Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
TP Sociologia Critica Donzis
TP Sociologia Critica Donzis
RUBEN DONZIS
COMISION: 0816
Gentilini Guido (guidogen@hotmail.com)
Painefilu Sandra (paynelikan@gmail.com)
Villota Victoria (victoria.villota@yahoo.com.ar)
González Rodríguez Marina (marina.egr@gmail.com)
Mari para identificar la estructura del poder, los modos en que opera y las tácticas y
estrategias de los grupos que lo controlan, concibe al poder como un dispositivo.
Al hablar de “dispositivo de poder” emplea una metáfora para referirse a los 3
elementos básicos que hacen que funcione: fuerza o violencia, discurso del orden e
imaginario social. Elementos que se articulan entre si, como instancias distintas pero
no independientes entre si, y en forma variable de acuerdo con los cambios
históricos que se suceden.
Así, la fuerza será el elemento constitutivo del poder. Hobbes la identifica como el
origen común de los tipos de republica que examina en el Leviatán. Tanto en la
republica de adquisición como la de institución existe un pacto en virtud del temor,
en la primera el poder se obtiene por usurpación o guerra consagrando una relación
desigual de dominación adquirida naturalmente, mientras que en la segunda los
hombres que eligen a un soberano lo hacen por miedo de unos a otros y no por
miedo a quien instituyen creando la desigualdad civil.
Pero para que se garantice la continuidad del poder así conquistado serán
necesarios los otros dos elementos que funcionaran como reproductores de ese
poder, garantes de la continuidad del poder conquistado o instituido con base en la
fuerza. Entonces, transformada la fuerza en poder, el discurso del orden y el
imaginario social aseguran la presencia del poder y los efectos de la fuerza aun
estando esta ausente.
El discurso del orden es el lugar de la razón, pertenece al ámbito del conocimiento,
de la teoría y las representaciones racionales. Aquí hacen su obra los doctores del
derecho, jurisprudentes, intérpretes y glosadores de los códigos y leyes que acuden
a la moral, la filosofía política y la religión para suministrar fundamentos al discurso
del orden que es el topos de legitimación del sistema. Cuando asume la forma de
ciencia del derecho predominan los criterios descriptivos y clasificatorios de las
conductas que las normas autorizan o prohíben. Así, en este espacio la fuerza
encuentra su modo mas racional de comunicación social al apropiarse de las
técnicas con que las normas jurídicas la transmiten con el nombre de coerción,
sanción y coacción, es decir con los mecanismos de obediencia y control social del
derecho. Es el discurso del orden también el espacio de la ley.
Hobbes centra en la razón el paso a la ley civil emergente del pacto productor de la
soberanía. La pérdida de la libertad solo se justifica en el cálculo racional de las
ventajas que proceden del sacrificio del derecho natural de todos a todo: paz,
seguridad, protección y preservación de la vida. Solo la conservación de la vida es
un respuesta racional a como un pacto entre particulares puede engendrar la
relación de soberanía generando un campo de obligaciones y sujeciones
unilaterales. Por eso la obligación de los súbditos dura hasta tanto el soberano sea
capaz de protegerlos (dcho de resistencia).
A su vez, el dispositivo exige como condición de funcionamiento y reproducción del
poder, que la fuerza y el discurso del orden legitimante estén a su vez insertos en
montajes, practicas extra discursivas y soportes mitológicos que hablan a las
pasiones y hacen que el poder marche, que los miembros de una sociedad dada
enlacen y adecuen sus deseos al poder.
El imaginario social, más que a la razón interpela a las emociones, a la voluntad y
los deseos. Viene a conformar la estructura simbólica de las sociedades y sus
prácticas: ceremonias, banderas, rituales, himnos, reliquias, rangos y prestigios, etc.
Lugar de leyendas indocumentadas, de príncipes guerreros sentados en tronos de
santos y santos con espadas desenvainadas, símbolo de poder. Estos rituales tienen
el propósito de estimular y promover comportamientos de agresión, temor, amor y
seducción que son las formas en que el deseo se anuda en el poder. Tienen una
función claramente dogmática: suministrar esquemas de comportamientos rígidos y
competitivos, crear marcos de preceptos para poner en conexión regularidades de la
conducta con los fines y las metas del poder. Decoran el poder en el sentido de que
lo embellecen y cubren de ornamentos, fijan el régimen de respeto y reverencia, de
gravedad y dignidad que reclama el poder, sea que esto proceda de recompensar
una vida con una estatua o satisfacer con una insignia el escudo de un linaje.
Así, la inquisición con sus procesiones solemnes, sus vestidos emblemáticos y
decoraciones espantosas había hallado el verdadero secreto de mover la
imaginación y de hablar al alma. La prisión se convertiría en un teatro moral, cuyas
representaciones imprimirían el terror del delito. Así también en la elección de las
penas los jueces eclesiásticos prefieren aquellas que son capaces de imprimir en
sus corazones el espíritu de compunción y de penitencia, así solo consisten en
humillaciones o penas aflictivas como el ayuno, la excomunión pero no en penas
inflictivas que son las que aplican tribunales seculares.
Hasta aquí las razones endógenas que explican el dispositivo de poder. Desde una
perspectiva exógena, el dispositivo de poder no será independiente del modo en que
una sociedad produce sus formas de vida. Así, el dispositivo de poder, enfocado en
su modelo político jurídico, es condición de reproducción de las formas de
producción.
En la segunda y última parte de su texto, Mari pretende hacer un análisis de la
inserción del imaginario social en el discurso jurídico y político en circunstancias
históricas concretas. Así se referirá a la obra de dos autores: Hobbes y Kelsen.
En el Leviatán, para explicar las convenciones por las que se atribuye el poder
absoluto al soberano, Hobbes recurre a una ficción fundadora. Si no existen
evidencias históricas del pacto social, para comprender el poder absoluto debo
proceder como si se hubiera suscripto un pacto en que los hombres ceden al
soberano la libertad de que disfrutan en el estado de naturaleza para recibir en
contraprestación la paz y seguridad, osea por cálculos de la razón. La ficción será un
procedimiento racional de justificación. Pero al no poderle aplicar los criterios de
verdad o falsedad, sino los de validez, la ficción es puramente ideológica. La
realidad histórica es la del acto de poder que instaura el poder absoluto, la realidad
que enfoca el enunciado es la convención. De esta manera el enunciado que
transporta la ficción es doblemente ideológico en el sentido de que la ficción obra por
cuenta de otra escena y la legitimación presenta como universales los intereses
propios de los beneficiarios del poder. Este doble carácter ideológico es una
constante en el discurso del orden que acompaña a la sucesión del poder en el
tiempo.
En la teoría del derecho el equivalente al pacto social es la GRUND-NORM. Esta
también es una ficción destinada a dar el último fundamento de validez del orden
jurídico. En cuanto a norma no existe en realidad en el derecho positivo, pero
debemos actuar como si existiera para comprender desde el punto científico el
derecho y justificarlo asignando a la ficción validez originaria de todo el sistema
normativo.
Kelsen sostuvo la posibilidad de normas ficticias que no son normas queridas sino
pensadas o fingidas. Hay normas pensadas y normas puestas por actos reales de
voluntad. Puedo pensar en una norma como si fuere puesta por una autoridad,
aunque no haya sido realmente puesta y no haya realmente acto de voluntad.
Para Mari, Kelsen de esta manera hace depender todo el discurso del orden de una
función fundadora, de un mito originario. Así en la parte mas racional del discurso del
orden viene a insertarse el imaginario social. La ciencia jurídica es instrumento de
conocimiento y de legitimación del poder. De esta manera se entrecruzan la
racionalidad del discurso del orden con la tópica de las ideologías teóricas y
practicas que constituyen la condición de su reproducción.
La industria Cultual
La tesis sociológica según la cual la pérdida de apoyo en la religión objetiva, la
disolución de los últimos residuos precapitalista, la diferenciación técnica y social y la
extremada especialización han dado lugar a un caos cultual, se ve desmentida por
los hechos.
La cultura marca hoy todo con un rasgo de semejanza.
Toda la cultura de masas bajo el monopolio es idéntica, y su esqueleto – el armazón
conceptual fabricado por aquel- comienza a dibujarse. Los dirigentes no están ya
interesados en esconder dicho armazón; su poder se refuerza, cuanto mas
brutalmente se declara.
La racionalidad técnica es hoy la racionalidad del dominio mismo. Es el carácter
coactivo de la sociedad alienada de si misma.
Los automóviles, las bombas y el cine mantienen unido el todo social, hasta que su
elemento nivelador muestra su fuerza en la injusticia misma a la que servirá.
Podemos identificar que tanto la acción comunicativa como el discurso del orden
aparecen como mecanismos que legitiman el orden social establecido, ambos
necesarios para la reproducción de la vida social tal como la conocemos. El primer
concepto esbozado por Habermas se presenta como, en cierta medida, horizontal;
es decir, un entendimiento lingüístico construido, pero consensuado y es desde el
lenguaje que se desarrollan los roles y las conductas exigibles a los mismos. El
discurso aparece estrictamente ligado a la argumentación y al consenso. En cambio,
para Marí el discurso del orden aparece como uno de los elementos esenciales del
dispositivo de poder, es la pata que garantiza la racionalización de la dominación,
que no aparece como consensuada sino como impuesta, como construida para
garantizar el orden establecido, es la ley, la racionalización de la fuerza al interior del
dispositivo de poder, mecanismos de obediencia y control social del derecho.
En su obra ¿Cómo es posible la legitimidad por la vía de la legalidad? Habermas, en
una posición desde nuestro punto de vista muy ideal sostiene que “Todo participante
en una practica argumentativa tiene que suponer pragmáticamente que en principio
todos cuantos pudieran verse afectados podrían participar como iguales y libres en
la búsqueda cooperativa de la verdad en la que la única coerción que puede hacerse
es la coerción sin coerciones que ejercen los buenos argumentos”.
C. Relación del caso Bazterrica con las ideas de algunos de los autores
mencionados en al bibliografía.