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Hace muchísimos siglos, en la región que actualmente conocemos como Oriente medio, se

desató una guerra entre dos pueblos: Irán y Turán. Manuchehr, el rey de los iraníes, había
iniciado el ataque contra los turaníes porque quería vengar el asesinato de su abuelo Fereydun,
el último de los reyes de la era de los dioses y de quien descendían los fundadores de los tres
pueblos que constituían la región, es decir, Irán, Turán y Rum (Anatolia).

La guerra había sido muy sangrienta y había durado muchos años, hasta que finalmente
Manuchehr fue derrotado en Mazenduran por el rey turaní Afrasiab. Una vez concluido el
conflicto, los dos reinos decidieron acordar la paz y arreglar sus diferencias. Sin embargo,
Afrasiab, en su condición de ganador, propuso a Manuchehr que uno de sus hombres subiera a
la cima del monte Damavand, el más alto que compone la cadena montañosa de los Elburz, y
que apuntando hacia Turán disoarara una flecha. El lugar en donde cayera el proyectil sería la
nueva frontera entre Irán y Turán.

Aquél trato, aunque a simple vista no lo pareciera, era engañoso, pues Afrasiab no creía que la
flecha llegase muy lejos. Seguramente Manuchehr también sabía eso, pero para detener las
hostilidades contra su gente aceptó aquél trato. Mientras los dos monarcas arreglaban aquel
acuerdo, apareció ante ellos Sepandarmaz, el ángel protector de la Tierra. Él hizo que le dieran
un arco y una flecha, los cuales después entregó en las manos de Arash el Arquero, un hombre
cuyas habilidades con el arco eran superiores a las de cualquier otro entre los iraníes, por lo cual
él debía lanzar la flecha más lejos que ninguno de entre los presentes.

Arash, quien sabía que el futuro de su pueblo estaba en sus manos, aceptó con honor la tarea. A
la malana siguiente, a primera hora, escaló el Damavand hasta llegar a su cima. Se descubrió por
completo el torso, colocó la flecha en el arco, tensó la cuerda apuntando hacia Turán, y
proclamó: "¡Miren! ¡Estoy saludable y mi cuerpo no tiene tacha alguna! ¡Pero sé que en el
momento en que lance esta flecha todo mi poder abandonará mi cuerpo y se irá con la flecha!".

Arash disparó la flecha, y él salió disparado con ella. El dios Hormoz (Ahura Mazda) pidió al ángel
del viento que cuidara aquella flecha y la protegiera de todo peligro. El proyectil se mantuvo
volando por más de un día, hasta que descendió en el río Amu Darya (Oxus, por su nombre
griego), a 2250 km de la antigua frontera iraní. Desde entonces, esa ha sido la frontera natural
entre Irán y Turán. El cuerpo de Arash jamás fue encontrado.

Según la tradición, Arash ascendió al Damavand una mañana del mes de Tir (julio). Por eso, en
ese mes se celebra el festival de Tirengan, donde Irán conmemora la victoria de Irán sobre Turán
y la hazaña del legendario Arash.

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