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 Melanie Klein: Existen actitudes y fantasías de con predominio en las

primeras etapas infantiles, pero que de manera latente coexisten y


permanecen durante el resto de la vida. Estas dos posiciones son la
esquizo-paranoide y la depresiva, y a cada una de ellas corresponde una
ansiedad básica: la persecutoria y la depresiva, respectivamente.
 En la fase esquizo-paranoide, predominante durante los cuatro primeros
meses de vida, el bebé siente que todo el dolor y sufrimientos provocados
por el trauma del nacimiento, así como por la pérdida de la gratificación
total de las necesidades, propia del estado intrauterino, fueron originadas
por el primer objeto (es decir, la madre que da el alimento).
 Por otra parte, los impulsos destructivos del instinto de muerte,
exacerbados por la frustración de las necesidades, son proyectados
también hacia el objeto, el cual es sentido, por esta causa, como
perseguidor y agresivo. Cuanto más predominan las fantasías agresivas en
las que el bebé muerde y ataca al objeto (concretamente, el pecho materno:
masoquismo oral), más se siente perseguido y atacado por éste, que se
constituye en el prototipo de todo objeto perseguidor, interno y externo. La
relación con este primer objeto es fundamentalmente parcial, puesto que el
niño no tiene aun capacidad para conocer a la madre como objeto total.
 Al mismo tiempo, las vivencias de satisfacción de las necesidades
estimulan, en el bebé, los impulsos libidinales dirigidos hacia el objeto, de
manera que éste es sentido a la vez como «bueno)) y como «malo»,
respectivamente, en la medida en que gratifica y en la medida en que sea
cual fuere la actuación de la madre, es experimentado por el niño como la
fuente de su frustración. Uno de los más primitivos mecanismos de defensa
utilizados por el débil yo del niño, ante la ansiedad provocada por las
frustraciones y por los instintos de muerte, es el mecanismo de escisión
dentro de sí mismo y en relación con el objeto, gracias al se produce la
disociación entre objeto bueno y objeto malo a que me he referido.
 El bebé proyecta sus impulsos amorosos y los atribuye al objeto gratificador
(«bueno»), y también, por proyección de ellos, atribuye sus impulsos
agresivos al objeto frustrador («malo»). Coexiste asimismo un proceso de
introyección, a través del cual estos dos objetos, bueno y malo, son
internalizados formando el núcleo del superyó.
 A partir de los cuatro primeros meses de vida aproximadamente, se inicia el
predominio de la posición depresiva. En ella, los aspectos bueno y malo,
amado y odiado del objeto se integran. Melanie Klein la considera como la
posición central del desarrollo infantil. Cuando el yo ha podido introyectar a
su objeto como un todo, es cuando también es capaz de sentir que éste ha
sido atacado y destruido, en su fantasía, por los impulsos agresivos
dirigidos contra él; impulsos agresivos que aún persisten, puesto que en
esta época de la vida el sadismo se encuentra en todo su apogeo.
 Por otra parte, la introyección del objeto total, mediante la cual el niño trata
de asimilar al objeto amado, es sentida también como una forma de
destrucción de éste, dada la importancia de los impulsos sádicos orales y la
íntima conexión, en este periodo, entre comer y destruir. A causa de todo
ello, el niño se enfrenta con la pérdida del objeto amado, de quien depende
su vida, lo cual da lugar a la ansiedad depresiva y a los fuertes sentimientos
de culpa que caracterizan esta posición.
 Aun cuando continúa el mecanismo de escisión o disociación como defensa
contra la ansiedad, de forma que el objeto queda dividido ahora en objeto
vivo y objeto dañado o muerto, el yo experimenta un proceso de integración
equivalente al del objeto, gracias al cual el conflicto entre el amor y el odio
se hace para el niño más evidente e intenso.
 Los ataques dirigidos hacia la madre internalizada son también sentidos
como ataques contra la madre externa, por lo que el niño necesita la
presencia de la madre real para asegurarse de que ésta no ha muerto o no
se ha convertido en mala a causa de los ataques destructivos dirigidos
contra ella. En ambos casos significan para él que ha perdido a su madre,
el temor a la pérdida del objeto bueno internalizado se transforma en una
fuente perpetua de ansiedad, por miedo a que la madre real muera.
 Por otra parte, cualquier experiencia que sugiera la pérdida del objeto
amado real estimula también el temor de perder el internalizado. A su vez,
la ansiedad depresiva y los sentimientos de culpa por el temor de haber
destruido el objeto amado dan lugar a los impulsos reparatorios, de cuyo
buen desarrollo depende la superación de las ansiedades persecutoria y
depresiva, así como la posibilidad de establecer una productiva relación
amorosa con los objetos internalizados.
 Lo que mueve al desarrollo neurótico de angustia es el conflicto
inconsciente entre un deseo tenido por prohibido por una parte y el
sentimiento de culpa y amenaza por otra parte. Desde este punto de vista el
individuo se mueve entre la tendencia a satisfacer el deseo y la inhibición
del mismo. Esto se llama en psicología “ambivalencia”.

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