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Cartas eróticas
Para seducir, amar
y disfrutar
–26–
índice
La lectura de este libro no está recomendada a menores de 16 años.
CAPITULO UNO
Palabras entreabiertas como labios ................13
CAPITULO DOS
El lenguaje figurado, la metáfora erótica........51
CAPITULO TRES
Secretos al oído (la confesión).........................91
COLECCIÓN BIBLIOTECA ERÓTICA
© CLARA OBLIGADO MARCO DEL PONT, 1993
© ÁNGEL ZAPATA SANTA ÚRSULA, 1993 CAPITULO CUATRO
© EDICIONES TEMAS DE HOY, S.A. (T.H.), 1993 Los placeres de Onán ................................... 125
PASEO DE LA CASTELLANA, 93 28046 MADRID
DISEÑO DE CUBIERTA: BRAVO LOFISH
ILUSTRACIÓN DE CUBIERTA: FRANCIS PICA-BIA, CAPITULO CINCO
PORTADA DISEÑADA PARA LA REVISTA LITTERATURE, 1922-1923. Con los cinco sentidos................................... 165
© V.E.G.A.P., FRANCIS PICABIA, MADRID, 1993
ILUSTRACIONES DE INTERIOR: LETICIA ROS-SON MASSA
PRIMERA EDICIÓN: MARZO DE 1993
ISBN: 84-7880-237-1
DEPOSITO LEGAL: M. 3.669/1993
COMPUESTO EN FERNANDEZ CIUDAD, S. L.
IMPRESO EN FERNANDEZ CIUDAD, S.L.
PRINTED IN SPAIN-IMPRESO EN ESPAÑA
A todos los alumnos que durante estos años han par-
ticipado con nosotros en los cursos de escritura creativa
en el Círculo de Bellas Artes, la Librería Mujeres de Ma-
drid, la Librería Fuentetaja y tantos otros lugares; a su
entusiasmo por la literatura.
Agradecimientos
CARTAS ERÓTICAS/15 /
posible que sea una multa.
Pero hay, tú lo sabes, otras cartas. Cartas que anhelan
tu tacto, en la penumbra del buzón, leves como una caricia.
Cartas que guardan las noches, el confuso perfume del
abrazo, las bocas que se buscan, la música perdida que
escondían los cuerpos, la huella del temblor...
Abres la carta, en el mismo rellano de la escalera, y el
mundo se borra de un solo plumazo, gira, te envuelve, te
ciega, te arrastra: quema la tinta en tus dedos. Las frases
repiten el rumor de las sábanas, la pasión y sus sombras, se
desdibuja el día.
Tal vez ha sido un polvo de una noche: ¿dónde habrá
encontrado mi dirección?, ¿qué amigo indiscreto, qué listín
Esa carta que has recibido, el papel que un día tembló
fogoso, qué guía imprudente...? Escondes la carta, tu pareja entre tus manos, es parte de una cadena que atraviesa toda la
desciende por las escaleras silbando Perfidia, tiemblas, humanidad; cada vez que dos amantes se han visto separados
temes, temes, tiemblas, es más celosa que Ótelo. han intentado reunirse: una celosía abierta, los oficios de una
celestina, el pañuelo mojado en llanto que cruza la línea de
La carta, sin embargo, estará todo el día al acecho. fuego, el íntimo jeroglífico, las trenzas cortadas, el rosario de
mi madre, la perversa llave de un cinturón de castidad...
Antes de la introducción del papel en Occidente, los
mensajes amorosos encontraban aquí pesadas barreras; no es
flaco oficio el de acarrear menhires, escribir pergaminos,
dibujar sobre cueros de animales, o grabar a cincel.
Liviano vestigio de tantas distancias, la carta sobrevive
en su intimidad de papel y tinta, emergiendo de un fax o
brillante en la pantalla de un ordenador.
Ni siquiera el teléfono, que borra meridianos, la puede
remplazar del todo: a la vibración de la voz amada se une el
desespero de su fugacidad; las ondas sonoras se escapan y
una estela perpleja, aturdida, divide la extensión del abando-
no, intenta recordar.
1
Citado en: Alcoforado, Sor Mariana, Las cinco cartas de amor de la monja
portuguesa, Hiperión, Madrid, 1987.
2
El límite de los sexos, ya se sabe, es cada vez más borroso; pensábamos de
niños que sólo había dos, pero las cosas nunca son tan simples. Como decía
Alfred Jarry: «Aunque seas mujer, veo en el muro la sombra de la barba, como
un árbol contemplado en el agua, como un liquen sobre una piedra (...)»
II. Obsceno
El origen de las palabras
Cuando se cuenta el deseo, cuando el amor se narra, El término obsceno nos lleva ahora a la antigua Roma.
vienen a nuestra memoria múltiples palabras que definen, o Los romanos tuvieron una lengua consagrada a ]o religioso,
intentan definir, los matices, los enfoques que esta experien- dentro de la cual estaba incluido el lenguaje de los augurios:
cia ha ido revistiendo (o desvistiendo) a lo largo de los tiem- en este ámbito del «auspicio» (de avis spicio, consultar a las
pos. aves) encontramos la palabra que nos interesa: obsceno, y
que alude a lo que no se dice porque trae mala suerte. Lo
Pornografía, erotismo, obscenidad, literatura licenciosa,
obsceno, pues, entra en lo fatalis, es decir, en las cosas en-
términos que delimitan un campo de fronteras difusas. Aquí
viadas por el hado.
os relataremos la historia de algunas de estas palabras.
En el siglo III d. C. el término pierde su valor augural,
y pasa a denominar lo que no se dice porque es desagradable,
I. Pornografía extendiéndose luego a las «partes pudendas». Aparece en
castellano dentro del Diccionario Universal de Latín y Len-
guas Romances, de Fernández de Falencia, en Sevilla, 1490.
¿Comprarías un esclavo sin conocer sus vicios y virtu-
des? ¿Cómo señalar la calidad de la mercancía que se ofre- De todos modos, la tradición literaria recoge para la pa-
ce?... En el origen del término pornografía se esconde la labra obsceno un significado distinto. En opinión de Law-
siguiente historia: Pornografía viene del griego, de la unión rence –autor, entre otras obras, de El amante de Lady Cha-
del verbo péremi, que quiere decir vender personas (de don- terley–, obsceno correspondería a lo que ha de quedar fuera
de la palabra porné, pl. pornai, es decir, mujer que se vende: de escena: «Aquello que no puede representarse en el esce-
esclava y, con el tiempo, prostituta) con grafós, o lo que es nario.» 6
igual, persona que escribe.
La necesidad de vender, de informar sobre la mercan-
6
Lawrence, D. H. y Miller, Henry, Pornografía y obscenidad, Argonauta, Barce-
7
lona, 1981 Platón, Diálogos III, Gredos, Madrid, 1986.
contrarias. Brillante, porque en la florida y espléndida edad mas resplandecen de blancura como flores cubiertas de
inspira el ingenio del hombre y desea lo que está en flor 8. rocío y, aun estando las alas en reposo, el suave y delicado
plumón que las rodea se estremece y juguetea jovialmente.
Dentro ahora de la literatura helenística hay una nove- El resto del cuerpo, hermoso y sin vello, de modo que
la que os aconsejamos leer, El Asno de Oro, de Apuleyo, Venus no se arrepentiría de haberle dado a luz. Al pie del
quien narra cómo un personaje, debido a su falta de piedad, lecho yacían el arco, el carcaj y las flechas: las propicias
es convertido en burro perdiendo así sus características armas de la poderosa divinidad 9.
humanas pero ganando, a cambio, aquella poderosa cuali-
dad del animal: una verga desmesurada. En el curso de la En ese momento, habiendo visto al dios, admiróse la
obra encontramos la fábula de Eros y Psique, donde apare- joven y en su maravilla se distrajo: una gota del aceite de la
ce una de las más bellas descripciones de Cupido que haya lámpara cae sobre Eros, lo saca de su sueño, y entonces...
dado la literatura.
Os recomendamos que leáis esta fábula milesia –y la
Pero antes de que leáis este retrato os ponemos en novela completa– para saber por qué causas el asno de oro
antecedentes: la bellísima Psique fue dada en matrimonio a volvió a convertirse en hombre, y qué fue ]o que entonces,
un ser invisible. Sus hermanas –envidiosas como todas las recobrado su cuerpo, echó de menos.
hermanas de los cuentos maravillosos– quieren destrozar
su felicidad, y la incitan así a romper el pacto que estable-
ciera con su evanescente esposo: no me veas, no intentes
mirarme, porque la desgracia caerá sobre nosotros.
La hermosa joven –espoleada por sus hermanas y
también por su propia curiosidad– una noche, como estu-
viera dormido su esposo, enciende la lámpara de aceite y
ve que a su lado descansa el mismo Amor. Así lo describe
Apuleyo:
(Psique) ve la rubia cabellera de su noble cabeza im-
pregnada de ambrosía; ve su cabello en bucles graciosa-
mente enmarañados cayéndole en cascadas sobre su cue-
llo, blanco como la leche, y sobre sus mejillas de púrpura,
unos por delante, otros por detrás; y el resplandor que
despiden hace palidecer con sus vivos destellos a la misma
luz de la lámpara. En la espalda del dios volador, las plu-
9
8 Apuleyo, El Asno de Oro, Akal, Madrid, 1988.
Ficino, Marsilio, De Amore, Tecnos, Madrid, 1986
48/CLARA
46/CLARA OBLIGADO & ÁNGEL ZAPATA CARTAS ERÓTICAS/49
ERÓTICAS/47
«Dómine meo es término muy feo, decid Dómine ori-
no, que es término más fino.» Esto enseñaba a sus monjas
una madre abadesa preocupada por el decoro de los rezos, y
en el recato de la buena religiosa podemos ver una de las
tendencias más frecuentes del lenguaje erótico.
Porque el afán por moralizar es sin duda responsable
de estas ingenuas transformaciones donde el hablante, dis-
frazando las palabras, trata de solapar, de eludir, la supues-
ta crudeza de alguna idea: «donde la espalda pierde su
casto nombre» es un rodeo ingenioso en el cual, después de
todo, no deja de asomar el culo; más tonto aún resulta
«pompis», más timorato; y al final, todo ello redunda en un
empobrecimiento del idioma.
Decir y no decir, mostrar y no mostrar, es el juego de
toda seducción. Hay en la perífrasis un rodeo que apura el
disimulo, una torpeza de los sentimientos que no da en la
diana.
Por qué no emprender otros viajes; por qué no buscar
ese punto de choque, ese arabesco; ese encuentro imprevisto
–la metáfora– que aviva las hogueras de la carne, que ilu-
mina el deseo.
CARTAS ERÓTICAS/53
Steinberg en su novela Amatista 1, donde el argumento avan-
za desde la relación de una sexóloga –que ejerce a la vez
como cuerpo docente– con un paciente adinerado. De este
modo –llegados al último y terapéutico fornicio– dice la
doctora al restablecido garañón:
(...) ¿Nos despedimos ahora con un coito directo y vi-
goroso?
–Se lo ruego, señora. ¿Ya penetro?
–Sí, doctor. Haga una penetración no muy lenta y que
sea firme y afondo. Luego el movimiento de retroceso muy
lento y muy suave, y vuelva a entrar firme y afondo, un poco
Hablamos pues de aquellas perífrasis encubridoras, de más rápido que la primera vez. Continúe de esta manera y
yo lo acompañaré con movimientos de la pelvis y las con-
aquellos eufemismos que como una enfermedad, como una
tracciones y aflojamientos adecuados. Cuando sienta que va
erupción cutánea, acompañan de modo pertinaz al vocabula-
a culminar, déjese ir.
rio erótico.
–Si usted todavía no ha culminado, ¿debo ocuparme de
Hay, por ejemplo, la pilila infantil, que es palabra gaz-
usted, señora?
moña, pendulona, y de futuro poco prometedor; como tam-
–No, doctor, después de eyacular déjese caer de espal-
bién la vulvita «progre» –amputación curiosa del coñito
das a mi lado y me masturbaré yo misma.
femenil– o aquella otra cosita incierta, tierniza, perdediza;
por no citar el bajo vientre, ubicado en no importa qué sitio
En el texto que acabamos de leer la autora consigue, a
entre el ombligo y los pies.
través del distanciamiento, un efecto cómico. También Pierre
Claro que si alguno de estos melindres ofende nuestra Louys –escritor francés de principios de siglo– ironiza en su
pureza, siempre podemos recurrir al léxico de la medicina obra Manual de urbanidad para jovencitas sobre estas ex-
que nos abastece de palabras asépticas, envueltas entre gasas, presiones eufemísticas, donde las fórmulas de cortesía cu-
ahogadas en formol: «él introdujo su pene en la vagina de bren con su manto pudoroso todo lo que resultaría inacepta-
ella, convenientemente lubricada» describe quizá una situa- ble para la buena sociedad.
ción, pero qué lejos está de la cópula.
En este caso, el juego consiste en remplazar mediante
Tan lejos como esa fórmula banal –hacer el amor– que, frases elusivas –entre lo tópico y lo cortés– el lenguaje eróti-
además de ser un galicismo, tiene algo de factoría, y resulta co directo:
quizá tan poco atractiva como hacer la sopa.
Sin embargo, esta misma asepsia del lenguaje se ha uti-
lizado alguna vez como recurso expresivo. Así lo hace Alicia 1
Steinberg, Alicia, Amatista, Tusquets, Barcelona, 1989.
Ejercicio n.° 1
a) Elige una parte de tu cuerpo o del cuerpo de tu
amante –la que más te guste– y elabora metáforas sobre ella.
(Sírvete, como estímulo, de las imágenes de Aretino y de las
Hemos visto, a lo largo de este capítulo, distintos pro- del texto de Las mil y una noches. Una lectura de El cantar
cedimientos para elaborar metáforas. En el texto que acaba- de los cantares, en la Biblia, puede aportarte también mu-
mos de leer, tanto la vulva de las tres hermanas como el zib chas sugerencias útiles.)
del mandadero se benefician de ese recurso particular que es
b) Teniendo en mente a ese alter ego cuya invención te
el lenguaje figurado, y que enriquece sus nombres con aro-
proponíamos en el primer capítulo, elabora metáforas sobre
mas, descripciones y todo tipo de juegos.
las siguientes partes de su cuerpo:
Las páginas que siguen te invitan a entrar en un juego
Manos
análogo al del recadero y las tres doncellas.
Ombligo
Tobillos
Nalgas
Ejercicio nº 2
1. Hemos seleccionado, para este segundo ejercicio,
dos postales que encontrarás al final de esta sección, y que
recogen escenas de finales del siglo XIX o principios del
XX, en las que dúos y tercetos se entregan a aquellas activi-
dades libidinosas que el pudor nos impide mencionar, no
sólo por lo casto de tus oídos, sino porque ojos que ven,
corazón que siente.
Ahora vamos a proponerte que describas una de estas
escenas, remplazando el léxico amoroso por el vocabulario
correspondiente a alguno de estos apartados:
Náutico
Hortícola
Deportivo
Religioso
Mecánico
Culinario (con perdón)
Taurino
Para este ejercicio, puedes buscar inspiración en las
aventuras de Nikolai, que te ofrecíamos en páginas anterio-
res.
2. Una vez pintada la escena con el vocabulario elegi-
do, lleva a los personajes hasta la cópula dentro del mismo
léxico. Utiliza para este ejercicio los folios que vienen a
continuación.
Como homenaje al texto de Las mil y una noches que Se envía este inicio de historia a cualquiera de los cóm-
acabáis de leer, os proponemos un ejercicio que puede reali- plices, quien imitando el estilo de Las mil y una noches debe
zarse por parejas o entre un grupo de amigos, ya sea por continuar la narración, para dejarla suspendida en el momen-
carta, ya en una amena y estimulante reunión. También pue- to culminante.
de llevarse a cabo durante una clase aburrida, una junta de El relato, así, irá girando entre todos los componentes
dirección, un claustro de profesores o un oficio religioso; en del grupo hasta encontrar su final. (Resulta esencial para la
tales casos, hay que evitar las sonrisas y simular que se to- cohesión de la historia que cada participante imite el estilo
man notas. general del texto.) 5
Volvamos pues a nuestro ejercicio.
Bien es sabido que Sherezade fue la mayor cuentista de Ejercicio nº 4
la historia y la maga de la intriga, ya que de sus narraciones Otra de las figuras que puede dar juego en la escritura
–interrumpidas una noche tras otra en el momento de mayor de cartas amorosas es la hipérbole. El diccionario de retórica
intensidad– dependía su propia vida y la de otras mujeres. de Marchese y Forradellas 6 define la hipérbole como un
Sherezade, en fin, es el paradigma de la fabuladora, que procedimiento que consiste en «emplear palabras exageradas
transforma la realidad a través de la ficción: como ya sabréis, para expresar una idea que está más allá de la verosimilitud».
sus historias socavan poco a poco la crueldad del sultán, que
termina enamorándose de ella 4. ¿Qué amante no ensalzaría su potencia orgásmica apu-
rando lo creíble? En este ejercicio te proponemos que escri-
Estas son las reglas del juego: bas una carta a tu pareja haciendo halago supino de sus vir-
– Personajes: un sultán, un efrit o demonio, una bellí- tudes, tamaños, técnicas, acrobacias, y otras cualidades difí-
sima doncella, un bufón, un guapísimo etíope con un zib ciles de imaginar.
descomunal y un camello.
5
– A discreción: el harén, soldados, mercaderes, genios Este ejercicio se realizó en los cursos de Literatura Erótica del Círculo de Bellas
Artes, y se publicó en el volumen de relatos Encuent(r)os Breves donde apare-
ce una solución de la historia debida a Ana de Miguel. Círculo de Bellas Artes,
4 Madrid, 1992.
Te recomendamos esa aventura que es leer el texto de Las mil y una noches;
6
pero no olvides que, según la tradición árabe, debes saltar al menos una página, Márchese, A. y Forradellas, J. Diccionario de retórica, crítica y terminolo-
pues la lectura completa de la obra acarrearía la muerte inmediata del lector. gía literaria, Ariel, Barcelona. 1989
7
Si tu amante no estuviera demasiado dotado, alábale los ojos; si ella es tímida
como una liebre, su vida interior; si él es algo bestia, sus abrazos de gigante; si
ella se ha tirado a todos tus amigos, su don de gentes.
8
Apollinaire, Guillaume, Las once mil vergas, Icaria, Barcelona, 1986.
CARTAS ERÓTICAS/93
que era pecado. En los placeres del libertino, en las licen-
cias de la cortesana, despuntaba un gusto por la perdición
que ahora –perdidos para tantas cosas– no sabríamos dis-
frutar de nuevo. El sexo tolerado, desnatado, bajo en calorí-
as, nos entrega a un placer rutinario, tan apasionante como
una excursión de boy-scouts.
Al temor y el temblor de los infiernos lo ha sustituido
una pedagogía de bata blanca; al murmullo del confesona-
rio, el sonido dual de nuestros receptores: sin brío, sin pa-
sión, sin argumento, el sexo se resuelve, se disuelve, en un
manual de primeros auxilios.
Desde que ya no hablamos de actos impuros –¡ay!– el
parchís, el cinquillo, el hijoputa, son los pecados que nos Estudiar la pasión con la cabeza, fría, pronunciar cun-
van quedando. nilingus con una impavidez sabihonda y vacua, son formas
encubiertas de restarle atractivo al placer, temperatura al
goce, y alegría a esta carne pecadora, tan falta de alegrías,
calenturas y goces.
El sexo por apuntes, el sexo como indicio de calidad de
vida –ese aire respetable que va tomando la lujuria– nos hace
añorar los retozos urgentes, los placeres furtivos, la media
luz que el gozo ya no tiene, el secreto que le han arrancado.
Pero también en ese espacio de lo íntimo, como un jar-
dín abierto para pocos, se sitúa la carta. Y si ya hemos
hablado del trecho que separa a los amantes, de la soledad
que asalta en el momento de escribir, hay algunas ventajas
en la ausencia que no conviene pasar por alto.
Porque acaso el silencio –las cosas que escondemos y
callamos– tenga que ver con una excesiva cercanía, y sólo en
la presencia atenuada que favorece la carta podemos dar
rienda suelta a nuestros deseos y nombre a las pasiones más
ocultas.
A plena luz, los negativos de la imaginación se velan y
por eso la carta hace las veces de un cuarto oscuro: en él
Parece, sin embargo, que la sociedad contemporánea no El confesor debe ser sumamente cauto en recibir las
ha sabido encontrar –¿todavía?– un buen sucedáneo de la confesiones de las mujeres. Y en primer lugar ha de notarse
penitencia: ¿qué ceremonia remplazaría del todo a la escucha que en el Decreto de la S. C. de Obispos se lee: «Los confe-
del confesor?, ¿qué alivio podría equipararse al perdón que sores no deben oír sin necesidad las confesiones de lasmuje-
nos otorga un funcionario del cielo? Consciente de sus ries- res después del crepúsculo de la tarde y antes de la aurora.»
gos, celosa de sus desvíos, la propia Iglesia ha vigilado
5
Latouche, Gervais de, El portero de los cartujos, Blanco Satén, Barcelona,
4
Nin, Anaïs, Delta de Venus, Bruguera, Barcelona, 1982 1991
Hemos trabajado con la Biblia, y con el Diccionario En los brazos del diablo
secreto de Camilo José Cela 7, ya que ambos son una cantera
Entre los muchos pecados que hubo de confesar la
para dinamizar la imaginación erótica.
humanidad a lo largo de su historia está el del trato sexual
Utiliza ahora este recurso con cualquier otra parte del con el demonio. Antes de que la Inquisición –con su misogi-
cuerpo dándole, si es posible, un tono solemne. nia salvaje y su odio a la ciencia– formulara sus interrogato-
rios por medio de la tortura, la imagen de estas uniones ve-
hementes era más bien festiva, y útil para justificar virgos
extraviados, sofocones en los monasterios, hijos demasiado
parecidos al señor cura, deslices. Porque fue común, antes
del Santo Oficio, que las jóvenes achacasen sus amores al
demonio –cómo resistirse al mismísimo ardor de los infier-
nos– que habíalas obligado a copular con él.
Pero en 1484, cuando el papa Inocencio VIII clasificó
tales fornicios de herejía, y viendo las doncellas que podían
ser acusadas de brujas, hubo que desarrollar la imaginación
para explicar de otra forma los amores ilícitos.
Los demonios copulantes se llaman íncubos o súcubos,
según sea masculino su aspecto, como en el primer caso, o
femenino como en el segundo.
Claro es que esto de tirarse al demonio no resulta tan
simple, porque, como todos sabemos, no es más –ni menos–
7
Cela, Camilo José, Diccionario secreto, Alianza / Alfaguara, Madrid, 1975. que un ángel caído. Y los ángeles, ¿tienen sexo? Ya le pre-
8
Huysmans, J. K., Allá lejos, Iberia, Barcelona, 1974.
CARTAS ERÓTICAS/127
veces forajido, se pierde algunas tardes por otras latitudes,
merodea en los claros hemisferios del ansia, y reares mal-
trecha, no sé si arrepentida, igual que un perro golfo
Tiene días afilados la mano, como de arco de violín, y
días ceguerones, de almirez y tormenta. Días raudos, escue-
tos, de ardilla sabia, y días de hijo pródigo, manirroto y
hambrón.
Percha veloz de lentas soledades, ramaje de ternura
grial de las distancias la mano, árbol que abraza la ausen-
cia
A los cuerpos se va. A la mano se vuelve, como al am-
paro fiel de una costumbre. La mano nos acoge, nos congre-
ga, nos salva, es la última tierra de asilo, el tonto imprescin-
dible, la aventura que traemos puesta.
Las noches y sus gozos van y vienen: la mano es el pa-
ciente guardián de tu desvelo.
«Judá dijo a Onán: "Cásate con la mujer de tu hermano
y cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a
tu hermano." Onán sabía que aquella descendencia no sería
suya, y así, si bien tuvo relaciones con su cuñada, derramaba a
tierra, evitando el dar descendencia a su hermano. Parecióle
mal a Yahveh lo que hacía y le hizo morir también a él.»
Génesis 38, 8-11
Yo me acuerdo de haber conocido algunos enamorados ¿Dónde estaba ese sano juicio aquella tarde en que
que hablaban con desembarazo, describían con soltura, volví de la escuela y encontré que mi madre había salido de
sabían decir sus sentires de manera acabada y tenían pers- casa, y vi en nuestro refrigerador un grande y purpúreo
picacia y sutileza para apreciar la realidad, y, con todo, no pedazo de hígado crudo? (...) aquello no fue mi primer pe-
renunciaban a la correspondencia, aun siéndoles hacedero dazo, mi primer pedazo de hígado lo tuve en la intimidad de
unirse con el amado, por vivir cerca y serles posible la visi- mi propia casa, enrollado en torno a mi pene en el cuarto de
ta. Y es que se cuenta que en la correspondencia hay muchas baño, a las tres y media, y luego lo tuve otra vez, a las cinco
suertes de placer. Hasta me han dicho de un hombre depra- y media, en compañía de los demás miembros de aquella
vado y de bajos instintos, que ponía la carta de su amada pobre e inocente familia mía.
sobre su miembro; pero esto es un género de fea rijosidad y Bien, ahora sabe la peor cosa que he hecho jamás. Jodí
un ejemplo de excesiva incontinencia 1. con la comida de mi propia familia.
8
Cortázar, Julio, Rayuela, Sudamericana, Buenos Aires, 1969
9
En la ya larga trayectoria de los Talleres de Escritura Creativa, se ha abusado a
menudo de técnicas o figuras como la jitanjáfora. Este tipo de enfoque corres-
ponde a la etapa de gestación de los talleres, y también a distintas corrientes
ideológicas de los años sesenta, donde primaba el juego sobre la teoría.
Hoy –treinta años después– la concepción predominante es que toda aportación,
teórica o práctica, puede suponer en sí misma un elemento valioso para el traba-
jo del escritor. En la línea antes citada se ubican textos como los Ejercicios de
estilo de Queneau –de publicación tardía en España– o la Gramática de la Fan-
tasía de Rodari, muy innovadora en su momento; también se caracteriza esta
etapa por el febril seguimiento de los surrealistas o la adhesión al formalismo
del «Oulipo». No obstante, en el énfasis que estas corrientes ponían sobre el
juego parece leerse entre líneas una cierta desconfianza hacia el atractivo de la
propia literatura. En la actualidad, y aceptando el valor motivacional de aquellos
enfoques, se tiende a la formación del escritor mediante todos los recursos que
le sean precisos.
CARTAS ERÓTICAS/167 /
No sabríamos decir qué es lo que nos gusta de una per-
sona; su aspecto, el color de su voz, la altivez de su mirada:
todas las sensaciones que despierta en nosotros las vislum-
bramos de un fogonazo. Así también en el encuentro amoro-
so, y en la escritura que lo refleja, las impresiones se mez-
clan y llegan a confundirse.
A esta unión –o matrimonio entre disímiles– la retórica
lo llama sinestesia, es decir: una mirada ardiente, un malva
chillón, una voz agria...
Sin embargo, hay otro espacio llamado perverso –y qui-
tamos a esta perversión todo tinte negativo– donde los senti-
dos se aislan: la cortina rasgada del mirón, los azotes de la
Así, de estos cruces entre lo sensible, de estos viajes sádica, nos colocan ante enfoques muy distintos que parce-
insospechados, se nutre frecuentemente la correspondencia lan, según su capricho, un área restringida de la sensibilidad.
erótica; quizá porque las propias sensaciones no se dan nun- Siempre se trata en estas devociones de un más y un menos,
ca aisladas, sino que llegan hasta nosotros formando un haz: pero cada autor, cada perversión, cada encuadre de la expe-
el olor nos sugiere una imagen, las notas de un piano nos riencia erótica, coloca el acento sobre un sentido particular,
recorren como un escalofrío, y hay un tacto repentino que explora sus matices, y extrae de él su propia riqueza.
acecha siempre en la oscuridad.
El furor anal en los libertinos de Bataille, el sexo glotón
que impregna las páginas de Miller, o esa mirada de Nabo-
kov, que se recrea en la infancia ambigua de Lolita, encarnan
otras tantas preferencias –¿otras tantas fijaciones?–, en las
cuales un sentido vale por los demás y resume, en sí mismo,
todo el espacio del gozo.
En este capítulo os invitamos a una visita guiada por
esas experiencias particulares, más o menos perversas, que
toman como punto de partida a los cinco sentidos.
2
Flaubert, Gustave, Madame Bovary, Sociedad Española de Librerías, S. A.,
Madrid, 1982
«Que él me bese con besos de su boca –pide la esposa Soy insaciable. Comería pelo, cera sucia, coágulos de
de El cantar de los cantares– porque son sus amores más sangre, cualquier cosa y todo lo que sea tuyo. Preséntame a
tu padre con sus trapisondas, con sus caballos de carreras,
sus entradas gratis para la ópera; los comeré a todos, los
3
Cleland, John Fanny Hill. Memorias de una mujer galante, Akal, Madrid, 1977. tragaré vivos. ¿Dónde está la silla en que te sientas, dónde
6
Apollinaire, Guillaume, op. cit
13
Duras, Marguerite, El hombre sentado en el pasillo, Tusquets, Barcelona,
1985.
14
Gámbaro, Griselda, Lo impenetrable, Torres Agüero, Buenos Aires, 1984.
18
Condesa Drillard, Para ser elegante, para ser bella, Imprenta Clarasó, Barce-
lona
es licenciada en Literatura. Desde 1976 vive en Madrid, es escritor. Finalista en el certamen poético "Vicente
donde ha organizado con otros profesores los primeros gru- Aleixandre" (1986), colabora habitualmente con críticas y
pos de escritura creativa de España, actividad que actual- reseñas en diversos medios de la prensa naciona, y coordina -
mente coordina en el Círculo de Bellas Artes y en la Libreria -dentro del campo de la escritura creativa-- el Area de Esti-
Mujeres. Como escritora ha investigado particularmente sobre lística en el Taller de Creación Literaria de la Libreria
el tema femenino, ha publicado varios libros de relatos, y ha Fuentetaja de Madrid.
recibido el Premio de Narrativa Femenina en 1991. Además
dirige para la Editorial Horas y Horas una colección de
narradores jóvenes.