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Por qué el socialismo rehúsa morir

Erik V.Kuehnelt-Leddihn

La reacción inmediata ante el colapso del comunismo en los regímenes de la


Europa del Este fue que, moral e intelectualmente, ahora el socialismo estaba en
bancarrota. Pero no tuvo que pasar mucho tiempo antes de que se iniciara una
contraofensiva. Se escuchó el argumento de que los "rusos bárbaros" nunca
habían comprendido debidamente el elevado humanitarismo de Carlos Marx y que
Stalin había pervertido los sublimes ideales de Lenin. La desintegración de la
URSS no significó el fin del credo socialista, de los partidos socialistas ni,
inclusive, de las convicciones y tendencias socialistas dentro de los movimientos
políticos no socialistas. (Algunas personas flirtean con la "social democracia"
inconscientes de que el ala radical del Partido Obrero Social Demócrata Ruso la
que protagonizó la revolución de octubre en 1917 en San Petersburgo.

Hay cuatro razones muy claras para la persistencia de la amenaza socialista: 1) la


naturaleza humana, 2) la crisis religiosa, 3) la estructura política de las
democracias liberales occidentales, y 4) el temor a los dolorosos ajustas que hay
por delante.

Empecemos con la naturaleza humana y su bifurcación. Todos tenemos dos


impulsos innatos. Hay uno que compartimos con el reino animal, la tendencia
colectivista hacia la identidad, el placer que derivamos de la compañía de
personas de la misma edad, sexo, raza, carácter étnico, gustos, convicciones
políticas y mentalidad. Esta tendencia, cuando es dominante, hace que las
personas se sientan incómodas en presencia de la diversidad, de la desigualdad,
sea superioridad o inferioridad. Estas categorías, sin embargo, se ven favorecidas
por el otro impulso que llevamos dentro y que nos lleva, como viajeros y
exploradores, a buscar y disfrutar la diversidad, y al que debemos nuestra cultura
y civilización occidental. Todo depende de cual de estos impulsos conquiste la
hegemonía, y si damos primacía a la libertad y a la personalidad por sobre el
instinto del rebaño y la monotonía del hormiguero.

La historia occidental ha estado caracterizada por el ascenso de las ideas


igualitarias desde 1789 (no desde 1776: en ese año no hubo ninguna Revolución
Americana, lo que hubo fue simplemente una Guerra de Independencia
Americana). Las ideologías de los franceses, rusos y alemanes motivados por la
"identidad" planteaban la necesidad de establecer la igualdad en cierto terreno
mediante la asimilación forzosa, la deportación o el exterminio.

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Cuando Harold Laski dijo que el socialismo era la conclusión lógica de la
democracia tenía, por lo menos, la mitad de la razón. Lo que tenía en mente no
era quizás la síntesis democrático liberal que hoy domina en la mayoría de los
países occidentales. A pesar de todo, la unión del principio liberal (en su sentido
clásico de énfasis en la libertad) que el dogma democrático (igualdad y gobierno
de la mayoría) ha sido un esfuerzo honesto aunque infructuoso de unir dos
opuestos: la libertad y la igualdad. Alexis de Tocqueville vio esto claramente, al
igual que todos los grandes y verdaderos liberales hasta Montalembert, Acton,
Mises y Hayek. Tocqueville también se dio cuenta de que el principio igualitario, en
combinación con el deseo de los partidos de hacer "felices" a los ciudadanos,
pudiera introducir, paso a paso, una "suave tiranía", tan desconocida en la historia
que no le pudo poner nombre y tuvo que describirla. Y su descripción es una
visión profética no de la URSS sino de Suecia antes del sorprendente colapso del
régimen socialdemócrata de ese país tras casi tres generaciones en el poder, o de
los Estados Unidos del mañana, siempre que no se imponga un cambio radical.

Uno tiene que distinguir entre el pleno Estado Socialista, donde todos los medios
de producción están en las manos del gobierno, y el Estado Proveedor (Welfare
State). El Estado Proveedor satisface otra demanda profundamente arraigada en
la mente humana: en anhelo de seguridad. En Europa, esta seguridad estaba
tradicionalmente garantizada en el ejército y en los (mucho más numerosos)
servicios civiles. Pero ahora el estado promete: "Todos seréis empleados
estatales’’-- lo que para muchos es la realización de un sueño. Esta tendencia
empezó en Estados Unidos tras la elección de Andrew Jackson en 1828, cuando
se introdujo el sistema de los despojos. También se ha practicado en Europa
desde 1919, con la diferencia que, una vez nombrado y confirmado, allí un
empleado estatal no puede ser despedido a no ser que cometa un crimen.

Por supuesto, hay razones concretas para que las que el ansia de seguridad y el
miedo a la inseguridad se hayan convertido en potentes factores que hacen la
tentación socialista tan fuerte y peligrosa. Uno de ellos es la crisis religiosa que va
de la mano con el continuo debilitamiento de la familia. Un cristiano cree en la
Divina Providencia, y en el Cuarto Mandamiento que subraya el deber hacia
nuestros padres. Cuando las familias eran grandes y sus lazos internos fuertes,
una descendencia numerosa era el mejor seguro contra la vejez. La vida
campesina también ofrecía un cierta seguridad alimentaria y una garantía de
espacio vital. Ahora, sin embargo, las poblaciones urbanas son mucho más
inseguras y vulnerables. Pero en las últimas décadas, el materialismo práctico ha
conducido a una decadencia de la familia y de la parte rural de las naciones
desarrolladas.

Esta situación es astutamente utilizada por el estado o, en las democracias, por


los partidos políticos, la mayoría de ellos de izquierda.(en este sentido los
Nacional Socialistas no diferían de los Socialdemócratas y a sus partidarios les
encantaba citar la "consciencia social" del movimiento hitleriano.) En nuestras
democracias ciertos partidos políticos compran votos regalando el dinero del
gobierno. Es así que han surgido partidos Santa Claus por todo el mundo. No son

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fáciles de derrotar en las elecciones, y cuando son derrotados, los partidos
conservadores rara vez tienen el valor de deshacer su trabajo y detener el soborno
de las masas. Si lo hicieran, no tendrían la más mínima posibilidad de ser
reelectos.

Todo esto tiene que ver con el sistema mismo de la democracia. Y tiene un efecto
circular. El estado asume el lugar de Dios y la familia y "la sociedad huérfana"
elige al estado. En las palabras de Alex Mitscherlich éste se convierte en la madre
de múltiples pechos que amamanta a las masas. En estas condiciones, el hombre
pierde su personalidad, su valor y su disposición a tomar riesgos. Tocqueville
previó certeramente este tipo desnaturalizado de hombre que sería "un animal
tímido e industrioso cuyo guardián es el gobierno", una criatura en busca de
"mezqunos placeres" para llenar su vida. Es decir, usando los términos de fines de
siglo XX: sexo, televisión y juegos. ¿Es tan sorprendente que este material
humano haya estado dispuesto no sólo a abrazar el Estado Benefactor sino el
socialismo e inclusive las dictaduras fascistas y comunistas? Hay, por supuesto,
formas no estatistas de tratar con las incertidumbres de la civilización industrial y
de una economía de mercado libre; tenemos el ejemplo de Chile, con seguro
privado obligatorio contra la enfermedad y el desempleo. Pero, en las manos de
los partidos de izquierda, el estado omnipresente quiere el control total. En
palabras del camarada Benito Mussolini, veterano del Partido Socialista Italiano:
"Todo por el Estado, todo para el Estado, nada contra el Estado’’.

¿De donde se pudiera esperar una resistencia al socialismo en todas sus formas?
Teóricamente, debería venir de las comunidades cristianas pero éstas no se
encuentran a la altura de esa tarea. Una explicación es la relativamente fácil
perversión del Cristianismo en un colectivismo altruista. Simone Weill vio
claramente este peligro cuando escribió: "La Trampa de las Trampas, la trampa
casi inevitable, es la trampa social. En todas partes, siempre, y en todo, el
sentimiento social proporciona una perfecta imitación de la fe, es decir, una
imitación perfectamente engañosa’’. En la Iglesia Católica nunca ha habido
muchas simpatías por el socialismo o el comunismo, pese a la cabeza de playa
conseguida por esa patente estupidez que es la "teología de la liberación". Pero es
igualmente cierto que la Iglesia Católica fue hostil al liberalismo clásico, el gran
campeón de la libre empresa y de la economía de mercado. De aquí que desde
hace tanto tiempo haya habido círculos católicos (de ninguna manera
izquierdistas) que hayan estado buscando desesperadamente una "Tercera Vía"
entre lo que Marx llamó el "capitalismo" y el socialismo. En fin de cuentas, no fue
hasta 1017 que la Iglesia Católica abolió formalmente la prohibición contra el
cobro de intereses, y fue hace sólo un año que aceptó la economía de mercado
como única alternativa al socialismo.

La Iglesia Evangélica Alemana (EKD), tan notoriamente débil para resistir el


nazismo, la versión nacional del socialismo, no jugó un mejor papel en la difunta
República Democrática Alemana con su fórmula de "La Iglesia en el Socialismo"
(Kirche im Sozialismus). Tras la derrota del comunismo, en algunas provincias de
la RDA, los pastores de la EKD exhortaban a sus fieles a "no desalentarse ni

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desertar del campo socialista (socialdemócrata)". En cuanto a los mártires
evangélicos en el Tercer Reich, pueden haber sido dos o tres. Pastor Niemoeller
se hizo nazi, luego disidente nazi y, finalmente, Premio Lenin y feroz crítico de
Estados Unidos. La jefatura de la jerarquía Ortodoxa Rusa colaboró con el
gobierno, especialmente en la época de Stalin (aunque los comunistas asesinaran
a más de cien obispos). De aquí el menosprecio que siente por ella la mayoría del
bajo clero.

Tenemos que reconocer que la forma de pensar marxista ha penetrado


profundamente en nuestra mentalidad. He conocido gente – más frecuentemente
en Estados Unidos que en Europa – que protestaría enérgicamente por que se les
llamara "socialistas" pero que están firmemente convencidos de que la historia es
básicamente economía. A ellos quisiera citarle a Sidney Fay, que en su libro "Los
Orígenes de la Gran Guerra" (1938) subrayaba que en toda su investigación sobre
el tema prácticamente no había encontrado referencias económicas. Y, sin
embargo, los argumentos económicos son los que tienen sentido para los
comerciantes interesados en la historia.

Por supuesto, mucha gente deplora los grandes sufrimientos que está
experimentando la Europa del Este bajo la "Cirugía de Adam Smith". Con todo,
ciertas operaciones son necesarias para salvar la vida de personas gravemente
enfermas. Y no hay ningún argumento contra ese procedimiento, por arriesgado
que sea.

En síntesis, hay muchas razones para la supervivencia del socialismo y de las


tendencias socialistas. ¿El ascenso y caída del experimento soviético? Sin duda
pudiera convertir a gente relativamente inteligente que se había extraviado. Pero
no servirá para las masas ansiosas de seguridad e inconscientes tanto del pasado
como del futuro. El hombre moderno vive para el momento. Es un cotoleón, un
híbrido entre cotorra y camaleón. Una víctima ideal para las diversas formas del
socialismo. Los partidos socialistas han sido y serán derrotados pero de ninguna
manera podemos decir que la amenaza de la corrupción colectiva del hombre
haya pasado a la historia. Caveant consules!

Publicado en: http://www.neoliberalismo.com/

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