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CARTA DE UN PADRE... Algo Especial
CARTA DE UN PADRE... Algo Especial
Recuerdo muy bien el día en que te marchaste de mi lado atravesando el velo para aventurarte a cumplir tu misión terrenal.
Las lágrimas brotaron de mis ojos, cuando vestí tu espíritu con una capa de amor y te envié a la escuela.
Seguro es hijo mío, que mis pensamientos están contigo en este momento y lo estarán siempre porque te amo con todo mi
corazón. Conozco tu vida, lo bueno y lo malo, tus pesares y desilusiones como también tus grandes esfuerzos sin
recompensas visibles, hasta tus mínimas frustraciones y tentaciones. Recuerda siempre que todo lo que tengo te
pertenecerá, si solamente regresas al hogar, por eso hijo, cumple tu meta. En ti he puesto un pedacito de cielo y también
mis esperanzas. Tienes dones y talentos; desarróllalos y úsalos, pero lo más importante, no los guardes. Compártelos con
tus hermanos y ponlos a su servicio. Búscame en ti porque un pedacito de mí está morando en lo profundo de tu ser. Si
me amas, ayuda a otros a comprender el propósito de esta vida, y enséñales el camino que los conduce a mí. No te olvides
que “el servicio es amor” y el amor es la base de mi reino. Te acercas a mí cuando te arrepientes y te humillas; sé paciente
y esfuérzate por ser cada día mejor. Tienes debilidades dentro de ti, y las conozco porque he sido yo quien las he puesto.
No prejuzgues; lo he hecho porque mi amor por ti no tiene fin y de ese modo tu humildad se acrecentará. La alegría y la
esperanza en tu vida deben estar. No permitas que las cadenas de desaliento te atañan; en los momentos difíciles acude
Querido hijo mío, evita las contenciones y siembra la paz adónde vayas. Me duele pensar que en tú corazón pueda la ira
brotar. Si pudieras ver lo que te he preparado y planeado con tanto amor, defenderías tu cuerpo contra las adversidades
que te alejan de mí; hieres mi corazón cuando te dejas dominar. Tú, mi hijo fiel, eres mi esperanza; por medio de tí haré mi
obra proceder. No queda mucho tiempo, pero tienes mucho por hacer, y es mi ruego que no demores. ¡Empieza ahora!
Lleva a cabo la misión que te encomendé cuando estabas en mi presencia. Te ayudaré. Debes saber que nunca estoy
demasiado ocupado o tan lejos como para no acudir a ti. No sabes como ansío que recurras a mí porque me encanta
hablar contigo. Tengo tanto que contarte, pero ahora no puedo. Comunícate conmigo, ora. Llámame que soy tu amigo. Si
te ríes me reiré contigo, y si lloras, secaré tus lágrimas y en mí encontrarás el consuelo y las respuestas que buscas. Sé
diligente en la obra y mi reino heredarás. Me gustaría abrazarte, pero yo también debo ser paciente hasta que llegue ese
ansiado momento. Te dejo mi paz, mi amor, mi bendición, y la certeza de que nunca te abandonaré porque te amo, y te
extraño. Confío en tu regreso a tu madre y a mí. Con todo mi amor, quien te espera…
TU PADRE CELESTIAL