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Seguridad Energética: Descifrando el Enigma

Frente a interrupciones en la disponibilidad de gas natural y precios energéticos


cambiantes, el autor plantea por qué es importante conocer el concepto, los “enigmas”
y los desafíos de la Seguridad Energética

Según la información del COES, nuestras principales fuentes de energía


(matriz energética) son el agua (48%) y el gas natural (45%). En lo que
va del año, el suministro de gas natural en nuestro país se ha visto
afectado en dos oportunidades (febrero y junio). Ello ha generado que los
precios de la electricidad se disparen alcanzando picos de hasta S/. 700 –
800 MW/h (cuando lo normal es S/. 30 MW/h). De otro lado, la
disponibilidad de potencia hidroeléctrica disminuye sustancialmente en el
periodo de estiaje (junio-octubre) y ello se manifiesta de manera especial
en algunas áreas del país.

Fuente: Anuario estadístico 2017 - MEM

En este contexto, ¿sabes cuál es el sistema de Seguridad Energética


del Perú? ¿Cuáles son sus enigmas y qué herramientas podrían
implementarse para descifrarlos? El estudio de dichos enigmas es
relevante en este contexto actual y su discusión tiene relevancia para
mejorar nuestras normas y política energética. El enfoque de esta
publicación no es estudiar (aún) las políticas o normas de seguridad
energética del país, pero sí tener una aproximación a este concepto y a
sus enigmas a nivel global.

“Enigma” era el nombre del código secreto utilizado por Alemania para
sus comunicaciones militares en la Segunda Guerra Mundial. Los mandos
militares alemanes de la época consideraban a Enigma como indescifrable,
pues consistía en un funcionamiento complejo de una máquina especial
que ofrecía un altísimo número de combinaciones por cada tecla. El
experto en criptoanálisis y matemático británico, Alan Turing, fue el
principal responsable de descifrar “Enigma” y con ello se contribuyó
enormemente en acortar la guerra. Si bien no es una máquina con un
funcionamiento complejo, la “Seguridad Energética” es un concepto que
tiene diversos enigmas. Para poder descifrar estos enigmas, los países
suelen analizar diversos aspectos asociados con la Seguridad Energética
y exploran sus múltiples combinaciones.

Concepto y dimensiones de la Seguridad Energética:

De acuerdo con la International Energy Agency (“IEA”), la Seguridad


Energética es “la disponibilidad ininterrumpida de fuentes de
energía a un precio asequible”. La IEA destaca las siguientes
dimensiones de la Seguridad Energética:

1. Corto plazo: capacidad para reaccionar rápidamente a cambios


repentinos en el equilibrio entre la oferta y la demanda a lo largo de toda
la cadena de energía. Relacionados con esta dimensión se
encuentra: (i) la falta de disponibilidad física de la energía; o, (ii) los
precios volátiles o no competitivo.

2. Largo plazo: evalúa las inversiones necesarias y oportunas para


suministrar a los países, en armonía con su desarrollo económico y
sostenible.

3. Seguridad de la “demanda”: enfocada en los “países productores”


cuya preocupación es garantizar la seguridad de sus exportaciones de
energía. Estos países buscarán garantizar el control sobre los recursos
estratégicos y tomar el control sobre los principales oleoductos y las rutas
marítimas (principales puntos de tránsito) a través de los cuales los
productos son transportados. Según los Reportes de la IEA, más de la
mitad de la demanda mundial de petróleo al 4Q 2017) se transporta
diariamente por mar. El «Estrecho de Hormuz» es la arteria más
importante ya que por éste se transportan 17 MMBPD aproximadamente,
lo cual representa el 35% del comercio marítimo y el 20% de la demanda
mundial. La mayoría del crudo exportado desde Arabia Saudita, Irán, los
Emiratos Árabes Unidos, Kuwait e Irak pasa por ese estrecho. También es
la ruta para casi todo el LNG exportado por Qatar. Por tanto, cualquier
conflicto en esa zona tiene un impacto geopolítico significativo.
4. Seguridad de la “oferta”: enfocada en los «países consumidores» que
buscarán suministros de energía a precios asequibles. Se toman en
consideración aspectos como: (i) el impacto de la volatilidad de los
precios del petróleo en su balanza comercial; y, (ii) la dependencia o
autonomía de los recursos energéticos importados (por ejemplo, la
relación de dependencia existente entre la Unión Europea (UE) (demanda)
y Rusia (oferta)).

Como podrá apreciarse, cada país podrá interpretar el concepto de


Seguridad Energética y sus dimensiones de manera particular.
Consiguientemente, en la tarea de formulación de las políticas energéticas
de un país suelen presentarse enfoques divergentes basados en el papel
de los Estados (países consumidores, de tránsito o productores). Sin
embargo, cualquiera que sea el enfoque en cuestión, los legisladores y
políticos (policy-makers) suelen además consideran razones estratégicas
como la seguridad geopolítica, el desarrollo económico y la estabilidad
política al momento de desarrollar los sistemas de Seguridad Energética.

El sistema de Seguridad Energética actual y sus características:


Dependiendo de su rol dentro de la cadena de valor energética
(producción, tránsito o consumo) y de sus intereses estratégicos
(seguridad nacional u objetivos económicos), los Estados han adoptado
diferentes orientaciones («mercado» versus «intervención estatal») hacia
la Seguridad Energética. Ello, naturalmente, ha desencadenado diferentes
interpretaciones y el establecimiento de políticas de Seguridad Energética,
que en conjunto forma un Sistema de Seguridad Energética.

Actualmente, el referido Sistema de Seguridad Energética está compuesto


por subsistemas que fueron creados en diferentes momentos por: (i)
países productores (Organización de Países Exportadores de Petróleo –
OPEP), (ii) países o naciones consumidoras (IEA); y (iii) bloques
económicos regionales como el derivado del Energy Charter Treaty – ECT,
suscrito por los estados miembros de la Unión Europea y otros países
occidentales en un intento de impulsar la cooperación Oeste-Este después
de la Guerra Fría. En función de quién es el ente creador y el momento de
creación del subsistema es evidente que cada uno es un instrumento legal
muy especial y diferente.
Si bien no es nuestra intención explicar detalladamente cada uno de estos
sistemas legales, sucintamente podría señalarse que la OPEP (1960) y la
IEA (1974) se ocupan principalmente de un «lado» de la cadena
energética (oferta o demanda). Además, centran sus políticas en el
petróleo crudo y sus subproductos al ser la fuente energía que dominaba
en el momento de su establecimiento. A su turno, el ETC aborda toda la
cadena de energía (suministro, transporte y demanda) y cubre todo tipo
de fuentes de energía y equipos relacionados (petróleo, gas y
electricidad).

Los desafíos de la Seguridad Energética: Hacia un nuevo


paradigma:

Nuevos desafíos geopolíticos, medioambientales y económicos


ciertamente obligan a repensar el Sistema de Seguridad Energética
existente. La experiencia nos muestra que la Seguridad Energética va más
allá del petrolero, su estabilización de precios o herramientas para activar
en caso de interrupciones severas (stocks o reservas). La Seguridad
Energética es un criatura más compleja que debe extenderse a los
siguientes productos: (i) el gas natural (cuyo consumo es bastante
considerable y es el sustituto natural del petróleo en el futuro), (ii) el LGN
(que puede mitigar en cierta medida los problemas que surgen de las
tensiones geopolíticas relacionadas con ductos transfronterizos), (iii) la
electricidad (cuya importancia es doble como fuente de energía de los
consumidores como de la infraestructura requerida para obtener
productos derivados de los hidrocarburos (refinerías); y, (iv) las recursos
energéticos renovables (para cumplir objetivos de reducción del
calentamiento global).
Fuente: OPEP

De otro lado, la Seguridad Energética enfrente nuevos desafíos derivados


de: (i) tensiones geopolíticas (por ejemplo, Rusia y la UE en el tránsito
de gas), (ii) el desarrollo de la tecnología que permite (y permitirá)
explotar recursos considerados “no comerciales” (e.g. lo que ocurrió con
el “fracking”); (iii) el continuo crecimiento de la demanda de energía en
China, India y otros países en desarrollo; (iv) ataques terroristas contra
la infraestructura energética y otros desastres naturales que puedan
afectarla negativamente (incluido ataques a los sistemas operativos);
y, (v) el crecimiento de la conciencia ambiental relacionada con el
calentamiento global, entre otros.

Todos los factores antes mencionados deben ser considerados para


desarrollar un Sistema de Seguridad Energética, en función de la realidad
de económica de cada país. No cabe duda que un sistema sólido de
Seguridad Energética generará la confiabilidad y el entorno político y
económico requerido para atraer inversión extranjera para desarrollar o
mejorar la infraestructura energética. En esta tarea de crear un nuevo
paradigma de Seguridad Energética, Daniel Yerguin (Asegurando la
Seguridad Energética (2006)) observa los siguientes principios que son
bastante ilustrativos: (i) la diversificación de las fuentes de
suministro: es decir, centrándonos no sólo en el petróleo sino también
en gas, electricidad,
LNG y las energías renovables recurso de energía renovable); (ii) la
resilencia del sistema: creando un «margen de seguridad» que
proporcione un amortiguador contra los shocks y la recuperación de las
instalaciones después de interrupciones (el almacenamiento es una
medida, pero se complementaría con instalaciones estratégicas
destinadas a respaldar y almacenar los recursos energéticos a lo largo de
la cadena de suministro) Por ejemplo, el Proyecto de Resiliencia Energética para
la Adaptación al Cambio Climático de Belice (i) tiene como objetivo reforzar la
infraestructura energética del país a través de diversas medidas, como consolidar
secciones del sistema de transmisión que son particularmente vulnerables y reducir
la probabilidad de interrupciones del servicio; aumentar la capacidad de la empresa
de electricidad para proteger los equipos en las zonas donde los árboles se pueden
caer y ocasionar daños a la red durante las tormentas; mejorar el plan de
recuperación y de respuesta de emergencia de la empresa, y modernizar los
sistemas de comunicación que se usan durante las situaciones de
emergencia; (iii) el reconocimiento de la realidad de la integración: la
Seguridad Energética debe además formularse con miras a alcanzar una
esfera “global” (en lugar de regional o estatal); y, (iv) la revelación de
información relevante: los Estados deberían comprometerse a compartir
información de alta calidad para crear planes de acción armonizados
contra posibles interrupciones del suministro de energía.

Perú: Para hacer un análisis acertado de nuestra normativa/política


energética, nuestras autoridades deberían tener en cuenta los siguientes
factores y sus múltiples combinaciones en función de objetivos claros y
estratégicos: (i) la fuente energética: convencional (gas o diesel) o no
convencional (agua, viento, sol, biomasa, entre otras); (ii) la
temporalidad de las medidas implementadas (o a implementar) para
alcanzar los objetivos (corto, mediano o largo plazo); (iii) la
aproximación de dichas medidas: (A) si está basado en un
“intervencionismo” estatal (no recomendable) o si se deja a criterios de
mercado, o (B) si se centra en la oferta de energía (e.g. políticas o
subsidios que fomenten la producción o generación de energía) o en la
demanda de energía (políticas que fomenten la eficiencia energética y
autogeneración).
El estudio de la normativa y política energética de un país requiere de
mucho esfuerzo y trabajo en donde se integre y escuche la voz de los
agentes del sector. Si bien nuestro enfoque no es ahondar en dicho
estudio, podemos adelantar que nuestro sistema de seguridad energética
debe ser repensado sobre todo en el contexto de las principales fuentes
energéticas como se ha visto. En consonancia con lo anterior, podríamos
sostener que nuestro sistema de seguridad energética sigue la ley del
infortunio (Ley Murphy); es decir, lo único cierto es que (así como está)
fallará en algún momento.

Perú ha cambiado la composición de su matriz energética, que en el año


2006 era 48,28% hidráulica. Para el 2017, se mantiene una participación
hidráulica de 36%, que es seguida por la de origen térmico con un 61%

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