ENFOQUE ETNICO Y DE MUJER EN LOS ACUERDOS DE LA HABANA
Cuando se dieron lugar los diálogos de la Habana, la esperanza surgió en el corazón
de las mujeres negras… mucha sangre han visto regarse en el territorio, muchos seres queridos se han perdido por cuenta de este absurdo conflicto y se han truncado miles de sueños, de numerosas familias que sólo anhelan vivir en un territorio bendecido por cuenta de la riqueza y la simbiosis que se mantiene entre los pueblos y la naturaleza. Desde hace mucho tiempo, las mujeres negras vienen trabajando arduamente por la paz, un sinnúmero de experiencias así lo demuestran; tratan de curar las heridas, de superar el dolor, de avanzar en su visibilización y reconocimiento, lo que no es fácil en un país que esconde sus tragedias y sus víctimas, bajo argumentos fallidos. Por ello, cuando se presenta la oportunidad de intercambiar apreciaciones con quienes se encuentran en las mesas de diálogo, se considera fundamental, profundizar en la manera como se interpreta la inclusión e integración de los enfoques diferenciales, en una negociación que marcará el rumbo de las relaciones políticas y económicas del país. No es una tarea fácil, hasta a las mujeres nos cuesta comprender que cuando se trabaja desde la diferencia, no se pretende excluir, se busca permitir en un amplio marco de respeto, la presencia y existencia de diversas posturas orientadas a la búsqueda del bienestar, bajo el argumento del respeto a los derechos y las libertades constitucionales. Por ello, se precisa toda una dinámica de concienciación, que enriquezca la mirada y propicie espacios dialogales en los que la discusión aporte elementos explicativos para afianzar la necesidad de construir nuevos paradigmas de paz y convivencia pacífica. Al revisar los diferentes acuerdos firmados en la Habana, se reconoce el inmenso esfuerzo por superar las diferencias, unificar discursos y propiciar encuentros que lleven a garantizar que se está negociando la paz. No obstante, los actores del conflicto armado, Gobierno y FARC – EP, se expresan y dialogan, en su perspectiva dual y no se perciben en sus acuerdos, la presencia de las comunidades ancestrales, de sus formas organizativas, autoridades y expresiones manifiestas de hombres, mujeres, niños y niñas, que han soportado el rigor y la destrucción y se mantienen a la espera de la visibilización de su existencia, no como un simple discurso legal oficialista, sino como el reconocimiento de los verdaderos habitantes de estos territorios. En esa dinámica, de reconocer el diálogo de paz como una actitud determinante y a la luz de la equidad y la diferenciación, se revisan los documentos firmados y se encuentra que hay todo tipo de expresiones, planteamientos, propuestas y compromisos, sin embargo, brilla por su ausencia, la mención convencida y comprometida del reconocimiento de la autonomía y la preservación de los grupos étnicos y mucho menos, la visibilización de un enfoque de género, explícito y reivindicativo con el cual dar pie a la construcción de una estrategia de paz. Podría decirse que la tarea aún no inicia, a pesar de las figuras existentes a través de comisiones y colofones, que no hacen otra cosa que salvar la exigibilidad de la presencia de estos aspectos fundamentales para que la negociación, al menos, en sus términos generales, reconozca que las mujeres, los grupos étnicos y el territorio, hemos alcanzado un nivel de comprensión que no puede desconocerse en un espacio en el cual se está decidiendo el futuro inmediato del y para el país en los próximos veinte años. Y es que no es sencillo comprender aquello que se desconoce o de lo cual no hay un claro convencimiento. Por ello, una de las primeras tareas deberá ser, una exigencia sine quanum de formación y capacitación a las y funcionarios responsables de hacer efectivos los acuerdos, que reciban instrucción específica sobre estos temas, no desde la academia, sino desde la expresión viva de las mujeres, de las comunidades étnicas, para que se comprenda en la práctica qué se pretende expresar cuando se exige con vehemencia, la aplicación de los enfoques diferenciales, como una posibilidad para que haya un cierto nivel de respeto y equidad. Centrando la atención en los acuerdos hasta aquí firmados, podría afirmarse, con un mínimo margen de error, que los enfoques sólo aparecen como un legalismo más. Revisando el documento sobre desarrollo agrario, se encuentran que se hace mención de los grupos étnicos, de las mujeres, pero no se halla explícita, la forma como se aplicará el enfoque, siendo éste uno de los temas más sensibles para las mujeres, en la medida en que la pérdida de los hombres en las comunidades y la posible llegada de los ex combatientes, generará fricciones con las mujeres, quienes en primera instancia, son las que exigen la posesión y titularidad de los territorios, tanto para sus hijos huérfanos, como para sus núcleos familiares, los que han sobrevivido, gracias a su persistencia. Asimismo, el acceso a los medios de producción, teniendo en cuenta las condiciones y limitaciones de las mujeres, será otra de las pruebas de reconocimiento de la aplicación de la equidad y priorización de las mujeres para acceder a oportunidades efectivas para superar la pobreza y marginalidad. La revisión del Acuerdo sobre Participación Política es otra muestra de la ausencia de la comprensión e inclusión de las mujeres y el enfoque étnico en esta negociación. No es simplemente, considerar que haya una acción afirmativa para que las mujeres participen en política, es cómo la mujer adquiere el nivel y las calidades necesarias para que su participación y representación alcance niveles de igualdad y equidad, en las mejores condiciones, garantizando su permanencia y el reconocimiento necesario para desempeñarse efectivamente en el entorno político. De ahí, que será necesaria una revisión de las mujeres para que realicen los correspondientes ajustes, que permitan hacer efectiva la perspectiva diferencial. Obviamente, no es posible esperar que haya claridad en la percepción y la aplicación de los enfoques, sino no hay el convencimiento pleno de la necesidad de su inclusión. La manera como se han desarrollado las conversaciones, en donde es invisible y casi nula la presencia de las mujeres, es un escenario contundente para justificar la escasa de sensibilidad. Qué más agregar a la minucia, el deseo de verse reconocidas, respetadas y consideradas las mujeres negras?. En este conflicto, las mujeres negras han ofrendado una muy alta cuota, tanto por ser las víctimas por cuenta de la pérdida de sus hijos y hombres, como por la destrucción que han sufrido sus familias, sus lugares de vida y sus proyectos personales. No es necesario revisar los demás acuerdos, ninguno refleja los elementos necesarios para considerar que hubo en algún momento, la intención sincera y clara de inclusión. Estos temas, han sido tratados desde la perspectiva de un formalismo, como se dijo anteriormente y requerirán de acciones reivindicativas por parte de las mujeres negras para alcanzar los niveles de comprensión necesarios para que la discusión culmine en los términos y condiciones satisfactorias de respeto y credibilidad. Vale entonces aportar a la discusión y ofrecer elementos de lo que consideramos que implica una negociación con enfoque étnico y de género, desde la perspectiva de las mujeres negras. En primera instancia, el reconocimiento de la multiculturalidad como requisito fundamental, para la comprensión de una Colombia diversa e inequitativa que requiere reformular su visión de futuro. Lo segundo y no menos importante, es la construcción participativa y representativa de las soluciones a la problemática nacional, que permita la formulación efectiva de políticas públicas incluyentes y diferenciadas, en las cuales la participación equitativa, debe ser el elemento obligatorio. Se hace entonces importante, el reconocimiento de la perspectiva de buen vivir, según la cual, las colectividades étnicas han protegido el territorio, tarea en la cual las mujeres tienen un papel significativo, desde el cual, proyectan el enfoque requerido para la convivencia. En estos términos, se hace imperativa la presencia de las mujeres en cada una de las mesas de diálogo, sobre todo, de las mujeres negras, quienes pueden aportar a la dinámica, elementos de juicio, que entronicen las decisiones en los cómo y para qué, diseñando alternativas pedagógicas para la sensibilización de lo que será el post conflicto, en donde la cultura de la paz, sea un instrumento vivo, que surja de la formulación de alternativas para las mujeres, los territorios, facilitando el encuentro de las diferentes expresiones que pretenden cohabitar en nuestras comunidades; todo lo anterior como la oportunidad para creer que definitivamente se anhela la paz y se trabaja para ella.