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Caso 1
Caso 1
El hijo parental
El siguiente caso de estudio se relaciona con una familia española y la consulta tuvo lugar en su ciudad de
origen. El terapeuta había empezado a ver a esta familia desde hacía un mes; primero se reunió, durante dos
sesiones, con la paciente identificada, una joven a la que se le había diagnosticado depresión con
ideación suicida, y después, en cuatro sesiones, se reunió con los miembros de la familia en
diferentes grupos. Cuando el terapeuta solicitó la consulta, su objetivo era ayudar a Sara, la paciente de 22 años,
a abandonar la responsabilidad de cuidar a sus dos hermanos menores, de 18 y 16 años, y motivar
a los demás miembros de la familia a valorar y apoyar a Sara, que se siente subvaluada. Sara ha estado tomando
dosis pequeñas de antidepresivos y ha respondido bien a los medicamentos.
La familia Martínez está formada por el padre y la madre, Pedro (de 51 años) y Josefa (de 50); una hija casada, Juana (de
28), que vive en la misma ciudad; Sara (de 22); Alberto (de 18), y Javier (de16). Los dos chicos menores van a una escuela
preparatoria técnica para aprender un oficio. La familia extendida también vive en la misma zona e incluye a las dos
abuelas y otros parientes que visitan a la familia con frecuencia.
Se trata de una familia de clase trabajadora, y todos, salvo la madre, trabajan fuera del hogar. Llegan
a la consulta vestidos con ropa informal y son amistosos v relajados. Me sentí conectado con ellos de inmediato,
como si yo mismo fuera un pariente lejano. La familia se sienta en tres subgrupos: el padre y la madreen un
extremo de un semicírculo; la hija mayor, sola, en el otro extremo, y Sara, Alberto y Javier, en el centro. El
terapeuta y yo cerramos el círculo.
Para comenzar, les pregunto por qué quisieron ver a un terapeuta.
PADRE [respondiendo]: La nena tiene problemas y vinimos a ver si la pueden ayudar
[Pregunto a Sara si ella es la nena y que… quiso decir su padre con lo que dijo.]
SARA: Me sentía triste.
DR. MINUCHIN: Pero, ¿por qué vino también la familia?
MADRE: Porque nos preocupamos por ella.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Eres el único problema de la familia?
PADRE: Ella no es ningún problema. Quizá tiene un problema. Es demasiado responsable y le dan ganas de
llorar. No quería salir con la familia y se quedaba en su habitación.
DR. MINUCHIN [dirigiéndose a la hermana mayor]: ¿Qué crees que le esté pasando a Sara?
JUANA: Creo que trabaja demasiado. Además de su carrera —estudia administración en la universidad —, es
maestra de ping-pong y trabaja cuidando niños.
DR. MINUCHIN: No comprendo. Nada de lo que describen despertaría ideas suicidas. ¿Podría ser que algo o
alguien de la familia la entristece?
Estoy cuestionando el ambiente superficial de la sesión y el enfoque exclusivo en la dificultad de Sara.
También respondo a la sensación de cercanía que transmite la familia. Creo que aceptarán que les pregunte
si los miembros de la familia influyen unos en otros.
MADRE: Alberto y Javier son irresponsables. Trabajo mucho y Sara cree que tiene el deber de ayudarme. Le
preocupa mucho el orden y ellos no se ocupan de nada. Si no arreglan su habitación, yo lo hago, y si ella me
ve, se pone a hacerlo.
DR. MINUCHIN: ¿Es tu mano derecha? [Al padre]: ¿Tu esposa trabaja para todos?
PADRE: No. Yo trabajo fuera y ella me ayuda en la casa, pero los muchachos creen que no tienen que hacer
nada y Sara ha asumido la responsabilidad de hacer lo que ellos no hacen.
La organización de esta familia está en sintonía con la cultura del grupo social de la familia, donde se espera
que las mujeres trabajen en la casa y los hombres no. Sin embargo, la posición de Sara como la "hija parental"
constituye un punto de entrada para explorar áreas de tensión en la familia.
PADRE: No somos machistas. Ella sola se ha echado a cuestas esta responsabilidad.
JUANA: Cuando vivía en la casa yo también ayudaba, pero nunca tanto como Sara.
La familia vuelve a centrar la atención en las características individuales de Sara, que, según ellos, es la causa
de su exceso de responsabilidad y depresión.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Por qué asumes esta responsabilidad? ¿Quieres proteger a tu padre, a tu madre o a
tus hermanos?
SARA: Protejo a Madre. Si yo no hago el trabajo, Madre tiene que hacerlo. Ya de por sí se siente abrumada.
Cambio de silla con Sara y le pido que se siente cerca de su madre y hable con ella. En este momento, el foco
de exploración es la díada madre-hija, que es una preparación para la exploración posterior de la díada
madre-padre y el triángulo formado por los tres miembros de este subsistema parental mal definido. Con el
cambio de silla, estimulo la conversación entre los miembros de la familia y a mí me da cierta distancia para
observar.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Tú eres la única que puede ayudar a tu madre?
MADRE: Sara siempre fue responsable. Empezó a ocuparse de ellos cuando tenía ocho años.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Por qué no dejas que tu madre sea la madre?
SARA: Claro que la dejo, pero...
DR.MINUCHIN: No. Te has convertido en la madre de tus hermanos. ¿Podrías preguntarle a tu madre cuándo
empezaste a trabajar de su ayudante?
MADRE [a Sara]: Siempre estabas trabajando para ellos, los llevabas a la escuela cuando eran pequeños. Quizá
fue culpa mía. Ahora me doy cuenta de que se ha vuelto un problema. [La madre
rompe en llanto y Juana le pasa un pañuelo desechable.]
El foco de la exploración, y de la tensión, ha pasado de la tristeza de Sara a la complementariedad de Sara y
su madre, y ahora, a la relación entre Javier, Pedro y la sobrerresponsable y "explotada" Sara. Estos cambios
confunden a los miembros de la familia, a quienes se les han arrebatado las explicaciones
conocidas y el consultor los invita a examinar de nuevo la situación.
DR. MINUCHIN[a la madre]: ¿Qué discusiones hay en casa?
MADRE: Siempre son con los niños.
DR. MINUCHIN [mirando a los adolescentes]: ¿Ellos son "los niños"?
MADRE [llorando]: Sí.
DR. MINUCHIN[a Sara]: ¿Y aceptan tu autoridad?
SARA: No, se ríen de mí.
ALBERTO [y Javier, asintiendo al mismo tiempo]: Es responsabilidad de mis padres, no de ella.
PADRE: Sí, pero cuando les pido que hagan algo, no lo hacen, y entonces es cuando ella interviene.
JAVIER: ¡Pero ella no es nuestra madre!
La organización de la familia se revela en este segmento: una madre agobiada por el exceso de trabajo, un
padre ineficaz, una hija parental sin autoridad e impotente ante dos adolescentes rebeldes.
DR. MINUCHIN [a Sara]: Cuando pelean, ¿tu padre está presente, o tu madre es la única que mantiene el
orden? [Exploro la posición del padre en la jerarquía familiar.] Tus padres parecen personas competentes. ¿Por
qué crees que es tu deber protegerlos?
SARA: No protejo a mis padres, pero creo que necesito controlar a mis hermanos.
DR. MINUCHIN [a los hermanos adolescentes]: Alguien debe de haberle dado el trabajo. Dudo que ella lo
tomara por su cuenta.
JUANA: No. Ella sola asumió ese trabajo. Nadie le dijo que era su responsabilidad. Cuando yo vivía en la casa,
nunca intervine en sus pleitos.
El nuevo guion familiar inquieta a la hermana, que regresa la exploración a la problemática de Sara.
DR. MINUCHIN: Pero te liberaste. Te casaste y te mudaste a otra parte, y ella se quedará en casa todo el tiempo
que crea que tus padres la necesitan. Alguien le dio el trabajo de ayudante del sheriff.
Su depresión es producto de la familia. ¿Pueden pensar juntos cómo sucedió?
ALBERTO: Creo que mi padre le da autoridad.
PADRE: Pero cuando no me hacen caso es cuando ella interviene.
DR. MINUCHIN [a la hermana mayor]: Al parecer, Sara necesita controlar a tus hermanos menores para
proteger a tus padres. Cuando te marchaste de casa y abandonaste a tu madre, Sara tomó el trabajo de ayudante
de la reina.
JUANA: No la abandoné. Me entristeció mucho dejar a mis padres por otra persona.
DR. MINUCHIN [riendo]: ¡Pero la "otra persona" es tu marido! ¿También abandonaste a tu hermana?
JUANA: Ahora me doy cuenta de que sí, la abandoné.
Se trata de una familia de ayudadores. Al parecer, la lealtad es el valor predominante que rige sus actos y la
autonomía se experimenta como traición. La hermana mayor define su matrimonio como mudarse con alguien
que no es de la familia. ¿La lealtad familiar es más típica de las familias latinas? Quizá, pero en este caso se
llevó a extremos poco sanos.
DR. MINUCHIN: Sara está en un agujero. ¿Quién quiere ayudarle a salir?
JAVIER: Podríamos cambiar.
PADRE: Es necesario que quiera salir por sí misma.
DR. MINUCHIN: Sara está en una cárcel. El amor es una jaula de oro. ¿Quién tiene la llave?
MADRE [al esposo]: Entonces tenemos que cambiar nosotros. No nos dimos cuenta de lo que hacíamos.
PADRE: No creo que mi esposa le haya dicho nunca a Sara que tenía que ayudarla a ella o a mí.
DR. MINUCHIN [a la madre]: ¿Estás deprimida algunas veces? ¿Cuándo lloras en casa?
MADRE: Cuando me siento tensa y nerviosa... y entonces Sara se hace cargo
DR MINUCHIN: ¿Por qué Sara cree que necesitas protección?
MADRE: A veces me ve preocupada. Cuando trato de corregirlos y no lo logro.
DR. MINUCHIN: Cuando estás contrariada, ¿acudes a tu esposo, o Sara sabe escucharte mejor?
MADRE: Creo que me lo guardo, trato de no demostrar mis sentimientos. No quiero preocupar a la familia.
DR MINUCHIN: ¿Y cómo es que Sara sabe lo que sientes? Parece tener una capacidad que tu esposo no tiene.
SARA: Siempre sé cuándo está triste.
DR. MINUCHIN: ¿Cuándo vas a dejar que tu madre llore a solas? ¿Podría ayudarla tu padre?
SARA: Creo que sí.
DR. MINUCHIN: Pero, ¿lo dejarías hacerse cargo de eso?
MADRE: Él se altera mucho con los problemas en casa.
DR. MINUCHIN: ¿Y necesitas protegerlo?
MADRE: Tal vez.
He estado ayudando a la familia a explorar una narrativa diferente de "Sara está deprimida": la madre se
siente abrumada a veces y no cree que pueda contar con el apoyo de su esposo; así busca el apoyo de Sara,
que ha desarrollado una sensibilidad creciente al dolor de la madre. Como Sara asume una responsabilidad
delegada, sin querer actúa como barrera para la intimidad entre marido y mujer y también se inmiscuye en los
esfuerzos de su padre por guiar y controlar a Alberto y Javier.
DR. MINUCHIN: Bueno, ¿cómo piensan ayudar a Sara a salir del agujero?
PADRE [a los adolescentes]: Tienen que aceptar y respetar a sus padres.
MADRE: Sí. El problema empieza con ustedes dos.
DR. MINUCHIN [a los hermanos]: ¿Pueden despedir a Sara del trabajo de ser su guardián?
ALBERTO: ¡Estás despedida!
JAVIER: Yo también te despido. ¡Estás despedida! [Ambos ríen.]
DR. MINUCHIN [a Sara]: Tuve una tía, la tía Ester, que era igual que tú. El centro de la familia. Ser buena es
difícil. ¿Puedes ser mala también?
Segunda sesión
Los padres y los tres hijos menores asisten a la segunda sesión. Entran en la habitación y toman asiento como
en la sesión anterior; Sara se sienta cerca de su madre. Le pido que mueva su silla; los padres quedan entonces
separados de los hijos. Informo a la familia que los jóvenes serán el público en esta ocasión; porque esta sesión
se centrará en los padres.
DR. MINUCHIN: Me gustaría que cada uno de ustedes me contara algo de su niñez, para entender
cómo desarrollaron esta forma específica de criar a sus hijos.
Pedro y Josefa me cuentan que cada uno de ellos creció en un hogar en el que solo la madre estaba presente,
porque sus padres murieron cuando ellos eran muy jóvenes. Josefa se apropia de la narrativa y entra en más
detalles. En la sesión anterior, mientras que los síntomas de Sara formaban parte de la coreografía familiar, se
resaltó la participación de la madre en el pas de deux. Tal vez pensó que la estaba acusando de ser una mala
madre y se sintió culpable. Examinar la niñez de Josefa es parte del proceso de unión, ya que juntos exploramos
los recuerdos de las circunstancias que redujeron su libertad y la llevaron a elegir una forma cerrada de verse a
sí misma y a los demás. Oriento la exploración de su pasado hacia el área del afecto y la responsabilidad, puesto
que estas fueron las áreas relevantes en la sesión anterior.
JOSEFA: Fui la mayor de cuatro hijos; tenía 11 años cuando mi padre murió.
PEDRO [interrumpiendo]: Yo tenía apenas cuatro años cuando mi padre murió
Parece que Pedro siente que el terapeuta no lo ha tomado en cuenta y quiere reclamar cierto espacio para él.
JOSEFA [continuando]: Tenía tres hermanos: uno de siete, otro de cuatro y un bebé de tres meses. Mi madre
trabajaba en una fábrica textil y también tenía otro empleo, por lo que yo tenía que ayudarla. Cuidaba a mis
hermanos y cocinaba cuando llegaba a casa de la escuela. Estaba a cargo de comprar la comida en el mercado
y cocinaba para la familia.
DR. MINUCHIN [con admiración]: ¿Cuántos brazos tenías? Hay una diosa hindú llamada Shiva que tiene ocho
brazos.
JOSEFA: Solo tengo dos brazos. Mi hermana menor era como mi hija mayor. Mis hermanos salían a jugar y a
veces me invitaban a ir con ellos, pero yo nunca salía de casa. Tenía demasiadas cosas que hacer.
DR. MINUCHIN: ¿Para que tu madre pudiera descansar porque confiaba en qué tú te ocuparías de ellos?
JOSEFA: Sí, pero no es solo mi familia. Sufro el dolor de todos. La gente me importa. Cuando estoy contrariada,
me lo guardo y lo estoy rumiando. A veces, cuando me acuesto pienso que me gustaría despertar al día siguiente
y encontrarme en otro mundo, libre de preocupaciones.
Me parece que sigue absorta en su niñez, temerosa de que se le olvide hacer una de las miles de tareas que
considera su responsabilidad y deseando poder jugar como sus hermanos.
DR. MINUCHIN: ¿Y le pides a Pedro que te lleve lejos?
JOSEFA: Sí. Cuando vamos de vacaciones me siento tranquila, porque sé que Sara se hará cargo de sus
hermanos. Cuando volvemos le pregunto cómo se portaron Javier y Alberto, 'qué les preparó y esto y lo otro.
Parece que Josefa ha creado en Sara su clon perfecto. Tomo mi bastón, se lo doy a Sara y le digo: "Tú eres el
bastón de tu madre!" Ella lo toma y ambas ríen. Mi bastón es parte de la utilería que me sirve para seguir
"diagnosticando" a Sara con múltiples etiquetas.
PEDRO: Así es con todos, dentro y fuera de la familia.
JOSEFA: Pedro me dice que no debería responder a los problemas de todo el mundo; que no siempre debo
prestarme a eso. Pero a mi edad, no creo que pueda cambiar.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: ¿Le ayudas a pensar en sus necesidades?
PEDRO: Muchas, muchas veces, pero no consigo que cambie. Me oye, pero sigue con lo mismo. Se ocupa de
sus hermanos y sus familias.
JOSEFA: Mi madre tiene 78 años y necesita que la atienda. La madre de Pedro está enferma y vive con nosotros,
la llevo al hospital todos los días. Me siento mejor cuando me ocupo de la gente.
PEDRO: Josefa se hace cargo de mi madre a pesar de que la operaron de la rodilla hace algunas semanas.
DR. MINUCHIN [a Josefa]: ¿Y quién te cuidó?
JOSEFA: ¡Sara! Es como yo. El año pasado mi madre se enfermó y Sara la atendió. La cuidó para quitarme
preocupaciones.
DR MINUCHIN: Es tu gemela.
Sin que se note, saltamos del pasado al presente de Josefa; de la niña agobiada por el cuidado de sus hermanos
menores al sentido de obligación de la adulta que sueña con despertar en un mundo libre de exigencias. Y
ahora Sara transita por la misma senda estrecha que su madre.
JOSEFA: No se lo pedí; ella misma se hizo cargo. Pero ahora comprendo que fue mi culpa. Yo la hice
responsable, yo la hice cargar a cuestas con mis problemas.
DR. MINUCHIN: No se trata de culpar a nadie. Ustedes son una familia maravillosa. De niña, tu madre te
enseñó a ser la madre de tus hermanos y, como es natural, al pasar el tiempo tú le dijiste a Sara que era la madre
de sus hermanos.
Una de las ventajas de la incursión histórica en la niñez es que el panorama del repertorio restringido de los
padres se ve como consecuencia de las limitaciones de los abuelos o de las circunstancias del pasado. Al
parecer, esta familia se organiza en torno de las buenas costumbres y normas culturales de la población rural,
que recurre a su parentela cuando necesita ayuda. Mi familia tenía normas muy semejantes y mi madre era el
centro del sistema de apoyo de su familia extendida. Me identifico con estas personas y formulo mis desafíos
a su organización con familiaridad y respeto.
JOSEFA: Yo la responsabilicé. Cuando nos vamos de vacaciones le pido a Sara que esté atenta a lo que hacen,
que los cuide y les prepare la comida, y que se fije en la hora a la que llegan por las noches...
Continúa con una larga lista de "encargos". Río mientras recita la lista y los otros ríen también.
DR MINUCHIN: Ahora quiero entender a Pedro. [Dirigiéndose a Pedro]: ¿Tienes hermanos?
Como ocurre con otras familias, ahora dirijo la atención al otro cónyuge para completar el panorama
y comprender la complementariedad de los estilos de los padres. Sin embargo, esta exploración no es, por
lo general, tan detallada como la del primer cónyuge. Esta asimetría se presenta en la mayoría de los casos.
Las limitaciones de tiempo en una sesión requieren que el terapeuta tome una decisión clínica en cuanto al
miembro de la familia que será el foco primario de exploración.
PEDRO: Tengo un hermano mayor. Tenía cuatro años cuando
mi padre murió y mi hermano fue el ayudante de mi madre. Al igual que la madre de Josefa, la mía también
trabajaba en una fábrica textil. Se levantaba temprano por la mañana y nos preparaba la comida de todo el día.
Trabajaba dos turnos y llegaba a casa tarde. Yo me la pasaba holgazaneando. No fui un buen estudiante y me
portaba mal en la escuela. Mi hermano era el responsable. Hasta que cumplí 18 años y empecé a trabajar me
volví responsable.
DR. MINUCHIN: En aquel entonces, ¿tu hermano era, como Josefa, el apoyo de la familia?
PEDRO: No exactamente, porque de niño, yo me valía por mí mismo.
Creo que la historia presentada por Pedro es suficiente para usarla como trampolín para desafiar la
organización de la familia, y vuelvo a dirigirme a los hijos para incluirlos en lo que queda de la sesión.
Cuando trabajo con familias que tienen hijos adolescentes o adultos jóvenes, uso este paso para estimular la
cooperación, dando voz a los hijos como participantes activos en el modelaje de la forma de funcionamiento
de la familia. En esta, donde Sara es "la nena" y los chicos adolescentes son "los niños", es un paso importante
para explorar la autonomía. Además, Alberto y Javier se han presentado corno una unidad durante toda la
sesión, y no tengo idea de quiénes son, aparte de su función como generadores de problemas.
DR. MINUCHIN [a Sara]: Me agradan las personas buenas como tú, pero las personas que siempre están
disponibles pueden tener una vida difícil.
En este momento, el padre y la madre me cuentan que Sara también hace cosas por su cuenta, aparte de la
familia; el verano pasado viajó por Europa con dos amigas. La madre dice que tenía miedo por ella y no quería
que fuera, pero que se controló. [Josefa está llorando.] Sin embargo, al final, le gustó que Sara tuviera el valor
de ir. Sara y sus padres hablan del viaje y Josefa vuelve a mencionar lo angustiada que se sintió mientras Sara
estuvo fuera.
DR. MINUCHIN: Me preocupa el papel de Pedro en esta familia.[ Dirigiéndose a Pedro]: Josefa le ha dado
más responsabilidades a Sara que a ti.
JOSEFA: Mi esposo se preocupa mucho. Cuando soy yo la que se preocupa, puedo manejarlo, pero él
no puede liberarse y no quiero agobiarlo. Sufre mucho y por eso yo tengo que llevar el peso de toda la
responsabilidad.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: ¿Te agrada que tu esposa te proteja?
En una parte de la primera sesión, me interesó aumentar la sensación de eficacia en Pedro, pero Josefa, con su
fuerte centralidad, sigue protegiéndolo de mi intervención. Apoyaré más al padre de esta familia durante el resto
de la sesión.
PEDRO: Bueno, a veces pasan cosas en la casa cuando yo no estoy, y Josefa y Sara no me cuentan lo que
sucedió para que no me preocupe. En ocasiones, llego a casa y los niños están discutiendo o peleando. Sara
trata de controlar la pelea, pero siempre empieza con estos dos.
MINUCHIN: ¿Son siameses, o individuos diferentes?
Siempre que oigo a los padres describir a sus hijos como una unidad, freno el proceso y solicito una
descripción diferenciada.
PEDRO: Siempre se meten juntos en problemas.
JOSEFA: No podemos separarlos.
PEDRO:Pero ella siempre me cuenta después del hecho.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: Pero, ¿cómo es posible que no te enteres? ¿Quién te impide que te enteres?
JOSEFA: Es que son imposibles.
Como en otros momentos delas sesiones, Josefa se inmiscuye en la conversación que trato de sostener con
Pedro.
SARA: Madre lo protege.
DR MINUCHIN: Entonces tu padre no se entera de nada. Tus hermanos tienen dos madres, pero no tienen
padre. ¡Qué interesante! [A Pedro]: Entonces no tienes que molestarte en ser padre, porque
ellas [haciendo un ademán hacia la madre y Sara] se ocupan de la crianza de los hijos.
PEDRO: Y el poco respeto que me tenían se esfumó.
DR. MINUCHIN: No, no se esfumó. Ellas te lo quitaron. ¿Crees que no puedes controlar a tus propios hijos?
[A Josefa]: ¿Cuándo empezaste a proteger a Pedro?
Una parte esencial de la terapia es que lo pasivo se vuelva activo y que un estado de cosas ("el respeto se
esfumó") se transforme en un acto humano ("Ellas te lo quitaron"). Esta transformación hace patente el
carácter interactivo de las situaciones problemáticas y deja entrever un modo de actuar.
JOSEFA: Siempre. En la casa hay muchos problemas y sé que, si intervengo, puedo resolverlos.
DR. MINUCHIN: Tú y Shiva, la diosa de ocho brazos. Resolviste los problemas y le quitaste a Pedro la
responsabilidad de ser padre. Tu intención era buena, pero lo hiciste. ¡Qué curioso!
PEDRO: Yo estaba trabajando, y ella me contaba lo que había pasado después de que lo había resuelto.
DR. MINUCHIN [a Josefa]: Te convertiste en madre y padre a la vez.
Refuerzo mi cuestionamiento del subsistema parental formado por la madre y Sara, que excluye al padre. La
intensidad del desafío reside en la repetición de la exclusión del padre, que se presenta desde
distintas perspectivas. También juego con las definiciones de género, a sabiendas de que en la cultura hispana
los hombres valoran la competencia y el
poder y que mi encuadre cimbrará los valores tanto del padre como de la madre.
Procedo a establecer contacto con cada uno de los chicos adolescentes y a explorar la relación que tienen con
sus padres.
DR. MINUCHIN [a Javier]: Cuando te portas mal, ¿cuáles son las consecuencias? ¿Cómo te castiga tu madre?
JAVIER: Bueno, no se cansa de fastidiar sobre esto y aquello. Al final me harto. No hago nada porque luego
ella lo hace.
PEDRO: Y contribuye a que sigas siendo un niño pequeño.
Aquí Pedro adopta mi voz. Ahora cae en la cuenta de que el comportamiento de Javier es consecuencia del de
Josefa. Me parece que esta reacción es resultado de mi continua alianza con él.
DR. MINUCHIN [a Javier]: ¿Qué cosas molestan a Sara?
JAVIER: Me levanto de la mesa y en seguida me suelta: "Llévate los platos y ponlos a remojar", y otras
cosas por el estilo; entonces me enojo y dejo los platos en la mesa.
PEDRO: Sara es muy exigente.
SARA: Pero no me obedece.
Javier comienza a decir algo, pero Pedro le pone la mano sobre su rodilla y dice: "Tranquilo, estoy hablando".
Es otro ejemplo de su creciente eficacia para relacionarse con los hijos e indica aceptación de lo que he
estado repitiendo.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: ¿Crees que puedas despedir a Sara?
PEDRO: No creo que sea fácil para ella abstenerse de hacer las cosas, de intervenir. Además, estos chicos son
muy difíciles.
DR. MINUCHIN: Hablas de ellos como si fueran gemelos, pero yo los veo como dos personas muy diferentes.
Alberto y Javier se presentan de manera muy diferente. Alberto viste pantalones vaqueros arrugados y camisa
a cuadros, y no se peinó. Tiene barba incipiente y su actitud, en general, es la de un joven trabajador. Javier
tiene el cabello largo, que lleva atado con una banda elástica, y se ve más joven de lo que es. Además, va
vestido con mayor esmero que Alberto. Sus pantalones y camisa están cuidadosamente planchados. Está claro
que estos dos hijos de la familia desean expresar sus diferencias.
Pido a Alberto que describa una de las discusiones y me cuenta de un incidente que ocurrió la mañana anterior,
cuando estaba a punto de irse a la escuela. Gracias a este relato, me entero de que sale de casa a las seis de
la mañana, toma el autobús para ir a la escuela donde estudia mecánica y que, inmediatamente después de
salir de clases, va a su trabajo de tiempo completo en el supermercado.
DR. MINUCHIN [a Alberto]: Si tuviera un hijo como tú, me sentiría muy afortunado. ¿Tus padres reconocen
lo bueno que eres?
Aunque estoy comunicándome con Alberto, también estoy enviando un mensaje a Sara y a Josefa, que ejercen
el control de la familia. Estoy modelando, para ellas y para Pedro, una respuesta diferente para cada uno de
los dos muchachos. Con frecuencia desestabilizo un subsistema de hermanos cuando los padres los tratan
corno un grupo, exploro los aspectos positivos en uno y cuestiono el otro.
JOSEFA: Siempre están peleando.
DR. MINUCHIN [a Josefa]: Pero Alberto también es muy bueno. Va a la escuela y es exitoso en su trabajo;
pero tú, que tienes ocho brazos, y Sara, que tiene cuatro, no aprecian sus buenas cualidades.
[A Javier]: Como creo que Alberto es perfecto, tú debes de ser el que empieza los pleitos. Dime cómo empiezan
las discusiones.
JOSEFA [antes de que Javier pueda responder]: Duermen en la misma habitación y tienen un televisor, y
quieren ver diferentes programas. O alguno no encuentra el zapato y culpa al otro.
Me parece que el hecho de que Josefa intervenga es un intento por defender a los hijos de tener que enfrentarse
a mí y supongo que también se resiste al tono positivo en mi apreciación de Alberto. Hago caso omiso de su
comentario y continúo mi contacto con Pedro.
DR. MINUCHIN[a Pedro]: Eres muy afortunado, pero parece que no te das cuenta de ello.
ALBERTO: Nuestro único problema son los pleitos, pero no son graves. Cuando nadie interviene, nosotros
solos resolvemos nuestras diferencias.
DR. MINUCHIN: ¿Y cómo fue que le dieron a Sara el papel de la hermanastra fea? ¿Por qué no cierran la
puerta de su habitación?
DR. MINUCHIN[a Josefa]: Tienes una buena familia, pero debes recurrir más a tu esposo y menos a Sara.
Me pongo de pie y ayudo a Sara a salir del círculo familiar. Pedro y Josefa sostienen una conversación que
dura algunos minutos sobre los estudios de Sara, su trabajo y su capacidad de hacer muchas cosas diferentes.
Es evidente que todos presentimos el fin inminente de la sesión y Pedro ofrece una especie de resumen,
actuando, quizá, en su nueva posición reforzada de portavoz de la familia.
PEDRO: Hemos decidido que tengo que tomar las riendas y establecer la disciplina. Necesito parar a Sara y
decirle que ese es mi deber. Ya me las arreglaré. Sin embargo, Sara necesita ayuda para que ya no trate de
ocupar mi lugar.
Me levanto y le estrecho la mano a Pedro; le digo que, en mi pueblo de Argentina, acostumbrarnos cerrar los
contratos con un apretón de manos.
PEDRO: Si tenemos que cambiar, cambiaremos.
JOSEFA: Sabemos que podemos cambiar.
ALBERTO: Y ustedes tienen que acordarse de que soy perfecto.
Con este comentario humorístico, terminamos nuestro encuentro.
CASO 2.