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Mujeres y enfoque de género en los Acuerdos de la Habana

María Gines Quiñones Meneses1

En la II Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, realizada en Bogotá los días 19 a 21 de


Septiembre de 2016 se analizó el Acuerdo referente a la verificación y el monitoreo de la
implementación del Acuerdo Final de la Habana, pero al mismo tiempo se trabajó el papel
de las mujeres en la inclusión del enfoque de género.

Desde el inicio de las conversaciones para la negociación de la paz, las mujeres exigieron su
inclusión como un aspecto fundamental para que las negociaciones reconocieran el impacto
y las afectaciones por cuenta del Conflicto armado en las mujeres.

En un principio fue una discusión compleja, por el desconocimiento, desinformación y falta


de voluntad política para la superación de la discriminación y exclusión, así como las barreras
que se levantan frente a la participación efectiva de las mujeres en espacios de toma de
decisión. Sin embargo, el éxito fue total porque la I Cumbre Nacional de Mujeres y Paz,
incidió en la constitución de la Subcomisión de Genero en el 2014, conformada por una
delegada por el Gobierno Colombiano, una Delegada de la guerrilla de las FARC – EP y el
acompañamiento de plataformas de organizaciones de mujeres, organismos de cooperación
como ONU Mujeres, quienes llevaron a la Habana en cuatro ocasiones los elementos
fundamentales para que se incorporara la perspectiva de género en los diferentes debates, se
incluyera en el contenido de los acuerdos y en la implementación de los mismos.

La Comisión de Género tiene la tarea de transversalizar el enfoque de género en cada uno de


los acuerdos pactados y entre los más relevantes se encuentran los relacionados con la
Reforma rural integral, la participación política y la problemática de las drogas ilícitas.

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María Gines Quiñones Meneses. Administradora Pública, Escuela Superior de Administración Pública ESAP.
Especialista en Cultura de Paz, Escola de Cultura de Pau, Universidad Autónoma de Barcelona, Maestrante de
Educación desde la Diversidad, Universidad de Manizales
Uno de los aspectos más importantes de la creación de la Subcomisión de Género es la
oportunidad única y novedosa que se da en una mesa de negociaciones de conflictos armados
internos, en la que se garantice la aplicación de la perspectiva de género y sea uno de los
criterios de transversalidad para cada uno de los componentes del Acuerdo.

El seguimiento a diferentes procesos de negociación de paz en el mundo, indica que si bien


las mujeres están presentes, en muchos de ellos de manera tácita, el contenido de los acuerdos
no refleja el reconocimiento de la diferencia y la diversidad, como un elemento fundamental
para la equidad, en el entendido que el conflicto produce un impacto diferente en hombres y
mujeres, en los diferentes grupos etáreos, agregando a esto las diversas categorías que surgen
en relación con la multiculturalidad, plurietnicidad, opción sexual, política, ideológica y
religiosa.

De ahí que se torna significativa la inclusión de la perspectiva de Género en las negociaciones


de la Habana, marcando un hito en el historial de la resolución de conflictos a través de
negociaciones y un avance para el análisis de las estructuras oficiales e insurgentes, como
integrantes de las mesas de negociación, el que propicien el espacio para comprender o al
menos dar cabida a los enfoques diferenciales.

En este contexto, es importante conocer quiénes hacen parte e impulsan la Cumbre Nacional
de Mujeres y Paz, un espacio que surge en su primera convocatoria en el 2013, a partir de la
plataforma de nueve organizaciones y grupos de mujeres con presencia en lo local, regional
y nacional, del que hacen parte alrededor de 700 organizaciones, con el acompañamiento de
ONU Mujeres.
La Cumbre Nacional se halla constituida así:
Asociación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas de Colombia-Anmucic-
Casa de la Mujer
Coalición 1325
Colectivo de Pensamiento y Acción “Mujeres Paz y Seguridad”
Conferencia Nacional de Organizaciones Afrocolombianas-CNOA-
Iniciativa de Mujeres por la Paz-IMP:
Mujeres por la Paz
Red Nacional de Mujeres
Ruta Pacífica de las Mujeres

Este espacio en su II versión de 2016 identificó con las participantes, estrategias y acciones
desde lo local, regional y nacional que permitan la incidencia y reflejen la participación
efectiva de las mujeres en la implementación de los Acuerdos de Paz que se firmen entre el
Gobierno Nacional y la Guerrilla de las FARC – EP, destacándose la imperiosa necesidad de
la visibilización de las mujeres en los diferentes espacios de toma de decisiones, dada la
costumbre de hacernos partícipes en las discusiones pero al final son otros los que definen.
Para ello, es imprescindible el acompañamiento a las mujeres en la adquisición y desarrollo
de aptitudes y capacidades que les permitan el desenvolvimiento en ese tipo de escenarios,
que exigen cualidades específicas para asumir el proceso de planeación, negociación y
resolución final.

En el mismo sentido, se presentaron en un panel Internacional las “Oportunidades y Desafíos


para fortalecer la actoría política de las mujeres en el proceso de refrendación, verificación e
implementación del Acuerdo Final y Definitivo entre el Gobierno Colombiano y las FARC
EP2” Las conferencistas resaltaron la participación y representación de las mujeres en el
proceso de paz e hicieron las recomendaciones para que las mujeres desempeñen de manera
efectiva su papel político en un Acuerdo que decidirá sobre el futuro del país.

Más allá de lo planteado en la Cumbre Nacional, cabe incluir las percepciones que como
mujer negra y desde los procesos organizativos, venimos reflexionando e intentado que el
enfoque de género en los Acuerdos de la Habana, sea realmente la oportunidad de visibilizar
problemáticas que se niegan o se tratan veladamente, de allí que la revisión de los acuerdos
firmados en la Habana, muestra el inmenso esfuerzo por superar las diferencias, unificar
discursos y propiciar encuentros que lleven a garantizar que se está negociando la paz.

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Agenda Cumbre Nacional de Mujeres y Paz. Bogotá 19 al 21 de septiembre de 2016.
No obstante el reconocimiento de los avances y el discurso, los actores del conflicto armado,
Gobierno y FARC – EP, se expresan y dialogan, en su perspectiva guerrerista y de rivalidad
y no se percibe en sus acuerdos, la presencia de las comunidades ancestrales, de sus formas
organizativas, autoridades y expresiones manifiestas de hombres, mujeres, niños y niñas, que
han soportado el rigor y la destrucción y se mantienen a la espera de la visibilización de su
existencia, no como un simple discurso legal oficialista, sino como el reconocimiento de los
verdaderos habitantes de estos territorios.

En esa dinámica, de reconocer el diálogo de paz como una actitud determinante y a la luz de
la equidad y la diferenciación, se revisan los documentos firmados y se encuentra que hay
todo tipo de expresiones, planteamientos, propuestas y compromisos, sin embargo, brilla por
su ausencia, la inserción convencida y comprometida del reconocimiento de la autonomía y
la preservación de los grupos étnicos, así como la visibilización de un enfoque de género,
explícito y reivindicativo con el cual dar pie a la construcción de una estrategia de paz, al
punto que la recuperación de la memoria no es un tema relevante, y de él sólo se hace mención
como parte de la memoria histórica, mas no como un proceso propio de las comunidades. .

Podría decirse que la tarea aún no inicia; a pesar de las figuras existentes a través de
comisiones, que no hacen otra cosa que salvar la exigibilidad de la presencia de estos aspectos
fundamentales para que la negociación, al menos, en sus términos generales, reconozca que
las mujeres, los grupos étnicos y el territorio, hemos alcanzado un nivel de comprensión que
no puede desconocerse en un espacio en el cual se está decidiendo el futuro inmediato del y
para el país en los próximos veinte años, período que como muchos en la historia, puede
superar los límites o períodos previstos

Y es que no es sencillo comprender aquello que se desconoce o de lo cual no hay un claro


convencimiento. Por ello, una de las primeras tareas deberá ser, una exigencia sine quanum
de formación y capacitación a las y funcionarios responsables de hacer efectivos los
acuerdos, que reciban instrucción específica sobre estos temas, no desde la academia, sino
desde la expresión viva de las mujeres, de las comunidades étnicas, para que se comprenda
en la práctica qué se pretende expresar cuando se exige con vehemencia, la aplicación de los
enfoques diferenciales, como una posibilidad para que haya un cierto nivel de respeto y
equidad y alcanzar los niveles anhelados de justicia social.

Centrando la atención en los acuerdos hasta aquí firmados, podría afirmarse, con un mínimo
margen de error, que los enfoques sólo aparecen como un legalismo más. Si se revisa el
documento sobre desarrollo agrario, se encuentran que se hace mención de los grupos étnicos,
de las mujeres, pero no se halla explícita, la forma como se aplicará el enfoque, siendo éste
uno de los temas más sensibles para las mujeres, en la medida en que la pérdida de los
hombres en las comunidades y la posible llegada de los ex combatientes, generará fricciones
con las mujeres, quienes en primera instancia, son las que exigen la posesión y titularidad de
los territorios, tanto para sus hijos huérfanos, como para sus núcleos familiares, los que han
sobrevivido, gracias a su persistencia. Asimismo, el acceso a los medios de producción,
teniendo en cuenta las condiciones y limitaciones de las mujeres, será otra de las pruebas de
reconocimiento de la aplicación de la equidad y priorización de las mujeres para acceder a
oportunidades efectivas para superar la pobreza y marginalidad.

La revisión del Acuerdo sobre Participación Política es otra muestra de la ausencia de la


comprensión e inclusión de las mujeres y el enfoque étnico en esta negociación. No es
simplemente, considerar que haya una acción afirmativa para que las mujeres participen en
política, es cómo la mujer adquiere el nivel y las calidades necesarias para que su
participación y representación alcance niveles de igualdad y equidad, en las mejores
condiciones, garantizando su permanencia y el reconocimiento necesario para desempeñarse
efectivamente en el entorno político. De ahí, que será necesaria una revisión de las mujeres
para que realicen los correspondientes ajustes, que permitan hacer efectiva la perspectiva
diferencial.

Obviamente, no es posible esperar que haya claridad en la percepción y la aplicación de los


enfoques, sino no hay el convencimiento pleno de la necesidad de su inclusión. La manera
como se han desarrollado las conversaciones, en donde es invisible y casi nula la presencia
de las mujeres, es un escenario contundente para justificar la escasa de sensibilidad. Qué más
agregar a la minucia, el deseo de verse reconocidas, respetadas y consideradas las mujeres
negras?. En este conflicto, las mujeres negras han ofrendado una muy alta cuota, tanto por
ser las víctimas por cuenta de la pérdida de sus hijos y hombres, como por la destrucción que
han sufrido sus familias, sus lugares de vida y sus proyectos personales.

No es necesaria la revisión de los demás acuerdos, ninguno refleja los elementos necesarios
para considerar que hubo en algún momento, la intención sincera y clara de inclusión. Estos
temas, han sido tratados desde la perspectiva de un formalismo, como se dijo anteriormente
y requerirán de acciones reivindicativas por parte de las mujeres negras para alcanzar los
niveles de comprensión necesarios para que la discusión culmine en los términos y
condiciones satisfactorias de respeto y credibilidad.

Vale entonces aportar a la discusión y ofrecer elementos de lo que consideramos que implica
una negociación con enfoque de género desde la perspectiva de las mujeres negras. En
primera instancia, el reconocimiento de la multiculturalidad como requisito fundamental,
para la comprensión de una Colombia diversa e inequitativa que requiere reformular su visión
de futuro. Lo segundo y no menos importante, es la construcción participativa y
representativa de las soluciones a la problemática nacional, que permita la formulación
efectiva de políticas públicas incluyentes y diferenciadas, en las cuales la participación
equitativa, debe ser el elemento obligatorio. Se hace entonces importante, el reconocimiento
de la perspectiva de buen vivir, del vivir bonito, según la cual, las colectividades étnicas han
protegido el territorio, porque viven en comunión, tarea en la cual las mujeres tienen un papel
significativo, desde el cual, proyectan el enfoque requerido para la convivencia.

En estos términos, se hace imperativa la presencia de las mujeres en cada una de las mesas
de diálogo, sobre todo, de las mujeres negras, quienes pueden aportar a la dinámica,
elementos de juicio, que entronicen las decisiones en los cómo y para qué, diseñando
alternativas pedagógicas para la sensibilización de lo que será el post conflicto, en donde la
cultura de la paz, sea un instrumento vivo, que surja de la formulación de alternativas para
las mujeres, los territorios, facilitando el encuentro de las diferentes expresiones que
pretenden cohabitar en nuestras comunidades; todo lo anterior como la oportunidad para
creer que definitivamente se anhela la paz y se trabaja para ella.
Cuando se dieron lugar los diálogos de la Habana, la esperanza surgió en el corazón de las
mujeres negras… mucha sangre han visto regarse en el territorio, muchos seres queridos se
han perdido por cuenta de este absurdo conflicto y se han truncado miles de sueños, de
numerosas familias que sólo anhelan vivir en un territorio bendecido por cuenta de la riqueza
y la simbiosis que se mantiene entre los pueblos y la naturaleza.

Desde hace mucho tiempo, las mujeres negras vienen trabajando arduamente por la paz, un
sinnúmero de experiencias así lo demuestran; tratan de curar las heridas, de superar el dolor,
de avanzar en su visibilización y reconocimiento, lo que no es fácil en un país que esconde
sus tragedias y sus víctimas, bajo argumentos fallidos. Por ello, cuando se presenta la
oportunidad de intercambiar apreciaciones con quienes se encuentran en las mesas de
diálogo, se considera fundamental, profundizar en la manera como se interpreta la inclusión
e integración de los enfoques diferenciales, en una negociación que marcará el rumbo de las
relaciones políticas y económicas del país, pese a los argumentos adversos y retardatarios
que insisten en considerar que en Colombia no hay conflicto social, discriminación ni
racismo.

No es una tarea fácil, hasta a las mujeres nos cuesta comprender que cuando se trabaja desde
la diferencia, no se pretende excluir, se busca permitir en un amplio marco de respeto, la
presencia y existencia de diversas posturas orientadas a la búsqueda del bienestar, bajo el
argumento del respeto a los derechos y las libertades constitucionales. Por ello, se precisa
toda una dinámica de concienciación, que enriquezca la mirada y propicie espacios dialogales
en los que la discusión aporte elementos explicativos para afianzar la necesidad de construir
nuevos paradigmas de paz y convivencia pacífica.

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