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Caso 1.

El hijo parental

El siguiente caso de estudio se relaciona con una familia española y la consulta tuvo lugar en su ciudad de
origen. El terapeuta había empezado a ver a esta familia desde hacía un mes; primero se reunió, durante dos
sesiones, con la paciente identificada, una joven a la que se le había diagnosticado depresión con
ideación suicida, y después, en cuatro sesiones, se reunió con los miembros de la familia en
diferentes grupos. Cuando el terapeuta solicitó la consulta, su objetivo era ayudar a Sara, la paciente de 22 años,
a abandonar la responsabilidad de cuidar a sus dos hermanos menores, de 18 y 16 años, y motivar
a los demás miembros de la familia a valorar y apoyar a Sara, que se siente subvaluada. Sara ha estado tomando
dosis pequeñas de antidepresivos y ha respondido bien a los medicamentos.
La familia Martínez está formada por el padre y la madre, Pedro (de 51 años) y Josefa (de 50); una hija casada, Juana (de
28), que vive en la misma ciudad; Sara (de 22); Alberto (de 18), y Javier (de16). Los dos chicos menores van a una escuela
preparatoria técnica para aprender un oficio. La familia extendida también vive en la misma zona e incluye a las dos
abuelas y otros parientes que visitan a la familia con frecuencia.
Se trata de una familia de clase trabajadora, y todos, salvo la madre, trabajan fuera del hogar. Llegan
a la consulta vestidos con ropa informal y son amistosos v relajados. Me sentí conectado con ellos de inmediato,
como si yo mismo fuera un pariente lejano. La familia se sienta en tres subgrupos: el padre y la madreen un
extremo de un semicírculo; la hija mayor, sola, en el otro extremo, y Sara, Alberto y Javier, en el centro. El
terapeuta y yo cerramos el círculo.
Para comenzar, les pregunto por qué quisieron ver a un terapeuta.
PADRE [respondiendo]: La nena tiene problemas y vinimos a ver si la pueden ayudar
[Pregunto a Sara si ella es la nena y que… quiso decir su padre con lo que dijo.]
SARA: Me sentía triste.
DR. MINUCHIN: Pero, ¿por qué vino también la familia?
MADRE: Porque nos preocupamos por ella.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Eres el único problema de la familia?
PADRE: Ella no es ningún problema. Quizá tiene un problema. Es demasiado responsable y le dan ganas de
llorar. No quería salir con la familia y se quedaba en su habitación.
DR. MINUCHIN [dirigiéndose a la hermana mayor]: ¿Qué crees que le esté pasando a Sara?
JUANA: Creo que trabaja demasiado. Además de su carrera —estudia administración en la universidad —, es
maestra de ping-pong y trabaja cuidando niños.
DR. MINUCHIN: No comprendo. Nada de lo que describen despertaría ideas suicidas. ¿Podría ser que algo o
alguien de la familia la entristece?
Estoy cuestionando el ambiente superficial de la sesión y el enfoque exclusivo en la dificultad de Sara.
También respondo a la sensación de cercanía que transmite la familia. Creo que aceptarán que les pregunte
si los miembros de la familia influyen unos en otros.
MADRE: Alberto y Javier son irresponsables. Trabajo mucho y Sara cree que tiene el deber de ayudarme. Le
preocupa mucho el orden y ellos no se ocupan de nada. Si no arreglan su habitación, yo lo hago, y si ella me
ve, se pone a hacerlo.
DR. MINUCHIN: ¿Es tu mano derecha? [Al padre]: ¿Tu esposa trabaja para todos?
PADRE: No. Yo trabajo fuera y ella me ayuda en la casa, pero los muchachos creen que no tienen que hacer
nada y Sara ha asumido la responsabilidad de hacer lo que ellos no hacen.
La organización de esta familia está en sintonía con la cultura del grupo social de la familia, donde se espera
que las mujeres trabajen en la casa y los hombres no. Sin embargo, la posición de Sara como la "hija parental"
constituye un punto de entrada para explorar áreas de tensión en la familia.
PADRE: No somos machistas. Ella sola se ha echado a cuestas esta responsabilidad.
JUANA: Cuando vivía en la casa yo también ayudaba, pero nunca tanto como Sara.
La familia vuelve a centrar la atención en las características individuales de Sara, que, según ellos, es la causa
de su exceso de responsabilidad y depresión.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Por qué asumes esta responsabilidad? ¿Quieres proteger a tu padre, a tu madre o a
tus hermanos?
SARA: Protejo a Madre. Si yo no hago el trabajo, Madre tiene que hacerlo. Ya de por sí se siente abrumada.
Cambio de silla con Sara y le pido que se siente cerca de su madre y hable con ella. En este momento, el foco
de exploración es la díada madre-hija, que es una preparación para la exploración posterior de la díada
madre-padre y el triángulo formado por los tres miembros de este subsistema parental mal definido. Con el
cambio de silla, estimulo la conversación entre los miembros de la familia y a mí me da cierta distancia para
observar.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Tú eres la única que puede ayudar a tu madre?
MADRE: Sara siempre fue responsable. Empezó a ocuparse de ellos cuando tenía ocho años.
DR. MINUCHIN [a Sara]: ¿Por qué no dejas que tu madre sea la madre?
SARA: Claro que la dejo, pero...
DR.MINUCHIN: No. Te has convertido en la madre de tus hermanos. ¿Podrías preguntarle a tu madre cuándo
empezaste a trabajar de su ayudante?
MADRE [a Sara]: Siempre estabas trabajando para ellos, los llevabas a la escuela cuando eran pequeños. Quizá
fue culpa mía. Ahora me doy cuenta de que se ha vuelto un problema. [La madre
rompe en llanto y Juana le pasa un pañuelo desechable.]
El foco de la exploración, y de la tensión, ha pasado de la tristeza de Sara a la complementariedad de Sara y
su madre, y ahora, a la relación entre Javier, Pedro y la sobrerresponsable y "explotada" Sara. Estos cambios
confunden a los miembros de la familia, a quienes se les han arrebatado las explicaciones
conocidas y el consultor los invita a examinar de nuevo la situación.
DR. MINUCHIN[a la madre]: ¿Qué discusiones hay en casa?
MADRE: Siempre son con los niños.
DR. MINUCHIN [mirando a los adolescentes]: ¿Ellos son "los niños"?
MADRE [llorando]: Sí.
DR. MINUCHIN[a Sara]: ¿Y aceptan tu autoridad?
SARA: No, se ríen de mí.
ALBERTO [y Javier, asintiendo al mismo tiempo]: Es responsabilidad de mis padres, no de ella.
PADRE: Sí, pero cuando les pido que hagan algo, no lo hacen, y entonces es cuando ella interviene.
JAVIER: ¡Pero ella no es nuestra madre!
La organización de la familia se revela en este segmento: una madre agobiada por el exceso de trabajo, un
padre ineficaz, una hija parental sin autoridad e impotente ante dos adolescentes rebeldes.
DR. MINUCHIN [a Sara]: Cuando pelean, ¿tu padre está presente, o tu madre es la única que mantiene el
orden? [Exploro la posición del padre en la jerarquía familiar.] Tus padres parecen personas competentes. ¿Por
qué crees que es tu deber protegerlos?
SARA: No protejo a mis padres, pero creo que necesito controlar a mis hermanos.
DR. MINUCHIN [a los hermanos adolescentes]: Alguien debe de haberle dado el trabajo. Dudo que ella lo
tomara por su cuenta.
JUANA: No. Ella sola asumió ese trabajo. Nadie le dijo que era su responsabilidad. Cuando yo vivía en la casa,
nunca intervine en sus pleitos.
El nuevo guion familiar inquieta a la hermana, que regresa la exploración a la problemática de Sara.
DR. MINUCHIN: Pero te liberaste. Te casaste y te mudaste a otra parte, y ella se quedará en casa todo el tiempo
que crea que tus padres la necesitan. Alguien le dio el trabajo de ayudante del sheriff.
Su depresión es producto de la familia. ¿Pueden pensar juntos cómo sucedió?
ALBERTO: Creo que mi padre le da autoridad.
PADRE: Pero cuando no me hacen caso es cuando ella interviene.
DR. MINUCHIN [a la hermana mayor]: Al parecer, Sara necesita controlar a tus hermanos menores para
proteger a tus padres. Cuando te marchaste de casa y abandonaste a tu madre, Sara tomó el trabajo de ayudante
de la reina.
JUANA: No la abandoné. Me entristeció mucho dejar a mis padres por otra persona.
DR. MINUCHIN [riendo]: ¡Pero la "otra persona" es tu marido! ¿También abandonaste a tu hermana?
JUANA: Ahora me doy cuenta de que sí, la abandoné.
Se trata de una familia de ayudadores. Al parecer, la lealtad es el valor predominante que rige sus actos y la
autonomía se experimenta como traición. La hermana mayor define su matrimonio como mudarse con alguien
que no es de la familia. ¿La lealtad familiar es más típica de las familias latinas? Quizá, pero en este caso se
llevó a extremos poco sanos.
DR. MINUCHIN: Sara está en un agujero. ¿Quién quiere ayudarle a salir?
JAVIER: Podríamos cambiar.
PADRE: Es necesario que quiera salir por sí misma.
DR. MINUCHIN: Sara está en una cárcel. El amor es una jaula de oro. ¿Quién tiene la llave?
MADRE [al esposo]: Entonces tenemos que cambiar nosotros. No nos dimos cuenta de lo que hacíamos.
PADRE: No creo que mi esposa le haya dicho nunca a Sara que tenía que ayudarla a ella o a mí.
DR. MINUCHIN [a la madre]: ¿Estás deprimida algunas veces? ¿Cuándo lloras en casa?
MADRE: Cuando me siento tensa y nerviosa... y entonces Sara se hace cargo
DR MINUCHIN: ¿Por qué Sara cree que necesitas protección?
MADRE: A veces me ve preocupada. Cuando trato de corregirlos y no lo logro.
DR. MINUCHIN: Cuando estás contrariada, ¿acudes a tu esposo, o Sara sabe escucharte mejor?
MADRE: Creo que me lo guardo, trato de no demostrar mis sentimientos. No quiero preocupar a la familia.
DR MINUCHIN: ¿Y cómo es que Sara sabe lo que sientes? Parece tener una capacidad que tu esposo no tiene.
SARA: Siempre sé cuándo está triste.
DR. MINUCHIN: ¿Cuándo vas a dejar que tu madre llore a solas? ¿Podría ayudarla tu padre?
SARA: Creo que sí.
DR. MINUCHIN: Pero, ¿lo dejarías hacerse cargo de eso?
MADRE: Él se altera mucho con los problemas en casa.
DR. MINUCHIN: ¿Y necesitas protegerlo?
MADRE: Tal vez.
He estado ayudando a la familia a explorar una narrativa diferente de "Sara está deprimida": la madre se
siente abrumada a veces y no cree que pueda contar con el apoyo de su esposo; así busca el apoyo de Sara,
que ha desarrollado una sensibilidad creciente al dolor de la madre. Como Sara asume una responsabilidad
delegada, sin querer actúa como barrera para la intimidad entre marido y mujer y también se inmiscuye en los
esfuerzos de su padre por guiar y controlar a Alberto y Javier.
DR. MINUCHIN: Bueno, ¿cómo piensan ayudar a Sara a salir del agujero?
PADRE [a los adolescentes]: Tienen que aceptar y respetar a sus padres.
MADRE: Sí. El problema empieza con ustedes dos.
DR. MINUCHIN [a los hermanos]: ¿Pueden despedir a Sara del trabajo de ser su guardián?
ALBERTO: ¡Estás despedida!
JAVIER: Yo también te despido. ¡Estás despedida! [Ambos ríen.]
DR. MINUCHIN [a Sara]: Tuve una tía, la tía Ester, que era igual que tú. El centro de la familia. Ser buena es
difícil. ¿Puedes ser mala también?

Segunda sesión
Los padres y los tres hijos menores asisten a la segunda sesión. Entran en la habitación y toman asiento como
en la sesión anterior; Sara se sienta cerca de su madre. Le pido que mueva su silla; los padres quedan entonces
separados de los hijos. Informo a la familia que los jóvenes serán el público en esta ocasión; porque esta sesión
se centrará en los padres.

DR. MINUCHIN: Me gustaría que cada uno de ustedes me contara algo de su niñez, para entender
cómo desarrollaron esta forma específica de criar a sus hijos.
Pedro y Josefa me cuentan que cada uno de ellos creció en un hogar en el que solo la madre estaba presente,
porque sus padres murieron cuando ellos eran muy jóvenes. Josefa se apropia de la narrativa y entra en más
detalles. En la sesión anterior, mientras que los síntomas de Sara formaban parte de la coreografía familiar, se
resaltó la participación de la madre en el pas de deux. Tal vez pensó que la estaba acusando de ser una mala
madre y se sintió culpable. Examinar la niñez de Josefa es parte del proceso de unión, ya que juntos exploramos
los recuerdos de las circunstancias que redujeron su libertad y la llevaron a elegir una forma cerrada de verse a
sí misma y a los demás. Oriento la exploración de su pasado hacia el área del afecto y la responsabilidad, puesto
que estas fueron las áreas relevantes en la sesión anterior.
JOSEFA: Fui la mayor de cuatro hijos; tenía 11 años cuando mi padre murió.
PEDRO [interrumpiendo]: Yo tenía apenas cuatro años cuando mi padre murió
Parece que Pedro siente que el terapeuta no lo ha tomado en cuenta y quiere reclamar cierto espacio para él.
JOSEFA [continuando]: Tenía tres hermanos: uno de siete, otro de cuatro y un bebé de tres meses. Mi madre
trabajaba en una fábrica textil y también tenía otro empleo, por lo que yo tenía que ayudarla. Cuidaba a mis
hermanos y cocinaba cuando llegaba a casa de la escuela. Estaba a cargo de comprar la comida en el mercado
y cocinaba para la familia.
DR. MINUCHIN [con admiración]: ¿Cuántos brazos tenías? Hay una diosa hindú llamada Shiva que tiene ocho
brazos.
JOSEFA: Solo tengo dos brazos. Mi hermana menor era como mi hija mayor. Mis hermanos salían a jugar y a
veces me invitaban a ir con ellos, pero yo nunca salía de casa. Tenía demasiadas cosas que hacer.
DR. MINUCHIN: ¿Para que tu madre pudiera descansar porque confiaba en qué tú te ocuparías de ellos?
JOSEFA: Sí, pero no es solo mi familia. Sufro el dolor de todos. La gente me importa. Cuando estoy contrariada,
me lo guardo y lo estoy rumiando. A veces, cuando me acuesto pienso que me gustaría despertar al día siguiente
y encontrarme en otro mundo, libre de preocupaciones.
Me parece que sigue absorta en su niñez, temerosa de que se le olvide hacer una de las miles de tareas que
considera su responsabilidad y deseando poder jugar como sus hermanos.
DR. MINUCHIN: ¿Y le pides a Pedro que te lleve lejos?
JOSEFA: Sí. Cuando vamos de vacaciones me siento tranquila, porque sé que Sara se hará cargo de sus
hermanos. Cuando volvemos le pregunto cómo se portaron Javier y Alberto, 'qué les preparó y esto y lo otro.
Parece que Josefa ha creado en Sara su clon perfecto. Tomo mi bastón, se lo doy a Sara y le digo: "Tú eres el
bastón de tu madre!" Ella lo toma y ambas ríen. Mi bastón es parte de la utilería que me sirve para seguir
"diagnosticando" a Sara con múltiples etiquetas.
PEDRO: Así es con todos, dentro y fuera de la familia.
JOSEFA: Pedro me dice que no debería responder a los problemas de todo el mundo; que no siempre debo
prestarme a eso. Pero a mi edad, no creo que pueda cambiar.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: ¿Le ayudas a pensar en sus necesidades?
PEDRO: Muchas, muchas veces, pero no consigo que cambie. Me oye, pero sigue con lo mismo. Se ocupa de
sus hermanos y sus familias.
JOSEFA: Mi madre tiene 78 años y necesita que la atienda. La madre de Pedro está enferma y vive con nosotros,
la llevo al hospital todos los días. Me siento mejor cuando me ocupo de la gente.
PEDRO: Josefa se hace cargo de mi madre a pesar de que la operaron de la rodilla hace algunas semanas.
DR. MINUCHIN [a Josefa]: ¿Y quién te cuidó?
JOSEFA: ¡Sara! Es como yo. El año pasado mi madre se enfermó y Sara la atendió. La cuidó para quitarme
preocupaciones.
DR MINUCHIN: Es tu gemela.
Sin que se note, saltamos del pasado al presente de Josefa; de la niña agobiada por el cuidado de sus hermanos
menores al sentido de obligación de la adulta que sueña con despertar en un mundo libre de exigencias. Y
ahora Sara transita por la misma senda estrecha que su madre.
JOSEFA: No se lo pedí; ella misma se hizo cargo. Pero ahora comprendo que fue mi culpa. Yo la hice
responsable, yo la hice cargar a cuestas con mis problemas.
DR. MINUCHIN: No se trata de culpar a nadie. Ustedes son una familia maravillosa. De niña, tu madre te
enseñó a ser la madre de tus hermanos y, como es natural, al pasar el tiempo tú le dijiste a Sara que era la madre
de sus hermanos.
Una de las ventajas de la incursión histórica en la niñez es que el panorama del repertorio restringido de los
padres se ve como consecuencia de las limitaciones de los abuelos o de las circunstancias del pasado. Al
parecer, esta familia se organiza en torno de las buenas costumbres y normas culturales de la población rural,
que recurre a su parentela cuando necesita ayuda. Mi familia tenía normas muy semejantes y mi madre era el
centro del sistema de apoyo de su familia extendida. Me identifico con estas personas y formulo mis desafíos
a su organización con familiaridad y respeto.
JOSEFA: Yo la responsabilicé. Cuando nos vamos de vacaciones le pido a Sara que esté atenta a lo que hacen,
que los cuide y les prepare la comida, y que se fije en la hora a la que llegan por las noches...
Continúa con una larga lista de "encargos". Río mientras recita la lista y los otros ríen también.
DR MINUCHIN: Ahora quiero entender a Pedro. [Dirigiéndose a Pedro]: ¿Tienes hermanos?
Como ocurre con otras familias, ahora dirijo la atención al otro cónyuge para completar el panorama
y comprender la complementariedad de los estilos de los padres. Sin embargo, esta exploración no es, por
lo general, tan detallada como la del primer cónyuge. Esta asimetría se presenta en la mayoría de los casos.
Las limitaciones de tiempo en una sesión requieren que el terapeuta tome una decisión clínica en cuanto al
miembro de la familia que será el foco primario de exploración.
PEDRO: Tengo un hermano mayor. Tenía cuatro años cuando
mi padre murió y mi hermano fue el ayudante de mi madre. Al igual que la madre de Josefa, la mía también
trabajaba en una fábrica textil. Se levantaba temprano por la mañana y nos preparaba la comida de todo el día.
Trabajaba dos turnos y llegaba a casa tarde. Yo me la pasaba holgazaneando. No fui un buen estudiante y me
portaba mal en la escuela. Mi hermano era el responsable. Hasta que cumplí 18 años y empecé a trabajar me
volví responsable.
DR. MINUCHIN: En aquel entonces, ¿tu hermano era, como Josefa, el apoyo de la familia?
PEDRO: No exactamente, porque de niño, yo me valía por mí mismo.
Creo que la historia presentada por Pedro es suficiente para usarla como trampolín para desafiar la
organización de la familia, y vuelvo a dirigirme a los hijos para incluirlos en lo que queda de la sesión.
Cuando trabajo con familias que tienen hijos adolescentes o adultos jóvenes, uso este paso para estimular la
cooperación, dando voz a los hijos como participantes activos en el modelaje de la forma de funcionamiento
de la familia. En esta, donde Sara es "la nena" y los chicos adolescentes son "los niños", es un paso importante
para explorar la autonomía. Además, Alberto y Javier se han presentado corno una unidad durante toda la
sesión, y no tengo idea de quiénes son, aparte de su función como generadores de problemas.
DR. MINUCHIN [a Sara]: Me agradan las personas buenas como tú, pero las personas que siempre están
disponibles pueden tener una vida difícil.
En este momento, el padre y la madre me cuentan que Sara también hace cosas por su cuenta, aparte de la
familia; el verano pasado viajó por Europa con dos amigas. La madre dice que tenía miedo por ella y no quería
que fuera, pero que se controló. [Josefa está llorando.] Sin embargo, al final, le gustó que Sara tuviera el valor
de ir. Sara y sus padres hablan del viaje y Josefa vuelve a mencionar lo angustiada que se sintió mientras Sara
estuvo fuera.
DR. MINUCHIN: Me preocupa el papel de Pedro en esta familia.[ Dirigiéndose a Pedro]: Josefa le ha dado
más responsabilidades a Sara que a ti.
JOSEFA: Mi esposo se preocupa mucho. Cuando soy yo la que se preocupa, puedo manejarlo, pero él
no puede liberarse y no quiero agobiarlo. Sufre mucho y por eso yo tengo que llevar el peso de toda la
responsabilidad.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: ¿Te agrada que tu esposa te proteja?
En una parte de la primera sesión, me interesó aumentar la sensación de eficacia en Pedro, pero Josefa, con su
fuerte centralidad, sigue protegiéndolo de mi intervención. Apoyaré más al padre de esta familia durante el resto
de la sesión.
PEDRO: Bueno, a veces pasan cosas en la casa cuando yo no estoy, y Josefa y Sara no me cuentan lo que
sucedió para que no me preocupe. En ocasiones, llego a casa y los niños están discutiendo o peleando. Sara
trata de controlar la pelea, pero siempre empieza con estos dos.
MINUCHIN: ¿Son siameses, o individuos diferentes?
Siempre que oigo a los padres describir a sus hijos como una unidad, freno el proceso y solicito una
descripción diferenciada.
PEDRO: Siempre se meten juntos en problemas.
JOSEFA: No podemos separarlos.
PEDRO:Pero ella siempre me cuenta después del hecho.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: Pero, ¿cómo es posible que no te enteres? ¿Quién te impide que te enteres?
JOSEFA: Es que son imposibles.
Como en otros momentos delas sesiones, Josefa se inmiscuye en la conversación que trato de sostener con
Pedro.
SARA: Madre lo protege.
DR MINUCHIN: Entonces tu padre no se entera de nada. Tus hermanos tienen dos madres, pero no tienen
padre. ¡Qué interesante! [A Pedro]: Entonces no tienes que molestarte en ser padre, porque
ellas [haciendo un ademán hacia la madre y Sara] se ocupan de la crianza de los hijos.
PEDRO: Y el poco respeto que me tenían se esfumó.
DR. MINUCHIN: No, no se esfumó. Ellas te lo quitaron. ¿Crees que no puedes controlar a tus propios hijos?
[A Josefa]: ¿Cuándo empezaste a proteger a Pedro?
Una parte esencial de la terapia es que lo pasivo se vuelva activo y que un estado de cosas ("el respeto se
esfumó") se transforme en un acto humano ("Ellas te lo quitaron"). Esta transformación hace patente el
carácter interactivo de las situaciones problemáticas y deja entrever un modo de actuar.
JOSEFA: Siempre. En la casa hay muchos problemas y sé que, si intervengo, puedo resolverlos.
DR. MINUCHIN: Tú y Shiva, la diosa de ocho brazos. Resolviste los problemas y le quitaste a Pedro la
responsabilidad de ser padre. Tu intención era buena, pero lo hiciste. ¡Qué curioso!
PEDRO: Yo estaba trabajando, y ella me contaba lo que había pasado después de que lo había resuelto.
DR. MINUCHIN [a Josefa]: Te convertiste en madre y padre a la vez.
Refuerzo mi cuestionamiento del subsistema parental formado por la madre y Sara, que excluye al padre. La
intensidad del desafío reside en la repetición de la exclusión del padre, que se presenta desde
distintas perspectivas. También juego con las definiciones de género, a sabiendas de que en la cultura hispana
los hombres valoran la competencia y el
poder y que mi encuadre cimbrará los valores tanto del padre como de la madre.
Procedo a establecer contacto con cada uno de los chicos adolescentes y a explorar la relación que tienen con
sus padres.
DR. MINUCHIN [a Javier]: Cuando te portas mal, ¿cuáles son las consecuencias? ¿Cómo te castiga tu madre?
JAVIER: Bueno, no se cansa de fastidiar sobre esto y aquello. Al final me harto. No hago nada porque luego
ella lo hace.
PEDRO: Y contribuye a que sigas siendo un niño pequeño.
Aquí Pedro adopta mi voz. Ahora cae en la cuenta de que el comportamiento de Javier es consecuencia del de
Josefa. Me parece que esta reacción es resultado de mi continua alianza con él.
DR. MINUCHIN [a Javier]: ¿Qué cosas molestan a Sara?
JAVIER: Me levanto de la mesa y en seguida me suelta: "Llévate los platos y ponlos a remojar", y otras
cosas por el estilo; entonces me enojo y dejo los platos en la mesa.
PEDRO: Sara es muy exigente.
SARA: Pero no me obedece.
Javier comienza a decir algo, pero Pedro le pone la mano sobre su rodilla y dice: "Tranquilo, estoy hablando".
Es otro ejemplo de su creciente eficacia para relacionarse con los hijos e indica aceptación de lo que he
estado repitiendo.
DR. MINUCHIN [a Pedro]: ¿Crees que puedas despedir a Sara?
PEDRO: No creo que sea fácil para ella abstenerse de hacer las cosas, de intervenir. Además, estos chicos son
muy difíciles.
DR. MINUCHIN: Hablas de ellos como si fueran gemelos, pero yo los veo como dos personas muy diferentes.
Alberto y Javier se presentan de manera muy diferente. Alberto viste pantalones vaqueros arrugados y camisa
a cuadros, y no se peinó. Tiene barba incipiente y su actitud, en general, es la de un joven trabajador. Javier
tiene el cabello largo, que lleva atado con una banda elástica, y se ve más joven de lo que es. Además, va
vestido con mayor esmero que Alberto. Sus pantalones y camisa están cuidadosamente planchados. Está claro
que estos dos hijos de la familia desean expresar sus diferencias.
Pido a Alberto que describa una de las discusiones y me cuenta de un incidente que ocurrió la mañana anterior,
cuando estaba a punto de irse a la escuela. Gracias a este relato, me entero de que sale de casa a las seis de
la mañana, toma el autobús para ir a la escuela donde estudia mecánica y que, inmediatamente después de
salir de clases, va a su trabajo de tiempo completo en el supermercado.
DR. MINUCHIN [a Alberto]: Si tuviera un hijo como tú, me sentiría muy afortunado. ¿Tus padres reconocen
lo bueno que eres?
Aunque estoy comunicándome con Alberto, también estoy enviando un mensaje a Sara y a Josefa, que ejercen
el control de la familia. Estoy modelando, para ellas y para Pedro, una respuesta diferente para cada uno de
los dos muchachos. Con frecuencia desestabilizo un subsistema de hermanos cuando los padres los tratan
corno un grupo, exploro los aspectos positivos en uno y cuestiono el otro.
JOSEFA: Siempre están peleando.
DR. MINUCHIN [a Josefa]: Pero Alberto también es muy bueno. Va a la escuela y es exitoso en su trabajo;
pero tú, que tienes ocho brazos, y Sara, que tiene cuatro, no aprecian sus buenas cualidades.
[A Javier]: Como creo que Alberto es perfecto, tú debes de ser el que empieza los pleitos. Dime cómo empiezan
las discusiones.
JOSEFA [antes de que Javier pueda responder]: Duermen en la misma habitación y tienen un televisor, y
quieren ver diferentes programas. O alguno no encuentra el zapato y culpa al otro.
Me parece que el hecho de que Josefa intervenga es un intento por defender a los hijos de tener que enfrentarse
a mí y supongo que también se resiste al tono positivo en mi apreciación de Alberto. Hago caso omiso de su
comentario y continúo mi contacto con Pedro.
DR. MINUCHIN[a Pedro]: Eres muy afortunado, pero parece que no te das cuenta de ello.
ALBERTO: Nuestro único problema son los pleitos, pero no son graves. Cuando nadie interviene, nosotros
solos resolvemos nuestras diferencias.
DR. MINUCHIN: ¿Y cómo fue que le dieron a Sara el papel de la hermanastra fea? ¿Por qué no cierran la
puerta de su habitación?
DR. MINUCHIN[a Josefa]: Tienes una buena familia, pero debes recurrir más a tu esposo y menos a Sara.
Me pongo de pie y ayudo a Sara a salir del círculo familiar. Pedro y Josefa sostienen una conversación que
dura algunos minutos sobre los estudios de Sara, su trabajo y su capacidad de hacer muchas cosas diferentes.
Es evidente que todos presentimos el fin inminente de la sesión y Pedro ofrece una especie de resumen,
actuando, quizá, en su nueva posición reforzada de portavoz de la familia.
PEDRO: Hemos decidido que tengo que tomar las riendas y establecer la disciplina. Necesito parar a Sara y
decirle que ese es mi deber. Ya me las arreglaré. Sin embargo, Sara necesita ayuda para que ya no trate de
ocupar mi lugar.
Me levanto y le estrecho la mano a Pedro; le digo que, en mi pueblo de Argentina, acostumbrarnos cerrar los
contratos con un apretón de manos.
PEDRO: Si tenemos que cambiar, cambiaremos.
JOSEFA: Sabemos que podemos cambiar.
ALBERTO: Y ustedes tienen que acordarse de que soy perfecto.
Con este comentario humorístico, terminamos nuestro encuentro.
CASO 2.

Pareja conflictiva / hijos triangulados


Faltan cinco minutos para las nueve de la mañana. Estoy sentado detrás de un espejo unidireccional con un
grupo de terapeutas en capacitación. Esperamos la llegada de la familia Pierce: los padres, Alfred y Joan, y sus
hijos: Spencer, de 11 años, y Tyler, de seis. Los dos niños entran primero en la habitación, seguidos de sus
padres. La señora Pierce es una mujer de aspecto agradable, que lleva el cabello, castaño claro y lacio, peinado
de raya en medio. Frisa los 35 años y sus ojos se ven cansados. Lleva puesta una camisa de manga larga de
hombre y pantalones de algodón. Los dos niños tienen espesas matas de cabello rubio oscuro, como su padre.
Él viste una playera roja, deslavada, de manga corta, y luce un bigote caído. Sin inferir los sentimientos que
alberguen respecto de la sesión, Alfred y Joan se presentan vestidos de manera poco convencional y transmiten
un aire de informalidad. Es fácil adivinar el diagnóstico que los ha traído a la terapia, pero al principio no es
evidente cuál de los dos niños es el paciente identificado. Ambos toman posesión inmediata del consultorio,
miran el espejo, se suben a las sillas, hacen gestos frente a la cámara y, en general, ofrecen una buena réplica
de un cuarto lleno de niños. Uno podría pensar que el comportamiento de Tyler se debe a la euforia incontrolada
de un pequeño de seis años, pero es imposible pasar por alto el comportamiento espasmódico de Spencer, el tic
facial y el parpadeo que aumentan cuando cambia de lugar. Un psiquiatra infantil le diagnosticó trastorno de
déficit de atención con hiperactividad y el niño está tomando Ritalina, aunque sin ningún efecto notable. Entro
en la habitación, me presento como el consultor que ha venido a trabajar con Bob, su terapeuta, y saludo de
mano a cada uno de los miembros de la familia; mientras estrecho las de los niños, les pregunto qué edad tienen.
La familia y yo tomamos asiento y digo: "Cuéntenme por qué vienen a ver a Bob. Quizá tú puedas decírmelo,
Tyler".
TYLER: Por Spencer. La regó en la escuela. SPENCER: Por mi conducta... nos empujamos de vez en cuando.
JOAN [la madre]: Tiene problemas en la escuela. Le falta al respeto a la maestra. Le muestra el dedo medio y
luego niega haberlo hecho, aunque toda la clase lo haya visto.
ALFRED [el padre]: Es muy emotivo, y cuando se enoja no puede controlarse.
DR. MINUCHIN [a Tyler]: ¿Estás seguro de que no vinieron por ti?
TYLER: No, él es el imposible.
Me dirijo a Spencer y le pregunto a qué escuela va, en qué año está, cuál es su materia preferida, etc. Se
tranquiliza. Charlamos unos tres o cuatro minutos, y Spencer se concentra en nuestra conversación, responde
a mis preguntas con claridad y da la impresión de ser corno cualquier niño razonable de 11 años.
Los padres esperan este diálogo, porque han venido a obtener respuestas de "el Experto" y me escuchan
cortésmente. Luego, la madre nos lleva de vuelta a la tarea en cuestión
JOAN: El problema con Spencer es que en la escuela es muy irrespetuoso con la maestra.
DR. MINUCHIN: Pues acaba de mostrarse muy respetuoso conmigo.
JOAN: Admito que puede ser respetuoso. A menudo me dicen que es un niño muy educado.
Mientras hablamos, los niños empiezan a pelear; Tyler tira de la chaqueta de Spencer y comienzan a empujarse
de un lado a otro. Interrumpo mi conversación con los padres para prestar atención a lo que ocurre. Siempre
es importante la manera en que los hermanos compiten, se protegen y pelean. Un terapeuta alerta presta
atención no solo a lo que dicen los niños, sino a la actividad fisica entre ellos, y observo la secuencia de cómo
empezó el pleito entre los hermanos y cómo se desarrolla.
Comunico a los padres lo que vi: Tyler provocó a Spencer y Spen cer respondió; sin embargo, sería fácil pensar
que fue Spencer el que empezó el pleito.
DR. MINUCHIN: Spencer, hace un momento que charlarnos eras un niño de 11 años, pero Tyler te obliga a
actuar como si tuvieras seis. ¿Cómo ptiedes defenderte de él cuando hace eso?
SPENCER: ¿Le digo que me deje en paz? Porque cuando lo hago, se burla de mí, y yo me enojo y trato de darle
una lección.
ALFRED: Lo que dice el doctor Minuchin es que debes defenderte de que te convierta en un niño pequeño.
JOAN: En lugar de golpear a tu hermano, debes decirle que te deje en paz, porque le duele cuando le pegas, y
llora.
SPENCER: Pero él vino y me pegó, y luego yo respondí y le pegué.
Me echo para atrás en mi sillón mientras la familia intercambia opiniones y discute sobre las peleas de los
niños
DR. MINUCHIN [a Spencer}: ¿Tyler tiene otros amigos aparte de ti? ¿Sabe jugar con ellos o se mete en
problemas?
SPENCER: Creo que se enojan con él.
DR. MINUCHIN: Y tú, ¿tienes amigos? Cuéntame de tres de tus amigos.
Spencer menciona a tres de sus amigos y dedica algunos minutos a describir al niño que vive frente a su casa
y tiene una motocicleta pequeña. Se ve relajado y seguro. Su padre lo observa con una sonrisa de orgullo, en
tanto que Tyler, al margen, va a sentarse en el regazo de su madre. Le comento a Spencer que no necesita a su
hermano menor para jugar, porque él tiene sus amigos. Luego, empiezo a hablar con los padres.
DR. MINUCHIN [a los padres]: Me parece que Spencer es un niño inteligente y agradable y, la verdad, estoy
sorprendido. Todo lo que me contaron es que se porta muy mal. ¿La otra parte también es cierta?
MADRE: Es muy inteligente, es aplicado en la escuela.
Tyler necesita ir al baño y le digo a la familia que esperaremos hasta que él y su padre regresen. Spencer hace
una pregunta sobre la cámara y después se sienta en silencio. Cuando Alfred y Tyler vuelven, me levanto y
estrecho la mano de Spencer al tiempo que lo felicito por su paciencia. El apretón de manos indica que llegamos
a un acuerdo contractual que él - pudo cumplir. Es un acto concreto que indica a los niños, y en ocasiones a
los adultos, que sus esfuerzos han sido reconocidos y confirmados.
DR. MINUCHIN [a los padres): Me pregunto por qué será que Spencer responde de manera diferente aquí que
en casa. ¿Qué hacen en la casa? Reflexionen juntos sobre eso, porque es extraño que obedezca a alguien que no
conoce, pero no a sus padres.
JOAN: Un terapeuta nos dijo que Spencer necesita un ambiente estructurado: horas de comer estructuradas,
hora de acostarse estructurada, pero aún no hemos logrado eso en casa.
[Mientras la madre habla, Tyler comienza a dar puntapiés a Spencer y le digo a este que lleve su silla al otro
lado de la habitación.]
DR, MINUCHIN [a Spencer]: Quise ayudarte porque Tyler te está pidiendo que te vuelvas de seis años, y es
muy eficaz haciendo esto.
JOAN: Con frecuencia disentimos. Soy más estricta, y [mirando a Alfred] tú no me apoyas.
ALFRED: Sí, admito que soy culpable. A veces la contradigo cuando trata de imponer la disciplina. Lo que
pasa es que trabajo hasta tarde y cuando llego a casa quiero estar con mis hijos y ella los manda a dormir.
JOAN: Pero antes juegas golf y luego llegas tarde y quieres jugar con los niños.
ALFRED: Entonces, si me divierto un rato en el golf, ¿no puedo estar con mis hijos? JOAN: Pero yo estoy con
ellos todo el día, y necesito un tiempo a solas.
La atención sobre Spencer se deja de lado y la competitividad de los padres se vuelve central. Me impresiona
la intensidad con que juegan el juego de "Quién es el mejor padre" y las posibles consecuencias de este deporte
preocupante, en el que los niños, en efecto, son la pelota.
DR. MINUCHN [a loan]: ¿Crees que te explota?
JOAN: ¿Explotarme? No, por supuesto que no me explota.
DR. MINUCHIN: Parece que siempre estás de guardia. Acabo de ver que tu esposo respondió a una petición
de Tyler, pero tú también respondiste y luego miraste a Spencer para asegurarte de que no se sintiera ignorado.
DR. MINUCHIN [a Alfred]: ¿Cómo puedes ayudar a tu esposa a relajarse?
JOAN: No necesito su ayuda.
ALFRED: No puedo ayudarla, porque ella no me permite ser padre.
DR. MINUCHIN: ¿De dónde sacó la idea de que necesita vigilarte cuando estás con los niños? ALFRED: Tal
vez me equivoqué más de una vez.
DR. MINUCHIN: Entonces tienen un contrato para que ella trabaje de más mientras tú te equivocas.
ALFRED: Para mí es un buen contrato, pero no así para ella o los niños.
JoAN: Confío en él cuando lleva a los niños a pasear en bicicleta, pero no para ir a lugares públicos. Es muy
olvidadizo. No presta atención a los niños... [A Alfred]: Tienes que demostrar que eres responsable.
DR. MINUCHIN: Entonces te enojas con frecuencia con él. [Luego a Alfred]: ¿Cómo puedes ayudar a tu esposa
cansada?
ALFRED: Trato de hablar con ella y, casi siempre, las discusiones son menores: que si le puso mermelada o
crema de cacahuate al pan.
JOAN: No es así de sencillo, tú siempre te das media vuelta y nunca resolvemos nada.
Nos hemos alejado mucho del comportamiento y el diagnóstico de Spencer, y es evidente que los padres tienen
problemas propios. Como ocurre a menudo cuando los hijos tienen mala conducta, los padres no trabajan
conjuntamente con eficacia. Lo interesante fue la facilidad con que Alfred y Joan hablaron de su conflicto. A
pesar de sus diferencias, no parecen demasiado enojados como para no trabajar en solucionarlos. Una razón
de la ausencia de una actitud defensiva puede haber sido la manera en que mantuve la atención centrada en
ayudar a Spencer. Después de haber llegado tan lejos, propuse que tomáramos un descanso para ir a comer y
que cuando volvieran nos concentraríamos en los adultos.
Segunda sesión
Cuando los Pierce regresaron de comer, parecían sentirse cómodos en el consultorio, que ya les resultaba
familiar, Tyler fue a sentarse en las piernas de su padre, mientras él charlaba con Spencer. Les dije a los niños
que quería hablar con sus padres un rato y que los vería después. Cuando los niños se fueron a jugar fuera de la
oficina, le comenté a Joan: "Tu esposo parece ser un cuidador natural" Recalco la aptitud de Alfred como
cuidador, a sabiendas de que el conflicto entre los esposos ha vuelto invisible esta cualidad. Joan se quejó en la
sesión anterior de la falta de participación de Alfred en el cuidado de los niños, pese a que durante la sesión él
había funcionado corno un padre amoroso y protector. Ahora destaco este comportamiento, con lo que pongo
en entredicho la percepción de Joan. Mi enunciado no es una interpretación; es una descripción de un
acontecimiento visible para todos, y Joan necesita reflexionar sobre su experiencia.
JOAN: Él solo respondía a la forma en que Tyler se aferró a él. [Hace una pausa, mira a Alfred y dice]: Admito
que no presto mucha atención a las cosas positivas que hace.
DR. MINUCHIN: ¿Dónde aprendiste a preocuparte? ¿Dónde aprendiste a ver lo negativo?
JOAN: No lo sé. Siempre tengo miedo del peligro.
JOAN: Crecí en una familia en la que mi padre era alcohólico; y él y mi madre nunca se comunicaban_ Jamás
se divorciaron, pero tenían dormitorios separados.
DR. MINUCHIN: ¿Qué tipo de bebedor era tu padre?
JOAN: Tenía un buen trabajo. Era ejecutivo. Pero por las noches bebía dos paquetes de seis cervezas cada uno
y tal vez cinco martinis; después de eso se volvía odioso.
DR. MINUCHIN: ¿Tienes hermanos?
JOAN: Un hermano mayor y otro menor. Cuando mi padre estaba ebrio, nos juntábamos en una habitación y
nos quedábamos callados. Nadie se atrevía a enfrentársele. Tiempo después, ya de adulta, tres años antes de
que muriera, por fin tuve el valor de encararlo. Mi madre podría haberlo dejado. Le pedimos que lo dejara, pero
se negó. Creo que se sentía segura en el aspecto financiero si se quedaba con él. Pero los fines de semana ella
se iba por su lado y él por el suyo.
DR MINUCHTN: ¿Los hijos eran dominio de ella?
JOAN: Mi padre nos llevaba a pasear, pero se emborrachaba y la cosa siempre terminaba en un desastre.
DR. MINUCHIN: ¿Tu madre te protegía?
JOAN: No. Nos apoyaba, pero prefería no ver.
DR. MINUCHIN: ¿Quién te protegía?
JOAN: Nadie. Mi hermano mayor se convirtió en alcohólico. Yo tenía amigos. Huía a casa de los vecinos. Mi
hermano menor vive ahora con mi madre. Trabaja, pero ninguno de mis hermanos se mantiene. Mi hermano
mayor está casado y es violento con su esposa.
DR. MINUCHIN: A veces debe de ser difícil para ti separar a esos tres hombres de tu pasado de tu esposo.
JOAN: Me pasa muy seguido qué, cuando él torna una cerveza, me preocupe, aunque lo máximo que bebe son
dos cervezas.
DR. MINUCHIN: Desarrollaste una hiperconciencia. Tienes que supervisarlo todo para evitar desastres.
La descripción de Joan de su niñez era, desde luego, solo parte de la historia. Pero era la parte que ella
recordaba. Para mí, no era necesario un panorama completo. Solo necesitaba lo suficiente para comprender
su punto de vista actual del mundo, en particular las expectativas y distorsiones que tenía en relación con su
esposo, el padre de sus hijos.
JOAN: Mi esposo es diferente, pero es muy criticón. Me dice que soy tonta, que no entiendo; que estoy sorda.
Dice que si llegara a dejarlo, acabaría en la calle.
ALFRED: Me amenaza con dejarme y le digo que no podrá mantenerse sola y acabará en la calle. [Extiende el
brazo y acaricia el hombro de su esposa.] Siempre está deprimida. No ve nada positivo. DR. MINUCHIN: Esa
no es depresión. Tal vez responde a algo que tú haces.
Descodifico el lenguaje psiquiátrico que enmascara la mutua responsabilidad de los miembros de la familia
en el comportamiento de los demás. Era más fácil para Alfred creer que su esposa estaba deprimida que
enojada con él. Me impresionó la intensidad del conflicto. Daban la impresión de ser amistosos cuando los
niños estaban presentes, pero su ira y resentimiento no estaban lejos de la superficie. Aparecían en el instante
en que los niños no estaban ahí para distraerlos. Vislumbré el potencial de Alfred de ser más protector y
solidario, y esperaba poder aprovecharlo. Sin embargo, antes necesitaba saber más, llegar a comprender
cabalmente lo que se interponía entre estas dos personas frustradas y no les permitía acercarse. Después de
haberle pedido a Joan que hurgara en su pasado para esclarecer su relación con su esposo, procedí a explorar
los antecedentes de Alfred.
DR. MINUCHIN [a Alfred]: ¿Qué haces cuando estás enojado?
ALFRED: La llamo estúpida, cuando es estúpida, y hemos tenido algunos altercados que han llegado al maltrato
físico. La he empujado y una vez la arrojé al suelo.
JOAN: Dos veces.
DR. MINUCHIN: Conozco a personas que no pueden controlar su ira. En ocasiones, golpean la pared con los
puños o lanzan un vaso al suelo, pero esto va más allá. ¿De qué manera llegaste a eso? ¿Dónde aprendiste que
eso estaba bien?
Todo indicio de violencia en una pareja exige una señal de alto. El terapeuta necesita explorar los detalles de
estos acontecimientos y destacar la información de tal modo que no sea posible esconder la violencia debajo
de la alfombra.
ALFRED: No soy violento. Tuve una infancia maravillosa. Mi padre fue lechero veinte años, llevaba botellas
de leche a las casas de sus clientes. Tengo un hermano mayor y una hermana menor. Mi madre era ama de casa.
Mis padres jamás discutían. No recuerdo nada negativo en mi familia. Sí, peleaba con mi hermano, pero eso es
todo.
DR. MINUCHIN: Eso significa que, cuando discuten, ¿es solo a causa de la personalidad distorsionada de tu
esposa?
ALFRED: No, es por mi actitud. Soy muy pasivo. Si hay un problema grande, me muestro indiferente; lo dejo
pasar, como si no sacrificara nada. Trabajo. Estoy cansado. Que no me metan en líos. [Lo dice en el mismo
tono amistoso que usa para decir que su esposa es estúpida mientras le acaricia el hombro.]
DR. MINUCHIN: ¿Y de qué manera llegaste a ser así?
No estaba dispuesto a permitir que la descripción de Alfred de su carácter fuera fija e inmutable. "Así soy y
ya" se usa para disculpar mucha obstinación.
JOAN: Desconsiderado. Desinteresado. No hace caso de nada.
Utilizo a la esposa como espejo para reflejar las distorsiones del otro.
ALFRED: Hago caso omiso de muchas cosas. Los niños exigen mucha atención y mucho tiempo y es más fácil
jugar golf. Se las pueden arreglar sin mí.
DR. MINUCHIN: Spencer tiene dificultades de control y autoridad. Debe de haber aprendido eso de ti. Tu
esposa tiene la imagen de los hombres de su pasado. ¿Qué están aprendiendo sus hijos de ustedes? Cuando
Spencer es irrespetuoso con su maestra, ¿lo aprendió de ti?
Paso ahora de la pareja a los padres, voy de un lado al otro tratando de establecer una conexión. Intento-dejar
en claro que los problemas de la pareja reaparecen como problemas en los hijos. Es una forma de relacionarla
motivación del cambio con el deseo de ayudar a los hijos. Sin embargo, existe una línea fina entre ayudar a las
personas a aceptar responsabilidad por los efectos de sus actos como padres e implicar que tienen la culpa de
todos los problemas. Si entienden las preguntas del terapeuta como una forma de llegar a la raíz del problema
(es decir, si creen que el terapeuta trata de definir quién es responsable), es probable que sientan que se les
está culpando. Pero si las preguntas se ofrecen como una llamada de atención para ayudar a los hijos, pueden
ser terapéuticas.
ALFRED: Supongo que no somos la familia ideal de la televisión que resuelve sus problemas. No lo somos.
Cuando hay problemas, gritamos y vociferamos. y cuando Spencer está en la escuela, él también grita y vocifera.
JOAN: Es como tú. Nunca admite que está equivocado. Los niños de su salón se dan cuenta de lo que hizo,
pero él lo niega y lo niega.
La ira de loan contra Alfred se trasluce en la descripción que hace de Spencer, que queda triangulado en el
conflicto entre sus padres.
ALFRED: ¿Así soy? JOAN: Bueno, no siempre. Solo digo que no resolvemos los problemas.
ALFRED: Los problemas siempre son menores; ¿le pones mermelada o crema de cacahuate al pan? No
deberíamos discutir por eso y, por supuesto, nunca durante mucho tiempo.
DR. MINUCHIN [a Alfred]: Cuando te quedas callado, te vuelves invisible y ella está sola. Entonces ella se
vuelve un fastidio, y tú la convertiste en eso. Pero tú te retraes aún más y ella se queda sola.
ALFRED: ¿Está diciendo que cuando digo que es un fastidio no me doy cuenta de lo que hago?
DR. MINUCHIN: Tu esposa está sola, y como tú eres una persona tan agradable, es una lástima que no puedas
ser su compañero. ¿Pasan tiempo juntos?
JOAN y ALFRED [en sucesión rápida]: Rara vez salimos solos. Ya no me acuerdo de cuándo fue la última
vez... En los últimos cinco años no hemos salido solos nunca.
DR. MINUCHIN: ¿Cuándo son románticos?
ALFRED: ¿Románticos? [perplejo, como si la palabra no existiera en su vocabulario]: Nunca.
DR. MINUCHIN: Luz de velas, música, cena en un restaurante, cine...
JOAN [aún respondiendo a mi pregunta]: Casi siempre está muy cansado.
Seguiré insistiendo en esto para explorar a fondo la idea de que, en su preocupación por ser buenos padres,
han olvidado que también son una pareja.
DR. MINUCHIN [a Alfred, en tono de broma]: ¿Se te acabó la vitalidad? [Dirigiéndose en seguida a Joan]: ¿Es
un hombre interesante? ¿Atractivo?
JOAN: Solo quiero que haya menos conflictos en la casa. Ya no trato de cambiarlo. Me di por vencida.
DR. MINUCHIN [dirigiéndose a Alfred]: Bueno, pues ahora ya puedes ir a jugar golf tú solo.
ALFRED: Nunca pasamos tiempo juntos.
Ahora tenemos varios diagnósticos de esta familia: trastorno de déficit de atención con hiperactividad para
uno o los' dos niños; hiperalerta, o quizá deprimida, para Joan, que desde luego "siempre está de guardia" y
"preocupada y suspicaz", y por último, para Alfred, abusivo, pasivo-agresivo y "juega golf mientras arde
Roma". Todas estas descripciones eran ciertas y todas ellas eran solo parte de la verdad. El problema real era
dónde hallar una palanca para mover a esta familia. Joan y Alfred habían empezado a pensar en el vacío de
su relación y les di un empujón en esa dirección.
DR. MINUCHIN [a Alfred]: ¿Quieres casarte con ella?
ALFRED [con expresión perpleja]: ¿Que si quiero casarme con mi esposa?
DR. MINUCHIN: Sí. En este momento no están casados.
Alfred y Joan se miran. Su mirada se suaviza. Alfred se acercó y, con ternura, colocó su mano en la nuca de
Joan.
DR. MINUCHIN [a Joan]: ¿Cuándo decidiste que tu esposo no podía cambiar?
JOAN: Cuando nació Tyler, hace unos seis años. No fue una decisión consciente. Estaba absorta en los niños.
ALFRED: ¿Cuándo decidimos darnos por vencidos? Creo que hace diez años, una vez que tuvimos una
discusión seria, pero quizá fue hace siete u ocho años.
La sesión estaba por finalizar y las emociones estaban a flor de piel. La pareja guardó silencio; echaban de
menos el amor que compartieron alguna vez. Percibieron que habían perdido el rumbo. Ella, a causa de su
preocupación por los niños, había descuidado a su esposo; y él porque en su pasividad y evasión había
rechazado la vida. Conforme transcurría la hora, mi postura cambió poco a poco de recopilador de
información a promotor activo del cambio. Ahora puedo adoptar esa postura con mayor facilidad porque soy
un anciano, de barba blanca. Proyecto la imagen de un anciano sabio, y la pareja (dos personas que se
describían a sí mismas como pugilistas de peso completo, pero que más parecían dos almas perdidas) podía
aceptarme como tal.
Cuando los niños volvieron a la sala, estaban inquietos y llenos de energía. Alfred trató de hablar con ellos,
pero no sabía qué decir, y no pudo conseguir que le prestaran. atención. "El doctor Minuchin dice que soy
como un corcho en la cresta de una ola ...] que me siento satisfecho cuando no debería ...] que tengo que hacer
un mayor esfuerzo para estar con ustedes y con mamá." Joan también trató de expresar sus sentimientos con
palabras: "Dijo que deberíamos pasar más tiempo juntos; que paso más tiempo con ustedes que con papá, y
eso no está bien". No me quedó claro qué entendieron los niños de todo lo que sus padres dijeron. Lo que sí se
hizo palpable fue que Alfred y, Joan se esforzaban por comprender su situación y lo que podían hacer al
respecto.
CASO 3.

Edipo con cólicos estomacales


Esta familia austriaca estaba compuesta por tres miembros: una madre soltera con una hija y un hijo. La madre,
de cuarenta y tantos años, vestida elegantemente, peinada con esmero, menuda, de sonrisa fácil. Heidi es la hija
casada, una morena atractiva que es una versión más joven de su madre. Konrad es el paciente identificado;
tiene 16 años. Konrad llegó a la sesión directamente del hospital donde ha estado internado durante las últimas
ocho semanas. El problema de Konrad inició hace tres años, cuando empezó a tener dolor abdominal persistente.
Aunque parecía un simple caso de indigestión, el médico general que valoró el problema de Konrad no logró
encontrar ninguna razón orgánica que explicara el dolor. Konrad visitó después a un gastroenterólogo para
recibir otra opinión, y luego se internó en un hospital donde le hicieron múltiples evaluaciones y exámenes. De
nueva cuenta, las pruebas no ofrecieron ninguna razón fisiológica del dolor de Konrad y los síntomas
persistieron. Con un nuevo diagnóstico de dolor psicosomático, Konrad buscó la ayuda de varios especialistas
y el último recomendó que se hospitalizara en un pabellón para pacientes psicosomáticos. Konrad ha pasado en
este pabellón las últimas ocho semanas sin mejoría de los síntomas. La sesión comenzó con Konrad.
KONRAD: Me impresiona mucho lo que leí sobre usted en internet
DR. MINUCHIN: ¿Qué te interesó de mi descripción?
KONRAD: Bueno, primero que nada su fotografía, su sonrisa, es agradable. Y cuando leí que había trabajado
con familias pobres en los barrios bajos, me impresionó. Pensé que estaba haciendo grandes cosas. Me da mucho
gusto conocerlo.
DR. MINUCHIN: ¿Te interesó que he trabajado con gente pobre? ¿Eres de centro izquierda en política?
KONRAD: Sí, sí.
DR. MINUCHIN: Estupendo.
Es un inicio poco habitual de una sesión terapéutica. Konrad invierte las reglas del juego y empieza a
entrevistarme. Con una simple expresión rompe los límites que separan al doctor del paciente, y crea un campo
de iguales en proximidad. Aunque no estaba consciente de ello en aquel momento, con esta introducción
Konrad estaba presentando el modelo preferido de interacción de los miembros de la familia.
DR. MINUCHIN [a la madre]: ¿Puede decirme qué piensa de los problemas de Konrad?
MADRE: Al principio, su problema no era un problema de la mente; era un problema estomacal. Primero pensé
que la causa de su problema era algún tipo de germen o bacteria latente que despertaba periódicamente. Vivimos
en la India diez años y pensé que había contraído alguna forma de enfermedad. Fue a varias clínicas y uno de
los doctores dijo que era un problema en su cabeza. Entonces pensé que sí, que era una posibilidad.
DR. MINUCHIN: ¿En qué sentido el problema del estómago o el abdomen era un problema de la cabeza?
MADRE: No lo creí en un principio, pero como el problema persistió, pensé que quizá el problema estaba tanto
en la cabeza de Konrad como en su estómago.
DR. MINUCHIN: Konrad, cuando tenías este dolor, ¿con quién hablabas? ¿Con tu hermana Heidi? ¿Con tu,
madre? ¿Tus padres ya se habían separado?
KONRAD: Bueno, mi madre dijo que al principio comenzó como un dolor de estómago y luego se convirtió
en un dolor de la cabeza, pero creo que fue al revés. No sé cómo decirlo. Siempre he tenido problemas... Nunca
me he sentido satisfecho de mí mismo. Cuando tenía seis años y fui a la escuela por primera vez, no tenía
amigos. Era diferente. Mis compañeros les hacían jugarretas a otros niños y no tomaban la escuela tan en serio
como yo. Como no tenía amigos, decidí adaptarme al entorno. Hice de lado todos mis principios y valores, y
traté de ser como todos los demás. Pero en lugar de hacer amigos, me excluyeron todavía más, porque no era
predecible como los demás. No sé si mis dolores de estómago tengan algo que ver con mi mente, pero supongo
que debe de haber alguna conexión, porque desde hace más de un año y medio me están haciendo todos estos
exámenes físicos y todavía no hay ninguna explicación de mis síntomas.
DR. MINUCHIN: Ahora sé que tu cerebro funciona muy bien... [A la hermana Heidi): ¿Cómo ves a Konrad?
HEIDI: No sabía que tuviera algún problema con su mente, porque hablo mucho con él. Desde que éramos
niños, le cuento todos mis problemas, incluso los que no le cuento a mi madre. Él siempre entiende y ve mis
problemas con toda claridad. De verdad creo que tiene una visión y percepción mucho más claras que otras
personas y creo que es por eso que a veces no encaja en el entorno en el que se encuentra.
DR MINUCHIN: ¿Hablas de su capacidad de experimentar tu dolor?
HEIDI: Sí, tiene talento para ayudar a los demás.
DR. MINUCHIN: Antes de que tus padres se separaran, ¿había conflictos en casa?
HEIDI: Sí, muchos.
DR. MINUCHIN: ¿Y él era el que resolvía los problemas?
HEIDI: Sí, quiere ayudar. Tiene que tener paz; siempre trata de hacer las paces entre nuestros padres y habla
con ellos para entender sus posturas.
DR. MINUCHIN [a la madre]: ¿Puedes decirme cómo intervenía Konrad en los conflictos entre tu esposo y tú?
MADRE: Reñíamos cuando los niños dormían... Tratábamos de no pelear enfrente de ellos o, cuando menos,
no queríamos que nos oyeran...
DR. MINUCHIN: Eso es una fantasía... [Risas.] ¿Los niños se ponían de su lado?
MADRE: Sí, creo que sí.
DR MINUCHIN: ¿Los dos?
HEIDI: Sí, pero no queremos causarle dolor a papá. Tuve problemas con la separación, pero entiendo que fue
algo bueno porque vi cómo sufrían mi madre y mi padre. Después de la separación, mi madre se ha vuelto una
mujer fuerte. Ha progresado mucho profesionalmente. Pasó de ser empleada en un consultorio médico a ser
dueña de un salón de belleza. [La madre empieza a llorar y Konrad se arrodilla a su lado para consolarla; la
abraza mientras ella se apoya en él y llora en su hombro.]
DR. MINUCHIN [a Konrad]: Fuiste al hospital a causa de los dolores estomacales, pero luego dijiste que los
dolores estaban en tu mente; ahora me doy cuenta de que también tienes dolores en el corazón. No solo las
partes de tu cuerpo están conectadas, sino que lo que acabo de ver es algo muy interesante. Vi que tu cuerpo
está conectado con el de tu madre. ¿Es correcto?
HEIDI: Ajá.
DR. MINUCHIN: Verás, creo que el psicólogo del hospital te ayudó con el dolor de estómago, pero no pudo
ayudarte en este otro aspecto, que es la unión tan estrecha entre ustedes dos, la intensidad de tu empatía con el
sufrimiento de tu madre. Los vi muy conectados y fue agradable. [A la madre]: ¿Te sientes apoyada? ¿Crees
que te está ayudando?
Observé la identificación entre Konrad y su madre como una manifestación de amalgamiento. Y no quería que
esto siguiera como algo natural y pasara inadvertido. Respondí automáticamente aumentando la intensidad de
la experiencia, puse el foco en el fenómeno y propuse una forma novedosa de verlo y experimentarlo.
MADRE: Cuando nos, mudamos, Konrad automáticamente trató de desempeñar el papel de hombre de la casa.
Al cabo de tres años, sentí el deseo de hallar un nuevo novio y fue curioso, porque cuando llevaba a alguien,
Konrad me decía: "Ay, mamá, piensa si esta persona es buena para ti..."
DR. MINUCHIN: Entonces, es un observador, no solo de tu dolor, sino de tu exploración como adulta.
MADRE: A veces pienso que los hijos pueden juzgar a otra persona con mucha más facilidad... cuando notan
algo, me dicen lo que piensan de él.
DR. MINUCHIN: ¿Y eso te ayuda?
MADRE: Sí, me ayudan mucho los dos. Cuando tengo algún problema, hablamos abiertamente al respecto y
siempre bromeamos mucho. El problema se vuelve más fácil de resolver.
DR, MINUCHIN: Los hijos son una protección contra los problemas de la vida.
MADRE: Sí, siempre les cuento mis problemas, aunque no exagero. Siempre pienso en ellos como si fueran
niños y trato de no agobiarlos demasiado con mis problemas.
Me sorprende la ceguera selectiva de la madre respecto de su influencia sobre Konrad. Menciona que Konrad
asumió el papel del "hombre de la familia" cuando ella se divorció, pero no relaciona eso con su invitación a
que Konrad apruebe o desapruebe a los amigos que selecciona.
DR. MINUCHIN: Heidi, ¿cómo fue que pudiste casarte?
HEIDI: ¿Que cómo fue que pude casarme? Ah, es una larga historia. ¿Quiere oír la versión larga?
DR. MINUCHIN: La mediana.
HEIDI: Bueno, tenía 18 años cuando me fui de la casa de mi madre. Me mudé a una población cercana y ahí
conocí a mi esposo en una disco. Después de tratarnos cuatro meses, me dijo que quería estar conmigo, pero
rechacé su propuesta porque pensé que no era mi tipo. Sin embargo, después de cuatro meses más, lo acepté y
nos hicimos novios. Conocí a su familia un año después y ellos también me aceptaron; de hecho, me quieren
como si fuera una hija. Fue muy lindo sentir que formaba parte de una familia grande. Me fui a vivir con él
después de haber sido novios durante dos meses, y nos casamos al cabo de un año. Mi esposo tiene un gran
corazón; sonríe mucho y tiene buen carácter.
DR. MINUCHIN: Quiero saber si te sentiste culpable de dejar a tu madre.
HEIDI: Fue difícil, muy difícil. Aunque me mudé, le llamaba mucho por teléfono. Cuando me casé, comprendí
lo bello que es ver una familia integrada, como la de mi esposo.
DR. MINUCHIN: Pero mira, admiro que hayas podido separarte de esta familia para formar la tuya. Veo a tu
madre y me parece que estamos viendo un cuerpo con tres cabezas. Es un tipo de animal interesante. [A la
madre, que había vuelto a llorar]: Empiezas a llorar y en seguida los tres están llorando. Tenemos ante nosotros
un fenómeno que trasciende tu cuerpo... no es solo tu cuerpo, esta familia es muy sensible.
Me había apartado de mi enfoque en Konrad para explorar una característica familiar que determina el
comportamiento de Konrad. Pero construyo imágenes nuevas. Tomo un suceso familiar: "Konrad apoya a su
madre cuando ella llora", y los invito a verse como un animal mitológico, "una mujer con tres cabezas". Esta
nueva descripción se presentó como una reflexión humorística de mi parte, pero no creo que los miembros de
la familia advirtieran el cuestionamiento escondido en el humor. Repetiré el mensaje más adelante en otras
formas hasta que lo registren como una descripción de una norma familiar problemática.
MADRE: ¿Lo voy a hacer llorar a usted también? [Pregunta, con una sonrisa seductora, que invita al terapeuta
a incorporarse a la intimidad familiar.]
DR. MINUCHIN [devolviéndole la sonrisa]: Soy demasiado viejo para llorar por otras personas. [A Heidi]:
Cuando te fuiste, ¿pensaste que Konrad asumiría tu papel protector?
Mi respuesta es una reprimenda afectuosa por la idea de que este nivel de aglutinamiento es un chiste.
HEIDI: Sí, hablamos mucho por teléfono y él me ayuda mucho, lo mismo que a la familia. Cuando me siento
deprimida, como sé que Konrad me apoya en lo emocional, me siento mudo mejor. Me quiere tanto que incluso
cuando estaba en el hospital me llamaba para saludarme y ver cómo estaba.
DR. MINUCHIN [a la madre]: Quiero hacerte una pregunta capciosa…Como eres una mujer joven y atractiva,
supongo que vislumbras en tu futuro una relación con otro hombre.
MADRE: Sí, encontré otro hombre y es muy bueno. Lo amo, pero no quiero que vivamos juntos ni casarme de
nuevo muy pronto, por lo que dejo esos pensamientos para el futuro.
DR. MINUCHIN: Ah, es maravilloso.
MADRE: Sí. Les pedí a mis hijos que me ayudaran a distinguir qué hombre es bueno y cuál no. También los
invité a recordar los nombres de los hombres que conozco.
DR. MINUCHIN: ¿Crees que te permitirán tener una buena relación con un hombre?
MADRE: Sí, creo que sí.
DR. MINUCHIN: Yo no estoy tan seguro, porque están completamente dedicados a protegerte. Los tres son
una familia muy unida y fascinante. [A Konrad] ¿Tienes 15 años?
KONRAD: Dieciséis.
DR. MINUCHIN: Dieciséis... ¿hay chicas bonitas de 15 años en tu escuela?
KONRAD: No, en este momento no.
DR. MINUCHIN: ¿Tu madre te deja tener novia?
KONRAD: Sí, claro.
DR. MINUCHIN: Pregúntale, porque tu familia actúa de manera muy distinta de otras familias. Si ella te
pregunta qué tipo de hombre debe amar, de seguro tú le preguntas qué tipo de muchacha debes amar.
KONRAD: No, todavía no. Me encantan las muchachas y me gustaría tener novia, pero, antes de eso, necesito
resolver mis problemas, porque no quiero abrumarla con ellos.
DR. MINUCHIN la la madre]: Es un jovencito muy sensible y muy preocupado por no herir a otros... eso está
muy bien. Sin embargo, Konrad se está creando una cárcel; vive en una jaula de oro. Con frecuencia la gente
no se da cuenta de que. es una jaula porque es de oro. ¿A quién no le gusta el oro? Pero una jaula no te deja
volar. Por tratar de proteger a los demás, Konrad ha creado una jaula en la que está atrapado.
MADRE: Recuerdo cuando tenía tres años; vivíamos en la India con un cocinero de planta. Una vez el cocinero
le sirvió a mi esposo un plato de carne de perro y mi esposo quería castigarlo. Pero Konrad le pidió a su padre
que perdonara al cocinero... Desde que tenía tres años, Konrad siempre ha sido muy sensible. Siempre que
íbamos a algún lado, compraba regalos para todos para hacerlos felices. Siempre trataba de ser bueno, aunque
los niños estuvieran peleando.
DR. MINUCHIN: Les diré lo que creo. Creo que Konrad siente dolor en el abdomen, dolor en el corazón, dolor
en separarse y dolor que es consecuencia de sentir el dolor de otras personas. [ Mirando a Konrad] ¿Te das
cuenta de lo complejo que eres? [Todos ríen.] Por eso creo que responde a la cultura familiar. Konrad aprendió
a crear este formidable impulso de proteger a los demás y lo aprendió de ti, de tu esposo y de tratar de protegerte
de tu esposo. [A la madre]: ¿Cómo contribuyes a su dolor abdominal?
MADRE: Mi esposo quería que volviéramos a estar juntos, y Konrad era quien más lo quería... Pero dejé muy
en claro que, cuando terminé esa relación, lo había hecho para siempre. [ Mira con aprensión a Konrad y deja
de hablar.]
DR. MINUCHIN: Acabo de notar que lo miraste y no supiste cómo continuar. ¿Tenías miedo de lastimarlo?
MADRE: Sí.
DR. MINUCHIN: Es fascinante cómo una línea conecta a todos en la familia.
KONRAD [levantando la mano]: Me gustaría decir algo. Mi madre comentó hace un momento que yo quería
que estuvieran juntos y arreglaran su relación, pero eso no es verdad. [Cuando su madre empieza a llorar de
nuevo, Konrad muestra señales de malestar físico: el dolor se refleja en el rostro y el chico se lleva la mano al
abdomen.]
DR MINUCHIN [a Konrad]: Me parece que vas a tener dolor de estómago hoy.
KONRAD: Tal vez mañana por la mañana.
DR. MINUCHIN: Lo fascinante es cómo funciona tu cerebro... cómo transforma la vida en dolor de estómago...
muy interesante. Madre, ¿te gusta el nuevo hombre en tu vida? ¿Es protector? ¿Es cálido y afectuoso?
MADRE: Mucho más que mi esposo. También se interesa en mis hijos.
DR. MINUCHIN: ¿Puedes descartar a Konrad como tu protector'? Te lo suplico. Si ya tienes un hombre,
¿puedes descartar al otro?
MADRE: Nunca descartaré a Konrad.
DR. MINUCHIN [a Konrad): Estás atrapado.
MADRE: Pero son niños, Crecen y vuelan como pájaros.
DR. MINUCHIN: No, no si la jaula es de oro. [A Konrad]: Cuando conozco a jóvenes que transforman los
conflictos en dolor físico, como tú, siempre me pregunto qué estarán tragando. [A Heidi]: Me impresiona que
hayas escapado, pero dime, ¿crees que él pueda ser dueño de su propio cuerpo? ¿O siempre formará parte de
este cuerpo comunal?
HEIDI: Como no tiene amigos, es parte muy importante de la familia.
MADRE: Actúa en teatro, toca la trompeta, pero no es una vida propia.
DR. MINUCHIN: A veces tiene treinta años y a veces, ocho. A veces, porque es muy inteligente y tiene muchos
intereses, tiene treinta. Y a veces, sigue pegado al seno de su madre y tiene ocho años. [Konrad sonríe, muestra
indicios de molestia, tiene la mano en el abdomen; indica que le duele.]
DR. MINUCHIN: Te advertí que esto pasaría. Bebes la leche de tu madre a esta edad y se cuaja. [A la madre]:
Ahora que tienes un hombre adulto, ¿todavía necesitas la protección de tus hijos? ¿O te sientes tan cómoda y
fuerte en tu relación para que ellos pueden remontar 'el vuelo, no para volar lejos, sino para salir de su jaula?
MADRE: Me agrada que vuelen... [ Mira preocupada a Konrad.]
Tengo plena conciencia de la molestia física de Konrad, pero continúo mi diálogo con su madre, para modelar
una respuesta que no forma parte del léxico de la familia. Antes ligué los síntomas de Konrad al dolor de su
madre, y ahora quiero ayudar a la madre a no recurrir a Konrad en busca de una protección que no necesita.
DR. MINUCHIN: Intelectualmente te agrada, pero tu corazón sufre. ¿Te das cuenta de por qué hablo de una
jaula?
MADRE: Mmm... Ya entiendo.
DR. MINUCHIN: Esa jaula tiene una rendija pequeña por la que Heidi escapó.
MADRE: No necesito a mis hijos para seguir viviendo.
DR. MINUCHIN: ¡Excelente! ¿Puedes convencerlos?
MADRE: Es difícil. Le diré la verdad, mi cabeza me dice que los deje volar, que los deje libres, pero mi
estómago me dice que son muy pequeños...
HEIDI: Solo quiero poner un ejemplo. Antes de que me casara, mi madre no quería que me casara con él. Le
llamó por teléfono, le contó todos mis defectos y le explicó por qué no era buena idea que se casara conmigo.
DR MINUCHIN: ¿Le contó chismes de ti a tu novio?
HEIDI: Sí... sí...
DR. MINUCHIN: Eso no está bien.
HEIDI: No, no estuvo bien, y me enojé mucho. Pero entiendo que todo lo que quería era protegerme. Cuando
éramos pequeños y nos portábamos mal, primero nos pegaba, pero en seguida nos pedía perdón. Nos abrazaba
y nos decía que no quería golpearnos, pero que la hacíamos enojar y nos preguntaba que si no queríamos a
mami.
DR. MINUCHIN: Bueno, todo esto ha sido muy interesante. Si es posible, me gustaría verlos el domingo. Por
supuesto, eso depende de si Konrad puede tener su dolor de estómago hoy y mañana y no el domingo.
KONRAD: Haré todo lo posible. [Heidi, respondiendo a su expresión de dolor, se acerca a él y lo abraza,
mientras su madre los mira con aprensión.]
KONRAD: Estoy bien.
DR. MINUCHIN: ¿Está bien? Heidi, ¿puedes apartarte un poco? Su dolor es parte de él y es capaz de sufrirlo
solo. Son una familia de curadores, cada uno de ustedes. Necesitan ayudarle a crecer. [A la madre]: El domingo
me concentraré en cómo viviste tu niñez, porque quiero averiguar cómo desarrollaste la capacidad de pedir tanta
ayuda y protección.
Segunda sesión

DR. MINUCHIN: ¿Pensaste en lo que hablamos hace dos días?


MADRE: Sí, pensé en ello. Imaginé cómo estaban conectados los niños a mí por medio de una serie de
acontecimientos complejos... y me pregunté cómo era posible que hubiera ocurrido así. Vivimos diez años en
la India y mi esposo fue al que mandaron al extranjero; yo fui la que empaqué todo e hizo posible la mudanza.
Me había ocupado de mis hijos yo sola; era mi obligación y, debido a todo lo que tenía que hacer, me vi obligada
a dejarlos solos mucho tiempo. También tuvimos que mudarnos mucho y trasladarnos de un lugar a otro.
Aunque hubo muchos cambios, seguí estando cerca de mis hijos. Esta es la razón principal por la que nos
sentimos tan conectados.
DR. MINUCHIN: Son muy sensibles a ti, están sincronizados emocionalmente contigo. ¿Cómo sucedió? ¿Los
niños nacieron aquí o en la India?
MADRE: Nacieron aquí.
DR. MINUCHIN: ¿Los niños también estaban conectados a tu esposo?
MADRE: Cuando eran pequeños, su padre jugaba con ellos y en ocasiones los mimaba, pero cuando crecieron,
me tocó a mí. Fue como una división del trabajo: él traía el dinero a casa y yo me ocupaba del resto.
DR. MINUCHIN: Me pregunto si esta conexión con tus hijos se relaciona de algún modo con tu desconexión
de tu esposo.
MADRE: Me hice la misma pregunta, pero la desconexión de mi esposo empezó en los últimos diez años y fue
un proceso de separación muy lento.
DR. MINUCHIN [a los hijos]: Saben, esta sesión es sobre todo para su madre. Hablaré con ella y les haré
preguntas para ayudarle a aclarar las cosas. ¿Coinciden con su madre en que el conflicto con su padre se produjo
después?
HEIDI: No, nunca tuvieron una relación muy estrecha.
KONRAD: Es muy difícil... Siempre he admirado y respetado a papá. Me habría gustado pasar más tiempo con
él. A veces, cuando me acercaba a él y quería abrazarlo o darle un beso en la mejilla, él como que... no le
gustaba, y lo mismo ocurría con mi madre. [La madre empieza a llorar. Kon rad y Heidi la miran.]
DR. MINUCHIN: Saben, una de las cosas que tiene su familia es que no pueden sufrir solos. [A Konrad]: Tu
madre está llorando, pero tú no la hiciste llorar, ¿no puedes dejarla que llore? Estos comentarios se relacionan
con el establecimiento de límites, la incapacidad de la madre para hacerse responsable de sus sentimientos y el
problema de contagio emocional; pero se tomaron como una exigencia de sufrimiento estoico y, por tanto, la
rechazaron.
KONRAD: ¿Qué tiene de malo ayudarla?
HEIDI: Ayer me hice esa misma pregunta una y otra vez y no encontré la respuesta.
KONRAD: ¿Quiere decir que tal vez está bien hacer hasta cierto punto, pero que después la gente necesita
autonomía?
HEIDI: A veces me siento muy sola. Extraño a mi familia cuando me siento sola. Soy una persona que siempre
ha sido muy independiente, pero me gustaría tener a mi familia detrás para que me dé apoyo. [Konrad se levanta
y le da un pañuelo desechable a su madre, que sigue llorando.]
DR. MINUCHIN: Eres una madre amorosa, pero no se te puede dejar sola. Konrad necesita mirarte y no sabe
cómo apartar la vista. ¿Necesitas que te dé un pañuelo o puedes ir por él tú sola?
MADRE: Desde luego que no necesito que me den nada. Puedo imaginar la vida sin la familia. DR.
MINUCHIN: No te creen. Konrad no te cree.
KONRAD: No del todo.
MADRE: Dije que tenía un nuevo novio y una nueva pareja, y mi plan es que cuando Konrad termine el
bachillerato, me iré a vivir a España.
DR. MINUCHIN: ¿Te dejaría?
MADRE: Les daré la posibilidad de que vayan a visitarme.
DR. MINUCHIN: Mira, esta es la respuesta a la pregunta de Konrad. ¿Pueden estar juntos, pero también
separados al mismo tiempo? ¿Puedes estar cerca y, no obstante, ser autónoma? ¿Puedes llorar sola? ¿Puedes
estar triste sin que Konrad se vuelva a mirarte?
HEIDI: No, no creo que pueda.
DR. MINUCHIN: Vaya problema. ¿De dónde sacaste esta necesidad de proximidad? Tu forma de ser necesita
la cercanía. Tienes un modelo de ver la vida que es casi como si fueras parte de una pareja de gemelos siameses.
¿Cómo pasó eso cuando eras niña?
MADRE: Era muy unida con mi madre.
DR. MINUCHIN: ¿Y tu padre?
MADRE: Era alcohólico era una persona buena, amable, pero estaba muy enfermo.
DR. MINUCHIN: Cuéntame más.
MADRE: Mi madre se divorció cuando yo tenía 14 años. Había intentado hacerlo otras veces, pero no se había
atrevido a dar el paso final.
DR. MINUCHIN: ¿Estás diciendo que eras el escudo de tu madre?
MADRE: Madre a menudo me decía que sin mí su vida no habría tenido ningún sentido ni propósito.
DR. MINUCHIN: Tu madre te reclutó para que fueras su protectora.
MADRE: De hecho, fuimos muy unidas desde que yo era una adolescente. No era muy estricta. Yo podía salir
y quedarme con amigos. Después de un año en la ciudad, hice nuevos amigos y conseguí un nuevo empleo; no
quería quedarme en casa todo el tiempo con mi madre. Fue muy difícil para ella.
DR. MINUCHIN: ¿Tu madre vive todavía?
MADRE: Sí.
DR. MINUCHIN: ¿Tienen alguna conexión?
MADRE: Sí. Vive al lado. Tiene setenta años. En el aspecto físico, no está muy bien, pero su mente está muy
lúcida.
DR MINUCHIN: ¿Con qué frecuencia visita tu casa?
MADRE: Todos los días. Me ayuda a cocinar todos los días, porque tengo que trabajar.
DR. MINUCHIN: Entonces, ¿sigues siendo la protectora de tu madre? [La madre asiente con la cabeza.]
DR. MINUCHIN: La necesidad de proteger, ¿siempre estuvo presente en ti?
MADRE [llorando]: Es demasiada responsabilidad hacerme cargo de mi madre y mis hijos.
DR. MINUCHIN: ¿Alguna vez quisieras ser libre?
MADRE: A veces, sí, pero ya me acostumbré. Tengo presiones financieras muy fuertes, porque mi esposo no
siempre paga la pensión alimenticia. Mi madre tiene una pequeña pensión, que alivia un poco las presiones
financieras. A veces imagino qué pasaría si yo_ llegara a enfermarme. [La madre empieza a llorar; Konrad se
levanta de la silla y abre los brazos para estrechar a su madre.]
DR. MINUCHIN [a Konrad]: No, no, no. Tu madre es una mujer adulta. No te necesita en este momento. [A la
madre]: Espero que tu amigo tenga la capacidad de ofrecerte la cercanía que necesitas.
MADRE: Es una de las razones por las que me enamoré de él. Es muy afectuoso, todo lo contrario de mi primer
marido.
DR. MINUCHIN [a la madre]: Entonces podrás separarte de Konrad. ¿Qué longitud tiene tu cordón umbilical?
MADRE: Alcanza para dar la vuelta al mundo. Creo que seguiríamos conectados con la mente. En la mente,
seguiríamos sintiendo esta conexión.
DR. MINUCHIN: Konrad necesita que le des permiso de crecer.
MADRE: Quiero que crezca ya, porque la adolescencia es muy difícil.
KONRAD: No creo lo que acaba de decir. Cuando éramos pequeños, siempre estaba a nuestro lado para
apoyarnos, mucho más que cualquier otra madre. Cuando empecé el bachillerato, me decía que hiciera la tarea
solo, que hiciera esto o lo otro solo, que hiera independiente.
DR. MINUCHIN: Dudo que puedas dejar a tu madre.
KONRAD: La amo. La amo, y eso no tiene nada de malo.
Creo que esta relación con la madre se parece más al apego de un niño pequeño, pero quiero recalcar el
componente erótico de la expresión de Konrad. Jugueteo con la connotación sexual de la relación entre madre
e hijo para que la experiencia incomode tanto a la madre como a Konrad.
DR. MINUCHIN: ¿Tu madre tendrá una gemela, Konrad? Digo, para que puedas casarte con ella.
MADRE: Konrad me dijo hace algún tiempo que quería una novia con el mismo temperamento que yo, con la
que pudiera hablar tan bien como conmigo.
DR. MINUCHIN [a la madre]: Habla con él, porque necesita tus consejos. Sabes, quiere casarse contigo.
KONRAD: Quiero decir algo. Cuando pienso en la persona con la que me gustaría estar, no pienso en la imagen
de mi madre, sino en las cualidades que ella posee: compasión, calidez y, por supuesto, la apariencia física.
DR. MINUCHIN: Comprendo. Lo que le estoy diciendo a tu madre es que si no te ayuda a volar, nunca
remontarás el vuelo. El amor no debe ser una jaula.
MADRE: Eso es lo que he estado pensando... en cómo resolver eso, pero no encuentro respuesta.
DR. MINUCHIN: Por principio de cuentas, tienes que entender que es un problema. Tiene que dejarte llorar
sola. Tu modelo, ser el escudo de tu madre, se ha vuelto el modelo de Konrad. Le transmitiste tu forma de ver
la vida.
MADRE: Entiendo... Pero ellos han visto que me alejé de mi esposo, que tengo otro hombre, otra carrera...
Ellos lo saben porque lo han visto.
DR. MINUCHIN: Konrad se interpondrá entre tú y tu hombre.
Apoyo a la madre y trato de usar sus necesidades de adulta corno forma de cuestionar su apego disfuncional
a Konrad.
MADRE: Sí, lo comprendo. Un día que salimos, mi pareja trató de ser gracioso y Konrad quiso ridiculizarlo
para demostrar que era estúpido.
DR. MINUCHIN: Es peligroso.
MADRE: Sin embargo, sé perfectamente lo que hace, mi pareja sabe lo que hace, y entiendo por qué lo hace.
DR. MINUCHIN: Conque ya empezó a desestabilizar tu relación...
MADRE: No se lo permitiré.
KONRAD: Fue la primera vez que lo vi. Y no fue chistoso, fue ridículo. Habla en ese extraño dialecto bávaro,
y yo quiero alguien para mi madre que esté a su mismo nivel, alguien como usted. Cuando volví a verlo después
de un tiempo, me di cuenta de que era muy compasivo y diferente de cualquier otra pareja que mi madre haya
tenido.
DR. MINUCHIN: Ten cuidado.
MADRE: Robert no es tonto, pero puede actuar en público como le plazca.
DR MINUCHIN: Quiero preguntar a Konrad si tuvo dolor de estómago ayer y el día anterior
KONRAD: Sí, dormí una hora por la noche. Estuve pensando toda la noche y tuve dolores estomacales en
oleadas y ciclos.
DR. MINUCHIN: Cuando empezó el dolor, ¿te quedaste en cama o llamaste a tu madre?
KONRAD: Me quedé solo.
DR. MINUCHIN: De acuerdo... El llanto de tu madre y tu dolor de estómago necesitan contención. Este tipo
de proximidad entre tú y tu madre incrementa la dificultad para controlar el dolor. Verás, tengo un dolor crónico
en la cadera, me pertenece. Pero las lágrimas de tu madre te pertenecen a ti, y tus dolores estomacales le
pertenecen a ella. Eso crea un problema, una falta de control del dolor. Cuando la proteges, llora más. Lo noté
la vez pasada. [A la madre]: Empiezas a llorar, él te abraza, tú lloras, él se acerca más, tú lloras todavía más. Se
trata de un contagio de emoción. ¿Eres capaz de cambiar eso?
MADRE: Lo intentaré.
DR. MINUCHIN: Te veo como una persona que quiere sanar. Te veo como una persona que quiere ayudarle a
crecer. Te veo como una persona que quiere tener una relación satisfactoria con Robert. Ponte de pie. [El doctor
Mínuchin aleja la silla de la madre de los dos hijos.] Toma asiento. Bien. ¿Lo puedes hacer ahora?
MADRE: Sí, muy bien.
DR. MINUCHIN: ¿Se sentirá muy angustiado? Sí. ¿Tendrá dolores de estómago?
MADRE: Espero que no.
DR. MINUCHIN: Cuando ustedes dos se separen... pasará esto.
MADRE: ¿Los dolores de estómago le dan porque dedico mucho tiempo a mi carrera profesional, trabajé mucho
y me alejé de él?
DR. MINUCHIN: No conozco las raíces del problema, pero sé qué es lo que la mantiene vivo. Piensa en tu
llanto. Tu llanto es una forma de comunicarte. En lugar de comunicarte con palabras, lloras, y ellos se convierten
en tu escudo protector de inmediato. No necesitas hablar, tu cuerpo habla y ellos responden.
MADRE: También sucede al revés.
DR. MINUCHIN [preparándose para finalizar la sesión]: Claro, claro. Creo que ya he causado suficiente daño.
HEIDI: Estaba pensando que todo sucedió al mismo tiempo: me mudé, mi madre, empezó a trabajar más y mi
padre se fue de la casa.
DR. MINUCHIN: ¿Y los dolores de Konrad aparecieron?
HEIDI: Sí.
DR. MINUCHIN; La separación es peligrosa, pero necesaria, en ocasiones, para seguir viviendo.
MADRE: Es mejor ser muy claro que tener un efecto de rebote.
DR. MINUCHIN: ¿Quieren hacerme alguna pregunta? Seguro que sí.
KONIZAD: Tengo muchas preguntas y no sé por dónde empezar. Me pregunto cómo en tan poco tiempo y con
tan poca información pudo comprender tanto.
DR. MINUCHIN: Porque me dijiste mucho y fuiste muy claro. [A la madre]: Es importante que tú y tus dos
hijos continúen con una terapia que les ayude a ser tres en lugar de uno.
MADRE: Lo invito a vivir con nosotros dos meses.

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