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LA ACCIÓN

(1893) Maurice Blondel Alberto Ares Mateos, sj

Ensayo de una crítica de la vida y de una ciencia de la práctica

INTRODUCCIÓN

¿Tiene la vida humana un sentido y el hombre un destino?

Resumen: Se plantea si la vida humana tiene un sentido y si el hombre un


destino. Se presenta a la acción a través de diversas aproximaciones y se
ponen las bases que anticipan todo el desarrollo de la obra.

- Lo encontraré en la acción.(1)

- Yo soy y actúo incluso a mi pesar.(6)

- El método de la inmanencia: método de experimentación directa. (9)

- Construyamos una ciencia de la acción. (11)

- La acción como enigma. (13)

- Para que se plantee científicamente el problema de la acción no se


debe aceptar ningún postulado moral ni dato alguno intelectual
(epoché). (14)

- La acción centro de la filosofía y de la vida. (15)

- La acción manifiesta la doble voluntad del hombre, construyendo su


historia y destino. (16)

- Sólo puede existir salvación si se brinda claramente a todos. (17)

PARTE I

No existe un problema de la acción: Diletantismo y Esteticismo.

Resumen: El diletantismo y el esteticismo son dos posturas que pretenden


negar el problema de la acción. Los planteamientos de "no querer ningún
fin" y "querer todas las cosas", respectivamente, son echados abajo desde
sus cimientos, haciendo un recorrido por sus contradicciones internas.
Blondel concluirá que es inevitable querer y seguir un fin.

Diletante: No querer nada. (Abstención metafísica)


- Noluntad: Saber que no se quiere nada, significa querer la nada.
Quiero no querer. (33)

- La misma noluntad oculta un fin subjetivo. (37)

- Diletante = egoísta radical. (37)

- Negarlo todo para permanecer solo como un dios. (37)

Esteta: Quererlo todo. (Abstención moral)

- Su doctrina consiste en no tener ninguna doctrina, y eso es ya una


doctrina. Intenta sustituir un dogmatismo intelectual, por una anarquía
estética (39)

En el fondo no querer nada y quererlo todo es lo mismo. Es imposible


no querer nada, ni quererlo todo, pues nuestra existencia está sujeta a
constantes opciones. (43)

El intento del sujeto de rechazarse en el objeto es vano, pues "siempre


hay un sujeto ante un objeto". (21)

PARTE II

Existe un problema de la acción, pero con una solución negativa:


Pesimismo y Nihilismo.

Resumen: Se plantean dos actitudes, el pesimismo y el nihilismo, que


aceptan el problema de la acción, pero le dan una solución negativa; es
decir, parecer concluir que el fin de la acción es la nada. Blondel irá
desenmascarando estos planteamientos, concluyendo que la respuesta al
problema de la acción es siempre positiva: la voluntad quiere algo.

- Nihilismo: La nada como meta y sentido de la vida. La nada es el


bien, existe; el ser es el mal, no existe (53)

- La crítica de Kant parece haber roto la acción y esto ha


desembocado en la nada. (51-52)

- Nada de la vida sensible, de la investigación científica, de la


especulación filosófica y de la actividad moral. (54)

- Blondel: Pienso en la nada; luego hay un sujeto pensante, y un objeto


pensado; la nada pertenece al ser. (56)

- No se puede negar todo, ya que siempre habrá algo por negar; un


infinito que se me escapa. (58)

- Lo que niegan revela la grandeza de lo que quiere. (59)


- No se puede negar el fenómeno y el ser. (60)

- Tanto en el querer-ser, en el querer-no-ser, y en el querer-no-querer


subsiste el querer.

- El pesimismo se pierde en contradicciones insolubles, porque


procede de un doble querer: el querer del fenómeno y el del ser. A
través de sus negaciones se reafirma esta doble realidad individual e
impersonal. (62-63)

- No existe una concepción simple y distinta, ni una voluntad franca y


homogénea de la nada. (63)

- La acción es la síntesis del conocer, del querer y del ser. (52)

- ¿existe, sí o no, concordancia entre la voluntad que quiere y la


voluntad querida? La acción es la síntesis de este doble querer. (66)

CONCLUSIÓN: La voluntad quiere algo.

PREGUNTA: ¿Qué es lo que quiere?

PARTE III

El fenómeno de la acción

Primera etapa: De la intuición sensible a la ciencia subjetiva.

Resumen: Se intenta demostrar como las ciencias positivas, que están


centradas en objetos, son insuficientes porque se olvidan del polo del
sujeto. Se propone el elemento subjetivo: la conciencia y la ciencia de la
acción (subjetiva). Tanto las ciencias exactas (o a priori) como las
experimentales (experiencia sensible) son insuficientes para explicar la
vida. Las primeras intentan explicar la realidad, pero sin partir de la
experiencia, aunque se adapte a ella. Las segundas utilizan el a priori de
las primeras para dar un orden o lógica a la experiencia –son dependientes
de las primeras-. Pero si las primeras no toman la base en la vida, sino en
un mundo abstracto y las segundas se apoyan en las primeras, nos
encontramos con una paradójica relación. Necesitaremos de otro
elemento: la acción, que incorpora el elemento subjetivo y que servirá de
enlace entre ambas ciencias, sin agotarse en las ciencias mismas. La
acción probará como en ella hay más de lo que las ciencias conocen y
alcanzan. Las ciencias constituyen un simbolismo; no explican el fondo de
las cosas, sino que su función es constituir un sistema de relaciones
coherentes. Esta función será aprovechada por la ciencia de la acción.

(90-91.108-110.113-117)

- La conciencia será el punto de partida de la ciencia de la acción: "El


sujeto está relacionado científicamente con el objeto, lo contiene y lo
supera. Los hechos de conciencia son tan reales como todo lo demás,
porque todos los demás se comunican con ellos a su vez, y toman de
ellos lo que tienen de realidad. Son distintos y solidarios." (130)

- El hecho no existe más que por el acto; y sin el fenómeno subjetivo


no habría ninguna otra cosa. (Resumen: 134-135)

Segunda etapa: Del umbral de la conciencia a la operación voluntaria.

Resumen: ¿Cuáles son las primeras consecuencias de reconocer el


carácter científico de la conciencia? El determinismo de la conciencia:
La libertad, el deber y la ley moral.

- Nada actúa en nosotros si no es verdaderamente subjetivo, si no ha


sido digerido, vivificado, organizado en nosotros mismos. (137)

- La conciencia de la acción implica la noción de infinito; y la noción de


infinito explica la conciencia de la acción libre. (153)

- Infinito sería todo lo que supera toda representación precisa y todo


motivo determinado, lo que no puede ser comparado con el objeto del
conocimiento y con los estímulos de la espontaneidad. (153)

- Para actuar hay que participar de una capacidad infinita. (156)

- La libertad es postulada por la ciencia. Aparece a la conciencia por el


juego del determinismo. No hay conciencia del determinismo más que
por la libertad...La razón verdadera de la acción se debe descubrir en
un fin trascendente a la naturaleza o la ciencia. (159)

- ...la razón del acto no puede residir más que en una libertad capaz de
sintetizar, de sacar provecho y se superar todo el determinismo del que
ella ha salido y acepta. (162)

- ...para tener conciencia del determinismo, es necesario ser libre...La


libertad, que se produce fatalmente, no se conserva sino libremente.
(165)

- ...al proponerse la libertad como fin, se siente una desproporción


entre la voluntad que quiere y la voluntad querida. Se experimenta el
dolor de una elección y de un sacrificio. (167)

- El sujeto se encuentra obligado a salir de sí mismo y a someterse a


una ley de desprendimiento, justamente para no encadenarse a una
fórmula imperfecta de su propio desarrollo. (173)

- La acción es el quicio entre el determinismo científico y el práctico...al


actuar, aprendemos lo que tenemos que hacer, es decir, que nuestra
voluntad logra conocerse y adecuarse cada vez mejor a sí misma.
(178)
Resumen general de la primera y segunda etapa: Al afirmar algo, y al
querer que haya ciencia positiva en ello, se postula el fenómeno subjetivo.
Al reconocer la realidad científica del hecho de conciencia, y al estudiar las
leyes del automatismo psicológico, se ha tomado conciencia del
determinismo interno. Al plantear el determinismo, se saca de él la libertad.
Al querer la libertad, se exige el deber. Al concebir la ley moral, hay una
necesidad de producirla en la acción, para conocerla y determinarla en la
práctica. (179)

Tercera etapa: Del esfuerzo intencional a la primera expansión de la


acción.

Resumen: La expansión exterior pasa de la pura intencionalidad y se


manifiesta como cuerpo de la acción. Se llega a la constitución de la
individualidad humana, a través de una unidad indivisible de la iniciativa
humana y la contribución del universo.

- ¿Qué es lo que mueve a la acción? una fuerza originada en el propio


sujeto. La causa que da lugar a todo el movimiento de la acción es la
desproporción entre la voluntad que quiere y la voluntad querida. El
querer no es integral y permanece dividido en sí mismo. (182. 191.
198-9. 203)

- No solamente no hacemos lo que queremos, sino que, a menudo,


incluso hacemos lo que no queremos. (cf. Rm 7,15) ...casi nunca
hacemos todo lo que queremos; a menudo hacemos lo que no
queremos; y acabamos por querer lo que no queríamos. (207. 215)

- La acción es el nexo de la vida orgánica y el vínculo de la conciencia


individual, y está síntesis es el resultado de una sinergia. (217. 219.
234)

- La acción real no puede ser parcial o dividida, múltiple, como deben


serlo el pensamiento o el sueño. Lo que se hace se hace. Todo o nada.
(220)

- La acción sacude y pone en movimiento toda la máquina. Realiza


una síntesis viva, hace participar al organismo material de la intención
que la anima, lo mismo que ella hace repercutir en nuestros estados
de conciencia los hábitos del cuerpo. (225)

- Para lograr ser mejor y más completamente uno, no se debe ni se


puede permanecer solo. (238)

- Nuestra persona es nuestra expansión y nuestra dedicación a todos;


nuestra acción es la colaboración del universo y el triunfo de la
impersonalidad. (239)

Cuarta etapa: De la acción individual a la acción social.


Resumen: Toda acción es una manifestación de la necesidad por
superar el abismo entre lo querido y lo realizado. Será una llamada a lo
otro, "a salir de uno mismo".

- La voluntad, a través de la mediación de la vida individual, organiza


fuera un mundo más y más conforme a su deseo profundo. La acción
establece una alianza con el objeto de su deseo, y no pierde la
virginidad más que para hacerse a su vez fecunda. (242. 250)

- Nunca actuamos solos (259)

- coacción: respuesta provocada por el agente.

- Al producirse, la acción se transforma, y es precisamente esta


transformación lo que se buscaba al actuar. El agente se introduce en
lo que hace, y lo que hace lo modela. (264)

- Quien da, recibe. Pero, lo recibido, lo dado, sirve de guía hacia el


donante. (265)

- En toda operación exterior hay, pues, un doble movimiento: uno, el


primero, mediante el cual el signo expresivo se impone al
determinismo que le rodea; otro, el segundo, mediante el cual, a través
de este signo, es solicitada, exigida y obtenida la reacción de la que
nacerá la obra deseada. (266)

- La acción puede ejercer una influencia sobre agentes diferentes de


su autor y solicitar su cooperación, respetando su iniciativa y su
independencia, pero tendiendo, sin embargo, a una unión lo más
íntima posible. (267)

- Lo que yo he hecho por mí mismo con el concurso de otro, ya no es


sólo para mí y para este otro. El acto realizado tiene necesariamente
un alcance más grande. y, en cierto sentido, en adelante existe para
todos los demás tanto como para aquellos que lo han producido. (269)

Quinta etapa: De la acción social a la acción supersticiosa.

Resumen: La acción que es llevada a salir de sí y a difundirse, va


desembocando y originando la sociedad, a través de tres formas
principales: la familia, la patria y la humanidad. También se trata de la
moral natural que no se rige por el hecho, o por el derecho, sino por la
práctica. En el obrar se conoce mejor y. Así el hecho, el derecho y la
práctica se dan de forma conjunta. No pueden darse aisladas. Por último
introduce el tema de la religión, pero de forma negativa, a través de la
superstición. El sujeto es consciente de que hay algo que excede los
hechos sensibles y la vida social. Pero la tentación es la superstición;
fabricarse un ídolo al que atribuirle ese "algo" que le excede. En el fondo la
conclusión a la que se llega en esta tercera etapa es que el "fenómeno" no
es suficiente para el hombre, el cual no puede ni negarlo ni mantenerse en
él. Así se abre a la pregunta por el fundamento de este fenómeno, que en
el fondo es la necesidad por abrirse a la acción divina.

- El hombre es para el mismo "un fin en sí", pero con vistas a un


desarrollo superior a su mutua soledad. (294)

- El amor verdadero abarca la totalidad de la persona, considerándola


como una viviente unidad de partes que reciben la belleza de su
relación íntima con el todo. Unidos por los cuerpos para no formar más
que un alma, unidos por las almas para formar un sol cuerpo. (301)

- Dos seres no son ya más que uno, y precisamente cuando son uno
se convierten en tres –familia-. La meta del amor, no es el amor mismo
sino la familia. (301-2)

- Cuando queremos y actuamos superamos a la familia, la ciudad, la


patria para que nuestros actos interesen y alcancen a la humanidad.

- Sobre la moral natural. La Moral estaría por encima de la Metafísica


porque es en la acción, es actuando, donde encontraremos los
fundamentos de la vida. (330-4. 342-6)

- La acción no puede encontrar apoyo y acabamiento más que en una


realidad infinita. (353)

- En el fondo hacemos ídolos cuando hacemos "fines de los medios",


cuando tomamos lo Incognoscible, la solidaridad universal, la patria, el
amor, el arte, la ciencia,... como metas o centros de su existencia.
(361)

- "No se encuentra lo divino en ningún sitio cuando uno mismo no lo


posee, pero se puede eliminarlo de todas partes al concentrarlo en uno
mismo suplantando la fe ausente por una credulidad". (362)

PARTE IV

El ser necesario de la acción: necesidad de abrirse a la acción divina.

Resumen: Ante la pregunta abierta al final de la tercera parte, Blondel


plantea un conflicto y una alternativa.

El conflicto se presentará entre el supuesto fracaso de la acción y su


inevitable reafirmación. Entre lo que la persona quiere y lo que hace hay un
abismo, un aparente fracaso. Pero por otra parte existe en nosotros una
voluntad que supera las contradicciones de la vida. La presencia que hay
en nosotros de lo no querido lleva al sujeto no a querer un objeto, o un
hecho, sino un acto y el ser mismo de la voluntad. Paradoja: Es imposible
quedarse parado, no avanzar, puesto que la voluntad quiere más, pero no
podemos seguir avanzando, ya que no hay un objeto que se adecue a su
búsqueda. Queda abierta entonces el camino de la trascendencia de la
acción humana, el camino de Dios, del "único necesario". Dios, como el
"Único Necesario", es lo que supera el nihilismo y el pesimismo, y
encamina la acción a su culminación. El problema de la existencia humana
sólo se resolverá si la persona llega a descubrir la necesidad de la
donación sobrenatural en su vida. Blondel hace un repaso por las pruebas
de la existencia de Dios clásica: argumento cosmológico, el teleológico y el
ontológico. Realiza una crítica a estos tres argumentos, y parece
simpatizar algo con el tercero. El cree que si se toman aisladamente
cualquiera de las pruebas llegamos sólo a ideas abstractas que no prueban
nada. Ahora bien, si las tomamos todas en su conjunto, no como un juego
lógico del entendimiento, sino con una certeza práctica, las pruebas son
verdaderas, vivas y eficaces. (398) La intuición que tiene Blondel es que ve
imposible que lo finito se explique sobre sí mismo. En el fondo es plantear:
Dios o la nada, donde la nada no una abstracción sino el sinsentido de la
existencia. Y hemos visto que la nada no existe. Así la existencia de Dios
no sería una pregunta abstracta o que afecte al intelecto, sino una cuestión
vital, que tiene que ver con la apertura a la existencia.

La alternativa se abriría en este momento. En el fondo es dónde voy a


buscar o de dónde me vendrá la salvación. Una de las alternativas será
que el sujeto se repliegue sobre sí mismo, que intente buscar la solución
sin salir de sí; esto hará que la acción sea llevada al absurdo y que se
meta en un callejón sin salida que la lleve a la desintegración. La otra
alternativa, y a la postre la mejor, es decidirse por la opción de la
trascendencia, por Dios. Esto me llevará a la idea de Revelación. La
verdadera libertad a la hora de optar vendrá al buscar la verdadera libertad,
es decir, la indiferencia. Eso significa dominar la pasión, la necesidad,
ejercer la abnegación. El sufrimiento y el sacrificio suponen un instrumento
en el crecimiento de la persona, en un saber conformarse con la voluntad
de Dios. Quien no ha sufrido por una cosa, no la conoce ni la ama. Sin la
educación del dolor no se accede a la acción desinteresada y valiente.

El conflicto

- No se sabe si es una simple banalidad o una paradoja intolerable el


afirmar que el hombre aspira a ser plenamente lo que él quiere, y que
no lo puede ser, en absoluto, a su pesar...Quisiéramos ser
autosuficientes, pero no podemos serlo...La muerte por sí sola resume
todas estas enseñanzas. (373)

- ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo? Todo lo que tiene no le


basta, y cuando lo tiene no le parece nada, porque él no se basta, y no
se posee a sí mismo. (375)

- La voluntad humana no puede reservarse totalmente para sí porque


no procede totalmente de sí. (375).

- La acción es indeleble...Lo peor no es quizá el no poder cambiar


nuestros actos, sino el que nuestros actos nos cambian de tal manera
que ya no podemos nosotros cambiarnos a nosotros mismos. (378-
379)

- Tres proposiciones resumen...

1. El sentimiento del aparente fracaso de nuestra acción es un


hecho sólo en cuanto implica en nosotros una voluntad
superior...

2. La presencia en nosotros de aquello que no se ha querido


ponen en evidencia la voluntad que quiere en toda su pureza.

3. Esto nos manifiesta la necesidad que encuentra la voluntad


de quererse y de establecerse a sí misma. (381)

- (Se retoma el problema planteado del nihilismo) Sentir la debilidad de


la condición humana, conocer la muerte, es conocer una referencia
superior...El hecho de la muerte sólo se constata y se comprende
porque se posee ya la certeza de sobrevivir...La nada, que a veces
parece desear y presagiar, no existe...¿Cesamos acaso de desear lo
que hemos deseado debido a que no hemos conseguido en seguida lo
que anhelamos? (382-4)

-"De mí a mí mismo hay un abismo que nada ha podido llenar". (386)

- Imposible detenerse (idolatría), imposible retroceder (cambiar el


pasado), imposible avanzar sólo (egoísmo). (386)

- La idea de la nada no existe sin al idea de otra cosa. (389)

- "La trinidad es el argumento ontológico llevado al plano de lo


absoluto, allí donde la prueba no es ya una prueba, sino la verdad
misma y la vida del ser". (397)

- "Todos estos conceptos de la razón humana (pruebas de la existencia


de Dios) son vacíos, falsos e idolátricos si se los considera
separadamente como representaciones abstractas, pero son
verdaderos, vivos y eficaces cuando, al considerarlos solidarios,
resultan no un juego del entendimiento, sino una certidumbre práctica".
Es ciertamente en la praxis misma donde la certeza del "único
necesario" tiene su fundamento. (398)

- Dios es la certeza inmediata sin la cual no hay otra, la claridad


primera, la lengua conocida sin haberla aprendido...Dondequiera que
algo se para, allí no está él; donde quiera que algo se mueve, allí está
él. (400)

- El hombre aspira a ser dios. El dilema es éste: ser dios sin Dios y
contra Dios, o ser Dios por Dios y con Dios. (404)
La alternativa

- El secreto juicio de la eternidad hay que buscarlo no fuera del


hombre, sino en el hombre. Lo que le juzga es su misma acción. (416)

- En la acción voluntaria se opera un secreto maridaje entre la voluntad


humana y la voluntad divina. Ser llamado a la vida de la razón y de la
libertad significa participar en la libre necesidad de Dios que no puede
menos que quererse a sí mismo. Nosotros tampoco podemos menos
de querernos a nosotros mismos: el ser que recibimos como propiedad
nuestra es de tal naturaleza que es imposible no aceptarlo. No se
puede abusar de ese don, no se puede fingir que se lo rechaza más
que aceptándolo ya y usando, si se puede decir así, de Dios contra
Dios. (418)

-Resulta, pues, para él una necesidad el reconocer su dependencia


respecto de ese huésped misterioso, el someter su voluntad a las
suya. Tiene que pasar por ahí. Si no, no hay medio de resolver el
problema, ese problema que él plantea y ratifica plenamente. (422)

- El sacrificio, el sufrimiento, la abnegación, la verdadera libertad


(indiferencia). (Una verdadera joya: 424-436)

- Lo sobrenatural es absolutamente imposible y absolutamente


necesario al hombre. Y esa necesidad es un don. (436)

PARTE V

El acabamiento de la acción.

Resumen: Se culmina la acción. Comienza planteando el tema sobre el


que gira toda la obra: las relaciones entre filosofía y teología. Se
desarrollan tres temas: El primero tiene que ver con los dogmas, que son
considerados como reveladores y no como revelados. El reconocer que los
dogmas tienen una concordancia con las disposiciones subjetivas, no hará
que lleguemos a la fe, pero si que comencemos un camino que nos lleve a
sentir su necesidad. El segundo tema tratado es el valor de la práctica
literal. "Se ha pretendido que la letra acaba matando al espíritu, que todo
dogma definido mata la libertad de pensamiento, que la práctica literal es
mortal para el sentido del Dios vivo. Es otro error. El espíritu sólo es
vivificado gracias a la letra. El culto positivo y el acto de precepto concreto
son las funciones mismas de la vida divina en nosotros. Ese sentido
religioso, esa conciencia del genio nacional de Francia, ese carácter de
generosidad y de desvelo activo, ese amor a la claridad y a las decisión, y
ese gran sentimiento del misterio, son inseparables. No debemos
renunciar a nada de esta herencia, si no queremos perderlo todo". (533)
Por último Blondel expone la fundamentación ontológica de todos los
fenómenos que son desencadenados por la acción. Es lo que él llama la
"metafísica a la segunda potencia". En la búsqueda de fundamento se
llegará a la figura de un Mediador en el que confluya actividad-pasividad
(un Mediador que es Dios-Hombre).

- Se quiere que la filosofía tenga su campo propio e independiente.


También la teología lo quiere para sí misma. Ambas exigen una
separación de competencias. Siguen siendo distintas una de otra, pero
distintas en aras de una relación efectiva. La plenitud de la filosofía no
consiste en una suficiencia presuntuosa, sino en el estudio de sus
propias impotencias y de los medios que, por otra parte, le son
ofrecidos para llevarla a cabo. (443)

- La idea de preceptos o dogmas revelados no le puede venir al


hombre ni de la misma revelación, ni de los fenómenos naturales. Esta
noción surge de una iniciativa interna. Pero ¿de qué modo esa
disposición totalmente subjetiva podría reconocer si hay efectivamente
en el exterior un alimento destinado a calmar esta hambre de lo
divino? Y, después de haber experimentado el tormento inevitable de lo
infinito, después de haber pedido a Dios que quite el velo del mundo y
se muestre a sí mismo, ¿cómo discernir si esta presencia es real?
¿Cómo reconocer si se ha producido verdaderamente esta auténtica
respuesta? (448)

- Pero no se puede atribuir sólo al esfuerzo de la voluntad esta


disposición saludable de obediencia, ya que no puede proceder de
nosotros el movimiento sobrenatural. Hasta el impulso de búsqueda
que nos lleva a Dios tiene que ver, en su principio, un don. (449)

- Los dogmas no son sólo hechos o ideas concretadas en actos, sino


también principios de acción. (455)

- La Revelación, para ser lo que tiene que ser si existe, debe superar a
la razón tanto en su principio como en su objeto y en su fin. Ningún
esfuerzo del hombre puramente hombre logrará penetrar su esencia.
(458) Referencia a "Trinidad".

- Todo hombre que no sienta ya la necesidad de renovarse y de


superarse no tiene vida. (462)

- Gracias al movimiento profundo de su propia libertad, el hombre se


ve inducido a querer una alianza con Dios y a formar con él una sola
síntesis: todo acto tiende a ser una comunión. Esta síntesis no podría
consumarse más que por medio de la acción, único receptáculo capaz
de acoger el don recibido. Y la alianza no sñolo no puede contraerse,
sino que ni siquiera puede persistir y afianzarse más que por medio de
la práctica literal....la fe, que podría denominarse como la experiencia
divina en nosotros, es el origen de una actividad que implica al hombre
entero y le hace producir, con la ayuda de todos sus miembros, la
creencia de la que vive. (463)
- La práctica literal es necesaria no solamente para armonizar toda
nuestra vida interior. Nuestra acción está repleta de vida universal; no
es una mera función del individuo, sino una función del gran cuerpo
social. (464)

- En una palabra, existe un infinito presente en todos nuestros actos


voluntarios, y este infinito no podemos retenerlo por nosotros mismos
en nuestra reflexión ni reproducirlo con nuestro propio esfuerzo
humano. Para captarlo y producirlo como queremos, es necesario,
pues, que este principio secreto de toda acción se nos dé bajo una
forma que nos permita entrar en comunión con él, recibirlo y poseerlo
en nuestra pequeñez. Tenemos necesidad del infinito finito; y no está
en nuestras manos el limitarlo, pues de hacerlo así, lo estaríamos
reduciendo a nuestra propia medida. Sólo a él le corresponde ponerse
a nuestro alcance y condescender con nuestra poquedad para
exaltarnos y adecuarnos a su inmensidad. La realidad de este don
queda ciertamente, una vez más, fuera de la influencia del hombre y
de la filosofía; pero la tarea esencial de la razón está en ver su
necesidad y en determinar las conveniencias naturales que regulan el
encadenamiento de las mismas verdades sobrenaturales. (470)

- Lo divino es más que universal, es particular en cada punto y se halla


enteramente en cada uno. Si se muestra a todos como el maná que
tenía todos los sabores, lo hace de la forma más asequible y más
humilde, ya que, en esta sublime degradación, su bondad y dignidad le
exigen que su condescendencia con nosotros no sea a medias.
Cuanto más poca cosa sea el símbolo en relación a los sentidos, más
responderá a las exigencias de la razón y del corazón. Su resplandor
no puede ser más que el de un punto, como el de la estrella cuyo
resplandor, salvo una tenue línea de luz, parece dejar al océano en la
oscuridad, aunque ilumina la inmensidad de las olas, dado que el ojo,
desde cualquier sitio de donde se mire, tiende hacia su claridad.

Por eso, en la práctica religiosa es necesario que las relaciones


ordinarias entre el pensamiento y la acción se vean a la vez
conservadas, completadas e invertidas. Conservadas, por que sigue
siendo verdadero que, para que sea viva y sincera, para que penetre
en los miembros y se asimile el organismo, la creencia necesita
manifestarse por medio de comprobaciones prácticas. Completadas,
ya que en el precepto positivo, y sólo en él, se da por hipótesis una
ecuación perfecta entre el espíritu y la forma literal en que se expresa.
Invertidas incluso, porque, a diferencia de los actos habituales, en los
que el pensamiento precede a las operaciones sensibles y penetra de
modo imperfecto el organismo que lo realiza fuera, aquí el signo
sensible contiene de forma oscura la luz cuyo fondo invisible intenta el
pensamiento descubrir poco a poco. Y esto es lo que hay que entender
ahora muy bien. (471)

- La acción sólo está prescrita si en lo que hay que hacer contiene la


realidad de lo que hay que creer. Heterogéneos para nosotros, la
práctica y el dogma son idénticos entre sí. Su tarea consiste en hacer
de la verdad conocida y de la conseguida algo idéntico en nosotros; en
establecer en el pensamiento y en la voluntad la unidad de lo real y de
lo ideal; en reintegrar en el hombre que constituye libremente su
personalidad la integridad de la causa que lo crea y lo anima. Esta
restitución es posible sólo si la voluntad humana, de la que procede
como de una causa eficiente el movimiento de la vida personal, se
asimila al fin concebido y querido como término de nuestro destino.
(471)

-No, no se trata de interpretar ideas, sino de practicar actos. El


verdadero infinito se halla menos en el conocimiento que en la vida. No
está ni en los hechos ni en los sentimientos ni en las ideas, sino en la
acción. La aparente estrechez de la práctica es inmensamente más
amplia que la pretendida holgura de la especulación o que todo el
misticismo del corazón. El espíritu sin la letra ya no es espíritu. La
verdad no vive en la forma abstracta y universal del pensamiento. El
único comentario que la deja intacta es la práctica que, en cada
inteligencia, renueva el misterio de su concepción y la coloca
enteramente en cada una de ellas con la riqueza de sus aspectos
contradictorios. El cielo está, con toda seguridad, tanto bajo nuestros
pies como sobre nuestra cabeza, pero como no andamos todavía ni
vivimos más que sobre la tierra, es en lo prosaico del acto donde
hemos de ver, pese al obstáculo, el cielo que se extiende más allá.
Hay que tomar la letra al pie de la letra, porque sólo en ella, y no en la
interpretación que se diera de ella, se oculta la realidad de la operación
que ella misma prescribe. La letra no es sobre todo pensada, sino ante
todo practicada. Y si en su misma oscuridad se encuentran palabras
claras y penetrantes como una mirada amorosa, es a condición de que
sigan siendo decisivas y tajantes como la espada de la acción. (474)

- Aquello que resulta imposible para el entendimiento y para el solo


esfuerzo del pensamiento se hace realidad en la práctica; ésta asocia
en una perfecta síntesis dos naturalezas en apariencia incompatibles.
Aun siendo individuales, las voluntades pueden armonizarse de tal
modo que, en una estrecha cooperación, no formen más que una
misma cosa. Por esto se le atribuye sólo a la acción el poder de
manifestar el amor y de alcanzar a Dios. (475)

-El conocimiento está vivo o muerto, según que el ser cuya presencia
necesaria lleva en sí reine en él, gracias al efecto de una libre
adhesión, o no sea para él más que un peso muerto. (482)

- Conocer realmente a Dios es llevar en sí su espíritu, su voluntad, su


amor. Si el se ofrece al hombre bajo una forma de aniquilamiento, el
hombre sólo puede ofrecerse a Dios aniquilándose él también, para
restituirle su privilegio divino. El sacrificio es la solución del problema
metafísico por el método experimental. Y si la acción, durante todo su
desarrollo, ha resultado ser una nueva fuente de claridad, es preciso
que, también al final, el conocimiento que sigue al acto perfecto de
abnegación contenga una revelación más completa del ser. Ya no lo ve
desde fuera, lo ha cogido, lo posee, lo encuentra en sí: la verdadera
filosofía es la santidad de la razón. La voluntad nos aliena y nos
asimila a su fin; el entendimiento nos asimila y nos adquiere su objeto.
He ahí por qué, al darnos a Dios con una entrega total, podemos
penetrarlo mejor con nuestra mirada. La pureza del desprendimiento
interior es el órgano de la visión perfecta. No es posible verlo sin
poseerlo, poseerlo sin amarlo, amarlo sin rendirle el homenaje de todo
lo que existe, para encontrar, en todo, sólo su voluntad y su presencia.
Lo que él es, queremos que lo sea cueste lo que cueste, y así, lo que
es en sí, pasa a serlo en nosotros. Así pues, equivocamos el camino si
pretendemos alcanzar directamente cualquier cosa. Es imposible
alcanzar realmente a otro ser, es imposible alcanzarse a sí mismo sin
pasar por este único necesario que debe llegar a ser nuestra única
voluntad. Sólo podemos conseguir nuestra consistencia interior si no
nos separamos de él. Para ser uno, para ser, no es preciso que me
quede solo. Necesito a todos los demás. Sin embargo, hablando con
todo rigor, no estamos en el mundo para tratar inmediatamente juntos
más que él y yo. Solos él y yo. Los demás no cambian nada. Poco
importa todo el determinismo de las condiciones que favorecen o que
contrarían mi vida. Lo que importa es captar su origen en mí y asimilar
su verdad y su acción íntimas, y no su coacción exterior. (495)

- El ser es amor; por tanto, si no se ama no se conoce nada. Por eso la


caridad es el órgano del conocimiento perfecto. Pone en nosotros lo
que está en el prójimo. (496)

- En mí hay algo que los demás no entienden, y que me eleva por


encima del orden entero de los fenómenos. En los demás hay, si
somos parecidos, algo que no entiendo, y que existe sólo si me resulta
inaccesible. (496-7)

- En una sociedad que tiene, por así decirlo, una misma conciencia,
cada uno está en todos por la caridad, y todos están en cada uno por
el conocimiento y la acción. (499)

- Así, por extraña que parezca esta exigencia, es preciso que los
objetos sean aquello que parecen, y que su realidad consista, no en
una especie de trasfondo inaccesible, sino en lo que se determina con
precisión y es exactamente cognoscible. Parece que han servido de
intermediarios, y resulta que es esta relación, este papel mediador, lo
que constituye su ser y lo que establece la verdad absoluta. Para ellos,
ser es subsistir tal como son conocidos y queridos por nosotros,
independientemente de las deficiencias de la acción y del
conocimiento humano. Es necesario que el determinismo de las
apariencias científicas sea, en verdad, el orden de los objetos reales y
que su despotismo exterior se funde en la intimidad del ser. Lo que es
por nosotros, debe ser también sin nosotros o a pesar de nosotros. Y
lo que el idealismo subjetivo presenta como la verdadera expresión de
la existencia tiene que ser, en efecto, la materia de un verdadero
realismo objetivo. Las cosas no existen porque nosotros las hagamos
ser, sino que son tales como las hacemos ser, y tales que nos hacen
ser. (507)

- Las cosas son porque los sentidos y la razón las ven, y las ven en
común, sin que esta doble mirada, con que cada una por su parte
parece penetrarlas enteramente, se confunda en ellas. Conocer es ser
lo que conocemos, es producirlo, tenerlo, llegar a serlo en sí. Sumas
quod videmus. La materia tiene el ser sólo si el mismo ser se hace
materia, si lo que es verbo interior y vida en sí es realmente carne. Así
pues, lo que la abstracción distingue en la realidad sensible tiene que
permanecer indisolublemente unido. Se pueden mostrar sus aspectos
irreductibles, pero no se pueden separar sus caras solidarias. Y,
precisamente porque es imposible separarlas y reunirías, entre estas
dos apariencias conocidas subsiste lo que constituye el apoyo y el
vínculo, lo que hace a la verdad consistente. Actuamos en y sobre
ellas, ellas actúan en y sobre nosotros. El conocimiento, activo y
pasivo, que de ellas tenemos es, según lo que debemos pensar, el
doble fundamento del fenómeno, sensible y real.

Por una parte, la ciencia es una obra admirable que, a medida que
desciende de abstracción en abstracción hasta las relaciones más
simples y la unidad más universal de las leyes naturales, despoja al
mundo de sus máscaras sensibles. En la misma materia la ciencia
manifiesta lo que es inteligible, accesible a las conquistas del
pensamiento, independiente del lugar y de la duración, obediente al
espirita, lo que, al límite y para el conocimiento perfecto, no es más
que el pensamiento creativo. Tiende a reconducir el universo a la
intuición divina de su autor. Por otra parte, la ciencia es una obra
admirable que, a medida que determina con más precisión los
caracteres originales de las síntesis directamente percibidas, pone
más en evidencia la realidad definida de las cualidades y de las
especies sensibles, hasta poder decir que los hechos de experiencia
son tales como nos los revela la ciencia experimental; que tienen en
este conocimiento sensible una verdad racional; que los fenómenos
poseen, como tales fenómenos, una consistencia indudable; y, en una
palabra, que las cosas son mucho más profundas que lo que sabemos
de ellas en una segunda reflexión, ya que al mismo tiempo son
realmente tales como las conocemos sintéticamente desde la primera
mirada. Además, ambos aspectos sólo son reales en la medida en
que, irreductibles el uno al otro, están vinculados en la unidad de un
mismo acto de voluntad, en la percepción de una misma sensibilidad y
de una misma razón. (508-509)

- Ya que las cosas que no existen por sí, y que son en sí sólo por otros
capaces de percibirlas, tienen la propiedad de ser a la vez conocidas y
sentidas. Esto, es algo que les pertenece: estamos en ellas mediante
el conocimiento racional que, gracias a su carácter de universalidad,
las abarca todas y define sus relaciones según el orden inteligible de
su producción. Están en nosotros mediante la percepción sensible que,
gracias a su carácter singular, las individualiza y las califica. Tenemos,
pues, un conocimiento absoluto de lo relativo en cuanto relativo. Por
eso este relativo es. Existe, sin que haya que buscar más allá del
fenómeno una explicación que lo desnaturalizaría. Es lo que parece
ser a lo largo de toda la serie de sus manifestaciones heterogéneas
pero solidarias. Es ambiguo por la diversidad de sus aspectos, y esta
ambigüedad constituye la verdad real. Su fenómeno múltiple es su
mismo ser.

Por tanto, no basta con decir que el ser de las cosas sensibles es ser
percibido, si no se añade que el que percibe existe también por el
percibido. Ser objetivo significa, pues, ser producido y padecido por un
sujeto. Porque ser real es tener una acción real sobre un ser real. Así,
para que sean verdaderamente, es necesario que las cosas actúen, y
para que actúen, es necesario que sean percibidas y conocidas. (508-
509)

- Por tanto, es necesario suponer la verdad del orden natural, del


orden sobrenatural y del intermediario divino que constituye su vínculo
y subsistencia. También es necesario no poder buscar su confirmación
en otro sitio que no sea en la práctica efectiva, ni dejar de encontrarla
precisamente en esa práctica. Supongamos que la acción nos la haya
dado. Entonces el eslabón que cierra la cadena está perfectamente
soldado. Era necesario que los dos extremos estuviesen unidos, y
ahora ya lo están. Era preciso que la necesidad del determinismo total
estuviese recogida en un acto libre de voluntad, y lo está plenamente.
Era necesario que el papel mediador de la acción estuviese totalmente
justificado y fundado, y lo está. Era necesario que esta mediación
fuese un principio de unidad y de distinción, y lo es: somos unos seres
en el Ser. Las mismas apariencias, la duración, todas las formas
inconsistentes de la vida individual, lejos de ser abolidas, participan en
la verdad absoluta del conocimiento divino del Mediador. El tiempo
sólo es lo que es cuando ha transcurrido, cuando entra en la eternidad.
Pero es porque siempre es verdad que su móvil y huidiza aparición es
conocida bajo la forma de la sucesión. Parece que la forma humana
pasa, pero sus actos se sitúan más allá de lo que pasa. Y así, sin dejar
de tocar las orillas del tiempo, el hombre usa y goza de la eternidad al
mismo tiempo que de la renovación perpetua de la duración. Desde el
lugar al que parece confinado para seguir siendo un individuo distinto,
usa y goza de la universalidad al mismo tiempo que de la singularidad
de su vida personal. Llamado a ver todas las cosas en la unidad del
plano divino mediante los ojos del Mediador, llamado a verse a sí
mismo en el acto permanente de la liberalidad y a amarse amando la
perpetua caridad cuyo ser posee, el hombre es este mismo acto de su
autor, y lo produce en sí tal como está en él. Gracias a su querer, que
no siempre ha existido, se une a la voluntad que siempre ha sido. El
hombre es quien ha empezado, y este límite sigue siendo como su
marca distintiva para siempre. Pero una vez que las apariencias, sin
desvanecerse, se abren para revelarle todas las cosas en su razón
universal, participa en la verdad del amor creador. Es simplemente
inmortal. Tiene la vida eterna. (517)

- Este último eslabón depende de todos los demás solamente para


hacerlos depender a todos de él. (518)

- La acción mediadora hace la verdad y el ser de todo lo que existe,


hasta el último detalle del último de los fenómenos imperceptibles.
(519)

CONCLUSIÓN

Existe

Resumen: Es esta parte última Blondel hace una recapitulación de todo lo


expuesto, dando respuesta a la pregunta planteada en la introducción con
gran contundencia: "Existe".

- La necesidad del hombre es adecuarse a sí mismo, de manera que


nada de lo que él es permanezca ajeno o contrario a su querer, y nada
de lo que quiere permanezca inaccesible o negado a su ser. Actuar es
buscar ese acuerdo del conocer, del querer y del ser, y contribuir a
producirlo o a comprometerlo. La acción es el doble movimiento que
lleva el ser al término al que tiende como a una nueva perfección, y
que reintegra la causa final en la causa eficiente. En la plenitud del
papel mediador, es un retorno del absoluto al absoluto. La acción
rescata lo relativo, que ella misma abarca y sostiene entre esos dos
términos. Rescatar es dar lo verdadero y el ser a quien no lo tiene por
sí mismo.

El papel de la acción es, pues, desarrollar el ser y constituirlo. Sin


duda, la acción lo determina e incluso parece que lo agota, como si el
esfuerzo fuera un empobrecimiento de la vida y como si la ejecución
depreciara la intención sin lograr adecuar nunca lo real a lo ideal. Pero
hay que situarse por encima de esta apariencia. Es verdad que, en la
medida en que el agente es" pasivo ante su propia operación y ante la
actividad de las fuerzas que hace concurrir a su propia obra,
experimenta en el desarrollo de la misma acción una especie de
deterioro. Además, la intención conserva en ella algo que la ejecución
al principio no produce. La acción consumada, sin embargo, al ser que
la ha concebido y querido le restituye una nueva riqueza que no estaba
aún ni en su concepción ni en su decisión. De lo que era simplemente
ideal en la intención no todo escapa a la acción; al menos una parte se
realiza en ella. Y este elemento real es heterogéneo con relación a
aquel ideal. Por eso después de haber actuado somos diferentes,
conocemos de otra manera, queremos de modo diferente que antes.
Por eso este aumento original merece un estudio, más que la misma
tendencia que, sin embargo, parecía prepararlo y abarcarlo
enteramente. La acción es el intermediario y como el paso por medio
del cual la causa eficiente, que todavía sólo tiene la idea de la causa
final, intellectu et appetitu, se une a dicha causa final,_que se
incorpora, poco a poco, a la causa eficiente para comunicarle la
perfección a la que aspiraba, re. Parece que nos agota, pero nos
colma. Parece que sale de nosotros, pero eso que emana de nuestro
interior más íntimo nos trae lo que está fuera a modo de un fin que hay
que alcanzar, y así hace inmanente para nosotros la serie total de los
medios con los que tendemos desde nuestro principio hasta nuestro
término. Dar de sí mismo significa ganar más de lo que se da. La vida,
mis .dedicada p más sacrificada es también la más intensa... dar de si
mismo significa ganar más de lo que se da. La vida más delicada o
más sacrificada es también la más intensa. (521-522)

- Del pensamiento a la práctica y de la práctica al pensamiento: el


círculo tiene que cerrarse en la ciencia, porque así ocurre en la vida.
(523)

- Para resolver el problema, hay, en apariencia, dos métodos: indirecto


y directo, científico y práctico. Pero estos métodos tienen que
conjugarse. (523)

- A veces se ha pretendido que la verdadera experiencia consiste en


experimentarlo todo. Es un error. Existe una experiencia que
empobrece la vida y reduce en nosotros el conocimiento del ser. Al
contrario, la sumisión al deber mortificante le proporciona al hombre
con espíritu de sacrificio una competencia universal y una riqueza
interior que no se adquiere de otra manera.

Se ha pretendido que sólo el pensamiento lleva en sí el verdadero


infinito, que la acción lo limita al determinarlo; y que los franceses, por
ejemplo, tienen demasiado sentido de la acción y de la claridad como
para tener una mente filosófica. Esto también es un error. En la
práctica más humilde, y en los actos sometidos a la estrechez de una
regla austera, se da un sentido más pleno a la vida, una mayor
amplitud de pensamiento, y un mayor sentido del misterio que en todas
las epopeyas metafísicas.

Se ha pretendido que la letra acaba matando al espíritu, que todo


dogma definido mata la libertad de pensamiento, que la práctica literal
es mortal para el sentido del Dios vivo. Es otro error. El espíritu sólo es
vivificado gracias a la letra. El culto positivo y el acto de precepto
concreto son las funciones mismas de la vida divina en nosotros. Ese
sentido religioso, esa conciencia del genio nacional de Francia, ese
carácter de generosidad y de desvelo activo, ese amor a la claridad y a
las decisión, y ese gran sentimiento del misterio, son inseparables. No
debemos renunciar a nada de esta herencia, si no queremos perderlo
todo. (533)
- Pero si puedo añadir una palabra, una sola, que sobrepasa el ámbito
de la ciencia humana y la competencia de la filosofía, la única palabra
capaz, frente al cristianismo, de expresar esa parte, la mejor, de la
certidumbre que no puede ser comunicada porque surge únicamente
de la intimidad de la acción plenamente personal, una palabra que sea
ella misma una acción, hay que decirla: "Existe". (546)

Alberto Ares Mateos sj

Madrid, 19 de mayo de 2004

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