Victoria sobre el enojo
asociemos con el iracundo, ni el hombre de
PASAJE CLAVE: Efesios 4.31-32 | LECTURAS DE
APOYO: Proverbios 22.24-25 | Eclesiastés 7.9 |
Marcos 3.5
Efesios 4.26-27; 4.31-32; 6.11 | Santiago 1.19
INTRODUCCIÓN:
El enojo es la emoción más
peligrosa
Ofende no solo a quienes se dirija, sino que
además es como un bumerán que regresa y
puede herir a quien lo haya lanzado. De vez en
cuando todos experimentamos esa emoción
negativa, pero hay quienes constantemente
están enojados. El mundo está lleno de situa-
ciones y personas lesivas, por lo que quizás
creamos que nuestra indignación se justifique
y que al expresarla mitigaremos el dolor que
nos hayan causado. Sin embargo, aferrarse a
la hostilidad es perjudicial tanto para nuestros
seres queridos como para nosotros mismos, por
lo que si deseamos salud espiritual, emocional y
física debemos resolver el problema del enojo.
DESARROLLO DEL SERMÓN:
¿Qué es el enojo?
Es un sentimiento fuerte e intenso de descon-
tento, hostilidad o indignación, como resultado
de una amenaza real, o quizás imaginaria,
que escuchamos acerca de nosotros o de un
insulto, frustración o injusticia contra nosotros
u otras personas importantes para nosotros. Al
respecto, la Biblia dice lo siguiente:
■ En Efesios 4.31-32 nos exhorta a quitar de
nosotros “toda amargura, enojo e ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia” y a ser “benignos,
misericordiosos” y perdonadores unos con
otros.
■ En Proverbios 22.24-25 declara que el
enojo es contagioso y recomienda que no nos
enojos pues aprenderemos malas costumbres.
■ En Efesios 4.26 nos indica que no todo
enojo es malo sino que puede ser legítimo si
es controlado, justificado y magnánimo. Por
ejemplo, debemos enojarnos con quienes
maltratan a otras personas y con todo lo que no
agrade a Dios.
¿Cómo podremos saber si nuestro enojo
es pecaminoso o no? Preguntándonos lo
siguiente:
• ¿Está dirigido contra una persona?
• ¿No tiene causa justificable?
• ¿Mi enojo busca perjudicar a alguien más?
• ¿Qué tan profundo está arraigado en mí ese
enojo?
• ¿Mi enojo se ha convertido en una actitud
rencorosa en general?
Es imperativo que seamos rigurosos con
nosotros mismos al examinar nuestras
reacciones y actitudes a la luz de las
indicaciones de la Palabra de Dios, guardando
en nuestro corazón la advertencia de
Eclesiastés 7.9: “No te apresures en tu
espíritu a enojarte; porque el enojo reposa
en el seno de los necios”.
Consecuencias del enojo
Cuando el enojo llega a ser parte de nuestra vida:
■ Entorpece nuestra relación con Dios.
No podemos albergarlo (al enojo), en nuestros
corazones y al mismo tiempo complacer al
Señor.
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 ■ Afecta nuestra relación con otras
personas ya que nos hace pensar solo en
nosotros mismos.
■ Incentiva una actitud crítica. La negatividad
se apodera de nosotros y no nos permite estar
en paz.
■ Afecta nuestra salud. Puede ocasionarnos
serios trastornos en todo el organismo.
Cómo confrontarlo
Puesto que el enojo es una actitud negativa,
deshonra a Dios y no es productivo ni
saludable, debemos:
■ Identificarlo. Examinémonos detenidamente
a fin de precisar el origen de nuestros
sentimientos negativos.
■ Confesarlo. Admitir que lo albergamos sin
intentar ocultarlo ni rehusarnos a admitir que
es un problema que debemos confrontar.
■ Analizar cuidadosamente nuestros
sentimientos. Debemos entender qué hay
detrás de nuestro enojo. Quizá se deba a un
resentimiento, un rechazo, una ofensa o una
circunstancia adversa.
■ Confrontarlo inmediatamente. Entre más
tiempo nos aferremos a nuestra hostilidad, más
desearemos justificar su presencia en nuestra
mente y lucharemos por nuestro supuesto
derecho a defendernos.
■ Hacer una pausa emocional. Siempre
debemos detenernos para rogar al Señor que
nos indique cómo desea que reaccionemos
ante cualquier situación. Por ejemplo, la Biblia
nos recomienda lo siguiente: “Todo hombre sea
pronto para oír, tardo para hablar, tardo para
airarse” (Stg 1.19).
■ Eliminarlo. Gracias al poder del Espíritu
Santo que mora en nosotros, podemos
esforzarnos por deshacernos del enojo que
predomina en nuestra vida, y en su lugar iniciar
cada día vestidos de la armadura espiritual que
Dios nos ha dado para “estar firmes contra las
acechanzas del diablo” (Ef 6.11).
■ Reemplazarlo. En lugar de permitir que
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el enojo salga a relucir de distintas maneras
perjudiciales, podremos utilizar esa energía
para hacer algo productivo, como terminar
un proyecto que hemos suspendido debido
a nuestras ocupaciones, iniciar una tarea
corta para distraer nuestra atención, o hacer
cualquier cosa que contribuya a olvidar las
demandas de la ira.
■ Determinar beneficiarnos de esa
situación. El Señor utiliza el enojo para
indicarnos que algo anda mal en nuestras
vidas. Debemos tomar en consideración sus
advertencias y beneficiarnos de su disposición
para enseñarnos a cambiar de actitud.
■ Proponernos de corazón impedir que ese
enojo reincida. Una vez que hayamos logrado
superar esa situación adversa, no debemos
permitirnos volver a caer en la misma trampa.
En su lugar, necesitamos pedir al Señor que nos
ayude a llegar a ser personas que
constantemente luchen por demostrar piedad,
amor, bondad y comprensión.
CONCLUSIÓN:
La vida es demasiado valiosa como para
desperdiciarla con procedimientos destruc-
tivos de amargura y resentimiento. Nuestros
familiares sufren sus efectos y nuestra vida se
acorta si permitimos que esas actitudes nos
controlen. Si luchamos con sentimientos de
hostilidad, roguemos al Señor que podamos
poner en práctica estas recomendaciones
para contrarrestar sus efectos. Si eso hacemos
seremos testigos fieles y firmes que ayuden
a quienes batallan con la misma emoción
destructiva.
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