del Gobierno alPapa 284
Ataques a la Iglesia desde 1931 hasta julio de 1936 154 Descnstianización progresiva de España 288
La revolución comunista de Asturias 158 Tensiones con el Gobierno delPP 296
Precedentes inmediatos de la persecución religiosa 162 Bibliografía esencial comentada 298

508 509
Capítulo VIII Católicos integnstas y reformistas 4ig
OBISPOS 301 Intentos para implantar en España la Acción católica y so-
aalitahana 427
Ideas fundamentales 301
Iniciativas sociales 430
Organización de las diócesis en el Antiguo Régimen 303
La Democracia cristiana 433
Últimos obispos del Antiguo Régimen 305
La Gran Campaña Social de 1922 437
Estado de las diócesis 309
Primeros pasos de la Acción Católica Española 440
Restauración de la Jerarquía 312
La Acción Católica durante al Segunda República 442
Dificultades para los nombramientos de obispos 314
Organización y actividades de la A. CE 444
Los obispos en el Concilio Vaticano I 317
Apogeo de la Acción Católica 450
Nombramientos de obispos desde 1873 hasta 1975 319
Movimientos especializados de la A C 455
Primeros pasos hacia la organización del Episcopado 322
Tensiones en la Acción Católica Española 462
La asamblea plenana de 1907 324
Crisis del Apostolado Seglar 465
La Junta de Metropolitanos 32*7
Polémicas de la A. CE. con la Jerarquía 469
Los obispos en el Vaticano II 331
ElOpusDei 471
La Conferencia Episcopal Española 334
Comunidades eclesiales y nuevos movimientos españoles 475
Bibliografía esencial comentada 341
Bibliografía esencial comentada 478
Capítulo IX
CRONOLOGÍA 485
CLERO 345
Ideas fundamentales 345 ÍNDICE ONOMÁSTICO 497
Catedrales, colegiatas y canónigos 347
El clero del siglo xix 350
Clero y política 355
Los religiosos: de la supresión a la restauración ; 358
Los seminarios 363
Formación del clero en la posguerra 370
Seminaristas y sacerdotes 374
Inquietudes misioneras 378
Fermentos renovadores 380
La Asamblea Conjunta Obispos-Sacerdotes de 1971 386
Iniciativas para superar la crisis sacerdotal 391
Economía del culto y clero 393
Bibliografía esencial comentada 399

Capítulo X
SEGLARES 403
Ideas fundamentales 403
Introducción 405
Orígenes del asociaaonismo católico 409
La Unión Católica 411
El padíe Antonio Vicent y las Corporaciones Obrero-Cató-
licas 415

510

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